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“Yo estaba colgando la ropa que acababa de lavar cuando de repente vi que 2 tipos
llevaban amordazada a la empleada de la casa de al lado y se estaban robando las cosas”
Así relato Ligia Vásquez de Méndez lo sucedido en aquella tarde en la ciudad de
Bogotá. La esposa, madre y ama de casa no dudo en poner su vida en riesgo al tratar de
ahuyentar a los ladrones que planeaban robar las pertenencias de unos vecinos y amigos
que se encontraban de viaje.
Era una tarde como cualquier otra en la ciudad de Bogotá. Ligia, una joven de 28 años,
con 5 hijos pequeños, quien desde los 19 años estaba casada con Ignacio Méndez, un
militar de aproximadamente 43 años. Dada la profesión de su marido, es sencillo
entender por que habría un arma al alcance de Ligia. Todos los militares suelen tener
armas en casa, en especial por defensa personal, e Ignacio no era la excepción.
Ligia se despertó esa mañana y alistó a los niños para irse al colegio, le preparo el
desayuno a su esposo y una vez todos salieron de casa, se dispuso a hacer tareas del
hogar, lavar, barrer, organizar, etc… una vez la ropa estaba lista para extenderla y que
empezara a secarse, la señora de Méndez procedió a subir a la azotea y realizar esta
labor, cuando en la casa de al lado, pudo ver que dos hombres armados forzaron la reja
y entraron.
En ese momento el sentimiento que tuve fue de susto, pero la rabia se apodero de mi, así
que cuando vi que pasaban con la pobre empleada de esa casa toda asustada decidí
gritarles que la soltaran que yo ya había llamado a la policía, relató la señora Ligia. Los
ladrones empezaron a responderle “¡Cállese señora, no sea metida!, esto no es asunto
suyo” ella cumplió con su palabra y rápida mente marcó al 123 para avisar a las
autoridades de lo que estaba sucediendo.
Pero Ligia no pudo quedarse sentada dejando que aquellos ladrones se salieran con la
suya, así que hizo un esfuerzo y recordó dónde estaba el arma que su esposo siempre
guardaba en caso de una emergencia o de que se tuvieran que defender y no lo pensó
dos veces, tomó la pistola e hizo un disparo al aire, con el fin de que los rateros supieran
que estaba armada y de alertar a los demás vecinos de que algo estaba sucediendo
“¡PUM! Sonó otro disparo y esta vez venia dirigido hacia mi, esos sinvergüenzas me
estaban disparando y vi que empezaron a subir a la azotea de esa casa” cuenta la señora
Vásquez.
Ella en ese momento, lo primero que pudo pensar fue en donde podía esconderse, y su
decisión fue bajar hasta la calle y cruzar, ya que allí había un gran árbol el cual ella
podría usar como escudo y también como escondite.