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41
SANTA GERTRUDIS DE HELFTA
EL MENSAJERO
DE LA TERNURA DIVINA
Experiencia de una mística del siglo XIII
Tomo I
Libros 1-3
Monte Carmelo
Portada:
Imagen de santa Gertrudis la Magna
En el monasterio de Santa María de La Oliva (Navarra)
INTRODUCCIÓN ............................................................ 9
BIBLIOGRAFÍA .............................................................. 47
3
Cf. Minguet, H., Théologie spirituelle de sainte Gertrude: le libre II du “Hé-
raut”. Coll. Cist. 51 (1989) 146-177, 252-280, 317-338.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 11
19
El Mensajero de la ternura divina, libro I 1, 1.
20
Cf. E. Moriones, “Trutta: libertad sin ira” (Gertrudis de Helfta), Cistercium,
n. 222, pp.547-548.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 19
3. “Conversión”
21
E. Moriones, La conversión, a. c., pp. 534-538.
20 Santa Gertrudis de Helfta
22
El Mensajero, lib. II, cp. 1.
23
Ibid. lib. I, cp. 1, 2.
22 Santa Gertrudis de Helfta
26
Cf. de Pablo Maroto, Daniel, Mística femenina y experiencia de Dios en la
Edad Media. Rev. de Espiritualidad n. 241 (2001) 529-576. Especialmente, 3.2
Un Dios que elige y predestina. La conversión, pp. 546 ss.
27
Aún existe hoy este estanque, alimentado por el arroyuelo que riega el valle
donde se emplaza el monasterio de Helfta.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 25
4. Escritos de Gertrudis
29
Ibid. I 7,1
30
Cf. Sal 18. 11b.
31
El Mensajero, I 1, 2.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 27
43
“Cuando tu santísima Madre se afanaba por envolverte en los pañales de la
niñez, le rogaba que me envolviera a mí juntamente contigo, para que no me
separara de ti ni siquiera la tenue finura del pañal, ya que tus abrazos y besos
superan en dulzura a la miel. Entonces parecías estar envuelto en la blanquísima
sábana de la inocencia y fijado con la correa blanda de la caridad. Así deseaba
ser envuelta y fajada contigo. Pero necesitaba ejercitarme más en la total pureza
de corazón y en obras de caridad”. El Mensajero, II, 16,5.
44
Parece que este término supletio en el sentido que lo emplea Gertrudis podría
ser original de ella. Cf. Minguet, H., art. c. Coll. Cist. 51 (1989) 275-276, note
102.
45
E. Moriones, Las Fuentes de Gertrudis, en Cistercium n.224 (2001) 562 ss.
46
Por los testimonios de El Mensajero parece que la comunión eucarística sa-
cramental era bastante frecuente en Helfta.
32 Santa Gertrudis de Helfta
53
Oc. I, 1, p. 51.
54
Gertrudis la Magna, El Mensajero, II, 1, 1.
55
Sal 26, 1.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 35
57
St 1, 17.
58
1Co 15, 28.
59
Hb 1, 3.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 37
60
Mensajero II, 6, 2.
61
Gn 1, 26.
62
Mensajero II, 23,7.
63
Ibid. II. 23, 8.
38 Santa Gertrudis de Helfta
67
Canto de entrada del domingo tercero de Adviento.
40 Santa Gertrudis de Helfta
68
Se trata de la proclamación del evangelio de la Anunciación, Lc 1,26-38,
que entonces se hacía el miércoles de las Témporas de Adviento. En la liturgia
renovada después del Concilio Vaticano II se proclama el día 20 de diciembre.
69
Mensajero, II, 5, 1-2.
70
Cf. O. Quenardel, La comunion eucharistique dans le Héraut de l’Amour
divin de saint Gertrude d’ Helfta. Brepols, 1997. En el apéndice IV, pp. 171-
203 presenta el dossier eucarístico del Héraut señalando los lugares, frecuencia,
nombres dados al sacramento de la eucaristía, preparación para la misma y sus
efectos. Se aproximan a las 253 alusiones explícitas o implícitas a la eucaristía
en la obra de Gertrudis.
71
Mensajero, II, 8, 1. 2.
El Mensajero de la ternura divina – Introducción 41
80
Ibid. I, 7,1.
81
Sal 44, 3.
44 Santa Gertrudis de Helfta
Monasterio de La Oliva
Mayo 2012
Fr. Daniel Gutiérrez Vesga
BIBLIOGRAFÍA
• Ediciones:
Gertrude d’Helfta, Oeuvres Spirituelles (Edición crí-
tica latín-francés) en SC nn. 127, 139, 143, 255,
331. Du Cerf, Paris 1967-1986.
Ortega Timoteo P. Embajador de la divina piedad. Re-
velaciones de santa Gertrudis. Monasterio de
Silos. Burgos 1932.
– Id. 2ª edición de la obra anterior. Buenos Aires,
1947.
– Un Padre Benedictino, El Heraldo del amor di-
vino. Revelaciones de Santa Gertrudis con las
oraciones y ejercicios de la misma Santa. Edt.
Balmes, Barcelona, 1945.
Gertrudis de Helfta, Santa, Mensaje de la misericor-
dia divina (El Heraldo del amor divino, libs. I,
II, III). Edt. BAC. Clásicos de Espiritualidad
n. 9. Madrid, 1999.
• Estudios:
Amplia información bibliográfica en rev. Cistercium 64
(2012) n. 258 en las notas.
48 Santa Gertrudis de Helfta
7
Ricardo de San Víctor, Benjamin minor, cp. 81; PL 196, 57.
8
Sobre estas “citas marginales” es importante el estudio D. Pierre Doyère.
Cf. SC 139 pp. 83-91.
LIBRO PRIMERO
PERSONALIDAD
Y TESTIMONIOS
SOBRE GERTRUDIS
CAPÍTULO I
Fama de Gertrudis
a) Infancia y adolescencia
1. ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de
conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisio-
nes y qué irrastreables sus caminos! 9 Él, que llama de
maneras tan sorprendentes, ocultas y variadas a los que
había predestinado, y a los llamados los justifica gratui-
tamente, es más, los regala de manera tan justa que pa-
recería haberlos encontrado santos como para juzgarlos
dignos de compartir con él todas sus riquezas y delicias,
dejó muy claro haber escogido por pura gracia a ésta
su amada sierva como blanca azucena en el jardín de
9
Rm 11, 33.
64 Santa Gertrudis de Helfta
10
Ct 6, 1
11
Cf. Ct 2, 15.
12
Gl 1,15 1
13
Cf. Lib. 2, c.1
El Mensajero de la ternura divina – Libro I 65
b) “Conversión”
Entonces reconoció ella que había vivido lejos de
Dios en una región de desemejanza14. Mientras se entre-
gaba con desmedido afán a los estudios liberales, había
descuidado hasta este momento aplicar la agudeza de su
ingenio a la luz del conocimiento espiritual. Disfrutaba
con verdadera avidez de los estudios de la sabiduría hu-
mana y se privaba del suavísimo gusto de la verdadera
sabiduría. En un instante le parecieron viles todas las
cosas exteriores. Con razón, porque Dios la introdujo
con gozo y alegría15 en el monte Sión, a saber, en la con-
templación de sí mismo, despojándola del hombre viejo
con sus obras16 y revistiéndola del hombre nuevo creado
según Dios en justicia y santidad verdadera.
c) Disponibilidad
Convertida de este modo de gramática en teóloga,
rumiaba infatigablemente todos los libros de las pági-
nas sagradas que tenía o podía encontrar. Llenaba con
gran ahínco y en cuanto le era posible hasta el máximo,
el canastillo de su corazón, con las palabras más úti-
les y deleitables de la Sagrada Escritura, de manera que
enseguida le venía oportuna la palabra divina, llena de
edificación. A todos los que acudían a ella les respon-
día de manera apropiada a sus necesidades, y dilucida-
ba cualquier error con argumentos del texto sagrado tan
convincentes, que nadie era capaz de refutarlos. En ese
14
Cf. san agustín, Confesiones, lib. VII, 10, n. 16; ver también Enarr. Sal 99,5:
“Hecho desemejante te apartaste lejos de Dios; hecho semejante te aproximaste
a él”; también Enarr. Sal 94, 1.
15
Cf. Sal 44, 1
16
Cf. Col 3, 9-10.
66 Santa Gertrudis de Helfta
17
Cf. S. Bernardo, SC 15, 6: “Jesús es miel en la boca, melodía en el oído,
júbilo en el corazón”.
18
Cf. Sal 18, 11b.
19
Pv 31, 30.
El Mensajero de la ternura divina – Libro I 67
d) Acogedora y firme
3. Era fortísima columna de la vida monástica, de-
fensora incansable de la justicia y la verdad. Se puede
decir de ella lo que el libro de la Sabiduría dice del sumo
sacerdote Simón: En su vida restauró la casa del Señor,
es decir, la vida religiosa, y en sus días fortificó el Tem-
plo20 del fervor espiritual, porque con sus exhortaciones
y ejemplos movía a muchos a mayor celo por la devo-
ción espiritual. Puede decirse que en sus días Brotaron
fuentes de aguas, etc.21. Nadie como ella hizo brotar en
nuestros tiempos con mayor profusión verdaderos rau-
dales de saludable doctrina.
Era dulce y penetrante en el hablar, de palabra fácil
y persuasiva, eficaz y agradable; muchos que escucha-
ban sus palabras, confesaban abiertamente que el espíri-
tu de Dios hablaba por ella22 al experimentar la sorpren-
dente conmoción del corazón y la transformación de la
voluntad. Porque la palabra viva y eficaz, más penetran-
te que espada de doble filo, que alcanza hasta la división
del alma y del espíritu23 que moraba en ella, era la que
operaba todas estas cosas.
Unos, arrepentidos por sus palabras eran llevados a
la salvación; a otros iluminaba la luz del entendimiento
para conocer a Dios y sus propios pecados; a otros les
ofrecía el auxilio de la gracia de la consolación, e in-
cluso inflamaba los corazones de algunos en un amor
más intenso a Dios. Muchos extraños que la habían es-
20
Si 50, 1.
21
Si 50, 3.
22
Cf. Hch 6, 10
23
Cf. Hb 4, 12
68 Santa Gertrudis de Helfta
Testimonios de la gracia:
Primer testigo, Dios
29
Jn 14,12.
30
Cf. Lc 8,44.
CAPÍTULO III
35
Encontramos aquí el anuncio de la acogida de Gertrudis por la Santísima Tri-
nidad en el cielo, parecido al que describe la acogida de Matilde de Hackeborn
y Matilde de Magdeburgo en el mismo trance, para significar la estrecha unión
doctrinal en las tres místicas helftenses. Cf. en esta misma obra, lib. 3, cps.51
El Mensajero de la ternura divina – Libro I 77
y 52. Matilde de Magdeburgo, La luz divina que ilumina los corazones, lib. 4,
cp.6. Biblioteca cisterciense, vol. 17, pp 202; Matilde de Hackeborn Libro de
la gracia especial, lib. 5, cp. 32. Ibd. vol. 23, p. 509 ss
36
Puede referirse a la lectura del capítulo 49 de la Regla de san Benito
37
Lc 10, 27.
78 Santa Gertrudis de Helfta
50
Sal 131, 14
CAPÍTULO VI
56
Cf. Mt 25, 21.
57
Cf. Ct 2,3.
58
Se señala aquí el tema de la “suplencia”, uno de los temas importantes que las
místicas de Helfta desarrollan ampliamente en sus escritos.
CAPÍTULO VIII
Caridad compasiva
62
Cf. Matilde de Magdeburgo, La luz divina que ilumina los corazones. biblio-
teca cisterciense, n. 12, p. 189.
CAÍTULO X
Resplandor de su confianza
68
Pr 28, 1.
CAPÍTULO XI
Humildad
1. Entre la claridad de tantas virtudes, radiantes
como estrellas refulgentes, con las que le había adorna-
do el Señor para hacerse en ella su morada, resplande-
ció especialmente la humildad, receptáculo de todas las
gracias y custodia (conservatorium) de todas las virtu-
des. Ella misma, guiada por la humildad, se consideraba
tan indigna de los dones de Dios que nunca consintió re-
cibir don alguno en provecho propio. Más bien se consi-
deraba a sí misma como canal por el que fluía la gracia
hacia los elegidos de Dios69 por preordenación secreta
del mismo Dios, ya que ella se consideraba totalmen-
te indigna y creía recibir indignísima e infructuosísima-
mente todos los dones de Dios fueran grandes o peque-
ños, con excepción de aquello que realizaba por escrito
o de palabra para utilidad de los prójimos.
Hacía esto por fidelidad a Dios y humildad respecto
a sí misma, ya que pensaba muchas veces dentro de sí:
“Aunque después de esto sufra yo las penas merecidas
del infierno, me alegraré si de este modo recibe el Señor
en otras almas los frutos de sus dones”. A nadie consi-
69
Cf. San Bernardo, El Acueducto, 4. Sermón en el Nacimiento de santa María.
Obras Completas, vol. IV. BAC n. 473, p. 423.
100 Santa Gertrudis de Helfta
Devoción
4. Cuánto brillaba en ella su dulce y fervorosa de-
voción ha dejado un clarísimo testimonio en sus nume-
rosos escritos que son de gran utilidad. El mismo Exa-
minador de los corazones74 se ha dignado dar testimonio
de ello. Cierta persona piadosa que había experimentado
gran devoción en la oración, comprendió que le decía el
Señor: “Has de saber que con esa devoción que ahora
gozas visito frecuentísimamente a esta mi elegida, esco-
gida gratuitamente para poner en ella mi morada”.
73
Lc 18,14.
74
Cf. Sal 7,10.
102 Santa Gertrudis de Helfta
Oración constante.
6. Su frecuencia en la oración y las vigilias lo de-
muestra el que nunca faltara a la hora determinada, ex-
75
Libros Morales sobre Job, 36. Sobre esta referencia a san Gregorio ver cap. IX.
76
Carta 111. En ella cita y desarrolla el texto de san Gregorio. No se escribe
textualmente el texto de Bernardo, solo el sentido. Tal vez Gertrudis o las co-
pistas, lo recordaban de memoria. Fenómeno frecuente en autores espirituales
del Medievo que si no citan textualmente, revelan no obstante la familiaridad y
el conocimiento amplio y profundo que tenían de las fuentes que citan, por la
lectura asidua de los mismos. Fenómeno que se aprecia con frecuencia en las
místicas de Helfta.
77
Algunas ediciones añaden en este lugar un texto de san Bernardo: “Es lo
que atestigua san Bernardo cuando dice: ‘Concedo que el honor del rey ame la
justicia, pero el amor de esposo y más el Esposo-amor busca la correspondencia
y la fidelidad del amor’ (Sobre el Cantar de los Cantares, sermón 83,5) Esta cita
de san Bernardo está ausente en manuscritos importantes del Heraldo. Alguno
la presenta como marginal
El Mensajero de la ternura divina – Libro I 103
Fidelidad en la observancia
Encontraba tanto gozo en el cumplimiento de las
normas de la Orden como son la asiduidad al coro, a los
ayunos, los trabajos comunes, que nunca las omitía sin
experimentar gran contrariedad. Como dice san Bernar-
do: “¡Si alguno es una vez embriagado por el gusto del
amor, gozará en todo trabajo y dolor!”78.
Libertad de espíritu
7. Brilló en ella tal libertad de espíritu, que jamás
pudo soportar por un momento lo que fuese contrario a
su conciencia. El Señor la encomendó también a un de-
voto que deseaba conocer durante la oración qué era lo
que más le agradaba de ésta su elegida. Le respondió:
“Su libertad de corazón”. Sorprendido por la respuesta
y estimando en poco esa cualidad exclamó: “Pensaba,
Señor, que con tu gracia ya había alcanzado ella un co-
nocimiento superior, e incluso un amor más grande”.
Le respondió el Señor: “Es verdad, le sucede lo que has
pensado; pero ha sido alcanzada por la gracia de la li-
bertad, don tan grande, que por él se llega directamente
78
No parece texto literal de Bernardo, sino expresión de su doctrina al respecto.
En Helfta eran muy conocidos y leídos los escritos del abad de Claraval.
104 Santa Gertrudis de Helfta
Presencia de Dios
En cierta ocasión la hermana M. que era cantora del
monasterio79 contempló al Señor sentado en un trono
excelso80 y a [Gertrudis] que caminaba en torno a él. Mi-
raba su rostro con gran intensidad y aspiraba con gran
fervor los efluvios que brotaban del Corazón divino.
Muy sorprendida por ello, recibió del Señor esta res-
puesta: “Como ves, la vida de esta mi elegida es tal que
camina siempre en mi presencia, desea e intenta cono-
cer lo que a mi Corazón agrada. Cuando advierte mi vo-
luntad en alguna cosa, al instante se entrega para reali-
zarla con gran solicitud y con todo tesón. Así busca todo
lo que me agrada y lo realiza fielmente. De este modo
toda su vida revierte en mi gloria y honor.
79
Se refiere a Matilde de Hackeborn.
80
Is 6, 1.
El Mensajero de la ternura divina – Libro I 105
Pobreza
10. En los vestidos y las cosas de uso buscaba más
la necesidad y utilidad que la curiosidad o la compla-
cencia. En tanto amaba las cosas de su pertenencia en
cuanto contribuían más al culto divino. Por ejemplo, el
libro que más frecuentemente leía, la tablilla en la que
más escribía, los libros que otros leían con más compla-
cencia, o decían que les producía más provecho, y otras
cosas parecidas, que le eran especialmente queridas, por
creer que así ofrecía al Señor un culto más agradable.
Hacía uso de todas las criaturas que el Señor le ha-
bía concedido, no para su propia utilidad sino para eter-
na alabanza del Señor. Gozaba admirablemente cuando
dedicaba alguna cosa para su uso como si lo presenta-
ra en el altar de Dios para su honor, o lo distribuyera
en limosnas; porque ya durmiera, o comiera, o recibiera
cualquier otra cosa que le produjera bienestar, disfruta-
ba al dedicarlo todo al Señor, y así recibir al Señor en
sí misma y él a ella, según el mandato que dice: Lo que
hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos a mí me
lo hicisteis81. Por su indignidad se consideraba a sí mis-
ma la más vil e ínfima de todas las criaturas. Todo lo que
81
Mt 25, 40.
106 Santa Gertrudis de Helfta
Discreción
12. Brillaba en ella de modo especial la virtud de la
discreción. Un testimonio: aunque sobresalía en el co-
nocimiento del sentido y las palabras de las Escrituras
hasta el punto de venir muchos a buscar en ella consejo,
ella respondía al instante a las más diversas cuestiones
con tal prudencia que sus oyentes quedaban admirados.
Sin embargo, cuando se trataba de lo que ella debía ha-
cer, buscaba con humilde discreción el parecer de otros
mucho más inferiores, y prestaba en todo su asentimien-
to al parecer de ellos. Apenas atendía su propio parecer,
para seguir con gusto la opinión de los demás.
Otras virtudes
13. Sería superfluo describir aquí al detalle cómo
brillaban en ella con claro resplandor las demás virtu-
des: obediencia, abstinencia, pobreza voluntaria, pru-
dencia, fortaleza, templanza, misericordia, concordia,
constancia, gratitud, agradable compartir, desprecio del
mundo, y muchas otras, porque la discreción, madre de
todas las virtudes82, inundaba su alma.
Confianza
Sobre todas las anteriores la envolvía la virtud de
la confianza, fundamento de todas las virtudes, a la que
Dios no niega nada de lo que se desea, si se trata de las
virtudes. La dignísima humildad, guardiana noble y so-
lícita de todas ellas, como se ha escrito más arriba, había
echado profundas raíces en su mente. Sobre todas ellas,
aquella que es la reina de las virtudes reinas, la caridad
82
Cf. RB, cap. 64, 19
108 Santa Gertrudis de Helfta
83
Antífona de la de la Asunción de la Virgen María.
CAPÍTULO XII
86
Cf. Sal 62,12.
CAPÍTULO XIV
92
Alusión a Matilde de Hackeborn, cantora de Helfta, de la que Gertrudis era
ayudante.
CAPÍTULO XV
93
Algunos creen que se hace referencia aquí a los libros 2º, 3º, 4º y 5º. del
Heraldo, escritos antes de este primer libro que narra la vida de santa Gertrudis
94
Ez 3,20.
95
Cf. Mt 18,15
96
Cf. Mc 9, 40.
97
Hugo de San Víctor, De arca morali, 4, 3.
CAPÍTULO XVI
102
SC, Sermón 24, 8
CAPÍTULO XVII
PRÓLOGO
1
El Viático
CAPÍTULO I
14
Ct 1, 3.
15
Cf. Mt 11,30.
CAPÍTULO II
17
RB Prólogo, 18; cf. Is 58,8; 65,24.
18
Sal 20,4.
19
Cf. Lc 1,78.
CAPÍTULO III
38
Cf. Dn 13, 42.
39
Cf. Secuencia Ven Espíritu Santo.
40
Estos textos son el comienzo de algunas antífonas del Oficio de la Santísima
Trinidad, cuya vivencia era muy honda en las místicas y en la comunidad de
Helfta.
41
Esta anotación aparece solo en algunos manuscritos
CAPÍTULO VI
54
Sal 119, 4.
55
Dt 4,24; Hb 12, 29
56
Cf. Hch 3, 12
57
Cf. Gn 1, 26.
58
Cf. Dn 3.
59
Himno de la Dedicación de una Iglesia.
60
Cf. Is 1, 25.
CAPÍTULO VIII
72
Sal 23, 4
73
Cf. 1Co 13, 1.
CAPÍTULO IX
77
Cf. Sb 3, 9.
78
Cf. Si 1, 3.
CAPÍTULO X
82
Cf. Lc 10, 41.
CAPÍTULO XI
Utilidad de la compasión
90
Antiguo domingo de Quincuagésima y actual domingo 6º del tiempo ordi-
nario.
CAPÍTULO XV
91
Cf. Sal 37, 10.
92
Rm 9, 3.
CALÍTULO XVI
Maravillosas revelaciones
en la fiesta del Nacimiento del Señor y
Purificación de la bienaventurada Virgen María
109
Cf. Secuencia: Ave María.
CAPÍTULO XVII
Condescendencia divina
Instrucción paternal
113
Cf. Sal 35, 9.
184 Santa Gertrudis de Helfta
114
Secuencia Mittit ad Virginem.
115
Sb 12, 1.
116
Cf. Mt 3, 17,
117
Is 53, 12; Resp. del Sábado Santo.
CAPÍTULO XIX
amigos tuyos, más dignos que yo, por medio de mis pa-
labras, la gracia de la victoria.
3. En tercer lugar, la abundante generosidad de tu
gracia ha enriquecido la pobreza de mis méritos con tal
certeza, que a todo el que yo prometiere algún beneficio
o el perdón de algún pecado confiando en la divina pie-
dad, tu benigno amor se ha comprometido a mantenerlo
tan firme según mis palabras, como si verdaderamente
lo hubieras jurado con las benditas palabras de tu boca.
La certeza es tal que añadiste, si les parecía que gracia
tan saludable se retrasaba más de lo esperado, que de-
bían exponerte con insistencia que yo les había prome-
tido de tu parte la salvación. De este modo atenderías
también mi salvación según las palabras evangélicas:
Con la medida que midáis seréis medidos125. Pero como
por desgracia no ceso de caer muchas veces en pecados
aún mayores, tendrías ocasión para juzgar mis culpas
con mayor benignidad.
4. En cuarto lugar añadiste que yo debería hacer
el bien. Me diste la certeza de que cualquiera que con
humilde y devota intención se encomendase a mis ora-
ciones, alcanzaría todo el fruto que esperaba poder con-
seguir por la oración de alguien. También en esto tengo
en cuenta mi desidia, porque al fallar tantas veces en
mis oraciones tanto obligatorias como gratuitas por la
Iglesia, de cuyo fruto yo misma podría aprovecharme,
según aquello: “Tu oración volverá a tu interior126, y de
los frutos de tus elegidos a los que haces el bien a través
125
Lc 6, 38.
126
Sal 34, 13.
190 Santa Gertrudis de Helfta
132
Cf. Lc 15, 11-32: el hijo pródigo.
133
Cf. Secuencia: Ven, Espíritu Santo.
134
Cf. Colecta del antiguo dom. 5º después de Pascua
135
Cf. Colecta del antiguo dom. 3º después de Pentecostés.
CAPÍTULO XXI
139
1Co 4, 13.
CAPÍTULO XXIII
164
Si 24, 29.
165
2Co 3, 18.
166
Ap. 8, 3-4.
LIBRO TERCERO
TESTIMONIOS
DE BENEFICIOS RECIBIDOS
PRÓLOGO
1
Lc 19, 23
2
Pr 25, 2. El libro de los Proverbios dice lo contrario de este texto: Es gloria de
Dios encubrir su palabra, y es gloria de los reyes investigar su sentido. Ya en san
Bernardo, SC 65, 3, de donde pudo tomarlo la redactora de Gertrudis hay este
error. Existe otro texto bíblico que se aproxima más al texto de nuestra mística:
Tb 12, 7 Es bueno guardar el secreto del rey, es honroso revelar y proclamar
las obras de Dios,
CAPÍTULO II
4
Sal 118, 127.
CAPÍTULO III
5
Lm 4, 1.
CAPÍTUILO IV
14
Jb 30, 23-24.
15
Jb 13, 15.
CAPÍTULO VIII
17
Mt 28, 18.
CAPÍTULO IX
19
Cf. Est 13, 12; Dn 13, 42; Jn 21, 17
20
Sal 116.
CAPÍTULO X
Tres ofrendas
23
Cf. Ex 1,14.
CAPÍTULO XI
Reparación digna
31
Mt 25, 40.
CAPÍTULO XIV
34
Cántico del Benedictus. Cf. Lc 1,78.
CAPÍTULO XV
Utilidad de la desolación
y la comunión espiritual
56
Himno del oficio de la Ascensión del Señor
CAPÍTULO XIX
Enfermedad e intimidad
61
Cf. San Bernardo, SC serm. 14, 5
CAPÍTULO XXIII
Triple bendición
66
Cf. Ap 14,2.
67
Rm 9, 5.
CAPÍTULO XXVII
ge, como lugar o claustro para pasear, los pies del Se-
ñor; como lugar de trabajo, sus divinas manos; como
locutorio o sala capitular, la boca del Señor; sus divi-
nos ojos como lugar de estudio y lectura; los oídos del
Señor para confesar en ellos sus faltas. La enseñó tam-
bién el Señor cómo debía subir a ese tribunal después de
cada falta como por cinco peldaños de humildad, signi-
ficados en estas cinco palabras: Soy vil, pecadora, po-
bre, mala e indigna; vengo a ti, hontanar desbordante de
bondad, para ser lavada de toda mancha y purificada de
todo pecado. Amén.
CAPÍOTULO XXIX
71
Jn 21, 7.
CAPÍTULO XXX
a) La buena voluntad
1. Durante la misa: Ven y muéstranos72, se le apa-
reció el Señor todo melifluo con la dulzura de la gracia
divina, exhalando de sí un aliento vivificante y divino.
Descendía del sublime solio de su gloria imperial, como
para derramar más sobreabundantemente en quien lo
desee el flujo de su gracia divina, en la fiesta de su dulce
Nacimiento.
Entonces ella rogó por los que se habían encomen-
dado a sus oraciones, para que el Señor concediera a
cada uno gracias más abundantes.
Recibió la siguiente respuesta del Señor: “He rega-
lado a cado uno una cánula de oro con el poder de ex-
traer con ella de mi Corazón divino todo lo que desee”.
En esa cánula entendió ella que estaba significada
la propia voluntad, con la que el hombre puede recla-
mar para sí todos los bienes espirituales tanto celestes
como terrestres. Por ejemplo: si un hombre encendido
por el deseo, quiere en la medida de sus posibilidades
rendir a Dios alabanzas, acciones de gracias, obediencia
y fidelidad como lo hizo cualquiera de los santos, la in-
72
Canto de entrada del sábado de las antiguas Témporas de Adviento.
302 Santa Gertrudis de Helfta
peor que él”, tiene tan poco valor ante Dios como no
tuvo ante Caín el que dijera: ¿Acaso soy yo guardián
de mi hermano?96 Cada uno está obligado ante Dios
de apartar a su hermano del mal y estimularlo al bien.
Quien descuida en esto la voz de su conciencia, peca
contra Dios. No le sirve alegar que no se lo han enco-
mendado, porque en verdad, ha sido Dios quien se lo ha
encomendado como se lo demuestra su propia concien-
cia. Si descuida hacerlo Dios pedirá cuentas a su alma,
a veces más que al alma del Superior que no estaba pre-
sente, o si estaba presente no lo advertía. Esto dice la
Escritura cuando amenaza: ¡Ay del que hace el mal; ay,
ay del que lo consiente!97 El que consiente incurre en la
culpa que disimula cuando al declararla hubiera contri-
buido a la alabanza de Dios.
q) Frutos de la tentación
28. Frecuentemente intentaba alcanzar del Señor
la extinción de los vicios, tanto en sí como en los de-
más, pero experimentaba también muchas veces que
no le sería posible obtenerlo de manera total, si la bon-
dad divina no atenuaba esa presión que ejerce una cos-
tumbre depravada. Con su ayuda sería fácil resistir a la
mala inclinación al impedir que creciera la resistencia
316 Santa Gertrudis de Helfta
z) Valor de la paciencia
40. Un día preguntaba al Señor qué le gustaría que
ella prestara atención en ese momento.
Respondió el Señor: “Quiero que aprendas la pacien-
cia”. Es que en ese momento estaba bastante preocupa-
da por alguna razón.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 323
108
Cf. Hch 5, 41.
CAPÍTULO XXXI
Deseo de la comunión
y efectos de la mirada de Dios
120
Cf. S. Bernardo, SC serm. 15, 6.
XLII
El manojito de mirra
132
Mt 10, 22.
CAPÍTULO XLVII
Efectos de la compunción
135
Sal 117, 14; Is 12, 2.
CAPÍTULO L
137
Cf. Sal 29, 9.
CAPÍTULO LIV
139
Parece que Gertrudis compuso también algunas poesías que no han llegado
hasta nosotros, este texto da pie a ello. cf. cp. 66: el corazón de Gertrudis como
canal de gracias del Corazón de Jesús.
140
Cf. Mt 7, 14.
CAPÍTULO LV
142
Cf. Is 61, 1; Lc 4, 18-19.
143
Cf. 1Co 10, 13.
CAPÍTULO LVI
144
Cf. Job 1, 6.
CAPÍTULO LVIII
145
Cf. Lc 24, 38.
146
Cf. Os 2, 20.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 385
Efectos de la caridad
149
Si 50, 8.
150
Ap 1, 13-16.
151
Sal 72, 26.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 393
152
Véase el prólogo al comienzo de las revelaciones. Por otra parte, este texto
confirma una vez más que el Señor se consideraba, o se le consideraba como el
primero y principal autor del libro.
153
Is 42, 6; 49, 6.
394 Santa Gertrudis de Helfta
154
Sb 4, 7.
CAPÍTULO LXV
– Himno final
3. Poco antes de comenzar la Cuaresma se hizo
una sangría y con frecuencia le venían a la mente estas
palabras: “¡Oh excelentísimo Rey de reyes, oh ilustrísi-
mo Príncipe!”, y otras parecidas. Una mañana se reco-
gió en el oratorio y dijo al Señor: “Oh amantísimo Se-
ñor, ¿qué quieres hacer con esas palabras que se clavan
en mi mente y en mis labios tan insistentemente?”
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 397
Emperador excelentísimo,
Príncipe ilustrísimo,
Soberano mansísimo,
Protector firmísimo.
En virtud de tu fervor
Adjunto la intención de mi devoción
A la eficacia de tu oración,
Para que por la pureza de divina unión,
Extinguido todo movimiento de rebelión,
Llegue a la más alta cumbre de perfección.
155
Cf. Pr 23, 26.
156
Véase san Bernardo SC, ser. 18, 3. Obras Completas, vol. V. BAC n. 491,
p. 261 ss. Cf. Muerte de Matilde de Hackeborn, en Libro de la gracia especial.
biblioteca cisterciense vol. 23, p. 550.
CAPÍTULO LXVII
157
1Pe 5, 6.
CAPÍTULO LXVIII
159
Cf. Pr 13,31.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 405
160
Cf. Tt 1, 2.
161
Gn 27, 27.
162
1Co 15, 53.
406 Santa Gertrudis de Helfta
El mérito de la paciencia
163
Cf.1Co 12, 26.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 409
164
Mt 26, 39.
410 Santa Gertrudis de Helfta
166
Sb 8, 1.
167
Cf. Sal 20, 4.
CAPÍTULO LXXI
Efectos de la oración
168
Cf. Jb 10, 8.
416 Santa Gertrudis de Helfta
169
1Co 7, 39.
418 Santa Gertrudis de Helfta
170
Cf. Gn 8, 21.
420 Santa Gertrudis de Helfta
171
Cf. Is 33, 17.
172
Cf. San Bernardo, SC 23, 15; 74, 7.
173
Id. SC 74, 6-7.
174
Cf. Id. SC 18, 3 ss.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 421
175
Cf. Lc 17, 10.
422 Santa Gertrudis de Helfta
176
Cf. RB, Prol. Madrid, BAC n. 406.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 423
177
Ct 2, 14. Cf. Robert Thomas, Lo que dicen nuestros Padres del costado
abierto del Corazón de Jesús. Cistercium 26 (1973) 207-217.
178
Cf. Dt 32, 13.
424 Santa Gertrudis de Helfta
179
Cf. Lu 6, 12. Se leerá también con provecho la OGLH n. 4.
180
Cf. Mt 9, 35.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 425
181
Cf. 1Pe 2, 13.
426 Santa Gertrudis de Helfta
182
Cf. Hch 1, 24.
428 Santa Gertrudis de Helfta
183
Cf. Ef 4, 15.
184
Cf. Lc 16, 20.
185
Cf. Sal 20, 4.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 431
186
Gn 4, 9.
432 Santa Gertrudis de Helfta
187
188
Cf. RB cp. 72.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 433
189
Cr. RB cp. 64.
434 Santa Gertrudis de Helfta
190
Cf. RB cp. 7.
191
Cf. RB cp. 28.
CAPÍTULO LXXV
El aprovechamiento espiritual
192
Cf. Sal 20,4.
CAPÍTULO LXXVI
Utilidad de la tentación
193
Pr 8, 31.
194
Mt 28, 20.
440 Santa Gertrudis de Helfta
Ventajas de la obediencia
195
La lectura breve, actualmente
196
Cf. RB cp. 12, 4.
197
Este texto tomado de Meditationes piissimae, 2, 5, se considera entre los
apócrifos atribuidos a san Bernardo cuyo autor sigue aún desconocido.
CAPÍTULO LXXXI
198
Parece que se trata de la recitación de salmos devocionales que se recitaban
antes o después de las horas canónicas. Cf. Revelaciones de santa Gertrudis,
edición Edt. Balmes 1945, p. 917, nota 87.
El Mensajero de la ternura divina – Libro III 447
Provecho de la sumisión
199
Cf. Mt 19, 29.
CAPÍTULO LXXXVI
200
Sb 6, 19.
CAPÍTULO LXXXVII
201
2Tm 2, 5.
CAPÍTULO LXXXVIII
La buena voluntad
es como una obra ya realizada
202
Cf. Lc 12, 31.
ÍNDICE GENERAL
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
LIBRO PRIMERO
PERSONALIDAD Y TESTIMONIOS DE SANTIDAD
DE GERTRUDIS
LIBRO SEGUNDO
ESCRITO POR LA MISMA GERTRUDIS
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Capítulo I. Primera visita del Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134
Capítulo II. Iluminación del corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Capítulo III. Gozosa inhabitación del Señor . . . . . . . . . . . . 139
Capítulo IV. Impresión de las Santísimas Llagas del Señor 143
Capítulo V. La herida del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
Capítulo VI. Especial visita del Señor el día de Navidad . . 151
Capítulo VII. Noble unión del alma [de esta sierva]
con el Señor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
Capítulo VIII. Hacia una unión más íntima . . . . . . . . . . . . . 156
Capítulo IX. Inseparable unión del alma con Dios . . . . . . . 160
Capítulo X. Flujo divino. Obligada a escribir . . . . . . . . . . . 163
Capítulo XI. Osadía del tentador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Capítulo XII. Dios soporta con benigna paciencia
nuestras faltas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
Capítulo XIII. La guarda de los afectos . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Capítulo XIV. Utilidad de la compasión . . . . . . . . . . . . . . . 173
Capítulo XV. Agradecimiento por los dones de Dios . . . . . 174
Capítulo XVI. Maravillosas revelaciones en la fiesta
del Nacimiento del Señor y Purificación
de la bienaventurada Virgen María . . . . . . . . . . . 176
Capítulo XVII. Condescendencia divina . . . . . . . . . . . . . . . 182
Capítulo XVIII. Instrucción paternal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
El Mensajero de la ternura divina – Índice General 461
LIBRO TERCERO
TESTIMONIOS DE BENEFICIOS RECIBIDOS
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Capítulo I. Cuidados especiales de la Madre de Dios . . . . . 216
Capítulo II. Los anillos del desposorio espiritual . . . . . . . . 218
Capítulo III. Dignidad del sufrimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
Capítulo IV. Desprecio de las comodidades temporales . . . 222
Capítulo V. El Señor se inclinó hacia la abatida . . . . . . . . . 225
Capítulo VI. Cooperación del alma con Dios . . . . . . . . . . . 227
Capítulo VII. Compasión del Señor por nosotros . . . . . . . . 228
Capítulo VIII. Cinco partes de la misa . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
Capítulo IX. Concesión de la gracia divina . . . . . . . . . . . . . 232
Capítulo X. Tres ofrendas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
Capítulo XI. Indulgencia y deseo de la voluntad divina . . . 240
Capítulo XII. La transfiguración que realiza la gracia . . . . . 243
Capítulo XIII. Reparación digna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
Capítulo XIV. Dos medios para purificar el alma . . . . . . . . 247
Capítulo XV. El árbol del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
Capítulo XVI. Utilidad de la desolación
y la comunión espiritual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
462 Santa Gertrudis de Helfta
1. SOL EN LA NOCHE
Bernardo Olivera
2. EL ESPEJO DE LA CARIDAD
Elredo de Rieval
3. EN EL CAMINO DE LA PAZ
CH. Dumont
4. LA AMISTAD ESPIRITUAL
Elredo de Rieval
5. EL DESEO DE DIOS
Y LA CIENCIA DE LA CRUZ
Antonio Mª Martín Fdez.-Gallardo