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El joven contador enfrentaba una difícil decisión que afectaría el resto de su vida y
probablemente su carrera. Tenía mucho que perder.
Su esposa y él acababan de descubrir que el día de reposo era el sábado en lugar del
domingo, y cambiar de día de adoración tenía graves consecuencias para su futuro.
Habían ido a la iglesia en domingo durante toda su vida, así que la noticia les
sorprendió mucho.
También estaba el factor económico. El contador había entendido que debía dejar de
trabajar en el día de reposo, pero en su empleo le pedían trabajar la mitad del
sábado. Para un hombre joven y casado, con dos hijos pequeños que mantener, su
trabajo era esencial para el sostén de la familia.
Tratando de tomar una decisión, estudió con cuidado las escrituras que decían que
el día de reposo era el sábado, y todas tenían sentido. Luego se acercó al pastor de la
iglesia a la que asistía y le preguntó por qué esa denominación guardaba el domingo.
La respuesta del pastor fue una estándar: se guardaba el domingo para conmemorar
la resurrección de Jesús. Y no sabiendo que Cristo en realidad resucitó en un día
diferente, esta explicación también le pareció lógica al joven profesional.
Aquel contador era mi padre, y en ese momento se sentía muy confundido. Ambas
explicaciones le parecían igualmente lógicas.
Discernimiento espiritual
En nuestro mundo actual, hay muchas explicaciones aparentemente lógicas para una
enorme variedad de creencias religiosas, ¡algunas diametralmente opuestas entre sí!
¿Cómo podemos adquirir el discernimiento espiritual necesario para saber cómo
espera Dios que lo adoremos?
Éstas son siete claves para ayudarnos a desarrollar tan crucial habilidad.
Pero la verdad es que con Dios también hay absolutos. La Biblia nos dice claramente
cómo Él espera que nos comportemos, y que desobedecer sus instrucciones es
pecado. Tener discernimiento implica saber reconocer opuestos o contrastes, como
limpio/inmundo, bueno/malo, correcto/incorrecto y obediencia/desobediencia. Y el
discernimiento espiritual requiere que hagamos ciertos juicios.
Quienes rechazan la autoridad de Dios para establecer reglas odian ser juzgados. No
quieren que nadie les diga (o incluso piense) que su comportamiento está mal. Esto
es lo que sentían los hombres de Sodoma cuando acusaron a Lot de “erigirse en juez”
por intentar disuadirlos de sus malas intenciones contra sus invitados (Génesis 19:9).
Quienes hoy en día rechazan la ley de Dios también se sienten juzgados cuando sus
malas obras no son aceptadas y celebradas.
En nuestra sociedad actual, que es hostil a las leyes buenas y beneficiosas de Dios,
muchos citan las siguientes palabras de Cristo: “No juzguéis, para que no seáis
juzgados” (Mateo 7:1). Incluso quienes rechazan la mayoría de las enseñanzas
bíblicas citan este versículo a veces. Y aún quienes dicen ser cristianos pueden
malentender lo que Cristo quiso decir.
Pero si leemos Mateo 7:1-3 con cuidado, veremos que la lección de Jesús en realidad
se trata de los juicios con hipocresía. Su punto era que, antes de intentar ayudar a los
demás a corregir sus faltas, debemos corregir las nuestras. Si su enseñanza hubiese
sido que no debemos juzgar nunca, entonces no podríamos ayudar a nuestro
prójimo de esta manera.
En otra ocasión, Cristo dijo más claramente: “juzgad con justo juicio” (Juan 7:24,
énfasis añadido).
Más tarde, cuando el rey escribió parte de la sabiduría que Dios le había dado, dijo
en dos ocasiones: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es
camino de muerte” (Proverbios 14:12;16:25).
Con esta idea en mente, Pablo instó a los corintios diciendo: “Sed imitadores de mí,
así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Mientras más nos esforcemos por imitar a
Dios, más seremos como Él y mayor será nuestro discernimiento espiritual. Y
mientras más crezcamos en discernimiento, nuestros valores, pensamientos y juicio
se conformarán más a los de Dios.
Podemos empezar por odiar lo que Él odia y amar lo que ama. Dios ama a toda la
humanidad y quiere que todos seamos parte de su familia. Pero al mismo tiempo,
odia el pecado por las terribles consecuencias que produce en las personas (Juan
3:16-17; 2 Pedro 3:9; Romanos 6:23).
¿Qué cosas odia Dios? La lista es bastante extensa, pero éstas son algunas de las
conductas que Él rechaza, e incluso describe como “abominaciones”: adorar a dioses
falsos (Deuteronomio 12:31; 16:22), el divorcio (Malaquías 2:16), el consumo de carnes
inmundas (Levítico 11:11), el travestismo (Deuteronomio 22:5), los negocios
engañosos (Proverbios 11:1), la mentira (Proverbios 12:22), y los caminos de los impíos
(Proverbios 15:9).
Proverbios 6:16-19 enumera otras siete cosas que Dios abomina; y como un resumen
de este punto, Salmos 97:10 dice: “Los que amáis al Eterno, aborreced el mal”.
¿Qué cosas ama Dios? Ama al dador alegre (2 Corintios 9:7). Le agradan las
oraciones sinceras (Apocalipsis 5:8). Le gusta vernos hacer el bien y compartir con
otros (Hebreos 13:16), y le place invitar a los santos a ser parte de Reino (Lucas 12:32).
El profeta Amós resumió este punto cuando le dijo a su pueblo: “Aborreced el mal, y
amad el bien” (Amós 5:15). Este consejo sigue siendo válido en la actualidad.
Buscar consejo de personas que tienen conocimiento y experiencia es otra clave que
nos puede ayudar a hacer juicios sensatos. El sabio rey Salomón hizo énfasis en este
punto en varios de sus proverbios.
“Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; más en la multitud de consejeros hay
seguridad” (Proverbios 11:14).
“El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es
sabio” (Proverbios 12:15).
Aunque a Salomón le fue dada tanta sabiduría y conocimiento por parte de Dios que
los gobernantes de otras naciones venían para oírlo (1 Reyes 4:34; 10:4), él todavía
reconocía el valor de buscar consejo de otros.
Cuando los atletas quieren volverse buenos en su deporte, ellos practican, utilizando
las mejores técnicas. Y en la mayoría de los casos, ¡practican muchísimo! Hablando
en general, mientras más practiquen, mejor lo harán. La práctica perfecta los
perfecciona.
Este punto también se aplica si queremos desarrollar discernimiento espiritual. No
podemos tan sólo leer o pensar acerca del discernimiento. ¡Tenemos que practicarlo!
El autor del libro de Hebreos ilustra este punto: “pero el alimento sólido es para los
que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados
en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14, énfasis añadido).
Las personas que generalmente toman decisiones basadas en la mente, son descritas
frecuentemente como lógicas, racionales, orientadas al detalle y objetivas.
Las personas que con más frecuencia toman decisiones basadas en el corazón, se
piensa que son emocionales, apasionadas, con facilidad para sentir empatía y
orientadas a las emociones.
Ambos tipos de personas tienen fortalezas y debilidades. Las que toman decisiones
basadas en la mente con frecuencia son fuertes en términos de seguir reglas, pero
pueden herir innecesariamente los sentimientos de los demás. Las que toman
decisiones por el corazón generalmente se relacionan bien con las personas, pero
pueden pasar por alto reglas o principios importantes.
Usualmente las mejores decisiones son aquellas que utilizan ambos tipos de juicio.
Esta clase de juicio respeta tanto la verdad como el amor.
Nunca debemos transigir con la verdad de Dios en un intento por mostrar amor a
otros. Y nunca debemos usar la verdad para herir innecesariamente a otros. Al tener
en cuenta este punto, Pablo nos advierte que sigamos “la verdad en amor” (Efesios
4:15).
Las personas con las cuales pasamos tiempo tienden a influir nuestro pensamiento y
subsecuentemente nuestras acciones. Si bien no podemos controlar con quién nos
encontremos en público o con quién vamos a trabajar, podemos decidir con quién
vamos a compartir en nuestro tiempo libre.
Al mencionar este concepto, Salomón escribió: “El justo sirve de guía a su prójimo;
más el camino de los impíos les hace errar” (Proverbios 12:26).
En el primer siglo, Pablo reiteró este principio perdurable: “No se dejen engañar: Las
malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33, NTV).
También escribió: “no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas” (Efesios
5:11).
Al expandir este punto, Pablo enseñó: “no os unáis en yugo desigual con los
incrédulos; porque ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué
comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14).
Por el lado positivo, cuando compartimos con personas que comparten nuestros
valores religiosos, esto nos anima a mantenernos fieles a Dios. Cuando estamos
juntos, tenemos la oportunidad de “estimularnos al amor y a las buenas obras”
(Hebreos 10:24).
Por esto es que compartir con creyentes era un principio tan importante durante la
fundación de la Iglesia de Dios (Hechos 2:42).
Dios desea que nos arrepintamos de nuestros actos impíos y regresemos a vivir como
Él nos ordena. Al comentar la tenacidad que necesitamos para enfrentar los errores,
Salomón dijo: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos
caerán en el mal” (Proverbios 24:16).
El punto es que necesitamos volvernos a levantar cada vez que caigamos. Todos
necesitamos aprender de nuestros errores para no volver a caer o por lo menos no
con tanta frecuencia.
El discernimiento espiritual crece y la confusión desaparece
Al comienzo de esta serie de artículos, expliqué cómo mi padre tuvo que hacer un
juicio con respecto a cuál día adoraríamos a Dios. Inicialmente, tanto la propuesta de
adorar en el séptimo día como la Biblia enseña y la propuesta de adorar el domingo
en honor de la resurrección de Cristo, parecían tener sentido para él.
En la vida usted tendrá que enfrentar decisiones difíciles tanto a nivel moral como
espiritual. Utilice estas siete claves para que “Vuestro amor abunde aún más y más
en ciencia y en todo conocimiento” (Filipenses 1:9).