Está en la página 1de 4

UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR 

DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA 


LLA-112 

Fecha: 10 de junio de 2022

PROFESOR: Lorena Velásquez Briceño

Nombre y apellido del alumno: Eduardo Alejandro Rangel Correa. Sección: 08

PARCIAL I 

Instrucciones: Escriba un comentario explicativo del texto argumentativo seleccionado


por el profesor. 
Baremo de corrección Puntos

Aspectos referidos al formato del texto 12

La tesis está claramente expuesta 2

Identifica los argumentos del autor 2

Identifica y explica claramente las estrategias 4


argumentativas

Articula las ideas en virtud de las propiedades de la 4


explicación

Aspectos semántico-gramaticales 6

∙ Coherencia discursiva (organización global y local 2


de las ideas)

∙ Corrección gramatical 2

∙ Propiedad en el uso del vocabulario 1

∙ Signos de puntuación 1

Ortografía (c/e= -0.50pto.) 2

Total 20
La Estupidez Artificial
Manuel Rivas
27 MAY 2018
Una permanente tarea humana es luchar contra las propias estupideces. Por eso es
tan importante mantener muy activo ese sensor de la conciencia que es la vergüenza. Uno
puede sorprenderse a sí mismo gruñendo al volante de un automóvil, gritando
barbaridades y amenazando con despedazar a otros conductores. Es una estupidez bastante
común. Si no tienes activada la aplicación de la vergüenza, puedes acabar enzarzado en un
follón catastrófico.
Lo más llamativo de algunos casos de corrupción es constatar cómo gentes de inteligencia
despierta tenían completamente desactivada esa aplicación tan sencilla e imprescindible
como es la vergüenza. Es inexplicable cómo una persona puede arruinar su patrimonio
moral por el hurto de unas cremas o por pagarse la excursión a un club de alterne con una
tarjeta de dinero público. Al igual que se considera agravante utilizar un disfraz en la
comisión de un delito, debería estar penada la desvergüenza. Creo que sería una
forma efectiva de combatir la corrupción: la condena por “falta de vergüenza”. Y
qué ejemplar sería una dimisión si se diese con la fórmula: “Dimito por vergüenza”. O
mejor aún: “Dimito avergonzado por mi propia estupidez”.
Ahora entramos en una era dominada por la inteligencia artificial. El masivo
almacenamiento de datos más o menos privados y su utilización mediante algoritmos en
gran parte secretos está cambiando nuestro modo de vida. La gran maquinaria de la
inteligencia artificial tiene su correlato en una gran estupidez artificial.
La estupidez artificial afecta al comportamiento de cada uno de nosotros, por lo que es
urgente desarrollar la tecnología de una vergüenza artificial. Con las terminales, sobre
todo móviles, suele ocurrir lo que se advierte con las armas de fuego y el efecto “gatillo
fácil”. Que es el gatillo el que acaba por dominar al dedo que dispara. Es el gatillo el que
ordena, en vez de recibir órdenes. En las mal llamadas “redes sociales”, es muy fácil que
se contagie la estupidez. El teclado, la pulsión del disparo, dirige la mente que
corresponde con mensajes apodícticos: breves y altisonantes como órdenes estúpidas. Es
la conclusión a la que he llegado después de experimentar con una cuenta en Twitter. La
estupidez artificial tiene como primer efecto dañar o neutralizar el sentido del
humor. Tardas en ser consciente de este deterioro, porque la vergüenza artificial está
todavía menos desarrollada que la vergüenza natural.
A gran escala, como práctica peligrosa de las grandes empresas de contenidos digitales y
agencias de datos, la estupidez artificial puede llegar a ser una plaga en un mundo donde
se extiende la superstición del solucionismo tecnológico. Hace poco escuchaba a uno de
esos gurús cibernéticos proclamar en tono providencial: “¡Dentro de 10 años todo, todo,
todo estará en la nube!”. Me vino a la cabeza el Black, de Baudelaire, y aquellos versos:
“¿Qué es lo que más amas, enigmático extranjero? / ¡Amo las nubes…, las nubes que
pasan… allá lejos…, las maravillosas nubes!”. Pero esta otra gran nube va camino de ser
un gigantesco castillo en el aire al que confiaremos toda la producción digital, la
computación de las almas. Solo que las llaves estarán en manos de la nueva oligarquía
digital.

La estupidez artificial es una especie de síndrome acuñado por Frank Pasquale, profesor
de Derecho en la Universidad de Maryland, y autor del libro The Black Box Society. En
su ensayo Poner fin al tráfico de datos personales (Le Monde Diplomatique, mayo de
2018), escrito a raíz del caso Facebook-Cambridge Analytica, Pasquale defiende que el
“derecho de explicación” debería incorporarse a los derechos humanos fundamentales.
¿En qué consiste? “Que los ciudadanos puedan exigir conocer la lógica de los procesos
completamente automatizados que emiten juicios sobre ellos”.
Nuestros datos, todos los que se puedan conseguir, y son cada vez más, están siendo
almacenados para ser utilizados y vendidos sin nuestro conocimiento. No solo para
publicidad política o comercial. También para marcarnos a la hora de buscar un empleo,
una hipoteca, un seguro. Y predecir nuestros actos. Pasquale denuncia que el tráfico opaco
y “cibercriminal” sigue siendo un tabú. La estupidez vergüenza, artificial podría vencer a
la inteligencia artificial. A no ser que la ética, tome cartas en el asunto.
Comentario Explicativo del texto “La Estupidez Artificial”
En su texto argumentativo “La Estupidez Artificial” publicado el 27 de mayo de 2018,
Manuel Rivas plantea al público general la problemática de que debido a esta era es
dominada por la inteligencia artificial la estupidez artificial afecta al comportamiento de
cada uno de nosotros y por tanto es urgente desarrollar la tecnología de una vergüenza
artificial para poder luchar contra esta estupidez.
Para ello el autor comienza el texto introduciéndole el tema al lector con los siguientes
razonamientos: “una permanente tarea humana es luchar contra las propias estupideces” y
que “es muy importante mantener activo ese sensor de la conciencia que es la vergüenza”,
respaldando estos con unos pocos ejemplos que demuestran que la vergüenza puede salvar
a las personas de cometer actos estúpidos. Y seguidamente Rivas utilizando nuevamente la
ejemplificación explica cómo no tener vergüenza puede ocasionar que una persona cometa
actos corruptos, por lo cual piensa que la desvergüenza debería estar penada.
Terminada la introducción el autor expone ahora su tesis “La estupidez artificial afecta
al comportamiento de cada uno de nosotros”, y acto seguido propone que por esto es
urgente desarrollar la tecnología de una vergüenza artificial. Propuesta que es justificada
inmediatamente a través de la comparación, donde Rivas compara los móviles con las
armas expresando que ambas tienen “el efecto gatillo fácil” y que el teclado es la pulsión
del disparo. Además con intenciones de persuadir al lector, el autor continúa reforzando la
validez de su opinión planteando que en las redes sociales”, es muy fácil que se contagie
la estupidez y que la vergüenza artificial está menos desarrollada que la vergüenza natural.
Más tarde en el texto el autor menciona que la estupidez artificial puede llegar a ser una
plaga y utiliza una anécdota para demostrarlo, pues esta habla de cómo escucho un
predicador decir que todo estará en la nube y para Rivas eso significaría confiarle nuestras
almas a la oligarquía digital
Finalmente termina el texto citando a Pasquale xxxxxxxx la vergüenza podría vencer
la estupidez artificial
Con lo anteriormente expuesto, en definitiva la intención del autor es persuadir al lector
con un lenguaje sencillo a opinar que efectivamente se necesita de la vergüenza en el
entorno virtual para combatir contra esta estupidez artificial.
Eduardo Alejandro Rangel Correa
Carnet: 20-10533

También podría gustarte