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Rots LUIS DE DIEGO Los escritores y sus ia-Jole-ielale-lel (Olas fold ROR Le red ic ea hace Celi tre exer rene cee Teton tele ea a olga Los escritores y sus representaciones Formacién - Campo literario Escritura - Lector - Critica - Canon Mercado editorial - Libros José Luis de Diego Diego, José Luis de Los escrtoresy sus representaciones :fermacién, carpoliterario,escritua lector cic, canon, mercad eto bres / José Luis de Diego. Iaed.~Cludad Auldnomade Buenos fires: Eudebo, 2020. | © 280 p; 23% 16 em - (Lavida ys bos) | san 978-950-23.29772 |. ert 2, Encuestas. Thu, |_ cop sor Eudeba Universidad de Buenos Aires Primera edicién: abil de 2021 ©2021 Editorial Universitaria de Buenos Altes Sociedad de Economia Mixta ‘Av, Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires Tel; 4383-8025 / Fax: 4383-2202 woweudebacomar Disefoy composicgn general: Eudeba Impreso en ls Argentina Hecho el depésito que establecels ley 11723 ‘SERA Wo 2 permit a reproduc oa o parcial de ete bo, sv almacenamianto en GT rast neritic, tear ence fore prc me ectréica, mecinic, fetocopies vot mstedos sin el pemisa prev del er. indice Plante Primera pregunta Segunda pregunta Tercera pregunta CCuarta pregunta Quinta pregunta Sexta pregunta Séptima pregunta Octava pregunta Novena pregunta Bibliografiacitada Anexo. 7 » 33 a 6 n 3 105 19 13 us Literatura argentina y proyectos editoriales (1940-1990) 149 Planteo Hace ya varios afios, cuando preparaba el capitulo 4 de milibro ¢Quién de nosotros escribird el Facundo? Intelectuales y eseritores en Argentina (4970-1986) (2001), utlicé como fuente y como referencia para mis argu mentos algunos de los testimonios presentes en la Encuesta a la litera tura argentina contempordnea, que el Centro Editor de América Latina dio a conocer an 1982: La Encuesta... es muy conocida y, para los inves tigadores que provenimos de los estudios literarios, de altisimo interés; sin embargo, uo conozco ningiin trabajo que se haya ocupado de aquel conjunto de testimonios con alguna sistematicidad* En el momento al que me referia, recurs! ala Encuesta.,.de.un modo parcial y podria decir interesado, dado que procuraba trazar una caracterizacién del campo lite rario durante la dictadura militar, y en aquellas intervenciones podian leeree,explicita u oblieuamente, ena superficie delo dicho o entre lineas, tomas de posicién, opiniones, versiones de la traumstica experiencia de vivir y escribir en la Argentina dictatorial o en el exilio, No obstante, la riqueza de aquella fuente excedia la caracterizacién de una coyuntura espectfica y echaba luz sobre numerosos aspectos de la vida literaria. 1, Laencuesta, artes que en libro, ce publies en 21 faseieulos dela coleccién Captulo. Se trata do [oe faseieulos que van del mero 128 al 148 (Gociol, 2008: 244-248) 2, Como tinica excepeién, puede citarse Bueno, 2008, Como esbien sabido,la Fncuesta...consta de dos cuestionarios:uno de rnueve preguntas para los escritores (narradores, poetas y dramaturgos) ¥ otto diferente, de cinco preguntas, dirigido a los criticos. El proyecto fue ditigido por Susana Zanetti y los cuestionarios fueron elaborados por Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Contestaron 65 escritores y 19 er ticos; segtin informan los responsables de la encuesta, no contestaron 15 esctitores y 7 criticos. Los 84 testimonios alli recopilados ocupan més de quinientas péginas; cada testimonio est acompafiado de imagenes del escritor, de la portada de algunas de sus obras, de lustraciones y de una bibliograffa, Einiimero de respuestas obtenido abona el optimism de los encuestadores en cuanto a la representatividad de la muestra: “Pero en este caso estamos seguros de que los escritores y eriticos que no hemos ‘encuestado se reconocen e incluso se sienten representados en estas res puestas” (p. 504); y ese optimismo se reconoce en el titulo: no es una, encuesta a los escritores o a los eriticos sino a la literatura, como si allt pudieran encontrarse y recorrerse todas las implicancias que el ambi- cioso titulo anuncia, En la “PresentaciGn’, Altamirano y Sarlo se ocupan de enlazar la encuesta con otras que, publicadas por revistas mas o menos prestigiosas del pasado, fundan una tradici6n: una suerte de rito perié- dico que procure actualizar y desoribir, para un momento dado, las carac- teristicasy aleances del campo literario, Ademas, los autores explicitan de Jost wis 0 0660 qué manera les preguntas pretenden recorter y direceionar la biisqueda hacia categorias espectioas que movilizaban por entonces sus intereses: Nos preguntamos también eémo afecta en la actualidad el mer cado editorial y la institucidn critics a a profesién de eseritor[..} Sise atiende al proceso complejo que llamamos literatura, se per cibe que la actividad de “escribir obras” es solo una dentro de un conjunto de précticas culturales [... Se trata de un universo arti culado, con sus “personajes” y sus “instituciones’, sus sectores de vanguardia, sus conservadores, sus representantes de la tra- dicién cultural. Las preguntas de la encuesta a los escritores se hicieron teniendo presentes estos ees [.], sequin las que los eseri- tores evahian su obra y su funcién, su relacién con el medio, con el piblico, con la exitica, con el editor. Pero se formularon tam bign teniendo otro centro, més subjetivo, més biogréfico: el sur- gimien:o de aquello que suele llamarse “vocacién literaria” (p.1. Las cursivas en el original). Para 1982,en plena dictaducra, se trataba de una empresa con ciertos riesgos; desde ese contexto, las preguntas de a encuesta se pueden leer como sintoma de cierta aggiernamiento te6rico, pero también como desvio o como guifio. A manera de ejemplo, poco queda en la encuesta de los ecos de la teoria de la dependencia, dominante hasta los primeros setenta -las relaciones del escritor con la polities, con el compromiso social, con el poder, en un pals dependiente-, y la mencién explicita de los limites del campo -vanguardia, publice, critica, editor- parece reforzar su (gara entonces muy necesaria) autonomifa. Estas certidum- bres éson el resultado de un desplazamiento teérico o son el resultado de limitaciones autoimpuestas para que la encuesta pudiera ser publi cada? el énfesis sobre los aspectos biogréficos y vocacionales érevela tun renovado interés por los modos en que se constituye el campo, 0 representa una coartada, una sefial eémplice, para que los encuestados pudieran expiicitarsu situacién, su contorno? Sea cual fuerelarespuesta a estas preguntas, lo cierto es que la amplitud de la convocatoria -que inclufa a eseritores teadicionales y vanguardistas, radicados en el pais y cexiliados, portefios y provineianos, ya criticos de las més variadas ten- dencias tedricas e ideolégicas- generaba interés porlograr un muestreo representativo, aunque la excesiva heterogeneidad de los encuestados y ‘us respuestas conspirara por momentos contra un andlisis que procu- zase simplemente postular ur sistema hipotético de semejanzas y dife- rencias. La heterogeneidad esté subrayada desde la presentacién: los 84 encuestados se suceden sin ningiin orden més 0 menos justificado, ni exonolégico ni alfabético ni de otro tipo, ni tampoco aparecen diferen- ciados, en el orden/desorden, escritores y criticos, Pero independiente- mente del desorden y aun de las preguntas, lo que nos interesa tiene que ver con las respuestas. En este trabajo nos vamos a ocupar de la encuesta a escritores, no a eriticos, de modo que a continuacién detallo las 9 preguntas del cuestionario a escritores, las que guiarén nuestro recortido expositive: 2) £Cémo comenzé a escribir? illa literaria’ (E: 26). Acaso sea en esos cruces entre datos y represontaciones, y entre diferentes sentidos asignados a esas representaciones, en donde radique la mayor riqueza heuristica en el antlisis de es:os testimonios: explorar esa riqueza es el objetivo de este trabajo. ” PRIMERA PREGUNTA: éCémo comenzé a escribir? éCémo se publicéd su primer libro? éCémo recuerda usted hoy ese periodo? ses ‘A manera de introduceién al andlisis de las respuestas @esta primera pregunta, voy a citar la del poeta pampeano Horacio Armani: ‘los 19 atios envié poemas a la revista literaria Laurel, que dirt agian Rodrigues, Itoiz y Marfa Luisa Rubertino [.], Este me acon- sej6 que me presentara al premio Iniciacién, que organizaba la Comisién Nacional de Cultura, y en 1946, a los 21 afios, me lo cotorgé un jurado integrado por Pedro Miguel Obligado, Juan Oscar Ponferrada y Augusto Gonzilez Castro [.)} Me eseribié entonces una nif de 16 afios que me propuso la creacién de un grupo de poetas j6venes y un dia nos reunimos: ella, que se lla- maba Maria Elena Walsh [..] me dijo que Mallea habfa recibido ‘unos poemas mios y tenia interés en conocerme antes de publi carlos. Cuando fui a verlo el poema estaba impreso en la primera pagina del Suplemento Literario de Za Nacidn. La ingenuidad juvenil haefa que todo esto se pareciese mucho a la gloria [..] ‘Mallea me recomendé un impresor: Bartolomé Chiesino. Era un hombre muy amable y me imprimié el libro répidamente, Desde luego, lo pagus yo, pero entonces no costaba demasiado (E: 32). Eltestimonio se sittia a mediados de los afios cuarenta (ya veremos que las condiciones de publicacién van variando progresivamente en las décadas siguientes), y condensa una serie de tépicos que es menester diseriminar:los inicios mediante la autoedicién (“lo pagué yo") la part- cipacién en concurtos literarios de mayor o menor prestigio y teconoci- miento (Comisién Nacional de Cultura); la ayuda y respaldo de padrinos y compafieros de ruta (Eduardo Mellea, Maria Elena Walsh); el contacto con revistas culturales que dan lugar @ los nuevos (Laurel, suplemento literario de La Nacién); la llegada a editoriales e imprentas que ya ocu- paban un lugar de elieve en el campo artistico y en el mercado de libros (Bartolomé Chiesino), Veremos en detalle cada uno de estos tSpicos. En su conocido libro, Gabriel Zaid reflexiona sobre un mereado, el de los libros, distorsionado por la escasa demanda y la aplastante oferta, distorsién que se acentia en el caso de los libros de poesia: “Es una solucién racional en una economia de mercado: si hay mas oferta que demands, y nadie esté obligado a comprar, se hunden los precios hasta el punto de volverse negativos: pagar, en vez.de cobrar, por ser lefdos” (2010: 81). Por supuesto, el fenémeno es propio del meteado de libros, pero no es nuevo; basta transitar las estupendas paginas de Mlusiones pperdidas, la novela de Balzac, para recordar las penosas negociaciones ‘que Lucien de Rubempré debe sobrellevar con pére Doguereau, con el viejo avaro Samanon, con Dauriat, el “temible sultan de la libreria” Asi son los escallos que numerosos autores deben enfrentar para dar a conocer sus obras, pero también pueden ser recursos para protegerse dela voracidady las manipulaciones propias del mercado, una garantia de pureza; no extrafia, entonces, que el lamento a veces se transforme en cierta forme de orgullo, como sila no intervencién del dinero sucio del mercado garantizara un piso asegurado de capital simbélico. En este sentido, las testimonios se multiplican: “Con los originales de mi libro entre brazos tuve que hacer vales y venderlo por adelantado entre conocidos y desconocidos para reunir el dinero con que pagar la edi- cin” (Carlos Aparicio, :11);“Ese primer libro se llam6 Tiempo deseado, cuya impresiér. la pagué con los ehorros mios y con un refuerzo de mi madre, que al fin veia que su hijo era poeta con letra impresa” (Julio Ardiles Gray, E 151-152); “En cambio, pagué al contado mi primer libro, La vuelta de Rocha, relatos portefios, gracias al regalo de doscientos pesos que me cfrecié mi madre” (Bemardo Kordon, £:242); "Mi primer bro me lo pagué en cémodas cuotas (me costé 50.000 pesos de los de antes, en 1964) salié bajo el sello editorial de Edicién del autor” (Juan Carlos Martini Real, E:271);“Mi primer libro lo hice imprimir yo mismo, a Jos veinte afios” (César Ferndndez. Moreno, E: 385). Dos testimonios tne interesan e2 particular: uno es el de Alfredo Veiravé, por el modo en que subsums el dinero al voluntarismo, mediante la denegacién del evidente mecenazgo: No sabia que el fanatismo pot la poesia consiste en reunir todas las fuerzas y energfas de la voluntad y de la pasin, y que ante cllas, no hay nada que no se pueda conseguir, pero lo presentia, febrilmente, Trasladé esa fe a un amigo que ademas de dinero tenia entusiasmo y sensibilidad y esa persona se puso de mi lado y se embareé en la aventura de la poesia, a través de la incierta ‘edicion del autor” (E:278). a El segundo testimonio es muy conocido: me refiero a ls primera edi- cién de Fervor de Buenos Aires y al curioso modo que encontré Borges para distribuirlo: £1 [mi padre] me dio trescientos pesos. Con trescientos pesos se costed en 1923 una edicién de trescientos ejemplares en la imprenta de una calle del sur [..J-El libro no se puso en venta, yo no lo mandé a los diarios ni a escritores, pero yo fui a la revista Nosotros y Bianchi me dijo: “éPero qué voy @ hacer yo con estos, libros? éVenderlos™. “No-le digo yo-, he recordado que la gente que viene aqui es muy friclenta y Ud, puede aprovechar su dis- traccién para donar un libro a cada sobretodo” (E: 217-238). Esté claro: ai la edicién habia sido un regalo de su padre, no era nece- sario recuperar el dinero; por lo tanto, el joven Borges recurre a lo que hoy podramos pensar como una estrategia de marketing: dejar un ejer- plar en los abrigos de quienes concurtian a la revista Nosotros, una de las més influyentes en el campo cultural de los afios vente; esto es, com binar promocién y sorpresa...y no le fue mal. El segundo tépico se refiere ala participacidn en concursos literarios, yall se advierten nuevamente las contradicciones propias del campo. Incluso cuando la literatura latinoamericana encontraba eco interna- clonal -y quizas por esa misma ra26n-, algunos autores de referencia fueron reactives a la consagracién mediante premios literarios: Julio Cortézar nunca se presenté a un concutso,y a principios de los setenta, Gabriel Gareia Marquez, ya reconocido por la critica y por el piiblico, afirmaba: “Yo soy enemigo de toda subvencin para escribir, de cualquier clase, sean becas de fundaciones, sean ayudas, inclusive premios” (en Gonzilez Bermejo, 1971: 46), Pero esas abjeciones no se vislumbraban ain en los afios cincuenta y entrados los sesenta, y muchos autores ‘encontraban en el concurso y el eventual premio~ya sea de editoriales comerciales, instituciones piblicas o revistas culturales- el camino que 1. No me refero 0 “premica literati, porque eaa categorfa inclulia« las obras ya Cditadas, ome el Premio Nacional. Por tatare de Ia publicacién de primeras obras, ‘qu solo me ocuparé de concursos para obras inéditas, aa podfa levarlosa la publicacién de su primer libro o a la progresiva visi- bilidad de su obra. “Mi verdadera carrera ~dice Beatriz.Guido-comienza conelconcurse de Emecé, con La casa del éngel...[en 1954]. Cuando me dijeron que habia ganado el premio, me di cuenta de que mi vida habia cambiado totalmente” (F:97).¥ Maria Esther de Miguel: “El primer libro [La hora undéeima] fue escrito en quince dias y corregido durante un aio. Lo envié cl concurso Emecé, Sacé el segundo premio [en 1961]: la edicién” (E: 17). Si bien Emecé se caracterizaba por tener un eatélogo enel que predominaban las traducciones y los best sellers, ya para los eincuenta se habia convertido en la editorial de Borges y Bioy Casares -Borges desde el §3, Bioy desde el 59-. Otras editoriales comerciales también procuraban prestigio y promocién para sus libros a través de Jos coneursos, como el premio Losada de novela, otorgado a Los duefios de latierra, de David Virtas, en 1958, ya Hijo de hombre, de Augusto Roa Bastos, un afio después, en 1959. Los premios de Fabril o Kraft también aparecen mencionados en los testimonios. Un caso especial y de interés lo plantea la escritora Marta Lynch: Con algo de predestinacién, de iluminacién misteriosa, escribi dos novelas en el mas absoluto anonimato: La luz sobre el espejo y Después del verano, esta tiltima enviada por mi a Seix Barral alcanzé a ser seleccionada como finalista, Mas tarde, el mismo Victor Seix, en la Libreria de Jorge Alvarez, me dijo que la novela habia sido bien recibida y rechazada con posterioridad por‘exceso de sabor local’, defecto que puede ser atribuido al resto de mi obra (E::45146). Sibien la novela que menciona Lynch nunca se publieé, podemos con- jeturar que el episodio es de fines de los cincuenta, cuando el premio Biblioteca Breve de Seix Barral se ponia en marcha y ganaba creciente reconocimiento; afios después, a partir de 1962, en el que premiaron a La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, e transformaré en uno de los concursos literarios de mayor prestigio en lengua espafiola. Por otra parte, del esto del testimonio interesan dos aspectos:el lugar cen- tral que ocupa Jorge Alvarez para la edicién y promocién de nuevos esctitores -publicaré el primer gran éxito de ventas de Lynch, La sefiora Ordoftez, en 1968+ y la mencién del obstéculo del “sabor local” para ganar un premio en Espafia -que probablemente también le jugaria en contra a La traicién de Rita Hayworth, la novela de Manuel Puig finalista del concurso en la edicién de 1965. En cualquier caso, la anéc- dota pone de manifiesto las dificultades de circulacién para obras de autores argentinos en otras geograffas lingifsticas, al menos antes del proceso de internacionalizacién que opers el llamado boom de la novela latinoamericana, Como lo adelantamos, otros concursos meneionados en los tes- timonios son los promovidos por revistas culturales. Asi, Ricardo Piglia: “Con ‘Mi amigo’ gané, en 1962, junto con Briante, Getino y Rozenmacher, el concurso de cuentos de &! Escarabajo de Oro y asi publiqué por primera vez” (E: 133); y Abelardo Castillo se refiere al premio de La Gaceta Literaria que obtuvo con El otro Judas en 1960: “Fue una apuesta secreta, conmigo mismo. Ganar ese premio signi- ficaba (para mi, dentro de mi) que yo solo debia hacer una cosa en imi vida: escribir” (E: 251). Pero sin duda, y ya entrados los sesente, el premio de mayorpoderde convocatoria fue el de a revista cubana Casa de las Américas -que es, como se sabe, una institueién fundada porla Revolucién en el 59, a partir del afio siguiente, una revista~. Algunos ‘autores y titulos coinciden en un afio bien significativo, “Cuando ter- min€ de escribir los relatos de La invasién los mandé al premio Casa de las Américas y obtuve una primera mencién. El libro ae edité en La Habana en 1967 [con el titulo Jaulario}. Enseguida lo publics Jorge Alvarez" (Ricardo Piglia, E:133). “Mi primer libro, Celebrar a la mujer como una pascua, lo mandé medio a escondidas al concurso Casa de las Américas, porque Noé [se refiere a Noé Jitrik, su marido] era jurado en otro de los géneros y no queria ponerlo en una situacién incémoda [:].¥ efectivamente me dieron una mencién y, « partir de eso, Jorge Alvarez se interesé por el libro y decidié publicarlo en la Argentina” (Tanuna Mereado, C: a8). Como se ve, los dos testimonios, de Piglia y Mercado, referen un itinerario casi idéntico: un coneurso de prestigio abre el camino y la editorial portefia de la vanguardia literatialos edita en el pais. De hecho, las dos obras fueron publicadas por Alvarez en 1967, el mismo afio en que David Vifias obtenta el premio Casa de las ‘Américas de novela con Hombres de a caballo 24 Jos wis be eco Un lugar de publicacién privilegiado de primeros textos fue el suple- mento literaric de La Nacidn: Si tuviers que sefialar un episodio de ‘iniciaeién literatia’ en un sentido, digamos, més profesional’ tendefa que recordar el primer ‘cuento que publiqué con mi nombre en Buenos Aires. Fue en 1936, enel surlemento literario de La Nacién, Conoci de este modo a Mallea, por quien conservé siempre una gran estimacién personal, aunque no hubo una amistad asidua (Roger Pla, E: 466), Surgis entre el didlogo cordial, la esponténea idea de Soto y Gonzélez Lanuza de llevarle a Malles, que dirigia uno de los suple- ‘mentos fortefios mas prestigiosos, mi primer verso que aparecié fuera de los limites comarcanos. Esa forma de reciprocidad o de impulso fraternal fue para mi un especie de consagracién espon- ténea, Uno de eso premios noveles que saben a premio Nobel @Raiil Aréox Anzoategui, E447). La mencién del suplemento se reitera en los testimonios de Mujica Léinez, Horacio Armani, Maria Esther de Miguel, Alberto Giri, José Bianco, y plantea un caso de curiosa centralided y vertiginoso declive. Eduardo Mallea era lo que hoy podriamos llamar un “agente cultural”: fue asesor editorial, dirigié tres colecciones para Emecé y tuvo.asu cargo cl suplemento cultural de La Nacién entre 2931 y 1955. Pero también podemos suponer que era un escritor que jerarquizaba los catélogos: era entonees el protctipo de un eseritor refinado y culto, un novelista profundo y un ensayista hicido. Sin embargo, su obra ha sido olvidada yeesté ausente en el interés periédico del mundo académico por rovisar el canon heredado; en este sentido, no deja de llamar la atencién que 2.En otto lugar (de Diego, 2014: 125316) procuré fundamentar esa centraidad en la presencia de la obsa del escrtor bahiense en cuatro de as por entonces principales editoriales comerciales del pais: La bahia del silencio, Las dguilas, Loe enemigos del alma, La trre La sala de espera, en Sudamericana; Festa en noviembre, El sayely le rpira, Chaves, on Losada; Historta de una pasidn argentina, Todo verdor perecer, Redeaca estd de ssefo, El retorno, en Espasa Calpe; Fl vineul, Los Rembrandks. La rostr de Cernobbia Notas de un novelist, en Emeeé (considerando sus obras colo hasta 1959) no fuera convocado para responder la encuesta que nos ocupa, cuando ain estaba en actividad (fallecié el mismo afio de la publicacién de la Encuesta... en 1962). Pero existen razones que parecen explicar ese declive. La identificacién del periédico con un sector del conservadu- rismo politico, asociado ala burguesta rural yal aparato militar, yaestaba Jatente en la eneuesta, por ejemplo, en el testimonio de David Vitias, que pone en cuestién la discutible, segrin él, centralidad de Mallea y Sabato: “Mallea nos parecia inexplicable y Sabato algo asf como lén- guido” (E: 500) Por supuesto, el contacto con revistas, con el circuito de concursos y-premios y el acceso a editoriales no siempre se plantea como una in ciativa eolitaria o ligada al azar oa un golpe de suerte. Ya se sabe que el ‘campo cuenta con sus propias reglas de funcionamientoyy el aprendizaje de esas reglas se trasunta en una sociabilidad no exenta de equivacos y estrategias de ensayo y error. Los testimonios a menudo ponen de manifiesto relatos de aprendizaje que, como en los cldsicos del género, requieren de gufas y padrinos que faciliten le tarea, Otro ejemplo recordable es el de Pablo Neruda: en una de sus acostumbradas visitas a Buenos Aires recomendé mi libro Vagabundo en Tombuetii a su editor Gonzalo Losada para reedi- tarlo...(Bemardo Kordon, E:243) Ya en Buenos Aires, trabajaba en la libreria Fausto y conocf a Bernardo Kordon. Yo tenfa veintidés afios y el manuscrito de ‘Nanina, Kordon, después de una lectura, lo lev6 a la editorial Jorge Alvarer, donde Rodolfo Walsh presenté un informe favo- rable. Una vez firmado el contrato, fue Pirf Lugones quien se encargé del lanzamiento del libro...(German Garcia, : 22). Como se ve, Kordon, apadrinado por Neruda, apadrina a su vez a Garcia. La sucesién de nombres en el segundo testimonio ~padrino, editor, ‘2 Muchos aftos después, Juan José Sebreli reafimmaba este juicio generacional: *Psimete, contre el exablishment de Ie oligarquta cultural: la revista Sur y Eduardo ‘alles, que ere a bestia negra; no Borges porque en esa época era un autor bastante ‘marginal’, en fy Revista de Cultura de Clarin, Buenos Aizes,S de marzo de 2008: 7, 26 sos Ls ese lector, agentes~ marca el derrotero del escritor novel, e implica el reco- nocimiento del escritor ya maduro a quienes posibilitaron que tome forma su primer ibro, Elpadrinazgo edopta diversas formas: recordemos el conocido prélogo de Borges a La invencién de Morel, que catapults a Ja novela “perfecta”, dirfamos, mediante un efecto retardado: Borges ro era en 1940 el escritor consagrado de los sesenta en adelante. Algo parecido ocurr:é con el ensayo de Cortézar sobre Adin Buenosayres: el textoes de 94¢y nadie conceta por entonces al joven Cortéizar;afios des pués, se transformé en un espaldarazo retroaetivo, el de un escritor més joven y en la cumbre del éxito que rescataba del olvido a un “padrino” ‘mayor quel, Marechal. En los testimonios se pueden encontrar, en este sentido, diferertes maneras que adopta la relacién entre el joven que se inieia y el padr:no que colabora con su formacién. En algunos casos, la mencién apunta al editor o al asesorliterario que “descubrié” su talento, Asilomanifiesia Alberto Girri: “Gracias a [Luis] Seoane, notable pinto, yuna de las personalidades més ricas, generosas y estimulantes que yo haya conocido, se publieé mi primer libro Playa sola (1948), en una coleceién de pcesia que el propio Seoane dirigia para la editorial Nova” (E:75);también Eduardo Gudifio Kieffer: “Mi libro [Para comerte mejor] cay6.en manos de uno de los escritores de Losada, Edgardo Cozarinsky, a quien siempre agradeceré que haya visto en él cualidades que yo igno- raba. Asi fue como salié, después de mucho insistir en otras editoriales que lo rechazaron” (E: 86). En otros casos, el padrino adopta la forma de un maestro que predica con el ejemplo, o que ilumina el camino; tal la mencién de Alfredo Veiravé de Juan L. Ortiz -quien eseribié unas lineas en la solapa de su primer librito- (E: 278); 0 el recuerdo/home- naje que Rati Custavo Aguirre dedica a Javier Villafaie, el “culpable” o “la cireunstancia desencadenante” de su vocacién poética (E: 126). Pero, ‘como queda dicho, el guia también puede representarse como “hermano mayor’, como un compafiero de ruta que moviliza la admiracién y en algunos casos se asume como referente o lider, asi puede leerse la insis- tencia de Elvio Gandolfo en rescatar la figura de Mario Levrero (C: 73 y P:168),0 la hiperbélica resefia de César Aire: “Ahi aparecieron en mi mecanismos de ipo mimético, sobre todo con Alejandra [Pizamilc] que tenia tantas manias [.]- Yo imitaba todo eso con hiperformalismo; iba ala misma mesa del mismo bar. Hasta cambié mi letra, por ejemplo, 2 imitando la de Alejandra. La imité tan bien que hasta hoy escribo con Jaletra de Alejandra” (P: 228). Por tiltimo, el acceso a editoriales e imprentas. Ricardo Piglia evoca la relacién con el mercado editorial de fines de los sesenta: “Si uno compara ese perfodo con el actual no puede menos que recordarlo con nostalgia: se podia publicar con relativa facilidad, lo que si bien no mejora la literatura ayuda a difundirla” (: 133). Su diagnéstico, que parece bastante ajustado a la verdad, contrasta cone actitud dominante delamentoy queja de la mayoria de ls testimonios.Sin duds, |e editorial ‘més mencionada es la fundada por Jorge Alvarez en 1963; parece ser la figura més emblemétioa de una nueva generacién de editotes, hombres apasionados por los libros que no estaban demasiado habituados a las ‘structures comerciales nialas demandas del mercado, y que concebfan le actividad editorial como una suerte de aventura intelectual que podia dar, ademés, buenos dividendos. Ya adelantamos que sunombre aparece en los testimonios de Marta Lynch, Ricardo Piglia, Tununa Mercado y Germén Garofa,a los que puede afiadirse el de Liliana Heke: A.los veintitin aftos reunf los que, en ese momento, consideré mis, once cuentos més definitivos, y armé mi primer libro, Los que vieron la zarza, que dos ais después fue publicado por Editorial Jorge Alvarez. Esto ocurrié en julio de 1966 y, no solo en mi his toria personal, también en la historia del pais, acababa de terminar una etapa... (E: 109). Ese fin de “etapa” parece haber afectado al selo, a que su duracién, a diferencia de De la Flor, Galerna, unos afios después Corregidor y otros sellos identificados con los sesenta, fue effmera: de 1963 a 1968. ‘Alvarez fue un lugar de formacién de editores de vasta carrera en el pats, come Daniel Divineky y Guillermo Schavelzon,y su local en Taleahuano 485 se transformé en un “cenéculo” (Mosqueda, 2006) de la sociabi- lidad intelectual de entonces, zodeado, ala distancia, de un aura mitica amplifcada por un aneedotario infinite. Hoy casi nadie discute que ‘Juan José Saer, Ricardo Piglia y Manuel Puig ocupan un lugar central fen nuestro canon més 0 menos reeiente; no parece una mera coinci: dencia que los tres hubiesen publicado algunos de sus primeros textos a Jose ws 1660 en Jorge Alva-ez: Responso (1964), La invasién (1967) y La tratcién de Rita Hayworth (1968). Ivarez, quien seguramente buscaba multiplicar la competencia con elfin de fortalecer ese espacio del mercado, alent la fundacién de ini- ciativas afines. Ediciones de la Flor se fundé en 1966, comenzé a editar en 1967, atin pervive como sello independiente. Como es sabido, su editor, Daniel Divinsky, desarroll6 un fondo editorial que se earacteriza por hacer foco en el humor gréfico. El testimonio de Eduardo Belgrano Rawson, segiit: los tépicos que estamos resefiando, vuelve a aunar ini ciacién, concu-so, padrinazgo y enclave editorial: Unos vernte afios después, Julio Cortézar recomendé la publica- eign de No se turbe vuestro corazén, y Ediciones de la Florlo sacé en 1974, Bl libro habfa sido fnalista del Premio América Latina, convocado por Editorial Sudamericana y el diario La Opinién (E: 440). Por otra parte, Juan Martini recuerda que habia ganado en 1964 un con- ‘eurs0 de cuentos del Fondo Nacional de las Artes. Ellibro fue rechazado por la Biblioteca Vigil de Rosario porque consideraron que un cuento era “inmoral y pesimista’, y también por Paco Pornia de la editorial Sudamericana;lo que siguié fue, una vez més, eoncurso, padrinazgo del “hermano mayor" y primeros contactos editoriales: Fue entences cuando Juan José Seer, que acababa de publicar Unidad de lugar, me recomend « Guillermo Schavelzon, de Galera; alli aparecié, en 1969, Eliltimo de los onas. Schavelzon fue mi primer editor, promocioné dignamente mi libro y me pagé los ejemplares que vendié, En ese sentido, le he estado siempre agradeciso, Yo tenia entonces veinticineo afios (F: 228) Guillermo Schavelzon se inieié muy joven en Jorge Allvarer, luego se independizé y fund6 su propio sello, Galerna, con la colaboracién del destacado critico uruguayo Angel Rama, quien por entonces dirigia le Editorial Arca de Montevideo. Como Alvarez, Galerna dio a conocer titulos muy significativos en el contexto de emergencia de una nueva 29

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