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Antropología Bíblica

EL ORIGEN DEL HOMBRE

El suceso má s antiguo que puede datarse en el universo que conocemos se remonta a


unos 12.000 millones de añ os. En este primer instante, toda la energía (y todo el espacio) del
universo se encontraba concentrada en un punto, que fue el origen de una gran
explosión (big bang). Durante los primeros segundos, la temperatura era de má s de un billó n
de grados y toda la energía se hallaba en forma de radiació n. Durante los primeros 10
segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se
formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporció n de cuatro a uno. Unos 10.000 añ os
después la temperatura había descendido a unos 100.000 grados y se formaron los
primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400.000 añ os el hidró geno empezó a
condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cú mulos
mayores (las futuras galaxias).

Hace 11.000 millones de añ os la temperatura del universo era de unos 3.000 grados, y se
formaron las primeras estrellas: la gravedad hizo que los nú cleos de muchas nubes de
hidró geno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que
permitió la fusió n del hidró geno en helio, proceso que origina la emisió n luminosa de las
estrellas. Cuando las estrellas agotan el hidró geno del nú cleo son capaces de seguir generando
energía fundiendo a su vez el helio en materiales má s pesados. De este modo, en los nú cleos
de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que actualmente hay en
la Tierra. En las estrellas má s grandes, este proceso genera cada vez má s energía, hasta que
llega un momento en que la gravedad no es capaz de contenerla y la estrella explota lanzando

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al espacio gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente segú n la masa de cada
estrella. Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez
relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron
nuevas estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se
encuentra el Sol.

El Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de añ os. En esta época el universo se había
enfriado ya a unos 100 grados bajo cero. Existen muchas teorías sobre có mo se formaron los
planetas del sistema solar, pero fuera como fuera, la edad de la Tierra se estima en
unos 4.600 millones de añ os. Al principio era una masa incandescente cuya superficie tardó
relativamente poco en enfriarse. Parte de la atmó sfera se licuó y se crearon así los mares y
océanos. La composició n química de la atmó sfera y de los océanos era muy diferente de la
actual: No existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta, la
atmó sfera soportaba una intensa actividad eléctrica. Estas condiciones fomentaron la
formació n en las aguas de compuestos químicos cada vez má s complejos y variados:
compuestos orgá nicos que culminarían con la aparició n de formas de vida.

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La vida en la tierra surgió hace unos 3.500 millones de añ os. Se inició así un proceso evolutivo
de animales y plantas del que tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran
microscó picas y luego animales y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan restos fó siles.
Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento
en que podemos seguir má s fielmente la evolució n bioló gica a través de los fó siles. A partir de
aquí, los bió logos dividen el tiempo en eras:

La era primaria o paleozoica comienza hace 570 millones de añ os. Se distinguen a su vez


varios periodos:

 En el periodo cámbrico abundan los trilobites, moluscos y crustáceos.  En el


periodo ordovícico (que se inicia hace 505 millones de añ os) siguen abundando los
trilobites, se extienden los equinodermos y braquiópodos y aparecen los
primeros peces. El periodo silúrico se inicia hace 440 millones de
añ os. Aparecen peces acorazados gigantes, las primeras plantas terrestres y de
pantanos, grandes escorpiones marinos. El periodo devó nico empezó hace 410
millones de añ os. Aparacen los peces modernos y los anfibios, evolucionan
las plantas terrestres. En el periodo carbonífero (iniciado hace 360 millones de
añ os) se extienden los anfibios, aparecen los primeros reptiles, la tierra se llena
de musgos y helechos, cuyos restos formará n las cuencas de carbó n. En el
periodo pérmico (que empezó hace 285 millones de añ os) se extienden los reptiles,
mientras los anfibios pierden importancia, se extinguen los trilobites y aparecen las
primeras coníferas.
 La era secundaria o mesozoica empezó hace 245 millones de añ os. Su primer periodo
es el triásico, en el que aparecen los primeros dinosaurios y grandes reptiles
marinos. También aparecen los primeros mamíferos. Abundan
los amonites, aparecen nuevas especies de plantas, se forman grandes bosques de
coníferas. Durante el periodo jurásico (iniciado hace 210 millones de
añ os) los dinosaurios dominan la Tierra. Aparecen reptiles voladores y las primeras
aves, junto con nuevas especies de pequeñ os mamíferos. Durante el
periodo cretácico aparecen las primeras plantas con flores. Al final del periodo se
extinguen los dinosaurios y muchos otros reptiles, al igual que los amonites.

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 La era terciaria o cenozoica se inicia hace 65 millones de añ os. Comienza con


el paleoceno, en el que proliferan los mamíferos. En el eoceno (hace 60 millones de
añ os) aparecen nuevas especies de animales (caballos y elefantes primitivos) así
como de plantas. El oligoceno se inicia hace 35 millones de añ os. Proliferan las plantas
con flores, aparecen muchos de los mamíferos actuales, entre ellos los
primeros primates. Hace 25 millones de añ os, en el mioceno, se multiplican los
primates, especialmente abundantes en Á frica.

Los primates vivían có modamente en los á rboles, alimentados de frutos, prá cticamente sin
predadores. Sin embargo, hace unos 14 millones de añ os las cosas empezaron a cambiar.
Muchos primates se vieron obligados a abandonar su há bitat arbó reo. Tal vez su vida fá cil
condujo a la superpoblació n y algunos grupos fueron expulsados de los bosques, hacia las
sabanas, un ambiente hostil para unos animales incapaces de digerir hierba y pobremente
dotados para la caza. De esta época datan los restos má s antiguos conocidos de una especie de
primate llamada Ramapithecus, que pobló buena parte de Europa, Á frica y Asia (el primer
ejemplar se encontró en la India). En su esqueleto se advierten vestigios de posició n erguida.
Podemos suponer que estos primates desplazados compensaron su debilidad formando
manadas, al estilo de los mamíferos cazadores. La postura erguida favorecía que cada
miembro de la manada pudiera mantener contacto visual con los restantes, de modo que
podían avisarse má s eficientemente si detectaban algú n peligro. Así pues, la selecció n natural
favoreció a los individuos mejor dotados para la "incó moda" postura erguida.

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El Ramapithecus se extinguió hace 8 millones de añ os, pero no era el ú nico primate expulsado


del paraíso. Hubo má s especies en sus mismas circunstancias que sobrevivieron má s o menos
tiempo. En general, estos monos cazadores reciben el nombre de homínidos. Desde hace
unos 6 millones de añ os fueron apareciendo en el este de Á frica varias especies de homínidos
agrupadas por los bió logos bajo el género Australopithecus. En realidad son los primeros a
los que se puede aplicar sin discusió n el calificativo de homínido: paulatinamente, las distintas
especies de Australopithecus fueron adquiriendo la postura erguida como postura habitual y
su capacidad craneana -aun siendo pequeñ a en comparació n con la del hombre actual- fue
aumentando. Lo que estaba sucediendo era que los homínidos compensaban sus pocas dotes
de supervivencia con un incremento de sus habilidades: la postura erguida hizo que ya no
necesitaran sus manos para caminar, y pronto aprendieron a usarlas para matar presas
pequeñ as con piedras, potenciaron su agilidad, su capacidad de comunicació n y su capacidad
de observació n, y todo ello se corresponde fisioló gicamente con un incremento de la
complejidad neuronal de su corteza cerebral.

El plioceno se inicia hace unos 5 millones de añ os, con un enfriamiento del clima que provoca
la extinció n de muchos grandes mamíferos. Sin embargo, los Australopithecus proliferaron y
se vieron obligados a extenderse, pues no había muchas presas a su alcance y una pequeñ a
porció n de territorio no podía alimentar a muchos individuos. Poco a poco fueron ocupando
todo el este de Á frica, desde Etiopía hasta el extremo sur. La naturaleza proporcionó entonces
una ayuda má s a los homínidos: la maduració n retardada. En un momento dado, aparecieron
homínidos con un defecto genético: nacían prematuramente y su crecimiento era demasiado
lento. A primera vista, esto era un grave inconveniente: con el tiempo, las crías llegaron a
nacer sin pelo, sin dientes, con la caja craneal todavía sin soldar, sin capacidad de andar, y
tardaban un tiempo desmesurado en valerse por sí mismas.

Sin embargo, estos inconvenientes eran compensados con creces por una ú nica ventaja: una
infancia má s larga implicaba mayor tiempo para aprender. En efecto, las crías de los primates
actuales muestran un alto grado de curiosidad durante su relativamente breve periodo
juvenil, pero después ésta desaparece casi por completo. Los homínidos conservaron su
interés por observar y aprender durante toda su vida, y esto los hizo notablemente má s
inteligentes. É sta es la razó n por la que la selecció n natural estimuló la maduració n retardada,
que se fue agudizando a lo largo de las sucesivas especies de homínidos. Hace unos 2.5

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millones de añ os apareció entre los Australopithecus una nueva especie que ya no puede


englobarse en este género. Se trataba del Homo habilis, al que, como vemos, los bió logos le
han asignado el nuevo género llamado Homo.

El Homo habilis superaba a los Australopithecus en capacidad craneana y en inteligencia. Como


muestra de ello, nos encontramos con que el Homo habilis fue el primer homínido que
aprendió a tallar piedras para hacerlas cortantes o punzantes. Dispuso así de armas de caza
significativamente má s eficientes. Con la aparició n del género Homo y su habilidad para
fabricar ú tiles de piedra se inicia la llamada Edad de Piedra, cuyo primer periodo se conoce
como paleolítico y cuya primera etapa, a su vez, es el paleolítico inferior. 

El Homo habilis se extendió rá pidamente por los territorios habitados por


los Australopithecus. Poco después de su aparició n se produjo un drá stico cambio climá tico:
las temperaturas descendieron notablemente en todo el planeta. Desde el precá mbrico, la
Tierra había pasado por varios periodos de frío conocidos como glaciaciones, algunas de las
cuales habían extinguido a algunas especies, pero ésta era la primera glaciació n que
arrostraban los homínidos.

Evidentemente, las condiciones de vida empeoraron. La caza fue má s escasa y los inviernos
eran periodos de hambre. Pese a ello, los homínidos se adaptaron a las circunstancias. Má s
aú n, en plena glaciació n, hace 2 millones de añ os, surgió una nueva especie del
género Homo: el Homo erectus. Con él da comienzo la era cuaternaria, cuyo primer periodo
se conoce como pleistoceno. La glaciació n duró cerca de un milló n de añ os, es decir, hasta
hace 1.5 millones de añ os, pero la era cuaternaria reservaba cuatro glaciaciones má s,
separadas por breves periodos interglaciares.

La primera glaciación de la era cuaternaria se inició hace algo má s de 1 milló n de añ os y fue
má s intensa que la anterior. La competencia entre las distintas especies de homínidos terminó
con la extinció n de los Australopithecus poco después del inicio de la glaciació n y la del Homo
habilis hace 800.000 añ os. El Homo erectus sobrevivió , entre otras cosas porque aprendió a
valerse del fuego. Por aquel entonces no sabía producirlo ni controlarlo, sino que se lo
encontraba cuando un rayo incendiaba un á rbol. Tal vez aprendió a conservarlo como algo
valioso. La glaciació n terminó hace unos 700.000 añ os y no debió de pasar mucho tiempo
hasta que el Homo erectus aprendió a controlar el fuego. Esto le supuso una mayor
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protecció n frente al frío y los animales carnívoros, así como la posibilidad de alimentarse de la
carne de muchos animales que difícilmente podía digerir en estado crudo.

La segunda glaciación de la era cuaternaria se extendió desde hace 600.000 añ os hasta hace


algo má s de 300.000 añ os. Durante esta época el Homo erectus aprendió a organizarse para
cazar grandes mamíferos. Su modo de vida era ya muy similar al de otros mamíferos
cazadores, pues su inteligencia había compensado ya con creces su inferioridad física.

Así pues, la adversidad climá tica ya no era un obstá culo serio para el Homo erectus, que
empezó a proliferar, pero, al igual que les ocurrió a los Australopithecus, se encontró con que
cada pequeñ o grupo requería una gran cantidad de territorio para cubrir sus necesidades, por
lo que se extendió paulatinamente por toda la Tierra. No obstante, el nú mero total de
habitantes nunca debió de superar el medio millón.

Tras un breve periodo interglaciar sobrevino la tercera glaciación, desde hace algo má s


de 200.000 añ os hasta hace algo má s de 100.000 añ os. A su término el Homo erectus ya
ocupaba medio planeta: poblaba toda Á frica, buena parte de Asia y casi toda Europa (excepto
el norte). También había aprendido a fabricar cabañas que le protegieran de la intemperie en
ausencia de cuevas naturales, que hasta entonces habían sido su ú nico refugio.

Durante la tercera glaciació n surgieron las primeras formas de dos nuevas especies: el Homo
sapiens y el Homo neanderthalensis. En Alemania se encontró un fó sil preneandertalense
de al menos 200.000 añ os y en Israel se ha encontrado un fó sil de hace unos 100.000
añ os antecesor del Homo sapiens, en compañ ía de restos neandertalenses y de los ú ltimos
vestigios de Homo erectus, que se extinguió hace unos 90.000 añ os. Con la aparició n de estas
especies se inicia el paleolítico medio.

La capacidad craneal de las nuevas especies triplicaba a la del Homo habilis. En un primer


momento, las diferencias entre los Homo neanderthalensis y los Homo sapiens eran pequeñ as,
al igual que las diferencias culturales respecto al Homo erectus. No obstante, al principio de
la cuarta glaciación, hace unos 80.000 añ os, encontramos ya una cultura neandertal
claramente definida. Entre sus nuevas costumbres se encontraba la de enterrar a los
difuntos, y entre sus nuevas habilidades la fabricació n de flechas. Respecto a las

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inhumaciones, no es razonable suponer en ellos una capacidad de pensamiento abstracto o


religioso, pero sí podemos entrever cierto grado de autoconciencia.

La selecció n natural fomentó la existencia de relaciones afectivas de los padres hacia los hijos
en mayor grado que las usuales en otros animales, pues unas crías absolutamente invá lidas no
podían sobrevivir sin una buena dosis de paciencia en sus progenitores. Probablemente, sus
crías fueron las primeras en reír como recurso para agradar y mantener la atenció n de sus
padres. Estas relaciones afectivas debieron de mantenerse entre adultos, de modo que
llegaron a sentir el dolor de la muerte e hicieron lo posible para evitar que sus cadá veres
fueran alimento de las fieras.

El Homo sapiens y el Homo neanderthalensis se extendieron por Europa, Asia y Á frica. Cazaban
todo tipo de animales y se adaptaron con eficiencia a cada medio ambiente. Hace unos 40.000
añ os el Homo sapiens se convirtió en el primer poblador humano de Australia. Hace
unos 35.000 añ os empezó a manifestar su superioridad cultural frente al hombre de
Neandertal, dando inicio así al paleolítico superior. Una buena prueba de esta superioridad es
que la població n mundial pasó en un tiempo muy breve de poco má s de un millón de
habitantes a casi cinco millones. A esta época corresponden los restos má s antiguos
conocidos de arte prefigurativo (incisiones y marcas decorativas en hueso y en piedra). Las
primeras muestras conocidas de arte figurativo (cabezas y cuartos delanteros de animales
pintados en piedra) datan de hace unos 30.000 añ os. Este avance hay que asociarlo a una
significativa evolució n intelectual. Es imposible poner fechas a esto, pero el hombre adquirió

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la capacidad de pensamiento abstracto, es decir, la capacidad de pensar en algo sin necesidad


de ningú n estímulo externo que le impulsara a ello. Así mismo desarrolló el lenguaje
articulado: los homínidos llevaban mucho tiempo comunicá ndose entre sí con gran eficiencia,
pero siempre mediante signos cuyo significado lo fijaba el contexto (un grito en un momento
dado podía ser la señ al de iniciar un ataque conjunto a una presa, o el indicio de algú n peligro
cuya naturaleza había que percibir directamente, etc.). El lenguaje articulado suponía la
posibilidad de aludir a algo de forma unívoca independientemente del contexto. Tal vez las
figuras esquemá ticas fueron al principio un método de ponerse de acuerdo en el significado
de las palabras, de convenir qué caza iban a buscar, tal vez se quedó como costumbre hacer
dibujos de las presas que esperaban cazar, tal vez llegaron a imaginar que dibujar los
animales era una forma má gica de atraerlos. Es difícil saber có mo concebían el mundo estos
primeros hombres.

A medida que el Homo sapiens fue cobrando conciencia de su existencia en el mundo debió de


percibir su debilidad e impotencia frente a la naturaleza: había animales feroces a los que era
mejor no enfrentarse salvo extrema necesidad, otros, en cambio, podían ser dominados con
habilidad. Por otra parte, nada había que hacer contra las fuerzas del cielo, los rayos y los
truenos. Sin duda el Sol y la Luna debieron de intrigarle. Probablemente llegó a la conclusió n
de que en el cielo habitaban seres muy poderosos y de humor voluble, a los que era mejor
tener contentos, pues ejercían gran influencia sobre la tierra. En manos de estos seres estaba
que hubiera o no buena caza, que las mujeres tuvieran o no hijos... La imaginació n del Homo
sapiens ante lo desconocido pudo ir por mil caminos diferentes, creando creencias de toda
índole, acompañ adas de ritos y costumbres.

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Es difícil saber qué finalidad concreta tendrían los objetos que hoy calificamos de
"manifestaciones artísticas". Se conocen estatuillas femeninas fabricadas desde hace
unos 27.000 añ os. A partir de aquí se van produciendo imá genes pictó ricas, bajorrelieves y
esculturas cada vez má s perfeccionadas.

Hace unos 25.000 añ os se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el Homo sapiens pasó
a ser la ú nica especie humana sobre la Tierra y ya podemos referirnos a él simplemente
como "el hombre". Aparte de mínimas diferenciaciones raciales, no se ha producido ninguna
evolució n fisioló gica importante desde entonces. La extraordinaria evolució n del hombre ha
sido puramente cultural. Hace al menos 23.000 añ os el hombre pobló América por primera
vez. Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering seco (el nivel del mar era
inferior al actual a causa de la glaciació n) o helado. Así, el hombre no tardó mucho en poblar la
prá ctica totalidad de la Tierra.

EL ORIGEN DE LA VIDA

1. Introducción

Desde que el hombre tuvo la capacidad de pensar y de razonar, se empezó a preguntar có mo


surgió la vida, surgiendo así uno de los problemas má s complejos y difíciles que se ha
planteado el ser humano, en su afá n de encontrar una respuesta, se intentó solucionarlo
mediante explicaciones religiosas, mitoló gicas y científicas, a partir de estas ú ltimas han
surgido varias teorías y otras han sido descartadas.

2. El Creacionismo

Desde la antigü edad han existido explicaciones creacionistas que suponen que un dios o
varios pudieron originar todo lo que existe. A partir de esto, muchas religiones se iniciaron
dando explicació n creacionista sobre el origen del mundo y los seres vivos, por otra parte, la

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ciencia también tiene algunas explicaciones acerca de có mo se originaron los seres vivos
como son las siguientes:

3. La Generación Espontánea

Desde la antigü edad este pensamiento sé tenía como aceptable, sosteniendo que la vida podía
surgir del lodo, del agua, del mar o de las combinaciones de los cuatro elementos
fundamentales: aire, fuego, agua, y tierra. Aristó teles propuso el origen espontá neo para
gusanos, insectos, y peces a partir de sustancias como él roció , el sudor y la humedad. Segú n
él, este proceso era el resultado de interacció n de la materia no viva, con fuerzas capaces de
dar vida a lo que no tenía. A esta fuerza la llamó ENTELEQUIA.

La idea de la generació n espontá nea de los seres vivos, perduró durante mucho tiempo. En
1667, Johann B, van Helmont, medico holandés, propuso una receta que permitía la
generació n espontá nea de ratones: "las criaturas tales como los piojos, garrapatas, pulgas, y
gusanos, son nuestros huéspedes y vecinos, pero nacen de nuestras entrañ as y excrementos.
Porque si colocamos ropa interior llena d sudo junto con trigo en un recipiente de boca ancha,
al cabo de 21 días el olor cambia y penetra a graves de las cá scaras del trigo, cambiando el
trigo en ratones. Pero lo má s notable es que estos ratones son de ambos sexos y se pueden
cruzar con ratones que hayan surgido de manera normal..."

Algunos científicos no estaban conformes con esas explicaciones y comenzaron a someter a la


experimentació n todas esas ideas y teorías.

Francisco Redi, médico italiano, hizo los primeros experimentos para demostrar la falsedad de
la generació n espontá nea. Logró demostrar que los gusanos que infestaban la carne eran
larvas que provenían de huevecillos depositados por las moscas en la carne, simplemente
colocó trozos de carne en tres recipientes iguales, al primero lo cerró herméticamente, el
segundo lo cubrió con una gasa, el tercero lo dejó descubierto, observó que en el frasco tapado
no había gusanos aunque la carne estaba podrida y mal oliente, en el segundo pudo observar
que, sobre la tela, había huevecillos de las moscas que no pudieron atravesarla, la carne del
tercer frasco tenia gran cantidad de larvas y moscas. Con dicho experimento se empezó a
demostrar la falsedad de la teoría conocida como "generació n espontá nea".

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A finales del siglo XVII, Antó n van Leeuwenhoek, gracias al perfeccionamiento del microscopio
ó ptico, logro descubrir un mundo hasta entonces ignorado. Encontró en las gotas de agua
sucia gran cantidad de microorganismos que parecían surgir sú bitamente con gran facilidad.

Este descubrimiento fortaleció los á nimos de los seguidores de la "generació n espontá nea" A
pesar de los experimentos de Redí, la teoría de la generació n espontá nea no había sido
rechazada del todo, pues las investigaciones, de este científico demostraba el origen de las
moscas, pero no el de otros organismos

4. Spallanzani Y Needhad

En esos mismos tiempos, otro científico llamado Needhad, sostenía que había una fuerza vital
que originaba la vida. Sus suposiciones se basan en sus experimentos: hervía caldo de res en
una botella, misma que tapaba con un corcho, la dejaba reposar varios días y al observar al
microscopio muestra de la sustancia, encontraba organismos vivos. É l afirmaba que el calor
por el que había hecho pasar el caldo era suficiente para matar a cualquier organismo y que,
entonces, la presencia de seres vivos era originada por la fuerza vital.

Sin embargo Spallanzani no se dejó convencer como muchos científicos de su época,


realizando los mismos experimentos de Needhad, pero sellada totalmente las botellas, las
ponía a hervir, la dejaba reposar varios días y cuando hacia observaciones no encontraba
organismos vivos. Esto lo llevo a concluir que los organismos encontrados por Needhad
procedían del aire que penetraba a través del corcho

5. Pauster

En 1862, Louis Pauster, médico francés, realizó una serie de experimentos encaminados a
resolver el problema de la generació n espontá nea. É l pensaba que los causantes de la
putrefacció n de la materia orgá nica eran los microorganismos que se encontraban en el aire.
Para demostrar su hipó tesis, diseñ ó unos matraces cuello de cisne, en los cuales coloco
líquidos nutritivos que después hirvió hasta esterilizarlos.

Posteriormente, observo que en el cuello de los matraces quedaban detenidos los


microorganismos del aire y aunque este entraba en contacto con la sustancia nutritiva, no
había putrefacció n de la misma. Para verificar sus observaciones, rompió el cuello de cisne de
un matraz, y al entrar en contacto él liquido con el aire y los microorganismos que contenía él
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ú ltimo, se producía una descomposició n de la sustancia nutritiva De esta manera quedó


comprobada por él celebre científico la falsedad de la teoría de la generació n espontá nea

6. La Panspermia

Una propuesta má s para resolver el problema del origen de la vida la presentó Svante
Arrhenius, en 1908. Su teoría se conoce con el nombre de panspermia. Segú n esta, la vida llego
a la Tierra en forma de esporas y bacterias provenientes del espacio exterior que, una vez, se
desprendieron de un planeta en la que existían.

A esta teoría se le pueden oponer dos argumentos: Se tiene conocimiento de que las
condiciones del medio interestelar son poco favorables para la supervivencia de cualquier
forma de vida.

Ademá s, se sabe que cuando un meteorito entra en la atmó sfera, se produce una fricció n que
causa calor y combustió n destruyendo cualquier espora o bacteria que viaje en ellos. Y
tampoco soluciona el problema del origen de la vida, pues no explica có mo se formó ésta en el
planeta hipotético del cual se habría desprendido la espora o bacteria

7. La Teoría De Oparin – Haldane

Con el transcurso de los añ os y habiendo sido rechazada la generació n espontá nea, fue
propuesta la teoría del origen físico-químico de la vida, conocida de igual forma como teoría
de Oparin – Haldane. La teoría de Oparin- Haldane se basa en las condiciones físicas y
químicas que existieron en la Tierra primitiva y que permitieron el desarrollo de la vida.

De acuerdo con esta teoría, en la Tierra primitiva existieron determinadas condiciones de


temperatura, así como radiaciones del Sol que afectaron las sustancias que existían entonces
en los mares primitivos. Dichas sustancias se combinaron dé tal manera que dieron origen a
los seres vivos.

En 1924, el bioquímico Alexander I. Oparin pú blico "el origen de la vida", obra en que sugería
que recién formada la Tierra y cuando todavía no había aparecido los primeros organismos, la
atmó sfera era muy diferente a la actual, segú n Oparin, esta atmó sfera primitiva carecía de
oxígeno libre, pero había sustancias como el hidró geno, metano y amoniaco.

Estos reaccionaron entre sí debido a la energía de la radiació n solar, la actividad eléctrica de la


atmó sfera y a la de los volcanes, dando origen a los primeros seres vivos.

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En 1928, John B.S.Haldane, bió logo inglés, propuso en forma independiente una explicació n
muy semejante a la de Oparin. Dichas teorías, influyeron notablemente sobre todos los
científicos preocupados por el problema del origen de la vida

8. Condiciones que permitieron la vida

Hace aproximadamente 5 000 millones de añ os se formó la Tierra, junto con el resto del
sistema solar. Los materiales de polvo y gas có smico que rodeaban al Sol fueron fusioná ndose
y solidificá ndose para formar los todos los planetas.

Cuando la Tierra se condenso, su superficie estaba expuesta a los rayos solares, al choque de
meteoritos y a la radiació n de elementos como el torio y el uranio. Estos procesos provocaron
que la temperatura fuera muy elevada.

La atmó sfera primitiva contenía vapor de agua (H2O), metano (CH4), amoníaco (NH3), á cido
cianhídrico (HCN) y otros compuestos, los cuales estaban sometidos al calor desprendido de
los volcanes y a la radiació n ultravioleta proveniente del sol. Otra característica de esta
atmó sfera es que carecía de oxigeno libre necesario para la respiració n.

Como en ese tiempo tampoco existía la capa formada por ozono, que se encuentra en las
partes superiores de la atmó sfera y que sirven para filtrar el paso de las radiaciones
ultravioletas del sol, estas podían llegar en forma directa a la superficie de la Tierra.

También había gran cantidad de rayos có smicos provenientes del espacio exterior, así como
actividad eléctrica y radiactiva, que eran grandes fuentes de energía. Con el enfriamiento
paulatino de la Tierra, el vapor de agua se condenó y se precipito sobre el planeta en forma de
lluvias torrenciales, que al acumularse dieron origen al océano primitivo, cuyas características
definieran al actual

9. ¿Cómo fueron los primeros organismos?

Los elementos que se encontraban en la atmó sfera y los mares primitivos se combinaron para
formar compuestos, como carbohidratos, las proteínas y los aminoá cidos. Conforme se iban
formando estas sustancias, se fueron acumulando en los mares, y al unirse constituyeron
sistemas microscó picos esferoides delimitados por una membrana, que en su interior tenían
agua y sustancias disueltas.

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Estos tipos de sistemas pluricelulares, podemos estudiarlos a partir de modelos parecidos a


los coacervados (gotas microscó picas formadas por macromoléculas a partir de la mezcla de
dos soluciones de estas, son un posible modelo precelular). Estos son mezclas de soluciones
orgá nicas complejas, semejantes a las proteínas y a los azú cares.

Oparin demostró que en el interior de un coacervado ocurren reacciones químicas que dan
lugar a la formació n de sistemas y que cada vez adquieren mayor complejidad. Las
propiedades y características do los coacervados hacen suponer que los primeros sistemas
precelulares se les parecían mucho.

Los sistemas precelulares similares a los coacervados sostienen un intercambio de materia y


energía en el medio que los rodea. Este tipo de funciones también las realizan las células
actuales a través de las membranas celulares.

Debido a que esos sistemas precelulares tenían intercambio con su medio, cada vez se iban
haciendo má s complejos, hasta la aparició n de los seres vivos.

Esos sistemas o macromoléculas, a los que Oparin llamó PROTOBIONTES, estaban expuestos a
las condiciones a veces adversas del medio, por lo que no todos permanecieron en la Tierra
primitiva, pues las diferencias existentes entre cada sistema permitían que solo los má s
resistentes subsistieran, mientras aquellos que no lo lograban se disolvían en el mar
primitivo, el cual ha sido también llamado SOPA PRIMITIVA.

Después, cuando los protobiontes evolucionaron, dieron lugar a lo que Oparin llamo
EUBIONTES, que ya eran células y, por lo tanto, tenían vida. Segú n la teoría de Oparin –
Haldane, así surgieron los primeros seres vivos.

Estos primeros seres vivos eran muy sencillos, pero muy desarrollados para su época, pues
tenían capacidad para crecer al tomar sustancias del medio, y cuando llegaban a cierto tamañ o
se fragmentaban en otros má s pequeñ os, a los que podemos llamar descendientes, estos
conservaban muchas características de sus progenitores.

Estos descendientes iban, a su vez, creciendo y posteriormente también se fragmentaban; de


esta manera inicio el largo proceso de evolució n de las formas de vida en nuestro planeta.

LA DOCTRINA DEL HOMBRE Y SU ORIGEN EN LA DOGMÁTICA

Prof. Noé Chávez Vidal


Antropología Bíblica

(Por: Luis Berkhof)

EL ORIGEN DEL HOMBRE

La transició n de la teología a la antropología, es decir, del estudio de Dios al estudio del


hombre es perfectamente natural. El hombre no es solamente la corona de la creació n, sino
también el objeto del cuidado especial de Dios. Y la revelació n de Dios en la Escritura no
solamente fue dada al hombre, sino que el hombre encuentra en ella lo que vitalmente le
concierne.
No es una revelació n abstracta de Dios, sino la revelació n de Dios en relació n con sus
criaturas, y particularmente en relació n con el hombre. Es la historia de las relaciones de Dios
con la raza humana, y especialmente la revelació n de la redenció n que Dios ha preparado y
para la cual busca al hombre para prepararlo. Esto explica el hecho de que el hombre ocupe
un lugar de importancia central en la Escritura, y de que el conocimiento del hombre acerca
de Dios sea esencial para el adecuado entendimiento de la Escritura.
La doctrina del hombre debe seguir inmediatamente a la doctrina de Dios, ya que el
conocimiento de ella se presupone en todas las divisiones subsiguientes de la dogmá tica. No
debemos confundir el presente asunto con el estudio de la antropología general o ciencia de la
humanidad que incluye todas aquellas ciencias que tienen al hombre por objeto de
investigació n. Estas se dedican al origen e historia de la humanidad tomando en cuenta la
estructura fisioló gica, las características físicas del hombre en general y de las varias razas
humanas en particular, con su desarrollo étnico, lingü ístico, cultural y religioso, etc.
La antropología teoló gica tiene que ver ú nicamente con lo que la Biblia dice respecto al
hombre y con la relació n que el hombre debe guardar para con Dios . Reconoce a la Escritura
como su ú nica fuente y lee las enseñ anzas de la experiencia humana a la luz de la Palabra de
Dios.

LA EXPLICACIÓN DEL ORIGEN DEL HOMBRE SEGÚN LA ESCRITURA

La Escritura nos ofrece un doble relato de la creació n del hombre, el primero en Gén. 1: 26,
27, y el otro en Gén. 2: 21 -23. La alta crítica opina que el escritor de Génesis junto dos relatos
de la creación, el primero segú n se encuentra en Gén. 1: 1-2: 3, y el segundo segú n se
encuentra en Gén. 2: 4¬25; y que estos dos son independientes y contradictorios.
Laidlaw en su obra The Bible Doctrine of Man está dispuesto a admitir que el autor del
Génesis hizo uso de dos fuentes; pero se rehú sa a encontrar aquí dos relatos diferentes de la

Prof. Noé Chávez Vidal


Antropología Bíblica

creació n. Con toda propiedad niega que en el capítulo segundo tengamos "un relato diferente
de la creació n, por la sencilla razó n de que no explica la creació n en total". De hecho, las
palabras introductorias de la narració n principian con Gén. 2: 4.
"Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados", vistos a la luz de la
repetició n de las palabras "estas son las generaciones" en el libro de Génesis, apuntan al hecho
de que aquí tenemos algo completamente diferente. La expresió n invariablemente señ ala, no
al origen o principio de los que ya nombró , sino a su historia familiar.
El primer relato contiene la explicació n de la creació n de todas las cosas en el orden en que
ocurrieron, en tanto que el segundo agrupa las cosas en su relació n con el hombre sin implicar
nada respecto al orden cronoló gico de la aparició n del hombre en la obra creativa de Dios, y
claramente indica que todo lo que precede sirve para preparar una habitació n adecuada para
el hombre como rey de la creació n. Nos muestra de qué manera el hombre quedó colocado en
la creació n, rodeado por el mundo vegetal y animal, y la manera có mo comenzó su historia.
Hay ciertos detalles en los que la creació n del hombre surge como diferente de la creació n de
los otros seres vivientes.

LA CREACIÓN DEL HOMBRE FUE PRECEDIDA POR UN SOLEMNE CONSEJO DIVINO

Antes de que el inspirado escritor consigne la creació n del hombre, nos hace retroceder,
digamos así, hasta el concilio divino dá ndonos a conocer el decreto de Dios en las palabras,
"Hagamos al hombre a nuestra propia imagen, segú n nuestra semejanza", Gén. 1: 26. La
iglesia, generalmente, ha interpretado el plural "hagamos" sobre la base de la existencia
trinitaria de Dios.
Algunos eruditos, sin embargo, consideran que se trata del plural de majestad; otros lo toman
como el plural de comunicació n, en el que Dios incluye a los á ngeles en diá logo con El; y
todavía otros, como el plural de auto-exhortació n. De estas tres sugerencias la primera es
completamente impropia, puesto que el plural de majestad se originó en fecha muy posterior;
el segundo es imposible, porque implicaría que los á ngeles fueron co-creadores con Dios y que
el hombre fue creado también a la imagen de los á ngeles, lo que es una idea anti bíblica; y la
tercera es una hipó tesis enteramente gratuita de la que ninguna razó n se puede dar. ¿Qué
razó n habría para una auto-exhortació n en plural sino fuera la de que hay en Dios una
pluralidad?

LA CREACIÓN DEL HOMBRE ES EN EL MAS ESTRICTO SENTIDO DE LA PALABRA UN


ACTO INMEDIATO DE DIOS
Prof. Noé Chávez Vidal
Antropología Bíblica

Algunas de las expresiones que se usan en el relato precedente a la creació n del hombre
indican una creació n mediata en algú n sentido de la palabra.
Nó tense las siguientes expresiones: "Y dijo Dios, Produzca la tierra hierba verde, hierba que
da semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género" con la sencilla declaració n, "y creó Dios
al hombre". Cualquier indicio de mediació n en la obra de creació n que esté contenido en las
primeras declaraciones, falta por completo en la ú ltima. Evidentemente la obra de Dios en la
creació n del hombre no fue mediata en ningú n sentido de la palabra. Hizo uso de material
preexistente al formar el cuerpo del hombre; pero hasta esto quedó excluido en la creació n
del alma.

A DIFERENCIA DE LAS CRIATURAS INFERIORES EL HOMBRE FUE CREADO SEGÚN UN


TIPO DIVINO

Con respecto a los peces, las aves, y las bestias leemos que Dios los creó segú n su especie,
es decir, en una forma típica propia. Sin embargo, el hombre no fue creado de ese modo y
mucho menos conforme al tipo de una criatura inferior. Con respecto a él dijo Dios, "Hagamos
al hombre a nuestra propia imagen, segú n nuestra semejanza". Veremos lo que esto implica
cuando discutamos la condició n original del hombre, y ú nicamente llamamos la atenció n a ello
aquí para destacar el hecho de que en el relato de la creació n, la creació n del hombre surge
como algo diferente.

LOS DOS ELEMENTOS DIFERENTES DE LA NATURALEZA HUMANA SE DISTINGUEN


CON TODA CLARIDAD

En Gén. 2: 7 se hizo una distinció n clara entre el origen del cuerpo y el del alma. El cuerpo
fue formado del polvo de la tierra; al hacerlo, Dios hizo uso de material preexistente. En la
creació n del alma, sin embargo, no hubo adaptació n de materiales preexistentes sino la
formació n de una nueva sustancia. El alma del hombre fue una nueva obra de Dios en el
estricto sentido de la palabra. Jehová " sopló en la nariz del hombre el aliento de vida; y fue el
hombre un ser viviente".
En estas sencillas palabras se afirma claramente la doble naturaleza del hombre, y lo que
en ella se enseñ a está corroborado por otros pasajes de la Escritura, por ejemplo, Ecl. 12: 7;
Mat. 10: 28; Luc. 8: 55; II Cor. 5: 1-8; Fil.1: 22-24; Heb. 12: 9. Los dos elementos son el cuerpo
y el aliento o espíritu de vida que Dios sopló en el hombre y mediante la combinació n de estos

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dos, el hombre se convirtió en un alma viviente". Lo que aquí significa sencillamente "un ser
viviente.

EL HOMBRE FUE COLOCADO DESDE EL PRINCIPIO EN UNA POSICIÓN ELEVADA

El hombre está representado como la cú spide de todos los ó rdenes de la creació n. Está
coronado como rey de la creació n, y se le ha dado dominio sobre todas las criaturas inferiores.
Como tal fue su deber y su privilegio hacer que toda la naturaleza y todas las cosas creadas
colocadas bajo su gobierno sirvieran a su voluntad y a su propó sito, para que él y todo su
glorioso dominio glorificaran al Todopoderoso Creador y Señ or del universo, Gén. 1: 21; Sal 8:
4-9.

LA TEORÍA EVOLUCIONISTA DEL ORIGEN DEL HOMBRE

Entre las diversas teorías que se han discurrido para explicar el origen del hombre, la
teoría de la evolució n actualmente ocupa el campo y, por tanto, merece una breve
consideració n.

PRESENTACIÓN DE LA TEORÍA

La teoría de la evolució n no siempre se define en la misma forma. A veces se le presenta


como si el hombre fuera descendiente directo de alguna de las especies de monos antropoides
que todavía existen, y luego como si tanto el hombre como los monos má s perfectos tuvieran
un tronco comú n. Pero cualquiera que sea la diferencia de opinió n que pueda haber sobre este
punto, es seguro que segú n la evolució n materialista el hombre desciende en cuerpo y alma,
de los animales inferiores, mediante un proceso natural de perfecció n controlado totalmente
por energías inherentes.
Uno de los principios directivos de la teoría es el de estricta continuidad entre el mundo
animal y el hombre. No se puede considerar la discontinuidad en ninguna parte a lo largo de la
línea, porque toda suspensió n sería fatal a la teoría. Nada que sea absolutamente nuevo y
desusado puede aparecer en el proceso. Lo que hoy se encuentra en el hombre ha estado
potencialmente presente en el germen original del que todas las cosas se desarrollaron. Y todo
el proceso debe estar controlado desde el principio hasta el fin por las energías inherentes.
La evolució n teísta, que parece má s aceptable para muchos teó logos, simplemente
considera la evolució n como el método de trabajo de Dios. Algunas veces se representa en una
forma en la cual Dios es ú nicamente llamado para cerrar la brecha entre el mundo inorgá nico

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y el orgá nico, y entre la creació n irracional y la racional. Pero hasta donde se considera
necesaria una operació n especial de Dios, y se admita que hay brechas que la evolució n no
puede cerrar, y que algo nuevo tenga que presentarse, la teoría naturalmente deja de ser una
teoría pura de la evolució n. Se sostiene a veces que solamente el cuerpo del hombre se deriva
de un proceso de evolució n procedente de los animales inferiores y que Dios dotó a este
cuerpo con un alma racional. Este concepto encuentra mucha aceptació n en los círculos
cató lico romanos.

OBJECIONES A LA TEORÍA

Varias objeciones surgen en contra de la teoría de que el hombre tenga un origen


evolucionista que arranca desde los animales inferiores.
1. Desde el punto de vista del teó logo la má s grande objeció n a esta teoría es naturalmente, que
resulta contraria a las enseñ anzas explícitas de la Palabra de Dios. La Biblia difícilmente
podría enseñ ar con mayor claridad de lo que lo hace, que el hombre es el producto de un acto
creativo directo y especial de Dios má s que un proceso de desarrollo de algú n animal del
género simio.  
Afirma que Dios formó al hombre del polvo de la tierra, Gén. 2: 7. Algunos teó logos en su
ansiedad por armonizar las enseñ anzas de la Escritura con la teoría de la evolució n sugieren
que esto debe interpretarse con el significado de que Dios formó el cuerpo del hombre del
cuerpo de los animales, que después de todo no es sino polvo. Pero esto es enteramente
infundado, ya que no hay razó n que pueda presentarse para explicar por qué la expresió n
general "del polvo de la tierra" tendría que usarse después de que el escritor ya había descrito
la creació n de los animales y por lo mismo estaba en posibilidad de hacer una declaració n
mucho má s específica. Ademá s, esta interpretació n queda excluida por la declaració n de Gén.
3: 19, "con el sudor de tu frente comerá s el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverá s".
Esto con seguridad no significa que el hombre vuelva a su anterior estado animal. Las
bestias al igual que el hombre vuelven al polvo, Ecl. 3: 19, 20. Por ú ltimo, se nos dice
explícitamente en I Cor. 15. 39 que " toda carne no es la misma carne: porque una es la carne
de los hombres y otra la carne de las bestias". En cuanto al espíritu del hombre la Biblia
enseñ a con claridad que procede directamente de Dios, Gén. 2: 7, y que no puede, por tanto,
considerarse como el desarrollo natural de alguna sustancia previamente existente. En

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armonía perfecta con esto dice Eliú , "El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente
me dio vida", Job 33: 4.
Ademá s, la Escritura enseñ a también que el hombre estuvo separado de la creació n por un
enorme abismo. Desde el principio fue colocado en un alto nivel intelectual, moral y religioso,
como que fue creado a la imagen de Dios y le fue dado dominio sobre la creació n inferior, Gén.
1: 26, 27, 31; 2: 19, 20; Sal 8: 5-8. Sin embargo, a causa de la caída en el pecado perdió su alto
estado y quedó sujeto al proceso degenerativo que en algunos casos llega hasta la bestialidad.
Esto es precisamente lo contrario de lo que nos enseñ a la hipó tesis evolucionista. Segú n ella,
el hombre al principio de su carrera estuvo en el má s bajo nivel, pero poco a poco fue
separá ndose del bruto, y se ha elevado desde entonces a niveles superiores.
2. La segunda objeció n importante es que la teoría no tiene base adecuada sobre hechos bien
comprobados. Debe conservarse en mente que, como ya se señ aló arriba, la teoría
evolucionista en general, aunque con frecuencia se le representa como una doctrina
comprobada, hasta el presente no es sino una hipó tesis sin comprobació n, hipó tesis que no
tiene ninguna perspectiva de éxito en cuanto a que demuestre lo que se ha propuesto. Muchos
de los má s prominentes evolucionistas admiten francamente el cará cter hipotético de su
teoría. Hasta se permiten ser creyentes firmes en la doctrina del origen sucesivo; pero no
vacilan en decir que no pueden hablar con alguna seguridad del método con que opera.
Cuando Darwin publicó sus obras, se pensó que por fin se había encontrado la llave del
proceso, pero en el transcurso del tiempo se descubrió que la llave no le venía a la cerradura.
Darwin dijo, en efecto, que su teoría dependería enteramente de la posibilidad de transmitir
las características adquiridas, y eso se convirtió de inmediato en una de las piedras
fundamentales de la teoría bioló gica de Weismann en cuanto a que las características
adquiridas no son hereditarias. Su opinió n recibió confirmació n abundante por medio del
estudio posterior de la genética.
Sobre la base de la transmisió n aceptada de las características adquiridas, Darwin habló
con gran seguridad de las transmutaciones de las especies y previó una línea continua de
desarrollo desde la célula primitiva hasta el hombre; sin embargo, los experimentos de De
Vries, Mendel, y otros sirvieron para desacreditar su opinió n. Los cambios graduales e
imperceptibles de que habló Darwin dejaron lugar para las mutaciones repentinas y los
inesperados cambios de De Vries. En tanto que Darwin aceptó como un hecho las
interminables variaciones en diferentes direcciones,

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Mendel indicó que las variaciones/ o mutaciones nunca hacen que el organismo salga de su
especie y está n sujetas a una ley definida. Esta idea quedó confirmada por la citología
moderna con su estudio de la célula, con sus genes y cromosomas considerados como los
portadores de las características heredadas. Quedó probado que las llamadas nuevas especies
de los evolucionistas no son para nada nuevas especies, sino solamente desviaciones de la
forma típica, es decir, variedades de las mismas especies. Nordenskioeld en su History of
Biology cita la siguiente frase tomada de un informe popular que se refiere a los resultados de
una investigació n sobre la herencia, en los que se refleja el verdadero estado de la situació n:
"Debido al gran nú mero de hechos que ha sacado a luz la investigació n moderna sobre la
herencia, prevalece actualmente el caos entre las opiniones acerca de la formació n de las
especies", p. 613. Actualmente los evolucionistas sobresalientes admiten con franqueza que el
origen de las especies es para ellos un completo misterio. En tanto que esto sea así, no hay
mucha esperanza de que expliquen el origen del hombre. Darwin en su intento de probar el
origen del hombre de una de las especies de monos antropoides se apoyó en:
(1) El argumento de la similaridad estructural que hay entre el hombre y los animales superiores;
(2) En el argumento embrioló gico y:
(3) En el argumento de los ó rganos rudimentarios. A estos tres, posteriormente, se añ adieron
otros:
(4) El argumento derivado de las pruebas de sangre;
(5) El argumento paleontoló gico.
Pero ninguno de estos argumentos proporcionó la prueba deseada. El argumento de la
analogía estructural acepta sin fundamento que la similaridad puede ser explicada de una sola
manera. Sin embargo, podría muy bien explicarse por medio de la suposició n de que Dios al
crear el mundo animal hizo ciertas formas típicas bá sicas y completas, como para tener
unidad en la variedad, precisamente así como el gran mú sico construye su impresionante
composició n sobre un tema sencillo, que se repite una y otra vez, y en cada repetició n
introduce nuevas variaciones.
El principio de la preformació n da una explicació n adecuada a las semejanzas que estamos
considerando. La semejanza embrioló gica, tal como es, puede ser explicada por el mismo
principio. Ademá s, los recientes estudios bioló gicos indican, al parecer, que ninguna
similaridad estructural, sino ú nicamente una relació n genética, puede ser prueba de afinidad
o de origen sucesivo.

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Hasta donde tiene que ver con los ó rganos rudimentarios, má s de un hombre de ciencia ha
expresado duda en cuanto a su cará cter atrofiado. En lugar de ser los restos inservibles de
ó rganos animales, muy bien pudiera ser que sirvan a un propó sito definido en el organismo
humano. Las pruebas de sangre, en su forma original, en tanto que señ alan determinada
semejanza entre la sangre de los animales y la del hombre, no prueban alguna relació n
genética, ya que en estas pruebas se usó solamente una parte de la sangre, el suero inorgá nico
que no contiene materia viva, puesto que es un hecho comprobado que la porció n só lida de la
sangre que contienen las células rojas y blancas, es la conductora de los factores hereditarios.
Pruebas posteriores, en las que se utilizó el espectroscopio y se examinó toda la sangre,
probaron conclusivamente que hay diferencia esencial entre la sangre de los animales y la del
hombre. El argumento paleontoló gico es igualmente inconclusivo. Si el hombre desciende
realmente de los monos antropoides, sería de esperarse que las formas intermedias
estuvieran en existencia en alguna parte.
Pero Darwin no fue capaz de encontrar este eslabó n perdido, como no pudo encontrar los
millares de eslabones perdidos entre las diferentes especies de animales. Se nos dice que los
progenitores primitivos del hombre hace mucho que se extinguieron. Siendo esto así podría
todavía ser posible que se encontraran los restos fó siles. Y hombres de ciencia
contemporá neos pretenden haber encontrado ya algunos huesos de hombres muy antiguos.
Han reconstruido estos restos humanos y podemos contemplarlos en las fotos imaginarias
reconstruidas del hombre de Java (pithecantropus erectus), el hombre de Heidelberg (Homo
Heidelbergensis), el hombre de Neanderthal (Homo Neanderthalen-sis), el hombre de Cro-
Magnon, el hombre Piltdown y otros. Estas reconstrucciones parece que han sido tomadas en
serio por algunos; pero realmente tienen muy poco valor.
Atendiendo a que tan só lo se encontraron algunos pocos huesos de cada uno, y que en
algunos casos éstos hasta estaban dispersos, quedando la duda de que pertenecieron al
mismo cuerpo, esas reconstrucciones sirven para testificar ú nicamente la ingenuidad de los
científicos que las hicieron. En algunos casos los especialistas no se han puesto de acuerdo si
los huesos de que se trata pertenecen a un hombre o a un animal. El Dr. Wood, profesor de
anatomía en la universidad de Londres, dice en un folleto titulado Ancestry of Man:
"No encuentro ocupació n menos digna de la ciencia de la antropología que aquella que se
ha hecho popular, de amoldar, pintar, o dibujar esas figuras horribles de la imaginació n y que
les da en el proceso un valor de aparente realidad, pero completamente falsa. Fleming, uno de
los má s notables hombres de ciencia de hoy, dice:
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"La conclusió n de todo eso es que no podemos arreglar todos los conocidos restos fó siles
de un supuesto ' hombre' en una serie lineal que gradualmente avance en tipo o forma desde
cualquier mono antropoide, o algú n otro mamífero, hasta los modernos tipos existentes de
verdadero hombre. Cualquiera suposició n de que eso se puede hacer, y de que es cierto, es
completamente erró nea.
Ciertamente resulta desorientador e indescriptiblemente pernicioso propagar en
magazines populares o en otras publicaciones leídas por niñ os los cuadros de gorilas o de
chimpancés con títulos como ' el primo del hombre' o 'el pariente má s cercano del hombre', o
publicar cuadros perfectamente imaginarios y grotescos acerca de un supuesto 'hombre de
Java' con una cara de bruto y considerado como un antepasado del hombre moderno, como se
ha hecho ocasionalmente.
Los que tales cosas hacen son culpables de ignorancia o de deliberada falsedad. Tampoco
resulta justificable que los predicadores en el pú lpito digan a sus congregaciones que entre los
científicos hay un acuerdo general con respecto al origen evolucionista del hombre
procedente de un antepasado animal. Pero el cuerpo del hombre no es el que presenta las
mayores dificultades al evolucionista.
Estas surgen de la consideració n del elemento espiritual en el hombre, lo que se
acostumbra llamar "el origen de la mente" . En este punto es donde su impotencia se hace má s
dolorosamente manifiesta. A pesar de todos sus intentos, ha fallado notablemente no dando
una explicació n satisfactoria del origen de la mente humana o de la inteligencia (creadora), el
lenguaje, la conciencia y la religió n.
Podría esto señ alarse con detalles, pero no lo creemos necesario. Hay muchos que, como
Dennert y Batison, todavía profesan creer en la doctrina del origen sucesivo, o descendencia,
pero han rechazado el método darwiniano de la evolució n y consideran a éste casi un
completo fracaso. Sin embargo, no saben de ningú n otro método que pudiera ocupar su lugar.
Esto significa que para ellos la evolució n ha dejado de ser una ciencia, y se ha convertido, una
vez má s, en una mera teoría filosó fica. Batison dijo: "Leemos el esquema de la evolució n de
Darwin como leeríamos los de Lucrecio o de Lamarck.
Estamos precisamente en donde Boyle estaba en el Siglo XVII". El testimonio del Dr. D. H.
Scott, es muy parecido. En un discurso que como presidente pronunció ante la Asociació n
Britá nica para el Avance de la Ciencia, hizo las siguientes afirmaciones: "Todo se encuentra
otra vez en el crisol luego, ¿no es la evolució n un hecho científicamente comprobado? No; no
lo es. Es un acto de fe porque no hay otra alternativa".
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De consiguiente ya no hay que pensar en la Creació n. Ademá s, dijo que hay en la ciencia
natural "un retorno al caos pre darwiniano". El Dr. Fleischmann de Erlangen escribe: "La
teoría darwiniana no tiene ni un solo hecho en qué sostenerse. Es ú nicamente producto de la
imaginació n". Má s fuerte, todavía, es la afirmació n hecha por el Dr. B. Kidd: "El darwinismo es
un compuesto de sorprendente presunció n y de incomparable ignorancia". Científicos como
Fleming, Dawson, Kelly y Price no vacilan en rechazar la teoría de la evolució n y de aceptar la
doctrina de la creació n.
Respecto al origen del hombre, Sir William Dawson dice: "Nada sé acerca del origen del
hombre sino solamente lo que se me ha dicho en la Escritura que Dios lo creó . Nada sé aparte
de eso y a nadie conozco que sepa algo má s". Fleming dice: "Todo lo que la ciencia pueda decir
hoy a la luz del limitado conocimiento humano, ya comprobado definitivamente, es que no
sabe y no tiene prueba segura de có mo, dó nde y cuá ndo se originó el hombre. Si algú n
conocimiento verdadero acerca de esto nos ha de venir tendrá que venirnos por algú n medio
diferente de la actual antropología moderna".

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA UNIDAD DE LA RAZA

EL TESTIMONIO DE LA ESCRITURA EN CUANTO A LA UNIDAD DE LA RAZA.

La Biblia enseñ a que toda la raza humana desciende de una sola pareja. Este es el sentido
obvio de los primeros capítulos del Génesis. Dios creó a Adá n y a Eva como el principio de la
especie humana, y les mandó : "Fructificad, multiplicaos, y llenad la tierra". Ademá s, la
narració n subsiguiente de Génesis muestra claramente que las siguientes generaciones hasta
la época del diluvio permanecieron en continua relació n genética con la primera pareja, de
manera que la raza humana constituye no solamente una unidad específica, una unidad en el
sentido en que todos los hombres participan de la misma naturaleza humana, sino también
una unidad genética o genealó gica.
Esto es también lo que enseñ ó Pablo en Hech. 17: 26; "Y de una sangre ha hecho todo el
linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden
de los tiempos, y los límites de su habitació n". Esta misma verdad es bá sica para la unidad
orgá nica de la raza humana en relació n con la primera transgresió n, y en relació n también con
la provisió n hecha para la salvació n de la raza en Cristo, Rom. 5: 12, 19; I Cor. 15: 21, 22. Esta
unidad de la raza no debe entenderse realísticamente, como la presenta Shedd, diciendo:
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Antropología Bíblica

"La naturaleza humana es una sustancia específica o general creada en y con los primeros
individuos de la especie humana, naturaleza que aú n no está individualizada, sino que
mediante la generació n ordinaria se divide en partes, y esas partes se forman en individuos
distintos y separados, conforme a sus especies.
Esa ú nica sustancia específica, mediante la propagació n, se transforma en millones de
sustancias individuales, o personas. Un individuo es una parte fraccional de la naturaleza
humana separada de la masa comú n, ha constituido una persona particular, teniendo todas las
propiedades esenciales de la naturaleza humana". Las objeciones a este punto de vista se
presentará n en otro lugar.

EL TESTIMONIO DE LA CIENCIA EN FAVOR DE LA UNIDAD DE LA RAZA

La ciencia ha confirmado de varias maneras el testimonio de la Escritura con respecto a la


unidad de la raza humana. Los hombres de ciencia no siempre creyeron esto. Los antiguos
griegos tenían su teoría del autoctonismo, de la que resulta que los hombres brotaron de la
tierra por medio de una clase de generació n espontá nea, teoría que no tiene fundamento
só lido alguno, puesto que la generació n espontá nea, en lugar de haber sido probada, ha sido
desacreditada. Agassiz propuso la teoría de los coadamitas, la que considera que hubo
diferentes centros de creació n.
En el añ o 1655 Peyrerius desarrolló la teoría de los preadamitas, que tiene como origen la
suposició n de que ya había hombres antes de que Adá n fuera creado. Esta teoría fue revivida
por Winchell, que no negaba la unidad de la raza, pero que consideraba a Adá n como el primer
antepasado de los judíos má s bien que cabeza de la raza humana. Y en añ os recientes Fleming,
sin ser dogmá tico sobre el asunto, dice que hay razones para aceptar que hubo razas
inferiores al hombre antes de la aparició n de Adá n en el escenario, alrededor del añ o 5500
A.C.
Aunque eran inferiores a los adamitas ya tenían facultades distintas de las de los animales.
El posterior hombre adamita fue dotado de facultades má s grandes y má s nobles y
probablemente fue destinado para traer a todo el resto de la humanidad existente a la lealtad
para con su Creador. Falló Adá n en conservar su lealtad a Dios, y por lo mismo, Dios proveyó
la venida de un descendiente del mismo Adá n, que siendo hombre era, sin embargo, má s que
hombre, para que él cumpliera lo que Adá n no pudo cumplir.
El concepto que Fleming se ha visto precisado a sostener es "que la rama caucá sica,
incuestionablemente, es la ú nica derivació n por generació n normal que procede de la raza
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adá mica, es decir, de los miembros de la raza adá mica que adoraba a Dios y que sobrevivieron
al diluvio Noé, sus hijos y sus hijas". Pero estas teorías, una y todas, no encuentran apoyo en la
Escritura, y contradicen Hech. 17: 26 y todo lo que la Biblia enseñ a con referencia a la
apostasía y a la salvació n del hombre. Ademá s, la ciencia construye diversos argumentos en
favor de la unidad de la raza humana de los cuales presentamos algunos:
1. El argumento de la historia. Las tradiciones de la raza humana apuntan decididamente a un
origen comú n con antepasados comunes en el Asia central. La historia de las migraciones del
hombre tiende a demostrar que ha habido una distribució n partiendo desde un solo centro.
2. El argumento de la filosofía. El estudio de las lenguas de la humanidad indica un origen comú n.
Las lenguas indogermá nicas encuentran su origen en una lengua primitiva comú n, de la cual
existen reliquias en la lengua sá nscrita. Ademá s, hay evidencias que demuestran que el
antiguo Egipto es el eslabó n que unió las lenguas indoeuropeas con las semíticas.
3. El argumento de la psicología. El alma es la parte má s importante de la naturaleza constitutiva
del hombre, y la psicología revela claramente el hecho de que las almas de los hombres, sin
distinció n de tribu o nació n a la que pertenezcan, son esencialmente las mismas.
Tienen en comú n los mismos apetitos, instintos y pasiones animales, las mismas tendencias
y capacidades, y sobre todo, las má s altas cualidades, las características mentales o morales
que corresponden exclusivamente al hombre.
4. El argumento de la ciencia natural o la fisiología. Los profesores de la fisiología comparativa
formulan juicio comú n acerca de que la raza humana constituye una sola especie. Las
diferencias que existen entre las diversas familias de la humanidad se consideran
sencillamente como variedades de una especie original. La ciencia no afirma positivamente
que la raza humana descienda de una sola pareja, y sin embargo, demuestra que éste pudo
haber sido el caso, y que probablemente así es.

ORIGEN DEL HOMBRE: LAS 4 TEORÍAS MÁS ACEPTADAS


El origen del hombre se enmarca en diversas teorías a lo largo de la historia

Prof. Noé Chávez Vidal


Antropología Bíblica

¿Cuál es el origen del hombre?


El origen del hombre se refiere al comienzo de todo, a la aparició n de los primeros
homínidos racionales en el planeta Tierra. Las diferentes teorías sobre la aparició n del
hombre, han ido evolucionando a lo largo de los añ os, siendo cuatro las má s conocidas e
importantes que se aceptan actualmente. Repasamos hoy las cuatro teorías sobre el origen
del hombre más aceptado en la actualidad:

1. TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
Las má s aceptada y conocida en el mundo. Los científicos colocan a esta Teoría de la Evolució n
como la perspectiva más certera para explicar el origen del hombre. Fue Charles
Darwin el que logró demostrar y reunir suficiente informació n para apuntar a que las
especies evolucionan y cambian a lo largo de los añ os.
Estas ideas se basan en varios conceptos que Darwin definió en su Teoría de la Evolución: 
 Las especies de seres vivos evolucionan con el tiempo.
 La població n de cada especie desciende de un ancestro comú n entre ellos.
 El mundo cambia, no es está tico.
 Las especies emparentadas descienden de ancestros comunes.
 Las especies está n compuestas de individuos que no suelen ser idénticos entre sí.

Prof. Noé Chávez Vidal


Antropología Bíblica

Esta teoría de Darwin sobre el origen del hombre ocurre por el mecanismo de aparición
de variaciones heredables, lo que viene a ser la supervivencia de los que mejor se adaptan al
medio. Estos seres dejan má s descendencia y con el tiempo alteran la especie hasta constituir
una nueva.
Los cambios evolutivos se dan de forma adaptativa, de forma que la especie se adapta en
funció n de la presió n selectiva que sufre. Por poner un sencillo ejemplo, el frío
del Á rtico presionará a todas las especies para tener una mayor resistencia a las bajas
temperaturas, y las que no lo hagan morirá n.
Charles Darwin estaba convencido de que los cambios en las especies se debían al medio
ambiente y, ademá s, éstos se heredaban de padres a hijos. Creía que la evolució n tenía un
fin: hacer a los organismos más perfectos.
Desde la década de 1950 la teoría de la evolució n combina las propuestas de Wallace y Darwin
con las leyes de Mendel, de ahí que reciba el nombre de síntesis moderna. Segú n esta teoría, la
evolució n es un cambio en la frecuencia de los alelos de una determinada población con
el paso del tiempo.

2. TEORÍA DE LAMARCK
Fue expuesta por el francés Jean-Baptiste Lamarck. Lamarck sigue también una doctrina
evolucionista, pero, por su condició n de naturalista, fue una visió n má s especial. En su ‘Obra
Filosófica Zoológica’ explica la secuencia de acontecimientos que dan lugar al origen
del hombre: 
 Los cambios en el clima originan nuevas necesidades a las especies.
 Estos cambios determinan el uso o no uso de unos y otros ó rganos.
 Estos ó rganos se desarrollan o se atrofian.
 Los caracteres adquiridos son hereditarios.
Se utiliza el término ‘Lamarckismo’ para hacer referencia a esta teoría sobre el origen del
hombre. El naturalista francés propuso a principios del siglo XIX que todas las formas de vida
habían evolucionado a través de las generaciones desde formas de vida má s simples.

3. LEYES DE MENDEL
Las Leyes de Mendel hablan má s sobre la herencia genética de las especies que de su propio
origen. La combinació n de los genes determina el cará cter dominante o recesivo en segú n las
especies, tal y como explica en su teoría Gregorio Mendel.
Prof. Noé Chávez Vidal
Antropología Bíblica

En el momento de la presentación de sus resultados en 1865, fueron ignorados. Tuvieron


que pasar má s de 30 añ os para que fueran reconocidas sus aportaciones al origen de las
especies.
Las tres leyes de Mendel son las siguientes:
 Principio de la uniformidad: cuando se cruzan dos individuos de raza pura, la
primera generació n filial será exactamente igual entre ambos.
 Principio de segregación: del cruce de dos individuos de la primera generació n filial
se producirá una segunda generació n filial, en la que reaparecerá el genotipo y
fenotipo del individuo recesivo.
 Principio de la transmisión independiente: determina que hay algunos rasgos que
se pueden heredar de forma independiente, siempre y cuando los genes que se
encuentran en cromosomas distintos y que no intervienen entre ellos.
Cabe señ alar que esta teoría ú nicamente fue tomada en cuenta a partir del siglo XX, y al día de
hoy las leyes de Mendel son la base de las diferentes teorías que existen en el campo de la
genética.

4. CREACIONISMO
Posiblemente la otra gran teoría má s seguida en el mundo. Lejos de sustentarse en la
ciencia, la Teoría Creacionista se basa fundamentalmente en la fe. 
El hombre fue creado por los dioses que dieron lugar a las religiones. Para el cristianismo el
hombre fue creado por Dios con barro e hizo a la mujer a partir de su costilla. A raíz de aquí,
todo evolucionó .

Prof. Noé Chávez Vidal

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