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Dangerous To Know and Love
Dangerous To Know and Love
to know
and love
luanpc
Prólogo
Lauren Jauregui es la chica con la cual todas las chicas y chicos quieren salir y la
chica que todos los chicos y chicas quieren ser. Malhumorada, con un temperamento
explosivo, cerrada y sombría. Es inclusive hermosa, tatuada en lugares deliciosos,
con un piercing en la ceja y pelo negro y despeinado.
Quinn vive con su hermano mayor, Chris, y su casa es el centro de las fiestas.
¿Quieres drogas, un buen momento, licor, sin preguntas? Jauregui es el lugar para
ir.
Cuando Lauren y la chica buena Camila Cabello tienen que trabajar juntas en una
asignación, Camila encuentra mucho más en la chica mala de la universidad que su
reputación. Es inteligente, divertida y una buena compañía.
Silencio.
Sintió una presencia detrás y se giró para ver a los ojos preocupados de su hermano
viéndola.
—No la cagues.
Lauren sonrió.
¿Por qué demonios aceptó tomar la clase de Introducción a los Negocios? Oh, sí,
porque sus padres no creían que una especialización en música le diera grandes
oportunidades en el futuro.
La respuesta de su nueva compañera de cuarto fue mirar las cosas por el lado
bueno.
—Apesta —dijo Dinah—. Pero, uno nunca sabe, puede que conozcas a algún chico
lindo que resulte ser el próximo Mark Zuckerberg.
—Me sorprende que puedas caminar con ellos... oh, cierto, no puedes. – Dinah
levantó las cejas.
— ¡Hola! ¡Son de Manolo Blahnik! Se supone que son para ser vistos, no para
caminar en ellos.
—Sí, como sea. De acuerdo, en serio, ¿con cuál de estos chicos te acostarías? —Y sus
brazos barrieron los alrededores, indicando a todos los que se encontraban en el
auditorio. Camila rió.
— ¿No? ¿No crees que la chica de la camiseta roja sea linda? – Camila estiró el
cuello.
— ¿Cuál es tu tipo? —preguntó Dinah curiosamente. Todos los chicos y chicas lindas
eran el tipo de Dinah. Se encogió de hombros. Lo cierto era que no tuvo muchas
citas en la secundaria. De acuerdo, cambia eso a ninguna, a menos que contara el
baile de graduación y el fiasco de la no-cita. Cómo es que una no-cita pudo haber
terminado siendo un completo desastre, permanecía siendo un misterio para ella,
pero fue una de las peores y más humillantes noches de su vida, que incluyó el
vómito —de alguien más— y... No, no quería pensar en ello. Definitivamente no
contaba.
—Vamos, Mila —dijo Dinah, en tono alentador—. ¿Qué hay de ese chico con el que
hablabas en Facebook anoche?
— ¿Arturito? No, sólo es un amigo de la secundaria.
— ¿Entonces no es...?
— ¡Iug, no! Lo conozco desde el jardín de niños, eso sería simplemente... raro.
— ¿Como ella? —dijo Dinah, asintiendo hacia la chica que acababa de entrar.
Sin hablar con ningún alma o hacer contacto visual con nadie, la chica lanzó la
chaqueta en un asiento y su mochila del otro lado. ¿No era una regla que todos los
chicos y chicas geniales se sentaran en la última fila? Pero no, ella no.
Sintió sus cejas juntarse al fruncirse.
—Ugh, no, no soporto a las chicas como esa —dijo—. Todas emo, creyendo que son
mejores que los demás.
—Sí, pero es linda —dijo Dinah, lamiéndose los labios—. Esa chica es atractiva. Voy
a averiguar quién es.
Mientras el aula comenzaba a vaciarse, no pudo evitar notar que la Chica Aro en la
Ceja no le habló a nadie, y no hizo contacto con ninguna persona con la que
compartía la clase. Y llevaba sus anteojos de sol otra vez. En el interior. Qué
imbécil. Pero tenía que admitir que Dinah tenía razón en una cosa: era una linda
imbécil. Su cabello era negro y su piel clara como porcelana. Por lo que vio de sus
ojos, eran un tono claro de verdes, rodeados por largas pestañas encima de pómulos
perfectos y labios llenos y besables. ¿Besables? ¿Dónde se hallaba la verdadera
Camila Cabello, y quién demonios tenía estos pensamientos? Con un resoplido,
dirigido a la injusticia del mundo donde la gente hermosa podía salirse con la suya y
ser imbécil, fue directo a las aulas de práctica para su clase particular con el
profesor de violín. Mientras se apresuraba a través del patio interior, no pudo evitar
preguntarse por qué una chica tan hermosa querría profanar lo que Dios le dio
cubriendo su cuerpo con tatuajes y metiendo un pedazo de metal en su ceja. Cierto,
ella tenía las orejas perforadas, pero era diferente. Obviamente. No entendía por
qué las chicas en la universidad se obsesionaban tanto con los tipos y tipas con
tatuajes. Simplemente no le encontraba sentido, y ciertamente no tenía intención de
hacerse uno. Iba a lucir raro cuando tuviera cuarenta. Suspiró, preguntándose por
qué nació tan sensata. La mañana fue rápida después de eso, y se olvidó acerca de
la Chica Aro en la Ceja. Su tutor de violín, el profesor Crawford, resultó ser
increíble y creyó que se llevaban bien. Le dio algunos consejos para mejorar su
inclinación, que inmediatamente la ayudaron. Así que se hallaba de buen humor
cuando se cruzó con Dinah de vuelta en el comedor.
— ¿Qué les pasó a los Manolo? —preguntó, con una sonrisa conocedora.
—Digamos simplemente que los guardaré para una noche en la que vaya en
limusina —gruñó Dinah. Camila levantó una ceja.
Dinah le presentó al resto de las chicas en la mesa: Marley, Alexa y Holly. Todas
cursaban la carrera de modas como Dinah. No es que había necesitado esa
presentación para darse cuenta de ello, sus ropas gritaban "diseñador" a un
kilómetro de distancia.
—No como toca Camila. — Sonrió y le guiñó a su compañera de cuarto, pero luego
algo distrajo su atención y sus ojos se movieron rápidamente al otro lado de la
habitación.
—Se ha metido en dos peleas esta semana —dijo Alexa, encantada de ser la que
contara las noticias—. Se enojó con algún estudiante graduado sin razón aparente.
—Entonces bajó la voz
Negó tan fuerte que pueda haber jurado que se le agitó el cerebro. Dinah rió, y
comenzó a hablar de planes para el fin de semana. Irritada consigo, sacó de su
cabeza todos los pensamientos sobre la Chica Aro en la Ceja. Algunas personas no
conocían su suerte.
La primera semana de Camila lejos de casa fue difícil, siendo sutiles. Extrañaba a
su familia. Extrañaba ser capaz de hablar con su mamá, que también era su mejor
amiga. Seguro, hablaban por teléfono todas las noches, pero no era lo mismo.
Extrañaba los chistes malos de su papá, su fuerte y tranquila presencia y la
sensación de que ante cualquier problema que tuviera, él lo resolvería. Incluso
extrañaba a su hermano pequeño David que, a los trece años, ya no era tan
pequeño, y era un verdadero dolor en el trasero. Aun así, los extrañaba a todos. Y la
universidad era diferente. Para comenzar, compartía una habitación por primera
vez en su vida, lo cual significaba que no existía mucha privacidad, aunque Dinah
resultó ser muy agradable. Allí se encontraba esa palabra otra vez. Se tuvo que
acostumbrar a los baños comunitarios, y a llevar sandalias en la ducha, irritada de
tener que esperar hasta segundo año para que los dormitorios de las mujeres fueran
renovados con baños privados. Extrañaba ser capaz de cocinar, en lugar de tener
que comer siempre en la cafetería. Y la cantidad de trabajo que le daban sus
profesores era abrumador. Entró un poco en pánico cuando se dio cuenta de lo
pesada que iba a ser su rutina, y el hecho de que, para el final de la primer semana,
ya se había atrasado en dos clases, especialmente negocios, la cual podría haber
estado en griego antiguo, por lo que entendía de ella.
Pero era noche de viernes, y Dinah la obligó a bajar para comer pizza con algunas
de las chicas. A pesar del hecho de que Alexa estuvo allí, fue más divertido de lo que
esperaba. Pasaron la mañana del sábado estudiando y durante la tarde fueron a las
tiendas de ofertas y, bajo insistencia de Dinah, gastó más de lo que necesitaba en un
nuevo par de vaqueros para llevar esa noche cuando fueran a bailar. Para el
domingo, se sentía tan preocupada por su tarea que decidió pasar la tarde y noche
en la biblioteca. Vaya, ¿qué tan triste era eso? Nada sorpresivamente, la biblioteca
permanecía casi vacía. El área común de estudios hizo un fuerte sonido de eco
cuando arrastró la silla a través del suelo. Tres chicos que parecían ser de último
año de medicina, encorvados encima de libros de anatomía, le dirigieron miradas
irritadas, sorprendidos por su intrusión, y un par de personas que caminaban sin
rumbo a través de las estanterías. Apagó su iPod con un suspiro, dejando que
murieran las últimas notas de "Running out of Air" de Love and Thetft, y entonces
los sorprendidos ojos de Camila cayeron en la última persona que esperaba ver en la
biblioteca, mucho menos durante un fin de semana, la Chica Aro en la Ceja.
Se sentaba en una mesa sola, con su libro de negocios abierto delante de ella. De vez
en cuando escribía algunas notas en su portátil. Ella se dejó caer en una de las
mesas que resultaban tenerlo a la vista. Decidió que seguramente se hallaba allí
para encontrarse con uno de sus contactos de droga, y si era así, le diría al
bibliotecario en turno. Probablemente. Tal vez. Pero se encontraba fascinada
mientras sus largos dedos pasaban intermitentemente por su cabello, o tiraban del
arete en su ceja. Luego de media hora, tuvo que admitir que no hacía nada más
siniestro que estudiar, a pesar de que parecía el tipo de chica que se estaría
recuperando de una noche dura de fiesta durante el sábado. Eventualmente, volvió
los ojos a su propia pila de tarea, que no había disminuido en los últimos treinta
minutos de observarla distraídamente. Luego de unas cuatro horas de verdadero
estudio, sus ojos se sentían cansados y arenosos, como si las páginas de sus libros
hubieran estado cubiertas de papel de lija mientras las leía, y no quería hacer nada
más que volver a su habitación y dormir. Esperaba que Dinah no se volviera
hiperactiva y ruidosa, aunque las probabilidades se hallaban en su contra. Se frotó
el rostro y levantó la mirada, para encontrarse directamente con los ojos verdes de
la Chica Aro en la Ceja. Esperaba que alejara la mirada, pero no lo hizo. La
mantuvo, con el rostro impasible. Para su molestia, sintió su piel calentarse con
rubor. ¡No, no, no! ¡No en frente de ella! Pero su sonrojo se comportó mal y no le
prestó atención en absoluto. Fue salvada por el bibliotecario, que anunció que
cerrarían. Para cuando volvió a mirar, la Chica Aro en la Ceja ya había metido su
portátil y libros en su mochila, y se dirigía afuera. Velozmente, Camila agarró sus
libros y se apresuró a ir detrás de ella, diciéndose a sí misma que era porque no
quería quedarse sola en el espeluznante edificio. Ella se encontraba unos seis
metros delante, cuando se tropezó en la puerta de la biblioteca, y cayó tumbada en
los fríos escalones. Gritó mientras se raspaba las manos al caer de rodillas. La Chica
Aro en la Ceja ni siquiera dejó de caminar, mucho menos se dio la vuelta para
ayudarla. Aunque debió haberla escuchado gritar, la ignoró por completo, dando
zancadas hacia la oscuridad. Dolida y humillada, agarró sus libros, maldiciendo en
silencio a la chica de cabello negro que la distrajo tan desastrosamente.
—Debiste haber estado allí, Camila, fue asombroso. Nuestras identificaciones falsas
eran totalmente geniales. Alexa estuvo tomando chupitos de tequila, se encontraba
hecho un desastre.
—Eres un héroe —dijo Dinah, con los dedos escarbando en busca de las pastillas.
— ¿A dónde vas?
—De acuerdo, ¿te veo más tarde? Vamos a comer comida italiana esta noche.
—Eh, no, gracias. Tengo cosas que hacer —dijo, evasivamente—. Nos vemos.
Se sentía un poco mareada, y se dio cuenta de que sus palmas sudaban mientras se
las frotó en sus nuevos vaqueros. Esta era una mala idea. Debería regresar a los
dormitorios antes de hacer un ridículo aún más grande de sí misma. Acababa de
convencerse de dar vuelta y marcharse cuando la puerta de acero se abrió. El
hombre más grande que jamás conoció la miraba. Por Dios, era enorme. Lucía como
que podía aplastarle las costillas con una mano si quería. Su cabeza era calva, o se
la afeitaba, y sus brazos y cuello se veían totalmente cubiertos de tatuajes. Le
sonrió, y ella automáticamente retrocedió un paso.
—Entra, cariño.
Quería decir que no. Quería dar la vuelta y correr, pero de alguna manera sus pies
no obedecieron a su cuerpo. El hombre seguía mirándola, así que respiró hondo y
entró. Deseaba haber dejado un mensaje a alguien para decirle a dónde iba, para
que supieran dónde encontrar su cadáver mutilado. Tal vez su celular tenía
seguimiento satelital. Tal vez debería esconderlo en alguna parte en el club antes...
—Otro cordero para la masacre —dijo una voz baja, y varios de ellos se rieron
disimuladamente.
Tragó saliva, enderezó los hombros y siguió adelante con un aire decidido,
desmentido por la forma en que su estómago se revolvía y sacudía. La miraban con
expresión divertida pero a pesar de su aspecto temible, su comportamiento no era
amenazante. Se detuvo abruptamente cuando vio que "uno de ellos" era la Chica del
Aro en la Ceja. ¿Por qué tenía que estar aquí para presenciar su mayor humillación?
Le devolvió la mirada sin reconocerla y se sintió ridícula pensando que sabría de
ella, o incluso la recordaría. Se encontraba recostada en el piano, con un pie apoyado
detrás de ella, su rodilla doblada, una postura relajada y cómoda. Cuando Camila se
acercó, saltó del escenario.
Lauren se hallaba irritada consigo misma por ir al club. Sabía que sería provocar
una tormenta de mierda de recuerdos, y no necesitaba la furia de su hermano
cuándo lo supiera, pero de alguna manera no fue capaz de permanecer lejos
tampoco. Aun así, no existía forma en la tierra que la hiciera quedarse para otra
audición inepta. Tenía sus límites. Se sorprendió cuando la última víctima apareció.
No se parecía en nada a la clase de chica que iría al club. Le encantaba el lugar,
pero tenía que ser sincera: era un horrible hoyo de mierda. Parecía demasiado
joven, para empezar, y demasiado dulce. Pero sabía que las apariencias podían
engañar. También era muy consciente de cómo la gente la juzgaba en el momento
que la veía. Las reacciones eran predecibles. Generalmente, no le importaba lo que
pensaran. No, eso no era cierto. No le importaba lo que la gente pensaba de la forma
en que ella lucía. Sabía que sus tatuajes, sus perforaciones, la forma en que vestía,
le daba a la gente un mensaje gigante de váyanse a la mierda y eso le sentaba muy
bien. Esa mierda era deliberada. Aprendió a tener cuidado con la gente en general,
y comenzar la universidad fue un gran problema para ella. Ya tuvo que noquear un
par de idiotas, y Chris le dio un infierno cuando volvió a casa con los nudillos
magullados dos días seguidos. Era jodidamente divertido si lo pensabas. Tal vez
"irónico" era la palabra.
Era la pelirroja.
— ¡Oh, guau, lo siento! —Rió—. ¡Dije "hola" como tres veces! Debes haber estado
concentrada.
—Así que, ¿me preguntaba, quieres tomar un café? Mis amigas se tienen que ir y no
me gusta tomar café sola. – Evaluaba internamente cómo responder.
— ¿Qué tal si nos vemos mañana por la noche mejor? En el Blue Note, en la calle
West River, ¿Lo conoces? Trae a tus amigas.
Lauren sonrió.
—No, es genial. Mi amigo trabaja allí.
—Lauren.
Ella se rió.
—Lo sé.
Frunció el ceño, preguntándose si no era con ella con quién quería conectar, sino con
lo que su hermano podía ofrecer. Bueno, si buscaba eso nada más, estaría
decepcionada.
—Voy a estar allí después de las nueve de la noche. —Tu jugada, hermosa.
Se alejó, balanceando sus caderas, y Lauren se lamió los labios. Como regla general,
no tenía citas. Lo que no quería decir que no tenía mujeres, porque esa sería una
gran mentira ridícula. Pero tal vez ya era hora de pasar a una nueva página y
tratar con esa mierda de las citas. Puede ser. Se sentía como que tomaba un riesgo
enorme, con todo lo que quería mantener oculto. Pero este año era todo sobre nuevos
comienzos. ¿Cierto? La relajación que encontró durante su entrenamiento se
evaporó mientras la incertidumbre crecía. Irritada consigo misma, fue a las duchas
y dejó que el calor del agua caliente en su piel la calmara. Cuando terminó, se puso
un top delgado deportivo y envolvió una toalla sobre su esbelta cintura y se dirigió a
su casillero.
—Hola chica.
Miró a los dos deportistas con cautela, valorando mentalmente cuánto espacio
tendría para darles un puñetazo si empezaban algo. No eran apenas un poco más
altos que ella, pero los dos pesaban al menos diez o quince kilos más.
— ¿Qué?
—Bueno, um, sólo me preguntaba si, um... oímos que las chicas se ponen calientes
por eso.
—Valió la pena. —Y esta vez no pudo evitar que una enorme sonrisa se deslizara.
—Por supuesto. El salón de tatuajes de TJ lo hará por ti. Harán cualquier tipo de
perforaciones.
— ¿Amiga, en serio?
Se echó a reír.
—Sí, anillos en los pezones son cosas normales en el salón de TJ. Perforarán casi
cualquier cosa si se los pides. En cualquier lugar.
—Chica, tengo que sentarme —dijo el grandote, estrellándose en una de las bancas.
Negó con la cabeza y sonrió para sus adentros. Marica. Poniéndose la ropa sobre su
cuerpo todavía húmedo, revisó su celular. Chris le envió un mensaje de todo
despejado. Podía volver a casa. Se aproximó al estacionamiento y no pudo evitar
sonreír al ver a su motocicleta. Era una Harley Davidson 1969 que compró como
chatarra y restauró. Le tomó dos años ahorrar dinero de los fines de semana y los
veranos trabajando en un taller, pero lo hizo. Al montar la máquina elegante, vio a
Terry riendo con sus amigas. Lo saludó con la mano y asintió hacia ella, sintiendo
un escalofrío de anticipación mezclado con ansiedad.
Suspiró. Una cosa que las fiestas de Chris tenían, era que nunca tenía ningún
problema para conseguir sexo. Le guiñó un ojo a la chica y subió las escaleras antes
de que sus evidentes encantos la hicieran cambiar de opinión. Por lo menos su
habitación era privada. Se sentía contenta de que Chris aceptara que era necesario
poner una cerradura en la puerta. Sacó la llave, pasando por encima de un par de
cuerpos que se desplomaron en el pasillo. La música palpitaba a través de las
paredes de la casa con tanta fuerza que podía sentir las vibraciones en sus huesos.
No le molestaba: estaba acostumbrada. Su habitación, en comparación, era un oasis
calmado. Cerró la puerta detrás de ella y se arrojó de espaldas sobre la cama. Tenía
un poco de tarea que hacer antes de las clases en la mañana y después, bueno,
saldría con Terry. Trató de ignorar el endurecimiento de su polla mientras pensaba
en su boca como capullo de rosa y las cosas que podía hacer con ella, tratar de
estudiar con una erección era una mala idea. Tenía que concentrarse. Pero antes de
que pudiera abrir sus libros, el teléfono sonó en su bolsillo. Su hermano. Con
cansancio, se levantó y abrió la puerta. Sabía lo que venía a continuación y no tenía
ganas de pelear.
Se encogió de hombros.
— ¿Sí, y qué?
Asintió.
—Está bien, hermanita. Pero la próxima vez, haz tu cita en un club diferente.
¿Entiendes?
—Como sea.
Chris la empujó con fuerza en el centro del pecho y Lauren se estrelló en su cama.
Su hermano sonrió y le hizo señas para que cerrara la puerta detrás de él. Bueno,
eso fue mejor de lo que esperaba.
Capítulo 2
Y le dieron el trabajo. Estaba dentro. Los ensayos comenzarían en unos días con su
primera actuación planeada para tres semanas después. Le dieron un apodo,
diciéndole que "Camila" tenía "demasiadas malditas letras". Para ellos era Cam, y
era uno de ellos. La invitaron al club el martes para que escuchara a otra banda
tocar. Querían su compañía. Fue fantástico excepto por una cosa: deseaba que la
Chica con el Aro en la Ceja se hubiera quedado. Le habría gustado ver la mirada en
su rostro cuando descubriera, junto a sus amigos, que podía cantar. El pensamiento
la confundía, especialmente porque se portaba como una idiota en cada ocasión en la
que se cruzaban.
Pero sus amigos eran geniales, a pesar de la forma que lucían. La escucharon
respetuosamente y no trataron de seducirla. Bueno, se sentía acostumbrada a eso,
pero el respeto era nuevo, y lo disfrutaba. Demasiado.
No podía esperar a contarle las noticias a Dinah. Luego vaciló. Una cosa era cantar
algunos blues habituales en una habitación vacía durante una audición, pero era
algo totalmente distinto cantar material original de alguien más, delante de una
audiencia que había pagado. Decidió que esperaría hasta después de la primera
práctica antes de transmitirle su felicidad. Para entonces tendría una mejor idea de
cómo funcionarían las cosas. Como mucho. Podrían decidir que cometieron un error
o encontrarían a alguien mejor. Dinah se sentaba con las piernas cruzadas sobre la
cama, mirando su portátil, teniendo a las menos seis conversaciones distintas, si el
sonido metálico de los mensajes significaba algo. A pesar del cansancio que
conllevaba su resaca, Dinah la miró valorativamente y Camila tuvo que apartar la
mirada.
— ¡Dios, Dinah! ¡Nada! Sólo pasé una buena tarde. Mira, uhm, algunos... amigos me
invitaron a este club mañana por la noche, y me preguntaba si querías venir.
Oh.
—Bien, merecía eso —admitió—, y lo siento, pero, ¿irás? Por favor, Dinah. No quiero
ir sola.
Dinah resopló un poco más, luego dijo—: ¿Quiénes son estos amigos tuyos? Nunca te
he visto hablar con alguien.
—Uhm...
Dinah hizo una pausa dramática, inspeccionando sus uñas, y haciendo que se
pusiera lo suficientemente nerviosa como para que un tic comenzara debajo de su
ojo. —Bien. Iré. Le enviaré un mensaje a Alexa para ver si tiene planes. Se tragó
una réplica, que decía que Alexa era una perra y no era bienvenida. Pero también
sabía que sería una rápida forma de perder la amistad de Dinah si trataba de
hacerla escoger entre ellas. Por el resto de la tarde preguntó sobre los "chicos" con
los que iban a encontrarse. Respondió tan imprecisamente cómo fue posible.
— ¿Cómo conociste a chicos locales? Mmh, eres una pequeña reservada, ¿no? Ahora
sé buena y dile a la tía Dinah todo sobre ello.
—No, en serio. Sólo, uhm, hablamos y nos gustó el mismo tipo de música. Eso es
todo.
Camila se encogió.
— ¡Bien! ¡Te lo diré! Pero por favor, por favor, por favor no le digas a nadie más. —
Especialmente a Alexa.
De mala gana, le contó toda la historia, observando con algo de placer como la
mandíbula de Dinah caía, sorprendida.
— ¡Oh, Dios mío! ¡Eso es tan genial! ¡Eres totalmente increíble! —gritó—. Sabía que
ocultabas algo, Camila, aunque no tengo idea de por qué querrías esconder algo tan
increíble.
—Porque no sé si funcionará.
—Sí, pero...
—Bueno, primero que todo, tenemos que prepararte, y eso va a tomar algo de
trabajo.
— ¿Disculpa?
—Tenemos que hacerte lucir deslumbrante, así sabrán que tomaron la decisión
correcta.
—Son chicos. ¡Por supuesto que se preocupan por cómo luces! ¿Cómo lograste
graduarte de la secundaria sin conocer el factor elemental, mi querida compañera
de cuarto? Bueno, no te preocupes, Dinah, la reina de lo cursi, la Big Mama del
cambio de imagen está aquí. Sólo tienes que quedarte allí, callarte y disfrutar del
viaje.
Camila se mantuvo en silencio. No quería decirle que tal vez ser la reina de lo cursi
no era lo que Dinah pensaba que significaba, considerando que se licenciaba en
moda... sí, mejor quedarse tranquila y callada.
Después de comer más temprano la siguiente noche, Dinah metafóricamente se
subió las mangas y comenzó a trabajar. Dos insoportables horas más tarde, Camila
miró un reflejo que apenas reconocía.
—Uhm —respondió, mirando sus ojos pintados, sus labios rojo rubí y su brillante
cabello.
—Agradéceme luego, cuando cada chico en el club esté afectado por ti —dijo con un
guiño.
Cerró los ojos y ofreció una plegaria silenciosa, esperando que eso nunca sucediera.
Se tranquilizó con el pensamiento de que si algo sucedía, sólo sería porque Dinah se
hallaba vestida en una de sus muchas minifaldas escandalosas, y con unas botas de
cuero hasta las rodillas. La mayoría de los chicos no miraría nada más allá de eso. O
tal vez hasta su camiseta ajustada. Seguro, nada más allá de eso. Sintió la suave
mano de Dinah en su hombro.
—Esa debe ser Alexa —dijo, dirigiéndose a la puerta. Alexa entró en la habitación,
luego se detuvo y miró a Camila, completamente impresionada.
Dinah rodó los ojos. —Sólo admite que soy brillante y ella es una muñeca.
Camila cruzó los brazos sobre su pecho y la miró. Que comience el juego.
—Ve y dile a los tipos en la puerta quién eres —dijo Dinah impacientemente.
—En serio, Alexa tiene razón —dijo Dinah rápidamente—.Estaremos aquí toda la
noche.
— ¡Camila! —Insistió Dinah—. Sólo hazlo. Lleva tu lindo traserito hacia allá y diles
que nos dejen entrar.
—Sí, lo sé. —Tosió—. Pero podría decirle a Drew que Camila... uhm, Cam está aquí.
— ¡Guau! ¿Cuán genial fue eso? —Rió—. ¡Ni siquiera te pidieron tu identificación!
Tenía que admitir que el club lucía mucho mejor por la noche, y lleno de gente. No
se veía en tan mal estado ni como un antro. Tal vez no tan acogedor para asesinos
en serie, aunque aún tenía una intensa y peligrosa vibra, como muchos de los
clientes. Nunca vio tantos tatuajes juntos, y eso si sólo contaba a las chicas. A pesar
de su glamuroso cambio de imagen, aún se sentía como una novata ratón de
biblioteca, lo que era en realidad, y completamente fuera de lugar.
—Vamos a comprar algo de beber —gritó Dinah, ajena al hecho de que hace menos
de veinticuatro horas, tenía una enorme resaca.
Las manos de la pelirroja se hallaban en sus bolsillos traseros, apretando ese bonito
culo. Quizás no necesitaba ser una buena conversadora cuando pasabas la tarde con
la lengua metida en la garganta de alguien. Se irritó por su malicioso monólogo
interior. Parecía tan injusto que estuviera vestida así, luciendo caliente, y ella
estuviera completamente inconsciente de su existencia. Es una imbécil, ¿recuerdas?
¿Quieres ser otra marca en el pilar de su cama?
Sintiéndose ridícula, siguió a Dinah hacia la barra y ordenó agua helada. Alexa la
miró desdeñosamente, y luego procedió a entablar una conversación con Dinah,
manteniendo la atención sólo en ella. Dinah trató valientemente de incluirla, pero
con la malicia natural de Alexa, el número de personas apiñadas en la agitada
habitación, y el volumen de la música, fue una batalla perdida. Se encontraba allí,
sintiéndose patética y miserable, cuando Drew se acercó a ella.
— ¡Lo veo y no lo creo! ¡Guau, mírate, cariño! Estoy muy contento de que no
vistieras así para tu audición.
—Preséntate así para los conciertos y serás imparable —dijo, sonriendo ante su
expresión.
—No sé. Mi compañera de cuarto lo hizo —dijo Camila, alzando las manos con
impotencia.
—Preséntamela —le ordenó Drew, deslizando los ojos por las innegablemente
deliciosas curvas de Dinah—. Quiero agradecerle.
Luego se pateó mentalmente y admitió que se comportaba como una niña mimada,
Dinah no era más que agradable con ella. Alexa... bueno, esa era una historia
distinta. Hizo las presentaciones, y se sorprendió cuando Drew puso la mano sobre
su hombro, jalándola en un abrazo. Los ojos de Alexa casi salieron de su cabeza
mientras el musculoso hombre de las montañas levantaba a Camila del suelo.
Era lo que Lauren esperaba que dijera, bueno, realmente lo aguardaba, por la forma
en la que la toqueteaba. Su billetera se hallaba llena de condones y buscaba la
oportunidad para probar los nuevos acanalados, quería ver si funcionaban. Tal vez
conseguiría que le hiciera una mamada primero. Mientras la banda subía al
escenario, miró a Drew, que aclamaba y gritaba. Junto a él, los ojos de la Chica de la
Biblioteca brillaban con emoción. Sintió un pinchazo de celos antes de que Terry la
jalara hacia afuera.
Camila casi empezó a saltar de arriba a abajo, cuando recordó que Dinah la hizo
llevar tacones. Sus pies la estaban matando, pero no le importó. La banda era
increíble y pensar que en sólo tres semanas, estaría allí arriba, era emocionante y
atemorizante. El pensamiento la hizo sentirse ligeramente nauseabunda. Mirando
alrededor, pudo ver a Drew saltando tan violentamente que temía por él. La gente
se iba alejando de él mientras cien kilos golpeaban el suelo, con los puños alzados
sobre su cabeza.
Se rió. Drew era dulce, no tenía nada que temer en absoluto. El hombre era un osito
de felpa y se sentía a salvo con él. Lanzó un vistazo a su alrededor, buscando a la
Chica con el Aro en la Ceja, pero parecía que desapareció. Probablemente se
encontraba con su preciosa novia, besándola y llevándola hasta el séptimo cielo, o a
otras dimensiones, y haciendo otras cosas. Ella no era una completa mojigata, tenía
una clara idea de lo que se componían esas "otras cosas", sólo que nunca las había
experimentado. Sin embargo, tenía una imaginación muy activa. Suspiró; parecía
que serían ella y su imaginación por un largo tiempo. Las predicciones de Dinah de
ser un éxito eran muy lejanas a la realidad. Nadie se le acercó. No se detuvo a
considerar que la proximidad y el tamaño de Drew hacía que tuviera un tremendo
guardaespaldas, tanto si quería uno o no. Sin embargo, Dinah parecía haber tenido
más suerte, y bailaba con uno de los compañeros de Drew. A Camila le pareció
haberlo visto más temprano ese día, pero cómo no era uno de los miembros de la
banda, no podía estar segura. Incluso Alexa, con esa desagradable mueca que le
hacía lucir como un bulldog masticando una avispa, se encontraba desaparecida. Y
milagrosamente parecía estar disfrutando aunque estuviera sola.
Al mismo tiempo, en otra habitación del campus, Lauren se ponía las botas y subía
la cremallera de sus vaqueros. Terry dormía y roncaba suavemente. Su piel se
encontraba sonrojada y su cabello se extendía sobre la almohada como llamas. Fue
una buena noche, aunque no fue capaz de notar ninguna diferencia apreciable al
usar los condones acanalados. Terry gritaba demasiado, así que... no estaba segura
de sí la vería de nuevo. No intercambiaron números de teléfono, por lo que
probablemente ella se sentía de la misma forma.
Aprendió casi todas las canciones que Drew le dio, y los otros miembros de la banda
estuvieron muy satisfechos por el modo en que fue el primer ensayo. Drew tocaba
algo al estilo Bluegrass con su guitarra, JP mantenía el ritmo, Wes tocaba el bajo y
el contrabajo, y Keaton era el baterista. El ritmo era algo entre Blues e Indie rock, y
Camila esperaba que pudiera convencerlos de intentar algunas versiones de las
bandas que le gustaban.
Asumió que Drew escribió esas canciones, pero le dijo que eran de una amiga. Por el
cambio en los rostros de los otros miembros de la banda, se dio cuenta que había
una historia allí, una que no iban a compartir. Pero eran muy amigables en general,
burlándose de ella como si fuera su hermana pequeña, y ellos eran el rebelde
paquete de hermanos mayores que nunca tuvo.
Camila sabía que iba a luchar con el tema, mayormente por su falta de interés y el
hecho de que la suma de dos más dos le daba dolor de cabeza... le molestaba el hecho
de que sólo la tomaba para complacer a sus padres. Tratar de leer el libro asignado
hacía que sus ojos se volvieran vidriosos, y eso sólo era al leer el título. Se llevó la
mano a la boca mientras bostezaba ruidosamente. Dinah la miró con simpatía.
—Podrías decir eso. —Camila asintió con cansancio—. No he parado, las ruedas
siguen girando. Quiero dormir un montón este fin de semana.
—Peso liviano. —Resopló Dinah—. Apuesto a que puedo persuadirte para salir
mañana.
¡Qué imbécil! Obviamente la chica no tenía amigos. Ninguna sorpresa allí. Pero
entonces recordó cuán a gusto se veía con los chicos de la banda, y con la puta del
club. Era confuso. Se veía exactamente igual que cuando la vio por primera vez,
excepto que hoy usaba una camiseta gris. No pudo evitar notar eso, a pesar de que
difícilmente era importante. Se sintió decepcionada por no verla en ningún lugar en
el campus en los días anteriores. Sin embargo, vio a la pelirroja riendo con sus
amigas en la cafetería.
— ¿Qué? ¡No! Yo... es amiga de Drew, eso es todo. En serio, no. Quiero decir, es
linda. Obviamente. Pero... ella también sabe eso. No. No es mi tipo.
Dinah sonrió. —Estás balbuceando. Debes estar realmente atraída por ella.
Gimió, pero fue salvada de contestar cuando el profesor Walden entró. Al igual que
antes, la Chica Aro en la Ceja, Lauren, no escribió ni una palabra, o nota. Se sentó
ahí, sin apartar los ojos del profesor durante toda la lectura. Rara.
— ¡Ten cuidado con lo que deseas! – Lauren se giró para descubrir quién iba a ser
su compañero, explorando los rostros de los estudiantes, esperando a que alguien
capturara su mirada.
Se quedaron mirando una a la otra. Camila no pudo evitar notar que tenía pestañas
increíblemente largas, y sus irises eran de un castaño claro, salpicados de verde.
—Así que —dijo Lauren en voz baja, mirándola a los ojos—, ¿puedo recuperar mi
mano? Tal vez la necesitaré.
Ella podía decir que trataba de reprimir una sonrisa, pero no creía posible poder
sonrojarse aún más. Levanto una ceja y Camila esperó que hiciera un comentario
inteligente, pero no lo hizo.
—Bueno, ¿qué está bien para ti? ¿Domingos por la tarde-noche? - pregunto la
ojiverde.
Levantó la cabeza para encontrar su mirada, y esta vez vio definitivamente una
sonrisa.
Se encogió de hombros.
— ¡Pero no sentiste que fuera necesario detenerte y ayudarme cuando caí por los
escalones de la biblioteca!
Frunció el ceño.
— ¡Oh, seguro! Me encontraba a unos pocos metros de ti cuando caí. Debiste haber
escuchado mi grito.
—De todos modos, estoy ocupada el domingo por la noche —dijo, tratando de sonar
despectiva. Sólo porque era hermosa no quería decir que podía salirse con la suya
siendo una idiota. No con ella.
— ¡Qué imbécil! —murmuró, sobre todo para sí misma. Echó un vistazo a Dinah
para ver que aún seguía disfrutando de las atenciones de la Chica de la Camiseta
Roja.
—No.
—Mira, lo siento —dijo—. Tenemos que trabajar en esto juntos, así que... vamos a
intentar llevarnos bien, ¿bueno?
— ¿Disculpa? —Resopló.
—Yo... um, me gusta sentarme con la espalda contra la pared, para poder... ver
todo...
Camila tenía una buena idea, que orgullosamente extendió ante ella.
—Um, sí.
—Tienen razón. Tus padres. Nada está garantizado. Es bueno tener un plan de
apoyo.
Esos no eran sentimientos que hubiera esperado oír de alguien como ella,
despreocupada, con una actitud de no me importa una mierda.
Camila rió.
—De nada.
Decidió que prefería mucho más su sonrisa que su cara de pocos amigos. Ambas
eran calientes, pero sus ojos eran suaves y felices cuando sonreía. Entonces se dio
cuenta que la risa que oyó en la audición, era suya. Deseaba oírla de nuevo. Mucho.
Estiró su espalda, poniendo los brazos por encima de su cabeza.
—Hay un libro que usé en la secundaria que podría ayudarte —dijo, distrayéndola
de comerla con los ojos—. Puedo ver si tienen una copia aquí, si quieres.
Camila entrecerró los ojos, preguntándose si sugería que no se hallaba al nivel del
curso actual, pero no vio nada excepto sinceridad en su rostro. Se sintió
avergonzada por sus malos pensamientos.
Anotó los detalles para ella, y siguió ojeando el libro por más ideas. Deambuló
pasando varias filas de estanterías hasta que encontró el estante correcto. Sacó el
libro y pasó las páginas. Tenía razón: esto realmente la ayudaría. De repente una
alta y estridente alarma sonó en toda la biblioteca, haciendo que saltara. Por todas
partes, los estudiantes arrojaban libros a sus mochilas y se dirigían a las salidas de
emergencia. Corrió de vuelta a su mesa y observó asombrada como Lauren aún se
sentaba tranquilamente, con la cabeza inclinada sobre sus libros.
No se movió.
— ¡Lauren!
Nada.
— ¡Lauren!
— ¡La alarma!
Por un momento, su rostro vislumbró una vacía incomprensión, pero luego echó un
vistazo hacia atrás y vio a los otros estudiantes saliendo apresuradamente.
Murmurando y maldiciendo en voz baja, tiró los libros en su mochila y siguió a
Camila fuera de la biblioteca.
—Seguro.
—Um, tu novia está allí —dijo, señalando rápidamente sobre el hombro de Lauren.
—No es mi novia.
—Pero... te vi en el club con ella.
—Sólo conectamos.
Se tumbó en el césped, apoyándose sobre sus codos y extendió sus largas piernas
delante de ella. Entonces, sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su pantalón y
encendió uno, aspirando el humo apreciativamente.
— ¿Si? No creo que nadie me haya mencionado eso antes. Rodó los ojos, y ella le
guiñó, luego dio otra calada. Con pereza, sopló el humo fuera de sus fosas nasales, y
Camila vio como columnas de humo se arremolinaban a su alrededor antes de que la
brisa lo llevara lejos. Y entonces notó algo. —No estás oyendo tu iPod.
Se quedó perpleja.
—Um, no.
—La alarma...
— ¿Qué hay con eso?
—Nada —murmuró.
No respondió; sólo apagó la colilla de su cigarrillo y lo arrojó lejos con sus dedos.
— ¡Oye! ¡No arrojes basura! Los pájaros podrían intentar comer eso.
Se preguntaba qué demonios sucedió. No, ella no iría con esta mierda, no después de
que se llevaron tan bien. Se paró y la siguió.
— ¡Lauren!
No se detuvo.
— ¡Lauren!
La agarró del brazo y giró rápidamente, con los puños en alto, haciéndola saltar
hacia atrás. Se relajó un poco cuando la vio, pero sólo un poco.
— ¿Lauren?
— ¿Qué? —espetó.
Trató de ignorarla, pero no lo dejaría ir, apretando sus dedos alrededor de su brazo
con fuerza.
— ¡No me oíste!
Se dio vuelta, pero no antes que pudiera ver el desesperado dolor en su rostro.
—No... Por favor no se lo digas a nadie —dijo, desviando su mirada hacia los
estudiantes en frente de la biblioteca.
Lamió sus labios, mirando alrededor. No podía hablar con ella aquí, no con todos
mirando, a lo mejor escuchando.
—Um, nunca he hecho esto antes —dijo, moviendo su mano sin poder contenerse
hacia la máquina, y mordiendo su labio. No respondió.
— ¡Por supuesto!
A lo mejor lo entendió todo mal, pero entonces ¿por qué la miró de esa manera? ¿Por
qué le rogó no decirle a nadie? ¡Como si lo fuera a hacer! ¿Por qué se hallaba tan
molesta?
La motocicleta comenzó a ir lento, y Lauren estacionó a un lado de una cafetería de
aspecto barato, diseñada para parecerse a un viejo vagón de tren.
El repentino silencio mientras apagaba el motor fue alarmante. Camila tomó una
respiración profunda y de mala gana liberó sus manos de su cintura. Sin una
palabra, ella desmontó y se quitó el casco. Camila trató de tragar, cuándo la ira y el
dolor en su cara de Lauren fueron remplazados por una máscara de frialdad. Le
pasó el casco en silencio, después la siguió dentro de la cafetería. Se sorprendió
cuando le sostuvo la puerta abierta. Ese pequeño acto de educación la ayudó a
aliviar la opresión que se construía en su pecho. Se dejó caer en una cabina en la
parte de atrás, y la siguió, reacia a la próxima confrontación, pero ansiosa por
conocer la verdad acerca de esta hermosa y complicada chica. Una mesera de
mediana edad inmediatamente caminó con una jarra de café que lucía lo
suficientemente fuerte para curvar el cabello del pecho de un búfalo, y llenó dos
tazas sin preguntar.
—Cualquier cosa por ti, guapa —dijo, con una afectuosa sonrisa y un guiño a
Camila.
Se alejó antes de que tuviera el valor de pedir crema. Miró con fascinación mientras
Lauren agregaba tres paquetes de azúcar a su café, estimulando la humeante
infusión de mala gana. Tomó su propia taza y le dio un sorbo. El café era fuerte,
pero no tan desagradable como pensó.
Lauren se recostó en la cabina y cerró sus ojos. Lucía perdida y vulnerable, pero
cuando sus ojos se abrieron y la miró, su expresión una vez más era fría.
Repitió las palabras que le soltó en el patio, pero ahora su voz era monótonamente
fría.
Camila tembló.
— ¿Peligroso?
—Um, ¿preguntándote?
Suspiró, y estudió la mesa con injustificado interés. Necesitando algo que hacer con
sus manos, puso una pequeña pila de sal en la mesa y comenzó a dibujar patrones
con sus dedos. Trató de ordenar sus pensamientos, preguntándose cuanto le podría
contar, cuánto podría confiar en ella.
Camila retuvo las triviales palabras que quería decirle para que dejara de hacer un
desastre en la mesa. Lauren iba a hablarle, lo sabía, y no quería interrumpirla
—Usualmente me siento dándole la espalda a la pared así puedo ver lo que los
demás están haciendo —dijo finalmente—. Eso usualmente me da una pista.
La miró.
—No te quisiste mover, y tuve que sentarme frente a ti así podía leerte los labios
para saber lo que decías. —Se encogió de hombros—. Soy más cuidadosa cuando
estoy sola.
Se sintió horrible. Su negativa a cambiar asientos, su mala actitud, todos los
injustos pensamientos que tuvo sobre ella. No era una mentirosa. No era una idiota.
Pero ella, Camila, era una perra de primera clase con una actitud engreída y egoísta
de un kilómetro de ancho.
Bajó la vista, y empujó la pila de sal en otra dirección. Puso su mano sobre la de
ella, forzándola a mirarla.
Avergonzada, también jaló su mano, y ambas sorbieron sus cafés para tener algo
que hacer, algo que aliviara el espantoso silencio.
Se encogió de hombros.
—Soy muy buena recordando cosas, escribo las notas más tarde, me ofrecieron una
computadora de asistencia de captura en tiempo real, pero... prefiero hacerlo a mi
manera.
—Sí.
— ¿Alguien más?
—No entiendo, ¿por qué estas tratando de mantenerlo en secreto? No es algo por lo
que sentirse avergonzada. Quiero decir, lo has hecho impresionantemente para
llegar tan lejos...
—Sí, lo hacías, maldición. Sólo eres como el resto. Lo has "hecho impresionante" ¿es
lo que dices? ¿Por qué tendría que ser algo más que "impresionante" el que vaya a la
universidad? Soy sorda, no estúpida.
Era la primera vez que alguna de las dos decía la palabra, y Camila palideció.
Miró dentro de su taza de café y sintió lágrimas escocer sus ojos. Parecía que no
podía decir nada sin empeorarlo. No podía imaginarse cuán difícil era para ella.
Sabía lo difícil que era buscar universidad, pero por lo menos era normal. Luego se
odio a si misma por pensar de esa manera.
Aun así, su desafío debió de haber sido más difícil que el suyo. Y luego se dio cuenta
de cuán terriblemente debió de haber sido, no ser capaz de unirse a un grupo de
conversación, no ser capaz de hablar sobre la últimas canciones o bandas, no
escuchar por casualidad los chistosos o raros comentarios que la gente hacia, no ser
capaz de tocar su violín, no ser capaz de oír su propia voz, su propio canto. No se
podía imaginar la vida sin su música, sin sonidos.
Pero esa era la realidad en la vida de Lauren. Con razón se envolvía a sí misma en
una fachada de hostilidad, tratando de mantener a todos alejados de ella.
Sonrió rígidamente.
—Puedo sentirlo —dijo—. Puedo sentir el ritmo de la música a través del piso, las
vibraciones. Nadie nunca lo ha notado... que estoy sorda... cuando estoy en un club,
tampoco nadie puede escuchar ni una mierda en esos lugares. Encajo bien. Es el
único lugar en el que podrías decir que tengo una ventaja. Otras personas tienen
que gritar para ser escuchadas, yo puedo leer sus labios.
—Porque no quiero ser definida por esto —dijo, con voz suave— Cuando la gente
sabe que tienes... una discapacidad, Cristo, odio malditamente esa palabra, te
tratan diferente. La mitad del tiempo ni siquiera se dan cuenta que lo están
haciendo. Odio todos los malditos estereotipos. —Dejó caer la cabeza en sus
manos—. Lo odio. Lo odio, maldición.
Ella no sabía que decir o cómo comportarse. Era difícil el entender que tenía esto en
su vida... problema, asunto, discapacidad... ¿Cómo se suponía que lo llamara?
—Soy malditamente patética —murmuró—. Dos semanas, lo logré... solo por dos
semanas antes de que alguien, antes de que tú, lo adivinaras.
—Si no hubiera sido por la alarma de incendios, no estoy segura que lo hubiera
notado. —Le dio una pequeña sonrisa—. Solo pensé que eras una idiota por
ignorarme, algunas veces.
—Pero Lauren, no entiendo por qué prefieres que la gente piense que eres una
idiota... en lugar de que sepan que eres sorda.
Se encogió de hombros.
—Las idiotas son normales. Ser sorda... me hace diferente. No quiero ser diferente.
Camila pasó sus ojos por sus tatuajes y fijó su mirada en el arete en su ceja.
— ¿Qué?
—No lo entiendes.
—Lo estoy tratando.
— ¿Me... me dirías sobre eso? ¿Cuándo comenzó? Quiero decir no naciste sorda,
¿verdad?
— ¡Eres chistosa!
Asintió lentamente.
Fue salvada de contestar cuando Maggie llegó para llenarles sus tazas de café.
— ¿Tienes hambre?
—Te traeré lo usual —dijo—. Y no me ruedes los ojos Lauren Jauregui. Sé que no
tienes nada de comida en casa.
—Lolo, ¿eh?
Sonrió.
—Sí, bueno, me conoce desde que era una niña. Es la única que me dice así.
Se encogió de hombros.
—Tiene un gran programa de negocios, soy buena en economía. Y tengo una beca
parcial, ¿tu?
—Fue más decisión de mamá y papá. Sabía que quería hacer música y hay un
programa de música, así que me estoy preparando para ser maestra de música.
Cuando Maggie llegó con un plato de huevos, tocino y polenta, Lauren se apresuró a
comer como una mujer famélica.
—Guau, supongo que realmente estás hambrienta —dijo, sus ojos a punto de salirse
de su cabeza, sorprendida por la velocidad con la cual absorbía todo en un suspiro.
—No he comprado comestibles. Además, nunca duran mucho, así que no vale la
pena hacerlo.- Camila negó con la cabeza, confundida.
Tan pronto como hizo la pregunta se dio cuenta que otra vez metió la pata
enormemente.
—Mis padres murieron, hace como dos años —dijo, mirando a un punto en la pared
detrás de ella—. Ahora solo somos yo y Chris, mi hermano.
La respiración de Camila salió fuera de sus pulmones.
— ¿Cómo?
—Accidente de auto.
Todo lo que podía hacer era asentir en simpatía. Lauren nació con inteligencia y
buena apariencia, pero en unos pocos años perdió a sus padres, su audición, una
gran parte de su orgullo y dignidad, junto con esperanza, al parecer. No podía
comenzar a entender cómo funcionaba, levantarse sola por la mañana e ir a la
escuela a estudiar. Debe de ser fuerte. Muy fuerte. Su corazón creció con admiración
por ella, luego fue consumido con dolor por la vida que le fue dada.
Se encogió de hombros.
Estiró sus brazos por encima de su cabeza, su playera se elevó y apretó sobre su
pecho. Las mejillas de Camila comenzaron a arder, y luego se sintió horrible por
tener pensamientos lujuriosos cuando ella había desnudado su alma. Era una
persona horrible.
Frunció el ceño.
—Así que me interrogas sobre mi vida, pero no quieres decir nada a cambio.
Suspiró.
— ¿Por qué? ¿Quieres ver mi habitación? —le preguntó la ojiverde, elevando la ceja
en la que tenía el arete —. Porque tengo que decirlo, no creí que fueras ese tipo de
chica.
La miró, completamente sin palabras. Sonrió, concluyendo que ganó esa ronda de
batalla verbal.
— ¿Te han besado, Camz? —dijo, inclinándose hacia adelante y mirando sus ojos,
una sonrisa escondida detrás de ellos.
Era una maldita mentira, pero no existía ni una manera en que admitiera eso.
—Es bueno saberlo —dijo recostándose, sonriendo.
Le devolvió la sonrisa.
—Me parece justo. —Hizo una pausa—. Bueno, me preguntaba... cuando, um,
cuando tu... cuando... lo siento, no importa.
—Sí, creo que lo hacen. Quiero decir, creo que yo lo haría. Sabes, Beethoven siguió
componiendo aun después de que quedo sordo.
Camila no se dio cuenta de que contenía la respiración hasta que sus pulmones
comenzaron a doler.
—No me digas como es, joder. La gente dice mierda como: "Oh, hablas realmente
bien", como si me estuvieran dando una palmada en la espalda o algo así.
—Nah. Soy uno de sus "casos en el peor escenario". Memorable, podrías decir.
Lucía tan rota, que no quería nada más que tratar de consolarla, pero antes que
pudiera pensar en algo, negó con la cabeza, como si fuera demasiado claro.
—Jódeme —dijo—, eso sonó como una maldita telenovela. ¿Quieres ir a hacer algo
divertido?
— ¿Confías en mí?
—No.
Sonrió.
Lauren se rio.
Media hora después, miraba con la boca abierta sorprendida, su quijada firmemente
en el piso. ¿Realmente? ¿La llevó a los videojuegos?
— ¿Cuántos años tienes? ¿Trece? —dijo en completa incredulidad.
—No, bebé, soy toda una mujer—lo dijo con una sonrisa, guiñándole—. ¿Quieres que
lo pruebe?
Cruzó los brazos sobre su pecho y trató de lucir severa. Camila solo le sonrió.
—Aw, ¡Vamos! Será divertido. Podemos comer papas fritas, beber refrescos, y
dispararle a algunas cosas. ¿Cómo puede no gustarte?
Tomó su mano y la llevó dentro. Su emoción era contagiosa, era como una pequeña
niña, sus ojos brillando. Tenía que admitir que le gustaba su lado juguetón. Era
muy seria la mayoría del tiempo.
—Esta es asombrosa.
Por casi una hora, Lauren jugó en varios juegos. Se hallaba asombrada mirándola
actuar como una niña hiperactiva, le recordaba a su hermano. Cada vez que ganaba
o que su marcador fue alto, se giró y le dio una enorme sonrisa. Inclusive persuadió
a Camila de jugar juntas en Project Gotham Racing, y luego le pateó el trasero en
todas las cuatro pistas de la ciudad. Negándose a la revancha, se alejó para
conseguir la promesa de papas fritas y refrescos con un billete de diez dólares que
Lauren insistió que tomara de su cartera, luego se sentaron en un par de sillas de
plástico y miraron a un grupo de chicos de último año de secundaria pelear en Ridge
Racer. Tenía que admitir que a pesar de ella misma, se divirtió. Lo único que la
perturbaba era que era muy fácil olvidar que Lauren era sorda.
Muchas veces le hablaba cuando se encontraba de espalda, antes que recordara
tocarle el hombro. Podía ver lo fácil que sería para las personas el encontrarla
indiferente o grosera. En cierto modo podía entender lo que dijo sobre no querer que
la gente supiera, pero realmente no podía entender por qué prefería que la gente
pensara que era una idiota. Recordó el proverbio que su mamá le repitió tantas
veces: tienes que caminar un kilómetro en los zapatos de otro hombre antes de
juzgarlo. Suspiró, dándose cuenta que tenía mucho que aprender. Eventualmente
decidió que se hacía tarde y que le prometió a Dinah que saldrían juntas esa noche.
Una gran parte de ella habría sido feliz de quedarse con Lauren, pero una promesa
era una promesa. Se ofreció a llevarla a su dormitorio, y Camila aceptó con gratitud.
Pero cuando la dejó, su cara era ansiosa.
—No, lo prometí. Como dije, no es mi secreto por contar —repitió. Parecía aliviada.
—Solo ponme un buen tono, ¿Está bien? —dijo Lauren, con una mirada entretenida
en su cara.
Una mirada de incredulidad pasó por la cara de Lauren, luego echó su cabeza hacia
atrás y rio.
¡Le gusto!
— ¡No me digas que acabas de tener una cita de estudio de cinco horas con la Sra.
Alta, pelinegra y deliciosamente peligrosa! —gritó. Camila se rio nerviosamente.
—Algo así. Estudiamos por un rato... —Un muy corto rato, pensó—. Luego salimos
por un rato. Eso es todo.
— ¡No me digas! ¿Así que, fue como una cita? ¿Te besó? ¿Tuviste alguna acción con
lengua? ¡Escúpelo!
— ¡¿Agradable?! ¡Oh, no te vas a salir con la tuya con decir que la chica más caliente
de todo el campus es agradable! ¡Por favor!
—Um, bueno, me dio su número de teléfono, pero solo para que podamos programar
otra cita de estudio.
— ¿Te dio su número de teléfono? ¡Oh mi dios! ¡Estoy tan celosa! Prométeme que la
próxima vez la vas a follar sin sentido hasta que esté con los ojos cruzados y no
pueda caminar sin muletas, luego me darás todos los detalles, con notas escritas.
¿Está bien dotada?, no era un secreto para nadie que Lauren era intersexual.1
Se rindió, decidiendo que era más fácil seguir el loco plan de Dinah que tratar de
pelear.
—Um, bueno, es más alta que yo obviamente, pero no tanto como mi papá, supongo,
pero no mucho, así que debe de medir alrededor de un metro sesenta y seis
—Hmm, así que estuviste muy cerca —dijo Dinah, levantando una ceja.
—Estuve sentada enfrente de ella en la biblioteca por mucho tiempo, no pude evitar
darme cuenta.
—Obviamente...
— ¡¿Qué?!
—Te puedo dar una copia de la lista para que se la des si quieres — dijo Dinah,
luciendo casi seria.
Negó con su cabeza tan duro que temía que desplazaría su cerebro junto con toda
conversación racional.
—Así que diez de diez por ser visualmente follable —confirmó Dinah. Tenía que
otorgarle esa.
—No lo creo.
— ¡Oh Dios, sí! No puedo creer que montaste en ella. Eres tan afortunada, Camila.
El comentario la puso seria inmediatamente. Sí, tenía suerte. Era una maldita
afortunada. Tenía una familia que la amaba; tenía su audición. Y tenía su música.
Lauren perdió todo eso.
El expediente de Dinah fue creado para ser divertido, pero no podía evitar
preguntarse qué diferente sería juzgada Lauren si la gente supiera la verdad.
Lauren no tenía otra opción que confiar en Camila. El pensamiento la molestó como
el infierno. Sabia por experiencia que la mayoría de la gente te defraudaba más
temprano que tarde. Seguro, parecía como si estuviera al nivel, parecía agradable.
Pero no la conocía, y eso la ponía nerviosa.
Aceptó con gratitud y fue a tomar el autobús. Drew abrió la puerta del club, después
de que la hubiera golpeado durante unos buenos tres minutos.
—Lo siento, nena. No te escuché. Wes tenía los amplificadores subidos hasta el
máximo.
Sonrió ante su propia broma, y Camila sonrió mientras la tomó en un abrazo rompe-
costillas.
—Vamos a entrar en calor con un poco de Etta James antes de ir a los nuevos
temas. Siempre es bueno mezclar algunos viejos éxitos para animar a la audiencia.
¿Conoces Something's got a hold on me?
—Claro ¿No hizo Cristina Aguilera una versión de esa canción unos años atrás?
La miró de reojo.
—Sé la melodía —dijo en voz baja, sintiéndose como una tonta. Por supuesto, ella no
podía ser sexy. Eso era una causa perdida.
El ensayo estuvo bien y empezaban a lograr una muy buena actuación en conjunto,
aunque era un poco conservador para el gusto de Camila, pero se guardó ese
pensamiento. Alrededor de tres cuartas partes de las canciones eran una mezcla de
los clásicos antiguos y modernos con algo de indie rock, pero el resto eran originales.
Wes, el bajista, podía cantar una buena armonía y su voz se mezclaba bien con la de
Camila. Pero aún sentía curiosidad por una cosa.
—Me gusta mucho el nuevo material —dijo, casualmente—. Pero nunca dijiste cuál
de ustedes la escribió. Me gusta mucho Last song y On my mind, esas son hermosas.
—Está en una de mis clases. Estamos trabajando en una tarea juntas. Me dijo...
algunas cosas.
—Sí, L escribió esas canciones —dijo, por fin—. Continuó escribiendo canciones
hasta aproximadamente hace un año y medio. La chica es una genio. —Negó con la
cabeza—. Pero no le preguntes al respecto porque no te lo dirá ¿Entiendes?
Y se dio cuenta de la cantidad de juicios de valor que hacía cada día, basada
únicamente en la apariencia: asumió que Dinah era idiota porque era bonita,
asumió que Drew era un escalofriante, y violento criminal por su tamaño y tatuajes,
y asumió que Lauren era una imbécil porque no dejaba que las personas se
acercaran a ella. No quería pensar en lo superficial que eso la convertía. Se alegró
de aceptar la oferta que le hizo Drew, de llevarla a los dormitorios, agradecida de no
tener que llamar a Dinah tan tarde, y demasiado cansado para importarle lo que
pensaran los demás en caso de que la vieran con él. Permanecieron en silencio
durante la mayor parte del viaje, se alegró con simplemente mirar los colores
desteñidos de la noche y los edificios bañados por un resplandor de neón color
ámbar. Finalmente, Drew se aclaró la garganta, anunciando que tenía una
pregunta para ella.
—Debes conocer muy bien a Laur para que te haya contado acerca de sí misma —
comentó con cuidado.
—Hmm, porque casi nunca se lo dice a alguien a menos que la conozca por años.
—¿Buen ensayo?
—¡Genial! Porque estoy juntando a muchas personas para verte cuando tengas tu
debut.
—Estoy siendo servicial. Somos compañeras de habitación y eso es lo que hacen las
compañeras. Además sé que estarás impresionante. Drew me dijo que eras la nueva
Adele cuando lo encontré en el club.
Se sorprendió.
— ¡No! ¡Por favor, no me digas! Va a ser lo suficientemente malo caer de bruces sin
que la gente de la escuela lo vea. Por favor, Dinah, no en el primer concierto. Quizá
en uno más adelante, durante el semestre.
—Uh uh, estaré allí, animándote. Además, Mani quiere verte en acción, también.
—¿Quién es Mani?
—Sí, lo es. Aunque creo recordar que dijiste que estaba "bien" pero que no era tu
tipo. Por supuesto, todos sabemos quién es de tú tipo ¿O no? ¿Cómo está Lauren?
Fingió estar muy ocupada desempacando su bolso, el cual solo contenía su celular y
billetera, utilizando algunas de sus habilidades de actuación. No podía ser
indiferente. La despreocupación era más difícil. Y lo casual podía irse a la mierda.
—Solo hacemos esta tarea. Probablemente no me hablará más una vez que
terminemos.
C: Si para estudiar, pero ¿Qué obtengo por no informar sobre la grave violación a las
reglas de la biblioteca?
C: Pensando en ello.
C: ¡Estoy conmocionada!
L: ¿Sabor a barbacoa?
L: No me atrevería ;)
Las siguientes dos horas fueron tortuosamente lentas. Nunca tuvo un seminario de
composición de música clásica que pareciera tan mortalmente aburrido. Acordes,
dominantes y subdominantes ni siquiera producían el escalofrío usual de BDSM
para aliviar el proceso. El profesor Hastings se comportaba como si estuviera
curando el cáncer y ni siquiera una sonrisa ni una ceja levantada se permitía bajo
su vigilante mirada quejumbrosa.
Finalmente, fue puesta en libertad, diez minutos tarde. ¡Maldita sea! Lauren
tendría un día de campo con su tardanza. Su bolso golpeó dolorosamente contra su
cadera mientras corrió a través del campus a la biblioteca. El patio exterior se
encontraba lleno de gente pasando el rato y disfrutando del sol de otoño. Se
apresuró a entrar, buscando las mesas ocupadas, rastreando su característico
cabello negro despeinado.
Pero cuando vio a Lauren, hablaba con la pelirroja que estuvo envuelta a ella en el
club. Una sensación de frío se deslizó desde la boca de su estómago, mientras
miraba a la hermosa y curvilínea muchacha frente a ella. No pudo evitar el
desanimarse bajo el peso de la comparación con su propia figura delgada.
—Estoy segura de que puedo pensar en algo más divertido que estudiar —dijo la
chica con picardía, inclinándose hacia adelante para darle a Lauren una visión
sobre sus impresionantes "ventajas".
—He quedado con alguien para una sesión de estudio, Terri.
—Te voy a escribir una hoja de permiso. Puedes estudiar más tarde.
Luego se inclinó y le susurró al oído; un coqueteo que tuvo el efecto contrario del que
esperaba. Lauren se apartó, mirándola con frialdad.
—Estoy ocupada, Terri —dijo secamente, y luego vio más allá de ella cuando vio a
Camila.
—Hola —dijo en voz baja—. Siento llegar tarde. Mi clase se pasó de tiempo.
—¡Tienes que estar bromeando! ¿Una cita de estudio con un ratón de biblioteca?
Cuando te aburras de ella, llámame.
Camila deseaba que alguien cavara un agujero grande para que pudiera caer
tranquilamente en él. Entonces podrían echar tierra encima y plantar un poco de
hierba. Tal vez, algunas flores.
—No dejes que te moleste, Camz. Es una perra —dijo Lauren en voz baja.
La verdad es que se hallaba acostumbrada a que, chicas como Terri, hablaran con
ella con tal condescendencia. Sin embargo, no hacía que la picadura doliera menos.
—No, no está bien —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho, un movimiento que
hizo que sus senos se amontonaran bajo su camisa.
Camila se lamió los labios mientras se seguían mirando una a la otra en silencio,
luego recordó donde se hallaba y se volvió para sacar sus libros, bloc de notas y un
computador portátil.
—¡Voy a reprobar este curso, lo sé! —gimió, apuñalando su cuaderno con el bolígrafo
lo suficientemente duro cómo para romperle la punta.
—No, no lo harás —dijo Lauren con calma—. No dejaré que lo hagas. Vas a estar
bien, son solo un montón de cosas nuevas para aprender.
—Es como hacer uno de esos problemas matemáticos tontos: tres personas están
manejando a veinte kilómetros por hora, en un vehículo que transporta dos galones
de gasolina y un caballo haciendo yoga, cuando chocan con un automóvil que viaja a
treinta kilómetros por hora con dos payasos tomando refrescos de cola, ¿qué hora es
en Tokio? No tiene ningún sentido y la única respuesta que se me ocurre a esto es a
¡quién le importa!
—¿Un caballo haciendo yoga? ¿Te leí correctamente? Creo que necesitas café.
Sonrió.
—Vamos —dijo, con una sonrisa—. Viniendo el café por vía intravenosa.
—Es una Harley Davidson Sportster XLCH 1969 —respondió—. La reconstruí, con
un motor de mil cc, 2V, de cuatro tiempos... ¿Demasiada información?
Asintió, luciendo divertida. Pasó la pierna por encima del asiento y le tendió la
mano.
—¿Significa algo?
Se encogió de hombros, y sintió una punzada. ¿Significaba eso que Lauren esperaba
ser curada? ¿Esperaba algún milagro que restauraría su audición? La observó con
atención. Cualquier dolor que sufriera, lo guardaba en su interior. ¿Qué tan fuerte
debía ser para hacer eso? No lo sabía. No lo podía imaginar.
—Hola, Maggie.
¿Su chica?
No tenía ni idea de lo que eran los "especiales", pero encontró a Maggie demasiado
sobrecogedora para preguntar. En cambio, observó mientras la mujer les servía a
cada una un café negro, desordenaba el cabello de Lauren, y se alejaba. No pudo
evitar reírse ante la expresión disgustada en el rostro de Lauren.
Gimió.
Una cálida sensación la atravesó desde el interior y maldita sea si no sentía a sus
traidoras mejillas volverse de color rosa. Lauren tomó un sorbo de café luego levantó
la mirada y sonrió.
—Um, sí, eso creo. Quiero decir, parecen muy contentos. No sé. Estoy segura de que
seré un manojo de nervios en la noche.
Lauren se rió.
Por alguna razón Lauren no se veía complacida, pero movió un hombro y dijo
—Sí, es impresionante.
—¿Es la chica que se sienta junto a ti en la clase de Negocios?
—Sí.
—Huh. Es caliente.
El corazón de Camila se estremeció. ¿Esta era la razón por la que era tan amable
con ella? ¿Realmente le interesaba Dinah? Sí y, ¿por qué era incluso una sorpresa
para ella? Bajo la vista, a su café.
—Tiene novia —espetó, aunque no era estrictamente cierto puesto que Dinah solo
tuvo una cita con Mani hasta ahora.
Cerró los ojos. Probablemente era el tipo de persona que no le importaba si una
muchacha tenía un novio o no. Todavía podría tener a quien quería. Para el
momento en que Maggie regresó con los especiales, pollo frito con salsa, puré de
patatas y galletas, perdió su apetito.
—Supongo que te llenaste de papas fritas, ¿eh? —dijo Lauren, viéndola empujar a
un lado del plato, sus panecillos sin tocar. Camila no respondió y continuó mirando
las ruinas de su comida.
—Maggie sabe lo que me gusta. Lo siento, debí esperar y ver lo que querías.
—No, está bien —dijo, en voz baja—. En realidad estoy un poco cansada. Creo que
tomaré un taxi. No tienes que llevarme.
—Está bien —dijo otra vez, sin encontrarse con sus ojos.
—¡Por Dios, Camz! —dijo enfadada—. ¿Qué se te metió en el trasero?
—¡Nada! —dijo acaloradamente—. Estoy bien. —Lo cual era una gran mentira—.
Te dije. Estoy cansada.
Tomó su chaqueta y busco su celular para llamar a un taxi. Pero unos dedos largos
se extendieron por encima de su hombro y se lo quitaron.
—Dije que te llevaría y lo haré —dijo Lauren con una voz fuerte.
—No, gracias.
Sabía que era injusta, no es que fuera su novia ni nada. Pero, ¡por favor! Hablaba de
su compañera delante de ella. ¿Creyó que sus sentimientos no contaban ni siquiera
un poquito?
—Supongo que he hecho algo para hacerte enojar, pero no tengo ni puta idea de lo
que es.
—¡Eres una idiota! —protestó, con sus ojos a punto de soltar las lágrimas.
Se detuvo de repente.
—¿Estás llorando?
—¡No!
—Sí, lo estás.
Preguntándose si valía la pena discutir el punto, permaneció de pie con sus brazos
envueltos protectoramente alrededor de su cuerpo. La cara de Lauren se transformó
de la ira a la resignación.
—Estarán aquí en cinco minutos —dijo en voz baja—. No tienes que esperar.
Reprodujo la tarde en su cabeza. Estuvo bien hasta que admitió que pensaba que
Dinah era caliente. Sabía que su pequeño berrinche fue nada más que un simple
ataque de celos. Lauren no hizo nada malo: ella, por el contrario, podría
probablemente haber ganado el premio por ser la perra del año.
No hubo respuesta.
Capítulo 5
Dinah la dirigió a la parte posterior de la sala a los dos asientos vacíos a la par de la
Chica de la Camiseta Roja —Mani— y luego hizo las presentaciones.
—¡Gracias!
Mani le hizo un guiño y enganchó el brazo alrededor del hombro de Dinah. Tenía
que admitir que era bastante agradable y, para una jugadora de fútbol americano,
para nada engreída. Allí se hallaban aquellos condenados estereotipos otra vez. Y
obviamente se encontraba loca por Dinah. Habría sido dulce, si no fuera por el
hecho de que aquello la hizo querer cometer un acto de violencia hacia un mueble
cercano. Pero las inocentes sillas le parpadearon con el aire benigno que tienen los
tablones de madera. En su lugar, recluyó sus impulsos violentos apuñalando el
teclado de su computadora portátil mientras creaba un nuevo archivo de documento.
Lauren entró tranquilamente unos minutos más tarde, una mancha de labial en su
mejilla derecha. Hizo su habitual truco de arrojar su chaqueta en un asiento y su
bolso en otro. Camila agachó la cabeza. No quería que la atrapara mirándola. Pero
cuando levantó la vista de nuevo, vio su cabeza volverse hacia el frente y tenía la
impresión clara de que la estuvo buscando. Pero, ¿lo hizo? El profesor Walden entró
y la conferencia comenzó. Camila logró hacer algunas notas pero su atención se
centraba únicamente a medias allí, en el mejor de los casos. Cincuenta minutos
después, todavía no decidía que decirle a Lauren, aunque no tuvo oportunidad
tampoco. Tan pronto como la conferencia terminó, Dinah reclamó su atención al
decirle a Normani todo sobre su próxima presentación, y para el momento en que
pudo alejarse sin ser grosera, Lauren se había ido. Su disculpa quedaría sin decirse:
a menos que quisiera ser una cobarde y enviarla por mensaje de texto. Así que tomó
la salida simple. No hizo nada.
El fin de semana pasó en una neblina de ensayos, tareas, y pasar el rato con Dinah
y sus amigos. Por desgracia, eso significaba pasar el rato también con la horrible
Alexa, pero tenía el placer de ver que nadie más parecía disfrutar su compañía
tampoco. De hecho, vio con claridad a Normani rodar los ojos ante algún comentario
malicioso que Alexa hizo, y le guiñó un ojo cuando Camila la atrapó.
Mani y Dinah tuvieron un rápido comienzo inseparable, pero se dio cuenta de que
Dinaj hacía mucho esfuerzo para tener tiempo para ella también, se sentía más que
agradecida por eso. Llegó a la conclusión de que estar por su cuenta apestaba.
Ahora mismo, odiaba su propia compañía tanto como odiaba sus pensamientos
culposos. Todavía no arreglaba la situación con Lauren —una situación que creó por
sí misma— así que decidió ponerse los pantalones y enviarle un mensaje.
Está bien, tal vez "ponerse los pantalones" era ponerlo muy rotundamente. La
respuesta de Lauren fue incluso más breve.
L: Bien.
—Hola. —Sin esperar que respondiera. Lucía cansada. Notó un moretón oscuro en
un lado de su mandíbula. Quizás entró en otra pelea. Tocó su mano suavemente y
levantó la mirada hacia ella.
—Lo siento por la semana pasada. Tienes razón. Fui una perra. ¿Podemos comenzar
de nuevo?
Camila elevó una ceja, y los ojos de Lauren se ampliaron cuando notó lo que dijo.
Su tono la sorprendió y tuvo que apartar la vista por su intensa mirada. Trabajaron
pacíficamente, la única interrupción era el crujido de las bolsas de papas fritas
ilegales. Pero cuando terminaron, no le ofreció un café o un paseo a Sirona, sólo una
sonrisa y un casual
—¡Lauren, espera!
—¿Qué pasa?
—Camz, no...
—Lo siento —dijo una vez—. Eso fue egoísta de mi parte. Lo siento.
—Lo sé. Lo siento. En verdad. Olvida que dije algo. Yo... te veré en clase el viernes
Asintió, pero no contestó. Mientras caminaba por la biblioteca, pudo ver cómo sus
hombros caían bruscamente y su cabeza colgaba abajo, como si arrastrara un gran
peso. ¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡Estúpida! Estúpida y cruel, la regañó su consciencia.
Suspirando e internamente riñendo con ella misma, metió el resto de las galletas y
papas en el bolso, apiló los libros y la computadora portátil, y fue de vuelta a su
dormitorio, donde procedió a terminar las galletas, y se fue a la cama sintiendo
náuseas.
—Ugh, estás toda húmeda, pero no estás muy caliente. Creo que es sólo gripe
estomacal. Quédate en la cama y te haré ún té de hierbas. Mi mamá siempre lo hace
con jengibre, es bueno para tratar males estomacales.
Dinah quería cancelar sus propios planes para la noche, pero ella insistió en que
todo lo que necesitaba hacer era dormir, y que sería tan aburrido como el infierno
para ella quedarse y mirarla. Acordaron un compromiso: Dinah iría a cenar con
Normani como planeó, pero regresaría a las 10:00pm para comprobar la paciente.
Era tan buena como su promesa; suministrándole más té de hierbas, y galletas
saladas. Para el viernes, se sentía un poco mejor, pero Dinah decidió por ella que
otro día descansando en cama sellaría el trato.
Cuando salió del dormitorio para su clase de Negocios, Dinah le gritó sobre el
hombro
—Saludaré a Lauren por ti. —Luego rió cuando vio su mandíbula caer.
L: ¿Escuché que estás enferma? ¿Necesitas algo? ¿Puedo pasar por ahí después?
Una sonrisa la iluminó de adentro hacia afuera. Quería hacerla sentir mejor. Se
preocupaba por ella. Y luego la comprensión la golpeó. Si pasaba, la vería luciendo
como un desecho de un video educativo de drogas, o algo que fue desenterrado y
debía ser vuelto a enterrar. Su deseo de verla se enfrentó con su vanidad. La
vanidad ganó. Apretando los dientes, envió un mensaje en respuesta.
C: Estoy bien. Dinah me vigilará después como una mamá oso. ¿Te veo la siguiente
semana?
Camz xx
L: Bueno. Recupérate.
Lauren le dijo "recupérate". Suspiró, como si alguna vez fuera a ser algo más para
ella. Quería ser sólo un poquito mala. O en su lugar, quería tener un poquito de mal,
una porción de Lauren en forma de perversidad. Sólo una pequeña muestra. O una
grande. Suspiró de nuevo.
Camila sospechaba que era amable. Pero logró comer algo en el desayuno, y tomar
sopa y un panecillo para el almuerzo.
La operación "Haz a Camila Lucir Buenísima" comenzó cuatro horas antes del
concierto. Dinah quiso comenzar más temprano, citando que la gripe estomacal
requería una acción drástica, pero ella salió al salón de práctica en el bloque de
música para calentar su voz para las escalas de canto, algo que absolutamente se
rehusaba a hacer en frente de Dinah.
Cuando su celular comenzó a sonar cada treinta segundos con mensajes de Dinah,
se arrastró de vuelta al dormitorio. Era una versión pesadilla de Viste a Barbie,
donde cada loción, poción, aerosol y polvo en el arsenal de maquillaje terriblemente
detallado, fue vaciado sobre Camila. A Dinah le tomó tres horas continuas de
consentimiento, revelando el conjunto que decidió que debía embellecer su creación.
—¡No puedo usar eso! —jadeó, sorprendida sin palabras. Observó el vestido que
Dinah sostenía como si fuera la anfitriona de un show de juegos. Bueno, llamarlo
"vestido" habría sido una exageración inmensa: era más un trozo de tela con
cordones de cuero estilo bondage.
—Tonterías —dijo Dinah con firmeza—. Lucirás asombrosa. Lucirás sexy. Lauren
no será capaz de apartar los ojos de ti.
Su celular sonó y dio una mirada al mensaje, esperando que fuera de Lauren. Pero
no lo era.
Sonrío, feliz de que su amigo de la secundaria recordara que era su gran noche, y se
encontraba a punto de responder cuando un golpe en la puerta aceleró con fuerza su
corazón.
—¡Hola! Hermosas chicas —dijo Mani, con una mirada de sorpresa. Atrajo a Dinah
en un abrazo aunque ella gritó
Sonrió.
Dinah le agarró del brazo, y le ofreció el otro a Camila. Con gratitud, enganchó la
mano en su brazo, y lo agarró desesperadamente cuando se tambaleó hacia el coche.
—Oh hombre, eso está tan cerca de una de mis fantasías volviéndose realidad.
Dinah resopló.
—Por lo que he escuchado, las fantasías son lo único que tienes en realidad.
Los otros rieron y Camila sonrió débilmente. Se sentía tan enferma como un perro.
—Llamé a tu celular como un millón de veces —le dijo a Dinah, en tono acusador.
—¡Esto es tan genial! —dijo Dinah, cuando el matón los escoltó dentro de la parte
trasera—. ¡Es como ser VIPs! Bueno, Mila, es VIP esta noche. Te veo en el frente,
cariño. ¡Ve por ellos! —Besando a Camila en la mejilla, Dinah al oído le susurró
—Respiraciones profundas, encanto. Sabes que eres grandiosa, solo tienes que
mostrárselo a todos los demás ahora.
Le dio otro abrazo, y desapareció hacia el frente del club donde el ruido aumentaba
decibelio a decibelio. Camila se sintió un poquitito aliviada cuando vio a Drew.
—¡Vaya, nena! Te lavaste y desinfectaste bien. ¡Uf! Te ves muy sexy. ¿Cómo lo estás
haciendo?
Lauren se quedó fuera del club, aspirando el fuerte humo. Estaba al otro lado de la
calle cuando Camila llegó. Sus ojos casi cayeron de su cabeza y rodaron por la acera
junto con sus pensamientos cuando la vio con ese escaso vestido y los altísimos
tacones. Tuvo que admitir que se veía muy, muy caliente. Nada que ver con la chica
tímida con la que se reunía cada semana en la biblioteca. Aunque, le gustaba un
poco, también.
Cuando Camila la invitó a ir al club a verla, se sintió mal físicamente. Quiso correr
y esconderse, y tomó todo lo que tenía permanecer de pie hablando con ella en la
biblioteca. No tenía idea de lo que le pedía ¿Cómo podría? La tortura podía ser tan
inocente. Poco a poco, a regañadientes, se dirigió a la parte delantera de la fila,
pasando discotequeros irritados mientras esperaban con impaciencia. El portero le
hizo un gesto sin un segundo vistazo y se dirigió hacia el bar. Necesitaría una
bebida si quería sobrellevar la noche sin golpear algo. O alguien. Un par de chicas le
dieron una mirada de "necesito sexo" desde el extremo opuesto de la barra, pero no
devolvió la mirada de interés.
Ordenó un bourbon y una cerveza, mientras esperaba el cambio de ambiente que
anunciaría el comienzo de la música en vivo. Se dirigió a la parte trasera de la
habitación llena de gente y se quedó distante, viendo pero no formando parte,
observando pero sin importarle.
No quería venir esta noche, joder, pero no fue capaz de permanecer lejos tampoco.
Podía sentir la adrenalina en el club, la atmósfera espesándose como el humo. Sabía
cómo se estaría sintiendo ella ahora: la pesada tensión que solo se podía poner en
libertad dejando que la música fluyera, jalando todos los hilos de tu cuerpo para
tejer un tapiz de sonido. Vio cómo las piernas temblorosas la llevaron al escenario,
con los ojos aterrorizados disparándose de izquierda a derecha, como si estuviera
buscando un lugar para esconderse. Se puso de pie, encorvada sobre el micrófono, su
pecho subía y bajaba rápidamente. Podía ver a la multitud indecisa de si aceptar o
no a la chica aterrorizada, la cual se colgó del micrófono como si fuera a salvarla de
una multitud enfurecida.
Pero entonces el bajo palpitó a la vida, y Lauren podía sentir las vibraciones de la
batería llevando el ritmo a través de su cuerpo. Y comenzó a cantar. Su rostro se
iluminó y comenzó a respirar. Era como ver una flor abrirse y girar su cara al sol.
Puso su corazón y alma en la canción mientras se hacía cargo del escenario. Se
quedó sola, viendo la multitud, mirándola, sintiendo la música a través de su
cuerpo, no oyendo nada. Sacó su teléfono y le tomó una foto alzando la voz, la gente
debajo de ella gritando de alegría.
Todos coincidieron en que el debut de Camila fue un éxito. Comenzaron con Etta,
luego se sacudieron con la canción de Adele, Rolling in the Deep, lo que tuvo a la
gente saltando arriba y abajo, se relajaron con Hey love de Quadron, probaron algo
de su nuevo material, lo cual fue increíble y terminaron con algunos clásicos indie,
y, por supuesto, Fallin de Alicia Keys. No intentaron Dirty, y teniendo en cuenta lo
que usaba, se sintió aliviada.
Sonrió abiertamente y dijo todas las cosas correctas. Amó estar en el escenario. Amó
oír los vítores de la multitud mientras su voz cantaba cada nota alta. Se sentía feliz
de que Dinah estuviera allí para observarlo todo y verla atravesarlo. Se alegraba de
que Normani y sus amigos la aprobaran y brindaran por ella con sus botellas de
cerveza. Estaba loca de alegría porque todo salió bien, y se sintió aliviada de que
Drew y sus amigos le dieron un universal "me gusta". Pero a pesar de todo, había
esperado que Lauren viniera. Eso era bueno. Estuvo muy bien. Realmente no
esperaba que viniera. Nunca debería haber preguntado.
Cuando Lauren apagó el motor fuera de su casa, se sintió apenada. No había vuelto
al club para una noche de música en vivo desde... bueno, no por un tiempo.
Erauna pequeña consideración, pero algo era mejor que nada. Rompió la chapa de
laprimera cerveza y la bebió de un tirón. Luego se volvió a su computadoraportátil y
descargó la fotografía de Camila de su teléfono. Maldita sea, si nose veía caliente
con esa ropa. Pero al verla cantar, nunca vio a nadie lucirmás hermoso. Parecía que
encajaba dentro de su propia piel. No la había vistotan a gusto antes. Brillaba.
Imprimió la imagen y la metió en su tablón deanuncios, entre las fotografías de su
familia. Luego apagó su portátil, se sacósus botas y se sentó en la oscuridad,
bebiendo cerveza hasta que el sueño o elolvido se la llevaran.
Capítulo 6
—¡No vas a arruinar estos planes, señorita! —gritó Dinah, agarrando su brazo.
—No quieres discutir con ella, Mila. —Rió Normani—. Creí que ya lo sabrías para
ahora.
Fue inútil. Subieron al coche de Normani, seguido de dos taxis llenos de otros
estudiantes que conoció en el club, y regresaron a su casa de la fraternidad. Nunca
pensó que sería la clase de chica que podría ser invitada a una fiesta de fraternidad,
pero los amigos de Normani eran divertidos y sorprendentemente amables, y
bebieron y bailaron hasta el amanecer. Ellos lo hicieron. Camila encontró un sofá en
un rincón oscuro y se acostó con una pila de abrigos encima de ella y durmió,
escuchando la música en sus sueños y viendo a un par de risueños ojos color verde.
Cuando por fin llegó a casa, era domingo y las nubes eran de color rosa teñidas con
la llegada del amanecer. Dinah y Camila se hallaban tomadas del brazo fuera de los
dormitorios, respirando el aire puro de la mañana.
—Estuviste increíble allí, estoy muy celosa —dijo Dinah. Camila rió, pero Dinah jaló
su brazo.
—Lo digo en serio. La gente realmente se conmovió con tu canto. Las personas me
miran y piensan que ven a través de mí. – Camila la miró.
—No es falsa modestia, Mila, sé que soy bonita. —Se encogió de hombros—. Pero la
mayoría de las veces, eso es todo lo que ven. – Negó con la cabeza.
—Eso no es cierto. Has sido una amiga increíble para mí. Veo cuán considerada y
buena eres. Normani lo ve, también. Está loca por ti. – Los ojos de Dinah se
iluminaron.
—¿Eso crees?
—Lo sé —dijo Camila, con certeza—. He visto la forma en que te mira, te adora. Te
ve, también. Y yo te veo. – Dinah sonrió.
—Por cierto, ¿sabías que Lauren fue allí esta noche... la otra noche?
—Supongo que cambió de opinión —dijo Dinah con una mirada de complicidad—.
Alexa trató de hablar con ella y la mandó a volar por completo.
Cuando despertó, era casi la hora del almuerzo y su estómago gruñía, recordándole
que se perdió el desayuno y la cena la noche anterior. A pesar de todo, se sentía
fresca y relajada. Miró a su móvil. Eran las doce y Dinah seguía enterrada debajo de
su edredón. Entonces notó que tenía un mensaje de texto de Lauren.
—¡Dije que no, hombre! Quédate de una puta vez lejos de mí.
—Oh, vamos. Todo el mundo sabe que tu hermano es el chico por aquí. Deja de
fingir que eres la jodida Blanca Nieves. – Lauren se giró para alejarse, pero el tipo
más grande la agarró por el hombro. Lauren echó hacia atrás el puño, pero luego vio
a Camila corriendo hacia ella. En lugar de golpear al chico, dio un paso atrás y
respiró profundo.
—Es lindo que tu pequeña novia te esté protegiendo. – El rostro de Lauren se llenó
de ira y Camila tuvo que agarrar su brazo para llevársela.
—¿Qué fue eso? —preguntó Camila sin aliento, una vez que se encontraban a una
buena distancia.
Lauren seguía mirando por encima del hombro, así que le dio un golpecito en la
mano.
—¿Qué? —gruñó. Camila dejó caer su brazo, con el rostro conmocionado por su tono
enojado.
—Está bien —dijo, débilmente—. ¿Qué fue todo eso? – Negó con la cabeza.
—Solo unos idiotas. – Se encontraba bastante segura de que era más que eso, pero
como no oyó cómo inició la discusión, pensó que era más prudente dejarlo ir.
La miró rápidamente.
—¿Quieres venir conmigo? Solo tomará unas pocas horas. No sé, ¿ir a alguna parte?
—Um, bien —dijo vacilante, pensando en el montón de tareas que todavía tenía que
terminar—. ¿A dónde quieres ir?
Casas y tiendas volaron a su paso y no podía dejar de preguntarse cuán por encima
del límite iban. Temía que en cualquier momento escucharía las sirenas estridentes
de un coche de policía detrás de ellos. ¿Cuáles eran las sanciones por exceso de
velocidad? ¿Podía obtener el pasajero problemas por ello? Tenía visiones llamando a
sus padres para rescatarla de la cárcel. Era demasiado horrible de pensar. Sabía
exactamente lo qué pensarían de eso... y lo que pensarían de Lauren. Dios, ¿qué tan
rápido iba? Iban a tener un accidente, sin importar lo de ser detenidos.
Le apretó la cintura con más fuerza e, irónicamente, sólo parecía alentarla para ir
más rápido. Cuando se sintió lo suficientemente valiente como para abrir los ojos de
nuevo, pudo ver cómo el mar se levantaba en la distancia, gris y masivo.
—Sí. Me gusta venir al mar cuando estoy... —Se detuvo de repente, incapaz o no
queriendo continuar lo que estuvo a punto de decir
—¿Quieres un café?
—De ninguna manera —dijo la ojiverde, fingiendo estar horrorizada —Tenemos que
celebrar el sábado pasado. Yo pago.
Caminaron por el paseo marítimo hasta que encontraron un pequeño café que
vendía, además de café, rosquillas. También tenía un patio exterior, que se extendía
hacia el paseo marítimo, y era lo suficientemente cálido como para sentarse fuera.
Lauren suspiró feliz mientras que hundía sus dientes en el hojaldre relleno de
mermelada. El hojaldre se fue en unos tres mordiscos y Camila la sorprendió
mirando los de ella.
—¡No toques mis rosquillas! —amenazó Camila—. Soy peligrosa cuando te metes
con mi subidón de azúcar.
—Sí, y tienes una cosa por las patatas fritas, también. No creas que no me di cuenta
—le disparó.
—Si tienes hambre, consíguete otra rosquilla, pero quita los ojos de las mías,
señora.
Se rió, pero siguió su consejo y le hizo señas a la camarera, ordenando dos rosquillas
más. Los ojos de Camila se abrieron como platos.
—Te dolerá el estómago por comer tanta azúcar —le advirtió—. Eso, o caries.
—No puedo evitarlo —dijo con petulancia—. Soy prudente. Mamá dice que nací de
mediana edad.
—Sí —dijo, inclinándose hacia adelante y plantando los codos sobre la mesa—.
Bueno, no te veías de mediana edad el sábado por la noche, te veías caliente. Cada
hombre en ese lugar tenía una erección por ti.
Asintió lentamente.
Cuando terminaron su café, Lauren limpió el último grano de azúcar de sus labios.
Camila no pudo evitar soltar un suspiro, mirando cómo sus dedos largos y fuertes
barrían por su cara. Lauren atrapó su mirada.
—¿Qué?
—¿Ya? – Asintió.
—Mujer, no niña.
Sintió su cálido aliento cosquillear en su piel, pero pasaron varios segundos antes de
que sus palabras se hundieran en su mente. Se estremeció, ya fuera por el frío o por
placer, o algo más, no lo sabía. Caminaron a lo largo del paseo marítimo, cerca, pero
sin tocarse, en un amigable silencio. De vez en cuando, paraban para mirar un
escaparate o admirar la forma en que los colores del mar se arremolinaban y
cambiaban a cada momento. Pero muy pronto, las nubes comenzaron a volverse
grises y pesadas gotas de lluvia comenzaron a golpear a su alrededor.
—Ah, demonios —dijo Lauren, frunciendo el ceño hacia el cielo amenazador —
Vamos a mojarnos.
Tenía razón.
La lluvia azotaba fuertemente y ambas estaban caladas hasta los huesos mientras
Lauren conducía de vuelta a lo largo de la carretera. Lauren se encontraba un poco
mejor, su chaqueta de cuero le daba un poco más de protección, pero sus pantalones
se pegaron a sus piernas y podía sentir el agua filtrándose en sus botas.
Encorvada detrás, protegiéndola con su cuerpo, Camila se acurrucó contra ella, sus
violentos temblores enviando temblores a través del propio cuerpo de Lauren. Era
una locura seguir mojándose, tratando de llegar a los dormitorios, cuando su propio
lugar se encontraba más cerca. Las dos se hallaban medio ahogadas y congeladas, y
la lluvia en su línea de visión lo hacía más peligroso. Estaría mejor ir a su casa que
conducir hasta los dormitorios. Además, sabía a ciencia cierta que sería más fácil
secar la ropa en su casa. Nadie estaría utilizando la lavadora o secadora allí, nadie
lo hacía nunca. Salió de la carretera en una salida rápida. Camila se sentía tan
entumecida que ni se dio cuenta, hasta que estuvieron retumbando en una calle
residencial en una parte de la ciudad que no conocía. Lauren apagó el motor y se
bajó con rigidez de la moto, jalándola con ella.
—En mi casa. Me pareció que era simplemente tonto continuar mojándonos. Puedes
secar la ropa aquí y entrar en calor.
Asintió temblorosamente, pero cuando la siguió al interior, con los ojos semi
cerrados, se quedó mirando a una pareja que fumaba de una pipa en el salón.
—¿Eso es...?
Pasaron junto a otra pareja que miraba distraídamente hacia el espacio con ojos
vidriosos, y Lauren se preguntó si traerla allí fue un error. No tenía ni idea de
dónde se encontraba Chris. Le hizo un gesto para que la siguiera por las escaleras, y
se aferró a ella como si fuera la última tabla de salvación en el Titanic.
Sacó la llave y abrió la puerta para ella, luego la cerró detrás de ellas.
Sus ojos se estrecharon en la confusión, y luego se dio cuenta de cómo se veía desde
su punto de vista.
—¿Qué? ¡No! ¡Dios, no, Camz! Cómo puedes pensar... en este lugar... la gente vaga si
la puerta no está cerrada con llave. Eso es todo. Lo siento. No era mi intención
asustarte.
—No, lo siento. Es sólo que... —Hizo una pausa, tragando todo lo que estuvo a punto
de decir, y miró a su alrededor—. Tienes una bonita habitación.
—¿Tocas?
Lauren hizo una mueca, cogiendo la guitarra por el cuello y arrojándola sin
ceremonias en su armario.
—Ya no.
—Lo siento —susurró de nuevo, reprendiéndose internamente por ser tan idiota.
Por supuesto que ya no tocaba.
Para cubrir el incómodo silencio, Lauren buscó en su cómoda y le tiró una de sus
camisetas.
—Ponte esto, voy poner la ropa en la secadora. No tomará mucho tiempo. —Le
disparó su sonrisa sexy—. Voy a darme la vuelta, no veré nada.
Mientras se sonrojaba ligeramente, se quitó la ropa mojada hasta que estuvo de pie
en tan sólo ropa interior. Se puso a toda prisa la camiseta que le llegaba hasta la
mitad de sus muslos. No podía dejar de llevarla a su rostro y respirar
profundamente. Olía como ella, su colonia se aferraba al material, junto con un
débil rastro de humo de cigarrillo. Miró por encima de su hombro, pero Lauren
mantuvo su palabra y le dió la espalda. No esperaba nada menos. Le dio unos
golpecitos en el hombro.
—Ya terminé.
Lauren sonrió y sus ojos brillaron con apreciación a sus piernas desnudas.
—Lo siento —dijo, atrapando su mirada—. Soy una mujer, pero me gustan las
mujeres. —Se encogió de hombros y le guiñó un ojo, y luego recogió su ropa mojada,
la cual dejó una mancha de humedad en el piso.
—Sólo será un minuto. Cierra la puerta detrás de mí. Tocaré cuando vuelva.
Su corazón dio un vuelco cuando miró más de cerca. Lauren incluyó una foto de ella
entre las fotografías de su familia. Era de su actuación. En ella, se podía ver
claramente que cantaba con el corazón en la mano. Ni siquiera sabía que la tomó. Ni
siquiera habría sabido que estuvo allí si Dinah no lo hubiera mencionado, a pesar de
que le envió un mensaje más tarde. Una mezcla de emociones se precipitó a través
de ella. Nunca la oyó cantar, y nunca lo haría, pero quería mantener esa imagen en
particular de ella. No lo entendía. ¿No sería eso, seguramente, lo más doloroso de
ver todos los días?
—¿Sí? —dijo, vacilante, y entonces se sintió como una idiota. No podía oírla, por
supuesto.
Abrió la puerta con cautela, y Lauren entró con dos tazas de café.
—Lo siento —dijo—. No hay leche en la casa. Alguien debe de habérsela bebido.
Se encogió de hombros.
—Es mi hogar.
Lauren le sonrió.
—Bueno, he puesto la tuya dentro. Pensé que te gustaría salir de aquí lo antes
posible. —Le dio una sonrisa de disculpa—. Haré lo mío después.
—Sólo bromeaba contigo, chica. Date vuelta mientras me cambio. ¡No mires a
escondidas!
Respiró hondo y se dio vuelta. Permanecía de pie de espaldas a ella, con un par de
bóxer gris oscuro y un brassier deportivo. Estudió los músculos de su espalda, cómo
ondulaban y flexionaban bajo su piel. Siguió el contorno de los tatuajes en sus
hombros y dejó que sus ojos viajaran a la deriva por sus estrechas caderas, su firme
culo, y sus largas y fuertes piernas. Era hermosa, pero para ella era la belleza en su
interior lo que más amaba. La hacía valiente. Tal vez sintió sus ojos sobre ella,
porque de repente, se dio la vuelta y la miró con sorpresa.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! Yo... yo solo... sólo quería ver —murmuró, sus sonrojadas
mejillas resaltando su extrema vergüenza.
Inclinó la cabeza hacia un lado, mirándola fijamente, pero no habló. No podía mirar
el cuestionamiento en sus ojos, por lo que permitió a sus ojos vagar sobre sus senos.
Jadeó suavemente cuando se dio cuenta de los pequeños anillos que resaltaban en
cada pezón aún cubiertos por el brassier. Fue tan inesperado y erótico. Era tan
Lauren. Deseando tener el valor para dar un paso adelante y tocarla, se maldijo a sí
misma por ser tan cobarde. Dinah lo haría. Dinah hubiera dado ese paso, no se
hubiese movido de un pie a otro como una niñita estúpida. Sus ojos cayeron más
abajo, hipnotizada por el bulto en sus bóxer. Cuando Lauren habló, casi saltó.
—En la televisión.
Sonrió.
—¡No! ¡Dios, no! Bueno, tal vez una vez... en la casa de una amiga.
—¿Te gustó?
—No realmente. Era una estúpida película, la trama era horrible. No tenía ningún
argumento en absoluto.
Se sonrojó.
Negó con la cabeza, sin decir nada mientras seguía mirándola. No podía apartar los
ojos de Lauren, y no quería.
—Yo... no lo sé.
—Lauren, yo... —Esperó hasta que la miraba de nuevo—. Lauren, yo... —Pero no
estaba segura de lo que quería decir.
—¿Quieres qué?
—A ti —susurró.
Lauren le sonrió.
—No hay nada que lamentar, muñeca, sólo estás jodidamente matándome aquí.
Se encogió de hombros.
—Viviré.
Alcanzó sus pantalones de nuevo, pero le puso la mano sobre el brazo. La miró,
perpleja.
—Está bien, pero no es por eso que te traje aquí, Camz. Lo sabes, ¿verdad?
Asintió.
—Lo sé.
Esta vez, no lo dudó. Levantó sus caderas y empujó sus bóxer más allá de sus
rodillas, retorciéndose mientras se los quitaba. Su polla dura saltó sobre su
estómago, donde se balanceó alegremente. Nerviosamente pasó un dedo por la larga
vena y saltó cuando se movió hacia ella. Sintió la risa de Lauren. Pasó la mano
sobre Lauren de nuevo, y escuchó su profunda respiración mientras aspiraba el aire
por la nariz. Su piel se sentía suave y lisa, pero también caliente y dura bajo sus
dedos. Apretó y Lauren movió sus caderas hacia arriba dentro su palma.
Movió la mano de arriba abajo con mayor rapidez, disfrutando de la forma en que su
erección se engrosaba y calentaba bajo sus dedos.
—Ven aquí.
Camila sonrió cuando su mano libre le acarició el cabello. Pensó que iba a morir de
felicidad cuando le dio un suave beso en la parte superior de la cabeza. Se sentía
desprovista cuando se sentó.
—Um, ¿sí?
—¡No!
Camila parpadeó.
—Hacerte venir.
Una mirada de comprensión pasó por su rostro y sus labios se torcieron en una
sonrisa.
—No, nena. No tienes que tener mi polla dentro de ti para tener un orgasmo.
Aunque realmente me gustaría intentar eso un día. Puedo hacerte venir con mis
dedos si quieres. O con mi lengua.
—No puedo leer los labios así, nena —dijo con el ceño fruncido.
—Di que sí. Te haré sentir bien, lo prometo. Sólo mis dedos, sin lengua.
Le devolvió la sonrisa.
—Está bien. —Sonrió—. No hay problema. Pero me dejaras tocar tus pechos,
¿verdad?
—Um, bien.
Las manos de Lauren se posaron suavemente sobre su cintura, luego sacó sus labios
de los de ella y plantó un camino de suaves besos por su garganta y sobre la
camiseta, acariciando suavemente sus pechos. Jadeó un poco y levantó la vista
cuando la sintió moverse.
—Yo... uhm...
Camila se sentía tan avergonzada que no sabía dónde mirar. Todo lo que podía
hacer era cerrar los ojos.
—No te avergüences conmigo, Camz. Sólo quiero hacerte sentir bien. Sólo mis
dedos, lo prometo. ¿Me dejarás?
Sintió sus bragas humedecerse cuando Lauren continuó su sensual asalto por su
cuerpo. Comportándose y moviéndose de maneras desconocidas para ella, sus
caderas se levantaron automáticamente ante su toque, como si su propio cuerpo lo
estuviera convocando. Sus dedos comenzaron a jugar con el borde de sus bragas y
Camila gimió, apenas reconociendo el salvaje sonido que salió de ella. Lauren sintió
la vibración de su gemido y lo tomó como estímulo. Metió la mano dentro de sus
bragas, haciéndola respirar superficialmente.
—Estás tan mojada, muñeca —dijo suavemente contra su hombro— Estás mojada
para mí y un día quiero empujar mi dura polla dentro de ti y sentir esa dulce
opresión a mí alrededor, pero ahora vas a montar mis dedos.
—Eso es, muñeca —susurró Lauren, estimulándola—. Déjalo ir. Déjalo ir, nena.
Estoy aquí. Estoy aquí.
Trató de alejar su mano, segura de que no podría aguantar más, pero Lauren
presionó su cuerpo sobre el suyo, juntando sus pechos.
A medida que su cuerpo regresaba a la tierra, Lauren retiró lentamente sus dedos,
arregló sus bragas y tiró la camiseta prestada en su lugar. Cuando finalmente abrió
los ojos, Lauren la observaba, con una tranquila y fija mirada en su rostro. Se
sonrojó aún más cuando se dio cuenta de que chupaba sus dedos. Lauren vio su
expresión.
—Sabes muy bien. —Le extendió la mano y movió sus dedos— ¿Quieres probar?
Le sonrió.
Lauren se rió.
—Lo siento, todavía estoy... quiero decir... eso fue... no sé lo que fue, pero fue...
increíble. Ahora puedo ver por qué tanto alboroto por esto. Quiero decir, no sabía
que... quiero decir: ¡Guau!
Lauren Sonrió.
No podía imaginarse cómo, cualquier cosa, podía ser mejor que eso. Pero luego
volvió a pensar en su sucia boca, y todas las cosas que dijo que quería hacer con ella.
Sí, definitivamente le gustaría probar eso. Lauren se recostó, satisfecha con el
trabajo de la tarde. En realidad, estuvo más que un poco sorprendida cuando
Camila se vino en ella. Obviamente sabía que era virgen, y pensó que era el tipo de
persona que planeaba permanecer así hasta que conociera al hombre perfecto. No
quería abusar de su confianza. Pero su cuerpo era exuberante, incluso aunque no le
hubiera permitido verla desnuda. Y ese maldito vestido que llevaba el sábado, en
serio era caliente. El hecho de que quisiera masturbarla la sorprendió demasiado.
Pero, maldita sea, si no lo hubiera hecho, nunca hubiera probado lo que se sentía
tener sus manos sobre ella, tocándola como su instrumento. Y la forma en que
respondió a su contacto la calentó demasiado. No se hallaba segura de lo que Camila
quería que pasara después, pero realmente esperaba que la dejara dormir con ella.
No hoy, quizás, pero pronto. Envolviendo sus brazos alrededor de ella y sintiendo su
cabeza en su pecho, al saber que no tenía nada que esconderle, hizo que su cuerpo se
sintiera más ligero que alguna otra vez. Y verla venirse, fue lo más jodidamente
asombroso. Camila no tenía ni idea de lo sexy que lucía, extendida debajo de ella. Sí,
Lauren realmente quería un poco más de eso. ¿Eso significaba que iba a ser su
novia? ¿Quería una novia? Definitivamente no tenía ni idea de lo que quería
tampoco. Luego frunció el ceño: tal vez sólo la quería para joder, alguien que le
quitara su virginidad. No sería la primera mujer que quería su semen, pero no su
conversación. Regresando a la realidad, vio a Camila estirarse como un gato y
apoyarse en un brazo para que pudiera ver su rostro.
Sonrió.
—Sin duda lo es. —Le dio un beso rápido en la mejilla—. Puedo ver por qué tienes
esa reputación, es muy bien merecida.
—¿Qué?
—¿A dónde vas? —dijo Camila nerviosamente, luego se maldijo por hablar con su
espalda de nuevo. Era imperdonable que se mantuviera olvidándolo.
—Iré a traer tu ropa —murmuró, y antes de que pudiera pensar en qué decir, se
había ido.
—Yo... yo...
—Estoy harto de que las perras la traten como un maldito juguete. ¡Tiene
sentimientos, por el amor de Dios! Pero tal vez no te preocupas por eso.- Camila se
sorprendió en silencio. No tenía idea de lo que causó esta explosión, y por qué el
hermano mayor de Lauren la miraba asesinamente. Sus ojos se estrecharon.
—Eres ella, ¿no es así? La cantante. Le dije que se mantuviera alejada de ti. Le dije
que le romperías el maldito corazón. Eres peligrosa. ¿Por qué no puedes dejarla en
paz?
Camila sintió las lágrimas pinchar sus ojos, y empuñó la sábana entre sus manos,
mirando ansiosamente la puerta, esperando que Lauren viniera a decirle a su
hermano que lo entendió todo mal.
Con lo que sea que iba a amenazarla, sus palabras fueron cortadas cuando Lauren
volvió a aparecer.
Nadie respondió.
—Dije, ¿qué demonios está pasando? —repitió con enojo, el tono de su voz creciendo.
Chris se volvió hacia ella.
—Sólo teniendo una charla tranquila con tu chica, hermana. No es gran cosa.
—¿Camila?
—¡No hagan eso! —escupió—. ¡No me traten como una maldita idiota!
Chris puso una mano tranquilizadora en su hombro, pero Lauren se alejó. Luego le
tiró la ropa seca a Camila.
Salió, dejando a Chris y Camila mirándose el uno al otro. Cuando Chris cerró la
puerta, se vistió rápidamente, secándose las lágrimas de los ojos. La tarde fue el
mejor día de su vida hasta que Lauren se fue de repente, volviéndose rara con ella.
Y ahora su hermano la odiaba también. Era tan confuso. Se acercó de puntillas por
las escaleras, pasando por encima de un hombre que parecía estar acurrucado
durmiendo en la última escalera. Lauren estaba abrochándose la chaqueta de cuero.
Ni siquiera la miró, sólo abrió la puerta y sacó las llaves de la moto de su bolsillo.
Haciendo caso omiso de la llovizna que seguía oscureciendo el cielo, pasó la pierna
sobre la moto. Todavía no miraba a Camila, y simplemente esperó hasta que se
subiera a su espalda. Tentativamente abrazó su cintura, pero ella no respondió.
Esta vez, el rugido del motor no era reconfortante, sino que era un signo de
puntuación de su angustia. Lauren condujo con velocidad temeraria hacia la
universidad, y luego se detuvo bruscamente en la puerta de su dormitorio y esperó a
que desmontara. Le entregó su casco y lo dejó caer en su maletero. Ella se inclinó
para darle un beso de despedida, pensó que necesitaban algún tipo de cercanía, pero
se apartó y se fue antes de que pudiera hablar.
—Me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que se diera cuenta de que eres
una perra frígida —dijo una voz.
Se dio la vuelta para ver a Alexa apoyada contra la pared, con una expresión de
suficiencia en su rostro.
—Jauregui finalmente entró en sus cabales, ¿eh? Vio que podía hacerlo mejor, ¿no?
O quizás fue una follada pésima.
No pudo responder, su cerebro y cuerpo sobrecargados de emoción. Corrió a su
habitación con las palabras de Alexa resonando en sus oídos. La habitación se
encontraba a oscuras, y cuando encendió el interruptor de la luz, el brillo la
deslumbró. Sintiéndose aturdida, se sentó en su cama con los hombros caídos.
Entonces se dio cuenta de que Dinah dejó una nota diciendo que regresaría a las
ocho si quería compartir pizza. ¿Pizza? Como si pudiera pensar en comer. Tenía que
saber cómo estaba el asunto con Lauren. Tenía que saber. Sintiéndose desesperada,
sacó su teléfono y le envió un texto.
Lauren iba sobre los ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora cuando captó un
parpadeo de luces azules y rojas en los espejos. Maldijo en voz alta y muy subida de
tono, mientras se estacionaba por la curva. Después de pelear con Camila, su día no
mostraba ni una señal de mejoría.
Lauren asintió.
—Sí, señor.
Olvidando todos los consejos que Chris le dio por si alguna vez era arrestada, dijo la
primera cosa que le pasó por la cabeza.
—De acuerdo con mis registros hay un Detective Dickinson que quiere hablar
contigo en la estación. Tendré que llevarte.
—No te puedo decir eso, hija, pero tendrás que venir conmigo. Mira, no te estoy
arrestando, así que tómalo con calma, ¿está bien?
Ni siquiera trató de discutir. Sabía que no tenía ningún sentido. El policía suspiró,
algunas veces odiaba su trabajo. La chica realmente lucía como si tuviera el peso del
mundo sobre los hombros.
Asintió.
—Bueno, ¿No es esto interesante? ¿Eres la hermana menor, huh? Ya era hora que te
viéramos aquí. Tu hermano está en nuestra lista de navidad. Vamos a tratar de
hacerte sentir bienvenida. Podemos encontrar una agradable, acogedora celda con
tu nombre en ella, y creo que a mi colega el Detective Dickinson le gustaría hablar
contigo.
—Ahora vacía tus bolsillos —dijo mirando la computadora. Incapaz de ver el rostro
del hombre, Lauren sólo se quedó ahí.
—¡Dije que vacíes tus malditos bolsillos! —gritó el policía, levantando la vista.
—Me estás haciendo enojar, Jauregui, lo cual es muy estúpido. Cuida tu boca listilla
o serás arrestada por sospecha de manejar bajo la influencia del alcohol.
—Más tarde.
El policía agradable parecía irritado, pero el Sr. Realmente sin ningún tipo de
encanto era el superior. Lanzándole a Lauren una mirada simpática, el policía
agradable se alejó, negando con la cabeza. Puso los cigarrillos, encendedor, cartera,
llaves y cambio en la caja en frente de ella. El contenido fue registrado y guardado
en una bolsa de plástico transparente.
Pero sus palabras se apagaron cuando el policía le quitó el celular de las manos y lo
metió en la bolsa con el resto de las pertenencias, después fue escoltada al cuarto de
interrogación, por el hombre que asumía era el Detective Dickinson.
El detective lucía cansado y decaído, pero sus ojos eran afilados, y su boca se curvó
con disgusto cuando miró a Lauren. Bruscamente, Dickinson la empujó en la silla.
—Bueno, bueno, la hermana menor de Chris Jauregui. Otra manzana que no cae
muy lejos del árbol, ¿huh? Apuesto a que tu mamá y papá estarían muy orgullosos.
—Tienes una boca muy sucia, chica. Y de verdad no quieres hacerme enojar.
—Necesitamos tener una pequeña charla primero —dijo el detective en una voz
aburrida—. Sería mejor para ti si contestaras las preguntas. Por supuesto, eres
capaz de irte en cualquier momento... pero de verdad no lo recomiendo.
Lauren no creía que sería mejor para ella contestar algo, pero se sentía preocupada
sobre las repercusiones de simplemente irse a toda velocidad.
—Mira, chica —dijo el detective en un tono más conciliatorio—, contesta algunas
preguntas y la multa de velocidad solo desaparecerá. Puedo hacer que lo hagan. No
estoy detrás de tu hermano... estoy detrás del idiota que ha estado inundando las
calles con metanfetamina barata. ¿Quién es el proveedor de tu hermano?
Lauren se quedó en silencio. Chris siempre le había dicho que sólo traficaba con
hierba y coca. No sabía si creerle o no a Dickinson, pero de verdad no quería hacerlo.
—Vamos, chica. ¿Quieres esa mierda en las calles? Sé que estás en la escuela.
Tratando de mantenerte limpia. Es tu hermano quien está echando a perder las
cosas.
—No sabes nada —dijo Lauren, con vehemencia. Dickinson sonrió. Podía darse
cuenta que tenía a la chica inquieta.
Cerró los ojos, excluyendo las palabras que la hacían vomitar. No creía la mierda
que Dickinson le decía, pero tampoco quería saber nada más. Saltó cuando
Dickinson golpeó las manos fuertemente sobre el respaldo de su silla.
—Camz, soy yo. Lauren. Tengo un montón de problemas. Fui detenida por exceso de
velocidad. Estoy en la estación de policía. ¿Puedes darle un mensaje a Chris de mi
parte, nena? Su número es nueve-uno-dos-cinco-cinco- cinco-cero-uno-nueve-cinco.
Siento haberme molestado contigo, cariño. Lo siento malditamente.
Luego colgó, sin saber si la escuchó. Sabía que sería lo más inteligente decirle a
Dickinson que no podía oír lo que malditamente decía. Pero no podía darle esa
satisfacción al bastardo. Dickinson continuó haciéndole preguntas, aunque no las
contestó.
—Bien, eres libre de irte —dijo Dickinson, por fin—. Estoy seguro de que te veré
otra vez, hermana menor. Es solo cuestión de tiempo para que seas parte del
negocio familiar, si es que ya no lo eres.
Camila se despertó con la luz filtrándose a través de las cortinas sobre la cama.
Rodó de lado y agarró el teléfono.
—¡Santa Mierda!
Se puso unos vaqueros y una camiseta de manga larga, luego subió el volumen del
teléfono. Tenía una llamada perdida de un número que no conocía, y un mensaje de
voz.
—¿Eres una maldita idiota? —le siseó Chris a Lauren—. ¡Porque estás actuando
jodidamente como una! Hago toda esta mierda para que puedas mantenerte limpia,
entonces vas y lo jodes de esta manera.
—¡Suéltame!
—¡No hasta que haya golpeado algo de jodido sentido en ti! —gruñó su hermano.
Lauren lo empujó con fuerza y Chris dio un paso atrás, batiendo el puño al mismo
tiempo. Golpeó a Lauren en la mejilla y cayó de costado, aterrizando torpemente en
una rodilla. El dolor la atravesó y se alegró de no haber tenido la lengua entre los
dientes, o claramente se la habría mordido, maldición. Camila saltó fuera del coche
en el momento que Chris empujó a Lauren contra la pared. Era demasiado tarde
para detener la pelea, pero se encontraba absolutamente segura de que no lo dejaría
llegar más lejos. Trató de ayudar a Lauren a pararse mientras Chris se hallaba
detrás de ella, jadeando duramente. Lauren sintió las manos en su hombro otra vez
y automáticamente las empujó. Camila trató de calmarla.
—Lleva a Camz a casa primero —murmuró Lauren. Chris parecía que quería
discutir, pero contuvo lo que iba a decir. El viaje fue silencioso, la violencia latente
entre los dos hermanos. Camila podía ver la mirada de Chris por el espejo
retrovisor, con el rostro oscuro y duro. A su lado, Lauren se encontraba recostada
con los ojos cerrados, una marca roja floreciendo en su mejilla. Cuando llegaron a
los dormitorios, ella acarició suavemente el rostro de Lairen para que abriera los
ojos.
—Estamos aquí —dijo, en voz baja—. ¿Quieres entrar? Dinah podría llevarte a tu
casa después.
Se bajó del coche torpemente, frotándose la rodilla dolorida. Con una mirada furiosa
final, Chris se marchó, chillando los neumáticos, dejando el penetrante olor a
caucho quemado en el aire con su desaprobación. Se sentía preocupada por Lauren.
Se encontraba silenciosa, y el fuego que tanto amaba parecía haberse atenuado. Se
arrastró por las escaleras hasta su dormitorio, con los hombros caídos y la cabeza
colgando hacia abajo. Tal vez era sólo cansancio, pensó. No pudo haber dormido
mucho, estando en una estación de policía toda la noche. Se sintió culpable otra vez,
mientras que ella estuvo acurrucada en su cama, Lauren se encontraba tratando
con Dios sabe qué. Abrió la puerta, aliviada de que Dinah se encontrara en las
clases de la mañana. Tirando de su mano, llevó a Lauren a su cama y la empujó
suavemente, diciéndole que se sentara.
Y luego se sintió egoísta por tener esos pensamientos, cuando Lauren había pasado
un momento tan horrible. Justo ahora, necesitaba su amistad. Frunció el ceño y se
preguntó si eso era todo lo que querría de ella. Pero ayer... eso fue mucho más allá
de la amistad. La miró de nuevo. Sus suaves labios entreabiertos, la mejilla
lastimada ligeramente hinchada. Se pateó a sí misma por no haberle ofrecido un
poco de hielo. No es que hubiera tenido tiempo: se quedó dormida de inmediato. Sus
ojos temblaban ligeramente bajo los párpados cerrados y se preguntó con qué
soñaría. Suspiró y trató de volver la atención a su libro. Lauren no se movió, excepto
para enganchar la pierna izquierda sobre la de ella, así por casi dos horas, leyó, con
Lauren acurrucada a su alrededor. Le encantaba el hecho de que en su sueño
parecía ansiarla. Deseaba que fuera lo mismo cuando se encontraba despierta. De
repente la puerta se abrió de golpe, haciendola saltar. Dinah irrumpió con Alexa
caminando detrás de ella.
—Oh, ¡Dios mío! ¡Lo siento! —dijo Dinah, deteniéndose bruscamente, con los ojos
muy abiertos, fijos en Lauren. El rostro de Alexa parecía el de alguien que había
chupado un litro de jugo de limón.
—Oh mierda, lo siento, muñeca. ¿Me quedé dormida? ¿Qué hora es?
Sacudió la cabeza, murmurando acerca de negocios que atender. Camila hizo una
mueca, preguntándose lo que podría implicar. Y sin duda necesitaba un aventón.
—No. Está bien, gracias. Tengo algunas cosas de las que ocuparme —repitió,
estirando los brazos encima de la cabeza, y flexionando los músculos inocentemente,
en una forma que hizo babear abiertamente a Alexa—. Le escribiré a Drew. Me dará
un aventón.
Sacó las piernas de la cama y comenzó a ponerse las botas. Camila sintió su pérdida
junto a ella inmediatamente. Antes de irse, Lauren le sonrió y le besó el cabello.
—¡Oh, Dios mío! ¿Están follando? Fue tan dulce la forma en que te abrazaba. ¡Guau!
¡Lauren Jauregui! ¿Es realmente buena en la cama? En la escala del uno al diez,
¿cómo la calificarías?
—¡Tonterías! Las vi, Mila. Está totalmente colada por ti. Y es obvio lo que sientes
por ella. ¡Guau! Bien, ahora puedes darme detalles.
—Oh —dijo, sintiéndose inquieta—. Ella, um, tuvo un problema con la motocicleta.
Lo que no era completamente una mentira. Tomó el estuche del violín y su bolso con
las partituras, y se apresuró a salir del cuarto. Su concentración se fue al infierno y
el profesor Crawford alzó la ceja sorprendido. Todo lo que Camila pudo hacer fue
disculparse de nuevo, y prometer trabajar más duro la próxima semana. No ayudó
mucho el que hubiera escuchado llegar un mensaje de texto a su celular, y se moría
de la curiosidad por saber si era de Lauren. Tan pronto como terminó la lección,
incluso antes de que el profesor Crawford hubiera cerrado la puerta detrás de él,
excavó en su bolso para encontrar el teléfono. El mensaje era de Lauren.
L: Gracias
Miró el corto mensaje y sintió lágrimas en los ojos. ¿Qué tan tonto era eso? Le envió
un mensaje. Le agradeció. ¿Cuál era el maldito drama? Irritada por ser tan patética,
condujo su abatido trasero al dormitorio. Desafortunadamente, Dinah todavía se
encontraba allí, y la atacó en el mismo instante en que cruzó la puerta.
—¡Escúpelo! ¿Qué hay entre Lauren y tú? ¿Están saliendo? —Luego miró a Camila
más de cerca— Porque, si lo están, pareces algo miserable.
Camila suspiró.
—Es complicado.
—Lo entiendo. Mensajes confusos, ¿huh? Sabes que no le voy a decir nada a nadie,
¿correcto, Mila? Quiero decir, ni siquiera a Alexa. Sé que actúa como si fuéramos
mejores amigas, pero no soy tonta. Es un poco perra contigo. Pero es porque está
celosa. Amaría estar recibiendo un poco de acción de Lauren Jauregui. No entiende
lo que ve en ti... Oh, no quise decirlo de esa forma —dijo, de prisa—. Es solo que no
actúas toda coqueta... sabes a lo que me refiero.
—Gracias Dinah... creo. Yo solo... —Suspiró de nuevo, sin tener idea de cómo
terminar la oración, y mucho menos como explicarle sus sentimientos.
—¿Te ha besado?
—Sí.
—¿Lengua?
Se sonrojó.
—Ayer.
—¡Por supuesto! Ustedes han sido amigas desde el comienzo del semestre... o casi.
Por lo que si acaban de involucrar lenguas, es un progreso.
Esa era una difícil. Salieron juntas, pero ninguna de las dos lo llamó nunca cita.
—Oh —dijo Dinah, en una forma que indicaba que esto no era bueno.
—¿Oh?
—Cariño, si no estás segura de que era una cita, entonces no lo fue. Tiene que
pedirte una cita para que lo sea. Es diferente a solo salir juntos.
Suspiró.
Se movió incómoda.
—Entonces tomaré eso como un "sí". —Su sonrisa se desvaneció—. Realmente solo
hay una respuesta, Mila... tienes que preguntarle donde se encuentran. Las chicas
pueden ser bastante tontas. Tienes que decir: ¿Oye? ¿Esto es una cita? o, ¿Tendrás
algo con otra chica más tarde? ya sabes, hablar claro
—Bueno —dijo Camila, retorciendo un trozo de tela de su franela entre los dedos—.
¿Qué si dice que "no"? ¿Qué pasa si no está interesada en mí?
—Entonces dice que "no", pero al menos no estarás atrapada en algo que no
sucederá. Es como arrancar una curita... lo harás rápido porque a largo plazo dolerá
menos.
Sonaba como una buena recomendación: solo que Camila no sabía si sería lo
suficientemente valiente para hacerlo.
Sacudió la cabeza.
—¿Quieres hacerlo?
—Oh, cariño —dijo Dinah, palmeando su mano—. Todos los chicos y seguramente
Lauren, quieren sexo, eso es un hecho. Pero tienes que decidir si eso es todo lo que
quieres. Y te conozco, Mila. Tú eres el tipo de chicas que quieren el paquete
completo. Y Lauren... mira, parece linda, es diferente contigo, pero no tiene un buen
historial. Es definitivamente del tipo "ámalas y déjalas".
—Lo que puedo decirte, cariño, es esto. Habla con ella. Lo averiguarás. Mira, Mani y
yo iremos a ese nuevo lugar mexicano con varios amigos de la fraternidad. Me
harías un favor si vienes con nosotros.
—Gracias, Dinah, pero creo que voy a tener una noche tranquila.
—Algo así.
Le tomó un tiempo deshacerse de Alexa. La chica era persistente, pero había visto la
forma en que trataba a Camila y no se sentía ni un poco interesada en alguien tan
perra, y además no era caliente. Lauren apagó el cigarro cuando vio la abollada
camioneta de Drew acercándose.
Suspiró.
—Me detuvieron por exceso de velocidad. Pensé que me iban a arrestar por
conducción temeraria, pero los hijos de puta se encontraban más interesados en
Chris.
Sabía que Drew vendía un poco de hierba en la zona. Él contuvo las palabras por un
rato antes de responder.
Lauren se sentía un poco apaciguada pero aún enojada porque Drew pudiera
siquiera pensar que haría un trato con los policías. No quería preguntarle si
Dickinson se encontraba de acuerdo con lo del comercio de metanfetaminas. La
mayor parte de ella no quería saber. La ignorancia no era la felicidad, pero podía
ofrecer una vista jodidamente más confortable que una cruel realidad.
—De cualquier forma, me detuvieron. Pasé toda la noche con el trasero dentro de la
estación de policía.
—¿Los policías te maltrataron? —dijo Drew, con sus ojos vagando sobre la cara de
Lauren.
Drew suspiró.
—Sirona. Los policías me hicieron dejarla a un lado de la carretera. Quien coño sabe
lo que le habrá pasado.
Drew suspiró.
—Mil dólares.
—No es un gran problema. Aún me quedan tres años de escuela. Puedo trabajar en
el garaje durante los veranos. Y ganaré ese dinero otra vez fácilmente.
Pero al pasar las manos sobre el cromo de Sirona, comenzó a sentirse mejor.
Terminar esta motocicleta fue un trabajo duro. No era como una importación
japonesa moderna. No, ningún botón de fácil encendido para su bebé. Se inclinó
para encender el gas, apartó el obturador de arranque, abrió por completo el
acelerador, poniéndolo a punto con un par de patadas, luego sintió las vibraciones
mientras la patada de inicio la hacía saltar a la vida, pulsando a través de su
cuerpo. La podía sentir. Montó hasta su casa, manteniéndose dentro del límite de
velocidad durante todo el camino. No podía arriesgarse a perderla de nuevo. Pero
este buen estado de ánimo no duró mucho tiempo. Tan pronto como Chris la oyó
llegar, salió a enfrentar de Lauren. Drew se quedó ahí, con una mueca.
—Dime que estas jodidamente bromeando —gritó Chris—. ¿Vas a usar tu fondo de
la universidad para pagar la maldita multa?
Se mantuvo firme mientras los ojos de Chris ardían de furia, y Drew parecía más
que un poco incómodo. Dirigió una mirada al amigo de su hermano. No culpaba a
Drew, Chris lo habría descubierto tarde o temprano.
—Mamá y papá ahorraron ese dinero para que fueras a la universidad y obtuvieras
tu título. No se mataron trabajando para que pudieras mandarlo todo al traste y
pagar una jodida multa por exceso de velocidad.
—¡Lo sé! —gritó Lauren—. Pero no tenía elección. Trabajé en Sirona durante dos
malditos años para no tener que tomar el bus, no voy a venderla para pagar una
multa de mierda.
—No, no lo creo. ¿Y por qué diablos estás saliendo con esa cantante? ¡Eso solamente
te jode mentalmente! ¿Quieres que te lo recuerde a cada momento? Porque puedo
recordar lo destrozada que estabas cuando no pudiste volver a tocar tu música, ¿y
ahora estás saliendo con una cantante?
—¡Tonterías!
Giró la motocicleta, necesitando algo de espacio. Tenía que poner en orden su cabeza
y solo quería ver una persona.
—Hola.
Asintió con cansancio mientras abría por completo la puerta. Entró, besándola
rápidamente en la mejilla, y se dejó caer pesadamente en la cama.
—Sí.
—Más o menos.
No podía soportar decirle que tuvo que gastar cierta cantidad de dinero del fondo
para la universidad, o que Chris le dijo que no saliera con ella. Esa mierda era
demasiado fuerte para hablarla con ella.
—Está bien, yo sí. —Presionó la lengüeta de la primera lata y bebió casi la mitad de
ésta.
Lauren suspiró.
Camila se subió hasta el final de la cama y se sentó con las piernas cruzadas, de
frente a ella.
—Mira, siento mucho la forma en que me comporté. Ya sabes, ayer. Sólo... joder,
esto es difícil. —Bajó la mirada a sus dedos.
—Ayer fue bastante bueno. Antes... No esperaba... Quiero decir, somos amigas,
¿cierto? No quiero hacer nada para arruinar eso. Pero no quiero que pienses que lo
que hicimos... ah, mierda.
Encontró su mirada.
—Porque lo hiciste sonar como si no significara nada. Como si solamente voy por ahí
buscando chicas al azar.
—¿Y no lo haces?
—¡No!
—Sabes a lo que me refiero, pero si quieres que lo diga más claro: ¿Con cuantas
chicas has tenido sexo?
—Tres.
—¿En total?
¡Jesús!
—¿Cuantas en total?
—Um...
—¿No lo sabes?
—¡Cristo! ¡Dame un respiro! ¡No es como si las marcara con rayas en la cabecera de
mi cama!
—Quizás treinta.
Camila tragó.
Supuso que sería un número alto, pero aun así era un poco chocante.
—Oh —dijo, tratando de mantener la expresión de su cara en blanco, pero sabiendo
que probablemente podía leerla perfectamente.
—¿Por qué estamos hablando de esto? —murmuró ella, tanto para Camila como
para sí misma. Luego levantó la vista—. Pero tú eres la segunda chica con la que he
dormido —agregó Lauren.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, no tengo citas. La chicas no quieren
tener citas conmigo, solo quieren follarme. Y a mí me gusta follar. Pero ninguna de
ellas me conoce: tú eres la única. Las demás no permanecen alrededor el tiempo
suficiente para hacerlo.
—No realmente.
—¿Qué?
—¿Qué cosa?
—Todas las chicas con las que has dormido. Me hace sentir... —Vaciló, tratando de
encontrar las palabras adecuadas para expresar lo desesperadamente inexperta e
inadecuada que se sentía.
—¿Qué te hace sentir, Camz? Porque todo es mierda. Tú... yo... es simplemente
diferente, y... ayer, cuando me dijiste sobre mi reputación...
—Me gustas.
—¿En serio?
Era amable con ella, pero Camila no quería amabilidad. La deseaba. Todo de ella. Y
quería saber de una vez por todas si la quería. Enganchó la pierna sobre su cadera,
empujándose contra ella para que su pierna estuviera casi envuelta en su cintura.
Lauren hizo una pausa en sus tiernos besos y la miró.
—¿Camz?
No respondió, pero nerviosamente deslizó los dedos bajo su camiseta. Ella parpadeó,
sorprendida, y luego sus ojos se cerraron mientras Camila pasaba las manos sobre
su vientre y pecho, tirando suavemente de los aros de sus pezones. Podía sentir que
se endurecía debajo de ella. Era emocionante.
Pero entonces la agarró por las muñecas y la empujó un poco hacia atrás,
incorporándose para poder ver su rostro.
—Sólo... ya sabes.
—Muñeca...
Gimió y cerró los ojos. No esperó a que hablara, pero presionó sus labios con fuerza
contra los de Lauren, esperando a que su boca se abriera. Cuando lo hizo, pudo
saborear cerveza y nicotina, pero fue la mejor sensación. Empujó la lengua en su
boca, con la esperanza de que el entusiasmo pudiera compensar lo que le faltaba en
técnica. El agarre en sus muñecas disminuyó, y luego sus manos rozaron sus brazos
y su cabello. Suavemente, pero con la pasión construyéndose, acarició su lengua con
la de Lauren, controlando el momento, mostrándole cuán sensual podría ser,
tomándolo con calma. Sus labios eran suaves y cálidos, y podía sentir el cosquilleo
en su piel. El cuerpo de Camila palpitaba con placer. No tenía ni idea de que besar a
Lauren podría hacerla sentir tanto. Se sentía llena de sensaciones y emociones,
como si su piel se agrietara, incapaz de contener todo lo que sentía, sus pulmones
demasiado grandes para su cuerpo. Lauren rodó sobre la espalda, llevándola con
ella, así se tendió sobre su cuerpo. Sus manos esculpían su cintura, masajeando sus
caderas con los dedos.
Entonces tomó su culo y la jaló con fuerza contra ella. Su erección era dura contra la
tela de sus vaqueros.
La miró parpadeando.
Ahora gritaba. Lauren trató de reprimir una sonrisa y no hizo un muy buen trabajo.
—Un poco, quiero decir, es muy malditamente divertido, que me grites que quieres
sexo y que lo quieres ahora.
—¡No estoy gritando! —gritó.
—Sí, lo estás.
—Debido a que tu rostro se arrugó todo —dijo, con una sonrisa— Es lindo.
—¡Oh! —dijo, bajando la voz hasta un susurro mientras su piel se calentaba hasta el
punto de que la habitación parecía haberse incendiado. Se dejó caer sobre la
espalda, maldiciendo a los genes que hicieron que todo su cuerpo se ruborizara de
vergüenza.
—Lo siento, cariño. Camz... Me siento halagada, ya sabes, de que quieras que sea tu
primera vez. Sólo... no quiero que sea algo de lo que te arrepientas. No quiero que te
arrepientas de mí.
Se frotó la cara.
Su voz salió en un ronroneo sensual y cachondo que no llevaba ningún parecido con
su voz habitual. Era como tener una experiencia fuera-del-cuerpo, viendo alguna
zorra tratando de seducirla. No tenía ni idea de dónde salieron esas palabras.
Lauren arqueó las cejas y una lenta sonrisa se extendió por su cara.
—No puedo creer que hayas dicho eso, Camz. ¿Debería tener miedo?
La sonrisa se le cayó de la cara, y parecía tan sorprendida que Camila casi se echó a
reír. Por un momento pensó que después de todo iba a salirse con la suya, pero
después de tomar una respiración profunda, Lauren sacó las piernas de la cama y se
puso de pie.
—No —dijo, suspirando y frotándose la cara otra vez—, pero en este momento
quiero llevar a mi chica afuera. Además, podría ser con una ducha, y una noche de
dormir en una cama cómoda. Algo se agitó en su pecho, y sólo escuchó la primera de
las dos frases.
—¿Tu chica?
—Um, ¿sí?
No sonaba segura, y el corazón de Camila aleteó suavemente hasta detenerse.
—¿Qué carajo, Camz? ¡Realmente crees que soy una idiota tan grande!
—Lauren, ¡lo siento! Sólo... mierda, ¿podemos borrar los últimos dos minutos? ¿Por
favor?
—No —gruñó—. No estoy durmiendo con nadie. No estoy follando con nadie. En
absoluto.
Se encogió ante su tono y sus palabras. Desde algún lugar en el interior, acudió a la
fuerza para ser honesta, para decirlo directamente.
—Sólo... Sólo no creo que pueda compartirte. —Exhaló, con los ojos llenos de
lágrimas.
—Lo siento, cariño. —Sopló en su cabello—. Soy una mierda en esto de novia. Joder,
¿podemos salir de aquí? Necesito un cigarrillo.
Camila le dio una sonrisa temblorosa, y obligó a retroceder a las lágrimas que
seguían amenazando.
Se encogió de hombros.
—¿A cualquier lugar que quieras? ¿Quieres comer algo? Me muero de hambre. La
comida en la cárcel es una completa mierda.
—Um, bueno —dijo Camila, vacilante—, Dinah iba a reunirse con Normani y
algunos de sus amigos, ¿podríamos reunirnos con ellos si quieres?
—No lo creo, Camz. Los grupos son muy difíciles para mí. Yo... yo no puedo
participar en las conversaciones tan fácilmente.
—No, en serio. Es muy difícil. Quiero decir, ya es bastante malo con una sola
persona. Tengo que adivinar la mitad del tiempo. Es decir, para comprender lo que
alguien está diciendo. O sea, la lectura de labios es sólo el cuarenta por ciento, el
resto es lenguaje corporal y contexto. A veces puede ser una maldita pesadilla.
—Porque no quiero... no quiero que nadie lo sepa. Pero en serio, Camz, ¿tienes
alguna idea de lo fácil que es mezclar "donde hay vida, hay esperanza", con "dónde
está el jabón de lavanda"?
No se sentía segura de si sería adecuado reír. Se quedó allí con el rostro congelado.
—Y que "zapatos de elefante" (elephant shoes)" se parezca a "te amo" (I love you),
podría ser jodidamente embarazoso. (Respecto a la lectura de labios las frases se
leen parecidas)
—Y que la gente se asuste cuando miro sus caras todo el tiempo. Quiero decir,
puedo leerte porque he llegado a conocerte bastante bien, pero a personas nuevas...
y cualquier persona con un fuerte acento... Estoy totalmente jodida.
Se dio cuenta de que Lauren empezaba a sonar un poco nerviosa. Se sentía molesta
de verla ansiosa cuando normalmente era tan controlada. Puso la mano en su
mejilla para tranquilizarla
—No hay manera de que alguien vaya a creer que tienes veintiún años, incluso con
identificación falsa —dijo, moviéndose incómoda, tratando de ganar tiempo.
—¿Si?
Ahora ella le pedía que rompiera todas sus reglas cuidadosamente construidas. Se
encontraba fuera de terreno y jodidamente aterrorizada. Sintió su pequeña mano
rozándole el brazo, calmándola, como si supiera cómo se sentía. Lentamente, se
quitó el casco para poder hablarle.
Ella se bajó de la motocicleta y volteó su cara, de manera que ella tuvo que mirarla.
Ella asintió y le dedicó una pequeña sonrisa. Sacó un cigarrillo y lo encendió con
rapidez, inhalando profundamente, tratando de calmarse de una maldita vez.
Entonces lo tiró a la acera y respiró hondo.
—No, está bien, gracias —contestó Camila—. Nos uniremos a nuestros amigos.
Cuando la mesera llegó para tomar la orden, Lauren pidió una cerveza, al igual que
varios de los otros chicos. Camila ordenó una Shirley Temple, con una sonrisa hacia
Lauren.
Tomó aire bruscamente, luego giró la cabeza para que pudiera ver su rostro.
Se alejó levemente pero tomó su mano debajo de la mesa. Ella sostuvo sus dedos con
fuerza.
Por suerte, Lauren volteó a tiempo para ver la segunda parte de la pregunta de
Normani.
Con una sacudida incómoda, Camila se dio cuenta de lo realmente difícil que sería
para ella. Se sentía culpable por ponerla bajo presión.1
—Economía. ¿Tú?
—¿En serio? Te ves más como... —Normani se tragó lo que sea que iba a decir—.
Estoy haciendo una licenciatura en Administración de Empresas con Buddy y Rich.
Eric es la oveja negra de la fraternidad, se especializa en Psiquiatría.
Camila supo que Lauren perdió la réplica de Eric cuando vio la fugaz expresión de
confusión, mientras todos se reían de la broma.
Cuando la mesera volvió con las bebidas, Lauren bebió su cerveza rápidamente.
Pero no fue la única, todos los chicos tenían ganas de beber. La camarera se detuvo
con su cuaderno, lista para tomar la orden de comida.
Camila empujó la rodilla de Lauren y ella se volvió para mirarla.
Eric se rió.
Rich interrumpió la discusión, y Camila tuvo que volver a empujar a Lauren bajo la
mesa para redireccionar su atención. La puso un poco tensa, tratar de mantener un
registro de lo que Lauren decía y con quién hablaba, así como también concentrarse
en la descripción de Dinah de uno de sus profesores más duros. Comenzó a apreciar
lo estresante y agotadoras que debían ser las reuniones sociales para ella.
—Tengo que preguntar —dijo Rich, impaciente—. ¿Es cierto lo que dicen de ti?
—¡Guau! Tómatelo con calma, amiga. Sólo hablaba de tus, um, tus piercings.
¿Realmente te perforaste otras cosas?
—¿Otras cosas?
—¿Es, ya sabes, bueno cuando estás... ya sabes? ¡Ah, diablos, no me hagas decirlo!
—se quejó Rich, haciéndo reír a todos. Lauren le sonrió a Camila.
Eric sonrió.
—No cubrimos arte corporal en psiquiatría hasta el próximo año, Rich. Parece que
tendrás que vivir en la ignorancia.
—Oh, Dios mío, nunca lo lograré a las 8:30 de la mañana. Mila, prométeme que me
despertarás en la mañana. Sólo empújame hasta que me mueva, ¿de acuerdo?
—Tengo mi período.
Camila le dio una sonrisa leve, suspirando con decepción. Laurem captó su mirada y
la abrazó, dándole un suave beso en el cabello. Hacía más frío afuera, y el aire tenía
un soplo de otoño. Temblaba y Lauren colocó un brazo a su alrededor
protectoramente.
—Necesitarás una chaqueta más gruesa que esa para viajar sobre Sirona, nena —
susurró —Puede ponerse frío en las noches, especialmente en el invierno.
—¿Es tuya? —dijo, la envidia obvia en su tono, y en la forma en que casi babeaba.
—Sí.
—Sesenta y nueve.
¿Todas las motocicletas eran mujeres en lo que se refiere a los hombres? A Camila le
hizo gracia.
—Era prácticamente chatarra cuando encontré la estructura — explicó Lauren—.
Hice el resto del trabajo durante dos veranos. Tenía un trabajo en una tienda de
reparación de automóviles.
Pudo ver que Lauren subió varios escalones en la estimación de los chicos, y se
observaba un nuevo respeto en sus ojos. Se sentía aliviada. La noche fue mucho
mejor que incluso en sus expectativas más locas. Dinab le agarró la mano y la
arrastró lejos de Lauren, mientras los chicos hablaban de motocicletas.
—¡Estoy tan contenta de que hayas venido, Mila! Eso fue divertido. Lauren es muy
agradable y está totalmente interesada en ti - Camila sonrió.
—Mani y los chicos estuvieron geniales. —Excepto —dijo Dinah con una mirada
seria en su rostro—, cuando parecía que Lauren quería golpear a Rich.
—Sólo... sólo ten cuidado. —Levantó las manos cuando Camila comenzó a discutir—
. Me gusta Lauren, realmente me gusta. Sólo... mira te veré de vuelta en casa, ¿de
acuerdo?
Se giró sin escuchar otra palabra de su amiga, irritada porque Dinah arruinó el
final de una gran noche. Lauren frunció el ceño cuando la vio.
—¿Estás bien?
Camila asintió.
Nunca pensó que sería capaz de hacer algo así, mucho menos disfrutarlo. Sí, el chico
Rich fue un poco idiota, pero nada que no pudiera manejar. Sintió que algo se
aflojaba en su pecho, una disminución de la tensión que sintió el primer día que
comenzó la universidad. Se sentía asombroso tenerla sentada a su lado, sentirla
sosteniendo su mano. Salir de su habitación cuando ella prácticamente le rogó que
la follara fue una de las cosas más difíciles que jamás hizo. Ni siquiera se
encontraba segura de que pudiera explicárselo a sí misma, pero de alguna forma
quería hacerlo correctamente con ella. No era alguien que sólo usaría para tener su
polla húmeda e irse, no quería arruinar las cosas. Pero su experiencia en citas era
bastante limitada: una vez, brevemente, en su primer año de secundaria, y luego
otra ocasión durante unos meses cuando asistía a la escuela en Cave Spring.
Sexo era lo que podía hacer, tener citas, no lo sabía con exactitud. Pero lo intentaría.
Por Camila, lo haría. Se detuvo en los dormitorios y apagó el motor. No hacía
ninguna diferencia para ella, pero sabía que Camila no sería capaz de escuchar, y
quería darle las buenas noches apropiadamente. Se quitó su casco y esperó a que le
diera el de repuesto. Fruncía el ceño y no sabía por qué. Quería verla sonreír.
Sacudió la cabeza.
—Nada.
—¡No hagas eso! ¡Maldición! Me pierdo suficiente de lo que pasa alrededor de mí,
sin ti diciendo "nada" cuando puedo ver en tu cara que estás molesta.
Camila bajó la vista. No aguantaría esa mierda. La ojiverde empujó su barbilla con
los dedos, levantado suavemente su cabeza para que la mirara de nuevo.
—¡Háblame, Camz!
Ella suspiró.
—Fue algo que comentó Dinab. Me dijo que "tuviera cuidado". Contigo. Me hizo
enojar, eso es todo.
Maldita perra entrometida. ¿Que tuviera cuidado? ¿Qué carajo significaba eso? Tal
vez fue porque casi golpeó a ese chico Rich. El temperamento latente de Lauren
gruñó, deseando atacar a alguien. Pero sabía que Dinah tenía razón: Camila debía
tener cuidado a su alrededor. La idea le dejó un sabor amargo en la boca, del que
quería desesperadamente deshacerse. Sin previo aviso, atrajo a Camila hacia ella,
dejando que sus labios se estrellaran sobre los de ella. La besó con un borde de
desesperación que nunca antes había experimentado. Después de un segundo de
aturdida sorpresa, ella le devolvió el beso. Su lengua, caliente y húmeda, se
presionaba dentro de su boca y se sentía jodidamente increíble. Su polla saltó a la
vida, con la esperanza de conseguir acción. Camila envolvió los brazos detrás de ella
y la atrajo con más fuerza. Se sentía mareada cuando sus manos se deslizaron por
su espalda, enredándolas detrás de su cuello. Sólo se detuvieron cuando una bocina
hizo saltar a Camila.
—¡Consigan un cuarto! —gritó Rich, cuando Normani estacionó en la acera para que
Dinah pudiera bajar. Lauren vio el auto y suspiró. Probablemente fue lo mejor que
los interrumpieran, porque las cosas se hubieran puesto malditamente calientes y
pesadas para el exterior de un edificio público, a las diez de la noche, en un día de
semana. No es que le importara, pero sabía que a Camila sí.
—Te encontraré en la cafetería a la hora del almuerzo, nena —dijo, sonriendo ante
la idea
— ¿Bien?
—Bien.
La besó rápidamente, encendió a Sirona, luego se alejó, mirando detrás de ella sólo
una vez, viéndola de pie en un charco de luz, observándola.
No era un viaje largo, pero condujo lentamente, no muy ansiosa de ir a casa sólo
para meterse en otra escena con su hermano. Como de costumbre, motos y autos se
encontraban estacionados arriba y abajo de la calle. Podía sentir vibrar la parte
delantera del pórtico con el ritmo de un bajo. Era bueno que existiera un lote vacío a
un lado, y un viejo tipo sordo en el otro. No era una ironía que divertía a Lauren,
pero sin embargo, sabía que era un golpe de suerte. Conocía a algunas de las
personas que andaban dando vueltas, algunos eran del Blue Note. Latas y botellas
vacías llenaban todo el primer piso. Ahora apenas lo notaba. Siempre y cuando
nadie la molestara, no le importaba mucho. Excepto que ahora tenía que considerar
a Camila, sabía que no la podía traer aquí con tantos jodidos marihuaneros y locos
de la velocidad alrededor. El pensamiento la irritó más de lo que creyó que debería.
No tenía mucho que ver con los amigos o clientes o lo que demonios fueran de Chris,
pero esta noche necesitaba un trago. Se dejó caer en el sucio sofá y agarró la botella
más cercana a ella, su buen amigo: Jack Daniels. Limpió la parte superior de la
botella con su mano y tomó un largo trago. Causó cierto efecto pero la quemadura la
ayudó a beber. Su cabeza se encontraba completamente abrumada con todo lo
sucedido durante las últimas cuarenta y ocho horas. Hizo algunas cosas sensuales y
sucias con Camila; peleó con ella; fue arrestada; golpeada por Chris. Ahora,
aparentemente, tenía una novia y estuvo socializando con chicos de fraternidad los
cuales pensaban que tenía una motocicleta genial. Era difícil mantenerse al día con
esas volteretas emocionales. Chris tenía razón en una cosa: salir con Camila tenía
su costo. Había sido malditamente doloroso verla cantar esa noche, verla cantar
aunque no fue capaz de escuchar una maldita nota. Se quedó hasta el final de la
primera canción, pero la mató estar ahí. ¿Qué tan difícil podría llegar a ser con el
paso del tiempo? Si estuvieran saliendo, y de alguna manera cayeron en eso, era lo
justo que la apoyara con la música. ¿Eso es lo que las novias hacían, no es así?
¿Apoyar la mierda? Tomó otra bebida y se dio cuenta que una linda morena en la
mitad de sus veintes la miraba. Cuando ella se dio cuenta que también la veía,
sonrió y se lamió lentamente los labios. A una parte de ella nada le habría gustado
nada más que perderse en una extraña, pero otra parte se reveló, no queriendo
tener nada que ver con ella. Le devolvió la sonrisa y negó con la cabeza lentamente.
Ella ladeó la suya. ¿Estás segura? Sacudió la cabeza de nuevo, y se levantó, llevando
el whisky con ella.
Sola en su habitación, se recostó en la cama con las cortinas abiertas, mirando las
estrellas. Poco antes de las dos de la madrugada, y después de que terminó la
botella de whisky, se desmayó.
Al día siguiente Camila se sentía muy ligera, sin peso, podría haber flotado
completamente. Únicamente las clases, y la cuidadosa negativa de Dinah de
mencionar nada relacionado con Lauren, la mantuvieron anclada al planeta tierra.
Ella le dijo que le gustaba, la besó, le dio a entender que habría más paseos en
Sirona y le prometió que se encontrarían a la hora del almuerzo. Una pequeña parte
de ella temía que evidentemente no quiso decir realmente nada de eso, y que por
supuesto realmente no se encontraba interesada en ella, pero eso era únicamente su
usual falta de confianza en ella misma haciendo aparición. Parte de su segunda
naturaleza era dudar de cualquier cosa positiva que alguien dijera. Estaba tan
acostumbrada a ser invisible en la escuela y una constante decepción para sus
padres, que ser notada era algo nuevo. El ser buscada, besada, tocada de ese modo,
había sido muy inesperado. Se sentía mareada de felicidad. Pero a media mañana,
su frágil burbuja de alegría fue pinchada por un mensaje de texto de Lauren.
Así que eso fue todo. Claro que sí. Solo esperaba una forma de dejarla gentilmente.
Aquel mensaje de texto, realmente lo hizo. Al menos no había planeado dejarla
sentada esperando como una completa idiota. Únicamente fue una parcial idiota por
haber pensado que sus palabras, sus besos, y que cualquiera de esas cosas,
significaron algo. Entró a la cafetería sintiendo como si tuviera toneladas de peso
atadas a los zapatos. Su corazón se hundió aún más cuando vio a Dinab sentada en
el regazo de Normani, riendo contra su cabello, y a Alexa coqueteando con unos de
los amigos del fútbol de Mani.
Se deslizó en una silla y sacó una manzana de su bolso. Era todo lo que podía comer
a pesar de que hace unos cincuenta minutos había estado hambrienta.
Alexa se burló.
Casi saltó fuera de la silla cuando una mano cálida le acarició la mejilla.
—Hola, nena.
Emocionada gritó
—¡Lauren!
Hubo un eco cuando Alexa ronroneó su nombre, pero la ojiverde no la miraba así
que no tenía ni idea de que dijo. Lauren rió entre dientes ante su respuesta y
levantó una ceja desafiante en respuesta.
—Um, ¿sí?
Su expresión se suavizó.
—De nada.
Lauren sacó una silla y se inclinó para besar su cabello. Sintió su cara enrojecer.
Olía tan bien, y su piel se veía suave y lisa ahora que se veía descansada.
—¿Quieres hacer algo más tarde, nena? —dijo Lauren mientras se colgaba la
mochila de mensajero al hombro.
—Um, bueno —dijo Camila vacilando—. Yo, um, tengo práctica de banda esta
noche.
Se sentía desesperada por decir que "sí", pero eso sería muy egoísta, obligarla a ir al
club cuando sabía lo difícil que era para ella.
—No, está bien, gracias. Drew me dijo que me llevaría a casa.
—Mándame un mensaje cuando regreses a casa para saber que llegaste a salvo.
—Uh, huh. Sí, sí. Lo entiendo. ¿Cuánto? Está bien. Sip. Tienes un trato. —Terminó
la llamada y nos sonrió—. Tenemos que reservar para el Down Under en tres
semanas. Graeme escuchó que estábamos rockeando este lugar y quiere algo de la
acción. Nos pagará noventa dólares a cada uno.
Jadeó y trató de zafarse. Drew le dio una vuelta en brazos y la bajó al suelo, sin
aliento y mareada.
Sintió caer su sonrisa. Le gustaban estos chicos, pero todos eran mayores y sabía
que bebían un montón. Drew parecía haber olvidado su promesa de llevarla a casa.
Cuando le ofreció una cerveza tomó un pequeño sorbo y miró inquisitivamente su
reloj. Eran casi las once de la noche, y tenía que tomar tutorías temprano en la
mañana. Se preguntó si era demasiado tarde para llamar a Dinah, después recordó
que su compañera de cuarto tenía planeado verse con Normani. Decidió llamar un
taxi.
—Um, ya me voy —dijo, con la esperanza de que Drew recordara su promesa. Pero
se despidieron y continuaron bebiendo, aparentemente muy conformes con dejarla
regresar sola a casa. Irritada, se paró fuera y llamó al sitio de taxis que solía usar,
pero todo lo que consiguió fue el tono de ocupado. Intentó de nuevo un minuto
después, mordiendo su labio y mirando alrededor nerviosamente, pero obtuvo el
mismo resultado. Después notó a un hombre mirándola desde el otro lado de la
calle, así que decidió que era más seguro esperar dentro del club. Golpeó la puerta y
gritó pero nadie vino. Acababa de bajar el teléfono para encontrar el número de
Drew cuando el hombre gritó
C: ¿Puedes venir a buscarme? Estoy afuera de una tienda de TV en West River St.
Camz xx.
Se dejó caer en la puerta sucia, las rodillas ya no pudieron mantenerla de pie. Miedo
bombeaba a través de su cuerpo, haciéndola temblar incontrolablemente. Vio al
hombre caminando en la calle hacia ella, claramente aún la buscaba. Apretándose
dentro de la oscuridad de la esquina, contuvo el aliento. Los segundos pasaban
mientras el hombre se movía lentamente del otro lado de la calle, mirando a través
de la oscuridad. Le agradeció a Dios por las luces rotas y mantuvo el celular más
cerca de su cuerpo. Sus nervios se apretaron invulnerablemente para el momento
que escuchó el gutural motor de la Harley de Lauren unos minutos después.
—¿Estás bien? —le preguntó con urgencia, comprobándola de arriba abajo como si
estuviera buscando lesiones visibles.
Asintió pero sintió lágrimas calientes de miedo y alivio bajar por su rostro. La
ojiverde la abrazó fuertemente y sollozó en su pecho, sintiendo el cuero frío de la
chaqueta pegado a su rostro. Fuertes brazos la rodearon y la mecieron suavemente,
murmurando palabras ahogadas en su cabello. Después de un minuto la apartó con
dulzura y limpió el camino de lágrimas que caía sobre sus mejillas.
Le dio el casco de repuesto y encendió la motocicleta. Ella se sintió más feliz cuando
dejaron el área del club atrás y se dirigieron al campus. Se acurrucó en la espalda
de Lauren y sintió su mano cubriendo las suyas mientras empujaba sus dedos
dentro de los bolsillos de su chaqueta. Una vez que estuvieron en los dormitorios,
Lauren insistió en caminar con ella a su habitación, lo que significaba escabullirse a
escondidas por la salida de incendios. Esperaba desesperadamente que nadie las
viera, ya había tenido suficiente drama por una noche. Acababa de meter la llave en
la cerradura, cuando la puerta se abrió de golpe, con una ansiosa Dinah
tumbándose sobre ella.
Después vio sus ojos rojos y las lágrimas marcadas en su rostro, y Lauren parada
detrás de ella, e inmediatamente saltó a la conclusión equivocada.
—¿Qué? —espetó Dinab, girando alrededor—. Bien, quiero saberlo todo. Tú siéntate
ahí —le ordenó a Lauren—. Y tú —le dijo a Camila —cuéntamelo todo.
—Laur, por favor —jadeó Camila—. No puedo soportar nada más esta noche.
—¡No estás ayudando! —dijo Camila, frescas lágrimas picando en sus ojos.
Lauren y Dinah se miraron molestas. Eventualmente, Lauren entró a la habitación
y se sentó rígidamente en la silla del escritorio de Camila. Rápidamente volvió a
contar la historia, casi sonriendo por la reacción de Dinah ante el comportamiento
irresponsable de Drew, fue la misma que tuvo Lauren, aunque con un poco menos
de maldiciones profanas.
—Sí, estoy bien —dijo con una débil sonrisa—. Quiero decir que nada sucedió. Entré
en pánico. Lo siento.
La besó en la mejilla, le lanzó otra mirada molesta a Dinah y salió por la puerta.
—Esa chica no puede aceptar una disculpa —dijo Dinah tan pronto como se fue.
—¡Mila! Tú regresaste aquí, más de una hora tarde, con los ojos rojos y Lauren
luciendo como si quisiera matar a alguien, ¿qué se suponía que debía pensar?
Se detuvo abruptamente.
—Como sea —dijo Dinah—. Simplemente agradezco que estés a salvo. ¡No lo
vuelvas a hacer!
—¡Sí, mamá!
Diez minutos después, Camila jalaba las mantas a su alrededor cuando su celular
sonó con un texto nuevo.
Camila durmió bien y se encontraba muy cerca de la dicha cuando alguien tocó la
puerta a la mañana siguiente, minutos antes de que ella y Dinah tuvieran que irse
a clases. Dinah se aplicaba sus acostumbradas capas de labial brillante.
Rodó los ojos. Dinah era la Srta Popularidad en el campus, lo más seguro es que
fuese para ella. Abrió la puerta y una chica de segundo año que apenas reconoció se
encontraba inclinada contra la puerta.
—¿Cuál de ustedes está saliendo con Chris Jauregui? —preguntó con un bostezo,
golpeteando sus uñas mal pintadas contra las bisagras de la puerta.
—Supongo.
—De acuerdo, al fin. Bueno, vine por un envuelto... algo para el fin de semana.
—¿Disculpa?
—¡Hola! ¿Estoy hablando en egipcio? ¿Qué me puedes dar por treinta dólares?
—¿Qué fue todo eso? Dime que no estás vendiendo drogas por Lauren.
—¿Qué? ¡Dios, no! ¡Dinah Jane, no! ¡Nunca... Lauren no ha... no!
Vio que sus manos temblaban, cayó precipitadamente encima de la cama, antes de
que sus rodillas le fallaran. Dinah la miraba fijamente, pero su expresión se ablandó
cuando se dio cuenta de lo afectada que se encontraba.
—¡No!
Dinah salió a clases, dejándola agitada y muy preocupada. Se quedó allí sentada por
unos minutos, permitiendo que su respiración se tranquilizara, luego tomó el bolso y
salió. Tenía el ceño fruncido. No tenía ni idea de cómo le mencionaría el tema a
Lauren. Estuvo distraída todo el día. Tenía miedo que Lauren la mandara a volar si
le decía algo. Decidió esperar hasta que tuviesen más tiempo juntas, lo cual era
mucho más sencillo decirlo que hacerlo. Se hallaba constantemente ocupada:
corriendo de clase en clase, yendo a las prácticas de la banda, e intentando
mantenerse al día con todas las asignaturas. Durante el almuerzo o más bien un
café antes de clases, lograba pasar algo de tiempo con Lauren, pero todo era muy
apresurado. No mencionó la visita inesperada, pero siempre estuvo en su mente. Sin
querer, mantuvo un ojo abierto a cualquier señal que le indicara que Lauren
traficaba. Era cansado y molesto, y no sabía qué hacer al respecto. Así que, al final,
no hizo nada, ni dijo nada.
—Eso no significa que tú no puedas venir, Mila —dijo Dinah con rudeza.
Mani le lanzó una mirada de advertencia, la cual Dinah pretendió ignorar, luego
continuó haciendo planes para la salida. Normani asumió que lo que fuera que
tuviera planeado Lauren, también involucraba a Camila. Pero en lo que a ella se
refería, era la primera vez que Lauren mencionaba estar ocupada durante el fin de
semana. La decepción la golpeó bruscamente.
—Estaré ocupada.
—Aquí no —murmuró.
Normani se despidió cuando se fueron, pero Dinah sólo los observó marcharse sin
hacer ningún comentario. Condujo a Lauren hacia un espacio vacío en la grama a
mitad del patio. El ambiente se encontraba placenteramente cálido y muchos
estudiantes se hallaban sentados afuera, disfrutando el clima. A pesar de los
alrededores tan pacíficos, Lauren parecía tensa e infeliz, pero Camila no se
encontraba de humor para dejarlo pasar. Se suponía que estaban saliendo; ¿no
debería decirle si había hecho planes para el fin de semana sin ella?
—¿Qué tipo de clínica? —dijo luego de un rato, cuando Lauren no pareció inclinada
a ofrecer ningún otro detalle. Por supuesto, no respondió, y tuvo que golpear su bota
para que pudiese levantar la mirada—. ¿Qué tipo de clínica?
—La de la pérdida de audición —dijo en voz baja—. ¿A qué creías que me refería?
Se encogió de hombros.
—Voy cada seis meses para una revisión. Es una pérdida de tiempo siempre me
dicen la misma mierda. Estoy sorda, eso no va a cambiar.
—Oh —dijo de nuevo, deseando que se le ocurriera algo solidario que decir, o al
menos algo que no la hiciera sonar como una idiota.
Luego, se le ocurrió una idea genial: esto en verdad podría ayudarla a entender.
Tomó una respiración profunda.
—¿Puedo ir contigo?
—¿Qué?
Se sentó derecha.
—¿Puedo ir contigo?
—Así puedo entender más —respondió, mirándola de nuevo—. Por favor, Lauren. Si
se supone que soy... —Hizo una pausa—, si se supone que soy tu novia, quiero que
puedas ser capaz de compartir cosas como éstas conmigo.
—No me importa —dijo con gentileza—. Pero sólo si tú quieres que vaya.
—No quiero que esto cambie las cosas —dijo, soltando el humo lejos de ella.
Se encogió de hombros.
—Siempre sucede.
—No entiendo.
—Lo sé —Dejó salir un largo suspiro—. La cita es a las 11:15. Tendría que recogerte
a las 10:45.
Cuando Dinah vio a Camila esa tarde, parecía determinada a molestarla por no ir a
la playa con ellos.
—Bueno, ¿por qué es tan secreto a dónde vas? —preguntó, irritación apoderándose
de su voz.
—No es un secreto —respondió bruscamente, aunque no era completamente cierto—
. Simplemente es algo privado que Lauren tiene que hacer. No es algo mío para
andarlo contando.
—No es nada ilegal, ¿verdad? —soltó Dinah—. Porque si lo es, no permitas que te
arrastre a ello.
—No seas ingenua, Mila —dijo Dinah, con la voz glacial—. ¿Te olvidaste de esa
zorra que intentó comprarte drogas?
—Preguntó por Chris, no por Lauren. ¡Tú la escuchaste! No puede evitar que su
hermano lo haga.
Dinah dobló los brazos, con el rostro lleno de incredulidad. De pronto, recordó todo
lo que vio en casa de Lauren, pero no se le admitiría a Dinah. Lauren nunca había
hecho nada así frente a ella.
—No sabes todo de ella, Mila —dijo Dinah, su voz volviéndose cálida.
—¡Sé las cosas importantes! —gritó—. ¡Es dulce, amable y me trata bien!
Dinah resopló.
La interrumpió.
—Sólo trato de cuidarte, Mila —dijo en un tono más razonable—. Eres mi amiga y
no quiero que te haga daño.
Asintió rígidamente. Odiaba pelear con Dinah, pero estaba tan equivocada en esto.
La mañana siguiente, la polinesia trataba de actuar naturalmente alrededor de ella,
pero era evidente que todavía se encontraba sobre el borde. Hizo lo posible por
ignorar a su compañera de cuarto hiperactiva, más concentrada en lo que la
mañana traería.
—Siempre puedes encontrarnos allí, ¿más tarde? —imploró Dinah— Ya sabes,
cuando hayan terminado su asunto privado. Sólo envíame un mensaje de texto, te
diré dónde estamos.
Dinah suspiró y alzó las manos, como diciendo "Haz como quieras". Se deslizó por la
puerta, demasiado excitada para darle otra mirada afilada o de complicidad. Se
sentó en el cordón de la acera, esperando el ahora familiar sonido de la Harley de
Lauren. Tarareaba junto con This Fire, una canción de una de sus bandas favoritas,
Birds of Tokio, cuando Mani llegó en su nueva flamante Suv Expedition. Se quitó
los auriculares mientras se acercaba.
—¡Hola, Mila! ¿Cómo estás? ¿Cambiaste de opinión acerca de venir con nosotros?
—Dinah no la aprueba —dijo, haciendo una mueca—. Es... más tranquilo si espero
aquí afuera.
—¿Qué peleas?
—Um... sólo un par de tipos lanzando un par de golpes, nada por lo que
preocuparse.
—¡¿Qué?!
Normani suspiró.
—Incluso si no lo hace, debe saber lo que está haciendo su hermano. Podría meterse
en un montón de problemas serios, y tú también.
La miró con simpatía, luego se puso de pie y se dirigió a los dormitorios, dejándola
enredarse con sus pensamientos y emociones. En la distancia, el sonido de un motor
de motocicleta se hizo más fuerte. Tomó unas respiraciones profundas y trató de
calmar la inclinación natural de su estómago a hacer algunas volteretas. Lauren se
detuvo junto a ella y se levantó la visera, pero no apagó el motor ni se bajó de la
moto. Simplemente le dio el casco de repuesto sin hablar, y señaló con la cabeza
para indicarle que debía subir. Sabía que la mañana sería estresante, pero no había
pensado que sería tan mala: primero lo que Mani le dijo, ahora Lauren presionada.
Lauren golpeó el acelerador y se fueron tan rápido que tuvo que agarrarla para
evitar ser despedida por la parte trasera. Condujo cerca de veinte minutos antes de
estacionar en un aparcamiento del hospital de la ciudad. Cuando apagó el motor
finalmente hubo silencio. Para Camila era un alivio, no hacía ninguna diferencia
para Lauren.
—Si no quieres quedarte, hay una cafetería en la parte principal del hospital.
La ojiverde sintió el pavor filtrarse en sus huesos. Este sería el día que ella decidiría
que no quería salir con una chica sorda. Este sería el momento en que correría. La
guio hacia una puerta lateral con una señal grande, azul y blanco que anunciaba
"Clínica de Pérdida de la Audición".
Su rechazo dolió, pero no dijo nada. La tensión que irradiaba Lauren era suficiente
para hacer que se mordiera la lengua. Pero estaba equivocada, sobre la ojiverde
rechazándola.
La recepción de la clínica ya se encontraba ocupada por dos familias con un montón
de niños que probablemente seguían en la escuela primaria. En completo silencio,
parecían estar hablando animadamente, comunicándose a través del lenguaje de
señas. Uno de los chicos más jóvenes se volteó a mirar, entonces le dio a Camila una
gran sonrisa y levantó la mano a la cabeza en lo que parecía un saludo.
—Bueno, sí. Fui a una escuela de sordos por casi tres años. ¿Qué crees que
hacíamos? ¿Pintar dibujos?
—No todos pueden leer los labios, especialmente si fueron sordos pre-linguales.
—Um, ¿pre-linguales?
—Si un niño nace sordo o se vuelve sordo antes de haber aprendido a hablar, es
mucho más difícil aprender a leer los labios. No imposible, sólo mucho más difícil.
La mayoría de los niños sordos son educados para hablar en señas.
Lauren aún conversaba con el niño. Algo que el niño dijo con señas la hizo sonreír y
lanzar una mirada malvada en dirección de Camila.
—Haz una forma de "O" con la mano, sí, eso es todo. Y haces una señal como un par
de tijeras para la "K" empujando hacia arriba el dedo medio y dejando caer el dedo
índice- Sintiéndose consiente de sí misma, copió el gesto y el chico sonrió.
—Por cierto —preguntó ella, con un poco con retraso—, ¿qué dijo?
—¡Sí!
—Me preguntó por qué eras tan boba, ya que no podías hablar con señas.
—Te advertí.
—¿Me enseñarás?
—¿Enseñarte qué?
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
—¿Cómo qué?
Lauren se rió.
—¡Detén eso! —musitó, agarrándole la mano antes de que alguno de los niños
restantes lo viera— ¡Compórtate!
El hombre al que fueron a ver, se paró y sonrió a la ojiverde, luego lanzó una mirada
sorprendida a Camils. Hizo un rápido movimiento con las manos, claramente
haciendo una pregunta, y Lauren habló por señas en respuesta.
Intentó recordar la señal de "hola" y dio en su lugar un torpe medio saludo que hizo
al médico sonreír.
Tuvo problemas para entender lo que el Dr. Pappas decía y miró con ansiedad a
Lauren.
—Está bien —dijo, tranquilamente—. Le conté que todo es nuevo para ti.
El médico le dio un golpecito al brazo de Lauren e hizo algunas señas más. La
ojiverde negó con la cabeza rápidamente, pero el médico parecía estar insistiendo.
—Por el jodido amor de Dios —murmuró Lauren, lo que le valió una mirada más
estupefacta de Camila—. Dice que si tienes algunas preguntas, sólo pregunta. Pero
no demasiadas, por favor, nena
—Ah, de acuerdo —dijo, en voz baja, sin tener absolutamente ninguna idea de lo
que quería preguntar o por dónde comenzar.
El médico le dio un golpecito al brazo de Lauren otra vez y comenzaron a hablar por
señas rápidamente. Camila se sentó en silencio, completamente desconcertada, sin
poder entender una sola señal. Quizás así era como Lauren se sentía cuando se
encontraba entre un grupo de personas que no conocía, aislada, ignorada, excluida.
O quizás así era como la ojiverde se sentía la mayor parte del tiempo. Su corazón
latió con fuerza dolorosamente y tuvo que evitar frotar su pecho para alivianar la
sensación punzante.
— ¡No!
—Cam —dijo solemnemente el Dr. Pappas—. Pídele a La-u-ren que te cuente sobre
los im-plantes co-clea-res.
—¡Dije que no! —rugió Lauren—. ¡Vamos! Nos vamos a la mierda de aquí.
—¡Lauren! ¡Háblame! ¿Qué acaba de suceder allí? ¿Sobre qué decía que te pregunte?
—Nada.
Se agarró el cabello como si quisiera arrancárselo, y cerró los ojos con fuerza.
Extendió la mano y le acarició el rostro, intentando calmarla.
—Laur, te enojas mucho si no te cuento algo, ahora me estás haciendo lo mismo. Por
favor, quiero entender.
Sus ojos se abrieron, pero luego dejó caer la cabeza con resignación. Cuando la miró
unos segundos después, podía ver el dolor en sus ojos.
—Está bien, está bien. Pero no aquí. Odio jodidamente los hospitales. Vamos a
irnos, ¿de acuerdo?
—Por supuesto. Te haré un café. Sólo tenemos que comprar algo de comida.
Eran horas de visitas así que al menos Lauren no tenía que entrar a hurtadillas,
aunque varias chicas las miraron con curiosidad. Para el momento que giró la llave
en la cerradura, se sentía agotada. Fue otra mañana pasando por la montaña rusa
de emociones de Lauren. Lo único que la había detenido de sentir lástima por ella
misma fue la mirada de amargura en el rostro de ella cuando huyó del hospital. De
lo que sea que ella y el Dr. Pappas discutieron, realmente la disgustó.
No estaba segura de que hacer. Decidió darle unos minutos, esperando que le
contara cuando estuviera preparada. Se entretuvo en la habitación, quitándose las
zapatillas y colgando la chaqueta al igual que la de Lauren. Sacó la comida de la
bolsa de papel y la colocó a la par de ella en la mesita al lado de la cama. Luego, le
acarició el brazo y puso un tierno beso en su bíceps. Cuando Lauren levantó el brazo
para mirarla, la besó en la boca, dejando a su lengua rozarse por su labio superior.
Su expresión de sorpresa se convirtió en una sonrisa sexy.
Camila se rió.
—Casualmente, ¡sí!
Alcanzó el armario y le aventó un paquete sin abrir. Luego se dio cuenta que no
tenía café. Nada.
—Pero tengo esa cerveza que dejaste el otro día. No está fría, pero...
—Mejor no, muñeca. Si me detienen los policías otra vez en el camino a casa y
huelen el alcohol en mí, estaré en muchos problemas.
—Puedes quedarte aquí por la noche. Dinah no volverá. Quiero decir, si quieres
quedarte.
Lauren la miró.
—¿Estás segura?
—S... sí.
—Ven aquí.
Nerviosa, se acercó. La ojiverse se sentó y sacó las piernas de la cama, y luego tiró
de ella para que se sentara en su regazo.
—Camz, te prometo que lo haré bien para ti, muñeca, pero sólo cuando estés lista.
Sí, me gustaría mucho quedarme, pero no tenemos que hacer nada, ¿de acuerdo?
—Bueno. Ahora, ¿dónde está esa maldita cerveza? —dijo, plantando un beso ruidoso
justo debajo de su garganta.
Levantó la vista y observó con fascinación como se quitó las botas. Luego se quitó los
calcetines y se lanzó de espaldas sobre la cama de nuevo, acariciando el espacio
junto a ella.
Se dio cuenta de que esto iba a ser difícil. Acurrucarse con ella era maravilloso, pero
no podrían mantener una conversación así. Preguntándose lo que quería más,
hablar o acurrucarse, tomó un par de sorbos de cerveza, y luego se la pasó a la
ojiverde. Tomó un trago grande, inclinando la cabeza hacia atrás. Vio el movimiento
de su cuello mientras bebía, y se preguntó cómo se sentiría bajo su lengua.
Antes de que Lauren colocara la cerveza en la mesa de noche, Camila deslizó los
dedos debajo de su camiseta.
La miró.
Camila podría haber jurado que oyó unas costuras rasgarse, pero no dijo nada. La
arrojó sobre la silla y se sentó sobre la cama.
Camila rió, esperando que sonara, o por lo menos pareciera, vagamente natural.
Tratando de actuar casual, le tiró un paquete de sándwiches, observando con
diversión, como los devoró en un par de bocados.
Sacudiendo la cabeza, comió su propio sándwich más lentamente y dejó que Lauren
tuviera la mayor parte de los chips. Pero cuando llegaron a las galletas de chocolate,
insistió en un reparto equitativo del botín.
—No te interpongas entre mis galletas y yo —dijo con una mirada retadora,
desafiándola a tener más que su parte justa. Lauren se rió y fingió parecer
asustada. No quería echar a perder las bromas, pero existía una gran preocupación
en la habitación que no habían discutido. No estaba segura de cómo volver a tocar el
tema del Dr. Pappas. Pero necesitaba saber... entender.
—Camz...
Asintió.
—Es parte del oído interno. Te puedo decir toda la mierda técnica, pero básicamente
procesa el sonido. Hay un implante que se ha desarrollado que puede devolver algo
de audición. No funciona para todas las personas sordas, eso depende de lo que
causó la pérdida de la audición.
Se sentía confundida. Si el médico creía que podría ayudarlo a escuchar otra vez, no
podía imaginar lo que esperaba.
—¿Tú no quieres?
—¡Porque...! —gritó, luego bajó la voz—, porque significa tener un maldito trozo de
metal perforado en tu cráneo, y un imán metido debajo de la piel para que pueda
sujetarse en un receptor que está unido a otro maldito audífono. Y después de todo
eso, no hay garantía de que funcione. Te lo dije, estoy harta de los hospitales. —Su
voz se convirtió en uns usurro—. Estoy cansada de ser diferente.
—¿Pero podrías escuchar otra vez?
No estaba segura de hasta qué punto la debería presionar, pero todavía no entendía
por qué se encontraba tan en contra de tratar.
La miró enojada.
—Crees que estoy rota, ¿no? ¿Crees que debería ser arreglada? Quieres que sea
normal. Nunca seré tu versión de lo normal, Camz. Nunca seré como tú... como
ellos.
Hizo un gesto con su brazo alrededor, para enfatizar su punto. Sintió las lágrimas
empezar a formarse en los ojos.
—No estoy tratando de arreglarte, Laur. Sólo quiero que seas feliz. Te amo, tal como
eres.
—Porque eres gentil, buena, dulce y divertida. Porque me siento feliz cuando estoy
contigo. Haces que me sienta protegida y segura. —Se encogió de hombros—. Eres
todo.
Su voz estaba perpleja.
Ella negó con la cabeza, incapaz de hablar más. Se arrastró hasta la cama y Lauren
automáticamente envolvió los brazos alrededor de sus hombros y la atrajo hacia
ella. Se quedó con la cabeza sobre su pecho, escuchando el latido frenético de su
corazón. Su piel era cálida y sedosa, invitando a Camila a dejar besos suaves sobre
su pecho. Se estremeció bajo su toque y la jaló más fuerte, haciéndole difícil el
moverse. Necesitaba seguir tocándola, trazó el tatuaje en su hombro izquierdo con
un dedo. Era un pájaro, reventando de las llamas, el ave fénix en rojo y dorado, el
símbolo de renacimiento. Las plumas de la cola se curvaban alrededor de la mitad
superior de su pecho y se perdía detrás de su sujetador deportivo. Más abajo en el
brazo, tenía remolinos de color azul oscuro que parecían olas y entre ellas, pequeñas
notas musicales en negro.
Sabía que en su otro hombro, llevaba un dragón en un diseño céltico de mar verde y
azul. Se apartó de Lauren para poder verla de nuevo. Un lagarto sinuoso se
enroscaba de su codo a la parte superior de su brazo, humo gris plateado salía de
sus fosas nasales.
—Es hermoso. —Suspiró ella—. Eres hermosa. —Dejó vagar el dedo sobre su
bíceps—. ¿Por qué un dragón? ¿Qué significa?
Diferentes mundos.
Creía que empezaba a entender, pero Lauren no se lo hacía fácil. Siguió la cola del
dragón, pensativa, los ojos de la ojiverde observándola.
—Tienes otro tatuaje... en la cadera. Lo vi... la última vez.
—Sí.
—¿Qué significan?
Camila trazó el contorno con el dedo índice y su cuerpo se estremeció bajo sus dedos.
—¿Qué?
—Camz, estás haciendo que sea difícil no follarte aquí y ahora —dijo, respirando
con dificultad.
Jadeó y arqueó las caderas hacia las de ella, sintiendo su erección empujar contra
su estómago. No podía imaginar cómo se sentiría dentro de ella, todo lo que había
leído y escuchado le hacía sentir miedo de que doliera. Pero no quería parar. No
podía. Los dedos de la ojiverde bombearon gentilmente dentro de ella, su pulgar
presionándose contra la cálida, piel apretada. Su boca imitó los movimientos en su
cuello y hombros, incrementando gradualmente la intensidad. Ella trató
desesperadamente de asimilar todo lo que estaba sintiendo, pero su mente se
encontraba dominada por la sensación. Sus caderas empujaron en su mano y el
mismo ardor lento, la efervescencia en su sangre, que sintió antes, comenzó otra
vez.
—¡Lauren! —jadeó—. Lauren, yo... yo... —Pero sus pensamientos y palabras fueron
arrastradas cuando su cuerpo tomó el control. Este orgasmo fue incluso más intenso
que el anterior. La intimidad que ellas encontraron al compartir sus dudas y
temores, tal vez era la razón.
Lauren le quitó los vaqueros, seguido por las bragas, sorprendiéndola cuando se
inclinó para besar su hueso púbico, acariciando su cabello.
—Asegúrate, Camila.
—Sí.
—Relájate. —Respiró Lauren—. Va a estar bien, nena. —ella frotó la nariz por su
pómulo —Bésame, Camz.
La forma en que dijo su nombre liberó algo en su mente. Envolvió los brazos
alrededor de su cuello y jaló su boca hacia la de ella. La besó con tal intensidad, con
tal certeza y ardor, que su cuerpo entero ardió bajo su toque. Gentilmente, Lauren
presionó las rodillas en su lugar y se acomodó a sí misma entre sus piernas. Usando
la mano izquierda, le levantó las rodillas, acariciándole los muslos. Ella sintió la
punta probando su entrada, mientras Lauren empujaba dentro un pequeño tramo.
Camila se tensó inmediatamente.
Ella tomó un respiro profundo, y mientras lo hizo, Lauren se movió dentro de ella
con una rápida estocada. Gritó mientras un breve destello de dolor se disparaba a
través de ella. Lauren se contuvo sin moverse.
La ojiverde movió las caderas lentamente, y se hundió un poco más profundo dentro
de ella. Camila jadeó mientras la extraña y ajena sensación la llenaba. Su piel
ardió, pero pequeños escalofríos de deseo se deslizaron alrededor de los bordes de su
consciencia.
—Palmea mi brazo si quieres que me detenga —siseó Lauren, sus ojos se apretaron
cerrados.
Comenzó a salir lentamente, luego empujó dentro otra vez. Afuera y adentro, largas,
flexibles caricias. El cuerpo de Camila se apretó y pulsó a su alrededor, y Lauren
gruñó.
—¡Oh! —exhaló ella, el débil sonido en sus labios, mientras miraba sus parpados
revolotear.
Se percató de que las sábanas tenían sangre y su mano cuando se quitaba el condón
y lo amarraba en un nudo, antes de tirarlo en el suelo. Preocupada de haberla
lastimado, se apoyó en el codo y miró fijamente su rostro sonrojado. Gentilmente, le
acarició la mejilla.
—¿Estás bien?
—¿Segura?
Ella alzó los dedos hacia sus labios y los empujó en una sonrisa.
—Estoy segura.
—Un poco, pero está bien. Se sintió... —Pero no tenía palabras. En su lugar sonrió
en respuesta y lo besó ligeramente en los labios. Aliviada, se recostó otra vez, una
mano detrás de su cabeza. Camila luchaba por definir como se sentía. Increíble, por
un lado, pero confundida, por cómo el dolor, dolió cuando empujó dentro de ella,
podía traer tal placer. Sentirla dentro de ella, alrededor de ella, rodeándola...
viéndola moverse dentro de ella, había sido extraordinario. Y aún una parte de ella
se sentía igual: todavía era Camila, estudiante nerd de música. Ahora sabía que no
importaba cuantas veces leyeras sobre la mecánica de hacer el amor con alguien,
esto nunca explicaría realmente el sentimiento. Las chicas en su secundaria o lo
elogiaron o dijeron que era horrible y doloroso. Se hallaba definitivamente en la
primera categoría, no se había sentido como sexo, se sintió como amor. Y, viniendo
después de su declaración, sabía que Lauren le había hecho el amor.
Se acurrucó contra ella, arrastrando los dedos sobre sus senos y tirando gentilmente
de los anillos de pezón.
Lauren sonrió.
Ella sonrió.
Se inclinó y los chupó dentro de su boca uno a la vez, burlándose de los pequeños
anillos con su lengua.
Camila bajó la mirada y vio que la sábana estaba levantándose ligeramente entre
sus caderas.
—Está bien, nena —dijo, una sonrisa curvando sus labios—. No puedo evitar
ponerme dura alrededor de ti. Se irá si puedo pensar en matemáticas o algo.
—¿Matemáticas?
Se quedó quieta, con el pecho lleno de calidez. Ella no huyó. No le dijo que no podía
salir con una chica sorda. Lauren le mostró la realidad de la clínica, incluso habló
con ella acerca de los implantes cocleares, por el amor de Dios. Y entonces le
permitió tener sexo con ella, le permitió ser la primera. Ella lo había querido.
Fue increíble. El sexo fue bueno, claro, pero era más que eso. Porque ella la conocía,
ella la conocía. Sabía todo, y aún la quería. Fue difícil para Lauren asimilarlo.
Desde que comenzó a perder la capacidad auditiva, se convenció que ninguna chica
la querría si lo supiera. Eso, comenzó la larga lista de enganches de una sola noche,
dejándolas antes de que la dejaran cuando supieran la verdad. Pero no Camila. De
alguna forma hizo su camino a través de las paredes y defensas que había
levantado, ni siquiera sabiendo que lo hacía. Era extraordinaria.
—¿Cuánto tiempo dormimos? —dijo, entrecerrando los ojos para ver la hora en su
celular.
—Alrededor de cinco horas —dijo en voz baja—. Son casi las siete. ¿Estás bien?
¿Cómo te sientes?
Le tocó el hombro.
Lauren sintió que todo su cuerpo se relajaba. Maravilloso. Podía vivir con eso.
—Um, ¿Podrías cerrar los ojos por un momento? Tengo que recoger mi ropa —
murmuró.
Sacudiendo la cabeza, cerró los ojos. No le gustaba hacerlo, no sólo porque por fin le
habría gustado ver su cuerpo, sino, debido a que la privaba de otro de sus sentidos.
Sin oír y sin ver, todo era negro y la asustaba. Agarró la sábana y edredón con
fuerza, deseando ser capaz de sentir algo.
—Vuelvo en un minuto.
—Podríamos, pero querré follarte nuevamente y no creo que sea una buena idea en
este momento. —Miró hacia la cama, deseando haber pensado en cubrir la sangre
que mostraba la sábana blanca.
—No puede ser la primera vez que te has acostado con una virgen.
¿Era eso todo lo que la molestaba? Intentó encontrar las palabras para
tranquilizarla.
—¿Porque podías?
—No, porque sabía que no me querrían, una vez supieran que era sorda. Luego...
eso... no sé. Era más fácil...
La miraba fijamente.
—Pero... pero eres hermosa... y caliente... y todas las chicas te quieren —dijo,
confundida.
—Ellas quieren lo que piensan que soy —respondió—. No saben que soy
discapacitada. —Escupió la palabra con amargura.
—Laur, yo...
Se apartó de ella para poder apreciar su belleza, siguiendo los giros de los tatuajes
de sus brazos, dejando que sus dejos fueran a la deriva por la superficie de sus
senos, por los músculos de su abdomen. Entonces le lamió las puntas de los pezones
y los succionó suavemente, causando un suave gemido de su garganta. Sonriendo,
bajó más la sabana, dejando el dedo estremecerse sobre su ombligo, luego lo dejó
vagar más abajo. Lauren tomó una respiración profunda.
Rió suavemente.
—Bien. Me gusta.
—Dinah está afuera. Debe de haber regresado temprano. Prometió no hacerlo —se
quejó Camila.
—¡Sorpresa! —dijo su madre—. Oh, es tan bueno verte, cariño. Estábamos tan
contentos de salir temprano. ¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo en la cama a esta hora
del día? ¿Estás enferma?
—Oye, Camz. ¿A qué hora nos reuniremos con tus padres? Quiero ir a casa y tomar
una ducha, intentar dar una buena impresión, a pesar de que sé que no les voy a
gustar, ¿verdad?
Se dio la vuelta con una sonrisa en la cara, que se desvaneció cuando se encontró
cara a cara con los sorprendidos padres de Camila. Su padre entró en la habitación.
—Papá, yo...
Lauren tragó saliva, luego enderezó los hombros. Se adelantó y le tendió la mano al
padre de Camila.
—¡Papá!
—Está bien, Camz —dijo Lauren, suavemente—. Te veré después, bebé. ¿Me envías
un mensaje?
Asintió sin decir nada. La ojiverde la miró con lástima y depositó un suave beso en
su sien, que le costó una mirada muy oscura de parte del padre de Camila.
—Así que esa era Lauren —dijo su madre, siendo la primera en romper el
inquietante silencio.
—¡Buen Dios, Sinu! —gritó el padre de Camila—. Eso es todo lo que tienes para
decirle a tu hija, cuando está claro que ha estado entreteniendo a esa joven en su
habitación. Durmiendo con ella. Actuando como una...
—¡Papá!
Salió hecho una furia de la habitación, dejando una atmósfera desagradable detrás
de él.
—Deja que se calme, querida —dijo su madre con tristeza—. Está un poco
sorprendido. Los dos lo estamos. Pero ya sabes, padres e hijas no es una buena
mezcla con hijas y sus novios... o novias. Yo... supongo que tú estás... durmiendo...
con Lauren.
—¡Mamá!
—Es una pregunta justa, Camila. Si eres lo suficientemente mayor para tener
relaciones sexuales, tienes la edad suficiente para responder a preguntas de lo
mismo. No quiero preocuparme.
—¡Dios, mamá!
—¿La amas?
Palmeó el brazo de su hija y la besó en la mejilla. Cuando estuvo sola, Camila cubrió
su cabeza con las manos. El encuentro más importante de toda su vida no podía
haber ido peor. Siempre supo que Lauren iba a tener problemas en lo que concernía
a su padre, pero ahora... nunca le daría una oportunidad. Su madre, bueno, quizás,
pero todo lo hizo más difícil. Dios, no podía haber sido peor. Habían estado a punto
de hacerlo cuando llegaron sus padres. Bueno, al menos eso evitó el desastre. Pero
por muy poco. Que maldita pesadilla.
Agradeció a su madre, ya que por lo menos lo intentaba. Les mostró las salas de
prácticas, dónde la orquesta de la universidad ensayaba, y la sala donde hacían la
presentación de final de semestre. Miraron los otros edificios de la facultad, el
gimnasio y la biblioteca. Finalmente, entraron a la cafetería. Esperaba que
comenzara el interrogatorio de su padre. Él comenzó con preguntas fáciles: ¿cómo se
llevaba con sus profesores?; ¿estudiaba mucho?; ¿cómo era su compañera de
dormitorio?; ¿si estaba manteniendo sus calificaciones? Bien, sí, excelente, y sí.
Hubo una larga pausa.
—Umm —dijo su padre, como si ser de ahí fuera un motivo profundo para su
desaprobación—. ¿Cuál es su especialidad?
—Ciencias Económicas y estudios Empresariales, con una especialidad en
matemáticas. —Lanzó como si hubiera un juego entre su padre y ella.
—Muy alto: 4.0, creo —dijo, con algo de exageración que podría llamarse mentira.
La verdad era, que Camila no tenía ni idea. Sólo sabía que sin Lauren, estaría
reprobando Introducción para Negocios.
—Eso está muy bien, cariño —dijo su madre, que parecía comportarse como un
árbitro entre su marido y su hija—. ¿Cuánto tiempo se han estado viendo?
—Viéndose que estamos en la quinta semana del semestre, diría que la respuesta
habla por sí sola —espetó su padre.
—No, Sinu. Estoy avergonzado de ella. Te trajimos para algo mejor que esto,
Camila.
Se levantó bruscamente y se alejó. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Las limpió, a
toda prisa. Su madre le dio unas palmaditas en su mano.
—¡Oh, cariño! ¿Estás durmiendo con ella y no estás segura si siente lo mismo que
tú?
—Kaki, cariño —dijo su madre, colocándole el pelo detrás de las orejas y mirándola
a los ojos—, ¿estás... estás durmiendo con ella porque piensas que hará que le gustes
más? ¿Te dijo eso?
—¡No! No, mamá, ella no es así. Sólo... Realmente me gusta —repitió débilmente—.
Es increíble, si sólo le dieran una oportunidad.
—Bueno, sin duda me gustaría conocerla más —dijo su madre, con bastante
frialdad—. Pero no creo que sea lo mejor hoy, no con el estado de ánimo de tu padre.
Vamos, vamos a buscarlo y entonces podemos almorzar.
Todos se dieron la mano. Dinah no podía dejar de notar el incómodo silencio y las
miradas ceñudas. Tartamudeó, sin poder hacer nada, tratando de encontrar alguna
manera de llenar el abismo de antagonismo implícito que parecía estar
profundizándose en segundos.
—Entonces —dijo ella, su voz teñida con preocupación por Camila—, ¿ya vieron
nuestra impresionante sala de conciertos?
—¡Grandioso! —dijo Dinah, media octava más alto de lo normal—. ¿Y ustedes van a
ir conocer a Lauren ahora porque Mila dijo que todos irían a almorzar?
—Hasta luego, Mila —dijo Dinah, con una última mirada desesperada, y una
sonrisa demasiado brillante a sus padres.
—Tenemos que hacer esto de nuevo. Tal vez cuando David esté libre. A él le
gustaría ver a dónde vas a la universidad, Kaki.
—Y te veremos en acción de gracias. Faltan sólo cinco semanas. Estarás lista para
alguna comida casera para entonces, estoy segura, ¿no es así, Ale?
—Tal vez deberías volver a casa en un par de semanas —dijo su madre, bajando la
voz—. Él se habrá calmado para entonces. Le hará bien a ambos.
—No puedo, mamá —dijo Camila—. Tengo un... concierto a la vuelta de la esquina.
No puedo faltar a los ensayos.
Sintió un pequeño ápice de alivio, no les habló de 32° North. No podía imaginar
cómo iba a reaccionar su padre si supiera que cantaba en bares de mala muerte y
pasaba el rato con el criminal buscado Drew.
—No, no, por supuesto que no. Bueno, era sólo una idea. Eres bienvenida en
cualquier momento, querida, ya lo sabes. Bueno, te dejaremos otra vez en los
dormitorios y nos iremos ya. Es un buen viaje de tres horas y sabes que a papá no le
gusta conducir en la oscuridad.
Bajó la cabeza.
Siguieron a su padre hacia la salida, pero un sonido fuerte y muy familiar los hizo
mirar por la ventana al mismo tiempo. No sabía si reír, llorar o correr cuando vio a
Lauren detenerse en la acera.
—Hola, cariño —dijo, lanzando una sonrisa—. Pensé en decirles adiós a tus viejos
antes de que se fueran, y ver si querías un aventón a casa.
Se volvió para mirar al padre de Camila, cuyo rostro pasaba de blanco a rojo y a
púrpura a una velocidad asombrosa.
—No puedo hacer eso, señor —respondió Lauren, calmada pero firme.
—Bueno, ciertamente no era el mejor de los casos, Lauren, pero apreciamos tus
disculpas. Pareces muy... —Miró su piercing y sus tatuajes con aprensión—, una
joven inteligente, así que espero que entiendas que cuando digo que deseamos sólo
lo mejor para nuestra hija...
—Sí, así es —coincidió la madre de Camila, una pequeña sonrisa temblorosa en los
labios. Le tendió la mano—. Fue un placer conocerte, de manera más formal.
Un ligero rubor coloreó las mejillas de la ojiverde, y se frotó la palma de la mano
sobre la parte posterior de los pantalones antes de darle la mano. El padre de la
castaña permaneció en silencio, indignado mientras su esposa le besaba las mejillas
a Camila y le daba un fuerte abrazo.
Luego arrastró a su marido al coche. Podía oír la voz de su padre elevada por casi
media cuadra. Lauren soltó una bocanada de aire y se volvió hacia ella con una
sonrisa resplandeciente.
—Sí, sólo los héroes hacen ese tipo de cosas —dijo con indiferencia, pero el brillo en
los ojos la delataba.
—¿Eso quiere decir que eras una dama en apuros? —le preguntó, soltándola.
—Esa fue la mañana más larga de mi vida. —la castaña suspiró mientras la miraba
a los ojos—. Gracias por venir a rescatarme. Esa no fue mi intención cuando te envié
un mensaje, pero estoy muy feliz de que lo hicieras. —La miró pensativamente—.
Fuiste encantadora con mamá.
Lauren sonrió, claramente encantada.
—Oh, por el amor de Dios, sólo llámame "muñeca". Puedo vivir con eso.
—¿Si?
—Pero ser irresistible para las mujeres no va a hacer que funcione con mi padre, así
que será mejor empezar a hacer un plan B.
La ojiverde sonrió, aunque sus ojos se hallaban distantes. —Su nombre era Clara y
mi padre era Mike. Mamá era la mejor. Era un desastre en el lenguaje de signos,
siempre confundiendo el "amarillo" con "te quiero", lo cual se volvía muy extraño a
veces, pero se esforzaba mucho. Siempre me dijo que podía hacer lo que yo quisiera.
Su sonrisa se desvaneció.
—Lo siento —dijo, pasándole la mano por la mandíbula para acunar su cuello.
Podía sentir su necesidad mientras movía las caderas contra ella. El montón de
tareas que esperaban en su habitación no tenía competencia para el crudo deseo de
su voz. Separándose de ella, se apresuraron a través de la recepción, y tomaron las
escaleras de dos en dos. Encontrar la llave de su bolso fue la cosa más difícil del
mundo para Camila, mientras que Lauren presionaba besos calientes en su nuca.
Casi se cayó por la puerta cuando finalmente la abrió.
—Oh, lo siento, Dinah —dijo sin aliento—. Pensé que estarías con Mani.
—No, tiene una cosa de fraternidad esta noche. Supongo que estarás pegada
conmigo.
Negó con la cabeza, y una expresión que Camila no reconoció, oscureció sus ojos.
—No, muñeca. Esta noche no. Podemos hacer algo mañana ¿tal vez?
Sintiéndose nerviosa por la mirada crítica de Dinah sobre ella, la besó suavemente
en los labios. No era suficiente para la ojiverde. Ignorando a Dinah, besó a Camila
profundamente, luego descansó su frente en la de ella.
—Nos vemos —dijo en voz baja, y se escabulló por la puerta. Dinah ignoró
remilgadamente el rostro ruborizado de Camila.
—Um...
Camila asintió.
—No te preocupes por eso, para ese punto no pensé que las cosas podrían llegar a
empeorarse. Pero luego Lauren se presentó en el restaurante donde almorzábamos.
—Me rescató.
—¿Qué?
—Sip. Llegó en la moto y le dijo a mi papá que la única persona que podría hacerle
dejarme era yo. —La voz de Camila descendió a un susurro—. Dijo que yo era
especial y que se preocupaba por mí.
El rostro de Dinah podría haber sido usado en una pintura para una exhibición de
Edvard Munch. Se encontraba conmocionada. O atónita. Asombrada. Horrorizada.
Pasmada. Desconcertada. Estupefacta. Quizás incluso perpleja.
—¡Oh Dios mío! ―repitió apenas―. ¡Eso es lo más romántico que alguna vez he
escuchado! Esa chica está totalmente enganchada por ti. -Camila sonrió.
—Lo sé.
Capítulo 12
Tenía unas pocas posesiones que eran importantes para ella, incluyendo algunos
libros y fotografías que pertenecieron a sus padres, pero las únicas cosas de valor
eran su guitarra Martin de 2.700 dólares y Sirona. Cuando Camila le preguntó por
la guitarra Martin, la tiró en su armario, incapaz de hablar. Se recuperó sólo
después de que ella se marchara, y la empacó cuidadosamente en un estuche duro.
El bello instrumento de palo de rosa ahora residía en el ático encima de su
dormitorio. No quería verlo, pero tampoco quería tenerlo muy lejos. ¿Cuán tonto era
eso? Sabía que tenía que venderla y tomar el dinero. Pero era un regalo de sus
padres. Simplemente no podía cortar ese lazo. Todavía no. La sala de estar era una
escena sacada de una película de catástrofes. Los cuerpos yacían comatosos en el
sofá y en el suelo, y el lugar apestaba a tabaco y al licor derramado. Un hombre
fumaba un porro, dejando caer la ceniza en la alfombra destruida. Lo arrebató
directamente de los dedos flojos del hombre.
No había visto a Keana en mucho tiempo, pero sabía cuán resuelta era. También
sabía dónde vivía, y estaba malditamente segura de que vendría a buscarla como
amenazaba si no aparecía. Al menos la cena no sería en algún lugar donde otros
estudiantes iban. Debería ser bastante seguro encontrarla allí. Además, no se veían
desde hacía mucho tiempo, sería bueno para ponerse al día. Luego maldijo en voz
baja. Esto significaría cancelar a Camila. Su cuerpo la deseaba, y su compañera de
piso aguafiestas definitivamente no ayudaba. Suspiró. La necesitaba, pero se lo
debía a Keana. Y de ninguna manera quería que las dos mujeres se encontraran.
Envió un mensaje a Keana primero.
Y luego a Camila.
Ahora también se sentía como una idiota. Cogió la botella de nuevo y se sirvió
bourbon directamente en la garganta, agradeciendo el ardor.
Era media mañana cuando despertó. La luz del día entraba por la ventana mientras
entornaba los ojos levantando la vista. Cuando se movió, su estómago se volteó y
rodó como si estuviera a bordo de un barco soplado por la tormenta. La botella de
bourbon destellaba en ella con inocencia, la luz del sol capturaba lo que quedaba del
líquido ámbar y proyectaba un arcoíris dorado a través de las paredes. Lauren gimió
al sentarse y se agarró la cabeza, sintiendo como si su cerebro se fuese a fugar en
cualquier momento. Se movía dolorosamente y le palpitaba la cabeza. Pero el
bourbon fue eficaz: no podía recordar una sola cosa después del texto de Camila la
tarde anterior. Echó un vistazo a su celular. ¡Maldita sea! Ya eran las once y media.
Estuvo dormida o desmayada durante dieciséis horas. Arrastró su lamentable culo a
la ducha. El agua seguía fría, lo que le dio dolor de dientes. Realmente necesitaba
localizar a Chris y averiguar qué demonios pasaba con el agua caliente. Cuando
sacaba a Sirona de la cochera, esperaba como el infierno no ser detenida por la
policía de nuevo, existían muchas posibilidades de que su límite de alcohol en
sangre no fuese estrictamente legal. Iba sólo unos minutos tarde cuando llegó al
restaurante barato, pero Keana ya se veía irritada, impacientemente golpeteando
una cuchara sobre la mesa. Hacía caso omiso a las miradas irritadas que le
lanzaban otros clientes.
K: ¡Háblame por señas, hija de puta! Sabes que odio la lectura de labios.
L: No, gracias.
K: ¿Tan mal? Apesta.
Maggie se acercó con una jarra de café. Lauren podría haberla besado.
—¿Me vas a presentar, Lolo, o vas a olvidar tus modales? —dijo, deslizando un dedo
por su mejilla
—Dame un respiro, Maggie. Es Keana, la has visto antes. —Miró a Keana, que le
sonreía a Maggie—. Dice "hola".
—No me vengas con eso, Lauren y. Dijo mucho más que "hola". Repite.
—Dijo: "Hola, te conocí hace dos años cuando se recuperaba de una resaca
diferente." ¿Feliz ahora?
Maggie miró a Keana y le guiñó un ojo. Ambas mujeres rieron y Lauren tenía ganas
de apoyar la cabeza en la fría superficie de la mesa.
—Les traeré sus desayunos, chicas —dijo Maggie, ignorando sus murmullos de no
tener hambre
K: ¿Y?
L: Eso es todo.
K: ¿Cuál es su nombre?
L: C-A-M-I-L-A.
K: Háblame de ella.
L: No.
L: No lo hago.
L: Vete a la mierda.
L: Dame un descanso.
L: Si lo veo.
—Aquí tienen, chicas. Con grasa extra para ti, Lolo —dijo Maggie, bajando dos
desayunos a la mesa. El estómago de Lauren gruñó y Maggie ocultó una sonrisa.
—¡Disfruten!
L: Sólo... la universidad y... las cosas son bastante intensas en casa. Siempre hay
gente dando vueltas.
K: ¿Más de lo normal?
L: Me arrestaron y...
K: ¡¿QUÉ?!
L: Exceso de velocidad.
K: Idiota.
L: Lo sé.
K: ¿La policía?
K: ¿Es cierto?
K: Mierda.
L: No me lo recuerdes.
L: Joder. Sabe que no tiene por qué volver a hacerlo. Creo que le gusta. Dinero fácil.
K: ¿Y?
L: Me dijo que no era asunto mío y que lo que no oyese no me haría daño.
K: Chico divertido.
L: Se rio de mi culo.
K: Imbécil.
L: ¿Sí? Por lo menos no tengo que agitar las manos alrededor 24/7.
K: Sigo pensando que te ves triste para ser alguien que dice que la universidad va
"bien". ¿Es sobre esta chica, sobre la que no me dices nada?
L: Hablas demasiado.
No era de extrañar que la ojiverde hubiese terminado de comer antes que ella.
K: Igual que siempre. El equipo de fútbol apesta sin ti. ¿Entraste en el equipo de la
universidad?
L: No he probado.
L: No probé.
Se encogió de hombros.
L: Demasiado ocupada.
K: ¡Una mierda!
L: Déjalo.
Se desplomó en su asiento. No quería tener esta conversación con Keana, pero era
tan obstinada como el infierno. Debería saberlo: estuvieron juntas y separadas —
más separadas que juntas— por cinco meses. De alguna manera lograron
permanecer como amigas después, pero ella actuaba como si todavía fuera dueña de
su trasero.
L: ¡No! Sólo estoy cansada de la manera en que las personas oyentes se comportan
cuando se enteran —empiezan a actuar como si fuera tonta o algo así. Sabes cómo
puede ser eso.
L: ¡No!
K: Sí, lo estás haciendo. Pretendes que lo aceptaste, pero no lo has hecho. ¡Eres una
maldita hipócrita!
L: ¡No, no lo soy!
K: ¡Oh, por favor! Puedes hacerlo mejor que eso. ¿Qué está estudiando?
Lauren no respondió.
L: Música.
K: ¿Qué?
L: ¿Por qué?
K: Porque eres masoquista. Eres una maldita idiota. Siempre deseando lo que no
puedes tener. Mírate, escondiéndote, pretendiendo que eres como ellos. No lo eres y
nunca lo serás. Hemos estado una y otra vez sobre esta mierda. ¡Deja de esconder lo
que eres!
—¿Qué soy, Keana? ¿Quién demonios soy, entonces? —preguntó con rabia.
K: Una cobarde.
—Oye, ¿qué está mal? —dijo, acariciándole el cabello. Por supuesto, no respondió.
Esperó hasta que pareció más tranquila, entonces la apartó suavemente y repitió la
pregunta cuando pudo ver su cara.
—Lo siento, bebé. Sé que estás estudiando y esas mierdas, pero... — Se detuvo en
seco cuando vio a Dinah frunciendo el ceño por encima de la portátil. Camila miró
sobre su hombro y los ojos de Dinah volvieron a su computador, aunque el modo de
chasquear los dientes fue audible para Camila
Siguió a Lauren por las escaleras y le sorprendió y alegró cuando le tomó la mano.
Se encogió de hombros, pero su expresión le dijo que no. Cuando compraron sus
cafés y estuvieron sentadas en lugares opuestos, Camila se estiró y le tocó la
muñeca.
—¿Cuál es el problema?
—Me encontré con una amiga para el almuerzo, una antigua novia.
Camila sintió un escalofrió recorrer su columna. ¿Ese era el "algo" que mencionó en
su mensaje? ¿Qué venía después?
—No hemos salido por como dos años, Camz. Iba a mi antigua escuela.—Miró
alrededor para ver si había alguien lo suficiente cerca para escucharlos de
casualidad—. La escuela para sordos.
Asintió, todavía insegura de por qué encontrarse con una antigua novia la disgustó
tanto. Lauren tomó una profunda respiración.
—Ella... dijo que estaba siendo una cobarde, por no decirle a nadie sobre mí.
Asintió tristemente.
—¡Eso es ridículo!
Lucía dubitativa.
—¡Lo eres! Eres dulce, graciosa, amable y tan fuerte. La forma en que le hiciste
frente a mi papá, eso fue... eso fue... eres asombrosa, maravillosa y tan valiente.
—¡Eso ni decirlo!
Lauren le sonrió.
No podía evitar pensar: Así que no sabe lo que se está perdiendo. Pero era muy cruel
decirlo en voz alta. Y era consciente de que algo de sus sentimientos furiosos hacia
esta chica se debían a que fue novia de Lauren. No sólo una de sus mujeres al azar,
sino alguien con quien salió en la secundaria. Más que eso, alguien que estuvo allí
cuando su sordera se volvió más pronunciada y cuando sus padres murieron. ¿Cómo
podría competir con la cercanía que vino de todas aquellas experiencias importantes
compartidas?
—No sé. Tal vez tiene razón. Realmente no me he mantenido en contacto con nadie
de mi antigua escuela. Sólo con ella. No tengo ningún amigo sordo. Quiero decir, ¿a
quién estoy engañando, cierto?
—Laur, en verdad no sé nada sobre esto, es todo nuevo para mí. Pero ¿quizás
deberías hablar con alguien acerca de ello?
—¡Por el amor de Dios! No puedo decir nada correcto, ¿no? Sólo no siento que soy
suficiente para hablarte sobre esto.
—Lo siento, muñeca. Ha sido un día malo y en verdad un fin de semana de mierda.
—Oh, no sé —dijo, con ternura—. Verte hacerles frente a mis padres fue muy
genial. Definitivamente el momento cumbre de mi fin de semana.
—Lo sé. Hablé con mi mamá esta mañana. Quedó muy impresionada.
Lauren se rio.
—Bueno, suficientemente raro. —Luego cambió de tema—. ¿Quieres que te lleve a
tu ensayo mañana en la noche?
—Um, no, está bien. ¿Pero podrías recogerme más tarde? Deberíamos terminar
como a las diez.
—Seguro, nena.
Charlaron durante mucho tiempo, entonces de mala gana acordaron que tenían una
tonelada de tarea para continuar. Caminó con Camila a su dormitorio, luego la besó
hasta dejarla atolondrada antes de despedirse. Dinah todavía continuaba pegada a
su portátil, pero levantó la mirada cuando Camila entró.
—Lo está ahora —espetó—. ¿Por qué estás tan empecinada con Lauren?
—Mira, se mantiene lejos de lo que sea que su hermano haga. No tiene nada que ver
con aquello.
—¡No admito nada! Lo conocí una vez alrededor de cinco segundos, eso es todo. Pero
sí conozco a Lauren.
—Sí, lo estoy.
La polinesia suspiró.
—Mira, mi papá es abogado así que sé cómo funciona esto. Si su hermano está
traficando, el hecho de que Lauren esté viviendo con él y que haya drogas ahí,
podría convertirla en una posible criminal. Y si ha visto a su hermano vendiendo
drogas, podría ser acusada con causa presunta. Como mínimo, es cómplice de lo
sucedido, y si no le dice a la policía, podrían acusarla de obstruir una investigación
policiaca. Estoy asumiendo que es lo suficientemente inteligente para negar
cualquier conocimiento...
Se detuvo cuando vio lo pálida que Camila lucía. Se puso de pie inmediatamente, y
caminó hacia ella para darle un gran abrazo.
—Lo siento, cariño, de verdad lo hago. Sólo... sólo prométeme que no irás a la casa
de Lauren.
Se sentó pesadamente.
—No creo que sea un problema. Fui hace un par de semanas atrás, pero no me ha
llevado ahí desde entonces. No ha dicho nada, excepto que no es una buena idea.
—Bueno, eso es algo. Mira, sabes que no compro totalmente el acto de buena chica
de Lauren, pero tendría que ser ciega para no ver lo mucho que se preocupa por ti.
Realmente estás cambiando a esa chica, Mila. Sólo estoy diciendo que seas
cuidadosa. ¿Está bien?
Asintió lentamente.
Las palabras de la polinesia dieron vueltas por su cabeza la mayor parte del
domingo por la noche, dejándola cansada y malhumorada cuando despertó al día
siguiente. Se arrastró a través de las clases, y ni siquiera tuvo el alivio de ponerse al
día con Lauren en el almuerzo. Le envió un mensaje de texto diciéndole que estaba
envuelta en una cosa de tutoría, que la vería en el Blue Note esa noche. Suspiró. Por
lo menos esperaba con ansias el ensayo, y con la próxima actuación el fin de
semana, necesitaban tanta práctica como pudieran obtener. Batalló a través de su
clase de Música Clásica Popular Americana, y casi se quedó dormida en su pasta
cuando comió la cena sola en la cafetería. Después permaneció en la parada del
autobús, cabeceando, hasta que su aventón se movió y la llevó al centro a West
River Street.
El Blue Note aún se veía como un bar de mala muerte, pero al menos era familiar.
Mike abrió la puerta para ella, su cara lacónica casi sonriendo. Era una persona
completamente diferente cuando tocaba la batería —más salvaje, menos contenido.
Entendía eso— se sentía igual cuando cantaba; o más bien, el canto la afectaba de la
misma manera. Para las diez de la noche, se sentía exhausta pero más feliz. Gracias
a dios el ensayo había ido muy bien, definitivamente necesitaba alguna buena
noticia después de la intensidad del fin de semana. Drew la levantó y la hizo dar
vueltas.
—¡Eres nuestro amuleto de la suerte, niñita! Las cosas han ido muy bien desde que
te conocimos.
Camila reía a carcajadas y trataba de liberarse cuando ambos escucharon una voz
gruñendo.
—¡Maldición, bájala!
Drew dejó que Camila se liberara y luego se giró para fruncirle el ceño a Lauren,
quien permanecía de pie con sus manos en puños y una expresión de furia en la
cara.
Los chicos asintieron, todos menos Drew, quien continuaba parado en una posición
a la defensiva.
Se apresuró detrás de Lauren, que salió hecha una furia a través del club, la ira
irradiando de ella. La agarró del brazo, forzándolo a detenerse.
—Lauren, sabes que Drew es así con todo el mundo. Prácticamente rompe mis
costillas cada vez que tenemos buenas noticias.
—¿Buenas noticias?
—Es este lugar —dijo al último—. Estar aquí me vuelve un poco loca.
Se sintió horrible y egoísta por hacerla venir al club, por el penetrante recordatorio
de lo que perdió. Con paso vacilante, caminó hacia ella y envolvió las manos
alrededor de su cuello.
—Lo siento —murmuró a Lauren—. Lo siento- Apoyó la frente en la de ella.
Fue un viaje corto a los dormitorios, pero aun así, ella se congeló hasta los huesos.
Lauren tenía razón acerca de necesitar una chaqueta más cálida. Tembló y la miró
ansiosamente.
—¿Estás bien?
—Un poco helada. Estaré bien. ¿Quieres entrar? Podría hacerte un café...
—No, está con Mani. Trabajando en su tarea de estudios de los negocios - Le levantó
una ceja y Lauren sonrió.
Sonrió.
—Le haces a una mujer una oferta que no puede rechazar, muñeca.
A Camila le encantaba: esa había sido la idea general. Caminó hacia la entrada
principal, luego se encontró con Lauren en su puerta cuando ella se escabulló por la
salida de incendios. Se sintió grandiosamente travieso y liberador, escabullir a una
chica en su dormitorio por la noche. La atrapó tan pronto como cerró la puerta y
comenzó a besarla meticulosamente. Luego ella invirtió roles y empujó a Lauren
repentinamente para que cayera de espaldas en su cama. Rio con alegría mientras
ella se lanzó sobre la ojiverde.
El sábado siguiente, el concierto de Camila con 32° North fue bien. El equipo de
sonido hizo un buen trabajo consiguiendo el equilibrio adecuado y el público se
entusiasmó. Lauren permaneció durante todo el acto, mirando desde atrás con
Dinah y Normani. Si le dolía estar allí, no lo demostró.
Cuando Camila salió del escenario, con el maquillaje corrido por el sudor y el
corazón palpitante por la adrenalina, la envolvió en sus brazos.
—Estoy de acuerdo con Lauren —dijo Dinah, arrastrándola hacia ella—. Estuviste
impresionante.
—Estoy de acuerdo con ambas, estabas totalmente rockeando, Mila. Así que, mira
las convencí de hacer una tregua y hacer un viaje a la Isla mañana con un grupo de
chicos que conozco. ¿Estás dentro?
Parpadeó hacia Lauren, que contenía una pequeña sonrisa.
—¡Guau! Por supuesto que me gusta—Y se lanzó a Lauren, quien la atrapó con
facilidad
Normani les dio un aventón, así que todos se amontonaron en su SUV para llevar a
Camila y Lauren a los dormitorios colectivos y a Dinah a su fraternidad. Durante
los veinte minutos que tardó conducir de regreso, Dinah hablaba sin descanso sobre
la "impresionante" fiesta que los compañeros de fraternidad de Normani
organizaban justo antes de Acción de Gracias.
—Y va a ser muy divertido vestirse para eso. Los chicos estarán en esmoquin, lo que
significa algo ceñido para mí. Mila, tienes que venir de compras conmigo.
—Lo sé —respondió—. Soy la reina de las compras. Pero deberías venir, será
divertido. Compras y comida... ¿qué más se puede pedir?
—¿Qué? —dijo, cuando Camila le tocó la rodilla. Hablaba lento y con claridad.
—Lo que sea. La ropa es sólo para evitar que mi culo ande mostrándose. Sólo tienen
que ajustarse.
Y tampoco vio ni escuchó a Dinah dar un resoplido despectivo. Lo cual estaba igual
de bien. Pero luego se inclinó sobre el respaldo de su asiento.
—Oye, Mila, ¿te dije que voy a casa de mi abuela en Suffolk para Acción de Gracias?
Siempre hace una comida increíble con puré de manzana, chirivía y calabacín con
crema y salvia. ¡Doble de rico! Estaré con esto enorme después.
Extendió las manos para indicar una enorme barriga. Camila rio.
Dinah claramente pensó que su respuesta cortante era grosera, porque lo arrasó.
—¿Así que, vas a tumbarte en la cama y olvidarte que existe Acción de Gracias?
—¡No, ya es suficiente, Mila! Estoy tratando de ser amable y ¿no se puede molestar
en darme una respuesta adecuada? Eso es patético.
—Los padres de Lauren murieron hace dos años en un accidente de auto —dejó
escapar, enfadada.
Hubo un silencio horrible. La ojiverde era la única que no sabía lo que se dijo, pero
vio la expresión de Dinah transformarse de combativa a conmocionada.
—¡Oh... oh! ¡Lo siento mucho, mucho, Lauren! No tenía idea. Mila nunca lo
mencionó. Yo... lo siento mucho.
—Oh.
Se encogió de hombros y miró por la ventana de nuevo, pero cuando Camila sostuvo
su mano en su regazo, no la apartó. Rápidamente Dinah se sentó mirando al frente,
ignorando estoicamente las furiosas miradas de Normani. No hubo más intentos de
hablar. Cuando Normani se detuvo frente a los dormitorios, Lauren salió sin hablar
y Camila murmuró un simple "Buenas noches"
Pero mientras la ojiverde se giró para alejarse, Normani bajó la ventana y extendió
su mano derecha.
—Está bien, nena. No quiero a las personas sintiéndose mal por mí, sea cual sea la
razón. —Dejó escapar un profundo suspiro y forzó a salir una sonrisa—. Nos vemos
arriba en cinco.
—Buena suerte con eso, amiga —dijo otro estudiante en un tono disgustado,
alejándose de los dormitorios de las chicas—. Pusieron un guardia de seguridad en
la puerta de incendios, supongo que el decano se percató de eso.
Capítulo 14
Chris se quedó de pie con los brazos cruzados mientras Lauren metía la ropa en su
mochila. Cuando estuvo de frente a ella, le dijo:
—Lo que sea. Probablemente es mejor que salgas de la ciudad por un tiempo.
—¿Quién va a darme un trabajo? Quiero decir, ¿en serio? ¿Con mis antecedentes? Ni
siquiera podría conseguir que me paguen para abastecer los estantes en WalMart.
Lauren enfureció.
—No. Realmente no. Sólo digo que es más complicado de lo que piensas.
—Mira, lo que sea. Ve a disfrutar Acción de Gracias con tu chica. Tal vez
hablaremos cuando regreses. ¡Vamos, fuera de aquí! Disfruta. No seas una marica.
—¡Oh, Lauren!
Hizo un puchero y echó su largo cabello rojo sobre el hombro. Subió los escalones de
dos en dos hasta que estuvo parada afuera de la habitación de Camila. Tocó la
puerta con fuerza. Ella abrió la puerta, con los oídos zumbando debido a los chillidos
agudos de Dinah, y le sonrió, con las mejillas rosadas y los ojos brillantes. Lauren
no pudo evitar inclinarse para besar sus dulces labios. En el momento en que su piel
tocó la piel de ella, la chispa de electricidad se encendió y no pudo negarlo, por lo
que profundizó el beso, deseando sentir su cuerpo presionado contra el suyo.
Varias chicas que merodeaban por el pasillo silbaron y gritaron comentarios que las
buenas estudiantes universitarias no deberían saber, aunque fuesen
anatómicamente correctos. Tal vez fue una suerte que Lauren no los hubiera oído,
no que le habría importado. Pero a Camila sí, su rostro se volvió rojo y la tiró dentro
para cerrar la puerta.
Lauren se echó a reír. Le gustaba que fuera posesiva. Dinah enarcó las cejas y
suspiró teatralmente.
—¡Hola! ¡Estoy en la misma habitación que ustedes, chicas! Existo. Hay vida más
allá de la burbuja de Camren.
—Sí. Lo que ella dijo. —El tono de Lauren no era del todo serio, y sonrió—Hola,
Dinah. No te vi por allá.
La polinesia gimió.
—Oh Dios, ahora soy invisible. Finalmente sucedió. Cuanto antes superen la fase de
luna de miel, mejor para nosotros los simples mortales.
—Por supuesto. Y dime cómo va todo en tu casa. Ah, y recuerda lo que dije,
definitivamente tienes que tener sexo en tu dormitorio de la infancia —respondió
Dinah, murmurando en el cuello de Camila.
Jadeó.
—¡Dinah!
—Um...
—¿Encajará en Sirona?
Camila se rio.
—Su motocicleta.
—¿Qué pasa contigo? —le dijo Camila a Lauren—. Estás actuando extraña, toda
rara.
Lauren miró nerviosamente alrededor, la llevó a una esquina vacía junto al armario
del conserje, y luego le arrojó el regalo.
Asintió.
—Sí, pero es bastante horrible. No es nuevo, pero pensé... no sé... no tienes que...
¡Mierda! ¿Por qué darle un regalo a una chica era tan difícil? Porque nunca lo has
hecho antes, idiota.
—Laur, me encanta.
La miró fijamente, completamente atónita.
Camila sacó el paquete de la bolsa. Contuvo una sonrisa al ver los fútiles intentos
de Lauren para envolver regalos. Jesús, parecía que lo envolvió con los ojos
vendados, y usando los dedos del pie. Trató de arrancar el papel, pero tenía tanta
cinta adhesiva que no podía lograr ningún avance.
Cuando no pudo arrancarlo con sus manos, usó los dientes para rasgarlo y abrirlo,
después se lo devolvió a Camila. Finalmente la castaña tuvo su regalo abierto.
Dentro contenía una chaqueta negra de cuero, talla pequeña. Se había puesto suave
por el uso, el cuero descolorido y desgastado, las mangas se curvaban en la zona de
los codos por los años de uso. Mientras Camila extendía los brazos, Lauren la
deslizó sobre sus hombros, y después subió el cierre. Se ajustaba a la perfección.
Camila presionó los labios contra los suyos para silenciar su balbuceo nervioso.
—Ahora puedes dejar de hablar —dijo, mirándola a los ojos—. Me encanta.
—¿Si? Porque es de segunda mano y sé que a las chicas no les gustan esas cosas, así
que... —Sus palabras se desvanecieron mientras le sonreía felizmente—. ¿Te gusta?
—Bien, porque luce malditamente sexy en ti. Me hace querer hacerte cosas.
Sus brazos descendieron de repente y la levantó, con las manos debajo de su culo,
por lo que las piernas de Camila se envolvieron automáticamente alrededor de su
cintura. Entonces la presionó contra la pared y la besó con fuerza. A través del brillo
de lujuria que de inmediato la envolvió, podía sentir las caderas de Lauren
aplastándose entre sus muslos.
—Te voy a follar contra una pared, muñeca, y todo lo que estarás usando será esa
chaqueta de cuero.
Jadeó mientras ella murmuraba esas palabras contra su garganta. Camila aseguró
las manos alrededor de su cuello e hizo un par de movimientos por su cuenta,
sacándole a Lauren un gemido desde lo profundo de su pecho. Poco a poco la dejó
deslizarse abajo, con sus ojos oscuros y salvajes. De pronto, la agarró por la muñeca,
la metió dentro del armario del conserje y cerró la puerta, dejándolas en una
oscuridad iluminada únicamente por las grietas de luz. Cuando Camila sintió a
Lauren tirando del botón de sus vaqueros, le agarró las manos y la detuvo.
—Tú siempre haces que me ponga en marcha, nena —respondió con una sonrisa.
—¡Lauren!
—¿Qué?
—¿Hay algo que se pueda romper aquí, nena? —preguntó, con cierto retraso.
Se encogió de hombros.
—Me distrajiste.
Sonrió.
—¿Mejor?
Le sonrió.
Camila parpadeó.
—¡Sabes que no podemos besuquearnos en casa de mis padres! —dijo, con un poco
de pánico en su voz.
—Porque... porque...
Lauren sonrió.
—No voy a hacerlo delante de tus padres, Camz. No quiero darle a tu papá otra
razón para echarme. Esperaremos a que salgan o algo.
—¡Lo quiero!
—¿Hambrienta?
Miró su café.
—Bueno, será mejor que te pongas a entrenar porque mamá te alimentará hasta
que explotes.
—Suena bien. No he tenido una comida casera desde... no por un largo tiempo.
Le acarició la mano.
—Lo sé.
—Um, Camz, no quiero sonar como una marica o algo así, pero...
—Papá no te odiará porque seas sorda. Quiero decir, no es feliz porque estemos... ya
sabes... pero no por eso.
—Camz —dijo, con paciencia—. No querrá a su única hija saliendo con una chica
que no es del todo...
No sabía qué decir. Sólo el tiempo podría persuadir a Lauren. Esperaba que su
padre no fuera demasiado duro con ella. Su madre le prometió que se comportaría,
pero tenía sus dudas. Fue sólo cuando su madre le recordó que esta era la primera
vez que tenía que lidiar con su hija madurando lo suficiente como para tener novia,
que pudo verlo desde su punto de vista. Más o menos. Lauren todavía fruncía el
ceño cuando la comida llegó, pero se animó de inmediato a la vista del enorme plato.
Se sintió como una tonta, la gasolina costaría mucho más que la comida. Lauren era
mucho más inteligente que ella cuando se trataba de algo relacionado al dinero. Tal
vez porque tuvo que valerse por sí misma. No podía imaginar que Chris fuera de
mucha ayuda. El pensamiento la hizo fruncir el ceño. No quería saber exactamente
lo que hacía Chris y Lauren dijo que era mejor de ese modo, le creía. Cuando la
siguió afuera, inhalaba la última pitada de nicotina de su cigarrillo antes de moler
la colilla con su talón. La vio y sonrió, soplando la última bocanada de humo por la
nariz igual que un dragón perezoso. Se preguntó cuándo sería el momento oportuno
para tratar de persuadirla de dejar de fumar.
—¿Lista para el siguiente tramo de la carretera, muñeca, o quieres que frote tu culo
un poco más?
Camila controló un quejido. La parada de camiones no vendía cojines, lo había
comprobado. Lauren la abrazó y le besó el pelo, dejando que sus manos se
deslizaran sobre la curva de su trasero. Frotó lentamente y Camila sintió su cuerpo
temblar de deseo. La apartó suavemente para verle la cara.
—¿Puedo ir a tu habitación esta noche? —dijo, sosteniendo sus caderas con fuerza—
. Voy a ser silenciosa.
—Um... no lo sé.
—Sí, pero...
No respondió. Estaba bastante segura de que sus padres no lo harían tan fácil. De
hecho, ahora que lo pensaba, su madre no le dijo dónde dormiría su novia. Las cosas
seguro iban a ser diferentes esta Acción de Gracias. Renuentemente, se subió de
nuevo en Sirona, y Lauren las dirigió hacia la interestatal. Después de otra hora de
montar y preguntarse si alguna vez sería capaz de sentir su trasero, ella
abandonaría muy felizmente su amada Harley en el lago Peachtree y nunca la
vería... de... nuevo. Le alegraba que leer la mente no se hallaba entre los muchos
talentos de Lauren. Pre-acordaron señales para que pudiera dirigirla a la casa de
sus padres. Dos golpecitos en el brazo izquierdo significaba girar a la izquierda; dos
en el derecho, lo opuesto; apretar su cintura, reducir la velocidad; tres golpecitos
significaba parar.
Lauren se paró incómoda, de repente sin saber qué hacer con las manos, pero
deseando haber tenido tiempo para un reconfortante cigarrillo. Sabía que eso no
sería un buen comienzo para la visita, y siguió sosteniendo sus cascos. Maldición.
Necesitaba desesperadamente un cigarrillo. Entonces la madre de Camila la soltó, y
dejó pasmada a Lauren al darle un rápido abrazo, también.
—Está bien. —Sonrió nerviosamente—. Um, Camz, ¿podrías sostener esto mientras
traigo nuestro equipaje, nena?
Le entregó los cascos, luego sacó la pequeña mochila de Camila, su propia bolsa, y
otra bolsa de plástico. Camila no sabía lo que contenía esa.
Ella guardó los cascos, y luego lo llevó hacia la puerta principal. La Sra. Cabello
sonrió con aprobación al ver que Lauren seguía llevando la mochila de Camila, así
como la suya. Entonces Alejandro salió y la ojiverde se congeló a medio paso. Miró
severamente a Lauren antes de besar a su hija.
Tras una breve pausa, su padre le tendió la mano. Lauren puso las bolsas en el
suelo, y los dos se estrecharon las manos. Sinu dejó escapar un suspiro de alivio.
Primera etapa completada. Sin sangre derramada.
—Oh, está en la casa de Jerry. Conocerás a mi hijo menor más tarde, Lauren.
Compartirás su habitación. Espero que no te importe, pero los abuelos de Camila
están en nuestra habitación de invitados. ¿Estarás bien en un catre?
—Claro —dijo Lauren, mirando a Camila, suponiendo que ella conocía los arreglos
para dormir, pero que no se lo contó—. Sí, un catre está bien, gracias, Sinu —
respondió cortésmente.
—Camila, si puedes mostrarle a Lauren donde dormirá, les prepararé a ambas una
bebida. ¿Té helado está bien para ti, Lauren?
Lauren bloqueó el hecho de que el padre de Camila la llamó su "nena", también. Esa
mierda era demasiado rara. Condujo a la ojiverde por las escaleras y abrió la puerta
de la izquierda.
La ojiverde suspiró.
—Supongo que tengo suerte de que no sea en el patio trasero. —La miró—. Quiero
saber dónde está tu habitación.
No era el cuarto de fantasía y con cosas femeninas que Lauren medio esperaba. La
única palabra para describirlo era pacífica. No era grande, pero parecía cómoda.
Había un armario en la pared del fondo, una cómoda, una estantería llena de
partituras y libros raídos, y una cama de adulto, cubierta con una colcha de color
amarillo pálido.
Se acercó a Lauren y curvó los brazos alrededor de su cintura, luego se inclinó para
besarla. Se sentía extraño besarla aquí, en su dormitorio, y se apartó.
—¡No! Por supuesto que no. Es sólo que... me siento como si no supiera cómo actuar
en mi propia casa. Es difícil de explicar.
Lauren asintió.
—Lo entiendo. Me sentí así la primera vez que regresé de un internado. Me tomó un
tiempo sentirme como en casa otra vez, yo cambié y me di cuenta de pequeñas cosas
que cambiaron en casa. Era igual, pero diferente. Se sentía raro.
—¡Sí, exactamente!
—Oye —dijo, con un brillo malicioso en sus ojos—, ¿has tenido un chico... o chica en
tu habitación antes?
Se echó a reír.
Mostró su sonrisa sexy y Camila sintió que sus rodillas temblaban. Se inclinó y la
besó, su lengua pidiendo permiso. Abrió la boca y la reclamó. Sabía que eso era lo
que hacía, aquí en la casa de su familia, en su dormitorio. Pero entonces todo
pensamiento desapareció y dejó que su cuerpo reaccionará de la manera que
deseaba. Camila agarró la parte delantera de su camiseta y se la levantó para poder
pasar las manos sobre su estómago duro. La ojiverde gimió y profundizó más el
beso, pero luego la castaña escuchó a su madre llamando y se alejó de nuevo. Tenía
la cara sonrojada y Lauren respiraba pesadamente.
Lauren sonrió y levantó una ceja hacia Camila. Ella estaba a punto de golpear a su
hermano pequeño. Viéndose todo desgarbado y torpe, David estrechó la mano de
Lauren.
—Sip.
—Um, he traído esto para usted; señor, señora, uh, Sinu —dijo Lauren, ofreciendo
la bolsa plástica a la señora Cabello.
—Vaya, eso fue considerado de tu parte. Pero por favor siéntate, Lauren: eres
nuestra invitada. Queremos que te relajes, ¿o no, Alejandro? — dijo, lanzando una
mirada significativa a su marido.
Sus orejas se pusieron rojas cuando se dio cuenta que maldijo dos veces, en frente de
los padres de Camila. La cara de Sinu era un poco tensa, aunque Camila pensaba
que era porque intentaba no reírse.
—Um, sí, eran los favoritos de mi mamá, así que pensé... —Sus palabras se
desvanecieron.
—Estoy segura de que van a estar bien —dijo Sinu con una sonrisa sincera—. Y creo
que esto es para ti, Ale —continuó, pasando a su marido una botella de Jack
Quinns.
—Mi hermano sí —dijo en voz baja, sin admitir ni negar que compró el whisky.
Camila quería dejar caer la cabeza entre sus manos. Pensó que Lauren tuvo la
mejor idea, y ella parecía querer escapar por eso. Le sostuvo la mano debajo de la
mesa y apretó los dedos.
Lo que realmente quería decir era: ¿deberíamos salir rápidamente de aquí para que
puedas fumar un cigarrillo antes de explotar como la isla Krakatoa? La ojiverde
asintió, agradecida.
—Sí, gracias, muñeca.
El padre de Camila no se veía muy feliz al escuchar el apodo, pero después de una
severa mirada de su esposa, sabiamente decidió no decir nada al respecto.
—Por supuesto, cariño. Estoy segura de que a Lauren le gustaría ver el lago. ¿Por
qué no se llevan mi coche? La cena es a las seis.
Lauren casi salió corriendo por la puerta principal mientras ella recogía las llaves
del coche de su madre. Ya tenía encendido un cigarrillo en el momento en que
cerraba la puerta detrás de ellas. Sopló la tensión de su cuerpo junto con una
bocanada de humo. Camila acarició su espalda, como si calmara a un animal
salvaje.
—¡Joder!
—¿Eso crees?
Rio a carcajadas, aliviada de que no se enojara con ella por maldecir, o por la forma
en que se comportó.
El auto de Sinu era un compacto Honda rojo y no pudo evitar disfrutar del amplio y
cómodo asiento acolchado. Tan diferente de los cuestionables encantos de Sirona. Se
puso el cinturón de seguridad y esperó, a la vez Lauren descifraba la manera de
mover el asiento y dar cabida a sus largas piernas.
—¡No puedo creer que mamá esté escuchando esta estación de radio! La música es
tan...
Asintió a su disculpa y miró por la ventana. Camila se estiró para apagar la radio,
pero la ojiverde puso una mano sobre la de ella y la empujó hacia atrás.
—Camz, no espero que vivas sin música simplemente porque yo esté alrededor.
Durante varios minutos, lloró todo el estrés y la tensión del día, y el dolor que sentía
en las palabras de Lauren. Tenía razón, por supuesto. Había evitado escuchar
música o hablar de música cuando estaba cerca, porque no quería hacerle daño, no
quería recordarle lo que había perdido. Ya se sentía lo suficientemente mal que la
recogiera de todos sus ensayos y que viniera a todos sus conciertos. Cuando hipaba
la última de sus lágrimas, la ojiverde levantó su camiseta y le secó los ojos.
—¿Mejor, bebé?
Asintió.
—Lo lamento.
Por fin se tranquilizó lo suficiente para manejar otra vez, pero no caminaron mucho
cuando llegaron al lago, simplemente buscaron un árbol con sombra para tumbarse
debajo. Camila apoyó la cabeza en el pecho de Lauren, y ella dibujó con los dedos
círculos perezosos en su hombro. Fue el momento de paz que tanto necesitaban. Al
final, la castaña luchó para sentarse y Lauren abrió los ojos, sonriéndole.
—Hay un lugar cerca de aquí, es una especie de pequeño centro comercial, donde
podemos tomar un café, ¿quieres ir?
—Sí, definitivamente podría ir por un café. Esta es tu ciudad natal. Vamos a ver los
lugares más interesantes.
Camila rio.
—Bueno, estamos sentados junto al lago, eso es todo. A menos que quieras ver el
campo de golf.
—¿Qué puedo hacer por ustedes, amigas? —dijo, con sus ojos recorriendo el cuerpo
innegablemente caliente de Lauren.
—¿Camz?
—Oh, concuerdo. —Se rió la camarera—. No puedo soportar todas esas bebidas
falsas, prefiero mi café fuerte.
—Guau, ¡no puedo creer que coqueteaba contigo delante de mí! Quiero decir,
¡vamos!
—Te dije que era irresistible, muñeca —dijo, sin modestia—. Pero únicamente te
quiero a ti.
—Me dejan saber si les puedo ayudar en algo más —dijo, de un modo hosco.
Se sentaron por un rato más, disfrutando de sus bebidas y el sol. Para gran
decepción de Camila, ninguna de las chicas de su secundaria parecía estar cerca.
Se encogió de hombros.
Hizo una mueca y miró por la ventana. Pero cuando llegaron a la casa, las cosas se
pusieron raras.
Pops se hallaba parado al frente con amor en sus ojos, mirando la Harley de Lauren.
No sólo eso, la abuela Olsen; seria, clásica y que usaba perlas, decía palabras
bonitas sobre su primer novio quien tenía una moto, y le rompía los tímpanos a
Pops.
—Hola, abuela —dijo, avergonzada por su apodo. Podía ver a Lauren sonriéndole
por el rabillo del ojo—. Um, ella es mi novia Lauren.
—Igualmente, señora —dijo ella, asumiendo que estarían sacudiendo sus manos.
—¿Quién? —dijo la abuela Olsen, mirando alrededor como si otra persona estuviera
a punto de materializarse bajo el árbol de melocotones en el jardín.
—Su moto —se burló Camila.
—Escuché que con el ajuste del tubo de escape es muy fácil equivocarse en una
Harley —dijo Pops—. La acción de los tubos colectores dobles de 1¾ pulgadas es
difícil de superar.
Asintió.
Camila sonrió.
—Gracias, abuela.
—Guapa, también, aunque es una pena todos esos tatuajes, y en cuanto a esa
ridícula pieza de metal en su ceja, no puedo imaginar qué pensaba. —Palmeó su
mano—. Serás una influencia calmante para ella. Siempre has sido una chica muy
sensible.
Camila hizo una mueca. Por primera vez, se alegraba de que Lauren no hubiera
escuchado lo que se dijo. David, sentado al otro lado de Pops, parecía igualmente
impresionado por Lauren. Sus ojos seguían sacudiéndose de vuelta a ella mientras
los escuchaba discutir términos desconcertantes como levas, cámaras de combustión
y carburadores, con facilidad y diversión mutua. Camila sabía que su padre tenía
poco interés en la fijación de motores, surgía algún problema y bajaba directamente
a la tienda de reparación de automóviles.
—¡Camila, te juro que esa joven tuya está soñando la mitad del tiempo! La llamé
por su nombre tres veces antes de que respondiera.
—Bueno, pude notar eso. No sé dónde se hallaba, pero debe haber sido un lugar
agradable.
—No, mamá. Quiero decir que ella no podía oírte. Lauren es sorda.
—¿Perdón?
—¡Pero... pero...!
—Lee los labios. Es por eso que no contesta si no puede ver tu cara.—Se detuvo para
que su madre asimilara esta extraordinaria pieza de información—. Te dije que era
extraordinaria —dijo, tranquilamente.
—Como dije: lee los labios y después escribe sus notas más tarde. Es realmente
inteligente. Me ayuda con nuestra clase de Introducción al Negocio. —Camila rodó
los ojos.
—Pero... —Su madre todavía luchaba con el concepto—. Pero no usa un audífono.
—No. Son para personas que tienen algo de audición residual. No la ayudan. Ya no.
—Santo cielo —dijo su madre—. ¡Santo cielo! —Entonces se levantó—. ¿Está a salvo
sobre esa moto? Quiero decir, ¿si no puede oír el tráfico?
—Es sorda, no ciega, mamá —dijo con paciencia. Sabía que su madre hacía esas
preguntas porque nunca había conocido a una persona completamente sorda.
—¿Es genético? Quiero decir, ¿podrían sus hijos ser sordos? — Sinu se sonrojó al
darse cuenta de cómo esto podría sonar para su hija.
—No, mamá. Los médicos creen que fue a causa de un virus, no es genético.
—¿Qué pasa con esos implantes? —dijo Sinu—. Vi a gente hablando de ellos en
Ellen.
—Tal vez —dijo lentamente—. Pero es una cirugía bastante grande y hay riesgos. A
veces, la operación puede dañar los nervios faciales. Es raro, pero puede suceder. Y
no siempre restaura la audición de cualquier timbre. Además, es un poco como decir
que hay algo mal con Lauren, que necesita ser arreglada.
—Oh —dijo, su boca abriéndose y cerrándose, sin palabras—. Pero... pero ¿no
ayudaría?
—¿Debería decirle?
—Es una joven muy interesante la que tienes ahí —dijo—. Conoce su moto.
Reconstruyó a Sirona a partir de chatarra por como sonaba.
—No la estás llamando también "Sirona", ¿verdad? Porque tengo que decir, Pops,
después de montarla por más de tres horas, estaba a punto de tirarla al lago.
Pops resopló.
Le devolvió la mirada.
—No hay nada complicado sobre la verdad —respondió, pero sin mala intención.
—Es como ella lo quiere —explicó, levantando un hombro—. Dice que está cansada
de la gente juzgándola cuando se enteran.
Besó a Camila por las buenas noches y se despidió de Sinu con la mano.
—Bueno —dijo Sinu, mirando a su suegro desaparecer por las escaleras—. Supongo
que será mejor que le diga a tu padre. Estará sorprendido, eso es seguro.
Lauren seguía sentada a la mesa con una expresión ligeramente vidriosa, mientras
la abuela Olsen continuaba con una descripción con lujo de detalles de su operación
de vesícula biliar.
—Bueno —dijo, con un pesado suspiro—, no debería comer hasta tan tarde, no es
bueno para mí. Voy a ir a acostarme, pero nadie se preocupe si me oyen
deambulando por la noche. Será la indigestión, eso o mis tripas.
La ojiverde se restregó las manos por su cara, obviamente deseando no haber leído
esa última oración.
—¿Cómo fue eso? —preguntó, plantando antes un beso suave en sus labios.
—Sí, bien, hasta que tu abue comenzó a describir... bueno, la escuchaste. Pensé que
mi lasaña iba a repetir su actuación.
—¿Um, Laur?
—Bueno, lo hiciste, por lo que concernía a todo el mundo, pero él tiene un amigo que
es sordo, así que adivinó. De todos modos, mamá sabe también. Le he pedido que le
cuente a papá.
Lauren suspiró.
—No te preocupes, nena. Fui un tonta por pensar que podía salirme con la mía
durante todas las vacaciones.
Ella besó sus labios fruncidos, decidida a hacerle olvidar su decepción. Tuvieron sólo
unos minutos a solas y se acurrucó con la ojiverde en el sofá, fingiendo mirar Arrow.
En realidad, estaba ocupada besando el cuello de Lauren y sugestivamente frotando
su mano sobre su muslo.
Camila rio.
Se sonrojó felizmente, y justo pasaba las manos por debajo de su camiseta, cuando
David entró.
—Oh, genial —dijo mirando el televisor, luego dejándose caer sobre la silla y
poniendo fin al besuqueo de su hermana—. Tienes los subtítulos encendidos.
—Es muy útil tener subtítulos —dijo la madre de Camila, mirando a su hija.
Lauren captó la mirada entre ellas y le sonrió a la castaña, colocando un suave beso
en su sien. Su padre frunció el ceño ante la exhibición pública de afecto, pero se
frenó de hablar. Lo que era la primera vez. Poco después de eso, David bostezó y dijo
que se dirigía a la cama. Sinu miró fijamente a Camila, sugiriendo claramente que
debería hacer lo mismo.
—Duerme bien —dijo Sinu—. Ambas se sentirán mucho mejor después de una
buena noche de sueño.
Se estremeció de deseo.
—¡¿Qué?!
Vio la silueta de Lauren contra la ventana. Había abierto las cortinas y miraba la
luna creciente.
Se giró para mirarla, mientras la luz de la luna proyectaba sombras a través de sus
pómulos, una esquina de su boca se elevó en una sonrisa. Al principio pensó que
estaba desnuda, pero a medida que avanzaba hacia ella, se dio cuenta de que
llevaba un par de bóxers cortos negros y una camiseta sin mangas.
Su silencio la envolvió y se dio cuenta que ella no podría ver sus labios, incluso con
la tenue luz de la luna. Estiró la mano para encender la lámpara, pero la ojiverde la
agarró y la llevó a sus labios. Pensó que iba a besarla, pero en su lugar abrió la boca
y le chupó los dedos, uno por uno, perezosamente envolviendo su lengua alrededor
de ellos. Ya jadeaba, su cuerpo hormigueando por más de su toque. Soltó su dedo
meñique y se inclinó hacia ella. Otra vez pensó que iba a besarla y levantó la cara
hacia ella con entusiasmo. En su lugar, le lamió la base del cuello, dejando un rastro
de besos húmedos hasta su pecho. Sintió sus manos levantándole la camiseta hasta
que terminó amontonada por encima de sus senos, y soltó un jadeo cuando sus
dientes se apretaron sobre su pezón izquierdo y su mano acarició y apretó el
derecho.
—No puedo leer tus labios, muñeca. Si quieres que me detenga, sólo... palmea mi
hombro o algo así, entenderé el mensaje.
Apretó la almohada sobre su cabeza mientras le abría más las piernas. Usándola
para amortiguar los sonidos saliendo de su boca —Lauren nunca sabría lo mucho
que deseaba gritar su nombre. No podía oírla, pero podía sentirla, y sabía que se
estaba viniendo duro.
Apartó la almohada de su cara, y se tragó sus jadeos con los labios y la lengua.
—Has follado mi cara, muñeca; has montado mis dedos, ahora vas a montar mi
polla —susurró.
No podía oírla. Por supuesto que no. Pero tampoco era lo que pensaba. La levantó
sobre sus rodillas y alcanzó entre sus piernas, situándose en su entrada. Alivio,
sorpresa y asombro la inundaron. Por un momento creyó que iba a hacer algo
totalmente diferente, pero esto era bueno. Era increíble, la sentía tan profundo y
Lauren gemía suavemente, empujando dentro y fuera en embestidas largas y
contundentes. Sus dedos le agarraron las caderas con fuerza, y podía oír el golpe de
la piel contra su cuerpo. Era extraño no poder verla, pero esta nueva posición se
sentía íntima y profunda. Sintió que le temblaba el cuerpo. Lauren también lo
sintió, y empezó a moverse más rápido, susurrando palabras que no podía
distinguir. Su respiración comenzó a ser dificultosa, y luego sintió sus dedos
alcanzando entre sus piernas una vez más y jadeó, sorprendida de que su cuerpo
respondiera de nuevo. Sus piernas y brazos cedieron y se estremecía dentro de ella
y, por un momento, fue aplastada por su peso. Se retiró con cuidado y salpicó su
espalda con besos suaves.
De mala gana, se sentó y vio a los labios de ella moverse como si estuviera diciendo
algo, pero sus ojos permanecieron cerrados. Frunció el ceño y miró su boca de nuevo,
pero se dio cuenta de que continuaba profundamente dormida, y perdió sus
palabras. Suspirando, se puso el bóxer y caminó tranquilamente hacia la puerta.
Con una última mirada, salió al pasillo y cerró la puerta sin hacer ruido. Volvió a la
habitación de David sin cruzar a nadie, y el chico seguía durmiendo. Lauren recogió
sus vaqueros y se dirigió a la ducha. El agua era abundante y caliente, y se tomó
unos minutos para disfrutar de los placeres simples de la vida, y hacerse una paja.
Después de secarse, se cepilló los dientes y deslizando la mano por el espejo
empañado. Había olvidado preguntarle a Camila a qué hora se levantaba por la
mañana su familia, por lo que decidió salir al patio trasero a fumar y esperar a ver
quién se encontraba despierto. Pero al salir del baño, todavía vistiendo sólo los
pantalones, y una camiseta que apenas le cubría se encontró con Sinu en bata y
zapatillas.
—Buenos días, Lauren. Eres una madrugadora. —Entonces jadeó, los ojos fijos en
sus senos apenas cubiertos, más específicamente, en los anillos de sus pezones—.
¡Dios mío! —dijo, aclarándose la garganta.
—Espero no haberte despertado —dijo, conteniendo una sonrisa, observando su
intento de levantar la mirada a sus ojos.
Regresó a la habitación de David, donde el chico estaba tendido de espaldas, con los
ojos cerrados y la boca abierta. Lauren se puso una camiseta más decente y un par
de zapatillas deportivas, se aseguró de que tenía sus cigarrillos en el bolsillo del
pantalón, y corrió ligeramente por las escaleras. Vio a Sinu de pie en la cocina
esperando a que una jarra de café se colara. Le sonrió un poco tímida cuando una
Lauren, completamente vestida, se dirigía hacia el pórtico trasero y fumaba su
primer cigarrillo del día.
Se sorprendió cuando Sinu salió para unirse a ella. Parecía nerviosa y se preguntó
qué iba a decir.
—Oye, no es mi secreto.
Sinu sonrió.
Sacudió la cabeza.
—Nunca dijo nada. No creí que le importara.
—¿En serio? Odia a los fumadores. Siempre está hablando de que es un horrible
hábito antisocial. Bueno, tienes suerte de no tenerla regañándote, es tenaz.
Lauren frunció el ceño. Se preguntó por qué no le dijo nada. ¿Había otras cosas que
mantenía ocultas? De pronto sintió como si no la conociera tan bien como pensaba, y
el sentimiento la molestó.
Miraba a otro lado así que no se dio cuenta de que habló. Le dio un golpecito en el
brazo.
—¿Café, Lauren?
—¡Tres de azúcar! —Resopló—. Eres muy afortunada de ser capaz de salirte con la
tuya.
La siguió y agradecida aceptó una taza de humeante café caliente, mientras Camila
bajaba las escaleras tambaleándose con aspecto cansado y un poco desaliñado. A la
chica le gustaba mucho dormir. No pudo evitar sonreírle y cuando le devolvió la
sonrisa, se pasó la lengua por los dientes, una mirada cómplice destacando la sexy
sonrisa en su rostro. Se sonrojó al instante y bajó la vista, claramente reviviendo
algunas de las cosas que le hizo la noche anterior.
—¡Mamá!
—Así que, has visto sus anillos en los pezones —dijo audazmente, incluso con las
mejillas enrojecidas.
—Sí, bastante.
Eso tomaría algo de trabajo. Su madre se volvió hacia la cafetera, sólo por hacer
algo.
—Tal vez no —dijo Sinu, con firmeza—, pero Sarah y yo somos amigas, así que
estoy segura de que serías muy bienvenida. Además —dijo, alzando las cejas—,
habría creído que a ti y a Lauren les gustaría una razón para alejarse de los viejos
por una noche.
Era un buen punto. Aunque habría intentado de cualquier manera evitar a la hija
de Sarah, sabía que Lauren quería un respiro. Una fiesta podría ser una buena
idea. Entonces algo más se le ocurrió: la chica era una de los muchos de la
secundaria que nunca le dieron ni la hora, así que apareciendo con una novia
caliente... sí, realmente le gustaba esa idea.
—¿Perdón?
—¿Sí? Bueno, no volverá a suceder, así que estamos bien para continuar de nuevo.
Sacudió la cabeza.
—Papá lo sabe.
—¿Qué?
—¿Estás segura?
Ese era el punto crucial del problema de Camila. ¿Lo haría? Lauren se levantó y
estiró, dejando al descubierto un trozo de piel de porcelana por encima de la cintura
de sus vaqueros.
Lauren suspiró.
—Lo sé, lo entiendo. ¡Pero, joder! Te deseo todo el tiempo, muñeca. En la escuela
compartes la habitación, y mi casa es... y ahora son las vacaciones y estás justo
cruzando el pasillo. Me está volviendo loca. Tú me vuelves loca.
Se estremeció de placer ante sus palabras. No creía que alguna vez sería capaz de
oír eso lo suficiente.
En ese momento, David llegó caminando tranquilamente con una lata de refresco, y
se dejó caer en el pórtico.
—Así que, ¿nosotros vamos o qué?
—Tienen Virtual Racing, Street Fighter II, Mortal Kombat, Call of Duty, Mario
Karts, Pacman, Metal Slug. Ya sabes: los clásicos.
—¿En serio? Pensé que querías ir y hacer ese juego de carreras, no es que esté
discutiendo...
Asintió.
—¿Cómo sabías que algo iba a pasar? —preguntó, perpleja. Los ojos de David
volaron entre ellas dos.
Se encogió de hombros.
Camila tenía la sensación de que iba a ser difícil tener a Lauren para sí misma
mientras David estuviera cerca. Terminaron de comer y paseaban por el centro
comercial al aire libre, cuando ambos celulares, el de David y el de Camila,
comenzaron a sonar. La castaña respondió primero.
—¿Mamá? ¿Qué? No, estamos bien. ¡Estamos bien! Bueno, estamos en camino.
Diez minutos más tarde, estacionó en la camino de entrada. Sus padres los
esperaban en la puerta. Alejandro se veía furioso. Abrió de un tirón la puerta de
Lauren y la empujó contra el coche mientras intentaba salir.
—Nos dijeron que hubo una pelea en la sala de juegos, la policía fue llamada y todo.
Varios adolescentes terminaron en el hospital. Pensamos... pensamos... nos
preocupamos —terminó Sinu sin convicción.
Sinu parecía horrorizada, de pie con una mano sobre su boca, y sus ojos
disparándose entre Lauren y su hija.
Pero con los dedos cubriendo sus labios, la ojiverde no supo lo que pronunció.
—Iré contigo.
Sacó las llaves de su motocicleta del bolsillo de su pantalón y pasó una pierna por
encima de Sirona. Camila montó detrás de ella sin siquiera esperar para sacar los
cascos de las alforjas.
Alejandro se enderezó.
—Lauren, me disculpo. Salté a una conclusión sin conocer los hechos. Lo siento. —
Miró a su esposa—. Ambos lo sentimos.
—Claro —dijo Lauren con amargura—. Hasta la próxima vez. Nunca voy a ser lo
suficientemente buena para ustedes, ¿cierto?
Asintió a la ojiverde y ella se inclinó para abrir el paso de gasolina y luego arrancó
el motor. Pops salió de la casa, donde permanecía con la abuela Olsen, ambos
escuchando todo el acalorado intercambio.
—Vamos a ver —dijo, mirando a Lauren a los ojos—. Espero que no vayas a decirme
que te estás llevando a mi nieta en esa moto con las piernas desnudas y sin casco.
—Mierda —murmuró.
De mala gana, todavía furiosa con sus padres, Camila bajó. A pesar de que toda su
familia veía, echó los brazos alrededor del cuello de Lauren y rozó sus labios por su
boca. La ojiverde suspiró y se inclinó en ella, la cabeza apoyada en su hombro.
Camila le ahuecó las mejillas con las manos e hizo que la mirara.
Dudó por un momento, luego asintió lentamente. La besó de nuevo y giró para
seguir a sus padres al interior. Miró por la ventana cuando Pops dijo algo,
señalando el maletero de su coche, y Lauren le siguió. Un momento después, la
ojiverde llevaba una caja de herramientas, y Pops se inclinaba sobre Sirona. No
parecía que fuera a irse a ninguna parte, entonces se volvió a sus padres.
—Gracias, mamá. Gracias, papá —dijo, pronunciando cada sílaba con frialdad—.
Realmente hicieron que Lauren se sintiera bienvenida. ¿Hay algo más de lo que la
quieran acusar mientras estamos aquí? Tal vez del graffiti que vi en el centro
comercial, o ¿qué pasa con ese robo de auto que sucedió la semana pasada?
¿También quieren culparla a ella?
—¿No lo hará, mamá? Bueno, dime que va a ayudar, porque estoy segura de que no
lo sé. Lauren no ha sido nada más que amable y respetuosa, y está consiguiendo
llevarse muy bien con David y Pops. Son tú y papá quienes tienen el problema.
—¿Y papá?
—Está avergonzado de sí mismo, como tú dijiste. Sólo dale la oportunidad de decirte
que lo lamenta. Eso es todo lo que pido.
Se sentó, luego salió de la cama, con una mirada determinada en su rostro. Tenía
que estar lista para una fiesta.
Se sentía mucho más tranquila después de pasar un tiempo con Pops. La compañía
del anciano la detuvo de hacer algo espectacularmente imprudente, y aunque no
hablaron de nada en particular, trabajar juntos en Sirona le quitó el calor de la
situación y le dio la oportunidad de enfriar su temperamento. Los padres de Camila
se disculparon de nuevo. Alejandro fue bastante duro, pero Sinu se comportó efusiva
y sincera. Le rogó que se quedara por el bien de Camila, y se encontró aceptando,
aunque de mala gana.
Lauren rio. Al menos el chico tenía la valentía de decir lo que la mayoría de la gente
sólo pensaba.
—No le gusta a todos. Como sea, hombre, me gusta. A las chicas también.
El chico se sonrojó.
—Algunos más que otros. Tatuajes cerca del hueso tienden a doler más, como el de
mi cadera —dijo casualmente.
David tragó.
—¿También tienes uno en la cadera? ¡Vaya chica! Esos son un montón de tatuajes.
Se encogió de hombros.
—Mi hermano tiene más, en ambos brazos. Dijo que en la parte interior de las
muñecas duele más.
Sonrió.
Se puso su última camiseta limpia y vio que David seguía mirándola fijamente.
—Um, ¿puedo preguntarte algo? —dijo nervioso—. ¿Estás... lo estás haciendo con mi
hermana?
—Esa es una pregunta algo personal —contestó, seria.
—Es sólo... porque la estás besando y esas cosas todo el tiempo. Nunca la he visto
hacer eso con un chico... o chica.
Lauren sonrió.
—Sí, supongo.
—Um, así que... me preguntaba —continuó, torciendo los dedos con preocupación—,
¿Puedo preguntarte... sobre... cosas?
—Dispara.
David agachó la cabeza y se miró las manos con una expresión de horror absoluto y
vergüenza.
—Oh, está bien. —Hizo una pausa, y luego continuó su murmullo. No fue fácil para
la ojiverde precisar lo que el niño decía, pero la esencia de la conversación era muy
clara — ¿Cómo sabías lo que iba a preguntar? —dijo con voz ahogada. Lauren se
encogió de hombros.
—Um, ¿es verdad que si lo haces... mucho... puedes quedar ciego o algo así?
—¡Por Dios, hombre! ¿Quién te ha estado diciendo esa mierda? La respuesta es no.
¿Por qué no lo buscas en Google?
—Papá puso un control parental en el ordenador —dijo con una mueca—. Y tampoco
se puede mirar en la escuela.
—¿Sí?
—Algunas, sí.
—¿Camila... mira porno?
Lauren sonrió.
—¡Oh, guau! —La cara de David mostró sorpresa y respeto incipiente por su
hermana—. Um, así que, ¿es raro conseguir una erección viendo porno cuando hay
otro chico cerca?
—Vergonzoso, ¿verdad?
—¡Sí!
—Las chicas tienen coños, ¿verdad? —David parecía haberse congelado, por lo que
continuó explicando—. Sí, así que sus coños tienen clítoris, ¿cómo una pequeña
protuberancia en el frente?
—¿Se vienen?
—Ya sabes, orgasmo, acaban.
—No exactamente, pero joder, se siente bien si estás cerca cuando sucede. Como
dije, es normal. Las chicas lo hacen, los chicos lo hacen.
—Tuve que hacerlo dos veces cuando llegué a casa —admitió—, después de ver la
película porno.
—Sí, eso sucede. Lavar la ropa es una pesadilla —concordó Lauren con simpatía—.
Especialmente cuando tu madre quiere saber por qué has cambiado las sábanas
cuando ella lo hizo ayer.
—¡Sí!
—Mira. Los chicos se masturban. Mucho. No sé cuando uno se pone muy viejo, como
treinta o algo así, pero sí. Es como ponerse los pantalones por la mañana, es una
parte de la rutina. ¿Sabes lo que estoy diciendo?
—Sip. Divertido, gratis y nadie queda embarazada. ¿Qué más se puede pedir?
—Es posible que desees practicar con estos, para cuando llegue el momento, sabrás
lo que estás haciendo. No quieres ponerte a ese hijo de puta al revés cuando tienes a
tu mujer toda caliente y jadeante para ti.
La boca de David se abrió, pero no le salieron las palabras. Lauren se puso de pie y
se dirigió a la puerta.
—Me lo agradecerás en unos años —dijo sobre su hombro. Sintiendo que el día no
había sido un completo desastre después de todo, fue a buscar a Camila, y golpeó la
puerta de su dormitorio.
—Corté mi vieja falda de mezclilla y resultó un poco más corta de lo que quería.
Tiró del dobladillo, pero apenas cubría la parte superior de sus muslos. Lauren la
atrajo hacia ella y tomó su culo, sus dedos demorándose por debajo del borde de la
falda.
Su rostro ardía.
—Sí, supongo.
—Pero...
—¿Sí, hombre?
—Si papá te atrapa, yo dormía y no sabía nada al respecto, ¿bien?
—De acuerdo.
Decir que los padres de Camila se sorprendieron al verla habría sido una
subestimación del tamaño de una secoya. Los ojos de Alejandro se agrandaron con
incredulidad, y la boca de Sinu se abrió y cerró varias veces sin llegar a hablar.
—No nos esperen despiertos —dijo Camila, apresurándose a salir antes de que las
habilidades lingüísticas regresaran. Lauren esperaba en el patio delantero, apoyada
en Sirona, disfrutando de un cigarrillo. Sonrió abiertamente cuando la vio y lo
apagó.
Para los ojos hambrientos de Camila, Lauren lucía condenadamente apetitosa. Sus
vaqueros se enganchaban sobre los huesos de su cadera, y su camiseta negra se
aferraba a su pecho. Podía ver la cola del dragón tatuado enrollándose en su bíceps
derecho, justo por encima del codo. El pequeño anillo de plata puesto en su ceja y su
cabello negro desordenado como si acabara de tener sexo.
Abrió la puerta del coche para ella en un gesto anticuado que la hizo reír, pero no
hubo nada anticuado en la forma en que se inclinó y pasó la lengua por su muslo
desnudo, cuando se subió a su lado.
Vivían en una amplia avenida bordeada de árboles, con una gran casa de estilo
mansión, apartada de la carretera y un camino curvado que conducía a la puerta
principal. Las personas corrían hacia el edificio, la mayoría llevando algún tipo de
alcohol. La aprensión de Camila se expandió como un globo en su estómago, pero
Lauren parecía haberse animado bastante. Ya sea porque su estado de relajación
aumentaba proporcionalmente con la distancia de la casa de los Cabello, por la
botella de Jack que ya había empezado a beber, o por la perspectiva de una fiesta;
¿quién sabía? Ella se sentía miserable. Era todo lo que odiaba: gritos, gente falsa;
emborracharse y ser ignorada por las chicas presumidas de su antigua escuela
secundaria.
Ayudaba que estuviera con Lauren, pero las viejas inseguridades necesitaban más
que una falda corta y un par de lecciones de maquillaje de Dinah para ser
totalmente exorcizadas. Respiró hondo para calmar sus nervios, pero se sobresaltó
cuando sintió los dedos de Lauren sosteniendo suavemente su barbilla.
—¿Qué pasa, muñeca?
Sacudió la cabeza.
—Esta fiesta —dijo, agitando las manos para indicar sus alrededores—. No es lo
mío.
—Eso fue diferente. Podía... allí podía ser cualquier persona, ¿sabes? Nadie me
conocía, podía empezar de nuevo. Aquí —Señaló con la barbilla a la casa de los
Brandt—, aquí sólo soy una nerd de la música que toca el violín y está tratando de
actuar genial. Me conocen, sabrán que estoy fingiendo.
—¿Eso piensas? Muñeca, eres caliente, sexy y tan jodidamente apasionada. No hay
nada falso en ti.
—Pero...
—Te estoy diciendo, Camz. He tenido un montón de mujeres —dijo, alzando las
cejas para hacer un punto—, y ninguna se compara contigo. Eres auténtica.
—No tenemos que ir —dijo—, pero si los dejas hacerte sentir inferior, entonces ellos
ganan.
Levantó la cabeza ante sus palabras, sabía que tenía razón.
—¿Estás canalizando a Eleanor Roosevelt, "nadie puede hacerte sentir inferior sin
tu consentimiento"?
Le sonrió.
—Exacto, muñeca. Estoy a favor del feminismo. —Pasó su mano entre sus piernas—
. Y estoy a favor de las minifaldas, y la libertad de expresión. ¡Demonios, sí!
—Oh. Hola, Sonia. Gracias por invitarnos. Laur, ella es Sonia Brandt; Sonia esta es
mi novia, Lauren Jauregui.
—¿No te gustaba la secundaria, Camz? —dijo, metiendo sus piernas debajo de las de
Camila hasta que quedó sentada con las piernas cruzadas.
—¿Te gustaba?
—Oh. —Se sorprendió, su corazón dio una feliz voltereta. Lauren se mordió el labio,
y luego se metió la mano en el bolsillo de sus pantalones. Pensó que buscaba un
cigarrillo, pero en cambio sacó una pequeña cajita, envuelta en el mismo papel
plateado que había usado con resultados muy cómicos cuando envolvió la chaqueta
de cuero que le regaló.
—Mamá siempre solía hacer una gran cosa del día de Acción de Gracias, decía que
debíamos pensar en todas las cosas por la que estábamos agradecidos. La última
vez... —Tomó una respiración profunda—, la última vez, cuando estaban vivos, dije
que era pura mierda y que no tenía nada por lo que estar agradecida... Pero ahora
que te conocí, no lo siento... estoy agradecida. Así que quiero que tengas esto.
Gracias por ser tú. Gracias por aguantar mi vándalo trasero... Por estar en mi vida.
No sabía que decir. Con las manos temblorosas, desenvolvió el papel
cuidadosamente. Debajo había un pequeño relicario de oro en una cadena corta. Lo
miró fijamente, completamente abrumada.
—Ábrelo.
Cuidadosamente, abrió las dos mitades. Adentro descubrió una mini fotografía de
ellas, tomada durante su día en la playa.
Se puso de pie con un ligero movimiento, y tomó el relicario de sus manos. Luego,
agachada detrás de ella, lo colocó en su cuello y le dio un beso en el cabello. Camila
se giró y tomó su cara entre sus temblorosos dedos.
—¡Guau! ¡Ratón Cabello! ¡¿Quién sabría que podías ser tal pedazo caliente de culo?!
La boca de Austin se abrió, pero luego una sonrisa lobuna se dibujó en su rostro. Le
sorprendió cuando Sonia le había dicho que la nerd de la música estaba aquí, e
incluso más cuando vio que se transformó en un pedazo de culo follable, pero ahora
parecía que la diversión estaría en sacar a su vándala novia, antes de humillarla un
poco más. —Bueno —se burló Austin—, parece que esa perra estirada finalmente le
abrió las piernas a alguien y...
Fue lo más lejos que llegó antes de que Lauren lo golpeara. Austin ni siquiera lo vio
venir. Tal vez tenía la idea de que podría terminar su retahíla de insultos antes de
que la paciencia de la ojiverde se agotara. Vivir y aprender. La nariz de Mahone
parecía haberse extendido por su rostro y goteaba dos rastros de sangre brillante,
antes de que sus brazos se agitaran, pero no pudo detener la caída hacia atrás
dentro de la piscina. Hubo un silencio atónito y Lauren aspiró su cigarrillo.
—El hijo de puta tenía una boca sucia —dijo con calma, luego tiró la colilla, viéndola
rebotar en el pecho empapado de Austin.
Guió el camino por un costado de la casa y se detuvo a ponerse los zapatos para
cruzar el camino de grava, pero en su lugar Lauren la tomó en brazos y la llevó. A
medida que se acercaban al auto de su madre, sacó las llaves de su bolso y le quitó
el seguro para que la pudiera dejar en el asiento del conductor. Cuando se deslizó
junto a ella, su expresión estaba curiosamente en blanco.
Parpadeó.
Se rio.
—Voy hacer mucho más que eso. Necesito conducir este coche a algún lugar
tranquilo y mostrarte lo mucho que aprecio que seas mi damallera de armadura
brillante. Una vez más.1
Condujeron en silencio, las luces del carro lanzaban un rayo amarillo a los árboles
que pasaban en el bosque. Lauren posó una mano en su rodilla, donde sus dedos
dibujaron patrones mecánicos en su piel. Finalmente, se detuvo y se estacionó a un
lado del solitario camino de tierra, uno de los muchos que bordeaban el lago. Se
quedaron mirando por un largo momento. Lauren habló primero.
—Está oscuro, nena. No puedo leerte en este instante. Pero... únicamente haremos
lo que tú quieras hacer, ¿de acuerdo? Puedes detenerme, sabes cómo.
El sonido mientras ella se desabrochaba el cinturón de seguridad y luego el de ella
fue fuerte en sus oídos. No creía ser el tipo de chica que tenía sexo en autos, pero
desde que conoció a Lauren su visión se amplió hasta el punto de cambiar
dramáticamente. Y sin embargo, no había presiones. Su toqué era suave y
tranquilizador, no frenético o exigente. Le permitía guiar. Ella levantó una mano a
sus labios y la besó.
—Gracias —dijo, aunque sabía que no podía escucharla—. Gracias por todo.
Ella copió sus acciones, aspirando el aroma de su cabello, su piel, besando sus
mejillas, sus párpados, sus labios. Lauren se movió debajo de ella y podía sentir que
estaba dura, pero parecía contenta, rociando suaves besos sobre su pecho y cuello.
Cuando tomó la decisión, se sorprendió. La ojiverde podría estar contenta con sólo
besarse, pero Camila quería hacer el amor con ella. Y la amaba. Amaba su
silenciosa fuerza y su dulce paciencia, su humor, su sinceridad, sus destellos
repentinos de ira, la pasión y la inteligencia que escondía detrás de sus ojos
avellana, su perezosa sonrisa: la amaba en cuerpo y alma, el peso de ese
sentimiento la anclaba a tierra y la liberaba en maneras que todavía no entendía.
—Voy hacerte el amor, Lauren Jauregui. Voy hacerte el amor aquí y ahora porque
amo todo de ti, y no me importa que no puedas oírme y no me importa que nunca me
escucharás cantar o tocar el violín. Escucharé por las dos. Quiero compartirlo
contigo, todo. Quiero compartirme a misma contigo.
No la escuchó. No podía escucharla. Y a ella no le importaba. Lauren seguía
acariciándole el cuello y frotando la parte de arriba de sus brazos contra el frío aire
nocturno, cuando ella se inclinó y rozó sus dedos entre sus piernas, provocando su
dureza. Sus manos cayeron y Camila la escuchó tomar una respiración profunda.
Lauren esperó, preguntándose qué iba hacer a continuación. Camila se puso de
rodillas de nuevo, dándose más espacio a sí misma, y se agachó para acariciarla de
nuevo. Sintió su estómago tensarse, pero la ojiverde no trató de animarla o
detenerla... simplemente esperó.
—Camz...
Puso un dedo sobre sus labios y siguió acariciándolo con su otra mano. La levantó,
por lo que se cernía sobre ella y cuidadosamente empujó dos dedos dentro de ella,
gruñendo otra vez cuando la encontró mojada.
—Gracias —susurró.
Bajando la ventana del carro, sacó un cigarrillo. Camila casi le dijo que su mamá
estaría molesta si fumaba en el auto, pero decidió que un cigarrillo se encontraba
muy por debajo de su lista de pecados, sobre todo teniendo en cuenta que acababan
de follar en el asiento del pasajero.
Al igual que antes, despertó con su chica en sus brazos. Sabía que tentaba a su
suerte pasando otra noche con ella, pero era incapaz de dejarla ir. Había sido una
noche única, con ese baile tan caliente y jadeante que sus bolas dolían cuando
fueron a descansar junto a la piscina. Entonces ese idiota boca sucia insultó a su
chica. Sus nudillos escocieron un poco al recordar que derribó al hijo de puta con un
puñetazo. Cobarde. Y entonces el sorprendente e inesperado sexo en el coche que
Camila inició. Definitivamente podría haber ido por la segunda ronda cuando
regresaron, pero fue feliz con sólo dormir juntas. Suspirando, miró el reloj de Mickey
Mouse y salió con cuidado de la cama. la castaña dormía profundamente. Llevaba su
camiseta gris, pero todavía podía ver la cadena del relicario. La tenía en el bolsillo
desde el día después de la playa, esperando el momento adecuado para dárselo. Se
frotó el pecho, sorprendida por el dolor que sentía cuando pensaba en ello.
Sacudiendo la cabeza, se puso los pantalones y recogió su camiseta, dirigiéndose a la
habitación de David. Justo cuando cerró la puerta recordó que dejó los calcetines y
los zapatos con Camila. Al diablo con ello. Los conseguiría más tarde. Abrió la
puerta y entró sigilosamente, sólo para encontrar el curioso rostro de David.
Lauren sonrió.
—Lo sé, cariño, pero tenemos mucho que hacer. —Le dio a Lauren el café—. Tres de
azúcar —dijo con un guiño.
—Gracias —murmuró.
David se recostó, la ojiverde estaba completamente despierta. ¡Por Dios!, eso estuvo
cerca. Jodidas gracias que se despertó cuando lo hizo. Si Sinu la hubiera encontrado
con Camila, Acción de gracias se habría parecido más a la masacre del día de San
Valentín. Por lo menos Sinu podría informar a Alejandro que todos los cuerpos
fueron entregados y eran los correctos. Se bebió el café y se fue a la ducha,
masturbándose distraídamente. Como le dijo a su cuñado, era parte de la rutina.
Caminó de vuelta a la habitación, donde el chico todavía continuaba aparentemente
inconsciente. Rebuscó en su bolso, pero la camiseta no había saltado
milagrosamente a la lavadora, se había auto lavado y regresó cuidadosamente
planchada. Se maldijo en voz baja y decidió ver si la camisa de ayer pasaría la
prueba del olfato.
—¿Problemas, Lauren?
—Sí —dijo Lauren, irritada de que el padre de Camila se arrastrara alrededor como
un raro acosador y le diera un susto de muerte—. Muñe... Camz robó mi camiseta y
la usó para dormir. Comprobaba las alternativas.
—Ah, ya veo. De acuerdo, bueno... bien. El desayuno está listo. David, levántate
ahora.
El chico finalmente arrastró su culo flaco de la cama, y Lauren se sentó para revisar
sus mensajes telefónicos. Tenía uno de Chris.
Y tres de Keana.
No sintió la necesidad de comunicarse, sobre todo porque ella dijo que era una
vendida por salir con Camila.
K: Chris dice que estás fuera de la ciudad, pero no dirá dónde. ¿Estás bien?
Y más recientemente:
K: ¡Mensajeame, idiota!
—Ten, usa esto hoy. No quieres asustar a mi madre. Y dile a mi hija que lave algo
de ropa.
Desapareció antes de que pudiera decir algo. La camisa era de algodón suave, muy
blanca. Olía a ropa limpia y por un momento Lauren regresó a dos años atrás, en un
momento en que sus padres aún estaban vivos. Su madre le gritaba que pusiera su
ropa en el cesto... la forma en que solía estar en la cocina mientras planchaba... la
forma en que ella cantaba cuando estaba feliz. Se puso la camiseta con sentimientos
encontrados. Y era, obviamente, demasiado grande para ser de David. Se encogió de
hombros. Ropa era ropa. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Aromas
seductores ya se amontonaban a través de la casa y su estómago rugió
apreciativamente.
—Oh —dijo Sinu—, te ves realmente guapa. ¿Panqueques está bien para ti?
—Um, sí, gracias —dijo Lauren, sus mejillas coloreándose de rosa pálido.
Sinu miró por encima del hombro y sonrió. Realmente era una chica de muy buen
aspecto. La camisa de botones le quedaba bien. Lástima ese arete ridículo en su
ceja. Gracias a Dios tenía los otros piercings cubiertos, no obstante, tenía muchos.
Lauren se centró en comer los panqueques que Sinu le puso delante, y se preguntó
qué traería el día. Camila le contó que su familia hacía una gran cosa de Acción de
Gracias, así que le preocupaba cómo iba a encajar, conocer gente nueva era algo que
solía evitar.
Sintió que su teléfono vibraba en el bolsillo. Supuso que era de Keana por lo que no
se molestó en mirarlo. Se sintió aliviada cuando la castaña entró en la habitación,
viéndose suave y soñolienta, a pesar de haberse duchado. Se veía linda en el suéter
amarillo pálido y una prudente falda. Sonrió al ver que llevaba el relicario.
—Hola, muñeca. —Sonrió—. ¿Has dormido bien?
Camila sonrió feliz, echó un vistazo a su madre, que batía más mezcla para
panqueques con violencia innecesaria.
—¡Bien! —Se inclinó para darle un beso. Rodeó sus manos alrededor de su cintura y
le devolvió el beso con entusiasmo.
Capítulo 18
Habían regresado a la escuela hacía dos semanas y apenas había visto a Lauren.
Definitivamente no consideraba a un puñado de mensajes de texto un sustituto
razonable. Cuando la había visto, ella estuvo nerviosa y de mal humor. Peor aún, no
tuvieron sexo ni una sola vez, y aunque un par de sesiones de besuqueo se pusieron
muy calientes, la ojiverde siempre se retiró con la excusa de que tenía que estar en
otro lugar. Se sentía molesta y confundida.
—Creo que se está aburriendo de mí, DJ. No quiere hablar de ello y no sé qué hacer
—le confió una noche.
—Necesitas pasar un poco de tiempo de calidad con ella, Mila. Por lo que has dicho
de Acción de Gracias, fue un poco intenso. Tienen que relajarse, hablar.
—¡Lo sé! Pero apenas se me acerca, y cuando lo hace, casi siempre es con otras
personas alrededor.
—Entonces, no se lo pidas, dile. Planea una cita, salgan a cenar. Habla con ella.
Pero si te sirve de consuelo, Mani dice que ha estado rara con todo el mundo.
—Bueno, ¿sabías que antes de Acción de Gracias, los chicos tenían todo planeado
para ir a ver esa cosa de fútbol después de Año Nuevo? Sí, bueno, canceló sin
ninguna explicación, y sabes qué importante se suponía que era.
—¿Drew o alguno de los chicos mencionó algo? ¿Quizás tiene algún problema en su
casa?
—Pero, ¿qué?
—Tal vez lo está... quiero decir, viviendo con su hermano... ¿Y no tiene un gran
trabajo de matemáticas o algo así?
—Bueno —dijo Dinah lentamente—. Normalmente no sugeriría esto, pero dadas las
circunstancias...
—¿Qué?
—Toma su móvil. Revisa los mensajes y correos electrónicos. Si algo está
sucediendo...
L: Estoy bien.
Camila resopló.
—Sí, porque tengo muchas de esas.
—¿Qué?
Camila no creía que estuviera bromeando. Y cuando dos horas más tarde se
encontró comprando ropa interior ridículamente cara, sintió como si se hubiera
caído por algún maldito extraño agujero de conejo en un universo alternativo.
Cuando llegó a casa, inmediatamente le envió un mensaje a Lauren.
L: Antigua novia.
C: Qué pena desperdiciarlos. ¿Tal vez saldré con DJ, Mani y los chicos esta noche?
L: No bromees, muñeca. Te lo recompensaré mañana. Promesa.
L: :)
Bueno, que se joda. Ella salió a ver a una de sus (muchas) ex, no iba a quedarse en
casa en una noche de viernes, toda patética y suspirando. Llamó a la polinesia, que
le dijo dónde encontrarlos y que usara cualquier cosa en su armario. Decidió hacer
exactamente eso. Tal vez Lauren no fuera la única chica que pensaría que ella era
caliente. Su corazón se encogió ante la idea, pero eligió poner buena cara e irse de
fiesta, si la gente todavía hacía eso.
Para el momento en que tomaba su tercer cóctel, se dio cuenta de que eran mucho
más alcoholizados y menos afrutados de lo que pensó. Cuando su teléfono vibró con
un mensaje, casi lo dejó caer.
La tipa en verdad tenía agallas. ¡Dejarla por alguna otra chica y luego pretender
que la estuviera esperando! Metió el teléfono de nuevo en su bolso y la ignoró
cuando llegó otro mensaje, y luego otro. Dinah le lanzó una mirada curiosa.
Dos horas después, con la cabeza dando vueltas, recordaba por qué no bebía. Dinah
la puso en un taxi con un mensaje feroz al conductor para que se asegurara de que
su amiga atravesara la puerta de los dormitorios a salvo.
Salió tambaleándose del taxi, maldiciendo a los zapatos de tacón alto que la hacían
trastabillar y perder el equilibrio. Entonces vio la moto de Lauren estacionada en su
lugar habitual y su estómago dio un vuelco desagradable. ¿Ella seguía aquí?
—Estoy bien, Laur, gracias —dijo arrastrando las palabras, por lo tanto, carecieron
de la dignidad que esperó conferirles.
—¿Estás borracha?
—Podría ser. ¿Por qué no habría de estarlo? Me dejaste botada un viernes por la
noche para ver a una antigua novia.
A tientas trató de meter la llave en la cerradura, que por alguna extraña razón se
encogió y continuó resbalándose. La ojiverde le quitó la llave de la mano y le abrió la
puerta. A pesar de que no la invitó, entró detrás de ella y en silencio le sirvió un
vaso de agua.
—Si querías verme, tal vez no deberías haber salido con otra chica.
—Es una vieja amiga, eso es todo. No seas tan jodidamente paranoica.
—Me duele la cabeza —murmuró, pero Lauren no podía oírla y entonces se quedó
dormida.
En la hora más oscura antes del amanecer, despertó. La cabeza le latía con fuerza y
tenía la boca tan seca como el Valle de la Muerte. Por el mal sabor, era muy
probable que algo hubiera muerto allí, también. Se incorporó lentamente y vio a la
ojiverde acostada sobre su lado junto a ella, profundamente dormida. Se levantó con
cuidado, tambaleándose ligeramente y se dirigió a los baños. Entonces vio su
teléfono parpadeando en la oscuridad, y las palabras de Dinah volvieron a ella.
Antes de que pensara en lo que hacía, lo agarró y se apresuró a salir por la puerta.
El baño se hallaba al final del pasillo y vacío a esa hora de la noche ―día― lo que
fuera. Tropezando y sintiéndose mareada, Camila se dejó caer en uno de los
cubículos y sostuvo el teléfono de Lauren en sus manos temblorosas. El mensaje
nuevo fue el primero que vio. Era de alguien llamada "Keana". Y cuando se desplazó
a través de ellos, vio varios mensajes más de ella. El resto eran de Chris y Normani,
un par de David ―lo que le molestó ya que ninguno de ellos vio necesario mencionar
que seguían en contacto― y el resto eran de ella.
Los mensajes de Chris eran sorprendentemente prosaicos: todos sobre cuentas que
tenían que pagar para evitar que cortaran los servicios. Eso debía estar
preocupándola, pero era algo más que nunca le mencionó. Los de Mani eran para
fijar una fecha para reunirse, la mayoría de las cuales Lauren parecía haber
cancelado. Así que abrió los mensajes de Keana, y su mundo se hizo añicos.
K: Debes decirle
Lauren sólo había enviado una respuesta a los tres mensajes, pero fue suficiente.
Sus manos temblaron mientras su dedo se cernía sobre el mensaje más reciente: el
que llegó mientras dormían. Si lo abría, sería obvio que estuvo husmeando. Ya no
creía que le importara.
K: ¡Sí que sabes cómo hacerle pasar un buen rato a una chica! :) xx
—Hola, muñeca —dijo, sonando atontada—. ¿Estás bien? Apuesto a que tienes un
tremendo dolor de cabeza. —Y le sonrió torcidamente.
—¿Qué?
—Muñeca...
—¡No me llames así! ¡No te atrevas a llamarme así! ¡Fuera, Lauren! ¡Sólo vete!
Se encogió de hombros
—Bien, supongo.
Miró sin interés el sobre que Dinah arrojó en su cama. Entonces sus ojos se fijaron
en la escritura garabateada y su estómago giró bruscamente. La había visto
demasiadas veces mientras estudiaba en la biblioteca.
—Es de Lauren.
Sostuvo la carta como si fuera a explotar, a sisearle, o a quemarle los dedos. O tal
vez a herir su corazón incluso más de lo que ella ya lo había hecho.
Sé que vas a estar enojada conmigo, así que ni siquiera iré allí, pero no puedo seguir
con esto. Todo ha cambiado desde que te conocí. Pensé que sabía quién era, qué era,
pero estando contigo, he aprendido sobre la clase de persona que quiero ser. Las
últimas tres semanas han sido muy duras y he odiado mentirte, pero pensé que
podrías tratar de detenerme si supieras lo que hacía. Sé que leíste los mensajes de
Keana y si sirve de algo, trató de hacerme cambiar de opinión. Pero también sé que
puedo ser muy terca. No me diste una oportunidad para explicarlo esa noche, y no
estoy segura de si lo habría hecho bien, por eso te estoy escribiendo ahora.
Fui a ver al Dr. Pappas cuando volví de donde tu familia, y decidí que me voy a
poner el implante. Él no puede decirme si funcionará, pero los doctores van a
intentarlo. No tengo nada que perder, pero si puedo escucharte cantar, si puedo
escuchar tu voz, será suficiente. Esto no es por ti, por favor, no pienses eso. He
intentado vivir sin mi música y no puedo hacerlo. Me mata verte ahí arriba,
cantando de corazón, y no escucharlo. Pappas dice que hay una buena oportunidad,
así que, ¿qué demonios? Seré casi biónica la próxima vez que me veas. Ja ja. Sí, voy
a tener un pedazo de metal en la cabeza, pero seguiré siendo yo... y tengo la
esperanza de que seguirás queriéndome.
Lamento haberte hecho daño. Odié no decírtelo, pero puedes convencerme de hacer
cualquier cosa y sabía que tratarías de detenerme.
Necesito hacer esto, nena.
Lo siento.
Te amo.
Lauren X
Sin decir una palabra, le pasó la carta a Dinah que la leyó rápidamente, sus ojos
ampliándose con cada línea.
—Mila, no entiendo. ¿Qué ha hecho? ¿Qué es este implante del que habla?
Camila tomó una profunda respiración.
—Se llama un implante coclear. Es... um... No estoy segura. Una especie de
audífono que se coloca dentro del oído. Es toda una gran operación y...
—Sigo sin entenderlo, cariño —dijo, secándole los ojos con un pañuelo—. ¿Lauren
está enferma?
—Es sorda.
—¡Lauren! Es sorda. Por eso me enojé tanto contigo cuando seguías diciendo que era
grosera. No puede oírte. No puede oír nada. Lee los labios. Ha estado sorda por casi
dos años.
—¡No puedo creerlo! Quiero decir... ¡No tenía ni idea! ¿Cómo no lo supe? ¿Cómo
podría alguien no saberlo? Lo escondió tan bien.
—Yo sabía —dijo Camila con voz suave—. Fue durante la primera sesión de estudio
en la biblioteca: sonó la alarma de incendios y ella no reaccionó. Sólo... nada. Y luego
me contó toda la historia.
—¡Guau! Quiero decir, ¡guau! Eso es tan... ¿Entonces esta operación? ¿Podrá
escuchar otra vez?
—Tal vez. Nadie puede decirlo hasta después. Tengo que encontrarla—Hizo un
sonido ahogado—. Tengo que detenerla. No debe hacer esto.
—¿Por qué no? —dijo Dinah, tratando, y fallando de entender—. Es algo bueno,
¿no?, si funciona.
—No lo sé —se quejó Camila—. Siempre dijo que no quería un pedazo de metal en
la cabeza, que no necesitaba ser arreglada. ¡Todo esto es mi culpa! ¿Me llevarías a
su casa, DJ? Necesito hablar con ella.
Pero una vez que iban, no fue tan fácil encontrar la casa de Lauren como pensó. Por
un lado, pasaron meses desde que fue allí, y por otro, ella vivía en el otro lado de la
ciudad. No ayudó que tomaran el camino equivocado, conduciendo a través de filas
de calles suburbanas idénticas y aburridas. Al final, usando el GPS de Dinah y la
memoria de Camila, encontraron la dirección correcta. Pero la casa estaba oscura y
silenciosa. No tenía sentido llamar, pero intentó abrir la puerta. Cerrada con llave.
—Ella podría estar ahí —dijo, escudriñando ansiosamente las ventanas sin luz—.
Podría estar en su habitación. Veamos si la puerta trasera está abierta.
—Bueno, jódeme —dijo con desprecio—. Tienes unas putas agallas apareciendo
aquí.
—¡¿Dónde está?!
—¿Te importa? —dijo, su voz era un gruñido bajo—. ¿Lo hace? Porque mi hermanita
está en un hospital con un puto agujero perforado en el cráneo, porque tú la hiciste
sentir como si no fuera lo suficientemente buena. Perra.
Camila jadeó y se llevó la mano a la boca. Chris tiró su lata de cerveza vacía al
coche de Dinah y atravesó la puerta de su casa, maldiciendo en voz alta. La
polinesia le jaló el brazo.
—Vamos, vamos.
Sacudió la cabeza.
—Entonces voy a contactar con todos los hospitales hasta que la encuentre.
—Sí, mi prima, eso es correcto. Su hermano, um, Chris, me dio este número, pero se
le olvidó decir... oh, ya veo. No, está bien. Gracias.
Deseaba ir con ella. Tenía que ir con ella. Se puso de pie abruptamente.
—Te llevaré. No te preocupes por eso. Pero deberías llamar a tus padres. Querrían
saber.
—Pero...
—Llama a tu mamá.
Tomó el teléfono de Camila y se lo entregó. El teléfono sonó dos veces antes de que
su madre respondiera.
—¡Camila! ¡Camila!
—Está...
Pero las lágrimas caían demasiado rápido como para que pudiera hablar
coherentemente. Sollozó en el teléfono, agarrándolo con fuerza como si la pequeña
pieza de plástico tuviera una solución.
—Kaki, cariño, toma una respiración profunda. Trata de decirme, ¿qué le pasó a
Lauren?
—Mami, fue a hacerse una cirugía. Le están poniendo un implante coclear... tienen
que cortarle cráneo... tienen que...
—Pensé... dijiste que no quería tener nada que ver con esos implantes. Pensé que
decidió...
—¡Lo hizo! —Lloró—. ¡Ella los odiaba! ¡No quería tener nada que ver con ellos! ¡Dijo
que eran feos, poco naturales y que no podía imaginarse por qué alguien querría
tener una pieza de metal metida en la cabeza voluntariamente! Dijo eso, ¡todo es mi
culpa!
Dinah desechó todos los planes de irse e insistió en llevarla al hospital. Agradeció
tanto que su amiga estuviera con ella. Al principio no pudieron encontrar a nadie
que les informara nada, pero luego Dinah utilizó la voz de abogado que su padre le
enseñó y finalmente pudieron hablar con alguien. La enfermera era una mujer
mayor con un aire simpático, aunque tranquilo y profesional.
—Sí, puedo confirmar que Lauren Jauregui está siendo tratada aquí —dijo—. ¿Son
parientes de ella?
La enfermera sonrió.
—Bueno, me alegro de ver que Lauren tiene algo de... familia que será capaz de
cuidarla durante su recuperación. He conocido a su hermano...
—Lo siento, no. Aún está en cirugía. Acaban de ingresarla. Este tipo de
procedimiento toma de dos a tres horas.
—Es una operación bastante estándar en estos días y ella es una joven en forma.
Normalmente esperaríamos que se quede en el hospital durante uno a tres días,
pero varía de individuo en individuo. Eres bienvenida a quedarte en la sala de
espera.
—Gracias —susurró Camila.
La sala de espera era incansablemente alegre, las paredes de color amarillo pálido
cubiertas de carteles y dibujos de los niños, pero las sillas eran cómodas y había una
fuente de agua en la esquina.
No tenía las fuerzas para discutir. Los minutos pasaron lentamente a medida que
esperaban. Los ojos de Camila pegados a la puerta. Dinah le trajo café y sostuvo su
mano. No hablaron. Dos largas y ansiosas horas después, la enfermera regresó.
—Salió de cirugía y el médico dice que salió bien. Va a estar en recuperación por
cerca de una hora.
—¿Puedo verla?
—No. Está en recuperación y no puedo verla hasta que la muevan. Pronto, espero.
Negó.
—No, pero vi a su hermano. Me culpa, dice que es mi culpa. Mamá, creí que rompió
conmigo. Estuvo con tanto secretismo, ahora que se por qué, me siento fatal. Nunca
quise que ella hiciera esto. ¿Por qué lo hizo?
—Lauren tomó su propia decisión, cariño. Los doctores obviamente pensaron que
era una buena idea o nunca lo habrían hecho.
—¿Estarás bien si me voy ahora? Mi madre se está volviendo loca porque conduciré
de noche. —Puso los ojos en blanco—. Le he dicho que han inventado los faros, pero,
ya sabes.
—Por supuesto. ¿Dónde más podría estar? ¿Me mandas un mensaje cuando sepas
algo?
Dinah se fue después de otro abrazo rápido y Camila se sentó con su madre.
—Fue a buscar un médico —dijo Sinu con una sonrisa afectuosa—. Ha entrado en
modo "padre". Sabes cómo se pone.
Forzó una débil sonrisa. Justo ahora, el modo padre era exactamente lo que quería.
Volvió unos minutos más tarde con un hombre alto y delgado que llevaba una bata
azul de cirujano.
—Buenas noches. Soy el Dr. Palmer, el cirujano de Lauren. Entiendo que tienen
preguntas. Normalmente sólo hablo con miembros de la familia a no ser que me
autoricen, pero comprendo que ella no tiene padres... así que en estas
circunstancias...
—Podría contarnos acerca del procedimiento, me temo que es nuevo para nosotros
—dijo Alejandro—. Lauren no nos contó... mi hija es su novia, está especializada en
música —terminó rápidamente, como ofreciendo una explicación.
Una mirada de entendimiento mezclado con pena cruzó la cara del doctor.
—Bueno, dicho de forma simple, he insertado las partes internas del implante
coclear bajo la piel. El receptor, a lo que llamamos estimulador, se soporta en el
hueso justo bajo la oreja. —El doctor señaló en su propia cabeza—. El guía de
electrodos se inserta directamente en la cóclea.
—No, todavía no. Sólo le hemos puesto las partes internas del dispositivo, lo que
incluye un pequeño imán bajo la piel hacia la nuca. Un implante coclear no es un
audífono: lo que hace es pasar por encima de las células ciliadas en la cóclea y
estimular directamente el nervio auditivo. Tendremos que esperar entre tres y seis
semanas después de la cirugía, para permitir que cualquier inflamación o
sensibilidad alrededor del implante se cure. Sólo entonces podremos colocar las
partes externas del dispositivo. Esto incluye el procesador y el transmisor.
—¿Pero podría ser capaz de oír? —dijo Camila, desesperada por entender.
El médico suspiró.
—No existen pruebas preoperatorios para determinar cuánto será capaz de oír un
paciente. Ojalá los hubiera. La franja de audición varía de una habilidad casi
normal para comprender un diálogo, a nada en absoluto y todo lo que hay por el
medio. Me gustaría que Lauren fuera capaz de tener beneficios inmediatos, pero las
mejoras continuarán durante tres a nueve meses después de las primeras sesiones
de ajustes, a veces incluso durante años. Incluso podría llegar a usar el teléfono, sin
embargo, debo advertirles que no toda la gente con implantes puede hacerlo. Podrá
ver la televisión con más facilidad, aunque puede que no escuche lo suficientemente
bien para disfrutar de la música, por ejemplo.
—Algunas personas que han seguido este procedimiento pueden percibir el sonido
de ciertos instrumentos, la guitarra o el piano, por ejemplo, y ciertas voces, pero una
banda o una orquesta... ese es un rango de sonidos mucho más complejo para ser
procesado. Tendremos que esperar y ver.
—¿Qué pasa con los efectos secundarios? —dijo Sinu—. Mi hija mencionó que hay
posibilidades de dañar el nervio facial.
—Puede ocurrir durante la cirugía, muy raramente, pero me alegra decirles que ese
no es el caso de Lauren.
—No tiene un coche, tiene una moto: una Harley Davidson —dijo, incapaz de
detenerse antes de añadir un detalle sin importancia para todo el mundo, excepto
para la ojiverde.
—Lauren puede experimentar alguna alteración del gusto, pero como la cirugía ha
ido bien, no creo que ocurra. Puede haber cierto entumecimiento alrededor de su
oreja...
—Está hecho de titanio, incluso más duro que el cráneo de Lauren. —Vio la
expresión de su cara y se aclaró la garganta—. Lo siento, broma de médicos. Hasta
hace poco recomendábamos no realizar deportes de contacto, por ejemplo, pero con
una protección adecuada, debería estar bien. No debe mojar los dispositivos
externos, por supuesto, así que tendrá que quitárselos para ducharse o nadar.
—La duración de la recuperación varía, pero espero que se sienta mejor en las
próximas doce o veinticuatro horas. Normalmente un paciente se va a casa al día
siguiente, pero entiendo que Lauren no tiene a nadie que la cuide...
—En cuyo caso vamos a recomendarle que se quede una segunda noche para ayudar
a su recuperación. Le darán una cita para quitarle los puntos en una semana, y
estará de vuelta en clases después de Año Nuevo. Es por eso que pidió la cirugía
antes de navidad, es una chica muy decidida. Tuvo suerte de conseguir un hueco tan
rápido, la mayoría espera meses, pero por otra parte, la gente no quiere estropear
sus vacaciones. Bueno, ¿si no tienen más preguntas...?
—Um, me preguntaba, ¿por qué solo tiene un implante? Quiero decir, es sorda de
ambos oídos.
—Bueno —dijo el doctor, frotándose los ojos cansadamente—. Por dos razones:
necesitamos estar seguros de que ella se beneficiará de un implante unilateral y por
cuánto, y la segunda, este es un procedimiento relativamente reciente. El primer
implante coclear comercial se realizó a mediados de los setenta. El nivel actual de
desarrollo se ha alcanzado recientemente. Creo que se harán grandes avances en los
próximos diez o veinte años. ¿Algo más?
Todos negaron con las cabezas, sin palabras, confusos por el flujo de nueva
información. El médico les sonrió profesionalmente y los dejó solos.
—Bien —dijo Sinu, un poco temblorosa—. Todo eso suena... muy positivo.
Miró a su marido preocupada. Camila cerró los ojos tratando de contener las
lágrimas. No ayudaban a nadie. Una conmoción afuera fue puntualizada por la
puerta de la sala de espera abriéndose de golpe.
—No, no te disculpo una mierda —espetó Chris—. Todo esto es su culpa. —Y señaló
a Camila.
Abrió otra puerta y los guió dentro. Lauren yacía pálida y demasiado quieta contra
las sábanas blancas de hospital. Le quitaron el piercing de la ceja, junto con los
piercings de los pezones, y sus tatuajes destacaban marcadamente contra su piel.
Pero la más notoria diferencia era el grueso vendaje envuelto alrededor de su
cabeza, con un gran acolchado sobre su oreja izquierda. Camila también pudo ver
que le afeitaron la mayoría de su pelo, dejando solo una pequeña parte rapada
mostrándose en su coronilla, sobre los vendajes.
Chris miró a su hermana, con la cara contorsionada de dolor, pero se negó a mirar a
Camila. Ella se tragó las lágrimas mientras la enfermera trabajaba, comprobando la
presión sanguínea de la ojiverde y anotando los resultados en su historial.
—La cirugía fue bien —dijo alegremente—. Se despertará pronto. Estará un poco
drogada y tendrá dolor de cabeza, pero podemos controlarlo con analgésicos.
—Sí, bueno. Si necesita cualquier cosa al despertarse, sólo presione este botón de
aquí- Tan pronto como la enfermera se fue, Chris se giró y miró a Camila, con la
cara oscurecida por la rabia.
—Deberías haberte mantenido alejada de ella —dijo Chris con amargura—. Le dije
que eras peligrosa.
—¿Eso es cierto? —se burló Chris—. ¿Es por eso que quisiste cambiarla? Ahora
tiene un trozo de metal atorado en la cabeza. Nunca lo habría hecho por sí misma.
Espero que estés jodidamente orgullosa de ti misma.
—¡Hola, muñeca! —dijo con voz ronca, preguntándose por qué se sentía como si
hubiera estado de fiesta toda la noche. Y entonces lo recordó: hospital, anestesia,
operación. Eso explicaba la razón por la que su cabeza se sentía como si estuviera
llena de bolitas de algodón.
Se lamió los labios resecos y sus párpados se cerraron lentamente. Camila le dio un
golpecito a su mano, y ella abrió los ojos de nuevo. Sostenía un vaso de agua. Su
muñeca siempre sabía lo que necesitaba. Trató de asentir, pero su cabeza se sentía
demasiado pesada. Sintió la cama moverse debajo suyo, y captó el leve aroma de su
perfume mientras se inclinaba sobre ella. Se encontraba sedienta, pero el maldito
vaso sólo le permitía tomar unos pocos sorbos. Intentó sostenerlo, pero no tenía
fuerza en sus manos y cayeron de nuevo sobre la cama. Cerró los ojos de nuevo y
sintió los dedos de ella apretarle una mano. Estaba aquí. Su Muñeca estaba aquí.
El alivio que sintió Camila cuando Lauren abrió los ojos y le habló, fue sin medida.
Era ella misma: era Lauren e iba a estar bien. Se sentó en la dura silla plástica de
hospital y le tomó las manos en las suyas. Se encontraban secas y un poco frías.
Levantó la manta más arriba de su pecho, y se puso de pie para darle un suave beso
en la mejilla. Tenía que decirle... explicarle cómo se sentía... pero fueron las
palabras de una canción las que lo hicieron por ella. Drew mencionó una vez que la
canción Fall at Your Feet de Crowded House era la favorita de Lauren. Se sentó de
nuevo y comenzó a cantar suavemente.
Y tocó su mejilla.
—Eres tan terca —dijo, su voz suave con lágrimas ocultas—. Te contienes tanto. No
compartes tus problemas conmigo; no me dejarás entrar. Pero me haces reír y me
mostraste quién quiero ser, también. Eres tan fuerte y tan gentil al mismo tiempo.
Estás tan llena de vida, odio verte tendida aquí de este modo, y odio pensar que fue
por mí. Eres hermosa por dentro y por fuera, Lauren Jauregui, y te amo.
Entonces apoyó la cabeza sobre la cama y dejó que las lágrimas cayeran. La
enfermera hizo que se fuera después de eso, pero dejó la habitación sintiéndose
calmada. Sus padres vieron el cambio en ella inmediatamente.
—Va a estar bien. Creo que estará bien. Estaba sedienta. Ese es una buena señal,
¿verdad?
—Bueno, el médico parecía como si supiera de lo que hablaba —dijo Alejandro con
autoridad—. No hay razón por la que Lauren no tenga una recuperación completa.
—Tu padre y yo nos registramos en un hotel por esta noche —dijo Sinu,
extendiéndole la mano—. David se está quedando con los Milford. De todas
maneras, es demasiado tarde para conducir a casa. Podemos traerte a ver a Lauren
en la mañana.
Abrazó a sus padres, agradecida por tenerlos para que cuidaran de ella, por tenerlos
en su vida y en la de su novia, sin importar el tiempo que ella se los permitiría.
Les dijeron que Lauren tenía que descansar y que no habría visitas hasta las dos de
la tarde. En consecuencia, pasó horas alimentando el temor de toparse con Chris
otra vez. Al llegar al hospital, apretó los dientes mientras sus padres esperaban en
la sala.
Lauren se encontraba sentada en la cama, viéndose más alerta que el día anterior.
Su cabeza aún seguía envuelta en vendas, y su hermoso rostro parecía
malhumorado mirando por la ventana. Cuando la vio caminar a través de la puerta,
su sonrisa asombrada era radiante.
—¡Muñeca!
—Hola. —Se las arregló para mostrar una pequeña sonrisa a cambio, luego vaciló,
tratando de averiguar que decir—. Te cortaste el cabello.
Se miraron fijamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estarías en casa con tus padres ahora.
—Sí.
—Um —dijo Camila torpemente—, mis padres están aquí. Les gustaría verte,
¿pueden entrar?
—¿Por qué?
—Supongo.
—Oh, lo siento, ¡lo siento! —lo dijo a un lado de la cabeza de Lauren, lo que
significaba que no le entendió de todos modos.
—Ya está bien, Sinu —dijo Alejandro y le tendió la mano a Lauren—. ¿Cómo lo
estás haciendo, hija? Le diste un buen susto a Kaki.
—¿Lo hice?
—¡Sí, idiota! —gritó ella, sorprendiendo a sus padres.
La ojiverde le sonrió.
—Sí, bueno, voy a conseguirnos algo de café —dijo Alejandro, habiendo superado el
momento de vinculación.
—Sí, pero tengo que tener a alguien conmigo en caso de que me maree o alguna
mierda.
Lauren apartó las mantas de la cama antes de que Camila pudiera estar de acuerdo
o no. Se sonrojó automáticamente, una respuesta pavloviana* a su desnudez.
Excepto que no estaba desnuda.
—¿Qué usas usualmente, Lauren? —dijo Sinu, con un inquisitivo aire maternal.
Lauren le sonrió.
—Nada.
Camila no creía que fuera el momento para confirmar que Lauren decía la verdad.
Ella se tambaleó hacia un lado mientras se levantaba, y tuvo que aferrarse a la
barandilla de la cama.
—Kaki, toma su brazo, sólo para estar seguros —ordenó Sinu—. Oh, y Lauren, creo
que deberías usar algo en la parte de arriba de tu cintura. —Le lanzó una camiseta
que ella había abandonado en la cama—. Esperaré aquí.
Lauren sonrió con suficiencia, pero obedeció, y los ojos de Camila viajaron
vorazmente sobre su cuerpo mientras ella empujaba la camiseta sobre su cabeza. Se
sentía un poco culpable, comiéndosela con los ojos cuando se hallaba enferma.
Entrelazó su brazo con el de la ojiverde, feliz de tener una excusa para tocar su piel
suave, cálida. Un escalofrío la recorrió y Lauren le dio una mirada extraña. Se
tambaleó un poco, y ella colocó el brazo alrededor de su cintura, dejando su mano
descansar sobre su cadera derecha. Echaron a andar por el pasillo, caminando
lentamente.
—Te extrañé, muñeca —dijo con voz suave, mirando su cara cuidadosamente.
—¿Idiota?
—¿Estás enfadada?
—Lauren Jauregui, no me has visto enojada aún. Sólo espera a que estés mejor.
Sonrió.
Camila se separó de Lauren cuando oyó la furiosa voz de Chris detrás de ellas.
Lauren, por supuesto, no lo hizo, y le sonrió a su hermano.
—¡Oye, hombre!
Su sonrisa flaqueó cuando sus ojos captaron los de Chris con un resplandor de odio,
quemando en dirección a Camila, y ella parecía casi asustada.
—Nada, hermanita —dijo Chris, forzando una sonrisa—. Te compré algunas cosas.
—Nah, estoy bien. Sólo quería dejarte esto. Tengo algunos asuntos que atender. Te
veo luego... cuando estés sola.
Dijo la última parte de manera que sólo Camila supiera lo que dijo, luego empujó las
revistas en sus manos antes de caminar a zancadas por el pasillo. Lauren lo
observó, luciendo preocupada. Se giró para enfrentar a Camila.
—Um, bueno...
—Creo que hemos agotado a Lauren, debemos irnos ahora. Puedes volver luego.
Camila asintió, luego golpeteó la mano de Lauren.
Habían llegado con grandes esperanzas y ahora no sólo se sentía abatida, sino
también preocupada.
—Cariño, ¿te gustaría que nos quedáramos una noche más? — preguntó Sinu,
sintiendo la ansiedad de su hija—. Entonces podríamos llevar a Lauren a su casa
cuando sea dada de alta. David estará bien con los Milford por otra noche. Todos
podríamos viajar a casa juntos.
Mientras Alejandro llamaba al hotel para reservar su habitación por otra noche,
Camila y su madre esperaban en la entrada. Sinu trataba de persuadirla de que
preocuparse no ayudaría.
—Lauren necesita que seas positiva justo ahora. No puedo imaginar por lo que ha
estado pasando, y sin ninguna familia real que lo apoye, por lo que puedo ver —
agregó, frunciendo el ceño—. A pesar de lo que ha pasado entre ustedes dos.
—Yo... yo creí que iba a romper conmigo. Mamá, fui tan horrible con ella. Me siento
tan mal. Y ahora esto...
Le pasó a su mamá la carta que Lauren le escribió, y vio el rostro de Sinu mientras
leía. Cuando terminó, abrazo a su hija con fuerza.
—Lauren es una chica muy especial —dijo—. Estoy agradecida que haya encontrado
a mi hija muy especial.
Camila se las arregló para darle una sonrisa pequeña, mayormente para
tranquilizar a su madre.
Cuando volvieron al hospital varias horas más tarde, Sinu y Alejandro decidieron
esperar en el salón otra vez, dándole a su hija una oportunidad de ver a Lauren
sola. Pero cuando entró a su habitación, ella sólo tuvo la oportunidad de sonreír y
decir hola, antes de ser sorprendida por un médico joven, seguido de una nube de
estudiantes de medicina.
—Bueno, puede comenzar con mirar a Lauren cuando le hable — espetó Camila—,
acaba de tener un implante coclear y todavía necesita leer los labios porque aún es
sorda.
Se cruzó de brazos.
—Sí.
—Sí, esto está sanando muy buen. Ningún signo de infección. ¿Algún dolor?
—¡Por supuesto que hay un maldito dolor! ¿Estás segura de que este tipo es médico?
Esta vez los estudiantes de medicina se rieron en voz baja y el médico enrojeció de
ira. Camila soltó unas risitas. La ojiverde le guiñó un ojo, y una lenta sonrisa se
extendió por su rostro.
—Camz, ¿puedes revisar si mi cerebro está colgando? No estoy segura de que este
tipo pueda reconocerlo.
—¡Detente!
Se limitó a sonreír.
—Huh, no, nada. Ese será un piercing barato. —Levantó las cejas a Camila, quien
trataba de lucir molesta.
—He estado comiendo comida de hospital todo el día, ¿cómo diablos se supone que
tengo que saber?
Camila rio.
—¿Y caminando?
Lauren apretó los dientes y caminó a través de la habitación, balanceándose
ligeramente.
Le lanzó una mirada enojada, pero esta rebotó inútilmente en la espalda de la chica.
—Oye —dijo ella, acariciándole la mejilla—. Es sólo una noche más. Esperabas eso,
¿cierto?
—Es fácil para ti decirlo —dijo, malhumorada—. Verte es la única parte buena de
todo el maldito día.
—Dinah te envía saludos y David dijo algo que no entendí: Está practicando. ¿Eso
significa algo para ti?
—¿Dijiste Dinah?
Camila suspiró cuando vio los escudos elevarse y la cara de Lauren volverse
cuidadosamente inexpresiva, lo que encontró muy frustrante.
—Está bien.
—Es raro, hablar se siente un poco incómodo. Se siente como si las vibraciones de
mi voz movieran el implante. No sé. Creo que eso no es posible. Es jodidamente
extraño saber que tengo un trozo de metal en mi cabeza.
Extendió su mano y la jaló hasta que estuvo sentada a su lado en la cama, con una
sonrisa sexy que siempre la ponía caliente.
—¿Disculpa?
—El sexo es genial para los dolores de cabeza. Sólo estoy diciendo...
—¡Lauren! No podemos... Yo no... ¡No puedo creer que estés sugiriéndolo! ¡Acabas de
tener una cirugía! No. Definitivamente no.
Lauren movió su mano hacia abajo, y ella la sintió endurecerse bajo la sábana del
hospital. Ella jadeó y miró hacia la puerta, pero no retiró su mano de donde estaba.
La ojiverde movió sus caderas hacia arriba.
Manteniendo los ojos en la puerta, deslizó su mano bajo la sábana. Miró a Lauren
rápidamente. La observaba intensamente, sus labios entreabiertos. Se encontraba
caliente y dura bajo la sábana y ella recorrió con sus dedos toda su longitud, viendo
como sus ojos se oscurecían con necesidad y lujuria. Lo agarró con firmeza y un
suave ruido salió de sus labios. Movió su mano más rápido, sintiendo como su
cuerpo respondía. Y entonces su madre tocó la puerta, ella apartó la mano con
mucha rapidez, la ojiverde se atragantó y casi se tragó la lengua.
—¿Está todo bien aquí? —dijo Sinu, mirando ansiosamente el rostro sonrojado de
Lauren.
—Ya veo —dijo su madre severamente—. Bueno... debemos irnos ahora, Kaki. Te
llevaremos al campus. ¿Te sientes bien, Lauren?
Camila levantó la mirada hacia Lauren, que parecía estar teniendo problemas para
formar palabras.
—Ajá.
Lauren deseó como el infierno que Sinu hubiera esperado sólo dos minutos antes de
decidirse a comprobarlas, e interrumpir la que fue probablemente la visita más
agradable de hospital. ¡Dos malditos minutos! Esa mujer podría ganar una medalla
de oro en cortar rollos. Se sintió tan bien tener las manos de Camila sobre ella. No
había estado segura de volver a verla después de que la hubiera abofeteado aquella
noche, realmente pensó que todo se había terminado entre ellas. No era la primera
mujer que la golpeaba y sabía que eso generalmente no significaba nada bueno.
Mantuvo la esperanza de que Camila cedería una vez que conociera la verdad, una
vez que leyera su carta. Fue un infierno no tocarla después de Acción de Gracias,
pero de alguna manera, se hubiera sentido mal cuando sabía que le ocultaba algo.
Verla en el hospital fue un alivio. Más que eso, le dio algo de paz. Pero ahora su
frustración se hallaba en el punto más alto. Suspirando, se arrastró dentro del baño
privado para terminar el trabajo con su mano, después se limpió.
Mientras permanecía ahí, se cepilló los dientes, a pesar de que le dolía abrir la boca
por completo. Todo en su cabeza dolía y se preguntaba si podría tener más pastillas
para el dolor. Habría dado lo que fuera por fumar un cigarrillo, o un poco de hierba.
La puerta del baño se abrió un poquito y vio a Chris mirando cautelosamente a
través de la puerta.
—No, no hasta que el doctor lo diga. Puede ser en una semana o algo así.
Se encogió de hombros.
—¿Con qué?
—No preguntes.
—Vamos, Chris. Dijiste que me dirías después de Acción de Gracias, pero a duras
penas te he visto.
—No empieces.
—¡No hables así de ella! —Su voz mantenía una alerta silenciosa.
—¡Quieres hablar, vamos a hablar! —dijo Chris, molesto—. Siempre dijiste que no
querías la operación, entonces conoces a esa chica y de repente tienes una cirugía en
tu cabeza. Explícame.
Tomó una respiración profunda, tratando de ordenar las palabras que pensó miles
de veces.
—Si esto funciona, escucharé música otra vez. Sólo se trata de la música. Camz,
sólo... veo lo que la música significa para ella. —Se encogió de hombros—. Me
recuerda a mí... como solía ser.
—Sí, entiendo eso. Sólo odio la forma en que escapaste y lo hiciste. Quiero decir,
maldita sea. Soy tu hermano y preferiste decirle a esa perra antes que a mí.
—Sí la vuelves a llamar así, vamos a tener un serio maldito problema. —Lauren
hizo una pausa—. Y no le dije a nadie. Fue mi decisión, de nadie más.
—Lo que sea. Sólo dime que el seguro médico cubrirá todo. No nos vamos a quedar
atrapados con alguna gran cuenta de hospital o cualquier mierda.
—Bien. —Chirs miró a su hermana—. Mira, me tengo que ir. Te compré algunos
cigarrillos y algo extra. —Le guiñó un ojo—. Te veo mañana en casa.
Se subió a la cama, cansada, tomando el regalo que Chris le trajo: una bolsa plástica
que contenía dos paquetes de Camel, un encendedor, envoltorios y un pequeño cubo
envuelto en papel aluminio. Lauren olió la hierba, eso explicaba los envoltorios. Por
Dios, la tentaba. No le contó a Chris, pero trató de dejar de fumar antes de la
operación, una razón adicional para que Camila la encontrara agitada y de mal
genio. No era el mejor momento, se sentía malditamente estresada, pero también
tenía suficiente mierda en el hospital sin estar desesperada por un cigarrillo. El
problema era, que tres semanas no eran lo suficientemente largas para romper un
hábito de tres años y veinte días. Miró por la ventana al lado de su cama. Con los
típicos arreglos de un hospital, sólo abriría unos pocos centímetros. No lo suficiente
para inclinarse hacia afuera y fumar un cigarrillo. O dar un maldito salto.
Suspirando, dejó caer la bolsa en el suelo lejos de la vista y se recostó
cuidadosamente. Su cabeza dolía como una perra y sólo podía acostarse
cómodamente con su cara puesta hacia la derecha. Sabía que no era la persona más
paciente del mundo, de hecho iría muy lejos con admitir que era la hija de puta más
impaciente, lo cual significaba que los próximos días de mantenerse quieta iban a
ser un dolor en el trasero. Y sería hasta bien entrado enero que el audiólogo haría el
primer intento de sincronizar el procesador y el transmisor, seguido por más
semanas de espera para ver cuánto —o si— sería capaz de oír.
Odiaba la idea de tener que lidiar con un aparato auditivo, baterías, y todo eso otra
vez. Recordaba cuando usó por primera vez audífonos en la escuela. Sus amigos
verdaderos la trataron igual que siempre, pero aparecieron todos los sobrenombres
usuales: "a prueba de sonido", "cera de oídos", "androide", "Sorda L", pequeñas
conversaciones con perdedores que terminaron a los golpes. Conversaciones que
volvieron a sus padres locos porque todo el tiempo eran citados para hablar con el
director sobre otra pelea en la que se había metido. Pero lo peor no eran las peleas,
eran las miradas de compasión. Chicas que coquetearon con ella y pensaron que era
caliente, ahora la miraban como si sintieran lástima y quisieran hacerle galletas en
vez de ir tras ella cuando iba al gimnasio. No quería ver nunca esa clase de lástima
en el rostro de Camila. No podía evitar preocuparse de cómo reaccionaría ella la
primera vez que usara su nuevo procesador auditivo. Sabía por experiencia que una
cosa era saber que una persona era sorda, y otra completamente diferente ver la
manifestación física de esa discapacidad. ¿La miraría de manera distinta?
¿Comenzaría a notar miradas de reojo? ¿Podría leer el arrepentimiento en su cara?
Lamentando involucrarse con alguien como ella.
Por la mañana, se sentía desesperada por irse. Su dolor de cabeza había disminuido,
y estuvo caminando a través de la habitación, poniendo a prueba su equilibrio y
combatiendo los ataques de vértigo. Le hicieron esperar hasta que el médico hiciera
sus rondas otra vez. Pensaba en mandar todo a la mierda, cuando entró el mismo
tipo del día anterior.
—Pienso que debería quedarse una noche más para estar seguros, señorita
Jauregui.
—No, eso no va a pasar, doc. Tengo cosas que hacer, lugares a donde ir.
—Vamos, deme un descanso. Me quiere fuera de aquí tanto como yo quiero irme.
—¿Tendrá a alguien que la cuide por un par de días hasta que se encuentre mejor?
Asintió.
—Y voy a ordenar que traigan una silla de ruedas para llevarla a la salida.
—¡Al diablo eso! ¡No voy a salir de aquí en una maldita silla de ruedas!
—Pensé que podría decir eso. —El doctor suspiró—. Pero si se cae saliendo del
hospital, es mi culo el que será demandado. Y espere hasta que su taxi esté en la
acera.
—Bastante justo.
Resultó que el portero era fanático del fútbol, y pronto olvidó que se suponía que
tenía que llevar a Lauren en la silla de ruedas, mientras caminaban. En vez de eso,
hablaron sobre la nueva contratación de los Falcons, quién podía empujar una
banca de cien kilos en veinticuatro repeticiones y hacer una carrera de cuarenta
yardas en cuatro punto cuarenta y tres segundos. Lauren se hallaba tan
concentrada en la conversación que casi no vio a Camila ni a sus padres, mientras
se abrían paso a través de la multitud de la entrada. Sintió que alguien la agarraba
por el codo, casi derribándola.
Sonrió.
Ella la jaló del brazo de nuevo, más suavemente esta vez y lo puso alrededor de su
cintura, donde Lauren estaba más que feliz de tenerla. Sinu la abrazó y besó su
mejilla, lo cual hizo que la ojiverde agachara la cabeza, avergonzada. Se sentía más
cómoda con el enérgico apretón de manos de Alejandro.
Sintió sus dedos apretarle una mano y le sonrió, antes de recostarse y dejar que las
calles pasaran a la deriva, un desfile silencioso de tiendas, oficinas, personas, autos.
Cuando llegaron a la casa de Lauren, Sinu miró a su esposo con los ojos llenos de
preocupación. Parecía que había una fiesta en la casa de los Jauregui. Había autos y
motocicletas alineadas en la calle y música estridente se escuchaba desde afuera.
Un chico orinaba a un lado de la casa, y dos más estaban sentados en los escalones
de la entrada, compartiendo una botella de tequila. Lauren mantuvo su cara neutra,
pero podía hacer una muy buena interpretación de lo que los padres de Camila
pensaban.
Camila odió escucharla reír de esa manera. Se inclinó hacia adelante para abrir la
puerta, haciendo una pausa para no rozarse la cabeza.
—Oye —le dio un golpecito a su mano—, ¿tienes comida en la casa?
—Claro. Me abastecí de Pop Tarts. ¡Estoy bromeando! Sí, compré comida, no hay
problema.
—No sé. Muñeca, no te preocupes por mí. Estoy bien. ¿Me envías un mensaje
cuando llegues a casa? Gracias por traerme, Sinu, señor Cabello.
Sus padres se miraron, hubo un acuerdo silencioso entre ellos. Sinu se dio la vuelta
para que Lauren pudiera ver su cara.
—¿Por qué no vienes y te quedas con nosotros mientras te recuperas? Serás más que
bienvenida.
—Pero...
—Debo estar cerca del hospital donde me hicieron la cirugía, Camz. Por si acaso.
—¿Pero vendrás después de eso? Mamá, papá, puede venir para navidad, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo Sinu, mirando a su esposo en busca de una confirmación.
—Sólo tengo que permanecer aquí hasta la próxima semana, muñeca. —Entonces
miró a Sinu—. ¿Está bien si les dejo saber?
—Sí, por supuesto. Qué estés bien, Lauren. Pero... ¿sabes que puedes llamar si
necesitas cualquier cosa?
—Gracias, Sinu.
Lauren caminó más allá de los hombres sentados fuera de su casa, quienes la
miraron con un poco de curiosidad, luego, pasó a través de la sala. Estaba atascada,
llena de extraños, y aún más destrozada de lo habitual. No pensó que fuera posible,
sin llegar a incendiar el lugar. La sala de estar se encontraba llena de cuerpos
girando al bailar, bebiendo y esnifando mierdas de Dios sabe qué. Sus ojos se
estrecharon en una mujer que se inyectaba en la esquina. Nadie se dio cuenta, o si
lo hicieron, a nadie le importaba. Joder, tenía que admitir que las cosas empeoraron
mucho recientemente. Por primera vez se sintió repugnada con lo que se había
convertido su casa. Podía aguantar a gente bebiendo, fumando hierba y esnifando
coca —demonios, hizo todas esas cosas y muchas veces. Bueno, no tanto desde que
comenzó la universidad —o mejor dicho, desde que comenzó a ver a Camila—, pero
no lo contaba como algo muy serio. Si la gente quería ir de fiesta, era su elección.
Pero esto, esto era diferente. Volvió a pensar en lo que el detective Dickwad le contó,
que Chris trataba con metanfetamina. Por lo que Lauren sabía, esa mierda se podía
fumar, inhalar, inyectar o simplemente tragar. Quizás Dickwad tenía razón, y todo
esto estuvo sucediendo bajo la nariz de ella, por así decirlo. Tal vez Lauren cerró los
ojos a todo esto durante demasiado maldito tiempo. Trató de empujar ese
pensamiento, pero era como un virus, dispersándose a través de su cuerpo,
extendiendo su veneno insidioso. Mientras caminaba por las escaleras, toda la
escena que pasaba en las habitaciones de abajo le hizo preguntarse si no necesitaba
una mejor cerradura para la puerta de su dormitorio. O tal vez sólo una placa de
acero reforzado. Deseaba más que nada permitirse el lujo de mudarse, entonces se
sintió culpable por pensar en dejar a Chris. Su hermano era toda la familia que le
quedaba.
En su lugar, le envió un texto para hacerle saber que llegó a casa. Le palpitaba la
cabeza y la piel de su lado izquierdo se sentía dolorosa y rígida. Todo lo que quería
hacer era acostarse en su maldita cama y descansar. Cansada como se sentía, su
cerebro se retorcía con pensamientos e ideas, atrapándola en los remolinos y
torbellinos de su conciencia. Aprendió que podías escapar de todo menos de su
propio ser. Trató de concentrarse. ¿Cuándo cambió Chris su modelo de negocio?
Lauren buscó a través de sus recuerdos: ¿cuándo, cuándo empezaron a acelerarse
las cosas hacía el mal? Se sentó de golpe y tuvo que agarrarse el estómago, mientras
una breve oleada de náuseas se precipitó a través de ella.
Joder, ¡estuvo tan ciega! Salió de la cama con cuidado, y se arrodilló en el piso
polvoriento, sacando una caja de debajo de la cama. Contenía documentos
financieros, muchos de ellos de la época de sus padres: su testamento, junto con el
seguro de salud, la matrícula universitaria, extractos bancarios, facturas, extractos
de la tarjeta de crédito y los detalles de su fondo fiduciario de la universidad. Revisó
todo cuando se decidió a tener la operación de IC. Lo necesitaba para confirmar que
el seguro médico estatal lo cubría, como se vio después, al menos hasta que tuviera
veintiún años. Pero ahora, no podía encontrar los documentos del fondo fiduciario.
Buscó entre los papeles, pero se esfumaron. Frustrada y empezando a ver doble,
pasó por cada documento por tercera vez. Todavía nada. Se sentó sobre los talones y
trató de considerar todas las posibilidades, pero todo apuntaba en una dirección
obvia, sólo que estuvo demasiado ensimismada y preocupada para verlo antes.
Segundo hecho: Chris siempre insistió en que el seguro de vida de sus padres pagó
la hipoteca de la casa, y que el dinero sobrante pagaría la subsistencia de ambos por
algunos años. Lauren había tenido diecisiete e iba a la escuela, por lo que no se le
ocurrió desafiarlo, pero ¿y si Chris exageró la cantidad de dinero como una forma de
proteger a su hermana pequeña de una verdad más horrible?
Quinto hecho: sólo una persona aparte de ella sabía dónde guardaba los
documentos. Y tenía la llave de su habitación.
Y, por lo que pudo ver, añadía un sexto hecho, claro e indiscutible: los dos se
encontraban metidos hasta el cuello en la mierda.
Una fría sensación de malestar se extendió a través de ella, una que no tenía nada
que ver con su reciente operación. Cogió el teléfono para textear a Chris de nuevo.
—Vaya, impresionante. Te hace ver como una hija de puta doblemente ruda.
—Gracias, creo.
—¡Vaya mierda!
—¿Cuánto debes?
—¿Qué?
—No soy una jodida idiota, Chris. Toda esa mierda abajo, no es propio de ti. O no
solía serlo. ¿Todo el dinero se ha ido, lo que mamá y papá dejaron?
El silencio se extendió entre ellos hasta que Chris exhaló un agrio aliento largo.
Cerró los ojos, después de haber visto las palabras que confirmaban todo lo que
temía.
—¿Ellos... cuánto... realmente dejaron lo que dijiste, o también fue una mentira?
—No, nos dejaron muy buena cantidad. Yo fui el que jodió todo.
—¿Ibas a decírmelo?
—Tenía la esperanza de que no tendría que hacerlo. Planeé esperar hasta el final
del año escolar. Seguí pensando que sería capaz de hacer el dinero, pero
simplemente me metí más profundo. Lo siento, hermanita.
—No es así.
—Le debo algunos favores a algunas personas a las que no se les dice "no", ¿está
bien?
—Mira, he tomado algunas malas decisiones de negocios, pero la casa está a salvo.
No la arriesgaría. Siempre tendrás una casa aquí, hermana.
—¿Llamas a esto una casa? ¿Llena de extraños drogándose? Tengo que encerrarme
en mi cuarto, tengo que cerrar la puerta del maldito baño para evitar que quede
destrozado. No puedo traer amigos aquí. Quiero decir, ¿has mirado siquiera este
lugar últimamente?
—Ya sabía que esta mierda iba a pasar —dijo Chris con burla y desprecio—. Tan
pronto como tuviste la pequeña perra de tu novia, y comenzaste a visitar su lugar en
los suburbios, fingiendo que eres... lo que coño te crees que eres ahora... demasiado
buena para tu propio hogar... universitaria.
Lauren cerró los puños y Chris vio un destello en el rostro de su hermana cuando
pensó en golpearlo, en golpearlo hasta la mierda.
—No, Chris. Sólo... no. ¿No ves lo que está pasando aquí? Estás tan jodidamente
cerca de poner tu culo en la cárcel. Los policías saben con lo que estás tratando.
Diablos, algún jodido me detiene en la escuela todos los días tratando de comprarme
algo. Los policías podrían tenerte en cualquier momento, pero están esperando a
que la jodas a lo grande o algo así. ¿Crees que te van a dejar tranquilo cuando
finalmente consigan una orden de registro para este lugar? Tengo la misma
probabilidad de ser arrastrada que tú. ¿Eso incluso te importa?
L: Yo también, no tienes ni idea. ¿La oferta sigue en pie? Podría llegar el viernes
después del chequeo.
L: Tomaré el bus.
L: :) x
Ahora tenía cosas que hacer, decisiones que tomar. Pero todavía no. Mañana era lo
suficientemente pronto. En los siguientes días, la fuerza de Lauren comenzó a
regresar. El dolor de cabeza se marchitó y cedió, a pesar de que la herida continuaba
sensible, y tratar de vestirse solo era una mierda, "fiasco" era una palabra
igualmente apta. Se negó a pedirle ayuda a Chris. También disminuyeron los
rastros de mareos, aunque todavía se debilitaba cuando sucedían. En ocasiones, se
olvidaba de tener cuidado —lo que era una buena señal de alguna manera— pero
entonces se golpeaba la oreja o la cabeza y pasaba los siguientes cinco minutos
maldiciendo en voz alta, vívidamente y con imaginación. Chris se mantuvo fuera de
su camino, y Lauren pasó la mayor parte del tiempo leyendo en su cuarto, sólo salía
para buscar comida, siendo prudente de la cantidad de dinero que gastaba. Su
cuenta bancaria ya se hallaba en un estado crítico, no quería que expirara durante
los días festivos. Tenía planes para aumentar su condición tan pronto como fuera
posible.
Lo que significó que la primera visita que hizo tan pronto como pudo, fue a la tienda
de reparación de automóviles en la que trabajó durante los dos veranos anteriores.
El área del taller se encontraba a oscuras y cada pieza de madera estaba
resbaladiza donde las manos aceitosas tocaban. Pero Salvatore Coredo tenía una
envidiable reputación como restaurador de coches clásicos. Las motos eran una
actividad secundaria rentable.
Sonrió ante la broma familiar. Desde que Sal posó los ojos en Sirona, maltratada
como había estado, la codició. Y cada vez que la veía, trataba de convencerla de
venderla.
—Tal vez, Sal, pero estoy buscando trabajo. ¿Me puedes dar algunas horas?
Lauren frunció el ceño y Salvatore se echó a reír. Lo conoció hace dos años y le
ayudó a reconstruir a Sirona, sabía exactamente qué botones apretar.
Se sintió aliviada. No era fácil conseguir trabajo a tiempo parcial con tantos
estudiantes en busca de empleo, y siendo sorda, bueno, podría triplicar el nivel de
dificultad. Lo que era probablemente una estimación conservadora.
Si tenía cuidado con el dinero de este trabajo, podría alquilar una habitación en
algún lugar y también tener lo suficiente para vivir de ello. Conseguir un cuarto
asequible en el campus estaba fuera de discusión, y tendría que pedir un préstamo
para pagar la matrícula de la universidad el próximo año.
—Así que, ¿cuánto me darías por Sirona?
Negó con la cabeza, tratando de no hacer una mueca, tanto por el dolor de cabeza,
como por el dolor de la venta de su amada Harley.
Salvatore sonrió.
L: Sí.
S: Soy S.A.M.A.N.T.H.A.
L: L.A.U.R.E.N.
L: Sí.
S: ¡Vamos! Somos las únicos aquí que no somos niños en edad preescolar o jubilados.
¿Te ponen tu procesador y transmisor hoy?
S: Ya que me preguntaste, me sintonizaron hace un mes. Es... raro. Sólo podía oír
pitidos del sistema. Sabía que había sonidos, pero no podía distinguirlos. El
audiólogo dice que es normal. Para ser honesta, estoy un poco asustada.
S: ¿Por qué?
S: No quieres decirme. Está bien. ¿Puedo hacerte una pregunta? Casi no te conozco,
pero... no tengo a nadie más para preguntar.
L: Puedes preguntar.
S: En serio... ¿por qué decidiste hacer esto? Puedes leer los labios, puedes combinar.
Ella suspiró.
Ella sonrió.
S: Tan simple. ¿Cuál es tu historia?
S: ¿Qué pasa si esto no funciona? ¿Me importará? ¿Cuánto? Me las arreglé bien
antes. ¿Te sientes así?
Lo cual era verdad. No pensó en ello de esa manera hasta que conoció a Camila.
S: Me encantaría.
L: ¿Qué?
S: Me gusta el lenguaje de señas. Es tan expresivo. Lo he hecho desde que era una
niña. Creo que lo echaría de menos si no lo hiciera por completo.
No tenía nada que decir a eso. Para ella el lenguaje de señas era una herramienta,
algo que tuvo que aprender, pero no lo consideraba una alternativa completa del
habla. Por su falta de reacción, Samantha captó la indirecta y cambió de tema.
S: Hay algunas otras cosas que he notado sobre el IC: para mí es más fácil entender
a los hombres, pero es sólo a causa de las frecuencias. Está volviendo loca a mi
amiga, ¡me acusó de estar coqueteando con su esposo! La he conocido por diez años.
¿Puedes creerlo?
No lo dijo, pero, francamente, sí, lo podía creer. Pero había una pregunta que quería
hacerle, ahora que ella empezó la conversación.
L: Sí, la extraño.
S: Realmente no recuerdo los sonidos, sólo tenía tres años cuando perdí la audición.
Voy a tener que aprender todo de nuevo. —Hizo una pausa al ver la tensión en su
expresión—. ¿Tienes planes para las fiestas?
L: La casa de mi novia.
L: Sí.
S: ¿Tú también?
L: Sí.
La respuesta de Samantha era totalmente predecible. Sí, ese era el aspecto que
esperaba: lástima mezclada con simpatía. Estaba jodidamente cansada de eso. Una
luz parpadeó en la pared y todos voltearon a mirar el nombre que brilló arriba:
"Señorita S. Wilson".
S: ¡No estoy ligando contigo! Aunque eres linda. Sólo me gustaría saber cómo
funciona para ti. Sería bueno que permanezcamos en contacto, intercambiar notas.
Cuídate, Lauren.
Lanzándole una sonrisa, desapareció por uno de los pasillos y se quedó sola. Por un
momento pensó en tirar el trozo de papel, pero al final se lo metió en el bolsillo y se
olvidó de ello. Cuando su nombre apareció, dio grandes zancadas por el mismo
pasillo que Samantha. Se sintió aliviada al ver que el Dr. Palmer la esperaba en la
sala de consulta.
—¿Náuseas? ¿Mareos?
Tocó y tanteó. Le dolía, pero era soportable. Caminó alrededor para ver de frente a
Lauren.
—Todo parece estar bien. Nada de qué preocuparse. Quitaré los puntos de sutura
ahora. Va a ser un poco incómodo.
Cinco minutos más tarde, se sintió como si el médico hubiera estado tratando de
abrirle el cráneo con una barra de hierro. Pero fue un alivio que le quitaran los
puntos. El Doctor Palmer retrocedió para hablarle.
—De acuerdo. Nos vemos el próximo año, doctor. Gracias y todo eso.
—Felices fiestas —dijo el médico en voz baja mientras miraba a Lauren salir de la
sala.
El autobús se llenó bastante con la gente que viajaba para las fiestas, paquetes de
colores brillantes metidos en bolsas, pero nadie la molestaba en su esquina. Era
consciente de lo inaccesible que parecía, siendo alta, su piercing, su gorra de lana
tirada bien abajo, botas pesadas y la chaqueta negra de cuero. No necesitaba un
letrero diciendo a la gente que se quedara lo más lejos posible.
Después de una hora adormilada, se enderezó y se frotó los ojos. Sacó una copia
estropeada de E. F. Schumacher Small is Beautiful de su mochila y trató de
concentrarse en las páginas. No podía esperar para ver a su chica, aun mejor para
sentir su cuerpo envuelto alrededor de ella. Sabía que sus padres estarían
observando, mirando y esperando a que le pusiera un dedo —o la lengua— fuera de
lugar, pero confiaba en que encontraría una manera. Demonios, sí. El libro cayó en
su regazo y sus ojos se dirigieron al paisaje pasando a toda velocidad por la ventana
del autobús: árboles, campos, huertos, casas, otra pequeña ciudad, más árboles.
Pero en lugar de ver el campo de Georgia, pensaba en cuánto cambió su vida.
Comenzar la universidad era un gran asunto para la mayoría de la gente, pero para
ella, fue un salto hacia lo desconocido. Contra todos los consejos que su escuela
secundaria le dio, estuvo decidida a mantener su pérdida de audición como un
asunto privado. Tenía que trabajar más duro y más tiempo y concentrarse más que
otros estudiantes; tuvo que pelear —literalmente— en contra de las expectativas
formadas por su relación con Chris; y conoció a Camila. Tenía la intención de
mantenerse a sí misma para sí misma, pero ahora descubrió que tenía una novia —
seria, tal vez— e iba en camino a pasar las fiestas con su familia de nuevo. Y luego
estaba la enorme decisión, potencialmente cambiadora de vida, que tomó de ponerse
el IC. Ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto, pero una vez que vio a Camila
cantando, vio su pasión por la música saliendo de ella, sus razones para no tener el
implante desaparecieron. Y no se arrepentía. Volvió a pensar acerca de lo que
significaba tener una novia, o mejor dicho, lo que significaba para ella tener a
Camila en su vida. Le gustaba el sexo —mucho— y desde que perdió su virginidad a
los quince años, adoró al dios de ligues de una noche, persiguiendo implacablemente
la gratificación a corto plazo. Empezó como auto-protección contra el dolor del
rechazo, pero se convirtió en un hábito prolongado. Era diferente con Camila. Tan
diferente que tuvo que admitir que se metió prácticamente en un territorio
desconocido. Ella la despojó de sus defensas, una por una, dejándola vulnerable y
expuesta. Era desconcertante, pero al mismo tiempo no se sentía tan sola. Camila
rechazó el aislamiento como una solución para su sordera, y la llevó de vuelta al
mundo. Pero el problema permaneció, era un mundo lleno de personas oyentes,
donde la sordera era habitualmente el blanco de las bromas. Era desalentador,
sobre todo porque no tenía forma de explicarle lo que ella le pedía. Y, sin embargo,
la operación fue un paso más dentro de ese mundo. Era muy consciente de que el IC
era una pieza tecnológica que podría ayudar, pero era sólo una herramienta, todavía
estaría sorda. Se preguntó si Camila realmente entendía eso. Si era honesta consigo
misma, esperaba el momento en que estaría cansada de tener una novia con una
discapacidad. Cristo, el peso de esa maldita palabra. También sintió una
responsabilidad hacia ella, después de haber sido la primera con la que durmió.
Demonios, hasta donde sabía, era la primera chica con la que se besó. Pero a medida
que su confianza creció, el sexo simplemente siguió mejorando. Camila confiaba en
ella para que la ayudara a explorar más a fondo. Lauren deseaba más de eso. Sintió
su teléfono vibrar, alertándole de un texto entrante.
Se inclinó para besarla y ella envolvió los brazos alrededor de su cuello. Sus labios
eran suaves y cálidos, su lengua caliente y deseosa. Se perdió en el beso, olvidando
que se hallaba parada en la explanada de una estación de autobuses de concreto.
Fue su polla que le recordó, ya que sus caderas automáticamente trataron de
frotarse en ella. La empujó suavemente hacia atrás y sintió una ligera resistencia.
Lauren dejó escapar un largo suspiro y alzó las cejas.
—Me gusta tu forma de pensar, muñeca, pero primero debemos salir de aquí. —Le
tocó la mejilla que lucía un poco rosada por su beso. Camila le dio una risa
avergonzada.
—Conduce rápido, bebé, porque no creo que pueda esperar mucho más tiempo.
Se inclinó para recoger su mochila, y experimentó una breve oleada de vértigo que
le hizo tropezar.
—¡Lauren!
—No te asustes, cariño, estoy bien —dijo, poniéndose de pie, esta vez más despacio.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo?
—Vamos.
Abrió la puerta y sin hablar, la llevó por las escaleras, agarrándola de la mano, a su
dormitorio.
Lauren dejó caer la mochila en la alfombra, y la besó con avidez. Ella empezó a
responder, sus manos metiéndose por debajo de su chaqueta de cuero.
—Laur...
—¿Qué es?
—La operación...
Se puso rígida.
—¿Qué sobre eso?
—Oh —susurró, pasando los ojos sobre la línea de gasa y cinta que serpenteaba en
su cráneo.
La ojiverde alejó el rostro de ella. ¿Era este el momento en el que la realidad sería
demasiado? Pero en cambio, sus manos suaves jalaron su boca hacia la de ella y la
besó lentamente, tiernamente.
—Me gusta tu pelo corto, te sienta bien. Pareces un Marine o algo así.
—O algo así. No creo que permitan los piercings en la Marina. ¿Puedo llevarte a la
cama ahora?
—¿En serio?
—Sí.
—Está bien. —No estaba segura de qué quería que hiciera con ese fragmento de
información.
—Así que no tienes que hacerlo, ya sabes... no tienes que usar condón.
—No, no quise decir... muñeca, no intentaba... quiero decir, eso es genial. Sé que
estoy limpia porque me hago análisis regularmente, y tuve que hacerme uno de
sangre antes de la operación. Simplemente me sorprendiste. Nunca lo he hecho sin
protección.
—Oh, está bien. —Camila asintió. Levantó la vista hacia ella con valentía—. Quiero
que me hagas el amor, Laur.
Una vez más, sus palabras la hicieron detenerse y de repente se sintió insegura.
Conocía el sexo. Sabía follar. Sabía cómo hacer que una mujer se corriera con tanta
fuerza que viera las estrellas, la galaxia y toda la maldita Vía Láctea. Pero ¿hacer el
amor? ¿De eso se trataba esto? ¿Era por eso que era diferente con ella? Se lamió los
labios mientras ella levantaba una mano para tomar la suya, guiándole. Observó los
giros y balanceos de sus caderas mientras caminaba detrás de ella, y su polla lloró
de felicidad.
Lauren levantó la silla del escritorio y la encajó debajo del picaporte, luego se quitó
las botas y los calcetines.
Se encogió de hombros.
—¿Realmente quieres tener esta conversación ahora, muñeca? Porque sólo quiero
poner mi verga dentro de ti, donde ha estado jodidamente suplicando estar durante
la última media hora, y luego sentirte estrecharte alrededor de ella cuando te
vengas, gritando mi nombre.
—Oh.
—Sí.
Camila trepó a la cama hasta quedar a horcajadas sobre sus muslos. Se inclinó
hacia abajo y besó sus senos, tirando suavemente primero de uno de los anillos del
pezón y luego del otro. Respiró profundamente, sintiendo olas de deseo arder a
través de ella. Camila no tenía ni idea de lo jodidamente sexy que se veía haciendo
eso, tomando el control. Sus brazos yacían a los costados mientras ella continuaba
saboreando cada centímetro de piel desnuda que podía encontrar. Cuando le ahuecó
a través de los vaqueros, Lauren gimió. Deslizó la mano dentro y su boca se abrió de
par en par por la sorpresa.
Sonrió ampliamente.
Ella desabrochó su cinturón y abrió el botón de sus vaqueros antes de bajar de golpe
la cremallera.
Lauren gritó.
—Oh, perdón —jadeó.
—Mierda, Camz, me han herido lo suficiente esta semana. Ten cuidado con mi polla,
necesita algo de amor.
—Oh, pobre cosa pequeña. —Sonrió—. ¿Quieres que la bese para que se ponga
mejor?
—Sip. —Se las arregló para toser cuando la coherencia abandonó su cuerpo.
—Camz...
Frunció el ceño.
Se las arregló para sonreír ante su confusa expresión mientras se apoyaba en los
codos para ver mejor su cara.
—Bueno, sí, pero entonces se acabará demasiado rápido. Voy a marcar el ritmo yo
misma.
—Pero a veces —continuó—, a veces quiero que dure, como ahora mismo. Quiero
tocarte, quiero saborearte, quiero ver tu rostro cuando te vengas, quiero que grites
porque no quieres que pare, porque tampoco quieres hacerlo. Quiero hacerlo bueno
para ti, nena, muy bueno.
Lauren bajó la vista a su polla, que parecía casi morada con la urgencia.
La ojiverde le sonrió.
—Sé que es tonto —dijo ella en voz baja—, pero me siento un poco nerviosa. Ya
sabes, porque no hemos hecho esto durante un tiempo.
La ojiverde abrió de un tirón su camisa y vio el brillante sujetador verde jade que
había ojeado cuando ella se emborrachó. La noche que la abofeteó y la echó de su
habitación. Se veía sensacional contra su piel morena. Camila podría incluso haber
gemido en voz alta: no lo sabía. Enterró la cara en sus senos mientras ella pasaba
los dedos por los músculos de sus bíceps, siguiendo las líneas de los remolinos de sus
tatuajes.
—He echado de menos esto. —Suspiró, incluso aunque Lauren no podía oírla.
Con una mano, desabrochó su sujetador y lo deslizó de sus pequeños hombros. Sus
pezones estaban ya parados con orgullo, pero usando su lengua y sus dientes, los
provocó hasta que fueron pequeños puños apretados.
Rodó sobre su espalda y Lauren le quitó los pantalones vaqueros. Ella se estremeció
ligeramente y la ojiverde levantó la vista.
—¿Estás bien?
—¡S... sí!
Sonriendo, bajó sus bragas hasta que terminaron enredadas alrededor de sus
tobillos. Introdujo un par de dedos en ella y observó con placer mientras ella
estiraba su cuerpo y se estremecía suavemente.
—¿Te has hecho venir sin mí, muñeca?
Camila jadeó.
—¿O esto?
—¿O esto?
Ella gritó y se aferró a las sábanas con los dedos rígidos. Sonriendo para sí misma,
no pudo resistirse a chuparla. Maldita sea, sabía bien. Se preguntó si podría hacerla
venirse otra vez sólo con su lengua. Cinco minutos después, tenía su respuesta.
Camila era un desastre sudoroso, yacía sobre su espalda, completamente abierta y
expuesta, brillando por un segundo e impresionante orgasmo. A Lauren le puso feliz
que su chica estuviera satisfecha, pero la dureza dentro de sus pantalones le
causaba un serio dolor. Se quitó los pantalones a patadas, con una sensación de
alivio, y ella abrió un ojo.
De esa forma, tenía problemas para contenerse. Camila presionó su trasero contra
la ojiverde, y Lauren estuvo perdida. Entró en ella con fuerza y explotó en una ola
de calor, palpitando en su interior, vaciándose dentro de ella. Joder, eso fue intenso.
Casi se sentía avergonzada por haberse venido tan rápido; no le sucedía desde hace
mucho tiempo. Se echó hacia atrás y vio con satisfacción cómo su semen descendía
por la parte posterior de su muslo. Maldita sea si eso no era sexy. Camila se retorció
en sus brazos hasta que la miraba de frente.
Se rio.
—Extrañé todo esto —dijo ella, alzando una mano para acariciar su mejilla.
—¿Qué pasa?
Los ojos de Lauren salieron disparados hacia la ventana. ¿Tal vez escuchó a sus
padres regresando?
Lauren la miró con ojos preocupados. Cuando Camila empezó a salir de la cama, la
detuvo poniéndole una mano en el brazo.
—¡Camz!
—¡Oh, por amor de Dios, Lauren! Estoy goteando, ¿está bien? Volveré en un minuto.
Ya no estaba tumbada en la cama, sino inclinada por la ventana, dándole una muy
buena vista de su muy buen trasero. Esperaba que no estuviera fumando: su padre
tenía una nariz como la de un sabueso cuando se trataba de cosas así. Pero no
estaba fumando, y ahora que lo pensaba, no la vio fumarse un cigarrillo desde que
la recogió en la estación de autobuses. Pero antes de que tuviera la oportunidad de
preguntarle sobre ello, la ojiverde se dio la vuelta y saltó cuando la vio.
—¡Mierda, Camz! Casi me provocas un ataque al corazón, pensé que tus padres
regresaron temprano.
Ella sonrió con petulancia, contenta de que se equivocara, para variar. Sus ojos
viajaron por su cuerpo. Definitivamente perdió peso, pero por todo lo demás no
había nada que sugiriera que atravesó una cirugía invasiva; nada excepto la gasa en
el costado de su cabeza.
—Sí, pero tengo que mantener esto seco —dijo, señalando su oreja.
Camila hizo una nota mental para poner sexo en la ducha en la cima de su lista de
cosas favoritas para hacer con —y a— Lauren. Si fue el vapor, sus hábiles manos
jabonosas, agua caliente y el sexo más ardiente, la combinación era el sueño de un
alquimista, creando un maravilloso momento dorado, fundido. Ella brillaba y
Lauren se veía muy satisfecha consigo misma. Por desgracia y tal vez
inevitablemente, su vendaje se empapó por completo. Camila se sorprendió
nuevamente cuando vio la larga cicatriz y la piel afeitada, aunque su cabello
empezaba a crecer de nuevo, creando un pelo suave y estupendo.
Ocultando lo que sentía al mirar la fea cicatriz, culpable por asociación, insistió en
que no podían correr el riesgo regresando a la cama. O David o sus padres estarían
en casa pronto.
—Cinco minutos más —rogó Lauren, presionando el cuerpo desnudo de ella contra
la puerta del dormitorio.
—¡No! —dijo con insistencia—. Ponte los malditos pantalones de nuevo. De todos
modos, necesitamos arreglar tu cabeza
—¿Qué? —dijo, una vez que terminó. Se encogió de hombros. —Esto. Me gusta.
—Sí, pero no sólo eso. Todo: tú, yo, pasar el tiempo, en ninguna parte especial para
estar, sin presiones, ya sabes. Sin compañeras de habitación.
—Sé lo que quieres decir. Pero Dinah no es tan mala. Ustedes dos se llevan bien
ahora, ¿verdad?
—Sí, ella está bien, supongo. Sólo quería decir... ah, mierda. No sé de lo que estoy
hablando.
—En realidad ya no funciona, las cosas se han vuelto algo intensas. Sólo tengo que
encontrar mi propio lugar. Oye, me olvidé de decirte, tengo un trabajo.
—Sólo haré quince o veinte horas a la semana, eso es todo. Significa que tendré que
trabajar los fines de semana, pero aún voy a ir a la escuela. Tendré que dejar una
clase, voy a intentarlo primero.
—¡Nunca te voy a ver!
—¡Por supuesto que quiero! ¿Por qué no habría de hacerlo? —Camila la besó
rápidamente—. Idiota.
Lauren le sonrió.
—No sé, Camz, vengo hasta aquí y abusas de mi cuerpo en el segundo que atravieso
la puerta y ahora, ¿estás insultándome?1
Cinco minutos más tarde, los padres de Camila las encontraron sentadas
inocentemente a la mesa de la cocina mientras la castaña pegaba cinta a las piezas
de gasa en la cabeza de Lauren.
—Hola, Lauren —dijo Sinu calurosamente—. ¿Cómo estás, cariño? Oh, te ves mucho
mejor que la semana pasada. —Le dio un beso en la mejilla, haciéndole agachar la
cabeza y sonreír.
Se puso de pie para estrechar la mano con Alejandro, lo que le valió un reproche
enojado de Camila cuando sus dedos se deslizaron sobre la herida, causándole una
mueca de dolor.
—Bueno, aun así... ¿puedo ofrecerte una bebida, Lauren? ¿Un poco de té helado o un
café, tal vez?
—¿Por qué no? ¡Lauren es sólo unos meses mayor que yo!
—No sé qué planes tienen ustedes dos esta tarde, pero estoy agotada. Pueden pedir
una pizza si tienen hambre.
—Um, Camz —dijo, en voz baja—. No tengo nada de dinero aquí. Yo, ah, mañana
tendré que ir al cajero automático para pagar por ello.
—Tonterías —dijo ella—. Estás aquí como nuestra invitada. No vamos a oír hablar
de ello.
—¡Por amor de Dios! —gritó Sinu—. ¡Pueden al menos pretender que están
domesticados!1
Le sonrió.
—Lauren, toma asiento, por favor —dijo Alejandro en un modo total de profesor—.
Quiero saber qué ocurrió anoche. Sinu dice que estás gravemente herida. ¿Estuviste
en una pelea?
—No dejaré que envuelvas a mi hija en... lo que sea que ocurrió.
—Evidentemente, algo ocurrió. Ahora escucha, eres una huésped en nuestra casa,
por lo que ten la cortesía de explicar... así no tengo que preocuparme por ella.
—Fuimos atacadas por un tipo que Camz conocía de la secundaria y un par de sus
amigos. Otra persona terminó la pelea. Fin de la historia.
—Austin Mahone.
—Sí.
—Nosotras, um, nos topamos con él en la fiesta de Tina el Día de Acción de Gracias.
—¿Y...?
—Camila, quiero saber qué pasó. ¡Juego golf con Edgar Mahone cada semana, por el
amor de Dios!
—¿En serio? —dijo la ojiverde, luciendo furiosa—. Bueno, dígale que su hijo es un
cabrón boca sucia que obtuvo todo lo que se merecía, cuando le rompí la nariz.
Salió enfurecida de la habitación y estuvo fuera de la puerta principal y a mitad de
camino de la calle, antes de que Camila la alcanzara, ligeramente sin aliento.
Agarró su mano para que bajase la velocidad.
La rabia de Lauren aún salía a oleadas a través de ella. Por un lado entendía la
reacción de Alejandro —el pendejo era hijo de su amigo, uno de sus viejos buenos
amigos—, pero por otro, le enfureció que siempre se asumiera que ella era la
culpable. Siempre la marginada. Era lo suficientemente honesta como para saber
que cargaba con mucho de eso, pero maldición, ¿era de extrañar que no fuera la
culpable?
—No me tientes.
—Oh —dijo, bajito—. Eso explica por qué te encontrabas de tan mal humor. —
Levantó la vista hacia Lauren—. Y lo siento por haber sido toda una gruñona
anoche. Estoy en mi período —murmuró, avergonzada.
—Sip, lo sé.
—¿Cómo?
—Puedo contar el número de días en un mes, muñeca. Además, estabas siendo una
completa perra. Era algo obvio.
—Sí, supongo.
—Sí.
—A la cocina, por favor —replicó—. Vamos a aclarar esto ahora. Tu padre está
absolutamente de acuerdo en llamar a la policía después que describí el desastre
que era Lauren cuando la vi esta mañana. Pero como sabemos que hay más de esto
que no nos estás diciendo, creo que mi esposo merece saber la historia completa, ¿no
crees?
Lauren echaba chispas en silencio. Esto resultaría ser una jodida Nochebuena.
Tenía la opción de largarse, pero no quería poner a Camila en una posición de tener
que escoger... especialmente cuando no estaba segura de que la escogería a ella.
—Camila, por favor dinos exactamente qué ocurrió en la fiesta de Tina. ¿Qué llevó a
los... acontecimientos de la noche anterior?
Camila suspiró.
—¡Estoy así de cerca de llamar a la policía! —rugió Alejandro—. ¡Nos dirás qué dijo!
—¡Bien! —gritó—. Dijo: "Quién sabría que podías ser tal pedazo caliente de culo".
Lauren le dijo que se callara, y luego... —Su voz temblaba—. Y luego él dijo: "Parece
que esa perra estirada finalmente le abrió las piernas a alguien". Fue cuando ella le
golpeó.
Lágrimas brillaban en sus ojos, y Lauren puso un brazo alrededor de ella, su rostro
severo. Sinu tenía una mano sobre su boca, sus ojos apretados, su expresión
horrorizada. Alejandro captó la expresión devastada de su esposa, la humillación de
Camila y el enfado y resentimiento aún presentes de Lauren. Se puso de pie
lentamente, todos volviendo los ojos a él. Tomando una respiración profunda, le
tendió una mano a Lauren.
—Gracias —dijo.
La ojiverde lo miró fijamente y luego asintió. Movió su silla hacia atrás para que así
pudiera levantarse y estrechar la mano sobre la mesa con el padre de Camila.
Lauren esperaba que le ofreciera una cerveza o, mejor aún, que Alejandro
descorchara la botella de Jack que no vio desde Acción de Gracias, pero en cambio,
Sinu puso la tetera. Lauren rechazó la bebida y salió a tomar un poco de aire y dejar
que se enfriara su temperamento hirviendo. Camila cogió para ella un té helado de
la nevera y salió al patio trasero con Lauren.1
La ojiverde se hundió con elegancia sobre el césped, sentándose con las piernas
cruzadas mientras sacaba un paquete de chicles. Hubiera preferido tener un
cigarrillo. Camila le dio un codazo y Lauren sonrió.
—Por cierto, ¿sabías que Shawn era gay? —dijo Camila, casi enojada—. Lo he
conocido por años y jamás supe. Lo conoces por treinta segundos y lo sabes de
inmediato. ¡No entiendo!
—Es un decir.
—Sé que estás mirándome, muñeca. —Sintió la mano de ella en su estómago y abrió
los ojos.
Parpadeó en sorpresa.
Camila se rio.
—¿Nunca paras?
Le sonrió.
—Está bien.
Sonrió tímidamente.
—Podemos salir un par de horas por si necesitas hacer alguna compra o algo.
Intercambiamos los regalos en la mañana —vaciló—. No es que esté esperando...
La silenció con un beso, y ella no se dio cuenta cuando el té helado se derramó por el
césped. Pasaron el resto del día tomándoselo con calma, con largos tiempos para
cafés y paseos a solas. La ciudad se encontraba llena de gente haciendo las compras
de último minuto, pero Lauren sentía como si estuviera en una burbuja de felicidad,
que los encerraba sólo a ella y a Camila. Era un buen lugar para estar.
David, de buena gana, le prestó a Lauren un gorro de lana para que usara, y
entonces se dirigió directamente a casa de su amigo. Era claro que no podía esperar
a contarle a todo el mundo que a Austin Mahone le bajaron los humos.
Fue una sensación de conmoción cuando se dio cuenta de que pensó en eso como un
lugar para "ellas dos". No esperaba que Camila se mudara, por supuesto. Pero
incluso mientras rechazaba la idea, otra parte de ella dijo que sí, que era
exactamente lo que deseaba. Evaluó la idea en su mente. No este año, por supuesto.
Ella tenía una habitación en el campus, pero ¿el año que viene, quizás? Tenía una
muy buena idea de lo que llegarían a pensar Sinu y Alejandro de eso, pero Camila
no siempre hacía lo que decían. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea de
las dos viviendo juntas, compartiendo sus mundos. Era emocionante y jodidamente
aterrador al mismo tiempo. ¿Camila querría? ¿Querría quedarse con ella? ¿Vivir con
una vándala? Tomó una profunda respiración, y la castaña la miró con curiosidad.
—No, estoy bien, muñeca. Únicamente pensando en lo linda que vas a estar en tu
regalo de Navidad.
—Sí.
—Tenemos una tradición familiar donde nos sentamos alrededor del árbol en la
mañana y compartimos los regalos.
—Solo digamos que es algo que quiero que uses para mí. —Le guiñó un ojo.
—Oh.
—Sí.
—Creo que tal vez deberías dármelo antes de toda la cosa del árbol.
Lauren sonrió.
La miró seriamente.
—¿Lo haces?
—Siempre —susurró, y no quedó claro para ninguno de ellas lo que quería decir con
eso. Se miraron fijamente hasta que Lauren le dio un tierno beso en los labios, luego
se apartó con una sonrisa tranquila.
Regresaron justo cuando Sinu y Alejandro se iban para el servicio de los villancicos
nocturnos en la iglesia local.
—David está en casa —dijo Sinu, enviando un mensaje claro con luces intermitentes
de advertencia, adornada con esferas navideñas.
—Creo que puedes llamarme "Alejandro", hija —dijo el padre de Camila, sonriendo
ante la expresión atónita de Lauren.
—¡Guau! —dijo Camila, cuando la puerta se cerró detrás de sus padres—. ¡Deberías
golpear a Austin Mahone más a menudo!
—¿Si me dejas? ¿Estás diciendo que me detendrías si hiciera esto? —Y agarró sus
caderas, pasándole la lengua por el cuello y mordiéndole el lóbulo de la oreja.
—¡Oh, diablos! ¿Ustedes van a besuquearse toda la noche? Yo vivo aquí también —
dijo David, la miseria y el disgusto grabado en su rostro. Los ojos de Lauren giraron
hacia la pila de comida que David llevaba, y se iluminaron.
Caminó al baño para lavarse los dientes y disfrutar de una larga orinada. Cuando
caminaba de vuelta a la habitación, miró el teléfono, pero no hubo respuesta.
Cualquier cosa que el jodido de Chris hubiera hecho —y el bastardo estúpido hizo
casi todo— era su familia. Si eso significaba algo.
Se quitó la ropa y se metió en la cama con cansancio, disfrutando de la sensación de
las sábanas limpias en su piel desnuda. Durmió inquieta, despertando a menudo
cuando rodó sobre la parte de su cuerpo que dolía, y soñando con Chris, parado solo
en un bosque hecho de torres de alta tensión. Sus ojos habían sido cosidos. Se
despertó con el corazón desbocado y Camila se hallaba de pie sobre ella mirándola
casi temerosa.
—Mierda, lo siento. Una pesadilla. —Se frotó las manos sobre los ojos y luego se
sentó, reiniciando rápidamente su cerebro—. ¡Oye, Feliz Navidad! O tal vez esto es
un buen sueño, una mujer sexy trayéndome café a la cama en la mañana de
Navidad. Sí, tiene que ser un sueño, mi vida nunca es tan buena. Podría tener que
tocarte para ver si eres real.
Pasó una mano debajo de la camisa de dormir de Camila y ella casi derramó el café.
—Sí, eres real. A muñeca le gusta gritarme. Como que me excita. — Levantó la
sábana y miró su erección mañanera—. Sí, definitivamente me excita.
Ella se las arregló para poner el café abajo de forma segura antes de que la jalara
hacia ella para darle un beso de Navidad.
Esta vez su gemido significaba algo diferente, pero sólo ella lo oyó. Se apartó de
Lauren, demasiado excitada para su propio bien.
—¡Deja de hacer eso! No debería estar aquí, ¿recuerdas? Y de todos modos, tus
moretones lucen horribles. ¿Duelen?
—Lo envolví yo misma —dijo con orgullo, mostrando el papel arrugado y el lazo
torcido como si viniera directo de Tiffany's.
Cogió el pequeño paquete y luchó con la cinta adhesiva hasta que el papel terminó
destrozado y Camila casi lloraba de frustración. Por último, sacó un trozo de
material plateado. Su rostro enrojeció al darse cuenta de que era la tanga más
pequeña que alguna vez vio, un triángulo diminuto al frente era la parte más
significativa del mismo. Vio más de cerca. Sí, lo vio correctamente, un pequeño
triángulo de tela plateada impreso con una imagen de muérdago.
—Úsalo para mí hoy —dijo con voz ronca—, y puedo besarte bajo el muérdago
cuando quieras.
La observó tragar y asentir sin decir palabra. Su cabeza giró cuando oyó que
llamaban a la puerta de Lauren. Metió la tanga en su puño mientras Sinu se
inclinaba en el interior.
—Le traía un café a Lauren —murmuró Camila, con el rostro todavía ardiente.
—¡Feliz Navidad!
Lauren sonrió para sus adentros. Después de que se duchó y se liberó de la erección
mañanera que definitivamente no desapareció durante la visita de Camila en su
pequeña y bonita camisa de dormir, llamó a la puerta de David y asomó la cabeza.
Sinu parecía nerviosa, pero Alejandro simplemente le dijo que se sirviera la fruta
fresca y los cereales. No necesitaba que se lo pidieran dos veces. La comida en el
hogar Cabello era increíble —era increíble que ninguno de ellos fuera del tamaño de
un búfalo. En el momento en que terminó, ni Camila ni David habían hecho acto de
presencia. Esperaba que fuera porque ambos usaban individualmente la mayor
parte de sus regalos de Navidad. No, mejor sacar esa mierda de su cabeza, porque si
comenzaba a pensar en su muñeca en ese tanga, estaría caminando con tres patas.
En cambio, se ofreció a ayudar a Sinu a pelar unas patatas, pero después de que
casi se quitó varias capas de piel con el pelador — provocando una respuesta
extremadamente vocal que la hizo hacer una mueca de dolor— la puso a trabajar en
la tarea más simple y mucho menos peligrosa de poner la mesa.
El resto de los Cabello apareció una vez que casi todo el trabajo estuvo hecho.
Obviamente esquivaban cualquier trabajo que Sinu tuviera que ofrecer. A ella no le
importaba. Esta era su primera Navidad real, en dos años, y lo disfrutaba.
Jaló a Camila en un fuerte abrazo, sin importarle que su familia estuviera viendo.
Ella se retorció un poco, pero le devolvió el abrazo con rapidez, luego le lanzó una
mirada de advertencia.
—Vamos a abrir los regalos —dijo Sinu alegremente, y todos se fueron en tropel al
salón.
Lauren tenía dos regalos más para añadir a los pequeños montones bajo el árbol: un
libro de Lewis Grizzard para Alejandro, y un disco de Ray LaMontagne para Sinu.
—¡Oh, me encanta Ray! Me hace querer bailar alrededor de la cocina mientras hago
la cena. Gracias, Lauren, eso fue considerado. —Y le dio un fuerte abrazo y un beso,
mientras la ojiverde permanecía inmóvil, todavía digiriendo la novedad de que Sinu
bailaba.
Le guiñó un ojo.
—¿Estás...?
Le entregó un paquete que tenía que ser un libro. Lo abrió y frunció el ceño, no
reconociendo el título o el autor.
—Comí demasiado —gimió, olvidando que la ojiverde no podía leer los labios desde
ese ángulo.
—¿Chris?
—¿Quién?
—Keana. —Alzó las cejas, sabiendo que ella leyó todos los textos de Keana en su
teléfono celular.
Se sintió irritada, pero entendía. Compartió algo importante con Keana y dejó a
Camila en la oscuridad. Tenía que sentirse preocupada acerca de otra mujer. Joder,
si la situación hubiera sido inversa, querría arrancar la cabeza del tipo o tipa.
Se tragó su irritación.
—Por el amor de Dios, eso fue cuando era una niña. ¡Mi polla no ha estado cerca de
ella en casi tres años!
Por el rabillo del ojo, vio que David salió de la cocina. No lo culpaba, sentía ganas de
hacer lo mismo.
—¡Bueno, sí!
—¿Te vas?
Asintió lentamente.
—Un poco —dijo, honestamente—, pero no es por eso que me voy. Tengo que
ponerme a trabajar para encontrar un lugar para vivir.
Se frotó la frente.
—¿De verdad tienes que irte? ¿Quédate un día más? ¿Por favor?
Lauren negó con la cabeza.
—No, necesitas tener un poco de tiempo con tu familia y tengo cosas que hacer.
Sonrió agradecida.
Camila era miserable, pero había una persona que aparentaba estar teniendo una
peor Navidad. Shawn le envió un mensaje mientras conducía a casa, rogándole para
que se reunieran. Aparcó fuera de la misma cafetería en la que se encontraron dos
días antes más felices y menos complicados. Shawn ya esperaba, su rostro tenso.
—Gracias a Dios estás aquí —dijo, jalándola a un fuerte abrazo—. ¿Dónde está
Lauren?
Parecía sorprendido.
—¿Por qué?
—Bueno, dijo que era porque tenía que encontrar un lugar para vivir...
Se encogió de hombros.
—Tuvimos una horrible y estúpida pelea, fue todo mi culpa. Fui una verdadera
perra. No la culparía si quisiera alejarse de mí.
—Oh, eso es gracioso, viniendo de ti ¡Sr. He sido homosexual por años y nunca le
dije a mi mejor amiga!
—Oh, simplemente genial —dijo el chico, su voz pesada con sarcasmo—. Mamá se
puso a llorar y papá comenzó a orar. Y eso fue cuando les dije que dejaba la
universidad.
—¡Ay!
—Sí, y luego les dije que era gay. —Shawn tomó una respiración temblorosa—.
Mamá solo lloraba un poco más y papá no sabía que decir. Tuve que irme.
Puso las manos sobre las de él, muy consciente de que los problemas de Shawn eran
mucho más grandes que los suyos. Se veía miserable. Estaba poniendo una buena
fachada, pero podía sentir el dolor que intentaba ocultar con tanto esfuerzo.
—¿Lo crees? Demonios, ¡sí! ¿Tú y yo en la ciudad? Bueno, tú, yo y Lauren. Sería
asombroso.
Enfatizó las últimas dos palabras y finalmente se las arregló para conseguir una
pequeña sonrisa de Shawn. Le alegraba que uno de ellos estuviera sintiéndose más
optimista. Cuando fue a ordenar más café, comprobó el teléfono de nuevo, pero no
había nada de Lauren. Shawn le llamó la atención mientras caminaba de vuelta,
definitivamente lucía más ligero y relajado.
—Nada.
Se encogió de hombros.
—Espera hasta que esté cerca de casa, luego llámala... um... envíale un mensaje. —
La miró simpáticamente—. Es una chica bastante genial. Quiero decir, la manera
en que fue conmigo. Cuando la vi, pensé que era, tu sabes, tan lesbiana buch, que no
había forma en la que dejaría a un chico gay pasar el rato con ustedes sin burlarse
constantemente. Pero se encontraba totalmente bien con eso. Y hablo en serio, está
loca por ti.
Camila suspiró.
—Algunas veces lo creo, pero es tan difícil de entender. Nunca me dice nada. No lo
sé, como si pensara que me está protegiendo o algo.
Pero por la noche, todavía no tenía noticias de la ojiverde. Sus emociones habían
estado saltando de irritación a ira, de preocupación a duda, terminando con una
paranoia a escala real. ¿Tal vez el autobús chocó en la carretera? ¿Tal vez la linda
rubia que subió al autobús antes que ella, se encontraba actualmente disfrutando de
los considerables encantos de Lauren, quizás había encantado los pantalones fuera
de ella, literalmente?
—Sabes, cariño, la mitad del tiempo tu padre olvida llevarse el celular y cuando lo
hace, casi nunca está cargando o encendido.
Sacudió la cabeza.
—Lauren siempre tiene su celular con ella, no es como si pudiera usar un teléfono
corriente, tiene que enviar mensajes.
—David dijo que pelearon. ¿Tal vez solo necesita algo de espacio? — ¿Cuánto
espacio necesitaba? ¿Tanto que estaba rompiendo con ella?
—Mira —dijo, al teléfono más tarde esa mañana—, ¿Por qué no vamos ahí y vemos
que sucede? Si estas tan preocupada, te llevaré allí. Dios sabe que necesito alejarme
de mis padres. Realmente aprecio que oren por mí, pero también están
enloqueciéndome un poco. Dios me hizo gay, solo tendrán que superarlo.
—Seguro, por qué no. Sin embargo necesitaremos quedarnos en algún lugar.
Mordisqueó la uña del pulgar, lo que quedaba de ella después de las últimas
veinticuatro horas.
Rio.
—¿Una fiesta de pijamas? Oh Dios mío, ¡eso suena tan gay! Tengo que recuperar el
tiempo perdido. Sí, vamos a hacerlo.
—No estoy persiguiéndola, mamá —mintió—. Sólo... estoy preocupada por ella. Y
Shawn quiere ver mi universidad.... Así que todo está bien.
Alejandro frunció el ceño, pero luego sorprendió a Sinu al estar de acuerdo con
Camila.
—No conseguiremos ninguna paz en esta casa con ella furiosa, y Shawn es un chico
estable y sensato.
—¡Gracias, papá! —canturreó, y corrió escaleras arriba para empacar las cosas.
Dos horas después se encontraban en carretera.
—Preparé una lista de reproducción con canciones para viajes de carretera —dijo
Shawn, complacido consigo mismo—. No creí que tendría la oportunidad de
utilizarla tan pronto.
Pronto los sonidos de Free de Ultra Nate flotaban en el coche, y Camila sintió a su
espíritu animarse, aunque muy ligeramente. Levantó las cejas.
—Recuerdo ésta.
Sonrió.
—Por supuesto que no, Mila. Es por eso que estamos aquí. Además, quiero ver este
famoso antro de perdición.
Se avergonzó.
—Lo siento.
Se sentía demasiado nerviosa para dejarlo entrar primero, y corrió escaleras arriba.
Caminando hacia ellos, como si cada paso estuviera pegado a la tierra por su propia
y única gravedad venía Lauren. Se veía cansada, sucia, pero se encontraba con vida
y en una pieza.
—¿Estás bien? ¿Qué sucedió? ¿Dónde has estado? ¡He estado volviéndome loca!
—Sí, después la policía arruinó todo el lugar. —Miro al edificio destrozado, y la ira
se extendió por su rostro—. Será mejor que eche un vistazo.
En todo caso, el interior se hallaba peor. Todos los muebles habían sido destrozados,
las alfombras rasgadas, incluso algunas de las tablas del suelo. Cada armario,
despensa y gabinete fue vaciado, el contenido descuidadamente desparramando
alrededor. En lo que quedaba de la cocina, el refrigerador estaba tendido de lado, un
envase de leche cortada vertido en el suelo. La puerta trasera se dejó abierta y
algunas hojas se colaron adentro. Al menos no había llovido. Cautelosamente,
Camila escogió una ruta escaleras arriba que evitaba algo de los peligros potenciales
de la alfombra destruida y las manchas sospechosas. La misma destrucción llegó al
segundo piso. En la habitación de Lauren, todos se detuvieron. La puerta fue
destruida por algo pesado, causando que el seguro se desintegrara. Su habitación
una vez ordenada había sido destruida, las sábanas arrancadas de la cama, el
colchón reducido a pedazos. Todos los libros tenían las portadas rasgadas y fueron
tirados al suelo. Empujaron la alfombra a un lado e incluso el pequeño desván
encima de la cama había sido quebrantado. Ropa fue sacada del armario, tirada en
el suelo y pisoteada.
Ella asintió. Cualquier plan que implicara alejarse rápidamente de allí sonaba bien
para ella.
Unos minutos más tarde, Lauren los siguió afuera. Cargaba una bolsa de plástico
algo de su ropa, pero muy poca.
—Se llevaron mi guitarra —dijo, con una voz vacía—. Y revisé la cochera, Sirona se
ha ido. Mierda. El lugar ha sido dejado completamente expuesto, todo se ha ido.
—Su Harley.
Lauren se agachó y cogió una botella medio llena de vodka que yacía a sus pies. Se
encontraba a punto de decirle que no tomara cuando metió algunas hojas de
periódico en el cuello y sacó el encendedor. Las llamas lamían el papel y la ojiverde
apuntó el misil hacia la casa.
—¡No! —gritó Camila, y tomó su brazo de modo que se desvió del objetivo y se
estrelló en la fogata, explotando sin causar daño. Shawn parecía conmocionado y
totalmente asombrado.
—¿Qué estás haciendo? —gritó Camila, tirando de Lauren para enfrentarla.
—Creo que será mejor que la saquemos de aquí —dijo Shawn en voz baja.
Camila llevó a Lauren a la parte posterior del coche y la empujó dentro. Se deslizó a
su lado, sosteniéndole la mano, mirando ansiosamente su rostro. Ella se recostó en
el asiento y cerró los ojos. Manteniendo su voz baja en algún tipo de creencia atávica
de que eso calmaría su espíritu herido, le indicó a Shawn la dirección a los
dormitorios. Se detuvieron brevemente para recoger comida, pero Lauren no volvió
a hablar de nuevo. Una vez que llegaron, le dijo a Shawn que esperara en la salida
de incendios con la ojiverde, hasta que pudiera hacerlos entrar sin ser vistos.
Abrió la salida de incendios y le hizo un gesto a Shawn para que entraran. Él tiró de
una Lauren parecida a un zombi.
—Sí, los colocarán en los dormitorios de las chicas para el año que viene. Si no fuera
un requisito para los que son de fuera de la cuidad vivir en el campus el primer año,
creo que tendrían un montón de habitaciones vacías.
Miró a Lauren.
—¿Tienes hambre? —Camino hacia ella y palmeó su brazo—. ¿Tienes hambre?
—Estoy cansada.
—Deberías dormir. ¿Quieres tomar un baño primero? Difícilmente hay alguien por
allí, podría esperar afuera, asegurándome de que nadie entre.
—Sí, supongo.
Camila inclinó la cabeza por la puerta y la llevó hacia las duchas de mujeres. Sus
ojos viajaron por su cuerpo mientras se desvestía y vio que sus moretones se
volvieron amarillos y comenzaban a desaparecer. Eso era algo. Pero se veía muy
cansada.
Lauren parecía ligeramente más despierta y aceptó un poco de la comida, pero sus
parpados se cerraban. Ella sabía que necesitaba dormir pero tenía que preguntarle.
—¿Qué sucedió?
—Regresé de tu casa. No tenía dinero para un taxi así que caminé desde el puente.
Acababa de abrir la puerta cuando los policías aparecieron. Fui arrestada y pasé dos
días en la cárcel antes de ser liberada bajo fianza.
Camila jadeó.
—¿Por qué fuiste arrestada? ¡Ni siquiera estuviste ahí!
Su cabeza cayó.
—Chris está acabado. Ni siquiera le darán libertad bajo fianza. Es un delito grave,
intento de distribución. —Su voz se encontraba vacía mientras recitaba los hechos—
. Podría tener un máximo de diez años.
—¿Pero...?
Gimió con frustración. ¡Eso era tan propio de ella! Tratando de protegerla, la asustó
demasiado.
—¿Y qué hay de tu guitarra? —dijo en un tono tan calmado como pudo mostrar—.
¿Qué hay de Sirona? ¿Reportarás el robo?
—Muñeca, sé que tienes más preguntas, pero realmente necesito dormir ahora —
dijo, mirando con anhelo la cama de la castaña—. ¿Podemos hablar en la mañana?
—Por supuesto —dijo suavemente, moviendo las cajas de la comida, para que
pudiera recostarse.
—Estoy tan malditamente feliz de que estés aquí —susurró—. Hace que duela
menos.
Shawn movió algo, siseando en un teatral susurro y ella levantó las cejas.
—Oh, Dios, lo lamento. Sigo olvidándolo. Jesús, todos mis problemas parecen
bastante patéticos.
—No tenía idea de que este asunto con su hermano fuera tan serio. Parece que será
encarcelado por mucho tiempo.
—No lo sé. Encontrar algún lugar para vivir. Tratar de ir a la escuela. Tiene un
trabajo planificado en un taller de autos. Espero que no se derrumbe por todo esto.
Es realmente inteligente. Me ayuda con matemáticas y todo.
—¡¿Qué?! Traté de hacer eso por años y no conseguí llegar a ninguna parte. Debe
ser buena.
Se rio un poco.
—Tú sabes, excepto por las ventanas, no sería demasiado difícil arreglar la casa
para hacerla lo suficiente habitable. Tu padre no es tan malo en esas cosas.
¿Piensas que ayudaría? Tenemos diez días.
—¡Dios, podría darte un beso! —dijo, levantándose—. Estoy segura de que mamá y
papá querrían ayudar. David, también. —Entonces su rostro cayó—. Pero las
ventanas todavía son un problema. No hay manera de que Lauren sea capaz de
pagar por eso y no puedo pedirle a mis padres...
—Ya se nos ocurrirá algo. Mira, llama a tus viejos, diles que ella está bien y lo
consultaremos con la almohada. Bueno, vete a dormir con tu fabulosa, caliente y
desnuda novia y yo me meteré en esta pequeña y solitaria cama individual, y soñaré
con traseros apretados y bíceps lamibles.
—Oh mi Dios —dijo—, suenas igual que Dinah. Debe ser esa cama.
Llamó a sus padres y aunque se encontraban sorprendidos por lo que les contó,
prometieron estar allí para la hora del almuerzo al día siguiente. Por primera vez
en varios días, se permitió tener esperanza mientras se acurrucaba al lado de
Lauren, quien durmió por catorce horas, ininterrumpidamente. Había estado tan
quieta, que la movió para asegurarse que respiraba. Suspiró suavemente, lo cual la
tranquilizó.
—No, supongo que no. —Se mordió el labio por un momento, luego se levantó—. Voy
a lavar algo de ropa sucia para ella. No es que haya quedado mucha ropa.
Camila suspiró.
—Era música. Como yo. Comenzó a perder la audición cuando tenía catorce años. Y
escribió la música más increíble. Canto cuatro de sus canciones en la banda. Es
horrible, lo que ha pasado.
—Gracias a Dios que te encontró —dijo el chico, demasiado bajo para que escuchara.
Shawn lo recogió.
—Huh, el número telefónico de una mujer. Mila, deben de darle este tipo de cosas
todo el tiempo.
—Ha estado con bastantes problemas—dijo el chico, levantando las cejas—. Pero si
estás tan preocupada por eso puedes preguntarle cuando despierte.
—Todavía no hay señales de vida —dijo Shawn, afablemente—. Pero pienso que
deberías despertarla para que podamos encontrarnos con tus viejos en su casa.
—¿Bonito sueño?
—Jodidamente increíble —dijo con una sonrisa—. Si hubiera sido alguien más que
tú quien me despertara, habría estado cabreada.
—Mejor ponte algo de ropa —le recordó Camila, y le lanzó vaqueros y camisa
limpios.
—Mierda, eres una mujer increíble —dijo Lauren con gratitud.
Shawn desvió los ojos mientras la ojiverde salió de la cama y se puso los vaqueros.
—Realmente vamos a tener que conseguir algo de ropa interior — comentó Camila.
—Tomaré lo que sea que quedó —dijo, mirando la comida con hambre.
Comenzó a comer con ganas mientras ella le explicaba sobre sus padres viniendo a
ayudar. Se detuvo con los palillos a mitad del camino a su boca.
—Um, hay algo más —dijo Camila, tocando la nota que encontró en los vaqueros de
Lauren—. ¿Qué es esto?
Frunció el ceño y luego su rostro se aclaró. —Ah, sí. Una chica que conocí en la
clínica de audición. Acababa de ponerse el CI. Quería intercambiar comentarios. —
Rodó los ojos.
Shawn giñó a Camila, una sonrisa de alivio en su rostro, y Lauren siguió comiendo.
Salió de la habitación hecha una furia, cerrando la puerta de golpe detrás de ella.
Shawn volvió la mirada hacia Lauren, quién parecía igualmente furiosa.
—No puede.
—Ella es todo.
—Entonces díselo. Jesús, ustedes dos... No sé cuál de las dos es peor. Maldita sea.
He estado fuera del closet precisamente por dos días y me tienes siendo un Dr. Phil
o Ricki Lake o algo parecido. ¡Dame un respiro! —Movió los hombros en un gesto
impaciente.
La ojiverde sonrió.
—¿Ricki Lake?
—¿Y? Mis abuelos son de Baltimore. Me gusta Hairspray. Solo has algo para
hacerla sentir especial, para que sepa que te importa. No tiene que ser algo caro...
—Joder gracias por eso, porque en caso de que no te hayas dado cuenta, estoy en
bancarrota —dijo amargamente. Pero al mismo tiempo, tuvo una idea. Tal vez.
—Mira, deberíamos irnos —dijo Shawn, mirando el reloj—. Te veré fuera, les daré a
ti y a Mila unos minutos para ustedes.
El chici abrió la puerta mientras Camila pisoteó dentro de nuevo, casi tirándolo
mientras pasaba junto a él.
—No me estoy riendo, muñeca —dijo, reteniendo una sonrisa—. Lo siento, está bien.
—¡No! No, definitivamente no está bien. ¡Nunca me cuentas nada! Tengo que
descubrir todo por accidente. Esa no es la base de una relación, Lauren.
—Camz, por favor. Lo intentaré, está bien. Solo... es... No he tenido a nadie para
contarle esta mierda en un tiempo.
Sus ojos avellana rogaron para que entendiera y no tuvo corazón para castigarla
más. Había dicho que iba a tratar. No podía pedirle más.
—Está bien, pero estamos en esto juntas. Solo dime. Si te afecta, me afecta.
¡Consigue que atraviese tu grueso cráneo! —Y le dio unos golpecitos en la cabeza.
Llegaron justo cuando el carro de los Cabello daba la vuelta dentro del camino. Era
como una versión extrema de los programas de Hazlo tu Mismo en la televisión. Ese
primer día, quedó asombrada de lo mucho que consiguieron hacer. Alejandro llamó
para que trajeran un contenedor con cantidades industriales de pintura blanca,
brochas y rodillos. También hizo arreglos para que un vidriero viniera, y montara
vidrios nuevos en las siete ventanas. Y después le dio tareas a todo el mundo.
Lauren trabajó más duro y más tiempo y tomó menos descansos que nadie, animada
por ver su casa de la infancia resurgir de los escombros. Incluso se las arregló para
recuperar algunas de las fotografías de sus padres que no se encontraban
demasiado dañadas. A mitad de la tarde, dos hombres llegaron en una furgoneta
VW golpeada a comprar coca, pero Alejandro los despidió amenazando con llamar a
la policía.
—Eso pasará por un tiempo —dijo pensativo—, pero el mensaje pronto llegará
alrededor... siempre y cuando se mantenga así.
—Se mantendrá —espetó la ojiverde—. No quiero esa mierda en ningún lugar cerca
de mí o... no lo quiero alrededor.
—Nada taaann femenino, por favor, muñeca —suplicó Lauren, y Camila rio en voz
baja
—Te encantará lo que sea que consiga. —Y la besó rápidamente para que no
pudiera replicar.
Fueron verdaderamente exitosas, asegurando sofás, sillas, una mesa de cocina y dos
camas dobles con colchones decentes.
En la víspera de Año Nuevo, hubo más buenas noticias. Lauren fregaba el cuarto de
baño de la planta baja que no se había utilizado para nada más que el
almacenamiento de licor durante dos años, cuando su móvil vibró en el bolsillo. Al
leer el mensaje su rostro se iluminó, y su grito de alegría se escuchó en toda la casa.
—¿Qué pasa?
—¡Encontraron a Sirona! Algunos idiotas trataron de vendérsela a Sal, el tipo de la
tienda de autos que me dio trabajo. La reconoció y le avisó al bastardo de ello. La
puedo recoger hoy.
—Lo sé...—dijo Camila con suficiencia. Luego agrego — No se supone que eres gay?
—Sí, así que es la víspera de Año Nuevo y mañana, mierda, bueno, es un Año
Nuevo. Por lo que, um, quería, ya saben, agradecerles a todos lo que han hecho. Ha
sido como tener una familia, así es como se siente, para mí, quiero decir. Y Shawn,
hombre, viniste de paso y sé que has pasado tu propia mierda, así que si necesitas
un lugar para quedarte... ésta es tu casa. Está bien. Sinu, Alejandro, ustedes son
jodidamente impresionantes. Um, lo siento. Pero lo son. Tú, también, David.
Trabajaste duro, hombre. —Sus ojos se volvieron hacia Camila, que sostenía la
mano sobre su boca, sus ojos brillantes con lágrimas—. Muñeca... tú... yo... solo...
gracias. Quiero decir, gracias por todo. Joder, yo...
Camila de puso de pie y caminó hasta ella, mirándola a los ojos. —Lo sé.
Hubo un silencio, tan lleno de emoción que tuvo que ser roto.
—Salud por un nuevo comienzo —dijo Shawn levantando la cerveza.
Camila llevó a Lauren hacia al sofá con ella y lo sostuvo hasta que su vergüenza
desapareció.
—Soné como una jodido tonta —se quejó—. Lo tenía todo planeado, lo que quería
decir y entonces, ah, mierda.
—Perfecto, ¿Huh?
Le sonrió.
A la media noche, cantaron Auld Lang Syne, y la ojiverde envolvió los brazos
alrededor de la cintura de Camila, jalándola contra su pecho, sintiendo las
vibraciones de la canción hacer eco a través de su pequeña caja torácica. Las
palabras de Shawn regresaron a ella, Solo has algo para hacerla sentir especial,
para que sepa que te importa. Repentinamente, sabía lo que quería hacer. Varias
cosas cambiaron ese Año Nuevo. Después de una larga noche de hablar de ello con
Lauren, Shawn decidió transferirse a la misma universidad, y tenía esperanzas de
que sus padres apoyaran esa decisión.
Lauren le ofreció un lugar para vivir como un agradecimiento por todo lo que hizo.
Aceptó agradecidamente, pero insistió en pagar el alquiler, a lo que la ojiverde se
negó, hasta que Camila lo llevó a un lado y le dijo que no iba a apreciar que
trabajara veinte horas a la semana además de estudiar, cuando la contribución de
Shawn significaba que sólo tendría que trabajar ocho. Con el chico y su novia contra
ella, perdió la discusión. Al día siguiente, los Cabello fueron a casa, llenos de
promesas de volver pronto. David le recordó a Lauren que todavía tenían que
planear una cita a la sala de juegos. Shawn se fue, también, pero sólo para recoger
sus cosas antes de mudarse, listo para el nuevo semestre.
Lauren y Camila estuvieron solas por primera vez en más de una semana. Antes de
que Shawn y los Cabello estuvieran al final de la carretera, se quitaron la ropa el
uno al otro, y no habrían llegado al dormitorio, si Lauren no la hubiera recogido y
cargado. Camila era un charco caliente y sudoroso, su carne todavía temblaba de las
réplicas suaves después de un orgasmo muy necesario, cuando Lauren rodó sobre el
costado y pasó un dedo por su mejilla.
—¿Mejor?
Sonrió.
—¿Qué pasa?
—Ah —dijo tragando con dificultad—. ¡Ah! Sí, por supuesto que iré contigo.
—¿En serio?
—¡Sí, Idiota!
—Está bien.
—¡Está bien!
Camila se acercó y sostuvo su cara, apretando sus mejillas con dedos gentiles.
—Todo va a estar bien —dijo, colocando un suave beso en sus labios—. Va estar
bien.
No se sentía jodidamente bien. Se sentía mal del estómago. ¿Qué si después de toda
esta mierda no funcionaba? Había leído las estadísticas que se encontraban en todos
los blogs en línea y cuentas que fue capaz de encontrar. Sabía que los implantes no
funcionaban bien para todo el mundo, una minoría tal vez, pero por la forma en que
su maldita suerte iba, estaría en esa minoría.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en las rodillas y dejó que su
cabeza colgara hacia abajo.
Camila golpeó su brazo con suavidad y levantó la mirada. Una mujer se encontraba
de pie frente a ella sonriendo. Ah, sí, ¿cómo se llamaba?
L: Muy bien.
L: He estado ocupada
L: Sí. C-A-M-I-L-A.
S: ¿Es la música?
L: Sí.
—Sí, la primera.
S: Te ves un poco nerviosa. Es por lo que vine. Pero valdrá la pena. Te lo prometo.
K: Cuídate. Adiós.
S: Adiós.
—¿Qué te dijo?
Su boca se apretó en una línea dura. Camila sostuvo su mano al entrar en la sala de
consulta con ella. El Dr. Palmer se encontraba allí, lo que las tranquilizó a los dos.
—Hola, doc —gruñó Lauren, con la garganta inexplicablemente seca—. Um, Camz,
este es el doctor Palmer. Doc, esta es mi novia, Camila Cabello.
—Sí, está bien —dijo la ojiverde—. Puedo sentirlo cuando trago, lo que es un poco
extraño.
—¿Una pelea? —repitió el doctor Palmer, con los ojos parpadeando entre las dos—.
¿Hubo algún daño en la cabeza?
—Te golpeó en el lado izquierdo de la cabeza y uno de los puntos de sutura se abrió
—dijo Camila en un tono desafiante, cruzando los brazos sobre su pecho.
Lauren se quitó el gorro y lo metió en el bolsillo. El doctor probó la herida pero ella
no movió ni un músculo.
—Bueno, parece estar bien —dijo el doctor Palmer finalmente—. Pero realmente no
puedo recomendarte que te metas en peleas.
—¡Diablos, sí!
El médico suspiró.
—Ah... —El doctor Palmer miró sus notas—, pensé que jugabas futbol, mariscal de
campo, ¿no es así?
—¿Ya no juegas?
—Te dejaré con eso —dijo el doctor Palmer, estrechando la mano de las dos—.
Vayan a mi oficina si tienen algún problema.
Lauren miró la cara de Camila. Parecía completamente absorta en lo que les decían.
—¿Lista para probarlo? —dijo la doctora Devallis.
—Un segundo imán se colocó bajo la piel durante la cirugía —explicó la doctora
Devallis.
—¡Mierda! —dijo Lauren, con su mano volando automáticamente hasta su oreja, sus
ojos verdes, muy abiertos.
—Esto tomará un poco de tiempo para funcionar bien —dijo la doctora—. Solo ven
con nosotros. Tu rehabilitación auditiva no será instantánea, como estoy segura de
que estás cansada que la gente te diga. Bien, estoy mapeando el proceso para ti.
Imagina un órgano eléctrico: cada electrodo tocará una "nota" en particular. Habrá
un montón de ajustes involucrados.
Esperó y la ojiverde frunció el ceño. Luego se volvió hacia ella y repitió las palabras.
Lauren la miró.
—Um, hay algo. Es como... mierda, no sé... patos graznando, ¿tal vez?
—Bien, nos vamos acercando. —Hizo algunos ajustes más—. El sonido te parecerá
extraño hasta que te acostumbres a él. La mayoría de las personas lo describen
como "mecánico" o "sintético" Pero no te preocupes, la percepción cambiará con el
tiempo. Bien, vamos a tratar de ampliar la gama.
Se concentró.
—Es una especie de... ahogado... como que estoy bajo el agua o algo así.
—Está bien, eso es bueno. Lo estás haciendo bien. A medida que el cerebro se
adapte y aprenda una imagen de sonido completa, comenzará a sonar más natural.
Será agotador al principio, pero se hará más fácil.
Por otra hora, puso a prueba una gama de sonidos hasta que Lauren parecía
agotada. Camila tuvo que impedirle que se frotara la cabeza.
—Lo has hecho muy bien para un primer día —dijo la doctora Devallis, por fin—.
Tienes una cita programada para mañana por la tarde, haremos un poco más de
trabajo entonces. ¿De acuerdo?
—Quiero que practiques usando el procesador y transmisor durante una hora esta
noche. No intentes demasiado, sin televisión o radio, solo hablando, ¿de acuerdo?
—¿Laur?
—¿Por qué?
—¿Por qué no quieres que nos conozcamos? —dijo, tensa—. Dijiste que querías
presentarnos.
—Te prometo que me comportaré bien con tu ex novia —dijo, dibujando una cruz
sobre su corazón. Entonces se sintió culpable al ver cuán estresada se encontraba—.
Oye, ¡no te preocupes! Honestamente, no empezaré nada.
K: ¡Hola, extraña!
L: No empieces.
Lauren levantó las cejas y luego se volvió hacia su novia, que parecía perdida.
—Piensa que eres linda.
K: ¡¿"Hermosa"?! Me agrada .
Las mujeres se sonrieron con cautela una a la otra, y Lauren se frotó la cabeza.
—Sí puede, pero dice que es agotador. Prefiere hacer señas.- le respondio Lauren
—¿Te duele?
K: ¿Debido al IC?
L: Sí.
K: ¿Cómo se siente?
K: ¿Puedes escuchar?
—¿Qué te dijo?
—Déjalo, Camz.
—Cree que ahora voy a ser parte del mundo de los oyentes y no voy a tener nada
que ver con... otras personas sordas. No entiende que voy a seguir siendo sorda, que
esto —Señaló a su cabeza—, es sólo otra herramienta. Pero no es como si fuera una
persona oyente. —Miró a a su novia mientras le hablaba—. No estoy segura de que
lo entiendas. Esto es de por vida, Camz. Nunca voy a ser como tú.
—Lo sé —susurró.
—Yo también. He ordenado mucha grasa para ti. Vamos, vuelve. Por favor.
K: Te maneja bien.
L: ¿Muy condescendiente?
K: Supéralo.
Gimió.
—Piensa que Mani es "linda". —Utilizó comillas en el aire para mostrar cuán
profundamente incómoda estaba, hablando de esa manera.
—¿Dónde has estado, guapa? He echado de menos tu dulce cara. — Se inclinó para
pellizcarle la mejilla—. Espero que la estén manteniendo bajo control, chicas —dijo.
L: No es tu tipo.
L: Es gay.
—Oh, dile que vamos a hacer una fiesta cuando Shawn se mude.
K: ¡Vete a la mierda!
Le sonrió.
Durante los próximos tres días, Lauren tuvo dos citas más. Cada vez, Camila fue
con ella, y cada vez eran pequeñas mejoras, pero la frustración de la ojiverde era
clara. No podía distinguir entre las voces de los hombres o las mujeres, y no podía
decir quien hablaba. Algunos de los sonidos le parecieron "feos", aunque no pudo
explicar lo que quería decir con eso. Camila creyó comprender, al ser música, y estar
tan en sintonía con la calidad del sonido, algunas combinaciones simplemente no
parecían correctas. Pero mantuvo ese pensamiento para sí misma. Lauren sabía que
su control sobre su temperamento era tenue y trató de no descargar su constante
enojo en Camila, pero era difícil. Casi se sintió aliviada cuando Shawn regresó, y la
intensidad de estar con su novia a todas horas y todos los días diluyó. Algo bueno
resultó de su tiempo juntas, el sexo había sido increíble. Ella tenía cada vez menos
inhibiciones y la sorprendió varias veces tomando la iniciativa. Pero pelearon,
también. ¡Joder, si pelearon! Admitió para sí misma que la volvía loca que nunca
hablara de lo que sentía, ¡pero vamos! Simplemente no era una cosa fácil de hablar
cada maldito segundo de cómo se sentía a cada momento. A veces necesitaba sólo
ser. Camila no parecía entender eso, y la acusaba de excluirla.
—Quiero decir, me envió esa carta desgarradora pero nunca puede decirme las
palabras a la cara. Es tan cerrada, nunca sé lo que está pensando y terminamos
peleando. Otra vez.
Suspiró.
—Sí, ya lo sé. Y entonces me enojo conmigo misma por enojarme con ella. Ha hecho
todo esto por mí y termino gritándole. Soy una perra.
Dinah dejó de desempacar y la miró, una media sonrisa tirando de sus labios.
—Oh, créeme, cariño, eso está tan lejos de la verdad. Además, ¿dijiste que te pidió
que fueras a las citas médicas con ella?
—Sí, casi me muero cuando me lo pidió. Por lo general mantiene todas esas cosas
para sí misma. Ya sabes, por ser sorda.
—Sí, me acuerdo del berrinche épico cuando me dijiste. Así que la cosa de la clínica,
¿es algo grande para ella?
Asintió.
—Sí, creo que sabe que tiene que empezar a compartir estas cosas si realmente
vamos a estar juntas.
—¡Guau!
—Lo sé.
—No, sólo me quedaba por unos días hasta que comenzaran las clases.
—Bueno, en realidad no... Tal vez un poco. Me dieron toda la charla sobre "la
necesidad de pasar tiempo separadas" y "disfrutar de mi libertad". Quiero decir,
creo que han aceptado que estamos durmiendo juntas —creo— que simplemente no
quieren que me mude con ella. Voy a guardar ese bombazo para el próximo año.
La miró boquiabierta.
—¿En serio? ¿Eso crees?
Asintió lentamente.
—¡Guau!
—¡Lo sé!
Sonrió a su amiga.
—No creo que nada haya cambiado. Todavía es súper privado. Será bastante malo
cuando la gente se entere de que Chris fue arrestado.
La polinesia asintió.
—Dios mío, no puedo imaginar lo que Lauren está pasando. Estoy tan contenta de
que te tenga a ti. —Vio la cara de incredulidad de su amiga—. No, lo digo en serio.
Sé que no he sido su fan más grande pero, bueno... lo admito. Estaba equivocada.
—Pero...
—Uh-oh.
Suspiró.
—Lo supusimos. No creo que a Lauren le importe mucho, ella y Mani se llevan bien.
—¿A la playa?
—No puede usar el procesador cuando está nadando de todos modos.
Asintió.
—Sí, lo sé.
—Oh Dios mío, ¿la has visto? ¡Se cortó el pelo! Le dije hace años que los cortes
rapado eran la cosa más sexy... ¡Debe haberme escuchado!
—Alexa, ¿estás completamente engañada? ¡Está tan enganchada con Camila que ni
siquiera es creíble!
Alexa rió. Realmente se echó a reír y ella quería meter su cara idiota en la papelera
más cercana.
—No me importa.
—Sí, por eso te veías como si estuvieras a punto de dejarle la cabeza calva —Hizo
una pausa cuando Camila sonrió—, por lo tanto, ¿Lauren va a venir, porque pensé
que teníamos algo de tiempo de chicas?
—No lo sabía —dijo—, pero no es nada más impredecible.- Su teléfono sonó debido a
un texto y sonrió al ver que Lauren la esperaba abajo.
—¿Alexa?
—Lauren es mi novia.
—¿Sí? Bueno, parece una ostentación de piedad para mí.- Dio un paso adelante, su
furia desbordándose.
—Nunca querría tu culo flácido. Nunca querría tocar tus tetas falsas. No sería vista
ni muerta con una chica que viste como un travesti canalizando a Joan Rivers.
Se sintió orgullosa de que la voz no le temblara ni una vez. Cruzó los brazos sobre el
pecho y la miró con frialdad.
—Sí.
Alexa jadeó y estaba a punto de decir algo, pero cuando vio las pequeñas manos de
ella enroscarse fuertemente en puños, salió pisoteando por el pasillo, lanzando
miradas de odio por encima del hombro. Respiró hondo, y se fue a buscar a Lauren.
Se encontraba apoyada contra la pared junto a la puerta de la salida de incendios,
con la cara llena de tensión. Camila inmediatamente se olvidó de la pelea verbal con
la perra de Alexa.
—¿Está Dinah?
—Recibí una llamada de la cárcel. Chris quiere verme. Tengo que estar allí mañana
a las doce.
Sus ojos se oscurecieron, y le dijeron cuál podría ser la razón número dos.
—Mmm, podría sin duda comer algo de comida tailandesa —se burló.
¡Esa chica!
Un guardia le dijo que revisara los bolsillos y se puso sobre ella, mientras lo hizo.
Lauren se encontraba a punto de tratar de pasar otra vez cuando se acordó del
implante. Sintiéndose como una idiota, le explicó el problema. El guardia la miró
con escepticismo hasta que la ojiverde se quitó el gorro y le enseñó al tipo la cicatriz.
También tenía la carta de la cita de afinación en la billetera.
—La próxima vez nos dicen antes de tratar de pasar por el detector de metales, hija.
Se sintió aliviada, el tipo podría haber sido un idiota, pero considerando que
trabajaba en una cárcel, era muy jodidamente bueno en eso.
Se le dijo que esperara en una habitación con un grupo de otros visitantes. Se sentía
incómoda de pie con un grupo de mujeres, la mayoría de las cuales parecían tener
niños pequeños. Una mujer lloraba, las lágrimas corrían por sus mejillas, y los
mocos se agrupaban debajo de su nariz. Lauren apartó la vista.
Después de esperar por diez minutos en los que la mujer siguió sollozando
patéticamente, fueron escoltados por una serie de puertas a otra sala de espera. Un
gran cartel declaraba:
—Um, sí.
—¿Cuál es?
—¿Perdón?
—¡Soy una maldita sorda, está bien! ¡No puedo oír ningún jodido timbre!
Unos minutos más tarde, una enorme mujer en uniforme de guardia se dirigió a
ella.
Sintió los músculos tensarse pero intentó mantener una expresión neutral.
—Sí.
Miró a su alrededor y encontró una pequeña mesa marcada con el número doce. Ya
había varios visitantes sentados con los prisioneros. Un hombre cargaba una niña
de unos dos años en la rodilla y le soplaba burbujas en el estómago. Lauren pudo
ver que se estaba riendo. El estómago se le contrajo y rápidamente se tragó las
náuseas que iban en aumento. Una puerta en el otro extremo de la habitación se
abrió y vio a Chris. Esperaba que estuviera esposado y se sintió aliviada de que no
lo estaba. De hecho, si no hubiera sido por el overol de la prisión, podrían haberse
estado reuniendo en algún restaurante barato.
Lo extraño era, que era verdad. Chris parecía relajado y perspicaz, no hecho un
manojo de nervios o drogado. Se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo
desde que había visto a su hermano así. El chico se rió un poco.
Asintió.
—¿En serio?
—Esa pequeña novia tuya debe ser una buena influencia, o algo así.
—No quiero decir nada. Es genial. Es muy bueno que tengas a alguien —Hizo una
pausa—, ¿cómo está la cosa de escuchar?
—Está bien. Extraño pero cada vez mejor. Puedo oír algunos sonidos, pero aun así
son un poco confusos. Dicen que tomará hasta un año antes de que sea
completamente funcional.
—¿Tanto tiempo?
—Una vez. Fue bastante jodido. Sonaba fuerte en los pasillos, pero no pude
distinguir un sonido de los otros, era basura, así que fue una gran mierda.
—¿Qué?
—Pensé... pensé que sería capaz de escuchar música. Ya sabes, tal vez ser capaz
de... intenté pero es sólo un montón de maldito ruido.
—Mierda, lo siento, chica. Sé que era una gran cosa para ti.
Se encogió de hombros.
—Sí. Lo que sea. —Miró a su hermano—. Así que, ¿vas a decirme por qué estoy
aquí? ¿Por qué vendías maldita metanfetamina?
—Eres mi hermano.
—Lo digo en serio, Laur. He sido un hermano de mierda. No estuve allí para ti.
Toda la mierda esa se vino abajo, trataste de detenerme y estaba demasiado
jodidamente ciego para verlo. Pero ¿sabes qué? No lamento que los policías me
capturaran, porque no creo que hubiera salido vivo. Me encontraba en algunos
escenarios bastante pesados y ni siquiera lo hablé contigo. Seguí dejándome
arrastrar más profundamente —Hizo un gesto con las manos—, heme aquí, pues, en
la cárcel, teniendo la oportunidad de limpiar mis actos. Podrían darme cinco años.
Tomó una inhalación brusca. —Oye, no te preocupes, hermanita. Este lugar es un
picnic comparado a donde me dirigía. Además, puedo estudiar. Podría obtener mi
título antes que tú. Y la prisión tiene un buen taller de mecánica — Suspiró—. Así
que, hum, ¿cómo está la casa?
—Camz me detuvo.
—Sí, arreglada está bien. Sus viejos me ayudaron a arreglarla. Tomé algunas fotos
en el teléfono, pero no se me permitió traerlo dentro. ¿Tal vez podría imprimir
algunas para ti?
Ambos sabían que Lauren realmente preguntaba si Chris quería que lo visitara de
nuevo.
C: Tendré un aventón con Shawn. estaré en tu casa ¡Él tiene una cita! CAMZ xx
L: !?:(/!:;!
Sonrió para sus adentros. Muñeca siempre podía hacerla sonreír. Y Shawn tenía
una cita. El chico se movía rápido. Condujo de regreso lentamente, pensando en
todos los significados de la palabra "hogar": lo que su casa había sido, lo que era
ahora, lo que podría ser o sería, incluso lo que debería ser. Sobre todo, pensó en
Camila esperándola. Eran casi las siete de la noche cuando regresó, y el coche de
Shawn seguía aparcado afuera. Se sintió decepcionada. Había estado esperando
tener a Camila para ella sola. Shawn estaba bien, vivir con él era más fácil de lo que
pensó y aunque no era la persona más ordenada, no era nada después de vivir con
Chris y sus imbéciles clientes por dos años. Por lo menos ya no sentía la necesidad
de bloquear la puerta de su dormitorio —no es que tuviera algo que valiera la pena
robar. Palmeó la silla de Sirona— excepto ella.
La encerró con seguridad en la cochera y se dirigió hacia el interior. Sus fosas
nasales fueron atacadas inmediatamente por el fuerte aroma embriagador de loción
después del afeitado. Shawn pasó luciendo emocionado, con una brillante sonrisa en
su rostro.
Suspiró.
—¿Tienes hambre?
—Muerta de hambre.
Se rió suavemente.
—Siempre estás muerta de hambre. Bueno, voy a hacer algo... el espectáculo
tailandés de Shawn ha quedado en suspenso. Oh, oye, ¿te pusiste tu CI hoy? —
Sacudió la cabeza y frunció los labios — Sabes que la doctora Devallis dijo que
tenías que practicar todos los días. Ve y póntelo mientras hago la cena.
—Muñe...
—¿Estás bien?
—Sí, joder. Yo... pude oírme... en las escaleras. Sólo me asusté un poco. Está bien,
estoy bien.
Su rostro se iluminó.
—No sé si se trata de escuchar más o... como si mi cerebro está identificando lo que
son los diferentes sonidos. Es difícil de explicar- Bajó las escaleras y saltó los dos
últimos escalones, aterrizando con un golpe seco. Una enorme sonrisa se dibujó en
su rostro.
—¡Cama! —jadeó.
—Déjatelo —respiró Camila. Se apartó un poco para que pudiera ver su rostro—,
déjatelo.
La miró dubitativa, pero luego ella la empujó hacia abajo y se sentó a horcajadas
sobre sus muslos, pasándole la lengua por el centro de su cuerpo. Estiró los brazos
por encima de Lauren y se aferró a la cabecera, sus bíceps agrupándose, haciendo
ondular sus tatuajes entonces también quería lamer esos. Sintió su polla caliente y
pesada en sus vaqueros y respiró profundamente, disfrutando de la sensación del
cálido cuerpo de ella moviéndose sobre el suyo. Se incorporó de repente y la agarró
antes de que cayera hacia atrás.
Lauren la atrajo hacia ella por su camisa, desabrochando un botón a la vez, antes de
deslizar las mangas por sus brazos. —Joder, me encantan tus pechos —dijo, y
empujó su cara entre ellos, sintiendo su suavidad y plenitud. Camila gimió y Lauren
levantó la mirada. No estaba segura de si escuchó algo, o tal vez fue el maldito
dispositivo y sus sonidos fantasmas. Abrió los ojos, y estos se encontraban llenos de
oscuro, humor sexy.
—¿Tal vez prefieras cenar?
Se humedeció los labios y su polla se agitó hacia ella con impaciencia. Se subió
lentamente en la cama, su cuerpo entero peligroso y depredador.
Lauren le bajó los pantalones por las piernas y usó los dientes para tirar de sus
bragas hasta sus muslos. Camila las pateó para quitárselas y la ojiverde se arrodilló
entre sus piernas, empujándole las rodillas hacia arriba y apartándolas.
—Te ves tan hermosa, toda mojada para mí, muñeca. ¿Sabes cuánto te deseo? —
Miró hacia su polla, mostrando la verdad de sus palabras. Su pequeña mano se
envolvió alrededor de su longitud y tuvo que tomar una respiración profunda para
contenerse de no estrellarse contra ella y embestir duro.
Sonrió cuando la obligó a dejarla ir, parpadeando cuando ella movió la punta
admitiendo la derrota.
Sabía que todavía no entendía por qué le gustaba hacerlo, pero lo disfrutaba mucho
para detenerla. Su orgasmo no tardó en llegar, el estrés y la tensión del primer día
de regreso a clases aliviados, mientras su cuerpo palpitaba alrededor de ella.
Sus ojos se abrieron, y se apoyó en sus codos mientras se bombeaba a sí misma tres
o cuatro veces. Era malditamente excitante, saber que le gustaba ver como se daba
placer a sí misma.
—Siempre te deseo —dijo, haciendo eco de las palabras que le decía tan a menudo.
Su rostro se encontraba tan serio, tan lleno de amor, que Lauren sintió el mismo
dolor agudo en el pecho. Su aliento se quedó atrapado en su garganta.
—Hazme el amor, Laur —dijo, mirando su rostro con cuidado. Levantó los pies y
envolvió las piernas alrededor de su cintura, acercándolo más. Incapaz de resistir
por más tiempo, Lauren empujó dentro de ella, un gemido bajo salió de ella
mientras su mojado y cálido cuerpo, la encerraba completamente. Apretó las piernas
hasta que sus talones se enterraban en su culo, agarrándolo con fuerza.
Lauren se estremeció, sintiendo otro punto de control escaparse. Tomó sus pesos
combinados en sus antebrazos mientras el cuerpo de ella se levantaba de la cama
con cada vigorosa embestida. Sintió el aleteo de otro orgasmo empezar a construirse
dentro de ella, el movimiento llevándola a un frenesí que no pudo controlar su
cuerpo. Sonidos vibraban a través de ella con tanta fuerza, que Lauren podía
sentirlos en su propio pecho.
Estaba confundida, ¿podía sentirlos o podía oírlos? Su cerebro se encontraba
demasiado inundado con sensaciones como para analizar lo que sentía. Sus manos
le arañaron los hombros, sus cortas uñas clavándose en su piel. Sudor estalló en su
frente y espalda, y sintió la tensión en sus bolas y estómago que le dijo que tenía
unos cinco segundos antes de llegar.
—¡Lauren!
—Te escuché.
—Te escuché —dijo otra vez, esas dos pequeñas palabras expresando un mundo de
maravillas.
—Muñeca... te amo.
Capítulo 25 – FINAL
Cuando le preguntó qué pasó, simplemente dijo que "Drew se lo merecía". Eso era
todo. ¿Se lo merecía? ¿Qué demonios significaba eso? ¡Cómo si eso se suponía que lo
explicaba todo! Y, obviamente, la situación general de "decirle" involucró puños en
lugar de palabras. Estaba un poco atónita de que Lauren hubiera enfrentado a una
montaña de hombre como Drew, que tenía por lo menos veintiocho kilos y unos
muchos más centímetros más que ella... no es que fuera a admitirlo. Ni siquiera por
un segundo. Le gritó, le dijo que era una idiota, y luego la echó.
Era una pena, habían estado llevándose muy bien últimamente. Desde que Lauren
dijo las palabras, admitió que la amaba, su relación había cambiado. Era más
intensa, más relajada. Era más atrevida, menos tensa. Lauren era juguetona y
cariñosa, y cada día descubrían algo nuevo sobre el otro. Le habló sobre sus padres,
contándole historias de cuando era una niña. Se abrió un poco más sobre cómo se
sentía, aunque todavía se guardaba mucho para sí. Incluso admitió algunos de sus
temores acerca de qué tan bien funcionaría el implante. Trató de tranquilizarla y
señaló las pequeñas mejoras que ya habían pasado. Sonrió para sus adentros al
pensar en ese momento especial y asombroso, cuando la escuchó decir en voz alta su
nombre mientras hacían el amor. Fue importante para las dos. Lauren se sentía
avergonzada porque había llorado, pero a ella le encantó, porque le dijo todo lo que
necesitaba saber, y todo lo que encontraba tan difícil de decir. Y luego, dos semanas
más tarde, después de otra sesión de afinación en el hospital, llegó el momento
milagroso. La escena era tan perfecta en su mente, tan común la ubicación, pero la
guardaba como una joya, un recuerdo especial que sacaba cuando necesitaba
sonreír.
Music we enjoyed.
(Música que disfrutamos.)
-¡No dijiste nada! ¿Hace cuánto tiempo? ¿Hace cuánto tiempo has sido capaz de...?
-Creo que una vez antes... tal vez... y hoy... después de la sesión de afinación...
quería estar segura, muñeca.
Eso les dio esperanza. Lauren todavía encontraba que escuchar la música grabada
era imposible, un hecho que lo frustraba desmesuradamente, pero podía oír a
Camila, y su deseo más básico se cumplió. En cierta forma le facilitó las cosas, pero
en otros, era más difícil para Lauren.
Shawn, en particular, era propenso a olvidar que era sorda. Se alejaba durante las
conversaciones, o se cubría la boca, o hablaba mientras comían, todas las cosas que
hacían imposible que Lauren lo entendiera. Lo aguantó con más estoicismo que
Camila, que estallaría a la menor infracción.
Podía darse cuenta cuando Lauren no entendía, cuando se estaba quedando fuera
de la conversación. No podía oír a los niños en absoluto, su alto tono era inaudible
para ella. Tuvo una reacción similar a los gritos continuos de Alexa, pero eso no era
una pérdida. No podía oír susurros y todavía dependía de la lectura de labios. Pero
ella podía ver que la balanza empezaba a cambiar.
Pero si pensó por un maldito segundo que podía controlar su vida al pelear con
Drew, tenía otra cosa por venir. Tuvo que enfadarse hasta el punto de echar chispas
antes de decidir ir al taller de reparación de automóviles en el que trabajaba, y
confrontarla. Cogió su chaqueta, y se detuvo. Tendida en la cama, escondida bajo su
abrigo, había un sobre, su nombre escrito en los menudos garabatos de Lauren. Su
corazón se apretó dolorosamente. La última vez que le escribió, fue acerca su
operación. Sacó una sola hoja de papel y empezó a leer.
Muñeca,
Me preguntaste que si valía la pena, tener el IC. Sé que te sientes como si me
hubieras empujado a hacerlo, pero eso no es cierto. Conocerte fue lo mejor que me
ha pasado. Conseguir el IC, y así poder escucharte ha sido lo siguiente mejor. Así
que, ¿valió la pena? Valió la pena porque:
Puedo escucharte cantar.
Puedo escucharte hablar.
Puedo escucharte reír.
Puedo escuchar el viento en los árboles y el sonido del mar.
Puedo escuchar mi música.
Me hace querer descubrir el mundo contigo.
Y cuando hacemos el amor, puedo escucharte decir mi nombre.
Te amo, mucho.
Lauren.
Se sentó en la cama, sosteniendo la carta en sus manos. ¿Cómo hizo eso? ¿Cómo la
dejaba totalmente pasmada con solo unas pocas palabras, palabras que ni siquiera
podía decir en voz alta? Se dio cuenta de que debió haberla traído para dársela
antes de que hubieran tenido su pelea. Dios, ¡era exasperante! Una chica hermosa,
brillante, compleja -muy malditamente molesta- y la amaba. Amaba que hubiera
pensado en su pregunta en lugar de descartarla. Amaba que hubiera escrito lo que
no podía decir en voz alta. Amaba que la hubiera dejado para que la encontrara, a
pesar de que habían estado gritándose la una a la otra.
Lauren se encontraba inclinada sobre el capó de un Mustang V6, su muy buen culo
a la vista, a pesar del overol de trabajo. El Mustang V6 era amarillo brillante, no un
color que le gustara en coches, pero había estado trabajando en él durante un par de
días, diciendo que necesitaba el tiempo extra. Sospechaba que era más porque el
coche era "un clásico" y no se pudo resistir a la pieza sexy de automóvil. Para
Camila, ahora que lo había visto, todavía parecía una caja con ruedas, pero se
entretenía por la reverencia con la que Lauren hablaba sobre el coche. Era "ella",
por supuesto, aunque Camila se las arregló para no estar demasiado celosa, a pesar
de sus impresionantes líneas y su gran cuerpo.
Se impulsó hacia arriba para sentarse en una pared baja, con las piernas colgando,
disfrutando de la vista. Estaba muy contenta esperando a que terminara lo que
hacía, y no queriendo interrumpir su concentración. Además, había pasado mucho
tiempo desde que tuvo la oportunidad de comérsela con los ojos sin ser molestada.
El overol mostraba su delgada cintura y firmes caderas, y con las mangas recogidas,
sus fuertes antebrazos se hallaban también a la vista. Tenía una mancha de aceite
en una mejilla, pero sus manos estaban cubiertas en unos delgados guantes de
plástico. Se sorprendió de lo cachonda que se sentía, viéndola metida hasta la
cintura en el motor del coche. Recordó las palabras de Dinah desde la primera vez
que la vieron. Esa chica es atractiva. Las palabras parecían aún más verdaderas
hoy, sabiendo la hermosa que era en el interior, también.
Sus recuerdos felices fueron interrumpidos por una mujer de mediana edad con un
traje caro de pantalón saliendo de un taxi. Tiró un poco de dinero al conductor y se
dirigió al otro lado del taller de autos, su celular en una mano y un café para llevar
en la otra. Pudo ver a la mujer recorriendo con los ojos desde el culo hasta los
hombros de Lauren en una descarada exhibición de follársela con los ojos antes de
toser ruidosa y deliberadamente, claramente esperando alguna respuesta de ella.
Camila sabía que no se ponía el IC cuando trabajaba, encontrándolo demasiado
molesto. Cuando la mujer se acercó a Lauren, tocó su teléfono impaciente con sus
brillantes y largas uñas y resopló.
-¡Algunas personas no tienen malditos modales! -espetó-. ¡Oye, tú! ¡Oye, estás
trabajando en mi coche, así que pago tu maldito sueldo!
Camila vio rojo. Se dirigió a la mujer, sus pequeñas manos se apretaron en puños.
-¿Qué? ¿Quién te preguntó? ¡Ocúpate de tus malditos propios asuntos! -El rostro de
la mujer era de incredulidad mientras miraba la simple camiseta y pantalones de
descuento de Camila.
-Ella es mi asunto, y no está siendo grosera, es sorda. Sí, es cierto. -Se cruzó de
brazos-. ¡No asumas que todo el mundo es como tú!
La mujer se quedó sin habla, mirándola con enojo, pero también con la duda escrita
por toda la cara.
-Tienes un cliente.
A ella le divertía escuchar a Lauren ser tan educada, cuando normalmente no podía
completar una frase sin decir una mala palabra. Sus ojos se estrecharon cuando vio
la mueca parecida a una sonrisa de la clienta.
-No, señora, ella está bien para irse. Se encontraba inactiva porque el control de aire
no funcionaba -dijo, con autoridad-, y el modelo del dos mil cinco es conocido por el
ruido extremo delantero y el repiqueteo, pero estará bien ahora.
-Gracias, joven -ronroneó la mujer a su espalda. Arqueó las cejas y luego le dio un
golpecito en el hombro.
-¿Si, señora?
-Gracias -dijo de nuevo-. Veo que realmente sabes lo que estás haciendo.
-¿Si? ¿Pero qué si soy caliente? -Y la atrajo hacia su cuerpo, agarrando sus caderas
con firmeza y pasando los dientes por un lado de su cuello.
Sus ojos abandonaron los suyos y metió las manos en los bolsillos.
-¿Si?
-¡Todavía estoy enojada contigo por lo de Drew! -dijo, poniendo las manos en sus
caderas.
-Quiero decir, ¡nos dejaste sin guitarrista diez días antes del concierto! ¿Qué diablos
pensabas? Si esto se trata de tus celos...
-¡Sí, estoy celosa! -gritó, haciéndola saltar-. Estoy celosa de que estuvo allí arriba
tocando contigo y yo no. Estoy celosa de que sea un mediocre e igual pueda tocar
mejor de lo que puedo ahora. Estoy celosa de que te haya escuchado cantar -
realmente cantar- y yo no. ¡Así que, sí! ¡Puedes decir que estoy malditamente celosa!
Se veía tan enojada y dolida, y se sentía mortificada por haberla hecho sentir así,
pero tenía que sacar esto.
-¿Con quién vas a pelear ahora? ¿Cual de mis compañeros de banda sigue? Dijiste
que querías que tuviera la música por ambas, pero quizás eso ya no se aplica.
-Muñeca, joder, mira... sí, estaré celosa de quien sea que toque contigo... pero
Drew... no podía dejarlo salir más contigo.
-Tenía una idea sobre él, pero... cuando vi a Chris, me dijo que no confiara en él...
que no confiara en Drew. No sabía a lo que se refería, así que hice algunas
preguntas...
-¿Y?
Lo encontraba difícil de creer, Drew parecía un tipo muy dulce. Siempre fue amable
con ella, aunque había veces que la dejaba volver sola a casa en la noche después de
prometerle que la llevaría. Suspiró.
-¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué tenías que ir en tu propia expedición? Te
podrían haber herido, de nuevo.
-Solo quería...
-Protegerme, lo sé. Por favor, Laur. Por favor. Tienes que hablarme de estas cosas.
-No quiero que esa mierda te toque, muñeca -dijo tercamente, advirtiéndole que
alcanzaron un punto muerto.
-¿Qué?
-JP es un guitarrista bastante bueno y estaba aburrido de dejar que Drew hiciera
todo lo bueno. No lo necesitas. Estarás bien.
-¿Algún otro arreglo que hayas hecho en mi vida del que me quieras contar? -espetó.
La miró pero se dio cuenta que no podía mantener el ritmo cuando la miraba de esa
manera, toda caliente y despeinada, toda sexy y descarada.
-¿Terminaste?
-¡Siéntate quieta, maldición! -La regañó Dinah-. ¡Esta rizadora está muy caliente!
No quiero quemarte, o a mí.
No estaba segura sobre eso, pero apreciaba el ánimo que su amiga le daba. Y
definitivamente no creía que hiciera algún daño que Lauren la viera arreglada para
variar. No parecía importarle que viviera en vaqueros y camisas, pero era una chica
después de todo, y ¿a quién no le gustaba ver a su mujer en falda y tacones?
-Oye, ¿y yo qué? -Lloriqueó Camila-. ¡La persona que está por subirse al escenario
necesita ánimos!
-Tú también, Cenicienta -dijo el chico, tirándola en un cálido abrazo-. Estoy tan
orgulloso de ti -susurró-. ¡Ahora, que comience el espectáculo!
-¡Espera! -gritó Dinah, y tomó una foto de Camila luciendo bastante sorprendida.
Mientras se acercaban al club, deseó con muchas ganas que Lauren estuviera en el
auto con ella, sosteniendo su mano, pero se fue de viaje con Normani y se iban a
encontrar dentro. Sirona podía ser sexy (como insistió Lauren), pero tenía sus
limitaciones cuando se refería a transportes masivos.
L: ¡Te ves TAN CALIENTE! Me haces querer ser una chica muy mala. X.
Ella le sonrió.
-¡Oh Dios mío! ¡Apuesto a que lo hizo! ¿Qué dijo? -Y le arrebató el teléfono.
-¡Oye!
-¡Y que la forma en que se ve hace que quiera ser una chica muy mala!
-¡Oh, sí, por favor! -Se sorprendió el chico con un suspiro melodramático,
abanicándose la cara.
Era sábado por la noche y el club se encontraba abarrotado. La gente hacía fila por
una cuadra para entrar. Mientras los pasaban caminando por la entrada de
personal, comenzó a sentir náuseas. Respira, Mila. Respira, se dijo a sí misma.
Golpearon la puerta y dos supervisores que nunca había visto los dejaron entrar.
Sintió una leve punzada de tranquilidad por Drew, y luego se castigó a sí misma por
ser tan tonta. Lauren la esperaba en los vestidores con los chicos de la banda.
Tomaban cerveza y whiskey chaser, sin la cerveza, y los cuatro lucían nerviosos. La
cara de Lauren se iluminó cuando la vio, y su cuerpo se encendió cuando sus ojos
viajaron por sus piernas y se detuvieron en algún lugar cerca del pecho, antes de
darse cuenta que la atraparon comiéndose con los ojos a su novia. Su sonrisa sexy
era provocativa y acechó hacia ella, ahuecando las manos sobre su culo.
Sacudió la cabeza, sabiendo que no debería ser capaz de permanecer severa, era
condenadamente linda.
-No, podría intentarlo luego, pero no creo que consiga nada, demasiado ruido de
fondo, demasiados sonidos diferentes. -Hizo una mueca.
Descansó la cabeza contra su pecho hasta que JP tosió disimuladamente. Levantó la
mirada y le sonrió a Lauren.
-Ahí estaré, muñeca. Lista para golpear a cualquier maldito que te mire demasiado.
Le guiñó un ojo y se fue con el resto de los miembros de la banda. Esperaba que
estuviera bromeando, pero no estaba segura. Repasaron el conjunto que iban a
cantar, y cantó algunas escalas para calentar su voz. A continuación, el maestro de
ceremonias los anunció...
-¡Tocando en vivo esta noche, una caliente banda local del momento, vamos a
escucharlos 32 Degrees North!
Tomó una profunda respiración, ofreció una pequeña súplica, y caminó hacia el
escenario con la cabeza en alto. Los chicos arrancaron los primeros acordes de
Mercy y Camila comenzó a moverse, sus ojos escaneando la multitud hasta que
encontró la cara que buscaba. Se encontraba de pie con Mani, Dinah, Shawn y
Ryan, una sonrisa enorme en su cara.
Sintió la música surgir a través de ella, haciéndola más fuerte y poderosa. Estaba
donde debía estar, haciendo música, compartiéndola con todos allí. Su voz subió,
llenando la desgastada habitación, levantando las vigas y vertiéndose en las
esquinas. La boca de Shawn se abrió, asombro y maravilla en cada rasgo de su
expresión. La banda fue desde Radioactive de Imagine Dragons, por Wild at Heart
de Gloriana, tocaron las dos canciones favoritas de Camila de todas las canciones de
Lauren, On my Mind y Total Recall, y dieron en el clavo con Black Sheep y Man
Like That. Todo lo que necesitaba Camila eran los tatuajes de Gin Wigmore. Luego
vino el momento que más esperaba, y más temía.
-¡Gracias, chicos! ¡Son geniales! -gritó JP, el recién nombrado portavoz de la banda-.
Vamos a intentar un nuevo número esta noche - dijo, colgándose su guitarra
acústica-, elegido especialmente por nuestra asombrosa cantante ¡Camila Cabello!
Vio a Lauren tocándose la oreja y supo, supo que sería capaz de oírla.
Let it go
(Déjalo ir)
You know
I‟ll be waiting when you call.
(Sabes que estaré esperando cuando llames.)
I fall.
(Caigo)
Lauren asintió, una sonrisa cegadora acentuando las lágrimas en sus ojos. Levantó
las manos y le envió el mensaje que significaba mucho para ambas. Las silenciosas
palabras que expresaban el camino que recorrieron juntas.
EPILOGO
Un año después...
-¿No estás sorprendida o algo? -dijo Camila, sus ojos casi saliéndose.
-¿Por cuál parte? -dijo, tratando de no reír-. ¿La que David tiene novia o que tu
mamá los atrapó besándose?
Se rió.
La expresión de Camila era tensa, cuando la miró. Incluso después de todo este
tiempo, su belleza aún la dejaba sin aliento. Sus pómulos perfectos, sus labios
carnosos, la chispa de malicia en sus ojos color verde. Su cabello era más largo que
cuando la conoció, pero era para ayudar a disimular la zona depilada donde se
encontraba el transmisor, además de su IC. Todavía llevaba su gorra de lana la
mayoría del tiempo pero de vez en cuando, en el verano, había estado sin ella.
Lauren no había cambiado de parecer acerca de no querer que la gente supiera, pero
cuando entró en el equipo de fútbol con Normani al final de su primer año, alguna
persona de relaciones públicas en la administración decidió que sería bueno para la
universidad ser vista apoyando la igualdad de oportunidades.
No tenían mucho que decir después de eso. Chris fue enviado a la cárcel por siete
años, aunque era posible que saliera en cinco, y actualmente residía en la prisión
estatal. Fue acusado con el cargo de intento de suministro y distribución, lo cual era
un delito grave. La policía calculó mal su incursión, desde su punto de vista,
encontrando a Chris con menos de diez libras de "producto". La sentencia era de dos
a quince años de prisión por una condena de posesión de metanfetamina, por lo que
Lauren y Chris sabían que tuvieron suerte, mucha suerte. Si hubiera tenido la
cantidad habitual de drogas almacenadas en la casa, habría sido mucho peor. El
chico también se negaba constantemente a dar el nombre de su proveedor, alegando
que tenía más miedo de ellos que de la policía. Y aunque no explicó mucho, no
quería que las potenciales consecuencias de dar nombres volvieran a dañar a su
hermanita, especialmente cuando no estaba allí para protegerla.
Lauren veía a Chris una vez al mes y aunque le pedía a Camila que la acompañara,
se había negado hasta ahora. Estaba segura de que la haría desistir eventualmente.
Drew desapareció, pero Chris escuchó en la vida de la prisión que estaba envuelto
en alguna mierda en Virginia. Nadie parecía saber los detalles y les importaba
menos, excepto tal vez Camila, que todavía tenía una debilidad por el hombre
montaña.
Vieron a Keana algunas veces, aunque ahora se encontraba en Washington en
Gallaudet, era sólo durante las vacaciones. Le tomó un tiempo, pero aceptó la
elección de Lauren al final. También tomó la decisión de trabajar en su propia
comunicación con personas oyentes y asistía a una clase de terapia del habla. Pero
todavía sentía que el lenguaje a señas era su primera lengua. El implante parecía
haberse acomodado a un nivel razonable. En el lado negativo, Lauren todavía no
podía usar un teléfono, pero a veces veía la televisión sin los subtítulos, aunque le
resultaba agotador. Cuando empezó las sesiones de sintonización del IC, la Dra.
Devallis insistió en que no debería utilizar subtítulos en la televisión, alegando que
esto ayudaría a entrenarlo para usar su dispositivo correctamente. Camila le
recordaba constantemente eso. A veces lo hacía cuando lo sugería. Pero sólo a veces.
En el lado positivo, fue a un cine común por primera vez en cuatro años.
Lo cierto es que, era un metraje de disparos con un mínimo de diálogos, pero la hizo
feliz. Esto también hizo feliz a Dinah, porque Normani había ido a ver la película
sin ella. Esto le permitió disfrutar de una noche de chicas con Camila y Shawn.
Pero lo mejor, absolutamente lo mejor, fue que encontraron que Lauren podía oír lo
suficientemente bien como para tocar la guitarra. Su trabajo de fin de semana en el
taller de reparación de automóviles le hizo ganar suficiente dinero para comprar un
instrumento decente, no tan bueno como la Martin que perdió, pero suficiente. No
podía tocar en la banda o escuchar música amplificada, existían demasiadas
complejidades de sonido para que tratara, pero podía tocar para Camila. Y podía
escribir canciones otra vez. Había sido muy importante para ambas, y les dio
esperanza para el futuro. Quizás sus vidas podrían estar en la música. 32º North
desarrolló firmes fans locales. Ninguno de ellos se atrevió a sugerir que podría ser
más, eso era demasiado como para tentar al destino, pero individualmente, lo
esperaban. A Lauren sobre todo, ni las limitaciones del pasado, ni el miedo al futuro
la detuvieron.
-Sí, es una gran canción -dijo Camila, entusiasma-. ¡Me encanta! Podría encajar con
el conjunto más largo que tocamos muy bien.
-Lo estoy, muñeca -dijo mientras miraba por la ventana-, porque eso es...
¡CRASH!
Lauren saltó cuando Camila tiró su taza de café, el oscuro liquido regado a través de
la mesa y en el suelo.
-¿Qué demonios?
-¿Si? ¿Y?
Cerró los ojos y parpadeo varias veces. Cuando la miró otra vez, sus ojos ardían.
-Te oí. Oh, Dios, te oí. -Su cabeza cayó en su pecho y soltó una respiración
temblorosa-. Te amo, muñeca. Mucho.
Capítulo extra: "Lo llamarán el día de la sorda"
A Camila le encantaba ver a Lauren sudar. Le encantaba sobre todo cuando eran
ambas poniéndose todas sudorosas, pero había algo en verla ejercitarse que era tan
caliente.
El único tipo de ejercicio que ella disfrutaba era con Lauren en el dormitorio, y
pensaba que era más que suficiente para mantenerla en forma.
—Hipócrita. —Camila sonrió mientras tomaba un trago del refresco de cereza que
Shawn le pasó.
—Rompimos.
La verdad era que Shawn y Ryan rompían por lo menos dos veces al mes, si no más.
Sospechaba que disfrutaban del drama, y el hacerlo después. Pero las secuelas
siempre se acompañaban con helado Rocky Road y maratones de Friends. Si había
sido una pelea particularmente mala, el chico estaría viendo I Love Lucy, porque
decía que el mantenimiento de los estereotipos era irónico.
—Esta vez es definitivo —dijo Shawn—. ¡Lo digo en serio! Podría estar
arrastrándose sobre sus manos y rodillas y aun así no lo perdonaría.
No lo negó.
—Entonces, ¿cómo se siente realmente acerca del equipo y su primer juego del
viernes? —preguntó Shawn, después de un breve silencio. La sonrisa de Camila se
deslizó ligeramente.
Los dos sabían que se refería al hecho de que Lauren era la primera chica sorda en
haber sido seleccionada para el equipo de la universidad, y una de las pocas en todo
el maldito país.
—Bueno, un par de los chicos más antiguos pensaron que sería divertido fingir
hablar pero sin decir nada durante una reunión del equipo, por lo que Lauren
revisaría si tenía el IC activado. El entrenador Evans puso fin a eso rápidamente,
eso fue lo que dijo Mani. Pero no entiendo por qué pensarían que era divertido en
primer lugar. Es cruel.
—Porque son idiotas —dijo el chico, con amargura—. Son el tipo de chicos que hacen
chistes sobre el miedo de dejar caer el jabón si estoy en el vestuario. Como si tuviera
algún interés en sus traseros ejercitados.
Camila intentó reír pero salió mitad tos y mitad resoplido. A pesar de todas las
expectativas, incluyendo las suyas, Lauren y Shawn se hicieron amigos. Ambos
experimentaron el dolor de ser forasteros, aunque por diferentes razones. Era algo
que tenían en común, así como Camila, por supuesto.
—La mayoría de los chicos están bien. —Suspiró—. Y todos saben que entró al
equipo por sus propios méritos. El entrenador ni siquiera sabía que ella era sorda
hasta después de las pruebas. Los chicos saben eso, pero todavía hacen bromas
acerca de que el equipo sea uno con necesidades especiales.- Shawn hizo una mueca.
—¿Recuerdas el fin de semana que llegó a casa con una mejilla morada y los
nudillos hinchados?
—Normani ha sido grandiosa, pero algunos de los otros no son tan útiles. Hasta
parece que el mariscal de campo es un poco idiota.
Shawn sonrió.
—No puedo evitarlo —dijo tímidamente—. Laur y Mani siempre están hablando de
ello, algunas cosas se me olvidan y...
—Sólo una. No hemos tenido la oportunidad de ensayar los dos nuevos números.
Además, ya que es el primer concierto del año escolar, queremos tocar lo anterior,
una especie de bienvenida a la gente, ya sabes.
Shawn asintió.
—Es una lástima que Lauren no pueda escuchar a la banda. Son fantásticos.
—Gracias —dijo secamente—, pero no dejes que ella te atrape usando la palabra
"lástima" a su alrededor.
—Sí, sé que no lo hiciste. Lo siento. Estoy un poco nerviosa. Sólo quiero que su
práctica vaya bien. Una vez que el primer juego haya terminado...
—Va a estar bien. Ha llegado muy lejos ya. ¿Crees que un apoyador de ciento
treinta kilos puede detenerlo?
Camila levantó la vista y vio a Dinah dejando caer su enorme bolsa de asas al suelo
con un ruido sordo. Su ex compañera de cuarto se rió y le guiñó un ojo.
—No hasta ahora —murmuró Camila, lanzando una mirada desafiante a Shawn—.
De todos modos, ¿dónde has estado? ¡Hemos estado aquí muchísimo rato!
—Oh, Dios, el número de prácticas de fútbol en las que he estado en los últimos
años —Bostezó Dinah, pasando su largo cabello dorado por encima del hombro
mientras lo hacía—. Sólo vengo por el buen rato.
—No, cariño. La buena parte es al final, cuando todos están sudados. Me encanta la
forma en que Mani huele antes de la ducha.
Shawn gimió.
Sintió lo rápido que su corazón latía debajo de su camisa, si era por el calor que
siempre parecía estallar entre ellos o por su práctica, no lo sabía. Se aseguró de que
la miraba antes de preguntarle
Cuando Normani se unió a ellos y levantó a Dinah, Camila oyó a Shawn murmurar
Pero se olvidó de todo lo demás cuando Lauren la besó. Muy pronto la apartó.
—No es una buena idea tener una erección mientras estás usando un soporte
atlético, ¿verdad? ¡Esa mierda duele!
—Oh —dijo Camila, esperando no sonrojarse.
—¡Cállate! —gritó ella, golpeando tanto a Lauren como a Shawn en los brazos.
—Vamos, chica —dijo Normani—. Tenemos que ir a las duchas y después podemos
sacar a estas magnificas señoritas como les prometimos.
Lauren le lanzó un guiño a Camila y corrió de nuevo a los vestuarios con Normani.
Pero el teléfono del chico sonó con un mensaje de texto que puso una sonrisa en su
rostro.
—¡De rodillas! —gritó Camila tras él, y Dinah enarcó las cejas antes de reírse a
carcajadas.
—Sí, todo está bien —respondió con una sonrisa de alivio en su rostro.
Lo cual fue cierto durante otras doce horas. Y luego la mierda se desató. El primer
indicio de un problema fue cuando a Camila le llegó un mensaje de texto de Dinah
en la mitad de una conferencia bastante aburrida de los principales minimalistas,
Philip Glass y Steve Reich. Debería haber sido interesante, pero el profesor Anatoli
lograba arrastrar cualquier aliento de vida del tema más fascinante. Era un talento,
aunque no en lo que se refería a sus alumnos. Camila comprobó secretamente su
teléfono. El mensaje decía:
Y enviaba un enlace que Camila tenía que abrir. Perpleja, abrió el wifi y leyó la
historia que se encontraba en la página web. El color desapareció de su rostro y no
tuvo que fingir el tono verdoso de su piel cuando lanzó su portátil en su bolsa y salió
corriendo de la habitación, murmurando una vaga disculpa. Se quedó fuera de la
sala de conferencias, con las manos temblando, tratando de volver a leer en la
pequeña pantalla de su teléfono con ojos borrosos.
¡COMUNICADO DE PRENSA!
¡Nuevo fichaje para los Piratas rompe la barrera de sonido! Tenemos el agrado de
anunciar que la estudiante de segundo año, Lauren Jauregui ha sido elegida como
corredora para el equipo de fútbol de los Piratas. La señorita Jauregui entro en
nuestros libros de récords como la primera jugadora con una discapacidad que juega
en el equipo de la universidad. Con la pérdida de audición gravemente alterada.
Esta alumna recientemente se sometió a una operación para recibir un implante
coclear que permite algo de audición asistida, a pesar de que no será capaz de usar
el dispositivo durante los partidos. El entrenador Edgar Evans confirmó que las
normas de entrada fueron tan rigurosas como siempre en la selección de la Srita.
Jauregui para el equipo.
"La pérdida de audición de Lauren no fue evidente durante las pruebas, y no fue
hasta más tarde que me enteré de su discapacidad. Vamos a trabajar juntos como
equipo para asegurar los más altos estándares de continuo cumplimiento, y no tengo
ninguna duda de que la srita. Jauregui será una ventaja tanto para el equipo como
para la universidad."
Se sentía furiosa. Lauren trabajó muy duro para mantener esto en privado, y ahora
algún imbécil en la administración querían hacer capitolio político de eso,
pregonando cuán tolerantes eran, que ofrecían igualdad de oportunidades. No le
importaba al limpiabotas de escritorio anónimo, lo que Lauren sentía o quería.
Apretó los dientes con rabia y frustración, pero eso no fue nada a la reacción de la
ojiverde cuando le dijo esa noche. Maldijo sin parar, raramente usando la misma
expresión dos veces. Habría sido impresionante si su angustia no fuera tan molesta.
Por el rabillo del ojo, Camila vio a Shawn escabullirse fuera de la sala de estar. No
podía culparlo. Quería escabullirse, también. Excepto que no podía. Sabía muy bien
que era la única persona que tenía la oportunidad de calmarla cuando se perdía así.
Pero al parecer, Shawn no se había escabullido, porque regresó un minuto después
con una hoja de papel y un lápiz. ¿Tomaba notas?
—¡Esos jodidos tapa culos! —gritó Lauren—. ¿Quién diablos se creen que son?
¡Abriendo la boca como cobardes hijos de putas! No son más que un montón de
pollas haciendo trucos para coger coños de pedazos de mierda de Villacoño, y me voy
a cagar en todo lo que se mueva en ese edificio de administración de mierda, coños y
estúpidos. ¡Esta es mi jodida vida, estúpidas pollas, aliento de culo, limpia traseros!
¡Dejaré el equipo antes de permitir que esos tarados de mierda, LIMPIAVAGINAS,
me arruinen como una maldita idiota tarada! ¡Esos jodidos de mierda, jodidos
entrometidos! Les voy a patear el culo de hijos de perra por toda la ciudad. ¡Me
transferiré! Voy a abandonar la escuela, entonces este jodido grupo de idiotas de
pesadilla pueden simplemente. Irse. Al. Jodido. Infierno.
—¡Guau! —susurró Shawn, la pluma colgando de sus dedos y la boca abierta—. Eso
fue genial.
—Shawn! —siseó Camila, e hizo un gesto con la cabeza para que se fuera de la
habitación.
—Entonces, ¿Qué hija de putas voy a hacer? —gritó, pasando los dedos por su pelo—
. ¿Has leído esa mierda? ¡Todo el mundo sabrá! ¡Estará por toda la maldita escuela!
¡Lo llamarán el maldito Día de la Sorda!
—¿Crees que es tan jodidamente fácil? —rugió—. ¡No sabes cómo es la gente! ¡Esto
apesta tanto! ¡Simplemente no lo entiendes!
—¡No lo has tenido que vivir! —explotó Lauren—. ¡Los comentarios! ¡Las miradas!
¡Maldición, he trabajado tan duro, tan duro y ahora todo simplemente se derrumba
jodidamente como siempre lo hace! ¡Esto es tan jodido!
—No seas tan marica —gritó, completamente enfurecida porque veía cómo se daba
por vencida.
—¿Qué diablos, Camz? —gritó, golpeando su puño contra la pared, haciendo rebotar
el marco de una fotografía de Jimi Hendrix.
Los ojos de Lauren se estrecharon con furia mientras daba un paso hacia Camila,
pero luego jadeó cuando rápidamente la tomó en sus brazos, sus ojos color verde
volviéndose casi negros. Sus labios se estrellaron en los suyos, y de repente el calor
y la furia que la consumía se transformaron en deseo y necesidad.
—¡El dormitorio! —dijo entre dientes, contra sus labios. Pero no la oyó, en cambio
tiró de su camisa, quitándosela por la cabeza.
Parpadeó, luego dio media vuelta y subió corriendo las escaleras, el cuerpo de
Camila todavía envuelto alrededor del suyo. La dejó caer en la cama y pateó la
puerta cerrándola detrás de ella, se quitó la camiseta sobre la cabeza antes de
aplastarla contra el colchón. La apartó lo suficiente para que entendiera la indirecta
y le quitó los vaqueros y las bragas. Luego rodó en su espalda y tiró de Camila sobre
ella, así se encontraba a horcajadas sobre sus muslos. Le chupó los pechos con
avidez, envolviendo la lengua alrededor de los pequeños y duros pezones, tirándolos
casi rudamente con los dientes. Camila gimió en voz alta y le devolvió el favor
mordiendo su pecho y chupandole los pezones, algo que sabía que amaba, y le valió
un largo gemido.
—Te besaré mejor más adelante —murmuró, aunque Lauren no podía oírla,
envolvió la mano alrededor de su polla rígida y bombeó duro dos veces antes de
hundirse en ella. Lauren contuvo la respiración por un segundo, sus caderas
arqueándose hacia arriba sin su consentimiento, luego Camila comenzó a moverse
rápidamente. La ojiverde la miraba con adoración y fascinación mientras sus pechos
rebotaban frente a ella, Camila se inclinó hacia atrás, su largo cabello rozándole los
muslos. Luego se movió hacia delante sobre su pecho, con el pelo formando una
cortina alrededor de su cara. Lauren empujó contra ella y un gruñido brotó de su
garganta. Su mano se deslizó entre ellas y frotó duro, mirando el grito silencioso que
brotaba de ella. Sintió el orgasmo de ella propagándose a su alrededor y eso envió a
Lauren en una espiral descendente hasta que vio estrellas y fue incapaz de recordar
su propio nombre. Camila se derrumbó encima de su chica con sus pechos
palpitantes dentro de una capa de sudor. A medida que su respiración disminuía,
Lauren pasó las manos por su espalda, acariciándola suavemente. Movió las piernas
y se dio cuenta de que aún llevaba el calzado. Pero, ¿qué demonios importaba? Se
sentía demasiado relajada para moverse.
Cuando por fin lograron apartarse, fue el comienzo de una larga noche de hacer el
amor suavemente intercalando con folladas rápidas. Camila no exageró cuando le
dijo a Lauren que la mantenía en forma.
Pero a pesar del ejercicio de su noche, Lauren estaba tensa y ansiosa la mañana
siguiente. Sabía que tendría que enfrentarse a las preguntas de sus compañeros. Y
se sentía horrorizada.
—Estará bien —dijo Camila por milésima vez, un comentario que hizo a Lauren
sacudir la cabeza por enésima vez.
Camila retuvo un poco su comentario: no había nada más que pudiera decir, y nada
que ya no hubiera dicho.
—Sé que no estás feliz por ser descubierta —dijo el chico en tono familiar.- pero todo
estará bien.
Lauren dejó escapar un largo suspiro y Camila le lanzó a Shawn una mirada
penetrante.
Lauren soltó un bufido— Puedo nombrar a varios jugadores de la NFL, pero sólo ha
habido dos como yo... dos chicos sordos en la NFL.
—¡Basta, los dos! —gritó Camila—. Esto no está ayudando. Y tenemos que irnos
antes de llegar tarde a clase.
—Lo sé.
A diferencia de los otros estudiantes, Lauren no sacó una libreta o laptop. Escuchar
con toda claridad en la sala con eco no era fácil, y todavía se basaba principalmente
en la lectura de labios durante las clases. Se preparó para ser cautivada por su
nuevo maestro hablando sobre las relaciones comerciales internacionales.
―Está usando un audífono, profesor ―dijo un chico tranquilo llamado Sundhil con el
que Lauren sólo había hablado un par de veces en un grupo de estudio.
―No es un iPod, señor ―anunció una chica con un cabello castaño corto desde la
parte posterior del salón―. Es parte de su implante coclear.
El profesor Parkes parecía nervioso y un rojo poco saludable le dio a sus rollizas
mejillas un matiz púrpura.
―Ah, sí, Srita. Jauregui. ―El reconocimiento se arrastró por la voz del profesor, y el
labio de la ojiverde se curvó en un gruñido―. Si hiciera el favor de tomar asiento.
Para la hora del almuerzo, se sentía exhausta y lista para ir a casa. Era siempre
pesado concentrarse por cincuenta minutos a la vez en leer los labios durante sus
conferencias, pero hoy había estado inundada por la curiosidad, la duda y los
morbosos que querían ver las cicatrices de la cirugía del IC. Los apartó a todos, y
caminó con un ceño fruncido en su rostro que advirtió a las personas de que se
mantuvieran. Malditamente. Alejados. Cuando se dirigió a la cafetería, no estaba
muy orgullosa de admitir que necesitaba a Camila, necesitaba a su muñeca, y todo
lo que quería hacer era sentir sus brazos suaves alrededor de ella, y sus besos
cálidos en sus labios.
Sus ojos se centraron en ella y sintió algo de la tensión de la mañana drenarse. Pero
mientras se acercaba, se dio cuenta que tenía una mirada demacrada y airosa en su
rostro y miraba fijamente a Alexa quien le fruncía el ceño.
Suspiró por dentro. Esa chica tenía un hábito travieso de venir a ella cada vez que
la veía sola, y algunas veces también cuando Camila estaba allí. Era irritante, pero
nada de lo que parecía decirle hacía una diferencia. La chica parecía haberse
convencido que quería su sucio y barato culo. Excepto que ese día la ignoró. A
menudo hacía algún comentario patético sobre lo que vestía, o sobre su motocicleta.
Hoy ni la miró. Y podría haber únicamente una razón para eso. Era exasperante, a
pesar de que no le importaba una mierda Alexa. De hecho, sólo mostraba que había
tenido razón sobre ella. Pero odiaba, ODIABA, que las personas la consideraran
menos. Menos persona, menos mujer. Una de las cosas, una de las muchas cosas
que amaba de su muñeca era que nunca, jamás, la había hecho sentir así. Casi cayó
en el asiento a su lado y la atrajo a su regazo, enterrando el rostro en su cabello
suave, con aroma a melocotón. La sintió acariciarle la mejilla mientras sus manos
con cuidado tiraban de su rostro hacia el suyo.
―Hola, ¿eres la chica sorda? Sí, buena suerte en el juego del viernes, amiga.
—Hoy, caballeros —comenzó Nielsen, su enorme cuerpo de ciento diez kilos en sus
protectores—. Hoy estoy honrado de conducirlos al campo de batalla. Hay otro honor
que le debe ser conferido. Esa es la respuesta que viene a esa pregunta. ¿Quién soy?
—¡Vamos a dejar todo en el campo! —gritó Nielsen, y sus labios se curvaron con una
sonrisa de mala gana pese al hecho de que pensaba que el chico era un cabrón.
Mientras el equipo trotaba de los vestuarios para esperar a la entrada del campo,
sus oponentes ya estaban allí. De inmediato, comenzaron a hacer muecas y
pretender babear.
Normani caminó entre ellos, colocando una mano en cada uno de sus pechos.
Tomó una profunda respiración, asintió y se alejó de Nielsen. Los dos se miraron
fijamente, pero sabía que Chris tenía razón. Tiempo suficiente para golpear algunos
de tu propio equipo. Al final, veinticinco minutos más tarde, ambos equipos corrían
en el campo. Toda la multitud estaba de pie y Lauren se quedó mirando al mar de
bocas abiertas en un rugido que no podía oír. Su mundo todavía se encontraba en
silencio. Sabía que en algún lugar en los miles de rostros, Camila estaba mirando y
animando. Esto era por ella. Esta noche jugaba por ella.
El segundo tiempo comenzó con los Thunderbolts en ofensiva, lo cual movió el balón
campo abajo antes de otro intento fallido, poniendo a los Piratas de vuelta en el
campo en la línea de las treinta yardas. Con el tercer cuarto terminando, un pase de
veinticinco yardas para Jim Szyszkowsky que puso a los Piratas dentro del campo
de anotación. Lo más destacado del día fue cuando Nielsen le lanzó a la corredora
Lauren Jauregui, quien evitó varios tacles por unas cuarenta y cinco yardas hasta el
touchdown. Con la última jugada del encuentro, los Thunderbolts intentaron lanzar
al fondo, pero el pase fue disuelto, dejando a los Piratas con una victoria. El
marcador final fue 17-14.
Se sentó entre Shawn y Dinah, agarrándoles las rodillas tan fuerte que el chico
había gritado, se apartó de ella y se acercó a Ryan, que miraba el juego con una
expresión aburrida.
—Estoy feliz de que mantengas las uñas cortas para tocar el violín — remarcó
Dinah, sacando la mano de Camila de su pierna.
—Odias verla extendida por todo el campo como una gelatina de fresa. Pero piensa
cuanta diversión tendrás jugando a la enfermera con ella más tarde: masajeando
sus músculos doloridos; frotando aceite en su hombros; atendiendo sus costillas
magulladas con...
—¿Por qué? —Resopló Ryan—. Puedes frotar aceite en mis hombros en cualquier
momento que gustes. Moriría por un masaje asequible.
Ryan asintió lentamente, luego Shawn atrajo su rostro hacia él y lo besó duro,
ignorando los abucheos de las personas sentadas detrás de ellos.
—Estoy agotada —gimoteó Camila—. Cada vez que Laur estaba en el campo,
apenas podía mirar. Es tan... ¡brutal!
Asintió rápidamente. Habían estado saliendo once meses, una semana y dos días, y
su sucia boca y su hermoso rostro todavía tenían el mismo efecto en ella, colapso
total, mental y físico. Pero cuando se dirigían al estacionamiento, Dinah agarró el
brazo de Camila.
—¡Oh, no, no te vas! Sé a dónde van, adictas al sexo; y voy a poner punto final a eso.
Tenemos una fiesta a la que ir y no pasé noventa minutos de mi valiosa vida
haciéndote lucir sexy para irte y sudar entre las sábanas con Lauren. Vamos. A. La.
Fiesta. Ahora.
—Oh, mejor que lo creas, Lauren Jauregui —respondió—. Y eso es una promesa.
Capítulo extra: Entrevista con Lauren
—Hola Lauren, gracias por tomarte el tiempo para charlar con nosotros. Ha pasado
bastante tiempo desde que se contó tu historia, dinos, ¿cómo lo están haciendo hoy
con Camila?
—Realmente bien, gracias. Hemos escrito canciones juntas y una fue vendida a una
compañía discográfica en Nashville, lo que es endemoniadamente genial. No que
estemos grabando ni nada parecido. Harán que uno de los artistas de la firma la
cante, pero aun así es increíble. Nos pagaron trescientos dólares. La mayoría de las
veces no empiezas a hacer dinero con una canción que has escrito hasta que se
empieza a vender en CDs, se descarga o lo que sea. Camz y los chicos podrían
grabar un demo, pero el tiempo de estudio es bastante caro. Pero si funciona, vamos
a ganar algunas regalías. Será mejor que matarme trabajando arreglando coches en
el garaje como mecánica. Y eso es realmente genial, porque nunca pensé que sería
capaz de hacer cualquier cosa con la música porque... bueno, ya sabes. Camila se
encontraba tan jodidamente excitada, y me encanta verla así. 32° North lo está
haciendo muy bien, han conseguido una gran cantidad de conciertos por toda la
ciudad. Siempre voy, pero es difícil verlos en el escenario sin mí. Aunque también
vale la pena, ¿sabes? Ver a Camz cantando de ese modo... es jodidamente caliente.
Dice que está cantando para mí.
Tengo algunas noticias para ella, también. El entrenador dice que un cazatalentos
de la NFL vendrá a vernos jugar el próximo partido local. No me emocionaba
demasiado, pero desde que Derek Coleman comenzó a jugar para los Seahwaks de
Seattle, pienso, bueno, ¿por qué yo no?
—Por lo tanto, vamos a volver al día en que conociste a Camila, ¿cuáles fueron tus
primeros pensamientos acerca de ella? Sé honesta.
—Estaba tensa. Siempre me pone tensa reunirme con nuevas personas, ya que
pueden hablar raro o algo así. Ahora no lo hace tanto, supongo, pero lo hacía
entonces. No obstante, ella parecía mucho más nerviosa que yo, lo que me ayudó a
relajarme. Además, era linda. Tenía todo este aspecto de chica tímida, pero con ese
hermoso cuerpo escondido debajo de esa horrible camiseta.
Luego se aferró a mi mano como si fuera a ahogarse si la soltara. Y después estaba
toda sonrojada y avergonzada. Me di cuenta de que su incomodidad me hacía
sonreír. Sí, ese fue un buen día.
—Rápido, rudo, dispuesto. Puedes preguntarle a Terri o a Carla o... um, sí, mejor
olvídate que dije eso.
—¿Por qué peleaste tan duro con Camia cuándo ella no te trataba como si fueras
una leprosa?
—¿Te pareció así? No sé, tal vez lo fue. Ella era tan buena y pura. Y... yo no soy
ninguna de esas cosas. Sabía que no era nada buena para ella, pero seguía
presionándome. Y se hizo más difícil alejarla. Y era... Simplemente me gustaba
tener una amiga. Alguien que realmente me entendiera. Los chicos de la banda
están bien, pero me conocían desde antes. De alguna manera, me ayudó conocer que
una persona nueva se encontraba... se encontraba bien con lo que soy. Eso no la
perturbó. No creo que jamás conseguiría eso con nadie.
—¿Crees que todas las dificultades que atravesaron con Camila valieron la pena?
¿Cambiarías algo?
—Ella es mi mundo. Nunca quise hacerle daño, pero soy una jodi... estúpida idiota.
Pasaré el resto de mi vida compensándola. Sí, valió la pena. Ella lo vale.
—¿Hay algo que quieras decirle a tus fans?
—¿Puedo tener tu número de teléfono? No, espera, Camila me va a matar. ¡Es una
broma, en serio! Um, y sí, díganle a Camz que yo no maldije, ¿de acuerdo? Porque
siempre está molestándome al respecto. No es que yo sea un coño sometido ni nada,
¡joder no! Oh, mierda. No le digas que dije eso. Ahh, ¡infiernos!
Muerte súbita:
¿Frase favorita? "La bondad es el lenguaje que los sordos pueden oír y los ciegos
pueden ver". Mark Twain.