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ESTRATEGIAS CREATIVAS

EN PSICOTERAPIA BREVE

MARCELO R. CEBERIO
FELIPE E. GARCÍA
[CO ORDS.]
Estrategias creativas en psicoterapia breve
Marcelo R. Ceberio
Felipe E. García
(coords.)

Estrategias creativas
en psicoterapia breve
616.89 Ceberio, Marcelo R.
C Estrategias creativas en Psicoterapia Breve /
Marcelo R. Ceberio, Felipe E García, coordina-
dores. – – Santiago : RIL editores, 2018.

426 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0523-3

  1 psicoterapia. 2 psicoterapia breve. 3. tera-


pia familiar.

Estrategias creativas en Psicoterapia Breve


Primera edición: abril de 2018

© Marcelo R. Ceberio y Felipe E. García, 2018


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Nº 281.578

© RIL® editores, 2018

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Diseño de portada: Matías González Pereira

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0523-3

Derechos reservados.
Índice

Presentación: Felipe E. García..........................................................9


Prólogo: Reynaldo Perrone...............................................................13
Introducción: Marcelo R. Ceberio...................................................17

1º parte: Disquisiciones prácticas en terapia sistémica


Capítulo 1: Errores, dificultades, problemas y síntomas
Marcelo R. Ceberio..............................................................51
Capítulo 2: Los recursos terapéuticos en la
psicoterapia breve estratégica de Milton Erickson
Daniel Wilhelm....................................................................65
Capítulo 3: Cómo elaborar reencuadres y tareas en terapia breve
Ruperto Charles...................................................................85
2º parte: Modelos creativos en terapia sistémica
Capítulo 4: La terapia del absurdo
Felipe Gutiérrez Gutiérrez...................................................107
Capítulo 5: La imagen fotográfica como técnica
de intervención psicoterapéutica
Marina Gómez, Belén González, Miguel Haza.....................117
Capítulo 6: Análisis transaccional como modelo
cognitivo sistémico en psicoterapia de grupo
Beatriz Labrit......................................................................133
Capítulo 7: Psicoterapia integrativa desde el
paradigma PNIE, multidimensional y sistémico
Margarita Dubourdieu.........................................................149
3º parte: Adicción a las drogas y
problemáticas infanto-juveniles
Capítulo 8: El niño y el duelo
Rodrigo Mardones Ibacache................................................163
Capítulo 9: El árbol de la vida de la terapia narrativa
como intervención con jóvenes que se cortan la piel
Marta Campillo R................................................................177
Capítulo 10: Terapia narrativa en un adolescente con intento suicida
Oliver Peñafiel.....................................................................193
Capítulo 11: Familia y estrés académico en adolescentes
Felipe E. García...................................................................209
Capítulo 12: Grandes dilemas del primer encuentro
Jorge Ayala Salinas...............................................................221
Capítulo 13: Miradas contemporáneas sobre la pauta adicta
Ricardo Celis Pacheco..........................................................241
4º parte: Duelo y trauma en adultos
Capítulo 14: Duelo y respuestas psicosomáticas,
un ejemplo de intervención hipnótica y estratégica
Felipe E. García...................................................................259
Capítulo 15: Duelo anticipado en cuidadores informales
de pacientes con enfermedad de Alzheimer
Vaneska Aponte...................................................................283
Capítulo 16: La novela del trauma
César Vásquez, Teresa Mendo..............................................299
Capítulo 17: Los beneficios de la hipnoterapia
en pacientes con cáncer de mama
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez, Leticia Jaime......................313
Capítulo 18: Doble vínculo en mujeres con diagnóstico
de trastorno límite de la personalidad
Luis de la Barra...................................................................331
5º parte: Problemas de pareja
Capítulo 19: El deseo. Ese oscuro objeto de estudio
Reynaldo Perrone.................................................................349
Capítulo 20: Infidelidad y reconciliación
Felipe E. García, Angélica Guzmán, Walter Jara...................361
Capítulo 21: Psicoterapia de pareja centrada en
soluciones y emancipación femenina
Bismarck Pinto Tapia...........................................................375
Capítulo 22: En busca de una relación estable en la adultez joven
Felipe Rodríguez, Nataly Torres...........................................397
Capítulo 23: Amores peligrosos
Bismarck Pinto Tapia...........................................................413

Autores y coautores.......................................................................421
Presentación

Felipe E. García

Fue en septiembre del año 2014 cuando me encontré por primera


vez cara a cara con Marcelo R. Ceberio, luego de un breve intercambio
epistolar. Fue en un boliche, como llaman los bonaerenses, ubicado en
el antiguo barrio de Palermo, a pocas cuadras de la casa que vio nacer
a Jorge Luis Borges y a menos distancia aún de la Escuela Sistémica
Argentina, que Marcelo y Horacio Serebrinsky fundaron y dirigen hasta
hoy. Yo me encontraba participando en un seminario sobre bienestar
humano que se desarrollaba en ese momento en la Universidad de
Buenos Aires.
Marcelo parecía estar llegando de uno de sus frecuentes viajes al
interior y exterior de Argentina. La conversación fue distendida, como
si fuéramos ya amigos desde hace tiempo, mientras comíamos un
almuerzo casero. En esa conversación descubrimos muchos aspectos
comunes, el interés por la psicología, la escritura, la divulgación de la
terapia sistémica, entre otras, incluso nos enteramos de que teníamos
amigos comunes, como el Dr. Bismarck Pinto, un prominente terapeuta
de pareja y amorólogo boliviano. En esa conversación nacieron los
proyectos de los cuales este libro es su más reciente manifestación, en
un proceso de colaboración que ha sido intensa a pesar de los pocos
años transcurridos desde entonces.
Marcelo me propuso sugerir a RIL editores que lanzara una segunda
edición del libro Terapia sistémica breve: Fundamentos y aplicaciones,
publicado el año 2013. Ese libro, el segundo de mi historia, había sido
inmediato éxito entre los psicólogos chilenos y por qué no decirlo, en-
tre algunos psicoterapeutas latinoamericanos. Su escaso tiraje se había
agotado rápidamente y Marcelo olfateaba que la editorial iba a aceptar
sacar una segunda edición, apenas un año después de la primera. Mar-
celo se ofreció a escribir el prólogo, incluir un capítulo suyo e invitar a
algunos de sus contactos para que contribuyeran en esta nueva versión.
Fue así como nos embarcamos en el primer proyecto conjunto, que vio

9
Felipe E. García

la luz en el mes de agosto de 2015. Además, en la misma fecha, se pu-


blicaba mi primer libro en Editorial Mediterráneo, Manual de técnicas
de psicoterapia breve, coescrito con mi amigo Hardy Schaefer, y en el
cual Marcelo escribió la presentación.
En una visita que Marcelo me hizo en Chile, le conté de un nuevo
proyecto. Compilar un libro en el que se incluyeran tanto reflexiones acerca
de la terapia sistémica breve, como ejemplos de su aplicación en distintos
contextos, reeditando la idea del libro publicado por RIL editores. Marcelo
se entusiasmó con el proyecto, aceptando participar como coeditor. Desde
ese momento, empezamos a invitar a nuestros amigos que realizaban
terapia sistémica desde Hispanoamérica. Marcelo congregó a Roberto
Pereira, José Luis Linares, Karina Corona, Ramón Lema y Omar Zein,
entre otros; yo, por mi parte, pude comprometer la participación de
Marga Herrero de Vega, Mark Beyebach, Bismarck Pinto, Cesar Vás-
quez, Rodrigo Mardones y Pablo Concha, entre otros. La obra fue
presentada nuevamente a Mediterráneo, quienes apoyaron entusiastas
la idea, surgiendo entonces el libro Manual de terapia sistémica breve,
publicado en agosto del año 2016.
No obstante la satisfacción que nos daba ver publicado nuestro
primer libro conjunto, sentimos que habían quedado muchos amigos
afuera, muchas ideas que no pudieron plasmarse considerando los
límites que tiene una obra de papel, que debe ser exhaustivo pero no ho-
rrorosamente voluminoso. Nos quedaba la convicción de que teníamos
suficiente energía para compilar una nueva obra, volvimos entonces a
congregar a otros psicoterapeutas latinoamericanos, además de nuestros
colaboradores habituales. Propusimos temas, organizamos las contri-
buciones, las revisamos y editamos. Constanza Hernández, psicóloga
de interesante pluma y gran potencial, ocupó horas no remuneradas
de su escaso tiempo para leer cada uno de los textos y dar su opinión,
y Reynaldo Perrone aceptó prologar el conjunto de la obra. Ese texto
es el que usted tiene ahora en sus manos.
El libro se inicia con una introducción, en la que Marcelo R. Ce-
berio responde una a una las críticas habituales que recibe el modelo
sistémico desde otras corrientes, principalmente desde el psicoanálisis.
La primera parte la titulamos «Disquisiciones prácticas en terapia
sistémica», en la cual dos terapeutas argentinos, Marcelo R. Ceberio y
Daniel Wilhelm, y uno mexicano, Ruperto Charles, abordan distintos
aspectos de la terapia, para diseccionarla analíticamente e incluyendo,
para ello, numerosos ejemplos de intervención clínica.
La segunda parte se ocupa de «Modelos creativos en terapia sis-
témica», donde se incluyen los aportes del mexicano Felipe Gutiérrez

10
Presentación

con su terapia del absurdo. Luego, Marina Gómez, Belén González y


Miguel Ángel Haza nos introducen en el aporte de la imagen fotográfica
para la psicoterapia, la argentina Beatriz Labrit nos presenta el análi-
sis transaccional y desde Uruguay, la Dra. Margarita Dubardieu nos
introduce en el paradigma de la psico-neuro-inmuno-endocrinología.
La tercera parte se adentra en temas más específicos, en este caso,
la «adicción a drogas y problemáticas infanto-juveniles». En esta
sección, el docente chileno Rodrigo Mardones nos habla del duelo
infantil; la terapeuta mexicana Marta Campillo de los jóvenes que
se autolesionan; el hipnoterapeuta boliviano Oliver Peñafiel aborda
la conducta suicida; el peruano Jorge Ayala y el colombiano Ricardo
Celis escriben sobre el consumo de drogas, y yo contribuyo con un
capítulo sobre estrés académico.
En su cuarta parte nos enfrentamos al duelo y al trauma en per-
sonas adultas. En esta oportunidad, aporto con un capítulo sobre una
intervención hipnótica en una joven con duelo, la terapeuta boliviana
Cindy Aponte nos muestra su trabajo con cuidadores informales de
pacientes que sufren alzhéimer, los peruanos César Vásquez y Teresa
Mendo nos describen un procedimiento para el trabajo del trauma;
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime nos transmiten desde
México su experiencia con el uso de la hipnosis en pacientes con cán-
cer; finalmente, el chileno Luis de la Barra nos describe una propuesta
de terapia breve con mujeres con diagnóstico de personalidad límite.
La quinta y última parte aborda exclusivamente la terapia de pareja,
un tema que nos interesa en particular a Marcelo y a mí. Reynaldo Pe-
rrone, reconocido terapeuta argentino afincado en Francia, nos entrega
profundas reflexiones acerca del deseo en una pareja, el terapeuta de
pareja boliviano Bismarck Pinto nos aporta con dos contribuciones: los
efectos en las relaciones de la emancipación femenina y cómo enfrentar
los amores peligrosos; los chilenos Felipe Rodríguez y Nataly Torres
nos hablan de las relaciones estables, y finalmente, junto a Angélica
Guzmán y Walter Jara, describimos un proceso terapéutico con una
pareja afectada por la infidelidad de uno de sus miembros.
El último capítulo enunciado en el párrafo anterior requiere una
mención especial, no solo porque se trató de una coterapia por parte
de dos terapeutas que eran pareja fuera de la sesión, en un proceso
guiado por mi persona, sino porque además Walter ya no está con
nosotros. Walter falleció en febrero del año 2016, dejando a Angélica,
a su pequeño hijo y a sus amigos y cercanos en el desconsuelo, para lo
cual la publicación de este capítulo constituye también un homenaje a
su persona y a su aporte a la profesión.

11
Prólogo

Reynaldo Perrone

Ser solicitado para prologar un libro es un honor inmenso que se


acompaña de una gran responsabilidad, dado que se espera del prolo-
guista que invite a apreciar la obra y que agregue, si le es posible, una
contribución al trabajo realizado.
Cuando tomé conocimiento del contenido tuve acceso a una ines-
perada mina de oro, sobre todo porque —en mi condición de argentino
y latinoamericano viviendo en Europa desde hace más de cuarenta
años— había perdido contacto con algunos autores a los que pude
conocer y apreciar leyendo sus aportes en el texto presentado. Se trata
de una obra colectiva remarcable, donde son presentadas numerosas
conceptualizaciones asociadas a los conceptos originales desarrollados
por los autores que generaron el pensamiento sistémico estratégico y
de terapia breve. G. Bateson, P. Watzlawick, J. Weakland, D. Fisch, H.
von Foerster, J. Haley, L. Wittgenstein, B. O’Hanlon, M. Erickson, E.
Rossi, M. White, B. Cyrulnik, entre otros (la lista no es exhaustiva),
son así citados a lo largo de estas páginas para explicar cómo sus
aportes trascendentes son aplicados en la clínica y en la terapia en los
diferentes dominios que el libro propone: disquisiciones prácticas en
terapia sistémica, modelos creativos, adicción a drogas, problemáticas
infanto-juveniles, duelo y trauma en adultos y problemas de pareja.
Cada capítulo es una participación remarcable que contribuye a
componer una obra original digna de pertenecer a la biblioteca personal
de todo psicoterapeuta (veterano o debutante, profesor o estudiante, de
orientación sistémica o psicodinámica) y, evidentemente, a las bibliotecas
de los centros de enseñanza.
Sería inconveniente citar la especificidad del trabajo aportado por
cada uno de los autores —labor que aborda Felipe E. García en la pre-
sentación— sin embargo, y dado que se sitúa al comienzo del libro como
un presupuesto doctrinario, como una puerta de entrada al santuario,

13
Reynaldo Perrone

me permitiré comentar brevemente la Introducción «Rompiendo mitos


del modelo sistémico».
Se debe señalar que se trata de una contribución importante
porque en ella se explicita la especificidad de la terapia (que conve-
nimos definir como) sistémica y su diferencia con las de inspiración
psicoanalítica. M.R. Ceberio enfrenta, en un imaginario mano a mano
—al estilo de los legendarios duelos míticos de don Segundo Sombra
(el cuento de Ricardo Guiraldes, 1920)— todos los argumentos crí-
ticos teóricos y epistemológicos del campo psicoanalítico dirigidos,
habitualmente, contra el modelo sistémico. En este enfrentamiento
homérico logra desarmar implacablemente, gracias a contraargu-
mentos, explicaciones, teorizaciones perfectamente desarrolladas y
pertinentes, las mistificaciones, malentendidos y descalificaciones que
puntearon en un tiempo, actualmente menos marcado, las diferencias
entre ambas escuelas de terapia.
De la misma forma, cada capítulo contribuye a esclarecer nocio-
nes fundamentales que conciernen el abordaje estratégico, la terapia
breve centrada en soluciones, la terapia narrativa, la hipnoterapia, el
análisis transaccional, la psicoinmunoneuroendocrinología, el uso de
fotografías en psicoterapia, además de intervenciones específicas para
el duelo infantil y adulto, el trauma, la adicción a drogas, el trastorno
límite, las conductas autolesivas y la terapia de pareja.
La finalidad de tanta energía consagrada al trabajo terapéutico es
favorecer el cambio en el sistema cliente. Es necesario recordar que la
metateoría que preside todas las otras enunciadas en cada trabajo de
conceptualización es la teoría del cambio.
Como se sabe, cambio significa modificación del carácter de una
entidad (viviente o inerte). Existe cambio de estado, de naturaleza, de
substancia, de forma, de propiedad en el sentido de una diferencia entre
un estado inicial y otro consecutivo. Así, según sean las modificacio-
nes de las propiedades constitutivas puede haber diferentes tipos de
cambio: evolutivo, debido a la sucesión de transformaciones graduales
y elementales («las formas más complejas de la vida emergen de una
forma elemental mínima, la experiencia muestra que lo más complejo
pudo salir de lo más simple, por la vía de la evolución» [H. Bergson]);
revolucionario, que es radical en el orden social, intelectual, moral,
epistemológico, estético y ético; por mutación, opuesto al cambio por
evolución, dado que se trata de una modificación brusca y permanente
de los caracteres constitutivos de la materia; por metamorfosis, donde
la modificación de la estructura es tan considerable que el ser originario
no es más reconocible; por transformación, que se caracteriza por el

14
Prólogo

pasaje de una forma a otra, representando esta, una nueva versión de


la precedente, y por transmutación, donde existe modificación de un
cuerpo por cambio del elemento atómico componente.
En el marco del encuentro terapéutico, se realizan algunos de los
cambios citados; evolutivos, elementales, progresivos, por transfor-
mación, revolucionarios, por cambio de representaciones psíquicas,
de referencia, de visión du monde o de sistema de creencias. Cada
encuentro es una promesa de corrimiento de la realidad hacia lo que
existe en potencia.
Debo manifestar la exaltante experiencia de compartir —a través
de la lectura— el trabajo de mis hermanos latinoamericanos. Entiendo
que este libro es un don inapreciable al patrimonio del conocimiento
sistémico y seguramente envejecerá con el vigor de los clásicos que
tanto hemos amado.

15
Introducción:
Rompiendo mitos
del modelo sistémico

Marcelo R. Ceberio

Cuando se intenta describir a la psicoterapia sistémica, bien puede


ser caracterizada por su gran efectividad en la producción de cambios en
tiempo breve. Tal es así, que muchos de los textos que se han constituido
en baluartes de la teoría y de la práctica llevan la palabra cambio en
sus portadas. De la misma manera, se ha buscado la sinonimia entre la
palabra crisis significándola como cambio y, paralelamente, redefinir el
sentido pecaminoso que este término lleva montado sobre sí.
A cualquiera que se encuentre enraizado con el modelo sistémico,
seguramente le resultará familiar esta introducción. Más aún, recordará
textos como Cambio (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1976), La táctica
del cambio (Fisch, Weakland y Segal, 1994), El lenguaje del cambio
(Watzlawick, 1980), Estética del cambio (Keeney, 1987), El arte del
cambio (Nardone y Watzlawick, 1992), Clínica del cambio (Ceberio
y Deschamps, 1990), entre otros. Libros, principalmente los primeros,
que han signado un camino en la evolución del pensamiento sistémico.
Pero, en relación con la psicoterapia sistémica, existe una serie de con-
ceptualizaciones que han creado y recreado la estructura del modelo.
Muchas de ellas han colaborado en definirlo y muchas otras en desvir-
tuarlo. Es decir, algunas de las características que describen al modelo,
no hacen más que introducirlo en categorías que se alejan de lo que en
realidad desarrolla en la práctica concreta y esto, se constituye en caldo
de cultivo de críticas de otros modelos.

Mitos y desmitificaciones 1
Una de las críticas más descalificativas, principalmente de los
círculos psicoanalíticos más acérrimos, consiste en reducir a la psico-
terapia sistémica a un manojo de técnicas comunicacionales, algunas

17
Marcelo R. Ceberio

de las cuales son blanco de ridiculizaciones como las intervenciones o


prescripciones paradojales. Estas técnicas, que por sus efectos resultan
casi mágicas, son tildadas de soluciones sintomáticas y como tales tem-
poráneas para, por fin, el síntoma aparecer tiempo después ya sea bajo
la misma funda o transformándose en otro tipo de conducta anómala,
como más adelante especificaremos.
El problema no solo radica en la ignorancia de otras corrientes
terapéuticas acerca de los fundamentos epistemológicos del modelo
sistémico, sino de quedarse varados en la variable epistemológica clásica
de la linealidad y enmarcar absolutamente cualquier maniobra tera-
péutica sistémica en tal perspectiva. Opinar desde el desconocimiento,
lleva a adjudicar la invalidación de la táctica sin apelar a avales que
justifiquen adecuadamente la crítica. Entre otras cosas, para entender las
intervenciones o prescripciones paradojales, hace falta comprender una
parte de la indagación sistémica que se remite a los intentos de solución
del problema, por tanto, indagar no la esfera de lo intrapsíquico, sino
el contexto y las interacciones. Una inversión de 180 grados de la solu-
ción empleada implica caminar por el territorio de lo absurdo e ilógico,
aunque estos adjetivos no son apropiados, ya que resulta lógico que si la
aplicación de la lógica racional no fue efectiva, se aplique lo contrario.
Entender la aplicación de tareas de cualquier tipo no consiste en
reducirlas a consejos banales, tal cual podrían ser ofrecidos por un
amigo o un familiar del paciente. Las tareas están dirigidas a obturar
soluciones intentadas convencionales y en gran medida condenadas al
fracaso, colocando en su lugar acciones verdaderamente correctoras,
ya sea por efecto negentrópico, ya sea por entropía. Para dar una opi-
nión fundamentada acerca de este recurso, es necesario ingresar en el
territorio de las interacciones y aceptar, convencerse, en fin, creer, que la
pragmática de la comunicación humana es una de las claves del cambio.
Es cierto que cuando se tilda de mágicas a estas maniobras, nada
más alejado de la magia cuando se conoce La teoría de los tipos lógicos
o La teoría general de los sistemas o La cibernética.
La misma crítica descalificativa recibe la connotación positiva,
descrita como una simple edulcoración en el vínculo terapéutico o —en
el peor de los casos— una tentativa de seducción hacia el paciente. Se
desconoce así, la pura cepa de la redefinición que reformula la atribu-
ción de significados por sobre el síntoma, el problema o la situación,
cambiando de categorización el contenido, lo que implica una profunda
redefinición cognitiva. Aunque también existen otras connotaciones más
superficiales que ayudan a valorizar al paciente; por ejemplo: cuando
el terapeuta lo apoya en sus esfuerzos por asistir a la consulta y desear

18
Introducción

salir del problema en que se encuentra. En síntesis, lo que se intenta


valorar son sus ganas de crecer y progresar en la vida. Sea cual fuere el
nivel de la connotación, se constituye en una útil herramienta técnica
que estimula el proceso terapéutico.
Resulta hasta cómico, cuando el desconocimiento llega a tal punto
que aventura que simplemente al contar cuentos, historias, fábulas, no
resulta una forma infantil de concebir el tratamiento del paciente. Puede,
inclusive, rotularse de contaminante si las historias son personales o
de otros pacientes (aunque sean inventadas o reales manteniendo en
anonimato al protagonista). Estas ligeras opiniones no conocen los
fundamentos ericksonianos ni el uso de analogías como vía indirecta
de introducción de información. Además, el contar cuentos es un arte
que lleva sus dificultades, ya que exige formación en literatura, teatro,
expresión corporal, entre otras disciplinas.
Otra de las críticas hacia el modelo se centra en acusar la actitud
del terapeuta sistémico de demasiado preguntón e intervencionista. Esta
crítica se fundamenta en la comparación con los modelos clásicos que,
en nombre de la neutralidad, participan lo menos posible, limitándose
a escuchar y dejando el discurso del paciente a la libre asociación.
Más allá de las disputas de poder que se enfundan en las teorías y
en los saberes adquiridos, disputas que defienden a ultranza monopo-
lios de verdad y la consecuente efectividad, cabe pensar qué hacemos
los sistémicos para sostener estas críticas. En principio, el modelo se
caracterizó (desde sus inicios) por su veta pragmática, tanto en las in-
tervenciones como en las prescripciones, la focalización del problema y
el aprendizaje pragmático a través de sesiones en vivo con supervisión
directa (detrás del espejo unidireccional), sesiones en video, familias
simuladas y observación de los estudiantes detrás de la cámara Gessel.
Pero, también, con ánimo de identificar el perfil de personalidad de los
terapeutas sistémicos, podría inferirse su veta práctica en sus vidas coti-
dianas, de allí que elijan un modelo de se delimita en esta característica.
En numerosas ocasiones, este exacerbado interés y centralización
en la práctica operan en desmedro de la teoría. Este fenómeno se ob-
serva con claridad en relación con la bibliografía de terapia familiar.
Si algo describe a los textos sistémicos clásicos, son las escasas páginas
destinadas al desarrollo de la teoría y las muchas páginas en donde se
transcriben y analizan seguimientos de casos clínicos. Si bien es impo-
sible generalizar, idéntica es la actitud que toman los docentes en esta
especialidad. En las clases abunda el material clínico, las maniobras
terapéuticas, las técnicas, etc., en desmedro de la teoría que las avala.

19
Marcelo R. Ceberio

Estos elementos, conjuntamente, llevan a que se reduzca el modelo al


tecnicismo y se le adjudique el mote de poco profundo.
Es importante especificar qué es lo que se quiere decir con profun-
didad de un modelo, ya que tildarlo de más o menos profundo pone en
juego disquisiciones de corte epistemológico. Las personas hablan de
profundidad en función de una exploración diacrónica y lineal, es decir,
analizando experiencias infantiles con el objetivo de buscar causas de
producción sintomática en el pasado. Esta minuciosidad en la indaga-
ción que, por otra parte, es una propiedad del método analítico, se halla
asociada a lo que llaman profundo y, por contraposición, se atribuye
el mote de superficial (que trabaja con el aquí y ahora del paciente) a
cualquier modelo que no siga esta variable.
Sin embargo, toda postura denuncia la epistemología clásica desde
donde se elabora la crítica. Si se intenta evaluar un modelo sistémico
desde una concepción lineal del conocimiento, se parte de un error
epistemológico. Desde esta posición, es rotulada de superficial cualquier
tipo de terapia que no aluda a esta categoría de exploración y análisis.
Hay dos metáforas que ejemplifican claramente tal disquisición. La
primera es la del pozo: hay que cavar muy profundo para encontrar la
causa, no se trata de quedarse en la superficie reacondicionando el suelo.
La segunda es la que plantea cambios cosméticos o ir a las profundidades
de los verdaderos cambios internos. En este sentido, profundo se asocia
con pasado. Ambas analogías aluden a la epistemología lineal tomada
como baremo absoluto, y bajo este marco no dejan de ser certeros en
la crítica.
El problema (el error de esta perspectiva) radica en no involucrarse
en otro modelo de conocimiento para desarrollar adecuadamente el
planteamiento. Si no se entiende que la linealidad es un tramo o secuen-
cia parcial de procesos circulares superiores, tal planteo es equivocado.
Podría crearse otra semántica, en donde la profundidad no solo aludiría
al eje diacrónico de la historia, sino también existiría una profundidad
del análisis de la comunicación humana, en la sincronía de la interac-
ciones, de las atribuciones de significados con que se invisten y deco-
difican las palabras. Profundidad que implica reflexión, introspección
y acción. En cambio, la lectura crítica del modelo sistémico —lectura
superficial— describe una psicoterapia que se focaliza en el aquí y ahora,
y que proporciona recetas y consejos simplistas.
Exploración que se ciñe al aquí y ahora. Este resulta otro caballito
de batalla de las adjetivaciones del modelo sistémico. El rótulo de traba-
jar en tiempo presente resulta nuevamente una comparación que utiliza
como referente al modelo psicoanalítico que centra su tratamiento en

20
Introducción

el análisis del pasado. Si bien es real que la terapia sistémica focaliza el


problema en el aquí y ahora, cabría repreguntarse cómo es posible actuar
tan delimitadamente en un lapso de tiempo que resulta tan acotado como
es el tiempo presente.
Sin ánimo de introducirnos en debates ultrafilosóficos, el tiempo
presente es una nimiedad, un rapto, en el sentido de que rápidamente
se constituye en historia y, en su misma instancia, se aventura un
proyecto. Es decir, el presente es un gerundio en donde convergen el
pasado y el futuro. Razón por la que cuando un terapeuta interviene,
lo hace en el aquí y ahora, trabajando el allí y labrando objetivos por
venir. Entonces, cómo es posible pensar un sujeto en tiempo presente,
si estamos sujetos a la historia (la nuestra, la compartida, la tácita, la
oficial) y nuestras acciones poseen objetivos mediatos e inmediatos.
Esta resulta otra de las mistificaciones del modelo, descripciones que
se dicen a la ligera, con poca reflexión de por medio.
En esta misma línea, se inscribe la fama de que los sistémicos nos
remitimos a la focalización del problema. Si nos ceñimos a la ortodoxia
de los modelos pioneros (estructural y principalmente el paloaltino), la
terapia sistémica se caracterizó por el dinamismo de un modelo que no
se aparta del foco y que remite toda gama de maniobras para resolver
el problema. Lo anterior queda claramente explicitado en la pregunta
que inicia el desenvolvimiento de una primera entrevista: ¿cuál es el
problema?; hasta Jay Haley (1980) identificó al modelo como una Te-
rapia para resolver problemas, como versa el título de su célebre obra.
Pero lejos de esta ortodoxia, pensar únicamente en un problema
resulta dificultoso si se entiende que este involucra varias áreas de la
vida de la persona y se introduce y crea una red de varios sistemas.
Son numerosas las formas de focalizar, tanto trabajando en simulta-
neidad de problemas o colocando un orden jerárquico a sabiendas
que resolviendo o puntualizando algunas de las áreas de la persona es
factible que por efecto rebote se modifiquen otras, después de todo no
funcionamos por compartimentos estancos. Esto quiere decir, que el
modelo no solo se remite a trabajar de manera absoluta un problema,
sino que son varios los temas que pueden desarrollarse en un espacio
terapéutico, aunque el terapeuta sistémico es implacable: no olvida cuál
es el motivo de consulta y a veces hasta se constituye en resultadista.
Puede dejar que el paciente se explaye, pero retorna al punto que le
aqueja, no lo pierde de vista.
El corsé que ciñe al modelo a la focalización no es solamente el
modelo mismo, sino la comparación con los modelos clásicos que bre-
gaban por la asociación libre y que permitían el alejamiento del motivo

21
Marcelo R. Ceberio

de consulta inicial y admitían todo tipo de filosofar del paciente. Las


comparaciones, si bien resultan odiosas, a la vez como categorizaciones
que son, rigidizan posturas y delimitan rígidamente perímetros semán-
ticos. En síntesis, la terapia sistémica focaliza pero de manera flexible.
Una persona trabaja su problema, pero avanzará sobre otros puntos
de su vida que desea pulir.
El leit motiv de la focalización lleva a otro mito de la terapia
sistémica enmarcada como una terapia breve. Cabe preguntarse, ¿qué
se considera breve?: nuevamente la comparación. El contexto de na-
cimiento del modelo sistémico en psicoterapia se encontraba bajo el
patrimonio de los tratamientos que se prolongaban en años, con una
frecuencia de dos y tres o más sesiones por semana. Entonces, un modelo
que focalizaba y que rápidamente ayudaba a resolver el conflicto de la
persona, nada más apropiado que considerarlo breve.
Pero la brevedad (más allá del modelo breve del MRI que se ajusta
a las diez sesiones —el más breve de los breves—) no implica que sea
corto. O sea, el modelo sistémico será irremediablemente más reducido
en número de sesiones y en la frecuencia de las mismas que las terapias
tradicionales.
No es cierto que los terapeutas sistémicos no trabajen por años
con los pacientes. A veces, entre el trabajo con subsistemas, sesiones
individuales y resolución de diferentes niveles de problemas, la terapia
puede prolongarse por años pero con una frecuencia de sesiones muy
diferente a las terapias tradicionales. También, lejos de generalizar y
ante la imposibilidad de particularizar, deberán tenerse en cuenta nu-
merosos factores en pos de la longitud de los trabajos terapéuticos. Un
factor primordial tendrá que ver con el contexto. Por ejemplo, de cara
al pragmatismo americano la terapia de resolución de problemas calza
de manera óptima. De cara al contexto argentino, y más específicamente
porteño —melancólico y quejoso—, será de difícil aplicación si no se
deja espacio para la filosofía y las reflexiones rumiadoras propias del
habitante de Buenos Aires.
No obstante, el tiempo denominado breve, se debe principalmente al
pragmatismo de un modelo que busca la efectividad cortoplacistamente,
pero no a ultranza. Parte de este pragmatismo radica en actuar de
manera inmediata, recortar el problema y trabajar con los miembros
involucrados, además de no solo quedarse varado en intervenciones
que se reducen a la sesión propiamente dicha, sino en prescribir ac-
ciones que se desarrollarán fuera del espacio de la sesión. Pero dicho
pragmatismo no implica accionar como un ingeniero frente a un circuito.
Si bien esta es la imagen heredada de los primeros tiempos del nacimiento

22
Introducción

de la terapia familiar, el terapeuta sistémico debe amoldarse a los con-


textos y tipos de pacientes, por tanto, resulta anacrónico manejarse con
un criterio de tamaña ortodoxia.
Ni siquiera el modelo del MRI o el estratégico se conducen hoy tan
fríamente en la conducción de las entrevistas, de lo contrario, podría
pensarse que los modelos son rígidos y no se adaptan a las diferentes
sociedades donde se aplican. Los modelos evolucionan y adquieren
variantes que los enriquecen. Esta evolución también tiene que ver con
la adaptación. Son los modelos terapéuticos los que deben amoldarse al
contexto y no a la inversa. El mismo fenómeno sucede con las teorías
o con las hipótesis: un profesional se monta sobre una hipótesis deter-
minada (construye el caso) y luego adapta las conductas y síntomas
de la situación a dicha construcción. Este calce adapta los hechos a la
idea inicial sin cuestionarla y así suceden graves errores en la dirección
de los procesos terapéuticos, errores que llevan a prolongar el padecer
tanto a los pacientes como a los integrantes del sistema afectados por
el problema.
Los modelos terapéuticos nacen como emergentes de los contextos
de su paternidad, razón por la que expresan el perfil de la sociedad y la
situación que los vio nacer. En este sentido, se identifican con las parti-
cularidades de su contexto tal cual como un hijo con sus padres. De la
misma manera que los hijos influencian a sus progenitores, los modelos
también ejercen su factor de corrección de desviación y cobran relevancia,
en tanto pueden ser considerados agentes al servicio de la homeodinamia.
Es por esta razón, que resulta imposible aplicar un modelo terapéu-
tico de manera ortodoxa. La traspolación de un modelo a otro ámbito
diferente al de su origen deberá tomar en cuenta las reglas de juego de
ese contexto nuevo, de lo contrario, e indefectiblemente, terminará en
fracaso. Ya en otros artículos (Ceberio, Moreno y Deschamps, 2001)
hemos mostrado que resulta hasta absurdo tal traslado de modelos sin
la plasticidad adecuada. Imaginemos el psicoanálisis freudiano de la
Viena victoriana de finales del 1800 aplicado al Buenos Aires de 2002;
o el modelo estructural sistémico de la década del 60 al Londres de la
actualidad. No solo serían inefectivos, sino que rayarían en el absurdo.

Mitos y desmitificaciones 2
Otra de las desmitificaciones que va más allá del modelo sistémico
es la suposición de que el único canal de comunicación e intervención
que se utiliza en la psicoterapia es el verbal propiamente dicho. No es

23
Marcelo R. Ceberio

equivocado entender que las sesiones transcurren mediante el diálogo


y, más aún, en los modelos psicodinámicos. Sin embargo, actuar una
nueva psicoterapia implica no apelar solamente a las herramientas de
la palabra: las vías de introducción de información que posibilita el
cuerpo, por ejemplo, hacen que el psicodrama o cualquier otra técnica
corporal sea la puesta en marcha del lenguaje analógico. Esto coloca en
un plano de relevancia al lenguaje de la gestualidad y, por tanto, puede
constituirse en otro recurso de intervención.
Realizar una intervención verbal fuera del sillón del terapeuta,
acercarse o alejarse creando cierto clima en la sesión, mirar la mirada,
instrumentar un gesto intencionadamente frente al relato de un suce-
so del paciente, pueden ser algunas de las maniobras que exceden la
herramienta verbal y que hablan por sí mismas, transformándose en
mensajes que redefinen la perspectiva que se tiene acerca del proble-
ma. De la misma manera, como señalábamos anteriormente, el uso
de prescripciones de comportamiento, contrariamente a privilegiar la
explicación para generar el cambio, delimitan acciones alternativas que
son pautadas con antelación y que posibilitan modificar recursividades
que actuarán sobre el mapa cognitivo y las emociones del observador.
La distinción entre el lenguaje analógico y digital nos muestra que
no solamente es la diferencia entre lo verbal y lo gestual, sino que los
aspectos verbales ofrecen una coreografía que baila entre analogías,
metáforas y literalizaciones. Este es el juego maravilloso que muestra
el rico devaneo de la palabra. El uso de la técnica de hablar el lenguaje
del paciente permite introducir metáforas que circulen por el canal
que más utilice el consultante (si es verbal, auditivo, táctil, etc.). O, si
el discurso del paciente se halla demasiado impregnado por metáforas,
colocar digitalizaciones de conductas en el intento de terrenalizar más
el lenguaje y, por ende, sus pensamientos y acciones.
Entonces, el lenguaje en la psicoterapia encuentra varios canales
o vías de envío de información: una dinámica verbal y el manejo del
cuerpo en movimiento en el espacio de la psicoterapia. En esta dirección,
un giro en la evolución del modelo sistémico ha sido la introducción
y revaloración de las emociones en el trabajo terapéutico. El Congre-
so de Terapia Familiar europeo realizado en la ciudad de Sorrento
(Italia) centró su temática central en las emociones y se constituyó en
la explicitación-denuncia de un perfil de la terapia familiar que fue
descalificado desde sus inicios: los afectos, sentimientos y emociones.
Pero esta marginación del territorio emocional encuentra sus ar-
gumentos cuando se piensa la historia de la creación de la psicoterapia
sistémica. La traducción de las ideas y conceptos de la Teoría General

24
Introducción

de los Sistemas y la Cibernética, ciencias que devienen de la física


—considerada hasta el momento como una de las ciencias duras— a
la comunicación humana, impedía, por así decirlo, introducir los
sentimientos en el modelo. Sentimientos por ambas partes: tanto del
terapeuta como de los pacientes. No porque se impidiera manifestar
las emociones a las personas que consultaban (sino bien podría ima-
ginarse al terapeuta castigando al paciente porque llora o se angustia,
o porque abraza a cualquiera de los integrantes de la familia durante
la sesión), sino porque conceptualmente se las consideraba, tal lo
manifestaba Gregory Bateson (1976), un concepto dormitivo (¡un
concepto dormitivo!) y, por tanto, inefectivo en el trabajo terapéutico.
El terapeuta, y más en la cibernética de primer orden, devenía un
ingeniero frente a una maquinaria y, si se quiere más precisamente, una
caja negra en donde se reconocían outputs e inputs que, como informa-
ciones de entrada y de salida, precisaban decodificarse para entender los
feed back de comportamientos. Ya con la cibernética de segundo orden
y la involucración del observador en el campo de lo observado, se rela-
tivizó la acertividad de las hipótesis y las construcciones de realidades
terapéuticas. No obstante, siempre la preeminencia estuvo centralizada
en las áreas cognitiva y pragmática en desmedro de la emocional.
Más aún, resulta hasta coherente que Virginia Satir, siendo una
de las pioneras del modelo sistémico en las ciencias humanas y cofun-
dadora de la meca de la comunicación humana como lo fue el MRI
(Mental Research Institute), haya terminado separándose del grupo y
fundando la comunidad Esalen (California), donde profundizó su mo-
delo para el desarrollo del potencial humano. Satir se caracterizó por
utilizar el psicodrama en las sesiones familiares, además de crear un
modelo individual, familiar y grupal que centraba sus objetivos en el
crecimiento de la autoestima y la valoración personal. Mientras que
el resto de los terapeutas sistémicos —principalmente de Palo Alto—
renegaban del uso del cuerpo, ella daba preeminencia a la lectura de
posturas corporales, tocaba a los pacientes, los movía de su lugar, los
hacía dramatizar, jugar, cambiar de posición, etc.
Pero Satir no fue la única. Carl Whitaker, entre otros, llevó adelante
un estilo personal en donde utilizaba estratégicamente sus resonancias
personales y las traducía en intervenciones. Años después, Mony Elkaim
acuñó el concepto de la resonancia, versión adaptada al modelo sis-
témico de la contratransferencia o, más claramente, como señalaba el
maestro Pichon Riviere (1995): transferencia recíproca —en el intento

25
Marcelo R. Ceberio

de erradicar la distinción entre transferencia y la contratransferen-


cia1—. La resonancia resulta un baremo de los efectos que produce la
interacción con ciertos pacientes y su explicitación puede resultar una
intervención efectiva porque reproduce, en el seno de la sesión, otros
juegos relacionales de otros sistemas donde se hallan involucrados los
pacientes. Es decir, puede constituirse en la denuncia de una pauta de
isomorfismo de otras estructuras comunicacionales.
Actualmente, introducir las emociones en la terapia sistémica ha
dejado de ser una irreverencia hacia el modelo. Autores como Juan Luis
Linares (1996) han desarrollado los conceptos de nutrición emocional
y Goleman (1996) ha convertido sus estudios acerca de la inteligencia
emocional en un verdadero best seller. Estos conceptos demarcan la
evolución del modelo y su difusión e incorporación a contextos nuevos
que lo obligan a mutar.
En dirección a la evolución del modelo, resulta hasta un reduccionis-
mo adherirse de manera ortodoxa y considerar al síntoma, por ejemplo,
solamente como una denuncia de las anomalías del sistema familiar. De
acuerdo con las concepciones iniciales, el síntoma fue entendido desde
su objetivo —el para qué—, contrariamente a la teoría psicoanalítica
que intentaba resolverlo analizándolo desde la búsqueda de sus orígenes.
Es así que, desde la investigación emblemática de la terapia familiar
donde se desarrolló la teoría del doble vínculo, la mayoría de las lecturas
sistémicas explicaron al síntoma como la expresión y resultado de las
disfuncionalidades del sistema familiar, destino unidireccional donde
iban a parar todas las hipótesis.
Actualmente, la incertidumbre, la complejidad y la conceptualiza-
ción de redes sociales, entre otras teorías, hacen un todo más complejo
que tal destino familiar del síntoma. Las viejas generaciones de terapeu-
tas deben deconstruir esta sistematización de estructuración de casos, y
las nuevas y venideras aprender a construir hipótesis más sofisticadas

1
Parece dificultoso hablar de estímulo (transferencia) y reacción (contratrans-
ferencia). Hablar de estas polarizaciones es sostener un punto de vista lineal,
aunque desde un metanivel la linealidad solamente queda reducida a un tramo o
secuencia parcial de un proceso sistémico. Más aún, podríamos quedar entram-
pados e inmóviles buscando descifrar la primacía. Con este sentido, E. Pichon
Riviere (1995) prefiere utilizar el término transferencia recíproca, dejando inútil
el de contratransferencia: «En cuanto a la transferencia recíproca, inadecua-
damente llamada contratransferencia o conjunto de reacciones inconscientes
del operador frente al grupo, la tarea y los procesos transferenciales que en él
se cumplen, constituyen un elemento de trabajo de inestimable valor, ya que
alimentará en el operador la capacidad de fantasía para establecer hipótesis
acerca del acontecer implícito del grupo».

26
Introducción

que aúnan elementos de la biología, neurofisiología, contextos de grupos


secundarios, escolares, etc.
Hoy por hoy, se entiende que es sumamente difícil alcanzar acertivi-
dad en los orígenes de las gestas sintomáticas. Tal tamaña complejidad
marca multiplicidades de causas que se interconectan sinergizándose:
el terapeuta podrá construir una hipótesis que articulará muchas de
estas pautas, a sabiendas de que esa suposición no es la verdad, sino
solo una versión del suceso que se verá si calza o no en el curso del
trabajo terapéutico.
Tal vez, lejos de la certeza y de la búsqueda de su policausalidad,
lo más importante es comprender que un comportamiento sintomático
influencia y modifica pautas familiares, pero también en los diferentes
sistemas donde el protagonista interactúe. De cara a un síntoma, de-
positar la mirada automáticamente en la pareja de padres en el intento
de encontrar la denuncia del síntoma constituye una ingenuidad, no
porque no se pueda hallar una conyugalidad disfuncional, sino porque
se pierden otros registros de otros contextos2, donde la conducta sin-
tomática tiene su gesta y su incidencia.
En torno al síntoma, una crítica —muy ignorante— de parte de
otros modelos señala que la supresión o suspensión del efecto sinto-
mático —fruto del trabajo de focalizar y con resultados efectivos en
tiempo breve— implica que el síntoma puede retornar en cualquier
momento bajo la misma estética o ser sustituido por otro síntoma de
igual intensidad pero de diferente forma. Esta posición supone que el
síntoma es eliminado de manera conductista, sin el menor trabajo
desde las raíces más profundas. Por tanto, al no ser analizado y
encontrar las fuentes de su producción y solamente ser suturado de
manera superficial —una modificación cosmética—, es lógico que la
conducta anómala vuelva a aparecer después de cierto tiempo.
La base de este tipo de razonamiento lógico (y eso es lo que es:
un razonamiento lógico) tiene su soporte en la linealidad y el método
analítico. Desde esta óptica, la apreciación es certera. Pero resulta falaz,
puesto que para comprender la envergadura del cambio, se necesita en-
trar, como señalamos anteriormente, en una epistemología cibernética.
El ingreso en este modelo de conocimiento implica reconocer que existe
otra forma de construir el objeto de estudio, sugiere una renuncia al
narcisismo y a la omnipotencia de manipular como únicos a modelos
que sientan sus bases en lo lineal.

2
Con otros contextos me refiero tanto a ámbitos de grupos secundarios (de
amistades, escuela, clubes, etc.), como biológicos, neurológicos, etc.

27
Marcelo R. Ceberio

Esta renuncia implica aceptar, también, que el síntoma no es


analizado en dirección a la búsqueda de los orígenes, sino, muy por el
contrario, el síntoma posee un objetivo dentro de los diferentes siste-
mas en donde opera, una finalidad en relación con las interacciones,
jugando papeles decisivos en las diversas dinámicas relacionales. El
síntoma o la conducta disfuncional resultan funcionales en tanto
están al servicio de mantener cierta unión y cohesión del sistema. Si
se trabaja con la persona sintomatizada, es necesario trabajar con el
resto de miembros implicados que ejercen funciones complementarias
a los comportamientos sintomáticos desarrollados.
Entonces, los efectos de las intervenciones y prescripciones generan
una serie de cambios no solo en el protagonista, sino en las funciones
que ejerce cada integrante del sistema. Es cierto que el sistema se puede
resistir (la persistencia de la conducta anómala crea tal sistematización
en el tiempo que produce resistencia al cambio) e inclusive el síntoma
puede desplazarse a otros integrantes o al mismo, variando el compor-
tamiento sintomático, pero no por la causas que los detractores del
modelo argumentan. Por semejante sistemación, además, no solamente
se utilizan las intervenciones semánticas como única vía de entrada al
cambio, sino dentro del campo de lo pragmático, las prescripciones
bloquean circuitos rigidizados.

Mitos y desmitificaciones 3
Una de las frases más estereotipadas de los sistémicos, es que el
modelo no busca encontrar el porqué del problema. Es decir, el ima-
ginario indica que ningún terapeuta que se diga a sí mismo sistémico,
empleará en su discurso terapéutico la explicación causal del por qué
le sucede lo que le sucede al paciente. Este fervor por la ortodoxia de la
aplicación del modelo no conduce a nada, sino que limita su accionar,
o sea, no resulta efectiva por la ortodoxia misma, ni tampoco por la
ultrarrigidez de la creencia de que está prohibido explicar el motivo
que ocasiona el malestar actual del consultante.
La implementación en algunas oportunidades de explicaciones clari-
ficadoras ayuda a bajar los niveles de ansiedad y pisar suelo firme, princi-
palmente después de navegar por la incertidumbre de no saber cuál es el
motivo o el origen del problema. Es útil, por ende, introducir explicaciones
causales que acomoden al paciente a un estado de mayor normalidad como
vía de entrada a suministrar nuevas informaciones que redefinan su pro-
blema. Pero el terapeuta no deberá creerse que las hipótesis que expresa

28
Introducción

en estas maniobras son la verdad, sino solamente un instrumento que


calce en la cognición del paciente o una información que el paciente
pueda comprar para abrir un nuevo juego.
La explicación causal lineal no es ni más ni menos que el recorte de
una secuencia parcial de la compleja recursión del problema. Aunque
también, dentro de la línea de la explicación, es factible desarrollar
gráficos de circuitos recursivos que muestran y aclaran porque surge, se
reproduce y afianza, por ejemplo, un síntoma. Ya en otros textos (Cebe-
rio y Watzlawick, 1998) hemos sintetizado dos tipos de explicaciones: las
reestructurantes y las dormitivas. Las primeras se constituyen en verda-
deras reformulaciones cognitivas que, introduciendo información nueva,
redefinen marcos semánticos. Mientras que las segundas son ansiolíticas,
es decir, paliativas de la ansiedad que genera el no saber, la confusión, la
incertidumbre, etc., y se constituyen, como señalamos anteriormente,
en puertas de entrada para el inicio de procesos de cambio.
Más allá del porqué, tal vez una de las maniobras iniciales en di-
rección a la comprensión es plantear claramente qué es lo que sucede.
Cuando el problema ha alcanzado tal nivel de complejidad y de com-
plicación, se ha desdibujado en su diseño original. Se han construido
multiplicidad de abstracciones por sobre este, que han colocado un
manto de confusión y entropía. Desde esta perspectiva, el terapeuta
deviene un reductor de complejidades que baja a lo concreto y simplifica
—pero no por esto menosprecia— el problema. Por esta razón, el qué
sucede puede constituirse en uno de los primeros tramos para ingresar
en el territorio de lo cognitivo —mediante redefiniciones— o en lo
emocional —provocando fuerte en términos de la angustia o la bronca,
etc.—, o en lo pragmático —a través de acciones que desestructuren la
cibernética desarrollada hasta el momento.
En la línea de la explicación, tampoco la terapia sistémica busca
el insight por medio de sus intervenciones. El hacer consciente lo in-
consciente es un factor de cambio en la teoría del psicoanálisis que se
elabora mediante el método de la interpretación. Interpretar es construir
una hipótesis sobre el origen del problema y suministrarla en el tiempo
adecuado. Epistemológicamente, consiste en una redefinición, una nueva
versión de la historia o simplemente una nueva perspectiva del problema.
Pero adscribir el insight solamente al psicoanálisis, es quedar en deuda
con otros modelos de psicoterapia. Por ejemplo, la Gestalt a lo largo de
sus textos habla del darse cuenta, título del célebre libro de ejercicios ges-
tálticos (Stevens, 1978). La logoterapia y el análisis transaccional también
emplean la interpretación de hechos como vía de comprensión-reflexión y
posterior solución del problema. Después de todo, estos modelos tienen

29
Marcelo R. Ceberio

sus raíces más profundas en la filosofía y encuentran en la mayéutica,


claros signos de esta forma de introspección y toma de conciencia.
Los sistémicos no confían que únicamente mediante tal intervención
cognitiva logren efectuarse cambios en las acciones. La ortodoxia sisté-
mica señala que si la realidad se construye a través de la acción (Piaget,
1937), es una convicción no fundamentada afirmar que la reflexión o el
darse cuenta son elementos indispensables para el cambio. Por tanto, se
hace necesario el uso de las prescripciones para deconstruir soluciones
fracasadas o intentar generar una modificación cognitiva y emocional
desde el marco pragmático.
El inconveniente de ceñirse unívocamente a las intervenciones
cognitivas —y el insight podría considerarse una de ellas— posee el
riesgo de pensar casi de manera utópica, que solamente una reflexión
puede llevar al cambio. El riesgo de esta forma de elucubración es
descuidar el contexto y las interacciones, es decir, cuando el problema
lleva años de reverberancia en el sistema crea una realidad propia,
realidad compuesta por diversos miembros, funciones y pautas. Con
esto, es demasiada carga y poder semántico el que se le atribuye a la
intervención cognitiva, para creer que logre la modificación total del
síntoma y del sistema con lo que ello implica.
Sin llegar a tal rigidez, una manera plástica de funcionar en psi-
coterapia es considerar que el uso del insight puede ser un concepto
que calce en la cognición del paciente y que ayude a restaurar parte del
complejo entramado cognitivo que se entretejió en torno al problema.
Puede tomarse como un puente hacia un cambio más efectivo cuando
se refuerza con prescripciones. Razón por la que sobre múltiples vías de
acceso, se opera sinergizando áreas en el intento de conjugar reflexión
y acción y, por supuesto, las consecuentes emociones.
Uno de los elementos que constituyó una herejía en el nacimien-
to de la terapia familiar fue el romper con el dogmatismo de que las
sesiones se debían desenvolver únicamente de manera individual, ya
que cualquier involucración de otros miembros en la misma consulta
era rotulada como una contaminación del vínculo terapéutico. Hoy,
la terapia de pareja o familiar es uno de los recursos terapéuticos que
alcanzan mayor aceptación y prácticamente se halla incorporada a la
masividad de los modelos terapéuticos. Es interesante haber llegado a
esta apertura, si bien algunas líneas ultraortodoxas mantienen —toda-
vía— la concepción de lo individual.
No obstante, muchos de los actuales modelos terapéuticos tra-
bajan con la familia y la pareja pero no con el sistema que constitu-
yen. O sea, observan a cualquier grupo social con quien intervengan

30
Introducción

terapéuticamente, desde una óptica analítica y sumativa. Desarrollan


una psicoterapia individual pero con el grupo, escotomizando una
serie de datos que proporcionan las interacciones y ciñéndose a los
fueros individuales (históricos y de características de personalidad)
en la explicación de las conductas. Desde esa posición, construyen las
hipótesis que serán el soporte epistemológico de las intervenciones que,
a su vez, tendrán su impacto en lo pragmático y, de forma indirecta,
enseñan a los pacientes cómo deben entender los problemas humanos.
Así, se reproducen (en el pensamiento cotidiano) tanto un modelo de
conocer lineal e individual, como el no asumir responsabilidades en la
influenciabilidad de la interacción de conductas.
Lo que resulta un hueso más duro de roer (lo que la tradición te-
rapéutica que no puede aceptar), es que un mismo profesional trabaje
con amigos íntimos o parientes en terapia individual. La ortodoxia
tilda de contaminante el vínculo terapéutico que se establece con per-
sonas de cercanía afectiva entre sí. Pero el modelo sistémico no elije
indiscriminadamente la atención de esta clase de pacientes. Explora
el vínculo, analiza si realmente no existe mezcla de sentimientos poco
claros o emociones que lindan con la envidia, la rivalidad, los celos,
emociones que, de seguro, perturbarían el libre curso de la terapia. O
sea, no se acepta la derivación deliberadamente, existen una serie de
pruritos éticos y teóricos que acotan el admitir o no a un paciente en
consulta cuando existe otro cercano en el vínculo. Lejos de la con-
taminación, puede considerarse un hecho positivo atender pacientes
que pertenecen al sistema de quien se halla en atención terapéutica.
El terapeuta recibe información de otras personas, así construye otras
versiones de la historia que cuenta el paciente —amplía el mapa que
posee de él—, acrecentando la verosimilitud de la experiencia narrada
y devuelta como intervención.
De la misma manera, otro de los temas casi prohibidos en el mundo
sistémico tiene que ver con el diagnóstico. El diagnóstico, epistemológi-
camente, consiste en tipificar lógicamente una serie de signos y síntomas.
Esta agrupación permite delimitar un perfil y describir fenoménicamente
las patologías, cuya ópera máxima se halla en el famoso DSM en su
última versión.
Pero esta clasificación de trastornos mentales observa a las personas
de manera individual, sin tomar en cuenta contextos e interlocutores.
Es decir, el diagnóstico está fundamentado en el ser individual. La ver-
sión más ortodoxa del modelo sistémico dice, la persona es en relación
con... Tanto es así, que se hizo demasiado hincapié en la relación y se
descuidaron los aspectos cognitivos individuales que, como un tronco

31
Marcelo R. Ceberio

central, avalan las conductas de las personas y que puede brillar más
o menos de acuerdo con quien se interaccione. Esta versión es la que
defiende el no uso del diagnóstico. La versión más flexible sostiene
que es necesario observar las características de la persona y ver cómo
incide su rango caracterial en las interacciones o cómo las interacciones
modifican el rango caracterial.
En este último planteo se incluyen algunos autores sistémicos, como
Linares (1996) y Nardone (1996), quienes han desarrollado los cuadros
relacionales de algunas entidades psicopatológicas específicas y sus corres-
pondientes abordajes. De la depresión mayor y distimias, de la mano del
primero, mientras que el segundo, de los trastornos fóbicos, de pánico y
obsesivos. Si bien estas investigaciones resultan innovadoras, no debemos
olvidar que la terapia sistémica germinó alentada por la psicosis —más
precisamente la esquizofrenia—, estudios que posibilitaron trazar una
planificación de trabajo familiar.
Uno de los elementos con que se acusa acerca del uso del diagnósti-
co, es la limitación y estrechez de mirada que se produce al etiquetar al
paciente. Una vez que se categoriza, resulta dificultoso salir del perímetro
que muestra el rótulo. En este sentido, es una trampa que encasilla tanto
al paciente como al profesional, dado que, si el diagnóstico puede ser
tomado como una hipótesis, una vez nomenclado el paciente, todas sus
actitudes y las de su sistema tratan de enmarcarse en la semántica de la
hipótesis diagnóstica y no a la inversa. Este ha sido uno de los máximos
errores en los trabajos terapéuticos, cuando, por ejemplo, dolores de
cabeza son tomados como síntomas psicosomáticos para determina-
das situaciones y no se realizan los correspondientes análisis clínicos
y neurológicos. O cuando más de un síntoma físico es construido como
un trastorno de ansiedad y es una enfermedad de neta etiología orgánica.
Aunque hay un uso correcto del diagnóstico: cuando se lo utiliza
como estrategia terapéutica. ¿Cuántos pacientes llegan a consulta no
solo con su problema, sino con la incertidumbre de saber qué es lo que
les sucede? Esta incertidumbre genera tal nivel de ansiedad que acelera el
proceso sintomático. Entonces, si el profesional expresa un rótulo que
condensa y enmarca el malestar de la persona, el diagnóstico opera
como un primer paso hacia la disminución de la ansiedad que acelera
la producción sintomatológica. Este uso debe ser entendido como
estratégico y merece el sumo cuidado en su introducción.
También es correcto el uso del diagnóstico cuando se implementa
como una guía para el profesional, con el objetivo de trazar la táctica de
tratamiento adecuada, para arribar a una efectiva solución del problema.
Una función práctica es la interconsulta entre profesionales, en donde se

32
Introducción

abrevian las descripciones en el pase de información en las derivaciones,


siempre y cuando el profesional (al cual se deriva) no se sobreinvolucre
en la mirada del derivador y limite su propia construcción pautando su
mirada en la interacción de la primera entrevista.

La finalidad del diagnóstico no debe quedar en la acción


de diagnosticar en sí misma, desde este aspecto es limitante y
coartador del trazado de distinciones alternativas, convocando
a entrampar al profesional y al paciente en un círculo cerrado,
del cual resulta difícil escapar. El diagnóstico como apertura, es
la vía de entrada para la planificación de un tratamiento tera-
péutico eficaz, que lleve a destruir el estigma y no a construir
una realidad que lo confirme (Ceberio y Watzlawick, 1998).

Mitos y desmitificaciones 4
Otro de los bastiones que se enarbolan acerca de las bondades
del modelo sistémico es señalar sus capacidades para desarrollar una
conversación terapéutica —horizontal y simétrica— en contra de la
asimetría con que se identifican las sesiones de otros modelos.
El modelo sistémico concibe la relación terapeuta-paciente como
un diálogo, en el intento de suprimir el juego de poderes que hace del
profesional una posición por arriba frente a una posición por debajo
del paciente. Este interjuego, que raya con una concepción no solamente
teórica sino ideológica, permite establecer un compromiso más sólido
por ambas partes y un diálogo más distendido y afectivo. Pero de cara a
esta humildad ecológica del terapeuta sistémico, se debe reconocer que,
desde la práctica clínica, la relación entre el profesional y el consultante
siempre está teñida de una asimetría comunicacional por múltiples
razones. Esta diferenciación de niveles está sostenida por un juego de
dos, en donde existe un adjudicatario (el paciente) y un profesional que
acepta este lugar otorgado.
Entre las razones que justifican tal asimetría relacional se hallan,
por ejemplo, la figura del médico o del psicólogo como profesionales
universitarios, motivo que implica atribuirles mayor capacidad que el
común de la gente, actitud que se traduce en idealización del profesio-
nal. También, la urgencia de ser ayudado del que consulta lo posiciona
en el lugar del necesitado frente a otro ayudador de profesión. De
la misma manera que uno de los interlocutores es el que presenta el
problema y el otro las herramientas para solucionarlo.

33
Marcelo R. Ceberio

No cabe duda, entonces, que la asimetría es natural al vínculo de


la psicoterapia, quizá el tema se centre en el uso de tal asimetría y no
caer en su incentivación como paso a la omnipotencia profesional.
Esta diferenciación de niveles se refuerza, por ejemplo, con el trato de
Ud. como toma de distancia rígida, uso de guardapolvo para trazar
una distinción con el paciente, gesto impertérrito cuidándose de no
reaccionar alevosamente o de manera muy espontánea ni siquiera con
una mueca que altere la neutralidad, negarle al paciente ir al baño si lo
solicita, falta de permiso para el humor, etc.
Esta supuesta neutralidad —supuesta, en el caso de que fuese po-
sible: un observador participante nunca puede creerse neutral— forma
parte de la tiranía terapéutica que señala como opción única la palabra
y el mensaje del profesional en desmedro de la del paciente. Esta po-
sición, que raya con la omnipotencia, integra un circuito complemen-
tario en donde el paciente deposita todo el poder en el terapeuta. Su
palabra es convertida en sentencia. Tal vez el problema no radique en
este punto, siempre y cuando el terapeuta aproveche esta atribución y
la transforme en recurso terapéutico, cuestión de hacer más efectivo el
mensaje que intenta transmitir. El problema radica en que el terapeuta
se crea todopoderoso y haga de sus intervenciones geniales y objetivas,
parábolas incuestionables.
Es esta misma omnipotencia la que lleva a atrincherarse en el
modelo de psicoterapia tradicional y dignificarlo como el único y, si-
multáneamente, descalificar cualquier otro modelo. Esta descalificación
(en el mejor de los casos, en otros, es desconfirmación) tiene su base en
la ignorancia y el desconocimiento del soporte teórico y la forma de
actuación de cualquiera de las otras líneas terapéuticas. Estas actitudes
son las que impiden una convivencia armónica de modelos y llevan a
jugar luchas de poderes que impiden capitalizar para sí herramientas
clínicas de multiplicidad de corrientes terapéuticas. Solamente algunos
—osados y flexibles— intentan producir este acople de modelos y son
tildados de eclécticos, en esa afanosa tendencia de incluir bajo algún
rótulo las acciones que se desarrollan en psicoterapia.
No obstante, debe entenderse que no adjudicamos un juicio de
valor negativo a la asimetría relacional. Más aún, es la misma asi-
metría la que permite que el efecto de la palabra del profesional esté
revestido de un mayor caudal persuasivo. La atribución semántica
que el paciente le otorga al mensaje de su terapeuta posee un nivel
de jerarquía que produce un mayor resultado en dirección al cambio.
Un punto clave en la relación terapéutica sistémica refiere a la
función pedagógica. Pero no la pedagogía pertinente a la explicitación

34
Introducción

de un consejo, una guía, una orientación (elementos y actitudes que


estarían contravenidos en otros modelos), sino aquella que implica una
forma de conocer.
La preeminencia y convencionalidad de la epistemología social
radican en la linealidad. Todos los juicios lógicos, las explicaciones
causalistas, la tendencia a refugiarse en el porqué tienen su basamento
en la linealidad. Cuando el terapeuta sistémico interviene, paralelamente
está enseñando a pensar y a construir la vida de una manera circular.
Cuando explica o realiza lecturas de los problemas, está enseñando a
pensar sistémicamente. En este sentido, posibilita incrementar el mapa
cognitivo del paciente pero no en forma directa, sino adjunta a los
mensajes que transmite.
Esta pedagogía también se acompaña de directividad. Se trata de
una de las máximas críticas negativas que recibe el modelo sistémico. El
cotejo con la asociación libre de los modelos tradicionales vs. trabajar
un foco y dar poco rango para apartarse de este dibujan un modelo en
cierta manera riguroso y metódico en el alcance de objetivos mediati-
zados por metas mínimas.
Pero hablar de directividad sugiere explicarla desde dos niveles ló-
gicos. El primero demarca el territorio epistemológico. Desde este nivel,
todos los modelos terapéuticos son directivos, puesto que cualquier
relación o diálogo que se lleve adelante se pautea por las intervenciones
de los interlocutores. En este caso, la relación la lidera el terapeuta y
sus palabras llevan a trazar distinciones que, como puntuaciones del
discurso, construyen en los pacientes nuevos elementos semánticos.
Esta es la directividad de todos los diálogos humanos, más se acentúa
en la psicoterapia por el investimento de poder que se le atribuye a la
figura del profesional.
El segundo nivel tiene que ver con la maniobrabilidad terapéuti-
ca, es decir, con la técnica. Sin duda que el modelo sistémico es el más
directivo de los modelos, pero esta directividad se homologa con direc-
cionabilidad en relación con la planificación del proceso terapéutico.
Esta directividad no tiene que ver con una actitud del terapeuta que
raye en lo despótico o tiránico, sino con diferentes estéticas terapéuticas
que, en la comunicación, buscan obtener las respuestas deseadas con
acciones estratégicas. Muchas de estas maniobras son parte del reper-
torio de las técnicas de hipnosis ericksoniana sin trance. Llaves de one
down y one up, provocaciones y connotaciones positivas, entre otras
técnicas, alientan a describir (como tantos autores han descripto a la
terapia sistémica): como una danza o una coreografía. Es necesario,
entonces, crear un nuevo significado en torno al término directividad,

35
Marcelo R. Ceberio

ya que en el territorio de la psicoterapia se asocia con coartación de


libertad y manipulación.
Manipulación es otro de los conceptos mal avenidos en el mundo
de la psicoterapia y una de las máximas acusaciones hacia al modelo
sistémico. Pero nada más cierto que los sistémicos son manipuladores.
Manipulación significa obrar con las manos, moldear, articular.
Entonces (en dirección a crear nuevas terminologías que se acerquen
más a una epistemología sistémica), el terapeuta sistémico que moldea
con su palabra, más que manipular, hablipula. Siempre en el marco
de las limitaciones que no transitan en el terreno de la psicopatía, la
hablipulación permite apropiarse del problema para ayudar a mol-
dearlo y erradicarlo cambiándolo de estatus lógico por la categoría
de dificultad.
Los terapeutas breves de Palo Alto son los que reciben las más
ácidas críticas con relación a la hablipulación. Son verdaderamente
hábiles y genios hablipuladores que buscan en corto tiempo definir las
soluciones apropiadas y resolver el problema.

Para los terapeutas estratégicos, el arte de la terapia se


convierte en el arte de la retórica, y en realidad los terapeutas
estratégicos tienen la misma mala reputación que tuvieron
los sofistas en la antigua Grecia. No importa dicen nuestros
amigos de Palo Alto, si creemos o no en la ingeniosa razón que
dimos al cliente para hacerle cambiar de costumbres; mientras
las cambie, nuestra misión está cumplida. A esta posición han
objetado los terapeutas más tradicionalistas, quienes sienten
que el uso de tales trucos rebaja la profesión. Se han oído
acusaciones de «manipulación» y de «ingeniería social», que
han sido alegremente aceptadas por los estratégicos. Ellos solo
afirman ser hábiles artesanos que resuelven los problemas de
la gente de las maneras más expeditivas (y menos costosas) [L.
Hoffman, 1981].

Con ánimo de justificar las críticas de directividad y manipulación,


otros modelos han utilizado como ejemplo a las prescripciones de con-
ductas. Y es acertado: hace falta el artilugio de estas dos condiciones
para mandar a realizar tareas que tocan ilógicas racionales y rayan con
el absurdo. Solamente con los recursos ericksonianos y toda la gama
de acciones persuasivas es factible llegar a desarrollar en la acción
concreta el cometido.

36
Introducción

El terapeuta sistémico, si es directivo y hablipulador es porque, entre


otras cosas, sus intervenciones3 están orientadas a reformular la pers-
pectiva de la realidad del paciente, realidad generadora del problema/
queja. En este sentido, la co-construcción que se ejecuta en el contexto
de la sesión es tendenciosa, puesto que bajo la apariencia ingenua de
ciertas intervenciones se encuentra el objetivo de una planificación
clínica delimitada por las hipótesis surgidas de la interacción, que
apuntan a revertir el problema por el que se consulta. La directividad y
hablipulación llevada a cabo a través de formas lingüísticas sugestivas
ejercen un grado de influenciabilidad tal que asegure anticipadamente
la ejecución de las prescripciones.
Andolfi (1994) señala que:

Impartir directivas parece ser un comportamiento tan


antiguo como el concepto de curación. Más complejo es
reconocer y a veces aceptar que hay que impartirlas en una
relación terapéutica: no hay duda de que toda forma de terapia
es, en su esencia misma, directiva. [...] También es directivo
prescribir psicofármacos a una persona presa de un estado de
ansiedad, mantener silencio hasta que el paciente comienza a
asociar libremente, aconsejar la colonia de vacaciones para
un niño inhibido, enseñar a una pareja el modo de llegar al
orgasmo, prescribir un comportamiento paradojal, y hasta
negar una terapia cuando los componentes del problema no
son de naturaleza psicológica [Andolfi, 1994].

Indudablemente que todos estos ejemplos proporcionan sendas


imágenes a favor de la directividad, al mismo tiempo que la desmitifica,
mostrándola como nada perniciosa, adjetivo con que se la define.

Si es cierto que bajo la influencia del Psicoanálisis, de la


terapia rogersiana y de la terapia psicodinámica en general
se ha llegado a la convicción de que debe ser el paciente que
determine todo lo que ocurre en la sesión, también es cierto
que el contexto terapéutico, las reglas implícitas en la relación,
la disposición espacial misma, la actitud y las intervenciones
del terapeuta, indican una relación en la que la directividad y
el poder por parte de este último son innegables y oficialmente
aceptados por el paciente [Andolfi, 1994].

3
Las intervenciones del terapeuta se hallan pautadas por la interacción desarro-
llada con los pacientes. Pero a la vez, y de manera recursiva, las intervenciones
también pautan la interacción. Un terapeuta no es el mismo con cada paciente.

37
Marcelo R. Ceberio

Por otra parte, la actitud intervencionista y el estilo conversacional


que caracterizan al modelo sistémico hacen, tal vez, más evidente o
más explícita la directividad durante la relación terapéutica. Pero no
es más ni es menos, que la actitud de los terapeutas de otros modelos
que más solapadamente o de manera implícita dirigen y hablipulan a
sus pacientes.
Otro de los puntos por desmitificar es el dogmatismo que ciñe al
desarrollo de la psicoterapia al espacio de la sesión propiamente dicho.
Quiere decir que el trabajo terapéutico se reduce a un espacio semanal
o quincenal sin otra relación que la pautada por los horarios.
La convención del día y la hora fijos forman parte del clasicismo de
los modelos terapéuticos que terminan constituyéndose en una limita-
ción a la creatividad de otros modelos de intervención más innovadores.
No se trata de descartar la posibilidad de horarios fijos, se trata de no
aplicar la regla de manera rígida. En algunos casos, puede ser benefi-
cioso como parte de la táctica del tratamiento. En otros, es importante
la diversificación de los horarios y de la frecuencia, de acuerdo con la
planificación de los objetivos, metas mínimas y grados de urgencia. Por
ejemplo, cuando se implementan prescripciones de comportamiento
hacen falta, para realizar controles y chequeos, seguimientos telefó-
nicos e intercalar sesiones desde dos días de diferencia como también
distanciadas en quince días. Estos controles permiten un trabajo más
intenso, en pos de desestructurar circuitos rigidificados.
En otras oportunidades, con el objetivo de chequear niveles de
emergencia, resistencia o de interés en iniciar un trabajo terapéutico,
en las primeras entrevistas el terapeuta puede colocar horarios poco
convencionales, como las 7 de la mañana u otros muy nocturnos, o un
horario en un día sábado (siempre estará la sorpresa de que el paciente
acepte y el terapeuta tenga que asistir a esos horarios bizantinos o, al
menos, cambiar el horario de una manera elegante y sutil). También
la discontinuidad de horarios permite, en la negociación de turnos,
observar en la escala de valores e intereses del paciente cuál es el lugar
que ocupa la terapia. Si se halla al mismo grado de la asistencia a otros
encuentros banales o si se llegan a dejar compromisos importantes para
asistir a la sesión.
Del punto anterior, se infiere que la terapia tradicional no admite
incorporar, como parte de la actividad terapéutica, el uso del teléfono.
En el modelo sistémico, no solamente se implementa en los casos de
urgencia, también después de sesiones con grandes movilizaciones,
orientación de pasos a seguir en una táctica planificada en una sesión
o contención en situaciones críticas. Mediante los llamados pueden

38
Introducción

gestarse consejos, reflexiones, nuevos planteos e ideas. En síntesis, el


uso del teléfono es una prolongación de las sesiones terapéuticas fuera
de los horarios de sesión.
De esta manera, el trabajo terapéutico no queda remitido al día,
hora y lugar prefijados, sino que se expande más allá de los límites im-
puestos por el encuadre tradicional. El ejercicio del teléfono determina
que el profesional agudice su audición y pueda captar vía telefónica,
sin más que la cadencia de la voz y el contenido del mensaje, el humor
y el tenor del problema del paciente. De igual forma, él mismo deberá
colocar sus intervenciones con sutileza y cautela, cuestión que logre
transmitir claramente lo que intenta comunicar.
Cuando, por ejemplo, se trata de chequear las prescripciones, la
utilización del teléfono es fundamental y principalmente el móvil. En las
tareas de ataques de pánico y trastornos fóbicos, el teléfono posibilita
trabajar en el lugar de la acción: si la tarea es trabajar la fobia a subir
los ascensores, el paciente puede ensayar con el móvil encendido y con
el terapeuta en la línea pasando y recibiendo información. Este es solo
uno de los tantos usos del teléfono, cuando no en el llamado telefónico
para el pedido de consulta. Fuera de lo tradicional, en donde el primer
llamado se remite estrictamente a conocer quién lo deriva y pautar día
y hora del primer encuentro, el terapeuta sistémico puede iniciar una
breve comunicación con la finalidad de recabar mayor información y
realizar un joining anticipado.
En esa comunicación inicial —artísticamente y de manera no
persecutoria— podrá conocer algunos datos de relevancia (cuál es el
problema, los miembros involucrados, la constitución de la familia, las
ocupaciones, edades, etc.), hasta confeccionar un pequeño genograma
y determinar a quién invitará a la primera sesión.
Otro dogmatismo es el que se refiere al lugar donde la psicoterapia
debe desenvolverse. La concepción tradicional indica que las consultas se
realizan únicamente en el espacio de un consultorio. Es decir, es la oficina
privada del terapeuta, o cualquier consultorio público (por ejemplo,
de un hospital, una institución, etc.), el espacio oficial para desarrollar
las sesiones. Cualquier otro lugar que se elija, constituirá una herejía
o contaminación a lo que verdaderamente se considera terapéutico.
Tal vez, si el paciente se halla imposibilitado de concurrir por sus
propios medios a la consulta, la asistencia domiciliaria podría ser una de
las acciones que entrarían en la concesión admitida, pero realizar una
caminata por un parque, sentarse en un día de sol en un bar o el banco
de una plaza y todo lo que se desarrolle fuera de la oficina del terapeuta,
son plasticidades del profesional que no deben ponerse en juego.

39
Marcelo R. Ceberio

Esta prohibición tácita ha dilapidado múltiples y creativas posibili-


dades de abordaje. Solamente algunos terapeutas atrevidos han realizado
sesiones de terapia familiar con las familias en su hábitat, observando
el contexto y su forma original de funcionamiento. Otros han capita-
lizado el sedentarismo u obesidad de algunos pacientes, desarrollando
conversaciones terapéuticas mediante caminatas reflexivas. Otros
profesionales, haciendo —ocasionalmente— sesiones en otros lugares
como bares o plazas, han destrabado situaciones de ensimismamiento,
fobia social o bloqueo comunicacional.
Con estas propuestas no se plantea desarrollar otros dogmatismos,
sino crear el permiso interior de utilizar espacios alternativos, como
forma de dinamizar las sesiones y facilitar el emergente del material
a trabajar. No se trata de que el terapeuta abandone su consultorio
(como espacio físico) y se constituya en un errante de la psicoterapia
realizando sesiones aquí y allá, se trata de que este tipo de estrategias
trabajen a múltiples niveles. El primero es el tradicional acerca de los
contenidos: cuando el terapeuta trabaja fuera de su ámbito, con su tác-
tica introduce otra información en forma paralela. Cuando le dice a su
paciente —fumador y hastiado de su sedentarismo— necesito caminar
un poco, moverme, estuve mucho tiempo sentado y deseo respirar aire
puro... ¿no te molesta si realizamos la sesión caminando?, está colocan-
do en primera persona lo que le sucede a su paciente y generando una
identificación que podrá tener sus efectos a posteriori, si el paciente la
adopta para sí.
En otras oportunidades desgraciadas, es el contexto el que obliga
a adecuarse a desarrollar sesiones de manera no ortodoxa. Catástrofes,
en las que se debe trabajar en el lugar del hecho, emergencias o crisis en
donde el paciente es atendido en su domicilio, infraestructura hospita-
laria decadente —como siempre la salud mental se encuentra relegada
en los presupuestos del Estado— donde se inventan consultorios en la
cafetería del hospital, salas de espera, bancos del parque interno del
recinto, etc.

Mitos y desmitificaciones 5
Otro de los grandes mitos que tergiversan el real significado de
ciertos conceptos se observa en la absurda distinción entre psicoanálisis
y psicoterapia. Parece increíble que todavía en los inicios de este tercer
milenio se continúe repitiendo dogmáticamente esta diferenciación.
Diferencia que no tiene absolutamente ningún tipo de aval teórico que

40
Introducción

la justifique de manera idónea. Aunque, la razón parece hallarse no


en motivos de teoría, sino en los juegos de poder que se manifiestan
enfundados en falsos fundamentos epistemológicos.
La defensa acérrima que se erige en torno al psicoanálisis, de cara
a la presencia cada vez más sólida de otros modelos en el mercado
terapéutico, desestructura la hegemonía y socava poder al monopolio
de la ciencia freudiana. Esta amenaza lleva a que sus seguidores (es una
cuestión de hombres y no de teorías) ubiquen el modelo al mismo nivel
o por arriba que las psicoterapias.
Semejante disquisición es una confusión de niveles lógicos. Las psi-
coterapias pueden ser definidas como terapias de la psique y, de hecho,
eso es lo que son: un área de la terapéutica —del arte de curar— que
tiene por objetivo trabajar con la mente humana. Por ende, se encuentran
en un nivel lógico superior. El psicoanálisis, al igual que tantos otros
modelos terapéuticos tales como la Gestalt, transaccional, cognitivo,
logoterapia, sistémico, etc., es uno de los tantos modelos que se instru-
mentan. Por tanto, cualquiera de estas líneas se encuentra ubicada en
un nivel lógico inferior a la psicoterapia. Esta pulseada de rivalidades
cimienta, en parte, la descalificación de este modelo clásico hacia el
resto de nuevos modelos alternativos, calificándolos y reduciéndolos
a terapias del yo. Hasta el término alternativo revela la asimetría por
debajo, puesto que muestra otras opciones a la opción principal.
Todas estas, para nosotros, infortunadas posiciones, todavía cobran
vigencia en algunos sectores que representan la ortodoxia terapéutica.
Sectores que defienden a ultranza criterios que bien pueden llamarse
anacrónicos, en relación con que ciñen teorías elaboradas en los co-
mienzos del siglo pasado e intentan hacerlas subsistir, imponiéndolas
sin pulir adaptativamente ninguna de sus aristas.
En la misma dirección de confusión, se encuentra el homologar la
psicoterapia con psicoanálisis o la psicología. Renglones arriba, hemos
desarrollado la distinción de niveles lógicos entre psicoterapia y psicoa-
nálisis, en este caso, lo que se observa es que la gente no involucrada
con el quehacer psicológico llama al desarrollo de una psicoterapia
como el hacer un psicoanálisis. Desde ya que es perdonable, dado que
la tradición psicoanalítica hace honor a su antigüedad en la exploración
psicológica, por tanto, es lógico que se produzca tal sinonimia.
Pero, por otra parte, la psicología en general se ha homologado
con psicoterapia, es decir, la psicología clínica ha relegado otras espe-
cialidades del quehacer psicológico tales como el área forense, penal,
psicodiagnóstico, organizacional, educacional, de investigación, etc.,
Por ende, cuando se habla de psicología se habla de clínica y esto es un

41
Marcelo R. Ceberio

error radical en la concepción de una ciencia tan vasta como la psico-


lógica. En síntesis, la psicología es una ciencia que se encuentra en una
categoría superior y dentro de ella se halla la disciplina clínica y, a su
vez, dentro de esta se presenta el modelo psicoanalítico.
Otra de las situaciones que resultan extremadamente absurdas es la
concepción de ciertas personas acerca de la psicoterapia (especialmente
maridos rígidos, personas resistentes y negadoras, médicos biologistas
a ultranza), que se resumen en la expresión: «Yo no creo en la psicolo-
gía». Este es otro de los grandes mitos en torno a la psicoterapia, en el
cual la psicología clínica es entendida más que una ciencia como una
religión en la que se cree o no se cree.
Puede ser comprendido como fenómeno resistencial, en algunas
personas que, temerosas de explorar el andamiaje defensivo que se han
montado en la vida, niegan y descalifican a la invitación del terapeuta
del partenaire para realizar una sesión conjunta. Reticentes, arriban a
la consulta con una postura de desconfianza y escudriñando de reojo al
terapeuta como el agresor y destructor de la estabilidad de la familia.
Pero no se admite tamaña ignorancia principalmente en los médicos,
quienes en pleno siglo XXI realizan semejante negación o confusión
de niveles lógicos, confundiendo aquello que se llama ciencia con una
creencia religiosa. Principalmente, sucede en médicos de larga data en su
profesión, que todos los síntomas del psiquismo (desde tensión nerviosa
hasta la esquizofrenia) los reducen a factores bioquímicos, orgánicos o
somáticos, entre otros.
Debemos reconocer que la epistemología sistémica, en la actualidad,
todavía no se ha erigido como paradigma de modelo de conocimiento
en la sociocultura. Esto si somos estrictos con el término paradigma, en
el sentido kuhneano de la prevalencia de un modelo de conocimiento
único. Esta posición señala que solamente el cambio de paradigma se
produce en simultaneidad con la aceptación del poder científico, de
que el modelo de conocimiento imperante ya no provee las respuestas
adecuadas a las preguntas que el mundo de la ciencia demanda (Kuhn,
1975). No obstante, Caparrós (1985) señala que la psicología —con-
trariamente a las ciencias duras (aunque no tanto)— es la única ciencia
en donde existe convivencia de paradigmas. Más precisamente en la
psicoterapia, donde conviven en paralelo, una serie de modelos tera-
péuticos con las mismas posibilidades de efectividad.
Ateniéndonos al sentido de Kuhn, después de cuarenta años del
traslado de las ideas cibernéticas a las ciencias humanas, nos hallamos
en un período de transición, donde unos pocos son los que se han aco-
plado cognitivamente al modelo sistémico. Hasta ahora es la linealidad

42
Introducción

la que ejerce preeminencia a la hora de desarrollar construcciones de


realidades, hipótesis y hasta simples razonamientos.
Si socioculturalmente continúa teniendo vigencia una epistemología
causalista lineal y objetiva, no son menos los profesionales que sostienen
esta posición en favor de la objetividad. Están convencidos, entre otras
cosas, de que en la relación terapéutica es posible que el profesional tome
distancia —se disocie, como se dice específicamente— e intervenga sin
poner en juego sus creencias, valores, historia, en síntesis, su estructura
conceptual, de la cual el modelo terapéutico es solamente una parte.
Es decir, un observador no involucrado en el campo de lo observado.
En sentido contrario se encuentra la subjetividad que, como con-
cepto, todavía en la actualidad se haya desvalorizado al asociarse con
contaminación y falta de profesionalismo. Pero este entendimiento va
más allá de la gente común, pues son los mismos profesionales de la
salud mental quienes solventan estas ideas.
El término subjetividad, en algunos circuitos de vanguardia de la
ciencia, bien entendido por algunos filósofos (I. Kant, G. Vico, L. Witt-
gentein) y desafiado por la cibernética de segundo orden, se postula en
plan reivindicador y se entiende a la objetividad como una utopía. Los
límites de la objetividad se demarcan en la subjetividad, o sea, se puede
ser más objetivo dentro de la subjetividad. En este planteo, la subjeti-
vidad se halla en un nivel lógico superior que la objetividad. Entonces,
todos los hechos son subjetivos: se puede estar más o menos involucrado,
pero siempre nuestra presencia —en función de la cibernética— pauta
el objeto observado, como nuestra percepción —en función de nuestra
estructura cognitiva— influye en nuestra perspectiva del objeto.
Es lógico que el profesional sea más objetivo que el paciente in-
volucrado en la problemática de la familia, pero más objetivo dentro
de la subjetividad del vínculo que establece con la familia y desde su
percepción reglada por las estructuras conceptuales, sistema de creencias
y escala de valores.
Una de las confusiones que ocurre cuando se tratan de asociar o su-
perponer modelos es homologar ciertos conceptos, lo que constituye un
error si se tiene en cuenta que poseen una diferente base epistemológica.
Unos de los términos que suele mal interpretarse es el de la resistencia.
Cuando un paciente no cambia a pesar de que reconoce —calza— el
motivo de su problema, los terapeutas, en general, le colocan el mote
de «resistente al cambio» (más allá de que sería importante que los
terapeutas se cuestionaran si fueron acertadas o no sus intervenciones
y no descargaran toda la responsabilidad en el consultante). Pero el

43
Marcelo R. Ceberio

concepto de resistencia, desde la teoría sistémica, es radicalmente dife-


rente al que hace referencia el psicoanálisis.
Con base en la teoría del aparato psíquico, el hecho de que se logre
interpretar y develar el origen del síntoma del paciente y se continúe
repitiendo, implica que actúan resistencias inconscientes que sabotean
la posibilidad de revertir el síntoma. Son numerosas las oportunidades
en que los estudiantes en formación de terapia familiar atribuyen, de
cara al no cambio, las resistencias del paciente, sea familia, pareja o
individual. Pero las resistencias a las que se remiten, son las que hacen
referencia el modelo freudiano y no las cibernéticas.
Además de no usar el método interpretativo de acuerdo al marco
freudiano (aunque cuando se explica, se está construyendo una versión
del hecho, se interpreta lo que sucede), la terapia sistémica entiende
las resistencias como resistencias de los sistemas. Es decir, cuando un
problema lleva años en un sistema crea un circuito propio con pautas
particulares, funciones, normas y todo un código determinado por el
rigor del síntoma. Ya hemos explicado anteriormente, que la perdurabili-
dad de la conducta disfuncional en el tiempo sistematiza y resistematiza
cristalizando homeostáticamente el juego. Por más acertada que pueda
considerarse la hipótesis y su correcta explicitación en el tiempo ade-
cuado, es ingenuo pensar que una intervención cognitiva, por ejemplo,
pueda hacer variar casi de manera mágica la dinámica desarrollada.
Por tanto, además de considerarse y focalizarse el problema se
observará su persistencia en el sistema. La intervención deberá estar
dirigida hacia estos dos flancos: el problema propiamente dicho y su
inserción en el sistema. Se debe tener en cuenta el grado de afianza-
miento en el sistema del comportamiento anómalo, de lo contrario, la
intervención terapéutica puede convertirse en una solución intentada
fracasada más dentro de todo el cúmulo de frustraciones del paciente.
En dirección a romper con las ortodoxias, la nómina de meca-
nismos de defensa heredados del psicoanálisis son interpretados por
los sistémicos como una transgresión a la teoría. La identificación,
proyección, negación y el desplazamiento forman parte del glosario
de defensas desarrolladas por Ana Freud (1974) y bien definidos en el
famoso Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1981).
Más allá de su raigambre con este modelo, estos mecanismos no
dejan lugar a duda de su intervención en dinámicas cognitivas que se
articulan con las interacciones. Por ejemplo, es el caso de los isomorfis-
mos. Los juegos isomórficos no son ni más ni menos que proyecciones
que coligen juegos interaccionales pasados con el aquí y ahora. En este
proceso de proyecciones, se identifican personajes, funciones, pautas,

44
Introducción

etc., propias del juego pasado en concomitancia con el actual. De la mis-


ma manera y con igual sentido, se desplazan emociones y sentimientos
dirigidos hacia un destino que, para conservar el vínculo, se depositan
en otro. La negación, a su vez, sirve para preservar relaciones, anular o
postergar o más precisamente amortiguar sentimientos desagradables.
Todos estos mecanismos han sido vetados por el mundo sistémico
al corresponderse con otra corriente terapéutica. Sin embargo, son
conceptos que calzan claramente con las interacciones, ya que tienen
su anclaje tanto en la cognición como en el universo de interacciones
de la persona.
Un término por desmitificar y que se presta a confusiones es el
de terapia familiar. Si bien la terapia familiar es una especialidad que
corresponde al trabajo terapéutico con la familia específicamente,
también le da el nombre con que llega el modelo sistémico al mundo
de la psicoterapia. Cuando se habla de psicoterapia sistémica, se está
hablando de terapia familiar. La confusión se presta cuando la gente
entiende que, para poder trabajar con el modelo sistémico, se necesita
conditio sine qua non la total presencia de la familia.
La herencia de este rótulo radica en los orígenes del modelo. Prác-
ticamente cuando comenzaron a trasladarse las ideas cibernéticas a las
ciencias humanas. Las primeras investigaciones que realizó el equipo
liderado por G. Bateson fueron analizar la comunicación en los pacientes
esquizofrénicos, cuyos primeros resultados fue la teoría del doble vínculo
(Bateson, Jackson, Haley y Weakland, 1956). Se exploró a las familias
de los pacientes, detectando disfuncionalidades en ellas, principalmente,
en los mensajes que se transmitían en la relación madre/hijo. Fue la
primera vez que se trabajó con los integrantes de una familia en una
sesión, y se incorporó el espejo unidireccional al trabajo terapéutico y
un equipo detrás de este.
Todas estas experiencias positivas e innovadoras (fundamentalmente
la incorporación de más miembros al espacio de la sesión) fueron defi-
nidas, años atrás, por los teóricos de Palo Alto, como una herejía. Y no
era para menos, en tiempos donde solamente era admitido el modelo
psiquiátrico o psicoanalítico que indicaban que la introducción de más
de un miembro en la terapia era contaminante.
Esta conservación del rótulo terapia familiar en honor a la historia lleva
a que se desconozca que existe, bajo el patrimonio del modelo sistémico,
la terapia de pareja, individual, grupal, diferentes recortes de subsistemas
familiares como la fratría y pareja de padres, análisis organizacional, entre
otras aplicaciones. Más allá de que existen otras terapias que trabajan
con familias, pero no desde una óptica sistémica.

45
Marcelo R. Ceberio

Reflexiones finales
Desmitificar, implica desestructurar las atribuciones erróneas
acerca de ciertas creencias que se han instaurado sólidamente tanto
en el imaginario popular como en algunos sectores correspondientes a
otros modelos. Pero nada más difícil que intentar romper con creencias
afianzadas en la sociocultura. Estas implican crear conceptualizaciones
rígidas que, como tales, se hallan sistematizadas en el tiempo y generan
resistencias a su modificación.
Muchas de las ortodoxias terapéuticas forman parte de numerosos
mitos que a la hora de cuestionarlos no poseen los suficientes avales
teóricos para sostenerlos. Apelar a un modelo ortodoxamente puede
considerarse un tronco rector y organizador del trabajo terapéutico,
pero la adherencia extrema conduce al camino de la anticreatividad. Es
allí cuando los terapeutas se clonan con sus maestros y supervisores o
siguen al pie de la letra los manuales de psicoterapia, en el intento de
socavar las inseguridades y hacer el trabajo correctamente.
Cercenar la creatividad es ceñir el modelo a pautas que no per-
miten armar una coreografía plástica y manejarse con una serie de
recursos fijos que no dan posibilidad de otros movimientos que los
previstos por el modelo. Creer en el estilo terapéutico del profesional
sugiere tomar de los modelos, o del modelo, lo que se considera potable
para sí y para la situación con cada caso en particular.
La ecuación entre formación teórica-práctica y creatividad parece
la fórmula adecuada de funcionamiento en el arte de la psicoterapia.
De la primera, surgen las premisas epistemológicas trasladadas a la
praxis clínica con el debido sustento teórico; mientras que la segunda
aporta la cuota de plasticidad, originalidad y amoldamiento vincular.
Ambas conjugan los dos aspectos que se mancomunan en la psicote-
rapia: la ciencia y el arte.
Entonces, el terapeuta —científico y artista— resume en estos dos
flancos, las posibilidades de ejercitar su profesión de manera idónea,
siempre dentro de los canales que le indican la ética y la responsabilidad,
que implica guiar la vida de un ser humano en situaciones de crisis.

Referencias
Andolfi, M. (1994). Terapia familiar. Buenos Aires: Paidós.
Bateson, G. (1976). Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires:
Carlos Lohlé.

46
Introducción

Bateson, G., Jackson, D., Haley, J. y Weakland, J. (1956). Toward a theory


of schizophrenia. Behavioral Science, 1, 251-264.
Caparrós, A. (1985). Los paradigmas en psicología. Sus alternativas y sus
crisis. Barcelona: Horsori.
Ceberio, M.R. y Deschamps, C. (1990). Clínica del cambio-Teoría y técnica
de la terapia sistémica. Buenos Aires: Nadir.
Ceberio, M.R., Moreno, J. y Deschamps, C. (2001). La formación del esti-
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47
1º parte:
Disquisiciones prácticas
en terapia sistémica
Capítulo 1
Errores, dificultades,
problemas y síntomas

Marcelo R. Ceberio

Parte de la coreografía de la comunicación humana está confor-


mada por un correlato de acciones, retroacciones e interacciones que
gestan numerosos constructos poblados de significados. Pero estos
significados son también los generadores de estos circuitos y así re-
cursivamente en un sistema sinfín. No obstante, las acciones —y aquí
incluyo las alocuciones— inmediatamente cuando se sueltan, por así
llamarle, al contexto, producen codificaciones propias del interlocutor.
Razón por la cual la respuesta surge como producto de construcciones
atributivas personales: cabe preguntarse, si uno no le responde al otro
sino a la propia construcción que uno realizó a partir de la construc-
ción sintáctico-semántica del otro, si la comunicación resulta más un
monólogo que un diálogo….
Mediante el método de ensayo y error (términos más tarde reem-
plazados por Ashby como búsqueda y fijación), Piaget (1937) describe
cómo el ser humano intenta a través de su experiencia con el mundo,
construir un universo propio —y parcialmente compartido— de sentido
hacia las cosas.
De esta manera se constituye la estructura cognitiva, lo que el
cognitivismo denomina esquemas, compuesta por las construcciones
acumuladas en cada interacción. Construcciones que se asimilan, se
acomodan y terminan organizándose en categorías. Tal cual como
en la computadora, en nuestra computadora cerebral archivamos en
carpeta la información similar y diferencial con otras categorías. Por lo
tanto, códigos familiares y socioculturales que involucran normas y pautas
de comportamiento, sistemas de valores y creencias, modelos específicos,
constituyen un almacén semántico desde el cual se atribuyen significados
hacia las cosas. Estos significados emergen de cada categoría (y son sig-
nificados de segundo orden), puesto que siempre en el acto perceptivo,

51
Marcelo R. Ceberio

un imperativo nos lleva a un trazado de distinciones (Spencer Brown,


1973) y estas distinciones no son ni más ni menos que categorías.
Razón por la que se infiere que solamente de la realidad se puede
observar un mapa determinado construido por nosotros mismos. Desde
esta perspectiva constructivista, dicha realidad conviene en conformarse
autorreferencial: cada opinión, hipótesis, reflexión, etc., dan cuenta del
modelo epistemológico del perceptor.
También un modelo cibernético nos posibilita afirmar que en dicho
campo de observación, nuestra sola presencia influencia las conductas
de nuestros interlocutores (cuando la interacción es humana) y los com-
portamientos de estos impregnan a nuestras acciones. No solo somos
constreñidos en la percepción por el modelo epistemológico de nuestra
estructura cognitiva, sino que en la interacción somos partícipes del
hecho que observamos. En otras palabras, nos encontramos en un doble
juego de sometimientos: nuestro modelo cognitivo por una parte y la
dinámica cibernética en la que estamos involucrados, por otra: sistemas
mentales, sistemas contextuales. Tal como lo señala el cibernetista H.
von Foerster (1994), quien sintetiza tal reflexión en la frase: Uno ve lo
que dibuja (desde la cibernética) y dibuja lo que ve (desde lo cognitivo).
Aunque quedarse fijado únicamente en un doble juego de someti-
mientos es desestimar que también somos presos de una biología, en
donde tenemos valores de mínima y máxima, pero que además, no vemos
lo que vemos sino que vemos lo que recordamos: es nuestro archivo
del hipocampo que, como centro de memoria y aprendizaje, le otorga
fidelidad a lo que observo.
Si de nuestro mapa cognitivo emergen las atribuciones semánti-
cas que construimos sobre los hechos y las cosas de nuestro mundo,
es desde allí que esos acontecimientos se conviertan en significativos
o no, por ende, depende de la atribución que el perceptor desarrolle
en la pragmática, que es la acción por la que se transforma el hecho
en evento significativo. Como lo refiere Wittgenstein (1958), no son
las cosas en sí mismas las que tienen relevancia para nosotros, sino
las construcciones que efectuamos acerca de ellas. Los hechos son
hechos, pueden constituirse en simple noticia o un evento significa-
tivo, depende de la atribución que se le otorgue.
En un mundo de ficciones (Ceberio y Watzlawick, 2008), las atri-
buciones de sentido hacen que las cosas tengan un valor, o sea, sean
relevantes o intrascendentes. Por tal razón construimos realidades y no
existe una realidad absoluta. En este caso, la distinción puede ser trazada
en lo que da en llamarse errores, dificultades y problemas humanos.

52
Capítulo 1

El modelo estratégico breve es un modelo de resolución de pro-


blemas, tal cual el título de uno de los libros iniciáticos en la terapia
sistémica, Terapia para resolver problemas (Haley, 1980). Por tanto, se
hace necesario definir qué es un error, qué es una dificultad y qué es
un problema, puesto que epistemológicamente competen a diferentes
niveles lógicos de complejidad. Entonces, ¿a qué se le llama problema,
para quién es problema, desde cuándo es un problema?, preguntas
que involucran a una situación en un contexto con diferentes actores,
cogniciones, emociones e interacciones consecuentes. Preguntas que el
modelo breve paloaltino desarrolla muy claramente en su diseño de
primera entrevista.
A lo que se llama problema no es en sí mismo un problema, sino
que es una construcción de sentido efectuada sobre una situación deter-
minada. El hecho o la situación competería al campo de una realidad de
primer orden, las atribuciones que otorga de la escena cada integrante
forman parte del universo de construcciones de segundo orden. Así,
es frecuente observar en el trabajo con pacientes que un mismo hecho
cobra diferentes significaciones en los distintos miembros de una familia.
Algunos manifiestan una indiferencia total sobre un hecho, mientras
que para otros la situación posee una repercusión menos caótica, al-
gunos en cambio, pueden estar parcial o totalmente de acuerdo en su
significado, y para otros puede resultar de extrema gravedad, etc. De
esta manera, se constituye un sistema que se encuentra afectado por
diversas interpretaciones sobre lo que sucede. Estas diversas interpreta-
ciones no parten únicamente de atribuciones cognitivas, sino también
entre otras múltiples variables, de las funciones que cada miembro
ejerce en el sistema. Con lo cual es consecuente y compatible función
y atribución semánticas.
En este sentido, hablar de universalismo de problemas es incorrecto.
Puede suceder un episodio de alto voltaje traumático, pero para cada
persona tendrá un sentido específico y particular. Nadie puede negar
que una inundación es un hecho traumático, pero no tendrá el mismo
efecto en alguien que ha quedado sin hogar, a quien solamente ha vivido
el acercamiento de las aguas, o a quien ha leído la noticia en el diario.
Si la comunicación humana es compleja, de acuerdo con el sentido
que se le imprime, rápidamente puede transformarse en complicada.
Dentro de las instancias de complicación, se pueden establecer varios
niveles lógicos que van de la complejidad simple a la complicación más
grave. Un hecho puede ser totalmente irrelevante, ser tomado como una
noticia que impacta o no. Puede llegar a resultar una dificultad cuando nos
involucra tal vez colateralmente, o transformarse en problema si somos

53
Marcelo R. Ceberio

directamente los afectados. No obstante, esta escala es relativa: puesto


que tanto la cognición humana y sus atribuciones de significado, como
las emociones que se desencadenan y la función que un integrante cumple
en un sistema, pautan la atribución que se realiza por sobre el hecho.
Un error es un desacierto sobre el alcanzar un objetivo. El error es
una equivocación del trayecto correcto hacia un blanco determinado,
que crea un ángulo de desvío y que se intentará rectificar. O sea, es
todo un circuito cibernético que compete a la experiencia humana: en
toda experiencia puede existir el error, más aún, es una de las fuentes
de aprendizaje más valiosas. De hecho, el cerebro aprende más efec-
tivamente desde el error: cuando nos equivocamos, nos focalizamos
y refocalizamos en el objetivo, pensamos, reflexionamos, deducimos,
aplicamos conocimientos de otras áreas, realizamos abstracciones, etc.
Si se llega a un resultado satisfactorio, es decir, se aplica la infor-
mación correcta, el ángulo que se produjo por el desvío se reduce y se
acierta al objetivo. En cambio, la dificultad radica en continuar inten-
tando y desacertar. La dificultad podría definirse como las situaciones
que cobran estatus de escollos u obstáculos que en forma habitual
obturan nuestro paso, bloqueando momentáneamente el proceso de cre-
cimiento. La persona intenta e intenta con sus propias herramientas de
conocimiento, deductivas e inductivas, y no logra resolver la situación.
La situación crea dudas e incertidumbre —y la ansiedad consecuente—
que acrecientan la dificultad y la complican porque turban el raciocinio
lógico que constituye la base de las tentativas de resolución.
Las dificultades no poseen la relevancia suficiente para estancar
dicho proceso. Son factibles de ser superadas y una vez resueltas por los
propios medios, permiten acumular nuevas experiencias generadoras
de significaciones alternativas que se pondrán en juego para sortear las
próximas. De esto se infiere, que en la vida es común que se presenten
dificultades, el problema es cuando se convierten en problema.
El problema, en cambio, como una construcción netamente indi-
vidual y subjetiva, puede considerarse problema para una persona y
no para otra. No obstante, debemos aclarar que existen problemas que
pueden afectar a todo un sistema, puesto que se desarrollan en un mismo
contexto (sociedad, familia, pareja, institución, etc.), pero sus integran-
tes, como ya señalamos, pueden poseer las mismas o diferentes ópticas
acerca del hecho, variando su dimensión en cada uno. Por ejemplo, las
conductas agresivas de un niño en la escuela pueden resultar para él una
dificultad relacional al comienzo y de acuerdo con la perpetuación de
las mismas convertirse en problema, en tanto y en cuanto se lo rotule

54
Capítulo 1

como el peleador del grado. Rótulo que lo lleva a la marginación por


parte de sus compañeros y las reprimendas de su maestra.
En la transición, su núcleo familiar ha comenzado a recibir las cita-
ciones debido a su comportamiento, con lo cual la madre —que aparece
como la más preocupada— ha ensayado un repertorio de soluciones
intentadas que van desde los premios hasta los castigos más severos,
sin ningún tipo de resultado favorable. El padre hace cargo a la madre
de que lo sobreprotege y dice no poder ocuparse del problema, puesto
que trabaja todo el día. Su hermanito más pequeño ni se entera, o finge
no enterarse, y el más grande, adolescente, está demasiado ocupado con
su grupo de amigos, salidas y flirteos para prestar atención al tema.
Después de varios meses de recursión del problema, sostenido por
los intentos fallidos de resolverlo —tanto de la familia como por la
escuela—, el niño se siente cada vez más inseguro y desvalorizado, cuyo
resultado es el inicio de una serie de trastornos de aprendizaje. O sea,
que además de ser el agresivo se convierte en el burro del grado. Este
problema rápidamente se traslada al ámbito familiar: el padre lo trata
de vago, que es un holgazán en el estudio y lo castiga por sus malas
notas, aduciendo que la madre lo continúa consintiendo. El niño detona
estallidos de rabia, confirmando en la pragmática la etiqueta de agresivo
y menos estudia como síntoma de rebeldía. La madre, entonces, inicia
una recorrida por diversos profesores particulares que a esta altura del
año, poco es lo que pueden hacer.
El problema ha alcanzado dimensiones considerables: las discu-
siones de los padres —que no se han caracterizado por construyir una
pareja estable y unida— han tendido a las escaladas simétricas, es decir,
a un aumento progresivo de las interacciones negativas por parte de
ambos. El hijo mayor ha tomado la evasión como mecanismo y se pasa
cada vez más horas afuera de casa, en la medida que el ambiente de
su hogar se tornó insoportable. El menor ha comenzado a orinarse en
la cama. Este podría ser el panorama de una familia que, finalmente,
intenta pedir una consulta psicoterapéutica.
Como en un efecto dominó, en el transcurso del tiempo, una di-
ficultad se ha convertido en problema, se ha instaurado en el sistema,
perpetuado en el tiempo y variado de foco o ramificándose en varios.
De acuerdo con la atribución de significados, se ha construido por los
distintos miembros de la familia, como problema o dificultad o ni si-
quiera como alguna de estas dos variantes. Los intentos de solución lo
han agravado e incrementado, han originado otros problemas y en plena
crisis cada uno de los integrantes ha experimentado distintas reacciones.

55
Marcelo R. Ceberio

El problema, entonces, se erige como una atribución semántica


sobre una dificultad. Más precisamente una categorización del hecho
dificultoso. De esta manera, se estanca el desarrollo de la vida, impi-
diendo el desarrollo personal e interaccional. Transformando lo que
podría ser una correcta homeodinamia en un circuito homeostático.
Podríamos considerarlo como un peldaño más, en dirección a la com-
plicación y el conflicto. Desde esta perspectiva, la dificultad adquiere
estatus de problema cuando no es factible resolverla con los métodos
habituales, aquellos con los que la persona tiende a enfrentar común-
mente las situaciones.
La persona se encuentra entrampada en la dificultad de poder re-
solver la dificultad. Los intentos de solución que fallan, la constituyen
en una nueva jerarquía llamada problema. Rápidamente —como se
complican las complejidades de relaciones humanas— se instaura un
circuito recurrente, con las subsecuentes angustias y tensiones típicas
que impiden la salida del problema. La duda e incertidumbre generan
la inseguridad resultante y viceversa. En general, así es como llega el
paciente a la consulta y la labor del terapeuta tendrá como objetivo,
desde la semántica, elaborar una construcción alternativa que, de ser
eficaz, tendrá sus resultados en la práctica, generando un nuevo cir-
cuito de interacciones regido por nuevas reglas. Desde la pragmática,
un sujeto podrá romper la recursividad del problema, activando un
nuevo sistema a través de acciones diferentes —cambio 2 (Watzlawick,
Weakland y Fisch, 1974)—, transformando las pautas de funcionamien-
to y produciendo una nueva construcción de significados desde donde,
inevitablemente, su perspectiva cognitiva se modificará.
Un hecho es una noticia que puede convertirse, de acuerdo con las
atribuciones que se le imprima, en un hecho informativo, una dificultad,
o en un verdadero problema con distintos niveles de complicación. Su-
pongamos un terremoto en San Francisco que ha devastado gran parte
de la ciudad. Para la persona que habita en Italia y lee el diario, si no
posee alguna conexión con el suceso, posiblemente no tenga ningún
nivel de repercusión afectiva o, por lo menos, podrá expresar su preo-
cupación mediante la anticuada frase: «¡Pobre gente!».
Si, por ejemplo, dicha persona tiene una hermana con su familia en
dicha ciudad, comenzará a inquietarse. La intranquilidad y la tensión lo
invadirán en forma paulatina, perturbando sus actividades habituales
que se agravarán en tanto y en cuanto llame por teléfono y las líneas
estén bloqueadas, y no pueda recibir una información concreta acerca
del estado de su familia. Podrá utilizar múltiples vías y de no obtener el

56
Capítulo 1

resultado esperado, dicha complicación impregnará otras áreas (laboral,


pareja, relaciones sociales, etc.), produciéndose una reacción en cadena.
Este hecho, que se ha convertido en evento para la persona, pudo
haber sido una dificultad en el comienzo, en tanto y en cuanto se hu-
biese comunicado y recibido una noticia alentadora en función de que
su familia se encuentra en perfecto estado. El fracaso de sus intentos de
recibir información, sumado a las fantasías destructoras concomitantes,
crean una realidad catastrófica, convirtiendo la dificultad original en
un problema que carcome diferentes áreas de la vida de la persona.
Los problemas nacen en sistemas —a pesar de que resulta obvia esta
afirmación—, pero es a partir del problema que se genera un nuevo siste-
ma. «Un problema nace en un sistema, pero crea un sistema del sistema
original», decía John Weakland4. Fruto de las numerosas tentativas de
solución fallidas, el problema acaba constituyendo un nuevo sistema
con integrantes, reglas y funciones de los mismos, inherentes al nuevo
sistema y la variable tiempo termina de finiquitar la constitución del
sistema, mientras tanto el despotismo del problema ejerce la potestad
del nuevo sistema y el tiempo lo estructura rígidamente. Más de lo
mismo, más del mismo resultado. Cabe diferenciar en este punto, qué
se considera problema y qué síntoma.
El problema no siempre es un síntoma del sistema, pero el síntoma
siempre es un problema.
El problema puede producir una disfuncionalidad en el sistema,
mientras que el síntoma es producto y expresión de la disfunciona-
lidad del sistema. Esta afirmación implica que el problema es una
situación que llega desde el contexto donde se encuentra inmerso
el sistema y que este debe afrontar, o sea, que surge extrasistémica-
mente y no de las fauces del sistema. De acuerdo con cómo el sistema
se conduzca en tal afrontamiento, dependerá su futura funcionalidad o
disfuncionalidad. Mientras que el síntoma nace del interior del sistema
(intrasistémicamente), surge como producto, y es la evidencia de la
disfuncionalidad del sistema.
Un episodio de un robo violento es un fenómeno extrasistémico, y
el sistema reaccionará de acuerdo con su sapiencia funcional. Un pro-
blema de trastornos de conducta en la escuela en uno de los hijos de la
familia puede ser (o no) la expresión sintomática de la disfuncionalidad
de la pareja parental (intrasistémico). De estos dos parámetros pueden
surgir infinitas combinaciones. Por ejemplo, si el sistema fue avisado
acerca de no circular por un determinado contexto porque corre riesgo

4
Comunicación personal (Palo Alto, 1994).

57
Marcelo R. Ceberio

de ser asaltado y el sistema continúa desoyendo la advertencia, el robo


surge como una variable cualitativa que evidencia sintomáticamente
la disfuncionalidad del sistema que termina construyendo una profe-
cía autocumplidora. Aunque el hecho es extrasistémico, opera como
un detonante que muestra la anomalía del sistema. O sea, el episodio
del asalto es extrasistémico, pero la manera de desoír y la negación es
sintomática al funcionamiento intrasistémico.
El síntoma puede entenderse como una conducta anómala, un com-
portamiento bizarro que sale de los canales esperables y funcionales de
respuesta frente a las situaciones. El síntoma puede interpretarse como
una denuncia y constituirse en una explicitación, una señal de alarma de
que algún tramo del circuito comunicacional se halla disfuncionando.
Si hay algo que no funciona en el sistema existen, aunque suene
reduccionista, dos formas de denuncia: una forma saludable en donde
alguno de los integrantes del sistema dice o grita, de manera explícita,
lo que siente o piensa que está sucediendo en el sistema. Pero cuando
esto se encuentra vedado, aparecen formas sustitutas mediante sín-
tomas que expresan la disfunción. En este sentido, el síntoma es una
metáfora que, como tal, expresa con un concepto (la tipología del
síntoma), otro concepto (la disfunción). Solamente hay que entenderlo
y codificarlo para poder desarrollar una estrategia de solución acorde.
El síntoma es alostático. La alostasis es un concepto que se aparea
al de homeodinamia y que corresponde al nivel de actividad al que se
somete el organismo en toda su fisiología y psicología para mantener
la estabilidad y el equilibrio en circunstancias medioambientales en
constante cambio (McEwen, 2006; Sterling y Eyer, 1988). Por lo tan-
to, la alostasis es indispensable para la supervivencia, y complementa
a la homeodinamia de la vida humana. Tal lo señala Bonet (2003),
la alostasis es el nivel de actividad requerido por el organismo para
mantener la estabilidad en ambientes constantemente cambiantes. Es
decir, la actividad necesaria para mantener la estabilidad a través de
situaciones de cambio. En otras palabras, la alostasis es un proceso
activo que sirve para mantener la homeostasis5; o sea, que la alostasis
permite mantener la homeostasis.
La alostasis es esa tendencia del organismo a construir una respues-
ta adaptativa de cara a una situación que altera su normal funciona-
miento y desestructura su equilibrio. Es un proceso activo, que implica
lograr un nuevo equilibrio, puesto que cada vez que en los sistemas se
5
Aquí el concepto de homeostasis debe entenderse como homeodinamia: la
homeostasis es un equilibrio estático y no hay nada más interaccionante con el
ambiente y con más variables en sinergia que el organismo humano.

58
Capítulo 1

introduce información nueva (que sucede frente a la situación crítica


que produce un agente estresor), el organismo aprende. En este sentido,
la anunciación del síntoma es la posibilidad de restaurar el equilibrio.
Gracias a la fiebre podemos evaluar si existe en el organismo una infec-
ción, mediante un dolor abdominal diagnosticar apendicitis o cualquier
trastorno gastrointestinal.
Con los síntomas en los sistemas humanos sucede el mismo fenó-
meno. El síntoma es la señal de alarma que bien interpretado puede
conducirnos a la restauración de la funcionalidad, aunque entender
el síntoma desde la óptica interaccional solo nos remite a una versión
parcial de los motivos de su aparición. A los factores interaccionales se
les debe aunar los inconscientes, comunicacionales, experienciales, histó-
ricos, bioquímicos, orgánicos, endocrinos, neurofisiológicos, cognitivos
y emocionales, que convergen para constituir un trastorno bulímico, de
pánico, anoréxico, depresivo, de obesidad, de drogadicción, psicótico,
obsesivo compulsivo, familiar, de pareja, etc. Cada uno de estos factores
opera en sinergia con el resto, potenciando y bloqueando alternativa-
mente los resultados.
En semejante complejidad, resulta sumamente difícil y utópico estruc-
turar una hipótesis acerca del origen del síntoma medianamente certera. Si
la hipótesis es una concatenación de premisas, solamente y con humildad
ecológica es factible elaborar una hipótesis que conlleve construcciones
desde diferentes modelos teóricos que explique al síntoma de manera
aproximada. La hipótesis lejos de la objetividad puede entenderse como
una versión, una narración interpretativa que devuelve el terapeuta, que
calzará o no en la cognición del consultante. De ser efectiva, generará
una categoría alternativa a la situación problema. Dicha categorización
reestructura significados y redefine el problema a nivel cognitivo. Pero
siempre el cambio humano va a insertarse interactivamente con el área
emocional e interaccional con el sistema. Si el cambio no se produce en la
tres áreas (sentir, pensar y actuar), no produce modificación completa y
es factible que el problema o el síntoma persista y, a mayor persistencia,
mayor resistencia al cambio.
Cuando un terapeuta breve trabaja tanto con el problema o con
el síntoma-problema (es decir, el problema sea sintomático o no), no
solamente focaliza e intenta buscar la estrategia para su solución, sino
que sobre el sistema original se asienta una serie de factores que dificulta
la rápida resolución. Es que en torno al problema original existen en
simultáneo toda una serie de variables que asientan al problema, y lo
dificultan y traban en su resolución:

59
Marcelo R. Ceberio

a) El problema original: localizar y focalizar al problema y enten-


der si es sintomático o eventual en el sistema, es el primer paso para
entenderlo y buscar opciones para el cambio.
b) Los problemas satélites al problema original: los llamo satélites
porque son problemas que se originan a partir del problema original,
se mantienen en torno a él y se reproducen en la medida que el pro-
blema original se sostiene. No son pocas las oportunidades en que este
último logra resolverse y algunos de estos quedan como remanentes
disfuncionales del sistema.
c) Los intentos de solución fallidos: constituyen la matriz del sos-
tenimiento del problema en el sistema. Los intentos fracasados tienen
su ancla en la lógica binaria y lineal patrocinada por el hemisferio
izquierdo. Se aplican cambios cuantitativos de la misma tipología, a
pesar de que se produce el resultado contrario al que se desea obtener.
d) La baja autoestima consecuente: es indefectible que en la medida
que el problema se afianza en el sistema, genere inseguridad e impotencia
en el protagonista. Dos sazones que tienen su raíz en la desvalorización.
La persona que fracasa sistemáticamente en solucionar el problema,
se autogenera su propia desvalorización y este sentimiento entorpece y
retroalimenta la minusvalía frente al problema.
e) Los pensamientos automáticos basura: estos pensamientos, tan
bien descriptos por los cognitivistas, son automatismos cognitivos que
se sistematizan y que aparecen en el protagonista en los momentos
de enfrentarse con el problema. Todos estos pensamientos generan e
incrementan la baja autoestima, en este sentido son autodescalificantes
y nublan aún más las posibilidades de cambio.
f) El estrés que provoca el problema: el estrés se hace presente en la
medida que el problema no se resuelve. La ansiedad activa y es activada
por el eje hipotalámico hipofisario, que termina estimulando la supra-
rrenal y segregando cortisol y adrenalina de cara a la incertidumbre
que se produce ante el no cambio.
g) La sistematización del problema en el sistema: el problema
evoluciona y se desarrolla creando un mayor afianzamiento a múltiples
niveles. Provoca resistencias al cambio cuanto más tiempo persista el
problema en el sistema. Es una inercia resistencial.
h) La disfunción que generó el problema: siempre deberá anali-
zarse, puesto que es una disfunción del sistema original desde el cual
ha emergido el problema-síntoma. Explorar sus distintas fracciones y
describir una puntuación de secuencia de interacción (Watlawick, Beavin
y Jackson, 1967) en pos de comprender cómo surge el síntoma, es un

60
Capítulo 1

frente que el psicólogo debe trabajar. Esto explica cómo se constituye


el problema-síntoma.
i) El sistema creado por el problema: por último, esta variable
analiza cómo es cualitativamente el sistema creado por el problema.
Establecer también una puntuación de secuencia de interacción aclara
y explica el porqué y el para qué del síntoma.

Cuando un terapeuta explora acerca del problema del consultante,


deberá explorar diferentes variables que se encuentran implicadas en
el sostén del problema y que se interinfluencian interpotenciándose. En
principio, deberá delimitar si es un síntoma o un problema. Es decir,
un problema puede deberse a cuestiones intersistémicas, cuestiones
arbitrarias del contexto que pueden ser resueltas o no de acuerdo con
la tipología de funcionalidad o disfuncionalidad sistémica. Un hecho
producto del contexto podrá ser resuelto de manera rápida por un
sistema abierto y flexible, o podrá transformarse en un síntoma de la
disfuncionalidad del sistema. Mientras que un síntoma emerge de las
fauces del sistema; de las variables intrasistémicas como una forma
patológica de denuncia de la disfunción del sistema. Un síntoma es una
metáfora que debe ser codificada a la luz del sistema.
Esta disquisición implica trabajar el sistema con diferentes es-
trategias. Se espera mayor resistencia si el sistema ha debido recurrir
al síntoma como una forma de expresión de su disfunción. Diferente
resulta si es una variable externa que el sistema ha debido afrontar. No
obstante, el terapeuta evaluará las resistencias al cambio de acuerdo con
cuatro variables: cantidad de síntomas, calidad de síntomas, intensidad
y tiempo desde la aparición (Ceberio y Kerman, 2014).
Pero se deberá tomar en cuenta en esta fórmula, que si hay mucho
tiempo de convivencia con el problema, es factible que se hayan cons-
tituido otros problemas sucedáneos al problema original, los que de-
nominamos problemas satélites. Estos problemas entorpecen el proceso
pero a la vez lo pueden facilitar, puesto que en muchas oportunidades
son la vía de acceso a la solución del problema original. Es decir, solu-
cionando el satélite, por efecto dominó se desbarata el problema madre.
Otro de los puntos por analizar son los intentos fallidos por re-
solver el síntoma. Todas las tentativas de romper con la dominación y
hegemonía del síntoma fracasan. La forma sistematizada de procesar
la información, el contenido, o sea, lo que se intenta resolver, siempre
está enmarcada en el mismo repertorio de soluciones, lo cual perpetúa y
refuerza la producción sintomática. Se anula la creatividad, pero después

61
Marcelo R. Ceberio

de la infructuosidad de los resultados, los intentos de solución se han


convertido en problema por la ineficacia: son el problema del problema.
Es importante observar la dominación del síntoma por sobre la
persona. Esta «tiranía sintomática» hace que la persona se encuentre en
una posición por debajo y a merced del síntoma, lacerando su propia
autoestima. La desvalorización personal es uno de los puntos que deja
como secuela el síntoma. Los intentos de solución ineficaces contribuyen
a la impotencia del protagonista y a su consecuente baja autoestima.
Frente a este grado de vulnerabilidad, es inevitable la aparición de
pensamientos automáticos negativos que sumergen a la persona en la
más profunda impotencia y paralización. Estas rumias catastrofistas
acentúan la desvalorización y entorpecen la posibilidad de resolución,
perpetuando al problema en el tiempo.
Por último, un factor que refuerza pero que además puede desenca-
denar otros síntomas, es el estrés. Todo problema o síntoma genera un
factor estresor, altera y activa ciertos neurotransmisores y hormonas, y
carga de ansiedad y angustia al problema original. Por lo tanto, cuan-
do un terapeuta analiza una situación, encuentra otros problemas del
problema que lo refuerzan y dificultan aún más la solución. Pero más
allá de estos factores antedichos, la gran protagonista de la dificultad
para provocar el cambio y resolver el problema es la inercia resistencial.
Estos planteos que describimos: focalizar el problema, explorar
intentos de solución, fijar metas mínimas y objetivos, y actuar con un
interminable glosario de técnicas, dentro del modelo sistémico, forma
parte del modelo estratégico breve para poder resolver estos factores
y producir el cambio.
En síntesis, estas instancias actúan en secuencia interactiva y conse-
cuencia: error, dificultad, problema/síntoma, disfuncionalidad y trastorno.
Una arrolladora y lenta reacción en cadena puede mostrar que se inicia
con un error o equivocación en el sistema. Si el error se mantiene dada
la inefectividad de la aplicación de las herramientas personales, ese
error puede transformarse en dificultad. La dificultad vara o bloquea
transitoriamente el crecimiento de la persona. Pero la dificultad se
convierte en problema dada la proliferación de múltiples intentos de
solución fracasados. El problema puede ser un síntoma, reiteramos, lo
cual difiere si es un producto intrasistémico o extrasistémico. De una
forma u otra esto demarca la disfuncionalidad del sistema, para que
después sea clasificado por el DSMV bajo el rótulo de diagnóstico.
Pero cabe aclarar en esta misma síntesis, que siempre el síntoma es
un problema, pero el problema no siempre es un síntoma.

62
Capítulo 1

Referencias
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al síndrome. Buenos Aires: Gador. Disponible en: www.Gador.com.
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Wittgenstein, L. (1958). Philosophical investigations. Oxford, UK: Basil
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63
Capítulo 2
Los recursos terapéuticos en la
psicoterapia breve estratégica de
Milton Erickson

Daniel Wilhelm

Terapia estratégica
La publicación del libro Terapia no convencional. Las técnicas
psiquiátricas de Milton H. Erickson de Jay Haley, en el año 1973,
trazó un hito fundamental en la historia de la psicoterapia breve. El
trabajo de Haley fue uno de los intentos pioneros en presentar, de un
modo sistematizado y ordenado, los ejes centrales de los recursos y las
metodologías terapéuticas implementadas por Milton Erickson durante
sus intervenciones clínicas.
Esta contribución de Haley para la descripción y explicación de la
dinámica de las experiencias clínicas de Milton Erickson resultó de un
valor inestimable para facilitar la comprensión de los principios inhe-
rentes a sus modos particulares de intervención. La principal dificultad
para esta comprensión, al igual que para la correcta interpretación de los
métodos y recursos terapéuticos implementados por Erickson, se debía,
según relata Haley, a que «[...] el doctor Erickson era una escuela única
en sí mismo, y las categorías psiquiátricas y psicológicas habituales no
servían para describirlo» (Haley, 1980, p. 3).
De algún modo podría decirse que de esta forma, por primera vez,
la «magia» de la clínica ericksoniana comenzaba a descifrarse y trans-
mitirse, de un modo inteligible, a la comunidad terapéutica general,
trascendiendo así las fronteras del entorno de su grupo de discípulos
más cercanos. Aun así, y no obstante este incipiente «ordenamiento» de
la complejidad que caracteriza al universo clínico ericksoniano, Haley
no evitó dejar traslucir un necesario matiz de «artificialidad» inherente

65
Daniel Wilhelm

al producto de su emprendimiento y contribución. Haley advertía,


categóricamente y en la misma introducción de su libro, que «es más
fácil decir lo que Erickson no hace en su terapia que decir lo que hace
[...]» (Haley, 1980, p. 31).
El fundamento de esta afirmación parecía estar basado, en principio,
en una dificultad para poder discernir e identificar aquellos recursos
y estrategias utilizados por Erickson para intervenir en las diferentes
situaciones clínicas, y dirigir así la estructuración y dinámica del contex-
to terapéutico. Sin embargo, para comprender la verdadera naturaleza
y dimensión del trabajo terapéutico ericksoniano, se hace necesario
dejar de lado —al menos como condición de inicio— toda expectativa
y pretensión de una «categorización» metodológica de su trabajo. Ello
no se debe a una ausencia de «pautas» específicas de intervención (las
que sostienen, en última instancia, las diferentes propuestas «sistemati-
zadas» de su enfoque), sino que responde al espíritu esencial de uno de
los principios con los que Erickson daba inicio al tratamiento de cada
caso. Con relación a ello, Haley afirmaba (y aun a pesar de su propia
propuesta de sistematización de la clínica ericksoniana) que «Erickson
no tiene un método preestablecido. Su enfoque se orienta hacia la per-
sona y situación particulares [...]» (Haley, 1980, p. 184).
La realidad de esta afirmación fue puesta en evidencia a través
de los sucesivos intentos posteriores de sistematización de la praxis
ericksoniana, llevada a cabo por otros autores que tuvieron el privilegio
de ser partícipes de sus enseñanzas directas, o de haber realizado una
profunda investigación y análisis de su trabajo. En ellos se refleja la
complejidad y la multiplicidad de recursos que Erickson era capaz de
instrumentar, para llevar a cabo el objetivo último de sus intervenciones
clínicas: el cambio terapéutico.
Pero en el conjunto de dichas sistematizaciones se pone de ma-
nifiesto, también, una de las premisas fundamentales e ineludibles de
todo acto observacional: en sus observaciones, todo observador solo
es capaz de distinguir lo que sus distinciones le permiten observar. De
este modo, los diferentes autores que intentaron llevar a cabo una siste-
matización del trabajo de Erickson se han visto también condicionados
en su objetivo, de alguna manera, por las limitaciones de sus propias
perspectivas de observación. Pero aun así, han contribuido a través de
sus descripciones a la construcción de un valioso corpus de técnicas y
recursos «ericksonianos» que, a modo de un original caleidoscopio, inte-
gra en un continuo movimiento circular un conjunto finito de elementos,
resultantes de la suma de sus distinciones; pero que sin embargo, en su
totalidad y a través de su incesante reordenamiento, permite desplegar

66
Capítulo 2

una infinidad de posibilidades y de formas combinatorias durante su


aplicación. Y es justamente la disponibilidad de este amplio conjunto
de posibilidades, la que permite instrumentar y definir los principios
básicos de la terapia estratégica: así, según Haley, «una terapia puede
considerarse estratégica si el clínico inicia lo que ocurre durante ella y
diseña un enfoque particular para cada problema» (1980, p. 7).

Ordenando el arte: la sistematización


de la sistematización, según William H. O’Hanlon
El trabajo de sistematización de las técnicas y recursos tera-
péuticos ericksonianos presentado por Haley (1980) consiste en la
enumeración y descripción de doce pautas metodológicas «regulares»
de intervención, observadas por Haley durante el trabajo clínico
de Milton Erickson. Las mismas son: aliento de la resistencia, ofreci-
miento de una alternativa peor, determinación de un cambio mediante
comunicaciones metafóricas, aliento de una recaída, frustración de una
respuesta para alentarla, el empleo del espacio y la posición, énfasis en
lo positivo, siembra de ideas, ampliación de una desviación, amnesia y
control de la información, despertar y desenganche, y evitación de la
exploración de sí mismo. A estas, tal como se mencionó, se han sumado
posteriormente las realizadas por otros de sus discípulos y autores.
Con relación a ello, es de destacar el trabajo efectuado por Wi-
lliam Hudson O’Hanlon (1995), quien además de presentar su propia
sistematización del trabajo de Erickson, llevó a cabo una meticulosa
recopilación de las sistematizaciones de otros autores, dando lugar
así, a lo que podría denominarse una original «sistematización de
sistematizaciones». En ella se recopilan y describen diferentes pautas
y técnicas de intervención clínica ericksonianas, «observadas» por
los siguientes autores: Jay Haley, John Beahrs, Ernest Rossi, Richard
Bandler y John Grinder, David Gordon y Maribeth Meyers-Anderson,
Haim Omer, Steve Lankton y Carol Lankton, Herbert Lustig, Ronald
Havens y Jeffrey Zeig.
El resultado, sin embargo, para quienes no están familiarizados
con el enfoque ericksoniano, no siempre resulta fácil de asimilar.
Más allá de la complejidad de sus matices, de la asombrosa intuición
y capacidad de observación de Milton Erickson, de sus habilidades
comunicacionales, y de su extraordinario uso estratégico y metafórico
del lenguaje, la terapia ericksoniana parece desafiar toda logicidad y
formas de encuadre metodológico que caracterizan a otras formas

67
Daniel Wilhelm

de terapia. Se suma a ello, además, la aplicación regular de técnicas y


recursos hipnóticos6, que facilitan y amplían los alcances y la dinámica
de sus intervenciones.

Aspectos comunicacionales y semánticos


No obstante la complejidad descrita, es posible identificar la pre-
sencia de un factor común que, de forma más o menos velada, parece
sustentar de un modo continuo el desarrollo del proceso terapéutico
ericksoniano: el abordaje ericksoniano implica, en la gran mayoría de
los casos, formas de comunicación indirecta caracterizadas por abar-
car y desarrollarse en una serie de múltiples niveles mentales, tanto
conscientes como inconscientes; y que implican un ajuste continuo y
singular en función de los procesos psíquicos a los que dan origen, y de
los factores resistenciales que emergen conjuntamente con ellos. Entre
estas formas de comunicación, también puede incluirse lo que O’Hanlon
(1995) denominó «comunicación paralela». Esta particular forma de
comunicación era instrumentada por Erickson principalmente a través
de juegos de palabras, chistes, acertijos, relatos y metáforas.
Esta modalidad de comunicación indirecta, estratégicamente im-
plementada para eludir las interferencias resistenciales del paciente que
obstaculizan el cambio terapéutico, es llevada a cabo fundamentalmente
por medio del lenguaje y sus estructuras comunicacionales específicas
(aunque Erickson también utilizaba para ello, con frecuencia, el lenguaje
no verbal o analógico). Las mismas implican, principalmente, un inter-
juego de significados que modulan el campo semántico correspondiente
a la pauta sintomática y a sus objetos vinculados, posibilitando también
su dinamismo y transformación.

La «flexibilidad» como actitud terapéutica


y condición de observación
Para Milton Erickson, una de las condiciones para la obtención del
«cambio» terapéutico en el paciente consistía en lograr el desbloqueo
de sus percepciones rígidas y disfuncionales de la realidad; es decir,
brindarle la posibilidad de flexibilizar y reorganizar sus conductas
adaptativas al entorno circundante.

6
Milton Erickson es considerado el fundador de la hipnosis clínica moderna.

68
Capítulo 2

Para ello, al igual que para la instrumentación de los recursos


terapéuticos antes descritos, también consideraba necesario, de parte
del propio terapeuta, la exclusión de toda rigidez y estereotipia en sus
actitudes durante el trabajo clínico. Ello se debe a que la presencia de
las mismas se convierte en una interferencia y un obstáculo durante las
sesiones, por impedir una adecuada observación, acompasamiento y
ajuste comunicacional a los procesos mentales del paciente; dificultan-
do e impidiendo también la activación y el desarrollo de sus recursos
internos, los que le posibilitan, en última instancia, alcanzar el cambio
terapéutico buscado.
Surge así, en el contexto de la terapia ericksoniana y en relación
con la posición del terapeuta, el concepto de flexibilidad (O’Hanlon,
1995). Más allá de su alusión a la actitud terapéutica en sí, la flexibilidad
también hace referencia a la necesidad de «dejar de lado», contextual-
mente, todo marco teórico referencial que pueda dar origen —por sus
premisas epistemológicas implícitas— a una visión restringida, distor-
sionada y prejuiciosa de la situación clínica y de la realidad del paciente.
Desde una perspectiva constructivista, el conjunto de categorías que
forman parte de la estructura epistemológica de una teoría se convier-
te, irremediablemente, en una matriz de esquemas de observación que
determinan las distinciones por medio de las cuales se llevarán a cabo
las observaciones. Estas son condicionadas, de este modo, a reflejar
una imagen del objeto que necesariamente deberá ser congruente con el
marco teórico de referencia, ajustándola a un modelo (del objeto) que
es propio de dicha teoría; modelo que ya es preexistente a todo acto de
observación y que, en última instancia, lo determina.
Cuando esto sucede, se obtiene una dinámica observacional que
se vuelve circular y autorreferencial. La singularidad del objeto queda
enmascarada, así, por el conjunto de cualidades y características de
las formas preelaboradas que se proyectan sobre él; perdiéndose este
así, a veces irreversiblemente, en el eclipsamiento que se produce por
medio de las mismas. Esta situación resulta, desde un punto de vista
clínico, de una importancia crítica, ya que la misma condiciona la efi-
cacia y los resultados de las intervenciones y estrategias terapéuticas,
implementadas para la facilitación del cambio. Inversamente, desde
una posición de flexibilidad, las observaciones clínicas del terapeuta
tienen un menor grado de distorsión como consecuencia de su carga
teórica, permitiendo de esta manera un mejor ajuste y adecuación de
sus observaciones —y en consecuencia, de sus intervenciones— a la
realidad clínica del paciente.

69
Daniel Wilhelm

El lenguaje del paciente


En correspondencia y congruentemente con la necesidad de una «fle-
xibilidad» terapéutica, Erickson establece también, como una de las pautas
centrales presentes en su trabajo, la consideración, aceptación y utilización
del «lenguaje del paciente» para la obtención de los resultados clínicos
buscados. La importancia de este valioso recurso terapéutico se fundamenta
en varios principios que son necesarios mencionar. En primer lugar, la obser-
vación, identificación, decodificación y utilización del lenguaje del paciente
constituyen una de las bases principales para la construcción del «rapport»,
entendiéndose al mismo como el vínculo empático-comunicacional —entre
el paciente y el terapeuta— necesario para la constitución de un campo
interaccional clínico (al que podríamos definir como contexto terapéutico)
y una relación terapéutica de trabajo adecuada. El establecimiento de este
vínculo constituye, también, una condición necesaria para llevar a cabo
los procesos de resignificación y reencuadre de las experiencias y pautas
sintomáticas del paciente, favoreciendo la aceptación «no resistencial»
—por parte del paciente— de las propuestas terapéuticas a través de la
comunicación y la utilización estratégica del lenguaje.
En segundo lugar, la utilización del lenguaje del paciente pone de
manifiesto la importancia del lenguaje para la dinámica y el desarrollo
de la terapia en sí, introduciendo también, conjuntamente y en rela-
ción con él, la dimensión clínica del significado y la importancia de la
reelaboración de los niveles semánticos que se entrelazan con la expe-
riencia fenomenológica-vivencial, que dan forma a la realidad (mundo)
del paciente y cuyo grado de disfuncionalidad es determinante para la
constitución de la pauta sintomática y sus características inherentes
específicas. El lenguaje se manifiesta, así, en su real dimensión construc-
tivista: es decir, en su capacidad y función constructora de realidades.

La visión positiva de los procesos inconscientes


Tal vez uno de los aspectos más desconocidos y paradojales de la
clínica ericksoniana, en la actualidad, lo constituya el hecho de que
Milton Erickson era un conocedor de la teoría psicoanalítica de Sigmund
Freud, a la que había estudiado y llegado a conocer en profundidad
en sus trabajos conjuntos con el psiquiatra y psicoanalista Lawrence
Kubie. Kubie tenía un profundo interés por la hipnosis clínica y su apli-
cación —dentro de un marco de interpretación psicodinámico—, técnica
que Milton Erickson no solo dominaba y utilizaba con gran destreza

70
Capítulo 2

y habilidad, sino a la que él mismo había contribuido a desarrollar y


difundir. Corresponde también mencionar, en relación con ello, que
Milton Erickson fue el fundador, en el año 1957, de la American Society
of Clinical Hypnosis; habiendo sido además, durante un período de diez
años, el editor del American Journal of Clinical Hypnosis.
El psicoanálisis freudiano ha dejado, sin lugar a dudas, una impronta
significativa en la conceptualización y en el enfoque clínico de Milton
Erickson7. Como ejemplo de ello, puede mencionarse el reconocimiento
y la importancia que Erickson les otorga al inconsciente, a la resistencia y
a los efectos clínicos del significado y de la resignificación, que posibilitan
la redefinición o reencuadre de las situaciones problemáticas.
Sin embargo, como se verá a continuación, tales conceptos fueron
sometidos a drásticos cambios de interpretación y aplicación, cuando
fueron utilizados bajo el enfoque ericksoniano. En primer lugar, y más
allá de su participación en la constitución de la pauta sintomática del
paciente, el inconsciente tiene, para Erickson, un significado esencial-
mente positivo. Esto se debe, desde la perspectiva ericksoniana, al hecho
de que en el inconsciente se encuentran los procesos y recursos de los
que dispone el paciente para poder llevar a cabo el cambio terapéutico,
necesario para superar su situación conflictiva y sintomática. Así, en
relación a ello, Haley afirma que «en lugar de suponer que en el incons-
ciente hay algo hostil que debe ser traído a la superficie, supone que en
él hay fuerzas positivas que van a liberarse en beneficio del desarrollo
ulterior de la persona» (Haley, 1980, p. 25). De este modo, Erickson
también considera y redefine como positivas a las pautas conductuales
de las personas, con la intención de alentar y facilitar el cambio.
Por otro lado, y en relación con el inconsciente, otra de las diferen-
cias fundamentales que Erickson mantiene con respecto al psicoanálisis
es el hecho de no promover la concientización o búsqueda de insights,
referidos a la situación problemática del paciente. Por el contrario, en
este sentido y tal como lo formula Haley (1980), la «evitación de la
exploración de sí mismo» llega a convertirse, en el enfoque ericksoniano,
en una verdadera pauta de trabajo.
En cuanto a la resistencia del paciente, la originalidad e importan-
cia que el enfoque de la misma adquiere en la terapéutica ericksoniana
hacen necesario un análisis más detallado del tema. Lo mismo es válido,
también, para su particular uso de las técnicas y procesos de significación.
7
Aunque, tal como corresponde mencionarlo, algunas de estas conceptualizacio-
nes mismas fueron tomadas y/o construidas por el psicoanálisis a partir de los
fenómenos clínicos que fueron observados y descritos por la hipnosis clínica
tradicional, de la que el mismo Sigmund Freud era conocedor.

71
Daniel Wilhelm

Eludir la resistencia, facilitar el cambio


Desde la perspectiva clínica psicodinámica clásica, la resistencia
del paciente debe ser analizada y disuelta. Este paso se convierte, desde
esta concepción teórica, en una condición necesaria para revertir las
situaciones sintomáticas. El enfoque ericksoniano, en cambio, considera
el tratamiento de las resistencias desde una perspectiva completamente
diferente y original.
Así, con respecto a la resistencia, si bien Erickson reconoce en la
misma una fuerza natural que se opone al cambio terapéutico y que
interfiere en el tratamiento, a tal punto de poder llegar a interrumpirlo,
Erickson considera que la resistencia del paciente no es un obstáculo
al que haya que «disolver» o «analizar», sino que, por el contrario, se
trata de un elemento que se debe eludir o evitar; llegando, en algunos
casos, a la situación paradojal de «utilizarla», inclusive, como un recurso
clínico para facilitar y promover el cambio terapéutico. Erickson llegó a
desarrollar técnicas terapéuticas específicas basadas en este principio de
utilización, como ser el «aliento de la resistencia», el «ofrecimiento de
una alternativa peor», la «frustración de una respuesta para alentarla»
y el «aliento de una recaída», entre otras.
De esta manera, la consideración y el tratamiento de la resistencia
constituyen, en el trabajo terapéutico de Milton Erickson, un aspecto
clave y central. Al respecto, Haley llega a afirmar que Erickson «[...]
se ha centrado en el desarrollo de técnicas para persuadir a sujetos
resistentes de modo que alcancen sus objetivos» (Haley, 1980, p. 14).
Así, por ejemplo, gran parte de sus técnicas psicoterapéuticas fueron
desarrolladas teniendo en consideración este aspecto absolutamente
relevante para el desarrollo y los alcances de los resultados obtenidos en
la terapia. Para ello fueron utilizados, ante todo, métodos de abordaje
terapéutico indirecto, con la finalidad de no activar los procesos resis-
tenciales del paciente que naturalmente se oponen al cambio. De este
modo, por ejemplo, en el contexto del tratamiento hipnótico, Erickson
desarrolló e implementó diferentes métodos de sugestión indirecta, en
reemplazo de las directivas y sugestiones directas que se utilizaban en
la hipnosis clásica de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En
este sentido, y sobre la base del mismo principio, su principal metodo-
logía de abordaje terapéutico se basaba en la utilización de la comu-
nicación indirecta, en el uso de un lenguaje ambiguo, en la utilización
de anécdotas, cuentos, historias, narraciones, referencias indirectas y,
principalmente, de metáforas.

72
Capítulo 2

La utilización clínica de la resistencia


O’Hanlon hace referencia a que, siguiendo a Zeig, la «utilización»
—por parte del terapeuta— de los diferentes recursos disponibles du-
rante el proceso terapéutico constituye una metodología de trabajo en sí
misma. Con relación a ello, O’Hanlon sostiene que, desde la perspectiva
de Zeig, «cualquier conducta, incluso la resistencia, y cualquier aspec-
to del contexto, pueden ser aceptados y utilizados terapéuticamente»
(O’Hanlon, 1995, p. 163). En este mismo sentido, también se incluyen,
por ejemplo, el lenguaje del paciente, sus intereses y motivaciones, sus
creencias y marcos referenciales, los distintos aspectos de su conducta,
el síntoma o los síntomas, y, tal como se dijo, la resistencia en sus dife-
rentes aspectos y manifestaciones.
En función de lo antedicho, en la hipnosis y en la terapia estratégica
ericksoniana se puede hablar de una «aceptación» de la resistencia del
paciente (Haley, 1980). Este original hecho implica, para el desarrollo
y los resultados de la terapia, una importancia fundamental. Como
ejemplos de esta aceptación y trabajo con la resistencia, se pue-
den mencionar algunas de las técnicas terapéuticas ericksonianas
descritas por Haley, en las que la consideración y utilización de la
resistencia ocupan un lugar determinante para la estructuración ló-
gica de los fundamentos estratégicos-terapéuticos, propios de cada
técnica. Así, por ejemplo, en el «aliento de la resistencia», cuando
se acepta la resistencia del paciente y se la alienta, según sostiene
Haley, «el sujeto queda atrapado en una situación donde su intento
de resistir es definido como una conducta cooperativa. Una vez que
está cooperando, se lo puede desviar hacia una nueva conducta»
(Haley, 1980, p. 15). Esta nueva conducta estará vinculada, en la
mayoría de los casos, con los objetivos y las soluciones inherentes
al proceso terapéutico.
En el caso del «ofrecimiento de una alternativa peor», el recurso
estratégico consiste, básicamente, en evitar una actitud resistencial del
paciente para realizar una determinada acción (terapéuticamente re-
levante), ofreciéndole, simultáneamente, la posibilidad de realizar una
«alternativa peor». De esta forma, ante la opción de las dos «alterna-
tivas» posibles (que se vuelven reales en el contexto terapéutico, pero
que son, en última instancia, ilusorias), la persona tenderá a «elegir
espontáneamente» (es decir, con un mínimo grado de resistencia) la
mejor opción —desde su propia perspectiva— ofrecida, siendo esta de
suma importancia para los fines terapéuticos propuestos. Esta estra-
tegia de trabajo contribuye a resolver un típico problema común a la

73
Daniel Wilhelm

terapia y a la hipnosis, que consiste en «[...] lograr que el paciente o el


sujeto sigan directivas y, asimismo, alcancen autonomía para tomar sus
propias decisiones y establecer sus propios caminos» (Haley, 1980, p.
16). Como ejemplo típico de este recurso, Haley menciona una «opción
de alternativas» que Erickson utilizaba frecuentemente para inducir el
trance hipnótico en pacientes resistentes al mismo. La misma consistía
en la formulación de la siguiente pregunta: «¿Prefiere entrar en trance
ahora o más tarde?». De esta manera, se hace posible evitar la situa-
ción problemática en torno a si el sujeto desea o no entrar en trance,
ofreciéndole, al mismo tiempo, una posible salida (menos conflictiva,
desde un punto de vista resistencial) a dicha situación. Ante las dos
opciones, y a partir de su resistencia a «entrar en trance», el paciente
tenderá a «elegir» la segunda opción, es decir, «entrar en trance más
tarde»; la que, para los fines terapéuticos, sigue siendo tan válida como
la primera opción.
También existen formas resistenciales en las que el paciente se
muestra excesivamente cooperativo, siguiendo meticulosamente todas
las prescripciones y directivas terapéuticas, incluso anticipándose a
ellas; de modo que, según Haley, no queda del todo claro quién tiene el
«control» de lo que sucede durante el proceso terapéutico. A su vez, este
tipo de pacientes manifestarán una mejoría del cuadro sintomático con
excesiva rapidez. El componente resistencial de dicha conducta puede
traducirse en una pronta culminación del tratamiento, en función de los
cambios alcanzados. Dado que una mejoría clínica alcanzada por este
camino rara vez pueda sostenerse en el tiempo, teniendo como desenlace
probable una recaída, Erickson, de modo estratégico y anticipatorio,
recurría a lo que Haley denominó como «aliento de una recaída». En
función de este recurso terapéutico, Erickson prescribía una recaída a
este tipo de pacientes.
El resultado principal de dicha prescripción puede reducirse, básica-
mente, a dos posibilidades, ambas positivas desde el punto de vista del
proceso terapéutico: a) en primer lugar, si las condiciones del cambio
terapéutico alcanzado no son estables y perdurables, la anticipación de
una recaída por medio de la prescripción asegura que la misma tenga
lugar mientras el paciente aún se encuentra en el proceso terapéutico, de
modo que se asegura la continuidad del trabajo clínico hasta alcanzar
una mejoría definitiva; y b) si la mejoría alcanzada prematuramente
se debe a la resistencia del paciente, con el consiguiente riesgo de una
recaída posterior, la prescripción de la misma por parte del terapeuta
evitará, justamente, y sobre la base de la resistencia del paciente de
aceptar las directivas (en este caso, la de una recaída), la recaída misma.

74
Capítulo 2

Así, según Haley, «la única manera en que el paciente puede resistir es
no tener una recaída y seguir mejorando» (1980, p. 22).
Otro ejemplo de la utilización de la resistencia del paciente para
promover un cambio terapéutico, lo constituye la técnica de la «frus-
tración de una respuesta para alentarla». A través de este recurso
clínico, es posible lograr que pacientes que solo ofrecen una respuesta
parcial a las propuestas terapéuticas, logren alcanzar una respuesta
total o completa (en relación con el cambio propuesto) a través de
una inhibición sucesiva y deliberada, por parte del terapeuta, de las
respuestas parciales ofrecidas por el paciente. El modo de llevar ade-
lante este recurso, por parte del terapeuta, consiste en «[...] indicar al
sujeto una cierta manera de comportarse, y cuando el sujeto comien-
ce a cumplir con la indicación, cortará la respuesta y pasará a otra
área» (Haley, 1980, p. 22). En función de ello, la actitud resistencial
del paciente tenderá ahora a confrontar los intentos de inhibición y
frustración llevados a cabo por el terapeuta, respondiendo de una
manera más firme e intensa (en relación con el cambio propuesto) a
las futuras directivas; y manifestándose ahora, la resistencia, como
una resistencia a los intentos de inhibición de sus respuestas. Como
resultado, y sobre la base del desarrollo de una modalidad de respuesta
más firme —sustentada por la resistencia—, el cambio terapéutico
resultará facilitado.

La metáfora como recurso estratégico


integrativo de la comunicación, el lenguaje,
el significado y la evitación de la resistencia
Otra de las características distintivas del enfoque terapéutico estra-
tégico ericksoniano, lo constituye la utilización de metáforas y analogías
para promover y facilitar el cambio terapéutico. Como recurso comu-
nicacional lingüístico-narrativo, el empleo de metáforas se encuadra
dentro de las formas de abordaje clínico indirecto y cumple, entre otras
funciones (como la de posibilitar un cambio de significado), también la
tarea de eludir la resistencia del paciente. Así, «[...] el enfoque analógico
o metafórico resulta particularmente eficaz con sujetos resistentes [...]»
(Haley, 1980, p. 17). Con relación a ello, también O’Hanlon observa
que «a menudo Erickson se comunicaba por medio de metáforas. Ha-
blaba sobre un tema para referirse a otro. Prefería un enfoque indirecto,
metafórico, que permitía que las personas dieran forma a sus propios
significados [...].» (O’Hanlon, 1995, p. 79).

75
Daniel Wilhelm

La metáfora, en tanto recurso terapéutico, puede ser utilizada


en forma de enunciados comparativos simples (por ejemplo: «esta
situación me recuerda a… [nueva referencia semántica de valor tera-
péutico]»), o a través de complejas estructuras narrativas (cuentos,
anécdotas, historias, etc.); produciéndose, en todos los casos, un
cambio en el significado (modificación del campo semántico) de la
situación «problema» que se busca modificar y resolver. De un modo
general, se puede decir que «siempre que una cosa es asemejada a
otra, o cuando se habla de ella como si fuera otra, hay involucrada
una metáfora» (O’Hanlon, 1995, p. 81).
Para que esta instrumentación resulte eficaz desde un punto de vista
clínico, se hace necesario, sin embargo, que la construcción metafórica
utilizada se encuentre relacionada con la problemática específica del
paciente. En este sentido, y dado que se busca evitar la interferencia
resultante de la resistencia, Haley aclara, con respecto a la metodología
utilizada por Erickson, que «sus directivas a los pacientes no suelen ser
simples y directas, sino que incluyen una variedad de analogías aplicables
al problema de cada uno» (Haley, 1980, p. 18).
En la sistematización del trabajo ericksoniano llevada a cabo
por Jay Haley, la utilización de metáforas como recurso terapéutico
ocupa un importante lugar. Haley había observado esta utilización
recurrente, llegando a formular así, que la «determinación de un
cambio mediante comunicaciones metafóricas» (Haley, 1980, p.
17) podía ser considerada una verdadera técnica formal de traba-
jo. La instrumentación de la metáfora como recurso terapéutico
representa uno de los ejemplos más elaborados de la utilización
clínica del lenguaje en la terapia ericksoniana. En la lógica de esta
instrumentación, se parte de la idea central de que cuando un sujeto
desarrolla resistencias en relación con las sugerencias terapéuticas,
existe la posibilidad de establecer una comunicación con él a través
de analogías o metáforas. Según Haley, el mecanismo a través del
cual esto sucede se fundamenta en el siguiente proceso: «Si el sujeto
se resiste a A, el hipnólogo puede hablar de B; y si A y B son rela-
cionados en forma metafórica, el sujeto hará “espontáneamente”
la conexión y responderá de la manera adecuada» (Haley, 1980,
p. 17). Dicho proceso puede ser representado a través del siguiente
esquema de la figura 1:

76
Capítulo 2

Figura 1.
Evitación de la resistencia a través del uso clínico de la metáfora.

También, es importante destacar que Erickson se diferenciaba de


otros terapeutas porque no «interpretaba» a sus pacientes el significado de
sus metáforas. Concretamente, y en este sentido, Erickson «no traduce la
comunicación «inconciente» a términos concientes» (Haley, 1980, p. 19).

Significación, resignificación y metasignificación:


más allá del reencuadre
Según O’Hanlon (1995), desde la perspectiva epistemológica de la
psicoterapia estratégica de Milton Erickson, se denomina reencuadre
a la técnica terapéutica a través de la cual se lleva a cabo la asocia-
ción de un nuevo significado a los hechos que anteriormente tenían
atribuidos otros significados. Se produce, de esta manera, un cambio
de significado de dichos hechos. En el mismo sentido —y citando a
Paul Watzlawick, John Weakland y Richard Fisch (1974)—, Sidney
Rosen (1989) sostiene que reencuadrar implica realizar un cambio en el
punto de vista conceptual y/o emocional a partir del cual una situación
específica es vivenciada, de manera tal que el significado de la misma
se ve modificado.
Por otro lado, con el fin de dar una mayor especificidad a su de-
finición sobre el reencuadre, O’Hanlon también traza una distinción
entre «reencuadre» y «desencuadre», formulando que «[...] el dominio
de las intervenciones en el encuadre se amplía para incluir tanto el
reencuadre (que le proporciona un marco o significado alternativo a
una situación) como el desencuadre (que anula o arroja dudas sobre
los marcos o significados corrientes)» (O’Hanlon, 1995, p. 105). Se

77
Daniel Wilhelm

obtienen entonces así, con relación a la modificación del significado de


un encuadre, dos posibilidades:

a) Reencuadre: atribución de un significado alternativo a una


situación.
b) Desencuadre: anulación o puesta en duda de los significados
corrientes.

En vinculación a ello, también O’Hanlon traza una distinción entre


«hechos» y «significados», formulando que los hechos «[...] son sólo
observaciones y descripciones de base sensorial [...]», mientras que los
significados «[...] son interpretaciones, conclusiones y atribuciones deri-
vadas de los hechos de que se trata o relacionadas con ellos» (O’Hanlon,
1995, p. 106). De esta forma, postula que las personas crean encuadres
o significados agregados a partir de los hechos de la experiencia, utili-
zando para ello alguno de los siguientes mecanismos: a) atribuciones
(consisten en la asignación de cualidades, características o relaciones a
los datos de la experiencia); b) clasificación y agrupamiento (basada en la
categorización, reunión y diferenciación de los datos); c) evaluaciones (por
medio de la atribución de un valor o la formulación de un juicio acerca
de algo o alguien); d) conclusiones (se obtiene una conclusión acerca de la
implicación o el significado de una determinada experiencia), y e) metáfora
(que puede estar basada en imágenes o frases, permitiendo una descripción
o comunicación «no literal» de la experiencia).
Llevando a cabo ahora una contextualización estrictamente clíni-
ca del recurso terapéutico del reencuadre y el desencuadre, O’Hanlon
formula que «si el terapeuta cuestiona (directa o indirectamente) los
significados que los pacientes asocian con las situaciones, pero no pro-
porciona un nuevo encuadre, se trata de un desencuadre» (O’Hanlon,
1995, p. 108). Es decir, en este caso, sostiene que se deja a los pacientes
crear o descubrir significados alternativos, o se les permite la aceptación
de la situación sin la asociación de ningún significado en particular. Por
otro lado, «si el terapeuta le proporciona a la situación un encuadre o
significado nuevo o alternativo (también en este caso directa o indirecta-
mente), hay un reencuadre» (O’Hanlon, 1995, p. 109). Así, a través de la
modificación de los significados que los pacientes atribuyen y comunican
conjuntamente con los hechos de su situación problemática, el terapeuta
puede llevar a cabo la construcción de un nuevo encuadre que facilite
el proceso terapéutico y las intervenciones; o bien, tal como lo plantea
O’Hanlon, puede «[...] abolir el encuadre “problema”, de modo que ya
no haya ningún problema por resolver» (O’Hanlon, 1995, p. 109).

78
Capítulo 2

Significado y metasignificación complementaria


Se puede postular aquí, sin embargo, que existe una tercera posibilidad
de significación terapéutica, alternativa a los recursos clínicos del reencuadre
y del desencuadre, al menos, en la manera en la que los formula y describe
O’Hanlon (quien sostiene que las «intervenciones en el encuadre» se
basan en el reencuadre y desencuadre). Dicha opción consiste en lo
que puede denominarse metasignificación complementaria, y la misma
surge de una observación y un análisis más detallado y profundo de los
mecanismos del reencuadre y desencuadre.
Esta modalidad de intervención resulta particularmente útil en
aquellos casos en los que el paciente se encuentra fuertemente ligado
—e incluso identificado, en tanto estructuración de su yo— a un sistema
rígido de valores, ideas o creencias, las que se encuentran directamente
relacionadas, a su vez, con la condición sintomática.
Si se parte de la distinción entre hechos y significados establecida por
O’Hanlon, entonces también, de un modo general, se puede definir a toda
situación sintomática y disfuncional (es decir, la situación «problema»,
que incluye todos los aspectos contextuales que puedan ser referidos al
síntoma) como constituida por una experiencia y un significado (atribui-
do a dicha experiencia); de modo que, en forma esquemática se puede
formular que:
[situación «problema» = experiencia + significado].
Si se lleva a cabo un análisis de los procesos por los cuales una
determinada situación «problema» puede ser objeto de una modulación
semántica (clínicamente funcional), pueden describirse, en principio,
dos situaciones básicas: a) que la situación problemática no haya
recibido aún, de parte del paciente, ninguna atribución de significado
(por ejemplo, en algunas situaciones traumáticas). En este caso, una
adecuada significación terapéutica puede contribuir a la resolución del
problema; y b) que la situación problemática tenga atribuido, por parte
del paciente, un significado disfuncional, constituyendo así dicho signi-
ficado parte del problema, o en un caso extremo, el problema mismo.
Aquí, la utilización del reencuadre o del desencuadre puede contribuir
a sustituir (reencuadre) o anular/cuestionar (desencuadre) el significado
disfuncional original de la situación sintomática, pudiendo hablarse
entonces —en líneas generales— de una resignificación.
En los dos casos mencionados en (b), el significado modificado (por
ejemplo, por medio de un cuestionamiento del mismo por el terapeuta)
o el nuevo significado alternativo otorgado, debe ser «aceptado» por el
paciente (incluso, en la posible anulación del significado), para evitar, con

79
Daniel Wilhelm

relación al mismo, posibles manifestaciones resistenciales que pudieran


interferir en el proceso terapéutico.
Sin embargo, tal como se dijo, existe aún una tercera posibilidad a tra-
vés de la cual el paciente puede: c) conservar su significado original (desde un
punto de vista cognitivo formal), pero el mismo puede además ser modulado
en su amplitud y alcance a través de la introducción (como recurso clínico)
de un segundo significado, el que no recae ya sobre la situación o experiencia
(significada disfuncionalmente por parte del paciente), sino que toma como
referencia al significado primario original mismo, disfuncional, provisto
por el sujeto. En este caso, puede hablarse de una metasignificación, pues
se trata de la atribución de un significado a otro significado. La ventaja de
este recurso, de relativa complejidad metodológica e instrumental, es que
el paciente no debe «renunciar» a su significado original (evitándose así su
resistencia a hacerlo), ya que lo conserva; pero incorpora ahora un segundo
significado (metasignificado) complementario, semánticamente congruente
con el primero, pero que modifica el campo semántico situacional total,
dando lugar a la posibilidad de nuevas respuestas y recursos «funcionales»
de parte del paciente. De este modo, el metasignificado complementario
no «niega» al significado primario (ya que no es «alternativo», como en
el reencuadre; ni lo «cuestiona» o «anula», como en el desencuadre), sino
que lo amplía; introduciendo así, por medio del mismo, un nuevo nivel
—o metanivel— de «funcionalidad».
Como ejemplo de este recurso semántico de metasignificación
complementaria, puede hacerse referencia a un caso clínico de Milton
Erickson, citado por Haley, pero que Haley (1980) categoriza, de un
modo más amplio y general, como perteneciente a la técnica de la «deter-
minación de un cambio mediante comunicaciones metafóricas». Dicha
categorización de Haley, no obstante, es congruente con el mecanismo
de la metasignificación complementaria mencionado (aunque menos
específica, en su descripción), ya que debe tenerse en cuenta también
—y tal como se ha mencionado antes— que según O’Hanlon, el uso
de las metáforas (basadas en imágenes o frases) se encuentra entre los
recursos que posibilitan la creación de nuevos encuadres semánticos.
En el caso de referencia del paciente de Erickson:

Cuando trabajaba en el Worcester State Hospital, por


ejemplo, había un paciente joven que decía ser Jesús. Se pa-
seaba como si fuera el Mesías, iba envuelto en una sábana y
trataba de imponer el cristianismo. Erickson se le acercó en
los jardines del hospital y le dijo: «Tengo entendido que sabe
usted de carpintería». El paciente no pudo contestar sino

80
Capítulo 2

afirmativamente. Erickson lo incluyó en un proyecto especial


para la construcción de una estantería y así lo derivó hacia
un trabajo productivo (Haley, 1980, p. 18).

Este paciente tenía un diagnóstico de esquizofrenia, y «ser Jesús» e


«imponer el cristianismo» formaban parte del significado primario (inhe-
rente al cuadro delirante) de su situación clínica, «problemática». Desde un
punto de vista clínico, y más aun considerando la perspectiva psiquiátrica
propia de la época, dichos significados y su conducta derivada eran descritos
como altamente «disfuncionales», principalmente porque comprometían
la lógica clínica-terapéutica de dicha institución hospitalaria.
A través de la introducción de un metasignificado complementario
(que es un significado de segundo orden), como es el caso del enuncia-
do «sabe usted de carpintería», Erickson logra modificar el grado de
disfuncionalidad del primer significado, sin sustituirlo ni cuestionarlo,
obteniendo de esa manera, además (y debido a ello), la «colaboración»
voluntaria (respuesta funcional) del paciente en las actividades pro-
ductivas que contribuyen a su propia recuperación, sin la interferencia
de sus posibles respuestas resistenciales. La implicancia «lógica» de la
instrumentación de dicho metasignificado (que evita la resistencia del
paciente) se basa en que, en la historia bíblica, Jesús es hijo de José, el
«carpintero». Por lo tanto, dicho metasignificado es «complementario»
del primero. Los diferentes tipos de significación terapéutica mencio-
nados se pueden esquematizar de la siguiente manera (ver figura 2):
Figura 2.
Formas de significación de la situación «problema».

81
Daniel Wilhelm

Por otro lado, la estructuración lingüística básica de estos tipos de


significación responde a las siguientes formas enunciativas elementales,
asociados al contexto lógico específico de cada situación-problema: a)
«esto significa que…» (atribuye un significado inexistente con ante-
rioridad); b-1) «esto ahora significa que…» (reemplaza o modifica un
significado existente con anterioridad); b-2) «esto ahora ya no significa
que…» (anula o cuestiona un significado existente con anterioridad),
y c) «esto (ahora) entonces también significa que…» (añade un signi-
ficado complementario al existente con anterioridad, conservándolo y
posibilitando una mayor flexibilidad en la configuración semántica de
la situación).
De esta forma, y a modo se síntesis, a través de la implementación
del recurso terapéutico de la metasignificación complementaria es posi-
ble obtener, en principio, dos importantes ventajas durante la resolución
de una situación-problema:
a) Se disminuye o evita la activación de la resistencia, por no tener
que «renunciar» el paciente a su «interpretación» natural (significado)
de los hechos. Esto resulta particularmente importante cuando dicha
significación o interpretación se encuentra fuertemente enraizada en el
sistema representacional y/o axiológico-referencial del sujeto; y b) se mi-
nimiza el riesgo del surgimiento de un nuevo conflicto, resultante de una
posible incongruencia y/o incompatibilidad entre el nuevo significado
(principalmente cuando este es provisto por el terapeuta) y otras áreas
cognitivas y/o afectivas —incluso sociales y de relación— del paciente
(por ejemplo, en su sistema de valores, creencias, identificaciones, roles,
pertenencias grupales, etc.).
En este sentido, y de ahí también su importancia, el significado com-
plementario se ajusta más fácilmente a la condición de compatibilidad
ecológica, que toda construcción de soluciones terapéuticas debe tener.

Referencias
Cade, B. y O’Hanlon, W.H. (1995). Guía breve de terapia breve. Barcelona:
Paidós.
Erickson, M. y Rossi, E. (1992). El hombre de febrero: apertura hacia
la conciencia de sí y la identidad en hipnoterapia. Buenos Aires:
Amorrortu.
Haley, J. (1980). Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de
Milton H. Erickson. Buenos Aires: Amorrortu.
Haley, J. y Richeport-Haley, M. (2006). El arte de la terapia estratégica.
Barcelona: Paidós.

82
Capítulo 2

O’Hanlon, W.H. (1995). Raíces profundas. Principios básicos de la terapia


y de la hipnosis de Milton Erickson. Barcelona: Paidós.
Procter, H.G. (comp.) (2001). Escritos esenciales de Milton H. Erickson, v
vols. I y II. Barcelona: Paidós.
Rosen, S. (1989). Mi voz irá contigo. Los cuentos didácticos de Milton H.
Erickson. Buenos Aires: Paidós.
Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R. (1974). Change. Principles of
Problem Formation and Problem Resolution. New York: Norton.
Zeig, J. y Gilligan, S. (1994). Terapia breve: mitos, métodos y metáforas.
Buenos Aires: Amorrortu.
Zeig, J. (1998). Un seminario didáctico con Milton H. Erickson. Buenos
Aires: Amorrortu.

83
Capítulo 3
Cómo elaborar reencuadres
y tareas en terapia breve

Ruperto Charles

Pensamiento y lenguaje
El lenguaje es la manifestación más preponderante en el desa-
rrollo del pensamiento abstracto de la raza humana. Las diferencias
lingüísticas manifiestan la diversidad en la visión del mundo, con los
corolarios consecuentes en la pragmática de la convivencia humana,
pero al mismo tiempo esas diferencias cosmogónicas se manifiestan en
las palabras, estructuras fonéticas, sintácticas, semánticas y contextuales
en cada cultura y subcultura.
La palabra, como lo proponen los lingüistas, se refiere a lo que
existe fuera de la mente humana y a la vez a lo que está dentro de ella,
como imagen inmanente e intangible de ella. En este interjuego entre
lo que cada individuo construye como su realidad única y lo que la
colectividad crea, llega a construirse otra realidad a la que Von Föerster
llamara de segundo orden.
Para una aproximación filosófica realista-objetivista del pensa-
miento y del lenguaje, las palabras se refieren a objetos internalizados y
apelan a una verdad objetiva. Por otro lado, una explicación relativista-
subjetiva resalta el concepto de que cada cabeza es un mundo y, por lo
tanto, hay tantas realidades como cerebros que las perciben.
Desde una perspectiva constructivista y construccionista, podemos
definir a la psicoterapia como una microcultura que cocrea significados.
Por lo tanto, la diferencia entre los enfoques terapéuticos, fundamen-
talmente reside en el énfasis que hacen en cuanto contenido, forma y
contexto del lenguaje: de qué se habla, con quién se habla y cómo se
habla.

85
Ruperto Charles

Lo que los terapeutas descubrimos y los descubrimientos que ge-


neramos en los clientes dependen de qué preguntemos y observemos,
y ambas cosas dependen a su vez de lo que creemos que es relevante
«distinguir» entre los matorrales: podemos buscar lo positivo y alenta-
dor, los recursos y potencialidades de los clientes, o podemos centrarnos
en lo patológico y traumático. Podemos conversar con los clientes para
resaltar sus problemas, sus déficits y traumas, o para hacer brillar sus
experiencias exitosas, sus valores positivos. Podemos etiquetarlos de
incambiables, o sembrar en cada pregunta y comentario que realizamos
la idea de que pueden mejorar su forma de vida utilizando sus expe-
riencias exitosas, sus metas y valores.
El cambio terapéutico se realiza al generar nuevos significados que
cambien las interacciones, o generar nuevas interacciones que lleven a un
cambio de significado. Pero desde una visión constructivo-construccio-
nista, este cambio en los significados es la labor esencial del terapeuta.
En la literatura especializada se utilizan diversas palabras para
referirse, de una forma u otra, a este proceso. Vocablos como: reen-
cuadre, reconstrucción cognitiva, resignificación, reetiquetación, cam-
bio de enfoque, modificación de pensamientos, desconstrucción del
marco, rehistoriación, reautoría de la narrativa, y muchos más; todos
ellas describen lo que ordinariamente sucede en una terapia efectiva:
transformar el significado que las personas asignan a sus interacciones.
«El trabajo más caro (valioso) por el que el terapeuta cobra, es
por generar en los clientes un significado nuevo a sus vivencias, de tal
forma que cambien por consecuencia sus procesos afectivos bioquími-
cos, que a su vez mueven a interacciones diferentes, disminuyendo los
intentos inefectivos previos, e incrementando los patrones saludables
de excepción a los problemas» (Charles, 2008, p. 32).
El foco al que apuntan las intervenciones de la terapia breve sis-
témica consiste en disminuir los intentos inefectivos de solución, así
como en incrementar los patrones de interacción saludable. Este macro
objetivo terapéutico se realiza a través de dos acciones fundamentales:
los comentarios reencuadrantes y las tareas, es decir, aquellas que están
dirigidas a cambiar el significado, la percepción o la forma de ver las
interacciones, y aquellas destinadas a modificar la interacción misma,
la conducta externa perceptible. Si tomamos en cuenta que el terapeuta
se dirige tanto al mundo cognitivo como al afectivo y conductual, será
objeto de sus intervenciones el modificar aquellas perspectivas o for-
mas de pensar inadecuados que habían llevado a las personas a sentir
y actuar en una forma problemática.

86
Capítulo 3

En el proceso de la terapia sistémica enfocada en soluciones, no


hay tal división entre la fase de diagnóstico y la fase de intervención.
Estos cambios en los significados se realizan desde muy temprano en
la terapia, dado que cada pregunta que el terapeuta hace, en forma
indirecta va llevando a los pacientes a tener otra perspectiva de su rea-
lidad. El hecho mismo de que se hagan preguntas descriptivas acerca de la
circularidad de las interacciones, por sí solas son autodescubridoras de las
vivencias de los pacientes y el puro hecho de que él participe al describir
tanto los patrones problemáticos como los patrones saludables, incrementa
su grado de comprensión, y esto por sí solo es terapéutico.
Durante la sesión, manteniendo una actitud neutral y empática,
realizamos intervenciones menores parafraseando aquellas ideas que
den autoconciencia a los clientes acerca de la inutilidad de los intentos
realizados y de la riqueza aportada por las excepciones al problema.
Pero tan pronto tengamos ideas que les puedan preparar el cambio
en sus perspectivas y luego en sus interacciones, habremos de realizar
pequeñas «interrupciones corteses», como proponen De Jong y Berg
(2003), a través de preguntas reflexivas y comentarios breves de mini
reencuadres, que nos llevan a realizar el gran final con las tres acciones
claves esenciales al modelo: los elogios, los encuadres y las tareas.

Reencuadres
El reencuadre como técnica terapéutica consiste en elaborar pre-
guntas o comentarios que llevan al paciente a cambiar el significado, la
visión, la perspectiva o la connotación que tenía acerca de sus vivencias.
El Dr. Paul Watzlawick (1983) llamó a esta acción terapéutica «el de-
licado arte de reestructurar» y describió su esencia en reorganizar de
forma nueva los mismos hechos, las mismas vivencias que los pacientes
nos presentan, reacomodándolos en un grupo lógico diferente para
que adquieran un mejor sentido que ya no provoque sentimientos ni
interacciones negativas.
Debido a que también la terapia familiar estructural usa una técnica
de reestructuración, que se refiere a un reacomodo de los subsistemas
dentro de la familia, para evitar confusiones con esta también interesante
y útil estrategia terapéutica, aquí utilizamos mejor la palabra «reencua-
dre cognitivo» o «resignificación» para referirnos a la transformación
interna en la mente de los pacientes, más que en la estructura «externa»
del sistema familiar.

87
Ruperto Charles

Es una intervención basada en la teoría constructivista del cono-


cimiento humano, dando por hecho que hay muchas formas válidas
igualmente útiles de describir una situación y que, por lo tanto, como
diría Campoamor, «nada es verdad, nada es mentira, todo es del color
del cristal con que se mira».
Esta intervención cognitiva, para poder ofrecer un cambio de sig-
nificados debe estar basada en las experiencias objetivas de los clientes;
sin esto, sería una sugerencia alucinatoria, irrealista, inútil para los clien-
tes. Por lo tanto, la característica fundamental de un reencuadre útil y
efectivo es que ofrezca nuevas ideas que realmente sean suficientemente
diferentes para apoyar nuevas conductas y emociones, pero que a la
vez no sean tan radicales ni tan extrañas para el cliente que aplasten,
contradigan o desestabilicen en extremo su estructura previa ideológica,
lo cual podría provocar resistencia o incluso deserción de la terapia.
Por esta misma razón, los reencuadres útiles a cada persona, pareja
o familia, serán aquellos diseñados exclusivamente para ellos y sobre
la base de la información realista obtenida durante la sesión. Por eso,
el mejor momento para ofrecer un reencuadre ordinariamente es al
final de la sesión, cuando dicha información está fresca en la mente de
los clientes.

Pasos para diseñar reencuadres


1) Identificar al autor intelectual que provoca las emociones y
comportamientos de cada integrante del sistema de interacciones. Esta
tarea se realiza cuando preguntamos en el ciclo sintomático específi-
camente por lo que el paciente imagina, piensa o recuerda justo antes
de que emita la conducta problema. Para esta acción es sumamente
importante que el terapeuta, mientras escucha, tome nota de esas ideas
clave, sin enjuiciar y sin hacer expresiones de desaprobación, por muy
extrañas que parezcan esas ideas expuestas.
2) Corroborar con el cliente que hemos entendido sus puntos de
vista. Esta acción consiste en usar frases como: «Si entiendo bien, enton-
ces cuando usted siente mucho coraje y le pega a su esposa, es porque
usted en ese momento piensa que ella le está faltando al respeto, que está
desafiando su autoridad y se burla de usted; ¿lo he entendido bien?».
3) Organizar, demostrar y proponer la información. El terapeuta
mientras escucha a los pacientes o en el momento de la pausa para
diseñar estos comentarios, habrá de tener claras las ideas, la lista de
ideas o la idea central que quiere reencuadrar al final de la sesión. Por

88
Capítulo 3

ejemplo, si el paciente ha dicho, y el terapeuta lo ha corroborado, que se


siente humillado y como un niño regañado cuando la esposa lo corrige
al llegar tarde, cualquier idea será buena, siempre y cuando no remar-
que o insista en lo mismo que ya ha pensado el cliente. Quizá sería útil
proponer en su lugar, si hay hechos que lo prueben, que su esposa lo
ama, espera lo mejor de él y disfruta su compañía.

Ideas base para la elaboración de reencuadres


En esta parte quisiera presentar algunas ideas posibles con las cuales
pudiéramos inspirarnos para pensar diferente a lo que el paciente ya
había hecho. Un terapeuta debe trabajar con su ingenio, sentido común
y sensibilidad de su hemisferio cerebral derecho, pero además, usando
su hemisferio izquierdo, aprovechar las ideas sistémicas que dan la
lectura de los maestros que nos precedieron; propongo a continuación
algunas de ellas.
Durante la escucha vamos sondeando si algunas de las siguientes
serán útiles a los clientes.

a) Lealtad

Uno de los miembros de la pareja o la familia, o todos ellos, está


actuando y viviendo su vida (por ejemplo, bebiendo, divorciándose,
siendo muy macho, peleando por sus derechos, condescendiendo, sacri-
ficándose, sacando el orgullo) para ser leales, fieles o congruentes con
enseñanzas, modelos, valores, o creencias de personas significativas en
la vida del cliente, pero que conviene actualizar, reentender, cuestionar
o adaptar.
Ideas relacionadas con el concepto de la lealtad son, por ejemplo, el
continuar..., correspondiendo al amor de..., el ejemplo de..., en el lugar
que ocupaste siempre..., una tradición familiar de..., siguiendo su aliado
incondicional para..., mostrando gratitud por..., etc.

b) Fase de la vida

Cuando algo ya pasó en la vida de la persona, en la familia o aún


continúa, pero es preciso un cambio, con mucha frecuencia conviene
reencuadrar como adecuados o esperables cierto tipo de interacciones,
creencias o sentimientos. Al hacerlo podemos generar una idea de

89
Ruperto Charles

movimiento, avance y actualización en vez de culpabilizar a la persona


por haber actuado como lo hizo.
El cuerpo de la descripción deberá contener suficientes elementos de
realidad de primer orden para hacerla creíble; de no ser así, el paciente
lo vivencia simplemente como un sarcasmo humillante.
Pongamos algunos ejemplos: «esa actitud de haber confiado tanto
en tu esposo fue buena porque se dio en esa fase donde el producto
natural del amor es la confianza ciega y la condescendencia generosas,
absoluta; con todo, parece que ya es tiempo de pasar a una etapa en
la que, sin perder el amor, ahora le des la oportunidad a tu esposo de
ganarse esa confianza y de jugar un rol más activo y generoso en la
relación», «tomando en cuenta que fuiste huérfano a muy temprana
edad, resulta razonable que por un tiempo te hayas hecho duro de ca-
rácter, autosuficiente y en cierta forma desconfiado, porque no había
mucha gente en quien recargarte, pero ahora que cuentas con tu esposa
y tus hijos puedes aprender a dejarte querer y abrirte a sus atenciones».

c) Decisión existencial

Recordando que los seres humanos siempre somos lo más co-


herentes posible y que siempre estamos en el mejor mundo posible,
podemos tomar muy en serio la idea propuesta por diversos autores
de que las personas vamos tomando, a lo largo de nuestra vida, una
serie de decisiones existenciales, siendo un proceso que realizamos en
forma intuitiva de acuerdo con la información que disponemos y a las
comprensiones y vivencias en momentos clave de nuestra vida.
Así, por ejemplo, podemos tener frente a nosotros a una mujer que
en algún momento de su vida decidió no permitir que nadie la engañara
ni se burlara de ella porque fue testigo del sufrimiento que eso acarreó
a su madre por los maltratos de su padrastro; o podemos interpretar
que un esposo no pueda decidir por el divorcio, a pesar de haber com-
probado lo adecuado de tal decisión, porque cuando fue niño se dijo a
sí mismo «cuando yo sea grande nunca voy a divorciarme, es terrible
lo que los niños, hijos de padres divorciados como yo, sufrimos; lo que
menos quiero es provocar ese sufrimiento a mis propios hijos».
Algunos clientes incluso recuerdan con toda claridad haber tenido
consigo mismo diálogos internos semejantes.
La construcción ideológica de la «mente interior creativa» (con
bases de cientificidad fuera del alcance y de los propósitos de este tra-
bajo) nos es extremadamente útil para muchos propósitos terapéuticos,

90
Capítulo 3

no solo cuando trabajamos con hipnosis clínica. Cuando queremos


reencuadrar como decisiones existenciales determinados patrones de
interacción de la persona consigo misma o con los demás, he probado
la utilidad de proponer que por alguna «buena razón» la mente interior
creativa, tanto de la persona como de la familia, podría haber decidido
sostener esa situación por dolorosa o molesta que pareciera, porque
había descubierto ventajas para hacerlo, y que por tanto recurrir a esa
sabiduría interior deberá ser superior, que solo recurrir a un análisis
lógico-objetivo de las decisiones.
Cuando compartimos con la familia y la pareja alguna explica-
ción razonable para haber actuado como lo habían hecho, se liberan
de sentimientos de culpabilidad o inadecuación y a la vez se abre la
posibilidad de tomar nuevas y más saludables decisiones.

d) Inversión de roles

Otra fuente clásica para cambiar significados es «asomarse al otro


lado de», o sacar una vivencia y verla, desde la teoría de grupos lógicos,
exactamente como un miembro recíproco opuesto, comparado con la
clasificación o tipificación que la persona había hecho.
Este tipo de reencuadre ordinariamente saca del cliente expresiones
no verbales de desconcierto y frases como «nunca lo habría visto así».
En la siguiente sección propongo algunos ejemplos que resultan
de hipótesis de inversión de significados. Por ahora afiancemos la idea
central de cómo ver el otro lado de una situación lleva al cliente a abrir
opciones que generan cierto entusiasmo por experimentar cosas nuevas,
por ejemplo: tonto en apariencia, sagaz en lo profundo; lo bueno de lo
malo, las ventajas de esta situación difícil, las desventajas de la mejoría,
perder para ganar, dominar sometiéndose, morir para vivir o estar muer-
to en vida, ganar a la corta, perder a la larga, sufrir para gozar o gozar
sufriendo, la caída o dolor que te hace fuerte; ganar la relación, aunque
pierda el tener la razón; la ventaja de que se equivoque y aprenda versus
no equivocarse pero no aprender, o la colaboración ciega que es resis-
tencia, beneficiar al rival, la actitud humilde que te engrandece mucho.

e) Redirigir la lógica del cliente

Esta es una estrategia muy poderosa porque ayuda al terapeuta a


presentar otro significado posible sin contradecir el conjunto de creen-
cias y presuposiciones firmemente ancladas en la mente de los clientes.

91
Ruperto Charles

En una conversación ordinaria, el sentido común nos lleva a contradecir


la perspectiva del otro, con argumentos que confrontan lo que la otra
persona piensa. Esto es peor aun cuando usamos palabras totalizantes
o absolutistas como «estás equivocado, eres egocentrista y necio».
Al redirigir la lógica del otro, como en las artes marciales orienta-
les, aprovechamos la fuerza del otro, para «derrotarlo con sus propias
fuerzas», redirigiendo esa energía en la dirección que el propio cliente
ha propuesto, pero que él mismo había bloqueado antes de la terapia.
Por fortuna, ya hemos superado el ver a la terapia como «campo de
batalla» y, por tanto, ya no parece útil la idea de «derrotar» al paciente,
sino de ayudarlo a lograr lo que realmente desea.
El principio general, ya recomendado en los 70 por Antonio de Ferreira,
es que cuando encontremos un mito, idea fija o creencia muy arraigada en
los clientes, no debemos destruirla, sino utilizarla para el cambio.
Pongamos algunos ejemplos:

• Un cliente grandote, con voz estruendosa y mandón, nos dice:


«Tenga cuidado, doctor, soy de las personas que me salgo con
la mía y creo que lo voy a convencer de que tengo la razón...».
Terapeuta: (aparentando oposición). «¡Usted no me va a con-
vencer de nada!, porque desde que empecé a escucharlo yo, por
mí mismo, estoy convencido de que tiene toda la razón...» (si me
iba a tumbar, me bajo; si me iba a quebrar, me doblo).
• Si el niño o el adolescente no quiere hablar (por temor, ver-
güenza o pereza), el terapeuta puede reencuadrar la situación
comentando: «Está muy bien que guardes silencio, así puedes
pensar mejor». Al actuar así, estamos transmitiendo al chico que
respetamos su silencio y sus sentimientos; más pronto de lo que
esperamos termina por dar su opinión.

Contenido temático de los reencuadres


Mientras el terapeuta (o en su caso, el equipo de terapeutas) dialoga
con la familia, individuo o pareja, mantendrá siempre presente termi-
nar la sesión ofreciendo el reencuadre fundamental que haga lógica la
asignación de tareas.
Enseguida ofrezco algunas opciones para estimular la creatividad
acerca de los temas que pueden tratar los comentarios reencuadrantes
(Charles, 2008):

92
Capítulo 3

a) Poner foco en lo positivo de lo que el cliente relata, pero que lo


ve como intrascendente.
b) Ampliar la perspectiva, comentar con el cliente aspectos no vistos
o no enfatizados por él, pero que también están ahí formando parte del
cuadro completo, por ejemplo: «Tengo curiosidad por entender cómo
lograron salir de ese bache»; «pero, por otro lado, han sido capaces
de...»; «ese evento les dio la oportunidad de...»; «cuando ese mal mo-
mento pasa, ustedes han estado...» (relatar logros).
c) Resaltando complementariedad. Redescribir el patrón, señalando
cómo dos personas en conflicto generan un resultado global benéfico
para ambos, por ejemplo: «ese énfasis en lo espiritual y emocional de
ella puede casi garantizar que nunca caigan en un materialismo absurdo
y pierdan la dimensión».
d) Resaltar consecuencias imprevistas (positivas de lo negativo y
negativas de lo positivo). Ejemplos: «Dentro de lo duro de esta situa-
ción... lo bueno que trajo es que están reforzando su relación... (de
menos a más)»; «con la mejor intención, pero eso provocó lo peor...»;
«lo rescatable de sus peleas es la dulce reconciliación... busquemos
razones para que disfruten sin primero pelear, ¿será posible?».
e) Cambiar consecuencia por causa. Cuando el cliente da por he-
cho cosas con demasiada certidumbre, resulta de utilidad ofrecer un
relato que invierta la línea causal promoviendo, por lo menos, cierto
grado de incertidumbre, por ejemplo: «Me comentan que no han te-
nido relaciones sexuales porque están tensos y enojados... pero, más
bien parece que están tensos y enojados precisamente porque les falta
tener relaciones»; «usted no trabajaba y al no estimular la bioquímica
cerebral, por eso estaba deprimido» (al que decía que estaba deprimido
y por eso no trabajaba).
f) Resaltar intenciones positivas. Una vez que hemos encontrado
hechos que apoyen nuestra presuposición conviene poner al descubierto
el hecho de que la otra persona actuó de buena fe, por buenas razones,
o pretendiendo algo bueno para el otro, por ejemplo: «Me pregunto,
¿cómo reaccionaría usted la próxima vez que su esposa lo corrija, si
en vez de pensar que es hostigosa y menospreciativa, usted va a pensar
que lo corrige porque lo ama y lo cree capaz de llegar a ese esposo que
ella ha soñado?».
g) Cambiar la idea de maldad por inexperiencia. Cuando un
cónyuge siente ira, deseos de venganza, rechazo o desprecio porque
supuso malas intenciones de su compañero, o vergüenza y culpa de sí
mismo al actuar los dos o uno de ellos en forma ofensiva, puede ser de
utilidad acercarlos hacia el perdón al resaltar hechos que le produzcan

93
Ruperto Charles

otro proceso emocional menos devastador, por ejemplo: que sienta


compasión y no coraje por el otro, deseos de cambiar una actitud pro-
pia, no solo culpa o vergüenza, «las veces que tu esposo ha llegado a
ese extremo de celos violentos, le activa los momentos en que ha sido
abandonado al morir su padre y luego cuando su madre lo dejó y su
primera esposa lo engañó», etc.
h) Redirigir la habilidad requerida para el problema. Todos los
síntomas o conductas problemáticas, ponen en juego sofisticados
procesos neuropsicológicos; después de describirlos, podemos mostrar
cierta sorpresa de lo bien que están ensamblados: «Me pregunto, ¿cómo
serían sus encuentros íntimos al coger toda esa fuerza con que pelean
y enfocarla a disfrutarse mutuamente?» o «si con el dinero para los
abogados hubieran reiniciado su negocio, ¿no serían ricos ya?».
i) El uso del buen humor y la risa. La distancia más corta entre
dos personas es la risa. Las parejas me han demostrado infinidad de
veces que prefieren que las hagamos reír que llorar; al menos que sea
llorar de emoción positiva por el perdón, la admiración, la ternura. No
he encontrado una razón válida para hacerlos llorar de coraje, resenti-
miento o dolor, si bien es cierto que es útil una descarga emocional bajo
dirección del terapeuta, cuando hay resentimientos, pero ordinariamente
es superior la estrategia de encontrar y reencuadrar los procesos cog-
nitivos detrás de esos sentimientos. Es mejor motivar a la pareja a que
hagan cosas alegres, risueñas, para recordar después, en lugar de solo
hacer que «borren» los recuerdos tristes. Habrá tiempo en los que lo
único que podremos hacer es recordar, así que es preferible acumular
experiencias que en el futuro podamos recordar con una sonrisa y un
suspiro de satisfacción.
j) Reetiquetación y microrreencuadres despatologizadores. Para-
frasear lo dicho por el cliente, usando palabras menos peyorativas, de
uso ordinario, con significados menos cargados negativamente, puede
desganchar cierta connotación y abrir otras a través de la alusión
fonética-semántica.
k) Embeber incertidumbre. Hacer pequeñas interrupciones, como
susurros, ante aseveraciones negativas, diagnósticos o pronósticos
fatalistas, ejemplos: «Al paso que va este niño, va a acabar drogadicto
o pandillero». Terapeuta: «Pudiera ser...». Paciente: «Lo que pasa es
que... soy una persona muy negativa y tímida...». Terapeuta: «Eso me
lo va a tener que demostrar».
l) Redefinir dando otro significado. «Ustedes ya han estado supe-
rando esa mala racha, entrando a una fase más madura de su relación».

94
Capítulo 3

m) Externalizar. Esta técnica ya explicada para definir la meta


es, además, una forma de reencuadre. A través del lenguaje crear una
entidad imaginaria contra la cual luchará cada uno o a la cual pondrá
bajo su control, de la cual se protegerá para no ser dominado o tirani-
zado (White y Epson, 1993). Por ejemplo: «Cuando esa cochina idea
de pensar que tu esposo sería alocado y violento te alborota tu cabeza,
te pones tan fuera de ti, que te hace lastimarlo» o «me da gusto que
cada uno ha ido demostrando dominar aquel mal hábito de..., pero no
canten victoria porque “la chiva siempre tira al monte”».
n) Parcializar y relativizar. Cuando una persona hace una des-
cripción o un comentario negativo acerca de sí misma o de la otra que
son correctos, una forma de mantener la empatía es refrasear lo dicho
usando palabras que parcialicen o relativicen lo dicho, por ejemplo:
«En esa opinión usted está completamente equivocada», «esa parte de
tu ‘yo’ aún está herida y necesita un desahogo natural», etc.

Micro y macrorreencuadres
Los microrreencuadres equivalen a pequeñas interrupciones corte-
ses que el terapeuta va haciendo durante la sesión para sondear hasta
qué grado el paciente va integrando una nueva forma de ver situación.
Una forma es haciendo comentarios que reetiquetan cambiando por
palabras menos negativas, algunos de los problemas que los pacientes
nombran. Cuando se refieren a palabras patologizantes, el terapeuta
puede reetiquetar esas palabras por otras menos drásticas, por ejemplo:
cambiando la palabra drogadicto por «usa drogas», deprimido por «se
pone triste», violento por «tiene ratos de exasperación», es pesimista
por «es cuidadoso», etc.
Si el paciente asiente a esos pequeños comentarios, eso nos da pie
para que al final de la sesión los integremos en los macrorreencuadres
finales, que son los que integran las propuestas vertidas durante la sesión
y que preparan la asignación de tareas.
Los comentarios macro-reencuadrantes que se ofrecen al final de la
sesión pueden ser de diversos tipos en cuanto a su contenido y al efecto
deseado (De Jong y Berg, 2003; Walter y Peller, 1992).

Elogios

Comentarios que resaltan diversos aspectos positivos de los clientes


que sean realistas, basados en la información obtenida: experiencias po-
sitivas, logros, habilidades, rasgos individuales, sentimientos y actitudes;

95
Ruperto Charles

son útiles sobre todo al inicio del proceso terapéutico y generan con-
fianza del cliente hacia el terapeuta. Más adelante deben ser sustituidos
por reencuadres más elaborados que incrementen la autocomprensión
y no solo el entusiasmo.
Los elogios pueden presentarse en tres formas:

a) Afirmaciones simples que recapitulan información trabajada


durante la sesión, por ejemplo: «Ustedes son una familia llena de amor,
que les gusta progresar».
b) Preguntas que se establecen y que se dejan sin contestar para
que el cliente siga reflexionando después de la sesión, por ejemplo: «Me
pregunto, ¿qué cosas positivas hay en su mente interior que ha podido
sobrellevar con éxito estos veinticuatro años de casados?».
c) Felicitaciones explícitas en que manifestamos alegría por logros
o experiencias positivas que los clientes han realizado durante su vida
y durante la sesión.
d) Sorpresas por los hechos relatados que realmente sorprendieron
gratamente al terapeuta.

Reencuadres (propiamente dichos)

a) Educativo: dar información validada por las ciencias de la con-


ducta y que les sirva a los clientes para entender mejor lo que les pasa
y así tomar decisiones para llevar a cabo tareas.
b) Normalizador: el terapeuta pone ejemplos de otros casos o relata
historias semejantes a la situación de los clientes, en las cuales resalta
que es natural o normal tal o cual reacción, sentimiento o conducta.
c) Resignificador: en este tipo de comentario, ya sea en forma
directa o sugerente, se abren opciones de reinterpretación con frases
como: «Es cierto que..., pero eso no significa que... sino que...», «otra
forma de ver esa situación sería que..., pero no sé a ustedes qué tan
razonable les parezca».
d) Razonador de tareas: este tipo de comentario hace referencia
a la improductividad o al efecto contrario que se había conseguido
con los intentos de solución anterior o resaltando los beneficios de las
«excepciones» y la forma de lograrlas.
e) Redescripciones circulares: como terapeutas enfocados en solu-
ciones, una de las acciones claves en esta parte es llevar a los clientes
a contemplar las diferencias entre el patrón del problema y el de las
soluciones. Una de las más útiles es la «descripción de antes y ahora».

96
Capítulo 3

en donde describimos lo que pasaba en el PIP (patrón interpersonal pro-


blemático) y lo que están haciendo ahora en el PIS (patrón interpersonal
saludable/de la solución). Pongamos un ejemplo de esta «redescripción
circular de antes y ahora»: «Antes lo que pasaba era un círculo vicioso
en el que entre más usted, Violeta, lo regañaba, más Valente se ponía
agresivo; en cambio ahora lo que han estado haciendo es que, entre
más usted, Valente, está atento, más usted, Violeta, está serena… y eso
provoca un círculo virtuoso».

Tareas
Cuando los terapeutas hemos trabajado eficientemente durante la
sesión y hemos hecho un buen reencuadre, con mucha frecuencia eso
es suficiente para que los pacientes entiendan mejor lo que sucede y
tomen decisiones acerca de lo que deben hacer; sin embargo, también es
importante cerrar cada sesión con conclusiones específicas de encargos
que va a hacer a sus clientes, para que mantengan «la bola de nieve»
en movimiento y que puedan seguir creciendo en aprendizaje de una
sesión para la siguiente.
Tomando en cuenta lo expuesto en cuanto al contenido de las
tareas, encontramos dos grandes grupos que nos pueden ayudar a
especificar lo que en cada caso es indicado: las tareas encaminadas a
modificar los intentos inefectivos de solución y tareas encaminadas a
incrementar los patrones saludables o excepciones al problema. Reor-
ganizando las enseñanzas de Steve de Shazer, son cuatro los grandes
tipos de tareas que podemos encargar al final de la sesión y que son
«transferibles» a cualquier caso.

Observar lo positivo y descubrir el patrón


de las excepciones al problema

Esta tarea en términos generales es adecuada para los pacientes


que durante la sesión no reportaron excepciones en forma consciente,
es decir, que no fueron capaces de describir ocasiones en las cuales el
problema se ha presentado con alguna leve disminución.
Esta tarea reenfoca al paciente en la forma de autobservarse a sí
mismo y a las interacciones con los miembros del sistema en su vida
ordinaria, con lo cual subliminalmente estamos invitando al paciente a
que modifique su perspectiva del mundo al encargarle que «observe con
mucho cuidado las acciones diferentes positivas, saludables, que van a

97
Ruperto Charles

suceder y que va a realizar a partir de esta sesión hasta la siguiente».


Las variaciones de esto son pedirle a un cónyuge que observe las cosas
positivas que hace el otro, o a ambos padres pedirles que observen las
cosas positivas de su hijo, o al hijo observar las cosas positivas que
harán sus padres, etc.
Los pacientes que por ahora no parecen haber comprado todavía una
visión muy optimista de la vida y de la terapia, con esta tarea gradualmente
podrán empezar a enfocar su vida de una forma más positiva.

Hacer más de lo que sí funciona o aplicar de nuevo


el patrón de las excepciones

Esta tarea se encarga a los clientes que ya han descrito excepciones


al problema y que además nos han dicho ellos mismos la forma como
han logrado estas excepciones, lo que significa que tienen conciencia y
deliberación de estas acciones, porque proceden de una convicción, de
una decisión o planificación previas. Con esto se invita a los pacientes a
seguir haciendo más de esas cosas que ellos mismos han reportado que
les funcionan mejor. De igual forma integramos aquí las aportaciones
del enfoque interaccional breve del MRI e invitamos a los clientes a
omitir aquellas acciones que ya durante la sesión hemos estado des-
cribiendo como inútiles, peligrosas o contraproducentes. Una forma
indirecta de hacer esto es sugerir a los clientes que hagan listados de
cosas diferentes que podrían hacer a partir de lo que han descubierto
en esta sesión que no funciona, lo cual los prepara para que en una
siguiente sesión podamos apoyarnos en su propia experiencia e indi-
car más cosas diferentes a lo que ya han intentado hacer. Así que esta
misma contempla el pedir a los pacientes hacer menos veces lo que
no funciona o reflexionar acerca de lo que pudieran hacer diferente,
tomando en cuenta su experiencia descubierta en la sesión.

Descubrir cómo sucedió lo espontáneo

Muchos son los pacientes que nos describen excepciones esporá-


dicas o pequeñas fluctuaciones en el patrón problemático, pero que
son incapaces durante la sesión de describir cómo es que lo lograron,
cuál es la fórmula para lograrlo, y si quedó una duda acerca de lo que
realmente ya saben hacer. El pedirles, por lo tanto, que observen exac-
tamente las ocasiones en las cuales se obtiene un resultado diferente y
que se detengan a considerar lo que ha hecho cada uno para lograr todo

98
Capítulo 3

eso, tanto en su pensar, en su sentir como en su actuar, eso también va


generando en los pacientes una idea de novedad, de aprendizaje y de
autodescubrimiento.
Una forma útil que he probado (Charles, 2008), y que he titulado
«Ritual de plan y cierre», es pedir a los pacientes que muy temprano
por la mañana y varias veces al día repasen la meta para la cual están
trabajando, y que antes de dormir hagan un recuento de los momentos
en los cuales estuvieron libres del síntoma externalizado y en los que
se comportaron como un ser adecuado a su meta, por ejemplo, «sere-
namente fortalecidos».
Si además reforzamos esa tarea al sugerirles que mientras se pre-
paran para dormir imaginen que ese milagro que platicamos durante
la sesión puede realmente suceder durante la noche, cada vez será más
probable el cambio al apoyarnos en le hipnoterapia más poderosa, que
es el sueño natural.

Hacer un poquito de las soluciones


hipotéticas (del milagro)

Para aquellos pacientes que no pudieron describir excepciones


ni deliberadas ni espontáneas, ya sea porque la situación ya ha sido
bastante difícil, o porque el terapeuta no supo cómo descubrir esas
excepciones, en cualquier caso una tarea utilísima para los clientes,
una vez que han descrito cómo será su vida después del milagro, es
pedirles que se comporten un poquito como si el milagro ya hubiera
sucedido, y que asuman algunas actitudes en la vida diaria. Podemos
preguntarles: ¿cuáles de las cosas que imaginaron durante la descrip-
ción de su milagro hipotético, cuáles de esas acciones podrían empezar
a realizar ya? Por ejemplo, si le preguntamos a una madre de familia
cuyo hijo había usado drogas, y nos dice que una cosa que ella va a
hacer es salirse con sus amigas y regresar a sus grupos de iglesia, o a
su deporte, o volverá a su clase de gimnasia, podemos decirle que pre-
tenda como si en esta semana que sigue, su hijo ya está libre de aquel
mal hábito y actúe un poquito haciendo algunas de esas cosas un día
o dos, máximo tres durante la semana, hacer un poquito por algunos
ratos algunas de esas actividades. Como lo podremos ver, esta es justa-
mente una forma de romper la recursividad del patrón problemático,
porque si ella misma se muestra más relajada, menos involucrada en
el problema, su hijo mismo se puede sentir sorprendido, su marido se
puede sentir igualmente extrañado de las conductas de ella misma, y esto

99
Ruperto Charles

puede empezar a movilizar a todo el sistema, además de los beneficios


personales que le trae a esa madre sobreinvolucrada el que retome sus
propias actividades.
Aquí es donde al trabajar con hipnosis clínica nos es útil facilitar
el trance de la persona y realizar con él una progresión en edad, una
visualización de futuro, en donde se vea a sí mismo actuando diferente
ante las situaciones en las cuales había actuado de una forma proble-
mática; aquí es donde el proceso hipnótico nos puede ser enormemente
útil, porque podremos anclar, condicionar o programar acciones, pensa-
mientos y sentimientos diferentes una vez que los clientes llegan a casa.

Otorgamiento de prescripciones
Con los elementos expuestos hasta aquí, podemos ahora analizar
algunos principios generales que propongo a continuación acerca del
otorgamiento de prescripciones.
Entendemos por prescripciones, emulando el lenguaje médico, todo
tipo de conclusiones, sugerencias, recomendaciones, comentarios elogia-
dores o reencuadrantes que el terapeuta ofrece ordinariamente al final de
la sesión, integrando aquellos otros comentarios o intervenciones menores
o micro elaboraciones hechas durante la sesión.
Integremos los conceptos expuestos previamente con los siguientes
esquemas:

Prescripción utilizando la postura del cliente

1. Sujeta el punto de vista («postura») del cliente.


2. Comunícale activamente que lo estás entendiendo y aceptando.
3. Introduce un pequeño elemento nuevo.
4. Sugiere nuevas acciones apoyadas en ese punto de vista.

Otorgamiento de prescripciones

1. Es el momento de intersección más fuerte entre el sistema terapéu-


tico y el sistema-cliente, por lo que se selecciona «el mejor momento».
2. El «mejor momento», por lo general, es el final de la sesión.
3. Antes de otorgar la prescripción, se crea un estado de expectación
entre los clientes.

100
Capítulo 3

4. Mientras la comunica, el terapeuta mira, escucha y siente la


reacción del sistema-cliente, para revisar si lo está comprendiendo y
aceptando.
5. El terapeuta enfatiza el núcleo de su intervención con reflexiones
de voz, silencio, ademanes, etc.

Tipos de colaboración del sistema cliente


o respuesta a las tareas o prescripciones
El Dr. De Shazer (1995) hizo clásica esta tipificación de posibles
respuestas que los clientes tienen, siguiendo la historia de lo que el
maestro Haley (1986) nos había enseñado muchos años atrás.
El observar el tipo de respuestas que los clientes nos dan, es clave
para que, en vez de utilizar con todos el mismo estilo terapéutico, ade-
cuemos la asignación de las tareas en las sesiones subsecuentes.
a) Las respuestas directas a nuestras tareas son aquellas que el
paciente realiza, siguiendo al pie de la letra lo que le sugerimos. Son
aquellos pacientes que se ven obedientes, que se muestran dóciles,
condescendientes y en cierta posición de inferioridad, y que en su vida
han sido personas que están abiertas a sugerencias y opiniones de otros.
Digamos que son flexibles y dispuestos al cambio.
b) Las respuestas modificadas a las tareas son aquellas transforma-
ciones y adecuaciones que los pacientes hacen a la tarea expuesta por el
terapeuta. Algo así como si este tipo de pacientes en forma indirecta le
dijeran al terapeuta que prefieren no recibir instrucciones tan precisas
ni tan hechas, y que optan por sugerencias más abiertas que se puedan
modificar y adecuar a su situación. Lo que el enfoque nos sugiere es que
habremos de darle al paciente ideas más bien globales que precisas, no
tan puntillistas ni detalladas, de tal suerte que ellos puedan ponerle un
poco de su creatividad y su estilo a las intervenciones. A este tipo de
tareas también se les puede llamar indirectas, porque estamos aludiendo
a cosas globales que pudieran hacer.
c) El tipo de respuesta opuesta se refiere a cuando los pacientes
manifiestan haber hecho exactamente lo contrario o muy alejado de lo
que el terapeuta les ha dicho, pero que lo ubican como una respuesta
a lo que nosotros dijimos. La gente puede racionalizar esto diciendo:
«Estuve pensando lo que me dijo, pero pensé que no era adecuado ha-
cerlo». En ocasiones la gente no da una respuesta racionalizada, sino
simplemente con su actitud manifiestan un cierto tipo de oposición hacia
el terapeuta. Este tipo de clientes con alguna frecuencia son personas

101
Ruperto Charles

acostumbradas a ser muy celosos de su autoridad, de su criterio y pre-


fieren demostrarle al terapeuta, digámoslo así, que ellos tienen mejores
ideas que él, o desafían un poco los principios propuestos en la terapia,
por lo cual, la siguiente tarea que el terapeuta debe entregar aquí es,
justamente, darles ideas para que no las hagan, o darles algunas cosas
que no deben hacer con la intención de que sí las hagan. La sugerencia
del modelo es que en estas áreas en las que el paciente se muestra opo-
sicional, a él sí habrá que darle tareas paradójicas.
d) Las respuestas vagas son reacciones tan ambiguas, tan poco iden-
tificables como respuesta a lo que el terapeuta ha dicho, que en realidad
a uno le cuesta trabajo saber si el paciente realmente está respondiendo
a la terapia o está siguiendo su propio criterio, o si son conductas de-
bidas al azar. Esto podría expresar un bajo compromiso del cliente con
el terapeuta, por lo que es importante en tales casos, que el terapeuta,
antes que todo, se pregunte si él mismo utilizó un lenguaje muy vago,
confuso o muy superabundante en lo que dijo, por lo que el paciente se
confundió, o tal vez porque no vendió la tarea utilizando la postura del
cliente acorde a los pasos que vimos previamente. También es posible
que el paciente simplemente no esté todavía dispuesto a cambiar. En
este caso, lo que conviene es trabajar primero en incrementar en ellos
la credibilidad o las expectativas de la terapia.
e) La respuesta nula. Lo cual significa que el cliente no ha hecho
nada con lo que el terapeuta ha dicho y que incluso han olvidado lo
que el terapeuta les dijo. En este caso, como en el anterior, primero
debemos revisar si hicimos bien las cosas, si hubo claridad en la ex-
plicación que dimos de las tareas y si las «vendimos» utilizando la
postura del cliente, como lo expusimos en párrafos anteriores. Este tipo
de respuesta nula de los pacientes y en general la baja colaboración,
Prochaska (2002) lo llama «precontemplación», se debe a que no se
sintieron comprendidos, o porque no indagamos en nuestro primer
contacto con ellos, sus prejuicios y malentendidos acerca de la tera-
pia que ofrecemos. Esto siempre será mejor que rápidamente pasar a
diagnosticarlos como oposicionistas, resistentes o incorregibles. Este
tipo de actitudes de los clientes son, justamente, las que nos mueven
a seguir investigando y enriqueciendo nuestro apasionante mundo de
la terapia centrada en la solución, haciendo las adecuaciones precisas
al entorno cultural en que estamos inmersos.

102
Capítulo 3

Referencias
Charles, R. (2008). Soluciones para parejas y padres. Monterrey: Cree Ser.
De Jong, P. y Kim Berg, I. (2003). Interviewing for Solutions. Pacific Grove:
Pacific Grove Books.
De Shazer, S. (1995). Claves para solución en terapia breve. Barcelona:
Paidós.
Haley, J. (1986). Terapia para resolver problemas. Buenos Aires: Amorrortu.
Prochaska, J. (2002). Changing for Good. U.S.A.: Quill.
Walter, J. y Peller, J. (1992). Becoming Solution-Focused In Brief Therapy.
New York: Brunner/Mazel.
Watzlawick, P. (1983). El lenguaje del cambio. Barcelona: Herder.
White, M. y Epson, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos.
Barcelona: Paidós.

103
2º parte:
Modelos creativos en
terapia sistémica
Capítulo 4
La terapia del absurdo:
humor y creatividad en terapia breve

Felipe Gutiérrez Gutiérrez

Mucho han criticado la terapia breve, sin embargo, su práctica


ha permitido ayudar a millones de personas en el mundo que habían
estado encadenados a procesos terapéuticos tortuosos, que durante
mucho tiempo no lograron ayudarles a buscar soluciones prácticas a
sus problemas. Ya no se trata de ver cuál o tal autor es el mejor, tam-
poco qué teoría es la más viable, lo que busca la terapia breve es cómo
el proceso terapéutico puede contribuir a soluciones lo más rápido
posible. La gente no tiene mucho gusto por estar en el consultorio de
los psicoterapeutas, entonces lo que tenemos que hacer los terapeutas
es lograr que las personas se interesen en ir con alguien que sea una
esperanza para darles la vuelta a sus historias de dolor.
Hoy en día, se sigue teniendo un error bastante serio por quienes
ven en la terapia breve solo una técnica de intervención, que a lo más
solo rasca por encima el síntoma del consultante. La terapia breve es
una construcción terapéutica producto de profunda inspiración y ex-
periencia práctica. También es una filosofía de la vida, es algo que va
más allá de una intervención, porque igual puede ser importante un
trabajo de veinte años de psicoanálisis, que un proceso de diez sesiones.
El impacto puede ser el mismo: resolver el problema.
Salvador Minuchin (1974) menciona que las familias no necesitan
mucho, solo hay que saber desencadenar sus mecanismos cibernéticos
de salud, y ellos mismos continuarán retroalimentándose positivamente,
y así de esta manera encuentran día a día nuevas formas de vivir la vida
más allá del problema.
M.H. Erickson (ver Haley, 1980) nos enseñó que la sabiduría de
nuestra mente inconsciente nos ayudará cada vez que la necesitemos,
para qué buscar fuera de casa aquello que ya existe dentro de nosotros.

107
Felipe Gutiérrez

La psicología está tomando nuevos senderos, y afortunadamente


se aleja cada día más de las interpretaciones psicoanalíticas que en-
ferman a la gente.
¿Por qué muchos terapeutas no hacen terapia breve? Sencillamente
porque no saben y además de no saber, la critican. En alguna ocasión,
una doctora de la Universidad Nacional Autónoma de México me dijo:
«Para qué tanto exhibicionismo, Felipe, eso no es terapia». Le contesté:
«Cuando aprenda a utilizar la metáfora, mi estimada doctora, hará
sufrir menos a sus pacientes».
Por ejemplo, el uso de la metáfora es un recurso terapéutico im-
prescindible en terapia breve, es una manera no agresiva y directa de
ayudar a la gente a cambiar y resolver sus problemas, es una manera
elegante de construir soluciones, y no soluciones pasajeras, es realmente
un recurso terapéutico de mucho valor que penetra en la parte más
oscura de la mente inconsciente. Nadie puede hacer una movilización
de recursos que habitan en nuestra mente inconsciente, como lo hacen
la metáfora y la analogía. Por ejemplo, en una ocasión me consultó
una mujer que tenía un trastorno de ansiedad serio, ya había ido con
el neurólogo, psicólogo, psicoanalista, brujo y psiquiatra, este último
como es natural, solo la empastilló —claramente algunos psiquiatras
no son psicoterapeutas—. Cuando llegó a mi consultorio empecé a
conversar con ella, y su historia-problema era muy parecido a una que
yo tuve, y lo «único» que hice fue hablar de mi propia historia y como
lo resolví, fue suficiente una entrevista para que su problema se resol-
viera y empezara a hacer algo diferente. Y para los incrédulos llevo un
seguimiento de cuatro años de este caso como muchos otros, y no ha
habido ninguna recaída.
La magia de la terapia breve consiste no solo en ese tiro perfecto
que da en el blanco. Por ejemplo, un buen arquero que gana, no es solo
por el maravilloso tiro al blanco que lanzó, sino por la historia de miles
de tiros que realizó anteriormente, y esa experiencia se sintetizó en un
momento dado. No es una cuestión de suerte, es una cuestión de haber
disciplinado su puntería, de reconocer los eventos externos que pueden
afectar el tiro, y el manejo adecuado del instrumento y de la flexibilidad
para soltar la tensión en un momento determinado.
Cuando la gente asiste a terapia desilusionada va en busca de una
esperanza, de alguien que le diga aunque sea una mentira, que la haga
sentir bien, hecho suficiente para que cambie. Puedo dar tres ejemplos:
1) «Doctor, hace mucho tiempo que visito a terapeutas y no resuelvo
nada y ya gasté mucho». La respuesta que les doy es: «Porque no me

108
Capítulo 4

había venido a ver, si usted hubiera llegado desde hace años, ya hasta
casa tendría yo».
2) Una consultante al ver salir llorando a otra de mi consultorio:
«¿Doctor, y dónde guardan tantos problemas que les traemos?». Le
contesté de inmediato: «Yo no soy experto en problemas, estoy entre-
nado para ayudarlos a buscar soluciones». Y la respuesta de la mujer
fue: «Está bien, eso me gusta, y por supuesto que me quedo».
3) «Doctor, tengo muchos problemas». Le contesto: «Antes de que
continúe diciéndome, quiero comentarle que sus problemas de la puerta
de mi consultorio para afuera son solo de usted, y de la puerta de mi
consultorio hacia adentro son solo míos, así que me va a dejar hacer
mi trabajo, pues para eso estudié y por eso me paga».
La magia de la terapia breve no descansa únicamente en una téc-
nica, es algo que se construye con la experiencia de miles de casos. Por
ejemplo, un elemento fundamental es la persuasión, el arte de conven-
cer a la gente a que haga cosas absurdas, cosas que les va a ayudar a
resolver sus problemas. Hay terapeutas que no tienen la paciencia o el
tacto de persuadir a sus consultantes de que hagan algo diferente. Si
leemos algunos de los casos de M.H. Erickson, nos damos cuenta de
que es un caballero en el arte de resolver problemas, y que su sable es la
persuasión, hace cortes finos a nivel cognitivo, emocional y conductual,
como se dijera en mexicano, «para qué tantos brincos si el suelo esta
parejo»; Guillermo de Ocam afirma que «en vano es hacer poco con
mucho, si podemos hacer mucho con poco».
Miren la magia de la terapia breve.
Hace no mucho tiempo llegó una familia a consultarme, en donde
uno de los hijos de veinticinco años de edad era darketo8 e ingeniero,
pero sin oficio ni beneficio, la mamá me comenta que van a terapia
porque ya no aguanta más que su hijo se esté lastimando su cuerpo.
El hijo me enseña sus piernas, se quita el suéter y se abre la camisa, y
muestra todas las cicatrices, incluso las más recientes y frescas que tenía
en todo su cuerpo. Cuando lo veo, lo primero que le digo:
—Yo creo que tú, en lugar de haber sido ingeniero, tenías que haber
sido cirujano. —Risas de toda la familia. Mira qué cortes tan finos haces
en tu cuerpo, que no te lastimas más de lo necesario. ¿Te gustaría que
te ayudara a resolver este problema, y que en lugar de que cortes tu
cuerpo, apoyes a algún cirujano en una que otra operación?
—Sí, doctor.

8
Darketo es una tribu urbana parecida a los góticos, aunque su forma de vestir
es más minimalista, utilizando solo el color negro.

109
Felipe Gutiérrez

Esta intervención de entrada ayudó de manera significativa a bajarle


todo el dramatismo que encerraba el problema del joven y dio la pauta
para un rapport. Creo que todos los que practicamos terapia breve y
profesan la psicología positiva encontrarán en esa intervención inicial
el «dulce arte de reestructurar». La reestructuración o reencuadre es
otra de las intervenciones maestras de M.H. Erickson y sus seguidores,
como Paul Watzlawick, Jay Haley, entre otros (ver García y Schaefer,
2015). Reestructurar no es otra cosa que ayudar a encontrar a la gente
un significado diferente y positivo a las cosas malas, que nos llevan al
consultorio. No es fácil decirle a la gente: «Mira, estás jodida, pero
ve el lado positivo». Bueno en realidad dicho así, sí es fácil, es una
intervención de sentido común, pero buscarle positivamente un punto
de vista diferente al problema no es tan fácil, en repetidas ocasiones al
enseñarles a mis alumnos este tipo de intervenciones que algunos llaman
técnicas, me doy cuenta de que no es tan fácil como parece, elaborar
una reestructuración, tengo que ayudarlos.
Otro ejemplo de este tipo de intervenciones es el que usé con mi
hijo, que en una ocasión jugando futbol le dieron un pelotazo en la cara
y le sacaron sangre de la nariz, era un domingo de reunión familiar,
entró a la casa llorando y enojado, sentado en la mesa veía cómo mis
hermanos y familiares querían convencerlo de que su primo no lo había
hecho a propósito. En eso me levanté y voy rumbo a él, lo tomo del
brazo, se lo levanto, y de la cocina a la entrada de la casa lo llevo y les
digo a todos: «Este es el ejemplo de un buen deportista, que aunque le
rompan la madre no deja pasar el balón». Al llegar a la puerta, le doy
una nalgada y le digo váyase a jugar, él deja de llorar automáticamente
y sigue jugando, al poco rato regresa y me dice:
—¿Verdad, papá, que soy un buen deportista, que aunque me rom-
pan el hocico no dejé pasar el balón y no nos metieron gol?
Mi respuesta es:
—Claro, hijo, eres el ejemplo de un buen deportista, que aunque
le rompan la madre no deja pasar el balón.
Este es un buen ejemplo de cómo muchos terapeutas intentan
resolver el problema por la vía del sentido común, haciendo lo que no
tienen que hacer, y por lo cual fracasan en la terapia.
Ahora que menciono esto me acuerdo de esa frase que dice:

Si siempre haces lo que siempre has hecho,


siempre encontrarás lo que siempre has encontrado.
Si lo que estás haciendo no funciona,
haz algo diferente.

110
Capítulo 4

La gente generalmente se bloquea al buscar soluciones porque repi-


te, repite y repite lo mismo una y otra vez aquello que no le funciona, lo
expresa el grupo del MRI de Palo Alto California, con Paul Watzlawick,
Richard Fisch y John Weakland a la cabeza, quienes enseñaron por mu-
chos años uno de los principios básicos de su terapia breve: bloquear
los intentos de solución ineficaces que las personas realizan como forma
de eliminar sus problemas. Con esto lo que podemos ver es cómo las
personas que hacen más de lo mismo nunca salen de sus problemas,
por el contrario, estos aumentan.
En muchos casos, solo con conocer y bloquear lo que la gente está
haciendo, es suficiente para promover la solución o los problemas, con
hacer algo diferente es suficiente.
En una ocasión, un primo me habla y me dice:
—Tengo una sobrinita que hace dos años toma un medicamento
que le da el psiquiatra de niños porque alucina, ve cosas raras y platica
con una persona que no existe: el hombre de negro; ha empeorado y
la llevan al hospital psiquiátrico.
Inmediatamente me asusté y le dije:
—Impídelo y tráemela.
Llegó con su mamá, era una niña de ocho años, de quien me asom-
braron su inteligencia y la manera como conversaba, muy hábil para
reflexionar y dialogar.
Evidentemente su problema era exactamente como me lo comen-
tó mi primo, le pedí a mi esposa, especialista en terapia infantil, que
trabajara con ella, y yo con su mamá. En concreto, estaba en medio
de una batalla campal de sus padres separados, me dije, «¡cómo no
enloquecer así!». Una hora después salió del consultorio de mi esposa,
pintada de la cara, una especie de capa y un sello en su mano que le
ayudó mi esposa a ponerse. Me dijo:
—Mira, de hoy en adelante ya no le voy a tener miedo al hombre
de negro, llevo mi máscara, mi capa y mi sello en el dorso de la mano
que me dio la doctora.
Se fueron y a los quince días regresaron.
Y como si hubiera sido magia, las alucinaciones, las conversacio-
nes solitarias y el hombre de negro desaparecieron, la mamá estaba
sumamente admirada, ya que lo que no pudieron hacer todos los demás
especialistas, nosotros lo hicimos en una sola sesión. Algo me llamó la
atención, que la niña traía envuelta en su mano y amarrada una bolsa
de plástico y le pregunté:
—¿Por qué se ha puesto esa bolsa en su mano?
La mamá dijo:

111
Felipe Gutiérrez

—Ni para bañarse se la quita.


La niña respondió:
—Aquí traigo mi sello protegido, cada vez que aparecía el hom-
bre de negro le digo: «Vete, hombre de negro, ahora tengo quién me
defienda y me proteja.
Acto seguido, le enseña a su superhéroe que tiene en el dorso de
la mano y desaparece. Estábamos felices mi esposa y yo, y le dije: «Ya
ves por qué en muchísimos casos no creo en el psicoanálisis, y mucho
menos en la psiquiatría, y en algunos o muchos psiquiatras».
Este es un ejemplo más de que tan solo con bloquear lo que están
haciendo y hacer algo diferente, los problemas por muy graves que
parezcan pueden resolverse.
Quiero aclarar que este caso nos llevó seis u ocho sesiones, y com-
binamos terapia infantil, familiar y de pareja. A tres años de distancia
le he dado seguimiento y los resultados son sorprendentes, no solo no
han recaído, sino que la niña, su mamá y papá se llevan mejor.
Hay casos que requieren un poco más de tiempo, incluso me apoyo
con el psiquiatra, al cual le digo, solo quiero que los mediques, pero re-
cuerda que son mis pacientes y les quito la medicina; el psiquiatra me con-
testa: «Ya sé, Felipe, que tú les quitas las medicinas cuando se te antoja»,
incluso cuando lo considero necesario o el caso lo requiere, sobre todo en
niños y niñas le pido al psiquiatra que les dé medicamentos, pero les digo
a mis niños pasado un tiempo, «recuerda que le vamos a hacer trampa
al doctor, si te pregunta si sigues tomando los medicamentos, le dices
que sí», acto seguido pido a los padres que suspendan el medicamento.
Recuerdo otro caso donde desafié las prescripciones psiquiátricas:
uno de mis colaboradores, mientras viajaba, fue internado en un hospi-
tal psiquiátrico, al regresar leí una carta que me dejó, lo fui a visitar y
parecía zombi, pues le estaban dando una brutal cantidad de fármacos;
hablé con sus padres y los convencí para que lo sacaran. Y en primer
lugar yo me haría cargo de él y de su problema, y después lo mandaría
con otro colega. Así fue, lo sacamos, le fui disminuyendo los medicamen-
tos y lo mandé con una psiquiatra amiga mía, bajo la consigna de que
no le diera medicamentos, sin embargo, se los dio, y le dije tres meses
después: «No le digas a mi amiga, pero ya no tomes el medicamento»,
y su respuesta fue: «Algo te aprendí, jamás los tomé desde la primera
entrevista». Por seis meses tomó terapia, mejoró sustancialmente y
mandé a sus padres a terapia con otra colega, la cosa fue bien.

Para qué tantos brincos si el suelo está parejo.

112
Capítulo 4

Recuerdo otro caso de una ex alumna mía, me dijo que estaba muy
mal, deprimida, y producto de esto le había quedado mal a un niño que
atendía para el cual ella era su único soporte. Le pregunté:
—¿Cómo estás?
—Mal.
—¿Por qué?
—Hace seis meses que estoy deprimida.
—¿Qué paso hace seis meses?

—Estoy yendo con mi psicoanalista y desde que estoy con él, solo
saco la basura de mi vida, y me la paso todo el tiempo deprimida y no
pude ayudar a mi pacientito, que incluso ya no me quiere ver.
—Perfecto, lo primero que tienes que hacer es dejar de ir a consulta
con el psicoanalista, mientras te superviso el caso, si después quieres
regresar con él es tu problema.
Dejó a su terapeuta, le supervisé el caso y en menos de ocho sesiones
se resolvió el problema de su paciente satisfactoriamente.
Recuerdo al comentarles este caso, lo que le dije a un amigo que
es psicoanalista, al terminar su conferencia: «Me da gusto escucharte,
porque cada vez que lo hago, aclaro y confirmo mis diferencias contigo
y el psicoanálisis».
Hablando de discursos y más discursos, ¿en lugar de dar sesudas
explicaciones acerca de lo que les pasa a las personas desde el punto de
vista psicopatológico, por qué no mejor promovemos conversaciones
que sanan?, aquí hay que aclarar, que la magia de la terapia breve no
son solo interpretaciones = técnicas, también son el arte de preguntar
y conversar. La conversación es sanadora si la definimos por rumbos
más allá de la enfermedad y la patología.
Las personas a través de las preguntas encuentran respuestas dife-
rentes a sus problemas, que las hacen reflexionar y buscar más alterna-
tivas. Gregory Bateson hablaba de la diferencia que hace la diferencia,
con las preguntas van surgiendo los discursos y alternativas que no
tenían voz, lo nuevo, lo diferente, esa palabra silenciada, enmudecida,
atrapada en el mundo del silencio.
En una ocasión, una mujer era llevada al hospital psiquiátrico por
su hijo y un amigo mío, a este se lo ocurrió y sugirió: «Vamos a visitar
a Felipe, a ver qué nos recomienda».
Llegaron, la mujer tenía serios problemas: veía constantemente
cómo entraban hombres por las paredes de su casa, y la querían atacar a
ella y a sus hijos, además de correrlos de su casa. Por lo anterior, la mujer
ya estaba preparada siempre con un cuchillo. Una noche confundió a

113
Felipe Gutiérrez

los «hombres» y atacó a su hijo con el cuchillo, ante este evento el psi-
quiatra consideró que tenía que internarla, dije: «No, yo me encargo».
Conversé durante dos horas con la mujer, supe que había cambiado
de religión, no salía de su casa, era muy pobre y abandonada por su
esposo con seis hijos pequeños, que no tenía para mantenerlos. Descubrí
que en su babero o delantal llevaba un casete y decía que siempre car-
gaba con ella la palabra de Dios. Empecé a conversar con ella y sobre
todo le hacía muchas preguntas.
—Sra., ¿Cristo sufrió mucho antes de que lo crucificaran?
—Sí, doctor.
—¿Rumbo al calvario lo golpearon los romanos?
—Sí, doctor, lo castigaron mucho.
—¿Y él contestaba la violencia?
—Nunca, doctor, era un hombre muy bueno.
—¿A cada golpe que le daban él respondía con golpes?
—No, doctor, era muy noble y sabía a qué había venido a este mundo.
—¿Todo el camino fue muy maltratado?
—Sí, doctor, le pegaban despiadadamente.
—¿Y él qué hacía, respondía con violencia?
—Desde luego que no, era un hombre que aun así era bueno y noble.
—¿Entonces él no tuvo que quitarles el látigo y su lanza para cas-
tigarlos y golpearlos como una forma de defenderse?
—No, él sufría, pero nunca lastimó a nadie, ni respondió con violencia.
—Sra., ¿qué es más fuerte, la palabra de Dios o un cuchillo?
—La palabra de Dios, doctor.
—Muy bien, se va a ir a su casa, va a sacar el cuchillo que tiene
bajo su almohada, va a poner el casete que tiene en su bolsillo, que es
la palabra de Dios, y la cual tiene más fuerza y poder, y cuando entren
los hombres a atacarla les enseña el casete y les dice que es la palabra
de Dios, y que él la protegerá junto con sus hijos.

Se fue, me trajo el cuchillo y empezaron a disminuir totalmente


sus alucinaciones.
Estoy mostrando cómo las preguntas y conversaciones promueven
a través de la reflexión cambios sustanciales. Este caso me llevó doce
sesiones, donde combiné mi apoyo con un abogado, tenía un problema
legal, sus hijos mayores la ayudaron económicamente y ella buscó tra-
bajo. Además, me pagaba la consulta tejiéndome adornos y me hacía
dos veces por semana el aseo de mi consultorio.

114
Capítulo 4

No es necesario saturar a las personas con prácticas y discursos de


enfermedad, ellas tienen su propia sabiduría interna.

Otra de las cosas que hago con frecuencia es utilizar cosas absurdas
en mi terapia. Alguien me dijo alguna vez:
—Eso que dices y haces es una vacilada para los pacientes.
Le contesté:
—Esas vaciladas curan a la gente, mis pacientes me recomiendan
y me dan de comer.
Puede considerarse lo absurdo como algo sin sentido, una es-
tupidez, algo idiota o tonto, sin embargo, funciona. M.H. Erickson
enseñó que la improvisación y la sorpresa son elementos que sirven
para ayudar a la gente a romper esquemas, a cambiar aquellas cosas
que los mantienen preocupados, atorados y envueltos en problemas.
A veces las personas no esperan cierto tipo de intervenciones, que la
toman desprevenidas y, sin tomar conciencia, las ayundan a cambiar.
En cierta ocasión, una paciente llegó por la mañana a su consulta y
le pedí que me escuchara, ya que tenía algunos problemas, ella accedió y le
dije: —Te sientas en mi sillón de terapeuta y yo en tu sillón de paciente.
—¿Qué absurdo, no? Si ella va a terapia, ¿por qué la pongo a que me
dé terapia? Acto seguido, me escuchó una hora y al terminar la sesión,
saca su bolsa para pagarme, entonces le pregunto:
—¿Por qué me vas a pagar, si tú fuiste la terapeuta y yo fui tu
paciente?, entonces yo tengo que pagarte.
Ella contestó:
—No, doctor, tan solo con ver que mi terapeuta esta más jodido
que yo, me voy contenta.
Me pagó y me dije «bueno, si por contar mis jodideces me pagan
y me escuchan, seguiré haciendo cosas absurdas».
En otra ocasión, una señora obsesiva compulsiva no salía ade-
lante, en la octava sesión le pedí que comprara un mazo —martillo
grande— y que fuera a un lugar lejos de su casa caminando con el
mazo en el hombro, y al llegar al lugar donde la mandé, escribiera
en una roca: «Ya estoy harta de lavarme las manos». Una vez escrito
le empezara a pegar a la roca donde estaba el nombre, cansada de
pegarle tendría que regresar a su casa con el martillo en el hombro,
el tiempo que tenía que recorrer era aproximadamente de una hora.
Se fue y cumplió su tarea, era lunes. Para el domingo me habló su
esposo y me pidió de la manera más atenta que le quitara el «castigo»
a su esposa: «Doctor, empezó a disminuir la frecuencia de lavarse las
manos, incluso el sábado y lo que va del domingo no se las ha lavado».

115
Felipe Gutiérrez

Le digo: «Voy a acceder a que no vaya hoy y mañana a golpear la roca


pero, si comienza nuevamente, la mando dos veces por día a visitar su
piedra», me contesta «gracias, doctor, lo vemos el viernes».
Cuando llega la mujer y su esposo a consulta, le dice:
—Dile al doctor.
—Bueno, doctor. Quiero decirle que ya no se lava las manos, solo
cuando es necesario, está curada.
—Bueno, usted va a estar pendiente. Si regresa a su necesidad de
lavarse las manos, ya sabe lo que tiene que hacer.
—Bien, doctor.
El resto de la sesión continuó conversando sobre lo que iba a hacer
ahora que tenía tiempo:
—Doctor, quiero un hijo y estudiar computación.
Caso resuelto: diez sesiones.
Todo lo que he escrito en este artículo refleja, por un lado, mi total
convencimiento de que hay cosas muy difíciles y complejas, pero no por
ello no pueden hacerse cosas prácticas y resolverlas. Me queda claro que
quise mostrar cómo hay prácticas terapéuticas de psicólogos, psiquiatras,
psicoanalistas y muchas personas más que en lugar de ayudar, perjudican.
Estudié dos años de psicoanálisis, un año de psiquiatría para psicólogos,
y estuve desarrollando un servicio social en un hospital psiquiátrico du-
rante tres años. He asistido a terapia en dos ocasiones con psiquiatras y
en una ocasión con un psicoanalista, conozco a cientos de pacientes que
han dejado el diván del psicoanalista, a cientos de pacientes, niños, niñas,
adolescentes, adultos y ancianos que les he quitado los medicamentos con
excelentes resultados, conozco a cientos de terapeutas con una práctica
clínica derivada de otros modelos en psicoterapia y por todo esto sigo
convencido de la magia de la terapia breve.
Les presenté mis reflexiones y casos clínicos que apoyan mi con-
vencimiento de hacer terapia breve, pero cada caso puede tener una
explicación más amplia y profunda, que va más allá de la simpleza de
las intervenciones.

Referencias
Haley, J. (1980). Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de
Milton H. Erickson. Buenos Aires: Amorrortu.
García, F. y Schaefer, H. (2015). Manual de técnicas de psicoterapia breve.
Aportes desde la terapia sistémica. Santiago de Chile: Mediterráneo.
Minuchin, S. (1974). Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa.

116
Capítulo 5
La imagen fotográfica como técnica
de intervención psicoterapéutica

Marina Gómez Banovio

Belén González Jiménez

Miguel Ángel Haza Duaso

Introducción
Este proyecto comienza con un objetivo puramente artístico en el
contexto de trabajo de un equipo de salud mental. La idea inicial era
realizar «retratos psicológicos», inicialmente a pacientes y compañeros
de trabajo. En esa tarea pudimos comprobar cómo se construían his-
torias a través de la imagen y vislumbramos la posibilidad de utilizar
esta técnica con fines terapéuticos. A partir de ahí, compartiendo la
idea con compañeros, visionando fotos y conversando sobre ellas, sur-
gieron muchas reflexiones que se plasmaron en nuevas acciones y así
de manera recursiva. Algunas de estas reflexiones y prácticas vamos a
exponerlas en este capítulo.
Pensamos en el retrato como recurso de evaluación y de intervención,
sobre todo por la potencialidad para generar posibilidades de cambio.
Para centrar el tema planteamos una somera revisión de la utili-
zación de la fotografía en relación con la psiquiatría a lo largo de la
historia, desde su uso descriptivo, como sensibilización social, como
apoyo al diagnóstico y, finalmente, como instrumento o técnica activa
en la intervención psicoterapéutica.
Exponemos, seguidamente, nuestra perspectiva acerca de la apli-
cación práctica de la fotografía en el proceso terapéutico con pacientes
atendidos en consulta.

117
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

Salud mental y fotografía


La psiquiatría y el arte son disciplinas aparentemente lejanas, pero
en realidad están muy relacionadas. Existen muchos aspectos y matices
donde pueden coincidir y complementarse.
La fotografía es una de las artes más recientes y en la actualidad
está aumentando su interés y popularidad. Desde sus inicios, las técnicas
fotográficas se han utilizado en el campo de la psiquiatría con diferentes
fines (diagnóstico, tratamiento, denuncia social, etc.).
El primer uso que se le dio a la fotografía fue descriptivo, para ilustrar
y divulgar los conceptos fisiognómicos o psicopatológicos de la época.
La idea era que a través de la fotografía o retrato del paciente se podía
conocer mejor su alma e historia personal. Representantes de este uso
son, por ejemplo, Lombroso en Italia, con sus estudios de los estigmas
de la criminalidad; Galton en Inglaterra, con sus retratos eugenésicos, y
Bertillon en Francia, con su antropometría para identificar criminales.
Duchenne se interesó por el rostro y su expresividad en reposo, bus-
cando descubrir signos de determinadas conductas o hábitos. Darwin,
basándose en el anterior, estudió la expresión facial en movimiento.
El fotógrafo inglés Hugh W. Diamond es considerado el padre de la
fotografía psiquiátrica, realizando en 1952 una exposición de imágenes
de pacientes ingresados en la institución que él dirigía; Conolly, unos
años más tarde, realiza litografías de estos retratos para ilustrar una
serie de artículos sobre la fisiognomía de la locura.
Un gran número de hospitales empezaron a incluir el retrato del
paciente en la primera página de la historia clínica al ser ingresados.
A finales del siglo XIX y principios del XX, se incluían las imá-
genes fotográficas de los grandes cuadros psiquiátricos en muchos
tratados de psiquiatría. En La Salpetrière se realizaban publicacio-
nes periódicas, donde los retratos ilustraban los diferentes cuadros
clínicos.
En la segunda mitad del siglo XX se abandona la perspectiva
descriptiva y comienza la utilización de la fotografía como vehículo de
sensibilización social, mostrando las terribles condiciones instituciona-
les en las que el enfermo mental se encontraba. Un ejemplo de ello se
encuentra en la reforma psiquiátrica de Italia, a finales de los años 70,
donde Basaglia convocó a numerosos fotógrafos de prestigio para que
retrataran la deshumanización de los manicomios.
Siguieron apareciendo imágenes que mostraban los logros refor-
mistas y los desarrollos asistenciales progresivos, así como reportajes
para señalar el estigma y las actitudes negativas hacia el enfermo mental.

118
Capítulo 5

Multitud de fotógrafos contemporáneos han retratado la locura


desde una perspectiva más estética o artística, por ejemplo: Diane Arbus,
Richard Avedon, Mary Ellen Mark, Anders Petersen, etc., o bien han
complementado la imagen con literatura como en la obra de Schirato
Fuori di me (2007), donde la imagen sugiere historias y las palabras
añaden contenidos a lo captado visualmente.
La fotografía ha sido utilizada en el proceso de diagnóstico a
través de las técnicas proyectivas, debido a la capacidad evocativa que
tienen las imágenes fotográficas y a su facilidad para evocar contenidos
psicológicos menos evidentes, por ejemplo, en el test de Szondi (1940),
o algunas de las láminas del TAT de Murray. Freud, en su obra El yo
y el ello (1923), planteó que el pensamiento visual está más cerca de
los procesos inconscientes que el pensamiento verbal y mantuvo que
lo visual es para muchas personas una vía de acceso al inconsciente.
La utilización de la fotografía como instrumento terapéutico se
inicia en 1851 con el doctor Krirkbride en su «tratamiento moral»
en el Hospital Psiquiátrico de Pensilvania, utilizando transparencias
fotográficas en sesiones diarias para los pacientes.
H.W. Diamond, en 1856, atribuía a los retratos fotográficos utilidad
en la recuperación de los pacientes al ofrecerles, de esta manera, una
imagen más precisa de sí mismos.
La fototerapia se define como el uso de fotografías o materiales
fotográficos bajo la dirección de un terapeuta entrenado para reducir
o aliviar síntomas psicológicos dolorosos y facilitar el crecimiento psi-
cológico y los cambios terapéuticos.
Krauss (1983) describe la aplicación sistemática de imágenes fo-
tográficas y/o de procesos fotográficos (a menudo es una combinación
visual de imágenes y lenguaje) para crear cambios positivos en los
pensamientos, sentimientos y conducta de los pacientes.
Un ejemplo de utilización práctica de la fotografía como actividad
expresiva y medio de superación personal por parte de personas con
una enfermedad mental fue el proyecto Well-Being, que se publicó por
J. Campbell en 1989 bajo el título «People say I’m crazy», una antolo-
gía de prosa, poesía y fotografía que representa el esfuerzo por parte
de usuarios de servicios de salud mental de California para definir su
bienestar, no su enfermedad; esto se encuentra en la misma línea del
trabajo que presentaremos a continuación.
Weiser (1999) propone cinco técnicas para trabajar en fototerapia:
1) el proceso proyectivo utilizando las imágenes para explorar per-
cepciones, valores y expectativas; 2) los autorretratos para entender
la autoimagen de cada uno; 3) la perspectiva del otro, a través de las

119
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

imágenes tomadas del sujeto; 4) las metáforas del self a través de las
imágenes tomadas o coleccionadas por el sujeto, y 5) la revisión de
álbumes familiares y colecciones fotográficas.
Otros usos particulares de las fotografías son el realizado con an-
cianos o personas con deterioro cognitivo para estimular la memoria
y favorecer la comunicación; también se ha usado en tratamiento con
niños y adolescentes, minusválidos físicos o psíquicos, elaboración de
duelos en familias, construcción de genogramas en terapia familiar (De
Bernart, 2013), además de integrar procesos de arteterapia, psicodra-
ma, etc. Estas y otras aplicaciones se expusieron en el congreso sobre
«Photo Therapy and Therapeutic Photography» celebrado en Turku,
Finlandia, en 2008.
Parafraseando a Avilés Gutiérrez (2004), fototerapeuta y terapeuta de
familia, el proceso fotográfico y el proceso terapéutico tienen mucho en
común y sus conceptos pueden ser utilizados metafóricamente en ambos
dominios, ya que en ambos casos se trata de captar una porción de realidad,
verla a través de los ojos o la lente de una cámara, acercarnos al objeto,
seleccionar, fijar la atención en la imagen, enfocar, encuadrar, disparar, cap-
turar la imagen y fijarla sobre una superficie sensible. En ambos procesos, la
realidad es vista «tomada» a través de filtros físicos, personales y culturales
que nos permiten hacer resaltar y/o distorsionar las cosas.
Podemos decir que el significado de la foto es parcialmente creado
por el observador durante el proceso de percibirla, pero revierte en el
fotografiado, de modo que nos permite, durante el proceso terapéutico,
revisualizar bidireccionalmente las fotografías, formando e ilustrando
nuevas narraciones.

El retrato fotográfico como


técnica psicoterapéutica
La utilización de la fotografía como técnica de intervención psico-
terapéutica aparece de forma casual al conciliar la experiencia artística
y el interés por el retrato de uno de los autores de este capítulo, con su
desempeño laboral como psicoterapeuta en un contexto de salud mental.
Este proyecto se inició con un objetivo puramente artístico de
perfeccionamiento de la técnica del retrato en el contexto de trabajo
en un equipo de salud mental, donde la posibilidad de hacer retratos al
ser un «lugar de paso», se multiplica, promoviendo una gran riqueza
de posibles trabajos con personas y materiales. En este proceso, la fo-
tógrafa/terapeuta va descubriendo la riqueza de la imagen tanto en la

120
Capítulo 5

percepción de los pacientes y familiares como en la de los profesionales


y compañeros del equipo.
La utilización del retrato adquiere importancia para evaluar deter-
minados momentos individuales y familiares, y para generar perspecti-
vas, posibilitando la construcción de historias diferentes.
Estas prácticas van generando reflexiones y conversaciones con
otros compañeros, tomando cuerpo la idea de utilizar la fotografía
cómo técnica de intervención en psicoterapia.

Imagen, foto y retrato

La imagen tiene la capacidad de transmitir más que las palabras;


según Barthes (1980), en la fotografía podemos observar el studium,
que es aquello que se refiere a lo que todos podemos compartir o ver
en la foto, y el punctun, que es lo íntimo, lo que nos conmueve y que
a veces es inconfesable.
No obstante esto parece una paradoja, ya que la foto y el retrato
o la propia imagen nos situarían en principio en lo estático —según
la Enciclopedia Ilustrada Espasa—, la fotografía se define como la
ciencia y arte de obtener imágenes duraderas por la acción de la luz
sobre el papel; a su vez, el retrato es una pintura o efigie que representa
alguna persona o cosa o la descripción de la figura o carácter, o sea de
las cualidades físicas y morales de una persona,, y nosotros como psi-
coterapeutas estamos siempre propugnando el cambio o movimiento.
Sin embargo, en el proceso de fotografiar, tenemos que tener en
cuenta, y de manera definitoria, la figura del fotógrafo y el contexto. Así,
lo que empieza como una actividad artística, con apariencia de estática,
se va convirtiendo en una experiencia dinámica en la que interactúan
fotógrafo y modelos, facilitando la relación terapéutica y esta, a su vez,
facilita el discurso sobre la imagen.
Las personas fotografiadas son aquellas que acuden en busca
de soluciones, relatando sus problemas, configurando síndromes y
categorías. Acuden con sus familiares y amigos, contando sus his-
torias y esperando a alguien que va a indagar en sus problemáticas
para descubrir las causas y aplicar los remedios. Van a encontrarse
con alguien que propone algo diferente, desplazándose del espacio
de la consulta, a un espacio de «juego» con la cámara para hacer
fotografías y retratos.

121
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

La utilización del espacio

A modo de un estudio fotográfico y en el despacho, se estableció un


espacio diferenciado con su «telón negro» de fondo, y la cámara con su
trípode. En lugar de una entrevista al uso, señalábamos la posibilidad de
una fotografía, y casi siempre los usuarios de manera abierta y decidida se
postulaban para posar y para «jugar» con la cámara, saliendo del campo
de juego de la salud mental al de la fotografía y el retrato, trascendiendo
por un momento los discursos y narraciones que traían a la consulta;
acudían y posaban, y a medida que lo hacían, construían «conversaciones
con la fotógrafa».

Fotografía y psicoterapia

Se realiza el retrato en el espacio acondicionado, se generan con-


versaciones y se construyen historias a partir de la imagen de ellos tal
y como se sienten en ese momento. En esas conversaciones generadas
sobre las imágenes construidas, van surgiendo perspectivas diferentes
tanto para los modelos/pacientes como para la fotógrafa/terapeuta. Es
decir, las familias se ven de manera diferente y ven al terapeuta de manera
distinta. El terapeuta, disfrazado de fotógrafo, comienza a ver novedo-
sas cualidades y capacidades de sus pacientes disfrazados de modelos,
en un proceso recursivo, que genera nuevas posibilidades narrativas.
La idea de trabajar con los recursos que posee el paciente está
ampliamente extendida en todos los modelos de ayuda psicológica que
pretenden rescatar aspectos funcionales y saludables dentro de una
situación de dificultad. El paciente es un cliente motivado al cambio
en mayor o menor medida.
Trabajamos con personas que se sienten «atascadas», en un primer
retrato, en su desarrollo vital, pero que pensamos que pueden afron-
tar activamente sus dificultades, no limitándose a padecerlas. Aquí, el
terapeuta sería un facilitador de recursos y capacidades que no tienen
por qué estar directamente relacionadas con el problema y que además
dedicaría esfuerzos a favorecer la atribución y amplificación de estos.
Desde nuestro punto de vista, las conversaciones sobre las fotos deben
generar información sobre los puntos fuertes y los recursos que tienen
el paciente y su familia para plantear y llevar a cabo su proyecto vital.
La petición de generar imágenes o retratos en el momento actual
con la sintomatología, malestar o problema, e imágenes o retratos en un
futuro en que se encuentren sin el problema, permite crear expectativas

122
Capítulo 5

de cara al futuro, posibilitando que el paciente y la familia puedan


experimentarse sin el problema y desarrollando su proyecto vital.
Abraham Lincoln señalaba que «la mejor manera de predecir el futuro
es construyéndolo».
Esas nuevas perspectivas que elaboramos conjuntamente con los
pacientes mejoran la forma de trascender al problema, de modo que
se pueda construir otra narrativa posible. En los retratos exploramos e
investigamos «diferencias», eventualidades, singularidades, indicios que
construyen imágenes, y que tienen sentido si son contadas por las per-
sonas retratadas, y de esas narraciones ayudamos a extraer diferencias
que puedan ser útiles: algo que el retratado no se ha visto antes, una
mirada que al moverse produce un efecto inquietante o bello o miste-
rioso, donde se conjuga una especie de belleza con algo que remarca
una diferencia y una característica positiva del retratado.
A esta exploración de las nuevas perspectivas nos ayuda la bús-
queda de excepciones potenciales pidiendo al paciente que imagine un
futuro sin el problema y pose ante la cámara tal cual sería en ese futuro
(similar a la «pregunta por el milagro», basada en la hipnoterapia de
Milton Erikson y descrita por De Shazer (1989)).
A continuación, podemos visualizar y conversar sobre «¿qué será
diferente?» y «¿qué otras cosas hará cuando el síntoma desaparezca?»,
poniendo de manifiesto, a través de la descripción, las características
que tendrá la solución. Las excepciones tienen que ver con detectar
avances, ampliarlos y atribuirlos a lo que los pacientes ya están hacien-
do, pensando o sintiendo, o a cualidades que han empezado a emerger.
Las personas no solo son capaces de imaginar qué va a ser diferente,
sino que parece que son capaces de experimentar imaginariamente las
emociones que van asociadas a esos cambios (Markus y Nurius, 1986).
Esta proyección al futuro nos permite establecer objetivos y facilita que
las personas se pongan en disposición de conseguirlos. Las metas son
definidas por el paciente porque, al pedirles «otra foto sin el problema»,
nos da la posibilidad de averiguar cómo se va a notar y cómo va a darse
cuenta de que ha conseguido las metas, gracias a la observación con el
paciente de los detalles (indicios) de esa segunda foto; posteriormente,
el terapeuta tiene que ayudar al paciente a encontrar el modo de mani-
festarlos y hacerlos parte de su narrativa o historia: «¿En qué notarás
que ya no estás deprimido?, ¿cómo lo notará tu mujer, madre, etc.?».
Gabriel García Márquez apuntaba que «las historias escritas surgen
de una imagen».
Avanzamos del círculo vicioso al benevolente: una vez que se
hace un pequeño cambio positivo, se puede generalizar («efecto alas

123
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

de mariposa», Cade y O’Hanlon, 1995), debido a que el paciente se


siente optimista y con algo más de confianza para asumir el control y
abordar nuevos cambios. El terapeuta seguirá co-construyendo nuevos
significados adscribiendo intenciones y motivaciones positivas a las
conductas relacionadas con el síntoma.
Trabajando con pacientes diagnosticados de psicosis o trastorno
mental grave, que se encuentran inmersos en un programa terapéutico,
les proponemos mostrarse en tres etapas del proceso (trilogía evolu-
tiva): en el comienzo del programa terapéutico, en la actualidad y
en el futuro, cuando no exista el problema. Después visualizamos y
comentamos las «trilogías», conversando sobre las imágenes, en las
que observamos aspectos que compartimos (studium), y otros íntimos
y emocionantes (punctum), que fomentan, en el encuentro y conver-
sación entre paciente y terapeuta, la apertura de nuevas perspectivas
con posibilidades de crear nuevas historias. En estos tres tiempos
podemos decir que hay una cierta valoración estática de las imágenes,
pero también una de proceso, desde el inicio, pasando por la actuali-
dad, a la de futuro, donde el paciente puede experimentarse haciendo o
promoviendo su proyecto vital, sin estar limitado por el problema. En
el acto psicoterapeútico, Pakman (2010) habla de momentos del pro-
ceso terapéutico en el que se dan cambios generativos discontinuos que
llama poéticos en el sentido productor o generativo, frente al proceso
terapéutico continuo, en donde se dan distintas lentes interpretativas
para mirar lo que se sucede y que se trabaja con micropolíticas.
El poder visualizar el futuro sin problema genera narrativas muy
interesantes para el proceso, trabajando con la comunicación analógi-
ca y la imagen para mostrar sentimientos, y ofrecer la posibilidad de
que hablen a partir de la construcción fotográfica que hacemos de esta
evolución, generando discontinuidades en el proceso terapéutico que
posibilitan la aparición de esas nuevas percepciones por parte de los
pacientes y de los terapeutas.
Resaltamos la manera en que los pacientes, a través de la con-
versación con el terapeuta, pueden producir narrativas nuevas sobre
su propia imagen: cómo se ven, cómo creen que los ven, cómo se
relacionan con la cotidianeidad, con los otros fuera del síntoma, etc.
Estas nuevas informaciones, en el sentido batesoniano, son novedosas
para los pacientes y también para los terapeutas que comienzan a
verlos cargados de posibilidades o capacidades, y a descubrir aspec-
tos que antes nunca hubieran encontrado en una consulta médica o
psicológica tradicional.

124
Capítulo 5

Casos clínicos
Trilogías evolutivas

Caso 1. EMG: 

Tiene treinta y seis años. Lleva encerrada en la casa desde hace


veinte. Sigue tratamiento con antidepresivos desde el 2009. Acude a la
consulta traída por su hermana, quien refiere que había sido atendida
por diferentes profesionales que orientaron el diagnóstico hacia un
trastorno psicótico. Su padre había fallecido recientemente.
En las primeras sesiones, y teniendo en cuenta que la demanda de
intervención viene de parte de la hermana, el objetivo del terapeuta
se centró en procurar que EMG pudiera tener un lugar desde el cual
generar su propia demanda: «Poder volver a salir de casa y hacer una
vida como las chicas de sus edad». Se utilizaron redefiniciones, peque-
ñas tareas progresivas, que poco a poco permitieron volver a recuperar
funciones perdidas, como ponerse gafas y poder leer, ir al dentista, ir a
la peluquería, comprarse ropa, salir de casa y conocer Málaga, su tierra,
para finalmente viajar fuera y matricularse en la universidad.
Comenzamos a trabajar con la fotografía, y observamos las distintas
utilidades de la cámara:

• La trilogía evolutiva: se le pide a la paciente que se muestre


cómo se siente en el momento actual (imagen central, foto 1).
Posteriormente, se le solicita que muestre cómo se sentía cuando
vino por primera vez a la consulta (imagen izquierda, foto 1):
observamos a la paciente tapada sin que la viera nadie, pero ella
controlando lo que pasaba y «cuidando de su familia», como
denota la mirada a través de sus manos, y por último, la imagen
de futuro a través de la «pregunta milagro», que es la que más
estimuló a la paciente a imaginarse su futuro sin la enfermedad
(imagen derecha, foto 1).

125
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

Foto 1: «No estaba al exterior»

• Realizamos, en colaboración con la paciente, una sesión para


hacer fotografías que reflejaran cómo ella sentía su propia evolu-
ción. Dada su personalidad tímida, ansiosa y temerosa, el poder
jugar con la paciente, usando su imagen (foto 2), o sus objetos
personales, o un pajarito (foto 3), fue un logro importante, como
se puede apreciar en la imagen.

Foto 2: «Conectando con el mundo I»

126
Capítulo 5

Foto 3: «Conectando con el mundo II»

Caso 2. R:

Diagnosticado de esquizofrenia de larga evolución, en esta trilogía


evolutiva, el paciente no sabía cómo representar cómo se sentía cuando
se encontraba mal. Estaba muy nervioso, no podía estar quieto. Se le
invitó a que lo intentara y observamos que la primera imagen de la
trilogía sale movida (foto 4).

Foto 4: «Me inquieta la enfermedad»

127
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

Caso 3. IC:

Presenta un delirio místico de larga evolución. Lo interesante de este


caso fue que al enseñarle la trilogía a la paciente, ella quiso cambiar la
imagen de futuro (imagen derecha de la trilogía, foto 5), porque ya no
se veía representada. Se realizó una nueva imagen de futuro (foto 6).

Foto 5: «En mi oración»

Foto 6: «Apuesta de futuro»

128
Capítulo 5

Retratos familiares

En el desarrollo del proyecto, surge de manera espontánea por


parte de los pacientes la petición de ser fotografiados con familiares
significativos para ellos. Los retratos se les muestran provocando fuertes
emociones, y se les insta a que los titulen o que digan lo que les sugiere
(fotos 7, 8, 9 y 10).

Foto 7: «By my self», refiere su camiseta, congruente


con su discurso de esfuerzo por superarse y hacer algo por sí mismo.

Foto 8: «Ella no está sola»

129
Marina Gómez, Belén González y Miguel Ángel Haza

Foto 9: «Juntos hasta la muerte»

Foto 10: «Mente y cuerpo».


Diagnosticado de esquizofrenia y también de psoriasis.

Conclusiones
La utilización de la fotografía en el trabajo psicoterapéutico con
pacientes diagnosticados de problemáticas severas y en ocasiones
incapacitantes, se nos ha revelado como una técnica de intervención
muy potente cuando se acompaña de una posición de colaboración,
exploración y creación de nuevos contextos. El cambio de un contexto
tradicional al de «juego con la cámara», la representación de imágenes
y la construcción de un proceso dinámico mediante «trilogías evolu-
tivas» en las que se muestran diferentes momentos de la evolución de

130
Capítulo 5

los pacientes en una misma sesión (antes, ahora y futuro sin enferme-
dad), o mediante «retratos familiares», enriquecen las conversaciones
acerca de las diferencias o nuevas perspectivas que aparecen generando
«discontinuidades» y posibilitando «momentos poéticos» (Pakman,
2010). En ese sentido, la utilización del futuro sin el protagonismo del
problema o sin la enfermedad, en imágenes, y las conversaciones sobre
los detalles que aparecen en estas impactan con una gran potencia a
la hora de promover el cambio y desarrollar un nuevo proyecto vital.

Referencias
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gación. México: UAM-X.
Barthes, R. (1980). La cámara lucida, nota sobre la fotografía. Barcelona:
Paidós.
Cade, B. y O’Hanlon, W.H. (1995). Guía breve de terapia breve. Barcelona:
Paidós.
Campbell, J. (1989). People Say I’m Crazy: An anthology of art, poetry, pro-
se, photography and testimony by mental health patients throughout
California. Sacramento: California Department of Mental Health.
De Bernart, R. (2013). El genograma fotográfico y la terapia familiar. Del
Lowenthal, Phototherapy and terapeutic photography in a digital
age. New York: Routledge.
De Shazer, S. (1989). Pautas de terapia familiar breve. Un enfoque ecosis-
témico. Barcelona: Paidós.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Obras completas. Madrid: Biblioteca Nueva.
Krauss, D.A. y Fryrear, J.L. (1983). Phototherapy in mental health. Sprin-
gfield: Charles C. Thomas.
Markus, H. y Nurius, P. (1986). Possible selves. American Psychologist,
41 (9), Sep., 954-969.
Pakman, M. (2010). Palabras que permanecen, palabras por venir. Micro-
política y poética en psicoterapia. Barcelona: Gedisa.
Schirato, S. (2007). Fuori di me. Silvana: Milano.
Szondi, L. (1983). Test de Szondi. Madrid: TEA.
Weiser, J. (1999). Phototherapy Techniques. Exploring the secrets of
personal snapshots and family albums. Vancouver: Phototherapy
Center Press.

131
Capítulo 6
Análisis transaccional como
modelo cognitivo sistémico
en psicoterapia de grupo

Beatriz Labrit

Este capítulo aborda la aplicación de los recursos cognitivos-


aistémicos del Análisis transaccional (AT) en la psicoterapia de grupo.
El análisis transaccional y sus instrumentos son expuestos como una
psicología social y como tal, el énfasis se coloca sobre la comunicación,
especialmente no verbal, y en las interacciones interpersonales aprendi-
das en la infancia, las cuales intervienen en el desarrollo psicológico. Se
describe cada una de las categorías desde su fundamentación teórica,
así como la presentación de algunas técnicas cognitivas y sistémicas
utilizadas en AT. La psicoterapia grupal es entendida como un espacio
que proporciona:

a) La posibilidad de múltiples interacciones interpersonales.


b) La posibilidad de entender los conflictos, síntomas, dificulta-
des personales, surgidos en las relaciones interpersonales de manera
relacional.
c) La posibilidad de reaprender las relaciones a partir del encuentro
interpersonal con el terapeuta e integrantes del grupo.

¿Qué es el análisis transaccional?


Es una ciencia de la conducta creada por el psiquiatra Eric Berne en
los años 50. Se denomina «análisis» porque separa el comportamiento
en unidades y «transaccional» por el énfasis en las interacciones entre
los seres humanos (Kerman, Lutz, Ugarte y García, 1998).
Berne insistió en haber creado una psicología social, ya que en
el contexto en el que se desenvolvía predominaba el enfoque del

133
Beatriz Labrit

individuo, tanto en el psicoanálisis como en el conductismo nortea-


mericano (Kertész, Kertész y Atalaya, 1997).

Fundamentos filosóficos
El apoyo es dado en bases humanísticas, poniendo énfasis en la
autodeterminación y en la responsabilidad personal. Se afirma en una
filosofía positiva y de confianza en el potencial del ser humano, consi-
derándose un modelo psicoeducativo en contraposición con el modelo
médico de salud y enfermedad. Da trascendencia al contacto Yo-Tú
entre los seres humanos (Buber, 1998), teniendo en cuenta la influencia
del entorno, como moldeador de la conducta humana, especialmente
en la infancia.
Para el AT, los sistemas sociales determinan la conducta aquí y ahora
de las personas. La comunicación cobra, a partir de los signos de con-
ducta verbales y no verbales, un lugar privilegiado y a través de ellos los
mensajes que las personas reciban, así como su influencia en la conducta.

Fundamentos teóricos
Berne (1983) privilegió y recomendó la utilización de cuatro instru-
mentos para la psicoterapia: análisis estructural y funcional, análisis de las
transacciones, análisis de los juegos psicológicos y del argumento de vida.
Entre 1968 y 1971, Kertész y su equipo crean otro modelo, con-
formado por diez categorías, que integra elementos creados por Berne,
pero no suficientemente jerarquizados hasta ese momento (Kertész et
al., 1997).
Cada categoría consiste en un concepto básico o una serie de con-
ceptos en interrelación y sus técnicas de aplicación:
1. Esquema de la personalidad: análisis estructural y funcional
2. Análisis de las transacciones
3. Caricias
4. Posición existencial
5. Emociones
6. Estructuración del tiempo
7. Juegos psicológicos
8. Argumento de vida
9. Miniargumento
10. Dinámica grupal

134
Capítulo 6

El análisis transaccional como


modelo cognitivo-sistémico 
Modelo cognitivo: racionalista y constructivista

Para el cognitivismo, las experiencias y su percepción se dan por


procesos activos. Los mismos son cogniciones que se manifiestan a tra-
vés de pensamientos, imágenes, los cuales pueden ser conscientes o no.
Las creencias son un tipo de cognición. Pueden definirse como
ideas, generalizaciones que sirven para interpretar la realidad y se
basan en referencias. Las mismas pueden ser: experiencias personales,
información que deviene de otros, imaginación. Como tales, sirven
para interpretar la realidad. No son realidades, solo datos. Cuanto más
irracionales sean, más se alejarán de la objetividad de la realidad, tanto
interna como externa.
Los instrumentos del AT facilitan evaluar la realidad lo más obje-
tivamente posible, si bien, la percepción de la realidad no es objetiva:
el mapa no es el territorio. El objetivo será que el estado del yo adulto
pueda evaluar la realidad sin contaminaciones del estado del yo padre
o niño (Kertész et al., 1997).
Para el modelo constructivista, el hombre se enfrenta a reconocer la
diversidad de realidades y visiones del mundo que son posibles y aceptar
su papel de agente constructor de significados (Kerman et al., 1998).
Se define una construcción como una manera de organizar la experien-
cia personal. Esta manera, que es individual, refleja la representación del
mundo así como la propia. La aplicación de instrumentos del AT permitirá
la reconstrucción de significados, fomentando cambios profundos en los es-
quemas centrales de procesamiento de la información. Esto permitirá operar
de manera funcional con la realidad y las distintas situaciones del ciclo vital.

Modelo sistémico

Con las corrientes sistémicas se comparten algunos conceptos


fundamentales.
• La familia es considerada como un sistema en interacción con
el ambiente y en el que la variación en un integrante produce
una variación en el resto.
• Dentro del mismo grupo o sistema familiar, hay unidades me-
nores, subgrupos y a su vez jerarquías, lo que posibilita que un
subgrupo pueda tener poder sobre los otros.

135
Beatriz Labrit

• Pueden formarse coaliciones entre miembros de diferentes


subsistemas, chocando entre sí y, de esta manera, alterando las
jerarquías normales, provocando diferentes tipos de trastornos.
• -El objetivo de la existencia de la familia es que cada integrante
tenga lo que necesita, como tiempo, reconocimiento, bienes mate-
riales, afecto, para avanzar en el ciclo vital (Kertész et al., 1997).
• Toda familia está regida por reglas.
• Otorga particular importancia a los procesos de comunicación.
En AT se trabaja sobre la comunicación entre los integrantes de la
familia, así como con el metaprograma que rige la misma: el desarrollo
del «argumento familiar». El AT, como una terapia de fundamentación
sistémica, no toma al individuo aislado, sino en la interacción con el o
los grupos donde funciona.
En la psicoterapia, el objetivo será salir de un «argumento de vida»
que contiene aspectos positivos y negativos, basados en mensajes pa-
rentales, para generar metas de vida adecuadas que permitan avanzar
en el ciclo vital de cada uno de los integrantes.
El grupo permite recapitular de manera correctiva aquellas situacio-
nes vividas dentro del grupo familiar. La estructura y dinámica grupales
facilitan a partir de la participación de sus integrantes, que cada una de
las personas se manifieste. En el grupo el conflicto se repite. El trabajo
apuntará a generar cambio de reglas en los sistemas y no solo cambio
de roles, así como el trabajo con los roles disfuncionales aprendidos y
funcionales complementarios.
El argumento de vida condicionará el tipo de emociones que sentir
y manifestar, así como la respuesta a las emociones frente al entorno; el
manejo de las caricias ya sea para dar, recibir, pedir, rechazar y brindarse a
sí mismo; las transacciones o interacciones entre las personas en gran parte
serán ulteriores, conteniendo este tipo de comunicación la trama del argu-
mento; el manejo del tiempo basado en mensajes parentales inadecuados.

Las diez categorías del AT


1. Análisis estructural y funcional

El AT divide a la personalidad en tres estados del yo: padre,


adulto y niño.
Asimismo, define estado del yo como un sistema de pensamientos,
imágenes, emociones y conductas afines.

136
Capítulo 6

Cada estado del yo posee contenidos que le son propios, con lo


que opera en el mundo en las diferentes áreas y roles.
Padre: introyección de figuras parentales reales, generalizaciones,
creencias, juicios de valor, normas, valores, permisos y prohibiciones.
Adulto: evalúa los datos de la realidad, evaluación lógica de la
realidad, tomando en cuenta las posibles consecuencias de la conducta,
permitiendo de esta manera poder anticipar y prevenir.
Niño: aquí radican la intuición, la creatividad, las emociones,
el pensamiento mágico, dicotómico; los aspectos propios biológicos
determinados.
De manera estructural, podemos evaluar el contenido y caracterís-
ticas depositados en cada uno de ellos.
Funcionalmente se los puede ver en acción a través de los signos
de conducta verbal y no verbal característicos de cada uno de ellos.

Recursos cognitivo-sistémicos

Existen técnicas cognitivas para trabajar con los diferentes esta-


dos del yo, tales como: descontaminación, fortalecimiento del adulto,
desconfusión, reparentalización y liberación.
El objetivo es el desarrollo y fortalecimiento del adulto, estado del
yo que permite evaluar la realidad externa e interna, analizar los erro-
res cognitivos en cada estado del yo y mantener contenidos que sean
funcionales, así como comprender la intención positiva de esos errores.
Ejemplo: «Si existe una idea errónea en el niño, en algún contexto
sirvió».
Ejemplo: «No sirvo para nada».
De esa manera permite por ejemplo que la madre se sienta útil, o
sea utilizando su padre nutritivo (P.N), haciendo por su hijo/a lo que
puede hacer por sí mismo. El nutrir adecuadamente invita a crecer y
desarrollar potencialidades, nutrir inadecuadamente cercena las posi-
bilidades de despliegue de las mismas.
A través por ejemplo de la técnica de la silla vacía, técnica tomada
del psicodrama y de la terapia gestáltica, se puede trabajar con los con-
tenidos de los estados del yo, así como los diálogos entre ellos. Stuntz,
de los Estados Unidos, trabajó con cinco sillas, y luego fue ampliado
a seis, interactuando los estados del yo en sus aspectos funcionales.
Estas técnicas tienen valor de diagnóstico y terapéutico, relevando
contenidos, recursos y así como incorporar aquellos que se necesiten
(Kerman et al., 1998).

137
Beatriz Labrit

En cuanto a los aspectos relacionales, AT le da gran importancia a


la comunicación en los aspectos no verbales del proceso, que entiende
como manifestación externa de los contenidos de los estados del yo.
En la situación grupal, la devolución del grupo será de gran impor-
tancia como un diagnóstico social. Los aspectos no verbales transmiten
vivencias internas. Se buscará que los integrantes del grupo capten lo
no verbal y verifiquen si el significado que le dan es el correcto, o si de
alguna manera están proyectando aspectos propios.

2. Análisis de las transacciones

Refieren a intercambios de estímulos y respuestas entre los estados


del yo específicos de diferentes personas (Kertész et al., 1997).
Así como en el análisis estructural se hace referencia a lo que
sucede dentro del individuo, en el análisis de las transacciones se hace
referencia a lo que ocurre entre las personas: se analizan los estímulos
y respuestas entre los estados del yo de dos o más personas.
Aquellas transacciones repetidas durante la infancia quedarán
grabadas y funcionarán a modo de circuitos internos. Lo que estuvo
afuera queda dentro y en determinadas ocasiones, según los roles, po-
drán volver a convertirse en interacciones.
Ejemplo: «Si cada vez que se equivoca se expresa malestar, gritos,
críticas, la persona incorporará internamente esta transacción cerrada.
Ya no hará falta que nadie lo critique, lo hará en soledad, frente a una
equivocación».
En algún momento de su vida, en el marco de sus diferentes roles,
pareja, familia, trabajo podrá utilizar esta comunicación desvalorizante
con otros.

Recursos cognitivo-sistémicos

a) Las técnicas permiten dar cuenta de las interacciones cerradas


complementarias, aquellas cuya respuesta regresa al mismo estado
del yo que originó el estímulo, disfuncionales entre estados del yo, así
como generar desde los estados del yo respuestas que rompan con la
invitación a estar mal como las transacciones cruzadas, donde aquellas
cuya respuesta no vuelve al mismo estado del yo que originó el estímulo.

Ejemplo: Transacción complementaría disfuncional.


Estímulo: «Nunca haces nada bien».
Respuesta: «Es verdad, no sirvo para nada».

138
Capítulo 6

Ejemplo: Cruzada.
Estímulo: «Nunca haces nada bien».
Respuesta: «¿Tuviste un mal día en el trabajo?».
Ejemplo: Así como invitar a estar bien
Estímulo: «Nunca haces nada bien».
Respuesta: «Te quiero».

b) Se analizan los dobles mensajes a través de darse cuenta de la


incongruencia simultánea y sucesiva.

Simultánea: dos o más signos de conducta transmiten diferentes


mensajes al mismo tiempo.
Ejemplo: «Te quiero y pellizco la cara»; «te quiero y no lo miro
a los ojos».
Sucesiva: cuando media un lapso de tiempo entre dos o más
conductas incongruentes.
Ejemplo: a una persona le realizarán una extracción de sangre
y dice que no se impresiona. Luego se desmaya.
Ejemplo: un novio llama a su novia diciendo que está harto de
ella, de sus celos, que se termina la relación. Al rato vuelve a llamar
con tono de voz tembloroso, disculpándose.

c) Se facilita el cambio II no solo de contenido en el estado del yo,


también del proceso de comunicación a través del cambio en los signos
verbales y no verbales de la comunicación.

Ejemplo: «Estoy podrida de repetir una y otra vez que la tarea debe
estar realizada en tiempo y forma, quedamos que hace una semana lo
entregarías, estoy harta».
El cambio I implica el cambio de comportamiento a otro, pero
dentro de un modo determinado de comportarse.
Ejemplo: «Si la persona está agresiva en las palabras y forma de
comunicación, aunque él pueda tener razón, pasa a no decir nada».
Cambio II. Aquí el cambio se produce en una meta nivel. Es el
cambio desde un modo de comportarse a otro.
Siguiendo el ejemplo: la confrontación está acompañada de signos
verbales y no verbales de la comunicación que puedan ser nutritivos en
la forma y adultos en el contenido.
Ejemplo: «No realizo la tarea ni en la forma ni en el tiempo como
acordamos. Le pido lo haga. El plazo estipulado es: confío en Ud.». Se
transmite el mensaje de manera tranquila, amable.

139
Beatriz Labrit

3.Caricias

Son estímulos sociales dirigidos de un ser vivo a otro que reconocen


la existencia de este.
Quizás sea el instrumento más potente del AT. Detrás de su aparente
sencillez, subyace la esencia de las relaciones humanas y se facilita la
comprensión de muchas situaciones interpersonales conflictivas, así
como el modo de resolverlas.
El AT estudia las leyes de intercambio de las mismas y cómo influyen
en la determinación de la conducta.
Las caricias pueden clasificarse de acuerdo con cuatro criterios:

a) Por su influencia en el bienestar físico, psicológico y social, a


largo plazo, pudiendo clasificarse en:

• Adecuadas: aumentan el bienestar a largo plazo.


• Inadecuadas: provocan malestar a corto o largo plazo.

b) Por la emoción o sensación que invitara sentir:

• Positivas: invitan a sentir emociones o sensaciones agradables.


• Negativas: invitan a sentir emociones o sensaciones desagra-
dables.

c) Por los requerimientos o condiciones para darlas o recibirlas:

• Incondicionales: se dan o reciben por el mero hecho de existir.


• Condicionales: se dan o reciben por conductas objetivas.

d) Por el medio de transmisión:

• Físicas, verbales, gestuales, escritas, siendo las físicas las primi-


tivas y más potentes.

El intercambio de caricias está reglado por el marco de referencia


ECRO (esquema conceptual referencial operativo), como conjunto de
representaciones del mundo y de nuestras experiencias, que dan sentido
a los estímulos que recibimos y nos permiten operar sobre el ambiente
(Pichón Riviere, 1985). Este marco fue construido a través de toda
nuestra vida y permitió sobrevivir, así como lograr objetivos.
El intercambio de caricias está reglado por este marco.

140
Capítulo 6

Recursos cognitivo-sistémicos

Algunas de las patologías en las personas ocurren por carencias


afectivas y dificultades en el intercambio de caricias. Desde lo compor-
tamental y sistémico, las caricias actúan como refuerzos sociales.
Las dificultades para dar, recibir, pedir, rechazar caricias negativas
o darse a sí mismo, están reguladas por el marco de referencia de la
persona. El «filtro de caricias» lo ilustra metafóricamente. Se rechaza-
rá o aprobará de acuerdo con las creencias y aprendizajes familiares,
pudiendo generar síntomas a través de los cuales pueden obtenerse tal
vez caricias inadecuadas.
Ejemplo: la persona rechaza caricias positivas y solo acepta caricias
negativas con dificultades para poner límites adecuados.
Se deprime: recibe así caricias de lástima, o caricias basadas en la
patología, las cuales no son adecuadas.
Las dificultades para dar caricias positivas, recibir caricias posi-
tivas, darse a sí mismo caricias positivas, rechazar caricias negativas
inadecuadas, pedir caricias positivas necesarias, están sustentadas por
creencias basadas básicamente en el aprendizaje familiar.
Se trabaja con técnicas de cambio cognitivo que permitan modifi-
car las ideas limitantes respecto del intercambio adecuado de caricias.
Poder dar cuenta de quién recibió el mensaje que impide el libre
intercambio, el sentido que tuvo obedecer ese mensaje dentro de la fa-
milia, así como el sentido que tuvo en el pasado para la figura parental
en particular. Tomar conciencia de estos aspectos es de por sí ya un
importante cambio.
El grupo como tal es una gran caricia. Es un lugar seguro, prote-
gido, que permite la obtención por un lado de caricias adecuadas; el
entrenamiento en el intercambio; el aprendizaje vicario, a través de
los integrantes del grupo, todos ellos recursos a imitar en sus poten-
cialidades, ampliando así el marco de referencia personal; propicia el
darse cuenta a través de captar los signos verbales y no verbales de la
comunicación, el propio filtro, así como el que cada integrante utiliza
en el intercambio de caricias.
Ejemplo: «Sos inteligente». La persona mira sorprendida e inme-
diatamente levanta las cejas.

141
Beatriz Labrit

4.Posición existencial

Es la forma en la que nos percibimos a nosotros mismos y con relación


a los demás, a través de pensamientos, imágenes o sentimientos.
Se decide entre los dos y los cuatro años, como una manera de adap-
tarse intuitivamente a lo que se espera de nosotros, es un proceso entonces
psicosocial reforzado por las transacciones, o sea estímulos y respuestas,
entre las personas que integran el grupo familiar.

Recursos cognitivo-sistémicos

Existen diferentes posiciones existenciales: desvalorizada, maníaca,


sobrevalorada, nihilista. El objetivo a través de las técnicas cognitivas
y sistémicas es fomentar el desarrollo y la utilización de la posición
existencial realista.
Cuando la persona está en la posición existencial realista, integra
sus aspectos positivos y negativos, manteniendo el respeto por sí mismo,
la autoestima y una autocrítica adulta.
Se puede trabajar relevando los pensamientos e imágenes internas
basadas en aprendizajes y experiencias previas, que se utilizan para
ubicarse en una determinada posición existencial. La manera de res-
ponder a los estímulos en el aquí y ahora no dependerá del estímulo en
sí, sino de la valoración interna que se realice a través de los diferentes
estados del yo.
A través de ejercicios de regresión, es posible volver a la situación
u escena donde se decidió determinada posición existencial.
A los efectos de: 1) trabajar en las diferentes submodalidades de la
imagen, variaciones de color, brillo, distancia, forma, de tal manera que
la imagen aspecto potente debido a la carga emocional que conlleva,
progresivamente pierda poder; 2) volver a la experiencia en sí misma
y redecidir sobre la base de: modificar la escena; en la misma escena
generar mensajes parentales adecuados; confrontar a las figuras con el
apoyo del terapeuta y el grupo.
En el marco del trabajo grupal, podemos detectar posición exis-
tencial a través de los signos de conducta objetiva y cómo se expresa
en la dinámica grupal, qué tipo de comunicaciones complementarias se
repiten. Por ejemplo, una persona que está en la posición desvalorizada
tenderá a relacionarse con alguien en la posición sobrevalorada.
En este sentido, el grupo es un lugar que permite, dada la diversidad
de personas y de situaciones personales, a través de la intervención del

142
Capítulo 6

terapeuta, examinar, cuestionar roles fijos y alentar a nuevos comporta-


mientos en los que todos los integrantes puedan aportar recursos.

5. Emociones

Es el significado subjetivo y sentido que se le da a la experiencia.


Uno de los aportes geniales de Berne (1983) fue separar las emo-
ciones en auténticas y sustitutivas.
Esta diferenciación emocional está vinculada con las creencias y el
marco de referencia de la familia.
Existen variaciones de intensidad y duración, así como también
diferencias cualitativas, es decir, la educación modifica, cambia una
por otra.
Las emociones auténticas son alegría y placer, rabia, miedo, afecto
y tristeza. Cada una de ella tiene un sentido de existencia.

Recursos cognitivo-sistémicos

En AT se favorece la expresión de emociones auténticas. En cuanto


a las emociones no auténticas, sustitutivas o disfuncionales, se trabaja
con la cognición e imagen asociada. No se trabaja directamente sobre
la emoción. Primero se deben cambiar pensamientos e imágenes.
Existen excepciones, ante estímulos muy intensos y repentinos,
que amenazan la supervivencia. Allí, directamente se activa la amígdala
cerebral, sin cogniciones ni imágenes y hasta puede decidir la acción
antes de que el cerebro se entere.
En función de estas ideas, se utiliza el modelo: «Pienso y veo, luego
siento y hago» de Roberto Kertész. Modificando los pensamientos e
imágenes pueden modificarse la emoción, sensación y conducta de la
persona (Kertész et al., 1997).
Una técnica cognitiva sistémica es la confección del propio «emo-
ciograma», es decir, un diagrama de emociones. Se marcan las emociones
auténticas que la persona tiene dificultad para sentir, expresar, controlar.
Luego, se marcan las emociones que sustituyen a aquellas con las que
se tiene dificultad. También puede construirse el emociograma de las
figuras parentales, que permiten la comprensión del origen del manejo
de las emociones.
Se entrena a los integrantes del grupo a evaluar, de acuerdo con
determinados criterios, la adecuación o no de una emoción frente a
una situación determinada. Los criterios son: adecuación con relación
al estímulo, en intensidad, duración y el impacto interpersonal que su

143
Beatriz Labrit

expresión provoca, así como la evaluación en cuanto a permisos para


expresar las emociones auténticas en los sistemas.
Ejemplo: hay familias que no tienen permiso para expresar su tris-
teza, en donde todos se pelean. Otras que no tienen permiso para sentir
y expresar alegría y placer, por lo que sus integrantes sienten culpa.
El grupo es un lugar seguro que proporciona la posibilidad de
compartir las emociones sin temor a ser criticado, juzgado o burlado.
Permite la posibilidad de cambio a partir de la expresión de emo-
ciones intensas y empatizar con las emociones de los demás. Todo ello
de la mano del terapeuta dará lugar a la exploración de las propias
emociones.

6. Estructuración del tiempo

Berne (1983) refiere que luego del «hambre de estímulos» y de su


versión más sofisticada, el «hambre de reconocimiento», aparece la
necesidad de estructurar nuestro tiempo.

Recursos cognitivo-sistémicos

Desde el AT se puede trabajar realizando diálogos con el tiempo.


¿Quién es el dueño de mi tiempo?, ya que esta pregunta y su respuesta
están relacionadas de manera directa con los valores y luego la forma
de estructurar el tiempo.
Ejemplo: «La madre de Ofelia expresaba que había que trabajar
duro».
El valor más importante, el trabajo. Ofelia tiene dificultades para
disfrutar, y realizar acciones que tengan que ver con la intimidad y el
disfrute, por lo que no tiene hobbies en su tiempo libre, pues según ella
tiene que trabajar.
Desde lo sistémico, los bienes de intercambio como afecto, tiempo,
reconocimiento, información o bienes materiales cobran un lugar de
importancia. ¿A cambio de qué entrega y estructura Ofelia su tiempo
en un determinado sistema? ¿Será en busca de reconocimiento y apro-
bación?, ¿dinero?, ¿afecto?
Las técnicas apuntarán al aumento del tiempo de intimidad y ac-
tividad. Así también posibilitarán el manejo racional del tiempo sobre
la base de metas de vida y valores constructivos, fijando prioridades en
cada una de las áreas y roles.

144
Capítulo 6

7. Juegos psicológicos

Son transacciones, estímulos y respuestas, aparentemente raciona-


les, pero que conllevan un mensaje ulterior, aprendidos en la infancia.
Esta categoría no es evaluada para el presente trabajo.

8. Argumento de vida

Es uno de los conceptos más importantes del AT. Se define como


un plan o programa que tiene origen en la infancia sobre la base de las
influencias parentales y luego olvidadas o reprimidas, pero que continúa
sus efectos, rigiendo los aspectos más importantes de la vida.
El argumento es grupal, no individual. Y cada miembro de la fa-
milia lleva dentro de él un programa que incluye el papel que cumplen
los demás. Por eso, puede reproducirlos con los demás y hasta actuar
el programa de otro miembro de la familia.
Las personas en el argumento funcionan asumiendo diferentes
roles, como si fuesen personajes de una obra de teatro. Perseguidores,
salvadores y víctimas, honestos, genios, responsables, en donde cada
personaje tiene un mandato que cumplir. Los mandatos serán instruc-
ciones para cumplir un determinado rol.
Ejemplo: «No vivas», «No pienses», «No sientas», «No disfrutes»,
«No crezcas», «Apúrate en crecer».

Recursos cognitivo-sistémicos

La dinámica de cada familia se ajusta a los asuntos no resueltos


de generaciones anteriores. Esto llevará a que se generen mensajes
vinculados con lo no resuelto y no con las necesidades reales, aquí y
ahora de la familia.
Ejemplo: un adolescente decide estudiar una carrera que le ase-
gure ganar dinero, sin jerarquizar sus valores, aquello que realmente
dé sentido a lo que haga, como tampoco el placer por hacer algo que
interese, guste y motive. Al realizar el árbol genealógico vocacional,
pudo relevarse que 1) el padre del joven espera que estudie una carrera
que le permita ganar dinero; 2) ningún integrante masculino durante
tres generaciones pudo acceder al nivel medio de estudios, tampoco
universitarios; 3) mantuvieron trabajos a nivel operativo, repetitivo y
mal pagos. Seguramente la intención es positiva, que el hijo no sufra
las adversidades acaecidas. De no enfrentar estos mensajes, este joven
no podrá estar aquí y ahora relevando su potencial, intereses, valores,

145
Beatriz Labrit

es decir, el camino a seguir, perpetuando de esta manera la necesidad


seguramente insatisfecha de la familia, ya sea que tenga éxito o no.
El completar el MAPA, Cuestionario de Mandatos Parentales,
permite darse cuenta de los mandatos parentales en función de conduc-
tas emitidas por parte de las figuras parentales, pudiendo trabajar los
mismos enfrentando cada uno de ellos de manera cognitiva, buscando
la intención positiva, redecidiendo en grupo a partir de experiencias
psicodramáticas, realizar imaginería para redecidir, utilizar técnicas de
reparentalización y autoinstrucciones (Kertész et al., 1997).
En la historia personal o biografía se solicita a la persona que
escriba qué hará durante todo el resto de su vida. A partir del análisis
de los datos más relevantes del pasado, las tendencias a repetir ciertos
comportamientos, los sucesos de mayor impacto, se podrán descubrir
pautas reveladoras del argumento de vida.
Al solicitar que narre, y observando cómo realiza esta narración,
se puede combinar con otro método de trabajo: observación de la con-
ducta actual. Nos basamos en los signos de la conducta objetiva como
palabras, frases, expresión facial, tono de voz, volumen del habla es-
pecialmente en respuesta a estímulos claves; cuando damos una caricia
positiva, ante un ataque verbal, al enfrentar una decisión importante.
Cómo se mueve, cómo se viste, el manejo de su tiempo, cómo se divierte y
sus respuestas a preguntas existenciales, como quién soy, de dónde vengo,
a dónde voy, qué hago en este mundo, quiénes me rodean.
Uno de los recursos más importantes de la estrategia terapéutica
del AT es la confección de un genograma. Ceberio (2004) resaltó el
uso del genograma como recurso terapéutico, no solo con un alto
valor en el diagnóstico, sino también en el tratamiento.
Su uso posibilita revelar aspectos tales como:

• Estructura familiar básica y función de los roles.


• Respuesta de la familia a los sucesos normativos del ciclo vital
de la familia, así como la respuesta a los sucesos no normativos.
• Pautas que se repiten en las generaciones.
• Conductas polarizadas en los roles.
• Identificación de mandatos importantes en los miembros de la
familia.
• Necesidades insatisfechas de la familia.

El AT es contractual, o sea que se trabaja sobre el estado actual en


cada una de las áreas y roles a los efectos de explicitar metas de vida,
decididas por el estado del yo adulto, rescatando del argumento familiar

146
Capítulo 6

aquellos mandatos que sean funcionales para el logro de los objetivos


decididos con el estado del yo adulto.

9. Miniargumento

Los mensajes del miniargumento en apariencia parecen adecuados.


Las figuras parentales y otras de importancia para los niños, cuando
comienzan a visualizar las dificultades originadas por los mensajes
parentales, envían mensajes que finalmente llevan a la persona a su
argumento.
Son «Complace», «Apúrate», «Sé fuerte» y «Trata más».
Esta categoría no es evaluada para el presente trabajo.

10. Dinámica grupal

La participación grupal permite, gracias a su dinámica, que el


argumento familiar de cada integrante se despliegue.
Podrán observarse la presencia de polaridades, aparecerán las
contradicciones, así como la búsqueda de repetir roles rígidos; se
pondrán en marcha los filtros para el manejo de caricias, también las
dificultades en la expresión de determinadas emociones, buscando
una y otra vez sentir y mostrar las emociones sustitutivas aprendidas
en la infancia; se tenderá a ocupar el lugar que se siente ocupar en el
mundo social, en la familia, en el trabajo.
Berne (1983) describió seis elementos que considerar en el estudio
de un grupo: el aparato externo conformado por miembros afectados a
las relaciones con el exterior, el aparato interno de miembros afectados
al establecimiento de límites internos y su mantenimiento, el liderazgo,
la cultura del grupo, las condiciones para su funcionamiento, el trabajo
grupal.

Recursos cognitivo-sistémicos

El grupo es un espacio que obra como laboratorio social; permite


el aprendizaje de nuevos patrones de comportamiento a partir de pro-
porcionar experiencias vivenciales plurales y complejas (Serebrinsnky,
2012).
El tratamiento grupal permite el entrenamiento en habilidades
sociales, gracias a la presencia de otros con sus recursos y potencia-
lidades, así como también la habilidad para resolver problemas. Los

147
Beatriz Labrit

grupos terapéuticos brindan experiencias de cohesión y apoyo las cuales


permiten ser.
Entre las utilidades del grupo se destaca que facilita la ruptura de
la dependencia del terapeuta, la superación de rivalidades infantiles;
provee un grupo de pertenencia donde la persona recibe protección,
caricias y correcciones.
Las modalidades de abordaje grupal facilitan la expresión de emo-
ciones auténticas en un contexto protegido y proporciona la posibilidad
de entender los problemas surgidos en las relaciones interpersonales de
manera relacional, brindando la posibilidad de manejarlos de manera
relacional, funcional, en el contexto grupal.
Los grupos de corte terapéutico aportan realimentación social,
permitiendo descubrir lo que la propia conducta genera en los demás y
posibilita revivir situaciones familiares de la infancia. Entre sus ventajas
se destaca el espacio de flexibilidad que genera en el manejo de roles
previamente rígidos. Los espacios grupales permiten el desarrollo del
propio sentido de responsabilidad, así como del propio poder de efec-
tuar cambios a partir de ser protagonista de los cambios en los demás
integrantes (Serebrinsky, 2012; Vinogradov y Yalom, 1996).
De modo que el proceso terapéutico grupal otorga la inclusión
de aspectos o hechos no vividos, como polaridades, de tal manera de
generar una síntesis adecuada y funcional en la propia personalidad.

Referencias
Berne, E. (1983). Introducción al tratamiento de grupo (12° edición).
Buenos Aires: Grijalbo.
Buber, M. (1998). Yo y tú. Madrid: Caparrós.
Ceberio, M.R. (2004). Quién soy y de dónde vengo. El taller de Genogra-
ma. Un viaje a través del tiempo en las interacciones y en los juegos
familiares. Buenos Aires: Tres Haches.
Kerman, B., Lutz, F., Ugarte, M. y García, A. (1998). Nuevas ciencias de la
conducta. Aplicaciones para el tercer milenio. Buenos Aires: UFLO.
Kertész R., Kertész, A. y Atalaya, C.I. (1997). Análisis transaccional inte-
grado. Buenos Aires: UFO.
Pichón Riviere, E. (1985). El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología
social. Buenos Aires: Nueva Visión.
Serebrinsky, H. (2012). Psicoterapia de grupo. Ajayu, 10(2), 132-155.
Vinogradov, S. y Yalom, I.D. (1996). Guía breve de psicoterapia de grupo.
Barcelona: Paidós.

148
Capítulo 7
Psicoterapia integrativa desde
el paradigma PNIE, multidimensional
y sistémico

Margarita Dubourdieu

La psico-neuro-inmuno-endocrinología (PNIE),
la plasticidad y visión sistémica
Al analizar cualquier fenómeno, siempre se parte de un marco re-
ferencial que condiciona la comprensión del mismo. En la década del
60, Solomon y Moos (1964) estudiaron el impacto de las emociones
en la inflamación y el sistema inmune en general. Posteriormente, entre
otros investigadores, Robert Ader demostró en 1973 cómo las creencias
y las emociones impactaban en el sistema inmune y acuñó el término
«psico-neuro-inmunología» (PNIE).
La PNIE otorga un sustento científico, habiéndose demostrado la
existencia de receptores de un sistema para mensajes que provienen
de los otros sistemas: en las células del sistema inmunitario existen
receptores para mensajes del sistema nervioso y sistema endocrino. Lo
mismo ocurre a nivel del sistema endocrino y del sistema nervioso en
relación con los otros sistemas.
Los sistemas psicológico, nervioso (SN), endócrino (SE) e inmune
(SI) se intermodulan entre sí y funcionan bajo el influjo del entorno,
físico y socioambiental. Cualquier cambio en uno de los sistemas reper-
cutirá en toda la red PNIE. Es así que la PNIE basada en este sustento
científico y en paradigmas integrativos como el paradigma de la com-
plejidad, teoría general de los sistemas, teoría del caos y teoría del estrés
y de procesos de alostasis, aporta una nueva mirada holística no solo
del proceso salud enfermedad, sino del ser humano y la vida en general.

149
Margarita Dubardieu

Edgar Morín (1994), filósofo y sociólogo francés, postuló el para-


digma de la complejidad brindando nuevas herramientas para la com-
prensión del cosmos y del ser humano como sistemas entrelazados. En
oposición al mecanicismo surge también la visión sistémica postulada
por Von Bertalanffy (1979), quien desarrolla la teoría general de los
sistemas. Plantea que un sistema es una unidad compleja formada por
unidades recíprocamente relacionadas que conforman un todo y las uni-
dades por separado no darían cuenta de esta totalidad. En este sentido,
en el ser humano, el análisis de solo una de las partes sin considerar las
intermodulaciones con el resto de la red interna y del entorno que lo
conforman, no da cuenta de la totalidad del ser.
Si consideramos entonces al ser humano tanto desde la teoría
general de los sistemas como desde el paradigma de la complejidad,
lo podemos concebir como un sistema complejo abierto en continuo
flujo de intercambio con el entorno al que constituye, y al que este a
su vez lo conforma.
Desde estos paradigmas comprendemos que modificaciones en
un sistema afectarán a los restantes y esto deberá tenerse en cuenta al
analizar cualquiera de las partes, y de esta interacción surgirán nuevas
propiedades emergentes. La teoría del caos, expuesta por Ilya Prigogine
(1997), surge como otro importante referente epistemológico de la PNIE,
que permite comprender el funcionamiento de los sistemas abiertos.
El vínculo entre los distintos sistemas contiene una información
adicional en que el todo es más que la suma de las partes. Los sistemas
abiertos, como lo es el ser humano, son sistemas de comportamientos
difícilmente predecibles, sujetos a leyes no deterministas.
La recepción de estímulos ocasiona perturbaciones, tal como lo
planteara en la teoría del estrés Hans Selye (1976), a partir de sus
investigaciones realizadas desde 1936 aportando posteriormente la
descripción de los procesos de alostasis realizada por Sterling y Eyer
en la Universidad de Pensilvania (1988 y 2004), y Mc Ewen en la Uni-
versidad de Rokefeller (1998 y 2003). En respuesta a diferentes estí-
mulos, se ponen en funcionamiento sistemas de alostasis que procuran
recuperar un nuevo estado de funcionamiento de equilibrio dinámico
u homeodinamia.
Es así que la compleja convergencia multifactorial y multidimensional
da lugar a una cierta impredictibilidad, que caracteriza a estos sistemas di-
námicos no permitiendo establecer certezas pronósticas, sino solo formular
probabilidades pronósticas.
Ilya Prigogine (1997), quien en 1977 obtuviera el Premio Nobel por
la teoría del caos y de los sistemas dinámicos, plantea que si un sistema

150
Capítulo 7

tiende a cerrarse y deja de tener flujos de intercambio con su ambiente,


tenderá a desvitalizarse. Por el contrario, si un sistema intercambia con
la red PNIE como sistema abierto tiene la capacidad de responder a
distintos estímulos, ya sea internos o externos, creando, reforzando o
debilitando circuitos psicofísicos y sociales operando una plasticidad
y modificaciones en los mismos.
La plasticidad, según las asociaciones y circuitos que se refuercen
o debiliten, podrá favorecer estados más adaptativos y saludables o
estados disfuncionales. Por ejemplo, una persona con activaciones
crónicas de circuitos de ansiedad y estrés tendrá reforzados (plasticidad
positiva) circuitos amigdalinos (relacionados con estados de miedo
y ansiedad). La plasticidad se denomina positiva porque refuerza las
asociaciones o circuitos, por más que el efecto sea no saludable. Por el
contrario, si se refuerzan circuitos serotoninérgicos o de factores neu-
rotróficos a partir de estados de bienestar y relajación, podemos decir
que hay una plasticidad positiva que favorece estados saludables. Y, por
otro lado, la plasticidad negativa se relaciona con un debilitamiento de
circuitos, sean estos saludables o no.
El sustento científico de la PNIE y los paradigmas integrativos en
los que se basa conllevan a que al analizar al ser humano y lo que le
acontece, debamos tener siempre presentes las múltiples interacciones
que condicionan el funcionamiento bio-psico-socio-espiritual de cada
persona. Esta concepción del ser humano y de su funcionamiento sa-
ludable o disfuncional nos aleja de una visión lineal, siendo necesario
el realizar una evaluación diagnóstica personal de los factores coadyu-
vantes en cada paciente y situación particular.
El considerar las características individuales del paciente no significa
que no se tengan en cuenta ciertos reguladores universales frecuentes,
pero siempre tomando en cuenta los atravesamientos individuales de los
mismos y en cada situación. La multifactorialidad (MF) y multidimensio-
nalidad (MD) inciden tanto a nivel etiológico en los factores convergentes
en el desarrollo de una alteración o enfermedad, como en la mantención
o exacerbación sintomática de la misma, debiéndose considerar además
la convergencia temporal (CT).

Estrés, alostasis, convergencia


temporal y metaplasticidad
Todo estímulo produce modificaciones, ya sea en un sistema orgáni-
co, social o en un sujeto. En el caso de un sujeto, los estímulos sensoriales

151
Margarita Dubardieu

son captados por el sistema nervioso central (SNC), repercutiendo


en modificaciones bioquímicas y moleculares y a nivel de toda la red
PNIE. Las respuestas a los estímulos o estresores dependerán de una
confluencia multifactorial, estando la respuesta condicionada tanto por
las características del estímulo como por las características del sujeto
y circunstancias temporo-espaciales al momento de la ocurrencia del
hecho (Dubourdieu, 2008).
En las características del estímulo incidirán:

• cualidad
• intensidad
• duración
• cronicidad.

En las características del sujeto habrá que tener en cuenta:

• factores genéticos y de maduración;


• experiencias previas, algunas de las cuales reforzarán circuitos
que operarán como circuitos facilitadores de respuestas;
• circunstancias actuales y expectativas;
• factores psico-físicos del sujeto fruto de su historia;
• mecanismos de afrontamiento y personalidad;
• recursos personales y sociales de sostén.

El patrón de respuestas de estrés biológicas en el ser humano se da


a través de la activación de dos ejes fundamentales.

• Eje neurovegetativo (SNV) en su rama simpática: con liberación


de catecolaminas; la noradrenalina liberada por el locus coeru-
leus estimula la secreción de adrenalina por la médula adrenal,
que a su vez inhibe el sistema inmune.
• Eje córtico-límbico hipotálamo-hipófiso-adrenal (CLHHA):
con liberación de la hormona CRH (hormona liberadora de
corticotrofina) desde el hipotálamo, que activará la liberación
de ACTH (hormona corticotrófica) desde la hipófisis y esta, a su
vez, disparará la liberación de cortisol desde la corteza adrenal,
con la consiguiente inhibición del sistema inmune.

En cuanto a las circunstancias temporales y espaciales, ante un mis-


mo estresor, una misma persona podrá reaccionar de manera diferente
de acuerdo con el momento y al lugar donde ocurra este encuentro

152
Capítulo 7

entre sujeto y estímulo según su etapa vital (niñez, adultez), o si este


estímulo ocurre a nivel temporal a posteriori de que la persona viene
siendo afectada por muchos estresores.
La plasticidad cerebral, también denominada neuroplasticidad, es
la posibilidad de adaptación funcional del sistema nervioso central.
La plasticidad estará condicionada por el estado desde el que se van a
procesar los nuevos estímulos. La estructura y función del cerebro me-
diante sinapsis y asociaciones sinápticas pueden debilitarse, fortalecerse
o desaparecer con cambios funcionales a lo largo de toda la vida. No se
trata solo de una neuroplasticidad, sino de una PNIE plasticidad, pues
cambios en un sistema impactan en toda la red PNIE.
Este estado desde donde se procesarán los estímulos siguientes se de-
nomina metaplasticidad o estado deveniente de activaciones anteriores
o recientes, como lo definen Abraham y Bear (1996). La metaplasticidad
está conformada por memorias o facilitaciones filogenéticas, genéticas,
ontogenéticas (vida intrauterina y postnatal), así como por las llamadas
por Antonio Damasio (1999) memorias de futuro, es decir, el impacto
de las expectativas futuras en la red PNIE.
La evaluación cognitivo emocional que cada persona realice de un
estímulo, si lo considera amenazante o no de su integridad, producirá
distintas respuestas biocognitivas emocionales y sociales. Tanto si el
estímulo tiene una connotación positiva o negativa para el sujeto, las
respuestas estarán condicionadas por la convergencia de esta multipli-
cidad de factores intervinientes ya mencionados y se dará una respuesta
que será diferente en cada persona. Por ejemplo, si una persona está
embargada por la desesperanza, ante una expectativa negativa de futuro,
por ejemplo por un pronóstico a modo de sentencia, puede dejar de
comer, de hacer ejercicio, permanecer recluido, no propiciar relaciones
interpersonales u otras experiencias de bienestar. Al haber menos fac-
tores interactuantes, se favorece una linealidad unicausal a modo de
profecía autocumplidora.
Los estados generados por la secreción de moléculas de información
a partir de experiencias pasadas, circunstancias presentes o por expec-
tativas futuras, condicionarán las respuestas psicofísicas de la persona.
Estas activaciones reiteradas crónicamente dejan circuitos hipersen-
sibilizados o memorias psicofísicas. Las activaciones reiteradas de
ciertos circuitos neuroquímicos producen una hipersensibilización
de los mismos, de manera que están más predispuestos a activarse
nuevamente. A estos circuitos hipersensibilizados se los conoce como
memorias o facilitaciones de respuestas.

153
Margarita Dubardieu

Si bien el material genético se mantiene constante durante la vida


de un individuo, la biología celular y la epigenética han demostrado
que señales neuroquímicas por estímulos internos y externos pueden
favorecer la expresión o silenciamiento de los genes. Ello ocurre a través
de procesos moleculares (metilación de ADN, modificación de histonas,
microARNs), modificando la expresión de proteínas. A nivel epigenético,
se transmiten modelos de conductas alimentarias, sociales, de respuestas
ante el estrés y manejo de las emociones y de funcionamiento en todas
las áreas de la persona.
Las facilitaciones genéticas y epigenéticas, vulnerabilidades y re-
cursos, son propias de cada individuo. Las arborificaciones dendríticas,
engrosamiento o aumento de las espinas dendríticas debido a repetidas
activaciones de los circuitos, otorgan individualidad de respuestas y de
funcionamiento bio-psico-emocional-social en cada sujeto. La vulne-
rabilidad junto con la permanencia de factores de adversidad llevará
a los sistemas alostáticos adaptativos a una carga alostática y fase de
agotamiento de los recursos biopsíquicos de la persona.
El abuso de los sistemas de alostasis y activación crónica de los
ejes del estrés llevaría a una saturación de los receptores, produciéndose
fallas en los mecanismos de autorregulación o feedback, y al no existir
una adecuada autorregulación, puede haber un freno o exacerbación
de las respuestas. Por el contrario, los factores de protección —ya sean
biológicos, estilo de vida y conductas basales, así como de personali-
dad y emocionales o una saludable red de sostén vincular—, el sentirse
querido o valorado favorecen la resiliencia, elevando el tono basal de
serotonina, factor amortiguador del CRH, hormona del estrés.

Integración en psicoterapia:
el modelo de la psicoterapia integrativa PNIE
En esta intermodulación dinámica biocognitiva, psicoemocional,
sociocultural, físico-ambiental y espiritual desde la psicoterapia Inte-
grativa PNIE desarrollada por el área de psicoterapia de la Federación
Latinoamericana PNIE, se distinguen cinco dimensiones (Dubourdieu,
2008):

• Biológica, el estado de los sistemas del organismo y a las conduc-


tas basales como hábitos de sueño, alimentación, eliminación,
ejercicio, relajación.

154
Capítulo 7

• Cognitiva, a los pensamientos y creencias construidos a partir


de experiencias de infancia y a lo largo de la vida.
• Psicoemocional-vincular, factores de personalidad, emociones,
vínculos afectivos, sociales y laborales, factores conscientes y
no conscientes.
• Socioecológica, factores socioeconómicos, culturales y físico-
ambientales.
• Espiritual, la motivación, valores, propósitos y sentido de vida.

Ante cualquier motivo de consulta, debemos tener en cuenta la


incidencia de todos estos factores presentes en la situación actual. Así
también, es importante conocer que tanto la farmacoterapia como la
psicoterapia pueden constituir experiencias neuroplásticas y de PNIE
plasticidad.

Fases de la estrategia terapéutica


y principios de influencia
Como ya lo hemos mencionado, siempre ante los distintos motivos
de consulta individual, de pareja, en distintas franjas etarias, por sín-
tomas en el área biológica, psíquica o social, es necesario efectuar una
evaluación integral. Será importante identificar factores provenientes
de las cinco dimensiones anteriormente mencionadas, que pudieran
haber contribuido en la génesis de las alteraciones o malestar o en su
mantención.  
Ya desde el primer contacto con el paciente, el vínculo que se esta-
blece si es empático y de contención produce efectos en el psiquismo y
red PNIE. Pero ello, al igual que el hacer insight de los factores coad-
yuvantes en las alteraciones, no son factores suficientes para producir
cambios que perduren.
Podemos distinguir tres fases en la estrategia terapéutica PNIE.

1 En la fase didáctica, mediante la técnica de biopsicoeducación,


se explicitan los postulados PNIE acerca del funcionamiento humano:
multifactorialidad (MF), multidimensionalidad (MD), convergencia
temporal (CT) y plasticidad (P). Asimismo, se realiza biopsicoeducación
sobre las conductas basales en cantidad, calidad y cronobiología, acerca
de los beneficios de la relajación y conciencia plena, manejo saludable de
la comunicación y regulación emocional y otros factores de riesgo y de
salud a nivel de creencias, factores socioecológicos y propósitos de vida.

155
Margarita Dubardieu

La biopsicoeducación no se limita al primer contacto con el paciente,


sino que continúa a lo largo de todo el proceso en distintos aspectos
que vayan surgiendo.
2 La fase de evaluación diagnóstica multidimensional aporta al
insight o toma de conciencia de aquellos factores o aspectos de la vida
del paciente disfuncionales que es necesario que modifique, o los re-
cursos por fortalecer. Los aspectos semiológicos, lo observado durante
la entrevista, así como la actitud del paciente, aportan al diagnóstico
junto con los datos obtenidos mediante la técnica de biopsicografía.
La biopsicografía realizada en unas tres sesiones procura reconstruir la
historia del paciente incluyendo sus circunstancias presentes y expecta-
tivas futuras.
Se identifican:

• factores de estrés agudos, crónicos o traumáticos;


• funcionamiento biopsíquico y mecanismos de afrontamiento;
• recursos protectores y factores resilientes;
• red de sostén vincular y sociocomunitaria.

Se pueden administrar también test de personalidad como


el MMPI2 y de esquemas disfuncionales tempranos como el
YSQ-S3-JY05 de Jeffrey Young. La información que se recoge
a través en las dos o tres sesiones de construcción de la biop-
sicografía puede ser plasmada para su mejor visualización
mediante la técnica de la línea de la vida.

3 En la fase de tratamiento per se, se implementan de acuerdo al


diagnóstico principios de influencia para cambiar aspectos disfuncio-
nales y potenciar los factores de protección.
Un principio de influencia hace referencia a una relación entre un
hecho específico (precedente) y un hecho específico (consecuente). La
presencia del primero aumenta la probabilidad de que se produzca el
segundo. No se trata de una relación lineal causa-efecto, sino de una
probabilidad de favorecer un resultado (Opazo, 2001).

La psicoterapia integrativa PNIE se nutre para ello de aportes


de distintos enfoques de la psicología, interpersonales, cognitivos,
humanísticos-existenciales, sistémicos, así como de la antropología,
sociología, biología molecular, epigenética, neurociencia, neurolin-
güística, física cuántica, filosofía oriental, entre otros. Se considera
que a partir de la evaluación diagnóstica multidimensional, se deberán

156
Capítulo 7

implementar diversos estímulos no elegidos en forma aleatoria, sino


sobre la base de su potencial contribución al logro de determinados
objetivos terapéuticos.
Se trata de una influencia intencional y direccional, partiendo de
ciertos aspectos de universalidad, que tienden a operar en todas las
personas, a partir de lo cual se disciernen estrategias y técnicas, pero
estando atentos a que los resultados estarán teñidos por las particula-
ridades de cada persona y su situación particular.
Las experiencias tempranas van forjando esquemas o patrones en
la forma de ver al mundo, a sí mismo y a los demás. Algunas creencias
y distorsiones cognitivas se podrán abordar mediante una reestructu-
ración cognitiva emocional. Young, Klosko y Weismar (2013) articulan
aportes de enfoques cognitivos e interpersonales, enriqueciendo la
comprensión de cómo operan las experiencias tempranas y descri-
biendo dieciocho posibles esquemas disfuncionales tempranos que
se podrán abordar mediante distintas técnicas cognitivas y técnicas
interpersonales. Así mismo, se identificarán y abordarán factores de
personalidad, defensas y mecanismos de afrontamiento que la persona
implementa para afrontar las situaciones.
Pueden existir mecanismos de afrontamiento saludables o pueden
ser no saludables o desadaptativos y disfuncionales. Estos últimos
mantienen insatisfechas las necesidades de la persona y un estado
disfuncional crónico, constituyéndose como factores de distrés.  Se
pueden distinguir afrontamientos centrados en la emoción o en el pro-
blema. El centrarse solamente en la emoción, no resuelve el problema.
Será necesario tanto el procurar disminuir la emoción negativa, por
ejemplo, estados de ansiedad, como también el resolver la situación
problemática que origina esa emoción.
Hay igualmente ciertas características del funcionamiento psí-
quico y bioemocional que no son saludables, como la alexitimia o no
expresión de deseos y necesidades; la sobreadaptación priorizando las
necesidades y deseos de los demás en detrimento de las propias; y la
pobreza de ilusiones con ausencia de proyectos y visualizaciones hacia
el futuro, como también defensas disociativas, histriónicas u otras.
Algunos funcionamientos disfuncionales pueden deberse a rasgos
de personalidad o hipersensibilizaciones por memorias tempranas no
siempre conscientes. Hasta aproximadamente los dos o tres años de
vida no se encuentran maduras ni mielinizadas las vías que conectan
la amigdala y la corteza. Ello sumado a la ausencia del lenguaje para
poner en palabras las emociones, lleva a que las vivencias emocionales

157
Margarita Dubardieu

queden en un registro amigdalino no consciente, al que Damasio (1999)


llama memoria emocional.
A partir del establecimiento de conexiones córtico-amigdalinos se
posibilita el procesamiento emocional a nivel consciente, memoria de
las emociones y una regulación a su vez de la activación de la amígdala
desde la corteza. Se requiere para ello además de las condiciones bioló-
gicas, figuras empáticas que favorezcan el aprendizaje del niño a través
de la heterorregulación, a la autorregulación emocional. A partir de la
reconstrucción de la historia en la biopsicografía (técnica empleada
en la fase diagnóstica), se puede  acceder a memorias no conscientes
y dar lugar a un registro consciente de las mismas. Es en este registro
consciente donde se podrá entonces realizar  una reestructuración
cognitiva-emocional.
Estos funcionamientos psicoemocionales requerirán de un proceso
(estrategias y técnicas procesuales) para lograr una modificación que
perdure en el tiempo. Se podrán utilizar técnicas interpersonales (sin-
tonía, validación, reparentalización limitada y otras que incluyen el
modelaje a partir del vínculo con el psicoterapeuta, así como también
técnicas semánticas narrativas, de integración cuerpo mente, mindfulness
y entrevistas vinculares).

Referencias
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158
Capítulo 7

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Young, J., Klosko, J. y Weismar, M. (2013). Terapia de esquemas. Bilbao:
Desclée de Brouwer.

159
3º parte
Adicción a las drogas
y problemáticas infanto-juveniles
Capítulo 8
El niño y el duelo.
Una intervención estratégica en
la ecología de las relaciones

Rodrigo Mardones Ibacache

Alicia tiene diez años de edad, a solicitud de su madre es deriva-


da a mi oficina porque presenta problemas de rendimiento escolar y
conductuales en el aula. Su actuar no es disruptivo, por el contrario, la
profesora jefe señala que «pasó de ser una niña participativa en la clase
a desempeñar una conducta distante, como ausente».
La madre solicita la atención, especialmente preocupada por las
calificaciones que está obteniendo, la mayoría insuficientes. La niña le
cuenta que no puede concentrarse y que en las evaluaciones se queda
en blanco.
En la situación de Alicia, el tiempo transcurrido desde la pérdida de su
padre y el inicio de problemas escolares superaba los seis meses, de modo
tal que los adultos responsables de la niña no sospechaban una conexión
directa entre la experiencia de la muerte y las situaciones problemáticas.
Coincidentemente Alicia, en las primeras entrevistas, no se refirió a su
padre fallecido.
Fue la profesora quien sugirió la posibilidad de que la niña no hu-
biera superado satisfactoriamente la pérdida de su padre. Al indagar con
la niña lo sucedido, comenta que efectivamente pasaba mucho tiempo
pensando en su papá, sumergida en recuerdos y deseos de volver a estar
con él. Sin embargo, Alicia afirmaba estar tranquila porque sabía que
su padre ahora era un ángel que la cuidaba y acompañaba donde fuera.
En la primera entrevista con la madre, manifestó su preocupación
por la situación escolar de la hija y atribuía como causa del problema
la cercanía de Alicia a la preadolescencia. Gracias a la información
otorgada por la profesora, fue posible indagar sobre la pérdida del
padre, la que ocurrió en forma repentina. El hombre se desempeñaba
como guardia de seguridad. En una evaluación de estado físico, se habría

163
Rodrigo Mardones

sobreexigido, lo que provocó un ataque cardíaco severo. Permaneció


hospitalizado quince días, con pérdida total de conciencia y pronóstico
de muerte.
Alicia no fue informada de la situación. Su madre, con la esperan-
za de una recuperación milagrosa de su esposo, le contó que el papá
había sufrido una rotura de tobillo grave que le obligaba a permanecer
hospitalizado. A su vez, le señaló que ella no podía ir a verlo, porque
en el hospital no se permiten niños.
A los quince días, se decide que el padre continúe sus cuidados
en el hogar, aun cuando no había recuperado la conciencia. Su esposa
decide preparar las cosas prácticas de la casa para recibir a su esposo,
y le cuenta a la hija que el papá torpemente se había intentado poner
de pie y que había olvidado su lesión al tobillo, lo que hizo que callera
y se golpeara la cabeza. Que regresaba a casa, pero iba a estar como
durmiendo permanentemente.
Alicia cuenta que sintió tristeza, pero a la vez manifestó el deseo
de ayudar y de cuidar al papá. Ese mismo día, antes de ser retirado del
hospital, el hombre murió. La madre de Alicia se vio enfrentada a lo
que evitó permanentemente desde el accidente, tener que dar una noticia
trágica a su hija: la muerte de su padre.
En las horas posteriores, Alicia se entera de la situación, pero fa-
miliares se ofrecen para que se aloje con ellos, mientras se realizaban
los arreglos para iniciar los ritos fúnebres en casa. La niña vio por
primera vez a su padre luego del accidente cardíaco dentro de la urna.
A su vez, sus permanencias en el velorio fueron breves, y por decisión
de la madre, no participó de los funerales para no «traumatizarla» con
los llantos de los dolientes.
Los días posteriores siguieron con la entrega de la ropa y pertenen-
cias del difunto a instituciones de caridad y se reorganizó la habitación
matrimonial. La madre de Alicia realizó cambios significativos en la casa,
obedeciendo el consejo de continuar con la vida y no atarse a un difunto.
El regreso de Alicia a casa no solo imponía el desafío de adaptarse
a un medio sin su padre, sino que su contexto sufrió modificaciones
importantes, claramente perceptibles. En el colegio, la profesora jefe
organizó al curso de manera tal que se ofrecieron compañeros como
encargados de no dejarla sola mientras estuviera en el colegio, de ayudar
a que no se le hicieran preguntas acerca de su padre y de distraerla y
asistirla en caso de llorar, especialmente si se encontraba en los recreos
o en clases con otros profesores que no estaban al tanto de los detalles
del caso.

164
Capítulo 8

Quienes trabajamos en el área de la psicología, identificamos fácil-


mente aquellos aspectos que se combinan para provocar un problema
de salud mental. Sin mala intención, se ha hecho de todo para hacer que
un proceso natural, al que todos estamos expuestos, se complique de
forma extraordinaria. Y aunque la situación de Alicia impresiona como
extrema, permite reflexionar acerca de algunos aspectos en los que la
infancia se desarrolla y que por momentos, podríamos decir, se expone.

Aspectos contextuales
El ocultamiento de la muerte

En los años 90, Juan Pablo II se refirió a la cultura actual como una
«cultura de la muerte». Advertía de los procedimientos médicos para el
aborto, la eutanasia, la falta de solidaridad y otros tantos aspectos que
explotan al hombre. Sin embargo, en su misma encíclica llamada Evan-
gelium Vitae (1995), advirtió un proceso de ocultamiento de la muerte
y el sufrimiento. Los países que hemos instalado más radicalmente la
economía de libre mercado, generando una cultura de consumo voraz,
hemos avanzado en este proceso de ocultar la muerte. Basta con mirar
nuestros cementerios, cada vez más similares a parques en los que se
podría pasear e incluso hacer picnic. Se refirió también Juan Pablo II a la
cultura actual como «analgésica», es decir, que busca permanentemente
el placer por el placer y huye del dolor como una experiencia sin sentido.
La otra cara de esta moneda es el culto a la eterna juventud, al
adulto joven, exitoso, tonificado, con muchos artefactos para exhibir,
que tiene poder de consumo y que está permanentemente alegre. Son las
imágenes que están puestas en las pantallas de televisión, redes socia-
les, etc. Por el contrario, envejecer, enfermar, el moribundo, se han ido
constituyendo en íconos que causan malestar. No queremos envejecer,
enfermar, morir. La muerte, la enfermedad y el dolor se experimentan
como un sin sentido y como algo ajeno a la vida.

Secularismo y desritualización

Seguido de los aspectos anteriores, nuestra cultura ha desarrollado


un proceso constante y paulatino de secularismo. La religiosidad como
monopolio de la Iglesia católica se ha ido perdiendo. Lo afirma así Bene-
dicto XVI (2012), en un discurso no publicado. Allí señala con relación
a la pérdida del cristianismo en Europa: «Una fecunda tierra de raíces

165
Rodrigo Mardones

cristianas», corre el riesgo de convertirse «en un desierto inhóspito»,


y la buena semilla, de verse «ahogada, pisoteada y perdida». Es una
afirmación que bien puede aplicarse a nuestros países latinoamericanos.
No es la idea hacer teología, sin embargo, es importante consig-
nar que una cultura que se distancia del dato religioso, se expone a
la pérdida de una cosmovisión. Nuestra cultura actual no posee una
cosmovisión que le permita interpretar la realidad y operar en ella. El
abuso del medioambiente es una de sus consecuencias.
Pero, además, hemos perdido los ritos. Esta cultura ha desrituali-
zado el proceso de desarrollo de la vida. Ritos que muchas veces tenían
un sentido religioso, celebraban la vida desde el nacimiento hasta la
muerte. El divorcio del rito ha traído consigo la pérdida del sentido.
Este proceso de cambio cultural tiene larga data. Heidegger (1989),
en su discurso de celebración del primer centenario de la muerte de
Conradin Kreutzer el año 1949, señaló que el hombre cursa un proceso
cultural al que llamó «fuga del pensar reflexivo». Constata que el pen-
sar se ha vuelto instrumental, basado en la producción y el consumo.
El exilio del dolor, de la muerte, de la religión, del pensar reflexivo,
trae consigo la pérdida del sentido, de una narrativa integrada, de la
noción de justicia, de la ética en general.
En este contexto, la muerte se transforma en una experiencia, mu-
chas veces, extraña, devastadora, ajena a la narrativa personal, familiar
y social. Es decir, no sabemos cómo actuar ante ella, no sabemos qué
decir de ella.

Ecología de las relaciones

Bateson (1989) acopló el concepto de «ecología de la mente», donde


se refería a cómo en la mente se establece una relación ecológica de ideas
y pensamientos que configura en los individuos un sistema, que a su vez
está inmerso en lo social, con lo que comparte esta ecología.
La infancia asiste paulatinamente a este sistema de relaciones,
pensamientos, creencias, etc., y lo aprende, no solo cognitivamente,
sino empíricamente. Desde esta perspectiva, la infancia es conducida a
un sistema cultural al que asiste primero como «invitado» para que en
la interacción se asocie y, más tarde, la haga suya.
En el caso de la pérdida, la muerte y el duelo, podemos observar
algunos ejes importantes que se establecen como una ecología individual
y social. Muchos de ellos se establecen a priori y van configurando en
el niño su entorno, claves de lectura para comprender la realidad y a

166
Capítulo 8

sí mismo, desde su familia a las experiencias que va teniendo en su en-


torno social, adquiere explicaciones acerca de lo que le asombra y de
lo que no comprende, de sus errores y aciertos, de lo que debe realizar
para sentirse aceptado e integrado en su medio afectivo más directo.
Lo que comienza siendo el entorno más cercano de parientes, se
suma la escuela, y el círculo social de relaciones significativas se abre,
pero también el de discursos y narrativas que explican las cosas que
están en el mundo.
Este encuentro con lo social muchas veces está construido de afirma-
ciones, ideas, creencias que se establecen a priori y que van configurando
una visión de mundo a veces rígida y poco funcional. Aquí algunos de
los que en mi experiencia he ido encontrando:

a. Los niños deben evitar el sufrimiento

Nuestra cultura, en general, ha cambiado su mirada de la infancia.


Probablemente la promulgación de sus derechos nos interpela para va-
lorarla, respetarla y cuidarla. Aunque se pueden observar excepciones,
hoy por hoy, golpear públicamente a un niño tiene una sanción social
no menos significativa.
El cuidado de la infancia ha sufrido un cambio cultural importante.
Por ejemplo, el ejercicio de la parentalidad perdió formas de crianza que
estaban basadas en el castigo físico, la humillación, el maltrato psico-
lógico, etc. Y, en muchas ocasiones, se quedó sin estrategias para criar.

b. Los niños se traumatizan más fácilmente

Se cree que la vivencia de un trauma, como un evento doloroso,


de riesgo vital, catastrófico, podría marcar a los niños y afectar todo
el desarrollo de su vida. Sin embargo, la noción de riesgo y catástrofe
en un niño es diferente que la de un adulto, en tanto el niño posee una
condición cognitiva que le permite pasar rápidamente de la realidad a
la fantasía, y que en ocasiones actúa como un factor protector. Es una
posible explicación que permite entender por qué los niños pueden
jugar mientras están en un albergue luego de perderlo todo. En este
sentido, no es tan claro afirmar que la infancia está cognitivamente
más desprotegida ante situaciones traumáticas.

167
Rodrigo Mardones

c. El niño debe ser asistido para que mañana no sea


un adulto con problemas

Probablemente, la psicología que explica lo humano desde el trau-


ma ha impuesto este a priori como clave para explicar la diversidad
de problemas que enfrentamos como adultos en la interacción con el
medio, los otros y nosotros mismos. Esta afirmación impone un «deber
ser» de asistir, apoyar, intervenir ahora en el niño para evitar problemas
que se presentarán en la adultez.
Al niño se le debe cuidar, apoyar y asistir, porque en sí mismo lo vale
y necesita. Es un ser completo y acabado en su etapa del desarrollo, más
allá de que hayamos estandarizado variables que permiten comprender
el proceso de crecimiento y madurez. Es decir, los niños no adolecen
de nada, aunque obviamente requieran el sustento y soporte de cuida-
dores porque no pueden ser autónomos, o más bien, en su autonomía
dependen de otros para subsistir.

d. Sistema de creencias y sistema social

El sistema de creencias, no solo religiosas, sino que además la idea


de mundo de la propia familia y del entramado social, que conforman
el contexto inmediato del niño, proporciona una forma de interacción
que es transmitida y aprendida.
Desde las ideas religiosas, mayoritariamente sincretizadas, en las
que tendemos a creer que los muertos nos miran, nos cuidan, permane-
cen con nosotros, que podemos interferir en su descanso con nuestros
estados de ánimo, así como la idea de estar con Dios, resucitar, reen-
carnarse, etc., alimentan un discurso sobre la muerte, que junto a las
maniobras de ocultamiento y evitación, provocan confusión.
Es así que en la familia no siempre sabemos qué decir, cómo hablar
de la muerte, ya en vida esta conversación se silencia. La escuela en
general tiene serias dificultades para hablar del origen de la vida desde
la sexualidad, para la muerte no hay un discurso. Lo mismo ocurre con
los amigos, los familiares, los vecinos del barrio. A todos, la muerte nos
llega como la visita de un indeseado, de quien ya no hablamos.

El duelo infantil
Todos inevitablemente operamos a partir del «a priori», desde
que nos levantamos en la mañana y enfrentamos la calle, hasta cuando

168
Capítulo 8

recibimos un consultante en nuestro box de atención. Para la atención


de niños con problemas de duelo complicado el «a priori» que suelo
usar, y que me ha reportado beneficios en la terapia, es que la pérdida o
muerte de un ser querido por sí mismas no causan un duelo complicado.
Esto no exime del dolor intenso y por momentos devastador.
Las pérdidas de seres queridos duelen, muchas veces golpean el
sentido de la vida e incluso pueden remover todo nuestro sistema de
creencias. Sin embargo, este es un proceso de dolor que sigue un curso
a nivel individual, familiar, social y que en estos ámbitos se puede com-
plejizar y derivar en un duelo complicado. La pérdida de los padres,
y a veces de todo el entorno familiar, puede impactar profundamente
en un niño, pero no significa que de suyo el niño vaya a desarrollar un
problema de salud mental.
Sin embargo, en mi experiencia tratando niños con duelo, creo
que el proceso de dolor presenta algunos aspectos diferentes de los que
podemos observar en los adultos.

Abordaje terapéutico del duelo


Worden (1997) y Neimeyer (2002), probablemente los autores
más influyentes que han reflexionado y generado propuestas sobre el
tratamiento del duelo, plantearon ideas respecto a tareas o etapas que
la persona en duelo debe cumplir para realizar un proceso de dolor
adecuado y sano.
Worden (1997) señaló que la persona en duelo debía cumplir con
algunas tareas para no cursar un duelo complicado. Es decir, quienes
viven un proceso de duelo normal realizan estas acciones, y que bien
podríamos considerarlas como tareas o metas a la hora de acompañar
un duelo.
La primera tarea consiste en aceptar la realidad de la pérdida. El
shock inicial al conocerse la noticia de la muerte de un ser querido en
ocasiones puede provocar incredulidad, la sensación de que lo ocurrido
no es cierto o existe una equivocación. Esta reacción ha sido llamada
generalmente como negación. En este sentido, el autor plantea que
la aceptación de la pérdida sería una condición que caracteriza a las
personas que realizan un proceso de duelo normal, se presentaría en-
tonces como una tarea que lograr para aquellos que se encuentran en
un duelo complicado.
En el trabajo con niños, se deben permitir la manifestación emocio-
nal y/o la necesidad de hablar de la pérdida, refiriéndose al difunto ya sea

169
Rodrigo Mardones

desde el recuerdo o de lo que quedó pendiente, de las interrogantes o


de lo que escuchó acerca de la muerte. Esto contribuye a que el niño
o adolescente integre en su relato y acepte la realidad de la pérdida.
En el caso de Alicia, esto no fue posible, pues no solo ignoraba la
real situación de la salud de su padre, sino que además las maniobras
para que ella no sufriera fueron claramente evitativas. Es decir, no
pudo participar adecuadamente de los ritos fúnebres. Se concertó un
operativo para callarla y cambiar de tema y de seguimiento a su estado
emocional, de forma tal que no llorara.
En este sentido, Neimeyer (2002) se refiere a etapas del duelo. Para
él, el duelo se complicaría cuando las personas se inmovilizan en una de
las etapas y detienen el proceso natural de recuperación tras una pérdida.
La primera etapa del duelo sería la evitación. Las personas que per-
manecen en esta primera parte se caracterizan por presentar un estado
de embotamiento, incredulidad, conmoción, incluso shock emocional.
Cognitivamente, suele observarse una negación de lo ocurrido.
Este estado descrito por Neimeyer podría explicar los problemas de
rendimiento escolar y aislamiento presentado por Alicia. Concentrarse le
era difícil y en las evaluaciones «se quedaba en blanco». Especialmente
cuando ella pensaba en cómo habían ocurrido los hechos relativos a la
muerte de su padre, intentando encontrar una lógica al relato que recibió
como explicación de la muerte. La niña decía que «no le calzaba», no
lograba comprender cómo su padre había intentado ponerse de pie con
una lesión que lo había tenido hospitalizado tantos días.
Para Alicia, como para muchos, la aceptación de la pérdida no solo
tiene que ver con el reconocimiento de las emociones, sino que con la
inteligibilidad de los acontecimientos, aunque muchas veces la muerte
no tiene sentido, pero conocer cómo fueron los hechos permite dar
pasos a la aceptación de la pérdida.
Para ella, los hechos eran incomprensibles. En este sentido, parte
de la terapia significó que la madre le relatara los hechos como fueron,
asumiendo respetuosamente que su intención en un momento de in-
certidumbre era la de no hacerla sufrir, especialmente porque no sabía
cómo sería el desenlace de la situación del padre.
En la medida que Alicia comprendió la situación desde la verdad,
logró conectarse aún más con las emociones que la pérdida provocaba.
Ella ocupaba tiempo pensando en cómo su padre podía haber cometido
ese error.
Seguidamente, a la luz de lo planteado por Worden, otra tarea im-
portante tiene que ver con la «expresión de las emociones y el dolor».
Alicia no solo sentía tristeza por la muerte de su padre, sino que además

170
Capítulo 8

la rabia era un componente significativo en sus emociones, especialmente


cuando pensaba en la torpeza de intentar pararse cuando se está lesio-
nado. Ella decía expresiones en su discurso que eran propias de una
mujer adulta, se refería a su padre: «Típico de hombres… siempre son
porfiados y no se cuidan…». Probablemente esta aseveración la escuchó
de adultos significativos y era el recurso que ella usaba para explicarse el
accidente de su papá, pero que ponía al padre en situación de culpable.
Es decir, lo ocurrido podría haberse evitado si hubiera sido cuidadoso.
Evidentemente, conocer los hechos trajo consigo que la culpa y la
rabia sentidas se revirtieran hacia ella misma y luego a su madre. Hacia
ella por desconfiar y haberse enojado con el papá, y hacia la mamá por
haberle mentido.
Conocer los hechos permitió conectarse con sus sentimientos,
expresar las emociones, las que se manifestaron a través del llanto, del
decaimiento anímico que duró algunos días.
Neimeyer diría que Alicia habría pasado de la etapa de «evitación»,
que sufrió como víctima, a la de «asimilación». Este estadio del duelo se
caracteriza por el conocimiento más intelectual y la conexión emocional
con la realidad de la pérdida.
Las siguientes tareas del duelo propuestas por Worden son: «Adap-
tarse a un medio sin el fallecido» y luego «recolocar emocionalmente
al fallecido y seguir viviendo». En el caso de Alicia, y en general los
niños y adolescentes, por su condición de dependencia de los adultos
y de las características del desarrollo cognitivo, viven la adaptación al
medio sin el fallecido, en dependencia de los cuidados que los adultos
logran proporcionar.
La adaptación a la nueva situación familiar requiere de una mirada
atenta a que el niño tenga asegurada la alimentación, abrigo, afectos,
atención y cuidados a su salud. Además del espacio seguro y discreto
para la manifestación de sus emociones, para consultar y exponer sus
interrogantes acerca del familiar fallecido, de la muerte y acerca del futuro.
En este punto, la mirada del clínico, especialmente cuando la pér-
dida se trata de uno de los padres, debe enfocarse a cómo se establecen
las relaciones y las rutinas del niño al respecto del padre vivo. Muchas
veces los adultos inauguran un duelo complicado, o bien el impacto
de la pérdida del cónyuge provoca la devastación emocional de quien
sobrevive, al punto de perder de vista al hijo, desentendiéndose de sus
necesidades, exponiéndolo a un doble duelo. Es decir, la pérdida del
padre o madre muerto y la pérdida por incapacidad funcional del padre
o madre vivo. En este caso, la atención del adulto doliente es importante,
en tanto su duelo complicado compromete el bienestar del niño.

171
Rodrigo Mardones

Por otro lado, suele darse que en la reorganización del núcleo fami-
liar, ahora sin uno de sus miembros, el padre vivo puede verse obligado
a iniciar actividades en el mundo laboral, o bien, aumentar las horas
de trabajo para asegurar el sustento. En este caso, debe tenerse especial
cuidado con la parentalización de los hijos mayores, observar el grado
de soledad al que los niños se exponen y atender a los problemas de
adaptación que pueden experimentar con la nueva organización familiar.
En estos casos, el trabajo terapéutico lo he desarrollado derivando
a los adultos cuidadores que presentan duelo complicado para su tra-
tamiento clínico y tratando de generar sesiones en que la familia logre
una organización que ponga a salvo el bienestar del niño, ayudándoles
a organizarse, previendo en este punto espacios de encuentro familiar
al que todos se comprometan a asistir. Por ejemplo, que se acuerden
horarios de comida juntos, actividades de esparcimiento en días u
horas festivas, rituales familiares como rezar antes de dormir o bien
desayunar juntos.
En el caso de Alicia, la madre se vio en la obligación de iniciarse en
el mundo laboral. Ella hasta la fecha cumplía labores de dueña de casa
y con dedicación exclusiva a la crianza. La niña tenía edad suficiente
para comprender que la madre debía trabajar, sin embargo, la extra-
ñaba. Ambas acordaron horarios para hacer tareas, comer, ver alguna
película y asistir juntas a misa los domingos.
Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo, como
última tarea señalada por Worden, era una tarea resuelta por Alicia.
Ella describía a su padre como un ángel que le cuidaba. El vínculo con
él no estuvo en riesgo, a pesar de su confusión y enojo por la infor-
mación distorsionada acerca de su muerte. Alicia señalaba que eso la
consolaba y le permitía sentirse acompañada y confiada. Relataba que
el papá estaba con Dios, que desde ahí la cuidaba y que en ocasiones
ella le hablaba y le pedía que las cuidara.
En todos los niños que he atendido por la problemática de duelo,
la recolocación emocional del difunto ha sido una tarea que se cumple
tempranamente. Sin embargo, no significa que el duelo se haya resuelto
satisfactoriamente. Es importante atender a los aspectos ya señalados.
En el trabajo con su profesora, valoré su preocupación por crear un
ambiente protector para Alicia, pero también le expuse las condiciones
necesarias para que la niña lograra resolver su duelo. Se le explicó que
la evitación como estrategia de abordaje suele complicar más el proceso
y, usando la metáfora de la herida que necesita limpiarse, le indiqué que
el llanto permitía lavar la herida de la pérdida.

172
Capítulo 8

De este modo, se procedió a organizar al curso de otra forma. Edu-


car a los niños sobre la muerte, decirles claramente que las emociones
de tristeza, el llanto y a veces el deseo de estar solo es algo normal. A su
vez, se les indicó que lo mejor es acompañar, si Alicia quiere conversar
del papá y contar cómo fue su pérdida, que era mejor escuchar, aunque
a veces esas conversaciones nos asustan o nos entristecen. Finalmente,
se les indicó que en el caso de ver a Alicia llorar, avisaran al profesor o a
un adulto para que la acompañara.
Finalmente, con Alicia elaboramos un ritual que le permitiera ex-
presar simbólicamente las emociones relativas a la pérdida y construir
un recuerdo emotivo y liberador con respecto a su padre.
Todo ritual tiene signos, un tiempo y un espacio que se consagran
para la conexión con una realidad trascendente. En este sentido, la
construcción del ritual conlleva que los signos sean seleccionados con
la persona que cursa el tratamiento, de manera que le hable a ella. A
veces hay propuestas que se presentan como técnicas, por ejemplo,
la elaboración de cartas, o álbumes de fotos. Todas tienen potencial
terapéutico en la medida que al consultante le hagan sentido. De lo
contrario, corremos el riesgo de conducir el proceso de terapia a través
de actos insignificantes.
Alicia necesitaba ver a su padre, gran parte de su tiempo a solas lo
pasaba mirando fotos, recordando anécdotas, actividades que hacían
juntos. Le propuse que me contara esas historias, que me trajera foto-
grafías, que en definitiva me presentara a su papá.
Este trabajo lo sostuve tres sesiones, hasta que se observara en
su comunicación no verbal mayor tranquilidad y agrado, junto con
reportar que la rabia y la culpa habían desaparecido.
De este modo, la sesión se transformó en un espacio seguro para
hablar de su papá sin necesidad de temer a que el tema fuese desagra-
dable y sin miedo a llorar.
Fueron estos los signos que se usaron para generar un ritual. Ella
sugirió la creación de un altar familiar. Su familia era católica, ellos
recibían todos los años una imagen de la sagrada familia que acom-
pañaban con velas en un lugar destacado de la casa. Alicia elaboró un
collage de fotos que señaló como favoritas. Al mismo tiempo, tomó una
plegaria que rezaba para que Dios recibiera a los difuntos y les regala-
ra el descanso. Trajo además una semilla de pino que había recogido
con su padre y que había pintado de color plateado para usarla como
adorno de Navidad.
En la confección del collage ella comentó cada fotografía, contaba
recuerdos que le evocaban las imágenes, hablaba con emoción y les

173
Rodrigo Mardones

manifestaba su cariño. La semilla de pino la puso en un pocillo trans-


parente con un poco de tierra, señaló que era la semilla de su padre en
ella misma y que quería tenerla siempre a la vista, para nunca olvidar
que ella es fruto de la semilla de su papá y que debe crecer como una
bella planta. Finalmente, la oración iba a ser leída en familia, para que el
papá descansara en paz, y permanecería junto a la imagen de la sagrada
familia, el collage y la semilla de pino.
Terminados los preparativos, por la cercanía del colegio en el que
trabajo con la casa de Alicia, programamos el día en que se realizaría
el ritual de entronización del signo. Coincidió con el cumple mes de la
muerte del padre. Participaron la mamá, los abuelos paternos, mater-
nos y yo. Alicia leyó la plegaria, contuvo el llanto y se dispuso a poner
cada uno de los símbolos en el altar. Además, había un cirio adornado.
Ella pidió a los presentes que dijeran algunas palabras acerca del papá.
Todos tuvieron palabras para expresar y finalmente rezamos juntos la
oración del Padre Nuestro.
El ritual fue, además, el cierre del proceso de terapia.
El seguimiento de la situación de Alicia reportó que volvía a la
normalidad, que las evaluaciones mejoraron y no se reportaron episo-
dios de llantos o desborde emocional.

Consideraciones finales
El proceso de terapia duró diez sesiones, desde la primera entrevista
con la madre hasta que se cerró con el ritual.
La madre simultáneamente inició tratamiento por duelo en una
institución de salud pública, lo que indirectamente colaboró con el
tratamiento de Alicia.
Indudablemente, mi condición de varón y de una edad similar a
la del padre colaboró en el proceso terapéutico. Es inevitable que este
campo de influencias interfiera en el proceso, por esta razón decidí
utilizar este factor en favor de la niña.
Finalmente, cabe señalar que el proceso terapéutico, en general,
presentó para mí una carga emotiva significativa. Sin embargo, la evi-
dencia de los avances resultó estimulante.

Referencias
Benedicto XVI (2012). Discurso en la audiencia concedida a la Asamblea
General de la Conferencia Episcopal Italiana. Vaticano.

174
Capítulo 8

Bateson, G. (1998). Pasos para una ecología de la mente. Una aproximación


revolucionaria a la autocomprensión del hombre. Buenos Aires:
Lohlé-Lumen.
Heidegger, M. (1989). Serenidad. Barcelona: Serbal.
Juan Pablo II (1995). Carta encíclica. Evangelium vitae. Recuperado de:
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/
hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae.htm.
Neimeyer, R. (2002). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el
duelo. Buenos Aires: Paidós.
Worden, J. (1997). El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y
terapia. Barcelona: Paidós.

175
Capítulo 9
El árbol de la vida de la terapia
narrativa como intervención con
jóvenes que se cortan la piel

Marta Campillo R.

En el presente trabajo se describe la intervención con el taller «el


árbol de la vida», basado en la terapia narrativa, realizado con adoles-
centes que se cortan la piel. Se presentan los conceptos fundamentales
del modelo terapéutico, así como dos modificaciones a la intervención del
árbol de la vida, que originalmente fue creado por Ncazelo Ncube (2007,
2014) en REPPSI, África, y David Denborough (2008) del Dulwich Centre,
Australia, para el trabajo de niños y niñas que habían sufrido abuso y el
trauma de la guerra. Las dos nuevas intervenciones son: la externalización
grupal, adaptada de la propuesta por Shona Russell (2005), y además, las
preguntas de mapa de «lo ausente pero implícito» (Campillo, 2012). El
presente taller se realizó con estudiantes que se cortan la piel mediante
el uso de objetos punzocortantes (Villegas, 2013). Aquí se enfatiza la
recuperación de conocimiento local en las habilidades y conocimientos
de vida y el reconocimiento y cuidado del cuerpo en adolescentes.

El proceso de la terapia narrativa


Comenzaré describiendo algunos conceptos fundamentales que
permiten crear un panorama del modelo teórico de la terapia narrativa
y que son importantes para aumentar la posibilidad de lograr nuevos
descubrimientos y enriquecer el conocimiento que la persona tiene de su
historia. En el modelo de la terapia narrativa se trabaja con la historia,
puesto que el relato organiza la experiencia vivida para darle sentido.
Sin experiencia no hay historia y, para que esa experiencia nos sea
comprensible, hay que relatarla. Sin ese marco creado al relatar, desde

177
Marta Campillo

el cual se organiza lo que vivimos, no se podría crear un significado.


Así, la historia es una unidad de significado.
No toda la experiencia se relata, hay un mecanismo de selección
de la experiencia vivida (Bateson, 1972). Esto es, el proceso mismo de
relatar y de organizar la experiencia hace que la organicemos y la se-
leccionemos de acuerdo con nuestra cultura personal, a los significados
de aquello a lo que le damos valor. White (1998, p. 226) propone que:
«La historia personal o auto-narrativa es la que determina la forma de
la expresión de aspectos particulares de la experiencia vivida». Esto
es, cuando se organiza la experiencia y se crea una historia, esta
organización compone una autonarrativa, da forma a la expresión
de la experiencia o del accionar de acuerdo con esta. Si ante una
experiencia trágica solo se relata lo que se consideró negativo, eso
dará forma a la expresión emocional de miedo o desconcierto. La
organización que se le da a la experiencia, en la cual se crea una
historia, influye en la visión que tenemos de nosotros mismos y en
la manera en la que expresamos y actuamos en relación con eso. La
interacción que se crea con cada relación también influye en la inter-
pretación que hacemos de la expresión o accionar de la otra persona,
en la conversación hay una interpretación del performance/accionar o
de lo que hacen las personas involucradas. Vemos a las otras personas
y hacemos una lectura, de acuerdo a cómo son o están en la relación.
Las conversaciones son transformativas cuando generan significa-
dos, esto es, cuando estamos en una relación en la que se contrastan
ideas, puntos de vista y a partir de esa interacción tenemos una imagen
de lo que somos, o llegamos a conclusiones acerca de nosotros y de lo
que nos es relevante, estamos tomando una posición propia que tiene
un significado especial para nuestra vida. El conocimiento acerca de la
vida, las ideas de lo que somos, de lo que nos es importante se generan
en la interacción que tenemos con otras personas; así, las conclusiones a
las que llegamos no son lo que cada uno plantea de manera individual,
sino que al poner en práctica lo que pensamos se nos retroalimenta, y
eso es lo que cambia, lo que pensamos (autonarrativa) y lo que hacemos,
es transformativa la historia cuando guía el actuar de acuerdo con el
significado en la interacción.
Cuando una persona viene a terapia, son las preguntas de las
conversaciones de la terapia narrativa las que van desenvolviendo la
experiencia vivida y también la experiencia no relatada. Bruner (1986)
propone que existe una parte de la experiencia vivida relatada y otra
parte no relatada. Vivimos y relatamos únicamente parte de la expe-
riencia vivida, lo cual permite que en la conversación externalizante,

178
Capítulo 9

al recuperarse la historia de la persona, se haga emerger la parte no


relatada para encontrar nuevas conexiones y reflexiones. White (1989,
1994) retoma la propuesta de Bruner (1986), proponiendo el trabajo
terapéutico con el método de la reedición de la historia de la persona,
con la finalidad de generar nuevos significados.

La externalización
White y Epston (1990) plantean en su libro Medios narrativos para
fines terapéuticos que: «La externalización es un abordaje terapéutico
que insta a las personas a cosificar y a veces, a personificar, los proble-
mas que las oprimen. En este proceso, el problema se convierte en una
entidad separada, externa, por tanto a la persona o a la relación a la que
se atribuía» (p. 53). Además, los autores mencionan los beneficios de la
externalización al separar a la persona del problema, dándole libertad,
librándola de las limitaciones que le impone el mismo. Esa separación
se logra con una manera de preguntar en donde el problema se pone
fuera, como si se tratara de una entidad aparte, de manera externalizada;
separando a la identidad del consultante de la historia saturada, crean-
do un espacio metafórico, que evoca una manera diferente de pensar
acerca de la experiencia vivida. Se genera un pensamiento reflexivo
que pone frente a la persona su experiencia vivida y la conecta con
lo que valora en su vida y la sitúa, despegada de eso, para que pueda
identificar diferencias, apreciar cambios y explicar por qué esa nueva
información es importante para su vida.
Cuando la persona cuenta su experiencia con un problema, ese
relato tiene una lógica, un punto de vista, una manera de ser articu-
lado, y eso encapsula o hace que sea refractario a otras ideas que se
opongan a esa visión. Bateson (1973) plantea algunas ideas desde la
teoría cibernética que ofrecen elementos para lo que sucede, a esto le
llama una «explicación negativa». Así menciona que «las restricciones
de las que depende la explicación cibernética, pueden considerarse en
todos los casos factores que determinan desigualdad de probabilidad».
Llevado esto a las interacciones familiares o a la conducta, estas están
en relación con esas restricciones.
Las restricciones se conforman por las creencias, las expectativas,
los aprendizajes culturales, las posiciones de género o de clase, todas
aquellas premisas que conforman una manera de ver el mundo, y eso
crea un sistema de reglas con las cuales se valora la realidad de la ex-
periencia vivida. Cuando se presenta algo diferente, puede ser que las

179
Marta Campillo

reglas con las que hacemos distinciones nos limiten para no verlo o
aceptarlo. Así, los acontecimientos extraordinarios pueden pasar des-
apercibidos o no tener el peso necesario para cambiar lo que hacemos
en cuanto al problema.
Michael White (1994) menciona: «La red de supuestos nos da un
mapa, es decir, el contexto que permite recibir nueva información que
le da sentido a lo percibido» (p. 70). Retomando estas ideas, podemos
plantear que la historia saturada por el problema conforma una ex-
plicación negativa, y puesto que tenemos un autodiálogo con el que
organizamos la experiencia vivida y ese devenir del problema y sus
consecuencias, en el que operan las restricciones para valorar o consi-
derar otros elementos como son los acontecimientos extraordinarios.
La externalización permite romper con la explicación negativa,
puesto que al separar a la persona del problema, opera otra lógica que
no tiene las mismas restricciones. Las preguntas de la terapia narrativa
(White, 2007), organizadas en niveles del mapa 1 y 2, por ejemplo, al
hacer las preguntas y pedirle a la persona que considere y tome una
posición con respecto a lo que vive, al preguntarle ¿cómo es el miedo
un problema para ti?, o ¿es el miedo un problema que quieres conservar
o cambiar?, pedimos a la persona que tome una decisión y una postura
personal de lo que desea. Cuando se identifica un acontecimiento ex-
traordinario, le pedimos que evalúe las diferencias que hace lograr algo
y le pedimos que justifique la importancia que ese descubrimiento tiene
para ella o él. Así, la externalización comienza a crear un autodiálogo
en el que se incluyen otras reglas, en el que se consideran otras expe-
riencias vividas, que ahora serán incorporadas y que cambian el mapa
y las restricciones iniciales, y así a la historia saturada.
La conversación externalizante es la revisión de la posición de la
persona con respecto al problema y cómo en las interacciones se ha
generado una historia saturada por el problema. La externalización es
el modo de situar el problema fuera de la persona, volviéndolo como
una cosa, lo cual crea un espacio metafórico entre el problema y la
experiencia de la persona para que pueda examinar sus efectos y re-
nunciar a su influencia, al plantear cómo choca con lo que la persona
considera preciado.

La externalización grupal del problema


Al proceso original del árbol de la vida le agregué un ejercicio de
externalización grupal del problema, donde un equipo lo representa

180
Capítulo 9

y otro grupo lo entrevista a él o a sus consecuencias. Originalmente,


Rooth y Epston (1996) plantearon en un ejercicio en el que el problema
es entrevistado por el grupo para poner al descubierto sus intenciones
y maniobras. Russell (2005) realizó en un taller de terapia narrativa un
ejercicio en el que se entrevista grupalmente a un problema comunitario,
develando sus maniobras, haciendo visibles sus efectos, identifican-
do las consecuencias o repercusiones para la vida de las personas
y cómo se mantiene en su vida; así, al conocer sus operaciones, la
comunidad puede tomar decisiones que permitan cambiar la vida.
A continuación, describo el ejercicio de externalización grupal
realizado en el taller «Disfrutando y creciendo con mi árbol de la vida»
(Villegas, 2013) con jóvenes que se cortan la piel:
Proceso: se organiza al grupo en cuatro equipos de participantes a
quienes se les asignaron diferentes funciones: equipo 1: representarán
al problema y sus amigos; equipo 2: fingirán como entrevistadores del
problema; equipo 3: escribirán las intenciones del problema y de sus
amigos (testigo externo); equipo 4: representarán a la persona atrapada
por el problema, posicionándola como experta en la lucha contra este
y explorando el dominio que tiene del mismo.

Preguntas utilizadas en la entrevista


de los equipos:
Preguntas para la entrevista del problema y a sus amigos:

• ¿Cómo te llamas, problema?


• ¿Quiénes son los que te acompañan? (Se les pide que se presenten)
• ¿Cómo se presentan en la vida de los y las jóvenes…?
• ¿Qué señal mandan a los y las jóvenes para que sepan de tu
presencia?
• ¿Cómo hacen para que los y las jóvenes se den cuenta de que
están ahí con ellos en su vida?
• ¿Cómo hacen para que los y las jóvenes les hagan caso?
• Cuando le hacen caso, ¿cómo hacen que se vean los y las jóvenes
ante familiares, maestros, amigos o pareja?
• ¿De qué armas se valen para que los y las jóvenes se sientan
atrapados por ustedes?
• ¿Cuál es la trampa especial que usan cuando los y las jóvenes se
resisten a sus engaños?
• ¿Qué hacen los y las jóvenes para no dejarse atrapar por ustedes?

181
Marta Campillo

Entrevistando al participante experto en el dominio del problema:

• ¿Cómo se llaman (se nombrarán experto 1 y 2)?


• ¿Cómo se dan cuenta cuando se presenta el problema?
• ¿Cómo cambian sus vidas cuando el problema se presenta?
• Cuéntenos de algún momento en el que hayan tenido el control
del problema. ¿Qué hacen diferente cuando han logrado dominar
o evitar que el problema se presente en sus vidas?
• ¿Qué hace posible que hagan cosas diferentes y de esta manera
tengan el control sobre el problema?
• ¿Qué hace diferente en tu vida el que sepas cómo controlar al
problema?
• ¿Qué dice o refleja de ti, el que sepas que tienes el control sobre
el problema?
• ¿Qué es lo que te inspira a tener el dominio y no escuchar al
problema?
• ¿Cómo se llama esa parte de ti que te recuerda y te hace tener
el dominio sobre el problema?
• ¿De qué manera eso que te hace recordar, te va a inspirar a tener
el dominio cuando el problema intente atraparte?

Lo ausente pero implícito


Se trata de una categoría fundamental que la genialidad de Michael
White hizo parte de los fundamentos que nos permiten desentrañar los
significados en la historia y generar conversaciones que den a la persona
en terapia acceso a ese conocimiento.
Michael White (2000) propuso la categoría de lo ausente pero im-
plícito como «una de las rutas de estas re-conexiones con la historia es la
identificación y la descripción rica de eso que está ausente pero implícito
en todas las expresiones de la vida, esto es, a través de la identificación y
la descripción rica de aquello que le permite a las persona darle signifi-
cado y poner en circulación, a aspectos de su experiencia vivida» (p. 36).
Así, la categoría de «lo ausente pero implícito» se refiere a los valores,
las creencias que dan fundamento a su manera de accionar en la vida.
Las conversaciones en las que se aborda lo ausente pero implícito
permiten enriquecer la historia al crear oportunidades para nuevas
conexiones entre lo que la persona hace y aquello que valora o eso que
le da razón a su accionar. Así, cuando se hacen visibles las creencias,
los sueños, lo deseos o los compromisos de vida, se crea una fuente de

182
Capítulo 9

conocimiento de lo que es importante en la vida, aquello por lo que


somos capaces de sacrificarnos y luchar, y desde ahí el cambio se ve
como algo que tiene una razón de ser.
Identificar y darle nombre a lo que nos mueve y nos sostiene de-
fine una posición con la que se justifica el esfuerzo y el propósito del
cambio. Hay conocimiento de que cuando se identifica, nos da poder, y
la respuesta al trauma que un primer momento puede haber parecido
invisible, y que está en la experiencia vivida no relatada, cuando se
relaciona con la razón que la explica y la justifica, cambia las con-
clusiones de no habernos defendido o de no haber respondido. Ante
la agresión de una violación, la persona tuvo una reacción corporal
de contracción de los músculos vaginales impidiendo la penetración.
Cuando se recuperan y analizan las posibles explicaciones de lo que el
cuerpo ha hecho como expresión de autodefensa y que nunca se había
ligado a la manera de cuidarse ante la agresión, se pueden comenzar
a historizar los antecedentes del autocuidado, lo que eso dice acerca
de lo que la persona valora, de lo que la persona ha aprendido de sí
misma al saber que dio esa respuesta de defensa, y cómo eso cambia
las conclusiones a las que llega acerca de sí misma.
Uno de los supuestos de la terapia narrativa es que una parte de
la experiencia vivida se relata y otra parte se queda sin ser organizada
y sin un significado. La recuperación del conocimiento local, y del
conocimiento no relatado, es la piedra angular que hace la diferencia
para hacer que una historia cambie la vida y la persona pueda tomar
decisiones que generen acciones hacia la historia preferida. Por lo tan-
to, el incluir una vía de recuperación de nuevas conexiones constituye
el centro de la conversación de lo ausente pero implícito.
Incluir al mapa de lo ausente pero implícito (Campillo, 2009)
en el proceso del árbol de la vida con terapia narrativa promueve el
identificar motivos y razones de lo valorado. Contiene cinco niveles de
preguntas (ver figura 1):

183
Marta Campillo

Figura 1. Mapa de las llaves de la historia subyugada

LO POSIBLE DE CONOCER
5. Preguntas acerca de planes futuros de acción
¿Cómo es que el amor por tu familia va a inspirarte para dar los si-
guientes pasos?
4. Preguntas para formar relaciones entre este valor/concepto y la
manera en como la persona vive su vida
¿Qué diferencia hace el reconocer que el amor por su familia le ins-
pira a seguir adelante?
3. Preguntas para historizar este valor/concepto de vida implícito
¿Me podría contar una historia en la que se exprese este amor por su
familia?
2. Preguntas acerca de los valores/conceptos de la vida
implícitos en estas acciones
¿Cómo le llamarías a esa parte de ti que te recordó acerca del
compromiso y la responsabilidad con tu familia?
1. Preguntas acerca de aquello que inspira la acción
¿Qué fue lo que te inspiró a continuar y a no
escuchar a la ansiedad?

LO CONOCIDO Y FAMILIAR

Dichas preguntas del mapa de lo ausente pero implícito (Campillo,


2009) abren el camino para hacer explícita la historia subyugada o no
relatada, e ir identificando tanto lo que le ha inspirado, las relaciones
que han ayudado a que lo que valora se mantenga y la diferencia que
ha hecho el reconocimiento de eso que le da razón de ser a su vida.
Lo ausente pero implícito o aquello que nos inspira, nos apasiona,
lo que se ha convertido en un motor para luchar, hacer o cambiar lo
que vivimos se puede recuperar en un ejercicio exprofeso que se ha
diseñado para este fin, el cual se llama el «corazón de lo que valoro en
la vida» y se describirá a continuación como parte del proceso del taller.

El árbol de la vida
Durante la intervención del árbol de la vida se despliegan los dife-
rentes componentes de la terapia narrativa utilizando la metáfora de tu
propio árbol; en cada parte del cual se representa la historia de vida y la

184
Capítulo 9

experiencia con las relaciones fundamentales, el lugar donde vive la persona,


el reconocimiento de las habilidades y conocimientos de vida, los sueños
y esperanzas, las personas importantes y los regalos que ha recibido en las
relaciones. Así, a través de las preguntas que se le hacen al participante
en la presentación de su árbol, su conocimiento local, de sí mismo, de
lo que valora, de sus sueños y sus relaciones cercanas, se hacen visibles
para crear una perspectiva desde la cual se pueden reexaminar los
problemas, externalizarlos y separarse teniendo una base de seguridad
creada por el conocimiento de la propia historia.
Existe un aspecto muy importante del proceso de la construcción
y descripción del árbol de la vida: cuando se va describiendo en el
árbol la historia de cada participante, se van haciendo preguntas de
las conversaciones de la terapia narrativa, lo cual va generando un
panorama de conocimientos de los y las participantes mismos, en el
que la persona identifica, lo que le es valioso, lo que sabe hacer, lo que
disfruta, las relaciones importantes y lo que sueña para el futuro. En
la última parte, cuando se realiza de manera grupal la recuperación de
conocimiento que los participantes tienen de sus maneras de enfrentar
los problemas en momentos difíciles, se hacen visibles las historias de las
acciones, interacciones, significados y conocimientos que forman parte
de la respuesta que hasta ahora no había sido contada ante la violencia
y la opresión, lo cual forma parte de las habilidades rescatadas y ahora
compartidas grupalmente, las que constituyen ese cúmulo de conoci-
miento local, de la riqueza de la experiencia vivida de cada participante.

Proceso de taller con jóvenes


El taller «Disfrutando y creciendo con mi árbol de la vida» (Ville-
gas, 2013) fue organizado en diez sesiones de dos horas, siguiendo la
nueva metodología del árbol de la vida. Fue realizado con jóvenes de
telesecundaria de segundo año en el sur de Veracruz, México. La edad
de los participantes estaba entre los doce y catorce años. Participaron
veinticinco alumnos y alumnas con heridas en los brazos, en las piernas y
en el abdomen. La población de la telesecundaria es suburbana y pobre.
Las preguntas de las conversaciones que serían utilizadas en el
proceso de cada sección del árbol durante el taller fueron el foco
de la elaboración del mismo, puesto que la experiencia en la que se
les pedía a los jóvenes que participaran tendría que constituirse en
la vía que hiciera emanar otros conocimientos, otras historias hasta
ahora no contadas que les permitieran cambiar su vida.

185
Marta Campillo

En el siguiente cuadro incluí las preguntas como opciones para


la entrevista durante la presentación que cada participante hace de su
árbol de la vida:

Preguntas de la terapia narrativa


del árbol de la vida

Preguntas para las raí- ¿Qué diría uno tus ancestros, si escuchara de ti, lo que apren-
ces (ancestros) diste de él?
¿Qué veían en ti tus ancestros cuando te veían con ojos amo-
rosos?
Compártenos una historia de cómo aprendiste esa habilidad o
valor de tus ancestros.
¿Cómo ha sido para ti el escucharte recordar tu historia y a
tus seres queridos y lo que aprendiste de ellos/as?
Compártenos una historia de cómo eso que aprendiste de tus
ancestros ha hecho una diferencia para tu vida.
Preguntas para la tierra Compártenos una historia de cómo vivir en ese lugar te ha
(lugar de origen/dónde hecho valorar el ser de ahí.
vives) ¿Qué dirías que aporta a tu manera de ver la vida el ser de un
lugar así?
¿Qué diferencia ha hecho el venir de un lugar con ese tipo de
relaciones con las personas?
¿Cómo crecer con esa visión del mundo ha hecho que guíes tu
vida de la manera como lo haces?
Si pudieras nombrar qué es lo más importante de venir o de
vivir en ese lugar, ¿qué dirías?
Preguntas del tronco En lo que te gusta hacer, ¿qué habilidades has demostrado?
(habilidades/conoci- Saber hacer eso, ¿qué dice de ti como persona?
mientos) Cuéntanos una historia acerca de eso que aprendiste. ¿Qué es
lo que más disfrutas de hacer eso?
De lo que haces y te agrada, ¿qué ven en ti las personas que te
ven hacerlo?
¿Qué te pareció divertido de aprender a hacer
eso________________?
¿Me podrías contar una historia de con quién aprendiste a
hacer eso que te gusta?
¿Qué veía en ti esa persona, que la inspiró a enseñarte a hacer
eso que aprendiste?
¿Qué has descubierto que te gusta de ti cuando disfrutas
hacer eso que aprendiste?
Preguntas de las ramas ¿Me podrías contar algunos de tus sueños, de lo que deseas
(sueños) para ti?
¿Cómo se relacionará eso que deseas/esperas con el venir a
este taller?
Cuando te imaginas el futuro, ¿qué te ves haciendo y cómo
esto es parte de tus sueños, deseos, esperanzas?
¿Cómo aprendiste a que ese sueño era algo importante para ti?
¿Qué diferencia hace y hará para tu vida alcanzar tus sueños,
metas, esperanzas?

186
Capítulo 9

Preguntas para las hojas ¿Qué ven en ti las personas que son parte de tu vida, que les
(personas importantes) gusta y los inspira a que te demuestren su aprecio?
¿Cómo te imaginas que ha sido para ellas tenerte como (hijo,
amigo, etc.) y parte de su vida?
¿Qué has valorado de la relación con ellos que se han conver-
tido en personas importantes de tu vida?
¿Qué valoran ellos de ti para que seas importante en sus vidas?
Me pregunto, ¿qué les gusta de ti a las personas (familiares, ami-
gos, maestros, etc.) cuando actúas inspirado por tus sueños?
¿Qué crees que aprecian de la relación contigo cuando actúas
inspirado por aquello a lo que tú le das valor?
Preguntas para los De los regalos recibidos (amor, amistad, apoyo, compañía,
frutos risas) de las personas, ¿qué te ha enseñado de ti, el que tú
(regalos recibidos) puedas apreciar su amor amistad o compañía?
¿Qué crees que apreciaron/valoraron de ti esas personas, que
los movió a que fueras parte de su vida?
¿Qué es importante para ti de esas relaciones que has podido
dar amistad, amor, cuidado?
¿Qué diferencia hace para tu vida el saber que hay personas para
las que tú eres importante y pueden darte amor, cuidado o apoyo?
Ahora que te das cuenta de que tu árbol está lleno de frutos,
¿qué dice acerca de ti, de lo que eres, de lo que sabes de ti
mismo, que antes no conocías?
Preguntas para las ¿Qué habilidades han utilizado en tiempos difíciles?
tormentas de la vida ¿Qué diferencia ha hecho para su vida el tener esa habilidad?
(grupal) ¿Cómo el reconocer que han podido emplear esa habili-
dad______________ ha hecho una diferencia en lo que Uds.
saben que pueden lograr para ir más allá del problema?
¿Nos podrían compartir una historia de cómo han empleado
esa habilidad que les ha ayudado en tiempos difíciles?
Si hiciéramos una lista de todas las habilidades y conocimien-
tos que hemos puesto en práctica en tiempos difíciles, ¿cuáles
pondrían?
¿Qué cosas sabes de Uds. ahora que reconocen todas esas ha-
bilidades usadas en tiempos difíciles que antes no conocían?

En el presente taller se incluyó un ejercicio utilizando el mapa de


lo ausente pero implícito (Campillo, 2009) llamado «Creando un cora-
zón de lo que valoro en mi vida» (ver figura 2), cuyo proceso tiene los
siguientes pasos: a) el/la participante dibujará un corazón e identificará
lo que valora, inspira y que considere importante, lo que sostiene su
actividad de vida; les dará un nombre: sueños, deseos, compromisos,
habilidades, conocimientos; b) contará un historia de su experiencia de
¿cómo surgió eso que valora en su historia? ¿Qué personas influyeron
a crear ese compromiso? ¿Qué experiencias resultaron importantes en
ese reconocimiento de eso que valora y lo inspira?; c) contará ¿cómo
eso que valora lo ha ayudado en momentos difíciles o importantes?
Las preguntas que se hacen a cada participante cuando presenta
su historia al grupo se describen a continuación:

187
Marta Campillo

Preguntas de lo que valoro en la vida


1. ¿Cómo aprendiste que eso que valoras ( ) es importante para ti?
2. ¿Qué personas apoyaron a que eso (_________) fuera impor-
tante?
3. ¿Me podrías contar una historia acerca de cómo aprendiste que
eso que valoras (_________) fuera importante para ti?
4. ¿Cómo eso que valoras (_________) te ha ayudado en momentos
importantes/difíciles?
5. ¿Qué han reconocido otras personas en ti por valorar eso
(_________) que es importante en tu vida?
6. ¿Qué diferencia ha hecho el reconocer lo que valoras (_________)
para tu vida?
7. ¿Por qué es importante reconocer eso que valoras (_________)
y que orienta tu vida?
8. ¿Cómo se han dado cuenta las personas con las que te relacionas
de que valoras eso (____________) y tienes esos compromisos con la
vida?
9. ¿Cómo el problema te roba o te esconde lo que valoras (_________)
en la vida?
10. ¿Qué cambios te vas a proponer realizar con relación al pro-
blema sabiendo lo que sabes de ti ahora?
11. ¿Cuál es tu plan de acción: qué pasos vas a dar en contra del
problema, ahora que reconoces lo que tú valoras para tu vida?
12. ¿Qué diferencia hace saber lo que ahora sabes de ti y lo que te es
importante para vivir, para enfrentar o cambiar, lo que necesitas en tu vida?

Figura 2. Diagrama del ejercicio «Lo que valoro en mi vida»

188
Capítulo 9

Las conclusiones de los y las participantes en el taller «Disfrutando


y creciendo con mi árbol de la vida» desde el principio fueron reflexio-
nes acerca de su vida. Al final de la primera sesión mencionaron, en
sus propias palabras: participante 1: «Ahora me doy cuenta de que
realmente no estoy sola…»; participante 2: «Las hojas de mi árbol
representan a mi abuelo materno, a mis amigas, a mis primos con los
que me llevo bien, a mis tías… sé que ven en mí a una buena persona…
lo malo es que yo no había creído en lo que soy… me doy cuenta de
que hay muchas personas que me quieren, solo que las he pasado por
alto, ahora me corresponde valorarlos a ellos…».
En la sesión de «Externalización grupal del problema» y la «Re-
presentación del problema» se realizó por medio de una escenificación
y personificación del problema en la que las y él participante que re-
presentaron sus efectos negativos se disfrazaron pintando sus caras, lo
cual hizo que aquel tomara vida. Antes, en entrevista se identificaron los
problemas que ayudan a mantener al problema: ¿qué cosas pasan en su
vida para que se rasguen la piel? Identificaron: la violencia, incompren-
sión dolor, sufrimiento, infidelidad, problemas en la escuela, tristeza,
angustia y maltrato. De la entrevista, los participantes escogieron a los
problemas que representarían. Al final comentaron: la adolescente que
había representado al «Engaño» mencionó se había sentido engañada
de sus sentimientos hacia otras personas y que eso había sido un factor
para cortarse: «Este ejercicio me hizo darme cuenta de que soy fuerte
y que hay ocasiones en que veo engaños en mi casa y no he caído en
cortarme los brazos ni las piernas, y lo que me da fortaleza es saber que
tengo amigos que me cuidan y motivan, cuando ellos me regañan por
lo que hacía, no me lo decían en mal plan, solo me lo decían porque
me aprecian y eso no lo valoraba».
Quien representaba al «Dolor» dijo: «Desde la muerte de mi abueli-
ta, sentía que había perdido todo, pues ella me cuidaba cuando era niño
mientras mi mamá trabajaba, el sentirme solo sin ella me dolía, pero
no con dolor físico, me dolía dentro, aunque no sé describirlo, ahora
sé que ella me enseñó a ser valiente, a valorarme y que si ella estuviera
conmigo, me diría “Eso no es lo que te enseñé”, me doy cuenta de que sí
he recibido amor y qué mejor que de ella, que significa tanto para mí».
Los participantes en el grupo de «expertos» comenzaron a opinar:
«Hay ocasiones en que me sentía enojada y no me corté los brazos, el ju-
gar básquet o salir a caminar con mis amigos por el malecón me ayuda a
dejar de pensar en eso… a mí lo que me ayuda es escuchar música… y yo
cuando me pongo a dibujar o cantar me ayuda a tranquilizarme y pienso
que hay cosas que no están en mis manos poderlas resolver».

189
Marta Campillo

El taller del árbol de la vida se basa en las preguntas de las conver-


saciones del modelo, que conforman el proceso mismo que va desarro-
llando el conocimiento local de las historias de los y las participantes.
Con la reedición de la historia y de los conocimientos acerca de su vida
se logró que los y las participantes controlaran al problema de cortarse
la piel sin volver a reincidir. Una imagen de una participante con su
árbol de la vida la observamos en la figura 3.

Referencias
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190
Capítulo 9

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191
Capítulo 10
Terapia narrativa en un adolescente
con intento suicida

Oliver Rolando Peñafiel Muñoz

Toda existencia humana


es una artesanía ordenada
en torno a una trascendencia.
Boris Cyrulnik

Introducción
La resiliencia inmersa en la narratividad del contar y recontar las
experiencias vividas, en función del bienestar relacional del consultan-
te, permite una expresión clara, franca y aceptable sin connotaciones
calificativas infames, promoviendo una apertura nítida al renacer de la
vida, con experiencias y transformaciones vislumbradas hacia un futuro
comprometedor triunfante.
Para Tarragona (2006), la terapia narrativa se describe como un
proceso de reescribir las historias que constituyen la propia identidad.
White (2004) llama a las conversaciones terapéuticas «conversaciones
de re-autoría», las que giran alrededor de dos tipos de preguntas, las pre-
guntas sobre la acción y las preguntas sobre el significado de la acción.
La terapia narrativa explora los propósitos, valores, sueños, anhe-
los, esperanzas y compromisos de los consultantes (White, 2004), de tal
forma que a partir de ese procedimiento se logra posteriormente identi-
ficar un acontecimiento excepcional, pudiendo hacer muchas preguntas
sobre qué hizo el consultante para hacer eso o dar ese paso, o cómo
se preparó para actuar de esa manera, siendo todas esas preguntas del
«panorama de la acción» (Russell y Carey, 2004; White y Epston, 1989).

193
Oliver Peñafiel

Es importante también indagar sobre el significado de los aconte-


cimientos excepcionales, a lo que White y Epston (1989) llaman «pa-
norama de la identidad». Morgan (2000) explica también la relevancia
de utilizar coadyuvantemente las conversaciones exteriorizadas, las
cuales suelen estar conformadas por nombrar al problema, explorar los
efectos del problema sobre la vida de la persona y deconstruir o poner
en contexto el problema.
White (2004) propone enfatizar cómo las vidas de las personas están
entrelazadas, usar la metáfora de que cada persona tiene el club de su
vida y que puede escoger quiénes serán los miembros de ese club, otor-
gándoles relevancia a las personas que contribuyen a que el consultante
se observe a sí mismo de cierta manera y sea libre de ser como le gusta,
entrevistando al consultante sobre alguna persona que haya tenido una
influencia positiva en su vida y más adelante explorando la influencia
que el propio consultante pudo haber tenido en la vida de esta persona.
Cada archivo, cada encuentro, cada acontecimiento invita a crear
otra quimera narrativa constituyendo un período sensible de la propia
existencia, un momento fecundo, un desbarajuste caótico a partir del
cual se tratará dolorosamente de reaprender a vivir con felicidad, ya
que una sola palabra, una sola fotografía logra que la persona pase de
la vergüenza al orgullo (Cyrulnik, 2009).
Con una sola existencia, la persona puede escribir mil autobiogra-
fías, no hace falta mentir, basta con desplazar una palabra, con cargar
una mirada, con aclarar otro aspecto de lo real sepultado, variaciones
sobre un mismo tema, la trama del relato se renueva como un estribi-
llo, de tal forma que todo desarrollo es una aventura resiliente que se
conforma como una epopeya (Cyrulnik, 2009).
La resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir, en-
tonces se habla de «tejido», ya que el hecho de representar la resiliencia
por medio de la metáfora del tejido elimina la noción de fuerza o de
debilidad del individuo, lo cual no tiene nada que ver con la vulnerabi-
lidad o la invulnerabilidad, pues se puede ser resiliente en una situación
y no en otra, herido en un momento y victorioso en otro, por tanto,
ser resiliente es aprender el resorte y el tejido. El resorte habla de la
resiliencia y el tejido explica la manera de salir adelante, entonces
la percepción sobre la desgracia cambia y a pesar del sufrimiento,
se busca la maravilla (Cyrulnik, 2007).
Además, asociado al concepto de resiliencia sobrevuela la idea de
construcción, una imagen que plasma esta idea es que la resiliencia se
teje, anudando constantemente un proceso íntimo con el entorno social
(Melillo, 2004).

194
Capítulo 10

El testimonio favorece la atención sobre la gran belleza oculta en


la vida ordinaria, volviendo a descubrir a partir de este fundamento
de sentido de vida cotidiana los proyectos más grandiosos que pueden
tomar forma otorgando un nuevo significado a la propia vida, el que no
ha aprendido a soñar es incapaz de trascender lo cotidiano y a la larga,
se sume en el presente y encoge en el futuro (Vanistendael et al., 2013).
Toda personalidad resiliente posee inmerso el oxímoron, el cual es
una figura retórica que consiste en reunir dos términos antinómicos, por
tanto, el oxímoron se vuelve característico de una personalidad herida
pero resistente, sufriente pero feliz de esperar a pesar de todo y entonces
el oxímoron es la expresión de cómo un sufrimiento se transforma en
obra de arte (Cyrulnik, 2007).
Es difícil narrar la historia de diferente manera, sin embargo, el
poder reconocer las propias riquezas de la persona, el saber que al em-
poderarla legitimando lo que es, fuera del síntoma que la posee, y que
en la ausencia de dicho síntoma, la persona posee riquezas elogiables,
es decir, sacar de su narración primaria al síntoma e impregnar esta
narración de nuevos relatos cotidianos favorecidos con elogios, excep-
ciones, creencias refutables, formando así una nueva narración que
será invadida por agentes externos que validen socialmente este nuevo
relato, el cual puesto en escena emitirá lo que es y podrá ver fuera del
escenario al síntoma que temporalmente le cosificaba (Peñafiel, 2011).
El narrar y renarrar producen la bifurcación de las palabras y su
significado, promoviendo de esa manera en la persona una perspectiva
diferente de lo que se creía inmodificable, por tanto, si se le permite a
la persona reconocer el relato que presenta y contrastarlo con la riqueza
que posee antes de que dicho relato se impregne del evento nefasto, es que
se logra el reconocimiento de lo olvidado (Peñafiel, 2011).
El empoderamiento en lo que ahora es y la extracción de lo opaco
del síntoma que ocupó ese espacio, permiten la presencia inminente de
un nuevo relato, entonces teniendo en frente al problema, las herra-
mientas que van en beneficio de la persona pueden ser elegidas y aún
más otorgarles la utilidad específica que produzca oxímorones reales
de lo que se creía inquebrantable (Peñafiel, 2011).

Análisis del caso


El presente estudio de caso describe a Adrián, un adolescente de
dieciséis años de edad que presentó un intento suicida después de ha-
ber vivido experiencias familiares y escolares simultáneas negativas, el

195
Oliver Peñafiel

cual recibe también paralelamente la información de que su novia se


realizó un aborto y que decidió ya no frecuentar más la relación con él,
argumentando que es una persona agresiva que proviene de una familia
disfuncional y que además lo más probable es que también sea violento
con ella, como el papá de él lo fue con su madre.
Desde ese momento el consultante considera que todo lo que le
rodea deja de tener sentido, empieza a elaborar la forma de autoeli-
minarse, inicialmente planifica tomar veneno para ratas mezclado con
lavandina, luego piensa que puede saltar del décimo piso del edificio
en donde vive. Finalmente toma la decisión de mezclar el veneno para
ratas con la lavandina y hacerlo encerrado en su dormitorio a las cuatro
de la mañana, de tal forma que nadie de su familia pueda intervenir en
socorrerlo dando por hecho un resultado nefando. Gracias a los golpes
que Adrián propiciaba al piso de madera en su habitación es que la
madre con ayuda de los hermanos logra ingresar al lugar, observándolo
desplomado en el piso en posición fetal llorando desconsoladamente.
Entre los tres logran llevarlo a un hospital, donde prosigue su historia
sometido a lavados estomacales constantes y posterior medicación
prescrita para la mitigación del daño provocado.
En tal sentido, la mamá del consultante decide remitirlo a trata-
miento psicológico, ya que considera que la ruptura amorosa que el
consultante tuvo con su pareja más la información del aborto concreta-
do, son eventos muy intensos para sus dieciséis años, adhiriendo a eso
la mala relación que tiene con sus hermanos, el maltrato recibido en el
colegio y el difícil divorcio que ella está viviendo en la díada.

Definición del problema

Adrián proviene de una familia conformada por los progenitores


en proceso de divorcio, dos hermanos mayores y una proximidad
muy cercana con los abuelos maternos. En las actividades escolares
presenta muchos conflictos con los docentes y peleas recurrentes con
algunos compañeros de escuela. Por otra parte, dentro sus actividades
extraescolares se encuentra la práctica del tae kwon do, en la que se
destaca por su compromiso, disciplina y responsabilidad, aseverando
que es donde se siente único, sin presiones y puede ser él mismo sin
sentir represalia alguna.
En la relación con su pareja comenta que ella se encuentra dos cur-
sos más arriba que él, halagándola por ser la mejor de su curso y tiende
a ser la abanderada de la escuela, por tanto, concibe que ella es muy

196
Capítulo 10

inteligente; sin embargo, afirma también que ella es muy reservada, ya


que en la mayoría de las ocasiones no le contesta el teléfono, ni tampoco
le hace saber qué es lo que hace y con quién se encuentra, generando
en Adrián un sentimiento de angustia e incertidumbre, comportándose
brusco y enojado con su familia, amigos y finalmente consigo mismo.
Es entonces que para sentirse mejor, generalmente toma la decisión
de dirigirse al centro de entrenamiento «Kwan» al cual pertenece, a des-
horas de entrenamiento, sobreexigiéndose en los ejercicios y buscando
que alguien lo provoque, para que así pueda confrontarlo dentro del
ring. Consigue desahogarse generando un sentimiento de tranquilidad
que culmina en cansancio físico y mental, deseando solamente poder
descansar y que el día de mañana sea mucho mejor, para posteriormente
lograr conversar con su pareja, quien lo equilibrará y con quien podrá
hacer poesía que tanto gusta de leer.
Reconoce que entre las cosas que prefiere hacer con ella está ini-
cialmente el gusto mutuo por la poesía, posteriormente el disfrutar de
la pasión e intimidad compartida y ulteriormente poder visitar disimiles
parques donde pueden estar juntos sin que ninguna persona los conozca,
los juzgue o perjudique, de modo que el encuentro entre ambos tenga
un nefasto epílogo.
También afirma que su relación con la familia de ella no es nada
buena, ya que los papás de ella prohíben la relación, asegurando que
ellos poseen una concepción negativa nominándolo como un muchacho
violento y poco aplicado en los estudios, siendo de esta manera una
mala influencia para su hija. Consecutivamente, devela que en más de
una ocasión recibió malos tratos y desaires por parte de los progenitores
de ella, adhiriéndose a ello la amenaza de una golpiza por parte del
hermano mayor de la muchacha.
Es en esa dirección que Adrián tomó la iniciativa de confiar en
sus progenitores para que funjan de mediadores con la familia de ella,
esperando que de esa manera puedan tener mayor libertad de encuen-
tro y así dejar de lado las salidas escondidas basadas en mentiras que
impliquen a otras personas; sin embargo, el resultado fue desfavorable,
ya que dicho encuentro culminó en mayores desacuerdos entre ambas
familias, propiciando prohibiciones mutuas hacia ellos dos.
Es entonces que ambos persisten con una relación oculta que tem-
poralmente puede ser vislumbrada en la cotidianeidad de la escuela,
en donde desafortunadamente los educadores y regentes presentan un
comportamiento punitivo hacia él, ya que lo consideran una mala in-
fluencia y, textualmente, una persona sin futuro ni oficio. De ese modo,

197
Oliver Peñafiel

Adrián responde de manera hostil con todas esas personas, reforzando


indirectamente la creencia que ellos poseen sobre él.
Consiguientemente, los sistemas con los cuales Adrián interactúa se
presentan hostiles y exiguamente afables proporcionando una constante
deslegitimación de su persona, afirmándola como alguien negativo que no
merece tener lo que consigue. De tal forma que Adrián interpreta tener
una sola alternativa donde pueda detener toda esta ausencia de bienestar.
Adrián empieza a buscar consejo en personas muy próximas a él,
amigos, familia, sacerdotes de su propio establecimiento educativo e
instructores del arte que practica, careciendo de una respuesta óptima
de parte de cada uno de ellos y aseverando sentirse cada vez mucho
peor, ya que las personas que aún poseían un mínimo de confianza lo
juzgan y no le ayudan a tener algún camino de solución o salida bene-
ficiosa que le permita volver a intentar mejorar sus interacciones para
con sus sistemas relacionales.
Y entre tantos infortunados encuentros, el resultado final se perfila
en un trágico acaecimiento que deje a todos perplejos y a él tranquilo
sin más angustias perennes.
La familia de Adrián demuestra interrelaciones cotidianas difíciles
con él, conllevando a que la dinámica relacional presente una interacción
desapacible entre los miembros.
A continuación, se identifica la lectura obtenida mediante el geno-
grama familiar (ver figura 1).

Figura 1. Genograma de la familia del consultante y cuadro explicativo

198
Capítulo 10

En la familia de Adrián se puede ver que los progenitores se en-


cuentran divorciados con demostraciones cercanas y de violencia de
parte del padre hacia la madre, paralelamente develando cómo el padre
admite estar en una relación con otra mujer, con la cual engendra un
hijo, aseverando tener muy poco interés por Adrián, su mamá y sus
hermanos. Ulteriormente, la mamá de Adrián, por la situación en la
que viven, decide buscar empleo ya que desde que se casó se dedicaba
a labores de casa, y desde el divorcio la situación económica mermó,
desestabilizando sus actividades cotidianas.
El hermano mayor de Adrián presenta una relación cercana y de
violencia, ya que constantemente se encuentran entre amenazas, golpes
e insultos y la relación con la hermana del medio se observa cercana
y hostil, pues Adrián gusta de cuidarla y protegerla en distintas situa-
ciones, promoviendo que ella se vuela hostil y trate de lastimarlo con
insultos y malos tratos.
En la relación con su mamá, Adrián denota estar en discordia y
conflicto, ya que asevera que ella era la única que lo entendía, apoyaba
en todas sus actividades, empero, desde la relación con su novia la in-
teracción con su mamá dejó de ser la que era y eso le produce mucho
dolor, lo cual hace que él esté en discordia continua con ella. Finalmente,
asevera que la relación con su papá es distante y hostil, puesto que el
divorcio de sus padres y la develación de la existencia de un hermano
nacido con otra mujer le llevan a asumir una conducta castigadora
hacia su papá, teniendo el mínimo de interacción con él.

Resumen de las sesiones

Sesión uno:

Para la primera sesión inicialmente se realizó el rapport con Adrián,


dialogando sobre cómo estuvo su día y qué fue lo que hizo, aseverando
que fue un día agradable, ya que le fue bien en sus exámenes en clase
y no tuvo problemas ni con los regentes ni con los profesores, «eso es
raro, porque generalmente me molestan y me hacen sentir incómodo,
pero hoy no pasó eso, eso es bueno».
En tal sentido se le preguntó: «¿Estar en el colegio sería como
estar en un Kwan diferente?, ¿dónde se encuentran las personas que
te intimidan en vez de apoyarte?», aseverando Adrián que sí, comple-
mentando el diálogo refiriendo que es como si no usara el uniforme
de entrenamiento y que más bien todo el tiempo esté cargando con

199
Oliver Peñafiel

sus protectores como si estuviera listo para pelear, porque siente que
constantemente lo están desafiando en la mayoría de los lugares donde
generalmente se encuentra, «es mucha mala onda de toda esa gente, lo
único que buscan es tratar de que no esté bien», respondiéndole seguro
que sí, entonces es estar preparado todo el tiempo en caso de que alguien
intente atacarle sin aviso.
«Y, dime, ¿cómo te gusta que te llamen? ¿Tienes algún apodo o te
llaman por tu nombre?», «me llamo Adrián, y es así como todos me
llaman». Elogiándolo se hace énfasis en reconocer ¡qué lindo nombre!,
me hace pensar que es un nombre muy imponente, que denota fuerza y
coraje, preguntándole ulteriormente si la opinión afirmada la considera
así o piensa que es de otra manera, respondiendo Adrián que «nunca
me había puesto a pensar en el significado de mi nombre, pero me haces
recordar a que mi abuelo le decía a mi mamá, porque yo tenía físico
y miraba de frente, que soy una persona fuerte, y que cuando no haya
nadie yo me encargaré de ella, la protegeré y el que yo esté hará que
se sienta muy segura y tranquila», afirmado su comentario al decirle
¡eres una bendición, Adrián, qué capo, así que tienes mucha historia
que vivir y además un mandato que cumplir!
Consultándole posteriormente con la finalidad de generar más
confianza si se le puede llamar Adri, respondiendo a ello afirmativamen-
te. Se prosiguió preguntándole cuáles son sus gustos, sus miedos, sus
preferencias personales y lo que menos le gusta hacer y tener, a lo cual
Adrián responde que entre las cosas que le gusta hacer se encuentra, en
primer lugar, el tae kwon do, luego la computación y posteriormente
la poesía, pero que si tuviera que elegir una de ellas se quedaría con el
tae kwon do, ya que es un arte y que el profundizarse implica existir
a partir de una filosofía de vida basada en el orden, en el respeto y la
disciplina, lo cual va formándolo como una persona equilibrada y disci-
plinada. Es entonces que se aprovecha lo del tae kwon do para generar
una sintonía con él, comentándole que coincidentemente su terapeuta
también practicó ese arte, ayudándole mucho en su formación personal,
aseverando que es un verdadero placer el poder compartir el gusto por
esa disciplina con alguien como él, que ama lo que hace.
Adrián asevera que entre los miedos que presenta se encuentra,
en primer lugar, el sufrir un rapto por alienígenas, luego que pue-
dan hacerles daño a su mamá y a su hermana, como golpearlas o
asaltarlas, por eso es que aunque muestre un comportamiento hostil
hacia ellas, todo el tiempo está pendiente y preocupado, ya que las
considera unos tesoros en su vida.

200
Capítulo 10

Entre las preferencias personales se encuentra el poder compartir


con sus abuelos maternos, pues ellos son muy tiernos y se siente muy
importante alrededor de ellos. El poder estar con su novia, porque
implica que tiene un sentido para seguir viviendo, ya que el pensar en
tener una familia propia y un hijo hacen que él tenga el deseo de seguir
luchando contra cualquier adversidad, de tal forma de poder lograr
una finalidad compartida con la persona que ama, lo cual le llevará a
conseguir independencia y el respeto entrañado que desea tener de su
padre desde hace mucho.
Lo que menos le gusta es pelear con su hermano, reconociendo
también que ellos son su única familia y que en algún momento se ne-
cesitarán uno del otro. Pero como el comportamiento de su hermano
es duro, nada cariñoso ni amable, hace que él reaccione de igual forma,
ya que no le gusta recibir un mal trato. Remarcando que si recibiera
un trato negativo de alguien, reaccionaría de la misma forma o peor,
«porque nadie tiene el derecho de tratar mal a nadie y si alguien me
trata mal, entonces los pongo en su lugar para que tengan más cuidado
en adelante». «Si son mayores que yo, trato de negociar con ellos para
que entiendan cómo me siento y no actúen así». Se le dice que tiene
razón, y que a veces es bueno poner las cosas en su lugar para que ya
dejen de ser incómodas, permitiendo de esa manera seguir disfrutando
de lo que es más placentero hacer.
Posteriormente se le preguntó, «dime, Adri, ¿hubo algo en este
último tiempo que te quitó las ganas de seguir disfrutando de la vida,
o no hubo nada?
A lo cual Adrián, al perder la mirada en frente suyo, asevera que fue
un cobarde como su papá le dijo, ya que intentar quitarse la vida por
una mujer es algo que solo las personas cobardes y sin coraje pueden
realizar. «En verdad, nadie puede entender lo que me pasa, piensan que
soy un chango que hace las cosas sin pensar, pero es que yo tengo un
problema, me adelanto rápido a las cosas y me ilusiono muy rápido,
eso me hace mucho daño».
Después de agradecerle por la sinceridad y confianza otorgada,
se le preguntó: «¿Cuánto tiempo pasó de haber intentado quitarse la
vida?», respondiendo él «hace unas semanas atrás, pero eso no importa,
no sé qué hacer ahora, no me siento bien. ¿Qué hago?, me quedé solo y
encima la persona en quien yo más confiaba y amaba me engañó, ya no
sé qué hacer, me duele y es muy fuerte. Yo la amo y el amor es traidor,
ya no sé en qué creer, ya nada tiene sentido».
A partir del comentario de Adrián se logró utilizar una metáfora so-
bre el tae kwon do, aseverando que si perdiera una pelea representando

201
Oliver Peñafiel

a Bolivia, teniendo la expectativa de poder ganar a su oponente y ade-


más estar peleando en territorio boliviano con el apoyo de su familia
y simpatizantes, ¿qué haría y cómo se sentiría? Adrián señaló que se
sentiría muy mal, ya que todo el entrenamiento y esfuerzo no servirían
para nada y que entonces preferiría no dar la cara por mucho tiempo
hasta que se reponga y logre redimir el daño causado a los que confia-
ban en él. Respondiéndole que en una situación así dejaría que la idea
de la muerte se acerque a él seduciéndolo y volviéndose una opción
en su vida. Porque la idea de suicidio es como pensar en un oponente
que desea propiciarle una golpiza y ver cómo termina devastado, frag-
mentado y tirado en el piso sin que pueda levantarte. Además después
de botarle al piso, se iría en busca de su novia y la convertiría en su
mujer, para después acercarse a su mamá y a su hermana y poder dar-
les una paliza a ellas y robarles todo lo que con mucho amor lograron
conseguir, porque como él mismo lo dijo, es la parte fuerte en donde
pueden apoyarse y sentirse seguras, pero en su ausencia ya no habría
quién pueda defenderlas y estarían a expensas de cualquier daño que
esta idea de muerte desee hacerles.
Aseverándole consecutivamente un sentimiento propio referido a
que una situación similar produciría mucha bronca, ya que como ex
taekwondista, lo que haría sería levantarme, me limpiaría la ropa y el
rostro, lo buscaría y le haría saber quién soy y de dónde vengo, y que
además podría haberme ganado una vez pero eso ya no se repetirá ni
una vez más, que no fue en vano tanto esfuerzo y entrenamiento, y que
yo ahora le daría una paliza, recuperando a mi familia, reparando las
cosas con mi novia y preparándome para nuevas experiencias que pue-
dan venir en adelante, pero ahora con la diferencia de que toqué fondo
y salí de allí como el ave fénix, con más fuerza, brillo y confianza en
que puedo reparar todas las cosas, ponerlas en su lugar demostrándome
quién soy y quién sé que quiero ser.
Ulteriormente, también se le dijo que ya era tiempo de demostrarle
a ese infeliz, que es la idea de muerte, quién manda aquí, demostrarle
a esa idea de muerte quién es el dueño de su propia vida, además, ha-
cerle saber que ya no puede reírse de ver su uniforme de tae kwon do
en el piso, destrozado, maltratado, peor aún verte a él devastado, ¿qué
dices?, ¿crees que es así? Adrián responde inmediatamente: «Hummm,
sabes, no puedo dejar que me dé una paliza otra vez, y mucho menos
permitirle que decida por mí», acompañando a su apreciación al decirle
«¡claro! Tienes mucha razón, yo creo que te tiene miedo, sabe que le
puedes ganar y alejarlo lejos de ti y de tu familia».

202
Capítulo 10

Entonces le pregunto si dejaría que de nuevo se acerque a él,


respondiendo Adrián con un contundente «¡No!», preguntándole en-
tonces inmediatamente que qué harías, a lo que Adrián responde: «Le
haría saber quién soy y que soy un guardián de mi vida y de mi casa»,
elogiando su afirmación con admiración. ¡Esooo! recalcando que él ya
no puede dejarse manipular por la idea de muerte, alegando que es un
guardián valiente y ya no puede creer lo contrario, porque lo sabe y
además lo cree, habiéndolo comprobado contundentemente.
Finalmente, le pregunto «¿entonces, qué harías?», demostrando en
la respuesta Adrián seguridad al decir «no me dejaría vencer, no permi-
tiría que me lastime de nuevo, ya no puedo ser el mismo de antes, como
dijiste puedo ser un ave fénix, y como en Los caballeros del zodiaco,
poder levantarme y ya no dejarme vencer más».
Después de haber concluido el diálogo se le otorgó una directiva,
pidiéndole que pueda escuchar la canción de Billy Joel You’re Only
Human (Second Wind), que significa «eres solo un ser humano (tienes
una segunda oportunidad)» y que para la siguiente sesión pueda contar
qué le pareció la canción, además se le pidió que llevara su uniforme
de tae kwon do y todos los cinturones que obtuvo en su formación,
paralelamente que pueda dibujar en un pliego de papel la idea de muerte
molestosa que lo estuvo acosando y perturbando, ya que es sumamente
importante el poder conocerla y examinarla. Adrián aceptó satisfacto-
riamente las consignas encomendadas.

Sesión dos:

Al iniciar la segunda sesión con Adrián, lo primero que se hizo al


llegar fue decirle que mencione quién está llegando a sesión, elogiando
que se lo ve muy fuerte y con otro semblante, aseverando Adrián que
es él quien ingresa al consultorio y que el contrincante no vino, siendo
que en los cinco días que no hubo sesión este contrincante, como él lo
denomina, trató de molestarlo en algunas ocasiones sin poder lograr
su cometido.
Se le señala que si el contrincante no pudo vencerlo, seguramente
fue porque Adrián hizo algo que evitó que eso sucediera. Respondiendo
inmediatamente que se dio cuenta de que es como un centinela (y que
es así como desea ser llamado) que no perdió su autoridad en ningún
momento, preguntándole en ese sentido: «¿Cómo fue que intentó mo-
lestarte y en qué momentos?». Indica Adrián: «En esta semana solo me
vi con ella en el cole, luego tengo prohibido poder verla, ahora también
me puse a pensar por qué ella no hace nada para querer verme, o es que

203
Oliver Peñafiel

no le importo, si hasta abortó a nuestro bebé, yo ya no sé qué esperar,


sabes, pero hay algo más que al hablar con mi mamá y mi hermana
me hace dudar mucho. ¿Habrá estado realmente esperando un bebé?
Porque no le remuerde la conciencia, ¿y dónde lo hizo, con quién fue?
Yo no sé qué paso, si es verdad que me pedía dinero para ahorrar ya
que teníamos que pensar en los tres, por eso es que no sabían mis papás,
pero ya le dije a mi mamá, que yo trabajaba en una fotocopiadora, yo
le decía a mi mamá que nos quedábamos a entrenar más tiempo, pero
en realidad trabajaba hasta las ocho y media de la noche y el dinero
que conseguía se lo daba a ella para que lo ahorrara».
«No sé si con ese dinero fue al doctor o lo utilizó para otra cosa,
porque mi mamá me dice que una mujer así nomás no puede perder
un bebé, y si lo hizo entonces no es una buena persona para mí, que
no es un dama, y que además es raro que sus papás no le digan nada».
«Me duele el pensar que lo abortó, me duele el pensar que me
engañó, no sé, al final me quedé solo, sin ella y además con alguien
desconocida, yo pensé que la conocía, pero por todo lo que pasó me
doy cuenta de que es una persona que ya no sé quién es». Al concluir
el diálogo, se logra hacer una intervención dirigida a que reconozca
quién estaba allí en esas situaciones, si fue él o fue el contrincante
quien lo hacía reaccionar de esa manera, pero ahora como centinela,
la respuesta sería otra.
Posteriormente se le preguntó cómo le fue con la canción de Billy
Joel y qué es lo que pensaba sobre ella, respondiendo Adrián «que es
una canción muy profunda, ya que demuestra cómo una persona pue-
de sentir que ya no hay más nada por qué seguir viviendo, cuando se
acumulan muchas cosas que no puede manejar, pero lo que me gusta
es que siempre hay otra oportunidad, pero lo malo es que a veces no
lo vemos».
Luego de lograr evaluar la canción de Billy Joel, se le pidió que
sacara su uniforme de tae kwon do colocándolo en frente del sillón en
donde se encontraba, encima de otro sillón con todos los accesorios
que posee como si fuera una persona que lo está esperando para hablar,
pidiéndole que en el otro sillón coloque el dibujo del contrincante, ese
dibujo que realizó en un pliego de papel, donde se develaba al contrin-
cante que quería verlo derrotado y sin ánimos de levantarse.
Después de colocar cada cosa en su respectivo lugar, se le pidió
al consultante que pueda decir qué características tiene cada uno de
ellos y en qué momentos generalmente aparecen, ya que el uniforme
(centinela) lo representa a él y el dibujo al contrincante, que es un tipo
tramposo, engañador, que se mimetiza según la ocasión.

204
Capítulo 10

En tal sentido, inmediatamente Adrián inicia la conversación ha-


ciendo referencia a que el contrincante no es fuerte, pero es mañudo y
malcriado, ya que se disfraza de fuerte para infundir miedo en el cen-
tinela, haciendo que deje de creer en sí mismo sometiéndose al contrin-
cante, ya que las habilidades, destrezas y disciplina que posee el centinela
se hacen mínimas innecesariamente, provocando que el contrincante se
haga más grande, sabiendo ahora el centinela que el contrincante es feo,
mal vestido y no tiene tantos talentos.
Seguidamente se le pidió al consultante que describa el uniforme del
centinela, ¿qué es lo que posee y qué actitud tiene?, afirmando Adrián
que el centinela es una persona fuerte, con destrezas y habilidades, dis-
puesto a seguir poseyendo más logros en distintas partes del mundo,
además que pronto será cinturón negro y eso hará que pueda proteger
a todas las personas que ama sin dejarse vencer ni una vez más.
Posteriormente, se le pidió al consultante que pueda deshacerse de
ese contrincante, consultándole cómo lo haría, respondiendo Adrián que
primero lo vería a los ojos, para luego destrozarlo y al final echarlo a
la basura, ya que es donde debe estar, y así no podrá molestarlo más y
tampoco a otras personas. Entonces se le pidió que hiciera lo que dijo
y que mientras lo hacía vaya expresando que ya es tiempo de estar
más tranquilo conquistando nuevas experiencias, dejando ir lo que fue
incómodo y empezando a aceptar todos los nuevos emprendimientos
positivos que le toque vivir, como él que ya será cinturón negro que
le permitirá estudiar, como tanto lo quiere, en Estados Unidos o en
Corea del Sur.
De esa manera, se le solicita vestirse con el uniforme de tae kwon
do y que mientras lo hace vaya mencionando lo que representa cada
accesorio en su vida, desde el casco hasta el cinturón, para que poco a
poco se vaya cambiando de cinturón mientras reflexionaba qué ense-
ñanza posee a partir de la evolución de sus cinturones. Aprovechando
inmediatamente después de que se coloque el cinturón rojo el poder
regalarle un cinturón negro perteneciente a su terapeuta, el cual tenía
un grabado en las puntas que refería: jamás dejes de creer, nunca dejes
de luchar, levántate en todo momento y ten los ojos listos para guiar
el compromiso al objetivo que se conquistará. Entregándole se le pide
que cambie de color aseverando que su vida cambió y que el cinturón es
el significado de todo lo que ahora es, ya que cuando uno obtiene más
logros existen premios que demuestran que no fue en vano el camino
transitado para obtener el logro deseado.
En consecuencia, se le pide por última vez que pueda realizar otra
directiva, la cual consistía en que logre describir para la siguiente sesión

205
Oliver Peñafiel

todos los cambios que ha observado en sí mismo, más la descripción de


las cualidades personales que posee reconocidas y reforzadas, prepa-
radas para ser nuevamente utilizadas en cualquier situación necesaria
que se presente de aquí en adelante.

Sesión tres:

Para la sesión tres, el consultante ingresa al consultorio mostrando


mucha seguridad, cargado con una medalla de oro que obtuvo en su
última contienda departamental, afirmando que ahora las cosas son
diferentes al darse cuenta de la cantidad de posibilidades que tiene en
su vida, y que no solo es estar focalizado en un túnel, que existen va-
rios caminos con muchas salidas, siendo así que al concentrarse en la
pelea y disfrutar de ella logra darse cuenta de que nada se debe dar por
hecho, que nada está perdido, permitiéndose la posibilidad de seguir
adelante en cada momento, sustrayéndole la representación negativa a
la situación que lo llevó hasta ahí.
Aprendiendo simultáneamente a utilizar de otra manera la inter-
pretación que le otorgue a la situación que le toque vivir, además de
aprender a recurrir en cualquier situación a sus vínculos más cercanos,
sin miedo ni pensamientos anticipatorios irracionales que mitiguen su
interacción. Es por eso que Adrián, al empezar a identificar los cuatro
tópicos resilientes fundamentales que lo rodean en su cotidianeidad,
sabe que se adscribe en cada uno ellos. Finalmente, antes de culminar la
intervención se hace un ritual donde Adrián quema las partes rotas que
conformaban al contrincante, dejando que sus cenizas sean expulsadas
por la ventana como símbolo de que él es el dueño de todo lo que ahora
le queda por hacer.
Posteriormente, se invita a la mamá y a los hermanos, donde se les
realiza un breve acto en el cual se le hace entrega de un certificado como
experto centinela en resiliencia. Adrián lo recibe con mucha alegría,
aseverando que le toca enseñar a otras personas lo que ahora sabe,
para que nadie piense como él lo que en algún momento llegó a pensar.

Conclusiones
En el tópico «yo tengo», Adrián reconoce que posee inicialmente
sus vínculos familiares fortalecidos, ya que al darse cuenta de que ellos
no quisieron en ningún momento lastimarlo es que se permite pensar de
otra manera, afirmando que a quienes se debe es a ellos y por sobre todo
a Dios y a sí mismo. Ulteriormente asevera que posee mucha fortaleza,

206
Capítulo 10

habilidades y estrategias para salir adelante afrontando cualquier ad-


versidad. En el tópico «yo soy», manifiesta ser una persona fuerte, em-
prendedora, segura, simpática y de buena presencia, que posee todo lo
necesario para poder lograr sus objetivos.
Para el tópico «yo puedo», se describe como alguien dispuesto a
lograr sus metas poseyendo las características fundamentales necesarias
que lo dirijan en esa dirección: «Nada me puede impedir lograr lo que
deseo, a menos que no sea para mí, de ser así entonces se irá de mi
lado y yo continuaré con mi vida sin perder el rumbo de mi camino».
Finalmente, en el tópico «yo estoy», Adrián se da cuenta de que antes
se encontraba en un lugar sometido por el contrincante, donde no le
gustaba estar y se sentía obligado a pertenecer, ahora reconoce que está
en un lugar opuesto al anterior, en donde se siente fuerte y seguro de
proseguir, afirmando que quitarse la vida no es una opción más para
él, que tiene muchas cosas en su vida que no desea perder, y entre ellas
lo que no desea hacer es dejarles un recuerdo tan nefasto a su mamá
ni a su familia.
Es por eso que la externalización en el proceso terapéutico favorece
la desvinculación del síntoma con la persona, otorgando la posibilidad
de incrementar el desarrollo de los tópicos resilientes en el consultante,
empoderándolo de tal forma que la situación deje de tener significado
en su vida. Reconocer los momentos extraordinarios en la historia del
consultante permite disminuir la presencia del síntoma, incorporando la
capacidad de dominio sobre él y develando la exigua fortaleza que posee.
Aparece entonces un relato alternativo adaptativo que dirige la
forma relacional cotidiana que presenta el consultante en la narración
de su historia, permitiendo que la intervención narrativa enfocada en
la resiliencia logre una reformulación del relato dominante del consul-
tante, generando un relato alternativo que le permita volver a la vida,
afrontando y reaprendiendo para que la narración se proyecte al futuro
con fe, sentido del humor, trascendencia y adaptabilidad.
Es en tal sentido que finalmente Adrián logra conseguir una beca en
Estados Unidos para la práctica del tae kwon do, no duda en arriesgar-
se y asume el reto con entusiasmo y seguridad, obteniendo resultados
favorables como el conocer nuevas personas de distintos países, con
las cuales interactúa óptimamente, además de lograr reconocimientos
y medallas por su alto rendimiento profesional en las contiendas pro-
gramadas dentro del estado donde se encuentra. Paralelamente, trabaja
en un restaurante de comida mexicana, donde obtiene ganancias que
le permiten primeramente retornar de visita a su país de origen con

207
Oliver Peñafiel

otra expectativa y poder conocer otros lugares dentro del país donde
es becado.
Asevera también que podrá optar posteriormente a una beca, por
pertenecer al equipo profesional de tae kwon do, en una universidad
reconocida en el estado de Michigan donde actualmente radica.

Referencias
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resiliencia: el retorno a la vida. Buenos Aires: Granica.
Cyrulnik, B. (2007). La maravilla del dolor, el sentido de la resiliencia.
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tion. Adelaide: Dulwich.
Peñafiel, O. (2011). Ruptura amorosa y terapia narrativa. Ajayu, 9, 53-86.
Russell, S. y Carey, M. (2004). Narrative therapy. responding to your ques-
tions. Adelaide: Dulwich.
Tarragona, M. (2006). Las terapias posmodernas: una breve introducción
a la terapia colaborativa, la terapia narrativa y la terapia centrada
en soluciones. Psicología Conductual, 14(3), 511-532.
Vanistendael, S., Gaberan, P., Humbeeck, B., Lecomte, J., Manil, P. y Rouyer,
M. (2013). Resiliencia y humor. Barcelona: Gedisa.
White, M. (2004). Narrative practice and exotic lives: Resurrecting diversity
in everyday life. Adelaide: Dulwich.
White, M. y Epston, D. (1989). Literate means to therapeutic ends. Ade-
laide: Dulwich.

208
Capítulo 11
Familia y estrés académico
en adolescentes

Felipe E. García

Introducción
Tras enfermar su perro, el hombre decidió llevarlo al veterinario.
El médico le señaló que la única forma de salvar su vida era obligarlo
a tomar una medicina todos los días y durante una semana, sin ex-
cepción. Al llegar a casa, el hombre afirmó la cabeza del animal bajo
su brazo y con la mano libre lo forzó a abrir la mandíbula, entonces
introdujo la cuchara con el jarabe. Al segundo día, nuevamente pilló
al perro desprevenido, afirmó la cabeza bajo el brazo y, a pesar de la
resistencia y los aullidos, nuevamente logró darle su medicina, y así el
tercer, el cuarto, el quinto y el sexto día; pero al séptimo día, en medio
del forcejeo, la medicina cayó al suelo y se desparramó. El hombre
soltó al perro y miró despavorido cómo se perdía la última dosis, pero
ante su asombro, el perro se acercó y comenzó a lamer el suelo hasta
consumir la última gota, ¡al perro le gustaba el jarabe!... al parecer, lo
que no le gustaba era la manera como pretendían dárselo.
Esta historia me recuerda un caso. El auxiliar del lugar donde tra-
bajaba se acercó a pedirme ayuda para su hijo, pues este, de solo diez
años, tenía un rendimiento muy insuficiente en el colegio. Trataban de
obligarlo a estudiar y a hacer sus tareas pero como no daba resultado,
habían restringido televisor, computador, móvil, jugar con los amigos, y
ya estaban pensando en limitar las actividades extraprogramáticas en el
mismo colegio si el niño no se comprometía con sus estudios. Sin embargo,
el niño seguía sin estudiar, lo que solo confirmaba a sus padres que no
estaban siendo lo suficientemente duros con él. Aquí surge la pregunta,

209
Felipe E. García

¿cómo es posible ayudar a esos padres a encauzar a su hijo hacia el


estudio? ¿Están haciendo lo que deben hacer o es posible otro camino?
Un segundo caso es el de una joven que se preparaba en un preu-
niversitario de renombre para dar la Prueba de Selección Universitaria
(PSU). Sin embargo, no tenía motivación para estudiar, sentía que no
sacaba nada con hacerlo, pues no era capaz de lograr el resultado que
necesitaba. Vivía con su madre y sus dos hermanas mayores que a cada
rato le recordaban lo tonta que era y la presionaban para estudiar. Sin
embargo, cuando se disponía por fin a estudiar, en lugar de elogiarla o
guardar silencio, soltaban frases como «ahora parece que va a llover»1,
«¿y a esta, qué le pasó?», entre otras descalificaciones. Es decir, si no
estudiaba, la molestaban, y si lo hacía, también recibía las burlas de su
familia, mensajes paradojales que la tenían paralizada en la inacción.
¿Qué hacer en este caso? ¿Cómo intervenir para que la familia en lugar
de ser una fuente de estrés se convierta en apoyo efectivo para la joven?
Un tercer caso es el de una joven que, al rendir cualquier ensayo
de matemática en el mismo instituto preuniversitario, sentía tal nivel de
ansiedad que se bloqueaba, obteniendo rendimientos insatisfactorios. Lo
único que deseaba era llevar a cabo una buena prueba para retribuir a
sus padres el esfuerzo que habían hecho por ella. Cuando les informaba
de sus bajos puntajes, ella era capaz de leer en sus rostros la decepción;
le decían que no importaba, pero ella sabía que el sueño de sus padres
era que entrara a la universidad, algo que ninguno pudo hacer en su
tiempo al no dárseles la misma oportunidad. Por lo demás, la joven con-
sideraba que la universidad era el único medio posible para ser alguien
en la vida, opinión que era compartida por sus familiares y amigos. Y
sin embargo, ahí estaba, sin poder avanzar y viendo cómo se destruían
sus sueños al «quedar en blanco» frente a un facsímil de matemática.
Generalmente, estos y otros problemas de rendimiento escolar se
han abordado enseñando estrategias de estudio, o motivando a los
estudiantes mediante elaboradas explicaciones sobre la importancia
de un buen rendimiento. Y si existe ansiedad asociada al enfrentar
una prueba, esta es abordada con técnicas de relajación y respiración.
Como se ve, ninguna de estas intervenciones considera la importante
influencia que el sistema familiar ejerce sobre el rendimiento y el estrés
de sus hijos. Tal deficiencia me recuerda otra historia que alguna vez
escuché: se trataba de un viejo fumador que vivía solo con su loro. El
viejo, a pesar de la insistencia de su médico, nunca había abandonado
el hábito de fumar aduciendo que no le causaba daño alguno y que
1
Expresión usada en Chile para ironizar sobre algo que nadie esperaba que
sucediera, pero sucede.

210
Capítulo 11

podía dejarlo cuando quisiera. Pero un día su loro amaneció con una
tos ronca, seca y persistente. Preocupado, llevó a su mascota al vete-
rinario, quien, al terminar la evaluación, se acercó al viejo y le dio su
veredicto: «La verdad es que su loro no tiene nada; es cierto que tiene
una tos ronca, seca y persistente, pero eso se debe a que es un animal
muy inteligente: lo que está haciendo es imitarlo a usted».
Al relatar esta última historia, también recuerdo la cantidad de
veces que he recibido a niños y jóvenes en mi consulta, cuando lo que
hacían era reflejar de algún modo situaciones que se vivían en el hogar:
problemas de comunicación, dificultades conyugales, estilos de crianza
inapropiados, expectativas poco razonables puestas sobre ellos, etc.,
situaciones que suelen manifestarse en inseguridad, desmotivación o
ansiedad en los mismos jóvenes frente a los desafíos de la vida. Y uno de
los desafíos más importantes que enfrentan los jóvenes es la necesidad
de demostrar su capacidad intelectual ante sí mismos, su familia y su
comunidad, la que muchas veces es medida (injustamente, a mi parecer)
por el rendimiento que obtienen frente a las exigencias académicas. De
estas exigencias, la necesidad de superar los exámenes de admisión para
entrar a una universidad tradicional, resulta especialmente relevante
para la mayoría de ellos.
Pero esta influencia no es siempre negativa, y ni siquiera es negativa
en la mayoría de los casos. La familia también puede ser un soporte
frente a estas exigencias, dando apoyo frente a las dificultades, aten-
diendo las necesidades afectivas de sus miembros, moderando muchas
veces las expectativas de los hijos, entregando alternativas válidas frente
a las distintas exigencias que enfrentan.
El propósito de este capítulo es realizar una revisión de diversos es-
tudios que recogen la influencia de la familia en el origen, mantenimiento
o reducción del estrés académico en adolescentes, así como proponer
algunas ideas de intervención que puedan ser útiles para los profesio-
nales cuando aborden dificultades similares a las que he expuesto.

Estrés y rendimiento académico


En primer lugar, es necesario dimensionar la importancia del estrés
académico dentro del contexto de la salud mental. Al respecto, Chávez
(2004) señala estudios que estiman que aproximadamente entre el 15%
y el 25% de los estudiantes presentan elevados niveles de ansiedad de
evaluación. Esta cifra parece altísima y probablemente es aún más alta

211
Felipe E. García

en jóvenes que se disponen a rendir pruebas de alta valoración social,


como los exámenes de admisión para la universidad.
La pregunta que hay que formularse a continuación es qué tan
negativa puede ser la presencia de ansiedad en jóvenes que se disponen
a rendir una prueba. En ese caso, quizás resulte necesario recurrir al
clásico estudio de Yerks y Dodson (citados en Chávez, 2004), quienes
en 1908 establecieron de forma experimental la forma de «U» inver-
tida en la relación entre la ansiedad y el rendimiento (figura 1). En
otras palabras, determinaron la necesidad de presentar ciertos niveles
de estrés para obtener un rendimiento apropiado en las evaluaciones.
Un bajo nivel de estrés conlleva poco esfuerzo y menor concentración
en la ejecución de las tareas. En cambio, personas con un estrés dema-
siado alto suelen mostrar pensamientos autodestructivos y rumiativos
sobre su ejecución, centrándose más en sí mismos que en la tarea, lo
que afecta negativamente el desempeño.

Figura 1. Ley Yerks-Dodson de rendimiento-estrés

Ante esto, uno de los primeros elementos que es necesario com-


prender antes de intervenir, es que el dar una valoración intrínseca-
mente negativa al hecho de sentirse estresado, probablemente genere
en los jóvenes aún más estrés. Por ejemplo, es frecuente que muchos
jóvenes al disertar se pongan «rojos»; el rubor no es intrínsecamente
negativo, es una señal de que está llegando sangre a la cabeza, sangre
que transporta la energía que el cerebro requiere para realizar una
buena ejecución. Pero como el rubor es considerado algo indeseado,

212
Capítulo 11

el joven se resiste a ese rubor, se concentra en él, en el calor que sien-


te en el rostro y en la sudoración de la frente. Tal como señalan los
estudios sobre procesos atencionales, los seres humanos no podemos
concentrarnos en dos cosas a la vez, si estoy atento al rubor no podré
recordar lo que debo disertar; y resistirme al rubor equivale a activar el
sistema nervioso simpático (como ante cualquier situación que evalúe
como peligro), por lo que la sensación desagradable aumenta hasta que
la situación se vuelve incontrolable (figura 2). Este es un ejemplo de
círculo vicioso, proceso recursivo o solución intentada que mantiene
el problema, tal como lo describen Fish, Weakland y Segal (1984) y
que también observaremos cuando analicé las interacciones familiares.

Figura 2. Circuito recursivo del bloqueo mental académico

En la generación y mantenimiento de este circuito recursivo inter-


vienen al menos cuatro elementos:

• El significado atribuido a la respuesta fisiológica del estrés: con-


siderar al rubor como una respuesta grave e incapacitante versus
considerarlo como una consecuencia inevitable y necesaria ante
situaciones de alarma.
• Una pauta que mantiene el problema: si creo que el rubor incapacita,
entonces focalizo mi atención en él, con el fin de resistirme.
• El significado atribuido a la evaluación: una experiencia más,
para la cual se tienen recursos y experiencia versus una experien-
cia de gran importancia, en la cual se juega la vida o la muerte.
• El significado atribuido al fracaso: una oportunidad de apren-
dizaje versus una demostración de incapacidad.
En relación con el primer y segundo elemento, sugiero cambiar el
significado del estrés, desde un enemigo al que hay que resistir hacia
un compañero molesto pero necesario con el que se puede contar. Esto

213
Felipe E. García

modifica también la valoración y, en consecuencia, podría romper con


el circuito recursivo que mantiene el problema. De hecho, hay investiga-
ciones (véase Chávez, 2004) que sugieren que lo que estresa finalmente
al estudiante no son sus reacciones fisiológicas («nerviosismo»), sino
las cogniciones asociadas a ellas («preocupación») que llevan a que la
persona focalice su atención en aspectos internos, como en pensamien-
tos autoevaluativos despreciativos y reacciones fisiológicas, y no en la
tarea. Esto recuerda la vieja frase de Epicteto: «No son las cosas las
que preocupan a los hombres, sino la opinión que tienen sobre ellas».
Contreras et al. (2005) grafican lo señalado anteriormente, afir-
mando que

se ha encontrado que las personas con una orientación hacia


el aprendizaje manejan la ansiedad de una manera diferente
de aquellos que están motivados por la búsqueda de juicios
positivos o por el miedo al fracaso. Los estudiantes orientados
hacia metas de aprendizaje —intrínsecamente— se plantean
objetivos relacionados con la búsqueda de conocimiento y con
la adquisición y perfeccionamiento de ciertas habilidades; los
errores son asumidos como instancias inherentes al aprendizaje
y como oportunidades de aprendizaje, sin presentar estados de
ansiedad que bloqueen el proceso. En cambio, los estudiantes
motivados por la búsqueda de juicios positivos —extrínseca-
mente— ven los errores como fracasos y cualquier situación
de incertidumbre es considerada como una amenaza, lo que
redunda en estados de mayor ansiedad (p. 185).

Con esto nuevamente observamos que los significados asociados a


situaciones de evaluación son cruciales a la hora de explicar e intervenir
en sus efectos, significados que surgen del mismo joven, pero que son
inculcados, mantenidos o amplificados por su familia o por la comunidad.
Esta influencia familiar es especialmente importante en la construcción
de los significados atribuidos a la evaluación y al fracaso.

Familia y estrés académico


Una investigación que grafica la influencia familiar en la construc-
ción de significados fue realizada por Ruano y Serra (2001), quienes
estudiaron distintas estrategias de afrontamiento de familias con hijos
adolescentes, descubriendo que la reestructuración era la estrategia
considerada más útil para ellos. La reestructuración se refiere a una

214
Capítulo 11

estrategia de afrontamiento que corresponde a la habilidad de la familia


para definir el suceso estresor como un desafío que puede ser superado,
reevaluación que puede ayudar a neutralizar su impacto al modificar
el significado de la situación sin necesidad de cambiar objetivamente
los hechos; también se refiere esta estrategia a la habilidad familiar
para identificar selectivamente qué sucesos pueden ser alterados con
éxito y cuáles están fuera de su control. La presencia de esta habilidad
podría ayudar a que muchos jóvenes afronten el fracaso como una
experiencia de aprendizaje y no como un golpe bajo a su autoes-
tima, a diferencia de familias que no cuentan con esta habilidad.
Lamentablemente, los autores concluyen que es la estrategia menos
utilizada comparada con otras.
Muchos padres esperan que sus hijos se desarrollen con normali-
dad, que tengan una vida saludable y que se comporten dentro de las
normas sociales aceptadas, cualquier desviación de esa normalidad los
lleva a focalizarse exageradamente en esas desviaciones (errores, fraca-
sos, etc.), amplificando su relevancia, hasta convertirlos en verdaderos
problemas, llegando a perturbarlos emocionalmente. En otras palabras,
los fracasos son vistos como derrotas y tienen tanto impacto, que los
padres muchas veces intentan impedir cualquier caída del hijo, de-
sarrollando estilos parentelas sobreprotectores o sobreexigentes. La
amplificación de las dificultades las convierte en un problema para lo
cual no cuentan con soluciones a la mano.
Desgraciadamente, muchos padres se muestran reticentes a dejar
su rol protector o exigente y a permitir que sus hijos adquieran autono-
mía y responsabilidad, lo cual se transforma en una fuente de conflicto
cuando llegan a la adolescencia, iniciando un enfrentamiento muchas
veces desorganizado e incluso autodestructivo ante este autoritarismo
sin concesiones (Mendizábal y Anzures, 1999). Dentro de esta atmós-
fera, los jóvenes muestran rechazo hacia los valores de los padres,
como la excesiva importancia que los adultos atribuyen al rendimiento
escolar. Más aún, el paso de la enseñanza básica a la enseñanza media
o secundaria, que es también la transición entre la pubertad y la ado-
lescencia, los enfrenta a un ambiente escolar más exigente, lo que les
provoca confusión y miedo. Entonces, el joven se desmotiva y/o baja
su rendimiento. Lo anterior provoca un mayor enojo y hostilidad en
los padres, que empeora aún más la situación (figura 3).

215
Felipe E. García

Figura 3. Circuito recursivo de la presión académica

Como se observa, a partir de los significados personales y familiares


hacia el fracaso y hacia el rendimiento se puede generar una nueva pauta
que mantiene el problema: la presión hacia el rendimiento académico.
La presión externa ejercida por los padres hacia el rendimiento de
sus hijos, como indicador del éxito o el fracaso, o la presión internali-
zada de los mismos jóvenes, se vuelve muchas veces extrema frente a
acontecimientos en donde el riesgo es más patente, como es el caso de
los exámenes de admisión universitaria. Tales exámenes son muchas
veces considerados verdaderos ritos de iniciación, ocasiones en las que
los jóvenes deben demostrar su valía, eventos plenos de significado
y que se ven amplificados por las demandas y expectativas de su red
social. Como señalan Contreras y Larenas (2005), dado el contexto
de competitividad en que se enmarca el desarrollo educativo del ado-
lescente, el joven vive el fracaso en ella como la primera experiencia de
fracaso social. Esta posibilidad de fracaso aumenta la ansiedad, la que se
ve además incrementada cuando existen presiones sobre el desempeño,
consecuencias graves por el fracaso («perder un año») y comparacio-
nes competitivas entre el grupo de pares (Contreras et al., 2005). Ante
esto, su actitud frente al posible fracaso es de inseguridad, estrés y, en
ocasiones, cuando las expectativas de autoeficacia son insuficientes, al
abandono de sus metas o de su esfuerzo.
Tal actitud de abandono, desmotivación o falta de esfuerzo para
obtener un mejor rendimiento, tendría una explicación dentro de este
contexto. Fracasar en el examen, a pesar del esfuerzo empleado, impli-
caría un golpe duro sobre su autovaloración, pues pondría un manto de
dudas sobre sus capacidades; desmotivarse, en cambio, parece ofrecer
una salida capaz de preservar, al menos momentáneamente, su autoesti-
ma, ya que la responsabilidad del fracaso ya no recae en su inhabilidad,

216
Capítulo 11

sino sobre la falta de esfuerzo (Navarro, 2003). En otras palabras, la


desmotivación permitiría atribuir el fracaso a la falta de estudio; en
cambio, el esfuerzo explicaría el fracaso como una falta de capacidad.
Lamentablemente, tal estrategia de evitación generaría un círculo vi-
cioso puesto que, como señalan Iruarrizaga y Salvador (1999), tras la
conducta de evitación, además del alivio de los síntomas de ansiedad,
aparece un sentimiento de fracaso personal y consecuentemente una
disminución de la autoestima del alumno. Este último eslabón puede
estar contribuyendo, a su vez, a fomentar las valoraciones negativas
del joven sobre su propia capacidad para afrontar satisfactoriamente
las situaciones de evaluación.
En ese contexto, la influencia de la familia es predominante. Ya
hemos dicho que en el significado atribuido al fracaso influyen consi-
derablemente las exigencias y actitudes que la propia familia desarrolla
en relación con estos eventos. Algunos padres exigen a sus hijos ren-
dimientos académicos exagerados, imposibles de lograr sin ayuda, o
metas vocacionales que no concuerdan ni con los intereses, ni con las
capacidades, ni con el rendimiento de sus hijos. Todo esto se traduce en
que el joven se sobreexija o se frustre, y que por esta presión frente a los
resultados, sienta temor al fracaso, lo que se manifiesta en estrés y en
bajas calificaciones, afectando entonces las relaciones o comunicación
con sus padres (Aburto, Alister, Media y Romero, 2004).

Algunas ideas de intervención


Ante toda la evidencia señalada anteriormente, se hace notoria la
relevancia de intervenir también a través de la familia, y no tan solo
enseñar a los jóvenes a respirar, relajarse y pensar en forma racional
frente a la ansiedad que provocan los exámenes que, como se había
señalado anteriormente, constituyen el abordaje tradicional para pre-
venir o tratar los efectos del estrés académico.
Sin duda alguna, las últimas estrategias señaladas, derivadas de
un modelo cognitivo-conductual, deben mantenerse en cualquier inter-
vención destinada a disminuir los niveles de ansiedad, por tratarse de
técnicas probadamente eficaces. Sin embargo, este abordaje clásico es
notoriamente insuficiente frente a la evidencia de la influencia familiar,
por lo que se hace necesaria también una intervención que rescate los
recursos personales de los jóvenes y de las familias para afrontar situa-
ciones de presión, además de intervenir con las familias para modificar
patrones de interacción que mantienen o incrementan el problema.

217
Felipe E. García

Para ello, es necesario recurrir a modelos terapéuticos distintos a los


cognitivo-conductuales.
A mi entender, el modelo de terapia sistémica breve es capaz
de proveer un marco teórico y técnico apropiado para posibilitar el
cumplimiento de tales objetivos. Por un lado, el enfoque narrativo de
Michael White y David Epston (Epston, 2003; White, 2002a y 2002b;
White y Epston, 1993) entrega herramientas útiles para trabajar
con las narrativas familiares que reproducen exigencias culturales
relacionadas al éxito y la competitividad; por otra parte, el modelo
estratégico del MRI (Fiorenza, 2003; Fisch et al.,1984; Nardone, 1995,
2002 y 2003; Nardone y Fiorenza, 2004; Nardone y Watzlawick,
1993, y Watzlawick, 1989) ofrece tácticas útiles para intervenir en
los patrones de comunicación defectuosos o en las pautas que man-
tienen los problemas. Finalmente, la terapia centrada en la solución
(De Shazer, 1987 y 1991; O’Hanlon y Weiner-Davis, 1993) permite
encontrar respuestas desde la misma experiencia de los consultantes,
explorando excepciones u orientándose hacia el afrontamiento futuro
de situaciones de mayor exigencia.
Siguiendo las técnicas descritas por García y Schaefer (2015),
podemos utilizar el reencuadre para que los jóvenes y su familia resig-
nifiquen las experiencias de una mala calificación o el no logro de una
meta como una experiencia de aprendizaje que permite corregir lo que
se estaba haciendo para una siguiente oportunidad. Para ello, se pueden
utilizar las técnicas de connotación positiva pidiendo a los consultantes
que indaguen qué aprendieron de la situación de fracaso descrita que
les permita enfrentar otras situaciones difíciles en el futuro.
También se puede reetiquetar el rubor como una forma de ener-
gía, que le permite disponer de sus cinco sentidos al máximo para
enfrentar las amenazas y desafíos. Este reetiquetado puede realizarse
con cualquier señal corporal de estrés agudo que el consultante refiera
como un problema (taquicardia, sudoración, tensión muscular, etc.).
Es posible a través de técnicas de la terapia centrada en la solu-
ción, explorar recursos personales o formas de afrontamiento exitosas
a través de preguntas por excepciones. Además, es posible colaborar
con las familias permitiéndoles imaginar un futuro como el tipo de vida
que prefieren y explorar los diversos caminos que puedan conducir
hacia esa vida preferida, utilizando la técnica de la bola de cristal o la
pregunta del milagro.
La necesaria modificación de algunas pautas familiares, que requie-
ren muchas veces la diferenciación del adolescente respecto a su grupo
familiar, puede abordarse con psicoeducación acerca de los desafíos y

218
Capítulo 11

características de la adolescencia, o con tareas directas o paradójicas


que rompan con los patrones habitualmente usados por la familia para
enfrentar esta situación y que no han dado resultado. Una tarea directa
dada a un joven que no se concentraba estudiando en presencia de su
familia, lo que lo obligaba a hacerlo cuando ellos no estaban, y que des-
pertaba las sospechas y el respectivo sermón de los padres de que nunca
lo veían a estudiar, le propuse dejar una media hora solo de repaso (no
de materia nueva) para cuando sus padres estuvieran presentes.

Conclusión
Ayudar a los jóvenes y sus familias a enfrentar la ansiedad despro-
porcionada de los hijos frente a los exámenes es todo un desafío que
implica trabajar tanto a nivel individual, parental o familiar. Si bien las
personas y familias actúan en ocasiones de forma que el problema se
mantiene, también son la principal fuente de recursos para enfrentar
estas situaciones de una manera distinta.
El clínico, por lo tanto, no solo debe aliviar la ansiedad a través de
reconocidas técnicas individuales de naturaleza directiva, como el en-
trenamiento en relajación o la reestructuración cognitiva, sino también
involucrar al contexto familiar que muchas veces colabora en mantener,
amplificar o aliviar el problema.

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Barcelona: Gedisa.

220
Capítulo 12
Grandes dilemas del primer
encuentro: construyendo la relación
terapéutica en una visita involuntaria
por consumo de drogas

Jorge Ayala Salinas

De un hombre con la memoria parcelada, que ha estado


taponada de mentiras durante años, deformada por el tiempo,
acechada por incertidumbres, y que un día, de repente, algo o
alguien vuelve incandescente, ¿qué historia se puede escribir?
Germain (2008).

Que «las personas se resisten al cambio» es una de las mayores


justificaciones cuando los profesionales rinden cuenta sobre un trabajo
que no ha resultado útil para el cliente y mucho menos para el terapeuta.
Casi toda la literatura existente está escrita pensando generalmente en
el «consultante ideal», es decir, aquel que llega a consulta voluntaria-
mente, cuenta un problema sintiéndose protagonista y responsable del
cambio, o al menos de su intento. La literatura sobre procesos que,
por definición, ni siquiera están destinados a comenzar, es muy escasa.
Conversaciones con personas que han llegado forzadas a consulta o
presionadas por otras personas de su contexto social inmediato (familia,
parejas, hijos, jefes, supervisores, etc.).
«Resistente», «hostil», «desafiante», «desmotivado» y «difícil»
suelen ser las caracterizaciones más comunes en nuestro lenguaje
para referirnos a estas personas; en cambio, ellos asumen a la terapia
o consejería como una intrusión en sus vidas, mostrando muy poca
disposición a colaborar. Esta persona está condenada a esfumarse,
la conveniencia de sus actitudes es esquiva, no puede expresarse, su
discurso se encuentra negado, reducido al silencio, la confrontación,

221
Jorge Ayala

la rendición de cuentas; es expulsado, no existe o no debe existir, y se


lo hará desaparecer porque su conducta «es incorrecta». Solo es con-
veniente en sus propios términos y sus intereses son una condena de
desaparición. Es un discurso ilegítimo: ¡que la persona se vaya a otra
parte con su negación y resistencia!
Obtener respuestas para el terapeuta se convierte en una frustración
y la identidad profesional se ve confrontada de manera negativa. De
manera que el trabajo con estas personas no termina porque ni siquiera
ha comenzado.
¿Cuáles son los efectos de este poder para las personas que han
llegado involuntariamente a consulta? ¿Qué saberes se forman a partir
de esta experiencia? ¿Cómo y dónde reinscribir estas relaciones? ¿Hay
un espacio para estos discursos ilegítimos y denegados en los circuitos
de la producción terapéutica?
Cómo iniciar una relación destinada desde un comienzo al fracaso
es uno de los desafíos sobre los que intenta dar luces este trabajo. En
terapia breve centrada en soluciones, la resistencia no es un concepto
útil (De Shazer, 1984). El terapeuta se posiciona asumiendo que to-
das las personas, más allá del problema, están dispuestas a colaborar
cuando usamos los recursos adecuados para co-construir una relación
terapéutica ubicando algunos puntos históricamente significativos en
la vida de la persona, privilegiando los discursos denegados.
Chris Trotter (2006) sugiere prestar mucha atención a los co-
mentarios o comportamientos positivos de la persona y elogiarlos
abiertamente. Otro autor, Ronald Rooney (1992), señala, guiado
por sus investigaciones, que podemos hallar apoyo en las siguientes
acciones:

• Enfatizar en la elección de las personas siempre que sea posible.


• Informar a las personas sobre lo que esperamos de ella durante
el tratamiento y qué parte le corresponde.
• Generar acuerdos sobre los objetivos y el proceso de la terapia.
• Fomentar la participación de la persona en todas las decisiones
que se tengan que tomar durante el proceso.

Es posible apreciar que todas intentan maximizar el sentido de


elección y control de la persona.

222
Capítulo 12

Adoptando una práctica centrada en soluciones


La práctica centrada en soluciones2 está interesada en atender los
objetivos de las personas pero no para crear, con la «audacia del tera-
peuta», estrategias que puedan resultar útiles para las personas. Luego
de años de práctica e investigación, el equipo de Milwaukee llegó a la
conclusión de que los terapeutas no tenemos influencia directa sobre el
cambio en las personas: las personas cambian ellas mismas cuando eligen
hacer algo distinto y podemos realizar un trabajo útil cuando asumimos
que las personas son competentes y tienen los recursos necesarios para
el cambio si deciden hacerlo. Nuestra labor está en lograr ampliar lo
que las personas vienen haciendo o han decidido hacer diferente para
alcanzar el futuro deseado y ocurra lo esperado, sin perder de vista
qué es lo más importante para la persona en ese momento. El equipo
de Milwaukee descubrió también que cuando los terapeutas están más
interesados en sus propias necesidades para construir soluciones con
los clientes, estos intuyen sensiblemente que los terapeutas reducen la
libertad que desean para explorar y elegir sus propias posibilidades.
Cuando esto sucede, los clientes invierten menos energía y tiempo en
generar diferencias (De Jong y Berg, 2002). La terapia resultaba más
útil para las personas cuando los terapeutas no pensaban en sí mismos
como agentes del cambio, sino como personas respetuosas que hacen
preguntas desde la curiosidad, abandonando el papel de expertos3,
manteniendo siempre la posición de ser informados sobre aquello que
es más importante en la vida de las personas.
Lo interesante de estos descubrimientos es que aplican igualmente
en situaciones de visita involuntaria como en situaciones de visita vo-
luntaria. Estas ideas pueden ser usadas en ambos procesos.

Renato, su familia y los grandes dilemas


del primer encuentro
Esta es la historia de una relación que está destinada desde un
comienzo a ser un fracaso. La familia de Renato ha decidido llegar
2
Una descripción del trabajo centrado en soluciones lo pueden encontrar en el
segundo capítulo del libro editado por García (2013).
3
Berg y Miller (2002) definen la terapia breve centrada en soluciones como un
enfoque ateórico, no normativo y determinado por el cliente. Esto supone que
el terapeuta no hace presunciones acerca de la verdadera naturaleza de los
problemas que los pacientes experimentan como consecuencia del alcohol y
las drogas.

223
Jorge Ayala

unas horas antes a la consulta. Vienen el padre, la madre y dos de sus


hermanas. No saben si finalmente Renato se animará a venir. Otra de
sus hermanas tiene el encargo y la misión de traerlo. Todavía tienen
dudas si Renato finalmente aceptará. La familia quiere aprovechar ese
momento para contarme lo que viene sucediendo con Renato: regresó
al Perú procedente de Venezuela, donde estuvo viviendo mucho tiempo
trabajando, viviendo en pareja, separándose, viviendo solo, consumien-
do drogas y preso en la cárcel unos años. Llegó al Perú de aparente
visita, pero se ha quedado. Lleva ya dos años y no tiene intenciones de
volver nuevamente a Venezuela. Ha ingresado cuatro veces a un centro
de rehabilitación para personas bajo la influencia de las drogas, pero no
pasan ni dos meses y vuelve a consumir. La historia podría continuar y
seguro aparecerían más y más problemas. Así que llega la hora de hacer
una pregunta que generalmente cambia el ambiente y la percepción que
tenemos de las personas. Es una pregunta sencilla:
«¿Qué es lo mejor que pueden contarme de Renato?».
Los conocimientos al margen del problema son un privilegio para
el trabajo centrado en soluciones. Nos permiten descubrir historias
alternativas y marginadas, que pueden darnos luces sobre los recursos,
las fortalezas y las cosas importantes para las personas. Información que
puede resultar tremendamente útil si finalmente logramos el encuentro
con la persona. Tras hacer esta pregunta una gran sonrisa se perfila en
la familia de Renato, anunciando:
Isabel (madre de Renato): «Renato es un buen padre, tienen un hijo
que es una maravilla, que vive con nosotros, un niñito muy inteligente
y muy noble que no da problemas».
Carla (hermana mayor de Renato): «Quizás sea importante que us-
ted sepa que en este momento Renato no está consumiendo drogas, está
sobrio desde hace veintiún días exactamente, por eso es que queremos
aprovechar la oportunidad de que está sobrio para que venga aquí con
usted y tome una terapia, que es lo que hace falta en estos momentos
porque siempre recae y no queremos eso. Queremos convencerlo de
que tome terapia o que se interne nuevamente, pero esta vez de manera
prolongada hasta que esté muy bien».
Me entero de que Renato lleva veintiún días de abstinencia. Ha
suspendido el consumo de pasta básica de cocaína y está mostrando
un interés extraordinario en la educación y el cuidado de su hijo de
ocho años. La familia está deseando que Renato comience un nuevo
proceso terapéutico y, si es necesario, un nuevo internamiento. El gran
problema es que Renato no desea iniciar una nueva terapia y tampoco
está deseando internarse nuevamente en un «centro de rehabilitación

224
Capítulo 12

para drogadictos». La familia ha decidido venir antes para contarme


el problema en su «totalidad» antes de conocer a Renato.
Jorge: «¿Veintiún días sobrio? ¡Wow! Eso es sorprendente».
Carla: «Ah, sí, él es un padre maravilloso. Su hijo, Carlitos, es un
muchacho fantástico, no le falta nada, es primer lugar en el colegio, es
un chiquito responsable. Renato se preocupa bastante por él.»
Jorge: «¿En serio?».
Isabel: «Sí, él siempre va a velar por su hijo, no le va a faltar nada.
Justo ahora ha tomado un trabajo y se mantiene distraído ocupado
entre eso y su hijo».
Liliana: «Él es bien preocupado».
Esta pregunta acerca de qué es lo mejor en la vida de Renato abre
la posibilidad de conocerlo en otros aspectos más allá del problema, que
serán importantes para el encuentro y la conversación que sostendremos.
Estos conocimientos nos dan la oportunidad de iniciar una conversación
al margen del problema, donde Renato tenga la oportunidad de ampliar
con más detalles estas historias y su identidad.
Dos horas después, Renato llega a la consulta acompañado de su
hermana.

No deseo estar aquí: ideas útiles para iniciar


una conversación con alguien que no desea
estar en consulta
«A partir de la raíz de una palabra se puede recorrer una
constelación de vocablos y sentidos. Los restos, los núcleos
conservan siempre un infrangible grano de vigor».Germain
(2008).

Existen algunas ideas para conversar con un visitante involuntario


que resultan útiles de recordar porque pueden orientar nuestro trabajo.
Las primeras provienen de Steve de Shazer (1988), quien sugiere en
estas situaciones:

• Ser lo más simpático posible.


• El terapeuta siempre debe estar de parte de la persona entrevis-
tada, lo cual supone perseguir, en ese momento, únicamente el
interés y lo que es más importante para la persona, más allá de los
requerimientos del grupo familiar u otras personas interesadas.
• Buscar lo que funciona en vez de lo que no funciona.

225
Jorge Ayala

Un error frecuente es iniciar la conversación con la persona que


nos visita involuntariamente como lo haríamos con una que lo hace de
manera voluntaria, cuando se trata de situaciones totalmente distintas.
De manera que también puede resultar útil considerar estos pasos:

1. Asumir que la persona no desea estar con nosotros

Iniciar la conversación señalando que sabemos que la persona no


ha elegido visitarnos puede resultar un buen punto de partida. Es con-
veniente, para diseñar el encuentro, no olvidar que las personas pueden
llegar a consulta pensando que tenemos muy poco que ofrecerle, que
lo nuestro es más de lo mismo que no funciona. Algunas veces vienen
cargando el peso de experiencias anteriores, donde no se han sentido
cómodas porque no han sido escuchadas y no se ha considerado lo
que verdaderamente estaban buscando; solo hubo interés en hablar
del problema, de hallar su inscripción en una categoría diagnóstica y
diseñarle una etiqueta apropiada. Al recibir a Renato, la conversación
se inicia de la siguiente manera:

Jorge: «Hola, Renato, siéntate. Estuve revisando el informe


que me han alcanzado y créeme que puedo entender perfecta-
mente tu poca disposición para empezar nuevamente una terapia.
Yo en tu lugar probablemente sentiría lo mismo. Créeme que
honestamente admiro muchísimo la manera cómo has venido
afrontando toda esta situación y cómo has seguido a cargo de tu
hijo de manera responsable. Es admirable que con tanta presión,
con tanta preocupación y con tanta gente detrás, insistiendo
que tomes la terapia o te internes en un centro de rehabilitación
o viajes nuevamente para Venezuela, te mantengas tantos días
sobrio y manejando tu vida lo mejor que puedes… Renato, a
mí me gustaría que empezaras contándome si estás de acuerdo,
porque entiendo la poca disposición con la que has venido aquí,
y voy a entender y aceptar también que no desees estar aquí. Si
tú crees realmente que esto es inútil, yo lo voy a aceptar y no va
a haber ningún inconveniente y ningún problema… Me gustaría
que empezaras contándome, Renato, qué tendría que hacer yo
para que puedas sentirte cómodo hoy y para que esta conversa-
ción y esta visita puedan resultar útiles para ti».

226
Capítulo 12

2. Darles el control a las personas

Es útil comenzar aceptando el rechazo. Es una manera de otor-


garles el control a las personas. Esto significa que el terapeuta no es
un experto que decide qué es bueno para el cliente o qué pasos debe
seguir o qué procesos debe implementar. La relación terapéutica es co-
laborativa (Berg, 1994). Asumimos en todo momento que la persona es
competente y tiene sus propias habilidades para construir una solución
y disolver el problema. Se respeta y valora la autonomía personal. Esto
permite que en las conversaciones centradas en soluciones, las personas
pronto puedan sentir la seguridad y libertad de explorar ellas mismas
qué quieren y cómo pueden lograr que esto ocurra.

Renato: «Bueno, simplemente dejarme ir, ya ando fasti-


diado con tantas consultas, tantas terapias y tantas visitas
supuestamente a especialistas y no encuentro respuesta, no
encuentro solución alguna y simplemente quiero hacer mi vida
como la estoy haciendo, que la llevo bien y quiero seguir así,
no veo la necesidad de estar acá sin la presión familiar, social
y todo eso. No quisiera estar aquí».

3. ¿Cómo responder a la ansiedad y la negación?

Cuando iniciamos una conversación, es mejor estar preparados para


responder a los argumentos negativos. Lo más importante es recordar
la idea anterior: la persona probablemente cree de verdad que no tene-
mos nada bueno que ofrecerle. Tomar esta actitud como algo personal
puede convertirse en una fatalidad para el terapeuta. El cliente no está
en contra de nosotros, está en contra de las ideas que informaron pro-
cesos anteriores que no han resultado útiles. La conversación continúa
de la siguiente manera:

Jorge: «Ok. Cuando tú me dices “dejarte ir”, ¿lo dices en


el sentido de permitirte que puedas contarme aquello que de
particular tengas que contar o con “dejarte ir” te refieres a
no continuar con esta conversación?».
Renato: «A no continuar con esta conversación porque
ya he explicado mi tema muchas veces y…».
Jorge: «Entiendo, no lo necesitas. ¿Qué podrías decirme
acerca de eso, de que no necesitas estar aquí?».
Renato: «¿Dónde estoy ahora? ¡En lo mismo!».

227
Jorge Ayala

4. Aceptar la percepción de la persona


honrando su punto de vista

No hay mejor forma de aceptar la percepción y honrar el punto de


vista de la persona, que mostrando curiosidad por su actitud y hacer
preguntas para obtener algunos detalles que podrían resultar muy útiles:

Jorge: «Debes haber tenido malas experiencias…».


Renato: «No voy a llegar a ningún lado».
Jorge: «Veo que tienes una buena razón para señalar que
no deseas estar aquí».

5. Escuchar qué o quiénes son importantes


para la persona

Una vez que hemos logrado comprender cuál es el entendimiento


que la persona tiene sobre su situación, podemos empezar a preguntar
sobre quiénes y qué resultan importantes para la persona. Con las
personas que no han escogido visitarnos, podemos ajustar el oído para
escuchar qué es importante e incluso está detrás de los comentarios
furiosos de la persona.

Renato: «Así es. He visto a muchos psicólogos y ninguno


me ha ayudado».
Jorge: «Debes haber tenido muy malas experiencias con
los psicólogos para decir eso. ¿Qué podrían ellos haber hecho
distinto para que hayan sido más útiles para ti?».
Renato: «Simplemente no insistir en que me internen en
un centro de rehabilitación y creer que saben qué es lo mejor
para mí».

En lugar de pedir detalles a Renato acerca de por qué dice eso o


preguntas para conocer su historial con las drogas, podemos empezar
a construir soluciones señalando:

Jorge: «¡Oh! Veo que tú deseas entonces que no sugiera


el internamiento ni intente repetir lo que otros han hecho ya.
Créeme que es algo que no está en mis planes hacer. Puedo
entender lo que eso significa para ti, así que estoy de tu lado».

228
Capítulo 12

De esta manera podemos generar acuerdos, descubriendo lo que es


importante para la persona y legitimándola. Con esto podemos empe-
zar por abrir la puerta para realizar más preguntas que nos permitan
acceder a más detalles acerca de lo que la persona desea y qué podría
empezar a imaginar como posibilidades.

Jorge: «Pero hay algo que a mí me llama curiosamente la


atención, Renato, y es el hecho de cómo te estás manejando…
Si hay algo que todo el mundo admira y si hay algo en lo que
todo el mundo está de acuerdo, tanto los otros profesionales
con los que has ido, tanto tu familia que te ha traído hasta
aquí, es que eres un gran padre y que no dejas de hacerte
cargo de tu hijo a pesar de los problemas».

Insoo Kim Berg (1994) señala que una de las mejores formas de
conseguir la colaboración y evitar la «resistencia» es usar los éxitos
del pasado y los éxitos del presente, situaciones funcionales para la
persona que denoten su responsabilidad por más pequeñas que sean
las acciones o insignificantes que parezcan; incluso por más familiares
que resulten para la persona. Esto nos va a permitir generar, directa o
indirectamente, una serie de elogios que van a mostrar nuestra confianza
en sus recursos y habilidades para ocuparse de los problemas. Además,
el elogio es una expresión de la ética que informa y orienta la práctica
centrada en soluciones.

Renato: «Claro, bueno, lo de padre es innato, tengo que


velar por el cuidado de mi hijo».
Jorge: «A ver, cuéntame cómo lo haces, señalas que es
innato, explícame eso».
Renato: «Me nace cuidar».
Jorge: «¿Cómo nació eso?».
Renato: «No sé.»
Jorge: «¿Dónde lo aprendiste? He conocido a muchas
personas que no tienen esa capacidad que tú tienes».
Renato: «Es que me nace, no lo sé, es algo que no te puedo
explicar de dónde, si alguien me dijo “cuida así”, no lo sé,
simplemente sé que debo hacer eso con mi hijo y lo hago, así
de sencillo y estoy llevando bien esa parte paternal, entonces,
lo otro es un problema bastante complicado al cual le he bus-
cado soluciones y no he encontrado en ningún lado, y es lo
mismo de lo mismo de lo mismo y por eso es que me quiero ir».

229
Jorge Ayala

Las reacciones o comentarios negativos suelen intimidarnos, es-


pecialmente cuando nos topamos por primera vez con una situación
como esta. Sin embargo, hay un lado positivo, y es que si escuchamos
estos comentarios podemos conocer quiénes y qué es importante para
la persona.

Jorge: «Sí, ya lo veo, particularmente no voy a insistir en


esto que parece absurdo y es la idea que han tenido todos los
terapeutas de que te internes. Si hay algo que he podido ver
que han hecho todos y han tenido en común, es la insistencia
en que te internes y que te internes y que te internes, y eso ha
sido lo que finalmente no ha permitido que puedas concluir
cada terapia o hayas tenido buenos resultados, la insistencia
de que te internes».
Renato: «El tema de internarse para mí es algo que no va
a solucionar nada, porque lo único que va a hacer es restrin-
girme algunas cosas durante cierto tiempo, después de que
salga yo creo que voy a continuar en lo mismo, entonces por
ahí no va el tema».

6. Asumir competencia

Hay que asumir que todas las personas, por más difícil que parezca
la situación, tienen competencias para el cambio. Cuentan con recursos
y habilidades que vienen usando. Este movimiento es el que termina
generando lo que conocemos como agencia personal o empoderamiento.
El empoderamiento del cliente es una actitud basada en la visión de
que las personas cuentan con las competencias necesarias para elegir
lo que es bueno para ellas. Empoderar al cliente no es lo mismo que
darle información basada en una normatividad o en discursos culturales
dominantes sobre cómo hay que vivir la vida. El empoderamiento es
una práctica que comienza con la creencia básica de la que la relación
terapéutica es colaborativa. El cliente participa y colabora en las decisio-
nes de todo el proceso porque tiene competencias y sabe qué es lo mejor
para él y su familia. Porque el cliente determina y negocia los objetivos
de la terapia y porque el terapeuta es capaz de elogiar todo lo bueno
que hay en la persona. Porque ponemos énfasis en las excepciones4 en
el diseño de la conversación. Porque es el propio cliente quien decide
cuándo dar por terminada la relación. Y sobre todo, porque se trata de
4
Una descripción del trabajo con excepciones en terapia breve centrada en
soluciones, la pueden encontrar en el capítulo doce del libro de García (2013).

230
Capítulo 12

una práctica basada en el respeto por la autonomía personal, familiar


y cultural. Sin intrusiones.

Jorge: «Oye, Renato, pero has logrado superar en este


tiempo el problema. Antes el problema te tenía ocupado casi
todos los siete días de la semana, pero ahora veo que estás
teniendo períodos donde te mantienes sobrio hasta por tres
semanas, ¡estamos hablando de veintiún días de sobriedad!
¿Cómo logras mantenerte veintiún días sobrio? ¡Es un tiempo
admirable! ¿Alguien te ha preguntado eso alguna vez?».
Renato: «No, dentro de las terapias que he tenido nadie
ha observado esa parte, y creo que mucho ha tenido que ver
el tema paternal, el estar entretenido en las cosas de mi hijo y
todo eso. Esto me ha permitido que cuando tengo necesidad
de consumir algo lo hago simplemente y cuando no, no lo
hago, es simplemente así, y es por eso que digo que el tema
del encierro no va a llevarme a ningún lado bueno».
Jorge: «Yo también tengo una hija, y por eso te digo que
admiro muchísimo la capacidad que tienes de hacerte cargo
responsablemente de todo lo que tu hijo necesita, que es tener
un padre que se despierte temprano, que le haga el desayuno,
todo esto que estoy listando es lo que me han contado, tú me
dirás si es verdad o no, te levantas a las 6 am, le preparas el
desayuno…».

7. Explorar las excepciones

Una vez que hemos identificado una excepción, hacemos preguntas


para descubrir detalles de estas excepciones.

Renato: «¡Así es!».


Jorge: «Lo vistes, lo llevas a la escuela…».
Renato: «Sí».
Jorge: «Haces la tarea con él».
Renato: «Sí».
Jorge: «Sales a jugar al parque, regresas a casa para bañar-
lo, lo vistes, haces la tarea, ven televisión. Te estoy contando
todo lo que tus padres me han dicho que haces. Tomas el
lonche, lo acuestas, y así hasta el siguiente día nuevamente».
Renato: «Sí, hago eso y un poco de cosas más, simplemente
porque quiero que sea una persona de bien y no caiga en las
cosas que he caído en algún momento, dándole mucho amor

231
Jorge Ayala

yo me siento bien, y sé que él se siente bien y así es como


salgo adelante».

Llevamos ya quince minutos de una conversación que Renato no


quería iniciar, y a pesar de esto hemos resuelto ya algunas preguntas.
Así que, para continuar otorgándole el control del proceso, es necesario
saber qué sentido tiene para él:

Jorge: «Renato, te voy a hacer una pregunta y quiero que


mantengas la misma sinceridad que has mantenido al inicio:
¿sigues deseando irte? ¿O hay algo en esta conversación que
esté resultando útil para ti?».
Renato: «La verdad, quisiera irme, veo que es más de lo
mismo y yo quisiera irme, no quisiera estar en lo mismo y
todo eso».
Jorge: «¿En lo mismo de…?».
Renato: «En lo mismo de que he pasado por muchos
especialistas y al final termino siempre en lo mismo, van a
terminar en el tema de “¡Oye, intérnate y te vas a curar!”, y
por ahí no va el tema».
Jorge: «Ok, por ahí no va el tema, eso lo tengo muy claro
y créeme que eso es algo que no haré, no voy a sugerir nada
que no quieras tú… Tengo una pregunta…».
Renato: «¿Cuál?».
Jorge: «No sé si te la pueda hacer antes de que…».

Es cierto que Renato ha manifestado nuevamente su intención de


irse. Pero es posible observar una distinción en su actitud y disposición
corporal. Si al inicio se encontraba muy erguido y con el cuerpo hacia
delante, como en un gesto de preparación para el escape, en este mo-
mento se encontraba totalmente reclinado sobre el sillón, con las piernas
alargadas, mostrando mucha comodidad. Así que decidí hacerle otra
pregunta y continuar, confiando en lo que veía en ese momento. Es quizás
la razón por la que Renato decide una vez más, acceder a mi pregunta:

Renato: «Sí, dime».


Jorge: «Mmm, ya me has hablado de aquello que no te
gustaría que sucediera aquí, porque sentirías que es más de
lo mismo, mucho más de lo mismo, pero ¿qué te gustaría que
suceda aquí en esta conversación hoy? ¿Qué te haría salir de
aquí satisfecho, sintiendo que verdaderamente he respondido
a tus expectativas, y no a las expectativas del resto, que son

232
Capítulo 12

las expectativas que todos los profesionales que has visitado


han atendido finalmente?».
Renato: «¿Qué es lo que me gustaría escuchar básicamente
para solución de lo que pueda haber estado buscando?».
Jorge: «Yo no te voy a decir qué es lo que tienes que hacer
al final de esta conversación, eh, a donde estoy tratando de
apuntar es a qué tendría que pasar aquí para que este encuen-
tro sea un fracaso, y yo también ya lo sé, que sería continuar
insistiendo en tu internamiento».
Renato: «Así es».
Jorge: «¿Qué tendría que suceder que te haría dar cuenta
de lo contrario, que verdaderamente yo atendí tus expectativas
y que estoy del lado de lo que deseas en la vida e imaginas
para el futuro?».
Renato: «Yo creo que, punto uno: corregir el tema del
internamiento, como tú lo dices».
Jorge: «¿Es un tema que hay que desechar por completo?».
Renato: «Sí, sí, sí, totalmente, y lo otro es no estar ejer-
ciendo presión sobre mí para poder corregirme, esas son cosas
que se van a ir dando en su momento, pero no de la manera
de presión como se ha dado con todos los especialistas. Eso,
al final, lo que hace es saturarte y dar la contra a todos, por
ahí va el tema».
Jorge: «Ok. Esto que me acabas de señalar ahora… ¿Te
puedo hacer una pregunta más? ¿Podría?».

Con esta pregunta, continuamos otorgándole el control a Renato


y construimos el futuro deseado, que es una imagen del futuro sin
el problema, una vez alcanzado todo lo que Renato está deseando.

Renato: «Bueno».
Jorge: «Eso que me estás diciendo ahora tiene mucho
sentido para mí, en relación con algo que estoy recordando:
esos veintiún días en que te mantienes sobrio, ¿qué consideras
tú que es lo que te permite durante estos veintiún días man-
tenerte sobrio? Hoy has venido sobrio y tienes tres semanas
de sobriedad. ¿Qué es lo que te ha permitido en estas tres
semanas tener la voluntad de estar limpio?».
Renato: «Creo que va por un tema de responsabilidad,
por la atención que tengo que dar a mi hijo, porque ya está
creciendo y necesita mucho más atención, entonces yo necesito
estar bien, lúcido, para poder cubrir las expectativas que él
tiene o poder atender en las cosas que él necesita. Eso hace que

233
Jorge Ayala

de cierta manera no me llame la atención el tema de consumir


algo, porque sé que tengo que estar bien y ando ocupado, y
lo hago con eso, y así estoy avanzando, creo».
Jorge: «Ok. Renato, llevamos ya doce minutos exactamen-
te de conversación. Al primer minuto me dijiste que deseabas
irte, que no querías estar aquí; a los ocho minutos volviste a
decir que deseabas irte y yo ya no quiero seguir abusando más
de tu tiempo, ya llevamos doce minutos, a mí me bastarían
veinte minutos más de conversación, pero no sé si eso para ti es
demasiado o muy poco, me gustaría que volvieras a considerar
la idea de continuar con esta conversación. ¿Sigues deseando
irte? Si me dices que deseas irte, ya no voy a seguir insistiendo
porque yo ya te robé demasiado tiempo, doce minutos, así
que cuéntame cómo te sientes, ¿está siendo esto útil para ti o
sigue siendo más de lo mismo?».
Renato: «Bueno, dentro de lo que estamos conversando
y lo que tú estás enfocando, percibo que no es tanto más
de lo mismo, porque, uno, estás desechando el tema de
internar…».

8. ¿Qué es lo que funciona?


«En cada uno de nosotros la voz de un
apuntador murmura en sordina,
de incógnito, voz apócrifa, que a poco
que la escuchemos puede traer
insospechadas noticias del mundo,
de los demás, de uno mismo».
Germain (2008).

Llegado el momento, es importante saber qué estamos haciendo


que hace que la conversación fluya y vaya en una buena dirección.

Jorge: «¿Qué estoy haciendo que te está señalando que no


es más de lo mismo? Me encantaría saberlo».
Renato: «El descartar el tema del internamiento. Todas
las personas piensan, las personas a las cuales he visto y que
han querido supuestamente tratarme, lo que enfocan es “oye,
¡enciérralo!”, y por ahí no va el tema, creo yo. Porque como
te comenté, si bien es cierto, me interno, va a pasar un tiempo
y voy a regresar a lo mismo y quizás hasta con más fuerza,

234
Capítulo 12

entonces, eso me parece un tema un tanto clave para pensar


que no estamos hablando de lo mismo».
Jorge: «Ok. Entonces, ¿me podrías permitir unas cuantas
preguntas más?».
Renato: «Sí, claro, no hay problema».
Jorge: «Voy a seguir insistiendo en algo porque realmente
admiro que durante estas tres semanas te estás manteniendo
sobrio, que durante estas tres semanas estés demostrando que
puedes tener el control sobre tu propia vida. ¿Qué es lo que
crees que es clave, Renato, que estás haciendo para mantener
el control sobre tu vida y mantener esta sobriedad anhelada
por ti y por muchos también?».
Renato: «Como te comenté hace rato, el tema va un tanto
por la responsabilidad de lo que…».
Jorge: «¿Eres una persona responsable?».
Renato: «Sí, me considero así, de la entrega en la parte
paternal, y algo que también estoy viendo y he percibido un
tanto es la presión que muchas veces ejerce mi familia y algu-
nos especialistas sobre mí. Entonces esto, de alguna manera,
esta presión, en vez de alejar, lo que hace es empujar a que yo
consuma, entonces yo he visto que por ahí va el tema. Estas
últimas semanas, por ejemplo, mi familia como que se ha ale-
jado un tanto en el tema de estar prohibiendo el consumo…».
Jorge: «¡Ah! ¡Caramba!».
Renato: «De querer ordenarme, etcétera. Y tú puedes ver,
voy bien, voy muy bien, estos últimos días si han sido medio
complicados porque me han estado insistiendo con eso de que
tengo que ir, internarme, y bla bla bla, y he tenido que hacer
oídos sordos a todo esto».
Jorge: «Ok. Corrígeme si me equivoco, a ver si entendí muy
bien: lo que te está permitiendo en este momento mantenerte
sobrio es o ha sido la poca presión que han ejercido tus fami-
liares y el haberte con eso dado, digamos, la responsabilidad
de tu vida. La responsabilidad parece ser lo mejor que tienes
y lo que te está ayudando a salir adelante: la responsabilidad
por tu hijo, por mantenerlo tranquilo, por darle una buena
vida. ¿Eso es lo que te hace mantener el control sobre esto
que es un problema?».
Renato: «Así es».
Jorge: «¿Y cómo has hecho para que, a pesar de estos tres
últimos días en los que te han insistido en venir, te continúes
manteniendo sobrio? Porque me dices que justo los días en
los que más te insisten y presionan de ir a un profesional y

235
Jorge Ayala

buscar ayuda, son los días en los que nuevamente el control se


pierde y el problema nuevamente aparece. ¿Cómo has hecho
para que estos tres días no fueran como han sido antes?».
Renato: «¿Cómo hice? Simplemente tratar de hacer oídos
sordos a la presión».
Jorge: «¿Y cómo se logra eso, Renato, hacer oídos sordos
a la presión? ¿Qué haces distinto, qué te permite anteponerte
a todas esas voces?».
Renato: «Simplemente decir: sí, ya, y seguirles la corriente,
nada más. Antes era un tanto como que me sentaban, me gri-
taban, me monitoreaban constantemente y todo eso. Ahora
no, de cierta manera lo que he hecho es alejarme un tanto de
esa presión. Si bien es cierto esa presión existe, me he alejado
en el sentido de que están constantemente ahí y yo como estoy
ocupado digo, ya, después hablamos, cosas así, entonces yo
sé que me estaba alejando de esa presión no para alejarme y
consumir, no, simplemente porque sé que he encontrado que
esa presión me empuja a consumir y no quiero eso».
Jorge: «Ok… ¿La responsabilidad qué sentido tiene en
tu vida? ¿Cuál es su historia? ¿Cómo se ha convertido en tu
motor, en tu fortaleza?».
Renato: «Como te dije hace rato, esto va por un lado de
que nace, el amor está allí, hacia mi hijo, y el amor me em-
puja a que él está bien en todo contexto, en todo contexto
en el sentido de que se sienta cómo de que yo esté a su lado
y lo pueda ayudar en todo lo que él necesite. Entonces, ¿qué
necesito yo para poder ayudarlo? ¡Estar bien! Y es por eso
que de cierta manera he dejado de consumir, porque sé que
necesito darle atención y brindarle cosas que él necesite».
Jorge: «¿Qué dirá tu hijo al respecto? No sé si te lo habrá
agradecido alguna vez, pero yo acabo de ver que es un buen
alumno, es el primero en su clase, tus padres señalan que es
un niño obediente, muy tranquilo, educado».
Renato: «Yo nunca le exijo que sea el número uno, simple-
mente le exijo, o le sugiero, que sea responsable con sus cosas,
y bueno, la entrega que él le da a sus estudios es muy valioso,
y yo aporto en eso, al parecer, y quiero seguir haciéndolo.
Jorge: «¿Qué crees que diría tu hijo acerca de este sentido
de responsabilidad que le estás inculcando? Si estuviera él aquí
y tuviera palabras para señalar todo lo que le estás inculcando,
¿qué te imaginas que él diría?».

236
Capítulo 12

Renato: «Que me pueda agradecer no creo (sonriendo),


porque yo, las cosas que hago no las hago para que él me
agradezca, no es así».
Jorge: «¿Cómo lo ves más bien?».
Renato: «Como, es así: yo te traje al mundo y tengo que
darte lo mejor de mí, y si me imaginara que podría decirme
en este momento es, “papá, tenemos mucho más que hacer”,
algo así».
Jorge: «¿Eso crees que te diría?».
Renato: «En el sentido de que nos falta descubrir mucho
más el mundo».
Jorge: «¿Y qué planes tienes?».
Renato: «Por ejemplo, cuando termine el colegio, porque
va en primaria, nos queda mucho la parte secundaria, ya va
a comenzar a tener curiosidad por el tema amoroso, por las
mujeres, y por ahí algo he recorrido en la vida, jeje».
Jorge: «¿Así? ¿Has recorrido mucho tú?».
Renato: «Jajaja, por ahí, algo. Tratar de encaminar una
parte».
Jorge: «¿Te refieres a su vida sentimental?».
Renato: «Sentimental, compartir tantas cosas, salir con
él, conocer chicas y todo eso… No por un tema de tradición
ni nada de eso… ¡Es una broma! Para nada va por ahí el
tema, jajaja».
Jorge: «Hace unos minutos estabas queriéndote ir y ahora
ya estás haciendo bromas».
Renato: «Jajaja, es la comodidad que hay».
Jorge: «¿Ya empezaste a sentirte cómodo con esta con-
versación?».
Renato: «¡Claro que sí! Esto es bastante distinto a lo que
había imaginado».
Jorge: «¿En qué es distinto a lo que habías imaginado?».
Renato: «He percibido que en las consultas anteriores
simplemente lo que hacen es sacarte en cara las cosas en que
te puedas haber equivocado, y acá no, de cierta manera no se
busca eso, percibo que simplemente es una conversación que
sirve para que uno pueda conocer, capaz, o tener un enfoque
distinto a lo que vengo haciendo y lo que hice, y por ahí va
el tema, por ahí va. Entonces, lo que mi hijo podría decir es,
ya te he comentado, nos falta mucho por recorrer; tengo un
pequeño de siete años, así que nos falta mucho».
Jorge: «Bueno, esto no te lo digo por darte un falso aliento
ni nada de eso, te lo digo porque tú sabes que ha venido tu

237
Jorge Ayala

familia aquí antes y todos han tenido muy buenas palabras


para describirte a ti como padre. Todos tienen el mejor con-
cepto acerca de ti como padre y de cómo estás haciendo para
criar a tu hijo, y eso a mí me toca mucho, te digo, soy padre
y me llenaba de emoción que tu familia tenga tantas cosas
bonitas por decir de ti como padre, y eso nadie te lo reprocha».
Renato: «Así es, si perciben que estoy haciendo bien las
cosas es por ese lado algo positivo, y al parecer me está ayu-
dando a no consumir algunas sustancias, todo por brindarle
amor y comodidad a mi hijo».
Jorge: «Ok».

¿Qué ha sido necesario para terminar provocando el interés de


Renato? ¿Cómo pasamos de una visita involuntaria, donde la persona
viene negando su deseo de colaborar con nosotros, a una consulta vo-
luntaria, donde la persona empieza a sentirse motivada por la relación
y se incrementa el deseo de colaborar?
En un taller desarrollado junto a profesionales de salud que trabajan
con personas bajo la influencia de las drogas, uno de los participantes
se acercó a mí para señalar que mantener un período de abstinencia de
veintiún días es imposible, que particularmente cree que Renato y la
familia me han mentido. Interesado en esta inquietud, mostré curiosidad
por conocer qué saberes informaban esta idea y luego de reflexionar,
hallamos juntos la respuesta: los saberes profesionales y especializados.
Dejarnos moldear por estos saberes, sin generar una distancia crítica,
pueden producir efectos negativos durante el primer encuentro. Es el
cliente quien debe permanecer al centro de la conversación, privilegiando
su propia voz. Como señalan Steve de Shazer y Luc Isebaert (De Jong
y Berg, 2002), es cuestión de elegir5.

Conclusión
Esta es una de las tantas formas particulares de abordar una con-
versación en situaciones de visita involuntaria. Dejarse guiar por las
expectativas de los clientes es lo más importante. Y quizás también:

5
It’s a matter of choice es el título original del trabajo que Steve de Shazer y Luc
Isebaert muestran como resultado de una investigación desarrollando terapia
grupal con personas que consumen alcohol de manera problemática, en el
Hospital de Brujas, en Bélgica, en el libro de Peter de Jong e Insoo Kim Berg
(2002). Traducción personal.

238
Capítulo 12

• Asumir que comenzaremos la conversación con alguien que pro-


bablemente no espera nada de nosotros y lo que podemos ofrecer.
• Asumir que el cliente tiene una buena razón para pensar o
actuar como lo hace.
• Suspender cualquier juicio. Lo mejor es estar de acuerdo con la
percepción del cliente y todo lo que hace para protegerse.
• Escuchar qué y quiénes son importantes para la persona, incluso
cuando está muy enojada y crítica.
• Cuando las personas están abiertamente enojadas, furiosas y
críticas, es útil preguntar lo que las personas más interesadas en
su recuperación, los psicólogos que anteriormente ha conocido,
o las instituciones que han derivado su presencia, pudieron haber
hecho de otra manera; una que pudiera haber resultado más útil.
• Asegurarse de conocer la percepción del cliente sobre lo que es
mejor desde sus intereses; es decir, conocer lo que el cliente desea.
• Escuchar y reflejar lo que el cliente nos dice usando su propio
lenguaje.
• Conocer el contexto usando preguntas de relación.
• Conservar una actitud curiosa desde la posición de no saber,
ubicando a la persona como experta en su propia vida, al centro
de la conversación.

Referencias
Berg, I. (1994). Family Based Services. A Solution-Focused Approach. New
York: Norton.
Berg, I. y Miller, S. (2002). Trabajando con el problema del alcohol. Bar-
celona: Gedisa.
De Jong, P. y Berg, I.K. (2002). Interviewing for solutions (2nd ed.). Pacific
Grove, CA: Brooks/Cole.
De Shazer, S. (1984). The death of resistance. Family Process, 23, 79-93.
De Shazer, S. (1997). Claves en Psicoterapia Breve. Barcelona: Gedisa.
Germain, S. (2008). Magnus. Barcelona: Bruguera.
García, F. (2013). Terapia sistémica breve. Fundamentos y aplicaciones
(1ra. edición). Santiago de Chile: RIL editores.
Rooney, R.H. (1992). Strategies for work with involuntary clients. New
York: Columbia University Press.
Trotter, C. (2006). Working with involuntary clients: a guide to practice.
London: Sage Publications.

239
Capítulo 13
Miradas contemporáneas
sobre la pauta adicta

Ricardo Celis Pacheco

Introducción
La experiencia que como terapeutas tenemos acerca del tratamiento
de las adicciones nos muestra que nuestra percepción acerca de estos
casos es claramente de mayor reto comparado con la mayoría de otros
síntomas con los que nos encontramos en nuestra práctica clínica.
Desde el enganche terapéutico hasta el cierre del proceso, la percepción
que tenemos es estar siempre al filo del abismo; en cualquier momento
podemos resbalar, el proceso puede echarse a perder en cualquier fase
del tratamiento con total facilidad, el vínculo que construimos con el
consultante es más frágil de lo que pensamos, más inestable; la conver-
sación transcurre en la arena movediza, nada es estable ni seguro. Tal
vez por estas percepciones, el tema de las adicciones ha sido, es y será
un reto para la psicología; tal vez por esto muchos terapeutas prefie-
ren no atender estos casos y optan por remitirlos, agregando a esto la
frustración que nos hacen experimentar, la cual hiere nuestra vanidad
intelectual y profesional. Es importante decir que estas frustraciones no
solamente hablan de los adictos, sino también de nuestras incompeten-
cias para un abordaje más efectivo, lo que lleva a preguntarnos: ¿qué
no hemos entendido aún, que hace que estos casos sean tan enigmáticos
y retadores?, ¿cómo nuestras propias comprensiones nos ponen en un
laberinto sin salida?, ¿por qué las actuaciones terapéuticas, aún en muchas
instituciones, permiten el maltrato físico y psicológico?, ¿por qué esta
es una época en donde la tríada agresión-depresión-adicción se afinca
con tanta fuerza? Estas son preguntas que, además de interrogarse
por el adicto, interrogan a la psicología y a la cultura, es decir, parto

241
Ricardo Celis

de la idea de que adicciones, psicología y cultura se retroalimentan y no


podemos ver una sin la otra, y que cada una se convierte en un objeto de
estudio para hacer comprensiones complejas sobre este fenómeno. A con-
tinuación, desarrollo las ideas que nos pueden sugerir posibles respuestas
a estos interrogantes.

La psicopatología, un problema epistemológico


Maturana (1996) inspira este apartado del texto cuando afirma
que la psicopatología es un problema epistemológico, lo cual en senti-
do estricto quiere decir que la psicopatología está anclada a la manera
como los sujetos y las ciencias narran los problemas y los comprenden,
y este sistema comprensivo permite la emergencia de sistemas de ac-
ción que la legitiman. Una hipótesis central de este apartado es que las
comprensiones que se han hecho de las adicciones son reduccionistas al
privilegiar únicas miradas, con poca reflexividad sobre sí mismas, con
las creencias que parten de una objetividad incuestionable, llevando
esto a comprensiones de tipo biologicista, psicologista, sociologista
o moralista, creyendo por demás que las adicciones pueden y deben
ser abordadas desde una única disciplina. No obstante existe eviden-
cia empírica acerca de la mayor efectividad de modelos integradores
interdisciplinarios, también la evidencia muestra que los sistemas de
acción que operan en nuestras instituciones son de miradas lineales,
unidisciplinares, en donde la psicología descalifica a la medicina, la
medicina a la psicología y las miradas culturalistas se meten en este
juego, miradas que confluyen en una coincidencia: su discurso está
centrado en el déficit, por lo cual el sujeto drogodependiente solo puede
ser visto como un criminal, un enfermo o un pecador, y si esto es así no
importan los medios para alcanzar la sobriedad, el sujeto es despojado
de su identidad, de su rol y no se reconoce como un sujeto que algo
quiere resolver, algo quiere encontrar, algo necesita, aunque no sepa
qué es; la narración que se hace de él lo niega.
Como lo plantea Gárciga Ortega (2013): «Aún hoy es frecuente
encontrar quien afirma que las adicciones es un mal social que corroe
y destruye, que no requiere otra solución que el peso de la ley para
acabar con el problema y las más severas medidas punitivas en el
control de la oferta» (p. 683). No obstante, la Organización Mundial
de la Salud estableció que la adicción es «una enfermedad con entidad
propia, un trastorno debilitante arraigado en los efectos farmacológicos
de la sustancia, que sigue una progresión implacable» (1994, p. 13).

242
Capítulo 13

Al concedérsele este estatus implica que todo sujeto que presente esta
problemática es susceptible de tratamiento y, de igual forma, pueden
implementarse medidas conducentes a evitar que se presente.
Esta concepción de la persona con problemas de adicción se com-
plementa con la planteada desde la logoterapia, que la considera como
un ser humano con posibilidad de cambio (Acevedo, 1985, citado por
Carvajal y otros, s.f.). Esto coincide con lo planteado por Valverde
(1996), quien afirma que con frecuencia se ha estudiado a los adictos

no en función de los problemas que presentan desde su vida


y desde su propia percepción de la misma, sino desde nuestro
concepto de normalidad, a una distancia considerable de la
persona, aplicándole nuestros esquemas de funcionamiento
psicológico y social, procedentes de nuestro propio proceso
de socialización, casi invariablemente en el seno protector del
grupo normativo (p. 29).

Por último, y desde otro punto de vista diferente del campo de


la salud, hay quienes consideran que los adictos no existen, como lo
afirman Zafiropoulos y Delrieu (1996):

El análisis de las condiciones de producción de las drogas


muestra que la toxicomanía encuentra su unidad en la puesta
en juego de una escisión cultural arbitraria del universo de
producción en dos clases opuestas: aquellas cuyo consumo
está prohibido (drogas) y aquellas donde el consumo es legal
(alcohol). Esto involucra, desde un punto de vista epistemo-
lógico, la siguiente declaración: el adicto no existe, o aún,
desde un punto de vista metapsicológico: la estructura de la
personalidad adictiva no existe (p. 3).

Es necesario, entonces, unificar nuestra mirada del adicto, dado


que «el lenguaje que utilizamos matiza e incluso puede llegar a sesgar
nuestras observaciones… implica igualmente un sesgo que condiciona
profundamente la investigación y la intervención» (Valverde, 1996, p. 34).

Diferentes comprensiones de las adicciones


a través de la historia
Al respecto de la emergencia de paradigmas en la intervención
y comprensión de las adicciones, Yaria (1999) plantea que con esta

243
Ricardo Celis

continua evolución de conceptos, más que excluirse unos con otros, de-
berían complementarse. Podríamos retomar, sin embargo, los siguientes
momentos históricos planteados por este autor:

• Concepción moral previa al concepto de enfermedad psicopática


o social.
• La noción médica y/o psicológica de la enfermedad.
• La noción de enfermedades sociales.
• Enfoques neuroquímicos y psicológico-sociales.

La concepción moral, recuerda Yaria (1999), pensó la adicción,


especialmente el alcohol en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX,
como el resultado de una elección deliberada ligada a una concepción
del mal en donde esto se relacionaba directamente con el pecado, por lo
que el castigo debía ser la consecuencia natural del consumo de alcohol.
Agrega Vindas Acosta (2013, p. 4) que esta relación de las personas
con las drogas  «ha tenido diferentes significados sociales, dentro de
determinadas estructuras y procesos socioculturales, de modo que se le
han atribuido propiedades místicas, curativas, demoníacas y en nuestros
días epidémicas».
La concepción moral no ha sido abandonada, puesto que desde
todos los enfoques se refleja la necesidad de un orden que todo adicto
necesita (Alcohólicos/Narcóticos anónimos) que siempre apelan al gran
«otro» (figura simbólica del tercero que está más allá de mi ego) para
reconocer un límite en sus vidas; las comunidades terapéuticas o las
comunidades de vida con orientación religiosa de distintas confesiones
apelan a un sistema normativo muy estricto, con un ejercicio continuo
de la voluntad y una educación del deseo, entre otros.
Posteriormente, la concepción moral pasa a ser un instrumento
social y político, que deja de analizar el problema como una relación
con la ley social o religiosa para enfatizar en los problemas que derivan
del poder químico del agente.
Rápidamente se transforma en un movimiento social prohibicio-
nista del alcohol que tuvo una fuerte influencia política hasta 1933,
tomando como base el alcohol visto como una droga peligrosa.
La crisis del movimiento prohibicionista se acompaña con el surgi-
miento, en 1935, del grupo de Alcohólicos Anónimos (A.A.) en Ohio. El
enfermo alcohólico era visto como un enfermo crónico en un proceso
irreversible, en donde no existía posibilidad alguna de curación. El
enfoque además pasó de la sustancia química al problema individual,
todavía ligado a un enfoque de constitucionalidad, ya que existía una

244
Capítulo 13

anormalidad irreversible en el caso de un alcohólico. Al mismo tiempo


empieza a surgir el soporte de los grupos de autoayuda (como los A.A.),
en donde la confrontación entre pares es la base de la terapéutica.
El holding grupal y la normatividad de la estructura de conten-
ción institucional de A.A. serán las bases futuras para la creación de la
comunidad terapéutica, estructurada a través de ex A.A. como Chuk
Dederick (1958), en la comunidad Cynanon, que luego tiene un notable
desarrollo con Daytop (Nueva York) a través de la tarea pionera de
monseñor W. O’Brian y del doctor Deitech, y del proyecto hombre a
través del padre Mario Pichi, en Italia.
Se da un nuevo avance y ahora el problema de las adicciones es
analizado desde el punto de vista de la información. Una información
ajustada acerca de los riesgos de las dependencias generará una con-
ducta de moderación y frenará el uso del alcohol y las drogas. Hoy este
enfoque ha sido superado por los llamados modelos comprensivos, los
modelos sectoriales y los modelos de intervención temprana.
El modelo comprensivo ha sido propuesto por Flay y Petraitis (ci-
tados por Becoña, s.f.) en su intento por organizar las múltiples teorías
que tratan de explicar la etiología del consumo de sustancias.

Su modelo de influencia triádica asume que las conductas


relacionadas con la salud, tales como el abuso de sustancias,
están controladas por las decisiones o intenciones que son fun-
ción de tres corrientes de influencia: 1) factores ambientales-
culturales que influyen en las actitudes; 2) factores sociales
situacionales-contextuales que influyen el aprendizaje social
y las creencias normativas; y, 3) factores intrapersonales que
influencian la autoeficacia. Estos tres focos de influencia tienen
diferentes orígenes y fluyen a través de factores causales que
están organizados en niveles que oscilan de próximo a lejano
y a último (p. 75).

En el modelo de intervención temprana se tienen en cuenta las


variables que intervienen en una problemática, considerando «cuatro
líneas de actuación sobre las que hay que incidir de un modo global:
lo biológico y lo psicológico, lo individual y lo social» (De Linares von
Schmitterlöw, 2012, p. 7). La intervención no se centra solamente en
la persona sino que involucra también a la familia, especialmente las
relaciones entre sus miembros, en donde toman relevancia los patrones
transaccionales enfatizando en la calidad de estas relaciones.
El segundo enfoque es el del aprendizaje social como parte del
modelo psicológico y médico del cual se derivan:

245
Ricardo Celis

• El tratamiento familiar.
• La sistematización de la prevención de las recaídas.
• El tratamiento de trastornos cognitivos a través de instrumentos
psicoeducacionales.

El tercer enfoque que lleva a la conceptualización de enfermedad


social es el llamado de la perspectiva sociocultural. Este enfoque analiza
el problema de la siguiente manera:

• Creencias y conductas sociales.


• La naturaleza de los medios adictivos.
• Estudios etnográficos (etnias y subculturas predominantes).

El cuarto enfoque deriva de la perspectiva sistémica. Si bien la


intervención sistémica tiene una gran fuerza en la acción sobre las
familias, plantea Yaria (1999), no hay duda de que las bases de esta
teoría impactan la aplicación sobre el estudio de los sistemas sociales
preventivos. Los subsistemas familiares y sociales reciben un aporte de
este enfoque.
El quinto, llamado enfoque comunitario, surge de la acción social
que lleva a la formación de coaliciones y estrategias en barrios críticos.
Hasta el momento en el campo de la rehabilitación, como en el campo
de la prevención, facilitan las intervenciones modernas en este tópico.
Igualmente existen enfoques biológicos, los cuales se unen a la
concepción de estudios genéticos que sugieren que una persona, con
una historia familiar positiva de alcoholismo, tiene cuatro veces más
posibilidades de desarrollar alcoholismo que una persona sin historia
familiar. Este enfoque biológico del campo de las adicciones tiene desde los
estudios de la década del cerebro un énfasis, ya que se alerta sobre el papel
de los neurotransmisores en la emergencia de los síntomas de adicción y
el mantenimiento de las patologías.
Como podemos ver existen gran variedad de explicaciones acerca
del mismo fenómeno, dadas por los distintos significados sociales que
se le han asignado al uso de las drogas, puesto que, como lo afirman
Náteras y Náteras (1994, citados por Vindas, 2013, p. 13), «los fenó-
menos sociales (la droga como hecho social) no son independientes de
las prácticas humanas que los producen, por lo que están atravesados,
condicionados por la temporalidad histórica donde se desarrollan y
son cambiantes».
Algunas ideas pretenden y buscan la comprensión de una manera
más compleja. Las miradas anteriormente descritas hacen parte de

246
Capítulo 13

esta complejidad; las perspectivas lineales acerca del conocimiento


de los fenómenos son un aporte que no podemos desconocer, ya que
han sido las que han prevalecido a través del tiempo, legitimadas por
comprensiones absolutistas sea desde la medicina, la psicología o la
religión. El ver solamente de la adicción al adicto es una herencia de
los siglos XV-XVI del mecanicismo, en donde solamente vemos partes
aisladas, y el separarlas permite comprender el todo; el mecanicismo
es la metáfora del hombre como máquina, como la suma de las partes.
Por esta razón, una pregunta que ha hecho cambiar la metáfora de la
máquina a la metáfora de sistema es ¿cuál es la relación de las partes
con el todo? La metáfora de sistema nos permite un mapa en donde solo
podemos ver interacciones, interconexiones y contextos; la pregunta por
la adicción se desplaza del adicto a las interacciones en donde emerge
y se mantiene la pauta adicta, a las redes de redes en donde habita la
adicción, y la metáfora de la narración del construccionismo nos lleva a
entender el entramado de significados que construyen a la pauta adicta
y nos centra en los textos de los actores ecológicos de toda intervención.
Al respecto, Maturana (1996, p. 2) plantea:

En general, tenemos el convencimiento de que en la actua-


lidad sólo conocemos una parte de esta realidad en cualquier
dominio, que existen grandes zonas ignoradas por nosotros,
y que esta ignorancia es lo que origina las distintas escuelas,
teorías y modelos. No obstante, también podemos entender
que esta falta de acuerdo, esta diversidad de teorías y sobre
todo de prácticas eficaces, nos está diciendo que la premisa
de que podemos captar una realidad objetiva independiente
a través del conocimiento es inadecuada, y que el fenómeno
del conocimiento es algo diferente.

En resumen, como bien lo plantea Valverde (1996, p. 35), «el tér-


mino drogadicto, además de etiquetar, implica simplificar el problema,
reduciéndolo al ámbito exclusivo de la droga e, inevitablemente, obtener
una visión parcial que no se ajusta a las dimensiones del fenómeno».

Complejidad, familia y pauta adicta


Al hablar de familias con pauta adicta, la pretensión es comprender
el fenómeno en la interacción, evitando patinar en la herencia de la
simplicidad que atacaría directamente al adicto y a la droga, lo cual en-
fatiza un plan de intervención que fortalezca únicamente el autocontrol.

247
Ricardo Celis

Bateson (1978) entiende que la batalla del alcohólico para demos-


trar su autocontrol, sobriedad o supervivencia constituye un decidido
esfuerzo para poner a prueba el autocontrol, con el propósito no de-
clarado que el autocontrol es ineficaz y absurdo.
Keeney (1994, p. 183) afirma:

Desde el punto de vista epistemológico, una parte del


mensaje que transmite un síntoma es muy preciso; el men-
saje consiste en que el autocontrol es ilusorio y cualquier
individuo forma parte de un sistema autocorrectivo más
abarcador. Vistos bajo esta luz, los síntomas representan un
modo de comunicación con referencia a un proceso cibernético
de orden superior.
Por consiguiente, para que una intervención tenga éxito
debe bloquear estos refuerzos y permitir que el sistema se
cure a sí mismo; una de las responsabilidades del terapeuta
es alentar a sus clientes para que dejen de batallar contra los
síntomas. Esto no quiere decir que el terapeuta sea insensible
al problema del cliente, por el contrario, debe contribuir a es-
tructurar un contexto de aprendizaje, en donde tanto él como
el cliente sepan responder a la comunicación autocorrectiva
del comportamiento sintomático.

Cuando reconocemos que el problema no es la droga, esto nos


permite ver que el síntoma habita en un sistema y que, como tal, tiene
la misión de comunicar que algo está pasando, que se requiere de algo
para salir de ahí. La palabra síntoma es más común en contextos médi-
cos en donde es entendida como la manifestación de una enfermedad,
mas no es la enfermedad; un dolor de cabeza puede ser la expresión
del estrés, del cansancio, de una gripa, una infección, pero como tal no
es la enfermedad, pero tampoco es la consecuencia lineal de esta, los
síntomas tendrían que ser leídos multicausalmente. De igual manera
se considera a la pauta adicta, y para comprender las pautas, Keeney
(1994, p. 53) nos sugiere tener una visión binocular:

Comenzar a pensar en dos bandos que participan en la


interacción como dos ojos, cada uno de los cuales da una
visión monocular de lo que acontece y juntos dan una visión
binocular en profundidad. Solo si uno se aferra de manera
rigurosa a la primacía o prioridad de esta relación puede evitar
las explicaciones dormitivas.

248
Capítulo 13

La idea es formarnos una imagen de la coreografía, ninguna acción


es una isla, todas las acciones forman parte de una interacción organi-
zada. Cuando comprendemos que las pautas son formas de interacción,
podemos ver que no son necesariamente negativas en sí mismas. Bateson
(1993) comprueba que si la simetría o la complementariedad no eran
controladas, se originaba una «cismogénesis»; término que acuñó para
referirse al proceso de huir o de intensificación que, en caso de no estar
bajo control, inevitablemente genera una tensión intolerable y, a la postre,
el quebrantamiento del sistema de relación. En cambio, combinando las
interacciones simétricas y complementarias, puede lograrse una especie
de equilibrio. Esta posición me hace pensar en cómo lo único seguro
que tenemos en la psicoterapia es la incertidumbre, ya que todo se
convierte en un tejido.
Y es precisamente en el tejido familiar donde se deben buscar esas
características de la interacción entre los diferentes miembros que, a la
vez que promueven también inhiben el funcionamiento no solo del indi-
viduo, sino de la familia como un todo. Lo anterior porque la familia es

un sistema autorregulado o autocorrectivo que encuentra


su equilibrio gracias a mecanismos de retroalimentación que
regulan los patrones relacionales de forma similar al termos-
tato que mantiene un cierto rango de temperaturas. Debido a
ello, si algún miembro de una familia presenta una disfunción
psíquica la intervención terapéutica no debe limitarse a ese
miembro sino extenderse a todo el núcleo relacional de la
persona. De no ser así, los cambios que introduce el terapeuta
se verán contrarrestados por la retroalimentación negativa
que caracteriza a los sistemas patológicos (Palacios, s.f., p. 7).

Morin (1999, p. 104) considera que:

Tan pronto como un individuo emprende una acción,


cualquiera que ella sea, ésta empieza a escapar de sus inten-
ciones; dicha acción entra en un universo de interacciones y
finalmente es el entorno el que se la toma en un sentido que
puede contrariar la intención inicial. A menudo la intención
se nos devuelve como un boomerang sobre nuestra cabeza.
Esto nos obliga a seguir la acción, a intentar corregirla, si
aún hay tiempo, y en ocasiones a destruirla, como hacen los
responsables de la NASA cuando explotan un cohete porque
se desvía de la trayectoria. La ecología de la acción es, en
suma, tener en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo,

249
Ricardo Celis

azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto y conciencia


de desviaciones y transformaciones.

La ecología de la acción, como concepto, me lleva a pensar que


para navegar en la incertidumbre se requiere de una brújula cuyos
puntos cardinales y grados requieran del azar, porque siempre que se
emprenda el viaje, aunque creamos que sea el mismo, no sabremos
qué nos espera. La tempestad muchas veces no avisa, no sabemos si
toparemos con una piedra entrometida o si en el recorrido nos encon-
traremos con unos náufragos o con un buque pesquero que viene de
frente o, por qué no, ¡quizá al atardecer veamos a lo lejos a una sirena!,
y sin pensarlo dos veces nos lanzamos al agua en busca de ella.
Es de suma importancia reconocer la pauta adicta desde la ecología
de la acción.
Nada más incierto que la intervención psicológica en la adicción,
podemos tener la fantasía del control y la predicción creyendo que la
instrumentalización en la terapia genera cambio, olvidando o descono-
ciendo que el cambio es autoinducido y que cualquier tarea o prescrip-
ción entra en conversación con la propia estructura y con un sistema
relacional que puede hacer cambiar de forma radical la intención inicial
del sistema interventor, o sencillamente decidir autónomamente que esa
prescripción no tiene ninguna significancia, o si es demasiado inusual
percibirla como una amenaza para su integridad y convertirse esta en
una excusa para abandonar el tratamiento.
Reconocer la incertidumbre es de gran importancia; me recuerda
que el mundo es más y más emocionante de lo que nos han querido dar
a entender y que la predicción y el control son simplemente fantasías
de navegantes inexpertos que, por temor a lo desconocido, prefieren
objetivar la vida, la interacción, a la misma incertidumbre que es peli-
grosa. De esta manera empiezan a surgir en la ciencia un gran número
de especialistas cuya función irreductible es capturar a la perversa incer-
tidumbre que anda como una loca suelta incomodando a la exactitud.
Entre más especialistas nos volvemos perdemos más la capacidad de
ver la totalidad y, por ende, de comprender los contextos en donde se
generan las interacciones que a la vez están orientadas por estos.
Un buen navegante es el que fluye en la incertidumbre y tiene la
habilidad de comprender que su viaje, aunque lo haya realizado varias
veces, es un nuevo viaje, y se convierte en experto no solamente del
clima, de los vientos, de la geografía del lugar, sino más bien se convierte
en un experto de sí mismo, un conocedor de su emocionar, de su propia

250
Capítulo 13

incertidumbre y no lucha contra ella, la incertidumbre es su amiga y le


exige comprender la totalidad, no perder de vista el contexto.
Esta incertidumbre se hace evidente en las redes conversacionales
en donde la conversaciones y distinciones que se dan en estas son una
construcción que muchas veces nada tiene que ver con la intención
inicial, una red conversacional es una forma de operar coherente con
la complejidad y la incertidumbre. Esta idea es fundamental porque
nos conecta con el principio de la autorreferencia generativa en
donde nos trasformamos en la conversación; la autorreferencia es
la posibilidad de ser otros en la recursividad de la conversación.
Para que exista autorreferencia necesitamos del otro que nos permita
gatillar una distinción; es por eso que el trabajo en equipo, el trabajo
de crear escenarios conversacionales son una habilidad para generar
recursividad en los mundos de la vida.

Una mirada existencial de las adicciones


y los mundos de la vida
Por otro lado, y complementario con estas ideas, es fundamental,
al hablar de adicciones, entender que el sujeto drogodependiente añora
encontrar algo, resolver algo, aunque no lo sepa, y que su búsqueda,
que carece muchas veces de autobservación, tiene un componente am-
pliamente existencial.
Referirnos a una visión existencial de las drogodependencias nos
remite más a una visión del hombre, puesto que, como dice Acevedo
(1985, citado por Carvajal y Sánchez, 2004, p. 2):

El drogadicto no es una entidad patológica, es, ante todo,


un ser humano. Independiente de su estructura psicológica, de
su realidad social, de su sistema familiar, es un ser humano por
lo tanto con posibilidad de cambio6. Cuando nos referimos a
un drogadicto, más bien podemos referirnos a una persona
con problemas de adicción, ya que la drogadicción no es
una característica inherente al ser sino la expresión de una
problemática más profunda denominada vacío existencial.

La logoterapia enmarca la visión de las drogodependencias desde


el modelo adaptativo de la adicción. Existen dos grandes tendencias
explicativas de la adicción: el modelo de la adicción como enfermedad
6
Para la profundización sobre este tema remitimos al lector a la lectura de los trabajos
de E. Martínez: Logoterapia y drogodependencias y Evitando la adicción.

251
Ricardo Celis

y el modelo adaptativo de la adicción. En el primero se considera la


adicción como una enfermedad, un problema ante el cual se es impoten-
te y, por ende, liberado de la responsabilidad del sujeto; es un modelo
donde las características inherentes a la droga son supravaloradas,
mientras el ser humano es reducido. En cuanto al modelo adaptativo,
se considera la adicción como una elección maladaptativa, como la
expresión de un síntoma, contextualizada dentro de una carencia de
integración, construida a través de diferentes factores de riesgo a los
que el individuo se expuso7.
Sin embargo, se podría considerar que los dos modelos no son
mutuamente excluyentes, puesto que no se puede desconocer el carácter
autorreforzante de la droga y de una u otra forma la exposición a los
diferentes factores de riesgo individuales, sociales, familiares, culturales
y espirituales que colaboran y condicionan el desarrollo de un estado
que puede denominarse enfermizo. Desde este punto de vista, se podría
formular un tercer modelo en donde se abarca el dinamismo biológico
del modelo de la enfermedad, el modelo maladaptativo de las esferas
psicológicas y sociales, y el modelo logoterapéutico que los integra en
una visión bio-psico-socio-noética, en donde no se desconocen las
predisposiciones genéticas, ni los condicionamientos psicológicos y
sociales, pero se afirma que el hombre, a pesar de estar condicionado,
no está pandeterminado y que ha sido un protagonista histórico-social
de su propia historia. Y, como lo planteaba Cincunegui (2014), «si
nosotros no podemos ver al otro como un otro, con un mundo per-
ceptual diferente al nuestro y no lo escuchamos desde él, es casi seguro
que no estaremos ahí para acompañarlo» (párr. 7). De igual manera,
agrega, es necesario priorizar a la persona sobre la estructura… para
que la persona no se pierda en una estructura estandarizada.
La lectura logoterapéutica es fundamental, ya que los mundos de
vida en la pauta adicta habitan en las narrativas e interacciones y además
desde esta perspectiva también hacen parte de un mundo noético desde
el cual igualmente se construye como potencialidad del ser, es decir, lo
noético es parte interactiva del ser desde la complejidad.
La adicción noógena es una dificultad que no se da en lo espiritual
(desde la logoterapia lo espiritual no enferma), sino que más bien lo
limita, lo restringe o bloquea, impidiendo de esta forma sus manifesta-
ciones y permitiendo que los condicionamientos adictivos implantados
en lo psicofísico (adicción como enfermedad, psicógena y sociógena) se
conviertan en pandeterminismos que, en términos de Martínez (2002),
7
Al respecto, ver los trabajos de Young & Rice en: The International Forum for
Logotherapy, 1992.

252
Capítulo 13

«dejan al ser humano reducido e impedido para desplegarse en su


propia humanidad».
Las personas con problemas de adicción han desarrollado un estilo
de afrontamiento que se construyó a partir de diferentes factores de
riesgo que, a través del momento histórico-social del ser humano, se
hicieron más complejos; es decir, la adicción en sus formas tradicionales
se organiza como resultado de una serie de factores pluridimensionales
a nivel biopsicosocial; sin embargo, la actualidad excluye la dimensión
espiritual y los factores de riesgo que promueven su restricción y limi-
tación.
Según Martínez:

La adicción se puede describir etimológicamente en un


marco contextual y no causal, en donde el hombre se desa-
rrolla. Es decir, los seres humanos nacen y crecen al interior de
un contexto familiar y socio-cultural en donde las voluntades
de poder y de placer son lo importantes, ofreciendo un clima de
competencia y obligatoriedad hacia el éxito a toda costa. Esta
formación o deformación en las voluntades de poder y de
placer permiten o invitan al desarrollo de estilos de afron-
tamiento ante la realidad que se manifiestan en conductas
neuróticas, en síntomas como los problemas alimenticios o
las adicciones (2002, p. 83).

Cuando la adicción se ha desarrollado de forma inicial por las


manifestaciones o el contexto generado por las voluntades de poder y
de placer, la adicción es psicógena y/o sociógena, sin embargo, cuando
adicional a lo anterior no se despliega la voluntad de sentido o esta se
halla frustrada, surge el vacío existencial.
Estas ideas acerca de la adicción me permiten vislumbrar al ser
humano de manera más compleja aún, redefiniéndolo a partir de su
ser espiritual que igualmente es relacional, aunque este se reconoce
en su unicidad, en su sentido, en sus mundos de vida que se co-cons-
truyen con el otro. Es por esto que la comprensión de la pauta adicta
es pluridimensional y nos lleva a la comprensión de nosotros mismos,
el alcance de nuestras intervenciones tiene que ver también con los
lentes y miradas que subyacen a ellas y que deben ser constantemente
reflexionadas e investigadas, en un ejercicio de segundo orden que nos
permita pensar cómo pensamos las adicciones y esto cómo impacta
nuestro quehacer clínico.
Los animo a que, de manera interdisciplinaria y compleja, aborde-
mos este tema y que nos dejemos seducir por el reto que este implica.

253
Ricardo Celis

Conclusiones
Las adicciones han sido leídas a través del tiempo desde diferentes
miradas, las cuales han procurado reducir el sufrimiento de las personas
y acercarnos a comprensiones que nos permitan abordar este fenómeno
de manera eficaz, tarea en la cual, por los datos que tenemos, hemos
fracasado rotundamente. La complejidad de la pauta adicta y del mundo
en que vivimos ha superado nuestros desarrollos en psicología; pasa-
mos por diferentes modelos, los cuales han redundado en narrativas
dominantes del discurso del déficit, de la carencia y la psicopatología,
centrándonos en los sujetos enfermos, en una mirada individualista e
intrapsíquica. Una comprensión desde la ecología de la acción, y ade-
más existencial de las adicciones, amplía nuestro foco, nuestra mirada,
permitiéndonos ver al sujeto en un contexto interaccional en donde
emerge y se mantienen las adicciones. Nos permite también hacer una
lectura del sujeto mucho más allá de verlo como un enfermo (mirada
psicopatológica), como un pecador (mirada moralista) o como un cri-
minal, delincuente (mirada legalista); es un sujeto que busca, que algo
necesita aunque no sepa qué es, pero que tiene una intensa necesidad
de sentido, que desafortunadamente en las drogas tiene la ilusión de
encontrarlo y se convierten estas en una opción maladaptativa. Ampliar
la mirada del fenómeno implica la creatividad del clínico, el cual desde
su práctica investigativa haga una compresión que reivindique al sujeto
biopsicosocioespiritual (noético).

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daje central en el acompañamiento de usuarios problemáticos de

254
Capítulo 13

drogas y otros apegos. Ponencia presentada en la 11 Conferencia


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255
4º parte
Duelo y trauma en adultos
Capítulo 14
Duelo y respuestas psicosomáticas,
un ejemplo de intervención hipnótica
y estratégica

Felipe E. García

En el presente capítulo presento una intervención terapéutica rea-


lizada con Camila, una joven de diecinueve años, que en los momentos
en que iniciamos un proceso terapéutico estaba en un período de pre-
paración para entrar en la universidad, y que ocupaba su tiempo libre
en talleres de teatro o actividades sociales y familiares.
Consultada sobre la razón que la llevó a consultar, manifestó
sentirse muy angustiada, con una opresión grande en el pecho, y con
mucha tristeza, después de la muerte de su abuela a mediados del año
pasado, hecho que ocurrió en su presencia. Explica que esa angustia y
esa tristeza se evidenciaron en los primeros días después de su muerte,
por lo que concurrió a una psicóloga que al cabo de pocas sesiones, y
según palabras de Camila, se declaró incompetente para seguir tratán-
dola, dejando de ayudarle, lo que la hundió aún más en el pesimismo
y en el desamparo.
Posterior al trabajo del duelo como proceso de reconstrucción tras
una pérdida significativa (García, 2013; Neimeyer, 2002) surgieron
otras preocupaciones como sus dificultades para comer y tragar, lo que
le generaba náuseas al momento de alimentarse, problema que también
presentaba su hermana desde hace muchos años y que en Camila surgió
tras la muerte de su abuela.
El proceso terapéutico le permitió no solo superar sus dificultades,
sino además comprender las pautas psicológicas y relacionales que le
hacían sentir angustia. Esto le posibilitó, a su vez, generar acciones que
interrumpieron esas pautas, aliviando su malestar (Cade y O’Hanlon,
1995).
A continuación, describiré detalladamente las sesiones realizadas
con Camila.

259
Felipe E. García

Sesión 1: las redefiniciones


Luego de conversar sobre quién era ella y cuál era su motivo de
consulta, la primera sesión se orientó a dos objetivos fundamentales:
establecer una relación de confianza que permitiera que se sintiera libre
de expresar sus emociones y hacer una exploración exhaustiva de las
pautas que incidían que un proceso esperable, como el duelo, se hubiese
convertido en un problema para ella.
Al indagar soluciones intentadas, señaló el «no hablar del tema» y
«visitar a la psicóloga», siendo ambas no exitosas. Al indagar qué hizo
de su terapia anterior un encuentro «no exitoso», señaló que «nunca
me dijo nada de lo que me pasaba», «solo me escuchaba» y «me dejó
de ayudar». La exploración de las soluciones ineficaces permite orientar
la terapia a interrumpir esos intentos de solución si persisten hasta hoy
u orientar la ayuda usando estrategias distintas a las empleadas hasta
entonces. Debido a estos antecedentes, el tramo final de la conversación
lo orienté a presentar un contexto que le permitiera entender el proceso
que estaba viviendo, optando en este caso por hacer una redefinición, en
forma de «argumento estratégico» (García y Schaefer, 2015), utilizando
para ello el mismo lenguaje de ella, plagado de palabras que derivaban
del psicoanálisis, modelo que se enseña en la educación secundaria en
Chile.
Redefiní esa tristeza como el medio que su «subconsciente» tenía
para obligarla a pensar, con el fin de «adaptarse a la ausencia de su
abuela». Esto le hizo sentido a Camila debido a que, según señaló, justa-
mente en sus momentos de tristeza lo que hacía era «pensar». A su vez,
el nivel de «angustia» que manifestaba lo redefiní como «mensajes de
su cuerpo», explicándole que eran señales que le permitían estar alerta
ante la incertidumbre o ante la falta de explicaciones, y que probable-
mente su subconsciente usaba por una razón que era necesario explorar.
Por último, le expliqué las tareas del duelo (Worden, 1997), centrán-
dome en las acciones que ella había emprendido para la reconstrucción
de un mundo sin la presencia física de su abuela. Observé evidente alivio
en Camila, probablemente porque nunca antes había escuchado explica-
ciones que coincidieran con su propia experiencia.
Manifestó al pasar que estaba esperando la hora con otro psicólogo
en un centro de salud pública. Ante eso, le pedí que definiera con quien
trabajaría pues hacerlo con dos terapeutas podría provocar que ambos
nos interfiriéramos, pues no todos seguimos los mismos preceptos ni
usamos las mismas estrategias. Ella decidió seguir trabajando conmigo.

260
Capítulo 14

Al terminar la sesión, traté de alentar el no-cambio, señalándole


que debía permitirse la expresión de sus emociones para que cumplan
con su función y descubrir así cuáles eran los mensajes que su sub-
consciente le transmitía. Como dentro de sus soluciones intentadas
exitosas estaba el escribir acerca de lo que le pasaba, le pedí que en el
momento en que sintiera esas emociones de tristeza y angustia anotara
en un cuaderno sus pensamientos y emociones. Esto constituye una
tarea de observación, de carácter paradójico (ver García y Schaefer,
2015), pues si ella ahora permitía la expresión de sus emociones para
observarlas, si estas emociones no aparecían, implicaba que ya estaba
procesando la muerte de su abuela, y si aparecían, estaba colaborando
con su propia recuperación.
Además, le pedí que estuviera atenta a cualquier cambio positivo
que observara en ella desde ahora en adelante, por mínimo que pareciera.
Esta segunda tarea induce a un cambio en el foco de atención, desde
los aspectos negativos de su experiencia, a cambios mínimos que pueda
observar y que le permitirán recuperar la esperanza. Por otro lado, se
basa en la premisa de que los problemas no son invariantes (Selekman,
2005), que en algunos momentos quizás estamos con altos niveles de
malestar, pero que en otros esa sensación disminuye o desaparece. La
tarea permite enfocarse en estos segundos momentos.

Sesión 2: la hipnosis
Camila asiste a la segunda sesión con un evidente cambio en su
expresión facial, que lucía más relajado y alegre. Consultada sobre
los cambios positivos mínimos observados, me contó que había sido
capaz, por ejemplo, de responderle a su mamá cuando no estaba de
acuerdo con ella, lo que nunca hacía. Además, en la semana fue capaz
de hablar de su abuelita con una amiga y no se había puesto a llorar;
si bien admitía que igual había sido triste, esto ya no le preocupaba
tanto. Cabe señalar que anteriormente no le era posible hablar sobre su
abuelita, pues no se sentía capaz de hacerlo. Ahora dice darle lo mismo
si se pone a llorar o no.
No obstante estos avances, me señaló que la sensación de angustia
no había desaparecido y que no había logrado descubrir el mensaje de
su «subconsciente». Al conversar sobre esta angustia, en un momento
la describió como una «opresión en el pecho». Cuando le pregunta qué
forma tenía esa opresión en el pecho, la describió inmediatamente como
si hubiera una piedra alojada ahí.

261
Felipe E. García

Al contar con una manifestación corporal de su angustia y con una


metáfora que había surgido de su mismo discurso, di inicio espontánea-
mente a una intervención de carácter hipnótico que describo en detalle
a continuación. Para mayor claridad sobre las bases de una intervención
hipnótica, sugiero consultar a Téllez (2007):

T: ¿Qué es lo que sientes?


C: Una opresión, un dolor.
T: ¿Dónde lo sientes?
C: Aquí (lleva su mano izquierda al pecho).
T: Y qué forma tiene esa opresión.
C: Como una piedra… sí, como una piedra.
T: ¿Podrías describirme esa piedra?
C: Es del color de la piedra, gris, de forma rectangular, pero irregular.
T: Quizás puedas cerrar los ojos… e imaginar esa piedra frente a
ti… ¿cómo es?
C: (Cierra los ojos). Es una piedra llena de agujeros, con pintas
negras, como una piedra pómez, pero dura y pesada, y la tengo clavada
en el pecho.
T: Muy bien, ahora abre los ojos… ahora te voy a pedir que te
relajes… ¿hay alguna actividad que realices que te relaje, una actividad
que en el pasado te haya relajado?
C: Sí, cuando salía antes con mis amigos, lo pasaba bien y cuando
llegaba a casa me sentía tranquila, relajada, y al otro día tenía como
energía.
T: Quizás si recuerdas ahora esa situación… tú estás en casa, de
regreso de un encuentro con tus amigos,… estás en un lugar cómodo…
agradable… y comienzas a sentir este agrado… y quizás lo notes en
tu respiración… la que se hace lenta… profunda… tan profunda que
quizás te comienzan a dar ganas de cerrar tus ojos… pero no los cie-
rres… hasta que sientas que es inevitable hacerlo… por mientras quizás
puedas gozar la sensación de tranquilidad de tu cuerpo… de sopor…
como poco a poco te invade una agradable sensación de sopor… (cierra
los ojos)… y quizás puedas recordar lo que hiciste en el día… estuviste
con tus amigos… entretenida… y por eso estás ahora tan tranquila…
satisfecha… y quizás puedas identificar cuáles son estas sensaciones
positivas de tu cuerpo… y puedas dejar que tu subconsciente se ponga
en contacto con estas sensaciones positivas… y las capture para ti…
y quizás puedas esperar que tu subconsciente te haga una señal… a
través de tu cuerpo… indicando que ya capturó estas sensaciones para
ti… como mover ligeramente uno de tus dedos… sin esfuerzo… sin

262
Capítulo 14

voluntad… solo levantarse… sin cuestionarse ni cómo ni por qué… solo


una señal de tu subconsciente… (tras un minuto, alza ligeramente uno
de sus dedos de su mano izquierda)… muy bien… excelente… ahora
sabemos que tu subconsciente está colaborando… y podemos considerar
esa mano… tu mano izquierda… como el contacto con tus recursos y
sensaciones positivas… de seguridad… de relajación… de satisfacción…
y quizás nuevamente puedas visualizar esa piedra… gris… pesada…
con agujeros… y pintitas negras… la tienes frente a ti…
C: Sí, está frente a mí.
T: Solo obsérvala… descubre sus detalles… ¿por qué está ahí?…
quizás puedas tomar su peso… olerla… conocerla mejor… Ahora te
voy a pedir algo especial… quiero que te transformes en esa piedra…
que te introduzcas en ella… que seas la piedra… ¿cómo te sientes?
C: Pesada… me duele… es llorar mucho… no paro de llorar…
siento angustia (la consultante no está llorando, pero su cara refleja
angustia).
T: Muy bien… ¿por qué estás ahí…?
C: No lo sé… es triste.
T: Puedes decirle algo a Camila… hablarle como la piedra que
eres…
C: Estoy aquí porque necesito que no te muevas… quiero que te
quedes ahí… que no avances… es tanto el dolor… eres frágil y cual-
quier cosa podría hacerte daño… (caen lágrimas)… me siento dura…
inmóvil…
T: Muy bien. Ahora puedes dejar de ser piedra y volver a ser Ca-
mila… Camila, ¿podrías contestarle a la piedra?…
C: Sí… yo no te necesito… quiero que descanses… que te vayas…
tienes mucha pena y quiero que descanses…
T: Muy bien… ahora quiero que tomes la piedra, que la saques de
tu pecho con una de tus manos… la derecha quizás… (hace el gesto de
sacarse algo del pecho)… y a lo mejor puedes permitir que tus manos se
junten… y ambas manos toquen esa piedra antes de guardarla en otro
lado… porque quizás ya cumplió su ciclo… y la puedes guardar como
un recuerdo… pero antes de guardarla… quizás la puedas transformar…
C: Ya lo hice…
T: Muy bien… ¿qué le hiciste…?
C: Ahora está más blanca… más pequeña… menos pesada… está
pulida y brilla… es brillante.
T: Muy bien, entonces ya la puedes guardar en un rincón de tu
subconsciente… y quizás quieras decirle algo antes de guardarla…
despedirte… agradecerle por lo que te ha dicho… Y ahora me gustaría

263
Felipe E. García

que llevaras tu mano izquierda hacia el lugar donde sacaste la piedra…


y esa mano izquierda… que es el contacto con tus recursos positivos…
puede ayudar a llenar ese vacío… con satisfacción… relajación…
seguridad… con experiencia… y cuando sientas que has llenado ese
espacio, puedes descansar la mano… ambas manos… (tras un rato,
lleva su mano al regazo)… y quizás nuevamente puedes concentrarte
en tu respiración… en ese aire limpio que te va llenando de energía…
de una energía agradable y positiva… que llega hasta tus pies… tus
piernas… la energía se apodera de tus brazos… de tu tronco… mucha
energía positiva que llega a tu cabeza… y tu rostro… y cuando te sien-
tas completamente energizada… en el momento que tú quieras… sin
necesidad de apurarte para ello… podrás abrir tus ojos y volver aquí y
comentarme lo que quieras de tu experiencia… (tras un rato, abre los
ojos y se despereza)… Muy bien, ¿deseas contarme algo?
C: Sí… la piedra era la muerte, era como una tumba encima,
cuando era piedra me acordé de un sueño, una pesadilla, estaba en una
urna de piedra, muerta, y mi familia estaba alrededor de mí, pero yo
no estaba muerta, y nadie se daba cuenta, entonces yo me desesperaba,
hablaba y gritaba, pero no me escuchaban, entonces yo no podía salir,
era desesperante…
T: ¿Y ahora?
C: Ahora me siento más liviana, me saqué un peso de encima…
creo que no aceptaba la muerte, pero siento que es algo que tiene que
pasar y yo no lo puedo impedir… no le quiero tener miedo a la muerte…
T: La muerte de tu abuelita…
C: Sí, y mi propia muerte, porque siento que morí con mi abuelita,
como que me identifiqué con ella… pero ahora ya no siento eso… creo
que si me preguntan si viviría de nuevo ese momento yo diría que sí,
porque me enseñó muchas cosas… he sufrido, pero también aprendí
muchas cosas.
T: Y quizás si vivieras ese momento ahora lo enfrentarías de otra
manera, porque ahora tienes más experiencia… más fuerza…
C: Sí, yo creo que sí…
T: Y ahora eres capaz de entender la opresión y el dolor… y tu
subconsciente puede empezar su tarea reparadora… en la medida que
conectaste tu opresión con tus recursos… como los linfocitos… los anti-
cuerpos cuando descubren el daño… simplemente ayudan a regenerarte,
sanarte, sin intervención de tu voluntad, por eso te voy a pedir que de
aquí a la próxima sesión estés pendiente de esos cambios, pequeños o
grandes, que se van a producir, cambios positivos que te señalarán que

264
Capítulo 14

ya todo está en proceso de reparación, y cuando de nuevo nos veamos


me contarás entonces cuáles fueron estos cambios.

El ejercicio hipnótico señalado buscó usar la metáfora verbalizada


por Camila, para hacer una exploración más profunda de su angustia
y de su relación con ella, así como promover un reprocesamiento de
esa relación, que la lleva no solo a encontrar un sentido a su emoción,
sino además a modificar su valencia.
Tras el término de la intervención, y debido a sus efectos benefi-
ciosos, se le reiteró la tarea de observar cualquier cambio positivo que
se presente, por mínimo que sea, hasta la siguiente sesión.

Sesión 3: el reencuadre
Nuevamente se observa a Camila con un buen semblante cuando
se inicia la sesión. Se ve sonriente y parece segura de sí misma. Señala
estar mucho mejor con su angustia. Ahora ya no siente esa opresión en
el pecho, «ahora es como una piedra chiquitita», me señala, atendiendo
a la metáfora empleada en la sesión anterior. Había observado durante
la semana una disminución de la tristeza y de la angustia; tampoco
siente culpa respecto a la muerte de su abuelita ni tanta pena cuando
habla de su muerte y de la muerte en general.
Sin embargo, señaló tener otro problema que la afectaba mucho y
que quería solucionar. Si bien, en general no es recomendable terminar
una terapia y continuar inmediatamente con otro motivo de consulta
en el mismo cliente, debido a que genera cierta dependencia hacia el
terapeuta y la posibilidad de que no se sienta capaz de afrontar por sí
misma los problemas de la vida, en este caso, debido a la rapidez de
los cambios observados, preferí escuchar y abordar el nuevo problema,
pues a mi entender no se habían consolidado aún aprendizajes sólidos
respecto a sí misma que fortalecieran su agencia personal. En otras pala-
bras, a la vez que se entraba a una fase de mantenimiento respecto a los
cambios ya producidos, intentaría que estas fortalezas las aprovechara
para enfrentar el nuevo problema. Me dispuse, entonces, a escucharla.
Comentó que desde la muerte de su abuela tenía problemas con la
comida y que esto no lo había podido superar como los otros proble-
mas. Me explicó que no es que no «deseara» comer, sino más bien que
no podía tragar la comida («se me cierra aquí», explica tomándose la
garganta), pues le daban náuseas y deseos de vomitar. Igual terminaba
comiendo, obligándose a hacerlo, pues sabía que no podía dejar de

265
Felipe E. García

alimentarse. Esto descartaba problemas de conducta alimentaria como


la anorexia o la bulimia. Si bien se veía delgada, estaba motivada por
alimentarse.
Aprovechando las metáforas que ya habíamos empleado en el
problema de duelo, le dije que es difícil tragar cuando tenemos una
piedra alojada en el pecho, y que era necesario prestar atención a ese
otro mensaje de su cuerpo, averiguar qué le quiere decir su subcons-
ciente dificultándole el comer. Ella no encontraba explicación de por
qué comenzó este problema tras la muerte de su abuela.
En ese momento se realiza una intervención hipnótica con el ob-
jeto de enseñarle, en primer término, una técnica de relajación, y por
otro lado, permitirle el reencuadre de su experiencia de la muerte de
su abuelita. Como técnica de relajación se utiliza principalmente la
respiración abdominal. Una vez constatado el estado de tranquilidad,
se da paso a la siguiente fase de la intervención, la que se describe en
detalle a continuación.

T: Y así como relajas tu cuerpo… también puedes despejar tu men-


te… abriendo una ruta despejada hacia lo más interior de tu mente…
de tal modo que llegues muy… muy adentro… hacia tus recuerdos…
hacia tus recursos del subconsciente… de tal modo que logras conectar
tu cuerpo con tu subconsciente… de tal modo que tu subconsciente
se pueda comunicar a través de tu cuerpo… así como ahora mueves
algunos de tus dedos levemente… libremente… automáticamente… sin
control de tu voluntad… solo un medio de comunicación con tu sub-
consciente… en el que están tus experiencias. Y entonces puedes navegar
en tu subconsciente… intentando encontrar un recuerdo agradable…
un recuerdo de un momento en el que sientes que diste lo mejor de ti…
del cual te sientas orgullosa… orgullosa de ti misma… y cuando esta
experiencia esté en el ojo de tu mente… quiero que tu subconsciente
me haga una señal a través de tu cuerpo… alzando levemente cual-
quier dedo de tu mano… en cuanto tu subconsciente esté dispuesto a
trabajar con esa experiencia… solo… y sin control de tu voluntad…
se alzará uno de tus dedos (se mueve el índice de su mano derecha casi
de inmediato)… muy bien… entonces ahora quiero que revivas esa
experiencia como si la vivieras ahora… como si nuevamente tuvieras
esa edad… y pasarás por esa experiencia… y quizás tu subconsciente te
pueda brindar, ahora, las mismas sensaciones positivas que empiezan a
inundar tu mente… y tu cuerpo (se ancla tocando la muñeca derecha)…
y ahora puedes abandonar esa experiencia… cargada de energía… que
puedes traer aquí… antes de iniciar otro viaje a tu subconsciente… y

266
Capítulo 14

ahora estás en paz… tranquila… relajada… y quiero que nuevamente


despejes el camino de tu mente… insuflando aire… de tal modo que
puedas sumergirte de nuevo en tus recuerdos… como aquel recuerdo
en el que estás en tu pieza… tirada en una cama… creyendo que te
vas a morir… sin poder comer… porque no puedes tragar… porque
todavía no aprendes a despejar tu garganta… a relajarte a través del
aire renovado de tu respiración… cuando todavía no comprendías lo
que te pasaba… no como ahora… que sí comprendes… y cuando esta
imagen esté en el ojo de tu mente… y tu subconsciente esté dispuesto
para una tarea reparadora… quiero que haga una señal a través de tu
cuerpo… alzando uno de los dedos de tu mano (nuevamente levanta el
índice de su mano derecha)… y tú estás mirando esa escena… la Camila
de ahora está observando a la Camila de entonces… y quizás la puedes
acompañar… acercarte a ella… brindarle protección… hazlo… (se toca
la muñeca derecha)… yo también estoy contigo… acompañándote…
y la Camila de ahora… que tiene más recursos… y más experiencia…
que sabe qué hacer… quizás pueda ayudar a la Camila de entonces… ex-
plicarle algunas cosas… enseñándole a respirar… a limpiar su cuerpo…
Y así pasan los días… Y la sigues acompañando… Y te das cuenta de
que eres capaz… Porque eres una chica llena de recursos… Entonces el
tiempo sigue pasando… Hasta llegar a hoy… En donde están juntas….
Unidas en una sola persona… en la Camila de ahora… ya fuiste capaz
de movilizar a tu subconsciente… para iniciar su tarea reparadora…
de forma automática… natural… y quizás tu mente consciente pueda
ayudar… enseñando a tu cuerpo a respirar… a despejar tu cuerpo… de
tensiones… preocupaciones… a través de una respiración abdominal…
lenta… profunda… y cuando tu subconsciente esté dispuesto a con-
tinuar esta tarea reparadora… cuando entienda perfectamente lo que
debe hacer… entonces permitirá a tu cuerpo que empiece a moverse…
lentamente al principio… saliendo de esta relajación… volviendo aquí…
ahora… a esta oficina… y podrás abrir los ojos… y si quieres podrás
contarme algo de lo que viviste (tras un minuto comienza a mover los
dedo, tras otro rato mueve los brazos, finalmente abre los ojos). Muy
bien… ¿deseas comentarme algo?
C: Sí, esa experiencia gratificante. No sé cómo me acordé de eso…
fue hace como tres años y se murió el papá de una compañera, y estuve
con ella y la ayudé, y me sentí orgullosa de haberla ayudado.
T: Qué valiosa experiencia y era justo lo que necesitabas hacer
contigo misma, en ese momento del recuerdo, cuando te sentías des-
amparada: darte amparo.

267
Felipe E. García

C: Sí, en el recuerdo me abracé antes de que usted me lo dijera…


yo ya me había abrazado.
T: Eso es muy bonito, lo necesitabas y conseguiste protección de
ti misma.
C: Sí, y eso me hace sentir bien… ahora me siento más aliviada.
T: Es increíble el poder de la mente, que así como crea estos pro-
blemas también es capaz de sanarte, ahora solo debes confiar en tu
subconsciente, en su naturaleza reparadora.

Se le asigna como tarea realizar el ejercicio de respiración abdominal


todos los días en la noche por una semana y también en los momentos
en que sienta que no va a poder comer, aunque se le induce que esto va
a ocurrir cada vez en menor frecuencia. Finalmente, se le reitera que esté
atenta a los cambios, pequeños o grandes, que van a empezar a ocurrir
en ella desde este momento en relación con su dificultad para tragar.

Sesión 4: prescribiendo el síntoma


Camila llegó a sesión más aliviada. Comenta que después del úl-
timo encuentro come más y mejor, y que incluso su hermana se había
sorprendido al verla comer. Además, estaba mejorando sus resultados
en sus estudios pues ahora podía concentrarse mejor.
Sin embargo, señaló mantener pensamientos negativos respecto a las
comidas que la hacían sentir náuseas y que muchas veces no podía controlar.
Estos pensamientos eran principalmente «si como, voy a vomitar» o «me
van a dar arcadas», los que aparentemente eran de carácter anticipatorio
y no cuando estaba comiendo.
Como tarea se le da una prescripción del síntoma, que consiste en
no resistir a esos pensamientos sino más bien permitir que lleguen a
su mente, con el fin de agotar su incidencia, «dejarlos expresarse hasta
que se cansen». Se le pide que cuando estuviera en casa dedicara un
momento del día a llenar una plana completa de cuaderno escribiendo
las frases que le molestaban. Esto durante los tres primeros días. Los
restantes cuatro días, debía también repetir estas frases una vez al día,
pero ahora a manera de autoverbalizaciones y hasta que se cansara
de repetir lo mismo (se le señaló como límite unos cinco minutos de
autoverbalizaciones, pero que esto podría variar). La única restricción
era no realizar estas autoverbalizaciones en la proximidad de alguna
comida. Señaló que la tarea le parecía difícil pero que igual la iba a
cumplir, pues quería impedir que esos pensamientos la afectaran.

268
Capítulo 14

El objeto de esta tarea fue aumentar la sensación de control que


ella tenía de sus pensamientos, también se buscaba disociar el pensa-
miento de su concomitante emocional al tener el deber de decírselo
aun cuando no sintiera náuseas; un tercer objetivo fue saturar su mente
de tal modo que el pensamiento finalmente no le produzca ninguna
respuesta. Como tarea, debido a su carácter aversivo, se sugiere usarla
solo cuando la alianza es fuerte y se observe a la consultante compro-
metida con las acciones sugeridas por el terapeuta.

Sesión 5: la autohipnosis
Camila cuenta que la tarea fue muy difícil en un principio, pues
tendía a sentir náuseas cuando lo hacía, pero que en el transcurso de los
días el pensar esas frases no le producía ningún efecto. Incluso señala
que el día anterior, contrariando las indicaciones, empezó a escribir estas
frases mientras comía y que igual había podido almorzar sin problemas.
Cabe señalar que la transgresión de las indicaciones dadas en la
sesión anterior, al surgir más bien de ella, la ayudó a aumentar su sen-
timiento de autoeficacia al percibirse a sí misma como una persona que
tomaba sus propias decisiones respecto a su problema.
La felicité por sus cambios y por su compromiso con la terapia y
le señalé que todo lo logrado era gracias a ella misma, por tener un
rol activo en su recuperación y por saber escuchar los mensajes de su
subconsciente.
Con el fin de reforzar su independencia con relación a la terapia,
realicé una intervención que consistió en enseñarle una técnica de au-
tohipnosis para que pudiera usar por sí misma en caso de requerirlo.
Para más información sobre técnicas de autohipnosis, se sugiere leer a
Anwandter (2009).
Le expliqué por primera vez que las actividades realizadas en la
segunda y tercera sesión eran una forma de hipnosis y le aclaré que esta
no era lo que uno ve en la televisión, pues no existía en ella una real
pérdida de conciencia, más bien se trataba de una forma de comunicar
a la conciencia con el subconsciente a través de una «línea abierta, di-
recta, sin intermediarios» y, de ese modo, promover un cambio positivo.
Le aclaré además que la capacidad de aprovechar este estado no
dependía de las habilidades del terapeuta sino de la disposición del
cliente, pues es él quien se debe transformar en su propio terapeuta
y que, por lo tanto, ella podría hipnotizarse a sí misma utilizando la
técnica apropiada para ello. De ese modo, se facilitaría la comunicación

269
Felipe E. García

con los contenidos de su subconsciente, lo que le permitiría trabajar


como un todo.
Luego de enseñarle y entrenar la técnica, le indiqué como tarea rea-
lizar un ejercicio de autohipnosis diaria para reforzar aquellos aspectos
que deseaba cambiar y para abordar con mayor seguridad los desafíos
a los que se viera enfrentada, como cuando era invitada a comer fuera
de casa por amigos o familiares.

Sesión 6: reforzando el cambio


Camila llega a la sexta sesión acompañada con una amiga que la
aguarda en la sala de espera. Comentó que se encontraba bien, que in-
cluso había ido a comer a la casa de la amiga que ahora la acompañaba
y que no solo se había atrevido a asistir y a comer, sino que además
había pedido que le repitieran el plato. Le pregunté si su amiga estaba
en conocimiento de su problema y me respondió que sí, por lo que tras
solicitar su autorización la hago ingresar a la oficina y le pregunto qué
cambios ella había observado en Camila en el último tiempo.
Su amiga indica varios:

1. Habla más de lo que siente y de su abuelita, lo que antes no hacía


nunca, era un tema vedado para ellas.
2. Sale más con amigas, se nota más sociable que antes.
3. Está comiendo más. Incluso, cuando la invitó a comer a su casa
el día de ayer, pensó que no aceptaría, pero sí acepto y que incluso había
pedido más a su mamá.

Felicité a Camila por esto y le advertí que había cambiado y con


mucha rapidez, lo que era bueno por un lado, pues esto le había de-
mostrado que era posible salir adelante y superarse, pero que a veces,
con tanta rapidez, no dábamos tiempo al organismo para adaptarse a
estos nuevos cambios, por lo que a veces podía recaer, pero que una
recaída no era negativa, sino una señal de que debemos ir más lento.
El objetivo de este comentario era, por un lado, reforzar el cambio,
pero también busqué prevenir una recaída, pues era consciente de la
rapidez en que se produjeron los cambios en la consultante.
Debido a sus vacaciones, convenimos la próxima sesión para quince
días más, pero dejé abierto un canal de comunicación a través de e-mail
por si en ese lapso ella necesitara comunicarse conmigo y preguntar

270
Capítulo 14

algo. No acordamos en esta ocasión alguna tarea específica, más que


continuar con los ejercicios de relajación y autohipnosis si lo necesitaba.

Entre sesiones: la recaída


Ocho días después de la última sesión recibo un e-mail en donde
me relata una fuerte recaída cuando va a visitar a una amiga al campo.
Comenzó a sentir náuseas de nuevo al momento de comer, sin que pu-
diera ayudarse con técnicas de relajación, ni respiración ni autohipno-
sis. Lo único que logró calmarla fue mojarse las manos con agua fría.
Transcribo textualmente el e-mail:

Hola espero que al recibo de este mail se encuentre bien.


Primero que nada yo le agradezco la buena disposición que
ha tenido para ayudar a esta cabeza medio loca que tengo,
psicólogos como usted, con esa vocación de servicio, déjeme
decirle que si no es el único, quedan muy poquitos, pero dicen
que la esperanza es lo último que se pierde y ya lo comprobé,
yo creo de verdad que nunca voy terminar de agradecer su
ayuda ya que para mí esto es demasiado importante, cómo no
va a serlo si es algo que me ha quitado muchas veces las ganas
de vivir, la sonrisa. Le cuento: el viernes en la tarde me fui al
campo de mi compañera, llegamos y dicen: tomen asiento,
era una mesa de puro asado, usted dirá que rico pero yo me
sentía con una angustia y mi estómago estaba demasiado
apretado, comí lo que pude, casi nada, luego me vinieron
más fuertes las ganas de vomitar, me pare, fui al baño, intente
hacer los ejercicios de relajación, no podía, no me resultaba,
hasta que coloque mis manos en el agua mientras miraba mi
rostro pálido, luego me sentí un poco mejor y regresé. Luego
busqué algo que me hiciera sentir mejor hasta que vi unas
cartas y le dije juguemos, desde ahí logré estabilizarme hasta
que me dicen acostarse, me vino un rechazo, ganas de vomitar
tan intensas que yo no logré desaparecer ningún poquito y
me acosté como pude, totalmente desvanecida, ellos se dieron
cuenta, me observaron y yo dije que era dolor de estómago.
Esa noche volví hacer los ejercicios de relajación, luego a
recordar cosas donde tenía mucha fuerza para entregármela,
en eso me quede dormida luego de unas buenas horas des-
pués. Ahora estoy un poco mejor, estoy cansada, triste, hasta
cuando, más de un año con esto, a veces pienso que lo mejor
vuelva a tomar pastillas, aunque me duela, pero yo no soporto

271
Felipe E. García

más, estoy cansada no sé no sé no sé realmente hasta cuanto


tiempo más así, porque esta ansiedad a qué se debe porque
por ejemplo estoy tranquila y escucho el timbre y me vienen
todos los síntomas, cualquier cosa de cambio me produce
eso, síntomas. Perdóneme por molestarle en las vacaciones
y espero no haberlo aburrido con este tremendo discurso, lo
siento de verdad, me despido agradecida de toda su ayuda y
que aun estando en vacaciones lea un email de esta niña que
no se dejara vencer pero que a veces piensa que le va a ganar
porque está muy agotada. Gracias por todo.

Como respuesta le envío el siguiente e-mail.

Bueno, como te dije, tus cambios han sido rápidos, pero


para que sean profundos deben ser más pausados. Esto es igual
que aprender a caminar: las caídas son inevitables, duelen,
pero ayudan a corregirse para afirmarse mejor. Entiendo que
te desesperes, pero nunca pierdas la esperanza, tú misma te has
dado cuenta de que no eres la misma de hace un par de meses
atrás, que has cambiado, y, bueno, ya aprenderás a pararte.
Anda a verme el viernes 30 a las 19,30 hrs. y conversamos.
Nos vemos.

Si bien la recaída era esperable y se trabajó en ello en la sesión seis,


su entusiasmo por los cambios la llevó a obviar, a olvidar esta posibili-
dad. Volver a sentir malestar asociado a la comida tras pensar que todo
eso había sido superado, significó para ella no solo un retroceso, sino
una verdadera derrota para la cual no estaba preparada.
Una recaída generalmente no implica volver a un nivel basal, y para
ello es imprescindible explorar en la siguiente sesión qué diferencias ob-
serva desde el momento que inició la terapia hasta el momento actual,
para que pueda amplificar los pequeños avances. Un proceso terapéutico
muchas veces implica avanzar dos pasos y retroceder uno para afirmarse.
En este caso, la recaída es una oportunidad para percatarse de su evolu-
ción real, probar que ya es capaz de afrontar los momentos difíciles de
una manera distinta y detectar aspectos que aún deben ser corregidos.

Sesión 7: prescripción de la recaída


Camila se ve demacrada e inmediatamente acusa sentirse angus-
tiada. Le pido que relate la situación de la recaída y nuevamente le

272
Capítulo 14

explico que una recaída era esperable por lo rápido que ha avanzado.
Le pregunto «¿qué auto tiene más probabilidad de salirse de la pista,
uno que anda a toda la velocidad o uno que marcha a menor velocidad
de la permitida?».
También se le señala que si bien parece haber retrocedido en un
aspecto, quizás no había retrocedido en todo, lo que ella acepta, por lo
que le pido que me describa qué cambios no han sufrido un retroceso.
Me menciona:

1. «Puedo hablar de mi abuelita y de la muerte, puedo ver a una


persona enferma y mirarla a los ojos».
2. «Ahora tengo ganas de vivir, antes se me habían quitado las
ganas, sentía que esto no iba a terminar nunca. Ahora estoy mal, pero
no me voy a rendir».
3. «Ya no vomito. Igual me dan náuseas como en la casa de mi
amiga, pero no alcanzo a vomitar. Antes vomitaba. Ahora como nomás,
me distraigo y como, no dejo de alimentarme».
4. «Ahora puedo concentrarme al estudiar, incluso he subido mis
puntajes».
Define su problema actual como «una angustia muy fuerte que me
vino por esto. Me dan ganas de desmayarme, de huir…».
Se realiza una redefinición de esa angustia, señalándole que eran
mensajes de un cuerpo que le quiere comunicar algo. Esta redefinición
se la había planteado antes, y había tenido buena recepción pues a
partir de ella, se había comprometido a realizar actividades o tareas
que le permitían encontrar un significado a las señales de su cuerpo y
su estado emocional.
Después se le relatan distintas metáforas que podrían ayudar a expli-
car los mensajes de su cuerpo. Lo que describo en detalle a continuación.

T: ¿Sabes andar en bicicleta?


C: Sí.
T: ¿A qué edad aprendiste?
C: Como a los cinco años.
T: ¿Y aprendiste de una sola vez o a veces, al girar el manubrio, la
bicicleta se iba para un lado, o frenabas muy brusco, o te caíste?
C: Sí, me caí varias veces, también me iba para el lado cuando
doblaba.
T: ¿Y luego de eso?

273
Felipe E. García

C: Lo intentaba de nuevo… pero andaba más tensa, como apretan-


do el manubrio (sus señales no verbales indican que de alguna manera
acaba de comprender su nivel de angustia actual).
T: Claro, estabas más tensa después de una caída, por el miedo a
volver a caer, y a veces caías y a veces no, pero luego uno aprende y ya
no necesita estar tenso, porque dominas mejor la bicicleta…
C: Como cuando aprendí a manejar… (me interrumpe).
T: Claro, cuando uno maneja un auto también, al principio uno
maneja muy lento… y muy tenso… y cuando fallas, cuando se te para
el motor, lo vuelves a intentar, una y otra vez, hasta que adquieres más
confianza… y quizás ahora, si sabes manejar, ya no lo haces tan tensa,
a menos que lo necesites, cuando hay alto tráfico, pero por lo general
uno maneja sin darse cuenta, porque uno ya lo domina, pero esto no se
aprende de un día a otro, uno no anda a mucha velocidad al principio,
hasta haber aprendido bien. Uno comete errores, pero con los errores
uno aprende a corregirse. Los errores, las caídas, los retrocesos, son en
verdad una posibilidad de aprendizaje, una experiencia de crecimiento.
Ahora te estás preparando para una prueba, yo tengo un alumno que
estaba desanimado porque cometía muchos errores, yo le pregunté en
qué se había equivocado y no lo sabía, entonces yo le dije cómo iba a
superar sus errores si no sabía en qué se equivocaba, podía ser por leer
mal, o por marcar mal, o por hacer un mal cálculo, o porque arries-
gaba mucho, o simplemente porque no sabía cómo hacer un ejercicio.
Entonces le pedí que analizara sus errores en los ensayos, porque solo
así podía avanzar. Tú misma quizás a veces sacas un puntaje y luego,
en otro ensayo, sacas un puntaje inferior, lo que es normal porque
estás en una fase de aprendizaje, entonces uno puede desanimarse por
el puntaje, o puede averiguar por qué bajó, y de esa manera corregir
lo que haya estado mal.

Tras la metáfora, analicé con ella su problema actual. Me contó


que efectivamente sentía que iba muy rápido, estaba entusiasmada con
los cambios que se habían producido y quizás ahora su subconsciente
le estaba pidiendo que parara, que no lo presione tanto. Entonces le
repliqué que hay que saber escuchar los mensajes que el subconsciente
envía a través del cuerpo, porque el cuerpo no es un enemigo, es más
bien un amigo que intenta decirnos algo.
Le pido entonces como tarea la prescripción de una recaída. Le
solicito que evalúe en una escala de 1 a 10 el nivel de angustia que
sintió cuando intentó comer donde su amiga e indica «10», luego le
pido que evalúe su angustia antes de someterse a terapia y nuevamente

274
Capítulo 14

indica «10». Finalmente, le pido que evalúe su actual nivel de angustia


en sesión e indica «6». Le explico que así como cuando uno baja en
puntaje hay que averiguar el porqué, cuando uno retrocede en el cam-
bio también es necesario averiguar el porqué, por lo que le pido que
escriba en un cuaderno todo lo que pase por su mente en un momento
de «angustia 10». Le refuerzo que debe tomar estos retrocesos como
una «experiencia de aprendizaje» en donde aprenderá más acerca de sí
misma. Luego le sugiero que nuestro subconsciente a veces es esquivo y
quizás se resista a mostrar una «angustia 10», por lo que se hace nece-
sario ayudarlo de alguna forma a expresarse. Entonces, le sugiero que
un día de la semana se provoque voluntariamente un nivel de «angustia
10» y luego anote todo lo que se le pase por la mente. Ella designa el
día lunes, a la hora de almuerzo, como el día en que voluntariamente
se provocará una «angustia 10».
Después de esto, ella relata un segundo problema, que es su cercanía
a una tía que parece actualmente una depresión y que está bajo tratamien-
to psicológico. Su tía tiene ideación suicida y ella se siente moralmente
obligada a acompañarla, máxime cuando fue su tía quien la apoyó a
ella cuando estuvo mal. Sin embargo, en los momentos en que su tía le
cuenta sus problemas, le señala lo mal que está o le comenta sus deseos
de matarse, Camila siente una gran angustia y deseos de huir y encerrarse
en el baño, pero no puede hacerlo.
Le pido que escuche a su subconsciente y que averigüe qué men-
saje le está intentando enviar al hacerla reaccionar así al escuchar los
problemas de su tía. Responde que quizás su subconsciente no quiere
que le pase lo mismo. «Contagiarme como me contagié con mi her-
mana» (haciendo alusión a su problema con la comida). Refuerzo su
explicación indicándole que su mente tiene almacenada esa experiencia
en relación con su hermana y que quizás ahora teme verse nuevamente
influida ante los problemas de su tía, y que su modo de protegerla es
haciéndole sentir angustia y deseos de huir. Camila acepta la redefinición,
pero señala que no puede dejar de acompañar a su tía, pues se siente
comprometida con ella.
Le indico que existe un medio de compatibilizar ambos deseos que
aparentemente parecen opuestos. Para ello le recuerdo el inicio de la
terapia, cuando ella tuvo la posibilidad de tratarse con dos psicólogos
a la vez y le manifesté la inconveniencia ante la posibilidad de que
las terapias se pudieran interferir entre sí, por lo que le hice optar
por uno de los dos para tratar su problema. Entonces le propuse una
«división de tareas» que deberá pactar con su tía, que consiste en dejar
todos los problemas y los pensamientos negativos para tratarlos con el

275
Felipe E. García

psicólogo y dejar para ella la posibilidad de conversar cosas positivas o


neutras y acompañarse, con el ánimo de no interferir con el tratamiento
psicológico.
Camila acepta la instrucción agregando que cree que su tía estaría
de acuerdo, pues cuando era ella la depresiva, su tía siempre le decía
que debía salir adelante y pensar positivo.

Sesión 8: la prescripción del síntoma


Camila asiste notoriamente mejor. Se ve más sonriente y tranquila.
Señala haber bajado su nivel de angustia en los últimos tres días. La tarea
no la pudo realizar completa, pues no tuvo muchos episodios de «angustia
10» (que era justamente lo que yo esperaba al asignar la tarea), aunque
sí fugaces episodios de «angustia 9» al momento de despertar, en los
que realizó el análisis que se le pedía descubriendo así, al darse cuenta
en qué otros momentos de su vida ha sentido eso mismo, cuál era el
«mensaje» que le enviaba su subconsciente.
Comenta que hace cinco meses atrás, una amiga se sometió a un
aborto. Ella intentó convencerla de que no lo hiciera, pero al parecer su
amiga no parecía tener otra alternativa. La sensación que tuvo en ese
momento era similar a su sensación actual en la mañana. Gracias a eso,
se percató de que su angustia era una reacción de su «subconsciente»
ante el sentimiento de culpa por no haber sabido convencerla. Esto le
significó un alivio (enterarse de la causa), aunque no desapareció la an-
gustia matinal. Al preguntarle qué recursos tenía en ese momento que le
hubieran ayudado a dialogar con su amiga, declara que pocos, porque
ella misma estaba con depresión y con un duelo no resuelto. La felicito
por aprender ahora más acerca de su cuerpo y su modo de funcionar.
Luego relata que se forzó a sí misma la «angustia 10» el día lu-
nes, lo que calificó como una experiencia muy difícil. Logró sentir la
«angustia 10», pero comenta que después de eso sintió una relajación
muy grande y agradable.
Finalmente, aclara que llegó al acuerdo con su tía de dividir las
tareas. Aunque se lo comunicó en forma sutil, la tía estuvo de acuerdo
en conversar solo de cosas positivas con ella y dejar los problemas para
conversarlos con el psicólogo o con otras personas. Hubo un momento
en que no respetó el acuerdo, pero ella inmediatamente se lo recordó,
logrando el cambio de tema. Esto ha hecho que sienta menos pesada
la labor que emprendió de ayudar y acompañar a su tía. Además,
descubrió otra cosa que le fue muy útil. Para entretenerse acostumbra

276
Capítulo 14

a chatear junto a su tía con otras personas, pero un día en la semana


su tía le comentó que no podía chatear más porque su psicóloga se
lo prohibió. Camila quiso chatear igual, pero al momento de hacerlo
empezó a sentir angustia. Ahí se acordó de que su angustia es una re-
acción de su subconsciente para evitar el «contagio» de otros síntomas,
descubrió entonces que su reacción al chatear era solo porque se estaba
contaminando con lo que sentía su tía, así que de todos modos chateó,
no se dejó vencer, superando rápidamente la sensación desagradable.
Respecto a la comida, está comiendo mucho mejor, no ha vomitado
ni ha sentido arcadas, pero debe comer muy lento, «a mi propio ritmo»
señala, indicando que ahora está respetando los ritmos que le impone
su cuerpo, sin forzarlo a dar más de lo que puede dar.
Después de reforzarle los cambios presentados, y el ritmo apropiado
en que se está llevando a cabo ahora este proceso, le asigno como tarea
nuevamente una prescripción del síntoma: le sugiero que no elimine su
angustia matinal, sino más bien que «le saque el jugo» a su angustia, es-
tableciendo diálogos con ella por algunos minutos durante cada mañana
durante toda la semana. Le advierto que, si despierta sin angustia, debe
provocársela para poder interrogarla, de tal modo de «no desaprovechar
esa oportunidad» de contactarse con ella, conocerla y finalmente aliviarla.
Ella acepta sin problemas esa tarea.

Sesión 9: finalizando la terapia


Camila llega mucho mejor. Señala tener en general una ansiedad
«4» en su vida cotidiana. Los momentos más duros siguen siendo por
las mañanas y por las noches. En cuanto a su alimentación, está desa-
yunando, almorzando y también come algo por las noches, aunque a
su ritmo, sin apurarse. En ocasiones se desanima pensando que podría
recaer, pero luego se estimula a sí misma señalándose que eso es normal.
En dos ocasiones se ha percatado de su modo de responder con
angustia ante el temor de «contagio» con otras personas. La primera
cuando una prima se atoró con una espina de pescado y tuvo que ir
al baño. En ese minuto sintió angustia, pero se dijo a sí misma que no
había peligro, pues eso le estaba sucediendo a otra persona, por lo que
evitó sentir arcadas ella misma. La segunda ocasión fue cuando un tío
se lavaba los dientes y le dijo que le daba náuseas hacerlo, entonces
ella sintió temor de que le vinieran también náuseas, vino la angustia
y luego la frenó al tomar conciencia nuevamente de su mecanismo de

277
Felipe E. García

«imitación». Estos sucesos le han aumentado la confianza en su capa-


cidad de dominar su angustia (autoeficacia).
Como un medio de evaluar el proceso de cambio, y también como
una forma de aprovechar sus recursos personales al ser actriz amateur
en una compañía de teatro, se realiza un juego de roles consistente en
intercambiar nuestras funciones, de tal modo que ella toma asiento en
el puesto del terapeuta y el terapeuta se acomoda en el puesto de la
consultante. Enseguida simulo un caso muy parecido al que ella presentó
en un principio: un joven tras un proceso de duelo, con sentimientos de
culpa, tristeza, angustia y desesperanza, y con trastornos psicosomáticos
relacionados con la comida. Ella, en su rol, intenta explicar la natura-
leza de mi estado (haciendo alusión a las fases del duelo) y me sugiere
medios de acción. Se recalca mucho en mi actuación la preocupación
sobre si mi problema es solucionable o no, si puedo tener esperanza
y sobre qué sucedería si presento recaídas. Sus respuestas reflejan, en
este caso, los aspectos fundamentales que ella rescata de la terapia y
permite también reforzar aquellos elementos que parecían más débiles
en su proceso de recuperación, como son la desesperanza y las recaí-
das. Tras el ejercicio, Camila comenta que ha programado una salida
a una discoteca con una amiga, siente temor de que pueda aparecer la
angustia tal como cuando fue a ver a su amiga en el campo, pero sabe
que no debe apurarse y si se siente mal solo debe retirarse y volver a su
casa, sin forzarse a permanecer ahí si no lo desea.
Ante los cambios positivos ocurridos, solamente se le refuerza y se
le sugiere una sesión de seguimiento en quince días más.

Sesión 10: primer seguimiento


Camila se observa físicamente muy bien. Llega a sesión con un
peinado juvenil y con un maquillaje sutil. Sus ojeras han desaparecido,
su semblante es más sonriente y su tez tiene más color.
Comenta sentirse mucho mejor. Incluso afirma que su angustia
matinal desapareció por completo después de la sesión anterior, y solo
reapareció en una ocasión posterior y sin mucha intensidad.
Dice tener aún algunos problemas al comer, pues le dan náuseas
tras un rato ingiriendo alimentos. Ella toma esta dificultad como una
pequeña recaída absolutamente normal, por lo que se siente segura de
que tras unos días volverá a comer sin mayores dificultades, tal como
lo ha estado haciendo en los últimos meses.

278
Capítulo 14

También comenta que su tía sufrió también una recaída en su


estado anímico, y que ella ha intentado ayudarla recalcándole que
eso es típico en un proceso de cambio y que en ningún caso represen-
ta un retroceso en su curación. Afirma también que el juego de roles
realizado en la sesión anterior le ayudó no solo a sentirse más fuerte,
sino también le dio herramientas para auxiliar a su tía.
Como ella tiene la percepción de que su terapia está llegando a su
fin, formula una serie de preguntas espontáneas acerca de cómo fue este
proceso para mí. Pregunta si en algún momento me sentí exigido por
ella, si me preparaba o leía acerca de su caso, qué diagnóstico había
establecido para ella, qué señales me iban indicando su avance o retro-
ceso en la terapia, etc. Se intentó dar una respuesta honesta, asertiva
y constructiva a todas estas preguntas, puesto que reflejaban en ella la
percepción de que su problema ya estaba resuelto.
Finalmente, repasamos el listado de preocupaciones que ella ma-
nifestó al inicio de la terapia, constatando que la mayoría había desa-
parecido. La cito a un último seguimiento en quince días más.

Sesión 11: segundo seguimiento


Camila asiste muy recuperada. Plantea que definitivamente su
angustia matinal desapareció y su angustia a la hora de las comidas
ha disminuido a un nivel 2 o máximo 4. Se le hace ver que ese nivel
de angustia es casi normal, a lo que ella manifiesta acuerdo. Ahora su
preocupación radica en la proximidad de la prueba de admisión a la
universidad, por lo que ha sentido tensión en los últimos días. Sus pun-
tajes están bajos y siente que ha perdido demasiado tiempo en ocuparse
en estar bien, lo que le ha restado tiempo para estudiar. Sin embargo,
ahora está comprometida a dedicar la mayor parte de su tiempo a su
preparación. Por ese motivo, se revisan estrategias de estudio en el
resto de la sesión. Se le plantea finalmente que puede volver a solicitar
atención cuando lo necesite y se le da el alta.

Conclusión
En el trabajo terapéutico con Camila, en el que se empleó un modelo
sistémico breve, con preeminencia de técnicas de la terapia estratégica
breve u de la hipnoterapia ericksoniana, se logró una remisión total
de los diversos malestares presentados por ella al inicio del proceso,

279
Felipe E. García

relacionados inicialmente con un proceso de duelo y posteriormente


con dificultades para comer y tragar, náuseas y angustia.
El duelo por la muerte de su abuelita fue superado rápidamente
tras la tercera sesión, desarrollándose de ahí en adelante su proceso
de duelo en un curso esperable y que facilitaba la reconstrucción (ver
García, 2011), lo que se reflejaba en su capacidad de hablar de la muerte
con otras personas significativas y compartir libremente sus emociones,
en la medida que ella lo quería y necesitaba. Además, sintió alivio al
comprender, a través de los reencuadres generados por medio de la
hipnosis, el significado que para ella tenían sus reacciones emocionales
asociadas al duelo.
Al dejar atrás el duelo como motivo de consulta, surgió otro pro-
blema, relacionado a sus náuseas al momento de comer, que si bien
parecía ser consecuencia de su proceso de duelo, fue intervenido como
una reacción de angustia. En este caso, su malestar fue nuevamente supe-
rado en forma rápida tras las primeras intervenciones, pero luego sufrió
una fuerte recaída que obligó a prolongar la terapia. Finalmente, logró
el control casi total de su reacción de angustia al comer, el que alcanzó
niveles considerados mutuamente como normales, además de controlar
la angustia que se producía en otros momentos del día (por ejemplo, su
angustia matinal). En este caso, fue necesario contextualizar la recaída
como una oportunidad de aprendizaje y desde ahí generar nuevas tareas
e intervenciones que permitieron su empoderamiento.
Camila al finalizar la terapia demostró un mayor sentimiento de
autoeficacia, con una mayor sensación de control respecto a muchas
de sus reacciones, como los pensamientos negativos, sus náuseas y su
nivel de angustia.
También fue capaz de un mayor autoconocimiento, pues llegó a
comprender la naturaleza de sus reacciones, su origen y mecanismos
involucrados, sobre la base de sus conocimientos previos en relación con
el funcionamiento de la mente, influido por metáforas psicodinámicas.
Prueba de su autoconocimiento fue la comprensión de su mecanismo
de «imitación» frente a enfermedades y reacciones de otros, lo que le
permitió interrumpir el desarrollo de esa pauta.
Finalmente, Camila logró un mayor optimismo frente al proceso
de cambio, ahora sabe que es posible recuperarse de la adversidad,
aunque también sabe que este puede ser un proceso lento o difícil,
siendo incluso capaz de brindar apoyo a otras personas, por ejemplo,
a una tía depresiva.

280
Capítulo 14

Referencias
Anwandter, P. (2009). Autohipnosis: Entrene a su mente. Santiago de Chile:
RIL editores.
Cade, B. y O’Hanlon, W.H. (1995). Guía breve de terapia breve. Barcelona:
Paidós.
García, F. y Schaefer, H. (2015). Manual de técnicas de psicoterapia breve.
Aportes desde la terapia sistémica. Santiago de Chile: Mediterráneo.
García, F. (2011). La muerte y el duelo: ¿El final del vínculo? Una perspec-
tiva construccionista narrativa. En A. Krieger (Ed.), Repensar los
vínculos (pp. 45-58). Buenos Aires: RV Ediciones.
García, F. (2013). Terapia sistémica breve. Fundamentos y aplicaciones
(1ra. edición). Santiago de Chile: RIL editores.
Neimeyer, R. (2002). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el
duelo. Barcelona: Paidós.
Selekman, M. (2005). Abrir caminos para el cambio. Soluciones de terapia
breve para adolescentes con problemas. Barcelona: Gedisa.
Téllez, A. (2007). Hipnosis clínica: Un punto de vista ericksoniano. Mé-
xico: Trillas.
Worden, J. (1997). El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y
terapia. Barcelona: Paidós.

281
Capítulo 15
Duelo anticipado en cuidadores
informales de pacientes con
enfermedad de Alzheimer

Vaneska Cindy Aponte Daza

No me pidas que recuerde,


No intentes hacerme entender,
Déjame descansar y saber que estás conmigo,
Bésame en la mejilla y cógeme la mano
Estoy más confundido de lo que piensas,
Estoy triste, enfermo y perdido,
Todo lo que sé es que te necesito,
Que estés conmigo a cualquier coste.
No pierdas tu paciencia conmigo,
No me regañes, maldigas o llores,
No puedo evitar la forma en que actúo,
No puedo ser distinto aunque lo intente.
Solo recuerda que te necesito,
Que lo mejor de mí se ha ido,
Por favor, no me falles y quédate conmigo,
Quiéreme hasta que mi vida termine.

(No me pidas que recuerde, Anónimo,


poema original en inglés).

Se afirma que los cuidadores informales de personas con la enfer-


medad de Alzheimer experimentan un duelo anticipado como conse-
cuencia de una pérdida relacional significativa antes de la muerte, y se
han descrito los factores de riesgo de duelo complicado en cuidadores:
sobrecarga, falta de recursos personales, materiales, apoyo familiar,

283
Cindy Aponte

delegación de cuidados y sentimientos complejos como la culpa (Do-


mínguez et al., 2012).
Las pérdidas de las personas con alzhéimer tienen que ser conside-
radas evitando fenómenos como el silenciamiento (Velázquez, López y
Barreto, 2014) y la sobreprotección (Pérez, Quiles, Romero, Pamies-
Aubalat y Quiles, 2014), facilitando la acogida y el acompañamiento
de su dolor (Villarejo, Peña y Casado, 2012), de manera que no se
produzcan enmascaramientos y complicaciones de índole orgánica y
emocional, al igual que darle las herramientas necesarias para enfrentar
este duelo anticipado (Espín, 2012) y hacer que el momento de la des-
pedida del familiar sea menos doloroso y complicado (Granado, 2013).

Enfermedad de Alzheimer
El alzhéimer es una enfermedad neurológica progresiva e irrever-
sible que afecta al cerebro, produciendo la muerte de las neuronas. A
medida que avanza la enfermedad, se van deteriorando las capacidades
cognitivas, entre ellas la capacidad para tomar decisiones y llevar a cabo
las tareas cotidianas, y pueden surgir modificaciones de la personalidad.
Actualmente no existe tratamiento, pero se pueden paliar los síntomas
y mejorar el cuidado y la calidad de vida del enfermo y de la familia
(Gonzáles et al., 2008).
Las personas diagnosticadas con la enfermedad de Alzheimer pue-
den haber sentido por algún tiempo que «algo no está bien». Puede que
se hayan vuelto más olvidadizas, que fácilmente se desorientan, tienen
lapsos inesperados en el juicio, o experimentan cambios inusuales de
humor y emociones. Estos pueden ser signos tempranos de demencia,
pero también pueden ser signos de depresión u otras afecciones trata-
bles. Además, algunas demencias son causadas por la deshidratación,
reacciones farmacológicas, hipotiroidismo, infección u otros problemas
físicos y pueden revertirse (Esandi y Canga-Armayor, 2011).
La progresión general de la enfermedad no afecta a todos de la mis-
ma manera, por lo que estos síntomas varían en gravedad y cronología
(Sandoval, 2013). Habrá fluctuaciones, incluso a diario, y superposición
de los síntomas. Algunas personas experimentan muchos síntomas, otras
solo unos pocos, pero el progreso general de la enfermedad es bastante
predecible. En promedio, las personas con alzhéimer viven de ocho a
diez años después del diagnóstico, pero esta enfermedad terminal puede
durar hasta por veinte años (Fernández y Ramos, 2005).

284
Capítulo 15

Allegri et al. (2011) señalan que las etapas por las que pasa una
persona con esta patología son:
Etapa 1 (leve): los primeros síntomas que se ven tienden a ser menos
enérgicos y espontáneos. Aparecen pequeñas pérdidas de memoria y
cambios de humor, y son lentos para aprender y reaccionar. Las tareas
diarias se convierten en obstáculos y si la persona sigue trabajando
comienza a tener dificultades en cosas sencillas, lo cual lo irrita y hace
que se aleje de las personas con las que trabaja para evitar ser juzgada.
Etapa 2 (moderada): la persona puede realizar tareas simples in-
dependientemente, pero para tareas más complicadas necesita ayuda.
Comienza a olvidar acontecimientos recientes, al igual que cosas que
pasaron en su vida, la desorientación al igual que el desconectarse con la
realidad es cada vez más frecuente y las memorias de un pasado lejano
pueden ser confusas con el presente, ellos pueden tener problemas para
reconocer personas conocidas.
Etapa 3 (grave): la gente puede perder la capacidad total de sus
facultades físicas y mentales, le es imposible alimentarse a sí misma,
hablar, reconocer personas y el control de las funciones corporales. Su
memoria se agrava y puede llegar a ser casi inexistente. La atención
constante es típicamente necesaria. En un estado físico debilitado, el
paciente puede llegar a ser vulnerable a otras enfermedades y problemas
respiratorios, sobre todo cuando tiene que estar confinado a la cama.
Estas tres etapas no tienen una secuencia determinada, por lo menos
la primera fase puede pasar desapercibida y recién ser diagnosticada
cuando la persona ya está en una etapa intermedia, y en el peor de los
casos en una etapa grave. Las personas de la tercera edad deberían
tener controles mensuales y semestrales para llevar una vida adecuada
y poder identificar los pequeños cambios que se producen en su salud.

Duelo anticipado
El concepto de duelo anticipado fue definido durante la Segunda
Guerra Mundial, cuando Lindemann (1944) llevó a cabo un estudio
en donde analizaba las reacciones de las mujeres que esperaban a sus
maridos que habían partido a la guerra. Ellas se sentían tan preocupadas
por la posible muerte de sus esposos, que comenzaban a experimentar
mucho dolor y pena. Las reacciones se manifestaban con depresión,
preocupación excesiva, imaginando la muerte del marido y los cambios
que iban a suceder en su vida si esto pasaba.

285
Cindy Aponte

El duelo anticipado comienza en el instante en el que se da un


diagnóstico y pronóstico irreversibles de las expectativas de vida de
un paciente, lo cual culmina en la sentencia de una muerte próxima.
No solo el enfermo se ve afectado ante esta situación, sino que la en-
fermedad trastoca a la familia de manera irremediable, sobre todo al
cuidador primario (Lluch, Morales, Cabrera y Betancourt, 2010).

Funciones del duelo anticipado

Durante el proceso del duelo anticipado se puede ver la función que


este cumple dentro de la familia y en especial en el cuidador primario.

• Brinda la oportunidad de aceptar la realidad de la muerte (au-


menta la conciencia del proceso de muerte).
• Disminuye la posibilidad de que se presente un duelo patológico.
• Se tiene aún tiempo para que haya diálogo entre el paciente y
la familia.
• Hay oportunidad de cerrar ciclos.
• Hay oportunidad de tener una separación emocional gradual.
• El paciente puede despedirse no solo de la familia, sino de per-
sonas allegadas y significativas.
• Atender los aspectos espirituales y religiosos que muchas veces
ayudan al paciente a «prepararse» y/o reflexionar sobre su propia
trascendencia.
• Hay tiempo para resolver trámites (seguros, herencias y otros
papeleos).
• Se va adquiriendo fortaleza.
• Acelera la reintegración de la familia a la vida cotidiana sin que
esta pierda su sentido.

Etapas de adaptación al proceso del duelo anticipado

En el transcurso de un duelo anticipado destacan tres etapas prin-


cipales (López, 2014):

• Fase de embotamiento de la sensibilidad. Cuando el paciente y la


familia reciben el diagnóstico de la enfermedad, no es asimilado
desde el principio y necesitan tiempo para comprenderlo y sus
consecuencias. Surgirán sentimientos de ira y enojo contra el
médico que proporcionó el diagnóstico.

286
Capítulo 15

• Fase de incredulidad. Durante esta etapa pueden presentarse


mecanismos de defensa. La negación es uno de ellos y ayuda al
sujeto en el sentido de que le permite «controlar la situación»,
sentir que su vida aún está en sus manos. Se pretende no saber
de qué se trata la enfermedad y los cambios que se producirán
en la vida de la persona y de su familia. Se debe aceptar que la
persona que va a fallecer aún se encuentra viva, no es que se
quiera aceptar la muerte, sino que se debe aceptar lo que ha
dicho el médico. Se presentan episodios de cólera y agresividad,
principalmente contra el cuerpo médico. Se presenta la frustra-
ción tanto del paciente como de la familia y hay una sensación
de impotencia y depresión.
• Fase de reorganización. A medida que la enfermedad avanza,
los familiares van adaptándose a los cambios en su vida, a te-
ner sucesivas pérdidas (de tiempo personal, económicas, en los
cambios que va presentando el enfermo, ya sea mentales o físicos,
etc.) que los van encaminando hacia una aceptación de su reali-
dad. El familiar comienza a ver cómo serán las cosas cuando su
ser querido fallezca y asumir que deberá enfrentar la soledad.
De manera similar, el paciente va transitando por estas etapas.

La fase previa al fallecimiento de un ser querido se debiera manejar


de forma que el enfermo tenga oportunidad de despedirse tanto de su
familia como de las personas allegadas y significativas. Los duelos an-
ticipados, al igual que el duelo normal, no siguen reglas y cada uno es
diferente, sin embargo, se puede decir que en este tipo de duelo existen
puntos en común en situaciones particulares de enfermedad (Flórez,
Montalvo, Herrera y Romero, 2010).
El proceso de duelo en un paciente con alzhéimer y su familia es
diferente en comparación con pacientes con enfermedades terminales o
crónico-degenerativas. Es una enfermedad de progresión lenta donde los
familiares hacen frente a un proceso de duelo que no termina, pues no se
percibe un deterioro físico del enfermo, sin embargo, se hace patente la
alteración de la personalidad. Si se le diagnostica desde sus inicios, tiene un
tiempo de vida de por lo menos diez años hasta que se dé el fallecimiento
de la persona. Para el familiar es una experiencia atemorizante, no hay
mejoría, el panorama es desesperanzador. Surge un nuevo miembro
dependiente que requiere cuidado constante las veinticuatro horas del
día. La familia delega actividades, vida social, e incluso trabajo. En oca-
siones hay cambio de papeles en la familia (Hornillos y Crespo, 2008).

287
Cindy Aponte

La familia pierde a un miembro de la familia, la persona con


alzhéimer es cada día una persona diferente, pudo haber sido fuerte,
inteligente y llena de vida, pero ahora es totalmente diferente, necesita
el cuidado constante, y esto puede ser devastador para la familia, ya que
como una vez escuché: «El día que falleció mi padre, no solo perdí al
padre que tenía, perdí a un amigo y también perdí a un hijo», porque
es en eso en lo que se convierten las personas a medida que avanza su
enfermedad y pierden el control de su propia vida.
Es necesario remarcar que no todos los individuos transitan por
todas las fases descritas, y no todos los duelos anticipados se dan de la
misma manera. Las emociones son sentidas a la vez y no una por una,
y se puede avanzar y retroceder a lo largo de todo el afrontamiento del
duelo. No es posible trazar una comparación lineal entre una persona
que padece alzhéimer a un pequeño que se le diagnostica un cáncer
fulminante (Fernández y Ramos, 2005).

Cuidador informal
El cuidador informal es la persona, o el conjunto de personas, que
dedican una parte importante del día al cuidado de sujetos con depen-
dencias o discapacidades permanentes. El cuidado será más o menos
prolongado dependiendo de la persona y sus circunstancias (Achury,
Castaño, Gómez y Guevara, 2011). Lo que resulta evidente es que por
un tiempo habrá que reorganizar la vida familiar para adaptarse a la
nueva situación (Cerquera, Granados y Buitrago, 2012).
Los patrones culturales tradicionales llevan a que sean las mujeres
las que cumplen el papel de proveedora principal de atención y cuidado
a las personas dependientes (niños, ancianos y familiares impedidos).
Sumado a que las expectativas actuales de autosuficiencia de las familias
(alta hospitalaria precoz en muchos procesos, desinstitucionalización de
la enfermedad mental, conveniencia de mantener en su medio a ancianos,
enfermos terminales y personas discapacitadas) siguen reforzando esta
asignación desigual para hombres y mujeres (Castro y Reyes, 2012).
Además, las propias cuidadoras consideran su tarea como un deber
moral y en muchos casos lo realizan por iniciativa propia. Muchas per-
sonas que cuidan se sienten satisfechas con su labor y piensan que eso
las dignifica (García, 2010). No obstante, un gran número de mujeres
reconoce que no tiene otra alternativa y que esta actividad repercute
negativamente en su calidad de vida (Pérez y Llibre, 2010). Este cam-
bio de valores tiene que ver con la emergencia de nuevas demandas

288
Capítulo 15

de servicio de ayuda a domicilio, residencias, centros de día, etc., para


apoyar o suplir una labor que antes realizaban calladamente las mujeres
como algo natural y que actualmente es menos compatible con su vida
laboral y social. Ha empezado a valorarse esta función cuando se hace
por personas externas al domicilio, bien sean cuidadores pagados o
voluntariado (Cuevas, Guillén, Arenas y Bravo, 2013).
Es de gran importancia estudiar a las personas que se hacen cargo de
un enfermo, pues, al igual que el aquejado, necesitan ayuda de profesio-
nales para afrontar la situación por la cual atraviesan y más aún si solo
es una persona la que se hace cargo de todas las necesidades del pacien-
te. Pues la función que realiza el cuidador principal puede ocasionarles
problemas físicos y emocionales (Vargas y Afanador, 2010).
Se ha observado que las mujeres que ejercen como cuidadoras infor-
males, presentan menor nivel educativo, carecen de empleo y pertenecen
a clases sociales menos privilegiadas (Williams y Hopper, 2009). La
generación intermedia sobre la cual recae esta labor debe ocuparse de
la crianza de los hijos y del cuidado de sus familiares adultos mayores,
lo que produce un desgaste físico importante. En la literatura se describe
como el «síndrome del cuidador primario», por eso en ocasiones esta
persona se convierte en el enfermo secundario (Vega y González, 2009).
El síndrome del desgaste del cuidador primario suele estar provo-
cado por la dificultad que enfrenta el cuidador por el cambio radical
de vida, así como el desgaste que le genera la persona enferma, la cual
suele ser un familiar o un ser querido que va perdiendo progresivamente
sus facultades físicas y mentales. El desgaste que causa hacerse cargo
de un paciente enfermo de alzhéimer puede ocasionarle problemas
interpersonales así como sentimientos de desesperanza la mayor parte
del tiempo, resentimiento hacia la persona que cuida, pensamientos de
suicidio o de abandono, frecuentes dolores de cabeza o de espalda, pér-
dida de energía, sensación de cansancio y aislamiento. Por lo cual, este
síndrome constituye una situación estresante con peligro de desbordar
y agotar los recursos y repercutir en la salud física del cuidador, y su
estado de ánimo (Escobar, Puga y Martín, 2008).
La experiencia de cuidado compromete, de manera sustancial, la
calidad de vida de todos los cuidadores hombres, mujeres, mayores
o menores. Las personas que atienden directamente a sus familiares
crónicos tienen que responder a determinadas tareas, esfuerzos y ten-
siones derivadas de su cuidado, y ello llega a repercutir tanto en su
propia persona como en la de su entorno, generando algunos cambios
en diferentes ámbitos (familiar, laboral y social) de su vida cotidiana.
La situación de los cuidadores y su calidad de vida han despertado el

289
Cindy Aponte

interés, por lo que se han generado diferentes tipos de estudio en los


cuidadores (Ruiz y Moya, 2012).
La calidad de vida está centrada en la familia, es influenciada signi-
ficativamente por los factores personal y sociocultural, hace referencia
al impacto que tiene la pobreza en términos de menores oportunidades
para todos los miembros de la familia. Infiere que aunque las madres
sigan ejerciendo su rol de cuidadoras principales de sus hijos con en-
fermedad o limitaciones, esto no genera en ellas mayores niveles de
estrés, ni sentimientos de frustración que incidan en su satisfacción con
la calidad de vida (De Larreina et al., 2011).

Propuesta de intervención
La propuesta que se hace a los terapeutas para una intervención
hacia los cuidadores informales de personas con alzhéimer con duelo
anticipado ofrecerá una guía que les ayudará a mejorar la calidad de
vida y, sobre todo, herramientas necesarias para que puedan continuar
con sus vidas.
Experimentar un duelo anticipado puede ofrecer de cierta forma
aspectos «positivos» frente a la enfermedad terminal del familiar con
alzhéimer (Toscano, Cuadrado y Ruiz, 2010). De todos modos, la persona
que es cuidador informal podría acceder a un tratamiento psicológico
para que este duelo no se convierta en patológico y enfermizo.
Lo que proponemos es:
a) Consulte a los médicos. Lo mejor que se puede hacer para poder
llevar de la mejor manera la enfermedad de Alzheimer de un familiar
es pedirle al médico que responda todas las dudas que tenga sobre la
enfermedad, el proceso y sobre cómo controlar todas las molestias
derivadas de la misma, los cuidados que se debe tener con la persona,
qué atención se le debe dar para que su calidad de vida sea mejor. Es
importante que el cuidador informal se alimente bien, haga ejercicio,
descanse, no se automedique (Joffre, 2010; Toscano, 2010; Espinoza,
Jofré y Sanhueza, 2012; Martínez, Ramos, Robles, Martínez y Figue-
roa, 2013).
b) Vivir el presente. La persona con la enfermedad de Alzheimer
necesita una atención constate, por lo que los momentos de lucidez y
alegría que esta tenga deben ser valorados por aquellos que la rodean,
y cada momento será valioso al momento de enfrentar la partida de
cada una de sus facultades y en especial cuando haya fallecido (Gómez,
2007; Martínez, Gil, Serrano y Ramos, 2009; Pérez, 2015).

290
Capítulo 15

c) Expresar sentimientos. Se sugiere buscar una comunicación


abierta y sin limitaciones, decirle todo lo que siente y expresarle las
alegrías y la tristeza: es normal sentir angustia, miedo, rabia, tristeza,
cansancio, depresión e incertidumbre (Ferre, 2011; Secanilla, Bonjoch,
Galindo y Gros, 2012; Toledo y Suances, 2014). El duelo anticipado
puede ser motivo para conversaciones importantes con los seres queridos
durante la enfermedad terminal:

• Perdóname-te perdono
• Gracias
• Te amo
• Adiós

d) Escuchar. Para la persona que padece la enfermedad de Alzheimer


es importante ser escuchada, entender cuáles son sus preocupaciones,
darle un tiempo para escuchar sus recuerdos, sus anhelos y cuáles son
sus últimos deseos (Martínez, 2009; Concha, 2011). El proceso de morir
produce ansiedad, dolor y rabia, pero la unión familiar en estos mo-
mentos es primordial. Los cuidadores primarios deben tener paciencia
con sus propios sentimientos y con los de la persona a la que cuidan,
esto ayudará a la adaptación a los cambios y vaivenes de este tipo de
duelo (Cuesta, 2011). Aunque la pérdida sea esperada, no por eso va a ser
menos dolorosa. Cuando se produzca el fallecimiento, volverán a revivirse
las fases normales de un duelo, aunque quizás durante menos tiempo. No
hay que adelantar ni querer saltar etapas, se debe experimentar el duelo
con calma y serenidad (Vargas y Afanador, 2010).

Intervención en la terapia de duelo anticipado


Moreno (2008) indica que la intervención psicológica que se debe
realizar con el cuidador primario que está pasando por un duelo anticipa-
do debe ser al principio de acompañamiento, ya que la persona necesita
sacar todo su dolor, pues muchas veces esta persona no es escuchada en
su casa ni con sus amigos, porque volcó toda su atención a la persona
que padece alzhéimer (Borghi, Castro y Marcon, 2013). A medida que
avanza la terapia se pueden ir fortaleciendo los siguientes puntos:

• Ayudar al cuidador informal a aceptar que la pérdida es definitiva.


• Ayudarlo a proyectar una vida nueva sin el difunto.

291
Cindy Aponte

• Evaluar las relaciones sociales del cuidador informal y ayudarlo


a mejorarlas.
• Ayudarlo a afrontar la fantasía de finalizar el duelo.

La terapia concluye cuando el duelo anticipado se convierte en un


duelo resuelto y el cuidador primario es capaz de:

• Recordar a la persona que falleció sin sentir dolor.


• Aprender a vivir sin esta persona.
• Dejar de vivir en el pasado y puede invertir de nuevo toda su
energía en la vida presente.

Sobrellevar el duelo es todo un proceso que tiene como intención


reconocer el dolor que produce la pérdida, legitimar este dolor y darle
un nuevo sentido (Chávez, López, Paz y Rodríguez, 2011).
Los rituales terapéuticos son una opción para el tratamiento del
duelo anticipado, y aquellos de despedida se componen de tres fases:
1) preparación, 2) reorganización, y 3) finalización. Después se puede
hacer una ceremonia conmemorativa. Como en otros métodos tera-
péuticos, la evaluación y el diagnóstico han de preceder a la terapia de
duelo o a los rituales terapéuticos de despedida. Debe haber un contrato
preliminar al tratamiento en el que todos estén de acuerdo (Martínez,
2012). Una familia realizó un ritual porque no sabían cómo explicarle
al hijo menor de seis años, que era muy unido a su abuelo, que este iba
a fallecer y que ya no podría compartir sus historias con él. Decidieron
plantar un árbol en el patio de su casa para recordarlo y donde el niño
podía ir cada vez que necesitaba a su abuelo, eso ayudó a que el menor
pudiera sobrellevar la muerte del mismo.
El trabajo con fotos busca conectar al paciente con las experiencias
y vivencias compartidas con la persona de la que se despide y para eso
se usan las fotografías. Se pide a la persona que busque fotos de los
diferentes momentos de su relación y las traiga a terapia. Que explique
qué representan esas fotos, que momento de su vida marcó aquella época
en su relación, cómo era, cómo se sentía, los recuerdos que le trae. En
todo momento se va guiando al paciente hacia su mundo emocional,
preguntándole qué siente al recordar cada experiencia, cómo lo vive.
Se pedirá que permanezca un tiempo mirándolas y que se deje llevar
por las emociones que van fluyendo, sin oponerse ni luchar.
La silla vacía consiste en colocar una silla vacía frente a la per-
sona que va a realizar el trabajo. En esta silla se sentará a la persona
acerca de la que está haciendo el duelo. El objetivo de la intervención

292
Capítulo 15

es proporcionar un espacio al paciente en el que poder llevar a cabo


una despedida lo más real y emocional posible. De esta manera, podrá
expresar abiertamente su dolor e integrar todo el proceso llevado a cabo
hasta ahora. Durante esta intervención el paciente se enfrenta a sus miedos
y a su tristeza, y permite que fluya abiertamente. Es un ejercicio intenso
y potente, la capacidad liberadora es muy grande, ya que muchos pa-
cientes se quejan de no haber podido despedirse de la persona como
hubieran querido y esto les genera pesar y culpabilidad. Para realizar
este ejercicio, es necesario que el paciente conecte, previamente, con sus
emociones, por lo que es recomendable dedicar un tiempo para ello,
previo al ejercicio. Se pide al paciente que cierre los ojos, que conecte
con las emociones, que se deje llevar por ellas, y que cuando abra los
ojos, la persona fallecida esté sentada enfrente de ella y podrá decirle
todo aquello que necesite para despedirse de ella, ya que será la única
oportunidad que tendrá para hacerlo. Esta etapa previa es necesaria para
preparar el ejercicio, de manera que se genere la activación emocional
suficiente para liberar el dolor que el paciente guarda en su interior.
La carta de despedida es una tarea extremadamente apropiada para
los cuidadores, quienes tienen la oportunidad de expresar e integrar
sus sentimientos ambivalentes con respecto al muerto. Si la despedida
abarca más de una persona —ambos padres, por ejemplo—, el cliente
escribe, para cada persona, una carta continua distinta en un cuaderno
diferente. Después de escribir durante un rato a una de ellas, con fre-
cuencia descubre que todavía tiene algo que decir a la otra. El reciente
duelo ha reactivado el duelo de una pérdida anterior. De este modo, se
pueden realizar simultáneamente los diferentes procesos de duelo. La
utilización de cuadernos separados es una manera de diferenciarlos.
De esta forma, el cliente puede darse cuenta de hacia quién se dirigen
ciertos sentimientos.

Conclusiones
La enfermedad de Alzheimer representa vivir un duelo anticipado
para quien la padece y para su cuidador principal; la persona va mu-
riendo antes de morir, enseñándonos con su implacable presencia lo que
es la pérdida, una pérdida lenta, agobiante y cruel que va deteriorando
al enfermo, llevándose poco a poco todas y cada una de sus habilida-
des físicas y mentales. Por otro lado, el cuidador informal ve cómo su
familiar se va perdiendo y deja de ser la persona que una vez fue.

293
Cindy Aponte

Cuando se conoce el diagnóstico se produce un sentimiento de


aturdimiento, parece ser que nada de lo que está pasando es real, la
noticia lejos de ser asimilada desde el primer momento pasará por va-
rios días de procesamiento que lleva luego a aceptar el diagnóstico de
la enfermedad. Ante esto, puede embargarlo una tristeza infinita por lo
que acaba de oír, y una adaptación más o menos inconsciente, a la nueva
situación que se acaba de crear. En esta etapa, los familiares comienzan
a experimentar un proceso de duelo. Este duelo anticipado ofrece a las
personas implicadas la oportunidad de compartir sus sentimientos y
preparar la despedida. Puede aumentar la intensidad, a medida que se
hace más inminente la pérdida esperada.
Un duelo anticipado bien llevado permite que tanto la familia
como el enfermo con alzhéimer puedan despedirse, cerrar círculos, dar
gracias por las enseñanzas de vida y perdonar posibles errores, afianzar
las relaciones por ambas partes. Cómo se maneje esta etapa permitirá
que la familia retome el normal curso de sus vidas y aprenda a vivir
sin el ser querido.
El cuidador primario debe aprender a proyectar su vida. A partir de
la muerte de su familiar, debe ser capaz de ver más allá y ser apoyado en
las iniciativas que tenga. Aprender a vivir con lo que la vida le enseñó,
buscar actividades, retomar sus actividades sociales, buscar actividades
que llenen su día y pueda continuar viviendo.
Los ritos de despedida ayudan a que la persona o la familia de la
persona que padece alzhéimer puedan sobrellevar la muerte del mismo
y no padecer un duelo complicado, ni que se les haga difícil continuar
con sus vidas. Que vivencien el duelo, pero que tengan herramientas
para poder sobrellevarlo.

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297
Capítulo 16
La novela del trauma.
Abordaje estratégico breve de las
experiencias vitales críticas

César Vásquez Olcese

Teresa Mendo Zelada

Nada fija una cosa con tanta intensidad en la memoria


como el deseo de olvidarla.
Michel de Montaigne

Escribir la historia es una forma de


desembarazarse del pasado.
J.W. von Goethe

Dora
Dora es una mujer de casi sesenta años; casada y con tres hijos, llega
a la consulta acompañada de uno de ellos. Antes de comentar el motivo
de su visita se puede intuir, por sus gestos y el tono de su voz, que es la
portadora de un profundo malestar y de una gran tristeza. Sobreviviente
de dos accidentes de carretera casi fatales y de un cáncer que requirió de
una complicada cirugía, va directo al grano en cuanto puede:

He venido a consulta porque no puedo superar la muer-


te de mi hijo. No puedo aceptar siquiera que murió. No vi
cuando lo enterraron y me niego a aceptar su muerte, a pesar
de lo que todos me dicen.

Hace casi tres décadas, Dora, su esposo y sus dos hijos mayores
(un bebé de meses y un niño de edad preescolar) realizaban un viaje

299
César Vásquez y Teresa Mendo

en el auto de la familia, cuando fueron embestidos por un bus que los


hizo salirse de la carretera y volcar aparatosamente, luego de dar varias
vueltas de campana. Dora solo pudo atinar a abrazar al pequeño que
llevaba en brazos, pero no logró hacer nada por el mayor que dormía
en el asiento trasero:

Cuando desperté tenía a mi bebé conmigo a salvo, pero


el otro estaba tirado en la arena, a un lado de la carretera,
sin moverse. Solo recuerdo que a mí me llevaron al hospital
en un camión que se detuvo, y no supe nada de mi hijo, si
estaba vivo o muerto, porque me durmieron durante tres días.
Cuando desperté me dijeron que había fallecido y que ya lo
habían enterrado. Siento que me mienten.

El resultado inmediato de este fatal accidente fue que Dora cayó


en un estado depresivo del que le costó años salir, a pesar del trata-
miento médico y farmacológico que recibió. Veinte años después le
diagnosticaron un cáncer gástrico y hubo que extirparle una porción
de intestino, someterla a quimioterapia y a radioterapia. Al momento
de nuestra primera consulta, el cáncer se encontraba en remisión y
Dora se sometía a chequeos rutinarios cada seis meses.
Intrigado por la razón de su visita ahora, Dora me comenta:

Hace como un año tuvimos un accidente muy similar: un


camión nos sacó de la pista, aunque de un gran susto no pasó.
Desde allí todo se reactivó: el miedo, la tristeza, los recuerdos.
Yo siempre he sido una mujer trabajadora y con iniciativa,
enérgica, pero desde que tuvimos este susto no quería ni le-
vantarme de la cama, me la pasaba llorando todo el día. Al
verme así tenía mucho miedo de que me recrudezca el cáncer
y eso me ponía peor. Me llevaron a un doctor que me dijo
que la raíz de mi problema, incluido el cáncer, era el trauma
psicológico sufrido por el primer accidente, y me insistió en
que la única forma de superar todo esto era ir al lugar donde
ocurrió y confrontar ese recuerdo, hacer catarsis, soltar todo.
Cuando me lo dijo me espanté, me puse a llorar, pero me
insistió en que no había otra salida y que debía ser valiente.
Nos tomó seis meses, a mi esposo y a mí armarnos de valor y
fuimos, pero no llegamos al sitio. A mitad de camino me dio
una crisis horrible y desde allí estoy peor que nunca: dolores
de cuerpo, de cabeza, estómago flojo y una terrible tristeza.
No puedo hacer nada. Soy una carga. Por suerte mi oncólogo

300
Capítulo 16

me dice que el cáncer no ha vuelto, que es puro estrés. No


volví donde el primer doctor. Me sentía sin esperanza. Luego,
me lo recomendaron a usted.

La terapia estratégica breve

…es cierto que la terapia sistémica podría describirse


como directiva y manipuladora.
Ceberio y Watzlawick (2010, p. 47).

La terapia estratégica breve surgió en Palo Alto, California, en la


década de los 60, en el marco de un proyecto de investigación del Mental
Research Institute (MRI) sobre terapia breve que sigue en ejecución y
tiene a la fecha más de cinco décadas (Fisch, Weakland y Segal, 1984).
Catalogada por sus fundadores como una terapia minimalista, es breve
más por lo que no se hace que por lo que se hace, por lo que no se abre
que por lo que sí. No obstante las suspicacias que ello puede despertar
para una visión tradicional de la terapia, la evidencia acumulada en
cinco décadas indica que su brevedad y minimalismo son inversamente
proporcionales a su eficacia en el abordaje y solución de una amplia
gama de problemas, muchos de ellos graves, como el descrito por Dora
(Fisch y Schlanger, 2012).
Aplicando el concepto de reductor de complejidad, según el cual para
abordar un problema se deja de lado todo aquello que no es esencial para
su comprensión y para la generación del cambio, los terapeutas del MRI no
están interesados en saber cómo se inician los problemas, en conocer cuáles
son las características psicológicas del consultante (salvo el llamado sistema
perceptivo-reactivo: la construcción que se ha hecho del problema, de su
supuesta solución y las respuestas reiteradas que ello genera) ni en qué
categoría diagnóstica puede ubicarse. En cambio, sí se muestran muy
interesados en delimitar con precisión las soluciones intentadas: todo
lo que la persona hace con insistencia y que no resuelve el problema.
Como dicen Fisch y Schlanger (2012): «El objetivo de la terapia no es
conseguir que la persona haga algo, sino más bien que deje de hacer lo
que hacía para resolver el problema» (p. 30).
Como bien explica Schaefer (2013), según la lógica estratégica los
problemas que luego van a requerir de atención psicoterapéutica surgen
generalmente como dificultades, grandes o pequeñas, que no suponen
inicialmente y en sí mismas una alteración significativa. El problema y

301
César Vásquez y Teresa Mendo

la alteración para la vida de la persona se dan cuando esta, utilizando la


lógica de situaciones pasadas, aplica en la dificultad actual medidas de
solución anteriormente exitosas pero que ahora no funcionan y, guiándose
por «el sentido común», continúa utilizándolas una y otra vez. Se crea
entonces una escalada simétrica del tipo problema-intento de solución-
mantenimiento del problema, que puede tornar la situación aparentemen-
te irresoluble, y que va a continuar en tanto se siga utilizando la misma
lógica. El malestar y la sintomatología son el resultado esperable y suelen
constituir el motivo de consulta.
El problema, entonces, no solo no es la persona (White y Epston,
1993); el problema tampoco es el problema. El verdadero problema
son los intentos de solución.
En el caso de Dora, si bien es cierto que desde el pensamiento
clínico convencional las experiencias terribles que le tocó vivir basta-
rían para apresurarnos a atribuir a un trauma el supuesto origen de
su queja (Shapiro, 2004), y a dar por sentado el carácter «natural» e
inevitable de su malestar (como hizo su terapeuta anterior), con ello
se lograría complicar la conceptualización de su caso, oscurecer su
pronóstico y entorpecer su solución, como realmente ocurrió. Dora y
su entorno (incluidos muchos de los profesionales que pretendieron
ayudarla), en actitud comprensible pero con resultados lamentables,
procuraron no hablar del accidente y de la muerte del pequeño, no
visitar su tumba, evitar aniversarios, recordatorios, lugares, en un vano
intento de eludir a toda costa el experimentar la tristeza y el dolor.
Como si de un caso de ironía trágica se tratase, creyendo actuar de
manera sensata y desde el sentido común, Dora se fue hundiendo en
una espiral de sufrimiento que no hacía más que empeorar.

El cambio en la terapia estratégica breve

En este enfoque se plantea que hay dos tipos de cambio (Fisch


et al., 1984; Watzlawick, Weakland y Fisch, 1995; Schaefer, 2013): el
cambio 1 y el cambio 2.
El cambio 1 está conformado por todos los intentos de solución
que constituyen «más de lo mismo»; es decir, respuestas que varían en
cantidad o matiz, pero que guiadas por una misma línea de pensamiento
acerca de lo que se debe hacer, de lo razonable, lo correcto y lo lógico,
van todas en la misma dirección del cambio, así la persona crea que ha
hecho algo «diferente». Los teóricos del MRI se refieren a ello como
seguir el mismo impulso básico (Fisch et al., 1984). Los consultantes

302
Capítulo 16

suelen evidenciar esto con expresiones tales como «ya he hecho de


todo», «qué más se puede hacer», «ya agoté todas mis opciones», etc.
Para Dora, el impulso básico era evitar el dolor, la pena, la culpa y
el sufrimiento generados por el recuerdo doloroso de la trágica pérdida
de su hijo. Esto asumía diversas formas: uso de medicación (ansiolíticos
y antidepresivos); la lucha contra los recuerdos y la pena, a través de
distracciones, dormir, intentar relajarse, tratar de no pensar en eso o
pensando en otras cosas (viajes por ejemplo); la amorosa contención
de su familia y los consejos que recibía de ser fuerte y olvidarse del
asunto, tanto de sus allegados como de los profesionales. El creer que
ya había hecho todo lo que podía hacerse (cuando, en el mejor de los
casos, había intentado un 50% de las opciones) la llevó a un estado de
desesperanza y al agravamiento de su malestar.
El cambio 2, que a decir de Schaefer (2013) constituye «el verda-
dero cambio», implica hacer algo cualitativamente diferente frente al
problema. Es lo que Fisch et al. (1984) llaman metafóricamente «el giro
de 180 grados». Ir en sentido contrario al impulso básico.
Como el insistir en lo que no funciona lleva a que el problema se vea
como «trabado», en terapia «el cambio 2 siempre proviene del exterior»
(Schaeffer, 2013), como un disturbio inducido por el terapeuta, nuevo y
significativo, que lo destrabe. De allí que resulte incomprensible y hasta
ilógico desde el sistema perceptivo-reactivo del consultante y del problema.
Por su naturaleza potencialmente «extraña» y «ruidosa», esta inter-
vención deberá ser presentada con mucho cuidado, asumiendo la postura
del cliente, mimetizándose casi con su forma de ver las cosas, a fin de
no generar rechazo. El terapeuta suele ofrecerla como «más de lo
mismo», pero su intervención en esta oportunidad entraña ya cambios
pequeños, cualitativamente distintos, lo suficientemente poderosos
como para iniciar el movimiento hacia una forma diferente de fun-
cionamiento que desbarate y disuelva el problema.
Como más adelante describiremos con más detalle la intervención
que se ofreció a Dora, aquí solo nos limitaremos a decir que la estrategia
general consistía en suspender sus evitaciones, e inducirla a experimentar
lo que llevaba eludiendo durante tanto tiempo: el dolor.

La terapia estratégica breve evolucionada

Desde inicios de la década de los 90, la terapia estratégica breve


ha venido experimentando una renovación y replanteamiento de sus
propuestas. Esta evolución, como la llaman sus gestores, se originó en

303
César Vásquez y Teresa Mendo

Arezzo, Italia, y está encabezada por un terapeuta formado en el MRI


bajo el patrocinio directo de Paul Watzlawick: nos referimos a Giorgio
Nardone.
La terapia estratégica breve evolucionada (Nardone y Portelli, 2006;
Nardone y Balbi, 2009) conserva en lo esencial los planteamientos
originales de Palo Alto (epistemología constructivista radical, minima-
lismo y teoría del cambio 1 y 2), pero introduce un mayor énfasis en
la investigación y en la protocolización de la terapia. Basándose en la
idea de que los diferentes tipos de «trastornos» presentan, cada uno,
similares patrones de cambio 1, similares patrones de resistencia y de
persistencia, es que fue posible para ellos diseñar maniobras de interven-
ción ad hoc, paso a paso, que sirvan a los terapeutas como protocolos
a seguir independientemente de las características y peculiaridades del
consultante (Schaefer, 2013).
Si bien es cierto, con la existencia de protocolos el énfasis en la
creatividad y originalidad del terapeuta, en esa visión estratégica que
lo debe llevar a diseñar «una terapia cortada a la medida» para cada
caso, pierde importancia significativamente, sí se gana en cambio en
brevedad, dirección, orden en el proceder, reducción de errores y ahorro
de movimientos innecesarios. Cabe aclarar que Nardone y sus colegas
no dejan de lado la necesidad de trabajar desde la postura del consul-
tante, de utilizar su lenguaje y adaptarse a sus movimientos y ritmo.
Los protocolos son una guía, pero siempre debe trabajarse en función
a la persona real que se tiene enfrente.

La novela del trauma


Luego de escuchar con atención la historia de Dora y de precisar
los detalles del problema, contextualizándolos con la mayor concreción
posible (lugares, momentos, actores, duración, secuencia), procedimos
a establecer con ella objetivos terapéuticos alcanzables (Berg y Miller,
2002). A continuación, y con la intención de ir preparando el terreno
para «vender» la prescripción que pensábamos sugerirle, hicimos con
Dora un listado exhaustivo de todas las medidas que había aplicado para
superar su malestar. Incluimos en ella lo que no había funcionado en
absoluto, a pesar de haber reiterado su uso, y lo que había funcionado
parcialmente o durante un tiempo limitado. Inspirados en la metodo-
logía del diálogo estratégico (Nardone, 2006), le hicimos algunas pre-
guntas destinadas a favorecer su aceptación: ¿alguna de estas medidas le
habían sido de utilidad realmente? ¿Qué pensaba que podía ocurrir con

304
Capítulo 16

su situación si persistía en su uso? ¿Creía que debería insistir en ello, a


pesar de la evidencia de que no solo no le servía, sino que su situación
estaba empeorando? ¿Estaría dispuesta a utilizar una sugerencia nuestra,
difícil de ejecutar, muy difícil incluso, pero que aplicada con persistencia
había demostrado resultados muy interesantes en problemas como el
suyo? Una vez obtenidas las respuestas que indicaban una disposición
favorable, procedimos a darle la prescripción de la novela del trauma
(Cagnoni y Milanese, 2010).

Protocolo de la novela del trauma

A contramano de lo que habitualmente se piensa, en el sentido de


que el trauma es una especie de «herida psicológica» generada por el
impacto de un incidente crítico que golpea la mente y el sistema nervio-
so de la persona, y que incluso genera una alteración neurofisiológica
(neurorredes traumáticas), la comprensión estratégica breve considera
que la experiencia difícil se va tornando en «traumática» desde el
momento en que la persona empieza a utilizar la evitación como prin-
cipal intento de solución y de afrontamiento (coping reactions) para
aliviar el malestar generado (Cagnoni y Milanese, 2010). El dramático
intento de eliminar todo recuerdo asociado al evento fracasa sin cesar,
llevando consigo como consecuencia predecible el mantenimiento y/o
incremento del malestar.
Las coping reactions llevadas a cabo por la persona pueden ser
escogidas conscientemente y de modo racional con la intención de su-
perar el impacto del incidente crítico, o pueden ser aplicadas de manera
espontánea, como actos reflejos de evitación, e incluso forzosa, a partir
de presiones específicas externas de las que puede ser objeto (por ejemplo
militares y personas sometidas a algún tipo de régimen).
Cagnoni y Milanese (2010) identifican tres tipos de coping reactions
que pueden llevar a la generación de un trauma:

1. El intento de controlar los propios pensamientos y anular la


experiencia traumática.
2. La evitación de todas las situaciones asociadas al trauma.
3. La solicitud de ayuda, de apoyo y quejas relacionadas a las
situaciones y vivencias vinculadas al trauma.

305
César Vásquez y Teresa Mendo

A fin de romper este círculo vicioso de angustia-evitación-incremen-


to de la angustia, y dar pie a un alivio y superación relativamente rápida
al problema, los terapeutas italianos diseñaron el siguiente protocolo:

4. Se ayuda a la persona a comprender cómo los intentos de solución


disfuncionales (la evitación en todas sus formas), y no la experiencia
vivida en sí misma, son los responsables del malestar experimentado.
Esto se logra a través de una forma especial de entrevista denominada
«diálogo estratégico» (Nardone, 2006).
5. Se «vende» la intervención (la novela del trauma), utilizando
para ello la postura del consultante, a fin de incrementar la posibilidad
de su cumplimiento.
6. Se le deja la siguiente consigna, anticipando que aunque no va a
ser fácil de realizar, si la cumple al pie de la letra, es muy probable —casi
seguro— que descubra algo muy útil e importante para el consultante
con relación al problema. La consigna es la siguiente:

• El consultante debe comprar papel de carta y sobres, tantos como


días median entre la presente sesión y la siguiente.
• Con dicho material, todos los días deberá sentarse a escribir en
un lugar tranquilo y libre de interrupciones. La escritura debe
ser hecha a mano.
• No darle importancia a la calidad literaria o gramatical de la
redacción. Que lo escriba como le salga.
• En esas cartas deberá narrar, con lujo de detalles, todo lo que
pasó durante el incidente.
• Será importante que no se eviten los detalles difíciles; por el
contrario, deberá hacer énfasis en ellos, detallarlos, así como
narrar todas las emociones que vayan surgiendo mientras escribe
y especialmente aquellas que recuerde que experimentó durante
el incidente narrado.
• Se anticipa a la persona que es probable que inicialmente sienta
mucho malestar, pero que aun así prosiga. Que lo plasme todo
en el papel.
• Todos los días debe hacer lo mismo, comenzando la historia del
evento desde cero.
• Puede incluir cada día aquellos recuerdos y detalles nuevos que
vayan surgiendo.
• La siguiente sesión deberá concurrir a la consulta llevando sus
sobres cerrados. Uno por cada día.
• Se le comenta que el terapeuta se quedará con los sobres.

306
Capítulo 16

• Es importante que los sobres estén bien cerrados, y se le explica


que así permanecerán, siempre, pues las cartas se escriben «para
librarse de la experiencia y no para leerlas».

7. En cada sesión, el terapeuta puede evaluar el cumplimiento de


la prescripción llevando la cuenta de los sobres que el consultante trae
consigo, los mismos que deben coincidir con el número de días trans-
curridos desde la última consulta.
8. También irá evaluando y reforzando las mejorías que reporte
el consultante.
9. Se repetirá esta prescripción hasta que las mejorías empiecen
a consolidarse y el consultante sienta que ya está en otra etapa de
funcionamiento sostenible en el tiempo. De ser así, la tarea pasa a ser
opcional, aplicable solamente en las ocasiones donde el recuerdo y el
malestar quieran hacer su aparición otra vez.
10. Dependiendo de la presencia de otros síntomas tales como de-
presión, ansiedad, fobias, etc., secundarios a la experiencia traumática,
se pueden utilizar otras estrategias y protocolos desarrollados por el
enfoque (Nardone y Portelli, 2006).

La novela del trauma le fue prescrita a Dora en la segunda sesión.


Dos semanas después acudió a la cita pactada refiriendo que su condi-
ción no había mejorado en absoluto. Algo avergonzada, confesó también
que no había hecho lo que se le sugirió por el temor a sentirse mal al
hacerlo. El incumplimiento de la prescripción es una posibilidad real a
tener en cuenta, a pesar de las medidas adoptadas para persuadir a la
consultante, dada la dureza inicial de la tarea encomendada. En esos
casos es recomendable mostrarse comprensivos, validar la «cautela»
demostrada, pero al mismo tiempo demostrar firmeza e insistir en la
importancia de cumplir con lo solicitado.
En este caso nos pareció conveniente hacer uso de una metáfora
que nos ha resultado útil en ocasiones anteriores. A Dora se le dijo
que hiciera de cuenta que su «trauma» era como una especie de tigre,
y que su malestar eran las mordeduras que este le asestaba. Se le dijo
también que este tigre se alimentaba con cada evitación que Dora
realizaba, y que por ello no había hecho más que crecer y crecer.
Específicamente se asociaron las evitaciones con el hecho de arrojarle
al animal «trozos de carne cruda» para librarse temporalmente de él,
y que por ello volvía siempre, más grande y más hambriento. ¿Quería
Dora trabajar conmigo para «poner a dieta» al tigre? Dora estuvo de
acuerdo en hacerlo, y dos semanas después vino a consulta con doce

307
César Vásquez y Teresa Mendo

sobres cerrados que orgullosamente me entregó ni bien entró en el con-


sultorio. Me dijo que le faltaban dos porque un fin de semana fue con
su familia de camping y que prefirió no hacerlos porque se sentía muy
a gusto y le pareció que ponerse a escribir desentonaba con la situación.
Así como en la primera consulta su dolor y malestar eran evidentes,
ahora resultaba notorio que Dora se encontraba mucho mejor:

Los primeros tres días lloré a mares mientras escribía; in-


cluso creo que manché el papel con mis lágrimas. A partir del
cuarto día me di cuenta de que el recordar y el escribir sobre lo
mismo se estaba volviendo más liviano, como más rutinario,
y hasta aburrido quizá. Recordé más cosas, más detalles, pero
el malestar se fue como aplanando cada vez más. Así supe que
estaba mejorando, que el dolor no iba a vencerme otra vez y
que podía enfrentarlo. Por eso me di unas vacaciones y me
fui al campo con mi familia.

Ante el relato de sus avances decidimos mostrarnos calculadamente


sorprendidos y solicitarle que nos informe en detalle qué percibía dife-
rente ahora en su situación (estado de ánimo, conducta, relación con los
demás), en comparación a las dos semanas previas. También solicitamos
la opinión de su hijo, que la acompañaba, y este nos confirmó lo dicho
por Dora. Recién aquí decidimos cambiar nuestra actitud sorprendida
por una de felicitación y elogiamos su valentía y constancia. La sesión
concluyó con la solicitud de repetir la tarea durante las dos semanas
siguientes, y se complementó con la sugerencia de «ir un poco más
despacio» con las mejorías, a fin de no asustarse en el caso, poco
probable, de que el «tigre» volviese a molestarla alguno de estos días
(Nardone y Watzlawick, 2001).

El «componente activo» de la novela del trauma

Como fácilmente se puede deducir, el hecho de pedir al consultante


que relate por escrito diariamente, y de principio a fin, toda la historia
del incidente crítico, constituye en sí mismo un giro de 180 grados. Es
el cambio 2 del que se habló anteriormente. Al realizar la tarea se deja
de lado el coping reaction evitativo, se altera la pauta que mantenía el
problema y este se disuelve. Como lo demuestran Fisch et al. (1984),
al «forzar algo que solo puede ocurrir espontáneamente» (como el
tratar de evitar las emociones y sus reacciones fisiológicas concomitan-
tes), se cae en una especie de misión imposible que puede extenderse

308
Capítulo 16

indefinidamente mientras se mantenga la pauta. El fracaso está garan-


tizado, pues las emociones no están sujetas al control voluntario de la
persona que las sufre, por más que esta se esfuerce en ese sentido. Al
evocar y escribir detalladamente los recuerdos dolorosos, se evocan
también las emociones desagradables, se deja de evitar y se realiza una
coping reaction completamente diferente: enfrentar el dolor. Lo que debe
ocurrir «espontáneamente» puede darse al fin, y la emoción que antes
atormentaba empieza a fluir y a mitigarse, pues la persona, su voluntad
y su razón ya no están ahí para estorbar el proceso.
Ahora bien, el formato de la novela del trauma permite que este
enfrentamiento tenga algunas características especiales:

11. Está ritualizado: como refieren Perrone y Nannini (1997),


los rituales son secuencias conductuales propiciatorias que generan
estados psicológicos que difícilmente surgirían en otros contextos. La
novela del trauma es un ritual que se «vende» al consultante como
una especie de «purga», como una forma de liberación, como un tipo
de «drenaje espiritual». De ese modo, enfrentar el recuerdo doloroso
adquiere un sentido, nuevo y concreto, que favorece su realización.
Como diría Nietzsche: «El que tiene un porqué supera casi cualquier
cómo» (Frankl, 1991). Nardone y sus colegas suelen usar la siguiente
expresión: si quieres escapar de una casa en llamas, tienes que pasar
justo por el medio y salir por la puerta. No se trata de exponerse a las
llamas porque sí; se trata de atravesarlas para no seguir quemándose
(Nardone, 2002).
12. Está dosificado: no es el dolor por el dolor; tampoco es una
catarsis de gran magnitud del tipo «anda y cierra tu Gestalt» (que más
parece una invitación al heroísmo... y al desaliento, como ocurrió con
Dora). Al dar la prescripción, se está restringiendo la experimentación
de la vivencia dolorosa a un espacio limitado del día, en dosis adecuadas
como para que sea intensa y soportable al mismo tiempo.
13. Convierte en voluntario y deliberado algo que el consultante
vivencia como indeseable e inevitable. Ahora es él quien llama al dolor
y lo enfrenta. Es él quien escoge cómo, cuándo y dónde se dará la cita
para hacerle frente. Esto le da una sensación de renovado control sobre
su síntoma y su vida. Torna en deliberado y voluntario lo que antes
parecía espontáneo y sin control.
14. Nardone y los terapeutas de Arezzo (Nardone y Portelli, 2006),
siguiendo la sugerencia de Heinz von Foerster acerca de que «si quie-
res ver, aprende a actuar» (Fisch et al., 1984; Ceberio y Watzlawick,
2010), replantean el concepto psicoanalítico de experiencia emocional

309
César Vásquez y Teresa Mendo

correctiva propuesta por Alexander y French (1965) en los años 40.


Desde su forma de verlo, los cambios en la experiencia interna (apren-
dizaje, comprensión, nuevas formas de ver las cosas) pasan primero
por un cambio en la práctica y la conducta. En ese sentido, la novela
del trauma viene a ser también una forma de experiencia emocional
correctiva. La persona al ejecutar la tarea puede darse cuenta, con el
paso de los días, de que piensa y escribe sobre lo vivido sin perturbarse
ya, y eso lleva a la construcción acelerada de una nueva imagen de sí
mismo, de su relación con los otros y con el mundo (Fisch et al., 1984).

Aunque no compartimos del todo la metáfora del trauma como


herida psicológica, sí nos parece atendible la idea planteada por la
psicotraumatología actual (Solvey y Ferrazzano, 2004), acerca de que
la vivencia traumática podría implicar una forma de almacenamiento
disfuncional de la información en el cerebro. Tal vez por la intensidad
emocional de la vivencia, que es mantenida en niveles altos como
consecuencia del circuito perceptivo-reactivo del consultante, hay un
bloqueo en el paso de la información desde la memoria inmediata a la
memoria narrativa. En la memoria inmediata la experiencia se mantiene
siempre actual, viva, intensa y perturbadora, además de extraña; en la
memoria narrativa, en cambio, puede vivenciarse como un hecho del
pasado, estructurado, con sentido; como algo ya superado que puede
contemplarse con cierta distancia sin sentirse amenazado. La novela del
trauma permite organizar en poco tiempo la experiencia dolorosa en
una historia coherente, y favorecer así su asociación con otras narrativas
preexistentes, que le den un sentido cronológico (es solo un momento en
la vida de la persona, con un comienzo y un final) y permitan entenderla
y resignificarla desde el sentido de agencia personal (Letelier y Latorre,
2013), de poder y de ser capaz.
Tuvimos un total de siete sesiones con Dora, cada vez más es-
paciadas en el tiempo unas de otras. La segunda mitad de la terapia
estuvo destinada a reforzar sus avances, a dejar en claro lo que fue
aprendiendo del proceso terapéutico y a prevenir recaídas. El sentido
de la terapia fue girando más hacia las prácticas narrativas (cartas, cer-
tificados, el árbol de la vida) y centradas en las soluciones (proyección
a futuro, preguntas de escala y elogios). La terapia concluyó cuando
Dora se sintió lo suficientemente fuerte y capaz como para continuar
sola, aceptando el ocasional malestar, y hasta el dolor por lo vivido,
como una posibilidad y hasta como un derecho.
Casi un año después de concluir nuestro trabajo conjunto, Dora
continúa bien.

310
Capítulo 16

Referencias
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Paidós.
Berg, I. y Miller, S. (2002). Trabajando con el problema del alcohol. Orienta-
ciones y sugerencias para la terapia breve de familia. Barcelona: Gedisa.
Cagnoni, F. y Milanese, R. (2010). Cambiar el pasado. Superar las expe-
riencias traumáticas con la terapia estratégica. Barcelona: Herder.
Ceberio, M. y Watzlawick, P. (2010). Si quieres ver, aprende a actuar. Di-
seño y prescripción de tareas en psicoterapia. Buenos Aires: Teseo.
Fisch, R., Weakland, J. y Segal, L. (1984). La táctica del cambio. Cómo
abreviar la terapia. Barcelona: Herder.
Fisch, R. y Schlanger, K. (2012). Cambiando lo incambiable. La terapia
breve en casos intimidantes. Barcelona: Herder.
Frankl, V. (1991). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.
Letelier, C. y Latorre, I. (2013). Recuperando mi vida de la desgracia: Narrativa,
solidaridad y justicia. En F. García (Ed.), Terapia sistémica breve. Fun-
damentos y aplicaciones (pp. 375-396). Santiago de Chile: RIL editores.
Nardone, G. (2002). Miedo, pánico, fobias. La terapia breve. Barcelona:
Herder.
Nardone, G. y Balbi, E. (2009). Surcar el mar sin que el cielo lo sepa.
Lecciones sobre el cambio terapéutico y las lógicas no ordinarias.
Barcelona: Herder.
Nardone, G. y Portelli, C. (2006). Conocer a través del cambio. La evolución
de la terapia breve estratégica. Barcelona: Herder.
Nardone, G. y Salvini, A. (2006). El diálogo estratégico. Comunicar persua-
diendo: técnicas para conseguir el cambio. Barcelona: RBA Libros.
Nardone, G. y Watzlawick, P. (2001). El arte del cambio. Trastornos fóbicos
y obsesivos. Barcelona: Herder.
Perrone, R. y Nannini, M. (1997). Violencia y abusos sexuales en la fami-
lia. Un abordaje sistémico y comunicacional. Buenos Aires: Paidós.
Schaefer, H. (2013). La terapia estratégica breve: Fundamentos, técnicas y
tendencias actuales. En F. García (Ed.), Terapia sistémica breve. Fun-
damentos y aplicaciones (pp. 29-62). Santiago de Chile: RIL editores.
Shapiro, F. (2004). EMDR. Desensibilización y reprocesamiento por medio
de movimiento ocular. México: Pax.
Solvey, P. y Ferrazzano, R. (2004). El trauma psicológico. Recorrido histórico
e ideas actuales. En R. Lescano (Ed.), Trauma y EMDR. Un nuevo
abordaje terapéutico (pp. 37-56). Buenos Aires: EMDR Latinoamérica.
White, M. y Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos.
Barcelona: Paidós.

311
Capítulo 17
Los beneficios de la hipnoterapia
en pacientes con cáncer de mama

Arnoldo Téllez

Teresa Sánchez

Leticia Jaime

Introducción
La calidad de vida relacionada a la salud (CVRS) se refiere al grado
de bienestar de las personas que padecen alguna enfermedad determi-
nada, generalmente crónica, la cual se ve afectada por las consecuencias
debilitantes de la enfermedad misma o del tratamiento médico. Por lo
tanto, la CVRS se puede definir como un estado subjetivo y multidi-
mensional que abarca el funcionamiento físico, ocupacional, emocional,
social y cognitivo, además de la autopercepción de vitalidad, dolor,
sexualidad y espiritualidad (Osoba, 2011). Cuando la enfermedad o
el tratamiento médico para esa enfermedad afectan significativamente
alguna(s) de las anteriores áreas, es necesario implementar estrategias
terapéuticas para ayudar al paciente a aliviar los síntomas de su pade-
cimiento, recuperar la salud y mejorar su calidad de vida.
La CVRS se ve afectada especialmente en las personas que sufren
enfermedades crónicas, y el cáncer es una de ellas. La prevalencia de
cáncer se ha incrementado dramáticamente en los últimos años; según
la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014), cada minuto se
diagnostican dos nuevos pacientes de cáncer de mama. El cáncer de
mama representa 521.000 muertes al año y se estima que para el año
2025, podría ser responsable de 1, 9 millones de muertes anuales en
todo el mundo.

313
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

En México, el cáncer de mama se ha convertido en la segunda


causa de muerte, siendo la región norte del país la de mayor incidencia
(Aguayo-Alcanraz, Jiménez-Pérez, Celis-de la Rosa y Canales-Muñoz,
2008). Es el cáncer de mama el de más alta tasa de mortalidad en las
mujeres mexicanas con un 27,2% (Instituto Nacional de Estadística y
Geografía, 2014), y la edad más vulnerable va de 40 a 45 años, diag-
nosticándose el 46% de los casos.
Una de las estrategias psicoterapéuticas que se ha utilizado para
mejorar la CVRS en pacientes oncológicos es la hipnosis (Montgomery,
Schnur y Kravits, 2013). La hipnosis es un estado de conciencia que
implica un foco concentrado de atención y una reducida conciencia
periférica caracterizada por una capacidad incrementada para responder
a sugestiones (Elkins, Barabasz, Council y Spiegel, 2015). Este estado de
conciencia resulta muy adecuado para que los procesos cognitivo y de
imaginación puedan servir de puente entre la brecha mente-cuerpo, de
forma que se puedan facilitar los procesos de sanación física.
Por otro lado, se ha definido a la hipnoterapia como «el uso de la
hipnosis en el tratamiento de asuntos o trastornos médicos o psicológi-
cos» (Elkins et al., 2015). La hipnosis se ha usado exitosamente desde
hace más de 150 años en la reducción o eliminación del dolor quirúr-
gico (Esdaile, 1902), y recientemente en dolor de quemaduras, dolor
de cabeza o migraña, así como para modificar la presión sanguínea,
aliviar los síntomas de la fibromialgia, úlcera del duodeno, y detención
de hemorragia y algunas enfermedades de la piel (Barber, 1996; Wark,
2008, Hammond, 2007). Se ha encontrado que la hipnosis puede mo-
dificar no solo los procesos fisiológicos sino también los anatómicos,
por ejemplo, puede acelerar el proceso de sanación de pacientes con
fracturas de huesos medido tanto con radiografías, así como con el
grado de recuperación de la movilidad al subir y bajar escaleras y la
disminución del dolor (Ginandes y Rosenthal, 1999).
Por otra parte, la hipnoterapia ha comprobado su utilidad en el
alivio de diferentes síntomas y en el mejoramiento de la calidad de vida
en pacientes con cáncer de mama y disminuyendo o eliminando el dolor
físico y sufrimientoen pacientes con metástasis, además de mejorar el
estado de ánimo (Spiegel y Bloom, 1983; Butler et al., 2009). También
se ha encontrado que incrementa la energía y disminuye la ansiedad
(Laidlaw et al., 2005). Por ejemplo, Ebell (2008) encontró que el entre-
namiento en autohipnosis unido al uso de analgésicos es más efectivo
para reducir el dolor y el sufrimiento que el uso únicamente de anal-
gésicos, aunque Ebell subraya la necesidad de diseñar un tratamiento
hipnoterapéutico a la medida del paciente para hacerlo más efectivo.

314
Capítulo 17

Algunos estudios indican que el uso de la hipnosis en conjunto con


la terapia grupal de apoyo ayudan a incrementar la sobrevivencia de las
pacientes con metástasis. Esta relación fue encontrada por primera vez
en el estudio realizado por Spiegel et al. (1989), quienes estudiaron
prospectivamente el efecto de una intervención psicosocial de tipo
grupal-expresiva con hipnosis sobre la calidad de vida y el tiempo de
supervivencia de ochenta y seis pacientes con cáncer de mama metas-
tásico. La intervención consistió en un año de sesiones semanales de
grupo de apoyo con autohipnosis para el manejo de dolor, comparado
con un grupo control. A diez años de seguimiento, el tiempo de so-
brevivencia fue de 36,6 meses (SD 37,6) en promedio en el grupo de
intervención y de 18,9 (SD 10,8) del grupo control, presentando una
diferencia estadísticamente significativa. Sin embargo, cuando este es-
tudio fue replicado, no se encontró que este tratamiento tuviera algún
efecto en la sobrevivencia, pero sí demostró el beneficio en la calidad
de vida, como la reducción en el distrés y el dolor (Goodwin et al.,
2001). Posteriormente, el mismo equipo de Spiegel (2007) aplicó este
procedimiento a 125 pacientes con cáncer metastásico y no encontró
diferencias significativas en el promedio de supervivencia entre los
grupos de hipnosis y control, pero un análisis exploratorio mostró una
relación entre el estatus del estrógeno receptor (ER) y la condición de
tratamiento, de forma que entre los ER-negativos participantes que
estuvieron en tratamiento vivieron en promedio más tiempo (29,8
meses) que los ER-negativos del grupo control (9,3 meses). Entre los
ER-positivos de ambos grupos no hubo diferencias significativas. Lo
anterior sugiere que las pacientes ER-negativas son las que más se be-
nefician con las intervenciones psicosociales, tales como la hipnosis, en
cuanto a supervivencia se refiere.

Biopsia de mama
Las intervenciones psicosociales se pueden aplicar desde el mo-
mento en que se inicia el proceso de diagnóstico de cáncer de mama.
En la actualidad, el diagnóstico de lesiones con sospecha de malig-
nidad son obtenidos usando métodos de invasión mínima, tales como la
biopsia esterotáxica y biopsia guiada con ultrasonido (Gutwein et al.,
2011), no obstante, la preocupación por los procedimientos persiste y
está relacionada al dolor, al malestar físico, al distrés emocional y a la
incertidumbre ante un posible diagnóstico de cáncer (Brett, Bankhead,
Henderson, Watson y Austoker, 2005; Miller et al., 2014).

315
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

Las pacientes sometidas a biopsia experimentan ansiedad y de-


presión antes y después del procedimiento quirúrgico, con un impacto
negativo en su calidad de vida (Kamath et al., 2012; Iwatani, Matsuda,
Kawabata, Miura y Matsushima, 2013). Los eventos calificados por los
pacientes como generadores de distrés en los procedimientos de biopsia
son: 1) ser informado de la necesidad de una biopsia de mama; 2) la
espera para someterse a la biopsia, y 3) la espera de los resultados de
la biopsia (Steffens, Wright, Hester y Andrykowski, 2010).
Las intervenciones psicológicas implementadas durante el período
de espera para la biopsia tienen el potencial de reducir el estrés percibido
y el diestrés emocional y aumentar las habilidades de afrontamiento, me-
jorando la experiencia del procedimiento de biopsia (Park et al., 2013).
Una sola sesión de hipnosis de quince minutos con sugestiones dirigidas
a incrementar la relajación, antes de entrar a cirugía de biopsia de mama
aumenta la relajación, reduce significativamente los niveles de ansiedad y
depresión (Schnur et al., 2009), además de una disminución en la intensidad
del dolor, la fatiga, la náusea, el malestar emocional, así como el uso de
medicamentos después de la cirugía (Montgomery et al., 2007).
Nosotros hemos encontrado que la aplicación de una audiogra-
bación con sugestiones hipnóticas que promueven la relajación, la
disociación y el optimismo en pacientes antes de someterse a la biopsia
de mama, produce una disminución en la ansiedad y un incremento
en el optimismo. Por su efectividad, fácil aplicación y bajo costo, las
audiograbaciones de hipnosis en pacientes que se sometan al proce-
dimiento de biopsia de mama son altamente recomendados (Téllez,
Sanchez-Jáuregui, Juárez-García y García- Solís, 2016).

Fatiga
La fatiga relacionada al cáncer (CRF, por sus singlas en inglés) se
refiere a una debilidad intensa que con mucha frecuencia acompaña al
diagnóstico, tratamiento y en el 20% de las pacientes continúa mucho
tiempo después de terminar el tratamiento (Servaes, Van der Werf,
Princs, Verhagen y Bleijenberg, 2000). El CRF es una condición de
energía disminuida y una necesidad muy intensa de descansar, que no
se relaciona con la actividad realizada previamente y que no se revierte
con el descanso, además, se acompaña de una concentración disminuida
y somnolencia diurna. Todo lo anterior puede llevar a una disminución
en la calidad del sueño, en el funcionamiento social, físico y cognitivo,
afectando las actividades laborales y de la vida diaria (Mitchell, 2010).

316
Capítulo 17

La hipnosis clínica combinada con terapia cognitiva conductual es


efectiva para controlar la fatiga que es común durante el tratamiento de
radioterapia y pueda prevenir su desarrollo en el curso del tratamiento
de las pacientes con cáncer de mama (Montgomery et al., 2014). Esta
misma combinación psicoterapéutica incrementa el afecto positivo
(felicidad, alegría, etc.) y disminuye el afecto negativo en pacientes con
cáncer de mama durante la radioterapia (Schnur et al., 2009).

Bochornos
El bochorno o sofoco es una sensación espontánea de calor en la
cara, cuello, parte superior del pecho y con frecuencia está asociada a
palpitaciones, sudoración y ansiedad, sensaciones que reducen la calidad
de vida de la paciente, ya que afecta su actividad diaria y su calidad de
sueño (Williams, Levine, Kalilani, Lewis y Clark, 2009). Las mujeres
con cáncer de mama tienen alto riesgo de presentar bochornos debido
a los efectos de los tratamientos sobre los niveles de estrógeno y a la
ansiedad que presentan durante el día (Guimond et al., 2015).
Elkins et al. (2008) encontraron que intervenciones con hipnosis
que incluyen sugestiones de frescura, donde se pide a las pacientes que
imaginen que están enfrente a un aparato de aire acondicionado o en
la nieve, reduce significativamente la frecuencia e intensidad de los
bochornos, además de mejorar la depresión, la ansiedad y el sueño.

Náuseas y vómito
La náusea y el vómito son síntomas comunes en los pacientes con
cáncer, afectando al 50% de ellos en alguna etapa de la enfermedad,
aun y cuando reciban tratamiento antiemético (Kumar, 2012). Cuando
la náusea y vómito se presentan después de la aplicación de la quimiote-
rapia, se conoce como náusea inducida por quimioterapia, sin embargo,
el 20% de los pacientes experimentan náusea antes del tratamiento,
la que se conoce como náusea anticipatoria y está asociada a factores
psicológicos (Kamen et al., 2014).
Los estudios que utilizan tratamientos no farmacológicos para el
tratamiento de los efectos secundarios de la quimioterapia, básicamente
se centran en dos técnicas principales, que son la desensibilización sis-
temática y la hipnosis (Marchioro et al., 2000). La hipnosis ha demos-
trado ser un componente de tratamiento eficaz para problemas como

317
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

náuseas y vómito en pacientes de cáncer tratados con quimioterapia


(Redd, Montgomery y Duhamel, 2001).
Asimismo, puede reducir significativamente el desarrollo de náusea
y vómito anticipatorios, protegiendo así la CVRS del paciente, mejoran-
do la probabilidad de éxito en el manejo de la enfermedad y reduciendo
los costos de tratamiento (Kamen et al., 2014).

Calidad de sueño
Los problemas de sueño se presentan muy frecuentemente en las
mujeres con cáncer de mama, debido en parte a lo agresivo del trata-
miento médico y síntomas colaterales de la quimioterapia (Furlani y
Ceolim, 2006). En ocasiones, estos problemas comienzan desde antes
del inicio del tratamiento, debido al estrés y ansiedad del diagnóstico.
Los problemas de sueño más comunes son el despertar temprano, difi-
cultad para dormir, despertares frecuentes, dolor, bochornos, levantarse
al baño y despertar con la sensación de no haber tenido un sueño de
buena calidad o reparador (Thomas, Bower, Hoyt y Sepah, 2010).
Se ha encontrado que la hipnoterapia es una técnica eficaz para
mejorar la calidad de sueño, disminuyendo la latencia de sueño, in-
crementando la duración y mejorando la eficiencia y calidad de sueño
global de las pacientes (Jaime, Téllez, Juárez, García y García, 2015),
incluso desde las primeras sesiones (Peynovska, Fisher y Oliver, 2005;
Jensen et al., 2012).
Contribuir al beneficio de la calidad del sueño en las pacientes con
cáncer de mama es importante, ya que además de ser un proceso restau-
rativo, es donde tiene lugar la secreción de la melatonina, hormona que
se relaciona con el fortalecimiento del sistema inmune y la inhibición del
crecimiento de las células tumorales, siendo un anticancerígeno natural
(Blask, 2009). Dormir bien también favorece el buen funcionamiento
cognitivo y emocional, además de facilitar la recuperación de los efectos
del tratamiento (Barichello, Sawada, Megumi y Fontao, 2009).

Calidad de vida en general


La hipnosis también ha resultado útil en reducir la ansiedad, la
depresión e incrementar el espíritu de lucha en pacientes con cáncer,
recibiendo cuidados paliativos en tan solo cuatro sesiones de hipnote-
rapia (Wright, Courtney y Crowther 2002). Durante la quimioterapia,

318
Capítulo 17

las pacientes que reciben hipnosis reportan menos síntomas psicológicos


y mejor calidad de vida (Walker et al., 1999).
Bakke et al. (2002) encontraron que la hipnosis puede mejorar
algunos componentes del sistema inmune, especialmente usando
la imaginación guiada consistente en la visualización del fortaleci-
miento del sistema inmune y la destrucción de las células de cáncer.
Con este método se incrementaron las células naturales asesinas
(NK en inglés), pero al seguimiento de tres meses volvió a niveles
pretratamiento.
Por su parte, Wright et al. (2002) reportaron que la aplicación de
diez sesiones de relajación profunda y autohipnosis, en forma de entre-
namiento autogénico, reduce significativamente la ansiedad. También
se presentó una mejora del sueño a través de reportes cualitativos,
beneficiando la calidad de vida de las pacientes con cáncer.
Jensen et al. (2012) encontraron que una sola sesión de hipnosis de
quince minutos fue suficiente para aumentar la relajación y reducir los
niveles de depresión y preocupación en una escala visual analógica del 1
al 100, y menos ansiedad en la versión corta de la escala de perfil de es-
tados de ánimo (POMS-SV, por sus siglas en inglés). También se encontró
una significancia clínica reflejada en un tamaño del efecto grande en la
disminución del dolor (d = 1,47), fatiga (d = 2,05) y mejoría de la calidad
de sueño (d = 1,52) entre el pre y postratamiento. En un seguimiento a
seis meses, la mejoría en el dolor se mantuvo, la mejoría en la fatiga y
el sueño se redujo, sin volver a niveles de pretratamiento.
Kwekkeboom, Wanta y Bumpus (2008) encontraron que la técnica
hipnótica para producir analgesia, denominada «anestesia de guante»,
fue igualmente efectiva que la relajación muscular progresiva en redu-
cir en forma significativa la intensidad de dolor, el estrés relacionado
al dolor, y un mayor control del dolor. Un 52% de los pacientes con
imaginación guiada analgésica tuvieron una mejoría clínica individual
igual o menor al 30% en el dolor, en comparación con el 41% de los
pacientes con relajación progresiva.
Nosotros hemos encontrado que veinticuatro sesiones de hipno-
terapia durante todo el tratamiento de quimioterapia producen una
mejoría en el funcionamiento cognitivo, social y físico medido por el
QLQ-C30 comparado con el grupo control, además de una mejoría
en el optimismo y la autoestima, que son dos características de per-
sonalidad protectoras de la salud, ya que promueven los estilos de
afrontamiento eficaces (Téllez, Juárez-García, Jaime-Bernal, Medina
de la Garza y Sanchez, 2017).

319
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

Optimismo y autoestima
El optimismo es definido como la expectativa de que en el futuro
ocurrirán cosas positivas (Carver y Scheier, 2014). En pacientes con
cáncer es una variable de ajuste psicológico para fomentar estilos de
afrontamiento efectivos, que promueven el espíritu de lucha en el mo-
mento del diagnóstico y el tratamiento, disminuyendo el estrés, además
se asocia con el incremento de la supervivencia (Hodges y Winstanley,
2012; Shaheen, Andleeb, Ahmad y Bano, 2014).
En un estudio de para evaluar el optimismo relacionado a la salud
y a la calidad de vida en pacientes con cáncer de mama, se reportó
que los más optimistas tenían menos síntomas depresivos y un mejor
funcionamiento mental y social (Colby y Shifren, 2013).
Por su parte, la autoestima se ha definido como un sentimiento ge-
neral de valía, aceptación, bondad y respeto a uno mismo (Lyubomirsky,
Tkach y Dimatteo, 2006). Rector y Roger (1997) han encontrado que
las personas con alta autoestima presentan menos respuestas de estrés
ante situaciones aversivas comparado con las personas con baja autoes-
tima, indicando que la autoestima alta amortigua los efectos del estrés.
La autoestima en las mujeres con cáncer de mama se ve afectada por
el diagnóstico, el tratamiento de quimioterapia y especialmente por la mas-
tectomía (Carpenter y Brockopp, 1994), ya que se considera que la mama
femenina representa feminidad, maternidad y satisfacción sexual (Alonso-
Fernández, 2008). Las personas con autoestima alta pueden amortiguar
estos efectos negativos disminuyendo las emociones negativas tales como
el distrés, la ansiedad y la depresión, a través de mecanismos protectores
tales como recordar experiencias exitosas previas, y/o descalificando la
retroalimentación negativa. Además, la alta autoestima es una carac-
terística de personalidad relativamente estable, y provee de recursos
cognitivos para ayudar a afrontar situaciones difíciles, y se asocia a
una mayor estabilidad emocional, funcionando como un mecanismo
de defensa o ancla emocional (Cast y Burke, 2002).
Por su parte, Schroevers, Ranchor y Sanderman (2003) encontraron
que los niveles altos de autoestima se relacionan negativamente con la
depresión en mujeres con cáncer de mama, incluso el nivel de autoestima
predice significativamente los niveles de depresión quince meses después
del diagnóstico, concluyendo que la autoestima juega un papel crucial
en el bienestar en estas pacientes. Los autores sugieren que es necesario
que se considere incluir el fortalecimiento de la autoestima en mujeres
con cáncer de mama que presenten depresión.

320
Capítulo 17

En uno de nuestros estudios, encontramos que la hipnoterapia apli-


cada durante la quimioterapia resultó útil al aumentar el optimismo y
la autoestima después de un mes de tratamiento, y se mantiene después
de seis meses de seguimiento.

Conclusión
El tratamiento del cáncer de mama requiere de una aproximación
biopsicosocial. La atención psicosocial es muy importante para mejo-
rar la calidad de vida relacionada a la salud en estas pacientes durante
todas las fases del tratamiento. Una de las técnicas psicológicas que han
comprobado su utilidad clínica es la hipnoterapia, reduciendo la ansie-
dad, depresión y distrés, fomentando el optimismo durante la biopsia
de mama. Durante el tratamiento, la hipnosis ayuda a disminuir los
síntomas colaterales como la fatiga, los bochornos, náuseas, vómito y
el distrés, así como incrementa el optimismo, la autoestima, calidad de
sueño y de vida en general. Aunque el uso de la hipnosis para prolon-
gar la vida todavía es un tema polémico, algunos datos indican que al
menos en pacientes con cáncer de mama ER-negativas se incrementa
el tiempo de supervivencia.
Por lo tanto, recomendamos el empleo de la hipnoterapia como
una alternativa terapéutica efectiva en el campo de la psicooncología,
así como continuar la investigación en esta área.

Técnicas de hipnosis para pacientes con cáncer


Aquí se describirán algunas sugestiones para que los terapeutas
puedan usarlas en su práctica clínica.

Hipnosis para procedimientos quirúrgicos

En el siguiente guion hipnótico, se ofrecen sugestiones para dis-


minuir o aliviar el dolor que se presenta durante las cirugías de mama
(biopsia, lumpectomía o mastectomía) a través de la disociación, además
de sugestiones para estabilizar las funciones fisiológicas y la recuperación
postoperatoria (Téllez et al., 2016).

En un momento más, el médico te va a preparar para esa


intervención, quizá necesite algo de anestesia, no lo sé, pero

321
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

después de que todo esté listo, y el médico haga esa pequeña


operación, todas las sensaciones, las luces, los sonidos, la
voz del médico o la enfermera, servirán para relajarte más,
profundamente… y mi voz estará contigo, estará en tu mente,
durante esa operación, mi voz estará contigo aunque yo no
esté, tu mente escuchará mi voz y eso hará que puedas sentirte
muy cómoda, que puedas sentirte muy segura. Tú cerrarás tus
ojos cuando el médico trabaje, quizá puedas irte lejos, lejos
de ahí, a un lugar, a un lugar que te guste estar, como cuando
uno estaba en la escuela primaria, y algunas clases eran largas
y aburridas y miraba uno hacia la ventana y mentalmente se
iba uno lejos, lejos de ahí, a algún lugar que a uno le gustaba
estar, y cuando regresaba mentalmente al salón, se daba cuenta
de que había perdido el hilo de lo que la maestra decía, pero no
importaba, no importaba, porque tu mente interna subcons-
ciente estuvo captando cada palabra, como en este momento
tu mente subconsciente me está escuchando, y va a hacer cosas
importantes, positivas, sanadoras para ti… y cuando ya estés
agradablemente cómoda, tranquilamente relajada, como lo
estás ahora, dejarás de sentir muchas cosas en tu cuerpo, y
cuando despiertes al finalizar la intervención del doctor, es
como si despertaras de un pequeño sueño profundo y repone-
dor, te podrás sentir relajada y contenta, y contenta de sentirte
tan bien, y después de eso, todas las funciones fisiológicas, tu
cuerpo estará funcionando normalmente y saludablemente,
probablemente no sientas nada, o quizá sientas una pequeña
molestia que te avisará que todo está sanando, eso es, correcto,
te darás cuenta de que el doctor, la enfermera y los psicólogos
están al tanto y al cuidado de ti. Después de eso, después de la
intervención, te sentirás segura y tranquila, pero estarás muy
relajada, sabiendo que quizá haya una amiga o familiares
esperando por ti, estarás muy relajada, y como estarás muy
relajada, la sanación, los procesos de sanación y cicatrización
serán más rápidos, favoreciendo la curación, favoreciendo la
sanación. Permite que todas esas sensaciones sean una señal que
te permita que te mantengas relajada y tranquila, nada, nada
en que pensar, nada que hacer, tan solo mantener y disfrutar,
esa profunda tranquilidad, tendrás tiempo de descansar y re-
cuperarte, de planear tu regreso a casa, tu mente interna será
capaz de erradicar de tu mente cualquier sensación incómoda
o de dolor, simplemente la borrará y estarás tan sorprendida,
estarás tan agradablemente sorprendida de lo breve que te
pareció, lo rápido que te pareció la estancia en el hospital…

322
Capítulo 17

Sugestión para el manejo de la fatiga

El guion para el manejo de la fatiga incluye sugestiones del ciclo


natural de sensación de energía después de un período de descanso,
y reafirma la sensación de fatiga como una sensación de «descanso»
y relajación (Jensen et al., 2012). Algunas de las sugestiones son las
siguientes:

Y tú puedes recordar que el estado natural del cuerpo es


sentirse energizado después de períodos de descanso, y hacerte
saber cuándo es el momento apropiado para descansar, y
luego… después de que descansas, te sientes lleno de energía
otra vez. Un patrón natural y rítmico… descansar... energía...
descansar... energía. Tú sabes que esto es muy saludable... es la
forma en que su mente y cuerpo han funcionado siempre…in-
cluso desde antes de que nacieras. Y puede resultar muy útil…
que tú puedes permitirte a ti misma períodos de descanso en
el momento apropiado... y a continuación, después de estos
períodos de descanso podrás sentir una verdadera sensación
de energía… una verdadera sensación de que puedes hacer
lo que quieras… lograr lo que deseas lograr… De hecho, has
estado descansando en este momento… justo ahora… así que
cuando te despiertes de esta sesión te puedes despertar con
una sensación de estar energizada y descansada, simplemente
sintiéndote bien.

Sugestiones para el manejo de los bochornos

Elkins et al. (2008) desarrollaron una serie de sugestiones hip-


nóticas que incluyen sugerir sensaciones de frescura, recurriendo a la
imaginación de estar en una montaña nevada o enfrente de un aire
acondicionado o tomando agua fría.

Así como tú has aprendido a usar la hipnosis para estar


más cómodo y relajado cada día… y has encontrado frescura
y comodidad. Ahora ve a un lugar fresco y confortable... en-
contrando que estás en las montañas. (Nota: aquí se pueden
insertar imágenes mentales individualizadas para relajación y
frescura y usarlas en lugar de la imagen de la montaña depen-
diendo de las preferencias del paciente, sin embargo, se deben
de usar las mismas frases para el fresco)… Hace frío aquí... de
hecho, hay nieve alrededor… el aire es muy frío y es placentero

323
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

notar la blanca nieve en los árboles y en el suelo... Tal vez tú


quieras tomar una respiración profunda del fresco… del frío
aire… y sentir cómo unas frías olas de confort fluyen sobre ti
y a través de ti… te sientes más refrescada… Es uno de esos
días en que el aire fresco y nieve fría se sienten muy bien. Con
cada paso que das, sintiendo el aire fresco, la fresca sensación
del frío… de sentir el aire en tu cara, en tu frente, y una suave
brisa a través de sus oídos. Es tan agradable allí y solo notas el
frío mientras estás de pie en la cima de esta montaña cubierta
de nieve… frías olas de comodidad fluyen sobre ti y a través
de ti… y mientras esté allí es posible que tu mente pueda ir a
otras ocasiones en las que sentiste frío y comodidad. Quizás
lo refrescante que es estar de pie delante de un aire acondicio-
nado… sentir el aire frío… o la frescura que se siente al abrir
un refrigerador o tener una bebida fría de agua helada cuando
uno está realmente sediento y sentir la sensación fresca del agua
clara y limpia y muy refrescante.

Hipnosis para la mejora del sueño

Confusión semántica (Téllez, 2008):

Cierra tus ojos. Lo primero que vamos hacer es un poco de relaja-


ción, pues bien. Quiero que escuches y pongas mucha atención a lo que
voy a hablar. Quiero que puedas concentrarte en tu respiración por un
momento… Cómo el aire entra y sale de tu cuerpo, cómo entra fresco
y sale tibio y puedas relajarte más.
Y con cada respiración puedes permitir que esa relajación se extien-
da por tu cuerpo y todos los sonidos puedas incorporarlos (ejemplos)
y relajarte más, y permitir que esos sonidos te relajen más, en cada
respiración una relajación.
Y no es necesario que te relajes tan profundamente, puedes relajarte
ligeramente, o puedes relajarte moderadamente, o puedes relajarte semi-
profundamente o incluso profundamente, pero no tan profundamente,
sino solo lo profundo que tu mente inconsciente necesite, (repite), pero
no más... profundamente más... que eso. Esa relajación puede ir a esa
parte del cuerpo que necesite relajarse más, y puedes poner atención a
mi voz o puedes dejar de ponérsela como tu mente inconsciente desee,
pero no es necesario que te relajes tan profundamente, porque cuando
uno se relaja tan profundamente puede quedarse dormido, y no es

324
Capítulo 17

necesario que te quedes dormido, porque cuando uno duerme descansa


y se siente muy bien, y cuando uno duerme sueña cosas diferentes, y
cuando uno descansa sueña pero no es necesario dormirse para soñar,
porque se puede soñar despierto, soñar dormido o semidormido, se
puede dormir soñando y se puede soñar sin sueño y se puede dormir
sin sueño. Hay gente que parece que está dormida y está soñando, hay
gente que parece que está soñando pero está dormida y gente que está
soñando y no está dormida. También hay gente que parece que está
dormida pero está despierta, hay otra que parece que está despierta pero
está dormida, hay gente que no está despierta, ni dormida, ni soñando
sino todo lo contrario. Soñar, dormir, descansar, cuando yo descanso
y quiero dormirme dejo que las palabras lleguen a mi mente, cama,
confort, descansar, soñar, pijama, almohadas, sábanas, soñar descansar,
dormir, y duermes profundamente y tienes dulces sueños, relax, recu-
perado, recámara, ojos cerrados y siento cómo me deslizo suavemente
en un descanso porque cuando sueño creo que estoy despierto, pero
estoy dormido y cuando despierto no sé si estoy despierto o tan solo
soñando que estoy despierto. No lo sé.
Puedes continuar con eso... muy bien tan solo dejar continuar
deslizándote suavemente ahí donde tu mente consciente no hará nada
interesante, pero donde tu mente inconsciente, sabia y poderosa hará
cosas importantes para ti... para ti. Los expertos dicen que cuando uno
entra en trance agradable y profundo equivalen a varias horas de sueño
que las células se restauran, se rejuvenecen, se reconstituyen, donde las
tensiones se liberan, se desintegran, se disuelven, se deshacen, y como
decía mi maestro de química para irse éter sulfúrico, éter muriático y
éter minado, y se iba y nos dejaba contentos sabiendo que la química
es muy importante incluso entre las gentes, solo hay que dejarlo fluir.
Y hoy en la noche, cuando vayas a dormir y vengan las palabras por sí
solas, tu mente inconsciente trabajará por sí sola y podrá resolver algunas
cosas utilizando todo el potencial que tú tienes y que no sabes que tienes
pero está ahí, y lo más maravilloso de todo es que no tienes que darte cuen-
ta de lo que trabaja tu mente inconsciente... y no tienes que darte cuenta
hasta que alguien se dé cuenta... que no te has dado cuenta de que algo ha
empezado a cambiar... ahora puedes tomarte todo el tiempo que necesites
para poder estar atenta, consciente y despierta». Si no abre los ojos, se le
repite todo el tiempo que necesites.

325
Arnoldo Téllez, Teresa Sánchez y Leticia Jaime

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330
Capítulo 18
Doble vínculo en mujeres con
diagnóstico de trastorno límite
de la personalidad. Experiencias desde
la terapia estratégica breve

Luis de la Barra

Es conocida la relevancia del trastorno límite de la personalidad


(TLP) en la psicología clínica y en la psiquiatría, debido a su preva-
lencia en la población, por el nivel de comorbilidad implicado, y con
frecuencia, por las conductas espectaculares que suelen estar asociadas
al trastorno. Se le define como un patrón general de inestabilidad en
las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una
notable impulsividad que comienza al principio de la edad adulta y se
da en diversos contextos (APA, 2014).
Los clientes así diagnosticados ganan rápidamente fama dentro
de los equipos de trabajo en salud mental, y a veces pueden generar
frustración, o ser rechazados por el considerable riesgo de fracaso para
el terapeuta.
En este capítulo me propongo transmitir los aprendizajes consegui-
dos a partir de mi experiencia clínica con este tipo de clientes/usuarios,
habiendo abordado los casos desde una orientación estratégica breve.
Mi exposición se concentra principalmente en mostrar una observación
renovada del TLP y en expresar, aun en un estatus preliminar, algunas
de las posibilidades que veo para un tratamiento estratégico exitoso.

Primeras impresiones
Desde los primeros encuentros sentí una empatía especial por
estos usuarios, que casi sin excepción, me resultaron interesantes y me
agradaron de forma personal. También me parecieron vulnerables y

331
Luis de la Barra

temerosos de verse envueltos en una situación confusa, en un malen-


tendido; reaccionando a la incomprensión de antemano, resolviendo
precipitadamente su propia inquietud. Mi forma de entrar en estos
encuentros estuvo caracterizada por el entusiasmo ante lo nuevo, por
la determinación de apreciar, por el detenimiento de contemplar las
formas que toma la vida en cada persona; sin más, sin la gravedad ni
el escándalo ante lo raro, lo raro es bueno.
Me gustaría explicar cómo en oposición a lo anterior, en este
mismo punto, existe un apuro que contagia a los tratantes de tomar
medidas urgentes de contención o aseguramiento, un apuro que afecta
negativamente la capacidad de estas personas de controlar su propio
comportamiento, concentrándose de tal manera en las conductas más
preocupantes del caso que se termina por construir interaccionalmente
el descontrol que se teme. Lo que inicialmente era una realidad tenue
en el consultante, se torna definitiva cuando el terapeuta actúa de un
modo en el que se le comunica a la persona de forma indirecta, que no
se puede contar con él para controlar o conducir la situación presente.
Incluso usuarios hospitalizados pueden curiosamente empeorar su des-
control al connotarse sistemáticamente su incapacidad de conducirse
autónomamente, mientras atraviesan por el aparato de la salud pública.
Este es un gran peligro en las primeras interacciones con el consultante,
quien está realmente muy susceptible al asentamiento de una realidad
personal que podría ser la de la enfermedad mental. Es, por lo tanto,
también una gran oportunidad para influir de modo decisivo en el caso,
en un sentido contrario.
No se trata de prescindir de las medidas de contención o de ase-
guramiento del usuario, o que estas no sean apropiadas en muchos
escenarios, sino que debe llegarse a ellas a través de la singularidad del
usuario en tanto persona, creando un contexto interpersonal en el que
este considere por sí mismo, y se haga presente a través de esta opción,
como un modo responsable e inteligente de actuar que terapeuta y
cliente comparten.
En este mismo punto, la reacción de urgencia ante las informacio-
nes preocupantes que el terapeuta recibe, promueve una interacción
con el cliente donde lo relevante se mantiene por detrás de la escena,
ocurre de manera encubierta, al tiempo que la conversación que am-
bos comparten se torna insustancial, de modo que ocurren dos cosas
mientras el terapeuta simula que ocurre solo una. Lo que el terapeuta
está considerando relevante son las consideraciones que no trasmite
a su cliente, y que en este punto usualmente son las acciones de ase-
guramiento o derivación que le ofrecen un modo de desentenderse de

332
Capítulo 18

lo que ocurre, y desplazar una situación inconveniente. Al hacer esto,


la persona frente a nosotros desaparece, lo que el cliente alcanza a
compartir en ese escenario se torna vacío para sí mismo, y el espacio
interpersonal se enrarece. Esta experiencia es muy familiar para un
cliente con diagnóstico de TLP, la experiencia de desaparecer en el
ámbito que es significativo para ellos; en lo que realmente sienten,
piensan y les preocupa. Si a esto se le suma que el terapeuta sea hábil
para ocultar este acercamiento inauténtico, será precisamente el tipo
de experiencia que ha sido definitoria para ellos: no poder señalar la
omisión de lo relevante (cosa que también sucede en el abuso).
Desde aquí debo afirmar tempranamente lo siguiente, el TLP es
un asunto acerca de la confusión. Hay un desconcierto que puede
verse en la mirada de estas personas como si no estuvieran muy se-
guros de lo que pasa, incluso cuando desarrollan intensamente sus
puntos de vista parece que de pronto su confianza en lo que afirman
se fuera a derrumbar.

Conceptualización mínima
y presentación de los casos
Bajo la idea de que mi trabajo es usar el conocimiento en favor de
mis clientes, me permití disponer de unos conceptos que hicieran justi-
cia a estas experiencias, desarrollando mis comprensiones a partir del
involucramiento conjunto con ellos en las dificultades y casualidades
que los traían a terapia.
Sentí la fuerte impresión de que en cada caso, lo problemático se
correspondía con unas situaciones atrapantes y confusas, ya fuese en las
relaciones directas con ciertas personas, respecto a las ideas que com-
ponen el problema, o frente a las soluciones sugeridas por el entorno
y la terapia misma. De manera intuitiva comencé a probar el concepto
de doble vínculo, desarrollado por Gregory Bateson (1956), con el cual
se describen unas situaciones comunicativas tales, donde el individuo
es sometido a dos imperativos que son contradictorios, habiendo un
desbalance de poder tal, que no permitiría escapar o señalar el carác-
ter confuso de la situación o de las demandas requeridas. Otra forma
de expresarlo es identificando la naturaleza paradójica de la fórmula
comportamental que reside al interior de estas comunicaciones.
Debido a mi formación en terapia estratégica, me he acostumbrado a
explorar cómo funcionan los problemas por sí mismos en el presente, más
allá del porqué de su origen temprano, mis observaciones se concentran

333
Luis de la Barra

entonces en identificar cómo el problema logra mantenerse a sí mismo,


es decir, cómo se garantiza su persistencia actual.
Me di cuenta de que en el caso de los clientes diagnosticados con
TLP era bien posible, aunque exigiera una atención meticulosa, for-
mular declarativamente la paradoja o la situación interpersonal doble
vinculante en la que estaban atrapados. A continuación presento, como
muestra de este abordaje, tres de los casos donde identifico y formulo
estas situaciones, mostrando consecutivamente algunos datos mínimos
que permitan al lector apreciar este punto:

Caso 1

—Tengo que dejar de ser una mala mujer, pero si dejo de serlo, es
que entonces lo soy… así que tengo que ser mala para poder aún ser
buena—.
La primera situación corresponde a una cliente mujer que habría
sido infiel a su esposo en el período inicial de su relación, y a pesar
de que él había perdonado este desliz, durante los años posteriores de
matrimonio, mi cliente experimentó de forma continua sutiles aunque
lapidarios reproches por su anterior comportamiento. Con el tiempo
desarrolló un problema de dependencia al alcohol y otras conductas
problemáticas, incluidos cortes en los brazos y piernas, intentos de sui-
cidio y escándalos frente a su esposo cuando bebía. La actitud de toda
la familia, y en especial la de su esposo, fue la de comunicarle que debía
dejar de ser una «mala mujer» y comenzar a ser «buena», abandonar el
alcohol y asistir regularmente a la iglesia, cosa que la cliente intentaba
hacer, pero ciertamente también resistía, virando disociativamente de
regreso a sus comportamientos problemáticos. Discutir con su marido
estando bebida le hacía sentir en contacto.
Con ciertas reservas de cómo había sido descrito por la cliente,
cuando finalmente conocí a su esposo, este resultó ser tal cual como
ella lo describió: muy compuesto, muy probo y poco expresivo, siendo
mi cliente en cambio muy sensible, apasionada, aficionada a la poesía
y tenía un gusto por el arte y la iconografía oscura. Para la cliente
resultaba muy confuso que su esposo afirmara que la quería y que
la había perdonado, y que al mismo tiempo entregara unos mensajes
sutiles de enjuiciamiento y rechazo en especial durante los momentos
de intimidad. Esta sensación de no entender la realidad sobre ella mis-
ma (tradicionalmente señalado como un sentido de identidad frágil)

334
Capítulo 18

empeoró cuando se supo el hecho reciente de que su hijo mayor habría


sido engañado por su pareja.
Desde la lógica de la cliente en esta particular situación, aceptar
las sugerencias de comportamiento de su familia significaba aceptar la
naturaleza «lasciva» y «pecaminosa» de su persona, por lo tanto,
la única manera de permanecer buena era comportarse de forma
«mala», obteniendo cierto grado de validación y coherencia con ella
misma, pero actuando contradictoriamente con la posibilidad de efec-
tivamente ser una buena mujer, y una buena madre, en la línea de sus
veinte años de matrimonio.

Caso 2

— Tengo que amarlo, porque si no, sería verdad que él no me ama—.


En este caso se trata de una mujer de cuarenta y seis años, casada, que
vive con sus dos hijas, ambas estudiantes universitarias, y trabaja como
vendedora de productos de belleza. Su esposo permanece en otra ciu-
dad debido a sus responsabilidades de trabajo, regresando solo una o
dos veces al mes. La clienta tiene un diagnóstico psiquiátrico de TLP
y acude a sesión debido a una intensa angustia que incluye ideación
suicida y autolaceraciones. La crisis se habría originado al descubrirse
información innegable de que su esposo mantendría una doble vida, y
que aparentemente tendría un hijo a partir de una relación extramatri-
monial que se habría prolongado por más de diez años. El sufrimiento
de la clienta se originaba en el hecho de que su esposo constantemente
negaba la existencia de esta relación, a pesar de múltiples evidencias
que habían aparecido con el tiempo, y se oponía a cualquier intento
de separación reafirmándole insistentemente su amor, asegurando que
nunca la dejaría, por ser ella «su mujer». En ocasiones, cediendo ante la
muy clara evidencia del engaño, señalaba su relación extramatrimonial
como un hecho pasado que continuaba incidiendo en su vida y que él
intentaba activamente cerrar, cosa que volvía a desorientar a mi clien-
te cuando encontraba los mensajes de textos que reflejaban una vida
cotidiana compartida con su otra mujer.
La dependencia económica, la preocupación por sus hijas y la nega-
tiva de su esposo a cualquier idea de separación dejaban expuesta a la
cliente a un ejercicio constante de omisión, negación y/o distorsión de las
transgresiones de su esposo a la relación matrimonial, que además eran
hasta cierto punto apoyadas por otros miembros de la familia, que cola-
boraban en el ocultamiento de los hechos, o demostraban una postura

335
Luis de la Barra

muy poco crítica de la situación. Hasta aquí, puede apreciarse con


facilidad el carácter doble vinculante de la relación de la cliente con
su esposo, sin embargo, aún no resultaba claro para mí la paradoja
comportamental que la mantenía detenida (fórmula que encabeza la
presentación de este caso). Fue en sesiones posteriores donde entendí
que el problema no era exactamente respecto a cómo responder frente
a una infidelidad, sino que más bien, tomaba su verdadera forma en
el plano de la relación amorosa especial que unía a la cliente con su
esposo. Más tarde, ella se esforzaría en explicarme cómo esta relación,
que se había iniciado cuando ella tenía solo quince años, representaba
un fundamento en su vida. Dejar a su esposo sin que él afirmara que
«no» la amaba era entonces actuar declarativamente en la dirección
contraria de lo que ella quería asegurar. Así, dada la ambigüedad de la
situación amorosa con su esposo, la cliente pierde; si se resuelve por
seguir con él, pierde, y si lo deja, también pierde.

Caso 3

—Tengo que querer vivir la vida por mi propio querer—.


Este tercer ejemplo clínico corresponde a una cliente con sintomato-
logía principalmente depresiva, que adicionalmente manifiesta una clara
inestabilidad en sus relaciones, las cuales se presentaban llenas de dificul-
tades y valoraciones absolutas o dicotómicas. Al momento de conocerla,
existía ya un considerable deterioro de las relaciones de la cliente con el
entorno local de salud mental, incluido un fuerte resentimiento de esta
con varios de los psiquiatras o psicólogos con los que alguna vez se
relacionó. También resultaba notoria cierta desregulación sensorial ante
las experiencias que la perturbaban (sensaciones originadas en sueños
que persistían en estado de vigilia), tanto como la constante sensación
de angustia que la llevaba a considerar el suicidio como una alternativa
deseable, aunque tremendamente opuesta a sus creencias cristianas.
Lo más llamativo del caso, sin embargo, era el historial de eventos
traumáticos de la cliente que incluían el fallecimiento muy temprano de
su padre, reiteradas experiencias de abuso sexual durante su infancia,
y dolorosas experiencias de pareja, de modo que ni siquiera la propia
experiencia de la maternidad, en su momento, resultaría de consuelo,
ni por poco, un balance en favor de la dicha personal. En nuestra
ocupación como terapeutas estamos habituados a relacionarnos con
experiencias e historias trágicas, pero realmente esta persona lo había
pasado muy mal en su vida.

336
Capítulo 18

Con todo, su entorno parecía entregar sistemáticamente un mensaje


del tipo «eres una persona “desequilibrada”, debes mejorarte y querer
vivir, seguir adelante y abandonar tus ideas de suicidio, ya que: “eso es
malo”, lo bueno es querer vivir». Aquí, debo señalar lo que yo creo es
quizá un poderoso tabú en la civilización occidental: el tabú del suicidio.
Existe una abrumadora tendencia en la cultura occidental, tanto desde
una perspectiva cristiana como desde el sentir moderno, a considerar el
suicidio como algo equivocado, como si fuera la trasgresión básica de
la existencia, de lo cual resulta que cualquier persona que haya estado
deprimida habrá escuchado las palabras del sentir común que resuenan
afirmando: «Hay que seguir adelante», «tienes que seguir con tu vida»,
y de quien se suicidó: «No sabía lo que hacía», «mira lo que le hizo a
su familia», incluida la sentencia de que quien se suicida o piensa en
ello, deja ver la debilidad de su carácter, su enfermedad, su falta de
agradecimiento, su egoísmo o mínimamente su equivocación; quien se
suicida claramente siempre está en un error, a los ojos de quien lo juzgue.
De esta forma, mi cliente estaba frente a una muy fundamental
demanda paradójica de: querer, el «querer» vivir. De modo que si ella
trataba de colaborar intentando querer vivir, inevitablemente anulaba
la naturaleza espontanea del querer o desear algo, por lo tanto: no
estaba, en toda su calidad, queriendo vivir, tanto más si actuaba del
modo contrario rechazando la vida. Así, dado el contexto de demanda
interpersonal, se está atrapado en una situación imposible de satisfacer
sin fracasar o entrar en contradicción.

Reinterpretación teórica de las


características del trastorno
A partir de observaciones consistentes en este sentido, aunque
preliminares, considero que es posible reinterpretar las principales
características que se atribuyen a los clientes límite a partir de la
experiencia de confusión. Entiendo esto como un tipo de experien-
cias interpersonales donde se es expuesto a la negación, distorsión u
omisión de unos elementos relevantes de la experiencia compartida,
de un modo tal que el individuo no se encuentra en posición de poder
señalar o escapar de la situación, y donde aquello que no es asumido
en la comunicación persiste en la forma de un totalidad descontada
(disociada) que fractura la realidad del individuo.
El acercamiento nosográfico desde el cual se identifica al trastorno
límite como una entidad clínica, enfatiza demasiado la inestabilidad y la

337
Luis de la Barra

falta de regulación como características psicológicas internas definitorias


del trastorno. Es interesante cómo allí se le describe punto a punto, desde
una falta de regulación emocional, conductual, cognitivo-sensorial, de
las relaciones interpersonales y del sentido del self (DSM-IV-TR, 2000).
De manera que así planteado, todos los dominios quedan definidos
bajo la idea de desregulación, resultando particularmente deformada la
consideración del sentido del self, al no responderse a ello de un modo
preponderante, ni en unos términos que auténticamente den cuenta de
la particularidad del fenómeno de autopercepción e identidad.
Para entender más plenamente esta dificultad específica respecto
al self del cliente límite, me ocupé en revisarlo de un modo fundante,
como si fuera por primera vez problematizado. Resulta útil exponerlo
a través de la siguiente pregunta: ¿cómo es posible cambiar y seguir
siendo el mismo? Puede decirse, con prisa, que nuestro sistema cognitivo
ha de disponer de unos procesos que logren en cada oportunidad hacer
equivalentes nuestras apariciones variables a lo largo del tiempo (estric-
tamente, que dimensionamos en el tiempo) (Foerster, 1991). Cuando nos
vemos involucrados en experiencias o comportamientos contradictorios
o distintos de aquellos en los que nos reconocemos, quedamos frente a
la tarea de abarcarnos en nuestra contradicción, a través de una síntesis
de caracteres reconocibles en ambos polos. Es lo que llamamos de co-
rriente «conocernos», que aquí viene a ser «sintetizarnos», garantizar
la continuidad y coherencia de nuestra autopercepción, pues de este
modo no somos en cada oportunidad unos seres nuevos inconexos
suspendidos en una serie de presentes absolutos.
A partir de esto, he llegado a valorar la síntesis de elementos con-
tradictorios como una necesidad sistémica que asegura constantemente
la continuidad y el reconocimiento de sí mismo, de manera que los
«objetos» que atraviesan el tiempo, y el «tiempo» mismo, aparecen
simultánea y recíprocamente cuando nuestras apariciones son enten-
didas sistémicamente como la aparición «de lo mismo», de modo que
nuestro desplazamiento y la dimensión en que nos desplazamos cobran
existencia el uno respecto del otro, a partir de una decisión sistémica,
que cada vez es también una decisión cognitiva.
Vale la pena entonces explicar, que la coherencia consigo mismo
se alimenta de unos procesos cognitivos activos que participan en el
reconocimiento de unos caracteres «idénticos» presentes en aquellos
aspectos dispares o contradictorios de nuestras experiencias, que per-
miten una abstracción integradora que ha de garantizar un sentido de
identidad para la persona.

338
Capítulo 18

Considérese ahora la cooperación mutua entre algunas de las


características conocidas del TLP (Díaz-Benjumea, 2003), como la vul-
nerabilidad biológica inicial del sujeto: debido a la cual es muy sensible
a los estímulos emocionales; y el hecho adicional de que estas personas
hayan sido expuestas a entornos sistemáticamente invalidantes. Se trata
de características que actúan complementariamente para aumentar la
intensidad de la experiencia de confusión del sujeto, ya que la sensi-
bilidad emocional particular que se señala, representa un obstáculo
para el entorno relacional del individuo, en tanto habilidad requerida
para entender y dar soporte a esta sensibilidad en el otro. Lo que
ocurre de corriente es que los entornos relacionales no responden a la
experiencia privada del individuo de un modo preciso, no se consideran
las respuestas emocionales del sujeto como apropiadas, se las rechaza
u omite. En mi relación con estos usuarios, me pareció evidente que se
trata de personas muy incomprendidas, resultado de una accidentada
deriva personal de incomprensión, tan confundidas por sus entornos
que no confían en sus respuestas emocionales, por lo tanto, tampoco
saben si las realidades a las que responden de esta forma son válidas
o confiables. Han recibido a través de su vida mensajes del tipo «no
exageres», «no pasa nada», «no está ocurriendo lo que tú crees», una
simplificación que omite aspectos relevantes de la situación, obstru-
yendo las posibilidades del individuo de poder hacer discriminaciones
complejas que lo conduzcan a la integración de los aspectos dispares
de sus experiencias.
En el espacio intersubjetivo se afirma la existencia de una reali-
dad ocurrente, en tanto que lo que es negado u omitido permanece al
lado como una no-realidad simultánea, que solo se siente, ya que no
es entendida. Como no tiene efectividad en el espacio intersubjetivo,
tampoco posee un establecimiento cognitivo claro, se entristece, se
invisibiliza, se anula, pero persiste. Esta situación se trasforma en un
molde emocional-cognitivo tendiente a una percepción escindida, en
que las realidades se plantean frente de sí, como partidas en dos. Por
ejemplo, cómo estos clientes tienden a perder los límites personales en
sus relaciones con otros, podrían ser descritos como «sobreinvolucrados»
o como «comprometidos», sin embargo, ellos no lo ven en este nivel, lo
que ellos ven en cambio, es que cuando algo preocupante ocurre con
cualquiera, ellos se preocupan también y quieren intervenir de algún
modo, y en otras ocasiones se comportan de un modo fiscalizador del
comportamiento de los otros, causando desagrado, de manera que ellos
no saben si son agradables o desagradables, buenos o malos, el hada
o la bruja, por lo tanto, actuarán precipitadamente con una intención

339
Luis de la Barra

variable, que constantemente se traiciona a sí misma. En vez de percibir


la disparidad de las experiencias, con la disposición cognitiva de «dar
cuenta» de las manifestaciones contrarias, de antemano «no dan cuenta
de», y oscilan de un modo dicotómico entre un aspecto de la realidad
y la realidad de su contrario.
Expresado de otra manera, la situación interpersonal de omitir
aspectos sensibles de nuestros entornos promueve un desfase cogniti-
vo, una ruptura, que termina enfrentando realidades dispares, de las
cuales una es impuesta a costa de la otra, quedando perceptivamente
separadas en su estatus dicotómico. Esto establece un estilo cognitivo
dicotómico que de antemano se exime del esfuerzo de dar cuenta de
los aspectos dispares de la experiencia, esfuerzo que por orden propio
conduciría a una percepción integrada.
Teniendo en cuenta estas cuestiones, resulta comprensible que la
terapia dialéctica-conductual de Marsha Linehan (2003), que ha con-
seguido importantes y meritorios aportes en el tratamiento, abordara
algunos de los conflictos típicos de este trastorno en la forma de un
dilema dialéctico. En la dialéctica existirían dos polos contradictorios
o momentos, llamados tesis y antítesis, y un tercer momento llamado
síntesis que corresponde a una nueva resolución de estos polos con-
tradictorios.
Si se asume seriamente la experiencia de confusión como una
idea organizadora del fenómeno, los clientes límite han sido interper-
sonalmente puestos en desventaja para resolver dialécticamente las
contradicciones de la experiencia. Pero no es como que hayan estado
toda la vida necesitados de un abordaje dialéctico, sino que el abordaje
dialéctico de la realidad no se consuma cuando he sido interpersonal-
mente confundido de un modo sistemático. Lo que es, en cambio, una
necesidad para el cliente, es recibir real comprensión y liberación de
las más embrolladas formas de torsión de su realidad, y para esto es
necesario crear un contexto terapéutico que lo permita.
Para poder tener una identidad clara (o comportarse como si), es
necesario constantemente superar estos conflictos o contradicciones.
En el caso de la cliente Nº 1, ella no podía resolver la sensación de ser
buena y mala al mismo tiempo, de modo que reconocerse como mala en
un momento y buena en otro, no le permitía la continuidad que surge
del reconocerse como «idéntico a si» en cada aparición de sí mismo
en el tiempo. Cuando en la terapia la exploración y contemplación
comprensiva de la situación permitieron que la cliente se reconociera
a sí misma como «sensible» (y se hiciera presente de esta forma), esta
logra recuperar el espesor de sentirse ella misma; de reconocer tanto en

340
Capítulo 18

su comportamiento malo como bueno, su sensibilidad singular, y con


ello la posibilidad de conducirse a partir de este norte interno. Desde
que este engranaje fue empalmado, comenzó a registrar cambios sig-
nificativos, primero en su estado de ánimo y luego en su capacidad de
evaluar su entorno y sus necesidades afectivas con mayor claridad, lo
que en un momento hizo posible que su esposo participara en una de
las sesiones, donde ocurrieron fructíferas comunicaciones entre ambos.

Lineamientos preliminares para el tratamiento


De manera general, debe entenderse que el proceso de terapia
desborda la figuración que podemos hacernos de forma teórica de
aquello que ocurriría en el dominio biológico del fenómeno, donde más
tradicionalmente hemos visto un sistema orgánico individual, sino que
la realidad de nuestros clientes se traduce necesariamente a un plano
conversacional (comunicacional), donde el operar como terapeutas nos
requiere en nuestra destreza como comunicadores y en la capacidad
más propia de participar creativamente de un encuentro que se remonta
primariamente a «las respuestas vigorosas y espontáneas de nuestros
cuerpos vivos hacia cada uno de nosotros» (Shotter, 2009).
En terapia estratégica, estas destrezas toman la forma de técnicas
que persiguen la influencia interpersonal, denominadas de un modo
amplio reencuadres y prescripciones, así como una forma de indagación
conocida como diálogo estratégico. Estas técnicas comparten la idea
de permitir un descubrimiento conjunto que favorezca la relación y la
cooperación entre terapeuta y cliente (Nardone y Portelli, 2006).
Considero con la terapia estratégica breve, que sea cual sea la carac-
terística o condición psicopatológica que se atribuya a un cliente, esta
se presenta en la realidad personal e interpersonal como un problema,
como alguna clase de percance que interrumpe el funcionamiento y
que no ha podido hasta ahora ser abordado con éxito por la persona.
Es recomendable durante los primeros encuentros interactuar con
el cliente de la manera más auténtica que sea posible (Gunnison, 1985),
y esperar hasta entender desde qué punto está resbalando la interacción
que tiene con nosotros. En algún momento se hace visible lo que este
no puede «juntar» (integrar) y que, por lo tanto, nos llega en la forma
de una realidad dudosa que el cliente nos expresa con inquietud.
En este punto, si se ofrece una disposición interpersonal que con-
sidere seriamente la experiencia del cliente, podremos reconocer el tipo
de situación doble vinculante en que ha sido puesto, y eventualmente, la

341
Luis de la Barra

paradoja que comporta. Seguido de esto, la intención en la terapia será


sistemáticamente sabotear el funcionamiento del problema principalmen-
te en su aspecto autónomo, en todo ese volumen problemático que crece
a partir de estas experiencias fundantes de confusión.
Durante la primera sesión, es importante hacer algo con la sinto-
matología más peligrosa para el cliente, como los cortes e intentos de
suicidio. Uno de los recursos más efectivos que encontré fue el uso de
reencuadres y redefiniciones, específicamente un reencuadre bastante
efectivo donde los cortes e intentos de suicidio eran definidos como
señales categóricas que prevenían al cliente del peligro de seguir vi-
viendo de la manera que hasta ahora lo había hecho, y anunciaban
la necesidad de un gran cambio, tanto como señalaban lo decisivo del
momento actual para la vida del cliente.
La redefinición de los síntomas más disruptivos del cuadro será
tanto más efectiva, mientras más coincida con el momento en que el
terapeuta tiene un acceso comprensivo a la situación doble vinculante
del cliente.
El desarrollo de este reencuadre debe responder y ser sensible a la
conversación que se mantiene con la persona, siendo fiel al principio de
utilización de manera que se ligue a la forma en que el cliente percibe
el mundo, representando una diferencia mínima asimilable. De esta
manera, el mensaje es incorporado porque de antemano se ajusta a lo
que cliente prefiere y valora, y sobre todo porque en la situación inter-
personal en curso aparece como una producción colaborativa, como
una evidencia del involucramiento conjunto que toma en serio el sentir
del cliente en todo su espesor.
Sin duda, el momento de mayor influencia corresponde a aquel
en que se es sensible al plano en que el cliente está siendo entornado
por la confusión interpersonal presente, y es la oportunidad para
desarrollar el principal reencuadre de la intervención. Este reencua-
dre debe tensarse para ser transformado de modo sugestivo en una
situación interpersonal paradojal diseñada terapéuticamente para
liberar al cliente. Sobre esto puedo permitirme un par de ejemplos.
En el caso N° 2, al momento de entender la importancia de la
relación amorosa de la cliente con su esposo, me expreso de la siguiente
manera: «Acabo de darme cuenta de que estaba equivocado en mi forma
de ver su problema… entiendo que el modo de haberlo abordado es muy
probablemente corto de miras, ya que su problema es con toda claridad:
un problema amoroso... a veces la mirada médica es un obstáculo para ver
la verdadera naturaleza de las dificultades de los personas… pienso que de
cierto modo te encuentras frente a una situación arquetípica humana,

342
Capítulo 18

el acertijo del amor… y cuán fácil es equivocarse frente a los signos


confusos que la vida nos pone… pienso que esto puede requerir de ti
una respuesta única, fuera del alcance de lo típico… y una prueba de
esto es que el mundo que nos rodea no está preparado para entender
lo que nos pasa». En este punto, la cliente comenzó a hablar a coro
conmigo, a pronunciar mis ideas y otras que la llevaban más lejos,
más convencida que yo de este asunto, también se expresaba con un
tono de mayor experiencia, como sabiendo de qué hablaba. De pronto
el problema escurría a un nivel nuevo, así como sus posibilidades.
En el caso Nº 3, al momento de comprender la paradoja de su
situación, anuncié a la cliente que repentinamente entendía la aguda
incomprensión en que se encontraba, siendo desde todos los ángulos
juzgada por no querer la vida y por estar triste; cuando claramente
ella contaba con toda un evidencia a lo largo de su vida, una evidencia
irrefutable, que le llevaba con absoluta razón a despreciar la vida,
¿cómo no hacerlo?, le dije entonces: «Siento que lo que usted quiere
es darle una bofetada a la vida… pienso que los comportamientos más
problemáticos que ha manifestado han sido un testigo silencioso de
usted y de lo que ahora se permite descubrir». Luego, la conversación
siguió desarrollándose contemplativamente en torno al estatus de la
depresión y el suicidio en nuestra cultura. Contrario a lo que alguien
podría pensar, en los minutos posteriores la cliente refirió espontánea-
mente una experiencia significativa en la que alguna vez uno de sus
médicos le dijo una frase inolvidable: «Eres una mujer extraordinaria,
¡reármate!», lo que fue una oportunidad fecunda para organizar los
objetivos y el trabajo posterior de la terapia.
Si esta etapa es exitosa, el cliente experimentará un entusiasmo re-
novado y una inesperada sensación de claridad que vienen a reforzar la
alianza terapéutica y que, probablemente, se verán acompañados de la
manifestación de ciertas experiencias de éxito y efectividad en su entor-
no. Todo esto debe amplificarse y celebrarse como un éxito personal del
cliente, usándose insistentemente para que este pueda reconocerse a sí
mismo a través de estos cambios (las preguntas relativas al panorama de
conciencia en la terapia narrativa pueden ser útilmente adaptadas para
este propósito, v.g en White, 2008).
Avanzando desde aquí, la terapia deberá concentrarse en asistir al
cliente en identificar las dificultades cotidianas que experimenta y en
utilizar las intuiciones y descubrimientos que este suministra, en orden
de favorecer la integración de las disparidades y contradicciones ca-
racterísticas del trastorno. Siguiendo el espíritu de Milton Erickson, he
estado experimentando sugestivamente la idea de aprendizaje: «nuevos

343
Luis de la Barra

aprendizajes», respecto a cómo vivir siendo la persona «singular» que


se es. Las ideas de aprendizaje y singularidad pueden resultar muy útiles
para reencuadrar las características conocidas del trastorno: la parti-
cular sensibilidad emocional y la pérdida de límites en sus relaciones
interpersonales, pueden ser, por tanto, abordadas de un modo renovado,
caracterizado por la autoafirmación y protagonismo del cliente, desde
un aliviador «sentirse a sí mismo/a» mientras realiza el trabajo de la
terapia. He conseguido hasta ahora resultados más que alentadores,
mientras intento encontrar unos modos responsables y creativos de
trabajar con estos clientes.
«It’s the individual responding to the individual». Milton Erick-
son, 1979.

Referencias
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tadístico de los trastornos mentales. Editorial Médica Panamericana.
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de marzo, Nº 1. Disponible en: http://www.aperturas.org/articulos.
php?id=0000236&a=El-enfoque-terapeutico-de-Marsha-Linehan-
en-los-trastornos-borderline [fecha de consulta: enero 2015].
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Herder S.A.

344
Capítulo 18

Shotter, J. (2009). Momentos de referencia común en la comunicación


dialógica: Una base para la colaboración inconfundible en contextos
únicos. International Journal of Collaborative Practices, 1(1), 29-38.
White, M. y Epston, D. (2008). Medios narrativos para fines terapéuticos.
Barcelona: Paidós Ibérica S.A.

345
5º parte
Problemas de pareja
Capítulo 19
El deseo. Ese oscuro
objeto de estudio

Reynaldo Perrone

Promete amar, mientras ames…

Consideraciones preliminares
El hombre accedió a la experiencia del deseo desde que la conciencia
adviene a él, desde que fue capaz de pensar, de reconocerse como una
entidad diferenciada. Desde entonces está habitado por el deseo. Es
eso lo que lo hace complejo e imprevisible. ¿Qué es lo que sucede entre
hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres cuando están sujetos
al deseo? ¿Qué danza se dedican a bailar? ¿Qué vibración sensual los
motiva para el encuentro? ¿Qué sustancia secreta se quieren brindar?
¿Qué néctar oculto están buscando? ¿Cómo hacen para extraerlo del
otro? ¿Qué rituales practican para dárselo? ¿Por qué se embriagan con
el cuerpo amado? ¿Qué se ha comprendido de esta ebriedad sublime
y trascendente?
Las confidencias libran algunas respuestas Y revelan la dimensión
turbia del ser. En el fondo, detrás de las máscaras de circunstancia se
encuentra el inevitable deseo. Esta es, ciertamente, la experiencia fun-
damental, la motivación por excelencia, lo esencial del ser. La fuente,
el origen, el génesis, la raíz, la explicación de la vida y de la muerte.
El deseo es el blanco de todos los controles religiosos, morales,
éticos y la razón de todas las tentaciones, y eso sucede desde el origen
de los tiempos. El mandamiento ordena: «No desearás la mujer de tu
prójimo, no codiciarás su casa, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca» (Deuterón).

349
Reynaldo Perrone

Comenzando por el concepto de deseo…


Deseo quiere decir tener afán de poseer un objeto (material o in-
material) para obtener un placer. Sentirse atraído por lo que se quiere
lograr, por lo que se ansía. Es una aspiración focalizada. Así, lo que es
deseable es lo que tiene cualidades para ser apreciado y, por consiguiente,
lo que excita el ansia de posesión.
La idea del deseo está naturalmente ligada a la percepción de lo
que falta, a lo que está incompleto a causa de una calidad ausente, y
presupone que la posesión del objeto que la contiene resolverá el vacío
y aportará una transformación del ser (en el sentido de volverse más
consumado, acabado). René Girard (Michaud, 2004) considera que el
deseo no se limita a la relación entre un objeto y un sujeto; en realidad,
se trata de situaciones de rivalidad alrededor del mismo objeto: «Una
rivalidad no es el fruto de una convergencia accidental de dos deseos
en relación al mismo objeto. El sujeto desea el objeto porque su rival
también lo desea».
Dicho de otra manera, para Girard, en cuanto algo es deseado,
ese deseo le señala el objeto a un rival, que lo desea a su vez. El deseo
es mimético por naturaleza, busca sin cesar un modelo. La mimesis
(movimiento de imitación) del deseo engendra de ese modo el conflicto.
Por un cambio previsible, la violencia se transforma entonces en «el
significante de lo deseable absoluto»: si la violencia existe, es que el
objeto es deseable.
Como fue anunciado precedentemente, el otro aparece como de-
seable, en tanto que poseedor de una calidad; calidad que cambia el
estado del sujeto deseante cuando este la posee, apropiándosela. Este
cambio de estado se encuentra marcado por la experiencia de la rea-
lización del deseo que provoca satisfacción y placer, con un corolario
subjetivo de recompensa.
Debe señalarse una diferencia entre motivación y deseo: como lo
dice J. Vincent en Biologie des Passions (1994), la motivación supone
el acto, mientras que el deseo designa un estado interno, una tendencia
vivida por el sujeto sin conducirlo necesariamente a la acción. El deseo
se sitúa más allá del apremio y de la necesidad.
La necesidad apremiante es una experiencia pulsional que se vuelve
intolerable y que hay que hacer cesar. Es un estado interno, resultado
de un bucle biológico y cognitivo que empuja hacia la resolución, aun
a expensas de conflictos relacionales graves, dado que la frustración o
la satisfacción son las salidas a este estado de la persona. Este estado
es manifiesto cuando se reclama, por ejemplo, la necesidad de tener

350
Capítulo 19

relaciones sexuales (a expensas de la contrariedad y de la aversión del


partenaire).
Es diferente de la necesidad orgánica que obedece a una motivación
regulada por complejos sistemas homeostáticos que están al servicio
de la continuidad de la vida del sujeto. En ambos estados, la agresivi-
dad puede jugar un rol determinante al servicio de la liquidación de
la tensión; en efecto, esta (asociada a la motivación) puede ser eficaz
para encontrar las vías adecuadas de resolución de la situación de
expectativa sensorial.
El deseo puede confundirse con apremio o necesidad, pero no es ni
lo uno ni lo otro. Aquel que desea, alucina el placer porque evoca las
representaciones ligadas a la experiencia sensorial vivida, engramadas
bajo la forma de recuerdos gratificantes.

Con respecto al placer…


El placer es una emoción, una sensación agradable. Es una expe-
riencia sensorial que tiene un soporte bioquímico, un bucle que integra
componentes psicológicos, biológicos y culturales.
A veces, el placer se nutre de las representaciones colectivas de lo
que es deseable (publicidad, moda, conformidades sociales) porque está
convenido creer que tales experiencias (y no otras) provocan placer.
El placer obtenido fuera de estas convenciones puede ser considerado
anormal o condenable. La experiencia de placer se conforma —o esca-
pa— a los cánones establecidos prevalentes en un momento histórico
de la sociedad. Así, el placer homosexual, por ejemplo, fue perseguido
y castigado (y lo es todavía en territorios extensos del planeta) porque
contradecía (o contradice) el criterio establecido de normalidad. Debe
retenerse la característica insólita e imprevisible del placer, la potencia
desbordante e incontrolable que este implica.
El placer es antes que todo, una percepción armoniosa, una com-
posición exquisita de gustos. Gustar (saborear, estimular el gusto) no
es placer, es una experiencia que se convierte en placer cuando el gusto
(sentido corporal que permite captar propiedades orgánicas de las subs-
tancias, deleite que se experimenta con algún motivo o que se recibe
de ciertas cosas) y la estimulación que sigue, son tratados en una sabia
integración de la dimensión psicológica y biológica.
El placer hace vibrar el cuerpo, activa sus componentes, desorga-
niza el reposo y el equilibrio, rompe las defensas y hace irrupción en
el espacio de lo que es posible en el organismo que lo engendra. Esta

351
Reynaldo Perrone

experiencia se encuentra estrechamente ligada a la resolución de un


estado de desequilibrio; en efecto, es el aumento o la disminución de
la tensión, el pasaje, la ruptura, lo que caracteriza y lo que permite el
surgimiento del placer.
El aumento o la disminución de las sensaciones une a los amantes
en un perpetuo recomenzar, los juegos que acompañan la sexualidad
amorosa consisten precisamente en variar la tensión en gamas ilimi-
tadas, matices que preludian una amplificación que escapa finalmente
al control de los protagonistas. Sin embargo, el aumento de la tensión
más allá de cierto límite se transforma en dolor y en aversión, que es
lo contrario del placer. El placer cesa cuando hay sufrimiento, a menos
que este sea necesario para obtenerlo.
En el marco de las relaciones amorosas, un inefable equilibrio se
establece entre deseo y placer, la excelencia emerge de la retroactivación,
del enredamiento entre ambas experiencias sensitivas. No obstante, se
puede tener deseo sin placer y placer sin deseo. Esto es desconcertante
e indaga sobre la importancia que cada uno de los amantes ocupa en
el deseo del otro (o bien qué lugar ocupa el otro en su propio deseo).
Este binomio delicado se modifica a lo largo de la vida de toda pareja
y su composición alternativa origina confusión de sentimientos, dudas,
reproches, culpabilidad, malos entendidos y lamentables rupturas.
Por ejemplo, en una versión positiva, una falta de deseo puede ser
compensada por una ampliación de la experiencia de placer pero, en
una negativa, puede ser considerada como una pérdida irreparable de
valor de la relación amorosa. Deseo y placer pueden transfigurarse al
infinito, como se verá en las próximas líneas.
Una infinita gama de experiencias afectivas se encuentra asociada
al deseo y al placer. Es posible admitir que desear puede ser un placer
o un inmenso dolor o aún, que el saberse deseado se transforme tanto
en una fuente de excitación y de encanto como en una causa de culpa-
bilidad, miedo, pánico, molestia, contrariedad o repugnancia hacia sí
mismo o hacia aquel que desea.
Son los componentes psicológicos del placer. Con todo, los hom-
bres y las mujeres, no obstante su infinita creatividad, hacen parte de
una trama predeterminada por la condición biológica de la especie;
son huéspedes de un cuerpo que desarrolla sus propios ritmos, inter-
cambios humorales y síntesis químicas, de un organismo que envía y
recibe señales destinadas a activar la apetencia sexual. Esta invariante
estructural, lejos de hacer que los individuos sean esclavos de sus ins-
tintos, los inscriben en una «maraña de causalidades que hacen que el
desenlace —biológico— sea imprevisible».

352
Capítulo 19

A propósito del goce


Como se ha anunciado anteriormente, si el placer hace irrupción
en el espacio de lo posible del cuerpo, el goce se abre una brecha en
el espacio de lo potencial, de lo asombroso, de lo inesperado de las
sensaciones. Tiene que ver con lo presentido, lo inhabitual, lo temido,
porque está asociado a lo censurado, con lo no convencional de la
experiencia cotidiana de vivir.
Si el placer pertenece al sujeto, se realiza en su territorio, es cuestión
suya, él es el actor que lo busca y lo disfruta. En el goce hace falta un
oficiante, un otro que actúe como guía, maestro de ceremonia, experto
conocedor y cómplice. El goce es un espacio de difícil acceso al cual
se entra solamente a través de un encuentro con el otro, ya que para
penetrar allí hacen falta dos llaves y cada actor posee una.
Gozar es obtener el pleno placer. Se trata de saborear, gustar,
apreciar, extasiarse con el placer que se obtiene con el objeto deseado.
El concepto de goce hace referencia a la delicia, a la exaltación de los
sentidos. El nivel de goce es significativamente más sofisticado e intenso
que el de placer. Se lo puede asociar con la voluptuosidad y la deleitación.
Es una experiencia que se vive cuando es posible obtener del objeto,
toda la satisfacción que él es capaz de brindar. Por consiguiente, el goce
implica tener un conocimiento mutuo profundo del objeto deseado,
dado que en el marco de una relación, ambos deben brindar la esencia
de su ser, su naturaleza íntima y al mismo tiempo extraerla del otro.
Este intercambio excelso eleva el placer a la dimensión de goce.
Entiéndase que la esencia (lo más importante y característico de
un cuerpo, aquello que hace parte de lo más precioso) se ofrece y se
obtiene solamente cuando existe un intercambio basado en la equidad;
la reciprocidad parece ser ineludible. En el goce hay abandono, pérdida
de control, vértigo, mutación transitoria de la materia.
El objeto fuente de gozo cambia, en la representación que el obser-
vador se hace de él, modifica sus características y se transforma en luz,
en materia fluida, en néctar, en energía, en razón de vivir y explicación
de la existencia. Los protagonistas ya no están, entonces, en relación
uno con el otro como tales, sino como vectores de la superación hacia
un estado que, aun si es efímero, es cualitativamente superior.
Debe entenderse así la característica extrema del goce: es más que
el placer, se trata de una sofisticación del espíritu. Mientras que el placer
es accesible gracias a la manipulación apropiada de las características
del objeto (él mismo brinda las señales que permiten dirigir las estimu-
laciones que conducen a ese estado), el goce es inaccesible por las vías

353
Reynaldo Perrone

convencionales. Presupone un conocimiento profundo, una exploración


intencionada del objeto amado renunciando al mismo tiempo a toda
exigencia, a toda expectativa de deber o de obligación.
Como se dijo precedentemente, el evento central es que uno con-
siente dar al otro la esencia de su ser gracias a que este ha hecho lo
que, fervientemente, se esperaba que hiciese, para extraerlo. El goce
toma en ese instante una dimensión sublime, inefable, trascendente,
que ilumina la existencia.

En lo que respecta la pasión…


A pesar de los múltiples significados que tiene la palabra pasión
(filosófico, literario, religioso, psicopatológico), debe entenderse que
en este texto se evocará particularmente la relación que existe entre
pasión, deseo, placer y goce.
A la diferencia del deseo y del goce, la pasión es un estado afectivo
que se caracteriza por la predominancia de lo irracional; en la pasión,
la emoción subordina la razón. Se manifiesta como una potente atrac-
ción hacia un objeto, al cual el sujeto se liga con todas sus fuerzas.
Este interés incontrolable y violento provoca un disturbio, modifica
los criterios habituales de la utilización del juicio crítico y, por consi-
guiente, las referencias habituales del comportamiento y de los estilos
de conducta social.
La pasión es un deseo doloroso que hiere, quema, consume y mata
por su intensidad. Frijda (1996) distingue las emociones de la pasión y
señala que, al contrario de la emoción, la pasión no tiene necesidad de
una estimulación exterior, ya que se manifiesta de manera espontánea
y aparece fuertemente ligada al objeto que motiva su comportamiento.
Sin duda en la pasión el deseo es vivo, extremo, imperativo, focaliza
toda la atención de aquel que está apasionado; doblega la razón a tal
punto que la vida es exaltación.
En este estado, el placer es un epifenómeno, incierto y fugaz, a veces
irrealizable, otras veces omnipresente pero efímero. El goce —en tanto
que construcción delicada de los sentidos— es arrasado por la pasión,
emerge y desaparece en medio del desequilibrio provocado por las
emociones y se apaga progresivamente para transformarse en tristeza,
nostalgia y evocación dolorosa de un luminoso y confuso pasado. A
veces, los enfermos de pasión se encuentran infelices de haberse curado.
Cuando dos seres están involucrados en una pasión amorosa viven
todas las gamas de lo que fue precedentemente explicado. Excluyendo

354
Capítulo 19

los escenarios literarios, cinematográficos o poéticos, en la clínica, la


pasión vivida a dos, deriva frecuentemente hacia la desdicha. El control
de la pasión es, por otra parte, tan doloroso como la pasión misma, así
este dolor puede transformarse en automutilación o manifestarse bajo
todas las formas de autodestrucción. La pasión, en ese azaroso ensam-
blado de estremecimientos del espíritu, es la búsqueda dolorosa del goce.
El terapeuta es testigo de las ruinas y la terapia es una tentativa de
reconstrucción. Desde el punto de vista clínico, la pasión es un estado
modificado de conciencia donde se observan cambios sensibles en el
área de la percepción porque, por una parte, existe aumento, disminu-
ción o distorsión en la manera de tratar las señales provenientes del
objeto (con el que el sujeto está ligado) y, por otra, porque se observa
que el sistema de representación de la realidad se desvía con respecto
a la norma admitida por el entorno. Esto no autoriza, sin embargo, a
clasificar este tipo de estado como psicopatológico; se trata de varia-
ciones límites del equilibrio psíquico de la persona.
Los conceptos expuestos permitirán comprender la relación que
seguidamente se establecerá entre erotismo, fantasma y pasión.

Breve explicación sobre los fantasmas


En el momento del despertar sensorial del niño aparecen imágenes
que posteriormente harán parte de la vida sexual del adulto. Esas imá-
genes emergen en los ensueños, en las tramas noveladas de las fantasías
infantiles íntimas, en los pensamientos inconfesables, los más puros y
los más sórdidos. Son el origen de las primeras nociones de pecado, de
tentación, de vergüenza, de trasgresión y de secreto. Se ha convenido
en denominar fantasmas a esas imágenes.
Los fantasmas hacen parte de la actividad psíquica como represen-
taciones ligadas a la sensualidad, es decir, a la aptitud para ser receptivo
a las sensaciones físicas que conciernen particularmente la sexualidad.
Hasta cierto punto escapan al control racional y a la represión moral.
Anuncian el fin de la inocencia infantil y el principio de la pulsión
sexual, obran favoreciendo la separación entre el/la joven y su madre,
inician una triangulación simbólica con un extranjero al núcleo fami-
liar, proceso que ayuda a clausurar la simbiosis con el cuerpo materno.
En esos ensueños aparece el otro, desconocido, idealizado, príncipe
encantador o villano malicioso, amigo misterioso, camarada íntimo de
los juegos eróticos. Este otro les da un sentido a las sensaciones erógenas
emergentes, las liga a otras formas humanas venidas de la imaginación,

355
Reynaldo Perrone

construye un espacio psíquico secreto y se instala definitivamente en la


vida mental del adulto. Esas representaciones están cargadas de signi-
ficados y tienen un papel esencial en la vida sexual de los individuos.
Hay que saber que la experiencia relacional sexual estará marcada
por la evocación sistemática de esos fantasmas que se convierten en
protagonistas en una trama intemporal, onírica y lúdica, representada
sin cesar a la ocasión de la activación de la señal sexual. Los fantasmas
tienen un papel determinante para el surgimiento del deseo, guían a
los protagonistas hacia el encuentro, son los maestros de la ceremonia
del acoplamiento ritual.
En una relación amorosa, cada uno participa con su repertorio de
fantasmas y con su propio guion erótico.

La génesis del deseo hacia el partenaire está en el rol que


se le atribuye a éste cuando es percibido, como aquel (el
Otro) con quien se pueden vivir los fantasmas cautivos en el
secreto guion personal. Cuando se produce esta maravillosa
alquimia, una exaltación sensitiva se cristaliza bajo la forma
del deseo y, si la experiencia es compartida, el resultado es
el goce sexual. Como se puede comprender, cada uno no es él
mismo, sino aquel que encarna los fantasmas del partenaire.
Esta idea es difícil de aceptar si se analiza solamente desde el
ángulo racional y consciente. Empero, si se acepta la dimensión
particular del encuentro sexual, el cómplice emerge como el
Otro, el de los ensueños íntimos y secretos, el que surge de lo
inconfesable y toma forma en el efímero instante del encuen-
tro amoroso, luego de una metamorfosis inédita y siempre
creativa (Perrone, 1996).

Por consiguiente, el deseo nace cuando —en la persona que se


desea— se ve la encarnación de este otro, se presiente su presencia,
se percibe su influencia, lo que provoca excitación y motivación de
contacto corporal.
Este remarcable encuentro se produce en un espacio donde el sexo
despliega su dimensión lúdica y de recreo. Allí se despliegan los juegos
inscriptos en los guiones amados por cada participante que van de la
dominación a la sumisión, de la posesión al abandono, de la malicia a
la simulación de la inocencia perdida.
Es útil captar que, desde el punto de vista desarrollado en este
capítulo, el encuentro amoroso y sexual es una oportunidad singular
de jugar e interpretar los personajes —surgidos de los fantasmas— que
alimentan la imaginación de los amantes.

356
Capítulo 19

Algunas consideraciones sobre el erotismo


Alberoni (1984) señala que el erotismo es el resultado de la expre-
sión del deseo en una atmósfera creada para ese fin y compartida por
los protagonistas del encuentro. En realidad, el erotismo focaliza la
sensorialidad en el placer sexual, amplifica la intensidad de las señales
que tienen que ver con el amor físico, exalta la dimensión específica del
sexo como fuente inagotable de alegría y de recreo, experiencias con-
llevadas en resonancia entre aquellos que participan en la experiencia.
En el erotismo, la naturaleza de los protagonistas se metamorfosea
para convertirse en objeto de deseo y de estimulación. Dicho de otra
manera, cuerpo, piel, relieve, pliegue, vacío, calor, voz, movimiento,
textura, sonido, color, luz, componen una armonía que hace que el amor
físico sea trascendental. Erotizar una relación consiste en transformar
un acto, un estado psíquico sin significación sexual explícita, en un
motivo de placer sensual.
En ese sentido, se puede afirmar que en una relación erótica uno
interpreta los fantasmas del otro. El juego, precedentemente explicado,
consiste en intuir lo que cada uno debe hacer para obtener placer y
procurárselo al otro. Los amantes saben interpretar el juego preferido
del otro, anticiparlo, profundizarlo, empujarlo más allá de los límites
convencionales conocidos. Osan introducirse en el guion de los ocul-
tos anhelos, hacen intrusión en los meandros de la trastienda donde
se encuentran los secretos más guardados, donde han sido escondidos
y disimulados los hábitos ceremoniales dentro del cual cada uno se
desliza para volverse el otro, o sea, aquel que es capaz de producir
excitación y goce.

El sentido de la seducción
La seducción es un conjunto de comportamientos utilizados in-
tencionalmente para provocar deseo. El objetivo de esa conducta es
despertar apetitos, esperanzas, focalizar la atención en el sujeto que
seduce. Es una transacción subjetiva con una promesa implícita de
recompensa para la persona objeto de la seducción. Se trata de activar
el deseo, atraer, encantar, con intenciones de realizar un intercambio
igualitario o de obtener un beneficio ultrajante.
La seducción implica una puesta en escena donde, de una manera
velada, se deja entrever un abanico de cualidades destinadas a interesar
al que se quiere seducir para incitarlo a ofrecer, abandonar, a ceder, lo

357
Reynaldo Perrone

que se desea de él. La promesa del placer despunta detrás de la manio-


bra. El seductor o la seductora obran con el fin de hacer que aquel que
es objeto de su acción sienta deseos de dar lo que es ansiado de él; el
objetivo no es apoderarse de la persona deseada, sino provocar ganas
en ella, de ofrecerse al deseo del que la seduce.
Diferente de la manipulación (que busca la apropiación), la seduc-
ción despierta un estado de ánimo que presupone el consentimiento y,
por consiguiente, la conciencia en el acto de dar. La seducción implica
un intercambio que puede ser equitativo o no equitativo. Es equitativo
cuando la expectativa de don mutuo es efectivamente realizada de
manera que en la transacción, uno y otro obtienen lo que esperaban.
El que es seducido —habiendo dado algo de sí— obtiene efectivamente
lo que esperaba del otro; el seductor —habiendo obtenido algo del
otro— brinda en contrapartida lo que había implícitamente prometido.
Es no equitativo cuando el seductor, habiendo obtenido el objeto
deseado, no da lo que había hecho creer que daría. Sin embargo, no
se trata de una falacia, dado que en la seducción no se utilizan falsos
argumentos, sino más bien de una situación en la que no hay equidad.
Es útil señalar que desear no es lo mismo que seducir. La seducción
supone el deseo, mediatiza el anhelo, introduce un espacio lúdico en
el cual los protagonistas se regocijan, se interrogan, se erotizan y se
vuelven disponibles cuando la magia del encuentro conduce al cruce
de los destinos.
En la relación amorosa, la seducción no cesa después del beso, ni
del abrazo ni después de la relación sexual. Se prolonga y se perpetúa.
La seducción es una manera de proceder que significa que en una re-
lación, nada está definitivamente ganado ni nada es definitivamente
adeudado. Una compleja interacción de subjetividades, de tácitos y
de sobreentendidos hacen parte de estos intercambios mágicos que se
sitúan más allá de la frontera de lo real, más bien en el territorio de
lo indefinido, del ensueño, de la fantasía, de la ilusión, todo lo que es
propio, en suma, al deseo, al placer y a la pasión.

Consideraciones finales
La clínica del deseo no es un ejercicio habitual en las consultas
psicoterapéuticas, sin embargo, los individuos, y particularmente las
parejas, evocan frecuentemente la pérdida del deseo como causa de
conflictos, inquietud o dolor. Él aparece como una instancia inefable,
fugaz, difícil de fijar. Los relatos de relaciones extraconyugales hacen

358
Capítulo 19

referencia al desplazamiento del deseo hacia otras personas ajenas a la


pareja. Estos encuentros muestran la vulnerabilidad de los vínculos y
lo improbable de la fidelidad.
La excitación provocada por los fantasmas despertados por el otro
(extranjero a la pareja) explica la potente atracción, la búsqueda del
placer, del goce presentido aún a expensas de graves crisis de pareja y de
las posibles turbulencias de la pasión. Pero, por otra parte, el quehacer
de los fantasmas en labor, explica también el inextinguible amor e interés
que, a pesar de los años, los miembros de una pareja pueden profesarse.
Instalados en una intemporalidad que los inmuniza del aburrimiento y
del envejecimiento, actores de un espectáculo conocido y sin embargo
sin cesar renovado, conservan así —gracias a los fantasmas— una
sorprendente vitalidad sexual.

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del deseo. En W. Santi (comp.), Herramientas para psicoterapeutas.
Buenos Aires: Paidós.
Vincent, J. (1994). Biologie des passions. Paris: O. Jacob.

359
Capítulo 20
Infidelidad y reconciliación.
Una intervención sistémica breve

Felipe E. García

Angélica Guzmán

Walter Jara

Introducción
Definir qué es una infidelidad en la pareja es un asunto complejo,
en primer lugar porque los significados respecto a qué comportamientos
son constitutivos de una infidelidad varían dependiendo del momento
histórico, la cultura, la historia familiar o de valores y creencias indi-
viduales. Así, por ejemplo, para algunos una infidelidad sexual es un
hecho imperdonable y ejemplo máximo de comportamiento infiel, en
cambio para otros, involucrarse en una relación sexual con un tercero,
cuando no hay afectos comprometidos, no supone ninguna amenaza a
la estabilidad de la relación. Así mismo, el pensar en otra persona como
objeto amoroso puede ser un acto de infidelidad imperdonable o, para
otros, constituye solo una transgresión insignificante, mientras esto no
se traduzca en actos concretos.
Al parecer, todo tiene que ver con la violación de un pacto implí-
cito o explícito respecto a los límites del comportamiento con terceras
personas y, por lo tanto, lo que constituye una infidelidad es una co-
construcción de la pareja válido para ellos en ese contexto y en ese
momento, sin que necesariamente sea compartido por otros o por ellos
mismos en un momento distinto de la relación. Aun así, persiste la
dificultad que en cuanto regla implícita, signifique cosas distintas para
ambos miembros de la pareja, generando malentendidos y conflictos
que pueden terminar siendo irreconciliables.

361
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

Podemos aventurar, por lo tanto, una definición de infidelidad


señalando que es la ruptura de un pacto implícito y/o explícito de una
pareja que establece los límites del comportamiento sexual o emocio-
nal con una tercera persona. Como este pacto implica compromiso,
lealtad y confianza, su ruptura puede tener consecuencias funestas, que
conducen al término de la relación, o a la mantención de una relación
disfuncional basada en la desconfianza, la amenaza y el control del
comportamiento del infractor. En ocasiones, sin embargo, la pareja
decide seguir junta y debido a la emocionalidad negativa intensa e
inmanejable que comparten, requieren de ayuda psicológica que los
oriente sobre cómo reconstruir la relación de un modo que signifique
el bienestar para ellos y para la familia que han construido.

¿Terapia individual o de pareja?


El inicio de una terapia con relación a la infidelidad a menudo
es solicitado por el miembro que se considera víctima de la situación,
quien demanda del terapeuta apoyo para terminar u olvidar a su pa-
reja, a quien responsabiliza del daño recibido. En estas ocasiones, lo
que corresponde es llevar a cabo una terapia individual orientada a
procesar una ruptura amorosa, con componentes muy cercanos a la
terapia del duelo.
En forma menos frecuente, quien consulta requiere una atención
destinada a reparar el daño que la infidelidad ha producido en la rela-
ción, de modo que la pareja pueda seguir proyectándose en el tiempo.
En estos casos, es posible construir una terapia de pareja siempre y
cuando el objetivo sea común y compartido por ambos y no implique
la culpabilización de uno de ellos o la modificación de un comporta-
miento más bien individual. Por eso, no son atendibles en terapia de
pareja intervenciones destinadas a corregir en uno su «tendencia a la
infidelidad» o en el otro su «incapacidad de perdonar», sino más bien
proponer o promover un objetivo que los una a ambos, como superar
«el distanciamiento». En el caso de que no sea posible desprenderse de
objetivos intrapersonales, habría que ver nuevamente la factibilidad
de continuar más bien con terapia individual.
Esto es coincidente con el modelo de terapia narrativa, que entre sus
principios fundamentales propone que la persona no es el problema, sino
que el problema es el problema (White y Epston, 1993; Latorre, 2013),
lo que implica la necesidad de externalizarlo para poder trabajar con

362
Capítulo 20

él de una forma despatologizante, responsable y creativa, procurando


separarlo de la identidad de uno u otro miembro de la pareja.
Por ejemplo, recibimos para atención clínica a una pareja debido a
que hacía algunos meses él había sido promovido a un cargo de mayor
renta y responsabilidad, que lo obligaba a trabajar hasta tarde y que lo
dejaba tan cansado que lo único que quería al llegar a casa era comer
algo y acostarse a dormir. Su esposa, con una carga laboral más livia-
na, se resentía de ese abandono, tomando una actitud distante que la
llevaba a no hablarle y no preocuparse mayormente de él, lo que a su
vez lo hacía sentir a él poco querido. En lugar de destinar la terapia de
pareja a trabajar en el «abandono» del marido o la «despreocupación»
de su esposa, logramos convenir que el problema que los dividía era
principalmente la «falta de tiempo» que se había instalado en medio
de la relación. Se invitó a ambos a colaborar para proponer acciones
que permitieran reducir la influencia del problema en su vida marital,
sin que ninguno se sintiera culpable sino más bien comprometidos
en la búsqueda de una solución, que los llevó a generar ideas que les
permitiera un mejor aprovechamiento del poco tiempo que disponían
para estar juntos.
Por desgracia, en el caso de problemas de infidelidad, existe la
tentación en el clínico de abordar como pareja un problema que ha
sido abordado y construido durante el proceso terapéutico como un
asunto individual, ensombreciendo la intervención, hipotecando la
colaboración de uno o de ambos y, finalmente, fracasando en los obje-
tivos planteados. Uno de los aspectos que el clínico debe revisar antes
de involucrarse en terapia con parejas distanciadas por la infidelidad, es
su propia actitud, valores y creencias en relación con esta transgresión,
que pudieran obstaculizar el trabajo terapéutico (y que muchas veces
está condicionado por la propia historia personal). Nuevamente, si no
le es posible mantener una «omniparcialidad», es decir, estar aliado con
ambos (Schlippe y Scweitzer, 2003), entonces no se sugiere continuar
con la terapia, al menos en su modalidad de pareja. Otra posibilidad es
abordar la terapia de pareja en asuntos de infidelidad en coterapia,
es decir, con dos terapeutas, uno de sexo masculino y otro femenino,
de modo que los sesgos propios del género puedan ser visualizados
y manejados por el equipo tratante, además de que permite al equipo
apoyarse mutuamente y para los consultantes resulta también intere-
sante percibir cómo trabajan dos profesionales que no necesariamente
coinciden en su forma de apreciar los problemas (Pinto, 2004).

363
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

Terapia de pareja e infidelidad


A continuación describiremos una intervención de terapia de pareja
orientada a la reparación de una infidelidad, en la que dos coautores de
este capítulo (Angélica y Walter) actuaron como coterapeutas, bajo la
guía del primer autor (Felipe). La intervención fue abordada desde la
perspectiva de la terapia breve sistémica, un formato de trabajo integrativo
que utiliza los aportes principalmente de la terapia breve centrada en la
solución, la terapia narrativa y la terapia estratégica breve (Beyebach,
1993; García, 2013).

Primera sesión: ¿un problema de comunicación?

Los consultantes son Mariana y José, ella de treinta y tres y él de


treinta y ocho años de edad, casados hace dieciochos años y con dos
hijos, la mayor de diecisiete años y el menor de cinco años. Ambos tra-
bajan en el área de la salud pública y comparten las tareas del hogar,
ya que Mariana estudia en horario vespertino una carrera profesional.
El matrimonio acude a terapia de pareja por conflictos matrimoniales
relacionados con lo que ella califica como malos tratos del padre a la
hija, y que evidencia falta de acuerdo respecto a las normas parentales
con las que regulan el comportamiento de los hijos. Sin embargo, al
indagar más acerca del motivo de consulta, aparecen más quejas, abar-
cando distintas áreas en las que ellos tienen conflicto y que incluyen no
solo las discusiones entre el padre y la hija, sino que además incluyen
problemas económicos, diferencias en la distribución de los quehaceres
del hogar y, finalmente, una infidelidad por parte de José, ocurrida hace
diez años.
Debido a esta situación, el equipo terapéutico decide acotar el
motivo de consulta. Se les insta entonces a reflexionar cuál era, según
sus criterios, aquello que debía ser trabajado en primer lugar o que más
podría contribuir al bienestar familiar. Ellos establecen que el tema de la
infidelidad era lo más relevante, ya que cuando enfrentaban una discre-
pancia, al poco andar perdían el foco inicial de conflicto y terminaban
reflotando este tema, impidiendo resolver las dificultades actuales y
tiñendo de emocionalidad negativa la interacción marital. Definido el
motivo de consulta, se indagó sobre cómo se había estructurado este
matrimonio con relación al problema y se descubre que Mariana sentía
que nunca había podido hablar con su marido respecto a su infideli-
dad, ya que cada vez que lo planteaba, generalmente en medio de una

364
Capítulo 20

discusión por otros motivos, José evadía la conversación, saliendo por


ejemplo de la casa y al regresar comportándose como si nada hubiera
pasado, aun cuando la relación quedaba resentida. Por otro lado, en los
momentos de calma ambos evadían el tema, incluso cuando ella percibía
que era algo necesario de conversar, pero prefería no hacerlo ante la
angustia que le provocaba lo sucedido. Observamos, por lo tanto, que
ella utilizaba una estrategia de afrontamiento centrada en la emoción, en
la que en momentos de conflicto deseaba expresar su tristeza, su rabia,
su impotencia por el daño que este evento le había producido, sin que
él se comportara como una audiencia cercana y afectiva, pues se sentía
atacado. Por otro lado, él utilizaba una estrategia de afrontamiento
evitativo, ya que era tanta la incomodidad y molestia que le producía
que ella sacara a relucir este episodio en cada discusión, que prefería
irse de la casa hasta que el solo paso del tiempo obligara a su esposa a
terminar con el tema.
Estas diferencias entre las estrategias de afrontamiento utilizados
por ellos parecían estar influidas por la educación en roles de género
que habían recibido a lo largo de su desarrollo, que llevaba a que Ma-
riana presentara una mayor atención y preocupación hacia sus propias
emociones, y que José estuviera más bien centrado en la solución del
problema, dejando de lado aquellos temas que no se podían resolver.
Habiendo conseguido establecer la infidelidad como motivo de
consulta principal, el equipo terapéutico evaluó la sesión y acordó los
siguientes pasos:

a) Era necesario regular el intercambio emocional negativo entre


ellos, que si bien era comprensible dado el conflicto en el que estaban
inmersos desde hace diez años, podría significar una interferencia
para el cumplimiento de los objetivos de la terapia. Regular no
significaba limitar o reprimir, tampoco dar rienda suelta y en forma
desatada a la emocionalidad involucrada, sino más bien permitir espa-
cios de expresión en los cuales pudieran manifestar sus sentimientos en
forma protegida y sin que signifique un daño para el otro.
b) Había que ofrecer a Mariana un espacio de seguridad y acepta-
ción en el cual pudiera expresar libremente sus sentimientos relacionados
con la infidelidad.
c) Debía permitirse a José expresar sus propias aprehensiones sobre
el tema y sus expectativas sobre la intervención.
d) El equipo debía guiar este diálogo, promoviendo constantemente
un lenguaje externalizante que facilitara la expresión de los clientes sin
que José se sintiera atacado o Mariana invalidada.

365
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

e) Para externalizar el problema se necesitaba instalar un concep-


to que permitiera referirse al evento, sin exacerbar la carga afectiva y
logrando un trabajo terapéutico en el que ambos se sintieran compro-
metidos a trabajar.

Segunda sesión: el «quiebre» y sus consecuencias

En la segunda sesión se presentan ambos con una buena disposición


para continuar el trabajo. Ella incluso afirma que había sido una buena
decisión haber iniciado la terapia enfrentando la infidelidad, pues para
ella era el más importante de todos los temas.
Se llevó a cabo un proceso destinado a consensuar un problema
común a ser abordado en la terapia, pues si bien estaba claro que el
problema principal era la infidelidad, esta era responsabilidad más bien
de él y por lo tanto podría generar incomodidad, culpa y/o falta de com-
promiso en las tareas a desarrollar durante la terapia si no buscábamos
otro aspecto de la relación que él estuviera dispuesto a trabajar. Como
ellos espontáneamente se habían referido al momento de la infidelidad
y a sus consecuencias como el «quiebre», se consensuó si les parecía
prudente trabajar para reparar dicho quiebre, utilizando ese término en
forma externalizada para explorar la influencia del quiebre en su vida
de pareja. De ese modo, «el quiebre» se constituía en un problema no
solo en el que estaban de acuerdo, sino que además promovía en ellos
la voluntad de hacer algo para reparar la relación dañada.
De ese modo se posibilitó, por un lado, explorar con preguntas
de influencia relativa (White, 1994) el efecto del quiebre en sus vidas
(«¿cuándo se hace más evidente la presencia del quiebre?», «¿cómo se
las ha arreglado este quiebre para echar a perder su relación?») y su
contribución para la persistencia de ese quiebre a lo largo de tantos años
(«probablemente este quiebre ha persistido porque a veces sin darnos
cuenta han hecho algo para alimentarlo, ¿qué han hecho ustedes para
alimentar la influencia de este quiebre en sus vidas?»), así como las ac-
ciones que habían desarrollado para quitarle a ese quiebre el poder que
tenía sobre ellos («¿existen momentos en que el quiebre entre ustedes
se haya hecho menos evidente?», «¿cómo lograron ponerle límites a la
influencia del quiebre?», «¿cómo han logrado que el quiebre no haya
terminado con la relación?»).
Este trabajo se llevó a cabo de manera exitosa, pues ambos pudie-
ron decir y escuchar cosas que durante más de diez años habían estado
silenciadas. También habían surgido excepciones en la vida conyugal,

366
Capítulo 20

momentos en los que se habían sentido mejor el uno con el otro, o áreas
de su vida familiar que no habían resultado dañadas, como los valores
que habían transmitido a sus hijos.
Un momento relevante de la sesión ocurrió cuando la coterapeuta,
ante la confusión manifestaba por Mariana entre el amor y la rabia que
sentía hacia su pareja, les señaló que a veces las emociones ensombrecen
los sentimientos. En ese instante ella guardó silencio, sus ojos se llenaron
de lágrimas y respondió que eso era exactamente lo que sentía. De ese
modo, lo manifestado por la coterapeuta sirvió para reencuadrar su
experiencia emocional, pues sintió validada la presencia simultánea de
dos emociones aparentemente contrapuestas hacia José. El reencuadre
es una forma de intervención característica de la terapia estratégica
breve y que permite reubicar la situación experimentada en otro marco
conceptual y/o emocional, el cual resulta igual o más adecuado que el
anterior, modificándose con ello todo su sentido (Schaefer, 2013).
Al finalizar la sesión se les pidió realizar la tarea denominada
por De Shazer y su equipo como la «tarea fórmula de la primera
sesión» (De Shazer, 1991; García, 2013). Esta consiste en pedirle a
cada uno que descubra entre esta sesión y la próxima qué aspectos de
la relación o de su pareja querían que siguieran ocurriendo, es decir,
qué cosas no cambiarían en el otro o en la relación. Esta tarea busca,
por un lado, promover el surgimiento de una emocionalidad más
positiva en la pareja, además de posibilitar la atención hacia aquellos
aspectos menos afectados por el conflicto. Solicitarlo como tarea y
no como pregunta en sesión buscaba la modificación también de las
interacciones, pues les permitía estar atentos en la semana sobre qué
les gustaba del otro, interrumpiendo las pautas relacionales que los
llevaban frecuentemente a discutir y distanciarse. Se les pidió además
que anotaran sus descubrimientos, sin compartirlos con su pareja sino
hasta la próxima sesión.

Tercera sesión: ¿y queremos seguir juntos?

La sesión parte consultando sobre el estado de la relación entre una


semana a otra. Ellos manifiestan una disminución de las discusiones
aun cuando todavía se sienten distantes y dolidos el uno con el otro.
Se les pide leer a su pareja lo escrito en la tarea formulada, obser-
vándose que fueron capaces de descubrir qué les gustaba el uno del otro
y que en cierto modo eran los motivos de que todavía permanecieran
juntos a pesar del «quiebre». En el mismo lenguaje externalizante se les

367
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

pregunta cómo se las habían arreglado para que el «quiebre» no haya


afectado tampoco la valoración de los aspectos positivos que cada uno
mencionaba del otro en la tarea.
Aprovechando el clima positivo y el deseo de colaborar en con-
junto para solucionar este quiebre, se formula la pregunta del milagro
(De Shazer, 1991; García y Schaefer, 2015). En ella, se les pregunta
«si esta noche mientras duermen ocurriera un milagro, y este milagro
significara la reparación de este quiebre de modo que el problema que
hoy los divide simplemente desapareciera de sus vidas, ¿cómo se da-
rían cuenta en la mañana siguiente de que este milagro ocurrió?». De
ese modo, a través de toda la exploración que surgió tras sus primeras
respuestas a la pregunta, ellos pudieron dar cuanta de las expectativas
que cada uno tenía del otro y de la relación: hacer tareas juntos, es-
cucharse mutuamente, demostrarse afecto en forma física, plantear en
forma clara lo que cada uno quería pedirle al otro (Mariana reconoce
en este aspecto que muchas veces utiliza indirectas para solicitarle a
José alguna acción, como ayudarla en la cocina o que simplemente la
escuche), concentrarse en el problema actual, entre otros cambios que
constituían su forma ideal de vivir en pareja.
A continuación se utilizó la pregunta de escala (Berg y De Shazer,
2001; García y Schaefer, 2015), en la cual se les hizo valorar ese milagro
como un 10 y el momento en que peor se han sentido como pareja
en el 1, luego de lo cual se les pidió consensuar en qué número se en-
contraban ahora. Ellos indicaron que estaban, para nuestra sorpresa,
en un nivel 5, ante lo cual se les preguntó por qué se sentían en un 5
y no menos que eso. Nos contaron entonces que si la pregunta se la
hubieran hecho antes de que se iniciara la terapia el número hubiese
sido menor, pero que en esta semana se habían sentido mejor, habían
hecho cosas juntos y tenían esperanza de que iban a salir adelante.
De ese modo, observamos una serie de recursos que ellos poseían y
que les permitirían al fin alcanzar las metas que se habían propuesto
en la terapia. Se les preguntó entonces cómo podrían darse cuenta
de que estaban avanzando un paso más allá, es decir, a un nivel 6,
mencionando que quizás realizar actividades sin discutir podría ser
un buen indicador.
Se les asignó como tarea que imaginaran, compartieran y escribieran
cómo les gustaría que fuese su relación en el futuro.

368
Capítulo 20

Cuarta sesión: búsqueda de excepciones

La cuarta sesión se inicia explorando los cambios entre sesiones,


refiriendo que habían visto bastantes, que efectivamente habían hecho
juntos actividades agradables, que habían disfrutado de la vida familiar
y que la tarea les había permitido hablar, además, de lo que cada uno
deseaba que el otro cambiara.
Se exploraron a continuación las excepciones en la relación de
pareja, es decir, momentos en su historia en los que se hayan sentido
bien el uno con el otro, en los que se hayan olvidado del «quiebre» o
en los que hayan pasado un buen rato juntos. Mencionaron una serie
de eventos en los que se habían sentido acompañados o que habían
disfrutado, como pareja o como familia. Al parecer, en momentos de
crisis en los que no estaba involucrado el otro (problemas laborales,
dificultades con el estudio) podían conversar y apoyarse mutuamente.
Se les prescribe como tarea realizar actividades familiares o de
pareja que les permitieran pasar un buen rato juntos, dentro de las
cuales estaban las actividades que ellos habían efectuado en el pasa-
do y que habían sido exploradas en profundidad durante la sesión.

Quinta sesión: el perdón

Nuevamente se inicia la sesión evaluando cambios desde el anterior


encuentro y explorando los resultados de la tarea asignada. Ellos se
observan bastante cercanos, se toman de la mano, se miran y demues-
tran complicidad.
Comentan que se dieron un fin de semana como familia en unas
cabañas. En un momento en que los hijos estaban cómodos jugando
y la hija había accedido a cuidar del menor, decidieron salir a caminar
solos. En esa caminata, a media tarde, por lugares arbolados y con
una agradable brisa, pudieron por fin hablar del tema de la infidelidad,
asunto que habían seguido evitando desde que se inició la terapia. En
esa conversación, José le confidencia que jamás imaginó el daño que le
había provocado y le pidió por primera vez perdón. Mariana comenta
que eso era todo lo que necesitaba, ella quería que su marido lograra
comprender su dolor.
Ahora, en sesión, Mariana era capaz de considerar «el quiebre»
como una interferencia de la que ambos debían aprender para no
equivocarse, además de manifestar su voluntad de seguir juntos porque
aún existía amor entre ellos. El equipo terapéutico tomó la actitud de

369
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

elogiar dichos cambios, resaltando el hecho de que se produjo fuera del


contexto terapéutico y por acciones que ellos mismos habían decidido,
como ir a las cabañas, salir a caminar y hablar del tema, por lo que
podrían perfectamente atribuir estos cambios a ellos mismos. Si bien
ellos relacionaban este cambio con las conversaciones que anteriormente
habían tenido en terapia, fueron capaces de reconocer la contribución
que cada uno de ellos había hecho para que este encuentro del fin de
semana, que ellos describían como relevante, hubiera sucedido.
En este punto es donde se observa con claridad cómo cada uno
de los clientes es capaz de empatizar con el otro, ocurriendo en ella
el compromiso de ser más clara con él cuando le solicitaba alguna
atención o ayuda, y en él el compromiso de escucharla y apoyarla aun
cuando el motivo de la conversación no sea un problema en busca de
una solución. En tal sentido, los roles de género, que tan marcados
estaban al principio en esta pareja, tendían ahora a diluirse, ya no solo
en la distribución de las tareas en el hogar (algo que ya había ocurrido
antes de iniciarse la terapia), sino en algo más importante, que era la
disposición de ambos a comunicar estados de ánimo y cursos de acción
de una manera explícita, directa y sin descalificaciones o evasiones.

Sexta sesión: la evaluación

En la penúltima sesión, Mariana relata que ahora está mucho me-


jor, que ya consideraba resuelto el motivo de consulta. Se le pregunta
a qué atribuía esto y comenta que ahora se siente escuchada, conside-
rada, que las discusiones son solo sobre el tema presente, sin mezclar
los conflictos como antes. Por otro lado, José narra que ya no siente
miedo de conversar con su señora, aprendió a escuchar sin defenderse,
tenía la sensación de avanzar y ya no de enredarse y recriminarse por
lo pasado, lo que le entregaba un gran alivio y tranquilidad.
Ambos sentían que los objetivos propuestos en terapia habían sido
cumplidos a cabalidad, y que el enfrentar y solucionar su problema,
permitió que las relaciones con el resto de la familia se vieran también
favorecidas por un efecto dominó: al estar bien ellos, también estaban
bien con sus hijos.
Se les asignó como tarea la escritura de una carta terapéutica de
finalización de la terapia (White y Epston, 1993). Terminar una terapia
es un acto significativo que merece ser registrado y testimoniado, el
vía crucis seguido por esta pareja desde el quiebre hasta la reconci-
liación era un camino que no podía quedar oculto para los demás.

370
Capítulo 20

Su experiencia podía ser útil a otras personas que vivieran una crisis
semejante y que se podían preguntar si era posible seguir adelante luego
de una infidelidad. Por este motivo, se les pide a ambos escribir una
carta en el que dieran cuenta de su experiencia y de sus aprendizajes,
y que les permitiera a otros conocer y aprender de su historia. En esta
carta no importaba ni la ortografía ni la redacción, debía ser escrita con
sinceridad y entregada a los terapeutas en la última sesión.

Última sesión: las cartas


Mariana y José llegaron a sesión con las cartas escritas. Habían
expresado en ella lo que creían podía ser una adecuada reflexión para
otras personas que estuvieran pasando por lo que ellos habían logra-
do reparar. Como las cartas hablan por sí solas, las transcribimos a
continuación:

Carta José:

«Amigos, es difícil comenzar a contarles algo a personas que no


conozco, pero igual intentaré decir algo. Hace tiempo que mi matri-
monio estaba muy mal y discutíamos por todo y todo terminaba en lo
mismo, y esto diariamente deteriora toda relación y por fortuna existió
la posibilidad de iniciar una terapia de pareja. Al comienzo se ve todo
negro y difícil porque cuesta confiar en personas que no conoces y uno
se pregunta ¿cómo nos pueden ayudar?, pero transcurriendo las sesiones
te das cuenta de que si bien son personas ajenas a tu vida, te proponen
y te ayudan a solucionar tu problema y, lo más importante, este tiene
solución. Si bien al inicio ves solo un punto de luz, al final ves que este
punto se transforma en una gran ventana que solo debes abrir.
Amigos, en las terapias ustedes se darán cuenta de que hay diferen-
cias, hay diferencias entre ustedes, pero lo importante es que se acepten,
también verán lo bueno y malo de cada uno, pero siempre mírense con
respeto y amor, que estoy seguro de que existe entre ustedes.
Si están aquí es porque están jugando quizá la última carta, jué-
guenla pero con compromiso y dispuestos a ganar el juego. Cuesta y
mucho, pero inténtenlo, al final tendrán alegría, amor familiar y muchas
conversaciones, que es lo que se necesita para ser felices.
Si ustedes supieran cómo se ve ahora mi matrimonio, con respeto,
alegría y calma… la conversación es lo principal para nosotros, nos
decimos las cosas sin dañarnos y nuestras peleas están enfocadas solo

371
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

al problema específico y no a la persona, solucionamos el problema y


se acabó la pelea, y esto es lo principal.
Ánimo, amigos que se merecen estar juntos, jueguen hasta el final».

Carta Mariana:

«No es fácil esta tarea, pero espero poder decir aquí las cosas más
importantes o más útiles para quienes puedan llegar a leerla.
Cuando la angustia se apodera de uno es difícil mirar a los lados y
encontrar una salida, así estaba hace unos meses atrás, triste, angustiada,
cansada… pero no lo suficientemente cansada como para quedarme de
brazos cruzados viendo cómo mi hija comenzaba a recibir todo lo nega-
tivo de la situación. Así fue que decidí que las cosas no daban para más,
eran años tratando de mantener un matrimonio que según yo, estaba
terminado. Tomé valor y le dije a mi esposo que no había nada más que
hacer, esta relación se terminaba porque era lo mejor para todos. Era mi
decisión, no había pensado siquiera en lo que pensaba él y me sorprendió
su reacción. Sentí que con mis palabras lo había golpeado y aun así dijo
que me amaba. Pasaron unos días, comencé a orar, mi fe es que Dios oye
al corazón triste y humillado y así un poco más tranquila, pensé que quizá
aún había tiempo para nosotros como familia y me animé a proponer
que buscáramos ayuda, mi esposo aceptó de inmediato.
Afortunadamente, siempre hay alguien presto a ayudar y co-
menzamos una terapia. Pusimos nuestra confianza, primero en Dios
y luego en nuestros terapeutas. Cuando comenzamos fue triste para
mí, tuvimos que retomar temas que yo quería olvidar, porque ahora
entiendo que me habían dolido tanto, que siempre quise rehuirlos y
es que en verdad duele sentirse traicionada, eso era lo que yo sentía
cuando comencé a sospechar de que mi marido me había sido infiel,
me sentía menospreciada, no lograba entender «por qué» y me lo
preguntaba muy seguido, empecé a buscar en qué había fallado para
provocar que él quisiera estar con otra mujer, lloré mil veces de rabia,
de pena, me dolía el pecho y sentía que no merecía esto. Sin embargo
seguí adelante, por los hijos, por no causarles dolor a los demás, etc.,
siempre hubo una excusa para seguir, el problema era que la herida
permanecía y en cada conflicto afloraba todo.
Pero lo bueno estaba por venir y alguien me dijo que “el proble-
ma es el problema, no la persona”, y alguien también me dijo que
las emociones son intensas y muchas veces opacan al sentimiento, y
me preguntaron si yo aún amaba a mi marido y creo que el llanto que

372
Capítulo 20

me embargó en ese momento fue de alivio, de saber que sí, de hacerme


consciente que sí, aún amo a mi marido y que vale la pena luchar.
Esto no es magia, no he olvidado todo lo que pasé y sé que no lo haré
nunca, pero ahora entiendo que él no es perfecto, así como yo tampoco
lo soy, entiendo que también lo herí muchas veces, con mis actos, con
mis palabras, con mis silencios, que eran para evitar conflictos, pero a
él le producían desconcierto.
Hoy estoy más tranquila, sé que debemos seguir trabajando para
reparar algunas cosas, para crecer como pareja, lo importante es que
podamos hacerlo juntos, y así es más fácil. Las discusiones se enfrentan
y duran el tiempo que deben durar, trataremos que sean breves, para
poder seguir disfrutando nuestro reencuentro».

Seguimientos

Se realizaron después dos sesiones de seguimiento, a los quince y a


los treinta días luego de esta última sesión. En ellas se conversó sobre
los logros alcanzados, las conversaciones y tareas que les habían sido
útiles en el proceso terapéutico. Comentaron también que habían
consensuado reglas claras respecto a sus roles como padres, de modo
de no contradecirse con los hijos y aparecer ante ellos cohesionados.
Por último, contaron que habían contratado a alguien que los iba a
ayudar en las tareas de la casa, lo que les permitió bajar el estrés por
la sobrecarga de roles que especialmente tenía Mariana.

Conclusión
Hacer terapia de pareja no es fácil. Colaborar con una pareja
que desea resolver el daño producido por una infidelidad es aún más
costoso. Nosotros, los terapeutas, nos vemos muchas veces afectados
y arrastrados por una versión de los hechos en desmedro de la otra.
En cierto modo, eso es legítimo, no somos neutros y es imposible serlo,
pues tenemos creencias, valores y experiencias que nos hacen atender o
preferir ciertos discursos por sobre otros. Y en el tema de las relaciones
de pareja, la infidelidad, la pérdida de confianza y la ruptura siempre
tenemos una historia personal que contar. De ese modo, el terapeuta
involucrado en este tipo de problemas tiene que ser consciente de estas
disposiciones y sincerarlas, no para bloquearlas o negarlas, sino para
impedir que dichas opiniones, sin duda válidas, interfieran en lo que la
pareja desea para sí misma.

373
Felipe E. García, Angélica Guzmán y Walter Jara

Las personas que atraviesan una crisis debido a la infidelidad desean


muchas veces reparar la relación y proyectar un futuro feliz con su pareja.
Quieren para ello olvidar, hacer como que si esto nunca hubiera sucedido, y si
bien hay parejas que logran jugar este juego, la mayoría fracasa en el intento.
El objetivo entonces no puede ser olvidar, sino aprender que además de la
infidelidad hay otros aspectos de la relación que merecen ser reconocidos y
que quizás constituyen la razón por la que siguen juntos, aunque están invi-
sibilizados ante una historia dominante saturada por la infidelidad. ¿Cómo
integrar esta historia sin que siga interfiriendo en sus vidas?, ¿cómo seguir
juntos sin olvidar?, ¿cómo hacer de esta experiencia un aprendizaje para la
pareja de modo que algo así no vuelva a ocurrir? No existe una fórmula para
ello. Lo que sí existen son conversaciones que podemos incentivar, diálogos
que podrían permitir a las parejas reencontrar sus caminos.

Referencias
Berg, I. y De Shazer, S. (2001). Hacer hablar a los números: el lenguaje de la
terapia. En S. Friedman (Comp.), El nuevo lenguaje del cambio. Cola-
boración constructiva en psicoterapia (pp. 25-50). Barcelona: Gedisa.
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374
Capítulo 21
Psicoterapia de pareja centrada en
soluciones y emancipación femenina

Bismarck Pinto Tapia

Ni tú eres mujer moderna


ni quiero que lo aparentes
que yo te prefiero antigua
y oliendo a mujer decente.
Rafael de León.

Introducción
Es evidente el cambio del sistema de valores en la mujer boliviana
a partir de la promulgación del decreto supremo 21060 en 1985, que
permitió la libre contratación, ocasionando el despido masivo de tra-
bajadores. Consecuente con ello fue la emergencia con que las mu-
jeres se vieron obligadas a trabajar fuera del hogar. A partir de esa
época, los hogares enfrentaron transformaciones fundamentales en
las funciones tradicionales de las mujeres. Emergió la doble jornada
femenina: las mujeres estaban obligadas a trabajar en casa y fuera de
ella (Farah y Salazar, 2009). Los esposos mantuvieron sus esquemas
patriarcales, siendo incapaces de realizar labores domésticas (Levant y
Williams, 2009), por lo que las esposas tuvieron que ejercer como ma-
dres, amas de casa y trabajadoras (Deere, Alvarado y Twyman, 2012).
Los cambios de las funciones sociales y familiares en las mujeres
derivaron en la modificación de la identidad femenina. En una investi-
gación brasileña, por ejemplo, las mujeres mayores de cincuenta años
no valoraron a Madonna por su belleza y fama, sino porque representa
a la mujer que controla su vida (Da Silva y Andrade, 2014).

375
Bismarck Pinto

La función materna que antes daba identidad a las mujeres ha sido


relegada por la búsqueda de autonomía y realización personal (Beets,
2011). El trabajo ha obligado a competir en un mercado dominado
por varones, para ello se hizo imprescindible el alcance de logros aca-
démicos, incrementándose la población femenina en las universidades
(Dwyer y Bruce, 1988).
Estos procesos sociohistóricos han producido tres identidades fe-
meninas: la madre-esposa (Lagarde, 1990), la mujer que trabaja para
el marido y la mujer emancipada (Zarco, 1997).
En una investigación realizada en la ciudad de La Paz, se evi-
denció la diferencia del discurso femenino entre tres generaciones de
mujeres. La primera, comprendida por mujeres entre 26 y 31 años, se
centraba en temas de autorrealización, amor y trabajo. La segunda,
entre 51 y 62, se concentró en los hijos, el hogar y los problemas
con los maridos, y la tercera, entre 71 y 80 años, lo hacía sobre la
salud y problemas con los hijos (Medina, 2013).
Indudablemente, las mujeres han cambiado la definición de sí mis-
mas. No toleran la dominación masculina (Rodríguez y Ganacim, 2014)
y exigen vehementemente la equidad con los varones (Molyneux, 2011).
Los varones estamos en crisis al no saber cómo adaptarnos a los
cambios femeninos (Clare, 2001). Ante la incapacidad de aceptación de
la emancipación femenina, un recurso infortunado es la violencia. En
Bolivia se señala que siete de cada diez mujeres son víctimas de algún
tipo de violencia (Lagrava, 2010; Coordinadora de la Mujer, 2014).
Unos 284 mil casos de violencia doméstica han sido registrados por la
policía en un período de cinco años. Eso quiere decir que se han dado
alrededor de 56.800 casos por año, entre violencia física, psicológica y
sexual (Observatorio Nacional de Seguridad Ciudadana, 2013).
Los cambios en las funciones de la mujer latinoamericana involucran
transformaciones en su identidad, situación que trae consigo resistencia
al cambio en países con tradición patriarcal. Sin embargo, las mujeres
han incursionado en la política promoviendo debates sobre temas con-
cernientes a las mujeres, nunca antes se han visto las reinvindicaciones
conseguidas por movimientos femeninos (Jein, 1990).
Los cambios en la identidad de las mujeres generan cambios en la
relación amorosa (Beck y Beck-Gernsheim, 2001). Por ejemplo, se ha
modificado el concepto de amor. Siguiendo la teoría del triángulo del
amor, consideramos tres factores que lo componen: intimidad, pasión
y compromiso (Sternberg, 1998).
En tres estudios realizados en jóvenes de clase media entre 18 a
24 años en la ciudad de La Paz, se ha identificado la prioridad de la

376
Capítulo 21

intimidad y la pasión sobre el compromiso (Pinto, 2006; Pinto y Ba-


rrios, 2008; Pinto y Cooper, 2008). Es interesante resaltar la diferencia
encontrada en mujeres del mismo nivel socioeconómico y rango etario
en la ciudad de Santa Cruz, pues en ellas predomina el compromiso
sobre la intimidad y la pasión (Pinto y Saucedo, 2014).
En otra investigación llevada a cabo con mujeres indígenas mojeñas
predomina la pasión sobre los otros dos factores (Pinto y Ribera, 2007).
Finalmente, en una muestra de universitarias aymaras la predominancia
fue la intimidad y el compromiso, anulando prácticamente la pasión
(Pinto, 2011).
Estas investigaciones permiten afirmar que el concepto de amor
es influenciado por el contexto sociocultural. En la clase media de la
ciudad de La Paz se cuestionan más las funciones femeninas tradicio-
nales, por lo cual el factor compromiso, asociado con la prioridad del
vínculo amoroso, se encuentra deplorado por la necesidad de libertad
de las mujeres, hecho que coincide con el surgimiento del «prende»1
como forma alternativa en las relaciones amorosas juveniles (Pinto,
Alfaro y Guillén, 2010).
En Santa Cruz aún se mantiene la identidad femenina con refe-
rentes tradicionales, lo cual explica la predominancia del compromiso
con relación a los otros dos factores. Mientras que en las culturas
amazónicas, como la mojeña, el vínculo de pareja se fundamenta en el
erotismo, al contrario de lo que acontece en la aymara, donde la pareja
está definida por la comunidad que fomenta los valores laborales y
deplora los románticos.
Si el concepto de amor se ve influenciado por los cambios emer-
gentes de la liberación femenina (Ojeda y Díaz-Loving, 2010), también
lo está el matrimonio. A mayor autonomía laboral y económica es más
probable el divorcio (Montilva, 2006). Las mujeres pueden ser madres
sin necesidad de contraer matrimonio (Castro Cortina, García y Pardo,
2011), por lo tanto, se ha relativizado la función materna del contrato
matrimonial. Las uniones libres son una nueva alternativa al matrimo-
nio (Esteve, Lesthaeghe y López-Gay, 2012). Las mujeres promueven la
búsqueda de la realización personal y el trabajo para evitar el someti-
miento ante los varones, prefieren el sacrificio de la doble jornada a la
renuncia de su libertad (Fuwam, 2013).

1
El «prende» es una manera de vinculación erótica sin genitalidad entre los
jóvenes paceños. Se establece un romance por una noche sin que ello involucre
establecer una relación formal de pareja. No se formaliza la relación ni se
tienen relaciones coitales. Al día siguiente, la pareja fortuita no tiene ningún
compromiso afectivo con la otra persona.

377
Bismarck Pinto

En dos estudios realizados con mujeres jóvenes se ha encontrado


coincidencia en las actitudes hacia el matrimonio: ha dejado de ser el
destino inevitable para convertirse en una elección libre. El matrimonio
se posterga ante la emergencia de la autorrealización (Pinto y Barriga,
2012; Pinto y Aliaga, 2014). En varias investigaciones se concluyó que
la institución matrimonial ha dejado de ser la principal meta en las
parejas jóvenes (Meraz, García y Saldaña, 2012).
Un factor asociado a los motivos de la relegación del matrimonio
es la experiencia de migración. Muchas mujeres latinoamericanas
abandonaron sus países para migrar hacia Europa, cuyos efectos no
solamente modifican la economía familiar, sino que afectan a la fami-
lia como un todo y a los hijos en particular (Hildebrandt, McKenzie,
Esquivel y Schargrodsky, 2005).
En Bolivia, el 70% de la migración es femenina (Abriendo Mundos
& Coordinadora de la Mujer, 2011; Pereira, 2011). La migración de las
madres propicia la participación de la familia extensa en el cuidado de
los hijos que se quedaron (Antman, 2013). Abuelas y tías se responsa-
bilizan por la crianza ante el abandono que realiza el padre después de
la partida de la esposa (Botero y Martínez, 2009).
La migración de la mujer obliga a la reestructuración familiar
alrededor de otras mujeres. Solo las familias que cuentan con el apoyo
de la familia extensa y/o redes sociales pueden adaptarse al dolor de la
ausencia resignificando la pérdida (Pereira, 2011). La desorganización
de la familia ante la partida de la madre demuestra la incapacidad de
algunos padres para asumir las funciones de protección y cuidado.
Los hijos enfrentan la tristeza por la ausencia de la madre y la pérdida
ambigua por el abandono del padre (Jaes, 2008).
Los condicionantes sociohistóricos actuales han producido el
cuestionamiento de los roles femeninos tradicionales, derivando en la
emancipación femenina dentro de su familia y en el vínculo amoroso.
El proceso de liberación de la mujer genera inevitablemente una crisis
en el sistema familiar y en el conyugal. La crisis es personal, familiar
y conyugal.
A nivel personal, las mujeres no tienen en su historia familiar el
referente de una madre independiente del marido y de los hijos (La-
garde, 1990). Muchas se sienten culpables al distanciarse del rol de
madre-esposa y viven ambivalentes ante la urgencia de su liberación
(Martínez-Herrera, 2007).
La familia debe reorganizar las funciones de sus miembros para
mantener el cuidado y la protección, en algunos casos emergen síntomas
en los hijos para evitar la emancipación de la madre (Rodríguez, 2011).

378
Capítulo 21

Cuando el padre asume la responsabilidad de la crianza de los hijos en


ausencia de su esposa, se ve obligado a reformular tres funciones: la
autoridad, la afectividad y la comunicación. Debe decidir la imposición
de reglas sin consultar —aunque en algunos casos consulta a distancia
con la esposa—. Define actitudes cariñosas que antes no prodigaba a
sus hijos y se interesa activamente durante el diálogo en las actividades
de sus hijos (Ospina y Vanderbilt, 2009).
La familia experimenta la ausencia de la madre como una pérdi-
da ambigua, esto es, sentir la pérdida física de la madre aunque se la
consiente como presente (Boss, 2001 y 2002). Se trata de un duelo sin
objeto, vivenciando diariamente la pérdida con nostalgia y esperanza.
Sin necesidad que la mujer migre, la experiencia del esposo ante
los cambios radicales de la esposa durante su proceso de emancipación
es de pérdida ambigua, con la presencia de rabia y tristeza (Sbarra y
Ferrer, 2006). Estas emociones pueden promover la violencia hacia la
pareja (Zanville y Cattaneo, 2012).
La autonomía femenina ha tenido un importante impacto en la
decisión de la maternidad, a mayor empoderamiento femenino menor la
posibilidad de embarazos no deseados (Abadian, 1996). Las mujeres se
han reapropiado de su cuerpo, arrancándolo de la posesividad mascu-
lina, ha sido una conmoción para la sexualidad egoísta de los varones
(Holland, Ramazanoglu, Sharpe y Thomson, 1996). La tendencia de
las mujeres hacia la recuperación del placer físico se hizo evidente en
un estudio sobre el concepto del placer realizado en la ciudad de La
Paz (Pinto y Villarroel, 2011).
Los cambios en las actitudes sexuales de las mujeres (Eagly, 2013)
y las exigencias de equidad en las labores domésticas (Anderson, 2000)
han determinado la modificación de los acuerdos conyugales (Meraz,
García y Saldaña, 2012), el discernimiento entre los componentes del
vínculo amoroso para establecer el tipo de convivencia y la tenencia de
hijos (Katz, Priess y Hyde, 2010).
El cambio progresivo o repentino de la mujer en el vínculo amoroso
conlleva el desencadenamiento de una crisis que puede poner en ries-
go la estabilidad de la relación, por lo que es probable el surgimiento
de síntomas en uno o ambos cónyuges (Pinto, 2012; Davis, Lebow y
Sprenkle, 2012). Es frecuente la manifestación de cuadros depresivos
(Montesano, Feixas, Muñoz y Compañ, 2014), problemas en la respues-
ta sexual (Giddens, 2013), estrés (Bodenmann, Ledermann y Bradbury,
2007) y ansiedad (Eswaran y Malhotra, 2011).
Es inevitable la presencia de cambios en la organización conyugal y
familiar cuando la madre se emancipa a través del trabajo, se explicita

379
Bismarck Pinto

el abandono del marido y de los hijos, favoreciendo sentimientos de


culpa alimentados por los mitos familiares de la madre-esposa (Nutt,
2005; Pinto y Benítez, 2011).
Es común que la mujer busque ayuda psicológica debido a síntomas
depresivos o situaciones de estrés. La terapia individual puede promover
el empoderamiento de la mujer en los espacios conyugales, familiares y
laborales (Hare-Mustin y Marecek, 1986; Chester y Bretherton, 2001).
Sin embargo, la terapia de la mujer aislada de su vínculo conyugal puede
precipitar el divorcio y la manifestación de trastornos psicológicos en
el esposo (Bograd, 2014).

Terapia de pareja centrada en soluciones


En la terapia de pareja es donde más se juegan los prejuicios hacia
los roles femeninos (Hare-Mustin y Marecek, 1986; Goodrich, Ram-
page, Ellman y Halstead, 1989; Knudson, 2008). Razón por la que se
requiere una revisión de la formación de los y las terapeutas de pareja
que permita la toma de conciencia de la política con relación al sexo
femenino (Mitchell, 2014).
Siendo imposible la neutralidad del terapeuta, es imprescindible
la reflexión sobre sus valores ante el proceso de liberación femenina,
promoviendo de esa manera la revisión moral en el diálogo terapéutico,
siendo esta una actitud indispensable en la ética de los psicoterapeutas
(Durtschi y McClellan, 2010).
El enfoque sistémico favorece la comprensión de los procesos rela-
cionales cuando se producen crisis en los elementos que componen un
sistema (Bateson, 1991). Se entiende la manifestación del síntoma como
un proceso de búsqueda de la homeostasis: «Un síntoma es apropiado:
este síntoma es el comportamiento adaptado al contexto social de
la persona, y de ninguna manera un comportamiento inadaptado
que provenga del pasado sin ninguna función en el presente» (Haley,
1998, p. 84). En ese sentido, el síntoma equilibra al sistema, por lo
tanto, la psicoterapia sistémica al dirigirse al promover el cambio
del contexto elimina al síntoma.
En la terapia sistémica se comprende al contexto terapéutico como
un sistema del cual el terapeuta también es parte, por ello, es imposible
que el terapeuta no influya, su presencia es un factor de modificación de
la organización (Maturana, 1997). El contexto terapéutico está definido
por el diálogo que sostienen los terapeutas con los clientes, resultante de

380
Capítulo 21

ello es la construcción de una realidad sobre la cual trabajan los actores


de la conversación (Watzlawick, 2008).
La psicoterapia sistémica de la pareja se centra en el cambio de la
relación, entendida como la interacción entre los cónyuges que define
la construcción de la realidad amorosa. Es importante señalar que la
relación no es un concepto causal y fijo, es relacional y dinámico, se
la puede concebir como una danza, en la cual el paso de uno es ante-
cedente del paso del otro en un sistema secuencial infinito (González,
1995). La relación de pareja es la conjunción de dos historias complejas
en constante dinamismo evolutivo (Inclán y Albores, 2007).
El vínculo amoroso se establece como una revolución colectiva
de dos, producto de una historia originada en el enamoramiento,
que debe atravesar por etapas para consolidarse en una sociedad que
construye incansablemente realidades existentes exclusivamente para
sus componentes (Alberoni, 2005).
La historia de la pareja se inicia antes inclusive de que sus miembros
se conozcan. Comenzó con las historias de las familias de origen desenca-
denantes de los mitos del amor y del matrimonio (Froman, 2008; Pinto
y Benítez, 2011; Giddens, 2013). A las historias de amor precedentes
al vínculo actual se debe añadir el estilo de apego determinante de la
experiencia amorosa al definir las reacciones ante la ausencia (Hazan y
Shaver, 1987). Las expectativas del amor se establecen a partir de tres
historias fundamentales: la historia del apego, de los mitos del amor y
de las experiencias amorosas personales.
Cuando las expectativas son imposibles de satisfacer porque de-
vienen de carencias afectivas infantiles concomitantes a estructuras
patológicas de la personalidad, se forman patologías relacionales donde
se involucra a un tercero para equilibrar el sistema, a esas formas de
relación las denominamos colusiones (Pinto, 2011).
La terapia de pareja aplicada a los problemas emergentes por la
emancipación femenina puede definirse como una crisis en el ciclo vital
de la relación amorosa (Pinto, 2012). Por lo tanto, no se trata de una
terapia dirigida únicamente a la erradicación de síntomas, sino a la
activación del proceso hacia la siguiente etapa del ciclo: el reencuentro.
Los miembros de la pareja deben ser capaces de mirarse el uno al otro
sin esperar cambiarlo, asumiendo ser testigo de la existencia del otro. Se
plantean tres posibilidades: mantenerse en crisis, plantear la separación,
definir un nuevo contrato matrimonial.
La crisis es activación del cambio (Bray, 2009), empuja a la relación
hacia la urgencia de asumir la soledad en la que se han involucrado am-
bos desde la negación del desarrollo de la emancipación. Los conflictos

381
Bismarck Pinto

se centran usualmente en las funciones domésticas y parentales, descui-


dando superlativamente el espacio amoroso y el impacto en la psicología
personal de los cónyuges. Se asumen estrategias de solución dirigidas
a los problemas matrimoniales como si fuesen dificultades personales
o amorosas.
La consecuencia es que los problemas domésticos no se resuelven,
muchas veces empeoran y se produce una distancia relacional abismal,
disminuyendo paulatinamente las actividades amorosas, incrementando
las parentales. Este contexto es propicio para el surgimiento de la violencia,
conmoción que fomenta que sea el círculo vicioso de las peleas lo que llene
el espacio relacional (García, Aburto y Fuentes, 2013).
El plantear la terapia centrada en el problema puede obviar la
concepción de la crisis como resultante de los cambios a partir de
la emancipación femenina y propiciar una terapia favorable para el
esposo al fomentar la ideología machista (Goodrich et al. 1989).
La terapia narrativa (White y Epston, 1990), en el afán de reescribir
la historia, puede hacerlo desde la perspectiva del discurso conyugal
fundado en los mitos de los roles masculino y femenino tradicionales sin
ser capaz de promover la consolidación de la emancipación y centrarse
en la historia amorosa.
Ante esas opciones, es preferible el enfoque en las soluciones. La
terapia centrada en soluciones (De Shazer, 1986; O’Hanlon y Weiner,
1990) adopta la postura colaborativa de la tradición narrativa, el
pragmatismo de la terapia centrada en el problema y el optimismo de
la filosofía positiva.
Los supuestos de la terapia centrada en soluciones son los siguientes: es
una postura que normaliza los padrones patológicos del comportamiento
de los clientes; utiliza los recursos del bagaje de alternativas de solución
que traen consigo; considera cada caso como singular, por lo que evita la
imposición teórica; busca soluciones simples y directas para economizar
los medios terapéuticos para alcanzar los fines establecidos en el diálogo; se
asume que el cambio es inevitable; se orienta hacia el presente y el futuro;
fomenta la cooperación entre el terapeuta y los clientes (García, 2013).
Si el conflicto conyugal ha ocasionado la triangulación de los hijos
(Guerin, Fogarty y Gilbert, 1996), la pareja se presenta en la consulta con
un problema de padres, la indicación inicial será terapia familiar. Con
el tiempo o con la solución del problema, los padres solicitan abordar
sus problemas conyugales o durante la terapia familiar se vislumbra
el cambio en la organización a partir de la emancipación de la madre.
La pareja suele manifestar sus problemas dentro de las siguien-
tes dimensiones: comportamientos voluntarios versus involuntarios;

382
Capítulo 21

impotencia versus poder; secuencias metafóricas versus literales; jerarquía


versus igualdad; hostilidad versus amor; egoísmo versus altruismo (Mada-
nes, 1991). Al centrarnos en la solución cambiamos el marco referencial
del problema, pidiendo a la pareja que imagine su vida sin el problema y
que identifiquen las situaciones en las que no estuvo presente para ubicar
las excepciones, con ellas las pautas de enmienda.
La terapia fomentará la colaboración desde el presente, centrados
en el proceso relacional, buscando precisión en las alternativas, recu-
rriendo a soluciones prácticas, asumiendo que el control de la situación
pertenence a la pareja, utilizando el lenguaje de cada uno de los cónyuges
(Cheung, 2005).
Cheung (2005) elabora una síntesis de las técnicas utilizadas en la
terapia centrada en soluciones: el terapeuta o la terapeuta evitarán con-
centrarse en los problemas a pesar de que los clientes redunden en ellos.
Debe quedar claro el objetivo y analizarse las consecuencias del cambio.
Es importante reconocer que existieron excepciones, lo cual conlleva a
considerar que existen los recursos previos. La pareja debe comprender
que a pesar de lo difícil de su situación, pudieron seguir adelante. Es útil
recurrir a una escala que permita evaluar el impacto de los cambios.
También lo es plantear la pregunta del milagro: «Imaginen que esta noche
se van a dormir, mientras lo hacen ha ocurrido un milagro y el problema
se ha resuelto, ¿qué tendrían que presenciar? ¿Qué sería diferente?» (De
Shazer, 1986). Durante todo el proceso terapéutico, el terapeuta o la
terapeuta debe elogiar de manera indirecta la producción de cambios
que benefician al vínculo amoroso.
Es importante que podamos diferenciar los problemas personales de
los relacionales. La necesidad de emancipación es un problema personal
que debe ser respetado y apoyado por la pareja. Amar no es poseer, es
permitir la libertad del otro a pesar del riesgo de que en ese afán deje de
quererme, es más, si eso ocurre, si la amo, la dejo marchar. La terapia
debe facilitar el cumplimiento de los derechos humanos de cada uno de
los miembros de la pareja, impulsar la equidad de género y erradicar la
presencia de violencia (Aldarondo y Straus, 1994; Hendricks, Bradley,
Southern, Oliver y Birdsall, 2011).

Estudio de casos
A continuación, presento el resumen de tres casos de terapia de
pareja centrada en soluciones. He cambiado los nombres de los clientes
y algunos datos para proteger su identidad.

383
Bismarck Pinto

«Lo que no me das lo busco afuera»

Xavier (62) y Bertha (50) están casados hace veinticinco años.


Tienen tres hijas: la mayor Patricia (23), casada, tiene una nena de tres
años; la que le sigue, Karen (21), es universitaria, y la menor, Nancy
(16), asiste a la escuela secundaria. Xavier tiene una tienda de artefactos
eléctricos y su esposa trabajó con él durante muchos años. Hace tres,
coincidiendo con el nacimiento de su nieta, ella tomó la decisión de
abandonar el trabajo y empezar a estudiar Derecho.
A pesar de los constantes reclamos de Xavier ante los problemas
que se suscitaron en la tienda debido a la ausencia de su esposa, Bertha
continuó perseverante en sus afanes académicos. Hace un año, fue al
ginecólogo por malestares en sus genitales, quien le anunció que era
portadora de una enfermedad de transmisión sexual. Fue de esa manera
que descubrió que su marido frecuentaba prostíbulos.
Ante la confrontación que le hizo Bertha, Xavier respondió que no
le quedaba más remedio que buscar en otras mujeres lo que ella dejó
de darle. Bertha planteó la separación. Xavier declaró que tenía un
problema con su autoestima, por lo que inició terapia individual con
un psiquiatra, quien le diagnosticó depresión. Sugirió terapia de pareja,
y la iniciaron conmigo.
Durante las primeras sesiones, ambos coincidieron en la sorpresa
que les causó la hecatombe en su matrimonio, puesto que durante los
años que antecedieron a la crisis habían sido muy felices, alcanzaron
holgura económica y éxito en los logros personales de sus hijos. También
plantearon que sexual y afectivamente se llevaron bien. Sin embargo,
Bertha expresó su disconformidad en cuanto al apoyo de su marido;
opinó que ella tuvo que renunciar a sus metas personales para ayudar a
su esposo en la organización de la tienda. Xavier expresó su admiración
hacia el trabajo que ella realizaba, referido al manejo de las cuentas,
pues desde que ella dejó de trabajar con él, fue y seguía siendo muy
difícil alguien que la sustituyera.
Xavier manifestó su preocupación hacia los comportamientos opo-
sicionistas de su hija menor, quien bajó su rendimiento escolar, además
de salir a emborracharse con sus amigas. Para él estaba claro que su
esposa había descuidado la educación de su hija.
En la cuarta sesión se presentaron con Nancy, quien el fin de sema-
na sin permiso de sus padres se quedó a dormir en casa de una amiga.
Fue motivo para convocar a la familia completa. Nancy se sentía triste
por la partida de su hermana mayor, Patricia manifestó desazón por la
falta de apoyo por parte de su madre, Karen expresó que la culpa de

384
Capítulo 21

todo era de su padre. Se tuvieron tres sesiones con la familia, trabajando


en los juegos de manipulación que regentaba Xavier para boicotear la
emancipación de Bertha. Patricia era su aliada y Karen lo era de Bertha.
La hermana menor se encontraba al medio con su lealtad dividida.
Xavier se presentaba como víctima y Bertha solo atinaba a llorar ante
la presión que su familia ejercía sobre ella.
Al develar los juegos y apuntalar hacia el desarrollo del ciclo vital
de cada una de las muchachas, el proceso terapéutico con la familia
fue exitoso. Nancy empezó una terapia cognitiva comportamental con
una colega. ¡Manos a la obra! Comencé el tratamiento con la pareja.
La terapia inicialmente se dirigió al perdón por la infidelidad de
Xavier. Si bien quedó claro que sus visitas a los burdeles estaban rela-
cionados con la envidia que le producía Bertha al crear espacios per-
sonales independientes y que empezara a lograr sus metas académicas,
mientras él no pudo acabar el bachillerato. La última jugada que hizo
fue salir de la casa.
Durante los tres meses que estuvieron separados, mantuve sendas
sesiones individuales. Xavier era preso de la pérdida ambigua que le
producían los diversos cambios de Bertha, mientras que ella se sentía
culpable por ir en contra de la tradición de las mujeres de su familia:
todas abnegadas esposas, además por el estrés que representaba hacerse
cargo de sus estudios, del orden en la casa y la educación de sus hijas.
Ambos coincidieron en que lo que deseaban era seguir juntos y
realizar varios planes pendientes como pareja, uno de ellos, viajar solos
a la Argentina para disfrutar de la luna de miel que no tuvieron. Ante
la pregunta del milagro, él esperaba que Bertha volviese a ser cariñosa
y fogosa sexualmente; ella, que él la apoyara en sus metas académicas.
El obstáculo para alcanzar sus objetivos era aceptar la infidelidad y
perdonarla.
Se trabajó con objetivos concretos antecedentes de las grandes
metas. Hice elogios a los pequeños avances que daban, enfaticé sus
habilidades para los negocios aplicadas a la empresa del matrimonio.
Aprendieron a valorar los logros en vez de concentrarse en los errores,
a comprender los esfuerzos de cada uno para retomar las riendas de
su relación.
El primer paso importante que dieron fue el retorno de Xavier a
casa, obligándolos a reformular su contrato matrimonial, haciendo
equitativo el trabajo doméstico y la educación de Nancy. A fin de año,
Xavier sorprendió a su esposa con un tour para dos en Buenos Aires.
Durante el viaje, Bertha expresó que sintió que lo perdonaba, y volvieron
a apasionarse el uno por el otro.

385
Bismarck Pinto

Todo mejoró hasta que Bertha retomó sus clases en la universidad.


Xavier empezó a celarla con un docente. Esa fue la oportunidad para
mostrarles la importancia de protegerse el uno al otro de las personas
que envidiaban su relación. Xavier fue a esperar a su esposa a la puerta
de su clase con un gigantesco ramo de flores. Para hacerlo, tuvo que
vencer su complejo de inferioridad y su orgullo. Fue el inicio de una
nueva historia de amor.

«Lo peor que le puede pasar a un hombre»

Después de un noviazgo de pocos meses, Esteban se casó con Da-


niela cuando ambos eran muy jóvenes. Al poco tiempo nació Jaime,
actualmente con veintidós años. Esteban concluyó sus estudios universi-
tarios, Daniela los tuvo que dejar para hacerse cargo de su hijo y de las
labores de casa. Cinco años después, nació Luciana. La vida familiar se
redujo a un marido trabajador y a una madre-esposa abnegada. Según
la perspectiva de Esteban, tenían una familia y un matrimonio feliz. No
era la misma opinión de Daniela, quien se hallaba insatisfecha debido
a la soledad y a la frustración personal.
Esteban solicita atención psicológica urgente, anunciando que
estaba al borde del suicidio. En la sesión expresó su desazón después
de que perdió el control y agredió ferozmente a su esposa, haciéndola
rodar por las gradas ante la mirada pasmada de su hija adolescente.
Llorando expresó que jamás había sido violento con Daniela, no se
reconocía a sí mismo. Como consecuencia del acto violento, la esposa
decidió dejar la casa junto a su hija. La agresión fue consecuencia del
descubrimiento que hizo Esteban de la infidelidad de su esposa.
Resulta que hace dos años aproximadamente, Daniela decidió ir
al gimnasio, actividad que se tornó parte de una nueva rutina que al
parecer de Esteban mejoró sobremanera el estado de ánimo de su esposa.
En el transcurso de los meses, Daniela comenzó una amistad con una
colega (Mercedes) del gimnasio. Al poco tiempo, su amiga le propuso
trabajar juntas en su boutique. Para Esteban fue una excelente opción
que permitiría a su esposa tener actividades ajenas a las domésticas y
poseer ingresos propios. Al cabo de un tiempo, Daniela decidió viajar
con Mercedes para traer mercadería. ¡Jamás había viajado sola! Este-
ba entusiasmado y la apoyó. Así se produjeron tres viajes más. Para
el cuarto, Daniela pidió que Esteban hiciera revisar su teléfono móvil.
El técnico le preguntó al esposo si era pertinente borrar los mensajes,

386
Capítulo 21

fue entonces que descubrió conversaciones amorosas entre su esposa


y Mercedes.
Al confrontarla con la infidelidad, Daniela reconoció su romance
y manifestó su orientación homosexual. Fue cuando Esteban perdió el
control, porque según su parecer, era lo peor que podía pasarle a un
hombre.
Al poco tiempo de iniciada la terapia individual, Daniela junto a
Mercedes decidieron vivir juntas en Lima. Esteban se quedó con sus dos
hijos que no conocían la relación amorosa de su madre. Para Esteban
fueron seis meses tormentosos, tuvo que organizarse en su tienda y
con los deberes de casa. La hija estaba claramente enfadada con él, no
ayudaba y vez que se daba la oportunidad reclamaba al padre por la
violencia que ejerció contra su madre. Por su parte, Jaime pasaba más
tiempo con sus amigos y en la universidad.
La terapia permitió que Esteban asumiera la ruptura amorosa y se
adaptara a las nuevas circunstancias de su vida. Al poco tiempo pidió
una sesión extraordinaria porque descubrió que Jaime estaba consu-
miendo marihuana.
Al cabo de los seis meses de ausencia de Daniela, esta resolvió re-
tornar al país, puesto que había terminado su relación con Mercedes.
Fue entonces que inicié la terapia de pareja.
Daniela estaba confundida con su orientación sexual, afirmó que Es-
teban fue el único hombre con quien tuvo relaciones coitales, su educación
sexual fue conservadora, enmarcada en creencias rígidamente católicas.
Confesó que jamás tuvo un orgasmo con su esposo. Relató que con Mer-
cedes descubrió su sensualidad, de la que disfrutó plenamente.
Posteriormente remarcó su profunda insatisfacción con el matri-
monio, jamás sintió que hubiese tenido oportunidades para realizarse
como persona, lamentó el abandono de sus estudios, aunque lo justificó
porque tuvo todo el tiempo para disfrutar de sus hijos. El corolario fue
afirmar que hacía mucho tiempo dejó de amar a Esteban porque no
soportaba su seriedad, y el afán obsesivo que tenía con el trabajo. El
esposo escuchó el relato en silencio, al oír que ella no lo amaba rompió
en llanto. Luego, aceptó la opción del divorcio.
Ambos coincidieron en la meta terapéutica: separarse. Ante la
pregunta del milagro, Daniela manifestó que le gustaría ver a Esteban
feliz con una «mujer a su medida» y que sus hijos pudieran realizarse, y
ella se vislumbraba profesional, viviendo sola en el extranjero. Esteban
expresó que si bien sabía que iba a ser muy doloroso, veía a Daniela feliz,
siendo amiga de sus hijos, y se veía a sí mismo viajando en motocicleta
por el país, reconoció que jamás fue feliz con su profesión.

387
Bismarck Pinto

Ambos habían truncado sus metas personales. Esteban planteó


seriamente la necesidad de dejar su trabajo.
En la tercera sesión, ambos estuvieron de acuerdo en mantener en
secreto el romance de Daniela ante sus hijos y trabajar en la reconci-
liación con ellos. En eso surgió la posibilidad de que Luciana se fuera
a vivir con ella. Esteban estuvo de acuerdo, a la par que programó un
viaje a Estados Unidos con sus dos hijos.
Actualmente, Daniela ha iniciado una relación amorosa con una
mujer, anunciando finalmente su orientación homosexual a sus hijos.
Luciana ha reaccionado favorablemente ante ello, Jaime se ha sentido
conmocionado pero pudo comprender el embrollo surgido entre sus
padres. Por su parte, Esteban amplió su círculo social ingresando a un
club de motociclistas, continúa en su trabajo, aunque existen posibi-
lidades para que pueda concretar un negocio con un amigo; vive con
su hijo que ha dejado la marihuana, los estudios de ingeniería y ha
ingresado a la Escuela Hotelera.

Amor… ¿Qué hacemos con nuestro amor?

Gustavo (38) tiene un noviazgo con Beatriz (45) hace ocho años.
Gustavo tiene un hijo, Diego (15), de un matrimonio que duró menos de
un año. Por su parte, Beatriz tiene una hija, Camila (21), con la que vive.
Buscan ayuda terapéutica como pareja debido a los celos motivados por
una amiga íntima de Gustavo. La relación oscila entre la pasión erótica
y la pasión violenta, pues en varias ocasiones Beatriz golpeó a su novio.
Suelen separarse por algunos días y al reconciliarse hacen planes para
casarse. Al año de comenzar su relación decidieron vivir juntos, fue muy
difícil la adaptación de Gustavo por la presencia de Camila, a la par que
Beatriz no soportó la intromisión de la familia de Gustavo: la madre y el
hermano menor. Dos meses fueron suficientes para que Gustavo retornara
a la casa materna.
Beatriz trabaja en una institución financiera donde se siente a
gusto, tiene un grupo de amigas con las que sale a boliches todos los
fines de semana, además practica deportes con ellas. Gustavo hace un
año fue nombrado gerente de la empresa donde trabaja, mejorando
notablemente sus ingresos económicos.
Al inicio de la terapia, ambos concordaron en que el objetivo sería
esclarecer si se separan o se casan. Les pregunté si se trataba de una situa-
ción de «esto o aquello». Reconocieron que su relación es apasionada y
buena mientras no debaten sobre qué hacer con ella. Ella manifestó que

388
Capítulo 21

mientras no esté segura de la fidelidad de Gustavo, preferiría no seguir


con él; él planteó que mientras ella no acepte a su madre y hermano,
tampoco valdría la pena seguir juntos. La respuesta a la pregunta del
milagro fue coincidente: se veían juntos sin interferencias externas.
Fue interesante descubrir un patrón en el vínculo amoroso:
romance-¿qué hacemos con la relación?-celos-violencia-reconciliación-
romance-¿qué hacemos con la relación?-celos-etc.
Estaba claro que Beatriz no quería abandonar su libertad, la cual
era cuestionada por su familia y por Gustavo. No sentía que compren-
dieran que a ella no le importaba quedarse sola, más aún después de
haber luchado para lograr su independencia.
Entendieron que la solución se convirtió en el problema, al abando-
nar la convicción de casarse, definieron que ambos estaban conformes
con la forma de relacionarse: «Juntos, pero no revueltos».
El siguiente paso fue trabajar sobre los celos, redefinidos como
miedo a ser abandonada porque la amiga de Gustavo es una mujer
convencional capaz de «encadenarse» al matrimonio. El novio reco-
noció que utilizaba los celos para provocar distanciamiento. De esa
forma, ambos alimentaban el juego persecutorio. Encontraron que
disminuía el nivel de la escala de celos cuando dejaban de discutir por
las actividades que cada uno sostenía con sus amistades, se alentaron a
salir juntos con los amigos y amigas, como consecuencia disminuyeron
considerablemente las peleas y los mentados celos.
En la medida en que resolvían sus problemas, decidieron confron-
tar a sus familias, anunciándoles su decisión de seguir como pareja sin
casarse.
Actualmente, mantienen su romance apasionado dentro de un amor
incondicionado a la norma social del matrimonio.

Conclusiones
Los cambios sociohistóricos han incidido en el derrumbe de las
estructuras machistas, impulsando la lucha de las mujeres por la eman-
cipación de sus roles tradicionales. El alcance de la autonomía femenina
ha impactado en la estructura familiar y en el vínculo amoroso. El ma-
trimonio ha dejado de ser el destino inevitable del amor, ahora es una
alternativa supeditada a la equidad entre los convivientes.
Dentro de las formas de emancipación femenina se encuentra la
migración, situación socioeconómica que afecta a la familia, los hijos que
quedan y el padre suelen afrontar emociones de pérdida y abandono, es

389
Bismarck Pinto

en estas familias donde se evidencia con mayor claridad la incapacidad


de muchos varones para asumir los roles domésticos y protectores.
Ante este cuadro social, la psicoterapia enfrenta a personas que no
han sabido adaptarse a los cambios exigidos por la emancipación feme-
nina. Luego de una breve discusión de los límites técnicos y éticos de la
terapia individual en estos casos, se plantea como alternativa efectiva
el abordaje sistémico de la terapia centrada en soluciones.
Esta forma de psicoterapia estimula la colaboración, es optimista
y asume al terapeuta como parte del sistema relacional, por lo que le
obliga a discernir sobre sus valores y prejuicios ante la situación de
liberación femenina. Al centrarse en las excepciones, despatologizar y
buscar soluciones, respeta la decisión de liberación de la mujer, a la par
que acompaña al esposo en la aceptación del cambio, su adaptación
a las nuevas funciones, a la reflexión sobre el sentido de su existencia
allende el vínculo amoroso.
Presenté tres casos que ejemplifican los temas tratados previamente,
las tres parejas asisten a terapia por problemas emergentes de la crisis
producida por los cambios en la vida de la mujer. Se evidencian las
crisis personales de cada cónyuge y los conflictos que pueden surgir en
los hijos. Mostré la forma de abordaje desde el enfoque sistémico y las
intervenciones centradas en la solución.
Queda mucho por investigar en mi país con relación a la vida
amorosa, identificar si los procesos concernientes a la emancipación
femenina son similares en las distintas regiones, la manera cómo influye
a la familia y a la convivencia conyugal, además de indagar la presencia
de estos cambios en las diversas culturas originarias presentes en Bolivia.

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396
Capítulo 22
En busca de una relación
estable en la adultez joven:
una propuesta narrativa

Felipe Rodríguez

Nataly Torres

La conformación de una relación estable en la adultez joven es


una actividad importante que puede llegar a transformarse en un
problema si, como tarea, resulta particularmente difícil. En el presente
capítulo proponemos un método terapéutico de orientación narrativa,
con elementos de la terapia centrada en soluciones para abordar este
problema, el cual será ejemplificado por medio del análisis de un caso.
La sociedad moderna y su creciente industrialización han traído
consigo varias consecuencias, entre estas, la manera de enfrentar la
adultez. Los jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años se preparan
para la vida laboral, buscando independencia económica, dejando el
hogar de sus padres, finalizando o dejando sus estudios.
Según Arnett (2001), el establecer una pareja estable y perdura-
ble en el tiempo es una tarea importante en la adultez joven y para la
psicología no es un misterio la relación que existe entre bienestar y la
capacidad para establecer y mantener una buena relación de pareja (e.g.
Frost y Forrester, 2013; Yarnell y Neff, 2013; Ratelle, Simard y Guay,
2013), por lo mismo es que ha sido un tema de estudio recurrente desde
varios enfoques psicológicos.
En Chile, las cifras entregadas por INJUV (2010) señalan que del
92% de los jóvenes no casados, un 46% manifiesta estar solo. De un
47,4% que señala tener una relación estable, un 15,1% del total convive
con su pareja y un 2,4% se encuentra comprometido para casarse. El
porcentaje restante son jóvenes que manifiestan «andar» con alguien
(8,7%) o bien personas que se abstienen de responder (0,4%). La
mayoría de las personas que viven con la pareja son mujeres de entre

397
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

25 y 29 años (31%) que han cumplido hasta los estudios secundarios


o inferior, siendo el menor porcentaje aquellas mujeres con educación
universitaria o superior (9,3%) (INJUV, 2010).
Durante el período de adolescencia y juventud, el establecimiento
de una relación de pareja no solo constituye una importante motiva-
ción para las personas, sino que además implica una forma en la que
los sujetos son insertos a la sociedad (Erikson, 1963; Collins, 2003).
Un campo un poco menos estudiado desde una perspectiva clínica
es el de la atracción y seducción, esto es incluso cierto en tanto es una
variable, que si bien ha producido un amplio espectro de estudios
y conocimiento científico, carece de una coherencia teórica (Finkel
y Eastwick, 2012). Habitualmente, es definida por los manuales de
psicología social como el nivel de agrado que es capaz de producir una
persona en otra y, por ende, su capacidad para modificar actitudes y
evaluaciones de uno mismo (Baron y Branscombe, 2012). Esta es una
definición que promueve la perspectiva de la interacción basada en el
cúmulo de características personales que facilitan la creación de dicha
atracción y el modo en el que las personas deciden cómo utilizar tales
características para producir el efecto deseado en el otro. Es justamente
aquello lo que consideramos galanteo (García, 2008), un proceso en el
que hombres y mujeres, por medio de los roles socialmente asignados,
interactúan con el objetivo de llegar a la conformación de una pareja.
El trabajo de García (2008) nos ilustra cómo el galanteo puede
adscribirse a patrones sociales marcados por el machismo, señalando
incluso que en esta instancia es donde existe de forma incluso más inten-
sa que en otros espacios aquellas creencias, estereotipos, preconceptos
y expectativas propios de una determinada representación genérica.
Normalmente es en esta instancia cuando se genera una relación de
poder propia de las sociedades patriarcales, en la que los hombres
asumen un rol más activo, en el que las habilidades para conquistar
o enamorar a una mujer son significativas y diferenciadoras, mientras
que las mujeres suelen asumir un rol más pasivo en el que estimula,
provoca y recibe (García, 2008).
Otra perspectiva usual que encontramos al abordar el tema, es
la del amor visto desde un punto de vista eminentemente biológico.
Fisher, Aron, Mashek, Li y Brown (2002) sugieren que el amor es un
proceso biológico que está relacionado con la reproducción y crianza,
estando principalmente determinado por las funciones sistémicas del
organismo. Como proceso biológico es poco lo que podemos hacer para
facilitar su ocurrencia, en tanto está dictado por patrones socioculturales
y puramente biológicos (Fisher et al., 2002).

398
Capítulo 22

Por otra parte, existe una línea de investigación que sugiere la im-
portancia del apego en el proceso de búsqueda de pareja (Hammond y
Fletcher, 1991) y basan la capacidad de establecer relaciones vinculares
exitosas en patrones estructurales que varían en un rango de inseguridad
a seguridad del sujeto (Kirkpatrick y Hazan, 1994). Asimismo, hay
quienes plantean que el apego se relaciona, además, con caracte-
rísticas de la personalidad y todo ello con el bienestar subjetivo en
la relación de pareja (Costa, Oishi, Pereira, Wirtz y Esteves, 2013).
Como se habrá podido comprender hasta ahora, la mayoría de
las perspectivas que existen para explicar los pasos necesarios para
la conformación de una relación de pareja se basan en características
estructurales ajenas al control personal. Ello no quiere decir que no
exista otro acercamiento, relacionado con las habilidades sociales que
son posibles de desarrollas para mejorar el desempeño en la obtención
de pareja. Un interesante ejemplo de este aspecto puede encontrarse en el
libro Mating Intelligence. Sex, relationships, and the mind reproductive
system (Geher y Miller, 2008), en el que se revisan desde los estilos de
búsqueda de pareja, hasta las tácticas implementadas para conseguir-
la. Otro ejemplo es el artículo de Buss (2013), en el cual se revisan las
estrategias de búsqueda de pareja en una perspectiva histórica
A nuestro parecer, este último acercamiento supone una interesante
forma de abordar el problema, ya que no basa el funcionamiento de la
relación de pareja en variables estructurales inmodificables, sino más
bien permite una mejora y un entrenamiento en puntos débiles del sujeto
respecto a la búsqueda de pareja.
Si bien consideramos que dicho acercamiento es un buen comple-
mento para un trabajo psicoterapéutico con personas que presenten
dificultades en el ámbito de las relaciones de pareja, creemos necesario
aportar una perspectiva un tanto menos positivista y más relacionada
con las variables personales que están en juego a la hora de obtener
pareja. En el presente capítulo, se presenta el análisis de un caso re-
lacionado con la búsqueda infructuosa de una relación de pareja, de
cómo aquello constituye un problema significativo para la autoestima
de la persona y de las estrategias terapéuticas utilizadas para abordar
la problemática.
Basándonos en dicha experiencia, es que ejemplificamos un mé-
todo de intervención terapéutica en la cual desaparece la mayoría de
los supuestos estructurales presentados con anterioridad y aparecen
variables de tipo eminentemente narrativo, relacionadas con aspectos
de la percepción y consiguiente relación de la persona con el problema.

399
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

A la luz de nuestros análisis teóricos y el caso mismo, nos surgen tres


ideas para el trabajo terapéutico:

1. La narrativa de la consultante respecto a sí misma frente al otro


atractivo presenta importantes dicotomías que tienden a resolver en una
dificultad para conciliar un sí mismo relacional sólido, y una perspectiva
del otro apropiada a sus propias necesidades personales.
2. Las dificultades que existen en la autoestima de la consultante
tenían un carácter eminentemente interaccional, que se fundaban en
aspectos de su relación con el otro y no con aspectos de su relación
consigo misma.
3. La exploración de soluciones intentadas exitosas o excepciones
es una buena forma de abordar el trabajo terapéutico, ya que facilita
una visión menos pesarosa del problema, donde la propia autoeficacia
se ve potenciada hacia un mejor aprovechamiento de sus recursos y
características personales. Asimismo, el foco en soluciones intentadas
fallidas tiende a generar un efecto opuesto y a incrementar la percepción
de una narrativa saturada del problema.

A modo de reconocimiento y complemento teórico, presentamos a


continuación una breve revisión de las bases teóricas existentes detrás de
una intervención en esta línea. Si bien las técnicas posibles de utilizar se
han tomado de diversos sectores del amplio espectro de la psicoterapia
sistémica breve, consideramos que lo central del buen funcionamiento
de la terapia se basa en los principales dos aspectos señalados a con-
tinuación.

Orientación narrativa
El enfoque central que dirige el avance del proceso terapéutico es
la perspectiva de terapia narrativa de Michael White. Como menciona
White (2007), son las narrativas de nuestras vidas las que permiten
darles un significado a nuestras experiencias, y esa capacidad de crear
significados nos permite entender, darles forma a nuestras acciones y a
las ideas de quiénes somos cuando interactuamos.
En consideración a lo anterior, cuando las personas enfrentan
dificultades, estas se encuentran viviendo «historias dominantes» que
las restringen, pero que a su vez excluyen partes importantes de la
experiencia de la persona, lo cual puede llevar a la persona a realizar
definiciones negativas acerca de sí mismas y organizarse alrededor de

400
Capítulo 22

dichas definiciones (White y Epston, 1991). Es de este modo que la


terapia narrativa se orienta a deconstruir aquellas narrativas saturadas
del problema, para así permitir la aparición de narrativas alternativas
en las que dicho problema no invada la experiencia de vida del sujeto
(White y Epston, 1993).
Ya que en la interacción es donde se construye el conocimiento de lo
que somos, el vínculo interactivo permite que las historias que tenemos
de nosotros mismos se transformen y se creen nuevas versiones de las
mismas. Esto facilita entender la suma importancia de conocer y enten-
der el sistema sociocultural en el que la persona está inserta, ya que este
favorece ciertos discursos dominantes, que a su vez impactan de manera
significativa en el discurso de la persona (Freedman y Combs, 2002).
Según Payne (2002), el accionar del terapeuta que utiliza el enfoque
narrativo se relaciona con la manera en cómo estas historias se organizan
e integran lo vivido. Es esta razón la que lleva a que las preguntas que
realiza el terapeuta estén orientadas a hacer visibles otras interacciones
que están relacionadas con la historia, pero que no están saturadas con
el problema. Relacionado con esto, Tomm (1988) identifica cuatro tipos
diferentes de preguntas utilizadas en terapia que permiten completar
y/o agregar características a la narrativa de la persona:

1. Las preguntas lineales, que permiten al terapeuta orientarse sobre


el problema y el cliente, de modo causa-efecto.
2. Las preguntas circulares, que también orientan al terapeuta sobre
la situación del cliente, pero basado en supuestos circulares a modo de
explorar el problema.
3. Las preguntas estratégicas, que buscan influenciar de manera
específica y se basan en suposiciones lineales acerca de la naturaleza
del proceso terapéutico.
4. Las preguntas reflexivas, que buscan influenciar de manera
indirecta y se basan en presupuestos circulares acerca del proceso que
tiene lugar en el sistema terapéutico.

Búsqueda de excepciones
Otra de las técnicas centrales, a nuestro parecer, en el trabajo
terapéutico que se presenta como ejemplo es la de la búsqueda de ex-
cepciones. Para encontrar historias alternativas, es importante indagar
excepciones, donde el problema no se haya encontrado presente o se en-
cuentre atenuado. Estas excepciones son ideas, conductas, percepciones

401
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

y sentimientos que se contrastan con el problema, y pueden potenciar


la solución si se amplían adecuadamente (De Shazer, 1991).
Es posible clasificar diferentes tipos de excepciones: las que se produ-
cen antes de iniciar la terapia, las que se producen al establecer la terapia
y las que se producen una vez iniciada la terapia, estas últimas también
se pueden calificar como cambios o avances terapéuticos (García, 2013).
Teniendo esto en cuenta, se presenta a continuación un caso clínico
en el que se ilustra aquello expuesto hasta ahora. El caso se presenta bajo
consentimiento de la consultante y, para resguardar su anonimato, tanto su
nombre como el de las personas que menciona han sido modificados.

Análisis de caso
Rita, paciente de veintidós años, llega por baja autoestima y sen-
timientos de inseguridad. Al preguntársele en qué nota la existencia de
dichos problemas, aparece, con mucho recelo, la importancia que tiene
para ella el hecho de estar sola y no poder establecer una relación sig-
nificativa con otro que le atraiga sexualmente. Comenta que no puede
establecer relaciones duraderas con personas del sexo opuesto, y que
habitualmente estos se relacionan con ella de forma casual y sin mucho
compromiso. Señala con cierta ilusión que le gustaría tener una relación
de pareja, y con mucho pesar el cómo se ha ido quedando sola a medida
que sus amigas han tenido éxito en esta tarea, a diferencia de ella. Al
preguntarle cómo se relaciona este hecho con su autoestima, menciona
que toda esta situación la hace sentirse fea, poco interesante y como «un
bicho raro». Comenta que en ocasiones prefiere pensar que realmente
no necesita estar con otra persona, y que se siente tonta porque el tema
tenga tanta importancia para ella, pero admite que no puede evitar que
sea un tema significativo que la deprima de forma habitual.
Cuando se le pregunta cómo sería su vida sin el problema, comenta
que sería una persona normal, que podría tener relaciones con otros y
encontrar una pareja adecuada. Señala que no pretende encontrar mari-
do, pero sí quiere ser capaz de establecer una relación estable y duradera
coherente a sus necesidades. Comenta que no sabe cómo hacerlo, y
que habitualmente recibe muchos consejos de sus amigas que sí tienen
relaciones de pareja, pero que dichos consejos no le sirven realmente.
En su historia de vida aparecen relaciones poco significativas con
duración máxima de uno o dos meses, en las que comenta haberse in-
volucrado «más de la cuenta», cosa que sus parejas le hacen notar por
medio de comentarios o conductas más o menos explícitas. Comenta

402
Capítulo 22

que piensa que conoce puros patanes, pero al mismo tiempo también
establece que el problema no son los otros, sino que ella no puede en-
contrar a personas adecuadas.
Considerando las características del caso y la forma en la que la
paciente fue narrando las características principales de su problema, se
tomó la decisión de intervenir considerando tres variables principales:
el yo frente al otro, es decir, una perspectiva narrativa que contempla la
forma en que la paciente se ve a sí misma de modo relacional; un análisis
de las pautas interaccionales y las estrategias que la paciente solía utilizar
a la hora de relacionarse con el otro atractivo; y la perspectiva del otro
desde un punto de vista narrativo, considerando aspectos de su propia
narrativa que a menudo contrastaban con los dictámenes sociales que
aparecían a menudo a modo de consejos de sus amigas u otras fuentes
externas como películas o programas de televisión.
Cuando Rita plantea que su autoestima se encontraba muy baja
y que todo el tema de buscar pareja le producía mucha inseguridad y
dudas respecto a sí misma y sus virtudes, el primer impulso fue traba-
jar dicha autoestima como una variable personal, pero rápidamente la
perspectiva clásica de la autoestima individual a un modo de exclusiva
autoevaluación y autoconcepto fue insuficiente. Era necesario enfocar
el trabajo de la autoestima de un modo eminentemente interaccional,
puesto que sus problemas derivaban de la dificultad que tenía para
interactuar del modo que quería con otros atractivos. El primer acer-
camiento se realizó a través de preguntas circulares, tomando en con-
sideración la imagen previamente creada de un otro ideal. Se expone a
continuación un ejemplo:

R: «Yo creo que en realidad no soy el típico tipo de mujer de catá-


logo que quieren los hombres, por eso creo que soy fea».
T: «¿Cómo crees que te ve alguien que te atrae?».
R: «Yo creo que ni siquiera me ve».
T: «¿Pasas desapercibida para una persona que pudiera interesarte?».
R: «Sí».
T: «¿Y para una persona a la que le intereses, qué crees que podría
atraerle de ti?».
R: «No sé, las personas a las que les he gustado nunca se han
atrevido a decirme nada, quizás piensan que soy muy cuática2 o que
les voy a decir algo».
T; «Si tú fueras ellos, ¿qué pensarías de Rita?».

2
Chilenismo que significa «complicada», «compleja».

403
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

R: «Que es una mina rara y como callada quizás… a lo mejor es


una persona interesante, pero no lo sabría con certeza».
T: «Y, sin embargo, de algún modo les pareces atractiva».
R: «Sí, es que yo creo que a veces está bien ser callado y raro, pero
me da lata porque al final así es como estoy sola».
T: «¿Te gusta ser así?».
R: «Me siento cómoda siendo así, no me tengo que esforzar para
ser callada y piola, yo soy así, pero no creo que a las personas que me
gustan les guste eso de mí».
T: «¿Qué pensaría una persona que te gusta de esa característica?».
R: «No sé, quizás no le llamaría la atención, querría una mina como
más desenvuelta que pudiera ser más canchera3 y entradora, que dijera
las cosas sin pensarlas mucho».
T: «¿Y qué pensarías tú de una mina así?».
R: «No sé, que es tonta quizás, tengo amigas que son así (ríe)…
no es que crea que son tontas, pero en realidad no piensan mucho las
cosas y eso hace que al final se manden embarradas».
T: «¿Y qué piensan las personas que te gustan de esas amigas tuyas
que son más desenvueltas?».
R: «Pucha no sé, yo creo que les llaman más la atención, como que
les dan ganas de acercarse.»

Se estableció a partir de este método un punto de partida, que tenía


que ver con una ambivalencia entre la persona que ella debía ser para
sentirse atractiva y la persona que ella quería ser para sí misma, es decir,
las características que para ella eran relevantes. Teniendo esto en cuenta,
se decidió explorar las excepciones, que pudieran ayudar a eliminar la
dicotomía.

T: «¿Alguna vez has sido canchera?».


R: «Sí, cuando estoy con mis amigas de repente tomamos (ríe) y
ahí me sale lo canchera».
T: «¿Cómo te ha ido ahí (respecto a atraerle a personas atractivas)?».

3
Chilenismo que se refiere a una persona que se desenvuelve con seguridad y
desplante

404
Capítulo 22

R: «Bien, o sea las veces que he agarrado4 con alguien ha sido como
en esas circunstancias… pero han sido puros pasteles5, después no me
llaman o si me llaman no quieren algo serio».
T: «¿Con qué crees que tenga que ver eso?».
R: «No sé, yo creo que quizás es la instancia, como el carrete6,
cuando tú conoces a alguien en un carrete es como algo del momento
no más, entonces no te involucras más allá, no sé…».
T: «¿Has podido ser canchera en otra instancia que no sea un
carrete?».
R: «Sí, en la U para algunas actividades como la semana de la
carrera, de repente igual he andado como más prendida, cuando ando
como desinhibida como que me da lo mismo lo que piense el resto. Ahí
soy canchera».
T: «¿Cómo crees que te han visto las personas que te gustan en
esa instancia?».
R: «Diferente, o sea es una versión distinta de mí, y yo creo que les
llama más la atención, no sé. Igual después cuando me conocen mejor
se dan cuenta de que no soy tan canchera, que es la pura careta no más,
ya me ha pasado…».
T: «¿Se dan cuenta de que en el fondo eres más reservada?».
R: «Sí poh, como que al final no soy tan canchera como ellos pien-
san y soy más mamona, entonces después yo creo que por eso no están
ni ahí conmigo. No sé, si yo creo que al final me busco puros pasteles».
T: «¿Ha habido alguna vez en la que alguna de estas personas con
las que has estado, se haya dado cuenta de que eras reservada y no se
haya alejado?».
R: «Sí… (Se queda un rato pensativa). Sí, pero para que vea que
tengo mala suerte, porque se fue cuando llevábamos como un mes. Uy
no, si yo tengo mucha mala suerte (ríe) (…)».
T: «¿Cómo era esta persona?»
R: «Él era tierno, era como de mi onda, yo creo que al final también
actuaba, como yo, como que se las daba de canchero pero en el fondo
era más tranqui, y por eso nos llevamos bien, como que nos entendía-
mos nuestras ondas».

4
Chilenismo referido a establecer un encuentro sexual temporal, generalmente
no coital.
5
Chilenismo usado para designar a una persona llena de defectos que dificultan
establecer una relación.
6
Chilenismo que hace alusión a un encuentro social como fiestas, reuniones de
amigos, etc.

405
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

T: «¿Entonces la principal diferencia de esta persona con el resto era


que en el fondo era más tranqui, como tú? ¿O había otra diferencia?».
R: «No, yo creo que era eso, porque si no, no nos habría ido tan
bien… igual yo estaba más abierta a decir las cosas, porque ahora igual
yo creo que no podría ser tan tierna con alguien, me da miedo decir
cosas mamonas porque sé que se pueden ir si lo hago… Creo que esa
era otra diferencia, o sea yo estaba diferente».
T: «¿Ahora te da un poco de miedo decir las cosas que sientes
porque las personas se pudieran alejar de ti si lo haces?».
R: «Sí poh, o sea ya me ha pasado antes».
T: «Y al evitar decir estas cosas, ¿la relación se mantiene más
tiempo?».
R: «Sí, dura más, aunque sea más penca pa’ una».
T: «¿O sea como que sacrificas un poco la calidad por la duración?».
R: «Sí, porque pienso que en algún punto se va a arreglar, pero
no pasa, al final igual no dura más de un mes la relación o nunca se
convierte en algo serio… me aburre esta cuestión… (suspira)».

Si bien en esta última instancia la conversación derivó de un modo


distinto al que nos habría gustado mostrar, nos pareció relevante hacer
hincapié en que las soluciones intentadas fallidas no son un buen método
de acercamiento al tema, ya que resaltan la ineficacia de la persona en
la solución del problema y ello es justamente lo que genera sentimientos
de inadaptación y fomentan una baja autoestima. Si bien al explorar
soluciones intentadas exitosas es fácil caer en la trampa de incorporar
en la conversación soluciones intentadas fallidas, es importante evitarlo
en lo posible, o revertir la situación por medio de preguntas orientadas
a un futuro sin el problema, para no incomodar a nuestro consultante
con una narrativa saturada del problema. Esta última salida, la de la
orientación hacia un futuro libre del problema, fue utilizada en el pre-
sente ejemplo, como se muestra a continuación.

R: «(…) me aburre esta cuestión (suspira)».


T: «¿Qué cuestión?».
R: «Todo esto de buscar pareja, yo creo que mejor me quedo sola
no más y me dejo de dar jugo con el tema».
T: «Si ya tuvieras pareja y el problema ya estuviera resuelto, ¿sería
un tema tan aburrido?».
R: «No, yo creo que me daría lo mismo».
T: «O quizás incluso podría llegar a ser algo de lo que te gustaría
hablar…».

406
Capítulo 22

R: «Sí, quizás para ayudar a otras personas, no sé…».


T: «¿Cómo estaría tu vida sin este problema?».
R: «Bien, yo creo».
T: «¿Cómo estaría tu ánimo, por ejemplo?».
R: «No sé, yo creo que andaría feliz, sin atados».
T: «¿Cómo te darías cuenta de que andas feliz?».
R: «No sé, haría otras cosas, no me sentiría tan fea o tan tonta,
saldría a pasear por mi barrio o no sé, igual son cosas que he hecho,
pero de repente saber que estoy sola igual me desmotiva, onda, sa-
liendo por el barrio y me pillo parejas y eso me bajonea, pero si yo
tuviera pololo quizás esto no me molestaría».
T: «Si tuvieras pololo, hacer esas cosas sería más satisfactorio…».
R: «Sí, es que me sentiría tan libre, como que me quitaría un peso
gigante de encima».

Una vez exploradas nuevas áreas del problema, fue posible introdu-
cir perspectivas diferentes respecto a la idea original de problema, por
medio de un trabajo narrativo referido a la perspectiva de lo que ella
buscaba en la persona. Como se podrá ver en el diálogo, se utilizó una
metáfora que correspondía con los ideales personales de la paciente. Este
cambio se introdujo en las primeras sesiones, pero fue reforzado a lo
largo de la terapia completa, que tuvo una duración de ocho sesiones, y
es por ello que el diálogo presentado como ejemplo pone de manifiesto
una mayor compenetración y un mayor conocimiento de los intereses
y características de la paciente.

T: «Recuerdo que tú me habías comentado que tu mejor experien-


cia en el ámbito amoroso estuvo un poco marcada por la mala suerte,
¿verdad?».
R: «Sí, el Boris se fue cuando llevábamos casi dos meses, no había-
mos cumplido los dos meses, fue súper triste».
T: «Y lo que hizo buena esa experiencia, al menos mientras duró,
fue que el Boris y tú eran como parecidos, ¿o no?».
R: «Sí, o sea los dos éramos piola7 en el fondo, igual teníamos cosas
distintas, pero lo principal es que los dos éramos súper piola».
T: «¿Y con las otras personas que estuviste eran distintas en eso?».
R: «Sí, eran más buenos para salir, como más cancheros, y al final
yo como no era así no calzábamos».

7
Chilenismo que alude a las personas tranquilas.

407
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

T: «Quizás el hecho de que las personas con las que salgas sean
piolas puede ser algo importante para que funcione la relación».
R: «Sí, igual lo he pensado, y de hecho yo como que le gusto a la
gente piola, pero son demasiado pavos, como que no se atreven a hacer
nada o no sé, a mí me gusta que me conquisten, como que se la jueguen
por mí, y si yo no hago nada, al final ellos tampoco».
T: «¿Las personas que te gustan suelen jugársela más?».
R: «Al principio sí, pero después ya no, después cuando ya pasa
un tiempo al final no están ni ahí».
T: «Ah, claro, como que hay ciertas diferencias, al final la gente que
se la juega más al principio se la juega menos al final, pero ¿y la gente
que se la juega menos al principio?».
R: «Pucha, yo creo que se la juegan más después o no sé en realidad,
no he estado con mucha gente piola».
T: «Oye, y si tú fueras hombre, ¿qué clase de hombre serías, can-
chero o más piola?».
R: «La verdad es que sería piola, como dije antes, no me sale ser
canchera, soy más quedada».
T: «¿Y en qué mujeres te fijarías si fueras un hombre piola?».
R: «Probablemente en mujeres como yo, no sé, más piola igual…».
T: «Quizás detrás de algunos hombres piolas hay historias pare-
cidas a la tuya».
R: «Sí…».
T: «¿Por qué te gustan los hombres cancheros?».
R: «No sé, son más coquetos, o no sé, más seductores quizás».
T: «¿Son esas las características que prefieres en una pareja?».
R: «No sé si en una pareja en realidad, sí prefiero eso en una persona
que me gusta cuando lo conozco, pero en una pareja me gustaría que
fuera decidido y que tuviera una postura firme frente a algunos temas.
Y pienso que si es más canchero en eso, puede que tenga más firmeza
en lo otro también, no sé».
T: «Es decir, si el hombre que conoces te parece más coqueto o
galán, eso significa que tendrá más firmeza en otros temas que para ti
son importantes».
R: «No sé, yo creo en realidad, no sé si tendrá que ver, pero una
piensa que cuando alguien es encachado o simpático o galán, después
en la pareja tiene que ser de una forma especial».
T: «Claro, como que si se muestra con esas cualidades en una instancia
quizás tenga otras en otra instancia. Es como en el supermercado, todos
compramos las vienesas más rojas o las verduras más verdes».

408
Capítulo 22

R: «(Calla durante un rato). ¿Entonces a lo mejor si me fijo en esas


cosas me están metiendo el dedo en la boca?».
T: «Depende de lo que quieras obtener, si quieres una vienesa roja
y compras una vienesa roja, nadie te está estafando».
R: «Claro…».
T: «Pero poca gente compra la vienesa para que sea roja, la compran
para que sea buena o tenga menos grasa, y aun así compran la roja».
R: «Sí, es que yo creo que al final uno compra lo que le venden no
más, uno es como un consumidor y al final las empresas nos meten los
productos que quieren».
T: «Es cierto, nos ponen una idea preconcebida de lo que queremos
comprar y nosotros habitualmente lo compramos, pero ¿qué pasa con
esa gente que no compra esos productos, esa que realmente compra la
vienesa con menos grasa?».
R: «(Ríe). Ellos no compran vienesas…».
T: «(Ríe también). Bueno, quizás nunca quisieron vienesas, a lo
mejor siempre quisieron algo completamente distinto, pero que estaba
en un lugar más alejado del supermercado».
R: «¿O sea que yo me estoy conformando con lo más fácil?».
T: «Bueno, yo no creo que sea fácil, conseguir la plata que ibas a
gastar en las vienesas requirió trabajo, pero tal vez lo que estás obte-
niendo con esa plata es mucho menos de lo que quieres conseguir. A
lo mejor todos los esfuerzos que estás poniendo en tratar de conseguir
a un hombre canchero y galán podrías invertirlos en conseguir a un
hombre a quien puedas expresarle tus sentimientos sin miedo y que
quiera a alguien más reservado y tranquilo, como tú».

El trabajo logrado con la paciente en estas primeras sesiones


tuvo que ir siendo reforzado constantemente a lo largo de las sesiones
siguientes. Si bien la reticencia al tema se mantuvo un tanto estable
durante las primeras tres sesiones, a medida que la narrativa de la
paciente fue cambiando, su forma de enfrentar el problema también
se fue modificando, y al ampliar su narrativa y permitirle observar de
modo externo las características del problema, fue facilitándose una
perspectiva de sí misma más fortalecida, donde sus inseguridades no
significaban defectos, sino más bien características que la convertían
en alguien especial.

409
Felipe Rodríguez y Nataly Torres

Comentarios finales
Tal como se ha planteado en un principio, la terapia narrativa es
una respuesta que a nuestro juicio parece adecuada al problema que
plantea la formación y mantenimiento del vínculo amoroso. A través
del caso clínico hemos querido transmitir la aplicación práctica de los
conceptos teóricos que sustentan nuestra propuesta, que parece útil y
además necesaria para un tema que desde el punto de vista científico
abre aún muchas interrogantes respecto a su intervención.
El presente artículo pretende, con mucho, ser un primer avance en
torno al tema de la terapia narrativa orientada a la intervención clínica de
la problemática tratada. Sin duda carece de un sustento estadístico sólido
que permita generalizar los aspectos señalados respecto a la terapia en
este tema, y asimismo, consideramos que el caso presentado es uno cuyas
características se adaptaban de forma sólida a la teoría planteada, cosa
que podría variar drásticamente en otras intervenciones.
Si bien en este artículo se presenta el análisis de solo un caso clí-
nico, consideramos necesario señalar que fue seleccionado entre otros
similares que bien podrían haber reemplazado al utilizado. Con esto,
no queremos establecer que todos los casos puedan tratarse a la luz
de los mismos supuestos y el mismo enfoque de forma exitosa, mas sí
queremos dejar en claro que en la práctica clínica, los acercamientos
aquí mencionados han tenido buenos resultados.
Siendo un tema de una alta relevancia para las personas y que
afecta a un porcentaje significativo de la población joven en nuestro
país, tal como se estableció en la introducción del presente artículo,
consideramos que es necesario continuar realizando investigaciones
que signifiquen un aporte a la práctica clínica de esta problemática.

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Capítulo 23
Amores peligrosos

Bismarck Pinto Tapia

Eras para un imbécil que te quisiera un poco.


(¡Oh! Mis ensueños buenos, ¡oh! Mis ensueños locos)
eras para un imbécil, un cualquiera no más
que no tuviera nada de mis ensueños nada…
No eras para mis sueños, no eras para mi vida,
ni para mis quebrantos ni para mi dolor,
no eras para los llantos de mis duras heridas,
no eras para mis brazos, ni para mi canción.
Pablo Neruda

El amor es un concepto construido socialmente. Es decir, depende


del contexto cultural e histórico. Por eso, su definición varía de un tiem-
po a otro. Para los abuelos, el amor se sustentaba principalmente en el
compromiso, para los padres en la pasión, para los jóvenes de hoy en la
intimidad (Pinto, 2006). Además, varía según la cultura, para las mujeres
mojeñas8, el amor se organiza de manera plena, es decir, los niveles de
pasión, intimidad y compromiso son casi iguales (Ribera y Pinto, 2007).
Mientras que para los aymaras9, la pasión prácticamente es mínima en
comparación al compromiso (Pinto, 2008).
El concepto de amor se desarrolla a partir de la infancia, con la
manera de reaccionar ante la pérdida. Los psicólogos le llaman attach-
ment, traducido al castellano como apego. Si bien aún no queda claro si

8
Etnia boliviana, comprende alrededor de 35.000 personas, se ubican princi-
palmente en el departamento del Beni: provincias Cercado, Moxos, Marbán y
Ballivián.
9
Etnia boliviana, comprende alrededor de un millón y medio de habitantes.
En Bolivia se encuentran en las zonas altiplánicas, actualmente han migrado
principalmente hacia las ciudades de La Paz, Oruro y Potosí.

413
Bismarck Pinto

nuestra forma de procesar afectivamente la separación es una condición


genética o aprendida (Reite, 2012), sí lo está el hecho de que la relación
amorosa de pareja activa nuestro estilo de apego infantil.
El apego seguro se relaciona con la capacidad de aceptar la rup-
tura amorosa, la cual no necesariamente se produce en la separación,
aparece en el desencanto, cuando nos percatamos al descubrir al otro
distinto a nuestra expectativa. Momento obligatorio para aceptar una
especie de duelo, permitiendo al otro ser como es sin obligarlo a ser
quien queremos que sea.
Las personas con apego inseguro tendrán muchas dificultades
en asumir el desencanto, harán de todo para convertir al otro en
alguien ajeno a sí mismo para ajustarlo a la imagen de la cual se
enamoraron. La consecuencia es fatídica, el querer se impone al amar:
«No te quiero si eres como eres, te querré únicamente si te ajustas a
mis expectativas». Eso no es amor, ¡es poder! La relación se convierte
en una lucha de poderes, el sustrato es el control del otro. Es imposible
dejar partir, no a la persona, sino a la imagen construida.
¿Cómo se construye esa imagen? A partir de los referentes amorosos
de nuestra historia. El haber sentido la protección en nuestra familia,
el ser testigos del amor de nuestros padres, los primeros «amores», los
modelos presentados en los medios de comunicación masivos, etcétera.
Si no hemos conocido el consuelo y la protección, no sabremos recono-
cerlos ni buscarlos. Si no tuvimos modelos de pareja en nuestra familia,
no sabremos de qué se trata el quererse. Lo más probable es idealizar
el amor. El amor entonces se construye desde su pertinencia romántica
como un sentimiento.
Estas personas creen que las emociones componentes del amor son
suficientes para decir te amo y decir soy amada. Los problemas de la
relación siempre serán enmarcados en los déficits del sentimiento. Esos
sentimientos se fundan en lo erótico y en la ternura. Por ejemplo, en
el primer caso: si él no se interesa sexualmente en mí no me ama, o si
no siento deseos sexuales por ella, he dejado de amarla. En el segundo:
ya no me necesita, entonces no me ama, o ya no me interesa buscarlo
para contarle mis cosas porque no me escucha.
Las investigaciones sobre el enamoramiento señalan la importancia
de la protección como base de la fidelidad (Dandurand y Lafontaine,
2013). La ternura es la causa para la perdurabilidad del vínculo ro-
mántico en la pareja. Sin embargo, no es suficiente para la estabilidad
matrimonial (Robles, TSlatcher, Trombello y McGinn, 2014).
El amor no es solamente sentimientos de deseo y protección, es
mucho más. Es la construcción relacional cimentada en el compromiso

414
Capítulo 23

(Rusbult y Buunk, 1993). La pareja debe aprender a negociar para so-


brevivir en la convivencia, también deben pelear para ganar espacios y
derechos, tolerar lo que no se puede cambiar. Es un trabajo intermina-
ble. El contrato matrimonial debe ser una y otra vez revisado (Sager,
2003). El amor se manifiesta en la convivencia, no antes. Durante el
noviazgo, el amor es pasión e intimidad, somos amantes y amigos, se
trata de procesos relacionales irracionales. El amor es racional, sin que
desaparezcan los sentimientos, estos son dinámicos e impredecibles. Al
serlos no llegan a la corteza cerebral, se quedan en las regiones subcor-
ticales responsables de las necesidades fisiológicas y afectivas (Fisher,
Aron y Brown, 2005).
El amor requiere del raciocinio, el cual se procesa en la corteza;
requiere de la inhibición de los impulsos, función de las regiones prefron-
tales (Aron, Robbins y Poldrack, 2014). Si nuestra búsqueda de amor
es infantil, entonces no amamos, queremos recibir del otro aquello que
no recibimos de niños. Nos es complicado separar la imagen construida
por nosotros del otro, de quien el otro realmente es. Por supuesto es
imposible no seguir creando esquemas cognitivos de quien amamos
(Fiske y Tylor, 2013), pero existe una gran diferencia entre la imagen
idealizada y la imagen basada en evidencias.
Amar es reconocer al otro como otro independiente de mis expecta-
tivas (Maturana y Verden-Zöller, 1996). Amar requiere asumir nuestra
soledad y permitir la libertad del otro. El otro no es una pertenencia, es
un ser humano con capacidad de tomar sus decisiones. Y de la misma
manera, si el otro me ama, me siento libre de ser quien soy, tomo mis
decisiones, puedo dejar de amarlo sin sentirme culpable. Puedo aceptar
el desamor del otro, duele, es cierto, pero si amo, dejo partir aunque
me duela.
Las relaciones son peligrosas cuando el vínculo se construye sobre los
sentimientos ciegos e inconscientes. Sabes que esa persona no merece tu
amor, pero insistes a pesar de los hechos. ¿Qué puedes construir con él o
con ella? Esa es la pregunta primordial, y ¿no me «ama»? Es una estupi-
dez, porque el sentimiento no resuelve los problemas de la convivencia
y tampoco dicen nada sobre la idoneidad del otro. Los adolescentes
quieren con pasión, no van a ningún lado. Es bonito quererse, nada
más. El amor no se instala en el presente, lo hace en el futuro, ¿a dónde
vamos con nuestra relación? Obliga a detenerse y conversar sobre las
expectativas, ¿queremos tener hijos?, ¿queremos apoyarnos en nuestro
desarrollo personal?, ¿tenemos la misma meta? Es muy grave descubrir
durante el matrimonio que nuestros caminos están separados. No vale
la pena casarse si no se conocen las aspiraciones del otro.

415
Bismarck Pinto

Se siente bonito salir con un delincuente, produce adrenalina y el


sexo es formidable. ¿Pero mañana cómo será? La cárcel, la morgue, son
posibilidades impensables para la princesa enamorada. La Bella y la
Bestia funcionan en el cuentito de hadas, pero no en la vida cotidiana.
Un anciano con una adolescente se siente bien, pero no podrán convivir,
los intereses son distintos, los valores inconciliables, pero… es bonito.
La madurez estriba en la capacidad de divisar la pertinencia de la
relación enmarcada en mi estilo de vida y mis expectativas. De ahí las
rupturas racionales: te quiero, pero no podría vivir con alguien como
tú. Te digo adiós queriéndote, porque no podré amarte. No es lo usual.
Generalmente descubro quién eres conviviendo contigo, me doy cuenta
de no poder ir juntos hacia el mismo lugar; tarde, más aun si tenemos
hijos. No es suficiente mi apego seguro, se hace imprescindible mi capa-
cidad de evaluar mis prioridades, controlar las necesidades e impulsos
para establecer mis requerimientos de convivencia.
No es tarea fácil, sin embargo, no queda otra, el amor se impone al
deseo, los valores comprometidos en nuestra relación hacen que ambos
trascendamos a la querencia: quiero… pero te hace daño. Aprendemos
juntos a sacar lo mejor del otro (Rusbult, Finkel y Kumashiro, 2009),
crecemos como personas, nuestro matrimonio es el crisol de la felicidad.
Yo no te hago feliz y viceversa, cada uno es feliz, el otro es testigo y
apoyo. No te poseo, eres libre, tienes derecho a dejar de amarme, yo
también, por eso mientras vamos hacia nuestras metas nos apoyamos,
nos consolamos, nos disfrutamos (Salkovskis, 1989).
La relación amorosa promueve la libertad en ambos miembros de
la pareja. Los falsos amores, en cambio, favorecen la lucha de poder.
Existe coincidencia con la teoría de los juegos, el amor se enmarca dentro
de los juegos de cooperación, mientras los falsos amores lo hacen en
los juegos de competencia (Von Neumann y Morgenstern, 2007). En el
amor existe complicidad, se arma un equipo para enfrentar problemas,
cada uno alienta el desarrollo personal del otro, se acompaña en los
avatares de las luchas personales. En los falsos amores, se pelea por tener
la razón, el otro es un contrincante, se boicotea la realización del otro.
Los amores peligrosos son aquellos cimentados en el poder. Definen
el amor como posesión, cargado de pasión y sentimientos. Coincide
con el pensamiento irracional «emocional»: si lo siento es verdadero
(Beck, 1998).
Durante el enamoramiento se produce un fenómeno curioso: la
simbiosis (Pinto, 2012). Se trata de una etapa en la cual la pareja se
convierte en unidad, uno y uno hacen uno. Las personas piensan y sien-
ten por el otro, desarrollando premisas fundamentadas en proyecciones

416
Capítulo 23

inconscientes, el caso más dramático es el de los celosos, quienes desean


fervientemente ser infieles pero trasladan su anhelo al consorte (Kita-
yama, 2016).
Las relaciones de pareja peligrosas se organizan como simbiosis,
se atrapan en su definición de unidad, uno es dueño del otro. Se puede
instaurar de manera simétrica o complementaria (Watzlawick, Bavelas,
Jackson y O’Hanlon, 2011). En la relación simétrica, los niveles de poder
se distribuyen entre ambos miembros de la pareja, es un lazo recíproco;
mientras en la complementaria uno es dominante y el otro víctima. En
cualquiera de los casos es muy difícil salir del juego.
En la simetría se gesta la necesidad de venganza y en la complementaria
la unión se produce por la presencia del miedo. El amor ha dado lugar a la
lucha de poder, no interesa sacar lo mejor del otro, sino dominarlo o huir.
El amor colinda con la libertad, el falso amor lo hace con la depen-
dencia, el amor desarrolla la autonomía de sus miembros, su fin es la au-
tonomía y realización (Pinto, 2000). El poder evita la desvinculación, se
funda en la obediencia para promover la pertenencia (Benjamin, 1980).
La sensación que acompaña al amor es la libertad, posibilidad de
ser uno mismo con el ser amado. Mientras en el falso amor, las sensacio-
nes son de miedo, rabia, culpa, vergüenza y a veces asco. Las historias
se sitúan en el ámbito del dominio y el terror: historias bélicas, juego,
adicción, misterio, colección, ciencia ficción, sacrificio, persecución,
pornografía y terror (Sternberg, 1996). Los libretos se ciñen en la des-
trucción de la persona, nunca se dirigen a su crecimiento.
El amor en los casos de las relaciones peligrosas es un pantano
de aguas podridas, los amantes sucumben en ellas. El otro es un ser
absorbente, ávido de necesidades infantiles, incapaz de amar porque
su concepto es idealizado desde sus expectativas insatisfechas. Anhela
pertenecer y que le pertenezcan, cree en el amor como romance eterno,
no lo puede concebir desde la razón, lo hace desde los sentimientos
vagos de la protección y la admiración. En vez de cuidar, controla;
en lugar de valorar, critica. Sus pautas amorosas son descalificadores,
quiere al otro como debe ser, impidiendo la puesta en acción de las
potencialidades de actualización. Está preocupado con ser amado en
lugar de amar, fomenta la querencia condicional: «Te amaré siempre y
cuando tú me ames como debes amarme».
Los amores peligrosos son amores violentos. La violencia es forzar
al otro a dejar de ser quien puede ser (Maturana, Coddou, Montene-
gro, Kunstmann y Méndez, 1995). Los protagonistas del vínculo no se
percatan de su relación violenta, se produce una ceguera voluntaria,
o ignorancia deliberada (Heffernan, 2011): «Una persona se coloca

417
Bismarck Pinto

deliberadamente a sí mismo en una situación de ceguera ante las circuns-


tancias de sus propios hechos» (Ragués y Vallés, 2012, p. 64). Fenómeno
relacionado con la disonancia cognitiva (Festinger, 1962), según la cual
justificamos incondicionalmente una situación que contradice nuestras
creencias. La persona desprecia radicalmente la evidencia o la conducta
que menoscaba una convicción.
En ese sentido, las personas inmersas en un lazo amoroso peligroso
cierran los ojos ante la evidencia porque no pueden aceptar la incon-
gruencia de sus actos o la percepción de su indefensión debido a la
inversión hecha. Es decir, no soportan haberse equivocado y buscarán
argumentos para justificarse.
La imposibilidad de salir se asocia con el orgullo y la esperanza. Con
el orgullo porque se teme aceptar el error y con la esperanza porque se
espera el cumplimiento de las expectativas. Ambos sentimientos favo-
recen el alargamiento del sufrimiento, a la par de la presencia inaudita
de la pasión, la cual ocasiona la ilusión de la presencia del amor. Las
reconciliaciones se enmarcan en el seno de la sexualidad en sus pilares
eróticos y románticos. Entonces, el placer efímero y la ternura engañosa
crean la percepción de «estar juntos», como escribí antes, meta insulsa
de los amantes peligrosos.

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420
Autores y coautores

Angélica Guzmán
• Psicóloga, Universidad de Las Américas, Concepción, Chile.
• Especialista en psicoterapia acreditada.
• Postítulo en terapia estratégica breve e hipnosis ericksoniana.

Arnoldo Téllez López


• Académico, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León,
México.
• Coordinador, Unidad de Psicología de la Salud, Centro de Investigación y Desa-
rrollo en Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma de Nuevo León, México.
• Presidente de la Asociación de Hipnoterapia de Nuevo León, México.

Bismarck Pinto Tapia


• Doctor en Psicología, Universidad de Granada, España.
• Magíster y Licenciado en Psicología por la Universidad Católica Boliviana
«San Pablo».
• Docente investigador del Departamento de Psicología de la Universidad Ca-
tólica Boliviana «San Pablo».

Belén González Jiménez


• Licenciada en Psicología, Universidad Pontificia de Salamanca, España.
• Psicóloga clínica, Hospital Clínico Universitario de Málaga, España.
• Profesora asociada en la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga,
España.

Beatriz Labrit
• Licenciada en Psicología, Universidad J.F. Kennedy, Buenos Aires, Argentina.
• Decana, Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad de Flores,
Buenos Aires, Argentina.
• Especialista en psicoterapia de grupo.

César Vásquez Olcese


• Licenciado en Psicología y magíster en Docencia Universitaria, Universidad
Privada del Norte, Trujillo, Perú.
• Terapeuta familiar y de parejas.
• Director académico, Instituto de Capacitación y Desarrollo Familiar, Trujillo, Perú.

Daniel Wilhelm
• Doctor y licenciado en Psicología, Universidad J.F. Kennedy, Argentina.
• Profesor adjunto, Cátedra de Psicoterapias Breves, UMSA, Argentina.
• Diplomado en Psicoterapia Ericksoniana, Instituto Milton H. Erickson, Ar-
gentina.

421
Felipe E. García
• Doctor, magíster y licenciado en Psicología, Universidad de Concepción, Chile.
• Académico, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Santo Tomás, Chile.
• Codirector, Centro de Estudios Sistémicos CESIST, Concepción, Chile.

Felipe Gutiérrez
• Licenciado en Psicología, Universidad Autónoma de Puebla, México.
• Maestría en Terapia Familiar, Centro de Investigaciones Psicosociales CRISOL,
Cuernavaca, México.
• Director y fundador del Centro de Terapia Familiar y de Pareja CEFAP, Puebla,
México.

Felipe Rodríguez
• Psicólogo, Universidad de Concepción, Chile.
• Magíster (c) en Psicología de la Salud, Universidad de Concepción, Chile.
• Postítulo en terapia estratégica breve e hipnosis ericksoniana.

Jorge Ayala Salinas


• Psicólogo, Universidad César Vallejo, Perú.
• Psicoterapeuta y director académico del Centro Latino de Terapia Breve Cen-
trada en Soluciones, Lima, Perú.
• Magíster en Psico-Oncología, Universidad de Valencia, España.

Leticia Jaime Bernal


• Licenciada en Psicología y magíster en Ciencias con Orientación en Psicología
de la Salud, Universidad Autónoma de Nuevo León, México.
• Académica, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León,
México.
• Investigadora y psicóloga, Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias de
la Salud, Universidad Autónoma de Nuevo León, México.

Luis de la Barra
• Psicólogo, Universidad San Sebastián, Concepción, Chile.
• Postítulo en terapia estratégica breve e hipnosis ericksoniana.
• Docente postítulo en terapia breve, Universidad Santo Tomás, Concepción,
Chile.

Marcelo R. Ceberio
• Doctor en Psicología, Universidad de Barcelona, España, y Universidad John
F. Kennedy de Buenos Aires, Argentina.
• Director académico e investigación, Escuela Sistémica Argentina, Buenos Aires.
• Director del Doctorado en Psicología, Universidad de Flores, Buenos Aires,
Argentina.

Marina Gómez
• Licenciada en Medicina, Universidad de Sevilla, España.
• Psiquiatra, Hospital Carlos Haya de Málaga, España.
• Supervisora docente, Escuela de Terapia Familiar C.E.T.Re.S. de Málaga,
España.

422
Marta Campillo R.
• Licenciada en Psicología, State Univeristy of New York at Stony Brook, Es-
tados Unidos.
• Maestrías en Psicología, Northeastern University, Estados Unidos, y UAM-
Xchimilco, D.F. México.
• Directora del Centro de Atención Psicológica a la Familia, Xalapa, Veracruz,
México.

Margarita Dubourdieu
• Doctora en Psicología, Universidad CEU San Pablo, Madrid, España.
• Académica, Universidad Católica del Uruguay, Montevideo.
• Miembro fundador y honorífico de la Asociación Latinoamericana de Psico-
terapias Integrativas (ALAPSI).

Miguel Ángel Haza Duaso


• Licenciado en Medicina, Universidad de Valladolid, España.
• Psiquiatra en el Hospital Carlos Haya de Málaga, España.
• Supervisor docente en la Escuela de Terapia Familiar C.ET.Re.S, Málaga,
España.

Nataly Torres
• Psicóloga, Universidad San Sebastián, Concepción, Chile.
• Postítulo en terapia estratégica breve e hipnosis ericksoniana.
• Diplomado en Apego e Intervención Temprana, Universidad del Desarrollo,
Concepción, Chile.

Ricardo Celis Pacheco


• Psicólogo, magíster en Psicología Clínica y de Familia, Universidad Santo Tomás
de Aquino, Bogotá, Colombia.
• Docente e investigador, posgrado en Psicoterapia y Consultoría Sistémica,
Universidad de Manizales, Manizales, Colombia.
• Socio fundador de SER POTENCIAL, empresa de psicoterapia y consultoría,
Manizales, Colombia.

Reynaldo Perrone
• Psiquiatra, psicoterapeuta y terapeuta de parejas.
• Ex profesor de la Universidad Pierre Mendez-France, Grenoble, Francia.
• Director de estudios en el Institut de formation et d’application de thérapies
de la communication, Lyon, Francia.

Rodrigo Mardones Ibacache


• Psicólogo, Universidad de Las Américas, Chile.
• Académico, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Santo Tomás, Chile.
• Codirector, Centro de Estudios Sistémicos CESIST, Concepción, Chile.

Ruperto Charles
• Licenciado en Psicología, Universidad de Monterrey, México.
• Doctor en Consultoría de Sistemas Humanos, Centro de Crecimiento Personal
y Familiar, Monterrey, México.

423
• Fundador y director del Centro de Crecimiento Personal y Familiar, Monterrey,
México.

Oliver Peñafiel Muñoz


• Doctor (c), magíster y licenciado en Psicología, Universidad Católica Boliviana,
La Paz, Bolivia.
• Académico, Universidad San Francisco de Asís, La Paz, Bolivia.
• Especialista en psicología sistémica y diplomado en Hipnoterapia Ericksoniana
y Psicoterapia Cognitivo Comportamental.

Teresa Sánchez Jáuregui


• Psicóloga, magíster en Terapia Breve orientada a Solución, Facultad de Psico-
logía, Universidad Autónoma de Nuevo León, México.
• Investigadora y psicóloga, Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias de
la Salud, Universidad Autónoma de Nuevo León, México.

Teresa Mendo Zelada


• Licenciada en Psicología y magíster en Salud Pública, Universidad Nacional
de Trujillo, Perú.
• Terapeuta familiar y de parejas.
• Directora, Instituto de Capacitación y Desarrollo Familiar IFAMI, Trujillo, Perú.

Vaneska Cindy Aponte


• Maestría en Psicología de la Salud, Universidad Católica Boliviana, La Paz,
Bolivia.
• Doctora (c) en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.
• Ayudante de docencia, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.

Walter Jara Kessi


• Psicólogo, Universidad de Las Américas, Concepción, Chile.
• Especialista en psicoterapia acreditada.
• Postítulo en terapia estratégica breve e hipnosis ericksoniana.

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el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el
papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en
toda la cadena de producción.
Cu ando tomé conocimiento del contenido (de este libro)
tuve acceso a una inesperada mina de oro, sobre todo
porque —en mi condición de argentino y latinoamericano vivien-
do en Europa desde hace más de cuarenta años— había perdido
contacto con algunos autores a los que pude conocer y apreciar
leyendo sus aportes en el texto presentado. Se trata de una obra
colectiva remarcable, donde son presentadas numerosas concep-
tualizaciones asociadas a los conceptos originales desarrollados
por los autores que generaron el pensamiento sistémico estraté-
gico y de terapia breve. G. Bateson, P. Watzlawick, J. Weakland,
D. Fisch, H. von Foerster, J. Haley, L. Wittgenstein, B. O’Hanlon,
M. Erickson, E. Rossi, M. White y B. Cyrulnik, entre otros (la lista
no es exhaustiva), son así citados a lo largo de estas páginas para
explicar cómo sus aportes trascendentes son aplicados en la clínica
y en la terapia en los diferentes dominios que el libro propone: dis-
quisiciones prácticas en terapia sistémica, modelos creativos, adic-
ción a drogas, problemáticas infanto-juveniles, duelo y trauma en
adultos y problemas de pareja. Cada capítulo es una participación
remarcable que contribuye a componer una obra original digna de
pertenecer a la biblioteca personal de todo psicoterapeuta (vetera-
no o debutante, profesor o estudiante, de orientación sistémica o
psicodinámica) y, evidentemente, a las bibliotecas de los centros de
enseñanza”

Reynaldo Perrone

ISBN 978-956-01-0523-3

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