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LA MUERTE

Un hombre rico mandó a su sirviente al mercado en busca de provisiones.


En el camino este se cruzó con la muerte, quien lo miró fijamente a los ojos, el sirviente se puso pálido del susto y
salió corriendo dejando tras de sí las provisiones y la mula.
—¡Amo!, ¡amo! por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ya mismo de la ciudad, quizá llegue a Siria
antes del anochecer, por favor amo.
El amo le pregunto sobre tan urgente pedido y el sirviente le contó sobre su encuentro con la muerte, entonces el
amo le entregó una bolsa con monedas de oro y el corcel más rápido que tenía.
—Gracias, amo. Dijo el sirviente, corriendo velozmente para llegar a Siria.
Cuando el sirviente se marchó, el acaudalado hombre caminó hasta el mercado en busca de la muerte.
—¿Por qué asustaste a mi sirviente? Le preguntó cuando la vio.
—¿Asustarlo yo? Preguntó la muerte.
—Sí. Dijo el hombre rico.
—Me contó que al cruzarlo lo miraste en forma amenazadora.
—Yo no lo miré amenazante. Dijo la muerte.
—Lo miré sorprendida. Yo no esperaba verlo aquí esta tarde, porque se supone que tengo que recogerlo en Siria
esta noche.
“El hombre débil teme a la muerte, el desgraciado la llama, el valentón la provoca y el hombre sensato la espera”

SUELDO
Es quincena. Día de paga. Aquí en México nos pagan los 15 y 30 de cada mes. En el 2017 corrió el rumor de que
este año disminuirán el sueldo. No hay más trabajo.
Estoy formado en la línea del pago. Es mi turno; extiendo las manos y no puedo creer lo que recibo…
__ ¡Madre, Madre! __ . Grito de emoción al llegar a casa.
La televisión está en el canal de noticias. La señorita del clima explica que en lo que va de este año se han
presentado dos precipitaciones pluviales no ácidas.
__ ¿Qué pasa, hijo? __. Contesta mi madre, caminando, guiada por mi voz y su bastón.
__ ¡Han aumentado el sueldo! __ explico sonriente mientras saco la paga __. ¡Un litro entero de agua para solo 15
días!
Ana Delgado León

LA MUERTE DEL AVARO


Érase un viejo muy avaro. Tenía dos hijos y mucho dinero.
Al notar que se aproximaba su muerte, se encerró él solo en su casa, se sentó en un baúl y empezó a tragarse las
monedas de plata y a devorar los billetes. Y así murió.
Llegaron los hijos, colocaron al difunto debajo de los santos íconos y llamaron al diácono para que recitara las
oraciones.
A medianoche se presentó de pronto el demonio con forma humana, levantó al difunto por los hombros y le dijo al
diácono:
- ¡Agarra tú de los pies!
Y empezó a zarandear al viejo.
- El dinero para ti y el saco para mí – grito luego, y se hizo invisible.
A. N. Afanásiev.

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