El primer paradigma a tratar es el de la modernización, el cual muchos de sus
autores llaman economía dual, esto debido a la dualidad entre lo urbano y lo rural, la producción tradicional con la producción industrial, lo atrasado con lo moderno. Este paradigma dicta que la economía de los países subdesarrollados se compone por dos sectores, uno que es el moderno y el otro que es tradicional. El sector moderno por lo general está compuesto por la ciudad o las ciudades más grandes en las cuales la actividad económica es más fuerte, esta actividad económica se concentra en las actividades del sector de la agricultura, del sector de la minería y del sector comercial bien sea importaciones o exportaciones. Mientras que el sector tradicional está compuesto de la agricultura campesina. Con esto, el sector moderno funciona como una comarca económica separada del sector tradicional. Entonces, la pobreza de los países subdesarrollados se puede explicar por esta separación y por la marcada hegemonía del sector tradicional sobre el moderno, especialmente en cuanto a la cantidad de habitantes en el sector rural o tradicional. El enfoque de la modernización privilegiaba soluciones tecnológicas a los problemas del desarrollo rural, por ejemplo, La revolución verde consistía en la utilización de insumos químicos y semillas mejoradas para aumentar la producción de alimentos. En cuanto a esto, no solo se debe tomar en cuenta la pérdida de estas prácticas lo que conlleva también a la pérdida de cierto nivel de autonomía comunitaria, sino la generación de dependencia de los insumos, semillas y maquinaria implementadas a esta Revolución Verde. La transición a la modernidad no es un camino lineal hacia una industrialización que replicara la modernización europea. No existe un tipo único de sociedad industrial, por lo que considero necesario dejar en el análisis un amplio margen para variaciones estructurales y culturales, en coherencia con la noción de que los diversos subprocesos de las transformaciones tienen ritmos diferentes y con variadas secuencias (he aquí otra dimensión del concepto de asincronía). Los tipos opuestos de sociedad son extremos de un continuum pluridimensional cuyas diferentes formas de transición pueden derivar en múltiples experiencias de sociedad. Así la dicotomía tradicional/moderna debe ser comprendida como tipos ideales analíticos y no históricos. Por ello, el desafío de nuestros países era construir su propio modelo de “modernidad”, de manera que no traicione su herencia cultural (Germani, 1973) Por otro lado, está el paradigma de la CEPAL, también llamado estructuralista. La visión estructuralista enfatiza otros aspectos del proceso de desarrollo económico de largo plazo. Esto se expresa en una comprensión diferente de la naturaleza de los fenómenos económicos, el estructuralismo, parte de nociones tales como heterogeneidad, incertidumbre y desequilibrio. El énfasis en los aspectos dinámicos, históricos e institucionales, determinan una visión menos ideal de la naturaleza de las relaciones económicas. Así, los estructuralistas conciben formas e individuos que operan con una tasa de racionalidad limitada, es decir, que buscan beneficios, pero no aumentan su tasa de ganancia, es por ello que no existe perfecta información ni completa percepción de las relaciones de costo y beneficio asociadas a cada una de las decisiones futuras que toman los individuos. Al operar en una situación de permanente desequilibrio, los individuos actúan por ensayo y error, desarrollando y modificando rutinas operativas que permiten reducir la incertidumbre, y determinando un proceso madurativo en el que el tiempo y la experiencia juegan un rol central. A su vez, se concibe que el libre funcionamiento de las fuerzas de mercado no garantiza, necesariamente, que el proceso de optimización individual conduzca a un óptimo social, en tanto existen imperfecciones y anomalías que condicionan el camino evolutivo de los individuos. En este sentido, el Estado juega un papel central, guiando la asignación de los recursos en función de una “visión” de óptimo social que trasciende lo que el juego del mercado está en condiciones de ofrecer. En este sentido, el proceso de generación, adaptación, difusión y uso de la tecnología en particular y del conocimiento en general y el desarrollo y creación de nuevas instituciones, que reflejan respuestas no estrictamente individuales a las complejidades e incertidumbres del proceso de desarrollo económico, constituyen ejes centrales de la explicación estructuralista del proceso de desarrollo económico. De tal proceso, la estructura productiva de la periferia adquiere dos rasgos fundamentales: su carácter especializado y heterogéneo el cual expresa la coexistencia de sectores de alta productividad del trabajo con otros más atrasados; mientras que en el centro es diversificada y homogénea. Sobre esta diferenciación estructural, se produce la especialización productiva, que se corresponde con las pautas tradicionales de la división internacional del trabajo: mientras los centros producen y exportan bienes industriales, la periferia produce y exporta, básicamente, materias primas y alimentos. Para terminar, el enfoque estructuralista es desarrollista y reformista, buscando la solución a los problemas del desarrollo rural en el seno del sistema capitalista. Tal como lo analiza este modelo, el estado representa un papel crucial en el advenimiento de la necesaria transformación rural, que supone la reforma de la estructura agraria tradicional, la incorporación del campesinado al sistema sociopolítico y la mejora de las condiciones de vida de los pobres del campo. Siguiendo con la línea, ahora tocaré el paradigma de la dependencia, la que sería un trazo particular de la instauración del modo capitalista en las economías periféricas, en donde, las decisiones que afectan la economía son tomadas en función de la dinámica y de los intereses de las economías centrales. Así, lo específico de la situación de “subdesarrollo” nace de la relación entre sociedades periféricas y centrales, en donde se vinculan en un mismo mercado economías con distintos niveles de diferenciación de sus sistemas productivos. Por otro lado, el paradigma neoliberal sobre el desarrollo rural, un pilar clave del paradigma neoliberal es dejar que el mercado gobierne, permitiendo que sea “libre” de toda interferencia política o manipulación proveniente de poderosos grupos económicos y sociales. La política gubernamental debía ser dirigida hacia estos objetivos, y por tanto los neoliberales están en contra de las políticas sectoriales que, o bien favorecen o discriminan a un sector económico en particular, como es el caso de la agricultura. Aborda el desarrollar un marco macroeconómico estable, uniforme y general, en el cual las mismas reglas sean aplicadas a todos por igual. El neoliberalismo marca una línea divisoria en la historia, dado que es un proyecto global de carácter transformador. Bajo el manto del emergente libre mercado, intereses capitalistas neoliberales han tratado de lograr cambios en las políticas y los mercados agrícolas que mejorarían su poder económico, social y político. La transformación neoliberal de la tierra, el capital, la fuerza de trabajo, del mundo financiero, el comercio exterior y otros mercados, ha creado y potenciado nuevos procesos existentes de concentración y desarrollo desigual en las áreas rurales. Las relaciones capitalistas de producción se esparcieron mundialmente a través de procesos de desposesión y proletarización de los campesinos, así como también se han intensificado a través de nuevo procesos de producción, tecnologías y sistemas de gestión de las cadenas de valor. Contrariamente a los planes del libre mercado neoliberal de “obtener los precios correctos” y que “los mercados deben gobernar”, la experiencia histórica muestra que sólo a través de la intervención del estado se logran las transformaciones estructurales necesarias para el desarrollo más inclusivo y equitativo. Ahora en base a esto, se tiene que evaluar si este camino postneoliberal es capaz de consolidarse dentro del orden mundial neoliberal actual y si puede llegar a las metas prometidas de una manera sostenible. Por otra parte, una estrategia de desarrollo centrada en la producción y la exportación de bienes manufacturados tiene mayores oportunidades de éxito en un mercado más vasto, el mercado común de la región, donde se articularían esfuerzos en materia de inversión, investigación tecnológica, comercialización y construcción de equipo. La teoría neo estructuralista se adhiere al cuestionamiento de la corriente estructuralista en cuanto a la propuesta neoliberal, según la cual la libertad de comercio es un factor de reducción de las desigualdades del desarrollo entre los países ricos y los pobres. Dado que existe actualmente una capacidad local de exportación de bienes manufacturados, fruto del proceso de ISI, los neo estructuralistas preconizan, a su vez, el relance simultáneo de las actividades de sustitución de importaciones y exportaciones, de modo que se apoye el desarrollo en los mercados tanto internos como externos. En su conjunto, las características del neoliberalismo provocan una concentración mayor de la riqueza y del poder económico en las manos de unos cuantos y dejan sin protección a la mayoría de la población. El neoliberalismo ha creado una “solución” al desempleo que el mismo modelo promueve, haciendo que se abran cargos de mano de obra no calificada, es decir, que quienes obtienen empleo generalmente reciben un salario mínimo, además están bajo una inestabilidad laboral, esto trae efectos sociales importantes puesto que la clase mayoritaria seguirá siendo la más pobre, mientras que los dueños capitalistas serán cada vez más poderosos económica y políticamente. En conclusión, el modelo neoliberal está diseñado para que quienes ostentan el poder, tengan la posibilidad de dominar al desposeído y no solo a nivel de cada país porque debido a los efectos de la globalización la dominación se extiende a los países del tercer mundo.