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Año lV - Nº 12
Editorial
En esta ocasión apelo a la consideración del lector dado que haré uso de un
espacio editorial más extendido que lo habitual.
En primer lugar haciéndome eco del festejo en la ciudad de un día muy particular
instituido como el día del amigo, es momento de hacer llegar a cada suscriptor y amigo
un cordial saludo, un estrechar de manos que simboliza el acuerdo en la diferencia, la
inclusión del semejante y el lazo necesario para sostener la existencia particular, en una
época lamentablemente signada por el desprecio de la vida.
El primer artículo recoge el debate desatado en el país a partir de la irrupción de un
hombre disparando súbitamente un arma en la via pública de la ciudad de Buenos Aires,
hiriendo a varias personas y dando muerte a un joven; el debate actualizado de la
declaración de imputabilidad e inimputabilidad que consagra el artículo 34 del Código
Penal argentino. Lamentablemente el debate participa de la misma reducción que
propone el texto del artículo referido, por lo que ésta constituye una oportunidad de
agregar elementos de juicio ya que se trata de una situación muy compleja que escapa a
la simple antinomia.
La declaración de inimputabilidad se propone como una solución que resuelve el caso,
pero lejos de ello deja a un sujeto inerme, desprovisto de responsabilidad, en un
encierro indefinido y sin término mucho más grave que la reclusión penitenciaria como
ilustran los artículos siguientes redactados por integrantes del Equipo de Salud Mental
del CELS.
El debate tiene un alcance regional por cuanto en la Provincia de Santa Fe (República
Argentina) se está llevando a cabo el cierre de la unidad de Salud Mental de la Cárcel de
Coronda bautizado popularmente como "El Corralito" y se propone una reforma
institucional con el alojamiento transitorio de los detenidos en Hospitales monovalentes
de Salud Mental y la futura licitación y construcción de dos nuevas instituciones`para su
alojamiento definitivo.
Respecto de la Reforma propuesta en la Provincia de Santa Fe y en respuesta a la
invitación de efectuar un aporte, he presentado una nota que entre varias
consideraciones transmite la sugerencia de que ésta tendría que ser acompañada en
primer término de la Reforma Jurídica que brinde una alternativa pertinente a la doctrina
que sienta el artículo 34 del Código Penal donde se fija los criterios de imputabilidad-
inimputabilidad, que aporte una categoría tercera , una categoría intermedia que
establezca el marco jurídico necesario para una asistencia específica tutelada por el
Estado, que supere la oposición dada por el régimen carcelario general o la
desresponsabilización absoluta del sujeto aunque con una sentencia implícita y sin
límite de tiempo.
La asistencia debiera orientarse por la asunción retroactiva del acto a partir de sus
consecuencias, asunción de la responsabilidad del mismo correlativa a la constitución
del sujeto y a la subjetivación del real en juego, dado que por estructura donde hay acto
no hay sujeto; lo cual requiere de profesionales a la altura del requerimiento.
Plantear una reforma institucional y asistencial sin una reforma del marco jurídico
conduciría a una situación no exenta de graves conflictos dado que terminaría
sosteniendo inevitablemente el actual estado de cosas. Asimismo una reforma jurídica
allana el paso a la asignación presupuestaria que debe ser efectuada, habida cuenta que
una parte relevante de este debate se define precisamente a nivel del Estado Contable
donde la asignación de presupuesto traduce la real decisión política.
La prisión o el neuropsiquiátrico
Los peritos deben determinar si Martín Ríos puede ser imputado
penalmente. Aquí, los expertos explican cuándo una persona es
responsable o no de un crimen. Y discuten sobre este caso.
Según las pericias previas, Martín Ríos se ubica en tiempo y espacio, por lo que podría
declarar.
O bien una voz imperiosa, alucinada, le ordenó inapelablemente desenfundar su arma y matar,
y él sólo existía para obedecer a esa voz. O bien fue un impulso que sintió en sí mismo, al que
podría haberse resistido porque él sabía que era un crimen, pero igualmente desenfundó y
mató. En el primer caso: inimputable. En el segundo: imputable. La opción así planteada será
un aspecto primordial en el juicio al hombre que disparó en la avenida Cabildo. Los expertos
aclararon para Página/12 las distintas posibilidades por las cuales una persona puede no ser
responsable de su acto más grave. Y una especialista diferenció entre dos variantes de
criminal, ambas imputables: el asesino serial, que elige a sus víctimas –prostitutas, niñas,
homosexuales–, según el rasgo que procura exorcizar un instante terrible de su propia historia,
y “el que ataca directamente al cuerpo social procura desintegrarlo”, para sacar fuera de sí una
vivencia extrema de desintegración. El hombre de Cabildo podría pertenecer a esta última
categoría.
Blanca Huggelmann, perito psiquiatra en la Asesoría Pericial de San Martín, precisó que “el
juez es quien determina si una persona es imputable o no, es decir, si está o no en condiciones
de hacerse responsable de sus actos. Se admite la inimputabilidad cuando la persona, en el
momento del delito, no tuvo capacidad para comprender la criminalidad del acto y dirigir sus
acciones. Esto puede obedecer a un trastorno del orden de la psicosis, pero también a un brote
psicótico ocasional; puede responder también a un retraso mental o a una intoxicación por
alcohol o drogas”.
“Recuerdo un violador –ejemplificó Esther Romano– que me contaba: ‘Mi cabeza está partida
en dos pedazos separados’. Era realmente lo que él vivenciaba. Es peor que la idea de morir:
es más que una fantasía aterrorizante; es una catástrofe psíquica, es una bomba que explota
pero él mismo es la bomba; cuando la vivencia resulta imposible de tolerar, se busca el alivio
mediante una descarga directa: el ataque.”
Una persona cuyos actos están sometidos a tales apremios, ¿sigue siendo imputable? Romano
contesta que sí: “Porque estas personalidades no llegan a un nivel de alteración del yo como
para perder noción de lo que hacen. Y esto se advierte en que hay preparación del acto
criminal: pueden planificarlo y, después de cometido, cuidarse de no ser apresados, escapar,
esconderse. Hay plena conciencia de lo que hacían; por supuesto, con la salvedad de que,
después de Freud, ningún ser humano es dueño de sí. Pero todo lo que podamos entender de
una persona en función de su historia, de sus experiencias, explica pero no libera de la
responsabilidad personal”.
Impunes
La Unidad Penal 20 del Hospital Borda cuenta con una población importante de personas con
problemas de drogadependencia, a quienes se deriva allí desde las unidades penitenciarias
para recibir tratamiento adecuado. Los empleados admitieron que estas personas no pueden
recibir ni el tratamiento ni la rehabilitación correspondiente, ya que la Unidad no cuenta con
recursos económicos ni con personal capacitado en la materia. Como resultado, las personas
drogadependientes quedan internadas durante largos períodos sin ninguna mejoría. En algunos
casos, profesionales de la salud solicitaron trasladar a pacientes a instituciones especializadas
para su rehabilitación, pero los pedidos no recibieron respuesta de los jueces intervinientes.
Los profesionales del servicio penitenciario no se acercan a los detenidos, les hablan
manteniendo distancia. Cuando nos acercábamos para poder hablar con ellos, los
profesionales nos advertían sobre el riesgo que implicaba lo que estábamos haciendo. Sin
embargo, ninguna de las personas que nos acompañó durante las visitas resultó agredida por
los internos. El escenario descripto nos imponía la necesidad de plantear de manera urgente
las denuncias correspondientes. Sin embargo, existe un temor generalizado a las represalias
que puedan tomarse contra los internos cuando las puertas, luego de las visitas, se cierran
nuevamente.
La situación violatoria de los derechos humanos que hemos descripto puede sostenerse no
sólo con la complicidad del personal, sino también de los profesionales “de la salud” que allí
trabajan, quienes por acción u omisión naturalizan el encierro en condiciones extremas de
crueldad, como si éstas no fueran una forma evidente de atentado contra la dignidad humana.
Cualquier argumento que invoque el desconocimiento de declaraciones y tratados no exime de
la responsabilidad profesional. ¿Qué clase de diagnóstico puede hacerse en una celda de
aislamiento como las descriptas? ¿Cómo puede concebirse una entrevista diagnóstica a una
persona que se encuentra desnuda, encerrada en una celda de dos por dos, sin estímulos
visuales, inactiva la mayor parte del día? ¿Qué tipo de tratamiento puede proveerse y
sostenerse cuando se tolera la aplicación de golpes a las personas detenidas, violaciones que
los profesionales no denuncian?
Es necesario recordar que, entre los principios de ética médica que estableció la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 1982, el primero de todos advierte que el personal de salud
a cargo de la atención médica de personas presas o detenidas tiene el deber de brindar
protección a la salud física y mental de dichas personas, y de tratar sus enfermedades y
padecimientos del mismo modo y con la misma calidad en la prestación que brindan a las
personas que no están presas o detenidas. De acuerdo con lo que relataron las personas
entrevistadas, no existe ningún proceso judicial que se esté llevando adelante por malos tratos
a personas detenidas en la Unidad Psiquiátrica Penal del Borda.
* Integrado por Roxana Amendolaro, Laura Conte, Adelqi Del Do, Graciela Guilis, Luciana
González, Roberto Gutman, Elena Lenhardtson, Marcelo Marmer, Maximiliano Peverelli, Laura
Sobredo y Mariana Wikinski. El texto corresponde al capítulo sobre unidades psiquiátricas
penales de la Ciudad de Buenos Aires, que integra el Informe Anual del CELS, presentado
ayer. Forma parte de una investigación regional sobre derechos humanos y salud mental que la
entidad desarrolla junto con Mental Disability Rights International (MDRI). Se realizaron visitas
a la Unidad Psiquiátrica Penal 20, en junio y diciembre de 2004, y nuevamente en junio de
2005.
DIARIO PAGINA 12 - REPUBLICA ARGENTINA
Psicología | Jueves, 15 de Diciembre de 2005