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Este poema describe las tardes de invierno en que el padre del autor conduce por caminos rurales para hablar con amigos campesinos y mapuches sobre su visión de un futuro justo donde la tierra sea para todos. El autor expresa el deseo de que su padre, quien lleva 30 años luchando por esta causa, pueda vivir lo suficiente para ver realizado este cambio y disfrutar una vida tranquila en el campo con sus seres queridos.
Este poema describe las tardes de invierno en que el padre del autor conduce por caminos rurales para hablar con amigos campesinos y mapuches sobre su visión de un futuro justo donde la tierra sea para todos. El autor expresa el deseo de que su padre, quien lleva 30 años luchando por esta causa, pueda vivir lo suficiente para ver realizado este cambio y disfrutar una vida tranquila en el campo con sus seres queridos.
Este poema describe las tardes de invierno en que el padre del autor conduce por caminos rurales para hablar con amigos campesinos y mapuches sobre su visión de un futuro justo donde la tierra sea para todos. El autor expresa el deseo de que su padre, quien lleva 30 años luchando por esta causa, pueda vivir lo suficiente para ver realizado este cambio y disfrutar una vida tranquila en el campo con sus seres queridos.
los aromos de primaveras perdidas, va mi padre en su Dodge 30 por los caminos ripiados de la Frontera hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.
O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches cuyas tierras se achican día a día, para hablarles del tiempo en que la tierra se multiplicará como los panes y los peces y será de verdad para todos.
Desde hace treinta años grita
con su voz desafinada en planicies barridas por el puelche, en sindicatos o locales clandestinos, rodeado de campesinos y obreros, maestros primarios y estudiantes, apenas un puñado de semillas para que crezcan los árboles de mundos nuevos.
Honrado como una manta de Castilla
Porque su esperanza ha sido hermosa como ciruelos florecidos para siempre a orillas de un camino, pido que llegue a vivir en el tiempo que siempre ha esperado, cuando las calles cambien de nombre
Que pueda cuidar siempre
los patos y las gallinas, y vea crecer los manzanos que ha destinado a sus nietos. Que sus días lleguen a ser tranquilos como una laguna cuando no hay viento, y se pueda reunir siempre con sus amigos de cuyas bromas se ríe más que nadie, a jugar tejo, y comer asado al palo en el silencio interminable de los campos.
En las tardes de invierno
cuando un sol convaleciente se asoma entre el humo de la ciudad veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera a hablar de la Revolución y el paraíso sobre la tierra en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas. Poema del escritor chileno Jorge Teillier