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Carta abierta a Pedro Almodóvar

Querido Pedro:
la película favorita de mi mamá
es Mujeres al borde de un ataque de nervios.
A mí también me gusta mucho, pero prefiero
Tacones lejanos, porque ahí está
la chica Almodóvar que más admiro:
Miguel Bosé. Oronda. Radiante toda ella,
dueña, con teta postiza, pelucón, y hermosos
y brillantes pendientes.

Un hombre al que quise mucho


interpretaba el monólogo de La Agrado,
no te miento, letra por letra.
Así lo imaginaba yo también
a él, a mi muy querido,
con un telón rojo de fondo,
una nariz operada,
y el orgullo de vivir
como una mujer auténtica.

Tú dices que el rojo


es el color de lo exagerado, lo extremo,
la muerte, la pasión, el fuego, el deseo.
También, Pedro, el rojo es el color
del sueño de un pájaro carpintero
que taladra sin parar
el recuerdo de mi amante.

Uno de mis amigos escribe


una novela, y su argumento me recuerda
bastante a La piel que habito.
Algo hay ahí, en los contrastes,
de los grandes pintores barrocos.
Si Caravaggio hubiera sido un cineasta,
quizá te hubiera envidiado, o quizá
tú lo hubieras envidiado a él. ¿De qué se
hubieran tratado las películas de Rubens?

Imagina que existe un nuevo color:

Rojo Almodóvar. Amado, admirado rojo.

¿Has soñado en rojo, Pedro?


Yo no.

Aunque lo adoro en tus películas,

el rojo me inquieta mucho. Incluso me llega

a doler la cabeza después de verlo.

Quizá por eso siempre llevas

tus lentes de sol.


Cosas que serían más bellas si fuesen de color azul pero que de momento no lo son ni
pretenden serlo pronto

Las paredes de mi cuarto. Las albercas del


balneario municipal. Las plantas del jardín
abandonado de mi abuela. Los perros que duermen
afuera de las cantinas.

La sangre de José José. El trago de


José José. El traje de José José en su último
concierto. La nariz de José José después
de un pase de cocaína. Mi abuela
mientras escucha El triste
en el último concierto.

El cabello de los policías, un poco como


el jefe Gorgory. También el cabello
de los niños miopes con padres
divorciados y un empleo
en la fábrica de galletas.

La pantalla vacía de
la televisión, aunque creo
que algunas televisiones
todavía muestran el azul.

El radio de transistores
de mi abuelo. Las canciones
de los Cadetes de Linares en
ese mismo radio.

La cama en la que nos echábamos


mi papá y yo a ver la miseria
de una familia amarilla. Es justo decir
que los pantalones de Homero
son perfectamente azules.

Y por último, los pollitos


que venden afuera del Mercado Juárez.
Los pollitos que dicen:
pío, pío, pío.
Cuando tienen hambre, cuando tienen frío.
Yo era la chica de los plumones

“Todas íbamos a ser reinas,


de cuatro reinos sobre el mar.”
GABRIELA MISTRAL
A mí me gustaba
hacer títulos coloridos.
Variar las tipografías.
Personalizar mis apuntes
para que las maestras dijeran:
Dios mío, cuánta jotería.
Pobrecito niño, tiene la manita rota,
se le hace agua la canoa,
se come el arroz con popote,
pero qué bonito se ve
el margen de color morado.

Y esa era mi marca:


la jota de los plumones,
la jota de los prismacolor
siempre con punta,
la jota que sabía
hundir bien el color de palo,
sombrear las figuras
en la clase de geometría.

Ahora reviso los apuntes de mis alumnas,


y siento una auténtica envidia.
Sus títulos son más hermosos que los míos.
Sus márgenes no están chuecos
como patitas de bambi, sus márgenes
parecen rascacielos de colores.
sus ilustraciones deberían
de ir a algún museo del arte infantil.

Conjunción del azar y el deseo:


la maestra ha derramado el café
sobre los apuntes del día.
Suicide [Purple Jumping Man] (1963)

Abrir una puerta.


Abrir una boca.
Abrir un poema.
Abrir un refresco.

Entrar a la cabeza.
Entrar a la casa.
Entrar a la piscina.
Entrar a la noche.

Subir por la escalera.


Subir por la cortina.
Subir por la oreja.
Subir por la sombra.

Llegar hasta el último piso.


Llegar hasta el primer piso.
Llegar hasta la última puerta.
Llegar hasta la primera puerta.

Saltar de un edificio, desesperado como siempre.


Saltar de un edificio, triste como nunca.
Saltar de un edificio, alegre como siempre.
Saltar de un edificio, tranquilo como nunca.
Quitarse una venda.
Quitarse una vida.
Quitarse todas las vendas.
Quitarse todas las vidas.
Quitarse una venda todavía.
No quitarse una vida.
No quitarse todas las vidas.
No quitarse todas las vendas.
Triple Elvis (1963)

1. Heartbreak Hotel.

Campana vestida de negro solitario. Me siento tan solo muerto. Siempre hay un cuarto campana.

Siempre hay espacio negro de hotel. Amantes. Pedacería de corazón.

2. Jailhouse Rock.

Oye amigo, amigo. Vamos a bailar con una silla de madera. Vamos a bailar al ritmo de las

campanas como amantes muertos. Mueve los pies al ritmo del número cuarentaisiete. Sujeta la

celda corazón pedazo.

3. I Can’t Help Falling In Love.

Debería quedarme, debería. Perfecto espacio negro.  Quedarme como un tonto frente al guardia.

Bailar con una silla de madera. Suena campana prisión, campana baila cuarentaisiete. Me siento

tan solo amigo celda amante pedazo. Vamos a bailar pájaro vigilante. Algunas cosas están

destinadas a ser. Algunas cosas como tu mano campana.

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