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Cambios realizados por COVID19.

Pese a esta avalancha legislativa, expresión


del actual Gobierno a superar muy por debajo de los riesgos de consecuencias
incalculables, llama la atención la resistencia del Ejecutivo a adoptar las
medidas fiscales que la situación requiere.

Demuestra que la única medida efectiva en este caso fue la recogida en el Real
Decreto 7/2020, de 12 de marzo, que permite el aplazamiento o
fraccionamiento de las deudas tributarias de las PYMES en Perú, cuyo período
de declaración y rendición de cuentas finaliza entre el 13 de marzo y 30 de
mayo, con un límite conjunto de 30.000 € para cargas fiscales y financieras.

Se incluyen las deudas que habitualmente no son diferibles, como las


destinadas a cuotas, retenciones e ingresos por obligaciones tributarias, y las
derivadas de aspectos fiscales, impuestos gravables como el IVA.
El plazo designado por la sunat será de seis meses, sin intereses de mora
devengados en los tres primeros, lo que constituye una ayuda a las PYMES de
nuestro país para el desarrollo económico del país.

El aplazamiento del desarrollo es un alivio a corto plazo en la tesorería de


algunas empresas, previendo bloques económicos con privación de ingresos,
el Gobierno ha aprobado cuatro reglamentos, dos con rango de real decreto y
otros dos con rango de decreto ley en donde se adoptan diversas medidas para
dar respuesta al desarrollo económico de la crisis provocada por COVID19.
De esta manera, la avalancha legislativa, que va mucho más allá de una crisis
de consecuencias, ha traído consecuencias, llamando la atención sobre la
resistencia del Ejecutivo como la decisión importante para adoptar las medidas
fiscales y legislativas que la situación requiere.

En realidad, la única medida eficaz, que permite el aplazamiento de las deudas


fiscales de las PYME, cuyo depósito y plazo de depósito expira en días, con un
límite conjunto de 30.000 euros por contribuyente. Las deudas que
ordinariamente no pueden diferirse, como las correspondientes a cuotas,
retenciones y anticipos, y las derivadas de impuestos gravables como el IVA. El
período de aplazamiento será de seis meses, sin que se devenguen intereses
de demora durante los tres primeros. Si bien este aplazamiento supone un
alivio a corto plazo en el fisco de algunas empresas a las que el bloqueo
económico carece de ingresos, préstamos contractuales y créditos hipotecarios
que se producen al amparo de la normativa promulgada. No hay nada de qué
quejarse de una exención que tendrá un impacto insignificante en términos de
recaudación, pero que obviamente beneficiará a quienes deben aprovechar
estas medidas de novación. Sin embargo, la soledad de esta medida apunta en
este caso a un interés publicitario más que a la búsqueda de efectividad en sus
acciones. Sobre todo teniendo en cuenta que hace un año vivimos un
importante debate sobre este impuesto, y un cambio legislativo que,
desconociendo los principios elementales de la tributación, llevó a proclamar
que los impuestos serían soportados por los bancos. Solo se puede pensar que
el gobierno ahora reconoce que el impuesto recae sobre el comprador, ya que
nadie puede creer que pretenda favorecer a los bancos.
Ni medidas a favor de autónomos, ni empresas, ni contribuyentes individuales.
Mientras que ayuntamientos como Madrid exprimen las posibilidades que les
ofrece la Ley Financiera Local para reducir el Impuesto sobre Bienes
Inmuebles, Empresas o tarifas locales, ni actuación del Gobierno. Las
perspectivas apuntan a la desolación. Local cerrado por el que habrá que
abonar el IBI. Negocio sin ingresos, pero con obligaciones fiscales. Autónomo
sin actividad, pero obligado a seguir cotizando a la Seguridad Social, y las
cuentas van sumando y avanzando. Hace unas semanas el Gobierno nos
amenazó con una subida de impuestos importante, cuestionando también las
competencias fiscales de las Comunidades Autónomas como Madrid, que
discrepan de sus directrices. Arreglarlo rápidamente, deje de lado sus sesgos
ideológicos y apruebe las nuevas medidas que exige la situación, o el infierno
fiscal del que muchos de nosotros hemos advertido eventualmente consumirá
una buena parte de nuestra economía.
• Un entorno caracterizado por la incertidumbre. Hoy vivimos en un escenario
de incertidumbre, dado que la covid19 es una enfermedad "nueva", aún no
podemos saber a ciencia cierta qué efectos y consecuencias traerá a medio y
largo plazo para la humanidad. Esto sin olvidar mencionar otros factores que
influyen y contribuyen a crear un entorno de incertidumbre, como la llamada
“segunda ola” de esta enfermedad, tanto en los países europeos como en el
nuestro; el hecho de que todavía no disponemos de una vacuna probada
contra el virus a corto plazo; los resultados de las próximas elecciones
presidenciales en Estados Unidos y en nuestro país, entre otros. Esta
incertidumbre se extrapola a los negocios, ya que, como es bien sabido, los
empresarios suelen ser muy cautelosos en tiempos de crisis, y es común ver
casos como inversiones decrecientes, tasas de interés al alza, precios en
dólares al alza, rezagos y / o problemas en saldar la deuda, etc.
   
   

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