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Hoy nos reunimos para la Solemnidad del Corpus Christi, esta celebración se centra en el gran

misterio del Hijo de Dios hecho pan, hecho alimento para todos los que quieran acercarse a él con
un corazón humilde y confiado.
Hoy vamos adorar a Cristo, presente entre nosotros en la Eucaristía y caminar con El por nuestras
calles.
Es una ocasión muy especial en la que como comunidad podemos profesar nuestra fe en Cristo
Eucaristía, nuestra firme confianza en su Presencia viva y Redentora en el sacramento del Altar.
A Jesús en el Santísimo Sacramento encomendamos nuestras preocupaciones y problemas, nuestras
familias y autoridades, la santidad de los sacerdotes, la unidad de las familias, las vocaciones, … y
tantas otras cosas que cada uno lleve en el corazón.
En esta procesión del Corpus Christi, reflexionaremos sobre la Eucaristía que es fuente, centro y
culmen de la vida de la Iglesia (en otras palabras, la Eucaristía es principio centro y fin de la vida
del cristiano, en decir que para el cristiano la eucaristía lo es todo).

Lectura del santo evangelio según san Juan (6, 1-15):


Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos
que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se
acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a Él y dijo a Felipe: “¿Dónde
compraremos pan para darles de comer?”
Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo
de pan”.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene
cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”
Jesús le respondió: “Háganlos sentar”.
Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los
panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados,
dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran,
para que no se pierda nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron
de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Éste es, verdaderamente, el Profeta que
debe venir al mundo”.
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de Él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Palabra del Señor.
Del santo Evangelio según san Juan (6, 51-58)
En aquel tiempo, Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo; el que coma de
este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar, es mi carne para que el mundo tenga
vida".
Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?".
Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del hijo del hombre y no beben su sangre, no
podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo
resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi
sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por
él, así también el que me come, vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del Cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues
murieron. El que come de este pan vivirá para siempre".
Palabra del Señor.
Del Evangelio según San Lucas (22, 14 - 20)
Llegada la hora, Jesús se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo: «Yo tenía gran deseo de comer
esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que sea
la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios.»
Jesús, aceptando una copa, dio gracias y les dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les
aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.» Después
tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por
ustedes. (Hagan esto en memoria mía.» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta
copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes»).
Palabra de Dios
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26; 29):
Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue
entregado, tomó pan 24 y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es
entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.» 25 De igual manera, tomando la copa, después
de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban
háganlo en memoria mía.»
Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del
Señor hasta que venga.
El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no reconocer el cuerpo
del Señor.
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6, 1-15):
Este milagro es un evento excepcional con un significado mucho más profundo que la
extraordinaria alimentación de esos miles. El evangelista relaciona el milagro con la misión de
Jesús y la Eucaristía: él usa el mismo verbo que después encontramos en la institución de la
Eucaristía –Jesús tomó el pan, dio gracias y repartió el pan a la gente invitándolos a sacar todo lo
que necesitaban.
En esta lectura del Evangelio de Juan se visualiza este alimento con el que Jesús quiere
alimentarnos, como el banquete al que nos invita a gozar. Para Jesús este banquete es un símbolo de
su deseo de compartirse con nosotros, en la Palabra de Dios y en el pan de vida. No hay límites en
lo que quiere compartir con nosotros.

Del santo Evangelio según san Juan (6, 51-58)


La Eucaristía es la esencia de nuestra vida cristiana, lo es todo para el cristiano. Y estos pasajes nos
lo confirman:
En primero lugar Jesús nos dice que el que me come, vivirá por mí, tendrá de mí la vida aquí vemos
que la Eucaristía es fuente de donde nosotros bebemos la vida, nos empapamos de vida, es la fuente
de donde sale la vida.
En segundo lugar la Eucaristía es el centro de la vida cristiana porque cuando yo lo como
permanezco en Cristo y Cristo permanece en mí. En esto consiste la vida cristiana vivir en Cristo,
San Pablo nos va a decir ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Lo más importante, lo más
interesante, lo más valioso de la vida cristiana es poder vivir en Cristo, que Él viva en mí y yo viva
en Él.
Y en tercer lugar la Eucaristía es el culmen porque el que come su carne y bebe su sangre alcanzará
lo máximo que es la vida eterna.
Pidamos a Jesús que hoy cuando pasemos a comulgar vivamos una fiesta en nuestro corazón y no
un compromiso, un mero cumplimiento de normas y reglas.

Del Evangelio según San Lucas (22, 14 - 20)


Este evangelio nos invita a celebrar la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesús de una manera
significativa y muy especial dentro de nuestras comunidades. Celebrar esta Fiesta es celebrar que
Jesús se quedó con nosotros para siempre y siempre se hace presente en los dones pobres del vino y
del pan.
Sin embargo, los cristianos no le damos mucha importancia a la Eucaristía. Se ha perdido el sentido
de lo que celebramos.
Celebrar la Eucaristía no tiene que ver con atarse a normas y rúbricas solamente, sino a despertar en
el corazón esa pasión por el encuentro con Jesús y mis hermanos. Es la fiesta de cada semana donde
nos preparamos y nos encontramos. Y entonces nace la mesa abierta para que se acerquen todos:
especialmente los que nos sentimos pecadores, sabiendo que Jesús vino a curar a los enfermos y no
a los sanos, llamó a los pecadores y no a los justos. Celebrar la Eucaristía es saber que soy parte de
una comunidad. A misa no se va solo. De la misma manera que celebramos en la Trinidad que Dios
es Familia, la Eucaristía es un encuentro, una fiesta y una comida de hermanos que buscan a través
de toda la simbología encontrarse con Jesús y entre ellos.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26; 29):
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas
recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía».
Así lo expresa el Apóstol San Pablo en esta carta.
Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de
Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje
y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte.
En el momento actual de la misa y especialmente en la comunión con Jesús debemos acercamos
como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe
que en palabras de San Pablo nos dice que debemos comulgar reconociendo el cuerpo del Señor.

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