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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

SEDE IBARRA

TEORIA DEL ESTADO Y LA CONSTITUCIÓN

“LA SOBERANÍA DEL ESTADO”

INTEGRANTES:

SINDIA FLORES

CRISTINA BAQUERO

DIANA HERNÁNDEZ

KATHERINE MALES

BRYAN GRIJALVA

JEFFERSON CHÁVEZ

SEGUNDO JURISPRUDENCIA “C”

18 – JULIO - 2014
SOBERANÍA DEL ESTADO

ORIGEN
Todavía algunos recién licenciados en Historia por la Universidad (estatal o privada) suelen
afirmar con vehemencia que «la soberanía pertenecía a los reyes hasta que la revolución
francesa en 1789 se la dio a la nación o pueblo», pues con este interesado «dogma» les han
querido enseñar a matar dos pájaros de un tiro: 1) «que tanto la nación como la soberanía no
existían antes de dicha fecha» y 2) «que por ello los vascos nunca han tenido ni nación ni
soberanía». Mientras que el concepto de nación ya aparece en el siglo VI, otra cosa muy
distinta es que exista una conexión entre la idea de nacionalidad tal como se entendió en los
siglos XVI al XVIII y la idea de soberanía popular ligada a los cambios de 1789.

¿QUÉ ES LA SOBERANÍA DEL ESTADO?

Es el Poder Absoluto o Superior de un Estado que ejerce sobre un territorio determinado. Un


Estado sin soberanía simplemente no es Estado... es un atributo y fundamento la Soberanía, ya
que es necesaria para que el Estado actúe.

Según la clásica definición de Jean Bodin, recogida en su obra de 1576  Los seis libros de la
República, soberanía es el «poder absoluto y perpetuo de una República»; y soberano es quien
tiene el poder de decisión, de dar las leyes sin recibirlas de otro, es decir, aquel que no está
sujeto a leyes escritas, pero sí a la ley divina o natural. Pues, según añade Bodin, «si decimos
que tiene poder absoluto quien no está sujeto a las leyes, no se hallará en el mundo príncipe
soberano, puesto que todos los príncipes de la tierra están sujetos a las leyes de Dios y de la
naturaleza y a ciertas leyes humanas comunes a todos los pueblos».

Esta inicial definición muestra en síntesis la amplitud del concepto de soberanía, que, como tal,
viene perdurando a través de los tiempos, aunque no exento de variaciones a lo largo de la
historia en su intento de justificar el devenir del sujeto de la soberanía (el Pueblo, la Nación, el
Estado).

LIMITACIÓN DE LA SOBERANÍA
El poder soberano que corresponde al Estado en vista del bien público, que le incumbe
realizar, tiene su fundamento y su potencia derivados de esa finalidad. Pero a la vez,
su competencia se encuentra delimitada por el marco impuesto igualmente por su fin
específico.
Lo que se quiere decir al afirmar que la soberanía es un poder relativo a las cosas del Estado;
es decir, que fuera el bien público temporal, fuera de sus funciones encaminadas a lograrlo, el
Estado ya no es soberano, porque ya no es competente. No se trata, en realidad de una
limitación de la soberanía, sino una ausencia de la misma. El Estado sólo es soberano dentro
del campo mismo de la esfera en que debe desarrollar su actividad. Fuera de esa esfera, la
soberanía no existe.

CARACTERES DE LA SOBERANÍA.
Es esencial al Estado, ya que éste para ser Estado, para que podamos calificar a un  grupo social
como Estado tiene que tener dentro de sí un poder soberano. Si su poder de mando se
encuentra subordinado, entonces tendremos ante nuestro análisis un grupo social diferente;
no existe, en esa hipótesis, un Estado soberano.
Esto no quiere decir que dentro de la estructura constitucional de diversos Estados, el poder
no tenga diferentes manifestaciones y que no existan diferentes estructuras de autonomía
dentro del Estado, como sucede en el Estado Federal. Pero aun en estos casos en que existen
esferas de autonomía, como son los Estados particulares, los llamados Estados miembros de
las Federaciones, siempre existe un órgano, que es el que posee el poder supremo, por encima
de esos poderes particulares. (Poder de categoría superior).
Existe jerarquía y en lo alto de esta jerarquía, la cúspide del poder, se encuentra la soberanía.
La jerarquía de las órdenes, según dice Dabin, "está determinada por la jerarquía de los fines".
El fin supremo que es, en el orden de las comunidades políticas, el fin del Estado, cuyo
contenido ya estudiamos, reclama para su obtención un poder de la misma jerarquía; un poder
supremo.
El fin más alto que le es dado alcanzar a una comunidad social, que es el bien público, sólo
puede obtenerse empellando en el desarrollo de la actividad encaminada a conseguirlo un
poder del mismo rango: un poder supremo.
En esta forma, la idea de bien público contiene en potencia la idea de soberanía.
El organismo que tiene a su cargo obtener la paz y la tranquilidad, la creación y el
cumplimiento de las leyes, tiene que poseer un poder, un mando que le permita imponer de
manera obligatoria sus decisiones.

SUMISIÓN DE LA SOBERANÍA ANTE EL DERECHO


En cuanto a la actuación de la soberanía dentro de su propia esfera, dentro de la esfera
temporal y pública, importa también precisar cuál ha de ser su manifestación y examinar su
situación respecto del orden jurídico.
El Estado, en sus relaciones con los otros Estados se encuentra sujeto a normas, a las normas
del Derecho Internacional, y en sus relaciones con los ciudadanos que forman su población,
también se encuentra sometido a un orden, que es el establecido por las normas jurídicas; es
decir, que en su aspecto interno, la soberanía también se encuentra sometida al Derecho.
Para Duguit pretende que es contradictorio hablar de poder supremo o soberano, y a la vez,
afirmar que el mismo se encuentra limitado por el Derecho y de ahí deriva uno de
los problemas que, al considerarlo irresoluble, lo lleva a negar el concepto mismo de
soberanía.

La soberanía no es "el derecho de una voluntad de no determinarse jamás como no sea por si
misma", no es su atributo el fijar ella misma el dominio de su acción dando órdenes
incondicionales, como pretende definir Duguit
Lo cierto es que la soberanía, entendida en esa forma, sería equivalente a despotismo o
arbitrariedad.
La soberanía significa la existencia de un poder supremo que implica el derecho, no de no
someterse a ninguna regla, sino de dictar y aplicar las conducentes a la obtención del bien
público, encaminando su actividad precisamente dentro de los senderos dados por esas
normas.
El bien público temporal, que justifica la soberanía del Estado, determina, al mismo tiempos,
su sentido y su límite. Por tanto, no corresponde a la soberanía fijar por sí misma el límite de
su acción. Su competencia ya está prefijada por el fin específico que se deriva de su misma
realidad existencial y, por ello, no tiene ningún poder para extenderlo, restringirlo o rebasarlo.
El Estado no tiene derecho a dar órdenes incondicionales, esto es, dar órdenes que no estén
sujetas a principios rectores. Sus órdenes no son legítimas sino en cuanto están condicionadas
por su fin y permanecen fieles al espíritu de la institución.
Solo es legítima la actividad del Estado cuando su orientación es positiva, cuando se dirige
hacia la obtención de su fin específico.
Hicimos ya hincapié en la circunstancia de que la soberanía entraña una competencia especial
que la hace relativa, o sean las cosas públicas y dentro de esta esfera particular tiene una
delimitación, que es la de dirigirse a obtener no un interés particular, sino el general: el bien
público.
El Estado es una institución de competencia delimitada por su finalidad específica. Su
soberanía sólo puede existir, lógicamente, dentro de esos límites.
Pero, colocada dentro de ellos, rectamente ordenada, esta soberanía absoluta. Es un poder
supremo, colocado dentro del campo propio de la actividad estatal.
La amplitud de los fines que persigue y la eficacia de los medios que emplea le dan al Estado el
carácter de una sociedad total (societas) perfecta, la llamaron los antiguos escolásticos. De
aquí se desprende que su autoridad es superior a la de cualquier otro individuo o agrupación
que pueda existir en su interior, sin que se dé una instancia de poder más alta, en su género.
Esto quiere decir que el poder del Estado es supremo, o, como se le ha llamado
históricamente, soberano.
Si se analiza esta expresión Estado soberano- a la luz de la estructura y funcionamiento de
aquella forma política que desde la edad Moderna ha llegado hasta nuestros días, se ve que,
en primer lugar, la soberanía supone la existencia de otros poderes sociales jerárquicamente
organizados –ya privados, ya públicos- de los cuales el Estado es el supremo e inapelable. Así,
una sociedad anónima tiene como órgano superior la asamblea general de accionistas;
una universidad, la junta de gobierno, un partido político, el comité ejecutivo nacional. Pero
todos estos órganos, en última instancia, están subordinados al Estado: a
su Constitución Política, a sus leyes, a sus ordenamientos, a sus disposiciones y decretos.
En cambio, el poder del Estado no tiene a ningún otro por encima de él.
Por eso se le llama soberano (de summapotestas). No es un simple poder superior con
respecto a otros poderes inferiores, sino que en la escala jerárquica ocupa el puesto más alto.
Hay una relación de supra ordenación frente a la cual todos los demás poderes aparecen como
subordinados.
Esto no quiere decir que se trate, claro está, de un poder absoluto, omnímodo, puesto que
está limitado por la norma básica del bien público temporal y de las disposiciones positivas que
de ella se derivan.
En la teoría del Estado moderno que es, fundamentalmente, un Estado de Derecho- la
soberanía es un poder legítimo, sometido al imperio de las normas jurídicas. Pero, en su
género, y sin mengua del acatamiento a la ley natural y a las leyes positivas, el poder del
Estado es supremo.
Esta supremacía –soberanía, en el sentido técnico de la palabra mira esencialmente al orden
interno del Estado .Es en el interior del Estado, y en relación de subordinación y supra
ordenación, entre los poderes sociales, por una parte, y el poder político, por la otra, en que
consiste la soberanía. Porque aun cuando muchas veces se habla de soberanía exterior del
Estado, en sus relaciones con los demás miembros de la organización internacional, en
realidad no se está aludiendo sino a su derecho a la autodeterminación, o sea, a su derecho a
fijar libre y autónomamente su propio régimen interior. A su independencia, en otras palabras.
Querer aplicar el término soberanía, en su sentido estricto de supremacía, en el terreno de las
relaciones internacionales, sería totalmente indebido y contrario
al sistema de igualdad jurídica que debe existir entre todos los Estados.
Cuando se habla, pues, de soberanía en el ámbito internacional ataques a la soberanía no se
está empleando el término en su sentido propio sino más bien analógico. Se toma soberanía
por derecho a la independencia. Y debe quedar claro siempre este significado para evitar
confusiones.

La noción de soberanía es de capital importancia en la teoría política, .no se trata de una


noción elaborada moderadamente por los juristas, aun que ciertamente su delimitación y
precisiones se deban en gran parte a ellos. Como dice muy bien el clásico tratadista de Teoría
General el Estado, George Jellinek: "La soberanía es, en su origen histórico, una concepción de
índole política, que solo más tarde se condensado en una de índole jurídica. No se ha
descubierto este concepto en el gabinete de sabios extraños al mundo, sino que su existencia a
fuerzas muy poderosas, cuyas luchas forman el contenido de siglos enteros
Algunos autores han tratado de resolver la pretendida contradicción entre el concepto de
soberanía y su sumisión al Derecho por la idea de autolimitación.

BIBLIOGRAFÍA

http://es.scribd.com/doc/90780891/Caracteristicas-de-la-Soberania

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