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Recuerdo cuando era un niño y mi papá me avisaba que al día siguiente iríamos a

pescar, cazar o algún otro tipo de aventura. Durante toda la noche anterior me costaba
conciliar el sueño porque imaginaba las grandes cosas que haríamos al día siguiente. Mi
papá era un hombre de palabra, y al escuchar su promesa, yo sabía, sin duda, que él iba
a cumplir con lo que me había dicho.

Una promesa de parte de alguien confiable lleva en sí el poder para transformar la


mente y la actitud de una persona, y encender la llama de esperanza donde antes existía
solamente depresión, temor y preocupación. Podría tratarse de una promesa por un
nuevo trabajo, un mejor sueldo, una nueva casa, o el galardón por un trabajo bien hecho.
Sin embargo, una promesa solamente tiene valor, si quien promete es una persona
íntegra. La promesa de un mentiroso es como el viento que llega y desaparece.

En el universo no existe nadie más confiable que Dios. Desde el principio, Dios ha
hecho sus obras a través de sus palabras, y ha declarado que su palabra es eterna y no
puede fallar. Por su palabra, Dios creó el universo, el mundo y todo lo que en él hay. La
Biblia declara que la Palabra de Dios es lo que sustenta todo lo que existe (Hebreos
1:3).

A lo largo de la historia, Dios ha hecho promesas al hombre con el propósito de


ayudarle en su vida. Las promesas siempre se componen de dos partes: una condición y
un resultado, el que depende del cumplimiento de la condición.

La primera promesa en la Biblia tuvo que ver con las instrucciones que Dios entregó a
Adán cuando le dijo, “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Adán y Eva no
obedecieron la condición estipulada por Dios, y sufrieron las consecuencias.

La Palabra de Dios Tiene Poder

Es importante que sepamos que cuando Dios habla, sus palabras llevan en sí poder. El
declara, “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino
que riega la tierra, y la hace germinar y producir… así será mi palabra que sale de mi
boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11). Entonces, podemos concluir que la
Palabra de Dios representa su poder, su forma de cumplir con sus propósitos en la tierra.

Cuando Noé salió del arca después del diluvio, Dios habló con él y le hizo una
declaración. No fue una promesa que contuviera una condición; sin embargo nos
muestra la inmutabilidad de la Palabra de Dios. “Mientras la tierra permanezca, no
cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la
noche” (Génesis 8:22). Esta declaración es tan cierta, que todos los seres humanos en el
mundo planifican sus vidas según la realidad de estas palabras. El día y la noche, el frío
y el calor, el verano y el invierno, y la sementera y la siega son verdades que existen
porque Dios los estableció por su Palabra. Es su Palabra la que sostiene estas verdades.
Si nosotros tenemos la confianza necesaria para planificar nuestras vidas sobre estas
palabras, ¿por qué nos falta la confianza para hacer lo mismo con las otras palabras de
Dios?

Cuando el ángel Gabriel llevó su mensaje a María acerca del nacimiento de Jesús, dijo
algo importante que debemos tomar en cuenta. Después del anuncio a María y de
compartirle el milagro que ya había vivido Elisabet, Gabriel declaró, “porque nada hay
imposible para Dios” (Lucas 1:37). Seguramente, todos están de acuerdo en esta
aseveración, pero en el griego el significado es aún más interesante. Donde dice,
“porque nada hay…” en el griego existe la palabra ‘rhema,’ que significa ‘palabra.’ Se
puede traducir así; “Ninguna palabra de Dios es imposible.” En otras palabras,
ninguna palabra de Dios se encuentra sin el poder para cumplirse.

María hizo la confesión indicada al escuchar una revelación tan importante. “He aquí la
sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). El pueblo de
Dios debe tener la misma actitud. En lugar de dudar que Dios esté dispuesto o capaz de
cumplir con sus promesas, debemos afirmar la obra de la Palabra en nuestras vidas. Su
Palabra hará lo que El quiere (Isaías 55:11) si nos ponemos de acuerdo con ella.

El Poder De Una Promesa de Dios

Una buena definición de una promesa podría ser: Una promesa de Dios es una
declaración de parte de El que lleva en sí el poder para cumplirse, siempre y cuando las
condiciones se cumplan.

Al pasar tiempo estudiando las escrituras es fácil encontrar muchísimas promesas


hechas por Dios. Existen promesas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, promesas
que tocan cada área de la vida. Los pactos, o compromisos que Dios ha hecho con el
hombre a lo largo de los siglos., se basan en promesas.

Cuando Dios escogió a Abram (Abraham) para ser su hombre de pacto, El le hizo
promesas que todavía tienen poder hoy en día. “Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición… y serán benditas en ti todas
las familias de la tierra” (Génesis 12:3). La nación de Israel y la raza judía es el
resultado de esta promesa, y los propósitos de Dios no han cambiado con los siglos. A
través de esta promesa salió del linaje de Abraham un salvador, Jesucristo, cuyo
propósito fue bendecir a todas las familias de la tierra. De hecho, Pablo declaró que, “si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa” (Gálatas 3:29). La promesa que Dios hizo hace miles de años sigue vigente, y
la bendición de la promesa está disponible para quienes viven por fe. ¡Cuán importante
es tener conocimiento de las promesas de Dios!

También, bajo el pacto de la ley podemos encontrar las promesas que Dios hizo para
bendecir a su pueblo. Por supuesto, existían condiciones que ellos tenían que cumplir
para recibir el beneficio de la promesa. Por ejemplo, en Deuteronomio 28, Dios declara,
“si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos
sus mandamientos que yo te prescribo hoy (Condiciones), también Jehová tu Dios te
exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas
bendiciones…” (Resultado) (Deuteronomio 28:1-2). Así trabaja Dios con su pueblo.

Un Mejor Pacto

Cuando hablamos de los pactos es necesario que entendamos que Dios ha hecho pactos
a través de la historia para el beneficio del hombre. Por medio de Jesucristo, Dios hizo
su último pacto, el más poderoso de todos. “Pero ahora tanto mejor ministerio es el
suyo (Jesús), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas” (Hebreos 8:6).

Cuando construimos un edificio, lo primero que tenemos que poner es el cimiento. Es el


cimiento el que da fuerza y permanencia al edificio. Construimos un edificio sobre el
cimiento. Podemos vivir tranquilos en el edificio, pues no se moverá porque tiene un
cimiento sólido. Sin un buen cimiento, el edificio podría caer fácilmente. En el mundo
espiritual existe un mejor pacto (contrato), establecido (construido) sobre promesas.
Son las promesas las que dan fuerza, poder y autoridad al pacto. Sin las promesas, el
pacto está vacío. Todo lo que Dios hace en el mundo lo hace a través de sus promesas.
Lo que Dios quiere hacer en tu vida lo hará por sus promesas. Sus deseos para ti
dependen de tu conocimiento de las promesas que Dios te ha dado.

Un buen ejemplo es la promesa de salvación que existe bajo el Nuevo Pacto. Dios
declara a través de Pablo, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

Ahora, veamos el poder de la promesa. Si crees en el corazón, y confiesas con la boca


que Jesús es el Señor, ¿está Dios obligado a salvarte? ¿Es posible que Dios te pueda
decir, “No, no te voy a salvar a pesar de tu fe y tu confesión?” Por supuesto la respuesta
es, “No.” Cuando se cumple con las condiciones, Dios está OBLIGADO a cumplir con
su parte. ¡Realmente, la salvación es NADA MAS que fe en una promesa! Todos los
creyentes en el mundo están basando sus vidas en la promesa de salvación y nada mas.
Ciertamente, nuestra fe en la promesa desata la gracia de Dios en la vida, y todo el
poder que la acompaña. Sin embargo, el resultado proviene de la fe en la promesa y en
la convicción de que quien promete no mienta. Dios estableció su pacto sobre tales
promesas.

Las Promesas Siguen Vigentes

Las promesas representan la manera que Dios usa para establecer su voluntad en el
mundo. Nuestra ignorancia o pasividad en cuanto a las promesas de Dios puede
determinar la calidad de nuestra vida.

En 2 Corintios 1:20, encontramos una declaración sorprendente. “Porque todas las


promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de
Dios.” En otras palabras, cada promesa que Dios ha hecho al hombre durante la historia
sigue vigente, y está disponible para quien la tome. Existen promesas inferiores bajo el
Antiguo Pacto, y promesas superiores bajo el Nuevo. Pero todas son en él Sí y Amén.

Es como el chófer de un taxi que siempre encuentra los semáforos con luz verde y
nunca tiene que parar, porque la luz siempre está verde cuando él pasa en su auto. Así es
nuestro Dios. Todo lo bueno que él ha prometido al hombre está disponible para el
creyente. Pero las condiciones se tienen que cumplir. La frase, “por medio de
nosotros,” significa que somos nosotros quienes determinamos si recibimos el beneficio
de la promesa o no.

Por ejemplo, en la promesa de salvación que ya hemos visto, depende del hombre si va
a creer y confesar que Jesús es el Señor. Al creer y confesar la promesa, ésta se activa y
se cumple. Pero depende del hombre. Dios quiere salvar a todos, pero no todos desatan
el poder de la promesa.

Ahora, veamos la importancia que Dios da a sus promesas. “Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las
cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegáseis a
ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en
el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4). Déjenme ponerlo en términos
más entendibles:

1. Todo lo que necesitamos para vivir nos ha sido dado. Ya está disponible.
2. Ahora depende de nuestro conocimiento de Dios y sus principios.
3. Su gloria y excelencia nos han dado promesas.
4. Para que por ellas participemos en la vida de Dios…
5. … y huyamos de la corrupción que existe en el mundo.

Cuando dice, “para que por ellas,” Dios declara claramente que la forma que El ha
elegido para que nosotros participemos en la vida abundante, y que tengamos protección
del mundo contaminado, es a través de sus promesas. Es LA manera que Dios ha
escogido.

Si no vives por las promesas de Dios, no estás viviendo la vida que Dios tiene para ti.
Estás solamente ‘sobreviviendo.’ Dios quiere cumplir sus propósitos y su voluntad en tu
vida, pero solamente lo va hacer por sus promesas. Si eres ignorante de las promesas, o
pasivo en cuanto a ellas, jamás disfrutarás de los beneficios y bendiciones que buscas.

Una Promesa Es Una Semilla

Una promesa de Dios representa lo que El quiere hacer en tu vida. El poder para
cumplir la promesa se encuentra en la misma palabra de la promesa, como el poder para
que crezca una manzana se encuentra en la semilla de la manzana. Mientras uno no
siembra la semilla, no verá el fruto que potencialmente existe dentro. El poder para que
brote un manzano, está dentro de la semilla. Es siempre “Si y Amén.” Simplemente
requiere que sea sembrada en la tierra.

Así funcionan las promesas de Dios también. El poder para ser salvo se encuentra en la
palabra de Dios sobre la salvación. Cualquiera que la escucha y la recibe puede creer,
confesar y ser salvo. El poder para recibir la sanidad se encuentra en las promesas que el
Señor ha hecho sobre la sanidad. Cualquiera que las escucha y las crea puede ser sano.
“Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Nuestra
fe y nuestra confesión (declaración) desata el poder de la promesa y la promesa
comienza cumplirse.

Dios nos ha dado promesas que cubren cada área de la vida. No existe ninguna
circunstancia ni ningún tema sin una promesa que se pueda desatar para experimentar la
voluntad de Dios en lugar de “la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).

Para vivir la vida abundante que Jesús nos prometió (Juan 10:10), es necesario activar
las promesas en cada área de la vida. Muchos activan la promesa de la salvación pero
nunca desatan el poder de las otras promesas. El perdón de los pecados es solamente
una de las mejores promesas que existen en el Nuevo Pacto. Hay promesas para recibir
el poder del Espíritu Santo, salud, ayuda espiritual; hay promesas de oración, de
sabiduría, de fe, para la soledad, para el temor, promesas de autoridad sobre el diablo,
promesas para la familia, el trabajo, los recursos, la protección, etc. Y es solamente a
través de las promesas que podemos participar de la naturaleza divina de Dios. Eso es la
vida abundante.
¿Cómo podemos activar las promesas de Dios?

1. Llena tu mente y tu corazón con una visión de la promesa ya cumplida


o Medita en la promesa día y noche hasta que sea real en tu corazón (Josué
1:8).
o Mantén los ojos en la promesa y no en las circunstancias (2 Corintios
4:18).
2. Proclama la promesa en voz alta constantemente.
o Declara que ya es tuya (2 Corintios 4:13, Proverbios 18:20-21)
3. Actúa y habla como si fuera la verdad (Santiago 1:23-25)
4. Nunca dudes del poder de la promesa de Dios
o Decide que vas a recibir lo que Dios dice (Santiago 1:6-8)
5. No dejes de creer, hablar y actuar hasta que haya llegado la manifestación..
o No te rindes nunca (Hebreos 6:12)
o Sigue haciendo la voluntad de Dios (Hebreos 10:35-36)

Cuando uno capta el potencial que existe en las promesas de Dios, y entiende que todo
se puede desatar por fe, la vida cristiana se transforma de una rutina religiosa y aburrida
en una aventura de fe, victoria y triunfo. Las circunstancias negativas no representan
nuestro destino, sino que son obstáculos temporales que tienen que rendirse frente al
poder de la Palabra de Dios a través de sus promesas. El creyente llega a ser el canal
que Dios utiliza para realizar su voluntad en la tierra.

¡Levántate ahora! Busca las promesas de Dios y úsalas como herramientas divinas para
construir tu vida.

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando
recbísteis la palabra (promesa) de Dios que oísteis de nosotros, la recibísteis no como
palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en
vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13)

Barry Benneth

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