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LA SUERTE DE JULIA

Melissa González

Julia es una detective muy reconocida en la ciudad de Bogotá, no solo porque realizó sus estudios
en una de las mejores universidades del país, sino también porque ha tenido un gran recorrido en
los medios de comunicación. La vida de julia ya se volvió rutina, no tiene esposo ni hijos, y al
obtener su mayoría de edad decidió buscar su propio camino.

Julia se levanta como de costumbre a las siete y quince, toma su café amargo, sale y se sienta a
esperar en una pequeña silla a que pase el Canillita (vendedor de periódicos). Pasan algunos
minutos y el vendedor se acerca lentamente donde Julia a dejarle el diario. Ella toma aquellos
papeles un poco ansiosa y enseguida entra a su casa, sube a su habitacion sin que Antonia, la
señora del aseo, se entere. Empieza a observar lentamente el periodico, “El alcalde de la ciudad
toma la decisión de renunciar a su cargo político, según algunos habitantes el señor Gilberto
estaba siendo víctima de amenazas por parte de las fuerzas armadas ilegales que se sitúan en las
zonas rurales de la ciudad, aunque otros aseguran que son algunos de los líderes que no están de
acuerdo con que él tuviera ese poder”. Este era el anuncio del periódico del día.

Al mirar estas líneas Julia pone una mirada victoriosa, pareciera que la hace feliz. Escucha un ruido
y se da cuenta de que Antonia se acerca a su habitación. Trata de esconder el periódico pero le es
imposible y cambia la expresión de su rostro para que Antonia no sospeche de su extraño gesto
de felicidad reemplazándolo por un fingido gesto de indignación. Le comenta a Antonia sobre el
encabezado del periódico y con una cínica entonación le dice: “¡Qué clase de amenazas podría
recibir si es un alcalde tan honorable!”.

Pasan varios minutos y Antonia sale de la recamara pensando en la desdicha del alcalde. Unos
minutos después, Julia piensa en salir de la casa para escuchar qué se comenta en la ciudad acerca
del periódico del día. Toma de su closet una blusa ligera y una sudadera que hace ver su cintura
más moldeada.

Sale de su casa, pasa por varias calles, el camino se hace un tanto mas largo para Julia. Antes de
llegar a la alcaldía escucha que varias personas comentan sobre el anuncio del periódico, Ella pasa
muy discreta y actúa como si todavía no hubiese visto el diario del día. Empieza a caminar un poco
más rápido, necesita llegar a casa cuanto antes. Al llegar sube las escaleras muy agitada, entra a su
habitación, toma nuevamente los papeles y los lee una y otra vez; toma unas hojas en limpio y
empieza a escribir, parece que es una carta para alguien, la introduce en un sobre, toma su
teléfono y le habla a Felipe, un vecino con el cual tiene una relación bastante cercana desde hace
varios años, y le pide que pase por su casa para entregarle el “encargo”.
Minutos después, al percatarse de que Felipe no aparece, se acuesta en su sofá y cae en un sueño
profundo. Despierta a las tres o cuatro horas, entre las siete y siete y media de la noche. Alguien
está tocando el timbre, ¿quién podrá ser?, se cuestiona Julia con una voz trémula. Trata de
controlar sus nervios, debe ser Felipe que ha venido por el “encargo”, se tranquiliza un poco,
camina lentamente hacia la puerta, mira que no es su compañero sino una de sus vecinas y se
tranquiliza por completo.

-Buenas noches señorita Amelia.

-Buenas noches señorita Julia, espero que este muy bien, necesito hacerle unas pregunta.

Julia pierde la cordura al instante, su rostro se pone pálido y sus manos empiezan a sudar frío.
Amelia no comprende la reacción de su vecina. Para bajar la tensión hace su pregunta rápida y sin
rodeos “Es que mi perro salio muy temprano como a las seis de la mañana y quisiera saber si por
casualidad vio a alguien tomarlo o si por lo menos pudo observar hacia donde se dirigió, se ha
extraviado y temo perderlo”

-Lo siento mucho señora Amelia, pero no he salido de la casa en toda la tarde, espero lo
encuentre.

Cierra la puerta y sube rápidamente a su habitación, se queda hasta la media noche esperando a
que su amigo llegue, pero todo es en vano, nadie toca la puerta. Logra conciliar nuevamente el
sueño y despierta al día siguiente a las siete de la mañana, baja las escaleras de su habitación
como todos los días y espera nuevamente a que pase el canillita para mirar las nuevas noticias del
periódico del día. Por fin aparece el repartidor de periódicos, se lo entrega y sin dudarlo un
segundo abre las páginas de la sección judicial y lee lo siguiente: “Las amenazas eran ciertas, la
familia del señor alcalde ha denunciado la desaparición del mandatario el día de hoy, según sus
declaraciones desapareció ayer las nueve de la noche”. Al leer aquel encabezado Julia se empieza
a desesperar. Empieza a marcarle a Felipe, pero no logra comunicarse con él. En medio de su
desesperación decide ir a buscarlo a su casa. Después de tocar por varios minutos sale uno de sus
vecinos y le comenta que Felipe salió muy temprano, y le anexa a su comentario: “vi que estaba un
poco asustado y se fue muy rápido en el automóvil”. Julia no hace ningún gesto, le agradece a su
vecino y sale rápidamente hacia su casa. No sabe qué hacer, piensa muchas cosas, pero la que más
le atormenta es perder su carrera, la que con tanto esfuerzo sacó adelante, no se perdonaría que
por una absurda obsesión (ser la más importante en el gremio de la investigación judicial) hubiera
arriesgado tanto. Ella necesitaba un acontecimiento histórico, y qué más histórico que
desaparecer un alcalde, quería que fuera un tema que le importara a todos y que hasta los
mejores detectives, aún mejores que ella, quisieran investigar. Pero en medio de su egoísmo
quería ser ella la única que pudiera resolver este caso. Sin embargo, todo se le había salido de
control, no sabía qué había pasado con Felipe, si había sido él o si alguien había tenido su misma
idea y le salió adelante. No puede evitar sentirse acorralada aunque tiene varias opciones. La
primera es ir a la policía y decir que está detrás de todo esto, que tiene un cómplice y ahora no
sabe dónde se metió, si se llevó el alcalde o salió de paseo, o esperar a que todo se calme y tratar
de localizar a Felipe y decirle que tiene que terminar con todo eso, que su carrera está en juego.

Pasan 24 horas, es de noche y Julia apenas si puede cerrar los ojos. Al amanecer va a recoger el
periódico, sus ojeras son inevitables. Trata de que sus vecinos no la vean, toma el periódico y entra
rápidamente a su casa, y empieza a leer: “El señor Gilberto sigue desaparecido, según las últimas
declaraciones de sus familiares les están pidiendo una gran suma de dinero a cambio de la libertad
del mandatario.” En ese momento empieza a pensar en que Felipe decidió hacer todo solo, para
así poder sacar réditos económicos para sí mismo.

Ella no podía creer que Felipe hubiera caído tan bajo ¿traicionarla por dinero? No sabía si tomar
sus cosas e irse del país, dejar atrás su carrera, su vida rutinaria y el anhelo de poder ser la mejor
detective de la nación. Aún no había pensado en que podía aparecer Felipe y decir que fue ella
quien lo contrató para cometer esa barbaridad.

Sube a la biblioteca y comienza a mirar varios libros, a recordar como fue su vida cuando era niña,
lo mucho que le toco sufrir para ser quien es ahora y no se perdona el haber cometido ese error.
Encuentra un pequeño álbum donde ve sus fotos del colegio, cuando ingresó a la universidad,
cuando se graduó, cuando resolvió su primer caso, se echa la culpa de absolutamente todo lo que
está pasando pues ahora son todos los detectives de la ciudad los que están investigando el caso,
en algún momento la van a descubrir o por lo menos será sospechosa y al final se concluirá que
fue ella quien tuvo esa perversa idea.

Solo falta que Felipe se vuelva un desalmado y lo mate, pensaba Julia constantemente. Llama cada
diez minutos a su supuesto compañero para saber dónde está, con la idea de preguntarle si tuvo
algo que ver con la desaparición del alcalde como lo habían planeado juntos, de no ser así podría
asumir la investigación del caso con los demás detectives. Pero Felipe no contestaba, no había
rastro que pudiera conducirla hasta él. Pasaban los minutos y su desesperación aumentaba, tomó
el teléfono para marcarle de nuevo a su cómplice pero en ese mismo instante le entró una
llamada. Era él, se trataba Felipe quien la llamaba para contarle lo sucedido, la otra cara de la
historia. Julia no podía esconder su cara de felicidad y asombro cuando su cómplice le dijo que
efectivamente había secuestrado a Gilberto, el alcalde de la ciudad. El día del secuestro todo se
hizo de acuerdo al plan, llevé al alcalde a las afueras de la ciudad, a la finca abandonada de mi
familia. Estando allí él me propuso un negocio al cual no pude negarme.

Antes del secuestro el alcalde había desfalcado la ciudad y su único interés era desaparecer para
siempre, no le importaba ni siquiera el sufrimiento de su familia, solo quería tener una nueva vida.
Entonces me propuso darme el 50% de las ganancias de su corrupta acción y decidí salir del país
con él. Solo te llamaba para decirte que no me esperes más y el “encargo” te lo puedes ahorrar.
De hecho te regalo la tarea de encontrar al alcalde para que responda por el delito que ha
cometido.

Julia sonríe, agradece a Felipe por el hecho de comunicarle lo sucedido y emprende su búsqueda.
Por fin va a tener la dicha de ser la detective más nombrada de la ciudad y, por qué no, del País.
No sabía por dónde empezar, sin duda necesitaba de nuevo a Felipe para que por lo menos le
dijera hacia donde se había dirigido el alcalde o en qué lugar estaba residiendo. Llama a Felipe y
para ocultar un poco su descaro le ofrece una suma de dinero, Felipe responde: “lo siento mi
querida julia pero no se exactamente en dónde se encuentra ese ladrón, lo único que recuerdo es
que quería salir del país y lo más probable era que se quedaría residiendo en México”. Julia
agradece el dato e inmediatamente hace unas llamadas, guarda algo de ropa en su bolso y se
dirige al aeropuerto, pasa por varias cuadras antes de llegar a el lugar. Cuando llega se da cuenta
de que hay un sujeto alto, robusto, con una silueta similar a la del alcalde, lleva un saco verdoso,
una gorra y un pantalón azul oscuro, parece estar muy acelerado. Inmediatamente llama al
periódico, anuncia que acaba de ver al alcalde en el aeropuerto. Ella se le acerca un poco y trata
de ponerle conversación como si fuera una forastera. Gracias al anuncio que hizo al periódico,
varios periodistas llegaron al sitio a preguntar qué había ocurrido, cómo había podido escapar del
secuestrador, y muchas dudas más que tenían sobre su desaparición.

A medida que iban llegando los periodistas, Julia hacia su impecable presentación dándose a
conocer como la detective que estuvo detrás del caso, anexando que todo lo hizo anónimamente
porque al parecer sospechaba de que detrás de la desaparición del alcalde había una farsa. Horas
después de haberse reportado ante la prensa, el alcalde fue arrestado por la policía, al parecer el
tesorero de la alcaldía lo había demandado por un desfalco.

Julia contó los hechos, claro está, suprimiendo la parte en la que planeó el secuestro del alcalde.
Julia obtuvo lo que quería, paradógicamente se ganó el reconocimiento público por ser la
detective más transparente y colaboradora ante la sociedad.

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