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FRAGMENTOS PARA PENSAR LA CONSTRUCCIÓN DEL SABER PEDAGÓGICO

“En primer lugar, hay que reivindicar la experiencia, darle una cierta dignidad, una cierta legitimidad. Porque,
como ustedes saben, la experiencia ha sido menospreciada tanto en la racionalidad clásica como en la
racionalidad moderna, tanto en la filosofía como en la ciencia. (…)”
“Pero no es bastante con reivindicar la experiencia. Es importante también hacer sonar la palabra experiencia de
un modo particular, con cierta amplitud, con cierta precisión. Para ello, voy a enunciar ahora algunas
precauciones en el uso (o, mejor, en la sonoridad) de la palabra experiencia que, para mí, tienen especial
relevancia. La primera precaución consiste en separar claramente experiencia de experimento, en descontaminar
la palabra experiencia de sus connotaciones empíricas y experimentales. Se trata de no hacer de la experiencia
una cosa, de no objetivarla, no cosificarla, no homogeneizarla, no calcularla, no hacerla previsible, no fabricarla,
no pretender pensarla científicamente o producirla técnicamente.” (Larrosa, La experiencia y sus lenguajes)
“La experiencia es lo que nos pasa o lo que nos acontece, o los que nos llega. No lo que pasa, o lo que acontece, o
lo que llega, sino lo que nos pasa, o nos acontece, o nos llega” (Larrosa, Experiencia y Pasión)

A continuación, fragmentos de Contreras y Perez, Investigar la experiencia educativa:

“Dejarse tocar, dejarse decir, abrirse a la sorpresa, a lo imprevisto, hacer significativo lo vivido…porque solo así
es posible la experiencia”.

“Una experiencia lo es en la medida que no te deja indiferente: te implica, te afecta, te marca, te deja huella”

“…en la medida que no está determinado su significado sino que nos obliga a elaborarlo, a decidir qué hacer con
esto que nos ha pasado, toda experiencia es formativa, influye en la construcción de un sentido de sí y es parte
del “hacerse”, del ir cobrando forma particular en el diálogo entre quien uno ya era (o iba siendo) y lo que esa
nueva vivencia aporta en la construcción de la propia subjetividad”.

“... con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha detenido. ¿No se notó acaso
que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? En lugar de retornar más ricos en experiencias
comunicables, volvían empobrecidos. Todo aquello que diez años más tarde se vertió en una marea de libros de
guerra, nada tenía que ver con experiencias que se transmiten de boca en boca. Y eso no era sorprendente, pues
jamás las experiencias resultantes de la refutación de mentiras fundamentales significaron un castigo tan severo
como el inflingido a la estratégica por la guerra de trincheras, a la económica por la inflación, a la corporal por
la batalla material, a la ética por los detentadores del poder. Una generación que todavía había ido a la escuela
en tranvía tirado por caballos, se encontró súbitamente a la intemperie, en un paisaje en el que nada había
quedado sin cambios, excepto las nubes. Entre ellas, rodeado por un campo de fuerza de corrientes devastadoras
y explosiones, se encontraba el minúsculo y quebradizo cuerpo humano”.

Walter Benjamin, “El narrador” en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Madrid,. Taurus, 1991

“Tener experiencia de algo ese en primer lugar, estar inmersos en sucesos o actuaciones que nos han dejado
impronta, por lo que tenemos algo que decir, algo por relatar, algo que lleva consigo sus propias lecciones, su
propio aprendizaje su propio saber”

“La experiencia tiene un claro contenido narrativo: transcurre en el tiempo, refleja las vivencias e implicaciones
subjetivas de sus protagonistas, normalmente expresa acontecimientos, esto es, algo que ha pasado que es
contado por su novedad o imprevisibilidad, algo que vale la pena ser contado…”

R: ¿Qué significó para usted ser deportada a Auschwitz?


E: Nada, porque es algo que no tiene sentido.
Entrevista a Simone Veil (abogada y política francesa), en una entrevista publicada en el diario La Vanguardia, el
10 de marzo de 2009

“La pregunta por la experiencia require también la pregunta por los sentidos y los sinsentidos de los procesos
educativos, por lo que permite construer un significado a lo vivido, o lo que, por el contrario, se introduce en el
vacío….”

Contreras, D. “El saber de la experiencia en la formación del profesorado” (2013):

Si entendemos la experiencia como el acontecimiento novedoso que requiere ser pensado para
preguntarse por su sentido; si la entendemos como aquello que nos ocurre, que nos deja huella, que tiene
un efecto personal; si la entendemos como aquello que hay bajo lo vivido, de tal manera que ha ido
labrando una forma de ser y estar ante las situaciones, una consciencia de lo significativo de aquello
vivido; si entendemos la experiencia bajo estas formas, esto es como algo que en ocasiones se tiene,
pero también como algo que se hace, es decir, que requiere una cierta disposición de ánimo para
preguntarse y pensar aquello vivido, podemos captar algo de la naturaleza de un modo no indiferente de
estar en el mundo y de vivir; un modo que no simplemente deja que las cosas pasen, sino que está unido
al modo de pensarse ante aquello que nos pasa.

Desde este modo de estar ante los acontecimientos, ante lo que se vive, hay un saber que no es siempre
fácil de formular y que tiene que ver en gran medida con el poso que lo vivido va dejando como actitud
y orientación ante la vida, como modo de relacionarse con los acontecimientos, que aunque ayuda a
tener una orientación, a la vez acepta la necesidad de pensar de nuevo las cosas. Tal y como lo ha
expresado Luigina Mortari (2005, 155): «El saber que procede de la experiencia es… el que se mantiene
en una relación pensante con el acontecer de las cosas, el de quien no acepta un estar en el mundo según
los criterios de significación dados sino que va en busca de su propia medida».

(…)En el contexto de lo educativo, el saber de la experiencia es siempre un saber de la alteridad (Skliar


y Larrosa, 2009), un saber que acepta la sorpresa del otro, de la otra, de lo otro del mundo, y que se
interroga por sus necesidades y sentidos, y por lo adecuado de la relación (Van Manen, 2003). Pero es
un saber que no solo se pregunta por lo otro, sino por sí mismo en relación con eso otro; una pregunta
esta ligada a la dilucidación de qué hacer. Y es un saber que necesita contar con las dimensiones
subjetivas, personales, con las propias historias que nos constituyen como sujetos y desde donde
vivimos, pensamos, actuamos.

Contreras, J. y Perez, N. (2010), La experiencia y la investigación educativa:

(…) La propia idea de educación está ligada a la experiencia y al pensar, al menos en dos
sentidos: por una parte podríamos decir que toda práctica educativa busca ser experiencia, esto
es, que sea vivida como experiencia, como algo que da que pensar; y por otra parte, la realidad
educativa solo podemos comprenderla en su alcance pedagógico en cuanto que experiencia, es
decir, según es vivida por sus protagonistas y atendiendo a lo que les supone, a lo que les
significa, a lo que les da que pensar. (…) El pensar educativo…busca algo muy especial como
saber: busca aquel saber que ilumina el hacer, esto es, que vuelve sobre la experiencia para ganar
en experiencia….para hacer más mediativo el hacer educativo, para descubrirle nuevos
significados, nuevas posibilidades, nuevos caminos. (…)

Necesariamente, el saber pedagógico se compone de estas dos perspectivas (…) Tiene que ver
tanto con el saber de la experiencia práctica, como con el poso de sabiduría que va conformando
nuestra experiencia y que orienta el pensar y el vivir de lo educativo.

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