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3
Julie

-queen-ari- AnnyR’ Julie


Dakya Zöe.. Samanthabp
Gabibetancor Umiangel MadHatter
Anna Karol Maria Graterol Johanamancilla
Gesi Val_17 Joselin
Jadasa IsCris Beatrix

Tolola Julie
Elizabeth.d13 GraceHope
Sahara

Julie

Eimy Justice
4
Sinopsis Capítulo 21
Capítulo 1 Capítulo 22
Capítulo 2 Capítulo 23
Capítulo 3 Capítulo 24
Capítulo 4 Capítulo 25
Capítulo 5 Capítulo 26
Capítulo 6 Capítulo 27
Capítulo 7 Capítulo 28
Capítulo 8 Capítulo 29
Capítulo 9 Capítulo 30
Capítulo 10 Capítulo 31
Capítulo 11 Capítulo 32
Capítulo 12 Capítulo 33
Capítulo 13 Capítulo 34
Capítulo 14 Capítulo 35
Capítulo 15 Capítulo 36
Capítulo 16 Capítulo 37
Capítulo 17 Capítulo 38
Capítulo 18 Epílogo
Capítulo 19 Sobre la Autora
Capítulo 20
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“Con la primera elección en el Draft de la NFL de 2015, los Giants
de Nueva York eligen a...”
Han pasado tres años desde que el sueño del mariscal de campo
de la NFL, Ares Kincaid, se hizo realidad, y está viviendo una gran vida.
Los días de limpiar los desastres de su padre borracho ya pasaron, y no
tiene intención de volver.
Un accidente automovilístico y cargos por conducir alcoholizada
significaron una larga temporada en rehabilitación para Arianna Petrelli,
y su sueño de ser una artista profesional se le escapa cuando es
despedida de su puesto en una galería. Su necesidad de un trabajo es
más fuerte que su aversión por el fútbol, así que Ari se va a trabajar para
su padre, el entrenador de los Giants de Nueva York.
Ares odia a los alcohólicos, lo que está bien para Ari porque piensa
que él es un atleta sin cerebro. Sin embargo, cuando Ares rescata a Ari
de una situación con su ex-novio, comienza una amistad poco probable,
una que rápidamente se convierte en algo más.
Pero meterse con la hija del entrenador solo puede llevar a una
cosa... problemas.
Gods #2
6
1
Traducido por -queen-ari-
Corregido por Tolola

—¡Tienes que estar bromeando!


Levanto la mirada hacia el cielo. Grandes y gruesas gotas de lluvia
me salpican la cara. Las nubes oscuras han llegado de la nada y se han
abierto para dejar salir el agua como si fuera la secuela del Gran Diluvio.
—Jesucristo —me quejo para mí misma mientras rápidamente ojeo
mi bolsa, buscando mi paraguas... que no está allí—. Mierda. Mierda.
Mierda.
Esto es simplemente perfecto. Perfecto, joder.
Ni siquiera llevo puesta una chaqueta. Llevo mi nueva camisa de
seda blanca, pantalones negros ajustados y tacones negros.
El pronóstico era clima cálido, y cuando subí al autobús en Port
Authority hace media hora para viajar a East Rutherford, brillaba el sol.
Eso es el calentamiento global. Suspiro.
Mi primer día en mi nuevo trabajo, el trabajo que mi papá consiguió
para mí, y estoy a punto de aparecer pareciendo una rata ahogada.
Perfecto.
Rápidamente empiezo a alejarme de la parada del autobús, para
dirigirme a mi nuevo lugar de trabajo. La sede de los Giants de Nueva
York y las instalaciones de entrenamiento. Mi padre es Eddie Petrelli, el
entrenador jefe de los Giants, y me contrató para ser asistente del equipo.
Básicamente, soy un lacayo. Y mi padre se ha inventado el trabajo, sin
importar cómo lo niegue, y lo hizo porque yo había perdido el mío en la
galería por ser un fracaso total.
Me sorprendió que quisiera que trabajara aquí. Lo he avergonzado
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lo suficiente últimamente. Pero supongo que me quiere donde pueda


vigilarme.
Soy alcohólica. Una alcohólica sobria, gracias al tiempo que pasé
en un centro de desintoxicación y rehabilitación y al continuo apoyo de
Alcohólicos Anónimos y mi padrino, Luke.
El impulso de rehabilitación se produjo porque, hace poco más de
seis meses, me arrestaron por conducir bajo la influencia, después de
atrapar a mi exnovio, Kyle, en una posición comprometedora en una
fiesta en una casa. Básicamente, tenía los pantalones alrededor de los
tobillos y alguien que pensé que era una amiga se encontraba de rodillas
frente a él. Supongo que se hacen una idea.
Salí de la fiesta, me subí al auto de mi ex y me fui. Estaba borracha
y molesta, y estrellé su auto contra una de las paredes del jardín del
vecino.
Perdí mi licencia, de ahí por qué viajo en el autobús ahora, fui
acusada de daños criminales y recibí una gran multa.
La galería me despidió. Y tratar de conseguir otro trabajo desde que
salí de rehabilitación con antecedentes penales era casi imposible.
No es que no lo intentara, porque realmente lo hice. Pero nadie
quiere contratar a una ex borracha.
Entonces, cuando empecé a quedarme sin dinero para pagar mis
facturas, acepté el trabajo que mi papá había ofrecido. También necesito
pagarle a mi papá. No me pidió el dinero que gastó para rehabilitarme o
el pago de mi multa, y me rechaza cuando le digo que se lo devolveré.
Pero necesito comenzar a responsabilizarme por mis acciones.
Recuperar la sobriedad fue el primer paso. Lo siguiente es pagarle
a mi padre lo que le debo, y ahora que tengo este trabajo, gracias a él,
puedo empezar a hacerlo.
Me toma quince largos minutos empapada por la lluvia caminar
hasta la sede de los Giants.
Cuando por fin llego, estoy empapada hasta la ropa interior y tengo
el cabello pegado a mi cabeza. La hora que pasé maquillándome y
peinándome esta mañana fue una pérdida total de tiempo.
Busco la tarjeta de identificación que mi padre me dio en mi bolso
cuando me acerco a la cabina de seguridad.
El vidrio en la cabina se desliza hacia atrás, revelando a un tipo de
mediana edad con una cara amable.
—Te quedaste atrapada en el aguacero, ¿eh? —Me sonríe.
—¿Se nota?
Él se ríe. —Te ofrecería un paraguas, pero no creo que eso te vaya
a ayudar.
—No. ―Me río—. Pero podría necesitar un préstamo más tarde, si
empieza de nuevo.
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—Trato hecho. Entonces, ¿cómo puedo ayudarte hoy?


—Hoy, eh, empiezo a trabajar aquí. Me llamo Arianna Petrelli. —Le
entrego mi tarjeta de identificación.
—La hija del entrenador Petrelli. —Su voz suena a una sonrisa—.
Por supuesto. Me dijo que vendrías hoy.
Ante su agradable saludo, un nudo que no sabía que tenía en el
estómago se alivia un poco.
Supongo que ha estado en mi mente un poco, cómo me trataría la
gente de aquí. Sin lugar a dudas todos saben que conduje ebria y sobre
mi período de rehabilitación.
Mi papá no habría hablado de eso. Hombre de pocas palabras, mi
padre.
Pero que la hija del entrenador de los Giants haya sido acusada de
conducir ebria fue el sueño de un periodista.
Desde que sucedió, aparte de las personas en rehabilitación, que
eran casi todos como yo, la gente normal generalmente está disgustada
por mi comportamiento, y algunos no tienen miedo de hacérmelo saber.
Que no se preocupen, yo estoy disgustada conmigo misma. Pude haber
matado a alguien esa noche.
Eso es lo que me recuerdo cuando la necesidad de beber se hace
demasiado fuerte.
Es difícil que las personas te miren como si fueras un pedazo de
mierda, recordándote lo que ya piensas de ti misma. Y me preocupaba
que fuera igual aquí. Así que es bueno que la primera persona con la que
me encuentro, me mire sin más que una sonrisa en sus ojos.
Le devuelvo su sonrisa.
—Soy Patrick —me dice.
—Es un placer conocerte —le respondo.
Me devuelve mi tarjeta de identificación. —Si necesitas algo, como
un paraguas —sonríe—, soy tu hombre.
—Gracias —le digo, y lo digo en serio. Aprecio su amabilidad—. ¿Mi
papá ya está aquí? —le pregunto.
—No —responde Patrick—. Por lo general, llega aquí alrededor de
las nueve.
Echo un vistazo al reloj detrás de él en la pared. Ocho y media.
Tengo media hora para limpiarme y secarme antes de que llegue
mi papá.
Quiero lucir presentable.
No es como si quedarme atrapada en la lluvia fuera mi culpa. Pero
papá me ha estado molestando sobre mudarme a casa. Solo vive a diez
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minutos en coche desde aquí, así que me llevaría con él todos los días. Y
el hecho de que la lluvia me atrapara de esta manera solo dará fuerza a
su argumento de que me mude a casa.
Sé que me quiere lejos de la tentación del alcohol y de todos los
bares de la ciudad.
Pero me gusta vivir en Nueva York, estar tan cerca de las galerías
de arte y la cultura, y amo mi apartamento. Es pequeño, pero es mío.
Y, si voy a mantenerme sobria, debo acostumbrarme a estar cerca
del alcohol.
Mi padrino, Luke, dice que esconderse del alcohol puede tener un
efecto perjudicial. Creo que tiene razón. Necesito acostumbrarme al
hecho de que está a mi alrededor pero que es algo que ya no tomo.
No es que vaya a los bares de forma activa ni que navegue por el
pasillo de las bebidas alcohólicas en el supermercado, pero me aseguro
de recordarme que está ahí y que es parte de la vida. Simplemente, ya no
es una parte de la mía.
—Bueno, será mejor que entre y me seque —le digo, retrocediendo.
La lluvia ha parado un poco. Claro, ahora que estoy aquí.
Estúpido clima.
—Que tengas un buen primer día —me dice.
Le agradezco de nuevo y luego camino a toda velocidad hacia la
entrada del edificio.
Abriendo la puerta, entro, goteando agua por todo el suelo de
baldosas.
No hay nadie en la recepción. Maldición. No tengo ni idea de dónde
hay algo. Esta es la primera vez que he estado aquí. Puede que mi papá
trabaje aquí, pero nunca he tenido una razón para venir antes de hoy.
Tenía la esperanza de que hubiera alguien, preferiblemente una
mujer, que pudiera apuntarme en dirección a, al menos, un secador de
manos.
Echo un vistazo alrededor en busca de una señal de un baño, pero
nada. Entonces empiezo a caminar, yendo recto por el vestíbulo.
Mis tacones hacen clic en el suelo de baldosas, haciendo eco con
fuerza. Tengo la necesidad de quitarme los zapatos mojados, pero no
quiero caminar descalza.
Paso por la escalera y camino por el pasillo. Veo un cartel que
muestra que los baños están a la izquierda.
Bingo.
Aunque no sé qué demonios voy a hacer porque no hay manera de
que un secador de manos me seque la ropa, pero es mejor que nada.
Localizo el baño, que está vacío, y... ¡mierda! ¡Puñetera mierda! No
hay secador de manos. Solo toallas de papel.
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Al girarme, me veo en el espejo.


Cristo todopoderoso.
Parezco un desastre. Mi maquillaje prácticamente se ha lavado.
Gracias a Dios por la máscara resistente al agua porque es la única cosa
en mi cara que se ha mantenido intacta.
Mi cabello castaño es un lío húmedo y fibroso.
Mi camisa blanca se aferra a mi cuerpo, y se puede ver totalmente
mi sujetador de encaje a través de él.
Mis mejillas se llenan de vergüenza cuando me doy cuenta de que
Patrick podía ver mi sostén a través de mi camisa.
No puedo comenzar mi primer día, conociendo a los chicos del
equipo, con este aspecto.
Necesito ropa. Incluso si se trata de una camisa diferente. Puedo
vivir con pantalones y bragas húmedas si tengo que hacerlo pero no con
una camisa mojada, mostrando mi pecho.
Deben tener camisetas del equipo aquí. Cualquier cosa es mejor
que la blusa húmeda que llevo actualmente. Parece como si fuera a entrar
en la primera competencia del mundo de camisas mojadas, y realmente
no quiero avergonzarme a mí, ni a mi padre, más de lo que ya lo he hecho.
Y, si llevo puesta una camiseta del equipo, al menos pareceré
comprometida con el equipo.
Casi me río en voz alta con ese pensamiento.
No me gusta el futbol. En absoluto.
Como soy la hija del entrenador, la gente asume que me encanta el
deporte. Pero es por el fútbol que tuve que mudarme mucho al crecer.
Por lo que mi papá no estaba mucho presente. Por lo que mi mamá…
Corto ese pensamiento.
No fue culpa de mi papá. Mi mamá estaba enferma. Y las decisiones
que había tomado eran suyas y solo suyas.
Pero fue culpa de él que no estuviera allí para ti cuando más lo
necesitabas, susurra la voz en el fondo de mi mente.
No, hoy no voy a ir ahí.
Hoy va a ser un buen día a pesar del hecho de que ha comenzado
mal.
Voy a arreglarme el cabello y luego voy a encontrar una camisa
para ponerme.
Dejando mi bolso húmedo en el mostrador, saco mi cepillo y una
cinta para el caballo.
Lo desenredo lo mejor que puedo y luego lo ato en un moño
improvisado. Dejo el cepillo en el bolso y, aferrándolo contra mi pecho
cubriendo mi sujetador delator, salgo del baño y voy en busca de un
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almacén o de algún lugar donde puedan guardar las camisas de repuesto.


Pero necesito apurarme antes de que la gente comience a llegar.
Deambulo por unos minutos y tropiezo por el vestuario.
Tiene que haber una camisa aquí en alguna parte.
Abro la puerta, me dejo entrar y, mierda, esta habitación es enorme.
Es más grande que mi apartamento. Bueno, la mayoría de los lugares
son más grandes que mi apartamento. Pero, aun así, es gigantesca.
Dejo que la puerta se cierre detrás de mí.
Hay camisetas del equipo colgadas en perchas en la estación de
cada jugador. Múltiples camisetas.
Podría pedir prestada una de uno de los jugadores, luego encontrar
dónde guardan los repuestos y reemplazarla; nadie lo sabría.
Entro en el vestuario, escaneando los nombres en las placas sobre
cada estación cuando los paso.
Kelly... Maxwell... Thompson... Kincaid.
Ah, Ares Kincaid. El mariscal de campo estrella. El que llaman el
Misil porque lanza el balón de fútbol con el efecto de un misil que busca
el calor. Nunca pierde su objetivo.
Puede que no sepa mucho sobre fútbol, pero sí sé quién es él.
El niño de oro. Señor perfecto.
El tipo que pagó la educación universitaria de sus hermanos
menores. Lo sé porque mi papá me lo dijo una vez.
—Es responsable, ese. Tiene la cabeza bien puesta sobre los
hombros. —Todo esto se dijo con una mirada aguda hacia mí.
Yo no era responsable. Yo no tenía la cabeza bien puesta sobre los
hombros. Apenas podía cuidarme, y mucho menos ser responsable de
alguien más.
Todavía no puedo.
Mi papá cree que el sol brilla en el trasero de Kincaid.
Sé que mi padre ama a todos sus jugadores como si fueran familia,
probablemente los ama más que a su propia familia... bueno, yo porque
soy todo lo que le queda, pero estoy bastante segura de que mi padre
piensa que Ares Kincaid es como el hijo que nunca tuvo pero siempre
quiso.
¿Y quién podría culparlo? Kincaid nunca se metería borracho en
un auto y lo conduciría contra una pared.
No, eso es todo yo. El fracaso.
Extiendo la mano, tocando una de las camisas de Kincaid.
Tengo este impulso repentino de saber qué se siente ser como él.
De no ser un fracaso. Ser alguien a quien la gente admire. Que respeten.
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Tal vez, si me pongo una de sus camisas, algo de su bondad podría


afectarme.
Vale, eso ha sonado muy sucio.
Pero no puede hacer daño intentarlo, ¿verdad? Usar su camiseta
para tratar de absorber algo de su buen sentido... y eso solo suena
asqueroso.
Voy a dejarlo mientras pueda. O no.
Me quito los tacones húmedos, dejo caer la bolsa al suelo y empiezo
a desabrocharme la camisa mojada. Me la quito de encima, dejándola
caer al suelo con un golpe húmedo, y siento que estoy en el cielo. El aire
es fresco, secando mi piel húmeda.
La verdad es que también quiero quitarme el sostén, pero no puedo
permitir que las chicas salgan a jugar. Mi pecho no es enorme, por lo que
sacudir las tetas no sería un problema, pero mis pezones tienen una
tendencia a jugar a los espías en los momentos más inoportunos. Aunque
tampoco es que mi sostén oculte mucho en su estado húmedo.
Dios, qué día, y aún es temprano.
Realmente necesito no arruinar el día de hoy.
Por favor, que hoy vaya bien.
Necesitando encontrar mi calma, me coloco las manos en las
caderas e inclino mi cuerpo hacia adelante, lentamente dejando que mis
manos se deslicen por los lados de mis piernas hasta que descansan en
el piso, y mi pecho queda presionado contra mis muslos.
Sostengo la postura y respiro. Entonces, exhalo.
He estado practicando yoga desde que estoy sobria. Mi terapeuta
lo sugirió, y me ayuda de verdad.
Sé que puede parecer extraño hacer un movimiento de yoga aquí,
en el vestuario, pero necesito un momento para relajarme y enfocarme, y
así es como lo hago hoy en día. La vieja yo habría tomado un chupito.
—Ejem. —El sonido de una voz profunda y tímida que se aclara
detrás de mí me hace levantarme de un salto y darme la vuelta.
Y, oh, Dios mío, no.
Ares Kincaid.
De pie justo ahí, frente a mí.
No llevo una camisa puesta.
Mierda.
13
2
Traducido por Dakya
Corregido por Tolola

—¡Oh, Jesús, mierda, joder! —jadeo con completo horror, con los
brazos sobre mi pecho.
—Esos son un montón de improperios para una frase. —La cabeza
de Ares se inclina hacia un lado, con una expresión de diversión en su
rostro.
—Yo… yo... —Me estoy tambaleando. No tengo ni idea de qué decir.
Estoy en plan: Jesús, toma el volante.
Estoy medio desnuda frente a Ares Kincaid.
Mi papá estará muy enojado cuando se entere.
Por favor, que no se entere.
—No pensé que hubiera nadie aquí —finalmente logro decir.
—Claramente.
Sus ojos caen de mi cara y comienzan a descender por mi cuerpo.
Veo una chispa de interés en sus ojos, y me sorprende el destello de calor
que siento entre las piernas.
¿Mencioné que Ares Kincaid es guapo?
Lo he visto en televisión y en fotos, pero esta es la primera vez que
lo veo en persona. Es todo músculos ondulantes, bordes duros y piel
dorada. Una oscura sombra cubre su fuerte mandíbula, como si no se
hubiera molestado en afeitarse en días. Los llamativos ojos azules, que
todavía se abren camino sobre mi cuerpo, y el cabello oscuro, que es más
corto de lo que solía ser. Lo recuerdo con el pelo más largo.
De todos modos, él es atractivo. Si te gustan ese tipo de cosas, los
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atletas, que no me gustan.


¿Qué me gusta?
Sinceramente, ya no tengo ni idea.
Antes de que estuviera sobria, solía elegir chicos a los que les
gustaba ir de fiesta. Chicos sucios y rudos. Chicos con los que podía
emborracharme. Los chicos malos por excelencia.
Deportivo, serio y estable nunca estuvieron en mi repertorio.
Quizá deberían estarlo.
No con él, por supuesto.
Y no en un futuro cercano. Las relaciones no son algo que me
interese. Mantenerme sobria sí.
—Entonces... —Sus ojos finalmente aterrizan en los míos, y le doy
una mirada irritada por ojearme descaradamente. El imbécil ni siquiera
tiene la cortesía de parecer avergonzado. Simplemente sonríe y encoge
sus grandes hombros—. Esta podría ser una pregunta loca —Sus labios
ahora se contraen con diversión— pero, ¿quién eres? ¿Y por qué estabas
doblada y sin camisa aquí?
—Yo, eh... mira, ¿te importa si me vuelvo a poner la camisa? —Doy
un paso atrás, inclinándome para mirar mi camisa, que todavía está en
el suelo en un montón húmedo.
—No. Adelante. —Hace un gesto con la mano en mi dirección, pero
no hace ningún movimiento para darme privacidad. Simplemente se
queda allí, mirándome con sus ardientes ojos calentando mi cuerpo. El
color me recuerda a una llama cuando alcanza su temperatura más alta.
—¿Podrías darte vuelta? —Le doy una mirada aguda, apretándome
los brazos contra el pecho.
Sacudiendo la cabeza, suelta una risita resonante, lo que hace que
los músculos de mi estómago se contraigan. —Claro —dice—. Ya lo he
visto todo...
Sus ojos caen a mi pecho antes de levantarse lentamente de vuelta
a los míos. El calor en ellos es innegable. Y también lo es el latido
repentino que se produce entre mis muslos. Ha pasado un tiempo desde
que he tenido relaciones sexuales. Por eso estoy respondiendo así. Es lo
único posible.
—Pero puedo ser un caballero.
—Guau. Qué suerte —murmuro sarcásticamente mientras se da
vuelta.
Le oigo reír de nuevo.
Y siento otro apretón de estómago.
Me agacho para recuperar mi camisa y rápidamente me la pongo,
haciendo una mueca al sentir la tela mojada contra mi piel ahora seca.
15

Me abrocho los botones, comenzando desde arriba y trabajando hacia


abajo.
—Puedes darte la vuelta —le digo mientras abrocho el último
botón.
—Entonces... —dice, volviéndose hacia mí. Una sonrisa se le
levanta en los labios. Es una mirada de suficiencia.
Sus brazos gruesos se doblan sobre su enorme pecho. Puedo ver
las venas corriendo bajo su piel dorada.
Tengo debilidad con los brazos y las venas de los hombres. Los
encuentro increíblemente sexys. En el hombre adecuado, por supuesto.
Raro, lo sé.
—Entonces... —me hago eco.
Su sonrisa se ensancha. —Odio decirte esto. Pero todavía puedo
ver lo mismo de antes de que te pusieras la camisa. Bueno, más ahora
porque tus brazos no están en el camino, bloqueando la vista.
Mis ojos caen. —¡Mierda! —ladro, cubriendo mi pecho otra vez con
los brazos.
Olvidé que era totalmente transparente.
—Camisa mojada —dice—. Lluvia afuera. Supongo que quedaste
atrapada en el aguacero.
—Tienes razón —gruño.
Está empezando a molestarme un poco.
Sus brazos se despliegan, y sus brillantes ojos se oscurecen. No
estoy segura de con qué.
Luego, camina hacia mí, esas largas piernas devorando el espacio
entre nosotros. Mi corazón comienza a latir en staccato.
Se detiene a unos metros de distancia.
Dulce Jesús, es enorme.
Y yo soy pequeña.
Ridículamente pequeña, mido un metro cincuenta y cinco, para ser
exactos. Y en este momento no tengo mis tacones puestos para que me
den altura adicional. Me los quité estúpidamente.
Ares mide más de un metro ochenta de altura. Probablemente esté
cerca del metro noventa y cinco.
Soy una enana, parada frente a él.
Sus ojos me miran, sondeando. Siento que puede ver cada parte de
mí. Incluso las partes malas.
—Todavía no has explicado quién eres o por qué te desnudaste y
decidiste hacer tus estiramientos matinales en mi vestuario. —Su voz es
más baja, más profunda. El sonido corre sobre mi piel, como una brisa
16

fría en un día caluroso, haciendo que se me ponga la piel de gallina.


Tengo que contener un escalofrío.
—¿Tu vestuario? —pregunto, levantando una ceja.
—¿Eres una fanática del fútbol?
—¡No! —Suelto una risa.
—Porque, si entraste a escondidas, van a sacar tu culo de aquí con
una sola llamada —continúa, ignorándome claramente.
Me pongo las manos en las caderas, olvidando momentáneamente
que las necesito para cubrir a las chicas, y luego las pongo sobre mi
pecho.
Él me sonríe.
Estúpido.
—Mira, no soy una fanática, ¿de acuerdo? Es mi primer día aquí.
Me quedé atrapada en la lluvia. Entré aquí, buscando tomar prestada
una camiseta, ya que no puedo ponerme esta. Me atrapaste a punto de
cambiarme.
—¿Y estabas inclinada por diversión?
—No, estaba haciendo yoga.
—¿Yoga? —Me mira como si estuviera loca.
No estaría equivocado.
—Estaba estresada por la mierda de comienzo del día, y practico
yoga para eliminar el estrés. Pensé que estaba sola. Literalmente estaba
haciendo una única postura para ayudarme a aclarar mi mente, y luego
me iba a poner una camiseta y salir de aquí.
—¿Y qué camiseta te ibas a poner? —Él mira hacia su lugar para
cambiarse y luego de nuevo a mí, con las cejas levantadas.
—Uh... —Estoy tartamudeando. Respiración profunda—. Vale, iba
a pedir prestada una de las tuyas. Pero iba a encontrar otra para
reponerla.
—Está bien —dice.
—¿Está bien? —Frunzo el ceño cuando lo miro.
—Sí. Suena plausible. Raro como la mierda. Pero plausible.
No puedo evitar reírme de eso. Él también se ríe.
—Me voy a ir. —Liberando un brazo, levanto mis tacones y deslizo
los pies dentro, apreciando la altura extra que me dan, pero todavía
parezco una niña a su lado.
—¿No necesitas una camiseta que ponerte? —dice.
—Lo resolveré.
—Toma. —Se acerca y agarra una camiseta blanca de una de las
17

perchas—. Lleva esta. Te quedará grande, así que tendrás que


arremangarte, pero es mejor que una camiseta del equipo.
—Gracias. —Sonrío genuinamente—. Lo aprecio. La lavaré esta
noche y la traeré de vuelta mañana.
—No hay prisa —me dice.
—Gracias —repito.
Empiezo a pasar junto a él cuando me dice: —Soy Ares, por cierto.
Me detengo y deslizo mis ojos hacia él. Siento una sacudida ante el
contacto visual. —Sé quién eres, mariscal de campo.
Él sonríe a eso. —Dijiste que era tu primer día.
—Sí —digo lentamente, mi boca de repente se seca.
—No sabía que teníamos un nuevo miembro del personal.
Entonces mi padre no le ha dicho a ninguno de los jugadores que
voy a trabajar aquí. Genial.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta.
—Oh, esto y aquello —le contesto.
Se ríe. —No dices mucho, ¿verdad?
Me encojo de hombros
Sus ojos brillan con diversión y desafío. —¿Me vas a decir al menos
tu nombre?
Respiro hondo —Ari. Arianna ... Petrelli.
Veo cómo mi nombre se filtra, y la comprensión lo ilumina.
La luz se desvanece de sus ojos. Su expresión se apaga.
Y mi estómago de repente se siente muy vacío.
Se aleja, poniendo una buena cantidad de distancia entre nosotros.
Sus brazos se doblan sobre su pecho, como una barrera. Aprieta su
mandíbula. —Eres la hija del entrenador.
Trago a través de la sequedad en mi garganta. —Sí.
—No sabía que ibas a trabajar aquí.
—Yo... eso... —Levanto mis manos, sin saber qué decir.
Hay un segundo de silencio. Un momento de nada. Ninguno de los
dos dice nada.
Luego, se vuelve bruscamente hacia su estación del vestuario,
dándome la espalda.
Guau. Vale.
Estoy acostumbrada a que la gente me mire como si fuera una
mierda. Pero no a este tipo de reacción. Como si tuviera una enfermedad
18

infecciosa.
Respiro hondo y encuentro mi voz. —Eh... ¿hay un problema?
—No. —Saca una camiseta del equipo de una percha.
Me quedo aquí de pie, sabiendo muy bien que hay un problema,
pero que realmente no sabe cómo manejar su reacción adversa hacia mí.
Me mira por encima del hombro. No hay nada de la calidez o el
humor de antes. Sus ojos están en blanco y entrecerrados, mirándome
como si fuera un inconveniente. Soy chicle en la suela de sus zapatos
nuevos.
—Me tengo que cambiar —afirma, con voz fría.
—Lo siento. —Retrocedo, sosteniendo su camisa contra mi pecho.
Sus ojos se dirigen a ella con un destello de algo parecido a la ira
y, por un momento, me pregunto si debería devolverle la camisa.
Pero no lo hago. Mantengo la boca cerrada, giro sobre mis talones
y me dirijo a la puerta.
Antes de alcanzarla, me detengo y me vuelvo hacia él. —¿Ares?
Sus ojos corren hacia los míos. Su expresión es tensa.
Doy un pasito adelante. —¿Puedo pedirte un favor?
Parpadea lentamente y exhala un aliento áspero. —¿Qué es? —Su
voz suena irritada.
—Solo quería pedirte... ¿podrías no mencionarle esto a mi papá...
que me viste aquí?
—Sin camiseta.
Mi cara se calienta. —Sí. Es solo... yo... —¿Cómo digo esto?—. Es
solo que yo... —No quiero decepcionarlo de nuevo.
—No diré nada —gruñe, y luego vuelve a su puesto—. No hay nada
que decir.
—Gracias —le digo en voz baja.
Resopla con una risa frágil, sacudiendo la cabeza, y siento que me
estoy perdiendo algo.
Quiero preguntar por qué está tan enojado conmigo. Pero soy
demasiado tonta para hacerlo.
Así que una vez más mantengo la boca cerrada y me dirijo a la
puerta.
—Arianna.
Me detengo y miro por encima del hombro. Está frente a mí ahora,
con la misma expresión estoica en el rostro.
—¿Qué? —digo.
—Quiero la camiseta de vuelta mañana. Limpia.
Algo en la forma en que dice limpia me asombra.
19

Piensa que soy una borracha sucia.


Inhalo por la nariz.
Ya no soy esa persona.
Estoy limpia y sobria.
Y no necesito su estúpida camisa. Prefiero caminar con las tetas
expuestas a tener que usar su ropa.
Levanto la barbilla y vuelvo hacia él.
Cuando estoy a un pie de distancia, le lanzo la camisa. La atrapa
con una sola mano, y sus ojos no se mueven de los míos.
—Resulta que, después de todo, no necesito que me prestes tu
camiseta. —Luego, me giro y salgo de allí.
20
3
Traducido por gabibetancor
Corregido por Tolola

Entro en mi apartamento y cierro la puerta detrás de mí, echando


el pestillo.
Echo un vistazo hacia la esquina de mi habitación donde están mis
pinturas y mi caballete. Miro fijamente el lienzo en blanco apoyado ahí,
en el caballete, rezando para sentir algo. Cualquier cosa. Incluso una
chispa de interés o inspiración sería un comienzo. Estaría agradecida por
eso.
Pero nada.
No he pintado en seis meses.
No desde que estoy sobria.
La pintura es todo lo que he conocido. Todo lo que he hecho.
Soy una artista que no puede pintar.
Es como si hubiera perdido una extremidad.
Desde que dejé de beber, no me atrevo a poner el pincel en el lienzo.
Solo hubo una vez más en mi vida en que dejé de pintar. Después
de que mi madre se suicidara.
Fui yo quien la encontró. Colgando del perchero de barra en el
vestidor suyo y de mi papá. Era uno alto. En el que mi papá solía colgar
sus camisas. Mi papa es alto. Un metro noventa y dos. Mi mamá era
pequeña. Como yo. También me parezco a ella. A veces me pregunto si
eso es parte del problema. Que se la recuerdo a mi papá.
Usó su taburete para ponerse de pie.
Yo había vuelto a casa después de estudiar para un examen en
21

casa de un amigo. Mi papá estaba fuera con el equipo.


Ella sabía que sería yo quien la encontraría.
Y no le había importado.
Tomé mi primer trago de alcohol el día de su funeral.
Tenía quince años. Mi tío, el hermano de mi madre, me dio un vaso
de líquido marrón. Me dijo que era brandy y que lo tomara, que era bueno
para el shock, que me ayudaría a pasar el día.
Tenía razón.
Ese vaso de brandy me llevó a pasar su funeral.
Y, cuando me desperté al día siguiente y todo se sentía difícil,
incluso levantarme de la cama, tomé otro vaso de brandy para ayudarme
a pasar el día.
¿Y dónde estaba mi papá, preguntarías? Bueno, se encontraba en
el trabajo. Con su equipo. Su verdadera familia. Me había dejado una
nota pegada en la nevera, diciendo que no tardaría mucho.
Y me dejaron sola en casa, en la casa donde mi madre se había
suicidado hacía solo cinco días.
El alcohol fue mi consuelo en un momento difícil y me ayudó a
volver a pintar. Me sentía viva e inspirada cuando bebía.
Hacía todo más fácil.
Y, ahora que ya no tengo eso... estoy en blanco.
Como el lienzo que está posado allí, esperándome.
Suspirando, me quito los zapatos. Pongo mi bolso en la encimera
de la cocina cuando paso. Luego, me quito la camisa que le pedí prestada
a mi papá mientras recorro mi pequeño pasillo. Me detengo en el baño y
tiro la camisa en la cesta de la lavandería. Me quito el sostén y los
vaqueros, seguidos por mis bragas y también los arrojo a la cesta.
Me doy una ducha rápida. Dejando mi cabello mojado, me pongo
ropa interior limpia, un suéter viejo de la universidad y pantalones cortos.
Me dirijo a la cocina y tomo un vaso del armario. Voy al grifo y lo
lleno de agua.
Apoyándome contra la encimera, tomo un sorbo.
Mi apartamento es muy tranquilo. Muy silencioso.
La paz no es buena para mí. Demasiado tiempo para pensar.
Tomo otro sorbo de agua, mis ojos se cierran en un parpadeo
mientras lo hago.
Trago lentamente, dejando que el agua corra por mi garganta.
Mi mente se transporta…
Vodka.
Deslizándose por mi garganta.
22

La quemadura del alcohol.


Recuerda lo bien que se sintió, Ari.
La sensación que recorre tu cuerpo, eliminando el dolor.
Liberándote…
¡Para!
Abro los ojos, me giro y vierto el agua en el fregadero, colocando el
vaso en él.
Agarro el borde de la encimera y trago una bocanada de aire.
Respira, Ari. Lento y profundo.
Respiro por la nariz y lo dejo salir por mi boca seca.
Seca por la necesidad de beber.
No.
Mi agarre en la encimera aumenta. Mis brazos empiezan a temblar
por la fuerza, pero no lo suelto. Porque tengo miedo de lo que sucederá si
lo hago.
No tengo alcohol en el apartamento, pero estoy en un radio de diez
minutos de pubs y bares. Cinco minutos si corro.
Y me temo que si suelto este mostrador, comenzaré a correr.
Aprieto los ojos y lentamente cuento hasta diez.
No necesito beber.
Yo controlo mi vida.
Seis meses, Ari. Seis meses sobria.
No lo arruines ahora.
Has superado lo peor.
La desintoxicación fue la experiencia más horrible de mi vida. No
quiero volver a pasar por ello.
Y, si tomo un solo trago, volveré donde empecé.
No puedo ir allí.
No iré allí.
Yo era lo que se conoce como alcohólica de alto funcionamiento.
Utilizaba el alcohol como mecanismo de superación. Encontraba alguna
razón para beber. Bebía sola en casa. Demasiado, demasiado a menudo.
Podía beber un par de botellas de vino en casa o salir a una fiesta como
si fuera 1999 y despertar sin resaca y dirigirme al trabajo. Algunas
personas pueden pensar que eso es algo bueno: poder beber sin resaca.
Pero realmente no lo era. Significaba que había construido una tolerancia
en los últimos años. Había bebido demasiado durante mucho tiempo.
No podía pasar un día sin tomar una copa, e incluso entonces, aún
23

no sabía que tenía un problema. Si alguien me hubiera preguntado hace


siete meses si podía dejar de beber, habría respondido que sí sin dudarlo.
No es hasta que fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que
tenía un problema.
No, no es demasiado tarde.
Cometí un terrible error debido a la enfermedad que tengo.
Y eso es lo que es el alcoholismo. Una enfermedad.
Pero estoy mejorando. Cada día me vuelvo más y más fuerte.
No me vencerá.
Quiero una vida. Quiero poder pintar de nuevo. Quiero tener una
carrera como artista profesional. Tal vez incluso casarme algún día y
tener mis propios hijos.
Pero, para tener todas esas cosas, necesito mantenerme sobria.
He contado hasta cincuenta cuando me siento capaz de soltar la
encimera.
Saco mi celular de mi bolso y me siento en el piso de la cocina. Abro
la aplicación de música y pulso play en mi música relajante. Adopto la
posición de loto y cierro los ojos.
No sé cuánto tiempo llevo sentada así cuando mi celular comienza
a sonar con una llamada entrante.
Abro un ojo, mirando la pantalla de la persona que llama y veo que
es mi papá.
No tengo ganas de hablar con él en este momento, especialmente
no después de mi pequeño episodio. Y es difícil, sentirte como una
decepción todo el tiempo. No es que él lo diga. Solo puedo escucharlo en
su voz.
Pero sé que, si no respondo, simplemente seguirá llamando.
Así que levanto mi celular y acepto la llamada. —Hola, papá.
—Hola. ¿Cómo estás?
Oh, en este momento estoy sentada en el piso de mi cocina en
posición de loto después de un mal momento, pero aparte de eso,
estupendamente.
—Estoy bien —le digo. Estiro las piernas y me apoyo contra la
puerta del armario—. Iba a empezar a pensar en qué cenar.
—Podríamos haber cenado juntos —dice—. Pensé que vendrías a
verme después de terminar de trabajar. Iba a llevarte a casa para que
pudiéramos cenar juntos en la ciudad.
—Lo siento, no me di cuenta. —Si me lo hubieras dicho, lo habría
sabido—. No estaba segura de dónde estabas en el edificio —miento—. Y
tuve que apresurarme para tomar el autobús. —Otra mentira—. ¿Tal vez
mañana? —sugiero.
24

—No puedo mañana. Tengo una reunión tarde con Bill.


Bill es dueño del equipo.
—El día siguiente —sugiero.
—Claro. —Hace una pausa—. Entonces, ¿cómo te fue hoy?
—Bueno. Estuvo… bien.
—Siento no haber podido pasar mucho tiempo contigo hoy. Estaba
ocupado con...
—Está bien, papá. —Estoy acostumbrada. Las palabras están en la
punta de mi lengua pero, como de costumbre, no las digo.
Mi terapeuta en rehabilitación me dijo que debería expresar mis
quejas con mi padre, decirle cómo me he sentido como la segunda opción
todos estos años. El resentimiento que siento por él por nunca haber
estado cerca para ayudar a mamá cuando aún estaba viva.
Sabía que él no podía manejar los cambios de humor de mamá.
Pasaba tanto tiempo fuera de la casa como le era posible. Por lo tanto,
éramos sobre todo solo ella y yo.
Cuando estaba de buen humor, era genial, divertida. Pero, cuando
no... era mala. A veces no podía levantarse de la cama durante días.
A mi madre le diagnosticaron trastorno bipolar cuando yo tenía
siete años.
Sus problemas comenzaron después de que yo naciera, y me
pregunto si fui el catalizador de todo lo que le salió mal. Sé que había
tenido una mala infancia, de ahí surgieron la mayoría de sus problemas.
Pero parece que empeoró después de que yo naciera. A veces pienso que
me culpaba por su depresión... su enfermedad, y esa fue la razón por la
que dejó que fuera yo quien la encontrara en el armario ese día.
Estuve enojada con ella durante mucho tiempo. Enojada con mi
papá por no estar presente. Supongo que sigo estándolo.
Pero él estuvo allí cuando la cagué. Fue quien limpió mi desastre.
Contrató al abogado. Me puso en rehabilitación. Me dio este trabajo.
Se lo debo.
Y no quiero pelear con mi papá por el pasado. Es la única familia
que me queda.
Puede que no sea perfecto, pero ¿quién lo es? Bueno, aparte de
Ares “señor Perfecto” Kincaid.
—¿Te mostró Mary los alrededores? —me pregunta, cortando mis
pensamientos.
Papá me presentó a todos los jugadores y entrenadores asistentes,
que no me cayeron tan mal como esperaba. Bueno, excepto por Ares, que
actuó como si no nos hubiéramos conocido, lo cual creo que fue bueno
porque habría tenido que explicarle a mi papá cómo nos conocimos, y
25

definitivamente no quería hacerlo. Entonces creo que, en cierto modo,


solo hacía lo que le había pedido; mantener nuestro encuentro como un
secreto para mi padre.
Fue la forma en que me miraba cuando papá me lo presentaba...
claro asco en sus ojos. Una dureza en su voz que mi papá no pareció
notar.
Pero yo lo noté, y me hizo sentir como una mierda.
Papá desapareció una vez que conocí a todos, y me fui con Mary,
su asistente personal. Tiene más de sesenta años, pero no aparenta más
de cincuenta. Es una de esas mujeres realmente elegantes y glamorosas,
a las que aspiro ser cuando tenga su edad. Ella también fue muy amable
conmigo. Nunca mencionó mis problemas. Pasó la mayor parte del tiempo
contándome todo sobre su nueva nieta, Rosie.
—Sí, lo hizo —le respondo—. Me dio un recorrido por el edificio y
me dio un resumen de mis deberes.
—¿Te dio tu celular de trabajo y iPad?
—Sí. Están en mi mochila.
—Bien. Bueno, todos los jugadores tienen tu número de celular de
trabajo; le pedí a Mary que se los enviara, pero solo atiende llamadas
durante las horas de trabajo. No dejes que se aprovechen, ¿de acuerdo?
—No lo haré.
Queda silencio. La incomodidad que siempre ha existido entre
nosotros, que solo ha empeorado desde el accidente. Me pregunto si
alguna vez se irá y tendremos una relación fácil y fluida.
—Bueno, bien, te dejaré —dice.
—Está bien, papá. Te veré mañana.
Colgamos, y me levanto.
Busco en mis armarios, tratando de decidir qué comer, y termino
con un tazón de Cap’n Crunch, como de costumbre.
Llevo conmigo mi celular, mi mochila y el tazón de cereales a la sala
de estar. Dejo la mochila en el suelo. Me siento en el sofá, con las piernas
metidas debajo de mí, los cereales sobre ellas y pongo mi celular a mi
lado. Lo miro.
Solo suena con la llamada diaria de mi padre y mi padrino, Luke.
Los amigos que solía tener los tuve que dejar atrás. A ellos les gusta
ir de fiesta, y yo ya no hago eso. Mis viejos colegas de la galería, que
también eran amigos, no me han contactado desde el accidente, y tengo
la sensación de que no quieren salir conmigo.
Por lo tanto, estoy sin amigos.
Estoy sola. Es patético pero cierto. He pasado de una vida en la que
siempre tengo un lugar para estar; un evento en la galería con entremeses
y champán, una cena con amigos y un sinfín de copas de vino o fiestas
26

con mi infiel exnovio, a quedarme todas las noches con Netflix como
compañía. Bueno, excepto por una noche a la semana cuando voy a mi
reunión de AA donde paso una hora escuchando a personas como yo.
Esperaba tal vez poder hacer amigos en mi nuevo trabajo pero,
hasta ahora, las dos personas con las que me he llevado bien son el
guardia de seguridad de mediana edad y la asistente de sesenta años de
mi padre.
Inclinándome, meto la mano en el bolso y saco el iPad que Mary me
dio. Como un poco de cereal mientras se carga.
Cuando se prende, hay un enlace al sitio web de los Giants. Hago
clic en él y, cuando se carga, voy a la pestaña de fotos.
Hago clic en algunas de las fotos, veo a mi papá en la línea de meta
y a algunos de los jugadores que conocí hoy en acción en el campo.
Hago clic en la pestaña de video y me desplazo hacia abajo hasta
encontrar una entrevista titulada “Información de Los Giants: Mariscal
de campo Ares Kincaid”.
Me meto más cereales en la boca y presiono play.
Solo dura dos minutos, y es básicamente él siendo encantador
mientras habla de fútbol.
Hoy vi algo de ese encanto antes de que descubriera quién era yo,
y luego cambiara.
Si soy honesta, saber que no le gusto me molesta, considerando lo
bien que mi papá piensa de él.
Mi padre no se dio cuenta hoy de que Ares estuvo raro conmigo,
pero pronto lo hará, si él sigue con su actitud fría.
Ares Kincaid formó una opinión de mí por lo que escuchó o leyó en
la prensa.
Pero no sabe una mierda.
No sabe nada de mí. No sabe que me gusto mucho menos a mí
misma de lo que a él podría degustarle.
Puede que no le guste lo que solía ser o lo que hice, pero no le he
hecho nada personalmente, así que no entiendo por qué no le gusto tanto.
Decido que voy a despejar el aire con él mañana. Comienzo fresco
y todo eso. No quiero estar en desacuerdo con un chico con el que —o
para el que, lo que sea— tengo que trabajar.
Y, ¿quién sabe? Tal vez, si todo marcha bien, incluso podríamos
hacernos amigos, un amigo de mi edad y uno responsable. Dios, mi papá
estaría exultante.
Me río en voz alta ante lo absurdo de mis pensamientos.
Sinceramente, si puedo hacer que Ares deje de ser tan frío conmigo,
lo consideraré una victoria.
Agarro el control remoto y enciendo a mi amigo Netflix, volviéndome
27

a sentar en el sofá para ver el último episodio de Riverdale, metiéndome


un poco más de cereal en la boca, esperando tener un mejor día mañana.
4
Traducido por Anna Karol
Corregido por Tolola

Llevo una semana trabajando aquí y todavía no he conseguido la


oportunidad de hablar con Ares. El chico me evita. De verdad. Me vio
hace unos días en el pasillo. Acababa de salir del vestuario, y yo pasaba
por allí.
Me dirigía al gimnasio para llevarle a Hector, el centro veterano, un
batido de proteínas especial que toma todos los días, hecho por el chef
residente de los Giants, Pierre. Bonus debido a trabajar aquí: la comida
es increíble. Pierre es increíble. Treinta años, muy guapo y de Francia.
Su acento es divino. Se mudó aquí hace diez años para estar con su
esposo, Eric. Se conocieron cuando Eric estaba en Francia por negocios.
Pierre me ha estado envolviendo comida para llevarme a casa todos
los días, por lo que he estado bien alimentada la semana pasada.
De todos modos, Ares me vio y tuvo un cambio de actitud. Lo juro.
Me vio, su expresión se oscureció como un trueno, y luego se dio la vuelta
y regresó directamente al vestuario.
Lo admito, me dolió un poco.
Nadie quiere ser repelida. Especialmente cuando no le he hecho
nada. Bueno, salvo mostrarle mi sujetador. Pero no diría que es un
crimen digno de odio.
De verdad que necesito arreglar esto con él porque ahora se está
volviendo tonto.
No quiero que tenga un problema conmigo, y no quiero tener uno
con él. Pero el modo en que está actuando hacia mí me desagrada.
Por lo tanto, me esfuerzo por no dejar que esto se prolongue por
mucho tiempo, y lo arrinconaré en cuanto tenga una oportunidad.
28

Y debe ser mi día de suerte, porque Ares acaba de entrar en la sala


de proyección donde actualmente estoy configurando la computadora
portátil con el partido que mi padre quiere que los jugadores vean en la
pantalla de proyección del tamaño de un cine.
—Uh. —Se detiene en seco cuando me ve y mira alrededor de la
habitación vacía—. ¿Dónde están todos?
—Todavía en el campo. La práctica acaba de terminar. ¿No estabas
allí?
—No. —No dice nada más, y yo no pregunto—. ¿Cuándo estarán
aquí?
—En unos diez minutos, creo.
—De acuerdo. Bueno, yo —Da otro paso hacia la puerta—, voy a ir
a hacer, um... sí. —Se vuelve hacia la puerta.
—Espera —le digo, y mi voz sale un poco demasiado chillona,
demasiado desesperada.
Se detiene y me mira por encima del hombro. Sin embargo, no se
da la vuelta ni suelta el pomo de la puerta.
Me muevo alrededor de la mesa del portátil y me acerco un poco
más a él. —Mira, estaba, eh... esperando que pudiéramos... aclarar las
cosas.
Suelta la manija de la puerta y se vuelve hacia mí, pero no dice
nada.
—Está bien —Dejo escapar un suspiro—, sé que no soy muy... muy
de tu agrado. Supongo que la mayoría de tu opinión se basa en lo que
has escuchado o leído sobre mí.
Él me interrumpe con una carcajada, solo que no suena gracioso,
y hace que mis ojos se estrechen.
—¿Qué? —ladro.
Cruza los brazos sobre su pecho de mamut. —Simplemente creo
que es gracioso que asumas que formé mi opinión sobre ti así.
—¿No es así?
—No.
Hay un latido silencioso. Los dos nos miramos fijamente, ninguno
habla.
Naturalmente, soy la primera en romper el silencio. —¿Vas a
explicarlo?
—No estoy seguro de que quieras escuchar lo que tengo que decir.
—No te preocupes por mis sentimientos. Soy una chica grande.
Puedo soportarlo.
Suspira, haciéndome sentir como un inconveniente. Como si tener
29

que hablar conmigo lo quitara demasiados minutos preciados de su


tiempo cuando podría estar, no lo sé, mirándose al espejo y diciéndose a
sí mismo lo increíble que es.
—Bien —dice, mirándome a los ojos—. No me gusta la gente como
tú.
—¿Gente como yo?
—Alcohólicos.
Bueno.
—¿Y hay alguna razón en particular por la que no te gustan los
alcohólicos? Aparte de lo obvio.
Sus labios se presionan, el cuerpo rígido por la tensión, y está muy
claro que no va a responder a mi pregunta.
—Vale. Entonces no hay respuesta a eso. Bien, ¿puedo preguntar...
no te agrada ningún alcohólico, o una persona en recuperación podría
obtener un indulto? Llevo seis meses sobria. —Bueno, seis meses, dos
semanas y tres días, pero ¿quién está contando?
Se ríe, y es burlón. Me hace sentir más pequeña de lo que ya soy.
—¿Y qué quieres, una medalla? —responde fríamente.
Guau. Realmente odia a los alcohólicos.
Soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que
tuvo a alguien en su vida que tenía un problema con el licor, y realmente
trato de no tomarme su actitud personalmente, pero es difícil no hacerlo.
Sobre todo cuando su veneno está siendo dirigido directamente hacia mí.
—Por lo general, es una ficha. Te las dan en AA. Acabo de recibir
mi ficha de seis meses. Es azul oscuro. Ahora estoy trabajando por el de
nueve meses. Ese es morado. Pero, si quieres darme una medalla, me
parece bien. —Me encojo de hombros y esbozo una gran sonrisa, aunque
por dentro me duele, pero no quiero que lo sepa.
Me imagino que, si sabe que me ha lastimado, ganará y no lo dejaré
ganar.
—Por supuesto. Me pondré a ello —contesta sin expresión con un
movimiento de cabeza.
—No tiene que ser así, y sería mucho más fácil si pudiéramos
llevarnos bien. Trabajo para ti, indirectamente. Y un mal ambiente es
innecesario. No te he hecho nada. Y entiendo que no te gusta la gente
como yo. —Me señalo. No sé por qué hago esto. Podría haber hecho el
imbécil total y entrecomillado todo—. Pero lo estoy intentando, y es muy
injusto por tu parte que me odies basándote en una idea general de “la
gente como yo”. —Esta vez sí entrecomillo lo que digo. Jesucristo.
Él ríe con esa risa hueca otra vez, y hace que mi piel se erice.
—No te odio. No siento nada por ti. Simplemente no confío en los
alcohólicos. Y eso incluye a los sobrios.
30

—¿Por qué? —Puedo escuchar el dolor en mi tono, lo odio y no lo


entiendo. ¿Por qué no puedo dejar pasar esto? ¿Por qué quiero gustarle?
—Mira, Jailbird1... —Sus manos bajan de su pecho en un suspiro.
Mis ojos se abren. —¿Cómo me llamaste?
—Escuchaste exactamente cómo te llamé, ¿por qué me pides que
lo repita?

1 Reclusa, delincuente.
—Porque no puedo creer que me llamaras... Jailbird. ¡No he estado
en la cárcel! —Me siento empezar a temblar por sus modales groseros.
Arruga su expresión. —Sí, bueno, deberías haber estado después
de lo que hiciste. Subiendo a ese auto, borracha. —Sacude la cabeza con
disgusto—. Podrías haber matado a alguien.
La vergüenza me cubre como la escarcha invernal. No digo nada
porque... ¿qué puedo decir? Tiene razón.
—Conozco a borrachos, y sé que no se puede confiar en ellos. Lo
único a lo que son leales es a la botella.
Quiero discutir con eso. Decirle que está generalizando. Pero
tampoco se equivoca.
En la mayoría de los casos, es cierto que a los alcohólicos solo les
importa de dónde viene su próxima bebida. Cuando estaba pasando por
la desintoxicación, me di cuenta de que eso también había sido cierto en
mi caso. Hubo momentos en aquel entonces en los que literalmente
habría hecho cualquier cosa por una bebida.
Pero eso no es lo que soy ahora.
¿Estás segura?, susurra la voz en el fondo de mi mente.
—Esa no soy yo —le digo, y no sé si hablo con él o conmigo en este
momento—. Estoy sobria y tengo la intención de mantenerme así.
Levanta los hombros. —Espero que te funcione. Estadísticamente,
no se ve bien. Pero espero que te mantengas sobria, por el bien de tu
padre. Es un buen hombre, y no necesita que le des la clase de mierda
que le hiciste pasar este año.
¿Mi papá le ha dicho algo?
—Y no hay motivos para que tú y yo nos llevemos bien. Ambos
sabemos que el entrenador te dio este trabajo porque quiere asegurarse
de que no tengas una recaída. Lo entiendo, y el resto del equipo también.
Pero debes saber que en realidad no necesitamos nada de ti. Todo está
cubierto por el personal que ya está aquí. Y algunos de los chicos tienen
a sus ayudantes. Algunos de los muchachos solo te mandan hacer cosas
porque respetamos al entrenador, y nos pidió que te hiciéramos sentir
útil. Y, por mucho que él me agrade, elijo no hacerlo, por mi propia razón.
No necesitamos comunicarnos. Así que no hay motivos para que nos
llevemos bien. No hay motivos para nada. Sugiero que simplemente nos
31

mantengamos apartados en el futuro previsible. Vale.


Mierda.
Mi corazón se acelera. Mi boca se seca. Mi cara está ardiendo. Mis
ojos pican.
No puedo hablar porque, si lo hago, estallaré en lágrimas.
La puerta se abre, y una gran cantidad de voces entra en la sala
cuando comienza a llenarse de jugadores.
Me doy la vuelta, volviendo al laptop.
No llores. No llores. No llores.
Selecciono el vídeo que mi papá quería y, luego, usando mi cabello
como una cortina para protegerme la cara, salgo silenciosamente por la
puerta.
Camino rápido al baño. Me meto en una cabina.
Y estallo en lágrimas.
32
5
Traducido por Gesi
Corregido por Tolola

Me voy de mi clase de yoga despidiéndome de Martin, el instructor,


y salgo al aire caliente. La acera está llena de gente. El día tiene un
ambiente positivo. Estoy tranquila y relajada después de mi clase, y no
quiero perder esa sensación.
Hay un mercado de agricultores a una cuadra de distancia. Pienso
en darme una vuelta para comprar un poco de queso y pan fresco antes
de ir a casa. Entonces podré pasar el resto del día haciendo tonterías.
Suena perfecto.
Bueno, de acuerdo, perfecto no. Suena solitario. Pero no es como
si tuviera muchas otras opciones.
Me engancho el bolso en el hombro y comienzo a caminar.
Mientras me acerco al mercado, los aromas de los alimentos frescos
me invaden los sentidos y me gruñe el estómago.
Mi apetito no era muy grande cuando bebía. El alcohol suprimía
mi deseo de comida. Ahora que estoy sobria, he estado descubriendo un
gran amor por la comida. Me tomó un tiempo llegar a este punto. Cuando
me desintoxiqué por primera vez, la idea de comer me daba ganas de
vomitar. Pero ahora que he superado la peor parte, soy capaz de disfrutar
la comida.
El mercado está lleno. La gente navega y compra.
Hay parejas, madres y padres con niños, y gente sola como yo
dando vueltas.
En cierto modo, el hecho de estar aquí rodeada de todos estos
extraños disfrutando de su día me hace sentir menos sola.
33

Inhalo por la nariz, cierro los ojos brevemente mientras absorbo los
olores y los sonidos a mi alrededor, y ¡ay!
Mi hombro acaba de conectar con una pared.
Abro los ojos rápidamente, y no es una pared. Es un cuerpo. Un
cuerpo masculino muy duro.
Doy un paso hacia atrás con un “lo siento” en la punta de la lengua,
pero la palabra me muere en la boca cuando mis ojos conectan con los
azules llameantes que me fulminan.
Ares.
Jesucristo.
En serio, no puedes escribir esta mierda.
La única persona que es una garantía para matar mi buen humor,
y de alguna forma logro encontrármelo en una ciudad de ocho millones y
medio de personas.
Es simplemente mi suerte. Tal vez esta es la forma en que por fin
me llega el Karma.
Llevo puesto mis pantalones de yoga y la sudadera gigante que dice
Namast’ay en la cama y mira Netflix sobre mi sostén deportivo. No uso
maquillaje y tengo el cabello atado en una cola de caballo.
¿Por qué es que siempre luces fatal cuando te encuentras con la
persona a la que realmente no quieres ver?
Él lleva una gorra de los Giants de Nueva York, pantalones cortos
color caqui y una camisa de lino blanca. Los primeros botones están
desabrochados y tiene las mangas enrolladas, exponiendo el cabello
oscuro y las venas que le cubren los antebrazos.
Dios, es atractivo. Detesto que sea tan hermoso a la vista.
Un idiota como él no merece ser tan guapo.
Me hace querer repugnarlo aún más.
Señor Perfecto.
No hemos hablado desde nuestra pequeña charla en la sala de
observación.
Y al parecer, ahora tampoco hablamos.
Me mira con el ceño fruncido como si fuera el engendro del diablo.
Y le devuelvo la mirada con una mezcla de dolor y rabia en mi pecho.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con ese tono duro que siempre usa
cuando se ve obligado a hablar conmigo.
¿Qué?
—Eh, lo mismo que tú estás haciendo aquí… comprando.
Sus ojos se dirigen a mis manos vacías. —No has comprado nada.
34

—Su tono es acusador, y mi espalda se endereza instantáneamente.


—¡Porque literalmente acabo de llegar! —Estoy exasperada. Dios,
este tipo es un idiota.
Me mira fijamente, esos intensos ojos se estrechan. —¿Me estás
siguiendo, Jailbird?
—¿Qué? —balbuceo, mis ojos se ensanchan—. ¿Por qué demonios
te estaría siguiendo? —En realidad he estado haciendo mi mejor esfuerzo
para evitarlo—. Dios, eres un imbécil —siseo—. Para tu información,
acabo de terminar mi clase de yoga, la cual está a una cuadra, si quieres
comprobarlo, y vine aquí directamente desde allí para recoger un poco de
queso. —¿Por qué le estoy diciendo esto? No tengo que excusarme con
este tonto.
Sonríe. —Oh, sí. Olvidé que te gustaba hacer yoga. —Su tono es de
diversión y me deja muda.
Abro los labios para decir algo, pero nada sale. Parezco un pez de
colores, simplemente abriendo y cerrando la boca sin que salga ningún
sonido.
—Hola —oigo decir a una dulce voz femenina.
Mis ojos se mueven hacia los de ella, y de pie junto a él hay una
mujer alta y hermosa. De cabello largo y oscuro. Unas gafas de sol le
cubren los ojos. Parece de mi edad.
Debo parecer una niña pequeña parada junto a estos dos preciosos
rascacielos.
Lleva puestos unos pantalones cortos de vaquero que muestran
sus largas piernas bronceadas (no estoy para nada celosa) y una remera
que dice No soy muy inteligente para ser una chica. Solo soy inteligente.
Me agrada inmediatamente. Cualquier mujer que use una remera
con eso tiene mi admiración.
Está alternando la mirada entre nosotros.
Se debe estar preguntando quién demonios soy y por qué él me
mira como si quisiera estrangularme con sus propias manos.
—A, ¿me vas a presentar? —dice con curiosidad en la voz.
Lo ha llamado A. Claramente está familiarizada con él.
Me pregunto si es su novia.
Se me llena el estómago de ácido.
Elijo no pensar por qué.
Pero, si es su novia, se merece una medalla por aguantarlo. Aunque
me imagino que es agradable con ella.
Se coloca las gafas en la parte superior de la cabeza, revelándome
sus ojos. Azules brillantes. Exactamente como los de él.
Tal vez no sea su novia después de todo. Tal vez son parientes.
35

Ares suspira fuertemente y cruza los brazos sobre su pecho de


mamut. La tela de su camisa se extiende sobre sus enormes bíceps. —Es
la hija del entrenador Petrelli.
La hija del entrenador Petrelli.
Guau, no exageres con la presentación, señor Perfecto.
Parece que ni siquiera soy lo suficientemente digna como para
tener un nombre. En realidad, ahora que lo pienso, no puedo recordar
que me haya llamado por mi nombre alguna vez. Me llama Jailbird, y eso
es todo.
Entiendo que tiene una gran aversión a los alcohólicos, pero su
odio hacia mí es algo completamente distinto.
—Bueno, hola, hija del entrenador Petrelli —dice con voz burlona,
la cual está dirigida a Ares y su presentación—. Soy Missy. La hermana
de este tonto gruñón. —Lo señala con su pulgar.
Ares le frunce el ceño.
Y sonrío. Mi sonrisa no tiene nada que ver con el hecho de que es
su hermana, sino con que lo ha llamado tonto gruñón y que su expresión
no haya caído ante la aclaración de quién soy. No puedo imaginármelo
hablándole sobre mí. Eso, o ella no odia a los ex alcohólicos.
Y definitivamente mi estómago no se ha vaciado del ácido que lo
llena.
—Soy Arianna —le digo.
—Bueno, un placer conocerte, Arianna —dice, sonando como si lo
estuviera diciendo en serio—. Supongo que no necesito preguntarte cómo
conoces a mi hermano. Ya que el entrenador Petrelli es tu padre y todo
eso.
—En realidad, nos conocimos recientemente —le cuento, evitando
la mirada de él. Y él me odia—. Acabo de comenzar a trabajar para mi
papá.
—Genial. ¿Y cómo va eso?
Um…
Saben, aparte de mi padre, es la única persona que me ha hecho
esa pregunta.
—Es… —Me arriesgo a echarle un vistazo a Ares, sus ojos miran
hacia la distancia y aprieta la mandíbula con tanta fuerza que parece que
podría romperse. Regreso la mirada hacia Missy, y sus ojos brillan con
algo que se parece mucho a una travesura—. Está bien, supongo. —Me
encojo de hombros.
—Mm-hmm. Me imagino que debe ser un verdadero sufrimiento
estar rodeada de todos esos grandes y fornidos jugadores de fútbol, salvo
mi hermano, por supuesto.
36

Rueda los ojos burlonamente y me río.


—No soy una gran admiradora del fútbol —confieso.
—¿No lo eres? —Ese es Ares, y el sonido de su voz me sorprende.
Pensé que había terminado con su participación en esta conversación.
—Oh, Cristo, no digas eso. —Missy se ríe—. Sobre todo si no
quieres soportar un sermón sobre cómo el fútbol es el mejor deporte del
mundo.
Ya he tenido suficientes sermones de Ares Kincaid para que me
duren toda una vida, así que pasaré de este.
—Entendido —respondo—. Bueno, debería irme. Fue un placer
conocerte, Missy…
—Oye, estábamos a punto de ir por un poco de helado, ¿quieres
unírtenos?
Mis ojos se disparan hacia Ares.
Sacude la cabeza muy sutilmente, asegurándose de que su
hermana no lo vea.
Se me calienta el rostro de vergüenza.
Sabía que no querría que fuera, pero nunca pensé que sería tan
frío y verdaderamente me dijera que no.
La sensación de ser rechazada y, mi completa y absoluta soledad
me golpean a un nivel totalmente nuevo.
—Yo, um… —Estoy tropezando con mis palabras—. No puedo.
Tengo que… —No se me ocurre nada que decir; se me ha quedado la
mente en blanco—. Queso —balbuceo de repente—. Necesito comprar
queso.
Missy se ríe. —Entonces vayamos a comprar tu queso de camino
hacia el lugar de los helados. No aceptaremos un no por respuesta,
¿verdad, A? —Lo empuja con el codo.
Él me frunce el ceño. —Aparentemente no.
37
6
Traducido por Jadasa
Corregido por Elizabeth.d13

Y así es como me encuentro sentada sobre un taburete en una


tienda de helados frente a Ares con el ceño fruncido y su hermana
sonriente, Missy, a su lado.
Aparte del jugador de fútbol enojado allí, lanzándome dagas con la
mirada, es agradable hablar con su hermana. No recuerdo la última vez
que hice esto... solo pasar el rato y comer helado.
Probablemente antes de que mi madre muriera.
—Entonces, ¿tienen otro hermano? —le pregunto a Missy—. El
boxeador. Zeus, ¿verdad?
—Síp. Zeus es nuestro hermano mayor. Y también está mi hermano
gemelo, Lo —me dice Missy.
—Guau. Tienes un gemelo. Eso es genial.
—No es tan genial como piensas. Es como un ciclo menstrual...
—¡Por el amor de Dios! —gime Ares.
Ella pone los ojos en blanco, y yo me río.
—¿Un ciclo menstrual? —Toso.
—Síp. Es como esta cosa que tengo, y no funcionaría bien sin él,
pero me da calambres graves.
A estas alturas, mis ojos están llorosos de tanto reír. No puedo
pensar en la última vez que me reí tanto. Honestamente, no recuerdo la
última vez que me reí de verdad.
Me limpio los ojos y mi risa se apaga.
38

—¿Qué hay de ti, Arianna? ¿Hermanos? —me pregunta Missy.


—No. Nada de hermanos ni hermanas. Y llámame Ari. Todo el
mundo lo hace —digo. Bueno, la gente que me llama por mi nombre.
—Hija única. Siempre he pensado que eso sería increíblemente
solitario —dice, sonando genuinamente preocupada por mí.
No tienes idea.
—Estuvo bien. —Me encojo de hombros—. Significó que no tenía
que compartir ninguna de mis cosas.
—Bueno, el otro día leí un artículo, y decía que los hijos únicos son
más exitosos, y tienden a ser líderes.
—Sí, y también son egoístas y malcriados.
—¡Ares Kincaid! —grita Missy—. Ari no es malcriada.
Mis mejillas están calientes de vergüenza.
—Jamás dije que lo fuera. Pero ni siquiera la conoces para hacer
esa suposición —le responde antes de que sus ojos se muevan hacia los
míos. Y aquellos ojos juzgadores están diciendo: Pero te conozco. Sé quién
eres. Una borracha inútil.
Quiero decirle que no sabe nada de mí, pero ¿cuál sería el punto?
Ya ha tomado una decisión sobre mí.
—He visto lo suficiente como para saber que es una persona dulce
—dice Missy, sonriéndome amablemente.
Intento devolverle la sonrisa, pero se siente falsa.
Ares la mira fijamente, sus ojos se suavizan de esa manera que solo
un hermano puede lograr. Luego, pasa un brazo alrededor de su cuello,
acercándola a él, y le da un cariñoso beso en la frente.
Ella lo empuja lejos, fingiendo irritación, pero me doy cuenta que
secretamente lo adora.
Sé que yo lo haría si tuviera un hermano que me cuidara como él
claramente lo hace con ella.
—Ignora a mi hermano. Hoy está siendo un tonto. —Se vuelve hacia
mí. Con el codo sobre la mesa, apoya la barbilla en su mano—. Háblame
de ti —me dice.
—Eh... en realidad no hay mucho que contar —digo haciendo girar
una cucharada de helado de caramelo salado, tratando de enfriar mi cara
caliente.
Ella es tan brillante y positiva, como un rayo de sol, y su positividad
es contagiosa, a diferencia de su hermano imbécil.
Estoy sentada aquí, intentando absorber tanto de su entusiasmo
como puedo. Realmente no quiero destrozar el ambiente con historias de
mi miserable existencia.
—¡Claro que sí! —Se ríe—. Está bien, haré preguntas. ¿Eres de
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Nueva York?
—Nop. —Sacudo la cabeza.
—Eso creí. No pareces nacida aquí.
—Originalmente soy de Atlanta —le digo—. Pero nos mudamos un
poco con el trabajo de mi papá, por lo que he vivido en muchos lugares.
Mi acento es como una mezcla.
—¿El mejor lugar donde has vivido? —pregunta.
—Aquí. —Sonrío.
Me sobresalto cuando escucho la voz de Ares hablar en mi
dirección: —Tiene sentido. Hay muchos bares en Nueva York. Un montón
de lugares para ir de fiesta. —El ataque es descarado y cruel.
Mis ojos rápidamente van hasta los de él. Los suyos están sobre
mí. Inmutables, duros y críticos.
Mi cara arde con humillación. Clavo mi cuchara en mi helado,
bajando la mirada.
—Hablando de bares —dice Missy, obviamente sin darse cuenta de
la tensión entre nosotros—, esta noche iremos a conocer este nuevo club.
Ares tiene entradas VIP. Deberías venir con nosotros.
Mierda.
—Oh. Um...
—Si aún no tienes planes, eso es.
Podría decir que tengo planes. Debería decir eso. Pero no quiero
mentirle a Missy. Está siendo tan amable conmigo. Y no es como si Ares
no le contará nada después de que nos hayamos ido.
Honestamente, estoy casi esperando que lo diga ahora y me gane.
Pero no le voy a dar la satisfacción.
Soy quien soy, y no debería avergonzarme de eso.
Ahora estoy sobria, y eso es lo que importa.
Levanto la mirada hacia Missy e intento sonreír, pero no estoy
segura de lograrlo. —Los bares ya no son lo mío. Estoy en recuperación.
Seis meses sobria. Pero realmente aprecio que me hayas invitado.
—Oh —dice, sus ojos brillantes se oscurecen un poco a medida que
se mueven hacia Ares, que sorprendentemente me miran fijamente.
Cuando vuelve a mirarme, la expresión de su frente... es como si
se hubiera dado cuenta de algo.
Que soy un desastre. Una perdedora. Y definitivamente no es el
tipo de persona de quien quiere hacerse amiga.
Oh bien. Fue bueno mientras duró.
—Eso es increíble, Ari. No el problema con la bebida, por supuesto.
—Se golpea la cabeza con una mano—. Lo lamento. Eso sonó mal. Me
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refiero a que estés sobria. Eso es muy importante. Deberías estar muy
orgullosa de ti misma.
El calor brilla en mi pecho. La única otra persona que me ha dicho
eso es Luke.
—Lo estoy. —Sonrío.
No miro a Ares, pero prácticamente lo siento quemando agujeros
en mi cabeza con sus ojos de fuego.
—¿Has celebrado tu logro? —me pregunta.
—Mmm… no. Bueno, Luke, mi padrino, me trajo un pastelito
cuando recibí mi ficha de seis meses, así que eso fue todo.
—Vale, entonces deberíamos hacer algo. ¡Oh, ya sé! Deberíamos ir
al cine. ¿Has visto The Greatest Showman?
Sacudo la cabeza.
—Yo tampoco, pero he escuchado que es increíble.
—Honestamente, no tienen que cambiar sus planes por mí.
—Tiene razón. Escúchala —dice Ares en voz baja.
Missy le da una mirada sucia. —Es solo un club. No va a ninguna
parte. Puedes usar las entradas en cualquier momento, ¿verdad?
Cruza los brazos. —No es el punto.
—Es totalmente el punto. Pero, si te molesta tanto, puedes ir. Ari y
yo iremos al cine juntas.
Sus ojos brillan hacia mí, una expresión de desconfianza en ellos.
Luego, libera un suspiro. —Bien. Iremos al cine.
No confía en mí con su hermana.
Eso me afecta.
¿Qué piensa que voy a hacer? ¿Convertirla en una alcohólica?
—En serio está bien —digo en voz baja—. Deberías ir al club.
—De todos modos, no estoy de humor para ir a las discotecas esta
noche. Una cita con Zac Efron suena mucho más atractiva.
—Por el amor de Dios —se queja Ares.
—Y estoy suponiendo que todavía no tienes planes —me dice,
ignorando a Ares—. De lo contrario, ya lo habrías dicho.
—No tengo planes —admito.
Sonríe. —Entonces, está arreglado. —Aplaude—. Nos vamos al
cine.
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7
Traducido por AnnyR’
Corregido por Elizabeth.d13

Estoy de pie fuera del cine donde arreglé encontrarme con Missy y,
por desgracia, el señor Perfecto a las siete y media. Mi cabello está suelto
y ondulado. Estoy usando un poco de maquillaje, mis vaqueros ajustados
negros con las rodillas rasgadas, un suéter gris, mi chaqueta de cuero, y
mi rosa Dr. Martens. Tengo mi bolso colgado sobre el hombro, que guarda
todas las cosas usuales, además de un paraguas porque mi suerte con la
lluvia recientemente no ha sido buena.
Estoy estúpidamente emocionada por esta noche. Pasé demasiado
tiempo preparándome para una noche en el cine. Pero, cuando sales tan
poco como yo, tienes que aprovecharlo al máximo.
Llegué un poco temprano, así que he estado esperando un rato.
Pero llegan un poco tarde. Compruebo la hora en mi teléfono de nuevo.
Las siete y media.
La película comienza en siete cuarenta y cinco; por eso acordamos
reunirnos a las siete y media. Darnos tiempo para conseguir entradas y
comida.
Una sensación de hundimiento de ser plantada comienza a echar
raíces.
Tal vez Ares le contó a Missy lo que hice. Que conduje borracha y
estrellé el coche de mi ex contra esa pared. No me sorprendería que se lo
dijera. No es ningún secreto que me odia, y tengo la clara impresión de
que no quiere que pase tiempo con su hermana.
Tal vez le dijo todas las cosas malas sobre mí, y ella cambió de
opinión acerca de venir. No la culparía.
No. Es una buena persona. Ella no lo haría, plantarme así. Ares sí lo
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haría. Pero Missy no.


Y lleva solo diez minutos tarde, por el amor de Dios. Relájate, Ari.
Una ráfaga de viento sopla más allá, agitando mi cabello. Envuelvo
mis brazos alrededor de mi pecho y me muevo sobre mis pies, tratando
de alejar el frío.
—Jailbird.
Me vuelvo al sonido de la voz de Ares diciendo mi nombre. ¡Cristo,
no es mi nombre! El idiota me tiene respondiendo a este ahora.
—Por favor, no me llames así. —Le frunzo el ceño, ni siquiera soy
capaz de sentir alivio de que él está aquí y no me han dejado plantada,
como me temía.
No dice nada, solo se queda allí delante de mí como un gran árbol.
Miro más allá de él. —¿Dónde está Missy?
—No va a venir. Me pidió que viniera a decirte que lo siente, pero
su mejor amiga va a tener un bebé, y entró en parto temprano hace unas
horas. Trató de llamarte al teléfono del trabajo, pero fue directo al buzón
de voz.
—Oh… —La decepción se hincha dentro de mí—. Mi papá me dijo
que lo apagara cuando no estoy trabajando, así no recibo llamadas de
ninguno de los jugadores en momentos estúpidos del día.
—Bueno, lo que sea. Te dejó un mensaje de voz, explicando.
—Oh. Vale. Bueno, gracias por venir a decírmelo. Sé que es
probable que no hayas querido hacerlo. Pero lo aprecio de todos modos.
Baja la mirada hacia mí, con los brazos cruzados en su pecho.
—Bueno… —Retrocedo alejándome de él—, adiós entonces.
Me giro para irme, pero su voz me detiene.
—¿Adónde vas?
Lo miro. —A casa.
—¿No querías ver esta estúpida película?
—Bueno, sí…
—Entonces, ¿por qué te vas a casa?
Buena pregunta.
Todavía puedo verla, aunque Missy no haya podido venir. Soy una
mujer independiente. Puedo ir al cine sola. Si no lo hago, me iré a casa y
probablemente veré una película en Netflix. También podría ver una
película aquí, donde estaré rodeada por otras personas durante unas
horas, incluso si son extraños.
—Sí, creo que la veré —me digo más a mí misma que a él,
volviéndome hacia el cine—. Gracias de nuevo por venir a informarme
sobre Missy. ¿Y podrías decirle por favor que le dé mis felicitaciones a su
43

amiga por su nuevo bebé?


No espero su respuesta mientras entro al cine.
Alcanzo la puerta cuando me doy cuenta de que está detrás de mí.
Me detengo y le miro. —¿Qué estás haciendo?
—Lo mismo que tú. Ir a ver la película.
—¿Quieres ver esta película? Acabas de decir hace unos minutos
que era estúpida.
—No tengo ningún deseo de ver esta película en absoluto. Pero le
prometí a mi hermana que no te dejaría verla sola. Así que, aquí estoy.
—Extiende sus manos, y frunzo el ceño.
—En serio, no necesitas hacerme ningún favor.
Me frunce el ceño. —No es así. Lo hago por mi hermana.
—Bueno, te libero del trato. Puedes irte a casa. —Gesticulo hacia
la calle.
Sigue la dirección de mi mano, como si lo estuviera considerando.
Entonces, me mira y sacude la cabeza. —No puedo. Si Missy se entera de
que te dejé aquí, me hará pasar un infierno. Y quiero seguir viviendo sin
recibir un tirón de oreja por su parte.
—No te preocupes; no le diré que no te quedaste. Y no le dirás. Así
que, ahí tienes. Eres libre de irte. —Dejo que mis manos se extiendan.
Suelta una risa baja. —Mi hermana me interrogará sin parar sobre
la película cuando llegue a casa. Sabrá al instante si no la he visto.
—Wikipedia. Puedes encontrar toda la trama ahí. Listo.
—Missy puede oler una mentira a cincuenta pasos. Es como un
perro olfateador de mierda. Parece que estamos atrapados durante las
próximas horas.
—No, realmente no. Solo porque le prometiste a tu hermana que te
quedarías, no significa que tenga que estar de acuerdo.
Se ríe de nuevo, los ojos se abren con humor. —De verdad no me
quieres aquí, ¿verdad? —Su mano golpea su pecho—. Estás empezando
a herir mis sentimientos, Jailbird.
—Bien —suelto—. ¿Y por qué demonios te querría aquí? No has
sido más que un idiota conmigo desde el momento en que te conocí.
—Bueno, desde el momento en que te conocí no… —Sonríe con sus
ojos brillosos, recordándome de mi momento semidesnuda y me quiebro.
—¡Oh, lo siento! Debí haber dicho, en cuanto te diste cuenta de
quién era. Así que, por favor, perdóname si no quiero pasar mi noche con
un imbécil prejuicioso e intolerante que no puede ver más allá del final
de su propia y llamada perfección ¡para entender a otras personas y sus
problemas!
44

Cuando termino, estoy respirando un poco más fuerte, y su cara


está en blanco.
—Nunca dije que era perfecto.
Dejo salir una risa sin sentido del humor. —Lo que sea. Da igual,
joder. Adiós, Ares.
Giro en mis talones y marcho hacia el teatro.
No es hasta que llego a la cola para las entradas cuando me doy
cuenta de que está de pie justo detrás de mí.
¡Por el amor de Dios!
—Deja de seguirme —le siseo.
—No lo hago. —Me da una mirada de inocencia, con los hombros
levantados—. Solo voy a ver la película.
—La película que no quieres ver.
Sus labios se ensanchan en una sonrisa.
—¡Dios, eres un idiota! Vete y déjame en paz, por favor.
Mi voz se quiebra en la palabra por favor, y por temor a que pueda
estallar en lágrimas o golpearlo en su cara hermosa y arrogante, me doy
la vuelta, avanzando, mientras la fila se adelanta. Un momento después,
siento calor en mi espalda y casi salto cuando siento su aliento caliente
contra mi oreja.
—Vaya, vaya, Jailbird, no hay necesidad de ser tan cruel.
Casi me muerdo la lengua en eso. Volteo la cabeza para decirle que
se vaya a la mierda, pero juzgo mal lo cerca que está en realidad. Mi nariz
choca con la suya, nuestros labios literalmente a centímetros.
Mi aliento se detiene. Mi cuerpo se congela. Mi nariz se inunda con
su olor. Loción para después del afeitado de aroma selvático y el olor a
menta en su aliento.
Cada parte femenina de mí cobra vida. Es como si mi cuerpo se
despertara de repente después de un largo período de inactividad y dijera:
Bueno, hola, hombre con pene. Ha pasado un tiempo. ¿Quieres venir a
jugar?
Lo oigo contener el aliento, y sus ojos parpadean hasta mis labios.
Los lamo sin pensar conscientemente, y sus ojos se encienden con
fuego, causando un estrechamiento en mi vientre inferior.
Jesús.
Exhalo el aliento irregularmente. Sus ojos se levantan a los míos.
—¿Quieres besarme, Jailbird? —susurra y se acerca más. Tan cerca que
siento sus labios rozando los míos cuando habla de nuevo—. Sí… —
respira—. Eso nunca va a suceder.
Todo lo bueno que sentía por dentro muere. Mi cara arde de
vergüenza.
45

Me enderezo y me cruzo de brazos. —Sé que no sucederá porque


preferiría besar el herpes que a ti, idiota arrogante.
—Dios, me encanta cuando me hablas sucio.
Sonríe, y yo le muestro el dedo medio.
Miro hacia adelante y camino directamente hacia la taquilla ahora-
abierta, ignorando el estruendo de la risa detrás de mí.
—Una para ver The Gratest Showman, por favor —le digo a la chica
en el mostrador.
Pago mi boleto y camino directamente a la zona de la comida, sin
echar una mirada hacia atrás.
Después de comprar una gran tina de palomitas de maíz y una
soda con no más avistamientos de Ares, lo que significa que recibió el
mensaje y se fue, me dirijo al cine.
Hay unas pocas personas ya sentadas. Vago hacia abajo y tomo un
asiento en el centro de la sala, una pareja desde el final del pasillo.
Pongo mi soda en el portavaso y mis palomitas de maíz en el suelo
junto a mis pies mientras saco mis gafas de mi bolso.
Las necesito para leer y ver televisión. Se me olvida ponérmelas,
pero las necesito para el cine, ya que la pantalla es brillante y grande, y
me dolerá la cabeza si no las uso.
Me las pongo, recojo mis palomitas de maíz, y me siento en posición
vertical. Al tiempo que alguien toma el asiento justo al lado de mí.
Ares.
—Por el amor de Dios —le grito—. ¡Vete!
—No puedo. —Se encoge de hombros—. Le hice una promesa a mi
hermana, y no rompo mis promesas.
—No sabrá que no nos sentamos juntos, tonto.
Se ríe de una forma sorprendida. —¿Acabas de llamarme tonto?
—Escuchaste lo que dije. ¿Por qué me pides que lo repita? —Le
regreso las palabras que usó conmigo la primera vez que me llamó
Jailbird.
Se ríe de nuevo. —Touché. —Se instala en su asiento, colocando
sus largas piernas hacia fuera, claramente sin intención de moverse—. Y
no se puede hacer, Jailbird. Tengo que sentarme aquí. Te lo dije, Missy
sabe cuándo estoy mintiendo, y sabrá si no me senté contigo.
—¡Arg! ¡Eres insufrible! ¿Es tu misión actual en la vida hacer mi
vida miserable? Porque, noticias de última hora, señor Perfecto: mi vida
ya es una mierda, ¡así que no hay mucho más que puedas hacer!
Su cabeza se inclina hacia un lado, como si me estuviera viendo
por primera vez. —No sabía que usabas gafas —dice, desviándome del
curso.
46

—¿Qué? —espeto.
—Lentes. No sabía que los usabas.
Muevo mi mano hacia ellos. —¿Por qué lo sabrías? No es como si
supieras una sola cosa sobre mí.
—Bueno, sabes que eso no es cierto, Jailbird. Sé que te gusta
chocar coches en tu tiempo libre.
—Vete a la mierda —siseo.
Sale un estruendo bajo, el sonido reverberando desde su pecho y
yendo directamente al mío. —Jesús, tu boca. Solo estoy jugando contigo.
Pero sé algo más sobre ti.
—¿Qué? ¿Qué me gusta beber? Ja-ja. Sí, eres graciosísimo.
—Eso no es lo que iba a decir.
—Bien, bien. Adelante entonces; ilumíname, señor Perfecto. —Hago
gestos con la mano—. Sácalo de tu sistema, y luego déjame en paz.
Inclina su cabeza, más cerca de la mía. Sus ojos brillan en la
oscuridad, y mi cuerpo se detiene. Cada molécula que me forma está
congelada.
—Iba a decir —Su aliento de menta se roza sobre mi piel—, que te
ves bonita cuando usas gafas.
Mi boca se abre. Luego, se cierra. Entonces, se abre de nuevo.
—Que… —Finalmente me las arreglo para decir algo.
—Silencio —advierte, los ojos parpadeando hacia la pantalla—. La
película está empezando.
Entonces, ¿saben lo que hace el descarado hijo de puta?
Mete su mano en mis palomitas de maíz y toma un puñado de ellas,
metiéndolas en su boca, sonriéndome con sus ojos.
Me ha dejado atónita en silencio. Estoy sentada aquí, mirándolo
fijamente, como un pez de colores.
—Cierra la boca, Jailbird, y mira la maldita película.
Te ves bonita cuando usas gafas.
Finalmente muevo mis ojos de él a la pantalla para ver la película
con mi corazón latiendo a un nuevo ritmo.
47
8
Traducido por Zöe..
Corregido por Tolola

—Bueno, ahí van dos horas de mi vida que no podré recuperar —


se queja Ares cuando dejamos el cine.
—Una hora y cuarenta y cinco minutos, en realidad. Y, ¿vas en
serio? Me ha encantado.
—Fue una mierda y lo sabes, Jailbird.
Frunzo el ceño. —Pfff. No reconocerías una buena película ni
aunque te golpeara en la cara.
Deja de caminar y me observa. —¿Y tú sí?
—Sip. —Le sonrío astutamente y comienzo a caminar, dejándolo
atrás.
Salgo por la puerta, a la multitud de otras personas que van al cine
y a la fría noche.
Me detengo fuera del cine, me subo la cremallera de la chaqueta y
comienzo a debatir entre caminar a casa o tomar un taxi.
—Te llevo a casa. —La voz de Ares viene de detrás de mí.
Miro en su dirección. —¿Manejaste hasta aquí?
—Sí. Vamos. —Comienza a caminar, esperando que lo siga.
—No, gracias. Tomaré un taxi.
—Te llevo a casa —repite con una firmeza que me irrita.
—No me digas… —Me pongo una mano en la cintura—. Missy te
dijo que tenías que hacerlo.
—De hecho, dijo que tenía que asegurarme de que llegaras a casa
48

a salvo, y se refería a salvo en la puerta de tu casa y sé que no manejas,


así que te llevo.
—¿Alguna vez le dices que no?
Se ríe ruidosamente. —Ojalá pudiera. Aprendí hace años a hacer
lo que ella dice, hace mi vida mucho más fácil.
Suspiro y pongo los ojos en blanco. Puede que sea un imbécil, pero
ama a su hermana. No puedo culparlo por eso.
—Bien. ¿Dónde está tu coche?
—Justo aquí.
Lo sigo hacia un enorme y brillante camión negro. Para mi
sorpresa, me abre la puerta.
—Eh… gracias —digo mientras me muevo para entrar.
Y… por Dios, es alto. Y se me dan fatal las alturas.
Vale, puedo hacerlo.
Solo agradezco haberme puesto jeans.
Levanto la pierna, arreglándomelas para poner el pie en el borde
del coche. Una mano en la puerta y la otra en el asiento, intento subir…
y fallo.
Lo escucho reírse detrás de mí, por lo que le frunzo el ceño por
encima del hombro.
Se encoje de hombros y sonríe. —¿Necesitas un empujón?
—Vete a la mierda —ataco.
—Tú y tu boca sucia —desaprueba, sacudiendo la cabeza con
diversión en los ojos.
—Vete a la mierda, por favor. —Le sonrío dulcemente.
Se ríe ruidosamente con los ojos brillantes, y odio el brillo en mi
pecho al saber que lo hice reír.
—Eres divertida cuando quieres, Jailbird —me dice, todavía
riéndose—. Pero eres ridículamente pequeña.
—No soy ridículamente pequeña. —Lo fulmino con la mirada.
—Hmm. —Asiente con los labios presionados—. Sigue diciéndote
eso.
—Es un hecho.
—Ni siquiera puedes subirte a mi camión, Jailbird.
—¡Deja de llamarme así! —exploto—. ¡No puedo subirme a tu
camión porque es ridículamente grande!
—Es un camión de tamaño normal. Tú eres demasiado pequeña.
—Aj, cierra la boca, gran… árbol.
49

—Original. —Casi puedo escucharlo poner los ojos en blanco desde


aquí—. Ahora, deja de ser una perra y vamos a hacer esto. —Se acerca a
mí y estiro una mano para detenerlo.
—¿Y exactamente qué haces? —Lo observo sospechosamente.
Levanta una ceja. —Ayudarte a subir a mi camión. Me gustaría
llegar a casa en algún momento de esta noche.
—Si tus manos tocan cualquier lugar cercano a mi trasero, te pateo
el tuyo.
—No te preocupes, Jailbird. No tengo ningún interés en tocar tu
trasero. No eres mi tipo.
Antes de que pueda registrar sus palabras, unas grandes manos
agarran cada lado de mi cintura y me cargan hasta el coche como si fuera
una niña.
—Listo. Eso fue fácil, ¿no? —dice, presumidamente.
Le doy una sonrisa falsa y el dedo del medio.
Cierra la puerta riéndose y camina alrededor del camión,
subiéndose del lado del conductor.
Cuando enciende el coche, la radio trasmite la canción “Alone
Together” de Fall Out Boys y quiero reírme en voz alta.
Aparentemente lo hago, porque dice: —¿Qué? —Maneja hasta la
calle.
—Oh, nada. Solo es esta canción.
—¿No te gusta?
—No, sí me gusta. Es solo que… la letra me recuerda a… ponerme
sobria.
Se queda en silencio. Luego dice en una voz más tranquila: —No
sabía que esta canción trataba de eso.
Lo miro. Tiene los ojos fijos en la carretera.
—No estoy segura de que trate de eso. Es solo como la interpreto
yo, adicción y el camino a la recuperación. Probablemente signifique algo
diferente para otras personas.
No dice nada durante un largo momento. El único sonido que flota
por el coche es la voz de Patrick Stump.
—Bueno. —Su voz suena brusca—. ¿A dónde te llevo?
Recito mi dirección rápidamente y eso es todo durante los diez
minutos que toma llegar a mi apartamento. No decimos otra palabra.
Aparca cerca de la acera enfrente de mi apartamento y dejo escapar
un gemido audible cuando veo a la persona sentada en los escalones que
llevan a mi edificio.
—¿Qué? —pregunta. Sus ojos deben seguir mi mirada porque lo
50

siguiente que dice es—: ¿Quién es ese?


Giro mi mirada hacia la suya. El brillo del salpicadero ilumina su
rostro.
—Mi exnovio —le digo.
Sus ojos parecen brillar aún más en este momento. —¿Un ex
reciente?
Sacudo la cabeza. —Rompimos antes… era su coche el que estrellé
esa noche. Estábamos en una fiesta. Lo atrapé… con los pantalones en
los tobillos… y una amiga mía estaba… Bueno, en fin, me fui de la fiesta,
me llevé su coche y… ya sabes el resto.
—Bueno, suena como un gran… candidato.
Me río. —Honestamente, no sé qué hace aquí. No lo he visto desde
esa noche.
—Déjame acompañarte a tu apartamento. —Se desabrocha el
cinturón.
—No, está bien. Kyle es inofensivo. Pero gracias. Y gracias por
traerme a casa.
Me mira fijamente, sin decir nada. Tiene la mandíbula apretada.
Parece como si estuviera enojado conmigo y no sé qué hice para
enfurecerlo.
Y, honestamente, no quiero saberlo.
Sorprendentemente, no fue una mala noche, una vez que comenzó
la película y él paró de hablar. No quiero que se arruine.
Aunque creo que Kyle me la arruinará cuando salga del camión y
vaya hasta allí.
—Bien, nos vemos —le digo a Ares. Tomo mi bolso del suelo, me lo
cuelgo del hombro y abro la puerta del camión.
—¿Podrás salir bien? —Por primera vez no suena sarcástico, sino
como si estuviera haciendo una pregunta genuina.
Lo miro por encima de mi hombro. —Estaré bien. Pero si me rompo
el tobillo al bajar, te demandaré. Solo para que lo sepas.
Sonrío, y él se ríe suavemente.
Acerco mi trasero al borde del asiento. Sosteniendo la puerta con
una mano, salto, cayendo firmemente en la acera.
—¿Ves? Fácil —le digo, con estilo, antes de cerrar la puerta de su
camión.
Cruzo la calle, caminando hacia mi edificio. Mientras me acerco,
hago mis pisadas más fuertes para que Kyle me escuche.
Ha estado bebiendo.
Por supuesto que ha estado bebiendo.
51

—¿Qué haces aquí? —le digo mientras me acerco, deteniéndome al


borde de los escalones.
Mis ojos lo observan por primera vez en casi siete meses.
Se ve igual, pero también diferente.
Es como si lo viera con ojos nuevos, lo que supongo que es verdad.
Su cabello rubio antes puntiagudo ahora está demasiado largo y parece
como si no se lo hubiera sido lavado en días. Círculos oscuros rodean sus
ojos. Sus mejillas están huecas. Sus ropas lucen desaliñadas.
¿Así me veía yo antes? Un desastre.
Kyle baja los escalones hasta mí. Observo el tambaleo en sus
movimientos, diciéndome que ha tomado mucho más que una cerveza.
Se detiene en el último escalón, parándose frente a mí.
El olor de cerveza en su aliento me golpea instantáneamente y me
lleva a otro tiempo.
Un mal tiempo.
Doy un paso hacia atrás y lo nota, una oscura mueca cruza por su
rostro.
Envuelvo mi pecho con mis brazos. —¿Qué haces aquí? —repito
con más fuerza esta vez.
—Vine a verte. Llevo esperando más de una hora. ¿Dónde estabas?
—Fuera.
—Bien —dice cuando se da cuenta que no voy a elaborar—. Intenté
llamarte después de esa noche. Pero seguía atendiendo el contestador.
Luego, decía que el número había sido desconectado.
—Cambié de número.
—¿Para mantenerme lejos?
—Esa fue una de las razones.
Sus hombros se desploman. —Yo, eh… escuché que fuiste a
rehabilitación.
—Sí. Pero no viniste a hablarme de mi tiempo en rehabilitación. Así
que, ¿qué quieres?
Sus ojos se elevan hacia mí. —Te extraño.
Oh, diablos, no.
—¿Y te tomó casi siete meses darte cuenta de eso?
—No acabo de darme cuenta. Nunca te superé. Solo acabo de
encontrar el valor de venir a verte.
—Claro que sí, Kyle. ¿Y sabe Cherry que estás aquí? Asumo que
ustedes están saliendo. Esperaría eso después de encontrarla con su
boca alrededor de tu pene.
52

Se estremece. —Fue un error estúpido, nena. Me había seguido


durante meses, tratando de estar conmigo. Me resistí, pero esa noche,
estaba… no lo sé. —Se pasa la mano por el cabello—. Te amaba. Te amo.
—Qué curiosa manera de demostrarlo. ¿Y sabes qué, Kyle? No te
creo. Creo que Cherry entró en razón y te dejó, y por algún motivo creíste
que sería una buena idea venir a verme porque pensaste que sería tan
tonta como para volver contigo. Bueno, noticia de último momento: ahora
estoy sobria, lo que significa que no soy tan estúpida como antes.
—Vamos, Arianna Banana.
—No me llames así.
—Antes te encantaba cuando te llamaba así.
—Nop. Siempre lo odié. Solo que no quería herirte los sentimientos
en ese momento, por lo que fingía que me gustaba. ¿Adivina qué? Ahora
tus sentimientos me importan una mierda.
—Estás siendo una perra. —Se acerca a mí, poniéndoseme en la
cara, pero me niego a mostrar cualquier signo de debilidad. No es enorme
para ser un hombre, un metro setenta, pero aun así es mucho más alto
que yo—. ¿Qué? ¿Crees que eres mejor que yo ahora porque estás sobria
y trabajas para tu papi?
¿Cómo sabe que trabajo para mi papá?
—No —digo mirándolo a la cara—. Siempre he sido mejor que tú.
Eres un perdedor y fui una idiota al pensar que no lo eras.
Intento alejarme de él, pero me toma del brazo, deteniéndome.
—Suéltame —le digo firmemente.
Me ignora. Me agarra el brazo más fuerte. —No hemos acabado,
Arianna.
—¡Sí, ya hemos acabado! ¡Ahora, suéltame! —grito, odiando el
temblor que escucho en mi voz.
Un segundo después veo una sombra a mi derecha y luego Kyle se
está moviendo, empujado lejos de mí y hacia atrás, donde se tropieza con
el escalón más bajo, cayendo sobre su trasero.
Ares.
Y nunca había estado más aliviada de verlo.
—¿Estás bien? —pregunta, con su rostro enfurecido.
—Sí. —Trago saliva—. Estoy bien.
Sus ojos se mueven hacia Kyle, que acaba de ponerse de pie.
—Sé quién eres. —Kyle lo apunta con el dedo—. Eres ese
mariscal… Kincaid… que juega para el equipo de su papá. —Kyle mira
más allá de Ares, hacia mí—. ¿Estás con este imbécil, Ari? ¿Ahora te
acuestas con los jugadores de papi? ¿Siendo una chica buena?
—Cierra la boca, Kyle.
53

—¿En verdad quieres a este tipo antes que a mí?


—¿Estás sordo, imbécil? Te ha dicho que cierres la boca —le grita
Ares.
—Ari… por favor… sé que me equivoqué, pero te amo. Mucho,
joder. No presenté cargos cuando estrellaste mi coche. La policía quería
que lo hiciera, pero no lo hice. No lo haría. Le dije a tu papá cuando vino
a verme…
—Disculpa, ¿qué? —Camino alrededor de Ares y me paro frente a
Kyle.
—Tu papá. Vino a verme para darme dinero para arreglar mi coche.
—¿Y lo aceptaste?
Se ve avergonzado. —Necesitaba arreglar mi coche.
—Así que por eso no presentaste cargos. Porque mi papá te pagó
para que no lo hicieras.
Kyle no dice nada.
—¿Cuánto te dio?
Aún nada.
—¿Cuánto? —grito.
—Diez mil.
Casi me ahogo. —Y ya no te queda más, ¿verdad? Por eso estás
aquí, sentado fuera de mi apartamento. Necesitas más dinero.
—No. —Se lanza hacia mí, agarrándome nuevamente—. ¡Te
necesito! Te amo.
—Quítale tus asquerosas manos. —Ares vuelve a empujarlo lejos
de mí y avanza, inclinándose sobre él—. Nunca le pones las manos
encima a una mujer, imbécil. Y menos a ella. Si escucho que te acercaste
a Ari de nuevo, voy a hacer que encuentren partes de ti por toda la ciudad.
Kyle intenta enderezarse, levantando la barbilla, actuando como si
no estuviera asustado, pero lo conozco mejor que eso. —¿Me estás
amenazando, mariscal?
Ares me mira y eleva los hombros. —¿Me escuchaste amenazarlo,
Ari?
—Nop. —Sacudo la cabeza, mirando a Kyle.
—Eres una maldita perra —me escupe—. Y tú, mariscal, tendrás
lo que viene por ti.
—¿Cómo le has dicho? —Ares da un paso amenazador hacia
adelante, pisando fuerte, y Kyle sale corriendo.
Sería casi cómico si no fuera tan patético.
54

—Guau —se ríe Ares—. Corre mucho para ser la mitad de un tipo.
—Impresionante, ¿verdad? —digo mientras veo a Kyle dar la vuelta
a mi cuadra—. Bien, creo que lo asustaste.
—Maldito cobarde —gruñe Ares—. No tiene problema en molestar
a una mujer la mitad de su tamaño, pero corre como el puto Usain Bolt
cuando lo enfrenta un hombre.
—Honestamente, creo que él es la mitad de tu tamaño en vez de yo
ser la mitad de él.
Los ojos de Ares descienden sobre mí, más suave de lo que los he
visto jamás, y se ríe. —¿De verdad salías con ese idiota?
—Sí —suspiro—. Pero estuve ebria toda la relación, si eso cuenta
para algo. —Levanto las manos con las palmas hacia arriba, sonriendo
sueltamente y, sorprendentemente, se ríe de nuevo.
—Vamos, te acompañaré a tu apartamento.
—No es necesario. Se ha ido.
—Se que no es necesario. Quiero hacerlo, ¿de acuerdo? Así que te
acompañaré y luego puedes invitarme un café.
Le doy una mirada de falsa sorpresa. Mis manos van a mi pecho.
—¿Café? Eso no es un código para… café, ¿verdad?
—Mierda, me atrapaste —responde inexpresivamente—. Y también
quiero leche.
—Jesús, vas al límite, señor Perfecto. Bien, te daré leche. Pero, solo
para que lo sepas, no te daré azúcar.
—No la necesito. Soy lo suficientemente dulce.
—Aj. —Me estremezco—. Iba tan bien, y lo arruinaste con esa
broma lastimosa.
Se ríe y el sonido me atraviesa de la mejor manera.
—Vamos, venga, señor Perfecto. Entremos a por tu café con leche.
55
9
Traducido por Umiangel
Corregido por Tolola

—Aquí tienes. —Le doy a Ares la taza de café que acabo de hacer.
Está de pie en medio de mi sala de estar. Y ver a Ares Kincaid de
pie en mi apartamento no es algo que creí presenciar alguna vez.
Luce imponente en mi apartamento. Como un gigante en una casa
de muñecas.
—Puedes sentarte, sabes —digo mientras me siento en mi cómodo
sillón, dejándolo con el sofá.
Se sienta en él, casi ocupando dos de los tres asientos que ofrece
el sofá. Sentado hacia adelante, con los codos en los muslos, las manos
sosteniendo la taza, me mira fijamente.
—Sé que ya te lo pregunté afuera pero, ¿estás bien de verdad? Ese
imbécil no te hizo daño, ¿verdad?
—No. Estoy bien —le tranquilizo.
—¿Él... solía ser así contigo... en el pasado? ¿Mientras estaban
juntos? —Parece que le cuesta mucho pronunciar las palabras y, si no lo
conociera como lo hago, creo que la idea de que alguien realmente me
lastimara le molesta en un nivel emocional.
—No. —Sonrío suavemente—. Kyle era un idiota que me ponía los
cuernos y podía decir algunas cosas bastante malas a veces. Pero nunca
me lastimó físicamente. Es la primera vez que sucede.
Ares exhala, su cuerpo parece relajarse un poco. —Bueno, solo me
alegro de haber estado aquí para asustarlo.
—¿Por qué seguías ahí? —Parece desconcertado por mi pregunta,
así que me explico—: Quiero decir, es que pensé que te habías ido
56

después de que salera de la camioneta.


Me lanza una mirada de descontento. —Puedo ser un idiota, Ari,
pero no soy despreocupado. No me iba a ir hasta que te viera entrar en
tu edificio. Mucho menos cuando ese imbécil se hallaba sentado ahí,
esperándote.
Me sorprende cuando dice mi nombre. Lo dijo un par de veces
cuando estábamos afuera, pero entonces era una locura, así que fue
difícil registrarlo, pero ahora, en el silencio de mi apartamento, al
escucharlo llamarme Ari ... es bonito.
Mejor que bonito.
Me llevo el café a los labios, soplando para enfriarlo. —Eres un
idiota —le digo por encima del borde de la taza, dándole una sonrisa
irónica—. Pero estoy agradecida de que estuvieras aquí. Lo aprecio de
veras.
Porque no tengo ni idea de lo que habría pasado si él no hubiera
estado aquí. Me gustaría pensar que Kyle no me habría hecho daño. Pero,
hace mucho tiempo, nunca pensé que me engañaría.
Realmente es cierto que nunca conoces a una persona.
Me estremezco, y Ares se da cuenta.
—¿Estás bien?
—Sí, solo pensaba.
—¿Sobre?
—Lo que podría haber pasado si no hubieras estado aquí.
Su rostro se oscurece. —No te preocupes por eso. Pero creo que
deberías pensar en obtener una orden de restricción.
—¿No te parece un poco extremo?
Me mira con irritación, y me rindo. —Está bien, lo consideraré.
—Pide una alarma de violación, también. Eso asustaría al hijo de
puta.
—Lo haré mañana. Pero, puedo pedirte... por favor, que no le
menciones a mi papá que Kyle estuvo aquí. Ha tratado de que me mude
a casa con él desde... todo. Que Kyle aparezca solo fortalecería su opinión.
Aunque estoy enojada con mi padre por no contarme que le dio
dinero, no puedo decirle que me enteré porque entonces sabría que vi a
Kyle, y definitivamente no quiero eso.
—No lo sé, Ari. Tu padre debería saberlo.
—Por favor —digo suavemente, suplicando con los ojos.
Deja escapar un suspiro. —Bien. Pero con una condición.
—¿Cuál? —Tomo un sorbo de mi café.
—Que me dejes llevarte y recogerte del trabajo.
57

—¿Qué? —Mi cabeza se levanta tan rápido que escucho el clic de


mi cuello.
—No quiero que tomes el autobús y camines sola a casa con ese
imbécil merodeando.
—Primero, ¿cómo sabes que tomo el autobús? Y, segundo, estoy
bastante segura de que Kyle no regresará. Creo que lo has asustado para
siempre.
Pone la taza sobre la mesa de café. —Uno, sé que tomas el autobús
porque no tienes licencia en este momento. —Él enumera con sus dedos.
Y espero a que llegue el comentario de porqué la perdí... pero nunca lo
hace—. Y, dos, ese tipo no es lo suficientemente inteligente como para
darse por vencido en el primer intento. Volverá; créeme.
—No te necesito de niñera, Ares. ¿Y por qué querrías hacerlo?
—Porque no me dejas contarle a tu padre lo que pasó con ese
mierda esta noche. Y porque, créelo o no, tengo conciencia, y nunca me
perdonaría si algo te sucediera, y menos sabiendo que pasaba algo y yo
no hice nada al respecto.
—No pasa nada.
—Eso no era nada. —Apunta un dedo en dirección a la ventana—.
Ese tipo estaba borracho y fue agresivo contigo. Te agarró a la fuerza, por
el amor de Dios. Así que o te llevo o se lo decimos a tu papá. —Se cruza
obstinadamente de brazos.
Lo miro fijamente, furiosa. No me gusta que no me dejen opción.
¿Y desde cuándo se convirtió en un tipo decente que se preocupa
por mi bienestar?
—¿Qué harás? —presiona—. Tengo el número de tu padre aquí...
así que podemos llamarlo ahora... —Busca su teléfono en su bolsillo.
—¡De acuerdo! —grito—. ¡Joder! Tú ganas. Dejaré que me lleves y
traigas del trabajo.
Se guarda el celular en el bolsillo y me sonríe con suficiencia.
No sé si debería estar enojada o agradecida de que se preocupe por
mi bienestar. Y no es un mal tipo, en cuanto a tamaño, para tenerlo como
pseudo guardaespaldas. Parece un tanque.
Coge su taza, se termina el café y luego vuelve a colocarlo en la
mesa. Luego, se quita las zapatillas, que son enormes, por cierto.
Grandes pies, gran…
Ni siquiera vayas allí, Ari.
Mis mejillas se ruborizan y murmuro: —Eh ... ¿te quedas? —Dejo
mi taza a un lado después de terminarme hasta la última gota de café.
—Un rato, en caso de que el imbécil decida regresar.
58

—¿Y tengo otra opción sobre esto? —Claramente, todavía me siento


molesta por que me haya acorralado hace un minuto.
Ares se sienta. —Por supuesto que sí. Es tu casa, Ari.
—Bueno, no tuve opción hace un minuto. —Doblo mis brazos sobre
mi pecho.
—Tenías opción. Siempre tienes una opción. ¿Preferiría que le
contaras a tu papá lo que pasó con ese imbécil? Sí. Pero no lo harás, así
que te quedas conmigo por ahora hasta que sepa que Kyle el vagabundo
recibió el mensaje y no volverá a molestarte. Ahora, si quieres que me
vaya a casa y te deje en paz, lo haré. Solo prométeme que te encerrarás
cuando me vaya. Y, si vuelve, llamarás a la policía y luego a mí. En ese
orden.
Lo veo alcanzar sus zapatos para volver a ponérselos, y tengo una
sensación extraña y tensa en el pecho al pensar que se va. La palabra
sola me vibra en la mente.
Estoy cansada de estar sola.
—Espera…
Se detiene y me observa. No puedo mirarle a los ojos. Bajo la vista
a las manos en mi regazo.
—Eh... tú... puedes... quedarte un rato. Si quieres. —Hago que
parezca que le hago el favor yo cuando en realidad es al revés.
Soy tan patética que la situación es graciosa.
Me arriesgo a mirarlo a través de mis pestañas.
—Está bien. —Asiente y baja los zapatos.
Decido no profundizar en el hecho de que no estoy lista para que
se vaya. Simplemente... nunca he tenido a alguien que se preocupe por
mí... bueno, por mi seguridad, así, antes, y es... agradable.
Él es agradable.
Y ahí van tres palabras que nunca pensé que diría en relación con
Ares Kincaid.
Cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
—Eh... ¿quieres ver un poco de televisión? —le pregunto por la
necesidad de romper con la rara atmósfera que reside aquí actualmente.
—Claro —dice.
—¿Qué te apetece?
—Fútbol —responde.
Gimo y, así, volvemos a la normalidad.
—Oh, sí, olvidé que no te gusta.
No creo ni por un segundo que se le haya olvidado. La sonrisa de
59

su cara me lo dice.
—Hablando en serio, ¿cómo no te gusta el fútbol? Especialmente
cuando tu papá es entrenador de fútbol. Debes haber pasado toda tu vida
a su alrededor.
La verdad es que no. Mi padre casi nunca se encontraba en casa
para compartir conmigo su amor por el fútbol.
Por supuesto, no digo eso. No quiero entrar en detalles sobre ello
con él. Y no es que no me guste el fútbol en sí. Es solo que me molesta el
hecho de que mi padre lo eligiera antes que a su familia.
—Simplemente no es lo mío.
—Entonces, ¿qué es lo tuyo? ¿Pintar? —Asiente con la cabeza en
dirección a mi caballete que está en la esquina de la habitación.
—Oh. —Trago—. No. Eso es solo un... pasatiempo.
No sé por qué mentí. Supongo que... no quiero hablarle de otra cosa
en la que he fallado.
Ares me mira por un largo momento, como si estuviera tratando de
ver lo que realmente hay dentro de mi mente. —Hmm —murmura—.
Bueno, creo que tendré que ver qué puedo hacer para cambiar de opinión
sobre tu gusto por el fútbol.
—¡Ja! —Me río—. Buena suerte con eso.
—Eso parece un desafío, Jailbird. Deberías saber que me encanta
un desafío.
Jailbird. Ah, así que ha vuelto a llamarme así. Supongo que no todo
ha cambiado, entonces.
—Entonces, ¿qué quieres ver? —pregunto, cambiando la pregunta,
tratando de ocultar mi decepción.
Sus ojos me valoran. Luego, se encoge de hombros; esos grandes
hombros suyos. —No me importa. ¿Qué estás viendo en este momento?
—Riverdale.
—¿De qué trata?
—De un grupo de estudiantes de secundaria que...
—Paso.
—¡Ni siquiera he tenido la oportunidad de decirte de qué trata! —
Me río.
—Me perdiste en “trata de estudiantes de secundaria”.
—Bien. Entonces nada de series sobre estudiantes —anuncio,
desplazándome por la lista—. Oh, ¿has visto Dexter? —le pregunto,
deteniéndome.
—No. ¿Es esa serie sobre el asesino en serie que es policía?
—Analista de salpicaduras de sangre, pero sí. No la he visto, pero
he oído que es increíble. Quiero verla desde hace un tiempo, pero soy
60

demasiado cobarde para verla sola —admito con una risa.


—Está bien, ponla. Veamos el primer episodio y a ver si es buena.
—¿Quieres algo de comer antes de que la ponga?
—¿Qué tienes?
—Papas fritas, eh... algunas galletas, creo. Ah, y helado.
Me mira. —Las papas fritas están bien.
Me levanto de la silla y me dirijo a la cocina. Agarro las dos bolsas
de papas fritas que tengo en mi alacena.
—¿Cuál quieres? —le pregunto, levantándolas para que las vea—.
¿Cheetos originales o Doritos Nacho?
—Doritos.
—Qué bien. Porque yo quiero los Cheetos.
—Podría cambiar de opinión.
—Demasiado tarde. —Le lanzo la bolsa de Doritos y se ríe.
Me siento en mi silla y pongo Dexter.
—¿Cuántas temporadas hay de esto? —pregunta Ares mientras
abro mi bolsa de papas fritas.
—Um... ocho, creo.
—Mierda. Eso es mucha televisión. —Se ríe.
—No te preocupes; solo te haré soportar este primer episodio.
Él me mira, muy fijamente. —No estoy preocupado. —Su voz es
profunda y segura.
Intento ignorar el escalofrío que siento, y fracaso miserablemente.
No hablamos en todo el episodio, ambos demasiado absortos.
Cuando el piloto termina, nos miramos con los ojos muy abiertos, y Ares
me dice que ponga el próximo episodio.
Antes de hacerlo, voy al baño y tomo un par de refrescos de regreso
a la sala de estar.
Agarro la manta que tengo en el respaldo de la silla y me cubro con
ella antes de poner el siguiente episodio.
Estamos en el cuarto episodio, y puedo sentir mis ojos pesados por
el sueño, cuando miro a Ares y me doy cuenta de que está dormido.
Se ha encorvado, con la cabeza inclinada hacia atrás en la parte
superior de mi sofá, las piernas largas estiradas en el suelo. No se ve
cómodo en absoluto.
Lo miro por un momento. Se ve mucho más joven dormido. Cara
relajada. Oscuras pestañas sombreando sus pómulos. Su cabello caído
sobre su frente. Me pregunto si es tan suave como parece.
61

Apago el televisor a mitad del episodio y aparto la manta,


levantándome de la silla.
—¿Ares? —digo suavemente.
—¿Mm-hm? —murmura.
—Te has dormido.
Él hace un sonido soñoliento. En realidad, es bastante lindo.
—Si estás cansado, puedes quedarte aquí, si quieres. —Me muerdo
el labio.
—Bien... —murmura, con los ojos todavía cerrados.
Agarro la manta de mi silla y, cuando me vuelvo hacia él, se
extiende. La cabeza apoyada en el brazo del sofá, las piernas largas
colgando del otro extremo, y ya está roncando ligeramente.
Sonrío y luego lo cubro con mi manta.
Me aseguro de que la puerta de entrada está cerrada y coloco la
cadena. Apago la luz y luego me dirijo al baño para lavarme los dientes.
Cuando termino, me pongo el pijama y luego me meto en la cama,
satisfecha de saber que, por primera vez en mucho tiempo, no estoy sola.
62
10
Traducido por Maria Graterol
Corregido por Tolola

Despierto con el sonido de alguien moviéndose por mi apartamento,


y mi corazón se para.
Mierda.
Entonces recuerdo que Ares durmió anoche en el sofá y me relajo.
Busco mi teléfono para ver la hora. Seis y media.
Una sonrisa crece en mis labios. Dormí toda la noche.
No había hecho eso desde antes de estar sobria.
Supongo que tener a Ares en el apartamento ayudó.
Salgo de la cama para ir a verlo. Abro la puerta de mi habitación y
entro a mi salita, y allí está Ares.
Dentro del armario del pasillo, que está lleno de todas mis pinturas.
Y las está mirando.
—Estaba buscando el baño —dice, mirando sobre su hombro hacia
mí.
Y no parece culpable por haber sido atrapado.
Imbécil.
Su ropa está arrugada por el sueño. Su cabello es un desastre. Sus
ojos brillan. Y yo podría estar pensando en lo hermoso que se ve justo
ahora si no estuviera husmeando en mis pinturas.
—Pensaba que era solo un pasatiempo —dice.
—Pensaba que no era de tu incumbencia —le respondo.
63

Se ríe, un sonido profundo y resonante que me afecta de una


manera que no quiero examinar ahora mismo.
—¿Nadie te ha dicho nunca que es grosero hurgar en las
pertenencias de los demás? —Me coloco la mano sobre la cadera, y la tira
de mi camiseta para dormir se desliza de mi hombro.
Se da la vuelta, sosteniendo una de mis pinturas en sus manos y
veo que sus ojos van a mi piel expuesta. Siento un calor abrasador en mi
pecho, que se traslada hacia mi rostro.
Un estallido de calor explota dentro de mí, como si hubiera
encendido un interruptor.
—Técnicamente, no estaba hurgando. Fue un descubrimiento
accidental —dice.
Tiene la mandíbula apretada, pero me da la impresión de que no
está enojado. Bueno, puede ser que él no lo esté, pero yo sí.
—Oh, bueno, eso lo arregla todo. —Cruzo los brazos sobre mi
pecho. Y entonces recuerdo que no llevo sujetador.
Oh, por Dios.
Cierro los ojos mientras gruño.
Se ríe. —No te preocupes, Jailbird; no es nada que no haya visto
antes.
Abro los ojos, juzgándolo.
—Los vestuarios. Tu sujetador no cubría exactamente todos los
bienes.
Baja lentamente la mirada hasta mis pechos y puedo ver el
recuerdo de ese momento en sus ojos.
En ese entonces me miró como si me deseara. Antes de que supiera
quién era yo.
Lo más loco es que… me está mirando de esa manera justo ahora.
Y me estoy muriendo. De un infierno ardiente de vergüenza y algo
que me tiene apretando mis muslos y poniéndome los pezones duros.
Aprieto los brazos sobre mi pecho.
—Eres linda cuando te avergüenzas.
—Y tú cuando estás donde no te quieren.
Voy a tomar la pintura de sus manos, pero él es más rápido y la
levanta fuera de mi alcance. Después recuerdo… pezones, y me envuelvo
los brazos sobre los pechos otra vez.
Sostiene la pintura de una bailarina que hice hace un año. Una
adolescente, mirando a lo lejos, en un tutu, sosteniendo sus zapatillas de
ballet sobre un hombro, y en sus pies un par de Dr. Martens rosas.
Me inspiré cuando observé a una adolescente entrando a un
64

estudio de ballet, cerca de la galería donde solía trabajar. Iba vestida


entera con su traje de ballet, el cabello en un moño, las zapatillas
colgando de un hombro y en sus pies un par Dr. Martens rosa fuerte.
Pensé que estaba increíble. Perfectamente arreglada con un toque
de la rebeldía que lleva por dentro solo mostrándose en sus pies.
Fui a casa y trabajé toda la noche en esa pintura. Me tomó dos
días. Después salí y me compré un par de Dr. Martens rosas. Más tarde
esa noche, usé las botas cuando salí a un bar con Kyle donde me
emborraché totalmente, y Kyle vomitó en una de mis botas nuevas.
Tuvimos una pelea por ello. Después Kyle se fue, dejándome en
medio de la calle sola.
Tuve que caminar a casa, ya que no había taxis a la vista. Y lavé
mi bota cuando llegué a casa.
Kyle apareció al día siguiente con flores, una botella de vino y
pidiendo disculpas. Y lo perdoné.
—¿Por qué me dijiste que era solo un pasatiempo? —dice Ares—.
Está claro que es mucho más que eso.
—De nuevo, no es de tu incumbencia.
—¿Estudiaste arte?
Me doy cuenta de que no dejará de hacer preguntas hasta que le
dé todas las respuestas.
—Sí.
—Eres increíblemente talentosa.
—Soy buena —respondo.
—¿Buena? —repite, con el ceño fruncido—. Entonces, eso es lo que
haces.
—¿Qué? ¿Pintar?
—No, menospreciarte.
Ah.
Me muerdo el labio, metiéndomelo en la boca, y desvío la mirada.
Lo escucho bajar la pintura y, lo siguiente que se, es que está frente
a mí, sus dedos agarrándome la mandíbula, levantándome la mirada a la
suya.
Lo observo, manteniendo dentro todo mi dolor. Un dolor que
suplica salir.
—No deberías esconder tu talento —dice suavemente.
Se me escapa una risa seca. —¿Por qué debería exponerlas cuando
todo lo que hacen es recordarme lo que ya no puedo hacer?
Mierda.
Frunce el ceño en confusión. —¿Qué quieres decir?
65

Cristo. Yo y mi gran bocota.


—¿Por qué te importa? —pregunto—. Ayer a esta hora todavía me
odiabas.
La confusión se convierte en enojo. —Nunca te odié, Ari. Pero esto
no es sobre mí. Así que no intentes cambiar de tema. Dime qué querías
decir.
—Ya no puedo pintar, ¡vale! —Alejo sus manos de mi rostro. Doy
un paso atrás, golpeando la pared—. Dejé de beber y ahora ya no puedo
pintar. ¿Feliz?
—No, no estoy feliz. —Se inclina contra la pared frente a mí, su
mirada en la mía—. ¿Por qué no puedes pintar?
—¿No me escuchas?
—Te escucho. Es solo que creo que dices puras estupideces.
—Jódete.
El idiota sonríe. —Y ahí está. La pequeña Jailbird.
—¡Deja de llamarme así! —grito, con mis manos en mi cabello,
agarrándolo en dos puños—. Dios, ¡eres tan irritante!
Esta vez suelta una carcajada, y quiero tomar un puño de los que
están en mi cabello y usarlo para golpear su perfecta mandíbula.
—Me alegra que mi vida te parezca una broma.
Su humor desaparece, reemplazado por irritación. —Créeme, lo
último que creo es que seas una broma.
¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Dime la verdadera razón por la que ya no pintas.
—Porque el alcohol me hace buena, ya no bebo; ergo, ya no puedo
pintar.
—¿Cuánto tiempo has pintado?
—Desde que era una niña.
—¿Cuándo empezaste a beber?
—Cuando era una niña.
Frunce el ceño. La mirada en sus ojos me hace querer encogerme.
Una mirada de consternación mezclada con disgusto.
—Tenía quince años —explico en un susurro, bajando la mirada.
Pasa un minuto hasta que vuelve a hablar. Por un momento me
pregunto si no dirá nada y solo saldrá de mi apartamento. No podría
culparlo si lo hiciera.
—Pero supongo que empezaste a pintar antes de los quince. Un
66

talento como este, siempre está en ti, ¿verdad?


—Sí… —digo, alzando lentamente la mirada para verlo—. Siempre
he pintado. Desde que era pequeña.
—Entonces todavía puedes. Solamente piensas que no puedes.
Pero tu talento aún está ahí.
—No sé…
—Hazme un favor. Deja de castigarte con ese lienzo en blanco.
—No me estoy…
Levanta una mano, silenciándome, enviándome una mirada.
¿Me estoy castigando? Pensaba que trataba de inspirarme. Pero, ¿no
tendría las pinturas donde pudiera verlas para recordar lo que puedo
hacer… lo que podría volver a hacer? En lugar del lienzo en blanco.
—Cuelga las pinturas. Recuérdate lo que eres capaz de hacer. Lo
que se te da bien. Lo que amas. Bueno, todas ellas, excepto esta. —Agarra
la pintura de la bailarina—. Quiero esta.
—¿Por qué?
—Mi sobrina está obsesionada con el ballet. Le encantará.
—No sabía que eras tío.
—Dos sobrinas. Son las hijas de Zeus. Gigi tiene cinco y una
obsesión por el ballet. Y Thea solo tiene seis semanas.
—Qué lindo.
—Ridículamente lindo.
—Apuesto a que las consientes.
Me da una mirada. —Todo el maldito tiempo. Por ejemplo. —Señala
la pintura—. Entonces, ¿puedo comprarte esta? No me importa cuánto
cueste.
—No. —Sacudo la cabeza.
—Ari…
—Llévatela. Como un regalo, ya sabes, por la ayuda de anoche.
—No me debes nada por eso.
Me encojo de hombros. —Como sea. Aun así, quiero que la tengas.
Bueno, tu sobrina.
—Tienes que dejarme darte algo por ella. No puedo simplemente
tomarla. No es correcto.
—Honestamente, no quiero nada pero, si tanto lo deseas, haz una
donación a alguna caridad.
—Vale. Puedo hacer eso. —Asiente—. ¿Qué caridad?
—La Fundación Americana para la Prevención del Suicidio —digo
sin pensar.
67

Me observa sin palabras. Como si tratara de encajar todas las


piezas de mí como un rompecabezas, pero se estuviera quedando sin
trozos.
—De acuerdo. —Su voz es áspera—. Hoy haré la donación.
—Gracias —digo suavemente.
Nos quedamos en silencio por un momento. Todas las palabras no
dichas cuelgan en silencio sobre nosotros.
Él es el primero en hablar. —Bueno, supongo que debería irme.
—Cierto. Sí. Claro.
Lo sigo hasta mi sala de estar y miro tranquilamente mientras se
pone los zapatos.
Entonces, lo sigo hasta la puerta de entrada. Quita el pestillo y la
abre, saliendo con mi pintura en las manos.
—Bueno… gracias otra vez por salvarme anoche.
Sacude la cabeza. —No tienes que agradecerme, Jailbird. Hice lo
que haría cualquier tipo.
—Bueno, no cualquier tipo. No creo que Kyle hiciera nada por
salvarme el culo.
—Buen punto —dice.
Me río entre dientes.
—No olvides que te llevo mañana.
Me llevo dos dedos a la cabeza en modo de saludo. —¿Por qué llegas
siempre tan temprano?
Siempre está ahí antes que los demás jugadores. Y siempre es el
último en irse.
—Me gusta hacer cardio antes de empezar el entrenamiento.
—¿Y después? Te quedes después que los otros jugadores se van.
—Pesas, algunas veces un masaje. Y me gusta pasar el tiempo
viendo cintas de jugadas.
—Nerd —digo.
Se ríe.
—Bueno, por lo menos ahora sé por qué mi padre piensa que eres
lo máximo. Eres sin duda su jugador más dedicado.
—¿Tú no crees que soy lo máximo?
—Nop. —Sonrío—. Creo que eres lo mínimo.
—Golpe bajo, Jailbird. —Se aplasta la mano sobre el corazón—.
Casi hieres mis sentimientos. —Da un paso atrás—. Mañana temprano.
Ocho en punto. Estate lista para salir.
—Sí, jefe.
68

—Y no veas Dexter sin mí —dice sobre el hombro mientras se dirige


a las escaleras.
¿Eso significa que quiere volver? ¿No solo para llevarme al trabajo,
sino que también para ver televisión conmigo? ¿Tal vez quiere ser mi
amigo?
Siento una luz en mi interior con ese pensamiento.
—Vale. Pero no te preocupes. No me atrevería a verlo sola. De
verdad. Me cagaría en los pantalones si lo hiciera.
El comentario me gana una risa de su parte. —Nos vemos, Jailbird.
—Nos vemos, señor Perfecto.
Cierro la puerta con el sonido de su risa y me inclino contra ella,
sintiéndome un poco más ligera y mucho más feliz.
69
11
Traducido por Val_17
Corregido por Sahara

Es viernes. Estoy de muy buen humor. Ha sido una buena semana.


Ares me ha llevado al trabajo todos los días y me ha dejado en casa,
justo como dijo que lo haría.
Incluso me acompaña hasta mi apartamento cuando me lleva a
casa, como si pensara que Kyle va a saltar desde detrás de la pared y
atraparme.
Tampoco ha habido ninguna señal de Kyle desde esa noche, lo cual
es algo bueno.
Ares y yo nos estamos llevando bien. Ya no hay más sarcasmo ni
comentarios de mierda de su parte.
En realidad, hablamos como gente normal. Y he descubierto que
tenemos más en común de lo que me imaginé.
Bueno, no toneladas de cosas en común. Pero nos gustan las
mismas películas y música.
De acuerdo, entonces eso es todo. Pero me gusta él. Me gusta lo
que tiene que decir. Me gusta escucharlo hablar.
Descubro que espero con ansias nuestras charlas en el auto.
Y durante esta semana no he tenido ni un mal momento. No me
malinterpreten; la necesidad de alcohol siempre está presente, en el fondo
de mi mente. Es solo que no ha sido tan fuerte.
Ares no ha mencionado que veamos Dexter juntos otra vez. Y no
quiero ser yo quien se lo pida. No quiero presionar una amistad con
alguien que no quiere. Entonces, la pelota está en su cancha.
Aunque me muero por ver más episodios de Dexter, y me estoy
70

preguntando si debería verlo sola. Durante el día, por supuesto.


He visto a Missy un par de veces esta semana, lo cual ha sido
divertido. Ella me agrada mucho.
Almorzamos juntas el domingo. Me llamó unas horas después de
que Ares se fuera para invitarme a almorzar. Nos encontramos en una
linda cafetería en Times Square. Se disculpó por haber faltado al cine,
pero le dije que no necesitaba hacerlo. Quiero decir, su amiga iba a tener
un bebé; eso era mucho más importante. Me dijo que su amiga, Amanda,
tuvo un niño llamado Freddie. Missy me mostró una foto del bebé en su
teléfono. Tan malditamente adorable.
Entonces, me preguntó por Kyle. Dijo que Ares se lo contó. Quiero
decir, le pedí que no se lo dijera a mi papá, lo cual no hizo, pero no pensé
en otras personas. Supongo que, que Missy lo sepa no es un problema, y
me dijo que solo se lo contó porque ella se estaba quedando con él en este
momento, y acababa de llegar a casa del hospital por la mañana cuando
él entró luego de quedarse en la mía.
Después de eso, enfoqué la conversación hacia ella. Me habló de
sus sobrinas, Gigi y Thea. Prácticamente resplandecía cuando hablaba
de ellas, claramente es una tía encantada. También me mostró fotos. Lo
juro, tenía fiebre de bebés para el final de ese almuerzo.
Sin embargo, Missy nunca mencionó la pintura que le di a Ares
para Gigi, así que algo se guardó para sí mismo. Y estoy agradecida por
eso. No quiero hablar de mi arte con nadie en este momento… o la falta
de él.
Missy también me contó que era una estudiante de psicología en
Dartmouth. Se encuentra en casa por el verano, quedándose con Ares,
como siempre lo hace. Me dijo que su hermano gemelo, Lo, se halla en
Europa actualmente, viajando con sus amigos. Él estudia en Penn State,
obteniendo un título de abogado.
Me contó toneladas de cosas.
Una cosa que noté que nunca mencionó fue a sus padres. Y nunca
pregunté.
No quiero que me pregunte por mi mamá, así que no voy a hacerle
preguntas sobre sus padres.
Pero sí sé que Ares paga la matrícula universitaria de ella y Lo, ya
que mi papá me lo dijo una vez. Así que, o bien sus padres no son
financieramente capaces de ayudar con su educación o no se encuentran
presentes.
Algo me dice que podría ser lo último.
Además, Missy y yo fuimos al cine juntas el martes por la noche.
Solo ella y yo, sin Ares esta vez. Fuimos a ver The Greatest Showman de
nuevo. Bueno, de nuevo para mí, primera vez para Missy. Pero me sentía
más que feliz de verla por segunda vez.
71

He tenido una semana bastante ocupada, para mis estándares, y


ha sido muy bueno.
Me encuentro de camino a la sala de reuniones de los jugadores en
este momento para preparar la reunión semanal del equipo.
La sala de reuniones está al otro lado del gimnasio.
Estoy caminando por allí cuando escucho que dicen mi nombre —
bueno, una variación del mismo— y me detengo cerca de la puerta
parcialmente abierta.
—Entonces, Kincaid… tú y la hija del entrenador Petrelli.
No reconozco la voz, pero es uno de los jugadores del equipo. Ellos
son los únicos que utilizan el gimnasio.
—Ari y yo, ¿qué? —Esa voz sí la conozco. Es la que me he
acostumbrado a escuchar en su auto cada mañana y tarde.
—Oh, Ari —canta la voz—. Así que, ya estás en la fase del primer
nombre con ella. Supongo que deberías ya que la estás follando.
¿Qué?
—No la estoy follando, imbécil. Y no me refiero a ella como hija del
entrenador Petrelli porque tiene un maldito nombre: Ari.
Hace solo una semana atrás se refería a mí como Jailbird. Todavía
lo hace de vez en cuando, pero ahora lo tomo como algo que ha cambiado
del insulto al descaro.
—Oye, hombre, no te culparía si lo estuvieras haciendo. Ella es
muy atractiva.
—Estoy seguro de que a tu esposa le encantaría escucharte decir
eso.
—Oye, podría estar casado, pero no estoy ciego. Y Arianna Petrelli
tiene unas buenas curvas. —Hay una pausa entonces—. ¿No crees que
es atractiva?
—Está bien, supongo. Si te gusta ese tipo de cosas.
Si te gusta ese tipo de cosas.
Guau. Gracias, mariscal de campo.
—Um… lindo rostro, gran culo. Claro, su delantera no es enorme,
pero definitivamente hay algo allí.
—Tienes problemas. En serio, deberías hablar con un doctor.
Una risita. —Mira, todo lo que oí es que ella ha sido vista en tu auto
un montón esta última semana, y si yo lo estoy escuchando, también el
entrenador.
—¿Y? Todo lo que estoy haciendo es darle un aventón a casa.
—¿Así es como lo llaman los chicos hoy en día?
Es el turno de Ares para reír. —No seas idiota, Thompson. —Ah,
72

así que es el corredor de respaldo con el que se encuentra allí adentro—.


Ari ya no tiene licencia, y tomaba el autobús. Vivo en la ciudad, no muy
lejos de ella, así que me ofrecí a llevarla.
Hay una pausa. Entonces: —Así que, ¿en serio no la estás follando?
—¿Te parezco estúpido?
Y los cumplidos siguen llegando.
—¿Esa es una pregunta con trampa?
—Vete a la mierda. —Ares se ríe—. Y no, no estoy follándola.
—Entonces, eres tan estúpido como pareces, mariscal. Porque si
yo estuviera soltero, estaría tocando eso en un instante.
—Nah. Es la hija del entrenador. Es una receta para el desastre en
sí. Y toda la mierda en la que se metió a principios de este año… ella tiene
un equipaje amplio. Y el equipaje no me interesa.
73
12
Traducido por IsCris
Corregido por Sahara

La canción “Black” de Pearl Jam está sonando en la camioneta de


Ares. Y es la adecuada porque es del color de mi estado de ánimo en este
momento.
El equipaje no me interesa.
Las palabras se han repetido en mi cabeza todo el día, y me he
estado enfadando cada vez más.
No sé por qué me molesta tanto. No es como si estuviera interesada
en él de esa manera.
Claro que no, Ari. Sigue diciéndote eso.
De acuerdo. Me gusta. Un poco. Pero sé que él no tiene ningún
interés en mí de esa manera, así que no estoy prestando atención a mis
sentimientos. En su lugar, los estoy aplastando.
Y, sí, me dolió cuando escuché que no estaba interesado en mí.
Más aún porque tenía equipaje.
Pero, sobre todo, estoy enojada porque no me gusta ser el tema de
conversación de él y su amigo mientras están haciendo repeticiones.
Es una falta de respeto.
Sí, pero resulta que él no te respeta. ¿Recuerdas cómo solía hablarte?
¿Las cosas que te decía?
Lo sé, pero pensé que las cosas habían cambiado después de esa
noche con Kyle. Pensé que ahora veía a la verdadera yo. No solo la chica
arruinada que se aferra con sus uñas para mantenerse sobria.
Pero, claro, nada ha cambiado. Él todavía me ve de esa manera.
74

No quería ir a casa con él esta noche. Pero tampoco quería que


supiera que lo había escuchado.
Entonces, aquí estoy, sentada en su camioneta.
Enojada, herida y un millón de cosas más. Dedos doblados en mis
palmas en tranquila contemplación.
—¿Estás bien allá, Jailbird? —pregunta, tocando el volante con los
dedos al ritmo de la canción.
—Mmhmm.
—Suena como si lo estuvieras.
—Estoy bien. —Aprieto la mandíbula y miro por la ventanilla del
pasajero.
Puedo sentir sus ojos en mí otra vez, pero lo ignoro.
—Quería decirte esta mañana que... A Gigi le encantó la pintura.
Se la di anoche.
—Me alegro. —Estoy hablando con la menor cantidad de palabras
como sea posible porque, si digo más, mi ira se desatará.
—Hice la donación a la Fundación Americana para la Prevención
del Suicidio.
—Bien.
Gira el auto a la derecha y pisa firmemente los frenos, deteniéndose
junto a la acera y todavía estamos a cinco minutos en coche de mi
apartamento.
—Está bien, ¿qué sucede? —dice en un tono frustrado.
—Nada.
—Nada. Claro. —Asiente, incrédulo—. Entonces, nada es la razón
por la que apenas has dicho una palabra durante la última media hora,
y por la que ahora no me miras.
Vuelvo mis ojos hacia él. —No sabía que era un requisito hablar.
Parece molesto, pero hay un destello de algo más en sus ojos que
no puedo descifrar. —No lo es, pero por lo general, no puedo hacer que
dejes de hablar.
Bien.
Tal vez, si hubiera mantenido su boca cerrada, entonces no me
sentiría como me siento ahora.
Como la mierda.
Y como si realmente quisiera beber.
No, no es cierto. No voy a dejar que su descuido con las palabras
me lleve por el camino de los pensamientos en espiral.
—¿Vas a decirme qué te sucede?
75

—¿Por qué?
—¿Por qué? —repite, levantando una ceja.
—Sí, ¿por qué? ¿Por qué te importa si algo me molesta?
Se ve sorprendido. Como si no estuviera realmente seguro de la
respuesta. —Me importa y ya.
Me río sin humor. —Buena respuesta.
—Puto infierno, Jailbird. —Levanta sus manos, irritado—. Porque
somos amigos; por eso.
—Pensé que tenía demasiado equipaje para ser tu amiga.
Frunce el ceño. —¿De qué estás hablando?
—Te escuché... en el gimnasio, hablando con Thompson sobre mí.
—¿Y? —Su cara no cambia. No hay rastro de culpa allí.
Entonces, ¿qué esperaba? Es de él de quien estoy hablando. No creo
que el chico sea capaz de sentirse culpable.
—¿Y? —Me río otra vez, y todavía no tiene rastro de humor—. No
me gusta ser el objetivo de ataque tuyo y de tu amigo.
—No eras ningún objetivo. Thompson estaba siendo un imbécil, y
yo solo trataba de callarlo.
—Hiciste un trabajo excelente con eso.
—Por el amor de Dios —responde—. Es solamente una charla de
vestuario. Eso es lo que hacen los chicos. No voy a pararme allí y decirle
cosas que le darán municiones para darme cuerda más tarde.
—Oh, bueno, eso está bien entonces.
—¡Deja de ser tan sensible!
—Vete a la mierda, Kincaid. ¿Alguna vez has pensado que tal vez
no es que yo sea sensible, sino que tú eres el imbécil insensible? —le
grito.
Empuja su mano por su cabello, agarrando las hebras. —Fue una
conversación irrelevante, y la estás sacando de contexto sin ninguna
razón. No hablé mal de ti. Solo expuse hechos.
—Sí, ¿qué habías dicho? “Así que, ¿en serio no la estás follando?” —
le digo, imitando una voz masculina—. “¿Te parezco estúpido?” Entonces,
eso es un hecho, ¿cierto? ¿Que alguien tendría que ser estúpido para
estar conmigo?
—¡Eso no es lo que dije!
—¡Acabas de decir que expusiste hechos! ¡Y ese fue uno de los
hechos que le dijiste a Thompson esta mañana!
—Lo estás sacando de contexto.
—No lo creo.
—¡Jesús! Mira, por eso evito a las mujeres como tú...
76

—¿Mujeres como yo? —Suelto una risa seca, interrumpiéndolo—.


Quieres decir, mujeres con equipaje. Mujeres con problemas de abuso de
sustancias, ¿verdad?
—Sí. —Sin dudarlo, y el frío en su voz es suficiente para volver a
congelar las capas de hielo que se derriten en la Antártida.
Trago con fuerza, más allá del nudo en mi garganta. —Bueno, ya
no necesitas evitarme. —Agarro mi bolsa y abro la puerta.
—¿A dónde vas? —Suena irritado, tal vez incluso aburrido. Y eso
me hace sentir un millón de veces peor.
Dios, fue tan estúpido pensar que alguna vez sería mi amigo. No
ha cambiado nada de la persona que conocí ese día.
Es el mismo imbécil crítico que era entonces.
—A algún lugar donde no estés —digo y salgo del camión.
—Estás siendo tonta, Ari. Todavía quedan seis cuadras para llegar
a tu apartamento.
Me volteo hacia él, con mi mano en la puerta, lista para cerrarla.
—Suena propio de mí, ¿cierto, señor perfecto? Tonta con equipaje de un
kilómetro de ancho. —Luego, cierro la puerta de golpe antes de que pueda
decir algo más para lastimarme, y me marcho, alejándome en dirección
opuesta a él.
77
13
Traducido por Julie
Corregido por Tolola

“Bye Bye Bye Bye” de NSYNC suena por los altavoces de la estación
de acoplamiento de mi iPod en mi sala de estar.
Debería estar haciendo yoga. Relajándome. Concentrándome.
Despejándome la mente. Pero no puedo.
Tengo demasiada ira dentro de mí como para intentar hacer yoga.
Así que ahora mismo estoy haciendo ejercicio en mi sala de estar
para deshacerme de la adrenalina que desgarra mi cuerpo, y así
relajarme lo suficiente como para hacer yoga.
Podría haber salido a correr para quemar la energía caliente, pero
no estoy segura de que no iría directo a un bar en este momento.
Cómo me las arreglé para llegar a casa sin entrar en uno fue un
maldito milagro.
¿Me detuve fuera de un pub y lo miré fijamente durante cinco
minutos?
Sí.
¿Entré?
No.
Y, por eso, merezco una maldita medalla.
Tenía tantas ganas de entrar. Habría sido tan fácil.
Pero no cedí al impulso, y eso es lo que cuenta.
En vez de eso, me alejé y volví a casa caminando a toda velocidad.
En el momento en que entré a mi apartamento, me quité la ropa y me
puse un sostén deportivo y pantalones cortos. Puse mi mesa de café
78

contra la pared y encendí mi música.


Debía haber estado escuchando NSYNC la última vez que tuve mi
iPod encendido, así que lo dejé sonando. No hay nada mejor que una
banda de chicos de la vieja escuela para hacer ejercicio a la antigua.
Abdominales. Flexiones de brazos. Saltos de tijera. Cualquier cosa para
quemar mi ira. Y está funcionando lentamente.
Me bombea el corazón. Estoy sudando. Sacando esa ira de mis
venas y de mi mente.
Empiezo a hacer aerobismo en mi apartamento, cantando junto
con la música.
Probablemente parezca una persona loca ahora mismo. Pero lo
hago lo mejor que puedo.
No estoy acostumbrada a lidiar con mis emociones. En el pasado,
cuando sentía algo que no podía soportar, bebía y luego desaparecía.
Es como aprender a manejar mis emociones sin muletas otra vez.
Pero lo hice.
Lo estoy haciendo.
“Bye Bye Bye” llega a su fin e “It's Gonna Be Me” empieza a sonar.
Me río, pensando en los memes sobre esta canción.
Dios, soy lamentable.
Empiezo a cantar cuando oigo lo que creo que es un golpe en la
puerta de mi casa.
Me detengo e inclino la cabeza en esa dirección, preguntándome si
realmente lo oí o no.
Sí, lo hice, porque viene de nuevo, pero esta vez es más fuerte.
Debe ser uno de mis vecinos. Espero que no vengan a quejarse de
la música.
Bajo el volumen. Luego, me acerco descalza a la puerta.
Estirándome en las puntas de los pies, reviso la mirilla.
Inhalo con sorpresa cuando veo quién está detrás de mi puerta.
Ares.
¿Cómo demonios ha entrado en mi edificio? Tienen que dejarte
entrar. Y, ¿qué está haciendo aquí? Probablemente venga a desquitarse
conmigo y decir la última palabra.
Bueno, que se vaya a la mierda.
Me alejo de la puerta, sin intención de abrirla.
Como si supiera que lo he pensado, me dice a través de la puerta:
—Ari, sé que estás ahí. Acabo de oírte bajar la música de mierda.
Aj. Imbécil.
79

Testarudamente doblo los brazos sobre mi pecho. —No estoy


fingiendo no estar aquí. Simplemente elijo ignorarte.
—Pero ahora no me estás ignorando. —Suena petulante.
Imbécil.
Le levanto el dedo medio aunque no pueda verme.
—¿Quieres abrir la puerta?
—No.
—Por favor.
Creo que nunca le había oído usar la palabra “por favor”. Menos
hacia mí.
Eso me hace abrir la puerta. Pero estoy frunciendo el ceño cuando
la abro. Y odio cómo mi corazón cambia de ritmo al verlo ahí de pie.
Corazón traidor.
Veo su mandíbula apretada mientras observa mi apariencia. Y,
¿saben qué? Ni siquiera me importa que solo lleve un sostén deportivo y
pantalones cortos, toda sudada. No estoy tratando de impresionarlo.
En realidad, nunca quise impresionarlo, punto.
Todo lo que siempre quise fue caerle bien. Que fuera mi amigo.
Cuando finalmente levanta los ojos de mi cuerpo hacia mi cara,
arquea la ceja. —¿NSYNC? ¿En serio?
—¿Hiciste que abriera la puerta para poder criticar mi elección de
música?
—No. Quería asegurarme de que estabas bien, y...
—Quieres decir que viniste a ver si estaba borracha. Bueno, no.
Lamento decepcionarte.
Sus ojos se oscurecen, su mandíbula se aprieta. —Ni siquiera se
me pasó por la cabeza.
Eso me sorprende.
—De hecho, vine a disculparme.
No, eso me sorprende. Tengo que agarrar la puerta para evitar caer
hacia atrás por el impacto.
—Tenías razón. No debería haber hablado de ti con Thompson. En
el momento en que sacó el tema, debí haberlo callado. Me dejé llevar por
las bromas de los vestuarios, y estuvo mal. Lo siento por eso.
—Gracias por disculparte. Pero había algo de verdad. Crees que
tengo equipaje.
—¿No lo tiene todo el mundo?
Cierto.
—Supongo. Pero lo usaste como una razón para no estar conmigo.
80

Su cabeza se inclina hacia un lado. —¿Quieres... eso?


—¡Dios, no! —Mentirosa—. Me duele oír que no puedo salir con
nadie por mis problemas de abuso de alcohol.
—No es que no puedes salir con nadie, Ari. Lejos de eso.
Mi corazón se acelera.
—Pero no puedo salir con alguien... como tú.
Y se desploma.
—Por mis propias razones. Pero no debería haberlo dicho como un
insulto contra ti cuando estaba hablando con Thompson.
Odio el dolor que siento en el pecho.
Sé que no me quiere. Siempre lo supe desde el momento en que lo
conocí.
Claro, probablemente piense que soy follable.
Veo la forma en que me mira a veces. Lo está haciendo ahora
mismo. No estoy ciega.
Pero pensar que sería divertido follarse a alguien es completamente
diferente a verlos como material de citas.
Soy todo lo contrario a lo que él quiere.
Lo sé.
Entonces, ¿por qué me molesta tanto?
Puedo tenerlo como amigo, y eso es enorme. No tengo muchos...
vale, no tengo amigos. Pero ahora lo tengo a él y, gracias a eso, también
a Missy. Y eso lo significa todo.
—Entonces, ¿me perdonas? —pregunta con voz dulce.
Saber que le importa lo suficiente como para venir a disculparse
compensa todo lo que pasó esta mañana y en su camioneta de camino a
casa.
—Claro. —Sonrío, y él también.
—¿Significa eso que ya puedo entrar?
—Oh. Está bien. —Doy un paso atrás, dejándolo entrar en mi
casa—. ¿Cómo entraste a mi edificio? —pregunto, cerrando la puerta
mientras se dirige a mi sofá.
—Tu vecino me dejó subir al salir —me cuenta mientras se quita la
chaqueta, la coloca sobre el brazo del sofá y se sienta y se quita los
zapatos.
Me encanta lo cómodo que ya está en mi apartamento.
—Qué buena seguridad —bromeo.
—Es un gran aficionado de los Giants.
81

—Claro que sí. —Pongo los ojos en blanco, y él se ríe.


—¿Tienes hambre? —me pregunta.
Después de ese entrenamiento, me muero de hambre. —Sí.
—¿Te gusta la pizza?
—¿El Papa caga en el bosque?
Se pone a reír a carcajadas. —Sabía que había una razón por la
que me gustabas, Jailbird —canta—. Mierda, ahora quiero ver El Gran
Leboski.
—No, vamos a ver Dexter —le digo—. Porque me has hecho esperar
casi una semana entera para ver el próximo episodio, y me estoy
muriendo.
—¿Quieres decir que no me engañaste y lo viste ya? —Su risa se
ha parado, y el tono de su voz es tan serio que me hace detenerme y
mirarlo.
Hay algo en la forma en que me mira que me hace sentir como si
fuera una especie de prueba.
Una prueba que esperaba que fracasara.
Pero no lo hice.
—Por supuesto que no. —Le doy una mirada de enfado—. Cuando
digo que haré algo, lo hago.
Algo parecido al alivio le parpadea en los ojos, y deja una cálida
sensación dentro de mí.
Me acerco y apago NSYNC, luego cojo el control remoto de la
televisión y se lo tiro. —Prepara el próximo episodio de Dexter mientras
pido la pizza. ¿Algo que no te guste? —le pregunto.
—Anchoas. Son el demonio. Me gusta todo lo demás.
—Sabía que había una razón por la que me gustabas, mariscal de
campo. —Sonrío, devolviéndole sus palabras de antes.
Me regala una amplia sonrisa que le llega hasta los ojos.
Siento esa sonrisa hasta los dedos de los pies, como una descarga
de adrenalina.
Y sé que estoy en problemas.
82
14
Traducido por Gesi
Corregido por Tolola

He sido convocada a la oficina de mi padre. No sé para qué me


quiere. Normalmente, no me llama a su oficina. Si quiere algo, me avisa
por teléfono y ya. Solo he estado en su oficina una vez desde que empecé
a trabajar aquí, y fue en mi primer día, por lo que no tengo un buen
presentimiento.
Mientras subo por las escaleras hacia el segundo piso, donde está
la oficina, miro las fotos colgadas en la pared de jugadores en acción a lo
largo de los años. Hay una de Ares, y me hace sonreír.
Voy a ir al cine con él esta noche. Después de decir que quería ver
El Gran Leboski luego de mi comentario sarcástico “¿El Papa caga en el
bosque?”, me comentó hace unos días que vio que la proyectarían en un
cine de Greenwich Village en una noche de proyecciones de películas
antiguas y me preguntó si quería ir.
Mi respuesta fue: —¿El Papa caga en el bosque?
Claramente, soy graciosísima.
Nunca pude ver El Gran Leboski cuando se estrenó por primera vez
porque solo tenía tres años, así que será genial verla en pantalla grande.
Y, por supuesto, estaré con Ares, lo cual hará que sea aún mejor.
Nos hemos llevado muy bien después de nuestro desacuerdo.
Prácticamente pasó todo el fin de semana en mi casa viendo Dexter.
Comimos una gran cantidad de comida y vimos muchos episodios. Ya
estamos en la tercera temporada.
Aunque tuve que echarlo el domingo, ya que había organizado ir de
compras con Missy.
Bueno, fue más como ver vidrieras para mí, porque estoy tratando
83

de ahorrar para devolverle el dinero a mi papá. Fue divertido. No había


tenido un día de compras de chicas en una eternidad.
Estaré triste cuando Missy regrese a Dartmouth, pero hemos
prometido enviarnos mensajes todo el tiempo e incluso me invitó a
visitarla. Aunque sin fiestas de fraternidad.
Pero, cuando regrese, aún tendré a Ares para pasar el rato. En
realidad, creo que estas últimas semanas he pasado más tiempo con él
que con Missy.
Aunque cuanto más tiempo paso a su alrededor, más crecen mis
sentimientos por él. Los mantengo ocultos, pero necesito controlarlos
porque tener sentimientos no correspondidos por alguien que se está
convirtiendo en un buen amigo no es un camino que quiera seguir. Tengo
que mantenerme la cabeza despejada.
Porque me estoy permitiendo confundir cosas amigables que hace
con algo más que no es. Como cuando me pasa algo y sus dedos rozan
los míos, y mi deseosa mente me dice que lo hizo a propósito. O cuando
creo que lo siento mirándome, pero cuando lo miro no lo está haciendo.
Mi estúpido corazón le está susurrando tonterías a mi cerebro, y
necesito detenerlo.
Ares solo me ve como una amiga. Y eso es suficiente.
Es más que suficiente.
Es mucho más de lo que he tenido alguna vez.
Después del accidente, pensé que mi vida había terminado.
Pero mírenme. Tengo un trabajo. Puede que no sea el que quiero y
aún no esté pintando, pero es un comienzo.
No he bebido en siete meses.
Tengo dos nuevos grandes amigos. Es posible que esté cachonda
por uno —Ares—, pero es solo un enamoramiento y pasará pronto.
La vida es buena.
Aún estoy sonriendo cuando llego a la puerta de la oficina de mi
padre. Golpeo una vez y entro.
Está hablando por teléfono, así que simplemente me acerco, me
siento frente a él y coloco el bolso en el suelo junto a mis pies.
Levanta un dedo diciéndome que terminará en un minuto y
asiento.
Me tomo un momento para observarlo mientras habla.
Mi papá es un hombre guapo.
Cumplirá cincuenta el próximo año, pero se ve como si estuviera
en los primeros años de sus cuarentas. Su cabello es tupido y oscuro con
solo una pizca de gris a los lados. Es una bestia de hombre, alto y
84

gigantesco. Y aún está en muy buena forma para su edad.


Las mujeres todavía le echan vistazos. La anfitriona del restaurante
al que me llevó la otra noche estaba coqueteando con él abiertamente. No
es que se diera cuenta siquiera. En realidad me sentí un poco mal por
ella.
Dios, recuerdo las discusiones que causaba entre él y mi madre
cuando aún vivía. Siempre me sentía mal por él porque no era como si
hiciera algo para incentivar a esas mujeres que lo miraban y coqueteaban
con él, y tampoco les dio pie nunca.
Pero, entonces, nunca se fijaba en mi madre tampoco. Tal vez ese
era el problema.
Está más interesado en el fútbol. Siempre ha sido así, y siempre lo
será.
Antes de que yo naciera, jugaba profesionalmente al fútbol, pero
una lesión en la rodilla hizo que su carrera terminara temprano.
Cuando era una niña, me levantaba con una mano y me sentaba
sobre su hombro, y recuerdo lo segura que me sentía allí arriba porque
sabía que nunca me dejaría caer.
Pensaba que nada ni nadie podría herirme mientras tuviera a un
padre tan grande y fuerte como él.
Qué equivocada había estado.
—Sí, suena bien, Bill —dice terminando su llamada—. La próxima
semana. Sí… sí. Nos vemos luego. —Cuelga el teléfono y me mira—.
¿Cómo estás?
—Bien. ¿Querías que viniera?
—Sí. —Se inclina hacia atrás en su silla con los codos en los
apoyabrazos y cruza los dedos—. Ares te ha estado trayendo al trabajo y
de regreso a casa. —No es una pregunta; sabe que es un hecho—. ¿Hay
algo que necesite saber?
Frunzo el ceño. —¿Como por ejemplo?
—¿Estás saliendo con él?
—No.
—¿Te acuestas con él?
—Jesucristo, papá. —Sacudo la cabeza, molesta—. No es que sea
de tu incumbencia con quien salgo o con quien me acuesto…
—Eres mi hija, así que es de mi incumbencia. Y especialmente si
es uno de mis jugadores.
Correcto. Así que esto en realidad es acerca de su precioso jugador,
no de su hija.
¿Por qué no me sorprende?
—Bueno, puedes descansar tranquilo, papá. No estoy haciendo
85

nada con Ares Kincaid, excepto montarme en su camioneta, y no es


montarme en el sentido bíblico de la palabra. Sabía que vivía en la ciudad
y tomaba el autobús, por lo que se ofreció a llevarme.
—Entonces, ¿solo son amigos? —Parece sorprendido de que sea
incluso una opción.
Caramba, gracias, papá.
No quiero que sepa que pasamos el rato. Si tiene un problema con
que viaje en su camioneta, entonces definitivamente lo tendrá si sabe que
Ares pasa tiempo en mi apartamento.
—No diría amigos… pero he pasado el rato con su hermana un par
de veces. —Digo esto para orientarlo hacia otro lugar.
—Missy. Sí, la conozco. —Asiente—. Parece una buena chica.
A diferencia de mí.
—Lo es.
Hace una pausa por un momento, jugueteando con sus dedos. Lo
miro fijamente, esperando que diga lo que sea que cree que necesita decir.
—Mira, Ari… no creo que sea una buena idea que andes en la
camioneta de Ares.
—No sabía que necesitaba tu permiso.
Aprieta los labios. Esa es la señal para cuando está frustrado. —Él
es mi mariscal de campo. Tú eres mi hija. La gente habla.
—Noticias de último momento: la gente siempre habla. Es la belleza
del don del habla.
—No seas listilla, Ari. Sabes exactamente de qué hablo. Estás en
un lugar crítico, y no necesitas que la gente hable sobre ti.
—¿Quieres decir más de lo que ya lo hacen? Estoy bastante segura
de que todos en Nueva York saben lo peor de lo que he hecho. Pero no es
sobre eso, ¿verdad? No, esto es sobre Ares. No quieres que la gente hable
sobre él, mucho menos en la misma oración conmigo, ¿verdad? Es mala
prensa si la gente piensa que el mariscal está bajando sus estándares a
la jodida hija del entrenador. Bueno, no te preocupes, papá; Ares no está
haciendo nada conmigo que pueda desprestigiar su nombre. —Las
lágrimas me pican en la parte posterior de los ojos, así que me pongo de
pie—. Y volveré a tomar el autobús a casa de ahora en adelante. No quiero
manchar la brillante reputación de tu jugador estrella.
—Eso no es lo que estoy diciendo y lo sabes.
—Tonterías. Eso es exactamente lo que estás diciendo. Créeme,
papá, sé dónde está tu lealtad, y es seguro que no es conmigo.
Con las manos sobre el escritorio, se pone de pie. Su rostro está
tenso de la ira. —¿Mi lealtad no está contigo? Correcto, entonces no fui
yo el que te sacó del lío en el que te habías mentido. El que te metió en
rehabilitación. Que hizo que te limpiaras. Te dio este trabajo. Noticias de
último momento: todo fui yo, Ari, te guste o no.
86

—Sí, ¡me salvaste el culo! Bien hecho. ¿Pero dónde diablos estabas
cuando te necesitaba después de que mamá muriera? Incluso antes de
su muerte, cuando las cosas estaban mal en casa. —Me golpeo el pecho
con la mano. Me arde la cara. No debería estar diciendo estas cosas, pero
no puedo detenerme—. ¡En el campo de fútbol! Ahí es donde estabas.
¡Donde siempre estás! Así que no finjamos que no lo hiciste por nada más
que la obligación y la mala prensa que podría traerte. Y no porque te
importe una mierda.
Sus ojos se oscurecen. —Me importa, Ari.
—Al igual que mamá.
Me mira como si acabara de abofetearlo.
Es un golpe bajo y lo sé, pero estoy enojada y herida, y ahora mismo
no me importa.
Tomo mi bolso del piso y salgo de su oficina, cerrando la puerta de
un golpe detrás de mí.
Me arden los ojos cuando bajo por las escaleras.
No llores. No llores.
No me detengo cuando llego al último escalón. Camino directo por
el vestíbulo y paso por el escritorio de la recepción donde Marissa, la
recepcionista, habla por teléfono. Me oculto el rostro detrás de una
cortina de cabello y salgo del edificio.
Afortunadamente, Patrick no está en el portón de seguridad, por lo
que no tengo que detenerme y hablar con él sobre por qué me voy
temprano.
Y sigo caminando cuando empieza a llover, y la ironía no se me
pasa por alto ahora mismo. Y supongo que no importará si lloro. Nadie
será capaz de notar la diferencia. Así que dejo que me caigan las lágrimas.
Tengo la intensión de detenerme en la parada del autobús, pero
sigo caminando cuando llego.
Y sigo caminando hasta la ciudad.
Y entro directamente al primer bar que veo.
87
15
Traducido por AnnyR’
Corregido por Tolola

—¿Cómo te va? —Luke toma el taburete a mi lado, descansando


los brazos en la parte superior de la barra.
—He estado mejor —le respondo en voz baja.
Tengo los brazos en la barra, la barbilla apoyada en ellos, los ojos
fijos en el vaso de vino en la barra frente a mí.
Llamé a Luke cinco minutos después de pedir el vino. Me dijo que
esperara y que pronto estaría allí. No bromeaba. Eso fue hace veinte
minutos, y él vive en la ciudad. Debe haber roto todas las leyes de
velocidad para llegar aquí.
—No he bebido nada —le digo, mis ojos todavía fijos en la copa de
vino, al ver el reflejo distorsionado de mi rostro en ella.
Mi verdadera cara.
—Lo sé —dice amablemente.
—Aunque quiero hacerlo.
—También lo sé.
Dejo escapar un suspiro de tristeza.
—¿Quieres que me deshaga de eso? —pregunta.
—No… todavía. —Mis ojos se deslizan hacia los de él—. No me lo
voy a beber, pero… —Me callo. Todavía no estoy lista para dejarlo ir.
—Lo sé —dice, comprendiendo—. Si fueras a beber ese vino, ya lo
habrías hecho, y definitivamente no me habrías llamado. Créeme; lo sé.
Luke lleva ocho años limpio: de drogas y bebida. Tiene treinta y
pocos años. Un millonario, construido de cero. Es dueño de una empresa
88

de tecnología. Casi lo perdió todo en drogas, alcohol y mujeres. Una


sobredosis que casi lo mata fue lo que ayudó a despertar.
—Lamento haberte arrastrado hasta aquí.
—No lo lamentes. Sabes las reglas. Nunca te disculpes por pedir
ayuda. Soy tu padrino. Estoy aquí para hacer eso: ayudarte cuando lo
necesites. Y, Ari, llevas siete meses limpia, y esta es mi primera llamada
tuya a un bar. Diría que lo estás haciendo muy bien.
Resoplo con una risa seca. —Solo tú dirías que me está yendo muy
bien cuando estoy sentada en un bar con una copa de vino frente a mí.
—Veo lo positivo en todo. Soy un rayo de sol. ¿Qué puedo decir?
Me río otra vez; todavía no hay humor en ello.
—Entonces —Apoya la barbilla en su mano—, ¿quieres hablar de
eso?
Sacudo la cabeza.
—Bueno. Entonces, ¿qué quieres hacer?
—Beber. —Le lanzo una sonrisa irónica.
—Eres graciosísima.
—Lo intento.
—Simplemente no renuncies a tu trabajo diario.
Aparece el cantinero y le pregunta a Luke: —¿Qué puedo ponerte?
—Coca Cola light para mí, y una para ella también. Y, si pudiera
deshacerse del vino, se lo agradecería.
—Aguafiestas —murmuro mientras el barman me quita el vino de
mi línea de visión.
—Lo sé. Soy sensato y aburrido.
No hablamos durante un rato. Nos colocan nuestras Coca Colas
Light frente a nosotros. Luke las paga.
Está esperando a que hable.
No tiene que esperar mucho. Me rindo como un traje barato.
Dejo escapar un suspiro. —Tuve una pelea con mi papá. Una
grande.
—Está bien. ¿Sobre…?
Suspiro de nuevo e inclino la barbilla en su dirección, mirándolo.
—Ares… el tipo del que te hablé.
—El mariscal de campo de tu padre.
—Ajá. Sabes que me ha estado llevando y trayendo del trabajo
después de lo que pasó con Kyle.
89

—Y estoy de acuerdo con Ares en que deberías considerar obtener


una orden de restricción contra Kyle, y también que debes decírselo a tu
padre.
Suspiro, sacudiendo la cabeza. —Bueno, a mi papá no le gusta que
pase tiempo con Ares.
—¿Por qué? El tipo es un amigo, ¿verdad? Y una influencia
positiva, por lo que parece.
—Mi papá no quiere que pase tiempo con él… por el bien de Ares,
no el mío.
—Oh.
—Piensa que será perjudicial para la reputación de Ares: ya sabes,
la hija jodida del entrenador que sale con el mariscal de campo estrella.
No quiere prensa negativa. No con la temporada a punto de comenzar.
—¿Él dijo eso?
—En pocas palabras… pero sí. Entonces, me enojé y le dije algunas
cosas de mierda sobre mi madre.
—¿Eran ciertas?
Me encuentro con su mirada verde y estable. —Sí.
—Entonces, no te sientas mal por decirlas. Sabes que creo que
deberías decirle a tu padre cómo te sientes por no estar presente cuando
eras más joven, cuando lo necesitabas. No digo que si él hubiera estado,
no habrías empezado a beber, nadie puede decir eso, pero te decepcionó
cuando más lo necesitabas, Ari.
—Según él, estuvo allí durante lo más importante, después del
accidente, cuando toqué fondo.
—Poner a un ser querido en rehabilitación y rescatarle el culo no
es estar ahí. Está haciendo algo proactivo y correcto para ayudarlo. Pero
estar presente se trata de darles su tiempo y escucharlos cuando lo
necesiten. Tu papá no hace eso. En el pasado, con tu madre, ignoró el
problema porque no sabía cómo manejarlo, y te dejó para que lidies con
eso. No podía dejar que tú te ocuparas de esto, y no había nadie más para
hacerlo, así que tuvo que dar un paso al frente, pero no está haciendo lo
suficiente. Debería estar haciendo más.
Mis ojos arden por las lágrimas. No puedo hablar porque, si lo hago,
se derramarán. Tomo un sorbo de Coca Cola Light e intento estabilizar
mis emociones.
—¿Nos vamos de aquí? —pregunta Luke.
Asiento, y sale de su taburete. Recojo mi bolso y bajo del mío.
Mis piernas tiemblan cuando lo sigo hacia su auto, un deportivo
BMW azul brillante.
Lo abre, usando el llavero, y entro por el lado del pasajero. Se sube
al asiento del conductor y arranca el motor.
90

—¿Adónde te llevo? —pregunta.


—Podríamos ir a un club. —Le doy una sonrisa triste, dejando
escapar una risa vacía—. A casa —le digo en voz baja.
Realmente no quiero ir a casa, a mi apartamento vacío. Pero no
tengo adonde más ir.
Me pongo el cinturón de seguridad y Luke saca el auto a la calle.
Estamos a solo unos minutos de la ciudad, en dirección hacia allá,
cuando recuerdo que se supone que voy a ir al cine con Ares esta noche.
Dios, no puedo salir con él, no mientras me siento así.
Y no quiero que sepa lo cerca que estuve de beber hoy.
Estaría decepcionado de mí, y no podría soportarlo. Probablemente
me caería por el borde.
Saco mi teléfono del bolso y le envío un mensaje.
Oye, voy a tener que cancelar esta noche. Lo lamento. Salí
temprano del trabajo, ya que no me siento bien. ¿En otra ocasión?
Mientras espero a que me responda, me paso una mano por el pelo
y se me atasca en los enredos. En mi teléfono, cambio a la cámara interior
para mirarme el cabello.
Casi grito cuando me veo.
El rímel y el maquillaje de ojos están manchados bajo ellos. Parezco
un panda. Y mi cabello es un lío húmedo, anudado.
Me veo como solía verme la mañana después de beber.
—¡Jesucristo! —me quejo—. ¡Me veo desastrosa!
—Sí. —Luke asiente, riendo.
—¡Muchas gracias! Podrías haberme dicho que me veía así cuando
entraste al bar —me quejo, tratando de limpiarme el desorden de debajo
de los ojos.
—Lo siento. —Se encoge de hombros—. Pero no quería empujarte
al límite diciéndote que te veías como la Novia de Frankenstein. Pensé
que te habrías bebido ese vino de una si te lo hubiera dicho. Sé que yo lo
habría hecho si hubiera estado en público pareciéndome a ti en este
momento.
—Imbécil —me quejo.
Se ríe. —Y esa es la razón por la que me pediste que fuera tu
padrino.
—Porque eres un imbécil.
—Porque soy sincero.
Lo miro y sonrío por primera vez desde la discusión con mi padre.
—Eso es cierto.
91
16
Traducido por IsCris
Corregido por Tolola

Luke detiene el auto fuera de mi edificio. Lo miro fijamente,


sabiendo lo que me espera allí arriba.
Un apartamento vacío.
—Gracias por traerme y salvarme —le digo mientras me quito el
cinturón de seguridad.
—Siempre. ¿Quieres que vaya y te haga compañía por un rato? —
pregunta.
—Sí. —Mi respuesta es tan rápida y ansiosa; es para reírse. Y él se
ríe—. Dios, soy patética, ¿verdad? —gimo—. Soy una mujer adulta, tengo
miedo de estar sola en caso de que sucumba al impulso y corra al bar
más cercano y beba hasta estar en coma.
—No eres patética, Ari. Eres humana. Y valiente por admitir que
tienes miedo.
—Gracias. —Le doy una sonrisa triste.
—He estado allí, ¿recuerdas? Demonios, todavía estoy allí. Sé lo
que se siente. Y, además, no puedo dejar que vayas a otro bar, con ese
aspecto. —Hace un gesto hacia mi cara, sonriendo.
—Estúpido. —Me río.
—Vamos —dice, quitándose el cinturón de seguridad y apagando
el motor—. Puedes hacerme un café.
Luke me sigue por los escalones de mi edificio que me llevan hasta
mi apartamento. Abro mi puerta delantera, dejándonos entrar.
Me quito los zapatos y voy a la cocina para poner el agua a hervir.
92

—¿Te importa si me doy una ducha rápida y me limpio? —Hago un


gesto al desastre que soy.
—Por supuesto que no. Adelante. En realidad, ¿tienes hambre? Me
salté el almuerzo y me muero de hambre.
—Podría comer. ¿Qué estás pensando?
—Comida china.
—Me suena bien. Hay un sitio de comida china para llevar justo en
la esquina de mi cuadra.
—Perfecto. Ve a bañarte y yo iré a buscar algo de comida. ¿Algo en
específico?
—Tallarines.
—¿Rollos de huevo?
—Uno para mí.
—Entendido. —Se dirige a la puerta.
—¿Quieres algo de dinero? —le pregunto.
Me lanza una mirada que me dice que es un no definitivo.
—De acuerdo. Bien, llévate mis llaves en caso de que todavía esté
en la ducha cuando regreses. —Se las tiro y las atrapa.
—Vuelvo en seguida.
Giro por el pasillo hacia el baño cuando escucho que la puerta
delantera se cierra de golpe. Cierro la puerta del baño y abro la ducha
para que se caliente.
Me miro en el espejo del baño.
Dios, soy un desastre.
Y no me refiero solo al estado de mi cara.
Me aparto del espejo y me quito la ropa. Entro a la ducha y meto la
cabeza debajo de la alcachofa.
La sensación del agua caliente es justo lo que necesito para ayudar
a despejar mi mente de mis problemas.
Lo único malo es que todos seguirán allí después de que termine
esta ducha.
Vuelvo la cara hacia el agua y me lavo el maquillaje. Luego, me lavo
el cabello con champú antes de peinarlo con acondicionador, y luego me
enjabono el cuerpo con mi gel de baño favorito con aroma a frambuesa y
luego me enjuago.
Estoy consciente de que no debo estar demasiado tiempo en la
ducha, ya que no quiero llevar puesta solo la toalla cuando Luke vuelva,
y no traje nada de ropa al baño.
Apago la ducha y me quito el exceso de agua del cabello. Agarro
93

una toalla de la barandilla y me cubro el cuerpo con ella.


Acabo de abrir la puerta del baño cuando escucho un golpe en la
puerta.
¿Ese es Luke ya? Pero se llevó mis llaves, así que ¿por qué está
tocando?
Hombres. Pongo los ojos en blanco mentalmente.
—Usa mis llaves —grito—. Acabo de salir de la ducha.
Sin respuesta. Pero hay otro golpe.
Cristo.
Me aprieto la toalla mientras me dirijo hacia la puerta y la abro.
—No me has perdido las lla... —Las palabras mueren en mi lengua
al ver a Ares de pie frente a mí.
—Hola —dice. Sus ojos recorren pausadamente mi cuerpo vestido
con una toalla, causando que se me erice la piel, antes de volver a mi
cara—. ¿No perdí qué?
—Uh, ¿qué? —tartamudeo, sorprendida de que esté aquí.
—Has dicho: “No me has perdido...” algo. ¿Qué debo haber perdido?
—Uh... —Aparentemente, ese es el noventa por ciento de mi
vocabulario—. Nada. Yo, uh, pensé que eras otra persona.
—Oh. —Sus ojos se apagan—. ¿Estás esperando a alguien?
—¿Qué? ¡No! No, por supuesto que no. —Mis ojos se dirigen a la
escalera.
¿Por qué le estoy mintiendo?
Porque eres una borracha impresentable y tu padrino tuvo que venir
a rescatarte de un bar y sigue aquí porque no puedes confiar en estar sola.
Los ojos de Ares siguen los míos por encima de su hombro hacia
las escaleras y luego vuelven a mí. Me mira con suspicacia.
Mierda.
—¿Cómo has entrado a mi edificio? —le pregunto, con mi voz
extrañamente alta.
—La puerta principal estaba abierta. La seguridad en tu edificio da
asco, Jailbird.
Me chupo los labios y asiento en acuerdo.
Entonces hay una extraña e incómoda pausa entre nosotros.
Cambio mi peso de pie, sosteniéndome la toalla. —Entonces... ¿qué
estás haciendo aquí? —Dios, sonó mucho más duro de lo que quería.
La incomodidad destella en sus ojos, y quiero abofetearme.
—Oh, sí. No recibí tu mensaje de texto hasta que volví a la ciudad.
La batería de mi celular se había agotado, así que tuve que cargarlo en
94

mi camioneta de camino a casa. De todos modos, pensé en pasarme por


aquí y asegurarme de que estabas bien. Y… te traje esto. —Sostiene un
recipiente de sopa para llevar que ni siquiera me di cuenta de que estaba
sosteniendo hasta ahora—. Es una sopa —me dice, sonando incómodo,
lo cual es extraño porque siempre es muy seguro—. Tallarines de pollo.
—Se rasca la mejilla—. Y la sopa ayuda cuando estás enferma, ¿verdad?
Así que, te he traído... sopa.
—Eso es, uh... muy... amable... gracias. —Aún no le he agarrado la
sopa. Simplemente estoy de pie aquí, mirándolo fijamente, como si fuera
a echar alas y volar—. Yo... —empiezo, pero la alegre voz de Luke me
interrumpe.
—Hola.
Los ojos de Ares se vuelven hacia Luke, y la expresión de su cara...
es horrible.
Confusión se transforma rápidamente en comprensión y luego se
convierte en ira y decepción.
Todo me golpea como un puñetazo al pecho.
Me siento sin aliento. Y enferma.
Luke, por supuesto, ignora por completo el hecho de que cancelé
mi velada con Ares, diciéndole que no me encontraba bien porque soy
una completa y absoluta cobarde que no quería decirle la verdad sobre
mi crisis y que Luke tuvo que venir y salvarme de un bar en el que estaba
sentada, mirando un vaso de vino como la alcohólica que soy.
Ahora, Ares está aquí, siendo dulce y trayéndome sopa y siendo un
muy buen amigo, y Luke está aquí con comida china. Y Ares va a pensar
que le cancelé por Luke y que le mentí sobre eso.
Lo cual hice.
Pero, si le cuento la verdad... por qué está aquí Luke... Ares se
disgustará conmigo. Recordará que soy todo lo que desprecia y ya no
querrá ser mi amigo.
Y no quiero perderlo.
Y, también, sigo llevando solo una maldita toalla delante de ambos.
Dulce Jesús, por favor toma el volante.
—Hola, hombre. —Luke se detiene frente a Ares, quien está de pie
junto a mí, y le sonríe—. Soy Luke. —Extiende la mano hacia Ares para
sacudir la suya.
Ares mira la mano de Luke como si estuviera cubierta de mierda.
Por un momento, creo que no va a estrecharle la mano, pero luego
lo hace.
Toma la mano de Luke y la sacude. —Ares —dice, con voz profunda
y áspera. Escalofríos vuelan sobre mi piel ante el sonido.
95

—El jugador de fútbol, ¿verdad? —Luke sonríe—. Qué bien, es un


placer conocerte, hombre. Ari, llevo esto a la cocina y lo emplato. —Luego,
pasa junto a mí y entra en mi apartamento, dejándome aquí con Ares.
A quien no me atrevo a mirar.
Me arriesgo a mirarlo, y su cara es de piedra. Los ojos más azules
que he visto en mi vida. La mandíbula como si fuera granito.
—Yo…
—Supongo que no necesitarás esto —dice con una voz más fría que
el culo de un oso polar. Se aleja de mí, llevando la sopa con él.
—Ares…
Me interrumpe con una risa hueca y con un movimiento de cabeza,
como si esto fuera lo que esperaba todo el tiempo... que lo decepcionara.
—Dios, soy un jodido idiota —dice en voz baja.
—No. —El pánico en mi voz es palpable—. No entiendes…
—Guárdatelo —responde—. No me interesa nada de lo que tengas
que decir. —Sus ojos pasan por encima de mi cabeza, indudablemente
hacia Luke. Luego, vuelven a mí, fríos y duros—. Disfruta de tu velada —
agrega con amargura. Y se va, caminando por el pasillo, corriendo por las
escaleras, lejos de mi vista.
Y me quedo allí, con mi corazón latiendo a un ritmo doloroso en mi
pecho, ojos mirando el espacio vacío donde él estaba.
Mierda.
Lo he jodido y mucho.
Piensa que le mentí.
Le mentiste, imbécil.
Mierda.
Cierro la puerta y me apoyo contra ella.
Luke está de pie en la cocina, sirviendo la comida. Sus ojos suben
a los míos. —¿Todo bien? —pregunta.
—Sí… no.
—¿Quieres hablar de ello?
Es mi turno de reír secamente. —No.
—Está bien, pero…
—Pero ¿qué?
—Bueno, ¿estás segura de que ustedes dos son solo amigos?
—Uh... —Bueno, lo éramos. Pero ahora no estoy tan segura—. Sí.
Por supuesto. ¿Por qué?
—Bueno, me pregunto si él sabe eso. Porque, por un momento, no
96

estaba seguro de si iba a estrecharme la mano o romperla.


—Oh.
Oh.
17
Traducido por samanthabp & Dakya
Corregido por Tolola

Después de que Ares se fuera, fui a mi habitación y me puse mis


pantalones de yoga y una camiseta negra. Me até el cabello húmedo en
un moño desordenado y entonces fui a la sala y me senté con Luke para
comer la comida china que había traído.
Las palabras de Luke continuaban dando vueltas en mi cerebro
mientras comíamos.
Habló de cosas banales. Yo le di vueltas a mi comida, de la cual no
comí mucho porque mi apetito se había ido después de la visita de Ares.
Entonces, recibí un mensaje de texto.
Nunca me había movido tan rápido para agarrar mi teléfono,
esperando que fuera Ares.
Pero era mi papá, comprobando que estuviera bien después de
nuestra pelea.
No mencionó la pelea en sí ni las cosas que me dijo. Básicamente
quería asegurarse de que no estaba borracha. No dijo eso exactamente,
el mensaje de texto decía: ¿Estás bien?, pero me ha mandado suficientes
mensajes de esos como para saber leer entre líneas.
Eso me molestó aún más. Pero no quería dejarlo sin respuesta o
preocuparlo, si siquiera es capaz de eso, así que le respondí.
Me encuentro bien. Estoy cenando con mi padrino.
Sabía que eso lo dejaría tranquilo.
Y lo hizo, me respondió con un: Bien.
Luke insistió en ayudarme a lavar los platos y, cuando estuvieron
limpios, le dije que me sentía mejor, sin temor de correr a por alcohol
97

para que no se preocupara al irse. Estaba demasiado metida en mi propia


cabeza después de lo que pasó con Ares para ser buena compañía.
Luke me miró por un largo momento, pero lo que sea que vio en mi
cara lo dejó satisfecho de que me encontraba bien y se fue con mi
promesa de llamarlo por la mañana.
Y, ahora, me encuentro sentada en mi apartamento silencioso,
mirando a la pantalla negra de mi televisión que no me he molestado en
encender, pensando sobre ese momento con Ares. Por qué se enojó tanto.
Lo enferma que me siento por mentirle o por qué cancelé nuestros planes.
Y por qué Luke creía que Ares me veía como más que una amiga. Él no
me ha dado ninguna indicación de eso. Si algo, ha hecho más que público
de que no soy en absoluto su tipo.
Necesito hablar con él para, por lo menos, disculparme por ser
deshonesta.
Pero, si tenemos esa conversación, tendré que decirle quién es Luke
y por qué estaba aquí.
Tal vez lo aleje, pero no está aquí exactamente de todas maneras.
¿Verdad? Así que, ¿qué tengo que perder?
—Al carajo —le digo a mi apartamento vacío.
Me levanto, meto los pies en mis zapatillas y me pongo mi chaqueta
de cuero, tomo mi teléfono, el bolso y las llaves. Entonces, salgo de mi
apartamento y cierro la puerta detrás de mí, saliendo de mi edificio.
En la calle, comienzo a caminar hasta que veo un taxi. Lo llamo y
me meto. Le doy al conductor la dirección del edificio donde vive Ares;
solo sé dónde vive porque lo mencionó una vez. No tengo ni idea en qué
apartamento vive.
Así que esta es una idea bastante estúpida.
Pero tengo que hacer algo. Tengo que verlo. No es una conversación
que quiera tener por teléfono.
Así que supongo que simplemente lo llamaré cuando esté en su
edificio para dejarle saber que estoy aquí, y espero que no me rechace y
tener la oportunidad de disculparme y explicarme.
Cuando el taxi se detiene fuera del edificio de apartamentos diez
minutos después, estoy temblando de nervios.
Le pago al conductor y salgo.
Escucho el taxi alejarse detrás de mí y miro hacia el edificio. Es
muy bonito. Más bonito que el edificio en el que vivo yo.
No es como si donde vivo fuera una basura. Pero su edificio grita
dinero.
El cual tiene, gracias a su carrera de fútbol.
Camino hacia la puerta principal y la abro, entrando.
98

—Hola. ¿Puedo ayudarle?


Mis ojos se levantan hacia el guardia de seguridad en su escritorio.
Su edificio tiene seguridad, y el mío tiene una puerta principal que
algunos residentes olvidan cerrar.
Mierda, ¿la cerré cuando me fui?
—Hola. —Me acerco al escritorio—. Estoy aquí para ver a Ares
Kincaid.
—¿La está esperando?
—No. ¿Le importaría llamarlo y hacerle saber que estoy aquí?
—Por supuesto. —Sonríe—. ¿Cuál es su nombre?
—Arianna Petrelli.
Espero mientras levanta el teléfono del escritorio y llama a Ares. Mi
pierna se mueve en el mismo sitio.
¿Y si no quiere verme?
Entonces, irás a casa, comerás helado y sentirás lástima por ti
misma. Pero estarás bien.
—Señor Kincaid. Es Phillip, de seguridad. Tengo a la señorita
Arianna Petrelli aquí para verlo. Vale.
Cuelga el teléfono y lo miro con el corazón en la garganta.
—Puede subir. —Casi me rompo la cara con la sonrisa que golpea
mis labios.
—Gracias —digo, y después—: ¿Qué piso? No he estado aquí antes.
—Sonríe.
—Tome el ascensor hasta el octavo piso. Es el apartamento ocho
cero dos.
—Gracias.
Camino hacia el ascensor, presiono el botón y la puerta se abre
inmediatamente.
Entro y pulso el botón del octavo piso.
Casi no me puedo quedar quieta mientras el ascensor sube.
Temblando, trato de saber que decir... cómo decirlo.
Simplemente comienza con la verdad y ve desde allí.
El ascensor timbra a su llegada. La puerta se abre y salgo.
No necesito esperar a saber cuál es el apartamento de Ares ya que
está de pie en la puerta de la entrada, esperándome.
Sin camiseta.
Bendito Dios.
Tiene sus grandes brazos cruzados contra su pecho enorme y duro
como la piedra.
99

Está descalzo, con solo unos pantalones de deporte gris oscuros


que le cuelgan bajo en las caderas. Puedo ver la línea de vello oscuro que
corre desde su estómago y entra en sus pantalones hacia su...
Jesucristo, creo que hay saliva saliendo de la esquina de mi boca.
Presiono la palma de la mano allí solo para revisar, y sí, sí la hay.
Genial. Ven a disculparte y comienza a babear por él.
Bien hecho, Ari.
Respiro profundo, reuniendo fuerzas, y comienzo a caminar hacia
él. Me mira, sin decir nada. Tiene los ojos entrecerrados, haciéndolos
parecer más oscuros de lo que realmente son.
Trago saliva. El calor y el miedo son una mezcla furiosa dentro de
mí.
Cuando llego a él, levanto la barbilla y lo miro a la cara.
Nuestra diferencia en altura es mucho más pronunciada cuando
llevo zapatos planos. ¿A quién engaño? Es pronunciada incluso cuando
uso tacones. Este chico es un gigante comparado conmigo.
Separo mis labios secos, humedeciéndolos, lista para hablar e
intento decir “hola”, o “gracias por recibirme”, pero lo que de hecho sale
es:
—Fui a un bar. —Sus ojos se abren levemente, pero no dice nada,
y entonces comienzo a balbucear tratando de explicar lo que debía ser la
apertura de una disculpa—. Tuve una pelea con mi papá antes, sobre ti,
de hecho. Dije cosas, fue horrible y estaba alterada así que me fui del
trabajo y empecé a caminar hacia mi parada de bus pero empezó a llover.
¿Puedes creerlo?, entonces no dejé de caminar y cuando estaba cerca,
me metí a un bar y pedí una bebida, vino. —Digo esto como si lo mejorara
todo, lo cuál de hecho hará todo lo contrario—. Pero no bebí. Lo prometo.
No creo que lo fuera a hacer siquiera. Pero después de pedirlo, llamé a mi
padrino, Luke, el chico que conociste; llegó y hablamos y me llevó a casa.
Aún era un desastre y no podía dejar que me vieras así, así que te envié
un mensaje de texto diciendo que no me sentía bien, lo cual era más o
menos cierto, pero no fue lo que te llevé a pensar, y me equivoqué y lo
siento mucho. Pero necesito que sepas que no quise dejarte plantado para
pasar tiempo con alguien más, con otro chico. Luke se quedó conmigo
porque no quería estar sola, luego fue a comprar algo de comer para los
dos mientras yo me limpiaba y tomaba una ducha, y después llegaste y
estaba avergonzada de lo que había hecho: de ir al bar; y no quería que
pensaras algo malo de mí y no quisieras más ser mi amigo y… cometí un
error. Lo siento.
Tomo aliento. La expresión en su cara no ha cambiado. Aún es
estoica, no me dice nada. Su boca está fijada en una línea firme.
—Bueno... sí... —Me retuerzo las manos frente a mí—. Solo quería
venir aquí y ser honesta contigo, decirte que lo siento por no ser sincera
100

desde el principio. —Doy un paso atrás—. Bueno, gracias por dejarme...


decir lo que necesitaba. Supongo que... te dejo en paz. —Me doy vuelta
sobre mis talones para irme, con mi cara roja por la tristeza por su falta
de respuesta.
—Ari.
Me detengo y me doy vuelta al sonido de su voz, empapándome en
él, sedienta por él.
Ahora tiene los brazos a los lados. Su expresión es un poco más
suave. —¿Quieres entrar? —pregunta, y mi corazón brinca.
Sonrío. —Sí.
Camino hacia él y se aparta, dejándome entrar a su apartamento.
Dulce Jesús, su sala y cocina abierta es del tamaño de mi
apartamento entero y el de mi vecino, juntos.
—¿Dónde está Missy? —le pregunto.
—En casa de Zeus y Cam. —Cam es la prometida de Zeus y madre
de sus hijos—. Está ayudándoles, haciendo de niñera. Pasará la noche
allí. —Cierra la puerta y me pasa—. ¿Quieres algo de beber? —pregunta.
—Agua estaría bien. Gracias.
Camina hacia el área de la cocina y yo me quito las zapatillas. Sus
pisos de madera de cerezo son demasiado bonitos para ensuciarlos con
la tierra de afuera.
Camino más allá de la puerta, hacia la ventana de la cocina, para
observar la vista que tiene.
—Tienes una casa muy bonita —le digo cuando lo oigo acercarse.
Me doy vuelta y tomo el vaso de agua que sostiene hacia mí. Mi dedo lo
roza, causando un escalofrío en mi brazo.
Ares no me dice nada. Simplemente inclina su trasero contra la
encimera, observándome. Tomo un sorbo de agua y, después, apoyo mi
espalda baja contra el borde de la ventana mientras acuno el vaso contra
mi pecho. Trato desesperadamente de no mirarle el pecho desnudo. Es
más difícil de lo que parece.
Culpo a su desnudez por mi verborrea y mi cerebro frito de hace
unos minutos. ¿Cómo se supone que una chica deba pensar con claridad
con esa piel dorada y suave frente a ella?
Ahora que está más cerca, puedo ver que tiene vellos finos oscuros
en su pecho.
Lo hace aún más atractivo.
Pero no estoy aquí para pensar en lo atractivo que es. Estoy aquí
para asegurarme de no haber dañado nuestra amistad con mi falta de
sinceridad.
Y, claramente, estoy haciendo un trabajo de mierda al tratar de no
mirarle el pecho.
101

Levanto mis ojos hacia su cara y veo una ceja levantada y una
chispa de humor presumido en su expresión.
Sabe que lo estaba mirando.
Mis mejillas se calientan.
Tomo otro sorbo de agua.
—Bueno... —digo.
—Bueno… —se hace eco.
—Lo siento.
—Ya lo dijiste.
—Sí. Quería decirlo de nuevo.
—Está bien. —Asiente.
No, “acepto tu disculpa, Jailbird”; ni “Estás perdonada. Lo entiendo
totalmente.”
La frustración me quema las mejillas.
—Te ves molesta. —Hay algo de humor en sus palabras.
—No estoy molesta. —Otro sorbo de agua.
—¿Estás segura?
—Segurísima.
—Bien. Porque sería un poco estúpido si te molestaras conmigo
después de lo que hiciste…
—¡Dije que lo sentía!
—Jailbird.
—¿Qué?
—Te estoy jodiendo.
Encuentro su mirada, la cual es mucho más suave, y me sonríe.
—Imbécil.
—Es verdad. —Sonríe—. Gracias por venir aquí y decirme todo eso.
Agradezco que seas honesta conmigo. Pero no vuelvas a mentirme. Odio
que me mientan. Incluso si es algo que crees que no querré escuchar,
prefiero escucharlo. Así que dímelo todo de ahora en adelante. ¿Vale?
Todavía es mi amigo. El latido de mi corazón feliz es una fuerza
palpable en mi pecho.
—Bien. —Sonrío—. Te lo contaré todo.
Hay un momento de silencio entre los dos.
—Así que, ese chico...
—Luke.
102

—¿Es tu padrino?
—Sí.
—¿Y ustedes no están...?
—No. ¡Dios, no! No está permitido. No es ético. Pero, incluso si no
lo fuera... no es mi tipo.
—Oh. Bien... ¿Quién es tu tipo?
Tú, aparentemente.
Mierda. Acabo de aceptar contarle todo, sin mentiras. Pero no
puedo decirle que él es mi tipo porque yo no soy el suyo; sería incómodo
y entonces definitivamente lo perdería como amigo.
Me encojo de hombros, una respuesta no comprometedora.
—Eh...hm... Chicos. —Se le levanta una ceja.
—¿Qué tipo de chicos?
Jesús. Se me está calentando todo el cuerpo. Mi cara debe ser del
color de un tomate ahora mismo.
—Los que no… beben.
—Yo no bebo.
—¿No bebes?
No sabía eso. No he estado en ningún lugar donde él podría beber.
Pero asumí que bebía. No sé por qué lo pensé. No es exactamente fanático
del alcohol.
Alcohólicos. Los estás confundiendo, Ari.
—No —dice.
—Bien. —Me quedo callada.
—Bueno. ¿Qué otras cualidades deben tener tu tipo de chicos?
—¿Por qué quieres saberlo? —Estoy evitando la pregunta porque
no puedo pensar en nada más que decir que no exponga mis sentimientos
por él.
—Tengo curiosidad.
—Sabes lo que la curiosidad le hizo al...
—Correré el riesgo. —Se encoge de hombros, y tiene una sonrisa
en los labios.
—Eh… —Me paso los dedos por el moño, tirando de él—. Solo
tienen que... no sé. Quererme. Tal cual soy. Con equipaje y todo.
Él asiente, su mirada sosteniendo la mía. —Tienes razón. Debería.
Comienzo a sentir el pecho apretado. Me froto con la mano sobre el
dolor.
103

—¿Quieres saber cuál es mi tipo? —pregunta.


No, porque lo último que quiero escuchar es que describas
exactamente lo contrario a mí.
—Uh, claro. —Dejo de demostrar el dolor y me envuelvo el brazo
sobre el pecho, lista para protegerme de los golpes intencionales que está
a punto de lanzarme.
—Por lo general, voy por las rubias. Altas. Piernas largas. Ya
conoces el tipo.
Exactamente lo contrario a mí, entonces.
Me muerdo el interior de la mejilla y hago un sonido de acuerdo.
—Mujeres sin nada de equipaje. Que no esté demasiado interesada
en el compromiso, ya que nunca he tenido tiempo para una relación. En
realidad, no, eso no es cierto. Lo que debería haber dicho es que nunca
había conocido a nadie con quien quisiera tener tiempo para tener una
relación.
Asiento, aún mordiéndome el interior de la mejilla. Estoy bastante
segura de que está sangrando.
—Pero ahora eso ha cambiado.
—¿Has conocido a alguien? —suelto.
Asiente, firmes ojos azules fijos en los míos.
—Sí.
Cuchillo, te presento a mi corazón.
Pero, por supuesto, iba a suceder en algún momento, si íbamos a
ser amigos. Digo, mírenlo, por el amor de Dios. Es guapo, inteligente y
talentoso, y tiene un buen corazón una vez que superas el asfalto. No es
como si fuera a quedarse solo para siempre. Supongo que no esperaba
que sucediera tan pronto. Y, ¿cuándo demonios la conoció? No es que
esté conmigo todo el tiempo, pero esta última semana hemos pasado
mucho tiempo juntos en mi casa viendo Dexter. Y, en esos momentos,
nunca ha dicho que hubiera habido alguien… una mujer en su vida.
Jesús.
Dios, me duele solo pensarlo. ¿Cómo será cuando tenga que verlo
con ella? Debe ser alta y hermosa, y debe tener su vida arreglada. A
diferencia de mí.
No creo que pueda hacer esto.
Sí, puedes. Eres su amiga. Así que sé su amiga. Aguántate, Ari. Es
la hora de ponerte las bragas de adulta.
—Guau. Eso es genial. Me alegro por ti.
Vale, no ha ido bien. Sonó muy poco sincero, joder. Y, si yo pude
escuchar la falta de sinceridad en mi voz, entonces probablemente él
también.
Pero, si lo escuchó, no me lo dice, por lo que estoy agradecida.
104

—Bueno, no estés muy feliz por mí. Ella todavía no sabe cómo me
siento... y puede que no sienta lo mismo.
Sí, sentirá lo mismo. Créeme.
—Estoy segura de que sí. Deberías decírselo. —Casi me muerdo el
labio cuando digo eso.
¿Por qué dije eso?
—Tienes razón. —Asiente, todavía mirándome. En realidad, no me
ha quitado la mirada de encima una vez desde que comenzó toda esta
conversación—. Aunque es gracioso —continúa—, por lo que dije antes,
sabes, sobre cuál es mi tipo habitual. Bueno, esta chica es exactamente
lo opuesto a eso. Es morena. Muy bajita. Con una boca sucia. Tiene un
equipaje más grande que JFK. Sin embargo, compartimos el mismo gusto
en películas y música, bueno, aparte de NSYNC...
Inhalo con fuerza.
No puede estar refiriéndose...
¿Tenía razón Luke en que Ares podría verme como más que una
amiga?
Seguro que no.
—En realidad, se parece y suena muy parecida a ti.
Santa mierda.
—No… no… lo entiendo.
Él se aparta de la encimera, caminando hacia mí. Toma el vaso de
mi mano temblorosa, colocándolo en la repisa de la ventana. Luego, me
toma la cara entre sus manos, la inclina hacia la suya y me mira a los
ojos. —Entonces, déjame que te lo haga fácil. —Y se inclina sobre mí,
cubriendo mi boca con la suya.
105
18
Traducido por Jadasa
Corregido por Tolola

Ares Kincaid me está besando.


Me está besando.
De verdad, su boca contra la mía, besándome.
Bah, ¿dónde más te estaría besando? Bueno, hay otros lugares...
Nop. No voy a ir allí. Porque definitivamente tendría las bragas
húmedas si lo hiciera.
Simplemente... no puedo creer que esto esté sucediendo. Un
minuto, estoy pensando que está interesado en otra mujer... y luego esto.
Pero está sucediendo.
Santo infierno, está sucediendo.
Es su lengua lamiéndome el labio inferior antes de deslizarse en mi
boca. Sus manos en mi rostro.
Es todo lo que imaginé y más.
Sé que es un estúpido truco romántico de electricidad y mariposas,
pero, Dios, su boca sobre la mía es todas esas cosas y más.
Todo mi cuerpo es consciente de él de una forma que jamás había
experimentado.
Quizás no me he sentido así antes porque iba borracha. Siempre
pensé que daba vida a mis sentidos, pero tal vez los embotaba.
O puede que solo sea él.
Porque esto, estar aquí, con Ares... este sentimiento, aquí mismo,
es como sentirse vivo.
106

Una mano se aparta de mi rostro y me desata el cabello. La otra


mano se desliza hacia abajo hasta que me ahueca el mentón.
Su beso se ralentiza. Labios que acarician una vez... dos.
Aliento caliente sobre mi piel.
Abro los ojos. Los suyos están en los míos, calientes y dilatados.
—¿Lo entiendes ahora? —Su voz suena grave y oh, tan sexy,
haciéndome temblar mis partes femeninas.
Una sonrisa me levanta una de las comisuras de la boca. —Estoy
empezando a entenderlo. Pero creo que necesito que me lo digas de
nuevo. Pero más a fondo esta vez. —Tiro de su boca hacia la mía y siento
su sonrisa contra mis labios, y es la cosa más grandiosa de todas.
Dos enormes manos se me deslizan por la espalda, me agarran del
trasero y me levantan, colocándome sobre el alféizar de la ventana. Mi
espalda está presionada contra el cristal. Él está frente a mí. Y no hay
otro lugar donde quisiera estar ahora mismo.
—Eso está mejor —murmura contra mis labios, moviéndose más
cerca, colocándose entre mis piernas—. Eres tan pequeña.
Algo muy duro y muy grande presiona contra mi estómago.
Dulce Señor, eso que se mece ahí es una gran bendición.
—Tú eres grande.
Bendito Jesucristo.
Mentalmente pongo los ojos tan en blanco que casi me produce un
dolor de cabeza.
—Gracias. —Se ríe entre dientes contra mi boca.
—Me refiero a la altura.
—Por supuesto que sí.
—Pero pareces grande... ahí abajo.
—Lo soy.
Bueno, ahí va.
Su mano se desliza por mi costado, rozando la parte inferior de mi
pecho, haciéndome gemir.
Mis manos van a su pecho.
Santa mierda.
Músculo duro como una roca debajo de piel lisa.
Es duro en todas partes.
Y yo soy una chica afortunada, muy afortunada.
Con las yemas de los dedos acaricio a través de algo de vello de su
pecho, trazando uno de sus pezones, y se estremece.
107

Entonces, me besa más fuerte. Una mano se hunde en mi cabello,


reclinándome la cabeza, tomando el control del beso, y estoy más que
dispuesta a dejar que se haga cargo. La otra mano roza el dobladillo de
mi camiseta, sus dedos recorren debajo del dobladillo, acariciando mi
piel, haciendo que sea mi turno de temblar.
Deslizo las manos alrededor de su espalda y abajo hacia su trasero,
y aprieto.
Tiene un gran culo. Un muy, muy buen culo. Es tan firme como
parece.
Sus dedos siguen acariciando la piel de mi estómago, volviéndome
loca.
Deseo que me toque. En todos lados.
—Tócame, por favor —susurro.
Gime, mordiéndome el labio inferior antes de lamerlo mientras su
mano encuentra camino hacia arriba bajo mi camiseta y me cubre el
pecho sobre el sostén.
El primer roce de su pulgar sobre mi pezón me hace mover las
caderas, buscando presión, la cual voluntariamente me da, presionando
su pene contra mí. Entonces, comienza a mover las caderas, arriba y
abajo.
Bueno, esto pasó de la nada a cien bastante rápido.
No es que me queje.
—Joder —jadea cuando empezamos a follarnos en seco—. Te
sientes tan bien.
Su mano ahora ha dejado mi cabello y me está agarrando la cadera,
los dedos hundiéndose de la forma más deliciosa, manteniéndome quieta.
Me aferro a él como si mi vida dependiera de ello. Los sentimientos que
me recorren ahora mismo son indescriptibles.
—Eres increíble, Ari. Tan hermosa. Pero tenemos que parar.
—¿Qué...? —Me las arreglo para decir mientras se aleja de mí.
Está otra vez contra la encimera, agarrando el borde con las manos,
como si tuviera miedo de soltarse, conteniendo el aliento.
Y yo estoy jadeando como una perra en celo. Las piernas me
tiemblan. Mi cuerpo protesta por su ausencia.
Mierda, ¿se arrepiente de lo que acaba de pasar?
—No, no me arrepiento —dice como si acabara de leer mi mente.
—No he dicho nada —contesto inocentemente.
—Puedo leerlo en tu rostro.
108

Está bien. Entonces, a veces, quizás sea fácil de leer.


—Entonces... ¿por qué te detuviste? —pregunto en voz baja.
—Porque estaba a unos tres segundos de follarte sobre el alféizar
de mi ventana, y la primera vez que hagamos esto... que tengamos sexo...
quiero que estés al cien por ciento conmigo.
—Estoy al cien por ciento contigo. —Creo que siempre lo he estado.
—Me alegra oírlo. Pero has tenido un infierno de día, nena. Y,
cuando hagamos esto, lo único en lo que quiero que pienses es en mí, en
ti y en cómo te hago sentir. Y, llámame anticuado, pero me gustaría
llevarte a una cita antes de que tengamos sexo.
No puedo contener mi sonrisa. Quiere llevarme a una cita.
—Está bien. ¿Y cuándo tendrá lugar esta cita?
—Mañana por la noche, si estás libre. Están pasando de nuevo El
Gran Lebowski. Pensé que podría llevarte a cenar y luego al cine.
Una cita con Ares Kincaid. ¿Quién lo habría pensado?
—Estoy libre. —Incluso si no lo estuviera, cancelaría mis planes
por él—. Pero, solo para que quede claro... ¿es solo una cita antes de
follar?
Se ríe, y es una carcajada profunda y gutural que me ilumina por
dentro.
—¿Qué crees?
Creo que voy a tener sexo mañana por la noche.
109
19
Traducido por MadHatter
Corregido por Tolola

Ares me ha visto empapada, con solo un sujetador y pantalones.


Me ha visto en toalla, por amor de Dios.
Entonces, ¿por qué estoy tardando una eternidad en decidir qué
ponerme para nuestra cita? Para la cual vendrá a buscarme en quince
minutos.
¡Aj!
Porque esto es diferente. Van a salir en una cita de verdad. Habrá
más besos. Y luego, sexo.
¡Santo cannoli!
Sinceramente, todavía no puedo creer que esto esté sucediendo.
Que me quiera. Que me quiera de esta manera.
Es una locura. El mejor tipo de locura.
No sé qué hizo que cambiara de opinión o cuándo se dio cuenta de
que sus sentimientos por mí eran más que de solo amigos, pero no me
importa. Porque me quiere.
Está bien, tal vez me importa un poco.
Sé qué piensa de los alcohólicos. Y sigo siendo una.
Pero necesito no enfocarme en eso ahora. Necesito centrarme en
qué ponerme.
Me vuelvo a mi armario.
Bien, entonces, vamos a cenar temprano y luego al cine. Por lo
tanto, nada demasiado elegante.
110

¿Pantalones, tal vez?


Busco en mi armario y saco mis vaqueros rotos blancos. Podría
usar estos.
¿Con qué?
Revuelvo entre mis blusas y saco mi camisa azul brillante, suelta y
sedosa. El color me recuerda a los ojos de Ares. Perfecta.
Voy hacia el cajón de mi ropa interior y saco mi ropa interior de
encaje blanca más bonita. Elijo algo virginal.
¡Ja! Como si esa fuera siquiera una posibilidad remota.
Pero el blanco irá mejor bajo mi ropa.
Así que blanco será.
Me quito la bata y me pongo la ropa interior, recordando por qué
me encanta este sujetador por el alza que les da a mis senos. Los hace
lucir más llenos y me da un buen escote, que se verá bien con esta
camiseta.
Me pongo los vaqueros. La camiseta.
Me decido por mis tacones negros más altos. Necesito tener altura
con este chico.
Me coloco mi cadena de oro, que se sienta muy bien en mi escote,
atrayendo atención.
Me rocío con mi perfume favorito, J’adore, en el cuello, muñecas y
en mi cabello ya peinado, que llevo suelto y rizado alrededor de los
hombros. Me coloco maquillaje y lo dejo ligero. Me centro en los labios,
que están pintados con mi nuevo tono de lápiz labial favorito, Matte
Raspberry.
Acabo de meter mi lápiz labial, mi billetera y mi celular en mi bolso
cuando alguien me toca la puerta.
Está aquí.
Mi corazón despega a un rápido ritmo.
Me llevo el bolso a la sala de estar, tomo mi chaqueta de cuero, me
la pongo y luego abro la puerta.
Campanas del infierno, se ve bien.
Quiero decir, siempre se ve bien, pero esto... es diferente.
Está vestido de punta en blanco, aunque no es que normalmente
se vea desaliñado, pero claramente ha hecho un esfuerzo. Lleva el pelo
peinado. Su mandíbula bien afeitada. Lleva un blazer gris oscuro con una
camisa negra abotonada debajo, vaqueros azul oscuro y botas moteras
negras en los pies.
Tal vez se vea diferente para mí porque lo estoy mirando con nuevos
ojos ahora.
111

Lo veo como más que un amigo.


Tendré la oportunidad de besar a este chico.
Probablemente vaya a verlo desnudo más tarde, y hacer un montón
de cosas buenas con él.
Eso definitivamente lo cambia todo, como cómo lo veo ahora.
—Hola —dice, con voz profunda y ronca—. Te ves hermosa, Ari.
—Tú también. Caliente. Hermoso, quiero decir. —Por el amor de
Dios.
Se ríe y luego se inclina y presiona sus labios contra los míos, con
la lengua ligeramente saliendo para tocar los míos.
—Mm —murmura—. También sabes bien.
Me va a matar, lo juro.
—¿Seguro que no quieres saltarte la cita y simplemente tener sexo?
Se ríe con un sonido gutural, y yo tengo que apretar los muslos.
Mueve sus labios hacia mi oído. —¿Nadie te ha dicho nunca que
cuanto más esperes para tener algo... o a alguien, mejor será?
—Estoy bastante segura de que en realidad es grandes cosas llegan
para aquellos que no esperan. —Sonrío descaradamente.
Se ríe de nuevo. Entonces, me besa. Un beso rápido y firme que me
deja adolorida.
—¿Estás lista? —me pregunta, y asiento. Desliza su mano en la
mía—. Vamos a nuestra cita, para que podamos volver aquí... y pueda
hacer que te corras. Varias veces.
Dulce Señor.
Me saca de mi edificio de apartamentos, hasta su camioneta. Me
abre la puerta, y yo entro. He mejorado mucho subiendo en esta bestia,
y los tacones definitivamente ayudan.
Me abrocho el cinturón y pregunto: —Entonces, ¿adónde vamos a
comer?
Se mueve para mirarme. —Hay un lugar tailandés en East Village.
No es nada lujoso, pero...
—Me convenciste cuando dijiste tailandés. Y no necesito nada
lujoso.
—Te mereces algo lujoso. Es solo... sé que no vas a bares, por la
razón obvia, y no sabía si lo mismo sucedía con los restaurantes porque
todos sirven jodido alcohol, pero este restaurante tailandés no tiene
licencia de alcohol. Es uno de esos restaurantes adonde puedes llevar tu
propio alcohol, por lo que habrá alcohol allí, pero tienen asientos al aire
libre, y no puedes beber afuera, así que...
Está balbuceando. Ares nunca balbucea. Y me siento mal porque
mi problema con el alcohol le está causando un problema. Pero también
112

me encanta que le importe.


—Ares —Coloco mi mano sobre la suya—, me va a encantar. Estaré
allí contigo, y eso es todo lo que me importa.
Su mirada se encuentra con la mía, y le sonrío.
Gira la mano, con la palma hacia arriba, y une sus dedos con los
míos.
Darse las manos. Algo tan sencillo. Pero tan increíblemente
emocionante.
El toque de esa única parte de su cuerpo contra el mío está
haciendo que mis hormonas se vuelvan locas.
Mi mano se ve pequeña en comparación con la suya, pero no me
importa. Me hace sentir femenina. Y me gusta la sensación.
Levanta mi mano hacia sus labios y le da un beso. —Lo siento, Ari.
—Sus labios rozan mi piel cuando habla—: No te vi en el momento en que
nos conocimos, y lamento mucho eso.
—No lo entiendo.
Me mira, y la mirada angustiada en sus ojos hace que mi corazón
se tense. —Ayer, cuando viniste a mi apartamento y me dijiste la verdad
y te disculpaste, fuiste tan valiente. Y fui un cobarde porque yo también
debería haberme disculpado contigo. Por toda la mierda que te he dicho.
La forma en que he actuado contigo.
—Está en el pasado, Ares. No importa.
—Sí, sí importa. Te juzgué. Fui un completo imbécil. Y tú eres esta
mujer asombrosa, talentosa, increíblemente fuerte y hermosa, que lucha
y mata a sus demonios todos los días, y yo soy un cobarde que dejó que
mi propia mierda me impidiera ver todo eso... ver quién eres. Y lo siento,
Ari, maldita sea. Pero te prometo que te lo compensaré. Te trataré como
mereces ser tratada. —Otro beso en mi mano—. Me gustas tal como eres.
Con equipaje y todo, cariño.
Y estoy acabada.
Este chico. Dulce Jesús, este chico. Me mata.
Siento la garganta comenzando a cerrárseme. —Me vas a hacer
llorar y realmente no quiero hacerlo porque no llevo máscara de pestañas
a prueba de agua y me veo muy mal cuando tengo ojos de panda.
Levanta la mirada hacia la mía, y brilla con emoción y alguna otra
cosa que no puedo distinguir.
Presiona un beso final contra mi mano antes de encender el motor
y poner el auto en marcha.
Pero no me suelta la mano durante todo el viaje hasta allí.
113
20
Traducido por johanamancilla & Val_17
Corregido por Tolola

—De verdad, me lo he pasado muy bien esta noche. —Miro a Ares


desde el asiento del pasajero de su camión oscuro, estacionado afuera de
mi edificio de apartamentos, a las sombras que trazan su hermoso rostro.
Y de verdad lo he hecho. El restaurante fue perfecto. La comida
estuvo increíble. La compañía incluso mejor. Hablamos de todo y nada.
Luego, después de cenar, fuimos al cine, y vimos El Gran Lebowski y nos
partimos el culo de la risa.
Fue la cita perfecta.
Y él fue un perfecto caballero.
Pero, ahora, estamos en la parte de la cita donde ya no quiero que
sea un caballero.
Extiende la mano y me quita el cabello del rostro, metiéndomelo
detrás de la oreja. —Yo también. Pero aún no ha terminado, ¿verdad?
—¿Quieres entrar a tomar… un café? —Me trago una sonrisa.
Se le levanta una ceja. —¿Me das azúcar esta vez?
—Oh, definitivamente.
Salimos de su camión, y Ares me sigue hasta entrar a mi edificio.
Su mano está en la parte baja de mi espalda mientras subimos las
escaleras hacia mi apartamento. Ese lugarcito en mi cuerpo donde me
está tocando, todo dentro de mí está centrado directamente ahí.
No puedo concentrarme en nada más que la sensación de sus
dedos cuidadosamente presionando contra mí.
Me toma toda la concentración simplemente sacar las llaves de mi
114

bolso y abrir la puerta principal, dejándonos entrar.


Cierro la puerta detrás de nosotros. —Entonces, sobre ese café…
Me quita el resto de la oración de la boca cuando soy levantada y
presionada contra la puerta por un apuesto jugador de futbol duro
mientras me besa hasta quitarme el aliento.
Y es el beso más húmedo y sucio que he tenido en mi vida.
—He querido hacer eso toda la noche —retumba contra mis labios.
—Siéntete libre de seguir haciéndolo —digo sin aliento.
Una risa profunda le vibra en el pecho, iluminándome.
—¿Dormitorio?
—Por ahí —señalo.
Entonces nos estamos moviendo, y este hombre montaña me carga
hasta mi habitación mientras yo me aferro a él como un mono araña a
un árbol.
Llegamos a mi cama, y me acuesta en ella. Parado ahí, con una
rodilla apoyada en la cama, me mira.
—Hermosa, joder —dice.
Y mi interior resplandece como si estuviera llena de un millón de
luciérnagas.
Me quita los tacones, uno a uno, dejándolos caer al suelo.
Me quito la chaqueta, tirándola a un lado, y me quito el collar.
Extiende la mano por él. Se lo doy, y lo coloca sobre mi mesa de
noche. Luego, saca su billetera, teléfono y llaves del auto de su bolsillo y
las pone a su lado.
—Solo para que seamos claros, voy a pasar la noche.
Elevo una ceja. —¿Y si no quiero que lo hagas? —Estoy bromeando.
Por supuesto que quiero que se quede a dormir, pero necesito ejercer
cierta autoridad aquí.
—Entonces, no follamos esta noche.
Dios, me estremezco cada vez que dice esa palabra… follar. La hace
sonar tan caliente y sucia, todo al mismo tiempo.
Se inclina sobre mí, las manos a ambos lados de mi cuerpo, boca
a un centímetro de la mía, esos ojos azules mirando directamente a los
míos. —Como te dije ayer, la primera vez que tengamos sexo, lo haremos
bien. Y que yo recoja mi ropa al final, me vista y me vaya a casa no está
bien.
El corazón me chispea en el pecho. —¿Por qué te importa tanto que
hagamos esto bien? —pregunto en voz baja.
—Porque la jodí contigo una vez. No volveré a cometer el mismo
error. Esto… lo que estamos comenzando aquí, es demasiado importante.
115

Tú eres demasiado importante.


Soy importante. No creo que haya sido importante para nadie antes.
Lágrimas me escuecen detrás de los ojos, pero me rehúso a llorar
y arruinar el momento.
Deslizo la mano alrededor de su nuca y susurro: —Tú también eres
importante para mí. —Entonces, alzo mi boca hacia la suya, y lo beso.
Él gime contra mi boca, profundizando el beso, acomodando su
cuerpo sobre el mío. Separo las piernas, y se instala entre ellas.
Ya está duro.
Me encanta poder excitarlo sin siquiera tener que quitarme un
pedazo de ropa. Está haciendo cosas increíbles a mi ego.
—No puedo creer que casi te alejé. —Presiona la frente contra la
mía, exhalando.
—Tienes suerte de que soy genial —bromeo. No quiero que se sienta
mal ahora. Lo único que quiero que se sienta en este momento es bien.
—La tengo, de veras. —Me besa de nuevo, su boca moviéndose a
través de un camino a lo largo de mi barbilla, por mi cuello. Presionando
besos a lo largo de mi clavícula, por mi pecho, hacia el valle de mis
pechos.
Sus dedos se deslizan bajo el dobladillo de mi camiseta sin mangas,
la seda arrastrándose por mi piel, las ásperas yemas de sus dedos
llevándome al punto de la locura.
Baja por mi cuerpo, empujándome la camisa sobre mis pechos, y
comienza a presionarme besos calientes contra el estómago, haciéndome
retorcer del deseo.
Estiro el brazo, agarro mi camisa y me la saco sobre la cabeza,
dejándome solo en sujetador.
Un poco como la primera vez que lo vi; aunque menos mojada.
Vale, estoy mojada. De hecho, estoy empapada… así que supongo
que es como la última vez.
Sus ojos se aferran a mis pechos, las pupilas dilatándose. —Lindo
sujetador.
Lame, formando un camino hacia mis pechos. Una mano cubre mi
seno derecho, apretando suavemente. En el otro, me chupa el pezón a
través de la tela de mi sujetador. Mis manos vuelan hacia su cabello,
agarrando los mechones, alzando mis caderas, buscándolo, necesitando
sentir su presión contra mí.
Sus manos abandonan mis pechos y me agarran los muslos,
levantándome la pierna, abriéndome para él, mientras se mueve contra
mí, frotando su pene cubierto de tela contra el lugar donde lo necesito,
mientras sigue torturándome el pezón a través de mi sujetador, con
mordiscos provocadores y succiones.
116

Entonces, por fin, por fin, me quita el sujetador y entonces es boca


sobre piel.
Mis muslos se aprietan a su alrededor, sujetándolo.
—Eres sensible —murmura mientras me lame el pezón, rozando mi
piel suavemente con los dientes.
—Me estás volviendo loca —le digo.
Con todos los otros hombres con los que he estado en mi vida, ha
sido un rápido juego previo torpe, y entonces sexo.
Ares no parece estar apurado. Se toma su tiempo conmigo. Para
llegar a conocer lo que me gusta.
Deslizo las manos bajo su camiseta, desesperada por sentirlo.
Deja de hacer lo que me está haciendo, se arrodilla hacia atrás, y
se saca la camiseta sobre la cabeza, lanzándola al suelo.
Entonces, está otra vez sobre mí, piel contra piel, y es divino.
Mis manos deambulan por su amplio pecho y espalda mientras me
besa el cuello, mordisqueándome la mandíbula con los dientes, y luego
cubre mi boca con la suya.
Su lengua se frota contra la mía, caliente y dura, follándome la
boca como quiero que folle mi cuerpo. Es como una promesa de lo que
está por venir.
Y, chico, de verdad quiero correrme.
Estoy empezando a retorcerme debajo de él, necesitando más,
queriendo todo de él.
Su mano se mueve entre nosotros, dedos firmemente frotando la
entrepierna de mis pantalones, presionando justo donde lo necesito. El
alivio de la presión me tiene gimiendo en voz alta.
—¿Me quieres aquí, Ari? —pregunta con una voz gutural.
—Sí.
—Dilo. Dime exactamente qué quieres que haga, y lo haré.
Me encuentro con su mirada abrasadora. —Quiero que me hagas
correrme.
—¿Cómo?
Va a hacer que se lo diga. No soy tímida, pero tampoco estoy
acostumbrada a vocalizar lo que quiero. Normalmente simplemente dirijo
a los chicos o me dejo llevar.
Pero, entonces, iba borracha cada vez que he tenido sexo. Incluso
cuando perdí mi virginidad, estaba borracha.
Esta es la primera vez que tendré sexo sobria. La magnitud de ello
me golpea como un tren de carga.
—Es mi primera vez —dejo escapar.
117

Su mano deja de moverse, su rostro se afloja con asombro.


—Eres…
—¡No! ¡Dios, no! Es decir… —Dios, esto es mortificante. Me cubro
el rostro con las manos—. Esta es la primera vez que tengo sexo sobria.
Todas las otras veces, estaba… —Dejo de hablar, sin decir las palabras
porque sabrá exactamente lo que quiero decir.
—Ari.
—¿Mm? —respondo, sin quitarme las manos del rostro.
Son movidas por mí, y sujetadas contra la cama a cada lado de mi
cabeza.
—Mírame.
Abro un ojo, mirándolo. Su expresión es caliente e intensa.
—Ambos ojos.
Suspiro y abro el otro.
—No tenemos que hacer esto todavía, si no estás lista. Podemos
esperar.
—No quiero esperar. Estoy lista. —Muy lista—. Pero acabo de
darme cuenta de que jamás he…y ¿qué pasa si no se me da bien… sobria?
—No creo que eso sea incluso remotamente posible.
—Es posible que se te dé mal el sexo.
—No, conmigo no lo es.
—Idiota arrogante —digo.
Sonríe. —Cariño, cuando dos personas se desean tanto como
nosotros, es imposible que el sexo pueda ser malo. Va a ser caliente —
Un beso—, y explosivo. —Un segundo beso—. Y, joder, se sentirá muy
bien.
La tercera vez que me besa, lo mantengo allí, devolviéndole el beso
con fuerza, chupándole la lengua.
Mis manos siguen sujetas a la cama. Comienza a empujar contra
mí. Ese pene grande y duro se presiona contra mi clítoris a través de sus
pantalones y los míos, volviéndome loca.
—Te deseo —le susurro.
—Y yo a ti, nena. Ahora, dime cómo quieres que te haga correrte.
—Tu boca, quiero tu boca sobre mí.
Sonríe perversamente, con la promesa de algo increíble brillando
en sus ojos.
Me suelta las manos. Las suyas van al botón de mis pantalones.
Baja la cremallera. El sonido es alto en el silencio de mi habitación, como
una aguja rayando un disco.
118

Comienza a bajarme los pantalones. Levanto el culo, facilitándole


el acceso.
Mis pantalones están fuera.
Y solo llevo las bragas. Se inclina y presiona un caliente beso
mojado en mi clítoris a través de la tela de mis bragas, haciéndome gemir.
—Estás empapada —gime él, su dedo dibujando una línea desde
mi coño hasta mi clítoris.
Sus dedos se enganchan en el elástico de mis bragas, y me las baja
por las piernas. Entonces, estoy completamente desnuda por primera vez
frente a él.
Está arrodillado a los pies de la cama, sus ojos sobre mí. Su polla
presiona contra la restricción de sus pantalones. Se agarra el pene con
la mano y aprieta. Se me hace agua la boca.
No estoy acomplejada sobre mi cuerpo. El yoga me mantiene en
forma. Pero, incluso si lo estuviera… la forma en la que me está mirando
ahora mismo despejaría cualquier duda.
Me está mirando como si estuviera muerto de hambre y yo fuera
su próxima comida.
—Tan hermosa, joder. —Sacude la cabeza, como si no pudiera creer
lo que está viendo.
El elogio en sus palabras y sus ojos me iluminan por dentro.
Vuelve a subir a la cama, manos separando mis muslos. Se inclina,
su rostro cerca de donde más lo quiero, y suavemente sopla aire sobre mi
coño. La sensación de frío contra mi clítoris caliente y dolorido es
emocionante.
Lo deseo tan desesperadamente.
Levanta la mirada hacia la mía. —Voy a hacer que te corras tan
intensamente —gruñe él. Entonces, cubre mi coño con su boca y empuja
un dedo dentro de mí.
Casi me levanto de la cama, pero me retiene con la otra mano.
Lame y succiona mientras me folla con los dedos, volviéndome loca.
—Juega con tus tetas.
Su orden ronca me tiene obedeciendo inmediatamente; ruedo mis
pezones entre los dedos, gimiendo cuando desliza otro dedo dentro de mí,
dos ahora, y succiona mi clítoris fuertemente.
No voy a aguantar mucho más. Ha pasado demasiado tiempo.
Quiero mover las caderas, pero su agarre no lo permite.
Él tiene el control aquí, y se está asegurando de que lo sepa.
Siento el aumento de mi orgasmo elevándose. Los dedos de mis pies
119

se enroscan en la cama. Una mano deja mi pecho, yendo a su cabeza


entre mis piernas, enredando los dedos en los mechones oscuros. —Sí —
grito—. Sí… justo ahí, Ares. No te detengas… ¡mierda! —Los ojos me giran
en la cabeza mientras el orgasmo más intenso de mi vida golpea, sigue
y… sigue.
Ares no se detiene hasta que estoy floja en la cama y, aun así, sus
dedos permanecen dentro de mí, manipulándome lentamente.
—Por Dios —respiro, abriendo los ojos, mirándolo—. Dulce y jodido
Jesús.
Se ríe profundamente, aunque no hay humor en sus ojos. Solo
deseo. Maldita pasión pura.
—Quiero saborearte —le digo.
Y él gruñe. —Yo también, pero soy grande, nena. Y no estoy siendo
arrogante; es un hecho, y tú eres pequeña y apretada. Necesito que estés
lista para tomarme y, ahora mismo, estás lista. —Se arrodilla, sentándose
entre mis piernas, todavía moviendo un dedo dentro de mí.
—No me importa.
—A mí sí. No quiero hacerte daño.
—No lo harás. —Y estoy segura de eso. Sé que jamás me hará daño
de nuevo.
Me impulso hacia arriba para sentarme. Sus dedos permanecen
dentro de mí. Encontrándome con su boca, lo beso. Puedo probarme a
mí misma en él y, normalmente, eso no me hace nada pero, con él, sí. Me
excita aún más.
Agarro su pene a través de sus pantalones y le doy un apretón.
Gime un sonido torturado. —Me estás matando, nena.
—No puedo dejar que te mueras.
Desabrocho sus pantalones, arrastrando los botones para abrirlos,
y trabajo en bajárselos por las piernas. Sus dedos se me deslizan fuera,
y se quita los pantalones. Entonces le siguen los calzoncillos.
Y, dulce señor, está desnudo frente a mí. Su pene grande sobresale
hacia arriba, presionando contra su estómago duro como una piedra.
Su cuerpo es una locura.
He visto cuerpos de hombres así en revistas y películas, pero nunca
en la vida real. Tiene músculos en lugares que ni siquiera sabía que
podías tenerlos.
Todo ese fútbol americano y ejercicio obviamente ha dado frutos.
Y ahora mismo estoy recogiendo los frutos.
Nunca he deseado más a un hombre, ni he estado tan desesperada
de tocarlo como con él ahora mismo.
—Eres hermoso —le digo, levantando la mirada para encontrar la
120

suya.
Emoción desenfrenada se mueve rápido por su rostro.
Me muevo sobre mis rodillas hacia él. Con la mano contra su pecho,
deslizo los dedos por las crestas de su cuerpo, como si estuviera trazando
un mapa hacia la tierra prometida.
Me toma la barbilla con una mano y me besa profundamente.
Envuelvo mi pequeña mano alrededor de su enorme pene. Está
caliente y duro, como nada que haya sentido antes. Doy un apretón firme.
Gime ese sonido torturado de nuevo contra mi boca.
Me alejo de su beso.
La forma en que me está mirando… es intensa. Hambrienta.
Nadie jamás me ha mirado así antes.
Como si solo me vieran a mí.
Bajo la cabeza y tomo su polla en mi boca, chupando la punta.
Suelta un tembloroso aliento cálido. —Dios, Ari.
Envuelvo la mano alrededor de la base de su pene, moviéndola de
arriba abajo, mientras tomo más él en la boca y comienzo a trabajarlo.
Lamiendo y chupando. Pruebo su salado líquido preseminal en mi
lengua, y me anima más.
Quiero hacerlo sentir tan bien como él me acaba de hacer sentir.
Sus dedos se enredan en mi pelo. La otra mano se burla de mi
pezón, rodándolo y pellizcándolo.
Gimo alrededor de su pene, y sus caderas se sacuden un poco,
dándome más de él.
—Mierda, Ari… eso se siente tan jodidamente bien.
Quito la mano de su polla y coloco ambas manos en sus caderas.
Dejo de moverme, con su pene todavía en mi boca, y lo miro fijamente,
diciéndole con los ojos que me folle la boca.
Su mirada se queda fija en mí. Aparta el cabello de mi rostro,
sosteniéndolo con su mano, y luego comienza a mover las caderas hacia
adelante y atrás, follándome la boca.
—Mierda… esto se siente tan bien… demasiado bien. —Continúa
bombeando su pene—. Necesito parar. —Se retira de mi boca—. Ponte
sobre tus malditas manos y rodillas… ahora, Ari.
Santa mierda. El Ares mandón está aquí, y me gusta un montón.
Me arrastro sobre mis manos y rodillas.
Agarra su billetera de mi mesita de noche y saca un condón.
Escucho la rotura del papel de aluminio. Entonces, está detrás de
121

mí.
Lo siguiente que espero sentir es su polla. Así que me sorprende
por completo cuando siento el aliento caliente de su boca en mi coño. Por
detrás de mí, su lengua se empuja en mi interior, su grueso dedo
presionando contra mi clítoris.
—Te vas a correr otra vez. —No es una petición, pero estoy más que
feliz de cumplirla.
Mis extremidades se sienten como gelatina. Apenas soy capaz de
mantenerme erguida mientras me folla con su lengua. Un dedo calloso
provoca mi clítoris.
Me corro en un instante. Estremeciéndome alrededor de su boca.
Este orgasmo es tan explosivo como el primero.
Cuando me recompongo, levanto la cabeza, mirándolo.
Está arrodillado detrás de mí. Con su pene en la mano. —¿Estás
lista para mí?
—Sí.
Pasa una mano por mi trasero mientras posiciona su polla en mi
entrada.
Siento el primer empujón cuando la cabeza de su pene me penetra,
extendiéndome.
—¿Estás bien? —verifica, su voz sonando tensa.
—Continúa —jadeo.
Y lo hace. Empujando cada grueso centímetro dentro de mí hasta
que estoy llena de él.
Está en todas partes. Dentro de mí, sobre mí. Y es todo lo que
podría desear.
Grandes manos me agarran las caderas mientras se retira y vuelve
a empujar lentamente.
—Más fuerte —le digo.
—No quiero hacerte daño.
—No lo harás. Te necesito. Por favor.
Su resolución debe romperse porque se retira y me penetra
rápidamente. La sensación de su pene más el delicioso sonido y el efecto
de su piel abofeteando la mía me hacen gritar en éxtasis.
—Más —ruego.
Y me da lo que quiero. Me folla con fuerza, y es primitivo. El sonido
de sus gruñidos roncos y guturales detrás de mí me impulsa.
—Joder, tan sexy —dice—. Podría follarte toda la noche.
122

—Sí. No pares.
Mis brazos ceden por debajo, mi pecho cayendo contra la cama.
Ares empuja mi trasero hacia abajo, por lo que quedo acostada en la
cama, y comienza a bombear dentro y fuera de mí por detrás. El ángulo
es delicioso, golpeando justo donde lo necesito.
Aunque no permanece así por mucho tiempo. Se retira, y de
repente soy volteada y levantada. Sobre su regazo.
—Móntame —ordena.
Bajo sobre su pene. La posición nos pone cara a cara.
Dios, es tan hermoso.
Envuelvo los brazos alrededor de su cuello. Se amolda a mi cuerpo,
agarrándome el trasero, mientras comienzo a montarlo.
Sus ojos son tan intensos en los míos que es difícil mirarlo; las
emociones que siento por este hombre se arremolinan dentro de mí como
un tornado en construcción.
Necesitando romper la conexión, cierro los ojos y lo beso,
montándolo fuerte y rápido en movimientos cortos y superficiales. El
borde de su pene se arrastra a través de mi clítoris.
—Eso es, nena. Móntame con fuerza. —Su mano le da una palmada
a una de mis nalgas.
Joder, eso es caliente.
Queriendo que lo haga de nuevo, lo monto más duro y más rápido.
—¿Te gustan mis manos en tu culo? —gruñe.
—Sí —jadeo.
Golpea la otra mejilla, haciéndome gemir.
—Mi chica sucia. —Me muerde el labio inferior, hundiendo los
dientes en él antes de lamer el aguijón de dolor.
Me muevo, envolviendo mis piernas alrededor de su espalda, y él
se hace cargo, agarrándome el culo, levantándome sobre su polla,
follándose contra mí.
—Frótate el clítoris —me dice—. Quiero ver cómo te tocas.
Bajo la mano entre nosotros y me paso los dedos sobre mi clítoris
hinchado.
—Joder sí, nena, eso es todo —gruñe—. Hazte venir. —Baja la
cabeza, tomando mi pezón en su boca, chupando.
Estoy abrumada de sensaciones. Llena de él. Con él. Queriendo
más. Teniendo suficiente. Mi mente es un revoltijo de sentimientos y
emociones.
—¿Estás cerca? —pregunta—. No me correré sin ti.
123

—Sí —jadeo—. Estoy casi allí.


Me froto con más fuerza mientras continúa follándome.
El orgasmo me golpea tan fuerte como los otros dos, haciéndome
gritar su nombre.
Entonces, me pone de espaldas, y me está follando duro con su
pene y lengua. Poseyéndome. Diciéndome que soy suya.
—Ari —gruñe contra mi boca—. Me voy a correr, nena. —Su cuerpo
se tensa cuando la primera ola lo golpea. Sus caderas se sacuden contra
las mías mientras monta su orgasmo dentro de mí.
Ambos estamos jadeando, tratando de recuperar el aliento a
medida que descendemos de la experiencia sexual más intensa que he
tenido jamás.
Sus labios encuentran los míos, besándome suavemente. —¿Estás
bien?
—¿Es una pregunta con trampa? —respondo, y él se ríe entre
dientes—. Fue… guau, Ares… solo… guau. Tres orgasmos. Ni siquiera
sabía que era posible. Parece que el sexo sobrio es el mejor sexo. O tal
vez solo sea el sexo contigo.
Me aparta el pelo de la cara, mirándome a los ojos. —Diría que
ambos. Soy jodidamente increíble en el sexo.
Ni siquiera puedo discutírselo. Así que, en su lugar, simplemente
le pellizco el trasero, haciéndolo reír.
—Pero, en serio —añade—. Estoy muy contento de que fuera yo con
quien elegiste estar la primera vez… desde que estás sobria.
Levanto la cabeza y presiono mi boca contra la suya. —Yo también.
124
21
Traducido por Julie
Corregido por Tolola

Estamos acostados en la cama después de limpiarnos. Ambos


desnudos, envueltos juntos. Nunca sabré cómo diablos voy a dormir con
él a mi lado.
—Me alegro de que estés aquí. —Le doy un beso en el pecho.
—Yo también me alegro de estar aquí. Y, solo para advertirte, es
muy probable que me despierte durante la noche, caliente, y quiera
acostarme contigo de nuevo.
—¿Quién necesita dormir? —Me encojo de hombros y él se ríe,
apretándome el trasero.
Pongo la cabeza sobre su pecho, escuchando el suave traqueteo de
su corazón, pasando los dedos a través de los pelos de su pecho.
No puedo creer que esté aquí... que estemos aquí.
Especialmente después de cómo empezamos. Odio a primera vista;
de su parte, de todos modos.
—¿Puedo preguntarte algo? —Levanto la cabeza y apoyo la barbilla
en la mano.
—Puedes preguntarme cualquier cosa.
—¿Cuándo... cambiaste de opinión sobre mí? Es decir, ¿cuándo
empezaste a verme bajo una luz diferente?
—Quieres decir, ¿cuándo me di cuenta de que me gustabas?
—Sí.
—En cierto modo, siempre lo supe. La primera vez que te vi, te juro
que pensé que había ganado la maldita lotería. Aquí estaba esta chica
125

semidesnuda, empapada e inclinada en el vestuario, un momento de


fantasía total, nena, y luego te diste la vuelta y fue como una patada en
el culo. Eras lo opuesto a lo que normalmente buscaba, pero creía que
eras la chica más sexy que había visto.
—Claro que sí. —Pongo los ojos en blanco.
Me agarra la barbilla con la mano. —Créelo. —Luego me besa con
firmeza antes de dejarme ir—. Eres sexy, Ari. Incluso cuando yo era un
imbécil, siempre pensé eso. No puedo decirte cuántas veces me masturbé
en la ducha por ti.
—No puedo creer que hayas dicho eso. —Me río. Aunque la idea de
que se corra en la ducha pensando en mí es muy caliente.
—Es verdad. Incluso cuando me decía que te odiaba, seguía atraído
por ti. Había todo tipo de escenarios de odio sexual aquí arriba. —Se
golpea la cabeza con un dedo.
—Deberíamos probarlos.
—¿Hacer juego de roles con sexo de odio? Estoy dispuesto a eso. —
Sonríe.
—¿Cuándo cambiaron las cosas para ti? Tus sentimientos... por
mí. Sé lo que sientes por los alcohólicos... y yo sigo siendo una. Supongo
que no puedo entender qué cambió.
Su expresión se vuelve seria. —Nunca fue sobre ti. Estaba
proyectando mi mierda en ti. Odio haber hecho eso. —Se pasa una mano
por la cara—. ¿Revelación completa?
—Siempre.
—Mi padre es alcohólico. Actualmente está sobrio. Es lo máximo
que ha durado. Pero, después de sus múltiples intentos de rehabilitación,
no estoy aguantando la respiración.
—Me imaginé que habías estado cerca de un alcohólico. Siento que
sea tu padre. Eso... tiene que ser difícil.
—Sí. —Suspira—. No siempre fue alcohólico. Una vez fue un padre
decente. Sí, le gustaba tomar un trago, como a cualquiera. Entonces, mi
madre tuvo cáncer. Después de que ella muriera, la bebida se intensificó.
Simplemente se rindió. Así que era asunto de Zeus y mío mantener las
cosas en orden. Zeus boxeaba y trabajaba en una fábrica para ganar
dinero. Yo me ocupé de Lo y Missy. Y limpiaba la mierda de mi padre.
Fue Zeus quien me hizo ir a la universidad.
—Dios, lo siento mucho, Ares.
Presiono la mano contra su mejilla. La agarra y vuelve su cara hacia
mi palma, presionando un beso allí.
Pero no me suelta la mano; la sostiene en la suya, apoyándola sobre
su pecho.
—Lo odié durante mucho tiempo. Supongo que, en cierto modo,
126

parte de mí todavía lo hace. Estoy resentido. Mi relación con él es... difícil.


No confío en él. Y no lo perdono por decepcionarnos cuando más lo
necesitábamos.
—Por eso no confías en los alcohólicos.
Sus ojos se fijan en los míos. —Confío en ti.
Mi corazón se hincha hasta ser del tamaño de Texas.
—Me dijiste la verdad cuando importaba, Ari. Sé lo difícil que fue
para ti venir a decirme que habías ido a ese bar. Mi padre... nunca habría
hecho eso. Con él, era mentira tras mentira. Por eso es tan importante
para mí que siempre seas sincera conmigo.
—Aunque sea algo que no quieras oír, siempre te diré la verdad. —
Le doy un beso en los nudillos.
—Pero, sí, debido a mi mierda con mi padre... me puse a la ofensiva
contigo.
—Lo entiendo.
—Pero eso no lo hace lo correcto. Proyecté mi mierda con él sobre
ti. Estuvo mal por mi parte. Y supongo que... porque te deseaba tanto,
pero no podía tenerte... me enfureció más.
Saber que me ha deseado todo este tiempo es una locura.
—Luego, después de la mierda con tu ex imbécil, me sentía...
protector contigo. Y cuanto más tiempo pasábamos juntos, más difícil era
mentirme a mí mismo. Y entonces, cuando vi a Luke aquí... y pensé que
tal vez... —Sacude la cabeza—. Nunca he sentido nada igual, Ari. Celos,
rabia. Y yo no me pongo celoso. No soy de ese tipo. Bueno, no pensé que
lo fuera... hasta entonces. Y ahí fue cuando tuve que dejar de mentirme
y admitir la verdad. Estaba loco por ti.
Mi corazón se salta algunos latidos muy felices. —Si no hubiera ido
a verte ese día, ¿qué crees que habría pasado?
—¿Honestamente? No sé. Soy un idiota testarudo. Habría pensado
en ello durante días. Probablemente habría sido un imbécil con todo el
mundo. Missy me habría molestado por ser un imbécil y llamado a Zeus,
y él habría venido a sacarme la verdad y a hacerme entrar en razón.
Entonces habría venido arrastrándome hasta tu puerta.
Me río. —Zeus suena como un tipo inteligente.
—Yo no iría tan lejos. —Se ríe—. Pero es un gran hermano.
—Tienes suerte de tenerlos, como ellos a ti. Siempre quise
hermanos, pero... —Me quedo callada.
Se mueve por la cama, rodando sobre su lado, poniéndonos cara a
cara. —Puedes decirme que me meta en mis asuntos... pero, ¿dónde está
tu madre? El entrenador mantiene su vida personal bastante privada.
Sinceramente, no sabía que tenía una hija hasta que ocurrió el accidente.
Me río, y no es gracioso. —No me sorprende. Mi padre no es de los
127

que hablan de su familia. O, bueno... de mí. —Me froto la cara con una
mano—. ¿Revelación completa?
—Por supuesto.
—Mi madre está muerta. Ella... se quitó la vida. La encontré yo.
—Jesús, Ari. —Presiona su mano contra mi mejilla, el pulgar me
roza el pómulo—. Siento que te haya pasado eso.
—Estuvo enferma desde que tengo memoria... trastorno bipolar. Mi
padre no podía manejarlo, así que no andaba mucho por aquí. La mayoría
de las veces éramos ella y yo. Cuando estaba animada, era genial. Pero,
cuando estaba deprimida... era difícil.
»Había estado estudiando para un examen en casa de una amiga
la noche que la encontré. Papá se había ido a un partido. Estaba colgada
en su armario.
Él inhala y yo cierro los ojos, odiando que todavía pueda ver la
imagen de ella allí.
—Ahí es cuando empezaste a beber.
Asintiendo, trago saliva. —Tomé mi primer trago antes de su
funeral. Hacía las cosas más fáciles, ya sabes. —Parpadeo, abro los ojos
y la mirada en su rostro casi me mata. Se preocupa por mí. Realmente le
importo—. Y, después de que ella muriera, papá nunca estaba en casa, y
yo estaba sola... y triste... y el alcohol me ayudaba. No me di cuenta de
que tenía un problema hasta el accidente. Así que, sí...
No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que lo siento rozar
una lágrima con el pulgar.
—Te defraudó —dice con comprensión.
Supongo que nuestros padres nos defraudaron a los dos, solo que
lo hicieron de diferentes maneras.
Asiento y me muerdo el labio.
—Tu pelea con tu padre el otro día...
—Fue sobre ti. A él... no le gusta que vaya al trabajo contigo.
—Bueno, definitivamente no le va a gustar esto entonces.
Levanta la ceja, y me río.
—Tengo que decir que estoy un poco ofendido. Entiendo que eres
su hija, y nadie quiere saber que su niña está teniendo sexo con un
hombre. Pero siempre he tenido una gran relación con tu padre.
—No soy yo quién le preocupa.
Las cejas de Ares se juntan con confusión.
Suspiro. —Le preocupa que yo empañe tu reputación.
Su ceño fruncido se hace más profundo. —¿Dijo eso?
128

—Más o menos.
—Eso es una estupidez.
—No, de verdad... aunque lo odio, en realidad tiene razón. Mi
reputación está en el retrete. La tuya es... eres un gran tipo, Ares. Y estás
en el ojo público. Estar con alguien como yo le hará daño a eso.
—Te equivocas.
—Tengo razón, y lo sabes. Si fuera una persona cualquiera, las
noticias de lo que hice probablemente nunca habrían salido a la luz. Pero
soy la hija de tu entrenador, que fue acusada de conducir ebria y pasó
tiempo en rehabilitación. La prensa nos perseguirá. Te hará daño.
—No me importa.
—Debería. Es tu carrera. Solo creo que... es mejor que esto quede
entre nosotros por ahora.
—No.
—Ares...
—No me gusta mentir y no me gustan los secretos, maldición.
—Lo sé. —Le tomo la cara entre las manos—. Pero tiene que ser
así... por ahora.
—Hablaré con tu padre. RR.PP. puede manejarlo. Son muy buenos
cambiando las cosas para que se ajusten a la imagen pública.
—Mi padre no quiere que me suba a tu camioneta, Ares. Créeme;
no querrá esto. Y quiero que tengamos una oportunidad. Que nos
conozcamos bien antes de que otras personas... empiecen a interferir en
nuestra relación.
—No me gusta esto, Ari.
Mira para otro lado. Así que me subo encima de él, a horcajadas
sobre su cuerpo.
—A mí tampoco. Pero creo que es lo mejor por ahora.
Me mira fijamente. —No voy a mentir. Si alguien pregunta si
estamos juntos, les diré que sí. Y por supuesto que le diré a mi familia
que eres mía.
—De acuerdo —digo, coincidiendo.
—Y, en unas semanas, Ari, se lo diremos a tu padre.
—En unas semanas —coincido, aunque no creo que sea suficiente
tiempo para pensar cómo manejar a mi papá. Ni siquiera he hablado con
él desde nuestra pelea, excepto por ese mensaje.
Ignorar y fingir que no está pasando nada; así es como mi padre y
yo coexistimos.
—No quiero que nadie se interponga entre nosotros —digo en voz
baja.
129

Se sienta, nos pone pecho contra pecho, con una mano doblada
alrededor de mi nuca, sosteniéndome. —Nadie, y quiero decir nadie, ni
siquiera tu padre, se interpondrá entre nosotros. Estoy loco por ti, cariño.
Eso no va a cambiar.
—Yo también estoy loca por ti —susurro.
—Me alegra oírlo. —Me besa profunda y duramente, metiéndome
la mano en el pelo.
Siento su erección presionando en mi vientre.
—¿Ya vamos a por la segunda ronda? —Levanto una ceja.
—Definitivamente... —Un beso—. ¿Ari?
—Mm-hm.
—¿Recuerdas ese yoga que haces?
—Sí.
—Eso significa que eres muy flexible, ¿verdad?
—Ajá. ¿Por qué?
Una sonrisa se extiende por su hermosa cara. —Porque estamos a
punto de volvernos muy aventureros. Agárrate fuerte, nena.
130
22
Traducido por IsCris
Corregido por Tolola

Me despierto con el cuerpo cálido y duro de Ares envuelto alrededor


de mí, lo que me hace sonreír.
Mi cuerpo está deliciosamente dolorido de esa manera que solo
puede ser por sexo.
Especialmente sexo increíble. Algunas de las cosas que Ares me
hizo anoche... las posiciones... mis mejillas se sonrojan por los recuerdos.
Ares sabe lo que hace en la cama. Llegué a cinco orgasmos cuando
terminó conmigo.
¡Cinco!
Ni siquiera sabía que eso fuera posible.
Al parecer, con él, lo es.
Todavía está oscuro, así que reviso la hora en mi celular. Cuatro y
dieciséis.
Me desenredo con cuidado de Ares, asegurándome de que no se
despierte. Tomo una camisa de dormir de mi cajón, me la pongo y luego
hago un viaje rápido al baño. Luego, voy a la cocina y me sirvo un vaso
de agua, apoyando la cadera contra el mostrador mientras tomo un
sorbo.
Tengo esta sonrisa permanente en mi cara y un cálido brillo en mi
pecho, y todo se debe al hombre que está durmiendo en mi cama.
Vago por mi sala de estar y me acerco a la ventana, mirando afuera.
La calle está tranquila. No hay un ni alma alrededor.
Entonces, hago algo que no he hecho en mucho tiempo.
131

Me siento en el taburete frente a mi caballete. Dejo mi vaso de agua


sobre la mesa y levanto un pincel.
Limpio y sin usar.
Lo paso sobre el lienzo en blanco, trazando líneas invisibles,
pensando en Ares.
Él y yo juntos.
Sin pensamiento consciente, alcanzo mi pintura de óleo negra.
Aprieto un poco en mi paleta y paso mi pincel por encima.
Y luego empiezo a pintar.

***

La habitación está iluminada por el sol de la mañana. Puedo


escuchar los pájaros afuera. El estruendo de los coches que viajan por la
calle. Y todavía sigo pintando.
He estado trabajando durante horas, y ya está tomando forma. Es
algo nuevo para mí. Es una imagen fija, pero en lugar de una persona
solitaria, son dos personas. Somos Ares y yo, entrelazados, haciendo el
amor.
Nunca he hecho algo como esto antes, pero no quiero detenerme,
por temor a no volver a empezar.
Estoy pintando por primera vez en siete meses, y se siente bien.
Escucho movimiento detrás de mí, me detengo y me giro.
Ares está de pie en la puerta, con el hombro apoyado contra el
marco, vestido con su ropa interior, y su pelo rizado.
Se ve hermoso.
—Buenos días. —Me muerdo una sonrisa.
—Estás pintando.
—Lo estoy.
Camina la distancia entre nosotros, se inclina y presiona un dulce
beso contra mis labios.
—Aparentemente, tener sexo contigo era lo que necesitaba para
hacerlo de nuevo.
Sonríe. —Mi pene es bastante inspirador.
Miro hacia abajo al bulto en su ropa interior. —No puedo estar en
desacuerdo con eso.
Me encojo de hombros, y él se ríe. Luego, se arrodilla detrás de mí,
envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, apoyándome la barbilla
en el hombro.
132

Miro de nuevo a mi trabajo en progreso.


Estoy pintando de nuevo, y tengo al hombre más hermoso del
mundo envuelto a mi alrededor.
La vida es bastante increíble en este momento.
—Estoy feliz por ti, cariño. —Presiona un beso contra mi cuello—.
Y no es por sonar arrogante... pero, ¿soy yo a quien estás pintando?
—Somos nosotros... teniendo sexo. —Mordiéndome el labio, vuelvo
mis ojos a los de él—. Supongo que me inspiré anoche.
Su sonrisa es amplia. —¿Puedo tenerlo cuando esté terminado?
—¿La pintura?
Asiente.
—Bueno, eh... claro, si realmente la quieres. Pero puede parecer
una mierda cuando esté terminada. Ha pasado mucho tiempo desde la
última vez que pinté.
Me da una mirada. —Cariño, ambos sabemos que no será una
mierda. Y, por supuesto que la quiero. Somos nosotros. Representa
nuestra primera vez juntos. La quiero colgada en mi habitación.
—Entonces, es tuya. —Presiono un beso contra su nariz—. Cuando
esté terminada, por supuesto.
—¿Cuánto tiempo te llevará terminarla?
Me encojo de hombros. —Depende. Por cierto... ¿qué hora es? —
Echo un vistazo alrededor, buscando un reloj.
—Las siete y media —dice.
—Necesito prepararme para el trabajo.
—¿Qué tal si hoy no vas?
Su mano se desliza más abajo para ahuecarme el coño, y gime. No
llevo bragas. Sus dientes se hunden en mi cuello.
—Tengo que ir. —No le daré a mi papá la satisfacción de no
aparecer, especialmente después de nuestra pelea—. Y tú tienes
entrenamiento.
Desliza un dedo dentro de mí, y gimo.
—Me lo saltaré.
Comienza a plantar besos por mi cuello. Inclino la cabeza para
darle un mejor acceso.
—Tu primer partido es en una semana.
—Estoy en la mejor condición física que he estado en mi vida.
—Si los dos no vamos, será obvio para mi padre.
Suspira, derrotado.
133

Volteo la cara hacia él y le beso suavemente los labios. —¿Uno


rapidito? —susurro contra su boca, y sonríe.
Entonces, me giro para enfrentarlo. Me quita la camiseta de dormir.
Un segundo después, su boca está sobre la mía, caliente y dura. Me
encuentro con su beso con la misma ferocidad. Nos enfrentamos como si
no hubiésemos tenido sexo en semanas, no horas.
Nunca he estado tan desesperada por un hombre como lo estoy por
él. Más ahora que soy plenamente consciente de lo que es capaz de hacer
en la cama...
Cinco orgasmos.
Nunca voy a superarlo.
Empujo mis manos contra el elástico de su ropa interior y se la bajo
por las caderas. Su pene sobresale a mi encuentro. Envuelvo la mano a
su alrededor, y él gime, hundiéndome los dientes en mi labio inferior.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Luego, arrastro la
cabeza de su pene arriba y abajo sobre mi centro.
—¿Estás lista para mí, nena?
—Siempre. —Mis piernas se envuelven alrededor de su cintura.
Entonces, se hunde dentro de mí.
Los dos gemimos de placer.
Nos unimos tanto como pueden dos personas hacerlo. Nuestras
bocas siguen fusionadas. Su cadera al ras de la mía, su pene enterrado
profundamente dentro de mí. Nuestros pechos presionados juntos.
Parpadeo, abro los ojos, los de él ya están en ellos.
—Buscaré un condón en un segundo —dice—. Solo quiero sentirte.
Le paso la mano por la nuca, enredando los dedos en su cabello.
—Está bien. Tomo la píldora... y estoy limpia.
—Yo también estoy limpio.
Mis labios se curvan en una sonrisa. —Entonces, fóllame, mariscal
de campo.
Y lo hace.
Me toma justo allí, follándome duro y rápido sobre mi taburete de
pintura, frente al trabajo de Ares y Ari en progreso.
134
23
Traducido por MadHatter
Corregido por Julie

Es el segundo partido de la temporada, y estoy aquí, apoyando a


mi hombre.
No fui al primer juego, ya que fueron lejos en Dallas, jugando contra
los Cowboys. Perdieron ese partido. Y lo extrañé mientras estuvo lejos.
Fue la primera noche que pasamos separados desde que nos juntamos.
O pasamos la noche en mi casa o en la suya. Principalmente en la
mía, ya que Missy sigue en la suya. Pero ella vuelve a Dartmouth en unos
pocos días. La voy a extrañar. Nos hemos convertido en muy buenas
amigas. Pero Ares me dijo que viene a casa a menudo, por lo que será
como si nunca se hubiera ido.
Saldremos todos a cenar mañana por la noche. Finalmente voy a
encontrarme con Zeus, Cam y Lo. Él también regresará a Penn State en
unos días.
Estoy un poco nerviosa por conocerlos.
Pero, esta noche, no siento nervios porque los Giants están jugando
contra los Detroit Lions en casa, y están pateando traseros, gracias a Ares
que lanzó algunos pases geniales.
Missy y yo estamos en unos asientos muy buenos. Ares consigue
dos entradas para cada partido en casa. Por lo general, Zeus los usa para
verlo jugar, ya que vive en Port Washington, que se encuentra a solo una
hora en automóvil. Lo y Missy los usan cuando están en casa.
Pero, esta noche, somos Missy y yo aquí, apoyándolo.
Pude haber ido a la zona con las esposas. No por el hecho de que
Ares y yo estemos juntos; eso sigue siendo un secreto, y eso es porque no
135

he encontrado el valor para contárselo a mi padre a pesar de la presión


de Ares para decírselo.
Pero mi padre es el entrenador y yo trabajo para el equipo, así que
tengo acceso a cualquier parte. Pero no quería sentarme allí. Quería estar
aquí, entre la acción, cerca de Ares.
—Ha estado jugando muy bien esta noche —me dice Missy.
—Sí, es cierto —asiento.
—Es porque él es feliz. ¿Te he dicho lo contenta que estoy de que
tú y mi hermano estén juntos?
—Solo unas veinte veces. —Me río.
Sonríe. —Bueno, es verdad. Nunca lo había visto tan feliz, y eso me
hace feliz. Y, además, me hace amarte aún más de lo que ya lo hago.
Ella me ama. Eso me ilumina como el cielo del cuatro de julio.
—Gracias, Missy. Eso significa mucho para mí. Y sabes que yo...
yo también. —Expresar emociones no es una de mis fortalezas.
Me sonríe suavemente. —Lo sé. —Pasa su brazo por el mío y me da
un apretón—. Significas mucho para Ares. Y para mí. Puede que seas
una Petrelli, pero ahora también eres una Kincaid.
Me trago la pelota de golf en mi garganta y parpadeo para alejar las
lágrimas que amenazan con salir por mis ojos.
—El juego está a punto de terminar —dice Missy—. Solo queda un
minuto en el reloj. ¿Quieres bajar?
—Claro. —Le sonrío.
Dejamos nuestros asientos y bajamos los escalones, dirigiéndonos
hacia el vientre del estadio donde se encuentran los vestuarios.
Pasamos seguridad con una muestra de mi tarjeta de identificación
y caminamos hacia el vestuario para esperar afuera, donde acordamos
encontrarnos con Ares.
Probablemente tendrá que ver la prensa, por lo que no saldrá de
inmediato, pero estoy feliz de quedarme y esperar con Missy.
Hay prensa dando vueltas por el pasillo, esperando entrevistar a
los jugadores. Mi papá estará en el vestuario. Pero generalmente no sale
a hablar con la prensa, por lo que no me verá irme con Ares, lo cual es
bueno.
Pero la prensa lo verá.
Sí, pero estoy con su hermana, por lo que no pensarán mucho en
eso.
Acabo de estacionar mi trasero contra la pared cuando Missy dice:
—Voy a ir al baño. Regreso en un minuto. ¿De acuerdo?
—Claro. —Saco el teléfono de mi bolsillo y comienzo a desplazarme
por Twitter, leyendo tweets sobre el juego.
136

—Eres Arianna Petrelli, ¿verdad?


Levanto los ojos de mi teléfono para ver a un tipo guapo: de unos
veinte y tantos, con cabello rubio desordenado, una manga de tatuaje en
un brazo. Con toda la vibra de un chico malo.
Habría sido totalmente mi tipo antes de Ares.
—Depende de quien lo pregunte.
—Me llamo Leo Parsons. Soy escritor de Athletic and Sports News.
Un periodista. Por supuesto.
—No intento ser grosera... pero, ¿cómo sabes quién soy?
Es un periodista deportivo. Por supuesto que sabe quién eres.
—Te reconocí por tu foto... en las noticias... después de tu
accidente.
Me tenso al instante.
—Solo quería decir, fue una mierda, la forma en la que la prensa te
persiguió. Probablemente no lo viste, pero escribí un artículo, no sobre ti
por cierto, sino sobre tu caso y la adicción al alcohol y cómo la sociedad
nos ve. —Se mete la mano en el bolsillo y saca una ficha de bronce—.
Dieciocho meses sobrios —me dice.
Me relajo un poco, sabiendo que este chico es parte del mismo club
que yo.
—Eso es increíble —le digo.
—Todavía peleo todos los días, pero eso ya lo sabes, ¿verdad?
Asiento.
—En fin, solo quería venir y saludarte, y si tienes la oportunidad
de leer mi artículo...
—Por supuesto —le digo sonriendo—. Lo revisaré.
—Genial. —Sonríe y luego se acerca un poco más, bajando un poco
la voz—. Y me preguntaba si... tal vez una noche quizás quieras comer
algo.
—¡Oh! —Mierda—. Yo, um... no estoy saliendo con nadie en este
momento. Sigo tratando de ordenar mi vida, ¿sabes?
—Claro. Sí, por supuesto. —Se endereza y da un paso atrás—.
Bueno, podríamos salir, solo como amigos.
—Um... —Me rasco la mejilla—. Está bien, sí, claro.
—Genial. —Sonríe. Se mete la mano en el bolsillo y saca una tarjeta
de visita—. Aquí está mi tarjeta con mi número y correo electrónico. —La
sostiene, así que se la quito—. Entonces, sí... llámame, y podemos salir
por una hamburguesa o algo así.
—Sí, eso no va a suceder.
Mi cuello casi resuena cuando giro tan rápido, y veo a Ares mirando
137

a Leo.
Sus ojos vienen a los míos, y son casi negros. Saca la tarjeta de mi
mano y la aplasta en su palma.
Mierda. Está enojado.
—Kincaid. —Leo asiente, claramente consciente de quién es él, lo
cual, por supuesto, sería así porque es su trabajo saberlo. Sus ojos se
mueven rápidamente entre nosotros—. No tenía la intención de meterme
con nadie. No me di cuenta de que ustedes dos eran pareja.
—¿Qué? ¡No! ¡No somos pareja! ¡Eso es... es una locura! Somos
amigos. Buenos amigos. Solo está siendo sobreprotector. —Luego, golpeo
a Ares en el brazo, como si fuéramos mejores amigos, no amantes. Sí, en
serio lo hice. Dios, soy una imbécil. Pero parece que no puedo parar—. En
realidad, soy muy buena amiga de su hermana, Missy, y aquí está ella.
¡Missy! —Agarro su brazo y la jalo hacia mí.
Missy ahora me está mirando, confundida.
Leo tiene un ojo periodístico sobre mí.
Y Ares... no me atrevo a mirarlo. Pero puedo sentir su ira latiendo
a mi lado, como si fuera una entidad viviente que respira.
¿Qué demonios es lo que me pasa?
No quiero mentir, realmente no, pero este tipo es periodista, y no
puedo dejar que imprima cosas sobre Ares y sobre mí. Al menos no hasta
que haya hablado con mi papá.
Y todavía no estoy lista. Solo necesito tiempo.
Porque sé lo que dirá mi papá cuando descubra que Ares y yo
estamos juntos. Vi cómo reaccionó cuando acepté que me llevara, por el
amor de Dios.
Sé dónde está la prioridad de mi padre, y no es conmigo.
Hará lo mejor para el equipo, y que Ares no esté conmigo es lo
principal.
Sé exactamente lo que le dirá a Ares.
Y tengo miedo de que lo escuche... y finalmente recobre el sentido
y se dé cuenta de que mi padre tiene razón.
Que no soy la persona con la que debería estar.
Y luego me dejará.
138
24
Traducido por Gesi
Corregido por Julie

La tensión en la camioneta de Ares me está matando.


Es tan espesa que se podría cortar el aire con un cuchillo y llevarte
una rebanada.
Missy está sentada en la parte de atrás en silencio, jugueteando
con su teléfono. Y ella nunca se queda callada.
Ares es una enorme y ardiente llama a mi lado.
Y yo… me estoy quemando bajo el calor.
Está enojado. No, está furioso.
No es que haya dicho una palabra para confirmarlo. No me ha
dicho nada desde que salimos del estadio, aparte de ladrarme que nos
íbamos, pero honestamente, eso podría haber estado dirigido a Missy.
Y tengo la conjetura no tan arriesgada de que está enojado por lo
que le dije a Leo.
Y lo entiendo. Por supuesto que no iba a decirle que Ares y yo
estábamos juntos. Pero no tenía que actuar como una completa imbécil
al respecto. Hice sonar ridícula la idea de que estemos juntos. En cierto
modo, es porque ¿qué hace un gran tipo como él con una perdedora como
yo?
Pero debido a los furiosos humos que está emanando, lo ha tomado
de una manera completamente equivocada, y es mi culpa.
Lo manejé mal, y me disculparé, pero no delante de Missy. Porque
no es justo que se sienta incómoda mientras Ares y yo resolvemos las
cosas, aunque puedo adivinar que ahora tampoco se siente cómoda.
139

Me doy cuenta de que para afuera en vez de ir al estacionamiento


de su edificio.
Mis ojos confundidos se vuelven en su dirección, pero los suyos
están fijos en el frente. Su mandíbula se aprieta con rabia.
—Estaré en casa más tarde —le dice a Missy.
Ella lo toma como su señal y prácticamente salta del auto. En
realidad, la envidio. Ojalá también pudiera irme.
—Te veo mañana —me dice, dándome una mirada de compasión.
—Adiós. —Le doy una pequeña sonrisa.
Entonces se va trotando hacia dentro de su edificio, y Ares aleja la
camioneta de la acera.
—¿A dónde vamos? —le pregunto tentativamente.
No recibo respuesta, excepto por sus manos apretándose alrededor
del volante y su mandíbula de acero.
—Ares… —presiono.
—No puedo hablarte ahora mismo, joder —dice bruscamente.
Jesús.
Está muy enojado. Nunca lo he visto tan furioso. Lo he visto
frustrado y cabreado, pero no en un nivel tan alto de furia.
Honestamente no sé qué decir o hacer.
Así que, como la pequeña gallina que soy, no digo nada y me quedo
en silencio, sintiéndome como un convicto que se dirige a su ejecución.
Gira en la calle de mi apartamento, y eso responde a mi pregunta
de hacia dónde me está llevando.
Casi espero que se detenga y me diga que salga antes de que se
marche. Pero no lo hace. Estaciona su camioneta fuera de mi edificio,
apaga el motor y sale sin decir una palabra. Por lo que lo sigo.
Caminamos hasta mi apartamento en completo silencio.
Desbloqueo la puerta, dejándonos entrar a ambos.
Ares me sigue hasta mi sala de estar.
Me siento en el brazo del sofá. Él permanece de pie. Con los brazos
cruzados sobre el pecho.
—Lo siento por actuar como una idiota antes. Ese chico, Leo… es
de la prensa, y yo no…
—No querías que alguien se enterara. Es decir, tu papá. Sí, lo
entiendo.
Bueno, si lo entiende, entonces ¿por qué está tan enojado?
—No debería haber dicho las cosas que dije…
140

—No, no deberías haberlo hecho.


—No sé por qué lo dije. Estaba divagando. Pero lo siento.
—Sí, lo has dicho.
Aún me mira con ojos azules ardientes que no pestañean, y me está
friendo en el lugar. Todavía tiene los brazos cruzados sobre el pecho. La
mandíbula tensa.
—Sigues enojado… —digo.
—Por supuesto que estoy enojado. En realidad, estoy furioso, joder.
Estoy harto de esto, Ari.
El pánico se arremolina en mi pecho. —¿Harto de qué?
—Los secretos. Las mentiras. Sabes cómo me siento al respecto,
pero lo he estado haciendo por ti. Ahora, me cansé. Dije dos semanas.
Hoy son dos semanas. Se acabó el tiempo. Ya no esconderé lo nuestro.
Mierda, ¿realmente ya han pasado dos semanas?
—Dijiste algunas. No dos —contrarresto.
—¿Es una puta broma? —grita, sorprendiéndome. Deja caer los
brazos de su pecho y se pasa una mano por el cabello—. Simplemente no
lo entiendo. ¿De qué diablos tienes tanto miedo? ¿Qué crees que hará tu
papá? ¿Piensas que hará qué? ¿Interponerse entre nosotros? Eso es una
tontería, y lo sabes. Te seguí la corriente para hacerte feliz, ¿pero esto?
Esto no me hace feliz.
—¿No te estoy haciendo feliz?
Se ríe falsamente. —¿Has escuchado una puta palabra de lo que
he dicho? Dije que esto no me hace feliz, lo que sucedió en el estadio.
Hablar con tu papá cada maldito día y fingir que no estoy saliendo con
su hija, ¡que no estoy loco por ella! De cuidar cada jodida cosa que digo
frente a él en caso de que me equivoque. No soy ese maldito tipo, Ari. Te
dije que no me gustan los mentirosos y me niego a seguir siendo uno por
ti.
—Solo necesito más tiempo… —Hago fuerza para pararme, mis
piernas se sienten temblorosas.
—¿Tiempo para qué? —grita, frustrado.
Contigo. Necesito más tiempo contigo… antes de que te des cuenta
del error que has cometido al estar conmigo y te marches. Y entonces estaré
sola otra vez.
Me miro las manos, tragándome esas palabras, temiendo decirlas
en voz alta.
—Simplemente no lo entiendo. ¡No te entiendo! ¿Sabes qué? ¿Por
qué no me llamas cuando hayas resuelto tus cosas? Porque hasta aquí
llego.
Hasta aquí llego.
Mis ojos se lanzan hacia arriba y mi pecho se contrae con pánico
justo a tiempo para verlo salir por la puerta y cerrarla de un golpe detrás
141

de él.
25
Traducido por Anna Karol
Corregido por Julie

Estoy agotada. No dormí en toda la noche.


Tomé el teléfono una docena de veces para llamar a Ares y me
acobardé. No sé cómo explicarle lo que pasa en mi cabeza. No quiero
decirle porque no quiero alertarlo de la única cosa que temo que hará…
irse.
Lo cual es estúpido porque ha hecho exactamente eso.
No quería decírselo a mi papá, por temor a que Ares me dejara. Y
me ha dejado de todas formas porque no le diré a mi papá sobre nosotros.
¿Confundida? Yo también.
Tengo una gran jodida lógica.
Pero entonces, nunca dije ser inteligente.
Hasta aquí llego.
Ni siquiera sé si seguimos juntos en este momento.
Estoy tratando de no entrar en pánico.
Nunca dijo: “Se acabó”. Dijo: “Hasta aquí llego”.
Pero entonces, ¿no es eso básicamente lo mismo?
Jesús. Qué desastre.
No puedo creer lo mucho que he arruinado las cosas.
Pensé que estar limpia significaba que tomaría decisiones más
inteligentes. Aparentemente, ese no es el caso. Soy estúpida tanto si estoy
borracha como sobria.
Tenía a un gran hombre, a quien no quería perder, y lo he perdido
142

de todos modos.
Ahora, solo hay una cosa que va a solucionar esto, espero… y es
decirle a mi padre sobre Ares y yo.
Y ruego a Dios que no sea demasiado tarde para arreglar las cosas
con Ares.
Supongo que, si es así, entonces no tengo que preocuparme de que
mi padre se meta en la cabeza de Ares y me deje.
Sería gracioso si no estuviera tan triste.
Subo las escaleras y me dirijo a la oficina de mi papá. Ares no está
aquí hoy. Ninguno de los jugadores, de hecho. Después de un partido, no
vienen por unos días.
Entonces, al menos me da la oportunidad de hablar con mi papá
antes de ver a Ares.
Llamo a la puerta de mi papá y la abro, asomando la cabeza. Está
en su escritorio, los ojos en la pantalla de su computadora.
—Hola, ¿tienes un minuto? —le pregunto.
Me mira. —Por supuesto.
Entro, dejo que la puerta se cierre detrás de mí y me siento frente
a él.
—¿Qué pasa? —pregunta, apartando su teclado y doblando las
manos sobre su escritorio.
—Estoy viendo a Ares. Me gusta. Estamos saliendo —digo con
soltura.
Aparte de una contracción en el rabillo de su ojo, mi papá no
reacciona. No hay nada, ni molestia ni ira. Solo una contracción del ojo.
—No mentí —continúo en el silencio—, cuando me preguntaste
hace unas semanas si lo estaba viendo… bueno, mentí. Dije que Ares y
yo no éramos amigos, y lo éramos, así que sí, mentí sobre eso, pero no te
gustaba que viajara con él, así que no quería decirte que era mi amigo
porque… bueno, sí. En fin, ahora es más. Me gusta. Mucho. Es bueno
para mí. —No es que lo merezca—. Él quiso decírtelo de inmediato, sobre
nosotros, pero no lo dejé porque me preocupaba cómo reaccionarías, que
te enojaras y tal vez… lo disuadieras de estar conmigo.
Veo el primer signo de reacción en su rostro desde que empecé a
hablar. Sus cejas se juntan en lo que parece consternación.
—¿Eso es lo que pensabas? ¿Que lo disuadiría de estar contigo?
Trago, con la garganta seca. —Sí.
—Jesús… —Se frota la cara con las manos—. Ari, sé que tal vez no
lo parezca… Sé que mis acciones pasadas te han dado razones para no
creer esto, pero nada o nadie es más importante que tú. Eres mi hija.
Vienes y siempre vendrás primero.
143

»Y mis dudas por ti y por Ares surgieron únicamente por mi


preocupación por ti, no porque pudieras empañar su reputación. Me
preocupaba que no estuvieras en el lugar correcto para comenzar una
relación con alguien. Apenas estás recuperando tu vida, y Ares, él se
encuentra en el ojo público, lo que significa que tú también lo estarás si
están juntos, sobre todo porque eres mi hija. Es de interés periodístico, y
no quería que tuvieras que lidiar con la presión adicional.
—Oh. —Me muerdo la comisura del labio, masticándolo,
sintiéndome un poco estúpida.
Vale, más estúpida de lo que ya soy.
—Yo… lo siento, Ari.
—¿Qué? —Casi me caigo de la silla en estado de shock.
Mi papá no se disculpa. Nunca.
Suelta un suspiro. —Lamento haberte hecho sentir así, como si no
pudieras hablar conmigo y que pensaras que la reputación de Ares era
más importante para mí que tú.
Pongo las manos en mi regazo frente a mí, mirándolas fijamente.
—Bueno… no es como si me hubieras dado alguna razón para pensar
diferente —le digo en voz baja.
—Lo sé.
Eso hace que suba la cabeza. ¿Me he deslizado en otra dimensión?
¿Una donde mi papá se disculpa y me habla?
—Solo… no soy bueno en esto. —Mueve un dedo entre nosotros—.
Dame once jugadores de más de cien kilos en un campo de fútbol, y
puedo manejarlos con los ojos cerrados. Pero mi hija… no sé por dónde
empezar. Cómo hablar contigo. Y solo… quiero que sepas que lo siento.
Dos disculpas. Definitivamente ocurre lo de la zona desconocida.
Y no es una disculpa por todo lo que ha hecho mal. Pero es un
comienzo.
Asiento, reconociendo su remordimiento, con mis propias palabras
atrapadas en mi garganta, que está obstruida por la emoción.
—Está bien… —exhala, sentándose en su silla—. Aunque tengo mis
preocupaciones por ti con la prensa, de todos mis jugadores, Ares es el
único hombre en el que confiaría contigo. Es un buen chico. Entonces…
lo notificaré al equipo de relaciones públicas y los tendré listos para
manejarlo cuando la prensa se entere de su relación.
Si es que todavía tengo una relación.
—Soy consciente de eso. Pero, ¿puedes esperar hasta que hable
con Ares? Él… ahora no está muy contento conmigo. —Me agito en mi
silla, pongo mis manos debajo de mis muslos y me siento sobre ellas.
Mi papá frunce el ceño. —¿Qué quieres decir con que no está
contento contigo?
144

—Bueno, nosotros, uh… tuvimos una pelea al respecto anoche —


Una gran pelea—, sobre mantener nuestra relación en secreto. Él quería
decírtelo. Pedí más tiempo. Se enojó y se fue.
—Y por eso me lo dijiste hoy.
Me muerdo el labio y asiento.
—Me alegra que me lo hayas dicho. ¿Dónde está Ares hoy?
Me encojo de hombros —En su casa, supongo.
—Está bien entonces, te doy el resto del día libre para que vayas a
verlo.
—¿Sí? —digo sorprendida.
—Bueno, es lo menos que puedo hacer. Esto es en parte mi culpa.
—Uh… gracias.
—¿Necesitas un aventón a la ciudad?
—Puedo tomar el autobús.
Sacude la cabeza. —Te llevaré.
—Aprecio eso, papá. Pero… no creo que sea una buena idea que
ambos vayamos a verlo.
Mi papá se ríe bajo. —Ari, no planeaba ir a tener una charla corazón
a corazón contigo y Ares. Solo iba a dejarte en su casa y luego volver aquí.
—Oh. De acuerdo. Bueno, entonces, acepto el aventón. —Sonrío.
145
26
Traducido por Julie
Corregido por Tolola

—Gracias por traerme, papá. —Alcanzo la manija para abrir la


puerta del auto—. Supongo... que te veré mañana en el trabajo.
—¿Ari?
Me detengo y lo miro.
—¿Podríamos cenar mañana por la noche? Ares también es
bienvenido.
—De acuerdo. —Asiento lentamente—. Me gustaría. Y te haré saber
sobre Ares. Supongo que depende de si acepta mis disculpas o no.
Sonríe, sus ojos se suavizan. —Las aceptará.
—Espero que tengas razón. —Entonces, hago algo que nunca hago.
Me inclino y le doy un beso en la mejilla—. Te veo mañana, papá. —Luego,
me bajo de su coche, cerrando la puerta detrás de mí.
Entro en el edificio de Ares. Le doy al guardia de seguridad una
sonrisa y un saludo, me dirijo al ascensor y aprieto el botón del octavo
piso.
Me envuelvo con los brazos, tratando de contener mis nervios.
Sentirme así... realmente me da ganas de tomar un trago. Algo para
calmar mis nervios.
Pero no tengo esa opción, así que simplemente respiro. Inhalo y
exhalo. No tengo tiempo para adoptar la posición de loto y concentrarme.
Así que respiro hondo, a la antigua usanza.
El ascensor emite un sonido y la puerta se abre.
Recuerdo la primera vez que vine aquí para disculparme con Ares
146

por haberle mentido sobre la cancelación y para decirle que Luke era mi
padrino. Es la primera vez que me besó.
Y aquí estoy de nuevo, caminando hacia su puerta para
disculparme. Solo que esta vez no me está esperando en la puerta.
Levanto la mano, llamo a su puerta y espero.
La puerta se abre, pero no es Ares quien contesta, es Missy.
—Hola. —Sonríe ampliamente, como si estuviera muy feliz de
verme aquí—. ¿Cómo estás?
—Estoy... bien, supongo —digo con un encogimiento de hombros y
una sonrisita—. ¿Está Ares por aquí?
—Está arriba, en el piso doce. Fue a nadar. —Ante mi confusa
mirada, dice—: Hay un gimnasio y una piscina para que los residentes
usen.
—Oh, está bien. Bueno, supongo que iré a verlo. Deséame suerte.
—¿Suerte? Pero no lo necesitarás. —Sonríe y me guiña un ojo.
Lo tomo como una buena señal, ya que conoce a su hermano mejor
que nadie y, si hubiera terminado conmigo, imagino que ella lo sabría,
¿verdad?
—Nos vemos luego —le digo. Luego me doy la vuelta para volver al
ascensor.
—¿Vas a venir a cenar esta noche, verdad? —pregunta, saliendo al
pasillo.
Me giro hacia ella, caminando lentamente hacia atrás. —Supongo
que eso depende de tu hermano.
—Ari, eres mi amiga. Vendrías aunque él no te quisiera allí, pero sí
quiere porque el testarudo está loco por ti.
Otra inyección de esperanza.
—Entonces te veré esta noche —le digo con una sonrisa.
Me doy la vuelta y me dirijo hacia el ascensor. Se abre en cuanto
pulso el botón. Supongo que nunca volvió a bajar. Entro y aprieto el botón
para el piso doce.
Salgo del ascensor y veo los carteles en la pared de afuera. Al
parecer, el gimnasio y el baño de vapor están a la izquierda. Piscina a la
derecha.
Sigo el letrero, me acerco a una puerta y la empujo para abrirla.
Me lleva directamente al área de la piscina. Hay una piscina olímpica
aquí. Hay ventanas de vidrio a cada lado, dando una hermosa vista de la
ciudad.
Y Ares es el único que está aquí, nadando a mucha distancia de
mí.
Me quito los tacones y me dirijo a la piscina, donde espero que
147

termine.
Golpea el otro extremo de la piscina y se detiene, con la mano en la
orilla, claramente tomándose un descanso.
Me quedo aquí, esperando a que me vea.
Gira la cabeza mientras se mueve para volver a nadar, y finalmente
me ve.
Mantenemos la mirada fija durante mucho tiempo.
Me pregunto si va a nadar hacia mí, pero no lo hace. Se queda ahí,
el idiota testarudo. Así que me trago el orgullo y camino a lo largo de la
piscina hasta donde está.
Me detengo ante él y me quedo mirando. Las gotas de agua se
aferran a sus pestañas y le corren por la cara. Su cabello oscuro está liso
por el agua.
Dios, es hermoso.
—Hola —digo en voz baja.
Con las manos sosteniendo la orilla, me mira. —¿Qué haces aquí?
¿No deberías estar en el trabajo?
Yo también me alegro de verte.
—Mi padre me dio el resto del día libre. —Me agacho ante él,
poniéndonos a la altura de los ojos—. Y estoy aquí porque me dijiste que
te llamara cuando resolviera mis problemas. Bueno, los he arreglado.
Pero pensé en venir a verte en persona en vez de llamarte.
—Mm. De acuerdo. —Asiente—. ¿Y exactamente cómo has resuelto
tus problemas?
—Le conté a mi padre sobre nosotros.
No me pierdo la sorpresa que le pasa rápidamente por los ojos. Él
dudaba que lo hiciera. Pero no puedo culparlo. No le di exactamente una
razón para que confiara en mí.
Hay una larga pausa antes de que diga algo. Y, cuando lo hace, es:
—Está bien.
—¿Está bien? —Frunzo el ceño.
—Eso es lo que dije.
—¿Y qué significa?
—Estoy bastante seguro de que tiene algunas definiciones en el
diccionario...
—Eres divertidísimo.
—Lo intento.
—Dios, eres un idiota.
148

—Bueno, ¿qué quieres que diga exactamente?


—¡Oh, no lo sé! —Lanzo una mano al aire—. Tal vez: ¡Eso es genial,
Ari! ¡Sé lo difícil que debe haber sido para ti!
—Estoy más interesado en saber por qué no querías decírselo, y no
me vengas con esa mierda de que se interpondría entre nosotros porque,
si tuvieras fe en mí... en nosotros, entonces nunca habrías pensado eso.
Tiene razón. Pero no es que no tenga fe en él. No tengo fe en mí
misma.
—Yo… —Suspiro—. Después de la primera conversación con mi
padre, cuando me llevabas al trabajo y cómo no le gustó pensar en ti y
en mí, yo interpreté que era por ti, que te traería prensa negativa, y me
dio miedo...
Siento que las lágrimas me pican en los ojos y me muerdo el interior
de la mejilla para evitar que caigan.
Pero no funciona, y se derraman de todos modos.
Se me escapa un aliento tembloroso. —Pero esos eran mis propios
pensamientos negativos sobre mí misma. En realidad, no fue mi padre
quien lo dijo. Fui yo quien sacó la peor conclusión porque eso es lo que
ya pienso de mí. Que no soy lo suficientemente buena para ti. Que soy
un desastre. Que recordarías todo esto y todas las razones por las que no
querías estar conmigo en primer lugar, y que... me dejarías. —Me aprieto
las palmas de las manos contra las mejillas, secándome las lágrimas.
—No eres un desastre, Ari.
Por fin levanto mis ojos hacia él. Me está mirando con una emoción
sin nombre.
—En cierto modo lo soy, en este momento.
—Eso es verdad. —Frunce los labios y mueve la cabeza en acuerdo.
—Idiota. —Me río con lágrimas en los ojos.
—También es verdad. —Extiende la mano y toma la mía. Su piel
está húmeda y fresca contra la mía—. ¿Qué dijo tu padre cuando se lo
contaste?
—Fue muy bueno. Me dijo que su preocupación era por mí. Como
eres muy conocido y yo soy su hija, la prensa estará interesada, sobre
todo por lo que sucedió a principios de este año. Y le preocupaba cómo
me afectaría que la prensa volviera a entrar en mi vida personal.
—Eso tiene sentido. —Asiente—. Pero hay formas de protegerte de
eso.
—Va a hablar con relaciones públicas.
—Bien. —Me pasa el pulgar por encima de la muñeca.
—Te extrañé —le digo en voz baja.
—Yo también te extrañé. —Desliza la mano por mi brazo—. Odio
149

dormir sin ti.


—No dormí —confieso.
—Yo tampoco. —Se ríe en voz baja.
—Y... ¿ahora qué?
—Podrías besarme —dice, con una sonrisa en la comisura de sus
labios.
—Eso puedo hacerlo. —Me apoyo sobre las rodillas, sin importarme
que el agua se me meta en las piernas o en el dobladillo de la falda, y me
inclino hacia abajo y lo beso.
Me toma la cara entre las manos, su lengua deslizándose en mi
boca, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo.
—Entonces, ¿estamos bien? —murmuro contra sus labios.
—Estamos más que bien.
Lo siguiente que sé es que sus brazos están enganchados bajo los
míos, y me empuja hacia adelante.
A la piscina.
Completamente vestida.
—¡Ah! —exclamo cuando mi cuerpo choca con el suyo al caer al
agua—. ¿Qué demonios? —le grito.
Me está sonriendo, el idiota.
—Te quería cerca.
—¿Y no podías salir de la piscina?
—Esto parecía más divertido.
—Sí, para ti. —Le pongo una mano en el pecho, pero estoy
sonriendo.
—Será divertido para ti también.
Luego, toma mi boca en un beso profundo y lleva su cuerpo hacia
adelante, empujándome hacia atrás hasta que mi espalda golpea la pared
de la piscina.
—Espera. —Me levanta las manos y las pone en el borde de la
piscina.
Entonces, se mete bajo el agua, y me pregunto qué demonios está
haciendo. Me doy cuenta rápidamente cuando me baja la cremallera de
la falda y empieza a bajármela por las piernas.
Me retuerzo, tratando de detenerlo porque, ya saben, estamos en
un lugar público. Puede que no haya nadie aquí aparte de nosotros en
este momento, pero eso no significa que no pueda entrar alguien.
150

Me aprieta el culo con fuerza, impidiendo que me mueva, y se


aprovecha y me quita la falda.
—¿Qué demonios estás haciendo? —siseo cuando sale a la
superficie.
Se limpia el agua de la cara con una mano y luego tira mi falda a
la piscina con la otra. —Pensé que era obvio.
Se acerca a mí, me agarra de las caderas con las manos y me lleva
hacia él. Mis manos van a su pecho.
—Cualquiera puede entrar.
—¿Y qué?
—¡¿Y qué?! —Los ojos casi se me salen de la cabeza—. No quiero
que un extraño me vea desnuda.
—No estás desnuda. Aún.
—¿Has perdido la cabeza?
—¿Por ti? Eso parece. Y relájate, nena. —Me da un beso en el
cuello—. Nadie viene aquí durante el día. La piscina apenas se usa
durante la semana, excepto por mí. —Sus manos se acercan a mi culo,
me enganchan más alto, justo donde él me quiere—. Quiero hacer las
paces contigo.
Me empuja las caderas, su pene duro presiona contra ese punto
dulce, y yo tengo que tragarme un gemido.
—Pensé que ya habíamos hecho las paces. —A pesar de mis
reservas vocales, todavía le pongo los brazos alrededor del cuello y mis
piernas alrededor de la cintura.
—Quiero hacer las paces apropiadamente —dice, y luego me besa.
Un beso profundo, caliente y sexy que me hace gemir en su boca.
—Joder, te he echado de menos —se queja.
Fue solo una noche, pero yo también lo extrañé. Me asusta lo
mucho que lo extrañé.
Su mano se mueve por mi culo, sosteniéndome por detrás. Me
aparta las bragas y me mete un dedo.
Suspiro de placer, mi cabeza cae contra el borde de la piscina.
Me eleva más, así que mi pecho está fuera del agua. Luego, me
empuja la camisa hacia arriba, tirando la copa del sostén, y envuelve los
labios alrededor de mi pezón, chupando con fuerza.
Un rayo de lujuria me atraviesa. Aplasto mi clítoris contra su
estómago, necesitándolo.
Me chupa el agua del pecho mientras me folla con los dedos.
—Te deseo —jadeo, ya sin importarme dónde estemos.
Podríamos tener una audiencia, y no me detendría.
151

Empujo sus pantalones cortos de natación por sus caderas,


usando los pies para bajarlos, liberando su pene.
Me besa hasta la boca, bajando mi cuerpo hasta su pene. Me aparta
las bragas y luego empuja hacia arriba hasta que se entierra hasta la
empuñadura.
Mis gritos resuenan por toda la habitación.
Está profundo. Tan profundamente dentro de mí.
—Silencio —amonesta, mordiendo mi labio inferior—. Traerás a la
gente, haciendo esos ruidos. No me hagas amordazarte. —Ojos traviesos
se elevan a los míos, brillando con calor y lujuria.
Enrollo mis dedos en el pelo de su nuca y le doy un tirón. —Jódete
—digo.
Se ríe entre dientes. —Ahí está mi chica sucia. —Saca el pene y,
con un movimiento rápido, lo vuelve a meter.
Me muerdo el labio para no volver a gritar.
—Eso es —canta, con los dientes mordiendo mi mandíbula hasta
la boca. La toma con un beso profundo—. Toma lo que tengo que darte,
nena.
Con una mano enredada en mi pelo, la otra sosteniendo mi culo,
me folla fuerte y desesperadamente, como si hubiera pasado un mes, no
poco más de un día desde la última vez que estuvo dentro de mí.
—No más peleas —se queja.
—No a menos que nos reconciliemos así.
Se ríe bajo y profundo, el sonido ondula a través de mí, como el
agua que me rodea.
Puedo sentir que los músculos de mi estómago comienzan a
tensarse. Mi orgasmo no está lejos.
—Estoy cerca —le digo—. Sigue haciendo eso... justo ahí.
Su mano me aprieta el culo, inclinándolo levemente, haciendo que
su pene se deslice por mi clítoris, y yo me lanzo como un cohete.
—Joder —gruñe, cierra los ojos y presiona su frente contra la mía—
. Estás haciendo que me corra, nena...
Su pene se sacude dentro de mí cuando empieza a correrse.
Los dos estamos jadeando, con la respiración entrelazada. Mi
cuerpo tararea por el orgasmo.
—Bueno, esa fue la primera vez —murmura.
—¿Qué?
—Sexo en una piscina.
152

—¿Nunca lo has hecho en una piscina?


Se aparta, y unos ojos entrecerrados me miran fijamente. Aprieta
la mandíbula. —No. ¿Y tú?
—No. Pero deberías ver la expresión de tu cara ahora mismo.
—Eso fue cruel. —Me pincha el costado, haciéndome reír y
retorcerme.
—Probablemente deberíamos salir de aquí —le digo.
—Sí —coincide—. No queremos tentar a la suerte más de lo que ya
lo hemos hecho.
Me detengo, con el ceño fruncido. —Pensaba que habías dicho que
nadie usa la piscina durante el día.
Una lenta sonrisa se le desliza por la cara.
—¡Idiota! —Le empujo el pecho—. ¡Alguien podría habernos
atrapado!
—Pero no lo hicieron. E, incluso si lo hubieran hecho, habría valido
la pena.
—Sí —suspiro, estando de acuerdo con él. Porque el sexo en la
piscina con él fue ardiente como el infierno.
Me besa una última vez y luego sale de mi interior. —Aunque
probablemente debería hacer saber al mantenimiento del edificio que
deben limpiar la piscina —dice mientras sale de ella, sentándose en un
costado.
Me toma un segundo darme cuenta de lo que quiere decir, y luego
miro hacia abajo, dándome cuenta de que su semen se filtrará de mi
cuerpo hacia el agua.
—Mierda —me quejo—. No les digas por qué necesita limpieza.
—No iba a hacerlo. —Se pone de pie—. Iba a decirles que mi novia
tuvo un accidente en la piscina. —Sonríe y luego se va a buscar su toalla.
Ni siquiera puedo gritarle porque acaba de llamarme su novia.
Su novia.
Es la primera vez desde que empezamos a salir que me llama así.
Y ahora tengo la sonrisa más grande y tonta en la cara.
Salgo de la piscina. Mi blusa está mojada, así que me la quito por
encima de la cabeza y le escurro el exceso de agua. Recupero mi falda
mojada y mis zapatos del suelo.
Ares se acerca con una toalla y la envuelve alrededor de mi cuerpo,
asegurándola con un pliegue en mi busto. Luego, se inclina y me da un
suave beso en los labios. —¿Lista? —pregunta.
—Sí. —Tomo la mano extendida de mi novio y dejo que me saque
153

de allí, hacia el ascensor y luego a su apartamento.


27
Traducido por Val_17
Corregido por Tolola

—Deja de moverte —dice Ares amablemente.


Nos encontramos de pie fuera del restaurante en Park Avenue,
donde el taxi acaba de dejarnos, y donde vamos a cenar con la familia de
Ares antes de que Missy y Lo regresen a sus respectivas escuelas. Llevo
un vestido color limón de manga corta que se ajusta en la cintura y el
busto y se ensancha en la falda, y sandalias de tiras blancas con tacones
de plataforma. Necesito llevarlas si voy a cenar con su grupo de humanos
gigantes.
Missy me dijo que Cam también es alta. Casi un metro setenta y
cinco y una ex bailarina de ballet.
Lo juro, voy a parecerme a un chihuahua entre un montón de
perros gran daneses.
—No puedo evitarlo. Estoy nerviosa. —Me cambio el peso de pie—.
¿Y si no les agrado a Zeus, Cam y Lo?
—¿Por qué no les agradarías?
—Eh, por un millón de razones. Tengo antecedentes penales. Soy
alcohólica. —Enumero las razones con mis dedos.
—No eres alcohólica. Tuviste un problema de abuso de sustancias,
y ahora estás sobria.
—Semántica. Van a pensar que no soy lo suficientemente buena
para ti.
—Basta, mi amor. Te aseguro que se preguntarán qué demonios
hace una persona tan maravillosa como tú conmigo. Créeme. Y presiento
que Lo de verdad hará esa pregunta.
154

—Eres gracioso.
Me toma la barbilla con la mano, inclinándome la cabeza hacia
atrás, quedando al nivel de mis ojos. —Hablo en serio. Eres increíble,
nena. Te van a amar.
¿Al igual que tú?
Sé que solamente llevamos juntos un poco, pero me siento bastante
segura de que estoy enamorada de este chico.
De acuerdo, no estoy bastante segura. Estoy segura.
Completamente enamorada de él.
Pero no tengo idea de si él siente lo mismo.
Y de ninguna jodida manera voy a decírselo yo primero. Solo voy a
esperar hasta que él lo diga… si alguna vez lo hace.
Dios, espero que lo haga.
—¿Adónde te has ido? —pregunta, mirándome cuidadosamente.
—A ninguna parte. —Fuerzo una sonrisa.
—Nena… sé que ya hablamos sobre esto… que aquí sirven alcohol.
Pero, si en algún momento es demasiado para ti, házmelo saber, y nos
vanos.
—Estaré bien.
—No lo dudo. Pero, en el pequeño caso de que no lo estés…
—Serás el primero en saberlo.
Presiona un suave beso en mis labios. —Entremos.
Me toma la mano y me lleva dentro del restaurante.
—¿Tiene una reserva? —pregunta el anfitrión cuando nos
acercamos.
—Sí. Bajo el apellido Kincaid —le dice Ares.
—El resto de su grupo ya está aquí. —Sonríe—. Síganme.
El anfitrión nos dirige a nuestra mesa, y mi estómago nada de los
nervios.
Los veo a todos sentados alrededor de la mesa. Missy ya está aquí,
hermosa como siempre, con un vestido azul claro. A su lado hay una
versión más joven de Ares, que tiene que ser Lo —increíblemente guapo—
y a su otro lado hay una morena impresionante, que supongo es Cam.
Junto a ella hay una versión más ligera de Ares, el cual solo puede ser
Zeus —dulce Señor, es guapo, pero no tanto como Ares, por supuesto—,
y junto a él hay un enorme chico rubio, que tiene que ser Kaden Scott.
También muy guapo.
Kaden no es de la familia, pero es como si lo fuera para Zeus y
Cam, y sé que Missy también es cercana a él.
155

Kaden solía ser boxeador hasta que, créanlo o no, un combate de


boxeo con Zeus Kincaid lo dejó inconsciente y en estado de coma.
Ares me contó lo destrozado que quedó Zeus después de lo ocurrido
y cómo se hizo cargo y pagó por los gastos médicos y la rehabilitación de
Kaden.
Han sido cercanos desde entonces.
—¡Por fin! Nos hemos estado muriendo de hambre aquí, esperando
a que aparecieras —le dice Zeus a Ares, con ligereza en su tono.
—Ni siquiera llegamos tarde, idiota.
Zeus se ríe a carcajadas.
Ares me pone el brazo alrededor de los hombros, dándome un
suave apretón. —Ari, este es mi hermano mayor, Zeus, y su media
naranja, Cam. Este es Kaden Scott, y ya conoces a Missy, así que me la
salto. Y el idiota sentado a su lado es mi hermano menor, Lo.
—Gracias, hombre —dice Lo, mostrándole el dedo corazón a Ares.
—Hola. —Sonrío—. Es genial conocerlos a todos.
Cam se pone de pie y rodea la mesa para llegar a nosotros. —Es un
placer conocerte finalmente, Ari. Hemos oído mucho sobre ti. —Entonces
me abraza, besando mi mejilla—. Tienes razón, Ares; es hermosa —le dice
a él, inclinándose para darle un beso en la mejilla.
Todos tomamos asiento, y Ares me sostiene la silla como el
caballero que es.
Aparece el camarero. —¿Puedo traerles una bebida?
Un vistazo a la mesa me dice que todos ya han ordenado. Me doy
cuenta de que no hay nada de alcohol en la mesa.
¿No ordenaron nada debido a mí?
Sé que Ares no bebe, lo que se debe a su papá, quien no se
encuentra aquí esta noche. Evita todos los lugares donde sirven alcohol,
lo que puedo entender totalmente.
Sé que Missy y Lo tomaron un café con él más temprano, ya que
ambos venían desde allí.
Si no están bebiendo por mí, entonces me siento muy agradecida
de que lo hicieran. Pero también muy avergonzada.
Desearía ser una persona diferente por él. Una mejor persona. Una
que pudiera venir a un restaurante, pedir alcohol y no terminar en
rehabilitación inmediatamente después.
—Agua con gas para mí —digo en voz baja, sintiéndome incómoda.
—¿Y para usted, señor? —le pregunta el camarero a Ares.
—Pepsi Light.
Ares me toma la mano y la aprieta, como si pudiera sentir mi
agitación interna.
156

Lo miro y le ofrezco una sonrisa. Es forzada, pero no quiero


preocuparlo, y definitivamente no quiero arruinar su noche.
—Bueno, tengo una pregunta para Ari —comenta Lo, atrayendo mi
atención de Ares hacia él—. ¿Qué haces exactamente con el imbécil de
mi hermano? Te das cuenta de que podrías tener a alguien un millón de
veces mejor que él, ¿verdad? Sí, sí, puede que sea un famoso jugador de
fútbol, pero está bateando muy, muy por encima de su promedio contigo.
Eres como el mejor filete, y él es una hamburguesa… y ni siquiera una
buena hamburguesa. Es como una de esas hamburguesas de mierda y
delgadas que están hechas en su mayoría de agua.
Le sonríe, y se me escapa una risita.
Miro a Ares, quien me levanta una ceja, como para decir: “¿Qué te
dije?”.
Ares mira fijamente a Lo a través de la mesa, con el ceño fruncido.
—Y, por simple curiosidad, hermanito, ¿exactamente quién encajaría en
la categoría del mejor filete y sería lo bastante bueno para mi chica? —
Ares rodea el respaldo de mi silla con un brazo.
Lo se recuesta en su asiento e infla el pecho. —Bueno, yo, por
supuesto.
Se encoge de hombros, y todos en la mesa comienzan a reír.
Incluida yo.
Y así como así, mis pensamientos sombríos han desaparecido,
reemplazados por felicidad.
157
28
Traducido por Dakya
Corregido por Tolola

—Me lo he pasado muy bien esta noche —le digo a Ares mientras
abre la puerta de su apartamento y nos deja entrar—. Tu familia es
increíble.
—Sí, están muy bien —dice, cerrando detrás de nosotros.
Missy y Lo se quedan con Zeus y Cam esta noche para poder pasar
un tiempo con los niños antes de regresar a la universidad.
—Aunque creo que voy a tener que cuidar de mi hermanito a tu
alrededor —dice Ares, acercándose mientras me quito los zapatos.
Mis pies presionan el suelo fresco, y casi gimo de alivio. Los tacones
altos son unos asesinos. —No seas tonto —le digo—. Lo te estaba
fastidiando.
—Sí, bueno, funcionó. —Envuelve sus brazos alrededor de mí y me
da un beso en la frente—. Eres mía.
—Y tú eres mío —digo en un bostezo.
—¿Te estoy aburriendo? —Se ríe.
—Nunca. Demasiada comida.
Me llené de comida. Estaba increíble. Casi tan buena como la
compañía.
Lo juro, estoy enamorada de su familia. Son impresionantes. Al
verlos interactuar, era como me imaginaba que habría sido para mí si
hubiera tenido un hermano o una hermana.
—¿Cama? —pregunta.
Asiento con otro bostezo.
158

Se quita los zapatos y luego me guía a través de su apartamento,


apagando las luces mientras va dirigiéndose a su habitación.
Traje una bolsa de viaje conmigo antes, ya que decidimos que nos
quedaríamos en su casa esta noche. Así, agarro mi neceser y cepillo de
dientes.
Nos cepillamos los dientes, uno al lado del otro. Luego, Ares
desaparece en el dormitorio mientras me desmaquillo.
Cuando termino, apago la luz del baño y, con los pies cansados,
me meto en su habitación. Ares ya está en la cama, sentado, con el pecho
desnudo, y sé que estará desnudo debajo de las mantas, ya que no usa
nada en la cama. Está leyendo algo en su teléfono. Conociéndolo, debe
ser la última noticia deportiva. La lámpara al lado de su cama ilumina la
habitación para mí.
Me quito el vestido, lo coloco en la silla y luego me quito el sostén,
quedándome en bragas. Puedo sentir sus ojos en mí cuando me acerco a
su tocador, tomo una de sus camisetas de fútbol y me la pongo.
Podría usar mis propios pijamas. Pero me gusta llevar sus camisas.
Y sé que a él le gusta verme en ellas.
Me acuesto en la cama junto a él, acurrucándome cerca, ya
sintiéndome somnolienta.
Baja el teléfono y apaga la luz. Se desliza hacia abajo, poniendo su
brazo alrededor de mí, abrazándome. Suaves labios se encuentran con
los míos. —Buenas noches, cariño.
—Buenas noches —murmuro.
Entonces, se apaga la luz.

***

Me despierto lentamente ante la sensación de labios de terciopelo


presionando besos en mi muslo interno.
Una lengua caliente corre por mi centro, haciéndome jadear. Mis
manos se extienden hacia abajo, corriendo por el sedoso cabello de Ares.
Sube por mi cuerpo, presionando besos mientras avanza y su mano
empuja su camiseta por mi cuerpo. Levanto los brazos, y me la quita por
encima de la cabeza.
—Me gustas con mi camiseta —dice con voz baja en la oscuridad.
Sonrío. —Lo sé.
—Pero me gustas más sin ella.
—Eso también lo sé.
159

Sus labios se encuentran con los míos en un suave beso. Puedo


sentir su erección, caliente contra mi muslo.
Su mano sube, cubriendo mi pecho, acariciando mi pezón con el
pulgar, haciendo que mis caderas se sacudan.
—Te deseo —le susurro.
Sus caderas giran en círculos, la cabeza de su pene rozando contra
mí. Luego, empuja lentamente dentro de mí.
Nunca me acostumbraré al sentimiento. La sensación de euforia de
él llenándome completamente.
Cuando está metido hasta la base, se queda allí, inmóvil, con los
ojos mirándome en la oscuridad.
Puedo sentir el latido acelerado de su corazón pasando a través de
su pecho hacia el mío.
—Ari… —Mi nombre es como una súplica susurrada en sus
labios—. Yo… —Un beso—. Estoy loco por ti.
—Y yo, mi amor —le digo, pasando los dedos por su cabello.
—Y yo… —Una respiración profunda—. Creo que deberías dejar
algunas cosas aquí, como un cepillo de dientes.
¿Eh?
Otro beso.
—¿Un cepillo de dientes? —murmuro.
—Para cuando te quedes por aquí. Y yo dejaré uno en tu casa.
—Está bien... pero, ¿estamos hablando de cepillos de dientes
mientras tu pene está dentro de mí?
Se ríe. —Lo siento.
Mueve las caderas, se retira hasta la punta, y luego empuja hacia
adentro, golpeándome justo en ese punto dulce.
Mis piernas suben alrededor de sus caderas y mis ojos se cierran
mientras disfruto de la sensación de él dentro de mí.
—Tal vez un cajón, también —dice.
Abro un ojo. —¿Un cajón?
—Para tus cosas, para que las guardes —explica.
—Vale.
—Y yo tendré uno en tu casa.
—Está bien… —repito, arrastrando las palabras. Luego, aprieto su
culo con mis pies para instarlo a que comience a moverse.
—Tal vez también una llave. Para aquí. Y puedo tener una de tu
160

apartamento. ¿O es demasiado pronto?


—Está bien. —Me levanto sobre los codos, acercando mi cara a la
suya—. ¿Qué está pasando?
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir... normalmente no eres tan conversador en la cama,
excepto por las raras órdenes, como, “chupa más fuerte” o la acalorada
alabanza de “joder, así es, nena”.
Me río, pero él no.
Y eso me preocupa. —Ares... ¿está todo bien? Tú y yo estamos…
—Bien. Mejor que bien. Me acabo de dar cuenta de algo, eso es
todo.
—¿Qué?
—Te amo. Estoy enamorado de ti. Estabas acostada, durmiendo, y
yo te estaba mirando, de una manera no espeluznante. Y me acabo de
dar cuenta. De que te amo, joder.
Mi corazón se ha detenido en mi pecho.
Me ama.
—¿Me amas?
—Aparentemente sí.
Entonces, sonrío grande. —Qué bueno que yo también te amo, o
esto sería incómodo.
—¿Me amas?
Le presiono un beso en los labios. —Sí, te amo. Estoy loca y
profundamente enamorada de ti.
Su mano va a mi nuca, y los dedos se enroscan en las hebras de
mi cabello. —Dilo otra vez.
—Te amo.
—Joder, eso es sexy. Me estás poniendo más duro, nena.
—Entonces, fóllame y termina lo que empezaste.
—¿Que termine? —Se ríe entre dientes; un sonido bajo, oscuro y
sexy—. Cariño, esa palabra ni siquiera está en mi vocabulario cuando se
trata de ti. —Luego, me besa con fuerza y me hace el amor durante el
resto de la noche.
161
29
Traducido por Joselin
Corregido por Julie

Es increíble cómo la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de


ojos. Un parpadeo, y mi estilo de vida hedonista —del que tenía la certeza
que amaba— se vino abajo sobre mí, trayéndome a una nueva realidad.
Una realidad limpia y sobria. Pero también solitaria y vacía. Entonces,
una persona vino y cambió todo por completo nuevamente.
Un beso lo cambió todo.
Ahora, mi vida está completa y feliz gracias a Ares.
Las noches que solía pasar con Netflix, sintiéndome sola, ahora las
paso con él. A veces, Netflix se nos une. A veces, solo nos relajamos.
Nunca antes fui así de feliz. Nunca.
Lo adoro. Lo amo.
Y, lo mejor de todo, él me ama.
Con equipaje y todo.
La vida con Ares es increíble. Amo cada segundo de ella.
Mi relación con mi papa también es mejor que antes. No voy a decir
que todo está arreglado porque no es así. Pero es mejor.
Aún voy a AA regularmente. Aún veo a Luke.
Pero no he tenido que llamarlo desde ese episodio en el bar.
La necesidad de beber siempre estará allí.
Pero ahora tengo más en mi vida que perder, y eso me hace trabajar
más para no volver a beber.
Por eso me siento confiada, yendo sola a esta subasta discreta de
162

caridad, a la que mi padre me pidió que asistiera en su nombre porque


el equipo está en un partido de visitante, lo que significa que Ares está
lejos. Si no estuviera aquí, solo estaría sentada en casa, extrañándolo. Al
menos esto me mantiene ocupada y mata las horas hasta que mañana él
llegue a casa.
La subasta tiene el fin de ayudar a recaudar dinero para una
organización benéfica para el cáncer infantil. El equipo ha donado un
montón de recuerdos firmados, y mi papá también me ha pedido que
haga una compra en su nombre. Mary usualmente viene a estas cosas
por mi papá, pero no pudo hacerlo esta noche, así que él me lo pidió, y
se sintió bien que creyera que yo podría venir aquí sola, donde se serviría
alcohol.
También es una buena prueba para mí.
La cosa es que, todavía no he afrontado ir a la barra.
No es que esté pensando en ir allí y tomar todo el alcohol.
Pero ha pasado tanto tiempo desde que camine hacia una barra, y
solo se siente extraño.
—Hola, Arianna.
Me giro y veo a Leo Parsons, el periodista deportivo.
—Hola… Leo —digo, sorprendida de verlo.
La última vez que lo vi fue, bueno, un poco incómodo y también la
noche en que Ares y yo tuvimos esa gran pelea, lo que resultó en que él
me abandonara.
No es que fuera culpa de Leo, por supuesto. Me siento un poco rara
porque le dije que Ares y yo no estábamos juntos. Y, ahora, todos saben
que estamos saliendo. Ha habido noticias sobre que Ares salía conmigo,
la hija mala del entrenador. Cómo mi padre tiene un gran problema con
nuestra relación, lo cual no es cierto. Todas las especulaciones que a los
medios les gusta hacer. Pero, en general, no ha sido tan horrible. Y,
después del interés inicial en la vida privada de Ares y la mía, se ha
extinguido.
Dejando que sigamos con nuestra relación, la cual no podría ser
mejor.
—¿Cómo estás? —pregunto.
—Bien. ¿Estás aquí de representante? —pregunta.
—Sí, mi papá me pidió que asistiera en su nombre. ¿Qué hay de ti?
—Está lleno hasta el cuello con personalidades deportivas. ASN
quería que viniera a cubrirlo, a ver quién hace una oferta sobre qué y
cuánto.
—Suena... de interés periodístico.
Él se encoge de hombros. —Es el tipo de mierda que la gente quiere
saber. Cuánto está dispuesta una celebridad a pujar por la caridad. El
163

chisme se vende. Incluso en los deportes.


—Cierto. —Suspiro.
—Vi las historias sobre Kincaid y tú...
—Sí... lo siento por no ser sincera esa noche. Era solo que... mi
padre no lo sabía, y...
—No tienes que explicármelo —me corta amablemente.
Sonrío. Un segundo de silencio pasa entre nosotros.
—¿Quieres un trago? —Asiente a mis manos vacías—. Iba de
camino a la barra.
—Um...
—Nada alcohólico. Soy igual que tú, ¿recuerdas?
—Sí, por supuesto —le digo, un poco avergonzada—. Sería genial.
En realidad, ¿sabes qué? Iré contigo —agrego, sintiéndome un poco más
valiente, yendo con alguien.
—Yo me ocupo, ¿no te has acercado a la barra desde que llegaste?
—dice.
Sacudo la cabeza, mordiéndome el labio.
—No pases por eso entonces. Estoy acostumbrado. Pero lleva
tiempo. Iré.
—Gracias. Eso es muy amable de tu parte.
Se encoge de hombros. —Entonces, ¿qué bebida no alcohólica
puedo traerte? —dice con un gesto elegante.
Me río. —Agua con gas está bien.
Pone una cara cómica. —¡De ninguna manera! ¿Por qué no te
alocas y te unes a mí con una Coca Cola? Light, por supuesto.
Me rio nuevamente. —Bien. Una Coca Cola Light estará bien.
Gracias.
Lo veo caminar en dirección a la barra, luego me giro hacia el salón.
Saco mi teléfono de mi cartera y lo reviso. Tengo un mensaje de
Ares. Debió enviarlo antes de salir al campo.
Estoy orgulloso de ti, yendo allí sola esta noche, bebé. Eres
increíble. Te amo. Nos vemos mañana. Besos.
Sonriendo, tecleo una respuesta.
También estoy orgullosa de mí. Qué juegues genial. Yo también
te amo. ¡No puedo esperar a verte! Besos.
Abro la aplicación de la NFL en mi teléfono y reviso el puntaje. Los
Giants están ganando.
—Luces muy feliz. —Aparece Leo a mi lado.
164

Me extiende mi Coca Cola Light y la agarro.


—Gracias. Los Giants están ganando —le digo y sonríe.
Cierro la aplicación y guardo mi teléfono. Tomo un trago de mi Coca
Cola.
Hago una mueca. Sabe un poco amarga.
—¿Todo bien? —pregunta Leo.
—Sí, solo que mi Coca Cola sabe un poco… dudosa.
Frunce el ceño y toma un trago de su propia bebida. Hace una cara.
—Sí, no es buena. Debe ser Coca Cola de baja calidad en vez de la
original. ¿Quieres que te traiga una bebida diferente? —Extiende su
mano hacia mi vaso.
—No, está bien. —Sonrío, descartándolo. Me siento mal que haya
ido a traerme una bebida, y estoy quejándome. Tomo otro trago. No es
tan malo la segunda vez, así que debí haber sido yo—. De hecho, no está
tan mala —le digo—, una vez que te acostumbras.
Toma su propia bebida, intentándolo nuevamente. —Sí —me sonríe
a través del borde de su vaso—, creo que tienes razón.
Tomo otro sorbo y sostengo el vaso hacia mi pecho. —Así que, sé
que estás trabajando, pero, ¿vas a ofrecer por algo?
Sacude la cabeza, una sonrisa incomoda apareciendo en su cara.
—No, creo que los artículos van a estar un poco fuera de mi alcance.
—Del mío también —le digo, y su sonrisa se relaja—. Pero mi padre
me pidió que hiciera una oferta por él. Mi elección.
—Gastar el dinero de los padres. Siempre una ventaja. —Se ríe.
También me río, pero en realidad no estoy de acuerdo con su
declaración. Odio gastar el dinero de mi papá. Odio que todavía le deba
tanto dinero. Solamente me siento cómoda haciendo esto porque estaré
comprando algo para él. No podría estar cómoda tomando su dinero y
comprando algo para mí.
—¿Has echado un vistazo a los artículos de la subasta?
Sacudo la cabeza, tomando otro sorbo de mi bebida.
—¿Quieres mirar conmigo? —pregunta—. Puedo comprobar la lista
de ofertas mientras hojeas los artículos.
—Bien. —Le sonrío—. Pero debes prometerme algo.
Me da una mirada especulativa. —¿Qué es eso?
—Excluye mi oferta de tu reportaje.
Él me da una mirada simulando estar ofendido, presionando la
mano en su pecho. —Como si pudiera ponerte en mi reportaje. Somos
amigos… ¿cierto?
165

—Cierto. —Le sonrío antes de tomar otro sorbo de mi bebida.


30
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie

Leo se ha alejado para charlar con un amigo que acaba de ver. He


puesto una oferta para mi papá en una camiseta de los Yankees firmada
por todo el equipo. Mi padre de por vida podría estar metido en las cosas
del fútbol, pero también es un fanático de los Yankees.
Estoy apoyada contra la pared, observando a la gente, sosteniendo
mi vaso de Coca Cola medio vacío y ahora tibio.
Saco de mi bolso mi celular para revisar las puntuaciones de
nuevo. Son las seis y veintidós. Solo faltan diez minutos... lo que significa
otra victoria.
¡Vamos, nene!
Vuelvo a colocar mi celular en mi bolso, sabiendo lo feliz que estará
Ares con esta victoria.
Entonces, siento que me tambaleo.
Presiono una mano contra la pared, estabilizándome. Levanto mis
ojos a la habitación, y mi visión se vuelve borrosa.
No me siento bien.
Espero no estar incubando algo.
Me alejo de la pared y me tambaleo inestablemente, dirigiéndome
al baño.
Los puestos están vacíos. Dejo el bolso y el vaso sobre la encimera,
junto al lavabo, y siento que mi cuerpo se balancea de nuevo, mi cabeza
se siente ligera. Me agarro del borde.
Algo no está bien.
166

Miro hacia mi vaso de Coca Cola.


No contiene alcohol... ¿verdad? Seguramente no.
Leo sabe que no puedo beber.
Levanto el vaso con una mano, con la otra me sostengo firmemente
del lavado. Llevo el vaso hasta mi nariz, olfateando la Coca.
No, definitivamente no hay alcohol allí. Lo sabría.
Bajo el vaso con un fuerte chasquido, como si no tuviera el control
adecuado sobre mi mano. Miro fijamente mi mano, y hay un temblor.
Alzo la mirada hacia el espejo. Mis ojos están nublados y mis pupilas
están dilatadas, como si estuviera borracha.
Dios no.
Abro el grifo. Coloco mis manos debajo del agua, me inclino para
salpicar agua en mi cara, pero tropiezo y golpeo mi codo contra el lavabo.
—Joder... —La pronuncio como arrastrando las palabras.
Sueno borracha.
¿Qué me está pasando?
Agarro mi bolso y salgo del baño. Me sostengo de la pared a medida
que camino para apoyarme, obteniendo miradas de personas que me
pasan de camino al baño.
Estoy empezando a entrar en pánico.
No sé qué está pasando.
¿Debería buscar a Leo? Él podría ser capaz de ayudarme.
Regreso tambaleándome a la habitación, buscándolo, pero mis ojos
no pueden enfocarse correctamente.
Mierda.
Estoy asustada. No sé qué me está pasando.
Ares. Quiero a Ares.
¿Qué voy a hacer?
Casa. Necesito ir a casa.
Me doy la vuelta demasiado rápido, tropezando con alguien.
El chico me atrapa por la cintura, estabilizándome. —Guau. —Se
ríe—. Oye, ¿estás bien?
—Sí. Lo siento —murmuro, arrastrando las palabras.
Me tambaleo pasándolo, necesitando salir de aquí. De alguna
manera, me dirijo a la sala de eventos y salgo al vestíbulo del hotel.
Camino por el vestíbulo. Puedo sentir las miradas sobre mí.
Joder.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
167

Al salir del hotel, el portero me abre la puerta.


—Buenas noches, señorita —dice, pero se detiene con una
expresión de preocupación en el rostro—. ¿Está bien?
—Necesito un taxi. —Me las arreglo para decir, mi voz suena
confusa.
—Ah, bebió demasiado. —Se ríe de buena gana—. Llamaré a un
taxi en este momento.
Quiero gritar que no he bebido nada. Que no sé qué me está
pasando, pero parece que no puedo formar las palabras.
Lo siguiente que sé, estoy en un taxi. Me las arreglo para darle mi
dirección al taxista.
Se vuelve y me mira. —No vas a vomitar, ¿verdad, amor?
Sacudo la cabeza y me arrepiento de inmediato.
Cerrando los ojos, recuesto mi cabeza en el asiento a medida que
el auto se aleja.
—Serán quince con cincuenta. —El sonido de una voz masculina
me despierta.
¿Dónde estoy?
Taxi.
Miro por la ventana.
Estoy fuera de mi edificio.
Rebusco en mi bolso, saco un billete de veinte dólares y se lo
entrego. No espero el cambio. Luego, busco a tientas la puerta, estiro la
manija y logro abrirla.
Literalmente me caigo del taxi. Levantándome, me aferro a la
puerta del coche. Lo cierro y me dirijo a mi edificio.
Las escaleras parecen una montaña.
Estoy tan cansada.
Solo necesito entrar a mi apartamento y estaré bien.
Subo los escalones, agarrándome de la barandilla en busca de
apoyo.
De alguna manera, logro llegar, y me apoyo contra la pared,
cerrando los ojos. Siento que me empiezo a deslizar por la pared. De algún
modo, me detengo. Me alejo y me muevo hacia la puerta. Busco mis llaves
y dejo caer mi celular en el suelo.
—Mierda —murmuro. Ni siquiera tengo la energía para recogerlo.
Con mucha dificultad, meto mi llave en mi puerta. Giro la
cerradura y la abro. Me caigo, perdiendo el equilibrio y golpeo el suelo de
168

mi sala con un ruido sordo.


—Mierda. —Me quejo de dolor.
No puedo levantarme. Estoy demasiado agotada.
¿Qué me ocurre?
Me las arreglo para cerrar la puerta con el pie y simplemente me
recuesto allí, incapaz de moverme.
Siento que mi mente está a la deriva. Apenas puedo levantarme del
suelo. Lo intento, y mi estómago se rebela.
Me voy a enfermar.
Vomito por todo el piso, justo donde estoy.
—No —gimo, limpiándome la boca con el dorso de la mano.
¿Qué me sucede?
Solo necesito dormir, y entonces estaré bien.
Escucho que mi celular empieza a sonar desde algún lugar.
Lo buscaré más tarde. Demasiado cansada.
Soy vagamente consciente de que necesito limpiar mi desorden,
pero no tengo energía, así que lo dejo.
Me arrastro lentamente por el suelo hacia el sofá. Una ola de
náuseas me golpea de nuevo. Entonces, dejo de moverme y me tumbo en
el suelo.
Solo me quedaré aquí un rato.
Y entonces estaré bien.
Escucho que mi celular comienza a sonar de nuevo en la distancia.
Más tarde. Lo buscaré más tarde. Ahora voy a descansar.
Cierro los ojos.
Y todo se vuelve negro.
169
31
Traducido por Joselin
Corregido por Julie

Martilleo. Suena como un martilleo.


Parpadeo, abriendo mis ojos pesados.
¿Dónde estoy?
Veo mi mesa de café sobre mi cabeza, dándome cuenta de que estoy
en el suelo.
¿Qué estoy haciendo aquí abajo?
¡Pum! ¡Pum!
—Arianna, ¡abre la maldita puerta!
¿Ares?
Me levanto sobre mis manos y rodillas, y me incorporo. Mi cabeza
da vueltas.
—Mierda. —Me estremezco, poniendo la mano en mi cabeza.
¿Qué pasó?
Oh Dios. No bebí ... ¿verdad?
Tengo un destello en medio de recuerdos vagos. Leo... la Coca Cola
Light... sentirme enferma... llegar a casa... vomitar.
Giro la cabeza y veo el vómito en el suelo.
Mierda.
Más golpes.
—¡Arianna! ¡Sé que estás ahí! ¡Abre la maldita puerta!
Está enfadado.
170

¿Por qué?
—Ya voy —grito, con mi voz ronca. Me pongo de pie con la ayuda
del sofá. Todavía tengo mis zapatos puestos y la ropa de anoche.
Esto me recuerda mucho a los últimos ocho años de mi vida.
Pero no bebí nada.
Me quito los zapatos mientras me dirijo hacia la puerta y la abro.
La mirada en su rostro.
Asco. Disgusto. Enfado. Traición.
Él me está ocultando algo. Bajo la vista a su mano, confundida.
Sostiene mi celular.
¿Por qué tiene mi celular?
—Traté de llamarte toda la noche. —Su voz es fría y dura.
—¿Por qué tienes mi celular?
—Lo encontré aquí en el pasillo. Claramente, estabas tan hecha
mierda que ni siquiera sabías que lo habías perdido.
—Yo…
Me corta con un movimiento de su mano. —No quiero escucharlo,
Ari. —Me pasa para meterse en mi apartamento.
Cierro la puerta y me giro para enfrentarlo, descansando en la
puerta para apoyarme, sintiéndome como una mierda. —No entiendo.
¿Por qué estás tan enojado? —le pregunto suavemente mientras me
martillea la cabeza.
Él deja escapar una risa amarga. —¿Has visto tu estado? —Sus
ojos bajan al piso, y ve el vómito allí. Otra risa ácida—. Jesucristo. —
Sacude la cabeza, como si hubiera visto esta escena un millón de veces
antes.
Lo ha hecho.
—Estuve enferma anoche —le digo en voz baja.
—¿Es así como los niños lo llaman hoy en día?
—¿Qué? —digo, confundida.
—Estabas borracha, Ari.
—No. —Sacudo la cabeza—. Lo juro, no bebí. Tomé una Coca. Eso
fue todo.
—¡No me mientas! —ruge, haciéndome saltar—. ¡No puedes negar
esto, Ari! ¡Está por todo el internet! ¡Jesús!
—¿Qué? No entiendo.
Con mi celular aún en su mano, él toca la pantalla. Un momento
después, me lo entrega. Es un sitio web de noticias de chismes; un video
171

está en la pantalla, listo para ver.


—Presiona reproducir. —Su voz es ártica.
Presiono reproducir, y el video cobra vida. Es oscuro y granulado.
Como si hubiera sido capturado en un celular. Pero soy yo, tropezando
por un pasillo y entrando a la fiesta. Chocando con un tipo y casi
cayéndome. Entonces, se corta a un taxi, yo me caigo. Subo los escalones
hasta mi edificio, y luego termina.
Deslizo la pantalla hacia abajo para leer el titular.
¡CHICA MALA SE VUELVE MÁS MALA!
Parece que Arianna Petrelli —hija del entrenador de los Giants,
Eddie Petrelli, y actual novia del mariscal de campo de los Giants, Ares
Kincaid—, ha regresado a sus andanzas fiesteras. La vieron ebria y a los
tropezones en un evento de caridad al que asistía en nombre del equipo.
Una de las asistentes dijo: “Estuvo bebiendo toda la noche. Causó
un verdadero espectáculo. Flirteaba sin parar con un tipo que sin duda no
era Ares Kincaid.”
Un miembro del personal que trabajaba en el bar y sirvió a Petrelli
varias veces lo confirmó, diciendo que ordenó “al menos cinco vodka y
Coca-Cola”.
Una fuente de los Giants nos dice que Kincaid estará furioso con esta
noticia.
Esperemos que Petrelli pueda volver a la rehabilitación y finalmente
dejar sus días de fiesta atrás.
Ingresa al video para ver las imágenes.

—Yo... —Miro a Ares—. No entiendo.


—Yo sí. Joder, está claro, ¿no?
—No… para mí no, no lo está. No sé qué pasó.
Suelta una risa sin humor. —¿No sabes lo que pasó? Claro... —me
dice incrédulo.
—Te estoy diciendo que no lo sé.
—Así que, el vodka saltó sin más y aterrizó en tu garganta.
—No bebí vodka.
—¡No me mientas, carajo! —grita nuevamente.
—¡No estoy mintiendo! —grito en respuesta, sin preocuparme de
que esté haciendo golpetear mi cabeza y arder mi garganta—. No tomé
nada más que una Coca Cola anoche. Una dietética.
—¿Quién era el chico?
172

—¿Qué chico?
Sus ojos se oscurecen, impenetrables con furia. —El chico con el
que estabas flirteando sin parar.
—Leo. —Me muevo lejos de la puerta, hacia él, suplicándole con mi
expresión que me crea—. Pero no flirteaba con él. Me trajo una Coca Cola,
charlamos un poco. Pregúntale si no me crees.
—Leo, ¿el periodista?
—Sí.
Se ríe, y frunzo el ceño.
—¿Qué es tan divertido?
—Nada. —Me mira—. Ni una maldita cosa es graciosa sobre esto.
—No bebí… te lo juro.
Su mandíbula se aprieta, sus ojos lucen llameantes.
—Solo tomé una Coca Cola. Nada más. Luego comencé a sentirme
rara, así que fui al tocador, y yo… yo me sentí mal. Comprobé mi bebida
para asegurarme que no tenía alcohol, pero no pude oler nada. Igual me
sentía mareada. No podía caminar. No sé qué pasó. Alguien debió poner
algo en mi bebida. —Lentamente me doy cuenta.
Ares da un paso más cerca de mí. —Sabes… si me hubieras dicho
que tuviste una recaída, te habría entendido. Te habría ayudado. Pero…
no… no puedes admitirlo, ¿no es así? —Deja caer las manos a cada lado—
. Creí que eras diferente a mi padre. —Sacude la cabeza—. Pero son
iguales.
—¡No! —Hay consternación en mi voz—. Te estoy diciendo la
verdad.
—¡No te creo! —ruge.
Esas tres palabras son como un puñetazo en el pecho.
Y duelen muchísimo.
El silencio subsiguiente en la habitación es ensordecedor.
Mi garganta está llena de lágrimas.
—Te lo voy a preguntar una última vez. Te doy la oportunidad de
decirme la verdad. ¿Te emborrachaste anoche?
Trago las lágrimas y me rodeo con mis brazos. —No —digo en voz
baja, sacudiendo la cabeza. Porque no voy a mentir. Le prometí la verdad
siempre, y eso es lo que le estoy dando.
Él exhala un aliento áspero, pasándose la mano por el cabello.
Luego, comienza a cruzar la habitación, caminando a mi lado.
—¿A dónde vas? —No puedo ocultar el miedo en mi voz, y no quiero
hacerlo.
—Ya… he acabado.
173

—¿Acabado? —Mi corazón salta en pánico—. Ares... por favor.


—No, Ari. No hay vuelta atrás. Me niego a estar contigo y que me
mientas a la cara.
—¡No te estoy mintiendo! —Las lágrimas se derraman por mis
mejillas.
—¡Basta! —grita, silenciándome—. Hemos terminado. No me
llames. No vengas a verme. De hecho... olvida que existo porque eso es lo
que pretendo hacer contigo.
Entonces, él se ha ido.
Y estoy parada aquí, consternada, con mi teléfono todavía en la
mano.
La confusión, la herida y el dolor se derraman a través de mí.
Miro el video.
No bebí.
Alguien tuvo que darme algo...
Tuvo que poner algo en mi bebida.
¿Cómo qué?
Droga de violación.
No…
Pero no hay otra explicación.
¿Pero quién lo hizo?
Leo.
No. ¿Por qué lo haría?
No es que haya intentado nada. Él ni siquiera estaba conmigo
cuando la droga entró en vigencia...
Oh Dios. No.
Reviso la historia, me desplazo para encontrar al escritor o
colaborador, pero no hay nada. No siempre los hay en este tipo de sitios
de chismes.
Pero tengo la intención de averiguarlo.
Y tengo una muy buena sensación de que sé exactamente quién
fue.
174
32
Traducido por AnnyR’
Corregido por Tolola

Estoy sentada en una silla en una sala de examen en un hospital


privado, viendo al médico de Luke, el doctor Pritchard.
Luke está aquí conmigo; sentado afuera en el pasillo.
Lo llamé después de que Ares saliera de mi apartamento, y vino
directamente.
Estoy aquí, haciéndome un análisis de sangre para detectar
drogas. La llamada droga de la violación. Debido a que ya había orinado
antes de salir de casa, no pudieron usar mi orina para hacer la prueba,
porque posiblemente habría pasado el medicamento, por lo que tuvieron
que extraerme sangre. El médico salió de la habitación para hacer la
prueba.
Luke había insistido en que viniera después de que le contara lo
sucedido.
Me creyó. No hizo preguntas.
No como el chico que se supone que me ama.
Pero no puedo pensar en Ares en este momento porque, si lo hago,
empezaré a llorar. Y no quiero llorar.
Cómo me miró… como si me odiara. Lo que dijo justo antes de
irse…
De hecho... olvida que existo porque eso es lo que pretendo hacer
contigo.
Las lágrimas me pican en los ojos.
Mierda. No llores.
175

Respira profundamente. Estoy bien.


Necesito concentrarme en mi ira. Que fui drogada, posiblemente
por alguien que fingía ser mi amigo. Alguien que quería una historia y
dinero rápido y se tomó la molestia de drogarme, haciendo que pareciera
que iba borracha.
Sé por cuánto se vendería una historia como esa.
Bueno, espero que disfrute el dinero.
El médico regresa a la habitación y toma asiento en su escritorio.
Se gira para mirarme y exhala, y así sé lo que va a decir.
—Vale. Bueno, dio positivo para flunitrazepam. La dosis era baja,
pero estaba allí.
—¿Qué es eso? —pregunto con la boca seca como un papel.
—Es más comúnmente conocido como Rohypnol.
Jesucristo.
Incluso aunque sabía que era muy probable y estoy aliviada de no
estar perdiendo la maldita cabeza y bebiendo sin siquiera ser consciente,
todavía estoy sorprendida, enojada y herida de que alguien me hiciera
eso.
—Como probablemente sabes, es una droga bastante frecuente. Se
utiliza para facilitar el asalto sexual. Hace que la persona a la que se le
ha dado parezca que está ebria. Tendrán problemas para mantenerse en
pie. Un discurso confuso. Pérdida de control muscular. Náuseas.
—Yo tuve todo eso.
—¿Y dices que todo lo que bebiste fue Coca Cola Light?
—Sí.
—Arianna… sé que esta no es una pregunta que quieras escuchar,
pero tengo que hacerla… ¿hay alguna posibilidad de que pienses que
podrías haber sido agredida sexualmente?
Me pongo las manos en el regazo y sacudo la cabeza. —No lo creo.
Recuerdo haber dejado el evento y haber ido sola a mi apartamento. Y no
me siento… como… ya sabe. —Asiento hacia el sur.
—Está bien. —Asiente—. Bueno, en cualquier caso, podemos hacer
un kit de prueba de violación si quieres que se te haga uno para estar
seguros.
Sacudo la cabeza de nuevo. —No. Estoy segura de que lo sabría…
pero gracias.
—Está bien. Bueno, lo que sí sugiero es que presentes un informe
a la policía. Te drogaron contra tu voluntad, y eso es un crimen. Y las
personas no usan este medicamento sin intención. Fue una suerte que
lograras salir de allí y llegar a casa antes de que sucediera algo más serio.
176

Sé que tengo suerte. Pero no me siento así.


Y, honestamente, no creo que esa haya sido la intención de Leo.
Quería que pareciera borracha para poder vender una historia.
Sabía que los periodistas podían ser maliciosos. Simplemente no
me di cuenta de lo bajo que podían llegar.
—Gracias, doctor Pritchard. Aprecio que me haya visto con tan
poca antelación.
—No hay problema, en absoluto.
—¿Puedo pedirle un favor?
—Claro.
—¿Podría darme una copia de los resultados de los exámenes para
mostrárselo a la policía?
—Por supuesto.
Espero mientras lo imprime. Luego, pongo los resultados de la
prueba en mi bolso, le agradezco nuevamente al doctor Pritchard y salgo
de su oficina.
Luke todavía está esperándome.
—¿Estás bien? —pregunta, poniéndose de pie.
—Sí… no. —Sacudo la cabeza, con los dedos enroscados en las
mangas de mi sudadera.
Siento que me han violado.
Como si me hubieran quitado algo.
Tuve suerte de no haber sido agredida sexualmente. Leo podría no
haberlo hecho, pero alguien más podría haberse aprovechado de mí en
mi estado vulnerable.
Y sé que no tenía alcohol en mi sistema… pero aun así tenía los
mismos efectos que si estuviera borracha. Los sentimientos nebulosos, el
adormecimiento emocional y físico, los vómitos. Todos los mismos
resultados, solo que sin el alcohol.
—¿Fuiste drogada?
Asiento, y la cara de Luke se contrae con ira. Se acerca a mí y me
envuelve con sus brazos, abrazándome, y el gesto es tan sincero y amable
que empiezo a llorar.
—Lo siento mucho. —Sollozo, retrocediendo, avergonzada por mi
colapso público—. Te estoy mojando la camisa.
—No lo sientas. Tienes todo el derecho a estar molesta. Estoy
furioso, joder, y ni siquiera me sucedió a mí.
Tengo tanta suerte de tenerlo como amigo.
—Gracias, Luke, por todo… traerme aquí, estar presente cuando te
necesito. —Me seco la cara con las manos.
177

—Ari, para eso son los padrinos… para eso son los amigos. Y somos
amigos. Y créeme cuando te digo que he tenido peores cosas en mi camisa
que lágrimas.
—¿Vómito? —digo.
Asiente, y yo me río a través de mis lágrimas.
—Gracias —le digo de nuevo, y esta vez le estoy agradeciendo la
risa justo cuando la necesitaba.
—Vamos —dice, poniéndome el brazo alrededor de los hombros en
un gesto amistoso—. Vamos a llevarte a casa, y luego vamos a averiguar
qué haremos al respecto.
—Está bien —le digo, y comenzamos a caminar por el pasillo.
—Pero hay una cosa en la que puedes confiar. El bastardo que te
hizo esto no se saldrá con la suya; eso es seguro.
178
33
Traducido por MadHatter
Corregido por Tolola

Veo la enorme figura de mi papá esperando al pie de los escalones


de mi edificio mientras Luke estaciona el auto.
—Mi papá —le digo.
—Ah.
—He estado ignorando sus llamadas todo el día. Sé que quieres
conversar sobre nuestro plan de acción, pero debería hablar con él.
—Deberías. Y, Ari, habla de verdad con él esta vez.
Lo miro, sabiendo a qué se refiere. —Lo haré. Y gracias de nuevo.
Te llamaré más tarde.
Salgo de su auto y camino hacia mi papá.
Los ojos de mi papá van al carro de Luke, que se está alejando, y
luego a mí. —¿Quién era ese? —pregunta, con sospecha en su voz.
Suspiro. —Luke. Mi padrino.
—Bonito coche —comenta.
—Sí, bueno, la adicción no discrimina. ¿Quieres entrar?
Paso junto a él y me sigue hasta mi apartamento en silencio.
—¿Quieres algo de beber? —le pregunto mientras se sienta en mi
sofá.
—Café.
Entro en mi pequeña cocina y hago café para los dos. Luego, los
llevo a la sala de estar.
—Gracias —dice cuando le entrego su café.
179

Me siento en la silla, acurrucándome los pies debajo de mí y


sosteniendo la taza en las manos.
—Así que... —comienza.
—¿Puedo decir algo antes de empezar?
—Por supuesto.
—Sé que estás enojado y que probablemente quieras gritarme pero,
¿podrías no hacerlo?
Frunce el ceño. —No te voy a gritar, Ari. No vine aquí a pelear. Solo
vine a comprobar que estás bien. Y saber qué pasó.
—Viste el video.
—Sí.
—Vale. Así que, antes de hablar, te pregunto: ¿quieres la verdad
real o la verdad que ya has decidido en tu cabeza? —Al estilo Ares.
—La verdad real.
—Está bien —repito. Soplo el líquido caliente y tomo un sorbo antes
de volver a hablar—: Entonces, aquí está... me drogaron.
Su rostro se pone pálido, pero no dejo de hablar.
—Creo que me drogó un tipo llamado Leo Parsons; es un periodista
de la ASN. Nos habíamos conocido antes, y me lo encontré en la subasta.
Estuvimos charlando. Se ofreció a traerme una Coca Light del bar. Aparte
de quien sirvió mi bebida, él fue el único que tuvo acceso a ella.
»Poco después de beberme la mitad, comencé a sentirme rara,
mareada y aturdida. Entonces, luchaba por caminar, y hablaba confusa.
Sabía que no había tomado alcohol, pero no sabía lo que me pasaba. Me
las arreglé para llegar a casa en un taxi y me desmayé, no antes de
vomitar por todo mi piso. —Señalo el parche húmedo en mi alfombra,
donde la había limpiado antes—. No había tomado ni una gota de alcohol.
—Le miro fijamente a la cara a mi padre, deseando que él, más que nadie,
me crea—. Acabo de regresar del hospital. Luke amablemente me llevó a
ver a su médico. Me revisó la sangre y di positivo por un bajo nivel de
Rohypnol, la droga de la violación en una cita.
Su rostro pasa del gris al blanco. —Fuiste...
—No —me apresuro a tranquilizarlo.
Se sienta hacia adelante, dejando su café sobre la mesa. —¿Estás
segura? —Sus palabras son cuidadosas—. Porque he escuchado historias
sobre esa droga, la gente queda inconsciente y no sabe qué les está
sucediendo.
—Papá... —Dejo mi bebida y me muevo para sentarme a su lado en
el sofá. Pongo la mano en su brazo y lo miro a la cara. Me sorprende ver
el miedo en sus ojos. Sé que me ama. Soy su hija. Tiene que hacerlo.
Pero, hasta este momento, no me di cuenta de cuánto—. Estoy segura.
180

Salí de la subasta tan pronto como supe que algo andaba mal. Iba casi
consciente hasta cuando regresé a mi apartamento. No me desmayé
hasta que llegué a casa.
—Jesucristo. —Se sienta hacia adelante, poniendo la cabeza entre
las manos—. Esto es mi culpa. Te pedí que fueras a esa subasta.
—No es culpa tuya.
Me mira. —No habrías estado allí para que esto sucediera si yo no
me hubiera ido.
—Tenías un partido.
—Siempre tengo un partido.
—Papá... —Se me seca la boca.
—Sé que te fallé. Una y otra vez. Sé que lo hice mal, pero no podía
lidiar con tu madre en ese momento... cómo estaba... así que evité estar
en casa. No pensé en cómo te afectaría eso. Fui egoísta. Y, cuando ella
murió... debería haber estado a tu lado. La culpa me carcomía tanto; no
podía mirarte sin sentir vergüenza.
—Siempre pensé que era porque te recordaba a ella.
—No. Cristo, no. —Coloca su mano sobre la mía, agarrándola—. Te
pareces a ella. Eres hermosa, igual que tu mamá. Pero fue mi propia
vergüenza... Te fallé, Ari. Y, ahora, te he fallado otra vez.
—No me has fallado. —Le aprieto la mano—. La verdad: sí, me
fallaste en aquel entonces, cuando te necesitaba, y pasé muchos años
enfadada contigo.
—¿Es esa la razón por la que bebías? ¿Por tu madre?
Las lágrimas me amenazan en los ojos. —Parcialmente…
Cierra los ojos y deja escapar un suspiro. —Voy a solucionar esto
por ti. —Abre los ojos y me seca una lágrima de la mejilla—. Voy a matar
al hijo de puta que te hizo esto.
—No. —Sacudo la cabeza—. Voy a hacer esto de la manera
correcta. Voy a reportarlo a la policía.
—¿Puedo... ir a la estación contigo? —pregunta tímidamente.
Le muestro una sonrisa triste. —Me gustaría mucho.
—Y Ares... ¿ya has hablado con él? Salió del hotel sin avisar a nadie
que se iba. Supuse que había visto el video.
—Él, um... —Aparto la vista de mi papá, recogiendo mi café y
tomando un sorbo—. Vino aquí a primera hora de la mañana, antes de
que vaya al hospital. Había visto el video. Traté de decirle que no había
bebido alcohol, pero... no me creyó.
—¿Le has contado lo de la prueba de drogas?
Sacudo la cabeza y bajo la taza hasta la mesa.
181

—Tienes que decírselo.


Mis ojos se fijan en los de mi papá. —No tengo que decirle nada. Se
supone que debería creerme a mí. No a una prueba de drogas. No confía
en mí, y nunca le he dado una razón para no hacerlo. Y, sin confianza,
no tenemos nada.
Mis sentimientos hacia Ares, hacia la forma en que reaccionó, se
están convirtiendo en ira y amargura, y me aferro a ellos porque es todo
lo que me ayudará a superar esto... el perderlo.
—Merece saber la verdad —contesta mi padre.
—Le di la verdad, y no fue lo suficientemente buena para él que
viniera de mí.
—Lo sé. Pero hay que verlo desde su punto de vista.
—Lo entiendo. —Me meto la mano en el cabello, frustrada—. Pero
ni siquiera me dio una oportunidad. Vino aquí, con las armas en sus
manos. Ya había decidido lo que había sucedido, por lo que no importaba
lo que dijera yo. Nunca me iba a creer.
—Lo sé, Ari, pero su historia, con su padre... le cuesta mucho
confiar en la gente.
—Especialmente en los borrachos. Sí, lo entiendo. Pero yo no soy
su padre. No puede echarme en cara lo de su padre cada vez que algo
sale mal. O bien confía en mí o no. Y está claro que no lo hace.
Mi papá se pasa una mano por la cara. —Está bien —exhala—.
Entiendo lo que dices. No estoy de acuerdo con que no se lo digas. Pero
lo entiendo.
—Y tú tampoco se lo digas.
—Ari...
—Lo digo en serio.
—Está bien —concede—. No le diré nada a Ares. Pero deberíamos
ir a la estación de policía ahora y denunciar esto. Cuanto antes hablen
con ese trozo de mierda, mejor.
Salimos de mi apartamento y mi papá me lleva a la estación de
policía, donde le hago una declaración a una policía con cara amable. Le
entrego la copia de los resultados de las pruebas que me dio el doctor
Pritchard. La oficial, cuyo nombre es Knight, me dice que hablará con Leo
y obtendrá su versión de los hechos y que se pondrá en contacto conmigo.
Y eso es todo.
Me siento frustrada por la falta de acción, supongo, y mi padre
también. Pero no hay nada más que podamos hacer.
Papá me lleva a casa y compramos pizza de camino.
Nos sentamos juntos, viendo un viejo capítulo de Friends: “El de
Russ”. Ambos nos reímos durante el episodio y, honestamente, necesito
la risa después de todo lo que me ha pasado desde la noche anterior.
182

Supongo que el hecho de que todavía pueda reír me dice algo.


Puede que me hayan drogado y, ahora mismo, mi nombre podría
estar siendo arrastrado por el barro. Y puede que haya perdido a Ares, el
chico que amo.
Pero sobreviviré.
He sobrevivido a cosas peores.
Cuando terminamos de comer y comienza otro episodio de Friends,
el agotamiento me invade. Inclino la cabeza hacia atrás en el sofá y cierro
los ojos.
—Deberías dormir —dice mi papá desde mi lado.
—Sí —coincido—. Pero... ¿te quedarías conmigo un rato?
Abro los ojos y lo miro. Su mirada se encuentra con la mía, sus
ojos suavizándose sobre mí.
—Por supuesto. Me quedaré todo el tiempo que quieras.
183
34
Traducido por Beatrix
Corregido por Tolola

Estoy en el baño, lavándome los dientes, cuando escucho un golpe


en la puerta principal.
Escupo en el fregadero y grito: —Papá, ¿puedes encargarte de eso?
—Sí —es su respuesta desde la cocina, donde nos prepara el
desayuno.
Papá se quedó a dormir anoche. Durmió en el sofá. Sabía que no
quería estar sola e insistió en quedarse, lo que aprecié de veras.
Me las arreglé para dormir un poco. Entre pensar en Ares, nuestra
pelea y las lágrimas que derramé silenciosamente en mi almohada, tuve
unas cuantas horas de inquietud.
Enjuago el cepillo de dientes y salgo del baño, dirigiéndome a la
sala de estar.
Me detengo cuando veo a Ares allí de pie con mi papá. El aliento
sale de mi cuerpo. No esperaba verlo.
Estoy horrible. Voy con una sudadera y todavía no me he cepillado
el pelo.
No es que a él se le vea mucho mejor. Está horrible. Como si no
hubiera dormido en absoluto. Sin afeitar, con ojeras oscuras bajo los ojos.
—Hola —dice en voz baja, con voz grave.
Se me pone la piel de gallina.
Me envuelvo los brazos a mi alrededor mientras nuestros ojos se
reúnen. Los ojos de Ares están sombríos y conmovedores, penetrando
profundamente en mis ya frágiles emociones.
184

—Estaba a punto de salir —dice mi papá, sacando su chaqueta y


llaves. Se acerca a mí y me besa en la frente—. Te llamaré más tarde.
Le da a Ares una fuerte palmada en el hombro mientras pasa.
Entonces, se va, y yo estoy a solas con él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto. Mi voz suena tan áspera
como la suya.
—Ari, yo... —Se pasa una mano por el pelo despeinado. Agarrando
las hebras, sacude la cabeza y exhala un aliento suave y doloroso—. Lo
siento, cariño. Lo siento mucho, joder.
Sabe la verdad. Alguien se lo dijo.
Un destello de ira me recorre. Mis ojos van hacia la puerta y luego
vuelven a él.
—¿Te… te lo dijo mi papá? —Las palabras son como rocas en mi
boca.
Sacude la cabeza. —No. Vi a Luke.
—¿Luke?
—Vino a mi casa anoche.
—¿Cómo... sabía dónde vivías?
—El dinero puede comprarte muchas cosas en esta ciudad. Y, al
parecer, mi dirección es una de ellas.
—Oh.
—Vino a darme su opinión. Y me alegro de que lo hiciera. Porque
en todo lo que dijo tenía razón. Debería haber estado contigo ayer en el
hospital. Debería haberte escuchado cuando me decías la verdad... debí
creerte porque nunca me habías dado una razón para no confiar en ti.
Pero como estoy tan acostumbrado a desconfiar de la gente, yo... —Se
interrumpe y deja escapar un suspiro—. He decepcionado a la única
persona a la que no debería.
Me aprieto más los brazos a mi alrededor. —No sé qué decir —le
susurro suavemente.
—Dime que me perdonarás.
Lo miro a los ojos, esos ojos interminables que desesperadamente
buscan los míos.
Y sacudo la cabeza. —Lo siento, Ares. Pero no puedo estar con
alguien que no confía en mí.
—Confío en ti.
Se me acerca, las manos se enroscan alrededor de mis brazos. La
sensación de sus manos sobre mí... es como si me estuviera quemando.
—Simplemente dejé que mi propia mierda me nublara el juicio.
Cometí un error, y lo siento mucho.
—Estaba drogada. ¿Lo entiendes? Me drogaron. Te rogué que me
185

creyeras, ¡y no quisiste escuchar! Me rechazaste. Me gritaste. No oíste


una palabra de lo que te dije. Una vez me pediste la verdad, la revelación
completa, y te prometí eso... y nunca he roto esa promesa.
—Yo tampoco.
—No. Pero me has defraudado. ¡La única razón por la que estás
aquí es porque Luke te dijo la verdad! —Apunto con un dedo al suelo—.
No porque de repente te diste cuenta de que estaba diciendo la verdad.
No porque superaste tu ira inicial y viste que nunca te mentiría. No, estás
aquí porque Luke te contó lo que había sucedido. Y no tengo ninguna
duda de que no estarías aquí si no lo hubiera hecho. —Las lágrimas me
corren ahora por las mejillas, mostrando mi dolor y frustración.
La culpa que recorre sus ojos me dice todo lo que necesito saber.
Que tengo razón. Que no habría venido. Que nunca habría creído lo que
le había dicho.
—Tienes que irte.
El pánico destella a través de sus ojos. —Ari, por favor. La he jodido
y lo siento mucho, nena. Odio que estés llorando por mi culpa. —Levanta
una mano hacia mi cara y me cubre la mejilla, limpiándome las lágrimas
con su pulgar. Sus ojos suplican contra los míos—. Por favor, Ari. Solo
dame la oportunidad de hacer esto bien.
Alejo la mirada de él. —Yo... no puedo.
—Pero... —Puedo escucharlo buscando las palabras, y lo que sale
de su boca a continuación es completamente incorrecto—. Tú la jodiste
antes, y yo te perdoné.
—¿Estás bromeando? —grito. Alejo su mano de mí—. ¡No te puedo
creer! Estás comparando una mentira piadosa cuando te cancelé los
planes porque estaba demasiado avergonzada de decirte que había estado
en un bar antes de que estuviéramos saliendo con esto. —Las palabras
rugen de mi boca.
La sorpresa parpadea a través de sus ojos. Nunca me ha visto
enojada. Yo nunca me he visto tan enojada. Estoy tan enojada que vibro
con la ira.
—Tienes que irte —le digo de nuevo, en voz baja.
—Dios, Ari... por favor. Estoy diciendo todas las cosas equivocadas.
Estoy arruinándolo todo.
Vuelve a mí y me toma el rostro entre las manos. Aparto la mirada,
odiando lo mucho que quiero la sensación de sus manos sobre mí.
—Ari, te amo. Te amo tanto, joder. —Su voz se rompe, y algo se
agrieta dentro de mí—. La he jodido tanto. Nunca sabrás cuánto lo siento.
Y me pasaré el resto de mi vida recompensándote, si me lo permites.
Me duele el corazón, grita y me suplica que diga que sí. Sería tan
fácil perdonarlo y aceptarlo de vuelta. Pero… ¿y si me lo vuelve a hacer?
¿Qué pasa si vuelve a pasar algo y no me cree? Y no lo hará, porque no
186

confía en mí. Me lastimó una vez, y tiene la capacidad de hacerlo de


nuevo. Y no puedo pasar por esto otra vez. No con él. Porque será cada
vez más difícil.
Si lo quiero tanto ahora, en un espacio de tiempo tan corto, imagina
cómo me sentiré con respecto a él en un año... en dos años.
Me destrozaría.
Y no puedo arriesgarme a eso. Porque no puedo volver a la chica
que solía ser. Apenas estoy aguantando ahora. Estoy intentando con
todas mis fuerzas no recurrir al alcohol para adormecer este dolor.
Y mantenerme sobria tiene que ser lo más importante. Si tengo un
futuro, tiene que ser lo único.
—Lo siento —digo en voz baja, y mis ojos se llenan de lágrimas,
nublándome la visión—. En este momento tengo que pensar en mí
misma... mi sobriedad. Y yo... no puedo estar con alguien que no confía
en mí. Alguien que está esperando y observando... esperando que me
caiga.
Parpadeo, enviando nuevas lágrimas por mis mejillas, luego levanto
la mirada a la suya... y desearía no haberlo hecho. La emoción cruda que
brilla en su mirada casi me rompe. Pero me mantengo fuerte porque tengo
que hacerlo. Es lo justo. Lo único que puedo hacer.
Entonces, extraigo toda la fuerza que me queda dentro y le digo
suavemente: —Tenías razón ayer... cuando me dijiste que habíamos
terminado... porque ya no confío en ti con mi corazón. La única vez que
te necesité, Ares... necesité que me creyeras, y me decepcionaste.
Sus manos se alejan lentamente de mi cara.
Traga ásperamente y cierra los ojos, una respiración temblorosa se
le escapa.
Luego, se da la vuelta y camina hacia la puerta.
No puedo verlo irse. Así que cierro los ojos.
—Ari…
Me obligo a mirarlo. Y me rompe el corazón. La angustia en su
rostro.
—Cometí un error. Pero nunca he dejado de amarte. Y nunca lo
haré. —Abre la puerta y da un paso, luego se va.
Sale de mi vida. Para siempre esta vez.
187
35
Traducido por Anna Karol
Corregido por Tolola

En los días que pasan, puedo sentir esa sensación de pérdida,


como la que sentí después de que mi madre muriera. Es un sentimiento
algo diferente, pero no menos difícil.
Supongo que, de alguna manera, es duro saber que Ares está ahí
afuera, viviendo su vida sin mí.
No he ido a trabajar desde que Ares y yo terminamos.
Mi papá me dijo que me tomara las próximas semanas de descanso
y no le discutí.
Lo último que necesito es toparme con Ares.
Sinceramente, no sé cómo voy a manejarlo cuando regrese. Pero,
por ahora, no estoy pensando en eso.
Y ese es uno de los problemas de no tener que ir a trabajar; tengo
tiempo entre las manos, y todo lo que hago es pensar.
Principalmente en Ares.
No lo he visto desde la mañana en que le dije que saliera de mi
apartamento. No ha llamado ni enviado mensajes de texto. No es que
espere que lo haga.
Y es difícil. Su desaparición de mi vida. Me acostumbré a estar con
él. A pasar tiempo con él.
Era mi mejor amigo. Lo amaba. Todavía lo amo.
Me pregunto cuándo pararé de sentirme así. Porque estar sin él es
como estar muriéndome lentamente por dentro.
He estado tratando de mantenerme ocupada. Así que me lancé de
188

nuevo a mi pintura.
Finalmente logré terminar la pintura de Ares y yo. Lloré todo el
tiempo.
Pero fue catártico, ¿saben?
La pincelada final fue como el cierre de ese capítulo en mi vida.
He considerado enviarle el cuadro, ya que le prometí que podría
tenerlo cuando estuviera terminado. Pero eso fue cuando aún estábamos
juntos, y ahora no lo estamos. No sé si todavía lo quiere.
Así que, por ahora, me aferro a él.
Aunque está en el armario de mi pasillo, porque mirarlo me da
ganas de llorar.
Y, hablando de cosas que me hacen querer llorar, pero más con
enojo… Recibí una llamada de la oficial Knight, que tomó mi declaración
sobre mi denuncia contra Leo. Dijo que habían hablado con él y, por
supuesto, negó cualquier delito. Y no pudieron ver las imágenes del
evento de esa noche, ya que no había una cámara en funcionamiento en
la barra. Así que, básicamente, se reducía a mi palabra contra la suya.
Ella se disculpó porque no había nada más que pudiera hacer. Me sentí
enojada, pero no era su culpa. Solo hacía su trabajo. Así que le di las
gracias por intentarlo y colgué.
Mi papá no estuvo feliz cuando se lo dije. Sus palabras exactas
fueron: —Eso es una mierda.
Entonces despotricó un poco, y yo lo dejé. Honestamente, es
agradable verlo mostrándome que se preocupa por mí, incluso si es
necesario que suceda una mierda para que comience a hacerlo.
¿Quiero beber?
Más que nada.
He tenido días malos, pero los he manejado.
Además de la pintura, he vuelto a mi yoga. Lo dejé un poco cuando
Ares y yo empezamos a salir.
Ahora que estoy soltera… trato de volver a mi vida antes de Ares,
pero no tan patéticamente desesperada.
Está bien, es un poco patético. Me reencontré con mi buen amigo
Netflix.
Aún tengo a Dexter ahí, esperando a que vea el próximo episodio…
pero no se sentiría bien, verlo sin que Ares esté aquí a mi lado. Entonces,
lo quité de mi lista.
Tal vez, algún día, pueda verlo sola.
Sin embargo, ese día no es hoy, ni pronto.
Aunque no soy una total perdedora todo el rato. He pasado mucho
tiempo con mi papá. Está bien, es lamentable. Pero creo que trata de
189

compensarme todo en lo que me falló el pasado, y yo estoy más que feliz


de dejarlo.
Es la única familia que me queda.
También hablé con Luke. Llamó y se disculpó por contarle a Ares
lo que realmente me había sucedido esa noche.
Pero lo entendí. Se preocupa por mí como amigo y, honestamente,
cuando no tienes tantas personas que se preocupan por ti, te aferras a
las que tienes.
Ares se preocupa por ti, me susurra esa voz molesta en mi cabeza.
Sí, bueno, si realmente le importara, entonces me habría creído
cuando le dije la verdad.
Y, ahora, estoy discutiendo conmigo misma.
Genial.
Abro la puerta de la tienda de arte. Me he quedado sin unos pocos
colores de óleo y necesito abastecerme.
Entro, sonriéndole a la chica detrás del mostrador. Su pelo es largo
y está teñido de diferentes colores, como el pelo de un unicornio.
Es genial.
No es que alguna vez vaya a tener las bolas de teñirme el pelo así.
Camino por el pasillo donde están las pinturas al óleo que uso
cuando escucho que me llaman.
—¿Arianna Petrelli?
Me vuelvo a la voz, y una sonrisa estalla en mi cara. —Declan
Wiseman.
Dec y yo solíamos ir a la universidad de arte juntos.
—¿Cómo diablos estás? —pregunta mientras se acerca para darme
un abrazo.
—Estoy bien. —Le sonrío y me separo.
—¿Ha pasado cuánto tiempo desde la última vez que nos vimos?
Lo triste es que no puedo recordar la última vez que lo vi. Porque
la mayoría de esos años y los posteriores son muy borrosos.
—Demasiado tiempo —digo, en su lugar.
—Oye, ¿te apetece tomar un café? Hay una cafetería unas cuantas
puertas más abajo.
—Me encantaría. —Sonrío de nuevo—. Solo déjame tomar estas
pinturas, y luego acabo.
Agarro lo que necesito, y nos dirigimos al mostrador juntos. Dec
paga por sus carboncillos.
Hace dibujos de carboncillo y, si mi memoria no me falla, son
increíbles.
190

Pago por mis pinturas, y luego salimos juntos de la tienda y damos


un corto paseo hasta la cafetería.
Pedimos cafés y Dec insiste en pagar el mío. Luego, nos sentamos
junto a la ventana.
—Entonces, ¿qué haces hoy en día? —pregunta. No hay ninguna
pista de que haya visto las noticias sobre mí recientemente o a principios
de este año.
—Estuve trabajando para una galería allí durante unos años, pero
yo, eh… perdí mi trabajo… y… —Levanto mi taza de café, sorbiendo,
retrasando mis palabras. Sé sincera, Ari. Deja de esconder quién eres.
Dejo mi taza y lo miro—. La verdad es que tuve un problema con la bebida
y tuve dificultades a principios de este año, ya que me vi involucrada en
un accidente mientras manejaba ebria, así que me tocó ir a rehabilitación
y perdí mi trabajo en la galería.
Sorprendentemente, su expresión no cambia. —Mierda —dice—.
¿Pero ahora estás bien?
—Sí. —Sonrío. Es un poco forzada porque la realidad es que no lo
estoy haciendo muy bien. Tengo este enorme agujero en mi pecho donde
solía estar Ares—. Llevo ocho meses sobria.
—Eso es genial —dice, sonriendo—. Mi hermano mayor ha estado
en rehabilitación varias veces. Por adicción a los opiáceos —explica.
—¿Está bien ahora? —le pregunto con simpatía, porque sé que es
difícil para aquellos que lidian con la adicción, pero es igual de difícil para
los seres queridos de esas personas que tienen que verlos destruirse a sí
mismos.
—Lleva cuatro meses limpio. Pero mi madre y yo hemos estado allí
antes. Así que solo esperamos que recaiga otra vez.
Asiento, entendiendo.
—Entonces, ¿en qué trabajas en este momento? —me pregunta,
tomando un sorbo de café.
—Estoy trabajando para mi papá.
—Entrena a los Giants, ¿verdad?
—Sí. Ahora mismo soy asistente del equipo.
—Suena bien.
—En realidad no. —Sacudo la cabeza. El chico que amo es el
mariscal de campo, y ya no estamos juntos porque no confía en mí—.
Quiero decir, es un trabajo. Pero no es lo que quiero hacer con mi vida.
—¿Quieres pintar?
—Sí… quiero decir, incluso volver a trabajar en una galería sería
increíble pero, después del arresto, no puedo conseguir que nadie me
191

contrate.
—Mi mamá tiene una galería, sabes.
—Guau. ¿En serio?
—Sí. Es bastante nueva. Lo abrió hace dieciocho meses, pero está
bien y siempre está dispuesta a mostrar nuevos talentos. Y no discrimina
a las personas con ex adicciones. —Sonríe y yo sonrío en respuesta—.
Puedo organizarte una reunión con ella, mostrarle tu portafolio, ¿te
interesa?
—¿Que si me interesa? ¿Estás loco? —Me río—. Está tomando todo
de mí el mantenerme en mi asiento ahora mismo y no alcanzarte y darte
un abrazo.
Ríe. —Entonces, ¿debería tomar eso como un sí?
Asiento vigorosamente. —Puedes tomar eso como un sí enorme.
192
36
Traducido por Joselin
Corregido por Tolola

Es una tarde brillante y soleada mientras camino por la acera,


rumbo a Nuu Fine Art, mi pesado portafolio con las dos pinturas que he
traído para mostrar a la madre de Dec, Moira Wiseman.
Después del café con Dec, intercambiamos números y tomamos
caminos separados. No esperaba saber de él de inmediato, pero ese día
me envió un mensaje de texto y me dijo que su madre me vería hoy.
Haciéndome enloquecer.
Llevo una camisola negra que llega hasta justo por encima de mis
rodillas y tiene un bonito lazo que se ata al cuello. Llevo unas lindas
sandalias de tacón alto de color beige en los pies. El maquillaje es natural,
el cabello suelto y ondulado.
Quiero dar una buena impresión.
Llego al edificio y me detengo afuera para contemplarlo.
Es un edificio de fachada de metal y vidrio. Luminoso y aireado.
Algunas de las obras son visibles desde la ventana. Pinturas y esculturas.
Respirando profundamente, abro la puerta y entro. La música
suave suena de fondo. Me dirijo a la recepción.
Una chica bonita de mi edad con cabello rubio y largo hasta los
hombros y ojos azules y llamativos, que por un momento me recuerdan
a Ares, me sonríe. —Hola, ¿puedo ayudarte? —pregunta ella.
—Sí. Hola. Estoy aquí para ver a Moira Wiseman. Mi nombre es
Arianna Petrelli. Tengo una cita.
—Por supuesto. —Me da una sonrisa amistosa—. Moira te está
esperando. Sígueme.
193

Sale de la recepción y me lleva por la galería, que es mucho más


grande de lo que esperaba. Abre una puerta y me lleva al área de atrás,
que tiene innumerables pinturas apiladas, algunas envueltas, otras no.
Y tal vez unas veinte esculturas variadas alineadas, ya sea esperando la
entrega a un cliente o listas para ser exhibidas, supongo.
Llega a una puerta, toca una vez y la abre. —Moira, Arianna Petrelli
está aquí para verte.
Moira Wiseman parece estar en los primeros años de los cincuenta.
Tiene el pelo corto y negro y una cara sorprendentemente atractiva.
Se levanta de la silla y rodea el escritorio, extendiendo la mano para
estrecharme la mía. —Arianna, es un placer conocerte. Declan me lo ha
contado todo sobre ti.
No me preocupo ni entro en pánico por lo que ella sepa de mí
porque su hijo mayor también tiene problemas, y Dec me dijo que no
juzga a las personas. Solo su trabajo.
Deslizo mi mano entre las suyas y le doy un apretón firme pero
amistoso, agarrando mi portafolio con algunos de mis cuadros.
—También es un placer conocerla —le digo.
—¿Te gustaría algo de beber? —me pregunta—. ¿Café?
—El café está bien —le digo.
—Ebony, ¿podrías traernos algo de café, por favor? —Moira se
dirige a la chica de la recepción.
—Por supuesto.
Cierra la puerta y Moira me dice que tome asiento.
Bajo mi bolso al suelo, apoyándolo contra la silla a mi lado.
Dios, estoy tan nerviosa que me tiemblan las entrañas, pero trato
de transmitir tranquilidad al exterior. Sin embargo, no estoy segura de
estar lográndolo.
—Gracias por verme —le digo.
—Oh, no hay problema en absoluto —lo rechaza—. Declan estaba
entusiasmado con tus pinturas, y me hizo interesarme en verlas. Solo le
dije: “Si esta chica es tan buena, ¿por qué diablos no me hablaste de ella
antes?” —Se ríe, y yo también—. Hombres, ¿eh? —agrega, y estoy de
acuerdo.
—Bueno, me alegro de habérmelo encontrado —le digo a Moira.
Ella sonríe y asiente. —Vamos, entonces, no perdamos más tiempo;
muéstrame estas pinturas tuyas.
Trago saliva mientras alcanzo mi bolso. Lo coloco frente a mí, lo
apoyo contra su escritorio y abro la cremallera de la bolsa.
Moira viene de detrás del escritorio para pararse a mi lado.
—Traje dos pinturas conmigo —le digo—. No tengo un automóvil
194

ahora mismo y son muy pesadas de llevar.


Levanto la primera pintura de la bolsa y la oigo respirar profundo.
Mierda. La odia.
Es la de Ares y yo.
La miro y comienzo a decirle que la otra pintura es muy diferente
a esta, si esta no es de su gusto, pero la expresión de su rostro me dice
que en realidad no la odia.
—¿Puedo? —Alcanza la pintura.
—Por supuesto. —Se la entrego.
Se mueve a través de la habitación con ella, colocándola en un
caballete vacío, y luego retrocede, mirándola.
Me muevo para pararme a su lado.
—Jesús, Ari... esto es bueno. Muy bueno. —Me mira—. Pensé que
Declan exageraba acerca de tu talento, pero... —Extiende una mano, un
dedo que recorre el cuadro sin tocarlo—. Las líneas aquí, el detalle...
puedo sentir la pasión absoluta en esta imagen.
Siento un bulto en la garganta. —Gracias —le digo.
—¿Supongo que esto es de memoria y no de naturaleza muerta? —
Me mira de nuevo, con una sonrisa en los ojos.
—Es de memoria.
—Aunque es personal para ti, ¿sí?
—Sí —exhalo.
—¿Y cómo te sentirías mostrando esto? Sé que todo el arte es
personal, pero esta es profunda; puedo notarlo —dice, moviendo el dedo
sobre el cuadro otra vez.
—Yo... eso... bueno, la mostraría, pero... pertenece a otra persona
—me oigo decir. Como mi corazón.
No me di cuenta hasta este momento. Pensé que podía separarme
de esta pintura. Pero no puedo. No de ella. Le pertenece a Ares.
Ya sea que todavía la quiera o no, es su responsabilidad hacer con
ella lo que quiera.
Porque me lo devolvió. Fue él quien me devolvió la habilidad de
pintar. La inspiración que necesitaba. Y le debo eso.
Jesús, lo extraño.
Siento que se me cierra la garganta de las lágrimas. Cristo, aquí no.
Cálmate, Ari.
Moira se vuelve hacia mí y me mira fijamente. —Si te dijera que
quiero esta pintura en mi galería, ¿qué dirías?
Trago más allá de la densidad. —Diría que me gustaría tener mis
cuadros en tu galería más que nada. Pero no te puedo dar este cuadro.
195

—¿Por qué lo trajiste hoy, entonces?


—Porque... pensé que podría.
Me está mirando pensativamente. —Amas al hombre en este
cuadro.
No es una pregunta. Pero, aun así, respondo: —Sí.
—Yo también amé a un hombre una vez. Un imbécil total. Espero
que tu hombre no lo sea.
La risa se me escapa de los labios. —Puede serlo. —No es como que
todavía sea mío.
Ella también se ríe. —¿No lo son todos a veces? Pero se trata de si
reconocen que han sido unos imbéciles y dejan de serlo o si no les importa
y continúan a pesar de ello. El mío fue lo último.
El mío es lo primero.
Me sonríe alegremente. —Bien. Muéstrame esta otra pintura que
has traído contigo, y veamos si es tan buena como esta.
196
37
Traducido por Julie
Corregido por Tolola

A Moira le encantó el otro cuadro que había traído para mostrarle.


Era un retrato ligeramente abstracto de una mujer hermosa. Totalmente
diferente a la pintura de Ares y yo.
La mujer de la foto no estaba inspirada en nadie que hubiera visto.
Fue directamente del corazón. Una pintura reciente de hace solo unos
días.
La mujer está viva con color, pero sus ojos se encuentran cerrados.
La expresión de su rostro es melancólica, dolorosamente triste, y lo
abstracto retrata su sentimiento de total soledad.
Sí, soy completamente consciente de que la mujer del cuadro
representa mis sentimientos en este momento.
Pero eso es el arte. Es un reflejo de nuestros deseos, necesidades y
sentimientos más íntimos. Es emocional y complicado. Como la vida.
Y a Moira le encantó.
Dijo que le encantaba el contraste en mi habilidad para pintar, y
me ofreció una exposición en el lugar. Y, oigan esto: tenía una vacante
para que alguien trabajara en ventas en el piso de la galería, y me
preguntó si estaría interesada en el trabajo.
Yo estaba como: “¡Demonios, sí!”
Cuando salí de la galería, la primera persona a la que quise
contárselo fue a Ares.
Entonces, me acordé.
Me quedé allí un momento, sin saber qué hacer.
197

Pero quería decírselo a alguien, así que llamé a mi padre y le di las


buenas noticias.
Se puso muy contento por mí. Me preguntó si quería ir a casa para
celebrar, y acepté.
No es como si tuviera a alguien más con quien celebrar.
Así que ahora estoy en un taxi de camino a casa de mi padre.
Pero, primero, tengo que hacer una parada.
Hay algo que necesito hacer.
Salgo del taxi en las afueras de la sede y de las instalaciones de
entrenamiento de los Giants de Nueva York después de pagarle al
conductor la tarifa. Decido no pedirle que espere mientras voy a entrar,
sino que voy a pedir otro taxi para que me lleve a casa de mi padre
Sostengo la pintura bajo mi brazo. Está envuelta en papel de
burbujas para protegerla, y cubierta con papel marrón. Fui a casa
primero, después de salir de la galería, antes de venir aquí, para poder
envolverla. No quería que estuviera expuesta para que todo el mundo la
viera.
Es tarde, pero todavía hay luz. Saludo a Josh, el guardia nocturno,
y me dirijo hacia adentro. Como es fuera de horario, la puerta principal
está cerrada, y tengo que introducir el código para entrar.
El edificio está espeluznantemente silencioso, como suele ser a
estas horas de la noche. Me sorprendería si alguien estuviera aquí.
Gracias a Dios todas las luces siguen encendidas; de lo contrario, me
daría la vuelta y volvería a salir.
No soy exactamente valiente.
Un ejemplo: el hecho de que esté aquí para dejar la pintura en el
vestuario de Ares y no se la llevo a su apartamento.
Camino al vestuario, con los tacones resonando contra el suelo.
Cuando llego al vestuario, empujo la puerta. La luz sigue encendida aquí
también. Entro y dejo que la puerta se cierre tras de mí.
Me acerco a la estación de Ares y pongo la pintura en el suelo,
apoyada contra el banco, donde están sus botines.
Me quedo aquí un rato, mirando las camisetas colgadas de su
equipo, mientras la emoción me abruma, recordando el momento exacto
en que lo conocí.
Aquí dentro. Yo, medio desnuda, empapada e inclinada en este
mismo lugar.
Mucho ha cambiado desde entonces.
Me odió. Me amó. No confió en mí.
Avanzo un paso, cerca de su ropa colgada, y su olor me envuelve,
como la brisa en un cálido día de verano, haciéndome añorarle.
Provocando recuerdos tan maravillosos que, en este momento, es difícil
198

recordar por qué ya no estamos juntos.


Oigo un golpe de puerta detrás de mí. Me doy la vuelta, y él está
ahí.
Ares.
De pie frente a la puerta de las duchas. El pelo mojado, las gotas
de agua corriendo por su pecho. Todavía tiene rastrojos, que van camino
a una barba. Ojos oscuros, como si dormir no hubiera sido fácil para él.
Una toalla atada a la cintura.
Se ve tan hermoso que duele.
Ha pasado menos de una semana desde la última vez que lo vi y,
sin embargo, ahora mismo, parece que han pasado años.
El anhelo tan feroz me atraviesa, haciéndome querer ir hacia él.
Pero no puedo.
Así que clavo los dedos en los zapatos, quedándome donde estoy.
—Hola —dice en voz baja, luciendo triste e inseguro, todo al mismo
tiempo.
—Hola. —Sonrío, pero se siente triste en mis labios—. No sabía que
había alguien aquí —le digo.
—Me quedé para hacer ejercicio. Acabo de terminar y me he
duchado. Obviamente —comenta asintiendo con la cabeza a la toalla,
burlándose de sí mismo.
Hay un momento de silencio entre nosotros. Silencio que hace un
tiempo nunca hubiera estado allí.
—¿Cómo... has estado? —pregunta en voz baja.
—Estoy... bien. ¿Tú?
Levanta un hombro. —Yo… —Sus ojos se cierran y deja escapar un
aliento tan dolorosamente sombrío que me da ganas de llorar. Su mirada
viene a la mía—. ¿Revelación completa?
Me muerdo el labio y asiento.
—No estoy bien. Te... te extraño.
Nunca sabré cómo no lloro en este momento. Me envuelvo con los
brazos. —Lo siento.
—No lo sientas. Es culpa mía. Yo soy el que metió la pata y perdió
a la mejor persona que he conocido, y lo mejor que me ha pasado.
Me tiemblan los labios, y una lágrima cae del rabillo de mi ojo. Me
la quito con la mano.
Esto me está matando. Como sabía que lo haría si lo volvía a ver.
No quiero verle sufrir. Lo amo. Odio no estar con él.
Y verle sufriendo me está haciendo daño.
199

Pero no sé cómo superar lo que pasó. Que no confíe en mí.


Veo sus ojos mirar detrás de mí.
—Es eso... —Da un paso al frente—. ¿Es para mí?
Asiento, mordiéndome el labio.
Se acerca, se acerca a mí, y su cercanía me abruma. Huele a todo
lo que he echado de menos.
—¿Puedo...? —Me mira, señalando hacia la pintura.
—Por supuesto.
Miro en silencio mientras la recoge y arranca cuidadosamente el
papel de la pintura. La coloca en el banco junto a sus botines. Luego,
desliza su grueso dedo bajo la cinta que sostiene el envoltorio de burbujas
y lo retira.
Suelta la envoltura de burbujas con el papel ignorado. Luego,
sostiene el cuadro y lo mira fijamente.
Lo observo, y veo su garganta moverse cuando traga saliva.
Cuando levanta los ojos hacia los míos, la emoción cruda casi me
pone de rodillas. Las lágrimas me pinchan los ojos de nuevo, y me muerdo
el interior de la mejilla para evitar que caigan.
—¿Lo terminaste? —dice en voz baja.
—Sí.
—Es hermoso, Ari. Muy hermoso. Muchas gracias por dejarme
tenerlo. Por traérmelo aquí.
—Yo... dije que podías tenerlo cuando... y no estaba segura de si
aún lo querías... pero lo prometí, así que...
—Sí, lo quiero. —Lo mira fijamente de nuevo—. Es increíble.
—He encontrado trabajo —me oigo decir—. En una galería. Voy a
trabajar ahí. Pero también quiere que muestre mi trabajo.
—Ari... eso es increíble. Estoy muy feliz por ti. —Y parece que de
verdad es así.
—Fue gracias a esta pintura que conseguí la exhibición —le digo.
Sé que a Moira le gustaba mucho mi otro cuadro, pero fue éste el
que realmente le llamó la atención, mostrándole de qué soy capaz.
—Empecé a pintar de nuevo gracias a ti. Y quería agradecerte por
eso.
Traga bruscamente. —No tienes que agradecérmelo. Siempre
estuvo dentro de ti, Ari. Yo... estar conmigo solo te dio el empujón para
hacerlo.
—Tú me inspiraste.
—Tú me inspiras cada maldito día.
200

Baja el cuadro, lo apoya contra el banco y se acerca a mí,


haciéndome temblar. Me pone las manos alrededor de la cara,
inclinándola hacia atrás, para que lo mire.
La sensación de sus manos en mi piel es como el fuego... como el
fuego ardiendo en sus ojos.
—Siento haberte decepcionado. Siento haber dejado que mi pasado
me cegara. Estaba tan... asustado de que me hicieras daño... como él
solía hacerlo, que ignoré todo lo que ya sabía de ti y llegué a la peor
conclusión. Me odio por lo que te pasó. Odio no haber estado ahí para
protegerte de ese hijo de puta. Pero nunca, ni una vez en todo ese tiempo,
no confié en ti. Permití que mis viejos hábitos de esperar lo peor se
apoderaran de mí, y ver el video confirmó mis peores temores. Y me
equivoqué. Muchísimo, y lo lamentaré para siempre.
»Pero soy humano, Ari. Cometí un error. Uno colosal. Pero no fue
porque no te amara. Es porque te amo muchísimo. No puedo respirar sin
ti. Siempre supe lo que era ser necesitado por mis hermanos menores,
incluso por mi puto padre, pero no sabía lo que era necesitar a alguien y,
joder, te necesito, Ari... tanto.
—Yo… —No sé qué decir. Sé lo que mi corazón quiere que diga.
Sé que se equivocó y me lastimó mucho, pero lo sabe. Se ha
disculpado por esto. Está sufriendo por sus acciones.
Y solo nos estoy lastimando a los dos al no darle una segunda
oportunidad.
Porque lo extraño mucho.
—Una oportunidad, Ares. Si metes la pata otra vez, hemos
acabado...
No puedo terminar esa frase porque su boca se estrella contra la
mía, besándome como un hombre hambriento. Y yo estoy igual de
hambrienta por él.
Ha pasado mucho tiempo desde que me besó.
—No volveré a meter la pata —respira contra mis labios—. Lo juro.
Y le creo.
Me besa de nuevo. Esta vez más fuerte y con más desesperación.
Me muerde los labios.
Mis manos se deslizan en su pelo, acercándolo más, y él viene
voluntariamente.
Estoy en llamas. Todo mi cuerpo arde por necesitarlo.
Grandes manos se deslizan por mi espalda y sobre mi trasero,
agarrándome el vestido. Lo levanta.
Nos separamos para que pueda quitármelo por la cabeza. Entonces
nuestros labios se fusionan de nuevo.
201

—Joder, eres tan hermosa —dice, acunándome la mejilla con una


mano, inclinándome la cabeza para besarme más profundamente. Me
mete la lengua en la boca.
Le doy a su toalla un tirón rápido y cae al suelo.
Me he deshecho rápidamente de mi sostén y de mis bragas.
Luego, me levanta del suelo, mi trasero en sus grandes manos, mis
piernas alrededor de su cintura, mis brazos alrededor de sus hombros.
Nos lleva a la pared. Mi espalda está presionada contra la pared fría, pero
apenas puedo sentirla.
Todo lo que puedo sentir es a él.
Ares alinea su pene con mi entrada y, lentamente, empuja hacia
adentro.
Cuando está enterrado en mi interior, me besa suavemente. —Te
amo —me dice.
—Yo también te amo —susurro, con los ojos fijos en los suyos—.
Pero no vuelvas a hacerme daño de esa manera.
Presiona su frente contra la mía, con los ojos fijos en los míos.
—Nunca. Lo único que planeo hacer de ahora en adelante es
amarte.
Y lo hace.
Me ama contra la pared en el vestuario hasta que ambos nos
volvemos locos.
202
38
Traducido por Beatrix
Corregido por GraceHope

Después de que Ares y yo nos arreglamos, nos metió a mí y a su


pintura nueva en su camioneta y nos llevó a casa de mi padre.
Él entró conmigo, pero dejó la pintura en su camioneta, ya que
habíamos acordado que no era una pintura que mi padre necesitaba ver.
Cuando mi papá nos abrió la puerta, Ares me apretó la mano, como
si tuviera miedo de perderme otra vez, mi papá no dijo nada al respecto.
Solo me dio una sonrisa de complicidad que me dijo que lo había estado
esperando todo el tiempo.
Entonces, nos invitó a los dos dentro.
Pedimos pizza y celebramos mi nuevo trabajo en la galería con jugo
de naranja.
Estos días no tengo ganas de Coca Cola Light.
Después de la cena, mi papá sacó las cartas. Eso es lo que estamos
haciendo ahora, sentados en el comedor, jugando al póquer, y les estoy
pateando el culo.
Estoy con mis dos hombres favoritos. Tengo un nuevo trabajo y
una exhibición en la galería. La vida no podría ser mejor de lo que es
ahora.
—¿Alguno de ustedes quiere un poco de helado? —pregunta mi
papá, levantándose de su silla después de que gané el último juego.
—Me apunto por un helado —dice Ares.
—Acabas de comer una pizza entera —le digo.
—Fue una pizza y media —me informa con una sonrisa—. ¿Y tú
203

punto es?
Riendo, sacudo mi cabeza hacia él. —Cerdo. —Entonces, le
pregunto a mi papá—: ¿Qué tienes?
—No estoy seguro. Voy a echar un vistazo —dice, caminando a la
cocina, y me levanto para seguirlo.
—Tendré lo mismo que tú, nena —me dice Ares.
—Tiene sentido. Los cerdos comen cualquier cosa —bromeo.
Me agarra por la cintura, tirándome contra él. —Te comeré si sigues
así, y dudo mucho que quieras que te eche encima de la mesa del
comedor de tu padre.
Un escalofrío me recorre. Pongo mi mano alrededor de su barbilla,
el rastrojo de barba pinchando mi palma. —No. Pero puedes hacérmelo
en tu mesa de comedor cuando me lleves de vuelta a tu casa después.
Sus ojos se funden. —Puedes apostarlo.
Planto un beso casto en sus labios y luego me alejo. Me golpea el
culo mientras me voy.
Entro a la cocina y mi papá mira en el congelador, su mano derecha
se encuentra en la puerta abierta. Me doy cuenta de que su mano está
cortada en los nudillos.
—Oye, ¿qué te pasó aquí? —digo, acercándome y tomando su
mano.
¿Cómo no vi esto antes?
Porque sostenía sus cartas con la mano izquierda.
Y mi papá es diestro.
—Oh. —Retira su mano, apartando los ojos de mí—. Nada. Solo me
los golpeé. Ni siquiera puedo recordar cómo.
¿Eh?
Lo miro fijamente, preguntándome cómo diablos olvidó cómo se lo
había hecho. Si tuviera rasguños como esos en mi mano, estaría llorando
por ello durante días. Y no parece exactamente una vieja herida.
—¿La limpiaste? —le pregunto, sabiendo cómo es.
—Por supuesto que lo hice.
—Bueno. Bien... ten cuidado en el futuro.
Tomando el relevo de mi papá, hojeo, alcanzando el helado. Tiene
viruta de vainilla y chocolate con menta.
—¿Qué te apetece? —le pregunto.
—Chocolate con menta.
—Yo también. —Le sonrío.
204

Sirvo el helado en los tres platos que él nos ha tendido, y los


llevamos a la mesa del comedor. Acabo de sentarme, lista para reanudar
nuestro juego de cartas, cuando mi teléfono comienza a sonar en la mesa.
Bajo la vista al número, sin reconocerlo. Dudo por un momento,
decidiendo si responder o no, y luego lo contesto, conectando la llamada.
—¿Hola?
—Arianna.
—Sí.
—Soy la oficial Knight. Solo quería llamar y decirte que Leo Parsons
fue asaltado anoche.
—¿Lo fue? —digo, sorprendida—. Diría que lamento escuchar eso,
pero no es cierto.
—No pensé que lo sintieras. —Su tono es tan uniforme que no
puedo deducir a dónde va con esto—. Un par de muchachos le rompieron
la nariz y un par de sus costillas. Lo lastimaron bastante —agrega—. No
hubo testigos, y él no pudo identificar a los perpetradores.
—Está bien... pero ¿por qué me dice esto?
—Solo pensé... considerando todo, esto podría ser algo que querrías
saber.
Finalmente escucho la inflexión en su voz, y sonrío.
—Bueno, le agradezco que me haya llamado para decirme.
—No hay problema. Lo único que lamento es que no haya nada más
que pueda hacer con respecto a tu caso.
—Eso está bien —le digo—. Entiendo.
—Bueno, eso fue todo por lo que llamé. Que tengas una buena
noche.
—La tendré. Igualmente.
Cuelgo mi teléfono, poniéndolo de nuevo en la mesa.
—¿Quién era ese? —pregunta Ares.
—La policía que se ocupó de mi denuncia. Me llamó para decirme
que Leo fue agredido anoche. Le rompieron la nariz y un par de costillas.
Lo golpearon bastante fuerte.
Ninguno de los dos dice una palabra.
Y, de repente, el silencio en la mesa es ensordecedor.
Mis ojos se mueven de Ares a mi padre y bajan a la mano cortada
de mi padre.
Luego, vuelan hasta sus ojos, y todo lo que necesito saber está
escrito allí.
Un nudo aparece en mi garganta.
205

No perdono la violencia, pero... él hizo eso por mí. Fue allí y dio una
paliza al tipo que me había drogado y lastimado porque... mi padre me
quiere.
Puede que no sea la forma ideal de mostrar tu amor a alguien. Pero
es la manera de mi papá.
—Papá... ¿Tú... golpeaste a Leo Parsons?
Sus ojos se deslizan a Ares y luego de vuelta a mí. Entonces, se
encoge de hombros. —Sí. Y lo haría de nuevo en un instante. Después de
lo que te hizo, el bastardo tuvo suerte de que no lo haya matado. ¿Y sabes
lo que encontré en su bolsillo? Una bolsa de esas jodidas píldoras que
probablemente planeaba usar en otra persona.
Lo miro con incredulidad, con la emoción nadando dentro de mí.
—Podrías haberte metido en problemas, papá.
—Necesitaba que le enseñaran una lección.
—Espera. Ella dijo que fueron un par de muchachos. —Mis ojos se
vuelven hacia Ares—. ¿Ares?
—Arianna.
—¿Fuiste con mi papá y golpeaste a Leo Parsons?
Mira a mi papá antes de mirarme. —¿Quieres la verdad?
—Siempre.
—Por supuesto que lo hice.
—Pero... ni siquiera estábamos juntos entonces.
—¿Y? —Se encoge de hombros—. Ese maldito te hizo daño. Así que,
lo lastimé. Varias veces.
Los miro a los dos, llena de tanto amor por ellos que podría estallar.
Se arriesgaron tanto por mí. Mi padre habría sido despedido sin lugar a
dudas y muy probablemente procesado. Lo mismo para Ares. Tal vez
habría perdido su contrato y hubiera sido procesado.
Mi labio comienza a temblar.
—Yo-yo... gracias. A ambos. Mucho. —Sé que les estoy dando las
gracias por darle una paliza a Leo, pero no sé qué más decir.
—No me lo agradezcas —dice mi papá con rudeza. Puedo escuchar
la emoción espesa en su voz—. Soy tu padre. Eso es lo que hacen los
padres. —Empuja su silla hacia atrás—. Necesito usar el baño.
Sale de la habitación y lo miro fijamente.
—Sabes que el entrenador se va allí para llorar. —Ares se ríe
suavemente.
—Mi papá no llora.
Ares me agarra, me saca de mi silla y me sienta en su regazo, su
mano grande ahuecando mi nuca. —Noticias de última hora: los hombres
206

lloran, nena.
—¿Lloraste por mí? —pregunto burlonamente.
—Un jodido río. —Me mira fijamente, y trago al ver la seriedad en
sus ojos.
Miro la puerta por la que acaba de pasar mi papá. —¿Crees que
debería ir a verlo?
—No —se ríe—. Dale un minuto. Deja que se quede con su hombría.
—Bueno. Es que… no puedo creer que ambos hayan hecho eso.
Darle una paliza a Leo de esa manera... por mí.
—¿Revelación completa? —dice, todavía mirándome a los ojos.
—Siempre.
—Créelo. Porque no hay una sola cosa que no haría por ti, Ari. Te
amo.
Presiono mis labios contra los suyos, besándolo. —Yo también te
amo.
207
Traducido por Miry
Corregido por GraceHope

Hoy es el día de la boda de Zeus y Cam. Nos encontramos en Port


Washington para celebrar con ellos. La boda se lleva a cabo en el jardín
trasero de su casa.
Es una boda pequeña e íntima, solo amigos cercanos y familiares.
El jardín es privado y aislado. También es enorme, con un bosque
en la parte posterior. Hay una carpa colocada a la derecha, donde tendrá
lugar la recepción. Y la sección donde se llevará a cabo la boda se halla
adornada con flores, linternas colgantes y luces de colores.
Todo se ve hermoso.
Hay asientos a ambos lados del improvisado pasillo que conduce al
altar donde Zeus permanece de pie vestido con un esmoquin tradicional,
esperando a su novia. Ares y Lo están a su lado, ambos en esmoquin.
Ares se ve increíblemente guapo. Rara vez lo veo en traje, pero
cuando lo hago, hace que mis hormonas se vuelvan locas.
Llevo un vestido de satén rosa oscuro con hombros descubiertos y
una falda de organza con detalles de hojas y flores, junto con sandalias
rosa pálido con tacón.
Me encuentro sentada al frente a la derecha, siguiendo la etiqueta
tradicional, del lado de los asientos del novio. Los amigos y familia de
Cam se encuentran a la izquierda. No hay toneladas de personas aquí.
Pero así es como lo querían. Solo las personas que importan están aquí,
y estoy orgullosa de ser una de ellas. Kaden se encuentra sentado a mi
lado, inteligente y guapo con un traje azul marino. Junto a él se halla el
padre de Ares, Brett. Es un tipo grande. Puedo ver de dónde sacan su
208

tamaño. Pero no se parecen a él. He visto fotos de su madre, Grace, y


todos se parecen a ella. Era increíblemente hermosa.
Llegué a conocer a Brett un poco mejor en el tiempo en que Ares y
yo hemos estado juntos. Es un buen hombre que cometió muchos
errores, pero no sabe cómo compensarlos. Me recuerda mucho a mi papá
en ese sentido.
Y, en cierto modo, Brett me recuerda a mí misma, en la dificultad
que tiene con el alcohol. Entiendo eso de él, que es algo que Ares nunca
hará. Solo lo entenderá alguien que tenga que lidiar con la adicción a
diario.
Lo que no entiendo es cómo pudo elegir el alcohol sobre sus hijos.
Estoy segura de que eso es algo que nunca haría.
Brett aún permanece sobrio, y este es el tramo más largo. Creo que
está en esto por mucho tiempo, como yo. Y, aunque está sobrio y lo
intenta, su relación con Ares sigue siendo difícil. Pero creo que siempre
lo será. Porque Ares no puede encontrar en él el deseo de perdonarlo por
haberles fallado cuando todos lo necesitaban, y lo entiendo.
Aunque sí perdoné a papá por decepcionarme. Mi relación con él
se fortalece cada día. Hemos hablado mucho. Principalmente yo, sobre
cómo me sentía por sus fallas cuando era más joven. Él ha escuchado y
trabaja para compensarlo. Para ser un mejor padre para mí. No hay una
solución mágica, pero somos mucho más cercanos de lo que una vez
fuimos.
Supongo que, de una manera no tan agradable, lo que sucedió con
Leo fue el catalizador para finalmente hacer que mi padre comience a
hablarme, a abrirse a mí.
Hablando de Leo, la policía nunca atrapó a las personas que le
dieron la paliza esa noche.
Oí que se fue de Nueva York y se mudó a San Francisco a trabajar
ahí.
No le quedaba mucha carrera aquí. Mi padre lo vetó de la prensa
para los Giants, y mi padre conoce a todos los entrenadores de los otros
equipos. Después de unas pocas palabras en los oídos de la gente, a Leo
también se le bloqueó su acceso de prensa.
No puedo decir que lamenté ver al mentiroso y engañoso irse de
Nueva York.
Y todavía permanezco sobria, si se lo preguntaban. Obtuve mi ficha
de un año hace un tiempo. Espero ser madrina algún día. Luke sigue
siendo mi padrino, lo veo en las reuniones regulares y voy a las reuniones
semanales de AA. Todavía necesito el apoyo de Luke como mi padrino y
amigo. Él y Ares se llevan muy bien también, lo que es genial.
Todavía tengo momentos de vez en cuando en los que creo que
necesito una bebida, aunque no tan a menudo como antes.
209

Y Ares está ahí en cada uno.


Él es mi roca. Mi fuerza.
Lo miro y recuerdo todas las razones por las que no quiero beber.
Todas las razones por las que necesito mantenerme sobria.
Tuve mi exhibición en la galería, y fue un gran éxito. Ares insistió
en que exhibiéramos nuestra pintura. Así que lo hice. Por supuesto, no
estuvo en venta, ya que tenía un dueño. Pero estuvo bien verla ahí entre
mis otros cuadros.
Moira estuvo encantada de verla colgando con mis demás pinturas.
Todos vinieron esa noche a apoyarme. Ares y mi papá se hallaban
ahí junto con Missy, Lo, Zeus, Cam y Kaden. Todos los miembros del
equipo de los Giants, incluidos los jugadores y el personal. Mary, la AP
de papá, vino con su esposo, Ted.
Dec estaba ahí. Fue por él que tuve un lugar en la galería. Y
asistieron todos los expertos de la industria que Moira invitó.
Vendí todas las pinturas esa noche.
Ares y yo lo celebramos después en la cama.
Fue una noche muy buena.
He tenido dos exposiciones más en la galería desde entonces.
Ambas igualmente exitosas. Cada vez tengo más demanda, lo que
significa que he tenido que reducir mi tiempo en el área de venta de la
galería para pasar más tiempo pintando.
Aunque sigo pintando en mi apartamento. Realmente podría tener
un estudio.
La música comienza a sonar; una versión acústica de “Umbrella”
de Rihanna. Todos se ponen de pie y miran a la novia venir por el pasillo.
La primera caminando por el pasillo es Gigi; sostiene la mano de
Thea, quien recientemente comenzó a caminar. Ambas se ven preciosas.
Al igual que su madre. Llevan vestidos de dama de honor en un llamativo
tono azul. El color me recuerda a los ojos de Ares. Los ojos Kincaid.
Gigi y Thea tienen esos llamativos ojos azules, y luego me doy
cuenta de que Cam debe haber combinado el color de los vestidos con
sus ojos.
Puedo entender querer hacer eso. Me encantan los ojos de Ares. De
una manera no espeluznante, por supuesto.
Missy los sigue, vistiendo el mismo vestido del color de las chicas.
Ella capta mi mirada y me sonríe. Se graduó de Dartmouth y se
encuentra en Nueva York de forma permanente. Es bueno tenerla en
casa. Nos hemos hecho aún más cercanas con el tiempo. Es como la
hermana que nunca tuve y siempre quise.
Escucho un fuerte suspiro y miro a Kaden a mi lado.
210

Mira a Missy. Una mirada de inconfundible anhelo en sus ojos.


Una mirada que he visto en él varias veces cuando ella está cerca.
Piensa que nadie se da cuenta, pero yo sí.
También he notado las miradas que Missy le da cuando cree que
nadie más mira.
He tratado de preguntarle sutilmente si está interesada en él, pero
nunca da indicaciones de nada. Ella está tranquila sobre el asunto, y eso
no es propio de Missy en absoluto.
Y eso me dice todo lo que necesito saber.
Me pregunto, si se gustan, ¿por qué demonios no están juntos?
Pero lo mismo se podría decir acerca de Ares y yo al principio.
Entonces, no soy nadie para hablar.
Luego, Cam aparece con su mamá a su lado.
La madre de Cam es en realidad su tía, pero ella crió a Cam desde
que era una niña pequeña. Me encanta la tía Elle. Es una policía ruda.
Dirigiendo un departamento en la estación. Realmente genial. Incluso se
ofreció a investigar lo de Leo por mí, pero le di las gracias y le dije que no
se preocupara. Lo dejé en el pasado donde pertenecía.
Pero, honestamente, me preocupaba más que lo que mi padre y
Ares hicieron esa noche pudiera salir a la luz.
Ellas caminan por el pasillo. El vestido de Cam es impresionante.
Simplemente elegante. Es un vestido de corte A, de tul color marfil, sin
mangas, con cuello en V, rociado con diamantes, seguido de una pequeña
cola. Su cabello fluye por su espalda, rizado, mechones de cabello atados
con alfileres de diamante. Parece una princesa.
Junto a ella, Elle lleva un traje pantalón de tres piezas gris pálido
con una chaqueta de encaje. Y la mirada orgullosa en su rostro lo es todo.
Me giro y miro a Zeus mientras ve a su novia caminar hacia él.
Nunca he visto a un hombre lucir más enamorado que en este
momento.
Gigi está a su lado, y Thea está en sus brazos.
Cuando Cam y Elle lo alcanzan, toma el rostro de Cam con su mano
y la besa. Luego, se inclina y besa la mejilla de Elle.
Elle y Cam se abrazan antes que Elle tome asiento.
Zeus le pasa Thea a Ares, quien la sostiene en sus brazos, y mis
ovarios hacen una voltereta. Lo hacen cada vez que lo veo con esas niñas.

***

La ceremonia se llevó a cabo sin ningún problema. Fue perfecta y


211

hermosa. Y lloré cuando fueron declarados marido y mujer.


Después de eso, todos caminamos hacia el lago frente a la casa y
lanzamos linternas chinas. Fue tan romántico.
Luego, llegó el momento de las fotos y después la recepción.
Ahora es de madrugada, ya se han hecho los discursos y los
brindis, se ha consumido la comida y todos están en la pista de baile
improvisada.
Ares y yo incluidos. Bailamos con Gigi. Él la carga, posada en su
cadera, un brazo alrededor de mi cintura, y yo sostengo la mano de Gigi.
Y mis ovarios se dirigen a una grave sobremarcha.
—¿Cuándo se casarán tú y tío Ares, tía Ari?
Gigi ha empezado a llamarme tía Ari, lo que me encanta. Está bien,
me encanta mucho.
Pero su pregunta me ahoga un poco.
Ares se ríe mientras hago un sonido estrangulado en la garganta.
—Um... uh... bueno, no estoy segura, Gigi. Quizá algún día.
Veo que se elevan las cejas de Ares y me preocupa que haya dicho
algo incorrecto. No es como si hubiéramos discutido antes algo sobre el
matrimonio.
—¿Puedo ser dama de honor cuando te cases con el tío Ares?
—Uh... bueno... —vacilo—. Sí me caso con tu tío Ares, entonces
definitivamente puedes ser dama de honor —digo, golpeando suavemente
su nariz con el dedo índice.
Ella se ríe, haciéndome sonreír.
—Gigi… —Missy viene bailando, toma a Gigi de Ares—, es hora de
bailar conmigo. Thea me abandonó para ir a bailar con tu tío Lo. ¿En
serio? ¿De qué va todo eso? Y me quedo, luciendo como una perdedora
allá afuera, sola en la pista de baile.
—No hay nada nuevo ahí. —Ares se ríe en voz baja.
Missy le muestra el dedo medio de forma encubierta y él se ríe de
nuevo.
—¡Por supuesto que bailaré contigo, tía Missy!
Gigi lleva a Missy a la mitad de la pista de baile, y se ponen a bailar.
A la edad de seis años, Gigi es mucho mejor bailarina que Missy. Ella sin
duda tiene el talento de su madre para bailar. En Missy... talento no es
exactamente la palabra que usaría para su forma de bailar.
Me rio en silencio.
—Entonces... ¿qué quisiste decir exactamente con si? —La voz
profunda de Ares devuelve mi mirada a la de él.
212

—¿Eh?
Desliza los brazos alrededor de mi cintura, acercándome.
—Dijiste, si te casas conmigo. No me di cuenta de que estaba en
debate.
—No me di cuenta de que era una conclusión establecida.
Su frente se eleva. —¿Revelación completa?
Mis labios se curvan en una sonrisa. —Siempre.
—Sucederá, nena. Tal vez no hoy, mañana o la próxima semana.
Pero sucederá. Me arrodillaré y te pediré que seas mía para siempre.
Mi aliento se acelera. —Ya soy tuya.
—Bueno, llámame anticuado, pero quiero que sea oficial. Quiero
mi anillo en tu dedo y mis hijos en tu vientre.
Es mi turno para elevar la frente. —¿Tendremos hijos?
—Al menos cuatro —dice.
—¿Cuatro? —Casi grito, mis ojos se abren ampliamente. Pensé que,
cuando llegara el día en que tuviera hijos, tendría dos. Uno de cada uno.
—Dije, al menos cuatro.
—Dulce Jesús. ¿En qué trabajas, tu propio equipo de fútbol?
—Una vida, Ari. Trabajo por una vida contigo.
Mi corazón se abalanza y se sumerge.
—Lo quiero todo contigo... matrimonio, hijos, hogar, todo lo que
puedas imaginar.
Lo miro fijamente, sonriendo y pasando mis dedos por su cabello.
—Yo también lo quiero. No estoy segura de la cantidad de niños —Le
sonrío—, pero definitivamente quiero que mi vida sea contigo.
—Pondremos una marca sobre el número de niños para volver a
discutirlo más tarde, pero seguiremos practicando para hacerlos.
—Ahora, estoy de acuerdo con eso.
Me pongo de puntitas y lo beso. Sus dedos agarran la tela de mi
vestido en la espalda, su lengua se desliza en mi boca.
—Múdate conmigo —dice de la nada.
Me inclino hacia atrás, mirándolo a los ojos, preguntándome qué
demonios le ha pasado esta noche.
—¿Dónde está mi Ares, y qué has hecho con él?
Se ríe, y mi estómago se contrae de la manera más deliciosa. —Solo
observé a Zeus y Cam hoy... Siempre supe que te amo y que te quiero,
pero verlos hoy... quiero todo esto para nosotros, Ari.
Mis labios se curvan en la sonrisa más grande.
213

—Prácticamente vivimos juntos de todos modos. Hagámoslo oficial.


Múdate a mi apartamento. Puedes conservar tu casa si eso te hace sentir
más segura. Subarrendarla o lo que sea. No es como si la necesitaras
porque no te dejaré ir a ningún lugar nunca más. Puedo convertir una de
las habitaciones extra en un estudio de arte para ti en lugar de que
trabajes desde ese pequeño rincón en tu sala de estar. ¿Qué dices?
Me mira fijamente, sus ojos tan abiertos y cálidos, llenos de amor
por mí, y solo hay una palabra que quiero decir.
—Sí.
Samantha Towle es una autora de bestsellers
del New York Times, USA Today y del Wall
Street Journal.
Nacida en Hull, vive en East Yorkshire con su
marido, su hijo y su hija, tres grandes perritos
y su pequeño gato gruñón.
Es la autora de romances contemporáneos, la
serie The Storm, la serie Revved, la serie The
Wardrobe, la serie The Gods, y los libros
independientes, Trouble, When I Was Your,
The Ending I Want, Unapproitable, Under Her, River Wild y Sacking the
Quarterback que fue escrito con James Patterson. También ha escrito
romances paranormales, The Bringer y la serie The Alexandra Jones. Con
más de un millón de libros vendidos, sus títulos han aparecido en
innumerables listas de best-sellers, y actualmente están traducidos a
diez idiomas.
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