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Martin Heidegger, “Construir, habitar, pensar” (1951)

Martin Heidegger dijo en broma: "Hacerse inteligible es un suicidio para la filosofía". Me temo que mi intento
de resumir su difícil conferencia de 1951 “Construir el pensamiento habitacional”, con una formación mínima
en fenomenología filosófica y ontología, terminará pareciendo una misión suicida académica. Pero aquí vamos.

La Granja de la Selva Negra


Heidegger se propone discernir la naturaleza del habitar. Más específicamente, quiere entender el habitar tal
como existe en su Ser ontológico —como Dasein— antes de que los errores de la filosofía occidental arrojaran
la naturaleza del hombre a la alienación, distorsionando nuestras percepciones de ella. Su ejemplo de morada
del Dasein por excelencia es la granja de la Selva Negra, que describe en los párrafos finales de la conferencia:

Pensemos por un momento en una granja en la Selva Negra, que fue construida hace unos doscientos años por
la vivienda de los campesinos. Aquí la autosuficiencia del poder de dejar entrar en las cosas tierra y cielo,
divinidades y mortales en simple unidad, ordenaba la casa. Ubicaba la granja en la ladera de la montaña
protegida del viento mirando hacia el sur, entre los prados cerca del manantial. Le dio el amplio techo de tejas
colgantes cuya pendiente adecuada resiste la carga de la nieve, y que, llegando hasta el fondo, protege las
cámaras contra las tormentas de las largas noches de invierno. No se olvidó del rincón del altar detrás de la
mesa comunitaria… Un oficio que, nacido él mismo de la vivienda, todavía usa sus herramientas y sus
armazones como cosas, construyó la masía (160).

Hay mucho que criticar sobre el himno de la granja de Heidegger. En primer lugar, su deseo de comprender la
ontología del habitar está obviamente envuelto en todo tipo de supuestos cuestionables de autenticidad.
Asocia el Ser real con los campesinos, con la edad y con los bosques; en pocas palabras, su Ser supuestamente
universal está sospechosamente teñido de romanticismo burgués. En segundo lugar, está el problema de que la
granja de la Selva Negra no es una verdadera vivienda campesina del siglo XVIII. Es la cabaña de campo del
propio Heidegger, que usó como un escape temporal al estilo Walden de la ciudad. La verdadera especificidad
histórica y material de la casa está “totalmente desplazada por la imaginación de Heidegger”, según mi
profesora Annabel Wharton. Entonces, si bien él está empeñado en que la casa sea el representante del Dasein
o el Ser real, en realidad no se basa en la historia o la realidad. Está basado en su cabeza. Heidegger puede
jactarse de querer volver al Ser, pero en cambio nos ofrece un idealismo conceptual o poético, rebosante de
romanticismo ingenuo, disfrazado de realidad.

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