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Los microorganismos de vida libre son aquellos que tienen la capacidad de cumplir todo su ciclo de vida

de forma totalmente independiente de la planta. Esto significa que no dependen directamente del
metabolismo de esta para la obtención de nutrientes. No se ven perjudicados ni beneficiados por ella. En
cambio, la planta sí se beneficia de los efectos del metabolismo de los microorganismos de vida libre, ya
que obtiene determinados nutrientes gracias a ellos.

Bajo nuestros pies tenemos todo un universo invisible en el que conviven millones de microorganismos.
No exageramos si decimos que son los componentes más importantes del suelo, ya que constituyen su
parte viva. 

Ya sabemos que estos microorganismos establecen relaciones o asociaciones de diferente tipo con otros
microorganismos y con la planta: en unas, ambos organismos se necesitan mutuamente para subsistir
(simbióticas) y en otras, ambos organismos se benefician (asociativas). También están aquellas en las
que el mayor beneficio es para la planta (de vida libre).  

El hábitat de los microbios es conocido como microhábitat y es equivalente a los ecosistemas de


animales superiores, pero a muy pequeña escala.

Algunos microbios se consideran de vida libre, pues forman parte importante de los ciclos de la
naturaleza, y puede hallárselos en aguas residuales, superficies, en la tierra, etc.

Otros, en cambio, deben habitar en hábitats específicos, como el interior de otros seres vivos, en el caso
de los parasitarios. En el intestino de los seres humanos habita una verdadera fauna bacteriana que
colabora con nuestros procesos de digestión

Los procesos de nutrición de los microbios suelen ser de dos tipos:

Heterótrofos. Aquellos que absorben sus nutrientes del medio circundante, ya sea dejando pasar a su
interior porciones de nutrientes dispersos, o alimentándose de otros microorganismos (o incluso
introduciéndose en ellos, como los virus). Así obtienen la energía para mantener sus ciclos vitales
andando.

Autótrofos. Aquellos que son capaces de aprovechar fuentes energéticas del medio ambiente, como la
luz solar (fotosíntesis) o el calor volcánico (quimiosíntesis) para emprender procesos químicos que les
brindan energía aprovechable.

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