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Según Bracho, era generalizada la idea de que la América hispana constituía, por
lo menos así lo reflejan las argumentaciones de los americanos durante 1808-
1810, una porción territorial del reino, de ahí los requerimientos de autonomía en
concordancia con derechos similares o equitativos con las provincias ubicadas en
la península. En América se observó la constitución de la Regencia, al no
considerar la representación de las provincias fuera de la península, como un acto
espurio, no acorde a lo establecido en las leyes del reino.
En este contexto aparece el vocablo revolución, término que fue asociado por los
independentistas con restitución de los derechos subrogados. Revolución significó
reivindicación, devolución y reconocimiento de la dignidad e individualidad del
ciudadano. Aunque a partir de 1811 el concepto revolución se nutrió de la idea de
restitución del bienestar y libertad usurpada por la tiranía, también empieza a
expresarse en conjunción con regeneración, y comenzó a entenderse como
sustitución de las jerarquías políticas, y no como salvaguarda de los derechos del
monarca depuesto.
Las divisiones respecto a Venezuela también son profundas entre países. Desde
el momento en que tomó el poder en 1999, Chávez ha dividido la opinión pública
latinoamericana en dos, y Maduro solo ha incrementado la brecha. Elecciones tras
elecciones en toda la región han sido marcadas por la polémica sobre qué tan
cerca están los candidatos izquierdistas de Chávez y Maduro.
La intervención pública
El cariño y entusiasmo con que los neoliberales nos muestran los éxitos de Corea
del Sur, Taiwan, Singapur o Hong Kong, con altas tasas de crecimiento en los
años de crisis, y presentados como ejemplos de adecuada aplicación de políticas
económicas neoliberales, les lleva a omitir que tales procesos se han conseguido
gracias a la fuerte presencia e intervención pública en apoyo de asociaciones
empresariales locales y transnacionales, con utilización de criterios proteccionistas
(algo bastante alejado de la idílica alusión a la llamada libertad del
mercado); condiciones de extrema sobreexplotación de la mano de obra; trato
especial en la financiación por parte de la banca norteamericana; interés
específico de Estados Unidos por razones geoestratégicas en esa zona del
sureste asiático, y fuerte autoritarismo sindical y político, con negación de
derechos humanos fundamentales. En conjunto, un modelo de industrialización de
enclave para la exportación mundial, asociado al capital transnacional, claramente
no generalizable para todos los países subdesarrollados como alternativa de
desarrollo.
Estamos de acuerdo con Donges en que el análisis económico no tiene por qué
limitarse a constatar que hay subdesarrollo, pero nos parece imprescindible
explicar las circunstancias que perpetúan dicho fenómeno, así como
el funcionamiento interno de dichas sociedades subdesarrolladas, pues sin ello
cualquier estrategia que se proponga puede ser errada, y así se ha demostrado
cuando en los países subdesarrollados se ha tratado de imitar modelos de
desarrollo de los países industrializados. No se puede hacer una política de
desarrollo correcta sin conocer pues las circunstancias y causas reales del
subdesarrollo, y ello no significa quedarse en la mera constatación del fenómeno.