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Año III - #22
Año III - #22
Editorial
Por último, este texto debiera constituir un llamado a la lectura reflexiva de aquellos
practicantes que se referencian en el discurso psicoanalítico pero orientan su práctica
en la convención y el Ideal: No por utilizarse una gramática psicoanalítica se garantiza
que haya allí acto analítico.
Mario Kelman
gstiglitz@speedy.com.ar
O se trata nuevos modos de enganche con el Otro, paradojales, bizarros, según la lógica
edípica?
Abordar las dificultades actuales del lazo social por la vía del síntoma abre a la
posibilidad de tocar lo que no anda en el registro de la causa del deseo y del goce.
Permite entender que no se trata de un no-lazo, sino que es un lazo que sigue otras
reglas, acordes con la época.
El mito del Edipo es una creación de Freud como respuesta a lo que la clínica le
demostró : que la cuestión del padre es inevitable.
Lo que detecta en ese momento, que no tiene por qué ser exactamente lo mismo a lo que
asistimos hoy, es lo que llama la declinación social de la imago paterna en el seno de la
familia paternalista.[1]
Hay ejemplos muy interesantes, que muestran la potencia del padre para reintroducirse
como un elemento de incertidumbre, de la que participan los tres registros imaginario-
simbólico-real, allí donde la ciencia y la técnica hacen alarde de la certeza sobre lo real
de la paternidad, como es la técnica ICSI de fecundación autóloga[2].
Encuentro que la idea de 1938 resuena, aunque lejanamente, en la cita de RSI sobre el
amor y el respeto. “ Un padre no tiene derecho al amor ni al respeto más que si dicho
amor, dicho respeto está … père-versamente orientado…”[3]
Por qué no pensar al deseo del analista como un operador que promueve esa
“parentalización” en tanto reintroduce la dimensión del inconciente por la vía de la
incertidumbre en cuanto a la significación. Dicha incertidumbre sobre el sentido es la
condición de posibilidad para la instalación del Sujeto supuesto Saber.
Soy…qué?
Una niña de 9 años es traída a la consulta porque dice ser gay. Su familia es
monoparental, vive con la madre. Del padre dice que “abandonó” cuando ella era un
bebé.
Preguntada por cómo llegó a esa conclusión, dice : “empecé a llevarme mal con los
varones y pensé: nunca me voy a llevar bien con los chicos, entonces soy gay.” Le gusta
una compañera con quien chatea haciéndose pasar por un varón. Del relato de los
embrollos virtuales con su compañera surge su frase “quiero saber qué le dice a un
chico”, ocasión para señalarle que efectivamente a ella le interesa esa chica, pero que no
está nada claro que eso sea ser gay. Responde quejándose de que cuando esa niña llegó
al colegio, ella perdió su lugar de “famosa”, quedándose afuera del grupo. Momento de
preguntarle : a vos te gusta ella o su lugar?
Las intervenciones alborotan al significante “gay” que se revela como una identificación
enlatada, provista en este caso por un programa de la TV, que carece de relación con su
historia, que no tiene ningún anclaje en su goce, significante del que el sujeto hace uso
ante lo que deducimos como falla en la función orientadora de la père-versión. Se trata
de una niña que pasa gran parte del día ante la TV, Otro mediático del que extrae un
punto de capitón. Esta respuesta anticipada “soy gay” obstaculizaba el trayecto por la
novela familiar, salteándose las preguntas por los significantes del deseo y los signos del
goce en la pareja parental.
Cuenta un par de ellos en los que se trata de la diferencia entre los sexos y sobre cómo
arreglárselas con el falo como semblante.
En el encuentro con el deseo del analista la certeza del significante “gay” se transforma
en instalación del sujeto supuesto saber: cómo se interpretan los sueños?
Criterios y síntomas
Leemos en la introducción al Manual de criterios diagnósticos y estadísticos DSM IV:
“Uno de los objetivos más importantes del DSM IV es proporcionar criterios
diagnósticos para aumentar la fiabilidad de los juicios diagnósticos…Su uso adecuado
requiere estar familiarizado con la descripción de cada trastorno que acompaña los
criterios diagnósticos.”
Criterios y síntomas se confunden porque nuestros criterios no son más que nuestros
síntomas privilegiados, según Wittgenstein, quien utiliza el ejemplo del dolor de
dientes. Si vemos que X se agarra la mejilla y vemos en la mejilla una mancha roja
decimos : X tiene dolor de muelas. Pero si alguien nos pregunta cómo sabemos que es
así, responderemos algunas veces indicando criterios (si una persona tiene una mancha
roja en la mejilla y.... entonces....) y a veces haciendo un listado de los síntomas de la
infección de muelas (fiebre,dolor...).
Podemos decir que el síntoma tiene un rol indicador en cuanto a lo que es tocado en el
cuerpo, mientras que el criterio forma parte de la gramática del proceso y ayuda a
definirlo. Es decir, el criterio está del lado de la convención.
El riesgo de tomar al síntoma por el sesgo de los criterios es transformarlo en pura
gramática, pura convención.
El DSM es eso, pura convención en torno a un concepto de síntoma que invade las
normas de convivencia en el campo social. Un campo social que está caracterizado por
ciertos gustos, por ejemplo, en la actualidad, el gusto por la inmediatez, por el
borramiento de la falta, un decaimiento del gusto por el sentido.
Entonces, ubicamos a los criterios en relación con el Ideal, con el para- todos y al
síntoma en relación con lo Real del cuerpo, un acontecimiento de cuerpo.
Pantallas y pantalla
En el caso de nuestra jovencita gay, ¿Es la TV la culpable de este desarreglo? De
ninguna manera. Más bien hemos de ver en ese medio una figura del Otro, de donde el
sujeto extrae un significante que, representa el intento de orientarse como ser sexuado,
en el campo del Otro.
S sabe que el deseo de su madre conlleva un rechazo del hombre como partenaire. El
primer movimiento para separarse es producir esa mancha en el narcisismo materno que
se enuncia: “soy gay”. No es un síntoma, pero sí una respuesta sintomática que angustia
a la madre y que conmueve la hasta entonces excluyente relación madre-hija.
Pero sin la instalación del Sujeto supuesto Saber en la transferencia, es decir, sin la
experiencia del análisis, no hubiera podido ir mucho más lejos.
[4] S. Rivera. En El giro aplicado. Graciela Fernández compil. Ed. Universidad Nacional de Lanas.
[5] J. A. Miller. Observaciones sobre padres y causas. En Introducción al método psicoanalítico. Ed.
Eolia-Paidós.