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WAMAN POMA, OTTOBAH CUGOANO Y MANUEL ZAPATA OLIVELLA:

PENSAMIENTOS Y RESISTENCIAS DESCOLONIZADORAS


Nicolás Corena Guerra

Epígrafe
“…la genealogía del pensamiento decolonial es pluriversal (no universal). Así, cada
nudo de la red de esta genealogía es un punto de despegue y apertura que
reintroduce lenguas, memorias, economías, políticas, sociales y subjetivas,
esplendores y miserias de los legados imperiales”.
Walter Mignolo

Tres grandes figuras, en latitudes distintas, espacios y tiempos diferentes, pero que
convergen en términos de resistencia y valentía para enfrentar en sus respectivos
momentos históricos a lo que se conoce como la colonialidad del poder, y que el
prestigioso pensador del Perú, Aníbal Quijano, desarrolló muy lúcidamente en sus
planteamientos. Nos referimos a Felipe Waman Poma Ayala, Quobna Ottobah
Cugoano y Manuel Zapata Olivella. El primero es natural de Perú, su tierra es San
Cristóbal de Suntuntu, nació en 1534, su deceso se produjo en Lima en 1615. Se le
ha reconocido como un cronista que también destacó por sus habilidades para
impartir clases de castellano a los indígenas. Es autor de Una nueva corónica, se
estima que esta obra conoció la luz en 1600. Es un compendio de la historia
preincaica del Perú y de su continuación Buen gobierno (1615), una denuncia sobre
las actuaciones malévolas e injustas de los funcionarios y encomenderos de la
Corona Española, quienes se ensañaron sistemática e impúdicamente con los
indígenas. Esta obra de Waman es catalogada como una inmensa proclama al rey
de España Felipe II. Poma de Ayala también demostró ser un buen ilustrador, en
tanto recreo con dibujos su propia crónica o corónica.
En cuanto a Cugoano, diremos que también se le conoció como Jhon Stuart,
algunos lo han denominado abolicionista. Nació próximo al poblado de Ajumuco,
parte de su infancia se desarrolló en la casa del líder Fanti Ambro Acassa,
gobernante de aquel poblado de Ghana. Cugoano fue secuestrado por los
esclavistas desde muy joven, entre los 12 y 13 años, aproximadamente, fue llevado
a la isla caribeña de Granada, allí fue obligado a trabajar en una plantación. En 1772
fue comprado por un comerciante inglés, quien lo lleva a Inglaterra, fue la época en
que Cugoano alcanza a ver una luz de libertad, aprende a leer y a escribir. Por
fortuna es liberado en virtud de la sentencia promovida por el caso Somerset en el
año 1772, que sostenía que la esclavitud no estaba respaldada por el derecho
consuetudinario en Inglaterra y Gales. Cugoano es uno más entre los héroes
africanos, que penetró con su pensamiento en el escenario colonizador europeo
ese que nació y se nutrió del comercio de vidas humanas arrastradas por el Atlántico
desde distintas geografías de aquel gran Continente.
Nuestro tercer personaje es el escritor, antropólogo y médico afrocaribeño nacido
en Santa Cruz de Lorica, Colombia, en marzo de 1920, Manuel Zapata Olivella, a
quien el académico George Palacios (2013: 57-71) en su tesis de grado clasifica
como “pensador político radical, hereje y profético”, y que según César Augusto
Baldi, “compara con otras voces afrolatinas de la diáspora capaces de pensar en el
límite de lo poscolonial y la problemática responsabilidad que ello conlleva”. (P.
239). Efectivamente, Zapata Olivella viene a constituir uno de los más aguerridos
representantes de la lucha intelectual contra el eurocentrismo y la herencia imperial
europea-norteamericana, sus acciones, su literatura, su agencia como etnógrafo y
antropólogo lo demuestran. Acumuló una valiosa experiencia como viajero por el
mundo, en donde logró observar y comprender culturas de todos los continentes, si
bien dejó un legado significativo en el tema de la afrodiáspora y la cultura
afrolatinoamericana, también contempló lo indígena dentro de sus preocupaciones,
comprendió el mestizajes sin sesgos, más que una equivocada categoría de
combinación de pigmentos de piel, incluso de razas, la entendió como confluencia
y negociación de culturas. Perteneció a una familia que estaba permeada por
negros, indígenas y blancos, su padre, Antonio María Zapata Vásquez, un
intelectual afrocolombiano, pedagogo, ateo y libre pensador, su madre, nacida de
una madre indígena y padre descendiente de catalanes. Zapata creció en el
ambiente intelectual de su padre y sus amigos escritores y lectores, hombres de
tertulias. Su abuela paterna, su madre Edelmira y sus tías, eran portadoras del
pensamiento mágico religioso, muy marcado en el Caribe.
Los tres actores sobre los que estamos haciendo referencia, poseen en común un
temperamento de subversión intelectual que les permitió observar, cada uno desde
su lugar de combate, las condiciones en que se debatían la clases subalternas
frente al colonizador, y la articulación de un sistema de explotación/dominación
articulado desde siglos bajo la concepción de inferioridad/ superioridad humana,
cuyas propósitos perversos han insistido y siguen insistiendo en dividir al mundo
entre grandes poseedores privilegiados y miserables marginados.
Cada una de estas figuras acumuló, sin lugar a dudas, los suficientes méritos para
conformar ese cuadro de grandes pensadores de una filosofía otra, de un
pensamiento político otro, de una visión de mundo no necesariamente occidental,
fueron hombres de coraje que asumieron posición frente a un fenómeno de
imperialismo y colonialidad enquistado en las Américas y en otros continentes cuyo
control tenía como soporte las seis lenguas imperiales y hegemónicas ( italiano,
español, portugués, inglés, alemán y francés), sin que se excluyan lo económico, lo
político, lo social, lo epistémico, como siempre lo recuerda el maestro Walter
Mignolo (P.29). Todo ello hacía parte del poder, no hay que olvidar lo que ha descrito
magistralmente sobre la categoría de poder el profesor Aníbal Quijano, en su
Colonialidad del poder y clasificación social (p.93): “La colonialidad es uno de los
elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista...” Nos
puntualiza con argumentos consistentes las variables del poder como “espacio Y
malla de relaciones sociales de explotación/dominación/conflicto”, todo esto, según
Quijano, está articulado con base en la disputa por el control de ámbitos de la
existencia social, así:
(1) El trabajo y sus productos; (2) en dependencia del anterior, la naturaleza y sus
recursos de producción; (3) el sexo, sus productos y la reproducción de la especie; (4)
la subjetividad y sus productos materiales e intersubjetivos, incluido el conocimiento;
(5) la autoridad y sus instrumentos, de coerción en particular, para asegurar la
reproducción de ese patrón de relaciones sociales y regular sus cambios” (P. 96).

Atreverse a impugnar todo ese aparato de poder es lo que realmente han pretendido
filósofos como Felipe Waman Poma Ayala, Ottobah Cugoano y Manuel Zapata
Olivella, los primeros han sido llamados “los pilares del pensamiento decolonial por
Walter Mignolo ( p. 23 ), el tercero es considerado hoy por los estudiosos de África
y América, y con mucho entusiasmo por Norteamérica, sobre todo, como uno de los
aguerridos de la descolonización, lo cual se puede evidenciar mucho en su
literatura, desde su primera novela, Tierra mojada”, ya se vislumbra un interés por
cuestionar a quien representa ese poder también bien descrito por Quijano, en su
obra ópera prima Zapata denuncia la necesidad de fomentar un espacio de igualdad
desde la distribución de la tierra; sus personajes se mueven en esos ámbitos y roles
de subalternidad/ dominación/ explotación/ desplazamiento/violencia. Gregorio
Correa y su familia encarnan a quienes lo han perdido todo, son los desterrados y
miserables, Jesús Espitia reproduce los patrones de autoridad, coerción y pillaje; en
cambio, Marcos Olivares, el maestro que aparece para educar a la gente y guiar a
los campesinos hacia una organización comunitaria que les conceda blindaje ante
los atropellos de Espitia, simboliza eso que el mismo Manuel Zapata, Waman Poma
y Cugoano hicieron en sus respectivos momentos históricos: portadores de un
mensaje de libertad, de una actitud de resistencia. Si continuamos observando la
obra del escritor colombiano, muchos otros ejemplos marcan su compromiso como
generador de ideas afines al pensamiento decolonial, por ejemplo, Chambacú corral
de negros, que es una denuncia de persecución soportada en la discriminación
social, aquí cobra vida el tema de producción social que da lugar a la racialización,
a la mirada excluyente de un grupo social hegemónico en la ciudad de Cartagena,
en donde la colonia dejó fuertes improntas, y por supuesto se siguen perpetuando
hábitos del modelo de vida eurocéntrico en las clases sociales que ostentan poder
económico y político, la mismas que en la novela estaban representadas por la
fuerzas opresoras que perseguían a Máximo, el personaje que intentaba buscar la
iluminación intelectual en medio de la precariedad, el revolucionario a quien su
propia madre le quemó los libros; Chambacú es un espacio de Latinoamérica a
escala, refleja pobreza estructural y mental, aislamiento social, es un gueto como
los tantos que se multiplican en esta parte de América conformada por los países
hispanos en donde floreció la colonización y se mantienen intactos muchos de los
grandes vicios de la Corona, entre ellos la corrupción, que ha generado mayores
brechas de desigualdad. En este sentido las obras del novelista de Lorica ahondan
en la realidad local, pero también la del Continente. Pero quizá la obra más
ambiciosamente decolonial de Zapata Olivella es Changó el gran putas (1986), en
donde, según palabras del doctor Darío Henao Restrepo de la Universidad del Valle
Zapata Olivella:
1. “…elabora una singular y renovadora representación de la diáspora africana en la
literatura latinoamericana, poetizando el Muntu desde la cosmovisión de las religiones
de origen africano: el candomblé, la santería y el vodú”.
2. “Inédito proyecto creativo en la novela afroamericana a través del cual Zapata Olivella
reivindica la contribución de los esclavizados al mundo y replantea el papel de África
en la conformación de la modernidad del sistema-mundo capitalista”.
3. “Diáspora, memoria, travesía, malungaje, resistencia, negociaciones, cimarronaje,
coexistencia, desplazamientos, libertad, luchas y derechos civiles son los temas que
emergen en la representación poética de Changó el gran putas, novela afro-diaspórica,
transnacional, híbrida, que apuesta por una visión descolonizadora, crítica del
eurocentrismo y los viejos paradigmas del colonialismo y los prejuicios de raza,
abriendo campo para nuevas forma de pensar la diáspora africana y su aporte a la
humanidad” (Introducción de El código Changó: los misterios del Muntu) .

Como puede verse, esta novela acude a imaginarios mítico-religiosos, filosofías y


saberes ancestrales de África transmitidos a las Américas, gracias a la diáspora,
dichos fueron injustamente satanizados y borrados en gran parte por el influjo de la
concepción religiosa judeo cristiana muy promovida por España. El autor de
Changó incorpora dioses y semidioses que representan a líderes de luchas de
cimarronaje, de independencia y de los derechos civiles en América, Simón
Bolívar, José Prudencio Padilla, José María Morelos, Benkos Biojó, los precursores
de Haití Francois Dominique, Toussant Louverture, Boukman y Mackandal, Antonio
Lisboa el Aleijadhino, Macus Garvey, Nat Turner y Malcom X. Aunque personajes
como Simón Bolívar pueden ser criticados por sus posiciones políticas en
determinado momento, y por la tentación de imitar mucho de lo que los europeos
tenían como modelo de gobierno y ejercicio del poder, también hay que hacer
justicia reconociendo la tendencia de Changó el gran putas a reivindicar personajes
que estaban tomando distancia de formas de gobierno y sistemas ya establecidas,
él había abierto una brecha de desigualdad, y que además subestimaban las
fuentes de conocimiento y culturas no europeas o no blancas, en sentido general,
y para incluir el caso de los Estados Unidos de Norte América. Aparte de la obra
citada, Zapata Olivella produjo un abundante material ensayístico plagado de
argumentos, reflexiones, análisis y críticas en diferentes direcciones,
especialmente en temas de literatura, arte folclor etnografía. No se puede
desconocer tampoco que en su interés por agenciar proyectos que buscaran
visibilizar a la gente común y corriente, los iletrados o analfabetos, trabajó en
importantes empresas culturales que le permitieron recaudar saberes de la
tradición no tenidos en cuenta por la oficialidad cultural de Colombia desde los años
cincuenta, con lo cual recorrió el país entero para centrar la mirada en la riqueza
de la oraliteratura, la medicina tradicional, la filosofía, las tradiciones en general de
los marginados, en esa dirección era Manuel Zapata un descolonizador, debido a
que intentaba buscar, estudiar, hacer ver, resignificar, valorar, sistematizar,
conservar, difundir y promover el caudal de la cultura popular colombiana que no
se incluye en los textos guías y el curriculum de los estudiantes colombianos
destinados únicamente a estudiar a partir de los conocimientos, la literatura, la
ciencia y las artes de Occidente y marginalmente algunas cultura indígenas de
América, pero absolutamente nada de la literatura, la filosofía y los saberes
africanos o del cualquier otro continente distinto a Europa.
En este orden de ideas, es preciso señalar una muy buena compilación realizada
por el historiador de la ciudad de Cartagena, Alfonso Múnera Cavadía, Manuel
Zapata Olivella, por los senderos de sus ancestros (Ministerio de Cultura 2010), en
donde se recogen testimonios de un escritor que desde los año cuarenta ya
irrumpía como un buen prospecto pensador de la descolonización, allí están esas
evidencias: Genio y figura, El porro conquista a Bogotá, Problemas del libro
colombiano. Los inéditos, Miserias de New York, Los negros palenqueros,, Del
folclor musical, La raza negra y el arte, Harlem Olvidado, Del folclor colombiano,
Personajes populares, Del folclor costeño, razones del sistema folclórico
colombiano, Negritud, indianidad y mestizaje, Opresión y explotación del africano
en la colonización de América Latina, Identidad del negro en América latina,
Indianidad y africanidad en la génesis del hombre americano, Afroamérica, siglo
XXI: tecnología e identidad cultural, entre otros trabajos.
Irónicamente, “Manuel Zapata Olivella es uno de los escritores colombianos más
leídos y traducidos en exterior, después de García Márquez. Decena de artículos
sobre su obra se encuentran publicados en varias de la revistas más prestigiosas
de crítica literaria de las universidades norteamericanas”, lo anota el doctor Múnera
en la introducción a su compilación, y hemos agregado que “irónicamente” debido
a que, continúa el historiador cartagenero “…en Colombia, el reconocimiento a su
producción literaria y a su vasta e insuperable labor de estudioso y divulgador de
nuestra cultura popular está destinado a crecer después de su muerte…” (P. 13)
Resulta pertinente traer algo más del maestro Múnera, en virtud de la
macroestructura que nos hemos trazado en este escrito:
“Pero, sobre todo, lo que no hemos intentado a fondo todavía es la comprensión de sus
dotes de ensayista. El enorme valor para los pueblos del mundo de sus geniales
intuiciones, de sus análisis premonitorios, de sus reflexiones y críticas tempranas al
colonialismo cultural y de su radical defensa de lo que englobó bajo el concepto de
nacionalismo literario…” (Ibídem).

Lo anterior ofrece más razones para entender que el propósito concreto del médico
y escritor Zapata Olivella estaba direccionado de manera clara hacia la
descolonización y desalienación de lo que él subrayaba tantas veces como el
amerindo-afroeuropeo, término con una connotación importante, entendida no
como simple mestizaje, significa que era el surgimiento de un nuevo sujeto, eran
los largos años de imposiciones, diálogos, lo que también reconocía como
aculturación, “suele introyectar la angustia existencial, asumiendo como actos
autónomos los mandatos del opresor” y asumir una conducta ajena para
comportarse con una identidad que lo niega” ( Zapata Olivella: 1997.21). Diremos,
en alusión a la poca justicia que se ha hecho con la obra del más relevante
afroamericanista de la segunda mitad del siglo XX en Colombia, y como diría
Alfonso Múnera en una de sus alocuciones en el marco del Lanzamiento del Año
Manuel Zapata Olivella en la ciudad de Cali, en octubre del año 2019, conversando
con otros ilustres conocedores de la obra del escritor en referencia: “Manuel Zapata
Olivella es el pensador más importante del siglo XX en Colombia”, y lo sostiene en
razón que fue prácticamente uno de los que más ahondó en el tema complejo de
lo socioracial en un momento en que en Colombia estaba mucho más arraigada la
herencia cultural colonial de España, se atrevió a plantear que el porro como
manifestación cultural musical se constituiría como la música nacional, en contravía
del bambuco, que según Múnera, conservaba la huella hispánica.
El más cercano en el tiempo, y con quien podríamos establecer luchas más afines
a Zapata desde la africanidad, sería con Ottobah Cugoano, el pequeño que nació
cerca de Ajumuco y pasó parte de su infancia en la casa del jefe Fanti Ambro
Accasa, gobernante de la aldea de Ajumuco y Assine. Allí vivía hasta que los
secuestradores de vidas humanas hirieron su infancia y lo arrancaron de su natal
Ghana. De acuerdo con lo expuesto por Walter Mignolo (P.39) “Ottobah Cugoano
es el menos conocido de los cuatro ex esclavos (Egnatus Sancho, Jhon Marrant y
Loudah Equiano son los otros tres) que, en Inglaterra, en la segunda mitad del siglo
XVIII, lograron convertirse en escritores”. Hubo otros casos en siglos posteriores,
como el de Frederick Douglas (1818-1895); ex esclavos que lograron dar un giro
mediante su emancipación y se convirtieron en célebres oradores, escritores y
estadistas.
La hazaña de Cugoano es de grandes proporciones, se concreta en su tratado el
que Mignolo lo calificó admirablemente como “una brutal crítica ética a los
depredadores imperiales y robadores de hombres (…) en nombre de la ética
cristiana” (p. 43). También existe una distinción entre Ottobah Cugoano y los demás
abolicionistas blancos de su época en la que Mignolo llama la atención, y es que
no acepta la inferioridad del negro (P. 44), de esta manera va más lejos que los
abolicionistas que no pueden superar su prejuicio racial, a pesar de entender la vida
en libertad siguen condicionados mentalmente por la diferenciación racial.
Recordaremos que el héroe africano Ottobah plantea un análisis sobre la economía
y la esclavitud, trabajando con perseverancia sobre una idea que era parte de sus
preocupaciones: la desechabilidad de la vida de los de los negros. Él llega al punto
de conclusión con propuestas muy certeras sobre la abolición de la esclavitud,
establecer una compensación para terminar definitivamente con la esclavitud, dicha
indemnización estaría dirigida a las naciones africanas por los daños ocasionados,
y resulta muy interesante lo que llega a proponer en su discurso, la legalización del
trabajo. En esto se hace visible toda la dignidad de un verdadero descolonizador.
Cugoano es parte de esa “gestación del pensamiento decolonial en la fundación
misma del sistema-mundo moderno/colonial. La fuerza y la energía del
pensamiento decolonial estuvo siempre “ahí” en la exterioridad, en lo negado por
el pensamiento imperial/colonial (p. 44).
Anthony Bogues, citado por W. Mignolo (p44) dice que el argumento de Cugoano,
que reclama la igualdades de los negros en un mundo en donde la teoría política y
el concepto de humanidad estaba en manos de los blancos (la desigualdad natural)
complementa el giro decolonial al plantear que los seres humanos son iguales y
libres frente a todos los demás seres humanos y no frente al Estado.
Destacamos que seres humanos como Cugoano fueron hábiles e inteligentes, lidiar
contra el poder no era un asunto muy sencillo, él por ejemplo, adquirió solvencia de
la lengua inglesa, y ésta, según Mignolo se podía equiparar al dominio que el Inca
Garcilaso de la Vega poseía de la lengua castellana, la posesión de la lengua del
opresor/ explotador/colonizador constituye una ventaja significativa, es apropiarse
del vehículo que posibilita entender cómo funcionan la estrategias del vencedor, y
así mismo esa lengua se convierte en camino para deconstruir, como efectivamente
lo hizo este valiente personaje, los mecanismos, los postulados, las reglas de juego,
las artimañas, y, obviamente acceder a la cultura y a los conocimientos de esa
pueblo.
Al estar actuando desde adentro, Cugoano procede con el criterio de juicio de la
cristiandad, seguramente que para poder actuar llega a situarse en ese lugar greco-
latino-cristiano. Además él pertenece al momento histórico de la ilustración, que
apenas empezaba fraguarse. Por ello Mignolo lo ubica en esa puerta de entrada.
Eran todavía momentos de la teo-política, el punto de referencia ante el cual la
egopolítica del pensamiento iluminista reclamaba su derecho de existencia. El gran
Ottobah se apropió de los principios morales de la cristiandad de manera textual, a
partir de ahí enfiló todas sus baterías por las desproporciones de los cristianos
ingleses en la brutal explotación de los esclavos (p. 39-40)
La crítica de Cugoano alcanza un nivel superior a otros como de las Casas, que
denunciaron a sus propios coterráneos, Cugoano se instala y se piensa en y desde
la diferencia colonial, no se trata de una tibia actitud de desconcierto por el maltrato
y el abuso que dan los ingleses a sus semejantes, ha logrado comprender que las
vidas humanas de sus hermanos africanos son subvaloradas hasta el punto de
adquirir la condición de desechables, y lo que propone es un asunto radical, la
reparación, resarcir el daño, sellar la esclavitud, otorgar un estatutos de relación
laboral legal entre personas, no entre esclavos y amos; está mirando más lejos que
muchos de los que intentaron denunciar maltratos sin atreverse a solicitar los
derechos legítimos de igualdad, de condiciones dignas de trabajo, de aniquilación
de cualquier forma violenta que pusiera en desventaja a un ser humano sobre otro.
Por eso la cristiandad, porque se supone que esa misma le ha concedido alma,
espiritualidad, derecho a un paraíso, redención, reconciliación al hombre blanco, la
cristiandad que impedía los abusos.
Por ejemplo el tema de “desechabilidad” constituyó una fuente de reflexión y un
argumento muy grande para agenciar la crítica que pondría en evidencia la disputa
de los imperios por la mercancía humana, que ha sido, entre otras cosas, una de
las mayores perversidades insertas en la colonialidad del poder, y que tristemente
facilitó el tráfico, tortura y muerte de seres humanos que dio lugar al nacimiento del
capitalismo. En la introducción a Esclavitud y capitalismo de Eric Williams, los
editores de Traficantes de sueños hacen alusión al respecto:
“Entre mediados del siglo XVI y la abolición en 1888 del tráfico en Brasil, más de 14 millones
de personas, principalmente de África Occidental y el Golfo de Guinea, fueron arrancadas
de sus comunidades de origen para ser deportadas a las colonias europeas del Caribe, el
sur de lo que serían los Estados Unidos y la costa brasileña. Fue precisamente el “ganado
negro” lo que permitió roturar y cultivar las tierras vírgenes de las Antillas tras el exterminio
de los indios y las crecientes dificultades pa importar mano de obra europea de forma
suficiente. Fue también el trabajo esclavo lo que impulsó lo que podríamos llamar la primera
agricultura de exportación. El cultivo de azúcar, pero también del tabaco y del algodón” (p,
21)

A pesar de la existencia de muchos estudios sobre la esclavitud, particularmente en


los países de la América hispana, se tiene la sensación, de que en el marco de esto
tan interesante del giro decolonial, hace falta transitar más por la investigaciones
que relacionan el surgimiento del capitalismo como consecuencia de la explotación/
dominación sobre los esclavizados, mayoritariamente de origen africano. Cuando
profundizamos en estudios como el citado anteriormente nos convencemos mucho
más de la magnitud del asunto:
“Las plantaciones trabajadas por esclavos hicieron crecer el volumen del comercio
intercontinental, estimularon el desarrollo de todo un conjunto de industrias de
transformación ( desde el refinado de azúcar hasta la primeras fábricas de tejido de
algodón) y convirtieron a algunos puertos atlánticos en prósperos centros comerciales, así
fue como el tráfico triangular que de Europa llevaba a África la quincalla ( trapos, bisutería,
hojalata y espejos) que luego era intercambiada por esclavos, después eran vendidos en
América y de cuyos brazos y piernas se extraían la materias primas de las primeras
manufacturas europeas, hizo al capitalismo europeo, especialmente al capitalismo
británico.” (Ibídem).

Queda radicalmente expuesto el argumento que “sin las riquezas de América y sin
los esclavos y el comercio africanos, el crecimiento económico, político y militar de
los Estados europeos hubiese quedado limitado”, según los editores de Eric
Williams. Dicha limitación se presume que quedaría a una escala menor. Los
responsables de publicar al antillano Williams, en la edición de 2011, en la ciudad
de Madrid, evocan una referencia de la gente de Liverpool y Bristol respecto del
trabajo de los esclavizados, se decía que “no hay un solo ladrillo en la ciudad que
no esté mezclado con la sangre de un esclavo” (Ibídem).
En este sentido, Cugoano ha observado muy bien el fenómeno de la esclavitud que
presenta de manera descarnada, y a costa de vidas humanas el nacimiento del
capitalismo, el cúmulo de riquezas, la injusticia, la barbaridad, entonces no es
descabellado que esté proponiendo que quienes fueron sacrificados para tales
ambiciones, sean objetos de reparaciones, como ya se anotó anteriormente.
Lamentablemente las luchas de todos los Cugoanos de hoy, en países como
Colombia, pagan con su vida, con el destierro, con la censura, o con la
estigmatización social y política; todo ello por tener el coraje de hacer valer los
derechos que todo mortal posee en este pluriverso de culturas.
Felipe Waman Poma también alcanzó la inmortalidad, igual que Manuel Zapata
Olivella y Cugoano, serán renombrados cuando el pensamiento decolonial haya
podido penetrar mucho más, no solo en la altas esferas académicas, sino en la
escuelas públicas y privadas de los todos los continentes. A Waman le correspondió
enfrentar al “catolicismo exacerbado, el sentimiento cristiano de la España creyente”
que bien describe Alberto Oriz Bes de la Universidad de Calatayud “(2015, p.189).
El paisaje observado por Poma Ayala en su América invadida por españoles, al igual
que el de Cugoano en Europa, y el de Zapata Olivella en Estados Unidos en los
años 50 y en otras regiones de América, tienen mucho en común a pesar de los
distintos momentos históricos, dentro de lo más relevante, está la necesidad de
ratificar (al negro y al indio) como seres humanos en igualdad de condiciones, sin
esclavitud, sin apartheid y sin violación de derechos. Ese panorama colonial lo
detalla el mismo Alberto Oriz en su trabajo de investigación: Los indígenas en el
proceso colonial: leyes jurídicas y la esclavitud al plantear la ocupación de los
españoles en la Abya Yala, en las grandes civilizaciones indígenas:
“…supuso la invasión del territorio político y cultural de numerosos pueblos indoamericanos,
entre los cuales los más conocidos fueron el Imperio Inca, el Imperio Azteca y la
Confederación Chibcha, así como cacicazgos, tribus, confederaciones de tribus y otros
sistemas de organización política que perdieron su autonomía, vieron sometidos o
eliminados sus líderes, diezmada su población y aniquiladas sus culturas, en una acción de
sometimiento de alcance continental”. (p. 190)

La historia del magnicidio de la población aborigen americana, desde los tiempos


de la invasión europea, es otra materia para el debate que debe darse dentro de la
corriente del pensamiento decolonial, y hacia afuera para cuestionar las macabras
estrategias de muerte del sistema/mundo/colonialista/capitalista. Tenemos la
seguridad que hay fuentes que pueden ayudar a documentar el dramático declive
de la población aborigen en América. El abuso y la infamia del Imperio Español y la
iglesia católica llegaron a la cima del cinismo, veamos algo más de lo que al respecto
ha documentado Oriz Bes.
“Como América era “ Tierra de Nadie, las civilizaciones que allí se habían desarrollado, las
riquezas acumuladas, y naturales, así como el derecho a utilizar a los habitantes como
mano de obra forzada, correspondía a quien se impusiera primero. La obsesión por el oro,
simbolizada en la búsqueda de El Dorado, caracterizó la Conquista de América así como la
migración de miles de tropa mercenarias”. (p.191)

La complicidad papal era tan aterradora como vergonzosa, todo su poder estaba al
servicio del imperio:
“En 1943 el papa Alejandro VI le entregó esos territorios considerados asiáticos, al reino de
Castilla, imponiendo la excomunión a cualquier cristiano que viajara a la Indias, sin la
autorización del rey de Castilla ( Bulas Alejandrinas), orden que finalmente no fue respetada
por lo británicos, holandeses, franceses, belgas, suecos, ni rusos ( Ibídem).

La grandeza de Waman Poma radica en entrar a deconstruir una forma tradicional,


europea de dirigir al pueblo; la connotación de la expresión “buen gobierno” invita a
reflexionar sobre un nuevo esquema, más humano, más justo, incluso, le da un lugar
al soberano, pero lo abstrae de su posición de dominio; igual que Cugoano, Poma
Ayala sabe que es la aferrada cristiandad de los españoles, el terreno desde el cual
están las condiciones dadas para desarrollar lo que postula su Corónica. Ha dicho
bien Mignolo que Waman Poma “es una puerta de entrada al lado más oscuro del
Renacimiento “, Mientras que “Ottobah Cugoano es una puerta de entrada al lado
más oscuro de la Ilustración”. (p.39) Diríamos de Manuel Zapata Olivella que es uno
de los más fervientes descolonizadores de siglo XX en Colombia y uno de los
precursores del pensamiento decolonial en la América contemporánea, junto con
Aníbal Quijano, Walter Mignolo y todos lo que se empezaron a mover en el
Continente Americano alrededor de esta episteme liberadora, desalienadora, y que
todavía requiere de mucho trabajo, discusión y estudio, hay que seguirla
construyendo con el rigor que los académicos Santiago Castro-Gómez y Ramón
Grosfoguel le han puesto al proyecto de compilar trabajos serios y de honda
reflexión.
No hay que olvidar que los referentes como Fanon, Gandhi, Cesaire, constituyen
puntos de partida en este trasegar, en estos objetivos dirigidos a tomar una posición
consciente, a construir un nuevo discurso que enfrente la tendencia eurocentrista
que disuelve con su “universalismo descarnado”, como afirmó Césaire, “todo lo
particular en lo universal”. (p.71), por eso la coherencia mental de Aimé Césaire lo
relaciona con un “universalismo concreto, necesariamente horizontal en sus
relaciones entre todos los particulares” (p.72). El ideólogo Martiniqueño de la
negritud, al igual que el peruano Waman Poma Ayala, el ghanés Quobna Ottobah
Cugoano y el colombiano Manuel Zapata Olivella, supieron que los pueblos donde
nacieron, atropellados por el conquistador/colonizador/imperialista/capitalista, tenía
derecho a un lugar de dignidad y respeto, tenían derecho a la libertad, a una forma
particular de habitar el mundo, que pudieran entrar en diálogo y negociación ( no
violencia con todas las otras del planeta sin lugar a crear relaciones de dominación,
sí de cooperación, intercambio, dentro de una distribución racional (no egoísta de
los bienes materiales: naturales y artificiales, siendo tolerantes con las diferentes
manifestaciones culturales, religiosas, espirituales (sin la imposición de un
pensamiento o una ideología). Por eso mismo el giro decolonial no encaja con
formas convencionales de patriarcado y cuestiona la arrogancia de quienes
defienden viejas conductas y valores morales, que marcaban el curso de las
sociedades medievales. Hay que continuar con este proceso, andar por el camino
abierto por maestros como Aníbal Quijano, y por supuesto por los otros grandes.
Waman, Manuel y Cugoano.
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