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LECCIONES DE DERECHO PENAL CHILENO

Parte Especial
JEAN FIERRE MATUS A.

MARÍA CECILIA RAMÍREZ G. 2005

§ 2. PREVARICACIÓN JUDICIAL . (ARTS. 223 A 227 CP)


El art. 76 CPR declara a losjueces personalmente responsables por toda denegación y
torcida administración de justicia y, en general, de toda prevaricación en el desempeño
de sus cargos.^"^ Sin embar- go, el Código Penal no define la prevaricación judicial,
sino que ofrece bajo ese epígrafe una serie de conductas que han de enten- derse
constitutivas de esta clase de delitos. De allí que podamos de- cir que la prevaricación
consiste en faltar un magistradogravemente, por dolo o culpa, a sus deberes
funcionarios, en espe- J cial por denegación o torcida administración de justicia.
Se sostiene con razón que la prevaricación como torcida admi- nistración de justicia es
el reverso o contrapartida de la indepen- denciajudicial, y consiste en un verdadero
pecado contra el espíritu de la administración de justicia.^*
Especial relevancia cobra aquí el tema de la obediencia debi- da. Aunque es claro que
un juez o un fiscal judicial no están obli- gados a cumplir órdenes abiertamente
constitutivas de delitos, la estructura jerárquica del Poder Judicial permite apreciar
casos en que el cumplimiento de un fallo o dictamen superior permitirían esgrimir al
funcionario que ejecuta esa orden la eximente de obe- diencia debida, conforme la
consagra especialmente para los fun- cionarios ptiblicos el art. 159, en relación con el
delito de desobediencia del art. 226 CP. Con todo, en tales casos "correspon- de una
interpretación de la ley necesariamente restringida, la que debiera excluir de la
exención los actos manifiestamente delictivos, por parte de quienes tienen la
obligación de ser garantes de la in- tegridad de la autoridad pública".^
El riesgo de prevaricación, aunque no frecuente en un Estado de Derecho, se hace por
supuesto más agudo si el juez debe des- empeñar su delicada función en el marco de
un Estado autorita- rio. Ello no libera de reproche al juez que, en tales condiciones
anormales, en vez de interpretar y aplicar la ley con imparcialidad
y justicia, cede a la tentación de hacerlo al servicio del poder. La jurisprudencia y los
debates doctrinarios que tuvieron lugar en Ale- mania, luego del derrumbamiento del
régimen nacionalsocialista, para decidir acerca de la eventual prevaricación de jueces y
oficia- les del ministerio público durante ese período, constituyen un ver- dadero
modelo para una discusión acerca del concepto de torcida administración de justicia,
del contenido del dolo en la prevarica- ción y sobre la exigibilidad de otra conducta en
estas extraordina-
rias situaciones.''

b.l. Fallar contra ley expresa y vigente (art. 223 N° 1 CP)


Se castiga el dictar un fallo injusto, no que exista una simple con- tradicción con la ley.
El objeto del fallo puede ser una sentencia definitiva o una interlocutoria que
establezca derechos permanen- tes en favor de las partes. Es más o menos evidente la
remisión a la vigencia de la ley, siendo discutible la exigencia de que ésta sea ex-
presa. En general, se sostiene que no bastaría fallar contra la equi- dad y que es
también evidente que no todo fallo posteriormente revocado es una prevaricación,
esto es, que en caso de existir di- versas interpretaciones posibles de una ley, no hay
prevaricación en aplicar una de ellas, aunque sea incluso contraria a la moral del
propio juez que lo hace. De allí que se exija, para este caso más grave de prevaricación,
además, una especial subjetividad: dolo di- recto, derivado de la expresión a sabiendas
que utiliza la ley, esto es, "actuar con voluntad reflexiva y consciente de delinquir".^ Si
falta el dolo directo, esta clase de prevaricación cometida con dolo even- tual o
culposamente (negligencia o ignorancia inexcusable) se castiga con
las penas del art. 224 N° 1, cuando se trata de una causa criminal, y 223 N-1, si se trata
de una causa civil. A estos últimos casos tam- bién se les atribuye valor dogmático
como reconocimiento delefecto
^ErcHEmRRvDPJl 108.
'SCA Valparaíso 13.08.1901 (GT1901-II, 1457).
del error de prohibición, aun en personal altamente calificado, como lo son, en
principio, nuestros magistrados. ( Fierri, Ramírez, p. 2005)

James Reátegui Sánchez


MANUAL DE DERECHO PENAL PARTE ESPECIAL

2015 peru

RESPONSABILIDAD DE FUNCIONARIO PÚBLICO POR OTORGA MIENTO ILEGAL DE


DERECHOS (ARTÍCULO 314)
Descripción legal
La descripción típica es la siguiente:
680
“Artículo 314. El funcionario público que sin observar leyes, reglamentos, estándares
ambientales vigentes, por haber faltado gravemente a sus obligaciones funcionales,
autoriza o se pronuncia favorablemente sobre el otorgamiento, reno vación o
cancelación de autorización, licencia, concesión, permiso u otro derecho habilitante en
favor de la obra o actividad a que se refiere el presente título, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de tres años ni mayor de seis años, e inhabilitación de
un año a seis años conforme al artículo 36 incisos 1 ,2 y 4
La misma pena será para el funcionario público competente para combatir las
conductas descritas en el presente Título y que, por negligencia inexcusable o por
haber faltado gra vemente a sus obligaciones funcionales, facilite la comisión de los
delitos previstos en el presente Título”.
(Artículo modificado por el Artículo Segundo del Decreto Legislativo N.2 1102,
publicado el 29 febrero 2012)
Este remozado artículo podríamos denominarlo “prevaricación administrativa” en
materia jurídico ambiental, en contraposición a la prevaricación fiscal y judicial en el
Código Penal peruano (artículo 418), en la medida que se trata de una acción funcional
(dolosa y hasta culposa) contraria a los intereses y objetivos de la Admi nistración
Pública, en las funciones de control y supervisión de aquellas personas (naturales o
jurídicas) que quieran realizar una actividad económica-industrlal, y que a priori dichas
actividades serían de grandes o medianos impactos negativos en contra de la
estabilidad del ecosistema natural. En otras palabras, las afecta ciones al medio-
ambiente no solo lo pueden cometer los empresarios a través de su actividad
económica, sino también los funcionarlos. (Reategui, 2015, p. 681)

CARLOS FONTÁN BALESTRA


Derecho Penal
Parte Especial
2008 Buenos aires
2. El aspecto subjetivo requiere una consideración especial en esta fi- gura. El
prevaricato es un delito doloso; sobre éste no se muestran dudas. Ese dolo está
constituido no solamente por el conocimiento que tiene el juez de los hechos
sometidos a su decisión, sino, también, por sus propios cono- cimientos y la voluntad
de obrar en contra de ellos. Tal requisito recalcado por el tipo cuando exige que las
decisiones sean contrarías, no ya a la ley ex- presa, lo que pudo,hab,rsido suficiente
con menores exigencias subjetivas, sino, además, a la invocadá por las partes o por el
mismo autor del prevari- cato, es decir, por el juez. Lo expresado conduce a los autores
españoles y alemanes a considerar insuficiente el dolo eventual.
Los conocimientos requetidos en el autor pueden tener el efecto de si- tuarlo al
margen de la figura del prevaricato. Sobre esto se plantea el si- guiente intetTogante:
¿puede un juez "de conciencia", un juez lego, como podría ser un juez de paz no
letrado, cometer el delito de prevaricato? La doctrina, en general, se inclina por
aceptar la posibilidad del prevaricato de hecho y rechazar la del de derecho para tales
supuestos. Estamos en este punto con la opinión de la mayoría, por la razón de que la
esencia misma de esta forma del prevaricato en la ley argentina está dada por la
contrariedad de la resolución con la ley, cuestión de derecho de la que resulta la
necesaria ilegitimidad consciente o, si se quiere, maliciosa, de la decisión. Lo dicho es
de toda evidencia si se piensa que el error, aun el en·or de derecho, excluye
la culpabilidad, puesto que no hay prevaricato culposo y el error de derecho dejaría al
dolo sin su necesario contenido de conciencia de la criminalidad del acto. Pero es que
en el caso concreto del delito que estamos estudiando, el señalado conocimiento
pertenece al tipo. El propio Soler, contrario a la distinción que hemos hecho en el
pánafo anterior, admite que el etTor y la ignorancia de derecho excluyen el
prevaricato. El Código de 1886 se refería al juez que dicte sentencia definitiva o
interlocutoria que tenga fuerza de tal, si fuese contraria a la ley expresa invocada en
los autos. salvo prueba de que
ha procedido por error. Esto hace decir a Rivarola que nadie puede pensar en que el
error debe incriminarse.
Entre el error o la negligencia y el dolo hay en el prevaricato una serie de matices
intermedios, que es necesario contemplar. El primero de esos ma- tices está dado por
la interpretación que el juez debe hacer de la ley para apli- carla al caso concreto. Todo
aquello que caiga dentro de los límites de la in- terpretación está fuera de la figura del
prevaricato. El delito se comete cuando el juez sabe que resuelve en contra de la ley;
cuando el artículo 269 habla de la ley invocada por las partes o por el juez mismo,
quiere recalcar esa posición sUbjetiva, puesto que la ley invocada por las partes o por
el pro- pio juez es, precisamente, la que éste no puede ignorar.
Rivarola hace estas reflexiones: ''El error consiste en tomar por verdad
lo que no es tal. Hay error en la falsa deducción que se saca de los conoci-
mientos que se tengan; y en este punto puede distinguirse el error de la igno-rancia,
en cuanto ésta es la falta de conocimientos necesarios para la deduc- ción. Pero la
verdad, como !ajusticia y como todas las ideas absolutas, son peco eficaces cuando se
las trae al mundo de las realidades para buscar la so- lución de hechos positivos.
Sucede, por esto, que se llama error no solamen- te a la falsa apreciación de los
hechos, sino la distinta aplicación. ¿Cómo afirmar, entonces, que un juez ha cometido
un enor? ¿Cuándo su resolución ha sido ,:evocada? Pero entonces pueden ser los
tribunales superiores los que están en error. No hay que olvidarque la verdad que se
busca en éstos no es en definitiva más que una presunción de verdad, a la que se da
aquella fuer- za, porque la tranquilidad social exige que Jos procesos tengan fin"
(Exposi- ción y cr(tica, t III, pág. 83).
En cuanto al prevaricato de hecho, debe entenderse que el juez invoca ·Hhechos
falsos" cuando ellos no existen o, más exactamente, cuando no apa- recen constando
en los autos que resuelve. No tienen tal caráCter aqueHas circunstancias que el juez
puede considerar probadas o no, de acuerdo con la facultad que le dan las leyes. Falso
es invocar un secuestro que no se ha he- cho, declarar que un recurso ha sido
interpuesto fuera de ténnino, cuando lo fue en tiempo, y cosas semejantes. Las
"resoluciones falsas'·' a que también hace referencia la ley·han de tener vinculación
con la causa y con lo que e·n ella se decida. No es forzoso que tales resoluciones se
supongan dictadas en el mismo jüicio en que se invocan; pueden haberlo sido en otro,
si tienen consecuencias para el que se resuelve. Así sucedería, por ejemplo, si se in-
vocara el pago fuera de término en juicio civil o comercial para decidir la existencia de
una retención indebida. Lo que importa es la conciencia de la
falsedad. Las citas jurisprudencia!es quedan fuera de la previsión legal.
Para la opinión dominante, el móvil que inspira la acción carece de todo significado
(Fontana, 2008, p. 990-992)

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