Está en la página 1de 6

Año llI - Nº 22

Editorial

Con el presente envío de Lecturas hacemos llegar un excelente escrito de Gustavo


Stiglitz que nos invita a reflexionar sobre el estatuto del lazo social y sus afecciones a
partir de la clínica psicoanalítica, haciendo pasar la interrogación por el par criterio-
síntoma que reúne y opone la gramática formal del proceso respecto del acontecimiento
de cuerpo. Diferencia sensible que revela el espesor relevante de la clínica psicoanalítica
claramente situado a través de una viñeta de la práctica.

Por último, este texto debiera constituir un llamado a la lectura reflexiva de aquellos
practicantes que se referencian en el discurso psicoanalítico pero orientan su práctica
en la convención y el Ideal: No por utilizarse una gramática psicoanalítica se garantiza
que haya allí acto analítico.

Mario Kelman

Criterios y síntomas en los lazos actuales


                                                                                             por Gustavo Stiglitz

                                                                                             gstiglitz@speedy.com.ar

Están enfermos los lazos contemporáneos?

O se trata nuevos modos de enganche con el Otro, paradojales, bizarros, según la lógica
edípica?

El psicoanálisis apunta a cernir el malestar contemporáneo distintamente que la


avalancha de trastornos que inundan y amordazan a la clínica actual, tapando la boca del
sujeto alienándolo no a una historia, la suya, a una cadena significante, sino al fármaco
o a terapias directivas.

Abordar las dificultades actuales del lazo social por la vía del síntoma abre a la
posibilidad de tocar lo que no anda en el registro de la causa del deseo y del goce.
Permite entender que no se trata de un no-lazo, sino que es un lazo que sigue otras
reglas, acordes con la época.

Como una regla no existe a priori de su aplicación, si seguimos el pragmatismo extremo


de Wittgenstein, sino que la regla es su aplicación misma, un lazo, enfermo o no, es una
creación, en el lugar de la no relación.

El psicoanálisis mostró que la dimensión creacionista en el sujeto siempre ha estado


ligada al padre.

El mito del Edipo es una creación de Freud como respuesta a lo que la clínica le
demostró : que la cuestión del padre es inevitable.

Lacan subraya la relación entre padre y creacionismo desde 1938 en La familia.

Lo que detecta en ese momento, que no tiene por qué ser exactamente lo mismo a lo que
asistimos hoy, es lo que llama la declinación social de la imago paterna en el seno de la
familia paternalista.[1]

Subrayamos la “declinación social de la imago…”, porque cabe preguntarse si es lo


mismo que la declinación de la función paterna.

Hay ejemplos muy interesantes, que muestran la potencia del padre para reintroducirse
como un elemento de incertidumbre, de la que participan los tres registros imaginario-
simbólico-real, allí donde la ciencia y la técnica hacen alarde de la certeza sobre lo real
de la paternidad, como es la técnica ICSI de fecundación autóloga[2].

Lo importante en la flia paternalista, señala Lacan, es que el padre como figura de


autoridad es alguien próximo al sujeto. Esto promueve la “ subversión creativa” que
significa la posibilidad de enfrentarlo, cuestionarlo o seguirlo pero con un estilo propio.
Es decir, está la posibilidad de inventarse apoyándose en el padre, en tanto propone una
identificación distinta a la identificación al falo materno.

Si Lacan habla de la declinación social de la imago paterna es que algo de ese


funcionamiento falla: se devela su naturaleza de semblante, con la correlativa pérdida de
su eficacia.
Habrá que ver, o ya estamos viendo, qué nuevos semblantes tomarán el relevo de la
función.

Encuentro que la idea de 1938 resuena, aunque lejanamente, en la cita de RSI sobre el
amor y el respeto. “ Un padre no tiene derecho al amor ni al respeto más que si dicho
amor, dicho respeto está … père-versamente orientado…”[3]

Un pequeño acento de lectura permite escuchar, además de lo que se refiere a la


posición del padre, que el amor y el respeto que debe estar père-versamente orientado
son los que el que el hijo profesa hacia el padre. Lo que indica cierta responsabilidad
subjetiva en el funcionamiento de la père-versión, en el sentido de el uso que se haga de
la coyuntura que se ofrece. Ese uso es el sujeto mismo. Esto implicaría tomar el
concepto de uso en sentido ampliado, también wittgensteniano: más allá del uso que
luego se haga del padre como instrumento, el uso es el trabajo mismo que lleva a su
construcción.[4] En definitiva, el padre, condición de posibilidad para la subversión
creativa, él mismo debe ser creado.

“Así como hablamos de sexuación, debemos hablar de parentalización. Hay una


elección de los padres, como hay elección del sexo.”[5]

Por qué no pensar al deseo del analista como un operador que promueve esa
“parentalización” en tanto reintroduce la dimensión del inconciente por la vía de la
incertidumbre en cuanto a la significación. Dicha incertidumbre sobre el sentido es la
condición de posibilidad para la instalación del Sujeto supuesto Saber.

Nos encontramos, a medida que avanzamos en el uso de la última enseñanza de Lacan,


con la curiosa situación en la que el semblante que conviene al analista es, en ocasiones,
el de dador de un sentido que incluya el agujero que la ciencia y sus retoños psi intentan
tapar. Un sentido orientado por el desierto de lo real, más que por la selva de las
significaciones.  

Soy…qué?
Una niña de 9 años es traída a la consulta porque dice ser gay. Su familia es
monoparental, vive con la madre. Del padre dice que “abandonó” cuando ella era un
bebé.

Preguntada por cómo llegó a esa conclusión, dice : “empecé a llevarme mal con los
varones y pensé: nunca me voy a llevar bien con los chicos, entonces soy gay.” Le gusta
una compañera con quien chatea haciéndose pasar por un varón. Del relato de los
embrollos virtuales con su compañera surge su frase “quiero saber qué le dice a un
chico”, ocasión para señalarle que efectivamente a ella le interesa esa chica, pero que no
está nada claro que eso sea ser gay. Responde quejándose de que cuando esa niña llegó
al colegio, ella perdió su lugar de “famosa”, quedándose afuera del grupo. Momento de
preguntarle : a vos te gusta ella o su lugar?

Las intervenciones alborotan al significante “gay” que se revela como una identificación
enlatada, provista en este caso por un programa de la TV, que carece de relación con su
historia, que no tiene ningún anclaje en su goce, significante del que el sujeto hace  uso
ante lo que deducimos como falla en la función orientadora de la père-versión. Se trata
de una niña que pasa gran parte del día ante la TV, Otro mediático del que extrae un
punto de capitón. Esta respuesta anticipada “soy gay” obstaculizaba el trayecto por la
novela familiar, salteándose las preguntas por los significantes del deseo y los signos del
goce en la pareja parental.

El trabajo simbólico sobre otros significantes mediáticos, esta vez sí ligados a su


historia y un efecto de witz logrado con ellos lleva a un cambio de posición : “basta de
hablar de x(su compañera), me pudrí. Cómo se interpretan los sueños?”

Cuenta un par de ellos en los que se trata de la diferencia entre los sexos y sobre cómo
arreglárselas con el falo como semblante.

En el encuentro con el deseo del analista la certeza del significante “gay” se transforma
en instalación del sujeto supuesto saber: cómo se interpretan los sueños?

A esto me refería con reintroducir la dimensión del inconciente, abrir a la dit-mensión,


la dicho-mansión en la que resuenen de otra manera los dichos del sujeto.

Criterios y síntomas
Leemos en la introducción al Manual de criterios diagnósticos y estadísticos DSM IV:
“Uno de los objetivos más importantes del DSM IV es proporcionar criterios
diagnósticos para aumentar la fiabilidad de los juicios diagnósticos…Su uso adecuado
requiere estar familiarizado con la descripción de cada trastorno que acompaña los
criterios diagnósticos.”

En este punto, si el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás, es porque


apuesta al síntoma y no a los criterios diagnósticos.

Criterios y síntomas se confunden porque nuestros criterios no son más que nuestros
síntomas privilegiados, según Wittgenstein, quien utiliza el ejemplo del dolor de
dientes. Si vemos que X se agarra la mejilla y vemos en la mejilla una mancha roja
decimos : X tiene dolor de muelas. Pero si alguien nos pregunta cómo sabemos que es
así, responderemos algunas veces indicando criterios (si una persona tiene una mancha
roja en la mejilla y.... entonces....) y a veces haciendo un listado de los síntomas de la
infección de muelas (fiebre,dolor...).

¿Cómo distinguir aquí un síntoma de un criterio?

Podemos decir que el síntoma tiene un rol indicador en cuanto a lo que es tocado en el   
cuerpo, mientras que el criterio forma parte de la gramática del proceso y ayuda a
definirlo. Es decir, el criterio está del lado de la convención.

El riesgo de tomar al síntoma por el sesgo de los criterios es transformarlo  en pura
gramática, pura convención.

El DSM es eso, pura convención en torno a un concepto de síntoma que invade las
normas de convivencia en el campo social. Un campo social que está caracterizado por
ciertos gustos, por ejemplo, en la actualidad, el gusto por la inmediatez, por el
borramiento de la falta, un decaimiento del gusto por el sentido.

Entonces, ubicamos a los criterios en relación con el Ideal, con el para- todos  y al
síntoma en relación con lo Real del cuerpo, un acontecimiento de cuerpo.

Pantallas y pantalla
En el caso de nuestra jovencita gay, ¿Es la TV la culpable de este desarreglo? De
ninguna manera. Más bien hemos de ver en ese medio una figura del Otro, de donde el
sujeto extrae un significante que,  representa el intento de orientarse como ser sexuado,
en el campo del Otro.

S sabe que el deseo de su madre conlleva un rechazo del hombre como partenaire. El
primer movimiento para separarse es producir esa mancha en el narcisismo materno que
se enuncia: “soy gay”. No es un síntoma, pero sí una respuesta sintomática que angustia
a la madre y que conmueve la hasta entonces excluyente relación madre-hija.

Pero sin la instalación del Sujeto supuesto Saber en la transferencia, es decir, sin la
experiencia del análisis, no hubiera podido ir mucho más lejos.

La operación de la suposición de saber, de la que da cuenta su pregunta “¿cómo se


interpretan los sueños?”, es la que le permite ir más allá de la pantalla televisiva y
abrirse a la pantalla de su fantasma.

[1] J. Lacan. La familia. Ed. Axis. 1975

[2] F. Ansermet. Procreación. En Diccionario para el Congreso de Roma 2006.

[3] J. Lacan. Seminario RSI. Clase del 21/1/75. Inédito.

[4] S. Rivera. En El giro aplicado. Graciela Fernández compil. Ed. Universidad Nacional de Lanas.

[5] J. A. Miller. Observaciones sobre padres y causas. En Introducción al método psicoanalítico. Ed.
Eolia-Paidós.

También podría gustarte