deseo en el corazón de David, por la búsqueda de la presencia de Dios, a tal punto de compararse así mismo con un ciervo, cuya sed le lleva a bramar por las corrientes de las aguas. El ciervo brama por dos motivos. El primero de ellos, es porque tiene sed. Bramar quiere decir «mugir», «aullar» o «gritar». Cuando el ciervo brama está demostrando una desesperación interna que constituye un deseo ferviente e imposible de aguantar. Cuando te encuentras deshidratado, ya no pasas tiempo con Dios, la lectura de la Biblia se vuelve una monotonía, te ocupas y te interesas más por las cosas terrenales, todo en tu vida cambia y lo más triste, es que en el fondo sabes que no estás bien, pero aun así, no sientes ni haces nada por volver a buscar esa agua viva que es, la presencia del Señor. Algo muy importante, es que David decía que su «alma estaba sedienta», esto significa que todo su ser deseaba con desesperación sentir la presencia y la llenura de Dios. Este Salmo nos lleva a reflexionar que aunque estemos por pasando por las adversidades, debe haber en nosotros un deseo ardiente por la presencia del Señor Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna», Juan 4:13-14.
Alguien se acercó a mí y me dijo que se sentía frio y paralizado con su relación con el señor me cuanta que cuando va orar no siente la misma presencia que sentía ante y que le cuesta mucho mas leer la biblia y adorar a DIOS