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Cf. PICTET, Jean. “El derecho internacional humanitario: definición”. En AA. VV. Las
dimensiones internacionales del derecho humanitario. Madrid: Tecnos, 1990, pp. 17-18.
2 Cf. BETTATI, Mario. Droit humanitaire. París: Éditions du Seuil, 2000, p. 19.
de derechos humanos como muestra del consenso universal en torno al tema. Cf. SALMÓN,
Elizabeth. “América Latina y la universalidad de los derechos humanos”. Agenda Internacional,
año VI, n.o 12, 1999, pp. 123-136.
armado no internacional. Resulta, por tanto, importante identificar los elementos
que la doctrina, práctica de los propios Estados y jurisprudencia internacionales,
ha considerado relevantes en la definición de conflicto armado.
El desarrollo progresivo del DIH ha tenido lugar a partir de una serie de principios
y normas consuetudinarias que se encuentran recogidos en los diversos tratados
sobre la materia. Así, por ejemplo, el II Convenio de La Haya relativo a las leyes
y usos de la guerra terrestre (1899) establece en su artículo 1: “Las Altas Partes
contratantes darán a sus fuerzas armadas de tierra instrucciones de acuerdo con
el reglamento relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre, anexo al
presente convenio”. No obstante, debe tenerse en cuenta la influencia que ha
tenido la normativa interna de los Estados en el desarrollo de esta rama del
Derecho internacional público. No se puede olvidar que uno de los instrumentos
pioneros en materia de DIH, y que más ha influido en el movimiento codificador
subsecuente, es el código aprobado por Lincoln en 1863 durante la guerra civil
de los Estados Unidos (Instrucciones para la conducción de los ejércitos de los
Estados Unidos en campaña), conocido también como Código Lieber en honor
al jurista alemán Francis Lieber, a quien se le encargó la elaboración del proyecto
del código. En cualquier caso, existe una vinculación intensa entre las distintas
fuentes del DIH, lo que ha permitido que esta sea una de las ramas del Derecho
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Artículo 46.- Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas
en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en
defensa del orden constitucional. Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas.
internacional público que cuenta con una gran cantidad de normas que lo
regulan.
LOS TRATADOS
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Cf. SASSÒLI, Marco y Antoine BOUVIER. Ob. cit., p. 137. 72 Cf. RODRÍGUEZ-VILLASANTE,
José Luis. “Fuentes del derecho internacional humanitario”. En José Luis Rodríguez-Villasante
(coord.). Derecho internacional humanitario. Valencia: Tirant lo Blanch, 2002, p. 73.
LA COSTUMBRE
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La XXVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, celebrada en
diciembre de 1995, encargó la realización de un estudio de Derecho internacional humanitario
consuetudinario. El estudio estuvo a cargo de HENCKAERTS, JeanMarie y Louise DOSWALD-
BECK. Customary International Humanitarian Law. Cambridge: Cambridge University Press,
2005, vol. I: Rules.
dándole el sentido más acorde con el objetivo mayor del DIH que no es otro que
el de proteger a las víctimas de los conflictos. Tanto las normas aplicables a los
conflictos internacionales como a los internos contienen principios y finalidades
comunes que consisten en garantizar que todos los combates armados sean
militarmente eficaces, pero sobre todo que sean librados respetando los mínimos
de humanidad. La lógica del enfrentamiento armado precisa de algunas reglas
elementales (como las del artículo 3 común), que se aplican a todos los conflictos
armados, pero también requiere un conjunto de principios que, aceptando la
lógica del conflicto –es decir, sin permitirlo ni prohibirlo–, reglamenten las
hostilidades limitando sus efectos más penosos. Estos principios son
básicamente el de distinción y el de humanidad. El principio de distinción
establece que solamente los que participan en las hostilidades (ante la
inexistencia, en el marco de los conflictos internos, del estatuto jurídico de
combatiente) y los objetivos militares podrán ser objeto de ataques, no pudiendo,
por ende, atacarse a la población civil que en todo tiempo y circunstancia deberá
ser respetada siempre y cuando no participen directamente en las hostilidades.
EFECTOS DE LA GUERRA
1.1. Licitud del conflicto. Que todo conflicto sea lícito acción coercitiva o
colectiva del Consejo de Seguridad, legítima defensa individual o colectiva (art.
51 C. UN)
1.2. Requisito para el inicio de las hostilidades . No abrir hostilidades sin un aviso
previo e inequívoco. Declaración de Guerra motivada. o de un “ultimátum”.
1.4. Designación de las potencias protectoras. Cada una de las partes designara
“la potencia protectora” la cual estarán encargadas de salvaguardar los intereses
de las partes en conflicto ( protocolo I)
Prohibición de lucha pérfida. Están prohibidos los medios de lucha pérfida que
atenten contra el honor militar.
La guerra termina con un tratado o convenio de paz, pero hay otras situaciones
que son :
La Conferencia aprobó los dos Protocolos «por consenso», es decir, sin voto
formal. Esto no significa, ni mucho menos, que todas las disposiciones hayan
sido aceptadas en el mismo grado por todas las delegaciones. Las declaraciones
que se hicieron al final de la Conferencia dejaron en claro que varias
delegaciones seguían mirando con recelo algunas disposiciones del Protocolo I
y, otras, el Protocolo II en su conjunto. Por ello, causa satisfacción comprobar
que, posteriormente, un elevado número de Estados haya considerado oportuno
ratificar los Protocolos o adherirse a ellos.
Cabe destacar, asimismo, que gran parte de las disposiciones del Protocolo I –
quizá muchas más que las del Protocolo II–, ya formaban parte del derecho
internacional consuetudinario o fueron reconocidas después como tales. Con
respecto a estas disposiciones consuetudinarias, se podría pensar que tiene
poca importancia el hecho de que un Estado acepte o no ratificar los Protocolos
o adherirse a ellos. Estados Unidos, por ejemplo, que no ha ratificado los
Protocolos, tiende a respetar las normas del Protocolo que considera
consuetudinarias. Sin embargo, la ratificación o la adhesión siguen siendo
importantes, no sólo con respecto a las disposiciones que, indudablemente, son
nuevas, sino también por lo que atañe a las numerosas disposiciones en que se
formulan de modo más preciso o detallado lo que antes era una norma
consuetudinaria más bien vaga y general (como el precepto de que se debe
proteger «lo más posible» a la población civil).
Sólo los Estados Partes en los Convenios de Ginebra de 1949 pueden ser Partes
en los Protocolos. En noviembre de 2000, los Estados Partes en el Protocolo I
eran 157 y, en el Protocolo II, 150. De esto se infiere que algunos Estados que
han consentido en obligarse por el Protocolo I, aplicable en caso de conflicto
armado internacional, no desean hacerlo por lo que respecta al Protocolo II,
aplicable en caso de conflicto armado interno en el propio territorio. Francia optó,
en cambio, por adherirse solamente al Protocolo II.
PROTOCOLO I
La índole del derecho El Preámbulo reafirma que tanto las disposiciones de los
Convenios como las del Protocolo «deben aplicarse plenamente en toda
circunstancia a todas las personas protegidas por esos instrumentos, sin
distinción alguna de carácter desfavorable basada en la naturaleza o el origen
del conflicto armado o en las causas invocadas por las partes en conflicto o
atribuidas a ellas». El objetivo de esta reafirmación es que no quepa duda de
que todas las partes en un conflicto armado internacional están recíprocamente
obligadas a respetar las normas del derecho humanitario, sin importar qué parte
es considerada (o se considera a sí misma) como el agresor o como la parte que
actúa en defensa propia.
Al igual que los Convenios de Ginebra de 1949, el Protocolo I obliga a las partes
a «respetar y hacer respetar [sus disposiciones] en toda circunstancia» (artículo
1). En este caso tampoco cabe duda de que los autores, al redactar las diferentes
disposiciones del Protocolo I, tuvieron debidamente en cuenta el factor de
«necesidad militar». Por lo tanto, la inobservancia de las normas no puede
justificarse con la necesidad militar, a menos que una norma autorice
expresamente tal recurso.
De hecho, puede decirse que ésta es la norma fundamental del Protocolo I, por
importantes que sean muchas otras de sus disposiciones. Fue la más difícil de
elaborar y sigue siendo la más difícil de aplicar e interpretar.
Esta disposición se asemeja mucho a la del artículo 48, citado más arriba. De
conformidad con éste, la obligación recae sobre las partes en conflicto, mientras
que en el artículo 44, recae sobre cada uno de los combatientes. Otro rasgo
importante es que el combatiente no necesita distinguirse en todo momento;
basta que lo haga cuando participa en un ataque o en una operación militar
preparatoria de un ataque. Esto puede cubrir también un período de tiempo muy
largo, que comienza mucho antes de que se lance efectivamente el ataque.
ESPIONAJE
El Título III, Sección II, del Protocolo I contiene normas que rigen dos situaciones
especiales. Una concierne al «miembro de las fuerzas armadas de una parte en
conflicto que caiga en poder de una parte adversa mientras realice actividades
de espionaje». El artículo 46 establece la norma general: esa persona «no tendrá
derecho al estatuto de prisionero de guerra y podrá ser tratado como espía». Los
párrafos 2-4 puntualizan esta norma general. El párrafo 3 es de particular
importancia para el combatiente de la resistencia en un territorio ocupado:
En el Título III, Sección I, del Protocolo I, se tratan bajo un único título varios
temas que, en el capítulo 3, examinamos en dos partes separadas, con los títulos
de “Medios de hacer la guerra” y “Métodos de hacer la guerra”, con respecto a
los Convenios de Ginebra. La fusión de ambos títulos se hace manifiesta en el
artículo 35 del Protocolo I («Normas fundamentales»), en el que se repiten dos
principios del derecho de La Haya y se agrega uno nuevo, añadiendo cada vez
el término «métodos» a las tradicionales limitaciones de los «medios» de hacer
la guerra:
El Título IV del Protocolo comprende dos Secciones más; una sobre los
«socorros en favor de la población civil», y otra sobre el «trato a las personas en
poder de una parte en conflicto».
HISTORIA
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En la guerra entre Rusia y Turquía en 1876-1878, el Imperio Otomano, a pesar de que se había
adherido a los Convenios de Ginebra en 1864 sin reserva alguna, declaró que utilizaría la media luna roja
para identificar a sus propias ambulancias. Otros países, como algunos islámicos, le han atribuido algún
significado religioso, por lo que también han optado por utilizar la median luna roja sobre fondo blanco
como distintivo. Cada país puede adoptar sólo uno de estos emblemas.
LA CRUZ ROJA
Huelga decir que, a lo largo de los últimos decenios, el CICR ha hecho todo lo
posible por detener la ola de incumplimiento de los principios de derecho
humanitario, incluso de los más elementales. Se ocupa de difundir el derecho
donde puede, utilizando todos los medios posibles e incluso en los puntos más
remotos de países implicados en conflictos armados. Siempre que es posible,
coopera en este esfuerzo con el Estado y las autoridades locales, así como con
la Sociedad Nacional de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja.
Para completar aquí la información sobre el CICR, es necesario decir que tiene
un doble cometido: brindar asistencia y protección a las víctimas de conflictos
armados (función que ha desempeñado desde su creación, en 1863) y actuar
como promotor y guardián del derecho internacional humanitario.
El trabajo del CICR ha sido reconocido a lo largo de los años por la comunidad
internacional y se ha fundado en tratados multilaterales, como los Convenios de
Ginebra de 1949 y su Protocolo I adicional. Como se dijo antes, en varios
artículos de dichos instrumentos, se menciona al CICR y se le autoriza a realizar
una amplia variedad de actividades. Así, el CICR puede ofrecer sus servicios a
las partes en un conflicto armado, sus delegados están autorizados a visitar
prisioneros de guerra, internados y detenidos civiles, con quienes deben poder
mantener entrevistas privadas y sin testigos. Asimismo, el CICR puede actuar
como sustituto de una Potencia protectora. Además, a través de la Agencia
Central de Búsquedas, el CICR actúa como intermediario entre las partes en un
conflicto armado, transmitiendo información sobre los prisioneros de guerra, los
internados y los detenidos civiles visitados a la parte en conflicto a la que
pertenecen, para que ésta, a su vez, informe a los respectivos familiares. El
sistema también se emplea para informar a los familiares acerca de la muerte de
los combatientes.