Está en la página 1de 6

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal, etc.

Oración de San Bernardo para empezar todos los días.

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir


que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e
implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. Yo, pecador,
animado con tal confianza, acudo a vos oh Madre, Virgen de las
vírgenes: a vos vengo, delante de vos me presento gimiendo. No
queráis, oh Madre del Verbo, despreciar mis palabras; antes bien,
oídlas benignamente y cumplidlas. Amén.

DÍAS
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9
__________

Oración final para todos los días.


¡Oh santísima Señora, excelentísima Madre de Dios y piadosísima
Madre de los hombres! Después de Dios, tú eres la única esperanza
de los pecadores y la mayor confianza de los justos. La Iglesia te
llama vida, dulzura y esperanza nuestra, y todos los pueblos ponen
en ti sus ojos, esperando de ti todas las gracias. Nosotros también,
dulce abogada, acudimos a ti en estos días, instándote para que nos
oigas y concedas las gracias que te pedimos. Danos, en primer lugar,
un amor sincero a tu divino Hijo, observando su santa ley cristiana;
alcánzanos también la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu, la
paz en la familia y la suficiencia de medios para la vida; concédenos,
en fin, una santa muerte en la santa Iglesia católica.

¡Oh Virgen, que superas toda alabanza! Todo lo que tú quieres, lo


puedes ante Dios, de quien eres Madre; y, aun cuando nosotros
somos pecadores, tú eres dulce madre del Redentor y dulce madre
nuestra, y puedes abogar por tus hijos pequeños y pecadores ante tu
Hijo altísimo y redentor; a tu nombre se abren las puertas del cielo;
en tus manos están todos los tesoros de la divina misericordia;
óyenos, oh plácida Virgen y Madre, y, si nos conviene, concédenos las
gracias que te pedimos en esta novena.

Petición. Santa María, socorre a los desgraciados, ayuda a los


pusilánimes, reanima a los que lloran, ora por el pueblo, intervén por
el clero, intercede por las mujeres consagradas, sientan tu auxilio
todos los que celebran tu santa festividad.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración. Concédenos, por favor, Señor Dios, que nosotros, tus


siervos, gocemos de continua salud de alma y cuerpo y, por la
gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María,
seamos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutemos de las
alegrías de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
 
DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de Santo Tomás de Aquino (1225-1274).


Doctor de la Iglesia.

Concededme, oh Reina del cielo, que nunca se aparten de mi corazón el temor y el


amor de tu Hijo santísimo; que por tantos beneficios recibidos, no por mis méritos,
sino por la largueza de su piedad, no cese de alabarle con humildes acciones de
gracias; que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera
confesión y un firmísimo y doloroso arrepentimiento, y, finalmente, que logre
merecer su gracia y su misericordia. Suplico también, oh puerta del cielo y abogada
de pecadores, no consientas que jamás se aparte ni desvíe este siervo tuyo de la
fe, pero particularmente que en la hora postrera me mantenga con ella abrazado; si
el enemigo esforzare sus astucias, no me abandone tu misericordia y tu gran
piedad. Por la confianza que tengo en ti puesta, alcánzame de tu santísimo Hijo el
perdón de todos mis pecados y que viva y muera gustando las delicias de tu santo
amor.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA SEGUNDO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Atanasio de Alejandría (295-373).


Doctor de la Iglesia.

Propio es de ti, Señora, que siendo tú, al mismo tiempo que esclava del Señor,
Madre de Dios, Reina y Señora, pues Dios quiso también ser Hijo tuyo, no apartes
de nosotros tu memoria, habiendo de presentarnos ante el soberano e inexorable
Juez, que, si a nosotros nos infunde pavor, es para contigo sobremanera amable y
te otorga cuantas gracias le pides, pues eres llamada llena de gracia y de alegría
por haber sobrevenido en ti el Espíritu Santo. Por esto, aun los ricos de la nación,
los más favorecidos en justicia y santidad, claman a ti e invocan tu protección. No
nos cierres las puertas de tu pecho, y deja que fluya sobre nosotros el mar de
gracias que encierra.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA TERCERO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Anselmo (1033-1109).


Doctor de la Iglesia.
No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre,
han conseguido la eterna salvación; ¿y quieres que, invocándote yo, sea
defraudado en mis esperanzas? Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran
maldad; pero, aun así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma: pues
eres tan noble y benigna de condición, da oídos a quien humildemente llama a tus
puertas y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación, ni
le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado. Sana con tus celestiales
medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas, desátame de los carnales
lazos que me aprisionan en la tierra y abrígame siquiera con un jirón del espléndido
manto de tu gloria. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA CUARTO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración antigua de autor anónimo.

Ven, oh gloriosa Reina María; ven y visítanos; ilumina nuestras almas dolientes y
danos el vivir santamente. Ven, salud del mundo, a lavar tantas manchas que nos
afean, a disipar tantas tinieblas que nos envuelven. Ven, Señora de los pueblos, y
apaga estas llamas de concupiscencia que nos abrasan, arrójanos el manto de tu
pureza y señala el seguro camino que nos ha de llevar al puerto. Ven a visitar a los
enfermos, a fortalecer a los débiles, a dar firmeza a los que fluctúan entre mares de
dudas. Ven, estrella, luz de los mares, e infúndenos paz, gozo y devoción. Ven, oh
cetro de reyes, poderío de las naciones, y vuelve al seno de la fe, al amor y vida de
su unidad, a las muchedumbres extraviadas que no conocen lo que conviene a su
salud. Ven, trayéndonos en tus manos los dones de tu casto, eterno esposo, el
Espíritu Santo, para que vivamos por su lumbre y calor, y sean nuestro sustento
aquellos frutos eternos que nos han de merecer entrar en la unidad de la vida
bienaventurada. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA QUINTO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Sofronio (siglo VII).


Patriarca de Jerusalén.

Amansa, oh piadosa Madre, las olas de tristeza y de congoja que combaten mí


corazón; apaga las llamas enemigas que me cercan; embota los dardos que manos
crueles vienen arrojando contra mi alma, amenazando atravesarla y envenenarla y
meter en ella la muerte. Oh alegría bienaventurada, oh paz, oh serenidad de los
que te invocan, oh escudo y fortaleza de tus fieles servidores, ven y tiende tu mano
sobre las llagas recibidas y sobre las angustias que me atormentan; da suavidad y
paz a mi
entendimiento, para que mi lengua engrandezca siempre la alteza de la merced
recibida. Devuélvenos en lluvias de gracias las alabanzas que te dirigimos; abre ese
manantial de gracias que por nosotros quiso encerrarse en ti y no vivamos ya entre
noches, incertidumbres y temores; a ti seremos deudores de mercedes que jamás
labios humanos podrán agradecer ni ponderar. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA SEXTO
 

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Ildefonso (siglo VII).


Arzobispo de Toledo.

Oh clementísima Virgen, que con mano piadosa repartes vida a los muertos, salud
a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados y consuelo a los que
lloran. Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado,
alegría para mi entendimiento y llamas de caridad para mi durísimo pecho. Sé vida
y salud de mi alma, dulzura y paz de mi corazón y suavidad y regocijo de mi
espíritu. Y, pues, tú eres estrella clarísima del mar, madre llena de compasión,
endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos de enemigos, hasta aquella postrera y
suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio, enriquecido con tu gracia, vencidas
las enemistades del infernal dragón, salga de este mundo para los eternos y
seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA SÉPTIMO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Juan Damasceno (649-749)


Doctor de la Iglesia.

Nadie está en el cielo más cerca de la Divinidad simplicísima que tú, que tienes
asiento sobre la cumbre de los querubines y sobre todos los ejércitos de los
serafines, y por esto no es posible que tu intercesión sufra repulsa, ni que sean
desatendidos tus ruegos. No nos falte tu auxilio mientras vivamos en este mundo
perecedero; alárganos tu mano, para que, obrando las obras de salud y huyendo de
los caminos del mal, demos seguro el paso de la eternidad. Por ti esperamos que,
al cerrar a este destierro los ojos de la carne, se abrirán los del alma para anegarse
en aquel piélago de soberana hermosura, de suavísimos deleites, por el cual
ansiosamente suspiran las almas regeneradas y que nos anunció y mereció Cristo
Señor nuestro haciéndonos ricos y salvos. A El por ti, Señora, rendimos gloria y
alabanza, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los
siglos. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días.


__________

DÍA OCTAVO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Efrén de Siria (306-373). 


Doctor de la Iglesia.

Oh Virgen purísima, Madre de Dios, Reina de todo lo criado, levantada sobre todos
los cortesanos del cielo y más resplandeciente y pura que los rayos del sol: tú eres
más gloriosa que los querubines, más santa que los serafines y sin comparación
más sublime y aventajada que todos los ejércitos del cielo. Tú eres la esperanza de
los patriarcas, la gloria de los profetas, la alabanza de los apóstoles, honra de los
mártires, alegría de los santos, ornamento de las sagradas jerarquías, corona de las
vírgenes, inaccesible por tu inmensa claridad, princesa y guía de todos y doncella
sacratísima; por ti somos reconciliados con Cristo mi Señor. Guardame debajo de
tus alas; y apiádate de mí, que estoy sucio con mis pasiones y manchado con los
innumerables males que he cometido contra mi Juez y Criador. No tengo otra
confianza sino en ti, que eres el áncora de mi esperanza, el puerto de mi salud y
socorro oportuno en la tribulación.

Terminar con la oración final de todos los días.

__________

DÍA NOVENO

Comenzar con la oración de todos los días.

Oración de San Germán (496-576). 


Obispo de París.

Ninguno se salva sino por ti, oh Virgen Santísima.'Ninguno se libra de males sino
por ti, oh Virgen purísima. Ninguno recibe gracias de Dios sino por ti, oh Virgen
castísima. Ninguno obtiene misericordia sino por ti, oh Virgen venerabilísima.
¿Quién, después de tu bendito Hijo, tiene tanto cuidado del linaje humano como tú?
¿Quién así nos defiende en nuestras tribulaciones? ¿Quién tan presto nos socorre y
nos libra de las tentaciones que nos acosan y persiguen? ¿Quién, con sus piadosos
ruegos, intercede por los pecadores y los libra de las penas que por sus pecados
merecen? Por esto recurrimos a ti, oh purísima y dignísima de toda alabanza y de
todo obsequio.
Haz que, por medio de tus oraciones, que tanto pueden con el Señor, las cosas
eclesiásticas sean bien gobernadas y tú misma las conduzcas a puerto seguro. Viste
ricamente a los sacerdotes de justicia y de la gloria de la fe probada, inmaculada y
sincera. Dirige en estado próspero y tranquilo los cetros de los soberanos
cristianos. Sé, en tiempo de guerra, la protección del ejército, que siempre milita
bajo tu amparo, y confirma al pueblo para que, conforme Dios lo tiene mandado,
persevere en el obsequio suave de la obediencia. Sé el muro inexpugnable de este
pueblo que te tiene a ti como a torre de refugio y cimiento que la sostiene.
Preserva la habitación de Dios y el decoro del templo de todo mal; libra a cuantos
te alaban, da redención a los cautivos y sé refugio para el peregrino y consuelo
para el desamparado. Extiende, por fin, a todo el orbe tu mano auxiliadora, para
que, así como celebramos con alegría esta festividad, celebremos también todas las
demás que te dedicamos, en Cristo Jesús, Rey de todas las cosas y verdadero Dios
nuestro; a quien sea la gloria y la fortaleza, junto con el Padre Eterno, que es
principio de la vida, y con el Espíritu coeterno, consubstancial, y que reina con los
dos, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Terminar con la oración final de todos los días

También podría gustarte