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misterio del Hijo de Dios hecho pan, hecho alimento para todos los que quieran acercarse a él con
un corazón humilde y confiado.
Hoy vamos adorar a Cristo, presente entre nosotros en la Eucaristía y caminar con El por nuestras
calles.
Es una ocasión muy especial en la que como comunidad podemos profesar nuestra fe en Cristo
Eucaristía, nuestra firme confianza en su Presencia viva y Redentora en el sacramento del Altar.
A Jesús en el Santísimo Sacramento encomendamos nuestras preocupaciones y problemas, nuestras
familias y autoridades, la santidad de los sacerdotes, la unidad de las familias, las vocaciones, … y
tantas otras cosas que cada uno lleve en el corazón.
En esta procesión del Corpus Christi, reflexionaremos sobre la Eucaristía que es fuente, centro y
culmen de la vida de la Iglesia (en otras palabras, la Eucaristía es principio centro y fin de la vida
del cristiano, en decir que para el cristiano la eucaristía lo es todo).
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26; 29):
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas
recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía».
Así lo expresa el Apóstol San Pablo en esta carta.
Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de
Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje
y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte.
En el momento actual de la misa y especialmente en la comunión con Jesús debemos acercamos
como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe
que en palabras de San Pablo nos dice que debemos comulgar reconociendo el cuerpo del Señor.