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Gerardo Caballero relata el momento que conoce, junto con Rafael Iglesia, a Clorindo Testa:

“En el año 90, fuimos con Rafael Iglesia a Buenos Aires, que nos habían invitado al Foro
Internacional de Jóvenes Arquitectos para realizar un workshop [...] para hacer una pileta
pública en la costa de Vicente López, sobre el Río de la Plata. Nos fuimos al terreno [...] nos
llevaron al lugar, y bueno, empezamos a trabajar. Pero nosotros no hacíamos nada, por qué no
queríamos hacer una pileta, queríamos hacer algo distinto.
Se nos ocurrió algo. Hicimos una pared, de 1000 metros, que dividía entre la costa y ésta
pared, la pileta. Habíamos hecho un dibujo, el problema es que había un solo dibujo. Que
era…el agua celeste de la pared hacia arriba contra la costa, y el agua marrón del Río de la
Plata. Dijimos con Rafa, “es imposible encontrar una idea mejor que ésta”. O sea, ¡Habíamos
llegado a la síntesis, a la perfección! ¡Fantástico! Aparte, la hicimos en un minuto. Una pared,
una raya. No había maqueta, nada. Todos trabajaban y nosotros estábamos con esta idea, ¡La
idea! ¿Entendés? LA IDEA. Nos fuimos a tomar café. Te juro. Estábamos felices ¡Mirá la pileta
que sacamos!
Entonces los organizadores dicen: “Mañana va a venir Clorindo Testa a mirar los trabajos”. Yo […]
tenía una profunda admiración por Clorindo Testa. “Cuando Clorindo vea esto…Rafa…”, le
digo, “¡Nos va a invitar a trabajar al estudio!” Es la ilusión que yo tenía. Iba a decir: “¿Quiénes son
ustedes? ¡Genios! ¡Sensibles!”

Bueno efectivamente, llega Clorindo y muy amable como era él: una persona increíblemente
amable y generosa. Yo me doy cuenta que dice ¿Qué es ésto? Uhh… ¡¿Éste Clorindo Testa?!
¿Viste la arrogancia de la juventud? De mal modo: “Ésta es una pared que divide el agua
limpia…” Horrible ¿Viste? Y él lo decía bien, “¿Qué es esto?” En el sentido, explícame un poco
de que se trata. “Una pared, que divide el agua…” Entonces, dice y empieza a dibujar. “No, si
ésta pared la plegas un poco, trabaja mejor estructuralmente porque el agua la empuja y esto adquiere
más inercia. Es más, si la plegas, la pared puede ser en vez de 50 cm, de 15 a lo mejor.” Nosotros no
decíamos nada. Y él se empezó a entusiasmar. Además decía: “Arriba de ésta cosa, le podes
poner una plataforma, que es como una playa artificial dónde la gente…” Empezó a hacer círculos,
areneros…y dice: “Acá arriba hay toboganes para que se puedan tirar a la pileta, o las lanchas que
llegan”. Nos arruinó todo el proyecto. Lo destruyó. Y seguía: “Acá puede haber bares, y gente con
sombrillas, vienen con ojotas”, decía.
Pero yo me lo guardé al dibujo. Me lo llevé. Y obviamente al otro día que era la presentación
final, ¿Qué presentamos nosotros? Nuestra pared, impoluta. Y nada, ahí quedó la anécdota. Yo
no entendí nada. Rafa tampoco. Se me cayó un ídolo, Clorindo. Y eso quedó ahí. Cómo dos o
tres años después, estaba yo en Barcelona, ibámos en un auto. No sé, una conversación. Y
Alver me dice… no sé de qué íbamos hablando. “¿Sabes que pasa Gerardo? Que si la idea no
muere, el proyecto no nace”. Y ahí...claro…Clorindo. “Claro”, le digo.
Porque nosotros teníamos una idea, pero no teníamos un proyecto. Y si uno a esa idea no la
desarrolla, y no empieza a desaparecer, el proyecto no nace. Porque el proyecto, lo que queda
es preso de la idea. La idea lo aniquila. No lo deja ser. Lo asfixia, y para ser un proyecto, uno
empieza con una idea, pero el proyecto después adquiere vida propia. Y muchas veces, la idea
ya se fue (…) Y cuando La Plana dijo eso de: “Si la idea no muere, el proyecto no nace”, me vino
otra vez todo esto de Clorindo, cómo una verdadera lección de arquitectura, qué en ese
momento no la comprendimos por nuestra falta de capacidad de entender lo importante del
comentario. No confundir una idea con un proyecto.” [6]

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