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En 452, Atila invade Italia y saquea numerosas ciudades, incluyendo Padua, Verona, Brescia,

Bérgamo y Milán, sin que Aecio pueda hacer nada para impedirlo. Pero aquel año Italia sufría una
terrible epidemia de hambre y peste y los hunos se retiraron sin haber cruzado los Apeninos. La
campaña resultó infructuosa para sus arcas, ya que no existe ninguna crónica que haga referencia
a tributos pagados por el imperio, pero costó miles de muertos y decenas de ciudades arrasadas.
Sin embargo. Atila se preparaba para atacar definitivamente el Imperio romano de Oriente con la
intención de reducir a sus súbditos a la esclavitud. Y uno de los motivos pudo haber sido la noticia
de que Honoria había sido enviada a los territorios del imperio de Oriente.

El amor de Atila por Honoria no impidió al rey huno añadir una nueva esposa a su colección de
mujeres. La joven se llamaba Ildegunda o Ildico y era muy bella. Las bodas se celebraron con un
gran banquete en el que todos bebieron y comieron desenfrenadamente. Luego Atila e Ildegunda
se retiraron a sus aposentos. Al día siguiente, ante la tardanza de Atila, sus servidores se
decidieron a entrar en sus aposentos y le encontraron muerto. Ildegunda, cubierta con el velo
nupcial, lloraba en silencio a su lado. Durante la noche, «el flagelo de Dios», el terrible huno había
muerto asfixiado por la sangre de una hemorragia nasal. A pesar de esa imagen aterradora, Atila
fue un juez íntegro para sus gentes. Llevó una vida muy sencilla y supo rodearse de escribas
griegos, latinos y germanos, aunque él era de religión chamánica, supersticioso y crédulo. A su
muerte, su imperio se descompuso rápidamente.

Con la ajustada votación para convalidar el Real Decreto-Ley 6/202, de 9 de marzo, por el que se
adoptan medidas urgentes en el marco del Plan Nacional de respuesta a las consecuencias
económicas y sociales de la guerra en Ucrania, el Gobierno ha estado a punto, otra vez, de perder
una votación importante en el Congreso de los Diputados por causa, nuevamente, de la postura de
Esquerra Republicana.

La mejor fórmula (y además relativamente rápida) para fortalecer la gobernabilidad en España sin
llegar a una dificultosa reforma constitucional puede ser la reforma de la Ley Orgánica del
Régimen Electoral General, la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, que necesita sólo mayoría
absoluta del Congreso de los Diputados

El peligro ha vuelto a aparecer tras el milagroso voto equivocado del Diputado “casadista” Alberto
Casero, pero el hecho de que Esquerra sea un partido siempre presionado (cuando no
extorsionado) por Puigdemont y por la CUP, no sirve de consuelo. Cuando las votaciones en un
Parlamento se pierden o se ganan por un solo voto y cuando una Cámara se va deshilachando con
la aparición de partidos o coaliciones de uno o dos escaños, el régimen político donde se dan estos
fenómenos puede entrar en crisis de gobernabilidad.

Las consecuencias de la escasa representatividad del sistema electoral estatal y municipal


Desde la Tercera República francesa se sabe que los sistemas electorales hiperproporcionales dan
como resultado unos Parlamentos muy fragmentados que dificultan la formación de Gobiernos y,
cuando se produce el milagro de la formación de un Gobierno, sigue pesando la dificultad de
gobernar día a día por falta de apoyo parlamentario para la aprobación de Leyes y para acordar
programas políticos. En España estamos llegando a esa situación.

La gobernabilidad es un valor democrático de primera categoría (Javier García Fernández: “La


gobernabilidad como valor democrático y constitucional”, Sistema Digital, 22 de junio de 2016, y
“Como alcanzar la gobernabilidad en el sistema multipartidista”, Sistema Digital, 11, 17, 24 y 31 de
julio de 2019).

Pero para alcanzar la gobernabilidad en un régimen político ya asentado, que ha ido sufriendo
mutaciones relevantes por la transformación del sistema de partidos, puede ser conveniente
modificar la Constitución para introducir cambios en el modo de elección del Gobierno y de su
Presidente, en las facultades del Parlamento y en el sistema electoral.

En España hoy es prácticamente imposible la reforma constitucional, pero no deberíamos


renunciar a la búsqueda de fórmulas jurídicas que contribuyeran a dar estabilidad al Gobierno
frente al juego de francotiradores parlamentarios que bien por visiones tacticistas muy cortas
(como Esquerra Republicana o incluso Ciudadanos), bien por cálculos localistas (de los que es
maestro el Partido Nacionalista Vasco, siempre empeñado a proporcionar a los habitantes de las
tres Provincias vascas algún beneficio superior a la media que disfrutan los restantes españoles) se
han especializado en poner en un brete a los Gobiernos.

El tema no es intrascendente. Tras la ajustadísima votación en torno a la convalidación del Real


Decreto-Ley 6/202, de 9 de marzo, la idea de pedir mayor gobernabilidad en el sistema político va
teniendo cada vez más fuerza. Así se reflejó en el editorial “Sobre la gobernabilidad de España” de
La Vanguardia de 1 de mayo de 2022, donde se manejan muy bien los datos presentes (posición
todavía beligerante del Partido Popular de Núñez Feijoo, presión de Vox sobre el Partido Popular,
grietas en el bloque que apoyó la investidura del presidente Sánchez en 2020).

El sistema electoral en las elecciones de junio de 1931

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