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UNIVERSIDAD PRIVADA DOMINGO SAVIO

FACULTAD CIENCIAS JURÍDICAS


CARRERA DE DERECHO

ANALISIS DE LAS PELICULAS

Docente: Lic. Luis Carvajal

Estudiante: Noguera Bejaranos Alison Yasmin


Asignatura: Criminología

Tarija-Bolivia
“Los Limites del Silencio”
Indagar los efectos de un suicidio cercano a través de la mirada de la narrativa
cinematográfica permite no solamente adentrarse en las vivencias de un
afectado por el acto suicida, sino también posicionar al espectador en las
necesidades y devenires propios de los sujetos enmarcados por él.
Transitar los pensamientos, sentimientos y experiencias sensibles que los
afectados tienen, bajo la “lupa” del efecto cinematográfico, hace posible hilvanar
los hilos fragmentados que el acto tiende a imponer. Resignificar tal
acontecimiento con la guía de dicha narración hace al espectador activo respecto
de la(s) salida(s) posibles y no solo un mero objeto atrapado en lo indecible. La
narración cinematográfica hará las veces de catalejo sobre el que se apoyen
para no caer en el horror del acto.
Puede reconocer en Shelly, su hija, la distancia emocional, pero no puede
evidenciarla en él mismo. Puede ver en su ex esposa una posición negadora
sobre los conflictos que presenta Shelly. Claudica frente a su interés por la
clínica, alegando que ya no atenderá pacientes y que solo escribirá libros (pero
acepta que en el libro que escribe luego del suicidio, su hijo Kyle está en cada
una de sus páginas aun cuando jamás lo nombre).
Michael Hunter es un reconocido psicoanalista. Tres años atrás su vida cobra
vuelo vertiginoso luego del suicidio de su único hijo varón adolescente.
Debatiéndose entre hablar a otros o mantenerse en el hermetismo y el
aislamiento, acepta no sin regateos, dar una clase especial en el Aula Magna de
la Facultad de Psicología donde años atrás tenía su propia cátedra.
Luego de la clase y a pedido de Bárbara (Teri Polo), una antigua alumna y
admiradora, se verá convocado a trabajar sobre el caso clínico de un
adolescente a punto de cumplir 18 años, que está siendo evaluado para el alta
definitiva del orfanato que habita desde su infancia.
Tommy, este adolescente perturbado por el incesto con su madre y posterior
asesinato de ella a manos del padre al ser descubiertos sorpresivamente. Verdad
nunca revelada. La posibilidad de no permitírsele la externación completa hace
que Tommy oculte sus estados de ánimo, ideas, temores o pensamientos
perturbados, incluso para su psicóloga.
Pero lo oculto por Tommy se torna visible a la mirada ahora advertida de Michel.
Fuera de la puerta de entrada al Aula Magna, Michel escucha de su presentador,
el Decano, un breve pero elogioso recorrido sobre sus logros profesionales, con
la mirada baja, parece hundirse en las palabras escuchadas sobre su vida.
Escucha tras la puerta: “Tengo el honor de presentarles a un hijo dilecto de esta
facultad, el Dr. Michael Hunter.
Se recompone y mira hacia adelante traspasando el umbral que lo deja
nuevamente frente a un auditorio ansioso de que les esclarezca las
interrogaciones sobre el mundo intrapsíquico de los seres humanos. Sobre lo
dicho y fundamentalmente sobre lo no dicho. En la pizarra a sus espaldas,
gráficos con los matemas lacanianos introducen al espectador en la trama
compleja de lo psíquico.
La clase tiene dos tiempos: el de las explicaciones sobre las motivaciones
inconscientes que provocan y disgregan lo racional y un segundo momento
donde la praxis se hace visible. En las primeras pone magistralmente en
evidencia que los silencios, “lo callado”, es la clave para determinar las
motivaciones profundas que se debaten en las personas, que se presentan en
forma sutil y que no resuenan estruendosamente al interlocutor salvo que esté
advertido de las maniobras del psiquismo: callar lo relevante y vergonzante,
mostrar lo insignificante y cotidiano. Se muestra lo que puede mostrarse, el resto
oculto que mueve los hilos de la vida de un sujeto es silenciado a pesar, incluso,
de tener intención de no hacerlo.
“Si el paciente podría decir cuál es su problema, la terapia sería innecesaria”,
plantea al auditorio. Lo “no dicho” (título de la película en la versión original) es
mucho más importante que lo que se dice, afirma minutos antes de intercambiar
impresiones espontáneas con una alumna que se ofrece voluntariamente a una
asociación de ideas. Ese ping-pong intelectual, esa particular forma de
asociación libre pública, introduce a la alumna, pero también a Michael, hacia
aquello que no ha podido reconocer de antemano, el conflicto profundo que lo
aborda e interroga. Luego el juego de la pelota contra la pared de los últimos
tiempos de su hijo como del presente de Tommy, repetirá de alguna manera un
juego de “ida y vuelta” constante.
A los allegados, aquellos que el evento moviliza por su situación particular,
incluido el lazo con el suicida, les es imperioso no solo rescatarse del silencio,
personal y colectivo al cual el acto los empuja, sino hallar algún modo particular
de encuentro con un semejante con el cual hacer posible el alojamiento del dolor
y el horror al que el suicidio los arroja, y desde allí metabolizar lo posible del acto.
En uno de los primeros encuentros con Bárbara, Michael, a quien le es difícil
hacer contacto visual salvo por instantes, le refiere: “Temo que digas…que mi
hijo está en un mejor lugar… o… que al menos me queda mi hija.”
Michael teme la respuesta usual, ser acallado con expresiones reconfortantes
sobre el presente o el futuro. Continúa: “Cuando me preguntan por él ya no digo
la verdad… me he acostumbrado a decir que murió… y nada más. Ahí ya no
hacen ningún comentario”. Por lo contrario, Bárbara pregunta abiertamente
sobre sus pensamientos acerca del tema, le recuerda que sabe que es necesario
hablar de su hijo y lo interroga sobre la resistencia a un espacio analítico en todo
ese tiempo.
El relato de la experiencia, la narración de los hechos, son solo el puntapié para
que pueda ir apareciendo algo de la vivencia que ha tenido cada sujeto, al modo
del “uno por uno”. Ya Michael no puede retornar a esa posición de “mudez”, de
“muerto vivo” que llevaba desde el suicidio de su hijo. La posibilidad de que en
el discurso “algo sea dicho” o puesto en acto lo muestra en toda la dimensión de
la vulnerabilidad humana.
Es allí que puede comenzar a realizar un camino progrediente de lo disruptivo
del suicidio de Kyle. “Las palabras, dichas frente a otro que se hace presente en
su función de sostén, permiten que se pueda articular lo desarticulado entre el
afecto y su representación, posibilitando la construcción de la vivencia”.
Hacia el final, y ya cuando Tommy escapa en auto con Shelly, Michael puede
separar su lugar de padre de su lugar como analista. Ahí maniobra para poner
un límite que no sea mortífero sino que aloje a Tommy en su desesperación sin
requerir perderse a sí mismo.
Una situación disruptiva habrá sido traumatogénica en la medida en que haya
actuado impidiendo la normal articulación entre afectos y representaciones y
que, como consecuencia, haya provocado el colapso de las relaciones entre lo
psíquico, lo social, lo temporal y lo espacial
Si pensamos dentro de este modelo de comprensión del aparato psíquico que el
monto de disrupción de un acto, como el del suicidio de una persona cercana,
es un evento con un potencial altamente traumatogénico dado su significación
de “muerte a contramano”, es necesario considerar que en cada suicidio
consumado hay una serie de personas cercanas (no solo familiares, sino también
amigos, compañeros, vecinos, personal de salud asistente, etc.) que requieren
de una indagación minuciosa para reconocer las “marcas” que el mismo pudiera
haber dejado, reducir su impacto y colaborar en el proceso de metabolización
que cada sujeto pudiera hacer de dicho evento.
Es en la escucha analítica, cuando el analista está advertido de la conmoción
que produce un suicidio cercano, que estas marcas pueden reconocerse y
metabolizarse habida cuenta que resulta un proceso necesario para todo sujeto.
La escena última entre Tommy y Michael se desarrolla en la sala del
neuropsiquiátrico donde está ahora alojado. Sillas separadas por una mesa
cuadrada, el resto se diluye en un cuarto todo blanco que demarca una zona
precisa. Es ahí donde alguien puede encontrarse o perderse. Intercambio breve.
Michael entra y casi sin dirigirle una mirada a Tommy va corriendo las sillas hasta
despejar un espacio común y no un espacio donde queden enfrentados mesa de
por medio. Este elemento no es nimio dado que el diálogo para Michael busca
una posición de encuentro analista-analizado y en el que la confianza se
establezca.
Michael pregunta: “¿Cómo estás hoy?”. Tommy responde: “Perfecto”, sin mirarlo,
y lo interroga sobre Shelly y Bárbara a quien había golpeado violentamente luego
de la crisis. “Estará bien”, lo tranquiliza Michael, “Pero concentrémonos ahora en
esto”. Tommy pregunta si lo dejará libre a lo cual Michael responde: “Hay muchos
tipos de libertad”. Tommy le replica que no la que él quiere.
Michael se detiene, lo mira y agrega: “Está el tipo de libertad que todos necesitan,
el tipo de libertad que todos llevan dentro. Aquí adentro”, y señala su corazón en
un gesto claro de introspección. Levanta la mirada a Tommy y le arroja la pelota.
Tommy la atrapa y le aclara: “No soy su hijo”. Necesidad imperiosa para Tommy
que Michael discrimine la diferencia.
“…Lo sé”, contesta Michael ya con una mirada franca hacia el
muchacho…”Ahora muéstrame si sabes jugar”, arrojando la pelota a Tommy
quien la atrapa, la mira y torna un gesto adusto hasta el momento en una
expresión de confianza.
El juego vuelve pero ya no será el mismo juego, este nuevo juego será para
Tommy tal vez la posibilidad de ser alojado en un espacio de escucha, en un
espacio donde se lo escuche a él, precisamente y no a Kyle. El juego se vuelve
un encuentro y precipita la posibilidad de un devenir donde cada uno tenga una
función precisa en el proceso de metabolización de lo disruptivo.
Preguntas a responder
Nivel de interpretación conductual (el crimen)
El suicidio de Kail
La pedofilia de la madre de Thomy
La pedofilia de Harry
Nivel de interpretación personal (el criminal)
En el caso de Kyle, llega a consumar el suicidio.
La madre de Tomas que abusa sexualmente de él. (Incesto y pedofilia)
La pedofilia de Harry
Nivel de interpretación general (la criminalidad)
Muy buena película, toca múltiples temas para analizar tales como: el suicidio en
adolescentes, los secretos familiares, como se expresa el duelo en las personas,
familia disfuncional, los errores del terapeuta, enfermedades como la distimia, la
psicopatía, la parafilia, la hipomanía, el asesinato, el sacrificio y el amor. Es una
película cargada de símbolos. Lamentablemente los autores de este video se
han quedado muy cortos, lo que han hecho ha sido una narración de la película
cuando lo que se esperaba es una análisis de símbolos, Michael Hunter es un
brillante psicólogo cuya vida profesional y personal se resquebraja el día en que
su hijo se suicida. A partir de ese momento, se hunde de tal manera que su
esposa le deja, aunque sigue manteniendo el contacto con su otra hija, Shelly, a
la que tampoco ha prestado demasiada atención. En ese orden de cosas, una
ex alumna suya le pide que vuelva a ejercer, y Michael acaba aceptando el caso
de un chico que en muchos aspectos le recuerda a su hijo. Pero su paciente
resultará ser más complicado de tratar de lo que parece.
El Vampiro de Düsseldorf
Un grupo de niños juegan en la calle. Puestos en corro, la niña del centro canta
una canción mientras va señalando de forma sucesiva a los niños del corro. La
canción dice que el asesino llegará de negro y te rebanará con su cuchillo,
quedando excluido del corro el niño sobre el que acabe la canción.
Una mujer les grita desde el corredor que dejen de cantar esa horrible canción,
aunque en cuanto desaparece yendo cargada de ropa al piso superior continúan
con el juego.
Le comenta a la mujer a la que le entrega la ropa, la señora Beckmann que les
regañó a los niños porque ya tienen bastante con las noticias que llegan del
asesino, aunque la otra mujer le dice que mientras los oigan cantar sabrán que
están bien.
Al día siguiente la señora Beckmann comienza a poner la mesa cuando suenan
las 12 en su reloj de cuco, al ser la hora a la que los niños salen del colegio.
Camino de su casa una de las niñas, Elsie, la hija de los Beckmann juega con
su pelota, parándose ante una columna donde hay diversos carteles pegados,
uno de los cuales ofrece 10.000 marcos de recompensa a quien informe sobre
el asesino junto con un listado de los niños desaparecidos desde el 11 de junio.
Se le acerca entonces un hombre que le dice que su pelota es muy bonita y le
pregunta cómo se llama, respondiendo ella que Elsie Beckmann.
Mientras termina de preparar la comida su madre ve que son ya las 12'20,
escuchando entonces unos pasos de niños en la escalera y abre la puerta,
aunque ve que con los dos niños que suben no está Elsie, mostrándose
preocupada.
El hombre que hablaba con Elsie le compra a un ciego un globo para la niña.
Llaman a la puerta y la señora Beckmann va a abrir aliviada hasta que ve que no
es su hija, sino a un hombre que vende una novela por entregas y que no ha
visto a su hija.
La mujer vuelve a asomarse a la escalera y grita el nombre de la niña sin éxito,
haciendo lo mismo ya a la 1'15 desde la ventana, también sin éxito.
En un paraje boscoso rueda una pelota y el globo que llevaba Elsie se enreda
en los cables de la luz.
Unas horas más tarde los periódicos sacan una edición extraordinaria con el
último crimen del asesino de niños.
Anuncian que darán 10.000 marcos de recompensa por el asesino y señalan que
hay evidencias de que el último asesinato fue obra del mismo asesino fantasma
que causó ya 8 víctimas de niños de la ciudad, advirtiendo a los padres de que
deben vigilar a sus hijos constantemente, pues el asesino no ha dejado la menor
huella.
En una reunión de hombres, tras leer la noticia en que dicen que cualquier
persona puede ser el criminal, uno de los reunidos le indica a otro de los hombres
que ha visto cómo le daba caramelos alguna vez a la hija de una vecina. Este se
indigna llamando al que le acusa asqueroso, debiendo ser separados por los
otros contertulios.
La gente empieza a sospechar de todo el mundo, y cualquier hombre que se
dirija a una niña es sospechoso aunque solo le esté dando la hora o toman a
cualquier carterista retenido por la policía como asesino, estando uno de ellos a
punto de ser linchado.
Pero el verdadero asesino escribe una nota a la prensa en la que señala que la
policía ocultó su primer crimen, advirtiendo no haber terminado todavía.
El ministro llama al comisario quejándose del impacto que esa carta pueda tener
en la población, señalando este que no pueden impedir que escriba a quien
desee, aunque están investigando la carta, habiéndole pedido al periódico la
carta original a la que someterán a un estudio tratando de encontrar huellas,
aunque con pocas esperanzas.
Pasan la carta además a un grafólogo que señala que la letra del asesino
muestra la fuerte patología sexual de este, y sus letras vacilantes indicarían
indolencia e incluso pereza y algunos signos de locura.
El comisario le dice al ministro que sus hombres trabajan noche y día y apenas
duermen, lo que resta efectividad a sus actuaciones y que hasta el 90% de las
pistas son falsas.
Le pone el ejemplo de una bolsa de papel que encontraron cerca del lugar de los
crímenes y que debió contener caramelos, por lo que investigaron todas las
tiendas de dulces en 2 km. a la redonda, aunque inútilmente, y cada día amplían
el radio, aunque sin lograr que nadie recuerde nada.
El Ministro da por hecho que están trabajando, pero sin resultados, debiendo el
comisario recordarle la dificultad del empeño, señalándole que por ejemplo en el
trayecto de cada desaparecido desde el cole hasta su casa recabaron el
testimonio de hasta 15 testigos y ni siquiera entre ellos se ponían de acuerdo en
cosas tan banales como el color del sombrero del niño, habiendo investigado
hasta 1.500 indicios, ocupando los testimonios 60 volúmenes, estando sus
hombres investigando cada arbusto y cada árbol ayudados por perros policías.
Investigaron cada albergue y a cada vagabundo, y vigilan de forma permanente
las estaciones de tren y realizan redadas en los barrios nocturnos de mala
reputación.
Acuden a garitos clandestinos donde el Inspector Karl Lohmann hace que
identifiquen a cada cliente, llevándose a los indocumentados y a otros
sospechosos, viendo el perspicaz Lohmann en un tipo muy elegante al autor del
atraco a una peletería.
Tras la redada se incautan de numerosas armas y objetos robados, habiendo
numerosos detenidos, quejándose la dueña del local de que están arruinando su
negocio con esas redadas continuas, diciéndole al sargento que incluso las
peores de las mujeres que tienen allí tienen sentimientos y odian al asesino.
Preocupados por esto, un grupo de delincuentes se reúne, observando desde la
ventana que esa noche la policía se lleva dos camiones repletos de delincuentes,
quejándose de que hay policías por todas partes que no les permiten divertirte
con las chicas ni trabajar.
Esperan a Schränker, del que aseguran es el mejor, llevando la policía 6 años
tras él, comentando que logró escapar incluso tras el atraco a un banco de
Londres donde los hombres de Scotland Yard le prepararon una trampa y
consiguió acabar con ellos y huir.
Cuando llega este comprueba que están allí todos los jefes de división de su
organización de los que presume están autorizados por cada una de sus
divisiones para tomar decisiones, quejándose ante ellos de que las redadas
policiales están interfiriendo en sus negocios de modo que los fondos de la
organización se están agotando y si no recurren a la caja de resistencia que
tienen para las esposas de los detenidos y viudas no podrán ni siquiera financiar
sus actividades, resintiéndose además su reputación, indicando que ellos
realizan sus actividades para sobrevivir, pero que el asesino no tiene derecho a
la vida y debe ser eliminado, planteándose cómo actuar.
También los mandos policiales se reúnen decididos a estudiar qué medidas
tomar, señalando uno de ellos que deben ser más estrictos con las redadas.
Los de la organización criminal piensan que necesitan informadores para saber
qué va a hacer la policía antes de que actúen, otro propone hacer una
declaración a la prensa que las organizaciones nada tienen que ver con ese
monstruo.
En la reunión policial uno de los asistentes aventura que podría tratarse, aparte
de por sus instintos asesinos de un hombre aparentemente normal incapaz de
hacer el menor daño excepto cuando está en estado de locura, por lo que deben
buscar la colaboración de la población, aunque otro señala que eso llevará a que
reciban miles de cartas con ideas absurdas.
Lo es también la aventurada por el miembro de la organización de recurrir a un
mago.
En la policía proponen por su parte dar una indemnización mayor, aunque otro
indica que es muy complicado dar con alguien que no deja pistas en unos casos
en que no hay conexión entre asesino y víctima.
Finalmente Schränker concluye que deben atraparlo ellos mismos ya que la
policía lleva ocho meses tras la pista del asesino sin lograr nada.
Los policías piensan que entre las personas en contacto con el asesino pueden
buscar en alguna un punto de partida, alguien con quien seguirá relacionado
pues señala, que cuando un ser anormal se ve dominado por el influjo de una
persona procura estar siempre relacionado con ella, pidiendo que investiguen
cárceles, clínicas de enfermedades nerviosas y manicomios y estudien el
historial de personas devueltas a sus casas por inofensivos.
Los de la organización piensan que deben cubrir la ciudad con una red de
espionaje que les garantice el control de cada metro cuadrado, de modo que
ningún niño dé un solo paso sin que ellos lo sepan, con colaboradores que
puedan entrar en cualquier parte sin levantar sospechas, por lo que recurrirán a
la organización de mendigos.
Schränker y sus hombres asignan un pedazo de calle y sus patios a cada uno
de los mendigos, ofreciendo 15.000 marcos al que le localice.
A los policías les advierten que busquen algo en relación con la carta que escribió
el asesino al diario, como una mesa rústica como en la que se apoyó para
escribirla y un lápiz rojo cuando visiten las casas de los sospechosos.
El inspector Lohmann recibe los historiales médicos de la gente dada de alta por
curación o por ser considerados inofensivos de los últimos 5 años, tras estudiar
los expedientes psiquiátricos de hospitales y centros de tratamiento, los cuales
deben ser investigados.
Uno de los investigadores acude a casa de Hans Beckert, aunque no le
encuentran allí, diciéndole a su empleada que es un funcionario del fisco.
Mientras Beckert compra fruta, el agente aprovecha la espera para examinarlo
todo, incluida su basura.
De regreso a su casa, Beckert se entretiene mirando un escaparate, fijándose
de pronto en una niña que va distraída y mirando escaparates también, aunque
de pronto aparece la madre de la muchacha y se la lleva.
Frustrado, entra en una cafetería y se toma un coñac, pidiendo otro
inmediatamente después de tomarse de un trago, lanzando con rabia su
cigarrillo.
Por la noche Lohmann recibe los informes de los agentes, informándole el que
estuvo en casa de Beckert que no encontró signos evidentes, pues la mesa era
pulida y no vio lápices rojos, comentando que encontró en la papelera entre otras
cosas una cajetilla de la marca Ariston, algo que le lleva a Lohmann a recordar
algo, pidiendo que le lleven el expediente de una de las asesinadas.
Entretanto en la calle, el ciego que le vendió el globo al asesino el día en que
desapareció Elsie escucha un silbido que entona un tema de Edvard Grieg,
recordando que es el mismo silbido que escuchó aquel día, por lo que llama a
un compañero, Heinrich para que siga al hombre, al que ve que camina por la
calle con una niña.
Heinrich lo sigue, viendo que está en una tienda donde le compra chucherías a
la niña, observando cómo cuando salen saca una navaja del bolsillo, aunque lo
que hace con ella es pelar una naranja.
Heinrich se esconde, y para no perderlo se marca con tiza en la mano una M y
luego hace como que resbala con la cáscara de la naranja y palmea la espalda
de Beckert dejándole marcada la M de Mörder (Asesino), en el abrigo.
Lohmann por su parte comprueba en el expediente que pidió que cerca del lugar
de aquel crimen encontraron 3 colillas de la marca Ariston, lo cual para el
detective es solo una casualidad, pues su mesa estaba pulida, aunque piensa
que pudo escribir la nota en cualquier otro lugar, cayendo en la cuenta que pudo
hacerlo sobre la repisa de la ventana que en su casa era ancha y rugosa.
Acuden ambos a la casa y descubren que en efecto se escribió sobre esa
madera, y al abrir encuentran en el alfeizar restos de lápiz rojo. Finalmente tienen
una pista.
También los miembros de la organización criminal tienen otra pista, el hombre
con la M, al que siguen paso a paso varios de ellos que se van relevando.
Beckert lleva a la niña hasta una juguetería y la pequeña le dice que se ha
manchado de blanco la espalda, viendo él un reflejo con la M pintada, fijándose
de que un hombre le sigue, por lo que decide huir, viendo cómo le acorralan por
todas partes, pese a lo cual se cuela en el patio de un edificio de oficinas
consiguiendo despistarlos.
Observan cómo empiezan a salir los empleados vigilando a cada uno de ellos
esperando que no se les escape.
Por su parte los policías le esperan a Beckert en su casa con la luz apagada.
Entretanto, una vez desalojada la empresa cierran sus puertas y uno de los
mendigos hace una llamada en la que indica que está seguro de que está oculto
en la empresa, que informa es un edificio de 4 plantas, en que están las oficinas
de un banco, disponiendo de un patio central y un desván.
Dentro, el vigilante observa que está abierta la puerta del desván y entra para
ver si hay alguien, aunque no ve a nadie.
Los miembros de la organización, al ver que sigue allí piensan en llamar a la
policía, aunque se lo impide Schränker que dice que le cogerán ellos.
El propio Schränker, disfrazado de policía llama al vigilante y le dice que se ha
dejado la puerta de la fábrica abierta y cuando se acerca a comprobarlo ve cómo
el policía le apunta con su arma y le obliga a abrir, entrando tras él un enorme
grupo de mendigos.
Interrogan al vigilante sobre sus compañeros, logrando al torturarle hacerle
confesar que hay dos más en el pasillo de control a los que reducirán de
inmediato.
Entretanto Beckert trata de desmontar la cerradura para poder salir, aunque
desiste de ello al escuchar ruidos fuera.
Schränker advierte a los hombres que tengan cuidado con los tendidos
eléctricos, pues hay timbres de alarma.
Examinan a fondo el sótano sin resultados, como tampoco los tendrán en la sala
de calderas y calefacción pese a remover incluso el carbón.
Mientras otros buscan al asesino un hombre se queda a cargo del reloj de
control, que se comunica con la policía y que deben atender para que no salte.
Schränker les indica que no entren en una de las salas por la puerta por si tienen
alarmas, debiendo hacer un butrón en el techo para entrar.
El hombre encargado de controlar el reloj escucha un ruido en una puerta
cercana, que Beckert trata de abrir valiéndose de un clavo, corriendo por ello a
avisar a Schränker, que va hacia allí con varios hombres, volviendo Beckert
sobre sus pasos al escucharlos.
El encargado del reloj presume ante sus compañeros de haber sido él quien dio
con el asesino, distrayendo al compañero que controlaba a los vigilantes,
aprovechando uno de ellos la distracción para hacer sonar la alarma.
Avisan de que deben irse, aunque Schränker les indica que tienen tiempo para
revisar los cuartos que les quedan del desván, consiguiendo, en efecto dar con
Beckert y huir antes de la llegada de la policía.
Pero en su huida se olvidan de Franz, el hombre que se coló por el butrón, que
es por ello sorprendido por la policía y llevado ante el Inspector Groeber.
Este le dice que le cree cuando dice que es inocente, aunque le pide que le diga
a quién buscaban con tanto interés, respondiendo este que no buscaban a nadie,
diciéndole el comisario que no entiende que encubra a quienes le dejaron en la
estacada, aunque él afirma que ese truco no le servirá con él.
Pero el inspector le dice que pueden condenarlo y por mucho tiempo, aunque él
no le cree ya que no robaron nada, diciéndole el inspector que sí robaron, aunque
no le dirá cuánto si él no le dice algo, a lo que Franz se niega, por lo que el
inspector decide encerrarlo durante unas horas para que recapacite.
Interrogan tras ello al vigilante que declara que les oyó decir que ya tenían al
hombre que buscaban.
Confuso Groeber va a ver a Lohmann al que informan que Beckert no regresó
aún a su casa.
Groeber le muestra el informe sobre el robo, preguntándose qué buscarían, pues
las cajas de caudales estaban intactas y secuestraron a un hombre, pidiéndole
Groeber que le ayude a interrogar a Franz tendiéndole una trampa.
Cuando Franz ve que le investiga la brigada de homicidios, se asusta, dándole
Lohmann a entender que murió uno de los vigilantes y que ser encubridor de un
asesinato es muy grave, decidiendo Franz confesar para no verse involucrado,
contándole que buscaban al asesino de niños.
Lohmann se ve sorprendido por la noticia. Tanto que debe ir a refrescarse,
preguntándole tras ello qué tienen que ver con ese asesino y a dónde le llevaron,
hablándole de la antigua fábrica de licores que se incendió el año anterior y que
por ello está deshabitada y sin vigilancia.
En efecto llevan hasta allí a Beckert que grita que no ha hecho nada malo y pide
que le liberen, viéndose de pronto ante un nutrido grupo de vagabundos y
maleantes dispuestos a observar la actuación de un tribunal formado por ellos
mismos y presidido por Schränker, mientras el hombre repite que se trata de un
error.
El primer testigo es el ciego que reconoció su silbido y que asegura que no es
ningún error, mostrándole un globo como el que regaló a Elsie.
Le preguntan qué hizo con la niña, diciendo él que ni siquiera la conoció,
mostrándole las fotos de las otras niñas asesinadas, que él afirma no conocer,
corriendo hacia la puerta para tratar de huir, siendo nuevamente retenido
mientras todos los mendigos y malhechores que asisten como espectadores
piden que le ajusticien y acaben con él.
Pero desean dar una imagen de imparcialidad y le asignan a un defensor.
Beckert pide que le entreguen a la policía y ante la verdadera justicia, pero le
dicen que esta es muy blanda, que le considerarían un enfermo mental y se
acabarían sus problemas y luego le amnistiarían o se escaparía y sería libre para
matar de nuevo.
Él confiesa entonces que no puede evitar hacer lo que hace y que ellos que son
criminales y ladrones podrían dejarlo si tuvieran un trabajo o no fueran un hatajo
de perezosos, pero que él no puede hacer nada por librarse de esa tortura en su
interior, pues cada vez que sale siente que le persiguen y es su propia sombra y
que a veces piensa que va a la caza de sí mismo y quiere escapar de sí mismo
pero no puede y debe obedecer ese impulso y corre perseguido por los
fantasmas de las madres y las niñas que siempre presentes menos cuando lo
está haciendo y luego no recuerda nada. Luego ve los carteles y se pregunta si
él hizo eso, pues no lo recuerda.
Al haber reconocido que no puede ayudarse a sí mismo y no puede dejar de
matar, Schränker le dice que él mismo ha pronunciado su sentencia de muerte.
Pide entonces la palabra el hombre que hace de abogado defensor recordando
que el propio Schränker es buscado por la policía por tres homicidios y que la
naturaleza compulsiva de su cliente por el contrario debe suponer que sea
exculpado de responsabilidad por sus crímenes, no pudiendo ser castigado por
algo de lo que no es responsable, pues es un enfermo y debe ser entregado a
los médicos hasta su curación.
Le dicen qué pasará si se escapa o si le amnistían. Volvería a delinquir y
deberían realizar nuevamente su cacería y volvería a ocurrir lo mismo, otro
encierro y otra huida y así indefinidamente.
El abogado insiste en que no pueden acabar con la vida de un hombre que no
es responsable de sus acciones, que no puede hacerlo ni siquiera el estado y
menos ellos y que deben tratar de curarlo para que deje de ser un peligro para
la sociedad.
Una mujer pide que les pregunte a las madres de las niñas si ellas lo perdonarían,
empezando todos a gritar que hay que acabar con él.
El abogado exige que el hombre tenga la misma protección legal que cualquier
otro criminal y que sea entregado a la policía, viendo cómo se ríen de él, tras lo
que se levantan para tratar de lincharlo, aunque se quedan de pronto parados y
levantan sus manos ante la llegada de la policía que detiene a Beckert en nombre
de la ley.
Algún tiempo después un tribunal, este real, se reúne para el juicio al que acuden
las madres de las asesinadas, comentando una de ellas que eso no les devolverá
a sus hijos y que deben tener más cuidado de ellos.
a) Nivel de interpretación conductual (el crimen)

- Kürten cometió el error garrafal que le acabaría


condenando. Kürten engañó a Maria Budlick, una empleada doméstica,
para llevarla a Grafenberger, un bosque de las cercanías. El malhechor
estranguló a su víctima para agredirla sexualmente pero la dejó con vida
después de experimentar el orgasmo.

b) Nivel de interpretación personal (el criminal)


- Kürten cometió homicidio.
- Por otra parte también infanticidio

c) Nivel de interpretación general (la criminalidad)

- Se casó con una ex convicta como él y fue a la única mujer que quiso
normalmente, y quien nunca sospechó los crímenes de su marido.
- La policía trató de averiguar quién era el hombre que aterrorizaba a la
ciudad, sin conseguirlo, hasta que en cierta ocasión, viendo que iba a ser
descubierto cualquier día, confesó sus crímenes a su mujer, que
horrorizada le denunció a la policía.

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