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Síndrome: conjunto de signos y síntomas que remiten a una causa común.
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que estas manifestaciones serán una exageración descontrolada de la función que dicha
zona normalmente cumple. Un ejemplo: una descarga en la zona motora, producirá
movimientos descontrolados; una perturbación en el área sensitiva, producirá sensaciones
anómalas, no vinculables con ningún estímulo, ya que éste no existe. Las alteraciones de la
conciencia se explican en general por el compromiso global de la corteza.
También si recordamos lo ya desarrollado, nos será fácil deducir y suponer que
habrán crisis, convulsiones, ataques o episodios ictales (todos ellos nombres equivalentes),
que pueden iniciarse y permanecer en una determinada modalidad y lugar anatómico, o
extenderse siguiendo un patrón neuroanatómico, y/o generalizarse finalmente. Ejemplo:
movimiento involuntario de la mano derecha solamente, o comienzo del mismo movimiento
que luego se extiende al brazo, rostro y miembro inferior derecho, o continuación hasta
incluir todo el cuerpo y finalizar con la pérdida de conocimiento.
La prevalencia de esta enfermedad es del 1,5% de la población aproximadamente.
Aunque pueda comenzar a cualquier edad, es más frecuente que ocurra en niños y jóvenes.
Es menester aclarar que algunos autores prefieren el término “las epilepsias” para
señalar la heterogeneidad de estos complejos sintomáticos.
Epilepsia no es sinónimo de convulsión. Las convulsiones son una de las
manifestaciones clínicas de las epilepsias, pero pueden ocurrir también en otras
circunstancias no relacionadas con la epilepsia, como por ejemplo la hipoglucemia, la
uremia, desequilibrios hidroelectrolíticos, arritmia cardíaca, intoxicaciones, fiebre,
hemorragias intracraneanas, meningitis, encefalitis, traumatismo de cráneo.
Aunque todas las clasificaciones son imperfectas, son útiles para el diagnóstico,
tratamiento y para lograr un lenguaje común. Se pueden basar en diversos aspectos. Por
ejemplo:
1. Según la causa:
1.1. Primaria, criptogenética o ideopática: causa desconocida.
1.2. Secundaria o sintomática: causa identificable.
2. Según el tipo de crisis y el EEG:
2.1. Crisis Generalizadas. Existe compromiso de la conciencia y la alteración del
EEG compromete a toda la corteza. Las crisis generalizadas a su vez pueden ser:
2.1.1. Primariamente Generalizadas: Gran Mal tónico-clónico generalizado;
Petit Mal (ausencias), Espasmos Infantiles (Síndrome de West), Tónicas,
Clónicas, Mioclónicas bilaterales.
2.1.2. Secundariamente Generalizadas: se inician como parciales y luego se
generalizan.
2.2. Crisis Parciales o Focales. Pueden ser:
2.2.1. Simples: con sintomatología elemental.
2.2.2. Complejas: con sintomatología compleja, por ejemplo, las epilepsias
Psicomotoras.
Un paciente puede ser afectado por una Epilepsia con Crisis Parciales Simples y en
un momento determinado, pueden pasar a ser Parciales Complejas o convertirse en
Secundariamente Generalizadas. Esto no significa que siempre suceda así. Es fundamental
recordar que en las epilepsias es virtualmente imposible generalizar y cada paciente debe
ser individualmente considerado en lo que se refiere a su evaluación, diagnóstico,
tratamiento y pronóstico.
Desde la óptica neuropsicológica, algunos tipos de epilepsias son de mayor interés,
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como por ejemplo las Parciales Complejas del Lóbulo Temporal, llamadas también
Psicomotoras, y el Petit Mal.
Gran Mal
El Gran Mal es un tipo de epilepsia generalizada. Es la forma de epilepsia más
conocida a nivel popular. Se caracteriza por la brusca pérdida del conocimiento, a veces
precedida por un grito, seguida de la caída, rigidez generalizada, la que luego se convierte
en violentas sacudidas clónicas, también generalizadas, mordedura de lengua, aparición de
espuma en la boca y a veces incontinencia urinaria. Son de duración variable y suelen ser
seguidas por un período de confusión, cefalea e hipersomnia. El paciente tiene amnesia de
lo sucedido. Su pronóstico es variable dependiendo del número y duración de las crisis, la
edad de comienzo del síndrome, la presencia de otras patologías neurológicas y la historia
familiar. Pueden ser bien controladas con medicación. De por sí no conllevan algún tipo de
déficit cognitivo, y los pacientes bien controlados llevan vidas normales. Esta forma de
epilepsia suele requerir apoyo psicológico por diversas razones:
Es un diagnóstico culturalmente estigmatizante.
Las crisis pueden acaecer el lugares públicos y en presencia de personas
socialmente significativas (novios, amigos, jefe, profesores, etc.) con el consiguiente
trauma.
Las crisis no son previsibles, lo que genera temor y reacciones variables que van
desde la negación de los riesgos, a la sobreprotección paralizante.
Es una enfermedad crónica, que requiere ser aceptada y tratada.
Requiere el manejo responsable de la medicación (comprarla y tomarla).
Suele endilgársele el rol del “distinto” o del “patológico”, y con ello aplicárseles
formas variadas de discriminación.
Plantea serios interrogantes respecto al futuro del paciente en todos sus ámbitos
(laboral, formación de una familia, reproducción, etc.).
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Epilepsias Parciales Complejas del Lóbulo Temporal o Psicomotoras
Sus crisis pueden simular un trastorno psiquiátrico. Pueden ocurrir a cualquier edad.
Suelen tener un peculiar trastorno de conciencia conocido como “estado crepuscular”,
durante el cual el paciente puede desarrollar conductas variadas en forma casi normal, pero
sin tener conciencia de sus actos y con amnesia de ellos. Puede durar horas. Toda la crisis
puede ser esta alteración de conciencia, o agregarse una gama variada de síntomas como
los siguientes:
a) Cognitivos: sensación de despersonalización, pensamiento forzado, sensación de
irrealidad, distorsión del tiempo, fenómeno de lo “ya vivido” o de lo “jamás visto”,
alteraciones en la memoria.
b) Actividad Psicomotora: presencia de automatismos (esto es, conductas estereotipadas,
como p.e. movimientos de tipo masticatorio, labiales, chasquido de dedos, abrochar y
desabrochar, caminar, acción de búsqueda con las manos o aun conducir un automóvil).
c) Psicosensoriales: alucinaciones visuales o auditivas elementales (p.e. un color, un sonido)
o complejas (p.e. conversaciones). Son frecuentes las olfatorias generalmente relatadas
como displacenteras (olor desagradable). Pueden ocurrir alteraciones del esquema corporal,
relatadas por los pacientes como cambio de forma o tamaño de partes del cuerpo.
d) Autonómicos: epigastralgia2, náuseas, sialorrea3, dilatación pupilar, palpitaciones,
piloerección.
e) Afectivos: sensación de terror, reacciones coléricas.
El paciente puede tener uno o más de los síntomas referidos. Hay que recordar que
deben ser paroxísticos y recurrentes para que podamos formular el diagnóstico de epilepsia,
además de tener un EEG compatible con el síndrome. El examen neurológico de estos
pacientes suele ser normal fuera de las crisis.
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epigastralgia (del gr. epi, sobre, gáster, vientre, -algia, dolor). Dolor en la región epigástrica.
3
sialorrea (de sialo- y el gr. rheîn, fluir). Flujo exagerado de saliva.
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Esto además implicaría la posibilidad de plantearse variantes psicológicas en las
terapéuticas. Para los que les interese este aspecto, podrán leer a Maldavsky en “Teoría y
Clínica de los Procesos Tóxicos”, quien argumenta como lo hiciera Freud sobre la estasis
libidinal y su descarga.
Parece razonable pensar que quizás haya una amplia gama de causas posibles que
desemboquen en un denominador conductual común. Del mismo modo, y como
neuropsicólogos, resulta atractivo pensar si muchas conductas definidas psiquiátricamente
como anormales, no serán la manifestación descontrolada de estructuras cerebrales y por
ende, emparentadas con las epilepsias.
También hay un rol para el psicólogo forense, ya que el estado crepuscular de la
epilepsia Psicomotora y la epilepsia en general, suelen intentar utilizarse como causa de
inimputabilidad. Se ha creado un mito de relacionar a la epilepsia con la violencia, no
justificado en los hechos. En términos generales hoy se acepta que excepcionalmente un
hecho delictivo violento, en el que se logre su objetivo, pueda ser realizado acabadamente
en medio de una crisis o como parte de ésta.
Es también muy importante el rol del psicólogo educacional, ya que se suelen atribuir
trastornos de aprendizaje a la epilepsia o a su tratamiento médico. Aquí se puede ser
concluyente: la epilepsia en sí y la medicación adecuada, no producen trastornos del
aprendizaje ni de la conducta. Cuando éstos se dan, tanto la epilepsia, como la dificultad de
aprendizaje o conducta, son síntomas de una patología cerebral subyacente, que produce a
todos ellos.
En este caso, deben ser tratados independientemente, por métodos apropiados, y no
esperar que la medicación o la psicoterapia modifiquen individualmente ya sea lo biológico,
ya sea sus manifestaciones.
Retipeo de este artículo: Lic. Silvana Gigli. Correción y revisión para la edición 2010: Lic.
María Carolina Grossi.