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Pleasant Hill, California.

Julio 2022
Iglesia Virtual vs. Iglesia Real

Pastor Raymundo Estenoz Aguilera, PhD.

Para nadie es un secreto que estamos viviendo una nueva era en las comunicaciones.
La vida en las redes sociales ocupa cada vez más tiempo de nuestra existencia en la tierra.
Según dataportal.com, de 7 910 millones de habitantes que existían en nuestro planeta en
enero último, 4 950 millones usaba internet y 4 620 participaba activamente en las redes
sociales. A nivel global, los usuarios de internet pasan un promedio de 2 horas y 27 minutos
al día conectados a las plataformas sociales, pero las tendencias varían enormemente de un
país a otro.

Ya no es necesario acudir a una televisión, un diario impreso o una biblioteca local en


busca de una enciclopedia para informarse acerca de un tema. Hoy simplemente cualquiera
puede abrir un navegador en su teléfono y googlear una pregunta y en segundos puede
encontrar toda la información, algo que en tiempos pasados podía costarle días, semanas o
meses, para ser conservador en mis cálculos. Es tan abrumadora la cantidad de información
que uno recibe que en ocasiones tienes que cerrar tu teléfono y decir: ¡Es demasiado!

La iglesia a nivel mundial se ha visto impactada por esta nueva corriente tecnológica.
Después de dos años de pandemia, las redes sociales se convirtieron en una solución para
muchas iglesias y cristianos que se vieron recluidos en sus casas por las medidas de
protección adoptadas en cada país. Allí, en las redes, las iglesias encontraron espacio para
publicar sus servicios, estudios y tener sus reuniones. Así, muchos que, como yo, eran
reticentes a los nuevos vientos que soplaban, se vieron obligados a emigrar a un planeta
virtual en busca de proveer una solución para la familia de la fe.

Pero ¿qué vino como consecuencia de esta situación? Pues comenzó la tendencia, por
parte del pueblo de Dios, de preferir una iglesia virtual y abandonarse de la iglesia local; o
de tener una congregación virtual donde participan activamente y una local en la que apenas
se les ve comprometidos. Nosotros, los seres humanos, que somos expertos en crearnos
dualidades enajenantes, hemos caído presos en esta nueva realidad. Lo que por un tiempo
fue una solución circunstancial, se ha convertido para algunos en la única opción, mientras
que para muchos ya no hace falta congregarse en persona; con solo googlear el servicio
religioso de su gusto ya están asistiendo a su iglesia virtual.

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En la iglesia virtual podría haber muchas ventajas para usted. Por ejemplo, puede
escoger a qué hora va a alimentarse espiritualmente y no está sujeto al horario que otros le
imponen. En el metaverso eclesial, no se tiene que desplazar del cómodo ambiente de su
hogar para recibir un mensaje inspirador, y puede escoger las canciones de moda en su
ambiente religioso. En la nube virtual usted puede escoger al predicador preferido, como
escoge un plato de comida en el restaurante, y si su chef espiritual preferido no preparó su
plato de gusto, sencillamente emigra a otro canal en busca de otra oferta.

En esta irrealidad virtual no tiene que interactuar mucho con otros pecadores. Si, en
definitiva, ya es suficiente con sus pecados, ¿para qué tener que estar cargando con los de
otros? En esta ciberiglesia recibe un acompañamiento etéreo, pero no real, los diálogos suelen
ser por mensaje de texto y las visitas, en caso de necesidad, virtuales. Si usted decide
desaparecer de la conexión está permitido, y como no tiene que dar cuentas por su vida,
nadie le va a molestar averiguando por usted. Sobre el tema de ofrendar va a encontrar un
link en el que puede donar su dinero, pero no aparece un link en el que usted pueda donar
su tiempo y vida a otros que lo necesiten. El compromiso suele ser negociable y con likes y
subcripciones se suele resolver el ser parte de esta comunidad en la red.

La iglesia virtual, en definitiva, se convierte en otra opción a la que muchos se


apuntan, oferta que llegó para quedarse como las iglesias que se reúnen en autocines, con
sus retos para proveer otra alternativa en el mercado religioso cristiano, pero no el ideal de
Dios para su pueblo. Es en esta virtualidad donde parece que se ha perdido el 20 por ciento
de los miembros que no han regresado a congregarse a las iglesias después de la pandemia.

En cambio, la iglesia real sigue siendo el modelo que Jesús nos dejó. Congregarse
requiere, más que la conexión de una señal donde se pueda ver su nombre o imagen, de
nuestra presencia física. Ser parte de una iglesia local no demanda redefinir y ajustarse a
estos tiempos, más bien precisa volver al modelo que la Biblia nos dejó. Congregarse
físicamente con otros miembros del pueblo de Dios no nos salva, pero sí es un acto de
obediencia a lo que Dios nos dice en Su palabra (Heb. 10:24) y seguir el buen ejemplo que
nos han dejado los cristianos a través del tiempo (Hch. 2:42-47, 11:26, 1 Cor. 16:2). Asistir a
las reuniones de la iglesia de una manera corporal nos ayuda a edificar nuestras vidas
cristianas y a promover nuestra adoración a Dios (1 Cor.14:26; Ef. 4:16).

Cuando nos congregamos físicamente con otros cristianos la presencia del Señor está
en medio nuestro (Mat. 18:20), alabamos a nuestro Dios (Heb. 2:12), aprendemos de Su
palabra (Col. 3:16) y celebramos las ordenanzas de Cristo (Hch. 2:38; Mt. 28:19-20; Jn. 13:14-
15; Lc. 22:19-20). Cuando estamos juntos podemos atender a las necesidades de los hermanos

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(Ro. 12:15; 1 Jn. 3:17-18; Ef. 4:28; 2 Cor.1:4; Gá. 6:10), nos edificamos los unos a los otros (1
Tes. 5:11), nos exhortamos los unos a los otros (Heb. 3:13), nos servimos los unos a los otros
en amor (Gál. 5:13), oramos los unos por los otros, confesamos nuestros pecados (Sant. 5:14-
16) y velamos por la sana doctrina (1 Tim. 1:3; Tit. 1:5). Cuando participamos del
compañerismo nos motivamos a cumplir la misión que Dios nos dio en este mundo (Marc.
16:15) y ejercitamos los dones que el Señor nos ha dado (1 Ped. 4:10).

Los nuevos tiempos siempre nos desafían y nos hacen repensarnos muchas cosas.
Las redes sociales y los espacios en la red siguen siendo útiles para compartir el mensaje del
evangelio y promover las verdades que Cristo nos dejó en su palabra, pero nunca serán el
sustituto de vivir y ser iglesia. Mirando los tiempos que vivimos y viendo que el día del
regreso del Señor se acerca, Dios nos está llamando a que le busquemos (Amós 5:4).
¡Anímese! Persiga los tesoros que perduran (Mat. 6:19-20) y no pierda la oportunidad de
congregarse con aquellos que estarán con usted por la eternidad (Ap. 7:9-17), no de una
manera virtual, sino con un cuerpo de gloria.

¡Dios les bendiga!

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