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Mi Sala Amarilla presenta :

Texto:
Edith Mabel Russo
y Gonzalo Demaría

Ilustraciones:
Adrián Borlasca
Esto pasó hace muchos años. Fue en 1810.
Buenos Aires no era una gran ciudad sino
una pequeña aldea.
Las calles no estaban pavimentadas. La mayoría
de ellas eran de tierra y unas pocas estaban
empedradas.
No había edificios de mucha altura como hoy.
Las casas eran bajas de un solo piso.
¡Ah! una cosa más. No existían los kioscos
de golosinas.
Esta aldea estaba gobernada por el Virrey.
Se llamaba así porque mandaba en nombre
del Rey . ¿Cuál rey? El rey de España.
Este país, que queda muy lejos, al otro lado
del océano, había conquistado el nuestro
muchos años antes.
Cerca del fuerte donde vivía el Virrey
estaba la plaza del pueblo.
Allí vendía sus empanadas Feliciana.
A veces la ayudaba su amiguito Pedro.
¡La ayudaba a venderlas y también
a comérselas!
Entre los pobladores de Buenos Aires
había criollos y españoles.
Los criollos habían nacido aquí, en el país.
Ellos querían ser libres. Para eso tenía
que dejar de gobernar el Virrey.
No era fácil lograrlo, porque aquel lejano
país no quería perder al nuestro.
Por eso los criollos que deseaban organizarse
para conseguir la libertad tenían que hacer
sus planes sin que el Virrey se enterara.
Pedro quería la libertad más que a las
empanadas de Feliciana.
Los criollos no perdían la oportunidad de
hablar del tema de un gobierno propio.
Lo hacían en sus casas, donde nadie podía
espiarlos.
En aquella época, la gente se reunía mucho
en sus hogares a conversar y tomar chocolate.
Es que no existían otras diversiones: ni el
Cine ni la televisión, ni los juguetes
electrónicos.
Esas reuniones se llamaban tertulias.
Pedro era todavía muy chiquito para ir a las
tertulias.
Por eso se juntaba con otros amiguitos
a jugar a las escondidas.
Hombres muy importantes decidieron pedir
al Virrey una reunión para discutir el tema
del gobierno propio.
El Virrey no pudo decirles que no, porque
aquellos hombres eran muchos y fuertes.
Así que se hizo una reunión muy grande ,
en el Cabildo de la ciudad.
El Cabildo era la casa donde se discutían los
asuntos principales.
Esta reunión fue lo más importante que
se hizo allí. Ocurrió el día 22 de mayo y
concurrieron los vecinos poderosos de la
ciudad .
Otra vez, Pedrito se quedó afuera.
Pero Feliciana lo convidó con pastelitos.
La reunión fue difícil porque el bando del
Virrey y de los criollos no se ponían de
acuerdo.
Se discutió mucho y , al final , se votó para
saber cuánta gente quería que el Virrey de
España dejara de gobernar a los criollos .
¡Y la mayoría quería eso!
Pero el Virrey trató de seguir gobernando
a toda costa.
El día 25, el pueblo se reunió frente al
Cabildo.
Llovía mucho, pero no importaba.
Querían pedirle la renuncia al Virrey de
una vez por todas.
La gente del pueblo , muy ansiosa,
esperaba noticias del Cabildo.
Impacientes algunos gritaban:
“El pueblo quiere saber de qué se trata”.
¡Eso!¿Qué pasaba ahí adentro?
Aunque Feliciana y Pedrito quisieron
aprovechar para vender empanadas
y pastelitos, no pudieron. Porque la
gente estaba más entusiasmada
recibiendo de manos de los patriotas
unas cintas (hay quienes dicen que eran
blancas y celestes)
Con esas cintas , los criollos se reconocían
entre sí.
Luego de un rato , algunos de los hombres
reunidos en el Cabildo se asomaron al
balcón.
Desde allí comunicaron a la gente que ya
habían conseguido que el Virrey
renunciara .
Mejor todavía: habían formado un
gobierno de criollos.
Desde entonces los criollos gobernarían
a los criollos.
Y Pedrito ya pudo vender muchas
empanadas, porque la gente estaba
contenta y quería festejar.
Eso sí: se guardó los pastelitos para él.

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