Está en la página 1de 5

Mujeres campesinas: resistencia, organización y agroecología en medio del

conflicto armado.
Gloria-Patricia Zuluaga-Sánchez - Carolina Arango-Vargas. 2013.

Este artículo está basado en dos procesos investigativos realizados con la


Asociación de Mujeres Organizadas de Yolombó (AMOY), localizada en una
zona rural colombiana impactada por el conflicto armado, el cual ha
ocasionado escasez y altos precios de los alimentos, entre muchos otros
efectos. Se utilizó una metodología cualitativa con el objetivo de analizar los
vínculos entre género y preservación de los medios de vida. Se encontró que
las mujeres se han posicionado como productoras, pero ello tiende a
despolitizarse, dado que su trabajo se percibe como una extensión de su rol
de cuidadoras, lo que obstaculiza el logro de mayores transformaciones
sociales en cuanto a la consecución de la igualdad de género.

Aportes para una reconstrucción cronológica de la violencia en el


nordeste antioqueño: Caso Yolombó.

Carlos Andrés Gómez Mira. 2019.

EL GEOTURISMO Y LA APROPIACIÓN DEL TERRITORIO EN EL


POSACUERDO COLOMBIANO: EL CASO DE YOLOMBÓ, ANTIOQUIA.

Natalia Garay Daza Hernán Felipe Latorre Castellanos. 2018.

El Monte de la Pasión. 2020. Bitácoras de Yolombó.

Pobladores de las veredas de Yolombó, Antioquia, escribieron lo que recuerdan


sobre la etapa más cruda del conflicto armado. Estos cuadernos, a los que les han
llamado ‘Bitácoras’, están en el Salón de la Memoria del municipio.

“Esta historia sucedió en el año 1998, aproximadamente. Un día de lluvia en la


madrugada, cuando el reloj marcó las tres, desperté asustada al escuchar
detonaciones de balas a lo lejos, en dirección a la vereda El Cairo, y los ruidos
estridentes de una almádana que golpeaba la puerta y la ventana de una casa
vecina. Eran paramilitares que intentaban sacar a la fuerza al señor, para matarlo.
¡Y lograron su objetivo! Él fue torturado de la manera más atroz. Le echaron ácido,
lo arañaron con arma blanca, le cortaron la yema de los dedos y después le
apachurraron la cabeza con la almádana.

Eran las 5:30 a.m. Había total silencio y nos atrevimos a salir para presenciar lo
ocurrido. Lo primero que observamos fue un arroyo de sangre que corría por los
andenes. Ya cuando nos dirigimos al lugar de los hechos, nos encontramos con
semejante escena macabra.

Otra historia fue cuando nos sacaron de las casas. Formaron con nosotros dos
filas, a lado y lado de la calle, para presenciar cómo torturaban a la señora N
antes de asesinarla. A ella la sacaron de la casa; estaba bañando a la nieta de
meses de nacida, que quedó en la bañera. Luego del crimen, Juli, la hija de N,
estaba tirada en la calle gritando su dolor, y esa gente la obligó a callarse con
insultos y amenazas, también apuntándole con el fusil.

Otra fue cuando hicieron venir a un señor a pie desde la Proveedora, y sin dejarlo
descansar, lo acribillaron a balazos. La calle quedó inundada de sangre. Y, por
ese estilo, cuando menos se esperaba, encontrábamos cadáveres en los lugares
oscuros y aislados del pueblo.

También recuerdo cuando trajeron a una señora del municipio de Yalí. La


amarraron a un árbol del parque como si fuera una res. En el pecho tenía un
letrero que decía “si le dan de comer y beber, también los matamos”. El sacerdote
del pueblo le dio de comer y beber. Luego, por eso y por proteger a otras
personas, lo hicieron ir. Pero, volviendo al tema de la señora, a ella la tuvieron
todo el día amarrada y luego la llevaron al puente, donde la degollaron y le
amarraron el brasier al cuello.

Lo último fue cuando “los paras” se metieron a mi casa. Ellos buscaban al señor
Guillermo, cuñado de mi esposo. Mientras unos lo buscaban, otros me apuntaban
con el fusil a la cabeza. Mis hijos, que eran aún muy pequeños, me preguntaban si
él iba a matarme y él, muy agresivo, me reprochaba porque los niños decían esas
cosas. Yo le respondí que eso era lo que estaban presenciando en la actualidad.
Por último, me dijeron que abandonáramos el pueblo.

También recuerdo que tiempo después de toda esa violencia, y cuando los grupos
al margen de la ley abandonaron el pueblo, con unos vecinos recorrimos algunos
espacios y encontramos lugares de la escena macabros. Por ejemplo, en un
monte que bauticé El Monte de la Pasión se apreciaban árboles chorreados de
sangre, pedazos de tela ensangrentados, escarbaderos, tumbas cavadas y olores
putrefactos. En otro sector se apreciaban tumbas con personas medio enterradas:
manos asomadas, pedazos de ropa y otros. También encontramos un señor
colgando en un alambre de púas.

Gracias a Dios, hemos superado muchas cosas. Todavía hay heridas por sanar,
pero la vida continúa.”

Obras para el arraigo de campesinos retornados en Yolombó. Unidad de


Victimas. 2022.
Centenares de familias de varias veredas de Yolombó volvieron a sus tierras para
recuperar su arraigo campesino y cambiar el pasado de violencia por un futuro con
mejores condiciones de vida.  

Con ellos también se recuperan los cultivos de caña, café, cacao, maíz y fríjol, que
se comercializan gracias a nuevas placa huellas. También están motivados por la
dotación tecnológica y mobiliaria de dos centros de salud y la escuela, que hoy
recibe a nuevos estudiantes. 

Estos proyectos hacen parte de los planes de retornos y reubicaciones que


implementa la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas a favor
de la población desplazada.

Muchos habitantes regresaron de forma voluntaria al corregimiento Villanueva y


las veredas Cachumbal y Maracaibo, tras abandonarlas hace más de 20 años
cuando se intensificó la disputa entre las guerrillas y los grupos de autodefensas.
Una de ellas es Ruby Giraldo. No solo volvió a su finca, sino que ahora es líder
social y de las víctimas del conflicto armado. Con emoción recorre junto a decenas
de habitantes sonrientes las tres nuevas “placas huellas que mejoran nuestra
calidad de vida. Esto se suma a los proyectos productivos que han impactado
mucho, porque es producir alimentos para nosotros y los excedentes se sacan al
mercado del pueblo”.

Esas tierras que vuelven a ser cultivadas fueron abandonadas en la época más
cruenta del conflicto armado. “La vereda Maracaibo tenía 480 habitantes y
quedaron solo tres personas. Fue una ola de violencia que se tomó a esta zona:
por donde quiera que pasaban los grupos armados dejaban solo desolación y
muerte”, recuerda la lideresa.

“Mejoran nuestra vida”

En años más recientes, cuando la violencia aplacó, cientos de familias decidieron


volver de forma voluntaria. Según Ruby “llegaron con las manos vacías, pero con
un corazón lleno de esperanza y entusiasmo para salir adelante”.

Por eso hay satisfacción en la comunidad por el avance de los planes de retornos
y reubicación de desplazados, que benefician a casi 300 familias de un
corregimiento y siete veredas.

Según Luis Humberto Ortega, otro habitante que regresó tras sufrir el
desplazamiento forzado, “estas obras mejoran nuestra la vida porque el transporte
hasta el pueblo demoraba 3 ó 4 horas, ahora con las placa-huellas nos
demoramos una hora y media para llevar nuestros productos. Y tenemos mejores
centros de salud y escuelas para nuestros jóvenes que quieren salir adelante”.  

Por su parte, Wilson Córdoba Mena, director de la Unidad para la Reparación a las
Víctimas en Antioquia, explicó que así se “avanza en la recuperación del tejido
social en 30 municipios focalizados con 67 planes de retorno y reubicación para
que las víctimas que regresaron permanezcan en sus tierras con mejores
condiciones de vida y vuelvan a ser autónomas y las comunidades productivas”.  
Gracias a estos planes, miles de familias en Antioquia se han beneficiado con
dotaciones para emprendimiento de 2.223 unidades productivas (negocios
familiares) y 247 proyectos comunitarios. Entre estos, insumos agropecuarios,
materiales para construcción de escuelas, centros de salud, acueductos, casetas
comunales, canchas deportivas, parques y  placa huellas. 

En total, más de 280.000 familias desplazadas volvieron a sus territorios de origen


o se reubicaron en otras zonas de Colombia (más de 60 mil en Antioquia) con el
apoyo de la Unidad para la Reparación a las Víctimas. 

También podría gustarte