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pescar, cazar o algún otro tipo de aventura. Durante toda la noche anterior me costaba
conciliar el sueño porque imaginaba las grandes cosas que haríamos al día siguiente. Mi
papá era un hombre de palabra, y al escuchar su promesa, yo sabía, sin duda, que él iba
a cumplir con lo que me había dicho.
En el universo no existe nadie más confiable que Dios. Desde el principio, Dios ha
hecho sus obras a través de sus palabras, y ha declarado que su palabra es eterna y no
puede fallar. Por su palabra, Dios creó el universo, el mundo y todo lo que en él hay. La
Biblia declara que la Palabra de Dios es lo que sustenta todo lo que existe (Hebreos
1:3).
La primera promesa en la Biblia tuvo que ver con las instrucciones que Dios entregó a
Adán cuando le dijo, “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Adán y Eva no
obedecieron la condición estipulada por Dios, y sufrieron las consecuencias.
Es importante que sepamos que cuando Dios habla, sus palabras llevan en sí poder. El
declara, “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino
que riega la tierra, y la hace germinar y producir… así será mi palabra que sale de mi
boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11). Entonces, podemos concluir que la
Palabra de Dios representa su poder, su forma de cumplir con sus propósitos en la tierra.
Cuando Noé salió del arca después del diluvio, Dios habló con él y le hizo una
declaración. No fue una promesa que contuviera una condición; sin embargo nos
muestra la inmutabilidad de la Palabra de Dios. “Mientras la tierra permanezca, no
cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la
noche” (Génesis 8:22). Esta declaración es tan cierta, que todos los seres humanos en el
mundo planifican sus vidas según la realidad de estas palabras. El día y la noche, el frío
y el calor, el verano y el invierno, y la sementera y la siega son verdades que existen
porque Dios los estableció por su Palabra. Es su Palabra la que sostiene estas verdades.
Si nosotros tenemos la confianza necesaria para planificar nuestras vidas sobre estas
palabras, ¿por qué nos falta la confianza para hacer lo mismo con las otras palabras de
Dios?
Cuando el ángel Gabriel llevó su mensaje a María acerca del nacimiento de Jesús, dijo
algo importante que debemos tomar en cuenta. Después del anuncio a María y de
compartirle el milagro que ya había vivido Elisabet, Gabriel declaró, “porque nada hay
imposible para Dios” (Lucas 1:37). Seguramente, todos están de acuerdo en esta
aseveración, pero en el griego el significado es aún más interesante. Donde dice,
“porque nada hay…” en el griego existe la palabra ‘rhema,’ que significa ‘palabra.’ Se
puede traducir así; “Ninguna palabra de Dios es imposible.” En otras palabras,
ninguna palabra de Dios se encuentra sin el poder para cumplirse.
María hizo la confesión indicada al escuchar una revelación tan importante. “He aquí la
sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). El pueblo de
Dios debe tener la misma actitud. En lugar de dudar que Dios esté dispuesto o capaz de
cumplir con sus promesas, debemos afirmar la obra de la Palabra en nuestras vidas. Su
Palabra hará lo que El quiere (Isaías 55:11) si nos ponemos de acuerdo con ella.
Una buena definición de una promesa podría ser: Una promesa de Dios es una
declaración de parte de El que lleva en sí el poder para cumplirse, siempre y cuando las
condiciones se cumplan.
Cuando Dios escogió a Abram (Abraham) para ser su hombre de pacto, El le hizo
promesas que todavía tienen poder hoy en día. “Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición… y serán benditas en ti todas
las familias de la tierra” (Génesis 12:3). La nación de Israel y la raza judía es el
resultado de esta promesa, y los propósitos de Dios no han cambiado con los siglos. A
través de esta promesa salió del linaje de Abraham un salvador, Jesucristo, cuyo
propósito fue bendecir a todas las familias de la tierra. De hecho, Pablo declaró que, “si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa” (Gálatas 3:29). La promesa que Dios hizo hace miles de años sigue vigente, y
la bendición de la promesa está disponible para quienes viven por fe. ¡Cuán importante
es tener conocimiento de las promesas de Dios!
También, bajo el pacto de la ley podemos encontrar las promesas que Dios hizo para
bendecir a su pueblo. Por supuesto, existían condiciones que ellos tenían que cumplir
para recibir el beneficio de la promesa. Por ejemplo, en Deuteronomio 28, Dios declara,
“si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos
sus mandamientos que yo te prescribo hoy (Condiciones), también Jehová tu Dios te
exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas
bendiciones…” (Resultado) (Deuteronomio 28:1-2). Así trabaja Dios con su pueblo.
Un Mejor Pacto
Cuando hablamos de los pactos es necesario que entendamos que Dios ha hecho pactos
a través de la historia para el beneficio del hombre. Por medio de Jesucristo, Dios hizo
su último pacto, el más poderoso de todos. “Pero ahora tanto mejor ministerio es el
suyo (Jesús), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas” (Hebreos 8:6).
Un buen ejemplo es la promesa de salvación que existe bajo el Nuevo Pacto. Dios
declara a través de Pablo, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Las promesas representan la manera que Dios usa para establecer su voluntad en el
mundo. Nuestra ignorancia o pasividad en cuanto a las promesas de Dios puede
determinar la calidad de nuestra vida.
Es como el chófer de un taxi que siempre encuentra los semáforos con luz verde y
nunca tiene que parar, porque la luz siempre está verde cuando él pasa en su auto. Así es
nuestro Dios. Todo lo bueno que él ha prometido al hombre está disponible para el
creyente. Pero las condiciones se tienen que cumplir. La frase, “por medio de
nosotros,” significa que somos nosotros quienes determinamos si recibimos el beneficio
de la promesa o no.
Por ejemplo, en la promesa de salvación que ya hemos visto, depende del hombre si va
a creer y confesar que Jesús es el Señor. Al creer y confesar la promesa, ésta se activa y
se cumple. Pero depende del hombre. Dios quiere salvar a todos, pero no todos desatan
el poder de la promesa.
Ahora, veamos la importancia que Dios da a sus promesas. “Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las
cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegáseis a
ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en
el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4). Déjenme ponerlo en términos
más entendibles:
1. Todo lo que necesitamos para vivir nos ha sido dado. Ya está disponible.
2. Ahora depende de nuestro conocimiento de Dios y sus principios.
3. Su gloria y excelencia nos han dado promesas.
4. Para que por ellas participemos en la vida de Dios…
5. … y huyamos de la corrupción que existe en el mundo.
Cuando dice, “para que por ellas,” Dios declara claramente que la forma que El ha
elegido para que nosotros participemos en la vida abundante, y que tengamos protección
del mundo contaminado, es a través de sus promesas. Es LA manera que Dios ha
escogido.
Si no vives por las promesas de Dios, no estás viviendo la vida que Dios tiene para ti.
Estás solamente ‘sobreviviendo.’ Dios quiere cumplir sus propósitos y su voluntad en tu
vida, pero solamente lo va hacer por sus promesas. Si eres ignorante de las promesas, o
pasivo en cuanto a ellas, jamás disfrutarás de los beneficios y bendiciones que buscas.
Una promesa de Dios representa lo que El quiere hacer en tu vida. El poder para
cumplir la promesa se encuentra en la misma palabra de la promesa, como el poder para
que crezca una manzana se encuentra en la semilla de la manzana. Mientras uno no
siembra la semilla, no verá el fruto que potencialmente existe dentro. El poder para que
brote un manzano, está dentro de la semilla. Es siempre “Si y Amén.” Simplemente
requiere que sea sembrada en la tierra.
Así funcionan las promesas de Dios también. El poder para ser salvo se encuentra en la
palabra de Dios sobre la salvación. Cualquiera que la escucha y la recibe puede creer,
confesar y ser salvo. El poder para recibir la sanidad se encuentra en las promesas que el
Señor ha hecho sobre la sanidad. Cualquiera que las escucha y las crea puede ser sano.
“Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Nuestra
fe y nuestra confesión (declaración) desata el poder de la promesa y la promesa
comienza cumplirse.
Dios nos ha dado promesas que cubren cada área de la vida. No existe ninguna
circunstancia ni ningún tema sin una promesa que se pueda desatar para experimentar la
voluntad de Dios en lugar de “la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).
Para vivir la vida abundante que Jesús nos prometió (Juan 10:10), es necesario activar
las promesas en cada área de la vida. Muchos activan la promesa de la salvación pero
nunca desatan el poder de las otras promesas. El perdón de los pecados es solamente
una de las mejores promesas que existen en el Nuevo Pacto. Hay promesas para recibir
el poder del Espíritu Santo, salud, ayuda espiritual; hay promesas de oración, de
sabiduría, de fe, para la soledad, para el temor, promesas de autoridad sobre el diablo,
promesas para la familia, el trabajo, los recursos, la protección, etc. Y es solamente a
través de las promesas que podemos participar de la naturaleza divina de Dios. Eso es la
vida abundante.
¿Cómo podemos activar las promesas de Dios?
Cuando uno capta el potencial que existe en las promesas de Dios, y entiende que todo
se puede desatar por fe, la vida cristiana se transforma de una rutina religiosa y aburrida
en una aventura de fe, victoria y triunfo. Las circunstancias negativas no representan
nuestro destino, sino que son obstáculos temporales que tienen que rendirse frente al
poder de la Palabra de Dios a través de sus promesas. El creyente llega a ser el canal
que Dios utiliza para realizar su voluntad en la tierra.
¡Levántate ahora! Busca las promesas de Dios y úsalas como herramientas divinas para
construir tu vida.
“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando
recbísteis la palabra (promesa) de Dios que oísteis de nosotros, la recibísteis no como
palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en
vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13)
Barry Benneth