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SCHLEGEL

Alusión y fragmento: El Romanticismo considera estéril el pensamiento devenido académico.


Lo que buscan rescatar es la experiencia fragmentaria de la vida, aquello que no puede ser
concebido como totalidad para la conciencia. Por ello se oponen a los sistemas filosóficos. En
el lugar de ellos, Schlegel utiliza la escritura en fragmentos, que logra captar la no-totalidad de
la vida. El estilo fragmentario impide hablar de algo como algo acabado, delimitado, cerrado, y
en cambio tan solo abre la posibilidad de la alusión, es decir, el entrar en un contacto confuso,
indirecto, un rodeo; una experiencia suprasensible, que por ser experiencia de algo ni
diferenciado ni acabado, se convierte en inefable. Sobre esta experiencia, además de la
alusión, existe otra posibilidad de contactar, y es mediante el arte, también insinuándola de
forma indirecta. La esencia de lo real no puede ser expresada, bajo el enfoque romántico,
como totalidad demostrada o evidente a la luz de una serie de razonamientos concatenados.
Nada más adverso a esta visión es la expresión hegeliana “todo lo racional es real y todo lo real
es racional”.

Ironía: Schlegel devela que lo más contradictorio de la vida humana es el hecho de sentirnos
finitos e infinitos al mismo tiempo; similar a lo afirmado por Schiller en sus Cartas, la
naturaleza humana parece estar determinada por la tensión entre el acceso a conceptos
racionales y asertos universales (que constituyen un puente hacia lo invariable), y la existencia
contingente, que en el hombre es física y material pero también emocional y sensible. En este
marco, la idea de ironía como una simulación de desentendimiento, permite al hombre dar
cuenta de su contradictoria forma de vida. El romántico deposita en el Yo dos posibilidades: la
de buscarse como parte del mundo externo, pero también la de desligarse de él,
sustrayéndose hacia la pura interioridad, en vistas de ser la primera una búsqueda de fracaso
asegurado.

Arte y crítica: Para Schlegel, quien retoma radicalmente a Kant en su Critica del Juicio, el
fenómeno de lo bello no es un simple adjetivo que aplico a un objeto en determinadas
circunstancias, porque eso implicaría presuponer que el individuo carga dentro de sí una
noción de “belleza” que, ya delimitada, se utiliza para caracterizar objetos fuera de uno
mismo. El proceso, en cambio, es inverso: mediante la experimentación de diversos objetos
que producen en el interior del sujeto una cierta armonía y placer, se intenta construir
inductivamente una categoría de belleza; una categoría, no obstante, que permanece siempre
abierta a la variabilidad, y circunscripta dentro de los límites de la subjetividad. Además, toda
obra de arte debe ser “legitimada” por la reflexión cuidada de un crítico. La misión de éste
será, volviendo nuevamente a Kant, intentar descubrir y explicitar las condiciones de
posibilidad de experimentar la belleza en una obra; solo entonces puede considerarse que su
“ser artístico” se ha completado, solo entonces una obra deviene obra de arte. De este modo
se inaugura también la historia del arte (en tanto crítica de los movimientos como unidades
con sentido, y no como meras sucesiones de figuras artísticas).
NOVALIS:

Finitud e infinitud: La búsqueda por el fundamento incondicionado del Yo–en términos


kantianos/fichteanos- sumerge al hombre en una travesía conflictiva y contradictoria (similar,
tal vez, a lo planteando por Schlegel). En la medida en que lo incondicionado, en tanto
infinitud, sea perseguido por seres finitos, estaremos hablando de un camino predeterminado
al fracaso. El romántico comprende que la parcelación y el desgarramiento del hombre que
generó la Modernidad lo aleja de un tiempo en el cual le era posible experimentar el ser en su
totalidad. Sin embargo, se mantienen abiertas todavía algunas ventanas: en Schiller, las ideas
de belleza cumplen este papel diáfano, pero en Novalis, reaparece una metáfora que permite
adivinar cierta relación con desarrollos teóricos estéticos modernos: La oscuridad como una
instancia no diferenciada, en la que la claridad conceptual se disuelve en la vivencia concreta;
esta oscuridad se contrasta con la luz del Yo determinado, lógico. La experiencia de la
autoconciencia se debe dar para Novalis en la poesía (y no es casual que el autor haya
abandonado la reflexión filosófica para dedicarse por completo a la producción literaria).

Lo ordinario y lo auténtico: La vida cotidiana es para el autor una sucesión de pequeñas


acciones reiterativas, constantes, que generan un filisteísmo al hacer depender la propia
satisfacción del individuo en un permanente “adecuarse al mundo”. Por el contrario, una
existencia auténtica consiste en generar las condiciones necesarias para experimentar la
propia integridad, superando la superficialidad, incorporando la poesía como algo más que un
accesorio de interrupción del programa cotidiano de vida, sino como un núcleo fundamental
de la propia vida.

Locura lógica: El impulso patológico de encontrar un fundamento incondicionado para la


propia existencia es el resultado de una necesidad del hombre de fijar un suelo en el cual
apoyarse y un fin al cual dirigirse. La filosofía sistemática es la mayor concreción de esta locura,
a la cual Novalis propone dos curas: la poesía, como mencionamos anteriormente, y la filosofía
no-sistemática, que debe ser ante todo fragmentaria y dialógica, es decir, concebida mediante
esfuerzos colectivos de espíritus afines, de acuerdo con la idea de sinfilosofía schlegeliana.

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