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La tensión entre el derecho al desarrollo y los derechos ambientales, en particular

el derecho a la salud

Primeramente, se refiere a la agricultura industrial, en Brasil se conoce como


agroindustria. Este fenómeno se produce en el contexto de una vuelta a la economía de
los productos primarios, la expansión de la agricultura de los productos básicos de
exportación, la afirmación de un modelo conservador de modernización agrícola y de
monocultivos dependientes de los productos químicos. 

En los últimos tres años, Brasil ha sido el mayor consumidor de plaguicidas en el


mundo, algunos de ellos ya prohibidos en otros países. En 2010, Brasil representó el 19 
% del mercado mundial de plaguicidas, por delante de Estados Unidos, que consumió el
17 %.

Los efectos en la salud pública del uso intensivo de plaguicidas son grandes porque
golpean vastas áreas e involucran diferentes grupos de población, como a los
trabajadores de diversas ramas de actividad, a los residentes de los alrededores de las
fábricas y granjas, así como a todos nosotros, los consumidores. En todas las áreas de la
cadena productiva agroindustrial están comprobadas las intoxicaciones humanas, el
cáncer, los defectos de nacimiento, las enfermedades de la piel y las respiratorias a
causa de la contaminación del agua, el aire y el suelo con plaguicidas y fertilizantes
químicos. 

Una tercera parte de los alimentos consumidos a diario por los brasileños está
contaminada por pesticidas, según el análisis de las muestras obtenidas de las 26
unidades federadas de Brasil. El trabajo realizado por la Universidad Federal de
Ceará, coordinado por la organización Núcleo Tramas, recoge la existencia de muertes
relacionadas de forma directa con los plaguicidas, de cáncer, de enfermedades de la piel
y respiratorias.

Los conflictos en la región y la lucha contra la agroindustria producen también


violencia, como el asesinato de José María Filho, agricultor, ecologista y líder
comunitario. Las áreas de alta concentración de monocultivo coinciden con las zonas de
mayor consumo de plaguicidas y, trágicamente, también con las zonas con mayor
incidencia de la violencia en el campo. Según los datos publicados por el Consejo
Indigenista Misionario, «de los 43 indígenas asesinados en el año 2012 más del 60 % lo
fueron en Mato Grosso do Sul, lo que confirma su triste estadística de campeona de la
violencia contra los pueblos indígenas».

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