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EL PODER POPULAR EN EL CONTROL DE LA GESTIÓN PÚBLICA

VENEZOLANA, DESDE EL ENFOQUE DE LA PARTICIPACIÓN


CIUDADANA Y LOS DESAFÍOS PARA EL GERENTE PÚBLICO.

En análisis anteriores, ya se habían hecho referencias de la conceptualización de


participación ciudadana, y se resaltó entre ellas la que hace Hart (1993) citado por Ruíz
(2010) quien la describe como “la capacidad para expresar decisiones que sean
reconocidas por el entorno social y que afectan a la vida propia y/o a la vida de la
comunidad en la que uno vive”, esta es quizá una de las más sencillas en la que se
destaca la responsabilidad ciudadana en la resolución de sus problemas y necesidades.
Pero, también Balbis, plantea la participación ciudadana como “toda forma de acción
colectiva que tiene por interlocutor a los Estados y que intenta –con éxito o no- influir
sobre las decisiones de la agenda pública”. A partir de esta segunda, comenzamos a ver
la relación entre una comunidad y un organismo regente que vigila y regula las acciones
y decisiones de dicha ciudadanía (que es la relación pueblo-Estado). Sin embargo,
Seligson y Booth (1978) aportan un concepto con sentido de distribución de lo que debe
ser la participación, la cual considera como un “comportamiento que influye o pretende
influir en la distribución de los bienes públicos”. Aquí ya estamos profundizando en qué
implica la participación ciudadana. Ahora bien, tomando en consideración algunas
palabras claves como acción colectiva, Estado y bienes públicos, entonces surge la
necesidad de hablar de poder popular y gestión pública. En cuanto a poder popular se
refiere, Moreno y Figueroa (2015) la entienden de una forma genérica como “la
construcción de una fuerza política que posee en su centro a la participación ciudadana
(y principalmente popular), formada a través de instituciones estatales y no estatales que
incluso preceden a la formación de los gobiernos nacional-populares”. Sin embargo, en
Venezuela, el surgir de este poder se sustenta en la ley que lo regula, como lo es la LEY
ORGÁNICA DEL PODER POPULAR, y en su artículo 2 se define como “el ejercicio
pleno de la soberanía por parte del pueblo en lo político, económico, social, cultural,
ambiental, internacional, y en todo ámbito del desenvolvimiento y desarrollo de la
sociedad, a través de sus diversas y disímiles formas de organización, que edifican el
estado comunal”. En esta definición podemos ver el alcance del poder popular. En
cuanto a la gestión pública se refiere, ya hemos escuchado que esta es parte de una
administración pública moderna relacionada directamente con prácticas gerenciales
como una búsqueda de mayor eficiencia en el manejo de los recursos, además que
permite ganar espacios para la desburocratización de la estructura pública, intentando
volver más participativa y descentralizada la gestión de lo público. Esta tendencia es
una forma de que los gerentes públicos o gobierno puedan manejar los recursos y
diseñar sus políticas públicas hasta los niveles de mayor descentralización político-
administrativa de manera eficiente y transparente buscando viabilizar la gestión pública
desde lo local (comunidades).

Es indiscutible que desde que el Estado comenzó a dar poder o delegar


responsabilidades administrativas al pueblo, al individuo, comenzó también un
crecimiento acelerado no solo desde su estructura, sino también de los espacios que
empezó ocupar y que día a día su poder es indudable cuando se trata de ser
intervencionista; utilizando para ello, la administración pública, es decir, gestión y
gerencia pública, que también han ganado territorio, permitiendo al Estado asumir
compromisos con las comunidades y facilitar su cercanía con el individuo, además de
garantizar mayor control sobre sus decisiones y acciones. En esto se evidencia que la
administración pública local en Venezuela es la instancia más cercana a los ciudadanos,
respaldada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), y
cualquier otra ley que se vincule con este nivel de gobierno. Y esta cercanía otorgada
debe de ser aprovechada para que los problemas más simples vinculados a los servicios
públicos puedan ser resueltos con la prioridad requerida; así como el de elaborar
políticas públicas locales efectivas, o de muy alto impacto. Aquí es donde comienzan
los desafíos. La norma constitucional es muy clara al dar al ciudadano herramientas para
hacer valer su opinión y sus propuestas, para ello estas iniciativas deben venir
acompañadas de más descentralización de competencias para las localidades, a fin de
que dicha participación sea más efectiva y por ende con mayor sentido de compromiso
ciudadano y facilitar el buen desempeño de la gestión pública. Entonces esto requiere
que la ciudadanía comprenda que tiene una responsabilidad asignada y debe asumir el
compromiso. Aun así, todavía vemos comunidades apáticas que obstaculizan el avance
o mejora de sus condiciones de vida. En estos puntos es donde hay que intervenir con
las instancias de participación que propone la CRBV.

Otro aspecto que se presenta como un desafío es la confianza en la gestión de los


gerentes y la transparencia de las acciones administrativas y de planes, para lo cual se
adopta el mecanismo de rendición de cuentas, identifica por Crook y Sverrisson (2002)
como clave para aumentar la capacidad de respuesta del “gobierno local para hacer un
desarrollo más favorable a los pobres”, a su vez, es una manera que utiliza el Estado
para fiscalizar a los servicios públicos.

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