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(Gor Richard _limperio britnicarextencl, ropresiényebeone. lou ado del historia ted, Buena Ales, Copal Itlecul, 2013, icp. 22su15em, ‘Traded por Francisco Sbrino IsuN78-67-614396-7, 1. Mora de Gran Beta copes dies laudla Dublin Dison dotapa:VeréncaFetnmann (Corse: Aurora Charamonte (Coordinatdn: Inés Barba Producclén: Norberto Natale 2 Versa,2011 Richard Gots 2011 (© Copii! Intlecrual, 2013 ‘Tul orignal: Britains Empire ressiance, repression and revolt 1 edicién:1500eemplares«Impreso en Argentina Caphaltnilectal S.A. Paraguay 1895 (1051) Buenos Ales, Argentina Teflon (45411) 4872-130» Telefax: (654 1) 4872-1528 ‘wor aoraleapin.com a inlo@eapin.comar Pedidos en Argentina: pedidos@eapin.comar Pedidos desde el ecerir: eteior@capin.com st ‘Queda hecho ol depésito que prevé la Ly 11723. Impreso on Argentina ‘Todor lor derectoe reservados. Ningun parte de eta publiacién puede ser eprodcid sn permis esto del eltor INTRODUCCION En 1908, hace poco més de un siglo, Henrietta Elizabeth Marshall publicé un gran libro ilustrado para nifios llamado Our Empire Story! (La historia de nuestro imperio). En esa obra habfa relatos de “la India y de las mayo- res colonias; como entonces se llamaban a Canada, Australia, Nueva Zelanda y Sudéfrica, e inclufa ilustraciones de color evocativas, hechas or}. R, Skelton. Durante gran parte del siglo XX, para los nifios del impe- ro esta obra representé todo lo que ellos iban a saber alguna vez sobrela historia del mundo en que vivian. Esta historia, aceptable aunque parcial y fécil de leer, tuvo una influencia profunda. Henrietta Marshall la con- taba desde una perspectiva imperial. En general no se ocupé de la exis- tencia de las distintas poblaciones nativas que encontraron los construc- tores del imperio, aunque sus someras descripciones de los habitantes de Suddfrica pretendfan claramente provocar un pequefo estremecimiento en Ja mente de sus jévenes lectores. Eran, escribfa, “muy salvajes e igno- rantes (...) Se odiaban entre sf y estaban constantemente en guerra, y se decia que algunos de ellos eran canibales" Distinguida historiadora popular y mujer desu tiempo, Henrietta Mar- shall sentia orgullo por el imperio briténico, aunque en su relato también era consciente de que habia aspectos negativos del mismo. “Las historias, 1. Henrietta Elizabeth Marshall, Our Empire Stone Stoves of india and the Greater Colonies Told to Chilean, Lonéon, 1908, no siempre son brillantes’ escribié. ";Cémo podrfan serlo? Cometimos errores, hemos sido rechazados aqui, hemos tropezado allé. Podemos admitirlo sin vergtienza, quizé casi sin pena, y aun asi amar a nuestro imperio y a sus constructores" TBsas expresiones de afecto acriticas son dificiles de justficar desde la perspectiva de un siglo més tarde. Los descendientes de los constructores del imperio y de sus pueblos antiguamente sometidos comparten ahora la pequefia isla cuyos habitantes se embarcaron un dia para cambiar la cara del mundo. Hoy una historia del imperio debe tener en cuenta dos tradiciones imperiales, la de los conquistadores y la de los conquistados, esta tltima habitualmente notable por su ausencia, Uno de los propésitos de este libro es equilibrar la versién de los hechos publiceda en las ante- riores historias del imperio teniendo en cuenta esa ausencia. Ta creacién del imperio briténico tiié grandes porciones del mapa ‘mundial con un rojo intenso. Aunque no era el objetivo, este color result6 singularmente apropiado, pues el imperio de Gran Bretafia se estableclé ‘se mantuvo por més de dos siglos mediante el derramamiento de san- sre, la violencia, la brutalidad, la conquista y la guerra. No hubo ni un afio en que los habitantes del imperio no fueran obligados a sulrir por su involuntaria participacién en la experiencia colonial. La esclavitud, el hambre, la prisién, la batalla, el asesinato, el exterminio; todos estos fue- ronsus destinos. Dondequiera que los briténicos trataron de plantar su bandera tuvie- ron que enfrentarse con la oposicién local, En casi cada una de las colo- nigs tuvieron que luchar desde el desembarco. Aunque a veces pudieron contar con un pufiado de amigos y aliados jams fueron huéspedes bien- venidos, pues la expansién del imperio era invariablemente conducida ‘como una operacién militar. En casi cada territorio colonial, esa oposi- cidn inicial continué intermitentemente y en variedas formas hasta la independencia. Para retener el control, los briténicos debieron estable- cer, a escala mundial, sistemas de opresién brutales y sofisticados. A su ver, estos sistemas crearon nuevos estallidos de rebelién. Por cierto, los pueblos sometidos por el imperio no entraron silencio- samente en la noche de la historia, Bajo la patina de los registros oficiales existe otra historia, bastante diferente. Aflo tras afio, hubo resistencias a la conquista y levantamientos contra la ocuipaciGn, a menudo seguidas de motines y rebeliones protagonizadas por individuos, grupos, ejércitos ypueblos enteros. En un momento u otro la toma briténica de tierras leja- nas fue entorpecida, detenida e incluso derrotada por la vehemencia de Ja oposicién local. Los briténicos que participaron en esos procesos debieron pagar un alto precio. Los soldados, los convictos, los colonos que recién poblaban el imperio, eran a menudo reclutados para la causa como resultado de los fracasos del gobierno en las isas briténicas. Estos participantes involun- tarios fueron los més afectados por la conquista en lejanos continentes: muerte por naufragios en barcos que nunca llegaron, muerte a manos de pueblos indigenas que rehusaban someterse, muerte en batallas de las que no eran responsables, muerte por célera y fiebre amarilla, las dos ‘grandes plagas del imperio. Muchos de los primeros colonos habian sido obligados a dejar Esco- cia, expulsados de las tierras altas en las que los codiciosos terratenientes reemplazaban alos campesinos por las ovejas. Muchos fueron expulsados de Irlanda de manera similar, escapando de siglos de opresién yhambru- nas periédicas. Los convictos ylos presos politicos eran enviados a gulags lejanos por infracciones menores, castigadas por leyes draconianas, Los soldados y los marinos eran reclutados a la fuerza entre los des- cocupados. Luego, trégicamente y casi de la noche a la mafiana, muchos de los ex oprimidos se convertfan en las colonias en opresores imperiales. ‘Los colonos blancos -en las Américas, Australia, Nueva Zelanda, Sudé- frica, Canada, Rhodesia y Kenia simplemente tomaban la tierra que no efa de ellos, a menudo masacrando y exterminando a la poblacién indi- gene como sise tratara de alimatias, El imperio briténico no se estableci6, como sugerian algunas de las vviejas historias, en territorios virgenes. Todo lo contrario. En algunos lugares se encontraron con la resistencia de pueblos que habia vivido allf durante siglos, o aun desde el comienzo delos tiempos. En otras regiones, especialmente a fines del siglo XVIN, arrancaron las tierras de las manos de otras potencias coloniales competidoras que ya habian comenzado su ‘autoimpuesta tarea de colonizacién. Como resultado, los briténicos se encontraron frecuentemente implicados en contiendas trilaterales y las batallas por la supervivencia imperial tuvieron que ser libradas con los habitantes nativos y con colonos ya existentes, comiinmente de origen francés u holandés. Esto ocurrié sobre todo en las Indias Occidentales, en Ia década de 1790, donde los esclavos fugitivos 0 liberados par rebeliones yylos caribes, se unfan a los franceses republicanos para tratar de frustrar Ia arrogante ambicién de los briténicos de retrasar el reloj. ‘Durante el perfodo poscolonial de sesenta afios abierto en 1947, nada, de esto ha formado parte de la opiniGn sobre el imperio generalmente aceptada en Gran Bretafia. Comprensiblemente, los briténicos tratan de olvidar que su imperio fue el fruto de la conquista militar y de gue- sas brutales que implicaban la exterminacién fisica y cultural. Aunque a ‘comienzos del siglo XX1 el propio imperio ha dejado casi de existir, sigue habiendo una tendencia inextirpable de mirar la experiencia imperial a ‘través de los lentes rosados de la cultura heredada. Una creencia pagada de si misma y hegemSnica sobrevive en Gran Bretafia; es la creencia de que el imperio fue un emprendimiento imagi- nativo, civilizador, evado a cabo a veces con reticencia, que acercé los beneficios de la sociedad modema a pueblos atrasados. A menudo hasta se sugiere que el imperio briténico fue algo as{ como una experiencia modelo, a diferencia del francés, del holandes, del alemén, del espafol, del portugués o, por supuesto, del americano. Hay una creencia amplia- izada de que al imperio briténico se lo consiguié y se lo sostuvo con un minimo grado de fuerza y un méximo de cooperacién por parte de una agradecida poblacién indfgena. Esta es una visién benigna y superficial del pasado, que los jévenes que hoy habitan los paises que alguna vez formaron parte del imperio no reconocerfan como una versién de su propia historia. Muchos histo- riadores revisionistas han trabajado en distintos pafses y hallado nuevas evidencias que sugieren que la experiencia colonial -para quienes real- ‘mente la “experimentaron”—fue tan terrible como los opositores al impe- rio han afirmado siempre, y tal vez aun més. Nuevas generaciones han recuperado relatos de rebeliones, repre- siones y resistencias que vuelven absurda la versién de los hechos acep- tada por el imperio. Concentréndose en la resistencia, han desafiado no solo la visién tradicional y autocomplaciente, sino también la acos- tumbrada visin de los colonizados como victimas carentes de accién o voluntad politica Las rebeliones narradas y discutidas en este libro se pueden dividir en cuatro categorias basicas. En la primera hay levantamientos de los pue- blos indigenas contra la imposicién briténica de colonos blancos yel plan de exterminar a los habitantes originarios, como en América, Australia, Canadé, Nueva Zelanda y parte de Africa. En la segunda, hay revueltas de pueblos forzados contra su voluntad a formar parte de la esfera impe- rial, especialmente en éreas como la India o Africa Occidental, donde no hubo una colonizacién blanca sustancial ni una politica de exterminio ostensible; aqut las rebeliones a menudo tomaban la forma de una sim- ple resistencia al dominio extranjero, En la tercera, como por ejemplo en las colonias americanas, surgen rebeliones contra el dominio briténico por parte de los mismos colonos blancos; estas ocurrieron en cada cont nente ya menudo se complicaban por una historia de fidelidades previas; por ejemplo a los franceses (en Canadé y en las islas del océano Indico) los holandeses (en Sudéfrica, aunque no en Indonesia, donde la colo- nizacién briténica que se haba planeado no se materializ6 nunea). Las de la cuarta, como en el caso de Jas innumerables rebeliones de escla- vvos en el Caribe y otros lugares, son revueltas de la fuerza de trabajo en las colonias, en primer lugar de los esclavos; més adelante, cuando se abolié Ia esclavitud, el trabajo barato fue suministrado por trabajadores contratados traidos del exterior, que también resistieron. Hiacia el siglo XX, muchos trabajadores habjan comenzado a organizarse en sindicatos embrionarios, que podian recurrir a las huelgas. La cuestién de la represién ha sido frecuentemente subestimada en las historias tradicionales, aunque se destacan algunos pocos ejemplos particulares: las matanzas posteriores al gran motin de la India en 1857, 1a ‘masacre en Amritsar en 1919, el aplastamiento de la rebelién jamaiquina ‘en 1867, Estos relatos fueron inevitables. Sin embargo, la magnitud y la continuidad de la represién imperial a lo largo de los afios jams ha sido apropiadamente expuesta y documentada. ‘Ninguna colonia del imperio les dio tantos problemas a los briténicos como la isla de Irlanda. Ningin pueblo sometido resulté més rebelde que élirlandés, Desde el brumoso pasado haste el interminable final, la rebo- li6n irlandesa contra el dominio imperial ha sido el leitmotiv que recorre toda la historia del imperio, causando problemas en Irlanda, en la misma Inglaterra y en os rincones més alejados del mundo briténico, 1a rebelién interminable en Ja Irlanda colonial, segulda de una feroz represién, hambruna y desastre econémico, ayudaron a crear una inmensa diéspora irlandesa diseminada por todo el mundo, donde sur- gieron pequefias Irlandas para hostigare irritar alos briténicos, Estos fin- gieron ignorar u olvidar la importancia de la cuestién irlandesa para el imperio, pero los irlandeses estaban siempre presentes y, dondequiera que desembarcaban y se establecian, jamés olvidaban de dénde habfan venido, La memoria de la opresién pasada, y la apenas reprimida célera porel trato a las generaciones anteriores, con el tiempo crecié y se agrav6. Con frecuencia, los briténicos consideraban alos irlandeses “salvajes” ‘yutilizaban a Irlanda como un laboratorio experimental para otras partes de su imperio exterior, un lugar desde y hacia donde enviar colonos, 0 ‘un crisol para desarroller técnicas de represién y control. En Irlanda se reclutaban ejércitos enteros y los oficiales aprendfan el oficio entre pan- tanos y chozas en llamas, Algunos de los grandes nombres de la historia militar briténica ~desde Wellington y Wolseley hasta Kitchener y Mont- gomery- estén asociados en forma imborrable con Irlanda, La particular ae tradicién de la vigilancia armada, patentada por primera vez en Inlanda cenladécada de 1820, se convertiria en el modelo establecido para el resto del imperio. Los soldados irlandeses -los legendatios “gansos salvajes"~ lucharon, durante afios en casi todos los ejércitos europeos salvo en el briténico, sirviendo en Francia y Espaiia, en Napoles y Austria. A los catdlicos irlan- deses no sees permitié oficialmente serviren las fuerzas briténicas hasta 1760, cuando se reclutaron 1.200 hombres para el servicio naval, aun- que antes de esa fecha algunos se habfan inflltrado en otros regimientos, Durante la guerra franco-india se relajaron las reglas y se reclutaron con mayor facilidad a los cat6licos. Los terratenientes protestantes siguleron oponiéndose a esta tendencia, argumentando que armar a esos hombres, que algtin dia podian volverse contra ellos, era peligroso. Tenfan razén en estar preocupados, pues en 1761 estallé una nueva rebelibn, dirigida por los whiteboys? Este libro pone de relieve las rebeliones y la resistencia de los pue- blos sometidos, De su argumento se desprende, implicitamente, que la experiencia imperial de Gran Bretafa entra en una categoria mucho més cercana alas gestas de Genghis Kan o el huno Atila que alas de Alejandro ‘Magno ~aunque en los tltimos afios estos mismos lideres hist6ricos han. sido sometidos a un considerable revisionismo hist6rico- yse da aenten- der que algiin dia los gobernantes del imperio briténico serdn conside- rados, junto a los dictadores del siglo XX, como los autores de crimenes contra la humanidad en una escala infame. La tendencia a la aniquilacién de disidentes y pueblos en la Europa del siglo XX, ciertamente tuvo su precedente en las operaciones impe- riales en el mundo colonial durante el siglo XIX, cuando la eliminacién de pueblos “inferiores” era considerada histéricamente inevitable y la experiencia ayud6 a crear las ideologfas racistas que surgieron ulterior- mente en Buropa? c Luego, el progreso tecnoldgico Solo amplié la escala de lo que habia, pasado anteriormente. A Jo largo del periodo del imperio, los briténicos fueron odiados y despreciados por sus colonizados, Mientras una del- gada capa de la sociedad colonial (principes, burécratas, colonos, sol- dados mercenatios) a menudo apoyaba abiertamente a los briténicos, 2, Sociedad campesina secteta, activa en Wands a comienzos de 1760, cuyes miembros ‘estan casas blancas para reconcerse en sus alaques noctumos, evando destulan Co- ‘sechas ypropiedades de ios terateientes. (N. del 1). 3, Sven Lindqist, Exerminate all the Brtes, London, 2004, la mayoria de la poblacién despreciaba a los ocupantes y, cada vez que la oportunidad lo permitia, manifestaban claramente sus opiniones. La resistencia y las rebeliones eran permanentes, y el poder imperial, desa- fiado continuamente, las reprimia sin pausa. Una pasividad hosca, casi constante, de la masa de la poblacién ofrecta una verdadera muestra del sentimiento popular. Los delitos individuales y los asesinatos eran a veces las respuestas més simples que los pobres adoptaban para expresar su resentimiento hacia los conquistadores extranjeros. No obstante, la larga historia del imperio esta plagada de estallidos a gran escala de rabia y reprimidos con una gran brutalidad, Durante gran parte de su historia, l imperio briténico fue gobernado como una dictadura militar. Los gobernadores coloniales en los prime- ros alos eran militares que imponian la ley marcial cada vez que surgian problemas. Se enviaban cortes “especiales” y consejos de guerra para tratar a los disidentes y se les aplicaba una “justicia” cruel y expeditiva. El gobierno reemplazaba los procedimientos judiciales normales por el (error; aplastaba la resistencia y sofocaba la rebelién. Aunque muchos pueblos indfgenas se sumaron a las rebeliones, otros apoyaron al domi- nio imperial. En la mayorfa de las colonias, los briténicos encontraron resistencia, pero muchas veces también aliados locales que por razones de clase o dinero, o simplemente anticipando el desenlace més probable, apoyaban a las legiones conquistadoras. Sin estas “quinta columnas; el proyecto imperial nunca habria sido posible. En los primeros tiempos, para librar las guerras imperiales se hizo uso sustancial de los pueblos indigenas, rasgo que se convirtié en un ele- ‘mento central en la futura estrategia de otros imperios europeos. Esto fue as{ tanto en la India como en el Caribey en las Américas. Sin los soldados ‘mercenarios indios, conocidos como cipayos, Gran Bretafia jamas habria conquistado y controlado el subcontinente indio. El ejército victorioso de Clive en Plassey en 1757 era relativamente pequefio: 1.000 soldados euro- eos y 2.000 soldados indios. Pronto fue necesario reclutar un ejército ‘mucho mayor de soldados locales para proteger a los mercaderes, comer- ciantes y recaudadores de impuestos briténicos que se desplazaban por los mercados de Bengala. Estos mercenarios fueron empleados luego en la década de 1760 en las batallas contra el nawab (gobernador provincial) bengalf Mir Kassim. {Las cipayos indios jugaron un papel crucial a lo largo de Ja historia del imperio, luchando no solo en la India, sino en expediciones predato- rias enviadas a Ceilén, Indonesia, Birmania, Africa y finalmente a Europa durante las grandes guerrasinterimperiales europeas del siglo XX. Fueron furi a3 44 tun modelo para los otros ejércitos mercenarios del imperio: los regimien- tos negros,originalmente esctavos, organizados en las Indias Occidentales yenviados a luchar a Africa en el siglo XIX y a Buropa en el XX; ylas tropas ‘africanas que lucharfan en la misma Africa y en lugares tan alejados como Birmania, Sin estos ejércitos mercenarios reclutados localmente, no habria sido posible la expansién y supervivencia del imperio briténico. Pero no todo indio en eded militar prest6 servicio en el ejército brité- nico. Los cipayos que sirvieron lo hacfan porque se les pagaba por ello y porque estaban demasiado aterrados como para dejar su trabajo, Gran Bretafia controlaba sus ejércitos mercenarios con el dinero y con el terror. Gran parte de las primeras luchas en la India en el siglo XVIII eran urdi- das para asegurarse el botin para pagar alas tropas. Sin embargo, muchas de las primeras campafias se caracterizaron por el descontento cipayo. El cruel tratamiento briténico alos amotinados cipayos en Manjee, en 1765, cuando se ordené que fueran “cafioneados’ fue una terrible advertencia ‘a quienes no querian obedecer las reglas. El amotinamiento, como des- ‘cubrieron los briténicos un siglo més tarde, era un arma formidable de resistencia a disposicién de los soldados que ellos mismos habfan entre- nado. Aplastarlo mediante el ‘cafioneo" ~colocaban al prisionero conde- nado con sus hombros contra la boca del cafién- era un recurso crucial para mantener el control. Esta sencilla amenaza mantuvo en linea a los Cipayos a lo largo de la mayor parte della historia imperial. Para defender el imperio, construir sistemas rudimentarios de comu- nicacién y transporte y nutrir su economfa basada en las plantaciones, los briténicos usaron el trabajo forzado a una escala gigantesca, Durante Jos primeros ochenta afios del periodo que cubre este libro, o sea desde ‘mediads del siglo XVIII hasta 1834, la regla fue el uso de trabajo negro esclavo no indigena, originalmente embarcado desde Africa. La fuerza de trabajo indigena en muchos estados imperiales también estaba sujeta ‘a condiciones esclavistas, obligada a la fuerza a ingresar en los ejércitos imperiales, o reclutada para las cuadrillas de trabajadores que construfan, las primitivas carreteras, redes de comunicaci6n que facilitarfan la répida represién de las rebeliones. Cuando se abolié la esclavitud negra en la década de 1830, la sed de mano de obra barata de los terratenientes impe- riales cre6 tun nuevo tipo de esclavitud, en el que los trabajadores de la India y de China eran arrastrados desde sus hogares para ser empleados en lejanas zonas del mundo; un fenémeno que pronto trajo sus propias contradicciones y conflictos. ‘Como sucedié con otros imperios, el imperio briténico llevé a cabo vas- tos movimientos de pueblos. Se desplegaron ejércitos de una parte a otra del mundo; los colonos cambiaban de continentes y hemisferios; los pri- sioneros eran relocalizados de pais en pais; los habitantes indigenas eran acorralados, sumidos en el olvido o exterminados con la viruela (como en Norteamérica) 0 el envenenamiento con arsénico (como en Australia). En ol imperio briténico no hubo nada histéricamente excepcional. Virtualmente, en el siglo XVI todos los paises europeos que contaban con costas marinas y naves se embarcaron en programas de expansi6n, comerciando, luchando y colonizando lejanas partes del globo terrestre. ‘A voces, habiéndose apoderado de algiin rincén del mundo, lo canjea- ban por una “posesién” de otra potencia, y frecuentemente estos inter- cambios sucedian como subproducto de matrimonios dindsticos. Los espafioles, los portugueses y los holandeses tenfan imperios, también Jos franceses, os italianos, los alemanes y los belgas. El imperio mundial, en el sentido de una vasta operacién lejana al pais conquistador, fue un. acontecimiento que transformé al mundo durante cuatro siglos ‘Aunque se pueden rastrear los origenes del imperio briténico desde es0s primeros afios, este libro se concentra en el periode que comienza con las derrotas ylas victorias dela década de 1750. Elimperio tenfa rafces ‘ms tempranas, pero lo que a veces es denominado ‘el segundo imperio briténico" fue bésicamente una creacién de la segunda mitad del siglo XVIII La formacién del Canadé briténico, la colonizacién blanca de Aus- tralia, el desplazamiento hacia la India central, las primeras incursiones experimentales en Arica: todo esto fue posible en el periodo posterior a la separacién entre Gran Bretafia y sus colonias en América, como con- secuencia de la guerra de la independencia de los colonos, En esa época, limperio briténico no era més que un conjunto de pequefios puntos en ‘el mapa, Las colonias establecidas en las playas atldnticas de Norteamé- rica ya se habian perdido, y los pequetios enclaves ingleses en Canadé se aferraban desesperadamente al litoral oriental, junto a un pufiado de ciudades riberenias capturadas a los franceses, En le India, unas pocas ciudades costeras y sus éreas de influencia (Calcuta, Madris, Bombay) eran los tinicos puntos de apoyo briténicos, mientras que las islas escla- vistas briténicas en el Caribe se hallaban bajo amenazas constantes de rebeliones. La captura y el sometimiento de Australia, Ceilén, Birmania, Nueva Zelanda, Tasmania y Sudéfrica pertenecfan al futuro, También la incautacién de los estratégicos puestos de avanzada como Penang y Hong, Kong, Singapur y Adén. Luego de la pérdida de las colonias americanas, el estado de énimo en Gran Bretafia no era demasiado expansionista. El Acta sobre la India de 1784, de William Pitt, contenta la famosa declaracién de que las guerras as No de agresién para aumentar el territorio eran contrarias alos intereses bri- ‘énicos y perjudiciales para el honor de la nacién. Pero las frases bienin- tencionadas formuladas en Londres no influyeron en los nuevos modelos de dominacién que pronto se establecerian en la realidad. Para los briténicos, la historia de la colonizacién en América termin6 en 1781 luego de dos grandes rebeliones, una de los nativos amerieanos yla otra de los colonos blancos. Los sucesos de las siglos posteriores con- tinuarfan esa tradicién. Durante los siguientes 200 afios, no pasé un afio sin un ejemplo importante de resistencia y rebelién en alguna parte del imperio, En algunos afios las rebeliones fueron innumerables y alcan- zaron un crescendo de resistencia que las cohortes imperiales tenfan muchas dificultades en aplastar. Aunque las historias de algunas revueltas individuales han sido narra- das frecuentemente, nunca se ha considerado el relato de la resistencia ‘ escala de todo el imperio, Sabemos bastante, y todavia se nos ensefia, sobre los generales y los procénsules; las estanterias apenes resisten el peso de sus innumerables biograffas. En las tiltimas décadas, también so nosha contado sobre la contribucién al imperio de los ‘subalternos" y de Ja clase obrera briténica. Mucho menos conocidas son las historias y las biografias de los que resistieron, se rebelaron y lucharon contra la gran maquinarla militar del imperio. Durante dos siglos, esa resistencia tuvo muchas formas y muchos Iideres. A veces, las rebeliones fueron dis das por reyes y nobles, otras por sacerdotes o esclavos. Algunos tionen. nombres famosos y biografias; otros han desaparecido casi sin dejar hue- las, Muchos murieron en forma violenta. Pocos han figurado, incluso, en los relatos tradicionales del imperio. Aqui, en este libro, muchos de estos. olvidados resucitan y reciben la atencién que merecen. Pues tienen una importancia vital en nuestra historia imperial,

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