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El impacto de lo
nuevo
El arte en el siglo XX
ePub r1.0
casc 06.11.15
Título original: The Shock of the New: Art
and the Century of Change
Robert Hughes, 1991
Traducción: Manuel Pereira
Ilustraciones: AA VV
Retoque de cubierta: casc
Durante la noche
El Sena ya no fluye
Telescopio o clarín
Torre Eiffel
Do
re
mi
fa
sol
la
si
do
Estamos en lo alto
O
un álbum de fotografías donde se
le viera trabajando y en sus horas de
descanso, archivos de sus libros, sus
blocs y cuadernos de notas, informes
taquigráficos, películas, grabaciones
fonográficas?
Creo que no hay otra elección.
No hay lugar para el arte en la
vida moderna […] Todo hombre de
cultura moderna debe librar una
guerra contra el arte, como contra el
opio.
¡Fotografiar y ser fotografiado!
Esa intuición del celebrado poder de los
medios de difusión era a la vez profética
y exacta. Pero solamente en un contexto
constructivista podía considerarse
mayor el poder factual del documento
que el idealizado poder del retrato del
«arte» figurativo. Rodchenko se oponía
a este último porque era «sintético», una
suma de aproximaciones, falsamente
generalizadas en una unidad. Él prefería
la veracidad de lo inequívoco, el hecho
libre, el momento individual visto al
desnudo. Como ilusión, la foto fija no
podía rivalizar con las películas. Pero
cuando la fotografía era deformada y
vuelta a ensamblar, sí podía: por eso los
fotomontajes de Rodchenko influyeron
—y a su vez fueron influidos por ella—
en la obra de su amigo, el
documentalista cinematográfico ruso
Dziga Vertov.
¿En qué medida el trabajo de estos
hombres produjo una nueva conciencia
en Rusia? Es imposible saberlo; las
pistas están demasiado tapadas,
minuciosamente cubiertas. A juzgar por
las apariencias, su obra no parece haber
tenido ningún efecto duradero en el
proletariado. Aquello era demasiado
nuevo, y además fue reprimido
demasiado pronto. Los grandes
proyectos no podían construirse debido
a la escasez; Lenin hubiera tenido que
estar loco para entregar fondos estatales
destinados a aquellas grandiosas
maquetas monumentales, por muy
edificantes que fueran. Su actitud se
resume en un comentario que le hizo a
Lunacharsky: «Durante la hambruna,
¡deja que los teatros de vanguardia
vivan de su estusiasmo! Debemos dirigir
todo nuestro esfuerzo a que no se
desplomen los pilares fundamentales de
nuestra cultura». Los montajes de
Rodchenko contienen alusiones muy
sofisticadas a los iconos, pero
difícilmente un semialfabetizado
operario de Magnetogorsk o un pescador
del mar Negro podían identificarlas,
mucho menos saborearlas. Así las cosas,
dejándose llevar por la corriente de
aprobación, al nuevo arte le fue bien
hasta el sepelio de Lenin; después de lo
cual Stalin consideró que todo lo que no
fuera arte de masas era un crimen contra
el Estado. Para él, los constructivistas
eran burgueses formalistas, gotitas
sueltas de imaginación en el océano de
su nueva Rusia. Algunos perdieron la
vida en las purgas, y los demás
perdieron sus empleos a manos de los
burócratas y funcionarios del Partido, de
modo que el arte estatal en Rusia volvió
a su tradicional tarea de reforzar el
narcisismo del poder.
59. Alexandr Rodchenko, Cartel para la cerveza
Trekhgornoe, 1923. Museo de Arte Moderno,
Oxford.
La reaparición de la comida en la
imaginación de Oldenburg no es, por
supuesto, un accidente. Pudiéramos
decir que su arte es alimenticio:
incorpora una constante masticación,
rumia y descomposición del material
crudo, y su reconstitución como
metáforas del cuerpo, del placer y de los
desperdicios. Nada es más banal, menos
sorprendente en sabor, ni más
culturalmente «fijo» que la comida
rápida norteamericana. Esa misma
cualidad de lo «insoportablemente
banal» (como él la llamó) se glorifica en
una obra como Dos hamburguesas con
queso completas (1962)
(Ilustración 236). El esmalte de las
hamburguesas con queso, goteando en
esa parodia semilíquida del
expresionismo abstracto, es como
almíbar. Imaginamos un sabor
asqueroso, tan brillante y sintético como
el mismo color, que nos deja un mal
sabor de boca acompañado de un
repelús. La burla del deseo es una
imagen de la frustración. El apetito y la
repulsión forman parte del mismo
objeto. Esta contradicción en sí es
fundamental en gran parte de la obra de
Oldenburg. «Hago cosas que son
contradictorias. Intento hacer que el arte
parezca formar parte del mundo que lo
rodea. Y al mismo tiempo, me esmero en
mostrar que no funciona como parte del
mundo que lo rodea».
Oldenburg es un artista muy formal.
El pragmatismo de su obra iba de la
mano con una crítica continua del objeto
en sí, sus bordes, el volumen, la línea, la
textura, el color. «Lo que Oldenburg
propone», escribió Barbara Rose en
1969, «es un arte chabacano, vulgar y
figurativo de un significado formal». Su
obra sugiere un mundo permeable lleno
de cosas que siempre están
despojándose de un significado y
desarrollando otro. Cambian de tamaño,
de material, de textura, de estructura. Un
doble interruptor de luz, a escala
gigantesca y en una nueva versión
realizada con vinilo blando, adquiere el
patético aspecto de un torso de mediana
edad, con los conmutadores
transformados en dos senos caídos. O
bien, en su versión dura, adquieren un
rigor «masculino». «Quiero expresar
una cualidad de la forma, y entonces un
objeto se introduce en esa cualidad;
luego tomo el objeto sin pensar mucho
en ello. Este [interruptor de luz] podía
haber sido también la puerta de la
cámara acorazada de un banco, es
igual… Buscaba algo geométrico y que
no fuera complicado». De este modo,
merced a la multiplicidad de sus
significados y a su capacidad de admitir
cambios, las cosas de Oldenburg están
emparentadas con uno de los momentos
más inquietantes del arte europeo de los
años veinte: por ejemplo, las grotescas
Bañistas en Dinard, de Picasso, o los
relojes de Camembert que se derriten en
la playa de Dalí (Ilustración 163). Su
amplitud parodia la visión tradicional
que Estados Unidos tiene de sí mismo,
una constante desde los días de John
White y la colonia de Virginia, como una
Jauja donde se nada en la abundancia:
los pavos cebados, los róbalos rayados
que emigran en cardúmenes tan copiosos
que casi se puede andar por las aguas
caminando sobre sus lomos, las
frambuesas, las fresas y las frutas
orondas.
Virginia,
el único paraíso de la tierra.
donde la naturaleza tiene en
abundancia
aves, venados y peces,
y la tierra es feraz
sin que se la trabaje,
durante tres cosechas más…
236. Claes Oldenburg, Dos hamburguesas con
queso completas (Hamburguesa doble), 1962.
Arpillera empapada en yeso, pintada con esmalte,
17,8 x 36,3 x 20,9 cm. Colección, Museo de Arte
Moderno, Nueva York, Fondo Philip Johnson.