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EPILEPSIAS

Dr. Guillermo Javier Nogueira, (2012)


El vocablo “epilepsia” es de origen griego, y significa “condición de estar agobiado;
atacado, o sufrir un acceso”.
Lo conceptual de esta entidad nosológica, es que se trata de un síndrome1, producto
de un trastorno cerebral crónico. Responde a etiologías (causas) diversas. Clínicamente
está caracterizado por episodios paroxísticos (de aparición brusca) y recurrentes.
Es necesario recordar que se trata de un síndrome de causas múltiples y variables,
secundario a una alteración cerebral crónica y de manifestación paroxística y recurrente.
El correlato neurofisiológico de las epilepsias se entiende como la perturbación
cerebral que da origen a las descargas neuronales (descargas eléctricas), que también son,
obviamente, paroxísticas y recurrentes.
La magnitud de dichas descargas, la duración, el lugar de origen en el cerebro y su
evolución: rápida o lenta, extinción, propagación a otras áreas o permanencia en un área
limitada, compromiso prioritario de estructuras excitatorias o inhibitorias, cambios
metabólicos, son los elementos que configurarán las características clínicas de cada forma
de epilepsias en un paciente determinado.
El Electroencefalograma (EEG), que consiste en el registro de la actividad eléctrica
del cerebro, nos permitirá observar dichas descargas, conocer su lugar de origen,
características y comportamiento.
En general, lo que caracteriza a una descarga es que irrumpe en la actividad
eléctrica normal del cerebro, que hipersincroniza dicha actividad (muchas neuronas hacen lo
mismo al mismo tiempo) y que habitualmente son de mayor voltaje que el de la actividad
normal. Por ser descargas extremadamente breves (individualmente) se las ve como
espigas, puntas u ondas agudas. También hay ondas lentas en diferentes combinaciones.
El valor fundamental del EEG es en los períodos intercríticos (entre crisis), ya que
nos permitirá evaluar la magnitud de la perturbación y por ende los riesgos o posibilidades
de crisis. También nos posibilitará, por la presencia de alteraciones de tipo paroxístico,
confirmar si alguna manifestación clínica poco clara o dudosa, puede ser considerada o no
de tipo epiléptica.
La descripción de una crisis y los hallazgos del EEG, nos llevarán a lo que se llama
correlación electro-clínica o clínico-neurofisiológica. El EEG puede ser normal y no obstante
el paciente tener crisis y ser epiléptico. Esto se explica si entendemos que cada electrodo
del electroencefalógrafo es como si fuera “un ojo” espiando por una pequeña ventana, una
determinada cantidad de tejido cerebral. Puede suceder que la zona perturbada sea muy
pequeña y quede enmascarada por el resto del tejido normal, que en el momento de estar
realizando el EEG, las descargas sean pocas y de bajo voltaje, o que la zona perturbada
esté muy lejos del electrodo y no pueda ser captada.
De esto se desprende una conclusión muy importante y es que el diagnóstico de
epilepsia es clínico. El EEG es un elemento auxiliar de diagnóstico, sumamente valioso,
pero no determinante. Dicho de otro modo: un EEG normal no invalida el diagnóstico si la
clínica es coherente, y a su vez, un EEG anormal, no valida el diagnóstico de por sí, en
ausencia de una clínica significativa. Por supuesto que pueden darse situaciones de duda y
es allí donde el seguimiento, la reiterada observación, la experiencia o la repetición del EEG
en condiciones especiales (monitoreo, veinticuatro horas, sueño, etc), pueden ayudar a un
diagnóstico correcto. Reiteramos una vez más, recordar las claves señaladas al comienzo.
Si comprendemos todo lo anterior, podemos ya sospechar que las manifestaciones
clínicas podrán ser perturbaciones de la motilidad, de las sensaciones y de la conciencia,
dependiendo del lugar de origen y dinámica de la perturbación. También podemos ya saber

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Síndrome: conjunto de signos y síntomas que remiten a una causa común.

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que estas manifestaciones serán una exageración descontrolada de la función que dicha
zona normalmente cumple. Un ejemplo: una descarga en la zona motora, producirá
movimientos descontrolados; una perturbación en el área sensitiva, producirá sensaciones
anómalas, no vinculables con ningún estímulo, ya que éste no existe. Las alteraciones de la
conciencia se explican en general por el compromiso global de la corteza.
También si recordamos lo ya desarrollado, nos será fácil deducir y suponer que
habrán crisis, convulsiones, ataques o episodios ictales (todos ellos nombres equivalentes),
que pueden iniciarse y permanecer en una determinada modalidad y lugar anatómico, o
extenderse siguiendo un patrón neuroanatómico, y/o generalizarse finalmente. Ejemplo:
movimiento involuntario de la mano derecha solamente, o comienzo del mismo movimiento
que luego se extiende al brazo, rostro y miembro inferior derecho, o continuación hasta
incluir todo el cuerpo y finalizar con la pérdida de conocimiento.
La prevalencia de esta enfermedad es del 1,5% de la población aproximadamente.
Aunque pueda comenzar a cualquier edad, es más frecuente que ocurra en niños y jóvenes.
Es menester aclarar que algunos autores prefieren el término “las epilepsias” para
señalar la heterogeneidad de estos complejos sintomáticos.
Epilepsia no es sinónimo de convulsión. Las convulsiones son una de las
manifestaciones clínicas de las epilepsias, pero pueden ocurrir también en otras
circunstancias no relacionadas con la epilepsia, como por ejemplo la hipoglucemia, la
uremia, desequilibrios hidroelectrolíticos, arritmia cardíaca, intoxicaciones, fiebre,
hemorragias intracraneanas, meningitis, encefalitis, traumatismo de cráneo.

Clasificación de las epilepsias

Aunque todas las clasificaciones son imperfectas, son útiles para el diagnóstico,
tratamiento y para lograr un lenguaje común. Se pueden basar en diversos aspectos. Por
ejemplo:
1. Según la causa:
1.1. Primaria, criptogenética o ideopática: causa desconocida.
1.2. Secundaria o sintomática: causa identificable.
2. Según el tipo de crisis y el EEG:
2.1. Crisis Generalizadas. Existe compromiso de la conciencia y la alteración del
EEG compromete a toda la corteza. Las crisis generalizadas a su vez pueden ser:
2.1.1. Primariamente Generalizadas: Gran Mal tónico-clónico generalizado;
Petit Mal (ausencias), Espasmos Infantiles (Síndrome de West), Tónicas,
Clónicas, Mioclónicas bilaterales.
2.1.2. Secundariamente Generalizadas: se inician como parciales y luego se
generalizan.
2.2. Crisis Parciales o Focales. Pueden ser:
2.2.1. Simples: con sintomatología elemental.
2.2.2. Complejas: con sintomatología compleja, por ejemplo, las epilepsias
Psicomotoras.

Un paciente puede ser afectado por una Epilepsia con Crisis Parciales Simples y en
un momento determinado, pueden pasar a ser Parciales Complejas o convertirse en
Secundariamente Generalizadas. Esto no significa que siempre suceda así. Es fundamental
recordar que en las epilepsias es virtualmente imposible generalizar y cada paciente debe
ser individualmente considerado en lo que se refiere a su evaluación, diagnóstico,
tratamiento y pronóstico.
Desde la óptica neuropsicológica, algunos tipos de epilepsias son de mayor interés,

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como por ejemplo las Parciales Complejas del Lóbulo Temporal, llamadas también
Psicomotoras, y el Petit Mal.

Descripción de algunas de las epilepsias

Gran Mal
El Gran Mal es un tipo de epilepsia generalizada. Es la forma de epilepsia más
conocida a nivel popular. Se caracteriza por la brusca pérdida del conocimiento, a veces
precedida por un grito, seguida de la caída, rigidez generalizada, la que luego se convierte
en violentas sacudidas clónicas, también generalizadas, mordedura de lengua, aparición de
espuma en la boca y a veces incontinencia urinaria. Son de duración variable y suelen ser
seguidas por un período de confusión, cefalea e hipersomnia. El paciente tiene amnesia de
lo sucedido. Su pronóstico es variable dependiendo del número y duración de las crisis, la
edad de comienzo del síndrome, la presencia de otras patologías neurológicas y la historia
familiar. Pueden ser bien controladas con medicación. De por sí no conllevan algún tipo de
déficit cognitivo, y los pacientes bien controlados llevan vidas normales. Esta forma de
epilepsia suele requerir apoyo psicológico por diversas razones:
 Es un diagnóstico culturalmente estigmatizante.
 Las crisis pueden acaecer el lugares públicos y en presencia de personas
socialmente significativas (novios, amigos, jefe, profesores, etc.) con el consiguiente
trauma.
 Las crisis no son previsibles, lo que genera temor y reacciones variables que van
desde la negación de los riesgos, a la sobreprotección paralizante.
 Es una enfermedad crónica, que requiere ser aceptada y tratada.
 Requiere el manejo responsable de la medicación (comprarla y tomarla).
 Suele endilgársele el rol del “distinto” o del “patológico”, y con ello aplicárseles
formas variadas de discriminación.
 Plantea serios interrogantes respecto al futuro del paciente en todos sus ámbitos
(laboral, formación de una familia, reproducción, etc.).

Petit Mal, Pequeño Mal o Picnolepsia


El Petit Mal es un tipo de epilepsia generalizada. Afecta exclusivamente a niños
frecuentemente en edad escolar. Se ven afectados por crisis de “ausencias” de muy corta
duración, 3 a 30 segundos, que se pueden repetir entre 30 a 40 veces por día. Las
ausencias son una desconexión respecto del medio circundante, habitualmente el niño/a
permanece con la mirada fija o “perdida” durante esos segundos, y a veces con un parpadeo
rápido. Inmediatamente ocurrida la crisis, él o ella continúa sin alteraciones con su actividad
y no es consciente de lo que sucedió. Generalmente este fenómeno es detectado por las
maestras, que describen al niño como “perdido” o “distraído”. La importancia para el
neuropsicólogo es que, si la frecuencia de las crisis es muy alta, producen una importante
interferencia en el proceso de aprendizaje, ya que al sumarse los pequeños “baches” en la
conciencia, queda como resultado un vacío de contenido de información.
El Petit Mal es de buen pronóstico, ya que se controla muy bien con medicación y
desaparece espontáneamente durante la adolescencia. Un pequeño porcentaje de estos
pacientes, pueden evolucionar con la edad a formas de epilepsia generalizada de tipo Gran
Mal. El EEG del Petit Mal es característico y permite un diagnóstico de certeza. Se puede
provocar una ausencia haciendo hiperventilar al niño entre 1 y 3 minutos mientras se le
realiza dicho estudio. Esta situación no debe ser efectuada por curiosidad, ni fuera del
ámbito médico.

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Epilepsias Parciales Complejas del Lóbulo Temporal o Psicomotoras
Sus crisis pueden simular un trastorno psiquiátrico. Pueden ocurrir a cualquier edad.
Suelen tener un peculiar trastorno de conciencia conocido como “estado crepuscular”,
durante el cual el paciente puede desarrollar conductas variadas en forma casi normal, pero
sin tener conciencia de sus actos y con amnesia de ellos. Puede durar horas. Toda la crisis
puede ser esta alteración de conciencia, o agregarse una gama variada de síntomas como
los siguientes:
a) Cognitivos: sensación de despersonalización, pensamiento forzado, sensación de
irrealidad, distorsión del tiempo, fenómeno de lo “ya vivido” o de lo “jamás visto”,
alteraciones en la memoria.
b) Actividad Psicomotora: presencia de automatismos (esto es, conductas estereotipadas,
como p.e. movimientos de tipo masticatorio, labiales, chasquido de dedos, abrochar y
desabrochar, caminar, acción de búsqueda con las manos o aun conducir un automóvil).
c) Psicosensoriales: alucinaciones visuales o auditivas elementales (p.e. un color, un sonido)
o complejas (p.e. conversaciones). Son frecuentes las olfatorias generalmente relatadas
como displacenteras (olor desagradable). Pueden ocurrir alteraciones del esquema corporal,
relatadas por los pacientes como cambio de forma o tamaño de partes del cuerpo.
d) Autonómicos: epigastralgia2, náuseas, sialorrea3, dilatación pupilar, palpitaciones,
piloerección.
e) Afectivos: sensación de terror, reacciones coléricas.
El paciente puede tener uno o más de los síntomas referidos. Hay que recordar que
deben ser paroxísticos y recurrentes para que podamos formular el diagnóstico de epilepsia,
además de tener un EEG compatible con el síndrome. El examen neurológico de estos
pacientes suele ser normal fuera de las crisis.

Rol del psicólogo


En realidad, el psicólogo tiene un rol importante en todas las epilepsias, lo que
sucede es que por su frecuencia y espectacularidad es en la del tipo Gran Mal, donde
parece ser más necesario, y sin embargo poco utilizado.
Existen otras circunstancias en donde las epilepsias encuentran un interesante área
de trabajo. Se ha insistido en la existencia de la “personalidad epileptoide”, caracterizada por
viscosidad, carencia de humor o humor sombrío, tendencia a la hipergrafia, excesivo interés
en los detalles, hipermoralidad e hiperreligiosidad. En realidad no existe una relación
absoluta entre estos rasgos y la epilepsia. Lo más que puede decirse es que los pacientes
con epilepsia del lóbulo temporal, suelen tener una cantidad mayor de ellos. Del mismo
modo parece existir una correlación aún en tela de juicio, entre epilepsia del lóbulo temporal
y psicosis, a la que algunos llaman definitivamente esquizofrenia, y otros autores la
denominan “tipo esquizofrenia”, ya que la creen peculiar del trastorno epiléptico. En realidad,
el correlato parecería poder expresarse diciendo que existen personas con psicosis entre las
que padecen a la epilepsia y particularmente la del lóbulo temporal. Esto supera lo
esperable por azar, del mismo modo un cierto número de personas con psicosis tendrán
EEG anormales compatibles con epilepsia del lóbulo temporal. En estas situaciones, el
psicólogo además de todo lo dicho con anterioridad, será un participante en la etapa
diagnóstica.
Existe también un área en la que es muy interesante valorizar el rol del psicólogo, y
es en el de la especulación sobre posibles detonadores de una crisis, los que, con cierta
frecuencia, suelen ser de tipo emocional. Cabe aquí preguntarse si un estímulo con
determinada carga emocional es solamente un detonante o un generador de la enfermedad.

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epigastralgia (del gr. epi, sobre, gáster, vientre, -algia, dolor). Dolor en la región epigástrica.
3
sialorrea (de sialo- y el gr. rheîn, fluir). Flujo exagerado de saliva.

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Esto además implicaría la posibilidad de plantearse variantes psicológicas en las
terapéuticas. Para los que les interese este aspecto, podrán leer a Maldavsky en “Teoría y
Clínica de los Procesos Tóxicos”, quien argumenta como lo hiciera Freud sobre la estasis
libidinal y su descarga.
Parece razonable pensar que quizás haya una amplia gama de causas posibles que
desemboquen en un denominador conductual común. Del mismo modo, y como
neuropsicólogos, resulta atractivo pensar si muchas conductas definidas psiquiátricamente
como anormales, no serán la manifestación descontrolada de estructuras cerebrales y por
ende, emparentadas con las epilepsias.
También hay un rol para el psicólogo forense, ya que el estado crepuscular de la
epilepsia Psicomotora y la epilepsia en general, suelen intentar utilizarse como causa de
inimputabilidad. Se ha creado un mito de relacionar a la epilepsia con la violencia, no
justificado en los hechos. En términos generales hoy se acepta que excepcionalmente un
hecho delictivo violento, en el que se logre su objetivo, pueda ser realizado acabadamente
en medio de una crisis o como parte de ésta.
Es también muy importante el rol del psicólogo educacional, ya que se suelen atribuir
trastornos de aprendizaje a la epilepsia o a su tratamiento médico. Aquí se puede ser
concluyente: la epilepsia en sí y la medicación adecuada, no producen trastornos del
aprendizaje ni de la conducta. Cuando éstos se dan, tanto la epilepsia, como la dificultad de
aprendizaje o conducta, son síntomas de una patología cerebral subyacente, que produce a
todos ellos.
En este caso, deben ser tratados independientemente, por métodos apropiados, y no
esperar que la medicación o la psicoterapia modifiquen individualmente ya sea lo biológico,
ya sea sus manifestaciones.

Acerca del uso del término “disritmia”


Un párrafo al respecto merece el lamentable uso que se hace en nuestro medio del
término “disritmia”. En realidad este término no significa otra cosa que la alteración del ritmo,
y no es sinónimo de epilepsia o patología cerebral claramente demostrable. A veces, se lo
suele utilizar para evitar decir la palabra epilepsia, con lo que se fomenta el mantenimiento
de los mitos ignorantes; en otros casos para justificar el pedido de un EEG y/o para atribuir
una etiología neurológica a claras alteraciones psicológicas.
Recordar nuevamente los criterios enunciados y reiterados para el diagnóstico de
epilepsia.
Un EEG en ausencia de la clínica correspondiente no basta; y más aún, la alteración
electroencefalográfica debe ser definible dentro de los patrones claramente establecidos
para la epilepsia.
No hay nada peor que, con un EEG, convertir a un neurótico en “disrrítmico” y
contrabandearle los psicofármacos como medicación para la “disrritmia”, sin ofrecerle
alternativas más sanas y sensatas. Igualmente es desastroso atribuir un trastorno de
aprendizaje a una vaga “disrritmia” y medicarlo como si fuera una epilepsia, ya que esto
sumará el descenso cognitivo de algunas drogas antiepilépticas a la dificultad primaria, sin
obtener ninguna de las ventajas del verdadero control de una epilepsia claramente
diagnosticada.

Retipeo de este artículo: Lic. Silvana Gigli. Correción y revisión para la edición 2010: Lic.
María Carolina Grossi.

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