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Historia de héroe para jóvenes.

Don Alonso Pérez de


Guzmán, «El Bueno»
by Que No Te La Cuenten
Por Tomás Marini 

“…más prefiero honra sin hijo,

que hijo con honor manchado”.

Don Alonso Pérez de Guzmán [1]

La epopeya de la Reconquista continuó por muchos años. Los cristianos


tomaban y perdían ciudades, algunas batallas terminaban en victoria, otras
en derrota. Pero con valor y fe, la tierra española se iba recuperando para la
fe cristiana, sembrándose en ella la sangre de sus héroes y mártires.
Conozcamos a uno de ellos…

En una noche clara de 1294 don Alonso Pérez de Guzmán, caballero de


León, veterano de múltiples batallas, contemplaba el enorme ejército
enemigo comandado por el sultán Ya´qub, acampado frente a la ciudad. Se
acariciaba la barba entrecana de soldado viejo, apoyado sobre
las almenas del muro del castillo de la ciudad de Tarifa, reconquistada
unos años antes para la Cruz. La guarnición cristiana se había refugiado
tras los muros del castillo en espera de refuerzos. Don Alonso, militar
severo y abnegado, había sido elegido alcalde por su rey, Sancho IV el
bravo, para defender tan importante plaza. Habían rechazado todos los
intentos enemigos por tomar el castillo, pero don Alonso sabía muy bien
que los mahometanos aún no habían jugado todas sus cartas.

 La noticia había llegado aquella misma mañana y era que don Juan, el
traidor hermano menor del rey Sancho IV, se había unido a los
musulmanes, ¡Traición infame! Pero lo que realmente preocupaba en ese
momento al caballero cristiano era que don Juan había tomado años antes
bajo su tutela al mismísimo hijo de don Alonso, Pedro, algo común en esa
época, y ahora lo tenía como prisionero en el campamento moro. No había
tenido más noticias, pero después de los intentos fallidos de tomar el
castillo ese día, don Alonso esperaba lo peor.

Y parece que no se equivocaba. Del campamento salió un jinete llevando


una gran bandera blanca: era un mensajero. El alcalde frunció el ceño y
sostuvo fuerte la empuñadura de su espada. “¿Serán tan cobardes?”,
preguntó para sí.
Con el corazón atenazado por la angustia bajó a los saltos de las murallas y
se dirigió a la puerta. Lo siguió su guardia de cerca y se les unió en el
camino fray Francisco. Cuando el mensajero llegó al pie de la muralla
esperó gallardamente. Montaba un hermosísimo alazán, de raza árabe,
ricamente enjaezado, antepasado de nuestros caballos criollos.

La puerta se abrió y salió don Alonso con sus hombres y el sacerdote. El


caballo se revolvía nervioso levantando el polvo, escarceando y bufando,
queriendo volver al campamento, como si el noble animal no quisiera ser
parte de un acto tan cobarde y vergonzoso.

El moro trasmitió el mensaje en español: o rendían la plaza de inmediato, o


el hijo del caballero de León sería ejecutado.

Don Alonso hizo silencio. El sacerdote gritó de indignación ante acto tan
cobarde. La guardia pidió permiso para tomar al infiel y despedazarlo. Pero
don Alonso seguía en silencio. Con un breve ademán de su brazo mandó
callar a sus hombres. No iba a permitir que se asesine a un enemigo con
bandera de parlamento, por más infame que fuera el mensaje que llevaba.
Miró a su amigo y consejero fray Francisco a los ojos y el sacerdote pudo
notar en los suyos la lucha que sufría ese valiente hombre en su interior: se
le pedía el mayor de los sacrificios. Con lágrimas en los ojos, pensando en
su hijo y en el dolor de su madre, tomó una decisión. No habría duda en su
respuesta, era delegado del rey y no entregaría la ciudad. Don Alonso le
ordenó al musulmán que desmontara de su corcel y este obedeció. El
alcalde desenvainó un puñal que llevaba en la cintura y lo entregó en
manos del mensajero:

“Matadle con este, si vuestra

alma mezquina así lo ha determinado,

que más prefiero honra sin hijo,

que hijo con honor manchado”.

Sería su propio puñal y no otro el que tomara la vida de su hijo, sabía que
él lo entendería. El jinete, sorprendido, tomó el arma y, ante tamaño acto de
valor y sacrificio, no pudo sino inclinar la cabeza con respeto. Montó
nuevamente de un salto y partió al galope con la respuesta. Don Alonso lo
siguió con la vista un rato y ante el silencio de todos los que lo
acompañaban, menos de fray Francisco que en voz baja elevaba una
oración por el alma del joven Pedro, ordenó regresar y preparar las
defensas para los asaltos del día siguiente.

Los hijos de Mahoma cumplieron su amenaza y el hijo del alcalde fue


ejecutado. Don Alonso pasó inmortal y con honores a engrosar las filas de
los héroes de España y de la cristiandad. Fue conocido en adelante como:
“El bueno”. La ciudad de Tarifa no cayó y los sarracenos tuvieron que
levantar el asedio.

VOCABULARIO 

Sultán: príncipe o gobernador musulmán.

Almenas: cada uno de los prismas que coronan los muros de las antiguas fortalezas para
resguardarse en ellas los defensores ante ataques enemigos.

Para la Cruz: para la España católica.

Plaza: población fortificada.

Alá: nombre dado a su dios por los musulmanes.

Tutela: dirección, amparo o defensa de una persona respecto a otra. Era costumbre


enviar a los hijos nobles a educarse un tiempo bajo la tutela de otros nobles o en la
corte.

Moro: natural de África que profesa la religión Islámica.

Fray: fraile.

Alazán: pelaje de caballo de matiz marrón claro, formado por mezcla de pelos amarillos
y tonos rojos, como el de la canela. El árabe afirma: “El caballo ha sido creado “alazán
tostado”.

Escarcear: movimiento que hace el caballo subiendo y bajando violenta y


repetidamente el cuello y la cabeza.

Bufido: resoplar furioso del animal.

Puñal: arma blanca de acero y de mucha punta que lleva cruz o guardia entre la
empuñadura y la hoja.

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