Está en la página 1de 4

Yo estaba como petrificado y no podía

dejar de mirar a los caballos y a esos hom-


bres que parecían salidos de mi programa
favorito.
—Eso lo explicarás ante el arconte. Se
te acusa de haber ayudado a los atacantes
32 macedonios con tu ciencia de ingeniero.
—Eso es falso. Nací en Lindos, sirvo a
Helios. Como todos, he resistido el asedio
del general Demetrio a Rodas en este lar-
guísimo año. El enemigo se ha ido, dejan-
do detrás sus máquinas de guerra. Yo, ¿qué
tengo que ver?
—No lo sé. Obedezco órdenes. Si no
vienes de grado, te llevaremos por la fuer-
za. A ti y a tu ayudante.
Comprendí que se refería a mí como
el ayudante. ¡Acababa de aterrizar en ese
mundo o planeta raro, con atmósfera si-
milar a la Tierra, y ya estaba metido en
problemas!
Cares me oprimió el brazo tranquili-
zándome y dijo secamente:
—En las primeras horas de mañana nos
presentaremos ante el arconte.
—No intentarás huir, ¿verdad?
—Tienes la palabra de Cares de Lindos,
ingeniero, escultor y patriota.
El jefe de los jinetes entrecerró los ojos.
Después de unos segundos dio la orden a
sus acompañantes de volver sobre sus pa-
sos.
—Hasta mañana, entonces. Que He-
lios te inspire palabras sabias para con-
vencer al arconte de tu inocencia.
Una nube de polvo envolvió a los jine-
tes. Cares se cruzó de brazos y ladeó la ca- 33
beza. Después, sonrió y se frotó las manos.
—¿Tienes hambre? —me dijo.
Asentí vivamente con la cabeza. No
sólo tenía hambre, también mucha sed.
—Vamos a mi taller. Me explicarás
cómo llegaste aquí mientras cenamos.
A los pocos minutos habíamos llegado
al taller de Cares, que era una casa de te-
cho bajo con un patio al fondo en el que
había extrañas máquinas, vasijas con lí-
quidos raros, pedazos de mármol y varias
estatuas a medio acabar.
Me hizo señas de que me sentara en
un banco de tres patas frente a una mesa.
Trajo pan, queso de cabra y un ánfora de
cerámica de dos asas. Observé que en una
de las asas estaba impreso el rostro de un
hombre con una corona de rayos de Sol.
Sin preguntarme, me sirvió un vaso de
vino. ¡Si me viera mi mamá! Yo nunca
había bebido vino, pero como tenía tanta
sed, vacié el vaso de un solo trago.
Y me desmayé.

También podría gustarte