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Dangerous

to know
and love

luanpc
Prólogo

El silencio es solo profundo.1

Lauren Jauregui es la chica con la cual todas las chicas y chicos quieren salir y la
chica que todos los chicos y chicas quieren ser. Malhumorada, con un temperamento
explosivo, cerrada y sombría. Es inclusive hermosa, tatuada en lugares deliciosos,
con un piercing en la ceja y pelo negro y despeinado.

Hay rumores que tiene piercings en otros lugares, también.

¿Es realmente loca, mala y peligrosa para relacionarse?

Quinn vive con su hermano mayor, Chris, y su casa es el centro de las fiestas.
¿Quieres drogas, un buen momento, licor, sin preguntas? Jauregui es el lugar para
ir.

Cuando Lauren y la chica buena Camila Cabello tienen que trabajar juntas en una
asignación, Camila encuentra mucho más en la chica mala de la universidad que su
reputación. Es inteligente, divertida y una buena compañía.

Luego descubre su secreto, ¿Por qué está cerrada a todos, y determinada a


mantener a la gente a un brazo de distancia? Pero ser la que guarda el secreto es
más difícil de lo que alguna vez soñó.

Silencio.

Bajo su ventana, autos eran conducidos, bicicletas pedaleadas, personas caminaban,


perros corrían, el mundo era transitado. Cada actividad con su propio conjunto de
acciones, una orquesta de ruidos: neumáticos, frenos, voces, ladridos. Ninguno de los
sonidos penetraba.

Sintió una presencia detrás y se giró para ver a los ojos preocupados de su hermano
viéndola.

—Hoy es el día, chica universitaria.

Chris extendió su mano y las estrecharon rápidamente, antes de jalar a Lauren en


un apretado abrazo.

—Estoy orgulloso de ti, hermana —susurró—. Mamá y papá estarían orgullosos


también.

Luego se alejó y golpeó el hombro de su hermana.

—No la cagues.

Lauren sonrió.

—No voy a hacer ninguna promesa.


Capítulo 1

Cuando Camila entró trastabillando al auditorio, con Dinah colgada de su brazo, ya


había varios estudiantes dispersos por la habitación. Era demasiado temprano en el
semestre para que se estuvieran formando hermandades ni nada, pero algunas
chicas ya se encontraban sentadas en grupos exclusivos, riendo nerviosamente. Los
chicos eran demasiado geniales para esas cosas, y se sentaban gloriosamente
aislados. Analizó los variados ejemplos de humanidad. La mayoría lucía común y
corriente, como ella, vestidos en vaqueros y camisetas, aunque un chico llevaba una
camisa de botones y corbata. ¡Qué fastidio! Hizo una apuesta consigo misma de que
tenía una copia del periódico Wall Street Journal en su mochila. Sólo le sorprendía
que no llevara portafolio.

¿Por qué demonios aceptó tomar la clase de Introducción a los Negocios? Oh, sí,
porque sus padres no creían que una especialización en música le diera grandes
oportunidades en el futuro.

La respuesta de su nueva compañera de cuarto fue mirar las cosas por el lado
bueno.

—Apesta —dijo Dinah—. Pero, uno nunca sabe, puede que conozcas a algún chico
lindo que resulte ser el próximo Mark Zuckerberg.

— ¿Cómo? ¿Bajito, y con mal gusto en ropa? – Dinah se rió.

—No, tonta: ¡brillante y asquerosamente rico! – Suspiró. — ¡Oye, Mila! ¡Mantén la


cabeza en el juego!
Levantó la cabeza, alejando la mirada del señor Prestigioso, y luego su expresión se
aclaró mientras Dinah le guiñaba y se sacaba los zapatos de una patada.

—Me sorprende que puedas caminar con ellos... oh, cierto, no puedes. – Dinah
levantó las cejas.

— ¡Hola! ¡Son de Manolo Blahnik! Se supone que son para ser vistos, no para
caminar en ellos.

—Por supuesto. Qué estúpido de mi parte. – Dinah rió disimuladamente.

—Sí, como sea. De acuerdo, en serio, ¿con cuál de estos chicos te acostarías? —Y sus
brazos barrieron los alrededores, indicando a todos los que se encontraban en el
auditorio. Camila rió.

—Con ninguno de ellos haría nada de eso.

— ¿No? ¿No crees que la chica de la camiseta roja sea linda? – Camila estiró el
cuello.

—Supongo que está bien. Aunque no es mi tipo.

— ¿Cuál es tu tipo? —preguntó Dinah curiosamente. Todos los chicos y chicas lindas
eran el tipo de Dinah. Se encogió de hombros. Lo cierto era que no tuvo muchas
citas en la secundaria. De acuerdo, cambia eso a ninguna, a menos que contara el
baile de graduación y el fiasco de la no-cita. Cómo es que una no-cita pudo haber
terminado siendo un completo desastre, permanecía siendo un misterio para ella,
pero fue una de las peores y más humillantes noches de su vida, que incluyó el
vómito —de alguien más— y... No, no quería pensar en ello. Definitivamente no
contaba.

—Vamos, Mila —dijo Dinah, en tono alentador—. ¿Qué hay de ese chico con el que
hablabas en Facebook anoche?
— ¿Arturito? No, sólo es un amigo de la secundaria.

— ¿Entonces no es...?

— ¡Iug, no! Lo conozco desde el jardín de niños, eso sería simplemente... raro.

— ¿Entonces estás disponible?

Camila se hallaba muy disponible. Simplemente no veía a nadie que le gustara de


esa manera.

—Bueno, dime qué estás buscando... en un chico o chica, ya sabes.

—Oh, no lo sé: alguien diferente. Alguien...

— ¿Como ella? —dijo Dinah, asintiendo hacia la chica que acababa de entrar.

Ciertamente era diferente. De hecho, Camila se encontraba bastante segura de que


se metió en la clase equivocada por error. De ninguna manera alguien como ella
tomaría la clase de Introducción a los Negocios.

Todos los ojos, femeninos y masculinos, giraban en su dirección mientras caminaba


tranquilamente por el auditorio luciendo como si fuera la dueña del lugar. Se
desplomó en un asiento en la segunda fila, rebosando arrogancia, sacándose los Ray
Ban mientras lo hacía. Era alta y esbelta con el cabello negro y despeinado. Se sacó
la chaqueta de cuero, e incluso a esta distancia, pudo ver que tenía una espalda
fuerte y brazos fuertes y con músculos que se alcanzaban a marcar con tatuajes en
rojo, dorado y negro arremolinándose a través de ellos. Se giró para escanear la
habitación detrás de ella, y no pudo evitar notar el pequeño arete plateado en su
ceja izquierda.

Sin hablar con ningún alma o hacer contacto visual con nadie, la chica lanzó la
chaqueta en un asiento y su mochila del otro lado. ¿No era una regla que todos los
chicos y chicas geniales se sentaran en la última fila? Pero no, ella no.
Sintió sus cejas juntarse al fruncirse.

—Ugh, no, no soporto a las chicas como esa —dijo—. Todas emo, creyendo que son
mejores que los demás.

—Sí, pero es linda —dijo Dinah, lamiéndose los labios—. Esa chica es atractiva. Voy
a averiguar quién es.

—Definitivamente, no es mi tipo —dijo Camila, con una pizca de irrevocabilidad.

El profesor Walder entró en la habitación e inmediatamente las charlas en voz baja


se silenciaron, y todos comenzaron a sacar papeles y portátiles, listos para tomar
notas. Todos excepto la chica con el aro en la ceja. No se movió. Ni siquiera sacó un
cuaderno para hacer garabatos. Se sintió estúpidamente irritada con ella. Sus
padres pagaban mucho dinero para que fuera a la universidad, y las perdedoras
como esa tipa sólo se hallaban allí para pasar el rato. No podía soportar a la gente
como esa, gente que era falsa. Se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo
observando a la "Chica Aro en la Ceja" y que la clase ya comenzaba. Pero de vez en
cuando, sus ojos volvían a ella. Medio esperaba que se hubiera quedado dormida, o
jugara con su iPod, pero sus ojos permanecían fijos en el profesor Walder, apenas
parpadeando durante los cincuenta minutos. Era extraña. ¿Tal vez se encontraba
drogada? Aunque eran apenas las nueve de la mañana, parecía la respuesta más
probable. Al final de la clase, el señor Prestigioso hizo varias preguntas, e incluso
sacó su copia del Wall Street Journal para ilustrar su punto. Chocó puños consigo
misma en su interior: se enorgullecía de leer a la gente correctamente.

Mientras el aula comenzaba a vaciarse, no pudo evitar notar que la Chica Aro en la
Ceja no le habló a nadie, y no hizo contacto con ninguna persona con la que
compartía la clase. Y llevaba sus anteojos de sol otra vez. En el interior. Qué
imbécil. Pero tenía que admitir que Dinah tenía razón en una cosa: era una linda
imbécil. Su cabello era negro y su piel clara como porcelana. Por lo que vio de sus
ojos, eran un tono claro de verdes, rodeados por largas pestañas encima de pómulos
perfectos y labios llenos y besables. ¿Besables? ¿Dónde se hallaba la verdadera
Camila Cabello, y quién demonios tenía estos pensamientos? Con un resoplido,
dirigido a la injusticia del mundo donde la gente hermosa podía salirse con la suya y
ser imbécil, fue directo a las aulas de práctica para su clase particular con el
profesor de violín. Mientras se apresuraba a través del patio interior, no pudo evitar
preguntarse por qué una chica tan hermosa querría profanar lo que Dios le dio
cubriendo su cuerpo con tatuajes y metiendo un pedazo de metal en su ceja. Cierto,
ella tenía las orejas perforadas, pero era diferente. Obviamente. No entendía por
qué las chicas en la universidad se obsesionaban tanto con los tipos y tipas con
tatuajes. Simplemente no le encontraba sentido, y ciertamente no tenía intención de
hacerse uno. Iba a lucir raro cuando tuviera cuarenta. Suspiró, preguntándose por
qué nació tan sensata. La mañana fue rápida después de eso, y se olvidó acerca de
la Chica Aro en la Ceja. Su tutor de violín, el profesor Crawford, resultó ser
increíble y creyó que se llevaban bien. Le dio algunos consejos para mejorar su
inclinación, que inmediatamente la ayudaron. Así que se hallaba de buen humor
cuando se cruzó con Dinah de vuelta en el comedor.

— ¡Hola, compañera! —Gritó en voz alta—. Trae tu trasero aquí.

Dinah permanecía desplomada en su asiento en la mesa con tres chicas que no


conocía. Le divirtió ver que sus pies se encontraran desnudos y se dejó caer a su
lado.

— ¿Qué les pasó a los Manolo? —preguntó, con una sonrisa conocedora.

—Digamos simplemente que los guardaré para una noche en la que vaya en
limusina —gruñó Dinah. Camila levantó una ceja.

—Me impresiona que intentaras usarlos, siquiera. Yo me habría roto el cuello.


Dinah se rió en voz alta, y varios chicos miraron en su dirección, observándola de
arriba a abajo. Por las miradas en sus rostros, obviamente aprobaban lo que veían.
Bueno, en realidad no había nada que desaprobar: tenía el pelo teñido de rubio
oscuro, largo casi hasta la cintura, curvas perfectas, y un rostro de muñeca con
grandes ojos oscuros. Era tan alta, podría haber sido modelo. Ella era sencilla en
comparación, sin embargo para ser justa, la mayoría de las chicas lo eran cuando se
les comparaba con Dinah. Su propio rostro era demasiado cuadrado, su mentón muy
marcado, ordinarios ojos marrones, uniforme cabello color marrón, y aunque su
figura era decente, no era nada especial. Para nada especial. Parte de Camila, la
que era una perra y de la cual no se enorgullecía, realmente habría querido odiar a
Dinah, pero la chica era simplemente demasiado agradable. Ugh.

Dinah le presentó al resto de las chicas en la mesa: Marley, Alexa y Holly. Todas
cursaban la carrera de modas como Dinah. No es que había necesitado esa
presentación para darse cuenta de ello, sus ropas gritaban "diseñador" a un
kilómetro de distancia.

— ¿Cómo estuvieron tus otras clases esta mañana? —preguntó Dinah.

—Sí, bastante buenas. Mi profesor de violín es genial.

— ¿Violín? —Se burló Alexa—. Eso suena grandiosamente estúpido.

Dinah rió, pero dijo energéticamente

—No como toca Camila. — Sonrió y le guiñó a su compañera de cuarto, pero luego
algo distrajo su atención y sus ojos se movieron rápidamente al otro lado de la
habitación.

— ¡Mira la chica Alta, Oscura y Deliciosamente Peligrosa! —dijo Alexa lamiéndose


los labios, mientras seguía la mirada de Dinah. Camila vio a la Chica Aro en la Ceja
abrirse paso a través del comedor. Aún llevaba los anteojos de sol. Aún se
encontraba sola.
—Oh, ella. —Resopló—. Está en nuestra clase de Introducción a los Negocios. Es
una verdadera imbécil.

Incluso mientras decía las palabras, se sintieron raras en su boca. Racionalmente,


sabía que no hizo nada específico para molestarla. Era simplemente la manera en la
que se sentó allí, sin tomar notas, como si fuera superior a todo. Alexa sonrió de
manera superior.

—Para tu información, su nombre es Lauren Jauregui. Es de aquí, y tiene una


reputación... eso es lo que oí.

— ¿Qué tipo de reputación? —preguntó Dinah, ansiosa.

—Se ha metido en dos peleas esta semana —dijo Alexa, encantada de ser la que
contara las noticias—. Se enojó con algún estudiante graduado sin razón aparente.
—Entonces bajó la voz

—Dicen que es la tipa a la que se debe ir si quieres algo extracurricular. Ya saben,


marihuana, alcohol, cocaína, anfetaminas... la chica lo tiene todo. No me importaría
pasar algún tiempo extracurricular con ella, si saben a qué me refiero. Escuché que
es un monstruo en las sábanas— Sus labios se curvaron hacia abajo con disgusto, y
no sólo por la expresión acristalada en el rostro de Alexa. ¿Cómo demonios podía
salirse con la suya y ser tan descarados vendiendo drogas en el campus? Encajaba
con su baja opinión sobre ella, la cual cayó gravemente en picada. Pero, si la gente
se enteraba de ella en menos de una semana, tampoco le tomaría demasiado tiempo
a las autoridades de la universidad oír sobre ello. Con toda seguridad, ni siquiera
llegaría a terminar el primer semestre.

—Ciertamente tiene toda la vibra de chica mala a su favor — concordó Dinah.

—Mmm-hmm —murmuró Alexa—. Ardiente, definitivamente ardiente.

—Enojadiza, mala y peligrosa de conocer —dijo Dinah, sonriendo


— ¿Qué piensas, Camila? ¿Tienes algo por las chicas malas?

Negó tan fuerte que pueda haber jurado que se le agitó el cerebro. Dinah rió, y
comenzó a hablar de planes para el fin de semana. Irritada consigo, sacó de su
cabeza todos los pensamientos sobre la Chica Aro en la Ceja. Algunas personas no
conocían su suerte.

La primera semana de Camila lejos de casa fue difícil, siendo sutiles. Extrañaba a
su familia. Extrañaba ser capaz de hablar con su mamá, que también era su mejor
amiga. Seguro, hablaban por teléfono todas las noches, pero no era lo mismo.
Extrañaba los chistes malos de su papá, su fuerte y tranquila presencia y la
sensación de que ante cualquier problema que tuviera, él lo resolvería. Incluso
extrañaba a su hermano pequeño David que, a los trece años, ya no era tan
pequeño, y era un verdadero dolor en el trasero. Aun así, los extrañaba a todos. Y la
universidad era diferente. Para comenzar, compartía una habitación por primera
vez en su vida, lo cual significaba que no existía mucha privacidad, aunque Dinah
resultó ser muy agradable. Allí se encontraba esa palabra otra vez. Se tuvo que
acostumbrar a los baños comunitarios, y a llevar sandalias en la ducha, irritada de
tener que esperar hasta segundo año para que los dormitorios de las mujeres fueran
renovados con baños privados. Extrañaba ser capaz de cocinar, en lugar de tener
que comer siempre en la cafetería. Y la cantidad de trabajo que le daban sus
profesores era abrumador. Entró un poco en pánico cuando se dio cuenta de lo
pesada que iba a ser su rutina, y el hecho de que, para el final de la primer semana,
ya se había atrasado en dos clases, especialmente negocios, la cual podría haber
estado en griego antiguo, por lo que entendía de ella.

Pero era noche de viernes, y Dinah la obligó a bajar para comer pizza con algunas
de las chicas. A pesar del hecho de que Alexa estuvo allí, fue más divertido de lo que
esperaba. Pasaron la mañana del sábado estudiando y durante la tarde fueron a las
tiendas de ofertas y, bajo insistencia de Dinah, gastó más de lo que necesitaba en un
nuevo par de vaqueros para llevar esa noche cuando fueran a bailar. Para el
domingo, se sentía tan preocupada por su tarea que decidió pasar la tarde y noche
en la biblioteca. Vaya, ¿qué tan triste era eso? Nada sorpresivamente, la biblioteca
permanecía casi vacía. El área común de estudios hizo un fuerte sonido de eco
cuando arrastró la silla a través del suelo. Tres chicos que parecían ser de último
año de medicina, encorvados encima de libros de anatomía, le dirigieron miradas
irritadas, sorprendidos por su intrusión, y un par de personas que caminaban sin
rumbo a través de las estanterías. Apagó su iPod con un suspiro, dejando que
murieran las últimas notas de "Running out of Air" de Love and Thetft, y entonces
los sorprendidos ojos de Camila cayeron en la última persona que esperaba ver en la
biblioteca, mucho menos durante un fin de semana, la Chica Aro en la Ceja.

Se sentaba en una mesa sola, con su libro de negocios abierto delante de ella. De vez
en cuando escribía algunas notas en su portátil. Ella se dejó caer en una de las
mesas que resultaban tenerlo a la vista. Decidió que seguramente se hallaba allí
para encontrarse con uno de sus contactos de droga, y si era así, le diría al
bibliotecario en turno. Probablemente. Tal vez. Pero se encontraba fascinada
mientras sus largos dedos pasaban intermitentemente por su cabello, o tiraban del
arete en su ceja. Luego de media hora, tuvo que admitir que no hacía nada más
siniestro que estudiar, a pesar de que parecía el tipo de chica que se estaría
recuperando de una noche dura de fiesta durante el sábado. Eventualmente, volvió
los ojos a su propia pila de tarea, que no había disminuido en los últimos treinta
minutos de observarla distraídamente. Luego de unas cuatro horas de verdadero
estudio, sus ojos se sentían cansados y arenosos, como si las páginas de sus libros
hubieran estado cubiertas de papel de lija mientras las leía, y no quería hacer nada
más que volver a su habitación y dormir. Esperaba que Dinah no se volviera
hiperactiva y ruidosa, aunque las probabilidades se hallaban en su contra. Se frotó
el rostro y levantó la mirada, para encontrarse directamente con los ojos verdes de
la Chica Aro en la Ceja. Esperaba que alejara la mirada, pero no lo hizo. La
mantuvo, con el rostro impasible. Para su molestia, sintió su piel calentarse con
rubor. ¡No, no, no! ¡No en frente de ella! Pero su sonrojo se comportó mal y no le
prestó atención en absoluto. Fue salvada por el bibliotecario, que anunció que
cerrarían. Para cuando volvió a mirar, la Chica Aro en la Ceja ya había metido su
portátil y libros en su mochila, y se dirigía afuera. Velozmente, Camila agarró sus
libros y se apresuró a ir detrás de ella, diciéndose a sí misma que era porque no
quería quedarse sola en el espeluznante edificio. Ella se encontraba unos seis
metros delante, cuando se tropezó en la puerta de la biblioteca, y cayó tumbada en
los fríos escalones. Gritó mientras se raspaba las manos al caer de rodillas. La Chica
Aro en la Ceja ni siquiera dejó de caminar, mucho menos se dio la vuelta para
ayudarla. Aunque debió haberla escuchado gritar, la ignoró por completo, dando
zancadas hacia la oscuridad. Dolida y humillada, agarró sus libros, maldiciendo en
silencio a la chica de cabello negro que la distrajo tan desastrosamente.

La mañana siguiente, se arrastró de la cama demasiado temprano para alguien que


estuvo despierto, como predijo, hasta la una de la mañana. Las palmas de sus
manos tenían raspaduras y sus rodillas se encontraban de color negro y azul. Pero,
peor que ello, se sentía magullada por dentro. ¿Cómo pudo haberla simplemente
ignorado cuando se lastimó de tal modo? Sabía que ella no habría dejado que una
extraña se quedara tirada en el suelo sin intentar ayudarla. ¿Qué tipo de persona se
comportaba de esa manera? Definitivamente no quería averiguarlo.

—Es demasiado temprano —gimió Dinah—. ¿Y quién demonios permite que la


gente de construcción trabaje en las carreteras un lunes por la mañana fuera de una
residencia estudiantil?

Camila observó por la ventana. No, nada de construcción en la carretera. El aporreo


pertenecía a la cabeza de Dinah. Rodó los ojos, pero no pudo evitar la sonrisa
compasiva que dio mientras observaba a su compañera lidiar con una resaca
importante.
—Luces como si hubieras tenido una buena noche. – Dinah se levantó para
inclinarse contra el respaldo de la cama, amontonando el edredón a su alrededor.

—Debiste haber estado allí, Camila, fue asombroso. Nuestras identificaciones falsas
eran totalmente geniales. Alexa estuvo tomando chupitos de tequila, se encontraba
hecho un desastre.

No pudo evitar sonreír ligeramente, y Dinah la miró con curiosidad.

— ¿Qué hiciste tú?

—No mucho. Estudié.

No se animó a decirle a Dinah sobre su desgracia en la biblioteca, o más bien, en los


escalones de la biblioteca. Y ciertamente no iba a mencionar la parte de la Chica Aro
en la Ceja, de todas formas, esa era una gigante no-historia. Dinah gimió y ella no
pudo evitar el gesto de dolor, también. Se embriagó una vez, y disfrutó de la
sensación. Fue durante la boda de su prima, y no era un sentimiento que quisiera
recordar. Jamás. Especialmente la parte en la que vomitó el frente de su vestido
nuevo. Agarró una botella de agua de la pequeña nevera, y la puso en la mesita al
lado de la cama de Dinah junto con dos ibuprofenos.

—Eres un héroe —dijo Dinah, con los dedos escarbando en busca de las pastillas.

Levantó la mirada hacia Camila mientras ésta comenzaba a abrir la puerta.

— ¿A dónde vas?

— ¡Clases! —dijo Camila, levantando una ceja.

—De acuerdo, ¿te veo más tarde? Vamos a comer comida italiana esta noche.

—Eh, no, gracias. Tengo cosas que hacer —dijo, evasivamente—. Nos vemos.

Dinah gimió, y le dio una pequeña despedida con la mano.


No parecía una buena idea, ahora que Camila se hallaba parada fuera del edificio.
Se mordió el labio y miró el volante de nuevo. Sí, esta era definitivamente la
dirección, pero no parecía el tipo de lugar al que quería entrar sin un guardia
armado. Grasiento: esa era la palabra. Deteriorado: esa era otra. De mala
reputación. Escalofriante. Un bar de mala muerte. Incluso de pie afuera, podía oler
la cerveza rancia y la acera cubierta de colillas de cigarrillos. Por lo menos era de
día. No es que nadie en el interior conociera ese hecho, las ventanas del lado de la
calle se encontraban pintadas de negro.

Se sentía un poco mareada, y se dio cuenta de que sus palmas sudaban mientras se
las frotó en sus nuevos vaqueros. Esta era una mala idea. Debería regresar a los
dormitorios antes de hacer un ridículo aún más grande de sí misma. Acababa de
convencerse de dar vuelta y marcharse cuando la puerta de acero se abrió. El
hombre más grande que jamás conoció la miraba. Por Dios, era enorme. Lucía como
que podía aplastarle las costillas con una mano si quería. Su cabeza era calva, o se
la afeitaba, y sus brazos y cuello se veían totalmente cubiertos de tatuajes. Le
sonrió, y ella automáticamente retrocedió un paso.

— ¿Oye chica, estás aquí para la audición?

— ¿Um, sí? —dijo, vacilante.

—Entra, cariño.

Quería decir que no. Quería dar la vuelta y correr, pero de alguna manera sus pies
no obedecieron a su cuerpo. El hombre seguía mirándola, así que respiró hondo y
entró. Deseaba haber dejado un mensaje a alguien para decirle a dónde iba, para
que supieran dónde encontrar su cadáver mutilado. Tal vez su celular tenía
seguimiento satelital. Tal vez debería esconderlo en alguna parte en el club antes...

—Por este camino, cariño.


El gigante la llevó al interior del edificio, que tenía paredes oscuras saturadas con
olor a sudor y licor fuerte, o posiblemente licor de atestados cuerpos que fue sudado
bailando, cada fin de semana. La iluminación era tenue, y ni a la luz del día se le
permitía entrar a la cripta que formaba la red de habitaciones. Camila se esforzó
para convencerse de que la mancha en el piso no podía ser sangre. Entonces oyó el
sonido de alguien riendo haciendo eco. Era una risa despreocupada, feliz, de
ninguna forma cómo se imaginaba que sonaría la de un asesino en serie.
Inesperadamente, sintió que su cuerpo se relajaba. Echando un vistazo a través de
la oscuridad, vio un grupo de hombres de pie en un pequeño escenario. Todos, se
volvieron a mirarla, y
las risas se apagaron.

—Otro cordero para la masacre —dijo una voz baja, y varios de ellos se rieron
disimuladamente.

Tragó saliva, enderezó los hombros y siguió adelante con un aire decidido,
desmentido por la forma en que su estómago se revolvía y sacudía. La miraban con
expresión divertida pero a pesar de su aspecto temible, su comportamiento no era
amenazante. Se detuvo abruptamente cuando vio que "uno de ellos" era la Chica del
Aro en la Ceja. ¿Por qué tenía que estar aquí para presenciar su mayor humillación?
Le devolvió la mirada sin reconocerla y se sintió ridícula pensando que sabría de
ella, o incluso la recordaría. Se encontraba recostada en el piano, con un pie apoyado
detrás de ella, su rodilla doblada, una postura relajada y cómoda. Cuando Camila se
acercó, saltó del escenario.

—Me voy de aquí, malditas audiciones —dijo con voz aburrida.

—Claro, L. —Uno de los hombres habló en voz baja—. No te pierdas. —Pero la


Chica del Aro en la Ceja lo ignoró, pasó junto a ella, y siguió caminando,
balanceando un casco de moto en una mano.
Se sintió indignada por su comportamiento grosero. Era un idiota.

Lauren se hallaba irritada consigo misma por ir al club. Sabía que sería provocar
una tormenta de mierda de recuerdos, y no necesitaba la furia de su hermano
cuándo lo supiera, pero de alguna manera no fue capaz de permanecer lejos
tampoco. Aun así, no existía forma en la tierra que la hiciera quedarse para otra
audición inepta. Tenía sus límites. Se sorprendió cuando la última víctima apareció.
No se parecía en nada a la clase de chica que iría al club. Le encantaba el lugar,
pero tenía que ser sincera: era un horrible hoyo de mierda. Parecía demasiado
joven, para empezar, y demasiado dulce. Pero sabía que las apariencias podían
engañar. También era muy consciente de cómo la gente la juzgaba en el momento
que la veía. Las reacciones eran predecibles. Generalmente, no le importaba lo que
pensaran. No, eso no era cierto. No le importaba lo que la gente pensaba de la forma
en que ella lucía. Sabía que sus tatuajes, sus perforaciones, la forma en que vestía,
le daba a la gente un mensaje gigante de váyanse a la mierda y eso le sentaba muy
bien. Esa mierda era deliberada. Aprendió a tener cuidado con la gente en general,
y comenzar la universidad fue un gran problema para ella. Ya tuvo que noquear un
par de idiotas, y Chris le dio un infierno cuando volvió a casa con los nudillos
magullados dos días seguidos. Era jodidamente divertido si lo pensabas. Tal vez
"irónico" era la palabra.

Se acostumbró a la forma en que las personas reaccionaban a ella: las chicas la


veían de arriba a abajo, incluso algunas chicas mayores, lo que era genial, los chicos
la evitaban o intentaban demostrar que eran más fuertes que ella. Rara vez lo eran.
La mayoría de los adultos sólo la encasillaban como una delincuente y la evitaban.
Sus profesores no parecían molestos, por lo que Lauren agradecía: tatuajes,
perforaciones, ropa y peinados extraños, todo lo habían visto antes. Pero quería
evitar los problemas en la universidad tanto como fuera posible. Por desgracia,
parecía que también debería evitar a las personas para ello. Era consciente de la
supuesta reputación que ya la seguía. Esto la enfureció, pero cuando eras la
hermana de Chris Jauregui, no existía mucho que pudieras hacer por la mala
reputación. Razón por la cual golpeó a ese par de imbéciles la semana pasada,
hicieron la dolorosa suposición de que Lauren y su hermano eran lo mismo. Doloroso
para ellos, de todos modos. Esa chica lo miró de la forma que todos los demás lo
hacían, la repasó por completo pero también pensó que era basura. Perra. Cuándo
pasó junto a ella en su salida del club y vio el destello de ira en sus ojos, la
reconoció. La Chica de la Biblioteca. La vio allí el domingo por la tarde. De hecho,
estaba muy segura de que la miró fijamente al menos por veinte minutos. La
comenzó a asustar, y casi decidió decirle algo cuando por fin comenzó a concentrarse
en su propio trabajo, y fue capaz de relajarse. Leía el mismo libro de texto de
estudios de negocios que ella, lo que significaba que debían compartir al menos una
clase. Pero también se hallaba rodeada de partituras orquestales, lo que la hacía
una alumna de música. Qué jodida pérdida de tiempo. Lauren no tenía ningún lugar
en su mundo para gente como ella.

A pesar de su insistencia en que no tenía ningún interés en la Chica de la Biblioteca


o lo que sea, se preguntaba cómo le habría ido en la audición. No podía imaginar
que tendría lo que los chicos buscaban, pero tampoco se encontraba en una posición
para juzgar. Y esa idea la enojó demasiado. Le enviaría un mensaje a Drew luego
para averiguarlo. Le hubiera gustado ir a casa y relajarse una vez que dejó el club,
pero Chris le dijo que se perdiera por toda la noche, porque tenía algunos negocios
que atender en la casa. Se acostumbró a eso y en realidad no le molestaba. Chris era
muy bueno la mayor parte del tiempo. Así que en lugar de ir a casa y a sus libros,
condujo hasta el gimnasio del campus. Aparcó la moto, guardó el casco, y caminó al
interior. Levantó algunas pesas y corrió alrededor de un kilómetro y medio en la
cinta. Quemaría un poco de su energía nerviosa siempre presente. En el vestuario,
se puso unos pantalones de chándal y una camiseta, y llevó su toalla y una botella
de agua a la sala de pesas. Dos chicos del equipo de fútbol ya se encontraban allí,
pero no le hicieron caso y continuaron con sus prensas. Después de casi una hora, se
dirigió a la sala de entrenamiento donde la cinta de correr, máquinas de remo y
bicicletas de spinning se encontraban organizadas en filas. Un pequeño grupo de
chicas permanecía allí, usando shorts diminutos y tops ajustados. Miraban a Lauren
con avidez, y automáticamente las repasó de arriba a abajo. Una con el pelo rojo era
caliente y definitivamente se hallaba interesada en ella.

Suspiró y apartó la mirada. No estaría interesada si la conociera verdaderamente.


Además, prefería relaciones anónimas que con conocidas. Era más fácil. Se
concentró en la cinta y empezó a correr más, sumando kilómetros. Estuvo en la zona
durante veinticinco minutos cuando sintió que le tocaban el brazo y saltó.

Era la pelirroja.

— ¡Oh, guau, lo siento! —Rió—. ¡Dije "hola" como tres veces! Debes haber estado
concentrada.

Lauren sonrió torpemente, deteniendo la máquina y saltando fuera de ella.

—Sí, algo así.

—Así que, ¿me preguntaba, quieres tomar un café? Mis amigas se tienen que ir y no
me gusta tomar café sola. – Evaluaba internamente cómo responder.

—Tengo que estar en un lugar en este momento —respondió, pensando


rápidamente.

Se dio cuenta de que no quería deshacerse de ella completamente, pero necesitaba


tiempo para pensar en cómo jugar.

— ¿Qué tal si nos vemos mañana por la noche mejor? En el Blue Note, en la calle
West River, ¿Lo conoces? Trae a tus amigas.

— ¿Um, no es ese lugar, como, peligroso?

Lauren sonrió.
—No, es genial. Mi amigo trabaja allí.

El rostro de la chica se iluminó.

—Bueno, está bien, eso suena genial. Soy Terry.

—Lauren.

Ella se rió.

—Lo sé.

Frunció el ceño, preguntándose si no era con ella con quién quería conectar, sino con
lo que su hermano podía ofrecer. Bueno, si buscaba eso nada más, estaría
decepcionada.

— ¿Así que, um, Lauren, a qué hora te veré ahí?

—Voy a estar allí después de las nueve de la noche. —Tu jugada, hermosa.

— ¡Genial! Nos vemos allí.

Se alejó, balanceando sus caderas, y Lauren se lamió los labios. Como regla general,
no tenía citas. Lo que no quería decir que no tenía mujeres, porque esa sería una
gran mentira ridícula. Pero tal vez ya era hora de pasar a una nueva página y
tratar con esa mierda de las citas. Puede ser. Se sentía como que tomaba un riesgo
enorme, con todo lo que quería mantener oculto. Pero este año era todo sobre nuevos
comienzos. ¿Cierto? La relajación que encontró durante su entrenamiento se
evaporó mientras la incertidumbre crecía. Irritada consigo misma, fue a las duchas
y dejó que el calor del agua caliente en su piel la calmara. Cuando terminó, se puso
un top delgado deportivo y envolvió una toalla sobre su esbelta cintura y se dirigió a
su casillero.

—Hola chica.
Miró a los dos deportistas con cautela, valorando mentalmente cuánto espacio
tendría para darles un puñetazo si empezaban algo. No eran apenas un poco más
altos que ella, pero los dos pesaban al menos diez o quince kilos más.

La expresión en el rostro de Lauren hizo a los atletas retroceder y levantar las


manos.

— ¡Whoa, tranquila! Solo, eh, quería preguntarte algo. – Lauren respiró.

— ¿Qué?

—Bueno, um, sólo me preguntaba si, um... oímos que las chicas se ponen calientes
por eso.

Hizo un gesto hacia el pecho de Lauren.

—Algunas, sí —dijo, reprimiendo una sonrisa, sabiendo exactamente lo que el chico


iba a preguntarle después.

— ¡Amiga, de verdad debió doler! —dijo el otro atleta. Se encogió de hombros.

—Valió la pena. —Y esta vez no pudo evitar que una enorme sonrisa se deslizara.

Los jugadores de fútbol levantaron sus cejas y sonrieron en respuesta.

— ¿Te lo hiciste en la ciudad?

—Por supuesto. El salón de tatuajes de TJ lo hará por ti. Harán cualquier tipo de
perforaciones.

El tipo más grande se puso pálido, y se preguntó si iba a desmayarse.

— ¿Amiga, en serio?

Se echó a reír.
—Sí, anillos en los pezones son cosas normales en el salón de TJ. Perforarán casi
cualquier cosa si se los pides. En cualquier lugar.

—Chica, tengo que sentarme —dijo el grandote, estrellándose en una de las bancas.

Negó con la cabeza y sonrió para sus adentros. Marica. Poniéndose la ropa sobre su
cuerpo todavía húmedo, revisó su celular. Chris le envió un mensaje de todo
despejado. Podía volver a casa. Se aproximó al estacionamiento y no pudo evitar
sonreír al ver a su motocicleta. Era una Harley Davidson 1969 que compró como
chatarra y restauró. Le tomó dos años ahorrar dinero de los fines de semana y los
veranos trabajando en un taller, pero lo hizo. Al montar la máquina elegante, vio a
Terry riendo con sus amigas. Lo saludó con la mano y asintió hacia ella, sintiendo
un escalofrío de anticipación mezclado con ansiedad.

Cuando llegó a su casa, la calle afuera se encontraba llena de motos y coches,


parecía que las puertas permanecían abiertas en la casa de Chris Jauregui. Otra
vez. Era un secreto bien conocido que puedes conseguir casi todo lo que quieras en
una de las fiestas de Chris. Y Lauren fue a un montón de fiestas durante el verano.
Por suerte, las células del cerebro que le quedaban después de toda la marihuana
que fumó y los tragos que bebió, parecían estar en buenas condiciones de
funcionamiento. Sus clases de la universidad no le presentaban ningún problema.
Miró con envidia al grupo que se drogaba por ahí, pero se encontraba atrapada por
la promesa que se hizo a sí misma de no drogarse o perderse en una noche de
escuela. La universidad costaba mucho dinero, y no iba a joder su futuro. Sintió que
alguien tiraba de su brazo. Una chica rubia guapa se apoyó en ella para mantener el
equilibrio. Parecía que eran de la misma edad y Lauren se preguntó si era una
estudiante. Esperaba que no fueran a la misma universidad, trataba de mantener la
vida en su casa separada de la escuela.

— ¡Oye, guapa! ¿Quieres ir de fiesta?


Levantó una pequeña bolsa de plástico con pastillas y le pasó la mano por el pecho
de forma seductora. Vaciló, luego sonrió y negó con la cabeza.

—En otra ocasión, hermosa.

Suspiró. Una cosa que las fiestas de Chris tenían, era que nunca tenía ningún
problema para conseguir sexo. Le guiñó un ojo a la chica y subió las escaleras antes
de que sus evidentes encantos la hicieran cambiar de opinión. Por lo menos su
habitación era privada. Se sentía contenta de que Chris aceptara que era necesario
poner una cerradura en la puerta. Sacó la llave, pasando por encima de un par de
cuerpos que se desplomaron en el pasillo. La música palpitaba a través de las
paredes de la casa con tanta fuerza que podía sentir las vibraciones en sus huesos.
No le molestaba: estaba acostumbrada. Su habitación, en comparación, era un oasis
calmado. Cerró la puerta detrás de ella y se arrojó de espaldas sobre la cama. Tenía
un poco de tarea que hacer antes de las clases en la mañana y después, bueno,
saldría con Terry. Trató de ignorar el endurecimiento de su polla mientras pensaba
en su boca como capullo de rosa y las cosas que podía hacer con ella, tratar de
estudiar con una erección era una mala idea. Tenía que concentrarse. Pero antes de
que pudiera abrir sus libros, el teléfono sonó en su bolsillo. Su hermano. Con
cansancio, se levantó y abrió la puerta. Sabía lo que venía a continuación y no tenía
ganas de pelear.

— ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Estuviste en el club!

Se encogió de hombros.

— ¿Sí, y qué?

El rostro de su hermano se tensó por la ira.

—Te dije que te alejaras jodidamente de ahí.

— ¿En serio? ¿Vas a hacer lo de padres ahora?


—No me cabrees, Lauren.

—Por Dios, solo pasaba el rato. No te enfades por eso.

—Lo digo en serio: aléjate de ahí.

—No puedes decirme qué hacer, Chris.

—Es mejor que creas que puedo, joder.

—Además, tengo una cita ahí mañana.

Su hermano hizo una pausa, y su expresión cambio a una de sorpresa.

— ¿Una cita? ¿Cómo... una cita?

Asintió.

—Hum. ¿Está buena?

Levantó una ceja.

—Está bien, hermanita. Pero la próxima vez, haz tu cita en un club diferente.
¿Entiendes?

—Como sea.

Chris la empujó con fuerza en el centro del pecho y Lauren se estrelló en su cama.

—Imbécil —carraspeó Lauren, frotándose el pecho.

Su hermano sonrió y le hizo señas para que cerrara la puerta detrás de él. Bueno,
eso fue mejor de lo que esperaba.
Capítulo 2

Camila regresó a su habitación en los dormitorios en el séptimo cielo. De hecho, se


sentía tan bien que probablemente se hallaba en el décimo cielo o atravesando el
décimo quinto también. Definitivamente no era consciente de la acera bajo sus pies.
La audición había ido bien. No, la audición fue fabulosa. Estuvo espectacular.
Estaba segura de que sorprendió a esos tipos. Admitieron que se sorprendieron.
Ninguno de ellos esperaba que una voz llena de todo tipo de blues saliera de ese
pequeño y tímido exterior. Ni siquiera le importaba que la hubieran llamado tímida:
era verdad.

—Bienvenida a 32° North —dijo el escalofriante tipo llamado Drew.

Y le dieron el trabajo. Estaba dentro. Los ensayos comenzarían en unos días con su
primera actuación planeada para tres semanas después. Le dieron un apodo,
diciéndole que "Camila" tenía "demasiadas malditas letras". Para ellos era Cam, y
era uno de ellos. La invitaron al club el martes para que escuchara a otra banda
tocar. Querían su compañía. Fue fantástico excepto por una cosa: deseaba que la
Chica con el Aro en la Ceja se hubiera quedado. Le habría gustado ver la mirada en
su rostro cuando descubriera, junto a sus amigos, que podía cantar. El pensamiento
la confundía, especialmente porque se portaba como una idiota en cada ocasión en la
que se cruzaban.

Pero sus amigos eran geniales, a pesar de la forma que lucían. La escucharon
respetuosamente y no trataron de seducirla. Bueno, se sentía acostumbrada a eso,
pero el respeto era nuevo, y lo disfrutaba. Demasiado.
No podía esperar a contarle las noticias a Dinah. Luego vaciló. Una cosa era cantar
algunos blues habituales en una habitación vacía durante una audición, pero era
algo totalmente distinto cantar material original de alguien más, delante de una
audiencia que había pagado. Decidió que esperaría hasta después de la primera
práctica antes de transmitirle su felicidad. Para entonces tendría una mejor idea de
cómo funcionarían las cosas. Como mucho. Podrían decidir que cometieron un error
o encontrarían a alguien mejor. Dinah se sentaba con las piernas cruzadas sobre la
cama, mirando su portátil, teniendo a las menos seis conversaciones distintas, si el
sonido metálico de los mensajes significaba algo. A pesar del cansancio que
conllevaba su resaca, Dinah la miró valorativamente y Camila tuvo que apartar la
mirada.

—Guau, luces como si estuvieras de buen humor. ¿Qué hiciste, Cabello?

Se sonrojó. Tanto por el grosero lenguaje como por lo que implicaba.

— ¡Dios, Dinah! ¡Nada! Sólo pasé una buena tarde. Mira, uhm, algunos... amigos me
invitaron a este club mañana por la noche, y me preguntaba si querías venir.

Dinah le dio una mirada agria.

—Algunos amigos tuyos te invitaron a un club anoche, pero te encontrabas


demasiado ocupada haciendo tu tarea.

Oh.

—Bien, merecía eso —admitió—, y lo siento, pero, ¿irás? Por favor, Dinah. No quiero
ir sola.

Dinah resopló un poco más, luego dijo—: ¿Quiénes son estos amigos tuyos? Nunca te
he visto hablar con alguien.

—Sólo algunos chicos que conocí.


— ¿Chicos? ¿Cómo hombres? —soltó Dinah, sus ojos repentinamente alertados.

—Uhm...

Dinah hizo una pausa dramática, inspeccionando sus uñas, y haciendo que se
pusiera lo suficientemente nerviosa como para que un tic comenzara debajo de su
ojo. —Bien. Iré. Le enviaré un mensaje a Alexa para ver si tiene planes. Se tragó
una réplica, que decía que Alexa era una perra y no era bienvenida. Pero también
sabía que sería una rápida forma de perder la amistad de Dinah si trataba de
hacerla escoger entre ellas. Por el resto de la tarde preguntó sobre los "chicos" con
los que iban a encontrarse. Respondió tan imprecisamente cómo fue posible.

—No los conozco bien. Son locales, pero parecen agradables.

— ¿Cómo conociste a chicos locales? Mmh, eres una pequeña reservada, ¿no? Ahora
sé buena y dile a la tía Dinah todo sobre ello.

—No, en serio. Sólo, uhm, hablamos y nos gustó el mismo tipo de música. Eso es
todo.

—Bien, no me digas. Les preguntaré cuando los vea.

Camila se encogió.

— ¡Bien! ¡Te lo diré! Pero por favor, por favor, por favor no le digas a nadie más. —
Especialmente a Alexa.

— ¡Vamos, dime ya!

De mala gana, le contó toda la historia, observando con algo de placer como la
mandíbula de Dinah caía, sorprendida.

— ¡Oh, Dios mío! ¡Eso es tan genial! ¡Eres totalmente increíble! —gritó—. Sabía que
ocultabas algo, Camila, aunque no tengo idea de por qué querrías esconder algo tan
increíble.
—Porque no sé si funcionará.

—Pero debes haberles gustado si vas a cantar con ellos.

—Uhm, tal vez.

—Y te invitaron a salir mañana por la noche.

—Sí, pero...

—Bueno, primero que todo, tenemos que prepararte, y eso va a tomar algo de
trabajo.

— ¿Disculpa?

—Tenemos que hacerte lucir deslumbrante, así sabrán que tomaron la decisión
correcta.

—Les importa que pueda cantar, no cómo luzca.

Dinah rodó los ojos.

—Son chicos. ¡Por supuesto que se preocupan por cómo luces! ¿Cómo lograste
graduarte de la secundaria sin conocer el factor elemental, mi querida compañera
de cuarto? Bueno, no te preocupes, Dinah, la reina de lo cursi, la Big Mama del
cambio de imagen está aquí. Sólo tienes que quedarte allí, callarte y disfrutar del
viaje.

—Bien, pero sin tacones altos.

— ¿Qué parte de "callarte" no entendiste? —gruñó Dinah.

Camila se mantuvo en silencio. No quería decirle que tal vez ser la reina de lo cursi
no era lo que Dinah pensaba que significaba, considerando que se licenciaba en
moda... sí, mejor quedarse tranquila y callada.
Después de comer más temprano la siguiente noche, Dinah metafóricamente se
subió las mangas y comenzó a trabajar. Dos insoportables horas más tarde, Camila
miró un reflejo que apenas reconocía.

—Te ves bien, chica —dijo Dinah alentadoramente.

—Uhm —respondió, mirando sus ojos pintados, sus labios rojo rubí y su brillante
cabello.

—Agradéceme luego, cuando cada chico en el club esté afectado por ti —dijo con un
guiño.

Cerró los ojos y ofreció una plegaria silenciosa, esperando que eso nunca sucediera.
Se tranquilizó con el pensamiento de que si algo sucedía, sólo sería porque Dinah se
hallaba vestida en una de sus muchas minifaldas escandalosas, y con unas botas de
cuero hasta las rodillas. La mayoría de los chicos no miraría nada más allá de eso. O
tal vez hasta su camiseta ajustada. Seguro, nada más allá de eso. Sintió la suave
mano de Dinah en su hombro.

—Estarás bien. Luces jodidamente ardiente. Mi pequeña diva —dijo cariñosamente


y le besó la mejilla. Un golpe en la puerta las interrumpió.

—Esa debe ser Alexa —dijo, dirigiéndose a la puerta. Alexa entró en la habitación,
luego se detuvo y miró a Camila, completamente impresionada.

—Luce bien, puedes decirlo. —Sonrió Dinah.

—Uhm, sí —soltó Alexa—. Para una estudiante de música.

Dinah rodó los ojos. —Sólo admite que soy brillante y ella es una muñeca.

—Lo que sea —dijo Alexa, encogiéndose de hombros, y mirando a Camila.

Camila cruzó los brazos sobre su pecho y la miró. Que comience el juego.

Cuando llegaron al club, la fila llegaba hasta la mitad de la manzana.


—No voy a esperar aquí —dijo Alexa, lanzándole una mirada irritada a Camila,
como si hubiera causado personalmente ese retraso.

—Ve y dile a los tipos en la puerta quién eres —dijo Dinah impacientemente.

— ¿Disculpa? —jadeó Camila.

—En serio, Alexa tiene razón —dijo Dinah rápidamente—.Estaremos aquí toda la
noche.

— ¡No puedo! Quiero decir, ellos no...

— ¡Camila! —Insistió Dinah—. Sólo hazlo. Lleva tu lindo traserito hacia allá y diles
que nos dejen entrar.

—O iremos a otro lugar. —Sonrió Alexa. Sintiendo temor, y preparándose para la


humillación, con su corazón martilleando contra sus costillas, se tambaleó hacia la
entrada.

—La línea está allí atrás —recitó el portero.

—Sí, lo sé. —Tosió—. Pero podría decirle a Drew que Camila... uhm, Cam está aquí.

El portero bajó la vista, sus ojos recorriéndola de pies a cabeza.

— ¿Eres amiga de Drew? Bien, puedes entrar.

Estuvo a punto de caer impresionada, pero Dinah le dio un codazo y guiñó.

—Uh, ¿y mis amigas?

—Seguro, cariño. Entren.

Dinah tironeó de su codo, empujándola a través de la puerta.

— ¡Guau! ¿Cuán genial fue eso? —Rió—. ¡Ni siquiera te pidieron tu identificación!

Se sentía totalmente conmocionada. Alexa sólo lucía molesta.


— ¡Este lugar es increíble! —gritó Dinah por encima del ruido.

Tenía que admitir que el club lucía mucho mejor por la noche, y lleno de gente. No
se veía en tan mal estado ni como un antro. Tal vez no tan acogedor para asesinos
en serie, aunque aún tenía una intensa y peligrosa vibra, como muchos de los
clientes. Nunca vio tantos tatuajes juntos, y eso si sólo contaba a las chicas. A pesar
de su glamuroso cambio de imagen, aún se sentía como una novata ratón de
biblioteca, lo que era en realidad, y completamente fuera de lugar.

—Vamos a comprar algo de beber —gritó Dinah, ajena al hecho de que hace menos
de veinticuatro horas, tenía una enorme resaca.

Mientras se dirigían hacia la abarrotada barra, localizó a la Chica del Aro en la


Ceja. Tenía a una pelirroja pegada a ella, y frotaba sus caderas con las suyas de una
forma que probablemente era ilegal en cincuenta y un estados. No bailaban en el
estricto sentido de la palabra: era casi como si estuvieran teniendo sexo con la ropa
puesta. Pero definitivamente era caliente. Estaba sorprendida de que la pista de
baile no se hubiera quemado debajo de ellas.

Las manos de la pelirroja se hallaban en sus bolsillos traseros, apretando ese bonito
culo. Quizás no necesitaba ser una buena conversadora cuando pasabas la tarde con
la lengua metida en la garganta de alguien. Se irritó por su malicioso monólogo
interior. Parecía tan injusto que estuviera vestida así, luciendo caliente, y ella
estuviera completamente inconsciente de su existencia. Es una imbécil, ¿recuerdas?
¿Quieres ser otra marca en el pilar de su cama?

Sintiéndose ridícula, siguió a Dinah hacia la barra y ordenó agua helada. Alexa la
miró desdeñosamente, y luego procedió a entablar una conversación con Dinah,
manteniendo la atención sólo en ella. Dinah trató valientemente de incluirla, pero
con la malicia natural de Alexa, el número de personas apiñadas en la agitada
habitación, y el volumen de la música, fue una batalla perdida. Se encontraba allí,
sintiéndose patética y miserable, cuando Drew se acercó a ella.

— ¡Lo veo y no lo creo! ¡Guau, mírate, cariño! Estoy muy contento de que no
vistieras así para tu audición.

Lo miró, desconcertada y más que un poco herida.

— ¿Por qué no?

—Porque no habría sabido si te contrataba por tu canto... o no.

Cuando entendió lo que decía, su piel se sonrojó.

—Uhm —tartamudeó, bajando la vista.

—Preséntate así para los conciertos y serás imparable —dijo, sonriendo ante su
expresión.

—No sé. Mi compañera de cuarto lo hizo —dijo Camila, alzando las manos con
impotencia.

—Preséntamela —le ordenó Drew, deslizando los ojos por las innegablemente
deliciosas curvas de Dinah—. Quiero agradecerle.

Se sentía desesperada. Ya había comenzado. Todo lo que tenía para ella


eventualmente era alejado. Cantar era la única cosa en la que era realmente buena,
y ahora iba a ser estropeado. Por una vez, le gustaría que se tratara de ella.

Luego se pateó mentalmente y admitió que se comportaba como una niña mimada,
Dinah no era más que agradable con ella. Alexa... bueno, esa era una historia
distinta. Hizo las presentaciones, y se sorprendió cuando Drew puso la mano sobre
su hombro, jalándola en un abrazo. Los ojos de Alexa casi salieron de su cabeza
mientras el musculoso hombre de las montañas levantaba a Camila del suelo.

—Cualquier amigo de esta niña es amigo mío —dijo en voz alta.


Lauren finalmente se las arregló para sacar la entusiasta lengua de Terry de su
boca. Prácticamente la asaltó cuando entró por la puerta. No es que tuviera ninguna
objeción, después de todo, eso simplemente significaba que no tenía que preocuparse
por mantener una conversación con ella. Le aliviaba el hecho de que no le hubiera
preguntado por su hermano, o por drogas, pero se sentía estúpidamente
decepcionada por que no hubiera estado interesada en conocerla. Aunque tenía que
admitir que logró conocer su cuerpo bastante bien, y su polla se sentía como si
estuviera tratando de salirse de sus pantalones para alcanzarla durante la última
hora. Si no conseguía follar esa noche, sus bolas estarían más azules que la música*.
Sintió el cambio en el ritmo en la multitud cuando el DJ terminó su pista, y la
banda subió al escenario lista para tocar. Levantó la mirada al mismo tiempo que
Drew alzaba a una linda chica con brillante cabello castaño, y sonrió. Cuando Drew
finalmente la puso en el suelo, ella se volvió, obviamente avergonzada, y casi se
atragantó con su whisky. Era la Chica de la Biblioteca, luciendo escandalosamente
ardiente. Drew le dijo que su nueva cantante iría esa noche, parecía que la Chica de
la Biblioteca había conseguido el puesto después de todo. Sintió las manos de Terry
moverse debajo de su camiseta, clavando las uñas en su espalda para llamarle la
atención.

— ¿Quieres ir a mi habitación? Mi compañera no estará allí.

Era lo que Lauren esperaba que dijera, bueno, realmente lo aguardaba, por la forma
en la que la toqueteaba. Su billetera se hallaba llena de condones y buscaba la
oportunidad para probar los nuevos acanalados, quería ver si funcionaban. Tal vez
conseguiría que le hiciera una mamada primero. Mientras la banda subía al
escenario, miró a Drew, que aclamaba y gritaba. Junto a él, los ojos de la Chica de la
Biblioteca brillaban con emoción. Sintió un pinchazo de celos antes de que Terry la
jalara hacia afuera.
Camila casi empezó a saltar de arriba a abajo, cuando recordó que Dinah la hizo
llevar tacones. Sus pies la estaban matando, pero no le importó. La banda era
increíble y pensar que en sólo tres semanas, estaría allí arriba, era emocionante y
atemorizante. El pensamiento la hizo sentirse ligeramente nauseabunda. Mirando
alrededor, pudo ver a Drew saltando tan violentamente que temía por él. La gente
se iba alejando de él mientras cien kilos golpeaban el suelo, con los puños alzados
sobre su cabeza.

Se rió. Drew era dulce, no tenía nada que temer en absoluto. El hombre era un osito
de felpa y se sentía a salvo con él. Lanzó un vistazo a su alrededor, buscando a la
Chica con el Aro en la Ceja, pero parecía que desapareció. Probablemente se
encontraba con su preciosa novia, besándola y llevándola hasta el séptimo cielo, o a
otras dimensiones, y haciendo otras cosas. Ella no era una completa mojigata, tenía
una clara idea de lo que se componían esas "otras cosas", sólo que nunca las había
experimentado. Sin embargo, tenía una imaginación muy activa. Suspiró; parecía
que serían ella y su imaginación por un largo tiempo. Las predicciones de Dinah de
ser un éxito eran muy lejanas a la realidad. Nadie se le acercó. No se detuvo a
considerar que la proximidad y el tamaño de Drew hacía que tuviera un tremendo
guardaespaldas, tanto si quería uno o no. Sin embargo, Dinah parecía haber tenido
más suerte, y bailaba con uno de los compañeros de Drew. A Camila le pareció
haberlo visto más temprano ese día, pero cómo no era uno de los miembros de la
banda, no podía estar segura. Incluso Alexa, con esa desagradable mueca que le
hacía lucir como un bulldog masticando una avispa, se encontraba desaparecida. Y
milagrosamente parecía estar disfrutando aunque estuviera sola.

Estuvieron en el club hasta las cuatro de la mañana, y Camila se sintió muy


culpable por haber estado fuera por tanto tiempo en un día de Universidad. Pero
maldita sea, ¡fue divertido! Luego Drew las llevó a un taxi y le ordenó a Camila que
llevara su trasero allí de nuevo el jueves.
Cuando Dinah y Camila entraron tropezando a su habitación, el cielo comenzaba a
resplandecer por el este. Una parte de Camila se sentía agotada, mayoritariamente
la que conectaba con sus pies, pero su parte romántica, que era mucho mejor que la
otra, le pedía que se quedara allí y viera el amanecer. Dinah prohibió esa idea
argumentando que: a) Se encontraba tan cansada que la última hora caminó
dormida y b) Nunca escuchó una idea tan tonta como esa en toda su vida.

Al mismo tiempo, en otra habitación del campus, Lauren se ponía las botas y subía
la cremallera de sus vaqueros. Terry dormía y roncaba suavemente. Su piel se
encontraba sonrojada y su cabello se extendía sobre la almohada como llamas. Fue
una buena noche, aunque no fue capaz de notar ninguna diferencia apreciable al
usar los condones acanalados. Terry gritaba demasiado, así que... no estaba segura
de sí la vería de nuevo. No intercambiaron números de teléfono, por lo que
probablemente ella se sentía de la misma forma.

Vaciló brevemente, mirando la chica durmiendo, y luego se fue, cerrando la puerta


detrás de ella silenciosamente. El rugido de su motor resonó en el aire matutino.
Levantó el rostro hacia el creciente amanecer, luego presionó el acelerador y se
dirigió a casa.

A pesar de lo exhausta que Camila se encontraba al terminar su segunda semana


de universidad, fue mejor que la primera. Comenzaba a reconocer a las personas en
sus clases y hacer amigos, en especial otros estudiantes de la orquesta; su profesor
de violín continuaba asombrándola e inspirándola; y lo mejor de todo, las prácticas
de la banda iban realmente bien.

Aprendió casi todas las canciones que Drew le dio, y los otros miembros de la banda
estuvieron muy satisfechos por el modo en que fue el primer ensayo. Drew tocaba
algo al estilo Bluegrass con su guitarra, JP mantenía el ritmo, Wes tocaba el bajo y
el contrabajo, y Keaton era el baterista. El ritmo era algo entre Blues e Indie rock, y
Camila esperaba que pudiera convencerlos de intentar algunas versiones de las
bandas que le gustaban.

Asumió que Drew escribió esas canciones, pero le dijo que eran de una amiga. Por el
cambio en los rostros de los otros miembros de la banda, se dio cuenta que había
una historia allí, una que no iban a compartir. Pero eran muy amigables en general,
burlándose de ella como si fuera su hermana pequeña, y ellos eran el rebelde
paquete de hermanos mayores que nunca tuvo.

El único punto malo llegó el viernes en la mañana, en la forma de clase de negocios.

Camila sabía que iba a luchar con el tema, mayormente por su falta de interés y el
hecho de que la suma de dos más dos le daba dolor de cabeza... le molestaba el hecho
de que sólo la tomaba para complacer a sus padres. Tratar de leer el libro asignado
hacía que sus ojos se volvieran vidriosos, y eso sólo era al leer el título. Se llevó la
mano a la boca mientras bostezaba ruidosamente. Dinah la miró con simpatía.

— ¿Se siente como una semana larga?

—Podrías decir eso. —Camila asintió con cansancio—. No he parado, las ruedas
siguen girando. Quiero dormir un montón este fin de semana.

—Peso liviano. —Resopló Dinah—. Apuesto a que puedo persuadirte para salir
mañana.

Sacudió la cabeza, pero no aceptó la apuesta. De pronto, se sentó erguida. La Chica


Aro en la Ceja entró encorvada en la habitación, y se sentó en el mismo lugar en la
segunda fila. Dejó su mochila sobre un asiento, y su chaqueta sobre el asiento
continuo, un mensaje claro de que no quería que nadie se sentara cerca.

¡Qué imbécil! Obviamente la chica no tenía amigos. Ninguna sorpresa allí. Pero
entonces recordó cuán a gusto se veía con los chicos de la banda, y con la puta del
club. Era confuso. Se veía exactamente igual que cuando la vio por primera vez,
excepto que hoy usaba una camiseta gris. No pudo evitar notar eso, a pesar de que
difícilmente era importante. Se sintió decepcionada por no verla en ningún lugar en
el campus en los días anteriores. Sin embargo, vio a la pelirroja riendo con sus
amigas en la cafetería.

— ¿Todavía deseando a Lauren Jauregui? —susurró Dinah, con una mirada


conocedora.

— ¿Qué? ¡No! Yo... es amiga de Drew, eso es todo. En serio, no. Quiero decir, es
linda. Obviamente. Pero... ella también sabe eso. No. No es mi tipo.

Dinah sonrió. —Estás balbuceando. Debes estar realmente atraída por ella.

Gimió, pero fue salvada de contestar cuando el profesor Walden entró. Al igual que
antes, la Chica Aro en la Ceja, Lauren, no escribió ni una palabra, o nota. Se sentó
ahí, sin apartar los ojos del profesor durante toda la lectura. Rara.

—Ahora, en cuánto a sus exámenes parciales y el resto del semestre —anunció el


profesor, mirando por encima de sus gafas al final de la clase, y antes de que todos
pudieran desaparecer—, en vez de un examen, voy a darles asignaciones para que
puedan trabajar en parejas. Así que para aquellos a los que no les va bien en los
exámenes estandarizados, tendrán una oportunidad de mostrarme que más pueden
hacer. El emparejamiento es arbitrario; si no están felices con su pareja... bueno,
pues qué lástima. En los negocios, se trata de provechar al máximo el equipo que
tienes; encontrando los puntos fuertes de todos, compensando las debilidades,
incluidas las suyas.

Mientras procedía a leer, y los estudiantes se unían, la habitación gradualmente se


vació. Dinah fue emparejada con la Chica de la Camisa Roja, y ambas parecían
bastante felices con eso. Entonces

— Señorita Cabello y Señorita Jauregui.


Dinah rió.

— ¡Ten cuidado con lo que deseas! – Lauren se giró para descubrir quién iba a ser
su compañero, explorando los rostros de los estudiantes, esperando a que alguien
capturara su mirada.

—Ve —siseó Dinah, dándole un pequeño empujón. El movimiento capturó la


atención de Lauren, y parecía sorprendida cuando asintió hacia ella, con las mejillas
calientes. Varias estudiantes le lanzaron miradas furiosas, pero Camila ni siquiera
lo notó. Demasiado. Vacilando, bajó las escaleras hacia ella.

—Hola —dijo con timidez, sintiéndose mareada.

Extendió la mano hacia ella y la sacudió rápidamente. Su piel se sentía caliente y


seca, su palma ligeramente rugosa.
—Tú eres Camila—dijo—. La amiga de Drew. Soy Lauren

—Um, sí. —Fue su réplica ingeniosa.

Se quedaron mirando una a la otra. Camila no pudo evitar notar que tenía pestañas
increíblemente largas, y sus irises eran de un castaño claro, salpicados de verde.

—Así que —dijo Lauren en voz baja, mirándola a los ojos—, ¿puedo recuperar mi
mano? Tal vez la necesitaré.

— ¡Oh, lo lamento! —jadeó, dejando caer su mano como si se hubiera electrocutado.

Ella podía decir que trataba de reprimir una sonrisa, pero no creía posible poder
sonrojarse aún más. Levanto una ceja y Camila esperó que hiciera un comentario
inteligente, pero no lo hizo.

— ¿Cómo quieres hacer esto?

— ¿Qué? —tartamudeó la castaña.

—La asignación. ¿Quieres trabajar en la biblioteca?


—Um, sí, seguro. Como sea.

—Bueno, ¿qué está bien para ti? ¿Domingos por la tarde-noche? - pregunto la
ojiverde.

Levantó la cabeza para encontrar su mirada, y esta vez vio definitivamente una
sonrisa.

—Así que me viste allí —replicó.

Se encogió de hombros.

— ¡Pero no sentiste que fuera necesario detenerte y ayudarme cuando caí por los
escalones de la biblioteca!

Frunció el ceño.

—No sé de qué estás hablando. Te vi estudiando, eso es todo.

— ¡Oh, seguro! Me encontraba a unos pocos metros de ti cuando caí. Debiste haber
escuchado mi grito.

Una mirada llena de ira se apoderó de ella e instintivamente retrocedió un paso.

—Bueno, no lo hice —espetó.

No existía respuesta a eso. Simplemente añadió "mentirosa" a su lista de defectos.


Tuvo la sensación de que sería una lista un poco larga.

—De todos modos, estoy ocupada el domingo por la noche —dijo, tratando de sonar
despectiva. Sólo porque era hermosa no quería decir que podía salirse con la suya
siendo una idiota. No con ella.

Continuó mirándola, su rostro apretado con furia.

— ¿Qué? —dijo, irritada.


—Así que, ¿cuándo quieres trabajar? No quiero empezar a bajar puntos por ti.

La mandíbula de Camila se cerró con un fuerte chasquido.

—Estoy libre el domingo por la tarde —escupió.

—A las dos —dijo Lauren—. No llegues tarde.

Entonces tomó su chaqueta de cuero y su mochila, y se alejó.

— ¡Qué imbécil! —murmuró, sobre todo para sí misma. Echó un vistazo a Dinah
para ver que aún seguía disfrutando de las atenciones de la Chica de la Camiseta
Roja.

Suspiró y se frotó la frente con cansancio.

A la una y cincuenta y cinco de la tarde del domingo, Camila caminaba apresurada


a través del campus en dirección a la biblioteca, determinada a no llegar tarde. No
quería darle a Lauren ninguna excusa para ser más imbécil.

Había conseguido alcanzar la puerta giratoria de la biblioteca, cuando la vio correr a


través del patio. Tomó los escalones de la biblioteca de dos en dos, con una mirada
seria en su rostro.

— ¿Asustada de llegar tarde? —dijo mordazmente, cuando se encontraron.

—No.

Su tono era brusco.

Camila parpadeó. Quizá merecía eso.

—Mira, lo siento —dijo—. Tenemos que trabajar en esto juntos, así que... vamos a
intentar llevarnos bien, ¿bueno?

Ella se encogió de hombros.


—Lo que sea.

Camila retiró la ofrenda de paz, y marchó dentro de la biblioteca, enfurecida por su


rudeza. Tomó una mesa en el fondo de la habitación y se arrojó en una silla. Lauren
todavía permanecía parada, cambiando su peso de un pie a otro.

—Um, ¿te importa si me siento ahí? —dijo, apuntando al asiento de Camila.

— ¿Disculpa? —Resopló.

—Yo... um, me gusta sentarme con la espalda contra la pared, para poder... ver
todo...

—Como quieras —dijo en tono cortante—, pero no me voy a mover.

Frunció el ceño y finalmente empujó la silla opuesta a Camila, lo que la dejaba de


espaldas al resto de la habitación.

Por la forma en la que se movía, sacudiendo sus piernas arriba y abajo, y


continuaba tirando de su anillo en la ceja, no necesitaba suponer que se sentía
incómoda. Sonrió con suficiencia para sí misma, le gustaba tenerla a la defensiva; la
hacía sentir que quizá tenía la oportunidad de ser lo suficientemente competente
con ella. Rasco su mentón y sus mejillas, y se dejó caer en la silla.

— ¿Por dónde quieres comenzar? —la retó.

Camila tenía una buena idea, que orgullosamente extendió ante ella.

—Eso es un poco básico —se burló la ojiverde.

Se sonrojó, mortificada porque su idea era obviamente defectuosa. Dejó escapar un


largo suspiro y Camila se arriesgó a mirarla. Incluso cuando se encontraba enojada
e irritada, no podía evitar el querer mirarla. Para su sorpresa, su expresión era de
simpatía.

—No estás en esto, ¿verdad?


Sacudió su cabeza, con sus mejillas aún sonrojadas.

— ¿Drew dijo que te especializabas en música?

—Um, sí.

Se sorprendió al notar que hablaba de ella con Drew.

—Así que estás tomando Introducción a Negocios porque...

—Mis padres. Pensaron... que debería tener algo en lo que respaldarme.

Lauren asintió lentamente.

—Tienen razón. Tus padres. Nada está garantizado. Es bueno tener un plan de
apoyo.

Esos no eran sentimientos que hubiera esperado oír de alguien como ella,
despreocupada, con una actitud de no me importa una mierda.

—Mira, es bastante sencillo si lo piensas de esta forma —dijo, señalando hacia el


segundo capítulo del libro. Para su sorpresa, venía preparada y tenía algunas ideas
realmente buenas. Incluso más sorprendente, se encontraba dispuesta a explicarle
algunos de los conceptos con los que ella luchaba: inercia industrial, flujo de
producción; en un claro, y no condescendiente lenguaje. ¡Parecía tan simple! No
pudo evitar reírse a carcajadas, y Lauren le sonrió en respuesta.

—Sí, soy una chica divertida.

—En realidad, pensé que eras una idiota.

—Que te jodan mucho —dijo solemnemente.

Camila rió.

—De nada.
Decidió que prefería mucho más su sonrisa que su cara de pocos amigos. Ambas
eran calientes, pero sus ojos eran suaves y felices cuando sonreía. Entonces se dio
cuenta que la risa que oyó en la audición, era suya. Deseaba oírla de nuevo. Mucho.
Estiró su espalda, poniendo los brazos por encima de su cabeza.

Camila no pudo evitar mirar la pequeña porción de estómago que se vislumbraba


por encima de la cintura del pantalón, y los tensos músculos que podía ver
ensombrecidos por debajo de su camiseta. Apartó la vista cuando se dio cuenta que
el ser atrapada comprobándola no sería tan genial, y tal vez podría dar rienda
suelta a su idiota interior.

—Hay un libro que usé en la secundaria que podría ayudarte —dijo, distrayéndola
de comerla con los ojos—. Puedo ver si tienen una copia aquí, si quieres.

Camila entrecerró los ojos, preguntándose si sugería que no se hallaba al nivel del
curso actual, pero no vio nada excepto sinceridad en su rostro. Se sintió
avergonzada por sus malos pensamientos.

—No, está bien, gracias. Lo encontraré en las estanterías. ¿Cuál es el título y el


autor?

Anotó los detalles para ella, y siguió ojeando el libro por más ideas. Deambuló
pasando varias filas de estanterías hasta que encontró el estante correcto. Sacó el
libro y pasó las páginas. Tenía razón: esto realmente la ayudaría. De repente una
alta y estridente alarma sonó en toda la biblioteca, haciendo que saltara. Por todas
partes, los estudiantes arrojaban libros a sus mochilas y se dirigían a las salidas de
emergencia. Corrió de vuelta a su mesa y observó asombrada como Lauren aún se
sentaba tranquilamente, con la cabeza inclinada sobre sus libros.

— ¡Lauren! —gritó—. ¡La alarma de incendios!

No se movió.
— ¡Lauren!

Nada.

— ¡Lauren!

Ninguna reacción aún. Mierda, debía estar escuchando su iPod. Molesta y


preocupada, se dio prisa, cerrando de golpe sus libros en su mochila.

— ¿Qué pasa? —dijo, claramente confusa por sus acciones.

— ¡La alarma!

Por un momento, su rostro vislumbró una vacía incomprensión, pero luego echó un
vistazo hacia atrás y vio a los otros estudiantes saliendo apresuradamente.
Murmurando y maldiciendo en voz baja, tiró los libros en su mochila y siguió a
Camila fuera de la biblioteca.

Los estudiantes se arremolinaban frente a la construcción, y se dispersaban en el


patio. Todos se preguntaban si el fuego era real, o sólo un simulacro. ¿Había humo?
¿Llamaron al departamento de bomberos?

— ¿Deberíamos esperar en el césped? —dijo Lauren, casualmente.

—Seguro.

Encontraron un espacio libre, mientras Camila trataba de ignorar las incrédulas


miradas de otros estudiantes porque ella, Lauren Jauregui pasaba el rato con una
nerd. Una de ellos era la pelirroja que vio en el club. Le fruncía el ceño a Camila y
murmuraba algo a su amiga.

—Um, tu novia está allí —dijo, señalando rápidamente sobre el hombro de Lauren.

Frunció el ceño y miró alrededor, entonces le dio una pequeña sonrisa.

—No es mi novia.
—Pero... te vi en el club con ella.

Lauren se encogió de hombros.

—Sólo conectamos.

—Oh. —No se encontraba acostumbrada a la gente que hablaba tan casualmente


sobre, bueno, sexo—. No luce muy feliz.

—No es mi problema —replicó, frunciendo el ceño de nuevo—Consiguió lo que


quería.

No sabía qué responder a eso.

Se tumbó en el césped, apoyándose sobre sus codos y extendió sus largas piernas
delante de ella. Entonces, sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su pantalón y
encendió uno, aspirando el humo apreciativamente.

—Fumar es realmente malo para ti —dijo Camila, con desaprobación.

Lauren parecía divertida.

— ¿Si? No creo que nadie me haya mencionado eso antes. Rodó los ojos, y ella le
guiñó, luego dio otra calada. Con pereza, sopló el humo fuera de sus fosas nasales, y
Camila vio como columnas de humo se arremolinaban a su alrededor antes de que la
brisa lo llevara lejos. Y entonces notó algo. —No estás oyendo tu iPod.

Se quedó perpleja.

—Um, no.

—No usabas auriculares en la biblioteca.

—No —dijo, de repente luciendo tensa, incluso a la defensiva.

—La alarma...
— ¿Qué hay con eso?

Camila fue sorprendida por la ira en su tono. Vaciló.

—Nada —murmuró.

Sus ojos se estrecharon, pero entonces apartó la vista de ella.

—Lo que sea. Ya tengo que irme.

—Pero no hemos terminado de estudiar...

No respondió; sólo apagó la colilla de su cigarrillo y lo arrojó lejos con sus dedos.

— ¡Oye! ¡No arrojes basura! Los pájaros podrían intentar comer eso.

Ni siquiera la miró cuando se puso de pie y se alejó.

Se preguntaba qué demonios sucedió. No, ella no iría con esta mierda, no después de
que se llevaron tan bien. Se paró y la siguió.

— ¡Lauren!

No se detuvo.

— ¡Lauren!

Ninguna reacción. Su pasó se ralentizó mientras caminaba detrás de ella,


llamándola por su nombre, pero no se giró; ni la miró.

La agarró del brazo y giró rápidamente, con los puños en alto, haciéndola saltar
hacia atrás. Se relajó un poco cuando la vio, pero sólo un poco.

— ¿Lauren?

— ¿Qué? —espetó.

—Estaba diciendo tu nombre. No me oíste.


Se encogió de hombros.

—Pensaba en algo más.

—No. Quiero decir que no me oíste.

Su temperamento explotó; sus ojos oscuros y furiosos.

— ¿Qué quieres de mí?

—No me oíste, ¿cierto?

Trató de ignorarla, pero no lo dejaría ir, apretando sus dedos alrededor de su brazo
con fuerza.

— ¡No me oíste!

— ¡Vete! —gruñó, apartándola bruscamente. Sus manos cayeron a sus costados y se


sentía como si estuviera luchando por conseguir aire.

—No puedes oírme —susurró.

Se dio vuelta, pero no antes que pudiera ver el desesperado dolor en su rostro.

—No puedes oír en lo absoluto.


Capítulo 3

Lauren sintió su sangre congelarse cuando se detuvo mirando a la cara


desconcertada de Camila.

—No... Por favor no se lo digas a nadie —dijo, desviando su mirada hacia los
estudiantes en frente de la biblioteca.

—No lo entiendo—murmuró Camila—. Pareces tan...

Sus palabras se apagaron.

— ¿Normal? —terminó por ella, su tono amargo.

Su piel se enrojeció, y tuvo que admitir que adivinó correctamente.

— ¿Cómo lo... cómo lo haces?

Lamió sus labios, mirando alrededor. No podía hablar con ella aquí, no con todos
mirando, a lo mejor escuchando.

— ¿Podemos ir a algún lugar, lejos de aquí? —preguntó, su tono suplicante.

—Si, por supuesto.

Se sintió aliviada de que aceptara inmediatamente. Asintió, y caminó por el patio


interior, su mandíbula apretada, la tensión ondeando en ella. Camila tuvo
prácticamente que correr para alcanzarla mientras Lauren caminaba con pasos
largos a través del campus.

— ¿A dónde vamos? —preguntó, sin aliento.


No respondió, pero pronto se dio cuenta que la dirigía hacia el estacionamiento de
estudiantes. Casi pierde la compostura cuando caminó hacia una brillante, moto
negra. Estirándose hacia una de las alforjas, sacó un casco y se lo pasó sin un
comentario.

—Um, nunca he hecho esto antes —dijo, moviendo su mano sin poder contenerse
hacia la máquina, y mordiendo su labio. No respondió.

— ¿Alguna vez has andado en bicicleta?

— ¡Por supuesto!

—Es como eso. Solo sostente.

Balanceó su pierna sobre la motocicleta con gracia y le tendió la mano. Aceptándola,


puso su mano sobre la suya, y depositando su confianza en ella, Camila subió
detrás. Se estiró alrededor, buscando por la barra de agarre. No tenía una, y para
hacer el punto claro, Lauren agarró con las manos sus muñecas y jaló sus brazos
alrededor de su cintura. Su cuerpo se sentía cálido y muy sólido mientras lo
sujetaba apretadamente, cerrando los ojos cuando el motor comenzó un rugido
gutural. Rugió cuando pateo el soporte y salió a la carretera, y sus ojos se abrieron
de golpe. Aceleró, y Camila se aferró, aturdida por la velocidad, euforia y un poco de
miedo. Manejaron alrededor de quince minutos, Lauren zigzagueando
descuidadamente dentro y fuera del tráfico ligero. A pesar del asalto a sus sentidos,
gradualmente comenzó a acostumbrarse a la sensación y comenzó a disfrutar de
estar cerca de Lauren. Luego el recuerdo de las circunstancias que las llevaron ahí
regresó de golpe, y su garganta se cerró.

A lo mejor lo entendió todo mal, pero entonces ¿por qué la miró de esa manera? ¿Por
qué le rogó no decirle a nadie? ¡Como si lo fuera a hacer! ¿Por qué se hallaba tan
molesta?
La motocicleta comenzó a ir lento, y Lauren estacionó a un lado de una cafetería de
aspecto barato, diseñada para parecerse a un viejo vagón de tren.

El repentino silencio mientras apagaba el motor fue alarmante. Camila tomó una
respiración profunda y de mala gana liberó sus manos de su cintura. Sin una
palabra, ella desmontó y se quitó el casco. Camila trató de tragar, cuándo la ira y el
dolor en su cara de Lauren fueron remplazados por una máscara de frialdad. Le
pasó el casco en silencio, después la siguió dentro de la cafetería. Se sorprendió
cuando le sostuvo la puerta abierta. Ese pequeño acto de educación la ayudó a
aliviar la opresión que se construía en su pecho. Se dejó caer en una cabina en la
parte de atrás, y la siguió, reacia a la próxima confrontación, pero ansiosa por
conocer la verdad acerca de esta hermosa y complicada chica. Una mesera de
mediana edad inmediatamente caminó con una jarra de café que lucía lo
suficientemente fuerte para curvar el cabello del pecho de un búfalo, y llenó dos
tazas sin preguntar.

—Gracias, Maggie —dijo Lauren, cansadamente.

—Cualquier cosa por ti, guapa —dijo, con una afectuosa sonrisa y un guiño a
Camila.

Se alejó antes de que tuviera el valor de pedir crema. Miró con fascinación mientras
Lauren agregaba tres paquetes de azúcar a su café, estimulando la humeante
infusión de mala gana. Tomó su propia taza y le dio un sorbo. El café era fuerte,
pero no tan desagradable como pensó.

Lauren se recostó en la cabina y cerró sus ojos. Lucía perdida y vulnerable, pero
cuando sus ojos se abrieron y la miró, su expresión una vez más era fría.

— ¿Qué quieres de mí?

Repitió las palabras que le soltó en el patio, pero ahora su voz era monótonamente
fría.
Camila tembló.

—Solo quiero saber... si me encontraba en lo correcto.

— ¿Por qué te importa?

—Solo... podría ser peligroso... si la gente no sabe sobre... ti.

Elevó sus cejas con incredulidad.

— ¿Peligroso?

—Sí —dijo, tratando de contener sus nervios—. En la biblioteca, no oíste la alarma


de incendios, ¿o sí?

— ¿Me estas preguntando o me estás diciendo?

—Um, ¿preguntándote?

Suspiró, y estudió la mesa con injustificado interés. Necesitando algo que hacer con
sus manos, puso una pequeña pila de sal en la mesa y comenzó a dibujar patrones
con sus dedos. Trató de ordenar sus pensamientos, preguntándose cuanto le podría
contar, cuánto podría confiar en ella.

Camila retuvo las triviales palabras que quería decirle para que dejara de hacer un
desastre en la mesa. Lauren iba a hablarle, lo sabía, y no quería interrumpirla

—Usualmente me siento dándole la espalda a la pared así puedo ver lo que los
demás están haciendo —dijo finalmente—. Eso usualmente me da una pista.

La miró.

—No te quisiste mover, y tuve que sentarme frente a ti así podía leerte los labios
para saber lo que decías. —Se encogió de hombros—. Soy más cuidadosa cuando
estoy sola.
Se sintió horrible. Su negativa a cambiar asientos, su mala actitud, todos los
injustos pensamientos que tuvo sobre ella. No era una mentirosa. No era una idiota.
Pero ella, Camila, era una perra de primera clase con una actitud engreída y egoísta
de un kilómetro de ancho.

—Lo siento —susurró.

Asintió y suspiró otra vez.

—Sí, me dicen eso seguido.

Bajó la vista, y empujó la pila de sal en otra dirección. Puso su mano sobre la de
ella, forzándola a mirarla.

—Lo siento porque he sido una perra contigo.

Le dio una pequeña sonrisa, y gentilmente deslizo fuera su mano, dejándola en su


regazo.

Avergonzada, también jaló su mano, y ambas sorbieron sus cafés para tener algo
que hacer, algo que aliviara el espantoso silencio.

—Así que... ¿Puedes leer los labios? —dijo, por último.

Asintió, mirando su cara.

— ¿Es... es por eso que no tomas notas durante las conferencias?

Asintió otra vez.

—Si trato de tomar notas, me perdería media conferencia.

— ¿Pero no es eso realmente difícil?

Se encogió de hombros.
—Soy muy buena recordando cosas, escribo las notas más tarde, me ofrecieron una
computadora de asistencia de captura en tiempo real, pero... prefiero hacerlo a mi
manera.

— ¿Así que tus maestros saben?

—Sí.

— ¿Alguien más?

— ¿En la escuela? Solo tú.

—No entiendo, ¿por qué estas tratando de mantenerlo en secreto? No es algo por lo
que sentirse avergonzada. Quiero decir, lo has hecho impresionantemente para
llegar tan lejos...

— ¡No! —gruño—. ¡Malditamente no actúes de manera condescendiente conmigo!

— ¡No lo hacía! Yo...

—Sí, lo hacías, maldición. Sólo eres como el resto. Lo has "hecho impresionante" ¿es
lo que dices? ¿Por qué tendría que ser algo más que "impresionante" el que vaya a la
universidad? Soy sorda, no estúpida.

Era la primera vez que alguna de las dos decía la palabra, y Camila palideció.

— ¡No quería decirlo así! Lo siento, yo...

Miró dentro de su taza de café y sintió lágrimas escocer sus ojos. Parecía que no
podía decir nada sin empeorarlo. No podía imaginarse cuán difícil era para ella.
Sabía lo difícil que era buscar universidad, pero por lo menos era normal. Luego se
odio a si misma por pensar de esa manera.

Aun así, su desafío debió de haber sido más difícil que el suyo. Y luego se dio cuenta
de cuán terriblemente debió de haber sido, no ser capaz de unirse a un grupo de
conversación, no ser capaz de hablar sobre la últimas canciones o bandas, no
escuchar por casualidad los chistosos o raros comentarios que la gente hacia, no ser
capaz de tocar su violín, no ser capaz de oír su propia voz, su propio canto. No se
podía imaginar la vida sin su música, sin sonidos.

Pero esa era la realidad en la vida de Lauren. Con razón se envolvía a sí misma en
una fachada de hostilidad, tratando de mantener a todos alejados de ella.

—Te vi bailando en el club —dijo, de repente recordando su sucio baile, y


sintiéndose confundida—, con tú nov... con la chica. ¿Cómo lo...?

Sonrió rígidamente.

—Puedo sentirlo —dijo—. Puedo sentir el ritmo de la música a través del piso, las
vibraciones. Nadie nunca lo ha notado... que estoy sorda... cuando estoy en un club,
tampoco nadie puede escuchar ni una mierda en esos lugares. Encajo bien. Es el
único lugar en el que podrías decir que tengo una ventaja. Otras personas tienen
que gritar para ser escuchadas, yo puedo leer sus labios.

Su tono era mordaz.

— ¿No puedes... um... no puedes escuchar nada? Me preguntaba porque suenas


tan...

—Ibas a decir "normal" otra vez, ¿verdad? —dijo, acusadoramente.

Camila mordió su labio y asintió lentamente.

—Lo siento —murmuró.

— ¿Y todavía te preguntas porque no quiero que nadie lo sepa?

Levantó la mirada, viendo solo dolor y frustración en su mirada.

—Porque no quiero ser definida por esto —dijo, con voz suave— Cuando la gente
sabe que tienes... una discapacidad, Cristo, odio malditamente esa palabra, te
tratan diferente. La mitad del tiempo ni siquiera se dan cuenta que lo están
haciendo. Odio todos los malditos estereotipos. —Dejó caer la cabeza en sus
manos—. Lo odio. Lo odio, maldición.

Ella no sabía que decir o cómo comportarse. Era difícil el entender que tenía esto en
su vida... problema, asunto, discapacidad... ¿Cómo se suponía que lo llamara?

—Soy malditamente patética —murmuró—. Dos semanas, lo logré... solo por dos
semanas antes de que alguien, antes de que tú, lo adivinaras.

La miró a los ojos.

—Si no hubiera sido por la alarma de incendios, no estoy segura que lo hubiera
notado. —Le dio una pequeña sonrisa—. Solo pensé que eras una idiota por
ignorarme, algunas veces.

Su cara se suavizo ligeramente y trató de sonreír, aunque parecía quedarse atorada


en las esquinas de su boca.

—Pero Lauren, no entiendo por qué prefieres que la gente piense que eres una
idiota... en lugar de que sepan que eres sorda.

Se encogió de hombros.

—Las idiotas son normales. Ser sorda... me hace diferente. No quiero ser diferente.

Camila pasó sus ojos por sus tatuajes y fijó su mirada en el arete en su ceja.

—Creo que lo quieres.

— ¿Qué?

—Creo que quieres ser diferente. Por la forma que luces.

La miró y negó con la cabeza lentamente.

—No lo entiendes.
—Lo estoy tratando.

—Sí, supongo que lo estás.

— ¿Me... me dirías sobre eso? ¿Cuándo comenzó? Quiero decir no naciste sorda,
¿verdad?

— ¿Qué es lo que quieres, mi jodida historia de vida?

—Sí, si puedes manejar no maldecir entre cada palabra.

La miro con asombro, luego rio en voz alta.

— ¡Eres chistosa!

— ¡Encantada de hacerte reír! —Resopló, aunque no se hallaba molesta. Era bueno


verla sonriendo otra vez. Pero su sonrisa se desvaneció rápidamente.

—No quiero que nadie más lo sepa. Quiero decir, nadie.

—Lo prometo, Lauren. Además, es tu secreto para contar, no mío.

Asintió lentamente.

—Supongo que tendré que confiar en ti.

—Supongo que sí.

—Bien, pero necesitaré otro maldito café.

—Oye, ¡Sin maldecir! ¡Lo prometiste!

— ¿No puedo decir maldito?

—Prefiero que no lo hagas.

— ¿De casualidad tu padre es un pastor?

Camila rodó los ojos.


— ¡Tan cliché! ¿Pensaste que por qué no me gusta maldecir tengo que ser Holly
Roller? ¿Ahora quien está estereotipando?

Fue salvada de contestar cuando Maggie llegó para llenarles sus tazas de café.

— ¿Quieres comer algo con eso, Lolo? ¿O tú amiga?

Lauren miró a Camila.

— ¿Tienes hambre?

—No realmente, pero gracias.

—Estamos bien aquí, gracias, Maggie.

—Te traeré lo usual —dijo—. Y no me ruedes los ojos Lauren Jauregui. Sé que no
tienes nada de comida en casa.

—Gracias Maggie —murmuró, sonando disciplinada mientras la mesera se alejaba.


Camila elevó sus cejas.

—Lolo, ¿eh?

Sonrió.

—Sí, bueno, me conoce desde que era una niña. Es la única que me dice así.

—No lo sé, creo que te queda, Lolo.

—Sigue así, hija del pastor.

Frunció el ceño y Lauren no pudo evitar reírse de ella otra vez.

—Así que, ¿Cómo escogiste esta universidad? —dijo, tratando de hacer


conversación.

Se encogió de hombros.
—Tiene un gran programa de negocios, soy buena en economía. Y tengo una beca
parcial, ¿tu?

—Fue más decisión de mamá y papá. Sabía que quería hacer música y hay un
programa de música, así que me estoy preparando para ser maestra de música.

— ¿Es eso lo que quieres?

—No realmente, pero es lo suficientemente cerca.

Cuando Maggie llegó con un plato de huevos, tocino y polenta, Lauren se apresuró a
comer como una mujer famélica.

—Guau, supongo que realmente estás hambrienta —dijo, sus ojos a punto de salirse
de su cabeza, sorprendida por la velocidad con la cual absorbía todo en un suspiro.

—Mmm —dijo, en medio de un bocado de huevos y tocino—. No tuve la oportunidad


de comer algo ayer.

— ¿Qué? ¿Nada de nada?

—Uh. Uh —murmuró, negando con la cabeza.

— ¿Por qué no?

Tragó el último bocado y se estiró por su café.

—No he comprado comestibles. Además, nunca duran mucho, así que no vale la
pena hacerlo.- Camila negó con la cabeza, confundida.

— ¿Tu mamá no compra los comestibles?

Tan pronto como hizo la pregunta se dio cuenta que otra vez metió la pata
enormemente.

—Mis padres murieron, hace como dos años —dijo, mirando a un punto en la pared
detrás de ella—. Ahora solo somos yo y Chris, mi hermano.
La respiración de Camila salió fuera de sus pulmones.

— ¿Cómo?

—Accidente de auto.

Todo lo que podía hacer era asentir en simpatía. Lauren nació con inteligencia y
buena apariencia, pero en unos pocos años perdió a sus padres, su audición, una
gran parte de su orgullo y dignidad, junto con esperanza, al parecer. No podía
comenzar a entender cómo funcionaba, levantarse sola por la mañana e ir a la
escuela a estudiar. Debe de ser fuerte. Muy fuerte. Su corazón creció con admiración
por ella, luego fue consumido con dolor por la vida que le fue dada.

—Lo siento —repitió, sin poder evitarlo.

Se encogió de hombros.

—La vida apesta.

Estiró sus brazos por encima de su cabeza, su playera se elevó y apretó sobre su
pecho. Las mejillas de Camila comenzaron a arder, y luego se sintió horrible por
tener pensamientos lujuriosos cuando ella había desnudado su alma. Era una
persona horrible.

— ¿Qué hay sobre ti? —dijo—. ¿Cuál es tu historia?

—Nada interesante —dijo rápidamente.

—Dime de todas maneras.

—Realmente no hay nada que decir.

Frunció el ceño.

—Así que me interrogas sobre mi vida, pero no quieres decir nada a cambio.

—No, quiero decir... es aburrido. ¿Qué quieres saber?


—Dime sobre tu familia.

Suspiró.

—Mis padres son Sinú y Alejandro. Ambos son maestros de secundaria,


matemáticos. Tengo un hermano menor, David, tiene trece años. Es un completo
dolor en el... bueno, un dolor, pero lo extraño de todas formas. Está interesado en las
cosas usuales, fútbol, juegos de computadora, e interesándose sobre las chicas. —Se
estremeció— Tiene un poster de Megan Fox en su pared. Mamá le dijo que
deshumanizaba a las mujeres, pero creo que a papá le gusta, el poster, quiero decir.

—Sí, bueno, ¡Ella es caliente!

— ¡Ugh! Eres tan chico —se burló.

Le guiñó, y no pudo evitar sonreírle.

— ¿De quién tienes posters en la pared en tu casa? —se burló.

— ¿Por qué? ¿Quieres ver mi habitación? —le preguntó la ojiverde, elevando la ceja
en la que tenía el arete —. Porque tengo que decirlo, no creí que fueras ese tipo de
chica.

La miró, completamente sin palabras. Sonrió, concluyendo que ganó esa ronda de
batalla verbal.

— ¿Te han besado, Camz? —dijo, inclinándose hacia adelante y mirando sus ojos,
una sonrisa escondida detrás de ellos.

— ¡No seas tonta! —espetó.

—Creo que no —dijo con suficiencia.

—Si me han besado —tartamudeó—. Mucho.

Era una maldita mentira, pero no existía ni una manera en que admitiera eso.
—Es bueno saberlo —dijo recostándose, sonriendo.

—Bien, ¿qué hay sobre ti?

—Sí, me han besado. Mucho.

Rodó los ojos.

—Quiero decir, ¿Tienes novia?

— ¿Por qué, te estás ofreciendo?

—No sé porque me molesto —dijo.

Le devolvió la sonrisa.

—No, no tengo una novia. ¿Algo más que quieras saber?

Camila mordió su labio.

—Pregúntame —motivó—. No contestaré si no quiero.

—Me parece justo. —Hizo una pausa—. Bueno, me preguntaba... cuando, um,
cuando tu... cuando... lo siento, no importa.

Su expresión juguetona se desvaneció, y podía patearse a sí misma.

—Seguimos volviendo a la misma mierda, verdad —dijo, su voz enojada—. Esto es


el por qué estoy harta de esto, porque odio hablar sobre esto. Es tan malditamente
fascinante para todos los demás, pero esta es mi vida y sé lo que he perdido. Cada
maldito día se lo que he perdido. Veo que vas a ir a ensayar con Drew y los chicos, y
jodidamente me mata. Nunca tendré eso de nuevo; nunca escucharé esa música. ¿Y
sabes qué? Estoy comenzando a olvidar. Algunas veces creo que escucho música en
mi cabeza, pero ya no estoy segura.

Cerró sus ojos, después habló otra vez.


— ¿Crees que es lo mismo para las personas ciegas? Quiero decir, si solían ser capaz
de ver... ¿Pueden recordar los colores? ¿Piensan en colores, sueñan con colores?
Algunas veces pienso que puedo escuchar música en mis sueños...

La garganta de Camila se cerró severamente, y se sintió responsable por hacerla


sentir así. Y tenía la responsabilidad de contestarle.

—Sí, creo que lo hacen. Quiero decir, creo que yo lo haría. Sabes, Beethoven siguió
componiendo aun después de que quedo sordo.

—Si, como si nadie alguna vez me lo hubiera dicho —dijo, mordazmente.

—No lo hace menos verdadero —dijo, en voz baja.

—Mi... Condición... es llamada perdida idiopática neurosensorial de la audición, lo


cual significa que no tienen ni una maldita pista. Creen que a lo mejor fue un virus,
pero realmente no lo saben. Comenzó después de que empecé la secundaria. Lo
primero fue que me metí en problemas, los maestros decían que no me concentraba,
o que estaba siendo una listilla no respondiéndoles. Una maestra realmente lo tomó
en mi contra, la Srita. Francis. Tenía una de esas malditas voces agudas, y no podía
escuchar ni una mierda de lo que decía. Pierdes los sonidos altos primero, la
recepción de tonos bajos toma un poco más. Era tan tonta para decirle a alguien que
tenía problemas.

Se detuvo y bajó la vista.

—Luego mis calificaciones comenzaron a bajar. Me metí en peleas y mis padres


fueron llamados muchas veces. Uno de mis maestros fue el primero en adivinar lo
que pasaba. Fui enviada a hacerme exámenes... para el momento que tenía quince
años. Tenía de moderada a severa perdida de la audición.

Restregó sus manos por su cara.


—La escuela dijo que no podían "lidiar" conmigo. Así que... mis padres me enviaron
a una escuela especial. Cuando ellos... cuando murieron, me quedaban solo dos años
más, así que... me gradué, y juré que nunca viviría así. No quería esa etiqueta de
"discapacidad", "diferentemente capaz" maldita sea. Malditamente lo odio. —Se
pausó— Entonces perdí toda mi audición. Tengo algo de audición en mi oído
izquierdo, pero ya no estoy segura de eso. No escuché la maldita alarma de
incendios. A lo mejor no podría escuchar una estúpida bomba siendo lanzada, no lo
sé.

Camila no se dio cuenta de que contenía la respiración hasta que sus pulmones
comenzaron a doler.

— ¿Y las prótesis auditivas no ayudan?

Lauren hizo una mueca.

—Seguro, si quieres que la gente te trate como una maldita retrasada.

— ¡No toda la gente!

—No me digas como es, joder. La gente dice mierda como: "Oh, hablas realmente
bien", como si me estuvieran dando una palmada en la espalda o algo así.

— ¿Así que... no hay... no hay esperanza? ¿Los doctores...?

Negó con la cabeza.

—Nah. Soy uno de sus "casos en el peor escenario". Memorable, podrías decir.

Camila se sintió ligeramente enferma, pero se detuvo.

—No deberías de renunciar a la esperanza Lauren. Los científicos hacen avances


todo el tiempo. Podrías... no lo sé... ser parte de un ensayo o algo. ¿Qué hay sobre
esos implantes de los cuales he escuchado?

Negó con la cabeza otra vez.


—Solía pensar así, pero he tenido suficiente de ser una maldita rata de laboratorio.
He pasado demasiado tiempo en hospitales y clínicas, hecho diferentes exámenes,
he sido medida para diferentes prótesis de audición, cada una más malditamente
inútil que la anterior. No podría soportar pasar por todo eso otra vez... la esperanza.
Malditamente te mata.

Lucía tan rota, que no quería nada más que tratar de consolarla, pero antes que
pudiera pensar en algo, negó con la cabeza, como si fuera demasiado claro.

—Jódeme —dijo—, eso sonó como una maldita telenovela. ¿Quieres ir a hacer algo
divertido?

La cabeza de Camila giraba por su cambio de humor.

—Está bien —dijo, con incertidumbre—. ¿Cómo qué?

— ¿Confías en mí?

—No.

Sonrió.

— ¿Qué es lo que puedes perder?

—Um, ¿Mi vida, mi reputación, mi cordura?

Lauren se rio.

— ¿Eso es todo? Vamos. Te devolveré a tu dormitorio en una pieza. Sin embargo, no


puedo decir sobre tu reputación si eres vista conmigo.

Camila pretendió suspirar.

—Supongo que tendré que vivir con eso.

Media hora después, miraba con la boca abierta sorprendida, su quijada firmemente
en el piso. ¿Realmente? ¿La llevó a los videojuegos?
— ¿Cuántos años tienes? ¿Trece? —dijo en completa incredulidad.

—No, bebé, soy toda una mujer—lo dijo con una sonrisa, guiñándole—. ¿Quieres que
lo pruebe?

Cruzó los brazos sobre su pecho y trató de lucir severa. Camila solo le sonrió.

—Aw, ¡Vamos! Será divertido. Podemos comer papas fritas, beber refrescos, y
dispararle a algunas cosas. ¿Cómo puede no gustarte?

Tomó su mano y la llevó dentro. Su emoción era contagiosa, era como una pequeña
niña, sus ojos brillando. Tenía que admitir que le gustaba su lado juguetón. Era
muy seria la mayoría del tiempo.

Cambió diez dólares en fichas y le entregó una pila.

—Uh-uh, creo que te miraré.

Le sonrió y se dirigió a una maquina llamada MotorStorm Apocalypse.

—Esta es asombrosa.

Por casi una hora, Lauren jugó en varios juegos. Se hallaba asombrada mirándola
actuar como una niña hiperactiva, le recordaba a su hermano. Cada vez que ganaba
o que su marcador fue alto, se giró y le dio una enorme sonrisa. Inclusive persuadió
a Camila de jugar juntas en Project Gotham Racing, y luego le pateó el trasero en
todas las cuatro pistas de la ciudad. Negándose a la revancha, se alejó para
conseguir la promesa de papas fritas y refrescos con un billete de diez dólares que
Lauren insistió que tomara de su cartera, luego se sentaron en un par de sillas de
plástico y miraron a un grupo de chicos de último año de secundaria pelear en Ridge
Racer. Tenía que admitir que a pesar de ella misma, se divirtió. Lo único que la
perturbaba era que era muy fácil olvidar que Lauren era sorda.
Muchas veces le hablaba cuando se encontraba de espalda, antes que recordara
tocarle el hombro. Podía ver lo fácil que sería para las personas el encontrarla
indiferente o grosera. En cierto modo podía entender lo que dijo sobre no querer que
la gente supiera, pero realmente no podía entender por qué prefería que la gente
pensara que era una idiota. Recordó el proverbio que su mamá le repitió tantas
veces: tienes que caminar un kilómetro en los zapatos de otro hombre antes de
juzgarlo. Suspiró, dándose cuenta que tenía mucho que aprender. Eventualmente
decidió que se hacía tarde y que le prometió a Dinah que saldrían juntas esa noche.
Una gran parte de ella habría sido feliz de quedarse con Lauren, pero una promesa
era una promesa. Se ofreció a llevarla a su dormitorio, y Camila aceptó con gratitud.
Pero cuando la dejó, su cara era ansiosa.

—Um, Camila, no le dirás nada a nadie, ¿verdad?

—No, lo prometí. Como dije, no es mi secreto por contar —repitió. Parecía aliviada.

—Así que, deberíamos de reprogramar nuestra sesión de estudio —le recordó.

—Sí, supongo que deberíamos. Dame tu teléfono, agregaré mi número.

Sin palabras, le pasó su teléfono a la chica más caliente de toda la universidad,


tratando de no sonreír mientras tecleaba su número en su lista de contactos.

—Solo ponme un buen tono, ¿Está bien? —dijo Lauren, con una mirada entretenida
en su cara.

—Te pondré a Celine Dion —dijo—. Nunca lo sabrás.

Una mirada de incredulidad pasó por la cara de Lauren, luego echó su cabeza hacia
atrás y rio.

—Eres una mujer dura, me gusta.


Después deslizó la pierna por encima del asiento de su motocicleta, y despegó hacia
el cielo oscuro. Con sus palabras sonando en sus oídos, se abrazó a sí misma, y
después se fue dando saltitos a su dormitorio.

¡Le gusto!

Antes de que pudiera poner su llave en la cerradura, la puerta se abrió y Dinah la


arrastró dentro.

— ¡No me digas que acabas de tener una cita de estudio de cinco horas con la Sra.
Alta, pelinegra y deliciosamente peligrosa! —gritó. Camila se rio nerviosamente.

—Algo así. Estudiamos por un rato... —Un muy corto rato, pensó—. Luego salimos
por un rato. Eso es todo.

— ¡No me digas! ¿Así que, fue como una cita? ¿Te besó? ¿Tuviste alguna acción con
lengua? ¡Escúpelo!

— ¡No! Te lo dije, estudiamos y luego tomamos un descanso. Es... agradable.

— ¡¿Agradable?! ¡Oh, no te vas a salir con la tuya con decir que la chica más caliente
de todo el campus es agradable! ¡Por favor!

—Um, bueno, me dio su número de teléfono, pero solo para que podamos programar
otra cita de estudio.

Los ojos de Dinah casi se le salieron de su cabeza, demasiado abiertos.

— ¿Te dio su número de teléfono? ¡Oh mi dios! ¡Estoy tan celosa! Prométeme que la
próxima vez la vas a follar sin sentido hasta que esté con los ojos cruzados y no
pueda caminar sin muletas, luego me darás todos los detalles, con notas escritas.
¿Está bien dotada?, no era un secreto para nadie que Lauren era intersexual.1

— ¡No puedo creer que dijeras eso! —chilló.


—Estoy recopilando un expediente —dijo Dinah, sacando una brillante carpeta
morada—. Enlista los nombres de veinte chicos y chicas calientes del campus con
todos los detalles. Lauren y la Srta. Camisa Roja están empatadas en primer lugar,
y necesito estadísticas vitales. ¿Qué tan alta es?

Se rindió, decidiendo que era más fácil seguir el loco plan de Dinah que tratar de
pelear.

—Um, bueno, es más alta que yo obviamente, pero no tanto como mi papá, supongo,
pero no mucho, así que debe de medir alrededor de un metro sesenta y seis

—Excelente —dijo Dinah, lamiendo la punta de su lápiz y escribiendo en su


cuaderno—. ¿Color de ojos?

—Verdes, con tintes avellanas o azulados, y pestañas realmente largas.

—Hmm, así que estuviste muy cerca —dijo Dinah, levantando una ceja.

Un ligero tono rosa calentó sus mejillas.

—Estuve sentada enfrente de ella en la biblioteca por mucho tiempo, no pude evitar
darme cuenta.

—Oh, está bien. ¿Tatuajes?

—Bueno, sí. No vi bien todo ese, obviamente...

—Obviamente...

—Pero los tiene en ambos brazos y a lo mejor a través de su espalda. No estoy


segura.

—Hmm, interesante. ¿Aretes en los pezones?

— ¡¿Qué?!

—Ese es el rumor, que tiene dos aretes en los pezones.


—Yo... yo.... —tartamudeó.

—Oh, bueno, ve si puedes averiguarlo la próxima vez. Y averigua si tiene otras


perforaciones, otra aparte de su ceja, por supuesto.

La cara de Camila era escarlata.

— ¡No le puedo preguntar eso!

—Te puedo dar una copia de la lista para que se la des si quieres — dijo Dinah,
luciendo casi seria.

Negó con su cabeza tan duro que temía que desplazaría su cerebro junto con toda
conversación racional.

— ¿Qué tan frecuente le echan un vistazo otras chicas?

Esa pregunta era fácil de contestar.

—Huh, todo el tiempo.

—Así que diez de diez por ser visualmente follable —confirmó Dinah. Tenía que
otorgarle esa.

— ¡Oh! ¿Tiene una perforación en la lengua?

Camila levantó la vista tratando de recordar si vio alguna señal de un arete en su


lengua.

—No lo creo.

—Lástima. Probablemente tendré que quitarle puntos por eso.

—Sí, pero tiene una motocicleta.

— ¡Oh Dios, sí! No puedo creer que montaste en ella. Eres tan afortunada, Camila.
El comentario la puso seria inmediatamente. Sí, tenía suerte. Era una maldita
afortunada. Tenía una familia que la amaba; tenía su audición. Y tenía su música.
Lauren perdió todo eso.

El expediente de Dinah fue creado para ser divertido, pero no podía evitar
preguntarse qué diferente sería juzgada Lauren si la gente supiera la verdad.

Lauren no tenía otra opción que confiar en Camila. El pensamiento la molestó como
el infierno. Sabia por experiencia que la mayoría de la gente te defraudaba más
temprano que tarde. Seguro, parecía como si estuviera al nivel, parecía agradable.
Pero no la conocía, y eso la ponía nerviosa.

Todo lo que podía hacer era esperar y ver.


Capítulo 4

El domingo llegó dolorosamente.

Camila se sentó en su habitación, poniéndose al día con la montaña de tareas que


sus profesores le acumularon durante las dos primeras semanas del semestre.
Incluso Dinah se tomaba las cosas en serio, sentada en el escritorio con su portátil
frente a ella, los ojos entrecerrados hacia la pantalla. Al menos Camila tenía un
ensayo con Drew y el resto de los chicos de 32° North, que esperar. Drew incluso se
ofreció a darle un aventón. Pensó en eso por un rato, pero decidió que tener a dos
escalofriantes hombres con tatuajes visitando su dormitorio en la misma semana
podría hacerla obtener algo peor que una reputación.

—Si se hace tarde, llámame y vendré a recogerte —ofreció Dinah amablemente—. A


cualquier hora, incluso hasta la media noche está bien. Por Dios, si no estás lista
para entonces, no tendrás voz para volver a hablarme.

Aceptó con gratitud y fue a tomar el autobús. Drew abrió la puerta del club, después
de que la hubiera golpeado durante unos buenos tres minutos.

—Lo siento, nena. No te escuché. Wes tenía los amplificadores subidos hasta el
máximo.

Sonrió ante su propia broma, y Camila sonrió mientras la tomó en un abrazo rompe-
costillas.
—Vamos a entrar en calor con un poco de Etta James antes de ir a los nuevos
temas. Siempre es bueno mezclar algunos viejos éxitos para animar a la audiencia.
¿Conoces Something's got a hold on me?

—Claro ¿No hizo Cristina Aguilera una versión de esa canción unos años atrás?

Drew frunció el ceño.

—Sí, pero Etta lo hizo mejor. ¡Oye, eso rima!

— ¿Podríamos intentar Dirty?

La miró de reojo.

— ¿Crees que puedes sacar una canción así, nena?

Se sonrojó y bajó la mirada.

—Sé la melodía —dijo en voz baja, sintiéndose como una tonta. Por supuesto, ella no
podía ser sexy. Eso era una causa perdida.

El ensayo estuvo bien y empezaban a lograr una muy buena actuación en conjunto,
aunque era un poco conservador para el gusto de Camila, pero se guardó ese
pensamiento. Alrededor de tres cuartas partes de las canciones eran una mezcla de
los clásicos antiguos y modernos con algo de indie rock, pero el resto eran originales.
Wes, el bajista, podía cantar una buena armonía y su voz se mezclaba bien con la de
Camila. Pero aún sentía curiosidad por una cosa.

—Me gusta mucho el nuevo material —dijo, casualmente—. Pero nunca dijiste cuál
de ustedes la escribió. Me gusta mucho Last song y On my mind, esas son hermosas.

—Una amiga —dijo Drew—. Ya no toca más.

Camila lo miró a los ojos.

—¿Te refieres a Lauren?


Hubo un repentino silencio, pero se mantuvo firme.

—¿La conoces? —dijo Drew con cautela.

—Está en una de mis clases. Estamos trabajando en una tarea juntas. Me dijo...
algunas cosas.

—Sí, L escribió esas canciones —dijo, por fin—. Continuó escribiendo canciones
hasta aproximadamente hace un año y medio. La chica es una genio. —Negó con la
cabeza—. Pero no le preguntes al respecto porque no te lo dirá ¿Entiendes?

Asintió. Sí, entendió. La confirmación la aturdió. Lo sospechaba desde hace algún


un tiempo, pero oír que Lauren era la que escribía esas hermosas canciones, lastimó
su corazón de una manera que no entendía. Solo podía imaginar cómo se sentiría si
perdiera su música, era una parte muy importante de su vida. ¿Cómo sería para tu
mundo terminar así, en un lento descenso silencioso? No podría soportarlo, se
volvería loca. Era increíble que Lauren estuviera tan bien como parecía, tan
controlada. Y luego pensó en el esfuerzo que debe tomar verse de esa manera.
Recordó sus destellos de ira cuando hizo suposiciones acerca de ella. No es que la
culpara. De hecho, se culpó a sí misma por su estereotipo casual. Demonios, no le
extrañaba que no quisiera que nadie supiera de ella.

Y se dio cuenta de la cantidad de juicios de valor que hacía cada día, basada
únicamente en la apariencia: asumió que Dinah era idiota porque era bonita,
asumió que Drew era un escalofriante, y violento criminal por su tamaño y tatuajes,
y asumió que Lauren era una imbécil porque no dejaba que las personas se
acercaran a ella. No quería pensar en lo superficial que eso la convertía. Se alegró
de aceptar la oferta que le hizo Drew, de llevarla a los dormitorios, agradecida de no
tener que llamar a Dinah tan tarde, y demasiado cansado para importarle lo que
pensaran los demás en caso de que la vieran con él. Permanecieron en silencio
durante la mayor parte del viaje, se alegró con simplemente mirar los colores
desteñidos de la noche y los edificios bañados por un resplandor de neón color
ámbar. Finalmente, Drew se aclaró la garganta, anunciando que tenía una
pregunta para ella.

—Debes conocer muy bien a Laur para que te haya contado acerca de sí misma —
comentó con cuidado.

—En realidad no. No muy bien.

—Hmm, porque casi nunca se lo dice a alguien a menos que la conozca por años.

Se encogió de hombros, no queriendo explicar que descubrió su secreto por


accidente.

—Como dije, estamos trabajando en una tarea juntas.

—Hmm —dijo Drew nuevamente, pero no la presionó.

La dejó fuera de los dormitorios, simplemente diciendo que la vería en el próximo


ensayo. Su rostro permanecía pensativo mientras se alejaba. Dinah se encontraba
apoyada en la cama leyendo un libro cuando entró al cuarto.

—¿Buen ensayo?

—Sí, va muy bien —respondió con una sonrisa cansada.

—¡Genial! Porque estoy juntando a muchas personas para verte cuando tengas tu
debut.

—¿Qué? No... ¿Personas de la escuela?

Dinah rodó sus ojos.


— ¡Duh! ¿Conozco a alguien más? Por supuesto que son las personas de la escuela.
Todo el mundo está muy emocionado por verte. He estado comentando lo
impresionante que eres.

— ¡Dinah! ¡Nunca me has escuchado cantar! ¿Por qué dirías eso?

—Estoy siendo servicial. Somos compañeras de habitación y eso es lo que hacen las
compañeras. Además sé que estarás impresionante. Drew me dijo que eras la nueva
Adele cuando lo encontré en el club.

Se sorprendió.

— ¿Drew dijo eso?

— ¡Claro! Y un montón de cosas más que prometí no decirte en caso de que se te


suban los humos a la cabeza.

Negó con la cabeza.

— ¡No! ¡Por favor, no me digas! Va a ser lo suficientemente malo caer de bruces sin
que la gente de la escuela lo vea. Por favor, Dinah, no en el primer concierto. Quizá
en uno más adelante, durante el semestre.

—Uh uh, estaré allí, animándote. Además, Mani quiere verte en acción, también.

—¿Quién es Mani?

—¡Normani La Chica de la Camisa Roja! —dijo Dinah con una risita—. La vi en la


cafetería hoy y me invitó a salir. Vamos a ir a cenar y al cine mañana.

—¡Eso es genial! Es muy linda.

—Sí, lo es. Aunque creo recordar que dijiste que estaba "bien" pero que no era tu
tipo. Por supuesto, todos sabemos quién es de tú tipo ¿O no? ¿Cómo está Lauren?
Fingió estar muy ocupada desempacando su bolso, el cual solo contenía su celular y
billetera, utilizando algunas de sus habilidades de actuación. No podía ser
indiferente. La despreocupación era más difícil. Y lo casual podía irse a la mierda.

—Solo hacemos esta tarea. Probablemente no me hablará más una vez que
terminemos.

Dinah no respondió, lo que hizo que levantara la mirada. Su compañera de cuarto


permanecía recostada con una pequeña sonrisa en su rostro.

—¿Quieres apostar sobre eso, compañerita?

El miércoles en la mañana, Camila recibió un mensaje de Lauren.

L: ¿Quieres estudiar y meter de contrabando papas fritas en la biblioteca más


tarde?

Sonrió internamente. La Lauren juguetona era su favorita. No, espera, la Lauren


sexy era la número uno, pero la juguetona también era buena. Le contestó
inmediatamente.

C: Si para estudiar, pero ¿Qué obtengo por no informar sobre la grave violación a las
reglas de la biblioteca?

L: Sabes negociar. Está bien. Tú eliges el sabor, y yo lo compro. ¿Es lo


suficientemente bueno?

C: Pensando en ello.

L: ¿Jugando a hacerte la difícil?

C: ¿Quién está jugando?

L: ¿Me estás sexteando?

—Oh, Dios mío.


Definitivamente coqueteaba con ella.

C: ¡Estoy conmocionada!

L: ¿Sabor a barbacoa?

C: Y chile con queso. A las cuatro de la tarde. No llegues tarde.

L: No me atrevería ;)

Coqueteo, posible sexteo y un guiño sonriente.

Las siguientes dos horas fueron tortuosamente lentas. Nunca tuvo un seminario de
composición de música clásica que pareciera tan mortalmente aburrido. Acordes,
dominantes y subdominantes ni siquiera producían el escalofrío usual de BDSM
para aliviar el proceso. El profesor Hastings se comportaba como si estuviera
curando el cáncer y ni siquiera una sonrisa ni una ceja levantada se permitía bajo
su vigilante mirada quejumbrosa.

Finalmente, fue puesta en libertad, diez minutos tarde. ¡Maldita sea! Lauren
tendría un día de campo con su tardanza. Su bolso golpeó dolorosamente contra su
cadera mientras corrió a través del campus a la biblioteca. El patio exterior se
encontraba lleno de gente pasando el rato y disfrutando del sol de otoño. Se
apresuró a entrar, buscando las mesas ocupadas, rastreando su característico
cabello negro despeinado.

Pero cuando vio a Lauren, hablaba con la pelirroja que estuvo envuelta a ella en el
club. Una sensación de frío se deslizó desde la boca de su estómago, mientras
miraba a la hermosa y curvilínea muchacha frente a ella. No pudo evitar el
desanimarse bajo el peso de la comparación con su propia figura delgada.

—Estoy segura de que puedo pensar en algo más divertido que estudiar —dijo la
chica con picardía, inclinándose hacia adelante para darle a Lauren una visión
sobre sus impresionantes "ventajas".
—He quedado con alguien para una sesión de estudio, Terri.

—Te voy a escribir una hoja de permiso. Puedes estudiar más tarde.

Luego se inclinó y le susurró al oído; un coqueteo que tuvo el efecto contrario del que
esperaba. Lauren se apartó, mirándola con frialdad.

—Estoy ocupada, Terri —dijo secamente, y luego vio más allá de ella cuando vio a
Camila.

—Hola —dijo en voz baja—. Siento llegar tarde. Mi clase se pasó de tiempo.

Terri se volvió y la miró, con una sonrisa burlona en su cara bonita.

—¡Tienes que estar bromeando! ¿Una cita de estudio con un ratón de biblioteca?
Cuando te aburras de ella, llámame.

Se alejó, sacudiendo su magnífica melena por encima del hombro mientras


caminaba.

Camila deseaba que alguien cavara un agujero grande para que pudiera caer
tranquilamente en él. Entonces podrían echar tierra encima y plantar un poco de
hierba. Tal vez, algunas flores.

—No dejes que te moleste, Camz. Es una perra —dijo Lauren en voz baja.

Arrugó un pedazo de papel mientras hablaba y esperaba que el número de teléfono


de Terri estuviera garabateado en él.

—Está bien —dijo, encogiéndose de hombros, mientras sentía un nudo incómodo en


la garganta.

La verdad es que se hallaba acostumbrada a que, chicas como Terri, hablaran con
ella con tal condescendencia. Sin embargo, no hacía que la picadura doliera menos.
—No, no está bien —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho, un movimiento que
hizo que sus senos se amontonaran bajo su camisa.

Camila se lamió los labios mientras se seguían mirando una a la otra en silencio,
luego recordó donde se hallaba y se volvió para sacar sus libros, bloc de notas y un
computador portátil.

—Entonces —comenzó, sin atreverse a mirarla—. Un modelo de gestión empresarial


con un marco de responsabilidad social. Momentos de diversión.

Levantó la vista cuando Lauren esbozó una sonrisa.

—Sí, y no te olvides de las papas fritas.

Luego le guiñó un ojo y sintió como la tensión se desvanecía.

—¡Eres tan mala! —dijo, rodando los ojos.

—Es mejor que lo creas, nena.

Noventa minutos más tarde, la cabeza de Camila se encontraba a punto de explotar.


A pesar de que Lauren le explicó pacientemente una vez —y otra vez— la teoría de
los mercados de subsistencia y las oportunidades de mercado basada en la pobreza,
las palabras y frases se mezclaban confusas en una sola, teniendo cada vez menos
sentido.

—¡Voy a reprobar este curso, lo sé! —gimió, apuñalando su cuaderno con el bolígrafo
lo suficientemente duro cómo para romperle la punta.

—No, no lo harás —dijo Lauren con calma—. No dejaré que lo hagas. Vas a estar
bien, son solo un montón de cosas nuevas para aprender.

Negó con la cabeza.

—Es como hacer uno de esos problemas matemáticos tontos: tres personas están
manejando a veinte kilómetros por hora, en un vehículo que transporta dos galones
de gasolina y un caballo haciendo yoga, cuando chocan con un automóvil que viaja a
treinta kilómetros por hora con dos payasos tomando refrescos de cola, ¿qué hora es
en Tokio? No tiene ningún sentido y la única respuesta que se me ocurre a esto es a
¡quién le importa!

Lauren se echó a reír.

—¿Un caballo haciendo yoga? ¿Te leí correctamente? Creo que necesitas café.

—Sí —gimió—. Necesito cafeína, por vía intravenosa.

Sonrió.

—Conozco el lugar justo.

Mientras Lauren recogía las bolsas de papas vacías, continuó gimoteando y


sujetándose la cabeza en caso de que realmente se dividiera a la mitad y su cerebro
brincara encima de la mesa.

Se sorprendió en acción cuando sintió fuertes dedos alrededor de su muñeca.

—Vamos —dijo, con una sonrisa—. Viniendo el café por vía intravenosa.

La siguió fuera de la biblioteca, agradecida por su intervención con cafeína, pero


más asombrada por la forma en que su mano se sintió en la piel, como si su toque
quemara. También era terriblemente consciente de las miradas sorprendidas que
las siguieron a través del campus. De nuevo. Si Lauren se dio cuenta, no lo dijo.

Como antes, la moto esperaba por ellas en el estacionamiento de los estudiantes.

—¿Me extrañaste, nena? —dijo, en un tono suave y amoroso.

No pudo evitar reírse ante la expresión feliz en su rostro.

—¿Estás hablando con tu motocicleta?

—¡Claro! Es la única mujer en mi vida, ¿verdad, cariño?


¿Era irracional que sintiera celos de un objeto inanimado? Porque en ese momento,
quería empujar la moto al suelo, patear toda su carrocería brillante y reír como una
hiena mientras lo hacía. Lauren pasó una mano cariñosa sobre el cromo pulido y le
sonrió cuando la vio sacudiendo la cabeza.

—¿Qué puedo decir? Es hermosa, y no habla. O se come todas mis papas.

—¡No lo hice! —Resopló, sintiéndose culpable.

Lauren le sonrió, luego se volvió de nuevo a la moto.

—No estés celosa, bebé. Es solo una humana.

—¿Qué tipo de motocicleta es esa?

Sacudió la cabeza con incredulidad por su ignorancia.

—Es una Harley Davidson Sportster XLCH 1969 —respondió—. La reconstruí, con
un motor de mil cc, 2V, de cuatro tiempos... ¿Demasiada información?

Asintió, luciendo divertida. Pasó la pierna por encima del asiento y le tendió la
mano.

—Vamos. A Sirona no le gusta que la hagan esperar.

—¿Le pusiste nombre?

—Por supuesto. Es demasiado hermosa para no tener un nombre.

Lauren y sus juguetes.

—¿Significa algo?

—Sirona es una diosa celta. Ella gobierna sobre la curación.

Se encogió de hombros, y sintió una punzada. ¿Significaba eso que Lauren esperaba
ser curada? ¿Esperaba algún milagro que restauraría su audición? La observó con
atención. Cualquier dolor que sufriera, lo guardaba en su interior. ¿Qué tan fuerte
debía ser para hacer eso? No lo sabía. No lo podía imaginar.

En silencio, le pasó el casco de repuesto y se amarró el suyo. Asintió, y ella enganchó


sus brazos alrededor de su cintura. Esta era, por mucho, su parte favorita de viajar
con ella. Se acurrucó en su calor sólido, apretando su agarre.

Luego de un corto viaje, se encontraban en el restaurante. Se sentía poco


decepcionada, imaginaba que iban a un lugar diferente, algún lugar fresco y
emocionante. Pero entonces se dio cuenta de que era estúpida y egoísta. No era una
sorpresa que Lauren prefiriera ir a un lugar que conocía. Tenía bastantes desafíos
en la vida para preguntarse si sería capaz de leer los labios de una nueva camarera
en una nueva cafetería. La condujo hasta la misma cabina de la última vez, y como
la última vez, Maggie se acercó tranquilamente para atenderlos.

—Regresaste, Lolo. Simplemente no puedes tener suficiente de mi café, ¿eh, chica?

Se estremeció ligeramente ante el diminutivo de su nombre, pero no se molestó en


corregirla.

—Hola, Maggie.

—Y si tu chica va a venir habitualmente, deberías malditamente presentarla.

¿Su chica?

—Sí, lo siento. Esta es Camila. Camila, Maggie.

—Hola, Maggie —dijo, sintiéndose tímida.

—Trátala bien, cariño —dijo la camarera—. Es un dolor en el trasero, como los


chicos, pero es una de las mejores. Les daré dos de los especiales.

No tenía ni idea de lo que eran los "especiales", pero encontró a Maggie demasiado
sobrecogedora para preguntar. En cambio, observó mientras la mujer les servía a
cada una un café negro, desordenaba el cabello de Lauren, y se alejaba. No pudo
evitar reírse ante la expresión disgustada en el rostro de Lauren.

—Puedo ver por qué sigues viniendo aquí, Lolo.

Gimió.

—¡Dios! ¡No empieces! Me comenzabas a gustar.

Una cálida sensación la atravesó desde el interior y maldita sea si no sentía a sus
traidoras mejillas volverse de color rosa. Lauren tomó un sorbo de café luego levantó
la mirada y sonrió.

—Drew dice que los ensayos van bien.

—Um, sí, eso creo. Quiero decir, parecen muy contentos. No sé. Estoy segura de que
seré un manojo de nervios en la noche.

—No, estarás bien. Dice que tienes un talento natural. Lo sabe.

—Probablemente haré el ridículo, tropezaré con los cables, electrocutaré a todos y


me romperé una pierna, todo antes de los acordes de apertura.

Lauren se rió.

—Al menos nadie lo olvidará jamás.

—Oh no —gimió—. Va a ser una pesadilla. Y Dinah, mi compañera de cuarto, está


consiguiendo que un grupo de personas de la escuela, venga. Ojalá no lo hiciera,
pero es demasiado tarde para detenerla.

Por alguna razón Lauren no se veía complacida, pero movió un hombro y dijo

—Solo está siendo una amiga.

—Sí, es impresionante.
—¿Es la chica que se sienta junto a ti en la clase de Negocios?

—Sí.

—Huh. Es caliente.

El corazón de Camila se estremeció. ¿Esta era la razón por la que era tan amable
con ella? ¿Realmente le interesaba Dinah? Sí y, ¿por qué era incluso una sorpresa
para ella? Bajo la vista, a su café.

—Tiene novia —espetó, aunque no era estrictamente cierto puesto que Dinah solo
tuvo una cita con Mani hasta ahora.

—¿Si? —dijo Lauren, sin mucho interés.

Cerró los ojos. Probablemente era el tipo de persona que no le importaba si una
muchacha tenía un novio o no. Todavía podría tener a quien quería. Para el
momento en que Maggie regresó con los especiales, pollo frito con salsa, puré de
patatas y galletas, perdió su apetito.

—Supongo que te llenaste de papas fritas, ¿eh? —dijo Lauren, viéndola empujar a
un lado del plato, sus panecillos sin tocar. Camila no respondió y continuó mirando
las ruinas de su comida.

—Podrías tener cualquier cosa del menú —dijo suavemente

—Maggie sabe lo que me gusta. Lo siento, debí esperar y ver lo que querías.

—No, está bien —dijo, en voz baja—. En realidad estoy un poco cansada. Creo que
tomaré un taxi. No tienes que llevarme.

Lauren frunció el ceño.

—No es ningún problema. Además, fui quien te trajo aquí.

—Está bien —dijo otra vez, sin encontrarse con sus ojos.
—¡Por Dios, Camz! —dijo enfadada—. ¿Qué se te metió en el trasero?

—¡Nada! —dijo acaloradamente—. Estoy bien. —Lo cual era una gran mentira—.
Te dije. Estoy cansada.

—Como sea —murmuró, fríamente.

Se escabullo fuera de la cabina para cancelar la cuenta, antes de que Camila


pudiera decir algo. Se sentía miserable y enojada en un 33%, herida en otro 33%,
como una tonta el otro 33%; y 0% sorprendida. No sabía lo que sucedió con ese
último 1%, ya que, realmente odiaba las matemáticas.

Tomó su chaqueta y busco su celular para llamar a un taxi. Pero unos dedos largos
se extendieron por encima de su hombro y se lo quitaron.

—¿Qué estás haciendo?

—Dije que te llevaría y lo haré —dijo Lauren con una voz fuerte.

—No, gracias.

Gruñó con frustración.

—¿Por qué estás siendo tan perra?

—No puedo imaginar la razón —dijo fríamente.

Sabía que era injusta, no es que fuera su novia ni nada. Pero, ¡por favor! Hablaba de
su compañera delante de ella. ¿Creyó que sus sentimientos no contaban ni siquiera
un poquito?

Lo intentó una última vez.

—Supongo que he hecho algo para hacerte enojar, pero no tengo ni puta idea de lo
que es.

—¡Dame mi maldito teléfono, Lauren!


Mirándola furiosa, se lo tiró. Falló y estuvo a punto de dejarlo caer en el piso. Ahora
se sentía enojada y también cabreada.

—¡Pudiste haberlo roto!

—No sabía que no podías agarrar ni una mierda —gruñó en respuesta.

—¡Eres una idiota! —protestó, con sus ojos a punto de soltar las lágrimas.

Se detuvo de repente.

—¿Estás llorando?

—¡No!

—Sí, lo estás.

—Déjame en paz, Lauren —dijo con voz temblorosa.

Camila irrumpió en el restaurante, ignorando las miradas curiosas o preocupadas


de otros clientes y dándole la espalda a Lauren, sin querer verla o hablar con ella.
La agarró por los hombros y la giró.

—¿Simplemente puedes decirme qué diablos pasa?

Se mordió su labio nerviosamente y Lauren dejó caer sus hombros en derrota.

—Solo ve a la maldita moto, Camz.

Preguntándose si valía la pena discutir el punto, permaneció de pie con sus brazos
envueltos protectoramente alrededor de su cuerpo. La cara de Lauren se transformó
de la ira a la resignación.

—Haz lo que quieras. Esperaré hasta que llegue tu taxi.


Mentalmente, se daba una paliza por ser tan terca. La victoria en la batalla de
voluntades tuvo un costo muy alto. Se desplazó hasta el número de una empresa de
taxi local y marcó.

—Estarán aquí en cinco minutos —dijo en voz baja—. No tienes que esperar.

Lauren no habló, solo se inclinó en su motocicleta, mirando a la distancia, su cara


era una máscara ilegible. Se quedó en un silencio incómoda, jugando con su teléfono
solo para tener algo que hacer con sus manos. Se sintió aliviada y resentida cuando
llegó el taxi. Después, confundida y desconcertada cuando Lauren le abrió la puerta
del taxi y le dio un billete de diez dólares para pagar el viaje. No tuvo la
oportunidad de agradecerle antes de que el conductor se alejara.

Reprodujo la tarde en su cabeza. Estuvo bien hasta que admitió que pensaba que
Dinah era caliente. Sabía que su pequeño berrinche fue nada más que un simple
ataque de celos. Lauren no hizo nada malo: ella, por el contrario, podría
probablemente haber ganado el premio por ser la perra del año.

Se mordió un labio, preguntándose qué hacer, preguntándose si existía alguna


manera de salvar la situación. Después de escribir y borrar por lo menos cuatro
mensajes diferentes, finalmente eligió uno que decía lo suficiente, pero no
demasiado.

C: Gracias por pagar el taxi.

No hubo respuesta.
Capítulo 5

Camila no vio a Lauren en absoluto al día siguiente, y ella no le respondió los


mensajes de texto. Dinah aceptó su explicación acerca de que se encontraba
"cansada" sin dudar, aunque le lanzó varias miradas penetrantes. Le mostró su
apoyo al cubrirla con caramelos y galletas sin hacer preguntas. No fue hasta el
viernes que vio a Lauren otra vez. Fue justo antes de su clase compartida de
Negocios. Se sentía nerviosa, su disculpa preparada y practicada, así que estaba
segura de que no hablaría entre dientes o tendría un episodio vergonzoso de vómito
verbal. Pero todas sus ideas fueron succionadas junto al aire en su cuerpo, cuando la
vio afuera de la sala de conferencias en un apasionado beso con una rubia. Alguien
gritó

—¡Consigan una habitación! —Y Dinah le dio una mirada simpática, apretando su


brazo suavemente. Pero no dijo nada y se sentía agradecida por eso.

Dinah la dirigió a la parte posterior de la sala a los dos asientos vacíos a la par de la
Chica de la Camiseta Roja —Mani— y luego hizo las presentaciones.

—Hola, nena —dijo, mirando con afecto a Dinah.

Lo besó rápidamente en los labios.

—Mani, esta es mi extremadamente talentosa y asombrosa compañera de cuarto,


Camila.
—Es un gusto conocerte, "extremadamente talentosa y asombrosa" compañera de
cuarto —dijo con una sonrisa— los chicos y yo estamos deseando llegar a escucharte
cantar el fin de semana.

Se sonrojó velozmente, lanzando una mirada desesperada a su amiga. Dinah sonrió


en respuesta y Camila logró murmurar un ahogado

—¡Gracias!

Mani le hizo un guiño y enganchó el brazo alrededor del hombro de Dinah. Tenía
que admitir que era bastante agradable y, para una jugadora de fútbol americano,
para nada engreída. Allí se hallaban aquellos condenados estereotipos otra vez. Y
obviamente se encontraba loca por Dinah. Habría sido dulce, si no fuera por el
hecho de que aquello la hizo querer cometer un acto de violencia hacia un mueble
cercano. Pero las inocentes sillas le parpadearon con el aire benigno que tienen los
tablones de madera. En su lugar, recluyó sus impulsos violentos apuñalando el
teclado de su computadora portátil mientras creaba un nuevo archivo de documento.
Lauren entró tranquilamente unos minutos más tarde, una mancha de labial en su
mejilla derecha. Hizo su habitual truco de arrojar su chaqueta en un asiento y su
bolso en otro. Camila agachó la cabeza. No quería que la atrapara mirándola. Pero
cuando levantó la vista de nuevo, vio su cabeza volverse hacia el frente y tenía la
impresión clara de que la estuvo buscando. Pero, ¿lo hizo? El profesor Walden entró
y la conferencia comenzó. Camila logró hacer algunas notas pero su atención se
centraba únicamente a medias allí, en el mejor de los casos. Cincuenta minutos
después, todavía no decidía que decirle a Lauren, aunque no tuvo oportunidad
tampoco. Tan pronto como la conferencia terminó, Dinah reclamó su atención al
decirle a Normani todo sobre su próxima presentación, y para el momento en que
pudo alejarse sin ser grosera, Lauren se había ido. Su disculpa quedaría sin decirse:
a menos que quisiera ser una cobarde y enviarla por mensaje de texto. Así que tomó
la salida simple. No hizo nada.
El fin de semana pasó en una neblina de ensayos, tareas, y pasar el rato con Dinah
y sus amigos. Por desgracia, eso significaba pasar el rato también con la horrible
Alexa, pero tenía el placer de ver que nadie más parecía disfrutar su compañía
tampoco. De hecho, vio con claridad a Normani rodar los ojos ante algún comentario
malicioso que Alexa hizo, y le guiñó un ojo cuando Camila la atrapó.

Mani y Dinah tuvieron un rápido comienzo inseparable, pero se dio cuenta de que
Dinaj hacía mucho esfuerzo para tener tiempo para ella también, se sentía más que
agradecida por eso. Llegó a la conclusión de que estar por su cuenta apestaba.
Ahora mismo, odiaba su propia compañía tanto como odiaba sus pensamientos
culposos. Todavía no arreglaba la situación con Lauren —una situación que creó por
sí misma— así que decidió ponerse los pantalones y enviarle un mensaje.

C: ¿Biblioteca mañana? ¿4 pm?

Está bien, tal vez "ponerse los pantalones" era ponerlo muy rotundamente. La
respuesta de Lauren fue incluso más breve.

L: Bien.

Cuatro letras y sin emoticón guiñando. Definitivamente sin coquetear o sextear. Y,


¿Deliberadamente se burlaba de sus palabras de hace una semana: bien? Si lo hacía,
sabía que lo merecía. Su penitencia era sentirse como mierda y gastar cinco dólares
en papas fritas y galletas.

Se lo debía. Al día siguiente, tomó su lugar en su mesa habitual, sintiéndose ansiosa


e incómoda. Cuando alguien le tocó el hombro, chilló y saltó. Lauren se encorvó en el
asiento opuesto al suyo y murmuró

—Hola. —Sin esperar que respondiera. Lucía cansada. Notó un moretón oscuro en
un lado de su mandíbula. Quizás entró en otra pelea. Tocó su mano suavemente y
levantó la mirada hacia ella.
—Lo siento por la semana pasada. Tienes razón. Fui una perra. ¿Podemos comenzar
de nuevo?

Le dio una sonrisa torcida.

—Sí, seguro. No es lo mismo sin ti gritándome.

Exhaló un largo suspiro aliviado.

—Traje galletas y papas fritas.

—¿Comeré algo esta semana?

—Si eres rápida —dijo.

—Siempre soy rápida.

Camila elevó una ceja, y los ojos de Lauren se ampliaron cuando notó lo que dijo.

—¡Dios! ¡Jamás repitas eso! Negaré totalmente haberlo dicho.

—Tu secreto está a salvo conmigo —bromeó.

Asintió, su rostro serio.

―Lo sé. Gracias.

Su tono la sorprendió y tuvo que apartar la vista por su intensa mirada. Trabajaron
pacíficamente, la única interrupción era el crujido de las bolsas de papas fritas
ilegales. Pero cuando terminaron, no le ofreció un café o un paseo a Sirona, sólo una
sonrisa y un casual

—Nos vemos la próxima semana.

—¡Lauren, espera!

Pero ya había girado su espalda y se alejaba. Camila saltó de su silla, la la escuchó


repiquetear atrás cuando intentó agarrarle brazo.
Lauren dio media vuelta, sorprendida.

—¿Qué pasa?

—Lauren, yo... yo...

—¿Qué es, Camz?

—¿Vendrás el sábado? ¿Al concierto? Sé que no puedes... pero... me gustaría... ¿Que


estuvieras?

Su boca se torció en desagrado y negó con la cabeza.

—Camz, no...

Inmediatamente dio un paso atrás.

—Lo siento —dijo una vez—. Eso fue egoísta de mi parte. Lo siento.

Ella se refregó la mano sobre su rostro con frustración.

—Simplemente... no puedo... —dijo, su voz tensa, como si estuviera dolida.

—Lo sé. Lo siento. En verdad. Olvida que dije algo. Yo... te veré en clase el viernes

Asintió, pero no contestó. Mientras caminaba por la biblioteca, pudo ver cómo sus
hombros caían bruscamente y su cabeza colgaba abajo, como si arrastrara un gran
peso. ¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡Estúpida! Estúpida y cruel, la regañó su consciencia.

Suspirando e internamente riñendo con ella misma, metió el resto de las galletas y
papas en el bolso, apiló los libros y la computadora portátil, y fue de vuelta a su
dormitorio, donde procedió a terminar las galletas, y se fue a la cama sintiendo
náuseas.

Pero el jueves por la mañana, despertó sintiéndose peor. Se encontraba bañada en


sudor, su garganta seca, y su lengua se sentía como si hubiera sido tendida en el
fondo de una jaula para loro. Se apresuró hacia el baño, y luego avanzó lentamente
de vuelta a la cama, gimiendo en voz alta. Sólo podía beber agua sin vomitar. Apagó
el teléfono y durmió varias horas más. Al final del día escolar, Dinah llegó y estaba
horrorizada al ver que era un desastre sudoroso, tiritando.

—¿Por qué demonios no me llamaste? —dijo, furiosa—. ¡Jesús! Luces terrible.

Se quejó y se agarró el estómago. Dinah se sentó en el borde de la cama y tocó la


frente de Camila.

—Ugh, estás toda húmeda, pero no estás muy caliente. Creo que es sólo gripe
estomacal. Quédate en la cama y te haré ún té de hierbas. Mi mamá siempre lo hace
con jengibre, es bueno para tratar males estomacales.

Dinah quería cancelar sus propios planes para la noche, pero ella insistió en que
todo lo que necesitaba hacer era dormir, y que sería tan aburrido como el infierno
para ella quedarse y mirarla. Acordaron un compromiso: Dinah iría a cenar con
Normani como planeó, pero regresaría a las 10:00pm para comprobar la paciente.
Era tan buena como su promesa; suministrándole más té de hierbas, y galletas
saladas. Para el viernes, se sentía un poco mejor, pero Dinah decidió por ella que
otro día descansando en cama sellaría el trato.

—Además —insistió—, quieres estar bien para el concierto. No podemos tenerte


vomitando en el escenario, eso sería muy parecido a punk rock.

Cuando salió del dormitorio para su clase de Negocios, Dinah le gritó sobre el
hombro

—Saludaré a Lauren por ti. —Luego rió cuando vio su mandíbula caer.

Veinte minutos después, se dormía de nuevo cuando su celular sonó, despertándola.


Irritada, abrió el mensaje. Su corazón dio una sacudida feliz cuando vio que era de
Lauren.

L: ¿Escuché que estás enferma? ¿Necesitas algo? ¿Puedo pasar por ahí después?
Una sonrisa la iluminó de adentro hacia afuera. Quería hacerla sentir mejor. Se
preocupaba por ella. Y luego la comprensión la golpeó. Si pasaba, la vería luciendo
como un desecho de un video educativo de drogas, o algo que fue desenterrado y
debía ser vuelto a enterrar. Su deseo de verla se enfrentó con su vanidad. La
vanidad ganó. Apretando los dientes, envió un mensaje en respuesta.

C: Gracias. Me siento asquerosa pero mejor que ayer. No serás sometida al


malditamente horrible desfile.
Camz xx

L: Soy de mentalidad abierta ;) En serio, ¿Necesitas algo?

Era tan dulce.

C: Estoy bien. Dinah me vigilará después como una mamá oso. ¿Te veo la siguiente
semana?
Camz xx

L: Bueno. Recupérate.

Lauren le dijo "recupérate". Suspiró, como si alguna vez fuera a ser algo más para
ella. Quería ser sólo un poquito mala. O en su lugar, quería tener un poquito de mal,
una porción de Lauren en forma de perversidad. Sólo una pequeña muestra. O una
grande. Suspiró de nuevo.

Para el sábado, se sentía medio humana, lo que era un gran paso.

—Bueno, no luces tan asquerosa. —Fue el veredicto de Dinah.

Camila sospechaba que era amable. Pero logró comer algo en el desayuno, y tomar
sopa y un panecillo para el almuerzo.

La operación "Haz a Camila Lucir Buenísima" comenzó cuatro horas antes del
concierto. Dinah quiso comenzar más temprano, citando que la gripe estomacal
requería una acción drástica, pero ella salió al salón de práctica en el bloque de
música para calentar su voz para las escalas de canto, algo que absolutamente se
rehusaba a hacer en frente de Dinah.

Sus nervios, bailaban tap por su columna, enviando estremecimientos a través de


todo su cuerpo.

Cuando su celular comenzó a sonar cada treinta segundos con mensajes de Dinah,
se arrastró de vuelta al dormitorio. Era una versión pesadilla de Viste a Barbie,
donde cada loción, poción, aerosol y polvo en el arsenal de maquillaje terriblemente
detallado, fue vaciado sobre Camila. A Dinah le tomó tres horas continuas de
consentimiento, revelando el conjunto que decidió que debía embellecer su creación.

—¡No puedo usar eso! —jadeó, sorprendida sin palabras. Observó el vestido que
Dinah sostenía como si fuera la anfitriona de un show de juegos. Bueno, llamarlo
"vestido" habría sido una exageración inmensa: era más un trozo de tela con
cordones de cuero estilo bondage.

No tenía tirantes, la espalda era descubierta y se hallaba malditamente cerca de no


tener falda.

—Tonterías —dijo Dinah con firmeza—. Lucirás asombrosa. Lucirás sexy. Lauren
no será capaz de apartar los ojos de ti.

—No estará allí —contestó, tristemente.

—¿Qué? ¡¿Por qué infiernos no?!

Se encogió de hombros, sintiéndose culpable y sabiendo que Dinah posiblemente no


podría entender los motivos. Se preguntó otra vez el precio que Lauren pagaba,
cuando todos asumían que se comportaba como una imbécil.

—Umm, creo que se encontraba ocupada —respondió, sin convicción.


Dinah murmuró algo en voz baja, y le lanzó un par de botas hasta la rodilla. Esta
vez, ni siquiera intentó discutir, pero se preguntaba si podría tener vértigo con los
tacones de doce centímetros.

Se sentó en la cama, tomando profundas respiraciones para tratar de mitigar los


nervios —aunque sea un poco— mientras Dinah se metía en una blusa roja oscura
de tirantes y vaqueros ajustados.

Su celular sonó y dio una mirada al mensaje, esperando que fuera de Lauren. Pero
no lo era.

X: Desearía poder estar ahí.


¡Rómpete una pierna! Arturito xx

Sonrío, feliz de que su amigo de la secundaria recordara que era su gran noche, y se
encontraba a punto de responder cuando un golpe en la puerta aceleró con fuerza su
corazón.

—¡Hola! Hermosas chicas —dijo Mani, con una mirada de sorpresa. Atrajo a Dinah
en un abrazo aunque ella gritó

—No corras mi labial.

Sonrió.

—¡Bien, bien! No conseguiré mi trasero pateado. Lucen bien, damas. Su carruaje


está listo.

Dinah le agarró del brazo, y le ofreció el otro a Camila. Con gratitud, enganchó la
mano en su brazo, y lo agarró desesperadamente cuando se tambaleó hacia el coche.

Ryder, Jake, Joe —tres de sus compañeros de fútbol— ya se encontraban apretados


en el asiento trasero. Camila no tenía opción más que subir sobre el regazo de Dinah
en el asiento del pasajero.
Luke suspiró.

—Oh hombre, eso está tan cerca de una de mis fantasías volviéndose realidad.

Dinah resopló.

—Por lo que he escuchado, las fantasías son lo único que tienes en realidad.

Los otros rieron y Camila sonrió débilmente. Se sentía tan enferma como un perro.

Aparcaron a media manzana de distancia del club y tenía un séquito escoltándola a


la puerta posterior. Por desgracia, eso significaba que tenían que pasar la línea de
espera. Todos se volvieron cuando alguien gritó el nombre de Dinah. Alexa. Ugh.

—Llamé a tu celular como un millón de veces —le dijo a Dinah, en tono acusador.

—Oh, debo haberlo puesto en silencio por error. —Igualó la respuesta.

Pero Alexa no dejaría eso fácilmente, y enroscó su brazo en el de Jake. Parecía


bastante sorprendido y elevó las cejas a Normani, pero no dijo nada.

—¡Esto es tan genial! —dijo Dinah, cuando el matón los escoltó dentro de la parte
trasera—. ¡Es como ser VIPs! Bueno, Mila, es VIP esta noche. Te veo en el frente,
cariño. ¡Ve por ellos! —Besando a Camila en la mejilla, Dinah al oído le susurró

—Respiraciones profundas, encanto. Sabes que eres grandiosa, solo tienes que
mostrárselo a todos los demás ahora.

Le dio otro abrazo, y desapareció hacia el frente del club donde el ruido aumentaba
decibelio a decibelio. Camila se sintió un poquitito aliviada cuando vio a Drew.

—¡Vaya, nena! Te lavaste y desinfectaste bien. ¡Uf! Te ves muy sexy. ¿Cómo lo estás
haciendo?

—Siento como si fuera a vomitar —dijo con honestidad.


—Nah, estarás bien. Tan pronto como pongas un pie en el escenario, estarás
alucinante.

Lauren se quedó fuera del club, aspirando el fuerte humo. Estaba al otro lado de la
calle cuando Camila llegó. Sus ojos casi cayeron de su cabeza y rodaron por la acera
junto con sus pensamientos cuando la vio con ese escaso vestido y los altísimos
tacones. Tuvo que admitir que se veía muy, muy caliente. Nada que ver con la chica
tímida con la que se reunía cada semana en la biblioteca. Aunque, le gustaba un
poco, también.

No estaba contenta de verla con sus brazos entrelazados a un par de deportistas.


Tampoco fue capaz de decir con cuál de ellos se hallaba, y eso le molestó demasiado.
Dejó caer su cigarrillo en la acera y lo apagó con el pie. Su pecho se sentía apretado
con frustración, quería vomitar palabras amargas y despotricar a los poderes
fácticos. Algunos días casi podía aceptar la mano que le fue entregada. La mierda
sucedía. A veces, te encuentras detrás de la línea, pero a veces justo en el frente.
Hay días en los que podía decir: al diablo con todo, a la mierda con todo el mundo, y
seguir adelante con su vida. Sin embargo, otros días quería gruñir y gritar su furia
ante la injusticia de todo esto. Hoy era uno de esos días.

Cuando Camila la invitó a ir al club a verla, se sintió mal físicamente. Quiso correr
y esconderse, y tomó todo lo que tenía permanecer de pie hablando con ella en la
biblioteca. No tenía idea de lo que le pedía ¿Cómo podría? La tortura podía ser tan
inocente. Poco a poco, a regañadientes, se dirigió a la parte delantera de la fila,
pasando discotequeros irritados mientras esperaban con impaciencia. El portero le
hizo un gesto sin un segundo vistazo y se dirigió hacia el bar. Necesitaría una
bebida si quería sobrellevar la noche sin golpear algo. O alguien. Un par de chicas le
dieron una mirada de "necesito sexo" desde el extremo opuesto de la barra, pero no
devolvió la mirada de interés.
Ordenó un bourbon y una cerveza, mientras esperaba el cambio de ambiente que
anunciaría el comienzo de la música en vivo. Se dirigió a la parte trasera de la
habitación llena de gente y se quedó distante, viendo pero no formando parte,
observando pero sin importarle.

No quería venir esta noche, joder, pero no fue capaz de permanecer lejos tampoco.
Podía sentir la adrenalina en el club, la atmósfera espesándose como el humo. Sabía
cómo se estaría sintiendo ella ahora: la pesada tensión que solo se podía poner en
libertad dejando que la música fluyera, jalando todos los hilos de tu cuerpo para
tejer un tapiz de sonido. Vio cómo las piernas temblorosas la llevaron al escenario,
con los ojos aterrorizados disparándose de izquierda a derecha, como si estuviera
buscando un lugar para esconderse. Se puso de pie, encorvada sobre el micrófono, su
pecho subía y bajaba rápidamente. Podía ver a la multitud indecisa de si aceptar o
no a la chica aterrorizada, la cual se colgó del micrófono como si fuera a salvarla de
una multitud enfurecida.

Pero entonces el bajo palpitó a la vida, y Lauren podía sentir las vibraciones de la
batería llevando el ritmo a través de su cuerpo. Y comenzó a cantar. Su rostro se
iluminó y comenzó a respirar. Era como ver una flor abrirse y girar su cara al sol.
Puso su corazón y alma en la canción mientras se hacía cargo del escenario. Se
quedó sola, viendo la multitud, mirándola, sintiendo la música a través de su
cuerpo, no oyendo nada. Sacó su teléfono y le tomó una foto alzando la voz, la gente
debajo de ella gritando de alegría.

Y entonces se dio la vuelta y se fue. Era demasiado. Y era demasiado, demasiado


poco.

Todos coincidieron en que el debut de Camila fue un éxito. Comenzaron con Etta,
luego se sacudieron con la canción de Adele, Rolling in the Deep, lo que tuvo a la
gente saltando arriba y abajo, se relajaron con Hey love de Quadron, probaron algo
de su nuevo material, lo cual fue increíble y terminaron con algunos clásicos indie,
y, por supuesto, Fallin de Alicia Keys. No intentaron Dirty, y teniendo en cuenta lo
que usaba, se sintió aliviada.

Se encontraba cubierta de sudor, la mitad de su maquillaje pegado en sus manos,


cansada y eufórica; su cuerpo agotado.

—¡Estuviste impresionante, Mila! —gritó Dinah, interrumpiendo en el vestuario en


mal estado y abrazándola.

—¡Así se hace, Mila! —dijo Mani, uniéndose en el abrazo de grupo y besándola en la


mejilla.

Sonrió abiertamente y dijo todas las cosas correctas. Amó estar en el escenario. Amó
oír los vítores de la multitud mientras su voz cantaba cada nota alta. Se sentía feliz
de que Dinah estuviera allí para observarlo todo y verla atravesarlo. Se alegraba de
que Normani y sus amigos la aprobaran y brindaran por ella con sus botellas de
cerveza. Estaba loca de alegría porque todo salió bien, y se sintió aliviada de que
Drew y sus amigos le dieron un universal "me gusta". Pero a pesar de todo, había
esperado que Lauren viniera. Eso era bueno. Estuvo muy bien. Realmente no
esperaba que viniera. Nunca debería haber preguntado.

Cuando Lauren apagó el motor fuera de su casa, se sintió apenada. No había vuelto
al club para una noche de música en vivo desde... bueno, no por un tiempo.

Subió los escalones de su casa, no se sorprendió de que la puerta estuviera bien


abierta, gente que no reconocía esparcida por la calle. Podrían haber sido amigos de
Chri, o podrían haber sido clientes. A veces, eran la misma cosa.

Tomó un paquete de seis cervezas de la mesa, sin importarle a quien pertenecía y


caminó por las escaleras hacia su cuarto. Miró con desagrado a la muchacha
dormida, o desmayada, en el pasillo. Gracias a la mierda, tenía su propio cuarto de
baño que podía mantener bajo llave; de otro modo, vivir allí hubiera sido intolerable.
Abrió la puerta de la habitación con su llave, y la cerró detrás de ella. Era
vagamente consciente de la música golpeando a través de la casa a causa de las
vibraciones que viajaban a través del piso. Era la única ventaja de ser sorda: el
ruido no podría mantenerla despierta por la noche.

Erauna pequeña consideración, pero algo era mejor que nada. Rompió la chapa de
laprimera cerveza y la bebió de un tirón. Luego se volvió a su computadoraportátil y
descargó la fotografía de Camila de su teléfono. Maldita sea, si nose veía caliente
con esa ropa. Pero al verla cantar, nunca vio a nadie lucirmás hermoso. Parecía que
encajaba dentro de su propia piel. No la había vistotan a gusto antes. Brillaba.
Imprimió la imagen y la metió en su tablón deanuncios, entre las fotografías de su
familia. Luego apagó su portátil, se sacósus botas y se sentó en la oscuridad,
bebiendo cerveza hasta que el sueño o elolvido se la llevaran.
Capítulo 6

Dinah y Normani insistieron en que la fiesta no había terminado. El triunfo de


Camila necesitaba alguna celebración importante, no importaba que lo único que
deseara fuera volver a su habitación y dormir durante doce horas.

—¡No vas a arruinar estos planes, señorita! —gritó Dinah, agarrando su brazo.

—No quieres discutir con ella, Mila. —Rió Normani—. Creí que ya lo sabrías para
ahora.

—Sí, pero... —comenzó Camila.

Fue inútil. Subieron al coche de Normani, seguido de dos taxis llenos de otros
estudiantes que conoció en el club, y regresaron a su casa de la fraternidad. Nunca
pensó que sería la clase de chica que podría ser invitada a una fiesta de fraternidad,
pero los amigos de Normani eran divertidos y sorprendentemente amables, y
bebieron y bailaron hasta el amanecer. Ellos lo hicieron. Camila encontró un sofá en
un rincón oscuro y se acostó con una pila de abrigos encima de ella y durmió,
escuchando la música en sus sueños y viendo a un par de risueños ojos color verde.
Cuando por fin llegó a casa, era domingo y las nubes eran de color rosa teñidas con
la llegada del amanecer. Dinah y Camila se hallaban tomadas del brazo fuera de los
dormitorios, respirando el aire puro de la mañana.

—¿Cómo se siente? —preguntó Dinah, en voz baja.

Trató de encontrar palabras para resumir el caos de emociones que la recorrieron


durante las últimas horas.
—No lo sé —dijo al fin—. Me siento diferente, pero igual. Feliz, pero algo calmada.
Es difícil de describir.

—Estuviste increíble allí, estoy muy celosa —dijo Dinah. Camila rió, pero Dinah jaló
su brazo.

—Lo digo en serio. La gente realmente se conmovió con tu canto. Las personas me
miran y piensan que ven a través de mí. – Camila la miró.

—Pero, ¡eres muy hermosa!

Dinah le dio una pequeña sonrisa.

—No es falsa modestia, Mila, sé que soy bonita. —Se encogió de hombros—. Pero la
mayoría de las veces, eso es todo lo que ven. – Negó con la cabeza.

—Eso no es cierto. Has sido una amiga increíble para mí. Veo cuán considerada y
buena eres. Normani lo ve, también. Está loca por ti. – Los ojos de Dinah se
iluminaron.

—¿Eso crees?

—Lo sé —dijo Camila, con certeza—. He visto la forma en que te mira, te adora. Te
ve, también. Y yo te veo. – Dinah sonrió.

—Por cierto, ¿sabías que Lauren fue allí esta noche... la otra noche?

Camila se sorprendió: sus ojos parpadearon hacia Dinah.

—¿Lauren? Pero, dijo que no iría.

—Supongo que cambió de opinión —dijo Dinah con una mirada de complicidad—.
Alexa trató de hablar con ella y la mandó a volar por completo.

—Oh —dijo Camila, sin saber cómo responder a eso.


—Estaba sola —dijo Dinah, alentadoramente. No pudo evitar sonreír para sus
adentros.

—Vamos —dijo Dinah—. Tenemos que conseguir un poco de sueño conciliador.

Cuando despertó, era casi la hora del almuerzo y su estómago gruñía, recordándole
que se perdió el desayuno y la cena la noche anterior. A pesar de todo, se sentía
fresca y relajada. Miró a su móvil. Eran las doce y Dinah seguía enterrada debajo de
su edredón. Entonces notó que tenía un mensaje de texto de Lauren.

L: Drew dijo que estuviste increíble. ¡Te veías genial!

¿Pensó que se veía genial? Las mejillas de Camila se calentaron inmediatamente y


la sensación de calor se extendió por todo su cuerpo. Se estiró en la cama, con una
enorme y ridícula sonrisa en su cara. ¡Pensó que se veía genial! Bueno, Dinah pasó
varias horas arreglándola para estar en una condición presentable, pero aún así.
¡Genial! Una hora más tarde Dinah finalmente salió de la cama y pasaron una tarde
tranquila, poniéndose al día en las tareas y quehaceres. No hubo nada fuera de lo
normal, pero no le importaba, era un alivio hacer cosas ordinarias.

Para el lunes, la mayor parte de la euforia había desaparecido. Varias personas se le


acercaron para decir que disfrutaron del concierto, y uno o dos le preguntaron por el
siguiente. Drew vagamente mencionó tocar en otro lugar de la ciudad, pero no había
nada concreto previsto.

Camila se encontraba a punto de visitar la cafetería del campus para un golpe


rápido de cafeína antes de regresar a su dormitorio, cuando oyó voces. Al otro lado
del patio, vio a Lauren en algún tipo de discusión con dos estudiantes que parecían
lo suficientemente mayores como para ser ancianos. A partir de su lenguaje
corporal, pudo ver que se trataba de un tenso enfrentamiento fuera, posiblemente,
precursor de una pelea. No supo qué hacer, así que simplemente actuó por puro
instinto, corriendo de nuevo.
La voz de Lauren destilaba enojo.

—¡Dije que no, hombre! Quédate de una puta vez lejos de mí.

—Oh, vamos. Todo el mundo sabe que tu hermano es el chico por aquí. Deja de
fingir que eres la jodida Blanca Nieves. – Lauren se giró para alejarse, pero el tipo
más grande la agarró por el hombro. Lauren echó hacia atrás el puño, pero luego vio
a Camila corriendo hacia ella. En lugar de golpear al chico, dio un paso atrás y
respiró profundo.

—No empieces lo que no se puede terminar —se burló el otro estudiante

—Es lindo que tu pequeña novia te esté protegiendo. – El rostro de Lauren se llenó
de ira y Camila tuvo que agarrar su brazo para llevársela.

—¡No lo hagas! No vale la pena —dijo con urgencia. No se hallaba segura de sí


Lauren la entendió, pero Camila tiró de ella. Siguió tirando de su brazo mientras
ella mantenía los ojos fijos en los dos estudiantes que continuaban burlándose.

—¿Qué fue eso? —preguntó Camila sin aliento, una vez que se encontraban a una
buena distancia.

Lauren seguía mirando por encima del hombro, así que le dio un golpecito en la
mano.

—¿Qué? —gruñó. Camila dejó caer su brazo, con el rostro conmocionado por su tono
enojado.

—Lo siento —murmuró—. Lo siento.

—Está bien —dijo, débilmente—. ¿Qué fue todo eso? – Negó con la cabeza.

—Solo unos idiotas. – Se encontraba bastante segura de que era más que eso, pero
como no oyó cómo inició la discusión, pensó que era más prudente dejarlo ir.

—¿Quieres tomar un café? —dijo en voz baja.


Ella negó con la cabeza, se pasó una mano por el pelo y tiró del anillo de su ceja con
la otra.

—No. Necesito largarme del campus.

Hubo una pausa incómoda.

—Bueno, está bien. ¿Te veré el viernes, entonces?

La miró rápidamente.

—¿Quieres venir conmigo? Solo tomará unas pocas horas. No sé, ¿ir a alguna parte?

—Um, bien —dijo vacilante, pensando en el montón de tareas que todavía tenía que
terminar—. ¿A dónde quieres ir?

Lauren cerró los ojos.

—A cualquier lugar. – Cuando llegaron a su moto, le pasó el casco de repuesto y


pronto salieron de la ciudad, dejándola atrás, en dirección al este.

Casas y tiendas volaron a su paso y no podía dejar de preguntarse cuán por encima
del límite iban. Temía que en cualquier momento escucharía las sirenas estridentes
de un coche de policía detrás de ellos. ¿Cuáles eran las sanciones por exceso de
velocidad? ¿Podía obtener el pasajero problemas por ello? Tenía visiones llamando a
sus padres para rescatarla de la cárcel. Era demasiado horrible de pensar. Sabía
exactamente lo qué pensarían de eso... y lo que pensarían de Lauren. Dios, ¿qué tan
rápido iba? Iban a tener un accidente, sin importar lo de ser detenidos.

Le apretó la cintura con más fuerza e, irónicamente, sólo parecía alentarla para ir
más rápido. Cuando se sintió lo suficientemente valiente como para abrir los ojos de
nuevo, pudo ver cómo el mar se levantaba en la distancia, gris y masivo.

Por ahora, Lauren había disminuido considerablemente la velocidad y se dio cuenta


de que viajaban en paralelo al paseo marítimo. Ella y Dinah hablaron de bajar a la
línea costera y salir a las tiendas de café, pero se sentía muy feliz de estar
haciéndolo con Lauren en su lugar. Finalmente, condujo a un estacionamiento y se
quitó el casco. Respiró profundamente y pareció relajarse varios grados. Le dio a
Camila una pequeña sonrisa, se bajó y le tendió la mano. Ella se bajó torpemente, y
luego se quedó plantada allí, observando su alrededor.

—Es hermoso aquí—dijo, un sentimiento de paz expandiéndose a través de ella.

—Sí. Me gusta venir al mar cuando estoy... —Se detuvo de repente, incapaz o no
queriendo continuar lo que estuvo a punto de decir

—¿Quieres un café?

—Claro, yo invito —dijo, sonriendo aliviada de alejar el momento incómodo

—De ninguna manera —dijo la ojiverde, fingiendo estar horrorizada —Tenemos que
celebrar el sábado pasado. Yo pago.

—¡Pero fue tu gasolina la que nos trajo hasta aquí!

—¿Siempre discutes tanto? —Sonrió, enarcando la ceja, haciendo que el pequeño


anillo de plata que llevaba brillara bajo el sol.

Camila ladeó la cabeza, y le devolvió la sonrisa.

—Sip. Más o menos. – Rodó los ojos.

—Como que no podría haberlo imaginado. De todas maneras, voy a pagar.

Caminaron por el paseo marítimo hasta que encontraron un pequeño café que
vendía, además de café, rosquillas. También tenía un patio exterior, que se extendía
hacia el paseo marítimo, y era lo suficientemente cálido como para sentarse fuera.
Lauren suspiró feliz mientras que hundía sus dientes en el hojaldre relleno de
mermelada. El hojaldre se fue en unos tres mordiscos y Camila la sorprendió
mirando los de ella.
—¡No toques mis rosquillas! —amenazó Camila—. Soy peligrosa cuando te metes
con mi subidón de azúcar.

—Sí, y tienes una cosa por las patatas fritas, también. No creas que no me di cuenta
—le disparó.

—Si tienes hambre, consíguete otra rosquilla, pero quita los ojos de las mías,
señora.

Se rió, pero siguió su consejo y le hizo señas a la camarera, ordenando dos rosquillas
más. Los ojos de Camila se abrieron como platos.

—Te dolerá el estómago por comer tanta azúcar —le advirtió—. Eso, o caries.

—Por Dios, relájate —dijo—. Suenas como mi profesora de preescolar.

Frunció el ceño y se recostó en su silla, riéndose de ella.

—No puedo evitarlo —dijo con petulancia—. Soy prudente. Mamá dice que nací de
mediana edad.

—Sí —dijo, inclinándose hacia adelante y plantando los codos sobre la mesa—.
Bueno, no te veías de mediana edad el sábado por la noche, te veías caliente. Cada
hombre en ese lugar tenía una erección por ti.

Lo miró y se ruborizó, sus ojos cayendo en la mesa, demasiado avergonzada para


hablar.

—Sólo digo. —Sonrió, metiendo otro pedazo de rosquilla en su boca.

—Gracias, creo —murmuró—. Dinah lo hizo, el pelo, el maquillaje, el vestido —


Entonces levantó la vista—. Me alegra que hayas ido; No pensé que lo harías.

Lauren hizo una mueca y luego apartó la mirada.

—No iba a hacerlo.


—Lo sé. Pero gracias de todos modos.

Asintió lentamente.

Cuando terminaron su café, Lauren limpió el último grano de azúcar de sus labios.
Camila no pudo evitar soltar un suspiro, mirando cómo sus dedos largos y fuertes
barrían por su cara. Lauren atrapó su mirada.

—¿Qué?

—Te has dejado un poco.

Comenzó a levantar su mano, pero dudó en el último momento. Lauren parpadeó,


luego frotó ambas manos en su rostro.

—¿Ya? – Asintió.

—Sí, ya estás bien. – Sonrió de nuevo.

—Oh, no, nena. Lo tienes mal.

Camila puso los ojos.

—Eres una niña.

Lauren se inclinó con una sonrisa en su rostro, y le susurró al oído.

—Mujer, no niña.

Sintió su cálido aliento cosquillear en su piel, pero pasaron varios segundos antes de
que sus palabras se hundieran en su mente. Se estremeció, ya fuera por el frío o por
placer, o algo más, no lo sabía. Caminaron a lo largo del paseo marítimo, cerca, pero
sin tocarse, en un amigable silencio. De vez en cuando, paraban para mirar un
escaparate o admirar la forma en que los colores del mar se arremolinaban y
cambiaban a cada momento. Pero muy pronto, las nubes comenzaron a volverse
grises y pesadas gotas de lluvia comenzaron a golpear a su alrededor.
—Ah, demonios —dijo Lauren, frunciendo el ceño hacia el cielo amenazador —
Vamos a mojarnos.

Tenía razón.

Corrieron a su moto, pero no existía manera de que pudieran escapar de la


tormenta.

La lluvia azotaba fuertemente y ambas estaban caladas hasta los huesos mientras
Lauren conducía de vuelta a lo largo de la carretera. Lauren se encontraba un poco
mejor, su chaqueta de cuero le daba un poco más de protección, pero sus pantalones
se pegaron a sus piernas y podía sentir el agua filtrándose en sus botas.

Encorvada detrás, protegiéndola con su cuerpo, Camila se acurrucó contra ella, sus
violentos temblores enviando temblores a través del propio cuerpo de Lauren. Era
una locura seguir mojándose, tratando de llegar a los dormitorios, cuando su propio
lugar se encontraba más cerca. Las dos se hallaban medio ahogadas y congeladas, y
la lluvia en su línea de visión lo hacía más peligroso. Estaría mejor ir a su casa que
conducir hasta los dormitorios. Además, sabía a ciencia cierta que sería más fácil
secar la ropa en su casa. Nadie estaría utilizando la lavadora o secadora allí, nadie
lo hacía nunca. Salió de la carretera en una salida rápida. Camila se sentía tan
entumecida que ni se dio cuenta, hasta que estuvieron retumbando en una calle
residencial en una parte de la ciudad que no conocía. Lauren apagó el motor y se
bajó con rigidez de la moto, jalándola con ella.

—¿Dónde estamos? —tartamudeó entre escalofríos, mientras la llevaba por las


escaleras del porche.

—En mi casa. Me pareció que era simplemente tonto continuar mojándonos. Puedes
secar la ropa aquí y entrar en calor.

Asintió temblorosamente, pero cuando la siguió al interior, con los ojos semi
cerrados, se quedó mirando a una pareja que fumaba de una pipa en el salón.
—¿Eso es...?

—Amigos de Chris —murmuró, sin querer entrar en esa conversación.

Pasaron junto a otra pareja que miraba distraídamente hacia el espacio con ojos
vidriosos, y Lauren se preguntó si traerla allí fue un error. No tenía ni idea de
dónde se encontraba Chris. Le hizo un gesto para que la siguiera por las escaleras, y
se aferró a ella como si fuera la última tabla de salvación en el Titanic.

Sacó la llave y abrió la puerta para ella, luego la cerró detrás de ellas.

—¿Por qué has cerrado la puerta? —susurró, su expresión repentinamente


cautelosa.

Sus ojos se estrecharon en la confusión, y luego se dio cuenta de cómo se veía desde
su punto de vista.

—¿Qué? ¡No! ¡Dios, no, Camz! Cómo puedes pensar... en este lugar... la gente vaga si
la puerta no está cerrada con llave. Eso es todo. Lo siento. No era mi intención
asustarte.

Sacudió la cabeza y trató de sonreír mientras su cara todavía se encontraba


congelada y sus dientes castañeteaban.

—No, lo siento. Es sólo que... —Hizo una pausa, tragando todo lo que estuvo a punto
de decir, y miró a su alrededor—. Tienes una bonita habitación.

—Gracias —dijo, sonando demasiado informal mientras veía como envolvía


nerviosamente los brazos alrededor de su cintura. Entonces los ojos de Camila
cayeron en una guitarra acústica. La miró de nuevo, parpadeando rápidamente.

—¿Tocas?

Lauren hizo una mueca, cogiendo la guitarra por el cuello y arrojándola sin
ceremonias en su armario.
—Ya no.

—Lo siento —susurró de nuevo, reprendiéndose internamente por ser tan idiota.
Por supuesto que ya no tocaba.

Para cubrir el incómodo silencio, Lauren buscó en su cómoda y le tiró una de sus
camisetas.

—Ponte esto, voy poner la ropa en la secadora. No tomará mucho tiempo. —Le
disparó su sonrisa sexy—. Voy a darme la vuelta, no veré nada.

Mientras se sonrojaba ligeramente, se quitó la ropa mojada hasta que estuvo de pie
en tan sólo ropa interior. Se puso a toda prisa la camiseta que le llegaba hasta la
mitad de sus muslos. No podía dejar de llevarla a su rostro y respirar
profundamente. Olía como ella, su colonia se aferraba al material, junto con un
débil rastro de humo de cigarrillo. Miró por encima de su hombro, pero Lauren
mantuvo su palabra y le dió la espalda. No esperaba nada menos. Le dio unos
golpecitos en el hombro.

—Ya terminé.

Lauren sonrió y sus ojos brillaron con apreciación a sus piernas desnudas.

—Lo siento —dijo, atrapando su mirada—. Soy una mujer, pero me gustan las
mujeres. —Se encogió de hombros y le guiñó un ojo, y luego recogió su ropa mojada,
la cual dejó una mancha de humedad en el piso.

—Sólo será un minuto. Cierra la puerta detrás de mí. Tocaré cuando vuelva.

Durante su ausencia, se tomó un momento para examinar su habitación. Era mucho


más ordenada de lo que la imaginaba, y las sábanas de la cama se hallaban limpias
y frescas. Tenía una pequeña estantería llena de libros de texto de la escuela, y
libros de bolsillo de escritores que nunca oyó hablar. Muchos de ellos tenían
nombres extranjeros, rusos tal vez. Apilado junto a ellos, había un montón de papel
higiénico. Raro. En la esquina, ahora existía un espacio donde su guitarra solía
estar, y se sentía terriblemente culpable por haberla mencionado. A veces sólo abría
la boca para meter la pata, pensó ácidamente. Entonces vio media docena de
fotografías clavadas en un tablón de corcho. Una foto era de una Lauren más joven y
un chico un poco mayor que ella, uno que asumió era Chris. Se veían similares, pero
no muy parecidos. Otra foto era de sus padres, y una foto familiar, de los cuatro
juntos, riendo.

Su corazón dio un vuelco cuando miró más de cerca. Lauren incluyó una foto de ella
entre las fotografías de su familia. Era de su actuación. En ella, se podía ver
claramente que cantaba con el corazón en la mano. Ni siquiera sabía que la tomó. Ni
siquiera habría sabido que estuvo allí si Dinah no lo hubiera mencionado, a pesar de
que le envió un mensaje más tarde. Una mezcla de emociones se precipitó a través
de ella. Nunca la oyó cantar, y nunca lo haría, pero quería mantener esa imagen en
particular de ella. No lo entendía. ¿No sería eso, seguramente, lo más doloroso de
ver todos los días?

Un ligero golpe en la puerta la devolvió a la realidad.

—¿Sí? —dijo, vacilante, y entonces se sintió como una idiota. No podía oírla, por
supuesto.

Abrió la puerta con cautela, y Lauren entró con dos tazas de café.

—Pensé que podrías necesitar esto.

—¡Oh, salvación! —jadeó, envolviendo su mano alrededor de la caliente taza.

—Lo siento —dijo—. No hay leche en la casa. Alguien debe de habérsela bebido.

Se encogió de hombros.

—¿Cómo puedes soportar vivir así? —espetó Camila.


Lauren frunció el ceño.

—Es mi hogar.

—¡Dios, soy tan estúpida! —graznó—. Lo siento, Lauren.

Movió un hombro, pero todavía parecía herida.

—Lo digo en serio —dijo, tocando ligeramente su brazo—. Lo siento.

—Luego retrocedió un poco—. ¡Ugh! ¡Estás toda mojada y pegajosa!

Lauren le sonrió.

—Sí, eso te hace la lluvia.

—Pensé que ibas a poner tu ropa en la secadora.

—Bueno, he puesto la tuya dentro. Pensé que te gustaría salir de aquí lo antes
posible. —Le dio una sonrisa de disculpa—. Haré lo mío después.

—Bueno, deberías quitártela, o podrías enfermarte.

—¿Estás tratando de sacarme la ropa, Camz? ¿Debería captar la indirecta?

Golpeó su brazo y resopló mientras continuaba sonriendo.

—Sólo bromeaba contigo, chica. Date vuelta mientras me cambio. ¡No mires a
escondidas!

Murmurando para sí misma, le dio la espalda, escuchando el roce del material


cuando se quitó la camiseta y pantalones mojados. No podía negar que era muy
excitante, oírla quitarse la ropa mientras permanecía en la misma habitación. Su
cuerpo se calentó ante la idea. Y luego se le ocurrió una idea: esta podría ser su
mejor oportunidad para demostrarle lo que significaba para ella, que era más que
una simple amiga. Se sentía desesperada por saber si sentía lo mismo. A veces
pensaba así, a pesar de las otras mujeres con las que la vió. También estaba la
fotografía, pero aun así...

Respiró hondo y se dio vuelta. Permanecía de pie de espaldas a ella, con un par de
bóxer gris oscuro y un brassier deportivo. Estudió los músculos de su espalda, cómo
ondulaban y flexionaban bajo su piel. Siguió el contorno de los tatuajes en sus
hombros y dejó que sus ojos viajaran a la deriva por sus estrechas caderas, su firme
culo, y sus largas y fuertes piernas. Era hermosa, pero para ella era la belleza en su
interior lo que más amaba. La hacía valiente. Tal vez sintió sus ojos sobre ella,
porque de repente, se dio la vuelta y la miró con sorpresa.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! Yo... yo solo... sólo quería ver —murmuró, sus sonrojadas
mejillas resaltando su extrema vergüenza.

Inclinó la cabeza hacia un lado, mirándola fijamente, pero no habló. No podía mirar
el cuestionamiento en sus ojos, por lo que permitió a sus ojos vagar sobre sus senos.
Jadeó suavemente cuando se dio cuenta de los pequeños anillos que resaltaban en
cada pezón aún cubiertos por el brassier. Fue tan inesperado y erótico. Era tan
Lauren. Deseando tener el valor para dar un paso adelante y tocarla, se maldijo a sí
misma por ser tan cobarde. Dinah lo haría. Dinah hubiera dado ese paso, no se
hubiese movido de un pie a otro como una niñita estúpida. Sus ojos cayeron más
abajo, hipnotizada por el bulto en sus bóxer. Cuando Lauren habló, casi saltó.

—¿Alguna vez has visto una polla?

Su boca se abrió, luego dio un pequeño asentimiento.

—En la televisión.

Sonrió.

—Muñeca, ¿has visto porno?

—¡No! ¡Dios, no! Bueno, tal vez una vez... en la casa de una amiga.
—¿Te gustó?

—No realmente. Era una estúpida película, la trama era horrible. No tenía ningún
argumento en absoluto.

Lauren se rió suavemente.

—Sí, bueno, no creo que fuera el punto de eso.

Se sonrojó.

—Supongo que no.

Repentinamente recordó que todavía la miraba, una parte específica de ella. Se


sorprendió cuando se dio cuenta de que el bulto creció considerablemente. Sus ojos
parpadearon hacia ella, y Lauren se encogió de hombros.

—¿Alguna vez has tocado una polla?

Negó con la cabeza, sin decir nada mientras seguía mirándola. No podía apartar los
ojos de Lauren, y no quería.

—¿Quieres tocar la mía?

Su corazón comenzó a correr. ¿Qué le preguntaba?

—Yo... no lo sé.

Se detuvo un momento, mirándola fijamente, luego se agachó a recoger los


pantalones húmedos que dejó caer.

—Lauren, yo... —Esperó hasta que la miraba de nuevo—. Lauren, yo... —Pero no
estaba segura de lo que quería decir.

Le dio una pequeña sonrisa.

—Está bien, Camz. Está bien.


—¡No! Quiero decir, quiero...

—¿Quieres qué?

No respondió. En cambio, dio un paso hacia ella y tentativamente apoyó la mano en


su pecho, sobre su corazón. Sus ojos se cerraron y respiró profundamente, el
movimiento levantando suavemente la mano de Camila cuando sus pulmones se
expandieron. Cuando abrió los ojos de nuevo, eran casi oscuros, y ardiendo con
deseo. Nadie la había mirado así y la dejó sin aliento. Un lento calor comenzó a
pulsar entre sus piernas y sabía lo que quería. Quería que Lauren fuese la primera.
Lentamente, Lauren levantó su mano derecha, descansándola suavemente contra
su mejilla.

—¿Qué quieres, Camila?

—A ti —susurró.

Tragó saliva, y se encontraba fascinada viendo como a Lauren se le dificultaba


pasar saliva.

—¿Estás segura? No recuperas tu primera vez de nuevo, muñeca.

Esto no es como me lo imaginé. Una pequeña sonrisa curvó la comisura de sus


labios.

—¿Lo has imaginado... conmigo?

Lauren le sonrió.

—¿Estás jodidamente bromeando? Eres caliente. Te he deseado desde que te conocí,


pero pensé que sólo querías que fuésemos amigas. Eso es genial. Me gusta tener de
amiga a una chica.

Su sonrisa se desvaneció. No estaba segura de cómo se sentía al respecto. Pero dijo


que era caliente. Eso significaba que le gustaba, ¿cierto?
—¿Puedo solo... puedo tocarte? -Pregunto dudosa Camila

Lauren asintió lentamente, sus ojos siguiendo su mano mientras se movía


temblorosamente hacia su cintura. Suavemente, puso su mano sobre su entrepierna
y sintió su calor y dureza. Lauren inhaló profundamente.

—Eres tan jodidamente sexy —dijo en voz baja.

La miró, sorprendida, pero no repitió sus extraordinarias palabras. Sintiéndose


audaz, frotó la mano contra ella de nuevo y gruñó.

—¡Oh, lo siento! —chilló, retrocediendo. Lauren le sonrió.

—No hay nada que lamentar, muñeca, sólo estás jodidamente matándome aquí.

—Lo siento —murmuró otra vez.

Se encogió de hombros.

—Viviré.

Alcanzó sus pantalones de nuevo, pero le puso la mano sobre el brazo. La miró,
perpleja.

—¿Podemos solo recostarnos juntas?

Lauren arqueó las cejas.

—Está bien, pero no es por eso que te traje aquí, Camz. Lo sabes, ¿verdad?

Asintió.

—Lo sé.

Se tumbó en la cama y, tras un momento de vacilación, Lauren se subió a su lado.


Deslizó su brazo alrededor de sus hombros y la atrajo en un abrazo. Su brazo
derecho quedó automáticamente apoyado en su estómago y tarareó alegremente.
Casi saltó de la cama cuando le acarició la semi-erección de nuevo.

—¡Mierda! —gritó la ojiverde—. ¡Camz! Tienes que darme alguna advertencia,


nena. ¡Me darás un maldito ataque al corazón!

Se rió nerviosamente, pero siguió acariciándola. Se inclinó hacia ella.

—¿Te importa? —susurró Camila.

—¡Mierda, no! —dijo, mirándola con asombro.

—Quiero verla —dijo.

Esta vez, no lo dudó. Levantó sus caderas y empujó sus bóxer más allá de sus
rodillas, retorciéndose mientras se los quitaba. Su polla dura saltó sobre su
estómago, donde se balanceó alegremente. Nerviosamente pasó un dedo por la larga
vena y saltó cuando se movió hacia ella. Sintió la risa de Lauren. Pasó la mano
sobre Lauren de nuevo, y escuchó su profunda respiración mientras aspiraba el aire
por la nariz. Su piel se sentía suave y lisa, pero también caliente y dura bajo sus
dedos. Apretó y Lauren movió sus caderas hacia arriba dentro su palma.

—¿Está bien? —preguntó nerviosamente.

Lauren no respondió y se dio cuenta de sus ojos cerrados, su respiración volviéndose


superficial.

Tentativamente, movió su mano de arriba abajo, soltando un gemido desde lo


profundo de su pecho.

—¡Mierda, Camz! —susurró—. ¿Puedes ir un poco más rápido?

Movió la mano de arriba abajo con mayor rapidez, disfrutando de la forma en que su
erección se engrosaba y calentaba bajo sus dedos.

—Mmh —gimió, animándola a moverse aún más rápido.


Una gota de líquido pre-seminal brillaba en la punta y, extasiada, pasó el pulgar por
encima. Lauren maldijo en voz alta y comenzó a bombear sus caderas en su mano,
su cabeza presionada contra la almohada, su boca abierta. Movió la mano más
rápidamente, observando su rostro con fascinación mientras su orgasmo comenzaba
a construirse.

—Voy a correrme. Voy a correrme —cantó.

Siguió adelante y, de repente, tres chorros de líquido perlado saltaron de la punta,


sorprendiéndola. Lauren gritó y luego se quedó inmóvil. Su pecho se agitó, y sus
párpados se cerraron. Dejó que sus ojos bebieran su belleza. Se sentía orgullosa de
sí misma. Lo hizo. Hizo que se sintiera así. No otra chica. Ni una de las zorras que
merodeaban a su alrededor todo el tiempo.

Se recostó sobre la cama y Lauren le dio un cuidadoso abrazo, acariciando con la


nariz su cabello.

—Eso fue increíble, muñeca —susurró.

Después de otro minuto, se sentó y le sonrió.

—Has hecho un verdadero desastre de mí, ¿quieres limpiarme?

Camila arrugó la nariz y sacudió la cabeza. Lauren se echó a reír y se acercó a su


mesa de noche por algo del papel higiénico que acumulaba.

Vio la expresión de su rostro y se encogió de hombros.

—Lo mantengo aquí o desaparece.

Se limpió y arrojó el papel en un basurero.

—Ven aquí.

Voluntariamente se acurrucó en el calor de su cuerpo mientras Lauren jalaba las


sábanas sobre ellas.
—Esto es agradable —dijo en voz baja.

Camila sonrió cuando su mano libre le acarició el cabello. Pensó que iba a morir de
felicidad cuando le dio un suave beso en la parte superior de la cabeza. Se sentía
desprovista cuando se sentó.

—Camz, ¿puedo preguntarte algo?

—Um, ¿sí?

—¿Alguna vez te has hecho venir a ti misma?

Sus mejillas se sonrojaron.

—¡No!

Lauren se encogió de hombros.

—Sólo digo. Muchas chicas lo hacen.

Camila parpadeó.

—Sí, supongo. Pero... yo...

Rozó su nariz con la de ella.

—¿Quieres que lo haga?

—¿Querer que hagas qué?

—Hacerte venir.

—Um, ¿no dolerá?

Levantó las cejas.

—No. ¿Por qué dices eso?


No se hallaba segura de sí podía ruborizarse aún más. Se hizo mucho más difícil
tener esta conversación, sabiendo que Lauren tenía que ver su cara mientras
hablaba.

—Porque... porque no he tenido sexo.

Una mirada de comprensión pasó por su rostro y sus labios se torcieron en una
sonrisa.

—No, nena. No tienes que tener mi polla dentro de ti para tener un orgasmo.
Aunque realmente me gustaría intentar eso un día. Puedo hacerte venir con mis
dedos si quieres. O con mi lengua.

—¡Tu l-l-lengua! —tartamudeó, incapaz de detenerse. Luego escondió la cabeza


entre las manos

—Oh Dios, ¡soy una perdedora!

Lauren apartó las manos de su cara.

—No puedo leer los labios así, nena —dijo con el ceño fruncido.

—Lo siento. Lo siento. Yo sólo... no sé qué decir.

—Di que sí. Te haré sentir bien, lo prometo. Sólo mis dedos, sin lengua.

Hizo un gesto con las manos y tuvo que sonreír.

—Está bien, supongo.

Le devolvió la sonrisa.

—¿Podrías herir más mi ego, muñeca? —

Luego su expresión se volvió seria

—¿Puedo sacarte tu camiseta?


—N-no. Preferiría que no lo hicieras.

—Está bien. —Sonrió—. No hay problema. Pero me dejaras tocar tus pechos,
¿verdad?

—Um, bien.

Le dio un suave beso en los labios.

—No te haré daño, muñeca. Sólo quiero hacerte sentir bien.

Se tumbó en la cama, su cuerpo lleno de tensión. Lauren acarició su cabello y besó


sus labios de nuevo, tirando suavemente de su labio inferior con los dientes hasta
que Camila abrió la boca una fracción. Su cálida y húmeda lengua acarició sus
labios y trazó el contorno de su boca. Abrió un poco más, y su lengua acarició la
suya, sacándole chispas de placer. Gimió suavemente y Lauren tarareó en voz baja
en su boca. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y jaló su cabeza hacia abajo,
dejándola profundizar el beso.

Las manos de Lauren se posaron suavemente sobre su cintura, luego sacó sus labios
de los de ella y plantó un camino de suaves besos por su garganta y sobre la
camiseta, acariciando suavemente sus pechos. Jadeó un poco y levantó la vista
cuando la sintió moverse.

—¿Estás bien? —susurró.

Asintió rápidamente y continuó besándola en sus pechos, empujando la camiseta


arriba de la cintura así podría besar y lamer su vientre al descubierto. Los dedos de
Camila se aferraron a sus hombros mientras su cabeza se movía más abajo.

—Yo... uhm...

Levantó la cabeza para mirarla.

—¿Qué dijiste, nena? ¿Has dicho algo?


—Yo... no quiero que me beses ahí —dijo, con nerviosismo.

—No lo haré si no quieres, pero me gustaría besar tu dulce coñito un día.

Camila se sentía tan avergonzada que no sabía dónde mirar. Todo lo que podía
hacer era cerrar los ojos.

—Camz, mírame —ordenó Lauren.

A regañadientes, abrió los ojos.

—No te avergüences conmigo, Camz. Sólo quiero hacerte sentir bien. Sólo mis
dedos, lo prometo. ¿Me dejarás?

—Bieeen —dijo con suavidad.

Volvió a besarla y gimió en su boca mientras su lengua se enredaba con la suya.


Esta vez, le devolvió el beso, y el gruñido que lanzó la dejó triunfante. Sus manos
viajaron de nuevo a su pecho, y sus largos dedos se burlaron gentilmente de sus
pezones a través de la suave tela de la camiseta. En su muslo, sintió su polla
temblar a la vida de nuevo. Gradualmente, sus nervios se desvanecieron cuando su
lengua hizo su magia en su boca y cuello, chupando y mordiendo, encendiéndola de
una manera que la asombró. Su mano siguió jugando con sus pezones,
ocasionalmente ahuecando sus pechos y masajeándolos con delicadeza. Camila se
inclinó y agarró su gruesa longitud, pero Lauren le apartó la mano.

—No, muñeca, esto es sobre ti.

Sintió sus bragas humedecerse cuando Lauren continuó su sensual asalto por su
cuerpo. Comportándose y moviéndose de maneras desconocidas para ella, sus
caderas se levantaron automáticamente ante su toque, como si su propio cuerpo lo
estuviera convocando. Sus dedos comenzaron a jugar con el borde de sus bragas y
Camila gimió, apenas reconociendo el salvaje sonido que salió de ella. Lauren sintió
la vibración de su gemido y lo tomó como estímulo. Metió la mano dentro de sus
bragas, haciéndola respirar superficialmente.

—Estás tan mojada, muñeca —dijo suavemente contra su hombro— Estás mojada
para mí y un día quiero empujar mi dura polla dentro de ti y sentir esa dulce
opresión a mí alrededor, pero ahora vas a montar mis dedos.

Su pulgar frotó su clítoris, haciendo que se arqueara en la cama. Rápidamente, puso


el dedo índice en su interior, deslizándolo dentro y fuera. Para Camila, se sentía
como una descarga de electricidad pasando a través de su cuerpo mientras el nivel
de excitación aumentaba, tomándola por sorpresa. Gimió y Lauren capturó el sonido
con sus labios, empujando su lengua dentro de su boca mientras su dedo se movía
dentro de su cuerpo. Luego añadió un segundo dedo y comenzó a bombear
lentamente mientras su pulgar seguía masajeándola. La sensación creció en su
vientre, burbujeando en sus muslos y en los dedos de sus pies, haciendo que sus
músculos se contrajeran.

Su cuerpo se arqueó de nuevo y gritó.

—Eso es, muñeca —susurró Lauren, estimulándola—. Déjalo ir. Déjalo ir, nena.
Estoy aquí. Estoy aquí.

Trató de alejar su mano, segura de que no podría aguantar más, pero Lauren
presionó su cuerpo sobre el suyo, juntando sus pechos.

—Móntalos, nena —dijo, su voz tensa—. Folla mis dedos, muñeca.

El orgasmo de Camila corrió a través de ella, espirales de placer disparándose a


través de su cuerpo como el mercurio.

—¡Oh, Dios! —gritó—. ¡Oh, Dios!

A medida que su cuerpo regresaba a la tierra, Lauren retiró lentamente sus dedos,
arregló sus bragas y tiró la camiseta prestada en su lugar. Cuando finalmente abrió
los ojos, Lauren la observaba, con una tranquila y fija mirada en su rostro. Se
sonrojó aún más cuando se dio cuenta de que chupaba sus dedos. Lauren vio su
expresión.

—Sabes muy bien. —Le extendió la mano y movió sus dedos— ¿Quieres probar?

—No —dijo, sorprendida.

Le sonrió.

—Tú te lo pierdes. Así que, ¿cómo estuvo?

—Yo... yo... —balbuceó—. Um, ¿fue bueno?

Lauren se rió.

—¡Joder, no te emociones o algo!

Soltó una risita nerviosa.

—Lo siento, todavía estoy... quiero decir... eso fue... no sé lo que fue, pero fue...
increíble. Ahora puedo ver por qué tanto alboroto por esto. Quiero decir, no sabía
que... quiero decir: ¡Guau!

Lauren Sonrió.

—Se pone mejor, confía en mí.

No podía imaginarse cómo, cualquier cosa, podía ser mejor que eso. Pero luego
volvió a pensar en su sucia boca, y todas las cosas que dijo que quería hacer con ella.
Sí, definitivamente le gustaría probar eso. Lauren se recostó, satisfecha con el
trabajo de la tarde. En realidad, estuvo más que un poco sorprendida cuando
Camila se vino en ella. Obviamente sabía que era virgen, y pensó que era el tipo de
persona que planeaba permanecer así hasta que conociera al hombre perfecto. No
quería abusar de su confianza. Pero su cuerpo era exuberante, incluso aunque no le
hubiera permitido verla desnuda. Y ese maldito vestido que llevaba el sábado, en
serio era caliente. El hecho de que quisiera masturbarla la sorprendió demasiado.
Pero, maldita sea, si no lo hubiera hecho, nunca hubiera probado lo que se sentía
tener sus manos sobre ella, tocándola como su instrumento. Y la forma en que
respondió a su contacto la calentó demasiado. No se hallaba segura de lo que Camila
quería que pasara después, pero realmente esperaba que la dejara dormir con ella.
No hoy, quizás, pero pronto. Envolviendo sus brazos alrededor de ella y sintiendo su
cabeza en su pecho, al saber que no tenía nada que esconderle, hizo que su cuerpo se
sintiera más ligero que alguna otra vez. Y verla venirse, fue lo más jodidamente
asombroso. Camila no tenía ni idea de lo sexy que lucía, extendida debajo de ella. Sí,
Lauren realmente quería un poco más de eso. ¿Eso significaba que iba a ser su
novia? ¿Quería una novia? Definitivamente no tenía ni idea de lo que quería
tampoco. Luego frunció el ceño: tal vez sólo la quería para joder, alguien que le
quitara su virginidad. No sería la primera mujer que quería su semen, pero no su
conversación. Regresando a la realidad, vio a Camila estirarse como un gato y
apoyarse en un brazo para que pudiera ver su rostro.

—Me siento desarticulada... No sé... desconectada... más o menos como si estuviera


flotando. Es extraño.

—¿Es algo bueno?

Sonrió.

—Sin duda lo es. —Le dio un beso rápido en la mejilla—. Puedo ver por qué tienes
esa reputación, es muy bien merecida.

Lauren se sintió como si la hubiera golpeado. Camila vio que la suavidad


desaparecía de su rostro, y le fruncía el ceño.

—¿Qué?

Tragó saliva con nerviosismo al ver la repentina ira en su rostro.


—Bueno, siempre tienes chicas que quieren dormir contigo. Ni siquiera tienes que
tratar de conseguir una chica. Sólo estoy diciendo... Lo entiendo.

Lauren salió de la cama y empezó a ponerse sus pantalones vaqueros. No podía


explicar su enojo, incluso a sí misma. No era como si hubiera dicho algo que no fuera
cierto. Pero tenía que entender que esto fue más que algo casual para ella. Eran
amigas, por el amor de Dios.

—¿A dónde vas? —dijo Camila nerviosamente, luego se maldijo por hablar con su
espalda de nuevo. Era imperdonable que se mantuviera olvidándolo.

Le dio un golpecito en el hombro, pero no quiso voltearse y mirarla.

—Iré a traer tu ropa —murmuró, y antes de que pudiera pensar en qué decir, se
había ido.

Se apoyó contra la cabecera de la cama, preguntándose por qué se encontraba tan


molesta. ¿Qué le dijo para que se comportara de esa manera? No le reclamó nada. A
pesar de que se encontraba desesperada por que le dijera que eran exclusivos, no
quería parecer necesitada o poco realista. Lauren no le pidió que se arrojara a ella.
Se mordió una uña con nerviosismo y una sensación de alivio la inundó cuando la
puerta se abrió. Pero no era Lauren. Era un hombre de unos veinticinco años con
una manga llena de tatuajes que cubrían ambos brazos, múltiples piercings, y una
mirada furiosa en su rostro. Jaló la sábana con fuerza alrededor de ella, muy
consciente de que llamar a Lauren no serviría de nada.

—¿Qué le hiciste? —gruñó el hombre.

Lo miró fijamente, con el corazón latiendo frenéticamente.

—¡Respóndeme! —gritó—. ¿Por qué mi hermana pequeña parece como si le


acabaras de disparar a su puto cachorro?

—Yo... yo...
—Estoy harto de que las perras la traten como un maldito juguete. ¡Tiene
sentimientos, por el amor de Dios! Pero tal vez no te preocupas por eso.- Camila se
sorprendió en silencio. No tenía idea de lo que causó esta explosión, y por qué el
hermano mayor de Lauren la miraba asesinamente. Sus ojos se estrecharon.

—Eres ella, ¿no es así? La cantante. Le dije que se mantuviera alejada de ti. Le dije
que le romperías el maldito corazón. Eres peligrosa. ¿Por qué no puedes dejarla en
paz?

Camila sintió las lágrimas pinchar sus ojos, y empuñó la sábana entre sus manos,
mirando ansiosamente la puerta, esperando que Lauren viniera a decirle a su
hermano que lo entendió todo mal.

—Te estoy advirtiendo —gruño Chris—, voy...

Con lo que sea que iba a amenazarla, sus palabras fueron cortadas cuando Lauren
volvió a aparecer.

—¿Qué está pasando? —dijo, al ver la ira de su hermano y el miedo de Camila.

Nadie respondió.

—Dije, ¿qué demonios está pasando? —repitió con enojo, el tono de su voz creciendo.
Chris se volvió hacia ella.

—Sólo teniendo una charla tranquila con tu chica, hermana. No es gran cosa.

Lauren miró a la chica asustada en la cama.

—¿Camila?

—Estábamos hablando —murmuró, bajando la mirada a las sábanas.

Lauren se pasó una mano por el pelo en señal de frustración.

—¡No hagan eso! —escupió—. ¡No me traten como una maldita idiota!
Chris puso una mano tranquilizadora en su hombro, pero Lauren se alejó. Luego le
tiró la ropa seca a Camila.

—Vístete —ordenó—. Te llevaré a casa.

Salió, dejando a Chris y Camila mirándose el uno al otro. Cuando Chris cerró la
puerta, se vistió rápidamente, secándose las lágrimas de los ojos. La tarde fue el
mejor día de su vida hasta que Lauren se fue de repente, volviéndose rara con ella.
Y ahora su hermano la odiaba también. Era tan confuso. Se acercó de puntillas por
las escaleras, pasando por encima de un hombre que parecía estar acurrucado
durmiendo en la última escalera. Lauren estaba abrochándose la chaqueta de cuero.
Ni siquiera la miró, sólo abrió la puerta y sacó las llaves de la moto de su bolsillo.
Haciendo caso omiso de la llovizna que seguía oscureciendo el cielo, pasó la pierna
sobre la moto. Todavía no miraba a Camila, y simplemente esperó hasta que se
subiera a su espalda. Tentativamente abrazó su cintura, pero ella no respondió.
Esta vez, el rugido del motor no era reconfortante, sino que era un signo de
puntuación de su angustia. Lauren condujo con velocidad temeraria hacia la
universidad, y luego se detuvo bruscamente en la puerta de su dormitorio y esperó a
que desmontara. Le entregó su casco y lo dejó caer en su maletero. Ella se inclinó
para darle un beso de despedida, pensó que necesitaban algún tipo de cercanía, pero
se apartó y se fue antes de que pudiera hablar.

—Me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que se diera cuenta de que eres
una perra frígida —dijo una voz.

Se dio la vuelta para ver a Alexa apoyada contra la pared, con una expresión de
suficiencia en su rostro.

—Jauregui finalmente entró en sus cabales, ¿eh? Vio que podía hacerlo mejor, ¿no?
O quizás fue una follada pésima.
No pudo responder, su cerebro y cuerpo sobrecargados de emoción. Corrió a su
habitación con las palabras de Alexa resonando en sus oídos. La habitación se
encontraba a oscuras, y cuando encendió el interruptor de la luz, el brillo la
deslumbró. Sintiéndose aturdida, se sentó en su cama con los hombros caídos.
Entonces se dio cuenta de que Dinah dejó una nota diciendo que regresaría a las
ocho si quería compartir pizza. ¿Pizza? Como si pudiera pensar en comer. Tenía que
saber cómo estaba el asunto con Lauren. Tenía que saber. Sintiéndose desesperada,
sacó su teléfono y le envió un texto.

C:¿Cuál es el problema? No entiendo. Mándame un mensaje, por favor.


Camz, XX.

Esperó y esperó, pero no respondió.


Capítulo 7

Lauren iba sobre los ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora cuando captó un
parpadeo de luces azules y rojas en los espejos. Maldijo en voz alta y muy subida de
tono, mientras se estacionaba por la curva. Después de pelear con Camila, su día no
mostraba ni una señal de mejoría.

El policía salió de la patrulla, negando con la cabeza, cansado, y haciéndole señas


para que se quitara el casco.

—¿Sabes que tan rápido andabas, hija?

—No, señor —contestó, honestamente.

—Bueno, mi radar de velocidad me está diciendo que ciento cuarenta y seis


kilómetros por hora. Eso es muy imprudente, ¿no lo crees?

Lauren asintió.

—Sí, señor.

—¿Me quieres decir porque ibas tan rápido?

Olvidando todos los consejos que Chris le dio por si alguna vez era arrestada, dijo la
primera cosa que le pasó por la cabeza.

—Tuve una pelea con mi novia. No pensaba.

El policía la miró, simpáticamente.


—Bueno, puedo entenderlo, pero el límite de velocidad es ochenta kilómetros por
hora. Ahora, soy un tipo agradable, así que no te voy a arrestar, pero tendrás una
multa por velocidad, hija. Licencia y registro. Lauren los sacó de la cartera y le
entregó los documentos al oficial, sin hablar.

—Espera aquí —instruyó el oficial, mientras caminaba a la patrulla y pasaba los


datos de Lauren por la computadora. Lo que sea que vio lo hizo fruncir el ceño.
Caminó hacia Lauren, rascándose la cabeza.

—De acuerdo con mis registros hay un Detective Dickinson que quiere hablar
contigo en la estación. Tendré que llevarte.

Tragó duro, un frio escalofrió extendiéndose por su columna.

—¿Qué?¿Para qué? Nunca escuché sobre ese tipo.

—No te puedo decir eso, hija, pero tendrás que venir conmigo. Mira, no te estoy
arrestando, así que tómalo con calma, ¿está bien?

Ni siquiera trató de discutir. Sabía que no tenía ningún sentido. El policía suspiró,
algunas veces odiaba su trabajo. La chica realmente lucía como si tuviera el peso del
mundo sobre los hombros.

—Esa es una buena motocicleta la que tienes. ¿Sportster? ¿Reconstruida?

Asintió.

—¿Hiciste ese trabajo tú misma, hija?

—Sí, señor. Me tomó dos años.

El policía retuvo otro suspiro.

—Bueno, tendremos que dejar tu motocicleta aquí por ahora. No estarás en la


estación tanto tiempo, y puedes llamar a un amigo para que te traiga a recogerla. O
puedo hacer que la remolquen, pero eso terminaría costando mucho...
Negó con la cabeza, y el policía suspiró otra vez antes de meterla en la parte trasera
de la patrulla. Al menos no fue esposada. Sintió que vomitaría. Podía esperar una
multa malditamente considerable, la cual no tenía ninguna manera de pagar en
este momento, a menos que vendiera la moto. La moto en la que trabajó por dos
años. O hacer uso del fondo universitario. De cualquier manera, Chris tendría sus
bolas. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Y solo podía culpar a su estúpido trasero. Si las
cosas ya no eran lo suficiente malas, empeoraron cuando llegó a la estación de
policía. El policía agradable escribía sus notas mientras que un sargento bastardo e
idiota casi realiza una pirueta, cuando supo que Lauren era la hermana de Chris
Jauregui.

—Bueno, ¿No es esto interesante? ¿Eres la hermana menor, huh? Ya era hora que te
viéramos aquí. Tu hermano está en nuestra lista de navidad. Vamos a tratar de
hacerte sentir bienvenida. Podemos encontrar una agradable, acogedora celda con
tu nombre en ella, y creo que a mi colega el Detective Dickinson le gustaría hablar
contigo.

—Quiero hacer mi llamada telefónica.

—Estoy seguro que sí. Puedes esperar.

El sargento miró otra vez la pantalla de la computadora y tecleó algo.

—Ahora vacía tus bolsillos —dijo mirando la computadora. Incapaz de ver el rostro
del hombre, Lauren sólo se quedó ahí.

—¡Dije que vacíes tus malditos bolsillos! —gritó el policía, levantando la vista.

—¿Para qué? No he sido arrestada.

—Me estás haciendo enojar, Jauregui, lo cual es muy estúpido. Cuida tu boca listilla
o serás arrestada por sospecha de manejar bajo la influencia del alcohol.

Maldita sea, se encontraba jodida.


—Quiero hacer una llamada telefónica.

—Más tarde.

El policía agradable parecía irritado, pero el Sr. Realmente sin ningún tipo de
encanto era el superior. Lanzándole a Lauren una mirada simpática, el policía
agradable se alejó, negando con la cabeza. Puso los cigarrillos, encendedor, cartera,
llaves y cambio en la caja en frente de ella. El contenido fue registrado y guardado
en una bolsa de plástico transparente.

—Necesito mandarle un mensaje de texto a alguien para que recoja mi moto. La


dejé...

Pero sus palabras se apagaron cuando el policía le quitó el celular de las manos y lo
metió en la bolsa con el resto de las pertenencias, después fue escoltada al cuarto de
interrogación, por el hombre que asumía era el Detective Dickinson.

El detective lucía cansado y decaído, pero sus ojos eran afilados, y su boca se curvó
con disgusto cuando miró a Lauren. Bruscamente, Dickinson la empujó en la silla.

—Bueno, bueno, la hermana menor de Chris Jauregui. Otra manzana que no cae
muy lejos del árbol, ¿huh? Apuesto a que tu mamá y papá estarían muy orgullosos.

—¡Jódete! —gruñó Lauren.

—Tienes una boca muy sucia, chica. Y de verdad no quieres hacerme enojar.

—Quiero mi llamada telefónica —dijo, en un tono sombrío

—Necesitamos tener una pequeña charla primero —dijo el detective en una voz
aburrida—. Sería mejor para ti si contestaras las preguntas. Por supuesto, eres
capaz de irte en cualquier momento... pero de verdad no lo recomiendo.

Lauren no creía que sería mejor para ella contestar algo, pero se sentía preocupada
sobre las repercusiones de simplemente irse a toda velocidad.
—Mira, chica —dijo el detective en un tono más conciliatorio—, contesta algunas
preguntas y la multa de velocidad solo desaparecerá. Puedo hacer que lo hagan. No
estoy detrás de tu hermano... estoy detrás del idiota que ha estado inundando las
calles con metanfetamina barata. ¿Quién es el proveedor de tu hermano?

Lauren se quedó en silencio. Chris siempre le había dicho que sólo traficaba con
hierba y coca. No sabía si creerle o no a Dickinson, pero de verdad no quería hacerlo.

—Vamos, chica. ¿Quieres esa mierda en las calles? Sé que estás en la escuela.
Tratando de mantenerte limpia. Es tu hermano quien está echando a perder las
cosas.

—No sabes nada —dijo Lauren, con vehemencia. Dickinson sonrió. Podía darse
cuenta que tenía a la chica inquieta.

—¿Sabes cómo trabaja la metanfetamina? —preguntó el detective—. Destruye los


receptores de dopamina en el cerebro, así que no puedes sentir placer. Luego hay
comportamiento psicótico, paranoia, alucinaciones, muerte. Pero antes que eso pase,
los vasos sanguíneos se constriñen, corta el flujo sanguíneo a todas las partes del
cuerpo. ¿Sabes lo que significa? Tu cuerpo no sana correctamente. Comienza con
fuerte acné, llagas, esa clase de cosas. ¿A lo mejor has escuchado sobre la boca de
metanfetamina? Los ácidos de la boca roen el esmalte de los dientes, entonces tus
dientes se pudren y se caen. Lindo. ¿Quieres ser responsable de eso?

Cerró los ojos, excluyendo las palabras que la hacían vomitar. No creía la mierda
que Dickinson le decía, pero tampoco quería saber nada más. Saltó cuando
Dickinson golpeó las manos fuertemente sobre el respaldo de su silla.

—¡Quiero mi maldita llamada telefónica! —dijo bruscamente, con su paciencia


agotándose.

El Detective Dickinson levantó las manos en el aire.


—Está bien, haz tu llamada.

—Quiero mandar un mensaje de texto de mi celular.

—No, puedes usar el teléfono de afuera.

Comenzó a entrar en pánico. No existía manera de que supiera si Chris contestaba o


no el teléfono. Ni siquiera sabía si estaría en casa.

Camila. Llamaría a Camz. Siempre contestaba los mensajes de texto rápidamente.


Rezó para que tomara la llamada. Qué bueno que se sabía su número de memoria.
Marcó y contó hasta diez en el auricular, esperando que entendiera... entendiera
que no tenía ni una pista de si la escuchaba, o si una máquina tomaba el mensaje.

—Camz, soy yo. Lauren. Tengo un montón de problemas. Fui detenida por exceso de
velocidad. Estoy en la estación de policía. ¿Puedes darle un mensaje a Chris de mi
parte, nena? Su número es nueve-uno-dos-cinco-cinco- cinco-cero-uno-nueve-cinco.
Siento haberme molestado contigo, cariño. Lo siento malditamente.

Luego colgó, sin saber si la escuchó. Sabía que sería lo más inteligente decirle a
Dickinson que no podía oír lo que malditamente decía. Pero no podía darle esa
satisfacción al bastardo. Dickinson continuó haciéndole preguntas, aunque no las
contestó.

Concentrándose en controlar la respiración, cerró los ojos, dispuesta a alejar la


tensión y la ansiedad. Eventualmente Dickinson se rindió y la dejó en el cuarto de
interrogación para "que pensara en eso". Era alrededor de la una de la mañana y se
resignó a pasar la noche ahí. Se preguntaba si marcó incorrectamente el número, o
a lo mejor el mensaje no se grabó, o no lo escuchó. A lo mejor se encontraba tan
enojada por la forma en que la trató que no le importó. No tenía ninguna manera de
saberlo. Pasó la inquieta noche sola. En cierto punto le fue permitido un descanso
para ir al baño y a través de las ventanas con barras podía ver la pálida luz que se
filtraba en el cielo oscuro, la oscuridad desvaneciéndose con el alba.
Después de las siete de la mañana, Dickinson volvió. Caminó de un lado al otro
escupiendo las preguntas. Lauren mantuvo los ojos fijos en la mesa la mayoría del
tiempo, pero de vez en cuando lo miraba. Después de otra hora, la energía furiosa
del detective disminuyó, y se frotó los ojos cansadamente.

—Bien, eres libre de irte —dijo Dickinson, por fin—. Estoy seguro de que te veré
otra vez, hermana menor. Es solo cuestión de tiempo para que seas parte del
negocio familiar, si es que ya no lo eres.

Se puso de pie temblorosamente mientras era encaminada fuera de la habitación


por Dickinson quien la miraba con ojos entrecerrados.

Recogió las pertenencias, aliviada de que los idiotas no la hubieran arrestado.

Camila se despertó con la luz filtrándose a través de las cortinas sobre la cama.
Rodó de lado y agarró el teléfono.

—¡Santa Mierda!

Se levantó de un salto, vagamente consciente de los gruñidos somnolientos de Dinah


al otro lado de la habitación.

—¡Dinah! ¡Saca tu trasero de la cama! Puse mi teléfono en silencio, nos dormimos


¡Son casi las 8:30!

Apresuradamente, se quitó la bata, tomó su toalla y neceser, y corrió al baño. El


agua se hallaba más fría que de costumbre, y se estremeció bajo el débil chorro. Por
lo menos la despertó. Sin embargo, Dinah se volvió a quedar dormida.

—Vamos, perezosa. Levántate y brilla —dijo mientras sacudía el edredón de su


compañera.
—¡Lárgate! —Fue su respuesta entre dientes. Se encogió de hombros. Pasaban por
la misma rutina todos los días. Si no fuera por ella, Dinah no habría ido a ninguna
de las clases de la mañana.

Se puso unos vaqueros y una camiseta de manga larga, luego subió el volumen del
teléfono. Tenía una llamada perdida de un número que no conocía, y un mensaje de
voz.

Mientras escuchaba, todo el color desapareció de su rostro. Sus rodillas cedieron y se


desplomó sobre la cama. Lauren dejó el mensaje anoche.

Reprodujo el mensaje de nuevo y garabateó el número de Chris. Tuvo que llamarlo


cuatro veces antes de que contestara. Cuando escuchó quién era y por qué lo
llamaba, no parecía contento. Por decirlo delicadamente. Especialmente cuando
Camila insistió en ir con él, amenazando con ir directamente a la comisaría si no la
recogía.

Chris se encontraba furioso cuando por fin llegaron a la estación de policía.

—¡Quédate aquí! —le gritó a Camila, que se encontraba sentada rígidamente a su


lado.

"Furioso" era probablemente el eufemismo del año. Rabia fluía de él en impulsos


intensos, su cara se enrojeció y sus dientes se apretaron cuando vio a Lauren ser
conducida por uno de los agentes de policía. Miró a Chris con una expresión culpable
mientras tomaba su billetera.

—¿Eres una maldita idiota? —le siseó Chris a Lauren—. ¡Porque estás actuando
jodidamente como una! Hago toda esta mierda para que puedas mantenerte limpia,
entonces vas y lo jodes de esta manera.

—Lo siento, hombre. No pensaba.

—Eso es afirmar lo jodidamente obvio.


Agarró el brazo de Lauren y la arrastró fuera, donde los policías también
interesados no podían ver. Luego la empujó contra la pared, con las manos
apuñadas alrededor del cuello de la camiseta de Lauren.

—¡Suéltame!

—¡No hasta que haya golpeado algo de jodido sentido en ti! —gruñó su hermano.

Lauren lo empujó con fuerza y Chris dio un paso atrás, batiendo el puño al mismo
tiempo. Golpeó a Lauren en la mejilla y cayó de costado, aterrizando torpemente en
una rodilla. El dolor la atravesó y se alegró de no haber tenido la lengua entre los
dientes, o claramente se la habría mordido, maldición. Camila saltó fuera del coche
en el momento que Chris empujó a Lauren contra la pared. Era demasiado tarde
para detener la pelea, pero se encontraba absolutamente segura de que no lo dejaría
llegar más lejos. Trató de ayudar a Lauren a pararse mientras Chris se hallaba
detrás de ella, jadeando duramente. Lauren sintió las manos en su hombro otra vez
y automáticamente las empujó. Camila trató de calmarla.

—Soy yo, Lauren. Soy yo.

Levantó la vista y vio su rostro arrugado con preocupación.

—Muñeca —jadeó, apoyando la cabeza en su cuerpo mientras ella envolvía los


brazos alrededor de Lauren.

—¡Maldición, lo siento, hermana! —dijo Chris.

Camila se volvió hacia él, violentamente.

—¡No la toques! ¡Déjala en paz!

Ayudó a Lauren a ponerse de pie, sosteniendo su brazo mientras se tambaleaba


ligeramente.
—Sólo entra al maldito coche —dijo Chris, con rigidez—. Te llevaré a recoger a
Sirona, si todavía está allí.

—Lleva a Camz a casa primero —murmuró Lauren. Chris parecía que quería
discutir, pero contuvo lo que iba a decir. El viaje fue silencioso, la violencia latente
entre los dos hermanos. Camila podía ver la mirada de Chris por el espejo
retrovisor, con el rostro oscuro y duro. A su lado, Lauren se encontraba recostada
con los ojos cerrados, una marca roja floreciendo en su mejilla. Cuando llegaron a
los dormitorios, ella acarició suavemente el rostro de Lairen para que abriera los
ojos.

—Estamos aquí —dijo, en voz baja—. ¿Quieres entrar? Dinah podría llevarte a tu
casa después.

Chris comenzó a discutir, pero Lauren le disparó una mirada.

—Sí, me gustaría eso, Camz. Sirona puede esperar.

Se bajó del coche torpemente, frotándose la rodilla dolorida. Con una mirada furiosa
final, Chris se marchó, chillando los neumáticos, dejando el penetrante olor a
caucho quemado en el aire con su desaprobación. Se sentía preocupada por Lauren.
Se encontraba silenciosa, y el fuego que tanto amaba parecía haberse atenuado. Se
arrastró por las escaleras hasta su dormitorio, con los hombros caídos y la cabeza
colgando hacia abajo. Tal vez era sólo cansancio, pensó. No pudo haber dormido
mucho, estando en una estación de policía toda la noche. Se sintió culpable otra vez,
mientras que ella estuvo acurrucada en su cama, Lauren se encontraba tratando
con Dios sabe qué. Abrió la puerta, aliviada de que Dinah se encontrara en las
clases de la mañana. Tirando de su mano, llevó a Lauren a su cama y la empujó
suavemente, diciéndole que se sentara.

—Te voy a hacer un café —dijo, en voz baja.


Asintió, pero no dijo nada, en cambio se desabrochó las botas y se recostó contra las
almohadas. Para el momento que Camila hizo el café, se encontraba profundamente
dormida, acurrucada sobre el costado. Con cuidado, se acomodó en la cama junto a
ella, y tomó su libro para leer, sorbiendo café ocasionalmente. Lauren suspiró
pesadamente y envolvió el brazo izquierdo por su cintura, empujando la cabeza en
su cadera. En silencio, estudió su rostro, podía visualizar su cansancio, en los anillos
oscuros bajo los ojos. Sus mejillas se encontraban levemente ruborizadas y se
sonrojó al preguntarse cómo se sentiría si se besaran de nuevo. Cruzó las piernas
por el tobillo y tomó un poco más de café, deseando que su cuerpo se relajara. Hoy
parecía estar permanentemente encendida, su cuerpo sintonizado con Lauren, lista
para el sexo. Apenas podía creerlo. No sabía que era posible sentirse así. No sabía
que las chicas pudieran estar tan calientes hasta parecer chico. Pero esa era la
verdad.

Y luego se sintió egoísta por tener esos pensamientos, cuando Lauren había pasado
un momento tan horrible. Justo ahora, necesitaba su amistad. Frunció el ceño y se
preguntó si eso era todo lo que querría de ella. Pero ayer... eso fue mucho más allá
de la amistad. La miró de nuevo. Sus suaves labios entreabiertos, la mejilla
lastimada ligeramente hinchada. Se pateó a sí misma por no haberle ofrecido un
poco de hielo. No es que hubiera tenido tiempo: se quedó dormida de inmediato. Sus
ojos temblaban ligeramente bajo los párpados cerrados y se preguntó con qué
soñaría. Suspiró y trató de volver la atención a su libro. Lauren no se movió, excepto
para enganchar la pierna izquierda sobre la de ella, así por casi dos horas, leyó, con
Lauren acurrucada a su alrededor. Le encantaba el hecho de que en su sueño
parecía ansiarla. Deseaba que fuera lo mismo cuando se encontraba despierta. De
repente la puerta se abrió de golpe, haciendola saltar. Dinah irrumpió con Alexa
caminando detrás de ella.
—Oh, ¡Dios mío! ¡Lo siento! —dijo Dinah, deteniéndose bruscamente, con los ojos
muy abiertos, fijos en Lauren. El rostro de Alexa parecía el de alguien que había
chupado un litro de jugo de limón.

Lauren se movió adormilada y luego se sentó, bostezando.

—Oh mierda, lo siento, muñeca. ¿Me quedé dormida? ¿Qué hora es?

—Las tres —dijo Camila.

—¡Mierda! ¡Sirona! Debería irme —gruñó para sí misma—. Hola, Dinah.

Dinah saludó, mientras Alexa canturreó

—Hola Lauren. —En una enfermiza voz cantarina.

Por supuesto, su tono de voz se perdió completamente en Lauren, aunque su mirada


coqueta no.

—Alexa —dijo, con un brusco asentimiento. Camila se encontraba demasiado


distraída para preocuparse de que Alexa estuviera siendo, como habitualmente, una
perra. Su principal preocupación era Lauren.

—¿Debería hacerte otro café? El tuyo está frío ahora.

Sacudió la cabeza, murmurando acerca de negocios que atender. Camila hizo una
mueca, preguntándose lo que podría implicar. Y sin duda necesitaba un aventón.

—Dinah, ¿podrías llevar a Lauren?

—¿Qué pasó con la moto? —preguntó Alexa interrumpiendo groseramente la


respuesta de Dinah.

Perra metiche, pensó Camila.

—Seguro, no hay problema —dijo Dinah, tomando las llaves.


Esa era una de las cosas que amaba sobre Britt. Actuaba como una animadora
entusiasta la mitad del tiempo, pero cuando podía ver que algo era importante, no
dudaba en ayudar.

—No. Está bien, gracias. Tengo algunas cosas de las que ocuparme —repitió,
estirando los brazos encima de la cabeza, y flexionando los músculos inocentemente,
en una forma que hizo babear abiertamente a Alexa—. Le escribiré a Drew. Me dará
un aventón.

Sacó las piernas de la cama y comenzó a ponerse las botas. Camila sintió su pérdida
junto a ella inmediatamente. Antes de irse, Lauren le sonrió y le besó el cabello.

—Te veré en clases mañana, ¿bien? ¿Me escribes más tarde?

—Claro —dijo, tratando de sonreír.

Le guiñó un ojo, asintió hacia Dinah e ignoró completamente a Alexa, quien ni


siquiera dijo adiós sino que se volteó y se marchó detrás de ella, disparando
preguntas a su espalda. Tan pronto se fueron, Dinah cambió al modo interrogativo.

—¡Oh, Dios mío! ¿Están follando? Fue tan dulce la forma en que te abrazaba. ¡Guau!
¡Lauren Jauregui! ¿Es realmente buena en la cama? En la escala del uno al diez,
¿cómo la calificarías?

Camila se ruborizó y trató de reírse de eso.

—Solo somos amigas, Dinah.

—¡Tonterías! Las vi, Mila. Está totalmente colada por ti. Y es obvio lo que sientes
por ella. ¡Guau! Bien, ahora puedes darme detalles.

Camila sacudió la cabeza.

—Tengo una lección de violín a la que llegar, te veo más tarde.

Dinah hizo un mohín.


—¡Bien! Pero no te saldrás de ésta tan fácil, señorita. Quiero saber todo. Por cierto,
¿por qué necesitaba un aventón?

—Oh —dijo, sintiéndose inquieta—. Ella, um, tuvo un problema con la motocicleta.

Lo que no era completamente una mentira. Tomó el estuche del violín y su bolso con
las partituras, y se apresuró a salir del cuarto. Su concentración se fue al infierno y
el profesor Crawford alzó la ceja sorprendido. Todo lo que Camila pudo hacer fue
disculparse de nuevo, y prometer trabajar más duro la próxima semana. No ayudó
mucho el que hubiera escuchado llegar un mensaje de texto a su celular, y se moría
de la curiosidad por saber si era de Lauren. Tan pronto como terminó la lección,
incluso antes de que el profesor Crawford hubiera cerrado la puerta detrás de él,
excavó en su bolso para encontrar el teléfono. El mensaje era de Lauren.

L: Gracias

Miró el corto mensaje y sintió lágrimas en los ojos. ¿Qué tan tonto era eso? Le envió
un mensaje. Le agradeció. ¿Cuál era el maldito drama? Irritada por ser tan patética,
condujo su abatido trasero al dormitorio. Desafortunadamente, Dinah todavía se
encontraba allí, y la atacó en el mismo instante en que cruzó la puerta.

—¡Escúpelo! ¿Qué hay entre Lauren y tú? ¿Están saliendo? —Luego miró a Camila
más de cerca— Porque, si lo están, pareces algo miserable.

Camila suspiró.

—Es complicado.

—Por supuesto que lo es —dijo Dinah, con simpatía—.Lauren es casi un chico... su


cerebro está conectado de manera diferente. Bueno, el cerebro de la mayoría de los
chicos está conectado a sus pollas, así que es bastante sencillo.

Intentó reír, pero su corazón no estaba para eso.


—Realmente no sé lo que somos —dijo, honestamente—. Somos amigas, eso lo sé. Y
a veces creo que somos más que eso, pero... tan solo no estoy segura.

—Lo entiendo. Mensajes confusos, ¿huh? Sabes que no le voy a decir nada a nadie,
¿correcto, Mila? Quiero decir, ni siquiera a Alexa. Sé que actúa como si fuéramos
mejores amigas, pero no soy tonta. Es un poco perra contigo. Pero es porque está
celosa. Amaría estar recibiendo un poco de acción de Lauren Jauregui. No entiende
lo que ve en ti... Oh, no quise decirlo de esa forma —dijo, de prisa—. Es solo que no
actúas toda coqueta... sabes a lo que me refiero.

—Gracias Dinah... creo. Yo solo... —Suspiró de nuevo, sin tener idea de cómo
terminar la oración, y mucho menos como explicarle sus sentimientos.

—Está bien, bueno vamos a hacer la lista de verificación.

No pudo evitar reírse de eso: Dinah y sus jodidas listas de verificación.

—¿Te ha besado?

—Sí.

—¿Lengua?

—Um, sí, una vez.

—¿Solo una vez? ¿Cuándo fue eso?

Se sonrojó.

—Ayer.

Dinah asintió alentadoramente.

—Bueno, eso es bueno.

Bueno. Maravilloso. Sensacional. Fuera de este planeta.


—¿Lo es?

—¡Por supuesto! Ustedes han sido amigas desde el comienzo del semestre... o casi.
Por lo que si acaban de involucrar lenguas, es un progreso.

—Oh, está bien.

—¿Te ha llevado a una cita?

Esa era una difícil. Salieron juntas, pero ninguna de las dos lo llamó nunca cita.

—Um, no, sí, tal vez. No estoy segura.

—Oh —dijo Dinah, en una forma que indicaba que esto no era bueno.

—¿Oh?

—Cariño, si no estás segura de que era una cita, entonces no lo fue. Tiene que
pedirte una cita para que lo sea. Es diferente a solo salir juntos.

Suspiró.

—Así que, cuando se besaron, ¿hicieron algo más?

Se movió incómoda.

—Algo ¿cómo qué?

Dinah rodó los ojos.

—Algo, ¿cómo toqueteo?

La cara de Camila se enrojeció, pensando en el grandioso orgasmo que Lauren le


regaló.

Dinah sonrió con aire de suficiencia.

—Entonces tomaré eso como un "sí". —Su sonrisa se desvaneció—. Realmente solo
hay una respuesta, Mila... tienes que preguntarle donde se encuentran. Las chicas
pueden ser bastante tontas. Tienes que decir: ¿Oye? ¿Esto es una cita? o, ¿Tendrás
algo con otra chica más tarde? ya sabes, hablar claro

—No sé si pueda hacer eso.

—¿Por qué no?

—Bueno —dijo Camila, retorciendo un trozo de tela de su franela entre los dedos—.
¿Qué si dice que "no"? ¿Qué pasa si no está interesada en mí?

—Entonces dice que "no", pero al menos no estarás atrapada en algo que no
sucederá. Es como arrancar una curita... lo harás rápido porque a largo plazo dolerá
menos.

Sonaba como una buena recomendación: solo que Camila no sabía si sería lo
suficientemente valiente para hacerlo.

—¿No has dormido con ella aún?

Sacudió la cabeza.

—¿Quieres hacerlo?

Miró dentro de los amables ojos de Dinah.

—Sí, pero no si es porque siente lástima por mí.

—Oh, cariño —dijo Dinah, palmeando su mano—. Todos los chicos y seguramente
Lauren, quieren sexo, eso es un hecho. Pero tienes que decidir si eso es todo lo que
quieres. Y te conozco, Mila. Tú eres el tipo de chicas que quieren el paquete
completo. Y Lauren... mira, parece linda, es diferente contigo, pero no tiene un buen
historial. Es definitivamente del tipo "ámalas y déjalas".

—Pero si duermo con ella, a lo mejor...


—¡Ni siquiera lo pienses! Lo digo en serio, Mila. Algunas chicas están bien teniendo
romances de una noche. Como sea. Bien por ellas. Pero no eres así. Y te vas a sentir
como la mierda si lo haces. Tan solo no vale la pena. Mira, puedo ver que Lauren se
preocupa por ti, quiero decir, son amigas. Y eso es bueno. El sexo puede joder las
cosas. Sí, bueno, sabes a lo que me refiero.

—Entonces, ¿qué hago? —preguntó Camila, con una sonrisa desgastada.

—Lo que puedo decirte, cariño, es esto. Habla con ella. Lo averiguarás. Mira, Mani y
yo iremos a ese nuevo lugar mexicano con varios amigos de la fraternidad. Me
harías un favor si vienes con nosotros.

—Gracias, Dinah, pero creo que voy a tener una noche tranquila.

—Está bien, si cambias de opinión, escríbeme. Pero no me esperes despierta.

—¿Fiesta de pijamas con Mani?

Dimah le guiñó el ojo.

—Algo así.

Le tomó un tiempo deshacerse de Alexa. La chica era persistente, pero había visto la
forma en que trataba a Camila y no se sentía ni un poco interesada en alguien tan
perra, y además no era caliente. Lauren apagó el cigarro cuando vio la abollada
camioneta de Drew acercándose.

—¿Qué pasa? ¿Dónde están tus ruedas, chica?

Suspiró.

—Me detuvieron por exceso de velocidad. Pensé que me iban a arrestar por
conducción temeraria, pero los hijos de puta se encontraban más interesados en
Chris.

Drew le lanzó una mirada.


—No les dije nada.

—Pero no te detuvieron —dijo Drew, con recelo.

—¡Joder, hombre! ¿Crees que diría algo, sobre mi hermano?

—No sobre tu hermano.

Lauren miró a Drew con incredulidad.

—¿Piensas que te vendería? —

Sabía que Drew vendía un poco de hierba en la zona. Él contuvo las palabras por un
rato antes de responder.

—No, supongo que no.

Lauren se sentía un poco apaciguada pero aún enojada porque Drew pudiera
siquiera pensar que haría un trato con los policías. No quería preguntarle si
Dickinson se encontraba de acuerdo con lo del comercio de metanfetaminas. La
mayor parte de ella no quería saber. La ignorancia no era la felicidad, pero podía
ofrecer una vista jodidamente más confortable que una cruel realidad.

—De cualquier forma, me detuvieron. Pasé toda la noche con el trasero dentro de la
estación de policía.

—¿Los policías te maltrataron? —dijo Drew, con sus ojos vagando sobre la cara de
Lauren.

Se asomó al retrovisor de la camioneta y vio el oscuro golpe de su mejilla.

—Joder. No, ese fue Chris.

Drew suspiró.

—Se preocupa por ti, eres su hermana pequeña.


Miró fuera de la ventana y no respondió. Drew palmeó su brazo.

—¿A dónde vamos?

—Sirona. Los policías me hicieron dejarla a un lado de la carretera. Quien coño sabe
lo que le habrá pasado.

—¡Au, diablos! ¿Por qué no me dijiste? La hubiera recogido por ti.

—Los policías tomaron mi teléfono.

Drew suspiró.

—¿De cuánto fue la multa?

—Mil dólares.

—Oh, ¿si? ¿Y dónde conseguirás esa cantidad de dinero?

—Del fondo de la universidad.

—¡Ah, mujer! No me sorprende que Chris te persiguiera. Él se toma esta mierda


jodidamente en serio.

—No es un gran problema. Aún me quedan tres años de escuela. Puedo trabajar en
el garaje durante los veranos. Y ganaré ese dinero otra vez fácilmente.

—Solo asegúrate de hacerlo.

—¡Joder, Drew! ¿Cuándo te convertiste en Martha Stewart? —Drew se rió


sonoramente y Lauren no pudo evitar sonreír—Está bien, mal ejemplo... ¿qué tal
Dave Ramsey3?

Drew apuntó hacia delante y la sonrisa de Lauren se ensanchó. Sirona se hallaba


estacionada donde la dejó y aún tenía las dos ruedas. Las cosas iban mejorando.

—Gracias, amigo —le dijo a Drew.


—No hay de qué. Mantente fuera de problemas.

Se bajó de la camioneta y saltó a un lado. Drew se marchó, mostrándole a Lauren el


dedo del medio.

—Hijo de puta —gruñó Lauren.

Pero al pasar las manos sobre el cromo de Sirona, comenzó a sentirse mejor.

—Hola, bebé. ¿Me extrañaste?

Terminar esta motocicleta fue un trabajo duro. No era como una importación
japonesa moderna. No, ningún botón de fácil encendido para su bebé. Se inclinó
para encender el gas, apartó el obturador de arranque, abrió por completo el
acelerador, poniéndolo a punto con un par de patadas, luego sintió las vibraciones
mientras la patada de inicio la hacía saltar a la vida, pulsando a través de su
cuerpo. La podía sentir. Montó hasta su casa, manteniéndose dentro del límite de
velocidad durante todo el camino. No podía arriesgarse a perderla de nuevo. Pero
este buen estado de ánimo no duró mucho tiempo. Tan pronto como Chris la oyó
llegar, salió a enfrentar de Lauren. Drew se quedó ahí, con una mueca.

—Dime que estas jodidamente bromeando —gritó Chris—. ¿Vas a usar tu fondo de
la universidad para pagar la maldita multa?

Se mantuvo firme mientras los ojos de Chris ardían de furia, y Drew parecía más
que un poco incómodo. Dirigió una mirada al amigo de su hermano. No culpaba a
Drew, Chris lo habría descubierto tarde o temprano.

—Mamá y papá ahorraron ese dinero para que fueras a la universidad y obtuvieras
tu título. No se mataron trabajando para que pudieras mandarlo todo al traste y
pagar una jodida multa por exceso de velocidad.
—¡Lo sé! —gritó Lauren—. Pero no tenía elección. Trabajé en Sirona durante dos
malditos años para no tener que tomar el bus, no voy a venderla para pagar una
multa de mierda.

—¡Entonces no debiste haber excedido la velocidad, jodida idiota!

—¿Crees que no se eso jodidamente bien?

—No, no lo creo. ¿Y por qué diablos estás saliendo con esa cantante? ¡Eso solamente
te jode mentalmente! ¿Quieres que te lo recuerde a cada momento? Porque puedo
recordar lo destrozada que estabas cuando no pudiste volver a tocar tu música, ¿y
ahora estás saliendo con una cantante?

—No estamos saliendo, somos amigas. Nosotras...

—¡Tonterías!

Drew se interpuso entre ellos, colocando las manazas en sus hombros y


apartándolos.

—Bájenle un poco, chicos. Es suficiente. No hay necesidad de tener una pelea de


mierda.

Chris lo fulminó con la mirada.

—Aparta tu trasero de aquí, Drew. Es un problema familiar.

—No, es mi problema—espetó Lauren—, y me largo de aquí.

Giró la motocicleta, necesitando algo de espacio. Tenía que poner en orden su cabeza
y solo quería ver una persona.

L: ¿Puedo verte? ¿Estás sola?

La respuesta fue instantánea.

C: D esta fuera con Mani. Estoy sola en casa. Camz xx


Sintiéndose aliviada, dio la vuelta a la motocicleta, dirigiéndose hacia los
dormitorios, y hacia la única persona que parecía entenderla. Solo hizo una pequeña
parada, en la licorera. No eran horas de visitas en los dormitorios, así que se coló
por la puerta de la salida de incendios que las chicas mantenían abierta,
permitiendo que sus novios las visitaran. Ese era el secreto peor guardado en el
campus.

Golpeó la puerta y ella la abrió inmediatamente.

—Hola.

—Hola. ¿Estás bien? ¿Recogiste tu moto?

Asintió con cansancio mientras abría por completo la puerta. Entró, besándola
rápidamente en la mejilla, y se dejó caer pesadamente en la cama.

—Sí.

—Así que, ¿se encontraba todo bien?

—Más o menos.

No podía soportar decirle que tuvo que gastar cierta cantidad de dinero del fondo
para la universidad, o que Chris le dijo que no saliera con ella. Esa mierda era
demasiado fuerte para hablarla con ella.

—Traje cervezas —dijo, deshaciéndose de la chaqueta de cuero y sacando un


paquete de seis cervezas de una bolsa de papel.

—¡Oh! Um, en realidad no bebo.

—Está bien, yo sí. —Presionó la lengüeta de la primera lata y bebió casi la mitad de
ésta.

Camila la miró nerviosamente, preguntándose si simplemente quería algún lugar


donde emborracharse. Lauren levantó la mirada y vio la expresión de su cara.
—Lo siento. Debería haber preguntado. ¿Te importa?

—Um, no. Está bien.

Lauren suspiró.

—Mierda, estoy haciendo todo mal. ¿Te sientas conmigo?

Camila se subió hasta el final de la cama y se sentó con las piernas cruzadas, de
frente a ella.

—Mira, siento mucho la forma en que me comporté. Ya sabes, ayer. Sólo... joder,
esto es difícil. —Bajó la mirada a sus dedos.

Camila esperó a que continuara.

—Ayer fue bastante bueno. Antes... No esperaba... Quiero decir, somos amigas,
¿cierto? No quiero hacer nada para arruinar eso. Pero no quiero que pienses que lo
que hicimos... ah, mierda.

Sus palabras entrecortadas murieron de nuevo. Pero lo intentaba. Realmente lo


intentaba.

—¿Por qué estabas tan enojada conmigo? —dijo ella, tranquilamente.

Encontró su mirada.

—Porque lo hiciste sonar como si no significara nada. Como si solamente voy por ahí
buscando chicas al azar.

—¿Y no lo haces?

Lauren la miró con aspecto amenazador.

—¡No!

—¿Con cuantas chicas has dormido este semestre?


—¿Aparte de ti? —dijo, levantando las cejas.

Ambas pensaban en cuando se quedó dormida en su cama esa mañana.

—Sabes a lo que me refiero, pero si quieres que lo diga más claro: ¿Con cuantas
chicas has tenido sexo?

Mordió su labio durante unos segundos, y tomo un largo trago de cerveza.

—Tres.

—¿En total?

—Tres este semestre.

¡Jesús!

—¿Cuantas en total?

—Um...

Hubo una pausa larga e incómoda. La miró fijamente.

—¿No lo sabes?

—¡Cristo! ¡Dame un respiro! ¡No es como si las marcara con rayas en la cabecera de
mi cama!

Ella cruzó los brazos sobre su pecho.

—Has un cálculo. Uno estimado y descabellado —agregó, sarcásticamente.

—Quizás treinta.

Camila tragó.

—A lo mejor treinta y cinco —dijo, en voz baja.

Supuso que sería un número alto, pero aun así era un poco chocante.
—Oh —dijo, tratando de mantener la expresión de su cara en blanco, pero sabiendo
que probablemente podía leerla perfectamente.

—¿Por qué estamos hablando de esto? —murmuró ella, tanto para Camila como
para sí misma. Luego levantó la vista—. Pero tú eres la segunda chica con la que he
dormido —agregó Lauren.

—¿Que quieres decir?

Frotó las manos sobre su cabello con frustración.

—En caso de que no te hayas dado cuenta, no tengo citas. La chicas no quieren
tener citas conmigo, solo quieren follarme. Y a mí me gusta follar. Pero ninguna de
ellas me conoce: tú eres la única. Las demás no permanecen alrededor el tiempo
suficiente para hacerlo.

—Querrás decir que nunca les das la oportunidad.

—Como sea. Es lo mismo.

—No realmente.

—¡Diablos, Camila! Estoy tratando de decir... Quiero...

—¿Qué?

—No estás haciendo esto fácil...

—Lo siento, sólo es intimidante.

—¿Qué cosa?

—Todas las chicas con las que has dormido. Me hace sentir... —Vaciló, tratando de
encontrar las palabras adecuadas para expresar lo desesperadamente inexperta e
inadecuada que se sentía.

—¿Qué te hace sentir?


Pasó a través de una lista de palabras en su mente: patética, tensa, una virgen.

—¿Qué te hace sentir, Camz? Porque todo es mierda. Tú... yo... es simplemente
diferente, y... ayer, cuando me dijiste sobre mi reputación...

De repente, la comprensión la iluminó... entendió.

—¡Oh! ¿Te ofendí ayer?

Ella encogió un hombro.

—Lauren, lo siento mucho.

Ella miró la colcha.

—Me gustas.

—¿En serio?

Gimió con frustración e irritación.

—¡Por supuesto que es jodidamente en serio! Estoy aquí, ¿no?

Eso era todo lo que quería saber.

Respirando hondo, descruzo las piernas y se arrastró hasta la cama. Deteniéndose


frente a ella, rozó sus labios contra los suyos. Los párpados de Lauren se cerraron y
suspiró suavemente. Animada, se arrodilló frente a ella y se inclinó, colocando otro
suave beso en sus labios.

Lauren deslizó los brazos alrededor de su cintura y le acarició el cuello, tarareando


en voz baja. Luego tiró de ella hacia abajo de manera que quedó tendida sobre su
pecho. Corrió las manos hacia abajo, deteniéndose justo debajo de la parte baja de
su espalda, colocando suaves besos en su cuello.

Dejó caer la cabeza sobre la almohada, y la metió a ella en su costado para un


acogedor abrazo, una mano acariciando suavemente su cabello, girando de vez en
cuando para poder rozar los labios sobre su sien. Camila se encontraba
amargamente decepcionada. ¿Dónde estaban los toques ardientes que
experimentaron ayer? ¿Dónde se encontraba el fuego oscuro en sus ojos? ¿Era esto?
¿Eran sólo amigos después de todo? ¿Qué significaba "me gustas" de todos modos?

Era amable con ella, pero Camila no quería amabilidad. La deseaba. Todo de ella. Y
quería saber de una vez por todas si la quería. Enganchó la pierna sobre su cadera,
empujándose contra ella para que su pierna estuviera casi envuelta en su cintura.
Lauren hizo una pausa en sus tiernos besos y la miró.

—¿Camz?

No respondió, pero nerviosamente deslizó los dedos bajo su camiseta. Ella parpadeó,
sorprendida, y luego sus ojos se cerraron mientras Camila pasaba las manos sobre
su vientre y pecho, tirando suavemente de los aros de sus pezones. Podía sentir que
se endurecía debajo de ella. Era emocionante.

Pero entonces la agarró por las muñecas y la empujó un poco hacia atrás,
incorporándose para poder ver su rostro.

—¿Qué estás haciendo, Camz?

—Sólo... ya sabes.

—Muñeca...

—Lo quiero, Lauren. Lo quiero. Por favor.

Gimió y cerró los ojos. No esperó a que hablara, pero presionó sus labios con fuerza
contra los de Lauren, esperando a que su boca se abriera. Cuando lo hizo, pudo
saborear cerveza y nicotina, pero fue la mejor sensación. Empujó la lengua en su
boca, con la esperanza de que el entusiasmo pudiera compensar lo que le faltaba en
técnica. El agarre en sus muñecas disminuyó, y luego sus manos rozaron sus brazos
y su cabello. Suavemente, pero con la pasión construyéndose, acarició su lengua con
la de Lauren, controlando el momento, mostrándole cuán sensual podría ser,
tomándolo con calma. Sus labios eran suaves y cálidos, y podía sentir el cosquilleo
en su piel. El cuerpo de Camila palpitaba con placer. No tenía ni idea de que besar a
Lauren podría hacerla sentir tanto. Se sentía llena de sensaciones y emociones,
como si su piel se agrietara, incapaz de contener todo lo que sentía, sus pulmones
demasiado grandes para su cuerpo. Lauren rodó sobre la espalda, llevándola con
ella, así se tendió sobre su cuerpo. Sus manos esculpían su cintura, masajeando sus
caderas con los dedos.

Entonces tomó su culo y la jaló con fuerza contra ella. Su erección era dura contra la
tela de sus vaqueros.

—¿Estás segura, muñeca? —susurró.

El cerebro de Camila se encontraba deliciosamente desconectado de las partes que


se movían, y vaciló. La apartó unos centímetros para poder leer su rostro.

—Oye —dijo, en voz baja—. Está bien. No estás lista.

—¡Lo estoy! —espetó, golpeando la almohada junto a la cabeza de ella en señal de


frustración—. ¡Estoy tan lista que me está dando un dolor de cabeza! ¡Sólo hazlo ya!

La miró parpadeando.

—Solo estoy... ¡Solo estoy nerviosa, está bien!

Ahora gritaba. Lauren trató de reprimir una sonrisa y no hizo un muy buen trabajo.

—Um, Camz, no tienes que gritarme o golpearme.

Ella frunció el ceño.

—¿Te estás burlando de mí?

—Un poco, quiero decir, es muy malditamente divertido, que me grites que quieres
sexo y que lo quieres ahora.
—¡No estoy gritando! —gritó.

—Sí, lo estás.

—¿Cómo lo sabes? —dijo, permitiendo que el volumen disminuyera por un par de


decibelios.

—Debido a que tu rostro se arrugó todo —dijo, con una sonrisa— Es lindo.

—¡Oh! —dijo, bajando la voz hasta un susurro mientras su piel se calentaba hasta el
punto de que la habitación parecía haberse incendiado. Se dejó caer sobre la
espalda, maldiciendo a los genes que hicieron que todo su cuerpo se ruborizara de
vergüenza.

—Oye, lo siento, está bien —dijo, sentándose y mirándola. Camila se puso la


almohada sobre la cara y gimió con derrota e insatisfacción. Sintió a Lauren jalando
la almohada, y le permitió quitarla.

Sabía lo mucho que odiaba cuando no podía ver su rostro.

—Lo siento, cariño. Camz... Me siento halagada, ya sabes, de que quieras que sea tu
primera vez. Sólo... no quiero que sea algo de lo que te arrepientas. No quiero que te
arrepientas de mí.

Oyó la ansiedad en su voz y abrió los ojos.

—No lo haría. No lo haré.

Se frotó la cara.

—Mierda, estás haciendo esto difícil.

—¿Te lo estoy haciendo difícil?

Su voz salió en un ronroneo sensual y cachondo que no llevaba ningún parecido con
su voz habitual. Era como tener una experiencia fuera-del-cuerpo, viendo alguna
zorra tratando de seducirla. No tenía ni idea de dónde salieron esas palabras.
Lauren arqueó las cejas y una lenta sonrisa se extendió por su cara.

—No puedo creer que hayas dicho eso, Camz. ¿Debería tener miedo?

—Sí —dijo, en voz baja.

La sonrisa se le cayó de la cara, y parecía tan sorprendida que Camila casi se echó a
reír. Por un momento pensó que después de todo iba a salirse con la suya, pero
después de tomar una respiración profunda, Lauren sacó las piernas de la cama y se
puso de pie.

—¿Qué? —Camila se sobresaltó—. ¿A dónde vas?

—Vamos —dijo, tendiéndole la mano—. Vamos a salir de aquí, porque si nos


quedamos, voy a terminar jodiéndote en todos los sentidos.

¿Por qué sus malas palabras sonaban tan eróticas?

—¿Sería eso algo malo? —dijo, en voz baja.

—No —dijo, suspirando y frotándose la cara otra vez—, pero en este momento
quiero llevar a mi chica afuera. Además, podría ser con una ducha, y una noche de
dormir en una cama cómoda. Algo se agitó en su pecho, y sólo escuchó la primera de
las dos frases.

—¿Tu chica?

Lauren frunció el ceño.

—¿Qué? Sí, si tú quieres.

Recordó las palabras de Dinah, mientras la miraba con recelo.

—Así que, ¿esto es como una cita?

—Um, ¿sí?
No sonaba segura, y el corazón de Camila aleteó suavemente hasta detenerse.

—¿Estás durmiendo con alguien más? —dijo, necesitando saber a su pesar.

Al ver la expresión de su cara, podría haberse arrancado la lengua voluntariamente


y haberla usado para comida de peces.

—¿Qué carajo, Camz? ¡Realmente crees que soy una idiota tan grande!

Sus ojos se encontraban oscuros con ira y dolor. Lo hizo de nuevo.

—Lauren, ¡lo siento! Sólo... mierda, ¿podemos borrar los últimos dos minutos? ¿Por
favor?

Se metió las manos en los bolsillos y frunció el ceño.

—No —gruñó—. No estoy durmiendo con nadie. No estoy follando con nadie. En
absoluto.

Se encogió ante su tono y sus palabras. Desde algún lugar en el interior, acudió a la
fuerza para ser honesta, para decirlo directamente.

—Sólo... Sólo no creo que pueda compartirte. —Exhaló, con los ojos llenos de
lágrimas.

Su rostro se suavizó de inmediato, y la atrajo hacia ella.

—Lo siento, cariño. —Sopló en su cabello—. Soy una mierda en esto de novia. Joder,
¿podemos salir de aquí? Necesito un cigarrillo.

Camila le dio una sonrisa temblorosa, y obligó a retroceder a las lágrimas que
seguían amenazando.

—¿A dónde quieres ir?

Se encogió de hombros.
—¿A cualquier lugar que quieras? ¿Quieres comer algo? Me muero de hambre. La
comida en la cárcel es una completa mierda.

—Um, bueno —dijo Camila, vacilante—, Dinah iba a reunirse con Normani y
algunos de sus amigos, ¿podríamos reunirnos con ellos si quieres?

Lauren bajó la mirada y frunció el ceño.

—No lo creo, Camz. Los grupos son muy difíciles para mí. Yo... yo no puedo
participar en las conversaciones tan fácilmente.

—Sólo inténtalo —dijo, alentadoramente.

—No, en serio. Es muy difícil. Quiero decir, ya es bastante malo con una sola
persona. Tengo que adivinar la mitad del tiempo. Es decir, para comprender lo que
alguien está diciendo. O sea, la lectura de labios es sólo el cuarenta por ciento, el
resto es lenguaje corporal y contexto. A veces puede ser una maldita pesadilla.

—Pero pensé... quiero decir, que lo haces muy bien.

—Porque no quiero... no quiero que nadie lo sepa. Pero en serio, Camz, ¿tienes
alguna idea de lo fácil que es mezclar "donde hay vida, hay esperanza", con "dónde
está el jabón de lavanda"?

No se sentía segura de si sería adecuado reír. Se quedó allí con el rostro congelado.

—Y que "zapatos de elefante" (elephant shoes)" se parezca a "te amo" (I love you),
podría ser jodidamente embarazoso. (Respecto a la lectura de labios las frases se
leen parecidas)

—Y que la gente se asuste cuando miro sus caras todo el tiempo. Quiero decir,
puedo leerte porque he llegado a conocerte bastante bien, pero a personas nuevas...
y cualquier persona con un fuerte acento... Estoy totalmente jodida.
Se dio cuenta de que Lauren empezaba a sonar un poco nerviosa. Se sentía molesta
de verla ansiosa cuando normalmente era tan controlada. Puso la mano en su
mejilla para tranquilizarla

—Fueron a ese nuevo restaurante mexicano. No habrá muchas personas. Si no te


gusta, nos quedaremos por un trago y nos vamos.

Lauren respiró hondo, a propósito para tratar de frenar su acelerado corazón.

—No hay manera de que alguien vaya a creer que tienes veintiún años, incluso con
identificación falsa —dijo, moviéndose incómoda, tratando de ganar tiempo.

—Probablemente no —dijo, con una sonrisa—, pero sirven cócteles vírgenes.

Lauren sonrió, y vio su cuerpo relajarse un poco.

—¿Si?

—Además —dijo, sin dejar de acariciar su rostro—, siempre podemos ignorar a


todos y simplemente besarnos.

De repente, la tomó por las caderas y la empujó contra la puerta, su cabeza


haciendo un suave ruido sordo contra la madera. Y entonces Lauren la besó hasta
que pensó que iba a desmayarse.

—¿E...eso por qué fue? —jadeó.

—Porque sí —respondió Lauren, igualmente sin aliento.


Capítulo 8

Lauren se detuvo frente al restaurante mexicano, observando por la ventana la


habitación luminosa y la gente más allá del vidrio. Pero no apagó el motor. Desde
las suelas de sus zapatos hasta las raíces de su cabello, todo su cuerpo la instaba a
largarse de allí. Su corazón latía tan fuerte, que casi se salía del pecho. Había
pasado los últimos tres años evitando exactamente este tipo de situación. Era
diferente con Drew y los chicos. Ellos estuvieron cerca cuando comenzó a perder la
audición. Conocían sus limitaciones y cómo ajustar los comportamientos alrededor
de ella. Pero aquí, nadie lo sabía. Que era exactamente como lo quería; excepto que
nunca tuvo la intención de pasar tanto tiempo mezclándose con otros estudiantes de
la universidad. Ya era bastante agotador ir a las clases y leer los labios durante una
maldita hora. Ni siquiera le había dicho a Camila que para el final del día de
estudio, se sentía tan cansada que más que nada iba a su casa y dormía.

Ahora ella le pedía que rompiera todas sus reglas cuidadosamente construidas. Se
encontraba fuera de terreno y jodidamente aterrorizada. Sintió su pequeña mano
rozándole el brazo, calmándola, como si supiera cómo se sentía. Lentamente, se
quitó el casco para poder hablarle.

—No creo que esto sea una buena idea, Camz.

Ella se bajó de la motocicleta y volteó su cara, de manera que ella tuvo que mirarla.

—Cinco minutos —dijo—. Y si quieres irte, sólo di: zapatos de elefante.

Resopló con diversión.


—Zapatos de elefante, ¿eh?

Ella asintió y le dedicó una pequeña sonrisa. Sacó un cigarrillo y lo encendió con
rapidez, inhalando profundamente, tratando de calmarse de una maldita vez.
Entonces lo tiró a la acera y respiró hondo.

—A la mierda —dijo—. Hagámoslo.

El restaurante no se encontraba lleno, y tal vez sólo la mitad de las mesas se


hallaban ocupadas.

La anfitriona se acercó rápidamente, con una expresión hambrienta en el rostro,


que Camila había llegado a reconocer muy bien cuando las mujeres miraban a
Lauren. A su novia.

—¿Mesa para dos? —preguntó, echándole un vistazo mientras hablaba.

—No, está bien, gracias —contestó Camila—. Nos uniremos a nuestros amigos.

Su cabeza se giró cuando escuchó la risa de Dinah, justo al otro lado de la


habitación. Se hallaba sentada con un grupo de cinco personas alrededor de una
mesa circular. Tomó la mano de Lairen, mirándola y sonriendo. Su cara se veía
bastante tensa, su mandíbula apretada, pero trató de sonreírle.

—¿Está bien? —dijo suavemente—. Cinco minutos, eso es todo.

Ella asintió rígidamente, luego la siguió a través del restaurante.

—¡Hola! —dijo Camila animadamente, encogiéndose en su interior por el modo en


que los nervios la hacían sonar como la participante de algún concurso. La
mandíbula de Dinah cayó en sorpresa, pero se recuperó rápidamente.

—¡Genial! ¡Vinieron! Todo el mundo, esta es mi compañera de cuarto Camila. Y ella


es su... ella es Lauren.
Se sintió aliviada al ver que Alexa no asistió. Como dijo Dinah, eran todos amigos de
Mani.

—Oye, me alegro de verte de nuevo, Camila. —Sonrió Normani—. Lauren

Dijo poniéndose de pie y extendiendo la mano. Discretamente le dio un codazo en las


costillas a Lauren, y las dos se estrecharon la mano, asintiendo de forma rápida y
evaluándose de la manera en que lo hacen los chicos. Normani presentó al resto de
los chicos, lo cuales eran de su fraternidad. Por un momento fue un poco incómodo,
luego la conversación se reanudó naturalmente.

Dinah se corrió para que Camila y Lauren pudieran sentarse en la cabina.


Desafortunadamente, o afortunadamente, dependiendo de su oscilante punto de
vista en un momento dado, Camila se sentó junto a Lauren. Eso significaba que
podría sostener su mano y sentir el calor de su cuerpo junto al de ella, pero esto
hacía difícil que pudiera leerle los labios.

Su cuerpo se sentía rígido y se veía como si fuera a huir en cualquier segundo.


Camila apoyó la mano en su antebrazo, luego deslizó los dedos hacia abajo para
sostenerle la mano. Lauren sonrió ante sus dedos entrelazados.

Cuando la mesera llegó para tomar la orden, Lauren pidió una cerveza, al igual que
varios de los otros chicos. Camila ordenó una Shirley Temple, con una sonrisa hacia
Lauren.

Ella se inclinó y le susurró

—Los dos sabemos que no eres una chica tan buena.

Tomó aire bruscamente, luego giró la cabeza para que pudiera ver su rostro.

—Tal vez es porque tú eres muy mala influencia.


Lauren se rió con voz ronca y se inclinó para besarle el cabello. Camila sintió su
cuerpo recalentarse, luego se dio cuenta de que los ojos de Dinah se enfocaban en
ella.

Se alejó levemente pero tomó su mano debajo de la mesa. Ella sostuvo sus dedos con
fuerza.

—Así que,—dijo Mani—, te he visto en Introducción a los Negocios, ¿cuál es tu


especialidad?

Por suerte, Lauren volteó a tiempo para ver la segunda parte de la pregunta de
Normani.

Con una sacudida incómoda, Camila se dio cuenta de lo realmente difícil que sería
para ella. Se sentía culpable por ponerla bajo presión.1

—Economía. ¿Tú?

—¿En serio? Te ves más como... —Normani se tragó lo que sea que iba a decir—.
Estoy haciendo una licenciatura en Administración de Empresas con Buddy y Rich.
Eric es la oveja negra de la fraternidad, se especializa en Psiquiatría.

—Sí —dijo Eric—. Viene muy bien con ustedes.

Camila supo que Lauren perdió la réplica de Eric cuando vio la fugaz expresión de
confusión, mientras todos se reían de la broma.

Le apretó la mano y, sin hacer un sonido, le articuló: zapatos de elefante. Inclinó la


cabeza hacia un lado, esperando que contestara su pregunta silenciosa. Lauren le
devolvió la sonrisa con agradecimiento, pero sacudió la cabeza levemente.

Cuando la mesera volvió con las bebidas, Lauren bebió su cerveza rápidamente.
Pero no fue la única, todos los chicos tenían ganas de beber. La camarera se detuvo
con su cuaderno, lista para tomar la orden de comida.
Camila empujó la rodilla de Lauren y ella se volvió para mirarla.

—¿Quieres comer aquí?

Se detuvo por un momento y luego volvió a asentir ligeramente. Camila se sintió


contenta, y luego inmediatamente se cuestionó su respuesta. ¿Eso significaba que la
pasaba bien, o lo hacía sólo por ella? No lo sabía con certeza, así que la observó de
cerca. Se metió en una discusión con Eric sobre la teoría de atribución de psiquiatría
para principiantes, y se dio cuenta que tenía mucho que aprender acerca de Lauren
Jauregui. Y, más allá de sus propios sentimientos, claramente Eric se encontraba
impresionado y respetaba el punto de vista de Lauren.

—Sí, pero nosotros explicamos comportamientos asignándoles atributos —sostuvo


Lauren—. No puedes subestimar los factores externos.

—Sólo si prestamos más atención a la situación que a la persona — dijo Eric.

—¡Bueno, maldita sea que sí! —dijo Lauren—. Si alguien me bloquea en la


carretera, no diré: Bueno, deben estar teniendo un mal día. Sino: ¡Qué jodido idiota!

Eric se rió.

—Estoy contigo en eso.

Rich interrumpió la discusión, y Camila tuvo que volver a empujar a Lauren bajo la
mesa para redireccionar su atención. La puso un poco tensa, tratar de mantener un
registro de lo que Lauren decía y con quién hablaba, así como también concentrarse
en la descripción de Dinah de uno de sus profesores más duros. Comenzó a apreciar
lo estresante y agotadoras que debían ser las reuniones sociales para ella.

—Tengo que preguntar —dijo Rich, impaciente—. ¿Es cierto lo que dicen de ti?

Lauren se tensó inmediatamente.

—¿De qué mierda estás hablando?


Todas las conversaciones cesaron y todo el mundo miraba la cara enojada de
Lauren.

Rich en seguida alzó las manos.

—¡Guau! Tómatelo con calma, amiga. Sólo hablaba de tus, um, tus piercings.
¿Realmente te perforaste otras cosas?

La expresión de enojo de Lauren desapareció y levantó una ceja.

—¿Otras cosas?

—¿Es, ya sabes, bueno cuando estás... ya sabes? ¡Ah, diablos, no me hagas decirlo!
—se quejó Rich, haciéndo reír a todos. Lauren le sonrió a Camila.

—¿Debería decirle, nena?

Camila inmediatamente se sonrojó como una remolacha y los chicos se burlaron.


Lauren se recostó, dejando en claro que no tenía ninguna respuesta más para dar.

Eric sonrió.

—No cubrimos arte corporal en psiquiatría hasta el próximo año, Rich. Parece que
tendrás que vivir en la ignorancia.

Lauren le guiñó a Camila. Todavía se sentía avergonzada y definitivamente


hablaría con la ojiverde acerca de eso. Pero amaba lo relajada y juguetona que lucía,
a pesar de que treinta segundos antes parecía como si fuera a golpear a Rich.

Terminaron la comida, charlando con facilidad. Ella comenzaba a reconocer cuándo


Lauren perdía la esencia de la conversación, y automáticamente lo compensaba.
Cuando llegó la hora de repartir la cuenta, notó que la noche casi terminaba. Se
encontraba desesperada por preguntarle a Lauren si regresaría a su habitación,
asumiendo que Dinah volvería a la casa de la fraternidad con Mani.
Pero, entonces, todas sus esperanzas, expectativas, sueños y fantasías se
desvanecieron. Dinah bostezó.

—Oh, Dios mío, nunca lo lograré a las 8:30 de la mañana. Mila, prométeme que me
despertarás en la mañana. Sólo empújame hasta que me mueva, ¿de acuerdo?

—Oh, pensé que...

Dinah sacudió la cabeza rápidamente y susurró

—Tengo mi período.

Camila le dio una sonrisa leve, suspirando con decepción. Laurem captó su mirada y
la abrazó, dándole un suave beso en el cabello. Hacía más frío afuera, y el aire tenía
un soplo de otoño. Temblaba y Lauren colocó un brazo a su alrededor
protectoramente.

—Necesitarás una chaqueta más gruesa que esa para viajar sobre Sirona, nena —
susurró —Puede ponerse frío en las noches, especialmente en el invierno.

Le sonrió, encantada de que parecía sugerir que montar en su motocicleta se


convertiría en algo habitual. Buddy miraba la motocicleta de Lauren con ojos
envidiosos.

—¿Es tuya? —dijo, la envidia obvia en su tono, y en la forma en que casi babeaba.

—Sí.

—¡Buena moto! ¿De qué año es?

—Sesenta y nueve.

—¡No jodas! ¿De dónde la sacaste?

¿Todas las motocicletas eran mujeres en lo que se refiere a los hombres? A Camila le
hizo gracia.
—Era prácticamente chatarra cuando encontré la estructura — explicó Lauren—.
Hice el resto del trabajo durante dos veranos. Tenía un trabajo en una tienda de
reparación de automóviles.

Pudo ver que Lauren subió varios escalones en la estimación de los chicos, y se
observaba un nuevo respeto en sus ojos. Se sentía aliviada. La noche fue mucho
mejor que incluso en sus expectativas más locas. Dinab le agarró la mano y la
arrastró lejos de Lauren, mientras los chicos hablaban de motocicletas.

—¡Estoy tan contenta de que hayas venido, Mila! Eso fue divertido. Lauren es muy
agradable y está totalmente interesada en ti - Camila sonrió.

—Mani y los chicos estuvieron geniales. —Excepto —dijo Dinah con una mirada
seria en su rostro—, cuando parecía que Lauren quería golpear a Rich.

—Fue un mal entendido.

—Sólo... sólo ten cuidado. —Levantó las manos cuando Camila comenzó a discutir—
. Me gusta Lauren, realmente me gusta. Sólo... mira te veré de vuelta en casa, ¿de
acuerdo?

Se giró sin escuchar otra palabra de su amiga, irritada porque Dinah arruinó el
final de una gran noche. Lauren frunció el ceño cuando la vio.

—¿Estás bien?

Camila asintió.

—¿Ya podemos irnos?

—Por supuesto, nena.

Se despidió de los chicos, pateó el encendido de la máquina, y ayudó a Camila a


subir detrás de ella.
Lauren comenzaba a acostumbrarse a la sensación del cuerpo caliente de Camila
detrás de ella, mientras aceleraban a lo largo de la carretera en la moto. Cada
movimiento de su motocicleta la atraía más, o hacía que apretara su cintura con
más fuerza. Nunca antes había llevado a una chica en la parte trasera de su moto,
sólo a su hermano o un par de chicos de la banda. Pero la primera vez que Camila
fue con ella, estaba desesperada por sacarla del campus antes de hablar con ella.
Ahora... ahora sólo se sentía bien. Se sintió demasiado nerviosa cuando sugirió que
salieran a una cena grupal, pero tenerla a su lado, entendiendo, ayudando,
interpretando, cuidándole la espalda; lo hizo más fácil.

Nunca pensó que sería capaz de hacer algo así, mucho menos disfrutarlo. Sí, el chico
Rich fue un poco idiota, pero nada que no pudiera manejar. Sintió que algo se
aflojaba en su pecho, una disminución de la tensión que sintió el primer día que
comenzó la universidad. Se sentía asombroso tenerla sentada a su lado, sentirla
sosteniendo su mano. Salir de su habitación cuando ella prácticamente le rogó que
la follara fue una de las cosas más difíciles que jamás hizo. Ni siquiera se
encontraba segura de que pudiera explicárselo a sí misma, pero de alguna forma
quería hacerlo correctamente con ella. No era alguien que sólo usaría para tener su
polla húmeda e irse, no quería arruinar las cosas. Pero su experiencia en citas era
bastante limitada: una vez, brevemente, en su primer año de secundaria, y luego
otra ocasión durante unos meses cuando asistía a la escuela en Cave Spring.

Sexo era lo que podía hacer, tener citas, no lo sabía con exactitud. Pero lo intentaría.
Por Camila, lo haría. Se detuvo en los dormitorios y apagó el motor. No hacía
ninguna diferencia para ella, pero sabía que Camila no sería capaz de escuchar, y
quería darle las buenas noches apropiadamente. Se quitó su casco y esperó a que le
diera el de repuesto. Fruncía el ceño y no sabía por qué. Quería verla sonreír.

—¿Cuál es el problema, Camz?

Sacudió la cabeza.
—Nada.

Su temperamento se encendió instantáneamente.

—¡No hagas eso! ¡Maldición! Me pierdo suficiente de lo que pasa alrededor de mí,
sin ti diciendo "nada" cuando puedo ver en tu cara que estás molesta.

Camila bajó la vista. No aguantaría esa mierda. La ojiverde empujó su barbilla con
los dedos, levantado suavemente su cabeza para que la mirara de nuevo.

—¡Háblame, Camz!

Ella suspiró.

—Fue algo que comentó Dinab. Me dijo que "tuviera cuidado". Contigo. Me hizo
enojar, eso es todo.

Maldita perra entrometida. ¿Que tuviera cuidado? ¿Qué carajo significaba eso? Tal
vez fue porque casi golpeó a ese chico Rich. El temperamento latente de Lauren
gruñó, deseando atacar a alguien. Pero sabía que Dinah tenía razón: Camila debía
tener cuidado a su alrededor. La idea le dejó un sabor amargo en la boca, del que
quería desesperadamente deshacerse. Sin previo aviso, atrajo a Camila hacia ella,
dejando que sus labios se estrellaran sobre los de ella. La besó con un borde de
desesperación que nunca antes había experimentado. Después de un segundo de
aturdida sorpresa, ella le devolvió el beso. Su lengua, caliente y húmeda, se
presionaba dentro de su boca y se sentía jodidamente increíble. Su polla saltó a la
vida, con la esperanza de conseguir acción. Camila envolvió los brazos detrás de ella
y la atrajo con más fuerza. Se sentía mareada cuando sus manos se deslizaron por
su espalda, enredándolas detrás de su cuello. Sólo se detuvieron cuando una bocina
hizo saltar a Camila.

—¡Consigan un cuarto! —gritó Rich, cuando Normani estacionó en la acera para que
Dinah pudiera bajar. Lauren vio el auto y suspiró. Probablemente fue lo mejor que
los interrumpieran, porque las cosas se hubieran puesto malditamente calientes y
pesadas para el exterior de un edificio público, a las diez de la noche, en un día de
semana. No es que le importara, pero sabía que a Camila sí.

—¿Te veré mañana? —dijo Camila, con el rostro ansioso.

—Te encontraré en la cafetería a la hora del almuerzo, nena —dijo, sonriendo ante
la idea

— ¿Bien?

Ella asintió con entusiasmo.

—Bien.

La besó rápidamente, encendió a Sirona, luego se alejó, mirando detrás de ella sólo
una vez, viéndola de pie en un charco de luz, observándola.

No era un viaje largo, pero condujo lentamente, no muy ansiosa de ir a casa sólo
para meterse en otra escena con su hermano. Como de costumbre, motos y autos se
encontraban estacionados arriba y abajo de la calle. Podía sentir vibrar la parte
delantera del pórtico con el ritmo de un bajo. Era bueno que existiera un lote vacío a
un lado, y un viejo tipo sordo en el otro. No era una ironía que divertía a Lauren,
pero sin embargo, sabía que era un golpe de suerte. Conocía a algunas de las
personas que andaban dando vueltas, algunos eran del Blue Note. Latas y botellas
vacías llenaban todo el primer piso. Ahora apenas lo notaba. Siempre y cuando
nadie la molestara, no le importaba mucho. Excepto que ahora tenía que considerar
a Camila, sabía que no la podía traer aquí con tantos jodidos marihuaneros y locos
de la velocidad alrededor. El pensamiento la irritó más de lo que creyó que debería.
No tenía mucho que ver con los amigos o clientes o lo que demonios fueran de Chris,
pero esta noche necesitaba un trago. Se dejó caer en el sucio sofá y agarró la botella
más cercana a ella, su buen amigo: Jack Daniels. Limpió la parte superior de la
botella con su mano y tomó un largo trago. Causó cierto efecto pero la quemadura la
ayudó a beber. Su cabeza se encontraba completamente abrumada con todo lo
sucedido durante las últimas cuarenta y ocho horas. Hizo algunas cosas sensuales y
sucias con Camila; peleó con ella; fue arrestada; golpeada por Chris. Ahora,
aparentemente, tenía una novia y estuvo socializando con chicos de fraternidad los
cuales pensaban que tenía una motocicleta genial. Era difícil mantenerse al día con
esas volteretas emocionales. Chris tenía razón en una cosa: salir con Camila tenía
su costo. Había sido malditamente doloroso verla cantar esa noche, verla cantar
aunque no fue capaz de escuchar una maldita nota. Se quedó hasta el final de la
primera canción, pero la mató estar ahí. ¿Qué tan difícil podría llegar a ser con el
paso del tiempo? Si estuvieran saliendo, y de alguna manera cayeron en eso, era lo
justo que la apoyara con la música. ¿Eso es lo que las novias hacían, no es así?
¿Apoyar la mierda? Tomó otra bebida y se dio cuenta que una linda morena en la
mitad de sus veintes la miraba. Cuando ella se dio cuenta que también la veía,
sonrió y se lamió lentamente los labios. A una parte de ella nada le habría gustado
nada más que perderse en una extraña, pero otra parte se reveló, no queriendo
tener nada que ver con ella. Le devolvió la sonrisa y negó con la cabeza lentamente.
Ella ladeó la suya. ¿Estás segura? Sacudió la cabeza de nuevo, y se levantó, llevando
el whisky con ella.

Sola en su habitación, se recostó en la cama con las cortinas abiertas, mirando las
estrellas. Poco antes de las dos de la madrugada, y después de que terminó la
botella de whisky, se desmayó.

Al día siguiente Camila se sentía muy ligera, sin peso, podría haber flotado
completamente. Únicamente las clases, y la cuidadosa negativa de Dinah de
mencionar nada relacionado con Lauren, la mantuvieron anclada al planeta tierra.

Ella le dijo que le gustaba, la besó, le dio a entender que habría más paseos en
Sirona y le prometió que se encontrarían a la hora del almuerzo. Una pequeña parte
de ella temía que evidentemente no quiso decir realmente nada de eso, y que por
supuesto realmente no se encontraba interesada en ella, pero eso era únicamente su
usual falta de confianza en ella misma haciendo aparición. Parte de su segunda
naturaleza era dudar de cualquier cosa positiva que alguien dijera. Estaba tan
acostumbrada a ser invisible en la escuela y una constante decepción para sus
padres, que ser notada era algo nuevo. El ser buscada, besada, tocada de ese modo,
había sido muy inesperado. Se sentía mareada de felicidad. Pero a media mañana,
su frágil burbuja de alegría fue pinchada por un mensaje de texto de Lauren.

L: tengo que encontrarme con mi tutor. Llegaré tarde para el almuerzo.

Así que eso fue todo. Claro que sí. Solo esperaba una forma de dejarla gentilmente.
Aquel mensaje de texto, realmente lo hizo. Al menos no había planeado dejarla
sentada esperando como una completa idiota. Únicamente fue una parcial idiota por
haber pensado que sus palabras, sus besos, y que cualquiera de esas cosas,
significaron algo. Entró a la cafetería sintiendo como si tuviera toneladas de peso
atadas a los zapatos. Su corazón se hundió aún más cuando vio a Dinab sentada en
el regazo de Normani, riendo contra su cabello, y a Alexa coqueteando con unos de
los amigos del fútbol de Mani.

Se deslizó en una silla y sacó una manzana de su bolso. Era todo lo que podía comer
a pesar de que hace unos cincuenta minutos había estado hambrienta.

—¡Hola, compañera! —dijo Donah, sus ojos resplandecientes de felicidad—. ¿Tuviste


una buena mañana?

—Estuvo bien —murmuró.

Alexa se burló.

—Cualquiera se vería así de miserable si tuviera que escuchar a Beethoven y esa


basura todo el día.
Dinab la miró mal y se encontraba a punto de decir algo, cuando Mani recuperó su
atención besándola en el cuello y haciéndole cosquillas. Mordió la manzana y
masticó hoscamente. ¿Cómo podía una manzana que se veía toda jugosa y apetecible
esta mañana, ahora saber cómo aserrín?

Casi saltó fuera de la silla cuando una mano cálida le acarició la mejilla.

—Hola, nena.

Emocionada gritó

—¡Lauren!

Hubo un eco cuando Alexa ronroneó su nombre, pero la ojiverde no la miraba así
que no tenía ni idea de que dijo. Lauren rió entre dientes ante su respuesta y
levantó una ceja desafiante en respuesta.

—¿Esperabas a alguien más?

—¡N-no! ¿Pero no dijiste que no vendrías?

—Dije que llegaría tarde, nunca dije que no vendría.

—¡Ah! —contestó, su cerebro se negaba a construir una respuesta que requiriera


más sílabas.

Lauren le sonrió y después miró la manzana. —¿Eso es todo lo que comes?

—Um, ¿sí?

—Ummm —dijo, poniendo su bandeja de comida en la mesa— Es bueno que haya


traído dos rebanadas de pizza. Sé lo que te gustaron mis papas. Y también traje algo
de ensalada. ¿A la mayoría de las chicas les gusta esa mierda de comida de conejo,
verdad?

Normani miró por encima y rió.


—¡Tienes razón en eso!

Camila se sintió sorprendida por su amabilidad, y después avergonzada por sus


suposiciones, otra vez. ¡Esta chica! La sorprendía constantemente.

—Gracias —dijo en voz baja.

Su expresión se suavizó.

—De nada.

Lauren sacó una silla y se inclinó para besar su cabello. Sintió su cara enrojecer.
Olía tan bien, y su piel se veía suave y lisa ahora que se veía descansada.

El mundo se sentía lejos, y por un momento eran solo ellas dos.

Después Alexa bufó

— Oh, ¡Por favor! —Y el momento fue roto.

Charlaron sobre su asignación de negocios y Normani preguntó un par de cosas


sobre la motocicleta de Lauren mientras se la describía a sus amigos. Pero muy
pronto el almuerzo terminó.

—¿Quieres hacer algo más tarde, nena? —dijo Lauren mientras se colgaba la
mochila de mensajero al hombro.

—Um, bueno —dijo Camila vacilando—. Yo, um, tengo práctica de banda esta
noche.

Una mirada de algo parecido al dolor atravesó la cara de Lauren, después se


esfumó.

—¿Quieres que te lleve a casa más tarde? —ofreció.

Se sentía desesperada por decir que "sí", pero eso sería muy egoísta, obligarla a ir al
club cuando sabía lo difícil que era para ella.
—No, está bien, gracias. Drew me dijo que me llevaría a casa.

Lauren asintió pero no sonrió.

—Mándame un mensaje cuando regreses a casa para saber que llegaste a salvo.

El ensayo estuvo bien. Todos se encontraban muy emocionados desde el sábado


anterior y llenos de ideas para canciones, así que extendieron su sesión de cuarenta
minutos a una hora.

El celular de Drew los interrumpió.

—Uh, huh. Sí, sí. Lo entiendo. ¿Cuánto? Está bien. Sip. Tienes un trato. —Terminó
la llamada y nos sonrió—. Tenemos que reservar para el Down Under en tres
semanas. Graeme escuchó que estábamos rockeando este lugar y quiere algo de la
acción. Nos pagará noventa dólares a cada uno.

Se lanzó a Camila y la apretó en un abrazo triturador de huesos.

— ¡Y es gracias a ti, pequeña!

Jadeó y trató de zafarse. Drew le dio una vuelta en brazos y la bajó al suelo, sin
aliento y mareada.

—¡Esto merece una celebración! —dijo—. Abramos la cerveza.

Sintió caer su sonrisa. Le gustaban estos chicos, pero todos eran mayores y sabía
que bebían un montón. Drew parecía haber olvidado su promesa de llevarla a casa.
Cuando le ofreció una cerveza tomó un pequeño sorbo y miró inquisitivamente su
reloj. Eran casi las once de la noche, y tenía que tomar tutorías temprano en la
mañana. Se preguntó si era demasiado tarde para llamar a Dinah, después recordó
que su compañera de cuarto tenía planeado verse con Normani. Decidió llamar un
taxi.
—Um, ya me voy —dijo, con la esperanza de que Drew recordara su promesa. Pero
se despidieron y continuaron bebiendo, aparentemente muy conformes con dejarla
regresar sola a casa. Irritada, se paró fuera y llamó al sitio de taxis que solía usar,
pero todo lo que consiguió fue el tono de ocupado. Intentó de nuevo un minuto
después, mordiendo su labio y mirando alrededor nerviosamente, pero obtuvo el
mismo resultado. Después notó a un hombre mirándola desde el otro lado de la
calle, así que decidió que era más seguro esperar dentro del club. Golpeó la puerta y
gritó pero nadie vino. Acababa de bajar el teléfono para encontrar el número de
Drew cuando el hombre gritó

— Oye, dulzura. ¿Quieres un poco de compañía? Te daré veinte dólares.

Cruzó la calle, acercándose.

—¡Contesta, Drew! ¡Contesta! —murmuró desesperada. No hubo respuesta.

Comenzó a caminar calle abajo, aterrorizada, cuando el hombre la siguió. Corrió, su


corazón palpitaba fuerte, el miedo haciéndola ir más rápido. ¡Alguien, debería de
haber alguien! Pero no veía nadie alrededor, nadie a quien pudiera pedirle ayuda.
¡Permanece en áreas iluminadas! Sabía que eso era importante, pero la mayoría de
los edificios se encontraban a oscuras y la zona era vieja y abandonada, y todo lo que
podía escuchar era el sonido de sus propios pasos resonando.

Con los pulmones doloridos, se detuvo frente a una tienda de reparación de


televisores, donde una luz tenue iluminaba los barrotes de las ventanas. Sus manos
temblaban mientras enviaba un mensaje de texto a Lauren, esperando que tuviera
su celular encendido hasta tarde.

C: ¿Puedes venir a buscarme? Estoy afuera de una tienda de TV en West River St.
Camz xx.

Dio un suspiro de alivio cuando contestó inmediatamente.


L: ¡¿Qué demonios?! Estoy en camino. Mantén tu teléfono fuera. Llama al nueve-
uno-uno si es necesario.

Se dejó caer en la puerta sucia, las rodillas ya no pudieron mantenerla de pie. Miedo
bombeaba a través de su cuerpo, haciéndola temblar incontrolablemente. Vio al
hombre caminando en la calle hacia ella, claramente aún la buscaba. Apretándose
dentro de la oscuridad de la esquina, contuvo el aliento. Los segundos pasaban
mientras el hombre se movía lentamente del otro lado de la calle, mirando a través
de la oscuridad. Le agradeció a Dios por las luces rotas y mantuvo el celular más
cerca de su cuerpo. Sus nervios se apretaron invulnerablemente para el momento
que escuchó el gutural motor de la Harley de Lauren unos minutos después.

Lauren se quitó el casco rápidamente.

—¿Estás bien? —le preguntó con urgencia, comprobándola de arriba abajo como si
estuviera buscando lesiones visibles.

Asintió pero sintió lágrimas calientes de miedo y alivio bajar por su rostro. La
ojiverde la abrazó fuertemente y sollozó en su pecho, sintiendo el cuero frío de la
chaqueta pegado a su rostro. Fuertes brazos la rodearon y la mecieron suavemente,
murmurando palabras ahogadas en su cabello. Después de un minuto la apartó con
dulzura y limpió el camino de lágrimas que caía sobre sus mejillas.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué estás aquí?

Le explicó brevemente, y cuando llegó a la parte donde Drew comenzó a beber,


Lauren maldijo audiblemente.

—¡Hijo de puta! ¡Mataré al bastardo!

Lauren volvería al club para mostrarle a Drew lo molesta que se encontraba.

—Por favor, Lauren. Sólo quiero ir a casa.


Inmediatamente pareció arrepentida.

—Sí, seguro. Bien.

Le dio el casco de repuesto y encendió la motocicleta. Ella se sintió más feliz cuando
dejaron el área del club atrás y se dirigieron al campus. Se acurrucó en la espalda
de Lauren y sintió su mano cubriendo las suyas mientras empujaba sus dedos
dentro de los bolsillos de su chaqueta. Una vez que estuvieron en los dormitorios,
Lauren insistió en caminar con ella a su habitación, lo que significaba escabullirse a
escondidas por la salida de incendios. Esperaba desesperadamente que nadie las
viera, ya había tenido suficiente drama por una noche. Acababa de meter la llave en
la cerradura, cuando la puerta se abrió de golpe, con una ansiosa Dinah
tumbándose sobre ella.

—¡Ahí estas! ¡Estaba muy preocupada!

Después vio sus ojos rojos y las lágrimas marcadas en su rostro, y Lauren parada
detrás de ella, e inmediatamente saltó a la conclusión equivocada.

—¿Qué le hiciste? —dijo entre dientes, empujándola detrás de ella y apuntando a


Lauren acusadoramente.

—¡Nada! —gruñó, furia grabada en todas las líneas de su hermoso rostro.

—Dinah —murmuró Camila— ella me salvó.

—¿Qué? —espetó Dinab, girando alrededor—. Bien, quiero saberlo todo. Tú siéntate
ahí —le ordenó a Lauren—. Y tú —le dijo a Camila —cuéntamelo todo.

—¡Al diablo con eso! —gruñó Lauren—. No recibo tus órdenes.

—Laur, por favor —jadeó Camila—. No puedo soportar nada más esta noche.

—¡¿No puedes ver que estás molestándola?! —gritó Dinah.

—¡No estás ayudando! —dijo Camila, frescas lágrimas picando en sus ojos.
Lauren y Dinah se miraron molestas. Eventualmente, Lauren entró a la habitación
y se sentó rígidamente en la silla del escritorio de Camila. Rápidamente volvió a
contar la historia, casi sonriendo por la reacción de Dinah ante el comportamiento
irresponsable de Drew, fue la misma que tuvo Lauren, aunque con un poco menos
de maldiciones profanas.

Dinah sacudió su larga cabellera y se levantó.

—Una disculpa, Lauren —dijo formalmente—. Salté a conclusiones.

—Sí —dijo con amargura, mirándola. Se volvió a Camila, su expresión seguía


molesta—. Ya me voy, muñeca. ¿Estarás bien?

—Sí, estoy bien —dijo con una débil sonrisa—. Quiero decir que nada sucedió. Entré
en pánico. Lo siento.

La miró con seriedad.

—No te quiero deambulando alrededor de esas calles en la noche —dijo— La


próxima vez espera dentro del club. Maldito Drew. Yo iré a recogerte. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —dijo—. Gracias.

La besó en la mejilla, le lanzó otra mirada molesta a Dinah y salió por la puerta.

—Esa chica no puede aceptar una disculpa —dijo Dinah tan pronto como se fue.

—Esa chica no debió haber necesitado una —contestó Camila.

Dinah la miró con sorpresa.

—¡Mila! Tú regresaste aquí, más de una hora tarde, con los ojos rojos y Lauren
luciendo como si quisiera matar a alguien, ¿qué se suponía que debía pensar?

Cerró los ojos con cansancio.


—Tú simplemente asumiste lo peor de ella. Me salvó, Dinah. Si tan solo supieras lo
asombrosa que es...

Se detuvo abruptamente.

—Como sea —dijo Dinah—. Simplemente agradezco que estés a salvo. ¡No lo
vuelvas a hacer!

Después le dio un gran abrazo.

—Ahora prepárate para ir a la cama. Te ves tan exhausta como yo me siento.

—¡Sí, mamá!

Diez minutos después, Camila jalaba las mantas a su alrededor cuando su celular
sonó con un texto nuevo.

L: duerme bien, hermosa. Te veo mañana en el almuerzo.


Capítulo 9

Camila durmió bien y se encontraba muy cerca de la dicha cuando alguien tocó la
puerta a la mañana siguiente, minutos antes de que ella y Dinah tuvieran que irse
a clases. Dinah se aplicaba sus acostumbradas capas de labial brillante.

—Es para ti —dijo sin apartar la mirada del espejo.

Rodó los ojos. Dinah era la Srta Popularidad en el campus, lo más seguro es que
fuese para ella. Abrió la puerta y una chica de segundo año que apenas reconoció se
encontraba inclinada contra la puerta.

—¿Cuál de ustedes está saliendo con Chris Jauregui? —preguntó con un bostezo,
golpeteando sus uñas mal pintadas contra las bisagras de la puerta.

—Um... ¿Te refieres a Lauren Jauregui?

La chica lucía aburrida.

—¿Cómo demonios debería saberlo? Sí, ¿eres tú?

—Supongo.

—De acuerdo, al fin. Bueno, vine por un envuelto... algo para el fin de semana.

—¿Disculpa?

—¡Hola! ¿Estoy hablando en egipcio? ¿Qué me puedes dar por treinta dólares?

Dinah se dirigió a la puerta y lanzó un dedo frente al rostro de la chica.


—Vino a la jodida habitación equivocada, señorita. Aquí nadie trafica, ¡así que vete
ya mismo!

Tiró la puerta contra la irritada chica y miró a Camila.

—¿Qué fue todo eso? Dime que no estás vendiendo drogas por Lauren.

—¿Qué? ¡Dios, no! ¡Dinah Jane, no! ¡Nunca... Lauren no ha... no!

Camila era incoherente debido a la conmoción.

¿Esa chica creyó que podía comprar drogas en su habitación?

Vio que sus manos temblaban, cayó precipitadamente encima de la cama, antes de
que sus rodillas le fallaran. Dinah la miraba fijamente, pero su expresión se ablandó
cuando se dio cuenta de lo afectada que se encontraba.

—De acuerdo —dijo en un tono más deliberado—. ¿Y no estás ocultando nada en


nuestra habitación que sea suyo?

—¡No!

Su voz era chillona.

—Tienes que hablar con Lauren sobre esto.

Asintió aturdida y Dinah se mordió el labio antes de seguir bombardeándola.

—¿Alguna vez te ha ofrecido drogas? ¿Marihuana, algo así?

—No. —Su voz ahora era un murmullo.

—Bien. Mantenlo de esa manera, cariño.

Dinah salió a clases, dejándola agitada y muy preocupada. Se quedó allí sentada por
unos minutos, permitiendo que su respiración se tranquilizara, luego tomó el bolso y
salió. Tenía el ceño fruncido. No tenía ni idea de cómo le mencionaría el tema a
Lauren. Estuvo distraída todo el día. Tenía miedo que Lauren la mandara a volar si
le decía algo. Decidió esperar hasta que tuviesen más tiempo juntas, lo cual era
mucho más sencillo decirlo que hacerlo. Se hallaba constantemente ocupada:
corriendo de clase en clase, yendo a las prácticas de la banda, e intentando
mantenerse al día con todas las asignaturas. Durante el almuerzo o más bien un
café antes de clases, lograba pasar algo de tiempo con Lauren, pero todo era muy
apresurado. No mencionó la visita inesperada, pero siempre estuvo en su mente. Sin
querer, mantuvo un ojo abierto a cualquier señal que le indicara que Lauren
traficaba. Era cansado y molesto, y no sabía qué hacer al respecto. Así que, al final,
no hizo nada, ni dijo nada.

Recibió un mensaje corto de Drew, disculpándose por haberla dejado plantada y


prometiendo no hacerlo otra vez. Sospechaba fuertemente que Lauren tuvo algo que
ver con eso, pero ninguna de las dos mencionó nada, así que lo dejó pasar.

Se encontraban sentadas tomando sodas después de su lectura de Negocios el


viernes por la mañana, cuando Normani y Dinah se unieron a ellas. Se sentía
decepcionada de que Lauren y Dinah parecían no haber superado su disputa, en vez
de eso, mantenían una cortesía prudente una con la otra; pero Mani y Lauren
pasaban horas hablando sobre motocicletas y se encontraban bien encaminados a
convertirse en amigas —un hecho que parecía fastidiar a Dinah.

—Hola, chicas —dijo Normani cuando entraron a la cafetería—. Vamos a juntarnos


algunas personas e iremos a la playa mañana. ¿Quieren acompañaros?

Antes de contestar, miró esperanzada a Lauren. No quería ponerla bajo demasiada


presión. Pero estuvo decepcionada cuando ella sacudió la cabeza sin pensarlo.

—No puedo, hermana. Tengo que ir a otro lugar.

—No hay problema —dijo Mani.

—Eso no significa que tú no puedas venir, Mila —dijo Dinah con rudeza.
Mani le lanzó una mirada de advertencia, la cual Dinah pretendió ignorar, luego
continuó haciendo planes para la salida. Normani asumió que lo que fuera que
tuviera planeado Lauren, también involucraba a Camila. Pero en lo que a ella se
refería, era la primera vez que Lauren mencionaba estar ocupada durante el fin de
semana. La decepción la golpeó bruscamente.

—¿Qué vas a hacer? No mencionaste nada antes.

Parecía molesta cuando en voz baja respondió

—Estaré ocupada.

—¿Haciendo qué? —insistió Camila.

—Aquí no —murmuró.

—De acuerdo —dijo molesta—. Vámonos. Puedes decírmelo afuera.

Normani se despidió cuando se fueron, pero Dinah sólo los observó marcharse sin
hacer ningún comentario. Condujo a Lauren hacia un espacio vacío en la grama a
mitad del patio. El ambiente se encontraba placenteramente cálido y muchos
estudiantes se hallaban sentados afuera, disfrutando el clima. A pesar de los
alrededores tan pacíficos, Lauren parecía tensa e infeliz, pero Camila no se
encontraba de humor para dejarlo pasar. Se suponía que estaban saliendo; ¿no
debería decirle si había hecho planes para el fin de semana sin ella?

Se sentó frente a Lauren y esperó.

—¿Qué sucede? —preguntó, en un tono ligeramente más suave.

Aunque Lauren no podía escucharla, podía leer su rostro fácilmente. Le frunció el


ceño, luego bajó la mirada y comenzó a juguetear con una de las trenzas de sus
botas.

—Tengo una cita en la clínica —murmuró sin mirarla.


Camila se sorprendió. ¿Qué? ¿Una clínica? Inmediatamente pensó en las
enfermedades de transmisión sexual, no pudo evitar la inexplicable dirección que
tomaron sus pensamientos.

—¿Qué tipo de clínica? —dijo luego de un rato, cuando Lauren no pareció inclinada
a ofrecer ningún otro detalle. Por supuesto, no respondió, y tuvo que golpear su bota
para que pudiese levantar la mirada—. ¿Qué tipo de clínica?

Pareció sorprendida ante su pregunta.

—La de la pérdida de audición —dijo en voz baja—. ¿A qué creías que me refería?

—Oh —dijo tontamente—. ¿Para qué?

Se encogió de hombros.

—Voy cada seis meses para una revisión. Es una pérdida de tiempo siempre me
dicen la misma mierda. Estoy sorda, eso no va a cambiar.

—Oh —dijo de nuevo, deseando que se le ocurriera algo solidario que decir, o al
menos algo que no la hiciera sonar como una idiota.

Luego, se le ocurrió una idea genial: esto en verdad podría ayudarla a entender.
Tomó una respiración profunda.

—¿Puedo ir contigo?

Lauren parecía sorprendida.

—¿Qué?

Se sentó derecha.

—¿Puedo ir contigo?

—¡Joder! ¿Por qué querrías hacer eso?


Camila apartó la mirada por un momento, reuniendo sus pensamientos.

—Así puedo entender más —respondió, mirándola de nuevo—. Por favor, Lauren. Si
se supone que soy... —Hizo una pausa—, si se supone que soy tu novia, quiero que
puedas ser capaz de compartir cosas como éstas conmigo.

Parecía estar en conflicto. Camila se obligó a permanecer en silencio, permitiendo


que Lauren tomara su decisión.

—Es al otro lado de la ciudad —dijo a regañadientes.

—No me importa —dijo con gentileza—. Pero sólo si tú quieres que vaya.

Jugueteó con su trenza un poco más, luego sacó un cigarrillo y lo encendió.

—No quiero que esto cambie las cosas —dijo, soltando el humo lejos de ella.

—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó pacientemente.

Se encogió de hombros.

—Siempre sucede.

—No entiendo.

—Lo sé —Dejó salir un largo suspiro—. La cita es a las 11:15. Tendría que recogerte
a las 10:45.

Puso una mano sobre la suya, y Lauren levantó la mirada.

—Estaré lista —dijo.

Cuando Dinah vio a Camila esa tarde, parecía determinada a molestarla por no ir a
la playa con ellos.

—Bueno, ¿por qué es tan secreto a dónde vas? —preguntó, irritación apoderándose
de su voz.
—No es un secreto —respondió bruscamente, aunque no era completamente cierto—
. Simplemente es algo privado que Lauren tiene que hacer. No es algo mío para
andarlo contando.

—No es nada ilegal, ¿verdad? —soltó Dinah—. Porque si lo es, no permitas que te
arrastre a ello.

—¿Qué? —dijo, sorprendida—. ¡Lauren no está metida en nada ilegal!

—¿Estás segura de eso? Porque no es eso lo que he escuchado, sin olvidarnos de


nuestra visita el otro día.

—¿Desde cuándo le prestas atención a los chismes?

Dinah le devolvió la mirada con dureza.

—Normalmente no lo hago, pero ya lo he escuchado por varios lugares. Demasiados


como para que sea una coincidencia.

—¿Qué es exactamente lo que has escuchado?

—Que trafica drogas —dijo con franqueza, levantando las cejas.

—¡Eso es pura mierda! —gritó—. ¿Cómo puedes si quiera pensarlo? ¡Nunca la he


visto hacer nada más que fumar un cigarrillo!

—No seas ingenua, Mila —dijo Dinah, con la voz glacial—. ¿Te olvidaste de esa
zorra que intentó comprarte drogas?

—Preguntó por Chris, no por Lauren. ¡Tú la escuchaste! No puede evitar que su
hermano lo haga.

Dinah dobló los brazos, con el rostro lleno de incredulidad. De pronto, recordó todo
lo que vio en casa de Lauren, pero no se le admitiría a Dinah. Lauren nunca había
hecho nada así frente a ella.
—No sabes todo de ella, Mila —dijo Dinah, su voz volviéndose cálida.

—¡Sé las cosas importantes! —gritó—. ¡Es dulce, amable y me trata bien!

Dinah resopló.

—Sólo porque hace un buen espectáculo, no significa que esté completamente


limpia. Actúa como si estuviera drogada la mitad del tiempo, sin escuchar y siempre
mirando, todo intenso y...

La interrumpió.

—No sabes de lo que estás hablando, Dinah. Retíralo ahora.

Su voz era peligrosamente tranquila y la polinesia parecía sorprendida.

—Sólo trato de cuidarte, Mila —dijo en un tono más razonable—. Eres mi amiga y
no quiero que te haga daño.

Tomó una respiración profunda.

—Lauren no me hará daño. Tienes que confiar en mí en esto. Su hermano... bueno...


no sé. Pero Lauren no tiene nada que ver con eso. Te lo prometo.

Dinah sacudió la cabeza y suspiró.

—Si tú lo dices... Sólo... sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?

Asintió rígidamente. Odiaba pelear con Dinah, pero estaba tan equivocada en esto.
La mañana siguiente, la polinesia trataba de actuar naturalmente alrededor de ella,
pero era evidente que todavía se encontraba sobre el borde. Hizo lo posible por
ignorar a su compañera de cuarto hiperactiva, más concentrada en lo que la
mañana traería.
—Siempre puedes encontrarnos allí, ¿más tarde? —imploró Dinah— Ya sabes,
cuando hayan terminado su asunto privado. Sólo envíame un mensaje de texto, te
diré dónde estamos.

Apretó los dientes.

—Tal vez. No sé.

Dinah suspiró y alzó las manos, como diciendo "Haz como quieras". Se deslizó por la
puerta, demasiado excitada para darle otra mirada afilada o de complicidad. Se
sentó en el cordón de la acera, esperando el ahora familiar sonido de la Harley de
Lauren. Tarareaba junto con This Fire, una canción de una de sus bandas favoritas,
Birds of Tokio, cuando Mani llegó en su nueva flamante Suv Expedition. Se quitó
los auriculares mientras se acercaba.

—¡Hola, Mila! ¿Cómo estás? ¿Cambiaste de opinión acerca de venir con nosotros?

Camila sonrió y sacudió la cabeza.

—No, pero gracias.

—Lástima, será divertido. ¿Estás esperando a Lauren?

Asintió y Mani la miró cuidadosamente.

—¿Y no querías esperar adentro?

Levantó la vista, sin ver nada crítico en el rostro de Normani.

—Dinah no la aprueba —dijo, haciendo una mueca—. Es... más tranquilo si espero
aquí afuera.

Normani se puso en cuclillas junto a ella en el cordón de la acera.


—Sólo está cuidándote, Mila. Lauren parece una buena tipa, pero debes haber oído
lo que dicen de su hermano. Por eso se metió en todas esas peleas la semana
pasada.

Levantó la vista, atravesando a Mani con una mirada feroz.

—¿Qué peleas?

Las orejas de la morena se pusieron rojas y lucía incómoda.

—Um... sólo un par de tipos lanzando un par de golpes, nada por lo que
preocuparse.

—¡¿Qué?!

—Mira, Mila, es así. Algunas personas, imbéciles principalmente, asumen que si un


hermano está traficando, entonces el otro debe hacerlo también. Pero no me he
cruzado con una sola persona que realmente haya visto a Laur con drogas o que le
haya comprado algo, lo que me hace pensar que son todas mentiras. Pero la están
metiendo en el mismo saco, y su primera idea es golpear hasta el cansancio a quien
sea que pregunte. Por eso Dinah se preocupa por ti.

Camila no sabía qué pensar.

—Lauren no es... ella no...

Normani suspiró.

—Incluso si no lo hace, debe saber lo que está haciendo su hermano. Podría meterse
en un montón de problemas serios, y tú también.

La miró con simpatía, luego se puso de pie y se dirigió a los dormitorios, dejándola
enredarse con sus pensamientos y emociones. En la distancia, el sonido de un motor
de motocicleta se hizo más fuerte. Tomó unas respiraciones profundas y trató de
calmar la inclinación natural de su estómago a hacer algunas volteretas. Lauren se
detuvo junto a ella y se levantó la visera, pero no apagó el motor ni se bajó de la
moto. Simplemente le dio el casco de repuesto sin hablar, y señaló con la cabeza
para indicarle que debía subir. Sabía que la mañana sería estresante, pero no había
pensado que sería tan mala: primero lo que Mani le dijo, ahora Lauren presionada.

Lauren golpeó el acelerador y se fueron tan rápido que tuvo que agarrarla para
evitar ser despedida por la parte trasera. Condujo cerca de veinte minutos antes de
estacionar en un aparcamiento del hospital de la ciudad. Cuando apagó el motor
finalmente hubo silencio. Para Camila era un alivio, no hacía ninguna diferencia
para Lauren.

Guardó sus cascos en las alforjas de cuero y cuidadosamente encontró su mirada.

—Si no quieres quedarte, hay una cafetería en la parte principal del hospital.

Camila estaba confundida.

—¿Por qué no querría quedarme?

Lauren se encogió de hombros, pero no contestó.

Tomó su mano y Lauren la miró, sorprendida.

—Vamos —dijo ella.

La ojiverde sintió el pavor filtrarse en sus huesos. Este sería el día que ella decidiría
que no quería salir con una chica sorda. Este sería el momento en que correría. La
guio hacia una puerta lateral con una señal grande, azul y blanco que anunciaba
"Clínica de Pérdida de la Audición".

—Necesitaré mi mano, Camz —dijo, sacando los dedos del agarre.

Su rechazo dolió, pero no dijo nada. La tensión que irradiaba Lauren era suficiente
para hacer que se mordiera la lengua. Pero estaba equivocada, sobre la ojiverde
rechazándola.
La recepción de la clínica ya se encontraba ocupada por dos familias con un montón
de niños que probablemente seguían en la escuela primaria. En completo silencio,
parecían estar hablando animadamente, comunicándose a través del lenguaje de
señas. Uno de los chicos más jóvenes se volteó a mirar, entonces le dio a Camila una
gran sonrisa y levantó la mano a la cabeza en lo que parecía un saludo.

Camila sonrió y le devolvió el saludo, pero el niño parecía confundido. De repente se


dio cuenta de que Lauren movía las manos en una serie de formas confusas.

—¿Puedes... puedes hablar en señas?

Lauren arqueó las cejas.

—Bueno, sí. Fui a una escuela de sordos por casi tres años. ¿Qué crees que
hacíamos? ¿Pintar dibujos?

Trató de ignorar su contundente sarcasmo.

—¿Qué hay de la lectura de labios?

—No todos pueden leer los labios, especialmente si fueron sordos pre-linguales.

—Um, ¿pre-linguales?

Lauren le dedicó toda su atención.

—Si un niño nace sordo o se vuelve sordo antes de haber aprendido a hablar, es
mucho más difícil aprender a leer los labios. No imposible, sólo mucho más difícil.
La mayoría de los niños sordos son educados para hablar en señas.

—Oh —dijo ansiosamente—. Ya veo. ¿Qué le acabas de decir a él?

—Le dije que escuchabas y que no sabías hablar en señas.

—¿Todo el mundo aquí es sordo? —susurró.


—No todo el mundo, cariño —dijo la madre de uno de los niños, amablemente—. ¿Es
tu primera vez?

Camila se sonrojó y se echó a reír incómodamente.

—¿Es tan obvio?

—Bastante, pero no te preocupes. Te acostumbrarás —dijo, mirando a Lauren,


luego dándole a ella una cálida sonrisa.

Lauren aún conversaba con el niño. Algo que el niño dijo con señas la hizo sonreír y
lanzar una mirada malvada en dirección de Camila.

—¡Trevor! —espetó su madre, haciendo señas mientras hablaba—¡Eso es grosero!


Discúlpate con la señorita.

El muchacho hizo un puño con la mano derecha y dibujo un movimiento circular en


frente de su pecho.

—Está diciendo "lo siento". —Le tradujo Lauren.

—¡Oh! ¿Cómo digo "está bien"?

—Haz una forma de "O" con la mano, sí, eso es todo. Y haces una señal como un par
de tijeras para la "K" empujando hacia arriba el dedo medio y dejando caer el dedo
índice- Sintiéndose consiente de sí misma, copió el gesto y el chico sonrió.

—Por cierto —preguntó ella, con un poco con retraso—, ¿qué dijo?

—¿Estás segura que quieres saber?

—¡Sí!

—Me preguntó por qué eras tan boba, ya que no podías hablar con señas.

—¡Oh! —jadeó Camila.


Lauren le sonrió.

—Te advertí.

Le dio un puñetazo en el brazo.

—¡Me tendiste una trampa!

Se agachó y al oído le susurró

—Eres jodidamente sexy cuando estás enojada.

Sintió a su piel sonrojarse mientras su boca se abría y cerraba con confusión. Se


sentía contenta de que Lauren estuviera de mejor humor, aunque no tenía idea de
cómo había sucedido. Excepto que aquí, Lauren era igual a todos los demás, ella era
la única diferente.

—¿Me enseñarás?

—¿Enseñarte qué?

—El lenguaje por señas.

La ojiverde frunció el ceño.

—¿Para qué? Únicamente lo uso cuando vengo a estos malditos lugares.

—Por favor... ¿cómo digo: "Te escucho"?

—¿Estás jodidamente bromeando conmigo? Cuantas personas sordas conoces,


Camz, porque te voy a decir, esa es la cosa más inútil.

Camila tragó y bajó la mirada. Sintió sus dedos suaves en la mejilla.

—Lo siento, muñeca. Estos lugares sólo... Está bien, te mostraré.

Ella le dio una sonrisa débil.


—Dices "yo" apuntándote a ti misma. Para "escuchar" sólo das dos golpecitos a tu
oreja, y para "tú" sólo apuntas a la persona con la que estés hablando.

—¿Eso es todo?

—Eso es todo.

De repente la pantalla de video destelló y todos levantaron la mirada. Un apellido


estaba expuesto y una de las mamás se levantó y reunió a sus niños, antes de salir
por el pasillo.

—Enséñame algo más —dijo, llamando la atención de Lauren de vuelta a sí misma


al empujarle ligeramente la rodilla.

—¿Cómo qué?

—¿Cómo digo "La Harley de mi novia es más genial que la tuya"?

Lauren se rió.

—Así. —Levantó el dedo corazón.1

—¡Detén eso! —musitó, agarrándole la mano antes de que alguno de los niños
restantes lo viera— ¡Compórtate!

Lauren inclinó la cabeza hacia ella y le pasó la nariz por la mejilla.

—No puedo hacer eso, muñeca. No cerca de ti.

La pantalla de video destelló otra vez y el apellido de Lauren apareció. Su sonrisa


desapareció y suspiró pesadamente.

—Puedes quedarte aquí si quieres —ofreció otra vez, casi esperanzadamente.

—No. Voy contigo —dijo con insistencia.


Se encogió de hombros como si no le importara, y trató de no sentirse herida. Sabía
que era solo una actuación. Caminaron por el pasillo con puertas reglamentadas,
hasta que encontraron la número cinco. Lauren no llamó sino que directamente
entró, lo que encontró sorprendente. La siguió dentro de una habitación que era
pequeña y blanca, con carteles de medicina clavados en las paredes: varios tenían
secciones que mostraban el funcionamiento interno del oído. Una imagen era de un
hermoso atardecer. Tal vez era para hacer parecer el lugar más agradable.

El hombre al que fueron a ver, se paró y sonrió a la ojiverde, luego lanzó una mirada
sorprendida a Camils. Hizo un rápido movimiento con las manos, claramente
haciendo una pregunta, y Lauren habló por señas en respuesta.

Se encontraba boquiabierta. Había esperado una consulta normal. ¿Normal? Le dio


vergüenza, solo pensar la palabra. Había esperado una consulta hablada. ¿Cuán
idiota era eso? Se pateó a si misma por acoger otro estereotipo, automáticamente
asumiendo que el médico sería oyente. En su lugar, la conversación entera fue
mantenida en lenguaje por señas.

Comenzó a prestar atención cuando vio que Lauren la presentaba.

—Camz, este es el Dr. Pappas, mi audiólogo.

Intentó recordar la señal de "hola" y dio en su lugar un torpe medio saludo que hizo
al médico sonreír.

—Hola —dijo con timidez, extendiendo la mano, mientras él le devolvía el saludo.

—Ho-la, Cam —dijo el doctor, en un lento, robótico tono monótono—Es bueno


conocerte.

Tuvo problemas para entender lo que el Dr. Pappas decía y miró con ansiedad a
Lauren.

—Está bien —dijo, tranquilamente—. Le conté que todo es nuevo para ti.
El médico le dio un golpecito al brazo de Lauren e hizo algunas señas más. La
ojiverde negó con la cabeza rápidamente, pero el médico parecía estar insistiendo.

—Por el jodido amor de Dios —murmuró Lauren, lo que le valió una mirada más
estupefacta de Camila—. Dice que si tienes algunas preguntas, sólo pregunta. Pero
no demasiadas, por favor, nena

—Ah, de acuerdo —dijo, en voz baja, sin tener absolutamente ninguna idea de lo
que quería preguntar o por dónde comenzar.

El médico le dio un golpecito al brazo de Lauren otra vez y comenzaron a hablar por
señas rápidamente. Camila se sentó en silencio, completamente desconcertada, sin
poder entender una sola señal. Quizás así era como Lauren se sentía cuando se
encontraba entre un grupo de personas que no conocía, aislada, ignorada, excluida.
O quizás así era como la ojiverde se sentía la mayor parte del tiempo. Su corazón
latió con fuerza dolorosamente y tuvo que evitar frotar su pecho para alivianar la
sensación punzante.

El Dr. Pappas le pasó a Lauren unos auriculares y pasaron a través de un número


de pruebas. Camila observó la pantalla del computador del Dr. Pappas mientras
varios gráficos aparecieron.

Cuando terminaron con los auriculares, continuaron con la conversación. Observó a


Lauren y el Dr. Pappas con cuidado. Al principio su lenguaje corporal era relajado,
pero mientras la conversación progresaba, vio que se volvía cada vez más acalorada.
El Dr. Pappas siguió mirando a Camila, como si le estuviera preguntando a Lauren
algo sobre ella. Saltó cuando la ojiverde de repente gritó

— ¡No!

—¿Qué pasa? —preguntó, nerviosamente. La ignoró, hablando por señas


frenéticamente al médico, quien parecía igual de determinado.
De repente Lauren cruzó los brazos y puso cara de enfado.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucedió?

—Cam —dijo solemnemente el Dr. Pappas—. Pídele a La-u-ren que te cuente sobre
los im-plantes co-clea-res.

—¡Dije que no! —rugió Lauren—. ¡Vamos! Nos vamos a la mierda de aquí.

Le agarró la muñeca y la sacó de la silla. Ella le lanzó una mirada precipitada al


médico, que le sonrió con tristeza y le dio un pequeño adiós con la mano. Lauren la
llevó por el pasillo, rehusándose a hablar o explicar. Cuando llegaron al
estacionamiento la liberó de un tirón.

—¡Lauren! ¡Háblame! ¿Qué acaba de suceder allí? ¿Sobre qué decía que te pregunte?

—Nada.

—¡No! No era nada.

—Sólo déjalo, por favor, Camz.

Se agarró el cabello como si quisiera arrancárselo, y cerró los ojos con fuerza.
Extendió la mano y le acarició el rostro, intentando calmarla.

—Laur, te enojas mucho si no te cuento algo, ahora me estás haciendo lo mismo. Por
favor, quiero entender.

Sus ojos se abrieron, pero luego dejó caer la cabeza con resignación. Cuando la miró
unos segundos después, podía ver el dolor en sus ojos.

—Está bien, está bien. Pero no aquí. Odio jodidamente los hospitales. Vamos a
irnos, ¿de acuerdo?

Asintió y colocó un tierno beso en sus labios.

—¿Podríamos conseguir algo de comida para llevar y regresar a tu casa?


Negó con la cabeza.

—No, no allí. Mi casa se hallaba abarrotada cuando salí. ¿Podemos ir a tu


dormitorio? Dinah está en la playa, ¿cierto?

—Por supuesto. Te haré un café. Sólo tenemos que comprar algo de comida.

Se detuvieron en una tienda y recogieron sándwiches y patatas fritas antes de


regresar.

Eran horas de visitas así que al menos Lauren no tenía que entrar a hurtadillas,
aunque varias chicas las miraron con curiosidad. Para el momento que giró la llave
en la cerradura, se sentía agotada. Fue otra mañana pasando por la montaña rusa
de emociones de Lauren. Lo único que la había detenido de sentir lástima por ella
misma fue la mirada de amargura en el rostro de ella cuando huyó del hospital. De
lo que sea que ella y el Dr. Pappas discutieron, realmente la disgustó.

Lauren arrojó la chaqueta en el piso y, sin una palabra, se tiró en la cama de


Camila. Puso un brazo sobre sus ojos y se quedó quieta.

No estaba segura de que hacer. Decidió darle unos minutos, esperando que le
contara cuando estuviera preparada. Se entretuvo en la habitación, quitándose las
zapatillas y colgando la chaqueta al igual que la de Lauren. Sacó la comida de la
bolsa de papel y la colocó a la par de ella en la mesita al lado de la cama. Luego, le
acarició el brazo y puso un tierno beso en su bíceps. Cuando Lauren levantó el brazo
para mirarla, la besó en la boca, dejando a su lengua rozarse por su labio superior.
Su expresión de sorpresa se convirtió en una sonrisa sexy.

—¿Pensé que había sido invitado por un café?

Ella se alejó un poco.

—¿En verdad quieres café?


Se rió.

—Sí, de hecho estoy un poco sedienta. Y tengo hambre.

—Tengo algunas galletas, también.

—¿Con trozos de chocolate? —preguntó, sus ojos iluminándose como si fuera


navidad.

Camila se rió.

—Casualmente, ¡sí!

Alcanzó el armario y le aventó un paquete sin abrir. Luego se dio cuenta que no
tenía café. Nada.

—¡Uh, Laur, no tengo nada de café!

Su expresión era divertida.

—¿Así que me trajiste aquí bajo falsos pretextos?

Ella cruzó los brazos, un poco avergonzada, luego la iluminó la inspiración.

—Pero tengo esa cerveza que dejaste el otro día. No está fría, pero...

—Mejor no, muñeca. Si me detienen los policías otra vez en el camino a casa y
huelen el alcohol en mí, estaré en muchos problemas.

Tomó una profunda respiración.

—Puedes quedarte aquí por la noche. Dinah no volverá. Quiero decir, si quieres
quedarte.

Lauren la miró.

—¿Estás segura?

—S... sí.
—Ven aquí.

Nerviosa, se acercó. La ojiverse se sentó y sacó las piernas de la cama, y luego tiró
de ella para que se sentara en su regazo.

—Camz, te prometo que lo haré bien para ti, muñeca, pero sólo cuando estés lista.
Sí, me gustaría mucho quedarme, pero no tenemos que hacer nada, ¿de acuerdo?

—Está bien —dijo, con la voz un poco temblorosa.

—Bueno. Ahora, ¿dónde está esa maldita cerveza? —dijo, plantando un beso ruidoso
justo debajo de su garganta.

La empujó juguetonamente y sacó la cerveza de debajo de su cama, donde la


escondió.

Levantó la vista y observó con fascinación como se quitó las botas. Luego se quitó los
calcetines y se lanzó de espaldas sobre la cama de nuevo, acariciando el espacio
junto a ella.

Se arrastró a su lado y Lauren la atrajo a su pecho, besando su cabello. Ella sintió


sus músculos contraerse y ondularse cuando se estiró para agarrar la cerveza. La
abrió y se lo ofreció a Camila primero.

—Está bien, sólo un trago —dijo.

Se dio cuenta de que esto iba a ser difícil. Acurrucarse con ella era maravilloso, pero
no podrían mantener una conversación así. Preguntándose lo que quería más,
hablar o acurrucarse, tomó un par de sorbos de cerveza, y luego se la pasó a la
ojiverde. Tomó un trago grande, inclinando la cabeza hacia atrás. Vio el movimiento
de su cuello mientras bebía, y se preguntó cómo se sentiría bajo su lengua.

Antes de que Lauren colocara la cerveza en la mesa de noche, Camila deslizó los
dedos debajo de su camiseta.
La miró.

—¿Vas a quitártela? —dijo, sorprendida por su propio atrevimiento.

Dándole una pequeña sonrisa, se sacó la camiseta por encima de la cabeza.

Camila podría haber jurado que oyó unas costuras rasgarse, pero no dijo nada. La
arrojó sobre la silla y se sentó sobre la cama.

—¿Tengo permitido comer algo ahora o quieres continuar desnudándome?

Camila rió, esperando que sonara, o por lo menos pareciera, vagamente natural.
Tratando de actuar casual, le tiró un paquete de sándwiches, observando con
diversión, como los devoró en un par de bocados.

—¿Qué? —murmuró con migas en los labios—. Tengo hambre.

Sacudiendo la cabeza, comió su propio sándwich más lentamente y dejó que Lauren
tuviera la mayor parte de los chips. Pero cuando llegaron a las galletas de chocolate,
insistió en un reparto equitativo del botín.

—No te interpongas entre mis galletas y yo —dijo con una mirada retadora,
desafiándola a tener más que su parte justa. Lauren se rió y fingió parecer
asustada. No quería echar a perder las bromas, pero existía una gran preocupación
en la habitación que no habían discutido. No estaba segura de cómo volver a tocar el
tema del Dr. Pappas. Pero necesitaba saber... entender.

—Laur... —empezó a decir—, sobre lo que el Dr. Pappas dijo...

Ella frunció el ceño y bajó la vista, su estado de ánimo cambiando rápidamente.

—Camz...

—Por favor, sólo quiero entender. ¿Qué quiso decir?


Por un momento pensó que iba a negarse a explicarle, pero en vez de eso tomó una
respiración profunda.

—Hablaba de un implante coclear.

—¿Coclear? —Probó la palabra desconocida.

Asintió.

—Es parte del oído interno. Te puedo decir toda la mierda técnica, pero básicamente
procesa el sonido. Hay un implante que se ha desarrollado que puede devolver algo
de audición. No funciona para todas las personas sordas, eso depende de lo que
causó la pérdida de la audición.

—¿Funcionaría para ti?

—Puede ser. El Dr. Pappas cree que sí.

Se sentía confundida. Si el médico creía que podría ayudarlo a escuchar otra vez, no
podía imaginar lo que esperaba.

—¿Tú no quieres?

—¡No, jodidamente no quiero!

Se sorprendió por la vehemencia de su respuesta. Presionó el dedo en un parche


gastado en la rodilla de sus vaqueros.

—No entiendo. ¿Por qué no?

—¡Porque...! —gritó, luego bajó la voz—, porque significa tener un maldito trozo de
metal perforado en tu cráneo, y un imán metido debajo de la piel para que pueda
sujetarse en un receptor que está unido a otro maldito audífono. Y después de todo
eso, no hay garantía de que funcione. Te lo dije, estoy harta de los hospitales. —Su
voz se convirtió en uns usurro—. Estoy cansada de ser diferente.
—¿Pero podrías escuchar otra vez?

—Podría. Podría escuchar. Nada es definitivo.

No estaba segura de hasta qué punto la debería presionar, pero todavía no entendía
por qué se encontraba tan en contra de tratar.

—¿No valdría la pena escuchar algo? ¿No vale la pena intentarlo?

La miró enojada.

—Crees que estoy rota, ¿no? ¿Crees que debería ser arreglada? Quieres que sea
normal. Nunca seré tu versión de lo normal, Camz. Nunca seré como tú... como
ellos.

Hizo un gesto con su brazo alrededor, para enfatizar su punto. Sintió las lágrimas
empezar a formarse en los ojos.

—No estoy tratando de arreglarte, Laur. Sólo quiero que seas feliz. Te amo, tal como
eres.

Parpadeó hacia ella, luciendo conmocionada. Camila contuvo el aliento cuando se


dio cuenta de lo que dijo. No había querido decirlo. Ni siquiera se dio cuenta de que
era verdad hasta ese momento.

—¿Tú... tú me amas? —Su voz era débil, incrédula.

Asintió lentamente, con miedo de apartar los ojos de su hermoso rostro.

—Pero... ¿por qué?

Parecía perdida, confundida, tan insegura de sí misma. Sintió temblar el corazón.

—Porque eres gentil, buena, dulce y divertida. Porque me siento feliz cuando estoy
contigo. Haces que me sienta protegida y segura. —Se encogió de hombros—. Eres
todo.
Su voz estaba perpleja.

—¿Pero, por qué?

Ella negó con la cabeza, incapaz de hablar más. Se arrastró hasta la cama y Lauren
automáticamente envolvió los brazos alrededor de sus hombros y la atrajo hacia
ella. Se quedó con la cabeza sobre su pecho, escuchando el latido frenético de su
corazón. Su piel era cálida y sedosa, invitando a Camila a dejar besos suaves sobre
su pecho. Se estremeció bajo su toque y la jaló más fuerte, haciéndole difícil el
moverse. Necesitaba seguir tocándola, trazó el tatuaje en su hombro izquierdo con
un dedo. Era un pájaro, reventando de las llamas, el ave fénix en rojo y dorado, el
símbolo de renacimiento. Las plumas de la cola se curvaban alrededor de la mitad
superior de su pecho y se perdía detrás de su sujetador deportivo. Más abajo en el
brazo, tenía remolinos de color azul oscuro que parecían olas y entre ellas, pequeñas
notas musicales en negro.

Sabía que en su otro hombro, llevaba un dragón en un diseño céltico de mar verde y
azul. Se apartó de Lauren para poder verla de nuevo. Un lagarto sinuoso se
enroscaba de su codo a la parte superior de su brazo, humo gris plateado salía de
sus fosas nasales.

—Es hermoso. —Suspiró ella—. Eres hermosa. —Dejó vagar el dedo sobre su
bíceps—. ¿Por qué un dragón? ¿Qué significa?

Lauren asintió lentamente, con una mano acariciándole la espalda en toques


lánguidos, largos y ligeros como una pluma.

—El dragón significa sabiduría y la capacidad de ir a través de diferentes mundos.

Diferentes mundos.

Creía que empezaba a entender, pero Lauren no se lo hacía fácil. Siguió la cola del
dragón, pensativa, los ojos de la ojiverde observándola.
—Tienes otro tatuaje... en la cadera. Lo vi... la última vez.

Asintió, los ojos tan oscuros y sensuales, el verde eclipsado.

—¿Quieres volver a verlo?

No se sentía segura de si todavía hablaban de tatuajes, pero logró murmurar

—Sí.

Desabrochó los vaqueros y bajó la cremallera. Luego empujó una esquina de la


mezclilla para revelar el hueso de la cadera y dos Kanji en tinta negra.

—¿Qué significan?

—Es japonés. Dice "nozomu". Significa esperanza o deseo.

Camila trazó el contorno con el dedo índice y su cuerpo se estremeció bajo sus dedos.

De repente, Lauren apartó la mano de ella.

—¿Qué?

—Camz, estás haciendo que sea difícil no follarte aquí y ahora —dijo, respirando
con dificultad.

Se congeló, luego la miró a los ojos.

—¿Qué pasa si no quiero que te detengas?

Vaciló, tratando de leer certeza en su mirada fija.

—No lo digas si no es en serio.

—Lo hago. Lo digo en serio.

Lauren gruñó bajo en su garganta, tirando su cara a sus labios de pronto y


besándole las mejillas, el mentón, la garganta y la boca. Camila jadeó y entrelazó
las manos detrás de su cuello, devolviéndole el beso apasionadamente. Sintió la
lengua deslizarse en su boca, saboreando un poco la cerveza, su cerebro empañado
por la lujuria. Sus manos tiraron de la parte inferior de su camiseta y Camila la jaló
por encima de su cabeza. Lauren gimió ante la visión de su piel desnuda. Hundió el
rostro entre sus pechos y los acarició suavemente, dejando a sus dientes tirar de la
copa de su sostén. El aliento se atascó en su garganta cuando por primera vez en su
vida, tenía la sensación de la boca caliente de alguien en su pezón desnudo. Su
lengua dio vuelta alrededor del apretado brote y sus dientes rozaron la carne,
haciendo que arqueara la espalda. Con un rápido y practicado movimiento, Lauren
desabrochó el sostén y jaló los tirantes por los hombros de Camila, tirándolo al
suelo.

Entonces, la rodó en su espalda, sujetándose a sí misma en sus antebrazos, su


rodilla izquierda entre sus muslos, y comenzó a deleitarse en sus pechos.

Los sentidos de Camila se encontraban abrumados mientras su duro y pesado


cuerpo se presionaba contra el suyo. No pudo evitar querer acariciar su espalda
mientras Lauren se cernía sobre ella. Sintió sus músculos estremecerse mientras la
tocaba, corriendo los dedos todo el camino hacia la curva de las mejillas de su
trasero. Un largo suspiro dejó su garganta mientras la ojiverde succionaba su piel
gentilmente. Apenas coherente, ella forzó la mano en el interior de sus vaqueros y
comenzó a empujar la cinturilla sobre sus caderas. Lauren se alejó y se sentó el
tiempo suficiente para quitarse los pantalones y los calzoncillos. No hablaron
mientras sus manos la alcanzaban de nuevo, y Lauren suspiró cuando Camila
envolvió la mano alrededor de ella. La besó, bajando por su cuerpo, forzándola a
soltarla. Luego sus dedos desabrocharon el botón en sus vaqueros y bajó la
cremallera. Sin quitárselos, deslizó un dedo en el interior de sus bragas y gruñó
cuando la encontró húmeda.

Jadeó y arqueó las caderas hacia las de ella, sintiendo su erección empujar contra
su estómago. No podía imaginar cómo se sentiría dentro de ella, todo lo que había
leído y escuchado le hacía sentir miedo de que doliera. Pero no quería parar. No
podía. Los dedos de la ojiverde bombearon gentilmente dentro de ella, su pulgar
presionándose contra la cálida, piel apretada. Su boca imitó los movimientos en su
cuello y hombros, incrementando gradualmente la intensidad. Ella trató
desesperadamente de asimilar todo lo que estaba sintiendo, pero su mente se
encontraba dominada por la sensación. Sus caderas empujaron en su mano y el
mismo ardor lento, la efervescencia en su sangre, que sintió antes, comenzó otra
vez.

—¡Lauren! —jadeó—. Lauren, yo... yo... —Pero sus pensamientos y palabras fueron
arrastradas cuando su cuerpo tomó el control. Este orgasmo fue incluso más intenso
que el anterior. La intimidad que ellas encontraron al compartir sus dudas y
temores, tal vez era la razón.

Ella no huyó. Y la ojoverde se hallaba todavía allí, con ella.

Lauren acarició su rostro.

—¿Camz? ¿Camz? ¿Todavía me deseas?

Su voz se encontraba llena de tensión.

—Sí —dijo, el aliento estremeciéndose en sus pulmones—. Te deseo.

Lauren le quitó los vaqueros, seguido por las bragas, sorprendiéndola cuando se
inclinó para besar su hueso púbico, acariciando su cabello.

—Hueles tan bien —dijo, su voz ronca—. ¿Puedo probarte?

—Uh... uh... no lo sé... —jadeó.

—¿Por favor? Se sentirá bien, lo prometo.

Asintió, desconcertada, y Lauren le sonrió.


Para la extrema vergüenza de Camila, la cabeza de Lauren desapareció entre sus
muslos y sintió la lengua caliente entre sus labios. Cuando golpeó su clítoris, obtuvo
un largo gemido de ella. La vergüenza escapó, y fue excitada otra vez por los
extremos de sus respuestas. Sus dedos se clavaron en los hombros de la ojiverde,
haciéndola levantar la vista.

—¿Estás lista? —le preguntó, su voz apretada con necesidad.

—S...sí, eso creo —susurró.

Lauren cerró los ojos por un momento.

—Asegúrate, Camila.

—Sí, estoy segura. Por favor, Laur.

La necesidad en su propia voz la sorprendió. Lauren se apartó y se inclinó hacia el


suelo para encontrar sus vaqueros, sacó la cartera y tomó un condón. Se sentó en el
borde de la cama, desgarrando el paquete de aluminio. Camila miró, fascinada,
mientras la ojiverde rodaba la delgada capa de goma sobre su erección, colocándolo
correctamente.

—¿Está bien? —dijo otra vez, sus ojos en los de ella.

Camila le acarició el brazo.

—Sí.

Subió de vuelta a la cama, su cuerpo ensombreciendo el de ella. Camila apretó los


ojos cerrados y tomó el edredón y las sábanas con los dedos, esperando la invasión.
Sus ojos parpadearon abiertos cuando sintió suaves besos vagando por su pecho y
cuello.

—Relájate. —Respiró Lauren—. Va a estar bien, nena. —ella frotó la nariz por su
pómulo —Bésame, Camz.
La forma en que dijo su nombre liberó algo en su mente. Envolvió los brazos
alrededor de su cuello y jaló su boca hacia la de ella. La besó con tal intensidad, con
tal certeza y ardor, que su cuerpo entero ardió bajo su toque. Gentilmente, Lauren
presionó las rodillas en su lugar y se acomodó a sí misma entre sus piernas. Usando
la mano izquierda, le levantó las rodillas, acariciándole los muslos. Ella sintió la
punta probando su entrada, mientras Lauren empujaba dentro un pequeño tramo.
Camila se tensó inmediatamente.

—Relájate. —Respiró sobre sus labios.

Ella tomó un respiro profundo, y mientras lo hizo, Lauren se movió dentro de ella
con una rápida estocada. Gritó mientras un breve destello de dolor se disparaba a
través de ella. Lauren se contuvo sin moverse.

—¿Estás bien? —le preguntó apretadamente, mirándola fijamente a los ojos.

—Eso... Eso creo.

La ojiverde movió las caderas lentamente, y se hundió un poco más profundo dentro
de ella. Camila jadeó mientras la extraña y ajena sensación la llenaba. Su piel
ardió, pero pequeños escalofríos de deseo se deslizaron alrededor de los bordes de su
consciencia.

—Palmea mi brazo si quieres que me detenga —siseó Lauren, sus ojos se apretaron
cerrados.

Comenzó a salir lentamente, luego empujó dentro otra vez. Afuera y adentro, largas,
flexibles caricias. El cuerpo de Camila se apretó y pulsó a su alrededor, y Lauren
gruñó.

Continuó moviéndose cuidadosamente, estableciendo un lento y seguro ritmo.

—Joder, te sientes tan jodidamente bien, muñeca. Mm... mierda...


Camila abrió los ojos y bajó la vista, hipnotizada por la manera en que sus pieles se
encontraban íntimamente conectadas, su longitud reluciendo con la prueba de su
propia excitación. Levantó la vista, y vio sus ojos fijos en los suyos, llenos de oscuro
calor. Lauren movió las caderas y ella gritó otra vez, esta vez con placer.

—¡Oh! —exhaló ella, el débil sonido en sus labios, mientras miraba sus parpados
revolotear.

Ella apretó sus bíceps y la ojiverde abrió los ojos.

—¿Está bien, nena?

—¡Oh, Dios, sí! —jadeó Camila.

Lauren la besó rudamente y sus caderas comenzaron a moverse más rápido, el


ritmo vacilando ligeramente cuando Lauren se acercaba a su propio orgasmo. La
respiración de la ojiverde se volvió errática y no pudo evitar empujar duro, a pesar
de prometerse a sí misma de que no perdería el control.

—Mierda, me estoy viniendo —jadeó Lauren.

Sintió el endurecimiento mientras la carne de Camila temblaba a su alrededor. Ella


gritó otra vez, y Lauren lo sintió vibrando a través de su pecho. Era demasiado. Se
irguió, su espalda arqueándose, y empujó dentro de ella una última vez, tembló y se
quedó inmóvil. Jadeando, descansó la frente en su cuello, y sintió las manos suaves
de ella en su cabello. Tomó un largo respiro para tratar de estabilizar su acelerado
corazón, entonces alcanzó entre ellas dos y se aseguró que el condón todavía estaba
en su lugar mientras salía cuidadosamente de ella.

Se percató de que las sábanas tenían sangre y su mano cuando se quitaba el condón
y lo amarraba en un nudo, antes de tirarlo en el suelo. Preocupada de haberla
lastimado, se apoyó en el codo y miró fijamente su rostro sonrojado. Gentilmente, le
acarició la mejilla.
—¿Estás bien?

Ella asintió, sonriéndole.

—¿Segura?

Ella alzó los dedos hacia sus labios y los empujó en una sonrisa.

—Estoy segura.

—¿Te dolió? ¿Te lastimé?

—Un poco, pero está bien. Se sintió... —Pero no tenía palabras. En su lugar sonrió
en respuesta y lo besó ligeramente en los labios. Aliviada, se recostó otra vez, una
mano detrás de su cabeza. Camila luchaba por definir como se sentía. Increíble, por
un lado, pero confundida, por cómo el dolor, dolió cuando empujó dentro de ella,
podía traer tal placer. Sentirla dentro de ella, alrededor de ella, rodeándola...
viéndola moverse dentro de ella, había sido extraordinario. Y aún una parte de ella
se sentía igual: todavía era Camila, estudiante nerd de música. Ahora sabía que no
importaba cuantas veces leyeras sobre la mecánica de hacer el amor con alguien,
esto nunca explicaría realmente el sentimiento. Las chicas en su secundaria o lo
elogiaron o dijeron que era horrible y doloroso. Se hallaba definitivamente en la
primera categoría, no se había sentido como sexo, se sintió como amor. Y, viniendo
después de su declaración, sabía que Lauren le había hecho el amor.

Se acurrucó contra ella, arrastrando los dedos sobre sus senos y tirando gentilmente
de los anillos de pezón.

Entonces Camila se levantó para ver su rostro.

—¿Por qué tienes tus pezones perforados? ¿No te dolió?

Lauren sonrió.

—Sí, un poco. Fue intenso.


—¿Pero te gustó?

—Especialmente cuando tú haces eso, muñeca. Es un jodido orgasmo esperando a


suceder.

Ella sonrió.

—¿Qué si hago esto?

Se inclinó y los chupó dentro de su boca uno a la vez, burlándose de los pequeños
anillos con su lengua.

Cuando levantó la vista, los parpados de Lauren revoloteaban cerrados.

La ojiverde abrió un ojo y sonrió.

—¡Jodidamente ardiente! —dijo—. Me has dado un semi-orgasmo haciendo eso.

Camila bajó la mirada y vio que la sábana estaba levantándose ligeramente entre
sus caderas.

—¡Guau! ¡Eso fue rápido! Um, no creo... estoy un poco adolorida.

—Está bien, nena —dijo, una sonrisa curvando sus labios—. No puedo evitar
ponerme dura alrededor de ti. Se irá si puedo pensar en matemáticas o algo.

Camila resopló y soltó una risita.

—¿Matemáticas?

—Sí, o algo. Ven aquí.

Se recostó sobre su pecho y Lauren acarició su espalda con caricias calmantes y


amorosas. Durmieron una en los brazos de la otra.
Capítulo 10

El cielo se había vuelto de un profundo azul oscuro con manchas púrpura en el


momento que Lauren se despertó. Por un breve momento no podía recordar dónde
se encontraba. Entonces sintió el cálido cuerpo de Camila acurrucado en su pecho, y
los recuerdos la inundaron.

Se quedó quieta, con el pecho lleno de calidez. Ella no huyó. No le dijo que no podía
salir con una chica sorda. Lauren le mostró la realidad de la clínica, incluso habló
con ella acerca de los implantes cocleares, por el amor de Dios. Y entonces le
permitió tener sexo con ella, le permitió ser la primera. Ella lo había querido.

Fue increíble. El sexo fue bueno, claro, pero era más que eso. Porque ella la conocía,
ella la conocía. Sabía todo, y aún la quería. Fue difícil para Lauren asimilarlo.
Desde que comenzó a perder la capacidad auditiva, se convenció que ninguna chica
la querría si lo supiera. Eso, comenzó la larga lista de enganches de una sola noche,
dejándolas antes de que la dejaran cuando supieran la verdad. Pero no Camila. De
alguna forma hizo su camino a través de las paredes y defensas que había
levantado, ni siquiera sabiendo que lo hacía. Era extraordinaria.

Le acarició la suave piel de su hombro, maravillada de que se quedara dormida


acurrucada a su alrededor, su cabello abanicando su pecho. Tan confiada. Se dio
cuenta que su pene se encontraba muy duro contra su muslo. Eso no era nada
nuevo, se despertaba casi todas las mañanas así y, dependiendo de si llegaba tarde o
no, por lo general hacía algo al respecto en la ducha. Realmente le habría gustado
hacer algo al respecto con Camila, pero dijo que se encontraba dolorida, y no
pretendía hacerle daño.

Se movió incómoda y Camila se estiró dormida, inconsciente, frotándose contra ella.


Se esforzó por concentrarse en algo de álgebra, pero no era fácil cuando una
hermosa mujer desnuda, yacía a su lado. Camila parpadeó un par de veces, y su piel
se sonrojó cuando se dio cuenta de que Lauren estaba acostada a su lado,
igualmente desnuda. La ojiverde vio el momento en que sus recuerdos se
derramaron en su mente y se tensó: quizás este era el instante en el que correría.

—¿Cuánto tiempo dormimos? —dijo, entrecerrando los ojos para ver la hora en su
celular.

—Alrededor de cinco horas —dijo en voz baja—. Son casi las siete. ¿Estás bien?
¿Cómo te sientes?

Ella se rió con voz ronca.

—Como si alguien hubiera reorganizado mis huesos —dijo, sosteniendo la mano


sobre la boca mientras bostezaba.

Le tocó el hombro.

—Dilo nuevamente, nena. No pude ver tus labios.

—Oh, lo siento. —Frunció el ceño y luego se estiró de nuevo—Siento como si hubiera


pasado la mañana en el gimnasio. Me duele todo.

Ella vio la expresión de su cara y lamentó la manera en la que se expresó.

—No me refería a eso, Laur. Estoy algo adolorida, eso es todo.

Su boca formó una línea plana.

—No te arrepientes ¿Verdad? Quiero decir, ¿Sobre lo que hicimos?


Sonrió tímidamente, y luego la besó suavemente en los labios.

—No, no me arrepiento sobre esto. Fue... maravilloso.

Lauren sintió que todo su cuerpo se relajaba. Maravilloso. Podía vivir con eso.

—Um, ¿Podrías cerrar los ojos por un momento? Tengo que recoger mi ropa —
murmuró.

La miró con incredulidad.

—Camz, follamos y, ¿no quieres que vea tu trasero?

Se sonrojó aún más.

—Lo sé, sólo... ¿Por favor?

Sacudiendo la cabeza, cerró los ojos. No le gustaba hacerlo, no sólo porque por fin le
habría gustado ver su cuerpo, sino, debido a que la privaba de otro de sus sentidos.
Sin oír y sin ver, todo era negro y la asustaba. Agarró la sábana y edredón con
fuerza, deseando ser capaz de sentir algo.

Saltó un poco cuando le tocó el brazo

—Lo siento —susurró—. Sé que es una tontería...

Lauren sonrió de mala gana.

—Está bien. Lo entiendo. Supongo.

Camila la miró, agradecida.

—Vuelvo en un minuto.

Se deslizó fuera de la puerta y Lauren suspiró. Su erección todavía mostraba signos


de esperanza para jugar otra cita con la castaña. Mirándola con irritación, sacó las
piernas de la cama y buscó su ropa. Se puso los calzoncillos y metió su semi erección
dentro, maldiciendo en voz baja. La maldita cosa nunca la escuchaba. Acababa de
abrochar sus pantalones cuando Camila regresó. Ella pasó los ojos sobre su cuerpo
con avidez, y frunció el ceño cuando se dio cuenta que se vestía.

—Pensé en llevarte a cenar.

—¿No podemos quedarnos aquí? —dijo, bostezando otra vez.

Lauren se rió un poco.

—Podríamos, pero querré follarte nuevamente y no creo que sea una buena idea en
este momento. —Miró hacia la cama, deseando haber pensado en cubrir la sangre
que mostraba la sábana blanca.

Camila siguió su mirada y parecía horrorizada.

—¡Qué asco! ¡Eso es asqueroso!

Lauren agarró su brazo y la obligó a mirarla.

—No es asqueroso. Fue increíble. Sólo siento lastimarte.

La vergüenza la hizo ponerse rígida en sus brazos.

—No puede ser la primera vez que te has acostado con una virgen.

Su falta de respuesta fue la confirmación que necesitaba. Se sentó en la cama,


pesadamente. Se preguntó cómo había sido para Lauren, después de todo, se
encontraba acostumbrada a chicas con bastante experiencia. Y no era posible tener
menos experiencia que ella. Las palabras de Alexa de hace unos días volvieron a
ella: tal vez no eres más que un pésimo polvo. Sus hombros se hundieron. Y tal vez
ahora que la tuvo, perdería interés.

Lauren se sentía preocupada por el conflicto de emociones que veía en el rostro de


Camila.
—Nena, habla conmigo —dijo, en voz baja.

—Has dormido con tanta gente —dijo con tristeza.

¿Era eso todo lo que la molestaba? Intentó encontrar las palabras para
tranquilizarla.

—¿Sabes por qué lo hice?

—¿Porque podías?

Sacudió la cabeza y entrelazó sus dedos con los de ella.

—No, porque sabía que no me querrían, una vez supieran que era sorda. Luego...
eso... no sé. Era más fácil...

La miraba fijamente.

—Pero... pero eres hermosa... y caliente... y todas las chicas te quieren —dijo,
confundida.

—Ellas quieren lo que piensan que soy —respondió—. No saben que soy
discapacitada. —Escupió la palabra con amargura.

Se quedó en silencio. ¿Era así como se veía?

—Laur, yo...

Cerró los ojos, negándose a mirarla.


Capítulo 11

Camila se despertó con la deliciosa sensación de ligeros besos salpicándole la


espalda. Rió mientras la mano de Lauren se deslizaba por su cadera y por encima de
su estómago, jalándola con fuerza hacia su pecho.

Sintió su considerable erección mañanera presionando en su trasero y no pudo


evitar mover las caderas, haciéndola gemir. Se dio la vuelta hasta que estuvo frente
a ella, y con reverencia trazó el contorno de sus labios con el dedo.

—Buenos días —susurró.

—Sí, lo es —dijo Lauren, felizmente.

Camila la besó suavemente y escapó un gruñido de deseo del pecho de la ojiverde.


Dinah tenía razón al insistir que el sexo por la mañana era genial. Camila amaba
ver el rostro de Lauren suavizado por el sueño, la dura fachada desgastada con la
noche. Aún era una novedad tener a alguien en su cama, y más una mujer, ¡y qué
mujer!

Se apartó de ella para poder apreciar su belleza, siguiendo los giros de los tatuajes
de sus brazos, dejando que sus dejos fueran a la deriva por la superficie de sus
senos, por los músculos de su abdomen. Entonces le lamió las puntas de los pezones
y los succionó suavemente, causando un suave gemido de su garganta. Sonriendo,
bajó más la sabana, dejando el dedo estremecerse sobre su ombligo, luego lo dejó
vagar más abajo. Lauren tomó una respiración profunda.

—¿Cuándo te volviste una chica mala?


Se giró para mirarla, y sonrió.

—Desde el momento en que te conocí.

Rió suavemente.

—Bien. Me gusta.

Sintiéndose valiente, se agachó para acariciar su erección, y escuchó su respiración


subir en la garganta. Jadeó un poco cuando se sacudió en su mano. Bajó la sábana
para mirar más de cerca.

—Se ve tan linda, cuando salta así.

La voz de Lauren se llenó con horror.

—¡No acabas de llamar a mi polla "linda"! —Resopló—. ¡Vamos! Genial, increíble,


enorme, esos adjetivos están bien, pero linda no. ¡Dale algo de dignidad a mi polla
por el jodido amor de Dios!

—¡Es dulce! —Rió Camila.

La ojiverde gimió y escondió la cabeza debajo de la almohada.

—¿Qué me estás haciendo, nena?

De repente hubo un fuerte golpe en la puerta. Lauren sintió el cuerpo de Camila


tensarse, y sacó la cabeza de debajo de la almohada.

—¿Qué pasa, nena?

—Dinah está afuera. Debe de haber regresado temprano. Prometió no hacerlo —se
quejó Camila.

—¡Maldita aguafiestas! —gruñó Lauren—. Viene en un pésimo jodido momento. —


Suspiró — Mejor me pongo los pantalones.
Lauren medio cayó de la estrecha cama y escarbó en la variedad de ropa para
encontrar los vaqueros y una playera. Camila no podía dejar de mirar el increíble
espectáculo. ¡Dios mío! Esa chica podría ser una modelo. Una modelo de desnudos.
Una modelo erótica. Su piel se calentó ante la idea, pero hubo otro golpe fuerte en la
puerta, y a regañadientes, se volvió para responderla.

—¡Voy! —gruñó, poniéndose la bata y abriendo suavemente la puerta—. Dinah, tú...

Sus palabras se interrumpieron de repente mientras los sonrientes rostros de sus


padres aparecieron a la vista.

—¡Sorpresa! —dijo su madre—. Oh, es tan bueno verte, cariño. Estábamos tan
contentos de salir temprano. ¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo en la cama a esta hora
del día? ¿Estás enferma?

—Mamá... —tartamudeó, ya que su madre la empujó pasándola y entró en la


habitación.

Lauren se encontraba de espaldas a la puerta, sin la menor idea de lo que ocurría.


Aún tiraba de su camiseta por encima de su top, luego se agachó para abrocharse
las botas.

—Oye, Camz. ¿A qué hora nos reuniremos con tus padres? Quiero ir a casa y tomar
una ducha, intentar dar una buena impresión, a pesar de que sé que no les voy a
gustar, ¿verdad?

Se dio la vuelta con una sonrisa en la cara, que se desvaneció cuando se encontró
cara a cara con los sorprendidos padres de Camila. Su padre entró en la habitación.

—¿Qué está pasando? ¿Quién es esta chica?

—Papá, yo...
Lauren tragó saliva, luego enderezó los hombros. Se adelantó y le tendió la mano al
padre de Camila.

—Lauren Jauregui, señor. Encantada de conocerlo a usted y a la señora Cabello.

El padre de Camila miró de arriba abajo a Lauren y entonces se dio la vuelta


deliberadamente, ignorando la mano extendida de la ojiverde. Camila se sintió
mortificada cuando vio la cara de Lauren enrojecerse con ira y humillación.

—¡Papá!

—Hablaremos más tarde, señorita —anunció su padre—. Sugiero que le digas a tu


amiga que se largue.

Camila miró con impotencia de su padre a Lauren.

—Está bien, Camz —dijo Lauren, suavemente—. Te veré después, bebé. ¿Me envías
un mensaje?

Asintió sin decir nada. La ojiverde la miró con lástima y depositó un suave beso en
su sien, que le costó una mirada muy oscura de parte del padre de Camila.

—Señores Cabello —murmuró Lauren mientras pasaba junto a la madre de Camila,


quién la miraba como si fuera un desconocido caso de mutación. La puerta se cerró
silenciosamente detrás de ella, y Camila se quedó a merced de su furioso padre.

—Así que esa era Lauren —dijo su madre, siendo la primera en romper el
inquietante silencio.

Camila asintió miserablemente.

—Ya veo. Bueno, creo que tenemos que hablar seriamente.

—¡Buen Dios, Sinu! —gritó el padre de Camila—. Eso es todo lo que tienes para
decirle a tu hija, cuando está claro que ha estado entreteniendo a esa joven en su
habitación. Durmiendo con ella. Actuando como una...
—¡Papá!

—Alejandro, no estás ayudando —dijo Sinu, en voz baja.

—Entonces tú habla con tu hija porque no tengo nada que decirle.

Salió hecho una furia de la habitación, dejando una atmósfera desagradable detrás
de él.

—Deja que se calme, querida —dijo su madre con tristeza—. Está un poco
sorprendido. Los dos lo estamos. Pero ya sabes, padres e hijas no es una buena
mezcla con hijas y sus novios... o novias. Yo... supongo que tú estás... durmiendo...
con Lauren.

Camila asintió cansada.

—Veo. ¿Se protegen? (Sinu sabia de la condicion de Lauren)

—¡Mamá!

—Es una pregunta justa, Camila. Si eres lo suficientemente mayor para tener
relaciones sexuales, tienes la edad suficiente para responder a preguntas de lo
mismo. No quiero preocuparme.

—¡Dios, mamá!

Camila tomó una profunda respiración.

—Sí, nos estamos cuidando. Lauren no... —Se detuvo abruptamente.

—¿La amas?

La pregunta de su madre la sorprendió. ¿Había visto algo que la hizo preguntar?

—Ella... es todo. Si... si solo le dieras una oportunidad, mamá. Es increíble. Ni


siquiera la conoces. Es muy inteligente, dulce, atenta, y me trata como de oro.
—Estoy segura, querida. Pero la forma en que te mira... tomará algo persuadir a tu
padre. —La madre de Camila suspiró—. Hablaré con él. Vístete. Nos veremos fuera
en diez minutos.

Palmeó el brazo de su hija y la besó en la mejilla. Cuando estuvo sola, Camila cubrió
su cabeza con las manos. El encuentro más importante de toda su vida no podía
haber ido peor. Siempre supo que Lauren iba a tener problemas en lo que concernía
a su padre, pero ahora... nunca le daría una oportunidad. Su madre, bueno, quizás,
pero todo lo hizo más difícil. Dios, no podía haber sido peor. Habían estado a punto
de hacerlo cuando llegaron sus padres. Bueno, al menos eso evitó el desastre. Pero
por muy poco. Que maldita pesadilla.

Lauren maldijo su suerte, o su falta de ella, mientras se dirigía determinada hacia


su moto. Realmente esperaba toparse con Drew o el amigo tonto de Mani, Rich.
Cualquiera podría hacerlo, porque justo en este momento, habría disfrutado golpear
hasta morir. No era exigente. El padre de Camila la miró como si fuera mugre. Y su
madre: ella la miró tan sorprendida/decepcionada, también. Lauren sabía que no
era lo suficiente buena para Camila, pero realmente había esperado que sus padres
no estuvieran de acuerdo con ella.

—Jodida vida —murmuró.

Manejó a casa maldiciéndose a sí misma, maldiciéndolos, y deseando poder borrar


los últimos minutos. Camila parecía tan aplastada. No le sorprendería si no la
persuadían de dejar su lamentable trasero. Sólo para empeorar el asunto, su casa
parecía un basurero. De nuevo. Botellas y latas vacías se encontraban esparcidas
por el patio delantero y la puerta del pórtico colgaba fuera de sus bisagras. Pasó por
lo que parecía ser salpicaduras de sangre, y supuso que debía de haber sido de una
pelea la noche anterior. Se retiró a su habitación y miró su teléfono móvil. Ni una
palabra de Camila. Parecía que el almuerzo se encontraba fuera del menú. Agarró
sus pantalones de chándal, sus zapatillas de deporte y se fue por una larga y
calmante carrera. Trató de no asumir lo peor de Camila, pero tenía que admitir que
no tenía buen aspecto. Joder. Por primera vez en mucho tiempo, fue aceptada por
alguien que la quería tal y como ella era, sin estar tratando de cambiarla. No
contaba el "no jures frente a mis padres" como algo serio. Corrió por la acera,
presionándose más duro, necesitando las endorfinas para ahuyentar el dolor que
sentía en el pecho, cuando pensaba en Camila diciéndole quiénes eran ellos.
Desafortunadamente, para el momento en que regresó una hora después, el lugar
no se había limpiado milagrosamente. Durante el día, parecía un basurero. Sabía
que sus padres se sentirían decepcionados, había sido una casa de una familia
normal, de clase trabajadora cuando estaban vivos. Maldiciendo en voz baja, fijó la
puerta del pórtico, luego buscó en la cochera hasta que encontró unas bolsas de
basura, y comenzó a limpiar la parte delantera, lanzando todas las latas, botellas y
paquetes de cigarrillos vacíos. Consiguió llegar a la parte trasera, pero cuando vio
que se encontraba en peor estado, se dio por vencida.

Al menos, para variar la casa se hallaba vacía. Se arrastró arriba, sintiéndose


molesta y de mal humor. Comprobar el teléfono otra vez no hizo nada para mejorar
su ánimo, todavía no llegaba ningún mensaje de la castaña. Suspirando, y sintiendo
todo tipo de lástima por ella misma, se quitó la ropa y la tiró en el cesto, luego
envolvió una toalla alrededor de su cintura y abrió la puerta del baño. Era como
estar en una maldita prisión, deambulando por ahí con llaves para todas las
habitaciones que quería evitar que fueran destrozadas. Esperó a que la ducha se
calentara, pero fue en vano. Parecía que la caldera no funcionaba o bien el aceite se
agotó de nuevo. Trató con la luz. Nop, eso funcionaba, debía ser el aceite. Hizo una
nota mental de comprobar después en caso de que Chris hubiera metido algunas
facturas en su estantería. Lauren se estremeció bajo el torrente de agua fría y
decidió que tenía que hacer más uso del gimnasio del campus y sus fantásticas
instalaciones. Si se lo hubiera podido permitir, se habría mudado. No se sentía más
como en un hogar.
Camila se vistió rápidamente. Su cerebro daba vueltas, tratando de pensar en lo que
podía decirles a sus padres, algún argumento que pudiera ofrecer, algo que los haría
escucharla cuando hablara de Lauren. Pero no tenía nada. Su cerebro era una zona
libre de pensamiento. Había querido que este primer encuentro resultara bien. Y
ahora... estaba tan jodida. Sus padres esperaban en el área de recepción cuando
Camila se sintió lo suficientemente valiente para salir de la habitación. Su madre se
hallaba sentada en un sillón cubierto de plástico convertido en una simple silla,
mientras que su padre estaba con la mandíbula apretada, mirando los panfletos de
un tablón de anuncios. Camila gimió para sus adentros, este iba a ser un largo día.

—Bueno —dijo su madre, rápidamente—, vamos a ver este campus. Muéstranos la


facultad de música, querida.

Agradeció a su madre, ya que por lo menos lo intentaba. Les mostró las salas de
prácticas, dónde la orquesta de la universidad ensayaba, y la sala donde hacían la
presentación de final de semestre. Miraron los otros edificios de la facultad, el
gimnasio y la biblioteca. Finalmente, entraron a la cafetería. Esperaba que
comenzara el interrogatorio de su padre. Él comenzó con preguntas fáciles: ¿cómo se
llevaba con sus profesores?; ¿estudiaba mucho?; ¿cómo era su compañera de
dormitorio?; ¿si estaba manteniendo sus calificaciones? Bien, sí, excelente, y sí.
Hubo una larga pausa.

—Así que, hablando acerca de esa chica... —dijo su padre.

—Tiene un nombre —gruñó Camila.

—Hablando acerca de Lauren —dijo su madre cuidadosamente—, ¿De dónde es?

—Es del barrio.

—Umm —dijo su padre, como si ser de ahí fuera un motivo profundo para su
desaprobación—. ¿Cuál es su especialidad?
—Ciencias Económicas y estudios Empresariales, con una especialidad en
matemáticas. —Lanzó como si hubiera un juego entre su padre y ella.

Su padre no se inmutó. El corazón de Camila se hundió. Había esperado que al


tener dos padres profesores de matemáticas, Lauren ganaría algunos puntos. Hasta
ahora no.

—¿Y está en tu clase de Introducción de Negocios?

—Sí, estamos asignadas para trabajar juntas en un proyecto. Ella es muy


inteligente —murmuró— Es de hecho una estudiante de A.

—¿Cuál es su promedio de calificaciones? —dijo su padre, con aire de incredulidad.

—Muy alto: 4.0, creo —dijo, con algo de exageración que podría llamarse mentira.
La verdad era, que Camila no tenía ni idea. Sólo sabía que sin Lauren, estaría
reprobando Introducción para Negocios.

—Eso está muy bien, cariño —dijo su madre, que parecía comportarse como un
árbitro entre su marido y su hija—. ¿Cuánto tiempo se han estado viendo?

—Viéndose que estamos en la quinta semana del semestre, diría que la respuesta
habla por sí sola —espetó su padre.

—¿Kaki? —motivó su madre, alentadoramente.

—Casi tres semanas.

—¡Casi tres semanas! ¡Y ya está durmiendo con ella!

—Ahora, Alejandro ...

—No, Sinu. Estoy avergonzado de ella. Te trajimos para algo mejor que esto,
Camila.
Se levantó bruscamente y se alejó. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Las limpió, a
toda prisa. Su madre le dio unas palmaditas en su mano.

—Dale tiempo, cariño. Se calmará.

—Me gusta mucho Lauren, mamá.

—Lo sé, encanto. ¿Y a ella le gustas?

Asintió, pero su madre captó la mirada de incertidumbre en el rostro de Camila.

—¡Oh, cariño! ¿Estás durmiendo con ella y no estás segura si siente lo mismo que
tú?

Sacudió la cabeza y bajó la mirada. Su madre la abrazó, ignorando la mirada


curiosa de los demás estudiantes que hacían fila para sus almuerzos.

—Kaki, cariño —dijo su madre, colocándole el pelo detrás de las orejas y mirándola
a los ojos—, ¿estás... estás durmiendo con ella porque piensas que hará que le gustes
más? ¿Te dijo eso?

—¡No! No, mamá, ella no es así. Sólo... Realmente me gusta —repitió débilmente—.
Es increíble, si sólo le dieran una oportunidad.

—Bueno, sin duda me gustaría conocerla más —dijo su madre, con bastante
frialdad—. Pero no creo que sea lo mejor hoy, no con el estado de ánimo de tu padre.
Vamos, vamos a buscarlo y entonces podemos almorzar.

La comida era lo último en la mente de la castaña, ya que su estómago se retorcía


infeliz. Salió de la cafetería con su mamá. El plan era ir al centro para poder ver un
poco más de la zona y los lugares de interés que rodeaban el campus. Su padre
esperaba afuera con una mirada de rabia contenida en el rostro. Camila se sentía
más como una prisionera que era escoltada por sus guardias que una hija con sus
padres. Se habría hundido felizmente a través de la tierra en las regiones inferiores
del infierno, porque cualquier cosa era peor que este purgatorio. En ese momento
vio a Dinah y Normani caminando hacia ella, de la mano. Dinah saludó.

—¿Quién es, cariño? —le preguntó su madre.

—Mi compañera de cuarto, Dinah. Y Normani, su novia.

—Parece agradable —dijo su madre con un tono neutral.

—Lo es —acordó, miserablemente.

—¡Hola, Mila! —dijo Dinah alegremente. Extendió la mano a la mamá y al papá de


Camila—. Ustedes deben ser el señor y la señora Cabello. Camila ha estado muy
entusiasmada con su visita. Soy Dinah, su compañera de cuarto, y esta es Normani
Kordei.

Todos se dieron la mano. Dinah no podía dejar de notar el incómodo silencio y las
miradas ceñudas. Tartamudeó, sin poder hacer nada, tratando de encontrar alguna
manera de llenar el abismo de antagonismo implícito que parecía estar
profundizándose en segundos.

—Entonces —dijo ella, su voz teñida con preocupación por Camila—, ¿ya vieron
nuestra impresionante sala de conciertos?

—Sí, muy impresionante —respondió la madre de la castaña.

—¡Grandioso! —dijo Dinah, media octava más alto de lo normal—. ¿Y ustedes van a
ir conocer a Lauren ahora porque Mila dijo que todos irían a almorzar?

Hubo un silencio sepulcral, y el corazón de Camila se hundió a sus botas.

—Ya nos conocemos —rechinó el padre con los dientes apretados.

—Ah, genial —dijo Dinah, lanzándole miradas nerviosas.


—Bueno, dejaremos que vayan a disfrutar de la visita —dijo Normani, tirando
suavemente de la mano de Dinah—. Saluda a Laur por nosotros.

—Está bien —murmuró Camila—. Adiós.

—Hasta luego, Mila —dijo Dinah, con una última mirada desesperada, y una
sonrisa demasiado brillante a sus padres.

—Parece agradable —dijo su madre débilmente.

Su padre no dijo nada, simplemente caminó a zancadas hacia adelante, como si


estuviera determinado a dejar el campus contaminado lo antes posible. Camila y sus
padres pasaron una comida miserable en un pequeño restaurante italiano,
masticando los alimentos que ninguno quería, y probablemente no podían probar.
La conversación, tal como estaba, era llevada a cabo por la madre. En la primera
oportunidad, Camila fue al baño y envió un mensaje a Lauren.

C: siento mucho lo de mi padre.


Teniendo un almuerzo infernal en lo de Benito.
¿Nos vemos más tarde? Camz xx

Esperó un momento, pero no respondió.

—Bueno —dijo su madre, cuando regresó—. Esto ha sido... agradable.

Ni Camila ni su padre comentaron.

—Tenemos que hacer esto de nuevo. Tal vez cuando David esté libre. A él le
gustaría ver a dónde vas a la universidad, Kaki.

—Claro, mamá —murmuró, sin mucho entusiasmo.

—Y te veremos en acción de gracias. Faltan sólo cinco semanas. Estarás lista para
alguna comida casera para entonces, estoy segura, ¿no es así, Ale?

—Hmmmph —dijo el padre, y se levantó para pagar la cuenta.


Ambas lo miraron caminar rígido para abordar la cajera.

—Tal vez deberías volver a casa en un par de semanas —dijo su madre, bajando la
voz—. Él se habrá calmado para entonces. Le hará bien a ambos.

—No puedo, mamá —dijo Camila—. Tengo un... concierto a la vuelta de la esquina.
No puedo faltar a los ensayos.

Sintió un pequeño ápice de alivio, no les habló de 32° North. No podía imaginar
cómo iba a reaccionar su padre si supiera que cantaba en bares de mala muerte y
pasaba el rato con el criminal buscado Drew.

—No, no, por supuesto que no. Bueno, era sólo una idea. Eres bienvenida en
cualquier momento, querida, ya lo sabes. Bueno, te dejaremos otra vez en los
dormitorios y nos iremos ya. Es un buen viaje de tres horas y sabes que a papá no le
gusta conducir en la oscuridad.

—Claro, mamá. No hay problema. Gracias por venir.

—Y Kaki: ve a hablar con la jovencita... con Lauren. La honestidad es muy


importante en una relación. Debes decirle cómo te sientes.

Bajó la cabeza.

—Lo sé. Gracias, mamá.

Siguieron a su padre hacia la salida, pero un sonido fuerte y muy familiar los hizo
mirar por la ventana al mismo tiempo. No sabía si reír, llorar o correr cuando vio a
Lauren detenerse en la acera.

La ojiverde la miró directamente, antes de quitarse el casco.

—¡Dios mío! ¿Esa no es...? —dijo su madre.

—¡Oh, mierda! —murmuró Camila.


Vio como Lauren vacilaba en la puerta del restaurante por un breve momento.
Luego la abrió y entró.

—Hola, cariño —dijo, lanzando una sonrisa—. Pensé en decirles adiós a tus viejos
antes de que se fueran, y ver si querías un aventón a casa.

Se volvió para mirar al padre de Camila, cuyo rostro pasaba de blanco a rojo y a
púrpura a una velocidad asombrosa.

—¡Mantente alejada de mi hija!

—No puedo hacer eso, señor —respondió Lauren, calmada pero firme.

El padre de Camila la miró boquiabierto.

—Siento que nos hayamos encontrado en las circunstancias en que lo hicimos, y no


me refiero a la falta de respeto hacia usted, a ambos, pero su hija es muy especial y
me preocupo por ella, pero no voy a irme, a menos que ella me lo diga, no usted.

A lo largo de su discurso, Lauren mantuvo la voz baja y tranquila, pero no existía


ninguna duda en el desafío que expulsaban sus ojos mientras miraba al padre de
Camila. Su padre comenzó a resoplar y a bramar en voz baja, pero fue su madre
quien le puso una mano tranquilizadora en el brazo y respondió.

—Bueno, ciertamente no era el mejor de los casos, Lauren, pero apreciamos tus
disculpas. Pareces muy... —Miró su piercing y sus tatuajes con aprensión—, una
joven inteligente, así que espero que entiendas que cuando digo que deseamos sólo
lo mejor para nuestra hija...

—Se lo merece —dijo Lauren, con vehemencia.

—Sí, así es —coincidió la madre de Camila, una pequeña sonrisa temblorosa en los
labios. Le tendió la mano—. Fue un placer conocerte, de manera más formal.
Un ligero rubor coloreó las mejillas de la ojiverde, y se frotó la palma de la mano
sobre la parte posterior de los pantalones antes de darle la mano. El padre de la
castaña permaneció en silencio, indignado mientras su esposa le besaba las mejillas
a Camila y le daba un fuerte abrazo.

—Creo que tienes la respuesta a tu pregunta, querida —le susurró a su madre—.


Ahora, por amor de Dios, tengan cuidado en esa moto.

Luego arrastró a su marido al coche. Podía oír la voz de su padre elevada por casi
media cuadra. Lauren soltó una bocanada de aire y se volvió hacia ella con una
sonrisa resplandeciente.

—¡Guau! —dijo Camila suavemente.

La sonrisa de Lauren se suavizó mientras la miraba.

—Y tú viniste sin armadura. ¡Mi héroe!

—Sí, sólo los héroes hacen ese tipo de cosas —dijo con indiferencia, pero el brillo en
los ojos la delataba.

—Definitivamente eres mi caballero blanco —dijo, poniéndose de puntillas y


besándola en los labios hermosos.

Dejó la nariz en su pelo y le acarició el cuello, causando que Camila temblara.

—¿Eso quiere decir que eras una dama en apuros? —le preguntó, soltándola.

—¡Será mejor que lo creas!

Hablaba tan rápido, que Lauren no pudo evitar reírse.

—Esa fue la mañana más larga de mi vida. —la castaña suspiró mientras la miraba
a los ojos—. Gracias por venir a rescatarme. Esa no fue mi intención cuando te envié
un mensaje, pero estoy muy feliz de que lo hicieras. —La miró pensativamente—.
Fuiste encantadora con mamá.
Lauren sonrió, claramente encantada.

—¿Qué puedo decir, muñe... Camz? Las mujeres me encuentran irresistible.

Rió y le dio una juguetona palmada en el brazo.

—Oh, por el amor de Dios, sólo llámame "muñeca". Puedo vivir con eso.

—¿Si?

—Pero ser irresistible para las mujeres no va a hacer que funcione con mi padre, así
que será mejor empezar a hacer un plan B.

Lauren no pareció inmutarse.

—No lo necesitamos, bebé. Tu mamá es mi respaldo. Y si se parece en algo a mi


mamá, ella le hablará de mí.

Camila se sorprendió. Nunca la había oído hablar de sus padres.

—¿Cómo era ella? —dijo tímidamente.

La ojiverde sonrió, aunque sus ojos se hallaban distantes. —Su nombre era Clara y
mi padre era Mike. Mamá era la mejor. Era un desastre en el lenguaje de signos,
siempre confundiendo el "amarillo" con "te quiero", lo cual se volvía muy extraño a
veces, pero se esforzaba mucho. Siempre me dijo que podía hacer lo que yo quisiera.

Su sonrisa se desvaneció.

—Vamos, te llevaré de vuelta a los dormitorios.

—Lo siento —dijo, pasándole la mano por la mandíbula para acunar su cuello.

—Está bien —dijo en voz baja.

Regresaron al dormitorio en Sirona, con los brazos de Camila envueltos firmemente


alrededor de la cintura de la ojiverde. Todavía se encontraba sorprendida por el
comportamiento de su madre, incluso hasta el punto de no enojarse de que su única
hija estuviera montando una motocicleta. Lauren mantuvo una mano ahuecada
ligeramente sobre ella en el corto viaje, pero cuando llegaron, su estado de ánimo
parecía haber cambiado de nuevo. Tan pronto como Camila desmontó y se quitó el
casco, la agarró por la cintura y la atrajo hacia sí y la besó con avidez, luego la
mordió en la base del cuello, justo por encima de su hombro.

—¿Puedo entrar contigo? —gruñó contra su piel—. Te necesito, Camz.

Podía sentir su necesidad mientras movía las caderas contra ella. El montón de
tareas que esperaban en su habitación no tenía competencia para el crudo deseo de
su voz. Separándose de ella, se apresuraron a través de la recepción, y tomaron las
escaleras de dos en dos. Encontrar la llave de su bolso fue la cosa más difícil del
mundo para Camila, mientras que Lauren presionaba besos calientes en su nuca.
Casi se cayó por la puerta cuando finalmente la abrió.

—¡Que impacientes! —La voz cáustica de Dinah penetró vagamente la bruma


lujuriosa de Camila—. Diría que consigan una habitación, pero supongo que ya la
tienen.

Lauren maldijo suavemente en voz baja y discretamente se acomodó, mientras


Camila trataba de calmar su corazón martillándole en el pecho.

—Oh, lo siento, Dinah —dijo sin aliento—. Pensé que estarías con Mani.

—No, tiene una cosa de fraternidad esta noche. Supongo que estarás pegada
conmigo.

Lairen hizo una mueca y jaló a Camila hacia ella.

—Me iré ya, Camz.

—¿A dónde vas?


—A casa. Mándame un mensaje más tarde ¿está bien?

—¿No puedo ir contigo?

Negó con la cabeza, y una expresión que Camila no reconoció, oscureció sus ojos.

—No, muñeca. Esta noche no. Podemos hacer algo mañana ¿tal vez?

—Me gustaría eso.

Sintiéndose nerviosa por la mirada crítica de Dinah sobre ella, la besó suavemente
en los labios. No era suficiente para la ojiverde. Ignorando a Dinah, besó a Camila
profundamente, luego descansó su frente en la de ella.

—Nos vemos —dijo en voz baja, y se escabulló por la puerta. Dinah ignoró
remilgadamente el rostro ruborizado de Camila.

—Ella parece... entusiasmada.

—Um...

—¿Cómo estuvo el almuerzo? ¿Tus padres se divirtieron?

Sabía que Dinah le sonsacaba información, pero a ella no parecía importarle.

—¿Quieres decir aparte de su llegada temprana y encontrar a Lauren a medio vestir


en mi dormitorio?

Los ojos de Dinah se ampliaron.

—¡De ningún modo! Bueno, eso explica la rareza.

Camila asintió.

—Fue espantoso. Papá prácticamente echó a Lauren y no le hablo ni nada. Pasé


toda la mañana sintiéndome como una zorra, una criminal o algo así. Mamá trataba
de tranquilizar a papá, pero estuvo muy serio.
Dinah lucía horrorizada y compasiva, todo al mismo tiempo.

—Pensé que las cosas parecían un poco tensas cuando te vi.

Camila se rió con frialdad.

—Seh, podrías definitivamente decir que se encontraban tensas.

—¡Oh, mierda! ¡Y entonces tengo que ir y meter mi gran pata y preguntar si la


habían conocido! ¡Lo siento tanto, Mila! No tenía idea.

La castaña se encogió de hombros.

—No te preocupes por eso, para ese punto no pensé que las cosas podrían llegar a
empeorarse. Pero luego Lauren se presentó en el restaurante donde almorzábamos.

—¡Oh. Dios. Mío! ¿Qué sucedió?

—Me rescató.

—¿Qué?

—Sip. Llegó en la moto y le dijo a mi papá que la única persona que podría hacerle
dejarme era yo. —La voz de Camila descendió a un susurro—. Dijo que yo era
especial y que se preocupaba por mí.

El rostro de Dinah podría haber sido usado en una pintura para una exhibición de
Edvard Munch. Se encontraba conmocionada. O atónita. Asombrada. Horrorizada.
Pasmada. Desconcertada. Estupefacta. Quizás incluso perpleja.

—¡Oh, guau! ¿En serio?

—Sí, fue asombroso.

—¡Oh Dios mío! ―repitió apenas―. ¡Eso es lo más romántico que alguna vez he
escuchado! Esa chica está totalmente enganchada por ti. -Camila sonrió.
—Lo sé.
Capítulo 12

Lauren terminó mal después de dejar a Camila en su dormitorio. Después de


reunirse con sus padres —dos veces— y haberles dicho lo mucho que se preocupaba
por ella, y realmente poner todo sobre la mesa, no quería nada más que asegurarse
de que Camila era realmente suya de la única manera que ella entendía. Pero la
perra aguafiestas había estado allí. De nuevo. Necesitaba desesperadamente tener
sexo allí mismo, sólo para ser libre y detener todos los putos sentimientos que la
ahogaban, pero no podía hacerle eso a Camila. Era su cuerpo lo que ansiaba, con sus
manos sobre su miembro, su boca contra la suya, y nadie más lo haría. Había tenido
sexo salvaje, lo hizo en formas y lugares que Camila no podía empezar a imaginar,
inocente como era, pero ninguno de esos momentos, ninguna de las mujeres siquiera
se acercó a hacerle sentir lo que sentía cuando estaba dentro de ella. Casi vaciló en
su decisión de no llevar a la castaña a su casa, pero sabía que no sería correcto. No
sabía por qué —y Chris nunca le dijo nada, refunfuñando sobre la "necesidad de
saber"— pero las cosas realmente se amplificaron en casa. Parecía que cada noche
era noche de fiesta últimamente. No quería arriesgarse a que ella se involucrara con
eso. Lo menos que podía hacer era protegerla de esa mierda. Desde que Lauren tuvo
su encuentro con el detective Dickwad, había mantenido un ojo abierto a cualquier
señal de Chris tratando con metanfetamina. No creía que su hermano se
involucraría así, pero también sabía que algunos proveedores no eran la clase de
gente a la que alguien les dice que no. No dos veces. Pero hasta el momento, lo único
que vio era cosas normales —la profana trinidad de alcohol, hierba y anfetaminas.
Con el sexo fuera del menú, Lauren quería emborracharse o drogarse. De cualquier
manera, tenía la intención de pasar la noche entumecida e inconsciente. A pesar de
que no era más que media tarde, la fiesta se encontraba en su máximo apogeo
cuando se detuvo frente a su casa. No reconoció a los tres hombres sentados en el
pórtico bebiendo de las botellas que contenían un líquido incoloro —ginebra, vodka o
aguardiente ilegal, por lo que sabía. Pero la forma en la que miraban a Sirona le
hizo girar al lado de la casa y guardarla en la cochera.

Tenía unas pocas posesiones que eran importantes para ella, incluyendo algunos
libros y fotografías que pertenecieron a sus padres, pero las únicas cosas de valor
eran su guitarra Martin de 2.700 dólares y Sirona. Cuando Camila le preguntó por
la guitarra Martin, la tiró en su armario, incapaz de hablar. Se recuperó sólo
después de que ella se marchara, y la empacó cuidadosamente en un estuche duro.
El bello instrumento de palo de rosa ahora residía en el ático encima de su
dormitorio. No quería verlo, pero tampoco quería tenerlo muy lejos. ¿Cuán tonto era
eso? Sabía que tenía que venderla y tomar el dinero. Pero era un regalo de sus
padres. Simplemente no podía cortar ese lazo. Todavía no. La sala de estar era una
escena sacada de una película de catástrofes. Los cuerpos yacían comatosos en el
sofá y en el suelo, y el lugar apestaba a tabaco y al licor derramado. Un hombre
fumaba un porro, dejando caer la ceniza en la alfombra destruida. Lo arrebató
directamente de los dedos flojos del hombre.

—¡Oye! —protestó débilmente el chico. No le hizo caso y se dirigió a su habitación,


tomando una botella de bourbon en el camino. No era Jack, pero iba a funcionar
igual de bien. Dio una calada al porro y encontró que el tipo lo dejó húmedo.
Demasiado jodidamente asqueroso. Se limpió la boca, lo apagó y luego metió la
mano en el cajón de su mesilla de noche por sus envolturas. Después de que fue
rehecho, aspiró el humo con aprecio. Una cosa que podía decir de su hermano:
siempre tenía buena mierda. Tomaba un trago de bourbon cuando sintió su teléfono
vibrar en el bolsillo del pantalón. Esperaba que fuera un texto de Camila, pero no
era así.
K: ¡Hola, L! Estoy en Sav el fin de semana.
¿Nos vemos mañana? ¿Para cenar, almorzar? No digas que estás ocupada o iré a
buscarte. LOL. Keana X

Joder. Justo lo que no necesitaba.

No había visto a Keana en mucho tiempo, pero sabía cuán resuelta era. También
sabía dónde vivía, y estaba malditamente segura de que vendría a buscarla como
amenazaba si no aparecía. Al menos la cena no sería en algún lugar donde otros
estudiantes iban. Debería ser bastante seguro encontrarla allí. Además, no se veían
desde hacía mucho tiempo, sería bueno para ponerse al día. Luego maldijo en voz
baja. Esto significaría cancelar a Camila. Su cuerpo la deseaba, y su compañera de
piso aguafiestas definitivamente no ayudaba. Suspiró. La necesitaba, pero se lo
debía a Keana. Y de ninguna manera quería que las dos mujeres se encontraran.
Envió un mensaje a Keana primero.

L: Bien. A las 12.

Y luego a Camila.

L: Lo siento. Tengo que hacer algo mañana. ¿Almuerzo el lunes?

C: Ok. Te extraño. Gracias por lo de hoy.¡Estuviste increíble! Camz XX

Ahora también se sentía como una idiota. Cogió la botella de nuevo y se sirvió
bourbon directamente en la garganta, agradeciendo el ardor.

Era media mañana cuando despertó. La luz del día entraba por la ventana mientras
entornaba los ojos levantando la vista. Cuando se movió, su estómago se volteó y
rodó como si estuviera a bordo de un barco soplado por la tormenta. La botella de
bourbon destellaba en ella con inocencia, la luz del sol capturaba lo que quedaba del
líquido ámbar y proyectaba un arcoíris dorado a través de las paredes. Lauren gimió
al sentarse y se agarró la cabeza, sintiendo como si su cerebro se fuese a fugar en
cualquier momento. Se movía dolorosamente y le palpitaba la cabeza. Pero el
bourbon fue eficaz: no podía recordar una sola cosa después del texto de Camila la
tarde anterior. Echó un vistazo a su celular. ¡Maldita sea! Ya eran las once y media.
Estuvo dormida o desmayada durante dieciséis horas. Arrastró su lamentable culo a
la ducha. El agua seguía fría, lo que le dio dolor de dientes. Realmente necesitaba
localizar a Chris y averiguar qué demonios pasaba con el agua caliente. Cuando
sacaba a Sirona de la cochera, esperaba como el infierno no ser detenida por la
policía de nuevo, existían muchas posibilidades de que su límite de alcohol en
sangre no fuese estrictamente legal. Iba sólo unos minutos tarde cuando llegó al
restaurante barato, pero Keana ya se veía irritada, impacientemente golpeteando
una cuchara sobre la mesa. Hacía caso omiso a las miradas irritadas que le
lanzaban otros clientes.

Cuando la vio, miró impaciente su reloj. Lauren gimió internamente. Tenía el


mismo aspecto: bonita —bueno, despampanante— y frunciéndole el ceño con
exasperación. Esa mirada era familiar, también. Su cabello castaño era largo y
lacio, enmarcando un rostro delicado, con enormes ojos verdes o avellanas, no
estaba muy segura. Ojos moviéndose bruscamente con fastidio.

K: ¿Dónde diablos has estado?

—Sí, también me alegro de verte, Keana.

K: ¡Háblame por señas, hija de puta! Sabes que odio la lectura de labios.

L: Bien. ¿Cómo estás? Te ves bien.

K: Mejor que tú. Te ves como la mierda.

L: Dame un descanso. Tuve una noche pesada.

K: ¿En seeerio? Pedí comida.

L: No, gracias.
K: ¿Tan mal? Apesta.

Maggie se acercó con una jarra de café. Lauren podría haberla besado.

—Gracias, Maggie. Maldición, qué bien huele.

Puso las manos alrededor de la taza humeante y aspiró el rico aroma.

—¿Me vas a presentar, Lolo, o vas a olvidar tus modales? —dijo, deslizando un dedo
por su mejilla

—Dame un respiro, Maggie. Es Keana, la has visto antes. —Miró a Keana, que le
sonreía a Maggie—. Dice "hola".

—No me vengas con eso, Lauren y. Dijo mucho más que "hola". Repite.

Lauren gimió. Malditas.

—Dijo: "Hola, te conocí hace dos años cuando se recuperaba de una resaca
diferente." ¿Feliz ahora?

Maggie miró a Keana y le guiñó un ojo. Ambas mujeres rieron y Lauren tenía ganas
de apoyar la cabeza en la fría superficie de la mesa.

—Les traeré sus desayunos, chicas —dijo Maggie, ignorando sus murmullos de no
tener hambre

—Por cierto, ¿qué le pasó a la otra? Me gustaba.

Lauren miró a Keana, que la observaba con atención.

—Ella está bien —dijo Lauren, bruscamente.

Increíblemente, Maggie tomó la indirecta y se alejó.

K: ¿De quién hablaba? ¿Qué chica?

L: Nadie que conozcas.


K: ¡Duh! Obviamente. Debe ser especial si la trajiste aquí. Dime.

L: Una chica que conocí en la universidad.

K: ¿Y?

L: Eso es todo.

K: ¿Cuál es su nombre?

L: C-A-M-I-L-A.

K: Háblame de ella.

L: No.

K: ¿Por qué no?

L: ¿Por qué quieres saber?

K: ¿Por qué te pones a la defensiva?

L: No lo hago.

K: Sí, lo haces. ¿Cuál es el gran misterio?

L: Vete a la mierda.

K: No seas un idiota, aunque sé que es difícil para ti.

L: Dame un descanso.

K: ¡Estás muy susceptible! ¿Cómo está Chris?

L: No lo he visto desde hace un par de días.

K: Dile que le envío saludos.

L: Si lo veo.
—Aquí tienen, chicas. Con grasa extra para ti, Lolo —dijo Maggie, bajando dos
desayunos a la mesa. El estómago de Lauren gruñó y Maggie ocultó una sonrisa.

—¡Disfruten!

Insegura de si la sensación abrumadora fueron las náuseas o el hambre, abordó un


pequeño trozo de tocino y, encontrándolo delicioso, procedió a devorar su comida.
Keana comió más lento, lanzándole miradas desconcertadas de vez en cuando. Ella
le dio un golpecito en el brazo.

K: ¿Qué pasa contigo? Y no digas "nada".

L: Cansada. Algo de resaca.

K: Es más que eso.

Dejó caer el tenedor para responder más plenamente.

L: Sólo... la universidad y... las cosas son bastante intensas en casa. Siempre hay
gente dando vueltas.

K: ¿Más de lo normal?

Asintió y alzó el tenedor para continuar comiendo.

K: ¿Estás preocupada por Chris?

L: No sé en lo que se está metiendo.

K: ¿Qué quieres decir?

L: Me arrestaron y...

K: ¡¿QUÉ?!

L: Exceso de velocidad.

K: Idiota.
L: Lo sé.

K: ¿La policía?

L: Lo hicieron sonar como si Chris tratase con M-E-T-A-N-F-E-T-A-M-I-N-A.

K: ¿Es cierto?

L: No lo sé. Él dice que es mejor para mí no saberlo.

K: Mierda.

Keana suspiró, luego le dio un poco de atención a su propio desayuno. Después de


un momento pensó en otra pregunta.

K: ¿Sabes por qué Chris trafica con...?

L: No me lo recuerdes.

K: Parece que tengo que hacerlo.

L: Joder. Sabe que no tiene por qué volver a hacerlo. Creo que le gusta. Dinero fácil.

K: No si la policía está sobre él.

L: Le conté lo que dijo el idiota del policía.

K: ¿Y?

L: Me dijo que no era asunto mío y que lo que no oyese no me haría daño.

K: Chico divertido.

L: Se rio de mi culo.

K: Tu culo se ve bien para mí.

L: Mantén las manos quietas.

Keana le guiñó un ojo y Lauren le devolvió la sonrisa.


K: Además de Chris, ¿cómo va la vida? ¿Cómo va la escuela?

L: Bien. Cansada. Leyendo labios todo el día.

K: Imbécil.

L: ¿Sí? Por lo menos no tengo que agitar las manos alrededor 24/7.

Keana le dio una palmada en el brazo y Lauren se echó a reír.

K: Sigo pensando que te ves triste para ser alguien que dice que la universidad va
"bien". ¿Es sobre esta chica, sobre la que no me dices nada?

No le hizo caso y se quedó mirando fijamente el plato lleno de Keana.

L: Hablas demasiado.

No era de extrañar que la ojiverde hubiese terminado de comer antes que ella.

K: Sólo porque tú no dirás nada.

L: Muy bien. ¿Cómo van las cosas en Cave Spring?

K: Igual que siempre. El equipo de fútbol apesta sin ti. ¿Entraste en el equipo de la
universidad?

L: No he probado.

K: ¿Es una broma? ¿Por qué demonios no?

L: No probé.

K: ¡Pero te encanta el fútbol! No lo entiendo.

Se encogió de hombros.

K: En serio. ¿Qué pasa?

L: Demasiado ocupada.
K: ¡Una mierda!

L: Déjalo.

K: ¡No! ¡No hasta que me digas lo que está pasando realmente!

Se desplomó en su asiento. No quería tener esta conversación con Keana, pero era
tan obstinada como el infierno. Debería saberlo: estuvieron juntas y separadas —
más separadas que juntas— por cinco meses. De alguna manera lograron
permanecer como amigas después, pero ella actuaba como si todavía fuera dueña de
su trasero.

K: Te conozco. Habla conmigo.

L: Estoy volando bajo el radar aquí.

K: ¿Qué demonios significa eso?

L: No le he dicho a nadie que soy sorda.

Hubo una pausa atónita mientras Keana la miraba.

K: ¿Qué? ¿Por qué?

Se encogió de hombros otra vez.

K: ¿Estás avergonzada o algo así?

L: ¡No! Sólo estoy cansada de la manera en que las personas oyentes se comportan
cuando se enteran —empiezan a actuar como si fuera tonta o algo así. Sabes cómo
puede ser eso.

K: ¿Así que lo escondes? ¿Te escondes? ¿Tus profesores lo saben?

L: Sí, pero eso es todo.


K: ¿Ese es el por qué no estás haciendo la prueba para el equipo de fútbol
americano?

L: Sólo quería empezar de cero —sin ideas preconcebidas, sin estereotipos.

K: Estás negándolo todavía, ¿no?

L: ¡No!

K: Sí, lo estás haciendo. Pretendes que lo aceptaste, pero no lo has hecho. ¡Eres una
maldita hipócrita!

L: ¡No, no lo soy!

K: ¿Qué hay sobre esta chica? ¿Lo sabe?

L: Sí. Y no es que esto sea de tu incumbencia.

Miró fijamente a Keana con furia.

K: Eso es algo. Háblame de ella.

L: Ella es... agradable.

K: ¡Oh, por favor! Puedes hacerlo mejor que eso. ¿Qué está estudiando?

Lauren no respondió.

K: ¡Anda! ¿Cuál es el gran misterio?

L: Música.

K: ¿Qué?

L: Es estudiante de música. Cantante.

K: Jesús. Eres una bastarda retorcida.

L: ¿Por qué?
K: Porque eres masoquista. Eres una maldita idiota. Siempre deseando lo que no
puedes tener. Mírate, escondiéndote, pretendiendo que eres como ellos. No lo eres y
nunca lo serás. Hemos estado una y otra vez sobre esta mierda. ¡Deja de esconder lo
que eres!

—¿Qué soy, Keana? ¿Quién demonios soy, entonces? —preguntó con rabia.

Ella se sentó y la miró fijo.

K: Una cobarde.

Se levantó de repente y la apartó cuando Keana trató de detenerla.

—No. ¡Vete a la mierda! No puedes decirme como vivir.

Tiró algunos dólares sobre la mesa, luego avanzó fuera de la cafetería.

Camila se hallaba profundamente concentrada en su libro sobre la historia de las


sonatas cuando escuchó un golpe en la puerta. Dinah miró desde su ordenador
portátil donde estuvo buscando en Google a Clifford Coffin.

—¿Esperas a alguien, Mila?

—En realidad, no —contestó, saliendo de la cama—. Pero probablemente es MJ de


mi clase de historia de la composición, mencionó querer pedir prestadas mis notas.

Abrió la puerta y encontró a Lauren parada allí, luciendo molesta y alterada. No


dijo nada, sólo la atrajo en un apretado abrazo y apoyó la cabeza contra su cuello.

—Oye, ¿qué está mal? —dijo, acariciándole el cabello. Por supuesto, no respondió.

Esperó hasta que pareció más tranquila, entonces la apartó suavemente y repitió la
pregunta cuando pudo ver su cara.

—Lo siento, bebé. Sé que estás estudiando y esas mierdas, pero... — Se detuvo en
seco cuando vio a Dinah frunciendo el ceño por encima de la portátil. Camila miró
sobre su hombro y los ojos de Dinah volvieron a su computador, aunque el modo de
chasquear los dientes fue audible para Camila

—Traeré mi chaqueta —dijo, en voz baja.

Siguió a Lauren por las escaleras y le sorprendió y alegró cuando le tomó la mano.

—¿A dónde quieres ir?

Bajó la mirada por un segundo.

—¿Te importa si vamos a la cafetería y tomamos un café?

—No, eso es excelente. ¿Estás bien?

Se encogió de hombros, pero su expresión le dijo que no. Cuando compraron sus
cafés y estuvieron sentadas en lugares opuestos, Camila se estiró y le tocó la
muñeca.

—¿Cuál es el problema?

Lauren se recostó en la silla y se refregó las manos sobre el rostro.

—Me encontré con una amiga para el almuerzo, una antigua novia.

Camila sintió un escalofrió recorrer su columna. ¿Ese era el "algo" que mencionó en
su mensaje? ¿Qué venía después?

—De acueeeeerdo —dijo, con cuidado.

Lauren le mostró una sonrisa torcida.

—No hemos salido por como dos años, Camz. Iba a mi antigua escuela.—Miró
alrededor para ver si había alguien lo suficiente cerca para escucharlos de
casualidad—. La escuela para sordos.
Asintió, todavía insegura de por qué encontrarse con una antigua novia la disgustó
tanto. Lauren tomó una profunda respiración.

—Ella... dijo que estaba siendo una cobarde, por no decirle a nadie sobre mí.

La inhalación de Camila fue brusca.

—¿Te llamó cobarde?

Asintió tristemente.

—¡Eso es ridículo!

La miró con cautela, y ella le agarró las manos.

—Eres la persona más valiente que conozco.

Lucía dubitativa.

—¡Lo eres! Eres dulce, graciosa, amable y tan fuerte. La forma en que le hiciste
frente a mi papá, eso fue... eso fue... eres asombrosa, maravillosa y tan valiente.

Lauren agachó la cabeza, avergonzada por su efusividad.

—¡Joder! —dijo, lo volvió incoherente con esas palabras—. Omitiste "alucinante en


la cama".

Camila levantó una ceja.

—¡Eso ni decirlo!

Lauren le sonrió.

—Todavía me gusta escucharlo.

—Bien. Eres alucinante en la cama. ¿Feliz ahora?

Sonrió con nostalgia.


—Supongo. Sólo fue una jodida patada en las tripas. Dijo que no he llegado a
aceptar ser... lo que soy. No sé, tal vez no lo he hecho. Realmente apesta.

—Tu amiga, ¿cuándo perdió la audición?

Lauren sacudió la cabeza.

—Es sorda de nacimiento.

No podía evitar pensar: Así que no sabe lo que se está perdiendo. Pero era muy cruel
decirlo en voz alta. Y era consciente de que algo de sus sentimientos furiosos hacia
esta chica se debían a que fue novia de Lauren. No sólo una de sus mujeres al azar,
sino alguien con quien salió en la secundaria. Más que eso, alguien que estuvo allí
cuando su sordera se volvió más pronunciada y cuando sus padres murieron. ¿Cómo
podría competir con la cercanía que vino de todas aquellas experiencias importantes
compartidas?

—Bueno, está equivocada. Sobre ti. Y si alguna vez la conozco...

Dejó la amenaza de mutilación potencial colgando en el aire. Lauren intentó sonreír,


pero un suspiro salió de sus labios en su lugar.

—No sé. Tal vez tiene razón. Realmente no me he mantenido en contacto con nadie
de mi antigua escuela. Sólo con ella. No tengo ningún amigo sordo. Quiero decir, ¿a
quién estoy engañando, cierto?

Camila se mordió el labio.

—Laur, en verdad no sé nada sobre esto, es todo nuevo para mí. Pero ¿quizás
deberías hablar con alguien acerca de ello?

—¿Quieres decir un psiquiatra? —gruñó, su temperamento echando chispas al


instante.
—No —dijo con paciencia—. Pensaba en el Dr. Pappas, en realidad. Pero los
asesores ayudan a un montón de personas. No significa que estés loca. —Rodó los
ojos—. En serio, podría ayudar simplemente hablarlo en detalle.

—Estoy hablándolo en detalle —dijo, con irritación.

Camila frunció el ceño.

—Quería decir con alguien que entienda lo que estás pasando.

Lauren puso cara de enfado.

—Lo que sea.

Ella cruzó los brazos.

—¡Por el amor de Dios! No puedo decir nada correcto, ¿no? Sólo no siento que soy
suficiente para hablarte sobre esto.

Su expresión se suavizó enseguida.

—Lo siento, muñeca. Ha sido un día malo y en verdad un fin de semana de mierda.

Camila se extendió y acarició la palma de su mano.

—Oh, no sé —dijo, con ternura—. Verte hacerles frente a mis padres fue muy
genial. Definitivamente el momento cumbre de mi fin de semana.

Lauren no le devolvió la sonrisa.

—Era en serio lo que dije —contestó, su rostro furioso.

—Lo sé. Hablé con mi mamá esta mañana. Quedó muy impresionada.

—¿Sí? —dijo, su rostro iluminándose de inmediato.

—Y está de acuerdo conmigo, piensa que eres linda.

Lauren se rio.
—Bueno, suficientemente raro. —Luego cambió de tema—. ¿Quieres que te lleve a
tu ensayo mañana en la noche?

—Um, no, está bien. ¿Pero podrías recogerme más tarde? Deberíamos terminar
como a las diez.

—Seguro, nena.

Charlaron durante mucho tiempo, entonces de mala gana acordaron que tenían una
tonelada de tarea para continuar. Caminó con Camila a su dormitorio, luego la besó
hasta dejarla atolondrada antes de despedirse. Dinah todavía continuaba pegada a
su portátil, pero levantó la mirada cuando Camila entró.

—¿Todo bien en el País de las Maravillas?

Quedó desconcertada por el sarcasmo de Dinah, y de inmediato su deseo de defender


a Lauren salió a la superficie, fundido y caliente.

—Lo está ahora —espetó—. ¿Por qué estás tan empecinada con Lauren?

—Ya te dije —disparó en respuesta.

—Mira, se mantiene lejos de lo que sea que su hermano haga. No tiene nada que ver
con aquello.

—Así que admites que el hermano está... involucrado.

—¡No admito nada! Lo conocí una vez alrededor de cinco segundos, eso es todo. Pero
sí conozco a Lauren.

—Estás teniéndole un montón de confianza, Mila —dijo, más tranquila.

—Sí, lo estoy.

La polinesia suspiró.
—Mira, mi papá es abogado así que sé cómo funciona esto. Si su hermano está
traficando, el hecho de que Lauren esté viviendo con él y que haya drogas ahí,
podría convertirla en una posible criminal. Y si ha visto a su hermano vendiendo
drogas, podría ser acusada con causa presunta. Como mínimo, es cómplice de lo
sucedido, y si no le dice a la policía, podrían acusarla de obstruir una investigación
policiaca. Estoy asumiendo que es lo suficientemente inteligente para negar
cualquier conocimiento...

Se detuvo cuando vio lo pálida que Camila lucía. Se puso de pie inmediatamente, y
caminó hacia ella para darle un gran abrazo.

—Lo siento, cariño, de verdad lo hago. Sólo... sólo prométeme que no irás a la casa
de Lauren.

Se sentó pesadamente.

—No creo que sea un problema. Fui hace un par de semanas atrás, pero no me ha
llevado ahí desde entonces. No ha dicho nada, excepto que no es una buena idea.

Dinah dejó salir un profundo suspiro.

—Bueno, eso es algo. Mira, sabes que no compro totalmente el acto de buena chica
de Lauren, pero tendría que ser ciega para no ver lo mucho que se preocupa por ti.
Realmente estás cambiando a esa chica, Mila. Sólo estoy diciendo que seas
cuidadosa. ¿Está bien?

Asintió lentamente.

—Lo sé. Gracias, Dinah.

Las palabras de la polinesia dieron vueltas por su cabeza la mayor parte del
domingo por la noche, dejándola cansada y malhumorada cuando despertó al día
siguiente. Se arrastró a través de las clases, y ni siquiera tuvo el alivio de ponerse al
día con Lauren en el almuerzo. Le envió un mensaje de texto diciéndole que estaba
envuelta en una cosa de tutoría, que la vería en el Blue Note esa noche. Suspiró. Por
lo menos esperaba con ansias el ensayo, y con la próxima actuación el fin de
semana, necesitaban tanta práctica como pudieran obtener. Batalló a través de su
clase de Música Clásica Popular Americana, y casi se quedó dormida en su pasta
cuando comió la cena sola en la cafetería. Después permaneció en la parada del
autobús, cabeceando, hasta que su aventón se movió y la llevó al centro a West
River Street.

El Blue Note aún se veía como un bar de mala muerte, pero al menos era familiar.
Mike abrió la puerta para ella, su cara lacónica casi sonriendo. Era una persona
completamente diferente cuando tocaba la batería —más salvaje, menos contenido.
Entendía eso— se sentía igual cuando cantaba; o más bien, el canto la afectaba de la
misma manera. Para las diez de la noche, se sentía exhausta pero más feliz. Gracias
a dios el ensayo había ido muy bien, definitivamente necesitaba alguna buena
noticia después de la intensidad del fin de semana. Drew la levantó y la hizo dar
vueltas.

—¡Eres nuestro amuleto de la suerte, niñita! Las cosas han ido muy bien desde que
te conocimos.

Camila reía a carcajadas y trataba de liberarse cuando ambos escucharon una voz
gruñendo.

—¡Maldición, bájala!

Drew dejó que Camila se liberara y luego se giró para fruncirle el ceño a Lauren,
quien permanecía de pie con sus manos en puños y una expresión de furia en la
cara.

—¿Estás hablando conmigo, Lauren? —dijo Drew, su voz peligrosamente calmada.

La ojiverde lo ignoró y le habló a Camila.


—¿Vienes o no?

—Um, está bien —dijo, rápidamente—. Los veré el miércoles.

Los chicos asintieron, todos menos Drew, quien continuaba parado en una posición
a la defensiva.

Se apresuró detrás de Lauren, que salió hecha una furia a través del club, la ira
irradiando de ella. La agarró del brazo, forzándolo a detenerse.

—¿Qué está mal? ¿Por qué le gritaste a Drew así?

—¿No es jodidamente obvio?

—No para mí.

Tomó una respiración profunda.

—No me gustó cómo te tocaba. ¡Y tú lo permitiste! —dijo, acusadoramente.

Se quedó atónita. ¿Estaba celosa?

—Lauren, sabes que Drew es así con todo el mundo. Prácticamente rompe mis
costillas cada vez que tenemos buenas noticias.

Encontró su mirada, su cara relajándose un poco.

—¿Buenas noticias?

—Sí, conseguimos un concierto en el Down Under en tres semanas.

Se pasó las manos por el cabello y lucía arrepentida.

—Es este lugar —dijo al último—. Estar aquí me vuelve un poco loca.

Se sintió horrible y egoísta por hacerla venir al club, por el penetrante recordatorio
de lo que perdió. Con paso vacilante, caminó hacia ella y envolvió las manos
alrededor de su cuello.
—Lo siento —murmuró a Lauren—. Lo siento- Apoyó la frente en la de ella.

—También yo. —Después de un momento, levantó la mirada—Vamos, te llevaré a


casa.

Fue un viaje corto a los dormitorios, pero aun así, ella se congeló hasta los huesos.
Lauren tenía razón acerca de necesitar una chaqueta más cálida. Tembló y la miró
ansiosamente.

—¿Estás bien?

—Un poco helada. Estaré bien. ¿Quieres entrar? Podría hacerte un café...

—¿Estará Dinah ahí?

Camila sonrió y negó con la cabeza. Sabía exactamente a lo que refería.

—No, está con Mani. Trabajando en su tarea de estudios de los negocios - Le levantó
una ceja y Lauren sonrió.

—Sí, esa cosa es una perra.

—Así que, ¿quieres entrar y... estudiar?

Sonrió.

—Es un poco tarde para... estudiar.

—Pero te prometí primero un café, eso te mantendrá despierta para... estudiar.

—¿De hecho tienes algo de café esta vez?

—No tengo idea.

Lauren negó con la cabeza, sonriendo.

—Le haces a una mujer una oferta que no puede rechazar, muñeca.
A Camila le encantaba: esa había sido la idea general. Caminó hacia la entrada
principal, luego se encontró con Lauren en su puerta cuando ella se escabulló por la
salida de incendios. Se sintió grandiosamente travieso y liberador, escabullir a una
chica en su dormitorio por la noche. La atrapó tan pronto como cerró la puerta y
comenzó a besarla meticulosamente. Luego ella invirtió roles y empujó a Lauren
repentinamente para que cayera de espaldas en su cama. Rio con alegría mientras
ella se lanzó sobre la ojiverde.

Después de eso, no hubo palabras.


Capítulo 13

El sábado siguiente, el concierto de Camila con 32° North fue bien. El equipo de
sonido hizo un buen trabajo consiguiendo el equilibrio adecuado y el público se
entusiasmó. Lauren permaneció durante todo el acto, mirando desde atrás con
Dinah y Normani. Si le dolía estar allí, no lo demostró.

Cuando Camila salió del escenario, con el maquillaje corrido por el sudor y el
corazón palpitante por la adrenalina, la envolvió en sus brazos.

—Estoy orgullosa de ti, nena. Te veías increíble allá arriba.

—Estoy de acuerdo con Lauren —dijo Dinah, arrastrándola hacia ella—. Estuviste
impresionante.

La ojiverde le sonrió y Normani no podía evitar reírse.

—¡Bueno, lo estuvo! —dijo Dinah, a la defensiva.

Lauren levantó las manos.

—¡Oye, no estoy discutiendo contigo!

Camila rodó los ojos.

—¡En serio! ¡Ustedes dos!

Normani le dio un rápido beso en la mejilla.

—Estoy de acuerdo con ambas, estabas totalmente rockeando, Mila. Así que, mira
las convencí de hacer una tregua y hacer un viaje a la Isla mañana con un grupo de
chicos que conozco. ¿Estás dentro?
Parpadeó hacia Lauren, que contenía una pequeña sonrisa.

—¿Dijiste que si?

—Claro, muñeca. Pensé que te gustaría.

—¡Guau! Por supuesto que me gusta—Y se lanzó a Lauren, quien la atrapó con
facilidad

— Gracias —susurró Camila mientras la besaba en los labios.

—¿Qué dijiste? —preguntó, frunciendo el ceño ligeramente.

—Dije, gracias. Gracias por hacer esto.

—Claro, no hay problema.

Normani les dio un aventón, así que todos se amontonaron en su SUV para llevar a
Camila y Lauren a los dormitorios colectivos y a Dinah a su fraternidad. Durante
los veinte minutos que tardó conducir de regreso, Dinah hablaba sin descanso sobre
la "impresionante" fiesta que los compañeros de fraternidad de Normani
organizaban justo antes de Acción de Gracias.

—Y va a ser muy divertido vestirse para eso. Los chicos estarán en esmoquin, lo que
significa algo ceñido para mí. Mila, tienes que venir de compras conmigo.

—No lo sé, Dinah. Eres mucho mejor que yo para eso.

—Lo sé —respondió—. Soy la reina de las compras. Pero deberías venir, será
divertido. Compras y comida... ¿qué más se puede pedir?

Lauren no captó nada de la conversación porque Dinah estaba sentada en el asiento


delantero y no podía ver su boca. Y aunque no lo hubiese estado, era casi imposible
leer los labios en la luz baja y parpadeante de los faroles, mientras manejaban por
las calles nocturnas.
En cambio, observaba por la ventana, una mirada distante en sus ojos.

—¿Qué? —dijo, cuando Camila le tocó la rodilla. Hablaba lento y con claridad.

—Dinah quiere que vaya de compras con ella.

Hizo una mueca.

—A algunas personas les gusta ir de compras —dijo Camila suavemente.

—Lo que sea. La ropa es sólo para evitar que mi culo ande mostrándose. Sólo tienen
que ajustarse.

Y tampoco vio ni escuchó a Dinah dar un resoplido despectivo. Lo cual estaba igual
de bien. Pero luego se inclinó sobre el respaldo de su asiento.

—Oye, Mila, ¿te dije que voy a casa de mi abuela en Suffolk para Acción de Gracias?
Siempre hace una comida increíble con puré de manzana, chirivía y calabacín con
crema y salvia. ¡Doble de rico! Estaré con esto enorme después.

Extendió las manos para indicar una enorme barriga. Camila rio.

—Sí, mi mamá siempre hace un gran despliegue, también. Normalmente aparecen


un montón de primos, se vuelve un poco loco y...

Se detuvo abruptamente, sintiéndose terrible por hablar sobre los planes de su


familia para Acción de Gracias cuando sabía que Lauren no tenía ninguna familia, o
planes. Podría haberse pateado a sí misma por no cortar el tema tan pronto como
Dinah lo sacó, aunque Lauren no lo escuchó.

—Un poco de locura es bueno —dijo Dinah, inconsciente de la repentina tensión de


Camila. Miró a Lauren y le preguntó amablemente

—¿Qué harás para Acción de Gracias, Lauren?

Ella captó "Acción de Gracias" y supuso el resto.


—Nada, sin planes.

Dinah claramente pensó que su respuesta cortante era grosera, porque lo arrasó.

—¿Así que, vas a tumbarte en la cama y olvidarte que existe Acción de Gracias?

—Dinah... —dijo Camila, con una advertencia en su voz.

—¡No, ya es suficiente, Mila! Estoy tratando de ser amable y ¿no se puede molestar
en darme una respuesta adecuada? Eso es patético.

—Los padres de Lauren murieron hace dos años en un accidente de auto —dejó
escapar, enfadada.

Hubo un silencio horrible. La ojiverde era la única que no sabía lo que se dijo, pero
vio la expresión de Dinah transformarse de combativa a conmocionada.

—¡Oh... oh! ¡Lo siento mucho, mucho, Lauren! No tenía idea. Mila nunca lo
mencionó. Yo... lo siento mucho.

Miró a Camila por una traducción de la conversación.

—Tus padres. Ella no lo sabía.

—Oh.

Se encogió de hombros y miró por la ventana de nuevo, pero cuando Camila sostuvo
su mano en su regazo, no la apartó. Rápidamente Dinah se sentó mirando al frente,
ignorando estoicamente las furiosas miradas de Normani. No hubo más intentos de
hablar. Cuando Normani se detuvo frente a los dormitorios, Lauren salió sin hablar
y Camila murmuró un simple "Buenas noches"

Pero mientras la ojiverde se giró para alejarse, Normani bajó la ventana y extendió
su mano derecha.

—Siento lo de tus padres, chica.


Lauren la miró por un momento, luego sacudió la mano que le ofrecia la morena.

—Gracias —dijo, en voz baja.

Cuando el coche de Normani se alejó, la castaña agarró el brazo de Lauren,


obligándola a mirarla.

—Lo siento mucho. No le conté porque... bueno, era privado.

Ella sonrió cansadamente.

—Está bien, nena. No quiero a las personas sintiéndose mal por mí, sea cual sea la
razón. —Dejó escapar un profundo suspiro y forzó a salir una sonrisa—. Nos vemos
arriba en cinco.

—Buena suerte con eso, amiga —dijo otro estudiante en un tono disgustado,
alejándose de los dormitorios de las chicas—. Pusieron un guardia de seguridad en
la puerta de incendios, supongo que el decano se percató de eso.
Capítulo 14

Chris se quedó de pie con los brazos cruzados mientras Lauren metía la ropa en su
mochila. Cuando estuvo de frente a ella, le dijo:

—Así que vas a ir con ella, la cantante.

Asintió. Aunque su expresión era neutral, tenía la mandíbula apretada. Chris se


frotó los dedos por el rostro, una expresión de frustración que su hermana menor
aparentemente había heredado. Luego metió las manos en sus bolsillos.

—Lo que sea. Probablemente es mejor que salgas de la ciudad por un tiempo.

Ese era el plan, pero las palabras de Chris preocuparon a Lauren.

—¿Qué está pasando? Esos policías realmente te tienen en la mira. He estado


manteniéndome alerta desde entonces, ellos no jugaban.

Chris negó con la cabeza lentamente.

—Las cosas se han... complicado.

Frunció el ceño con irritación y confusión.

—No lo entiendo. No necesitamos el dinero. Ya que... ya que mamá y papá... el


seguro pagó la hipoteca y está el fideicomiso para mis gastos de matrícula. Tengo mi
trabajo de verano en la tienda de autos, también podría trabajar los fines de
semana. Si consiguieras un trabajo...

—¿Quién va a darme un trabajo? Quiero decir, ¿en serio? ¿Con mis antecedentes? Ni
siquiera podría conseguir que me paguen para abastecer los estantes en WalMart.

—Regresa a la universidad, termina tu carrera.


—No lo entiendes, no eres más que una niña.

Lauren enfureció.

—¿Eso es lo que piensas?

Chris se encogió de hombros y luego negó con la cabeza.

—No. Realmente no. Sólo digo que es más complicado de lo que piensas.

—Entonces dime, estoy segura de que puedo ponerme al tanto.

Chris hizo una mueca.

—Mira, lo que sea. Ve a disfrutar Acción de Gracias con tu chica. Tal vez
hablaremos cuando regreses. ¡Vamos, fuera de aquí! Disfruta. No seas una marica.

Lauren sonrió suavemente, luego su rostro se puso serio de nuevo.

—Pero ¿hablaremos cuando vuelva?

—Sí, tal vez. Ahora anda, vete.

Chris presionó a su hermana en un abrazo y susurró

—Lo siento, niña.

Sabía que Lauren no podría oírlo.

Condujo hacia los dormitorios mientras una ruidosa multitud de estudiantes


universitarias salían a tropel, gritando y empujando, cargando maletas pesadas y
amontonándolas en los coches. Era un alegre alboroto. Alegre para todos los que se
iban a pasar tiempo con sus familias. Lauren se sentía cualquier cosa menos alegre,
la ponía tan nerviosa como el infierno la perspectiva de quedarse en casa de los
Cabello. Le preguntó a Camila si su padre tenía un arma, ignorando los ojos en
blanco que ella puso, e incluso buscó en Google la ubicación del motel más cercano
en caso de que las cosas no salieran de acuerdo al plan. Pateó el soporte de la
motocicleta y se inclinó para sacar el regalo de Acción de Gracias para Camila. Uno
de los dos regalos que consiguió para ella. Dudaba de que le fuera a gustar, pero
definitivamente lo necesitaba. Intentó envolverlo, incluso compró un poco de papel
caro y un lazo. Pero el papel no quedaba bien y el lazo seguía deshilachándose. Al
final utilizó tanta cinta adhesiva que la maldita cosa parecía tan atractiva como
algo atropellado. Razón por la cual lo metió dentro de una bolsa de plástico.

Se las arregló para abrirse paso entre la multitud de chicas hormonales,


preguntándose si el haber sentido que alguien tocaba su trasero fue un accidente,
cuando chocó con... ¿cómo diablos se llamaba? Se devanó los sesos mientras los ojos
de ella se ensanchaban al darse cuenta de quién era el pecho al que miraba de
arriba a abajo.

—¡Oh, Lauren!

—¡Hola! —dijo amablemente.

Empezó a avanzar, pero la agarró del brazo.

—Cometiste un error al no llamarme de nuevo —dijo con una mirada desafiante.

No pudo evitar sonreír. La chica tenía pelotas.

—Feliz día de Acción de Gracias —dijo, guiñándole un ojo—, Terri.

Hizo un puchero y echó su largo cabello rojo sobre el hombro. Subió los escalones de
dos en dos hasta que estuvo parada afuera de la habitación de Camila. Tocó la
puerta con fuerza. Ella abrió la puerta, con los oídos zumbando debido a los chillidos
agudos de Dinah, y le sonrió, con las mejillas rosadas y los ojos brillantes. Lauren
no pudo evitar inclinarse para besar sus dulces labios. En el momento en que su piel
tocó la piel de ella, la chispa de electricidad se encendió y no pudo negarlo, por lo
que profundizó el beso, deseando sentir su cuerpo presionado contra el suyo.
Varias chicas que merodeaban por el pasillo silbaron y gritaron comentarios que las
buenas estudiantes universitarias no deberían saber, aunque fuesen
anatómicamente correctos. Tal vez fue una suerte que Lauren no los hubiera oído,
no que le habría importado. Pero a Camila sí, su rostro se volvió rojo y la tiró dentro
para cerrar la puerta.

—¿Qué? —preguntó, desconcertada la ojiverde.

—Nada —mintió, luego continuó al ver que su respuesta le molestaba—. Sólo


algunas estudiantes de segundo año viendo a mi novia.

Lauren se echó a reír. Le gustaba que fuera posesiva. Dinah enarcó las cejas y
suspiró teatralmente.

—¡Hola! ¡Estoy en la misma habitación que ustedes, chicas! Existo. Hay vida más
allá de la burbuja de Camren.

—Lo siento, DJ —murmuró Camila.

—Sí. Lo que ella dijo. —El tono de Lauren no era del todo serio, y sonrió—Hola,
Dinah. No te vi por allá.

La polinesia gimió.

—Oh Dios, ahora soy invisible. Finalmente sucedió. Cuanto antes superen la fase de
luna de miel, mejor para nosotros los simples mortales.

—¡Oh, claro! —resopló Camila—. Y tú no gritabas porque Normani te envió un lindo


mensaje de texto diciendo: "¡Oh, Dinah! Eres la mujer más hermosa que he visto en
mi vida. Tus ojos son como dos bombones de chocolate y las tórtolas cantan cada vez
que entras en una habitación...".

Dinah le lanzó un cojín.

—¡Ya cállate! No decía eso, no exactamente.


Lauren sintió ganas de retroceder fuera de la puerta. Los niveles de estrógeno en la
habitación llegaban a los cielos y eran lo suficientemente altos como para fundir las
bolas de un mono de latón. Probablemente. No era lugar para ella.

—Um, sí, te esperaré afuera —dijo.

—¿Qué? No, estoy lista.

Camila se abalanzó hacia Dinah y la abrazó con fuerza.

—Envíame mensajes todos los días, ¿lo prometes?

—Por supuesto. Y dime cómo va todo en tu casa. Ah, y recuerda lo que dije,
definitivamente tienes que tener sexo en tu dormitorio de la infancia —respondió
Dinah, murmurando en el cuello de Camila.

Jadeó.

—¡Dinah!

—Sólo digo, será impresionante. Créeme- La polinesia le guiñó un ojo a Lauren,


quien tenía algunos pensamientos inapropiados cuando vio a su novia besando a
otra mujer, aunque no escuchó la conversación. Sacudió la cabeza para despejarse y
de repente decidió que sería inteligente mantener el regalo de Camila en frente de
ella. La castaña le dirigió una mirada extraña, probablemente porque sus ojos
parecían estar a punto de estallar. Alzó una pequeña bolsa.

—¿Esto está bien?

—Um...

—¿Encajará en Sirona?

—¿Quién es Sirona? —preguntó Dinah, la curiosidad coloreando su tono.

Camila se rio.
—Su motocicleta.

—¿Le puso nombre?

—¡Lo sé! —Rio Camila.

—¡Oigan! —dijo Lauren—. ¡Estoy parada justo aquí!

—Ahora ya sabes lo que se siente —murmuró Dinah.

Camila agarró la mano de Lauren y la arrastró fuera de la habitación.

—¡Adiós, DJ! ¡Feliz Día de Acción de Gracias!

—Sí —dijo Lauren—. Lo que ella dijo.

—¿Qué pasa contigo? —le dijo Camila a Lauren—. Estás actuando extraña, toda
rara.

Lauren miró nerviosamente alrededor, la llevó a una esquina vacía junto al armario
del conserje, y luego le arrojó el regalo.

—Para ti —murmuró—. No es mucho, y no es nuevo, ni nada, así que si no te gusta


está bien, pero pensé que podrías usarla y... sí... sí.

El rostro de Camila cambió lentamente de la confusión a la comprensión, y luego al


placer.

—¿Tú... me compraste un regalo?

Asintió.

—Sí, pero es bastante horrible. No es nuevo, pero pensé... no sé... no tienes que...

¡Mierda! ¿Por qué darle un regalo a una chica era tan difícil? Porque nunca lo has
hecho antes, idiota.

—Laur, me encanta.
La miró fijamente, completamente atónita.

—Pero... ni siquiera lo has abierto.

Camila se acercó y la besó en la mejilla.

—Me encanta porque viene de ti.

Las puntas de las orejas de Lauren se enrojecieron, y de repente el feo alfombrado


parecía increíblemente fascinante.

—Probablemente no quedará bien —murmuró, casi para sí misma.

Camila sacó el paquete de la bolsa. Contuvo una sonrisa al ver los fútiles intentos
de Lauren para envolver regalos. Jesús, parecía que lo envolvió con los ojos
vendados, y usando los dedos del pie. Trató de arrancar el papel, pero tenía tanta
cinta adhesiva que no podía lograr ningún avance.

—Um, ¿podrías ayudarme? —dijo, reprimiendo el impulso de reír.

—Mierda —murmuró Lauren.

Cuando no pudo arrancarlo con sus manos, usó los dientes para rasgarlo y abrirlo,
después se lo devolvió a Camila. Finalmente la castaña tuvo su regalo abierto.
Dentro contenía una chaqueta negra de cuero, talla pequeña. Se había puesto suave
por el uso, el cuero descolorido y desgastado, las mangas se curvaban en la zona de
los codos por los años de uso. Mientras Camila extendía los brazos, Lauren la
deslizó sobre sus hombros, y después subió el cierre. Se ajustaba a la perfección.

Maldita sea si no se veía sexy en cuero.

—Pensé que te mantendría cálida cuando fueras en la motocicleta. No tienes que


usarla —dijo— pero es más segura que tu chaqueta, así que creí...

Camila presionó los labios contra los suyos para silenciar su balbuceo nervioso.
—Ahora puedes dejar de hablar —dijo, mirándola a los ojos—. Me encanta.

Lauren sonrió, un poco insegura.

—¿Si? Porque es de segunda mano y sé que a las chicas no les gustan esas cosas, así
que... —Sus palabras se desvanecieron mientras le sonreía felizmente—. ¿Te gusta?

—Me encanta. Te lo dije.

—Bien, porque luce malditamente sexy en ti. Me hace querer hacerte cosas.

—¿Qué clase de cosas? —dijo con una mirada desafiante.

Sus brazos descendieron de repente y la levantó, con las manos debajo de su culo,
por lo que las piernas de Camila se envolvieron automáticamente alrededor de su
cintura. Entonces la presionó contra la pared y la besó con fuerza. A través del brillo
de lujuria que de inmediato la envolvió, podía sentir las caderas de Lauren
aplastándose entre sus muslos.

—Te voy a follar contra una pared, muñeca, y todo lo que estarás usando será esa
chaqueta de cuero.

Jadeó mientras ella murmuraba esas palabras contra su garganta. Camila aseguró
las manos alrededor de su cuello e hizo un par de movimientos por su cuenta,
sacándole a Lauren un gemido desde lo profundo de su pecho. Poco a poco la dejó
deslizarse abajo, con sus ojos oscuros y salvajes. De pronto, la agarró por la muñeca,
la metió dentro del armario del conserje y cerró la puerta, dejándolas en una
oscuridad iluminada únicamente por las grietas de luz. Cuando Camila sintió a
Lauren tirando del botón de sus vaqueros, le agarró las manos y la detuvo.

La ojiverde suspiró profundamente, y Camila la abrazó mientras sus respiraciones


volvían a la normalidad poco a poco. Después de un rato, abrió cautelosamente la
puerta y salió. Un par de chicas que pasaban caminando se rieron, y la castaña supo
que las pocas pizcas que quedaban de su reputación acababan de desintegrarse
cuando Lauren la siguió fuera.

—Lo siento —dijo la ojiverde, ni siquiera un poco avergonzada—. Te ves tan


ardiente.

No sabía si estaba más excitada o molesta porque hubiera tratado de follarla en un


maldito armario que olía a lejía.

—Deberíamos ponernos en marcha —dijo, alzando las cejas hacia ella.

—Tú siempre haces que me ponga en marcha, nena —respondió con una sonrisa.

—¡Lauren!

—¿Qué?

Se preguntaba cuánto margen de maniobra tenía realmente el armario, Camila jaló


su manga y Lauren la siguió por las escaleras, riendo en voz baja. No existía
absolutamente ninguna duda en su mente, que si no la hubiera detenido, ahora
serían un desastre caliente y sudoroso. ¡Esa chica! Sin dejar de sonreír para sus
adentros, Lauren metió la mochila de Camila en las alforjas de la motocicleta.

—¿Hay algo que se pueda romper aquí, nena? —preguntó, con cierto retraso.

—¡Um, no! —Se rio—. ¿Y ahora me lo preguntas?

Se encogió de hombros.

—Me distrajiste.

—¿Me estás culpando?

Sonrió.

—Sí, eres totalmente impresionante.


Camila sintió un leve calor en sus mejillas. De importante nerd musical a
impresionante en medio semestre, le gustaba. Le entregó un casco y balanceó una
larga pierna sobre la moto, después le tendió la mano. El rugido del motor era muy
fuerte, y Camila pudo ver varias cabezas volteando en su dirección. Unas cuantas
chicas sabían que ella y la famosa Lauren Jauregui estaban saliendo, pero después
de esto, sería de conocimiento general. Le alegraba, pero también la ponía nerviosa.
No comprendía por qué. Aseguró las manos alrededor de su cintura. Que se fue
convirtiendo rápidamente en uno de sus lugares favoritos de Lauren, dentro de su
lista. Aunque era una lista bastante larga.

Condujo lentamente hasta llegar a la interestatal, después se dejó llevar, mostrando


lo que Sirona podía hacer, y que no era una mujer imponente a pesar de sus más de
cuarenta años. Camila se aferró a su cintura y la apretó muy duro, recordándole que
en realidad no quería ser detenida por exceso de velocidad de nuevo. Debió de haber
comprendido, porque desaceleró un poco. Sólo podía esperar que estuviera por
debajo de los sesenta kilómetros por hora. Después de dos horas, viajar en Sirona
comenzaba a perder parte de su atractivo. Además de cualquier otra cosa, las
vibraciones provocaban que su culo se entumeciera. Se movió incómodamente y
deseó el lujoso todoterreno de Santana con aire acondicionado. Se sentía culpable
porque sabía que Lauren no podía permitirse algo así, y le había comprado la
chaqueta de cuero genial para hacerla sentir más cómoda. Deseaba que también le
hubiera comprado un cojín para sentarse. Después de otros treinta minutos ya tenía
suficiente. Quería ponerse de pie. Quería caminar. Quería frotarse el culo y estirar
las piernas. Vio una parada de camiones más adelante, golpeó a la ojiverde en el
hombro y la señaló. Hizo girar la motocicleta y se dirigió al carril de salida. Cuando
por fin apagó el motor, Camila se sentía algo animada. Se quitó el casco y se bajó
como pudo, frotándose cuidadosamente el trasero. Lauren la miró como si estuviera
tratando de no sonreír.

—¿Estás bien, muñeca?


—No, ¡no puedo sentir mi trasero! —dijo malhumorada.

—¿Quieres que yo lo toque?

Antes de que tuviera la oportunidad de responder, se agachó y le masajeó el culo,


sus fuertes dedos trabajando sobre la suave carne. Gimió de placer. Definitivamente
Lauren había errado en su vocación. Sería la masajista más increíble. Una
masajista personal. Su masajista personal. Y ella sería su única clienta.

—¿Mejor?

—No te detengas —gimió.

Le sonrió.

—Nena, si no me detengo ahora, voy a querer follarte en medio de una parada de


camiones. ¿Ves lo que me haces?

Bajó la mirada a la parte delantera de sus vaqueros y Camila se sorprendió al ver


un bulto notable.

—Oh —dijo en voz baja—, lo siento.

—Está bien. Pero no puedo esperar a llegar a tu casa.

Camila parpadeó.

—¡Sabes que no podemos besuquearnos en casa de mis padres! —dijo, con un poco
de pánico en su voz.

Una pequeña arruga apareció entre sus cejas.

—¿Por qué no?

—Porque... porque...

Lauren sonrió.
—No voy a hacerlo delante de tus padres, Camz. No quiero darle a tu papá otra
razón para echarme. Esperaremos a que salgan o algo.

—Oh —dijo Camila, débilmente.

—¿A menos que no quieras? —dijo, su voz repentinamente insegura.

—¡Lo quiero!

¿Lo quiero? Se preguntó a sí misma. ¿En la casa de mis padres?

—Bien —dijo Lauren, feliz y fácilmente apaciguada.

Todavía se preguntaba lo que acababa de acordar mientras entraban en la pequeña


cafetería. Su mamá no le dijo que no podían hacerlo, pero dio a entender que el
"buen comportamiento" era el precio de la invitación. No tenía duda de que su
mamá se refería a no besuquearse, lo que significaba no tener sexo. La camarera se
acercó con una jarra de café, vertiéndolo de inmediato en las dos tazas que
esperaban en la mesa. Camila lo miró pensativamente y Lauren ordenó todo lo que
podía ser frito.

—¿Qué? —dijo, echándole un vistazo mientras se recostaba para beber su café.

—¿Hambrienta?

—Sí —dijo, sonriendo—. Muerta de hambre.

—¿No comiste anoche?

Miró su café.

—Nah, no llegué a hacerlo.

Golpeó la palma de su mano.

—Bueno, será mejor que te pongas a entrenar porque mamá te alimentará hasta
que explotes.
—Suena bien. No he tenido una comida casera desde... no por un largo tiempo.

Le acarició la mano.

—Lo sé.

—Um, Camz, no quiero sonar como una marica o algo así, pero...

Parecía extrañamente ansiosa.

—Lauren, ¿qué es?

—Sólo... no me dejes a solas con tu familia, ¿de acuerdo? Es difícil...

—Creo que deberíamos contarles, acerca de ti. Lo haría más fácil.

—¡Mierda, no! Tu papá ya me odia. No necesito darle otra razón.

La miró con confusión.

—Papá no te odiará porque seas sorda. Quiero decir, no es feliz porque estemos... ya
sabes... pero no por eso.

—Camz —dijo, con paciencia—. No querrá a su única hija saliendo con una chica
que no es del todo...

—¡No lo digas! —interrumpió, su voz áspera—. Simplemente no lo hagas. Quiero


estar contigo. Eso es lo que importa, es todo lo que papá necesita saber. De todos
modos —dijo en voz más baja—, lo único que quiere es que sea feliz.

Lauren negó con la cabeza amargamente.

—Sí, pero no con alguien como yo.

No sabía qué decir. Sólo el tiempo podría persuadir a Lauren. Esperaba que su
padre no fuera demasiado duro con ella. Su madre le prometió que se comportaría,
pero tenía sus dudas. Fue sólo cuando su madre le recordó que esta era la primera
vez que tenía que lidiar con su hija madurando lo suficiente como para tener novia,
que pudo verlo desde su punto de vista. Más o menos. Lauren todavía fruncía el
ceño cuando la comida llegó, pero se animó de inmediato a la vista del enorme plato.

—¡Sémola de maíz! —dijo alegremente—. Dios, me encanta esto.

Le dio a la comida toda su atención, y ella se sentó a mirarla.

Su pelo quedó ligeramente aplastado por el casco, pero se disparó en picos en el


momento en que se pasó las manos a través de él, lo que hacía a menudo. Había
cambiado el arete en su ceja por una pequeña barra negra, aunque no sabía si era
para que fuera más cómodo bajo el casco, o porque era menos molesto para sus
padres. Terminaron de comer y después la ojiverde permaneció afuera por un
cigarrillo, mientras ella pagaba la cuenta. Tuvieron una breve pero acalorada
discusión, la convenció de que, ya que era a su familia a la que visitaban en Acción
de Gracias, ella debería pagar por cualquier alimento en el viaje. Lauren sólo aceptó
después de insistir en que ella pagaría la gasolina.

Se sintió como una tonta, la gasolina costaría mucho más que la comida. Lauren era
mucho más inteligente que ella cuando se trataba de algo relacionado al dinero. Tal
vez porque tuvo que valerse por sí misma. No podía imaginar que Chris fuera de
mucha ayuda. El pensamiento la hizo fruncir el ceño. No quería saber exactamente
lo que hacía Chris y Lauren dijo que era mejor de ese modo, le creía. Cuando la
siguió afuera, inhalaba la última pitada de nicotina de su cigarrillo antes de moler
la colilla con su talón. La vio y sonrió, soplando la última bocanada de humo por la
nariz igual que un dragón perezoso. Se preguntó cuándo sería el momento oportuno
para tratar de persuadirla de dejar de fumar.

—¿Lista para el siguiente tramo de la carretera, muñeca, o quieres que frote tu culo
un poco más?
Camila controló un quejido. La parada de camiones no vendía cojines, lo había
comprobado. Lauren la abrazó y le besó el pelo, dejando que sus manos se
deslizaran sobre la curva de su trasero. Frotó lentamente y Camila sintió su cuerpo
temblar de deseo. La apartó suavemente para verle la cara.

—¿Puedo ir a tu habitación esta noche? —dijo, sosteniendo sus caderas con fuerza—
. Voy a ser silenciosa.

—Um... no lo sé.

—¿No me deseas, nena?

—Sí, pero...

Se inclinó y la besó. Podía saborear el café y el humo, y aun así la deseaba.

—Esta noche —dijo Lauren, desafiándola a discrepar.

No respondió. Estaba bastante segura de que sus padres no lo harían tan fácil. De
hecho, ahora que lo pensaba, su madre no le dijo dónde dormiría su novia. Las cosas
seguro iban a ser diferentes esta Acción de Gracias. Renuentemente, se subió de
nuevo en Sirona, y Lauren las dirigió hacia la interestatal. Después de otra hora de
montar y preguntarse si alguna vez sería capaz de sentir su trasero, ella
abandonaría muy felizmente su amada Harley en el lago Peachtree y nunca la
vería... de... nuevo. Le alegraba que leer la mente no se hallaba entre los muchos
talentos de Lauren. Pre-acordaron señales para que pudiera dirigirla a la casa de
sus padres. Dos golpecitos en el brazo izquierdo significaba girar a la izquierda; dos
en el derecho, lo opuesto; apretar su cintura, reducir la velocidad; tres golpecitos
significaba parar.

Pronto se desplazaban por las calles suburbanas familiares, el ocasional carrito de


golf cruzando su camino. Se sentía extraño estar en casa, aún más extraño estar
llegando en la parte trasera de una motocicleta con su novia. Dio unos golpecitos en
su hombro, y la ojiverde se detuvo frente a una casa grande y moderna, pintada de
azul pálido. El patio delantero estaba cuidado, un árbol de melocotones dando gran
sombra al césped en un costado, recordándole a Lauren como era su casa antes de
que sus padres murieran. Acababan de desmontar y retirar sus cascos cuando la
madre de Camila vino apresurada por el camino.

—¡Estás aquí! Me preocupaba tanto. —Y atrajo a la castaña en el más apretado


abrazo, besando a su hija mayor repetidamente.

Lauren se paró incómoda, de repente sin saber qué hacer con las manos, pero
deseando haber tenido tiempo para un reconfortante cigarrillo. Sabía que eso no
sería un buen comienzo para la visita, y siguió sosteniendo sus cascos. Maldición.
Necesitaba desesperadamente un cigarrillo. Entonces la madre de Camila la soltó, y
dejó pasmada a Lauren al darle un rápido abrazo, también.

—Bienvenida a nuestra casa, Lauren.

—Gracias por invitarme, Sra. Cabello —dijo tímidamente.

—Oh, por favor, llámame Sinu.

—Está bien. —Sonrió nerviosamente—. Um, Camz, ¿podrías sostener esto mientras
traigo nuestro equipaje, nena?

Le entregó los cascos, luego sacó la pequeña mochila de Camila, su propia bolsa, y
otra bolsa de plástico. Camila no sabía lo que contenía esa.

Ella guardó los cascos, y luego lo llevó hacia la puerta principal. La Sra. Cabello
sonrió con aprobación al ver que Lauren seguía llevando la mochila de Camila, así
como la suya. Entonces Alejandro salió y la ojiverde se congeló a medio paso. Miró
severamente a Lauren antes de besar a su hija.

—Es bueno tenerte en casa, cariño —dijo.


—Gracias, papá. Um, ¿recuerdas a Lauren? —respondió, un tanto cautelosa.

—Lauren —dijo su padre, secamente.

—Sr. Cabello —respondió la ojiverde, igual de seca.

Tras una breve pausa, su padre le tendió la mano. Lauren puso las bolsas en el
suelo, y los dos se estrecharon las manos. Sinu dejó escapar un suspiro de alivio.
Primera etapa completada. Sin sangre derramada.

—¿Dónde está David? —dijo Camila, buscando a su hermano pequeño.

—Oh, está en la casa de Jerry. Conocerás a mi hijo menor más tarde, Lauren.
Compartirás su habitación. Espero que no te importe, pero los abuelos de Camila
están en nuestra habitación de invitados. ¿Estarás bien en un catre?

—Claro —dijo Lauren, mirando a Camila, suponiendo que ella conocía los arreglos
para dormir, pero que no se lo contó—. Sí, un catre está bien, gracias, Sinu —
respondió cortésmente.

Decidió no decirle que si pudo dormir en un colchón delgado en una celda de la


policía, podía dormir en cualquier parte. Ese tipo de mierda no iba bien con padres,
suponía.

—Camila, si puedes mostrarle a Lauren donde dormirá, les prepararé a ambas una
bebida. ¿Té helado está bien para ti, Lauren?

—Um... —Dudó, echando una mirada horrorizada a su novia.

—Creo que Lauren preferiría el café —dijo el Sr. Cabello.

—Uh, sí, muy bien —dijo la ojiverde, parpadeando por la sorpresa.

—Café para ustedes, cariño. Nosotras podemos quedarnos con el té.

Incluso Camila pareció sorprendida, luego envolvió a su padre en un abrazo.


—Gracias, papi.

—Claro, nena —dijo, sonando satisfecho.

Lauren bloqueó el hecho de que el padre de Camila la llamó su "nena", también. Esa
mierda era demasiado rara. Condujo a la ojiverde por las escaleras y abrió la puerta
de la izquierda.

—Um, esta es la habitación de David —dijo ella.

—Sabías sobre esto, ¿no? —dijo, en tono acusador.

Negó con la cabeza.

—No exactamente. Mamá no lo mencionó. Pero pensé en eso en el camino y supuse


que sería o bien esto... o que pondrían el catre en la sala de estar.

La ojiverde suspiró.

—Supongo que tengo suerte de que no sea en el patio trasero. —La miró—. Quiero
saber dónde está tu habitación.

Se echó a reír nerviosamente, y le mostró la habitación al otro lado del pasillo.

No era el cuarto de fantasía y con cosas femeninas que Lauren medio esperaba. La
única palabra para describirlo era pacífica. No era grande, pero parecía cómoda.
Había un armario en la pared del fondo, una cómoda, una estantería llena de
partituras y libros raídos, y una cama de adulto, cubierta con una colcha de color
amarillo pálido.

—Linda —dijo con aprobación, y puso su mochila en la única silla de la habitación,


situada junto a un escritorio simple. Se quedó mirando por la ventana hacia el patio
trasero. Se encontraba limpio y ordenado, con un césped recién cortado y adornado
con flores. Podía ver un aro de baloncesto fijado a la pared de la cochera que
formaba el límite del gran patio. Se volvió para ver a Camila observándola.
—Tus padres tienen un lugar agradable.

—Gracias —dijo ella, incapaz de leer su expresión.

Se acercó a Lauren y curvó los brazos alrededor de su cintura, luego se inclinó para
besarla. Se sentía extraño besarla aquí, en su dormitorio, y se apartó.

—¿Qué te pasa, ne... Camz?

Se encogió de hombros, y la miró con recelo.

—Tú... no te estás arrepintiendo de invitarme, ¿verdad?

Negó con la cabeza inmediatamente y apretó los brazos alrededor de ella.

—¡No! Por supuesto que no. Es sólo que... me siento como si no supiera cómo actuar
en mi propia casa. Es difícil de explicar.

Lauren asintió.

—Lo entiendo. Me sentí así la primera vez que regresé de un internado. Me tomó un
tiempo sentirme como en casa otra vez, yo cambié y me di cuenta de pequeñas cosas
que cambiaron en casa. Era igual, pero diferente. Se sentía raro.

—¡Sí, exactamente!

Se sentía aliviada. La entendía.

—Oye —dijo, con un brillo malicioso en sus ojos—, ¿has tenido un chico... o chica en
tu habitación antes?

—¡No he tenido un hombre en ningún lugar antes de conocerte y menos a una


mujer, lo sabes muy bien!

Se echó a reír.

—Así que, ¿eso es un no?


—Sí, es un no.

Mostró su sonrisa sexy y Camila sintió que sus rodillas temblaban. Se inclinó y la
besó, su lengua pidiendo permiso. Abrió la boca y la reclamó. Sabía que eso era lo
que hacía, aquí en la casa de su familia, en su dormitorio. Pero entonces todo
pensamiento desapareció y dejó que su cuerpo reaccionará de la manera que
deseaba. Camila agarró la parte delantera de su camiseta y se la levantó para poder
pasar las manos sobre su estómago duro. La ojiverde gimió y profundizó más el
beso, pero luego la castaña escuchó a su madre llamando y se alejó de nuevo. Tenía
la cara sonrojada y Lauren respiraba pesadamente.

—Mamá nos está llamando —dijo con voz ronca.

—¿Podemos ignorarla? —susurró, lamiendo su cuello. Camila se estremeció y la


empujó por tercera vez.

—No. Enviaría un grupo de búsqueda.

—Esta noche —dijo.

No era una pregunta. Cuando llegaron a la cocina, un chico alto y delgado se


hallaba sentado a la mesa bebiendo un refresco.

—Hola, perdedor —dijo Camila, con una sonrisa.

—Hola, nerd —dijo el chico, sin volverse a mirar.

Lauren no escuchó la respuesta, pero el saludo de Camila la hizo sonreír. Su madre,


en cambio, se encontraba menos impresionada.

—¡Honestamente, ustedes dos! ¿Qué tipo de impresión le darán a Lauren?

—La correcta —dijo Camila.

—¿Quién? —dijo el chico.


La castaña rodó los ojos y le dio un golpecito en la espalda.

—Este es mi hermano, David.

—Hola, hombre —dijo Lauren, tendiéndole la mano para saludarlo—¿Qué hay?

David miró abiertamente la ceja perforada y los tatuajes de Lauren.

—Por Dios, Camz. Pensé que sólo te gustaban los nerds.

Lauren sonrió y levantó una ceja hacia Camila. Ella estaba a punto de golpear a su
hermano pequeño. Viéndose todo desgarbado y torpe, David estrechó la mano de
Lauren.

—¿Es tu Harley la del frente?

—Sip.

—¡De ninguna manera!

Y David insistió en conversar de motocicletas los próximos quince minutos. Camila


suspiró. Deseaba que su padre fuera tan fácil de complacer. El Sr. Cabello volvió a
entrar en la cocina y Lauren se levantó bruscamente, haciéndola saltar. Su padre
pareció sorprendido, también. Asintió hacia la ojiverde, que parecía a punto de salir
corriendo —o lanzar un puñetazo— Camila no estaba segura de cuál, pero su
tensión comenzaba a ponerla nerviosa. Su madre los miró a ambos con simpatía.

—Um, he traído esto para usted; señor, señora, uh, Sinu —dijo Lauren, ofreciendo
la bolsa plástica a la señora Cabello.

—Vaya, eso fue considerado de tu parte. Pero por favor siéntate, Lauren: eres
nuestra invitada. Queremos que te relajes, ¿o no, Alejandro? — dijo, lanzando una
mirada significativa a su marido.

El padre de Camila gruñó en respuesta.


Con un suspiro de exasperación, Sinu abrió la bolsa y sacó una caja aplastada de
chocolates cubiertos con praliné.

—Mierda —dijo Lauren—. Se derritió. Mierda. Lo siento.

Sus orejas se pusieron rojas cuando se dio cuenta que maldijo dos veces, en frente de
los padres de Camila. La cara de Sinu era un poco tensa, aunque Camila pensaba
que era porque intentaba no reírse.

—Um, sí, eran los favoritos de mi mamá, así que pensé... —Sus palabras se
desvanecieron.

—Estoy segura de que van a estar bien —dijo Sinu con una sonrisa sincera—. Y creo
que esto es para ti, Ale —continuó, pasando a su marido una botella de Jack
Quinns.

—No eres lo suficientemente mayor como para comprar bebidas alcohólicas —


vociferó.

El rostro de Lauren ensombreció.

—Mi hermano sí —dijo en voz baja, sin admitir ni negar que compró el whisky.

—¡Alejandro! —siseó Sinu.

—Hmm, muy considerado —espetó.

Camila quería dejar caer la cabeza entre sus manos. Pensó que Lauren tuvo la
mejor idea, y ella parecía querer escapar por eso. Le sostuvo la mano debajo de la
mesa y apretó los dedos.

—¿Vamos a dar un paseo? —dijo ella.

Lo que realmente quería decir era: ¿deberíamos salir rápidamente de aquí para que
puedas fumar un cigarrillo antes de explotar como la isla Krakatoa? La ojiverde
asintió, agradecida.
—Sí, gracias, muñeca.

El padre de Camila no se veía muy feliz al escuchar el apodo, pero después de una
severa mirada de su esposa, sabiamente decidió no decir nada al respecto.

—Vamos a salir un rato, mamá.

—Por supuesto, cariño. Estoy segura de que a Lauren le gustaría ver el lago. ¿Por
qué no se llevan mi coche? La cena es a las seis.

—Gracias —dijo, besando a su madre en la mejilla.

Lauren casi salió corriendo por la puerta principal mientras ella recogía las llaves
del coche de su madre. Ya tenía encendido un cigarrillo en el momento en que
cerraba la puerta detrás de ellas. Sopló la tensión de su cuerpo junto con una
bocanada de humo. Camila acarició su espalda, como si calmara a un animal
salvaje.

Negó con la cabeza.

—¡Joder!

Camila soltó una pequeña risa.

—Podría haber sido peor.

—¿Eso crees?

—Sí, podrían habernos atrapado teniendo sexo.

Rio a carcajadas, aliviada de que no se enojara con ella por maldecir, o por la forma
en que se comportó.

—Sí, eso no habría ido bien.

Camila envolvió los brazos alrededor de su cintura y apoyó la cabeza en su pecho.


Levantó la vista mientras soplaba otra bocanada de humo lejos de ella.
—Gracias por venir —dijo.

Sonrió mientras apagaba el cigarrillo.

—Está bien, muñeca. Anda, vamos a ver ese lago.

El auto de Sinu era un compacto Honda rojo y no pudo evitar disfrutar del amplio y
cómodo asiento acolchado. Tan diferente de los cuestionables encantos de Sirona. Se
puso el cinturón de seguridad y esperó, a la vez Lauren descifraba la manera de
mover el asiento y dar cabida a sus largas piernas.

—¡Oh, Dios! —dijo, encendiendo el motor.

—¿Qué, nena? —dijo, frunciéndole el ceño, mientras ella salía a la carretera.

—¡No puedo creer que mamá esté escuchando esta estación de radio! La música es
tan...

Camila se atragantó con las palabras al ver la cara de Lauren.

—¡Oh, lo siento tanto! Lauren...

Asintió a su disculpa y miró por la ventana. Camila se estiró para apagar la radio,
pero la ojiverde puso una mano sobre la de ella y la empujó hacia atrás.

—Camz, no espero que vivas sin música simplemente porque yo esté alrededor.

—Yo no, yo...

—Te he visto hacerlo, muñeca. Te he visto apagar el iPod y dejar de hablar de


bandas si estoy alrededor. Sé que la música es importante para ti. Mierda, lo
entiendo bien. No dejes de escuchar música por mi culpa. Joder, en todo caso, tienes
que escucharla por las dos.

De pronto los ojos de Camila se encontraban demasiado llenos de lágrimas para


conducir con seguridad. Se detuvo junto a la acera y se cubrió la cara con las manos,
sollozando. Lauren se desabrochó el cinturón, moviéndose para estrecharla en sus
bazos.

—No llores por mí, muñeca. Por favor, no llores.

Pronunció las palabras contra su pelo mientras las lágrimas empapaban su


camiseta.

Durante varios minutos, lloró todo el estrés y la tensión del día, y el dolor que sentía
en las palabras de Lauren. Tenía razón, por supuesto. Había evitado escuchar
música o hablar de música cuando estaba cerca, porque no quería hacerle daño, no
quería recordarle lo que había perdido. Ya se sentía lo suficientemente mal que la
recogiera de todos sus ensayos y que viniera a todos sus conciertos. Cuando hipaba
la última de sus lágrimas, la ojiverde levantó su camiseta y le secó los ojos.

—¿Mejor, bebé?

Asintió.

—Lo lamento.

La besó en el pelo de nuevo.

—No lo hagas. No por mí. No por preocuparte por mí.

Por fin se tranquilizó lo suficiente para manejar otra vez, pero no caminaron mucho
cuando llegaron al lago, simplemente buscaron un árbol con sombra para tumbarse
debajo. Camila apoyó la cabeza en el pecho de Lauren, y ella dibujó con los dedos
círculos perezosos en su hombro. Fue el momento de paz que tanto necesitaban. Al
final, la castaña luchó para sentarse y Lauren abrió los ojos, sonriéndole.

—Hay un lugar cerca de aquí, es una especie de pequeño centro comercial, donde
podemos tomar un café, ¿quieres ir?
—Sí, definitivamente podría ir por un café. Esta es tu ciudad natal. Vamos a ver los
lugares más interesantes.

Camila rio.

—Bueno, estamos sentados junto al lago, eso es todo. A menos que quieras ver el
campo de golf.

—Guau, la vida a mil por hora —dijo inexpresiva.1

Ella sonrió tímidamente.

—Chica de pueblo pequeño, esa soy yo.

Se paró y le dio un beso en la punta de la nariz.

—No te tendría de otra manera, muñeca.

En el centro comercial, entraron de la mano a la cafetería más cercana y se sentaron


afuera, disfrutando del cálido sol de la tarde. Tenía la esperanza de que algunas de
las chicas que conocía de la escuela secundaria pasaran. Lauren lucía
increíblemente caliente sentada allí con sus Ray Ban cubriendo sus ojos, y con su
camiseta ajustada sobre sus hombros y espalda. Por una vez le habría gustado ser
envidiada por las chicas que para variar, nunca le dieron siquiera la hora.
Completamente superficial, y no le importaba. Pero cuando la camarera comenzó a
coquetear con la ojiverde, como si ella no existiera, cambió de idea. Debía haber sido
tan obvio que ella se hallaba fuera de su alcance, que la camarera ni siquiera trató
de ser sutil.

—¿Qué puedo hacer por ustedes, amigas? —dijo, con sus ojos recorriendo el cuerpo
innegablemente caliente de Lauren.

—¿Camz?

—Um, voy a querer un Frappuccino de caramelo, por favor.


—¿Y con qué puedo tentarte a ti? —dijo la camarera, chupando el lápiz
sugestivamente.

Lauren arqueó las cejas y respondió

—Café negro, por favor.

—Oh, concuerdo. —Se rió la camarera—. No puedo soportar todas esas bebidas
falsas, prefiero mi café fuerte.

La ojiverde se estiró y tomó la mano de Camila.

—¿Sí? A mi muñeca le gustan las bebidas dulces, al igual que ella.

La castaña se sonrojó de color rojo brillante, agradecida y encantada por su


exposición pública, pero la camarera se alejó con un bufido molesto.

—Guau, ¡no puedo creer que coqueteaba contigo delante de mí! Quiero decir,
¡vamos!

Lauren le mostró su sonrisa sexy.

—Te dije que era irresistible, muñeca —dijo, sin modestia—. Pero únicamente te
quiero a ti.

El cuerpo de Camila comenzó a recalentarse, por lo que se sintió aliviada cuando la


camarera regresó con su café helado.

—Me dejan saber si les puedo ayudar en algo más —dijo, de un modo hosco.

Lauren le guiñó un ojo, lo que envió una sonrisa al rostro de la camarera.

—¡Eres tan mala! —siseó la castaña.

Lauren se encogió de hombros.


—No quería arruinar su día.
Capítulo 15

Se sentaron por un rato más, disfrutando de sus bebidas y el sol. Para gran
decepción de Camila, ninguna de las chicas de su secundaria parecía estar cerca.

Al final, suspiró y admitió que era tiempo de volver.

—La abuela y Pops ya habrán llegado —dijo—. Es la mamá de mi mamá y el papá


de mi papá.

—Genial —dijo Lauren, con exagerada ironía.

Era su turno para tranquilizarla.

—Te amarán, además, ¿pensé que dijiste que eras irresistible?

Se encogió de hombros.

—Deberías haber leído la letra pequeña.

Lauren se tensó visiblemente cuando Camila las condujo de vuelta a su casa. La


chica relajada y sexy que amaba ahora se volvió susceptible y reservada, sus dedos
tamborileando nerviosamente sobre sus muslos. Camila acercó su mano derecha y le
tocó la rodilla.

—Estará bien —dijo.

Hizo una mueca y miró por la ventana. Pero cuando llegaron a la casa, las cosas se
pusieron raras.

Pops se hallaba parado al frente con amor en sus ojos, mirando la Harley de Lauren.
No sólo eso, la abuela Olsen; seria, clásica y que usaba perlas, decía palabras
bonitas sobre su primer novio quien tenía una moto, y le rompía los tímpanos a
Pops.

—Oh, Marlon Brando no se le comparaba. "¿Contra qué te rebelas, Johnny?" "¿Qué


tienes?" ¡Semejante tontería! Mi chico seguro que sabía cómo usar un par de Levis,
diré que gran parte de él. —Se dio la vuelta y vio a Camila—. ¡Ahí está mi conejito!
—Y descendió sobre ella, sofocándola con besos de lápiz labial rosado.

—Hola, abuela —dijo, avergonzada por su apodo. Podía ver a Lauren sonriéndole
por el rabillo del ojo—. Um, ella es mi novia Lauren.

Justo en ese momento, se sonrojó con la palabra "novia".

—¡Dios mío! —dijo la abuela Olsen, escudriñando los tatuajes de la ojiverde y su


ceja perforada— Bueno, ciertamente combinas con tu motocicleta. Estoy muy feliz
de conocerte, Lauren.

—Igualmente, señora —dijo ella, asumiendo que estarían sacudiendo sus manos.

No conocía a la abuela Olsen. La atrajo a su altura y plantó un sonoro beso rosado


en su mejilla.

Parecía sorprendida y Camila quería reír por la expresión en su rostro.

—Um, este es mi abuelo, Pops.

—Encantado de conocerte, hija. Mi nombre es Harold Cabello, pero esta pequeña


señorita me llama "Pops" desde antes que pudiera caminar, y se le quedó pegado.

Se estrecharon la mano y luego Lauren tuvo que responder docenas de preguntas


sobre su moto.

—Se llama "Sirona" —agregó Camila amablemente.

—¿Quién? —dijo la abuela Olsen, mirando alrededor como si otra persona estuviera
a punto de materializarse bajo el árbol de melocotones en el jardín.
—Su moto —se burló Camila.

Pops la miró con los ojos vidriosos.

—Ese seguro que es un bonito nombre para una bella dama.

Lauren le sonrió a Camila, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Algunas personas aprecian sus encantos, muñeca.

La cena fue un asunto ruidoso, y al principio a Camila le preocupaba cómo lo


enfrentaría Lauren. Pero a petición de Pops, se sentaron en el mismo extremo de la
mesa. Ella no tenía idea de que un fanático de las motos se escondía bajo la
superficie bondadosa de su exterior canoso.

A la pobre de Lauren apenas se le permitió tomar un bocado de la excelente lasaña


y ensalada que Sinu había hecho, antes de que le derramaran una cascada de
preguntas sucesivas.

—Escuché que con el ajuste del tubo de escape es muy fácil equivocarse en una
Harley —dijo Pops—. La acción de los tubos colectores dobles de 1¾ pulgadas es
difícil de superar.

Asintió.

—Seguro, pero no son ajustables. SuperTrapp hace silenciadores ajustables. Sólo


necesitas instalar núcleos deflectores.

Ajustable, no ajustable, no existía nada musical en esa conversación: Camila se


desconectó. Se giró para ver a su abuela observándola.

—Bueno, conejito, parece una joven muy agradable.

Camila sonrió.

—Gracias, abuela.
—Guapa, también, aunque es una pena todos esos tatuajes, y en cuanto a esa
ridícula pieza de metal en su ceja, no puedo imaginar qué pensaba. —Palmeó su
mano—. Serás una influencia calmante para ella. Siempre has sido una chica muy
sensible.

Camila hizo una mueca. Por primera vez, se alegraba de que Lauren no hubiera
escuchado lo que se dijo. David, sentado al otro lado de Pops, parecía igualmente
impresionado por Lauren. Sus ojos seguían sacudiéndose de vuelta a ella mientras
los escuchaba discutir términos desconcertantes como levas, cámaras de combustión
y carburadores, con facilidad y diversión mutua. Camila sabía que su padre tenía
poco interés en la fijación de motores, surgía algún problema y bajaba directamente
a la tienda de reparación de automóviles.

Para David era una nueva experiencia en la vinculación. Después de la cena, la


castaña ayudó a su mamá a levantar la mesa, y la ojiverde fue dejada a la
misericordia de Pops y la abuela Olsen. Lamentaba haberle prometido que no la
dejaría sola, pero en verdad no tenía opción. Lavó y apiló los platos a medida que su
mamá los cargaba en el lavavajillas.

—¡Camila, te juro que esa joven tuya está soñando la mitad del tiempo! La llamé
por su nombre tres veces antes de que respondiera.

Tomó una respiración profunda. La preferencia expresada de Lauren era que su


familia no supiera nada de su sordera. Pero viendo la expresión divertida de su
madre, sintió que no tenía más remedio que defenderla diciendo la verdad.

—Eso es porque no te escuchó, mamá.

—Bueno, pude notar eso. No sé dónde se hallaba, pero debe haber sido un lugar
agradable.

—No, mamá. Quiero decir que ella no podía oírte. Lauren es sorda.
—¿Perdón?

Camila casi se rio.

—Lauren es sorda. Comenzó a perder la audición cuando iba a la secundaria. Se


quedó completamente sorda hace casi dos años atrás..

—¡Pero... pero...!

—Lee los labios. Es por eso que no contesta si no puede ver tu cara.—Se detuvo para
que su madre asimilara esta extraordinaria pieza de información—. Te dije que era
extraordinaria —dijo, tranquilamente.

Su madre se sentó a la mesa de la cocina luciendo aturdida, mirando a su hija como


si estuviera esperando el remate del chiste.

—¿No puede oír? ¿En absoluto?

Camila sacudió la cabeza.

—Pero ¿cómo lo maneja? ¿En la escuela? ¿En sus clases?

—Como dije: lee los labios y después escribe sus notas más tarde. Es realmente
inteligente. Me ayuda con nuestra clase de Introducción al Negocio. —Camila rodó
los ojos.

—Pero... —Su madre todavía luchaba con el concepto—. Pero no usa un audífono.

—No. Son para personas que tienen algo de audición residual. No la ayudan. Ya no.

—Santo cielo —dijo su madre—. ¡Santo cielo! —Entonces se levantó—. ¿Está a salvo
sobre esa moto? Quiero decir, ¿si no puede oír el tráfico?

—Es sorda, no ciega, mamá —dijo con paciencia. Sabía que su madre hacía esas
preguntas porque nunca había conocido a una persona completamente sorda.
—¿Es genético? Quiero decir, ¿podrían sus hijos ser sordos? — Sinu se sonrojó al
darse cuenta de cómo esto podría sonar para su hija.

—No, mamá. Los médicos creen que fue a causa de un virus, no es genético.

—Bueno... bueno, eso es algo.

Camila se apoyó en el fregadero, dándole tiempo para asimilar todo.

—¿Qué pasa con esos implantes? —dijo Sinu—. Vi a gente hablando de ellos en
Ellen.

—¿Los implantes cocleares?

—¡Sí, esos! ¿Podrían ayudar a Lauren?

—Tal vez —dijo lentamente—. Pero es una cirugía bastante grande y hay riesgos. A
veces, la operación puede dañar los nervios faciales. Es raro, pero puede suceder. Y
no siempre restaura la audición de cualquier timbre. Además, es un poco como decir
que hay algo mal con Lauren, que necesita ser arreglada.

—Oh —dijo, su boca abriéndose y cerrándose, sin palabras—. Pero... pero ¿no
ayudaría?

Hizo un gesto de impotencia.

—Tal vez, no lo sé. No le gusta hablar de eso.

—Bueno —dijo—. ¿Lo sabe tu padre?

Negó con la cabeza.

—¿Debería decirle?

—Supongo. No es como si Lauren pudiera disgustarle más de lo que ya lo hace.

Su madre frunció el ceño.


—Eso no es justo: tu padre se está esforzando mucho. No es fácil para él saber que
su hija... que eres una joven mujer.

—Te refieres a que estoy durmiendo con ella?.

—Sí, eso es exactamente a lo que me refiero —dijo severamente—Creo que tu padre


se está comportando muy bien bajo las circunstancias.

Camila suspiró y apartó la mirada. En ese momento llegó Pops.

—¿Todo bien aquí dentro, señoritas?

—Claro, Pops —dijo la castaña, en voz baja.

—Es una joven muy interesante la que tienes ahí —dijo—. Conoce su moto.
Reconstruyó a Sirona a partir de chatarra por como sonaba.

Camila rodó los ojos.

—No la estás llamando también "Sirona", ¿verdad? Porque tengo que decir, Pops,
después de montarla por más de tres horas, estaba a punto de tirarla al lago.

Pops resopló.

—Algunas personas no tienen gusto, a diferencia de la joven Lauren. Lástima que


es sorda.

Camila lo miró fijamente.

—¿Qué... cómo... cuándo... cómo lo supiste, Pops?

Le devolvió la mirada.

—No sabía que debía ser un secreto. No es nada de qué avergonzarse.

—Bueno, yo ciertamente no lo imaginé —dijo Sinu, luciendo ligeramente ofendida.

—Pero ¿cómo lo averiguaste, Pops?


Sonrió.

—Un amigo mío, Mal Peters. Es un maldito casi sordo. Me acostumbré a


asegurarme de que me está mirando cuando hablo con él. Me di cuenta de que
hacías la misma cosa con Lauren y me hizo preguntármelo. Imaginé el resto por mí
mismo. Lo esconde bien, aunque no estoy seguro de por qué lo hace.

Camila miró sus dedos.

—Es complicado, Pops.

—No hay nada complicado sobre la verdad —respondió, pero sin mala intención.

—Es como ella lo quiere —explicó, levantando un hombro—. Dice que está cansada
de la gente juzgándola cuando se enteran.

Sinu parecía culpable mientras escuchaba las palabras de su hija.

—Bueno, bueno, su decisión —dijo el abuelo—. Voy a ir a la cama ahora, este


anciano necesita su sueño de belleza.

Besó a Camila por las buenas noches y se despidió de Sinu con la mano.

—Bueno —dijo Sinu, mirando a su suegro desaparecer por las escaleras—. Supongo
que será mejor que le diga a tu padre. Estará sorprendido, eso es seguro.

—Gracias, mamá —dijo, dándole un gran abrazo. Luego la dejó en la cocina,


sacudiendo la cabeza cansadamente.

Lauren seguía sentada a la mesa con una expresión ligeramente vidriosa, mientras
la abuela Olsen continuaba con una descripción con lujo de detalles de su operación
de vesícula biliar.

—Y los cálculos biliares eran del tamaño de nueces. ¡Seguramente no quieres


intentar pasar algo de ese tamaño!
Lauren hizo una mueca.

—Bueno —dijo, con un pesado suspiro—, no debería comer hasta tan tarde, no es
bueno para mí. Voy a ir a acostarme, pero nadie se preocupe si me oyen
deambulando por la noche. Será la indigestión, eso o mis tripas.

La ojiverde se restregó las manos por su cara, obviamente deseando no haber leído
esa última oración.

—Oye, vamos a ver algo de televisión —dijo Camila, jalando su mano.

Lauren se levantó, una expresión de agradecimiento en su rostro, y voluntariamente


le permitió que la llevara a la sala de televisión. Cuando se acomodaron en uno de
los sofás, se acurrucó en ella.

—¿Cómo fue eso? —preguntó, plantando antes un beso suave en sus labios.

—Sí, bien, hasta que tu abue comenzó a describir... bueno, la escuchaste. Pensé que
mi lasaña iba a repetir su actuación.

—Lo siento por eso. —Soltó risitas. Luego se sentó derecha.

—¿Um, Laur?

—¿Qué, muñeca? Te ves culpable como el infierno. ¿Qué hiciste? — bromeó.

—Pops lo adivinó... quiero decir, sobre ti.

La sonrisa de Lauren se desvaneció.

—Maldición. Pensé que había esquivado eso.

—Bueno, lo hiciste, por lo que concernía a todo el mundo, pero él tiene un amigo que
es sordo, así que adivinó. De todos modos, mamá sabe también. Le he pedido que le
cuente a papá.

Lauren suspiró.
—No te preocupes, nena. Fui un tonta por pensar que podía salirme con la mía
durante todas las vacaciones.

Ella besó sus labios fruncidos, decidida a hacerle olvidar su decepción. Tuvieron sólo
unos minutos a solas y se acurrucó con la ojiverde en el sofá, fingiendo mirar Arrow.
En realidad, estaba ocupada besando el cuello de Lauren y sugestivamente frotando
su mano sobre su muslo.

—Sigue haciendo eso, muñeca, y tu padre me echará —susurró.

Camila rio.

—¿Te estoy excitando?

—Camz, entras en la habitación y se me para —dijo con una sonrisa.

Se sonrojó felizmente, y justo pasaba las manos por debajo de su camiseta, cuando
David entró.

—Oh, genial —dijo mirando el televisor, luego dejándose caer sobre la silla y
poniendo fin al besuqueo de su hermana—. Tienes los subtítulos encendidos.

—Lo sé —dijo Camila, levantando la mirada cuando sus padres entraron y se


sentaron en el otro sofá.

—Lo que sea —dijo David, sus ojos fijos en la pantalla.

—Es muy útil tener subtítulos —dijo la madre de Camila, mirando a su hija.

Lauren captó la mirada entre ellas y le sonrió a la castaña, colocando un suave beso
en su sien. Su padre frunció el ceño ante la exhibición pública de afecto, pero se
frenó de hablar. Lo que era la primera vez. Poco después de eso, David bostezó y dijo
que se dirigía a la cama. Sinu miró fijamente a Camila, sugiriendo claramente que
debería hacer lo mismo.

—Sí, yo también —dijo la castaña, siguiéndole la corriente—. Ha sido un largo día.


Lauren se paró inmediatamente.

—Duerme bien —dijo Sinu—. Ambas se sentirán mucho mejor después de una
buena noche de sueño.

Camila comprendió el mensaje sin ningún problema. No era como si su madre


estuviera bendecida con la sutileza. Mientras subían por las escaleras, Lauren le
susurró al oído.

—Te veré más tarde, muñeca.

Se estremeció de deseo.

El lado de su boca se elevó en una sonrisa y desapareció en la habitación de David.


Podía oír el leve murmullo de la conversación. Sintiéndose nerviosa y
abrumadoramente traviesa, se apresuró a cepillarse los dientes y lavarse la cara,
preguntándose si había otras preparaciones que debería hacer. Revolvió sus cajones
por algo que ponerse. Todos sus pijamas eran tan infantiles, por primera vez, deseó
tener ropa de dormir más sexy. Al final se dio por vencida y se puso una de las
camisetas de Lauren que robó de su bolso, y unas bonitas bragas de encaje.
Reorganizó las almohadas una docena de veces antes de que estuviera satisfecha.
Sería bueno tener un poco de espacio en la cama, en la universidad tenía un solo
cojín. Esto sería una gran mejora. Y esperó. Miró su reloj mientras los minutos
pasaban, escuchando los sonidos de sus padres yendo a la cama y su abuela
hablando en voz alta para sí misma. El reloj tenía la forma de la cabeza de Mickey
Mouse y por primera vez, se dio cuenta de que en realidad era un poco aterrador.
Las grandes orejas metálicas eran completamente esféricas desde cualquier ángulo
en que las viera, siempre se veían iguales. De pronto le pareció espeluznante. Se
tumbó para esperar, sintiéndose excitada, nerviosa e impaciente, todo a la vez. Las
manecillas del reloj se movían mientras la casa se sumió en el silencio. Sintió que
sus ojos se cerraban por el sueño, así que se enderezó, obligándose a permanecer
despierta. Su mente empezó a repasar el día: desde el tortuoso viaje en moto, el mal
humor de su padre, la intervención de su madre, la camarera coqueta, rompiéndose
a llorar en el auto y lo que Lauren le dijo acerca de la música. Tenía mucha, mucha
razón. Se había alejado de la música cuando Lauren estaba con ella. Ahora que
estaba sola, tenía tiempo para pensar en lo que dijo: que tenía que escuchar música
también por ella. Sabía que ella debía extrañarla más de lo que nunca decía. ¿Por
qué no estaba más enojada? Ella estaría furiosa si perdiera su música, demonios,
sería una lunática. ¿Cuánta rabia podía mantener dentro de sí misma? ¿O llegó a
aceptarlo antes de conocerla? Se dio cuenta de que aún tenía mucho que aprender
sobre ella... si tan sólo la dejara entrar.

Con demasiados pensamientos todavía dando vueltas en su mente, su cuerpo cedió


la batalla contra el agotamiento emocional, y fue a la deriva hasta dormirse. Se
despertó, sorprendida y desorientada, cuando oyó un ruido en la habitación.

—¡¿Qué?!

Vio la silueta de Lauren contra la ventana. Había abierto las cortinas y miraba la
luna creciente.

Se giró para mirarla, mientras la luz de la luna proyectaba sombras a través de sus
pómulos, una esquina de su boca se elevó en una sonrisa. Al principio pensó que
estaba desnuda, pero a medida que avanzaba hacia ella, se dio cuenta de que
llevaba un par de bóxers cortos negros y una camiseta sin mangas.

Puso algo en su mesita de noche, pero no habló. Sintió el movimiento de la cama


cuando su cuerpo cálido y duro se deslizó a su lado.

—Laur —pronunció en un suspiro.

Su silencio la envolvió y se dio cuenta que ella no podría ver sus labios, incluso con
la tenue luz de la luna. Estiró la mano para encender la lámpara, pero la ojiverde la
agarró y la llevó a sus labios. Pensó que iba a besarla, pero en su lugar abrió la boca
y le chupó los dedos, uno por uno, perezosamente envolviendo su lengua alrededor
de ellos. Ya jadeaba, su cuerpo hormigueando por más de su toque. Soltó su dedo
meñique y se inclinó hacia ella. Otra vez pensó que iba a besarla y levantó la cara
hacia ella con entusiasmo. En su lugar, le lamió la base del cuello, dejando un rastro
de besos húmedos hasta su pecho. Sintió sus manos levantándole la camiseta hasta
que terminó amontonada por encima de sus senos, y soltó un jadeo cuando sus
dientes se apretaron sobre su pezón izquierdo y su mano acarició y apretó el
derecho.

Su cuerpo automáticamente se levantó hacia la ojiverde e inhaló bruscamente.


Sintió sus caderas presionar un duro bulto en la parte frontal de sus bóxer. El
silencio se profundizó, y lo único que podía oír era el concierto nocturno mientras la
casa se acomodaba para dormir, y las respiraciones acompasadas, salían en espiral
de sus cuerpos. Arrastró las uñas por su espalda y oyó un suave gemido en
respuesta. Lauren levantó la cabeza de sus pechos y la besó lánguidamente, su
lengua insistiendo en dominar su boca. Lo atrajo hacia sí más apretadamente,
serpenteando sus manos alrededor del cuello, sintiendo su duro peso presionándola.
Se alejó y habló en voz baja.

—No puedo leer tus labios, muñeca. Si quieres que me detenga, sólo... palmea mi
hombro o algo así, entenderé el mensaje.

La empujó suavemente y se apartó. Empezó a sacarse la camiseta por su cabeza, y


rápidamente se estiró para ayudarla. Tan pronto como quitó el tejido, la empujó
sobre la cama, besando y chupando sus pechos, colocando pequeños mordiscos entre
ellos, y haciendo círculos con la lengua alrededor de sus pezones, provocándolos
hasta que ella quiso gritar. Se metió el puño en la boca, abrumada por las
sensaciones y el conocimiento de que esto sucedía en la casa de su familia, en su
dormitorio, y que sus padres dormían a unos metros de distancia, y que hacía todas
las cosas que sus padres no querían saber qué hacía. Había llegado a su vientre y le
mordía el hueso de la cadera, girando su lengua alrededor del ombligo. Luego sus
manos bajaron, tironeando del encaje de sus bragas. Respiró profundo y levantó su
culo de la cama para que pudiera deslizar la escasa tela. Jadeó cuando su cabeza fue
aún más abajo y se dio cuenta de lo que iba a hacer. Antes de que pudiera decir algo,
sintió su boca caliente en la cara interna del muslo, mientras separaba
cuidadosamente entre sus piernas. Se sentía abochornada. ¿Seguramente no iba
a...? Pero esta era Lauren... y lo hizo. Ahogó un grito al sentir su lengua presionando
dentro de ella. Era tan mala, y se sentía tan bien. Sus dedos entraron en ella
también, dando vueltas, desplazándose, moviéndose lentamente dentro y fuera.
Jadeó de nuevo, y sus caderas se sacudieron mientras su cuerpo se bañaba en
placer, y su mente le decía que no era correcto. Con la experiencia de sus semanas
con Lauren, comprendió que su cuerpo se preparaba para el orgasmo. Parte de ella
se sentía como si debiera detenerla antes de que estuviera peligrosamente fuera de
control, y la otra parte ya se había dado por vencida, saturada con los sentimientos
que la ojiverde creaba.

Apretó la almohada sobre su cabeza mientras le abría más las piernas. Usándola
para amortiguar los sonidos saliendo de su boca —Lauren nunca sabría lo mucho
que deseaba gritar su nombre. No podía oírla, pero podía sentirla, y sabía que se
estaba viniendo duro.

Apartó la almohada de su cara, y se tragó sus jadeos con los labios y la lengua.

—Has follado mi cara, muñeca; has montado mis dedos, ahora vas a montar mi
polla —susurró.

Mientras su cuerpo aún temblaba, se acercó a la mesilla de noche, recogiendo el


paquete que dejó allí. Como muy lejos, oyó el crujido al rasgar el paquete de
aluminio y abrirlo. Luego se levantó, se bajó su bóxer y se sentó en la cama,
desplegando el condón sobre su erección. Se sorprendió y alarmó cuando la puso
boca abajo.
—¡No! —dijo horrorizada.

No podía oírla. Por supuesto que no. Pero tampoco era lo que pensaba. La levantó
sobre sus rodillas y alcanzó entre sus piernas, situándose en su entrada. Alivio,
sorpresa y asombro la inundaron. Por un momento creyó que iba a hacer algo
totalmente diferente, pero esto era bueno. Era increíble, la sentía tan profundo y
Lauren gemía suavemente, empujando dentro y fuera en embestidas largas y
contundentes. Sus dedos le agarraron las caderas con fuerza, y podía oír el golpe de
la piel contra su cuerpo. Era extraño no poder verla, pero esta nueva posición se
sentía íntima y profunda. Sintió que le temblaba el cuerpo. Lauren también lo
sintió, y empezó a moverse más rápido, susurrando palabras que no podía
distinguir. Su respiración comenzó a ser dificultosa, y luego sintió sus dedos
alcanzando entre sus piernas una vez más y jadeó, sorprendida de que su cuerpo
respondiera de nuevo. Sus piernas y brazos cedieron y se estremecía dentro de ella
y, por un momento, fue aplastada por su peso. Se retiró con cuidado y salpicó su
espalda con besos suaves.

—Camz, Camz, ¿estás bien? ¿Camz, nena?

Rodó sobre su espalda, todavía jadeando, y respiró su placer en su boca, besándola


con fuerza. Un pequeño sonido escapó de Lauren mientras le devolvía el beso. Oyó el
leve chasquido cuando se sacó el condón, y vio como ataba un nudo en el final antes
de dejarlo caer al suelo. Luego la presionó contra su pecho y cayeron en un profundo
sueño, con los brazos y las piernas entrelazadas con las de Lauren, expresando con
su cuerpo lo que no podía decir con palabras.

La ojiverde se despertó sintiéndose profundamente relajada. La suave y sedosa piel


de Camila presionada contra la suya, y una sensación de calma la llenaban. No
podía explicar por qué, pero fue importante tener sexo con ella anoche. Tal vez tenía
algo que ver con asegurarse de que todavía la quería, incluso cuando estaba con su
familia, lejos de la vertiginosa adrenalina de la independencia universitaria. Pero
fue tan malditamente bueno. Aún había mucho más que quería probar, experiencias
por explorar con ella, y habría dado una caja de Jack Daniels para poder pasar un
día entero en la cama haciendo precisamente eso. Pero tenía grandes esperanzas
para el futuro. Se dio cuenta de que su habitual erección mañanera era aún más
dura de lo normal, apuntando esperanzadamente en dirección de su culo suave y
redondo. Gimió mientras las posibilidades corrían como un espectáculo porno en su
mente, pero una mirada a su feo reloj de Mickey Mouse le dijo que un polvo
mañanero se hallaba fuera de cuestión, a menos que realmente quisiera que sus
padres la atraparan follando a su única hija.

De mala gana, se sentó y vio a los labios de ella moverse como si estuviera diciendo
algo, pero sus ojos permanecieron cerrados. Frunció el ceño y miró su boca de nuevo,
pero se dio cuenta de que continuaba profundamente dormida, y perdió sus
palabras. Suspirando, se puso el bóxer y caminó tranquilamente hacia la puerta.
Con una última mirada, salió al pasillo y cerró la puerta sin hacer ruido. Volvió a la
habitación de David sin cruzar a nadie, y el chico seguía durmiendo. Lauren recogió
sus vaqueros y se dirigió a la ducha. El agua era abundante y caliente, y se tomó
unos minutos para disfrutar de los placeres simples de la vida, y hacerse una paja.
Después de secarse, se cepilló los dientes y deslizando la mano por el espejo
empañado. Había olvidado preguntarle a Camila a qué hora se levantaba por la
mañana su familia, por lo que decidió salir al patio trasero a fumar y esperar a ver
quién se encontraba despierto. Pero al salir del baño, todavía vistiendo sólo los
pantalones, y una camiseta que apenas le cubría se encontró con Sinu en bata y
zapatillas.

—Buenos días, Lauren. Eres una madrugadora. —Entonces jadeó, los ojos fijos en
sus senos apenas cubiertos, más específicamente, en los anillos de sus pezones—.
¡Dios mío! —dijo, aclarándose la garganta.
—Espero no haberte despertado —dijo, conteniendo una sonrisa, observando su
intento de levantar la mirada a sus ojos.

—Eh, lo siento, ¿qué? —dijo, finalmente logrando arrancar la mirada de su pecho,


su cara un poco sonrojada—. Um, ven a desayunar cuando quieras.

—Gracias, Sinu. Lo haré.

Regresó a la habitación de David, donde el chico estaba tendido de espaldas, con los
ojos cerrados y la boca abierta. Lauren se puso una camiseta más decente y un par
de zapatillas deportivas, se aseguró de que tenía sus cigarrillos en el bolsillo del
pantalón, y corrió ligeramente por las escaleras. Vio a Sinu de pie en la cocina
esperando a que una jarra de café se colara. Le sonrió un poco tímida cuando una
Lauren, completamente vestida, se dirigía hacia el pórtico trasero y fumaba su
primer cigarrillo del día.

Se sorprendió cuando Sinu salió para unirse a ella. Parecía nerviosa y se preguntó
qué iba a decir.

—Eh, supongo que no podría tener uno de esos, ¿verdad?

Parpadeó sorprendida y luego le entregó el paquete de cigarrillos y encendió uno


para ella.

—¡Gracias! —dijo, con una expresión de felicidad en su rostro—. No se lo digas a


Camila, empezaría a regañarme. Se supone que los dejé, pero de vez en cuando...

La ojiverde arqueó las cejas.

—Oye, no es mi secreto.

Sinu sonrió.

—Me sorprende que no te haya fastidiado para que lo dejes.

Sacudió la cabeza.
—Nunca dijo nada. No creí que le importara.

Sinu rio con incredulidad.

—¿En serio? Odia a los fumadores. Siempre está hablando de que es un horrible
hábito antisocial. Bueno, tienes suerte de no tenerla regañándote, es tenaz.

Lauren frunció el ceño. Se preguntó por qué no le dijo nada. ¿Había otras cosas que
mantenía ocultas? De pronto sintió como si no la conociera tan bien como pensaba, y
el sentimiento la molestó.

—¿Café? —preguntó Sinu.

Miraba a otro lado así que no se dio cuenta de que habló. Le dio un golpecito en el
brazo.

—¿Café, Lauren?

—Sí, eso sería genial, gracias. Negro, tres de azúcar.

—¡Tres de azúcar! —Resopló—. Eres muy afortunada de ser capaz de salirte con la
tuya.

Entró, murmurando para sí misma.

La siguió y agradecida aceptó una taza de humeante café caliente, mientras Camila
bajaba las escaleras tambaleándose con aspecto cansado y un poco desaliñado. A la
chica le gustaba mucho dormir. No pudo evitar sonreírle y cuando le devolvió la
sonrisa, se pasó la lengua por los dientes, una mirada cómplice destacando la sexy
sonrisa en su rostro. Se sonrojó al instante y bajó la vista, claramente reviviendo
algunas de las cosas que le hizo la noche anterior.

David entró, un señuelo útil para la vergüenza de Camila, y se sirvió un plato de


cereal, murmurando algo que pudo haber sido un saludo. Lauren se sentó a su lado,
y Sinu le dijo que se sirviese. Metió mano en una pila de tostadas, untándolas con
mantequilla y mermelada. La comida parecía haber animado a David y desafió a
Lauren a un pequeño uno-a-uno de baloncesto. La ojiverde se rio e hizo algunos
comentarios despectivos sobre la altura de David, y salieron a jugar agresivamente
en la improvisada cancha. Sinu observó por un momento, una mirada de
sorprendido placer en su rostro. Luego se volvió hacia su hija.

—Kaki, ¿cuántos, eh, piercings tiene Lauren?

Camila se congeló, con la cuchara a medio camino de su boca.

—¡Mamá!

Su madre parecía avergonzada.

—Ocurrió que la vi saliendo de la ducha y no usaba una camisa decente. Bueno, no


pude evitar notar su... su, eh, joyería.

—Así que, has visto sus anillos en los pezones —dijo audazmente, incluso con las
mejillas enrojecidas.

—Sí, bastante.

—¿Y quieres saber si tiene más piercings?

La cara de Sinu igualaba la de Camila para este punto.

—Olvida que pregunté —murmuró Sinu.

Eso tomaría algo de trabajo. Su madre se volvió hacia la cafetera, sólo por hacer
algo.

—Oh, me encontré con Sarah Brandt en la tienda ayer. Al parecer, va a dejar a su


hija hacer una fiesta esta noche. Dijo que deberías pasarte por ahí. Lauren,
también, por supuesto.

Camila hizo una mueca.


—No sé por qué me invitaría. Nunca fuimos amigas en la secundaria.

—Tal vez no —dijo Sinu, con firmeza—, pero Sarah y yo somos amigas, así que
estoy segura de que serías muy bienvenida. Además —dijo, alzando las cejas—,
habría creído que a ti y a Lauren les gustaría una razón para alejarse de los viejos
por una noche.

Era un buen punto. Aunque habría intentado de cualquier manera evitar a la hija
de Sarah, sabía que Lauren quería un respiro. Una fiesta podría ser una buena
idea. Entonces algo más se le ocurrió: la chica era una de los muchos de la
secundaria que nunca le dieron ni la hora, así que apareciendo con una novia
caliente... sí, realmente le gustaba esa idea.

—Está bien, vamos a ir si Lauren quiere.

—Parece estar llevándose bien con tu hermano.

—Sí —dijo, sonriendo.

Le sorprendía cuán receptivo era David. Con el resto de la familia principalmente


gruñía, pero Lauren parecía animarle a hablar frases completas. Lo que era casi
inquietante. Alejandro entró en la cocina y olfateó el aire, torciendo la boca con
disgusto mientras olía el humo de cigarrillos que permanecía en el pórtico. Sinu vio
su reacción y fingió estar ocupada poniendo más pan en la tostadora.

—Camila —dijo Alejandro, bruscamente—, no quiero que estés sola en tu habitación


con ella, con Lauren.

Tanto Camila como su madre levantaron la vista. La castaña se puso carmesí de


nuevo.

—¿Perdón?

—En absoluto. Por ninguna razón. ¿Queda claro?


—¡Alejandro!

—Alguien tiene que decirlo, Sinu —espetó—. Camila: ¿está claro?

Sintiéndose rebelde, asintió secamente y salió de la habitación, furiosa y


avergonzada. ¡Por el amor de Dios! ¿Tenía casi 19 años y su padre todavía le decía a
quién podía o no podía tener en su habitación? ¡Era un hipócrita! Sabía que ellas
dormían juntas, pero no quería que pasara bajo su techo. Entonces se preguntó si
oyó algo. Se sintió mortificada al instante, tal vez no fue tan silenciosa como pensó.
¡Oh, Dios! ¡Imagínate si su padre había oído! No soportaba pensar acerca de ello.
¿Eso la hacía la hipócrita? Con el corazón martilleando y su aturdido cerebro en un
estado general de negación, se apresuró a subir las escaleras, pero al hacerlo, notó
una sensación de ardor entre los muslos. Un poco asustada, corrió al baño y se quitó
la ropa, examinándose en el espejo. ¡Santo cielo! La piel entre sus muslos tenía
pequeños mordiscos y chupetones— ¡entre sus piernas! ¿Será que la humillación de
la mañana nunca acabaría?

Sintiéndose triste, se duchó rápidamente y se puso un par de vaqueros, pero luego


descubrió que eran demasiado incómodos. Se frotó loción para bebés en las zonas
inflamadas y al instante se sintió aliviada. Cavando a través de su armario,
encontró una vaporosa falda hasta la rodilla que su madre le había comprado, y que
nunca usó. Se sentía un poco incómoda, no estando acostumbrada a algo tan
condenadamente femenino, pero era todo lo que consiguió. La combinó con tenis.
Genial. Dolorida y con estilo libre. ¿Podría empeorar este día? Entonces pensó en la
fiesta a la que accedió ir, y gimió. Debajo de su ventana, el sonido de carcajadas flotó
hacia arriba, y su rostro se suavizó al ver a Lauren y David relajados y
divirtiéndose. Dada la oportunidad, realmente creía que Lauren podía encantar a
cualquiera. Dada la oportunidad, ¿podría incluso encantar a su padre? Su rostro se
ensombreció, no parecía probable. Bajó las escaleras y envió un largo mensaje de
texto a Dinah, sentándose en el pórtico a ver a Lauren y David. En verdad, podría
haber visto a la ojiverde practicar deportes durante horas, comiéndose con los ojos la
forma en que sus delgados músculos se movían bajo su camiseta. Terminaron el
juego que disputaban, y Lauren vino a sentarse a su lado, inclinándose y besando su
cuello. David rodó los ojos, pero no dijo nada. Esa era su hermana. Lauren sonrió al
ver la expresión asqueada en la cara del chico y presionó los dedos de Camila en sus
labios. David meneó la cabeza y pisoteó de vuelta a la cocina. No tenía ni idea de por
qué a una chica genial como Lauren le gustaría su hermana, por no hablar de
querer besarla.

—Entonces, ¿qué hay en el menú de eventos emocionantes de hoy? —susurró en el


pelo de Camila.

Se volvió hacia ella.

—¡Me tienes con mordidas y chupetones! — siseó.

A Lauren le tomó un momento comprender lo que dijo. Le examinó la cara y el


cuello, luego levantó las cejas.

—¿En dónde lo hice, muñeca? —preguntó, aunque por la expresión de su rostro, ya


lo había adivinado. Camila le palmeó el brazo.

—¡Ya sabes dónde! —espetó.

Le sonrió y se pasó la mano por sus suaves mejillas.

—¿Sí? Bueno, no volverá a suceder, así que estamos bien para continuar de nuevo.

Sacudió la cabeza.

—Papá lo sabe.

—¿Qué?

—¡Que nosotros... anoche!


Lauren frunció el ceño.

—¿Estás segura?

—¡Sí! Me dijo que no debo estar a solas en mi habitación contigo.

—¿Vas a hacer lo que dice, muñeca?

Ese era el punto crucial del problema de Camila. ¿Lo haría? Lauren se levantó y
estiró, dejando al descubierto un trozo de piel de porcelana por encima de la cintura
de sus vaqueros.

—Házmelo saber —dijo, sonando irritada.1

Camila la agarró de la mano y la ojiverde bajó la vista.

—No te enojes conmigo. Esto... es todo nuevo. Por favor...

Lauren suspiró.

—Lo sé, lo entiendo. ¡Pero, joder! Te deseo todo el tiempo, muñeca. En la escuela
compartes la habitación, y mi casa es... y ahora son las vacaciones y estás justo
cruzando el pasillo. Me está volviendo loca. Tú me vuelves loca.

Se estremeció de placer ante sus palabras. No creía que alguna vez sería capaz de
oír eso lo suficiente.

—¿Quieres ir a una fiesta esta noche? —dijo, cambiando temporalmente el tema—.


Es de una chica con la que fui a la secundaria, mi madre es amiga de su madre. No
sé, ¿te gustaría?

Se encogió de hombros y miró hacia la cocina.

—Claro, ¿por qué no? Una fiesta a la que puedo ir.

En ese momento, David llegó caminando tranquilamente con una lata de refresco, y
se dejó caer en el pórtico.
—Así que, ¿nosotros vamos o qué?

Camila frunció el ceño.

—¿"Nosotros"? ¿Quién es "nosotros"? ¿Ir a dónde?

David no le hizo caso.

—Tienen Virtual Racing, Street Fighter II, Mortal Kombat, Call of Duty, Mario
Karts, Pacman, Metal Slug. Ya sabes: los clásicos.

—Genial —dijo Lauren.

—¿Qué? —Resopló Camila.

—David me va a llevar a la sala de videojuegos local —dijo, guiñándole un ojo—.


Dijiste que querías que viera los alrededores.

La castaña gimió. Pasar la mañana viendo a su novia jugar estúpidos videojuegos


con su hermano menor no era su idea de diversión. Imaginaba encontrar un lugar
para ir a descansar bajo los árboles de nuevo, besarse y disfrutar de un momento
agradable a solas. ¡Ciertamente no con su hermano pegado a ellas! Pero parecía que
mientras era sermoneada por su padre, su novia y su hermano estuvieron haciendo
otros planes. Simplemente genial. No tuvo más remedio que aceptar. Por lo menos
estarían lejos de sus padres por un rato.

En la sala de juegos, se sentó escuchando a Kate Vigo en su iPod, y mensajeando a


Shawn que vino a visitar a la familia en Tuscaloosa, mientras que Lauren y David
jugaban algo que involucraba personajes de historietas matándose a golpes. Qué
divertido. Se dio cuenta de que la sala de juego cada vez se llenaba más.
Probablemente porque era las vacaciones de Acción de Gracias, y la gente tomaba
tiempo libre de la escuela y el trabajo. Mañana sería el gran día familiar. Lauren se
acercó y puso un brazo alrededor de su hombro casualmente.
—Tenemos que salir de aquí —susurró, colocando un cálido beso en su mejilla.

—¿En serio? Pensé que querías ir y hacer ese juego de carreras, no es que esté
discutiendo...

Le dedicó una sonrisa tensa.

—Se va a poner realmente feo de un momento a otro, Camz. Deberíamos sacar a tu


hermano.

—¿Qué? —dijo, mirando alrededor—. ¿Cómo lo sabes?

Todo lo que podía ver eran a varios grupos de chicos jugando.

—Confía en mí —dijo. Luego a David—. Vamos, hombre, vamos a conseguir unas


hamburguesas y batidos.

El chico se quejó un poco, pero mucho menos de lo normal. Claramente no quería


discutir con Lauren. Estaba pendiente de cada palabra suya, y se encontraba
bastante resentido por la presencia de su hermana. Encontraron una cafetería
donde podían sentarse afuera. David ordenó su batido de chocolate, Camila uno de
plátano y Lauren pidió su habitual café negro, a pesar de que luego procedió a
"probar" casi la mitad de la bebida de Camila. Ella terminó por defender su batido
de la ojiverde antes de que llegaran las hamburguesas, y fue divertido ver a David
arrugar la nariz cuando Lauren la besó de nuevo. De repente, las sirenas de policía
atravesaron el aire de la tarde. Camila y David miraron en dirección a la sala de
juegos.

—Policías —le susurró a Lauren.

Asintió.

—¿Cómo sabías que algo iba a pasar? —preguntó, perpleja. Los ojos de David
volaron entre ellas dos.
Se encogió de hombros.

—He estado en bastantes peleas.

Adoración de héroe brillaba en los ojos de su hermano.

Camila tenía la sensación de que iba a ser difícil tener a Lauren para sí misma
mientras David estuviera cerca. Terminaron de comer y paseaban por el centro
comercial al aire libre, cuando ambos celulares, el de David y el de Camila,
comenzaron a sonar. La castaña respondió primero.

—¿Mamá? ¿Qué? No, estamos bien. ¡Estamos bien! Bueno, estamos en camino.

Por la mirada en el rostro de su hermano, la llamada de su padre era similar.

—¿De qué se trataba? —dijo. Camila negó con la cabeza.

—No tengo ni idea, pero creo que nos vamos a casa.

Diez minutos más tarde, estacionó en la camino de entrada. Sus padres los
esperaban en la puerta. Alejandro se veía furioso. Abrió de un tirón la puerta de
Lauren y la empujó contra el coche mientras intentaba salir.

—¿Qué hiciste? —gritó en la cara de la ojiverde.

—¡Joder, quítese de encima! —gruñó Lauren, empujándolo, por lo que Alejandro


tropezó.

—¡Papá! —gritó Camila—. ¿Qué estás haciendo?

—Nos dijeron que hubo una pelea en la sala de juegos, la policía fue llamada y todo.
Varios adolescentes terminaron en el hospital. Pensamos... pensamos... nos
preocupamos —terminó Sinu sin convicción.

El rostro de Lauren se llenó de desprecio mientras miraba a los padres de Camila,


pero fue ella la que habló, su voz mordaz.
—Y acabas de asumir automáticamente que Lauren tenía algo que ver con eso.
Bueno, eso es genial. Gracias por tu apoyo. Para tu información, fue ella quien nos
sacó de allí. Supuso que algo pasaba y nos fuimos antes de que empezara. —Hizo
una pausa, su ardiente ira haciendo temblar su voz—. ¿Qué pasó con darle a la
gente el beneficio de la duda, mamá? ¿Qué pasó con "inocente hasta que se
demuestre lo contrario", papá? Si Lauren fuera uno de los estudiantes de tu
secundaria no estarías siendo tan severo.

—¡Lauren no hizo nada! —gritó David, enojado.

Sinu parecía horrorizada, de pie con una mano sobre su boca, y sus ojos
disparándose entre Lauren y su hija.

—Lo siento, Lauren —dijo ella.

Pero con los dedos cubriendo sus labios, la ojiverde no supo lo que pronunció.

—Me voy a la mierda de aquí, Camz —gruñó.

—Iré contigo.

Sacó las llaves de su motocicleta del bolsillo de su pantalón y pasó una pierna por
encima de Sirona. Camila montó detrás de ella sin siquiera esperar para sacar los
cascos de las alforjas.

Alejandro se enderezó.

—Lauren, me disculpo. Salté a una conclusión sin conocer los hechos. Lo siento. —
Miró a su esposa—. Ambos lo sentimos.

—Claro —dijo Lauren con amargura—. Hasta la próxima vez. Nunca voy a ser lo
suficientemente buena para ustedes, ¿cierto?

Alejandro le agarró el brazo.

—Realmente, lo siento, no te vayas así. Kaki, por favor, quédate.


—No, papá. Ya has dicho suficiente.

Asintió a la ojiverde y ella se inclinó para abrir el paso de gasolina y luego arrancó
el motor. Pops salió de la casa, donde permanecía con la abuela Olsen, ambos
escuchando todo el acalorado intercambio.

—Vamos a ver —dijo, mirando a Lauren a los ojos—. Espero que no vayas a decirme
que te estás llevando a mi nieta en esa moto con las piernas desnudas y sin casco.

Lauren miró por encima del hombro a Camila.

—Mierda —murmuró.

—Todos tranquilícense —dijo Pops—. Alejandro, seguro hiciste un desastre de esta,


hijo. Sinu, ve con los chicos adentro. Lauren y yo vamos a tener un poco de tiempo
de calidad con Sirona, aquí. —Le dio un golpecito a su nieta en el brazo—. Ve
adentro con tu mamá y tu papá ahora.

De mala gana, todavía furiosa con sus padres, Camila bajó. A pesar de que toda su
familia veía, echó los brazos alrededor del cuello de Lauren y rozó sus labios por su
boca. La ojiverde suspiró y se inclinó en ella, la cabeza apoyada en su hombro.
Camila le ahuecó las mejillas con las manos e hizo que la mirara.

—No te vayas sin mí. ¿Lo prometes?

Dudó por un momento, luego asintió lentamente. La besó de nuevo y giró para
seguir a sus padres al interior. Miró por la ventana cuando Pops dijo algo,
señalando el maletero de su coche, y Lauren le siguió. Un momento después, la
ojiverde llevaba una caja de herramientas, y Pops se inclinaba sobre Sirona. No
parecía que fuera a irse a ninguna parte, entonces se volvió a sus padres.

—Gracias, mamá. Gracias, papá —dijo, pronunciando cada sílaba con frialdad—.
Realmente hicieron que Lauren se sintiera bienvenida. ¿Hay algo más de lo que la
quieran acusar mientras estamos aquí? Tal vez del graffiti que vi en el centro
comercial, o ¿qué pasa con ese robo de auto que sucedió la semana pasada?
¿También quieren culparla a ella?

—Cariño, nos equivocamos. Lo sentimos —dijo su madre, un poco a la defensiva,


pero tratando de calmarla. Camila se cruzó de brazos.

—No es lo suficientemente buena, mamá. Ya sabes, tú y papá me enseñaron a


tratar a la gente con respeto. Bueno, parece que ya no cuenta, ¿no? O tal vez incluía
a la gente como tú, con casas bonitas y patios cuidados. ¿Tal vez no cuenta si la
persona tiene tatuajes y piercings... o si es sorda?

—Es suficiente, Camila —dijo su padre.

—No, papá. No es suficiente. Estoy avergonzada de ustedes dos.

Y luego se echó a llorar y subió corriendo las escaleras.


Capítulo 16

Varios minutos después, Camila escuchó a alguien tocando la puerta de su


dormitorio. Supuso que era su madre.

—Cariño, ¿puedo entrar?

La castaña no respondió, pero su madre abrió la puerta de todas maneras.

—¿Qué quieres, mamá? —dijo, con voz fría.

—Vine a asegurarme de que estás bien.

—Oh, seguro, estoy estupenda.

—El sarcasmo no va a ayudar.

—¿No lo hará, mamá? Bueno, dime que va a ayudar, porque estoy segura de que no
lo sé. Lauren no ha sido nada más que amable y respetuosa, y está consiguiendo
llevarse muy bien con David y Pops. Son tú y papá quienes tienen el problema.

Su madre se quedó callada por un momento.

—Tienes razón, cariño. Tu padre y yo estábamos muy equivocados al asumir que


ella se involucró en esa pelea en la sala de videojuegos. Todo lo que puedo decir es
que nos preocupamos por ti y David. Sé que no es excusa para nuestro
comportamiento, pero esa fue la razón. Le hemos pedido disculpas nuevamente a
Lauren y creo que la ha aceptado. Ahora te estoy pidiendo disculpas a ti.

—¿Y papá?
—Está avergonzado de sí mismo, como tú dijiste. Sólo dale la oportunidad de decirte
que lo lamenta. Eso es todo lo que pido.

Le dio una palmadita a su hija en el hombro y salió de la habitación en silencio.

Se sentó, luego salió de la cama, con una mirada determinada en su rostro. Tenía
que estar lista para una fiesta.

—Oye, hombre —dijo Lauren, entrando a la habitación de David.

Se sentía mucho más tranquila después de pasar un tiempo con Pops. La compañía
del anciano la detuvo de hacer algo espectacularmente imprudente, y aunque no
hablaron de nada en particular, trabajar juntos en Sirona le quitó el calor de la
situación y le dio la oportunidad de enfriar su temperamento. Los padres de Camila
se disculparon de nuevo. Alejandro fue bastante duro, pero Sinu se comportó efusiva
y sincera. Le rogó que se quedara por el bien de Camila, y se encontró aceptando,
aunque de mala gana.

Se quitó la camiseta manchada de aceite quedando solo en su top deportivo y


rebuscó en su mochila algo limpio para usar para la fiesta. No tenía muchas
opciones ya que Camila le robó su camiseta gris para dormir. Cuando se dio la
vuelta, David la miraba fijamente. O mejor dicho, a los anillos de sus pezones que se
notaban a través de la prenda.

A Lauren le hizo gracia. Siempre provocaban reacciones extremas en las personas,


no podía ver por qué. Después de todo, no era diferente de perforarse las orejas,
¿verdad?

—¡Guau! —susurró David—. ¿Eso... eso fue doloroso?

Sí, siempre la misma pregunta.

—Sí, algo. No mucho.


—¿No es... un poco retorcido? Ya sabes, ¿extraño?

Lauren rio. Al menos el chico tenía la valentía de decir lo que la mayoría de la gente
sólo pensaba.

—No le gusta a todos. Como sea, hombre, me gusta. A las chicas también.

El chico se sonrojó.

—¿Qué hay de tus tatuajes, dolieron?

—Algunos más que otros. Tatuajes cerca del hueso tienden a doler más, como el de
mi cadera —dijo casualmente.

David tragó.

—¿También tienes uno en la cadera? ¡Vaya chica! Esos son un montón de tatuajes.

Se encogió de hombros.

—Mi hermano tiene más, en ambos brazos. Dijo que en la parte interior de las
muñecas duele más.

—¿Camila va a hacerse un tatuaje?

La ojiverde arqueó las cejas.

—No lo sé. Nunca dijo que quisiera uno.

—Porque mamá y papá explotarían.

Sonrió.

—Sí, eso no me sorprende.

Se puso su última camiseta limpia y vio que David seguía mirándola fijamente.

—Um, ¿puedo preguntarte algo? —dijo nervioso—. ¿Estás... lo estás haciendo con mi
hermana?
—Esa es una pregunta algo personal —contestó, seria.

David se encogió de vergüenza visiblemente, pero siguió adelante.

—Es sólo... porque la estás besando y esas cosas todo el tiempo. Nunca la he visto
hacer eso con un chico... o chica.

—Tu hermana es muy importante para mí. Me importa mucho.

El chico arrugó la cara con disgusto.

—Eso es bastante sentimental.

Lauren sonrió.

—Sí, supongo.

—Um, así que... me preguntaba —continuó, torciendo los dedos con preocupación—,
¿Puedo preguntarte... sobre... cosas?

La ojiverde hizo una pausa, luego se sentó en la cama.

—Dispara.

David agachó la cabeza y se miró las manos con una expresión de horror absoluto y
vergüenza.

—Um... um... —murmuró

Contuvo un suspiro y esperó pacientemente. Empezaba a tener una idea acerca de


lo que su cuñado quería preguntarle.

—¿Qué es, hombre? —dijo afectuosamente.

El rostro de David brillaba rojo.

—Um... cuando tenías mi edad, hiciste... um... hiciste... ya sabes... um...

—¿Masturbarme? —suministró amablemente.


—Sí —gruñó, arriesgando una rápida mirada hacia arriba.

—Claro —respondió Lauren con facilidad, echando un vistazo al cartel de Megan


Fox en el muro de David—. Todos los chicos lo hacen.

—Oh, está bien. —Hizo una pausa, y luego continuó su murmullo. No fue fácil para
la ojiverde precisar lo que el niño decía, pero la esencia de la conversación era muy
clara — ¿Cómo sabías lo que iba a preguntar? —dijo con voz ahogada. Lauren se
encogió de hombros.

—Soy buena adivinando. —Se preguntó si ese era el final de la conversación. No lo


era.

—Um, ¿es verdad que si lo haces... mucho... puedes quedar ciego o algo así?

—¡Por Dios, hombre! ¿Quién te ha estado diciendo esa mierda? La respuesta es no.
¿Por qué no lo buscas en Google?

—Papá puso un control parental en el ordenador —dijo con una mueca—. Y tampoco
se puede mirar en la escuela.

—¿En la casa de un amigo?

—Mi amigo Jerry tenía algo de porno.

—Genial —dijo, escondiendo una sonrisa.

—¿Sí?

—Claro. Muchos chicos ven porno. También algunas chicas.1

Los ojos de David eran enormes.

—¿Las chicas ven porno?

—Algunas, sí.
—¿Camila... mira porno?

Lauren sonrió.

—No es mi secreto para contar, hombre.

—¡Oh, guau! —La cara de David mostró sorpresa y respeto incipiente por su
hermana—. Um, así que, ¿es raro conseguir una erección viendo porno cuando hay
otro chico cerca?

La ojiverde no pudo evitar que una pequeña sonrisa se le escapara.

—Vergonzoso, ¿verdad?

David soltó una risa de alivio.

—¡Sí!

—Mira, la pornografía se supone que te haga sentir cachondo. Eso es un poco el


objetivo. Por lo general, no es una actividad grupal a menos que te guste, estar en
una fiesta con cerveza o lo que sea. En su mayoría, los chicos ven solos y se hacen
una paja. Es normal. Las chicas también lo hacen.

—¿Las chicas? ¿Có... cómo?

Jesús, ¿ahora le iba a dar una lección de biología?

—Las chicas tienen coños, ¿verdad? —David parecía haberse congelado, por lo que
continuó explicando—. Sí, así que sus coños tienen clítoris, ¿cómo una pequeña
protuberancia en el frente?

El chico se veía sorprendido, aunque por cuál frase, no podía diferenciarlo.

—Frotas el clítoris, o lo hacen ellas mismas, y se vienen.

—¿Se vienen?
—Ya sabes, orgasmo, acaban.

—Es... como los chicos, um...

—No exactamente, pero joder, se siente bien si estás cerca cuando sucede. Como
dije, es normal. Las chicas lo hacen, los chicos lo hacen.

David lucía aliviado.

—Tuve que hacerlo dos veces cuando llegué a casa —admitió—, después de ver la
película porno.

—No, eso no es nada, hombre. Un montón de chicos de tu edad se masturban todo el


maldito día. No sé cómo cualquiera de nosotros nos las arreglamos para ir a la
escuela.

Su cuñado le dio una pequeña sonrisa y luego hizo una mueca.

—Y cuando duermo —se quejó.

—Sí, eso sucede. Lavar la ropa es una pesadilla —concordó Lauren con simpatía—.
Especialmente cuando tu madre quiere saber por qué has cambiado las sábanas
cuando ella lo hizo ayer.

—¡Sí!

—Mira. Los chicos se masturban. Mucho. No sé cuando uno se pone muy viejo, como
treinta o algo así, pero sí. Es como ponerse los pantalones por la mañana, es una
parte de la rutina. ¿Sabes lo que estoy diciendo?

—Así que, ¿es normal?

—Sip. Divertido, gratis y nadie queda embarazada. ¿Qué más se puede pedir?

David rio nerviosamente.


Lauren recordó cuando tuvo una conversación similar con Chris. Tenía once años,
aunque posiblemente no era tan despistada como David, ya que había descubierto el
escondite porno de su hermano y lo examinó a fondo antes de ser atrapada. Además,
luego perdió su virginidad con una de las amigas de su hermano cuando era apenas
un poco mayor que David. Debe apestar no tener un hermano mayor. Se inclinó
para meter la mano en el bolsillo de su chaqueta, luego le arrojó al chico un paquete
de condones.

—Es posible que desees practicar con estos, para cuando llegue el momento, sabrás
lo que estás haciendo. No quieres ponerte a ese hijo de puta al revés cuando tienes a
tu mujer toda caliente y jadeante para ti.

La boca de David se abrió, pero no le salieron las palabras. Lauren se puso de pie y
se dirigió a la puerta.

—Me lo agradecerás en unos años —dijo sobre su hombro. Sintiendo que el día no
había sido un completo desastre después de todo, fue a buscar a Camila, y golpeó la
puerta de su dormitorio.

—Muñeca, soy yo.

La puerta se abrió y la mandíbula de Lauren cayó hasta el suelo. Sus ojos


recorrieron las largas piernas desnudas y la falda de mezclilla muy corta; captaron
la zorra con pestañas largas y oscuras, lápiz labial rojo y pelo arreglado; y se
posaron en las tetas que lucían muy orgullosas de sí mismas, seductoramente
cubiertas por una pálida camiseta azul con tirantes finos, que se aferraba en todos
los lugares correctos. La ojiverde se pasó la lengua por los labios. Tardó un momento
en darse cuenta de que Camila le hablaba.

—¿Me veo bien? —repitió ella, ansiosa por su silencio

—Joder, ¡sí! —Respiró—. ¡Te ves increíble, muñeca!


Ella sonrió nerviosa.

—Corté mi vieja falda de mezclilla y resultó un poco más corta de lo que quería.

Tiró del dobladillo, pero apenas cubría la parte superior de sus muslos. Lauren la
atrajo hacia ella y tomó su culo, sus dedos demorándose por debajo del borde de la
falda.

—Luces tan jodidamente caliente —susurró.

—Entonces, ¿crees que me veo bien?

La ojiverde le sonrió, con la cabeza inclinada hacia un lado.

—Simplemente no lo entiendes, ¿verdad? Sólo tengo que mirarte para endurecerme.


Joder, te deseo con tantas ganas en estos momentos.

Su rostro ardía.

—Um, bien entonces. Nos vemos abajo en un minuto.

Lauren le guiñó un ojo y ella cerró la puerta de nuevo. Se apoyó en la pared y


respiró hondo. Estar en la casa de los Cabello era una gigante mala idea, pero
maldita sea, ella valía la pena. David pasó por delante en su camino a la sala de TV.

—Oye, hombre —dijo Lauren—. Si me escuchas levantarme por la noche, me voy a


ver a mi chica. ¿Estás bien con eso?

El chico apartó la vista.

—Sí, supongo.

La ojiverde sonrió para sí.

—Pero...

—¿Sí, hombre?
—Si papá te atrapa, yo dormía y no sabía nada al respecto, ¿bien?

Lauren contuvo una sonrisa.

—De acuerdo.

Decir que los padres de Camila se sorprendieron al verla habría sido una
subestimación del tamaño de una secoya. Los ojos de Alejandro se agrandaron con
incredulidad, y la boca de Sinu se abrió y cerró varias veces sin llegar a hablar.

—No nos esperen despiertos —dijo Camila, apresurándose a salir antes de que las
habilidades lingüísticas regresaran. Lauren esperaba en el patio delantero, apoyada
en Sirona, disfrutando de un cigarrillo. Sonrió abiertamente cuando la vio y lo
apagó.

—Muñeca, estás lista para la fiesta —murmuró en su cuello—. Te ves hermosa,


nena.

Para los ojos hambrientos de Camila, Lauren lucía condenadamente apetitosa. Sus
vaqueros se enganchaban sobre los huesos de su cadera, y su camiseta negra se
aferraba a su pecho. Podía ver la cola del dragón tatuado enrollándose en su bíceps
derecho, justo por encima del codo. El pequeño anillo de plata puesto en su ceja y su
cabello negro desordenado como si acabara de tener sexo.

Abrió la puerta del coche para ella en un gesto anticuado que la hizo reír, pero no
hubo nada anticuado en la forma en que se inclinó y pasó la lengua por su muslo
desnudo, cuando se subió a su lado.

—Quiero tenerte en este coche, nena.

Camila tragó saliva.

—Um —dijo, incapaz de formular una respuesta. Le sonrió con malicia.


—¿Vas a arrancar el motor, nena, o estás esperando que una ilusión nos llevé a la
fiesta?

Sacudió la cabeza, tratando de aclarar la niebla de lujuria que había descendido.


¿Hacía calor en este auto? Con las palmas sudorosas, logró girar la llave en el
encendido, ignorando la sonrisa divertida de Lauren. Hicieron una parada en el
camino a la casa de Sonia Brandt. Ante la insistencia de Lauren, estacionó fuera de
una tienda de licores. Se agachó en el asiento del conductor, con la esperanza de que
nadie quien conociera el coche de su madre las viera. La ojiverde salió con un
paquete de seis cervezas y una botella de Jack Daniels. Camila se sorprendió.
Nunca la vio beber nada que no sea cerveza, y le molestó el pequeño tirón de
aprensión que sintió en el estómago. Cuando llegaron a la fiesta, tuvo que aparcar
varios cientos de metros lejos de la casa de los Brandt, ya que los coches se
alineaban en la calle.

Vivían en una amplia avenida bordeada de árboles, con una gran casa de estilo
mansión, apartada de la carretera y un camino curvado que conducía a la puerta
principal. Las personas corrían hacia el edificio, la mayoría llevando algún tipo de
alcohol. La aprensión de Camila se expandió como un globo en su estómago, pero
Lauren parecía haberse animado bastante. Ya sea porque su estado de relajación
aumentaba proporcionalmente con la distancia de la casa de los Cabello, por la
botella de Jack que ya había empezado a beber, o por la perspectiva de una fiesta;
¿quién sabía? Ella se sentía miserable. Era todo lo que odiaba: gritos, gente falsa;
emborracharse y ser ignorada por las chicas presumidas de su antigua escuela
secundaria.

Ayudaba que estuviera con Lauren, pero las viejas inseguridades necesitaban más
que una falda corta y un par de lecciones de maquillaje de Dinah para ser
totalmente exorcizadas. Respiró hondo para calmar sus nervios, pero se sobresaltó
cuando sintió los dedos de Lauren sosteniendo suavemente su barbilla.
—¿Qué pasa, muñeca?

Sacudió la cabeza.

—Nada —mintió —. Estoy siendo tonta.

—No me mientas, Camz —dijo en voz baja —Cuéntame.

Sus hombros se hundieron. Debería haber sabido que no sería capaz de


escondérselo.

—Esta fiesta —dijo, agitando las manos para indicar sus alrededores—. No es lo
mío.

La ojiverde arqueó las cejas.

—¿Por qué? Te he visto en el club, estabas totalmente en lo tuyo.

—Eso fue diferente. Podía... allí podía ser cualquier persona, ¿sabes? Nadie me
conocía, podía empezar de nuevo. Aquí —Señaló con la barbilla a la casa de los
Brandt—, aquí sólo soy una nerd de la música que toca el violín y está tratando de
actuar genial. Me conocen, sabrán que estoy fingiendo.

Lauren sonrió con tranquilidad.

—¿Eso piensas? Muñeca, eres caliente, sexy y tan jodidamente apasionada. No hay
nada falso en ti.

—Pero...

—Te estoy diciendo, Camz. He tenido un montón de mujeres —dijo, alzando las
cejas para hacer un punto—, y ninguna se compara contigo. Eres auténtica.

Camila se mordió el labio, y miró dudosamente hacia la casa.

—No tenemos que ir —dijo—, pero si los dejas hacerte sentir inferior, entonces ellos
ganan.
Levantó la cabeza ante sus palabras, sabía que tenía razón.

—¿Estás canalizando a Eleanor Roosevelt, "nadie puede hacerte sentir inferior sin
tu consentimiento"?

Le sonrió.

—Exacto, muñeca. Estoy a favor del feminismo. —Pasó su mano entre sus piernas—
. Y estoy a favor de las minifaldas, y la libertad de expresión. ¡Demonios, sí!

Se desabrochó el cinturón de seguridad y se estiró, dándole más espacio. Jadeó


mientras su pulgar la acariciaba justo allí. Luego la besó, simulando con su lengua
lo que hacía con su mano. Camila jadeaba en su boca y cuando Lauren se alejó, lo
negro de sus pupilas quemaba el iris de color verde. Sus párpados se cerraron y
tomó una respiración profunda. Casi le dijo que olvidara la fiesta, que conduciría a
algún lugar solitario para poder finalizar lo que comenzaron, pero otra parte, quería
ser la persona que Lauren creía que era. Con ella, tal vez podría ser esa persona.
Quería intentarlo, al menos. Desabrochó su cinturón de seguridad y abrió la puerta
del auto.

—Vamos —dijo. Lauren le sonrió y guiñó un ojo.

Envolvió un brazo alrededor de ella y caminaron hacia la casa, llevando la cerveza


en su mano libre. Para el gran alivio de Camila, dejó la botella de Jack debajo del
asiento. La suerte quiso, que las dos primeras personas que se encontraron fueron
las infames hermanas Ingham: animadoras y dos dolores en el trasero —Kayla y
Beth. Hicieron una cómica doble toma cuando vieron a Camila, aunque la mayor
parte de su atención se enfocaba en la ojiverde.

—¿Cuál es la palabra mágica, Cabello? —dijo Kayla con desdén—Esta fiesta no es


para nerds, pero tu amiga puede pasar.

Camila sonrió cordialmente.


—Que te jodan. Ahí tienes tres palabras. —Y entró despreocupadamente.

—Genial —exhaló Lauren en su cabello.

La castaña comenzó a disfrutarlo.

El vestíbulo se encontraba lleno de gente, algunos bebiendo, otros moviéndose con la


palpitante música que retumbaba desde los altavoces ocultos. Reconoció a unas
cuantas personas de su antigua escuela, pero ninguno que conociera bien. Planeaba
llevar a Lauren al área de la piscina en la parte de atrás. Pero antes de que pudiera,
la ojiverde dejó la cerveza en una silla y la agarró por las caderas desde atrás,
moviendo su cuerpo contra el de ella. Luego le dio la vuelta y colocó sus manos en su
cuello, frotándose contra ella. Posó las manos en su trasero y suavemente la llevó
dentro del baile. Camila nunca se movió de ese modo fuera del dormitorio, y eso aún
era muy nuevo para ella. Era bailar, técnicamente, moviéndose con la música.
Esperó por el familiar sonrojo de vergüenza, pero en su lugar se sintió liberada,
querida y libre. Atrajo la cabeza de Lauren hacia ella y metió la lengua en su boca.
Escucharla gemir era la mejor manera de encenderla. Recorrió sus manos por su
espalda y las metió en los bolsillos traseros de sus vaqueros. Tenían los labios
entrelazados y sus entrepiernas estaban jodidamente cerca de unirse. Se sentía
bien.

—¡Oh. Dios. Mío! ¿Camila Cabello?

El grito de Sonia pudo haber ensordecido a los murciélagos de tres estados. Se


separó de los dispuestos labios de Lauren, y miró con indiferencia a la anfitriona de
la fiesta.

—Oh. Hola, Sonia. Gracias por invitarnos. Laur, ella es Sonia Brandt; Sonia esta es
mi novia, Lauren Jauregui.

—Hola, Sonia Brandt —dijo la ojiverde, moviendo rápidamente sus ojos en su


dirección por un insultante periodo corto de tiempo. Camila pasó las manos por
debajo de la camiseta de Lauren, y ella le sonrió, completamente entendiendo el
juego que empezaban. La ojiverde enterró la cabeza en su cuello, dándole pequeños
mordiscos desde el lóbulo de la oreja hasta su garganta. La cara de Sonia era todo lo
que Camila podría haber esperado: sorprendida e incrédula, y tan verde de envidia
que podría haber guiado el desfile del Día de San Patricio ahora, Camila había
estado jugando, pero la forma en que Lauren la tocaba la hacía pensar que pasaron
directamente desde el ensayo a la obra principal.

La disgustada cara de Sonia desapareció de la vista, y dejó de preocuparse por lo


que pensaba ella, las hermanas Ingham, o cualquiera de las personas que la
subestimaron, menos preciaron y desvalorizaron durante cuatro largos años. Lauren
debió haber sentido el cambio, porque comenzó a moverse más libremente con ella
hasta que estuvieron realmente bailando, moviéndose al ritmo de la música que ella
podía sentir a través de su ágil cuerpo.

Al final, Camila pidió un descanso, lo suficiente caliente y excitada para necesitar


una bebida fría.

Lauren recuperó sus cervezas y se dirigieron afuera hacia la piscina. La castaña se


quitó los zapatos que había usado sólo uno vez en la boda de su primo, y metió los
pies en el agua relajante. Lauren se sentó junto a ella, por lo que se apoyó contra la
sólida comodidad de su pecho. La sintió quitar su cabello de su hombro y plantar
besos fríos por la cerveza a lo largo de su cuello. Quería agradecerle por convencerla
de venir esta noche, pero para tener una conversación, tendría que moverse y en ese
instante se hallaba muy cómoda. Pero fue la ojiverde quien se movió,
cuidadosamente alejándose y girándose para estar frente a ella.

—¿No te gustaba la secundaria, Camz? —dijo, metiendo sus piernas debajo de las de
Camila hasta que quedó sentada con las piernas cruzadas.

—¿Le gusta a alguien?


—Sí, creo que a algunas personas les gusta.

—¿Te gustaba?

Hizo una mueca, y Camila podría haberse pateado a sí misma. La secundaria


difícilmente podría estar en sus mejores recuerdos, no cuando fue la época en su
vida que empezó a perder la audición.

—No mucho —admitió—. Apestaba bastante. Simplemente estaba... enojada todo el


tiempo. Por eso me metí en tantas peleas. Tratando de probar que... no lo sé... que
todavía era yo. —Le sonrió—. Le di a mis padres un montón de pesadillas.

Su sonrisa se desvaneció y frotó una mancha de aceite en sus pantalones.

—Estarían tan orgullosos de ti —dijo la castaña con certeza—. Yendo a la


universidad, obteniendo tu título.

—Tú les habrías gustado —dijo.

—Oh. —Se sorprendió, su corazón dio una feliz voltereta. Lauren se mordió el labio,
y luego se metió la mano en el bolsillo de sus pantalones. Pensó que buscaba un
cigarrillo, pero en cambio sacó una pequeña cajita, envuelta en el mismo papel
plateado que había usado con resultados muy cómicos cuando envolvió la chaqueta
de cuero que le regaló.

—Mamá siempre solía hacer una gran cosa del día de Acción de Gracias, decía que
debíamos pensar en todas las cosas por la que estábamos agradecidos. La última
vez... —Tomó una respiración profunda—, la última vez, cuando estaban vivos, dije
que era pura mierda y que no tenía nada por lo que estar agradecida... Pero ahora
que te conocí, no lo siento... estoy agradecida. Así que quiero que tengas esto.
Gracias por ser tú. Gracias por aguantar mi vándalo trasero... Por estar en mi vida.
No sabía que decir. Con las manos temblorosas, desenvolvió el papel
cuidadosamente. Debajo había un pequeño relicario de oro en una cadena corta. Lo
miró fijamente, completamente abrumada.

—Ábrelo.

Cuidadosamente, abrió las dos mitades. Adentro descubrió una mini fotografía de
ellas, tomada durante su día en la playa.

—Era de mi mamá —dijo, encogiéndose de hombros—. Quiero que lo tengas.

Se puso de pie con un ligero movimiento, y tomó el relicario de sus manos. Luego,
agachada detrás de ella, lo colocó en su cuello y le dio un beso en el cabello. Camila
se giró y tomó su cara entre sus temblorosos dedos.

—Gracias. No sé qué decir.

—No digas nada —susurró—. Sólo úsalo, para mí.

La besó con ternura, profundamente, y el calor estalló entre los dos.

—¡Guau! ¡Ratón Cabello! ¡¿Quién sabría que podías ser tal pedazo caliente de culo?!

Inmediatamente reconoció la voz. Austin Mahone, defensor y estrella del equipo de


fútbol de la secundaria. Había escuchado que fue a la Universidad Estatal de
Louisiana con una beca de fútbol. Pero seguía siendo el cavernícola grosero que
recordaba. Lauren no escuchó el comentario, pero pudo ver por la expresión en su
cara que algo andaba mal, y no tenías que ser genio para averiguar qué pasaba. Se
levantó lentamente, y sacó un cigarrillo de su bolsillo mientras Austin la miraba
fríamente.

—¿Quieres decir eso de nuevo, hijo de puta? —dijo en un tono conversacional.

La boca de Austin se abrió, pero luego una sonrisa lobuna se dibujó en su rostro. Le
sorprendió cuando Sonia le había dicho que la nerd de la música estaba aquí, e
incluso más cuando vio que se transformó en un pedazo de culo follable, pero ahora
parecía que la diversión estaría en sacar a su vándala novia, antes de humillarla un
poco más. —Bueno —se burló Austin—, parece que esa perra estirada finalmente le
abrió las piernas a alguien y...

Fue lo más lejos que llegó antes de que Lauren lo golpeara. Austin ni siquiera lo vio
venir. Tal vez tenía la idea de que podría terminar su retahíla de insultos antes de
que la paciencia de la ojiverde se agotara. Vivir y aprender. La nariz de Mahone
parecía haberse extendido por su rostro y goteaba dos rastros de sangre brillante,
antes de que sus brazos se agitaran, pero no pudo detener la caída hacia atrás
dentro de la piscina. Hubo un silencio atónito y Lauren aspiró su cigarrillo.

—El hijo de puta tenía una boca sucia —dijo con calma, luego tiró la colilla, viéndola
rebotar en el pecho empapado de Austin.

Unas irónicas aclamaciones vinieron de algunos chicos alrededor de la piscina, pero


otros miraron con rabia a la intrusa. Camila luchó para ponerse de pie y recogió sus
zapatos.

—Vamos —susurró, tirando de su brazo.

Guió el camino por un costado de la casa y se detuvo a ponerse los zapatos para
cruzar el camino de grava, pero en su lugar Lauren la tomó en brazos y la llevó. A
medida que se acercaban al auto de su madre, sacó las llaves de su bolso y le quitó
el seguro para que la pudiera dejar en el asiento del conductor. Cuando se deslizó
junto a ella, su expresión estaba curiosamente en blanco.

—No estás molesta, ¿verdad, muñeca?

Parpadeó.

—¿Por qué estaría molesta contigo?

—Por golpear a ese chico.


Sonrió.

—No, se lo merecía. Ha hecho cosas peores a un montón de personas en los últimos


años. Me alegro de que lo golpearas. Me alegro de que su feo trasero terminara en la
piscina.

La ojiverde sonrió con alivio.

—Gracias por esa mierda. Pensé que ibas a morder mi trasero.

Camila levantó una ceja.

—Ahora esa es una idea.

—Muñeca, estoy impactada. ¿Estás coqueteando conmigo?

Se rio.

—Voy hacer mucho más que eso. Necesito conducir este coche a algún lugar
tranquilo y mostrarte lo mucho que aprecio que seas mi damallera de armadura
brillante. Una vez más.1

Una lenta sonrisa se extendió por el rostro de Lauren.

—¡Joder, sí! —murmuró.

Tragó nerviosamente. Una cosa era sonar como si fuera valiente...

Condujeron en silencio, las luces del carro lanzaban un rayo amarillo a los árboles
que pasaban en el bosque. Lauren posó una mano en su rodilla, donde sus dedos
dibujaron patrones mecánicos en su piel. Finalmente, se detuvo y se estacionó a un
lado del solitario camino de tierra, uno de los muchos que bordeaban el lago. Se
quedaron mirando por un largo momento. Lauren habló primero.

—Está oscuro, nena. No puedo leerte en este instante. Pero... únicamente haremos
lo que tú quieras hacer, ¿de acuerdo? Puedes detenerme, sabes cómo.
El sonido mientras ella se desabrochaba el cinturón de seguridad y luego el de ella
fue fuerte en sus oídos. No creía ser el tipo de chica que tenía sexo en autos, pero
desde que conoció a Lauren su visión se amplió hasta el punto de cambiar
dramáticamente. Y sin embargo, no había presiones. Su toqué era suave y
tranquilizador, no frenético o exigente. Le permitía guiar. Ella levantó una mano a
sus labios y la besó.

—Gracias —dijo, aunque sabía que no podía escucharla—. Gracias por todo.

Chupó sus dedos y los mordió ligeramente, haciéndolo reír.

—Muñeca, ¿estás tratando de llevarme por el mal camino?

Se arrastró por la división del asiento y se sentó en su regazo. Lauren tarareó


alegremente en su cuello, luego lamió lentamente su piel.

—Sabes bien, bebé.

Ella copió sus acciones, aspirando el aroma de su cabello, su piel, besando sus
mejillas, sus párpados, sus labios. Lauren se movió debajo de ella y podía sentir que
estaba dura, pero parecía contenta, rociando suaves besos sobre su pecho y cuello.
Cuando tomó la decisión, se sorprendió. La ojiverde podría estar contenta con sólo
besarse, pero Camila quería hacer el amor con ella. Y la amaba. Amaba su
silenciosa fuerza y su dulce paciencia, su humor, su sinceridad, sus destellos
repentinos de ira, la pasión y la inteligencia que escondía detrás de sus ojos
avellana, su perezosa sonrisa: la amaba en cuerpo y alma, el peso de ese
sentimiento la anclaba a tierra y la liberaba en maneras que todavía no entendía.

—Voy hacerte el amor, Lauren Jauregui. Voy hacerte el amor aquí y ahora porque
amo todo de ti, y no me importa que no puedas oírme y no me importa que nunca me
escucharás cantar o tocar el violín. Escucharé por las dos. Quiero compartirlo
contigo, todo. Quiero compartirme a misma contigo.
No la escuchó. No podía escucharla. Y a ella no le importaba. Lauren seguía
acariciándole el cuello y frotando la parte de arriba de sus brazos contra el frío aire
nocturno, cuando ella se inclinó y rozó sus dedos entre sus piernas, provocando su
dureza. Sus manos cayeron y Camila la escuchó tomar una respiración profunda.
Lauren esperó, preguntándose qué iba hacer a continuación. Camila se puso de
rodillas de nuevo, dándose más espacio a sí misma, y se agachó para acariciarla de
nuevo. Sintió su estómago tensarse, pero la ojiverde no trató de animarla o
detenerla... simplemente esperó.

Desabrochó sus pantalones y bajó la cremallera. Su respiración se volvió más


desigual y no podía evitar levantar sus caderas en sus manos. Sacó su polla y
recorrió con sus dedos su suave dureza. Lauren gimió y se apoyó en el
reposacabezas.

—Camz...

Puso un dedo sobre sus labios y siguió acariciándolo con su otra mano. La levantó,
por lo que se cernía sobre ella y cuidadosamente empujó dos dedos dentro de ella,
gruñendo otra vez cuando la encontró mojada.

Con su mano libre, Lauren sacó un paquete de condones de su bolsillo.

—No sé qué tienes en mente, nena. ¿Necesito estos?

Asintió cuando la ojiverde levantó la mirada.

—Sí —pronunció en un suspiro.

La vio asentir, y rápidamente abrió un condón, deslizándolo con manos expertas.


Ella se iba apartar para quitarse las bragas, pero Lauren la agarró por las caderas y
negó con la cabeza. Empujó la delicada tela hacia un lado y la bajó sobre ella,
siseando de placer mientras ella se hundía. Camila se sentía poderosa, aventurera y
tan malditamente excitada que apenas sabía qué hacer consigo misma. Incluso en la
oscuridad podía ver la adoración en su cara mientras se empujaba dentro de ella. Se
movieron juntas, hallando su ritmo en los estrechos confines del carro. Incluso sin
usar sus dedos Lauren parecía saber exactamente cómo moverse para sacar
torrentes de sensaciones de ella. Sintió el ya familiar temblor dentro de sí misma.
La ojiverde también lo sintió, y comenzó a moverse más rápido, más duro, su
respiración más fuerte en el silencioso aire. Camila se vino primero, colapsando en
su cuello, y Lauren la siguió poco después, un gemido ahogado subiendo por su
garganta. Se sentaron, unidas, por algunos minutos antes de que la alejara para
sacar el condón usado, atando un nudo seguro alrededor y metiéndoselo en su
bolsillo. Luego metió su polla flácida de regreso en sus pantalones y subió la
cremallera.

Camila se arrastró hacia su asiento, sintiéndose agotada, pero extrañamente llena


de energía. Se sentía como si pudiera dormir por una semana, o correr una maratón.
Miró a la ojiverde. Estaba inclinada hacia atrás con los ojos abiertos, una pequeña
sonrisa iluminada por la luz de la luna que se deslizaba entre los árboles.

La miró y agarró su mano, besando cada dedo, uno por uno.

—Gracias —susurró.

Colocó su mano de nuevo en su regazo, luego tocó el relicario alrededor de su cuello


y sonrió.

Bajando la ventana del carro, sacó un cigarrillo. Camila casi le dijo que su mamá
estaría molesta si fumaba en el auto, pero decidió que un cigarrillo se encontraba
muy por debajo de su lista de pecados, sobre todo teniendo en cuenta que acababan
de follar en el asiento del pasajero.

Condujo a casa con las ventanas abiertas.


Capítulo 17

Al igual que antes, despertó con su chica en sus brazos. Sabía que tentaba a su
suerte pasando otra noche con ella, pero era incapaz de dejarla ir. Había sido una
noche única, con ese baile tan caliente y jadeante que sus bolas dolían cuando
fueron a descansar junto a la piscina. Entonces ese idiota boca sucia insultó a su
chica. Sus nudillos escocieron un poco al recordar que derribó al hijo de puta con un
puñetazo. Cobarde. Y entonces el sorprendente e inesperado sexo en el coche que
Camila inició. Definitivamente podría haber ido por la segunda ronda cuando
regresaron, pero fue feliz con sólo dormir juntas. Suspirando, miró el reloj de Mickey
Mouse y salió con cuidado de la cama. la castaña dormía profundamente. Llevaba su
camiseta gris, pero todavía podía ver la cadena del relicario. La tenía en el bolsillo
desde el día después de la playa, esperando el momento adecuado para dárselo. Se
frotó el pecho, sorprendida por el dolor que sentía cuando pensaba en ello.
Sacudiendo la cabeza, se puso los pantalones y recogió su camiseta, dirigiéndose a la
habitación de David. Justo cuando cerró la puerta recordó que dejó los calcetines y
los zapatos con Camila. Al diablo con ello. Los conseguiría más tarde. Abrió la
puerta y entró sigilosamente, sólo para encontrar el curioso rostro de David.

—¿Acabas de volver de la fiesta?

Lauren sonrió.

—Sí, gran fiesta.

Dejó caer sus pantalones de nuevo y se tendió en la cama, quedándose dormida en


un sueño ligero. Veinte minutos más tarde, se despertó con un sobresalto. Sinu
estaba de pie con una taza de café en la mano. Casi se cayó de la cama mientras
luchaba por incorporarse.

—¡Lo siento! —dijo, obviamente, intentando no reírse—. Necesito a todos manos a la


obra esta mañana, así que pensé que debería despertarlos.

David se encontraba sentado, frunciendo el ceño a su mamá.

—¡Mamá! ¡Son las siete!

—Lo sé, cariño, pero tenemos mucho que hacer. —Le dio a Lauren el café—. Tres de
azúcar —dijo con un guiño.

—Gracias —murmuró.

—Desayuno en diez minutos —dijo, demasiado alegre—. Si no están allí, tendrán


que esperar hasta la hora del almuerzo. ¡Feliz Día de Acción de Gracias!

David se recostó, la ojiverde estaba completamente despierta. ¡Por Dios!, eso estuvo
cerca. Jodidas gracias que se despertó cuando lo hizo. Si Sinu la hubiera encontrado
con Camila, Acción de gracias se habría parecido más a la masacre del día de San
Valentín. Por lo menos Sinu podría informar a Alejandro que todos los cuerpos
fueron entregados y eran los correctos. Se bebió el café y se fue a la ducha,
masturbándose distraídamente. Como le dijo a su cuñado, era parte de la rutina.
Caminó de vuelta a la habitación, donde el chico todavía continuaba aparentemente
inconsciente. Rebuscó en su bolso, pero la camiseta no había saltado
milagrosamente a la lavadora, se había auto lavado y regresó cuidadosamente
planchada. Se maldijo en voz baja y decidió ver si la camisa de ayer pasaría la
prueba del olfato.

—¿Problemas, Lauren?

Alejandro se dio cuenta demasiado tarde de que hablaba a la espalda de la ojiverde.


Le dio un golpecito en el hombro y la chica saltó.
—¡Joder! —dijo en voz alta, David se despertó sobresaltado.

—Lo siento —dijo Alejandro, viéndose un poco avergonzado—. Me preguntaba si


todo está bien aquí. ¿Has perdido algo?

—Sí —dijo Lauren, irritada de que el padre de Camila se arrastrara alrededor como
un raro acosador y le diera un susto de muerte—. Muñe... Camz robó mi camiseta y
la usó para dormir. Comprobaba las alternativas.

Se encogió de hombros. No le importaba si Alejandro sabía que Camila llevaba su


ropa.

—Ah, ya veo. De acuerdo, bueno... bien. El desayuno está listo. David, levántate
ahora.

El chico finalmente arrastró su culo flaco de la cama, y Lauren se sentó para revisar
sus mensajes telefónicos. Tenía uno de Chris.

C:¿Cómo es la vida en Hicksville, perdedora hija de puta? Feliz Acción de Gracias.

Y tres de Keana.

K:¿Dónde estás? Responde tus malditos mensajes.

No sintió la necesidad de comunicarse, sobre todo porque ella dijo que era una
vendida por salir con Camila.

K: Chris dice que estás fuera de la ciudad, pero no dirá dónde. ¿Estás bien?

Y más recientemente:

K: ¡Mensajeame, idiota!

Envió una breve respuesta:

L: Estoy bien. Feliz Día de Acción de Gracias.


Pulsó "enviar" antes de que lamentara actuar como una cobarde. Sinu la
interrumpió lanzando una camisa sobre la cama.

—Ten, usa esto hoy. No quieres asustar a mi madre. Y dile a mi hija que lave algo
de ropa.

Desapareció antes de que pudiera decir algo. La camisa era de algodón suave, muy
blanca. Olía a ropa limpia y por un momento Lauren regresó a dos años atrás, en un
momento en que sus padres aún estaban vivos. Su madre le gritaba que pusiera su
ropa en el cesto... la forma en que solía estar en la cocina mientras planchaba... la
forma en que ella cantaba cuando estaba feliz. Se puso la camiseta con sentimientos
encontrados. Y era, obviamente, demasiado grande para ser de David. Se encogió de
hombros. Ropa era ropa. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Aromas
seductores ya se amontonaban a través de la casa y su estómago rugió
apreciativamente.

—Oh —dijo Sinu—, te ves realmente guapa. ¿Panqueques está bien para ti?

—Um, sí, gracias —dijo Lauren, sus mejillas coloreándose de rosa pálido.

Sinu miró por encima del hombro y sonrió. Realmente era una chica de muy buen
aspecto. La camisa de botones le quedaba bien. Lástima ese arete ridículo en su
ceja. Gracias a Dios tenía los otros piercings cubiertos, no obstante, tenía muchos.
Lauren se centró en comer los panqueques que Sinu le puso delante, y se preguntó
qué traería el día. Camila le contó que su familia hacía una gran cosa de Acción de
Gracias, así que le preocupaba cómo iba a encajar, conocer gente nueva era algo que
solía evitar.

Sintió que su teléfono vibraba en el bolsillo. Supuso que era de Keana por lo que no
se molestó en mirarlo. Se sintió aliviada cuando la castaña entró en la habitación,
viéndose suave y soñolienta, a pesar de haberse duchado. Se veía linda en el suéter
amarillo pálido y una prudente falda. Sonrió al ver que llevaba el relicario.
—Hola, muñeca. —Sonrió—. ¿Has dormido bien?

—Ajá. ¡Linda camisa!

—Gracias. Tu madre se apiadó de mí, después de que robaste la mía.

—¡Oh! No creí que te importara.

—No me importa —dijo en voz baja—. Me calienta jodidamente pensar en ti


usándola.

Camila sonrió feliz, echó un vistazo a su madre, que batía más mezcla para
panqueques con violencia innecesaria.

—¡Bien! —Se inclinó para darle un beso. Rodeó sus manos alrededor de su cintura y
le devolvió el beso con entusiasmo.
Capítulo 18

Habían regresado a la escuela hacía dos semanas y apenas había visto a Lauren.
Definitivamente no consideraba a un puñado de mensajes de texto un sustituto
razonable. Cuando la había visto, ella estuvo nerviosa y de mal humor. Peor aún, no
tuvieron sexo ni una sola vez, y aunque un par de sesiones de besuqueo se pusieron
muy calientes, la ojiverde siempre se retiró con la excusa de que tenía que estar en
otro lugar. Se sentía molesta y confundida.

—Creo que se está aburriendo de mí, DJ. No quiere hablar de ello y no sé qué hacer
—le confió una noche.

—Necesitas pasar un poco de tiempo de calidad con ella, Mila. Por lo que has dicho
de Acción de Gracias, fue un poco intenso. Tienen que relajarse, hablar.

Rodó los ojos con frustración.

—¡Lo sé! Pero apenas se me acerca, y cuando lo hace, casi siempre es con otras
personas alrededor.

—Entonces, no se lo pidas, dile. Planea una cita, salgan a cenar. Habla con ella.
Pero si te sirve de consuelo, Mani dice que ha estado rara con todo el mundo.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, ¿sabías que antes de Acción de Gracias, los chicos tenían todo planeado
para ir a ver esa cosa de fútbol después de Año Nuevo? Sí, bueno, canceló sin
ninguna explicación, y sabes qué importante se suponía que era.

Se mordió el labio, preguntándose si se atrevería a decir en voz alta lo que


realmente tenía en su mente.
—Um, no crees... ¿crees que está viendo a alguien más?

Dinah la miró seriamente.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Bueno, un par de veces ha recibido mensajes y no dijo de quién eran, y se puso


toda molesta y a la defensiva cuando le pregunté. Y uno de sus amigos de Economía
quería saber dónde estaba porque faltó a la clase. Cuando le pregunté, me mintió
rotundamente y dijo que no faltó a ninguna.

La polinesia arrugó la nariz con simpatía.

—¿Drew o alguno de los chicos mencionó algo? ¿Quizás tiene algún problema en su
casa?

Camila sacudió la cabeza.

—Drew dijo que no sabía nada, pero...

—Pero, ¿qué?

—Mencionó que a veces Lauren hace esto cuando está "estresada".

Utilizó comillas para expresar lo que pensaba de ese comentario.

—Tal vez lo está... quiero decir, viviendo con su hermano... ¿Y no tiene un gran
trabajo de matemáticas o algo así?

—No lo sé. Tal vez.

—Bueno —dijo Dinah lentamente—. Normalmente no sugeriría esto, pero dadas las
circunstancias...

—¿Qué?
—Toma su móvil. Revisa los mensajes y correos electrónicos. Si algo está
sucediendo...

—¡No puedo hacer eso!

—Mila, si no quiere hablar contigo, no te está dando muchas opciones. —Dinah se


encogió de hombros—. Esa es la manera en que lo veo.1

Decidió darle a Lauren una oportunidad más de hablarle, y si eso no funcionaba...


ugh, odiaba la idea de espiarla. Dinah fácilmente accedió a ausentarse el viernes
por la noche. Tenía la intención de darle a la ojiverde la buena noticia en la mañana
durante su clase de negocios, pero no apareció y ni siquiera envió un mensaje para
explicar su paradero. No sabía si enojarse o preocuparse. Se decidió por ambos y le
envió un mensaje de inmediato.

C: ¿Dónde estás? ¿Estás bien?


Estoy preocupada. Camz xx

No hubo respuesta, aunque miró el teléfono continuamente durante la conferencia


del profesor Walden.

Finalmente, a la mitad de la hora del almuerzo, le respondió.

L: Estoy bien.

—¿Eso es todo? —dijo Dinah, molesta en nombre de Camila—.¿"Estoy bien"?


Definitivamente tienes que enviarle otro mensaje.

—¿Y decir qué? —Camila suspiró, tratando de ignorar la expresión petulante de


Alexa.

—Dile que se encontrarán en los dormitorios y que lleve comida. Entonces la


seduces y haces que te cuente todo. Utiliza tus artimañas femeninas.

Camila resopló.
—Sí, porque tengo muchas de esas.

—Podemos trabajar en eso, amiga. Expedición de compras de emergencia.

—¿Qué?

—No te preocupes, tengo a Victoria‟s Secret en marcación rápida.

Camila no creía que estuviera bromeando. Y cuando dos horas más tarde se
encontró comprando ropa interior ridículamente cara, sintió como si se hubiera
caído por algún maldito extraño agujero de conejo en un universo alternativo.
Cuando llegó a casa, inmediatamente le envió un mensaje a Lauren.

C: Cena, mi casa 18:30. Trae comida China : )

Pero su respuesta no fue lo que esperaba.

L: Estoy ocupada esta noche. Lo siento.

C: Pucheros. ¿Haciendo qué?

L: Reuniéndome con un viejo amigo. No te enojes.

C: ¿Por qué me enojaría?

L: Antigua novia.

—¡¿Qué?! —gritó mientras su teléfono le parpadeaba inocentemente.

C: Ahora estoy enojada.

L: No es necesario. ¿Hacemos algo mañana?

C: ¿Qué hago con mis nuevas bragas y sujetador de Vic Secret?

L: ¡Me estás matando!

C: Qué pena desperdiciarlos. ¿Tal vez saldré con DJ, Mani y los chicos esta noche?
L: No bromees, muñeca. Te lo recompensaré mañana. Promesa.

C: Sigo haciendo pucheros

L: :)

A pesar de la promesa de Lauren, estaba harta y no quería quedarse sola. Faltaban


sólo dos semanas para Navidad y una semana para que terminara el semestre, y en
todas partes ―a excepción de su habitación―había un ambiente de fiesta en el aire.

Bueno, que se joda. Ella salió a ver a una de sus (muchas) ex, no iba a quedarse en
casa en una noche de viernes, toda patética y suspirando. Llamó a la polinesia, que
le dijo dónde encontrarlos y que usara cualquier cosa en su armario. Decidió hacer
exactamente eso. Tal vez Lauren no fuera la única chica que pensaría que ella era
caliente. Su corazón se encogió ante la idea, pero eligió poner buena cara e irse de
fiesta, si la gente todavía hacía eso.

Para el momento en que tomaba su tercer cóctel, se dio cuenta de que eran mucho
más alcoholizados y menos afrutados de lo que pensó. Cuando su teléfono vibró con
un mensaje, casi lo dejó caer.

L: En tu habitación. ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

La tipa en verdad tenía agallas. ¡Dejarla por alguna otra chica y luego pretender
que la estuviera esperando! Metió el teléfono de nuevo en su bolso y la ignoró
cuando llegó otro mensaje, y luego otro. Dinah le lanzó una mirada curiosa.

—Puede esperar —dijo, y entonces se bebió otro trago.

—¡Eso chica! —gritó Isaac, y se tragó su quinto tequila.

Dos horas después, con la cabeza dando vueltas, recordaba por qué no bebía. Dinah
la puso en un taxi con un mensaje feroz al conductor para que se asegurara de que
su amiga atravesara la puerta de los dormitorios a salvo.
Salió tambaleándose del taxi, maldiciendo a los zapatos de tacón alto que la hacían
trastabillar y perder el equilibrio. Entonces vio la moto de Lauren estacionada en su
lugar habitual y su estómago dio un vuelco desagradable. ¿Ella seguía aquí?

La aprensión la puso sobria mientras subía lentamente las escaleras hacia su


cuarto. Estaba segura de que ver a Lauren significaría una pelea. Se encontraba
encorvada en el suelo junto a su puerta, la expresión de preocupación borrándose en
cuanto la vio.

—¡Muñeca! ¡Joder, me asustaste mucho! ¿Estás bien?

—Estoy bien, Laur, gracias —dijo arrastrando las palabras, por lo tanto, carecieron
de la dignidad que esperó conferirles.

—¿Por qué no respondiste mis mensajes? Me imaginaba todo tipo de mierda.

Ella parpadeó, analizando su cara y asimilando su cuerpo balanceante por primera


vez.

—¿Estás borracha?

—Podría ser. ¿Por qué no habría de estarlo? Me dejaste botada un viernes por la
noche para ver a una antigua novia.

Su rostro se tensó perceptiblemente.

—¿Qué carajo significa eso?

—Eres inteligente, Lauren. Averígualo.

A tientas trató de meter la llave en la cerradura, que por alguna extraña razón se
encogió y continuó resbalándose. La ojiverde le quitó la llave de la mano y le abrió la
puerta. A pesar de que no la invitó, entró detrás de ella y en silencio le sirvió un
vaso de agua.

—Bebe esto. Te sentirás mejor.


Ignoró el vaso que le ofrecía.

—¿Por qué estás aquí? ¿Estás controlándome?

Su rostro de inmediato mostró su enojo.

—Quería verte. Supongo que el sentimiento no es mutuo.

—Si querías verme, tal vez no deberías haber salido con otra chica.

—Es una vieja amiga, eso es todo. No seas tan jodidamente paranoica.

—¡Vete a la mierda! —gritó, arrancándose la camiseta y su corta falda, revelando


un conjunto de ropa interior de un profundo verde jade—. Hice todo esto por ti, pero
estabas demasiado ocupada viendo una vieja amiga.

Y se echó a llorar, furiosa porque el licor y la ira le robaron la coherencia. Se arrojó


sobre la cama, gritando su frustración. Sin decir nada, Lauren se sentó a su lado y
le acarició el pelo. De repente, ella se sentó y se presionó contra su pecho y trató de
besarla.

Se apartó de ella y le sostuvo los brazos con firmeza.

—No voy a follarte cuando estás borracha, Camz.

—¡Qué noble! —espetó, liberando sus brazos.

Lauren se frotó las manos sobre la cara.

—¿Quieres que me vaya?

—¡Sí! —Vaciló—. No.

Una emoción indescriptible revoloteó en el rostro de la ojiverde.

—Anda, muñeca, vamos a meterte en la cama.


Sacó una camiseta de la cómoda, levantando una ceja irónica cuando la reconoció
como una de las suyas. La ayudó a ponérsela, y le desabrochó el sujetador con una
mano, deslizando las correas a través de los agujeros de la manga y quitándolo en
un movimiento suave y practicado. Camila se preguntó fugazmente si tenía mucha
experiencia desnudando chicas borrachas. Probablemente, le dijo su desdichado
corazón. Se recostó en la cama, y se encontró con que la habitación daba vueltas. ¿Se
suponía que eso pasara?

—Me duele la cabeza —murmuró, pero Lauren no podía oírla y entonces se quedó
dormida.

En la hora más oscura antes del amanecer, despertó. La cabeza le latía con fuerza y
tenía la boca tan seca como el Valle de la Muerte. Por el mal sabor, era muy
probable que algo hubiera muerto allí, también. Se incorporó lentamente y vio a la
ojiverde acostada sobre su lado junto a ella, profundamente dormida. Se levantó con
cuidado, tambaleándose ligeramente y se dirigió a los baños. Entonces vio su
teléfono parpadeando en la oscuridad, y las palabras de Dinah volvieron a ella.
Antes de que pensara en lo que hacía, lo agarró y se apresuró a salir por la puerta.
El baño se hallaba al final del pasillo y vacío a esa hora de la noche ―día― lo que
fuera. Tropezando y sintiéndose mareada, Camila se dejó caer en uno de los
cubículos y sostuvo el teléfono de Lauren en sus manos temblorosas. El mensaje
nuevo fue el primero que vio. Era de alguien llamada "Keana". Y cuando se desplazó
a través de ellos, vio varios mensajes más de ella. El resto eran de Chris y Normani,
un par de David ―lo que le molestó ya que ninguno de ellos vio necesario mencionar
que seguían en contacto― y el resto eran de ella.

Los mensajes de Chris eran sorprendentemente prosaicos: todos sobre cuentas que
tenían que pagar para evitar que cortaran los servicios. Eso debía estar
preocupándola, pero era algo más que nunca le mencionó. Los de Mani eran para
fijar una fecha para reunirse, la mayoría de las cuales Lauren parecía haber
cancelado. Así que abrió los mensajes de Keana, y su mundo se hizo añicos.

K: Debes decirle

K: ¿Cuándo vas a decirle?

K: Esto es un error. Las dos lo sabemos. Te echo de menos.

Lauren sólo había enviado una respuesta a los tres mensajes, pero fue suficiente.

L: Ella no necesita saberlo. Quiero esto. Tú sabes por qué.

Sus manos temblaron mientras su dedo se cernía sobre el mensaje más reciente: el
que llegó mientras dormían. Si lo abría, sería obvio que estuvo husmeando. Ya no
creía que le importara.

K: ¡Sí que sabes cómo hacerle pasar un buen rato a una chica! :) xx

Se giró y vomitó en el inodoro. Se sentía enferma y temblorosa. ¿Por cuánto tiempo?


Ese fue el pensamiento que pasó por su cerebro. ¿Por cuánto tiempo la estuvo
engañando? Vio los mensajes de nuevo. Le envió un mensaje a "Keana" el día en que
regresaron de la casa de sus padres. Incluso antes de que terminara de desempacar,
antes de que hubiera tenido la oportunidad de mostrarle a Dinah el relicario que le
regaló.

L: Necesito verte esta noche, 19. En el lugar de siempre.

En el momento en que dejó de vomitar y se sintió lo suficientemente valiente como


para volver a su habitación, se encontraba helada hasta los huesos y la cabeza le
palpitaba sin parar. Pero era su pecho lo que más le dolía. Le dolía el corazón por
perderla, pese a que todavía ella dormía en su cama. La vio acurrucada de costado
del mismo modo en que la dejó, su brazo derecho se extendía como si la estuviera
buscando. Su piel de porcelana parecía plateada en la luz de la mañana y sus
tatuajes se disolvieron en sombras de grises. Sus largas pestañas se abanicaban
sobre sus mejillas y sus labios estaban separados en un pequeño mohín, mientras su
pecho se levantaba y bajaba en respiraciones profundas y constantes. Dormida se
veía tan inocente, y era difícil creer en la evidencia de los mensajes que leyó.
Desesperadamente quiso creer en ella. Su corazón se desgarró un poco más al
observarla dormir serenamente, atrapada en una mentira. Sus párpados se agitaron
y se abrieron, y vio el momento exacto en el que la conciencia regresó.

—Hola, muñeca —dijo, sonando atontada—. ¿Estás bien? Apuesto a que tienes un
tremendo dolor de cabeza. —Y le sonrió torcidamente.

—Quiero que te vayas —dijo.

Frunció el ceño y se frotó los ojos.

—¿Lo dices de nuevo, bebé?

Dio un paso más cerca de ella y tiró el teléfono sobre la cama.

—Quiero que te vayas.

Pronunció cada palabra clara y detenidamente. Confundida, miró primero al


teléfono, luego a ella.

—¿Qué?

—¡Vete! —le dijo entre dientes—. ¡Vete! ¡Fuera!

La conmoción atravesó su rostro y sus ojos fueron de nuevo a su teléfono.

—Muñeca...

—¡No me llames así! ¡No te atrevas a llamarme así! ¡Fuera, Lauren! ¡Sólo vete!

—Camz, por favor, bebé. No es lo que piensas.


Le dio la espalda, luego cambió de idea. Se acercó a la cama en dos zancadas y le dio
una dura bofetada. Lauren debe haber visto venir el golpe, pero ni siquiera trató de
detenerla. La miró por un momento mientras su mejilla se teñía de rojo, luego se
levantó de la cama, se puso los vaqueros y la camiseta. Ni siquiera se detuvo a
sujetar las hebillas de las botas antes de cerrar la puerta detrás de ella con un
golpe.

Camila se derrumbó sobre la cama, las lágrimas la asfixiaban. Fuera de su ventana,


escuchó a Sirona rugir a la vida. Varias horas más tarde, Dinah la encontró, todavía
acurrucada bajo el edredón, con los ojos enrojecidos y toda llorosa.

—Oh, cariño. Lo siento mucho —dijo.

La bondad de Dinah provocó una nueva ola de lágrimas.

La última semana del semestre fue horrible. A pesar de las decoraciones de


navidad, las tarjetas, los regalos y las compras navideñas de última hora, se sintió
vacía. Todas las partes del campus le recordaban a ella: las aulas, el patio, la
biblioteca, la cafetería, incluso el gimnasio, porque ella hablaba frecuentemente de
ejercitarse allí. Lo único que la salvó era que nadie vio a Lauren. Parecía haber
desaparecido de la faz de la tierra. Se esforzó mucho para no preocuparse, pero se
mentía a sí misma. Dinah la animó a salir y disfrutar de las fiestas de estación, pero
no tenía ganas. Incluso su último concierto del año con 32° North pareció monótono,
y sabía que su canto estuvo por debajo del nivel. Drew dijo que no vio a Lauren, pero
sospechaba que mintió, y JP no fue capaz de mirarla a los ojos. Sólo Mike reconoció
que la vio, y leyendo entre líneas, sospechaba que la ojiverde andaba borracha o
drogada, o ambos.

El viernes por la mañana, el último día antes de las vacaciones de navidad,


recibieron su calificación por el trabajo de estudios de negocios. El profesor Walden
calificó a Camila y a Lauren con una "A" y la palabra "¡excelente!" garabateada en
la parte superior. Miró fijamente el papel pero Lauren no estaba allí, y parecía
insignificante. Después de la última clase del día y del año, fue a su habitación a
empacar. La última vez que tuvo que hacer eso, se dirigía a casa, emocionada
porque Lauren iba a viajar con ella. Ahora, unas pocas semanas después, bueno, no
tenía ganas de celebrar. Dinah entró luciendo ruborizada y feliz. Ella iba a pasar
Navidad con sus padres y luego iba a volar a Aspen para pasar Año Nuevo
esquiando con Normani y su familia.

—Oye, compañera de cuarto —dijo—. ¿Cómo estás?

Se encogió de hombros

—Bien, supongo.

La polinesia la miró con compasión.

—Se pondrá mejor. Lo prometo. Oh, oye, tienes una carta.

Miró sin interés el sobre que Dinah arrojó en su cama. Entonces sus ojos se fijaron
en la escritura garabateada y su estómago giró bruscamente. La había visto
demasiadas veces mientras estudiaba en la biblioteca.

—¿Qué pasa? —dijo Dinah con sus ojos preocupados.

—Es de Lauren.

Sostuvo la carta como si fuera a explotar, a sisearle, o a quemarle los dedos. O tal
vez a herir su corazón incluso más de lo que ella ya lo había hecho.

—¿Quieres que la abra?

Sacudió la cabeza. Se sentó en la cama, apoyándose en la cabecera, y rasgó el sobre,


sacando una sola hoja de papel rayado. No estaba segura de qué esperar: ¿una
disculpa, un intento de racionalizar su engaño, tal vez? Pero se equivocó, de todas
las maneras posibles.
Hola, Muñeca:

Sé que vas a estar enojada conmigo, así que ni siquiera iré allí, pero no puedo seguir
con esto. Todo ha cambiado desde que te conocí. Pensé que sabía quién era, qué era,
pero estando contigo, he aprendido sobre la clase de persona que quiero ser. Las
últimas tres semanas han sido muy duras y he odiado mentirte, pero pensé que
podrías tratar de detenerme si supieras lo que hacía. Sé que leíste los mensajes de
Keana y si sirve de algo, trató de hacerme cambiar de opinión. Pero también sé que
puedo ser muy terca. No me diste una oportunidad para explicarlo esa noche, y no
estoy segura de si lo habría hecho bien, por eso te estoy escribiendo ahora.
Fui a ver al Dr. Pappas cuando volví de donde tu familia, y decidí que me voy a
poner el implante. Él no puede decirme si funcionará, pero los doctores van a
intentarlo. No tengo nada que perder, pero si puedo escucharte cantar, si puedo
escuchar tu voz, será suficiente. Esto no es por ti, por favor, no pienses eso. He
intentado vivir sin mi música y no puedo hacerlo. Me mata verte ahí arriba,
cantando de corazón, y no escucharlo. Pappas dice que hay una buena oportunidad,
así que, ¿qué demonios? Seré casi biónica la próxima vez que me veas. Ja ja. Sí, voy
a tener un pedazo de metal en la cabeza, pero seguiré siendo yo... y tengo la
esperanza de que seguirás queriéndome.
Lamento haberte hecho daño. Odié no decírtelo, pero puedes convencerme de hacer
cualquier cosa y sabía que tratarías de detenerme.
Necesito hacer esto, nena.
Lo siento.
Te amo.

Lauren X

Sin decir una palabra, le pasó la carta a Dinah que la leyó rápidamente, sus ojos
ampliándose con cada línea.

—Mila, no entiendo. ¿Qué ha hecho? ¿Qué es este implante del que habla?
Camila tomó una profunda respiración.

—Se llama un implante coclear. Es... um... No estoy segura. Una especie de
audífono que se coloca dentro del oído. Es toda una gran operación y...

Pero las lágrimas comenzaron y las palabras quedaron atrapadas al tratar de


forzarlas a salir de su lengua. Dinah se sentó en la cama junto a ella y la abrazó con
fuerza, teniendo cuidado de no arrugar la valiosa carta. Cuando los sollozos de
Camila disminuyeron, la polinesia la alejó con suavidad.

—Sigo sin entenderlo, cariño —dijo, secándole los ojos con un pañuelo—. ¿Lauren
está enferma?

Camila sacudió la cabeza.

—Es sorda.

El rostro de Dinah estaba en blanco. —¿Quién es sorda?1

—¡Lauren! Es sorda. Por eso me enojé tanto contigo cuando seguías diciendo que era
grosera. No puede oírte. No puede oír nada. Lee los labios. Ha estado sorda por casi
dos años.

Dinah claramente flipó por la noticia.

—¡No puedo creerlo! Quiero decir... ¡No tenía ni idea! ¿Cómo no lo supe? ¿Cómo
podría alguien no saberlo? Lo escondió tan bien.

—Yo sabía —dijo Camila con voz suave—. Fue durante la primera sesión de estudio
en la biblioteca: sonó la alarma de incendios y ella no reaccionó. Sólo... nada. Y luego
me contó toda la historia.

—¡Guau! Quiero decir, ¡guau! Eso es tan... ¿Entonces esta operación? ¿Podrá
escuchar otra vez?
—Tal vez. Nadie puede decirlo hasta después. Tengo que encontrarla—Hizo un
sonido ahogado—. Tengo que detenerla. No debe hacer esto.

—¿Por qué no? —dijo Dinah, tratando, y fallando de entender—. Es algo bueno,
¿no?, si funciona.

—No lo sé —se quejó Camila—. Siempre dijo que no quería un pedazo de metal en
la cabeza, que no necesitaba ser arreglada. ¡Todo esto es mi culpa! ¿Me llevarías a
su casa, DJ? Necesito hablar con ella.

—Por supuesto que lo haré.

—Gracias —jadeó Camila.

Pero una vez que iban, no fue tan fácil encontrar la casa de Lauren como pensó. Por
un lado, pasaron meses desde que fue allí, y por otro, ella vivía en el otro lado de la
ciudad. No ayudó que tomaran el camino equivocado, conduciendo a través de filas
de calles suburbanas idénticas y aburridas. Al final, usando el GPS de Dinah y la
memoria de Camila, encontraron la dirección correcta. Pero la casa estaba oscura y
silenciosa. No tenía sentido llamar, pero intentó abrir la puerta. Cerrada con llave.

—Ella podría estar ahí —dijo, escudriñando ansiosamente las ventanas sin luz—.
Podría estar en su habitación. Veamos si la puerta trasera está abierta.

Caminaron hasta el patio trasero, Dinah mirando con desagrado a la basura


amontonada contra la cerca. Pero la parte de atrás de la casa se hallaba igualmente
oscura, silenciosa y cerrada contra ellas. Sólo para estar segura, le envió un mensaje
a Lauren diciéndole que estaba afuera. No hubo respuesta.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó Dinah.

Faros de coches barrieron haces de luz a través de la calle, y hubo un distintivo


sonido de metal moliendo metal.
—¡Ese es mi jodido auto! —gritó Dinah, corriendo hacia el frente. Tenía el
parachoques trasero colgando, y una luz trasera destrozada, el vidrio crujía bajo las
botas de Chris mientras se tambaleaba hacia ellas. Su vehículo fue abandonado en
un ángulo loco, mitad dentro y mitad fuera de la acera.

—Bueno, jódeme —dijo con desprecio—. Tienes unas putas agallas apareciendo
aquí.

—¡Destrozaste mi auto, maldito idiota! —gritó Dinah.

—¿Quién es tu amiga? —Se mofó Chris—. Tiene pelotas... y grandes tetas.

—¡Cállate, Chris! ¿Dónde está Lauren? Necesito hablar con ella.

—¿Me estás preguntando? Eso es jodidamente gracioso.

Camila empujó un dedo en el pecho de Chris.

—¡¿Dónde está?!

Se enderezó y la miró. Por primera vez, se dio cuenta de lo peligrosamente enojado


que estaba el chico. Y borracho. Muy borracho.

—¿Te importa? —dijo, su voz era un gruñido bajo—. ¿Lo hace? Porque mi hermanita
está en un hospital con un puto agujero perforado en el cráneo, porque tú la hiciste
sentir como si no fuera lo suficientemente buena. Perra.

Camila jadeó y se llevó la mano a la boca. Chris tiró su lata de cerveza vacía al
coche de Dinah y atravesó la puerta de su casa, maldiciendo en voz alta. La
polinesia le jaló el brazo.

—Vamos, vamos.

Sacudió la cabeza.

—Tengo que encontrarla, DJ.


—Pero no sabemos en qué hospital está. Sólo Dios sabe cuántos hay en los límites
de la ciudad. Y no creo que su desangelado hermano nos vaya a decir.

Pero estaba decidida.

—Entonces voy a contactar con todos los hospitales hasta que la encuentre.

Condujeron de regreso a los dormitorios, todos los pensamientos sobre empacar o


irse, abortados. Cada una encendió sus portátiles e hizo una lista de hospitales a
llamar, dividiendo la tarea entre ellas. Su plan consistía en hacerse pasar por
primas de Lauren y luego tocar de oído, con los dedos firmemente cruzados en sus
espaldas. Hablaron con dos hospitales cada una, y Dinah iba en su tercera llamada
cuando, de repente, gesticuló salvajemente hacia Camila.

—Sí, mi prima, eso es correcto. Su hermano, um, Chris, me dio este número, pero se
le olvidó decir... oh, ya veo. No, está bien. Gracias.

Colgó y se quedó mirando a Camila.

—Está en cirugía ahora — susurró, con voz estrangulada.

—¡Oh, Dios! Llegué demasiado tarde.

La lista de números revoloteó en los dedos de Camila, y mientras las lágrimas


corrían por su rostro, sus pulmones trataban desesperadamente de aspirar
respiraciones cortas.

Deseaba ir con ella. Tenía que ir con ella. Se puso de pie abruptamente.

—¡Tengo que llamar a un taxi!

Dinah le agarró las manos.

—Te llevaré. No te preocupes por eso. Pero deberías llamar a tus padres. Querrían
saber.
—Pero...

—Llama a tu mamá.

Tomó el teléfono de Camila y se lo entregó. El teléfono sonó dos veces antes de que
su madre respondiera.

—¡Hola, cariño! Esta es una agradable sorpresa. ¿Cómo te...

—¡Mami! —Escupió la palabra entre sollozos. Inmediatamente su madre escuchó la


angustia en su voz.

—¡Kaki! ¿Qué sucedió? ¿Estás bien?

Sacudió la cabeza, incapaz de hablar

—¡Camila! ¡Camila!

—Mami, es Lauren —jadeó.

La voz de su madre se volvió cautelosa.

—¿Qué pasa con ella?

—Ella está... está...

—¿Qué? ¿Te ha hecho daño?

Podía oír la ansiosa voz de su padre en el fondo.

—Lauren está en el hospital.

Hubo una larga pausa.

—¿Qué pasó? ¿Está bien?

—Está...
Pero las lágrimas caían demasiado rápido como para que pudiera hablar
coherentemente. Sollozó en el teléfono, agarrándolo con fuerza como si la pequeña
pieza de plástico tuviera una solución.

—Kaki, cariño, toma una respiración profunda. Trata de decirme, ¿qué le pasó a
Lauren?

Luchando por controlar las lágrimas, inhaló unas respiraciones temblorosas.

—Mami, fue a hacerse una cirugía. Le están poniendo un implante coclear... tienen
que cortarle cráneo... tienen que...

Las palabras se ahogaron en su garganta. La voz confundida de su madre fue


tranquila en el otro extremo.

—Pensé... dijiste que no quería tener nada que ver con esos implantes. Pensé que
decidió...

—¡Lo hizo! —Lloró—. ¡Ella los odiaba! ¡No quería tener nada que ver con ellos! ¡Dijo
que eran feos, poco naturales y que no podía imaginarse por qué alguien querría
tener una pieza de metal metida en la cabeza voluntariamente! Dijo eso, ¡todo es mi
culpa!

—No lo entiendo. ¿Por qué cambió de idea?

—Ella... ¡ella dijo que quería escucharme cantar! —exclamó.

El teléfono quedó en silencio.

—Oh, mi pobre querida —dijo su madre, y Camila no sabía si le hablaba de Lauren


o de ella—. Estaremos allí en tres horas. Espera hasta entonces. Papi y yo
estaremos allí.

Dinah desechó todos los planes de irse e insistió en llevarla al hospital. Agradeció
tanto que su amiga estuviera con ella. Al principio no pudieron encontrar a nadie
que les informara nada, pero luego Dinah utilizó la voz de abogado que su padre le
enseñó y finalmente pudieron hablar con alguien. La enfermera era una mujer
mayor con un aire simpático, aunque tranquilo y profesional.

—Sí, puedo confirmar que Lauren Jauregui está siendo tratada aquí —dijo—. ¿Son
parientes de ella?

—Sí —dijo Dinah.

—No —dijo Camila al mismo tiempo.

—Ella es su novia —admitió Dinah en voz baja.

La enfermera vio los ojos enrojecidos de Camila y su expresión atormentada.

—Ya veo. Sólo puedo transmitirle información privada a su familia.

—Soy su prima —dijo Dinah.

La enfermera sonrió.

—Bueno, me alegro de ver que Lauren tiene algo de... familia que será capaz de
cuidarla durante su recuperación. He conocido a su hermano...

Su sonrisa se desvaneció y frunció el ceño.

—¿Está bien? ¿Puedo verla?

—Lo siento, no. Aún está en cirugía. Acaban de ingresarla. Este tipo de
procedimiento toma de dos a tres horas.

Examinó sus caras preocupadas.

—Es una operación bastante estándar en estos días y ella es una joven en forma.
Normalmente esperaríamos que se quede en el hospital durante uno a tres días,
pero varía de individuo en individuo. Eres bienvenida a quedarte en la sala de
espera.
—Gracias —susurró Camila.

La sala de espera era incansablemente alegre, las paredes de color amarillo pálido
cubiertas de carteles y dibujos de los niños, pero las sillas eran cómodas y había una
fuente de agua en la esquina.

—Deberías irte ahora, DJ —dijo—. Tus padres te están esperando.

—No te voy a dejar sola.

—Mis padres llegarán en un par de horas. Estaré bien.

—Entonces esperaré hasta que lleguen —dijo la polinesia firmemente.

No tenía las fuerzas para discutir. Los minutos pasaron lentamente a medida que
esperaban. Los ojos de Camila pegados a la puerta. Dinah le trajo café y sostuvo su
mano. No hablaron. Dos largas y ansiosas horas después, la enfermera regresó.

—Salió de cirugía y el médico dice que salió bien. Va a estar en recuperación por
cerca de una hora.

—¿Puedo verla?

—Todavía no. Cuando la movamos hacia su habitación.

Camila le agradeció otra vez, limpiando las lágrimas de sus ojos.

—Ves —dijo Dinah—, ella estará bien.

Asintió, pero no podía compartir el optimismo de Dinah. Que ella se pusiera a


través de esto por el bien de ella ―parecía tan mal. Escucharon un ruido en el
pasillo y reconoció las voces de sus padres. Ya se encontraba de pie cuando su madre
entró en la sala. La abrazó apretadamente y le susurró suavemente en su cabello.
Camila finalmente levantó la mirada para ver a su padre hablando tranquilamente
con la polinesia.
—¿Ya la has visto? —dijo Sinu.

—No. Está en recuperación y no puedo verla hasta que la muevan. Pronto, espero.

—¿Has podido averiguar algo más?

Negó.

—No, pero vi a su hermano. Me culpa, dice que es mi culpa. Mamá, creí que rompió
conmigo. Estuvo con tanto secretismo, ahora que se por qué, me siento fatal. Nunca
quise que ella hiciera esto. ¿Por qué lo hizo?

La pregunta liberó una nueva oleada de lágrimas.

—Lauren tomó su propia decisión, cariño. Los doctores obviamente pensaron que
era una buena idea o nunca lo habrían hecho.

Dinah se acercó para darle un abrazo.

—¿Estarás bien si me voy ahora? Mi madre se está volviendo loca porque conduciré
de noche. —Puso los ojos en blanco—. Le he dicho que han inventado los faros, pero,
ya sabes.

—No, está bien. Gracias por quedarte. Realmente lo agradezco.

—Por supuesto. ¿Dónde más podría estar? ¿Me mandas un mensaje cuando sepas
algo?

Dinah se fue después de otro abrazo rápido y Camila se sentó con su madre.

—¿A dónde ha ido papá?

—Fue a buscar un médico —dijo Sinu con una sonrisa afectuosa—. Ha entrado en
modo "padre". Sabes cómo se pone.
Forzó una débil sonrisa. Justo ahora, el modo padre era exactamente lo que quería.
Volvió unos minutos más tarde con un hombre alto y delgado que llevaba una bata
azul de cirujano.

—Buenas noches. Soy el Dr. Palmer, el cirujano de Lauren. Entiendo que tienen
preguntas. Normalmente sólo hablo con miembros de la familia a no ser que me
autoricen, pero comprendo que ella no tiene padres... así que en estas
circunstancias...

—Podría contarnos acerca del procedimiento, me temo que es nuevo para nosotros
—dijo Alejandro—. Lauren no nos contó... mi hija es su novia, está especializada en
música —terminó rápidamente, como ofreciendo una explicación.

Una mirada de entendimiento mezclado con pena cruzó la cara del doctor.

—Bueno, dicho de forma simple, he insertado las partes internas del implante
coclear bajo la piel. El receptor, a lo que llamamos estimulador, se soporta en el
hueso justo bajo la oreja. —El doctor señaló en su propia cabeza—. El guía de
electrodos se inserta directamente en la cóclea.

—¿Y cuándo se despierte será capaz de escuchar?

—No, todavía no. Sólo le hemos puesto las partes internas del dispositivo, lo que
incluye un pequeño imán bajo la piel hacia la nuca. Un implante coclear no es un
audífono: lo que hace es pasar por encima de las células ciliadas en la cóclea y
estimular directamente el nervio auditivo. Tendremos que esperar entre tres y seis
semanas después de la cirugía, para permitir que cualquier inflamación o
sensibilidad alrededor del implante se cure. Sólo entonces podremos colocar las
partes externas del dispositivo. Esto incluye el procesador y el transmisor.

—Pero, ella le dijo a mi hija que los audífonos no le sirvieron.


—No, un dispositivo externo por sí mismo no le aportaría el nivel de amplificación
que Lauren necesita. Y todavía no sabemos cuánto éxito tendrá la operación. Tiene
buenos resultados, normalmente, pero no hay ninguna garantía —re-enfatizó.

—¿Pero podría ser capaz de oír? —dijo Camila, desesperada por entender.

El médico suspiró.

—No existen pruebas preoperatorios para determinar cuánto será capaz de oír un
paciente. Ojalá los hubiera. La franja de audición varía de una habilidad casi
normal para comprender un diálogo, a nada en absoluto y todo lo que hay por el
medio. Me gustaría que Lauren fuera capaz de tener beneficios inmediatos, pero las
mejoras continuarán durante tres a nueve meses después de las primeras sesiones
de ajustes, a veces incluso durante años. Incluso podría llegar a usar el teléfono, sin
embargo, debo advertirles que no toda la gente con implantes puede hacerlo. Podrá
ver la televisión con más facilidad, aunque puede que no escuche lo suficientemente
bien para disfrutar de la música, por ejemplo.

—¿No podrá... no podrá escuchar música? —preguntó Camila, sonando consternada.

El médico la miró cautelosamente.

—Algunas personas que han seguido este procedimiento pueden percibir el sonido
de ciertos instrumentos, la guitarra o el piano, por ejemplo, y ciertas voces, pero una
banda o una orquesta... ese es un rango de sonidos mucho más complejo para ser
procesado. Tendremos que esperar y ver.

—¿Qué pasa con los efectos secundarios? —dijo Sinu—. Mi hija mencionó que hay
posibilidades de dañar el nervio facial.

—Puede ocurrir durante la cirugía, muy raramente, pero me alegra decirles que ese
no es el caso de Lauren.

Al fin una buena noticia, pensó Camila.


—Esperaría que Lauren experimente ciertos mareos o ataques de vértigo, así que no
podrá conducir su coche durante un tiempo.

—No tiene un coche, tiene una moto: una Harley Davidson —dijo, incapaz de
detenerse antes de añadir un detalle sin importancia para todo el mundo, excepto
para la ojiverde.

—No, no debe conducir eso —dijo el doctor estremeciéndose y murmurando entre


dientes algo sobre "donantes-moteros" que hizo palidecer a Sinu.

—Lauren puede experimentar alguna alteración del gusto, pero como la cirugía ha
ido bien, no creo que ocurra. Puede haber cierto entumecimiento alrededor de su
oreja...

—¿Puede... puede dañarse el implante? —preguntó Camila.

—Está hecho de titanio, incluso más duro que el cráneo de Lauren. —Vio la
expresión de su cara y se aclaró la garganta—. Lo siento, broma de médicos. Hasta
hace poco recomendábamos no realizar deportes de contacto, por ejemplo, pero con
una protección adecuada, debería estar bien. No debe mojar los dispositivos
externos, por supuesto, así que tendrá que quitárselos para ducharse o nadar.

—¿Cuándo puede irse a casa?

—La duración de la recuperación varía, pero espero que se sienta mejor en las
próximas doce o veinticuatro horas. Normalmente un paciente se va a casa al día
siguiente, pero entiendo que Lauren no tiene a nadie que la cuide...

Cuando no recibió una respuesta a eso, el médico siguió adelante:

—En cuyo caso vamos a recomendarle que se quede una segunda noche para ayudar
a su recuperación. Le darán una cita para quitarle los puntos en una semana, y
estará de vuelta en clases después de Año Nuevo. Es por eso que pidió la cirugía
antes de navidad, es una chica muy decidida. Tuvo suerte de conseguir un hueco tan
rápido, la mayoría espera meses, pero por otra parte, la gente no quiere estropear
sus vacaciones. Bueno, ¿si no tienen más preguntas...?

Camila alzó la mano.

—Um, me preguntaba, ¿por qué solo tiene un implante? Quiero decir, es sorda de
ambos oídos.

—Bueno —dijo el doctor, frotándose los ojos cansadamente—. Por dos razones:
necesitamos estar seguros de que ella se beneficiará de un implante unilateral y por
cuánto, y la segunda, este es un procedimiento relativamente reciente. El primer
implante coclear comercial se realizó a mediados de los setenta. El nivel actual de
desarrollo se ha alcanzado recientemente. Creo que se harán grandes avances en los
próximos diez o veinte años. ¿Algo más?

Todos negaron con las cabezas, sin palabras, confusos por el flujo de nueva
información. El médico les sonrió profesionalmente y los dejó solos.

—Bien —dijo Sinu, un poco temblorosa—. Todo eso suena... muy positivo.

Miró a su marido preocupada. Camila cerró los ojos tratando de contener las
lágrimas. No ayudaban a nadie. Una conmoción afuera fue puntualizada por la
puerta de la sala de espera abriéndose de golpe.

—¿Cuán jodidamente tierno es esto? —siseó Chris, mirando airadamente de Camila


a sus padres.

—¡Disculpa! —vociferó Alejandro, con su mejor voz de profesor.

—No, no te disculpo una mierda —espetó Chris—. Todo esto es su culpa. —Y señaló
a Camila.

La enfermera entró ajetreadamente.

—Si no puede bajar la voz, tendré que pedirle que se vaya.


—¡No sin ver a mi hermana! —gritó.

—Señor, baje la voz y lo llevaré a ver su hermana. A usted y a su novia.

—¿Cómo puede verla? Ella no es familia.

La enfermera lo ignoró y se dirigió a la puerta. Camila la siguió apresuradamente,


lanzando miradas nerviosas a Chris. Al menos parecía sobrio.

—Acabamos de traerla de recuperación. Está aquí.

Abrió otra puerta y los guió dentro. Lauren yacía pálida y demasiado quieta contra
las sábanas blancas de hospital. Le quitaron el piercing de la ceja, junto con los
piercings de los pezones, y sus tatuajes destacaban marcadamente contra su piel.
Pero la más notoria diferencia era el grueso vendaje envuelto alrededor de su
cabeza, con un gran acolchado sobre su oreja izquierda. Camila también pudo ver
que le afeitaron la mayoría de su pelo, dejando solo una pequeña parte rapada
mostrándose en su coronilla, sobre los vendajes.

Chris miró a su hermana, con la cara contorsionada de dolor, pero se negó a mirar a
Camila. Ella se tragó las lágrimas mientras la enfermera trabajaba, comprobando la
presión sanguínea de la ojiverde y anotando los resultados en su historial.

—La cirugía fue bien —dijo alegremente—. Se despertará pronto. Estará un poco
drogada y tendrá dolor de cabeza, pero podemos controlarlo con analgésicos.

—Espero jodidamente eso —gruñó Chris.

La sonrisa de la enfermera perdió parte de su brillo.

—Sí, bueno. Si necesita cualquier cosa al despertarse, sólo presione este botón de
aquí- Tan pronto como la enfermera se fue, Chris se giró y miró a Camila, con la
cara oscurecida por la rabia.

—Esto es tu culpa. Ella era feliz antes de conocerte ¡Mírala ahora!


—Yo... yo no le pedí que hiciera esto —susurró la castaña, sintiéndose enferma
hasta la médula—. Yo no se lo pediría. Yo...

—Deberías haberte mantenido alejada de ella —dijo Chris con amargura—. Le dije
que eras peligrosa.

—La amo —murmuró.

—¿Eso es cierto? —se burló Chris—. ¿Es por eso que quisiste cambiarla? Ahora
tiene un trozo de metal atorado en la cabeza. Nunca lo habría hecho por sí misma.
Espero que estés jodidamente orgullosa de ti misma.

Se precipitó fuera de la habitación, demasiado lleno de ira para mirar a la novia de


su hermana pequeña por más tiempo.
Capítulo 19

Los ojos de Lauren parpadearon y se abrieron gradualmente. Miró la habitación


demasiado brillante y entrecerró los ojos ante las luces eléctricas. Sintió una presión
en su mano y se giró para ver, entonces lamentó inmediatamente el movimiento.
Joder, eso duele. Un rostro entró en foco, cerniéndose sobre ella. Serios ojos
chocolate y cabello marrón lacio.

—¡Hola, muñeca! —dijo con voz ronca, preguntándose por qué se sentía como si
hubiera estado de fiesta toda la noche. Y entonces lo recordó: hospital, anestesia,
operación. Eso explicaba la razón por la que su cabeza se sentía como si estuviera
llena de bolitas de algodón.

Se lamió los labios resecos y sus párpados se cerraron lentamente. Camila le dio un
golpecito a su mano, y ella abrió los ojos de nuevo. Sostenía un vaso de agua. Su
muñeca siempre sabía lo que necesitaba. Trató de asentir, pero su cabeza se sentía
demasiado pesada. Sintió la cama moverse debajo suyo, y captó el leve aroma de su
perfume mientras se inclinaba sobre ella. Se encontraba sedienta, pero el maldito
vaso sólo le permitía tomar unos pocos sorbos. Intentó sostenerlo, pero no tenía
fuerza en sus manos y cayeron de nuevo sobre la cama. Cerró los ojos de nuevo y
sintió los dedos de ella apretarle una mano. Estaba aquí. Su Muñeca estaba aquí.

El alivio que sintió Camila cuando Lauren abrió los ojos y le habló, fue sin medida.
Era ella misma: era Lauren e iba a estar bien. Se sentó en la dura silla plástica de
hospital y le tomó las manos en las suyas. Se encontraban secas y un poco frías.
Levantó la manta más arriba de su pecho, y se puso de pie para darle un suave beso
en la mejilla. Tenía que decirle... explicarle cómo se sentía... pero fueron las
palabras de una canción las que lo hicieron por ella. Drew mencionó una vez que la
canción Fall at Your Feet de Crowded House era la favorita de Lauren. Se sentó de
nuevo y comenzó a cantar suavemente.

I‟m really close tonight


(Estoy realmente cerca esta noche)
And I feel like you‟re moving inside me
(Y siento como si te movieras en mi interior)
Lying in the dark...
(Yaciendo en la oscuridad...)

Su pecho continuaba subiendo y bajando lentamente.

I think that I‟m beginning to know him


(Creo que estoy empezando a conocerlo)
Let it go
(Déjalo ir)
I‟ll be there when you call.
(Estaré ahí cuando llames)

Pasó los dedos a través del dorso de su mano.

And whenever I fall at your feet


(Y cada vez que caiga a tus pies)
Won‟t you let your tears rain down on me?
(¿No dejarás tus lágrimas llover sobre mí?)
Whenever I touch your slow turning pain...
(Cada vez que toque tu dolor, le daré vuelta...)

Y tocó su mejilla.

You‟re hiding from me now


(Estás escondiéndote de mí ahora)
There‟s something in the way that you‟re talking
(Hay algo en la manera en que estás hablando)
The words don‟t sound right
(Las palabras no suenan bien)
But I hear them all moving inside you
(Pero las oigo moviéndose en tu interior)
Know
(Lo sé)
I‟ll be waiting when you call.
(Estaré esperando cuando llames.)

—Eres tan terca —dijo, su voz suave con lágrimas ocultas—. Te contienes tanto. No
compartes tus problemas conmigo; no me dejarás entrar. Pero me haces reír y me
mostraste quién quiero ser, también. Eres tan fuerte y tan gentil al mismo tiempo.
Estás tan llena de vida, odio verte tendida aquí de este modo, y odio pensar que fue
por mí. Eres hermosa por dentro y por fuera, Lauren Jauregui, y te amo.

Entonces apoyó la cabeza sobre la cama y dejó que las lágrimas cayeran. La
enfermera hizo que se fuera después de eso, pero dejó la habitación sintiéndose
calmada. Sus padres vieron el cambio en ella inmediatamente.

—¿Cómo está? —preguntó Sinu, alcanzando a su hija.

—Va a estar bien. Creo que estará bien. Estaba sedienta. Ese es una buena señal,
¿verdad?

—Bueno, el médico parecía como si supiera de lo que hablaba —dijo Alejandro con
autoridad—. No hay razón por la que Lauren no tenga una recuperación completa.

—Tu padre y yo nos registramos en un hotel por esta noche —dijo Sinu,
extendiéndole la mano—. David se está quedando con los Milford. De todas
maneras, es demasiado tarde para conducir a casa. Podemos traerte a ver a Lauren
en la mañana.
Abrazó a sus padres, agradecida por tenerlos para que cuidaran de ella, por tenerlos
en su vida y en la de su novia, sin importar el tiempo que ella se los permitiría.

Durante el viaje de regreso a los dormitorios le envió un mensaje a Dinah con la


buena noticia. No hubo una respuesta inmediata, probablemente seguía manejando.
Sus pensamientos volvieron a Chris y las cosas feas que dijo. Evidentemente la
culpaba por la decisión de Lauren y con toda honestidad, no podía evitar estar de
acuerdo con él. La ojiverde había sido firme en su rechazo del implante al inicio del
semestre. Se enojó con el Dr. Pappas durante la consulta, pero también admitió que
verla cantar en el club le había dolido. La culpa que sentía se desplegó, curvándose
alrededor de ella. Por eso durmió mal, despertándose frecuentemente, perseguida
por los furiosos ojos de Chris y los ojos heridos de Lauren. Sintiéndose cansada y
ansiosa, a regañadientes pasó la mañana de compras con su mamá, mientras su
papá daba un recorrido por la ciudad.

Les dijeron que Lauren tenía que descansar y que no habría visitas hasta las dos de
la tarde. En consecuencia, pasó horas alimentando el temor de toparse con Chris
otra vez. Al llegar al hospital, apretó los dientes mientras sus padres esperaban en
la sala.

Lauren se encontraba sentada en la cama, viéndose más alerta que el día anterior.
Su cabeza aún seguía envuelta en vendas, y su hermoso rostro parecía
malhumorado mirando por la ventana. Cuando la vio caminar a través de la puerta,
su sonrisa asombrada era radiante.

—¡Muñeca!

—Hola. —Se las arregló para mostrar una pequeña sonrisa a cambio, luego vaciló,
tratando de averiguar que decir—. Te cortaste el cabello.

—Parecía una buena idea.

Se miraron fijamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estarías en casa con tus padres ahora.

Rodó los ojos.

—¿Luego de esa carta que me enviaste?

La ojiverde apartó la mirada, avergonzada. Camila se sentó en la cama para


sostener su mano, y la ojiverde levantó la mirada.

—Deseo que me hubieras dicho.

Lauren frunció el ceño.

—Me hubieras detenido.

—Deberías haber hablado conmigo.

—Sí. No soy tan buena en eso.

—Amé lo que escribiste —dijo tímidamente—. ¿Hablabas en serio?

La miró rápidamente, luego apartó la mirada.

—Sí.

El silencio entre ellas era molesto, un poco incómodo, pero no desagradable.

—Entonces, ¿cómo estás?

—¿Además de sentir como si alguien hubiese cortado mi cabeza y la hubiera


reacomodado de la manera incorrecta? Sí, bastante bien. —Se encogió de hombros—
. Me duele la cabeza.

—Um —dijo Camila torpemente—, mis padres están aquí. Les gustaría verte,
¿pueden entrar?

La miró sin comprender.

—¿Aquí? ¿En el hospital?


La castaña asintió.

—¿Por qué tus padres están aquí?

—Yo... yo los llamé. Me sentía... disgustada. Querían venir y asegurarse de que te


encontrabas bien.

Lauren se quedó perpleja.

—¿Por qué?

Rodó los ojos en frustración.

—¡Porque se preocupan por ti, tonta!

Ella todavía lucía dudosa.

—¿Entonces pueden? ¿Pasar?

—Supongo.

Murmurando bajo su aliento acerca de la estupidez de la humanidad en general y de


Lauren en particular, llevó a su mamá y papá desde la sala de espera. La ojiverde
lucía tensa cuando entraron, y completamente desconcertada cuando Sinu la tomó
en un abrazo que la hizo hacer una mueca de dolor.

—¡Cuidado, mamá! —le advirtió Camila.

—Oh, lo siento, ¡lo siento! —lo dijo a un lado de la cabeza de Lauren, lo que
significaba que no le entendió de todos modos.

—Ya está bien, Sinu —dijo Alejandro y le tendió la mano a Lauren—. ¿Cómo lo
estás haciendo, hija? Le diste un buen susto a Kaki.

Los ojos de Lauren fueron de nuevo a Camila.

—¿Lo hice?
—¡Sí, idiota! —gritó ella, sorprendiendo a sus padres.

La ojiverde le sonrió.

—Eres linda cuando te enojas.

—Heredó eso de su madre —dijo Alejandro.

El padre de la castaña y Lauren compartieron un momento mientras Sinu y Camila


se miraban con incredulidad.

—Sí, bueno, voy a conseguirnos algo de café —dijo Alejandro, habiendo superado el
momento de vinculación.

—Tres de azúcar para Lauren —llamó Sinu.

—Lo toma negro —gritó Camila.

Alejandro se alejó murmurando entre dientes.

—Muñeca, ¿caminarías conmigo? Estoy harta de este cuarto.

—¿Te dejan hacerlo?

—Sí, pero tengo que tener a alguien conmigo en caso de que me maree o alguna
mierda.

Lauren apartó las mantas de la cama antes de que Camila pudiera estar de acuerdo
o no. Se sonrojó automáticamente, una respuesta pavloviana* a su desnudez.
Excepto que no estaba desnuda.

—¿Pantalones de pijama? —dijo, levantando las cejas.

—¡Seguro! ¿Esperabas algo más, bebé? —bromeó—. Quería conseguirlos para el


hospital. Tal vez debería haber usado uno de esos vestidos con mi culo asomándose.

—¿Qué usas usualmente, Lauren? —dijo Sinu, con un inquisitivo aire maternal.
Lauren le sonrió.

—Nada.

—¡Oh! —dijo Sinu, su cara combinando con la de su hija.

Camila no creía que fuera el momento para confirmar que Lauren decía la verdad.
Ella se tambaleó hacia un lado mientras se levantaba, y tuvo que aferrarse a la
barandilla de la cama.

—Maldición —dijo, su mano libre volando a su cabeza.

—¿Estás bien? —jadeó Camila.

—Vaya, vértigo. Eso fue raro. Nah, estoy bien.

Con cautela, soltó la barandilla de la cama y recuperó el equilibrio, antes de dar un


paso cauteloso.

—¿Estás bien? —dijo Camila de nuevo, mordiéndose el labio.

—Sí, lo estoy —dijo la ojiverde.

—Kaki, toma su brazo, sólo para estar seguros —ordenó Sinu—. Oh, y Lauren, creo
que deberías usar algo en la parte de arriba de tu cintura. —Le lanzó una camiseta
que ella había abandonado en la cama—. Esperaré aquí.

Lauren sonrió con suficiencia, pero obedeció, y los ojos de Camila viajaron
vorazmente sobre su cuerpo mientras ella empujaba la camiseta sobre su cabeza. Se
sentía un poco culpable, comiéndosela con los ojos cuando se hallaba enferma.
Entrelazó su brazo con el de la ojiverde, feliz de tener una excusa para tocar su piel
suave, cálida. Un escalofrío la recorrió y Lauren le dio una mirada extraña. Se
tambaleó un poco, y ella colocó el brazo alrededor de su cintura, dejando su mano
descansar sobre su cadera derecha. Echaron a andar por el pasillo, caminando
lentamente.
—Te extrañé, muñeca —dijo con voz suave, mirando su cara cuidadosamente.

—También yo. Idiota.

—¿Idiota?

—Entre otras cosas.

—¿Estás enfadada?

—Lauren Jauregui, no me has visto enojada aún. Sólo espera a que estés mejor.

—Está bien —dijo, alegremente.

—Obtuvimos una "A" en nuestra tarea de negocios.

Sonrió.

—Te lo dije, muñeca. —Entonces se detuvo cuando un pensamiento se le ocurrió—.


¿Estuviste aquí anoche?

—Sí, por supuesto.

—Oh. Pensé que te había soñado.

—¿Tú... tú sueñas conmigo?

Le respondió presionándola a su pecho.

—Siempre. —Respiró sobre sus labios, antes de besarla completamente.

—¡Malditamente no creo esto!

Camila se separó de Lauren cuando oyó la furiosa voz de Chris detrás de ellas.
Lauren, por supuesto, no lo hizo, y le sonrió a su hermano.

—¡Oye, hombre!
Su sonrisa flaqueó cuando sus ojos captaron los de Chris con un resplandor de odio,
quemando en dirección a Camila, y ella parecía casi asustada.

—¿Qué está pasando?

—Nada, hermanita —dijo Chris, forzando una sonrisa—. Te compré algunas cosas.

Ondeó las revistas de motocicletas en el rostro de su hermana.

—Gracias, hombre. Vamos a tomar un poco de café. ¿Quieres entrar?

—Nah, estoy bien. Sólo quería dejarte esto. Tengo algunos asuntos que atender. Te
veo luego... cuando estés sola.

Dijo la última parte de manera que sólo Camila supiera lo que dijo, luego empujó las
revistas en sus manos antes de caminar a zancadas por el pasillo. Lauren lo
observó, luciendo preocupada. Se giró para enfrentar a Camila.

—¿Te dijo algo?

—Um, bueno...

—Camz, ¿por favor? Odio que la gente hable de mí y no a mí.

Camila suspiró. Pero fue salvada de responder cuando su padre reapareció


sosteniendo cuatro cafés en vasos de papel. Regresaron a la habitación, Lauren
caminando lenta y cuidadosamente. Lucía cansada ahora, como si la corta
conversación y el paseo aún más corto la hubieran agotado por completo. Se hallaba
tan acostumbrada a su ilimitada energía al verla saltar por los alrededores, que su
quietud le preocupaba. Su equilibrio se agravó, haciendo necesario que Camila
llevara los cafés, mientras su padre ayudaba a Lauren a volver a la cama. La
ojiverde frunció el ceño y se recostó con cuidado con las manos en su cabeza. Sinu le
lanzó una mirada llena de significado a su hija.

—Creo que hemos agotado a Lauren, debemos irnos ahora. Puedes volver luego.
Camila asintió, luego golpeteó la mano de Lauren.

—Nos vamos ahora.

Le dedicó una débil sonrisa.

—Lo siento —dijo, en voz baja.

Camila besó su mejilla, y colocó la mano en su pecho sobre su corazón. Usaba el


medallón que ella le dio, sabía que Lauren entendería.

El estado de ánimo mientras dejaban el hospital era sombrío.

Habían llegado con grandes esperanzas y ahora no sólo se sentía abatida, sino
también preocupada.

—Cariño, ¿te gustaría que nos quedáramos una noche más? — preguntó Sinu,
sintiendo la ansiedad de su hija—. Entonces podríamos llevar a Lauren a su casa
cuando sea dada de alta. David estará bien con los Milford por otra noche. Todos
podríamos viajar a casa juntos.

—Gracias, mamá —dijo en voz baja.

Su padre le dio un abrazo.

—Estará bien. Han pasado menos de menos de veinticuatro horas desde su


operación. Dale tiempo.

Mientras Alejandro llamaba al hotel para reservar su habitación por otra noche,
Camila y su madre esperaban en la entrada. Sinu trataba de persuadirla de que
preocuparse no ayudaría.

—Lauren necesita que seas positiva justo ahora. No puedo imaginar por lo que ha
estado pasando, y sin ninguna familia real que lo apoye, por lo que puedo ver —
agregó, frunciendo el ceño—. A pesar de lo que ha pasado entre ustedes dos.
—Yo... yo creí que iba a romper conmigo. Mamá, fui tan horrible con ella. Me siento
tan mal. Y ahora esto...

Le pasó a su mamá la carta que Lauren le escribió, y vio el rostro de Sinu mientras
leía. Cuando terminó, abrazo a su hija con fuerza.

—Lauren es una chica muy especial —dijo—. Estoy agradecida que haya encontrado
a mi hija muy especial.

Camila se las arregló para darle una sonrisa pequeña, mayormente para
tranquilizar a su madre.

Cuando volvieron al hospital varias horas más tarde, Sinu y Alejandro decidieron
esperar en el salón otra vez, dándole a su hija una oportunidad de ver a Lauren
sola. Pero cuando entró a su habitación, ella sólo tuvo la oportunidad de sonreír y
decir hola, antes de ser sorprendida por un médico joven, seguido de una nube de
estudiantes de medicina.

—Srta. Jauregui, soy el Dr. Fisher, le echaré un vistazo a su herida.

—¿Dónde está el otro tipo... Palmer? —dijo Lauren, sonando a la defensiva.

El médico se giró y miró a Camila cuando respondió.

—El Doctor Palmer me dio instrucciones de supervisar tu período de recuperación.

—Bueno, puede comenzar con mirar a Lauren cuando le hable — espetó Camila—,
acaba de tener un implante coclear y todavía necesita leer los labios porque aún es
sorda.

El médico lucía irritado y nervioso, pero se giró para repetirle la información a


Lauren. Camila se dio cuenta de que varios estudiantes contenían sus sonrisas.

—¿Eres familia? —le dijo a Camila, tratando de reafirmar su autoridad.

Se cruzó de brazos.
—Sí.

El médico resopló y pareció contrariado, luego dirigió su atención a la herida de


Lauren. Los estudiantes permanecieron en un semicírculo alrededor de él, tomando
notas obedientemente.

—Esta paciente se presentó con una pérdida auditiva neurosensorial idiopática a la


edad de catorce años, y eligió este procedimiento optativo después de perder la
audición por debajo de los 110 decibeles, a la edad de...

—¡Joder! —gritó Lauren, cuando el médico le golpeó la oreja mientras tiraba de la


venda.

Camila se acercó, lista para actuar como un guardaespaldas de ser necesario. El


médico investigó la herida, con más cuidado esta vez, pero Lauren aún se
estremeció. El rostro de Camila perdió algo de color cuando vio la incisión irregular
de quince centímetros que serpenteaba hacia arriba detrás de su oreja izquierda,
cosida con puntadas pequeñas y precisas. A cada lado de la herida, su cabeza había
sido completamente afeitada. Ahora podía ver por qué optó por el pelo rapado. Para
Camila, la piel se veía rosa e inflamada, pero el médico se veía complacido.

—Sí, esto está sanando muy buen. Ningún signo de infección. ¿Algún dolor?

Camila suspiró y se puso delante de Lauren.

—¿Quiere saber si hay algún dolor?

—¡Por supuesto que hay un maldito dolor! ¿Estás segura de que este tipo es médico?

Esta vez los estudiantes de medicina se rieron en voz baja y el médico enrojeció de
ira. Camila soltó unas risitas. La ojiverde le guiñó un ojo, y una lenta sonrisa se
extendió por su rostro.
—Camz, ¿puedes revisar si mi cerebro está colgando? No estoy segura de que este
tipo pueda reconocerlo.

Ella le dio una palmada en el brazo.

—¡Detente!

Se limitó a sonreír.

—¿Tomas una fotografía de recuerdo para mí, muñeca?

Camila sacó su teléfono y tomó un par de fotos de la espantosa visión. No podía


esperar a que todo eso fuera un recuerdo lejano y distante.

—¿Algún adormecimiento? ¿Puedes sentir esto?

El doctor tocó la punta de la oreja de Lauren.

—Huh, no, nada. Ese será un piercing barato. —Levantó las cejas a Camila, quien
trataba de lucir molesta.

—¿Alguna pérdida del sabor?

—He estado comiendo comida de hospital todo el día, ¿cómo diablos se supone que
tengo que saber?

Camila rio.

—Así que, doc, ¿puedo salir de aquí?

El doctor giró para enfrentar a Lauren de nuevo, obviamente molesto.

—Déjeme ver cómo está su equilibrio, Srta. Jauregui.

Lauren se bajó de la cama suavemente, pero se tambaleó mientras se ponía de pie,


otra vez tuvo un ataque de vértigo.

—¿Y caminando?
Lauren apretó los dientes y caminó a través de la habitación, balanceándose
ligeramente.

—Hmm, el doctor Palmer ha recomendado una noche más en el hospital, Srta.


Jauregui —dijo, ignorando la maldición de Lauren—, y concuerdo. Veremos cómo se
siente mañana. Enviaré a una enfermera para cubrir su herida. Necesitará
mantener las tiras de gasa por una semana más.

El doctor salió de la habitación, con la frente en alto, seguido por el tropel de


estudiantes.

Camila escuchó a una de las estudiantes susurrar

— ¡Ella era linda!, puede ser mi paciente cualquier día.

Le lanzó una mirada enojada, pero esta rebotó inútilmente en la espalda de la chica.

Lauren se encontraba distraída, sentada en la cama, parecía amotinada.

—Oye —dijo ella, acariciándole la mejilla—. Es sólo una noche más. Esperabas eso,
¿cierto?

—Es fácil para ti decirlo —dijo, malhumorada—. Verte es la única parte buena de
todo el maldito día.

Ella sonrió felizmente.

—Dinah te envía saludos y David dijo algo que no entendí: Está practicando. ¿Eso
significa algo para ti?

Sonrió con suficiencia.

—Cosa de nosotros. No te preocupes por eso.

—Agh, no creo que quiera saber.

—¿Dijiste Dinah?
Camila suspiró cuando vio los escudos elevarse y la cara de Lauren volverse
cuidadosamente inexpresiva, lo que encontró muy frustrante.

—Me trajo hasta aquí, tuve que decirle.

—¿Ella ha... se lo ha dicho a alguien más?

—No lo sé. Quizás a Normani. Podría preguntarle...

Se puso la mano en la cabeza y luego volvió a bajarla.

—Sí, no quiero que nadie más lo sepa...

—Está bien.

Lauren froto su frente vacilantemente.

—¿Tienes dolor de cabeza? Lo siento, es una pregunta estúpida.

La ojiverde se acostó, haciendo una mueca cuando su cabeza tocó la almohada.

—Es raro, hablar se siente un poco incómodo. Se siente como si las vibraciones de
mi voz movieran el implante. No sé. Creo que eso no es posible. Es jodidamente
extraño saber que tengo un trozo de metal en mi cabeza.

Luego abrió los ojos de nuevo y le dio una sonrisa a Camila.

—¿Sabes que es bueno para curar dolores de cabeza?

—¿Qué? —dijo ella, cautelosa por el brillo malicioso en sus ojos.

—Oye, ven aquí.

Extendió su mano y la jaló hasta que estuvo sentada a su lado en la cama, con una
sonrisa sexy que siempre la ponía caliente.

—Sexo —dijo ella.

—¿Disculpa?
—El sexo es genial para los dolores de cabeza. Sólo estoy diciendo...

—¡Lauren! No podemos... Yo no... ¡No puedo creer que estés sugiriéndolo! ¡Acabas de
tener una cirugía! No. Definitivamente no.

La beso en el cuello y lamió la base de su mandíbula. Ella gimió suavemente.

—Te he extrañado, muñeca —susurró—. Siente lo que me haces.

Lauren movió su mano hacia abajo, y ella la sintió endurecerse bajo la sábana del
hospital. Ella jadeó y miró hacia la puerta, pero no retiró su mano de donde estaba.
La ojiverde movió sus caderas hacia arriba.

—Camz... —Su voz era casi suplicante.

Manteniendo los ojos en la puerta, deslizó su mano bajo la sábana. Miró a Lauren
rápidamente. La observaba intensamente, sus labios entreabiertos. Se encontraba
caliente y dura bajo la sábana y ella recorrió con sus dedos toda su longitud, viendo
como sus ojos se oscurecían con necesidad y lujuria. Lo agarró con firmeza y un
suave ruido salió de sus labios. Movió su mano más rápido, sintiendo como su
cuerpo respondía. Y entonces su madre tocó la puerta, ella apartó la mano con
mucha rapidez, la ojiverde se atragantó y casi se tragó la lengua.

—¿Está todo bien aquí? —dijo Sinu, mirando ansiosamente el rostro sonrojado de
Lauren.

Luego miró a su hija, quién parecía haber encontrado el suelo extremadamente


interesante.

—Lauren tiene dolor de cabeza —balbuceó Camila.

Hubo un profundo silencio.

—Ya veo —dijo su madre severamente—. Bueno... debemos irnos ahora, Kaki. Te
llevaremos al campus. ¿Te sientes bien, Lauren?
Camila levantó la mirada hacia Lauren, que parecía estar teniendo problemas para
formar palabras.

—Sí, sí —jadeó ella.

—Um, te veré mañana.

—Ajá.

Sinu agarró el brazo de su hija y salieron de la habitación.

Lauren deseó como el infierno que Sinu hubiera esperado sólo dos minutos antes de
decidirse a comprobarlas, e interrumpir la que fue probablemente la visita más
agradable de hospital. ¡Dos malditos minutos! Esa mujer podría ganar una medalla
de oro en cortar rollos. Se sintió tan bien tener las manos de Camila sobre ella. No
había estado segura de volver a verla después de que la hubiera abofeteado aquella
noche, realmente pensó que todo se había terminado entre ellas. No era la primera
mujer que la golpeaba y sabía que eso generalmente no significaba nada bueno.
Mantuvo la esperanza de que Camila cedería una vez que conociera la verdad, una
vez que leyera su carta. Fue un infierno no tocarla después de Acción de Gracias,
pero de alguna manera, se hubiera sentido mal cuando sabía que le ocultaba algo.
Verla en el hospital fue un alivio. Más que eso, le dio algo de paz. Pero ahora su
frustración se hallaba en el punto más alto. Suspirando, se arrastró dentro del baño
privado para terminar el trabajo con su mano, después se limpió.

Mientras permanecía ahí, se cepilló los dientes, a pesar de que le dolía abrir la boca
por completo. Todo en su cabeza dolía y se preguntaba si podría tener más pastillas
para el dolor. Habría dado lo que fuera por fumar un cigarrillo, o un poco de hierba.
La puerta del baño se abrió un poquito y vio a Chris mirando cautelosamente a
través de la puerta.

—Oye, mujer, pensé que podrías tener problemas. ¿Estás bien?


—Sí, pero tengo que quedarme otra noche. Mi equilibrio se fue al infierno.

Chris frunció el ceño.

—Vaya mierda. ¿Puedes conducir a Sirona así?

—No, no hasta que el doctor lo diga. Puede ser en una semana o algo así.

—¿Cómo vas a hacer para desplazarte, chica?

Se encogió de hombros.

—Caminando. En bus. ¿Quizás me puedas llevar? —dijo, mirando a Chris


esperanzada.

—Bueno, sí, pero estoy bastante ocupado.

—¿Con qué?

—No preguntes.

—Vamos, Chris. Dijiste que me dirías después de Acción de Gracias, pero a duras
penas te he visto.

—Eso es porque tú planeabas meterte esa basura en el cráneo.

Sintió rabia. No otra vez.

—No empieces.

—¡Todo por un pedazo de falda! ¿Qué está pasando contigo?

—¡No hables así de ella! —Su voz mantenía una alerta silenciosa.

—¡Quieres hablar, vamos a hablar! —dijo Chris, molesto—. Siempre dijiste que no
querías la operación, entonces conoces a esa chica y de repente tienes una cirugía en
tu cabeza. Explícame.
Tomó una respiración profunda, tratando de ordenar las palabras que pensó miles
de veces.

—Si esto funciona, escucharé música otra vez. Sólo se trata de la música. Camz,
sólo... veo lo que la música significa para ella. —Se encogió de hombros—. Me
recuerda a mí... como solía ser.

Chris suspiró y sus hombros cayeron, relajando su postura agresiva.

—Sí, entiendo eso. Sólo odio la forma en que escapaste y lo hiciste. Quiero decir,
maldita sea. Soy tu hermano y preferiste decirle a esa perra antes que a mí.

—Sí la vuelves a llamar así, vamos a tener un serio maldito problema. —Lauren
hizo una pausa—. Y no le dije a nadie. Fue mi decisión, de nadie más.

Chris negó con la cabeza.

—Lo que sea. Sólo dime que el seguro médico cubrirá todo. No nos vamos a quedar
atrapados con alguna gran cuenta de hospital o cualquier mierda.

Una expresión amarga se cruzó por la cara de Lauren.

—No. Está cubierto.

—Bien. —Chirs miró a su hermana—. Mira, me tengo que ir. Te compré algunos
cigarrillos y algo extra. —Le guiñó un ojo—. Te veo mañana en casa.

Después de que su hermano se marchó, se arrastró de vuelta a la cama. A pesar de


maldecir como loca por tener que quedarse una noche más, se sentía secretamente
aliviada. Todo en el hospital se encontraba en orden, todo en calma. No tenía que
preocuparse por quién diablos iba a su casa, o en qué mierda se metió su hermano.
Sí su Muñeca pudiera quedarse ahí, todo habría sido casi malditamente perfecto,
excepto por la sensación de haber perdido una batalla contra un rinoceronte
malhumorado, y ahora tener una resaca que podría haber derribado a un equipo de
hockey canadiense.

Se subió a la cama, cansada, tomando el regalo que Chris le trajo: una bolsa plástica
que contenía dos paquetes de Camel, un encendedor, envoltorios y un pequeño cubo
envuelto en papel aluminio. Lauren olió la hierba, eso explicaba los envoltorios. Por
Dios, la tentaba. No le contó a Chris, pero trató de dejar de fumar antes de la
operación, una razón adicional para que Camila la encontrara agitada y de mal
genio. No era el mejor momento, se sentía malditamente estresada, pero también
tenía suficiente mierda en el hospital sin estar desesperada por un cigarrillo. El
problema era, que tres semanas no eran lo suficientemente largas para romper un
hábito de tres años y veinte días. Miró por la ventana al lado de su cama. Con los
típicos arreglos de un hospital, sólo abriría unos pocos centímetros. No lo suficiente
para inclinarse hacia afuera y fumar un cigarrillo. O dar un maldito salto.
Suspirando, dejó caer la bolsa en el suelo lejos de la vista y se recostó
cuidadosamente. Su cabeza dolía como una perra y sólo podía acostarse
cómodamente con su cara puesta hacia la derecha. Sabía que no era la persona más
paciente del mundo, de hecho iría muy lejos con admitir que era la hija de puta más
impaciente, lo cual significaba que los próximos días de mantenerse quieta iban a
ser un dolor en el trasero. Y sería hasta bien entrado enero que el audiólogo haría el
primer intento de sincronizar el procesador y el transmisor, seguido por más
semanas de espera para ver cuánto —o si— sería capaz de oír.

Odiaba la idea de tener que lidiar con un aparato auditivo, baterías, y todo eso otra
vez. Recordaba cuando usó por primera vez audífonos en la escuela. Sus amigos
verdaderos la trataron igual que siempre, pero aparecieron todos los sobrenombres
usuales: "a prueba de sonido", "cera de oídos", "androide", "Sorda L", pequeñas
conversaciones con perdedores que terminaron a los golpes. Conversaciones que
volvieron a sus padres locos porque todo el tiempo eran citados para hablar con el
director sobre otra pelea en la que se había metido. Pero lo peor no eran las peleas,
eran las miradas de compasión. Chicas que coquetearon con ella y pensaron que era
caliente, ahora la miraban como si sintieran lástima y quisieran hacerle galletas en
vez de ir tras ella cuando iba al gimnasio. No quería ver nunca esa clase de lástima
en el rostro de Camila. No podía evitar preocuparse de cómo reaccionaría ella la
primera vez que usara su nuevo procesador auditivo. Sabía por experiencia que una
cosa era saber que una persona era sorda, y otra completamente diferente ver la
manifestación física de esa discapacidad. ¿La miraría de manera distinta?
¿Comenzaría a notar miradas de reojo? ¿Podría leer el arrepentimiento en su cara?
Lamentando involucrarse con alguien como ella.

Y a pesar que aún quería mantener su privacidad en la universidad, ya no le


importaban los comentarios negativos de gente que no conocía. Todos podían irse a
la mierda. Sus pensamientos regresaron a Chris. Nunca lo vio tan cerrado. Lo que
sea que pasaba, era grave. Se frotó de nuevo la frente. Era la única parte de la
cabeza que no le dolía. Una enfermera vino con más pastillas para el dolor y la miró
como si quisiera quedarse y charlar, pero se sentía como si hubiera sido drenada y
sus ojos se cerraban. Durmió por intervalos, soñando que los ojos decepcionados de
Camila apartaban la mirada de ella.

Por la mañana, se sentía desesperada por irse. Su dolor de cabeza había disminuido,
y estuvo caminando a través de la habitación, poniendo a prueba su equilibrio y
combatiendo los ataques de vértigo. Le hicieron esperar hasta que el médico hiciera
sus rondas otra vez. Pensaba en mandar todo a la mierda, cuando entró el mismo
tipo del día anterior.

—Buenos días, Srta. Jauregui —dijo el médico, tratando de sonar severo.

—Sí, ¿puedo irme de aquí ahora?


El doctor Fisher revisó la herida otra vez, declarándose satisfecho, pero no iba a
firmar su salida por el hecho de que Lauren seguía tambaleándose mientras
caminaba a través de la habitación.

—Pienso que debería quedarse una noche más para estar seguros, señorita
Jauregui.

—No, eso no va a pasar, doc. Tengo cosas que hacer, lugares a donde ir.

—Eso no sería sensato.

—Vamos, deme un descanso. Me quiere fuera de aquí tanto como yo quiero irme.

El médico finalmente sonrió.

—¿Tendrá a alguien que la cuide por un par de días hasta que se encuentre mejor?

—Claro. Mi hermano está... en casa.

—Bien —dijo, resignado—. Iré a la farmacia y le enviaré un paquete de gasas, así su


hermano podrá ayudarla a limpiar la herida. Necesita regresar en cinco días para
remover sus puntos.

Asintió.

—Y voy a ordenar que traigan una silla de ruedas para llevarla a la salida.

—¡Al diablo eso! ¡No voy a salir de aquí en una maldita silla de ruedas!

—Pensé que podría decir eso. —El doctor suspiró—. Pero si se cae saliendo del
hospital, es mi culo el que será demandado. Y espere hasta que su taxi esté en la
acera.

Parecía a punto de discutir.

—Sólo toma la maldita silla —espetó el doctor—. Por favor.


Lauren sonrió y cuidadosamente se puso su gorro negro, asegurándose de cubrir la
gasa y también sus orejas.

—Bastante justo.

Resultó que el portero era fanático del fútbol, y pronto olvidó que se suponía que
tenía que llevar a Lauren en la silla de ruedas, mientras caminaban. En vez de eso,
hablaron sobre la nueva contratación de los Falcons, quién podía empujar una
banca de cien kilos en veinticuatro repeticiones y hacer una carrera de cuarenta
yardas en cuatro punto cuarenta y tres segundos. Lauren se hallaba tan
concentrada en la conversación que casi no vio a Camila ni a sus padres, mientras
se abrían paso a través de la multitud de la entrada. Sintió que alguien la agarraba
por el codo, casi derribándola.

Cuando recuperó el equilibrio, vio el rostro preocupado de Camila. El portero se


alejó rápidamente, pareciendo culpable.

—Oye, muñeca —dijo, con una sonrisa—. Me resbalé.

—¿Estás segura? Luces un poco tambaleante.

La ojiverde le guiñó un ojo, y ella suspiró.

—Bien. Mamá y papá están aquí, podemos llevarte.

—Está bien, puedo tomar un taxi.

—Cállate y entra al maldito auto, Lauren.

Sonrió.

—Qué carácter, muñeca. Me gusta.

Ella la jaló del brazo de nuevo, más suavemente esta vez y lo puso alrededor de su
cintura, donde Lauren estaba más que feliz de tenerla. Sinu la abrazó y besó su
mejilla, lo cual hizo que la ojiverde agachara la cabeza, avergonzada. Se sentía más
cómoda con el enérgico apretón de manos de Alejandro.

Se subió a la parte trasera de la camioneta, tratando de ignorar la sensación


molesta de vértigo que tenía cada vez que se inclinaba hacia adelante. Esa mierda le
daba náuseas. Le dio a Alejandro el código para el GPS, y se sentó en el vehículo,
sintiendo la mano cálida de Camila en la suya. Deseó poder besar a su chica
apropiadamente, pero sabía que no quería que lo hiciera delante de sus padres.
Suspiró. Eran tres semanas hasta el comienzo del próximo semestre, tres semanas
antes de ver a Camila de nuevo.

Sintió sus dedos apretarle una mano y le sonrió, antes de recostarse y dejar que las
calles pasaran a la deriva, un desfile silencioso de tiendas, oficinas, personas, autos.
Cuando llegaron a la casa de Lauren, Sinu miró a su esposo con los ojos llenos de
preocupación. Parecía que había una fiesta en la casa de los Jauregui. Había autos y
motocicletas alineadas en la calle y música estridente se escuchaba desde afuera.
Un chico orinaba a un lado de la casa, y dos más estaban sentados en los escalones
de la entrada, compartiendo una botella de tequila. Lauren mantuvo su cara neutra,
pero podía hacer una muy buena interpretación de lo que los padres de Camila
pensaban.

—¡No podemos dejarla aquí! —susurró Sinu.

Alejandro asintió, su cara enojada.

—Laur... —comenzó Camila.

—Oye, no te preocupes, muñeca —dijo, besándola en la mejilla suavemente—. Eso


no me molesta. No puedo escuchar nada, así que no hay problema.

Camila odió escucharla reír de esa manera. Se inclinó hacia adelante para abrir la
puerta, haciendo una pausa para no rozarse la cabeza.
—Oye —le dio un golpecito a su mano—, ¿tienes comida en la casa?

—Claro. Me abastecí de Pop Tarts. ¡Estoy bromeando! Sí, compré comida, no hay
problema.

—¿Chris está... está en casa?

Lauren se encogió de hombros.

—No sé. Muñeca, no te preocupes por mí. Estoy bien. ¿Me envías un mensaje
cuando llegues a casa? Gracias por traerme, Sinu, señor Cabello.

—¡Mamá! —dijo Camila desesperadamente—. ¿Papá?

Sus padres se miraron, hubo un acuerdo silencioso entre ellos. Sinu se dio la vuelta
para que Lauren pudiera ver su cara.

—¿Por qué no vienes y te quedas con nosotros mientras te recuperas? Serás más que
bienvenida.

Lauren miró a Camila, sorprendida.

—Um, es muy amable de tu parte, Sinu, pero...

—¡No te puedes quedar aquí! —dijo Camila desesperadamente—.¿Quién te cuidará?

Lauren comenzó a negar con la cabeza, luego hizo una mueca.

—Estaré bien, Camz. No esperaba nada, esto es a lo que estoy acostumbrada. Y


tengo que regresar al hospital en cinco días para que retiren los puntos.

—Pero...

—Debo estar cerca del hospital donde me hicieron la cirugía, Camz. Por si acaso.

Ese fue el argumento ganador. Camila se mordió el labio.

—¿Pero vendrás después de eso? Mamá, papá, puede venir para navidad, ¿verdad?
—Por supuesto —dijo Sinu, mirando a su esposo en busca de una confirmación.

—Serás bienvenida —dijo Alejandro.

Aún lucía sorprendida cuando miró a Camila.

—Sólo tengo que permanecer aquí hasta la próxima semana, muñeca. —Entonces
miró a Sinu—. ¿Está bien si les dejo saber?

—Sí, por supuesto. Qué estés bien, Lauren. Pero... ¿sabes que puedes llamar si
necesitas cualquier cosa?

La ojiverde le dio una sonrisa amplia y genuina.

—Gracias, Sinu.

Moviéndose lentamente, salió del auto y se dirigió a la puerta principal, se dio la


vuelta y dijo adiós con la mano.

*Pavloviana: Se refiere a un acto de reflejo ante un estimulo visual, como el


sonrojarse cuando vemos a alguien que nos gusta o cuando la mascota babea al ver
algo de comer.
Capítulo 20

Lauren caminó más allá de los hombres sentados fuera de su casa, quienes la
miraron con un poco de curiosidad, luego, pasó a través de la sala. Estaba atascada,
llena de extraños, y aún más destrozada de lo habitual. No pensó que fuera posible,
sin llegar a incendiar el lugar. La sala de estar se encontraba llena de cuerpos
girando al bailar, bebiendo y esnifando mierdas de Dios sabe qué. Sus ojos se
estrecharon en una mujer que se inyectaba en la esquina. Nadie se dio cuenta, o si
lo hicieron, a nadie le importaba. Joder, tenía que admitir que las cosas empeoraron
mucho recientemente. Por primera vez se sintió repugnada con lo que se había
convertido su casa. Podía aguantar a gente bebiendo, fumando hierba y esnifando
coca —demonios, hizo todas esas cosas y muchas veces. Bueno, no tanto desde que
comenzó la universidad —o mejor dicho, desde que comenzó a ver a Camila—, pero
no lo contaba como algo muy serio. Si la gente quería ir de fiesta, era su elección.
Pero esto, esto era diferente. Volvió a pensar en lo que el detective Dickwad le contó,
que Chris trataba con metanfetamina. Por lo que Lauren sabía, esa mierda se podía
fumar, inhalar, inyectar o simplemente tragar. Quizás Dickwad tenía razón, y todo
esto estuvo sucediendo bajo la nariz de ella, por así decirlo. Tal vez Lauren cerró los
ojos a todo esto durante demasiado maldito tiempo. Trató de empujar ese
pensamiento, pero era como un virus, dispersándose a través de su cuerpo,
extendiendo su veneno insidioso. Mientras caminaba por las escaleras, toda la
escena que pasaba en las habitaciones de abajo le hizo preguntarse si no necesitaba
una mejor cerradura para la puerta de su dormitorio. O tal vez sólo una placa de
acero reforzado. Deseaba más que nada permitirse el lujo de mudarse, entonces se
sintió culpable por pensar en dejar a Chris. Su hermano era toda la familia que le
quedaba.

En su lugar, le envió un texto para hacerle saber que llegó a casa. Le palpitaba la
cabeza y la piel de su lado izquierdo se sentía dolorosa y rígida. Todo lo que quería
hacer era acostarse en su maldita cama y descansar. Cansada como se sentía, su
cerebro se retorcía con pensamientos e ideas, atrapándola en los remolinos y
torbellinos de su conciencia. Aprendió que podías escapar de todo menos de su
propio ser. Trató de concentrarse. ¿Cuándo cambió Chris su modelo de negocio?
Lauren buscó a través de sus recuerdos: ¿cuándo, cuándo empezaron a acelerarse
las cosas hacía el mal? Se sentó de golpe y tuvo que agarrarse el estómago, mientras
una breve oleada de náuseas se precipitó a través de ella.

Joder, ¡estuvo tan ciega! Salió de la cama con cuidado, y se arrodilló en el piso
polvoriento, sacando una caja de debajo de la cama. Contenía documentos
financieros, muchos de ellos de la época de sus padres: su testamento, junto con el
seguro de salud, la matrícula universitaria, extractos bancarios, facturas, extractos
de la tarjeta de crédito y los detalles de su fondo fiduciario de la universidad. Revisó
todo cuando se decidió a tener la operación de IC. Lo necesitaba para confirmar que
el seguro médico estatal lo cubría, como se vio después, al menos hasta que tuviera
veintiún años. Pero ahora, no podía encontrar los documentos del fondo fiduciario.
Buscó entre los papeles, pero se esfumaron. Frustrada y empezando a ver doble,
pasó por cada documento por tercera vez. Todavía nada. Se sentó sobre los talones y
trató de considerar todas las posibilidades, pero todo apuntaba en una dirección
obvia, sólo que estuvo demasiado ensimismada y preocupada para verlo antes.

Primer hecho: su hermano abandonó la universidad cuando sus padres murieron. Él


siempre dijo que era porque el estudio no era para él, y que proferiría estar en el
mundo "real", pero ahora no estaba tan segura. Chris era un tipo brillante, antes de
meterse en el "negocio", le interesaban los motores tanto como a ella, incluso había
estado estudiando ingeniería mecánica.

Segundo hecho: Chris siempre insistió en que el seguro de vida de sus padres pagó
la hipoteca de la casa, y que el dinero sobrante pagaría la subsistencia de ambos por
algunos años. Lauren había tenido diecisiete e iba a la escuela, por lo que no se le
ocurrió desafiarlo, pero ¿y si Chris exageró la cantidad de dinero como una forma de
proteger a su hermana pequeña de una verdad más horrible?

Tercer hecho: Su hermano perdió totalmente su mierda cuando recibió la multa de


mil dólares por exceso de velocidad, la multa que ella dijo que pagaría con su fondo
fiduciario de la universidad. Hasta la golpeó, algo que Chris nunca hizo antes.

Cuarto hecho: la documentación de su fondo fiduciario desapareció misteriosamente.

Quinto hecho: sólo una persona aparte de ella sabía dónde guardaba los
documentos. Y tenía la llave de su habitación.

Y, por lo que pudo ver, añadía un sexto hecho, claro e indiscutible: los dos se
encontraban metidos hasta el cuello en la mierda.

Una fría sensación de malestar se extendió a través de ella, una que no tenía nada
que ver con su reciente operación. Cogió el teléfono para textear a Chris de nuevo.

L: Necesito verte. Estoy en casa.

Se levantó lentamente y buscó en su gabinete la comida que compró antes de ir al


hospital, galletas que escondió junto con una bolsa de manzanas. Miró fijamente los
alimentos que se suponían iban a constituir su plan de alimentación para los
próximos dos días. Qué imbécil: compró dos artículos que iban a requerir alguna
seria acción de mandíbula, y lo que más dolería comer ahora mismo. Idiota.
Hambrienta y deprimida, continuó rebuscando a través del gabinete, con la
esperanza de que algo más aceptable pudiera emerger de las profundidades.
Finalmente, descubrió dos paquetes de sopa instantánea en la parte posterior. Sólo
seis meses para la fecha de caducidad, por lo tanto nada de lo que tendría que
preocuparse.

Salió de la habitación brevemente para llenar el hervidor eléctrico en el grifo del


cuarto de baño. Cuando regresó, vio a Chris sentado en su cama, con aspecto
cansado y hecho un manojo de nervios.

—Hola, hermana. Te dejaron salir.

—Nah, tuve que cavar un túnel.

Chris mostró el atisbo de una sonrisa.

—Vamos a ver entonces.

Lauren se quitó el gorro y mostró a Chris la línea de gasa y cinta adhesiva.

—Vaya, impresionante. Te hace ver como una hija de puta doblemente ruda.

—Gracias, creo.

—Sólo digo, chica. ¿Cuándo te conectan al sistema de sonido?

—No hasta después de las vacaciones.

—¿Crees que funcionará?

—Puede ser. Nadie sabe a ciencia cierta.

—¡Vaya mierda!

La ojiverde asintió, luego hizo una mueca.

—Por lo tanto, dijiste que necesitabas verme. ¿Qué pasa?

Lauren miró a su hermano sin pestañear.

—¿Cuánto debes?
—¿Qué?

—No soy una jodida idiota, Chris. Toda esa mierda abajo, no es propio de ti. O no
solía serlo. ¿Todo el dinero se ha ido, lo que mamá y papá dejaron?

El silencio se extendió entre ellos hasta que Chris exhaló un agrio aliento largo.

—Sí, todo se acabó.

Cerró los ojos, después de haber visto las palabras que confirmaban todo lo que
temía.

—¿Ellos... cuánto... realmente dejaron lo que dijiste, o también fue una mentira?

Chris bajó la mirada.

—No, nos dejaron muy buena cantidad. Yo fui el que jodió todo.

—¿Ibas a decírmelo?

Él hizo una mueca.

—Tenía la esperanza de que no tendría que hacerlo. Planeé esperar hasta el final
del año escolar. Seguí pensando que sería capaz de hacer el dinero, pero
simplemente me metí más profundo. Lo siento, hermanita.

Lauren se frotó un lado de la cabeza con cuidado.

—¿Cuánto has tomado prestado?

—No es así.

—¿Cómo es, entonces?

—Le debo algunos favores a algunas personas a las que no se les dice "no", ¿está
bien?

Su temperamento explotó, enviando un pulso de dolor a través de su cráneo.


—¿Está bien? ¿Estás jodidamente bromeando? ¡Esto está tan lejos de "bien" que ni
siquiera sé en qué puto planeta estás!

La expresión feroz de Chris se suavizó cuando vio el dolor físico y mental de su


hermana.

—Mira, he tomado algunas malas decisiones de negocios, pero la casa está a salvo.
No la arriesgaría. Siempre tendrás una casa aquí, hermana.

—¿Llamas a esto una casa? ¿Llena de extraños drogándose? Tengo que encerrarme
en mi cuarto, tengo que cerrar la puerta del maldito baño para evitar que quede
destrozado. No puedo traer amigos aquí. Quiero decir, ¿has mirado siquiera este
lugar últimamente?

—Ya sabía que esta mierda iba a pasar —dijo Chris con burla y desprecio—. Tan
pronto como tuviste la pequeña perra de tu novia, y comenzaste a visitar su lugar en
los suburbios, fingiendo que eres... lo que coño te crees que eres ahora... demasiado
buena para tu propio hogar... universitaria.

Lauren cerró los puños y Chris vio un destello en el rostro de su hermana cuando
pensó en golpearlo, en golpearlo hasta la mierda.

—No, Chris. Sólo... no. ¿No ves lo que está pasando aquí? Estás tan jodidamente
cerca de poner tu culo en la cárcel. Los policías saben con lo que estás tratando.
Diablos, algún jodido me detiene en la escuela todos los días tratando de comprarme
algo. Los policías podrían tenerte en cualquier momento, pero están esperando a
que la jodas a lo grande o algo así. ¿Crees que te van a dejar tranquilo cuando
finalmente consigan una orden de registro para este lugar? Tengo la misma
probabilidad de ser arrastrada que tú. ¿Eso incluso te importa?

—Sí, ¡porque tú eres la jodida Blancanieves! Te he visto totalmente colocada, chica,


no finjas que no lo has hecho.
—¡Yo no trafico! —gritó Lauren.

Chris se quedó en silencio.

—No, no lo haces: sólo vives de los ingresos del mismo.

La expresión de la ojiverde se volvió herida mientras miraba al desconocido con una


cara familiar.

Chris se levantó y pasó junto a ella. Sin enfrentarla, dijo

—Estoy tan jodidamente arrepentido, hermana.

La puerta se cerró y se dejó caer en la cama. Tantos sentimientos arrastrándose a


través de ella, que no sabía con cuál lidiar primero. La ira era la emoción
dominante, pero también el miedo y la decepción, junto con un fuerte sentimiento de
traición. Confió en Chris. Su sordera progresiva y rápida la aisló de muchas
maneras. En el momento en que sus compañeros de colegio se preocupaban por
granos y sueños húmedos, para ella los sonidos fueron cada vez más indistinguibles,
y los chistes se perdieron en oleadas de palabras donde ya no podía distinguir
consonante de vocal. Incluso cuando fue a la escuela especial, estuvo sola en gran
medida, negándose a verse a sí misma como parte de la comunidad sorda. Cuando le
llegó la noticia de que sus padres murieron, fue Chris quien condujo toda la noche
para decirle, hermano a hermana. A través de todo, de cada momento oscuro, la
cálida presencia de Chris le ofreció humor en los momentos más negros, y fuerza en
los más débiles.

Pero en ese momento, sentada en el dormitorio de su casa familiar, con su hermano


a simples metros y centímetros de distancia, la sensación de soledad nunca había
sido tan grande. Ahora, tenía algo bueno en su vida. Como si pensar en ella la
hubiera conjurado, su teléfono vibró en su bolsillo. Sonrió al ver el mensaje.
C: Estamos en casa. Mamá y papá pelearon por tres horas. Tengo dolor de cabeza,
¿cómo está el tuyo? Ojalá pudiera ayudarte a aliviar del dolor ;) CAMZ xx

L: Yo también, no tienes ni idea. ¿La oferta sigue en pie? Podría llegar el viernes
después del chequeo.

C: ¡SÍ! *gritando* ¿segura que puedes montar tu moto? Camz xx

L: Tomaré el bus.

C: ¡No puedo esperar! Camz xx

L: :) x

Ahora tenía cosas que hacer, decisiones que tomar. Pero todavía no. Mañana era lo
suficientemente pronto. En los siguientes días, la fuerza de Lauren comenzó a
regresar. El dolor de cabeza se marchitó y cedió, a pesar de que la herida continuaba
sensible, y tratar de vestirse solo era una mierda, "fiasco" era una palabra
igualmente apta. Se negó a pedirle ayuda a Chris. También disminuyeron los
rastros de mareos, aunque todavía se debilitaba cuando sucedían. En ocasiones, se
olvidaba de tener cuidado —lo que era una buena señal de alguna manera— pero
entonces se golpeaba la oreja o la cabeza y pasaba los siguientes cinco minutos
maldiciendo en voz alta, vívidamente y con imaginación. Chris se mantuvo fuera de
su camino, y Lauren pasó la mayor parte del tiempo leyendo en su cuarto, sólo salía
para buscar comida, siendo prudente de la cantidad de dinero que gastaba. Su
cuenta bancaria ya se hallaba en un estado crítico, no quería que expirara durante
los días festivos. Tenía planes para aumentar su condición tan pronto como fuera
posible.

Lo que significó que la primera visita que hizo tan pronto como pudo, fue a la tienda
de reparación de automóviles en la que trabajó durante los dos veranos anteriores.
El área del taller se encontraba a oscuras y cada pieza de madera estaba
resbaladiza donde las manos aceitosas tocaban. Pero Salvatore Coredo tenía una
envidiable reputación como restaurador de coches clásicos. Las motos eran una
actividad secundaria rentable.

—¡Lauren! ¿Qué haces aquí? ¿Finalmente te volviste creyente y decidiste hacerme


un hombre feliz? La oferta sobre tu Harley sigue abierta.

Sonrió ante la broma familiar. Desde que Sal posó los ojos en Sirona, maltratada
como había estado, la codició. Y cada vez que la veía, trataba de convencerla de
venderla.

—Tal vez, Sal, pero estoy buscando trabajo. ¿Me puedes dar algunas horas?

—Pensé que ibas a la universidad, ¿lo dejas ya?

Lauren frunció el ceño y Salvatore se echó a reír. Lo conoció hace dos años y le
ayudó a reconstruir a Sirona, sabía exactamente qué botones apretar.

—No, todavía estoy estudiando. Sólo necesito un trabajo.

—Te podría dar algunas horas el día de navidad, ¿te interesa?

—Jodidamente divertido, Sal.

—Cuida tu lenguaje, L. —Hizo una pausa, viendo el cansancio que se aferraba a


Lauren—. Claro, puedo darte diez, tal vez veinte horas a la semana. Iniciando
después de las vacaciones.

Se sintió aliviada. No era fácil conseguir trabajo a tiempo parcial con tantos
estudiantes en busca de empleo, y siendo sorda, bueno, podría triplicar el nivel de
dificultad. Lo que era probablemente una estimación conservadora.

Si tenía cuidado con el dinero de este trabajo, podría alquilar una habitación en
algún lugar y también tener lo suficiente para vivir de ello. Conseguir un cuarto
asequible en el campus estaba fuera de discusión, y tendría que pedir un préstamo
para pagar la matrícula de la universidad el próximo año.
—Así que, ¿cuánto me darías por Sirona?

Salvatore la miró boquiabierto y luego se puso serio.

—¿Necesitas ese dinero tan desesperadamente, chica?

Se encogió de hombros, sin querer entrar en detalles con Sal.

—Bueno, ahora déjame ver. Quizá podría darte $2,750.

Negó con la cabeza, tratando de no hacer una mueca, tanto por el dolor de cabeza,
como por el dolor de la venta de su amada Harley.

—Quiero $ 3,000. Sabes que vale la pena.

Salvatore sonrió.

—Voy a pensar en ello, L. Volveremos a hablar cuando empieces el trabajo, después


de las vacaciones.

Después de las vacaciones, parecía un tiempo muy largo para el futuro.

Asintió y se dieron la mano por el casi-trato. Deseaba ver a Camila, aunque no


podía decir con toda honestidad que deseaba ver a sus padres, pero fueron amables
al invitarla. Le alegraba que no tuvieran ni idea de todo lo que planeaba hacerle a
su hija durante su visita. Se lamió los labios al pensarlo. Justo iba a enviarle un
texto con la buena noticia de que consiguió un trabajo cuando se acordó de que no
había compartido sus problemas financieros con ella. Era una conversación para
tener cara a cara, en todo caso. No, ella no necesitaba escuchar toda la mierda que
sucedía. Compró el periódico local y recorrió las habitaciones que se encontraban
dentro de su limitado rango de precio, pero las dos que visitó posteriormente eran
agujeros de mierda que deberían haber sido declaradas en ruinas, y habrían sido un
poco mejores que quedarse en casa.
El viernes, tomó el autobús hacia el hospital con una mezcla de sentimientos,
totalmente independientes del hecho de que odiaba no ser capaz de montar a
Sirona. Eso era algo que pretendía resolver con el médico muy, muy rápido.
Necesitaba su independencia de vuelta, sobre todo si buscaba apartamento. La
clínica ambulatoria se hallaba ocupada, llena de gente como ella: personas que se
sometieron a la operación de IC. Algunos eran niños que no tenían edad suficiente
para comprender lo que sucedía, pero la mayoría eran adultos en sus sesenta y
setenta. Sólo una persona estaba cerca de la edad de Lauren, una mujer de casi
treinta años. También era la única otra persona que no trajo a alguien de apoyo.
Ella sonrió cuando vio a la ojiverde. Lauren asintió y se sentó en el lado opuesto de
la habitación; no le interesaba iniciar una conversación. Pero la chica tenía otras
ideas, y se sentó frente a la ojiverde.

S: Hola. ¿Hablas por señas?

L: Sí.

S: Soy S.A.M.A.N.T.H.A.

Deletreó su nombre y Lauren hizo lo mismo.

L: L.A.U.R.E.N.

S: ¿Vas a hacerte la operación de IC?

L: La tuve. La semana pasada.

S: ¡Yo también! Hace seis semanas. ¿Cómo va todo?

Lauren se encogió de hombros. —Está bien.

S: ¿Lees los labios?

L: Sí.

S: No hablas mucho, ¿verdad?


Se limitó a mirarla.

S: ¡Vamos! Somos las únicos aquí que no somos niños en edad preescolar o jubilados.
¿Te ponen tu procesador y transmisor hoy?

L: No. Me quitan los puntos de sutura. Y a ti?

S: Ya que me preguntaste, me sintonizaron hace un mes. Es... raro. Sólo podía oír
pitidos del sistema. Sabía que había sonidos, pero no podía distinguirlos. El
audiólogo dice que es normal. Para ser honesta, estoy un poco asustada.

Hizo una pausa.

S: ¿Viniste sola, también?

Lauren sonrió y miró alrededor de sí misma.

S: ¿Por qué?

La ojiverde se encogió de hombros.

S: No quieres decirme. Está bien. ¿Puedo hacerte una pregunta? Casi no te conozco,
pero... no tengo a nadie más para preguntar.

Sintió curiosidad, pero también cautela. No era buena en el intercambio gratuito de


emociones con extraños, o incluso con gente que conocía bien.

L: Puedes preguntar.

S: En serio... ¿por qué decidiste hacer esto? Puedes leer los labios, puedes combinar.

L: ¿Por qué lo hiciste tú?

Ella suspiró.

S: Tuve un bebé el año pasado. Quería escuchar su risa.

Ella sonrió.
S: Tan simple. ¿Cuál es tu historia?

Lauren dudó. Se desviaron a territorio personal en menos de cinco minutos.

L: ¿Por qué quieres saber?

S: ¿Qué pasa si esto no funciona? ¿Me importará? ¿Cuánto? Me las arreglé bien
antes. ¿Te sientes así?

L: No tengo nada que perder.

Lo cual era verdad. No pensó en ello de esa manera hasta que conoció a Camila.

S: ¿Te sientes extraña sobre el hecho de tener un trozo de metal en la cabeza? Sé


que yo sí.

L: Siempre y cuando funcione. Te haré saber.

S: Me encantaría.

La miró. Eso no era lo que quiso decir.

S: ¿Crees que tus manos se sentirán solas?

L: ¿Qué?

S: Me gusta el lenguaje de señas. Es tan expresivo. Lo he hecho desde que era una
niña. Creo que lo echaría de menos si no lo hiciera por completo.

No tenía nada que decir a eso. Para ella el lenguaje de señas era una herramienta,
algo que tuvo que aprender, pero no lo consideraba una alternativa completa del
habla. Por su falta de reacción, Samantha captó la indirecta y cambió de tema.

S: Hay algunas otras cosas que he notado sobre el IC: para mí es más fácil entender
a los hombres, pero es sólo a causa de las frecuencias. Está volviendo loca a mi
amiga, ¡me acusó de estar coqueteando con su esposo! La he conocido por diez años.
¿Puedes creerlo?
No lo dijo, pero, francamente, sí, lo podía creer. Pero había una pregunta que quería
hacerle, ahora que ella empezó la conversación.

L: ¿Puedes escuchar música?

S: No realmente. Por el momento no tiene mucho sentido. Espero que mejore.

Ella estudió su rostro.

S: Echas de menos la música.

Se removió incómoda en el asiento, pero finalmente la miró.

L: Sí, la extraño.

Samantha sonrió con simpatía.

S: Realmente no recuerdo los sonidos, sólo tenía tres años cuando perdí la audición.
Voy a tener que aprender todo de nuevo. —Hizo una pausa al ver la tensión en su
expresión—. ¿Tienes planes para las fiestas?

L: La casa de mi novia.

S: Eso explica la mochila. ¿Ella va a la escuela?

L: Sí.

S: ¿Tú también?

L: Sí.

S: ¿Qué estás estudiando?

L: Economía y Negocios, con matemáticas.

S: ¡Guau! Debe ser un horario muy completo. ¿Qué estudia tu novia?

Prácticamente podría haber predicho la cara de Samantha cuando le dijo.


L: Música.

La respuesta de Samantha era totalmente predecible. Sí, ese era el aspecto que
esperaba: lástima mezclada con simpatía. Estaba jodidamente cansada de eso. Una
luz parpadeó en la pared y todos voltearon a mirar el nombre que brilló arriba:
"Señorita S. Wilson".

S: Esa soy yo.

Samantha hurgó en su bolso y luego le pasó un trozo de papel con su número de


teléfono garabateado en él. Ella sonrió ante su expresión.

S: ¡No estoy ligando contigo! Aunque eres linda. Sólo me gustaría saber cómo
funciona para ti. Sería bueno que permanezcamos en contacto, intercambiar notas.
Cuídate, Lauren.

Lanzándole una sonrisa, desapareció por uno de los pasillos y se quedó sola. Por un
momento pensó en tirar el trozo de papel, pero al final se lo metió en el bolsillo y se
olvidó de ello. Cuando su nombre apareció, dio grandes zancadas por el mismo
pasillo que Samantha. Se sintió aliviada al ver que el Dr. Palmer la esperaba en la
sala de consulta.

—Buenos días, Srta. Jauregui. ¿Cómo está? ¿Algún problema?

—Hola, doctor. No, todo bien.

—¿Náuseas? ¿Mareos?

—Poco. Están desapareciendo, creo.

—Bien. ¿Sensibilidad cuando tienes el cambio de vendajes?

—Poco. Especialmente si jaló mi oreja por error.

—¿Has estado cambiando tus propios vendajes?


—Bueno, sí.

Dr. Palmer frunció el ceño.

—Bien. Voy a echar un vistazo.

Tocó y tanteó. Le dolía, pero era soportable. Caminó alrededor para ver de frente a
Lauren.

—Todo parece estar bien. Nada de qué preocuparse. Quitaré los puntos de sutura
ahora. Va a ser un poco incómodo.

Cinco minutos más tarde, se sintió como si el médico hubiera estado tratando de
abrirle el cráneo con una barra de hierro. Pero fue un alivio que le quitaran los
puntos. El Doctor Palmer retrocedió para hablarle.

—Hay un poco de sensibilidad, pero no más de lo que esperaba. Se recuperará muy


bien en un par de semanas y vamos a estar listos para colocar el transmisor y el
procesador. ¿Tiene alguna pregunta?

—¿Puedo montar mi moto?

El Dr. Palmer frunció el ceño.

—No, es demasiado pronto para eso, especialmente si todavía está experimentando


algunos mareos. Pregúnteme otra vez después de la instalación, Srta. Jauregui.

Era la respuesta que esperaba, pero aun así era irritante.

—De acuerdo. Nos vemos el próximo año, doctor. Gracias y todo eso.

—Felices fiestas —dijo el médico en voz baja mientras miraba a Lauren salir de la
sala.

La ojiverde se alegró de haber llegado temprano a la estación de autobuses. Junto


con los aeropuertos y las estaciones de trenes, la ponían nerviosa. Si había un
cambio de andén o cambio de puerta de embarque anunciado a través del sistema de
megafonía, no lo podría escuchar. Perdió un par de conexiones en viajes anteriores
debido a que hubo un cambio de último minuto y no lo sabía. Vigiló el bus de
Atlanta, comprobó y re-comprobó los letreros hasta el momento de salida. Tomó
asiento al fondo y cerró los ojos. No lo habría admitido al propio diablo, pero le
alegraba no estar montando a Sirona hasta la casa de Camila.

El autobús se llenó bastante con la gente que viajaba para las fiestas, paquetes de
colores brillantes metidos en bolsas, pero nadie la molestaba en su esquina. Era
consciente de lo inaccesible que parecía, siendo alta, su piercing, su gorra de lana
tirada bien abajo, botas pesadas y la chaqueta negra de cuero. No necesitaba un
letrero diciendo a la gente que se quedara lo más lejos posible.

Después de una hora adormilada, se enderezó y se frotó los ojos. Sacó una copia
estropeada de E. F. Schumacher Small is Beautiful de su mochila y trató de
concentrarse en las páginas. No podía esperar para ver a su chica, aun mejor para
sentir su cuerpo envuelto alrededor de ella. Sabía que sus padres estarían
observando, mirando y esperando a que le pusiera un dedo —o la lengua— fuera de
lugar, pero confiaba en que encontraría una manera. Demonios, sí. El libro cayó en
su regazo y sus ojos se dirigieron al paisaje pasando a toda velocidad por la ventana
del autobús: árboles, campos, huertos, casas, otra pequeña ciudad, más árboles.
Pero en lugar de ver el campo de Georgia, pensaba en cuánto cambió su vida.
Comenzar la universidad era un gran asunto para la mayoría de la gente, pero para
ella, fue un salto hacia lo desconocido. Contra todos los consejos que su escuela
secundaria le dio, estuvo decidida a mantener su pérdida de audición como un
asunto privado. Tenía que trabajar más duro y más tiempo y concentrarse más que
otros estudiantes; tuvo que pelear —literalmente— en contra de las expectativas
formadas por su relación con Chris; y conoció a Camila. Tenía la intención de
mantenerse a sí misma para sí misma, pero ahora descubrió que tenía una novia —
seria, tal vez— e iba en camino a pasar las fiestas con su familia de nuevo. Y luego
estaba la enorme decisión, potencialmente cambiadora de vida, que tomó de ponerse
el IC. Ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto, pero una vez que vio a Camila
cantando, vio su pasión por la música saliendo de ella, sus razones para no tener el
implante desaparecieron. Y no se arrepentía. Volvió a pensar acerca de lo que
significaba tener una novia, o mejor dicho, lo que significaba para ella tener a
Camila en su vida. Le gustaba el sexo —mucho— y desde que perdió su virginidad a
los quince años, adoró al dios de ligues de una noche, persiguiendo implacablemente
la gratificación a corto plazo. Empezó como auto-protección contra el dolor del
rechazo, pero se convirtió en un hábito prolongado. Era diferente con Camila. Tan
diferente que tuvo que admitir que se metió prácticamente en un territorio
desconocido. Ella la despojó de sus defensas, una por una, dejándola vulnerable y
expuesta. Era desconcertante, pero al mismo tiempo no se sentía tan sola. Camila
rechazó el aislamiento como una solución para su sordera, y la llevó de vuelta al
mundo. Pero el problema permaneció, era un mundo lleno de personas oyentes,
donde la sordera era habitualmente el blanco de las bromas. Era desalentador,
sobre todo porque no tenía forma de explicarle lo que ella le pedía. Y, sin embargo,
la operación fue un paso más dentro de ese mundo. Era muy consciente de que el IC
era una pieza tecnológica que podría ayudar, pero era sólo una herramienta, todavía
estaría sorda. Se preguntó si Camila realmente entendía eso. Si era honesta consigo
misma, esperaba el momento en que estaría cansada de tener una novia con una
discapacidad. Cristo, el peso de esa maldita palabra. También sintió una
responsabilidad hacia ella, después de haber sido la primera con la que durmió.
Demonios, hasta donde sabía, era la primera chica con la que se besó. Pero a medida
que su confianza creció, el sexo simplemente siguió mejorando. Camila confiaba en
ella para que la ayudara a explorar más a fondo. Lauren deseaba más de eso. Sintió
su teléfono vibrar, alertándole de un texto entrante.

C: Estoy en la estación de autobuses. No puedo esperar a verte. Camz xx


Sonrió ante el mensaje. Quiso decir todo lo que había escrito en la carta, y eso la
asustó. La forma en que se sentía por ella... Depender de otras personas te hacía
débil. Chris demostró esto. Pero cuando bajó del autobús y vio su cara ansiosa con
una enorme sonrisa, sus dudas fueron empujadas hacia un lugar lejano y
encerradas bajo llave.

—Muñeca —dijo, dejando caer la mochila en el suelo y jalándola hacia ella.

Se inclinó para besarla y ella envolvió los brazos alrededor de su cuello. Sus labios
eran suaves y cálidos, su lengua caliente y deseosa. Se perdió en el beso, olvidando
que se hallaba parada en la explanada de una estación de autobuses de concreto.
Fue su polla que le recordó, ya que sus caderas automáticamente trataron de
frotarse en ella. La empujó suavemente hacia atrás y sintió una ligera resistencia.
Lauren dejó escapar un largo suspiro y alzó las cejas.

—Me gusta tu forma de pensar, muñeca, pero primero debemos salir de aquí. —Le
tocó la mejilla que lucía un poco rosada por su beso. Camila le dio una risa
avergonzada.

—¡Parece que no puedo comportarme correctamente cerca de ti!

—Siempre y cuando te comportes incorrectamente, no tendrás ninguna queja de mí


—susurró en su pelo. Camila suspiró feliz.

—Mamá y papá están en algo de la escuela, y David con sus amigos.

La ojiverde captó la indirecta.

—Conduce rápido, bebé, porque no creo que pueda esperar mucho más tiempo.

Se inclinó para recoger su mochila, y experimentó una breve oleada de vértigo que
le hizo tropezar.

—¡Lauren!
—No te asustes, cariño, estoy bien —dijo, poniéndose de pie, esta vez más despacio.

Camila se aseguró de que un brazo estuviera firmemente alrededor de su cintura,


mientras caminaban hacia el coche, y se sintió tranquila por su sólida presencia.
Les tomó media hora llegar a la casa. Lauren pasó la mayor parte del viaje con la
mano izquierda apoyada sobre su muslo. Era suficiente para hacer a Camila
agarrar el volante hasta que sus nudillos estuvieran blancos. Una parte de ella
nunca creyó que Lauren realmente llegaba. Ambas estuvieron aliviadas cuando el
viaje finalmente terminó. Camila apagó el motor, y la tensión crujía en el aire, las
chispas encenderían en cualquier momento. Giró su cabeza para mirarla, directo a
los ojos.

—Así que, todo el mundo está fuera.

—Sí.

—¿Cuánto tiempo?

—Un par de horas. Tal vez.

—Vamos.

Abrió la puerta y sin hablar, la llevó por las escaleras, agarrándola de la mano, a su
dormitorio.

Lauren dejó caer la mochila en la alfombra, y la besó con avidez. Ella empezó a
responder, sus manos metiéndose por debajo de su chaqueta de cuero.

—Laur...

—¿Qué es?

—La operación...

Se puso rígida.
—¿Qué sobre eso?

Se mordió el labio y tiró nerviosamente la manga de su abrigo.

—Puedo ver... ¿puedo ver tu cicatriz?

Lauren no se movió, pero tampoco la detuvo cuando suavemente le quitó el gorro.

—Oh —susurró, pasando los ojos sobre la línea de gasa y cinta que serpenteaba en
su cráneo.

La ojiverde alejó el rostro de ella. ¿Era este el momento en el que la realidad sería
demasiado? Pero en cambio, sus manos suaves jalaron su boca hacia la de ella y la
besó lentamente, tiernamente.

—Me gusta tu pelo corto, te sienta bien. Pareces un Marine o algo así.

Resopló, porque sí, los Marines reclutaban a muchas personas sordas.

—O algo así. No creo que permitan los piercings en la Marina. ¿Puedo llevarte a la
cama ahora?

—Empecé a tomar la píldora.

Su abrupto anuncio la detuvo.

—¿En serio?

—Sí.

—Está bien. —No estaba segura de qué quería que hiciera con ese fragmento de
información.

—Así que no tienes que hacerlo, ya sabes... no tienes que usar condón.

La miró fijamente y su rostro enrojeció.

—¡Pensé que era lo que querías! —espetó ella.


Parpadeó sorprendida, tanto por la ira en su rostro como por la palabras reales.

—No, no quise decir... muñeca, no intentaba... quiero decir, eso es genial. Sé que
estoy limpia porque me hago análisis regularmente, y tuve que hacerme uno de
sangre antes de la operación. Simplemente me sorprendiste. Nunca lo he hecho sin
protección.

—Oh, está bien. —Camila asintió. Levantó la vista hacia ella con valentía—. Quiero
que me hagas el amor, Laur.

Una vez más, sus palabras la hicieron detenerse y de repente se sintió insegura.
Conocía el sexo. Sabía follar. Sabía cómo hacer que una mujer se corriera con tanta
fuerza que viera las estrellas, la galaxia y toda la maldita Vía Láctea. Pero ¿hacer el
amor? ¿De eso se trataba esto? ¿Era por eso que era diferente con ella? Se lamió los
labios mientras ella levantaba una mano para tomar la suya, guiándole. Observó los
giros y balanceos de sus caderas mientras caminaba detrás de ella, y su polla lloró
de felicidad.

—Pon la silla contra la puerta —dijo Camila—. Sólo por si acaso.

Lauren levantó la silla del escritorio y la encajó debajo del picaporte, luego se quitó
las botas y los calcetines.

—Normalmente no llevas cinturón con tus pantalones —dijo ella de pronto.

Se encogió de hombros.

—Evita que se me caigan.

—No has estado comiendo, ¿verdad?

—¿Realmente quieres tener esta conversación ahora, muñeca? Porque sólo quiero
poner mi verga dentro de ti, donde ha estado jodidamente suplicando estar durante
la última media hora, y luego sentirte estrecharte alrededor de ella cuando te
vengas, gritando mi nombre.

—Oh.

—Sí.

Lauren se tumbó en la cama, sonriéndole.

—¿Quieres que nos besuqueemos?

Camila trepó a la cama hasta quedar a horcajadas sobre sus muslos. Se inclinó
hacia abajo y besó sus senos, tirando suavemente primero de uno de los anillos del
pezón y luego del otro. Respiró profundamente, sintiendo olas de deseo arder a
través de ella. Camila no tenía ni idea de lo jodidamente sexy que se veía haciendo
eso, tomando el control. Sus brazos yacían a los costados mientras ella continuaba
saboreando cada centímetro de piel desnuda que podía encontrar. Cuando le ahuecó
a través de los vaqueros, Lauren gimió. Deslizó la mano dentro y su boca se abrió de
par en par por la sorpresa.

—No llevas ropa interior.

Sonrió ampliamente.

—No salí por ahí para ir a la lavandería.

Las manos de ella se apretaron alrededor de Lauren y gimió con la propuesta de


gratificación.

—Mierda, eso se siente bien, muñeca.

Ella desabrochó su cinturón y abrió el botón de sus vaqueros antes de bajar de golpe
la cremallera.

Lauren gritó.
—Oh, perdón —jadeó.

—Mierda, Camz, me han herido lo suficiente esta semana. Ten cuidado con mi polla,
necesita algo de amor.

—Oh, pobre cosa pequeña. —Sonrió—. ¿Quieres que la bese para que se ponga
mejor?

La intención de Lauren de negar que su "cosa" fuera "pequeña" murió en su


garganta cuando ella liberó su polla de un tirón y empezó a colocar pequeños y
dulces besos. Chupó la punta dubitativamente, sus ojos serios mirándola. Le liberó
lo suficiente para preguntarle

—¿Esto está bien?

—Sip. —Se las arregló para toser cuando la coherencia abandonó su cuerpo.

Ella sonrió y volvió a lamer inexpertamente, succionando y en general haciendo


movimientos para conseguir las mejores reacciones. Era un poco como un
experimento de ciencias, pero con sonido envolvente pornográfico, mientras Lauren
gemía, gruñía y jadeaba. Cuando sintió sus bolas y estómago apretarse, la empujó
por los hombros.

—Camz...

—¿Sí? —dijo, desconcertada mientras él se removía debajo de ella.

—Voy a venirme, muñeca, si sigues haciendo eso.

Frunció el ceño.

—¿No es ese el objetivo?

Se las arregló para sonreír ante su confusa expresión mientras se apoyaba en los
codos para ver mejor su cara.
—Bueno, sí, pero entonces se acabará demasiado rápido. Voy a marcar el ritmo yo
misma.

—¿Eso es lo que haces, marcar el ritmo tú misma, conmigo?

Parecía ligeramente herida. Lauren intentó explicarse, mientras su polla la


maldecía.

—Depende. A veces sólo quiero follar, duro y rápido, ¿verdad?

Ella tragó saliva y sintió sus entrañas contraerse en respuesta.

—Pero a veces —continuó—, a veces quiero que dure, como ahora mismo. Quiero
tocarte, quiero saborearte, quiero ver tu rostro cuando te vengas, quiero que grites
porque no quieres que pare, porque tampoco quieres hacerlo. Quiero hacerlo bueno
para ti, nena, muy bueno.

Lauren bajó la vista a su polla, que parecía casi morada con la urgencia.

—Y luego voy a follarte duro y rápido. ¿Qué tal suena eso?

—Um, está bien.

La ojiverde le sonrió.

—Bien. Ven aquí.

Mientras ella se arrastraba de vuelta a la cama, Lauren volvió a meter su polla


infeliz y dolorosamente rígida en sus pantalones, luego desabotonó sin prisa los
botones de la camisa de Camila, uno a uno.

—Sé que es tonto —dijo ella en voz baja—, pero me siento un poco nerviosa. Ya
sabes, porque no hemos hecho esto durante un tiempo.

—Dímelo a mí. Tengo las malditas bolas azules, y tu himen probablemente ha


vuelto a crecer para ahora.
—¿Qué? —dijo Camila, pareciendo asustada.

Lauren se echó a reír.

—¡Es broma! ¡Por Dios!

—Lo sabía —murmuró.

La ojiverde abrió de un tirón su camisa y vio el brillante sujetador verde jade que
había ojeado cuando ella se emborrachó. La noche que la abofeteó y la echó de su
habitación. Se veía sensacional contra su piel morena. Camila podría incluso haber
gemido en voz alta: no lo sabía. Enterró la cara en sus senos mientras ella pasaba
los dedos por los músculos de sus bíceps, siguiendo las líneas de los remolinos de sus
tatuajes.

—He echado de menos esto. —Suspiró, incluso aunque Lauren no podía oírla.

Con una mano, desabrochó su sujetador y lo deslizó de sus pequeños hombros. Sus
pezones estaban ya parados con orgullo, pero usando su lengua y sus dientes, los
provocó hasta que fueron pequeños puños apretados.

—Mmm, fresa —dijo para sí mismoa

Camila se sonrojó, el calor viajando desde el centro de su cuerpo hasta el centímetro


más alejado.

Rodó sobre su espalda y Lauren le quitó los pantalones vaqueros. Ella se estremeció
ligeramente y la ojiverde levantó la vista.

—¿Estás bien?

—¡S... sí!

Sonriendo, bajó sus bragas hasta que terminaron enredadas alrededor de sus
tobillos. Introdujo un par de dedos en ella y observó con placer mientras ella
estiraba su cuerpo y se estremecía suavemente.
—¿Te has hecho venir sin mí, muñeca?

Murmuró algo, pero Lauren no pudo leerlo.

—Dilo otra vez, nena.

—Um, sí. Una vez —murmuró.

—Así se hace, Camz —dijo, intentando no reírse ante su expresión mortificada—


¿Se sintió bien?

—Estuvo bien. Es mejor cuando tú lo haces.

Lauren sonrió, no iba a discutir con eso.

—¿Te gusta cuando hago esto?

Camila jadeó.

—¿O esto?

Sus caderas se sacudieron separándose de la cama.

—¿O esto?

Ella gritó y se aferró a las sábanas con los dedos rígidos. Sonriendo para sí misma,
no pudo resistirse a chuparla. Maldita sea, sabía bien. Se preguntó si podría hacerla
venirse otra vez sólo con su lengua. Cinco minutos después, tenía su respuesta.
Camila era un desastre sudoroso, yacía sobre su espalda, completamente abierta y
expuesta, brillando por un segundo e impresionante orgasmo. A Lauren le puso feliz
que su chica estuviera satisfecha, pero la dureza dentro de sus pantalones le
causaba un serio dolor. Se quitó los pantalones a patadas, con una sensación de
alivio, y ella abrió un ojo.

—No me puedo mover —jadeó.


—No tienes que hacerlo, nena —dijo—. Yo haré todo el trabajo. ¡Simplemente...
disfruta el viaje! —Alcanzó su chaqueta y el paquete de condones antes de recordar
que le dijo que no eran necesarios. Dudó por un momento. Había hecho mucha
mierda con muchas mujeres, pero nunca lo hizo sin protección. Estaba más que feliz
de que Camila fuera la primera. El pensamiento le hizo sonreír. Suavemente, la
hizo rodar sobre su cadera derecha y se tumbó detrás de ella, de forma que
quedaron en posición de cuchara. Le separó las rodillas con la suya, pasando un
brazo por debajo de ella, atrayéndola estrechamente contra ella, luego frotó su
tirante punta contra ella, sintiendo su calor y humedad.

Empujó en su interior más rápido de lo que pretendía, pero ella no le detuvo.


Sintiendo su piel contra la suya, sus paredes satinadas estrechándose a su
alrededor, Lauren casi se vino en ese momento.

—Joder, eso se siente tan... muñeca...

De esa forma, tenía problemas para contenerse. Camila presionó su trasero contra
la ojiverde, y Lauren estuvo perdida. Entró en ella con fuerza y explotó en una ola
de calor, palpitando en su interior, vaciándose dentro de ella. Joder, eso fue intenso.
Casi se sentía avergonzada por haberse venido tan rápido; no le sucedía desde hace
mucho tiempo. Se echó hacia atrás y vio con satisfacción cómo su semen descendía
por la parte posterior de su muslo. Maldita sea si eso no era sexy. Camila se retorció
en sus brazos hasta que la miraba de frente.

—Hola —dijo tímidamente.

Lauren besó sus suaves labios.

—Eres tan jodidamente increíble, lo sabes, ¿verdad?

Se rio.

—Tú también. He echado de menos tener, un, orgasmos contigo.


—Tienes facilidad de palabra, muñeca.

Fingió un puchero y ella se rio.

—Extrañé todo esto —dijo ella, alzando una mano para acariciar su mejilla.

—Yo también —dijo en un suspiro, plantando un suave beso en la punta de su


nariz.

—¡Ugh! —Ella se sentó de repente.

—¿Qué pasa?

Los ojos de Lauren salieron disparados hacia la ventana. ¿Tal vez escuchó a sus
padres regresando?

—Yo... oh, Dios, ¡esto es tan vergonzoso!

Lauren la miró con ojos preocupados. Cuando Camila empezó a salir de la cama, la
detuvo poniéndole una mano en el brazo.

—¿Qué es, Camz? Me estás volviendo loca.

—Oh, Dios. Sólo... nada. Espera aquí.

—¡Camz!

—¡Oh, por amor de Dios, Lauren! Estoy goteando, ¿está bien? Volveré en un minuto.

Oyó la estruendosa risa de la ojiverde durante todo el camino hasta el baño.


Murmurando inaudiblemente, Camila se limpió. Nadie mencionó ese efecto
secundario de tomar la píldora. De repente deseó que hubieran usado condones. Se
sintió increíble no tener ninguna barrera entre ellas, pero incluso así, los condones
eran mucho menos desastrosos. Se preguntó si tenía tiempo para una ducha y
decidió que era una absoluta necesidad. Luego se le ocurrió una idea: tal vez podían
ducharse juntas. Dinah le dio una descripción demasiado vívida de cuando ella y
Mani hicieron exactamente eso en su baño privado de la casa de la fraternidad.
Pensó que sonaba bastante peligroso, con todos los resbalones y deslizamientos
alrededor de los azulejos, pero ahora que tenía la oportunidad, descubrió que quería
probarlo por sí misma. Se envolvió una toalla de baño bajo los brazos y llevó una de
sobra para Lauren.

Ya no estaba tumbada en la cama, sino inclinada por la ventana, dándole una muy
buena vista de su muy buen trasero. Esperaba que no estuviera fumando: su padre
tenía una nariz como la de un sabueso cuando se trataba de cosas así. Pero no
estaba fumando, y ahora que lo pensaba, no la vio fumarse un cigarrillo desde que
la recogió en la estación de autobuses. Pero antes de que tuviera la oportunidad de
preguntarle sobre ello, la ojiverde se dio la vuelta y saltó cuando la vio.

—¡Mierda, Camz! Casi me provocas un ataque al corazón, pensé que tus padres
regresaron temprano.

Ella sonrió con petulancia, contenta de que se equivocara, para variar. Sus ojos
viajaron por su cuerpo. Definitivamente perdió peso, pero por todo lo demás no
había nada que sugiriera que atravesó una cirugía invasiva; nada excepto la gasa en
el costado de su cabeza.

—Voy a ducharme. ¿Quieres unirte a mí?

Los ojos de Lauren se iluminaron, pero luego frunció el ceño.

—Sí, pero tengo que mantener esto seco —dijo, señalando su oreja.

—Está bien, seré amable contigo —dijo ella.

Lauren alzó las cejas, luego la persiguió hasta el baño.


Capítulo 21

Camila hizo una nota mental para poner sexo en la ducha en la cima de su lista de
cosas favoritas para hacer con —y a— Lauren. Si fue el vapor, sus hábiles manos
jabonosas, agua caliente y el sexo más ardiente, la combinación era el sueño de un
alquimista, creando un maravilloso momento dorado, fundido. Ella brillaba y
Lauren se veía muy satisfecha consigo misma. Por desgracia y tal vez
inevitablemente, su vendaje se empapó por completo. Camila se sorprendió
nuevamente cuando vio la larga cicatriz y la piel afeitada, aunque su cabello
empezaba a crecer de nuevo, creando un pelo suave y estupendo.

Ocultando lo que sentía al mirar la fea cicatriz, culpable por asociación, insistió en
que no podían correr el riesgo regresando a la cama. O David o sus padres estarían
en casa pronto.

—Cinco minutos más —rogó Lauren, presionando el cuerpo desnudo de ella contra
la puerta del dormitorio.

—¡No! —dijo con insistencia—. Ponte los malditos pantalones de nuevo. De todos
modos, necesitamos arreglar tu cabeza

—Muchas mujeres han tratado —dijo solemnemente.

—Clásico, ¡ja, ja! Ahora vístete.

No le tomó mucho tiempo a Lauren: un par de pantalones, su top deportivo y una


camiseta, y listo. A Camila le tomó un poco más y quería secarse el cabello, evitando
que cualquier persona preguntara por qué lo tenía mojado justo después de que su
novia llegara de visita. La ojiverde se recostó en la cama mirándola con una
pequeña sonrisa en su cara.

—¿Qué? —dijo, una vez que terminó. Se encogió de hombros. —Esto. Me gusta.

—¿Qué, mirarme secar mi cabello?

Lauren sonrió, aunque sus ojos parecían un poco tristes.

—Sí, pero no sólo eso. Todo: tú, yo, pasar el tiempo, en ninguna parte especial para
estar, sin presiones, ya sabes. Sin compañeras de habitación.

—Sé lo que quieres decir. Pero Dinah no es tan mala. Ustedes dos se llevan bien
ahora, ¿verdad?

—Sí, ella está bien, supongo. Sólo quería decir... ah, mierda. No sé de lo que estoy
hablando.

—¿Tal vez podríamos ir a tu casa a veces?

Negó con la cabeza.

—No, muñeca. Yo no haría eso. Además, voy a mudarme. Conseguiré una


habitación en alguna parte. He visto un par de lugares...

—Pero... ¿qué pasa con Chris? ¿No es tu casa, también?

—En realidad ya no funciona, las cosas se han vuelto algo intensas. Sólo tengo que
encontrar mi propio lugar. Oye, me olvidé de decirte, tengo un trabajo.

Camila puso cara larga.

—¿Qué pasa con la escuela? ¿Qué hay de tu carrera?

—Sólo haré quince o veinte horas a la semana, eso es todo. Significa que tendré que
trabajar los fines de semana, pero aún voy a ir a la escuela. Tendré que dejar una
clase, voy a intentarlo primero.
—¡Nunca te voy a ver!

Se puso de pie y envolvió los brazos alrededor de sus hombros.

—Vamos a resolverlo, si quieres.

—¡Por supuesto que quiero! ¿Por qué no habría de hacerlo? —Camila la besó
rápidamente—. Idiota.

Lauren le sonrió.

—No sé, Camz, vengo hasta aquí y abusas de mi cuerpo en el segundo que atravieso
la puerta y ahora, ¿estás insultándome?1

Camila le pellizco el trasero, haciéndola saltar.

—Acostúmbrate a ello, eres mía durante las fiestas.

Cinco minutos más tarde, los padres de Camila las encontraron sentadas
inocentemente a la mesa de la cocina mientras la castaña pegaba cinta a las piezas
de gasa en la cabeza de Lauren.

—Hola, Lauren —dijo Sinu calurosamente—. ¿Cómo estás, cariño? Oh, te ves mucho
mejor que la semana pasada. —Le dio un beso en la mejilla, haciéndole agachar la
cabeza y sonreír.

Se puso de pie para estrechar la mano con Alejandro, lo que le valió un reproche
enojado de Camila cuando sus dedos se deslizaron sobre la herida, causándole una
mueca de dolor.

—Quédate sentada —dijo, golpeando su espalda para lograr su objetivo.

—¡Camila! —siseó su madre.


—Bueno, no puede oírme, mamá, así que tengo que hacerlo —dijo, petulante—. Es
la única manera en que puedo hacerla poner atención. — Jaló el brazo de Lauren
para que la mirara—. Mi mamá piensa que estoy siendo demasiado dura contigo.

La ojiverde se echó a reír.

—Sí, eres muy escalofriante.

—Ves, mamá —dijo Camila—. Ella está bien.

—Bueno, aun así... ¿puedo ofrecerte una bebida, Lauren? ¿Un poco de té helado o un
café, tal vez?

Pero Alejandro ya había llegado al refrigerador y sacado una lata de cerveza de un


paquete de seis.

—¿O una de éstas?

—Sí, genial. Gracias, Sr. Cabello.

—También tomaré una cerveza, papá —dijo Camila.

—¡Ni hablar! —espetó su madre.

—¿Por qué no? ¡Lauren es sólo unos meses mayor que yo!

—¡Camila! —dijo su madre con un tono de advertencia.

Camila hizo un mohín y Lauren le guiñó un ojo.

—¡En serio, creo que te gusta Lauren más que yo!

Alejandro rodó los ojos. Se dedicaba a enseñarles a adolescentes hormonales.


También tenerlos en casa, eso le cansaba, por no decir algo peor.

—Voy a ver un poco de televisión —anunció a nadie en particular—. Hay una


película de Bruce Willis en un minuto.
Sinu negó con la cabeza.

—No sé qué planes tienen ustedes dos esta tarde, pero estoy agotada. Pueden pedir
una pizza si tienen hambre.

Lauren miró preocupada a Camila, que asentía alegremente.

—Um, Camz —dijo, en voz baja—. No tengo nada de dinero aquí. Yo, ah, mañana
tendré que ir al cajero automático para pagar por ello.

Sinu puso una mano en su hombro.

—Tonterías —dijo ella—. Estás aquí como nuestra invitada. No vamos a oír hablar
de ello.

David los interrumpió al caminar encorvado por la puerta trasera y cerrarla de


golpe.

—¡Hola, L! Vaya, qué cicatriz horrorosa. Eso es impresionante. En verdad debe


doler.

Camila empujó a su hermano, pero él la empujó de vuelta, haciéndola tropezar.

—¡Por amor de Dios! —gritó Sinu—. ¡Pueden al menos pretender que están
domesticados!1

—Lo siento, mamá —dijo David alegremente—. Ella empezó.

Lauren sólo captó parte de la conversación, pero adivinó el resto.


Capítulo 22

Lauren se despertó preguntándose por qué demonios tenía un elefante sentado en el


pecho. Se movió lentamente y bajó la sábana para mirar fijamente los grandes
hematomas púrpuras que manchaban sus costillas y cadera. Se tocó la cabeza e hizo
una pequeña mueca de dolor, pero no se sentía tan mal. Esperaba que el implante
no se hubiera dañado; nada tintineaba, hasta donde podía decir. El médico dijo que
estaba hecho de titanio, pero aun así debía tener cuidado. Recibir el puño de ese
desgraciado en su rostro probablemente estropeaba por completo el plan de "tener
cuidado". Balanceó las piernas fuera de la cama y esperó los usuales mareos y
náuseas, pero no hubo nada. Fue un alivio. Poniéndose sus vaqueros, rebuscó en su
mochila. Al instante se dio cuenta que usaba la última camisa limpia. Y maldita
sea, su gorro de lana se encontraba lleno de sangre seca. Hizo una mueca. Mejor
buscaba a Camila para que le mostrara cómo funcionaba su lavadora. Echó un
vistazo a su móvil, notando que eran más de las diez. Le sorprendió que nadie la
hubiera despertado. Mientras arrastraba los pies hacia el baño, Sinu caminaba en
dirección opuesta.

—¡Santo cielo! ¿Qué pasó?

Le sonrió.

—Una noche dura. —Y la dejó boquiabierta en el pasillo.

La ducha le ayudó a relajarse un montón, y pasó un rato dejando que el vapor


hiciera su trabajo en sus músculos adoloridos y moreteados. Se giró y disfrutó la
sensación del agua cayendo por su espalda, y perezosamente, se masturbó.
Paseándose a través de la cocina para ver si había algo que pareciese desayuno, se
dio cuenta de que dejar que Sinu viera su torso desnudo fue un error. David estaba
encorvado sobre un tazón de cereales, y sus padres se encontraban sentados con los
brazos cruzados.

—Lauren, toma asiento, por favor —dijo Alejandro en un modo total de profesor—.
Quiero saber qué ocurrió anoche. Sinu dice que estás gravemente herida. ¿Estuviste
en una pelea?

Lauren se recostó contra la puerta, ignorando el primer pedido, y rebosando


insolencia.

—Un malentendido. Está bien.

Alejandro se hinchó de fastidio.

—No dejaré que envuelvas a mi hija en... lo que sea que ocurrió.

El enfado de Lauren subió verdaderamente de nivel.

—No dejaría que nada le ocurriera a Camz.

—Evidentemente, algo ocurrió. Ahora escucha, eres una huésped en nuestra casa,
por lo que ten la cortesía de explicar... así no tengo que preocuparme por ella.

Si Alejandro no hubiera añadido esas últimas palabras, se habría dado vuelta y


largado. Tomó una respiración profunda, reconociendo que ambos tenían las
mejores intenciones para Camila.

—Fuimos atacadas por un tipo que Camz conocía de la secundaria y un par de sus
amigos. Otra persona terminó la pelea. Fin de la historia.

Alejandro la miró boquiabierto.

—¿Era alguien que Camila conocía? ¿Quién?


—Nunca se nos fue presentado —contestó evasivamente.

En ese momento, Camila entró en la cocina, luciendo tensa, claramente habiendo


escuchado la última parte de la declaración de la ojiverde. La sintió tocar su brazo y
le sonrió.

—¿Quién era, Camila? —rugió Alejandro.

Ella saltó un poco y Lauren frunció el ceño.

—Austin Mahone.

La cabeza de David se levantó de pronto y hubo un silencio repentino alrededor de


la mesa.

—¿El hijo de Edgar Mahone?

—Sí.

—¿Y él... decidió golpear a Lauren? ¿Sin ninguna razón?

Camila se mordió el labio y miró a su novia.

—Nosotras, um, nos topamos con él en la fiesta de Tina el Día de Acción de Gracias.

—¿Y...?

—Papá, sabes que Austin es un matón.

—Camila, quiero saber qué pasó. ¡Juego golf con Edgar Mahone cada semana, por el
amor de Dios!

—¿En serio? —dijo la ojiverde, luciendo furiosa—. Bueno, dígale que su hijo es un
cabrón boca sucia que obtuvo todo lo que se merecía, cuando le rompí la nariz.
Salió enfurecida de la habitación y estuvo fuera de la puerta principal y a mitad de
camino de la calle, antes de que Camila la alcanzara, ligeramente sin aliento.
Agarró su mano para que bajase la velocidad.

—Oye —dijo suavemente—. Oye, está bien. Ellos se preocupan.

La rabia de Lauren aún salía a oleadas a través de ella. Por un lado entendía la
reacción de Alejandro —el pendejo era hijo de su amigo, uno de sus viejos buenos
amigos—, pero por otro, le enfureció que siempre se asumiera que ella era la
culpable. Siempre la marginada. Era lo suficientemente honesta como para saber
que cargaba con mucho de eso, pero maldición, ¿era de extrañar que no fuera la
culpable?

Dejó de caminar lo suficiente para que Camila la apretara en un abrazo, mientras


se quedaba rígida, sus fosas nasales ensanchándose al respirar con fuerza. Sus
suaves manos sostuvieron su rostro, y bajó la vista a sus ojos. Camila besó sus
labios, y Lauren se relajó por un momento.

—Vamos. Volvamos. Papá no quiso que fuera así.

La ojiverde respiró hondo.

—Sólo... sólo dame un momento. Joder, me vendría bien fumar.

—Bueno, adelante. No me importa. Mucho.

Lauren le dio una sonrisa torcida.

—No me tientes.

—¿Por qué no?

—Porque lo abandoné, muñeca.

La miró con incredulidad.


—¿Cuándo hiciste eso?

—Después de Acción de Gracias, un par de semanas antes de la cirugía. No creí que


morir de deseos por un cigarrillo mientras me encontraba en el hospital sería la
mejor idea.

Se encogió de hombros, tratando de hacerlo sonar insignificante, debido a que ella


parecía disgustada de no haberlo notado durante todas esas semanas.

—Oh —dijo, bajito—. Eso explica por qué te encontrabas de tan mal humor. —
Levantó la vista hacia Lauren—. Y lo siento por haber sido toda una gruñona
anoche. Estoy en mi período —murmuró, avergonzada.

La ojiverde le dio una media sonrisa y levantó las cejas.

—Sip, lo sé.

El color rosa de las mejillas de Camila se intensificó.

—¿Cómo?

—Puedo contar el número de días en un mes, muñeca. Además, estabas siendo una
completa perra. Era algo obvio.

Lauren sonrió cuando ella golpeó su brazo, sin causarle daño.

—Sin embargo, es horriblemente inoportuno —dijo—. Tú estando aquí por las


vacaciones y que no seamos capaces de... ya sabes.

—No me molesta que estés en tu período. —Sonrió al ver la expresión de sorpresa


de Camila, y se encogió de hombros—. Siempre te desearé. —Nunca se preocupó por
mierdas como esas. Diablos, ¿no fue por eso que el sexo en la ducha fue inventado?

—Um, no lo creo —dijo, su cara colorada.

Te escucho, la señaló, y ella soltó una risa nerviosa.


—Zapatos de elefante —susurró Camila, lo que la hizo sonreír.

A Lauren le decepcionó, pero no le sorprendió, que hubiera vetado el sexo por el


resto de la semana. También imaginó que darle tiempo podría hacerla cambiar de
opinión. Al menos, eso esperaba. Jaló su mano otra vez.

—¿Estás lista para volver?

Lauren exhaló lentamente.

—Sí, supongo.

—¿Cómo están tus costillas hoy?

—Bien. —Las tuvo peor jugando fútbol.

Caminaron de vuelta, tomadas de la mano, y encontraron a David sentado en los


escalones de la entrada, esperándolas.

—¿Realmente rompiste la nariz de Mahone?

—Sí.

—¡Genial! Todo el mundo lo odia.

La sonrisa de Lauren se esfumó cuando Sinu apareció de repente.

—Por favor, no lo animes, Lauren —dijo severamente—. No toleramos la violencia


en esta casa, sea cual sea la razón.

La ojiverde se puso tensa de nuevo, y Camila fulminó con la mirada a su madre.

—A la cocina, por favor —replicó—. Vamos a aclarar esto ahora. Tu padre está
absolutamente de acuerdo en llamar a la policía después que describí el desastre
que era Lauren cuando la vi esta mañana. Pero como sabemos que hay más de esto
que no nos estás diciendo, creo que mi esposo merece saber la historia completa, ¿no
crees?
Lauren echaba chispas en silencio. Esto resultaría ser una jodida Nochebuena.
Tenía la opción de largarse, pero no quería poner a Camila en una posición de tener
que escoger... especialmente cuando no estaba segura de que la escogería a ella.

Siguió a Sinu hasta la cocina y se quedó mirando impasiblemente a un Alejandro


con la cara roja.

Sinu apuntó a un par de sillas y, de mala gana, se sentaron.

—Camila, por favor dinos exactamente qué ocurrió en la fiesta de Tina. ¿Qué llevó a
los... acontecimientos de la noche anterior?

Camila suspiró.

—Resumiendo, Austin fue irrespetuoso conmigo. Lauren le dijo que se callara. Él no


lo hizo, así que ella lo golpeó... y rompió su nariz.

—¿Qué te dijo? —dijo su madre con un grito ahogado.

Los ojos de Lauren se deslizaron a la madre de Camila, pero no respondió.

—¿Camila? —dijo su madre.

—Mamá, es realmente bochornoso. No quiero repetirlo.

—¡Estoy así de cerca de llamar a la policía! —rugió Alejandro—. ¡Nos dirás qué dijo!

—¡Bien! —gritó—. Dijo: "Quién sabría que podías ser tal pedazo caliente de culo".
Lauren le dijo que se callara, y luego... —Su voz temblaba—. Y luego él dijo: "Parece
que esa perra estirada finalmente le abrió las piernas a alguien". Fue cuando ella le
golpeó.

Lágrimas brillaban en sus ojos, y Lauren puso un brazo alrededor de ella, su rostro
severo. Sinu tenía una mano sobre su boca, sus ojos apretados, su expresión
horrorizada. Alejandro captó la expresión devastada de su esposa, la humillación de
Camila y el enfado y resentimiento aún presentes de Lauren. Se puso de pie
lentamente, todos volviendo los ojos a él. Tomando una respiración profunda, le
tendió una mano a Lauren.

—Gracias —dijo.

La ojiverde lo miró fijamente y luego asintió. Movió su silla hacia atrás para que así
pudiera levantarse y estrechar la mano sobre la mesa con el padre de Camila.

—Muy bien —dijo Sinu—. Bien.

Camila se comenzaba a sentir muy emocional, también.

—¡Creo que necesitamos beber algo después de eso! —dijo Sinu.

Lauren esperaba que le ofreciera una cerveza o, mejor aún, que Alejandro
descorchara la botella de Jack que no vio desde Acción de Gracias, pero en cambio,
Sinu puso la tetera. Lauren rechazó la bebida y salió a tomar un poco de aire y dejar
que se enfriara su temperamento hirviendo. Camila cogió para ella un té helado de
la nevera y salió al patio trasero con Lauren.1

La ojiverde se hundió con elegancia sobre el césped, sentándose con las piernas
cruzadas mientras sacaba un paquete de chicles. Hubiera preferido tener un
cigarrillo. Camila le dio un codazo y Lauren sonrió.

—Por cierto, ¿sabías que Shawn era gay? —dijo Camila, casi enojada—. Lo he
conocido por años y jamás supe. Lo conoces por treinta segundos y lo sabes de
inmediato. ¡No entiendo!

Lauren le dio una sonrisa divertida.

—Se fijaba en mi paquete en la cafetería.

Camila se atragantó con su té.

—¡¿Qué?! ¡Él me estaba abrazando! ¡Pensé que se fijaba en mí!


—Lo hacía, muñeca, pero probablemente pensando: "esa falda no va con esos
zapatos".

—¿Qué había de malo con mis zapatos?

Lauren rodó los ojos.

—Es un decir.

—Me gustan esos zapatos —murmuró para sí misma.

La ojiverde se relajó en el césped y dejó que sus párpados cayeran.

—Sé que estás mirándome, muñeca. —Sintió la mano de ella en su estómago y abrió
los ojos.

—Eres tan hermosa —dijo.

Parpadeó en sorpresa.

—Sí, tú también, cariño.

—No, lo digo en serio. Eres hermosa por dentro y por fuera.

Lauren frunció el ceño, sintiéndose profundamente incómoda.

—¿Qué hay programado para hoy? —dijo, desviándose rápidamente—.¿Podríamos ir


a algún lugar? No creo que pueda aguantar más tiempo de mamá y papá, aunque
tengo que hacer la colada.

Ella en broma jaló la cintura de los vaqueros de Lauren.

—¿Estás sin ropa interior de nuevo?

La ojiverde arqueó las cejas.

—¿Por qué no vamos a tu habitación para que lo descubras?

Camila se rio.
—¿Nunca paras?

—¿Quieres que lo haga?

—No, en realidad no.

Le sonrió.

—Está bien.

—De todos modos, ya puse a lavar tu ropa.

La miró, sorprendida y complacida.

—No esperaba que lo hicieras, pero gracias.

Sonrió tímidamente.

—Bueno, no te acostumbres. Sólo porque eres una invitada.

Lauren le guiñó un ojo.

—Podemos salir un par de horas por si necesitas hacer alguna compra o algo.
Intercambiamos los regalos en la mañana —vaciló—. No es que esté esperando...

La silenció con un beso, y ella no se dio cuenta cuando el té helado se derramó por el
césped. Pasaron el resto del día tomándoselo con calma, con largos tiempos para
cafés y paseos a solas. La ciudad se encontraba llena de gente haciendo las compras
de último minuto, pero Lauren sentía como si estuviera en una burbuja de felicidad,
que los encerraba sólo a ella y a Camila. Era un buen lugar para estar.

David, de buena gana, le prestó a Lauren un gorro de lana para que usara, y
entonces se dirigió directamente a casa de su amigo. Era claro que no podía esperar
a contarle a todo el mundo que a Austin Mahone le bajaron los humos.

Lauren seguía sorprendida de que Alejandro le hubiera estrechado la mano y dado


las gracias. Era algo así como un giro radical después de la forma en que el día
empezó. No sólo eso, apreciaba la paz y orden en casa de Camila. Sí, sus padres
podían ser un poco sofocantes, pero pensó otra vez sobre conseguir su propio lugar
donde ella y Camz pudiesen estar solas. Estaba determinada a encontrar algún
sitio, incluso si eso significara que estaría viviendo de sopa de fideos por los futuros
años. Tomó la decisión de regresar un par de días antes de Año Nuevo y comprobar
las cosas. No hablaron de cuánto tiempo iba a quedarse en lo de Camila durante las
vacaciones, pero tenía la sensación de que ella no iba a estar contenta si le decía que
se iría antes. Aun así, encontrar un lugar para ellas dos era una prioridad.

Fue una sensación de conmoción cuando se dio cuenta de que pensó en eso como un
lugar para "ellas dos". No esperaba que Camila se mudara, por supuesto. Pero
incluso mientras rechazaba la idea, otra parte de ella dijo que sí, que era
exactamente lo que deseaba. Evaluó la idea en su mente. No este año, por supuesto.
Ella tenía una habitación en el campus, pero ¿el año que viene, quizás? Tenía una
muy buena idea de lo que llegarían a pensar Sinu y Alejandro de eso, pero Camila
no siempre hacía lo que decían. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea de
las dos viviendo juntas, compartiendo sus mundos. Era emocionante y jodidamente
aterrador al mismo tiempo. ¿Camila querría? ¿Querría quedarse con ella? ¿Vivir con
una vándala? Tomó una profunda respiración, y la castaña la miró con curiosidad.

—¿Estás bien? ¿Te duelen las costillas?

Joder, no podía conseguir suficiente de la forma en que la miraba cuando pensaba


que estaba herida.

—No, estoy bien, muñeca. Únicamente pensando en lo linda que vas a estar en tu
regalo de Navidad.

Ella sonrió con alegría y se sonrojó en un hermoso tono rosado.

—¿Me has comprado algo para usar?

—Sí.
—Tenemos una tradición familiar donde nos sentamos alrededor del árbol en la
mañana y compartimos los regalos.

—Podría ser interesante —dijo, subiendo las cejas.

—¿Por qué? —dijo Camila, con suspicacia.

—Solo digamos que es algo que quiero que uses para mí. —Le guiñó un ojo.

—Oh.

—Sí.

Camila pensó por un momento.

—Creo que tal vez deberías dármelo antes de toda la cosa del árbol.

Lauren sonrió.

—Tengo la intención de hacerlo.

—Pero no tendremos sexo porque, ya sabes...

—¿Seguro que no puedo convencerte?

—¡Um, no! —dijo, arrugando la nariz—. ¡Eso es totalmente asqueroso!

La miró seriamente.

—Nada es asqueroso contigo, muñeca. Siempre te deseo.

Levantó la vista, indecisa.

—¿Lo haces?

—Siempre —susurró, y no quedó claro para ninguno de ellas lo que quería decir con
eso. Se miraron fijamente hasta que Lauren le dio un tierno beso en los labios, luego
se apartó con una sonrisa tranquila.
Regresaron justo cuando Sinu y Alejandro se iban para el servicio de los villancicos
nocturnos en la iglesia local.

—David está en casa —dijo Sinu, enviando un mensaje claro con luces intermitentes
de advertencia, adornada con esferas navideñas.

—Claro, mamá —dijo Camila, rodando los ojos. Lauren sonrió.

—Tengan una gran noche, Sinu, Sr. Cabello.

—Creo que puedes llamarme "Alejandro", hija —dijo el padre de Camila, sonriendo
ante la expresión atónita de Lauren.

—¡Guau! —dijo Camila, cuando la puerta se cerró detrás de sus padres—. ¡Deberías
golpear a Austin Mahone más a menudo!

—Dame la maldita oportunidad —gruñó Lauren, perdiendo al instante su buen


estado de ánimo—. Hijo de puta.

—¡Oye, es Navidad! Bondad para todos los hombres.

—No para ese bastardo. ¡De ninguna jodida manera!

—¿Si dejo que me beses, te pondrás de mejor humor?

Lauren arqueó las cejas.

—¿Si me dejas? ¿Estás diciendo que me detendrías si hiciera esto? —Y agarró sus
caderas, pasándole la lengua por el cuello y mordiéndole el lóbulo de la oreja.

—Podría dejar que hagas eso —acordó Camila, sin aliento.

—¡Oh, diablos! ¿Ustedes van a besuquearse toda la noche? Yo vivo aquí también —
dijo David, la miseria y el disgusto grabado en su rostro. Los ojos de Lauren giraron
hacia la pila de comida que David llevaba, y se iluminaron.

—Espera un momento, muñeca, estoy jodidamente hambrienta.


Fue la mejor Nochebuena que Lauren tuvo en dos años. Claro, mejor habría sido si
hubiera podido convencer a Camila de desnudarse, pero tenerla acurrucada en ella
mientras veían la televisión, eso era bastante bueno, también. Y la nevera crujía de
llena lo que hizo que sus ojos se sobresaltaran. Sin duda Camila cumplió la promesa
de que Sinu la alimentaría.

Luego hubo una larga sesión de besuqueo en el dormitorio de Camila, interrumpido


cuando sus padres regresaron de la iglesia. Lauren se dirigió a la habitación de
invitados y se detuvo cuando abrió la puerta. Toda su ropa fue secada y dejada
perfectamente doblada sobre la cama. Sinu debió hacerlo porque lo olvidó
completamente mientras permaneció afuera con Camila. Su pecho se sentía cálido
de una manera que era casi irreconocible. Tener a alguien que cuidara de ella de ese
modo... ya había pasado un tiempo desde eso.

Se sentó en la cama, mirando la ropa, y se frotó la frente con cansancio. También


era probablemente porque Muñeca no quiso follar, su cuerpo dolía por la paliza que
sufrió y su cabeza le palpitaba. Las últimas veinticuatro horas fueron intensas. Pero
veía algo en la forma en que la familia de Camila se reunía, era un poco cursi lo
protector que Sinu y Alejandro eran, pero Lauren podía ver que los fortalecía,
también. Y muñeca era tan fuerte. Cada vez que pensó que se alejaría, la dejaba
pasmada. Toda su familia la sorprendió. Sus reglas insignificantes eran irritantes y
la doble moral era ridícula, pero eran una familia y se cuidaban. Lauren sacó el
teléfono y envió un mensaje a Chris por primera vez desde que discutieron.

L: ¡Feliz Navidad, hijo de puta!


Tómalo con calma. L

Caminó al baño para lavarse los dientes y disfrutar de una larga orinada. Cuando
caminaba de vuelta a la habitación, miró el teléfono, pero no hubo respuesta.
Cualquier cosa que el jodido de Chris hubiera hecho —y el bastardo estúpido hizo
casi todo— era su familia. Si eso significaba algo.
Se quitó la ropa y se metió en la cama con cansancio, disfrutando de la sensación de
las sábanas limpias en su piel desnuda. Durmió inquieta, despertando a menudo
cuando rodó sobre la parte de su cuerpo que dolía, y soñando con Chris, parado solo
en un bosque hecho de torres de alta tensión. Sus ojos habían sido cosidos. Se
despertó con el corazón desbocado y Camila se hallaba de pie sobre ella mirándola
casi temerosa.

—¿Estás bien ? —jadeó.

—Mierda, lo siento. Una pesadilla. —Se frotó las manos sobre los ojos y luego se
sentó, reiniciando rápidamente su cerebro—. ¡Oye, Feliz Navidad! O tal vez esto es
un buen sueño, una mujer sexy trayéndome café a la cama en la mañana de
Navidad. Sí, tiene que ser un sueño, mi vida nunca es tan buena. Podría tener que
tocarte para ver si eres real.

Pasó una mano debajo de la camisa de dormir de Camila y ella casi derramó el café.

—¡Deja de hacer eso! —siseó.

—Sí, eres real. A muñeca le gusta gritarme. Como que me excita. — Levantó la
sábana y miró su erección mañanera—. Sí, definitivamente me excita.

—¡Eres tan mala! —resopló, mientras Lauren sonreía.

Ella se las arregló para poner el café abajo de forma segura antes de que la jalara
hacia ella para darle un beso de Navidad.

—¡No me he lavado los dientes! —gimió.

—Yo tampoco, bebé. —Y le chupó la piel en el cuello, justo debajo de la oreja.

Esta vez su gemido significaba algo diferente, pero sólo ella lo oyó. Se apartó de
Lauren, demasiado excitada para su propio bien.
—¡Deja de hacer eso! No debería estar aquí, ¿recuerdas? Y de todos modos, tus
moretones lucen horribles. ¿Duelen?

—Pensé que te gustaba cuando lucía ruda, Camz. —Se rio.

—Sabes, a veces eres como una niña.

—Te lo dije antes, muñeca. Soy toda una mujer.

Su arduo beso enfatizó el punto.

—Oye, tengo tu regalo.

Se dio la vuelta para alcanzar debajo de la cama —a sabiendas de que le daba un


vistazo de su culo desnudo— y sacó el regalo.

—Lo envolví yo misma —dijo con orgullo, mostrando el papel arrugado y el lazo
torcido como si viniera directo de Tiffany's.

Cogió el pequeño paquete y luchó con la cinta adhesiva hasta que el papel terminó
destrozado y Camila casi lloraba de frustración. Por último, sacó un trozo de
material plateado. Su rostro enrojeció al darse cuenta de que era la tanga más
pequeña que alguna vez vio, un triángulo diminuto al frente era la parte más
significativa del mismo. Vio más de cerca. Sí, lo vio correctamente, un pequeño
triángulo de tela plateada impreso con una imagen de muérdago.

—Úsalo para mí hoy —dijo con voz ronca—, y puedo besarte bajo el muérdago
cuando quieras.

La observó tragar y asentir sin decir palabra. Su cabeza giró cuando oyó que
llamaban a la puerta de Lauren. Metió la tanga en su puño mientras Sinu se
inclinaba en el interior.

—Le traía un café a Lauren —murmuró Camila, con el rostro todavía ardiente.

Lauren sospechaba que Sinu intentaba no reírse cuando asintió solemnemente.


—Ya veo. Feliz Navidad, Lauren. Desayuno en veinte minutos.

—Allí estaré —dijo alegremente.

Camila siguió a su madre fuera de la habitación.

—¡Feliz Navidad!

Lauren sonrió para sus adentros. Después de que se duchó y se liberó de la erección
mañanera que definitivamente no desapareció durante la visita de Camila en su
pequeña y bonita camisa de dormir, llamó a la puerta de David y asomó la cabeza.

—Hola, hombre. Feliz Navidad. —Arrojó un paquete en forma de revista en la cama


del chico—. No lo abras cuando tus padres estén alrededor.

Cerró la puerta, sonriendo al ver la expresión de asombro en el rostro de David. El


chico sin duda conseguiría algo de uso de la edición navideña de Swank. Pasó una
agradable media hora decidiendo qué regalarle a David para Navidad. En el último
momento, incluyó una copia de la revista Playboy, también. Se debía respetar los
clásicos.

Entró en la cocina y encontró a Sinu y Alejandro en un apretado abrazo.

—Feliz Navidad, gente —dijo en voz alta, sonriendo mientras se apartaron de un


salto.

Sinu parecía nerviosa, pero Alejandro simplemente le dijo que se sirviera la fruta
fresca y los cereales. No necesitaba que se lo pidieran dos veces. La comida en el
hogar Cabello era increíble —era increíble que ninguno de ellos fuera del tamaño de
un búfalo. En el momento en que terminó, ni Camila ni David habían hecho acto de
presencia. Esperaba que fuera porque ambos usaban individualmente la mayor
parte de sus regalos de Navidad. No, mejor sacar esa mierda de su cabeza, porque si
comenzaba a pensar en su muñeca en ese tanga, estaría caminando con tres patas.
En cambio, se ofreció a ayudar a Sinu a pelar unas patatas, pero después de que
casi se quitó varias capas de piel con el pelador — provocando una respuesta
extremadamente vocal que la hizo hacer una mueca de dolor— la puso a trabajar en
la tarea más simple y mucho menos peligrosa de poner la mesa.

El resto de los Cabello apareció una vez que casi todo el trabajo estuvo hecho.
Obviamente esquivaban cualquier trabajo que Sinu tuviera que ofrecer. A ella no le
importaba. Esta era su primera Navidad real, en dos años, y lo disfrutaba.

Jaló a Camila en un fuerte abrazo, sin importarle que su familia estuviera viendo.
Ella se retorció un poco, pero le devolvió el abrazo con rapidez, luego le lanzó una
mirada de advertencia.

—Vamos a abrir los regalos —dijo Sinu alegremente, y todos se fueron en tropel al
salón.

Lauren tenía dos regalos más para añadir a los pequeños montones bajo el árbol: un
libro de Lewis Grizzard para Alejandro, y un disco de Ray LaMontagne para Sinu.

Ella, en particular, se mostró efusiva con su agradecimiento.

—¡Oh, me encanta Ray! Me hace querer bailar alrededor de la cocina mientras hago
la cena. Gracias, Lauren, eso fue considerado. —Y le dio un fuerte abrazo y un beso,
mientras la ojiverde permanecía inmóvil, todavía digiriendo la novedad de que Sinu
bailaba.

Alejandro gruñó su agradecimiento, pero no obstante, parecía satisfecho. Sinu miró


a Camila.

—¿Qué te regaló Lauren, querida?

Lauren respondió por ella.

—Camz y David ya tuvieron los suyos.


Sabiamente, los Cabello mayores no pidieron más detalles. Camila tomó su mano y
la apretó suavemente.

—Me encanta mi regalo —susurró.

Le guiñó un ojo.

—¿Estás...?

Asintió, e inmediatamente se arrepintió de preguntar, y su polla rogó unirse a la


fiesta.

—Um, tengo esto para ti. No sé si te gustará.

Le entregó un paquete que tenía que ser un libro. Lo abrió y frunció el ceño, no
reconociendo el título o el autor.

—Es una autobiografía de Evelyn Glennie. Es un percusionista de clase mundial, y


es sorda, también —dijo Camila.

Lauren sintió que todos la miraban.

—Gracias, muñeca —dijo en voz baja mientras le besaba el pelo.

Alejandro y Sinu le dieron un paquete plano y lo abrió, llena de curiosidad.


Probablemente no era Swank. No pudo evitar que una amplia sonrisa se le escapara
cuando vio el título.

—¿En serio? ¿Una suscripción a American Iron? ¡Eso es impresionante! ¡Gracias!

Pasó a través de la revista de motocicletas con alegría. A David le dieron nuevos


juegos para su Xbox y Camila estaba encantada con un teléfono inteligente de alta
tecnología.

—¡Guau! ¡Gracias, mamá! ¡Gracias, papá!


El almuerzo fue algo diferente, un verdadero especial del sur con jamón de campo,
col rizada, broches, papas sazonadas con corvejones de jamón ahumado, pudín de
tomate, camote al horno y salsa de arándanos, seguido de pastel de calabaza y un
pastel de tres capas de color amarillo con un glaseado hecho de chocolate y rodajas
de naranja triturada. Lauren se llenó hasta el punto de estar comatosa, y Camila se
apoyaba contra ella en el sofá, gimiendo y sosteniendo su estómago.

—Comí demasiado —gimió, olvidando que la ojiverde no podía leer los labios desde
ese ángulo.

Pero ella reconoció su comportamiento general y le masajeó el vientre suavemente.


Pasaron el resto del día viendo televisión hasta que Sinu les recordó que cómo ella
cocinó, al resto les tocaba limpiar. Gruñendo, Camila lavaba mientras Lauren
secaba y David guardaba las cosas. La ojiverde se detuvo con el paño de cocina en
una mano cuando su teléfono vibró. Camila le dio un codazo y ella levantó la
mirada.

—¿Chris?

Negó con la cabeza.

—No. Una amiga.

—¿Quién?

—Keana. —Alzó las cejas, sabiendo que ella leyó todos los textos de Keana en su
teléfono celular.

Los labios de Camila se apretaron.

—¿Qué es lo que quiere?

La miró con incredulidad.

—Decirme Feliz Navidad. ¿Quieres verlo?


Realmente, de verdad quería ver el mensaje, pero no le daría la satisfacción de
hacerle saber eso.

—No. Está bien. Lo que sea —dijo con desdén.

Se sintió irritada, pero entendía. Compartió algo importante con Keana y dejó a
Camila en la oscuridad. Tenía que sentirse preocupada acerca de otra mujer. Joder,
si la situación hubiera sido inversa, querría arrancar la cabeza del tipo o tipa.

Se tragó su irritación.

—Muñeca, es una amiga, eso es todo. Puedes conocerla si quieres, ya lo verás. Es


más como una hermana.

—Pero te acostaste con ella —siseó Camila.

La paciencia de Lauren fue fracturándose rápido.

—Por el amor de Dios, eso fue cuando era una niña. ¡Mi polla no ha estado cerca de
ella en casi tres años!

Por el rabillo del ojo, vio que David salió de la cocina. No lo culpaba, sentía ganas de
hacer lo mismo.

—¿Vas a volver a verla?

—¡Bueno, sí!

—¡Bien, entonces! —espetó—. ¡Ve con ella! ¡A ver si me importa!

Lauren se rindió antes de que su temperamento se quebrara completamente, y salió


de la habitación. Se dirigió al piso superior y empezó a meter ropa en la mochila
antes de recordar que no sería capaz de tomar un autobús a casa hasta la mañana
siguiente. Frustrada, tomó su teléfono y envió un mensaje corto en respuesta a
Keana y otro a Chris. Todavía no sabía nada de su hermano, y le preocupaba.
Cuando la puerta se abrió, levantó la vista y vio a una Camila llorosa de pie.
—Lo siento —susurró.

Le dio una pequeña sonrisa.

—Sin daño, no hay falta.

Su mirada cayó a la mochila y le temblaban los labios.

—¿Te vas?

Asintió lentamente.

—Sí, debería regresar al taller de autos en la mañana.

—¿Estás enojada conmigo?

—Un poco —dijo, honestamente—, pero no es por eso que me voy. Tengo que
ponerme a trabajar para encontrar un lugar para vivir.

Parecía que no le creía.

—Lo siento mucho por haber sido una perra.

Se frotó la frente.

—Sí, lo fuiste, pero no te preocupes por eso.

—Es sólo que... le dijiste a Keana acerca de la cirugía y no me lo dijiste. Es que... —


No pudo terminar, temerosa de decir que pensaba que la estaba perdiendo.

—Oye, ven aquí.

Se sentó a su lado y envolvió un brazo alrededor de ella, sosteniéndola en silencio


hasta que ambas estuvieron en algún sitio cerca al lugar de paz que alcanzaron,
antes de su estallido celoso.

Ella se apartó con suavidad para poder mirarla.

—¿De verdad tienes que irte? ¿Quédate un día más? ¿Por favor?
Lauren negó con la cabeza.

—No, necesitas tener un poco de tiempo con tu familia y tengo cosas que hacer.

—¿Pero estaremos juntos en Año Nuevo?

—Claro, muñeca. ¿Dónde más podría querer estar?

Sonrió agradecida.

—¿Quieres venir aquí?

Hizo una mueca.

—Quizás. Veremos qué pasa.

Sus palabras hicieron poco para tranquilizarla. Se sentaron en los extremos


opuestos de la cama, hablando en voz baja, hasta que Sinu llamó a la puerta y dio a
entender que era el momento que Camila se dirigiera a su habitación. El estado de
ánimo de la mañana siguiente carecía del ambiente relajado del día anterior.
Camila parecía abatida mientras empujaba un poco de cereal alrededor de su plato,
y Lauren sintió su tensión. Sinu y Alejandro parecían sorprendidos de que se
marchara tan pronto, y David le disparó a su hermana miradas furiosas, culpándola
de que él y Lauren no hubieran tenido su día en la sala de videojuegos.

La ojiverde sentía contenta de que Camila no hubiera mencionado que buscaba un


apartamento, no necesitaba una inquisición sobre sus motivos. La llevó a la estación
de autobuses, y pasaron sus últimos minutos con los cuerpos apretados, poseídos de
una desesperada necesidad de tocarse que las sorprendió a ambas. Por último, la
salida del bus fue anunciada y Lauren se dirigió al asiento de atrás, su pecho
sintiéndose extrañamente oprimido cuando se despidió de Camila, que parecía muy
joven y muy pequeña cuando levantó una mano.
Cuando el autobús partió al tráfico de la ciudad, Camila dejó las lágrimas caer.
Tenía la certeza de que era su culpa que se hubiera ido tan pronto, y maldijo sus
hormonas por gritarle sin razón. Cuando pensó en la inutilidad de mirar el autobús
desapareciendo, se arrastró hasta el coche y le envió un texto.

C: Ya te extraño. No puedo esperar para el Año Nuevo. Camz xx

Pero la única respuesta que obtuvo fue un guiño sonriente.


Capítulo 23

Camila era miserable, pero había una persona que aparentaba estar teniendo una
peor Navidad. Shawn le envió un mensaje mientras conducía a casa, rogándole para
que se reunieran. Aparcó fuera de la misma cafetería en la que se encontraron dos
días antes más felices y menos complicados. Shawn ya esperaba, su rostro tenso.

—Gracias a Dios estás aquí —dijo, jalándola a un fuerte abrazo—. ¿Dónde está
Lauren?

Camila mordisqueó su labio.

—Tuvo que regresar.

Parecía sorprendido.

—¿Por qué?

—Bueno, dijo que era porque tenía que encontrar un lugar para vivir...

—¿Y tú no crees que eso era cierto?

Se encogió de hombros.

—Tuvimos una horrible y estúpida pelea, fue todo mi culpa. Fui una verdadera
perra. No la culparía si quisiera alejarse de mí.

Shawn apretó su mano.

—De ninguna manera. La chica está loca por ti.

Camila levantó la mirada esperanzada.


—¿Tú crees?

—Jesús —dijo Shawn—, ¿No se hablan la una a la otra?

—Oh, eso es gracioso, viniendo de ti ¡Sr. He sido homosexual por años y nunca le
dije a mi mejor amiga!

—Touché. —Shawn torció el gesto.

—Como sea, ¿Cómo te fue con tus padres?

—Oh, simplemente genial —dijo el chico, su voz pesada con sarcasmo—. Mamá se
puso a llorar y papá comenzó a orar. Y eso fue cuando les dije que dejaba la
universidad.

—¡Ay!

—Sí, y luego les dije que era gay. —Shawn tomó una respiración temblorosa—.
Mamá solo lloraba un poco más y papá no sabía que decir. Tuve que irme.

Puso las manos sobre las de él, muy consciente de que los problemas de Shawn eran
mucho más grandes que los suyos. Se veía miserable. Estaba poniendo una buena
fachada, pero podía sentir el dolor que intentaba ocultar con tanto esfuerzo.

—Sabes —dijo lentamente—, podrías transferirte a mi universidad, ¿no? Sólo


llevamos un semestre, podrías ponerte al día. Siempre hay lugar en clases de
educación general, hasta que decidas que hacer.

Podía ver que sus palabras le arrojaron un salvavidas.

—¿Lo crees? Demonios, ¡sí! ¿Tú y yo en la ciudad? Bueno, tú, yo y Lauren. Sería
asombroso.

La miró con agradecimiento.

—¿En serio? ¿Piensas que podría funcionar?


—¿Por qué no? Es una buena universidad. Tu mamá y tu papá estarán felices de
que todavía obtengas un título. Y no estarás solo, estarás conmigo. Y saben que soy
una buena chica.

Enfatizó las últimas dos palabras y finalmente se las arregló para conseguir una
pequeña sonrisa de Shawn. Le alegraba que uno de ellos estuviera sintiéndose más
optimista. Cuando fue a ordenar más café, comprobó el teléfono de nuevo, pero no
había nada de Lauren. Shawn le llamó la atención mientras caminaba de vuelta,
definitivamente lucía más ligero y relajado.

—¿Todavía nada de Lauren?

—Nada.

Se encogió de hombros.

—Espera hasta que esté cerca de casa, luego llámala... um... envíale un mensaje. —
La miró simpáticamente—. Es una chica bastante genial. Quiero decir, la manera
en que fue conmigo. Cuando la vi, pensé que era, tu sabes, tan lesbiana buch, que no
había forma en la que dejaría a un chico gay pasar el rato con ustedes sin burlarse
constantemente. Pero se encontraba totalmente bien con eso. Y hablo en serio, está
loca por ti.

Camila suspiró.

—Algunas veces lo creo, pero es tan difícil de entender. Nunca me dice nada. No lo
sé, como si pensara que me está protegiendo o algo.

—Tal vez lo está. Dijiste que su hogar no es el mejor.

—No tienes idea —dijo miserablemente.

—Cuéntamelo —dijo Shawn, con sentimiento.


Los amigos compartieron una mirada, y el chico tomó su mano sobre la mesa para
sostenerla.

—Lo harán funcionar.

Pero por la noche, todavía no tenía noticias de la ojiverde. Sus emociones habían
estado saltando de irritación a ira, de preocupación a duda, terminando con una
paranoia a escala real. ¿Tal vez el autobús chocó en la carretera? ¿Tal vez la linda
rubia que subió al autobús antes que ella, se encontraba actualmente disfrutando de
los considerables encantos de Lauren, quizás había encantado los pantalones fuera
de ella, literalmente?

Arrojó el teléfono a la mesa de noche y se fue a dormir, enojada y deprimida.

Por la mañana todavía no tenía noticias, y comenzó a preocuparse de verdad. Sinu


trató de tranquilizarla.

—Sabes, cariño, la mitad del tiempo tu padre olvida llevarse el celular y cuando lo
hace, casi nunca está cargando o encendido.

Sacudió la cabeza.

—Lauren siempre tiene su celular con ella, no es como si pudiera usar un teléfono
corriente, tiene que enviar mensajes.

Sinu frunció el ceño.

—David dijo que pelearon. ¿Tal vez solo necesita algo de espacio? — ¿Cuánto
espacio necesitaba? ¿Tanto que estaba rompiendo con ella?

Pero Shawn tenía una opinión diferente.

—Mira —dijo, al teléfono más tarde esa mañana—, ¿Por qué no vamos ahí y vemos
que sucede? Si estas tan preocupada, te llevaré allí. Dios sabe que necesito alejarme
de mis padres. Realmente aprecio que oren por mí, pero también están
enloqueciéndome un poco. Dios me hizo gay, solo tendrán que superarlo.

—¿Realmente me llevarías? Porque mamá nunca me dejaría tomar su auto e ir en


autobús es realmente molesto.

—Seguro, por qué no. Sin embargo necesitaremos quedarnos en algún lugar.

Mordisqueó la uña del pulgar, lo que quedaba de ella después de las últimas
veinticuatro horas.

—Podríamos quedarnos en mi dormitorio, sé cómo puedo colarte. Dinah no estará


ahí... ¿Qué piensas?

Rio.

—¿Una fiesta de pijamas? Oh Dios mío, ¡eso suena tan gay! Tengo que recuperar el
tiempo perdido. Sí, vamos a hacerlo.

Sinu y Alejandro se hallaban menos entusiasmados cuando les contó el plan.

—¡Por el amor de Dios, Camila! No puedes perseguir a Lauren de ese modo.

—No estoy persiguiéndola, mamá —mintió—. Sólo... estoy preocupada por ella. Y
Shawn quiere ver mi universidad.... Así que todo está bien.

Alejandro frunció el ceño, pero luego sorprendió a Sinu al estar de acuerdo con
Camila.

—No conseguiremos ninguna paz en esta casa con ella furiosa, y Shawn es un chico
estable y sensato.

Obviamente Alejandro no se había enterado de las noticias, pero no iba a discutir


con su papá cuando estaba de su lado.

—¡Gracias, papá! —canturreó, y corrió escaleras arriba para empacar las cosas.
Dos horas después se encontraban en carretera.

—Preparé una lista de reproducción con canciones para viajes de carretera —dijo
Shawn, complacido consigo mismo—. No creí que tendría la oportunidad de
utilizarla tan pronto.

Pronto los sonidos de Free de Ultra Nate flotaban en el coche, y Camila sintió a su
espíritu animarse, aunque muy ligeramente. Levantó las cejas.

—Recuerdo ésta.

Shawn sonrió ampliamente.

—Puedes llamarla mi himno.

Sonrió.

- ¡Viaaaje de carreeeetera! —Y presionó el acelerador.

Por la tarde conducían a través de los suburbios de Savannah.

—¿Te importa si vamos a la casa de Lauren primero? —preguntó ansiosamente.

—Por supuesto que no, Mila. Es por eso que estamos aquí. Además, quiero ver este
famoso antro de perdición.

—Eso no es gracioso Shawn, es su hogar.

Se avergonzó.

—Lo siento.

A medida que se acercaban a la calle de la casa de Lauren, se encontraba


espeluznantemente silencioso. En su primera visita, vió coches y motos cubriendo la
calle y personas esparcidas en la acera. Pero no había nada. Nadie.

Cuando vio la casa, su boca se abrió.


—Santa mierda —exhaló Shawn, su voz llena de asombro y temor. La puerta
delantera colgaba de las bisagras y difícilmente había un vidrio que no hubiera sido
destrozado. Botellas y latas de cerveza ensuciaban el patio delantero y una fogata
de algo que olía realmente mal todavía ardía a un lado de la casa. Quien sea que
haya hecho esto —y debió haber sido más de una persona— se había ido hace mucho
tiempo. Se sintió enferma y salió volando del coche.

—¡Espera! —siseó Shawn.

Él salió, cerrando el coche y sus dedos marcaron el nueve-uno-uno en el marcado


rápido.

Se sentía demasiado nerviosa para dejarlo entrar primero, y corrió escaleras arriba.

—Oye —llamó Shawn—. ¡Mira!

Caminando hacia ellos, como si cada paso estuviera pegado a la tierra por su propia
y única gravedad venía Lauren. Se veía cansada, sucia, pero se encontraba con vida
y en una pieza.

Camila corrió en su dirección, arrojándose a ella, envolviendo los brazos alrededor


de su cuello. Se mantuvo de pie quieta, luego lentamente dejó caer la cabeza en su
hombro. Ninguna de las dos habló. Shawn se reclinó contra el coche y las dejó tener
su momento. Lo que sea que le hubiera pasado a la ojiverde, claramente fue
demasiado. Después de un momento, aflojó su agarre y retrocedió, de modo que
pudo ver su rostro.

—¿Estás bien? ¿Qué sucedió? ¿Dónde has estado? ¡He estado volviéndome loca!

Sus ojos brillaban con cansancio y parecía confundida. Ella inmediatamente se


preocupó de que se hubiera lastimado la cabeza y giró su mejilla cuidadosamente
para inspeccionar la herida. No podía ver nada obvio, excepto que claramente
necesitaba una ducha caliente y algo de comida, probablemente una larga siesta,
también. La miró como si no hubiera entendido la pregunta, pero sus ojos se
movieron hasta la casa, algo del fuego que amaba ver estalló en sus ojos.

—¡Malditos adictos! —dijo, cansadamente.

—¡¿Qué?! —jadeó Camila, sus ojos encontrando el impactado rostro de Shawn—.


¿Los drogadictos hicieron esto?

Lauren asintió lentamente.

—Sí, después la policía arruinó todo el lugar. —Miro al edificio destrozado, y la ira
se extendió por su rostro—. Será mejor que eche un vistazo.

En todo caso, el interior se hallaba peor. Todos los muebles habían sido destrozados,
las alfombras rasgadas, incluso algunas de las tablas del suelo. Cada armario,
despensa y gabinete fue vaciado, el contenido descuidadamente desparramando
alrededor. En lo que quedaba de la cocina, el refrigerador estaba tendido de lado, un
envase de leche cortada vertido en el suelo. La puerta trasera se dejó abierta y
algunas hojas se colaron adentro. Al menos no había llovido. Cautelosamente,
Camila escogió una ruta escaleras arriba que evitaba algo de los peligros potenciales
de la alfombra destruida y las manchas sospechosas. La misma destrucción llegó al
segundo piso. En la habitación de Lauren, todos se detuvieron. La puerta fue
destruida por algo pesado, causando que el seguro se desintegrara. Su habitación
una vez ordenada había sido destruida, las sábanas arrancadas de la cama, el
colchón reducido a pedazos. Todos los libros tenían las portadas rasgadas y fueron
tirados al suelo. Empujaron la alfombra a un lado e incluso el pequeño desván
encima de la cama había sido quebrantado. Ropa fue sacada del armario, tirada en
el suelo y pisoteada.

—Parece que ha habido un motín aquí —susurró Shawn.


Camila no sabía qué decir. La policía hizo un trabajo muy minucioso revisando el
lugar, y luego fue destrozado por personas que buscaban algo, cualquier cosa para
vender para costear su próxima dosis.

—Vamos, salgamos de aquí —dijo Shawn—.Vamos a conseguir algo de comida y


volver a tu casa Mila, y luego decidiremos qué hacer. ¿De acuerdo?

Ella asintió. Cualquier plan que implicara alejarse rápidamente de allí sonaba bien
para ella.

—Espérenme afuera —dijo Lauren, en voz baja.

De vuelta en el aire fresco, sintió una relajación de la claustrofobia que la


estrangulaba dentro de la casa devastada, pero su cabeza empezaba a palpitar y
sentía náuseas.

Unos minutos más tarde, Lauren los siguió afuera. Cargaba una bolsa de plástico
algo de su ropa, pero muy poca.

—Se llevaron mi guitarra —dijo, con una voz vacía—. Y revisé la cochera, Sirona se
ha ido. Mierda. El lugar ha sido dejado completamente expuesto, todo se ha ido.

—¿Quién es Sirona? —susurró Shawn.

—Su Harley.

Lauren se agachó y cogió una botella medio llena de vodka que yacía a sus pies. Se
encontraba a punto de decirle que no tomara cuando metió algunas hojas de
periódico en el cuello y sacó el encendedor. Las llamas lamían el papel y la ojiverde
apuntó el misil hacia la casa.

—¡No! —gritó Camila, y tomó su brazo de modo que se desvió del objetivo y se
estrelló en la fogata, explotando sin causar daño. Shawn parecía conmocionado y
totalmente asombrado.
—¿Qué estás haciendo? —gritó Camila, tirando de Lauren para enfrentarla.

—Incendiando el agujero de mierda —respondió en un aburrido tono monótono.

—Creo que será mejor que la saquemos de aquí —dijo Shawn en voz baja.

Camila llevó a Lauren a la parte posterior del coche y la empujó dentro. Se deslizó a
su lado, sosteniéndole la mano, mirando ansiosamente su rostro. Ella se recostó en
el asiento y cerró los ojos. Manteniendo su voz baja en algún tipo de creencia atávica
de que eso calmaría su espíritu herido, le indicó a Shawn la dirección a los
dormitorios. Se detuvieron brevemente para recoger comida, pero Lauren no volvió
a hablar de nuevo. Una vez que llegaron, le dijo a Shawn que esperara en la salida
de incendios con la ojiverde, hasta que pudiera hacerlos entrar sin ser vistos.

Los dormitorios se encontraban silenciosos y parecían desérticos, pero de algún


lugar, música flotaba a través de los corredores vacíos —música alentadora y feliz—
la clase de música que escuchas cuando no tienes una sola preocupación en el
mundo. Camila trató de entender de dónde venía la música y cuales habitaciones
podrían estar ocupadas, pero por todas partes parecía estar vacío.

Abrió la salida de incendios y le hizo un gesto a Shawn para que entraran. Él tiró de
una Lauren parecida a un zombi.

Una vez en la habitación, la ojiverde se desplomó en la cama y el chico echó un


vistazo alrededor.

—Nada mal. Aunque podrían hacer un baño privado.

—Sí, los colocarán en los dormitorios de las chicas para el año que viene. Si no fuera
un requisito para los que son de fuera de la cuidad vivir en el campus el primer año,
creo que tendrían un montón de habitaciones vacías.

Miró a Lauren.
—¿Tienes hambre? —Camino hacia ella y palmeó su brazo—. ¿Tienes hambre?

Negó con la cabeza.

—Estoy cansada.

—Deberías dormir. ¿Quieres tomar un baño primero? Difícilmente hay alguien por
allí, podría esperar afuera, asegurándome de que nadie entre.

—Sí, supongo.

Camila inclinó la cabeza por la puerta y la llevó hacia las duchas de mujeres. Sus
ojos viajaron por su cuerpo mientras se desvestía y vio que sus moretones se
volvieron amarillos y comenzaban a desaparecer. Eso era algo. Pero se veía muy
cansada.

Su ducha fue breve, probablemente porque se habría dormido si se hubiera quedado


por más tiempo. Se secó ella misma con la toalla de Camila y se puso los vaqueros.
Hizo una mueca hacia la camisa mugrosa y camino de vuelta a la habitación solo en
top y con los pies desnudos. Shawn había avanzado con la comida, pero lo vio
tratando de no mirar cuando entraban. Camila le lanzó una mirada, y sus ojos
cayeron hacia los rollos primavera.

Lauren parecía ligeramente más despierta y aceptó un poco de la comida, pero sus
parpados se cerraban. Ella sabía que necesitaba dormir pero tenía que preguntarle.

—¿Qué sucedió?

Lauren suspiró y alejó la comida. Inmediatamente se sintió culpable.

—Regresé de tu casa. No tenía dinero para un taxi así que caminé desde el puente.
Acababa de abrir la puerta cuando los policías aparecieron. Fui arrestada y pasé dos
días en la cárcel antes de ser liberada bajo fianza.

Camila jadeó.
—¿Por qué fuiste arrestada? ¡Ni siquiera estuviste ahí!

Su cabeza cayó.

—Chris está acabado. Ni siquiera le darán libertad bajo fianza. Es un delito grave,
intento de distribución. —Su voz se encontraba vacía mientras recitaba los hechos—
. Podría tener un máximo de diez años.

Restregó su cabeza, cansadamente.

—¿Por qué no me llamaste?

Lauren sacudió la cabeza.

—Necesitaba mi llamada para el abogado. Pensé en pedirle que te diera un


mensaje...

—¿Pero...?

—No necesitas estar envuelta en más de mi mierda Camz.

Gimió con frustración. ¡Eso era tan propio de ella! Tratando de protegerla, la asustó
demasiado.

—¿Y qué hay de tu guitarra? —dijo en un tono tan calmado como pudo mostrar—.
¿Qué hay de Sirona? ¿Reportarás el robo?

—No tiene sentido. Estarán desaparecidas para entonces.

—Puedes reclamar el seguro —añadió Shawn amablemente.

Lauren solo lo observó, y las mejillas del chico se sonrojaron.

—¿Entonces eso es todo? —dijo Camila—. ¿Se llevaron todo?

—Sí, portátil, discos, maldición incluso la mayoría de mi ropa.

—¿Y qué hay de tu trabajo escolar?


Palmeó su bolsillo.

—Eso lo tengo respaldado en una memoria. Y mi música.

Shawn frunció el ceño pero no ofreció más consejos estúpidos.

—Muñeca, sé que tienes más preguntas, pero realmente necesito dormir ahora —
dijo, mirando con anhelo la cama de la castaña—. ¿Podemos hablar en la mañana?

—Por supuesto —dijo suavemente, moviendo las cajas de la comida, para que
pudiera recostarse.

Atrapó su mano y la tiró contra ella.

—Estoy tan malditamente feliz de que estés aquí —susurró—. Hace que duela
menos.

Lauren inclinó la cabeza contra su cintura y luego se puso de pie lentamente.


Dándole una pequeña sonrisa, se quitó los vaqueros, se deslizó entre las sabanas y
rodó sobre su costado.

Camila se inclinó para besarla, pero ya estaba dormida.

Shawn movió algo, siseando en un teatral susurro y ella levantó las cejas.

—No puede escucharte.

—Oh, Dios, lo lamento. Sigo olvidándolo. Jesús, todos mis problemas parecen
bastante patéticos.

—Sé lo que quieres decir.

—No tenía idea de que este asunto con su hermano fuera tan serio. Parece que será
encarcelado por mucho tiempo.

—Sí, eso creo. Tal vez es lo mejor.


—Al menos habló por ella.

Camila respondió con amargura.

—Era lo menos que podía hacer.

Shawn masticó lentamente.

—¿Qué hará ella ahora?

—No lo sé. Encontrar algún lugar para vivir. Tratar de ir a la escuela. Tiene un
trabajo planificado en un taller de autos. Espero que no se derrumbe por todo esto.
Es realmente inteligente. Me ayuda con matemáticas y todo.

Shawn se atraganto con su chow mein.

—¡¿Qué?! Traté de hacer eso por años y no conseguí llegar a ninguna parte. Debe
ser buena.

—Es genial —dijo, tristemente.

—Caliente, también —añadió Shawn.

Se rio un poco.

—Sí, caliente, también.

—Tú sabes, excepto por las ventanas, no sería demasiado difícil arreglar la casa
para hacerla lo suficiente habitable. Tu padre no es tan malo en esas cosas.
¿Piensas que ayudaría? Tenemos diez días.

Repentinamente se sintió energizada.

—¡Dios, podría darte un beso! —dijo, levantándose—. Estoy segura de que mamá y
papá querrían ayudar. David, también. —Entonces su rostro cayó—. Pero las
ventanas todavía son un problema. No hay manera de que Lauren sea capaz de
pagar por eso y no puedo pedirle a mis padres...
—Ya se nos ocurrirá algo. Mira, llama a tus viejos, diles que ella está bien y lo
consultaremos con la almohada. Bueno, vete a dormir con tu fabulosa, caliente y
desnuda novia y yo me meteré en esta pequeña y solitaria cama individual, y soñaré
con traseros apretados y bíceps lamibles.

—Oh mi Dios —dijo—, suenas igual que Dinah. Debe ser esa cama.

Llamó a sus padres y aunque se encontraban sorprendidos por lo que les contó,
prometieron estar allí para la hora del almuerzo al día siguiente. Por primera vez
en varios días, se permitió tener esperanza mientras se acurrucaba al lado de
Lauren, quien durmió por catorce horas, ininterrumpidamente. Había estado tan
quieta, que la movió para asegurarse que respiraba. Suspiró suavemente, lo cual la
tranquilizó.

—Probablemente no durmió mucho en la estación de policía —dijo Shawn—. Sé que


yo no lo hubiera querido. —Se estremeció.

—No, supongo que no. —Se mordió el labio por un momento, luego se levantó—. Voy
a lavar algo de ropa sucia para ella. No es que haya quedado mucha ropa.

—¿Qué decía sobre la guitarra? No entendí eso.

Camila suspiró.

—Era música. Como yo. Comenzó a perder la audición cuando tenía catorce años. Y
escribió la música más increíble. Canto cuatro de sus canciones en la banda. Es
horrible, lo que ha pasado.

—Gracias a Dios que te encontró —dijo el chico, demasiado bajo para que escuchara.

Se fue a lavar la ropa de Lauren mientras Shawn se quedaba en la habitación. Se


sorprendió cuando entró de nuevo, su cara furiosa.

—¿Qué pasa ahora?


—¡Encontré esto! —dijo, tirando un pedazo de papel sobre la cama de Dinah.

Shawn lo recogió.

—Huh, el número telefónico de una mujer. Mila, deben de darle este tipo de cosas
todo el tiempo.

—Pero, ¿Por qué lo conserva? —Estaba furiosa.

—Ha estado con bastantes problemas—dijo el chico, levantando las cejas—. Pero si
estás tan preocupada por eso puedes preguntarle cuando despierte.

Resopló pero no discutió. Pisoteó de nuevo fuera de la habitación y volvió cuarenta


minutos después con la ropa limpia de Lauren.

—Todavía no hay señales de vida —dijo Shawn, afablemente—. Pero pienso que
deberías despertarla para que podamos encontrarnos con tus viejos en su casa.

Acarició la mejilla de la ojiverde y vio revolotear sus parpados abiertos.

—Hola, muñeca —dijo, su voz ronca—. Soñaba contigo.

A su espalda, escuchó el suspiró teatral de Shawn.

—¿Bonito sueño?

—Jodidamente increíble —dijo con una sonrisa—. Si hubiera sido alguien más que
tú quien me despertara, habría estado cabreada.

Se sentó y se frotó los ojos.

—Ah, hola Shawn. Olvide que estabas aquí, hombre.

—Sucede mucho —replicó este, mordazmente y Lauren sonrió.

—Mejor ponte algo de ropa —le recordó Camila, y le lanzó vaqueros y camisa
limpios.
—Mierda, eres una mujer increíble —dijo Lauren con gratitud.

Shawn desvió los ojos mientras la ojiverde salió de la cama y se puso los vaqueros.

—Realmente vamos a tener que conseguir algo de ropa interior — comentó Camila.

—Aguafiestas —dijo Shawn para sí mismo.

—¿Queda algo de ese comida china? —preguntó Lauren mientras se estiraba,


poniéndose su camisa.

—Algo. O podríamos ir afuera por desayuno.

—Tomaré lo que sea que quedó —dijo, mirando la comida con hambre.

Comenzó a comer con ganas mientras ella le explicaba sobre sus padres viniendo a
ayudar. Se detuvo con los palillos a mitad del camino a su boca.

—¿Van a venir aquí?

—Por supuesto —dijo Camila—. Quieren ayudar.

—¿Por qué? — se encontraba genuinamente perpleja.

—¡Porque se preocupan por ti, tonta!

—Ah —dijo la ojiverde, todavía insegura—. Está bien, gracias.

—Um, hay algo más —dijo Camila, tocando la nota que encontró en los vaqueros de
Lauren—. ¿Qué es esto?

Frunció el ceño y luego su rostro se aclaró. —Ah, sí. Una chica que conocí en la
clínica de audición. Acababa de ponerse el CI. Quería intercambiar comentarios. —
Rodó los ojos.

Shawn giñó a Camila, una sonrisa de alivio en su rostro, y Lauren siguió comiendo.

—Nunca dijiste porque te arrestaron.


Shawn gimió audiblemente mientras Lauren suspiró, y dejó caer los palillos.

—Tenía casi un gramo de droga en mi habitación. Trataban de alegar que era


posesión con intención de distribución, pero mi abogado negoció reducirlo a uso
personal. Eso es un delito menor con encarcelamiento hasta por un año.

Miró a Camila y se encogió de hombros, lo cual disparó en ella tanto su ansiedad


como la irritación.

—¿Por qué tenías drogas? Quiero decir... Nunca te vi... no conmigo...

Le dio una pequeña sonrisa.

—Chris la trajo al hospital, una especie de regalo de "recupérate pronto y saca tu


trasero perezoso de aquí" La metí debajo de la cama y me olvidé de eso. —Se encogió
de hombros—. él le dijo lo mismo a los policías, por lo que mi abogado dijo que podía
salir.

Su tono casual presionó a Camila sobre el borde de su cuidadosamente arreglada


compostura.

—¿Qué demonios, Lauren? Se supone que debemos estar juntas, ¿y tú me ocultas


todo esto? ¡Chris te lo dio mientras te encontrabas en el hospital! ¡Eso fue hace dos
semanas! ¡Y nunca lo mencionaste! ¿Qué dice eso acerca de nuestra relación?

Salió de la habitación hecha una furia, cerrando la puerta de golpe detrás de ella.
Shawn volvió la mirada hacia Lauren, quién parecía igualmente furiosa.

—¡Estoy protegiéndola de toda esta mierda! —escupió.

—No quiere ser protegida, quiere ayudarte.

—No puede.

—Puede ayudarte si compartes cómo te estás sintiendo. ¡Jesús, Lauren!


—Toda la mierda que ha pasado es por causa mía. Ni siquiera sé por qué sigue aquí.

Shawn suspiró con exasperación.

—¡Porque te ama, idiota!

Los ojos de Lauren se abrieron ligeramente, y volvió a sentarse silenciosamente.

—Y creo que tú la amas.

Lauren asintió lentamente.

—Ella es todo.

—Entonces díselo. Jesús, ustedes dos... No sé cuál de las dos es peor. Maldita sea.
He estado fuera del closet precisamente por dos días y me tienes siendo un Dr. Phil
o Ricki Lake o algo parecido. ¡Dame un respiro! —Movió los hombros en un gesto
impaciente.

La ojiverde sonrió.

—¿Ricki Lake?

—¿Y? Mis abuelos son de Baltimore. Me gusta Hairspray. Solo has algo para
hacerla sentir especial, para que sepa que te importa. No tiene que ser algo caro...

—Joder gracias por eso, porque en caso de que no te hayas dado cuenta, estoy en
bancarrota —dijo amargamente. Pero al mismo tiempo, tuvo una idea. Tal vez.

—Mira, deberíamos irnos —dijo Shawn, mirando el reloj—. Te veré fuera, les daré a
ti y a Mila unos minutos para ustedes.

El chici abrió la puerta mientras Camila pisoteó dentro de nuevo, casi tirándolo
mientras pasaba junto a él.

—Buena suerte. —Respiró Shawn, aunque ni Lauren ni Camila podían oírlo.


La castaña rebotó por la habitación, recogiendo la chaqueta y el bolso, sintiendo que
quería golpear a Lauren en la cabeza con eso, en su lado bueno, por supuesto. Se
sentó pacientemente, esperando a que la mirara.

Finalmente, se dio la vuelta.

—¡Estoy muy enfadada contigo!

—Sí, recibí el mensaje —dijo secamente.

—¡Esto no es motivo de risa! —gritó.

—No me estoy riendo, muñeca —dijo, reteniendo una sonrisa—. Lo siento, está bien.

—¡No! No, definitivamente no está bien. ¡Nunca me cuentas nada! Tengo que
descubrir todo por accidente. Esa no es la base de una relación, Lauren.

Su pecho se apretó de manera inquietante.

—Camz, por favor. Lo intentaré, está bien. Solo... es... No he tenido a nadie para
contarle esta mierda en un tiempo.

Sus ojos avellana rogaron para que entendiera y no tuvo corazón para castigarla
más. Había dicho que iba a tratar. No podía pedirle más.

—Está bien, pero estamos en esto juntas. Solo dime. Si te afecta, me afecta.
¡Consigue que atraviese tu grueso cráneo! —Y le dio unos golpecitos en la cabeza.

—Estoy trabajando en ello, muñeca —dijo seriamente.

Ella se sentó en su rodilla y Lauren le acaricio el cuello. Se encontraba en sus


brazos, y no había otro lugar donde quisiera estar. Fueron interrumpidos por el
teléfono sonando y la voz airada de Shawn diciéndoles que dejaran de liarse y
salieran. A lo largo de todo el camino, el chico se quejó malhumoradamente por ser
la única persona que no recibía ninguna acción. Camila y Lauren lo ignoraron,
sentándose en el asiento de atrás, parecía que ella se había quedado dormida de
nuevo.

Llegaron justo cuando el carro de los Cabello daba la vuelta dentro del camino. Era
como una versión extrema de los programas de Hazlo tu Mismo en la televisión. Ese
primer día, quedó asombrada de lo mucho que consiguieron hacer. Alejandro llamó
para que trajeran un contenedor con cantidades industriales de pintura blanca,
brochas y rodillos. También hizo arreglos para que un vidriero viniera, y montara
vidrios nuevos en las siete ventanas. Y después le dio tareas a todo el mundo.
Lauren trabajó más duro y más tiempo y tomó menos descansos que nadie, animada
por ver su casa de la infancia resurgir de los escombros. Incluso se las arregló para
recuperar algunas de las fotografías de sus padres que no se encontraban
demasiado dañadas. A mitad de la tarde, dos hombres llegaron en una furgoneta
VW golpeada a comprar coca, pero Alejandro los despidió amenazando con llamar a
la policía.

—Eso pasará por un tiempo —dijo pensativo—, pero el mensaje pronto llegará
alrededor... siempre y cuando se mantenga así.

Le dio a Lauren una mirada dura.

—Se mantendrá —espetó la ojiverde—. No quiero esa mierda en ningún lugar cerca
de mí o... no lo quiero alrededor.

Alejandro asintió y volvió a trabajar. El cuarto día, después de que se hizo la


mayoría de la limpieza y las pequeñas reparaciones estructurales se encontraban
completadas, empezaron la pintura. David resultó tener un buen ojo para pintar
madera sin las líneas chorreando, por lo que fue puesto a cargo de los marcos de las
puertas y los alfeizares de las ventanas. Todos lo demás se hallaban manos a la obra
pintando las paredes y techos. Alejandro incluso rentó una lijadora, y le enseño a
Lauren como usarla en pisos de madera. Algunas de las habilidades de Pop con las
herramientas las heredó Alejandro. Lauren se sentía preocupada por lo mucho que
estaba costando todo. Pero Alejandro simplemente dijo que esperaba que alguien
hiciera lo mismo si eran sus niños los que necesitaban una mano amiga. Eso fue el
final de la discusión, al menos en lo que se refería a él. El mayor problema eran los
muebles. A Sinu y Camila se les dio la tarea de acechar las tiendas de segunda
mano para ver que podían encontrar.

—Nada taaann femenino, por favor, muñeca —suplicó Lauren, y Camila rio en voz
baja

—Te encantará lo que sea que consiga. —Y la besó rápidamente para que no
pudiera replicar.

Fueron verdaderamente exitosas, asegurando sofás, sillas, una mesa de cocina y dos
camas dobles con colchones decentes.

Cada noche, Shawn y Lauren se quedaban en la casa, acampando fuera y


bañándose con agua fría, hasta que el tanque de gas pudiera ser llenado. Camila
quiso quedarse, también, pero fue vencida en una votación por sus padres e incluso
por la ojiverde, que se encontraba preocupada por si alguno de los clientes de Chris
regresaba. Pero Alejandro parecía tener razón sobre el rumor esparciéndose, y nadie
los molestó de nuevo.

En la víspera de Año Nuevo, hubo más buenas noticias. Lauren fregaba el cuarto de
baño de la planta baja que no se había utilizado para nada más que el
almacenamiento de licor durante dos años, cuando su móvil vibró en el bolsillo. Al
leer el mensaje su rostro se iluminó, y su grito de alegría se escuchó en toda la casa.

Camila vino corriendo.

—¿Qué pasa?
—¡Encontraron a Sirona! Algunos idiotas trataron de vendérsela a Sal, el tipo de la
tienda de autos que me dio trabajo. La reconoció y le avisó al bastardo de ello. La
puedo recoger hoy.

Sinu la llevó a recoger a su amada Harley y la montó a casa, sonriendo de oreja a


oreja, usando un casco que Sal le dio, con otro escondido en las alforjas como un
repuesto para su chica. Shawn se inclinó para susurrar—: Tu novia se ve caliente en
cuero.

—Lo sé...—dijo Camila con suficiencia. Luego agrego — No se supone que eres gay?

Esa noche, celebraron el renacimiento de la casa, el regreso de Sirona, y la víspera


de Año Nuevo con comida mexicana, cerveza y grandes cantidades de helado.
Lauren y Shawn celebraron por tomar turnos en una ducha con agua caliente. La
casa todavía parecía un poco vacía, el mobiliario se encontraba en mal estado
aunque funcional, pero era una casa de nuevo. O tratando de serlo. David y Camila
peleaban por lo último del helado Rocky Road cuando Lauren se puso de pie,
moviéndose torpemente de un lado a otro.

—Sí, así que es la víspera de Año Nuevo y mañana, mierda, bueno, es un Año
Nuevo. Por lo que, um, quería, ya saben, agradecerles a todos lo que han hecho. Ha
sido como tener una familia, así es como se siente, para mí, quiero decir. Y Shawn,
hombre, viniste de paso y sé que has pasado tu propia mierda, así que si necesitas
un lugar para quedarte... ésta es tu casa. Está bien. Sinu, Alejandro, ustedes son
jodidamente impresionantes. Um, lo siento. Pero lo son. Tú, también, David.
Trabajaste duro, hombre. —Sus ojos se volvieron hacia Camila, que sostenía la
mano sobre su boca, sus ojos brillantes con lágrimas—. Muñeca... tú... yo... solo...
gracias. Quiero decir, gracias por todo. Joder, yo...

Camila de puso de pie y caminó hasta ella, mirándola a los ojos. —Lo sé.

Hubo un silencio, tan lleno de emoción que tuvo que ser roto.
—Salud por un nuevo comienzo —dijo Shawn levantando la cerveza.

—¡Así se habla! —agregó Sinu suavemente.

Camila llevó a Lauren hacia al sofá con ella y lo sostuvo hasta que su vergüenza
desapareció.

—Me encantó lo que dijiste —susurró.

—Soné como una jodido tonta —se quejó—. Lo tenía todo planeado, lo que quería
decir y entonces, ah, mierda.

—No, fue perfecto.

Levantó una ceja

—Perfecto, ¿Huh?

Camila la besó en la nariz

—Excepto por todas las maldiciones.

Le sonrió.

A la media noche, cantaron Auld Lang Syne, y la ojiverde envolvió los brazos
alrededor de la cintura de Camila, jalándola contra su pecho, sintiendo las
vibraciones de la canción hacer eco a través de su pequeña caja torácica. Las
palabras de Shawn regresaron a ella, Solo has algo para hacerla sentir especial,
para que sepa que te importa. Repentinamente, sabía lo que quería hacer. Varias
cosas cambiaron ese Año Nuevo. Después de una larga noche de hablar de ello con
Lauren, Shawn decidió transferirse a la misma universidad, y tenía esperanzas de
que sus padres apoyaran esa decisión.

Lauren le ofreció un lugar para vivir como un agradecimiento por todo lo que hizo.
Aceptó agradecidamente, pero insistió en pagar el alquiler, a lo que la ojiverde se
negó, hasta que Camila lo llevó a un lado y le dijo que no iba a apreciar que
trabajara veinte horas a la semana además de estudiar, cuando la contribución de
Shawn significaba que sólo tendría que trabajar ocho. Con el chico y su novia contra
ella, perdió la discusión. Al día siguiente, los Cabello fueron a casa, llenos de
promesas de volver pronto. David le recordó a Lauren que todavía tenían que
planear una cita a la sala de juegos. Shawn se fue, también, pero sólo para recoger
sus cosas antes de mudarse, listo para el nuevo semestre.

Lauren y Camila estuvieron solas por primera vez en más de una semana. Antes de
que Shawn y los Cabello estuvieran al final de la carretera, se quitaron la ropa el
uno al otro, y no habrían llegado al dormitorio, si Lauren no la hubiera recogido y
cargado. Camila era un charco caliente y sudoroso, su carne todavía temblaba de las
réplicas suaves después de un orgasmo muy necesario, cuando Lauren rodó sobre el
costado y pasó un dedo por su mejilla.

—¿Mejor?

—Sí —Suspiró ella—. Mucho mejor.

Sonrió.

—Bueno. —Entonces su sonrisa se desvaneció y se veía insegura.

No era una mirada que asociara con Lauren, le preocupaba.

—¿Qué pasa?

—Así que, um, tengo mi primera sesión de afinación el jueves.

—Está bien —dijo cautelosamente.

—Van a arreglarme el transmisor y procesador... —Tomó una respiración


profunda—. Me preguntaba... ¿Quieres venir conmigo? Quiero decir, no tienes que...
si es muy raro.

—Ah —dijo tragando con dificultad—. ¡Ah! Sí, por supuesto que iré contigo.
—¿En serio?

—¡Sí, Idiota!

—Está bien.

—¡Está bien!

La atrajo hacia su pecho y allí escuchaba el constante, latido de su fuerte corazón


silencioso.
Capítulo 24

Lauren se sentía nerviosa. Se preguntaba si había sido un error pedirle a Camila


que la acompañara a la clínica. Pero no había vuelta atrás ahora. Mientras estaba
renuente y arrastrando su culo cansado, ella parecía ansiosa y casi jodidamente
brincaba. Incluso algo de sexo muy caliente al despertar no la puso en mejor estado
de ánimo, y esa mierda estaba mal. El sexo matutino ponía a todos de buen humor,
¿no? Trató de ignorar el gran espíritu de Camila, pero cada vez que apartaba la
mirada, tiraba de su brazo para hacerla ver a cachorros o globos, o quién sabe qué
jodida mierda feliz. Y realmente quería un cigarrillo.

Pasaron junto a un tipo que sacaba un cigarrillo de un paquete nuevo y Lauren


pensó seriamente en asaltarlo por su Marlboro, una marca que odiaba. Se detuvo
bruscamente frente a la entrada del hospital y Camila casi se estrelló contra ella.

—Sólo... dame un minuto, muñeca. —Exhaló, tratando de calmar su respiración.

Camila se acercó y sostuvo su cara, apretando sus mejillas con dedos gentiles.

—Todo va a estar bien —dijo, colocando un suave beso en sus labios—. Va estar
bien.

Lauren le dio un asentimiento forzado, respiró hondo y abrió la puerta. Camila


atravesó la puerta y luego se volvió para mirarla. Le tendió la mano y la tomó,
agradecida por el contacto. Se fue a registrar en la recepción y las enviaron a la sala
de espera. Odiaba las salas de espera. Odiaba esperar y punto. Habían estado
sentadas durante menos de un minuto y su pierna saltaba arriba y abajo con tanta
fuerza que podía sentir las vibraciones en sus dientes.

Camila apoyó la mano en su rodilla, calmándola.


—Va a estar bien —dijo de nuevo, repitiendo las palabras como si fueran un
talismán contra todo mal.

No se sentía jodidamente bien. Se sentía mal del estómago. ¿Qué si después de toda
esta mierda no funcionaba? Había leído las estadísticas que se encontraban en todos
los blogs en línea y cuentas que fue capaz de encontrar. Sabía que los implantes no
funcionaban bien para todo el mundo, una minoría tal vez, pero por la forma en que
su maldita suerte iba, estaría en esa minoría.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en las rodillas y dejó que su
cabeza colgara hacia abajo.

Por favor, deja que esto jodidamente funcione.

Camila golpeó su brazo con suavidad y levantó la mirada. Una mujer se encontraba
de pie frente a ella sonriendo. Ah, sí, ¿cómo se llamaba?

—Samantha. ¿Cómo estás?

S: Bien, gracias. ¿Tú?

L: Muy bien.

S: Esperaba que te pusieras en contacto.

L: He estado ocupada

S: ¡Ya lo veo! ¿Esta es tu novia?

L: Sí. C-A-M-I-L-A.

—Camz, esta es Samanta. Ella tiene el CI, también.

—Ah, hola —dijo, mirando a Samantha rápidamente, luego se acordó de hacer la


señal correcta.

S: ¿Es la música?
L: Sí.

S: ¿Estás aquí para la sesión de afinación?

—Sí, la primera.

S: Te ves un poco nerviosa. Es por lo que vine. Pero valdrá la pena. Te lo prometo.

—Sí, eso espero.

El nombre de Lauren parpadeó en la pantalla.

—Esa soy yo.

K: Cuídate. Adiós.

S: Adiós.

Camila se despidió torpemente, sonriendo nerviosamente a la atractiva mujer


mayor.

—¿Qué te dijo?

Lauren se encontraba claramente distraída, pero sus pensamientos no estaban


yendo en dirección a Samantha.

—¿Qué? Oh, sí, dijo que esto valdría la pena.

Su boca se apretó en una línea dura. Camila sostuvo su mano al entrar en la sala de
consulta con ella. El Dr. Palmer se encontraba allí, lo que las tranquilizó a los dos.

—Hola, doc —gruñó Lauren, con la garganta inexplicablemente seca—. Um, Camz,
este es el doctor Palmer. Doc, esta es mi novia, Camila Cabello.

—Señorita Cabello, un placer verte de nuevo.

Lauren frunció el ceño. ¿De nuevo?

—Hola —dijo tímidamente Camila, estrechándole la mano.


—Y esta es mi colega la doctora Devallis, es tú audióloga y se encargará de
supervisarte hoy. Sólo quería comprobar que no habías tenido ningún problema con
el implante.

—Sí, está bien —dijo la ojiverde—. Puedo sentirlo cuando trago, lo que es un poco
extraño.

—Se metió en una pelea —dijo Camila, de repente.

Lauren le dio una mirada molesta y parecía un poco desconcertada.

—¿Una pelea? —repitió el doctor Palmer, con los ojos parpadeando entre las dos—.
¿Hubo algún daño en la cabeza?

—No —dijo Lauren.

—Sí —dijo Camila.

—¡Por el amor de Dios! —gruñó la ojiverde, increíblemente irritada—. El imbécil me


golpeó en las costillas, ¡Mi cabeza está muy bien!

—Te golpeó en el lado izquierdo de la cabeza y uno de los puntos de sutura se abrió
—dijo Camila en un tono desafiante, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Bueno, le echaré un vistazo rápido —dijo el doctor Palmer—. ¿Cuándo sucedió


esto?

—La víspera de Nochebuena —dijo Camila en voz baja.

Lauren se quitó el gorro y lo metió en el bolsillo. El doctor probó la herida pero ella
no movió ni un músculo.

—Bueno, parece estar bien —dijo el doctor Palmer finalmente—. Pero realmente no
puedo recomendarte que te metas en peleas.

—Créame, doctor — le dijo secamente—, no es mi idea de diversión.


—Hmm, bueno. Trata de proteger tu cabeza. ¿Sigues montando tu motocicleta?

—¡Diablos, sí!

El médico suspiró.

—¿Qué con el fútbol?

Lauren frunció el ceño.

—¿Qué sobre eso?

—Ah... —El doctor Palmer miró sus notas—, pensé que jugabas futbol, mariscal de
campo, ¿no es así?

—Jugaba, doc, jugaba.

El doctor Palmer se encontró con la mirada de Lauren.

—¿Ya no juegas?

La ojiverde se removió incómoda en su silla mientras todos la miraban. Sintió los


dedos pequeños de Camila en su mano.

—Jugaba en la escuela secundaria, una escuela especial. No traté de entrar en el


equipo universitario.

—Señorita Jauregui, tenemos leyes contra la discriminación en estos días—dijo el


doctor pacientemente—. Además, hay algunos excelentes cascos que protegerían tu
implante, y...

Lauren lo interrumpió, irritada.

—Sé todo eso, doc. Deme un maldito descanso.

Camila le dio un manotazo en el brazo.

—Lo siento —murmuró Lauren.


—Bien —dijo la doctora Devallis, alzando las cejas—, voy a hablar contigo acerca de
las piezas externas del dispositivo que necesitarás. Se han encargado de un día para
otro, por lo que están listas.

—Te dejaré con eso —dijo el doctor Palmer, estrechando la mano de las dos—.
Vayan a mi oficina si tienen algún problema.

—Sí, gracias, doc.

El doctor Palmer salió de la habitación y la audióloga les sonrió. Abrió la caja


cuadrada que se encontraba sobre la mesa delante de ella. Dentro había una pieza
redonda de plástico del tamaño y forma de una moneda, unido por un cable de cinco
pulgadas de algo que podría ser confundido con un interesante, nuevo iPod, tal vez.

—Bueno, primero lo primero.

Hablaba despacio y con claridad, mostrándole a Camila así como a Lauren.

—Aquí es donde la célula de energía va. Es una batería recargable, la mayoría de


las personas la cargan mientras están durmiendo. Esta parte de aquí —Golpeó el
cuerpo de plástico—, es el procesador y justo encima de él está la bobina telefónica.
La parte del gancho aquí, se llama gancho auxiliar micrófono. El micrófono
principal está aquí, en la parte superior. Ahora esas son las partes que realmente
necesitas conocer. Esta es la luz de estado LED, y justo debajo está el control de
volumen.

—¿Qué es este interruptor? —dijo Camila.

—Es el interruptor de programas. Se utiliza para cambiar entre diferentes entornos,


para uso general, cuando es muy ruidoso, y así sucesivamente. Y esta pieza contiene
el transmisor y el imán.

Lauren miró la cara de Camila. Parecía completamente absorta en lo que les decían.
—¿Lista para probarlo? —dijo la doctora Devallis.

Tragó saliva y asintió.

La doctora colocó la unidad detrás de su oreja izquierda y colocó el imán al lado de


su cabeza. Camila quedó fascinada al ver que se quedaba en el lugar.

—Un segundo imán se colocó bajo la piel durante la cirugía —explicó la doctora
Devallis.

—Oh, claro. Por supuesto —tartamudeó

Los ojos de Lauren se movieron hacia ella.

—Está bien, aquí vamos.

La doctora se volvió hacia la pantalla de su ordenador y luego miró de nuevo a la


ojiverde.

—Estimularemos cada electrodo a lo largo de la matriz, uno a la vez. De esta


manera podemos encontrar el nivel más bajo de la corriente necesaria para que
puedas apenas oír un sonido, lo que es el umbral de sonido. Luego, encontraremos el
nivel superior de la estimulación mediante el aumento de la corriente para
encontrar un nivel que es cómodamente alto. Entonces es un caso de equilibrar el
nivel de corriente a través de todos los electrodos. Escucharás una serie de pitidos
ahora.

Presionó algunas teclas en su ordenador.

—¡Mierda! —dijo Lauren, con su mano volando automáticamente hasta su oreja, sus
ojos verdes, muy abiertos.

—Lo estás haciendo bien —dijo la doctora, con dulzura.


Lauren miró a Camila y la vio limpiarse las lágrimas. Le dio un pulgar hacia arriba
y una gran sonrisa esperanzada. La doctora pulsó otra tecla y Lauren parpadeó. Era
la sensación más extraña. No sonaba como lo recordaba, pero era sonido.

—Esto tomará un poco de tiempo para funcionar bien —dijo la doctora—. Solo ven
con nosotros. Tu rehabilitación auditiva no será instantánea, como estoy segura de
que estás cansada que la gente te diga. Bien, estoy mapeando el proceso para ti.
Imagina un órgano eléctrico: cada electrodo tocará una "nota" en particular. Habrá
un montón de ajustes involucrados.

La doctora Devallis pasó los siguientes cuarenta minutos probando diferentes


niveles de sonido. Por último, deliberadamente se giró lejos de Lauren.

—¿Puedes oír lo que digo?

Esperó y la ojiverde frunció el ceño. Luego se volvió hacia ella y repitió las palabras.

—¿Puedes oír lo que digo?

Lauren la miró.

—Um, hay algo. Es como... mierda, no sé... patos graznando, ¿tal vez?

La doctora asintió y sonrió.

—Bien, nos vamos acercando. —Hizo algunos ajustes más—. El sonido te parecerá
extraño hasta que te acostumbres a él. La mayoría de las personas lo describen
como "mecánico" o "sintético" Pero no te preocupes, la percepción cambiará con el
tiempo. Bien, vamos a tratar de ampliar la gama.

Lauren miró a Camila, que parecía estar conteniendo la respiración.

—¡Respira, muñeca! No quiero que te desmayes incluso si estamos en un hospital.


Rodó los ojos pero la vio tomar una respiración profunda. Tenerla allí era inmenso.
Habría huido rápidamente para ese momento como una gran miedosa, si ella no
hubiera estado allí.

La doctora Devallis sonrió.

—¿Cómo suena esto? —Y apretó algunas teclas más en su ordenador.

Se concentró.

—Es una especie de... ahogado... como que estoy bajo el agua o algo así.

—Está bien, eso es bueno. Lo estás haciendo bien. A medida que el cerebro se
adapte y aprenda una imagen de sonido completa, comenzará a sonar más natural.
Será agotador al principio, pero se hará más fácil.

Por otra hora, puso a prueba una gama de sonidos hasta que Lauren parecía
agotada. Camila tuvo que impedirle que se frotara la cabeza.

—Lo has hecho muy bien para un primer día —dijo la doctora Devallis, por fin—.
Tienes una cita programada para mañana por la tarde, haremos un poco más de
trabajo entonces. ¿De acuerdo?

Asintió con cansancio.

—Quiero que practiques usando el procesador y transmisor durante una hora esta
noche. No intentes demasiado, sin televisión o radio, solo hablando, ¿de acuerdo?

Asintió de nuevo, sintiendo como si quisiera arrancarse la maldita cosa de su


cabeza. Su cuero cabelludo se sentía en carne viva donde se conectaba con el
transmisor y le dolía la cabeza. No podía salir del hospital lo suficientemente
rápido. Sintió a Camila tirando de su manga.

—¿Laur?

—Sólo necesito... vamos a salir de aquí, mierda, Camz. Yo sólo...


Sus dedos se cerraron alrededor de su mano y caminaron de vuelta a Sirona sin
hablar. Lauren le pasó su casco y se puso el suyo por su cuenta. Trataba de procesar
todos los sentimientos y necesitaba silencio. La maldita ironía.

La mañana se sintió irreal. No podía explicar la sensación mientras estimulaba el


implante, el sonido no encajaba con ninguno de sus recuerdos. Sabía que era
demasiado pronto para estar decepcionada, pero la sensación abrumadora estaba
allí de todos modos. No podía pasar de la idea de que tenía un trozo de metal en la
cabeza. Casi había sido capaz de ignorar eso después de la operación, pero sentirlo
funcionar, la asustó. Y la forma en que se sentía tener el transmisor pegado a la
cabeza. Un escalofrío la recorrió.

Instintivamente, sabía que necesitaba algo familiar y se dirigió por la cena,


conduciendo más rápido de lo legalmente permitido. Las manos de Camila se
apretaron alrededor de su cintura y no sabía si era de miedo, pero desaceleró
fraccionalmente. Acababa de quitarse el casco cuando su estómago se hundió hasta
sus botas. Maldita suerte que ella estuviera aquí. ¿Cuáles eran las posibilidades?
Lauren sintió a Camila entrelazar sus dedos a través de los suyos.

—¿Estás bien? —dijo, explorando ansiosamente su rostro.

—Creo que deberíamos ir a otro lugar.

—¿Por qué?

Hizo una mueca.

—Keana está aquí. Ese es su coche.

—¿Por qué no quieres que nos conozcamos? —dijo, tensa—. Dijiste que querías
presentarnos.

Su expresión era desafiante e inmediatamente sintió su cabello erizarse.


—Porque no puedo tener más maldito drama en este momento, Camz y te ves como
si quisieras empezar a jalar su cabello.

Camila resopló. No era del tipo violento, sin embargo...

—Te prometo que me comportaré bien con tu ex novia —dijo, dibujando una cruz
sobre su corazón. Entonces se sintió culpable al ver cuán estresada se encontraba—.
Oye, ¡no te preocupes! Honestamente, no empezaré nada.

La ojiverde cerró los ojos y sacudió la cabeza lentamente. Camila se puso de


puntillas y le dio un beso. —Honestamente.

Le dedicó una sonrisa forzada y se aseguró de que su gorro estuviera firmemente en


su lugar. Caminaron hasta la cafetería juntas y Lauren le abrió la puerta. Keana ya
las había visto y se encontraba sentada con los brazos cruzados y en silencio, lo que
nunca era una buena combinación en la experiencia de Lauren.

Respiró hondo y caminó hacia adelante.

K: ¡Hola, extraña!

L: Hola. Esta es C-A-M-I-L-A.

—Camz, esta es Keana.

Camila utilizó el único lenguaje de señas que conocía. Hola.

K: ¿Puedes hablar en señas?

L: No, sólo sabe "hola".

K: Es linda. No tu tipo habitual.

L: No empieces.

Lauren levantó las cejas y luego se volvió hacia su novia, que parecía perdida.
—Piensa que eres linda.

—¡Oh! —Camila se sonrojó—. Eso es muy amable de su parte, porque ella es


hermosa.

K: ¡¿"Hermosa"?! Me agrada .

—Le agradas —dijo Lauren, para Camila.

Las mujeres se sonrieron con cautela una a la otra, y Lauren se frotó la cabeza.

—¿Puedes leer los labios? —le preguntó Camila a Keana.

—Sí puede, pero dice que es agotador. Prefiere hacer señas.- le respondio Lauren

—Oh, está bien.

Camila la vio frotándose la cabeza y le agarró la mano.

—¿Te duele?

—Jaqueca —dijo, cortante.

K: ¿Debido al IC?

L: Sí.

K: ¿Cómo se siente?

L: Raro. No sé. Un poco doloroso.

K: ¿Puedes escuchar?

L: No mucho. Dicen que va a mejorar.

K: Entonces, ¿ahora serás una de ellos?

—Vete a la mierda —dijo Lauren, con frialdad y Camila se veía sorprendida.


—Está siendo un dolor en el trasero —dijo, señalando con la cabeza a Keana que
sólo sonrió beatíficamente.

—¿Qué te dijo?

—Déjalo, Camz.

—¡No! ¿Qué dijo? ¿Fue por mí?

—Joder. Dijo: "¿Ahora eres una de ellos?" ¿De acuerdo?

Camila frunció el ceño.

—¿Qué quiere decir?

Lauren se frotó los ojos.

—Cree que ahora voy a ser parte del mundo de los oyentes y no voy a tener nada
que ver con... otras personas sordas. No entiende que voy a seguir siendo sorda, que
esto —Señaló a su cabeza—, es sólo otra herramienta. Pero no es como si fuera una
persona oyente. —Miró a a su novia mientras le hablaba—. No estoy segura de que
lo entiendas. Esto es de por vida, Camz. Nunca voy a ser como tú.

Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas y su voz comenzó a subir.

—Lo sé —susurró.

Keana le dio una patada bajo la mesa.

K: Estás siendo un idiota. La hiciste llorar.

Lauren se levantó bruscamente y se marchó, dejando a ambas mirándose una a la


otra. Keana se inclinó sobre la mesa y tocó el dorso de la mano de Camila, sonriendo
con tristeza. Esta tragó saliva y sintió que sus labios se curvaron hacia arriba. Fue
lo mejor que pudieron manejar. Lauren se encontraba sentada en la acera, con la
cabeza entre las manos. Cuando sintió que alguien le frotaba el brazo, no necesitaba
mirar para saber que era su novia. Le tocó la mejilla y se apoyó en ella. Pasó un
dedo por sus labios y la besó suavemente.

—Mierda, lo siento —dijo.

—Yo también. He ordenado mucha grasa para ti. Vamos, vuelve. Por favor.

Se puso de pie lentamente, sintiéndose drenado. Mucha grasa sonaba bien,


simplemente no sabía si podía manejar las preguntas de Keana y Camila. Eso era
suficiente para darle una indigestión a alguien antes de comer. Volvieron al
restaurante y Keana le sonrió.

K: Te maneja bien.

L: ¿Qué parte de "vete a la mierda" no entendiste la primera vez?

K: En serio, me agrada. Será buena para ti.

L: ¿Muy condescendiente?

K: Supéralo.

El teléfono de Camila sonó y lo sacó de su bolsillo.

—Oh, es Dinah. Ha publicado algunas fotos de Aspen.

Le pasó el teléfono a Lauren y hojeó varias fotos en la nieve.

K: ¿Puedo participar o es una cosa de parejas?

—Keana quiere saber lo que estamos viendo.

—Dinah es mi compañera de cuarto. Está en Aspen con su novia, Normani.

L: La irritante compañera de Camz y su novia Mani. Están esquiando en Aspen.

K: ¡Qué afortunadas! Y yo atrapada aquí mirando tu cara fea.

L: Ya me estoy aburriendo de decir "vete a la mierda".


Camila le pasó el teléfono a Keana.

K: ¡Oye, la morena es linda!

Lauren rodó los ojos.

—¿Qué? —dijo Camila.

—Por favor no me hagas malditamente decirlo —se quejó la ojiverde.

—Vamos, ¿qué dijo?

Gimió.

—Piensa que Mani es "linda". —Utilizó comillas en el aire para mostrar cuán
profundamente incómoda estaba, hablando de esa manera.

Keana se rió y Camila no pudo evitar sonreír.

—No es mi tipo —dijo Camila.

Keana se rió y señaló a Lauren.

—Sí, ella es mi tipo —dijo Camila, asintiendo.

Lauren las miró a las dos.

—¡Oigan! ¡Estoy aquí!

Se sintió aliviada cuando Maggie llegó con la comida.

—¿Dónde has estado, guapa? He echado de menos tu dulce cara. — Se inclinó para
pellizcarle la mejilla—. Espero que la estén manteniendo bajo control, chicas —dijo.

—Demonios —suspiró Lauren.

—¡No maldigas tanto, Lolo! —dijo Maggie severamente.

Camila contuvo una risita, todavía ligeramente intimidada por la camarera.


Comieron en silencio, ya que la ojiverde se negaba a traducir mientras había comida
en frente de ella. Después, tuvieron una incómoda conversación de tres mientras
Lauren le contaba a Keana sobre Chris y la casa, y que Shawn se estaría mudando.

K: ¿Es lindo también?

L: No es tu tipo.

K: ¿Qué se supone que significa eso?

L: Es gay.

K: ¿Ahora eres bisexual? No te molestes en decir "vete a la mierda" de nuevo.

—Oh, dile que vamos a hacer una fiesta cuando Shawn se mude.

—¿Qué? ¡De ninguna manera!

—Bien, se lo diré yo. —Camila habló despacio y con claridad, y observó la


concentración en el rostro fruncido de Keana. Era evidente que encontraba la
lectura de labios mucho más difícil que su novia. Eso hizo que se preguntara cuan
agotador era para la ojiverde. Siempre lo hacía ver tan fácil que se dio cuenta de que
la había subestimado. Pero al ver la lucha de Keana, se vio obligada a revaluar sus
pensamientos.

K: ¡Genial! ¡Fiesta! ¡No ibas a invitarme, hija de puta!

L: No puedo imaginar por qué no lo haría.

K: ¡Vete a la mierda!

Le sonrió.

Durante los próximos tres días, Lauren tuvo dos citas más. Cada vez, Camila fue
con ella, y cada vez eran pequeñas mejoras, pero la frustración de la ojiverde era
clara. No podía distinguir entre las voces de los hombres o las mujeres, y no podía
decir quien hablaba. Algunos de los sonidos le parecieron "feos", aunque no pudo
explicar lo que quería decir con eso. Camila creyó comprender, al ser música, y estar
tan en sintonía con la calidad del sonido, algunas combinaciones simplemente no
parecían correctas. Pero mantuvo ese pensamiento para sí misma. Lauren sabía que
su control sobre su temperamento era tenue y trató de no descargar su constante
enojo en Camila, pero era difícil. Casi se sintió aliviada cuando Shawn regresó, y la
intensidad de estar con su novia a todas horas y todos los días diluyó. Algo bueno
resultó de su tiempo juntas, el sexo había sido increíble. Ella tenía cada vez menos
inhibiciones y la sorprendió varias veces tomando la iniciativa. Pero pelearon,
también. ¡Joder, si pelearon! Admitió para sí misma que la volvía loca que nunca
hablara de lo que sentía, ¡pero vamos! Simplemente no era una cosa fácil de hablar
cada maldito segundo de cómo se sentía a cada momento. A veces necesitaba sólo
ser. Camila no parecía entender eso, y la acusaba de excluirla.

En el lado positivo, el sexo de reconciliación siempre era jodidamente fantástico.


Muñeca era una luchadora. A ella le gustaba eso. Le gustaba mucho. A Camila, por
otro lado, sus peleas le parecían agotadoras. Se lo admitió a Dinah cuando regresó
de Aspen.

—Quiero decir, me envió esa carta desgarradora pero nunca puede decirme las
palabras a la cara. Es tan cerrada, nunca sé lo que está pensando y terminamos
peleando. Otra vez.

—Pero te está hablando —dijo la polinesia alentadora, mientras continuaba


desempacando su maleta impresionantemente grande—. Suena como si estuviera
tratando.

Suspiró.

—Sí, ya lo sé. Y entonces me enojo conmigo misma por enojarme con ella. Ha hecho
todo esto por mí y termino gritándole. Soy una perra.
Dinah dejó de desempacar y la miró, una media sonrisa tirando de sus labios.

—Oh, créeme, cariño, eso está tan lejos de la verdad. Además, ¿dijiste que te pidió
que fueras a las citas médicas con ella?

—Sí, casi me muero cuando me lo pidió. Por lo general mantiene todas esas cosas
para sí misma. Ya sabes, por ser sorda.

La polinesia rodó los ojos.

—Sí, me acuerdo del berrinche épico cuando me dijiste. Así que la cosa de la clínica,
¿es algo grande para ella?

Asintió.

—Sí, creo que sabe que tiene que empezar a compartir estas cosas si realmente
vamos a estar juntas.

—¡Guau!

—Lo sé.

—¡Y tú como estás, prácticamente viviendo con ella!

Negó con la cabeza.

—No, sólo me quedaba por unos días hasta que comenzaran las clases.

—Tus padres deben haberse asustado por eso. - dijo Dinah

—Bueno, en realidad no... Tal vez un poco. Me dieron toda la charla sobre "la
necesidad de pasar tiempo separadas" y "disfrutar de mi libertad". Quiero decir,
creo que han aceptado que estamos durmiendo juntas —creo— que simplemente no
quieren que me mude con ella. Voy a guardar ese bombazo para el próximo año.

La miró boquiabierta.
—¿En serio? ¿Eso crees?

Asintió lentamente.

—Sí, creo que sin duda es lo mejor.

—¡Guau!

—¡Lo sé!

Ambas se echaron a reír y se alegró de tener un poco de tiempo de chicas. Pidieron


pizza y Dinah le contó todo acerca de Aspen lo cual, por supuesto, era "increíble" y
"asombroso". Se sentía ligeramente sorprendida al escuchar que los padres de
Normani habían estado completamente de acuerdo en que ellas compartieran una
habitación. A decir verdad, se sentía un poco celosa de que sus padres no fueran tan
abiertos de mente. Pero entonces se sintió mala por pensar así, sobre todo cuando
fueron tan maravillosos al ayudar a Lauren a arreglar su casa, tanto que la trataron
como de la familia. No había sido un viaje tranquilo, pero hicieron mucho por ella.
Lauren lo dijo en la víspera de Año Nuevo. Camila amaba a su mamá y papá, y no
podía imaginar estar sin ellos, aunque a veces fueran sobreprotectores. Lauren
perdió sus...

—Oye, ¿dónde estás? ¿Ya extrañas a Lauren?

Sonrió a su amiga.

—Sí, pero no estoy extrañando la pelea.

—¿Ni siquiera el sexo de reconciliación?

—¡Definitivamente extraño eso!

Dinah le guiñó un ojo.

—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora?


—¿Qué quieres decir?

—Bueno, sigue siendo un gran secreto, ya sabes, ¿qué es sorda?

Camila frunció el ceño.

—No creo que nada haya cambiado. Todavía es súper privado. Será bastante malo
cuando la gente se entere de que Chris fue arrestado.

La polinesia asintió.

—Dios mío, no puedo imaginar lo que Lauren está pasando. Estoy tan contenta de
que te tenga a ti. —Vio la cara de incredulidad de su amiga—. No, lo digo en serio.
Sé que no he sido su fan más grande pero, bueno... lo admito. Estaba equivocada.

—Gracias, DJ. Eso significa mucho para mí.

—Pero...

—Uh-oh.

—No, es sólo... tuve que decirle a Mani.

Suspiró.

—Lo supusimos. No creo que a Lauren le importe mucho, ella y Mani se llevan bien.

—Si te sirve de consuelo, Mani se vio seriamente impresionada. Bueno, se


sorprendió muchísimo al principio. Estuvo bastante sin poder creerlo. De todos
modos, finalmente la convencí y le dije sobre el hospital y todo. No va a decir nada,
pero creo que iba a mandarle un mensaje a Lauren. —Sacudió la cabeza—.
Francamente, creo que es inevitable que la gente se entere. Quiero decir, tú has
dicho que lo cubre con un gorro, ¿pero va a llevarlo todo el verano?

—Algunos chicos lo hacen —dijo Camila a la defensiva.

—¿A la playa?
—No puede usar el procesador cuando está nadando de todos modos.

—Sabes lo que estoy diciendo.

Asintió.

—Sí, lo sé.

De repente la puerta se abrió de golpe y Alexa entró.

—¡Ooooh! ¡Estás de vuelta! —chilló, pasando de cero a supersónica en menos de un


segundo.

Se lanzó a Dinah, charlando acerca de su regalo de Navidad y Año Nuevo.


Finalmente, reconoció que Camila se encontraba en la habitación.

—Ah, hola —dijo fríamente.

Camila se limitó a sonreír y siguió enviándole mensajes de texto a Lauren.

—Por cierto —dijo Alexa—, acabo de cruzarme con Lauren Jauregui.

La cabeza de Camila se levantó de golpe mientras Alexa seguía chillando.

—Oh Dios mío, ¿la has visto? ¡Se cortó el pelo! Le dije hace años que los cortes
rapado eran la cosa más sexy... ¡Debe haberme escuchado!

Dinah sacudió la cabeza con incredulidad.

—Alexa, ¿estás completamente engañada? ¡Está tan enganchada con Camila que ni
siquiera es creíble!

Alexa rió. Realmente se echó a reír y ella quería meter su cara idiota en la papelera
más cercana.

—¡Oh, por supuesto! —dijo, sin dejar de sonreír

—¡Nos vemos mañana! —Y salió.


—Lo siento —murmuró Dinah.

Forzó una sonrisa.

—No me importa.

—Sí, por eso te veías como si estuvieras a punto de dejarle la cabeza calva —Hizo
una pausa cuando Camila sonrió—, por lo tanto, ¿Lauren va a venir, porque pensé
que teníamos algo de tiempo de chicas?

—No lo sabía —dijo—, pero no es nada más impredecible.- Su teléfono sonó debido a
un texto y sonrió al ver que Lauren la esperaba abajo.

—Amor joven —suspiró Dinah y le lanzó una almohada.

Se apresuró a salir de la habitación, y sin querer se encontró con Alexa. Se llenó de


un repentino impulso de decirle a esa perra que Lauren se encontraba
comprometida, de forma permanente. O simplemente pegarle. Pero no quería hacer
las cosas difíciles entre Dinah y Alexa, especialmente porque estaban en el mismo
curso.

—¿Alexa?

—¿Qué quieres, friki?

La malicia no provocada de la chica era un error.

—Lauren es mi novia.

—¿Sí? Bueno, parece una ostentación de piedad para mí.- Dio un paso adelante, su
furia desbordándose.

—Nunca querría tu culo flácido. Nunca querría tocar tus tetas falsas. No sería vista
ni muerta con una chica que viste como un travesti canalizando a Joan Rivers.

Alexa la miró boquiabierta.


—Mantente alejada de mí. Mantente alejada de Lauren. O...

—¿O qué? —siseó ella.

—O voy a golpearte hasta cansarme.

Se sintió orgullosa de que la voz no le temblara ni una vez. Cruzó los brazos sobre el
pecho y la miró con frialdad.

—¿Me estás amenazando? —dijo Alexa, con incredulidad en la voz.

—Sí.

Alexa jadeó y estaba a punto de decir algo, pero cuando vio las pequeñas manos de
ella enroscarse fuertemente en puños, salió pisoteando por el pasillo, lanzando
miradas de odio por encima del hombro. Respiró hondo, y se fue a buscar a Lauren.
Se encontraba apoyada contra la pared junto a la puerta de la salida de incendios,
con la cara llena de tensión. Camila inmediatamente se olvidó de la pelea verbal con
la perra de Alexa.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

No dijo nada, pero la estrechó en un abrazo apretado, enterrando la cara en su pelo.


Ella sintió su aliento en la nuca respirando profundamente varias veces. Después de
casi un minuto ahí, sosteniéndola, mientras le acariciaba la espalda, la dejó ir.

—Lo siento —murmuró—. Es solo que...

—Estás bien. ¿Quieres entrar?

—¿Está Dinah?

—Sí, pero no le importará.

Negó con la cabeza.

—No, no voy a quedarme. Sólo quería verte.


—Lauren, me viste hace menos de dos horas. ¿Qué pasó?

—Recibí una llamada de la cárcel. Chris quiere verme. Tengo que estar allí mañana
a las doce.

—Oh. ¿Vas a ir?

Su rostro se tensó perceptiblemente.

—Por supuesto que iré, maldición, es mi hermano.

Camila mantuvo el rostro inmóvil, tratando de ocultar su irritación.

—Sí, entonces, no seré capaz de verte en el almuerzo.

No preguntó por qué, sabía la razón.

—¿Quieres que vaya contigo?

Sonrió brevemente y luego frunció el ceño.

—No, estoy bien. Pero podríamos encontrarnos después de la escuela. Shawn va a


hacer comida tailandesa.

Puso los ojos y ella rio.

—¡Hmm, la cocina experimental de Shawn! ¿Y quieres que sufra contigo?

—¡Sí, esa es una razón!

Sus ojos se oscurecieron, y le dijeron cuál podría ser la razón número dos.

—Mmm, podría sin duda comer algo de comida tailandesa —se burló.

Lauren la atrajo hacia sí, hambrienta.

—Sí, podría comer algo de... tailandesa, también.


La besó profundamente y cuando le devolvió el beso, empujando las manos en los
bolsillos traseros de sus vaqueros, un gemido retumbó de su garganta.

—Maldición, muñeca, simplemente no puedo tener suficiente de ti.

Se fue, con su beso quemando en los labios, y las rodillas débiles.

¡Esa chica!

El día siguiente hacía un calor insoportable, y cuando Lauren estacionó a Sirona,


agradecidamente se quitó la chaqueta de cuero. Todavía se sentía ansiosa por
dejarla en lugares desconocidos, pero supuso que la bien protegida cárcel del
condado era probablemente más segura que la mayoría de los lugares. Había una
torre de vigilancia baja fuera de las puertas, y alambre de púas en espiral grueso a
lo largo de los muros de hormigón. La cárcel en sí era poca cosa detrás de su barrera
protectora, plana y modesta, a pesar de quién y que contenía. Lauren respiró hondo
y se dirigió hacia la entrada de visitantes. Ahora realmente quería un cigarrillo y
estaba muy tentada a abrir uno de los paquetes de Camel que le trajo a su hermano.
Decidió no hacerlo, habiendo estado sin fumar durante más de un mes. Camz la
mataría si lo echaba a perder ahora. Además, ya no podía permitirse el hábito de los
veinte por día.

Dio el nombre a los guardias de turno en el puesto de control de seguridad, y le


pidieron que se quitara las botas y la chaqueta, y pusiera las llaves y todo en un
cubo de plástico. Una señal le informó que tenía dos posibilidades para pasar el
detector de metales o que se le negaría la entrada. Caminó a través de la máquina y
de inmediato comenzó a sonar.

Un guardia le dijo que revisara los bolsillos y se puso sobre ella, mientras lo hizo.
Lauren se encontraba a punto de tratar de pasar otra vez cuando se acordó del
implante. Sintiéndose como una idiota, le explicó el problema. El guardia la miró
con escepticismo hasta que la ojiverde se quitó el gorro y le enseñó al tipo la cicatriz.
También tenía la carta de la cita de afinación en la billetera.

El guardia la leyó atentamente y luego se la regresó a ella.

—La próxima vez nos dicen antes de tratar de pasar por el detector de metales, hija.

Se sintió aliviada, el tipo podría haber sido un idiota, pero considerando que
trabajaba en una cárcel, era muy jodidamente bueno en eso.

Se le dijo que esperara en una habitación con un grupo de otros visitantes. Se sentía
incómoda de pie con un grupo de mujeres, la mayoría de las cuales parecían tener
niños pequeños. Una mujer lloraba, las lágrimas corrían por sus mejillas, y los
mocos se agrupaban debajo de su nariz. Lauren apartó la vista.

Después de esperar por diez minutos en los que la mujer siguió sollozando
patéticamente, fueron escoltados por una serie de puertas a otra sala de espera. Un
gran cartel declaraba:

"No se permiten armas de cualquier tipo.


Evite el comportamiento ruidoso, excesivamente emocional, o perturbador.
Por favor sea considerado con otros visitantes.
No se permite hablar a otros delincuentes o visitantes.
Tomarse de las manos está permitido sólo si se mantienen a la vista.
Un breve abrazo se permite al inicio y conclusión de las visitas.
Un delincuente puede tener contacto con sus hijos.
Si su visita se pone emocional, el personal lo asistirá de ser necesario."

Lauren mantuvo una estrecha vigilancia sobre la puerta. No se puso el procesador


porque necesitaba su casco. Lo intentó una vez y el cráneo se sintió herido y frágil,
casi en carne viva donde los imanes se reunían. Vio a un guardia entrar y llamar—:
Siguiente. Levantó la mano y el guardia comprobó en la lista.
—Pase por la puerta a la derecha. Asegúrese de que se cierre por completo detrás de
usted. Cuando suene el timbre, pase por la siguiente puerta. Una vez dentro, vaya
directamente a la mesa doce. ¿Alguna pregunta?

—Um, sí.

—¿Cuál es?

—Estoy, eh, estoy sorda.

—¿Perdón?

¿Este tipo estaba jodidamente riéndose de ella?

—Soy sorda. No puedo oír el timbre.

—Quieres esta visita, chica porque he tenido suficiente...

Lauren se quitó el gorro y se volvió para mostrarle al tipo la cicatriz.

—¡Soy una maldita sorda, está bien! ¡No puedo oír ningún jodido timbre!

Se giró de nuevo y se puso la gorra tejida firmemente en la cabeza. El guardia la


miró irritado.

—Está bien, buscaré a alguien que la acompañe.

Unos minutos más tarde, una enorme mujer en uniforme de guardia se dirigió a
ella.

—¿Eres la chica sorda?

Sintió los músculos tensarse pero intentó mantener una expresión neutral.

—Sí.

—Eh. No pareces sorda. Por aquí.


La siguió por una puerta y por un corto pasillo. Después de una pausa, empujó una
segunda puerta.

—Ten una agradable visita.

Miró a su alrededor y encontró una pequeña mesa marcada con el número doce. Ya
había varios visitantes sentados con los prisioneros. Un hombre cargaba una niña
de unos dos años en la rodilla y le soplaba burbujas en el estómago. Lauren pudo
ver que se estaba riendo. El estómago se le contrajo y rápidamente se tragó las
náuseas que iban en aumento. Una puerta en el otro extremo de la habitación se
abrió y vio a Chris. Esperaba que estuviera esposado y se sintió aliviada de que no
lo estaba. De hecho, si no hubiera sido por el overol de la prisión, podrían haberse
estado reuniendo en algún restaurante barato.

—Hola, hermanito. ¿Cómo estás?

Se levantó y se abrazaron rápidamente.

—Gracias por venir, chica. Mierda, es bueno verte.

—Sí, tú también. Te ves bien.

Lo extraño era, que era verdad. Chris parecía relajado y perspicaz, no hecho un
manojo de nervios o drogado. Se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo
desde que había visto a su hermano así. El chico se rió un poco.

—Es toda la vida sana. —Y levantó las cejas.

—Así que, ¿cómo es esto? ¿Aquí?

Los hombros de Chris se desplomaron, enormemente.

—Bueno, apesta, pero nada que no pueda manejar. Si no puedes cumplir la


condena, no cometas el crimen, ¿verdad?

—Sí, supongo. Oye, te traje tus cigarros.


—Maldición eres mi salvavidas. Gracias, Laur.

Asintió.

Chris encendió un cigarrillo y aspiró con aprecio.

—¿No quieres uno?

—No, hombre. Lo dejé.

—¿En serio?

—Sip. Hace más de un mes.

El chico exhaló una bocanada de humo lentamente y suspiro.

—Esa pequeña novia tuya debe ser una buena influencia, o algo así.

Lauren frunció el ceño y Chris, extendió las manos en un gesto de rendición.

—No quiero decir nada. Es genial. Es muy bueno que tengas a alguien —Hizo una
pausa—, ¿cómo está la cosa de escuchar?

—Está bien. Extraño pero cada vez mejor. Puedo oír algunos sonidos, pero aun así
son un poco confusos. Dicen que tomará hasta un año antes de que sea
completamente funcional.

—¿Tanto tiempo?

—Podría ser antes. Nadie puede decirlo con seguridad.

—¿Te lo has puesto para ir a la universidad?

—Una vez. Fue bastante jodido. Sonaba fuerte en los pasillos, pero no pude
distinguir un sonido de los otros, era basura, así que fue una gran mierda.

Chris asintió lentamente.

—¿No te arrepientes, entonces?


Lauren hizo una pausa.

—No, sólo deseo...

—¿Qué?

—Pensé... pensé que sería capaz de escuchar música. Ya sabes, tal vez ser capaz
de... intenté pero es sólo un montón de maldito ruido.

El rostro de Chris era compasivo.

—Mierda, lo siento, chica. Sé que era una gran cosa para ti.

Se encogió de hombros.

—Sí. Lo que sea. —Miró a su hermano—. Así que, ¿vas a decirme por qué estoy
aquí? ¿Por qué vendías maldita metanfetamina?

Chris le dio una sonrisa nostálgica.

—No estaba seguro de que vendrías.

Se pasó la mano por su mandíbula.

—Eres mi hermano.

—Ojalá hubiera sido uno mejor.

Compartieron una mirada.

—Lo digo en serio, Laur. He sido un hermano de mierda. No estuve allí para ti.
Toda la mierda esa se vino abajo, trataste de detenerme y estaba demasiado
jodidamente ciego para verlo. Pero ¿sabes qué? No lamento que los policías me
capturaran, porque no creo que hubiera salido vivo. Me encontraba en algunos
escenarios bastante pesados y ni siquiera lo hablé contigo. Seguí dejándome
arrastrar más profundamente —Hizo un gesto con las manos—, heme aquí, pues, en
la cárcel, teniendo la oportunidad de limpiar mis actos. Podrían darme cinco años.
Tomó una inhalación brusca. —Oye, no te preocupes, hermanita. Este lugar es un
picnic comparado a donde me dirigía. Además, puedo estudiar. Podría obtener mi
título antes que tú. Y la prisión tiene un buen taller de mecánica — Suspiró—. Así
que, hum, ¿cómo está la casa?

—Iba a prenderle fuego.

Los ojos de Chris se desorbitaron.

—¡Dulce niño Jesús! No lo hiciste, ¿verdad?

—Camz me detuvo.

—¡Bueno, jodidas gracias por eso!

—Sí, arreglada está bien. Sus viejos me ayudaron a arreglarla. Tomé algunas fotos
en el teléfono, pero no se me permitió traerlo dentro. ¿Tal vez podría imprimir
algunas para ti?

Ambos sabían que Lauren realmente preguntaba si Chris quería que lo visitara de
nuevo.

—Claro, eso sería genial.

El guardia se acercó, señalando el final de la visita.

Se estrecharon la mano y Chris la estrechó en un abrazo.

—Jodidamente lo siento —susurró, sabiendo que Lauren no podía oírlo. El guardia


se aproximaba y Chris se apartó.

—Mira, una cosa más. Sólo... no confíes en Drew, ¿de acuerdo?

—¿Qué diablos? ¿Chris?

Pero a Chris ya se lo habían llevado. No volvió a la universidad después de visitar a


su hermano. No fue a casa tampoco. En cambio, se dirigió a la costa y se encontró un
área de playa donde podía mirar el océano, viendo las olas subir en espirales sobre
la arena pálida. Se sintió como una patada en el estómago ver a Chris en la cárcel.
Se sentía contenta porque su hermano quería aprovechar el tiempo que tendría que
servir para limpiar sus actos, pero maldición... cinco años. Eso significaba que Chris
estaría cerca de los treinta en el momento en que saliera. Parecía toda una vida
lejos para Lauren. Perdió a sus padres y ahora su hermano se había ido, también.
¿Y qué era esa mierda de Drew? ¿Por qué Chris no le dijo abiertamente lo que
pasaba? Su teléfono vibró y cuando lo sacó, tenía un mensaje con una foto que
Camila se tomó, haciendo una mueca tonta.

C: ¿ves lo que no tienes que seguir perdiéndote?


Espero que todo estuviera bien. CAMZ xx

L: ¿te recojo en cuarenta minutos?

C: Tendré un aventón con Shawn. estaré en tu casa ¡Él tiene una cita! CAMZ xx

L: !?:(/!:;!

C: ¡Lo sé! Hasta más tarde. CAMZ xx

Sonrió para sus adentros. Muñeca siempre podía hacerla sonreír. Y Shawn tenía
una cita. El chico se movía rápido. Condujo de regreso lentamente, pensando en
todos los significados de la palabra "hogar": lo que su casa había sido, lo que era
ahora, lo que podría ser o sería, incluso lo que debería ser. Sobre todo, pensó en
Camila esperándola. Eran casi las siete de la noche cuando regresó, y el coche de
Shawn seguía aparcado afuera. Se sintió decepcionada. Había estado esperando
tener a Camila para ella sola. Shawn estaba bien, vivir con él era más fácil de lo que
pensó y aunque no era la persona más ordenada, no era nada después de vivir con
Chris y sus imbéciles clientes por dos años. Por lo menos ya no sentía la necesidad
de bloquear la puerta de su dormitorio —no es que tuviera algo que valiera la pena
robar. Palmeó la silla de Sirona— excepto ella.
La encerró con seguridad en la cochera y se dirigió hacia el interior. Sus fosas
nasales fueron atacadas inmediatamente por el fuerte aroma embriagador de loción
después del afeitado. Shawn pasó luciendo emocionado, con una brillante sonrisa en
su rostro.

—¡Joder, hombre! ¡Hueles a la habitación de una puta!

—Lo sé —dijo el chico, guiñándole un ojo—, ¡no me esperes despierta!

Sacudiendo la cabeza, fue a buscar a Camila. Se encontraba en la cocina


desempacando comida de una bolsa de compras. Envolvió sus brazos alrededor de su
cintura y la besó en el cuello. Se giró y apoyó la cabeza contra su pecho. Cuando
levantó la vista, sus ojos se encontraban suaves y preocupados.

—¿Cómo te fue hoy?

Hizo una mueca.

—Bien. Tan bien como podría ser, supongo.

—¿Quieres hablar de ello?

—En realidad no.

—Pero, ¿quieres? ¿Tal vez después?

Suspiró.

—Sí, después. Tal vez.

Puso los ojos en blanco.

—¿Tienes hambre?

—Muerta de hambre.

Se rió suavemente.
—Siempre estás muerta de hambre. Bueno, voy a hacer algo... el espectáculo
tailandés de Shawn ha quedado en suspenso. Oh, oye, ¿te pusiste tu CI hoy? —
Sacudió la cabeza y frunció los labios — Sabes que la doctora Devallis dijo que
tenías que practicar todos los días. Ve y póntelo mientras hago la cena.

—Muñe...

—No, lo digo en serio, Laur. Ve a ponértelo. Ahora.

Refunfuñando y murmurando acerca de cómo era mandona, se dirigió a su


dormitorio y sacó el dispositivo de la caja. Comprobó la batería y lo enganchó sobre
su oreja, luego se unió al imán. Todavía se sentía acomplejada por llevarlo, así que
se puso su gorro de lana y corrió escaleras abajo. Se detuvo a mitad de camino,
consciente de que podía oírse corriendo. La conmoción recorrió su cuerpo y se alojó
en alguna parte de su pecho. Vio el rostro ansioso de Camila mirándola.

—¿Estás bien?

—Sí, joder. Yo... pude oírme... en las escaleras. Sólo me asusté un poco. Está bien,
estoy bien.

Su rostro se iluminó.

—Está mejorando, ¿verdad? ¿Puedes escuchar más con él?

—No sé si se trata de escuchar más o... como si mi cerebro está identificando lo que
son los diferentes sonidos. Es difícil de explicar- Bajó las escaleras y saltó los dos
últimos escalones, aterrizando con un golpe seco. Una enorme sonrisa se dibujó en
su rostro.

—¡Definitivamente escuché eso!

El rostro de ella se arrugó y Lauren se puso inmediatamente incómoda.

—¿Qué te pasa, muñeca? ¿Qué está mal?


Sacudió la cabeza y se frotó las lágrimas que amenazaban con caer.

—Sólo estoy... ¡feliz! —dijo—. Escuchaste eso. ¡Realmente lo escuchaste!

La tomó en un fuerte abrazo y su boca se estrelló en la de ella. Respondió de


inmediato, y su lengua se sumergió en su boca, retorciéndose y enroscándose con la
suya. Se sintió endurecerse cada vez más mientras se presionaba contra ella.

—¡Cama! —jadeó.

Lauren la tomó en brazos y sintió sus piernas envolverse alrededor de su cintura. Se


giró y la llevó por las escaleras lentamente, negándose a perder el contacto con su
boca. Se estrellaron en su dormitorio y cayeron de lado sobre la cama. Camila
agarró su camiseta y tiró de ella sobre su cabeza, arrastrando el gorro con ella. La
mano de Lauren se movió al dispositivo, lista para quitarlo.

—Déjatelo —respiró Camila. Se apartó un poco para que pudiera ver su rostro—,
déjatelo.

La miró dubitativa, pero luego ella la empujó hacia abajo y se sentó a horcajadas
sobre sus muslos, pasándole la lengua por el centro de su cuerpo. Estiró los brazos
por encima de Lauren y se aferró a la cabecera, sus bíceps agrupándose, haciendo
ondular sus tatuajes entonces también quería lamer esos. Sintió su polla caliente y
pesada en sus vaqueros y respiró profundamente, disfrutando de la sensación del
cálido cuerpo de ella moviéndose sobre el suyo. Se incorporó de repente y la agarró
antes de que cayera hacia atrás.

Lauren la atrajo hacia ella por su camisa, desabrochando un botón a la vez, antes de
deslizar las mangas por sus brazos. —Joder, me encantan tus pechos —dijo, y
empujó su cara entre ellos, sintiendo su suavidad y plenitud. Camila gimió y Lauren
levantó la mirada. No estaba segura de si escuchó algo, o tal vez fue el maldito
dispositivo y sus sonidos fantasmas. Abrió los ojos, y estos se encontraban llenos de
oscuro, humor sexy.
—¿Tal vez prefieras cenar?

—Sí, claro —dijo—. Voy a comerte a ti.

Pudo ver todo el cuerpo de ella calentarse y su corazón comenzó a martillar. Su


polla golpeó en la cremallera de sus pantalones, exigiendo su liberación. La levantó
y la dejó caer sobre la cama antes de tirar de las botas y deshacerse de sus
calcetines. Mantuvo la mirada en su rostro mientras sus vaqueros se unieron al
resto de la ropa en el suelo. Su polla saltó libre, dura, orgullosa, y apuntando
directamente a Camila.

Se humedeció los labios y su polla se agitó hacia ella con impaciencia. Se subió
lentamente en la cama, su cuerpo entero peligroso y depredador.

—¿Estás mojada, muñeca? ¿Estás empapada para mí?

Asintió, con los ojos muy abiertos y llenos de deseo.

Lauren le bajó los pantalones por las piernas y usó los dientes para tirar de sus
bragas hasta sus muslos. Camila las pateó para quitárselas y la ojiverde se arrodilló
entre sus piernas, empujándole las rodillas hacia arriba y apartándolas.

—Te ves tan hermosa, toda mojada para mí, muñeca. ¿Sabes cuánto te deseo? —
Miró hacia su polla, mostrando la verdad de sus palabras. Su pequeña mano se
envolvió alrededor de su longitud y tuvo que tomar una respiración profunda para
contenerse de no estrellarse contra ella y embestir duro.

Sonrió cuando la obligó a dejarla ir, parpadeando cuando ella movió la punta
admitiendo la derrota.

—¡Genial! —murmuró contra su estómago.


La sintió temblar, mientras besaba su camino por cada muslo, antes de enterrar su
cara dentro de ella. Joder, le encantaba hacerle esto, follarla con su lengua y sus
dedos.

Sabía que todavía no entendía por qué le gustaba hacerlo, pero lo disfrutaba mucho
para detenerla. Su orgasmo no tardó en llegar, el estrés y la tensión del primer día
de regreso a clases aliviados, mientras su cuerpo palpitaba alrededor de ella.

Sus ojos se abrieron, y se apoyó en sus codos mientras se bombeaba a sí misma tres
o cuatro veces. Era malditamente excitante, saber que le gustaba ver como se daba
placer a sí misma.

—¿Todavía me deseas, Camz?

—Siempre te deseo —dijo, haciendo eco de las palabras que le decía tan a menudo.

Su rostro se encontraba tan serio, tan lleno de amor, que Lauren sintió el mismo
dolor agudo en el pecho. Su aliento se quedó atrapado en su garganta.

—Hazme el amor, Laur —dijo, mirando su rostro con cuidado. Levantó los pies y
envolvió las piernas alrededor de su cintura, acercándolo más. Incapaz de resistir
por más tiempo, Lauren empujó dentro de ella, un gemido bajo salió de ella
mientras su mojado y cálido cuerpo, la encerraba completamente. Apretó las piernas
hasta que sus talones se enterraban en su culo, agarrándolo con fuerza.

Lauren se estremeció, sintiendo otro punto de control escaparse. Tomó sus pesos
combinados en sus antebrazos mientras el cuerpo de ella se levantaba de la cama
con cada vigorosa embestida. Sintió el aleteo de otro orgasmo empezar a construirse
dentro de ella, el movimiento llevándola a un frenesí que no pudo controlar su
cuerpo. Sonidos vibraban a través de ella con tanta fuerza, que Lauren podía
sentirlos en su propio pecho.
Estaba confundida, ¿podía sentirlos o podía oírlos? Su cerebro se encontraba
demasiado inundado con sensaciones como para analizar lo que sentía. Sus manos
le arañaron los hombros, sus cortas uñas clavándose en su piel. Sudor estalló en su
frente y espalda, y sintió la tensión en sus bolas y estómago que le dijo que tenía
unos cinco segundos antes de llegar.

—Estoy cerca —exclamó con voz estrangulada—. ¿Camz? ¿Camz?

Se agarró más fuerte, con el rostro contorsionado y gritó

—¡Lauren!

Su orgasmo estalló, chorros de calor pasaron de su cuerpo al de ella, su corazón


martillando, la respiración extraída de sus pulmones. Colapsó sobre la cama,
momentáneamente aplastándola. La sintió empujarle suavemente el hombro y salió
de ella, su cerebro un caos de confusión. Se tumbó sobre la espalda, con el brazo
echado sobre el rostro. No podía respirar, no podía pensar. Jadeaba, ahogándose.
Las manos suaves de Camila tiraron de su brazo. Se resistió, asustada de mirarla.
Tiró de nuevo y esta vez la dejó. Sus cálidas manos se encontraban en su rostro y
sus dedos pasaban suavemente por sus mejillas.

Abrió los ojos y la vio, tan llena de amor, preocupada ahora.

—¡Laur! ¿Por qué estás llorando? ¡Laur! ¡Habla conmigo!

Se esforzó por incorporarse, su hermoso rostro desgarrado por la emoción.

—Te escuché.

—¿Qué quieres decir?

Se frotó los ojos, sorprendida de encontrarlos llenos de lágrimas.

—Te escuché. Tú... dijiste mi nombre.

La miró, y luego entendió la calidez en sus ojos.


—Por supuesto. Siempre digo tu nombre. Te amo, Lauren.

Contuvo el miedo mientras miraba en su alma, y por primera vez le creyó.

—Te escuché —dijo otra vez, esas dos pequeñas palabras expresando un mundo de
maravillas.

—Lo sé —dijo con una sonrisa suave.

—Muñeca... te amo.
Capítulo 25 – FINAL

Camila estaba hecha una furia.

¡Cómo se atreve! ¡Maldición, cómo absolutamente se atreve! Lauren llegó a su


dormitorio con una camiseta desgarrada y los nudillos magullados para informarle,
nada menos, que le dijo a Drew que se mantuviera alejado de ella. Así que, Drew
dejó la banda, y tenían un concierto en menos de una semana, pero sin guitarrista
principal.

Cuando le preguntó qué pasó, simplemente dijo que "Drew se lo merecía". Eso era
todo. ¿Se lo merecía? ¿Qué demonios significaba eso? ¡Cómo si eso se suponía que lo
explicaba todo! Y, obviamente, la situación general de "decirle" involucró puños en
lugar de palabras. Estaba un poco atónita de que Lauren hubiera enfrentado a una
montaña de hombre como Drew, que tenía por lo menos veintiocho kilos y unos
muchos más centímetros más que ella... no es que fuera a admitirlo. Ni siquiera por
un segundo. Le gritó, le dijo que era una idiota, y luego la echó.

Era una pena, habían estado llevándose muy bien últimamente. Desde que Lauren
dijo las palabras, admitió que la amaba, su relación había cambiado. Era más
intensa, más relajada. Era más atrevida, menos tensa. Lauren era juguetona y
cariñosa, y cada día descubrían algo nuevo sobre el otro. Le habló sobre sus padres,
contándole historias de cuando era una niña. Se abrió un poco más sobre cómo se
sentía, aunque todavía se guardaba mucho para sí. Incluso admitió algunos de sus
temores acerca de qué tan bien funcionaría el implante. Trató de tranquilizarla y
señaló las pequeñas mejoras que ya habían pasado. Sonrió para sus adentros al
pensar en ese momento especial y asombroso, cuando la escuchó decir en voz alta su
nombre mientras hacían el amor. Fue importante para las dos. Lauren se sentía
avergonzada porque había llorado, pero a ella le encantó, porque le dijo todo lo que
necesitaba saber, y todo lo que encontraba tan difícil de decir. Y luego, dos semanas
más tarde, después de otra sesión de afinación en el hospital, llegó el momento
milagroso. La escena era tan perfecta en su mente, tan común la ubicación, pero la
guardaba como una joya, un recuerdo especial que sacaba cuando necesitaba
sonreír.

Se encontraba de pie en la cocina de Lauren, lavando los platos, mientras se


apoyaba en el mostrador junto a ella y secaba. Era una cosa diaria, sin
complicaciones, de trabajo monótono. No es que le importara, amaba esos tranquilos
momentos domésticos cuando estaban sólo las dos. Y ella empezó a cantar -una de
las canciones de Lauren- su canción favorita. Parecía que describía su relación
perfectamente.

When I hear that song


(Cuando escucho esa canción)

Feeling every note


(Sintiendo cada nota)

It‟s a special kind of place


(Es un tipo especial de lugar)

Singing words we wrote.


(Cantar las palabras que escribimos.)

Sounds fade away


(Los sonidos se desvanecen)

Every mile signed


(Cada kilómetro hablado en señas)
But first thing in the morning
(Pero a primera hora en la mañana)

You're always on my mind.


(Siempre estás en mi mente.)

Y luego a su lado, escuchó su voz suave cantar junto a ella.

Wish I was that man


(Ojalá fuera ese hombre)

Touching every void


(Tocando cada vacío)

It‟s a special kind of place


(Es un tipo especial de lugar)

Music we enjoyed.
(Música que disfrutamos.)

Su voz se estremeció en silencio, y se quedó mirando a Lauren mientras seguía por


sí sola.

Words that don‟t last


(Palabras que no duran)

And feelings not always kind


(Y sentimientos no siempre amables)

But last thing every night


(Pero lo último cada noche)

You're always on my mind.


(Siempre estás en mi mente.)
Dejó caer el plato que lavaba, haciendo saltar la espuma en el aire, y volvió los ojos
hacia la ojiverde, la garganta chasqueando.

-¡Tú...pudiste oírme! ¡Escuchaste lo que cantaba!

Asintió, con el rostro serio.

-¡No dijiste nada! ¿Hace cuánto tiempo? ¿Hace cuánto tiempo has sido capaz de...?

-Creo que una vez antes... tal vez... y hoy... después de la sesión de afinación...
quería estar segura, muñeca.

Se abrazaron durante mucho tiempo, el simple hecho significaba demasiado.

-Siempre me gustó esa canción -dijo, en voz baja.

Eso les dio esperanza. Lauren todavía encontraba que escuchar la música grabada
era imposible, un hecho que lo frustraba desmesuradamente, pero podía oír a
Camila, y su deseo más básico se cumplió. En cierta forma le facilitó las cosas, pero
en otros, era más difícil para Lauren.

Shawn, en particular, era propenso a olvidar que era sorda. Se alejaba durante las
conversaciones, o se cubría la boca, o hablaba mientras comían, todas las cosas que
hacían imposible que Lauren lo entendiera. Lo aguantó con más estoicismo que
Camila, que estallaría a la menor infracción.

Podía darse cuenta cuando Lauren no entendía, cuando se estaba quedando fuera
de la conversación. No podía oír a los niños en absoluto, su alto tono era inaudible
para ella. Tuvo una reacción similar a los gritos continuos de Alexa, pero eso no era
una pérdida. No podía oír susurros y todavía dependía de la lectura de labios. Pero
ella podía ver que la balanza empezaba a cambiar.

Lauren era obstinada e independiente y la amaba más que respirar, y la volvía


completamente loca. Todavía se negaba a permitir que algún otro de sus
compañeros supiera que era sorda, y se sentaba en conferencias con el gorro puesto
bien bajo. Algunos días decía que no podía esperar para arrancarse el dispositivo de
la cabeza, pero otros días parecía tolerarlo mejor. Todavía se encontraba a disgusto
con el conocimiento de que su cráneo tenía una pieza de titanio, pero estaban
trabajando en sus problemas juntas. Camila le preguntó si creía que había valido la
pena. Asintió, pero en realidad no le respondió. Ella se sintió decepcionada en el
interior, pero no la presionó. Estaba aprendiendo, también. Ella toleraba sus
estados de ánimo, y Lauren se acostumbró a sus enfurruñamientos mensuales.
También empezaba a detectar las señales que le indicaban que necesitaba estar
sola. Suspiró, pensando en lo sola que estuvo durante los últimos cuatro años, de un
modo u otro. Lo estaba haciendo mejor ahora, saliendo más, teniendo más
oportunidades de socializar. Normani había estado tratando de lograr que Lauren
hiciera la prueba para el equipo de fútbol de la universidad, incluso hasta el punto
de buscar en línea los cascos especializados. Lauren no había aceptado hasta ahora,
pero ella se sentía esperanzada. Y compartir la casa con Shawn también era bueno
para Lauren. Aun así -y Camila arrugó su rostro- cuando la ojiverde se sentía
sobrecargada, todavía se negaba a compartirlo.

Pero si pensó por un maldito segundo que podía controlar su vida al pelear con
Drew, tenía otra cosa por venir. Tuvo que enfadarse hasta el punto de echar chispas
antes de decidir ir al taller de reparación de automóviles en el que trabajaba, y
confrontarla. Cogió su chaqueta, y se detuvo. Tendida en la cama, escondida bajo su
abrigo, había un sobre, su nombre escrito en los menudos garabatos de Lauren. Su
corazón se apretó dolorosamente. La última vez que le escribió, fue acerca su
operación. Sacó una sola hoja de papel y empezó a leer.

Muñeca,
Me preguntaste que si valía la pena, tener el IC. Sé que te sientes como si me
hubieras empujado a hacerlo, pero eso no es cierto. Conocerte fue lo mejor que me
ha pasado. Conseguir el IC, y así poder escucharte ha sido lo siguiente mejor. Así
que, ¿valió la pena? Valió la pena porque:
Puedo escucharte cantar.
Puedo escucharte hablar.
Puedo escucharte reír.
Puedo escuchar el viento en los árboles y el sonido del mar.
Puedo escuchar mi música.
Me hace querer descubrir el mundo contigo.
Y cuando hacemos el amor, puedo escucharte decir mi nombre.

Te amo, mucho.

Lauren.

Se sentó en la cama, sosteniendo la carta en sus manos. ¿Cómo hizo eso? ¿Cómo la
dejaba totalmente pasmada con solo unas pocas palabras, palabras que ni siquiera
podía decir en voz alta? Se dio cuenta de que debió haberla traído para dársela
antes de que hubieran tenido su pelea. Dios, ¡era exasperante! Una chica hermosa,
brillante, compleja -muy malditamente molesta- y la amaba. Amaba que hubiera
pensado en su pregunta en lugar de descartarla. Amaba que hubiera escrito lo que
no podía decir en voz alta. Amaba que la hubiera dejado para que la encontrara, a
pesar de que habían estado gritándose la una a la otra.

Camila se puso la chaqueta e hizo el viaje a través de la ciudad hasta el taller de


reparación de coches. El viaje en autobús le dio unos buenos cuarenta minutos para
decidir lo que quería decirle, pero mientras caminaba hacia la descolorida entrada,
todavía no tenía idea de cómo iba a empezar.

Lauren se encontraba inclinada sobre el capó de un Mustang V6, su muy buen culo
a la vista, a pesar del overol de trabajo. El Mustang V6 era amarillo brillante, no un
color que le gustara en coches, pero había estado trabajando en él durante un par de
días, diciendo que necesitaba el tiempo extra. Sospechaba que era más porque el
coche era "un clásico" y no se pudo resistir a la pieza sexy de automóvil. Para
Camila, ahora que lo había visto, todavía parecía una caja con ruedas, pero se
entretenía por la reverencia con la que Lauren hablaba sobre el coche. Era "ella",
por supuesto, aunque Camila se las arregló para no estar demasiado celosa, a pesar
de sus impresionantes líneas y su gran cuerpo.

Se impulsó hacia arriba para sentarse en una pared baja, con las piernas colgando,
disfrutando de la vista. Estaba muy contenta esperando a que terminara lo que
hacía, y no queriendo interrumpir su concentración. Además, había pasado mucho
tiempo desde que tuvo la oportunidad de comérsela con los ojos sin ser molestada.

El overol mostraba su delgada cintura y firmes caderas, y con las mangas recogidas,
sus fuertes antebrazos se hallaban también a la vista. Tenía una mancha de aceite
en una mejilla, pero sus manos estaban cubiertas en unos delgados guantes de
plástico. Se sorprendió de lo cachonda que se sentía, viéndola metida hasta la
cintura en el motor del coche. Recordó las palabras de Dinah desde la primera vez
que la vieron. Esa chica es atractiva. Las palabras parecían aún más verdaderas
hoy, sabiendo la hermosa que era en el interior, también.

Sus recuerdos felices fueron interrumpidos por una mujer de mediana edad con un
traje caro de pantalón saliendo de un taxi. Tiró un poco de dinero al conductor y se
dirigió al otro lado del taller de autos, su celular en una mano y un café para llevar
en la otra. Pudo ver a la mujer recorriendo con los ojos desde el culo hasta los
hombros de Lauren en una descarada exhibición de follársela con los ojos antes de
toser ruidosa y deliberadamente, claramente esperando alguna respuesta de ella.
Camila sabía que no se ponía el IC cuando trabajaba, encontrándolo demasiado
molesto. Cuando la mujer se acercó a Lauren, tocó su teléfono impaciente con sus
brillantes y largas uñas y resopló.

-¡Algunas personas no tienen malditos modales! -espetó-. ¡Oye, tú! ¡Oye, estás
trabajando en mi coche, así que pago tu maldito sueldo!
Camila vio rojo. Se dirigió a la mujer, sus pequeñas manos se apretaron en puños.

-Tú eres la que no tiene modales -dijo con frialdad y claridad.

-¿Qué? ¿Quién te preguntó? ¡Ocúpate de tus malditos propios asuntos! -El rostro de
la mujer era de incredulidad mientras miraba la simple camiseta y pantalones de
descuento de Camila.

Sintió que le ardía la cara, pero se mantuvo firme.

-Ella es mi asunto, y no está siendo grosera, es sorda. Sí, es cierto. -Se cruzó de
brazos-. ¡No asumas que todo el mundo es como tú!

La mujer se quedó sin habla, mirándola con enojo, pero también con la duda escrita
por toda la cara.

Camila caminó al lado de Lauren y ella levantó la vista sorprendida.

-¡Oye, muñeca! ¿Qué estás haciendo aquí?

Le dio una pequeña sonrisa, y miró por encima del hombro.

-Tienes un cliente.

Lauren se dio la vuelta.

-¿Puedo ayudarla, señora?

A ella le divertía escuchar a Lauren ser tan educada, cuando normalmente no podía
completar una frase sin decir una mala palabra. Sus ojos se estrecharon cuando vio
la mueca parecida a una sonrisa de la clienta.

-Lamento interrumpirte -dijo la mujer, fingiendo perfectamente sinceridad-, pero mi


coche es ese en él que están trabajando. Me dijeron que podía recogerlo esta tarde,
pero ¿si necesitas más tiempo...?
Lauren dejó salir su sonrisa más irresistible y Camila sospechaba que sabía
exactamente lo que hacía. Cuando le guiñó un ojo, estuvo segura, y le devolvió la
sonrisa.

-No, señora, ella está bien para irse. Se encontraba inactiva porque el control de aire
no funcionaba -dijo, con autoridad-, y el modelo del dos mil cinco es conocido por el
ruido extremo delantero y el repiqueteo, pero estará bien ahora.

Se giró para bajar el capó.

-Gracias, joven -ronroneó la mujer a su espalda. Arqueó las cejas y luego le dio un
golpecito en el hombro.

Lauren se dio la vuelta.

-¿Si, señora?

-Gracias -dijo de nuevo-. Veo que realmente sabes lo que estás haciendo.

Su tono era sugerente, mientras sus ojos se movían por su cuerpo.

-Claro, no hay problema -dijo la ojiverde, como si no se hubiera dado cuenta-. La


oficina tendrá la factura para usted.

Luego se quitó los guantes de plástico y se acercó a Camila, sonriendo.

La mujer desapareció para pagar la factura, y la castaña se dio un puño interno.


Lauren apartó suavemente el pelo de su cuello y le acarició la piel suave.

-¿Todavía estás enojada conmigo?

-¡Ser linda no te hace menos molesta!

-¿Si? ¿Pero qué si soy caliente? -Y la atrajo hacia su cuerpo, agarrando sus caderas
con firmeza y pasando los dientes por un lado de su cuello.

-Todavía molesta -respiró, en un susurro que era más como un gemido.


Reunió su ingenio disperso y la apartó. No importa cuántas veces la besara, siempre
tenía la misma reacción, completa parálisis mental, y bragas húmedas.

Se sentía encantada de que Lauren no fuera inmune a sus encantos tampoco, y su


overol no podía disimular que se estaba poniendo dura. Gruñó mientras la
empujaba, una mirada de decepción pintada en sus encantadores labios.

-Recibí tu carta -dijo.

Sus ojos abandonaron los suyos y metió las manos en los bolsillos.

-¿Si?

Levantó la mano hasta su mejilla.

-Me encantó. Gracias.

Su sonrisa de respuesta era tímida e hizo que su aliento se atorara en la garganta.

-Bien -dijo en voz baja.

-¡Todavía estoy enojada contigo por lo de Drew! -dijo, poniendo las manos en sus
caderas.

Lauren frunció el ceño.

-¿Qué hizo que estuviera tan mal?

Su única respuesta fue una mueca.

-Quiero decir, ¡nos dejaste sin guitarrista diez días antes del concierto! ¿Qué diablos
pensabas? Si esto se trata de tus celos...

Pero no llegó a terminar su diatriba.

-¡Sí, estoy celosa! -gritó, haciéndola saltar-. Estoy celosa de que estuvo allí arriba
tocando contigo y yo no. Estoy celosa de que sea un mediocre e igual pueda tocar
mejor de lo que puedo ahora. Estoy celosa de que te haya escuchado cantar -
realmente cantar- y yo no. ¡Así que, sí! ¡Puedes decir que estoy malditamente celosa!

Se veía tan enojada y dolida, y se sentía mortificada por haberla hecho sentir así,
pero tenía que sacar esto.

-Entonces, ¿quién sigue?

-¿A qué te refieres? -dijo, todavía respirando con dificultad.

-¿Con quién vas a pelear ahora? ¿Cual de mis compañeros de banda sigue? Dijiste
que querías que tuviera la música por ambas, pero quizás eso ya no se aplica.

La ojiverde se veía furiosa, luego una mirada de resignación cruzó su cara.

-Muñeca, joder, mira... sí, estaré celosa de quien sea que toque contigo... pero
Drew... no podía dejarlo salir más contigo.

-¿Pero por qué?

Frotó la mano en su frente.

-Tenía una idea sobre él, pero... cuando vi a Chris, me dijo que no confiara en él...
que no confiara en Drew. No sabía a lo que se refería, así que hice algunas
preguntas...

-¿Y?

-Y está hasta el cuello de mierda, Camz. De cosas pesadas. Como lo estaba mi


hermano. Es solo cuestión de tiempo y no quiero que estés cerca de él cuando pase.
¿Sí?

Lo encontraba difícil de creer, Drew parecía un tipo muy dulce. Siempre fue amable
con ella, aunque había veces que la dejaba volver sola a casa en la noche después de
prometerle que la llevaría. Suspiró.
-¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué tenías que ir en tu propia expedición? Te
podrían haber herido, de nuevo.

Lauren sacudió la cabeza.

-Solo quería...

-Protegerme, lo sé. Por favor, Laur. Por favor. Tienes que hablarme de estas cosas.

-No quiero que esa mierda te toque, muñeca -dijo tercamente, advirtiéndole que
alcanzaron un punto muerto.

-Está bien -dijo-, pero todavía me debes un guitarrista.

Le dio una pequeña sonrisa.

-Ya está hecho.

-¿Qué?

-JP es un guitarrista bastante bueno y estaba aburrido de dejar que Drew hiciera
todo lo bueno. No lo necesitas. Estarás bien.

-¿Algún otro arreglo que hayas hecho en mi vida del que me quieras contar? -espetó.

La irritante chica le sonrió.

-No se me ocurre ninguno, pero si lo hago, intentaré recordarlo y hacértelo saber.

Síp, muy irritante.

La miró pero se dio cuenta que no podía mantener el ritmo cuando la miraba de esa
manera, toda caliente y despeinada, toda sexy y descarada.

-¿Terminaste?

-¿Por qué? ¿Muñeca quiere jugar?

-Oh sí -dijo, asintiendo-, realmente lo quiere.


Lauren tenía razón sobre JP. Disfrutó la oportunidad de salir de la sombra de Drew,
y estuvo muy feliz de trabajar con ella en una nueva canción que quería probar. Lo
mantuvo en secreto de Lauren, iba a ser una sorpresa especial para ella.

-¡Siéntate quieta, maldición! -La regañó Dinah-. ¡Esta rizadora está muy caliente!
No quiero quemarte, o a mí.

Estaba siendo arreglada de nuevo. Todavía lo encontraba cercano a la tortura pero


tampoco podía negarle a Dinah su placer, y tenía que admitir que era bastante
asombrosa en convertir su cara y figura en algo que se destacaba en el escenario,
incluso aunque fuera un salto a ninguna parte en el circuito de la música. Fue
peinada, maquillada y finalmente vestida con un fabuloso vestido dorado que se
adhería en los lugares correctos, y hacía que sus pechos lucieran impresionantes.

-¡Ta-da! -cantó la polinesia-. ¡Luces increíble, cariño! Probablemente Lauren quiera


secuestrarte así nadie puede ver lo caliente que eres.

No estaba segura sobre eso, pero apreciaba el ánimo que su amiga le daba. Y
definitivamente no creía que hiciera algún daño que Lauren la viera arreglada para
variar. No parecía importarle que viviera en vaqueros y camisas, pero era una chica
después de todo, y ¿a quién no le gustaba ver a su mujer en falda y tacones?

Hubo un golpe en la puerta y la voz de Shawn retumbó a través del panel.

-¡Su calabaza espera, señorita!

Dinah sonrió y abrió la puerta. Ellos se llevaron bien de inmediato e incluso la


polinesia intentó persuadirlo acerca de la importancia de la moda. Shawn todavía
pensaba sobre eso pero dijo que no quería "vivir el estereotipo". Se encontraba
indeciso, solo en lo que quería estudiar, porque estuvo saliendo con Ryan, un
estudiante de segundo año de ingeniería mecánica durante tres semanas, y estuvo
explorando felizmente la escena gay local. Shawn se detuvo y aplaudió cuando vio a
Camila.
-¡Espectacular! ¡Dios, eres genial, Dinah!

-Oye, ¿y yo qué? -Lloriqueó Camila-. ¡La persona que está por subirse al escenario
necesita ánimos!

-Tú también, Cenicienta -dijo el chico, tirándola en un cálido abrazo-. Estoy tan
orgulloso de ti -susurró-. ¡Ahora, que comience el espectáculo!

-¡Espera! -gritó Dinah, y tomó una foto de Camila luciendo bastante sorprendida.

Mientras se acercaban al club, deseó con muchas ganas que Lauren estuviera en el
auto con ella, sosteniendo su mano, pero se fue de viaje con Normani y se iban a
encontrar dentro. Sirona podía ser sexy (como insistió Lauren), pero tenía sus
limitaciones cuando se refería a transportes masivos.

El teléfono en su bolso sonó.

L: ¡Te ves TAN CALIENTE! Me haces querer ser una chica muy mala. X.

-Dinah, ¿le enviaste esa foto mía a Lauren?

Ella le sonrió.

-Culpable. ¿Qué dijo?

-Nada, realmente -murmuró.

-¡Oh Dios mío! ¡Apuesto a que lo hizo! ¿Qué dijo? -Y le arrebató el teléfono.

-¡Oye!

La polinesia se rio histéricamente.

-¡Comparte! ¡Comparte! -cantó Shawn.

-¡Dinah Jane! -siseó Camila.


-Dice que se ve caliente -dijo la chica, sin importarle mucho que Camila la matara
con la mirada.

-Eso es un hecho -coincidió Shawn.

-¡Y que la forma en que se ve hace que quiera ser una chica muy mala!

-¡Oh, sí, por favor! -Se sorprendió el chico con un suspiro melodramático,
abanicándose la cara.

Camila se escabulló en el coche, más allá de la vergüenza, mientras que sus


supuestos amigos hicieron una lista de sugerencias sobre cómo podía tomar la oferta
de Lauren. Quería arrastrarse por el suelo del coche, o tomar notas. En silencio, le
envió un mensaje de respuesta.

C: Estoy enloqueciendo. Deseo que estés aquí. Camz xx.

L: Estarás asombrosa y ahora sé de lo que hablo. X.

C: ¡Eso espero! xx.

Era sábado por la noche y el club se encontraba abarrotado. La gente hacía fila por
una cuadra para entrar. Mientras los pasaban caminando por la entrada de
personal, comenzó a sentir náuseas. Respira, Mila. Respira, se dijo a sí misma.
Golpearon la puerta y dos supervisores que nunca había visto los dejaron entrar.
Sintió una leve punzada de tranquilidad por Drew, y luego se castigó a sí misma por
ser tan tonta. Lauren la esperaba en los vestidores con los chicos de la banda.
Tomaban cerveza y whiskey chaser, sin la cerveza, y los cuatro lucían nerviosos. La
cara de Lauren se iluminó cuando la vio, y su cuerpo se encendió cuando sus ojos
viajaron por sus piernas y se detuvieron en algún lugar cerca del pecho, antes de
darse cuenta que la atraparon comiéndose con los ojos a su novia. Su sonrisa sexy
era provocativa y acechó hacia ella, ahuecando las manos sobre su culo.

-¿Tengo permitido besarte? -dijo, lamiendo hambrientamente su cuello.


-¡No! -dijo-. Bueno, no mis labios. DJ pasó demasiado tiempo maquillándome.

Lauren hizo pucheros.

-Muñeca, te ves malditamente besable... ¿cómo es justo eso?

Se dio cuenta que estaba un poco borracha y le frunció el ceño.

-¿Qué? -dijo, sonriéndole, y pasando la lengua por su dientes.

Sacudió la cabeza, sabiendo que no debería ser capaz de permanecer severa, era
condenadamente linda.

-Quiero llevarte a casa y desvestirte muy lentamente -dijo.

Tembló y comenzó a sudar. Hacía un gran trabajo en sacarle de la cabeza el


concierto, y las cuatrocientas personas hacinadas en el club. Se dio cuenta que
usaba su gorro, lo que significaba que usaba el IC. Aunque las cicatrices
desaparecieron hasta ser una línea tenue, rosa y su pelo había crecido, todavía
llevaba el gorro para cubrir el dispositivo.

-¿Estás encendida? -dijo, luego se arrepintió inmediatamente por la elección de


palabras.

Lauren levantó las cejas.

-Eso es un poco jodidamente atrevido, Srta. Cabello, pero viendo que lo


preguntaste... -Empujó sus caderas contra ella.

Sip, no tenía dudas. Se encontraba encendida.

-Quiero decir tu... tu sabes -siseó, apretando su trasero.

Sonrió con tristeza y negó con la cabeza.

-No, podría intentarlo luego, pero no creo que consiga nada, demasiado ruido de
fondo, demasiados sonidos diferentes. -Hizo una mueca.
Descansó la cabeza contra su pecho hasta que JP tosió disimuladamente. Levantó la
mirada y le sonrió a Lauren.

-¿Te veré en el frente?

-Ahí estaré, muñeca. Lista para golpear a cualquier maldito que te mire demasiado.

Le guiñó un ojo y se fue con el resto de los miembros de la banda. Esperaba que
estuviera bromeando, pero no estaba segura. Repasaron el conjunto que iban a
cantar, y cantó algunas escalas para calentar su voz. A continuación, el maestro de
ceremonias los anunció...

-¡Tocando en vivo esta noche, una caliente banda local del momento, vamos a
escucharlos 32 Degrees North!

Tomó una profunda respiración, ofreció una pequeña súplica, y caminó hacia el
escenario con la cabeza en alto. Los chicos arrancaron los primeros acordes de
Mercy y Camila comenzó a moverse, sus ojos escaneando la multitud hasta que
encontró la cara que buscaba. Se encontraba de pie con Mani, Dinah, Shawn y
Ryan, una sonrisa enorme en su cara.

Abrió la boca y comenzó a cantar.

Sintió la música surgir a través de ella, haciéndola más fuerte y poderosa. Estaba
donde debía estar, haciendo música, compartiéndola con todos allí. Su voz subió,
llenando la desgastada habitación, levantando las vigas y vertiéndose en las
esquinas. La boca de Shawn se abrió, asombro y maravilla en cada rasgo de su
expresión. La banda fue desde Radioactive de Imagine Dragons, por Wild at Heart
de Gloriana, tocaron las dos canciones favoritas de Camila de todas las canciones de
Lauren, On my Mind y Total Recall, y dieron en el clavo con Black Sheep y Man
Like That. Todo lo que necesitaba Camila eran los tatuajes de Gin Wigmore. Luego
vino el momento que más esperaba, y más temía.
-¡Gracias, chicos! ¡Son geniales! -gritó JP, el recién nombrado portavoz de la banda-.
Vamos a intentar un nuevo número esta noche - dijo, colgándose su guitarra
acústica-, elegido especialmente por nuestra asombrosa cantante ¡Camila Cabello!

Vio a Lauren tocándose la oreja y supo, supo que sería capaz de oírla.

I‟m really close tonight.


(Estoy muy cerca esta noche)

I feel like he‟s moving inside me.


(Siento como si se moviera en mi interior)

Lying in the dark


(Tendido en la oscuridad)

I think that I‟m beginning to know him.


(Creo que estoy empezando a conocerla)

Let it go
(Déjalo ir)

I‟ll be there when you call.


(Estaré ahí cuando llames)

La voz amplificada de Camila subió sobre los suaves sonidos de la guitarra


acústica... una pura nota clara de amor. El rostro de Lauren se congeló, mirándola.
¿La entendía? ¿Entendía lo que trataba de decirle?

And whenever I fall at your feet


(Y cuando sea que caiga a tus pies)

Won‟t you let your tears rain down on me


(No dejarás que tus lágrimas caigan sobre mí)
Whenever I touch your slow turning pain.
(Cada vez que te toco lento se convierte en dolor.)

Sus ojos parecían vidriosos, pero no se había movido.

Don‟t hide it from me now.


(No lo ocultes de mí ahora)

There‟s something in the way


that you‟re talking.
(Hay algo en la forma en que estás hablando. )

Words don‟t sound right


(Las palabras no suenan bien)

I hear them all moving inside you.


(Las escucho moverse dentro de ti.)

You know
I‟ll be waiting when you call.
(Sabes que estaré esperando cuando llames.)

Derramó hasta la última gota de emoción, respeto, admiración y amor en la canción,


todo lo que sentía por la chica que estaba frente a ella.

The finger of blame has turned upon itself


(El dedo acusador se ha vuelto sobre sí mismo)

And I am more than willing to offer myself


(Y estoy más que dispuesta a ofrecerme)

Do you want my presence or need my help?


(¿Quieres mi presencia o necesitas mi ayuda?)
Who knows where that might lead.
(Quién sabe a dónde nos podría llevar)

I fall.
(Caigo)

I fall at your feet.


(Caigo a tus pies)

Fall at your feet.


(Caigo a tus pies)

La multitud explotó en aplausos, gritando y chillando su aprobación, sintiendo todo


lo que Camila les mostró.

Lauren asintió, una sonrisa cegadora acentuando las lágrimas en sus ojos. Levantó
las manos y le envió el mensaje que significaba mucho para ambas. Las silenciosas
palabras que expresaban el camino que recorrieron juntas.

Te escuché, le dijo con sus manos. Te escuché.

EPILOGO

Un año después...

Lauren estaba en la cocina, apoyada contra el fregadero, una mirada divertida en su


rostro.

-¿No estás sorprendida o algo? -dijo Camila, sus ojos casi saliéndose.

-¿Por cuál parte? -dijo, tratando de no reír-. ¿La que David tiene novia o que tu
mamá los atrapó besándose?

-¡Lo sabías! -dijo acusatoriamente.

-Claro. Me mando mensajes de texto... por consejos.


-¡Ugh! -dijo Camila-, ¡no quiero saber!

Se rió.

-Bien. Cambio de tema. ¿Qué opinas de la nueva canción?

La expresión de Camila era tensa, cuando la miró. Incluso después de todo este
tiempo, su belleza aún la dejaba sin aliento. Sus pómulos perfectos, sus labios
carnosos, la chispa de malicia en sus ojos color verde. Su cabello era más largo que
cuando la conoció, pero era para ayudar a disimular la zona depilada donde se
encontraba el transmisor, además de su IC. Todavía llevaba su gorra de lana la
mayoría del tiempo pero de vez en cuando, en el verano, había estado sin ella.

Fue la comidilla de la universidad cuando se regó el rumor de que Lauren Jauregui,


la Lauren Jauregui, era sorda. Un montón de personas no lo creían, y Alexa se río a
carcajadas ante la idea, hasta que Dinah habló con ella.

Para el disgusto de Camila, Alexa finalmente desistió de su persecución por Lauren


después de la revelación. Dinah no vio mucho a su compañera de curso después de
eso. Normani no fue la única que se sintió aliviada.

Lauren no había cambiado de parecer acerca de no querer que la gente supiera, pero
cuando entró en el equipo de fútbol con Normani al final de su primer año, alguna
persona de relaciones públicas en la administración decidió que sería bueno para la
universidad ser vista apoyando la igualdad de oportunidades.

Se puso furiosa, tirando mierda a proporciones épicas y amenazando con dar


algunas palizas, cambiar de universidad, o abandonarla completamente. Camila la
persuadió de no hacer ninguna de esas cosas y simplemente aguantar. Había sido
una buena pelea, seguida por un fin de semana entero de sexo de reconciliación. Eso
fue algo que no cambiaba, peleaban como locas, y su pasión por el otro todavía
ardía. Shawn estaba acostumbrado a subir su música fuerte, demasiado.
Cuando Camila se mudó con Lauren al principio de su segundo año universitario,
sus padres se resignaron al hecho de que su única hija vivía en pecado. Aunque el
hecho de que el hijo de un predicador compartía la casa les dio un poco de paz
mental.

No tenían mucho que decir después de eso. Chris fue enviado a la cárcel por siete
años, aunque era posible que saliera en cinco, y actualmente residía en la prisión
estatal. Fue acusado con el cargo de intento de suministro y distribución, lo cual era
un delito grave. La policía calculó mal su incursión, desde su punto de vista,
encontrando a Chris con menos de diez libras de "producto". La sentencia era de dos
a quince años de prisión por una condena de posesión de metanfetamina, por lo que
Lauren y Chris sabían que tuvieron suerte, mucha suerte. Si hubiera tenido la
cantidad habitual de drogas almacenadas en la casa, habría sido mucho peor. El
chico también se negaba constantemente a dar el nombre de su proveedor, alegando
que tenía más miedo de ellos que de la policía. Y aunque no explicó mucho, no
quería que las potenciales consecuencias de dar nombres volvieran a dañar a su
hermanita, especialmente cuando no estaba allí para protegerla.

Lauren veía a Chris una vez al mes y aunque le pedía a Camila que la acompañara,
se había negado hasta ahora. Estaba segura de que la haría desistir eventualmente.

El caso de Lauren fue desestimado debido a la insistencia de Chris de que toda la


droga era suya y tambien por el hecho de que ella continuara negando conocer sobre
cualquier cosa.

Drew desapareció, pero Chris escuchó en la vida de la prisión que estaba envuelto
en alguna mierda en Virginia. Nadie parecía saber los detalles y les importaba
menos, excepto tal vez Camila, que todavía tenía una debilidad por el hombre
montaña.
Vieron a Keana algunas veces, aunque ahora se encontraba en Washington en
Gallaudet, era sólo durante las vacaciones. Le tomó un tiempo, pero aceptó la
elección de Lauren al final. También tomó la decisión de trabajar en su propia
comunicación con personas oyentes y asistía a una clase de terapia del habla. Pero
todavía sentía que el lenguaje a señas era su primera lengua. El implante parecía
haberse acomodado a un nivel razonable. En el lado negativo, Lauren todavía no
podía usar un teléfono, pero a veces veía la televisión sin los subtítulos, aunque le
resultaba agotador. Cuando empezó las sesiones de sintonización del IC, la Dra.
Devallis insistió en que no debería utilizar subtítulos en la televisión, alegando que
esto ayudaría a entrenarlo para usar su dispositivo correctamente. Camila le
recordaba constantemente eso. A veces lo hacía cuando lo sugería. Pero sólo a veces.
En el lado positivo, fue a un cine común por primera vez en cuatro años.

Lo cierto es que, era un metraje de disparos con un mínimo de diálogos, pero la hizo
feliz. Esto también hizo feliz a Dinah, porque Normani había ido a ver la película
sin ella. Esto le permitió disfrutar de una noche de chicas con Camila y Shawn.

Pero lo mejor, absolutamente lo mejor, fue que encontraron que Lauren podía oír lo
suficientemente bien como para tocar la guitarra. Su trabajo de fin de semana en el
taller de reparación de automóviles le hizo ganar suficiente dinero para comprar un
instrumento decente, no tan bueno como la Martin que perdió, pero suficiente. No
podía tocar en la banda o escuchar música amplificada, existían demasiadas
complejidades de sonido para que tratara, pero podía tocar para Camila. Y podía
escribir canciones otra vez. Había sido muy importante para ambas, y les dio
esperanza para el futuro. Quizás sus vidas podrían estar en la música. 32º North
desarrolló firmes fans locales. Ninguno de ellos se atrevió a sugerir que podría ser
más, eso era demasiado como para tentar al destino, pero individualmente, lo
esperaban. A Lauren sobre todo, ni las limitaciones del pasado, ni el miedo al futuro
la detuvieron.
-Sí, es una gran canción -dijo Camila, entusiasma-. ¡Me encanta! Podría encajar con
el conjunto más largo que tocamos muy bien.

Miró a Lauren y no podía dejar de sonreír cuando veía el tatuaje en el interior de su


muñeca izquierda que tenía las letras "CAMZ" rodeadas de estrellas-. Y la lírica en
el segundo verso es simplemente hermosa... ¡Oye! No voy a hablar contigo si no
estás interesada.

-Lo estoy, muñeca -dijo mientras miraba por la ventana-, porque eso es...

¡CRASH!

Lauren saltó cuando Camila tiró su taza de café, el oscuro liquido regado a través de
la mesa y en el suelo.

Camila la miraba, con la boca abierta.

-¿Qué demonios?

-Estabas escuchando -dijo.

-¿Si? ¿Y?

-¡Lauren, estabas escuchando! ¡No me mirabas! ¡Simplemente escuchabas!-


recordando que Lauren si la podia escuchar, pero siempre lo hacia tambien leyendo
los labios.

Levantó la mirada lentamente y la vio con asombro.

-¡Me oíste! -susurró.

Cerró los ojos y parpadeo varias veces. Cuando la miró otra vez, sus ojos ardían.

-Te oí. Oh, Dios, te oí. -Su cabeza cayó en su pecho y soltó una respiración
temblorosa-. Te amo, muñeca. Mucho.
Capítulo extra: "Lo llamarán el día de la sorda"

"Lo llamarán el día de la sorda"

A Camila le encantaba ver a Lauren sudar. Le encantaba sobre todo cuando eran
ambas poniéndose todas sudorosas, pero había algo en verla ejercitarse que era tan
caliente.

El único tipo de ejercicio que ella disfrutaba era con Lauren en el dormitorio, y
pensaba que era más que suficiente para mantenerla en forma.

La ojiverde siempre había tenido un gran cuerpo, sensacional, increíble e


impresionante eran otros adjetivos que le venían a la mente, pero durante el verano,
tenía dos kilos y medio de músculo y se le notaba. Se veía en la altura de sus bíceps
mientras levantaba las pesas; en las crestas de sus abdominales, que podía contar
cuando su camisa se aferraba a su cuerpo cubierto de sudor; y en las firmes piernas
que se le notaban.

En ese momento, se encontraba sentada en las gradas en el campo de fútbol de la


universidad con su mejor amigo, Shawn, observando el entrenamiento del equipo. O
más bien, observaba a la número treinta y tres, vestida para la práctica, con los
pantalones ceñidos del uniforme que la hacían lamer sus labios inconscientemente.

—Sabes, no es genial babear sobre tu propia novia —dijo Shawn mordazmente.

—Hipócrita. —Camila sonrió mientras tomaba un trago del refresco de cereza que
Shawn le pasó.

—Estoy autorizado a babear —se defendió el chico.

—Ve y babea por tu propio novio, esta está comprometida.


Shawn suspiró y sacudió la cabeza.

—Rompimos.

Se contuvo de rodar los ojos y trató de parecer simpática.

—¿Otra vez? —preguntó, con suavidad.

La verdad era que Shawn y Ryan rompían por lo menos dos veces al mes, si no más.
Sospechaba que disfrutaban del drama, y el hacerlo después. Pero las secuelas
siempre se acompañaban con helado Rocky Road y maratones de Friends. Si había
sido una pelea particularmente mala, el chico estaría viendo I Love Lucy, porque
decía que el mantenimiento de los estereotipos era irónico.

—Esta vez es definitivo —dijo Shawn—. ¡Lo digo en serio! Podría estar
arrastrándose sobre sus manos y rodillas y aun así no lo perdonaría.

—¿Ni siquiera de rodillas? —dijo ella.

—Escúchate, Señorita Boca Sucia —balbuceó—. ¿Cuándo te convertiste en una


chica mala? Oh, espera, en el momento en que conociste a tu caliente caballera de
sucia armadura. Lo sé.

No lo negó.

—Entonces, ¿cómo se siente realmente acerca del equipo y su primer juego del
viernes? —preguntó Shawn, después de un breve silencio. La sonrisa de Camila se
deslizó ligeramente.

—Ansiosa. Nerviosa. Muy nerviosa.

—¿Ha tenido problemas... hasta ahora?

Los dos sabían que se refería al hecho de que Lauren era la primera chica sorda en
haber sido seleccionada para el equipo de la universidad, y una de las pocas en todo
el maldito país.
—Bueno, un par de los chicos más antiguos pensaron que sería divertido fingir
hablar pero sin decir nada durante una reunión del equipo, por lo que Lauren
revisaría si tenía el IC activado. El entrenador Evans puso fin a eso rápidamente,
eso fue lo que dijo Mani. Pero no entiendo por qué pensarían que era divertido en
primer lugar. Es cruel.

—Porque son idiotas —dijo el chico, con amargura—. Son el tipo de chicos que hacen
chistes sobre el miedo de dejar caer el jabón si estoy en el vestuario. Como si tuviera
algún interés en sus traseros ejercitados.

Camila intentó reír pero salió mitad tos y mitad resoplido. A pesar de todas las
expectativas, incluyendo las suyas, Lauren y Shawn se hicieron amigos. Ambos
experimentaron el dolor de ser forasteros, aunque por diferentes razones. Era algo
que tenían en común, así como Camila, por supuesto.

—La mayoría de los chicos están bien. —Suspiró—. Y todos saben que entró al
equipo por sus propios méritos. El entrenador ni siquiera sabía que ella era sorda
hasta después de las pruebas. Los chicos saben eso, pero todavía hacen bromas
acerca de que el equipo sea uno con necesidades especiales.- Shawn hizo una mueca.

—¿Qué dijo ella acerca de eso?

Negó con la cabeza lentamente.

—¿Recuerdas el fin de semana que llegó a casa con una mejilla morada y los
nudillos hinchados?

—Oh —dijo su amigo.

—Normani ha sido grandiosa, pero algunos de los otros no son tan útiles. Hasta
parece que el mariscal de campo es un poco idiota.

—¿Y Lauren jugará como corredora?


—Sí, porque es muy rápida.

Shawn sonrió.

—¡Escúchate! Tan conocedora sobre fútbol en estos días. Eso es nuevo.

—No puedo evitarlo —dijo tímidamente—. Laur y Mani siempre están hablando de
ello, algunas cosas se me olvidan y...

—Oh, quería preguntarte —interrumpió Shawn, aburrido de hablar de fútbol


cuando no se hablaba sobre apretados traseros y ondulantes músculos—, ¿Van a
tocar las nuevas canciones en el club el sábado?

Negó con la cabeza.

—Sólo una. No hemos tenido la oportunidad de ensayar los dos nuevos números.
Además, ya que es el primer concierto del año escolar, queremos tocar lo anterior,
una especie de bienvenida a la gente, ya sabes.

Shawn asintió.

—Es una lástima que Lauren no pueda escuchar a la banda. Son fantásticos.

—Gracias —dijo secamente—, pero no dejes que ella te atrape usando la palabra
"lástima" a su alrededor.

—Oh, bueno, no quise decir nada con eso —balbuceó.

—Sí, sé que no lo hiciste. Lo siento. Estoy un poco nerviosa. Sólo quiero que su
práctica vaya bien. Una vez que el primer juego haya terminado...

Shawn le apretó la mano.

—Va a estar bien. Ha llegado muy lejos ya. ¿Crees que un apoyador de ciento
treinta kilos puede detenerlo?

Camila le dio una media sonrisa.


—Probablemente, creo que esa es la tarea de ellos. Pero no lo detendrá por mucho
tiempo. Ella es... increíble.

—Y caliente. —Suspiró el chico.

—Creo que ya hemos tenido esta conversación. —Ella sonrió.

—Sí, pero nunca pasa de moda.

—Hola, chicos —dijo una voz alegre—. ¿Qué hacen?

—Babear —Suspiró él.

Camila levantó la vista y vio a Dinah dejando caer su enorme bolsa de asas al suelo
con un ruido sordo. Su ex compañera de cuarto se rió y le guiñó un ojo.

—Me parece bien. ¿Necesitan ayuda con eso?

—No hasta ahora —murmuró Camila, lanzando una mirada desafiante a Shawn—.
De todos modos, ¿dónde has estado? ¡Hemos estado aquí muchísimo rato!

—Oh, Dios, el número de prácticas de fútbol en las que he estado en los últimos
años —Bostezó Dinah, pasando su largo cabello dorado por encima del hombro
mientras lo hacía—. Sólo vengo por el buen rato.

Camila se sentía confundida.

—¿Quieres decir, cuando empieza el juego?

—No, cariño. La buena parte es al final, cuando todos están sudados. Me encanta la
forma en que Mani huele antes de la ducha.

Shawn gimió.

—Oh, estoy contigo, hermana.


Camila se sonrojó a pesar de que no estaba en desacuerdo. Dinah debía haber tenido
el horario de prácticas memorizado porque en ese momento el entrenador puso fin a
la práctica. Normani y Lauren se quitaron los cascos y vertieron agua de sus
botellas directamente sobre sus cabezas para refrescarse. Varios otros jugadores
hicieron lo mismo, y luego se sacudieron el exceso de agua, esparciendo brillantes
gotas en el sol de la tarde. Lauren levantó la vista y ella podía ver que exploraba las
gradas buscándola. Hizo un movimiento rápido con la mano y se vio recompensada
con una gran sonrisa mientras corría hacia ella.

—Hola, cariño —dijo, tirándola a un sudoroso abrazo.

Sintió lo rápido que su corazón latía debajo de su camisa, si era por el calor que
siempre parecía estallar entre ellos o por su práctica, no lo sabía. Se aseguró de que
la miraba antes de preguntarle

—¿Está todo bien?

—Lo está ahora —murmuró Lauren, pasando su nariz a lo largo de la línea de su


mandíbula.

—Eso no es justo —se quejó Shawn, al fondo.

Cuando Normani se unió a ellos y levantó a Dinah, Camila oyó a Shawn murmurar

—No se preocupen por mí, soy invisible.

Pero se olvidó de todo lo demás cuando Lauren la besó. Muy pronto la apartó.

—¿Qué pasa? —dijo, casi sin aliento.

—Mierda —murmuró, removiéndose incómoda.

Normani la miró y se echó a reír.

—No es una buena idea tener una erección mientras estás usando un soporte
atlético, ¿verdad? ¡Esa mierda duele!
—Oh —dijo Camila, esperando no sonrojarse.

Lauren sonrió ampliamente.

—A mi Muñeca le gusta torturarme.

Shawn arqueó una ceja hacia los dos.

—¿En serio? No me digas.

—¡Cállate! —gritó ella, golpeando tanto a Lauren como a Shawn en los brazos.

—Vamos, chica —dijo Normani—. Tenemos que ir a las duchas y después podemos
sacar a estas magnificas señoritas como les prometimos.

Lauren le lanzó un guiño a Camila y corrió de nuevo a los vestuarios con Normani.

—No me gusta ser la quinta rueda —suspiró Shawn.

Camila se sentía incómoda porque sabía lo que era eso.

—Estás invitado —dijo—. Podríamos ir a...

Pero el teléfono del chico sonó con un mensaje de texto que puso una sonrisa en su
rostro.

—Es de Ryan —dijo.

—Uh huh —dijo Dinah—. ¿Y?

—Lo siente y me quiere de vuelta. Me tengo que ir —dijo, enviando un mensaje de


texto con rapidez antes de alejarse.

—¡De rodillas! —gritó Camila tras él, y Dinah enarcó las cejas antes de reírse a
carcajadas.

Comenzaron a caminar hacia el aparcamiento, la polinesia charlando alegremente


sobre las nuevas clases de ese semestre y como Camila debía ir a la casa de la
hermandad para ver su nueva habitación. A decir verdad, la mente de la castaña se
encontraba a cien metros de distancia, pensando en Lauren caliente y enjabonada
en la ducha. Se sintió aliviada de que estuviera tan feliz y relajada. Sabía que había
estado al borde sobre las prácticas antes del primer juego. Afortunadamente, le
había ido bien hasta ahora.

—¿Todo está bien? —preguntó Dinah, su voz cuidadosamente neutral.

—Sí, todo está bien —respondió con una sonrisa de alivio en su rostro.

Lo cual fue cierto durante otras doce horas. Y luego la mierda se desató. El primer
indicio de un problema fue cuando a Camila le llegó un mensaje de texto de Dinah
en la mitad de una conferencia bastante aburrida de los principales minimalistas,
Philip Glass y Steve Reich. Debería haber sido interesante, pero el profesor Anatoli
lograba arrastrar cualquier aliento de vida del tema más fascinante. Era un talento,
aunque no en lo que se refería a sus alumnos. Camila comprobó secretamente su
teléfono. El mensaje decía:

Necesitas comprobar la web de la universidad AHORA

Y enviaba un enlace que Camila tenía que abrir. Perpleja, abrió el wifi y leyó la
historia que se encontraba en la página web. El color desapareció de su rostro y no
tuvo que fingir el tono verdoso de su piel cuando lanzó su portátil en su bolsa y salió
corriendo de la habitación, murmurando una vaga disculpa. Se quedó fuera de la
sala de conferencias, con las manos temblando, tratando de volver a leer en la
pequeña pantalla de su teléfono con ojos borrosos.

¡COMUNICADO DE PRENSA!

¡Nuevo fichaje para los Piratas rompe la barrera de sonido! Tenemos el agrado de
anunciar que la estudiante de segundo año, Lauren Jauregui ha sido elegida como
corredora para el equipo de fútbol de los Piratas. La señorita Jauregui entro en
nuestros libros de récords como la primera jugadora con una discapacidad que juega
en el equipo de la universidad. Con la pérdida de audición gravemente alterada.
Esta alumna recientemente se sometió a una operación para recibir un implante
coclear que permite algo de audición asistida, a pesar de que no será capaz de usar
el dispositivo durante los partidos. El entrenador Edgar Evans confirmó que las
normas de entrada fueron tan rigurosas como siempre en la selección de la Srita.
Jauregui para el equipo.

"La pérdida de audición de Lauren no fue evidente durante las pruebas, y no fue
hasta más tarde que me enteré de su discapacidad. Vamos a trabajar juntos como
equipo para asegurar los más altos estándares de continuo cumplimiento, y no tengo
ninguna duda de que la srita. Jauregui será una ventaja tanto para el equipo como
para la universidad."

El Atlántico Armstrong se enorgullece de ser una universidad de igualdad de


oportunidades, y continuará defendiendo los valores que apoyan a todos los
estudiantes con capacidades diferentes.

Última Hora: Piratas V USC Rayos en la Conferencia de la correa Peach -


¡Viernes20:00!

Se sentía furiosa. Lauren trabajó muy duro para mantener esto en privado, y ahora
algún imbécil en la administración querían hacer capitolio político de eso,
pregonando cuán tolerantes eran, que ofrecían igualdad de oportunidades. No le
importaba al limpiabotas de escritorio anónimo, lo que Lauren sentía o quería.

Apretó los dientes con rabia y frustración, pero eso no fue nada a la reacción de la
ojiverde cuando le dijo esa noche. Maldijo sin parar, raramente usando la misma
expresión dos veces. Habría sido impresionante si su angustia no fuera tan molesta.
Por el rabillo del ojo, Camila vio a Shawn escabullirse fuera de la sala de estar. No
podía culparlo. Quería escabullirse, también. Excepto que no podía. Sabía muy bien
que era la única persona que tenía la oportunidad de calmarla cuando se perdía así.
Pero al parecer, Shawn no se había escabullido, porque regresó un minuto después
con una hoja de papel y un lápiz. ¿Tomaba notas?

—¡Esos jodidos tapa culos! —gritó Lauren—. ¿Quién diablos se creen que son?
¡Abriendo la boca como cobardes hijos de putas! No son más que un montón de
pollas haciendo trucos para coger coños de pedazos de mierda de Villacoño, y me voy
a cagar en todo lo que se mueva en ese edificio de administración de mierda, coños y
estúpidos. ¡Esta es mi jodida vida, estúpidas pollas, aliento de culo, limpia traseros!
¡Dejaré el equipo antes de permitir que esos tarados de mierda, LIMPIAVAGINAS,
me arruinen como una maldita idiota tarada! ¡Esos jodidos de mierda, jodidos
entrometidos! Les voy a patear el culo de hijos de perra por toda la ciudad. ¡Me
transferiré! Voy a abandonar la escuela, entonces este jodido grupo de idiotas de
pesadilla pueden simplemente. Irse. Al. Jodido. Infierno.

—¡Guau! —susurró Shawn, la pluma colgando de sus dedos y la boca abierta—. Eso
fue genial.

—Shawn! —siseó Camila, e hizo un gesto con la cabeza para que se fuera de la
habitación.

Él suspiró teatralmente, se metió la pluma en el bolsillo trasero y se dirigió a la


cocina, donde lo oyó hurgar en el refrigerador por una cerveza. Esperaba que le
trajera una, también. Pero cuando volvió su atención de nuevo a la ojiverde, no se
había calmado aún en lo más mínimo. Los tendones de su garganta estaban tensos,
y los músculos de los brazos se apretaron por la furia. De repente agarró la esquina
del sofá y con un rugido, lo volcó, por lo que los cojines volaron en todas direcciones.
Decidió tomar medidas, aunque Lauren muy enojada era bastante aterrador. No
quería que su casa fuera destruida de nuevo. Los adictos hicieron un trabajo
bastante minucioso una vez antes, y tomó una semana de trabajo duro de toda su
familia hacer la casa habitable de nuevo. No iba a dejar que ella deshiciera todo ese
buen trabajo. Trató de tomar su brazo cuando intentó agarrar una de las sillas,
probablemente con la intención de empujarla por una ventana, pero su mano era
pequeña como para envolver la de ella y se deslizó inútilmente. Pero su toque suave
y urgente trajo a Lauren un poco más cerca a algo así como control.

Se quedó quieta momentáneamente, y la giró para que la mirara de frente,


colocando las palmas en sus mejillas calientes.

—No vas a renunciar, Lauren Jauregui!

—¡Joder si no lo hago! —gruñó, pero no la apartó.

—Y no te transferirás o dejarás el equipo.

—Entonces, ¿Qué hija de putas voy a hacer? —gritó, pasando los dedos por su pelo—
. ¿Has leído esa mierda? ¡Todo el mundo sabrá! ¡Estará por toda la maldita escuela!
¡Lo llamarán el maldito Día de la Sorda!

—¿A quién demonios le importa? —vociferó Camila, pinchando su dedo en su firme


pecho—. Te diré lo que harás, ¡Te aguantarás, Jauregui! ¡Y luego seguirás adelante
con tu jodida vida!

Se apartó de ella, la cólera quemando la furia en sus ojos.

—¿Crees que es tan jodidamente fácil? —rugió—. ¡No sabes cómo es la gente! ¡Esto
apesta tanto! ¡Simplemente no lo entiendes!

—¿Que no entiendo? —gritó—. ¿Qué es lo que no entiendo? ¡Porque parece bastante


malditamente claro para mí!

—¡No lo has tenido que vivir! —explotó Lauren—. ¡Los comentarios! ¡Las miradas!
¡Maldición, he trabajado tan duro, tan duro y ahora todo simplemente se derrumba
jodidamente como siempre lo hace! ¡Esto es tan jodido!

—No seas tan marica —gritó, completamente enfurecida porque veía cómo se daba
por vencida.
—¿Qué diablos, Camz? —gritó, golpeando su puño contra la pared, haciendo rebotar
el marco de una fotografía de Jimi Hendrix.

—¡Que se jodan! —gritó Camila—. ¡Ellos. No. Te. Controlan!

Los ojos de Lauren se estrecharon con furia mientras daba un paso hacia Camila,
pero luego jadeó cuando rápidamente la tomó en sus brazos, sus ojos color verde
volviéndose casi negros. Sus labios se estrellaron en los suyos, y de repente el calor
y la furia que la consumía se transformaron en deseo y necesidad.

La sujetó contra la pared, inconsciente de que Jimi Hendrix se desplomaba, con


vidrio dispersándose en el piso.

—¡El dormitorio! —dijo entre dientes, contra sus labios. Pero no la oyó, en cambio
tiró de su camisa, quitándosela por la cabeza.

A la distancia, oyó la música a todo volumen salir de la habitación de Shawn.


Viviendo con Camila y Lauren y sus discusiones el chico se había acostumbrado a
poner música a todo volumen muchas veces. Lauren la levantó rápidamente,
envolviendo las caderas de ella bajo sus nalgas, forzándola contra ella. Podía sentir
la dura y áspera mezclilla de los vaqueros contra su centro, y siseó mientras dientes
le atacaban su cuello. Agarró su cara y claramente dijo—: ¡Dormitorio! ¡Ahora!

Parpadeó, luego dio media vuelta y subió corriendo las escaleras, el cuerpo de
Camila todavía envuelto alrededor del suyo. La dejó caer en la cama y pateó la
puerta cerrándola detrás de ella, se quitó la camiseta sobre la cabeza antes de
aplastarla contra el colchón. La apartó lo suficiente para que entendiera la indirecta
y le quitó los vaqueros y las bragas. Luego rodó en su espalda y tiró de Camila sobre
ella, así se encontraba a horcajadas sobre sus muslos. Le chupó los pechos con
avidez, envolviendo la lengua alrededor de los pequeños y duros pezones, tirándolos
casi rudamente con los dientes. Camila gimió en voz alta y le devolvió el favor
mordiendo su pecho y chupandole los pezones, algo que sabía que amaba, y le valió
un largo gemido.

Las fuertes manos de Lauren se hallaban firmemente plantadas en su cintura y


parecía perdida en su cuerpo, como si no supiera qué parte adorar después,
inclinándose para chuparle las orejas y besarle el pecho. Camila se sentía mucho
más orientada al objetivo y se apartó de la ojiverde, desabrochando sus pantalones
rápidamente. Saltó un poco y ella no se sorprendió al ver que no usaba ropa interior
de nuevo. Lo que era algo peligroso alrededor de una Camila excitada, caliente y
decidida.

—¡Joder, muñeca! ¡No quiero ser herida en acción!

—Te besaré mejor más adelante —murmuró, aunque Lauren no podía oírla,
envolvió la mano alrededor de su polla rígida y bombeó duro dos veces antes de
hundirse en ella. Lauren contuvo la respiración por un segundo, sus caderas
arqueándose hacia arriba sin su consentimiento, luego Camila comenzó a moverse
rápidamente. La ojiverde la miraba con adoración y fascinación mientras sus pechos
rebotaban frente a ella, Camila se inclinó hacia atrás, su largo cabello rozándole los
muslos. Luego se movió hacia delante sobre su pecho, con el pelo formando una
cortina alrededor de su cara. Lauren empujó contra ella y un gruñido brotó de su
garganta. Su mano se deslizó entre ellas y frotó duro, mirando el grito silencioso que
brotaba de ella. Sintió el orgasmo de ella propagándose a su alrededor y eso envió a
Lauren en una espiral descendente hasta que vio estrellas y fue incapaz de recordar
su propio nombre. Camila se derrumbó encima de su chica con sus pechos
palpitantes dentro de una capa de sudor. A medida que su respiración disminuía,
Lauren pasó las manos por su espalda, acariciándola suavemente. Movió las piernas
y se dio cuenta de que aún llevaba el calzado. Pero, ¿qué demonios importaba? Se
sentía demasiado relajada para moverse.
Cuando por fin lograron apartarse, fue el comienzo de una larga noche de hacer el
amor suavemente intercalando con folladas rápidas. Camila no exageró cuando le
dijo a Lauren que la mantenía en forma.

Pero a pesar del ejercicio de su noche, Lauren estaba tensa y ansiosa la mañana
siguiente. Sabía que tendría que enfrentarse a las preguntas de sus compañeros. Y
se sentía horrorizada.

—Estará bien —dijo Camila por milésima vez, un comentario que hizo a Lauren
sacudir la cabeza por enésima vez.

—Será una maldita pesadilla —gruñó.

Camila retuvo un poco su comentario: no había nada más que pudiera decir, y nada
que ya no hubiera dicho.

—Buenos días, compañeras de habitación —dijo Shawn, entrando a la cocina.

Captó la atmósfera inmediatamente e hizo una mueca.

—Sé que no estás feliz por ser descubierta —dijo el chico en tono familiar.- pero todo
estará bien.

Lauren dejó escapar un largo suspiro y Camila le lanzó a Shawn una mirada
penetrante.

—¿Qué? —dijo el chico, enérgicamente—. Sabes que tengo razón.

Lauren soltó un bufido— Puedo nombrar a varios jugadores de la NFL, pero sólo ha
habido dos como yo... dos chicos sordos en la NFL.

—¡Basta, los dos! —gritó Camila—. Esto no está ayudando. Y tenemos que irnos
antes de llegar tarde a clase.

Lauren tomó la bolsa de mensajero que utilizaba para la universidad y salió de la


habitación.
—Trataba de ayudar —dijo Shawn en voz baja.

—Lo sé.

El chico tiró a Camila en un rápido abrazo.

—Estará bien —dijo.

Ninguno de ellos estaba convencido. Cuando llegaron a la escuela se fueron por


caminos diferentes y Camila dejó a Lauren con un beso ardiente en sus labios.
Encendió su IC y tiró su gorro con firmeza hasta cubrir completamente el
dispositivo. Había estado haciendo esto durante los últimos ocho meses, pero sabía
que hoy la gente estaría buscando, y que la condenaran si les iba dar algo más que
mirar. Se dejó caer en su lugar habitual en la segunda fila de la sala de
conferencias. Podía sentir las miradas curiosas rebotando en su espalda y el
murmullo de la conversación irritante donde podía distinguir su nombre. Arriesgó
una rápida mirada detrás de ella y una amarga sonrisa se dibujó en su rostro al ver
decenas de rostros viendo en su dirección volverse de pronto, avergonzados de haber
sido sorprendidos mirando. Sentándose recta, tomó una decisión. Se quitó el gorro y
empujó el pelo hacia atrás, permitiendo que el IC se viera claramente. Luego el
profesor Parkes entró en la habitación y la charla se sofocó.

A diferencia de los otros estudiantes, Lauren no sacó una libreta o laptop. Escuchar
con toda claridad en la sala con eco no era fácil, y todavía se basaba principalmente
en la lectura de labios durante las clases. Se preparó para ser cautivada por su
nuevo maestro hablando sobre las relaciones comerciales internacionales.

El profesor Parkes escaneó rápidamente la habitación y luego su mirada se posó


sobre Lauren y frunció el ceño.

—Tú, segunda fila —espetó, señalando a la ojiverde—. Ten la cortesía común de


quitarte el iPod durante mi conferencia, o salir de la sala de clase.
La ira que Lauren había estado gestando durante doce horas estaba lista para
hervir. Se levantó bruscamente, lista para entregar al hijo de puta de ojos pequeños
y brillantes su trasero, cuando otros dos estudiantes la vencieron hablando primero.

―Está usando un audífono, profesor ―dijo un chico tranquilo llamado Sundhil con el
que Lauren sólo había hablado un par de veces en un grupo de estudio.

―No es un iPod, señor ―anunció una chica con un cabello castaño corto desde la
parte posterior del salón―. Es parte de su implante coclear.

El profesor Parkes parecía nervioso y un rojo poco saludable le dio a sus rollizas
mejillas un matiz púrpura.

―Mis disculpas, señorita... Um...

―Jauregui ―dijo, todavía respirando duro―. Lauren Jauregui.

―Ah, sí, Srita. Jauregui. ―El reconocimiento se arrastró por la voz del profesor, y el
labio de la ojiverde se curvó en un gruñido―. Si hiciera el favor de tomar asiento.

Manteniendo sus ojos en el imbécil profesor, lentamente se hundió en el borde de su


silla. Luego miró a Sundhil, dándole un rápido asentimiento después miró fijamente
sobre su hombro a la chica de cabello oscuro, quien sonreía ampliamente mientras
le guiñaba un ojo y soplaba un beso, se sintió más como ella misma de nuevo.

Joder. Iba a ser un día largo.

Para la hora del almuerzo, se sentía exhausta y lista para ir a casa. Era siempre
pesado concentrarse por cincuenta minutos a la vez en leer los labios durante sus
conferencias, pero hoy había estado inundada por la curiosidad, la duda y los
morbosos que querían ver las cicatrices de la cirugía del IC. Los apartó a todos, y
caminó con un ceño fruncido en su rostro que advirtió a las personas de que se
mantuvieran. Malditamente. Alejados. Cuando se dirigió a la cafetería, no estaba
muy orgullosa de admitir que necesitaba a Camila, necesitaba a su muñeca, y todo
lo que quería hacer era sentir sus brazos suaves alrededor de ella, y sus besos
cálidos en sus labios.

Sus ojos se centraron en ella y sintió algo de la tensión de la mañana drenarse. Pero
mientras se acercaba, se dio cuenta que tenía una mirada demacrada y airosa en su
rostro y miraba fijamente a Alexa quien le fruncía el ceño.

Suspiró por dentro. Esa chica tenía un hábito travieso de venir a ella cada vez que
la veía sola, y algunas veces también cuando Camila estaba allí. Era irritante, pero
nada de lo que parecía decirle hacía una diferencia. La chica parecía haberse
convencido que quería su sucio y barato culo. Excepto que ese día la ignoró. A
menudo hacía algún comentario patético sobre lo que vestía, o sobre su motocicleta.
Hoy ni la miró. Y podría haber únicamente una razón para eso. Era exasperante, a
pesar de que no le importaba una mierda Alexa. De hecho, sólo mostraba que había
tenido razón sobre ella. Pero odiaba, ODIABA, que las personas la consideraran
menos. Menos persona, menos mujer. Una de las cosas, una de las muchas cosas
que amaba de su muñeca era que nunca, jamás, la había hecho sentir así. Casi cayó
en el asiento a su lado y la atrajo a su regazo, enterrando el rostro en su cabello
suave, con aroma a melocotón. La sintió acariciarle la mejilla mientras sus manos
con cuidado tiraban de su rostro hacia el suyo.

―¿Largo día? ―susurró.

―No tienes una jodida idea. ―Asintió, de forma cansada.

Fueron interrumpidas por un tipo que lucía como un estudiante de posgrado


aproximándose a su mesa.

―Hola, ¿eres la chica sorda? Sí, buena suerte en el juego del viernes, amiga.

El comentario insultante que tenía la intención de ser más o menos alentador se


sumó a la confusión que sentía por dentro. Viernes por la noche, y esperaba en los
vestuarios con el resto de su equipo. Se sentía animada, preparada y ansiosa de
comenzar el juego. El entrenador daba su discurso motivacional antes del partido,
pero Lauren encontraba difícil concentrarse en leerle los labios. Sus ojos seguían
echando un vistazo a la pantalla digital en la pared donde se veía la cuenta
regresiva de los minutos y segundos para el comienzo del juego. Era la calma antes
de la tormenta, poniendo su mente dentro de la zona. Se dio cuenta que el
entrenador concluía su parte, antes de dar paso a Nielsen, el mariscal.

—Hoy, caballeros —comenzó Nielsen, su enorme cuerpo de ciento diez kilos en sus
protectores—. Hoy estoy honrado de conducirlos al campo de batalla. Hay otro honor
que le debe ser conferido. Esa es la respuesta que viene a esa pregunta. ¿Quién soy?

—Soy un campeón —rugieron todos en repuesta, siguiendo el famoso discurso de


Lelland High School.

—¡Vamos a dejar todo en el campo! —gritó Nielsen, y sus labios se curvaron con una
sonrisa de mala gana pese al hecho de que pensaba que el chico era un cabrón.

Mientras el equipo trotaba de los vestuarios para esperar a la entrada del campo,
sus oponentes ya estaban allí. De inmediato, comenzaron a hacer muecas y
pretender babear.

―Equipo de necesidades especiales ―dijo alguien, con una sonrisa.

Normani frunció el ceño y comenzó a dar un paso adelante, justo lo que el SC


Thunderbolts quería.

Lauren le dio una pequeña sacudida de su cabeza, pero cuando el hombro de un


apoyador de los Thunderbolts confrontó a Mitchell, el Central de los Piratas, el
infierno se desató en la tierra. Brazos fueron agitados, el sonido de cascos golpeando
cascos hacía eco por el túnel junto con gruñidos y maldiciones. El árbitro principal
se golpeó en el cuerpo a cuerpo, junto con los jueces de líneas y el árbitro general.
Los silbatos eran soplados y tomó varios minutos poner orden. Para ese momento la
gorra blanca del árbitro principal había sido pateada por todas partes y dos
jugadores luchaban en el suelo. En los minutos que siguieron, doce tarjetas
amarillas fueron puestas por "conducta antideportiva" y dos por "colisiones casco a
casco". Lo cual era un cálculo conservador. Mientras el árbitro principal perdía su
escaso cabello, intentando calcular las faltas, Nielsen tiró a Lauren a un lado,
empujándola contra la pared y agarrando su casco.

—Esto es por lo que no te quiero en mi equipo —gruñó—. No me importa si eres


sorda, idiota, muda o una jodida ciega, eres una distracción para el equipo, eres una
distracción para el juego. Te quiero fuera del maldito equipo.

—¡Jódete! —gruñó Lauren, cuyos nudillos se encontraban todavía heridos de los


pocos puñetazos que había aterrizado, y empujó fuerte a Nielsen.

Normani caminó entre ellos, colocando una mano en cada uno de sus pechos.

—Gente —dijo—, el juego, el enemigo, está allí afuera.

Tomó una profunda respiración, asintió y se alejó de Nielsen. Los dos se miraron
fijamente, pero sabía que Chris tenía razón. Tiempo suficiente para golpear algunos
de tu propio equipo. Al final, veinticinco minutos más tarde, ambos equipos corrían
en el campo. Toda la multitud estaba de pie y Lauren se quedó mirando al mar de
bocas abiertas en un rugido que no podía oír. Su mundo todavía se encontraba en
silencio. Sabía que en algún lugar en los miles de rostros, Camila estaba mirando y
animando. Esto era por ella. Esta noche jugaba por ella.

Piratas Contra Thunderbolts — The Inkwell reporta:

Eligiendo la patada inicial, los Piratas comenzaron la ofensiva profunda de los


Thunderbolts en su propio territorio con la defensa buscando establecer el ritmo. La
primera jugada del partido fue una genial acción de un pase de treinta yardas del
mariscal Sig Nielsen al nuevo fichaje Lauren Jauregui para poner al equipo local en
la posición de anotar primero. Siguiendo con una carrera y línea ofensiva, los
Piratas avanzaron bien el balón antes de que Sig Nielsen pusiera el balón en la zona
de anotación para una rápida puntuación, poniendo al local 6-0. Marcos Thomas fue
bueno para anotar después poniendo el marcador 7-0. Pronto Ron Shister derribó al
mariscal de los Thunderbolts, Doug McSwane, para poner al equipo local de vuelta
en la ofensiva. Con poco éxito al mover el balón, los Piratas patearon el balón lejos y
los visitantes comenzaron a avanzar contra la línea defensiva. El primer tiempo
terminó Piratas 7-7 Thunderbolts. La mayoría de los puntos fueron hechos después.

El segundo tiempo comenzó con los Thunderbolts en ofensiva, lo cual movió el balón
campo abajo antes de otro intento fallido, poniendo a los Piratas de vuelta en el
campo en la línea de las treinta yardas. Con el tercer cuarto terminando, un pase de
veinticinco yardas para Jim Szyszkowsky que puso a los Piratas dentro del campo
de anotación. Lo más destacado del día fue cuando Nielsen le lanzó a la corredora
Lauren Jauregui, quien evitó varios tacles por unas cuarenta y cinco yardas hasta el
touchdown. Con la última jugada del encuentro, los Thunderbolts intentaron lanzar
al fondo, pero el pase fue disuelto, dejando a los Piratas con una victoria. El
marcador final fue 17-14.

Camila pensó que su corazón se saldría de su pecho mientras el pitido final


mostraba que el equipo local ganó. Su estómago casi se vacía sobre los asientos
frente a ella un par de veces cuando Lauren había sido tacleada fuertemente, pero
cada vez rodaba y parecía ilesa. Aún así, hizo una nota mental de no comer nada
más que galletas saladas antes de su próximo juego.

Se sentó entre Shawn y Dinah, agarrándoles las rodillas tan fuerte que el chico
había gritado, se apartó de ella y se acercó a Ryan, que miraba el juego con una
expresión aburrida.

—Estoy feliz de que mantengas las uñas cortas para tocar el violín — remarcó
Dinah, sacando la mano de Camila de su pierna.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —jadeó Camila.


—Está bien —respondió Dinah, con dulzura—. Está haciendo lo que quiere, esto la
hace feliz, sabes eso.

—Lo sé. Lo hago. Simplemente odio ver...

—Odias verla extendida por todo el campo como una gelatina de fresa. Pero piensa
cuanta diversión tendrás jugando a la enfermera con ella más tarde: masajeando
sus músculos doloridos; frotando aceite en su hombros; atendiendo sus costillas
magulladas con...

—¡Detente! ―suplicó Shawn—. ¡Es tan injusto!

—¿Por qué? —Resopló Ryan—. Puedes frotar aceite en mis hombros en cualquier
momento que gustes. Moriría por un masaje asequible.

—Soy barato. —Sonrió Shawn.

—Una de la cosas que amo de ti. —Ryan se rio.

Pero Shawn no se rio.

—Tú... ¿me amas?

Ryan asintió lentamente, luego Shawn atrajo su rostro hacia él y lo besó duro,
ignorando los abucheos de las personas sentadas detrás de ellos.

Luego puso de pie a Ryan y respiró.

—No me esperes despierta, Mila —Mientras se apresuraban a salir del estadio.

—Entonces —dijo Dinah después de un corto silencio—, ¿cómo te sientes sobre tu


primer juego de fútbol americano?

—Estoy agotada —gimoteó Camila—. Cada vez que Laur estaba en el campo,
apenas podía mirar. Es tan... ¡brutal!

—Sip. —concordó la polinesia —. Caliente, ¿no?


No estaba muy segura, pero cuando alcanzaron a los chicos más tarde, no tenía
duda que la felicidad de Lauren brillaba radiantemente.

—Estoy tan emocionada —susurró en su oído, envolviendo los brazos alrededor de


ella—, y cachonda como la mierda. ¿Podemos evitar la fiesta después del juego,
muñeca? Realmente quiero besar ese dulce coño y sentirte venir en mi pene.
¿Podemos irnos ahora?

Asintió rápidamente. Habían estado saliendo once meses, una semana y dos días, y
su sucia boca y su hermoso rostro todavía tenían el mismo efecto en ella, colapso
total, mental y físico. Pero cuando se dirigían al estacionamiento, Dinah agarró el
brazo de Camila.

—¡Oh, no, no te vas! Sé a dónde van, adictas al sexo; y voy a poner punto final a eso.
Tenemos una fiesta a la que ir y no pasé noventa minutos de mi valiosa vida
haciéndote lucir sexy para irte y sudar entre las sábanas con Lauren. Vamos. A. La.
Fiesta. Ahora.

Camila sonrió de mala gana y Lauren puso cara de enfado.

—Más tarde, muñeca —ordenó.

—Oh, mejor que lo creas, Lauren Jauregui —respondió—. Y eso es una promesa.
Capítulo extra: Entrevista con Lauren

—Hola Lauren, gracias por tomarte el tiempo para charlar con nosotros. Ha pasado
bastante tiempo desde que se contó tu historia, dinos, ¿cómo lo están haciendo hoy
con Camila?

—Realmente bien, gracias. Hemos escrito canciones juntas y una fue vendida a una
compañía discográfica en Nashville, lo que es endemoniadamente genial. No que
estemos grabando ni nada parecido. Harán que uno de los artistas de la firma la
cante, pero aun así es increíble. Nos pagaron trescientos dólares. La mayoría de las
veces no empiezas a hacer dinero con una canción que has escrito hasta que se
empieza a vender en CDs, se descarga o lo que sea. Camz y los chicos podrían
grabar un demo, pero el tiempo de estudio es bastante caro. Pero si funciona, vamos
a ganar algunas regalías. Será mejor que matarme trabajando arreglando coches en
el garaje como mecánica. Y eso es realmente genial, porque nunca pensé que sería
capaz de hacer cualquier cosa con la música porque... bueno, ya sabes. Camila se
encontraba tan jodidamente excitada, y me encanta verla así. 32° North lo está
haciendo muy bien, han conseguido una gran cantidad de conciertos por toda la
ciudad. Siempre voy, pero es difícil verlos en el escenario sin mí. Aunque también
vale la pena, ¿sabes? Ver a Camz cantando de ese modo... es jodidamente caliente.
Dice que está cantando para mí.
Tengo algunas noticias para ella, también. El entrenador dice que un cazatalentos
de la NFL vendrá a vernos jugar el próximo partido local. No me emocionaba
demasiado, pero desde que Derek Coleman comenzó a jugar para los Seahwaks de
Seattle, pienso, bueno, ¿por qué yo no?
—Por lo tanto, vamos a volver al día en que conociste a Camila, ¿cuáles fueron tus
primeros pensamientos acerca de ella? Sé honesta.

—Estaba tensa. Siempre me pone tensa reunirme con nuevas personas, ya que
pueden hablar raro o algo así. Ahora no lo hace tanto, supongo, pero lo hacía
entonces. No obstante, ella parecía mucho más nerviosa que yo, lo que me ayudó a
relajarme. Además, era linda. Tenía todo este aspecto de chica tímida, pero con ese
hermoso cuerpo escondido debajo de esa horrible camiseta.
Luego se aferró a mi mano como si fuera a ahogarse si la soltara. Y después estaba
toda sonrojada y avergonzada. Me di cuenta de que su incomodidad me hacía
sonreír. Sí, ese fue un buen día.

—Cuando conociste a Camila, ¿pensaste que sería alguien permanente en tu futuro?

—Diablos, no. Pero había algo en ella. Y de todos modos, no pensaba en


establecerme con ninguna chica. Pensaba que las relaciones eran para maricas.
Pero ahora... quiero establecerme. Quiero un para siempre. Y... mira... no puedes
decir nada porque no tengo nada planeado todavía, pero un día voy a poner un
anillo en el dedo de mi chica. Sí, y probablemente sería mejor hacer las cosas bien,
preguntarle a su viejo, ¿sabes? Ah, mierda. Sinu es buena y Alejandro no es tan
malo, pero todavía piensa que Camz podría hacerlo mejor. Infiernos, sé que ella
podría hacerlo mejor, pero nadie la amará más que yo. Jamás. Y voy a matar a
cualquier idiota que se le acerque.

—Antes de Camila, ¿cómo era tu estilo de relación con las mujeres?

—Rápido, rudo, dispuesto. Puedes preguntarle a Terri o a Carla o... um, sí, mejor
olvídate que dije eso.

—¿Por qué peleaste tan duro con Camia cuándo ella no te trataba como si fueras
una leprosa?
—¿Te pareció así? No sé, tal vez lo fue. Ella era tan buena y pura. Y... yo no soy
ninguna de esas cosas. Sabía que no era nada buena para ella, pero seguía
presionándome. Y se hizo más difícil alejarla. Y era... Simplemente me gustaba
tener una amiga. Alguien que realmente me entendiera. Los chicos de la banda
están bien, pero me conocían desde antes. De alguna manera, me ayudó conocer que
una persona nueva se encontraba... se encontraba bien con lo que soy. Eso no la
perturbó. No creo que jamás conseguiría eso con nadie.

—¿Cómo están las cosas con tu hermano?

—Él es genial. Es momento difícil, cumpliendo su condena. Se deprime a veces, a


pesar de que trata de ocultarlo. Entiendo por qué hizo lo que hizo. Quiero decir, sí,
es un maldito idiota, pero lo entiendo. Tenía veintiún años y de repente tuvo que ser
mi papá, además de mi hermano. Él lidiaba con toda mi mierda y con la suya. No
pudo soportarlo. Tomó algunas decisiones idiotas, pero no puedo decir que yo lo
habría hecho mejor en su posición. Si no hubiera sido por Camila, ahora podría
estar en el mismo lugar que él. Quiero decir, yo no traficaba, pero es un terreno
resbaladizo, ¿verdad? Consigues un poco de hierba para un amigo y lo siguiente que
sabes, es que el rumor está corriendo. He visto que eso sucede. ¿Te he dicho que
Camz vino conmigo a visitarlo una vez? Fue... tenso, pero creo que arreglaron un
poco su mierda. Espero que, en tal vez tres o cuatro años, Chris esté fuera y pueda
venir a vivir con nosotros. Uh, no se lo menciones a Camz, porque no hemos hablado
de eso todavía. Pero esta es la casa de él, así que por supuesto que volverá aquí.
Pero para eso falta bastante. Está tomando algunos créditos universitarios, por lo
que podría incluso conseguir su título antes que yo. ¡Bastardo, mejor que no lo haga!

—¿Crees que todas las dificultades que atravesaron con Camila valieron la pena?
¿Cambiarías algo?

—Ella es mi mundo. Nunca quise hacerle daño, pero soy una jodi... estúpida idiota.
Pasaré el resto de mi vida compensándola. Sí, valió la pena. Ella lo vale.
—¿Hay algo que quieras decirle a tus fans?

—¿Puedo tener tu número de teléfono? No, espera, Camila me va a matar. ¡Es una
broma, en serio! Um, y sí, díganle a Camz que yo no maldije, ¿de acuerdo? Porque
siempre está molestándome al respecto. No es que yo sea un coño sometido ni nada,
¡joder no! Oh, mierda. No le digas que dije eso. Ahh, ¡infiernos!

Muerte súbita:

¿Suave y Lento o Duro y Rápido? Las dos cosas.

¿Seda o algodón? Seda.

¿Bebida favorita? Jack Daniels. Por supuesto.

¿Frase favorita? "La bondad es el lenguaje que los sordos pueden oír y los ciegos
pueden ver". Mark Twain.

¿Canción favorita? Fall at Your Feet de Crowded House.

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