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MICHELE ARAMANI

INTRODUCCIÓN A LA BIOÉTICA
Titulo flriginal Título traducido
ínirvduzione alia bioética Inimducción a la hioéiica

Autor IVaduedón
MicheleAramini Marco TulioMejia

© GiufErc Editore S.p.A. Impresor


20151 Milano Sociedad de San Pablo Via
BustoAnizio, 40 - Italia Calle 170 No. 23-31 - Bogotá

ISBN
958-692-776-5
la. edición, 2007
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BOGOTÁ - COLOMBIA
PREFACIO

La opinión pública muestra un interés creciente por la bioética, la nueva "ciencia" que
se ocupa de los problemas éticos suscitados por el desarrollo de la medicina y de las
biotecnologías.
En las universidades, aunque lentamente, aumenta el número de las cátedras de bio-
ética. Las facultades que más han establecido estas cátedras o seminarios son las de
medicina, derecho y filosofía. Como consecuencia, también se siente la necesidad de ins-
trumentos para el estudio sistemático de la disciplina.
La literatura que se ocupa de esta nueva "ciencia" ya es bastante amplia y ha producido
diversos manuales y tratados de bioética.
En este marco, la publicación de una nueva Introducción a la bioética, dirigida a médi-
cos, profesores, estudiantes universitarios, se justifica con la intención de ofrecer una
información científica clara y lo más completa posible, que evite ai mismo tiempo un
exceso de páginas que desanimarían a muchos lectores.
Además, teniendo en cuenta las diversas posiciones éticas que se enfrentan en la bioé-
tica, en la presente introducción se ofrecen, para cada tema que lo exija, los diversos jui-
cios éticos y sus motivaciones. De esta manera se quiere servir al lector en la elaboración
de su convicción personal.
INTRODUCCIÓN

La investigación sobre las vías de una posible reglamentación de la ciencia y de la tecnolo-


gía, cuyo desarrollo no es automática e incondicionalmente bueno sino resultado de una
compleja red de acciones humanas y por lo tanto con posibles efectos dañosos y negati-
vos para el hombre, es "el mayor desafío de nuestro tiempo"'.
Se puede afirmar que el campo principal en el cual se desarrolla tal desafío es la
bioética.
Esta nueva disciplina se constituyó en área anglófona en los años setenta y desde sus
comienzos ha registrado un gran éxito entre los médicos, filósofos y teólogos. En 1971 el
oncóiogo norteamericano V. R. Potter acuñó el término bioética^ y trató de definir el
campo de investigación de esta nueva ciencia y el método de solución de los problemas
enfrentados'. En realidad, la nueva disciplina ha permanecido por mucho tiempo (y per-

HAGAZZI, E. // bene, il male e la scienza. Le dimenzioni etiche dell'impresa scientifico-tecnologica. Milán,


1992, p. 19.
El término ya es de uso común también en Europa, donde al principio se trataron las cuestiones bioéticas con el
auxilio de ía ética médica, de la filosofía moral y de la teología moral. La historia de los comienzos del término
bioética se recuerda en REICH, W. T. "HOW bioethics got íts ñame". En: Hastings Center Repon, l'ilG, 1993,
Special Suppíement, pp. 56-57.
La bioética alcanza su unidad y su consistencia científica a partir del proyecto orgánico de Van Reasseiaer
Potter, que se proponía "conttibuit al fututo de ia especie humana con la promoción y la enucleación de una
disciphna nueva: la bioética". POTTER, V. R. Bioethics: bridge to thefuture. Prentice Hall, Englewood ClifFs,
197Í, p. VIL De Potter, considerado el iniciador de la bioética, es célebte el artículo "Bioethics: the science of
survival". En: ProspecHves ín Biology and Medicine, 14, 1970, pp. ¡20-153, en el cual se acuña el mismo
término de "bioética".
Para una definición de bioética ver REICH, W T, (ed.). Encycbpedia of bioethics. Vol. I. The Free Press, Nueva
York, 1978, p. XIX: "La bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el área de
Introducción a la Bioética

manece aún hoy) con una identidad teórica muy controvertida, mientras que en la prác-
tica ha sido adoptada rápidamente por muchos estudiosos, incluidos los filósofos y los
teólogos, que allí han vertido contenidos en buena parte tradicionales^
El éxito de la bioética^ ha sido decretado por dos fenómenos concomitantes. El pri-
mero, de carácter general, hace referencia al regreso de la "demanda ética"; exigencia cada
vez más sentida en el contexto del debilitamiento de las ideologías y del cuadro de certe-
zas éticas que ellas proporcionaban.
El segundo fenómeno está más inmediatamente ligado al campo de la medicina y al
rapidísimo desarrollo de las biotecnologías. De hecho, precisamente la medicina ha atraído
sobre sí y concentrado sobre los propios problemas buena parte del interés renovado por
la demanda ética. Por esta razón la bioética es considerada un gran capítulo de ética
aplicada a los dilemas morales puestos por las nuevas técnicas médicas, las cuales dan al
hombre un poder cada día más fuerte con respecto a la vida.
El proyeao de V. R. Potter era el de tender un puente hacia el futuro, en el sentido de
fundar la bioética como ciencia capaz de salvaguardar el futuro de la humanidad a través
de la reglamentación del uso de las nuevas tecnologías. Tal reglamentación suponía una
fuerte carga ética, sostenida por el consentimiento social, capaz de indicar los valores a
salvaguardar y las direcciones hacia las cuales impulsar la investigación científica.
"Una ciencia de la supervivencia debe ser más que una sola ciencia, y por lo tanto pro-
pongo el término bioética para subrayar los dos ingredientes más importantes para la con-
secución de una nueva sabiduría de la cual hay una necesidad urgente: el conocimiento
biológico y los valores humanos^ Escojo bio para representar el conocimiento biológico,
por lo tanto la ciencia de los sistemas vivientes, y escojo ética para representar el conoci-
miento de los sistemas de valores humanos"^

las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, examinada a ia luz de vídotes y ptincipios mócales". Tal
definición es comentada ampliamente por K. Danner Clouser en el vocablo Bioetbia. Ibíd., pp. 115-127- Ver
también SGRECCIA, E. Manuak di bioética I. Fondamenti ed etica biomedica. Vita e Pensiero, Milán, 1996, pp.
32-33.
ANGELINJ, G. "Ildibattito teórico suirembtione". En: Teología, 16, 1991, pp. 147-166. El éxito es evidenciado
por la difusión de los comités de bioética, por la ptoducción de una literatura extraordinariamente abundante,
por la difusión de la enseñanza de la bioética (que suele fotmat parte de otras disciplinas, como medicina legal
o filosofía moral, si bien están en aumento los centros universitarios de bioética), y por el interés de la opinión
pública. POTTER, V. R. Bioethics: bridge to thefiíture. Op. cit., p. 2.
POTTER, V. R. "Humility and responsability. A bioethics fot oncologist: ptesídential address". En: Cáncer
Research, 35, 1975, pp. 2297-2306: 2299-
Introducción

La tarea de la bioética debía ser la de investigar y reflexionar sobre el desarrollo tec-


nológico para analizar sus efectos sobre el hombre, sobre las cuestiones decisivas de la
vida humana, sobre las relaciones sociales, sobre los problemas de la justicia. Este análisis
debía hacer comprender cómo opera el desarrollo tecnológico, adonde conduce y, sobre
todo, cómo orientarlo para hacer que se alcancen los fines y los significados que el hombre
se propone.
En realidad, el proyecto de Potter aún queda por ejecutarse, por cuanto en ios hechos
la bioética se ha estado configurando sustancialmente como disciplina procesal, en la
cual lo que cuenta no es el bien por alcanzar en las decisiones médicas sino lo justo (en el
sentido latino de legal), y por tanto la correcta distribución de las responsabilidades, es
decir, la individualización de quién tiene el derecho a tomar las decisiones sobre cuidados
y gastos (método de los principios). Esta configuración de la bioética ha sido la natural
consecuencia de las exigencias puestas por el aumentado contencioso introducido por parte
de las sociedades de seguros sobre la enfermedad. Es en relación con este contencioso que
han nacido los comités éticos en el interior de las grandes instituciones de investigación y
de cuidado.
Aún hoy se hace necesario reflexionar sobre las cuestiones decisivas de la vida humana,
prestando una particular atención al concepto de hombre transmitido por la
tecnocien-cia, y esclarecer si debe ser el hombre quien ha de establecer los objetivos por
alcanzar con la investigación científica o si ésta debe imponerse al hombre según un
desarrollo auto-rreferencial, justificado con el axioma de la neutralidad de la ciencia. Por
consiguiente, la bioética vuelve a proponer con fuerza el tema de la correcta relación entre
antropología, ética e investigación científica.
La situación no se ha modificado con la aplicación al campo de la bioética de la ética
de las virtudes^ en cuanto esta teoría, en la formulación preponderante en el área anglo-
sajona (de la cual H. T. Engelhardt' es el más conocido representante), sostiene una for-
mulación tan radical de la primacía de la autonomía personal, como para justificar el
individualismo ético y hacer imposible la investigación de valores éticos comunes en el
interior de la sociedad, objetivo que, al contrario, debe ser perseguido mediante una
correcta reflexión bioética.

" MACINTYRE, A. Afier virtue. Study in moral theory. UNDP, Noire Dame (Indiana), 1981. Versión en
italiano: Dopo la vinú. Fekrinelli, Milán, 1988. ^ ENGELHARDT, H. T.
Manuale di bioética. Il Saeeiatore, Milán, 1991.
Inmxlucdóa 2 h Bioécíca

La incertidumbre en la cual nació y continúa viviendo la bioética puede describirse


sintéticamente con las siguientes preguntas: ¿"De cuál hombre se ocupa la bioética" y
"cuál ética para la bioética"? Con tales preguntas se plantea la cuestión decisiva de si la
nueva "ciencia" es realmente capaz de ponerse al servicio del hombre real y no más bien
del hombre "reducido" por las pretensiones de la biología. La segunda pregunta plantea,
en primer lugar, la cuestión de sí la nueva ciencia está en grado de desarrollar una
reflexión ética capaz de orientar el uso de las nuevas tecnologías médicas para un mejor
respeto de la vida humana, o si no se trata de una nueva ciencia sino de un conjunto de
argumentaciones de varios géneros que tienen en común sólo el campo de la vida humana,
pero quedan estructuralmente (e imencionalmente) no aptas pata reglamentar éticamente
el uso de las biotecnologías; en segundo lugar, pero en estrecha conexión, plantea la
cuestión de si el pluralismo ético que se registra en las sociedades avanzadas permite
alcanzar una reglamentación eficaz de la tecnociencia o permite sólo la constitución de
un consenso sobre normas mínimas de respeto recíproco (la tolerancia como virtud), del
cual, sin embargo, no puede derivarse ningún intento regulador de la tecnociencia.
Ciertamente permanece válido el proyecto propuesto por Potter de una reflexión ética
capaz de no condenar al ostracismo la ciencia y la tecnología y al mismo tiempo en grado
de impedir que sea su desarrollo incontrolado el que determine el flituro del hombre.
Pero para la realización del proyecto es necesario reflexionar y precisar los conceptos fun-
damentales de vida humana y de persona humana.
Gran parte de los autores que se ocupan de la bioética tiene como punto de referencia
una noción de vida de tipo biológico, sólo útil para identificar el campo objeto de
estudio, sin referirse a una noción de valor. Esta configuración resulta de la preponderancia
de la cultura liberal en la bioética naciente. La adopción de presupuestos de la cultura
liberal ha nevado a desincorporar las cuestiones bioéticas de las cuestiones morales, con la
consiguiente marginación práctica de estas últimas. La dimensión biológica de la vida no
suscita cuestionamiemos y por tal razón es acogida con mayor facilidad, mientras que la
acepción moral de la categoría vida se convierte en un problema en el contexto del
pluralismo ético.
Pero si se quiere practicar una reflexión ética capaz de orientar la tecnociencia es nece-
sario volver a encontrar la acepción moral de la categoría vida. En este sentido se expresa
D. Callahn, uno de los representantes más autorizados de la bioética norteamericana: "La
bioética, para ser seria, debe hacerse preguntas duras, incluso 'inconvenientes'"'". Las

'*' CALLAHN, D. ''^'Why America accepced bioechics". En: Hastmgs Cerner Repon, 23, 6, 1993, Specia]
Supplement.

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Inrroducción

preguntas inconvenientes son las relativas a la bondad moral de las decisiones bioéticas y
al vínculo entre vida humana, concepto de persona y concepto de dignidad de la persona
humana.
Precisamente a la bioética se le ha reprochado desde muchos ángulos su carácter
anto-lógico, es decir, el no tener un principio unificador capaz de afrontar coherentemente
los dilemas éticos.
En efecto, una ética de la vida que no incluya la dimensión moral de la categoría de
vida humana está desprovista de sentido. Quien hace bioética sin este fundamento no
desarrolla actividad ética, sino que se acerca a temas relativos a los aspectos biológicos del
hombre con la contribución de médicos, jfílósofos, juristas y economistas, permaneciendo
incapaz de afrontar éticamente los dilemas éticos suscitados por la práctica de la medicina
avanzada.
Sobre el significado que ha de atribuirse a la categoría de vida se han contrapuesto la
ética laica sustentadora del concepto de calidad de vida y la ética católica con la afirmación
de la sacralidad de la vida. Esta distinción es más bien trivial, pero útil para señalar un
debate en curso y una cuestión real de la bioética.
Aún con mayor precisión, un correcto enfoque ético para la bioética exige que sea
conocido (y que sobre él haya acuerdo) el concepto de persona humana y el correlativo
concepto de dignidad de la persona humana. En realidad, el concepto de persona se ha
vuelto de uso común en el campo de la discusión bioética, pero se trata de un uso ambi-
guo, que coloca el término persona al servicio de las más diversas exigencias prácticas.
El recurso a Jos derechos y a la dignidad de la persona tiene necesidad de estar basado en
una renovada investigación filosófica sobre el concepto de persona: ¿qué es persona?
¿Quién es persona? ¿Cómo debemos tratar a la persona humana? Estas reflexiones deberán
poner remedio a la disociación entre la noción de persona y la de ser humano, que es la
cuestión decisiva de la bioética.
Además de la incierta definición del concepto de vida, poco a poco otros factores se
han opuesto a la realización del proyecto de una bioética como ciencia de salvaguardia: el
ya citado carácter procesal asumido por gran parte de la reflexión bioética, el individua-
lismo ético ampliamente dífiíndido en las sociedades occidentales y un modo insuficiente
de resolver el tema decisivo de las relaciones entre ética y ciencia.
1. El carácter procesal de la bioética. El aumentado poder sobre la vida ha impulsado
a los médicos, y también a los juristas y a los políticos, a una reflexión más atenta sobre
los límites sociales y jurídicos del uso de las biotecnologías, sobre las responsabilidades

11
Introducción a la Bioética

propias de los diversos actores y sobre la eficiente asignación de los recursos económicos.
Precisamente, esta preocupación, es decir, la necesidad de establecer quién puede usar
los nuevos poderes que la medicina ofrece y quién establece hasta dónde deben llegar los
gastos para los cuidados, ha generado el carácter distintivo de la bioética, que es el de ser
una disciplina cuyos interrogantes se refieren más al campo de lo "justo" que al de lo
"bueno"". Ésta es también una de las razones fundamentales de la marginación de la
filosofía moral y de la ética teológica del debate bioético.
La bioética, en modo particular su versión estadunidense, afirma que en la sociedad
pluralista no hay posibilidad de acuerdo sobre valores morales, sino que hace falta limi-
tarse a establecer las normas que permitan evitar los conflictos. Por consiguiente, es nece-
sario establecer, con la mayor precisión posible, cuáles son los sujetos habihtados para
tomar decisiones sobre dilemas morales pknre^dos por ía medicina. Muy pronto, la pre-
gunta ética fue canalizada hacia el establecimiento del justo procedimiento para tomar
decisiones. En esta perspectiva, el filósofo bioético no quiere hacerle un examen de con-
ciencia al hombre de hoy, porque esta tarea es vista como no respetuosa de la libertad de
conciencia; se limita a hacerle un examen de coherencia sobre las normas del actuar públi-
co, sobre las cuales se da el consenso social. Por lo tanto, no sorprende tener que constatar
la existencia de una cierta separación entre bioética y filosofía moral (y religiones). De
hecho, la filosofía moral y la ética teológica, que tienen por objeto el bien y ofrecen una
contribución para la investigación de los contenidos buenos, no pueden contentarse con
una reflexión ética que sólo establece quiénes son los titulares de las decisiones morales.
Por otra parte, la bioética anglosajona no reconoce competencia en la disciplina bioé-
tica a una filosofía y a una teología que quieran proponer contenidos particulares. En el
caso más favorable, a la filosofía y al a teología les es reconocida la tarea de contribuir en la
investigación del significado último de la vida del hombre, pero este significado (del cual,
de hecho, el hombre no puede prescindir) no tiene importancia en la ética pública y
queda limitado al ámbito prirado de la conciencia subjetiva.
2. El fenómeno del individualismo ético. En segundo lugar, la reflexión moral en bio-
ética deberá tener en cuenta el proceso general de privatización de la conciencia ya en
acto desde hace muchos años en las sociedades avanzadas. Se trata de aquel fenómeno de
separación entre normas de la vida pública y normas de la vida privada, que lleva a con-
cebir la Übeaad individual en términos de arbitrio personal. En el ámbito público, valen
todas las normas (muchas y cada vez más minuciosas) que sirven para regular las relacio-

" ANGELINI, G. L'esperienza di mallattia. Facoltá teológica deü'Italia settentrionale, Milán, 1993, p. 46.

12
Introducción

nes entre los "socios". En el ámbito privado, sólo valen las decisiones personales, las cuales
son intachables y siempre "buenas".
En las sociedades avanzadas, el complejo factor constituido por la investigación cien-
tífica, sus aplicaciones tecnológicas y la lógica de mercado, se enlaza con el factor consti-
tuido por el proceso de privatización de la conciencia. Se tiene como resultado una nueva
mentalidad, muy propensa al uso de las nuevas tecnologías: el individuo particular, de
modo completamente autónomo, establece el fin por alcanzar y se vale de todos los
ins-tnmientos que permiten alcanzarlo de una manera eficaz y eficiente. En otras
palabras, lo que tenemos es el uso de la racionalidad instrumental al servicio de una
libertad individual que fija automáticamente los propios objetivos. Este modelo de
racionalidad ya se aplica a todos los ámbitos de la vida humana; el campo de la
procreación es el que proporciona el ejemplo más fécll de intervención masiva de las nuevas
tecnologías y de modificación de significados de la procreación humana.
3. Relación entre ética e investigación científica. El modo como esta relación tiende a
darse es aquel de la casi automática utilización de los recursos y de las posibilidades abiertas
por la ciencia y por su brazo operativo que es la tecnología. Muchos investigadores
científicos, filósofos y juristas teorizan como completamente obvio el paso del descubri-
miento de una nueva vía operativa a su ejecución inmediata'-.
La medicina no se escapa de esta lógica. Ella ha sido, y es, uno de los sectores de la
actividad humana que mayormente han sacado provecho del desarrollo científico.
Consecuencia de este desarrollo ha sido la sólida invasión de la medicina en la vida del
KomW, hasta hacer haWat de medicalíiación'^ no sólo de la enfermedad sino inclnso de
la vida misma del hombre. Cualquier problema de salud "debe" encontrar en la medicina
una respuesta adecuada. Al mismo tiempo, todo aquello que la medicina coloca a dispo-
sición se convierte en un recurso que no se puede desperdiciar. En esta óptica parece sim-

'^ Se puede afirmar que se ha constituido un nuevo dogma científico: "La ciencia hace todo lo que puede".
'^ Pot medicalizítáón se entiende la aaitud por la cual todo problema se afronta sólo con los recursos de la
medicina, pasando por alto las cuestiones de significado que los problemas suscitan. Por ejemplo: en el caso de
una enfermedad que tenga cierta gravedad, se pone la atención sólo sobre las terapias necesarias. Se afironta
cada vez menos el interrogante sobre el sentido que aquella enfermedad tiene para el sujeto que la padece. Se
debe decir lo mismo para la esterilidad humana: ella tiene ciertamente un perfil clínico que debe ser afrontado,
pero el perfil clínico no se da él solo, casi siempre está acompañado por un aspecto psíquico que, en ciertos
casos, es francamente la verdadera causa de ia esrerilidad.

13
Ijsrroduccióii a la Bi o erica

plemente absurdo no utilizar, por ejemplo, las técnicas de procreación asistida para hacer
posible la procreación en una pareja con graves problemas de esterilidad.
La reflexión filosófica que quiera investigar sobre los valores en juego en el uso de las
tecnologías biomédicas no puede descuidar el cuadro en el cual se colocan los problemas
morales vinculados al uso de estas nuevas tecnologías. La mentalidad con la cual dialogar
es aquella que ha nacido de la compleja interacción de la investigación científica y del
desarrollo tecnológico, que se han integrado con el sistema económico de mercado. La
integración de estos factores ha generado un sistema social en el cual sólo cuentan la efi-
cacia tecnológica y la eficiencia económica. En este sistema, el espacio para la valoración
ética es muy reducido porque, obedeciendo a la lógica de la racionalidad instrumental,
lo que cuenta es más la obtención del fin que se persigue que el sentido de aquello que
se decide hacer.
Coherentemente con lo dicho, consideramos que la bioética debe tener no un signifi-
cado de legitimación de lo que se hace y se hará en los laboratorios"', sino una tarea crítica
de reafirmación de la primacía del hombre. La primacía del hombre conlleva que se
impida la expropiación del hombre de sí mismo, obrada insensiblemente por la
tecno-ciencia. En otras palabras, es el hombre quien debe, en cuanto sea posible, orientar
su futuro, sin que este futuro esté predeterminado por la lógica anónima de la
tecnocien-cia. En este sentido, la bioética, si quiere estar en grado de llevar a cabo esta
noble tarea, debe tener un fundamento correcto en la reunificación de la noción de
persona humana con la noción de ser humano, y por consiguiente, con la noción ética de
vida humana. De tal reunificación derivará entonces una noción no puramente
nominalista de la dignidad humana.

En los Estados Unidos circula la idea sobre la bioédca como ciencia que concede (y justifica) todos ios
permisos pretendidos por los laboratorios.

14
PRIMERA PARTE

BIOÉTICA GENERAL

L' todos los


CAPÍTULO I

ORÍGENES DE LA BIOÉTICA Y
MÉTODO DE LOS PRINCIPIOS

1. Método de los principios en la bioética norteamericana

La búsqueda de una solución a las nuevas problemácicas surgidas en el contexto del


progreso científico-tecnológico en el campo biomédico ha estimulado el desarrollo de
una reflexión teótico-práctica. Diversos autores han contribuido a elaborar un "paradig-
ma" ético sobre base racional, dirigido a médicos, a letrados y a cuantos operan en el sector
sanitario-asistencial, con el fin de ofi'ecer una referencia práctico-conceptual que les ayude
a afrontar las cuestiones bioéticas. Tal paradigma se refiere en primer lugar a las teorías
éticas [ethical theories) que justifican y sistematizan un conjunto de principios y reglas
{principies and rules) que guían el comportamiento y el juicio último práctico de la
acción.
El fruto de esta búsqueda ha sido la formulación del método de los principios
{princi-plism). La etapa decisiva' para la formulación del método es el llamado Belmont
Repott^ de 1978, que formula los principios del paradigma de modo sistemático. Tal
formulación de los principios fue continuada y perfeccionada en la obra de Beauchamp y
Childress^

"El Beln^riiu Report finalmente tuvo, creo, un impacro enorme sobre el desarrollo de éticas biomédi-
cas". Beauchamp, T. L, "The principies approach". En: Hastings Center Report, Special Supplement, 6,
1993, p. 9.
NATIONAL COMMISSION FOR THE PROTECTION OF HUMAN SUBJECTS OF BIOMEDICAL AND BEHAVIORAL
RESEARCH. The Belmont Repon. DHEW, Washington, 1978.
BEAUCHAMP, T. L. and CHILDRESS, J. E Principies of biomedical ethics. Oxford University Press, Nueva
York, 1994'', p. 474, Este manua!, en las cuatro ediciones siguientes, de 1979 a 1994, se convirtió en
el texto más usado en eí mundo.
Introduaiióa a la Bioénca

Este método ha conocido un rapidísimo éxito desde su nacimiento y ha sido enseñado


por todas partes en los Estados Unidos y en numerosos centros de investigación esparcidos
en todo el mundo. Durante todos los años setenta y ochenta eí método de los principios
fue el único método, o sea como fuere, el método principal para indagar los problemas
morales relacionados con la práctica clínica. Para la mayor parte de los aurores morales y
de los operadores de la medicina, el empleo del método de los principios constituía (y
constituye) un hecho descontado, dado que dichos principios ofrecían una explicación
convincente del problema moral y la base para establecer un procedimiento
universalmente aceptado para su discusión y elaboración''.

Método de los principios

Está constituido por cuatro principios:


a) Eí principio del respeto de la autonomía^. Con este principio se pide que los indivi-
duos sean tratados como sujetos autónomos y, por consiguiente, que sus preferencias sean
respetadas y que su participación en las decisiones sea suscitada y tutelada.
b) El principio de beneficencia^'. Este principio exige que se busque activamente el bien
del sujeto, que su enfermedad sea prevenida, que el daño que padece sea quitado o aliviado
y, en general, que los beneficios sean maximizados respecto a los daños.
c) Eí principio de no maleficencia'. Este principio pide que no se cause daño al
paciente.
"* El método de íos principios, por su difusión y su apiicación generalizada, ha sido denominado e¡ "man-tra de
Georgetown", la universidad de Washington donde fue formulado.
^ "El principio de autonomía puede ser formulado como sigue: en la medida en que las acciones de un agente
autónomo no violen las acciones autónomas de otros, la persona debe ser libre de realizar cualquier acción que
él o ella quiera (presumiblemente aunque ella implique riesgo para él o para ella y aunque otros consideren que
la acción es estúpida)". BEAUCHAMP, T. L. and WALTERS, L. Contemporary issues in bioethks. Wodsworth
Publishing Company, Belmont, i 982, p. 27- "Ei principio puede ser expuesto en su forma negativa así: las
acciones autónomas no han de estar sujetas a restricciones que otros controlan". BEAUCHAMP, T. L. and
CHILDRESS, J. F, Principies of biomedical etbics. Oxford University Press, Nueva York, 1989, p. 72.
* "Este principio puede expresarse incluyendo cuatro elementos: 1) No se debe causar mal o daño. 2) Se debe
prevenir el mal y el daño, 3) Se debe quitar el mal y eí daño. 4) Se debe hacer y promover el bien. El cuarto
elemento puede no ser un deber (por ser un acto de benevolencia que está por encima del deber). Ellos
constituyen un orden jerárquico de modo que el primero tiene precedencia sobre el segundo, el segundo sobre
el tercero y el tercero sobre el cuarto". Ibid., pp. 28-29.
' No siempre este principio es distinto del principio de beneficencia. Beauchamp y Childress prefieren tratarlos
separadamente en su manual por una cuestión de claridad. "Sin embargo, es preferible dis-
Capírulo !: Orígenes de la bioérica y rnérodo de los principios

d) El principio de justiciif. Dicho principio examina las repercusiones sociales de las


;:ecisiones biomédlcas, de modo que costos y beneficios sean equitativamente repartidos
en la colecdvidad.
Los principios son el segundo elemento de un método que prevé cuatro pasos que
:onducen de las teonas ericas a las opciones operativas.
Los cuatro pasos son: juicio último práctico, que regula la acción; ks normas, que
cons-rituyen la guía específica de la acción; los principios, guías generales de la acción; las
teo-ñas éticas, que proporcionan la jusrificación érica^.
Es ía experiencia moral (los conflictos y los dilemas morales) la que suscita y estimula
la referencia a normas y principios (proceso inductivo de generalización): la identificación
de los principios implica, en segunda instancia, un proceso inverso de aplicación de éstos
a la situación concreta.
Se trata entonces de una erica aplicada a las "ciencias de la vida" y al "cuidado de la
salud", o mejor, de una ética normativa aplicada, en cuanto que aplica principios y nor-
mas éticas generales a la biomedicina'".

cinguir el principio de no maleficencia del de beneficencia de ia manera siguiente: No maleficencia: 1. Uno no


debe causar mal o daño. Beneficencia: ... [los tres ulteriores elementos de la nota precedente]". Ibid.. pp.
122-123.
Beauchamp y Childress reúnen las definiciones del principio de justicia que en su opinión parecen más
fundadas: "La siguiente es una lista representativa de algunos candidatos principales para el planteamiento de
principios materiales válidos de justicia distributiva (aunque otras listas han sido propuestas): 1. A cada
persona su parte igual. 2. A cada persona según su necesidad. 3. A cada persona según su esfuerzo. 4. A cada
persona según su contribución. 5. A cada persona según su mérito. 6. A cada perdona según inrercambios de
mercado Ubre". Ibtd., p, 261.
"Para demostrar que se está justificado se requiere hacer explícitos los principios que subyacen tras los propios
juicios de deliberación. Pero una mera lista de estos principios no bastará. Para ser justificados, los propios
principios deben ser defendibles en sí mismos. Consiguientemente, la aproximación a la deliberación y a la
justificación aceptada en este libro puede ser diagramada en forma de gradas o niveles jerárquicos: 4. Teorías
éticas, 3. Principios, 2. Normas, 1. Juicios y acciones particulares". Ibid., p.6.
"El campo de investigación que intente responder la pregunta '¿qué parámetros de acción son dignos de
aceptación moral y por qué razón?' puede ser llamado ética normativa general... El inrento de aplicar estos
parámetros de acción a diferentes problemas morales puede ser llamado ética normativa aplicada. El término
aplicado se refiere al uso de la teoría ética y de los métodos de análisis pata examinar problemas morales en las
profesiones... 'erica aplicada' es más amplio que 'ética profesional', pero ética biomédica es área profesional
ferril para tal actividad". Ibid., p. 9.

19
Imoducdón a la Bioética

Los puntos de mayor interés teórico de la propuesta de Beauchamp y Childress son,


por tanto, la formulación de los principios y la justificación de éstos sobre la base de las
teorías éticas".

2. Teorías éticas de referencia

El paradigma de los principios tiene como referencia tanto la teoría ética


deontológi-ca como la teoría utilitarista.
La deontología, inspirada en la teoría kantiana del deber por el deber, fundamenta la
obligación moral sobre el valor intrínseco de la acción, independientemente del concepto
de bien y de la valoración de las consecuencias. La deontología a la cual se refieren
Beauchamp y Childress no es la deontología monista absoluta (que ellos identifican con
la religión judeo-cristÍana)'S sino la deontología según la versión de W. D. Ross'^; se trata
de una deontología pluralista que admite más áehaes prima facie, es decir, que tienen
validez absoluta, sin excepciones, sólo donde un principio no entra en conflicto con otro
principio'". En caso de conflicto, los principios deben ser balanceados en función de las
circunstancias concretas, con el fin de tomar el deber o el principio prevaleciente en la
situación dada'^
La segunda teoría ética de relación es el utilitarismo. Ella, como la entienden
Beauchamp y Childress, identifica la razón y el objetivo de la vida moral en la promoción
del "bien-estar", valorado sobre la base de las consecuencias de la acción, en función del

" "Una teoría ética bien desarrollada proporciona un marco de principios dentro del cual un agente puede
determinar acciones moralmente apropiadas... Ahora consideraremos qué clase de teoría ética, si hay alguna,
es más satisfactoria. Concentramos nuestra atención en dos tipos de teoría ética: conse-cuencialista y
deontológica". Ibi'd., p. 25-
'^ "Una teoría monística sostiene que hay un solo principio o norma del cual pueden derivarse todas las otras
regías o juicios sobre lo correcto y lo equivocado... La 'Regla de oro' es el centro filosófico de la moralidad de
la 'tradición hebreo-cristiana'". Ibíd., p. 37.
'•* Ross, W D. The ríght and the good. Ciarendon Press, Oxford, 1930.
'"* "Ross sostiene que hay varios principios morales básicos e irreducibles, tales como fidelidad, beneficencia Y
justicia. Este enfoque pluralista al principio parece más plausible que el enfoque monístico porque está más
acorde con nuestros juicios lógicos, pero encuentra dificultad -como reconoció Ross- sobre qué hacer cuando
estos principios o reglas entran en confiiao". Ibíd, p. 39.
'^ "El dehei prima facie indica que cierta clase de deberes son obligantes en toda ocasión a no ser que estén en
confiicto con deberes iguales o más hierres. Un deber real del agente en la situación se determina por un
examen del peso de todo los deberes prima facie que compiten". Jhül., p. 52.

20
Capítulo 1: Orígenes de la bioética y método de los principios

ciiculo de la maximización del bien y de la minimización del mal (en sentido


colectivis-la; el mayor bien y el menor mal para el mayor número de personas). En la
teoría utiíi-urista, para Beauchamp y Childress, el bien y el mal se definen en una óptica
sensualista ¿^sde lo "agradable" y lo "desagradable"'\
El utilitarismo al cual Beauchamp y Childress se refieren no es el utilitarismo del acto,
sino el utilitarismo de la norma de W. Hooker y R. B. Brandt'^
Los autores se refieren a la teoría utilitarista reconociendo algunas reglas generales que
30 pueden ser desconocidas a causa de exigencias emergentes de la situación particular.
En otros términos, el juicio de la conveniencia o no conveniencia del acto individual es
establecido valorando las consecuencias no de la acción singular en sí, sino de la acción
con relación a un código general o a un sistema de normas {whoie code approach), dirigido
a la maximización de la utilidad social'^
En la perspectiva de Beauchamp y Childress, deontología y utilitarismo de la norma
son las teorías éticas que justifican y defienden los principios. Ambas teorías tienen la
capacidad de desarrollar esta fijnción de base. Sin tales teorías, los principios serían un
elenco abstracto, arbitrario e injustificado'^
Los principios del paradigma no valen en modo absoluto, sino en primera instancia y
la mayoría de las veces, es decir, valen hasta que cada uno llegue a chocar con los otros: si,
en una situación dada, el conflicto entre los principios es ineliminable, es necesario pro-

'^ "Se dice que Bentham y Mili son hedonistas porque conciben la utilidad enteramente en térniinos de felicidad o
placer, dos términos amplios que ellos tratan como sinónimos". Ibid., p. 27-
''' HOOKER, W. Physician andpatient. Baker and Scribner, Nueva York, 1849. BRANDT, R. B. ^ theoTy of the good
and right. Clarendon Press, Oxford, 1979.
'^ "La regla utilitarista justifica juicios particulates sobre acciones hablando de reglas tales como 'No maces' y 'No
mientas', que a su vez son justificadas por el principio de utilidad... Hooker era consciente de que la salud de un
paciente algunas veces puede ser mejorada grandemente a través del engaño, pero no cree que un médico
pueda predecir con éxito resultados benéficos en casos particulares, y sostuvo que el uso del engaño tendrá un
efecto gradual a través de! tiempo y causará más daño que bien. pQí IQ taivto, defendió U tegU de (^«e el
eugaño de nmgyLÍva m-íineía Ka de set jií-icwcado en la medicina". Ibid., pp. 30-31.
'^ "Hemos argumentado que [a distinción entre teorías consecuencialistas (especialmente utilitaristas) y
deontológicas, aunque es importante, puede ser y ha sido sobrevalorada. Hay mayores diferencias entre cada
teoría —con relación a las bases de la teoría, el número de sus principios y si las teorías se aplican directamente
a los actos o son mediadas a través de las reglas-. Pero también hay mayores semejanzas a través de ciertas
teorías orientadas a la regla. En particular, algunas teorías regulo-utilitaristas o regu-lo-deontológicas (donde
'regla' incluye principios) convergen en los mismos principios y reglas". Ibid., p. 62.

21
íncroducción a la Bioética

ceder a un balance, en nombre y con eí auxilio de la teoría ética (diversa según las
divet-sas visiones del hombre), la cual da sentido, peso y jetarquía a los principios.

3. Razones del éxito

Es lícita la pregunta sobre el por qué una formulación tan elemental puede haber tenido
tan grande éxito.
S. Toulmin^" subraya, entre otros factores de éxito, el hecho de que los ptincipios
han sido tenidos como articulación entre la teoría ética, COR ms propuestas sobre valores
morales, por un lado, y las situaciones y los problemas concretos, por otro. El paso de la
teoría moral a la solución de los problemas morales era una carea parcialmente olvidada
por una reflexión ética cada vez más afectada por la abstracción, convertida, en tos decenios
precedentes, casi totalmente en ejercicio metaético, análisis lingüístico, reconstrucción
historiográfica.
A esto debe añadirse que el método de los principios simpüfica el proceso de discer-
nimiento distinguiendo de uno en uno los preceptos morales y así ello ayuda al operador
médico a percibir mejor los valores morales en juego.
Aún más, ios principios proporcionan un lenguaje común, inmediatamente utilizable
por técnicos no habituados a los debates propios de las comisiones de bioética.
Finalmente, los principios se presentan suficientemente imparciales sobre el plano
ideológico, de modo que permiten un empleo no sospechoso por parte de exponentes
de teorías éticas diversas: no es casual que Beauchamp y Childress, que son filósofos de
diversa orientación ética (el primero es utilitarista de la norma, el otro pertenece a la
corriente deontológica), hayan evitado atribuir a los principios alguna jerarquía y sentido
último.
En eíccto, los principios han constituido una clase de lengua común eficaz y amplia-
mente utilizada no sólo en la literatura especializada, sino también en las revistas médi-
co-biológicas que se han ocupado en estos años de perfiles morales de la actividad
científica.

^^ TouLMíN, S. "How medicine saved the life of ethics". En: Perspectives in Biology and Medicine, 25, 4, 1982,
pp. 736-750.

22
Capítulo 1: Orígenes de la bioética y método de los principios

4. Críticas al método de los principios

Sin embargo, en la última década el consenso general precedente se ha resquebrajado


y el paradigma de los principios, que hasta ahora parecía ser suficiente para explicar y
resolver los conflictos y ios dilemas morales en la ética médica, ha revelado graves "ano-
malías", como advierten los autores que lo ponen en discusión, anomalías tales que hacen
necesario un nuevo paradigma.
Las críticas más difundidas y relevantes vienen de los representantes de la ética de las
virtudes. A estos, en tiempos más recientes, se han unido aquellos que siguen un enfoque
en la bioética que se presenta bajo el nombre de "nueva casuística"^'. Cercanas a las
posiciones críticas de la casuística se encuentra la llamada "ética narrativa" de H. Brody,
K. M. Hunter, S. H. Smiles^^ Otras voces críticas son las del enfoque fenomenológico de
M. Zaner, y las que, por ciertas vías semejantes, provienen del enfoque hermenéutico de
R. A. Carson y de D. Leder".
No todas las críticas tienen la misma importancia y, sobre todo, no todas estas pro-
puestas ofrecen alternativas de interés seguro tales que merezcan la misma atención por la
contribución ofrecida a la teoría ética''^.
Algunas de estas críticas han encontrado discusión y respuestas en las nuevas ediciones
del manual de Beauchamp y Childress".
a) En primer lugar, los mismos autores Beauchamp y Childress ponen en evidencia
cómo la relación con una teoría ética que justifique los principios depende de ciertas
concepciones del mundo y de la naturaleza del hombre, pero también de los datos ofre-
cidos por la realidad {factual beliefi)'^. Parece, por consiguiente, que, además del nivel de
las teorías éticas, haya un ulterior nivel que se refiere a la metafísica (entendida en sentido
amplio como concepto de la realidad) y a la antropología, niveles por consiguiente

■^' Para los autores más representativos de esta corriente, véase: JONSEN, A. R. and TOULMIN, S. The abuse
ofcasiiistry. UCP, Los Ángeles, 1988.
^^ BRODY, H. Stories ofsickness. YUP, New Haven, 1987; HUNTER, K. M. and SMILES, S. H. (ed.)- Case stories.
A series. Cuadernillo de la revista Second Opinión.
^' ZANER, R. M. Ethics andthe clinicalencounter. Prentice Hall, Englewood Clifis, 1988. CARSON, R. A.
"Iiiterpretarive bioethics: the way of discermenr". En: TheoreücalMedicine, 11, 1990, pp. 9-24.
^'' Para una breve presentación, véase el artículo de MORDACCÍ, R. Op. cit.
^^ Véase la cuarta edición del manual de Beauchamp y Childress.
^^ "Los juicios morales panículares implican aplicaciones de principios y regias a situaciones determinadas y por
eso dependen también de creencias concretas acerca del mundo". Ihid., p. 7.

23
Introducción a !a Bioética

"meta-éticos", que, sin embargo, son sólo evidenciados como relevantes pero no discu- Los mismos B<j
tidos y profiíndizados por los autores, los cuales, a pesar de considerar necesario el nivel cipios a la práctica
de la base meta-ética y a pesar de reconocer la posibilidad de llegar a moral standards que morales, antes que;
tengan valor más allá de los confines de una comunidad particular históricamente situada, En opinión ác
prefieren alinearse netamente sobre una posición historicista que ve la situación concreta pleta, pero el uso i
como principal clave interpretativa de los principióse^ vida moral y una a
Pero la formulación de principios sin una antropología y una ontología que los fun- rencia entre los át^
damenten y los justifiquen hace los mismos principios estériles y vagos. No es posible utilitarista y teorí*
hablar de principio de beneficencia y de autonomía sin especificar qué significa bien de nes extremas de bi
la persona y derecho de la persona^**. c) Unida a la cd
b) Un segundo punto realzado por la crítica se refiere a la incompatibilidad del utili- tsti la crítica de K.
tarismo y de ia deontología", siendo la primera una teoría ética de una teoría unifii
teleológico-consecuen-cialista y la segunda una teoría ética deontológico-no sí los principios de
consecuencialista. El utilitarismo considera el bien moral en función de la utilidad flicto entre los pria
valorada sobre la base de las consecuencias de la acción. La deontología pluralista principio no "reasa
considera obligantes más principios y no sólo el principio de la utilidad y de la sas teorías contrasta
maximización del placer, independientemente de la valoración de las consecuencias de la teorías para ser eipí
acción. Algunos autores^" que comparten el planteamiento de Beauchamp y Childress y es un fundamento i
adoptan sus principios los justifican sobre la base prevalentemente deontológica o cipios no "incorpo*
prevalentemente utilitarista. Por lo demás, los mismos autores reconocen la diferencia de acción específica, cd
las dos teorías. No obstante, consideran, como habíamos notado^', que el utilitarismo de la
norma y la deontología pluralista conducen a idénticos principios en el caso de la
búsqueda de solución a los conflictos morales.

al acto o sitiucia«
e^ "Las reglas morales no se construyen para tener en cuenta fectores opuestos (incluyendo factores no morales)
teorías absolutisia
que ningún sistema moral podría razonablemente anticipar. Las convicciones religiosas y las obligaciones 53-54.
profesionales pueden competir en algunas ocasiones con obligaciones morales. Ningún sistema de reglas
Véase la noca 17.
puede hacer que estos problemas desaparezcan. Eso no quiere decir que podemos o debemos prescindir de
Hemos propucaa
parámetros de acción o tratarlos como meras reglas comunes. La pregunta que ha de hacerse es dónde entra
rista como con m^
correctamente la discreción y cómo han de entenderse y aplicarse tales reglas, no si ellas se apHcan". Ibíd., p.
^^ CLOUSER, K. D. ad
55. 15,2, 1990, pp. 21
^^ SGRECCIA, E. Manuale..., Op. cit., pp. 131-132. "Es que el métotiiij
e^ ScHEFFLER, S. The rejection of consequentialism. Clarendon Press, Oxford, 1982, pp. 81-83. ticos como tcóricM
■*" Entre otros, VEATCH, R. M.^ theory of medical ethics. Basic Books, Nueva York, 1981. BRANDT, R. B. A acción que genere ■
theory ofthe good and the right. Clarendon Press, Oxford, 1979. reglas". Ibíd.. p. 25
^' Véase la nota 11, pero el concepto se repite con frecuencia: "Una teoría gobernada por las reglas debe, en la Clásicamente, im ■
interpretación de no absolutas, es decir, las reglas prima facie que hemos defendido, permitir que cualquiet sí mismo para esum
regla pueda ser en teoría ignorada válidamente en una circunstancia por una regla moral opuesta. Entonces "El método de UK jÜ
surge la cuestión de si nuestra teoría difiere significativamente de teorías orientadas cuanto al fúndanla

24
Capiculo 1: Orígenes de la bioética y método de los principios

Los mismos Beauchamp y Childress advierten estas anomalías en la aplicación de los prin-
cipios a la práaica y justifican tal dificultad sobre la base de la complejidad de los dilemas
morales, antes que sobre la incompatibilidad o sobre la incoherencia de las teorías.
En opinión de los autores, ninguna de las dos teorías tomadas singularmente es com-
pleta, pero el uso integrado de ambas puede garantizar una adecuada comprensión de la
%ida moral y una correcta aplicación a la biomedicina. Mejor aún, consideran que la dife-
rencia entre los dos tipos de teoría es arbitraria" y que no existe una ruptura entre teoría
utilitarista y teoría deontológíca; más bien, se da una continuidad entre las interpretaciones
extremas de las dos teorías^^.
c) Unida a la crítica de la incompatibilidad entre ética teleológica y ética deontológica
está la crítica de K. D. Clouser y B. Gert^'^. Estos autores ponen en evidencia la carencia
de una teoría unificada y sistemática de la cual detiven los principios y que conecte entre sí
los principios de modo armonioso e integrado: tal carencia está en el origen del con-fliao
entre los principios; conflicto que para estos autores es insoluble". De hecho, cada
principio no "reasume", como debería, la teoría, sino que esconde implícitamente diversas
teorías contrastantes; es una especie de subrogado de la teoría, que remite a diversas
teorías para ser explicado^^ Clouser y Gert consideran que el enfoque de los principios
es un fundamento ético errado que desconoce la naturaleza de la moralidad". Los prin-
cipios no "incorporan" una teoría y por consiguiente no proporcionan una norma de
acción específica, coherente y comprensiva, sino que son "simples colecciones de sugeten-

al acto o situacionales. En la práaica, las diferencias pueden ser mínimas, porque ambas se oponen a teorías
absolutistas y ambas pueden llegar a las mismas conclusiones en situaciones particulares", pp. 53-54.
^^ Véase la nota 17-
^^ "Hemos propuesto un proceso de razonamiento que es consistente tanto con una teoría regulo-utilitarista como
con una teoría regulo-deontológica". Ibid, p. 62.
^^ CLOUSER, K. D. and GERT, B. "A critique of principlism". En: The Journal ofMedicine and Philosophy, 15,2,
1990, pp. 219-236.
^^ "Es que el método de los principios carece de unidad sistemática y por ello crea problemas tanto prácticos
como teóricos. Como no hay teoría moral que una los 'principios', no hay guía unificada para la acción que
genere reglas claras, coherentes, comprensivas y específicas, ni alguna justificación de estas reglas". Ibíd., p.
227.
^^ "Clásicamente, un principio encarna la teoría moral (o parte de la misma) que lo engendró; se usa por sí mismo
para enunciar una directriz significativa para la acción". Ibid., p. 221.
^' "El método de los principios está equivocado acerca de la naturaleza de ¡a moralidad y es engañoso en cuanto al
fiindamenro de la ética". Ibíd., p. 220.

25
Incroduccióii a. la Bioérica

cias y observaciones conílictivas; son 'ganchos' en los cuales colgar' discusiones elabora-
das sobre diversos argumentos que a veces están correlacionados superficialmente"^^
Los autores no sólo ponen en evidencia ía carencia de una teoría unificada, sino que
resaltan que la necesidad de tal teoría está completamente descuidada por Beauchamp y
Childress. Tal planteamiento da lugar al relativismo en el campo ético y bioético (el lla-
mado síndrome de la antología)^^.
d) Finalmente, Clouser y Gert critican el hecho de que las teorías éticas, a pesar de
estar colocadas encima de la jerarquía del fiandamento moral, de hecho no desempeñan
ningún papel en el razonamiento moral. En realidad, son los principios los que desempe-
ñan la función decisiva para el obrar moral. Clouser y Gert aclaran que en el método de
los principios la relación entre principios y teorías éticas es del todo extrínseca y superfi-
cial, mientras que una correcta teoría moral debería ser orgánica y capaz de tomar de las
teorías éticas, que la historia nos proporciona, los elementos válidos y permanentes de
clarificación de la experiencia moral.

"El lenguaje del método de los principios sugiere que se ha aplicado un principio que es moralmence bien
establecido y por vmto prima facie correcto. Pero una mirada más de cerca a ¡a situación muestra que de hecho
se han mirado y sopesado muchas consideraciones morales diversas, que están interre-lacionadas
superfidalmenre y reunidas bajo un capítulo que da el nombre al principio en cuestión". Ibíd., p. 223.
"En el método de los principios cada discusión de un principio es realmente una discusión ecléctica que
enfatíza un típo dtíerente de teoría ética, de modo que una teoría unificada particular no sólo no es presentada,
sino que la necesidad de tal teoría está completamente oscurecida. Más bien se nos da un número de ideas,
consideraciones y teorías, junto con instrucciones para usar cualquiera o la combinación de ellas que parece
apropiada para el que la usa. Pero lo que se necesita es que nos diga cuál es realmente apropiada en un modo
consistente y universal. Ciertamente, los principios mismos, tal como son intaiaáos por el mérodo de los
principios, no Ío hacen. Más bien, lo que se necesira es una teoría moral para unificar todas las
'consideraciones' suscitadas por los principios y así ayudarnos a determinar qué es lo apropiado", Ibi'd., p. 228.
"Este relativismo parece estar apoyado por su diagrama, que en la parte más alta de la jerarquía tiene teorías,
antes que una sola teoría ética unificada". ílfid., p. 231. "Esta misma clase de relativismo ético está apoyado por
casi todas las antologías en la ética médica... Casi invariablemente estas antologías comienzan proporcionando
breves resúmenes de algunas teorías éticas estándar, por ejemplo el utilitarismo, el kantismo y el
contractualismo. Se señala la insuficiencia de cada una de estas teorías, pero no hay ningún intento de reparar
o remediar estos defectos... De hecho, el enfoque de la antología es el del méwdo de los principios". Ih'd., p.
231.

26
CAPÍTULO II DESARROLLO DE LA

BIOÉTICA Y ÉTICA DE LA VIRTUD

Otro ángulo de crítica, quiz^ el más importante, al paradigma de los principios en el campo
bioétíco es el movimiento caracterizado por la recuperación de la teoría de las virtudes.

L Recuperación de la ética de las virtudes

La ética de la virtud enfatiza la atención sobre la experiencia y sobre el agente, o mejor,


sobre la experiencia del hombre como sujeto moral, sobre la estructura motivacional y
sobre la disposición de la persona que obra y que en el acto manifiesta y potencia las pro-
pias cualidades morales. El énfasis se pone sobre la experiencia y sobre el sujeto
opera-cional más que sobre el acto en sí, sobre k obligación y sobre los principios que
guían la conducta humana.
La pregunta central de la teoría de la virtud (entendiendo la virtud en sentido moral)
es la siguiente: ¿qué tipo de persona debería ser? ¿Cómo me debería comportar para obrar
bien y ser bueno?
El concepto de virtud tiene una larga tradición de pensamiento. No nos interesa reco-
rrer las etapas significativas de su evolución, sino para decir que en el pensamiento
post-medieval el concepto de virtud se transforma y tiende a declinar.
Es una consecuencia de la declinación de la metafísica y de la reacción a la teología
escolástica, que llevan hacia el "realismo" en la consideración de la naturaleza humana. Se
llega directamente a la formulación de teorías éticas "antí-virtud", que niegan la impor-
tancia de las virtudes: piénsese, a manera de ejemplo, en Ayn Rand, que propone el nuevo
concepto de "egoísmo virtuoso"'.
' RAND, A. The virtue ofselfihness. A new concept ofegoism. New American Library, Nueva York, 1985.
luoDclaoción 3 ia Bioética

Pero en las últimas décadas se ha asistido a una recuperación de la categoría de la vir-


tud en el debate de la filosofía moral angloamericana (la llamada ethks ofvirtue), en cuanto
es considerada capaz de dar una contribución significativa a la bioética, en sustitución o
por la integración del muy difundido paradigma de los principios. La teoría de las virtudes
se ha difundido entre los moralistas contemporáneos en correspondencia con el abandono
de la teoría deontológica neo-kantiana y de la teoría teleológica utilitarista.
Modificando la actitud inicial de desinterés de la filosofi'a analítica en relación con la cate-
goría de las virtudes, la reflexión ética estadunidense está revalorando la teoría de las virtudes
según diversas perspectivas, esquemáticamente reconducibles a dos orientaciones.
Hay un retorno al concepto de virtud sobre la linea tomista-aristotélica que inserta la
teoría de la virtud en una antropología metafísica {concepto de la realidad, del hombre,
del bien en sentido objetivo).
Una segunda línea de pensamiento que retoma el concepto de virtud es el expresado
por el relativismo moráis

a) A. Maclntyre

Para la primera corriente, es suficiente ilustrar la posición de A. Maclntyre, uno de los


autores más significativos y más conocidos que retoman el concepto de virtud en clave
metafísica^
La te^is de fondo del autor es la siguiente: vivimos sin ser conscientes en una época en la
cual se está verificando una especie de "catástrofe" sobre el plano moral". Tal catástrofe es la
consecuencia última del iluminismo y de su proyecto en el campo ético, que ha llevado a la
victoria de un subjetivismo emotivista^ que ha dejado la moral sin ningún fundamento.
2
En el interior de la orientación aristotélica se colocan también los siguientes autores: P. Foot, G. H. Von
Wright, J. D. Wallace, R Geach, G. C. Meilander. Para una guía sobre la reciente literatura norteamericana
sobre el tema de las virtudes, véase PENCE, G, E. "Recent work on virtue". En: American Philosophical
Qmrterly, 21, octubre de 1984.
MACINTYRE, h.Afier virtue. Study in moral theory. UNDP Notre Dame (Indiana), 1981; versión italiana: Dopo
le virtú, Feltrinelli, Milán, 1988.
"Lo que poseemos son los fragmentos de un esquema conceptual, partes ya desprovistas de sus contextos, de
los cuales derivaba su significado. Tenemos, es vetdad, simulacros de moral; continuamos usando muchas
expresiones fundamentales, pero hemos perdido, en grandísima parte, si no del todo, nuestra comprensión,
tanto teórica como práctica, déla moral"- Ihíd., pp. 12-13-"Es sólo al final del siglo XVII y en el curso del
XVIII que tal distinción de la esfera moral de las esferas teológica, jurídica y estética se convierte en una
doctrina generalmente aceptada, que el proyecto

28
Capítulo 11: Desarroilo de la bioética y ética de la virtud

El relativismo ético domina. Fue Nietzsche^ quien desenmascaró el proyecto iluminista y


k) llevó a sus extremas consecuencias poniendo en el centro de todo al individuo con su
voluntad de poder. La alternativa que Maclntyre propone, en el crucial capítulo IX de la
obra, es la siguiente: o Nietzsche o Aristóteles. O la virtud entendida en sentido
subjetivis-13, emotivista y relativista, o las virtudes entendidas en sentido solidarista y
comunitario^ De frente a la catástrofe inminente puede venir una cierta esperanza junto a
una fuerte crítica a las doctrinas morales dominantes, y a una renovada práctica de las
virtudes realizada en pequeñas comunidades donde prevalezca el elemento solidarista.
El discurso de Maclntyre quisiera ser acogido en particular en los campos que se ocu-
pan de la ética aplicada, entre los cuales la bioética es uno de los más importantes. El
individualismo ético está, de hecho, desarmado frente a los delicados problemas típicos
de la bioética, que exigen el esfuerzo de la comunidad tendiente a realizar intereses no
parciales.

b) Hauerwas

El retorno a la teoría de las virtudes en la ética contemporánea no se identifica sólo


con la recuperación de la tradición aristotélico-tomista. El retorno a la teoría de las virtu-
des está también conectado con el relativismo^ Según tal orientación, los criterios apro-
piados para la determinación del bien son "criterios locales", internos en las tradiciones

de una justificación racional independiente de la moral deja de ser simplemente la preocupación de pensadores
particulares y se convierte en una cuestión central de la cultura europea. Una de las tesis fundamentales de este
übro es que el fracaso de tal proyecto ha proporcionado el fondo histórico que puede hacer inteligibles las
dificultades en las cuales se debate nuestra cultura". Ibíd., p. 55. "En un pasaje lamoso de La gata scienza
(aforismo 355) Nietzsche desprecia la idea de basar la moral, por un lado, sobre sentimientos morales
interiores, sobre la conciencia, y por otro, sobre el imperanvo categórico kantiano, sobre la posibilidad de que
él sea universalizable. En cinco párrafos rápidos, agudos y convincentes él líquida tanto aquello que he
definido como el proyeao iluminista de descubrir fundamentos racionales para una moral objetiva, como la
confianza del sujeto moral cotidiano de la moral post-iluminisía en que su práaica y su expresión morales estén
en orden". Ibíd., p. 140. "Peto ¿cuál de las dos aSTernativas deberíamos escoger? Y, ¿cómo deberíamos
escoger? ibíd., p. 146. "Una de mis hipótesis más importantes es que contra la tradición aristotélica la polémica
de Nietzsche falla completamente". Ibíd., p. 306. "Mí conclusión personal es clarísima... La tradición
aristotélica puede ser reformulada de modo que restituya inteligibilidad y racionaÜdad a nuestras actitudes y
compromisos morales y sociales". Ibíd., p. 309.
En esta corriente se ubican también E. L. Píncoffs y M. Slote. Para un primer acercamiento a estos autores
véase PENCE, G. E. Op. cit.

29
Introducción a la Bioética

y en las prácticas de cada sociedad local o grupo que se haga la pregunta sobre el bien.
Cada sociedad tendría su lista de virtudes: las virtudes reflejarían las tradiciones locales de
la sociedad. La ética se volvería por consiguiente una "sociología del comportamiento",
una descripción de los valores presentes en la sociedad. Claramente, tal orientación está
muy lejana de la búsqueda arisrotélica que caracteriza objetivamente la naturaleza humana
más allá de las determinaciones espacio-temporales. Uno de los representantes más
significativos de tal orientación es S. Hauerwas". El autor sostiene que existe una plura-
lidad de nociones de virtud, en cuanto que el concepto de virtud depende del concepto
histórico y social vivido por el individuo particular. Ser virtuoso significa, en opinión del
autor, afrontar una vida "aventurera", adquirir capacidades racionales, lingüísticas y emo-
tivas para tomar las decisiones sobre la propia vida, decisiones que comportan un alto
tipo de riesgo'". En otras palabras, si se nos coloca en la óptica de las virtudes, aparece el
problema de la calidad moral dei sujeto agente" ("¿quién debería ser yo?", "¿qué tipo de
médico debería ser yo?"). Esto implica, por un lado, la necesidad al menos inicial de la
esperanza de que tal sacrificio haya resultado positivo, y por el otro, la necesidad de una
reflexión "narrativa" que evidencie cómo la vida sin tal riesgo sería menos interesante. La
capacidad de ser virtuoso "depende de la existencia de comunidades formadas por narra-
tivas fieles al carácter de la realidad"'^.

^ HAUERWAS, S. A community of character. Toward a construaive christian social ethks. UNDIÍ Notre Dame,
1981; Sujferíngpresente. Theological reflections on medicine. UNDP, Notre Dame, 1986.
"* "Ser una persona de virtud, por lo tanto, implica adquirir las habilidades lingüísticas, emocionales y racionales
que nos den la fuerza para hacer que nuestras decisiones y nuestra vida sean propias. Las virtudes individuales
son habilidades específicas requeridas para vivir fieles al entendimiento de la tradición del proyecto moral en
el cual sus adherentes participan... También ese! caso que la persona virtuosa afronta algunas dificultades
exactamente porque él o ella es virtuoso. Porque la vida virtuosa no está basada en el supuesto de que nosotros
podemos evitar lo moralmente oneroso: más bien, si somos virtuosos, podemos enfi^entar lo oneroso con
nuestras condiciones. La perspectiva de que debemos ser virtuosos necesariamente nos reta a enfrentar ¡as
dificultades morales y los obstáculos que podrían no presentarse si fuéramos menos virtuosos. El cobarde
nunca puede conocer los temores de los valientes. Por ssia razón, una ética de virtud siempre gana su
inteligibilidad con narrativas que coiocan nuesuAS vidas dentro de la avenrura". A Community..., p. 115.
" "Una ética de las virtudes se centra en k afirmación de que el ser de una persona está antes que el hacer. No es
que lo que hacemos no sea importante o sea secundario, sino más bien que lo que hacemos o no hacemos
depende del poseer un 'yo' suficiente para hacerse personalmente responsable de la acción propia. Lo que es
moralmente importante acerca de nosottos no es lo que hacemos o no hacemos, sino cómo hacemos lo que
hacemos". Ibid., p. 113.
'- "Argumento que nuestra capacidad pata ser virtuosos depende de la existencia de comunidades que hayan sido
formadas por narrativas fieles al carácter de la realidad". Ibid., p. 116.

30
Capítulo II: Desarrollo de la bioética y ética de la virtud

2. Ética de las virtudes y bioética

La consideración teórico-filosófica del valor y del significado de las virtudes, en el campo


moral, siempre enfoca más su atención sobre la aplicación de tal teoría a un área
específica de la actividad práctica. La inserción de la ética de las virtudes en la ética
profesional sin duda no es un elemento de novedad. Más bien, la ética de las virtudes tiene
una larga Tradición en la ética profesional'^
En particular, es la profesión sanitaria, en cuanto actividad "práctica", la que resulta
apta para la aplicación de la ética de las virtudes. El "curar" y el "cuidar" es la actividad
específica del médico y del enfermero: si el médico y el enfermero "curan" y "cuidan" son
'buenos" (virtuosos) profesionales, en cuanto que su obrar realiza el fin específico intrínseco
a la acción. Las virtudes son, por consiguiente, aquellos "rasgos del carácter" (habilidad)
del agente que lo hacen "bueno", que lo ayudan a realizar el fin de la acción, que lo
disponen a obrar bien.
En el debate bioétlco contemporáneo estadunidense, la recuperación de la teoría de
jk virtud está conectada, por un lado, como hemos visto en el capítulo anterior, con la
ceneral recuperación de esta categoría obrada por la filosofía moral; y por otro lado, con
el movimiento de reacción a la ética de los principios. Las publicaciones de literatura
bÍo-édca que consideran idónea la teoría de las virtudes para la aplicación en el ámbito de
ía medicina son cada vez más numerosas.
En esta aplicación van delineándose dos orientaciones diferentes, que tienen como auto-
res representativos a E. D. Pellegrino, por una parre, y a H. T. Engelhardt, por la orra.

a) E. D. Pellegrino

E. D. Pellegrino es sin duda uno de los autores más significativos, en los Estados
Unidos, de la corriente que trabaja en la recuperación de la categoría de virtud sobre la
estela de la tradición clasico-medieval". El autor sostiene que el concepto de virtud es un
elemento esencial e ineludible en la vida moral, en cuanto que la eficacia y la actuación

La evolución histórica de las relaciones entre la ética de las virtudes y la ética médica está descrita en el volumen
colectivo preparado por SHELP, E. E. Virtue and medicine. Explorations in the characíer of medicine. D. Reidei,
Dordrecht, 1985. '* También Pellegrino ha pubhcado un gran número de trabajos. Los principales, escritos en
colaboración con D. Thomasma, son: PELLEGRINO, E. D. andTHOMASMA, D. C. For thepatienú good. Oxford
Introducción a la Bioética

de los principios depende de la disposición del carácter de aquel que obra. Sin personas
virtuosas el sistema de ética general no puede tener éxito'^ Tanto más en la profesión
médica, en la cual el elemenro de vulnerabilidad y de dependencia de la persona enferma
en relación con el médico hace que aquella deba "tener confianza" (trust) no tanto en sus
derechos, cuanto en el tipo de persona que es el médico.
La profesión médica presenta intrínsecamente algunas características peculiares con-
cernientes a la relación médico-paciente que generan una especie de "moralidad inter-
na"'*: 1) el estado de vulnerabihdad, de ansiedad, de dependencia del paciente; 2) la
desigualdad de las competencias; 3) las expectativas de confianza que el médico genera
en el paciente que se dirige a éi; 4) el hecho de no ser propietarios en exclusiva del cono-
cimiento médico (teniendo el médico una deuda frente a la sociedad que le ha permitido
adquirir los conocimientos médicos, consintiéndole la invasión en lo "privado" medíante
los experimentos, las disecciones y las autopsias de los cuerpos humanos, etc.).
Pellegrino considera que la determinación de las virtudes del médico [virtuos
physi-dan) está estrechamente conectada con la determinación del bien del paciente
[patient's good)y que constituye el fin prioritario del acto médico: el médico virtuoso es,
por consiguiente, aquel que está "habitualmente dispuesto" a "obrar por el bien del
paciente"" (donde por el bien del paciente se entiende: "ÍZ) el bien supremo, el que
constituye el estándar definitivo según el cual el paciente regula sus opciones, el que útnt el
significado más importante para él; B) el bien bíomédico, el que se puede obtener por
medio de las

University Press, Nueva York, 19S8 (versión italiana: Per il bene delpaziente, Paoíine, Milán, 1992); A
phibsophkal basis of medicalpmctice. OUP, Nueva York, 1981.
'^ "Es importante coiocaí el acento sobre ia virtud de la beneficencia. Esta virtud está acorde con la tradición ética
que considera a las personas unidas en la comunidad. Esta tradición esrá más en sintonía con las raíces éticas
de la medicina de cuanto lo esté la que resalta el individualismo autónomo... Ella impulsa a los médicos a
dedicar los propios compromisos morales y el propio apoyo individual a los pacientes más allá del simple
respero de sus derechos". Per il bene del paziente, p. 92.
'^ "... hemos indicado la naturaleza particular de la relación médico-paciente como ¡a fuente de las reglas de la
ética médica profesional". Per il bene del paziente, p. 25- "Estas declaraciones obligan a admitir que el bien
del paciente no puede ser del todo defendido sólo por derechos y deberes: algún elemento de gratuidad es
inttínseco a la naturaleza de la relación entre aquellos que están enfermos y aquellos que por profesión se
dedican a ayudarlos". Ibíd., p. 247.
"EJ médico virtuoso ts una. persona indinada a obrar usualmente por eJ bien de! paciente, anteponiendo en
situaciones ordinarias este bien al suyo, tanto que se puede confiadamente esperar que esce sea su modo
habitual de comportarse... Pero todo intento de definir al médico virtuoso o una ética basada en la virtud debe
presentar alguna definición del bien del paciente. El bien del paciente es el fin de la medicina, que modela
determinadas virtudes necesarias para que sea alcanzado". Ibíd., p. 239.

32
Capítulo II: Desarrollo de la bioética y ética de la virtud

intervenciones médicas en un tipo particular de enfermedad: Í:) la percepción por parte


del paciente del propio bien en el momento y en las circunstancias particulares de la
deci-iión clínica; d) el bien del paciente en cuanto persona capaz de efectuar elecciones
consientes)"'**. Tales "disposiciones habituales" no se confunden con las habilidades
técnicas, romo está cada vez más de moda en los Estados Unidos. Ellas son la benevolencia,
la fide-Jdad a la confianza, la compasión, la empatia, la honestidad intelectual, la
competencia, -¿ prudencia'I La escogencia misma de la profesión de médico y de
enfermera implica -ina "promesa pública" de obrar por el bien del paciente: es una especie
de "lema moral" que implica la superación del egoísmo en el servir de manera altruista a
los demás^".
Por consiguiente, la atención está puesta más sobre el bien (good) del paciente y sobre ia
virtud de la benevolencia que sobre la autonomía y sobre los derechos del paciente a ia
autodeterminación. Desde el punto de vista de la moralidad de los operadores sanitarios,
la "beneficencia" es la disposición del carácter que constituye el fundamento ético del
cual dependen las otras virtudes y principios de la ética profesional.
Sobre tal base ética, Pellegrino propone, por lo tanto, la prioridad de la consideración
del bien del paciente respecto al interés personal del médico, la responsabilidad y el deber
de garantizar la ayuda cuando el paciente está en peligro y la importancia sobre el plano
educativo de la formación del carácter del médico.

b)H.T.Engelhardt

Se puede hablar de Engelhardt como representante de la ética de las virtudes sólo si se


refiere a la sola virtud de la tolerancia, entendida reductivamente como respeto radical de
la autonomía ajena. Por tal razón, la aplicación de la teoría de la virtud a la bioética pro-
puesta por Engelhardt es de signo opuesto respecto a la de Pellegrino.

^^ I/?U.pp. 165-166.
'^ "Algunos de los modelos más amplios de ía medicina demandarían compasión, empatia, defensa,
benevolencia, beneficeiscia, o sea, un concepto amplio de las respuestas afectivas a las necesidades del
paciente... En esta situación es impotíaníe distiuguk tas virtudes de las habilidades técnicas o profesionales,
como hace Maclntyre y, de una manera más comptera, Von Wright. Este último define la habilidad como una
virtud técnica (la perfección en alguna habilidad determinada), mientras que las virtudes no están conectadas
con ninguna actividad, pero son necesarias para el bien del hombre". Ibtd., p. 240.
^^ "La esencia de una auténtica profesión consiste en su promesa pública de obrar de determinadas manetas
exigidas por la naturaleza de su papel en la sociedad", Ihíd., p. 404.

33
Introducción a la Bioética

Virtuoso es, en opinión del autor, aquel que respeta la autonomía de los demás^' y su
intento de alcanzar el bien: la tolerancia es la virtud cardinal en una sociedad secularizada
dominada, por el pluralismo. Como todo individuo diverso tiene una diversa visión de la
vida buena, cada uno debe desarrollar una "disposición" para tolerar y "simpatizar" con el
otro. Tales virtudes son, por consiguiente, necesarias para sostener las comunidades
morales. Es evidente que en tal contexto filosófico subjevisra-relativista las
virtudes-coinciden con el respeto de la autonomía del individuo".
Pero la búsqueda de la convivencia pacífica formulada por Engelhardt presenta gran-
des dificultades. En primer lugar, la tolerancia no puede entenderse como posibilidad
para cada uno de seguir, como Riere, las propias opiniones. En este caso tendríamos la
afirmación pura y simple de la ley del más fuerte, mientras que es necesario elaborar y
ejecutar una política pública en materia de bioética a través de intervenciones positivas,
difícilmente conciliables con el pluralismo ético. En segundo lugar, la tolerancia no logra
resolver el problema de la colaboración entre los individuos (y entre individuos e insti-
tuciones) con convicciones diferentes. Los dilemas éticos de la práctica clínica ponen en
evidencia la dificultad de encontrar soluciones concretas que sean, al mismo tiempo, éti-
camente correctas y conformes a la ley positiva.

"' "El paciente o prestador de asistencia sanitaria virtuoso, en una sociedad laica pluralista, es una persona que ha
desarrollado la acritud de querer resperar la libertad de los demás e intentar conseguir su bien. Las virtudes
cardinales serán enronces la tolerancia, la generosidad y la prudencia. La tolerancia es la virtud cardinal en la
moral del respeto rea'proco". ENGELHARDT, H. T, Manuale... Op. cit, p, 435.
— Aunque la única virtud parece ser la tolerancia, Engelhardt reclama otras virtudes consiguientes: "Cada una de
estas virtudes demandará otras. La defensa de !a comunidad pacífica puede demandar de vez en cuando
cortesía, valentía, modestia, templanza y perseverancia". Ibíd., p. 436.
-^ La posición de Engelhardt será ilustrada más ampliamente en el siguiente capítulo.

34
CAPÍTULO III

PANORAMA ACTUAL

1. Bioética laica

En el tema de la bioética se encuentran diferentes visiones y planteamientos. Coi


n^cuencia la discusión tiene lugar entre exponentes del pensamiento religioso cristia
ao y filósofos de extracción laica. Presentamos, de modo bastante detallado, aunqui
no especializado, algunos elementos para comprender los fundamentos de los diverso;
planteamientos.

¿Qué es la bioética laica?

Entendemos por bioética laica, en sentido amplio, aquella que no hace alusión algún; 1
las fuentes y a los criterios de la teología moral cristiana, sino que se vale de las indica
dones provenientes de las muchas corrientes de la filosofía contemporánea.
En sentido más circunscrito, entendemos por bioética laica la bioética anglosajona
que se ha configurado precisamente con la pretensión de superar todo enfoque párela o
sectario (como sería el religioso, pero también el metafísico y el de una tradición laic;
panicular) y de buscar un consenso a partir del debate púbüco sobre las cuestiones mora
les suscitadas por la medicina avanzada. La idea subyacente es la de una sociedad plura
lista en la cual se deben negociar pacíficamente las diversas posiciones morales. La tare;
de la bioética laica debería ser, en este contexto, la de proporcionar un marco neutral par;
afi-ontar los problemas morales en el campo biomédico.
Introducción a la Bioética

Un puesto no despreciable en la reflexión laica se le asigna a la bioética feminista, que


ha dado un enfoque muy original a las problemáticas bioéticas'.

Bioética anglosajona

También en la bioética anglosajona coexisten diversidad de posiciones, pero aún se


puede afirmar que, no obstante, las críticas de los últimos años, la mayor parte de
bio-eticistas estadunidenses está de acuerdo en aceptar el llamado método de los
principios, difimdido en todo el mundo por el Manual de Beauchamp y Childress^
integrado con la teoría de la virtud según la formulación de Engelhardt.
Ya hemos visto que los principios utilizados por este método son:
a) Principio de autonomía, según el cual la autoridad para las acciones que implican a
otros, en una sociedad laica pluralista, se deriva del Ubre consenso de aquellos que están
implicados. Sin tal consenso no hay autoridad. Por consiguiente, sólo el consenso es ori-
gen de la autoridad y el respeto del principio de autonomía es la condición necesaria de
la posibiUdad de una comunidad moral. El principio de autonomía proporciona la gra-
mática mínima para el lenguaje moral. Formulado como máxima, el principio de auto-
nomía suena así: no hacer a los demás lo que ellos no quisieran que les fiíese hecho y haz
por ellos lo que contractualmente te has comprometido a hacer. El principio de autono-
mía fimdamenta aquella que puede denominarse la moral de la autonomía como respeto
recíproco.
b) Principio de beneficencia: siempre en una sociedad laica y pluralista (aquella donde
no es posible algún ordenamiento particular de los bienes y de los males, porque esto
demandaría un sentido moral particular para la justificación) el principal contenido del
principio de beneficencia es dado por el respeto de los acuerdos explícitamente estipula-
dos. Por consiguiente, el contenido del principio de beneficencia se basa sobre el princi-
pio de autonomía. La máxima que resume este principio es la siguiente: haz a los demás
su bien.

Sobre el argumento, véase: FIRESTONE, S. La diaiettica dei sessi. Guaraldi, Rimini-Florencia, 1997 RiCH, A.
Nato di donna. Garzanri, Milán, 1977; GILLIGAN, C. Con voce di donna. Etica eformazion deltapersonaUtk.
Feltrinelli, Milán, 1982; MERCHANT, C. La mortedella natura. Garzanti, Milán, 198S BATTAGLIA, L. "II
punto di vista delta donna nelle pratíche di procreazione assistita". En: CATTOIUN P. (dir.). Procreazione
assistita e tutela delfiglio. Europa Scienze Umane Editrice, Milán, 1996, pp. 17 34; OvERALL, C. Ethics and
human reproduction. Afeminist analysis. Allen-Unwin, Winchester, 1987 BEAUCHAMP, T. L. and CHILDBESS,
J. E Op. cit.

%
Capítulo lili Panorama actual

Otros principios entran en juego de vez en cuando {principio de justicia, principio de


no maleficencia), pero cuanto se ha dicho basta para comprender el puesto
preponderan-'j£ que tiene el principio de autonomía individual. Este principio se
convierte de alguna aianera en el arquitrabe de toda la reflexión bioética.
El planteamiento y los principios de la bioética anglosajona tienden a difundirse en
rodas partes del mundo, sea porque la escuela norteamericana se ha desarrollado primero
y ha crecido rápidamente, sea por el peso cultural que los Estados Unidos ejercen en á
mundo.
Es particularmente instructivo para la comprensión de la estructura teórica de la bio-
ética laica tratar el caso de la fecundación artificial.
¿A qué conclusiones llega la bioética laica sobre el capítulo de la fecundación
artificial?
Para responder a la pregunta es suficiente presentar el pensamiento del médico filó-
sofo estadunidense H. T. Engelhardt, reconocido exponente de la bioética norteamericana.
Muchos filósofos que se han ocupado de la bioética en estos últimos años representan
mndamentalmente las posiciones desarrolladas en la íiterarura anglosajona.

H. T. Engelhardt

El contexto de la reflexión de Engelhardt es el de una concepción de la relación hom-


bre naturaleza, en la cual el hombre utihza todos los medios disponibles para someter a la
naturaleza y controlar sus efectos no deseados. El hombre no tiene ningún deber de sumi-
sión con relación a la naturaleza, más bien es su derecho remodelarla según sus necesida-
des, con los medios de que dispone. La ¡dea de que los hijos son un don de Dios está del
todo ausente de su perspectiva. Pero también está ausente la idea de que ios hijos pueden
ser un "don", es decir, algo más que el deseo y la acción creadora de los padres.

Punto de partida: la idea de persona humana

El punto de partida del cual toma impulso Engelhardt para argumentar sobre la
fecundación artificial es el siguiente: "El inicio de la vida humana biológica no está seguido
inmediatamente por el inicio de la vida de una persona. Al contrario, en la ontogenia
humana transcurren meses de vida biológica antes de que exista la prueba evidente

37
Incroducción a Ja Bioética

de la vida de una mente, y pasan años antes de que exista la prueba de la vida de una
persona'^
En el hombre según Engelhardt se deben distinguir el nivel de la vida biológica, el
nivel de la vida mental y el nivel de la vida de la persona. Para que exista la persona humana
debe existir vida mental de nivel superior, luego no basta que exista cualquier vida
mental: "No es plausible sostener que los fetos son personas en sentido estricto. En efecto,
no hay pruebas ni siquiera para sostener que los infantes son personas en tal sentido.
Cualquier tipo de vida mental que pueda existir para los fetos y los infantes, ella es de
todas maneras mínima, de modo que el estado moral de los mamíferos adultos,
ceí^e-risparibus, sería superior al de los fetos y de los infantes humanos"".
Con estas afirmaciones Engelhardt cuestiona el estado moral de cigotos, embriones,
fetos e incluso el de los infantes. Además, demuestra que comparte las tesis de Singer^
sobre el mayor valor de los animales superiores respecto a los seres humanos en la fase
inicial.
Según Engelhardt, persona humana es sólo la que tiene una vida mental desarrollada
y, sólo por este motivo, es un agente moral. Al contrario, ios seres que tienen sólo la vida
humana biológica no tienen ningún valor propio. El valor de un feto no depende del feto
mismo, sino de aquellos que le están cercanos. Son las personas a las cuales pertenece el
feto ks que determinan su valor. Así "el feto de una mujer que quiere un niño asume un
significado notable... El feto puede ser visto como una forma especial de propiedad muy
preciosa... Puede suceder también lo opuesto. A causa de las circunstancias de la concep-
ción, de las circunstancias probables del nacimiento, o del hecho de que el fero sea
min-usválido o deforme, se le puede atribuir un valor negativo. El feto puede ser visto
como algo amenazante, dañoso; puede ser valorado negativamente, o también odiado"^
También en el caso de la maternidad subrogada, en \:Í cual otX3iS personas entran en
relación con el embrión, los derechos no son derechos del embrión o del feto, sino de
aquellos que han estipulado el contrato. Son aquellos que han hecho o procreado el cigoto,
el embrión o el feto los que tienen el derecho a determinar su valor de modo definitivo.
Los embriones y los fetos producidos privadamente son propiedad privada.

^ ENGELHARDT, H. T. Mamiale di bioética. Milán, 1991, p. 248.


* Ibid., pp. 248-249.
^ SiNGER, E Liberazione anímale. Mondadori, Milán, 1991.
^ ENGELHARDT-, H. T. Op. di., p. 251.

38
Capítulo Ili: Panorama actual

Es fácil ver cómo, en este planteamiento, obra de modo decisivo y solitario el principio
de autonomía. También en el caso del aborto, no existe ni siquiera sombra de conflic-:o
moral, en cuanto que nos encontramos frente a una persona con derechos (la mujer) V a
un ser que sólo tiene vida biológica. No hay comparación entre estas dos realidades :an
diversas.

Concepto de naturaleza

Al lado del principio de autonomía obra también la negación de todo significado del
concepto de naturaleza humana. Si se puede afirmar que un infante no es merecedor de
nitela en cuanto que no es persona, esto depende del no reconocimiento de una dignidad
intrínseca en el ser humano.
La posición de Engelhardt coincide con la de cuantos piensan que la naturaleza del
hombre es irrelevante para la moral y para el derecho: en otros términos, los valores, los
principios y las reglas de comportamiento se deciden prescindiendo de la consideración
de la naturaleza: "No es posible apelar al designio de un Creador o a un ambiente ideal.
Ni apelar a lo que es estadísticamente normal decidirá de por sí qué debe suceder"''. En
esta línea de pensamiento, la naturaleza tiene una importancia sólo materialista y
meca-nicista: un ampho conjunto de cuerpos, cuyo movimiento es regulado por el azar y
por ia ley de causa y efecto. Concebida de este modo, la naturaleza no tiene nada que
decir il hombre, ella no tiene ni un fin ni un significado y, por lo tanto, no puede dar
indica-dones y normas para el comportamiento humano: "La naturaleza y las leyes de la
naturaleza no son de por sí moralmente normativas"^
Los preceptos morales deben ser puestos por el hombre, porque es el hombre quien le
confiere sentido y orden a la realidad. La moral tiene una base subjetivista, que remite a la
escogencia exclusiva del sujeto y que llega a configurarse como arbitrio. Coherentemente,

7 Ibíd.,^. 193.
Ibíd., p. 48. La anidación de la diferencia entre natural y artificial SG puede entender de modo crítico o
constructivo; es crítico cuando se quiere intervenii sobre la naturaleza pata corregir sus defectos, pero
permaneciendo en eí interior del modelo natural. La anulación es consttuctiva cuando destrona ]a naturaleza
coma modelo y es e\ anif5cio para establecer el canon de perfección; es Ja recnociencia la que determina la
calidad genética y biológica de los nuevos individuos. Esta es la posibilidad que despliega los ptoblemas éticos
más graves. Engelhardt apoya abiertamente el modelo constructivo. Desde e! punto de vista ético, el problema
se debe resolver sobre la base de la definición de persona humana y de la defensa de sus derechos.

39
Introducción a la Bioética

el derecho se convierte en traducción formal y positiva de la voluntad arbitraria de un


individuo o de un grupo o bien el puro y simple reconocimiento de la autonomía indi-
vidual. En esta perspectiva, se comprende cómo puede nacer la propuesta de dejar a la
auto-reglamentación casi todos los ámbitos de la vida.
Negación del valor normativo de k naturaleza y principio de autonomía individual
concurren en el atribuir a la vida del hombre un valor relativo, subordinado al arbitrio
del hombre: el hombre que hace, programa la realidad y su misma vida.
La asunción absoluta del punto de vista biológico, en la consideración de la vida
humana, guía toda la reflexión y permite escoger la utilidad que se considera mayor. La
sociedad puede decidir favorecer algunos embarazos y no otros. Mejor, también se puede
decidir favorecer algunas especies de animales antes que los seres humanos: "Sería com-
pletamente racional invertir dinero en reservas naturales antes que en un programa para
reducir los abortos espontáneos en un país con un aumento incontrolado de la pobla-
ción. En efecto, entre dos enfermedades, una que causa un aumento de la tasa de abortos
espontáneos entre los seres humanos de aquel país y la otra entre una especie de mamífe-
ros no humanos en vía de extinción, se podría correctamente pensar que la inversión en
la investigación para salvar los mamíferos no humanos tenga una prioridad superior"^
En lo que concierne a la autoridad del estado en esta materia, es necesario decir inme-
diatamente que ella es muy limitada, en cuanto el feto es propiedad privada. Por lo tanto,
no es consentido el uso de la fuerza legal para determinar las opciones de las mujeres con
relación al aborto y a las técnicas de fecundación artificial. Engelhardt repite con mucha
determinación la idea de que todo aquello que concierne los estados iniciales de la vida
está en la esfera exclusiva de la autonomía personal: "Después de nuestro cuerpo, el
esper-ma, los óvulos, los cigotos y los fetos que producen nos pertenecen del modo más
original. Son la extensión y el fruto de nuestro cuerpo. Están a nuestra disposición hasta
que tomen posesión de sí en cuanto seres conscientes"'".
Este derecho exclusivo es muy penetrante y llega hasta el punto que los padres tienen el
derecho a decidir que no quieren ser padres ni siquiera en el sentido hmitado de haber
generado un niño por adopción. El término derecho de los padres, en este caso, recalca la
falta de autoridad de los otros de imponer el propio querer sobre opciones privadas.

^ Btd., p. 252.
'" Bíd., pp. 252^253.

40
Capítulo III: Panorama actual

Experimentación sobre embriones y fecundación in vitro

La tesis de la falta de víJor de los embriones e incluso de los infantes es luego aplicada
coherentemente por Elngelhardt a todos los casos en los cuales se debe decidir con
rciación a ellos: aborto, problemas inherentes a las malformaciones, cirugía fetal,
infan-áddio, etc.
Naturalmente, la tesis tímibién se aplica al caso de la fecundación in vitro, y es sobre
esta aplicación que nos detenemos más extensamente.
En la cuestión del aborto los criterios propuestos por Engelhardt son los siguientes: a)
ci feto no es petsona; b) la Jnujer tiene el derecho a tener el control del propio cuerpo; c) k
mujer tiene el derecho a tomar las propias decisiones con relación a la reproducción. En
el caso de la fecundación in vitro tendiente no a la generación, sino a la producción de
embriones para la experimentación y la adquisición de conocimiento, los criterios b) T c)
ya no están implicados^ porque los procesos de la fecundación tienen lugar por fuera del
cuerpo humano. Sólo el estado del feto permanece como criterio para afrontar las
cuestiones morales.
Al respecro es interesante, no obstante la repetición, referir un pasaje de Engelhardt,
porque allí se encuentra de manera ejemplar el modo de razonar de la bioética prevale-
ciente en el área anglosajona:
"En una sociedad laica pluralista, una concepción moral general del significado de la
experimentación fetal y de la fecundación in vitro debe ser obtenida sobre la base del estado
del feto. Los fetos no son personas. Son el producto biológico de las personas. Se
con-\ñerten en personas en sentido estricto sólo algún tiempo después del nacimiento.
Pueden convertirse en personas en sentido social si una comunidad les atribuye algunos
de los derechos fundamentales a la protección usualmente atribuidos a las personas en
sentido estricto. Los fetos al inicio de la gestación parecen tener una vida mental
mínima, si no es ninguna. No paiecen tener una capacidad mental suficiente para sufrir de
la misma manera que los mamíferos adultos normales. Es por estas razones que ya hemos
concluido que su estado moral debe ser entendido en primer lugar con base en el hecho de
que constituyen una propiedad especial de las personas y con base en nuestras
preocupaciones por las personas que ellas pueden llegar a ser.
La primera de estas consideraciones nos recuerda el motivo por el cual debemos obte-
ner el consentimiento de aquellos que generan un embrión o un feto, o de sus
causaha-bientes, antes de hacer experimentos o de utilizar de otro modo un embrión o
un feto.

¿11
Capítulo III: Panorama actual

En segundo lugar, Engelliardt retoma la objeción, adelantada por numerosos pensa-


dores, especialmente teólogos, según los cuales en la fecundación in vitro, FIV, se lleva a
cabo una cosificación de la reproducción humana. Se trata, como es sabido, de la preocu-
pación de que el uso de tecnologías que tocan el corazón mismo del proceso reproductivo
cambie su sentido y su significado. La observación de Engeihardt es que las circunstancias
naturales, fruto de las mutaciones casuales y de la selección natural, no tienen com-
petencia moral y, al mismo tiempo, la reproducción planificada de modo racional es
natural para los seres racionales. Como siempre, las únicas cuestiones que tienen impor-
tancia moral son una planificación de las opciones que respete los derechos de las perso-
nas y que tenga intenciones benéficas.
La esterilidad de los hombres expresa la tensión entre los seres humanos en cuanto
personas y los seres humanos en cuanto cuerpos, que pueden tener defectos biológicos.
Si un defecto biológico del cuerpo no permite la realización de una justa aspiración de la
persona, es del todo razonable el uso de las tecnologías disponibles. El uso de la tecnología
pata crear niños está al servicio de la construcción de un mundo más vivible para las
personas.
También la cuestión de los embriones supernumetarios es irrelevante para los fines de
la valoración moral de la FIV. La eliminación de los embriones producidos en exceso no
constituye daño para las personas (el único daño que tiene significado moral), dado que
los embriones no son personas. Esta pérdida de embriones es del todo justificada por las
ventajas que se tienen con la técnica de recolección de muchos óvulos y de su fecunda-
ción. Por ejemplo, se minimiza el malestar y el dolor de la mujer recogiendo muchos óvu-
los de una sola vez y fecundándolos todos para tener a disposición los embriones para los
intentos sucesivos. Además, Engeihardt recuerda que la naturaleza hace muchos
despilfa-rros de embriones en el curso de la reproducción.
Los únicos problemas morales relativos a la fecundación in vitro son los que concier-
nen a promesas, confianza y compromisos, es decir, las complejas relaciones entre las
personas implicadas en la generación de un niño. También en este caso es útil referir el
razonamiento de Engeihardt a propósito de un caso complejo en cual hay muchas impli-
caciones por valorar: "En un caso extremo, un hombre A y una mujer B pueden donar un
óvulo y el semen para la fecundación in vitro y la implantación en una mujer C, que será
madre huésped y dará en adopción el niño a un hombre D y a una mujer E, ambos estériles
(la mujer sin ovarios y sin útero), para los cuales la mujer C está dispuesta a funcionar como
huésped. Será necesario que existan acuerdos acerca de la calidad de la asistencia y de los
cuidados que serán suministrados por la clínica para la fecundación artificial. Será

43
abEBoctict

necesario que haya una red de confianza y de promesas que definan las obligaciones de la
madre huésped C de evitar agentes teratogénicos o las demás circunstancias que podrían
perjudicar al feto. Será necesario aclarar quién asumirá la responsabilidad del niño en caso
que nazca con graves malformaciones congénitas. También deberán ser definidos los límites
de las obligaciones de A y de B. Estos problemas son importantes, pero no conciernen sólo
la fecundación in vitro. Al contrario, hacen parte de la red de obligaciones recíprocas que
liga en general a las personas y que es sostenida por las preocupaciones morales por el
respeto recíproco y la beneficencia"'^ Esta serie de problemáticas de ninguna manera es
nueva y ya ha sido propuesta para las técnicas de inseminación artificial.
Las preocupaciones éticas concernientes a la masturbación y al adulterio en el caso de
la fecundación eteróloga son liquidadas por Engelhardt con la observación de que se trata
de objeciones que nacen de concepciones éticas particulares, que no pueden ser sostenidas
en una sociedad laica pluralista.
Una valoración crítica del punto de partida de Engelhardt, es decir, que el embrión
es sustancialmente material biológico que pertenece a aquellos que lo han creado, será
desarrollada en el capítulo relativo al estatuto del embrión. Aquí bastará señalar, por una
parte, la extraordinaria pobreza de la concepción antropológica de Engelhardt. En nom-
bre del único y, al final, dogmático principio de autonomía individual queda impedida
toda ulterior profiíndízación sobre el significado humano de las técnicas de fecundación
artificial, pero también sobre todas las posibles repercusiones negativas debidas al uso
comercial de estas técnicas y al poder de la industria médico-farmacéutica que podría
fácilmente manipularlas en diversas direcciones. Además, la concepción de persona pro-
puesta es contradictoria, en cuanto que, si la persona humana se caracteriza por el hecho
de tener derechos originarios, que no deben ser concedidos por nadie, en la propuesta de
Engelhardt hasta la misma calidad de persona debería ser concedida por otros, que en un
cierto momento creen considerar persona un determinado ser humano.
Por otra parte, se debe retomar el concepto de naturaleza'S demasiado apresuradamente
dejado de lado por Engelhardt, sobre la estela del pensamiento pragmático anglosajón.
Contrariamente a cuanto es afirmado por Engelhardt, la naturaleza en sus manifesta-
ciones en las formas vivientes no es reductible a pura extensión y movimiento. De hecho,
los organismos vivientes tienen en sí un principio que trasciende la suma de las partes

'= Ibíd., p. 277.


'^ Para esta crítica filosófica, véase PALAZZANI, L. "L'uomo e le frontiere della genética: la cuestione della
clonazione". En: La Famiglia, 183, 1997, pp. 5-16.

44
Capítulo III: Panorama actual

que lo componen. La prueba está constituida por el hecho de que no se puede descom-
poner y componer de nuevo el organismo viviente a gusto (la descomposición significa
muerte del organismo).
La vida misma es un regalo que el hombre encuentra: "El hombre" "encuentra" la vida
(como regalo a prtori) y la "recibe" originariamente de la naturaleza, la puede modificar
parcialmente o perfeccionar, pero jamás puede proyectarla integral o artificialmente. Cada
organismo tiene una vida que le ha sido dada, tiene una mateiia que no es inerte, sino
activa y autónoma en cuanto que funciona según un principio que unifica y organiza las
partes y permanece en su variabilidad: se trata de un principio sustancial, que es el
principio constitutivo del ser (que sostiene los accidentes, o sea, las cualidades, los
caracteres y las propiedades que adhieren a la sustancia...). En tal sentido, el cuerpo del
organismo viviente se convierte en lugar objetivo (explicable, en su objetividad, según
los parámetros de extensión y movimiento) del manifestarse de la subjetividad, o sea, de
un principio sustancial intrínseco que trasciende la objetividad externa. Tal principio sus-
tancial o forma intrínseca constituye la razón de ser y al mismo tiempo el fin de aquel
organismo, de aquella corporeidad: o sea, es la dimensión que hace que aquel organismo
o aquel cuerpo sea lo que es y esté orientado o inclinado (por naturaleza) a obrar de cierto
modo para "llegar a ser ío que es", es decir, actuar las potencialidades inscritas en su
naturaleza"'^
De tal exphcación sustancialista y finalista de la naturaleza nace la posibilidad para
el hombre de conocer la verdad del ser. El hombre está en grado de encontrar (intuiti-
vamente o por aproximaciones e integraciones de experiencias sucesivas) la razón del ser y
el fin de la propia naturaleza y de la naturaleza ajena. Esto es suficiente para afirmar la
posibilidad de conocer la verdad: el hombre no la posee, pero tiene la posibilidad de
acercarse a ella dinámicamente. En tal sentido se supera el obstácido puesto por la "ley
de Hume"'^: "Se puede pasar del ser al deber ser, del conocimiento
descriptivo-afirma-tivo de la naturaleza a la valoración o a la prescripción de un deber
hacia la naturaleza misma. Y el paso es justificado precisamente porque en eí ser está
inscrito el deber, en la naturaleza está inscrita la razón de ser y el fin de la naturaleza
misma: por lo tanto el hombre, gracias a la razón, se hace consciente de que el deber es
siempre "deber-de-ser", o sea, un deber de llegar a ser lo que se es o de hacer que los otros
lleguen a ser lo que son. En este sentido, la normatividad de la ética y del derecho
provienen de la naturaleza

" ibid., p. 8.
'^ Es la ley según la cual no se puede pasar del ser al deber ser, de los juicios de hecho a los juicios de valor o a las
prescripciones. No se puede pasar de la naturaleza a la moral y al derecho.

45
Introducción a la Bioética

misma del hombre. Las normas morales no son puestas por el libre albedrío individual.
Las reglas jurídicas no son establecidas por la voluntad política y por las meras opciones
procesales: moral y derecho se basan en el reconocimiento del valor fundamental de la
vida del ser humano"'^.
A la luz de esas argumentaciones se debe rechazar como arbitraria la negación completa
del vaJor normativo de la naturaleza, como viene desarrollada por Engelhardt,

2. Bioética de inspiración católica

Las posiciones de la moral católica están definidas por las tomas de posición del
Magisterio de la Iglesia. Esto no impide un debate interno, concerniente no tanto a las
normas recientes sobre el actuar moral cuanto a las vías que permiten llegar a las normas
y justificarlas. En otras palabras, la diferencia apunta a la relación fe-teología y verdad
(comprendida aquella relativa al valot de la vida). Los dos términos de relación para
algunos teólogos^" son inseparables, mientras que para otros es posible buscar la verdad y
fundar el valor de la vida sobre bases de pura razón, apoyándose en la ley natural y en los
principios de la filosofía personalista.
La primera posición desarrolla una crítica que toca tanto la colocación de la bioética
en el ámbito de la ética pública, reduciendo así la tarea de la bioética en la construcción
del consenso necesario para la intervención legislativa, como, y es éste el aspecto más
relevante, la reflexión bioética como reflexión exclusivamente filosófica. En este segundo
aspecto de la crítica se mancomunan las bioéticas laicas y las bioéticas católicas que
pretenden usar argumentaciones que prescinden de la fe religiosa. Estas posiciones serían
racionalistas, es decir, propias de quien: "Científico o metafísico, ateo o creyente, cree que
se puede separar la cuestión del conocimiento de la verdad de la del ejercicio de la libertad,
pensando poder razonar prescindiendo de la opción fundamental que constituye el
horizonte de sentido de todo hombre"-'.

'^ ibíd., p. 9.
-'' Véase a esre propósito MELINA, L. "Riconoscere ia vita. Problematiche epistemoiogiche deiia bioética". En:
ScOLA, A. (dir.). Quale vitdi La bioética in questione. Mondadori, Milán, 1998, pp. 75-115; ANGELINÍ, G.
"Introduzione". En: AA. W, La bioética. Questione civile eproblemi teoricisottesi. Glossa, Milán: 1998.
^' PESSINA, A. Bioética. L'uomo sperimentale. B. Mondadori, Milán, 1999, p. 35. Remitimos a este mismo trabajo
para la discusión de ¡a tesis expuesta.

A^
Capítulo III: Panorama accual

Dicho de otra manera, la fe religiosa, que es una modalidad con la cual se expresan
las decisiones existenciales y las precomprensiones del sujeto que conoce, "es esencial
para el alcance de la verdad y por lo tanto la teología tiene pleno derecho a intervenir en la
reflexión bioética. Si, por el contrario, la verdad fuese aicanzable independientemente de
las opciones de fondo de la libertad, la bioética se constituiría como un saber separado de
la teología y esta última no tendría en cuanto tal derecho de intervención en ei debate
bioético"^-.
La posición católica más difundida, también por el hecho de que históricamente ha
sido propuesta por la importante escuela de bioética de la Universidad Católica del
Sagrado Corazón de Roma, es la que piensa que se puede discutir de bioética sobre la
:?ase del personalismo, filosofía que admite y considera los valores fundamentándolos en
-3 realidad metafísica de la persona.
Según esta posición es posible la fundamentación reflexionada y la justificación críti-:a
de los valores morales percibidos intuitivamente. Además, punto importante de esta
posición es la atención puesta a la ley moral natural, la cual señala más bien un hecho que
^na teoría; "El hecho es que el hombre por su naturaleza es un ser moral, y que la razón
:iumana es, de por sí, razón práctica y moral. La ley moral nace de la naturaleza humana,
encontrando en ella la estructura que la sostiene, sin la cual setía una instancia externa,
extrínseca, represiva e insoportable, pero también no inteligible. Por esta razón la ley
natural es la luz de nuestra inteligencia, en virtud de la cual las realidades morales resultan
accesibles al hombre. Ella es la íuz natural de la inteligencia. No podría ser de otra manera
allí donde se debe tratar de una regla moral, porque ninguna exigencia moral puede
regular la voluntad sin pasar por la razón.
La luz natural de la razón práctica puede alcanzar con evidencia inmediata algunos
conocimientos: los primeros principios {fac bonum, vita malum) y las virtudes considera-
das en su contenido más general. Además, liega discursivamente, a través de la teflexión
sobre la experiencia moral, a conocer otras verdades que tienen una conexión necesaria
con los primeros principios o las virtudes"^^

'^ En este caso a la teología se le podtia teconocer un papel de apoyo en k búsqueda de valores que permitan
aliviar el suftimiento, como sucede desde hace algunos años en el ámbito de la bioética anglosajona. Para una
profundizacíón de este tema, véase: LEONE, S. La prospettiva teológica in bioética. Istituto Siciliano di
Bioética, Acireale, 2003.
" SGRECCIA, E. Manuale di bioética. Vol. 1, Vita e Pensieto, Müán, 1999^, p. 335. El texto de Sgreccia
proporciona el estado del arte particularmente en Italia, pero también una línea interpretativa basada sobre el
personalismo y una vastísima información.

47
Introducción a !a Bioética

El Magisterio de la Iglesia católica se refiere con frecuencia a los principios y a las


normas de la ley natural, cuyas instancias fundamentales confluyen por lo demás en las
diversas cartas de los "derechos del hombre" elaboradas por las Naciones Unidas. Esta
convergencia tiene una enorme importancia ética, aunque esto no exime del difícil tra-
bajo interpretativo de las normas y del reconocimiento de que en esta materia se pueden
realizar progresos pero también retrocesos, poniendo en discusión, a veces, la misma dig-
nidad del hombre.
La posición personalista relee los principios de ía bioética anglosajona y cree poderlos
integrar con la ética de las virtudes que se contrapone a ellos. La integración
principios-virtudes permite proponer mediante los principios una directriz general,
objetivamente fundamentada, evitando el riesgo del emotivismo subjetivísta -es decir, de
la definición de bien con criterios oportunistas-, y de la carencia de sistematicidad y de
especificidad en la indicación del contenido del acto; mediante las virtudes es posible
motivar la realización de un compromiso activo y constante, enfocando la atención sobre
el agente y sobre ía concreta y rica experiencia moral, evitando el rígido esquematismo de
los principios y la actitud pasiva de la obediencia, y balanceando en la valoración de la
bondad del acto las intenciones y las consecuencias. Los principios proporcionan las
indicaciones generales de los comportamientos; las virtudes permiten el reconocimiento
del comportamiento bueno, la motivación de la obediencia a los principios, la
interiorización de la norma y la actuación del deber. Entre los principios y las virtudes se
instaura una relación de reciprocidad: el reconocimiento y la actuación del deber son
posibles si se es virtuoso y si se respetan, se reconocen y se aplican en la práctica las
obligaciones morales. Es importante, por lo tanto, que la reflexión bioética no se concentre
sólo sobre los deberes ni sólo sobre las obligaciones y sobre los principios, sin considerar
también las motivaciones, las virtudes y los valores. La consideración de la experiencia
moral es, de hecho, incompleta si no se refiere tanto a la objetividad de la verdad y del bien
{ei bien del ser humanó) como a la subjetividad del comportamiento {la motivación del
acto aquí y ahora).
El personalismo se caracteriza por su propuesta antropológica que ve en la persona
humana una unitotalidad de espíritu y de cuetpo, que hace de ella un ser con valor de
sujeto, n.0 de objeto. Esta dignidad singular se basa en el espíritu {inteligencia y volun-
tad, conciencia y libertad) y comprende también el cuerpo. Así, no sólo el cuerpo no es
reducíble a pura materia biológica, sino que en sus manifestaciones es tevelador y portador
de exigencias de valoración y, por lo tanto, de obligaciones morales. El cuerpo participa de
la dignidad inalienable de la persona: cuerpo sujeto y no cuetpo objeto. La vida humana
se comprende en s\i acepción integral: unidad indivisible de cuerpo y de espíri-

48
Capiculo III: Panorama actual

m, sin reducciones ni espiritualistas ni biologicistas. La vida humana en su integralidad


expresa la persona y participa de la dignidad de la persona, que es sujeto de derechos, no
objeto para nadie, de modo que es querida en sí misma, no por otro o por otros. De este
núcleo axiológico de la vida humana descienden algunos principios específicos que orien-
tan la solución de los dilemas éticos planteados por la biomedicina y van a enriquecer y a
integrar los principios planteados por la bioédca anglosajona.
Los principios de la ética peisonalista son los siguientes: el principio de la defensa de
la vida física (que se especifica en los principios de no disponibilidad y de inviolabilidad),
el principio terapéutico o de la totalidad (al cual se añade el principio de proporcionali-
dad), el principio de libertad-responsabilidad, el principio de sociabilidad y el principio
de subsidiariedad.

Defensa de la vida física

La vida corporal, física, del hombre es el valor fundamental (principio de no dispo-


nibilidad), por medio del cual la persona humana se realiza y entra en el tiempo y en el
espacio, manifiesta la propia libertad, ptoyecta el futuro, manifiesta la sociabihdad
entrando en relación con los otros. Sólo el bien espiritual y total de la persona se coloca
sobre el valor ñandamental de la vida física, y sólo a causa del bien espiritual de la persona
es posible sacrificar la vida corporal.
Del reconocimiento del valor fundamental de la vida física brota el reconocimiento
del derecho fundamental a la vida física (principio de inviolabilidad), derecho que no
puede ser violado ni siquiera para favorecer la vida de otros, porque la persona humana
es fin en sí, totalidad de valor y no una parte de la sociedad.
Junto con la vida, está también tutelada la salud del hombre, manteniendo sin embargo
clara la jerarquía de valores: se puede hablar de salud sólo si la persona está viva; además,
no se puede suprimir la vida de una persona por tutelar la vida y mucho menos la salud de
otra persona.

Principio terapéutico o de la totalidad

Los actos médicos sobre el cuerpo del hombre, aun aquellos que conciernen al patri-
monio genético, sólo son posibles a condición de que la intervención sobre una parte del
cuerpo tenga como fin salvaguardar el todo, es decir, la vida misma del sujeto. El acto

49
Introducción a la Bioécica

médico debe concernir a la parte enferma o a aquella que es causa directa de la enfer-
medad, debe ser el único medio para derrotar la enfermedad, debe tener posibilidades
razonablemente elevadas de éxito (debe haber una debida proporción -principio de pro-
porcionalidad- entre costos y beneficios), y debe tener el consentimiento explícito del
paciente.

Principio de libertad y responsabilidad

A diferencia de la bioética liberal, que entiende teductivamente la libertad como


ausencia completa de vínculos (libertad de), el personalismo concibe la libertad como
elección y actuación de un proyecto de vida. En este sentido la libertad es autodetermi-
nación del hombre, consciente de los demás valores sobre los cuales se Rinda la libertad,
el primero entre todos ellos el valor de la vida, personal y ajena.
El acto humano, aquel en el cual se ejercita la libertad, es vetdaderamente tal si la
libertad se ejercita según responsabilidades consigo mismo o con los demás. Con esto se
quiere decir que no es posible nunca desechar el "cuidado" de la propia persona o de la
persona de los otros. Esta responsabilidad se basa en el hecho de que la persona humana
está esencialmente abierta a la sociedad y la sociabilidad es una característica intrínseca de
la personalidad.

Principio de la sociabihdad

Expresa de forma evidente el vínculo natural que existe entre los hombres. El principio
de sociabilidad compromete a todo hombre en la construcción del bien común de todos
los hombres. En el caso de la promoción de la vida y de la salud, esto conlleva que se
considere juntamente la vida del individuo y su salud como bien personal y social. Todo
hombre que promueva la propia vida y la propia salud promueve el bien de la sociedad y
así la sociedad que promueve la vida y la salud del individuo promueve el bien de todos
(piénsese en la contaminación y en las epidemias).

Principio de subsidiariedad

Todo hombre es el primer responsable de la propia salud, y tiene el derecho-deber de


obrar para salvaguardarla. Donde el individuo no está en grado de velar adecuadamente

50
Capítulo ni; Panorama actual

por la tutela de la propia vida y de la propia salud, la sociedad debe intervenir para ase-
gurarle el alcance de los objetivos esenciales^*.

3. Problema del pluralismo ético

En los párrafos precedentes hemos presentado brevemente dos posiciones en el ámbito


de la reflexión biomédica más bien discordantes entre ellas. Aquí queremos profundizar
un aspecto decisivo de esta divergencia: la cuestión del plurahsmo ético. Tratamos de
comprender si se trata de un pluralismo insuperable, que hace inútil toda posibilidad de
entendimiento y que puede tener como única solución, para mantener la concordia
social, la virtud de la tolerancia. En esta línea se coloca H. T. Engelhardt y gran parte de
la bioética anglosajona. O bien, si en el ámbito bioético se da la posibilidad de llegar a
principios objetivos, capaces de recoger el consenso de todos. Esta es la tesis de la bioética
personalista de inspiración católica.
Antes de examinar la cuestión expuesta, vale la pena reconvenir algunas formas de
pseudomoralidad^^ ampliamente presentes en los comportamientos privados y públicos. Se
trata de formas particulares del proceso general de privatización de la conciencia moral,
tan difundido en nuestro tiempo. Tales formas tienen una gran incidencia sobre los temas de
la bioética y acreditan fuertemente la idea de que el pluralismo ético es insuperable.
Bioética emotimsta. El criterio exclusivo es el deseo del sujeto. La vida propia, y de
aquellos que son considerados cosa o pertenencia propia, es condicionada por el señar
subjetivo del individuo. Por ejemplo, si el sujeto quiere un hijo, debe poder quererlo,
cuando y según las cualidades establecidas por él (libertad total de recurso a las técnicas
de procreación); si no lo quiere, reivindica la facultad de poder liberarse de él a cualquier
precio (libertad de aborto); si una vida no es considerada digna de ser vivida, le pone fin
¡libertad de eutanasia). Estamos en la convulsiva búsqueda de una vida con calidad.
Bioética utilitarista. El criterio que determina las opciones es la ganancia. Así, la vida
humana está condicionada por parámetros de tipo económico que conducen a políticas
de esterilización o incluso de aborto, como solución al problema de la escasez de recursos;

^■^ Para un tratamiento más amplio de los principios del personalismo, véase SGRECCIA, E. Mammiedi bioética,
Op. cit., pp. 159-168.
^^ CozzoLi, M. "La bioética e i suoi ptoblemi". En: Rivista di Teología Morale, 125, enero - marzo de 2000, pp.
42-43.

51
Introducción a la Bioética

políticas o alternativas de diagnosis prenatal con el consiguiente recurso al aborto como


prevención de costos de mantenimiento de una vida malformada. No se puede ignorar
que detrás del proliferar de técnicas de fecundación artificial, de contracepción, de pildoras
abortivas se esconden fuertes intereses económicos que intentan frenar la adopción de
soluciones más humanizantes a los problemas reales de las personas.
Bioética sociologista. Aquí el criterio es el de la opinión dominante. La vida humana, en
sus varios estadios y estados, depende del valor que la cultura o la ideología prevaleciente
estén dispuestas a reconocerle. Instrumentos de este planteamiento son la estadística, que
registra el cambiar y el imponerse de estas opiniones, y el criterio de la mayoría. Se
expU-ca así cómo fases y condiciones de vida más débiles e indefensas -como la vida
naciente y terminal- sean las más expuestas a fluctuaciones y expropiaciones de valor.
Regresando al problema inicial, debemos necesariamente prestar atención al camino
histórico de la reflexión ética.
El hecho de la pluralidad de éticas se presenta bajo tres perfiles diversos: fundamento,
justificación y jerarquía de valores. El análisis histórico^^ señala, por una parte, la afirma-
ción de la pretensión por parte de cada una de las diversas teorías éticas (deontológica,
teleológica, trascendental y metafísica) de ofrecer la correcta interpretación de la dimen-
sión ética. Por otra parte, sucede con frecuencia que fundamentos diversos producen
valores análogos. Esto significa que por vías diversas la filosofía moral hace surgir aquello
que es verdaderamente humano. En tal sentido el "pluralismo ético", "lejos de ser una
objeción al intento de dehnear una sola perspectiva ética en clave filosófica, la demanda
e, implícitamente, la póstula (de lo contrario ni siquiera tendría sentido definir como
'ético' este pluralismo)"^'.
El hecho de que en nuestra época se afirme con mayor frecuencia la idea de la incon-
mensurabilidad de las morales es el producto de una coyuntura histórica y expresa la
negación o de la moral o de la igualdad ontológica de los hombres. Si la investigación
moral logra decir realmente algo de lo humano, entonces la diversidad y la variedad de
propuestas a las cuales llega no será jamás inconmensurabihdad.
En realidad, la insistencia en la defensa del pluralismo ético deriva menos de una con-
cepción ética y más de una exigencia de salvaguardar la libertad de expresión de los ciu-
dadanos particulares, sobre la base del pensamiento liberal anglosajón, que considera el

^^ Para profundizar en este aspeao, véase DE FINANCE, J. Etica genérale. Tipográfica Meridtonale, Barí,
1991, pp. 93-190; PESSINA, A. Op. cit., pp. 66-70.
^' PESSINA, A. Op. cit., pp. 67.

t;?
Capítulo ni: Panorama actúa!

piuralismo ético como la condición de garantía del ejercicio de los derechos individuales T
de la libertad de cada uno.
Este pensamiento propone el modelo de una bioética neutral, que no impone a nadie
calores, limitándose a plantear las reglas procesales. En realidad, al modelo de bioética
neutral se le debe oponer la consideración de que no es neutral, en cuanto propone ima
afirmación del valor absoluto de la libertad, sin correlación con la responsabilidad T la
solidaridad. Se trata, por tanto, de una concepción ética precisa. Además, la bioética no
puede ser reducida a su perfil procesal "por lo menos por dos motivos: el principal
concierne el hecho de que en la reflexión bioética se abordan los problemas de la vida,
de la muerte, del sufrimiento, del dolor, de la identidad antropológica del hombre, que
30 pueden recibir respuesta adecuada mediante reglas de comportamiento estrictamente
ármales; en segundo lugar, porque una ética pública que quiera ofrecer soluciones a las
problemáticas bioéticas no puede asumir criterios localistas (las tecnociencias implican al
planeta entero) y debe, por tanto, anclarse en algunos criterios universales que trasciendan
¡as particidaridades geográficas y culturales dentro de las cuales de hecho debería obrar
una ética pública. H desarrollo tecnológico tepropone con urgencia la pregunta sobre el
significado de la vida y de la vida buena, reabriendo la cuestión de la finalidad"^l
Contra el pluralismo ético se puede argumentar también sobre la base de la misma
iey de Hume (no se puede transformar un hecho en un valor, algo que existe en algo que
debe ser), ley que constituye la base de las teorías éticas sin verdad. La aplicación al plura-
lismo ético de la ley de Hume, implica que el pluralismo ético no puede ser considerado
un valor por el solo hecho de existir. El paso puede ser determinado sólo por una teoría
que tenga carácter universal y establezca el valot eventual de dicho pluralismo.
Finalmente, la pretensión misma del pluralismo ético, con su dogma "prohibido pro-
hibir", de ser la única posición justa, confirma la naturaleza misma del saber ético, el cual
tiende a proponer un bien reconocido por todos.
Pero más allá de las argumentaciones filosóficas, que muestran cómo el mantenimiento
del pluralismo ético no puede ser objetivo de la filosofía moral, se debe considerar el
perfil instrumental del pluralismo ético. Él está claramente al servicio del proyecto cultural
propio de las tecnociencias, que tiende a globalizar, homogeneizándolas malamente, todas
las expresiones de la cultura occidental.

Bíd., p. 69.

53
Introducción a ia Bioética

En las sociedades avanzadas existe un complejo enlace entre poder económico, que
financia la investigación j saca de ella gruesas ganancias, y tecnociencias. La tendencia a
afirmar la auto-referencialidad de las tecnociencias es sostenida por poderes económicos,
porque de tal modo se puede conducir la investigación con el menor control social posible
y el máximo retorno en términos de ganancias. El pluralismo ético es instrumental para
estos objetivos, porque quita valor a cualquier actitud crítica frente a una ciencia que, para
no suscitar preocupación a causa del enorme poder que puede ejercer sobre ei hombre,
desvía a la bioética de aquello que debe ser su tarea esencial, la de comprender y valorar los
presupuestos culturales y los actos concretos de las tecnociencias.

4. Calidad de vida o sacralidad de la vida

La tarea crítica que la. bioética debe desarrollar no puede realizarse sin una reflexión
sobre la idea de vida. Sólo la aclaración de la idea de vida permite tener un criterio de
juicio para afrontar las numerosas cuestiones éticas suscitadas por la práctica médica que
emplea las tecnologías avanzadas.
La necesidad de esta aclaración se basa también en la vicisitud histórica de la bioética.
Después de una utilización de la idea biológica de vida, nació en los Estados Unidos un
debate que condujo a la retoma de la acepción moral de la noción de vida y a la acuñación
de la categoría de calidad de vida^^.
En el ámbito europeo, también por las intervenciones críticas de la cultura católica, al
concepto de calidad de vida se le opuso el de santidad de la vida, reabriendo una discu-
sión que había tenido sus precedentes en la polémica sobre el aborto^'*. La distinción-opo-
sición entre santidad de la vida y calidad de vida, aunque trivial, se ha vuelto corriente,
trastornando, sin embargo, el contenido de las dos posiciones.
En realidad, el reconocimiento del valor sagrado de la vida pertenece a las certezas
comunes de la conciencia. La tradición judeocristiana precisa que el respeto va dirigido

^^ Sobre el tema existe una vasta literatura. Señalarnos sólo algunos trabajos que presentan un balance de la
cuestión: HERRANZ, G. "Scienze biomedíche e qualicá della vita" En: Vita e Pemiero, 6, 19S6, pp. 414-424;
LEONE, S. e PRÍVITERA., S. // contesto ailturak dell'etica della vita. Armando Editore, Roma, 1994.
■"' Sobre ía discusión, véanse: Dr GiovANN!, A. "Per quale qualitá della vita?". En: Vita e Pensiero, 4, 1986,
251-261; MORÍ, M. "La bioética: la risposta delia cultura contemporánea alie questioni morali reía-tiive alia
vita". En: VIANO, C. A. (dir.). Teoñe etiche contemporanee. Bollati Boringhieri, Turín, 1990, pp. 193-198.

54
Capítulo III: Panorama actual

a la vida de la otra persona inocente. A medida que se desarrolla la forma médica de la


relación con la vida del otro, especialmente en los momentos extremos del nacer j del
morir, qué sea la vida del otro se vuelve menos claro; sucede que la figura de la vida pierde
aquella connotación moral que, en cambio, antes parecía completamente obvia. El obrar
técnico de la medicina se refiere por su naturaleza a una figura de vida cuantifica-ble, que
conoce un más y un menos, j que impone por lo tanto comparaciones y opcio-r.es.
Precisamente en ral sentido ha de entenderse la referencia a la calidad de vida, y con sUo
se abre el espacio para el posible conflicto.
Ilustra eficazmente esta dinámica cuanto sucede alrededor del final de la vida: "En
áertas condiciones terminales, la conciencia de cada uno, salvo el respeto a toda disquisi-
ción sobre sus máximos principios, expresa la valoración obvia de que la prolongación de
la vida ya no merece ser perseguida como un valor; dejar morir, o bien permitir la propia
muerte, parece no sólo lícito, sino incluso justo y conforme a la dignidad de la vida, o de
la persona. Nace también, con cierta claridad psicológica, la pregunta más insidiosa: ;por
qué no acelerar una muerte así? El surgimiento de tal duda pone de manifiesto una insidia
propia de la medicina inscrita desde el comienzo en el modelo técnico de relación con la
vida; e inscrita más radicalmente en el modelo 'científico' de comprensión de la \-ida
propio de la biología"^'.
El conflicro presente en la conciencia personal pide ser resuelto a través de una
reflexión teórica sobre la vida como figura irrenunciable, en orden a la comprensión del
hombre y de su destino moral. En cambio, en el debate público se nos coloca ante una
contraposición entre el carácter sagrado de la vida y la afirmación del criterio de la cali-
dad de la vida. Tal contraposición echa por tierra ambos principios. La vida considerada
como instancia sagrada, despojada de toda disponibihdad a la acción de los sujetos impli-
cados, se convierte en criterio material y es defendida de modo fetichista. Por otro lado, la
calidad de vida se convierte en criterio sólo psicológico, atribuido al intachable modo de
sentir del individuo, cuando olvida que las variaciones de las condiciones de vida del
hombre no perjudican el valor de persona. De hecho, la igualdad ontológica entre los
hombres afirma el valor intrínseco de toda persona y este valor se convierte en normativo
para la libertad del sujeto mismo.
Dicho de otra manera, la vida sagrada, en su perfil de instancia moral, no puede ser
definida ignorando la conciencia que la acompaña. En este sentido se expresa un
impor-rante documento de la Iglesia católica, en un texto que sugiere el estrecho enlace
entre valoraciones técnicas y valoraciones morales. El caso tiene que ver con el
encarnizamien-
^' ANGELINI, G. Op. cit., p. 185.

55
Introducción a la Bioética

to terapéutico; "Al tomar una decisión de tal género, se deberá tener en cuenta ú justo
deseo del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de los médicos verdaderamente
competentes; estos podrán juzgar mejor que cualquier otro si la inversión en instrumentos
es desproporcionada frente a los resultados previsibles y si las técnicas puestas en acción
imponen ai paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden
obtener"". El texto tiene el cuidado de sugerir una composición entre los deseos del
enfermo y su valoración objetiva (justo deseo).
En lo que se refiere a la calidad de vida, ella no puede ser valorada sin hacer alusión a
criterios objetivamente inscritos en las formas de la alianza humana en general y, respec-
tivamente, en las formas de aquella que ha sido llamada alianza terapéutica^^.
En cambio, la llamada ética de la calidad de la vida se mueve sobre la base de la convic-
ción errada de que las razones de bien y de mal expresadas por el sujeto en la forma de
sentir no son valorables objetivamente. Este enfoque propio de la cultura laica deriva,
por un lado, de la aceptación aerifica del pluralismo de los valores y, por otro, de una tra-
dición filosófica que separa radicalmente el momento emocional de la experiencia de su
momento racional^'^.
Una de las labores más importantes de la bioética será precisamente el de superar tal
separación a través de la elaboración de una nueva teoría de la vida", y mostrar cómo el
pluralismo ético no es un obstáculo insuperable para el hecho de que acerca del bien y
del mal se produzca una argumentación.
Para nuestros fines bastará señalar la revaloración de la alianza entre los hombres, con
la consiguiente relación de "proximidad" entre ellos. El respeto a la vida no es un respeto a
una "cosa" sagrada, sino fidelidad a la alianza de todo hombre con los otros hombres. Que
la relación de proximidad entre los hombres es punto capital de la reflexión bioética es
señalado precisamente por el hecho de que mercado y tecnociencias destruyen en efecto
esta relación, en favor de una relación humana que se describe con Iz figura del "socio",
que no tiene otro deber hacia los otros sino aquellos que derivan de los contratos
estipulados. En cambio, es necesario que la relación de proximidad entre los hombres
recupere plenamente su valor, comenzando con la relación médica.

^^ CoNGREGAZiONE DELLA DoTTBiNA DELiA FEDE. lura et botia (Dichíaraziotie suU'eutanasia), 5 de mayo
de 1980, Enchiridion Vatkanum, 7, n. 369. ^^ Cf. CATTORINI, P. Malattia e alleanza. Angelo
Ponrecorbi Edicore, Florencia, 1994, pp. 63-87.
Para argumentaciones inás detalladas, véase VIOLA, F. "L'etica della qualita della vita: una valutazione
critica". En: Bioética, 1, 1996, pp. 91-111-^^
Cf. Angelini, G. Op. cit., pp. 199-204.

56
CAPÍTULO IV ¿QUÉ ES LA

BIOÉTICA?

I. Definición de la bioética y de su estatuto epistemológico

A pesar de ser joven, la bioética ya tiene una historia significativa. En su desarrollo se


le ha concedido particular atención a la cuestión de su definición.
Para que se dé una nueva disciplina científica es necesario que hay^ una nueva forma
de actividad cognoscitiva identificada por el objeto formal {c^t es el aparato teórico que sirve
a la investigación o, también, el tipo de preguntas que se nos hacen) y el objeto material
(constituido por el ámbito de lo real sobre el cual se investiga). Por ejemplo, la investiga-
ción sobre el hombre (mismo objeto material) conducida bajo diversos interrogantes (dife-
rentes objetos formales) origina diversas ciencias: medicina, filosofía, psicología, etc.
La bioética se puede considerar una nueva disciplina sólo si, por lo menos, el objeto
formal es original y se distingue de otras formas de conocimiento.
Hemos visto que la Enciclopedia ofbioethics preparada por W. Reich, punto de refe-
rencia de la bioética anglosajona, presenta dos definiciones diferentes de bioética en sus
dos ediciones. En la primera edición se definía la bioética como "el estudio sistemático
del comportamiento humano en el campo de las ciencias de la vida y de la salud, cuando
este comportamiento es examinado a la luz de valores y de principios morales"'.
La definición no aclara dos cosas esenciales relativas al objeto formal: a) si la bioética
es ciencia descriptiva (que estudia cómo los hombres realmente se comportan) o norma-
tiva (que indica cómo los hombres deberían comportarse); b) si con principios morales se
refiere en general a la investigación ética o si se intenta asumir los principios de la bioéti-
' REICH, W T. (dir.). Encyclopedía ofbioethics. Op. cit. "Introduciiort", p. 19.
íntroáucción a ¡a Bioérica

ca principalista-. De hecho, en la primera etapa de la bioética esta definición se identifica


con el principalismo. Pero, a causa de su generalidad, también se asumió en un ámbito
cultural muy diferente, como fue el Convenio Internacional de Erice de 1991, dedicado en
ese año a los problemas de la bioética^
El texto de la nueva definición de bioética propuesto en la segunda edición de la
Encyclopedia ofbioethics trata de corregir los inconvenientes presentados por la primera.
La nueva formulación dice: "Bioética es un término compuesto derivado de las palabras
griegas bios fvida) y ethike (ética). Ella puede ser definida como el estudio sistemático de
las dimensiones morales -incluidas la visión moral, las decisiones, la conducta y las polí-
ticas- de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, usando las diversas metodologías
éticas en un marco interdisciplinario"".
En la nueva definición han sido acogidas las observaciones del teólogo protestante S.
Hauerwas^ para quien las preguntas bioéticas deberían ser formuladas a la luz de una
ética de la virtud, que nos hace interrogarnos sobre el tipo de personas que queremos ser.
Por consiguiente, ha sido ampliado el objeto formal, que comprende ahora "una variedad
de metodologías éticas", superando así la sustancial identificación con el principalismo.
También el objeto material de la bioética ha sido ampliado a las conductas sociales y a
las dimensiones políticas.
El cambio de definición en las dos sucesivas ediciones de la Encyclopedia da
testin\o-nio de un proceso todavía no cumplido definitivamente acerca de la definición de
la bioética y de su estatuto epistemológico.
Aún hoy el problema de la definición de la bioética no se da por descontado y se
encuentran diversas posiciones. Las principales son las siguientes:
- bioética como disciphna autónoma, distinta de la ética médica, de la medicina legal
y de la deontología médica;
- bioética como ética aplicada;
- bioética como nueva ética;
-- bioética como rama de la filosofía moral^.
Véase arriba el Cap, 11.
El texto de! documento de Erice, "Bioethical probiems", se encuentra en Medicina e Morale, 4, 1991,
p. 561-567.
REICH, W. T. (dir.). Encyclopedia ofbioethics. Op. cit.
Véase arriba el Cap. III.
Para ulteriores informaciones sobre las diversas posiciones, véase BOMPIANI, A. Bioética in Italia.
Lineamenti e tendenze. Bolonia, 1992.

58
Capitulo IV: ;Qué es la bioética?

A) La primera posición está bien delineada en el ya citado documento de Erice de


1991. La competencia de la bioética es reconocida en estos cuatro ámbitos: a) los proble-
mas éticos de las profesiones de la salud; b) los problemas éticos que surgen en el ámbito de
las investigaciones sobre el hombre aunque no sean directamente terapéuticas; c) los
problemas sociales conectados a las políticas de salud, a la medicina ocupacional y a las
políticas de planificación familiar y control demográfico; d) los problemas relativos a la
intervención sobre la vida de los otros seres vivientes (plantas, microorganismos y anima-
les) y en general, a aquello que se refiere al equilibrio del ecosistema.
La diferencia con la deontología médica reside en el hecho de que esta última tiene
por objeto material las normas de comportamiento profesional específicas de las profe-
siones relacionadas con la salud. La diferencia con la medicina legal reside en el hecho de
que en esta disciplina el objeto material está constituido por casos judiciales que deman-
dan investigaciones y valotación de orden biológico y/o médico.
"Las finaliíiades de la bioética consisten en el análisis racional de los problemas morales
ligados a la biomedicina y de su conexión con los ámbitos del derecho y de las ciencias
humanas, Elias implican la elaboración de líneas éticas basadas en los valores de la
persona y en los derechos del hombre, respetuosas de todas las confesiones rehgiosas, con
fundamento racional y metodología científicamente adecuada. Tales líneas éticas también
áenen finalidad aplicativa, por la orientación que les podrá ser dada, fuera de la conducía
personal, también al derecho que se está construyendo y a los códigos deontoLógicos
rírofesionales actuales y futuros.
Los instrumentos de estudio de la bioética resultan de la metodología específica inter-
disciplinaria que se propone examinar de una manera profiínda y actualizada la
natura-jeza del hecho biomédico (momento epistemológico), resaltar las implicaciones
sobre el plano antropológico (momento antropológico), e identificar las 'soluciones'
éticas y las ■ustificaciones de orden racional que sostienen tales soluciones (momento
aplicativo)"^.
La bioética, respecto a la medicina legal y a la deontología médica, es una disciplina
"más eminentemente autónoma y de más amplio respiro que, con su metodología y con
los resultados a los cuales liega, contribuye a la actualización y a la justificación episte-
mológica de la normativa deontológica, a la orientación de la elaboración legislativa y al
encuadramiento de las intervenciones sobre la vida humana en el ámbito más amplio de
la biosfera de la cual discute criterios y límites de licitud"^

' CONVENIO INTERNACIONAL DE ERICE. Oj>. cit., p. 562. ^


Ibíd., p. 563.

59
Introducción a la Bioctica

Esta posición es compartida, entre otros, por E. Sgreccia, el cual articida la materia de
la bioética en "tres distintos momentos: la bioética general, la bioética especial y la bio-
ética clínica.
• La bioética general, que se ocupa de los fundamentos éticos, es el discurso sobre los
valores y los principios originarios de Ja ética médica y sobre las fuentes documentales de
la bioética (derecho internacional^ deontología, legislación). En la práctica, una verdadera
y propia filosofía moral en su parte fundamental e institucional.
• La bioética especial, que analiza los grandes problemas, afrontados siempre bajo el
perfil general, tanto sobre el terreno médico como sobre el terreno biológico: ingeniería
genérica, aborto, experimentación clínica, etc. Son las grandes temáticas que constituyen
las columnas que sirven de soporte a la bioética sistemática y que, obviamente, deben ser
resueltas a la luz de los modelos y de los Rindamentos que el sistema éneo asume como
basilares y justificativos del juicio ético. Ésta, por lo tanto, no puede prescindir de conec-
tarse con las conclusiones de la bioética general.
• La bioética clínica o decisional que examina en lo concreto de la práctica médica
y del caso clínico cuáles son los valores en juego y por cuáles vías correctas se puede
encontrar una línea de conducta sin modificar tales valores: la elección o no de un prin-
cipio o de una criteriología de valoración condicionará la valoración del caso y no se
puede, en nuestra opinión, separar la bioética clínica de la general, a pesar de reconocer
que los casos concretos siempre o casi siempre presentan una pluralidad de aspectos por
evaluar"*.
La posición de Sgreccia es secundada por muchos. G. Russo ha organizado la materia
con la siguiente subdivisión'":
Bioética general, la cual comprende una serie de problemáticas como:
• Ciencias de la vida
• Ciencias de la salud
• Calidad de vida
• Base filosófica
• Fundamentos bíblicos
• Base teológica y grandes religiones
• Base histórica.

• SGRECCIA, E. Manuak di bioética. Op. cit., pp. 25-26.


'^^ La cabla completa se puede encontrar en http://www.gte.it/est/panorama.hcm.

60
Capítulo IV: ¿Qué es la bioética?

•Fundamentos biológicos y experimentales


•Fundamentos biotecnológicos
•Epistemología bioética
•Principios de la bioética
Bioética especial
•Sexualidad* (tecnologías contraceptivas, pornografía, prostitución, etc.)
•Aborto
•Experimentación, manipulaciones y cuidados sobre los embriones y fetos
•Procreación asistida* (esterilidad de la pareja, inseminación y FIV)
•Ingeniería genética
•Clonación
•Bioética pediátrica* (consenso, experimentación, violencia, etc.)
•Bioética animal* (investigación científica, derechos, etc.)
•Bioética ambiental* (salud ambiental, biodiversidad, etc.)
. Bioética social* (suicidio, pena de muerte, eugenesia, droga y alcohol, etc.)
Los tópicos señalados con un asterisco (*) posterior se subdividen en numerosos capítulos,
aún más especiales, de los cuales los indicados entre paréntesis son sólo una parte.
Bioética clínica
•El trasplante de órganos
•Eutanasia
•Sida
•Enfermedades terminales
•Tecnologías de reanimación
•Estados de límite
•Muerte cerebral
•Experimentación humana
•Consentimiento informado
B) La Bioética como ética aplicada. Esta segunda posición es sostenida por muchos
autores, entre los cuales señalamos a U. Scarpelli, E. Lecaídano y F Belíino.

61
Introducción a la Bioética

Para Scarpeíli, la bioética es "la ética en cuanto se refiere particularmente a los fenó-
menos de la vida orgánica del cuerpo, de la generación, del desarrollo, de la madurez y la
vejez, de la salud, de la enfermedad y de la muerte. Ella no es una disciplina que, así sea
en el cuadro de la ética, pueda considerarse autónoma e independiente: bajo su nombre hay
focos de interés, nuevas problemáticas ligadas al progreso del conocimiento y de las
técnicas biológicas, pero una profundización adecuada lleva siempre a las cuestiones y a
las actitudes éticas fundamentales concernientes al hombre en cuanto alma y cuerpo,
espíritu y materia, o, si se prefiere, organismo capaz de acciones e interacciones signifi-
cantes y simbólicas que exceden el campo de la bioética"".
La misma posición se puede leer en el planteamiento de Lecaldano, que sostiene la
necesidad de simplificar y unificar los criterios de valoración del obrar humano y es, por lo
tanto, contrario a la apertura de nuevas ramas de la ética, considerando que los nuevos
problemas han de ser afrontados con el auxilio de los principios éticos ya conocidos: "Si es
comprensible el esfuerzo de dar concreción a la reflexión ética poniendo a punto reglas y
normas específicas hechas sobre medida para un área determinada de cuestiones, no tiene
ninguna validez la asunción de que estas reglas y normas específicas en cuanto
éticamente relevantes no deben ser armonizadas y vueltas moralmente coherentes con las
demás por las que se nos guía en otras situaciones. La idea que trataremos de hacer valer
es que la vida ética se caracterice más bien por un proceso de fuerte simplificación y
unificación y que nuestros juicios morales sean siempre reconducibles en definitiva a los
mismos procedimientos mediante los cuales valoramos la aceptabilidad de las soluciones
frente a las cuales encontramos que debemos decidir"'^
Bellino'^ siguiendo el pensamiento de Danner Clouser'^ afirma que las innovaciones
tecnológicas impulsan a la ética no a encontrar nuevos principios, sino a desarrollar todas
las implicaciones que se consideren relevantes desde los principios que ella ya tiene. Por lo
tanto, la bioética no debe ser considerada una nueva ética, ni un nuevo descubrimiento
de los principios fundamentales, "un nuevo escenario de principios", sino que es la misma
vieja ética aplicada a un sector particular de problemas; es la ética ordinaria, fundamental,
general o sustantiva aphcada a un área especializada de problemas, al bio-reino.

" ScARPELLi, U. "La bioética. Alia ricerca dei principí". En: Biblioteca delía Liberta, 99, 1987, p. 7. '^
LECALDANO, E. Bioética. Le scelte morali. Laterza, Barí, 1999, p. 29.
^^ íiELLiNO, ¥. "'baUoeúca come etica appUcMa". En: ftELUNO, í. (,d"-V Tratíato áx tioetica. Levaivte, Bari,
1992, p. ,35.
'* DANNER CLOUSER, K. "Bioechics". En: REICH, Op. cit., vol. 1, p. 116.

62
Capítulo IV: ¿Qué es la bioética?

C) Principal defensor de la posición que define la bioética como nueva ética es Hans
lonas. Este importante filósofo alemán argumenta a partir de la comparación entre la
ética tradicional y la bioética, concluyendo que se trata de una nueva ética. Para Joñas,
.as características de ía ética tradicional eran: "La acción sobre el mundo no humano no
constituía una esfera significativa de la ética; la ética tradicional era antropocéntrica: esta
ba limitada a la relación directa entre hombre y hombre y del hombre consigo mismo; la
entidad hombre, considerada constante en su esencia, no era objeto de la techne que plas
ma nuevas formas; la moralidad tenía un campo de acción inmediato, tenía que ver con
el aquí y el ahora y estaba conectada al acto en su alcance inmediato. Las consecuencias
V los tkcws más remotos se dejaban al azar, ai destino o a la Providencia"".
La tecnología ha cambiado profundamente este cuadro tradicional, porque la entera
biosfera del planeta se ha convertido en un objeto nuevo de la responsabilidad humana.
Además, el ámbito de la responsabilidad de las acciones del hombre está constituido por el
futuro indefinido, no sólo por el contexto actual de la acción. Aún más importan-:e es la
cancelación del límite entre natural y artificial y cada vez más lo artificial se con-•áerte en
el criterio de valoración de lo natural. Por estos motivos, hace falta una nueva coherencia
del obrar ético que sepa valorar los efectos del obrar humano sobre el futuro, en
particular sobre el futuro del hombre mismo, en cuanto que el hombre mismo se ha
convertido en objeto de su obrar; él mismo es un objeto y un posible producto de ia
tecnología: es posible no sólo preservar la especie humana, sino también modificarla. La
nueva ética debe afrontar las cuestiones conexas con esta decisiva novedad. ¿Tenemos
derecho a modificar al hombre? ¿Tenemos los requisitos morales necesarios para asumir
este papel creativo? ¿Cuáles criterios se deberán usar? Estas preguntas identifican la "pre-
gunta más seria que pueda hacerse a un hombre que se encuentre en situación de disponer
de improviso de tales fatídicas capacidades"'^ El miedo'^ a las consecuencias no será
suficiente para llevar a buen fin esta tarea, para la cual hace falta precisamente una nueva
erica que evite la neutralización axiológica en acto de la naturaleza y del hombre inismo y
afirme la objetividad de los valores y de la verdad.
D) Sobre la vertiente de la bioética como rama de la filosofía se ubica la propuesta de
A. Pessina. El autor critica tanto la idea de bioética como ética aplicada, porque corre el

'^ JOÑAS, H. Dalla fede antka all'uomo tecnológico. II Mulino, Bolonia, 1991, p- 46. '^ Ibíd..
pp. 59-60.
'^ Del miedo a las consecuencias, como principio heurístico, sin embargo insuficiente para basar una ética de la
responsabilidad. Joñas habla ampUamente en una importante obra suya. Dasprinzip verant-
wortimg. Fiankfuit ara Mein, 1979.

63
Introducción a la Bioética

riesgo de no comprometerse en un nuevo esfuerzo interpretativo, teniendo a las espaldas


una tradición consolidada que demanda solamente ser traducida en la situación actual,
como la idea de bioética como nueva ética, porque corre el riesgo de identificar lo nuevo
con lo bueno y de colocarse así al servicio de las tecnociencias.
La propuesta positiva de Pessina es considerar la bioética como actividad filosófica:
"La exigencia de pensar el proceso tecnológico y por consiguiente de apropiarse del sen-
tido (dirección y significado) de la civilización occidental, impone el coraje de recorrer
vías más complejas. La bioética debe, por lo tanto, colocarse como conciencia critica de
la civilización tecnológica. Donde el término "conciencia crítica" Índica el nivel de acla-
ración y de valoración moral del contenido específico práctico y teórico introducido por
las tecnociencias: por lo tanto, no todos los problemas de la ética médica pertenecen a la
bioética, porque no toda la medicina es de alto contenido tecnológico. Desde tsie punto de
vista la bioética se configura como actividad filosófica, por cualquiera que de hecho sea
desarrollada, porque las preguntas {objeto formal) que acometen las tecnociencias (objeto
material) son de naturaleza filosófica y conciernen al significado de la construcción de la
identidad humana al interior de la acción tecnológica"'I
Por parte nuestra, preferimos orientarnos a considerar la bioética como ética aplicada,
sin por esto desconocer las buenas razones de las demás posiciones. La motivación de
esta elección está en el hecho de que el objeto material de la bioética está constituido por
las tecnociencias, mientras que el objeto formal está constituido por las preguntas que la
ética hace para el alcance de la vida buena; de tal manera no nacería una "nueva" ciencia.
De hecho, si es verdad que las tecnociencias son tan evasivas que ponen en discusión la
misma identidad del hombre, también es verdadero que la investigación ética se interroga
siempre sobre la identidad del hombre; ella no es actividad meramente apli-cativa, sino
también investigación sobte aquello que constituye lo humano del hombre y, por lo tanto,
no puede ser separada de un fundamento antropológico. En otras palabras, si se remonta a
los orígenes de toda investigación de la verdad, se hace imposible separar metafi'sica,
anrropoJog/a y ética.
En este sentido, babrá ciertamente una actividad filosófica en la bioética, más aún,
podemos decir con Levinas que "la moral no es una rama de la filosofía, sino que es la
primera filosofía"'^ pero el punto de partida histórico de la bioética (el aumentado poder
'^ PESSINA, A. Bioética. L'uomo sperimentaíe. Op. cit, p. 41,
'^ LEVINAS, E. Totalita e infinito. Saggio suU'esteriorita. Jaca Book, Milán, 1980, p. 313. Para Levinas !a ética es
la óptica, es decir, la perspectiva que da sentido y significado a los conceptos fundanriemales de la filosofía:
"La metafísica entra en juego allá donde entra en juego la relación social -en nuestras relaciones con los
hombres-", Ibid., p. 76.

64
Capítulo IV: ¿Qué es la bioética?

ic ia tecnociencia) y la bioética cotidiana (los dilemas por resolver en la práctica concreta ia


3e biomedicina) demandan la capacidad de indicar aquello que está bien aquí y ahora: es
3ia precisamente la tarea de la ética.

2. Problemas fundamentales de la bioética general

En la parte especial del volumen nos ocuparemos de los argumentos más relevantes
de la bioética especial y de la bioética clínica. En esta parte en la cual estamos compro-
metidos a estudiar la bioética general no podemos dejar de profundizar cuatro temas que
son de importancia capital. Se trata, ante todo, de la idea de ética que debe ser aplicada a
la bioética; de la relación entre ética y tecnociencia, que hoy se toma de modo diverso
también respecto al pasado más reciente a causa de ia tranquila invasión de los productos
de la técnica en la vida cotidiana de todos nosotros; de la relación entre ser personal y ser
humano, que se ha vuelto problemática después de la concepción psicológica de la
personalidad propuesta por algunos autores de la bioética anglosajona.

2.1 ¿Cuál ética para la bioética?

En este párrafo no queremos reabrir la cuestión ya afrontada del pluralismo ético, sino
la de la estructura del discernimiento ético. El paradigma de los principios de la primera
bioética anglosajona h^ sido criticado por la. ética de las virtudes por su incapacidad de
comprender la experiencia moral de los sujetos implicados en las diversas situaciones. .\1
paradigma de los principios, basado en la lógica deductiva y sobre la pregunta ''¿qué se
debe hacerT, se le ha unido un nuevo paradigma basado en la experiencia humana, de tipo
inductivo, en el cual las preguntas centrales son aquellas sobre la calidad moral del
sujeto-agente y sobre el tipo de relaciones que queremos establecer con los otros^".
Algunos autores, como Sgreccia y Di Pietro, defienden la necesidad de integrar los dos
paradigmas, el de los principios y el de las virtudes, en cuanto que los principios evitan el

"" E! paradigma de la experiencia, que presta atención a las situaciones específicas de sufrimiento {ancianos,
discapacitados, enfermos incurables, a ios padres de los pacientes, etc.) y desarrolla una ética del cuidarse,\iA
sido particularmente desarrollado luego de las reflexiones de la "bioética feminisra", de la cual C. Gilligan es
una de las principales exponentes. Cf. GILLIGAN, C. "In a different voíce: an inter-dísciplinary forum". En:
Signs: Journal ofWoman in Culture and Society, 2, 1986, pp. 304-333-

65
Introducción a la Bioética

riesgo del emotivismo subjetivisra (la definición del bien con criterios "locales" y contin-
gentes), mientras que las virtudes motivan la actuación de un compromiso ético activo y
constante, evitando el rígido deductivismo y balanceando en la valoración de la bondad
del acto, las intenciones y las consecuencias. "Entre principios y virtudes se instaura una
relación de reciprocidad: el reconocimiento y la actuación del deber son posibles sólo si se
es virtuoso y si se respetan, se reconocen y se aplican en la práctica las obligaciones mora-
les... La consideración de la experiencia moral es, en efecto, incompleta si no se refiere
tanto a la objetividad de la verdad y del bien (el bien del ser humano) como a la subjeti-
vidad del comportamiento"^'.
La integración principios-virtudes es considerada insuficiente por F. Bellino, para
quien estos dos paradigmas deben interactuar ulteriormente con un tercer paradigma; el
de la complejidad. La complejidad representa el conjunto de las grandes cuestiones
éticas que nuestro tiempo debe afrontar. Es en el interior de estas problemáticas que se
debe colocar la elección del individuo. De la constitución ética de la persona, que es
estructura ternaria (estima de sí, cuidado del otro, vivir en instituciones justas") deriva la
estructura ternaria de la bioética, que debe interesarse por la objetividad del bien, por la
bondad de las intenciones subjetivas y por la influencia que la tecnociencia tiene sobre la
vida del hombre contemporáneo, para hacer surgir la verdad y el sentido de la condición
humana.
Si la bioética debe afrontar un reto decisivo con la reflexión sobre el papel de la tec-
nociencia, no menos importante es la tarea ética relativa a la base de la norma ética, en
cuanto que, en las actuales condiciones históricas de incertidumbre y complejidad, parece
eclipsarse o debihtarse precisamente el elemento normativo de la decisión. Por este motivo
es necesario pensar en una bioética ñmdamentada axiológicamente, consciente de la
relacionalidad del hombre y del conocer.
El primer elemento de una bioética pensada así es el abandono de una bioética pura-
mente cognitivista, procesal-formal, contractualista, capaz de proporcionar sólo cono-
cimientos, informaciones (cognitivismo ético) para supuestas decisiones autónomas y
responsables. En realidad, el cognitivismo ético que pretende ser racional ignora que el
mismo aparato conceptual informativo es esencialmente social, y es en la relación social
que hace falta encontrar la razón de las normas.

■^' SGRECCIA, E. DI PIETRO, M. L. "Oriemamenti etici ín bioética". En: SGRECCIA, E.; SPAGNOLO, G. e Di
PiETRo, M. L. (dir.). Bioética. Vita e Vensiem, Milán, ¡999, p. M5. "^ RicoEUR, P. "II trípode etico deüa
persona". En: DÁÑESE, A. (dir.). Persona e sviluppo. Roma, 1991, p.
&7.

66
Capírulo IV: ¿Qué es la bioética?

El segundo elemento consiste en la afirmación de que la ética es escucha del otro,


aproximación, acercamiento al otro. Es la presencia del otro la que "libera la hbertad del
arbitrio"". Es tal presencia la que hace nacer la evidencia moral, la cual "nace de la expe-
riencia de la proximidad entre los humanos, y no de la 'razón'. Nace de la evidencia de
las esperas que la presencia de los otros suscita en mí, junto con la evidencia del riesgo al
cual me expongo permitiendo tales expectativas. Nace del deseo espontáneo de la promesa
y, al mismo tiempo, de la tentación fácil de retractar toda promesa. Nace de la evidencia
del amor, y también de la del odio. Pensar que tales evidencias nazcan de la 'razón'
significa condenarse a la ceguera"-''.
La persona, a diferencia del individuo o del socio, es ffn su esencia relación, es un ser
con y para el otro. La relación está presente en todas las dimensiones esenciales del hom-
bre: intrapersonal (cuerpo-alma), interpersonal (hombre-sociedad), extrapersonal (hom-
bre-naturaleza). De la afirmación de la relacionalidad intrínseca del hombre descienden
dos consecuencias importantes para la bioética.
Si el hombre es un ser en relación con y para alguien y la relación es intrínsecamente
normativa (en cuanto que no hay relación social sin normas y reglas), las normas son
condiciones para la realización del ser humano. Por lo tanto, la normatividad no es externa
a la persona y coercitiva, ni es irracional y autoritaria.
Al ser constitutivas de la relación social, las normas existen antes de todo acuerdo y
contrato social y esto exige que se rechace la idea de una ética y de una bioética pura-
mente contractualistas.
En segundo lugar, la relación implica, incluso en la diferencia, la igualdad ontológica
de los hombres. Por esta razón, la relación es simétrica, recíproca, paradigma de aquello
que es justo. Aún más profiíndamente, el estar en relación, propio del sujeto humano, es
condición para el conocimiento y la realización integral de sí: el hombre se conoce y se
realiza como coexistente. Tal coexistencia se convierte en "el criterio último de determi-
nación del deber ser de toda relación inter-humana posible"^^ En tal sentido, la coexis-
tencia de los hombres se convierte en elemento que exige el paso entre el ser y eí deber
ser, que se comprende como deber de ser, es decir, realización del propio existir a través
del co-existir.

^^ LEVINAS, E. Op. cit, p. 84.


^^ ANGELINI, G. "Laici, avete troppa ragione". En: Avvenire, 29 de abril de 2000, p. 22. ^^ COTTA, S.
Gimtificazione e obbligatorieta delle norme. Milán, 1981, p. ! 82; citado por: BELLINO, E Op. cit., p. 41.

67
Introducción a la Bioética

En esta perspectiva se comprende el valor moral como reali2ación de lo posible. Esto


porque lo posible es la esencia del hombre, precisamente por el carácter incompleto de la
condición humana, para la cual el ser es siempre aquello que puede ser. El valor implica el
deber ser. A ello se refiere "el yo que no puede llegar a ser si me abandono a la fini-tud,
pero que llegará a ser si, escuchando lo infmito que está en mí, entiendo mi presente
carencia de ser y obro (con el pensamiento y con la acción) para colmarla"^^ Así el deber
ser revela todo su carácter positivo, promocionai, constitutivo de Ja condición humana, y
le confiere sentido al deber ser y al obrar del hombre. El sentido del obrar es también el
criterio normativo de la acción.
La bioética contemporánea aún no ha profiíndizado la normatividad del sentido como
plenitud relaciona!. El sentido humano en bioética es la norma reguladora intersubjetiva y
estructural. La norma, entendida como ethos, es la sustancia misma de lo social y de la vida
humana en lo social. La bioética debe tener su ethos o, como se expresa Donati, "la bioética
debe encontrar su sentido en las relaciones sociales, e insertar el discurso sobre las
tecnologías dentro de ellas como modalidad adecuada para responder a las exigencias de
relaciones sociales sensatas. Ei tejido social, colocado en fluctuación por el aparato cien-
tífico-tecnológico, se re-normativiza en sentido humano"-^
El problema del sentido es, por consiguiente, central en la ética en general y en la
bioética en particular. La naturaleza del sentido se precisa como sentido objetivo; esto
significa que el sentido "no pettenece ni al individuo, ni a una convención-diálogo inter-
subjetivo, ni a la acción sistemática, sino a aquello que se debe reconocer como ser humano
en cuanto tal. Aquí objetivo significa que no depende de mí, ni de nosotros, ni de todos
nosotros: es el presupuesto de mí, de nosotros, de todos nosotros"^l
Bajo esta luz se releen los principios de la bioética, que tienen una sustancia
relacio-nal, no relativista o contractual. Ellos son válidos en cuanto expresión de la
necesaria relación humana como relación de solidaridad y reciprocidad. Por esta
reciprocidad, base de la moral, la violación de la vida del otro comporta violación de la
propia vida.

^^ COTTA, S. Op. cit, p. 104. ^^


DoNATU R Op. cit, p. 278.

68
Capítulo IV: (Qué es la bioética?

2.2 Relación del hombre con la tecnociencia

La cuestión de la libertad de la investigación científica ciertamente no es nueva. Pero


sia se coloca hoy en términos nuevos, por lo menos por el hecho de que el hombre
mismo se ha convertido en el objeto de estudio y de experimentación.
Muchas son las voces que se levantan para pedir una reglamentación de la
investiga-aón. En efecto, existen ya documentos internacionales y nacionales que
prohiben \a clonación y la experimentación sobre los embriones. En el ámbito italiano es
significativa la intervención que el Comité Nacional para la Bioética (CNB) ha elaborado
en el tema de la clonación. En este documento se hace notar que la fiíente de los
problemas éticos no se encuentra en la libertad de la investigación científica, sino que
para constituir un problema ético están: "a) las eventuales modalidades que la
investigación, y en particular la científica, puede adoptar, así como las aplicaciones que de
ella pueden derivar; b) los objetivos específicos hacia los cuales ella puede estar orientada;
c) la eventual alteración del mundo social o vital o, sea como Riere, del orden natural a la
cual ella puede conducir, donde esto cause perjuicio grave e indebido a los seres
humanos"^^
Sin embargo, es necesario admitir que difícilmente las intervenciones legislativas ten-
drán éxito en el intento de otientar la Investigación científica hacia objetivos éticamente
aceptables, por el sencillo motivo de que no se puede controlar todo laboratorio, pero
sobre todo porque existen otros factores que inciden profiíndamente en la valoración
misma de la investigación científica.
En primer lugar, el ambiente científico está caracterizado por una mentalidad que se
ha formado en los últimos tres siglos, que argumenta del modo siguiente: la evolución
que se opera en nuestra sociedad es sin más un progreso para el hombre; este progreso ha
sido posible por las innovaciones tecnológicas, al punto que nuesttas sociedades occiden-
tales pueden definirse sociedades técnicas; por consiguiente, todo progreso técnico pro-
duce, más o menos directamente, un progreso humano^".
Si aplicamos este razonamiento a la FIV y a las técnicas "hermanas", podemos decir
que, al ser la FIV un progreso técnico, porque hace nacer un niño que la naturaleza no
^' CoMiTATO NAZIONALE PER LA BiOETiCA. La clonazíone come problema bioética. Op. cit., p. 360.
^^ Es conocido que la sociedad occidental de los últimos siglos está grandemente dominada por el mito del
progreso. "Hace falta reconocer -sentenciaba Leibniz- un cierto progreso perpetuo y muy libre de todo el
universo". Después de él la idea de que la historia humana procede hada condiciones siempre mejores y hacia
una siempre mayor y cumplida posesión de la verdad y del bien, es uno de tos dogmas extraeclesiales que han
recogido el mayor consenso en todas las ideologías (incluso en aquellas que se han combatido mutuamente,
como el marasmo y eV Viberalismo).

69
Introducción a k Bioética

está en grado de hacer nacer, constituye un progreso humano para los hombres de nuestro
tiempo, aunque esta técnica puede tener algún riesgo y posibles desviaciones.
La racionalidad técnico-médica llega a la convicción según la cual el progreso técnico
es irreversible y nada puede frenarlo. Por esta razón, a propósito de la fecundación
artificial, se ha hablado de "jugar a hacer de Dios". El puesto del "Dios ausente" ha sido
ocupado por el biólogo. Si alguno de los mismos investigadores reconoce que "somos los
narcotizados de un destino, antes impensable, del cual aparentamos ser los amos" y pro-
pone una moratoria en la investigación, ninguno lo s/gue^'.
Al lado de los motivos ideológicos, existen los motivos de utilidad personal, dado que
el ambiente científico está marcado por una fuerte competición.
Es significativo el testimonio de M. Schooyans: "Desafortunadamente, cuando se
siguen un poco los datos relativos a estos problemas, pronto se tiene la sensación y luego la
certeza de que los sectores de la investigación biológica, tomados aquí en consideración,
son uno de los lugares sagrados de la amoralidad triunfante. Sólo cuentan la eficacia, los
resultados y la primacía. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán en nuestro lugar... La
libertad del investigador no conoce límites: todo aquello que es posible o parece realizable
es permitido y es deseable, sin restricciones o condiciones"^^
La actitud de ios biólogos y de los médicos tiene luego una influencia decisiva sobre
los comportamientos de la gente común, porque, cuando se trata de la salud y de proble-
mas de esterilidad de la pareja, la relación de dependencia del experto S€ hace particular-
mente fuerte (pero esto vale también para otros campos de la biomedicina). Las parejas
que se dirigen a la medicina por la asistencia médica en la procreación asumen rápida-
mente los criterios de valoración propuestos por los médicos. Parece más bien improbable
que, frente a los médicos que proponen una determinada solución, tas parejas presenten
observaciones críticas de carácter moral.
A esta dependencia contribuye también la eufemización del lenguaje usado para indi-
car los procedimientos de la fecundación artificial. Se forma así una cadena que va de la
investigación a la práctica médica hasta llegar a las costumbres sociales. Al final también
las personas comunes tienden a pensar que no haya límites para la investigación y para el
uso de las nuevas tecnologías.
A la luz de estas observaciones, haría falta concluir que se prospecta un futuro en el
cual la pretendida neutralidad de la ciencia se impone sobre toda otra consideración y

"" Es ío que J. Testare planteó en su ¡ibro L'uomo trasparente, Op. cit.


■*^ SCHOOYANS, M. Maítrise de la vie, domination des hommes. Lerhielleux er Namur, París, 1986, p. 95.

70
Capítulo IV: ¿Qué es la bioénca?

anula la demanda ética y la búsqueda de sentido para el hombre. Para el hombre contem-
poráneo, como ha escrito M. Yourcenar, "el deseo de hacer el mundo supera el de apro-
piarse del senrido".
Afortunadamente, al lado de estas líneas de tendencia existen otras que han propuesto
de nuevo la necesidad de dar sentido a la obra del hombre. También en la bioética anglo-
sajona, por ciertos rasgos la más indiferente a la reflexión sobre los valores, ha comenzado
a hacerse presente una confrontación sobre los contenidos de la ética. En general, se
puede constatar una retoma de la demanda ética, y comienza a haber médicos y biólogos
que reconocen que la biología describe la vida, pero no puede darle sentido.
Hay desafíos que son ineludibles y que tienen un carácter primariamente moral: la
carrera armamentista, que continúa, aunque en medida menos clamorosa respecto a los
años de la guerra fría; la miseria que atenaza a más de la mitad de la población mundial; el
descenso en los nacimientos que corre el riesgo de llevar a los países occidentales no al
ocaso, sino al suicidio; la convivencia entre culturas y etnias diversas; los derechos del
hombre aún no realizados en gran parte de los países de la tierra; el difícil alcance de la
identidad personal en una sociedad donde la privatización de la conciencia es la regla,
pero que hace sumir al ser humano en una soledad invencible; la dificultad de suscribir
compromisos a causa de la conciencia de la propia fragilidad, agravada por el estrés de
los ritmos actuales.
Una señal de esta demanda ética aplicada a la medicina es la proliferación de los comi-
tés éticos, que se vuelven cada vez más numerosos en todos los países. Naturalmente, el
fenómeno del crecimiento de los comités éticos tiene necesidad de ser interpretado, por-
que podría ser él mismo ambiguo y esconder mejor los extremismos de la racionalidad
médico-científica. Pero, más allá de las perplejidades, esta es una señal importante de la
nueva orientación de la investigación, que se vuelve cada vez más consciente de no poder
prescindir de la reflexión ética.

¿Cómo plantear las relaciones entre ciencia y ética?

Ante todo, es necesario considerar cerrada la época en la cual la ciencia debía emanci-
parse de la religión, del estado y de las consecuencias morales dé conocimiento mismo. Al
momento de su nacimiento, la ciencia debió afirmar el propio imperativo ético específico,
el conocimiento por el conocimiento, sin tener en cuenta las consecuencias. Esto que era
verdadero en los inicios, cuando la ciencia era naciente, marginal, amenazada, no es ya
verdadero en la época de una ciencia dominante y amenazante.

71
bnodacciÓQ a k Bioética

La nuestra es la época que ha visto establecerse un vínculo indisoluble entre ciencia y


técnica. Se trata de la llamada tecnociencia" con poderes titánicos. El vínculo se ha vuelto
en la misma medida indisoluble con las fuentes de financiación de la investigación cien-
tífica, y por consiguiente con el estado y con la economía, con la consecuencia de que
hay una interacción estrecha entre investigación y poder. En este contexto, es del todo
ingenua la afirmación de la neutralidad ética de la ciencia y no tiene valor la defensa de
algunos científicos que tratan de excusar a la ciencia, atribuyendo las culpas a la política
que es nociva.
Otro aspecto por considerar es el carácter anónimo del saber producto de la
tecno-ciencia: él está hecho para ser depositado en los bancos de datos y para ser utilizado
por las potencias dominantes que tienen los medios para su utilización. Se trata de una
verdadera expropiación del conocimiento que concierne también al científico sobre
especializado, que no QSÚ ya en grado de controlar y verificar el conjunco de los
conocimientos que se producen hoy. Si a esto se añade el papel desempeñado por las
administraciones tecno-butocráticas de la sociedad, se comprende cómo se puede
proceder hacia la condición de la irresponsabilidad generalizada, entendida como la
imposibilidad para el agente individual de decidir la dirección en la cual proceder
(Eichmann decía de las masacres de Auschwitz: "Obedecí las órdenes").
Por eso es necesario desarrollar un nuevo modelo de ciencia que esté enriquecido por
puntos de vista meta-científicos sobre ella^^ que revelen ios puntos de partida ocultos e
incluso las mitologías que operan al interior de la actividad científica. Hace falta también
una sociología y una ética de la ciencia para comprender cuál sociedad y cuáles problemas
éticos produce el desarrollo de la ciencia.
Es necesario que la ciencia no mortifique la complejidad del ser humano. Ejemplo de
esta mortificación es la reducción del concepto de vida a ia sola dimensión biológica.
La ciencia con su valor del conocimiento por el conocimiento ha puesto en conflicto a
la persona humana y su dignidad. Este conflicto demanda profundización sobre el con-
cepto mismo de persona humana.

Cf. ZiCHiCHi, A. "La dignirá deJJ'uomo e i vdorí deüa scienza nel magiscero di Giovanni Paolo H". En: //
medico a servizio ddU vita (Aiti de! XV Congreso Nazionale AMCI, 1982). Ed. Orizzonte medico, pp. IO8-I25.
El auror resalta con fuerza la distinción entre ciencia y tecnología, atribuyendo a las aplicaciones tecnológicas
incorrectas, la responsabilidad de ías posibles manipulaciones del hombre. ^'^ Cf. HussERL, E. La crisi delíe
sríenze europee. Milán, 1961.

72
Capítulo IV: ¿Qué es la bioética?

La necesidad de redefinir el concepto de persona humana se hace urgente precisamente


por las novedades científicas. En el pasado el concepto era más simple y, en cuanto
concierne al nacimiento, se podía escoger entre una concepción cristiana, según la cual la
persona nacía en el acto de la concepción, y una concepción laica, según la cual la persona
nacía en el momento de la salida del vientre materno y del ingreso al mundo cultural. Hoy
las fronteras de la persona humana se han vuelto más fluidas. ¿El niño existe en el estadio
del óvulo fecundado, en el de la blastema, ai tercer mes, al sexto mes, en el nacimiento? Es
claro que ya no es posible responder con facilidad, porque nos damos cuenta que estamos
frente al misterio del embrión.
Naturalmente un conflicto de valores sobre temas de importancia capital, como el uso
de la investigación científica aplicada a la vida humana, demanda que la ciencia no sea
asunto sólo de cientíñcos y de hombres de poder, sino que sea un problema de todos los
ciudadanos, un problema sobre el cual debatir críticamente.
Los comités de bioética que se están difundiendo son ciertamente un lugar apto que
permite una seria reflexión sobre los valores y sobre los conflictos éticos que surgen en la
práctica médica. Pero el debate debe salir del círculo de los especialistas y llegar a la gente
común, para que se vuelva claro para todos, en primer lugar, que no existe la neutralidad
de la ciencia y que toda elección que se sirva de una cierta tecnología tiene repercusiones
éticas precisas; en segundo lugar, pero más profundamente, que el complejo de las biotec-
nologías toca la misma concepción del hombre y la misma estructura del saber.
Este úkimo aspecto hace insuficiente la consideración de las tecnologías como puro
instrumento, según la consideración tradicional de Wittgenstein y de Husserl. Estos
auto-res nos enseñaron que la ciencia y su expresión más concreta, que es la técnica, nada
tienen que vei con la subjetividad y con el valor de la vida. Wittgenstein nos recuerda
que la ciencia no se ocupa del sentido del hombre: "Pensamos que, quizás una vez que
todas las posibles preguntas han tenido respuesta, nuestros problemas vitales no han sido
aún ni siquiera tocados. Ciertamente, entonces ya no queda ninguna pregunta; y
precisamente esta es la respuesta"^^ Husserl se coloca en el mismo orden de
consideraciones cuando afirma: "¿Qué tiene que decir esta ciencia sobre la razón y sobre
la no-raxón, qué tiene que decir sobre nosotros los hombres en cuanto sujetos de esta
libertad? Obviamente, la mera ciencia de hechos no tiene nada qué decir a este propósito:
precisamente ella hace caso omiso de cualquier sujeto"^^

'^ WITTGENSTEIN, L. Tractatus lopco-philosophicus. Einaudi, Turín, 1968, p. 81. ^''


HUSSERL, E. Op. cit., p. 35.

73
Introducción a la Bioética

Las críticas de Wittgenstein y de Husserl a la ciencia no son suficientes, en cuanto per-


manecen al interior del esquema de separación entre hechos y valores, mientras que ya
Weber y Heidegger habían percibido el hecho de que la alianza de k ciencia con la técnica
terminan por construir un horizonte cognoscitivo exclusivo y autor referencia!.
Weber puso en evidencia el desencanto del mundo, es decir, el Consolidarse de un solo
modelo de conocimiento, el propio de la ciencia moderna. Tal modelo, por una parte, es
incapaz de interesarse por los significados de la existencia y, por otra, reconoce un solo
modelo ético, el que concierne a las reglas cognoscitivas internas a la ciencia misma".
Heidegger subrayó que "la técnica no se identifica con la esencia de la técnica"^^ y que
el poder de la técnica sobre el hombre aumenta excesivamente si d hombre considera la
técnica como algo neutral. En efecto, la técnica ya no es sólo un instrumento del cual se
sirve el científico. Los desarrollos de la tecnología son tales que realizan una compenetra-
ción estrechísima entre ciencia y tecnología (por lo cual hablamos de tecnociencia), que
anula la distinción entre conocer y hacer, entre el aspecto cognoscitivo y aquel que
mani-ptüa la realidad.
El carácter especulativo de la empresa tecnocientífica es descrito así por Joñas: "El pro-
ceso de conocimiento avanza más bien en interacción con el tecnológico y esto en el sentido
más íntimamente vital: para los propios fines teóricos la ciencia tiene necesidad de una
tecnolo^ia cada vez más refinada/ físicamente ^nótente como msnumemo qve dJa
produce por sí, es decir, comisiona a la técnica. Lo que ella descubre con tal ayuda llega a
ser el punto de partida para nuevas empresas en el ámbito práctico, y esto en su totalidad;
es decir, la tecnología en obra en el mundo proporciona a su vez a la ciencia a través de la
experiencia un laboratorio en grande, una incubadora para nuevos problemas, y así
sucesivamente un círculo sin fin. Los equipos son, por consiguiente, lo que une el reino

^^ Cí. WEBER, M. II kvoro intellettuale comeprofessione. Einaudi, Turín, 1988 n. 20.


^^ HEIDEGGER, M. "La questione deila técnica". En: Saggi e discorsi. Mursia, Milán, 1976, p. 5. Sobre la línea de
Heidegger se coloca la reciente contribución de U. Galimberti, qije piensa sin ambages en el posible fin de la
"historia" de !a humanidad: "Hoy el máximo riesgo viene Je aquello que el humanismo tenía como máximo
instrumento salvífico. (...), ahora es el hombre quien sucumbe bajo la hegemonía de la técnica, que no
reconoce como su límite ni la naturaleza, ni Dios, ni el hombre, sino sólo el estado de los resultados
alcanzados, que puede ser desplazado al infinito sii^ otro fin que el autopoten-ciamiento de la técnica que es
fin de elia misma. En este punto también la historia, como tiempo dotado de sentido, pierde su consistencia,
porque la tierra, teatro de la historia, es Vuelta inestable por la técnica, que tiene el poder de abolir la escena
sobre ia cual el hombre ha contado su histotia". GAUMBERTI, U. "Nessun Dio ci puó salvare". En: MicroMega,
n. 2, 2000, pp. 187-198,

1^
Capiculo IV: ^-QÜC es la bioética?

de la teoría y el de la práctica. O bien, k tecnología compenetra la ciencia tanto cuanto la


ciencia a la tecnología"^^
El punto decisivo del método de las tecnoclencias es la afirmación de la propia
auto-rreferencialidad. Afirmación llena de consecuencias metafísicas, en cuanto que la
tecno-dencia se siente autorizada a inventar biológicamente un hombre nuevo, como ya
ha inventado nuevas especies de plantas y de animales. Esta invención del hombre nuevo
sería valorada éticamente, pero la tecnociencia considera no pertinente esta valoración.
En esto está su carácter alienante: tratar como técnicos problemas que son morales. Pero,
al hacer esto, la tecnociencia muestra que no es de ninguna manera neutral, y expresa en
su interior una perspectiva ética y antropológica, sin declararla y sin someterse al juicio
crítico.
Es precisamente en el juicio crítico sobre la idea de hombre que proponen ocultamente
las tecnoclencias donde está la tarea principal de la bioética.

2.3 Relación entre ser personal y ser humano

Es común en la bioética moderna la referencia generalizada a la noción de persona. Tal


noción oculta, no obstante, el amplio uso que se hace de ella, una profirnda ambigüedad.
No es del todo claro quién es persona y qué es la persona humana. Diversas concepciones
se enfrentan al respecto. Ya hemos tenido ocasión de examinar la propuesta de Engelhardt
y de Singer, los cuales consideran que los seres humanos, en el estado embrional, fetal,
infentil, los enfermos mentales, aquellos que están en coma no deben ser considerados
personas humanas. El debate acerca de la persona humana no versa ya sobre la espiritua-
lidad del hombre, sobre la relación alma-cuerpo, como sucedía en el pasado; versa más
bien sobre el hecho de si todos los hombres entran en la noción de persona.
A este debate está dedicado el capítulo siguiente, que examina el concepto de dignidad
de la persona. Otros perfiles del mismo argumento se encontrarán en la parte especial y
precisamente en el capítulo sobre el estatuto ontológico y moral del embrión y en el
relativo a la definición de la muerte cerebral.

^^ JOÑAS, H. "Perché ia técnica moderna é oggetto della filosofía". En: JOÑAS, H Técnica, medicina ed etica.
Einaudi, Turín, 1997, p. 17.

75
Introducción a la Bioética

2.4 Relación entre bioética y derecho

Desde el punto de vista histórico, la bioética ha precedido al derecho, porque era


urgente hacer frente a los problemas nuevos planteados por las aplicaciones de las ciencias
médicas y biológicas. Pero en el transcurso de pocos años desde el nacimiento de la
bioética, se ha planteado la cuestión de si los grandes valores en juego en las decisiones
bioéticas tienen necesidad o no de la protección de la ley.
La cuestión que deseamos afrontar aquí es la identificada por la pregunta de si es opor-
tuno legislar en materia de bioética, y en cuáles ámbitos, o si en cambio es mejor dejar las
decisiones bioéticas a las reglamentaciones deontológicas o al único criterio de las opciones
ericas de los ciudadanos. En caso que se reconozca al derecho una función necesaria, se
nos pregunta aún qué tipo de intervención legislativa se debe producir: ¿una ley marco,
que dé los principios generales de referencia, o una reglamentación detallada en
particular?'^.
Simplificando mucho, sobre el tema de la relación entre bioética y derecho existen
dos posiciones.
La primera es la de quien considera problemática la traducción en el lenguaje jurídico
de las exigencias reguladoras de la medicina moderna. La rápida evolución de la medicina
impediría identificar puntos firmes (motivación práctica). Al lado de esta motivación
práctica, existen otras de principio. En primer lugar, se considera que la ley no debe
ínter-venir porque perjudicaría la profesión biomédica, la cual demanda una directa
asunción de responsabilidad, una constante atención a la investigación y la valoración de
la singularidad de los casos (motivación deontológica). Según esta posición, la bioética se
coloca como alternativa al derecho, atribuyendo responsabilidad a los directos
protagonistas"'. En segundo lu^r, se piensa que la reglamentación jurídica terminaría
violando la autonomía de las diferentes posiciones morales, la cual sería mejor
salvaguardada por la ausencia de leyes en materia bioética (motivación filosófica). Esta
última motivación esú fuerre-

'^^ Sobre diferentes estrategias normativas para la bioética, véase: RODOTA, S. "Modeüí cuituralí e oríz-zonti
della bioética". En: RODOTA, S. (din). Questioni di bioética. Laterza, Barí, 1993, pp. 421-430;
MEULDERS-KLEtN, M. T. "La producfion des normes en matiére bioérhiqíie". En: NEIRINK, C. (dir.), "De la
bioéthique au bio-droit". Droit et Société, n. 8, Libraírie Genérale de Droit et de Jurispmdence, París, 1994, pp.
2U71.
'" En este sentido la propuesta de J. Fletcher, que quisiera atribuir a la comunidad de los profesionales la
elaboración de líneas guía compartidas en materia de bioética. Véase FLETCHER, J. Peut-il avoir un consensus
sur l'éthique en genetique humaine? Citado por: VIAFORA, C. "Introduzione". En: VIAFORA, C. (dir,), Quando
moriré-' Gregoriana Librería Editrice, Padua, 1996, pp. 27-29.

76
Capítulo IV: (Qué es la bioética?

Tiente presente en la bioética anglosajona, basada de modo casi exclusivo sobre el


prin-apio de autonomía''^
La segunda posición considera, en cambio, la necesidad de la intervención
sanciona-toria del derecho. Las razones de esta posición son en primera instancia la
necesidad de rjtelar a los sujetos débiles, en un contexto médico social en el cual se
concentran grandes poderes. Además, las leyes desarrollarían la tarea de mediar entre las
diversas posiciones ¿deas presentes en la sociedad, evitando lacerantes contraposiciones
entre los ciudadanos. Finalmente, el derecho constituiría un elemento de continuidad entre
las diversas generaciones, cuyo vínculo corre el riesgo de ser vuelto frágil por la rapidez
con que los nuevos poderes biomédicos se imponen''^
Para los legisladores, la cuestión es particularmente ardua, porque, más allá de las
ifv-ersas posiciones, sucede que la intervención del derecho va a tocar a los individuos tn
sus relaciones más personales: la relación de pareja, el proyecto procreativo y la vida en
general en sus momentos más significativos. Precisamente para obviar esta dificultad es
necesario desarrollar un amplio debate al interior de la sociedad, Al respecto, ha sido
eiemplaí el caso francés. Francia ka estado a la vanguardia en proponer, además de la
ética, un conjunto de reglas y de instituciones pata administrar los nuevos procedimien-
tos. La actividad legislativa propiamente dicha ha estado precedida por un estudio
pro-huido sobre las posibilidades y las condiciones de legislación en el ámbito bioético.
El estudio fue pedido al Consejo de estado, que se ha servido de un grupo de expertos y ha
trabajado en unión con el Comité Nacional de Ética. El resultado es un amplio documento
que constituye la base teórica y proporciona un armazón en la actividad legislativa en los
diversos ámbitos**. El documento toma en consideración las diversas objeciones que se
presentan contra la intervención legislativa en el ámbito de la bioética, pero la opción
hecha por el Consejo de estado francés ha sido a favor de las intervenciones legislativas
que establezcan normas sociales claras.
Por nuestra parte, compartimos esta posición de intervención del derecho, en cuanto
no se debe olvidar que los problemas bioéticos, a pesar de estar ubicados en el ámbi-

■•^ MORÍ, M. "La bioética: che cos'é, quando é nata e petché. Osservazioni per un chiarimento aH'interno della
bioética e del dibattito italiano in materia". En: Bioética, 1, 1993, pp. 115-143; MORÍ, M. "Sulla natuta e sulla
stotia della bioética: una teplica aí Dipartimento di Medicina e di Scienze Umane dei San Raffaele". En:
Bioética, 2, 1994, pp. 346-370.
*^ CATTORINI, lí; MoRDACCi, R.; SALA, R.; MORELLI, D. e REICHUN, M. "Sulla natuta e sulle origini deila
bioética; una tisposta a Maurizio Mori". En: Bioética, 2, 1994, pp. 325-345.
''^ CoNSEiL D'ETAT. "Sciences de la vie: de í'éthique au dtoit". En: La Documentation Francaise, n. 4855, 1988.

77
Introducción a la Bioética

to más intimo de \a persona humana, también úeneu aspectos importantísimos a nivel


social: la tutela de la vida humana, el valot de la familia y de la genitalidad, la condición de
debilidad de algunos sujetos. Las nuevas tecnias médicas se califican sea por la
pro-Jundidízdát la intervención sobre la vida sea por \z fuerza de esta intervención. Más
allá del interés diagnóstico y terapéutico, el progreso biomédico imphca también
importantes intereses económicos, por su naturaleza más fuertes que los estrictamente
médicos y tendientes a condicionar el empleo según la lógica deí mercado. Estos poderes,
por la fuerza de su irreversible concatenación, corren el riesgo de trastornar la naturaleza de
la medicina, haciendo prevalecer en ella la aptitud puramente técnica, con base en la cual
todo aquello que se puede hacer técnicamente se legitima de por sí. Por este motivo, sin
ninguna intención de demonizar la técnica, hace falta decir que la prevalencia exclusiva
de la técnica, con la libertad para hacer aquello que se puede, se traduciría en la Ubertad
de algunos para hacer de los otros todo aquello que les agrade. Por estos motivos, es necesa-
rio establecer un orden púbhco mínimo, con un arbitraje entre los diversos intereses en
juego, que algunas veces son contradictorios*-".
Algunas preguntas permiten comprender mejor la importancia de las cuestiones en
juego: "¿Es lícito fabricar embriones humanos para la investigación, sin reconstruir una
htunanidad dual, hecha de sujetos y de no-sujetos de derecho? ¿Es lícito suprimir fetos
del sexo no deseado o afectados por defectos tratables, sin reconstruir un poder paternal o
social más fuerte de cuanto haya sido, sobre los seres humanos.'' ¿Es lícito conducir expe-
rimentos sobre los discapacitados sin reconstruir formas modernas de sacrificio humano?
¿Es hcito utilizat con fmes industriales o terapéuticos, sin el consentimiento de las perso-
nas, el material biológico extraído de sus cuerpos? ¿Es hcito dejar que la economía de mer-
cado gobierne la producción y el intercambio de aquella materia prima que son los cuerpos
hmnanos? ¿Es lícito "producir" niños de identidad genealógica confusa?**.
Consideramos que el derecho debe desempeñar una función esencial de limitar el'
poder de las nuevas tecnologías, con el fm de salvar el concepto de persona humana como
fin en sí misma.
Pero en la sociedad contemporánea, marcada por el pluralismo ético y por la privati-
zación de las convicciones morales, el mismo derecho riende a perder su vínculo con la
ética y a asumir una especie de neutralidad ética^\ Se nos pregunta, por consiguiente, si
*^ En esta línea se colocan los excelentes trabajos de LABROUSSE-RIOU, C. "L'enjeu de qualifications: la survie de
la personne". En: Droit, 13, 1991, pp. 19-30; "La maitrise du vivant: matiére a procés". En: Fouvom, 56, 1992,
pp. 87-107.
''^ LABROUSSE-RIOU, C. "L'enjeu de qualifications: la survie de la personne". Art. Cií., p. 2!.
" MENGONI, L. "La questione del 'diritto giusto' nella societa post-lÍbera!e". En: Fenomenologia e Societa, 3,
1988, pp. 9'2A.

78
Capítulo IV: ¿Qué es la bioética

ti derecho está en grado de desempeñar su función de protección. En nuestra opinión


iin pretender que el derecho haga revivir un escenario cultural muerto, donde entre étic;
■• derecho había continuidad no discutida*^ todavía hoy existe la posibilidad, haciende
referencia no a la relación entre derecho y ética, y aquí se plantearía la cuestión de cuá
ítica, sino a la ética intrínseca al derecho. Aquí seguimos la propuesta de R Agostino'*^
^ue afirma la necesidad de un contenido axioíógico como base para la legislación civil, 3
^ue identifica este contenido axioíógico en ía ética propia del derecho. En esta
perspec-:iva, vocación específica del derecho es garantizar a los hombres una coexistencia
despro-■ista de violencia y atropello, fundada sobre el reconocimiento de la "paridad
ontológica" J3 que el derecho debe recibir no es una ética, sino su ética. Ella, por lo demás,
no es uní kica puramente formal. Los contenidos concretos de la ley no son, en efecto,
indiferen-:es. Es más bien una ética estructural, que asume como tarea la defensa de la
estructur; 'elacional del hombre, garantizándole así la paridad ontológica y la simetría de
las reía-ñones, con la consiguiente defensa de los derechos de los sujetos más débiles.
Esta referencia ai paradigma ético del derecho permite legislar sobre bases auténtica;
'■ hierres. Las contradicciones ligadas a la evolución de la relación entre moral y derechc
pierden, en esta perspectiva, toda consistencia verdadera. A esto se añade que esta étic;
ptopia del derecho es la más pertinente a la teglamentación bioética, en cuanto no se trat; ie
una ética confesional o profesional, sino de una ética plenamente laica, adecuada po lo
tanto a la bioética como citncvsi pública.
En esta línea se ubica también el pronunciamiento del Consejo de estado francés
el cual, en el documento citado, fija algunas líneas de orientación para la legislación ei
materia bioética^":
a) Principio de la indivisibilidad del cuerpo y del espíritu: esta indivisibilidad consti
tuye la persona humana y la persona jurídica (en los tétminos de la Declaración de lo
derechos del hombre, de 1979: "Los hombres nacen 7 permanecen libres e iguales en £
derecho").
b) Principio de la inviolabilidad del cuerpo {con su corolario: el único modo de interve
nir legalmente sobre el cuerpo del otro es obteniendo previameme su consentimiento).
c) Principio de la indisponibilidad del cuerpo (que permite únicamente la donación d
partes del cuerpo con fines humanitarios, no su venta).

"'^ CE ANGELINI, G. "Diricto e morale. La rradízlone, la teoría, i problemi presenri". En: CAPRIOLI, A.
VACCARO, L. Diritto, morale e consemo sociaU. Morcelliana, Brescia, 1989, pp. 117-143-''^ D'AGOSTINO, E
"Dalia bioética alia biogiuridica". En: BroLO, S. (dir.)- Nascita e morte dell'uomi
Problemifibsofici e scientifici delk bioética. Marietti, Genova, 1993, pp- 137-147-^^ Véase
la nota 155-

79
CAPÍTULO V

DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

En este capítulo desarrollamos algunas reflexiones de carácter filosófico, teológico


y ético que nos permitan comprender mejor el concepto de persona humana, concepto
central en todas las cuestiones de bioética, y el concepto correlativo de dignidad de la
persona'.
Hemos visto en el capítulo sobre la bioética laica que, por parte de la bioética anglo-
sajona, se atribuye dignidad y derecho sólo a la persona autoconsciente, capaz de proyectar
el propio futuro, de entrar en relación con los otros, rechazando reconocer a los seres
humanos que no tienen estas cualidades.
Ahora se trata de examinar este concepto de persona para ver si hace justicia a la com-
plejidad del set humano. Para este fm, hace falta presentar algún punto esencial de antro-
pología filosófica, la cual está intencionalmente ausente del planteamiento de la bioética
anglosajona. Esta, en efecto, con su pretensión de neutralidad filosófica, no hace otra cosa
que continuar el desprecio por la reflexión filosófica que ya comienza con Francis Bacon
(1561-1626): no vencer al adversario discutiendo, sino vencer la naturaleza con las obras
{non disputandum adversarium, sed opere naturam vinceré^). Para Bacon, el mejor servicio
que el científico puede hacer a la humanidad es el de someter la naturaleza. La ciencia, en
su proyecto, se coloca como heredera de la religión, en el empeño de hacer felices a los
hombres. Ni siquiera se toma en consideración la hipótesis de que la ciencia pueda
amenazar a la humanidad.

' Para una profundización de los temas presentados en este capítulo, véase la obra de SCHOCKENOFF, E.
Etica delta vita. Quetiniana, Brescia, 1997, pp. 45-216. ^
Novum organon. Paoline, Roma, 1959, p. 59.
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

La ciencia experimental ha juzgado estéril la observación de la naturaleza (vista como


zn estado de equilibrio armónico al servicio del hombre) desarrollada según la tradición
iristotélica, y se Ka lanzado en un proyecto aparentemente imparable de dominio sobre j
naturaleza y sobre el-hombre mismo. Hoy se es consciente de que el olvido de aquel
equilibrio armónico constituye una ingenuidad de la ciencia y de la bioética y un daño
para el hombre y para la naturaleza.
Hoy aparece claramente que las ciencias naturales no son la vía para la solución de
todos los problemas de la humanidad, sino una parte de la relación difícil del hombre
con la naturaleza; en efecto, ciencia y tecnología ponen en peligro el futuro del hombre y
de todas las formas de vida sobre nuestro planeta.
Por esto es necesario esclarecer los presupuestos filosóficos de las ciencias naturales
modernas y precisar, por una parre, cuál posición corresponde al hombre en el organismo
\ital de la naturaleza (cuestión cosmológica de la posición del hombre en el universo); y,
por otra parte, qué sentido tiene nuestra afinidad con la naturaleza para nuestra huma-
nidad (cuestión antropológica: problema alma-cuerpo). Estos problemas están estrecha-
mente vinculados y demandan un breve análisis^
Creemos que la vía más fecunda que hay que emprender por este camino es la que se
basa en los derechos de la persona humana. Se trata de un camino difícil, porque se tocan
muchas cuestiones sobre las cuales son fuertes los disentimientos filosóficos y éticos, pero
es la única vía capaz de hacer surgir la preeminencia ética de la persona humana. Para el
ilcance de este objetivo dan una contribución original propia tanto el pensamiento cató-
dico como la tradición filosófica occidental y el pensamiento ilumínista con su exaltación
de los derechos del hombre.

I. FilosofícL y penona humana

Las actuales corrientes bioéticas exigen que en nuestra relación con las otras formas
de vida reconozcamos el principio de igualdad y concedamos a nuestro ambiente natural
derechos autónomos. La relación despótica que hace de la naturaleza un saco lleno de
recursos debe ser sustituida por una relación de diálogo caracterizado por un respeto
paritario. La nueva relación es posible sólo si se le reconocen a la naturaleza derechos que

■* SEIFERT, J. DOÍ leib —seete— problem un die gegenwaertige philosophische diskussion. Eine systematisch -kñ-tische
analyse. Darmstadt, 1989.

81
Introducción a la Bioética

obliguen a los seres humanos. Por consiguiente, la paz en la naturaleza y con la naturaleza
es posible si elía se convierte en sujeto jurídico. Esta posición, sostenida entre otros por el
filósofo de la naturaleza K. M. Meyer-Abich^ supera la ya expuesta por Singer, que se
detenía en la vida animal, mienttas que aquí se intenta incluir también el mundo vegetal y
el paisaje. Con tal fin es necesario instituir una comunidad jurídica de la naturaleza que
pondrá fin a su explotación arbitraria. Ei papel de abogado defensor debería ser asumido
por las asociaciones naturalistas. La consecuencia moral de estas afirmaciones es que, sí el
ecosistema universal de la naturaleza asume también para la ética ei valor de instancia
normativa última, debemos indignarnos del mismo modo cuando se mata a un hombre,
se tala un árbol o se desvía un río.
Pero esta ética ecológica cae en contradicción consigo misma porque el principio de
igualdad sobre el cual está construida la idea de una comunidad jurídica de la natura-
leza, de ningún modo significa que se deban tratar indistintamente todos los intereses
implicados. El principio de igualdad dice que dos cosas sean tratadas del mismo modo en
aquella parte en la cual son iguales y en modo diverso en aquella parte en la cual son
diversas (por ejemplo, la alimentación de un niño y la de un adulto). El discurso de la
comunidad jurídica de la naturaleza, nivelando esta diferencia, termina trayendo ilegíti-
mamente categorías socio-éticas al mundo de la naturaleza, en el cual existen relaciones
simbióticas y contradictorias entre seres vivientes particulares, pero no existe un estado
jurídico contractualmente garantizado y obligante para ambas partes. La casi personali-
zación del mundo natural termina por producir la paradoja de hacer al hombre irrespon-
sable en relación con la naturaleza, en cuanto debilita la reivindicación del hombre como
ser persona.

Originalidad del hombre en relación con la naturaleza

El hecho de que el hombre represente, aun bajo el perfil biológico, un proyecto par-
ticular de la naturaleza, de ningún modo es negado por los representantes de una imagen
biocéntrica del mundo. Sin embargo, en esto ven ellos sólo nnfactum brutum de la
evolución, sin preguntarse si ello tiene un significado total para el sistema ecológico total
de la naturaleza.

* MEYER-ABICH, K. M. Wege zum frieden mit der natiire. Praktische natur-phUosophiefur die umweltpoíi-tik.
Munich, 1984, p. 138.

82
Pero con el hombre aparece la razón, la responsabilidad y la libertad. De esta manéis h
namraJeza se enriquece con una nueva posibilidad, que no es deducible de los esca-jones
precedentes, pero que es de extrema importancia para ellos, porque sólo el hombre Dene
una responsabilidad, que no puede delegar, para la conservación del todo. H. Joñas inrma
que: "Todo ser viviente es fin en sí mismo y no tiene necesidad de una justifica-don
ulterior: bajo este aspecto, el hombre no es en nada superior a los otros seres vivien-:s,
excepto por poder ser él responsable también por los otros, o sea, por la salvaguardia Je
su ser fines en sí mismos"^
El modelo originario de toda responsabilidad es el del hombre para el hombre. El niño
es objeto de la responsabilidad de los padres y en esto se asemeja a lo creado, pero luego
Zega a ser capaz de responsabilidad, y con ello se convierte en ser moral. El universo es
objeto de la responsabilidad humana como lo es el niño.
Joñas resume los deberes hacia la vida del siguiente modo: existe un deber hacia el
r.ombre y la fidelidad a la naturaleza, bajo la idea guía del deber hacia el hombre. La natu-
raleza está en manos del hombre, pero ella tiene una dignidad que debe detener el arbitrio
del hombre., del mismo ríiodo en el cual el hombre debe reconocer la verdad y no
pisoteada.
Sobre esta misma línea se coloca la experiencia de ia belleza de la naturaleza. Tal expe-
riencia presupone que nosotros percibimos la naturaleza en su ser específico (sentido pro-
pio y enfoque estético) y no h consideramos sólo como una reserva de cosas útiles para
nosotros (valor fiíncíonal y enfoque técnico). Esto no excluye que haya reconcifiación
entre relaciones instrumentales y metainstrumentales con la naturaleza^ La belleza de la
naturaleza remite a su sentido y despierta el sentido de su relación con el hombre porque
ella es objeto de su responsabilidad (aunque se trata de una relación no reversible, por lo
cual no parece oportuno hablar de casi personalidad de la naturaleza).
El hombre, al contemplar la naturaleza, comprende que puede salvaguardar la propia
humanidad sólo respetando iaí formas humanas de vida y su cualidad específica. El hábito
en la explotación indiscrimimida de la naturaleza recae a la larga también sobre las rela-
ciones entre los hombres (fiíncionalización). El comportamiento con la naturaleza viva e
inanimada tiene por lo tanto importancia paradigmática para el comportamiento mutuo
de los hombres. El hombre respeta a sus semejantes, fines en sí mismos, sólo cuando en
sus compañeros de viaje de la naturaleza ve algo más que una simple función.

^ JOÑAS, H. 1/principio di responsabilita. Einaudi, Turi'n, l^^Q, p. i24. *


ScHERER, G. Weit oJer schoepjitngf Daimstaát, 1990, p. l64.

83
Introducción a la Bioética

Sobre el plano de la imagen del mundo, la diferencia entre una opción biocéntri-ca
y una antropocéntrica aparece sin más como una contraposición inconciliable. Si en
cambio concebimos las dos oposiciones como conceptos interpretativos, que explican de
vez en cuando el aspecto de nuestra concepción del mundo que nos parece importante,
entonces vemos abrirse una vía para superar una alternativa planteada de una manera
equivocada.
La relación del hombre con la naturaleza es planteada de tal manera que supere la divi-
sión sujeto-objeto y que muestre que no podemos llegar a una nueva comprensión de la
naturaleza abdicando de nuestra razón. Reconocer el valor especifico de la naturaleza y
tomar en serio la responsabilidad particular del hombre: estos dos postulados dirigidos al
pensamiento ético no se excluyen mutuamente, sino que el ano exige al otro.

El hombre: no sólo dimensión biológica

La visión de las ciencias naturales ha tentado de reducir al hombre a su sola dimensión


material, empobreciéndolo de ese modo arbitrariamente. Pero si sobre el tema de la
relación hombre-naturaleza comienza a presentarse una solución, sobre h relación cuer-
po-alma aún no hay un acuerdo filosófico.
Las teorías de la encefalología moderna (modelos de interacción, dualismo de los len-
guajes, paralelismo, teorías emergentes) han contribuido a comphcar, sin resolver, la rela-
ción cuerpo-alma. De esta dificultad la bioética norteamericana ha sacado la conclusión
de que se trata de un problema falso que se puede dejar a un lado. Para entender la per-
sonalidad del hombre bastaría volver a la evidencia empírica de la memoria, de la
auto-conciencia y de la capacidad de planificar el futuro. Como es obvio, de la dificultad
del tema no emerge ninguna autorización para negarlo o para ser superficiales. Antes
bien, se deberá estar particularmente vigilantes frente a las soluciones simplistas, so pena de
la reducción de nuestro ser humano.

a) Identidad de la persona y cuerpo humano

Es necesario examinar tres momentos del concepto de persona: la acepción biológica


(la cual es irrenunciable y nos enseña qué es la persona, tanto que los bioeticisms que quie-
ren extender el concepto de persona a los animales se vuelven a los criterios proporciona-
dos por el hombre); la dimensión psicológica (que en ámbito anglosajón, sobre la estela

84
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

de Locke, se ha concentrado en los estados de conciencia)'; y la acepción moral (tiene su


núcleo en la formulación kantiana de la persona como fin en sí misma). Estas tres acepcio-
nes deben estar todas contenidas en un correcto concepto filosófico de persona.
La bioética norteamericana insiste sólo sobre la continuidad de la autoconciencia y de
la memoria, pero tales continuidades presuponen: a) la identidad personal de nuestro ser,
porque sólo sobre la base de ésta podemos afirmar la identidad de los contenidos de nuestra
memoria; b) la discontinuidad de la conciencia (estados de vigilia y de sueño) puede ser
superada sólo sobre la base de una continuidad del cuerpo, que por eso es condición
necesaria de la identidad personal. No es posible sostener la idea de una identidad personal
humana independiente del cuerpo.
La situación corpórea de nuestra existencia es de importancia decisiva no sólo por
la identidad de las personas en estado de sueño, sino también por la autoexperiencia de
aquellas vigilias y por el reconocimiento de las otras personas.

b) Autoexperiencia y corporeidad^

La observación fenomenológica ve en el cuerpo el medio expresivo de nuestro ser,


superando la concepción dualista que conttapone un ser espiritual como centro de la
conciencia a un cuerpo material. Para el hombre, la percepción del mundo externo tiene
lugar no sólo a través del cuerpo sino también a través de una perspectiva particular, que
está ligada al espacio-temporal estar-en-eí-mundo de nuestro cuerpo. También nuestra
autoexperiencia (o conciencia) no es pensabíe sin la experiencia de nuestra corporeidad.
Del mismo modo, no hacemos ninguna experiencia puramente corpórea que no esté
acompañada al mismo tiempo de experiencias cualitativas de nuestro ser bajo forma de
armonía y dicha, laceración o dolor. El cuerpo nos pone en comunicación continua con
la naturaleza (comida, agua, aire).
Pero más profundamente, el cuerpo es, sobre todo, el medio de nuestra
autorrepre-sentación hacia los otros, en la cual nos hacemos reconocer por los otros.
Todo nuestro mundo interior, nuestros pensamientos, se manifiestan a los otros en formas
encarnadas,

' WiGGiNS D. "Locke, butler and the strem of consciousness". En: RORTY, A. O. (ed). The identities of
persons. Berkeley, 1976, pp. 139-173. ^ Sobre los diversos aspeaos tratados en este apartado y en el
siguiente, véase: AA.W. Vio e il corpo.
Quaderni di sttuii e memorie. Glossa, Milán, 1997, con contribuciones particulares de M, Chiodiy G.
Angelini.

85
Introducción a la Bioética

a través de la gestuaiidad de nuestro cuerpo. Mientras más recíprocos e intensos son nues-
tros sentimientos, tanto más tienden ellos a representarse espontáneamente en el cuerpo
(cuidado de los enfermos, amor sexual).
Pero el vínculo entre cuerpo y ser revela también una diferencia: nosotros no somos
idénticos a nuestro cuerpo. Pensemos en los instintos que podemos aceptar, rechazar,
canalizar hacia fines que nosotros debemos establecer. La relación entre el ser y su cuerpo
se coloca entre el haber y el ser; el cuerpo {leii?) que somos no es idéntico al cuerpo
{koerper) que tenemos.
De esta posición intermedia entre el ser y el tener surge nuestra libertad hacia el cuer-
po, pero también numerosos conflictos de la ética médica que aquí tienen origen. Es tal
margen el que nos permite cultivar nuestra vida afectiva y regular la sexualidad, el que
nos permite dar nuestro asentimiento a ciertas intervenciones terapéuticas; sí fiiésemos
idénticos a nuestro cuerpo, la donación de los órganos estando vivos equivaldría a un sui-
cidio parcial.
La conánsión provisional de esta, reflexión es que de ningún modo puede ser subesti-
mado el peso de la corporeidad en la existencia humana.

c) Iníersiihjcúv'idsd y corporddad

Nunca experimentamos nuestro ser como autoconciencia pura e independiente, sino


que llegamos alh más bien sólo existiendo con los otros, en una convivencia y en una rela-
ción solidaria recíproca. Esto nos permite afirmar un principio fenomenológico: "Cuerpo e
inrersubjetividad están inseparablemente unidos": los otros nos experimentan sólo en
nuestro cuerpo y nosotros los encontramos sólo en su existencia corpórea. Nos respetamos
recíprocamente no tanto en los actos sublimes de tmestra existencia espiritual, sino en la
totalidad de nuestra persona que comprende la integridad corpórea (Kant, en el
Opuspostumum, afirma que en eí concepto de hombre pensamos contemporáneamente la
corporeidad del sujeto; la razón filosófica moderna rechíiza que el cuerpo del hombre sea
excluido de su experiencia de sí y sea colocado en el mismo plano de las cosas materiales
del mundo exterior, como proponía Descartes). No obstante estas adquisiciones filosófi-
cas, la idea de la unidad cuerpo-alma es liquidada por l.a bioética rvorteamericana como
un residuo de la concepción bíblica de! hombre.
Contrariamente a esta afirmación, se dice que tanto el iluminismo como el idealismo
de Fichte {cf Los hechos de la conciencia) y Hegel (cf Lincamientos de filosofía del derecho)

86
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

concuerdan en considerar, en el mundo real, el yo existente sólo en el cuerpo, hasta reafir-


mar rigurosamente el principio: "La violencia hecha por otros a mi cuerpo es violencia
hecha a mí". Hay, por consiguiente, concordancia con el análisis fenomenológico.
Viceversa, el intento de aislar entre ellos el estrato biológico-natural,
psicológico-empírico y moral-metafísico del concepto de persona lleva a una reducción
de nuestro ser humano, reducción que no corresponde a nuestra autoexperiencia.
£1 análisis filosófico nos permite distinguir aspectos particulares del ser personal, pero
nos dice también que éstos son sólo pasajes de una realidad continua cuyos extremos no
pueden ser separados. Es esta realidad continua la que constituye el ser personal y fun-
damenta su dignidad. Si en cambio la dignidad personal de un hombre depende de su
capacidad mnemónica y de sus facultades racionales, el "ser personal" se convierte en una
etiqueta social que damos a aquellos que corresponden a nuestras expectativas en materia
de prestaciones. Faltaría el requisito típico del ser persona, que es el de ser sustraído a
nuestra valoración.
El concepto de persona ya no tendría algún significado normativo si a los menores,
los lacrantes. Jos m'musváliáos, los no nacidos, los adultos mayores incapaces los trata-
mos, sólo por convención, como si fuesen personas, sólo hasta cuando haya un interés
en hacerlo.
Podemos resumir brevemente las consideraciones desarrolladas;
i) La posición particular del hombre en el seno de ía naturaleza se apoya en el hecho
de que él, en calidad de persona, es el único ser capaz de asumir una responsabilidad en el
cosmos, en grado de responder por las consecuencias de la acción propia. La posición del
hombre no depende de la especie biológica, sino de la conciencia moral que lo caracteriza,
que le permite autodeterminar de modo racional la propia opción y lo hace destinatario
de aprecio o de censura.
ii) La facultad moral de la persona es un elemento cualitativo y no es afectado por la
posesión de signos moralmente relevantes, posesión que admite un más o un menos y que
permanece fundamentalmente en el campo de lo cuantitativo (más inteligente, menos
inteligente). La medida en que la facultad se desarrolla es una posesión actual, no es
esencial para el reconocimiento de la reivindicación incondicionada que aquí se expresa.
Están dotados de razón también aquellos que no la poseen en absoluto. Esto porque no
encontramos la personalidad en su pureza abstracta, sino en el hombre individual, con-
creto. Donde hay un ser que pertenece al géneto humano, allá hay una persona. Éste es el
único criterio no discriminante por el cual reconocemos al otro sin someterlo a nuestro
juicio limitante.

87
Incroducción a la Bíoécica

iii) A la reivindicación incondicionada adelantada por el hombre en cuanto ser per-


sonal corresponde, por parte del mundo extrahumano, un valor específico propio de
los seres vivientes individuales. Todo ser viviente tiene su valor específico y una finali-
dad inmanente que llama al hombre a evitar todo desafuero hacia las formas vivientes y
a valorar de manera comparativa y responsable ios bienes, de modo que tenga en cuenta
el bienestar de los animales y del espacio vital para las plantas.

2. Teología y persona humana.

Sin desarrollar un análisis completo de los datos bíblicos y teológicos^ nos limitamos a
presentar los puntos principales de la concepción teológica de la persona humana.
Según la Biblia, naturaleza y mundo no son términos sinónimos. El primero indica
la realidad preexistente a toda intervención humana, mientras el segundo indica roda k
actividad del hombre, que desemboca en la cultura. Entre naturaleza y cultura hay una
relación ineliminable, aunque la relación mutua puede ser perturbada por varias razones.
El mundo en el cual vivimos es concebido como una unidad entre naturaleza, donde nos
encontramos inmersos como punto de partida, e historia, que nosotros mismos hacemos,
sin dar por descontado eí hecho de que ía realidad previa experimentada por nosotros
como naturaleza ha sido entonces plasmada por la realidad histórica de las generaciones
pasadas.
Desde el punto de vista teológico es necesario introducir el concepto de creación,
poniendo atención a no ligar el concepro de creación sólo a la naturaleza y creando una
contraposición entre naturaleza e historia (la acción del hombre). Si la creación concer-
niese sólo a la naturaleza y no a la historia, se perdería el sentido de la presencia
perma-nenre de Dios en la historia. A su vez, el hombre no leconocem su responsabilidad
hacia la naturaleza, sino que aparecería en su poder autónomo (ésta sería la interpretación
obvia del dominium terrae) y en su ilimitada capacidad de disponer de sí mismo, en caso
que su actividad creativa sea vista como sucedánea de la acción creadora de Dios en la
naturaleza. Este dualismo ha hecho acusar al cristianismo de ser hosrU en línea de
principio a la naturaleza.
A diferencia de su ambiente religioso, Israel nunca ha divinizado a la naruraleza ni ha
visto en ella la forma fenoménica de la divinidad: Yahvé no era una de las fuerzas que sos-
^ TaJ tratamiento se puede encontrar, entre otros, en CAVEDO, R. "Corporeitá". En: Ntiovo dizionario di
teología bíblica. Paoline, Cinisello Balsamo, 1988.
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

men ai mundo y tampoco su suma, sino más bien su Creador. La naturaleza viene de a
acdón creadora de Dios, pero Dios luego se expresa de modo aún más personal a trabes
de la Palabra y de la acción histórica.
El desarrollo posterior de la exégesis ha llevado a valorizar aún más el tema de la crea-
ron, reivindicando para este tema una paridad con el tema de la historia. En definitiva, é
AT no permite ni la sacralización de la naturaleza ni la ideologización de la historia.

Concepto de vida en el Antiguo Testamento

Por cuanto concierne directamente a la constitución del hombre, la Biblia subraya


siempre la unidad psicosomática de la vida humana. A diferencia de la antropología
grie-£a, donde el hombre es dividido en estratos, cuando el AT habla del alma, del
espíritu, ¿e la caine o del corazón, habla siempre de todo el hombre desde ese punto de
vista específico (5^/63, 2; ¿"^Z 84, 3).
El hombre lleno de aspiraciones. El hombre con frecuencia es señalado con el término
^esh {en ^úc^o psyché, en latín anima). Gn 2, 7 no dice que el hombre tiene una nefesh,
iino que es nefesh. El significado fundamental del término es, por un lado, el respirar y,
por el otro, la garganta y la faringe (en este sentido nefesh une al hombre y a los
anima-íes). Cuando el hombre muere. Dios toma la nefesh. Desde este significado el
término implía su sentido para abrazar todas las aspiraciones del hombre: el deseo de
comida y bebida, de relaciones humanas, de la unión sexual. Además de esto, la nefesh es
la sede de los estados de ánimo del hombre; inquietud, desánimo, alegría. En el lenguaje
jurídico, nefesh asume también el significado de persona o individuo [Lv 17, 10). En todas
estas acepciones, nefesh indica al hombre como individuo, en la medida en que está en ia
búsqueda de algo y es distinto de su aspiración personal, lo que expresa su originalidad
(irreductible).
El hombre autorizado. Un segundo par de términos que es considerado es ruah y leb,
espíritu y corazón. En pareja ellos indican el centro personal vital del hombre, la sede de
sus sentimientos y de sus pasiones, de la voluntad y de la decisión. También el término
ruah tiene varios significados; la fiierza del viento, el aliento creador de los comienzos, el
don carismático que reciben los profetas, el espíritu del Mesías, el espíritu de la eñi-sión
escatológica. Con todos estos sentidos se resalta que el hombre posee la fuerza divina,
tiene una autorización especial de Dios.
El hombre caduco. El último término que debemos considerar es basar, carne (273). H
primer sentido es la vida corpórea bañada por la sangre {Gn 6, 17; Nm 18, 15). La carne

89
éd hombre salvada por el diluvio se convierte en Gn 17, 13 en el signo simbólico de la
salvación: "Así mi alianza subsistirá en vuestra carne como alianza perenne". La denomi-
nación carne nos dice ante todo que el hombre es un ser comunitario; ella indica lo que
une a los hombres, las relaciones de parentesco; aplicada a cada hombre en particular,
expresa la caducidad, la mortalidad, el carácter efímero de la vida humana, entendiendo
con esto también la debilidad de la voluntad, incapaz de guardar los mandamientos de
Dios. Sin que esto desemboque en un desprecio dualista de la carne de tipo platónico
(5/^ 11, 24-26).
En conclusión: todos estos términos no revelan un hombre hecho de estratos jerár-
quicos, como en la concepción griega, sino que revelan más bien las diversas posibilidades
del hombre que está en grado de realizar bajo este o aquel aspecto. La contraposición entre
carne, por un lado, y espíritu alma, por el otro, no expresa una división interior del
hombre, sino una relación polar de la criatura con su Creador. Por consiguiente, se trata
de una concepción unitaria del hombre, sobre la cual Pablo construirá luego su antropo-
logía del hombre reconciliado con Cristo.

Concepto de vida en el Nuevo Testamento

La concepción de la vida propia del AT la considera como un fenómeno natural, por


consiguiente terreno, y la valora como el bien principal, presupuesto de todos los demás
bienes (Pr3, 16; Jb 2, 4). El ideal es morir viejo y lleno de días (5^/21, 5).
Sólo frente a la experiencia crítica de que una vida según los mandamientos de Dios
no comporta siempre dicha y felicidad, en los últimos tiempos la esperanza de Israel
comienza a dirigirse hacia la vida eterna y la supervivencia de su comunión con Dios {Sal
63, 4 ; 73, 26). La relación entre plenitud de la vida y relación viva con Dios está presente en
Dt 8, 3: "El hombre no vive sólo de pan". Se puede distinguir entre vida y vida y poco a
poco surge la fe en la vida eterna junto a Dios {2M7, 9-29; Dn 12, 2; Sh 4, 14).
Para el Nuevo Testamento la vida tiene dos características esenciales: a) la unicidad de
la vida eterna; y b) el carácter definitivo de la vida eterna.
La primera característica dice que la vida es para el NT, como para el AT, una realidad
reiacional dinámica, en cuanto depende de Dios, que es el viviente, a diferencia de los
otros ídolos {Hch 14, 15). En el NT se introduce un elemento de tensión en la vida futura
como bien salvífico escatológico de los cristianos. No obstante en esto, está claramente
expresada la conciencia de la unicidad de la vida terrena. La vida es un bien impa-

90
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

sabk {Me 8, 37). Las curaciones obradas por Jesús testimonian la alta valoración de la
■nda terrena, que Él restituye íntegra a los enfermos. La vida terrena es altamente apre-::^
por su unicidad irreperible, pero ella remite al más allá del propio valor específico, romo
demuestran las mismas curaciones de Jesús que llaman continuamente a la fe que ü-^-a.
Las dos facetas se refuerzan mutuamente: la vida futura influye en la vida terrena, T esta
aumenta su valor en cuanto lugar de cumplimiento de la libertad del hombre, en nanto
lugar de la promesa de Dios.
La segunda característica es particularmente resaltada por la teología del Evangelio de
/jan, que define el contenido de la vida eterna, ya presente, como comunión con Cristo T
con el Padre. Estamos en un alto nivel de abstracción, que regresa a la concreción cuan-j3
se observa la urgencia de la obligación ética para los creyentes que deben hacer
expe-nmentable la vida eterna recibida como regalo a través de una nueva convivencia
entre ¿os. Por consiguiente, existe un vínculo de relación-tensión entre la vida terrena
presenil y la vida eterna junto a Dios. Tal tensión se expresa también en el uso de los
términos: :x (dimensión definitiva de la vida) y híos (dimensión natural de la vida).
El mensaje del cristianismo parte de la experiencia concreta de la vida humana, que
experimentamos como nuestra vida, y la interpreta como inauguración y preludio de la
Tida eterna que viviremos en la comunión del Dios eterno.

El mandamiento de "No matar"

El valor concedido a la vida humana en el NT llevó a establecer reglas éticas y


jurí-¿cas para su protección. En el centro csti el quinto mandamiento del Decálogo, "No
ziatar" {Ex 20, 13; Dt 5,17). El verbo usado es raro: rasah, que remite a la terminología
¿el Pentateuco sobre el derecho de asilo.

a) Limitación a la prohibición de matar

Por una parte, el término usado sin objeto amplía el alcance de la prohibición. Por
otra, los varios contextos nos muestran que la prohibición concierne sólo a una especie
particular de homicidio: el asesinar. El verbo rasah indica un acto de violencia particu-
larmente pérfido y desleal, que afecta a una víctima inerme. Por esta raxón la ley prevé ^
sanción más grave: la pena de muerte [Ex 21, 12; Di 19, U)- En esto Israel es igual a los
pueblos vecinos. Pero cambia la motivación: porque el hombre es creado a imagen de

91
Intnxlucdón a la Bioética

Dios, cualquier crimen contra la vida humana es dirigido contra Dios mismo {Gn 9, 6)
(Filón Alejandrino: el asesino es un profanador del templo, porque ha saqueado la pro-
piedad más sagrada de Dios).

b) Ampliación de la tutela de la vida

La prohibición de matar servía, en su origen, para limitar la venganza ai asesino, per-


donando a sus familiares. La motivación de Israel amplía la protección a favor de la vida:
si toda vida pertenece a Dios, toda ofensa a la vida es un atentado al derecho de Dios. De
este modo las normas antiguas son teologizadas y, en recuerdo de la esclavitud de Egipto, la
protección es concedida también a los esclavos (obra deuteronomista).
Los animales permanecen excluidos de la prohibición de matar, pero no es permitido
matados arbitrariamente. Es necesario para el hombre matarlos, pero dentro de los límites
de esta necesidad. Esto explica el temor y la prohibición de comer carne con ía sangre. La
sangre, símbolo real de la vida, debe ser restituida a Dios {Gn 9, 5s).

c) De la limitación negativa al mandamiento positivo

Según el NT en el asesinato se manifiestan el dominio de Satanás y la profunda mal-


dad de cuantos han caído víctimas de él [IJn 3, 15). Odio y homicidio de un hombre
son así identificados; no sólo el crimen cometido, sino la intención asesina con la cual
auguro el mal a otro es un atentado a su vida [Mt 5, 21ss). Es entonces decisiva la actitud
interior hacia el prójimo, que se manifiesta en palabras malas, juicios injustos y palabras
pérfidas.
La interpretación de Jesús supera la idea de prohibición para introducir el manda-
miento positivo del cuidado por la vida del prójimo (tal cuidado comprende también el
compromiso de perdonar).
Para Lutero, el rechazo a dar amor (lo que mantiene con vida a las personas) está com-
prendido en el mandamiento de no matar. Para él, el mandamiento significa: en sentido
negativo, no perjudicar al hombre; en sentido positivo, apoyarlo en sus necesidades.

92
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

Imagen de Dios en el hombre

El AT nos habla del hombre creado a imagen de Dios. El NT nos revela que sólo en
esas se realiza la imagen de Dios. Con base en estos datos la reflexión teológica distin-EE
entre el Logas divino que es imagen del Dios invisible y los hombres, que no son asados
como imagen, sino según la imagen de Dios, más precisamente como imagen de j>.
imagen. La participación del hombre en esta imagen no es estática sino dinámica: por iTL
iado, ella es concebida como indeleble y, por otro, como extremadamente imperfecta. zn
relación con esta condición se abre el camino histórico del hombre, que puede pro-iresar
o retroceder.
La idea de la imagen de Dios tiene consecuencias precisas sobre la concepción del
aombre.

a) Semejanza con Dios y ser personal

La semejanza del hombre con Dios no está fundamentada en un privilegio esen-dil


estático {que ofuscaría la orientación a Cristo) o en distintivos propios de la espedí
humana (también en este caso se haría vana la originalidad de Cristo y se caería en el
íspecismo), sino en su comunión con Dios.
No son las cualidades (razón, hbertad) ni las características constitutivas (alma) las
cue hacen al hombre imagen: ella no consiste en algo que el hombre es o hace por sí
ziismo.
La particular dignidad del hombre no está fundamentada en él, sino en una relación
que lo apoya, en la "exterioridad" de una relación de comunión iniciada por la palabra
creadora de Dios. El hombre es él mismo sólo porque Dios lo llama y continúa llamán-
dolo. La Biblia resalta que hay una relación directa del hombre con Dios, relación que lo
distingue como una criatura particular, llamada a corresponder a Dios. El concepto teo-
lógico de ía semejanza y de la llamada por parte de Dios (creación y redención) encuen-a^
correspondencia en el plano antropológico en el concepto de persona. En efecto, esta
llamada divina ftindamenta la llamada del hombre a sí mismo y a su autonomía. La iden-
tidad del hombre no depende de instancias interhumanas que se encuentran en su rea-
lidad factual, en sus distintivos empíricos, en la diferencia específica respecto a los otros
seres vivientes.
No ¿qué son?, sino ¿quiénes son?

93
Introducción a la Bioética

De tal modo, la fe cristiana, insistiendo sobre el ser personal del hombre, salvaguarda
la dignidad de todo el hombre respecto a su reducción a aspectos, papeles y funciones
parciales.
El concepto de hombre es categoría meta-empírica, que dice que el hombre es más
que la suma de los privilegios que él a juicio de los otros posee o que él trata de descubrir
en sí mismo. La relación con Dios constituye a la persona; por eso ella no debe la propia
existencia a ninguna potencia extraña.

b) Distinciones necesarias

b.l) Persona y personalidad. La persona está fundada en la relación con Dios; la perso-
nalidad es el fruto del camino del hombre. Cualquiera sea el éxito de este camino positivo
o negativo, el hombre es persona en todos los momentos de su maduración espiritual,
material, emotiva.
La insuficiente distinción entre persona y personalidad emergió ya a nivel filosófico
como un error categórico fundamental del pensamiento, error que contiene la imposible
pretensión de verificar empíricamente la exigencia de todo individuo de ser tratado
moral y jurídicamente de manera igual a los otros, a pesar de todas las diferencias de
hecho existentes.
b.2) Persona e individuo. El concepto teológico de persona se distingue también del con-
cepto de individuo, mientras que la cultura actual tiende a confundir los dos conceptos.
El concepto de individuo puede ser comprendido a nivel biológico (como ejemplar
igual a los otros o como unicum), a nivel social (en este momento histórico valoramos la
individualidad, descuidando el perfil de la solidaridad que une las personas), a nivel
filosófico (la definición de Boecio concibe el ser personal como una sustancia individual
dotada de naturaleza racional; tal definición permanece como una abstracción incapaz de
abarcar la existencia concreta).
El concepto teológico afirma que el hombre, ya que en cuanto persona llega a su ver-
dadero ser en la llamada de parte de Dios, es desde siempre más de cuanto pueda hacer
de sí como individuo. Él esú, por lo tanto, resguardado de la preocupación de tener que
verificar continuamente la propia individualidad delante de sí y delante de los otros.
b.3) Persona y subjetividad. El hombre es desde siempre persona (independientemente
de su yo consciente), mientras que la tarea de llegar a ser un sujeto está aún delante de él y
depende del proceso biográfico de su maduración. En consecuencia, el hombre puede

94
Capítulo V: Dignidaií de la persona humana

^sesperarse de su propia realización moral y declarar el fracaso como sujeto que obra
res-»nsablemente y, a pesar de esto, permanecer persona. El pecado no destruye la
destina-zaa ontológica a existir en el diálogo criatural con Dios. El hombre vive en virtud
de la ^ádiiad áe D\os que permanece pot eívcvmíi ¿eV ^iVvsmo de ^u CAtácttt de etuiutíi,
poí-jie él responde a la llamada de su Creador ya con la simple existencia.
El discurso de la semejanza del hombre con Dios, en la medida en que habla de su
:irácter de criatura y no presupone otras señales distintivas, tiene una importante con-
secuencia en el campo de la ética. El hecho de que la imagen esté referida al hombre en
msnto tal apunta a superar las líneas de demarcación y de división imperantes entre los
nombres. Imagen de Dios es todo hombre, aun aquel más pobre y débil.
Se trata de una perspectiva universal que protege a todo hombre incluso en las socieda-
des post-cristianas. En efecto, ella tiene como consecuencias: el rechazo a la idolatría del
?oder, de la belleza y de la eficiencia humana. Rechazo al culto de cualquier persona, porfíe
si se venera a un hombre se pisotea la dignidad común. La acogida a la vida humana s su
forma más débil y caduca. La vida individual humana tiene un valor absoluto, no es
cuantificable y no está sujeta a ningún cálculo utilitarista. En esto el pensamiento cristiano
se diferencia del pensamiento antiguo, que afirma la dignidad de todos los hombres, oero
no logra abarcar la irrepetibilidad de cada criatura humana individual.
La comparación entre la filosofía moderna y el pensamiento antiguo es
ínstructi--•-a. porque nos muestra que la conciencia del valor incalculable de la vida
humana no es r¿rrimonio pacífico del ethos de la humanidad, sino que es readquirida y
salvaguarda-ZA en cada época. La moderna ética utilitarista calcula el valor de los seres
humanos. El 2¿£ho de tener que justificar ía propia existencia en el mundo representa una
demanda -tagerada para todo hombre. El fundamento teológico de la vida del hombre
nos dice rué la existencia de un hombre es í^itimada antes de cualquier encuentro
ínterhumano T de poseer, en cualquier medida, las cualidades naturales que distinguen al
ser humano ie los otros seres vivientes.

Conclusión

Los fundamentos filosóficos y teológicos de la bioética llevan, partiendo de un punto ie


vista diverso, a un doble resultado idéntico: le recuerdan al hombre su responsabilidad ^
relación con la vida extrahumana, así como la dignidad particular de la vida huma-zí B
intento de eliminar la posición particular dé hombre en la naturaleza, como sí rjese un
prejuicio filosófico, íálla ya frente a la experiencia ética de la responsabilidad.

95
Introducción a la Bioética

También la experiencia estética de la belleza de las formas extrahumanas de vida presu-


pone un observador contrario y, por consiguiente, una coexistencia diferenciada entre el
hombre y la naturaleza. Por la conciencia del respeto recíproco que los hombres nos debe-
mos, la idea de persona asume una función indispensable, aunque su explicación perma-
nece controvertida.

3. Ética y persona humana

La idea de dignidad humana con frecuencia es considerada una fórmula vacía de nin-
guna utilidad. P. Singer, H. Engeihardt y N. Hoerster (filósofo ád derecho)'" sos^ech^n
que se trate de la fórmula secular que esconde la idea cristiana de hombre como imagen
de Dios y, como tal, no puede tener ninguna función legítimamente vinculante.
La idea de dignidad humana, para no ser una caja vacía, es decir, para hacer emerger
su contenido central normativo, tiene aún necesidad de ser concretada mediante la inves-
tigación racional, que aclare cómo históricamente las sociedades han vivido el concepto
de dignidad del ser humano. Lo mismo vale para otros postulados, como el de la libertad,
la igualdad, la solidaridad, que sin un permanente control experiencial pueden ser
igualmente abusados como vehículo de ideologías políticas.

Raíces históricas de la idea de dignidad humana

Nos preguntamos cuáles son las raíces históricas de la ¡dea de dignidad humana. Ella
debe muchísimo a la contribución cultural histórica del cristianismo, pero no nace con
el cristianismo y su importancia no está ligada al perdurable influjo de éste. El concepto
de dignidad humana, que se despliega en el reconocimiento de derechos humanos
pre-estatales y metapositivos, es fruto de múltiples factores, cuya valoración QSÚ
destinada a permanecer controvertida entre los historiadores. En general, ellos se reducen
a la tríada de la filosofía clásica, la ética cristiana y el humanismo europeo'^
A la filosofía griega se le atribuye la autoliberación del hombre de su vínculo mítico
con el cosmos, paso que conduce ya a este nivel a la concepción de una cultura universal

'^ HOERSTER, N. Abtreihungim saekuiaren Staat. Argumente gegen den §218. Frankílirt, 1991, p. 121ss-"
Scü'^Alíi, h.. Grundwerte der demokratie. Oríentierungsversuche im pluralismus. Munich, 1978, pp. 61-87.

%
Capiculo V: Dignidad de la persona humana

^ sualdad natural entre los hombres, que debe compenetrar la acción y el pensamien-«
oe los hombres.
£n el cristianismo la idea de igualdad natural de todos los hombres se enlaza con la
ücs. de que delante de Dios cada individuo en particular posee \a dignidad del género
rumano.
La contribución específica del humanismo europeo consiste en la reafirmación de la
.¿ea de la autodeterminación moral j sobre todo en el reconocimiento de que la liber-rid
y la dignidad del individuo tienen necesidad de ser eficazmente protegidas desde el ?unto
de vista político-jurídico. Esto conduce a reconocer en las cartas fundamentales ie los
estados modernos la existencia de derechos preestatales y metaposítivos, que tien-ien a
extenderse pasando de las libertades civiles a los derechos políticos y culturales. En sste
sentido, la dignidad humana no está ligada a una imagen filosófica o religiosa del 3ombie.
Las tres corrientes, no obstante, los diversos puntos de partida, están conttamarcadas
por una afmidad recíproca fuerte. Y las adquisiciones que ellas han alcanzado pertenecen
il núcleo de un ethos natural tendiente a la universalidad. La idea de la dignidad humana
T su expHcitación en derechos humanos preestatales, preexistentes a cualquier reglamen-:o
social, formulan un umbral cognoscitivo más allá del cual la convivencia de los hombres
ya no puede retroceder ni siquiera en la época posmoderna.

Fundamento de la idea de dignidad humana

Hemos visto que el concepto de la dignidad humana, así como el ethos moderno de los
derechos humanos, permanecen en línea general compatibles con todos los fundamentos
filosófico-religiosos que de algún modo han contribuido a su formación. En este contexto
también resulta válida la distinción entre génesis histórica y validez normativa. La cuestión
es esencial para nuestra sociedad pluralista. Desde el punto de vista de esta sociedad hace
falta afirmar que la idea de dignidad humana hace parte del núcleo irrenunciable de un
ethos natural racional que pretende ser umversalmente reconocido. Desde el punto de vista
de la teología cristiana esto significa que la idea de la dignidad humana está, respecto a la
idea cristiana específica de la semejanza de todo hombre con Dios, en una relación de
correspondencia objetiva, pero no en una relación de fundamento exclusivo.

97
Introducción a la Bioética

Un punto focal de h actividad de la Iglesia consiste en la exigencia de que tal dignidad


sea concretamente respetada y que tal dignidad no sea puesta a libre disposición de la
sociedad ni siquiera en los casos de conflicto. En este aspecto, la relación del hombre con
Dios ayuda al reconocimiento efectivo de la dignidad humana precisamente porque el
hombre está fundamentado en la relación con Dios, una relación en la cual el hombre no
puede ponerse por sí mismo, sino que está fundamentada en el amor creador de Dios. Esta
motivación teológica de la dignidad del hombre no elimina, sin embargo, su evidencia
natural y su carácter vinculante universal: ella ya está fundamentada en la igualdad
originaria de todos los miembros de la comunidad jurídica y en la autoexperiencia del
hombre como ser moral.
El reconocimiento de la dignidad humana no puede ser negado sin contradecirse,
porque él ya esrá presupuesto desde siempre cuando tratamos de explicar nuestra cultura.
Con el conocimiento de la dignidad humana de todos los miembros, la comunidad
humana llega a tener, desde el comienzo, un fundamento capaz de ser racionalmente
reconocido. Esto permite discutir también el justo nexo entre autonomía y dignidad
humana. Por una parte, la dignidad humana garantiza la libertad de acción en armonía
con las propias convicciones morales; por otra, exige el reconocimiento del principio de
justicia, límite que impide violar los derechos inalienables de los otros. Esto nos lleva a la
cuestión del contenido central normativo de la dignidad humana.

Significado normativo de la idea de dignidad humana

El contenido vinculante de k dignidad humana, el niicleo duro, puede ser expresado


brevemente como aquello que hace del hombre un hombre, es decir, su capacidad de obrar
libremente y de autodeterminarse moralmente de manera responsable. Dicho en otros
términos, el hombre es fin en sí mismo y nadie puede ser sacrificado por otros fines, ni
siquiera por bienes muy grandes. De este contenido no deriva ningún catálogo de derechos
ni ningún catálogo de acciones por cumplir.
En este sentido, se ha objetado'^ el contenido de la idea de dignidad humana es nega-
tivo y no nos ayuda a establecer aquello que es moralmente justo en los casos de conflicto
que la moderna bioética nos presenta.
Esta objeción ignora, sin embargo, que, precisamente en las situaciones éticas de con-
flicto, una barrera normativa semejante, implica ya, gracias a la categórica exclusión de

^~ ^OLBEKr,W^. Der mensch ais mittel und zweck. Munich, 1987, pp. 15-117.

98
Capítulo V: Dignidad de ia persona humana

determinados modos de obrar, una delimitación de aquello que es moralmente justo


eiemplo: la prohibición del estudio de los embriones hasta consumirlos, que deriva de la
necesidad de respetar el nivel de vida más bajo de nuestra existencia corpórea; la
invio-ibiiidad del cuerpo constituye la base de todas las formulaciones de íos derechos
humaras). Este derecho está sancionado a partir de la ley del Babeas corpus (1679),
pasando por el Bill ofrights de Virginia (1776) basta la Declaración universal de los
derechos del nombre (1948), y es el fundamento de todo otro derecho que el desarrollo
de la razón histórico-social puede hacer surgir (prohibición de: homicidio, aborto,
eutanasia, tor-nira, detención injusta, terror, guerra, carrera armamentista, desempleo,
analfabetismo, hambre). Cualquier participación social o cultural en íos bienes de la vida
queda sin fundamento si el derecho a la vida no es salvaguardado en su núcleo basilar, que
es la protección de la integridad corpórea.
El bien de la vida física es fundamento del mismo principio de autonomía. El mismo
principio de autonomía es vaciado cuando, como afirman los bioeticistas norteamerica-
nos, se consideran inviolables sólo las convicciones morales de los ciudadanos, pero no la
\ida corpórea de los niños recién nacidos, etc. Sólo si se garantiza la vida física, se garantiza
el espacio en el cual la persona, fin en sí misma, puede expandirse. Debemos dejar existir.
Ninguno de nosotros es llamado a la vida en virtud de una mayoría y las situaciones de
conflicto deben tener presenre que el hombre está donde está el distintivo de la
descendencia humana o donde está el distintivo de la procreación por parte de criaturas
humanas.

Valor de la prohibición de matar

Todas las culturas, las religiones y las constituciones de los estados modernos consi-
deran esencial el quinto mandamiento. Las divergencias nacen cuando se debe establecer
cuál es su exacto alcance. Es más, en este campo los conflictos sociales resultan particular-
mente agudos, porque tienen que ver con el bien mismo de la vida y no se pueden resolver
según la práctica común de dejar a los otros el derecho a tener su propia opinión.
Cuando se toca la vida de los seres humanos ya no se trata de estilos de vida: Amnistía
Internacional no combate por la libertad de conciencia de los propios miembros, sino por
el respeto de los derechos humanos y de la vida de todos los hombres. Los defensores de
los animales piden que no se viole la vida de todos los animales. Así cuantos se oponen al
aborto piden que se respete el derecho a la vida de los niños no nacidos. Esto es lo que se
quiere y no se trata de fanatismo o de espítitu antidemocrático, porque aquí no se trata

99
Introducción a la Bioética

de opiniones morales, sino de cuestiones de justicia que no pueden ser resueltas recurriendo
a la propia posición, como pretenden las concepciones éticas liberales. Las cuestiones de
justicia sólo pueden ser resueltas sobre un fundamento preexistente a las preferencias
culturales de los hombres en particular y válido para todos.

4. Soberanía de Dios y santidad de la vida

Según la enseñanza bíblica, matar a un hombre no significa sólo contravenir la justi-


cia, sino también deshonrar al Creador. Tomás'^y Calvíno" ven la prohibición de matar
motivada por dos presupuestos, a saber, la semejanza del hombre con Dios y la recíproca
solidaridad humana. Además de esto, en la tradición cristiana se ha justificado la pro-
hibición de matar con la idea de que Dios en cuanto Creador también es el propietario
de la vida, de modo que el matar a un hombre es una violación de los derechos soberanos
de Dios. En esta perspectiva, la vida del hombre no es más que un regalo confiado en
préstamo. Agustín prohibirá, por esta razón, también el suicidio.
Esta perspectiva aparece hoy a los no creyentes como no universal y a los cristianos
como un aspecto de la ética de las virtudes y no como un precepto de la ética normativa, en
cuanto que con ella se ilustra la actitud cristiana de la gratitud y del abandono en Dios.
El recurso a la soberanía de Dios sería una explicación meramente explicativa: "No te es
lícito matarte, porque así ofendes el derecho soberano de Dios sobre tu vida". La afirma-
ción no contiene en la proposición dependiente ningún fundamento lógico de la prohi-
bición expresada en la principal, sino que repite sólo de otra forma verbal la valoración
negativa contenida en ella. Se trata de una tautología, incapaz de fundamentar la
prohi-bición'^ Esta idea ha sido rígidamente aplicada para fundamentar la prohibición del
suicidio, mientras que para los otros homicidios se han admitido excepciones.
En efecto, el quinto mandamiento, no obstante su formulación no condicionada, fue
considerado susceptible de excepciones. Ni siquiera el llamado a la santidad de la vida
(fórmula de alguna manera subrogatoria del derecho soberano de Dios) evitó excepciones
al mandamiento: la pena de muerte, el homicidio en guerra, la legítima defensa, el
homicidio del drano. A estas excepciones algunas posiciones éticas quieren añadir aque-

'^ Summa thealopae, II-JI, G^, 6.


''' Istituzione della religione cristiana. I. UTET, Turín, 1971, II, 8, 40.
'^ ScHUELLER, B. La fondazione dei giudizi morali. Cittadeíla, Asís, 1975, p. 74.

100
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

ilas basadas en la calidad de la vida, y se pide la autorización para el homicidio si la calidad


de la vida está irremediablemente comprometida'^
El recurso a las excepciones nos dice que la prohibición no ha sido considerada abso-
luta, pero que históricamente ha ido en la dirección de eliminar las excepciones: pena
de muerte, guerra, etc. Quien hoy pide nuevas excepciones a la prohibición de matar no
puede recurrir sólo al hecho de que en el pasado existieron.

5. Significado ético de la prohibición de matar

La prohibición de matar no ha sido considerada una norma válida sin excepciones. La


teología moral católica y la filosofía del derecho natural de los estados modernos, en caso
de conñicto, han preferido un bien de igual valor de la comunidad estatal. En particular, la
teología católica ha interpretado el conflicto en el sentido de que a la vida del individuo
debe contraponerse un bien igualmente fundamental, como la paz jurídica pública o el
cuerpo y la vida de otros. El razonamiento es que, si la vida terrena del hombre es un bien
finito y contingente, aun cuando preciosa, se puede preferit a ella un bien amenazado de la
comunidad estatal, con la condición que éste pertenezca a la misma esfera y no pueda ser
protegido de otra manera. La superioridad del bien común respecto al bien de la vida
individual es indudable en el caso en el que la capacidad de la comunidad jurídica de
tutelar el cuerpo y la vida de sus miembros esté amenazada. La preeminencia del bien
común no se muestra capaz, por sí sola, de legitimar la pena de muerte.
Hace falta añadir la condición de que la pena de muerte sea un medio eficaz y sea la
única posibihdad de defensa del bien común. Dado que estos dos presupuestos ya no
existen, la pena de muerte ya no aparece éticamente justificada'^ Pero permanece el prin-
cipio de que, en caso de conflicto, la vida humana debe pasar a segundo plano respecto al
bien común (véase el caso de policías, bomberos, mihtares, a los cuales se les pide arriesgar
la propia vida, y el mismo principio se aplica para la legítima defensa y la guerra). El
derecho moral al suicidio depende del juicio de si para el individuo exista un bien que
esté por encima de la vida física (argumentación teieológica). Incluso en la teología moral
católica este argumento se usa para justificar el martirio y el sacrificio de sí en favor de los

'^ SiNGER, E Eticapratica. Op. cit, pp. 149-155.


'^ Los argumentos en pro y en contra de la pena de muerte son resumidos pot BONDOLFI, A. "Pena di raorte". En:
Nuova Dizionario di Teología. MoraU. Paoíine, Cinisello Balsamo, 1990.

101
¡ncroduccíón a k Bioécica

otros. Se nos pregunta si existen otras situaciones en las cuales el suicidio es moralmente
lícito {conservación de un secreto, defensa de la propia vida física frente a la amenaza de
torturas, la insoportabilídad de la vida).
Más allá de la valoración compatativa de los bienes. La teología moral trató en e! pasado
de limitar el alcance del mandamiento a través de: la limitación de la prohibición de matar
la vida humana inocente e introduciendo la doctrina del homicidio directo e indirecto (en
el caso de la legítima defensa, directamente se quiere defender la propia vida, no matar al
zgKSor praeter intentionem y proportionatusfini). De tal modo se fundamentaba a la vez la
pena de muerte y la legítima defensa y la validez no condicionada del mandamiento.
Estas reflexiones son de particular actualidad para la bioética contemporánea y son
posteriormente precisadas. Dos son las cuestiones: hasta qué punto, en una sociedad
democrática, la vida humana puede entrar en una valoración comparativa de ios bienes
y ser contrapuesta a los bienes y valores individuales de otros hombres {aquí surge la
función social pacificadora de la prohibición de matat); y hasta dónde se extiende, en el
campo del quinto mandamiento, nuestra responsabilidad por nuestras acciones (la dife-
rencia entre intervención activa y pasiva).

6, Prohibición de matar y paz entre los hombres

El estado moderno nace en la medida en que desarma a sus ciudadanos y logra hacer
observar de manera cada día más efectiva la prohibición de matar. Fuera del tráfico de la
calle (donde las relaciones humanas están al nivel medieval de la venganza), en los estados
democráticos la vida está en seguro como nunca jamás. La monopolización del uso de la
fuerza y la idea de la no violencia en las relaciones humanas son un dato adquirido en
nuestras sociedades occidentales. Pero la experiencia de las dos guerras mundiales y la
espantosa realidad del holocausto muestran en qué medida la inhibición de matar por
parte de la conciencia individual es terriblemente debilitada cuando la prohibición de
matar ya no está tutelada eficazmente por las condiciones históricas y por la mentalidad
sociopolítica. A partir del desprecio por la vida humana se ha llegado a la barbarie.
La rotura del dique es un argumento difícil de valorar en sus consecuencias, pero pre-
viene contra la facilidad de matar por compasión'^. La prohibición de matar puede desa-

'^ ELIAS, N, IM solífíidim del moreme. I) Mulíno, Ytoioma., J985.

102
Capítulo V: Dignidad de !a persona humana

zTM-ii SU función pacificadora sólo si es actuada también en las situaciones límite. La


assnsión de las excepciones admitidas (legítima defensa y guerra defensiva) abre el
cami-ac i una tendencia que lleva a despreciar cada día más, también en los demás
campos, la viiU humana, en caso de que ella no corresponda a los ideales sociales en
materia de efi-CÉacia, éxito y calidad de la vida'^.
La ética deontológica está de acuerdo, al sostener esta posición, con la ética utílitaris-i
se podrían generar un miedo y una inseguridad general» porque el escudo de la
cívili-cdón es más sutil de cuanto imaginamos). En una sociedad abierta, cuyo
ordenamiento lindico no puede recurrir a ninguna jerarquía de valores vinculantes, sólo
las relacio-::ES entre los bienes más fundamentales son intersubjetivamente verificables.
La vida es r ?ien más fundamental, presupuesto para la realización de todos ios demás.
Ella es por 30 tutelada, independientemente del hecho de que se la considere dotada de
valor intrínseco o de valor extrínseco, es decir, como base para la realización de otros
valores (como nace cierta bioética).
La distinción entre valores fundamentales y valores superiores no prescribe a alguien
cué deba considerar como valor supremo. La prioridad de la vida como valor funda-
mental es por eso racionalmente evidente, de manera independiente de las preferencias
individuales. No es posible negarla razonablemente, porque ella es la condición de la
posibilidad de tener preferencias propias. El estado debe por lo tanto limitarse a tutelar ia
vida humana, para que cada uno pueda decidir y escoger el fin a cuyo servicio quiere
colocarla.
El estado moderno ha garantizado la vida, renunciando a la cuestión de la verdad. En d
estado posmoderno existe la tentación de declararse incompetentes sobre la justicia y
dejársela a los ciudadanos. A la larga el estado perdería su función pacificadora y de garanda
para todos de las condiciones para el ejercicio de sus derechos libres. Con este fin, la
prohibición de matar a cualquier otra persona se realiza de manera concreta y eficaz, por-
que sólo así ella puede desarrollar su ftinción social pacificadora.

^^ LAMB, D. Down the slippery slope. Arguingin appliedethics. Londres, 1988. Lamb es el principal autor del
área anglosajona que sostiene el principio de que la vída es digna de ser vivida en cualquier condición que ella
se manifieste.

103
_________ labBioctka _______________________

7. Matar y dejar morir

Las excepciones a la prohibición de matar plantean una cuestión particularmente


aguda, dado que el fundamento de la prohibición está en el derecho individual de vivir. El
principio del doble efecto pone en evidencia ia diferencia moral subsistente entre homicidio
directo y el tener en cuenta un mal previsto. Este ptincipio presenta hoy dificultades
teóricas que hacen dudar de su aplicabihdad en las decisiones bioéticas. Las objeciones
más relevantes conciernen al papel que el mal únicamente "permitido" desempeña en el
contexto de una acción compleja. Los efectos están tan ligados que es difícil decir que se
quiera sólo un efecto sin querer el otro. Se presupone un concepto muy limitado de la
intencionalidad de la acción humana^''.
Otro instrumento de decisión en íos casos de conflicto puede ser ía distinción entre
intervención activa y pasiva de dejar suceder (matar y dejar morir)^'. Mientras la distin-
ción-directo indirecto sirve para corregir los efectos de una observancia sin excepciones de
una prohibición absoluta, los dos conceptos activo-pasivo intentan delimitar el campo de
la responsabilidad de nuestras acciones. Esta distinción no tendría significado si nosotros
fuésemos responsables de todas las consecuencias de nuestras acciones (como se podría
atribuir a un ser omnipotente). Pero en la condición limitada de un ser finito ella puede
tener seJitido. Un sentido no sóJo pskoíógko, sino también propiamente moral.
La distinción entre intervención activa y comportamiento pasivo, entre hacer y dejar
suceder, sirve, en las zonas límite entre la vida y la muerte (fin de la vida e inicio de la
vida), para limitar el margen de recíproca responsabilidad a la cual los hombres pueden
hacer frente. Por ejemplo, en el caso del inicio de la vida se debe afirmar que sólo el aspecto
defensivo del derecho infantil de vivir (el derecho de no ser matado) puede reivindicar una
validez absoluta, mientras que su petición positiva de medidas aptas para mantenerlo con
vida nos impulsa sólo hasta el punto en que éstas son justificadas por el estado de los
recursos médicos existentes y atendiendo a ottas finalidades de política sanitaria (por
ejemplo el feto de tres meses en la madre cerebralmente muerta). Aun a esta distinción se
le pueden hacer críticas. ¿En qué consiste exactamente la diferencia? Es más fácil negar la
diferencia que decir dónde reside ésta. ¿La diferencia está en la distinción entre obrar y

^^ McCoRMicK, R. A. "II principio del duplice effetto". En: Conciíium, 10, Í975, pp. 129-149. ^' SCHUELLER, B.
L'uomo veramente Homo. Dimensione teológica dell'etica delí'nomo. Edi Oftes, Palerma 1987, pp. 15-22;
135-157.

104
Capítulo V: Dignidad de la persona humana

SO obrar, o bien en nuestras intenciones, o en el atenernos al destino, a Dios, a la


natu-nieza? ¿O más todavía, a las causas artificiales o naturales de la muerte?
Con base en una ética teleológica es difícil justificar una diferencia porque la
conse-aiencia es siempre la misma, a saber, la muerte de la persona. En cambio, para una
ética del respeto recíproco, que reconoce en el derecho soberano de todo hombre a la vida,
una base autónoma de nuestras relaciones recíprocas, incluso el derecho a morir nuestra
propia muerte, que no podemos anticipar, hace parte de la dignidad humana que
debemos respetar en la impotencia de la muerte.

Criterios de valoración para los dilemas éticos en los cuales no está en juego la
vida

Hemos adquirido tres criterios: la dignidad humana, el respeto de la vida de los otros, la
prohibición de matar. Ellos tienen en común el ser una norma negativa, pero no proponer
ninguna solución general. La mayor parte de las teorías éticas concuerda en el pensar que
toda acción individual es valorada moralmente en un contexto amplio que comprende: la
motivación que anima al agente, el fin que persigue, ios medios de los cuales se sirve
para obrar y las consecuencias provocadas por su acción. Se trata de momentos de una
acción concreta que es compleja, pero unitaria. La valoración ética se detendrá sobre todo
sobre la justificación de los fines y sobre la responsabilidad de sus consecuencias
pre-\'isibles, siendo las motivaciones no investigables.

Justificación de los fines

Desde cuando la medicina penetra en los campos en los cuales se le han vuelto posibles
no sólo la curación de las enfermedades, sino tendencialmente también el dominio sobre
todos los procesos de la vida de la procreación a la muerte, también sus fines aparecen
problemáticos y más necesitados de justificación. Tal justificación debe considerar no sólo
las ventajas para el individuo, sino también los recursos ecológicos y económicos, además
de las cuestiones de justicia ligadas a las tareas urgentes que la medicina debe llevar a cabo
en los países pobres. Las diversas condiciones del cuidado de la salud en varias partes del
mundo muestran cómo la legitimación ética de la medicina moderna puede rápidamente
caer en la aporía a causa de los costos inmensos del progreso deontológi-

105
Introducción a la Bioética

co. Si la lógica es la de privilegiar todo aquello que es técnicamente factible, a cualquier


costo, la crisis de su legitimación se hará más aguda-^
Ya hoy padecemos algunos límites de la medicina; la ilusión de un mundo sin dolor
ha cambiado nuestra relación con el sufrimiento. La esperanza de superar todo dolor nos
hace débiles frente al dolor, que se continúa padeciendo y hace aparecer insoportables los
achaques inevitables.
La enfermedad y el dolor son dos realidades naturales de la vida, que el hombre debe
transformar, contener y dominar, pero que no puede anular. No puede, por lo tanto, ser el
objetivo recóndito de la ética de la vida el evitar incondicionalmente y a toda costa el
sufrimiento humano. Se hace cada día más necesario preguntarse si una ampliación de lo
que es técnicamente factible conlleva una ampliación sensata de las posibilidades huma-
nas de vida.

Responsabilidad de las consecuencias

Las consecuencias del progreso de las ciencias biomédicas se vuelven cada día más
imprevisibles. Se amplía la diferencia entre intenciones de los investigadores y conse-
cuencias a largo plazo. Además, los científicos no deciden si y cómo aplicar los resul-
tados de las investigaciones, porque este poder está en posesión de los grandes grupos
industriales.
El dilema ético consiste, sobre todo, en el hecho de que en estos procesos decisorios
anónimos U lesponsabiVvdad ya no es locaVVzíLble.
S"i los invesúgadoies ya no son los únicos tesponsaWes, no hay entonces operadores
democráticamente legitimados para tomar decisiones (en línea con los procesos deciso-
rios sociales). Las leyes demandan tiempos largos y toda ley aparece ya superada frente a
los vertiginosos progresos científicos.
El problema se hace aún más complejo por el hecho de que ya no se está en grado de
poner en relación los medios particulares con nuestros fines, lo que fundamenta la valora-
ción ética tradicional. Las consecuencias inicialmente previstas comportan consecuencias
problemáticas imprevistas en otros sectores de la vida. H. Joñas piensa que no se pueden
descuidar los riesgos sociales a largo plazo, teniendo en cuenta que los malos efectos cre-
cen y superan por mucho a los buenos. La neutralidad ética de un método técnico par-

-^ AuER, A. "ímposcazioni ericoreoíogiche ín materia di bioética". En: Concilhim, 3, 1989, pp. 424-441.

106
Capitulo V: Dignidad de la persona humana

acular se convierte pronto en una abstracción irreal, si es trastornada por el dinamismo


de sus consecuencias negativas^\
De estas consideraciones deriva un doble postulado: a nivel pragmático y técnico es
que se ponga el mismo esmero de inteligencia y de medios empleados en los experimentos
también para controlar las consecuencias. A nivel socio-ético hace falta tener en cuenta
cambios en la conciencia social (véase el nexo entre la diagnosis genética prenatal y las
interrupciones del embarazo) y las prognosis desfavorables según la heurística del miedo
íjonas)^*, de modo que los peligros sean señalados y verificados.
Con frecuencia, en defensa de la investigación, se recurre al principio de que "abusus
non tollit usum\ pero cuando el temido abuso no sólo puede ser reconocido, sino que
puede mostrarse plausible por análisis socio-científicos verificables, un ingenuo optimismo
en el campo del progreso, que se solaza en la seguridad a causa de este principio, ter-ziina
por convertirse en una ceguera guiada por intereses, que cierra los ojos frente a las
verdaderas dimensiones del problema.

Conclusión general

El respeto de la dignidad humana exige como mínimo la defensa de la vida de todos


iOS miembros de la comunidad humana: de los nacidos y de los no nacidos, de los sanos y
de los enfermos, etc.
La prohibición de matar debe valer también en los casos límite, so pena de la pérdida
de la función social pacificadora de la prohibición. Este aspecto defensivo obliga a todos.
Entretanto, la promoción de la vida humana está hgada a criterios pragmáticos de juicio
que operan en el ámbito de la persona. En la situación moderna la mayor importancia la
reviste la justificación de los fines (frente a las urgencias rivalizantes, a causa de la escasez
de los recursos) y la responsabilidad de las consecuencias (que obliga a valorar de manera
comparativa los peligros y a prevenir ios daños).

^^ JOÑAS, H, Medicina... Op. cit., pp. 42-44.


'* JOÑAS, H. Ilprincipio di responsabilttá... Op. cit.

107
SEGUNDA PARTE

PROBLEMAS DE BIOÉTICA
CAPÍTULO I SALUD Y

ENFERMEDAD

/, Salud

La noción de salud es poco analizada porque la atención del paciente 7 la del médico
scán en mayor grado concentradas sobre la enfermedad. El estado patológico es juzgado
a continuación y son muchos los modelos propuestos para su descripción e
interpre-ladón. Como ejemplo referimos los criterios para la descripción del estado
patológico rropuestos por Caplan': a) el ser reconducible a causas que se pueden
documentar; b) Driginar modificaciones que se pueden unir a cales causas; c) la presencia
de un conjunto ze síntomas y de signos reconocibles y característicos que identifican un
cuadro nosográ-nco; d) el ser causa de sufrimiento y malestar para el portador; e) el
constituir un impedimento funcional y comportamemal que limita al individuo respecto
a los estándares de los otros hombres.
Es en relación con la crisis dada por la enfermedad que inicia el recorrido terapéutico^
Este hecho es fácilmente comprensible porque en ausencia de la enfermedad quedan en la
sombra tanto el cuerpo con sus funciones fisiológicas como el concepto mismo de salud.
Pero la precisión del concepto de salud es necesaria para tener una referencia
interpre-rativa para los modelos patológicos: se puede entender qué es patológico a la luz
de un ideal regulador de la saluda

' C£ CAPLAN, A. L. "The unnaruraJess' of aging. A sickness inro dearh? En: CAPLAN, A. L. ENGELHARDT, H. T.
(eds.)- Concepts of healtheand deseare: interdisáplinary penpectives. Reading, 1981, pp. 611-626.
^ SPINSANTI, S. "Salute, malattia e morte". En: AA. W. Nuovo Dizionario di Teología Morale. Milán, !990, pp.
1134-1144.
' MoRDACCi, R, "Sal concertó di salute". En: BELLINO, E (dir.). Trattato di bioética. Op. cit., pp. 91-96.
Introducción a la BJoccica

El concepto de salud es originario, es decir, no es relativo o simétrico a la enfermedad:


no es ausencia de enfe^medad^ Los elementos constitutivos de tal concepto son bastante
difíciles de identificar con exactitud, pero la carencia de exactitud no significa arbitra-
riedad del concepto, sino más bien su carácter analógico, a saber, que no contiene en sí
todos ios elementos para una definición exhaustiva, sino que remite a una noción aún
más originaria que debe ser identificada en la misma vida del hombre.
El concepto de salud es esencial para precisar cuáles son los fines de la medicina y para la
formulación del juicio ético sobre la práctica médica. A este propósito, se registran dos
posiciones: la que afirma que la salud es el único fin legítimo de la medicina, en cuanto
debe responder a las necesidades del organismo humano^; y la que afirma la variabilidad
del concepto de salud de acuerdo con los cambios culturales e históricos y se configuta
como respuesta a ios deseos, entendidos como expresión de la radical autonomía del
indí-viduo^ De nuevo encontramos aquí la contraposición entre naturaleza y cultura que
ya hemos discutido antes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), al comienzo de su propia consritución,
ofrece una definición de salud: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental
y social, y no consiste sólo en una ausencia de enfermedad o de padecimiento"''.
En esta definición hay un aspecto positivo que consiste en la asunción de una pers-
pectiva global, a la cual corresponde un concepto más vasto de la actividad sanitaria, que
no se debe ümitar a cuidar a quien está ya enfermo, sino que también debe ocuparse de la
salud bajo las tres facetas de la prevención, el cuidado y la rehabilitación.
Un aspeao insuficiente de la definición de la OMS es la presentación de la salud
como "estado", y no más bien como "tensión". La diferencia consiste en el pasar de un
concepto abstracto, tal vez nunca alcanzado, a un concepto que se mide en relación con la
situación del sujeto en su ambiente. En la definición de la salud como estado no se pueden
reconocer ni siquiera la mayor parte de los sujetos "sanos", porque el estado de completo
bienestar global de la persona es condición rara y difícilmente alcanzable incluso con el
fuerte empeño del sujeto. Pero, sobre todo, tal definición agravia a todos aquellos que
están afligidos por invalidez o por enfermedades crónicas o incurables.

'' Cf. KASS, L, "Regarding the end of medicine and the pursuit of health". En: The Public Interest, 40, 1975, pp.
\\A2.
^ a.ibtd.
^ ENGKLHARDT, H. X "Health and desease. Philosophical aspects". En: REÍCH, W. T. (ed.). Encyclopedia
ofBioerhks. Nueva York, 1978, 509^606. ^ Cf. CALLAHAN, D. "The WHO definition of healch". En:
HaíCing Center Repon, 1, 1973, pp. 77-87.

112
Capiculo I: Salud y eufermedaíl

Si se acoge una definición de salud como "tensión del hombre y de la sociedad por un
nenesiar bio-psíquico-espiritual y ambiental", entonces se favorece la realización humáis
de la existencia en la situación en la cual la persona se encuentra. La cuestión no es la ¿
establecer si se tiene o no se tiene la salud, sino la de tendet hacia la mejor condición
rosible para la persona: "Esta definición antropológica de la salud, considerada en la
tota-jiad del hombre, especifica y califica la finalidad sanitaria, que nunca está
desprovista oc significado incluso junto al moribundo; es siempre ayuda al hombre en esta
lucha de Tzda; es ayuda para una dignidad y calidad de vida a la medida del hombre''^
La salud también tiene una fuerte dimensión social y se configura como
derecho-úeber de la persona a alcanzar el mejor estado de salud y, en general, como deber
e Ínteres de la sociedad de promover la salud de los individuos. Se ocupan de estos perfiles
la ziedicina del trabajo y la medicina ambiental^.
La OMS afirma que la salud constituye uno de los derechos fiandamentales de todos
.os hombres, cualquiera que sea su raza, religión, opinión política, condición política o
social; la salud de todos los pueblos es condición fiindamental para la paz del mundo y
para la seguridad.
En tal documento se presenta la salud como derecho y bien individual y, al mismo
aempo, como interés y deber social. Existe por eso en toda persona un deber de
auto-rjtela de la propia salud, al menos por la responsabilidad que se tiene con relación a
la sociedad.
La sociedad trata de tutelar la salud de los ciudadanos también a través del instrumento
específico de la medicina del trabajo, la cual analiza la relación entre las condiciones de
trabajo y las enfermedades profesionales y los incidentes de trabajo. Se debe rechazar
como inevitable cuanto depende de las imprevisiones e imprudencias humanas.
La ptotección de la salud constituye, además de un deber, un gasto social productivo
para la entera colectividad, aunque no vaya en beneficio inmediato de las ganancias de la
empresa particular. Las causas sociales de las enfermedades y de las muertes en el trabajo,
cuando no son debidas a la miope búsqueda de la máxima ganancia inmediata, dependen
de la carencia de rigor y de sensibilidad de políticos, de médicos, de cuantos operan en el
sector social, en la ejecución de reformas adecuadas, de controles eficaces, pero también con
la corresponsabilidad de los trabajadores individuales cuando arriesgan su propia salud
por conveniencia o imprudencia.

^ DAVANZO, D. Etica sanitaria. Ancora, Milán. 1987, pp. 92-93. ^ La


ética ambiental será estudiada en un capítulo propio.

113
Introducción a la Bioética

2. Enfermedad

Los extraordinarios progresos de la medicina permiten curar muchas enfermedades


antes incurables. Incluso en el caso en el cual, aún hoy, la medicina no logra curar, ella
permite al menos cuidar por largo tiempo a las personas "incurables". Esto comporta que
la enfermedad acompañe la vida de! hombre por tiempos mucho más largos que en el
pasado y, por eso, ha crecido mucho el lugar que la enfermedad tiene en la vida de cada
uno.
La crecida importancia de la enfermedad no es sólo un hecho temporal, sino que es
un dato que se encuentra también en la conciencia, en las imaginaciones y en los miedos
de los sujetos, hasta el punto de poder decir que el cuidado de la propia salud se ha con-
vertido en la cuestión más seria de la vida.
La enfermedad grave no es sólo una perturbación del equilibrio corpóreo del sujeto,
sino que tiene efectos incisivos sobre su dimensión psíquica. Tales efectos pueden trastor-
nar profundamente la identidad de la persona e inducirla a obrar de modo aparentemente
inmaduro e incluso agresivo'". Pero hay un aspecto importante de la enfermedad que en la
cultura pública de nuestros días queda en la sombra: la provocación que la enfermedad
constituye para ia conciencia moral del sujeto. La enfermedad grave, la que pone en
peligro la vida de la persona y la que tiene efectos invalidantes, pone en discusión el cuadro
entero de ios valores personales, los fines y los significados de la vida.
La sombra de estos aspectos deriva del enfoque exclusivamente "cientista" de la enfer-
medad, como si ésta fuese un evento que ha de tratarse sólo con los recursos de la ciencia
médica. En efecto, la asunción por parte de la medicina moderna del estatuto epistemo-
lógico de las ciencias naturales ha conducido a ver en el organismo humano sólo una
"máquina".
En cuanto ciencia natural, la medicina procede empíricamente e interpreta la enfer-
medad como consecuencia de un desorden material u orgánico que afecta alguno de los
órganos del cuerpo. La enfermedad aparece "explicada" cuando, con base en la relación
causa-efecto, se comprenden las causas que la han originado: un desequilibrio bioquími-
co, una agresión viral, etc. Este enfoque de la enfermedad se desinteresa de las repercu-
siones en el sujeto que ella induce.
AI respecto, se habla de mutilación antropológica para denotar esta reducción del
hombre a objeto entre objetos. Ya desde hace tiempo se reivindica una "medicina a la

'" Cf, KuBLEB-Ross, E. La morte e il moriré. Cittadella, Asís, 1982.

114
Capítulo I: Salud y enfermedad

laaüda del hombre", la cual no comprende sólo un profundo respeto por la persona del
cce sufre, ni una motivación filantrópica en el ejercicio de la medicina, sino también í
recuperación de ia cualidad de sujeto del paciente. La fórmula usada por Víktor von
Teizsaecker es la de "introducción del sujeto en la medicina'". Esto conlleva que, junto
a«i el enfoque científico de la enfermedad, se desarrolle la atención a la experiencia
feno-zienológica del hombre enfermo. La consideración simultánea de los dos enfoques da
ori-^ a la antropología médica'^ que origina una comprensión global del hombre
enfermo, sn el cual encuentra puesto de derecho incluso la reflexión ética y su proyecto de
recuperar los valores dentro de la medicina.
Creemos, por tanto, que en la consideración de la experiencia de la enfermedad se
debe necesariamente rescatar el punto de vista de la conciencia moral'^
La recuperación de tal punto de vista debería permitir a la persona del enfermo la con-
siguiente recuperación de las fiíerzas morales a los cuales recurrir en la experiencia de la
enfermedad.
La reflexión sobre la enfermedad no puede no detenerse sobre dos fenómenos corre-
lacionados: eí mayor poder de la medicina sobre la enfermedad y la mayor debilidad del
hombre con relación a la enfermedad. El segundo fenómeno es un resultado paradójico
del primero. La relación que une estos fenómenos de aparente signo contrario tiene nece-
sidad de explicación más profunda.
El poder de la medicina sobre la enfermedad es un hecho evidente. Después de los
grandes éxitos obtenidos mediante las vacunas y los antibióticos, las especializacio nes de
la cirugía y de las terapias intensivas, hoy la medicina manifiesta su creciente poder en el
frente de la investigación bioquímica sobre los procesos metabólicos de las células. A tal
investigación está estrechamente conectada la ingeniería genética que emplea la técnica
del ADN recombinante para la producción de enzimas no sintetizadas por el organismo,
como la insulina.
Por este motivo se habla de bio-medicina, una medicina científica que opera en lugares
(los laboratorios) lejanos del enfermo y de su inmediata experiencia de la enfermedad. Para
la medicina moderna la enfermedad es un "objeto" que hay que investigar y un objeto que
tiende a convertirse en ia misma persona del paciente.

" WEIZSAECKER, Y V. Der kranke mensch. Smttgart, 1951-


'^ Cf. LAIN ENTRALGO, R Antropología medica. Paoline, Milán, 1988.
'^ Cf. ANGELINI, G. "Porere della medicina e potere della maíatria. L'esperienza di maiattia neli'etá della
medicina". En: Parola, Spirito e Vita, 40, 1999, pp. 201-220. Para mayor profundización véase ANGELINI, G.
La maiattia, un tempoper valere. Vira e Pensiero, Milán, 2000.

115
Iniroducción a la Bioética

Del poder de la medicina nos debemos alegrar, aunque ella presenta límites impor-
tantes como e\ a\)Uso áe\os íármacos y áe\os meó!\os ¿Cva^nó^úcos, o e\ ttiCíií'MiamvtiY-to
en terapias invasoras no proporcionadas respecto a las ventajas que obtienen"*. Pero el
límite más teal es el que está conectado con la condición misma del hombre de la cual se
ocupa la biomedicina. Se trata de una condición de mayor debilidad en relación con la
enfermedad.
Este resultado inesperado tiene necesidad de ser precisado. La debilidad en relación
con Ja enfermedad es un hecho antes que todo concreto: ha aumentado la duración de la
vida y se convive con un gran número de enfermedades de carácter degenerativo que
implican los diversos sistemas: cardiocirculatorio, nervioso, hemático, etc. De estas enfer-
medades la persona no se muere y tampoco se cura (se cura sólo de los traumas y de las
infecciones), de tal modo que ya no se distingue el tiempo de la salud del tiempo de la
enfermedad. Así la enfermedad acompaña gran parte de nuestra vida. La figura del enfermo
crónico es la propia de nuestra época. El aspecto de la debilidad radica en el hecho de que
la enfermedad incide no sólo sobre la eficiencia física, sino también sobre la identidad del
sujeto y sobre sus relaciones con los otros.
El segundo aspecto de esta debilidad es el psicológico. No obstante, la eficacia de los
remedios médicos de que disponemos, está difundido el miedo a que de repente pueda
surgir una enfermedad. Piénsese en particular en la facilidad con la cual las personas sos-
pechan de "un mal grave" en presencia de cualquier dolor o simple malestar, aunque sea
pequeño y transitorio.
Pero el aspecto psicológico que expresa más profundamente el poder de la enfermedad
sobre la vida del hombre es su valor de metáfora, o bien, el ser signo de un eventual com-
portamiento moralmente reprobable por parte del sujeto afectado. La enfermedad, como
insinúa la misma etimología que emparienta enfermedad y mal, sería un mal físico expre-
sión de un mal moral cometido por el sujeto y la condición de enfermo debería llevar al
sujeto a ponerse profundamente en cuestión. La pregunta planteada por el sentido meta-
fórico de la enfermedad es: "¿Cuál es la relación entre el mal físico y el mal moral; cuál la
responsabihdad del enfermo en el surgimiento de la enfermedad?". En otras palabras, el
dolor haría surgir la pregunta sobre el por qué. Precisamente este carácter metafórico de la
enfermedad está perjudicialmenre excluido de la cultura contemporánea'^

''' ILLICH, I. Nemesi medica. I limiti delta medicina. Mondadorí, Milán, 1977.
'^ A pesar de esta exclusión es indudable que algunas enfermedades tienen una relación precisa y cierta con la
calidad de ]os comportamientos; la gran mayoría de los contagios de SIDA, e! cáncer en los pulmones ligado
al humo, el inferco ligado a la calidad de vida, etc.

lió
Capítulo I: Salud y enfetmedad

Ejemplo famoso de esta actitud iluminista que excluye el valor metafórico de la


enfer-ledad es el pensamiento de S. Sonntag. Esta autora, contando su experiencia de
paciente ncológico, afirma la tesis de la insensatez de la enfermedad; "No hay nada más
puniti-0 que atribuir a la enfermedad un significado, porque tal significado es
invariablemente aoralista. Cualquier enfermedad importante, que tenga causas oscuras y
terapias inefi-aces, rebosa tendencialmente de significados. En primer lugar, se
identifica la enfer-ledad con el tipo de miedo más arraigado (corrupción, decadencia,
contaminación, nomia, debilidad). La enfermedad misma se convierte en metáfora.
Luego, en nombre e la enfermedad (usándola como metáfora), se impone su mismo
horror a otras cosas, a enfermedad se vuelve adjetival. Se dice de algo que se le asemeja,
queriendo decir que s grave o de^gradable. En Francia una fechada de piedra que se cae a
pedazos todavía s llamada lépreuse"^^.
Según Sonntag, atribuir cualquier sentido a la enfermedad significa caer en una forma e
moralismo" inaceptable. De tal modo, Sonntag reacciona abierta y duramente contra i
interpretación tosca, de carácter psicoanalítico, del cáncer propuesta por W. Reich (el
imior considerado como expresión somática de una represión de impulsos viles y no con-
sables). Pero en la justa reacción Sonntag olvida una verdad: el hecho de que la
enfer-aedad invite objetivamente a una reconsideración de la calidad moral del sujeto
enfermo. sxt estímulo no es visto como culpabilización arbitraria, sino como posible
vía por la ual la experiencia emotiva de la enfermedad pasa a la conciencia y se convierte
en oca-ión de ejercicio de la libertad. Es sólo el ejercicio de la libertad, la disposición de
sí, la ue puede liberar de las malas fantasías inducidas por la enfermedad y dar sentido a
la ida vivida incluso en condición de enfermedad.
La última expresión de la debiUdad del hombre hacia la enfermedad está dada por el
lecho de que la enfermedad es vivida como tiempo de suspensión de la libertad, un tiem-'0
en el cual sólo se debe esperar con la esperanza de que el peligro pase. En el tiempo ie la
enfermedad no se piantea la cuestión de si el hombre puede aún "querer" y decidir ^o por
sí mismo. De ese modo, el tiempo de la enfermedad puede ser sólo tiempo per-ido para
la vida, un tiempo muerto.

'* SONNTAG, S. Malattia come metáfora, ll cancro e la sua mitología. Einaudi, Turín, 1979, p. 48. " En realidad,
la obra de Sonntag no quiere combatir la metáfora como tal, cuanto el caráaer cruel de la metáfora. En relación
con este aspecto, véase ANGELINI, G. Op. cit., pp. 207-212.

117
Introducción a la Bioédca

3. La enfermedad como cuestión moral

Si la enfermedad, como se enriende comúnmente, se caracteriza exclusivamente por


inhabilidad, sufrimiento y malestar; la curación sólo puede asumir los rasgos de la reha-
bilitación y del alivio del sufrimiento. Pero existe otro elemento propio de la enfermedad,
usualmente abandonado, que es el del sentido. La referencia a la experiencia del dolor
ayuda a aclarar la cuesuón; el dolor generado por una enfermedad que se puede curar
tiene una cara, mientras que una muy distinta tiene el dolor de una enfermedad para la
cual no hay curación; en este caso, el dolor suscita la cuestión del senddo.
El dolor disuelve las certezas de la vida ordinaria. Bajo el peso del dolor la persona
está obligada a reconocer cómo las certezas no pueden no estar fundamentadas en la bús-
queda de sentido propia, personal, libre. G. Angelini describe así el cambio inducido por
la enfermedad en la conciencia del sujeto: "En el momento de la enfermedad le sucede
con facilidad al sujeto que se asombra de la demasiado escasa consideración en la cual él
ordinariamente ha tenido la salud, como si ella fuese precisamente un bien del rodo dado
por descontado. Sólo en el momento en el cual viene a menos aparece con toda evidencia
como bien grande y arcano. Sólo entonces aparece con claridad cómo desde siempre fuese
necesario preguntarse: '¿Qué tsT, y no en cambio disfrutar de ella de una manera
desconsiderada como un bien abundante y siempre a disposición. De tal modo la enfer-
medad plantea la cuestión del sentido, no sólo de la enfermedad, sino también y primero
de la salud"'^
Esta pregunta sobre la salud y sobre la enfermedad es precisamente la que es desechada
inmediatamente por el enfoque de la curación llamado humanitario, que trata de conducir
todo a la lucha contra el dolor, como si el aspecto anestésico fuese el decisivo. En
realidad, la enfermedad es un mal porque impide hacer, proporciona pena y depresión, y
plantea una pregunta sobre el plano del hacer dirigida al enfermo y a todos aquellos que
tienen la tarea de asistirlo, en primer lugar a los médicos'^. Pero la enfermedad es un mal
también en otro sentido no menos importante: ella paraliza la voluntad del sujeto y, por
lo tanto, se ptesenta como un desafío a la libertad de la persona enferma.

'*^ ANGELINI, G. Op. cit., pp. 214-215.


'^ Sobre la reíacíón médico-pacíente, véase CATTORINI, P. Malattia e alleanza. Angelo Poncecotboli, Florencia,
1994. Aquí resaltamos sólo la necesidad que el médico sea un aliado ád paciente no sólo contra la enfermedad
y el dolor, sino también en la enfermedad y en el dolor.

118
Capitulo I: Salud y enfermedad

El desafío puede ser vencido sólo con el auxilio de los recursos morales que permiten
volver a encontrar un sentido a la propia condición de hombre enfermo, en una espe-
ranza que no sea sólo la de sanar de la enfermedad, una esperanza capaz de iluminar la
\ida, no obstante, la enfermedad^". De este modo la enfermedad puede ser vivida y no
sólo padecida. Los recursos morales de los cuales hablamos no son los propios del estoi-
cismo, que valora la voluntad fuerte y segura que no se deja dominar por las emociones,
sino los de la costumbre y el rito.
La costumbre es lo que, en la sociedad tradicional, permitía sentirse miembros de una
comunidad, de una casa común, en la cual había un consenso sobre las formas de la vida
buena: el vínculo de proximidad entre los hombres estaba vivo y su reconocimiento no
dependía de las virtudes morales del individuo. Esta relación de proximidad sólo se
conser-%-a hoy al interior de la familia, que, sin embargo, no logra por sí sola proporcionar los
recursos necesarios para elaborar un proyecto personal para vivir el tiempo de enfermedad.
Las relaciones no familiares son en cambio tales que no permiten que la enfermedad se
convierta en motivo de solidaridad. Más bien, es característico de las relaciones profesio-
nales y de las relaciones de amistad para el tiempo libre la exclusión de temas como el de
la enfermedad de la conversación normal. Existen códigos muy rígidos que impiden pasar
de la relación profesional a la de la proximidad. Así el sujeto enfermo padece una ulterior
exclusión que aumenta el sentido de soledad y de insignificancia de su condición.
El rito religioso llega aún menos que la costumbre a ofrecer recursos en el actual con-
texto cultural. El es percibido como un conjunto de gestos formales de ningún valor, que
sobre todo violan la privacidad de la conciencia religiosa cuando se presenta en las diversas
situaciones sociales. Si el rito es ofrecido en el seno de la familia, da la impresión de querer
usurpar las funciones del código afectivo familiar, considerado el único pertinente.
Si es difícil orar comunitariamente en casa, lo es mayormente en los hospitales. Por
tal motivo llega a fallar en la experiencia de la enfermedad el recurso constituido por la
religión.
La falta de recursos morales (simbólicos) del hombre contemporáneo no hace más que
aumentar su dependencia del poder médico; el hombre moderno se entrega en las manos
del médico. La enfermedad genera una especie de regresión infantil que tiene como
resul-rado el entregarse del paciente y de los familiares en las manos de los "expertos".

Sobre este punto, véase la rica reflexión de RICOEUR, H Op. cit., pp. 51-55.

119
Introducción a ia Bioética

Queda por precisar qué significa afirontar la enfermedad según un perfil moral. Ya
hemos dicho que esto comporta ia pregunta moral "¿cómo vivir la enfermedad?" y la pre-
gunta de sentido "¿qué es la enfermedad?".
E! problema moral puede ser comprendido sólo a través de la búsqueda de la buena
causa por la cual vale la pena gastar nuestra vida. Si esta buena causa existe y se encuentra,
el hombre puede querer verdaderamente; está en grado de usar plenamente su libertad.
El tiempo de la enfermedad es tiempo de crisis, no sólo de la autonomía y de la capa-
cidad de hacer, sino sobre todo de la capacidad de querer. Esto sucede porque se vuelven
opacos los significados de la vida ordinaria y el sentido de la vida en su conjunto. En esta
perspectiva, en el tiempo de la enfermedad no hay nada qué querer, nada que valga la
pena ser querido. Parece que sólo los médicos pueden decir lo que se puede y se debe
querer. En la enfermedad grave, la cuestión crucial es la fe en el sentido de la vida-': si
este sentido de la vida huye, se llega uno a sentir presa de un profundo desgano, que no
es sólo psicológico, sino espiritual. Señal premonitora de una separación de la conciencia
del enfermo de la realidad.
Afrontar la enfermedad bajo un perfil moral significa reaccionar a la parálisis que gol-
pea la voluntad del enfermo, a la falta de sentido, a la ausencia de proximidad real, a través
de un camino de fe, entendido no en sentido inmediatamente religioso, sino como
decisión práctica de la libertad que acepta la enfermedad como "prueba", pero que no
tiene el poder de anular la esperanza de una plenitud aún mayor de la salud".

21
La experiencia de la vida, y del dolor, al interior de sí, remite a algo distinto de sí: remite a un sentido que la
trasciende y que ha de vivirse en ¡a fe, es decir, en la decisión práctica de la libertad: "La trascendencia, del
sentido interno al sentido externo testimonia que la conciencia no es el origen del sentido" (BERTULETTI, A.
"Teoría erica e ontologia ermeneutica nel pensiero di Paul Ricoeur, L", En: Teología, 18, n. 3, septiembre de
1993, p. 302. " Cf. CHIODI, M. "Ilcorpoek malattia nell'etá della técnica". En: AA.W. L'io elilcorpo. Glossa,
Milán, 1997, pp. 165-204.

120
CAPÍTULO II DOLOR FÍSICO Y

SUFRIMIENTO EN EL HOMBRE

La lucha contra el dolor ha tenido siempre una gran importancia en la medicina. Hoy
los instrumentos de los cuales la ciencia médica dispone son mucho más sofisticados y
eficaces para aliviar el dolor, pero crean problemas éticos sobre el límite de intervención,
en cuanto pueden privar al hombre del ejercicio de la conciencia o incluso anticipar la
muerte, como en el caso de la administración de dosis elevadas de anestésicos.
Desde un punto de vista médico-científico, es innegable que la ciencia moderna per-
mite que el dolor sea muy eficazmente combatido; desde un punto de vista cultural, el
dolor tiene quizás más poder sobre el hombre contemporáneo de cuanto haya tenido
sobre los hombres de las precedentes generaciones.
No puede negarse la fiíerte carga de ansiedad que se genera en las personas ante la sola
perspectiva de una enfermedad importante y del dolor que ella implica.
Si, por un lado, esto es del todo natural, por el otro lado es característica de nuestra
época una ausencia de recursos psicológicos y espirituales para combatir el dolor. No nos
adentramos en la cuestión filosófica y antropológica de si el dolor tenga o no un signifi-
cado. Resaltamos sólo que el eventual significado del dolor y de la enfermedad es cuestión
desechada de la conciencia contemporánea. Esto conlleva confiarse de manera precipi-
tada y exclusiva en las terapias médicas para eliminar de ia propia vida ese paréntesis de
insignificancia constituido por la enfermedad con su peso de dolor.
De tal modo, eí hombre contemporáneo llega a ser incapaz de usar otros recursos per-
sonales que, si no hacen cesar el dolor, por lo menos lo pueden circunscribir al interior de
una existencia que mantiene su sentido y sus razones de vida. Si ei hombre afronta el dolor
y la enfermedad valiéndose sólo de los recursos de la medicina, se hace progresivamente
más difícil aceptar los casos de fracaso de las terapias médicas. La condición en la
Iniroducción a la Bioética

cual puede llegar a encontrarse se muestra totalmente desprovista de sentido y esto sólo
puede aumentar el "dolor".

I. ¿Qué es el dolor físico?^

El dolor es una señal de alarma. El cuerpo humano dispone de receptores nerviosos


que proporcionan informaciones sobre los cambios que se verifican al interior del cuerpo
y en el ambiente externo, has sensaciones de dolor se deben a un sistema autónomo de
nervios y órganos de sensibilidad: los nocirreceptores. El estímulo que ha afectado una parte
del cuerpo es percibido y recogido por uno de estos receptores y enviado a los centros del
eje cerebro-espinal y desde aquí hasta las áreas sensoriales de la corteza. Es aquí donde se
tiene la percepción consciente del dolor.
Los mecanismos cerebrales controlan la muy compleja codificación de los estímulos
recibidos y la atenuación del dolor a través de endorfmas, sustancias químicas que se sin-
tetizan en el ámbito del sistema nervioso mismo. Ellas deprimen ciertos circuitos nervio-
sos y por consiguiente reducen la sensación de dolor, y se producen en condiciones de
estrés y de activación emotiva del sistema central.
Eí ¿olor físico se clasifica en cutineOy profundo o visceral, irradiado. A estos tipos
de dolor se añaden las neuralgias (faciales y ciáticas) que son dolores paroxísticos y con-
tinuos que surgen en los puntos en los cuales un tronco nervioso es irritado o afectado
por infección. Los mismos centros nerviosos que registran el dolor pueden ser fuente de
dolor, cuando hemos sufrido lesiones o irritaciones: es el caso de las enfermedades de la
médula, del tálamo y de la corteza cerebral.
En algunas enfermedades el dolor se caracteriza por la persistencia, por la duración y
por la irreversibiíidad. Se trata del dolor crónico que reviste una enorme importancia
desde un punto de vista clínico social y económico. Se habla de dolor crónico cuando su
duración es superior a seis meses y es resistente a tratamientos convencionales. La
com-plejiáad de las manifestaciones clínicas específicas y áe las implicaciones
correlacionadas con ellas permite hablar de síndrome de dolor crónico.

Cf. MELZACK, R. T/?epuzzíe ofpain. Basic Books, Nueva York, 1975; BONEZZI, C. "Doíore neíla malat-tia
neoplástica". En: Qtioderni di Cure PalUative, 7, 1, 1999, pp. 5-9. Estudios profundos sobre varios aspectos
del dolot se pueden encontrar en el sitio internet del Foro italiano sobre el dolor. Señalamos en particular los
textos de DE NICOLA, A. Misurazione del dolare; y VARRASSI, G.; MARINANGELI, F. e Coceo, C. // dolare
acuto.

122
Capitulo 11: Dolor íisíco y suftimigHto en el hombre

ísca tener una idea sobre las dimensiones del problema, considérese que cerca del 10% A
a >3blación sufre o ha sufrido dolor crónico. El dolor crónico está por consiguiente
^^Bifsdo proporciones epidémicas, sobre todo en algunas patologías como el dolor
cer-^BL ¿orsal, lumbar, que por sí solos en los países occidentales alcanzan una
preocupante

para el control de la sintomatología dolorosa y la compleja gestión de la patología tumo-rsl


misma. Se reporta en literatura que el 15% de los enfermos de cáncer presenta precozmente
dolores intratables, no obstante la terapia por vía oral con morfina'.
En estos casos la persistencia del dolor trae consigo la conciencia de la gravedad de la
enfermedad e induce en el enfermo la aparición de otros disturbios: ansiedad, angustia,
Insomnio, que a su vez agudizan la percepción del dolor. En estos casos el dolor ya. no es
-uia señal útil para el paciente, sino un fenómeno devastador que incide sobre su psique
V sobre sus relaciones con los médicos y familiares.

2. Terapia del dolor

En muchas enfermedades el dolor acompaña la proximidad de la muerte: es el caso


de los enfermos terminales, pero existen patologías dolorosas gravemente invalidantes
incluso en personas con una expectativa de vída casi normal. En ambos casos es necesario
un empeño de curación intenso y actualizado. En cuanto concierne específicamente a los
enfermos terminales, no se olvida que el "morir" determina un sufrimiento definido como
"dolor total", que nace del progresivo deteriorarse de las condiciones físicas, pero también
de la pérdida del propio papel social, que con frecuencia acompaña a la enfermedad. Lo
anterior pide un particular empeño en adaptar el tipo de intervención médica a la
especificidad del paciente particular, a su tipo de dolor, a su situación socio-familiar. En
cuanto evento simbólico, la muerte provoca al personal de salud a cuidar de la persona
enferma en su totalidad, interpretando sus deseos y garantizando sus necesidades, siempre
en eí respeto a la voluntad del paciente, a las leyes y los principios éticos. El objetivo del
médico, sobre todo para los enfermos terminales, deberá trasladarse del "curar" al "cui-
dar", deteniendo los síntomas y el dolor, superando las dos tentaciones de ocuparse sólo
de la enfermedad, por una parte, y de apresurar el curso de la enfermedad, por otra.

Cf. MARINO, F. La terapia, del dolare e U cura dei sintomi. Asted, Magenta, 1999, pp. 39-45-

123
Introducción a la Bioética

En la lucha contra el dolor, la medicina se ha equipado cada vez mejor y hoy tenemos
una rama especializada en la terapia del dolor.
Una primera forma de intervención contra el dolor es la analgesia. Se trata de la supre-
sión total o parcial o local del dolor, sin que sean alteradas las otras formas de sensibi-
lidad. Una de las sustancias analgésicas más usadas es la morfina y sus derivados: ellos
obran sobre los centros de la corteza cerebral implicados reduciendo o eliminando la ela-
boración de señales dolorosas periféricas. El inconveniente de estos fé.rmacos es el de pro-
ducir hábito.
La segunda forma de eliminación del dolor es h anestesia, que anula, sin embargo,
toda forma de sensibilidad. Se usa por regla en las intervenciones quirúrgicas, en sus
diversas formas: local, regional, general.
Existen otras técnicas contra el dolor como la perfrigeración (basada en la disminu-
ción de la temperatura de la parte interesada) y la hipnosis (que permite obrar en ciertos
casos en los cuales la narcosis es del todo contraindicada).
Los estudios sobre el dolor han dado pasos notables y proceden en dos direcciones: a)
encontrar analgésicos (periféricos) que actúan sobre la formación y sobre la transmisión
de la señal; b) encontrar fármacos que actúan interfiriendo en la modulación del dolor:
son los llamados analgésicos centrales. Lo que es importante es lograr hacer que la señal
llegue a la médula lo más rápidamente posible, para que el residuo porcentual pueda ser
neutralizado o por mínimas dosis de analgésicos centrales o incluso por el organismo
mismo con sus recursos.
En algunos casos seleccionados, frente a la intratabilidad de ios dolores con terapias
sistemáticas convencionales, se hace necesaria la implantación de un sistema espinal
(epi-dural o subaracnóideo) para la neuromodulación farmacológica o eléctrica de la
señal dolorosa. Estos potentes remedios responden bien a la demanda de control del
dolor, asociada con una reducción de los efectos colaterales de fármacos suministrados por
vía general por largos períodos, permitiendo una mejor calidad de vida y un reinicio de las
actividades habituales.
La evolución de la terapia del dolor incide profundamente rambién sobre los aspectos
éticos. Disminuyen cada vez más rápidamente los casos en los cuales se está obligado a
privar de la conciencia al sujeto en terapia. Se puede afrontar con más serenidad, para el
enfermo y para sus familiares, la fase terminal de la enfermedad.
Capítulo II: Dolor físico y sufrimiento en ej hombre

3. Aspectos éticos

Los aspectos éticos concernientes a la medicina del dolor son principalmente los
acuientes; si y en qué medida se debe combatir el dolor; si es posible suprimir la
con-dencia del enfermo para eliminar el dolor; si se puede aceptar un cierto acortamiento
de a "í-ida provocado por la terapia contra el dolor.
El objetivo de curar y de aliviar el sufrimiento humano propio de la medicina es
indis-aitible. El dolor físico es una condición humana que limita las capacidades
operativas e mrelectuales de la persona y esto explica el instinto humano de liberarse de
toda forma de ¿olor. Por consiguiente, la lucha contra el dolor físico es éticamente buena:
el mal debe ser simplemente combatido. Esto vale para el mal moral, es decir, la violencia
del hombre a)ntra el hombre, y vale para el mal físico, el generado por la enfermedad'.
Es diversa la consideración que se debe hacer acerca del recurso a los fármacos para
iliviar el malestar (sufrimiento) psico-afectivo. El uso de los psicofármacos es cada día
zús frecuente en nuestra sociedad, pero no siempre está justificado por la condición de
ios sujetos que los toman, en cuanto las situaciones existenciales difíciles piden en primer
lugar la movilización de las energías propias de los sujetos interesados.
Hay casos en los cuales el tratamiento contra el dolor se presenta como obligatorio.
Se ttata de aquellas situaciones en las cuales el enfermo aún tiene deberes importantes
que cumplir y está impedido por la continuidad e intensidad de los dolores a los cuales
está sometido. En estos casos, al objetivo de llevar alivio al paciente se añade la necesi-
dad de restituirle una suficiente cuota de libertad y de conciencia, para que sus opciones
y sus decisiones puedan decirse conscientes y, en consecuencia, válidas también en el
plano del derecho.
La supresión completa de la conciencia del enfermo puede ser exigida por algunas
intervenciones consideradas necesarias por el programa terapéutico. El aspecto ético de la
cuestión es el del consentimiento informado del paciente, que debe permanecer libre de
aceptar o no la intervención que impUca la supresión de la conciencia. La necesidad de
obtener el consentimiento deriva del hecho de que el paciente es el primer responsable
de la propia persona y de la propia salud: sólo él puede conceder la autorización para tra-
tamientos que lo priven aunque temporalmente de sus capacidades fundamentales. Sólo
en el caso de imposibilidad del enfermo de expresar el consentimiento pueden intervenir

■* Cf. RicOEUR, P. // male. Una sfida alia filosofía e alia teología. MorcelUana, Brescia, 1993, p. 48.

125
Introducción a la Bioética

los familiares y, en ausencia de éstos, el médico puede presumir el consentimiento asu-


miendo la decisión que realiza el "mayor bien del paciente".
El recurso masivo y habitual a sustancias analgésicas, especialmente en casos de
enfermedades crónicas y en las fases terminales de la vida, para aliviar los dolores insopor-
tables del paciente, puede implicar un cierto acortamiento de la vida. Este efecto depende
de los desequilibrios que las sustancias provocan en el organismo, ya fuertemente debili-
tado, capaces de vencer las últimas resistencias y llevar al sujeto a la muerte.
El uso de los fármacos en estos casos es lícito, en cuanto el eventual acortamiento
de la vida no es el objetivo de la intervención, sino que se trata de un efecto indirecto e
inevitable de una ayuda necesaria para el paciente, dirigida a humanizar la fase terminal
de la vida.

4. El sufrimiento

La vida de todo hombre y de la humanidad implica una continua lucha contra el


sufrimiento. La realidad del sufrimiento nunca desaparece, a pesar del empeño de ios
hombres, y asume siempre nuevas formas. Si observamos el campo de la salud, vemos
que han sido derrotadas las epidemias, ha disminuido la mortalidad infantil y ha aumen-
tado la expectativa de vida, por lo que muchísimas personas alcanzan una edad avanzada.
Por otra parte, nos encontramos frente a las complicaciones de las enfermedades propias
de la vejez que transforman la fase conclusiva de la vida en una convivencia con patolo-
gías con frecuencia dolorosas y discapacitantes.
Lo mismo se puede decir si se observa a la sociedad en su conjunto: la mayor sensi-
bilidad por la dignidad del hombre y por su promoción agudixa por reflejo los contrastes,
hace más insoportables las injusticias y todas las tensiones. Por ejemplo, el poder de los
medios masivos provoca una grave masificación del pensamiento, cuando no se llega a
formas intencionales de manipulación de los comportamientos sociales, con la consi-
guiente disminución de la libertad efectiva de los hombres.
Los hombres instintivamente conciben la vida como salud, bienestar físico y psíquico
y el sufrimiento como un incidente equivocado que puede obstaculizar el camino.
Entretanto, la realidad de la vida contrasta con esta concepción de la existencia. Hace
falta notar que la primera causa del sufrimiento está inserta en nuestro tejido vital, en las
posibilidades biológicas, en nuestra conciencia crítica, que constituyen las energías para

126
Capítulo 11: Dolor Físico y sufrimiento en el hombre

s. vitalidad individual y social y provocan a la vez inseguridades y sufrimientos. Todo en s.


hombre obedece a esta ley: la potencialidad sexual y afectiva es causa de tensión, de
3tacer, de gratificación y al mismo tiempo de sufrimiento. La evolución social que
con-nice a mejoramientos nunca tiene lugar sin contrastes violentos, sufrimientos y
nuevas uarginaciones.
Por este motivo, no es posible oponer vida humana y sufrimiento, sino que el sufri-
miento entra como elemento constitutivo de la existencia. Aceptar la vida significa tener
ín cuenta también la realidad del sufrimiento y de la muerte. En este sentido, el sufri-
miento no puede encontrar solución definitiva, más bien se puede buscar (si hay) su
sen-:xio y su valor: ¿qué significa para el vivir humano que haya sufrimiento y qué valor
tiene d sufrir?
Entonces el problema verdadero no es cómo no sufrir, sino interrogarse sobre el sufri-
miento y, a la luz de eventuales respuestas adquiridas con la propia búsqueda, cómo
reac-donar ante el sufrimiento y disminuir las causas que lo agravan.
Ai afrontar el tema del sufrimiento es necesario introducir una disrinción decisiva: el
sufrimiento no es el dolor, sufrir no es sentir dolor. En ambos casos nos encontramos
trente a un padecer, pero se rrata de dos padecimientos diferentes por calidad en cuanto
diferentes por naruraíeza. Es insuficiente la distinción que atribuye el dolor al cuerpo y el
sufrimiento al alma. En realidad, dolor y sufrimiento son dos niveles diversos de padeci-
miento de todo hombre. El ¿olor es siempre síntoma de un daño ñsko o psíquico, mien-
tras que el sufrimiento es el signo de la condición limitada del hombre.
En el empeño de reaccionar ante el sufrimiento, se encuentran diversas soluciones
según las perspectivas filosóficas y religiosas que se asumen.
La cultura de los países avanzados tiene una alergia particular con relación al sufri-
miento, de tal manera que, paradójicamente, el sufrimiento aumenta precisamente por
el modo no equilibtado de afrontarlo. Las personas que sufren, especialmente si están
enfermas, son conscientes del derecho de reivindicar de la sociedad respeto, compren-
sión, ayuda, y acusan a los otros (el ambiente familiar, las estrucruras sociales inadecuadas
e injustas, los egoísmos y los errores ajenos) como causas primarias de los propios
sufrimientos. Es improbable que uno se esfuerce por analizar las propias responsabilida-
des, que se revisen las propias actitudes, las propias reacciones, evitando sentirse víctimas
del sistema y de la incomprensión ajena.
La ehminación de toda referencia rehgiosa agudiza la tensión hacia las realizaciones
terrenas; el mito del bienestar, la confianza casi exclusiva en los poderes de la récnica, la

127
Introducción a la Bioética

incrementada sensibilidad psicológica provocan una fortísima intolerancia contra roda


forma de sufrimiento y una espera, a veces neurótica, de soluciones inmediatas. No se
puede esperar más, no se debe sufrir más. De aquí derivan comportamientos como el uso
excesivo (consumismo) de fármacos o la repetición obsesiva de los exámenes clínicos. Sí
nos trasladamos al campo social, muchos hechos noticiosos son índice de esta impaciencia
(violencias incluso homicidas sobre familiares por tener dinero, el recurso a la droga, la
delincuencia de las bandas de jóvenes de buena condición social) por huir del propio
sufrimiento, a cualquier costo. Las inevitables desilusiones hacen crecer una categoría de
personas, que sufren gravemente, los llamados cansados de la vida, que fluctúan entre un
sentido de fatalismo y el deseo de suicidio. No obstante el sofisticado aparato analítico
para analizar las causas del sufrimiento, el crecimiento de medios técnicos sofisticados,
parece que el hombre de hoy es más frágil frente al sufrimiento.
El intento de remover el sufrimiento impide a la llamada sociedad del bienestar generar
una cultura del sufrimiento, la única que puede ayudar al hombre a afrontarlo. Sobre lo
que se desecha no se reflexiona y de ello no se puede sacar experiencia para la vida.
A nivel psicológico merece ser señalada la reflexión del psicólogo hebreo Víctor
Frankl, sobreviviente de la experiencia de los campos de concentración nazis. Frankl
denuncia una "frustración existencia!" que necesariamente se sigue del contraste entre la
concepción de vida más corriente y la realidad de la existencia. Hasta que se absorba una
mentalidad de vida basada en e! placer y en la afirmación de sí mismo y se consideren
tales valores como absolutos, se deberá sufrir una continua frustración en la constatación
del progresivo debilitamiento físico y de las fluctuaciones y contradicciones sociales. Para
remediar esta frustración, Frankl propone la "logoterapia" o curación médica del alma,
que consiste en ayudar al sujeto a interrogarse sobre el sentido de su existencia, conven-
ciéndose de que en cualquier situación, aun la más absurda, es posible encontrar una
"tarea de vida", comenzando por las respuestas más modestas, pero realizables en aquel
momento. De acuerdo con otras orientaciones, Frankl hace notar que el equilibrio de la
persona demanda que ésta alcance no sólo la capacidad de trabajar y de gozar, sino tam-
bién la de sufrir*. Y añade que "los valores creativos" y "los valores de experiencia" no son
suficiente patrimonio de la persona, sino que son necesarios también los "valores de acti-
tud", y que si para los primeros vale el par de criterios "éxito" y "fracaso", para los otros
vale el par "satisfacción" y "desesperación": "El realizarse es compatible con el fracaso,
como también el éxito es compatible con la desesperación"^ Como decir que lo que al

"FRANKL, V Homopatiem. Soffrirecondigriita. Queriniana, Brescia, 1998, p. 24. ^


FRANKL, V. La sofferenza di una vita senza senso. LDC, Tutín, 1978, p. 84.
Capitulo II: Dolor físico y sufrimiento en el hombre

hombre le resulta indispensable para poder vivir bien es poder transformar en beneficio
incluso el sufrimiento; es poder asumir el propio sufrimiento. Entonces el sufrimiento se
convierte en principio de interpretación de la realidad. Todas las grandes civilizaciones
han afrontado el sufrimiento como vía para conocer Ja identidad profunda del hombre. la
pregunta sobre el sufrimiento se convierte en la única vía para el paso sucesivo, que es
el de preguntarse qué hace posible al hombre integrarlo en la propia existencia. A parir de
esta pregunta se dan las diversas respuestas (conflictos) de los humanismos y de las
xligioneSj como propuestas de liberación del sufrimiento y de inscripción del sufrimien-:o
en un proyecto de realización posible para el hombre.
Si nos colocamos en una perspectiva cristiana de sufrimiento, no deja de ser un pro-
blema fiíndamentaí. Incluso para el hombre religioso él constituye una dura prueba de la
aiadurez humana y cristiana, hace caer aparentes seguridades, pone en crisis los valores no
idecuadamente asimilados, estimula a revisar la concepción misma de la vida y de Dios.
El sufrimiento coloca al hombre en tentación: de encerrarse en sí mismo, de volverse
demasiado exigente, de no aceptar los propios límites, de infantilismo, de rebelión neu-
rótica, pero sobre todo, de poner en discusión la bondad de Dios.
Con frecuencia la religión ha sido acusada de favorecer una actitud superficialmente
consoladora con relación al sufrimiento y una aceptación fatalista del dolor. Sin desarrollar
una reflexión completa sobre el sufrimiento en la perspectiva cristiana, nos limitamos a
mostrar el cambio que se opera en la persona de Jesús mientras dialoga con Dios desde lo
alto de la cruz. La condición de "tentación" inducida por el sufrimiento es expresada
con las palabras "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" {Mt 27, 46). Con
tales palabras Jesús expresa la repugnancia hacia el sufrimiento y el sentido de soledad al
deber soportarlo. "En la perspectiva de la fe, la agonía, como la cruz, permanece como
una cosa padecida; una "pasión" precisamente, no un programa de vida impuesto por la
búsqueda de un hipotético Dios totalmente distinto"^ Se puede por consiguiente afirmar
que el cristianismo no es dolorísta, en cuanto que Jesús mismo tiene horror del dolor. Pero
el diálogo se concluye con las palabras: "Padre, en tus manos confío mi espí-rim" {Le 23,
46), que expresan la fe de Jesús en la intervención salvífica de Dios Padre, ¡a conciencia
de la necesidad de un amor sufriente para volver a dar la vida a todos los hombres. La
palabra decisiva en el cristianismo es la promesa de Dios de conceder la vida V la fe en
esta promesa.

^ ANGELINI, G. Assenza, e ricerca di Dio nel nosíro lempo. Genero Ambrosíano, Milán, 1997, p. 205.

129
Introducción a la Bioética

Jesús supera la tentación con la certeza de que el sufrimiento no es el lugar del aban-
dono de Dios, sino la condición que provoca una fe más fuerte y más decidida a cumplir
la propia tarea de amor, jesús no descarga sobre tos otros el peso del sufrimiento, sino
que la asume sobre sí mismo porque considera (de acuerdo con el Padre) que ésta es la
vía necesaria para conquistar a los hombres a una nueva vida de libertad y de amor (la
salvación).
Retorna la verdadera cuestión, que es la de cómo se reacciona frente al sufrimiento,
que existe y nos roca independientemente de nuestra voluntad.
La perspectiva cristiana sugiere el difícil equilibrio entre el no rendirse frente a la difi-
cultad, al dolor, el tratar de mejorarse a sí mismos y las relaciones con ios otros sin la pre-
tensión de soluciones utópicas, y [SL paciencia frente a las situaciones penosas que duran
en el riempo y que expresan los tiempos largos de Dios.

130
CAPÍTULO III DERECHOS DEL

ENFERMO

1. Tutela de los derechos del enfermo

La enfermedad que demanda un tratamiento prolongado y prevé también un programa


de recuperaciones hospitalarias, produce en la persona enferma un fuerte sentido de
desorientación por la detención de todo el universo de sus intereses. El ritmo habitual de
los compromisos es bloqueado y surge el miedo ai futuro. En este contexto, la recupera-
ción en hospital puede convertirse en factor de ulterior empeoramiento de la ansiedad y
de la despersonalización. Se comprende por eso cuan importante sea la modalidad con la
cual el paciente es acogido por el sistema de salud.
En la realidad, se debe resaltar que la inserción del paciente en los hospitales olvida
casi completamente que el enfermo es una persona que tiene miedo: ya el acercamiento
a las oficinas de admisión está señalado por escaso o nulo calor humano. Es raro un ser-
vicio de acogida que con las primeras informaciones reduzca el estado de extrañeza del
hospitalizado, el cual siente inmediatamente que desde aquel momento estará a merced
de programas y eventos más grandes que él que no podrá dominar ni corregir.
El prorrogarse de la permanencia en el hospital no disminuye las dificultades, porque
la incertidumbre y el miedo crecen al mismo paso que los análisis y los tratamientos
especializados. Aun en presencia de informaciones, que con frecuencia son escatimadas,
el paciente permanece en la ignorancia acerca de adonde se quiere llegar con estos trata-
mientos. Pero lo que afecta mayormente a la persona enferma es la percepción de ser sólo
un caso entre tantos, que el personal de salud trata de manera rutinaria. Esta percepción
tiene un efecto profiíndamente debilitante.
Introducción a la Bioética

Si estas reacciones y dificultades de los enfermos son por muchos aspectos comprensi-
bles, aparecen inaceptables aquellos comportamientos de los servidores de la salud que
hacen aún más difícil la situación del paciente y que llegan a verdaderas y absolutas
situaciones de falta de humanidad: comportamientos de prepotencia, intolerancia hacia
expresiones de dolor por parte del paciente, ostentación de desinterés con relación a él, desa-
tención para cuidarlo, trivialidad del lenguaje, comentarios irrespetuosos, ausencia de un
mínimo de privacidad en las visitas y en los controles en habitaciones compartidas^
El riesgo que se corre en el tratamiento de los enfermos y de sus familiares es descrito
de modo concreto por un servidor de la salud en los siguientes términos: "Estamos tan
habituados a la enfermedad que nos habituamos al enfermo, que nos acostumbramos a
él, con el resultado de levantar una barrera a su conocimiento y, por consiguiente, a
nuestra eficacia como servidores... Así el hombre enfermo es despojado no sólo de sus
hábitos, sino de su concreción -este hombre aquí, con sus problemas, con esta historia, en
esta situación-, de su ser sujeto, y se le hace vestir la pijama del caso clínico, del órgano
enfermo... Técnicas, progresos, eficientismos, por cuanto todos somos conscientes de su
valor y de su insustituibilidad, pueden convertirse en momentos de más fuerte
devastación del hombre, de su sometimiento; especialmente en el hospital, donde, sin que
nadie lo sospeche, el paciente puede ser usado no sólo como cliente, sino también como
conejillo de Indias"^.
Para remediar las situaciones de insuficiente atención al enfermo y las eventuales vio-
laciones de su dipiida.d de persona, la reñexión sobre los derechos del enfermo ha tratado
de producir documentos que tienen valor jurídico y son aptos para proporcionar uní
referencia normativa en la relación entre el personal médico y los enfermos. Las referen-
cias a la salud presentes en la carta de la OMS y en la Declaración universal de los dere-
chos del hombre {art. 25, 1), como también en la Carta social europea, elaborada por e
Consejo de Europa en 1961, son más bien genéricas e incapaces de fundamentar precisos
derechos del paciente. Una primera codificación de estos derechos se encuentra en ur
documento elaborado bajo la dirección de la "Asociación de hospitales americanos" er

Cf. MEDICUS MEDICORUM (Paolo Cornaglia Ferraris). Camici e pigiami. II Melangolo, Genova. Esti libro,
escrito por un médico, ha suscitado muchas polémicas, pero también ha puesto al descubiertt aJgunos
comportamienros inaceptables presentes en la práctica sanitaria, parricularmenre en Italia. MARCHESI, E
Umanizzazione. Centro Stampa Fatebenefratelli, Roma, 1983, pp. 44-46. Cf. tambiér LANDOLO, C. Parlare
col malato. Técnica, arte ed errori della comunicazione, Armando Editóte, Roma 1983.
Para este documento y páralos siguientes, véase el dossier dirigido por ZIGLIOLI, R. " I diritti del mala to". ^ni
Anime e Corpi, n. 5, 1983, pp. 481 ss.

132
Capítulo III: Derechos dei enfermo

1973^ En tal carta Jos derechos individuales son los siguientes: 1) recibir asistencia atenta
y respetuosa; 2) obtener informaciones sobre diagnosis, uat^iemo y prognosis; 3)
recibir las informaciones necesarias para dar un consentimiento informado antes de cual-
quier procedimiento o tratamiento; 4) rechazar eventualmente un tratamiento particular
T conocer las consecuencias de este rechazo; 5) exigir el secreto sobre todo cuanto
concier-De a enfermedad y asistencia; 6) exigir que las informaciones y registros necesarios
para la airación sean considerados confidenciales; 7) obtener la transferencia a otros
institutos óe cuidado en caso que el hospital en el cual se encuentra no estuviese en grado
de presar ios cuidados necesarios; 8) estar informado sobre las relaciones existentes entre el
hospital y otras instituciones de salud que se interesan por él; 9) ser advertido de eventuales
proyectos de experimentación sobre su caso; 10) esperar la continuidad de la asistencia;
11) tener informaciones sobre los gastos que la enfermedad implica; 12) conocer oportu-
namente las normas y reglamentos a los cuales debe someterse como paciente.
En el ámbito europeo un primer documento de la Asamblea consultiva del Consejo
de Europa se dio en 1976: "Deíechos de los enfermos y de los moribundos". En el docu-
mento se afirma, entre otras cosas, la necesidad de formar el personal médico respecto a
/os derechos de ios enfermos. Más extenso y detaíkdo es un sucesivo documento de 1979
elaborado por el Comité hospitalario de la Comunidad europea, que aprobó la "Carta del
enfermo usuario del hospital". A los puntos del documento norteamericano, que se reto-
man y confirman, se añaden los siguientes: 1) derecho de acceder a los servicios hospita-
larios; 2) derecho al respeto por las propias convicciones religiosas y filosóficas; 3) derecho
a elevar eventuales reclamos, verlos examinados y ser informado sobre sus resultados.
Desde la dimensión ética, el sistema de salud en su conjunto y cada particular servidor
de la salud debe salvaguardar la primacía y la centralidad de la persona, cuyos valores
superan cualquier otra realidad. Por lo tanto, la profcsionahdad necesaria en la fase de
diagnosis y de terapia de la enfermedad no debe nunca olvidar que la enfermedad es la
condición de una persona, con sus incremenradas dificultades, con su necesidad de ser
acogida, comprendida y ayudada a mantener la propia dignidad. El paciente que, casi
siempre, se entrega con plena confianza a la acción de los médicos debe encontrar en éstos la
competencia profesional de la cual tiene necesidad y la humanidad acogedora y respetuosa
de la cual tiene aún más necesidad.
Se plantea por consiguiente con urgencia el deber de mantener o recuperar en el con-
junto del servicio de salud un elevado estándar de respeto a los derechos del enfermo: lo
que significa la creación y la difusión de un movimiento de ideas capaz de rescatar, ante
todo en los más directos responsables del mundo médico, la convicción de fondo de que

133
Introducción a la Bioética

el enfermo no es una realidad sobre la cual se puede obrar como se obra sobre un orga-
nismo inanimado, sino que es un "hombre que sufre", que necesita ser cuidado, con igual
dignidad que quien lo cuida*.
Se trata de proponer, entre otras cosas, una fdosofía de la salud y de la enfermedad
diversa de la mecanicista instrumental que está prevaleciendo en los últimos decenios: la
preocupación del técnico experto por identificar el cuadro clínico y poder luego programar
la intervención capaz de reparar el daño. En esta perspectiva el paciente es el portador de
urva enfermedad más que una persona. En esta lógica se explican fácilmente la prisa en el
tratar los casos, la preocupación de tener resultados mejores que los otros colegas, etc.
Frente a esta concepción es necesario repetir que el médico debe comprender al enfermo en
toáo lo que ha vivido, elemenro esencial para guiar bien nna. terapia. Será por lo tanto
importante conocer algunos aspectos fundamentales de la personalidad del enfermo e
instaurar con él una relación amable e individualizada. Estas actitudes también se
extienden a los famihares del enfermo.
Esta nueva filosofía no podrá difundirse sin una formación del personal médico. La
formación no podrá limitarse a la deontología, que también es necesaria^ sino que deber;
tocar los puntos más importantes de la antropología, de la psicología y de la ética.
En algunas facultades, en el marco de la enseñanza de la medicina legal, se ha activad(
un curso o un seminario de bioética, pero se trata de casos esporádicos y con programa
limitados. La urgencia de la formación en este campo está viva y espera ser satisfecha.

2. Derecho a conocer la verdad

El problema de la comunicación de la verdad al enfermo sigue siendo uno de los pro


blemas más delicados en la relación entre médicos y pacientes (pero también entre fami
liares y enfermo). En las situaciones humanas concretas es siempre difícil escoger qu
hacer. Por una parte, se sabe que el enfermo tiene derecho a conocer la verdad sobre si
estado; por otra, es legítima la preocupación de quien lo asiste de no empeorar sus con
diciones con noticias cuyo peso el paciente no lograría soportar. Frente a la pregunta
"¿Hasta qué punto se debe conservar el silencio y de qué modo y en qué medida el enfer

Las reformas a las políticas de salud realizadas por los estados no siempre toman en cuenta la discusiói acerca
de la eficacia de esas directrices para hacer más principal la persona del enfermo.

134
Capitulo III: Derechos del enfermo

me debe ser informado de sus condiciones reales?", es necesario encontrar un equilibrio


que evite tanto el exceso de reticencia en momentos tan decisivos para el enfermo como
el exceso de dureza de la información inoportuna o no necesaria.
Los principios fundamentales a los cuales hacer referencia para afrontar correctamente
la cuestión son; a) el derecho del paciente a proteger y administrar la propia vida y la
propia salud; b) el respeto del enfermo en las condiciones concretas en las cuales lo coloca
la enfermedad.
Con base en el primer derecho, el paciente confiere al médico un derecho de investi-
gación para ser ayudado. Por el mismo principio, el paciente tiene derecho a conocer todo
lo que concierne al mal por el cual él ha recurrido a los cuidados del médico. El derecho a
saber permite al paciente administrar del modo que considere mejor el tiempo de vida que
le queda^, de efectuar aquellas que son comúnmente llamadas las realizaciones finales
que, por obvias razones, sólo conoce la persona enferma.
Con base en el segundo derecho, es necesario comprender las condiciones psicológicas
del paciente para comprender si y cuánto quiere saber. En qué medida está en grado de
soportar la comunicación de la verdad. Hay casos en los cuales el paciente afirma qué
quiere saber, sólo para sentirse tranquilizar, mientras que en otros, es claro que quiere
conocer claramente la condición en que se encuentra.
En línea de principio es necesario afrontar el problema con delicadeza, con el objetivo
de proporcionar una información gradual y verdadera. La actuación concreta de esta
solución se hace teniendo presente el mayor bien global del paciente. Por lo tanto, hará
falta tener en cuenta la psicología del paciente (como se ha revelado progresivamente a
lo largo de la enfermedad y en la relación instaurada con él), el presumible transcurso de la
enfermedadj y los eventuales deberes que el paciente debería o quiere cumplir antes de
morir.
Tales criterios se aplican a las categorías principales de enfermos graves; los terminales
y los afectados por cáncer pueden llevar a soluciones diferentes.
Para los enfermos terminales con frecuencia se trata sólo de confirmar delicadamente
cuanto el paciente ha intuido por su cuenta. Sin embargo, existen casos en los cuales el
paciente, a pesar de estar próximo al final, no se da cuenta y no ha pensado en cumplir
sus deberes conclusivos'' con la ilusión de poder pensarlos en un segundo momento. En

^ Joñas sostiene con plena razón que no se puede negar al sujeto la conciencia del acercarse de la muerte: él tiene
derecho a saber para poder "entrar en relación con el fin que se acerca" QoNAS, H. // diritto
di moriré. I! Melangolo, Genova, 1985, p. 25).

135
Introducción a la Bioética

estos casos, la elección es guiada por el mayor bien del paciente y la comunicación de la
verdad asume el carácter de urgencia, aunque no debe faltar una cierta gradualidad. Para
los casos en los cuales el enfermo ha cumplido sus obligaciones finales y no se da cuenta
de su estado, la comunicación de la verdad puede ser omitida si las condiciones de debi-
lidad hacen temer un trastorno profundo de la persona.
Para ios enfermos incurables de cáncer, para los cuales el final es cierto, pero diferido,
se plantea el problema de si es de utilidad para el enfermo ser informado desde el comienzo
de su enfermedad o si es mejor esperar tiempos más oportunos. Una buena reacción del
paciente puede mejorar su colaboración con la terapia. Pero es posible que se tengan
reacciones de fuerte rebelión y comportamientos suicidase La solución que en la práctica
se revela más procurable es la de no negar la verdad frente a las preguntas que el sujeto
plantea después de haber intuido la gravedad del propio mal.
La práctica médica en los últimos años siempre se ha ido conformando en la línea de
la información al paciente, y está creciendo el número de médicos que comunican direc-
tamente y a través de los familiares la real condición de los pacientes. Por parte de los
enfermos la peticióti de saber está valorada en torno al 80%l

3. Derecho a expresar un consentimiento informada

La obligación de obtener el consentimiento del enfermo para cualquier programa tera-


péutico es un dato universalmente aceptado y ha entrado en h jurisprudencia médica^
La razón de la importancia del consentimiento está en el hecho de que él es la expresión
principal de la libertad de la persona y de su derecho deber de administrar los cuidados.
En el ordenamiento jurídico italiano las normas fundamentales al respecto son las de
los artículos 13 y 32 de la Constitución: el primero establece que "la libertad personal es
inviolable" y el segundo que "nadie puede ser obligado a un determinado tratamiento

á
Por deberes finales y obligaciones conclusivas se entienden realizaciones como: hacer testamento, legalizar
una unión, reconocer un hijo, reconciliarse con Dios y con el prójimo, etc. Cí. KUBLER ROSS, E. Op. Cit.
Cf. SANTOSUOSSO, A. e TAMBURINI, M. "Diré la veritá al paziente, alcuni motivi psicoiogici e giuridi-ci". En:
Federazione Medica, n. 7, 1990, pp. 503 ss.
Cf. ÍANDOLO, C. Op. cit; CoMPORTí M. e LORÉ, C. "Decisione medica e dirini del malato:
Vinformazíone e i\ consenso". En: Fedsrazione Medica, n. 6, J984, pp. 606 ss.

136
Capítulo III: Derechos def enfermo

de salud sino por disposición de la ley La ley no puede en ningún caso violar los límites
impuestos por el respeto de la persona humana". Estas normas garantizan al ciudadano
enfermo su libertad personal tanto en cuanto concierne a la escogencia de los médicos
como en cuanto concierne a las terapias.
En la práctica sanitaria la aplicación de este derecho-deber presenta aspectos proble-
máticos: a veces es el médico el que se pregunta si es oportuno pedir el consentimiento;
otras veces es el enfermo el que prefiere delegar todos los aspectos del cuidado al médico.
La problemática de la materia está señalada por la existencia de un elevado número de
casos de los cuales debe ocuparse la magistratura.
Más radicalmente, algunas dificultades acerca del consentimiento informado nacen
del acercamiento de la medicina y de lo médicos a la enfermedad. El acercamiento natu-
ralista a la enfermedad induce a la convicción de que el médico, gracias a su ciencia,
s¿ie qué es la enfermedad. Este saber sólo en pequeña parte puede ser compartido con d
enfermo, sobre todo cuando el aspecto especialístico es preponderante. Esto significa que
la brecha de conocimiento entre médico y paciente, incluso aquel de buena cultura, en
realidad no se puede colmar. Con esta motivación, un gran número de médicos con-
sideran que la pretensión ética de colocar al paciente en condiciones de dar un consenti-
miento informado no es realista.
Este enfoque naturalista tiene necesidad de ser superado en favor de la que se llama
antropología médica'".
Desde el punto de vista jurídico, el consentimiento se ubica en la categoría de los con-
tratos", los negocios bilaterales que surgen del encuentro de dos voluntades y que tienen
en el consentimiento su elemento constitutivo. El consentimiento puede ser explícito,
implícito, representado por terceros, presunto. Este último caso tiene lugar cuando con-
diciones de inminente peligro piden una intervención para la cual no hay la posibilidad
de tener el consentimiento ni del paciente ni de sus familiares: se presume, entonces, que el
que tiene el derecho, en caso que estuviese en grado de conocer el propio estado de
peligro, consentiría la intervención.
Para que el consenrimienro sea jurídicamente váJído, el sujeto debe conocer aquello
sobre lo cual expresa el propio consentimiento. Por consiguiente, eí consentimiento
asume la especificación de la información y tenemos el consentimiento informado^^. En

'" Véase el capítulo sobre la salud y la enfermedad.


" Cf. PEDRAZZI, C. "Consenso deiravenrediritto". En: Enciclopedia deldiritto. Giufíré, Milán, i 961, vol. IX, pp.
151 ss.

137
Introducción a la Bioética

ausencia de consentimiento, la intervención terapéutica puede configurarse como vio-


lencia privada'^
El principio ético por el cual la persona tiene derecho a la gestión de la propia salud Y
de la necesidad de consentir las terapias encuentra su ñindamento en la misma dignidad
del hombre, en su ser realidad indisponible para cualquier manipulación ajena. Es el sujeto
quien conoce el propio mayor interés con base en los ideales que profesa. El hombre tiene
plena conciencia de ser él, no otro, el responsable de la propia salud mental y
psico-somática, de la propia integridad y de la propia supervivencia, pero al mismo tiempo
se da cuenta de que en algunas condiciones particulares tiene necesidad de los profe-
sionales de la salud. Las condiciones de necesidad no hacen perder al sujeto sus poderes
de administración tanto en lo que concierne al derecho de conocer el mal que lo ha afec-
tado como en lo que concierne al plan de cuidado que el personal médico intenta llevar a
cabo con relación a él.
Entre estos poderes está el derecho a ser correctamente informado y el derecho a rehusar
el consentimiento a determinadas propuestas de tratamiento o de intervenciones qui-
rúrgicas: inclusive contra el parecer del médico de cabecera'^ Las razones legítimas que
podrían inducir al enfermo al rechazo de un tratamiento médico son: los grandes riesgos
conectados con la terapia, la carga psicológica y económica excesiva que podría recaer sobre
sus familiares, compromisos de absoluta urgencia. Sólo el enfermo está en grado de tener
una visión de conjunto de todos los valores que están en juego en su situación. El rechazo
de las terapias no sólo es lícito, sino que es obligatorio allí donde éstas se configurasen
como encarnizamiento terapéutico".

'^ Materia de la información son ciertamente y ante todo el resultado de las investigaciones diagnósticas, el
significado comprensible del resultado, el programa de terapia, la prognosis para ía salud y la super-vivencia,
la duración aproximada de la hospitalización y de la convalecencia, la calidad de las restricciones derivables
del cuidado. Es muy importante la sencillez del lenguaje para hacer comprensible a quien es lego la situación
real en la cual se encuentra.
'^ Cí FRANCHINI, A. Medicina légale. Cedam, Padua, 1982, pp. 138 s.
'"* Naturalmente, el personal sanitario debe saber va/orar fa expresión de la voíuntad persona/ deí enfermo. Hay
casos excepcionales en los cuales el médico y la enfermera pueden, y deben, intervenir incluso sin el
consentimiento del enfermo y, algunas veces, no obstante, el rechazo explícito de éste: a) cuando el rechazo es
más aparente que real, más en las palabras que en ei pensamiento; b) cuando después de haber intentado el
suicidio, el enfermo rechaza los cuidados médicos, precisamente porque persiste en la idea de suicidio; c)
cuando el rechazo lesiona los intereses de un tercero, sin razón proporcionada. Cí FAQUÍN, J. Morale e
medicina. Orizzonte Medico, Roma, 1962, p. 98.
'^ Este tema será profimdizado en un capítulo específico.

\5^
CapÍTiilo íll: Derechos del enfecmo

4. Derecho a la reserva y secreto profesional del personal médico

E5 obligación primordial del personal de salud mantener el secreto sobre rodo lo que
3ega a saber a causa de la rdación médico paciente. Ef secreto profesional hace parte de
I2 categoría de secretos conñí¡^os, a saber, derivados de un acuerdo de no difundir lo que
será comunicado por vía confidencial. El sujeto se confía al experto y le hace conocer su
mundo interior, no a título de amistad, sino a título oneroso, para tener de él una ayuda
calificada, sobre la base de su competencia profesional. El profesional que se encarga del
diente que se dirige a él, hace un contrato bilateral. De este contrato deriva la obligación
del secreto profesional. Por consiguiente, el título de observancia del secreto profesional
es el de estricta justicia.
Las profesiones más interesadas en el secreto profesional son las del médico, el nota-
rio, el abogado, el comerciante, el juez, el consultor técnico, el dirigente industrial, los
dirigentes bancarios y semejantes.
El secreto profesional lleva consigo muchos beneficios: a) csú al servicio de la persona
que se dirige al profesional, porque le permite proteger y extender la propia personalidad y
las propias capacidades; b) favorece la convivencia social ordinaria; c) incrementa el
prestigio y la responsabilidad de las categorías profesionales que están obligadas.
Corrientemente los ordenamientos jurídicos nacionales defienden el secreto profesio-
nal, sea castigando a quien viola el secreto, sea eximiendo de la deposición sobre cuanto
se ha conocido por razón profesional.
Naturalmente, se plantea la cuestión de cuál es la amplitud del secreto profesional. En
síntesis extrema decimos que el objeto directo y primario del secreto profesional consiste en
lo que ha sido específicamente confiado al experto por el interesado. El secreto se aplica a
las insrituciones, y a las elaboraciones del profesional si rienen origen en la confidencia del
cliente, porque forman cuerpo con las cosas confiadas. Mientras que las noticias que d
profesional tenía sobre el cliente antes de que éste fuese tal no entran en el secreto pro-
fesional. También están exduidas del secreto las noticias de carácter irrelevante.
Las noticias relativas a delitos ya cometidos refuerzan el secreto y lo hacen obligante
también en relación con la autoridad inquisidora. El motivo de esta potencia del secreto
está en el hecho de que el culpable tiene derecho a callat las propias culpas y este derecho
por fuerza de la relación profesional pasa al experto que debe defender los intereses del
diente. En consecuencia, no es condenable el experro que niega conocer el dehto y con
mayor razón el experto que se rehusa a declarar en cuestión.

139
Introducción a la Bioécica

El profesional puede ser exento del secreto profesional: a) por consentimiento del
cliente, en la medida en que el diente lo exima; en este caso deben observarse de todos
modos las normas ordinarias de discreción y prudencia; b) en los casos de fuerza mayor
previstos por la ley penal: el caso fortuito, la violencia, el error de hecho, el error por
engaño provocado por terceros, el cumplimiento de un deber, la legítima defensa, el estado
de necesidad; c) el mayor interés del cliente; esto implica la posibilidad para el
pto-fesional de poder consultar a otras personas para alcanzar más eficazmente el objetivo
querido por el cliente; d) el peligro para la persona del profesional; e) es problemática la
condición en la cual la conservación del silencio cause daño grave a un tercero inocente: la
doctrina prevaleciente'* distingue entre mal o daño o delito aún no cometido, y en este caso
debe prevalecer la exención del secreto profesional, en virtud del derecho de repeler con la
fuerza la violencia infligida a un tercero inocente. Si se trata de un daño ya provocado,
prevalece el deber de callar sobre la culpabilidad del cliente, pero queda el compromiso de
obrar para defendei la inocencia de la persona injustamente inculpada; f) para evitar un
grave daño a la comunidad.
Desde el punto de vista ético la observancia de las leyes constituye un buen criterio de
juicio: en los casos en los cuales la ley autoriza a hablar se puede comunicar el secreto,
pero también se puede callat, mientras que en los casos en los cuales la ley obliga a ¡a
revelación es necesario obedecer. Esto con base en Ja presunción de que el estado es com-
petente para valorar el daño que el secreto podría ocasionar al bien común.
Todas esras consideraciones valen plenamente también para la profesión médica; antes
bien, en este campo ellas adquieren mayor relevancia y mayor importancia también en el
plano humano. La tutela de la reserva del paciente está amenazada por diversos actores:
por la falta de observancia de los médicos y de los enfermeros, por el hecho de trabajar
mucho más que en el pasado en grupos de profesionales con el consiguiente intercambio
de informaciones, extensión de relaciones, etc., por la constitución de bancos de datos,
que están en grado de recoger y de elaborar toda clase de informaciones personales, con
el riesgo de hacer público lo que hace parte de nuestro mundo íntimo y ptofundo.
Sobte la violación del derecho a la reserva por obra de los médicos, aún es útil el tes-
timonio de un gran médico, el profesor Cesare Frugoni, que en su libro de memorias
escribía así: "El secreto profesional es la piedra angular de la ética médica y es obligación
moral aún antes que legal y de todos modos también está por encima del vínctdo estric-
tamente jutídico en el cual están previstas derogaciones por causas justas. (...) Sin embar-

'* TRABUCHI, E. Il segreto professionale. Editrice S.O.S., Chieri (To), 1959, p. 25.

140
Capítulo Illr Derechos del enfermo

£?o. permítanme advertir que, según mi larga experiencia, no siempre y no en todo caso la
aorma del secreto profesional es severamente seguida: más bien, frecuentemente es vio-
lada (...)- Los médicos vigilen siempre y controlen sus palabras, especialmente cuando
conocidos o amigos con ligereza (más bien, diría yo, con gran falta de delicadeza) piden
aoticias de conocidos o de personalidades, con el desagrado luego cuando con frecuencia
■s«nos nuestras palabras repetidas y deformadas o incomprendidas por el público y fre-
cuentemente también mal referidas en la prensa política, la cual también debería
respe-zar la personalidad íntima del enfermo cualquiera que él sea"''.
También en el presente el derecho a la reserva y el correspondiente deber del secreto
profesional siguen siendo un tema delicado no exento de violaciones con frecuencia graves.
Una de las nuevas posibles violaciones está constituida por la transmisión (¿por dinero?) de
datos contenidos en los archivos propios a las empresas farmacéuticas, que los piden por
motivos de investigación. En esos casos, el límite entre el servicio a la investigación
científica y la violación del secreto profesional es difícil de identificar y con frecuencia es
materia de indagación por la magistratura y por la autoridad garante de la uñvacidad.
Las violaciones más frecuentes del secreto profesional están relacionadas con: la faci-
lidad con la cual otros médicos del hospital rienen acceso a la histoiia clínica de los
pacientes no propíos; las comunicaciones confidenciales de los médicos a sus familiares
y amigos, relativas a los pacientes bajo su cuidado; la comunicación de noticias hecha al
grupo al cual una persona pertenece (la pertenencia a una comunidad no quita a la per-
sona el derecho a la reserva).
Un caso en el cual la violación del secreto es justificada es aquel en el cual el cliente es
portador de taras o de enfermedades contagiosas tales que pongan en peligro la vida o bie-
nes importantes de la esposa y de los hijos. En esta situación, en caso que lesultasen vanas
las presiones del médico para que el asistido desista de su decisión dañosa para otros, debe
prevalecer el deber social y civil de la defensa del "injustamente agredido".

FRUGONI, C. Memorie. Mondadori, Milán, 1974, pp. 26-28.

141
CAPÍTULO IV

EXPERIMENTACIÓN CLÍNICA Y FARMACOLÓGICA


EN SERES HUMANOS

1. Investigación clínica^

Cuando se habla de experimentación sobre el hombre se hace referencia a las inves-


tigaciones en ia cuales la persona humana es el objeto mediante el cual o en el cual se
intenta verificar el efecto aún desconocido o aún no bien conocido de un fármaco parti-
cular, vacuna o intervención.
La producción de nuevas terapias farmacológicas, quirúrgicas, de nuevos tratamientos
contra el cáncer, etc., demanda como paso obligado la experimentación médica sobre el
hombre, además de la experimentación científica sobre animales vivos.
La primera razón de la necesidad de la experimentación es de carácter epistemológi-
co^: la experimentación es propia del método científico de la medicina y de la biología,
que procede por observaciones y por pruebas experimentales. Ellas permiten alcanzar
un cierto tipo de certeza sobre los fenómenos, aunque provisional y revisable, que con-
duce luego, por sucesivas elaboraciones y verificaciones, a la solución de los problemas
estudiados.

Cf. CARRIERO, C. "Problemi etici della sperímentazíone clínica con gli esseri umani". En: BELLINO, F. Op. cit.,
pp. 539-552; SILVESTRI, N. "La sperimentazone farmacológica". En: IbíJ., pp. 553-563; CoMiTATo NAZIONALE
PER LA BiOETiCA. La sperimentazíone deifarmaci. Presidenza del Consiglio dei Ministri, Roma, 1992. ^ Cf.
BoMPiANí, A. "La sperimentazione clínica dei farmaci: stato attuale del problema e proposte di reforma". En:
Medicina e Moraíe, 2, 1982, pp. 95-135; BLEIDT, B. Clinical research inpharmaceuticaí development. Nueva
York, 1996.
Capítulo IV: Experimentación clínica y farmacológica en setes humanos

La segunda razón es de carácter práctico: ninguna experiencia de tipo bioquímico o


farmacológico in viiro, ni de tipo biológico in vivo sobre animales conejillos de Indias,
aun cuando indispensable como momento preliminar, puede proporcionar indicaciones
suficientes sobre la validez de una práctica diagnóstica o terapéutica tales que la kagan
apta para su uso en la práctica clínica. En otros términos, sólo la experimentación sobre
el hombre permite decir la última palabra sobre la validez, eficacia o peligrosidad de un
fármaco o de una nueva técnica terapéutica para emplear en el hombre.
La experimentación es científicamente necesaria j^ es éticamente posiriva en virtud del
principio general de solidaridad, dado que con la investigación se recogen informaciones
que entran en el patrimonio común, base para la evolución de las terapias; pero se nos
puede preguntar cuáles son los criterios que permiten valorar la eticidad de las modalidades
con las cuales la investigación es conducida. En efecto, la historia de la medicina nos ha
hecho conocer las experimentaciones sádicas llevadas a cabo por los médicos nazis, pero
también muchos otros casos más recientes en los cuales ha habido claras violaciones de ios
derechos fundamentales de la persona humana.
El riesgo de que, a través de la experimentación médica, se violen los derechos del
hombre es real aún en el presente^; por eso es necesario profundizar los aspectos éticos
de esta actividad científica. Sin embargo, antes tratamos de conocer, al menos de modo
aproximativo, el procedimiento de la experimentación.

Método de la investigación clínica

El científico y el médico buscan relaciones entre variables, quieren descubrir las rela-
ciones de causa efecto y el vínculo entre diversos fenómenos. En el caso de la medicina,
se quiere conocer cuál es la causa o las causas que originan la enfermedad o verificar el
efecto de un tratamiento. Para conducir las investigaciones se elaboran pruebas apropia-
das, capaces de hacer surgir estas relaciones. Las pruebas mejoran de modo significativo la
simple observación y la descripción estadística, en cuanto reducen o anulan los errores
alfa y beta que aquella implica. El error alfa o de tipo I es el reconocimiento de una
relación de causa-efecto entre dos fenómenos, cuando en realidad se trata de un vínculo

3
Una preocupante reseña de ejemplo de experimentación éticamente inaceptable, verificada en Gran Bretaña
en los años 80, está reportada en BYRNE, R "Medical research and the human subjcct. Problems of control in
the U.K. experience". En: Annals of the New York Academy of Sciences, 530, 3988, pp. 144-153.

143
Introducción a la Bioética

puramente casual: es el caso del falso positivo. El error beta o de tipo II es el frustrado reco-
nocimiento de una relación existente entre dos fenómenos: se trata ád falso negativo.
La significa ti vidad estadística de una experimentación indica la probabilidad con la
cual los resultados obtenidos son casuales y no derivan del tratamiento utilizado. Con P se
define tal nivel de probabilidad: por ejemplo, P ~ 0,05 significa que la probabilidad de
intervención del caso es del 5%.
La potencia de una prueba indica su capacidad de alcanzar el positivo verdadero,
cuando la correlación existe. Ella es directamente proporcional al número de sujetos sobre
los cuales se experímenta\

2. Investigación farmacológica

Los fármacos representan un instrumento esencial para la tutela de la salud, entendida


no sólo como carencia de enfermedad^ sino como tensión hacia el mejor estado de bien-
estar físico, mental y social. Además de haber revolucionado la medicina, los fármacos
han encontrado de hecho largo uso en otros sectores importantes de la vida del hombre,
como la producción agrícola, la potabilización de las aguas, la lucha contra los insectos
dañosos, la planificación de los nacimientos. Además, se han convertido en fuente rele-
vante de nuevos conocimientos científicos, de medios económicos y de oportunidades de
trabajo cualificadas.
Sin embargo, muchos fármacos modernos son aún desarrollados sin disponer de ios
conocimientos científicos de base que deberían orientar su empleo. Esta carencia es una
de las causas del extenso recurso a la experimentación sobre el animal y sobre el hombre
que, si por un lado garantiza la seguridad y la eficacia de los fármacos, por el otro retrasa su
empleo y aumenta sus costos, y al tiempo suscita muchas perplejidades éticas y científicas.
Estos motivos deberían conducir a desarrollar una investigación científica de base, que
permita conocer los fármacos a través del estudio de los fenómenos naturales y disminuir
el recurso a la experimentación sobre el animal y sobre el hombre.
El progreso farmacológico, además, a veces está condicionado por factores económi-
cos, que inducen a concentrar los esfuerzos sobre las patologías que aseguran ganancias
elevadas y a descuidar aquellas escasamente remunerativas, aunque graves (es el problema

■* Cf. GLANTZ, S. A. Statisticaper discipline bio-mediche (versión italiana), Milán, 1988. ^


Para la definición de salud, véase el capítulo respectivo.

144
Capiculo IV: Experimentación clínica y farmacológica en seres humanos

ie los llamados "fármacos huérfanos", necesarios para curar graves patologías, que no son
jevados a cabo o producidos en cantidad suficiente por razones económicas).
El riesgo puede ser ulteriormente incrementado por el imponente proceso de con-
centración entre las industrias farmacéuticas, que podría traducirse en una situación de
^lonopolio, que casi con certeza desarrollaría una lógica de ganancia incompatible con
jos principios en los cuales debe inspirarse el sector sanitario.

Fases de la experimentación farmacológica

La descripción de las fases de la experimentación farmacológica varía de un autor a


otro. A continuación presentamos el método reportado en las "Normas de buena práctica
clínica" contenidas en la directiva 91/507/CEE emanada de la Unión Europea en 1991':
"Los estudios clínicos generalmente son clasificados en fases de la I a la IV. No es posi-
ble trazar límites precisos entre las fases individuales, y existen al respecto opiniones
dis-zoiÁcs sobre los detalles y sobre la metodología. Aquí, en seguida^ se definen
brevemente cada una de las fases, con base en las finalidades relativas al desarrollo clínico
de los productos medicinales.
Fase lo toxicológica. Primeros estudios sobre un nuevo principio activo llevados a cabo
en el hombre con frecuencia sobre voluntarios sanóse El objetivo es proporcionar una
T.-aloración preliminar sobre la seguridad y un primer perfil de la farmacocinética y de la
fármacodinámica del principio activo en el hombre.
Fase IL Estudios terapéuticos pilotos. El objetivo es demostrar la actividad y valorar A
seguridad a breve término de un principio activo en pacientes afectados por una enfer-
medad o por una condición clínica para la cual es propuesto tal principio activo. Los estu-
dios son conducidos sobre un número limitado de sujetos y, con frecuencia, en un estadio
más avanzado, según un esquema comparativo {por ejemplo, controlado con placebo).
Esta fase también tiene el fin de determinar un intervalo apropiado de dosis y/o esquemas
terapéuticos y (si es posible) identificar la relación dosis/respuesta, con el fin de pro-
porcionar las mejores premisas para planificar estudios terapéuticos más extensos.
Fase IIL Estudios sobre grupos de pacientes más numerosos {y posiblemente diversifi-
cados) con el fin de determinar la relación seguridad/eficacia a corto y largo plazo de las
^ Tales normas fueron acruaíizadas en 1996, pera sin modificaciones sustanciales. ^ Es la única
fase que concierne a los sujetos sanos.

145
Intcoáucdón a la Bioética

formulaciones del principio activo, como también valorar su valor terapéutico absoluto y
relativo. El proceso y las características de las reacciones adversas más frecuentes deben ser
indagados y se deben examinar las características específicas clel producto {por ejemplo,
interacciones clínicamente relevantes entre los fármacos, factores que inducen diferentes
respuestas, como la edad, etc.). El programa experimental debería distribuirse de manera
controlada entre los sujetos en experimentación pero ser declarado casualS sin embargo
otros diseños pueden ser aceptables, como, por ejemplo, er^ el caso de estudios a largo plazo
sobre la seguridad. Generalmente las condiciones de los estudios deberían estar le más
cercanas posible a las condiciones normales de uso.
Fase IV. Estudios conducidos después de la comercialización del producto medicinal.
aunque sobre la definición de esta fase no hay completo acuefdo. Los estudios de fase IV
son conducidos sobre la base de las informaciones contenidas en el resumen de las carac-
terísticas del producto relativo a la autorización de su admisión en el comercio (por ejem-
plo, farmacovigilancia o valoración del valor terapéutico). Según los casos, los estudios de
fase IV demandan condiciones experimentales (que incluyen por lo menos un protocolo)
semejantes a las descritas antes para los estudios pre-mercadeO- Después que un producto
ha sido puesto en el mercado, los estudios clínicos tendientes a indagar, por ejemplo,
nuevas indicaciones, nuevas vías de suministro o nuevas asociaciones son considerados
como estudios sobre nuevos productos medicinales.
La experimentación se concluye cuando el conocimiento oe todos los factores cita-
dos ha evidenciado que las diferencias de los resultados a corto Y 'argo plazo se han vuelto
estadísticamente insignificantes.
Los estudios de las fases IIl y IV son la verdadera experiinentación clínica, mientras
que los estudios prehminares de las fases I y ÍI con frecuencia son conducidos por ¡as
industrias farmacéuticas y tienen un valor científico reducido, cuando de estas fases se
deberían, obtener indicaciones importantes para un m.ejor éxito de las fases IH y IV^.

La. randoniizoíión es la asignación de íos sujetos considerados aptos p^ra el tipo de investigación a dos grupos
experimentales o de control, según cciterios exclusivamente casuales. A los dos grupos se les suministran dos
fármacos diversos: el estándar (o ningún fármaco o iJn placi^bo) y el experimental, para comparar los efectos.
La casualidad es necesaria para fines de una correcta valoración de los resultados, que no deben ser
influenciados por criterios selectivos, voluntados o involuntarios, eventualmen-te aplicados por los
experimentadores, por ejemplo, la inserción en el grupo experimental de sujetos con prognosis de suyo mejor,
más jóvenes o con otras características qne pueden incidir sobre el criterio de control. La ausencia de
randomización puede invalidar comp'^camenre la investigación. Cí TiRABosCHz, P e SPAGNOLI, A. "Le
indagini sull'uomo sano". ErJ: Federazione Medica, 44, 1991.

146
Capiculo IV: Experimentación clínica y farmacológica en seres humanos

Después de la experimentación objetiva tiene lugar la experimentación subjetiva, la


lá médico que debe aprender a conocer las propiedades, dosis y modalidades de empleo
ici tarmaco. Se trata de un momento técnicamente fácil, pero de alto perfil ético, porque íc
d depende gran parte de la eficacia de la terapia.
Como la experimentación de carácter innovador implica siempre una dosis de
ries-!o para las personas que se someten a ella, es necesario en primer lugar que estos
factores ie riesgo sean reducidos al mínimo posible desde las fases experimentales de
laborato-k) y sobre animales. En segundo lugar, se debe hacer una distinción entre
experimen-ación terapéutica sobre un sujeto enfermo y experimentación no terapéutica
sobre un ujeto sano.
Sujeto enfermo. En verdad, sobre el sujeto enfermo se puede llevar a cabo una
expe-imentación terapéutica (la más frecuente), pero también una experimentación
clínica >ura, hecha con el fin de valorar el poder de un fármaco o de una técnica
quirúrgica.
Las etapas que se siguen para la experimentación terapéutica son las siguientes: 1) se
ndica que un fármaco, un tratamiento, una nueva técnica están en fase de observación;
■ esto se.gún vnidaíiva de cada \ino de los "expeíim€i\udores" eii los easos que ellos
consi-leren más aptos, siempre en la línea del mayor bien del paciente; 2) se designa, con
base n las comparaciones, la forma insana para la cual la sustancia o el tratamiento o la
nueva écnica podría llegar a ser útil; 3) se estudian las modalidades de su mejor aplicación
con 1 mínimo de efectos colaterales; 4) se da vía al empleo a gran escala de la
experimenta-ión y, a una cierta distancia de tiempo, se hace un balance sobre los efectos
colaterales; ■) se cierra el período experimental, cuando el producto, el tratamiento, la
técnica han Icanzado un estado de confiabilidad y cuando los eventuales imprevistos,
emergentes en u aplicación, resulten de una frecuencia estadísticamente irrelevante.
Sujeto sano. Es una experimentación que tiene lugar sobre sujetos que tienen
caracte-ísticas biofísicas de alto interés científico y se precisan disponibles para la
experimenta-ión. En el pasado era frecuente la experimentación sobre detenidos,
mientras que hoy e trata con frecuencia de los mismos docentes y estudiantes de la
facultad o de los labo-atorios universitarios.

3. Aspectos jurídico-legislativos

El primer documento internacional que regula la materia es el Código de Nuremberg


.e 1947, expresión de la indignación de la conciencia civil con relación a la experimen-

147
Introducción a la Bioética

ración criminal realizada por médicos nazis. Tal documento ha fijado los siguientes prin-
cipios, que han sido sucesivamente retomados y actualizados por otros textos: el primer
principio afirma la necesidad de adquirir, antes de la experimentación, el consentimiento
libre e informado del sujeto, y la posibilidad de interrumpir el procedimiento en cualquier
momento; la experimentación debe tener un objetivo de alto valor social, que la
;usriijque, y que no se pueda alcaniai de otra manera. EJ personal que realiza los expe-
rimentos debe tener la competencia necesaria y debe operar en ambientes apropiados; el
tercer principio fundamental afirma que la experimentación debe ser inofensiva, tanto en
cuanto concierne a sufrimientos físicos y psíquicos no necesarios como respecto a even-
tuales consecuencias'".
La Declaración de Helsinki de 1964, emanada de la Asamblea Médica Mundial, es un
documento con fuerza deontológica, actualizado varias veces; en 1975 en Tokio, en 1983
en Venecía, en 1989 en Hong Kong y, finalmente, en 1996 en Somerset West
(Sudáfric^)". En el preámbulo, el texto introduce la distinción entre experimentación
terapéutica (clínica) y no terapéutica (pura). En el texto se recalcan los principios ya fija-
dos en el Código de Nuremberg: el consentimiento libre e informado y h salvaguardia
de la salud del individuo por encima de cualquier otro objetivo científico, así sea de aleo
valor social. Se precisa la defensa de la exactitud científica y moral de la experimentación
con ía previsión de protocolos preordenados, personal cualificado y transparencia de la
elección de los objetivos de investigación.
Entre las muchas autoridades que han intervenido en esta materia está también la
Unión Europea, que desde 1965 ha tratado de homogeneizar los procedimientos de los
diversos estados miembros a través de grupos de trabajo que han ptoducido el Good
di-nical practice for triáis on medical producís in European Community (GCP). \^s óxytxs2&
ediciones de este texto han confluido en la norma 91/507 citada antes. Tai norma, diri-
gida en primer lugar a las casas farmacéuticas, ha terminado por interesar a los médicos
y a los investigadores empeñados en la experimentación.

'" El texto se puede encontrar en REICH, W. T. (ed.). Encyclopedia ofbioethics. Op. cit., pp- 1764-1765. " Entre las
muchas revistas que han publicado el texto y las actualizaciones, véase Medicina e MoraU, 1997, pp. 792-799.

148
Capítulo IV: Experimentación dínJca y farmacoiógica en seres humanos

4. Valoraciones éticas

Expiicitamos los valores éticos presentes en muchos de los documentos que hemos
rñalado: el principio de solidaridad conectado con los futuros productos positivos de la
JGTCStigación biomédica; la defensa de la vida humana, que implica intangibilidad y la no
disponibilidad de la vida humana; el principio de autonomía, que demanda el
consenti-niento libre e informado del sujeto; el principio de totalidad o principio
terapéutico,
a) El principio de solidaridad. La ética, en relación con la investigación biomédica,
aene una actitud positiva de estímulo. Se trata de un camino intelectual del hombre que
se transforma en beneficio para la mejor curación de la enfermedad y una prolongación
de la vida del hombre mismo. La disponibilidad para someterse a la experimentación es
an gesto que expresa la solidaridad hacia todos los demás hombres. Esta es la motivación
que permite aceptar una cierta dosis de riesgo que toda expeñmemación lleva consigo.
En esta perspectiva, la disponibilidad para someterse a la experimentación debería ser
madurada por todo ciudadano, porque cada uno de nosotros obtiene ventajas de los
desa-nonos de las posihiUds^des cecapéacicas de k medicina. Ocros antes que nosotros han
contribuido al desarrollo de las terapias sometiéndose a la experimentación; ahora podría
ser nuestro turno para aceptar este riesgo. Desde el punto de vista ético, se puede
comparar el riesgo que se afronta en la experimentación con aquel que se afronta en la
donación de un riñon propio a favor de un pariente o un amigo que tenga necesidad
absoluta de él. No hay objeciones con tal que se asegure la vida y la funcionalidad renal
del donante.
b) La tutela de la vida humana. Como todos los textos legislativos y de la deontolo-
gía médica recalcan, no es posible aceptar una experimentación que viole la vida humana
y constituya un peligro para la vida u ocasione daño permanente a la salud. Más precisa
mente, se debe decir que el riesgo no puede ser tal en cantidad y calidad que viole los
valores esenciales del hombre: la vida, la funcionalidad de los órganos vitales, las capacida
des superiores de la inteligencia y de la voluntad, las convicciones personales morales,
religiosas, políticas, etc. "La dimensión científica, para permanecer auténticamente tal
-es decir, dirigida al mayor bien del hombre- debe necesariamente seguir los trazos de la
dimensión ética"'l
Eí derecho a la vida es inahenable y por lo tanto ni siquiera el paciente, y mucho
menos el voluntario sano, que se somete a una experimentación puede sobrepasar los

'^ PERICO, G. ProbUmi di etica sanitaria. Ancora, Milán, 1992, p. 113.

149
Introducción a Ja BJoédca

límites de disponibilidad establecidos por la ley (art. 5 del Código Civil) y conferir a
los investigadores la autorización pata colocar gravemente en peligro su vida o una fun-
ción vital: tal consentimiento estaría desprovisto de valor jurídico y ético. El derecho a la
integridad biológica, propio de todo individuo, supera cualquier otro interés privado y
colectivo y se encuadra en el principio general (y constitucional) del respeto de la propia
persona humana.
c) El consentimiento libre e informado. El consentimiento es necesario para todos los
tipos de experimentación, tanto para la realizada sobre sanos como para la realizada sobre
los pacientes. También estos últimos deben ser informados cuidadosamente de la expe-
rimentación, de su objetivo y de sus eventuales riesgos, de modo que ellos puedan dar o
rechazar su consentimiento con plena conciencia y libertad.
d) El principio de totalidad. El principio de totalidad o principio terapéutico permite
la asunción de un riesgo proporcionado en la experimentación, balanceado con las ven-
tajas que se esperan de él. Es evidente que "una sabia administración exige que el daño
infligido al organismo sea un mal menor de lo que con tal sacrificio se ha querido evitar.
En caso contrario, se cometería el absurdo de que, por evitar un mal, se cometería otro
mayor"'^
De estos principios éticos derivan algunas indicaciones operativas que podemos resu-
mir así:
I) Es preciso deber del estado promover (financiar) y regular la investigación biomé-
dica, por su alto significado social. La falta de cuidados adecuados es como la falta de
comida.
II) Las fases de experimentación precedentes a la realizada sobre el hombre deben
ser lo más cuidadosas posible, para disminuir los riesgos en la fase de experimentación
humana.
III) Exigir lo mejor en términos de competencia técnica y moral del personal perte-
neciente a la experimentación.
IV) El riesgo aceptable es aquel úes^o proporcionado^^. Se pone patticiilar atención a
las experimentaciones sobre mujeres embarazadas, para no ocasionar daño al concebido
con los efectos teratógenos de los fármacos.

'^ PERICO, G. "La sperimentazione medica". En: Dizionario Enciclopédico di Teología Morale. Paolíne,
1976, p. 1028. " Han de excluirse las investigaciones por pura curiosidad; además, el experimentador debe
estar en
grado de interrumpir la experimentación en cualquier momento: tanto cuando fuese retirado el con-

150
Capítulo IV: Experimentación clínica y fermacológica en seres humanos

\0 El consentimiento informado se pide del modo más riguroso posible si se trata de


aperimentación pura, mientras que se debe valorar caso por caso en presencia de
expe-¿roentación terapéutica (por ejemplo, se puede suponer un consentimiento presunto
en caso^'de ausencia de orras alternativas más adecuadas y seguras en orden al mayor bien
^ pacienre: en este caso, el nuevo traramiento viene a hacer parre de los recursos fina-íes
contra la enfermedad), aunque la regla general de pedir el consentimiento debería ser
áempre seguida.
VI) La tutela de los derecbos personales: debe ser garantizada la reserva de los docu-
3>entos que podrían identificar a los sujetos, respetando las reglas de reserva y confiden
cialidad previstas por las normas.
VII) Promoción de la investigación de los fármacos huérfanos, a través de planes de
incentivos financieros.
VIII) Señalar, en el ámbito de la actividad de farmacovigilancia, los eventos adversos
con la necesaria oportunidad.
DQ El uso correcto del placebo (la sustancia inerte que se suministra a un paciente
para verificar la diferencia con los efectos del fármaco suministrado a otro paciente), para
no dejar al paciente desprovisro de los cuidados necesarios para él'^.

5. Experimentación sobre fetos y sobre embriones humanos

La valoración ética de las intervenciones sobre los embriones y sobre fetos debe tener
en cuenta en primer lugar las condiciones éticas del embrión o del feto: si está vivo o
muerto y los fines que guían la experimenración.

sentimienro como cuando se presentasen riesgos imprevistos. Por eso la organización de la experimen-cación
debe prever los instrumentos de interrupción en cualquier estado.
La moral católica considera correcto este modo de recoger ei consentimiento: "En casos desesperados, cuando el
enfermo está perdido si no se interviene, si existe un medicamento, un medio, una operación que, sin excluir todo
peligro, tiene aún alguna posibilidad de éxito, un espíritu recto y reflexivo admite sin más que el médico puede,
con el consentimiento explícito o tácito del paciente, proceder a la aplicación de tal tratamiento". En: Pío XIÍ,
Discorso aipartecipanti ai/'VIllAssemhka deU'Associazio-ne Medica Mondiale, 30 de septiembre de 1954. '*
Para una profundización de los motivos que hacen problemático el uso del placebo, véase SGRECCIA, E. Manuale
di bioética. Vol. I, Op. cit, pp. 647-648.

151
Introducción a la Bioética

Los fines pueden ser: de pura experimentación biomedica, de experimentación tera-


péutica, con fines de recolección de tejidos para la curación de otras personas enfermas.
Distingamos los diversos casos:
a) Intervenciones de carácter terapéutico sobre el feto. Son lícitas si se dan las siguientes
condiciones esenciales: urgencia de la intervención que no se puede remitir a después del
nacimiento, que no haya grave peligro para la vida del feto y de la madre, que los padres
den un consentimiento libre e informado".
b) Intervenciones por pura experimentación científica. Sobre el punto existe una discu-
sión entre aquellos que reconocen al embrión la cualidad de ser humano y aquellos que
consideran que esa cualidad no la posee sino hasta el día I4 o hasra otro momento, que
puede variar con base en las diversas opiniones o en fechas convencionales.
La mayor parte de las declaraciones internacionales y de las legislaciones nacionales
prohiben la producción de embriones humanos con fines experimentales, mientras que
existe divergencia acerca de la posibilidad de experimentar sobre embriones ya existentes.
Tal divergencia aparece también en el citado documento del CNB: es unánime la condena
de la producción in vitro de los embriones humanos con el único fin de usarlos en la
investigación científica o para destinarlos a fines comerciales e industriales; mientras que
existe diversidad de posiciones acerca de la manipulación de embriones aún no implanta-
dos y sobre su supresión después de las experimentaciones a las cuales son sometidos.
La Convención europea sobre los derechos del hombre y la biomedicina refleja las mismas
diferentes valoraciones éticas.
Desde el punto de vista ético personalista se recalca la insubsistencia de la separación
entre el concepto de individualidad humana y el de persona y, por eso, se prohibe la expe-
rimentación no terapéutica. Quien, en cambio, acoge la tesis de que el embrión no es ser
humano antes de una cierta fese de desarrollo, permite la investigación pura dentro de los
términos temporales de esta fase. Quien, al contrario, piensa que persona humana es sólo
la consciente y responsable de sí, cree que la experimentación pura se pueda realizar siem-
pre, con el consentimiento de aquellos que son "propietarios" del embrión o del feto.

El Comité Nacional para la Bioética, en uno de sus documentos, considera que son "moralmente admisibles
eventuales intervenciones terapéuticas aún en fase experimental, practicadas sobre el embrión, cuando tengan
como fin la salvaguardia de la vida o de la salud del embrión mismo. En tal caso valen las reglas deontológicas
previstas para el caso de los niños, en particular por cuanto concierne el consentimiento Ubre e informado", en
COMITATO NAZIONALE PER LA BIOÉTICA. Identiti e statuto deíl'em--brione umano. Presidenza del Consiglio
dei Ministri, Roma, 1996, p. 22.

152
Capítulo IV: Experimentación clínica y fermacológica en seres humanos

La cuestión remite al reglamento del embrión, con la advertencia de que se trata tam-
bién aquí de un hecho de civilización, porque en muchos laboratorios de biología parece
desvanecida toda regla de moral.
c) Experimentación sobre fetos humanos abortados. Es lícita si el feto está muerto y no ha
habido ningún acuerdo previo para su utilización experimental; en realidad, sucede casi
siempre que existe un acuerdo, y el aborto es llevado a cabo de manera que el feto sea
mejor utiiizable para la experimentación. Existe el riesgo de que se estimule la práctica del
aborto. La ley francesa sobre la recolección de tejidos de fetos abortados reconoce este
problema ético y permite la objeción de conciencia a los médicos que no desean conducir
experimentos con estos tejidos'^
d) Recolección de tejidos fetales con fines de transplante. Se recogen la médula ósea, las
células nerviosas, tejidos hepáticos y pancreáticos, células de las glándulas suprarrena-
les. La ventaja consiste en la menor severidad del rechazo que estas células inducen en el
receptor. Si se trata de fetos vivos, es necesario todo cuidado para salvaguardar su vida; si
se trata de fetos muertos, la recolección es lícita, con la advertencia de que no nazcan
acuerdos con mujeres predispuestas al aborto o con clínicas donde se practica el aborto
voluntario para tener fetos vitales: tendríamos el llamado "tráfico de fetos"'^

'^ COMITE CONSUKTIF NATIONAL D'ETHIQUE POUR LES SCIENCES DE LA VIE ET DE LA SANTÉ. Avis sur le
prélévement de tissus d'embryons oii de foettis humains morts.a des fins thérapeutiques, diagnostiques et
scientifiques. 22.5.1984. En la misma línea se muestra el CNB italiano, Véase, Op. cit., p. 22.
'^ Cf. JACQUiNOT, C. e DELAYE, ]. Les nafiquants des hébés a naítre. Faure, Lausanne-París, 1984.

153
CAPÍTULO V

INGENIERÍA GENÉTICA

El tema de k ingeniería genética' goza de popularidad notable en la opinión pública


con motivo del "Proyecto genoma"^ y de las posibilidades terapéuticas y de prolongación
de la vida que pueden derivar de la adquisición del mapa cromosómico completo del
organismo humano. Es recieme el anuncio de que el mapeo de los genes ha sido comple-
tado, por obra de una gran empresa de Estados Unidos que ha logrado acelerar el trabajo
que se desarrollaba desde hace más de un decenio en los laboratorios de todo el mundo,
coordinados por la Human Genome Or^ization (HUGO).
Al lado de la consideración positiva, existe en la opinión pública la preocupación por
los posibles peligros que se derivan de la aplicación incontrolada de las nuevas tecnolo-
gías. Señal de esta preocupación es la campaña contra hs comidas obtenidas de plantas y
animales modificados biológicamente.
Pero ambas actitudes de esperanza y de preocupación son expresión, en la gran mayoría
de las personas, de un conocimiento nebuloso de toda la materia. En realidad, no hace falta
sobredeterminar ni en un sentido ni en otro, el alcance de las biotecnologías: ellas no son
un demonio, pero tampoco la solución de todos los problemas (dramáticos) de salud y de
alimentación que sufre la humanidad. Ellas son un instrumento que el empe-

cí "WATSON, J. D. et a!. Biología molecokre del gene. 2 voí. Zanichelli, Bolonia, 1989; DULBECCO, R. II
progetto della vita. Mondadori, Milán, 1989; TERRAGNI, F. II códice manomesso. Ingegneria gene-rica: sroria
e problemi. Feltrinelli, Milán, 1989; SERRA, C. Le biorecnoíogie. Edirori Riuniti, Roma, 1998.
VEZZONI, P.; FRATTINI, A. e FABANDA, S. "Dieci anni di progetto genoma". En: Le Scienze Quaderni, marzo
de 1998, pp. 3-12. Sobre el genoma existe también una Declaración de la Unesco, que se puede encontrar en el
sitio de internet de la agencia.
Capítulo V' I^entería genética

óo humano ha afinado en su historia, y como todos los instrumentos suscita cuestiones


sobre el modo de utilizarlo. Entre tantos aspectos de incertidumbre que circundan las
biotecnologías hay uno que parece el más descuidado, constituido por las posibles modi-
ficaciones del concepto mismo de persona humana, de sus reiaciones con eJ mundo ani-
mal y vegetal, del significado de la reproducción del hombre. Por estos aspectos el tema
de la ingeniería genética recuerda ¡as problemáticas discutidas en la parte general a pro-
pósito del "proyecto filosófico" de la ciencia contemporánea.
Para salir de esta incertidiunbre, que también impide ejecutar las necesarias opciones
políticas, hace falta un examen profundo y racional de los contenidos técnico científicos,
de las implicaciones prácticas, éticas y las más propiamente filosóficas puestas en juego
por la ingeniería genética. Son estos dos últimos los aspectos sobre los cuales nos deten-
dremos, con algunas breves premisas de carácter científico que permiten ia comprensión
de los términos del problema.

1. Aspectos científicos

Por ingeniería genética se entiende toda técnica de tratamiento del ADN; por
consl-Euiente, toda intervención tendiente a modificar eí patrimonio genético con
cualquier ¿nalidad.
A este propósito, hace falta recordar que en el ADN está escrito el proyecto de todo
ser vvvo, sea una simple bacteria o un ser humano. El proyecto es el conjunto de infor-
maciones que instruye la construcción de proteínas, células y, por consiguiente, de los
ofganismos en su integridad. A su vez, el ADN está generalmente encerrado en los cro-
mosomas, pequeños corpúsculos presentes en el núcleo de las células.
Como se ha dicho, el ADN' (Ácido DesoxirriboNucleico) es el material depositario
de la información genética de casi todos los organismos. Está fotmado por el azúcar
des-oxirríboso, por fosfato y por cuatro sustancias llamadas bases nitrogenadas: adenina,
cito-sina, guanina y timina. Estas cuatro sustancias son el alfabeto básico del ADN; todos
los

' El ADN, según el modelo de Watson y Ccick (Nobel en 1962), se presenta como una escala de caracol (en
realidad las estructuras helicoidales son dos y por eso se habla de modelo de doble hélice) en el cual el
"pasamanos" esú consmuiáo por un andamio externo de moléculas de azúcar dexosirríboso, ligadas a un grupo
fosfato, y los "peldaños" están representados poi las cuatro bases nitrogenadas que constituyen, precisamente,
e! alfabeto genético (A, T, G, y C).

155
Introducción a !a Bioética

proyectos vivientes tienen un diverso ADN, que a su vez está constituido por diversas
combinaciones de letras base.
Para usar una imagen simple, el ADN es como el ladrillo de una casa, pero todo ladrillo
contiene el entero proyecto de la casa, y es un proyecto en actividad, en el sentido de que,
si se toma un ladrillo y se saca de su contexto, se le puede reproducir y modificar. La
ingeniería genética es la actividad de reproducción y modificación del ADN. A esto se
añade la posibilidad de crear completamente patrimonios genéticos, que derivan de la
fusión de "segmentos" de ADN provenientes de organismos diferentes: a estos patrimo-
nios genéticos correspondería un ser viviente nuevo, creado en laboratorio.
Las letras del alfabeto biológico están combinadas dejnodo que se pueden leer en
el ADN cerca de 100.000 combinaciones, llamadas genes (cuyo conjunto constituye el
genoma), cada uno de los cuales preside la producción de una protema específica, nece-
saria al organismo. Estos cien mil rasgos de ADN no agotan la entera hélice, sino ocupan
cerca del 5-10% de ella. El restante 90% es aparentemente redundante y por el momento
nada se puede decir sobre su papel exacto.
El conocimiento de los genes, de sus funciones, de los defectos podrá ser empleado en
la terapia génica y aún antes en la diagnosis genética, para identificar las probables pato-
logías que pueden desarrollarse en un determinado sujeto.
En los procesos naturales ei ADN se replica, se transcribe y se traduce. La ingeniería
genética está en grado de repetir en laboratorio estas operaciones. La replicación tiene lugar
con el concurso de la enzima elicasa, que ptovee el desarrollo de la hélice, y con la enzima
ADN polimerasa que provee la copia de las secuencias del ADN. Entre el ADN contenido
en el núcleo celular y las proteínas que los genes producen está de por medio el
fenómeno de la transcripción y de la traducción, que tiene lugar con la intermediación de
una enzima de transporte de ías informaciones llamada ARN polimerasa, la cual se
modela sobre ia hélice desarrollada para un rasgo, la replica y llcv^ luego su molécula al
citoplasma, donde dará origen de modo veloz a la creación de las proteínas.
La función de la ARN poHmerasa puede ser parangonada con la fimción de un
dis-quete que transporta informaciones entre dos computadotes no en red, con la
diferencia que el material contenido en el disquete se conserva por bastante tiempo,
mientras que la ARN polimerasa, por su inestabilidad, se destruye a medida que desarrolla
su tarea de producir proteínas. La necesidad del elemento intermedio depende del hecho
de que entre el núcleo y el citoplasma de la célula no hay paso directo.
La modificación del ADN tiene lugar con enzimas particulares que desarrollan la
función de tijeras y pegantes moleculares. Han sido identificadas alrededor de 400 enzi-

156
Capítulo V: Ingeniería genética

mas que tienen la capacidad de cortar el ADN en un punto particular de la hélice.


Técnicamente se llaman enzimas de restricción, entre éstas la EcoRi, que toma el nombre
de la bacteria Escherichia coli, en la cual ha sido identificada. Entre los pegantes el .\DN
ligasi permite unir moléculas precedentemente cortadas y reunir tramos de ADN. Cuando
se hace una operación de corte de un tramo de ADN que contiene un gen o un grupo de
genes, y se pega al genoma de una bacteria, se habla de clonación: de tal manera, la réplica
de la bacteria lleva consigo la multiplicación del tramo de ADN pegado. Esta técnica
llamada del ADN recombinante permite producir y estudiar grupos de genes en la
secuencia natural, pero también formar nuevas secuencias. Una aplicación ya muy
difundida es la producción de proteínas terapéuticas como la insulina.
Estas técnicas provocaron notable aprensión a su aparición, porque se temió que la
inserción de genes humanos en bacterias podría haber difundido accidentalmente genes
cancerígenos o, después de la fuga de uno de los organismos» contaminar personas o ali-
mentos. Estos temores fueron ahuyentados por la conferencia sobre el riesgo biológico
que tuvo lugar en Asilomar en 1975, la cual, sin embargo, produjo líneas guía para con-
trolar el riesgo biológico.
Para completar la parte informativa debemos detenernos en los resultados que se
obtienen insertando un gen en una célula que no lo posee.
Las células complejas (eucariontes) son propiamente verdaderas fábricas de proteí-
nas, con horarios de trabajo y plazos bien precisos en cuanto concierne a las necesidades
metabólicas, y al proceso de crecimiento y de división de ia célula madre en dos células
hijas. El ciclo vital de la célula dura alrededor de 16 horas y se concluye con la mitosis
(desdoblamiento). La ingeniería genética actúa en el sentido opuesto; funde dos células
en una para obtener híbridos, en los cuales resulta más fácil estudiar el cromosoma, pero
sobre todo para producir células con características particulares, en grado de agredir bac-
terias o virus responsables de graves enfermedades: estamos en los llamados anticuerpos
monoclonales.
Al lado de la fiísión de las células, se practica la inserción de un gen (transfección)
sano en el interior de las células enfermas para tratar de corregir un defecto, o la introduc-
ción en células tumorales de genes capaces de desarrollar una proteína tóxica que mate la
célula huésped. De aquí los estudios de terapia genética. La transfección es operación
compleja porque el gen introducido en la célula huésped va a unirse a su genoma, pero
para funcionar, es decir, para ser convertido en ARN mensajero y luego producir su pro-
teína, debe ser bien insertado y ayudado por los elementos reguladores (los promotores:
breve secuencia de bases que precede al gen; los enhancer, que aumentan la velocidad de

157
Introducción a Ja Bioética

transcripción) presentes en la naturaleza. En estas operaciones hoy son particularmente


importantes los vectores de mARN derivados de los retrovirus, que tienen buena capaci-
dad infectante y se integran fácilmente con el genoma del huésped. Sobre este punto los
estudios continúan porque aún no existe un método satisfactorio para la inserción de los
genes en las células donde se quieren colocar.
En esta línea se ubican los organismos transgénicos, que son aquellos cuyo patrimonio
genético ha sido modificado a partir ae las primeras células para tener las características
queridas. Ha sido la técnica de la microinyección de material genético en el interior del
núcleo de la célula, modificando de tal modo permanentemente su patrimonio genético, la
que ha permitido la producción de animales transgénicos. Si la célula sobre la cual se
interviene es un óvulo o un espermatozoide, se tiene un animal diverso de sus padres.
También en este caso la técnica tiene necesidad de grandes perfeccionamientos y el cono-
cimiento de los procesos está lejos de ser completo.
De la clonación, técnica famosa porque ha afectado intensamente la imaginación
colectiva, que pertenece también a la ingeniería genética, hablamos en eí capítulo
siguiente.
Concluyamos estas sumarias informaciones científicas con un prospecto de ío que
desarrolla en el campo genético:
a) Las intervenciones en el campo genético pueden tener los siguientes fines:
• diagnósticos (actitudinales, prematrimoniales y preconcepcionales; estas investigad'
nes se desarrollan sobre la persona adulta para identificar a los portadores de enfermed
des genéticas en relación con la reproducción, el trabajo, los seguros; prenatales^);
■terapéuticos (genoterapia);
• productivos (de animales, de plantas, de proteínas);
• alterativos (puede ser alterado el hombre, el animal, se pueden producir híbrida
hombre-animal).
a) Los niveles de las intervenciones genéticas son tres: células somáticas, células madi
embriones precoces.
b) Los procedimientos que se usan son: el ADN recombinante, la clonación, la ftisic
celular, el transpíante de ADN.

Sobre este tema, véase el capítulo sobre el aborto.

158
Capítulo V: Ingeniería genética

2. Reglamentación jurídica de la ingeniería genética

Desde 1975, es decir, desde la conferencia de Asilomar, se sintió la urgencia de una ^n.
forma de reglamentación de ios aspectos más problemáticos de las experimentacio-^
genéticas y de las aplicaciones biotecnológicas. Inmediatamente después, en 1977, d
Sational Institute of Health de los Estados Unidos publicó las Guidelines for Research
hm^vingADN Molecules, que clasifica los experimentos, prohibe algunos y condiciona
j2 financiación a la observación de las prescripciones que él establece.
Nos limitamos a señalar algunos documentos producidos por el Comité Nacional la
Bioética italiano y los emanados por los organismos de la comunidad europea,
permiten una visión de conjunto del tema.
El Comité Nacional para la Bioética italiano ha publicado los siguientes documen-xs
importantes sobre la materia: Documento sobre la seguridad de las biotecnologías (28 «e
mayo de 1991), Terapia génica {15 de febrero de 1991), Diagnosis prenatales (18 de IAQ
de 1992), Relación sobre lapatentabilidad de los organismos vivientes (19 de noviem-SK de
1993)^ Proyeto Genoma Humano (18 de marzo de 1994), La clonación como pro-fiema
bioético (21 de marzo de 1997), Orientaciones biomédicas para las pruebas genéticas 19 de
noviembre de 1999).
El CNB se pronunció respecto al "Proyecto genoma humano", obra de colaboración
inrernacional para alcanzar el objetivo de mapear y secuenciar el ADN para un mejor
conocimiento de los fenómenos vitales, para hacer conocer su alcance y dar una valora-
ción ética de él. En la premisa se afirma que el Proyecto genoma no implica problemáticas
cualitativamente nuevas, sino que vuelve a proponer, ampliados y concentrados, proble-
mas típicos de la investigación científica y de las intervenciones aplicadas al entero campo
de la genérica humana. Luego se resalta que, al lado de los beneficios en el plano de los
conocimientos fiíndamentales y de las posibilidades diagnósricas y terapéuticas, existen
considerables implicaciones de naturaleza antropológica y social.
El CNB recomienda que se ponga atención a que los nuevos conocimientos no abran
el camino a visiones exclusivamente biologísticas de la persona y a discriminaciones y a
desigualdades justificadas sobre el plano de las diferencias genéticas. En el mismo sentido
se coloca el documento sobre las pruebas genéticas.
En cuanto concierne a las insrituciones europeas, parricularmente importante es la
Recomendación n. 934 (1982) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. El
documento reconoce el valor positivo de la ingeniería genética en el campo industrial,

159
Introducción a la Bioética

agrícola y médico, pero al mismo tiempo pide que se reconozca solemnemente el derecho
de la intangibilidad genética de las personas individuales (art. 4). La licitud de las
intervenciones terapéuticas en materia genética debe tener las condiciones pedidas para
cualquiera otra intervención terapéutica (art. 4 y 7). Estos derechos están fundamentados
en los art. 2 y 3 de la Convención Europea de los Derechos del hombre que afirman el
derecho a la vida y a la integridad física de las personas. En el art. 3 se afirma el valor de la
investigación científica, pero al mismo tiempo la responsabilidad hacia ía salud y la
seguridad de la pohháén y é deber de no contaminsT hJD]ógicemente el amhieme
humano.
Un segundo documento de importancia es la resolución del Parlamento europeo del
16 de marzo de 1989: Resolución sobre los problemas éticos y jurídicos de la manipula-
ción genética (doc. A2/327/88).
Más recientemente el Parlamento intervino con una Resolución sobre la clonación, del
12 de marzo de 1997 (doc. B4-209/97), para prohibir esta práctica sobre el hombre.
La convención sobre la bioética (Convención sobre los derechos del hombre y la
bio-medicina, del 19 de noviembre de 1996) trata también de ía ingeniería genética y del
genoma humano. A este documento han sido unidos dos protocolos: en el primero se
prohibe la clonación humana, en el segundo se proporcionan indicaciones sobre la diag-
nosis y la exploración genética efectuada por motivos de salud.
La emanación de estos documentos responde a una lógica de responsabilidad política,
pero también a una necesidad de protección advertida con urgencia con relación a una
ciencia cada vez más impenetrable y autónoma que, vinculándose a las dinámicas
económicas a escala mundial, puede condicionar fuertemente la vida de todos (y tam-
bién la democracia). Pero la tarea reguladora del derecho está obstaculizada por la varie-
dad de los planteamientos legislativos, por las diversas visiones de la vida, comprendidas
las religiosas, en resumen, por el pluralismo ético, aparentemente insuperable, de nues-
tras sociedades.
En estas condiciones, el derecho se transforma internamente y no puede sino producir
normas derivadas de la fusión entre varias opciones. Parece definitivamente desaparecida
la función reguladora del derecho capaz de trascender las opciones individuales que se
había concretado en la declaración universal de los derechos del hombre. También esta
obra de civilización hoy parece perder consistencia y los reclamos que se hacen son más
que todo históricos. Sin ernbargo, obrar culturalmente para que se encuentre una mejor
correspondencia entre ética y derecho es tarea irrenunciable.

160
Capítulo V: Ingeniería genérica

3. Principios éticos de referencia

Las cuestiones éticas suscitadas por la ingeniería genérica y embrional son múltiples y
de varios géneros. La más importante es la que concierne a la naturaleza del hombre, con
motivo de las posibilidades alterativas propias de la ingeniería genética. Añádase a esto la
necesidad de experimentar sobre el hombre en el estado naciente, actividad ésta que
demanda la producción o de todos modos la utilización de embriones obtenidos medíante
fecundación in vitro. Tampoco las fínahdades diagnóstica y terapéutica están desprovistas
de aspectos éticamente problemáticos. Pero las problemáticas de la ingeniería genética
concíernen también a los riesgos que ella puede hacer correr, las intervenciones sobre el
ambiente, los desequilibrios entre países que tienen y países que no tienen el acceso a las
biotecnologías y, finalmente, la cuestión del poder efectivo de control y de dirección en
estas investigaciones.
Las teorías ético normativas que guían el análisis son ía deontológica (el juicio moral
prescinde de la consideración de las consecuencias de la acción) y la teleoíógica (el juicio
moral tiene en cuenta las consecuencias de la acción).
Presentamos primero los principios éticos que deben guiar la ingeniería genética, para
examinar luego algunos casos particulares.

a) Diferencia ontológica y axiológica entre el hombre y los otros seres vivientes

La valoración ética de la ingeniería genética no puede prescindir del hecho de que, al


lado de las intervenciones de carácter terapéutico, existen otras finalidades que suscitan
particular aprensión: la posibilidad de construir híbridos hombre-animal, la predeter-
minación de caracteres particulares en nuevos seres humanos a través de la intervención
sobre su genoma. Estas intervenciones no terapéuticas se hacen posibles por el desarrollo
práctico de la genética, pero sobre todo por el envilecimiento axiológico y metafísico del
hombre, por el cual ya no se ve la diferencia entre el hombre y los otros organismos bio-
lógicos (animales y vegetales) y, por lo tanto, no se ve ninguna razón para abstenerse de
la manipulación del hombre.
En relación con la ingeniería genética, se presenta la cuestión, precedentemente tratada
en la parte general, de la transformación (no declarada) de ía ciencia en una filosofía de la
naturaleza, que decide considerar al ser humano como un objeto para ya no tener límites a
su ejercicio. El ejemplo del debate sobre los conceptos de "embrión" y de "pre-

161
Introducción a la Bioéúca

embrión" aclara la cuestión: si la antropología reconoce que el embrión es un "ser huma-


no" sobre el cual no se puede experimentar, se hace necesario declarar al embrión "ser no
humano" a través de la invención del concepto de pre-embrión; de esa manera se quitan
los límites éticos a su manipulabilidad. La ciencia invade hasta este punto el campo de la
ontología y de la antropología, porque le ha sido concedida, sin sentido crítico, una auto-
ridad, que ahora ella usa para evitar eí diálogo con las otras disciphnas del saber, encerrán-
dose en una autorreferencialidad inaceptable.
Hace falta recalcar que para poder abordar la realidad del hombre no podemos per-
manecer en los límites de la genética. El enfoque prevaleciente de las ciencias biológicas
está ya caracterizado por el reduccionismo biológico, para el cual si, en hipótesis, el hombre
tuviese el mismo genoma que cualquier animal, se declararía la ausencia de diversidad entre
estos y el hombre, en lugar de limitarse a constatar la igualdad biológica. Es evidente que la
conclusión es equivocada, porque el hombre tiene una originalidad propia respecto a
cualquier animal: la igualdad biológica no es igualdad touí court.
La posibilidad de realizar híbridos hombre-animal permite proflindizar la cuestión del
valor de la naturaleza del hombre según la ingeniería genética.
Es bastante breve el paso que lleva de las finalidades terapéuticas a las creativas. Con
las biotecnoíogias modernas se pueden violar ios limites entre especie y especie y crear
híbridos, que violan la natutaleza biológica del hombre. Dado que, por fortuna, el con-
cepto biológico de naturaleza es claro, la fusión de material genético humano con material
genético de animales es una aberración, no sólo como resultado eventual, sino aún antes
como proyecto inclinado a violar la imagen misma del hombre.
Si nos colocamos en el plano filosófico, y consideramos que en él eí concepto
onlo-lógico de naturaleza humana está sujeto a muchas discusiones, podemos observar
que la incerridumbre filosófica sobre la naturaleza humana no autoriza los actos de su
transformación. En segundo lugar, se manifiesta la antinomia del r^voyecto de salud, que
pretende "mejorar" al hombre (en nombre de ideales que, coherentemente aplicados,
impedirían toda manipulación sobre el hombre) y, al mismo tiempo, reduce la
naturaleza humana a puro dato de hecho, sin valor ontológico y normativo, de tal modo
que legitima cualquier intervención manipuladora^

Cf, PESSINA, A. Op. cit., p. í 11.

162
Capítulo V: Ingeniería genética

A la luz de estas consideraciones (pero también del principio terapéutico) el fin alte-
rativo de la especie humana resulta siempre moralmente ilícito^ Es siempre ilícito inter-
venir (sea aumentando, sea disminuyendo) sobre el patrimonio genético de otro hombre,
en cuanto que es indebida interferencia sobre la persona humana.

b) Principio terapéurico

El aspecto más estimulante de la ingeniería genética es la posibilidad de curar muchas


enfermedades a través de la terapia génica. El proyecto genoma está ampliando el campo
de la diagnosis y afina las capacidades predicrivas de la medicina. Pronto se consdtuirán
bancos de datos sobre los cambios de los genes y se conocerán progresivamente la gran
mayoría de las enfermedades hereditarias.
El principio terapéurico implica que se considere lícito también el fin diagnóstico que
úende a la confirmación de una eventual enfermedad, tata hereditaria, etc. La diagnosis
genética, realizada desde fuera y prescindiendo de la fecundación in vitro, es no sólo lícita,
sino también moralmente obligatoria.
Con base en el principio terapéurico es lícito llevar a cabo una intervención incluso
invasiva a beneficio del sujeto viviente para corregir un defecto o eliminar una enferme-
dad no curable de otra manera'.
Bajo esta luz la ingeniería genética que riende a prevenir y a curar ciertas enfermedades
como la diabetes no podrá, en cuanto ingeniería genética, ser valorada negativamente. La
valoración se refiere, sin embargo, a la ingeniería genérica en cuanto tal. Se debe luego
considerar el modo de realización de la sustitución del gen: si la sustitución de un gen se
pudiese hacer con la producción en laboratorio de genes arrificiales, tendríamos el
mismo caso de los animales y de las plantas, pero si ella comportase necesariamente la
fecundación in vitro y el sacrificio de los embriones de los cuales se saca el gen sano, ten-
dríamos una valoración ética negativa.
La capacidad diagnóstica de la genética suscita también una serie no secundaria de
problemas: si, por medio del análisis genético, cada uno de nosotros podrá conocer su
desuno genético, ¿será también posible intervenir terapéuricamente pata obviar las enfer-

^ Cf. Raccomandazione 934/1982-, CUYAS, M. "Problemática etica deUa manipotazione genética". En:
Rasegna di Teóloga, 5, 1985, pp- 47Í-497. ' Concretamente se introduce un gen particuíar en una categoría
de células, por ejemplo, los linfocitos,
la médula ósea, con el efecto esperado de restituir a la normalidad células defectuosas.

163
Introducción a la Bioética

medades previstas? Es conocido que esta capacidad está reducida respecto a la capacidad
de diagnosis: existe una tijera inellminabie. ¿Cómo se vivirá sabiendo que se debe desarro-
llar (con mucha probabilidad, pero no ciertamente) tal o cual enfermedad, quizás mortal,
dentro de un cierto tiempo? ¿Se deberá invocar el derecho a la ignorancia? ¿Será posible
realizar tal derecho?^
Otro aspecto problemático debe ser señalado en e) ámbito de la discusión del prin-
cipio terapéutico. ¿El hecho de que las investigaciones estén orientadas hacia objetivos
terapéuticos, autoriza por ejemplo la experimentación sobre embriones, producidos con
tal fm? ¿Se puede avalar la investigación destructiva sobre los embriones en nombre de la
dignidad de la vida humana por salvar? "Si ésta fuese la única vía posible, sería
moral-mente inaceptable, porque establecería arbitrariamente una jerarquía discriminante
emre los seres humanos, en el mismo estadio de desarrollo"^ En este caso, los embriones
constituirían conejillos de Indias de laboratorio.
Finalmente, existe un perfil eugenésico de la ingeniería genética. En efecto, no se
puede esconder que uno de los resultados de las diagnosis prenatales es la solicitud del
aborto. Esto sucede cuando ia terapia para la probable malformación registrada no existe
o no garantiza buenas probabilidades de éxito. La valoración ética del aborto está estric-
tamente ligada al reconocimiento de la calidad humana del embrión. Pero lo que merece
atención en esta práctica es la puesta en obra de la idea de que son las buenas condiciones
de salud las que confieren valor al ser humano. Por ello merecen vivir sólo las personas
sanas, mientras que es mejor no hacer nacer aquellas que tienen defectos genéticos.
Tenemos aquí la expresión clara de la falacia del determinismo genético que consiste en
suponer que los genes hacen a la persona y si algunos no son perfectos, la persona pierde
su sentido"*.
Se trata claramente de una visión reductora de la persona humana, expresión de una
lógica utilitarista y evolucionista, preocupada sólo de reducir los costos sociales y de la
pureza genética de la población. En coherencia con esta visión reductora, los padres de
un bebé por nacer con riesgo genético con frecuencia son aconsejados que aborten, sin
tener en cuenta el valor de la vida del feto o el hecho de que "ellos -víctimas también del
sufrimiento en cuestión- pueden juzgar mejor que cualquier otro si una vida semejan-

* Cf. RoDOTÁ, S. Tecnologie e diritti. 11 Mutino, Bolonia, 1995.


^ PESSINA, A. Op. cit., p. 109- Véase también: LOMBARDI VVLLAURI, L. "Mampola2loni genetiche e dirit-
to". En: Rivista di Diritto CiviU, enero - febrero de 1985, pp. 1-23. '" Cf. LEWONTIN, R. C. "Clonazione e
confiísione". En: La Rivista dei Libri, febrero de 1998, pp. 24-
27.

164
Capítulo V: Ingeniería genética

te sea digna de ser vivida, y por lo tanto, pueden estar dispuestos a correr el riesgo de la
transmisión para el descendiente (usualmente no es más que un riesgo)"".

c) Saivaguardia ád ecosistema j ¿ú ambiente

La defensa del ambiente es necesaria tanto porque él es el ámbito de la vida del hom-
bre como porque él es un bien en sí'^.
Aquí se plantea el tema de la conservación de las especies en vía de extinción y de la
salvaguardia de la biodiversidad a través de la preparación de bancos de semen y el mejo-
ramiento de las técnicas reproductivas artificiales.

d) Competencia de la comunidad

Las biotecnologías suscitan también un problema político de gran relieve. Se trata de


decidir si y en qué medida intervenir sobre el patrimonio genético del hombre y de otros
seres vivientes; es una cuestión que concierne a toda la humanidad y no sólo a los expertos,
sean ellos científicos o políticos. El principio de la libertad de la ciencia debe conci-liarse
con las exigencias de información correcta de la población y con el derecho de los
ciudadanos a ser corresponsables.
Se suscita también para las biotecnologías un problema de justicia y de acceso por
parte de los países pobres. La parentabilidad o no de los productos biotecnológicos tiene
también implicaciones de libertad frente a la necesidad alimenticia de masas enormes de
poblaciones pobres. Es éticamente necesario compartir las biorecnologías con los países
en vía de desarrollo, por ías repercusiones en el campo agrícola, zootécnico y de la indus-
tria alimenticia.
Además de las asociaciones de investigadores que desempeñan una función de control y
de autorreglamenración, y de los comités éticos que discuten y orientan los objetivos de
las investigaciones, se plantea un serio compromiso con la formación del ciudadano
común, que riene el derecho-deber de hacerse una opinión sobre esta materia, como la ela-
bora en materia económica, escolástica, cultural, etc. El debate público demanda condi-

" JOÑAS, H. Técnica... Op. cit., p. 131. '^


Véase el capítulo sobre el ambiente.

165
Incroducción a la Bioética

clones de transparencia y pubhcidad de la investigación y debe ocuparse de la valoración,


por lo menos en línea general, de las finalidades y modalidades de la investigación.

4. Normas éticas para casos específicos

Nos ocupamos en este parágrafo de las condiciones de seguiidad que deben ser garan-
tizadas en el campo de las biotecnologías, de las pruebas genéticas, del proyecto genoma y
de la patentabilidad de las biotecnologías. De la terapia génica se ha hablado en las líneas
éticas fundamentales, mientras que remitimos a los capítulos sucesivos para los temas de
la clonación y de las diagnosis prenatales.
a) Seguridad de la actividad de investigación biotecnológica. Se trata de una de las prime
ras preocupaciones manifestadas en torno a la ingeniería genética y muchos documentos
han afrontado la cuestión. En los laboratorios se desarrollan actividades de modifica
ción genética de microorganismos, que pueden ocasionar daño tanto a los investigadores
como al ambiente, en caso de un fracaso accidental o deliberado.
El problema es de amplio alcance en cuanto ya son miles en todo el mundo las indus-
trias que usan las técnicas de ingeniería genética, los cultivos in vitro, la producción de
anticuerpos monoclonales para las aplicaciones farmacéuticas y agroalimentarias. Los
principios éticos son los de la defensa de la vida humana y la defensa del ambiente.
Para las actividades internas en laboratorios hace falta valorar la eventual
patogenici-dad del microorganismo que se estudia y se modifica y las características del
ADN recom-binante con el cual ha sido transformado.
Por cuanto concierne a la liberación en el ambiente de bacterias y virus, de plantas y
animales, la primera condición de eticidad es la valoración del riesgo, en términos de efectos
negativos sobre el ambiente y sobre el hombre. Se valoran con este fin la capacidad de
supervivencia del organismo modificado, su capacidad de reproducción, de formar una
población, de transmitir a otros organismos los rasgos conferidos artificialmente'^
b) Las pruebas genéticas. Son exámenes que se difunden cada di'a más en el ámbito del
trabajo, de la actividad judicial y de los seguros. Se habla de pruebas genéticas cuando se
examinan individuos o grupos familiares en riesgo, mientias que se usa la palabra scree-
ningcüznáo grupos de población se someten a exámenes genéticos. Las pruebas genéticas

Cf. CNB. Documento della sicurezza. Op. cit., p. 10.

166
Capitulo V: Ingeniería genética

pueden predecir los riesgos de futuras patologías, pero muy rara vez tales riesgos
consti-nr^en certeza.
Para el campo del trabajo se usan screening genéticos con diversas finalidades: identifi-
car la predisposición genética que determina la hipersensibilidad a parriculares sustancias
presenres en el ambienre de trabajo; verificar la predisposición genética a una enferme-
dad independiente del trabajo que podría surgir en el futuro; identificar una parología
genética independiente del trabajo que se hará manifiesta en el futuro (por ejemplo, la
corea de Huntington).
Las empresas pueden pedir los exámenes genéticos para prevenir gastos mayores por
e! resarcimiento de eventuales daños en el trabajador. Esta motivación separada de la pre-
ocupación por la salud deJ trabajador es éticamenre inaceptable. lx}s áocumtntos interna-
cionales prevén que se evite toda discriminación en las aceptaciones y, si las pruebas son
pedidas por la salvaguardia de la salud del trabajador, que se haga con el consentimiento
informado del trabajador'". La Recomendación N R (92) 3 ác\ Consejo de Europa afirma
que las pruebas no pueden hacerse obligatorias y que la aceptación y la posibilidad de
continuar el trabajo no deben estar subordinadas a la ejecución de una prueba o de un
screening genético.
El derecho de la empresa a saber está limitado a las informaciones esenciales. La exclu-
sión del trabajador del trabajo incompatible está subordinada a un traslado que mejore
sus condiciones de trabajo y no constituye alternativa al saneamiento de ios ambientes
de trabajo.
Para las patologías independientes del trabajo no se han de proponer screening o prue-
bas genéticas por parte de las empresas (a no ser que existan riesgos de vida para terceras
personas, como en el caso del controlador de vuelo que desarrollase la corea de
Huntington, que se manifiesta con confusión mental y pérdida de la memoria).
Un aspecto importante de las pruebas genéticas es el llamado derecho a no saber. La
prescripción de una prueba genética en una fase presintomática resultaría correcta en pre-
sencia de una adecuada terapia o en caso de que fuese pot lo menos posible modificar la
evolución de la enfermedad, reduciendo sus posibles complicaciones mediante un trata-
miento médico precoz; parece en cambio por lo menos discutible para todas aquellas con-
diciones para las cuales no está disponible ningún remedio terapéutico.
"El nacimiento de una moderna 'medicina molecular' de tipo predictivo impone, por
lo tanto, una reconsideración conjunta de los beneficios y de los daños aportados por la

''' PARLAMENTO EUROPEO. Risoluzione h2-527lZZ.

167
Introducción 3. Ja Bioética

ciencia médica. Es Indiscutible que todo individuo tiene el dereí-bo de conocer el propio
genotipo; pero al lado del dereciio a saber se debería reconocer' el derecho a no saber, sobre
todo en aquellos casos en los cuales un conocimiento preventivo de la enfermedad sólo
llevaría a una anticipación de los sufrimientos, sin ventajas concretas en términos
terapéuticos'''^ 'En concreto, es necesario reconocer que no será fácil dar ejecución a este
derecho a no saber, sobre todo si se caminase en la dirección de instituir una carta de
identidad genética.
c) El proyecto genoma. La finalización de la búsqueda de rodos los ^tnes del genoma
humano suscita problemas éticos.
En primer lugar está la noción misma de responsabilidad individual, que puede ver
desplaiados sus propios límites: el rápido 3i\imenxo de conocimientos relativos a la deter-
minación genética del carácter individual y de los relativos comportamientos abre un aba-
nico más amplio de matices intermedios entre imputabilidad y no imputabilidad, y hace
inciertas las tradicionales evasiones. El problema central de un conocimiento cada vez
más extendido de nuestros genes será, sin embargo, el de la distribución genética. Una de
las fuentes de este peligro está dada por el intervalo de tiempo seguramente largo entre la
previsión o la diagnosis de una patología genética (o de todos modos asociada a genes), y
ei momento en el cual es posible poner en acto una terapia eficaz.
La especificidad de una enfermedad causada o prevista por nuestro orden genético,
pero no curable, puede ser ocasión de áiscúminadón en relación; con el individuo sano al
cual sea hecha la prognosis de la enfermedad, en el caso en el cual tal información sea
accesible a terceros, por ejemplo al empleador o a la compañía aseguradora; con el indi-
viduo afectado por la enfermedad, en el caso en el cual el acceso a los servicios de salud y
sociales sea diferenciado según las posibilidades terapéuticas, tanto para quien está en riesgo
como para quien está afectado por la enfermedad, a causa de la escasa disponibilidad de
consulta genética en el ámbito de los servicios nacionales de salud, dado el alto costo que
tiene la formación del personal calificado.
El proyecto genoma ha suscitado también otras preocupaciones: el temor de que sus
resultados puedan conducir no sólo a la discriminación de grupos de individuos, sino
también a su estigmatización. La eventualidad de que, por motivos comerciales o peti-
ciones de patentes, no se pueda acceder hbremente a informaciones resultantes de nuevos
descubrimientos realizados por la comunidad científica. La reducción del ser humano a
sus secuencias de ADN, con atribución de problemas soáaies j de oxios problemas

CNB. Orientamenti eticiper i testgenetici. 19 de noviembre de 1999, p. 5.

168
Capítulo V: Ingeniería genética

específicos del hombre a causas genéricas. La anulación del respeto por los valores, las
tradiciones y la integridad de las poblaciones, de las familias y de ios individuos. Un com-
promiso de la comunidad científica inadecuado para planificar y para conducir la inves-
tigación genética según protocolos y estrategias abiertas al público.
Frente a esta serie de preocupaciones, la Organización del Genoma Humano
(HUGO), una comunidad internacional sin fines de lucro a la cual pertenecen científicos
que desarrollan estas investigaciones, ha proporcionado algunos criterios guía y pro-
cedimientos para asegurar algunos estándares éticos esenciales. Se trata de los siguientes
cuatro principios: el reconocimiento de que el genoma humano es parte de un "patrimo-
nio" común a la humanidad entera. La adhesión a las normas internacionales sobre los
derechos del hombre. El respeto por los valores, las tradiciones, la culrura y la integridad
de quien es sujeto de investigaciones genéticas. La aceptación y la reivindicación de los
principios de la dignidad humana y de la libertad.
Tales principios están presentes y son desarrollados en el documento del CNB sobre
el genoma humano (1994) citado ames, pero sobre todo se han convertido en parte inte-
grante de la Declaración universal sobre el genoma humano y sobre los derechos del
hombre adoptada por la UNESCO en noviembre de 1997. Se trata de una garantía ini-
cial, pero insuficiente, a causa de las observaciones desarrolladas arriba sobre la capacidad
del derecho internacional de orientar la investigación en la dirección de un real respero
de los valores fundamentales del hombre.
d) 'Lz patentización de los resultados de las biotecnologías^''. Hasra la década de 1980 la
patente se podía obtener sólo sobre la materia no viviente. La convención de Monaco del 1
de junio de 1978 no excluye de la patentabílidad los productos obtenidos con
procedi-mienros microbiológicos. Desde aquel momento se han multiplicado las
presiones para patentar las invenciones realizadas sobre los seres vivientes.
En esta materia se registran las dos orientaciones norteamericana y europea. En los
Estados Unidos, a partir de la semencia de la Corte Suprema del 16 de junio de 1980, se
parentan no sólo las técnicas, sino también los microorganismos genéticamente modifi-
cados, en virtud de una nueva distinción existente o no existente en la naturaleza, que ha
tomado el puesto de la distinción viviente no viviente.
En Europa, se percibe fiíertemente la presión y la concurrencia de la industria
bio-tecnológica estadunidense y, después de un contrastado debate, ha sido aprobada en
esta

'^ Cf. BROVEDANI, E. "II brevetto di organismi viventi ottenuti con I'ingegneria genética. Aspetti scienti-fici,
giuridici ed etici". 'En: Aggiomamenti Sociali, A, I98S, pp. 245-259.

169
Introducción a !a Bioética

materia la Norma del 12 de mayo de 1998 (98/44/CE). En ella se afirma que la eventual
patente debe referirse a la técnica en cuanto tal y no al objeto. Para el hombre no pueden ser
patentadas ni siquiera las técnicas que suponen la investigación sobre el embrión o sobre
la línea de las células madre. Pero el resto de la Norma deja espacio a muchas ambi-
güedades sobre la posibilidad o no de patentar los descubrimientos en el campo genético y
en particular los genes mismos''.
Para los otros organismos vivientes (microorganismos, plantas y animales multicelula-
res) se debe proceder de modo diferenciado: a) para los microorganismos, se debe definir
la noción jurídica de microorganismo, estudiar la patentabilidad caso por caso, constituir
bancos genéticos para preservar la riqueza genética; b) para los vegetales: se debe evitar
el empobrecimiento de las variedades cultivadas, a través de la adhesión a la Convención
de Río de Janeiro sobre la biodiversidad, y formular derechos de explotación de la patente
menos rígidos que en el caso de las patentes comunes; c) para los animales: se deben
excluir de la patentización los procedimientos de modificación del patrimonio genético
que infligen a los animales sufrimientos y menoscabos inútiles, debe tratarse de patentar
un resultado relativo a una investigación socialmente útil (acertada), la patente debe
proteger al máximo la segunda generación de animales transgénicos, la protección puede
estar referida sólo a los animales en los cuales ía modificación es explícita y no sólo inser-
tada, se debe prever el derecho a ía adquisición de los derechos sobre el animal por parte
de terceros'^
Por consiguiente, se debe considerar excluida la patentización del ser humano en
cuanto tal, mientras que puede considerarse lícita la patentización de los otros organismos
vivientes con la condición de que sean puestas en acto medidas jurídico legislativas
idóneas para garantizar un elevado nivel de la libertad de investigación científica, la
cooperación económica a nivel internacional con particular atención a los países en vía
de desarrollo, y el equilibrio ecológico.

Es muy reciente la intervención de! presidente francés J. Chirac que, sobre la guía del parecer expresado por el
Comité consultivo nacional de ética, ha pedido a la Comisión Europea esforzarse para que sean reafirmados
claramente los tres principios base de la posición europea: ía no comercialización del cuerpo humano, el libre
acceso al conocimiento del gen y la puesta a disposición de este conocimiento. Cf "II solé 24 ore", 1 de julio,
2000, p. 2. '* Cí CNB. Rapporto sulla brevettahilita degli organismi viventi, 19 de noviembre de 1993.

170
CAPÍTULO VI

CLONACIÓN

Este tema merece un tratamiento detallado por la objetiva importancia que tiene y por
ias intensas discusiones éticas que ha suscitado. A propósito de clonación e investigación
sobre los embriones, con frecuencia se ha hablado de delirio de omnipotencia por parte
de los investigadores empeñados en las técnicas de reptoducción artificiáis
En las discusiones sobre la clonación no podía no suscitarse el problema de las relacio-
nes entre ciencia y ética. Tal problema es planteado, por lo menos por parte de algunos
investigadores, con la pregunta: "¿Por qué no hacer aquello que es técnicamente posi-
ble?". La pregunta suena un poco como un desafío y pide no poner límites injustificados
2 la investigación científica y al uso de las aplicaciones tecnológicas que derivan de ella.
Por otra parte, se elevan voces de signo opuesto que invocan una cierta forma de limita-
ción al proceder de la ciencia, sobre todo cuando ésta se adelanta en sectores en los cuales
está en juego la naturaleza misma del hombre. En este capítulo, después de la descripción
de los aspectos científicos de la clonación y de la investigación sobre los embriones, pre-
sentaremos los elementos esenciales de la relación entre ciencia y ética.

A propósito del papel que asumen los investigadores, se habla de playing God (hacer la parte de Dios) en
muchas contribuciones del área anglosajona, pero ya en una lejana intervención Jean Rostand había previsto
que "el biólogo terminará por fabricar la vida, por recrear la estructura genética y, autor de una nueva
naturaleza, se colocará entre los dioses", véase ROSTAND, ]. "Peut-on modiñer l'homme?". En: Les Essais
LKXXI. GaJlimard. París, 1956, p. 29.
Introducción a la Bioética

/, Aspectos científicos

La revolución que las técnicas de fecundación artificial, en particular la FIV, han


introducido en el proceso de la reproducción humana, aún no ha terminado de producir
efectos sorprendentes. La capacidad de intervenir en el proceso de fecundación unida a
un mejor conocimiento de la vida y de los mecanismos celulares ha permitido desarrollar
una nueva técnica de reproducción que no demanda la unión, hasta ahora esencial, de los
gametos masculinos y femeninos. Se trata de la clonación, que se coloca en la clase de las
técnicas de reproducción asexual.
En esta clase se coloca también la fisión gemelar o geminación inducida
{embryo-splitting), que reproduce artificialmente la que sucede en la naturaleza en la
gemelaridad monovular. Dado que las células del embrión hasta el día 14 son totipotentes,
es decir, en grado de dar origen a un embrión completo, si se divide una célula embrionaria
se obtiene un embrión gemelo del embrión del cual ha sido sacada la célula.
Hemos visto que se estudian otras técnicas de reproducción asexual, como la hibri-
dación, pero es cierto que en este momento la que ha llamado la mayor atención es la
clonación.
Desde el punto de vista científico, la clonación es la operación que conduce a la
reproducción de: a) fragmentos de ADN y líneas celulares. Esta técnica es usada para la
producción de insulina humana, vacuna antihepática B, globulina, calcionina,
somatos-ratina, interferón, etc.; b) organismos pluricelulares genéticamente idénticos.
Este es el caso que ha suscitado mayor clamor y preocupación en la opinión púbhca y ha
hecho invocar medidas legislativas con el fin de impedir la aplicación al hombre de la
clonación. En 1997 algunos investigadores ingleses lograron producir la oveja Dolly, con
la clonación del patrimonio genético de una. oveja adulta. E! anuncio de la clonación de
animales superiores ha hecho considerar realizable a corto plazo la clonación del hombre.
No se sabe si esta perspectiva es realista, pero es cierto que se ha abierto un gran debate y se
ha planteado una serie de interrogantes relacionados con la finalidad de estos procedimien-
tos, las repercusiones sobre el ecosistema, los eventuales daños indirectos y a largo plazo
y, finalmente, la licitud moral de la clonación.

172
Capítulo VI: Clonación

¿Qué es la clonación?

El procedimiento puesto a punto por I. Wilmut y ^^^ colaboradores^ en el Instituto


Roslin de Edimburgo prevé los siguientes pasos; extracción del núcleo de una célula
huevo no fecundada (enucleación); sucesiva fusión de una célula madre del individuo
que se quiere clonar con la célula huevo enucleada. La fusión entre el núcleo de la célula
del adulto que se quiere replicar con el óvulo enucleado tiene lugar mediante choque
eléctrico. El choque eléctrico desempeña también la función de activador del proceso de
desarrollo del embrión artificial. El tercer momento, como en la fecundación in vítro,
prevé el traslado del embrión, tan pronto como éste ha alcanzado un grado de desarrollo
óptimo, al útero.
La simple descripción del procedimiento no permite darse cuenta de la gran barrera
que cayó con el uso de la nueva técnica. Hasta el éxito del experimento de Wilraut (que
tuvo lugar después de 277 intentos de traslado de núcleo y de 29 embriones trasladados a
útero), se pensaba poder sustituir el núcleo de una célula con el núcleo de una célula
embrionaria, es decir, con la célula de un individuo aún no maduro, del cual no se
conocían las características. En efeao, la calidad de la totipotencia es propia de las células
embrionarias y sólo ésCAS, pueden originar un organismo nuevo^ mientras que las células
adultas ya están especializadas según el programa contenido en el genoma.
La novedad introducida consiste en el uso del núcleo de una célula normal y no
embrionaria. En este caso, el problema por resolver es hacer tornar una célula adulta, que
está especializada, al estado de no especialización, que es propio de las células embrio-
narias. El problema estaba muy presente desde hacía varios años, y había sido descrito
por Testart del siguiente modo: "Esta dificultad se podría superar si se supiese
reprogra-mar algunos núcleos y enseñarles nuevamente a usar el conjunto de
informaciones que contienen"^
El experimento de W/lmut no pretende haber resuelto de manera definitiva el pro-
blema planteado por Testart. En efecto, en su comunicación se precisa que diversos fac-
tores pueden haber influido sobre la clonación que ha llevado al nacimiento de Dolly.
Parece, entre otras cosas, que fiíe posible una cierta "contaminación" de las células usadas
para donar el núcleo. Algunas de estas células fueron sacadas de la glándula mamaria de
una oveja de seis años que había llegado al último trimestre de embarazo. Esto hace

^ WILMUT, I. y otros. "Viable oí^spring derived from fetal and adult mammalían cells". En: Naturr, 385,
1997, pp. 810-813. ' TESTART, ]. L'itovo trasparente. Bompiani,
Milán, 1988, p- 106.

173
Introducción a k Bioética

probable el caso de que la glándula mamaria haya sido contaminada por algunas células
madre, relativamente indiferencíadas. En esta eventualidad no se trataría de reconducción
a h totipotencia de una célula especializada, sino de haber usado una célula aún capaz de
totipotencia. Ulteriores estudios dirán una palabra más clara a este propósito, pero más
allá del preciso conocimiento de los mecanismos activados, la clonación se ha convertido
en una posibilidad real.
La condición biológica del individuo clonado depende de su génesis: él tiene el núcleo
proveniente de la célula donante, circundado por el material mitocondrial de la célula
receptora. También las mitocondrias u orgánulos intracelulares contribuyen al desarrollo
del organismo futuro, ayudado por la reprogramación del núcleo introducido.
La clonación de Dolly fue realizada después de un alto número de intentos; por consi-
guiente, fue una operación de difícil realización. Aún no es claro si y cuándo podrá con-
vertirse en una operación de rutina. Pero la discusión científica y ética se ha encendido.
Antes de afrontar el relieve ético de la clonación es necesario precisar cuáles son los
fines que se nos prometen del uso de esta técnica.
Separemos las finalidades de la clonación de los animales de la del hombre.
Para los animales los objetivos son los siguientes: a) criar de modo rápido los mejores
animales; con la clonación ya no se deberá esperar para que las cualidades seleccionadas
pasen de generación en generación; se trata de la replicación de la excelencia''; b) salvar
las especies de animales que están en peligro de extinción; c) producir clones de animales
transgénicos, aquellos animales en los cuales se han insertado genes de la misma especie o
del hombre, con el fin de estudiar particulares patologías y de utilizarlos para la reco-
lección de órganos para transplantar en el hombre, sin el fenómeno del rechazo.
En cuanto concierne al hombre, los fines previsibles actualmente son la reducción del
número de oocitos que hay que sacar de las mujeres que recurren a la FIV y la posibilidad
de realizar la diagnosis preimplantatoria sobre un embrión del cual se tiene la copia. El
primer objetivo se obtiene duplicando los embriones obtenidos, mientras que el segundo
caso se configura como fin eugenésico, en cuanto que la copia sería transferida al útero
sólo en el caso de ausencia de anomalías.
Otros objetivos podrían ser la reproducción de embriones no afectados por patologías
mitocondriales o hereditarias y la FIV en los casos de ausencia total de espermatozoides,
en los cuales se quiere conservar el patrimonio genético del compañero macho de

* JOÑAS, H. Técnica, medicina ed etica. Prassi del principio di respomabilitk Einaudi, Turín, pp. 139-140.

174
Capítulo V!: Clonación

b pareja. Al lado de estos motivos científicos, se pueden plantear hipótesis de otros que
tienen un carácter fantástico-apocalíptico, pero que son los que más afectan la imagina-
ción de la gente.
Tales objetivos han sido enumerados por L. Kass en un artículo que precedía p'"
mucho la efectiva realización de la clonación. Recordemos sólo algunas de esas motivacio-
nes: a) replicar individuos humanos de gran valor y belleza; b) replicar individuos sanos,
para evitar el riesgo de enfermedades hereditarias; c) proporcionar un hijo de un deter-
minado sexo, dado que el clon toma el sexo de la persona de la cual es tomado el núcleo;
d) producir sujetos idénticos, para fines experimentales o para tareas especiales, entre las
cuíiles la posibilidad de servir de reserva de órganos o células, dejando el "doble" como
reserva congelada en el estado de embrión^

2. Valoración moral de la clonación

Al hablar de clonación se ha abierto en todo el mundo una discusión candente sobre la


ética del uso de esta técnica. La prensa ha propuesto el argumento en términos que oscilan
entre lo fantasioso y lo apocalíptico, agitando también el espectro de muchos pequeños
Hitler en marcha con paso de ganso. Otros, más positivamente, han planteado la hipótesis
de la replicación de genios de la humanidad como Mozart, Einstein, etc.
En realidad, con esta técnica aplicada al hombre, no será posible tener personas igua-
les, porque de igual tendrá sólo el patrimonio genético. El ser humano nacido de la pro-
ducción de un clon estará desprovisto de la singularidad biológica, pero eso no impedirá
que tenga singularidad ontológica y psicológica, como sucede en el caso de los gemelos
monocigórieos, los cuales, a pesar de tener el mismo patrimonio biológico, tienen perso-
nalidades absolutamente originales.
Más allá de las preocupaciones o de las ex^tzáonts extemporáneas aparecidas en
los medios masivos, la clonación ha registrado una oposición generalizada. En todo el
mundo se han levantado innumerables voces para pedir el alejamiento de la posibilidad
de clonar al hombre. En esta dirección numerosos gobiernos y parlamentos^ han tomado

^ KASS, L. "New beginning in Ufe". En; HAMILTON, M, P. The new genetic and the future ofthe man.
Grand Rapids, 1972, pp. 14-63. '' PARLAMENTO EUROPEO. Risolnzione sulla clonazione.
Estrasburgo 12 de mayo de 1997-

175
Introducción a k Bioética

ya ías medidas necesarias para emitir leyes que prohiben tal práctica. Mientras que pocas
son las voces favorables a su aplicación^.
¿Cuáles son las razones éticas presentadas para justificar este rechazo generalizado de
la clonación?
Las razones más frecuentemente adoptadas son las tecnológicas, Jas cuales, como es
sabido, se interesan por las consecuencias que nacen del recurso a una determinada técnica.
El Comité Nacional de Bioética italiano se ha pronunciado sobre la clonación humana*' y,
en su opinión, ha identificado tres razones que motivan el rechazo: la reducción del
hombre a un medio; la violación del derecho a la unicidad genética; la violación del
derecho a no saber.
Acerca de la primera razón, es fácil comprender cómo son las motivaciones mismas
que impulsan a la clonación a actuar en el sentido de una grave instrumentalización del
ser humano. Basta recordar la función de reserva asignada al clon, para eventuales susti-
tuciones de células o de órganos enfermos en el sujeto "original".
La segunda motivación concierne a la violación del derecho a la originalidad del patri-
monio genético. Si es verdad que la dimensión biológica no es la única que hace de la per-
sona un ser original e irrepetible, es otro tanto verdadero que existe una estrecha relación
entre la dimensión biológica y espiritual. Por consiguiente, el patrimonio genético ejerce
una real incidencia en la evolución y en la expresión de la persona.
A esto se añade otra observación no menos importante de carácter genético. La repro-
ducción de sujetos biológicamente idénticos, como sucede con la clonación, está desti-
nada a modificar la posibilidad de una infinita variedad de patrimonios genéticos, lo que
constituye una verdadera riqueza dei hombre, así como de los otros seres vivientes. Esta
observación ya había sido hecha por la Comisión norteamericana para los riesgos gené-
ticos en 1994. Según su informe, son preocupantes las consecuencias para la evolución
de la especie y de la diversidad genética entre los seres humanos. La vida se difunde y
se desarrolla precisamente gracias a la diversidad que con la clonación sería perturbada.

7
Francis Crack, Premio Nobel de Biología, publicó en colaboración con un grupo de científicos el "Manifestó
deliaclonazionedeiruomo". En: Free Inquiry, 6, 1995, pp- 12-17. En el documento se pide no parar la
investigación y se defienden las razones de la donación efectuada sobre el hombre. Por el moáo como son
planteadas las relaciones entre ciencia y erica, se puede esperar en los próximos años un rápido ceder en las
posiciones contrarias a la clonación, al menos en el área anglosajona. CoMiTATO NAZIONALE PER LA
BiOETiCA, "La clonazione come problema bioetico". En: Medicina e Morale, 2, 1997, pp- 360-362.

176
Capítulo VI; Clonación

ie manifiesta aquí la preocupación por los "efectos imprevisibles" en el cuadro biológico


ie los genes, y no se deben olvidar posibles errores de laboratorio que podrían ocasionar
liños irreversibles a la naturaleza humana.
La tercera observación crítica concierne a la violación del derecho a la ignorancia acería
del propio destino biológico y cultural. Ignorancia que es condición preliminar de la
ibertad, es decir, la condición por la cual se llega a ser sí mismo en el encuentro con la
Mopia vida por primera y única vez. La libertad de aquel que sabe que es copia de otro, iel
cual recorrerá por lo menos algunos acontecimientos biológicos, está fuertemente
:esquebrajada.
Al lado de las razones teleológicas existen también otras razones deontológicas. Son las
3ue argumentan a partir de la naturaleza del hombre. Si la transmisión de la vida
huma-.12. tiene lugar normalmente gracias a un acto sexual en la intimidad de una
relación de amor, la clonación, aún más que las técnicas de fecundación artificial, viola
la dignidad V la verdad del nacer del hombre.
Es la naturaleza misma del ser humano la que se pone en discusión y, al mismo tiempo,
se toca una de las cuestiones fundamentales de la bioética. En esta ciencia, como se verá
mejor en los capítulos sucesivos, se pueden distinguir dos posiciones opuestas: la de
quien considera la vida del ser humano "disponible" para la manipulación por parte del
mismo hombre, en cuanto que no habría ningún valor natural por salvaguardar, y la
posición de quien considera la vida humana "indisponible" para cualquier tipo de
manipulación.
Las cuestiones suscitadas por la genética y por la clonación llevan a tomar posición
sobre el valor de la vida humana; ¿nos encontramos frente a un bien relativo e instrumental,
o más bien, se debe reconocer a la vida un valor intrínseco que es reconocido y respetado
como fin en sí mismo?
Los defensores de la posición según la cual no habría una naturaleza humana mere-
cedora de tutela, usualmente están dispuestos a admitir un amplio uso de las nuevas téc-
nicas biomédicas. En esta perspectiva los límites a su utilización pueden nacer sólo de
consideraciones relativas a las consecuencias (motivaciones teleológicas).
Para aquellos que tienen de la naturaleza humana una concepción no instrumental,
sino, al contrario, le reconocen una dignidad intrínseca, los límites nacen de la eventual
violación de esta dignidad que el uso de las técnicas biomédicas puede implicar.
En coherencia con esta posición, son dos las razones que fundamentan el juicio de ili-
citud de la clonación.

177
Introducción a la Bioética

Antes que todo, el nacimiento del hombre sería reducido a su sola dimensión bioló-
gica. Es roto todo vínculo entre generación y pareja generadora. Más bien, el papel del
padre puede ser del todo anulado, en cuanto que el núcleo fecundante puede ser sacado
de la misma madre. El papel del macho sería "reducido a cero desde el punto de vista
biológico: desde el momento en que la única necesidad biológica para la cual los machos
deben existir, o sea la fecundación, ha sido enredada y la población masculina en una
población que se reprodujese por clonación sería superflua"^.
En segundo lugar, la clonación permitiría el dominio total del productor sobre el
objeto producido. Un dominio que tocaría no sólo la manipulación y la supresión con
fines experimentales, sino la programación de la identidad biológica. De esta forma, el
ser humano sería modelado según las exigencias de otros, por lo cual la clonación es "en el
método la más despótica y en el fin, al mismo tiempo, la más esclavizante forma de
manipulación genética: su objetivo no es la modificación arbitraria de la sustancia here-
ditaria sino precisamente su igual fijación en contraste con la estrategia dominante de la
naturaleza"'".

Clonación de los animales

Muy diverso es el discurso que se debe hacer a propósito de la clonación de animales


y plantas, que se pone sobre un plano cualitativamente diverso respecto a la clonación
humana. En el caso de los animales y de las plantas se deben observar reglas prudenciales
que pueden ser resumidas así: a) la clonación debe tener como fin el bienestar del hombre y
del ecosistema; b) los animales no deben sufrir maltratos injustificados ni sufrimientos
desproporcionados al bien por realizar; c) es necesario vigilar para salvaguardar la
biodi-versidad, que es una riqueza de la naturaleza, y las barreras entre las especies que
protegen al hombre de las enfermedades de los animales.

3. Experimentación sobre los embriones'^

La FIV y las técnicas derivadas nacieron después de años de experimentos conduci-


dos sobre los embriones. En las primeras fases de la investigación se estudiaban las fases
^ JOÑAS, H. Op. cit., p. 138.
^Ubtd.,-^. 136.
" Se debe señakr que los términos experimentación e investigación con frecuencia son usados como sinónimos.
En reajidad, los dos términos indican dos modalidades diferentes de actuación deí proce-

178
Capítulo VI; Clonación

tcl nacimiento del embrión, los modos mejores para el cultivo de los embriones y para u
traslado al útero.
Después que la FIV se convirtió en una realidad bastante difundida, son las mismas
écnic^s cíe fecundación arrifícíaí ías que liacen disponibles para íos experimentos una
jan cantidad de embriones, los llamados embriones supernumerarios.
Actualmente la investigación científica sobre los embriones ya no está ligada a la
fina-idad de vencer la esterilidad de las parejas, sino que persigue otros fines del todo
autóno-nos. El fenómeno se volvió tan extenso que, después de muchas protestas, se ha
tratado le reglamentarlo. Testimonio significativo del debate desarrollado en torno a la
experi-nentación sobre los embriones es el conocido Informe Warnock'-, que sugiere
hacer líci-a la experimentación sobre los embriones hasta el día 14 de la fecundación. En
verdad, el nismo informe Warnock no ha visto en el día 14 un elemento de umbral capaz
de cambiar el estatuto del embrión: "Porque el control de tiempo de los diferentes
estadios de lesarroUo es crítica; una vez que el proceso ha iniciado, no hay estadio
particular del pro-:eso de desarrollo que sea más importante que otro; todos son parte de
un proceso con-inuo y si cada estadio no tiene lugar normalmente, en el tiempo justo y en
la secuencia xacta, el desarrollo ulterior cesa. Biológicamente no es posible identificar uri
solo estadio nás allá del cual un embrión in vltro no debería ser mantenido con vida"'^.
El significado del límite del día 14 será examinado en el capítulo relativo al estatuto
iel embrión; por ahora es suficiente señalar el intento hecho por el Informe de poner un
imite a una sólida e incontrolada experimentación sobre los embriones.

dimiento científico. Para una primera orientación, puede ser útil la definición de investigación y de
experimentación usada por Dornim Vitae, el documento vaticano sobre la fecundación arrificial, publicado en
) 987: " 1. Por investigación se entiende cualquier procedimiento inductivo-deductivo, que pretende promover
la observación sistemática de un fenómeno dado en el campo humano o verificar una hipótesis que surge de
observaciones precedentes. 2. Por experimentación se entiende cualquier investigación en la cual el ser
humano (en los diversos estadios de su existencia: embrión, feto, niño, adulto} representa d objeto meáhnie d
cual o sobre e¡ cu3} se intenta vetiFicar e) efecto, en ei momento desconocido o aún no bien conocido, de un
tratamiento dado (por ejemplo, farmacológico, teratóge-no, quirúrgico, etc.". E. V., vol. 10, p. 847- La
distinción entre investigación y experimentación como es propuesta por ia instrucción Donum Yitae debería
tutelar la vida del embrión, pero en realidad la misma investigación cuando es conducida sobre el embrión
pone en grave riesgo su supervivencia.
'^ WARNOCK, M. A question oflife. The Warnock Repon on human fertilization embriobgy. Basíl Blackwell,
Oxford, 1985.
'^ Ibíd., p. 62.

179
Introducción a la Bioética

En efecto, existe una fuerte demanda de experimentación sobre los embriones. Tal
petición sólo en una pequeña parte está motivada por razones terapéuticas; prevalecen,
en cambio, razones de investigación "pura". Algunas de estas razones aún tienen un vín-
culo con la esterilidad de la pareja: por ejemplo, hoy en un gran número de laboratorios se
crean embriones de "prueba", con el único fin de valorar la capacidad de penetración de
los espermatozoides en los óvulos, para decidir si y cómo usar estos espermatozoides para
sucesivos ciclos de FIV.
Otras razones de experimentación"* ya no tienen algún vínculo con el tema de la este-
rilidad humana y tienen que ver con los siguientes campos:
a) Los embriones humanos se usan para valorar la eficacia de nuevas técnicas contra-
ceptivas. Entran en este ámbito las vacunas destructoras de la zona transparente del óvulo.
La eficacia de tales vacunas se prueba con intentos de fecundación in vitro.
b) El estudio de las propiedades de las células madre de los embriones fecundados in
vitro para valorar su utilizabilidad en el transplante terapéutico en otros pacientes. Esta
investigación parece particularmente prometedora porque las células embrionarias no
dan origen a fenómenos de rechazo. La enfermedad de Parkinson es una de las enferme-
dades que se trata de curar, sobre todo en sujetos jóvenes, con la inmisión de células de las
glándulas suprarrenales de los fetos en algunas zonas del cerebro. Tales células son capaces
de producir dopamina, cuya carencia provoca la enfermedad.
c) El estudio de la terapia génica. Esta consiste en la introducción en organismos y en
células humanas de un gen, es decir, un fragmento de ADN, que tiene el efecto de pre-
venir y/o curar una condición patológica, con el fin de curar un embrión en el cual se ha
identificado un gen cambiante.
d) La elaboración de técnicas diagnósticas que permitan identificar defectos genéticos
en los embriones fecundados in vitro (diagnóstico preimplantatorio). El fin de estos estu-
dios es el de implantar en el útero sólo los embriones exentos de defectos genéticos. Esta
técnica es justificada por algún investigador con la motivación de que así se evita el riesgo
de tener que recurrir al aborto por causas genéticas'^ Prescindiendo, por el momento, de
valoraciones morales, se debe decir que este particular tipo de experimentación está
destinado a tener repercusiones incisivas sobre los modos y sobre las experiencias de la
reproducción.

'"^ Volvemos a la descripción conrenida en Di PIETRO, M, L. e SGRECCIA, E. Op. ch., pp. 95-96. '^ McLAREN, A.
"Research on the human conceptus and its regulation in Brícain today". En; Journal RoyalSoc. Med.. 83, 1990,
pp. 209-213.

180
CapíruJo VI: Clonación

Por estas consecuencias previsibles, la selección in vitro de los embriones es rechazada


por ]. Testart, hasta hace algún tiempo jefe de los investigadores franceses en materia de
3ECundación artificial. Él afirma inclinarse hacia el aborto si la opción está entre la supre-
sión de un embrión deformado y el aborto. Pero el punto no es éste:
"El aborto, con Jos peligros j hs penas que implica, ha sido hasta ahora un freno natura
al eugenismo, o bien, al intento de toda pareja de tenet un hijo perfecto. La elección de
los embriones en tubo de ensayo no tiene en cambio nada de penoso. Una vez resueltos los
problemas de confiabilidad y de costo, la mayoría de las personas irá a hacerse escoger el
embrión al hospital. Hoy tiene lugat sólo en ios procedimientos de asisten-da a la
fecundación; en el futuro querrán recurrir a ello también las parejas fértiles pero que
tienen miedo. Y como todos temen el nacimiento de un hijo anormal, la práctica se hará
general"'^
Esta carrera hacia la selección embrionaria tendrá como consecuencia una fuerte pro-
ducción de embriones, porque sólo la abundancia permite encontrar el embrión bueno.
De aquí nacerá también un perfeccionamiento de hs técnicas de diagnosis preimplanta-
toria con una desviación peligrosa, porque "ninguno estará jamás en grado de hacer una
lista de las enfermedades verdaderamente graves, desde los mucoviscosos hasta la
dis-ttofia muscular, que justifiquen la supresión del futuro portador: el derecho natural se
opone a ello. Por consiguiente, si el elenco no puede existir, quien debe decidir será el
médico o la pareja, sin límite alguno. O mejor, el límite dependerá del costo y de otras
razones técnicas, no de la ley. Ninguno es genéticamente perfecto. Los conceptos de nor-
malidad y anormalidad pertenecen al plano ideológico, no a la medicina. Actualmente, la
genética está descubriendo relaciones ya no entre genes y grandes patologías, que es un
capítulo cerrado, sino entre genes y "factores de riesgo", el riesgo de desarrollar determi-
nadas enfermedades llamadas poligénicas porque implican más genes y con frecuencia el
ambiente, en un enlace complicado. Dentro de una veintena de años estaremos en grado
de decir que la presencia de estos o de aquellos genes implica un mayor riesgo, supon-
gamos, de cardiopatía. ¿Cómo haremos entonces para escoger los embriones justos? La
escogencia será tan complicada que sólo el computador podrá llevarla a cabo, y estaremos
en la inhumanidad completa"'^.
Existe también una experimemación terapéutica que tiende a curar anomalías del
embrión. Tal experimentación es rara en la fase preimplantatotia; se pracrica a veces en

'^ TESTART, ]. "Attenzione all'eugenetica". En: Repubblica, 10 de mayo de 1998. '^ Ihid.

181
Introducción a la Bioética

la fase posimplantatoria, es decir, cuando el embarazo ha comenzado, pero sigue siendo


un i^rocedim.iento excepcional pocc\ue en estos casos se recurre por regja al aborto
eugenésico.
Las intervenciones posibles sobre el embrión o feto son de tipo farmacológico (por
ejemplo, suministro de fármacos en ia cavidad amniótica o directamente en el cordón
umbilical; transfusión de hemoderivados), quirúrgico o genético.
Si se interviene en la óptica terapéutica, la valoración ética de la intervención se hace
según las indicaciones normales sobre ia proporción entre riesgos y beneficios.
La experimentación sobre los embriones suscita muchos interrogantes de naturaleza
ética. Además de los señalados por Testart, están los conectados con la suerte misma de
los embriones. Por regla, los experimentos dañan irreversiblemente a los embriones usa-
dos para el experimento; finalmente, son suprimidos.
La experimentación médica, cuando opera sobre el feto desarrollado y sobre el recién
nacido, así como sobre el hombre, se coloca frente a un sujeto, por cuyo bien se actúa. La
posibilidad de tener embriones disponibles ha cambiado radicalmente la perspectiva de la
experimentación: el embrión es considerado sólo como un objeto destinado al consumo
experimental, en vista del bien de otras personas (el investigador, la pareja, otros pacien-
tes). La experimentación, como se lleva a cabo ordinariamente, no tiene ningún carácter
terapéutico, es sólo un medio para alcanzar otros fines.
Estos problemas éticos suscitan el problema ya señalado del estatuto moral del
embrión. Son varias las instancias legislativas que se han preocupado de salvaguardar ia
vida del embrión de los peligros de una experimentación incontrolada: por ejemplo, la
ley austríaca de 1992 prevé que "los embriones no pueden ser utilizados para ningún otro
fm que para la procreación médicamente asistida". Volveremos sobre el tema en el capí-
tulo relativo a la reglamentación jurídica de la fecundación artificial.

4. Células madre

El estudio de las células madre (en inglés, stem cell)^^ representa una de las grandes
promesas del futuro para la curación de graves patologías, como las leucemias, los infar-

Para un conocimiento más amplio de los perfiles científicos y éticos, véase los siguientes trabajos:
LoEFFLER, M. and POTTEN, C. S. "Stem cells and cellular pedigrees: a conceptual inrroduction". En:

182
Capiculo VI; Clonación

K, las enfermedades metabólicas y las enfermedades degenerativas del sistema nervioso


Mtral. Es obvio que no hace falta enfatizar excesivamente el recurso a las células madre, n
énfasis semejante trae a la memoria las esperas asociadas tanto con la terapia génica 3 la
década de 1980, como también, a la vuelta de ni siquiera un decenio, con la clona-lón. En
todos estos tres casos (células madre, clonación y terapia génica) se ha asistido a rocesos
recurrentes: ía enunciación de una posibilidad técnica presentada no sólo como alista, sino
también al alcance de la mano, acompañada por exaltaciones hiperbóhcas; y lego, por la
caída de muchas esperanzas. Harán falta muchos años antes que se puedan a-
importantes aplicaciones terapéuticas del uso de las células madre. Un objetivo que :
presenta como complementario al uso terapéutico es el de llevar a cabo investigaciones
iimacéuticas sobre las células humanas, antes que sobre las personas, dado que, aunque s
reglas han reducido los riesgos y los abusos, experimentar sobre las personas implica in
problemas morales complejos.

4.1 Aspectos científicos

El adjetivo "estaminal" (recuérdese, stem) viene del latín stamen que significa "cepa",
ronco", "origen". Por consiguiente, en una primera aproximación podemos decir que )r
célula madre se entiende una célula capaz, en su proceso continuo de replicación, de ir
origen a una progenie de células sucesivamente siempre más difeíendí^d-as y
esped^-ladas. Más precisamente, se trata de células que tienen dos características: 1) la
capacita de auto-renovación ilimitada o prolongada, es decir, de reproducirse largo
tiempo sin ferenciarse; y 2) la capacidad de dar origen a células progenitoras de tránsito,
con capaci-id prolífera limitada, de las cuales descienden poblaciones de células altamente
diferenciáis (nerviosas, musculares, hemáticas, etc.).

A.\A Células madre embrionarias

El huevo fecundado o cigoto, resultado del proceso de fecundación, es la célula madre )r


excelencia. Esto con base en la teoría celular, que nos enseña que todo organismo

PoTTEN, C. S. (ed.). Stem cells. Academic Press, Londres, 1997, pp. 1-27; VAN DER KOOY, D. AND WEISS, S.
"Why stem ceíís?". En: Science, 1%7, 2000, pp. 1439-M4l; NERI, D. La bioética in laboratorio. Laterza,
Roma-Bari, 2001; ZANINELLI, S. (dir.). Scíeíiza, técnica t rispetto per ¡■'■nomo. [I caso deüe celluk staminali.
Vita e Pensieco, Milán, 2001.

183
Introducción a ta Bioética

celular está compuesto de células y que el crecimiento y el desarrollo son un continuo


juego de repÍÍcacÍones celulares a partir de una única célula.
Una vez que está formado, el huevo fecundado comienza a fragmentarse, es decir, a
dividirse sin aumentar en grandeza, primero en dos células perfectamente iguales (des-
pués de 30 horas) y luego en cuatro (después de 40 horas), en ocho y así sucesivamente.
Cada escisión es precedida por una duplicación de los cromosomas, de modo que todas
las células hijas contienen el mismo equipo genético que la célula original.
Estas primeras células tienen una extraordinaria propiedad: la totipotencia. Esto signi-
fica que toda célula está en grado de producir todo aquello que sirve al sucesivo desarrollo
del organismo. Aquí importa resaltar que es sólo desde el final de 1998 que se ha probado
experimentalmente que estas células madre extraídas de un embrión pueden ser aisladas,
cultivadas en laboratorio e inducidas no sólo a diferenciarse en una sola céltila específica
(como puede ser la de la sangre, o del músculo, o del corazón, etc.), sino a diferenciarse
en cualquier tipo de células, donde existan condiciones idóneas de cultivo'^.
La totipotencia se pierde en el paso del embrión al estado de mórula (16 células y acerca
de 3 días de vida). De hecho, las 16 células muestran tener destinos diferentes, determi-
nados por su posición, en la formación del sucesivo estadio de desarrollo. Algunas células
dan vida al trofoblasto (el sistema externo del embrión, que origina la placenta y los otros
enlaces nutritivos del embrión) y al embrioblasto (la masa celular interna del embrión).
En este estadio de 16 células se habla de pluripotencia para las células del embrioblasto,
en cuanto que ellas pueden dar origen a todos ios tejidos que compondrán el organismo
adulto, pero por sí solas no estarían en grado de producir este organismo, porque ya no
están en grado de dar origen al trofoblasto, que es esencial para su desarrollo.
Por consiguiente, la diferencia entre totipotencia y pluripotencia consiste respectiva-
mente en la capacidad de producir todo el organismo (totipotencia) y de producir todos
los tejidos del organismo (pluripotencia). El período de pluripotencia es muy limitado,
porque ya en el embrioblasto se notan las señales de la sucesiva diferenciación que dará
origen al endodermo, al mesodermo y al ectodermo. Éstos son llamados capas germinales,
ya bien definidas en la tercera semana de desarrollo. Las células del ectodermo dan origen
al sistema nervioso central y periférico, a la piel y a los tejidos epiteliales que revisten los
órganos del sentido y otros órganos internos del cuerpo. De las células del

'^ VESCOVI, A. "Cellule staminali del sistema nervoso céntrale: plasticita e transdifferenziamento". En: AA.W.
Biología delle cellule staminali. Oppommith e limiti di impiego. CoUegio Ghisleri, Pavia, 2000, pp. 17-2!.

184
Capítulo VI; Clonación

mesodermo derivan las células de la sangre, los tejidos de los vasos sanguíneos, del cora-
zón, los tejidos óseos, el riñon y el bazo. Aquí se forman las células germinales primor-
diales que tienen la tarea de formar los espermatozoides y los huevos. Finalmente, del
cndodermo derivan ¡os revestimientos del intestino y del sistema respiratorio, el ii/gado,
el páncreas y otros órganos.
Las células localizadas en cada una de las tres capas son aún células mgdre pero ya no
pluripotentes y son llamadas multipotentes para indicar que ya están destinadas a formar
muchos tipos de tejidos, los de pertenencia de la capa germinal, pero no todos los tejidos.
Recientemente se ha descubierto que la disrinción no es tan definitiva. En efecto, A.
Vescovi ha demostrado que las células nerviosas pueden dar origen a células musculares y
sanguíneas^".

4.1.2 Células madre en los tejidos adultos

En el organismo adulto hasta Kace pocos años se corvocían sólo las células madre pri-
mordiales producidas por ks gónadas, y más recientemente las células indiferenciadas
progenitoras, capaces de producir las células que forman la sangre.
La investigación científica de los últimos 5 o 6 años ha demostrado que en la mayor
parre de los tejidos, aun en aquellos atribuidos a población celular estable, existen células
madre, capaces de producir células de repuesto, para mantener el sistema en condiciones
fisiológicas normales. El ejemplo más sorprendente es el cerebro, el cual, según una opi-
nión precedente y aprobada, no poseía la capacidad de reemplazar las células que se pier-
den por los procesos normales de envejecimiento y/o por las destrucciones provocadas
por las enfermedades. En marzo de 2000 un grupo de invesrigación de Estados Unidos
logró idenrificar células progeniroras en una zona del cerebro adulto, llamada hipocampo.
El mecanismo de mantenimiento de los tejidos es el de la división asimétrica: ía célula
madre origina dos células las cuales, por razones que no conocemos, rienen dos desn-nos
diferentes. Una es exactamente igual a la célula madre y reintegra el patrimonio de las
células madre; la otra emigra al lugar en el cual hay necesidad y se convierte en célula
adulta diferenciada.
Los estudios ponen en evidencia que las células progenitoras presentes en los tejidos
están en grado, de manera sorprendente, de dar lugar a rejidos de otros órganos que deri-
van de la misma capa germinal (capacidad diferenciadora intergerminaí) e incluso a teji-
^° ibíd.

185
Introducción a la Bioética

dos de órganos de otras capas (capacidad díferenciadora transgerminal). La tesis que está
emergiendo de las investigaciones es que el sistema de las células madre en obra durante la
embriogénesis se conserva, por lo menos en parte, a lo largo de toda la vida. No hay duda
que el fin a largo plazo de las investigaciones sobre las células madre con fines terapéuticos
es el de "reprogramar" células maduras de un individuo adulto, de tal modo que las lleven
a su estado indiferenciado y luego obtengan la diferenciación en células de un tipo
específico de tejido, diverso de aquel del cual hacían parte antes de la "reprogramación".

4.1.3 Clonación y células madre

En el ámbito de las investigaciones sobre las células madre, el término clonación con
frecuencia se aplica de modo ambiguo. En primer lugar, hace falta distinguir entre clona-
ción por escisión y clonación por rransplante nuclear. La primera consiste en la produc-
ción de más embriones por separación de las células en los primeros esradios de división:
ha sido efectuada sobre embriones humanos con el fin de aumentar la eficacia de los
métodos de fecundación in vitro y de la diagnosis preimplantatoria. La segunda, asociada a
la famosa generación de la oveja Dolly, consiste en remover el núcleo de un huevo (que
toma el nombre de "ovocito enucleado") y en el sustituirlo, por "transplante nuclear",
con el núcleo de una célula somática de un paciente (operación denominada "transplante
nuclear somático"). Si se demostrase posible aphcar esta técnica al hombre, tendríamos el
siguiente procedimiento: el embrión que se ha formado con el traslado del núcleo de una
célula cualquiera (por ejemplo, de la sangre) de un paciente afectado por cualquier
patología (por ejemplo, del músculo cardiaco) tendría células madre pluriporenres que
serían todas genéticamente idénticas a las del paciente y que, por consiguiente, al ser
inyectadas en su músculo cardiaco, no deberían producir ninguna reacción de rechazo. Por
tanto, la creación de células madre mediante esta técnica haría necesaria la formación de un
embrión cuyo desarrollo se detendría en el estadio de blastocisto y del cual se aislarían las
células madre para poder cultivarlas indefinidamente in vitro. Esta operación de
transplante nuclear somático que se ha descrito aquí también es llamada "clonación
terapéutica". Tal denominación con frecuencia evoca la duplicación de individuos com-
pletamente formados para sacar de ellos tejidos o incluso órganos de repuesto. Se trata, en
cambio, de las células madre sacadas del embrión (que de este modo muere) que, cul-
tivadas en laboratorio, son inducidas a diferenciarse en células y eventualmente en tejidos
de interés terapéutico.

186
Capiculo VI: Clonación

4.2 Aplicaciones terapéuticas

El uso de las células madre para la producción de órganos con fines de transplante, por
consiguiente, para la reconstrucción en laboratorio de órganos enteros, como por ejemplo
los ríñones y el corazón, con sus sistemas linfáticos o sanguíneos, y con su compleja
arquitectura de tejidos o partes, es considerada una meta aún demasiado lejana para pensar
en aplicaciones terapéuticas en modos y tiempos realistas.
Es diversa la situación para los tejidos. Los tejidos y los órganos dañados por traumas o
enfermedades pueden tener una recuperación sin intervenciones externas: en algunos
casos demandan una acción terapéutica, consistente en su reparación o incluso susti-
tución. El transplante de las células de la médula ósea, por ejemplo, ha sido usado con
a^ún éxito en las terapias de algunas formas de leucemia y en ciertas enfermedades gené-
ricas. Sin embargo, los mecanismos biológicos que proveen a su reparación obrarían con
eficacia mucho mayor si estuviese disponible una cantidad adecuada de células no daña-
das, que atacaran el órgano o tejido dañado para acelerar los mecanismos fisiológicos y la
acción de reparación. Es en esta dirección que hoy se dirige la investigación sobre el uso
terapéutico de las líneas de células madre. Los datos científicos disponibles presentan la
posibilidad de que el cultivo en laboratorio de células capaces de reparar el daño en deter-
minados órganos pueda tener lugar rápidamente.
En la lista que sigue están especificadas las enfermedades que podrían ser blanco de
células especializadas, generadas gracias a la diferenciación de células madre: las células
del sistema nervioso pueden ser empleadas para la curación del infarto cerebral, del
Parkinson, de la enfermedad de Alzheimer, de lesiones de la médula espinal, de la esclerosis
múltiple. Las células del músculo cardiaco, pero también de otros músculos, son
utili-zables para el infarto del miocardio. Las células que sintetizaban insulina para la
curación de la diabetes. Las células del cartílago para la osteoartritis. Las células de la
sangre para el cáncer, la leucemia, las enfermedades del sistema hematopoyético, las
inmunodeficien-cias. Las células del hígado para la hepatitis y las cirrosis. Las células
epiteliales para las quemaduras y las heridas. Las células del músculo esquelético para la
distrofia muscular. Las células óseas para los traumas y la osteoporosis.
En el futuro inmediato la curación más prometedora es la de la diabetes, una enfer-
medad multifactorial con base genética. Tal perspectiva, respecto a la práctica actual que
consiste en suministrar por vía externa a los pacientes diabéticos una gran cantidad de
insulina purificada, haría posible inyectarles sus céltdas madre. Con el mismo fin, se
podría también pensar en preparar, esta vez en laboratorio, líneas de células madre que
proporcionen insulina humana de modo permanente.

187
Inrroduccíón a Ja Bioérica

4.3 Interrogantes éticos

Existen interrogantes éticos de diverso género. Las cuestiones rnás relevantes son las
relativas a las fuentes {adultas o embrionarias) de las células madre. Pero también sobre
el plano de ía ética social hay valores importantes por salvaguardar: en primer lugar está
la necesidad de que las ventajas terapéuticas de estos descubrimientos (como de todos
los demás) sean hechas accesibles sin ninguna discriminación basada en el patrimonio,
en el grado o en otros criterios de todos modos extraños a las vsiloraciones clínicas refe-
rentes a los sujetos. Esta preocupación nace también del hecho de que, mientras durante
casi todo el Novecientos los mayores progresos médicos tuvieron, más o menos rápida-
mente, una difusión casi universal (por ejemplo, las vacunas y los antibióticos), para los
progresos más recientes (por ejemplo, los fármacos contra el SIDA, la prevención de las
enfermedades genéticas, los transplantes de órganos) el acceso se ha vuelto selectivo. Otro
tanto corre el riesgo de suceder con el uso de las células madre, si los mecanismos "espon-
táneos" de selección no son corregidos por acciones consecuentes, con el fin de alcanzar
una mayor equidad en la salud.
En segundo lugar y de modo estrechamente ligado, se resalta la tendencia a la comer-
cialización y a la patentización, además de las secuencias del ADN, incluso de las células
madre humanas. La revista Science ya ha recibido avisos publicitarios que proponen su
venta. Por otra parte, en los Estados Unidos existe una ley federal que prohibe la compra-
venta de Jos órganos para transplante, pero es lícito e! alquiler del útero (madres
sustitu-tas) porque no es una venta, y la venta de gametos masculinos y femeninos o de
células madre (y quizás de los embriones) porque no son órganos.
Si se pasa al plano de la moral personal, se suscitan graves ¿ilemas. Éstos están rela-
cionados con quién hace la investigación, quién está llamado a expresar opiniones y quién
debe decidir. También podrían concernir aquellos que serán curados. También estos últi-
mos tienen el derecho a saber cuál es el origen de las células que se usarán en la terapia^ y
evenruaJmenre de rechazarla, como aquellos que no aceptan las transfusiones.
Todas las diversas posiciones morales concuerdan en reconocer el carácter positivo del
uso de células madre sacadas del cordón umbilical o de individuos adukos, y en resaltar
que el objetivo óptimo es el de poder reprogramar células maduras del paciente cuyo
tejido se intenta regenerar, lo que representaría un verdadero y propio transplante celular
o de tejidos autógeno sin riesgos de rechazo. El mismo acuerdo existe en considerar éti-
camente lícita la derivación de células madre de los fetos tesultantes del aborto espontáneo
o voluntario, a condición de que se asegure el consentimiento libre e informado de la
mujer, que sean excluidas relaciones de causalidad y formas de colaboración entre los

188
Capítulo VI: Clonación

operadores pertenecientes a las dos iases, el aborto y la investigación, y con tal que no
se permitan la comercialización y la patentización. Existen, en cambio, posiciones diversas
en relación con el retiro y uso de las células madre embrionarias. Ellas se refieren en parte a
la valoración de las posibilidades y de las prioridades, sobre el plano científico, de las
diferentes fuentes de células madre, pero tienen, sobre todo en la base, la divergencia sobre
la definición ontológica del embrión y especialmente de su ser o no persona, y tienen que
ver por eso con la licitud moral del uso para fines de investigación y, en perspec-riva,
terapéuticos de los embriones, un uso que implicaría hoy su supresión.
Por lo tanto, los interrogantes éticos suscitados por el uso de las células madre embrio-
narias son los siguientes: ^ primer problema ético, fundamental, puede ser formulado así:
¿es moralmente lícito producir yío utilizar embriones humanos vivientes para la preparación
de células madre? El se^ndo problema ético puede ser formulado del modo siguiente: :es
moralmente lícito utilizar las células madre, y las células diferenciadas obtenidas de ellas,
n^entüalmente proporcionadas por otros InvestigaAores o que se puedan encontrar en el
comer-(.-!(?.''El tercer problema ético puede formularse de la siguiente manera: ¡es
moralmente lícito llevar a cabo la llamada "clonación terapéutica" 2i iX2íyh de la producción
de embriones humanos y su sucesiva destrucción para la producción de células madre?^'
La posición de los bioeticistas católicos y de todos aquellos que consideran que hace falta
tratar el embrión humano como persona, responde negativamente a las tres preguntas.
Existe también una posición que considera lícito utilizar células madre embrionarias,
hmitándose a los embriones ya no destinados a ser implantados y con la condición de que
sean conscientemente donados con este fin por las mujeres o por las parejas. Estos tam-
bién aceptan la llamada clonación terapéutica".
Las dos posiciones vuelven a concordar en la valoración de ilicitud de la técnica del
transplante nuclear somático con fines de reproducción de seres humanos ("clonación
reproductiva").
También existe una posición más radical que considera lícita toda clase de interven-
ción sobre los embriones.

PONTIFICIA ACADEMIA PER LA VITA. "Dichiarazione sulla produzíone e sull'uso scientífico e terapéutico deiíe
celluie staminali embrionali umane". En: Osservatore Romano, 25 de agosto de 2000, p. 6. ^- CoMiTATO
NAZIONALE PER LA BiOETiCA. Impiego terapéutico delle celluk staminali. Presidenza del Consiglio dei
Ministri, Dipartamento per i'informazione e l'editoria, Roma, 2000.

189
Imroducción a Ja Bioécica

Como se afirmó antes, la solución de estos problemas morales tiene como criterio
determinante la concepción del estatuto del embrión humano que se comparte. En el
capítulo sobre el estatuto ontológico del embrión explicamos nuestra posición, que con-
sidera inaceptable la instrumentalización de los embriones.
Dicho esto, no es posible no decir que la investigación, a medida que se desarrolla,
revela que las células madre adultas permiten alcanzar las mismas finalidades que se inten-
tarían obtener con las células madre embrionarias. Por tal motivo, esta vía se presenta
como la más razonable y humana, porque asocia el intento correcto y válido de una inves-
tigación que dé esperanza para enfermedades graves y a la vez un respeto por el valor del
hombre desde su inicio. No es impropio afirmar que la insistencia en querer usar células
madre embrionarias se hace más por sostener una posición de principio, que quiere tener
sueltas las manos en el ámbito de la investigación sobre los embriones, que por una ver-
dadera necesidad científica.

190
CAPÍTULO Vil ESTATUTO

ONTOLÓGICO Y MORAL DEL EMBRIÓN

La cuestión decisiva referente al embrión es la de su estatuto ontológico y moral.. La


cuestión se puede expresar con la pregunta: ¿el embrión es "hombre", es "persona"?
La pregunta remite necesariamente a la definición de qué se entiende por persona
humana'.
Son conocidas las propuestas tendientes a definir el embrión en los primeros
momen-:os de vida como pre-embrión, con eí fin de resaltar el carácter indeterminado y no
específicamente humano.
En este capítulo se examinarán, entre otras cosas, los conocimientos que la biología
iuministra sobre el embrión humano. Pero es necesario decir inmediatamente que la res-
puesta sobre la cualidad humana del embrión no puede venir de la biología, en cuanto
que la realidad de la persona humana no es definida por la ciencia. En caso contrario,
deberíamos preguntar a la ciencia: "¿Qué es el hombre?".
La pregunta quedaría sin respuesta, porque sabemos bien que la ciencia de ningún
modo puede definir la persona humana. Particularmente clara es la lección de Husserl,
que en una famosa conferencia se expresa así: "Los problemas del sentido y del no sentido
de la existencia humana en su conjunto... ¿Qué tiene que decir esta ciencia sobre la razón
y sobre la no razón, qué tiene que decir sobre nosotros los hombres en cuanto sujetos de
libertad? Obviamente, la mera ciencia de hecho no tiene nada qué decirnos a este
propósito; ella precisamente hace caso omiso de cualquier sujeto"^
Para una introducción al concepto de petsona véase MUELLER M, e VOSSENKUHL, 'W. "Persona". En:
PENZO, G. (dir.). Conceuifondamentali difilosofia. Queriniana, Brescia, 1982, pp. 1519-1537. Como
también MELCHIORRE, V. Essere e parola. Idee per una antropología metafiska. Vita e Pensiero, Milán,
1990.
HUSSERL, E. La crisi delle scienze europee. Milán, 196i, p. 35-
Introducción a la Bioética

Por esta razón es imposible dar las razones científicas y evidentes que nos permitan
decir que el embrión, o bien el cigoto sea un hombre. Si hay razones para decirlo, serán
las de la filosofía y la teología. En otras palabras, la biología proporciona daros sobre el
embrión, mientras que la filosofía desempeña su tarea interpretando los datos.
La reflexión sobre el embrión necesita por eso la contribución de la biología, que nos
aclarará el proceso de desarrollo del embrión desde el momento de la fecundación en ade-
lante. La contribución de la filosofía esclarecerá, en primer lugar, si el embrión es persona
humana y, en segundo lugar, por cuáles razones esta persona debe ser respetada en su
dignidad.

/. Datos de la biología

Desde el plano biológico, en el momento de la fecundación se constituye una nueva


entidad, llamada cigoto. Ella tiene un patrimonio genético original (singularidad gené-
tica), distinto del padre y del de la madre. Esta célula contiene todas las informaciones
necesarias para h construcción ád nuevo individuo.
Desde el momento de la fecundación inicia el proceso de desarrollo embrionario, que
se caracteriza por algunas propiedades: coordinación, continuidad, gratuidad^

Coordinación

El desarrollo embrionario, desde el momento de la fusión de los gametos en adelante,


es un proceso que muestra una secuencia e interacción coordinada de actividades mole-
culares y celulares, que se desarrollan bajo el control del nuevo genoma. La coordinación
de las relaciones enttc célula y célula testimonia la existencia de una unidad del ser que
se desarrolla. Centro y garante de esta unidad es precisamente el nuevo original patri-
monio genético, cuyos genes regulan tiempo exacto, puesto preciso y especificidad de los
eventos que construyen al individuo. Esta primera observación conduce a la conclusión
j
Para la exposición de |os datos biológicos hacemos amplia referencia al estudio de SERRA, A. "Lo stato
biológico deU'embrione umano". En: SGRECCIA, E. y LUCAS LUCAS, R. Commento interdiscipiinarealia
"Evangelium Vitae"_ Librería Editrice Vaticana, p. 573-597, al cual remitimos para mayores detalles; véase
también SERRA, A. e COLOMBO, R. "Identitá e statuto delFembrione umano: il contributo della biología". En:
PONTIFICIA ACADEMIA PRO VITA. Identitá e statuto deU'embrione umano. Librería Edirríce Vaticana, 1998,
pf,. 106-158.

192
Capítulo VII: Escacuto oncológico y moral del embrión

de que el embrión humano, como todo otro embrión, no es un montón de células, sino
que el embrión entero es un individuo real donde las células particulares están estrecha-
mente integradas en un proceso mediante el cual él traduce autónomamente, momento
por momento, su patrimonio genético en su organismo corpóreo.

Continuidad

Sobre la base de los datos biológicos, parece innegable que en el momento de la fusión
de los gametos inicia un nuevo ciclo vital. El cigoto es el elemento primordial del nuevo
organismo. Desde este momento el proceso continúa sin interrupciones. Un evento par-
ticular, como la multiplicación celular y la aparición de varios tejidos u órganos, puede
parecer síntoma de discontinuidad. En realidad, los eventos particulares son fruto de una
sucesión ininterrumpida de eventos infinitesimales conectados el uno con el otro sin solu-
ción de continuidad.
Esta propiedad implica y establece la singularidad del nuevo ser humano: desde la
biy/ía d^. liis. ejim.£t.as. eo. adelá^ate él es sLetn.y te el talsmo ladividao o^ue se canstcaye autó-
nomamente según un plan definido, a pesar de pasar a través de estadios que son cuali-
tativamente cada vez más complejos.

Gradualidad

El individuo alcanza la forma final gradualmente: se trata de una ley constante del
proceso reproductivo. Esta ley del gradual construirse de la forma final a través de
muchos estadios partiendo del cigoto implica y exige una regulación que debe ser intrín-
seca a todo embrión individual y mantiene el desarrollo permanentemente orientado en
la dirección de la forma final. Es precisamente con motivo de esta ley intrínseca de desa-
rrollo gradual, inscrita en el genoma que se forma en la fecundación, que todo embrión
mantiene establemente la ptopiíi identidad, individualidad y singularidad, permaneciendo
el mismo idéntico individuo durante todo el proceso de desarrollo, a pesar de la siempre
creciente complejidad de su totalidad.
Las propiedades que caracterizan el embrión son las que se piden para la definición de
un individuo. Por eso, se puede sacar de los datos suministrados por la biología la conclu-
sión de que en la fusión de los dos gametos un nuevo individuo humano real comienza su
existencia, o ciclo vital, durante el cual realizará autónomamente todas las potencialidades

193
Introducción a la Bioérica

de las cuales está intrínsecamente dotado. El embrión es, desde el primer momento de su
existencia, un individuo humano real, no un individuo humano potencial.
A las mismas conclusiones había llegado la famosa y honorable Comisión Warnock:
"Porque la temporalización de los diferentes estadios de desarrollo es crítica, una vez que
el proceso de desarrollo ha comenzado, no hay estadio particular del mismo que sea más
importante que otro; todos son parte de un proceso continuo, y si cada tino no se realiza
normalmente en el tiempo justo y en la secuencia exacta el desarrollo ulterior cesa. Por
eso desde un punto de vista biológico no se puede identificar un solo esradio en el
desarrollo del embrión más allá del cual el embrión in vitro no debería ser mantenido en
vida"*.
La conclusión que hemos presentado impide el uso descarado de los embriones y pone
límites severos a las tecnologías reproductivas y a las prácticas experimentales sobre los
embriones que con frecuencia las acompañan. Para enredar estos límites, desde muchas
partes, se han propuesto alternativas que tienden a establecer un punto cronológico,
diverso de la fusión de los gametos, superado el cual un embrión humano debe ser con-
siderado un individuo humano.
Las tesis alternativas a examinar son tres: a) el embrión humano no puede ser consi-
derado un individuo humano hasta el día 15 de la fertihzación; b) el embrión no puede
ser considerado individuo humano hasta el estado de la implantación en el útero; c) el
embrión no puede ser considerado individuo humano, y mucho menos persona, hasta
que el sistema nervioso no esté suficientemente formado, es decir, hasta la semana 6^-8^
de la fertilización.
a) Tesis del día 15". La tesis es sostenida con argumentos de diverso género.
En primer lugar, se afirma que en los primeros estadios de desarrollo el embrión no
es más que un montón de células individuales distintas y carentes de la unidad necesaria
para que se dé un individuo real^
^n segundo lugar, se afirma que hasta el día 15°, cuando se nota la esrría primitiva, no
hay otra cosa que una actividad de elaboración de los sistemas protectores y nutritivos,
para lo que será el futuro embrión. Es la tesis del pre-embrión, que ha tenido tanta fortuna
en muchos comités leg^slativos^
■* WARNOCK, M. Op. cit, p. 74.
FORD, N. M. When did I begin? Conception ofthe human individual in history, phibsophy and science.
University Press, Cambridge.
MCLAREN, A. "Prelude w embryogenesis". En: THE CIBA FOUNDATION. Human embryo research:yes ar
no'^Tavistock, Londres, pp. 5-23.

194
Capítulo VII: Estatuto ontológico y moral del embrión

En tercer lugar, se hace referencia al fenómeno de los gemelos monocigóticos: "Un


individuo puede ser individuo en pleno sentido sólo cuando su espacio-tiempo-forma
se separa de otras posibles totalidades y ya no puede volverse múltiple. Como el llegar a
ser gemelos es posible en el hombre máximo hasta el final de la segunda semana, en este
momento el embrión es un ser viviente que en su totalidad en transformación posee
exclusiva singularidad, y no puede por lo tanto ser dividido en dos nuevos seres vivientes;
es entonces un individuo"'.
A la luz de los conocimientos embriológicos la primera razón es inconsistente, porque
desde el primer momento el embrión tiene un proyecto que se realiza automáricamente.
La segunda razón considera como externas al embrión las estructuras trofoblastas, mien-
tras que ellas pertenecen ai embrión: "El embrión precoz -masa celular interna más teji-
dos extraembrionarios- deber ser considerado como un todo. Esto nos lleva a rechazar el
término de pre-embrión porque no estamos convencidos de que nos ayude a esclarecer ni
los aspectos científicos ni los aspectos éneos al comienzo de la vida humana"^
La tercera razón es más seria y usualmente es sostenida por filósofos. Sería fundamen-
tada si en el caso de gemelos el embrión se dividiese para dar origen a dos embriones. En
realidad, los mecanismos biológicos muestran que se tiata de un caso (rarísimo, definible
como un error inducido por razones genéticas o ambientales) de germinación, en el cual
un primero origina un segundo, quedando siempre el mismo primero. Mientras el
segundo comienza su propia existencia individual, el primero continúa ininterrumpida-
mente el propio desarrollo conservando la propia identidad biológica y ontológica. Una
confirmación viene de las observaciones sobre gemelos en los cuales uno está afectado por
el síndrome de Down. El primero, generalmente trísómico, continúa su propio ciclo; el
segundo, generalmente normal, continúa el suyo,
b) Tesis de la implantación. La razón traída para sostener esta tesis es que sólo con la
implantación el embrión adquiere la información extracigótica que debe provenir de la
madre y es imprescindible para la consritución del ser humano^

' RuFF, W "Individualitaet und personalitaet in embiyonalen werden. Die Fragen nach dem zeitpunkt
der geistbeseelung". En: Theologie undPhilosophie, 45, 1970, pp. 25-49-^ JONES, D. G. and TEFLER, B.
"Before I was an embryo, I was preembryo: or was I?". En: Bioethics, 9,
1995, pp. 32-49. ^ ABEL, E "Nasdta e morce deiruomo: prospetrive della medicina e della biología". En:
BioLO, S. (Ed.).
Nascíta e morte dell'uomo:problemifilosofici e scientifici della bioética. Marietti, Genova, 1993, pp. 37-
53.

195
Introducción a la Bioética

La respuesta a este argumento es doble: por una parte, la coexistencia del embrión
con la madre comienza antes de la implantación, desde el momento de la fertilización;
por otra parte, la misma fecundación in vitro muestra, con los experimentos sobre los
embriones hasta fases avanzadas de desarrollo, que la coexistencia con la madre es una
solución conveniente, pero no necesaria. Finalmente, parece gratuita la afirmación de que
la coexistencia con la madre es un elemento consritutivo del ser humano.
c) Tesis de la ausencia del sistema nervioso central. Es una tesis difundida en el campo
filosófico y teológico y se basa en la ausencia de aquellos órganos considerados esenciales
(sentidos, sistema nervioso, cerebro, en particular la corteza cerebral) para la presencia
del alma'". La motivación no tiene consistencia porque no es posible vincular el alma a un
órgano en particular. Más bien, se puede ciertamente decir que "un embrión unic lular
con genotipo humano específico es materia muy bien dispuesta para ser sujeto d alma
humana intelectual, la materia por la cual tal alma es forma sustancial"'\
Los datos científicos que hemos examinado concluyen que el embrión humano es, en
cualquier estadio de su existencia, un ser humano; también el cigoto y el embrión precoz
son un ser humano.
Los datos de la ciencia son sólo la base necesaria informativa para un discurso antro-
pológico más amplio. Las cuestiones de ía dignidad que ha de atribuirse a este ser humano,
de su valor ético y de sus derechos son cuestiones que competen a las ciencias humanas,
pero es claro que la interpretación de los datos biológicos no deberá trastornar los datos
mismos.

2. Investigación filosófica

La filosofía se propone interpretar los datos de la biología y trata de responder a la


pregunta; ¿el embrión humano es un ser humano, un individuo humano, una persona
humana? ¿Al individuo humano se le puede atribuir el concepto de persona?

'" DoNCEEL, J. F. "Immediate animation and delayed hominization". En: Theolúgical Sttidies, 31, 1970,
pp. 76-110. " HEANEY, S. j. "Aquinas and the presence of tbe human rational soul in the early embryo". En: The
Thomisí, 56, 1992, pp. 19-48.

196
Capítulo VIÍ; Estatuto ontológico y moral dei embrión

Naturalmente, estas preguntas presuponen que se conozca el significado del concepto


de persona'', tanto más cuando él se ha vuelto de uso común en el ámbito de la discu-sión
bioética. El uso es frecuente, pero al mismo tiempo es ambiguo.
Para una correcta comprensión del concepto de persona es necesario un estudio his-
tórico teórico de sus orígenes y de su evolución'^
Recordemos sólo que el concepto de persona tiene, en sus orígenes, una fuerte carac-
terización teológica, en cuanto que se elaboró y aplicó en las controversias teológicas de
los primeros siglos cristianos'''.
En la controversia trinitaria el término persona servía para indicar la triple individua-
lidad concreta y en la controversia cristológica el término indicaba la unidad del sujeto
(Cristo) en la duplicidad de naturaleza.
En los siglos sucesivos el concepto fue usado por la filosofía para explicar la realidad
del hombre. El primer uso filosófico fue el de Boecio, que aplicó el concepto para definir
al hombre como "sustancia individualizada de naturaleza racional". La definición de
Boecio será retomada por la escolástica y, en particular, por santo Tomás de Aquino'^, y
permanecerá como un punto de referencia constante en eJ pensamiento occidental. En
esta definición es esencial el énfasis en la sustancia como expresión de la verdad
ontoló-gica del hombre.
En la modernidad el concepto de persona tiende a desustancializarse.
Con Descartes el concepto de persona es reservado sólo al alma, sede del pensamiento
y de la autoconciencia, reduciendo el cuerpo a pura materia.
El empirismo inglés completará la obra de debilitamiento de la consistencia
ontológi-ca de la persona humana, afirmando que la conciencia está desprovista de
sustancialidad (J. Locke) y de unidad (D. Hume). La persona es reducida a la mente,
como conjunto

'"^ Para el desarrollo de este párrafo hacemos referencia a PALAZZANI, L. "I significari filosofici del concertó di
persona". En: PONTIFICIA ACADEMIA PRO VITA. Op. cit., pp. 53-74; FAGOT-LARGEAULT, A. et DEIAISI DE
PARCEVAL, G. "Qu'cst qu'un embryon? Panorama des positions philosophiques actuelles". Em Esprit, 151,
¡989, pp. 86-120.
'^ Para una presentación sintética del concepto de persona véanse, entre otros, BERTI, E. "I! concetro di persona
nella storia del pensiero filosófico". En: AA. W. Persona epersonalismo. Aspetti fiíosofici e teología.
Gregoriana, Padua, 1992, pp. 43-72.
'■" MILANO, A. Persona ín teología. Alie origini del significato di persona nel cristianesimo antico. Dehoniane,
Ñápeles, 1984.
'= S. Th., I, q 75 a2 a3; q 76 a.l / S.Th. II q 25 a5.

197
Introducción a la Bioética

de impresiones y de ideas, de percepciones distintas que se suceden en un flujo continuo.


Aquí se encuentran las raíces filosóficas de la bioética anglosajona actual.
El idealismo alemán, a pesar de exaltar al sujeto, no remediará la pérdida de sustancia
del yo concreto. Las excepciones a esta pérdida son representadas por Kant y por
Rosmini, pero no tendrán la fuerza para contrastar el proceso por el cual a la persona
humana se le niega cognoscibilidad y valor. El marxismo, la filosofía antihumanista de
Nietzsche, el estructuralismo, las teorías del comportamentalismo y algunas corrientes de
la filosofía analítica contribuirán a reforzar la orientación antipersonalista de la filosofía
contemporánea.
La reacción de las diferentes corrientes del personalismo no ha incidido de manera
eficaz en esta situación de crisis del concepto de persona, crisis que está inserta en la crisis
más general del sujeto y en la misma crisis de la razón, que caracteriza la filosofía
contemporánea.
Si este es el destino del concepto teórico de persona, también hace falta decir que hoy
se asiste a una recuperación del concepto de persona como categoría práctica, en el ámbito
de las cuestiones éticas y en particular en la bioética y en el derecho.
¿Cuáles son las razones de este retorno? Una primera razón se puede identificar en la
carga evocativa del término: el sentido común indica con el término persona un sujeto
digno en alguna medida de apoyo y de tutela. Este consentimiento general lo hace tér-
mino apto para el uso en la solución de dilemas éticos. La segunda razón de éxito reside
precisamente en su ambigüedad conceptual: el término es adaptable a las más diversas
exigencias prácticas.
Por consiguiente, el llamado a los derechos y a la dignidad de la persona tiene nece-
sidad de estar fundado en una investigación renovada sobre el significado teórico de per-
sona, en cuanto que la diversidad teórica tiene repercusiones en el plano aplicativo y
práctico.

¿Qué es la persona? ¿Quién es persona? ¿Cómo debemos tratar a la persona?

Las respuestas se pueden clasificar según dos tendencias opuestas: la tendencia que
separa (en línea de principio y de hecho) el concepto de persona del ser humano y de la
vida humana y la tendencia que identifica (en linea de principio y de hecho) la persona
humana con el ser humano y con la vida humana.

198
Capiculo VII: Estatuto ontológico y moral del embrión

Primera tendencia: separación del concepto de persona del de ser humano

Como vimos en el capítulo IV, la primera tendencia teoriza la aplicación del concepto
de persona humana sólo a algunas tipologías de hombres y, en cuanto concierne al
embrión, teoriza el aplazamiento del inicio de la vida de la persona respecto a su inicio
biológico. La consecuencia de esta teoría es que hay seres humanos {los embriones) que
aún no son personas. Al interior de esta tendencia existen diversas posiciones que se dife-
rencian en relación con cuándo tiene lugar el paso del individuo a la persona humana.
Lo que importa resaltar desde eí punto de vista ético es que estas teorías avalan la libertad
más completa de utilización de los embriones, por lo menos hasta cuando se considere
que éstos han llegado al estado de persona.
Remitimos al capítulo para eí examen del concepto de persona basado en la relación
o en la capacidad de autodeterminación.
Aquí nos limitamos a señalar el peligro que se corre con el uso del término persona
así como es utilizado por la bioética de tipo anglosajón: "El concepto de persona origi-
nariamente elaborado por la filosofía para caracterizar el ser humano, hoy es usado contra
el hombre mismo. Hasta el punto que, después de los fenómenos de la esclavitud, del
colonialismo, del racismo, del machismo, nos encontramos ahora con tener que enfrentar
una nueva forma de discriminación humana, más sutil y más escondida, porque toca los
casos de frontera: la discriminación contra los cigotos, los embriones, los fetos, y también
contra los infantes, los niños, los discapacitados, los enfermos del cerebro, los ancianos, las
personas en coma, los enfermos incurables. Después del fatigoso alcance de la "fe secular",
universalmente compartida, en la dignidad del hombre y en los derechos humanos
(prohibiendo toda discriminación de raza, sexo, patrimonio, convicciones religiosas o
políticas), se abren ahora, precisamente a través de un uso ambiguo del concepto de
persona en bioética, nuevas discriminaciones, y precisamente las discriminaciones por el
grado de desarrollo físico, psíquico y social del ser humano"'^
Hoy asistimos a un fenómeno paradójico: el concepto de persona es usado cada vez más
en el contexto filosófico de tipo empirista Rincionalista, explotando la popularidad del tér-
mino, si bien con finalidades contrarias a aquellas por las cuales nació el concepto.

Segunda tendencia; identificación de Ja persona humana con el ser humano

"^ PALAZZANI, L. Op. de, pp. 68-69.

199
Introducción a !a Bioética

Por estos motivos, se nos ha preguntado si aún vale la pena usar el concepto de per-
sona para fundamentar la dignidad y los derechos del hombre. Sin entrar en esta valora-
ción, nos limitamos a decir que el concepto de persona hace parte de la tradición cultural
del occidente, que desempeña una función real de ayuda en la fundamentación del res-
peto y de la tutela del ser humano. En efecto, afirmar que el embrión es persona significa
expresar algo más respecto a decir que el embrión pertenece a la especie humana. En
particular, se hacen explícitos los caracteres propios y las propiedades constitutivas del ser
humano, mostrando el fundamento de su valor y de sus derechos.
La definición filosófica dada por Boecio, según la reformulación de santo Tomás de
Aquino, es la que permite asumir la persona humana en su integralidad: la persona es ía
sustancia (subsistente) individual de naturaleza racional. Los elementos principales de esta
definición son las categorías filosóficas elaboradas por Aristóteles.
Antes que todo el concepto de snsunáa, con el cual se indica h individualidad deter-
minada de algo. Aplicado al hombre, el concepto de sustancia nos dice que las funciones
que ejerce y los actos que realiza no existen en sí, sino que existen como funciones y actos
de un individuo humano sustancial, que es su condición ontológica real. Es la sustancia
así entendida la que permite explicar la unidad (en el espacio) y la permanencia (en eí
tiempo) de la identidad del ser humano. Esto impide que el hombre se resuelva en Ja
procesaliáad ¿e ¡os aaos^\
El segundo elemento de la definición que importa resaltar es la naturaleza racional. La
naturaleza Índica lo que es el hombre en virtud de su nacimiento, mientras que el adjetivo
racional indica en sentido lato la razón, el pensamiento, la palabra y el lenguaje, la
comunicación y la relación, la libertad, la interioridad y la intencionalidad.
Si se quiere explicar por qué la sustancia individual tiene la naturaleza racional, hace
falta recurrir a ía teoría hiíemórfica: el ser humano es persona en cuanto está compuesto
de cuerpo y alma intelectual, donde el alma intelectual es la forma sustancial del cuerpo
humano. En otras palabras, el alma es el principio vital y determinante, unificador y
permanente del organismo humano. No nos detenemos en la explicación de que la
tela-ción alma cuerpo no debe ser entendida en sentido dualístico de elementos
yuxtapuestos, sino en sentido unitario, por el cual el alma es el "acto primero" de un
cuerpo natural que tiene la vida en potencia'^.

" LUCAS LUCAS, R. L'uomo spiñto incarnato. Compendio di filosofia dell'uomo. Paoiine, Milán, 1993, p. 243.

200
Capítulo VIJ: JEsraruro ontoíógico y moral del embrión

Sobre la base de esta teoría se puede afirmar, en contraposición con las teorías que
separan la persona humana átl ser humano, que el ser humano es persona en virtud de su
naturaleza racional, no se hace persona por fuerza del ejercicio efectivo de ciertas fundones,
como la relacionalidad, la sensibiUdad, la racionalidad. El ser persona pertenece ai orden
ontoíógico: se es persona o no se es persona. Eí estado de persona no se adquiere con el
desarrollo gradual, así como no se pierde si no se ejercen las funciones de la persona. La
ausencia (no actuación o privación) de las funciones no niega la existencia de ia persona,
la cual permanece por nacuraieza, en cuanto que preexfsre oncoiógicamente a SU5
cualidades. Es la presencia de un principio individual lo que permite reconocer como
persona actual al ser humano que estuviese en condiciones de potencialidad o de priva-
ción, es decir, de no actuación momentánea o permanente de ciertas funciones, debido a
lo incompleto del desarrollo (es el caso del embrión) o a la presencia de factores que impidan
su manifestación (por ejemplo, el caso de la persona en estado de coma).
De esto se sigue que ya son personas los cigotos, el embrión, el feto, eí recién nacido,
el anciano, el demente, los discapacitados, el sujeto en coma.
Es evidente que la observación fenomenológica'^ resalta las diferencias en todos esos
sujetos humanos: pero la manifestación incompleta no modifica el estatuto ontoíógico.
Una vez afirmada la tesis de que el hombre es siempre persona humana, queda por
afrontar la cuestión decisiva de la defensa efectiva de su vida, sobre todo cuando la per-
sona aún no es suficientemente autónoma.

¿Por qué debemos respetar siempre y de todos modos la persona humana?

La razón fundamental de este respeto está en el hecho de que el ser humano personal
está abierto al Absoluto, con el cual él está en una relación necesaria. La estructura misma
del hombre, en cuanto ser espiritual, implica que el hombre esté abierto al Absoluto y
participe de éste, sin necesidad de intermediarios.
La persona encuentra su razón de ser en sí misma y en su participación en el Absoluto;
esta su "autonomía" fundamenta su ser fin en sí mismo: la misión de la persona, su fin,

Cf, PESSINA, A. "Bioética e antropologia. lí problema deilo statuto ontoíógico deirembfione umano". Vita e
Pensiero, junio de 1996, pp. 402-424.
LoMBARDi VALLAURI, L. L'enibrione e le vite diversamente importante En; RODOTA, S. (dír.). Questioni di
Bioética. Laterza, Bari, 1993, p. 362.

201
Introducción a la Bioética

es la propia realización. La razón de su existencia no es ser medio para algo, como sucede
con las plantas y con los animales, que participan del Absoluto sólo a través de la persona
humana.
El valor de la persona, su dignidad, se fundamentan en esta apertura al ser por la cual
el espíritu es espíritu: "En realidad, el único ser que es fin en sí mismo, en sentido estricto,
es Dios. La persona es sólo fin en sí misma en cuanto ordenada a Dios. Pero conviene
aclarar que la persona no es un medio ni siquiera para Dios, porque Dios no tiene nece-
sidad de medios. En cierto sentido, por consiguiente, la persona es relativa porque depende
de Dios, pero en otro sentido es absoluta, porque una vez querida por Dios, lo es en forma
absoluta. La persona es, por consiguiente, fin en sí misma, autónoma: ésta es su auténtica
dignidad, potque ha sido creada de tal modo que pueda dirigirse por sí misma al
Absoluto; su autonomía es participada al absoluto"-".
Nadie puede usar a la persona como medio, ni siquiera Dios. El acto creador de Dios
quiere así a la persona humana. De este modo la persona humana es el fundamento próxi-
mo de la ética (siendo Dios el fundamento último).
A la persona humana le corresponde llevar a cabo la propia autorrealización, en cuanto
que, si la constitución ontológica de la persona es plena desde el primer instante de su
existencia, no es así para la constitución psíquica y moral que se realizan en el camino
existencial a través del ejercicio de la autoconciencia o de la autodeterminación. Esto la
diferencia de Dios, que es perfección en acto. Por eso la persona tiene el derecho a que
le sean respetados todos los elementos constitutivos que garantizan esta realización. Los
derechos naturales son los que expresan la constitución de la persona y garantizan su
pleno desarrollo: derecho al pensamiento, al propio cuerpo, a la propiedad privada, al
matrimonio, a la familia, etc., y entre estos derechos fundamentales el puesto principal le
es reconocido al derecho a la vida, como fundamento de todos los otros.
La cuestión del respeto del embrión y de sus derechos encuentra en el concepto de
persona y en su valor su fundamento objetivo, pero pide también algo en el ámbito sub-
jetivo. En efecto, se trata de una cuestión que implica una toma de posición de la libertad
humana, llamada a reconocer que este cigoto, este embrión, de no importa cuantas horas o
días, es una nueva realidad humana. Tal realidad humana ha comenzado con la
concepción. Ciertamente no se puede afirmar que es un hombre, en el sentido de que
posea las catacterísticas de autonomía, de conciencia, de libertad de una persona adulta.

^^ LUCAS LUCAS, R. "Statuto antropológico deirembrione". En: PONTIFICIA ACADEMIA PRO VITA. Op. cit., p.
184.

202
Cap/culo VU: Esratuco ontológico y moral del enibriói

Lo que se puede afirmar con certeza es que se trata del comienzo de un acontecimienti
iinguiar que desemboca en la plenitud personal. El inicio de este acontecimiento coinci
de con la concepción y no con otros momentos del desarrollo embrionario. Este hecho d
5uyo misterioso induce al respeto porque invita a reconocer en el embrión la presencia de
'otro", que se convierte en fuente y llamado a Ja ífítertad de cada ano. El embrión se con
Tiene desde el comienzo en un huésped que pide ser acogido incondicionalmente por su;
padres, iniciando inmediatamente con ellos una relación de diálogo y de reciprocidad.
El embrión exige un reconocimiento, aunque sus rasgos estén aún escondidos, aunque
lünguna señal visible haya aún aparecido. El estado del embrión deja de ser sólo un pro-
blema teórico que se puede afrontar con gran indiferencia y se convierte en una realidad
^■a sólo para el hombre que acepta hacer de él un problema personal. En este sencido se
lará esencial la reflexión sobre el significado de la reproducción humana.

3. Aspectos éticos relativos al embrión humano

El conjunto de los valores expresados por la dignidad del embrión humano toma
forma en una serie de principios generales del obrar moral, aún antes que en normas con-
cretas. Ellos son el principio de unitotalidad, de indisponibilidad, de inviolabilidad, de
solidaridad, de terapeuticidad^'.
El principio de unitotalidad expresa la inseparabilidad del cuerpo del espírhu en cual
quier estadio del desarrollo, de modo que el cuerpo jamás se reduzca a mero bíos. Este
implica que el cuerpo embrionario sea siempre tratado como sujeto y no como objeto ;
que toda ofensa hecha al cuerpo es ofensa al sujeto. Esta indivisibilidad constituye el cuer
po como principio de eticidad.
El principio de indisponibilidad expresa que la persona es fin en sí misma y no pued
ser rektivizada a nada diferente. La dignidad de fin impone que la persona no sea ins
trumentaltzada o cosificada. Está prohibida, por lo tanto, toda actitud de dominio sobi
el embrión.
La indisponibilidad se especifica en la inviolabilidad que prohibe toda forma de vic
lencia lesiva de la vida o de la integridad del embrión. Esto implica también la prohib
ción de hacer correr riesgos al embrión que no sean para su propio bien.

"' Para una presencacióti más profunda de estos principios véase CozzoLi, M. "L'embrione amano: aspe ti
etico-normativj". En: PONTIFICIA ACADEMIA PHO VITA. Op. dt., pp. 237-273.

203
Iniroducción a la Bioética

La solidaridad expresa el reconocimiento del embrión como otro que ha de acogerse y


protegerse en razón de su debilidad.
La terapeuticidad indica la orientación que deben asumir los actos médicos. Todos
los actos profdácticos, diagnósticos o curativos deberán estar al servicio de la salud del
embrión.
La violación de estos principios lesiona la dignidad del embrión humano y se configura
como un mal morsa, que no puede ser transformado por la bondad de las intenciones de
los padres o de otros sujetos. La intención subjetiva buena no hace que se convierta en
éticamente aceptable una acción en sí ofensiva o eliminadora del embrión.

Normas éticas

De los principios que hemos presentado rápidamente derivan normas relativas al


embrión.
En primer lugar, se aplica al embrión el "mandamiento" de "no matar". Hemos visto
que las excepciones al mandamiento están en vías de superación y, en todo caso, no con-
ciernen a la vida inocente, como es el caso del embrión. Toda acción voluntariamente o
directamente eliminadora del embrión es un acto gravemente inmoral.
La diagnosis prenatal debe ser valorada en relación con las técnicas usadas y con las
intenciones subjetivas con las cuales se practica. Las técnicas pueden implicar riesgos tan
elevados que no las justifiquen. Las intenciones que impulsan a pedir la diagnosis pueden
ser diversas de la búsqueda del bien del embrión (intención de abortar en caso de anoma-
lías). Para ser éticamente aceptable la diagnosis debe ser en beneficio de la vida.
El principio de indisponibiUdad impÜca que son lícitas las manipulaciones terapéuti-
cas e ilícitas las manipulaciones alteradoras. Las manipulaciones eugenésicas son expresio-
nes de voluntad de poder y de dominio y tratan a los seres humanos como productos.
La valoración moral de la experimentación sobre los embriones depende de la finalidad
que ésta persigue. En el caso del embrión es lícita sólo la que persigue finalidades tera-
péuticas, incluso con técnicas nuevas que constituyen la mejor terapia probable. Sobre este
punto, véase la distinción mencionada arriba entre investigación y experimentación.
Sobre los riesgos para el embrión directamente conectados con la fecundación artificial
ya hemos hablado, pero aquí consideramos el destino de los embriones fecundados in
vitro. Los problemas éticos suscitados por estos embriones son: la crioconservación, la
selección, el comercio, la destinación de los embriones residuos.

204
Capítulo VII: Estatuto ontológico y moral del embiión

La crioconservación es suspensión del ciclo vital (suspender la vida) de un sujeto en


espera de que pueda ser utilizado. Se trata de un grave abuso y de una
instrumentaliza-ción del embrión.
La selección de los embriones por transplantar hace que el embrión no sea apreciado
en sí mismo, sino en relación con el resultado que se busca. Entramos en el ámbito en el
cual el embrión se convierte en sujeto del deseo.
El comercio de los embriones es expresión de la reducción del embrión a puro objeto,
que expropia al embrión de su dignidad.
La suerte de los embriones residuos suscita interrogantes éticos preocupantes: ¿qué
hacer con ellos? ¿Quién decide acerca de ellos? Se debe reconocer que nos encontramos
en una especie de callejón sin salida a causa de la elección equivocada de producir in
vicro embriones que luego no son transplantados al útero. La supresión directa es inmoral,
como lo es el encaminamiento a la experimentación. Permanece como posibilidad la
maternidad subrogada, que en este caso más que subrogada sería adoptiva. Pero también
esta solución es insuficiente ya sea por algunos problemas morales que le son inherentes,
ya sea sobre todo porque no puede responder al enorme número de embriones que se
producen.

4. Tutela jurídica del embrión

El estado ontológico de persona humana inscribe por sí mismo al embrión en la


comunidad social, a la cual, por fuerza de su dignidad, incumbe la obligación de su tutela
jurídica. El empeño primario del legislador humano es el de sustraer la vida embrionaria
del ámbito exclusivo de la libertad privada y llevarla al ámbito de la protección que el
ordenamiento concede a la vida de todos los sujetos humanos. De tal modo se reconoce
el deredio subsistente que cada persona es en sí misma y el derecho encuentra su verda-
dera fuente en la ontología de la persona y no en la opinión publica, en la mayoría cali-
ficada o en los poderes fuertes.
La tentación modenu es la de perder la preeminencia de la ética para caer en un posi-
tivismo jurídico que produce el derecho refiriéndose a criterios de pura utilidad y con-
veniencia social. En este caso la forma jurídica sería elaborada a partir no del valor de la

205
Introducción a la Bioética

vida del embrión, sino en relación con opiniones e intereses prevalecientes. La privatiza-
ción de la conciencia tiende a producir la sujetivización del derecho.
Esta desviación es particularmente acentuada en el campo de la vida embrionaria y
fetal. Ya hemos visto que nuestra sociedad tiende a privilegiar los deseos de los jóvenes
adultos elevándolos al rango de derechos por tutelar. Frente a estos derechos prevalecientes,
el embrión pasa del estado de sujeto al de objeto y su valor objetivo pasa a objetual, es
decir, un bien privado que pertenece a alguien, que decide sobre él. Se trata de una clara
injusticia en relación con la vida embrionaria.
Por el momento, no se puede decir que los ordenamientos jurídicos hayan llevado a
cabo un retroceso respecto a la tutela de principio de la vida prenatal. Más bien, son las
mismas leyes de numerosos países que han declarado parcialmente no punible el aborto
las que han sancionado paradójicamente la tutela de la vida prenatal.
"Sin embargo, permanecen graves carencias acerca de la consideración explícita
de los derechos referibles a la vida prenatal no sólo en los ordenamientos jurídicos de
muchos países, sino también en las declaraciones internacionales sobre los derechos
fundamentales''^^
Estas catencias se deberán remediar con una legislación adecuada que impida abusos
en relación con la vida prenatal. Con tal propósito parece particularmente necesario
recorrer la vía de las estrategias preventivas. Son las estrategias que tratan de privilegiar la
sustancialidad de la tutela jurídica, que miran la eficacia de esta tutela y no el énfasis
sancionatorio. Manteniendo firme la importancia penal de la sanción, se usan formas de
restricción de la profesión, el retiro de las financiaciones o de las autorizaciones a las
estructuras donde ejercer los médicos responsables de los ilícitos. Se busca activar la adop-
ción de compliance pro^ams por parte de los mismos entes con el fin de evitar la realiza-
ción de ilícitos en su interior^^
En el capítulo sobre las legislaciones en materia de fecundación artificial encontrare-
mos otras indicaciones relativas a la tutela de la vida embrionaria.

^^ EusEBí, L. "La tutela deli'embrione umano: profili giuridid". En: PONTIFICIA ACADEMIA PRO VITA.
Op. «>., pp. 281-282.
"/éiXp. 285.

206
CAPÍTULO VIII REPRODUCCIÓN

ASISTIDA

H tema de la reproducción asistida' se está convirtiendo en uno de los capítulos más


consistentes de la bioética y, por sus continuos desarrollos, capaz de desplazar cada vez
más el límite de lo que es posible, uno de ios capítulos que mayormente implican a la
opinión pública.
Debemos registrar que en la percepción común existe una notable diferencia entre la
acogida de la fecundación artificial y la de la ingeniería genética. Esta última, que tam-
bién está estrechamenre relacionada con la fecundación artificial, suscita juntamente
amplio interés, pero también muchas preocupaciones instintivas. Al contrario, ios métodos
artificiales de ayuda a la procreación son percibidos como una realidad concreta y
absolutamente benéfica para todas aquellas parejas que no pueden tener hijos.
La pregunta hecha frecuentemente es: "Si la medicina proporciona un método para
superar la esterilidad, ¿por qué no usarlo?". Al permanecer la percepción de la imposibi-

' Hay diversos términos para indicar los procedimientos médico-biológicos que ayudan a las parejas estériles a
tener hijos.
X^s técnicas de que nos ocupamos son señaladas como técnicas de fecundación y de reproducción o de
procreación asistida o artificial. La terminología no es absolutamente rieutra, sino por el contrario, expresa una
orientación ética. El uso dd re'rmi'no fecundación fiama /a atención sobre (a concepción, mientras que el
término reproducción remite al entero proceso reproductivo. El uso del término procreación hace referencia
explícitamente a la opción humana de comunicar la vida y, para el creyente, colaborar con la acción
colaboradora de Dios. El adjetivo artificia! resalta la intervención de la técnica en un proceso considerado
sobre todo en su dimensión biológica. El adjetivo asistida tiende a callar todo aquello negativo que puede
llamar ¡a atención sobre la imagen del niño en un tubo de ensayo. En este trabajo se usará por regla el término
fecundación artificial tanto porqtie está muy difundido como porque es conforme a las orientaciones éticas que
aquí serán analizadas críticamente.
Introducción a la Bioética

lidad de tener hijos como una grave disminución, un remedio para este sufrimiento es
saludado generalmente como un gran favor. Son sólo los casos particulares (como la pro-
creación por parte de mujeres particularmente ancianas, o con el semen congelado de
personas muertas) los que algunas veces suscitan estupor y rechazo.
Si la cuestión de la fecundación artificial fuese planteada de este modo, aparente-
mente "humano", pero en realidad superficial, se volvería arduo profundizar los aspectos
morales.
Frente a esta acogida fácil de la medicina de inicio de la vida, debería ser natural pre-
guntarse si un acto como el de la reproducción del hombre puede ser tratado según el
criterio usado para un problema técnico cualquiera, resuelto por una tecnología cada vez
más sofisticada. Es la tarea que nos proponemos llevar a cabo.

1. Aspectos médico-científicos

1.1 El problema de la esterilidad de la pareja

La esterilidad aflige a un número considerable de parejas. Un número que, por varios


factores, parece en aumento en los países que tienen un estilo de vida occidental. Las téc-
nicas de fecundación artificial han sido puestas a punto, en primera instancia, precisa-
mente con el fin de remediar la esterilidad de la pareja, en tanto que sólo después se han
perseguido otros fines.
Según la definición médica, por esterihdad se entiende la incapacidad de una pareja
de tener un embarazo después de un año de relaciones sexuales sin uso de métodos
anticonceptivos- (otros estudios^ indican un período más largo hasta llegar a los dos
iños). Existen parejas completamente estériles, mientras que existe un número conside-
rable de parejas cuya fecundabilidad es baja por razones transitorias y de zoá2.s maneras
:urabíes'^.

^ CiTADiNJ, £.; PALÉRMO, R, e ZANGARA, C. "Srerilira femminiJe". En: CANDIANI, G, B-; DANESINO, V. e
GASTALDI, A, (dir.). La clínica osteírica e ginecológica. Masson, Milán, 1996, pp. 1171-1193.
^ BiMBí, T. "La riproduzione artificíale come costruzlone sociale". En: Di MEO, A. e MANCINA, C. (dir.).
Bioética. Laterza, Barí, 1989, p. 324.
* La concepción natural depende de ía copresencia de seis factores: ovárico (óvulo), espermático (esper-
matozoides), tubárico (trompas de Falopio), uterino (útero), cervical (muco cervical), vaginal. La pto-

208
Capítulo VIII: Reproducción asistida

Los datos sobre la esterilidad son bastante divergentes según el método adoptado para
estudiar el problema^
Con buena aproximación se puede decir que la esterilidad en los países occidentales
concierne aproximadamente al 12.13% de las parejas. El origen de la esterilidad es mas-
culina en el 30% de los casos, femenina en el 20-30% de los casos, y para el restante
40-50% se tiene la copresencia de causas masculinas y femeninas.
Por cuanto concierne a las causas femeninas, se debe resaltar en primer lugar la ten-
dencia a retrasar el primer embarazo. Esta tendencia influye en la fertilidad femenina de
dos modos: antes que todo, los factores de infección y ambientales tienen un tiempo más
largo para ejercer su influencia negativa; además, los factores biológicos relativos a la edad
disminuyen ulteriormente la capacidad de concebir. La consecuencia es que las mujeres
que han evitado el embarazo mientras eran jóvenes, se encuentran menos capaces de con-
cebir en el momento en el cual lo desean.
En segundo lugar, se debe señalar el aumento de los embarazos ectópicos (fuera del
útero) que comprometen la posibilidad de ulteriores embarazos normales. Los embarazos
ectópicos (con frecuencia tubáricos) son provocados por infecciones pélvicas que ocasio-
nan daño a los tubos. Las infecciones están conectadas con el comportamiento sexual de
las mujeres jóvenes: la edad de la primera relación ha disminuido, la porcentualidad de
las jóvenes con actividad sexual prematrimonial ha aumentado, así como ha aumentado el
número de compañeros sexuales. La consecuencia ha sido un aumento de enfermedades
sexualmente transmisibles y un aumento de las inflamaciones pélvicas.
Otro fector que hay que considerar es eí estrés psíquico o físico al cual tsií sometida
la mujer en la vida moderna. Ya desde hace tiempo se ha planteado la hipótesis de que
el estrés contribuye a la esterilidad de tipo funcional (no dependiente de factores orgáni-
cos). En efecto, el estrés ambiental parece obrar negativamente sobre las conexiones entre
los centros cerebrales superiores y el hipotálamo, impidiendo la liberación de la hormona
Gn.R.H. (Gonadotropin Releasing Hormona), con consecuencias sobre el mecanismo
ovuíatorio. Una típica enfermedad de estrés es la amenorrea psicógena (carencia de

ducción regular del óvulo depende de la interacción del liipotálamo y la hipófisis, que produce las hormonas
necesarias para el desarrollo y la entrega del óvulo. Asi también, para los otros factores hay mecanismos y
equilibrios que inciden sobre la validez del factor. Cf SGRECCIA, E. e Di PIETRO, M. L. Procreazione asústita e
fecondazione artificiale. La Scuola, Brescia, 1996, pp. 15-22. Cf. MANCUSO, S.; GUIDA, C. e LANZONE, A.
"Capacita riproduttiva delia donna oggí". En: Medicina e Mótale, 1, 1993, pp. 53-58.

209
Introducción a la Bioética

menstruaciones con origen psíquico), más frecuente en mujeres con elevada seculariza-
ción, con ocupaciones "intelectuales", con una más alta incidencia de eventos estresantes y
un más alto consumo de sedativos e hipnóticos.
Entre otras causas de esterilidad femenina se deben citar las endometriosis y la ausen-
cia de moco cervical. Finalmente, existe también un porcentaje (28%) de esterilidades
no explicadas (idiopáticas).
Las causas de esterilidad masculina pueden ser divididas en tres grupos:
a) La esterilidad secretora, que se tiene cuando una enfermedad áá testículo hace insu-
ficiente o del todo ausente la producción de espermatozoides.
b) La esterilidad excretora, que se tiene cuando, por causas inflamatorias, se obstruyen
los conductos deferentes de los testículos y no se da la salida de los espermatozoides, que,
sin embargo, son producidos de una manera regular. En todas estas causas inciden diver-
sos factores: enfermedades como la diabetes mellitus o el consumo de fármacos o la expo-
sición a agentes tóxicos o a radiaciones. La consecuencia de estas situaciones patológicas
es la reducción del número de espermatozoides en el líquido seminal (oligospermia), o su
ausencia (azoospermia), o la presencia de espermatozoides deformes o con escasa
mobi-lidad (astenospermia).
c) La esterilidad que deriva de malformaciones del pene o de patologías funcionales
que inciden sobre la capacidad de erección. En este caso se habla de impotentia coeundi
(imposibilidad de tener un acto conyugal).
Al lado de estas causas principales se ha encontrado también la esterilidad de base
comunitaria, debida a la presencia de anticuerpos antiespermatozoides en el líquido semi-
nal. Se trata de una producción anómala de anticuerpos producidos por el organismo
contra sus mismos espermatozoides, con su consiguiente destrucción.

1.2 Técnicas de la medicina del inicio de la vida

Toda descripción de la medicina del inicio de la vida envejece rápidamente porque se


añaden a continuación novedades. La serie de nuevas informaciones, en lugar de hacer
más expertos en la materia, termina por confundir mayormente a quien no es especialista.
Este hecho justifica la presentación de una información de base sobre las técnicas usadas
para la reproducción artificial sin perseguir abordar todas las posibles variantes.

210
Capítulo VIII: Reproducción asistida

En primer lugar, se dice que existen aproximadamente una veintena de técnicas


diferentes para realizar la fecundación artificial^ Para no dejarnos confundir por esta
abundancia de métodos, hacemos algunas distinciones de base. La primera distinción
necesaria es la que existe entne inseminación artificial y fecundación in vicro. Se traca de
dos métodos muy diferentes: la primera tiene lugar en el interior del cuerpo de la mujer,
introduciendo el esperma en las vías genitales femeninas. Se trata, por lo tanto, de una
fecundación intracorpórea.
Técnica completamente diversa es la fecundación in vitro con traslado sucesivo de
embriones al útero o a una trompa de la mujer. La técnica es mucho más reciente: los
estudios inician en los años cincuenta y sólo en 1978 se tiene el primer nacimiento.
Después del retiro, con procedimientos que veremos más adelante, de las células germi-
nales mascuhnas y femeninas, se procede a la fecundación, haciendo crecer el embrión
por un poco de tiempo. Todo esto tiene lugar en el laboratorio, en el vidrio de las pro-
betas y de los recipientes que contienen el líquido de cultivo. Sucesivamente el embrión
es transferido al útero. Es este proceso el que se expresa con la sigla FIV (fecundación in
vitro, con traslado de embriones).

CrV cultivo intravaginal DIFI inseminación intrafoHcular directa FIV


fecundación in vitro con traslado embrionario GIFT traslado ¡ntrarubárico de los
gametos GIPT traslado intraperitoneal de los gametos GIUT traslado
intrauterino de ovocitos y esperma lA inseminación anificial ICl inseminación
intracervical IPI inseminación intraperitoneal m inseminación intratubarica lUI
inseminación intrauterina LTOT traslado ovocitario en las trompas proximales
MESA aspiración de ios espermatozoides del epidídimo y prueba sucesiva OPT
captura ovocitaria y traslado intrauterino PRETT traslado ¡ntrarubárico del
preembrión SUZI inseminación sub-zonal de los ovocitos TC GIFT GIFT
transcervical TC TEST TEST transcervical TEST traslado intratubárico del
embrión VITTI inseminación intratubarica por vía vaginal ZIFT traslado
intratubárico del cigoto.
Tabla de J. TESTART, Le chaparnaum de fécondation artíficielle, citada en SGRECCIA, E. Manuale di bioética.
Vol. I, Vita e Pensiero, Miián, \ 998, p. 427.

211
Introducción a la Bioética

Tanto la inseminación artificial como la FIV pueden ser homologas o bien


heterólogas.
Homologas son las técnicas que usan los gametos (espermatozoides y óvulo) de la
pareja. Heterólogas son las técnicas que usan uno o ambos (en el caso en el cual las células
germinales de ambos esposos no sean aptas para la procreación) gametos provenientes de
donantes externos a la pareja.

Inseminación artificial

Según el punto exacto en el cual se deposita el semen, se habla de inseminación


intra-peritoneal (IPI). La inseminación más común es la íntracervícal, que se lleva a cabo
con la ayuda de una jeringa especial conectada a una cánula intrauterina. La extremidad de
la cánula es introducida en el canal cervical con una profundidad de aproximadamente un
centímetro y se introducen 0,5 mi de líquido seminal^.
Las indicaciones médicas para la inseminación homologa pueden ser muchas, dependen
de las condiciones anormales tanto del hombre como de la mujer. Tales condiciones
pueden sei todas aquellas condiciones morbosas que hacen imposible la relación sexual
normal (vaginismo, estenosis vuívar o vaginal, hipospadias, eyaculación precoz, defectos
anatómicos o funcionales de la erección) o aquellas que obstaculizan la normal subida de
los elementos seminales de la vagina al útero.
Los resultados varían de caso a caso. Resultados buenos se obtienen cuando el
esper-ma del cónyuge es normal y las causas de la esterilidad se deben a turbaciones de la
ftin-ción coital.
Se recurre a la inseminación artificial heteróloga en los casos de total ausencia de pro-
ducción de espermatozoides o de obstrucción de las vías excretoras de los mismos. Para la
inseminación heteróloga, además de los exámenes clínicos normales, tiene particular
importancia el examen psicológico de la pareja. Son conocidas las repercusiones emoti-
vas que la petición de inseminación heteróloga imphca y el examen permite a la pareja
tener un momento profiíndo de reflexión.
Por evidentes razones, vinculadas con la validez del esperma usado, los resultados de
la inseminación heteróloga son mejores respecto a la inseminación artificial homologa.

^ ToNiNi, M. y otros. "L'inseminazione artificíale omologa: limiti e prospettive". En; Contraccezione,


Fertilita, Sessualita, 2, 1980, pp. 155-159.

212
Capítulo VIH: Reproducción asistida

A nivel mundial el porcentaje de éxito de la inseminación artificial heteróloga se declara


alrededor del 60%^

LaGIFT

Una forma particular de inseminación artificial es la llamada GIFT (Gamete Intra


Fallopian Transfer - transferencia de los gametos a las trompas).
Cuando se hizo pública, esta técnica suscitó particular interés porque apareció como
una técnica de ayuda a la procreación y no de sustitución; por consiguiente, fácilmente
aceptable desde un punto de vista ético. Consiste en el traslado de células huevo y de
espermatozoides a la porción ampollar de las trompas por vía laparoscópica, con un catéter
en el cual los óvulos y los espermatozoides son separados por una burbuja de aire. Por
consiguiente, la unión de los gametos tiene lugar en la trompa, que es el lugar natural de
la fecundación. Esta técnica no implica, por \o tanto, producción de embriones en
laboratorio.
En lealidad, la récnJca fapJJcabJe a un número hajo de casos) es de sustitución dej acto
conyugal y no de ayuda al acto reproductivo, por lo cual quedan problemas de carácter
ético, aunque no se dé destrucción de embriones.

Fecundación in vitro (FíV)

Se trata de la técnica más revolucionaria e importante. La fecundación in vitro, es


decir, en el exterior del cuerpo, fue puesta a punto en los años setenta con la intención de
remediar la esterihdad humana. Como siempre sucede en estos estudios, hubo una fase
de experimentación sobre los animales y en el año 1958 Chang obtuvo el nacimiento de
conejos vivos por fecundación in vitro. Fueron R. C. Edwards y P C. Steptoe quienes
demostraron que los oocitos humanos pueden ser fecundados in vitro por espermatozoi-
des humanos y que el desarrollo suíxsivo por división celular hasta el estadio de
blasto-ciscos puede suceder en un terreno de ciútivo simple (agua destilada)^ Edwards y
Steptoe
* Para indicaciones más detalladas Sobre ios procedimientos pertenecientes a los diversos tipos de inseminación
Cf. EosciA, F. e LEUZZI, L. "La íecondazione umana assistita". En: BELUNO, F. (dir.). Trauato ¿li bioética.
Levante, Bari, 1992; véase también SGRECCIA, E. e Di PIETRO, M. L. Procreazione assistita e ficon^azione
artificiaie. Iz. Scuola, Bresda, Í999, pp. 7-90.
' EDWARDS, R. G.; BAVISTER, D. e STEPTOÉ, P. C. "Early stages of fenilization in vitro of human oocytes matured
in vitro". En: i^í/anr, 227,1970, pp. 1307-1309. Cf. También EDWARDS, R. G. La vita prima delh nascita,
Frassinelli, Azzate, I990.

213
Introducción a la Bioética

en Oldham, en Inglaterra, E. A. Wood y A. O. Trounson en Melbourne, en Australia, y


Soupart en Nashville, en los Estados Unidos, independientemente los unos de los otros,
identificaron las principales exigencias técnicas para llevar a cabo con éxito la fecundación
in vitro, que tuvo como resultado el nacimiento de los primeros niños, en Oldham (Gran
Bretaña) en 1978 (Louise Brown) y en Melbourne en 1980.
La técnica original de fecundación in vitro se basaba sobre la recuperación de un solo
oocito maduro del folículo ovárico precisamente antes de la ovulación, durante el ciclo
natural de mujeres afectadas por obstrucción bilateral de las trompas de Falopio. Era
necesario identificar con precisión el comienzo de la ovulación espontánea para petmitir
la aspiración, mediante laparoscopia, del contenido folicular que comprende los oocitos.
Los espermatozoides eran separados del líquido seminal mediante una ligera centrifuga-
ción y unidos a los oocitos en un terreno de cultivo. Los embriones que se desarrollaban
eran inmediatamente trasladados al útero mediante un catéter sutil introducido en el
cuello del útero. Esta última es una operación simple, pero delicada, porque es necesario
evitar traumatismos al embrión. La mujer que recibe el embrión debe permanecer en
posición ginecológica para la introducción del catéter y después del traslado del embrión
debe permanecer en posición supina por un par de horas. El traslado del embrión es
acompañado de un tratamiento para mejorar la secreción de progesterona.
Después Kan evolucionado ks técnicas y han nacido aumerosas variantes. Señalamos
en seguida las principales innovaciones:
Técnicas ultrasónicas para el control y el retiro de los ovocitos. Antes el método común
para el control del desarrollo ovárico y para el retiro de los oocitos era la laparoscopia
abdominal'".
La técnica ultrasónica transvaginal ha reducido mucho el estrés y el fastidio conectado
con el retiro de los oocitos y ha contribuido a la reducción de costos de la fecundación in
vitro, permitiendo llevar a cabo la intervención de una manera ambulatoria, en hospital,
en pequeñas clínicas y en estudios médicos.
Inducción de la superovulación. Es la técnica que permite el retiro Je muchos oocitos en
la misma intervención, mientras que al comienzo se retiraba el único oocito que madu-
raba durante el ciclo natural.

'" La laparoscopia consiste en insertar en el abdomen un sistema óptico que permite la visualización de los
ovarios. Luego se introduce, siempre bajo control óptico, una aguja en el interior de los folículos. Esta
intervención se efectúa bajo anestesia total. Las pacientes entran en hospital el día precedente a la recolección
y permancen allí durante cuatro días. Esta técnica continúa siendo hoy la más confiable.

214
Capítulo VIII: Reproducción asistida

Congelación (k bs embriones. La crioconservación embrionaria (en nitrógeno hquido a


-196 "C) ha sido introducida como técnica para conservar los embriones que se originan
en una superovulación.
La recolección de oocitos múltiples luego de la superovulación proporciona por regla
más embriones de los necesarios para un traslado inmediato. La conservación por conge-
lación permite no repetir el ciclo de retiro de ios oocitos en caso de fracaso de un implante
embrionario.
Congelación de oocitos. La conservación, con frío, de oocitos pone menores problemas
éticos y se pondría en el mismo plano que los bancos de esperma humano congelado.
?aso a la fecundación heteróloga. Las técnicas descritas arriba fueron perfeccionadas
para la fecundación artificial homologa. Tal método no respondía a las peticiones de las
mujeres con insuficiencia ovárica total, de aquellas a las cuales les habían sido extirpados
los ovarios o aquellas con ausencia congénita de ovarios. Ahora éstas pueden quedar
encinta con la fecundación in vitro obtenida con un oocito donado por otra mujer y con
la asociación de una terapia esteroidea de sustitución durante el embarazo.
Tratamiento de la esterilidad masculina. Dado que para fecundar Jos óvuJos in vJrro
son necesarios relativamente pocos espermatozoides, menos de 250.000, las técnicas de
fecundación in vitro pueden obviar la esterilidad de hombres que producen un número
insuficiente de espermatozoides para una concepción natural. Existen, sin embargo,
hombres cuya calidad espermárica es tan decadente que ni siquiera con las técnicas ahora
descritas se lograría hacer pasar los espermatozoides a través de la zona transparente. Por
este motivo se han elaborado técnicas de fecundación mediante la microinyección (este
método toma el nombre de ICSI: Jntra Cytopíasmic Sperm Injection) de un único esper-
matozoide a través de la zona transparente. La tasa de fecundación que se alcanza con esta
técnica es de aproximadamente el 70%.
Maternidad subrogada. Con este término se enriende la función desempeñada por
aquellas mujeres que aceptan llevar a término un embarazo por cuenta de otras mujeres,
con el acuerdo de ceder el niño después del nacimiento.
Los casos relativos al uso de la FIV son: a) la mujer puede llevar adelante un embarazo
habiendo recibido un embrión obtenido in vitro. Este embrión a su vez puede provenir o
de una unión de un óvulo de la mujer misma con el esperma del hombre de la pareja
estéril o de la unión de un óvulo y del esperma de la pareja que lo encarga (en este caso la
mujer se llama madre portadora); b) la mujer puede acoger en su útero un embrión con-
cebido normalmente por la pareja que encarga, pero removido de su sede natural mediante
lavado uterino (u/ashing-out).

215
Introducción a la Bioética

2, Aspectos culturales

2.1 Motivaciones de las parejas que recurren a la FIV

¿Hay parejas que piden ser asistidas en la procreación? ¿Cómo viven la condición de
esterilidad? ¿Por qué no recurren a la adopción? ¿Qué preocupaciones éticas manifiestan?
¿Cuáles son las repercusiones en la experiencia de la pareja? ¿Cuáles son las consecuen-
cias sobre el modelo de familia?
Son sólo algunas de las tantas posibilidades de preguntas capaces de dar luz sobre el
fenómeno de la procreación asistida. Intentar responder por lo menos algunas permite
comptender el cambio dado en el concepto mismo de la ptocreación. Son interesantes los
datos suministrados por uno de los pocos estudios llevados a cabo sobre las parejas que
han recurrido a la procreación asistida".
La relación de pareja. Según lo que han afirmado muchos de los entrevistados, la deci-
sión de recurrir a las técnicas de procreación asistida ha contribuido a acercar a los miem-
bros de la pareja, haciéndolos sentir más unidos. En el caso del recurso a procedimientos
heterólogos, se ha revelado que una relación positiva de la pareja es condición esencial
para encaminar la petición de asistencia. Son pocos los casos de parejas en las cuales se
registra una acentuación de tensiones preexistentes, debidas quizás a las dificultades y al
fracaso de los ciclos de tratamiento.
Una cuestión importante concierne a la calificación del derecho a la procreación, que
puede ser visto como un derecho a la procreación o como derecho de pareja (en otras
palabras, como derecho del niño a ambos padres). Sobre este punto la investigación ha
revelado que aproximadamente la mitad de los sujetos se orienta hacia la reivindicación
de un derecho a la maternidad propiamenre dicho, aunque no en oposición a la vida de
la pareja, mientras la otra mitad opta más netamente por la figura del derecho a la pro-
creación como derecho de pareja.

" BtANGiARDO, G. e Rossf, G. "Viaggio tra le contraddizioni del comportamento riprodutdvo: da) rifiu-to alia
ricerca del figlio 'a cuttj i cosri'". En: DONATI, P. (dir.). Terzo mpporto sulla famigUa in Italia. Paoline, ISF
Cinisello Balsamo, 1993- Para una presentación sintética véase: Rossi SciUMÉ, G. "La procrcazione assistita:
significato e problemi di un nuovo modo di diventare genitori". En: Medicina e Múrale, 6, 1993, pp.
1139-1169. Sobre el tema de los cambios culturales relativos a la procreación, véase también DONATI, P
"Trasformazioni socio-cuirurali della famiglia e componameml reíativi alia procrcazione". En: Medicina e
Morale, 1, 1993, pp. 117-163.

216
Capícuio VIH: Reproducción asistida

La familia. Las parejas estériles que han hecho petición de asistencia para la procrea-
ción son portadoras de una cultura familiar más bien tradicional. La referencia es a la
importancia que estos sujetos han mostrado atribuirle al aspecto institucional de la familia,
es decir, al matrimonio. Más del 96% están casados y casi el 90% están casados por el rito
religioso. Además, la tipología familiar prevaleciente entre estos sujetos ha resultado ser la
nuclear, con el núcleo familiar que se presenta más bien cerrado también bajo el perfil
comunicativo. En efecto, en la mayor parte de los casos tanto los hombres como las
mujeres imphcados en la investigación han afirmado no haber puesto al corriente ni a los
padres ni a los amigos de la decisión de superar las propias dificultades procreativas a
través de la procreación asistida. La voluntad de recurrir a las récnicas de reproducción
asistida se delinea, por consiguiente, como hecho eminentemente privado.

2.2 Reproducción asistida y significado de la paternidad

Una orienración totalizante en relación con la paternidad y maternidad es expresado


sólo por el 18.7% de las mujeres y por el 13 J% de los hombres. La generación es vista
menos como momento de realización individual y más como complemento y desarrollo
de la vida de pareja y de la familia.
Por cuanto concierne al vínculo de sangre, la mayoría de los sujetos no considera tales
vínculos fundamentales para el éxito de la vida famihar. Los investigadores piensan que
el vínculo de sangre parece, en cambio, mantener un fuerte valor social y simbólico; de
lo contrario, los sujetos no recurrirían a las técnicas de reproducción asistida.
Los hombres, en particular, temen, con frecuencia inconscientemente, la "diversidad"
debida a la propia condición de infertilidad o esterilidad y desean un hijo biológico, o que
haya recibido por lo menos la dotación genética de la propia mujer. Esto explica también
el rechazo de los sujeros que piden asistencia en la procreación a tomar en consideración
la custodia o la adopción de un niño.
¿Qué impulsa a las parejas estériles a buscar un hijo propio "a toda costa"? La respuesta
es compleja. En primer lugar, el recurso a las prácricas de procreación asistida puede ser
visto como el intento de imitar el comportamiento procreativo de las generaciones pre-
cedentes (padres) y colaterales (hermanos y hermanas). En segunda instancia, el temor
de la diversidad total del hijo adoptado, y el deseo de vivir como pareja la experiencia del
embarazo. Finalmente, que se valora como incompleta la familia sin hijos.

217
Introducción a la Bioética

¿Qué significado le atribuyen a la procreación las parejas estériles? Existe un amplio


consenso sobre el hecho de que el hijo hace explícito el proyecto sobre el futuro de la
pareja. Un porcentaje fuerte de sujetos ha resaltado que, entre los derechos del hijo por
nacer, está el derecho de ser acogido por una pareja. Se pueden interpretar estas afirma-
ciones como posible expresión de madurez de la pareja, que se abre a la acogida del don de
la vida, pero también como posible expresión de un narcisismo, ya no individual sino de
pareja, que impulsa a la búsqueda del hijo propio a toda costa.
Un riesgo que el recurso a las técnicas artificiales puede implicar es la anulación de los
sentimientos ambivalentes en relación con el niño. Todos los padres, naturales o adopti-
vos, deben reajustar y redefinir las propias relaciones personales, de pareja, fi"ente al evento
"crítico" del nacimiento o de la llegada de un hijo. En el caso de los niños concebidos a
través de técnicas de procreación asistida, puede suceder que los padres, los cuales, entre
otras cosas, tienden, más o menos conscientemente, a atribuir al aparato científico y
tecnológico un significado de garantía de que el hijo propio esté inmune de patologías y
malformaciones, rehusen reconocer la existencia de sentimientos ambivalentes en relación
con el hijo tan deseado, comprometiendo de ese modo la asunción del propio papel
paterno y materno, que exige el abandono del niño imaginario, pensado y fantaseado
sobre todo durante el embarazo, y la aceptación del niño real.
IMSprácticas heterólogas. La consecuencia más evidente de estos procedimientos es dada
por la escisión entre paternidad biológica y paternidad social y educativa. En otros térmi-
nos, estamos frente a la diversidad existente entre el "tener hijos" y el "ser padres"'^.
La escisión de los papeles paternales demanda una definición de ellos; en particular,
se debe definir la relación entre filiación natural y filiación social. Más profundamente,
se debe afrontar el mismo significado antropológico de la procreación.
La condición de esterihdad puede llevar al compañero normal a desarrollar actitudes
de agresividad hacia el compañero responsable de la esterilidad, o bien a actitudes
hiperprotectoras en relación con él. Estas reacciones deben inducir a las parejas estériles a
aclararse a sí mismas los sentimientos reales y las verdaderas motivaciones de la búsqueda
de un hijo propio. La necesidad de aclaración plantea la cuestión de la asesoría psicológica
que ha de ofrecerse a las parejas estériles y si esta asesoría debe ser obligatoria o
facultativa.

'^ BALDARO VERDE, J. "Avere un figlio o essere genitori?". En: AA.W. L'inseminazione della discordia. Franco
Angelí, Milán, 1987, pp. 115 ss.

218
Capítulo VIII: Reproducción asistida

En la FIV heteróloga la figura del donante suscita algún problema: puede configurarse
como el rival del hombre estéril o como aquel que milagrosamente permite la generación.
En la pareja pueden nacer fentasmas de adulterio y mecanismos de defensa que se
expresan en el temor de que el donante no sea sano o que pueda transmitir enfermedades
hereditarias.
No obstante estos límites, el recurso a las prácticas heteróiogas es valorado positiva-
mente por las parejas, las cuales luego quieren mantener el secreto en relación con el hijo.
La motivación adoptada es la de evitar al niño traumas y sentimientos de diversidad. Pero
esta voluntad puede esconder el temor de un juicio sobre la propia esterilidad o, también,
sentimientos de culpa en relación con el niño. Son evidentes los peligros en tal situación
para el ñtturo del niño nacido a través de prácticas heteróiogas.
Es preocupante la subordinación del valor del embrión y de su vida a otros valores
relativos a la autonomía personal. Es particidarmente grave la ausencia de toda referencia
al hecho de que la relación padre-hijo se caracterice por la modalidad del don, o sea, por
la gratuidad, norma esencial de la ontología humana. Al contrario, ha surgido con clari-
dad que la búsqueda de un hijo a toda costa es perseguida principalmente sobre la base
de un impulso narcisista individual o de pareja.
En esta situación se nos puede preguntar si es posible una inversión de la tendencia, si
la reproposición del discurso ético tiene la posibilidad de incidir de cualquier modo sobre
comportamientos difiísos. El "contexto geo-cultural, contramarcado por la globa-lización
de la economía de mercado y por un pluralismo ideológico que se autoalimen-ta''^ hace
débiles los intentos de volver a fundamentar el discurso ético; y ni siquiera la intervención
legislativa, considerada por algunos decisiva, tendrá la fuerza de incidir significativamente
sobre la costumbre.
Pero el discurso ético es irrenunciable, so pena de extravío de la misma humanidad.
Naturalmente, hará falta desarrollar un discurso ético que muestre la estrecha conexión
entre las preguntas éticas suscitadas por la fecundación artificial y el significado antropo-
lógico de la procreación. En otras palabras, hará falta hacer surgir el sentido humano de la
procreación y mostrar si las técnicas artificiales lo efectúan o lo violan.

'^ LATTUADA, A. "Sulla generazione assitita: la técnica e ii senso. I". Riv. Cllt, 5, 1998, pp. 345-346.

219
Introducción a la Bioética

2.3 Contexto socio-cultural relativo a la procreación

El desarrollo de la tarea delineada no podrá prescindir de la comprensión de las


transformaciones socio-culturales de la familia y de los comportamientos relativos a la
procreación.
El análisis de estas transformaciones nos muestra que no se trata del fenómeno de con-
traponer una cultura religiosa (católica) a una cultura no religiosa. Nos encontramos, más
bien, frente a cambios que expresan las contradicciones ctilturales de la modernidad'^.
Según el análisis de Luhmann'^ el rasgo que caracteriza al mundo en que vivimos es el
siguiente: las personas, las parejas, los niños, las familias están enjauladas en una cultura
que finge desear al niño, lo que significa que "el niño no es sustancialmente querido, sino
que más bien es percibido como un peso, una molestia, un riesgo, un juego o una apuesta
difícil e improbable, de todos modos no como 'una persona humana"'*. Por otra parte, en
la sociedad personas y familias son víctimas de una cultura que finge la posibilidad de
tratar la sexualidad sin consecuencias, en el sentido de hacer de ella lo que se quiera.
Sexualidad y procreación están radicalmente separadas, y así se piensa que el acto sexual
no tiene ninguna consecuencia sobre las personas y sobre la sociedad más allá de los
sentimientos del momento. Se piensa y se obra como si la sexualidad fuese sometible sin
límites a lo artificial.
A tal análisis no se puede responder que se trata de una visión apocalíptica, dado que
aún se ve mucho buen sentido y muchos comportamientos tradicionales. Esta respuesta
no comprende lo que está en juego. La respuesta correcta debe aceptar las situaciones
contradictorias y paradójicas de nuestra cultura e intentar una respuesta basada en el
mérito. Al respecto, Donati afirma la perspectiva relacional (la que considera la procrea-
ción no como puro hecho biológico, sino como una relación social) como la que tiene
chances reales de afrontar las paradojas de la modernidad. Según esta perspectiva, "no
podrá nacer una nueva cultura de la procreación como reconocimiento en el hijo de otro
en sí, una cultura de la paternidad como relación de plena reciprocidad "a tres", una cultura
de la infancia como valorización de las exigencias de una particular edad de la vida, una
cultura de la sexualidad como fuerza y expresión generativa, sino adoptando la distinción
humano/no humano que las normas inherentes a la sexualidad demandan e impli-

''' DONATI, P. "Le trasformazioni socio-culturali della famiglia e comportamenti relativi alia procreazio-
nt". En: Medicina e MoraU, 1, 1993, pp. 117-163. '^ LuHMANN, N. "Il sistema sociate famiglia".
En: La Ricerca Sociale, 39, 1989, pp. 233-252. '* DONATI, P. Op. cit., p. 156.

220
Capítulo Vlil: Reproducción asistida

can. Se debe por esto reintroducir en las relaciones (y a través de las relaciones) el punto
de vista humano en cuanto distinto de lo que no es humano"'^
Sólo así será posible realizar un discernimiento sobre las técnicas de procreación que
permitan no perder el valor humano de los sujetos implicados.

2.4 Derechos del embrión y derechos del niño

Aquel que debería ser el centro del entero proceso de reproducción asistida corre el
riesgo de ser del todo olvidado. Los motivos de este olvido dependen del significado que
asume el hijo en nuestra realidad social.
La cultura familiar contemporánea se caracteriza por el hecho de ser puerocéntrica'^
Son diversos los motivos de esta concentración de toda las atenciones familiares en los
niños. Para nuestro objetivo baste resaltar que esta actitud puede comportar una mayor
atención en relación con el niño y con sus exigencias materiales, psíquicas y afectivas. Por
otra parte, ello puede tomar una fisonomía de repliegue narcisista. Si se da este segundo
caso, d hijo se convierte en un instrumento para la realización del adulto y es considerado
un sujeto sólo en cuanto objeto de gratificación del adulto padre. El hijo se convierte en el
horizonte de la acción y del deseo del adulto mismo.
En la perspectiva puerocéntrica, los hijos están estrechamente ligados al deseo de los
padres. Por una parte, los hijos deben venir sólo si son deseados y cuando son deseados;
por otra parte, todo hijo deseado debe nacer. En esta perspectiva se vuelve casi automático
el paso del deseo de un hijo a la afirmación de un derecho aJ hijo propiamente dicho. Las
técnicas de fecundación artificial encuentran en este contexto una amplísima audiencia.
Este modo de colocarse frente a la procreación corre el riesgo de olvidar completa-
mente la persona del niño y sus derechos. Mientras que una exigencia elemental de res-
peto por la vida de toda persona y el significado mismo de la procreación postulan que
en el centro del proceso de procreación esté la persona del niño.
La pareja debe aceptar confrontar el propio derecho de ser padres con los derechos
del niño.

'V¿¿¿, p. 157.
'^ ScABiNi, E. "Bamblni come figii". En: LONGO CARMINATI, V e COSTANTINO, V. (dir.). Essere bambír. aggi.
Vita e Pensiero, MiJán, í 992, pp. 28 ss.

221
Introducción a la Bioética

Entre estos derechos, tienen particular importancia la tutela de la salud del niño por
nacer, el derecho a conocer Íos propios orígenes, el derecho a ambos padres y ei derecho a
la familia y a la plena relacionalidad'^
La tutela de la salud del niño por nacer implica que las técnicas de fecundación arti-
ficial no sean usadas con fin eugenésico (es decir, seleccionar el mejor ejemplar), como se
hace cada día con más frecuencia, sino que se empleen como instrumentos para eliminar
las enfermedades hereditarias.
El derecho a conocet los propios orígenes, propio de todo ser humano, en el caso del
niño nacido con las técnicas de reproducción artificial, significa derecho a conocer la
identidad de los propios padres biológicos. Este derecho podría entrar en conflicto con el
derecho a la reserva de los padres y con el derecho al anonimato del donante del semen.
Finalmente, el derecho a ambos padres y el derecho a una plena relacionaíidad impli-
can la prohibición de acceder a ías prácticas de la reproducción asistida por parte de indi-
viduos particulares. Se trata de un conflicto crucial^", en cuanto que este derecho choca
con el eventual reconocimiento del derecho a la maternidad (ver arriba). Ello implica,
además, la necesidad, en el caso de la técnica heteróloga, de la suscripción de un consenso
pleno e irrevocable de ambos compañeros, con el fin de asegurar la completa acogida del
niño que nacerá.
Como se ve, se trata de emplear opciones que diriman los conflictos entre los varios
derechos en juego. Si tenemos presente el fenómeno de la medicalización de la pro-
creación, de la hegemonía de la razón instrumental, de la privatización de la conciencia
moral, se comprende que el individuo se encuentra inserto en un proceso social que con-
diciona fuertemente sus opciones. Por este motivo, una importancia especial en la solu-
ción de estos conflictos entre valores compete a la iniciativa política y a la intervención
legislativa, como elemento tegulatotio de la procreación asistida.

' PALAZZANI, L. "L'uomo e te frontiere della genética: la questione della clonazíone". En: La Famiglia,
183, 1997, pp. 5-16. ^^ Rossi SciUMÉ, G. "Problemi sociologici emergenti nel mérito del dibattito sulla
procreazione assisti-
ta". En: Medicina eMorale, 1, 1993, p- 175.

222
Capítulo VUl: Reproducción asistida

3. Aspectos éticos

La probabilidad de éxito ofrecida por la FIV en verdad es un poco limitada, pero en i


imaginación colectiva ella rápidamente se ha convertido en la técnica resolutoria del
problema de la esterilidad.
Se plantea una breve premisa sobre el valor que, en nuestra condición cultural, tienen
jas argumentaciones racionales, cuando no son de racionalidad instrumental. En otras
palabras, parece que las argumentaciones racionales son ineficaces cuando chocan con
aquella mentalidad fruto del proceso combinado de privatización de la conciencia (con k
prevalencia del criterio moral del utilitarismo), de medicalización c^da día más avanzada
de la vida entera (comprendido el proceso de procreación) y de rAecanismos económicos
que orientan, no hacia lo justo, sino hacia lo que se va a ganar.
Por lo tanto, se hace aún más necesaria una educación en el uso d^ la razón más allá
del sentido, lo sensible, la emotividad inmediata. Una razón que no esté al servicio de los
fines por alcanzar, sino sobre todo al servicio del sentido del hombre y que sepa construir
una ontología de la persona^'. En efecto, un enfoque exclusivamente psicológico en los
temas éticos de la fecundación artificial (con la tendencia a confundir persona y persona-
lidad) o un enfoque puramente fenomenológico son incapaces de suininistrar los crite-
rios que permiten llevar un juicio adecuado sobre estas materias. A falta de esta ontología,
se corre el riesgo también de dejarse arrastrar por la lógica de las teorías, hoy difundidas,
que, considerando la persona a partir de su reconocimiento por parte de otros, conducen a
hacer de ella en definitiva una criatura del hombre, como si el ser persona dependiese de
la decisión del poder discrecional ajeno.
Los aspectos críticos decisivos son tres: la suerte de los embriones, por consiguiente,
el problema de la defensa de la vida, el diverso sentido de la procreación que se da en el
acto conyugal y en la producción en laboratorio, y la ruptura de la relación nupcial que,
sin embargo, tiene lugar sólo en las modalidades heterólogas. Estos tires temas son pro-
fundizados en seguida. Existen luego otros problemas jurídico-psicológicos que, a pesar
de ser importantes, tienen otro ámbito de discusión.

C£ El capítulo sobre la dignidad de la persona en la parte general.

223
Introducción a la Bioética

3-1 Fecundación artificial y embrión humano

En todas las prácticas de fecundación artificial, excluyendo sólo las técnicas de insemi-
nación, se da un altísimo desperdicio de embriones. La relación entre ovocitos fecundados
y niños nacidos vivos no supeta el 5%. La muerte de los embriones depende de varias
causas: algunos embriones quedan supernumerarios y son congelados, para ser luego des-
truidos o usados para la experimentación; otros mueren a causa de la alta tasa de
abotií-vidad que las récnícas comportan.
Sobre la suerte de los embriones las posiciones son claras: por una parre, tenemos la
posición radical de quien no los considera en absoluto personas humanas y, mucho
menos, dignos de particular tutela (Engelhardt, Singer, M. A. Warren, M. Toolley-^).
En la línea de esta posición extrema se colocan otros autores que, a pesar de no llegar
hasta negai todo valor al embrión, han introducido el concepto de pre-embrión y han
propuesto una concepción gradualista sobre el valor de la vida prenatal". Según esta
propuesta, el embrión humano es considerado en ios primeros días de vida un racimo de
células. Esta teoría es fuertemente sostenida en el ambiente laico y tiene el apoyo de
algún moralista y füósofo católico^*.
El mejoramiento de las técnicas o un determinado modo de emplearlas podría dismi-
nuir o eliminar del todo los embriones supernumerarios. Naturalmente, a ptecio de
reducir las probabilidades de éxito de la FÍV, y de hacerla más costosa en términos psicoló-
gicos y económicos. Mientras que es difícil prever una disminución de la tasa de abortos.
Al respecto, ha sido sostenida por P. Verspieren y por otros moralisras la licitud moral
de la FIV que no comportase producción de embriones supernumerarios, sino que se
limitase a implantar todos los producidos, llamando la atención sobte el hecho de que en
la naturaleza hay altos porcentajes de abortos espontáneos^^
El amor aplica lo que en h ética tradicional es llamado principio del voluntario indi-
recto, que permite acciones que tienen un fin directo lícito, a pesar de comportar indi-
rectamente efectos negativos, sin que éstos sean el medio para obtener el efecto positivo.

^" Cf. WREEN, M. "Abortion: the extreme liberal position". En: Hastings Center Repon, 12, 1987, pp. 241-265.
^^ MCLAR£N, Op. cir.
^^ FORD, N, M. When didlbegin? CUP, Cambridge, 1988. Últimamente este autor ha sido dado a conocer en Italia
pot la prensa laica; PRINI, P. II corpo que siamo. SEI, Turín, 1991, p. 64; VERSPIEREN, P. "L'aventure de la
fecondation in vitro". En: Exudes, 1982, pp. 485-488.
^^ VERSPIEREN, P.v4rf. Cit., p. 486.

224
Capitiiío VIII: Reproducción asistida

Se puede objetar fácilmente que el principio del voluntario indirecto no puede ser apli-
cado a la FIV, porque el desperdicio de embriones y la producción en exceso, que es el
écao negativo, es precisamente el medio y la condición para obtener el efecto considerado
positivo. Además, se puede añadir que no es muy sensato reproducir un hecho natural
negativo.
En verdad, la orientación de la práctica médica es la de minimizar la carga psicológica
para la mujer, a través de la producción de muchos embriones que sirven como reser-^■a
para otros ciclos de FIV y, en caso de excedentes, para la experimentación.
En conclusión, si se le reconoce al embrión la cualidad de ser humano, en consecuencia
se debe reconocer la obligatoriedad de su protección jurídica y asegurarle en primer lugar
el derecho a la vida y a la integridad física y genética. La vida del embrión humano debe
ser reconocida, como toda otra vida humana, inviolable y no Ínstrumentali2able para
algún fin externo. Por lo tanto, porque la FIV prevé la pérdida y/o la destrucción
programada de embriones, ya es, por este aspecto, una práctica ilícita.

3.2 Fecundación artificial y amor humano

Este tema le concierne a todas las técnicas de fecundación artificial, en cuanto que
ellas sustituyen completamente el acto conyugal destinado a la procreación. Se toca aquí el
punto esencial de la entera problemática ética relativa a la FIV, que consiste en la pregunta
sobre el significado específicamente humano del procrear.
La separación sobre la cual normalmente se coloca la atención es la que se da entre sig-
nificado unitivo y significado procreativo del acto conyugal. En tal sentido, la referencia
para los teólogos católicos es el n. 12 de la encíclica Humanae vitae, que contemporánea-
mente condenaría, sobre vertientes distintas, la contracepción y la fecundación in vitro,
en cuanto que la primera excluye la procreación, mientras que la segunda excluye el signi-
ficado unitivo de la sexualidad. En verdad, la escisión que se opera en la FIV no es entre
los dos significados del acto conyugal, sino entre procreación activa y actividad sexual^^.
La sexualidad genital es manipulada hasta el punto de volverse inútil para los fines de la
procreación. De la encíclica Humanae vitae es útil, en cambio, la demanda de los motivos
antropológicos y teológicos que demuestran la ihcitud moral de la escisión entre el signi-

^^ CiccONE, L. "L'inseminazione artificíale e la fecondazione artificíale". En: AA. W. Corso di bioética.


Pontificia Universitá Lateranense (fascículos, p. 146).

225
Introducción a la Bioética

ficado unitivo y el significado procreativo del acto conyugal. Estos motivos fundamentan
límites precisos de intervención sobre la sexualidad genital por parte del hombre.
La pregunta que nos interesa es si es lícita la separación entre actividad sexual y pro-
creación, como sucede en la FIV.
Desde un punto de vista filosófico, lo que es importante en esta separación no es la
artificialidad^^ del procedimiento, sino el hecho de que la procreación ya no depende del
acto sexual de los cónyuges^^. En la procreación normal el mismo acto une a los cónyuges y
puede originar una persona humana, mientras que en la FIV la serie de actos que con-
ducen a la fecundación {la recolección del esperma, la recolección de los óvulos, la unión
de los gametos, el traslado del embrión, la aceptación de la madre de este traslado) están
separados del acto conyugal.
¿La separación así como ha sido descrita es aceptable?
Para responder a esta pregunta, en primer lugar, hace falta observar que la unión
sexual de los cónyuges no tiene solamente un valor físico-genital, que biológicamente es
necesario para que pueda nacer una nueva vida. Ella significa también y esencialmente
una fusión psicológica y espiritual de las personas de los dos cónyuges: una fusión que
está dada por ser la donación que cada uno hace de sí al otro. "La unión sexual conyugal
existe en una triple dimensión, física-psicológica-espiritual, no yuxtapuestas, sino unifi-
cadas por un acto de hbertad de la persona que hace donación de sí al otro. Es este el sig-
nificado que el término unión sexual conyugal tiene en la ética"^'. A propósito del único e
idéntico acto que realiza la donación recíproca de los esposos y la apertura a la vida, M.
Blondel ha acuñado la fórmula: "Deux étres ne son plus qu' un, et c est quand ils sont un qu
ils deviennent trois"^" {dos personas no son más que una sola, y sólo cuando son una sola
cosa, ellos se convierten en tres).
Sólo este acto es digno de dar origen a una nueva vida humana: cualquier otro modo
es gravemente ilícito. De hecho, entre la persona humana y el acto que le da origen debe
existir una adecuada correspondencia. ¿Qué acto posee esta adecuada correspondencia?
Es decir, ¿qué acto quiere la persona en sí misma y por sí misma? Es sólo un acto de amor.

^^ Cuando !o artifícial hace crecer ai hombre en dignidad es moraímenre bueno.


^^ CAPARRA., C. "La fecondazione in vítro: problemi etici". En: Medicina e Morale, 1, 1985, pp. 67-71-^^ Ibíd., p.
68.
^^ Retomamos la cita de TETTAMANZI, D. "II ptocreare umano e la fecondazione in vitro". En: Medicina e Morale,
2, 1986, p. 357.

226
Capítulo VIII: Reproducción asistida

porque ésta es precisamente la definición misma del amor: querer al otro en sí mismo y
por sí mismo. Cualquier otro modo de dar la vida es inadecuado ai valor de la persona. En
segundo lugar, hace falta llamar la atención sobre la distinción, de fundamental
importancia en ética, entre hacer y obrar. Prescindiendo de h experiencia psicológica de
quien las ejecuta, nuestras acciones se colocan siempre a uno de estos niveles: o tienden a
la producción de un efecto externo al sujeto que obra; o permanecen en el sujeto que
obra. Una diferencia decisiva entre los dos tipos de acciones es la siguiente: "Lo que es
efecto del hacer humano -el producto de la actividad- se pone a un nivel de inferioridad
axiológica en relación con quien lo ha producido: el efecto producido vale menos que la
persona que lo produce, porque, en el fondo, el sujeto tiene un dominio de él"^'. Es
evidente que el modelo que posee una correspondencia adecuada con el origen de una
nueva persona humana es sólo el que se coloca en el ámbito del ser, como es precisamente
el acto conyugal que es un acto de amor y pertenece, por tanto, al obrar del hombre.
Mientras que la serie de actos en los cuales consiste la FIV tiene la naturaleza del hacer y
origina un producto. Estos actos pueden producir indirectamente un nuevo hombre o un
animal. En este sentido se comprende que el acto sexual entre dos cónyuges constituye
sólo ¡3 puesta en obra de Jas condiciones para que ¡a vida nazca. El hijo vendrá si "¡o
quiere" (si Dios quiere, si la Naturaleza quiere). Esto significa que el hombre se limita a
invocar un don, reconociendo que no tiene poder sobre la persona que es el hijo. Aquí la
voluntad del hombre se abstiene de ejercer el "poder" de hacer nacer, Al contrario, la
producción en laboratorio hace ser infaliblemente el hijo, a la par de otro objeto
produ-cible. A la invocación y al voto le sustituye el poder coercitivo.
La Instrucción vaticana Donum vita^^ ha afirmado que la reducción del hijo a pro-
ducto no es sólo una eventualidad, sino un resultado inevitablemente conectado con la
práctica de la fecundación artificial. Una vez establecido el recurso a la FíV, se querrá no
sólo el hijo, sino, cada vez con más frecuencia, un cierto tipo de hijo. Es en el orden de
las cosas que se llega a la manipulación de las características más fundamentales de los
hijos por parte de los padres, los técnicos y otras personas interesadas, grupos y gobier-
nos. Ya es ampliamente practicada la selección sobre base eugenésica de los hijos prove-
nientes de la FIV y será difícil resistir en la práctica (pero también en línea de principio) a
quien querrá lucrar por medio de la actividad reproductiva.

^' CAFFARRA, C. Op. cit., p. 70.


'^ Cf. CONGREGAZIONE PER LA DOTTRINA DELLA FEDE. htruzione sul rispetto délht vita umana e la digni-Ú della
procreazione. Risposta ad alcune quesHoni di attualita. Cittá del Vaticano, 1987-

227
Introducción a la Bioética

Según la Donum vitae, la valoración negativa de la FIV homologa está fundada sobre
una cuestión de antropología: la intrusión técnica en la vida de la pareja, que priva al niño
del acto fundador: el don que se realiza a través del acto sexual de los padres.
El acto fundador es un don intercambiado entre los padres, que hace esperar al hijo él
también como un don. Los padres han puesto las condiciones del nacimiento, pero no
tienen el control sobre su organismo. Desde la concepción el niño ya es otro respecto a
los padres. Para los padres vivir el don en relación con el hijo significa aceptar esta
alte-ridad del niño, que constituye la primera garantía de su autonomía psicológica y
espiritual. La concepción física no basta para fundamentar una maternidad y una
paternidad auténticamente humanas: también exige una adopción espiritual. Porque el
niño es siempre otro, debe ser esperado como radicalmente distinto de la representación
-proyección que hace de él el deseo de los padres-.
La intervención de la técnica en el proceso de la creación humana suscita la ilusión
peligrosa de dejar creer a los padres que podrán ahorrarse, en parte, aquel reconocimiento
bajo la forma de adopción, siempre difícil o frustrante. A partir del momento en el cual la
técnica es aplicada a la procreación humana hace renacer el sueño de la perfección. Por
consiguiente, ya no se tratará de hacer nacer un niño para una pareja estéril, sino de dar a
los padres un "hijo perfecto". El niño será ordenado con todos ios mínimos detalles,
haciendo perder el sentido providencial de la alteridad y violando un requisito esencial de
la persona humana a través del sometimiento a un proyecto o, peor, un deseo de otros, así
fuesen los padres.
La intervención de la técnica lleva en sí otra probabilidad de que el niño ya no sea
querido por sí mismo, sino que responda al deseo narcisista (aun de pareja) que se quiere
replicar en el hijo. Este deseo rechaza la diferencia y, por lo tanto, rechaza la alteridad. El
respeto del otro, en su irreducible alteridad, constituye el primer principio ético, sobre el cual
pueden encontrarse todos los hombres de buena voluntad, cualesquiera que sean sus
creencias religiosas.
En la FIV la intrusión de la técnica es tan penetrante que la intervención del médico o
del biólogo (el tercero) es absolutamente esencial: es él quien llama a los nuevos seres a la
existencia, es él quien controla la calidad de los embriones y decide a quién hacer vivir y
a quién hacer morir. En estas condiciones los padres son desposeídos de su derecho de dar
la vida y se hace arduo hablar de un niño nacido de un acto de amor, como con demasiada
facilidad se suele decir. Además, hace falta decir que el deseo de los hijos no constituye
prueba segura de un amor por los hijos. Ya hemos observado cómo este deseo tiene en sí
un componente muy narcisista, que tiene necesidad de ser cuidado y

228
Capítulo VIII: Reproducción asistida

humanizado. Es por este motivo que se debe reafirmar que la unidad entre el acto sexual y
el acto de procreación es la mejor prueba del amor por el niño, la garantía más segura de
su acogida respetuosa.

3.3 Fecundación artificial y unidad de la familia

Un tercer problema ético fundamental, suscitado por las tecnologías reproductivas


heterólogas {el discurso vale tanto para la FIV como para la inseminación artificial) es el
de la unidad de la familia. En efecto, en estas técnicas se recurre a h donación de gametos
masculinos, femeninos o, incluso, de embriones. La modalidad más difundida es la
donación de esperma, que es practicada a gran escala en todos los centros de asistencia a
la procreación. Es más rara la donación de un óvulo, dada la complejidad de la inter-
vención necesaria para su recolección y la necesidad de conocer a la mujer donante, dado
que los óvulos no se pueden congelar.
Existe también la práctica de la donación del embrión, que se efectúa cuando, por
motivos clínicos (incapacidad de llevar a término un embarazo) o de oportunismo (el
deseo de no tener que afrontar un embarazo o un parto), una mujer pide que el embrión
concebido por ella y por eí cónyuge sea trasladado (a través de la técnica del lavado ute-
rino) a una mujer portadora que asumirá su gestación, con la intención, con frecuencia
formalizada por un contrato, de recuperar el niño en el momento del nacimiento. Este es
el caso de la madre sustituta {surrogate mother), que en realidad puede rener figuras dife-
rentes, en cuanto que la mujer extraña a la pareja puede convertirse también en donante
del óvulo o del embrión.
De tal modo, las parejas que desean un hijo por esta vía introducen en la intimidad
conyugal un tercero (y también un cuarto socio). La alteración de las relaciones
intra-conyugales desemboca inevitablemente en la alteración de vínculos
parentales-filiales. El niño por nacer será hijo de padres diversos: puede tener un padre
biológico y un padre social o tener una madre biológica, una madre social y también una
madre que lo ha hecho nacer (en el caso de la maternidad subrogada).
En este caso, a la disociación de los actos sexuales de los padres que llevan a la fecun-
dación, ya efectuada por la FIV, se añade la disociación de los parentescos. Se comprende
que esta ulterior disociación producirá inevitables consecuencias sobre la pareja y, sobre
todo, sobre el niño que nacerá.

229
Incroducxáóii a la Bioética

Nacer con el semen de un donante

Con la procreación asistida que se vale de las técnicas heterólogas, la familia que se
forma es desequilibrada, en cuanto que los padres no están en una posición de paridad
con relación al Kijo. Uno de los miembros, casi siempre el hombre, en este tipo de pro-
creación queda fuera de juego. El derecho de los padres de engendrar sólo el uno por
medio del otro es violado, aunque esto tiene lugar con el consentimiento de ambos
cónyuges.
Este derecho de engendrar sólo el uno por medio del otro es inalienable, en cuanto
que él es parte esencial de la alianza nupcial. Renunciar al derecho de procrear sólo el uno
por medio del otro significa, al mismo tiempo, renunciar a la estructura del matrimonio.
La mujer que acepta someterse a la fecundación heteróloga suscribe otra alianza, por
medio del banco de esperma, con un desconocido, cuyo semen acepta, sin la molestia del
encuentro físico. Traicionando el derecho del esposo, ella comete una injusticia hacia él.
Además, también el hijo tiene detecho a que el pacto que une a sus padres no sea
roto. Si, luego, este hijo se revelase difícil o frustrante, ¿el padre no estaría tentado de
interrumpir la ficción y desconocerlo? De tal modo, el hijo vendría a sufrir una ulterior
injusticia. Se sabe que diversas acciones legales para el desconocimiento de paternidad han
sido intentadas por padres, cuya mujer se había sometido a la fecundación artificial.

Fragmentación de la paternidad y de la maternidad

Con las técnicas heterólogas ía maternidad puede asumir una definición diversa:
genética (la mujer que pone a disposición el óvulo), uterina (la mujer que lleva adelante
el embarazo) y social (la mujer que cría al hijo). Las combinaciones se multiphcan y la
madre puede ser uterina y social, sin tener que ser genética. En ottos casos, puede ser
genética y social (es el caso del embrión generado por una pareja, que lo confía a una
mujer disponible sólo para el embarazo). Pueden darse también otras combinaciones que
hacen aún más fragmentada y empobrecida la figura de la maternidad. En cuanto vincu-
lada a la estructura personal del ser mujer y a la dimensión personal de la donación, la
maternidad no puede ser interpretada exclusivamente en términos biológicos y fisiológi-
cos: sería reductor pensar en la maternidad sólo como en el préstamo momentáneo del
útero como en la donación de un óvulo.

im
Capítulo VIII: Reproducción asistida

La mujer es madre en la profundidad del propio ser y todo en ella está impregnado en
esta experiencia, que implica no sólo el cuerpo, sino también la psique y el espíritu. "La
maternidad contiene en sí una comunión especial con el misterio de la vida, que madura
en el seno de la mujer. La madre admira este misterio, con singular intuición comprende
lo que está sucediendo dentro de ella y ama al hijo que lleva en el vientre como una
nueva persona. Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando
crea a su vez una actitud hacia el hombre -no sólo hacia el hijo sino hacia el hombre en
general- que caracteriza toda la personalidad de la mujer"^^
La misma estructura se encuentra en la paternidad, aunque el hombre permanece bio-
lógicamente distante después del encaminamiento del proceso generativo.
La paternidad sólo biológica y la maternidad sólo gestacional y/o biológica falsifican
las características originales del ser padre y madre, trastornando sus rasgos particulares:
la unión de los cónyuges se vuelve inútil; los orígenes de la persona se multiplican y se
fragmentan.
Como hemos dicho muchas veces, la reproducción artificial tiende a convertirse en
una alternativa para la reproducción natural. Éste es el último resultado de la separación
entre el acto sexual y el acto de procreación. Se ha comenzado con la intención de reme-
diar la esterilidad y se ha creado un instrumento para satisfacer el deseo de las parejas,
pero también de los individuos. Practicadas sobre una mujer nubil, la inseminación o la
FIV heteróloga excluyen del todo la figura del padre.
La ruptura del vínculo nupcial entre los esposos, con todas las consecuencias que
implica, es un ulterior elemento que de suyo hace inaceptables las tecnologías reproduc-
tivas heterólogas.

3.4 Por parte del hijo

La justificación de las tecnologías reproductivas está hecha, sustancialmente, con base


en la utilidad de la pareja estéril.
Rara vez se afrontan las problemáticas desde el punto de vista del niño, cuando este
aspecto de la cuestión no puede ser descuidado, porque se trata de hacer llegar a la luz un
ser humano con todo el patrimonio de los derechos que le competen.

^^ GiovANNi PAOLO II. Mulieris dignitatem, n. 18.

231
Tnrroducción a la Bioética

¿Cuánto cuentan los derechos del hijo en nuestra sociedad? Hace falta responder
francamente que cuentan muy poco, porque la preocupación por el interés del niño es
sofocada por la presión de la petición de los padres y de los sentimientos, verdaderos o
^r&snmoa, que le están conexos {sufrimiento, generosidad, amor). La atención principa)
de nuestm sociedad está focalizada en los deseos de los adultos jóvenes, considerados los
únicos que merecen toda tutela.
Hablando de derechos, se nos coloca en un terreno fácilmente comprensible al hombre
contemporáneo, el de h justicia. En este sentido, ir contra los derechos del niño por nacer
significa cometer una injusticia en el momento en el cual es concebido, porque se le
quitan los bienes esenciales a que tiene derecho desde el comienzo.
El primer derecho del niño que ha de tomarse en consideración es el concerniente aJ
acceso a sus orígenes hioíógicos, en otras palabras, el derecho a conocer los propios padreí
biológicos. Este derecho encuentra varios reconocimientos normativos, entre los cuales
se señala, por su importancia, el insertado en la Constitución Suiza, que en el artículo 24
movies, garantiza "el acceso de una persona a los datos concernientes a su origen genéti-
co". En una época en la cual es posible, con el auxilio de la genética, conocer el propic
padre es impensable prohibir al hijo conocer el propio padre biológico, tanto por motivos
psicológicos como por motivos de salud.
La necesidad de conocer ios propios orígenes está tan radicada en lo profundo de
todos los hombres, que no dudamos en afirmar que corresponde a un derecho. El date
biológico es ineliminable de la definición del hombre: "Que se llegue a definir al hombre
como un ser cultural es aceptable; en cambio, es imposible prohibir el dato biológicc de
esta cultura. Precisamente el dato biológico es portador del sentido, no de un sentido que
el hombre le pueda conferir, sino de un sentido anterior a él y que él tiene el debeí de
acoger con respeto, hasta con reconocimiento. Me doy a mí mismo. Me recibo de los
otros, en los cuales aprenderé a descubrirme. El dato biológico, o el dato genético, no
es un fundamento neutro sobre el cual construir una personalidad que debería ser deu-
dora de lo que es a las solas relaciones culturales y a los solos intercambios sociales. Por
una parte imposible de valorar con exactitud, pero seguramente importante, él determina
esta personalidad"^*.
El cuerpo de una persona no es sólo suyo, como afirmaba el antiguo feminismo. El
cuerpo vincula a la persona a aquellos que le han precedido y de los cuales ella deriva. El
esperma y el óvulo expresan una genealogía. Los hijos adoptados, cuando llegan a cono-

■''' BRUGUES, J. L. Op. cit., p. I4l.

0^9
Capítulo VIH: Reproducción asistida

cer su condición, quieren conocer los propios orígenes, ellos quieren curarse de una heri-
da. La adopción, no obstante la herida que proporciona, es un bien, porque la persona
ya existía y es acogida en una familia, mientras que el deseo de la pareja inflige conscien-
temente al hijo esta herida.
"El psicólogo y el psiquiatra quedan consternados cuando oyen al jurista tratar la cues-
tión del anonimato. No conocen el anonimato sino el secreto y saben bien que esto puede
ser auténtica dinamita en la vida del sujeto. La generalización del anonimato los espanta.
Hay secretos que son muy positivos para la pareja; hay otros que la destruyen; hay secretos
que ahogan al niño, que paralizan a los padres"".
Los motivos de salud son relativos a las patologías que piden una intervención, como
donante, por parte del padre biológico. Por lo tanto, aunque la legislación estatal debiese
admitir la fecundación heteróloga, debería por lo menos guardarse rigurosamenre el
derecho del hijo que haya superado los catorce años de conocer los datos anagráficos del
padre biológico y toda información relativa a la propia salud y el derecho de pedir el des-
conocimiento del padre legal y la contextual declaración judicial de paternidad en rela-
ción con el padre natural.
Finalmente, se afirma el derecho a tener dos padres.
Ya hemos aludido al derecho del hijo de ser concebido por una pareja, que asume la
responsabilidad de criarlo. El derecho en cuestión puede ser precisado como derecho a ser
criado por aquellos que lo han procreado. La separación de la responsabilidad de la pro-
creación de la responsabilidad del cuidado hace del hijo un objeto.
Podemos concluir que la FIV heteróloga contiene elementos de injusticia porque
rechaza la consideración de los derechos del hijo.

3-5 Aspectos éticos relativos al donante

La FIV y la inseminación heteróloga ponen en cuestión a la persona que proporciona


el esperma. Para la FIV el donante puede ser también la mujer que da el óvulo y que
presta el útero. Los motivos que mueven a estos extraños a colaborar son anres que todo de
orden económico, en tanto que tienen una importancia muy escasa motivaciones de
ayuda a las parejas estériles. En las mujeres que prestan el útero, alguna vez se encuentra el
sentido de culpa por un aborto precedente y la voluntad de remediar prestándose para la
gestación (y también para la donación del óvulo).
" Ibíd., p. 142.

233
Introducción a ia Bioética

La valoración moral de la cesión de los gametos seguiría siendo negativa aunque la


donación fuese originada por una actitud altruista.
Con frecuencia se compara la donación de los gametos o el préstamo del útero con la
donación de sangre o de órganos. Pero entre los dos casos hay una distinción decisiva:
sangre y órganos tienen la función de salvar la vida de quien tiene necesidad de ella, mien-
tras que ios gametos y la maternidad subrogada no tienen esta función salvavidas.
Algunas sencillas preguntas ayudan a interpretar la presunta generosidad de los donan-
tes: "¿Es cosa digna del hombre donar sus gametos, sin preocuparse de su devenir? ¿Es
cosa digna del hombre confiar su descendencia familiar a desconocidos? ¿Es cosa digna
del hombre ignorar estos seres que, sin saber, pero con su consentimiento, serán conce-
bidos con su sustancia? A estas preguntas respondemos que no"^^
La donación de esperma, como la donación de óvulos, nos parece inmoral, no sólo
porque quita la responsabilidad a una persona que no deberá afrontar las consecuencias de
su acto, sino porque la humillan en lo profundo de si En efecto, del donante se quiere
algo que tiene que ver con el sexo, pero se rechaza la persona, su rostro. "El esperma
expresa de algún modo lo más personal que existe en el hombre. En el esperma culmina
el acto sexual y por su medio se realiza de manera total y completa la donación que el
esposo hace a la esposa de su persona. Donar el propio esperma a alguien es un acto de
altísimo significado, tanto más cuando, a través de la fecundación, se implica otro destino,
el de la madre, y se crea un tercero, el hijo. Ahora, el donante, donando el esperma, no
dona nada de si sino un liquido y, a través de aquella distribución anónima que es la
quintaesencia de su persona, este hombre se suicida moralmente. Utihzando el esperma
con este fin se reduce el hombre al papel de un semental"". Con mayor razón, es inacep-
table la donación motivada por solas motivaciones económicas.

5-6 Maternidad subrogada

En el fenómeno del embarazo se verifica un intercambio intensísimo entre la madre y


el niño. Este intercambio es juntamente físico, psíquico y espiritual; por medio de él se
estrechan víncidos originales entre la madre y el hijo. Por una parte, la mujer imagina al
niño, fantasea sobre él y dialoga con él; por otra, el niño toma cuerpo y forma su espíritu
en esta comunicación no verbal con la madre.
^^ Ibíd, p. 170.
^' El análisis es propuesto por el teólogo protestante Franz Leenhard, citado en: AUBERT, J, M. Abrégé de morale
catholique. Desclée, París, pp. 320-321.

234
Capítulo VIII: Reproducción asistida

Si, como sucede por contrato en la maternidad subrogada, el hijo es cedido después
del parto, se inflige al niño una grave herida en su vida relacional. Una herida que se
coloca en la fase inicial de la vida, cuyas consecuencias, aunque no cuanrificables, serán
ciertamente graves.
Además, la separación de la voluntad de concebir y llevar a ia luz a un niño de la
voluntad de criarlo como hijo propio, implica un cambio en el modo de mirar al hijo: el
niño ya no es querido por sí, sino por algo como el dinero o, en el mejor de los casos, la
voluntad de hacer un servicio. En estas condiciones, el niño es tratado como un instru-
mento y se viola un principio ético fundamental: no es legítimo crear una vida humana
con la intención de abandonarla^^ En la misma línea de valoración negativa se colocan
las sentencias de los tribunales que prohiben la suscripción de contratos concernientes a
"una cesión de hijo" y las legislaciones mismas de casi todos los países europeos.
También se encuentra que la mujer es reducida al papel de instrumento de servicio.
Prescindiendo de los daños de naturaleza psicológica a los cuales puede conducir una
maternidad abortada (con frecuencia testimoniados por los rechazos encarnecidos de
entregar el hijo a una pareja "ordenante"), la mujer es reducida al papel de incubadora, el
rostro de la persona es reducido a uno de sus órganos. También se pide a ia mujer que
renuncie a la rica relación que se instaura entre madre e hijo durante el embarazo.
Obrando de esta manera se humilla y se deshumaniza su persona (juntamente con la del
hijo). La maternidad subrogada hecha por razones económicas es moralmente inacepta-
ble, porque se configura como mercantilización del cuerpo de la mujer.
La eventual motivación de la generosidad en el alquiler del útero no cambiaría mucho
los términos del problema, porque la generosidad no remedia los defectos objetivos que
están implícitos en la práctica de la maternidad subrogada. Si luego se debiese difundir la
procreación por conveniencia, por la cual se decide confiar el embarazo a otra mujer por
falta de tiempo o por miedo de ver ajarse el propio cuerpo, el argumento de la generosidad
se convierte en pretexto.

3.7 Inseminación artificial homologa

Es una práctica que, desde el punto de vista ético, se presenta de manera muy diferente
respecto a la inseminación heteróloga. En la inseminación homologa no se da la ruptura
del vínculo nupcial, que constituye el elemento más negativo.

^^ KRIMMEL, H. T. "T~he case against surrogate parenting". En: Hastings Ceníer Repon, octubre de 1982, p.35.

235
Introducción a la Bioética

Se puede afirmar que este tipo de inseminación no presenta dificultad de orden moral, si
se lleva a cabo como ayuda terapéutica e integrante del acto conyugal, para que éste
pueda tener efecto procreatlvo. Permanece la exigencia de que las técnicas empleadas (por
ejemplo, la recolección del semen) sean ellas mismas moralmente correctas.

3.8 Recolección del semen masculino

El método más comúnmente usado para la recolección del semen es la masturbación.


El motivo de esta preferencia es la mejor calidad del semen (en particular, el estado libre
de infección) respecto a otros métodos. Sin embargo, hace falta observar que con fre-
cuencia la técnica de la masturbación para la recolección del semen es utilizada porque
se considera más rápida, dado que podría ser evitada en la gran parte de los casos uti-
lizando métodos estrechamente conectados con el acto conyugal, aunque un poco más
laboriosos.
Muchas personas, cuando son llamadas para la recolección del semen con la masturba-
ción, rehusan practicarla por motivos psicológicos, morales o religiosos. La problemática
de la masturbación ha sido reconocida también por un documento del Comité Nacional
de Bioética Itallano^^ en el cual se afirma la necesidad de salvaguardar la relación médico
paciente, ei pleno respeto de ías conc-iccíones culturales y religiosas y h plena, dignidad
del paciente.
Para los fines diagnósticos existe la posibilidad de usar un aparato electromédico lla-
mado Viricat, capaz de estimular la emisión de esperma sin provocar el orgasmo. Para
los fines de la inseminación homologa, entendida como ayuda al acto conyugal, son más
apropiados los métodos de la recolección del semen desde el fondo vaginal o del condón
perforado.
Desde el punto de vista católico, según la enseñanza constante del magisterio, la mas-
turbación es un acto no moral, que por eso es evitado lo más posible. A título de ejemplo,
reportamos un solo texto sacado de la Donum vitae: "La masturbación mediante la cual
se consigue normalmente el semen, es otro signo de tal disociación (disociación de la
procreación del acto sexual); aun cuando es planteado en vista de la procreación, el gesto
permanece desprovisto de su significado unitivo: le falta la relación sexual exigida

^^ CoMiTATO NAZIONALE PER LA BiOETiCA. Probkmi della raccoha e trattamento ¿el liquido seminale
umano perfinalita diagnostiche. Roma, 5 de mayo de 1991.

236
Capítulo VIIIi Reproducción asiscída

por el orden moral, la que realiza en un contexto de verdadero amor el sentido íntegro de a
mutua donación y de la procreación humana" {DVll, 6).
Sin embargo, se precisa que existen diversas formas de masturbación: la exploradora
del adolescente, la neurótica del adulto, la paliativa de quien vive segregado, etc. Ahora, i
éstas se ha añadido la relativa a las tecnologías reproductivas. En todos estos casos, el seto
considerado en sí mismo permanece desordenado, aunque la gravedad moral no es igual
para todos. En el caso de la masturbación relativa a la inseminación homologa, no se
daría ni el rechazo de la procreación ni el rechazo de la relación con la otra persona, más
bien el semen estaría precisamente destinado a la mujer y mantendría la cualidad de don
para el otro'*^.

4. Cuestiones complementarias

4.1 Problemas ético-médicos

En primer lugar, se trata de la raloración de los riesgos de la estimulación ovárica, que


demanda un atento examen de las condiciones de la mujer para evitar lo más posible que
ella sea afectada por el síndrome de la hiperestímulación ovárica.
Otro punto que demanda comportamientos éticos precisos es el relativo a la recolec-
ción y conservación del semen en los bancos de esperma. En este caso la exactitud del
screening es esencial para evitar ei riesgo de transmisión del SIDA y reducir el riesgo de
enfermedades genéticas.
Pero el problema ético-médico más importante concierne al resultado de la negación
de la responsabilidad de la pareja que se dirige al médico, al técnico, para obtener respuestas
a un problema -la imposibilidad de concebir- que puede también no ser orgánico. La
condición de esterilidad implica una cierta discrecionaUdad (en los límites, obviamente, de
la diagnosis de esterilidad presentada por la pareja) por parte del médico sobre el pro-
cedimiento más idóneo para el caso individual, discrecionalídad basada sobre el presu-
puesto (paternalista) de que sólo eí médico está en grado de decidir lo que es opontmo
para ei bienestar de los propios pacientes.

40 Cf. BRUGUES, J. L. Op. cit., p- 122.

237
Incroducdón a la Bioética

Se plantea con urgencia la cuestión de la correcta información científica, la cual puede


tener un peso deterniinante en la valoración y en las decisiones de la pareja que pide ser
asistida. En la realidad la información suministrada a las parejas es insuficiente, mejor,
con frecuencia se es afectada por la baja calidad de la información o, incluso, por la
desinformación'''.

4.2 Problemas ético-jurídicos

Entre los problemas ético-jurídicos recordamos ante todo la cuestión fiíndamental


que concierne a la calificación del derecho a la procreación. Éste puede ser configurado
como derecho individual (y en particular como derecho a la mate^nidad}''^ o bien como
derecho de pareja, que significa, en otros términos, derecho del niño a ambos padres. Se
comprende que la asunción de uno o de otro punto de vista dará lugar a consecuencias
profundamente diversas bajo el aspecto de la legitimación del acceso a las prácticas de
procreación asistida- En efecto, la definición de un verdadero y propio derecho a la mater-
nidad implica el reconocimiento incluso a las mujeres solas, o no insertadas en una rela-
ción estable de pareja, de la oportunidad de recurrir a las tecnologías reproductivas. Si, en
cambio, se atribuye una importancia prioritaria a la dimensión relacional de la pareja y al
derecho del niño a Aacer en una Emilia con ambos padres, evidentemente no es admisible
el uso de las técnicas de reproducción asistida por parte de individuos solos.
Otros temas de importancia ético-jurídica son: la condición de anonimato del donante
con el correspondiente derecho del niño a conocer la propia ascendencia biológica, la
atribución de la paternidad jurídica (cuando ésta no coincide con la biológica), el derecho
de propiedad sobre los gametos y sobre los embriones congelados. Sobre estos temas
regresaremos en el capítulo dedicado a la reglamentación jurídica de la procreación
asistida.

4.3 Problemas ético-económicos

El recurso a las técnicas de fecundación artificial implica costos muy elevados, sobre
todo si se confrontan con la tasa de éxito más bien baja que se registra. Como para toda

"" Cf. "Procréatique er désinformation". ^n: Le Monde, 17 de diciembre de 1987 y 2 de febrero de 1988. La
situación no parece haber cambiado significativamente en el úkimo decenio.
''^ Esta es la opción tomada por fa ley española sobre las técnicas de procreación asistida (22 de noviembre de
1988, n. 33).

238
Capítulo VIII: Reproducción asistida

Otra práctica médica no salvavidas se debería hacer un análisis atento de la relación


costo-beneficio, sobre todo si se debiese prever la asunción por parte del sistema de salud
público de la carga económica a la procreación asistida.
Otro aspecto por considerar es el de la mercantilización del cuerpo humano que surge
del pago del semen del "donante", del alquiler del útero y de la posible comercialización
de los embriones.
Finalmente, no se debe olvidar que existen fuertes intereses económicos por parte de
los médicos y de los técnicos que han dado vida a un número elevado de centros para la
procreación asistida■'^

5. Aspectos jurídicos

Los problemas relativos a la procreación asistida tienen fuerte importancia ética, social
^jurídica. Por esta razón muchos países han procedido a legislar para regular los diversos
ispeaos implicados en el aso de estas tecnologías.
Un problema no secundario está constituido por la rápida evolución de las tecnolo-
gías, que introduce siempre nuevos casos y hace envejecer las normas jurídicas emanadas
3ara regular la materia. Pero también, si el derecho no podrá seguir todas las nuevas
téc-licas, podrá ciertamente dictar las orientaciones de fondo, dejando a las sucesivas
actua-izaciones el cuidado de regular las nuevas tecnologías.
En Europa casi todos los países ya tienen una legislación que regula las tecnologías
reproductivas. En algurios países han sido emanadas leyes por parte de los padamentos
;entrales; en otros, la materia es regulada por normas jurídicas de rango inferior
{decre-:os ministeriales, reglamentos sanitarios, etc.).
También las instituciones de la Comunidad europea"" han intervenido en la materia
ie la procreación asistida y de la tutela del embrión. Se siente la exigencia de una regla-
mentación internacional de la materia, en ausencia de la cual la eficacia de la disciplina
lacional resultaría reducida; pero no se ha llegado a algún acuerdo de este género.
En este apartado haremos una reseña de las legislaciones de los principales países euro-
peos y las indicaciones dadas por la Unión Europea.

En Italia ya existen aptoximadamente 250 centros que opetan en este campo, frente a los alrededor de 300 en los
Estados Uiiidos, que tiene una población cuatro veces superior a ía italiana. "" Convenzíone di bioética del
Consejo de Europa de 1996.

239
Introducción a la Bioética

5-1 Cuestiones por reglamentar

Ellas son:
• El derecho al acceso a las técnicas de procreación asistida: mujer sola, pareja casada
o que convive.
• La fecundación in vitro por fuera del cuerpo de la mujer.
• La intervención homologa, con gametos del compañero, o heteróloga, con gametos
de un donante externo a la pareja.
• La posibihdad de donación de ovocitos por parte de la mujer.
• La posibihdad o no de congelar (crioconservación) los embriones.
• La posibilidad de efectuar intervenciones diagnósticas o terapéuticas sobre el
embrión.
• La maternidad subrogada.

5-2 Legislación de algunos países europeos"^

a) El derecho de acceso a las técnicas de fecundación artificial.


Todos los países prevén la posibilidad de recurso a las técnicas de procreación médica-
mente asistida por parte de las parejas unidas en matrimonio o en una "análoga relación
de convivencia", como se expresa en particular la ley austríaca. Gran Bretaña y España
prevén además que puedan acceder a las técnicas también las mujeres solas. En estos dos
países se permite el acceso a mujeres nubiles y viudas, porque han prevalecido sobre los
derechos del niño los derechos de igualdad entre mujeres casadas y no.
En verdad, la mayoría de las legislaciones atribuyen el derecho subjetivo directamente
a la mujer, con la condición, sin embargo, de que la misma esté en posesión de deter-
minados requisitos entre los cuales precisamente el de estar unida en matrimonio o bien

'^^ Para mayores informaciones sobre los textos de ley se puede consultar: COMITATO NAZIONALE PER LA
BIOÉTICA. La legislazione straniera sulU procreazione assistita. Presidencia del Consejo de Ministros,
Departamento para la información y la actividad editorial, Roma, 1992; el capítulo XII de Di PIETRO, M. L. e
SGRECCIA, S, Op. cit., pp. 214-255; Di PIETRO, M. L. "Analisi comparata delle ¡eggi e degli orientamenti
normativi in materia di fecondazione artificiale". En: Medicina e Morale, 1, 1993, pp. 231-282; REICHLIN, "Le
opzioni lelgisUtive nei principali paesi europei". En: CATTORINI, P. Op. cit, pp. 97-132; véase también el
informe de presentación del articulado unificado del proyecto de !ey4l4. Actas de la Cámara de los diputados
del parlamento italiano deí )4 de julio de 1998.

240
Capiculo VIII: Reproducción asistida

conviva de modo estable, como está previsto por la norma francesa. Normalmente se
permite el acceso a las parejas que conviven; en algún caso (Austria) se pide que la con-
vivencia dure por lo menos tres años o que se demuestre la estabilidad de la convivencia
(Suecia).
b) Además de la inseminación artificial, se admite en todas partes la fecundación in
vitro.
c) Análogamente, casi todos los países admiten el recurso, según modalidades de vez
en cuando diversas, a las técnicas de fecundación (en vivo e in vitro) tanto homologas
como heterólogas. En algunas legislaciones las técnicas heterólogas son consideradas de
segunda opción y, de todos modos, condicionadas a la presencia de indicaciones médicas,
entre las cuales están las enfermedades genéticas. Éste es el caso de la ley francesa, según la
cual el recurso a la fecundación heteróloga puede ser hecho sólo en el caso en que no
pueda lograrse una asistencia médica a la procreación sin recurso a un tercer donante.
En Alemania la inseminación heteróloga es admitida sólo entre esposos y no enrre
parejas que conviven, mientras que está prohibida la FIV heteróloga en la cual haya dona-
ción de óvulo. El único país que, actualmente, permite sólo la fecundación homologa y
prohibe en todo caso la heteróloga es Suecia.
d) Comparten la prohibición de donar el óvulo también Austria, Noruega y Suecia.
Los motivos de la prohibición son la dificultad de la recolección del óvulo, la dificultad
de conservación y las dificultades conexas de mantener el anonimato.
La donación del semen es en general reglamentada así: en muchos casos es obligatorio
usar semen congelado; el semen debe ser sometido a screening para confirmar ía ausencia
de enfermedades transmisibles por vía sexual y de anomalías genéticas^*; límite de 5 o 6
mujeres fecundables con el semen del mismo donante; gratuidad de la donación; ano-
nimato del donante, por lo menos en cuanto concierne a la identificación personal, por-
que algunos datos biológicos (anotados en el registro pertinente) pueden ser adquiridos
con la mayor edad del hijo.
e) Por norma, la crioconservación del semen se precisa para tener la posibilidad de exá
menes más profundos sobre la ausencia de enfermedades. También varía mucho el tiem
po máximo de conservación del semen (desde dos años en la ley austríaca hasta diez en
la inglesa).

^^ El screening genérico está en rápida evolución y las leyes normalmente no obligan al uso de las pruebas más
recientes, dejando un margen de riesgo que se podría evitar.

241
Introducción a la Bioética

Está prohibida por todas las leyes la crioconservación del óvulo, porque, como dice
la ley española, no hay suficientes garantías sobre la utilizabilidad con fines reproducti-
vos del óvulo descongelado.
La crioconservación de los embriones está permitida con fines de donación y de emba-
razos diferidos. Acerca de los tiempos de la conservación, la mayoría de los países prevé
un límite máximo de cinco años. La ley austríaca y la sueca rebajan esre tiempo, respec-
tivamente, a dos y un año.
f) La experimentación sobre los embriones es permitida por las leyes española, inglesa
y sueca hasta el día 14 de vida del embrión. La ley alemana permite la experimentación
sobre el embrión hasta el momento de la singamia, es decir, hasta 21-22 horas después
de la concepción.
La ley francesa prohibe en línea general la experimentación sobre los embriones.
Excepcionalmente se puede actuar con finalidades terapéuticas a beneficio del embrión.
g) Todos los países europeos prohiben la maternidad subrogada. La mayor parte de los
códigos civiles consideran al niño hijo de la madre que lo ha dado a luz y esto impide la
posibilidad de reconocer validez jurídica a los contratos de subrogación.
En conclusión, podemos decir que las leyes nacionales de los países europeos son
muy diversas entre ellas. Algunas han escogido intervenir de modo mínimo. Es el caso de
Suiza, donde se ha definido sólo el estado del niño por nacer (la misma elección ha sido
hecha en los Estados Unidos, donde, por lo demás, los Estados particulares han interve-
nido con leyes concernientes a aspectos específicos de la procreación asistida).
En Gran Bretaña y en Suecia se ha legislado de modo ñ:agmentarÍo, regulando sólo
algunos aspectos considerados más urgentes. En España y Francia se han emitido leyes
que regulan la materia de modo completo.
Para una valoración ética aunque sumaria se deben señalar por lo menos dos elementos:
la desatención de los derechos del niño por nacer en algunas legislaciones (España y
Gran Bretaña) que permiten la fecundación de una mujer sola. Y la contradicción de
algunas legislaciones que reconocen el estado jurídico al embrión y le conceden protec-
ción antes de la implantación en el útero, mientras que durante el embarazo e! embrión
pierde la personalidad jurídica, en cuanto que queda en la esfera de la ley que regula el
aborto (es el caso de Alemania).

242
CAPÍTULO DC

ABORTO

1. Aborto voluntario

El tema del aborto o de la interrupción del embarazo mantiene una viva actualidad, a
pesar de que ya hayan transcurrido unos treinta años desde la introducción en casi todos
los países occidentales de leyes que la despenalizan o la legalizan de manera más o menos
extensa. Sobre la licitud moral del aborto permanecen fuertes divergencias, que repercuten
en la valoración de las legislaciones existentes y dan origen, de vez en cuando, a propuestas
de modificación de las normas que regulan la interrupción del embarazo.
El aborto puede ser estudiado desde diversos punios de vista: histórico, sociológico,
jurídico, psicológico, cultural y teológico-canónico. Limitaremos nuestro estudio a los
aspectos socio-culturales, a los aspectos jurídicos que más perplejidad suscitan en la nor-
mativa italiana y finalmente a la ilustración de las motivaciones de ilicitud moral de cuan-
tos son contrarios al aborto.
La especie de aborto que está en el centro del debate ético es la del aborto voluntario
directo.
Existen en efecto otras especies de abono: durante el proceso del embarazo' pueden
darse abortos espontáneos, provocados por enfermedades maternas generales (por ejemplo,
diabetes) o locales (tumores). El aborto espontáneo puede ser provocado también por

' En el desarrollo fisiológico del embarazo !a evolución del óvulo fecundado inieractúa con el proceso receptor
del organismo femenino. El óvulo fecundado está constituido por una sola célula microscópica que comienza
rápidamente a dividirse en dos, luego en cuarto, después en ocho y en dieciséis células. La célula fecundada es
llamada cigoto; ésta pasa a la fase de mórula y luego de blástula, y ya se habla de embrión. El anidamienro
tiene lugar en ía fase de blástula, hacia el octavo día; es un momento deli-
Introducción a la Bioética

enfermedades del mismo embrión o feto. El aborto se dice culposo, es decir, no directa-
mente querido y programado, cuando es el resultado de comportamientos imprudentes
efectuados por la gestante: esfuerzos desproporcionados, trabajos pesados, etc.
El aborto voluntario es el realizado con la voluntad de suprimir al concebido. Se trata
de una acción intencional, que se sirve de medios necesarios para alcanzar el fin. El aborto
voluntario puede ser directo o indirecto. Se tiene el caso del aborto indirecto cuando el
aborto no es querido ni programado, sino que deriva de una intervención médica o qui-
rúrgica, tendiente por su naturaleza a salvar a la mujer de una enfermedad grave que exigía
tal intervención.
La legitimidad de un tratamiento que implique la muerte del feto está fundada sobre
el principio llamado del doble efecto-, por el cual es lícito realizar un acto médico en sí
bueno o indiferente, que conlleva la muerte del embrión. Recordemos las condiciones
de aplicación de este principio en el caso del aborto: a) la intervención debe tener en la
intención del médico la finalidad de salvar la vida de la paciente; b) que la liberación del
mal no sea obtenida a través de la muerte del feto (el fin no justifica los medios); c) el
acto médico debe ser gravemente necesario y no sustituible por otro que no implique la
muerte del feto.
Las condiciones de aplicación muestran cómo el aborto indirecto no es una excepción
ai principio ético de no matar, más bien es una categoría diferente dt evento, que resaf-ta
el límite de la condición humana, obligada a realizar acciones que terminan por implicar la
vida de los otros.
No siempre es fácil la distinción entre aborto directo e indirecto. Se puede decir con
certeza que se tiene aborto indirecto en los casos de aceleración del parto para impedir la
muerte de la madre y sucesiva muerte del feto; en la intervención urgente de extirpación
del útero afectado por cáncer; en la muerte del feto tras el intento de ajustar el útero ple-

cado del desarrollo del embarazo. Este paso registra un alto número d^ fracasos. Entre los días catorce y
dieciocho se forma un primer esbozo de la columna vertebral. Dentro del tercer mes se establece en el embrión
una evidente diferenciación: en efecto, se lleva a cabo la organogénesis, es decir, el bosquejo de los órganos, y
se hacen evidentes las apariencias humanas. Es en pjia fase que se pasa del período llamado del embrión al del
feto. El embarazo normal se completa hacia los 280 días, que es un término medio no fijo: en tal caso se habla
de parto a tiempo; o bien puede ser acortado o retrasado y se habla respectivamente de parto prematuro o
tardío. El embarazo se dice internmipido cuando el proceso fisiológico se detiene antes que el nuevo ser haya
alcanzado la vitalidad, es decir, la capacidad de continuat viviendo fiíera del úteto materna. La supervivencia o
vitali<Jad clínica del feto oscila según su evolución y las crecientes posibilidades técnicas. Ordinariamente,
hace falta que el feto haya alcanzado las 30 semanas, peto se hace cada día más frecuente la supervivencia
después de los 180 días.

244
Capítulo Di; Abono

gado hacia atrás; aborto por intervención sobre tejidos, en caso de embarazo extra uterino,
cuya prosecución sería fatal para la madre.
La cuestión central del aborto está constituida por la identidad del concebido; ¿con el
aborto se suprime un ser humano o un conjunto de células? En relación con esta identi-
dad, se puede dar una valoración ética sobre el aborto y sobre las leyes que lo regulan.
para una discusión más profunda sobre la identidad del embrión, remitimos al capí-
tulo VII.
Aquí nos limitamos a llamar la atención sobre la existencia de posiciones diferentes
acerca de la constitución del embrión:
i) La posición que distingue radicalmente al ser personal del ser humano añrma el
estado de objeto del embrión, que es propiedad exclusiva de quien lo ha generado y tiene
sólo el valor que el poseedor le atribuye. Es la posición de Engelhardt, Singer, Hoerster,
Morí, MafFettone, etc. Para los defensores de esta visión del embrión, las leyes que regulan
el aborto son también inmorales, en cuanto que limitan la libertad personal y el uso
autónomo de una propiedad privada.
ií) La posición que considera que el concebido se coloca en la esfera humana desde el
primer momento de vida. En este caso el ser personal se encuentra en cualquier parte que
haya un ser humano; por consiguiente, el ser personal se encuentra también en el
embrión, aunque esta fase de la vida no puede explicar todas las potencialidades propias
de la persona humana.
Entre los defensores de esta posición se coloca la Iglesia católica^ que sigue siendo la
insciCüci-áíi mis scciva a íiível líiuíidial CÍI la defensa <kl d-eoechc a la vida, cottio dere-
cho inviolable e indisoluble, que debe ser reconocido por toda persona y también, poi el
derecho de los Estados.
iji) La tercera es la posición de quien acepta el valor de la vida humana desde su con-
cepción, pero está dispuesto a reconocerle un valor no absoluto, sino condicionado, er
el sentido de que tal valor puede ceder el paso a otras exigencias consideradas esenciales
2 La Iglesia católica resalta la gravedad moral del abofto con una particular disciplina contenida en diver sos
cánones del Código de derecho canónico de 1983. El canon 1398 dice: "Quien procura el abor to, una vez
conseguido el efecto, incurre en la excomunión". Procura el aborto tanto la mujer que pid la interrupción
voluntaria del embarazo como los cooperadores necesarios, como quien ba obligado > indicado a la mujer
que aborte, y el cirujano y el anestesista que llevan a cabo la inrervención aborti va- La excomunión, que es
sancionada latae sententiie, es decir, tan pronto como se cometa el delire señala la gravedad objetiva de la
muerte de la vida humana inocente.
En el plano subjetivo tanto la nonnativa canónica como la pastoral de la Iglesia toman a pecho el arrt
^enúmiemo de aoueWos Que han realizado el abo/ro, en parricuJar de h mu}ei que ha abortado, Jua

245
IniToáucdón a h Bioérica

Ahora, si el conflicto fuese entre el derecho a la vida del concebido y el de la madre, ten-
dríamos el caso recordado arriba a propósito del principio del doble efecto. Pero si el con-
flicto se establece entre el derecho a la vida del concebido y derechos de rango inferior
como el derecho a la salud, incluso sólo psíquica, o a derechos de realización profesional,
etc., nos encontramos en una situación de contradicción, en cuanto que el derecho a la
vida es fundamental y debe prevalecer sobre cualquier otro. En este caso, con el carácter
de absoluto deí derecho a ía vida, viene a menos la obligación para todos de abstenerse
de disponer de la vida ajena.
El reconocimiento condicionado del derecho a la vida deja algunos seres humanos a
merced de otros seres humanos, que pueden decidir sobre su supervivencia.
Esta es la condición en la cual se encuentran la mayor parte de los estados que con la
legislación sobre el aborto han cesado de tutelar el valor absoluto de la vida rebajándolo a
valor comparable con otros.
Los motivos de esta situación son múltiples, pero tiene importancia decisiva el excesivo
crédito que se concede, en nuestras civilizaciones avanzadas, a la autonomía personal. La
preeminencia de la autonomía personal contiene en sí un principio de conflictividad que,
si no es regulado por el derecho y por la moral, prevarica también sobre el derecho a la
vida de los otros seres humanos.

2. Aborto con la "pildora del día después"

Prescindiendo de la valoración moral del aborto, que queda como está, se debe ilustrar
un capítulo nuevo de las metodologías de aborto, el procurado con el suministro de
hormonas esferoides.

Pablo II en un pasaje de la encíclica Evangelium vitae se dirige así a las mujeres que han recurrido a! aborto:
"La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido sobre su decisión, y no duda que en muchos
casos se ha tratado de una decisión sufrida, quizá dramática. Probablemente la herida en su alma aún no ha
cicatrizado. En realidad, cnanto ha sucedido ha sido y permanece profundamente injusto. Sin embargo, no se
dejen vencer por el desánimo y no abandonen la esperanza. Más bien, sepan comprender lo que ha sucedido e
inierprétenlo en su verdad. Si todavía, no lo han hecho, ábranse con humildad y confianza al arrepentimiento:
el Padre de toda misericordia las espera para ofrecerles su perdón y su paz en el sacramento de la
reconciliación. Y pueden confiar con esperanza a su hijo al mismo Padre y a su misericordia. Ayudadas con el
consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, pueden estar, con su sufrido testimonio, entre los más
elocuentes defensores del derecho de todos a la vida" (EV En: ENCHIRIDION VATICANUM. Vbl. 14, p. 1431).

i//r
Capítulo IX: Aborto

Una de esas hormonas ílie sintetizada por el profesor Etienne Baulieu, a finales de la
década de 1970 y fue experimentada desde la mitad de la década siguiente en diversas
clínicas francesas y al final de ese decenio ya estaba disponible para la comercialización.
H producto farmacéutico se conoce como pildora R.13 4S6. Ella actúa obra como anta-
gonista de la progesterona (que mantiene el estado de embarazo), impidiendo el
anida-miento del embrión en el útero o, si este ya ha tenido lugar, la nutrición del
embrión, que muere por falta de alimentación.
El suministro del fármaco debe ser seguido después de algunos días por una ulterior
administración de prostaglandina, que provoca la expulsión del embrión o del feto ya muerto.
En caso de duda sobre la expulsión, se recurre a una ecografía. Durante el tratamiento se
pueden registrar náuseas o dolencias abdominales. No se trata, por lo tanto, de un nuevo
aborto fácil, sino de un procedimiento que ha de efectuarse bajo control médico^

¿Cómo evaluar el uso de la pildora del día después?

Si se tratase de una simple sustitución de metodología en la ejecución del aborto, no


habría nada qué objetar. Las experimentaciones hasta ahora efectuadas no han suprimido
completamente los riesgos para la salud de la mujer, que consisten principalmente en la
posibilidad de hemorragias en concomitancia con la expulsión del feto. Además, no se
debe subvalorat el riesgo de contribuir a la difusión del aborto clandestino, en cuanto que
la pildora podría ser fácilmente comercializada a través de un circuito ilegal. No hace
falta decir que con el uso de la pildora del día después se corre el riesgo de aumentar el
aborto clandestino, sobre todo en las mujeres muy jóvenes, cott el consiguiente peligro
para su salud.

3. Diagnosis prenatal

Se trata de una práctica médica en ftierte crecimiento con motivo de las nuevas posibi-
lidades de curación de las anomalías fetales y a causa del miedo cada vez más generalizado
de tener niños portadores de discapacidades. Si es apreciable la motivación terapéutica, es
^ Con fecha 30 de junio de 2000 el Consejo de estado francés anuló la directiva del Ministro de la instrucción
pública que permitía a las enfermetas docentes proporcionar la pildora de! día después a las alumnas de las
escuetas secundarias superiotes y restableció la obligación de la prescripción n\édica.

247
Iniroducción a la Bioética

menos apreciable la naturaleza con la cual, en la mayor parte de los casos, se recurre a la
supresión de fetos que presentan anomalías aunque no sean graves, en los lugares donde
el aborto ha sido despenalizado.
La evolución tecnológica es muy veloz también en este sector, y es común k utiliza-
ción de sondas (transabdominales y transvaginales) de alta definición. La introducción
del examen del ADN permite una más precisa y rápida identificación de ios cambios
genéticos y una diagnosis más rápida de todas las anomalías cromosómicas. También se
recurre a esta prueba en algunas patologías infecciosas, como el sarampión y la
toxoplas-mosis, la infección por citomegalovirus y otras más. También reviste un papel
importante la mayor experiencia de los operadores en los centros de referencia de elevado
nivel.
Recordemos las técnicas diagnósticas más diñindidas y el grado de riesgo de aborto
que ellas implican, dato que se trata de exámenes invasivos: a) la ecografía, que permite
conocer las condiciones generales del feto, eventuales malformaciones, como la hidro-
cefalia, la anencefalia, el riñon policístico, la espina bífida, etc.; esta, diagnosis implica un
bajo riesgo de aborto; b) el retiro de células fetales mediante amniocentesis, es decir, la
punción con una aguja de la bolsa feral para retirar una pequeña cantidad de líquido
amniótico que contiene alguna célula de los tejidos fetales. Permite observar anomalías
genéticas o cromosómicas, las enfermedades del metabolismo y las moleculares (0,5%);
con esta técnica y con las sucesivas, los riesgos de abotto son consistentes; c) la
fetosco-pía, que usa una sonda capaz de observar directamente el feto y de retirar con una
pincita pequeñas cantidades de tejido fetal, para examinar en laboratorio (2-2,5%); d) la
biopsía de vellos coriales, se lleva a cabo meáhnte aguja, sin entrar en la bolsa fetal,
deteniéndose en el corion que es una de las membranas que envuelven el feto (2,5%); e)
retiro de la sangre fetal, mediante punción del cordón umbiUcal, para el descubrimiento de
la hemofilia y de los déficit inmunitarios.
La actitud de quien recurre al diagnóstico prenatal está por desgracia actualmente
orientada de modo preponderante a la identificación de los fetos sanos. Se trata de una
perspectiva limitante: ya hoy, en efecto, las nuevas fronteras de la medicina prenatal no
se limitan a investigaciones de tipo diagnóstico, sino que se mueven cada vez más hacia
enfoques terapéuticos médicos y quirúrgicos. El primero entre éstos concierne a la
incompatibilidad materno fetal para el Rh, que ha sufrido una verdadera transformación
en función de la posibilidad de transfundir directamente en el cordón umbilical del feto
la sangre mediante la funiculocentesis.
Otros ejemplos de terapia prenatal tienen que ver con la posibilidad de reponer una
normal cantidad de líquido amniótico mediante amnioinfusión (en caso de ruptura pre-

248
Capítulo IX: Aborto

coz de las membranas) o, en el caso opuesto, es decir, cuando el líquido amniótico está
presente en exceso, a través de amniocentesis evacuativas. También la cirugía prenatal
está en grado de alcanzar resultados positivos, por ejemplo en caso de hidrocefalia y de
patologías obstructivas urinarias, al tiempo que hay intentos prometedores en cuanto a
la corrección de las hernias diafragmáticas o las intervenciones para la reducción de la
columna vertebral. Aún no hay posibilidades de intervención endouterina para las ano-
malías de origen genético o cromosómíco; para estos casos las esperanzas están puestas en
las micromanipulaciones precoces del patrimonio genético.
Las perspectivas para el futuro, de todos modos, autorizan a considerar que está muy
cercano el momento en el cual diagnosis y terapia, fin último de toda conducta médica,
podrán ser completamente acopladas y aplicadas también en época prenatal.
La diagnosis prenatal como medio cognoscitivo del desarrollo del embrión y del feto,
para controlar su crecimiento y los eventuales defectos, es ciertamente lícita.
El límite ético de su aceptabilidad deriva de dos elementos; a) el riesgo al cual es some-
tido antes que todo el feto, pero también la madre. El principio general que regula todo
acto médico es el del mayor bien del paciente. Tal principio debe encontrar aplicación
también en este caso; por lo tanto, se debe actuar con la convicción de que haya urgencia
de la diagnosis y con la debida proporción entre las ventajas que se esperan y los riesgos
que se corren. El Comité Nacional para la Bioética italiano se ha expresado así: "En caso
de diagnosis prenatal invasiva, la opción del modo de retiro no puede prescindir de otras
valoraciones: en particular, se debe plantear y proceder a un atento equihbrio entre el
riesgo de los resultados abortivos, o de todos modos de daño al embrión o al feto, y el
riesgo genético que pide efectuar la diagnosis""; en esta perspectiva es necesario que los
padres sean informados exactamente de los riesgos que se corren con la ejecución de las
pruebas prenatales; b) un segundo aspecto que debe ser valorado atentamente es el relativo
al fin por el cual se procede a la diagnosis prenatal. Si el fin fuese el de proceder al aborto
en caso de diagnosis infausta, tendríamos que la diagnosis se transformaría en una
sentencia de muerte. Aquí se vuelve a proponer la cuestión de la licitud moral del aborto.
Para aquellos que pretenden respetar el feto por lo que es, es decir, una vida humana, se
abre el problema de aprender a aceptar un hijo con discapacidad. A estos padres,
médicos, psicólogos y asistentes debe suministrarse todo aquel conjunto de informacio-
nes y apoyos que permitirá la mejor acogida de la nueva vida.

* CoMiTATO NAZIONALE PER LA BiOETiCA. Orientamenti bioetici per i test genetid. Sintesi e orientamenti.
Roma, 19 de noviembre de 1999.

249
IntToáacdón a la Bioética

4. Centros de ayuda a la vida

Mucho antes que en Italia fuese introducida la ley 194 de 1978, ya existían organismos
activos con la finalidad de ayudar a las gestantes en dificultad para darles apoyo tanto
durante el embarazo como después del parto. En 1969 en Florencia se produjo el estatuto
de los centros de ayuda a la vida (CAV). En los artículos 1 y 2 se precisa que la finalidad
primaria de los CAV es la de prevenir el aborto voluntario: "Evitando que el drama de la
decisión por la maternidad o por el aborto deba ser vivido por la mujer en total soledad;
creando premisas concretas para que toda vida iniciada pueda ser acogida; en resumen,
haciendo efectiva la libertad de no abortar". Para alcanzar este fin, los CAV se proponen
asegurar gratuitamente, sobre la base de una relación de escucha y de diálogo, los
siguientes tipos de intervenciones: una asesoría clínica y especializada particularmente en
los casos de maternidad peligrosa; hospitalidad, en institutos o posiblemente en Emilias o
comunidades, a las mujeres desprovistas de alojamiento u obligadas a dejar la familia;
estímulo para investigar, también con la ayuda de especialistas, las eventuales causas
inconscientes del rechazo del hijo, que con frecuencia se revela sobre el plano psicológico,
un falso fin y una falsa solución de conflictos; una asistencia oportuna y cualificada a los
niños en la fase prenatal y postnatal; una ayuda doméstica fimdada en el voluntariado en
los casos de necesidad; la ayuda en la búsqueda de trabajo para la madre o para los padres
desempleados.
Los comienzos de la actividad de los CAV estuvieron contramarcados por muchas
dificultades, entre las cuales la más importante fije la de entrar en contacto con las ges-
tantes indecisas sobre la decisión a tomar con relación al aborto. El trabajo paciente de
muchos voluntarios que trabajan en las clínicas ginecológicas, en los consultorios públi-
cos, entre los asistentes sociales y el personal médico y paramédico produjo el resultado
de hacer conocer la actividad de los CAV, cuyo número en Italia ha crecido progresiva-
mente hasta alcanzar una cuota de aproximadamente 250'^
La estructura de un centro de ayuda a la vida está constituida por un núcleo restrin-
gido de personas que estén en grado de asegurar una presencia constante. La articulación
interna se basa sobre la figura de una coordinadora que, además de las funciones directi-
vas, explica la actividad socio-psico-cultural del centro. A ella se le solicitan los contactos
personales, los coloquios cognoscitivos de las diferentes situaciones con la consiguiente
identificación de las necesidades particulares y el programa de intervención más apropia-

^ Ver las tablas informativas sobre la difusión de los CAV publicados periódicamene en "Si alia vita", boletín
mensual del Movimiento italiano por la vita.

250
Capiculo IX: Ahorro

do para cada una de ellas. Muchos centros de ayuda a la vida han sido dotados de una
casa de acogida, para ofrecer directamente una respuesta a las necesidades de las gestan-
tes*. En tales casos las huéspedes viven como en familia, a título plenamente gratuito, y
se quedan allí desde los 4 hasta los 12 meses. Después del nacimiento del hijo, el centro
ayuda a encontrar una ubicación adecuada para los dos, sea mediante el regreso a la
familia de origen, mediante o con la reunión con el padre o confiándolos a otros centros
de asistencia.
Los CAV también suministran una información correcta y completa sobre diversos
métodos de control de los nacimientos, en el respeto de la conciencia del interlocutor.
En el aspecto jurídico» la actividad de los CAV está garantizack por el art. 38 de la
Constitución, que afirma la libertad de asistencia. Los art. 3 y 20 de la Constitución
garantizan la fructuosa colaboración entre estructuras estatales y no estatales.
Estos principios constitucionales se encuentran reafirmados en la ley 833 de 1978 del
Servicio nacional de salud (art. 1, incisos 4 y 5) y en la ley 194 de 1978, art. 2, incisos 1 y
2. En estas disposiciones de ley se prevé la colaboración de los consultores públicos con las
formaciones sociales de base y las asociaciones de voluntariado.
La identidad de los CAV como organismos de voluntariado ha sido sancionada por la
ley sobre el voluntariado (266 de 1991), con la posibilidad de estipular convenciones con
lo entes públicos. El decreto legislativo del 4 de diciembre de 1997, n. 460, ha admitido a
los CAV entre las asociaciones ONLUS, con las preferencias fiscales consiguientes.
La acción de los CAV llevó al nacimiento en 1998 de aproximadamente 5-000 niños,
con una media de 28 niños por cada CAV. Siempre en 1998 las mujeres asistidas fueron
aproximadamente 20.000, con un aumento del 15% respecto al año precedente. Según
los datos suministrados por el Movimiento italiano para la vida^ la acción de los CAV
registra un continuo crecimiento cualitativo y cuantitativo; cada uno de los centros asistió
en promedio 75 mujeres y ayudó al nacimiento de 23 niños en 1996, mientras que en
1990 las cifras fiieron de 47 mujeres asistidas y 13 niños nacidos. Las mujeres que se pre-
sentan al CAV son comúnmente casadas (55%), pero también son numerosas las jóvenes
extracomunitarias. En los CAV trabajan establemente más de 1.500 voluntarios, mientras
que por lo menos otros 10.000 prestan allí su ayuda por temporadas.

^ Parricuiarmente significativa es la experiencia del CAV de Milán: Centro di Accoglienza Ambrosiano. '
Véase la página web del MPV.

251
CAPÍTULO X

SEXUALIDAD Y SIGNIFICADO DE
LA PROCREACIÓN HUMANA

1. Significados humanos de la sexualidad^

La cuestión de la identidad personal ha asumido en nuestro tiempo una justificada


centralidad. Sin embargo, presenta connotaciones ambivalentes: por un lado, a través de
ella es posible recuperar la realidad de la persona en su apertura a los otros y ai mundo;
por otro, ella conduce, si exasperada, a la subjetivización radical de los comportamientos
y ^ fotm-iS de. total ptw^ÚTadós\ de k vldi. IA vk 'p-iti cvltit tetita.dQo.cs dis^cegar doras
está ligada a la capacidad de desarrollar procesos que permitan la asunción de la totalidad
de lo humano y se muevan en la dirección de una verdadera interiorización de la
existencia.
La solicitud en acto en nuestra cultura de restituir significado a dimensiones como las
del cuerpo y de la sexualidad, del deseo y del eros, de la relación positiva con la natura-
leza -dimensiones por mucho tiempo ignoradas y hechas objeto de actitudes
represivas-debe ser plenamente acogida.
La reflexión sobre la sexualidad debe, sin embargo, confrontarse con una serie de
contradicciones que emergen tanto en el ámbito de la experiencia cuanto en el de la
interpretación cultural. La experiencia sexual del hombre contemporáneo está en efecto
contramarcada por la presencia de actitudes opuestas, que determinan una situación de
conflicto y de laceración de la conciencia.

' Cf. LACROIX, X. // corpo e lo spirito. Edízioni Qiqajon, Bose (BI), 1996; ZAPPALA, R. "Note di antropología
della sessualitá". En; La Famigtia, 190, 1998, pp. 7-19; PIANA, G, Sapienza e vita cuotidiana. Interlinea,
Novata, 1999, pp. 13-25-
Capítulo X: Sexualidad y significado de la procreación humana

Por un lado, todavía es persistente una concepción negativa de la sexualidad, que


hunde sus raíces en la tradición cultural de Occidente y que ha dejado huellas consistentes
en el inconsciente colectivo; por otro, se ha abierto camino una concepción permisiva y
consumista de la sexualidad, dominada por la tendencia a una liberación salvaje, que tiene
como resultado su radical banalización.

Dinámicas del moderno contexto socio-cultural

No es inútil llamar la atención aquí sobre las causas que son el origen de esta situa-
ción. La represión del sexo viene de lejos, no es de por sí imputable, en su surgimiento, al
cristianismo. La revelación bíblica, tanto vétero como neo testamentaria, tiene en efecto
una visión altamente positiva de la sexualidad, no obstante, el reconocimiento de los
límites y las ambigüedades que la connotan y que están sobre todo adscritas a la decadencia
del hombre provocada por el pecado.
En realidad, la interpretación pesimista del sexo es expresión de un conjunto de
corrientes de pensamiento de molde dualístico, que particularmente se desarrollaron en
el área geográfica del Mediterráneo antes de la llegada del cristianismo y que también
ejercieron una fiíerte influencia sobre el pensamiento cristiano de los primeros siglos.
Platonismo, gnosticismo y maniqueísmo -por no recordar sino los sistemas más conoci-
dos- se mancomunaron entre ellos por la contraposición entre espíritu y materia; contra-
posición que conduce, sobre el plano antropológico, a la subvaloración radical del cuerpo
y de todo lo que hace referencia a él, primera entre todas la sexualidad.
La reflexión de los autores cristianos de los primeros siglos padece profundamente del
condicionamiento de estos modelos. Nacida en un contexto de gran tensión escatológica,
mira con sospecha la actividad sexual, considerándola un atentado permanente a la vida
del espíritu. La exaltación de la virginidad como forma perfecta de la vocación cristiana y
la justificación del uso de la sexualidad en el interior del matrimonio, sólo en relación con
la persecución de la finalidad procreatlva, son otros tantos elementos que confirman esta
línea de tendencia que ha durado mucho tiempo.
La cultura que ha tomado la delantera en estos últimos decenios reacciona fuertemente
contra este planteamiento. La revolución sexual ha puesto en evidencia las potencialidades
positivas de la sexualidad y su enorme significatividad para la vida del hombre y de la
sociedad. El sexo es hecho objeto de un proceso de liberación que ofrece valores personales
y sociales. Todo el contexto consumista, dentro del cual tal proceso ha tenido lugar,

253
Introducción a la Bioética

ha terminado por distorsionar su verdadero alcancen La liberación sexual corre el riesgo


de reducirse a una forma de libertinaje cuyo resultado es la mercantilización consumista.
El sexo resulta cada día más expropiado de sus dimensiones más auténticas y reducido a
la genitalidad, cuyas instancias son exaltadas por fuera de cualquier referencia relaciona!.
Lo que en definitiva parece producirse es la separación radical de la sexualidad del amor,
con la caída en una nueva forma de enajenación.
El hombre contemporáneo vive, por lo tanto, la sexualidad en ía encrucijada de estas
experiencias contradictorias y lacerantes. Él está, por un lado, condicionado por la
ctil-rura del tabú del pasado, de cuyos restos ancestrales no es fécil liberarse, y está, por
otro lado, señalado por la cultura permisiva moderna, la cual ejerce una presión
consistente sobre los comportamientos cotidianos. La oscilación inevitable entre estos
dos polos opuestos determina el surgimiento de una experiencia altamente conflictiva,
que impide el manifestarse de una concepción equilibrada y serena de la sexualidad en sus
potencialidades y en sus límites.
Si luego del terreno de la experiencia se pasa al de la interpretación suministrada por
la investigación científica, se asoman otros (no menos inquietantes) nudos problemáti-
cos. En estos últimos decenios las ciencias humanas han explorado con gran atención los
diversos aspectos de la sexualidad, ayudándonos a enfocar los mecanismos fisiológicos,
las dinámicas psíquicas y los condicionamientos sociales y culturales; permitiéndonos, en
otras palabras, hacer surgir su compleja realidad humana.
Pero, paradójicamente, cuanto más la sexualidad se hace objeto de conocimiento,
tanto más nos damos cuenta de que no la conocemos; es decir, percibimos que ella nos
evade, que su naturaleza más íntima es profundamente "enigmática", porque está estre-
chamente conectada con el misterio de la persona y de su historia.
Por otra parte, las diversas interpretaciones elaboradas por las ciencias no siempre
resultan fácilmente conciliables. Toda lectura de la realidad humana conducida en clave

2
A partir de la llamada revolución sexual de 1968 (W. Reích), la sexualidad es vivida por un número cada vez
más grande de personas como si fuese la única meta de la libertad, o bien como gratificación sustitutiva, como
compensación ilusoria a tensiones y frustraciones sociales típicas de nuestras sociedades consumistas y
competitivas. Se puede fácilmente demostrar que la sexualidad no resuelve las desigualdades sociales; sin
embargo, ella tiene fícil agarradero por el placer que produce. Añádase a esto que la liberación del instinto
sexual propugnada por el psicoanálisis freudiano, además de reforzar el impulso al ejercicio de la sexualidad,
ha tenido como efecto colateral un precario control del instinto de agresividad y, quizá, en esta clave podrían
ser interpretados los continuos actos de violencia singular y coleaiva a los cuales cada día más fácilmente
asistimos.

254
Capítulo X: Sexualidad y significado de la procreación humana

dentífica está de hecho guiada por prejuicios ideológicos, por tesis de carácter
precientí-fico que tienden a ser absolutizadas, impidiendo todo intento de síntesis o por lo
menos de búsqueda de cualquier forma de convergencia. La sexualidad está hoy más que
nunca jnavesada por este conflicto de interpretaciones que, antes que concurrir a revelar
su naturaleza, termina por acentuar su complejidad, haciéndola aún más indescifrable.

Búsqueda de los significados humanos

Si los hasta ahora esbozados son sin duda aspectos problemáticos que no se deben
subvalorar, existen, sin embargo, en el cuadro del análisis cultural moderno elementos
positivos de definición de la sexualidad que merecen ser profundizados. Se trata de
dimensiones constitutivas de estiucturas de significado que la antropología contemporá-
nea, gracias también a la contribución de las ciencias humanas, nos han ayudado a descu-
brir y que definen la autocomprensión que el hombre tiene de sí como ser sexuado.
La primera de estas dimensiones está antes que todo constituida por la relación esencial
que Uga la sexualidad al misterio de la persona. La diferencia sexual, lejos de estar
circunscrita a la sola genitalidad, es una realidad que ímphca radicalmente la persona en
todos sus aspectos. La sexualidad es una conformación del ser personal, un verdadero y
propio modo de estar-en-el mundo. Es mérito, sin duda, del psicoanálisis haber sustraído d
sexo de las limitaciones espacio-temporales del pasado para extender su influencia a la
entera realidad de la persona y de su historia. La persona es por lo demás más grande que
la sexualidad, pero está, del mismo modo, señalada por la diferencia sexual de la cual bro-
tan los modelos de comprensión y de comportamiento que la caracterizan.
Por otro lado, esto explica cómo es, en definitiva, la persona la que le confiere rasgos
específicos a la sexualidad humana. El hecho de que el sexo humano manifieste, bajo el
aspecto biológico, una mayor pobreza respecto al animal, que es perfectamente regulado
por las leyes del instinto, es la razón de su riqueza, es decir, de su permanente apertura a la
acción del hombre, de la posibilidad de ser plasmado y modelado por el hombre según sus
exigencias, y por lo tanto, de estat cargado de significados siempre nuevos. Es como decir
que la sexualidad humana es más cultura que naturaleza; que depende, en otros términos,
del hombre intervenir sobre ella mediante el ejercicio de sus facultades superiores para
dirigirla a la persecución de su crecimiento personal.
La segunda dimensión está representada por el significado interpersonal. Lo humano
es una unidad que se realiza en una diferencia: el ser-hombre y el ser-mujer como moda-

255
Introducción a la Bioética

lidades de existencia que se llaman recíprocamente. El sexo está, por tanto en la raíz de
la racionalidad humana; es una energía del yo que abre el yo al tú, una especie de puerta
abierta sobre el mundo del otro. A través de él el hombre percibe que sólo en la relación
intersubjetiva se realiza, y que tal relación toma forma concreta en una comunicación
total, que implica también la corporeidad.
El lenguaje del cuerpo es, sin embargo, ambivalente: se revela y cubre al mismo tiempo;
encarna el deseo pero no lo agota. Puede además conducir a la traición de la verdad: la
sexualidad desde el lugar privilegiado de manifestación del amor puede convertirse así
en instrumento para la búsqueda egoísta del placer individual obtenido a través de la
reducción del otro a objeto, a cosa útil para la satisfacción de la necesidad propia. La
autenticidad de la relación sexual está ligada a la autenticidad deí encuentro humano, a la
capacidad de construir relaciones verdaderas fundadas en la reciprocidad, en las cuales el
amor se encarna y es conducido a la plena madurez.
ttodas las culturas, un papel decisivo en el articularse de las relaciones sobre las cuales
se construye la vida asociada. Por eso las diversas sociedades -a partir de las primitivas-
han advertido la exigencia de elaborar normas precisas {piénsese en la prohibición del
incesto o en la reglamentación de la unión matrimonial) que canalizan el impulso sexual,
de modo que se valorice su enorme potencial de cohesión social, impidiendo que se
transforme en elemento de disgregación.
La profunda interdependencia entre sexualidad y vida social es, por otra parte, con-
firmada también por el análisis de los comportamientos alterados, que se manifiestan
sobre todo en la adolescencia. Las diversas formas de asociabihdad, que se manifiestan en
el mundo juvenil, son reducibles a inseguridades existendales, que tienen su raíz en el
mal desarrollo de la personalidad debido al conflicto con las figuras paternas. Existe por
consiguiente, un nexo preciso entre alienación sexual y alienación social e, inversamente,
entre liberación sexual y liberación social. La privatización de la sexualidad, que se ha
venido afirmando en nuestra sociedad como expresión de la ideología burguesa, ha tenido
repercusiones negativas fuertes también en el estructurarse de la vida social. La
revaloración de la sexualidad es, por lo tanto, la vía para restituir a la sexualidad un sig-
nificado fundamental que le pertenece y para conferir a la sociedad un horizonte de ver-
dadero desarrollo humano.

256
Capitulo X: Sexualidad y significatlo ¿e la procreación humana

Ética cristiana de la sexualidad

La concepción cristiana de la sexualidad concuerda plenamente con el análisis filosófico


que ha puesto en evidencia los significados humanos de la sexualidad. Su contribución
específica deriva de la concepción del hombre como criatura que encuentra la plenitud
de su significado en la relación con Dios.
Esta relación da A discuíso sobre la sexualidad una tonalidad que se puede expresar
con las siguientes afirmaciones: a) el cristianismo da un valor aún mayor ai cuerpo del
hombre, porque lo considera, según la enseñanza bíblica, un signo de la presencia de
Dios y el lugar a través del cual pasa la salvación de la persona; la dimensión espiritual de
la vida no se alcanza sino a través de la dimensión corporal; b) el vínculo hombre-mujer
como realización de la vida nueva que Dios ofrece a la humanidad. El vínculo que se
entreteje entre ios dos seres no es sólo un medio (de realización de sí) o una consecuencia
(de procesos afectivos), sino que tiene valor en sí mismo: es el lugar de una vida nueva.
Ligarse donándose significa acercarse al modo de ser divino, que consiste precisamente en
el ligarse y en el entregarse; "Este es mí cuerpo entregado por vosotros"; c) la
contextualización de la sexualidad: ella no es el todo del hombre. La sexualidad debe ser
colocada en el puesto justo, no es ni idolatrada ni despreciada. Ella está al servicio de un
amor más grande: el amor fraterno"^

2. Reflexión antropológica sobre la generación humana^

Sobre el tema de la generación se deben registrar los profundos cambios que han tenido
lugar en los últimos años.
Ante todo, ha cambiado el cuadro social en el cual están inserta las familias y ha cam-
biado la misma fisonomía de la femilia. La famiha de hoy es la llamada familia nuclear,
pero es también la familia fragmentada por la ruptura frecuente de la familia nuclear. En
este cuadro ha cambiado también el deseo de llegar a ser padre y madre, la experiencia

3
Para una profundización de estos temas, véase LACROK, X. Op. cit., pp. 100-137-La literatura en materia de
teología de la procreación es rara; constituye feliz excepción a esta carencia el apreclable estudio de
ANGELINI, G. Ilfiglio. Una benedizione, un compito. Vira e Pensiero, Milán, 1991. A este estudio nos
referiremos ampliamente para las consideraciones desarrolladas en este artículo.

257
Introducción a la Bioética

emotiva del individuo y de la pareja respecto al hijo. Ya no es clara ni inmediata la idea de


que tener un hijo es "una cosa bella".
Etvtte los muchos factores c^ue han inducido este cambio se puede citar el tema áe\
crecimiento demogiáfico y los píoblemas ligados -a. la. supetpobkcvóu del planeta.
Curiosamente, este factor ha provocado una reducción más intensa de la natalidad en los
países con menos riesgo de superpoblación. Más profundamente ha incidido sobre la pro-
creación el proceso más general que conduce a ver la "razón de bien" de algo sólo en la
propia elección. También la procreación de un hijo ha entrado en este esquema de pen-
samiento: el hombre de hoy considera al hijo como un producto de la propia elección.
Por lo tanto, el hijo es escogido según una atenta valoración de los costos y de los bene-
ficios que puede ocasionar.
En consecuencia, no asombra observar que la inclinación difundida es la de vivir y
sentir al hijo más como un "peso" que como un don. El hijo, fácilmente, es sentido como
un peso que hay que evitar, como una responsabilidad económica, educativa y moral
demasiado grande. Se decide tener un hijo sólo cuando nos sentimos bastante fuertes
como para asumir esta responsabilidad (este aspecto señalaría una paternidad y mater-
nidad más responsables y como tal sería apreciado), o bien cuando, en relación con las
propias necesidades emotivas y de equilibrio de la pareja, se decide tener el hijo, aceptando
pagar los costos de esta elección. Los motivos "utilitaristas" más frecuentes que mueven a
tener un hijo son: la idea de que el hijo pueda cimentar la unión de la pareja, el deseo del
hijo por parte de uno de los componentes de la pareja, para superar las frustraciones de
una vida considerada insatisfactoria, la necesidad del heredero al cual dejar los propios
bienes materiales^ Estas motivaciones de la opción de procrear son evidentemente
problemáticas desde el punto de vista érico, por la connotación de instrumentali-zación
hacia el hijo.
De tal manera, el hijo es reducido de algún modo a un objeto de deseo de la pareja.
Reducción que, además de consriruír una injusticia, objetiva para Ja persona que es eJ hijo,
conduce por otro lado a una concentración excesiva sobre el hijo, visto como el objeto
precioso sobre el cual se concentra la fuerte inversión decidida por los padres.
El paso de desear al hijo a la reivindicación del derecho a tener ese hijo es, en estas
condiciones, del todo natural. La motivación más común de las parejas que piden la asis-
tencia médica para la generación es precisamente el deseo intenso del hijo.

^ Cf. PASINI, E. "Verso nuove immagini della sessualita e della procreazione". En: AA. W. La coppia e l'amore.
Milán, 1978, pp. 33-43.

258
Capítulo Xr SexiiaJiíiad )'significado de la procreación humana

Ciertamente, no se puede negar la positividad psicológica (sin olvidar las posibles


ambigüedades) y la legitimidad humana de estt deseo. El problema tsú, sin embargo, en
su absolutización extrema: no se puede hablar verdaderamente de un derecho absoluto al
hijo, porque el hijo es una persona-don, que por lo tanto no se puede reducir únicamente a
una especie de medio para la propia felicidad a cualquier costoS sin la valoración de una
serie más amplia de consecuencias de las propias opciones.
Parece, en cambio, más correcto invertir el planteamiento del problema: más que
derecho al hijo se debe hablar del derecho del hijo, es decir, del derecho del niño a nacer
como signo y fruto del amor fiel y de la donación recíproca en el interior de la pareja
matrimonial, del derecho del hombre a ser concebido y no fabricado como un producto
de laboratorio, derecho a conocer a sus padres, derecho a ser amado, etc. Poner en primer
plano los derechos del hijo es consecuencia del respeto de su valor de persona.

Biblia y procreación

Como en todas las culturas antiguas, por una serie de causas sociales y económicas,
también en Israel el deseo del hijo es un hecho central en la vida de los hombres. Pero,
más allá de la situación social, la fe de Israel esrá particularmente ligada al hijo y a la
descendencia.
Ya el texto de Génesis 1, 28 ("sean fecundos y multipliqúense") habla del hijo en un
contexto de bendición; mejor, el hijo mismo apatece como expresión de la bendición de
Dios. El hijo contiene en sí la bendición de Dios; por eso el hijo es un don suyo. Este
don permanece también después del pecado original, como signo de una alianza que, por
parte de Dios, no falla. Como testimonio de esto Eva, la madre de todos los vivientes,
dirá en Génesis 4, 1: "He adquirido un varón con el favor de Yahvé".
También los Salmos, sobre todo los pertenecientes a la tradición sapiencial, presentan
al hijo como don del Señor. Él Salmo 127 está rodo dedicado a la proclamación de una
ley general de la vida del creyente: es necesario construir la "casa" partiendo de la invo-
cación de la ayuda del Señor. Esta ayuda es invocada aún más intensamente cuando se
debe procrear, porque los hijos son el don del Señor por excelencia. Ellos representan la
bendición que rompe la congoja inútil del hombre que quiere construir por sí solo sus

6
Parece que también \s. perspectiva personalista, fuertemente privilegiada en el ámbito católico, induce a
apreciar el momento procreativo de manera reducida en la perspectiva del bien de la pareja. Cf-ANGELINI, G.
Op. cit., p. 66.

259
Introducción a ]a Bioética

seguridades. Tal bendición, presente en los hijos» es una bendición necesaria para la feli-
cidad humana. Los hijos son por eso considerados como una realidad portadora de feli-
cidad para quien los posee.
Por otra parte, los hbros sapienciales de la Biblia resaltan también ios deberes de ia
educación, que en algún caso también puede ser severa: "Quien ama a su hijo lo castiga
sin cesar, para poder alegrarse en el futuro. El que educa a su hijo, tendrá muchas satisfac-
ciones, y entre sus conocidos se sentirá orgulloso de él" {Si 30, 1-2). No se olvida que el
hijo puede ser también un riesgo {hijo necio> disgusto de su madre, /VIO, 1): la condición
para desear un hijo es que éstos tengan el temor de Dios {Si 16, 1-3). Eí capítulo 3 del
libro de la Sabiduría se dirige a las estériles declarándolas bienaventuradas (cosa, inconce-
bible en la mentalidad bíblica): mejor ser estéril que no poseer el temor del Señor, fuente
de la verdadera sabiduría. El mayor don de Dios es la bondad moral de la persona y no
algún bien externo, así fuese el don precioso de los hijos.
Tenemos así la superación de una concepción demasiado materialista del don de Dios
y se ponen en evidencia los deberes que competen a los padres y a los hijos (IV man-
damiento). Ai don de Dios debe corresponder el compromiso de la libertad del hombre,
tanto de los padres, para la educación de sus hijos, como de los hijos en el respeto del
padre y de la madre. Estas precisiones que emergen en los textos bíbÜcos, de ningún
modo oscurecen la figura del hijo como bendición.
Estrechamente unida a la figura de la bendición se encuentra la idea de la promesa de
Dios. El hijo aparece como una bendición porque expresa y realiza la promesa de Dios.
Figura emblemática de esta conexión es Abrahán. Para Abrahán, el hijo es ante todo
un deseo imposible y al mismo tiempo irrenunciable. La imposibihdad de tener un hijo
constituye para él motivo para dudar de la promesa que Dios le ha hecho: "Mi Señor,
Yahvé, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...? ... y un criado de mi casa me va a heredar"
{Gn 15, 2-3). Sin hijos, Abrahán considera ía promesa de Dios insuficiente para vencer
el sentido de inutilidad de su vida, pero sobre todo siente recibir un proyecto incompleto.
Sólo un hijo podría llevar a cabo aquello que se inicia con Abrahán.
En la vicisitud de Abrahán se revela también el enlace estrechísimo entre generación y
fe. En efecto, la narración bíblica muestra que la libertad del hombre será llamada a acoger
ei don de Dios, renunciando a la pretensión de poner a prueba a Dios y a su Palabra, como
habían hecho Adán y Eva a propósito de la prohibición de comer el fruto del árbol. La
página que cuenta el sacrificio de Isaac {Génesis 22) muestra que la obediencia y la fe de
Abrahán deben llegar hasta la restitución del hijo recibido como un don de gracia;

260
Capítulo X: SexuaJidad y significado de ia procreación humana

pero en esta renuncia al hijo como posesión propia y en la restitución aJ Dios que \o había
concedido, Abrahán encuentra el hijo como don de Dios.
El hijo como promesa se encuentra también en los Profetas. El texto en el cual se
aarra la promesa de Natán {2S 7, 12-16), que asegura a David una descendencia sin fin, T
diversos pasajes de Isaías (7, 10-17; 9, 1-4; 11, 1-9) muestran que la promesa del hijo 3 la
palabra que Dios dirige al hombre para hablarle de su decisión de establecer
definí-::\-amente su "casa" en medio de Israel. En estos pasajes una vez más se pide al
hombre .ina fe en Dios que opere un paso: sustituir la pequeña esperanza expresada por el
deseo psíquico del hombre con la esperanza más grande, menos precisa y menos
controlable, que sólo Dios puede garantizar. El hombre debe aceptat dejarse expropiar por
aquel Dios que hace su promesa.
Este proceso debe ser llevado a cabo, independientemente de la fe religiosa que ellos
denen, por toda mujer y pot todo hombre que se disponen a llegar a ser padres; el hijo es
para ellos razón inmediata de esperanza; pero él es, al mismo tiempo, un compromiso que
los obliga a vivir una especie de expropiación de aquella que consideraban su vida.
La promesa del hijo encuentra su cumplimiento en Jesús. El es el Hijo que se dedica
de modo pleno y total a la construcción del reino de Dios y a la salvación de todos los
hombres.
El es un Hijo dedicado a la causa del reino y pide entrega a la causa del reino: "Si alguno
viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos,
a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío" {Le 14, 26). Estas
palabtas, de por sí escandalosas, no quieren suscitar odio por nadie. Ellas pueden ser
interpretadas mediante esta paráfrasis: "Quien quiere ser mi discípulo no puede colocar
entre él y yo alguna defensa, es decir, algún bien por él apreciado independientemente
respecto a la fe en mi Evangelio, y por consiguiente también defendido -en caso que fuera
necesario- en relación con las exigencias mismas del Evangelio"'.
Ningún bien conocido por el hombre merece una dedicación mayor que el Evangelio
de Jesús. Los bienes son sólo figura que pasa, mientras que sólo la verdad de la Palabra per-
manece. A ésta debe dirigirse el hombre y, cuando lo hace, encuentra la motivación de ser
fiel a las relaciones humanas, comprendida la de padre-hijo, que en una sociedad como la
nuestra no tiene motivaciones suficientes. En efecto, hoy los hijos dejan demasiado fácil la
casa y sus padres^, pero no exactamente a causa de las exigencias del reino.
' Ibíd., p. 144.
^ Esto vale también para aquellos que conrinúan viviendo en ta misma casa. El abandonar indica una distancia
que se introduce en las relaciones.

261
Introducción a la Bioética

En la perspectiva del Evangelio también el bien del hijo es reducido a la perspectiva


del bien absoluto del reino de Dios. En la radicalidad de la fe se abre al hombre la posibi-
lidad de apreciar los otros dones de Dios. Es a partir de esta entrega que todo hijo deberá
luego discernir cómo concretar el propio reconocimiento a los propios padres. La misma
actitud piden los escritos del Nuevo Testamento a los padres con relación a los hijos.

Procreación humana; un acto de fe

Puede sorprender definir la procreación como un acto de fe en una época que resalta
continuamente el carácter de elección privada de la decisión de engendrar. En realidad,
para algunos (tal vez muchos) la procreación es un acto de fe, en el sentido más
superficial de acto no del todo bajo control, que se hace con mezcla de preocupación y
de esperanza.
Pero el significado del acto de fe que proponemos como definición de la procreación
se sitúa a un nivel más profundo: es el hacer un acto de fe en la vida.
La procreación aparece inmediatamente como un acto creativo y se coloca no tanto
entre las cosas que el hombre hace, sino entre las cosas que expresan el ser mismo del
hombre que obra. Si en toda acción del hombre hay una mezcla de sentido y de finalidad,
se puede decir que en la procreación nos encontramos en el extremo en el cual surge en
toda su potencia el llamado a llevar a cabo una acción por su significado y no por una
finalidad.
Engendrar un hijo significa, precisamente en cuanto acto de la libertad, hacer un acto de
fe en la vida. En este acto de confianza la vida misma descubre su verdad más profunda; "El
hijo constituye una gracia, porque alivia al hombre y a la mujer de la duda de que su vida
se consume inútilmente. En efecto, la vida no se puede detener, como muchas veces se ha
dicho; a no ser encontrando a quién dedicarla, ella es consumo inútil del tiempo que pasa.
Pero, ¿a quién dedicarla? ¿Quién sabrá apreciar la entrega de un hombre y de una mujer?
Respuesta persuasiva a esta pregunta sólo la da el hijo. Toda otra posible forma de entrega
llevará el reflejo fundamental de ésta: en efecto, se habla de paternidad y maternidad
espirituales también con relación a aquellos que, a causa del reino, escogen una vida
diversa de la del matrimonio"^

Ibíd., p. 167.

262
Capítulo X: Sexualidad y significado de la procreación humana

Sin la capacidad de este acto de confianza, la vida misma corre el riesgo de encontrarse
desprovista de sentido, de gusto: una clausura perjudicial a la procreación significaría en
efecto la falta de confianza en la vida como algo que es digno de ser vivido.

Pareja e hijo

Este acto de confianza implica que se acepte al hijo sin ninguna condición. La pareja
que desea el hijo debe alimentarse con la intención de aceptar al hijo como es'^
Sólo así la procreación realiza su expresividad de la fecundidad del hombre: acogida
que hace vivir al otro así como es.
Contra la reducción de la fecundidad a un hecho biológico, es necesario reafirmar que
ella es ante todo implicación de las personas en actitud de acogida; en particular, la fecun-
didad de la procreación demanda el don recíproco de las dos libertades personales del
padre y de la madre: "Ellos no se han buscado desde el principio, en cambio, ante todo se
han encontrado. Sólo recordando este evento original y sorprendente, ellos pueden y
deben luego también buscarse, quererse, amarse, en un sentido que ya no es psíquico,
sino libre y espiritual. A la luz de esta trascendencia del proyecto de su relación respecto a
su iniciativa se debe comprender también el nexo entre relación de pareja y procreación. El
hijo, mucho antes de ser una opción de los esposos libre y sólo eventual, es el destino
objetivo de su encuentro; o si se quiere, es el significado arcano de aquel proyecto pro-
metedor que ellos han permitido desde el principio "... lo que Dios unió no lo separe el
hombre" dirá Jesús {Mt 19, 6), refiriéndose a la unión del hombre y de la mujer; la afir-
mación también vale para el nexo entre amor y procreación".
La procreación exige ser realizada en un contexto de don recíproco: ella nunca puede
ser reducida a puro hecho técnico, porque de lo contrario sería privada de su dimensión
personal. Cuantos sostienen la bondad de la fecundación artificial corren el riesgo de no
comprender el valor simbólico de la procreación.
Con esto no se quiere decir que el sentido de la sexualidad humana es determinado
únicamente por la procreación. Mejor, se debe afirmar que el miembro no puede ser
sacrificado por la especie: también él como el hijo no debe ser instrumentalizado, sino

¿Qué podrá significar para los hijos saber que han escapado a la diagnosis prenatal y a la selección fetal y si hoy
están vivos es sólo porque correspondían a parámetros considerados aceptables? " Ihüi.,p. 171.

263
Introducción a la Bioética

buscado por sí mismo. Lo que se afirma aquí es que la procreación de un hombre debe
tener lugar en el contexto del encuentro sexual.

El acto de la procreación; inicio de una nueva vida

Con la fecundidad física se procrea no algo, sino alguien. La creatividad de la pro-


creación no es sólo un acto de la libeaad de la pareja que produce algo nuevo, sino que es
también la creación de una nueva libertad. Es demasiado pobre el lenguaje de quien se
detiene sólo en el aspecto biológico y habla sólo de la producción del cigoto o de un
conjunto de células. Se trata más profundamente y en verdad del inicio de una historia
personal, señalada por la libertad: por esto el hijo es la obra más grande que un hombre y
una mujer pueden hacer. En este gesto la totalidad (espíritu y cuerpo) de las personas de
la pareja se abre a la generación de una persona (espíritu y cuerpo) con la cual los dos
padres instauran una relación de diálogo y de cuidado.
Aparece inmediatamente como pobre y de bajo perfil moral la figura del hombre que
quisiera fabricar un hijo, haciéndolo y deshaciéndolo a su propio gusto con la ayuda de la
técnica. De ninguna manera el hijo puede ser reducido a la condición de objeto que se
posee, sobre el cual ejercer un poder arbitrario. Desgraciadamente, la técnica induce a
remover el interrogante más importante que no es el de cómo hacer para tener un hijo,
sino más bien el que dice: "¿Cómo pueden un hombre y una mujer tomar una decisión
tan grandiosa como es precisamente la de traer al mundo un hijo? O más radicalmente:
¿En verdad, pueden el hombre y la mujer tomar una decisión tan grandiosa, o bien deben
ellos sólo reconocer una iniciativa precedente y superior a la de sus voluntades, y por
consiguiente pueden también decidir, pero en forma tal que su decisión asume la forma
del consentimiento a una iniciativa que los precede, y por lo tanto, en la obediencia a un
mandato?"'^.
El niño con su presencia de persona obliga a los padres a reconocer el misterio de la
vida, del cual el hombre no es dueño. Eí hijo demanda aquel respeto debido a la libertad
personal y pide a sus padres que lleven a cabo aquella obra de expropiación de sí, que
significa el reconocimiento de que hay una realidad que nos precede, que es indisponible y
que debemos respetar. Una consideración elemental debería confirmar estas afirmaciones:
el hijo no será de todos modos el resultado de su elección y el producto de sus actos,
aunque ciertamente él vendrá al mundo como consecuencia de sus actos.

'^ ih'd., p. 176.

264
Capiculo X: Sexualidad y significado de la procreación humana

También el pensamiento laico no puede no reconocer estas tesis: el hijo del hombre y
de la mujer es persona, es por consiguiente, sujeto espiritual digno de infinito respeto. Su
dignidad se impone al respeto de los padres y de todos los demás hombres. El hijo no se
puede reducir a los actos que permiten su nacimiento y tampoco a las intenciones de los
padres que lo han querido.
"El acto de engendrar puede ser reconocido como acto no arbitrario únicamente a
condición de que desde el principio el hombre y la mujer reconozcan de algún modo tal
esencial "trascendencia" del hijo esperado y por lo tanto realicen la consiguiente actitud
espiritual: de disponibilidad en relación con el hijo que no conocen, de disponibilidad en
relación con aquella iniciativa misteriosa que está al comienzo de la vida humana"'^.
La responsabilidad de la procreación no puede, por lo tanto, estar garantizada por el
saber suministrado por la ciencia. A propósito de las técnicas de fecundación artificial,
desde muchas partes, justamente, se invoca un consentimiento informado. Esta justa
exigencia no es, sin embargo, suficiente para iluminar el significado de la procreación,
porque ésta exige un saber de carácter espiritual y no biológico, un saber que asuma los
caracteres de la sabiduría y no los de la información científica.
La sabiduría de que hablamos dice al hombre y a la mujer que la vida es mortal y no
puede ser retenida. La única posibilidad que el hombre y la mujer tienen de no ser arro-
llados por el pasar del tiempo que todo lo consume es la de hacer la donación de sí mismos
mediante la procreación. La cual asume el carácter de acto de fe en un futuro que el
hombre no domina y no puede dominar. No se puede engendrar haciendo la cuenta de
los costos y de los beneficios. Se trata de una cuenta insensata, porque no se pueden traer
las sumas definitivas. Si se hiciese así, el hombre permanecería como suspendido hasta la
muerte en espera del balance.
La procreación, como todos los actos libres del hombre, es posible sólo como signo
de la entrega a una promesa. El obrar moral es un obrar sin condiciones: se hace algo
porque está bien y no porque conviene. Ahora bien, el hombre puede obrar sin condi-
ciones (sin el cálculo de costos y beneficios) sólo si se entrega a un proyecto mayor que
él: el obrar íncondicionado supone la fe o en Dios o en una razón de bien que aparece
como prometedora.
"La procreación es precisamente una de las formas de tal entrega al designio de Dios.
Es, más bien, junto con el matrimonio y no adecuadamente distinguible de él, la forma
más antigua en la cual se realiza la figura general de la vida humana como entrega a un

'^ léU, p. 177.

265
Introducción a la Bioética

proyecto trascendente. En efecto, el hijo no es originariamente un proyecto délos padres,


sino un proyecto de Dios, a cuyo servicio los padres mismos colocan la propia obra. La
entrega que el hijo exige no está sólo ligada al compromiso de proveer a sus necesidades
materiales... Más allá de todas estas cosas, es necesario dar al hijo una esperanza, un sentido
de la vida. Esta necesidad no se puede satisfacer de otra manera sino mediante el tes-
timonio de la propia vida"'^
La verdad del acto procreador exige por consiguiente que, desde el comienzo, el hom-
bre y la mujer se prometan a sí mismos a aquel que debe venir. Acepten que entre sí mis-
mos y su vida se coloque en medio el hijo; sus esperanzas objetivas se convertirán en una
ley para su vida. El servicio hecho a los hijos es al mismo tiempo servicio a Dios, el único
que es capaz de fundamentar todo amor verdadero y que sólo puede prometer la vida
que no decepciona.
En conclusión, la procreación, lejos de ser un acto de la propia libertad arbitraria,
asume la figura de un voto.
El voto acompaña la oración; es por eso expresión de petición (petición de tener un
hijo al cual poder dedicar la propia vida); pero es jumamente una promesa, la de no esta-
blecer las condiciones del propio servicio, sino dejar que sea Dios quien guíe el propio
acontecimiento: "Esperamos de tus manos el hijo y con el hijo cualquier otro don nece-
sario para ser instrumentos de tu misericordia"'^
En la lógica del voto no se decide el nacimiento de un hijo, sino que se le pide ai Dios
fiel que cumple las promesas. Uno tiene confianza en esta promesa, que surge también
de las circunstancias históricas de la propia vida.

'" !h'J.. p. 179. '^


íh'd. p. 180.

266
CAPÍTULO XI TRASPLANTES DE

ÓRGANOS

La medicina de los trasplantes ha salido desde hace muchos años de su fase experi-
mental'. El trasplante de órganos como corazón, riñon e hígado se ha convertido en una
práctica común coafortada por porcentajes elevados de ócito. Se puede por lo tanto afir-
mar que hoy los trasplantes constituyen una verdadera posibilidad de curación para aquellas
patologías que, en el pasado, comprometiendo iireversiblemente la funcionalidad de
algunos órganos, condenaban a muerte segura a los enfermos.
Desde el punto de vista técnico, los trasplantes se van perfeccionando ulteriormente
tanto en la dirección de garantizar mejor el arraigamiento y la aceptación permanente del
nuevo órgano por parte del sujeto receptor como en la dirección de ampliar la tipología
de los órganos que se pueden sustituir.

1. Opinión pública y trasplantes de órganos

A los primeros comprensibles entusiasmos, generados por las técnicas quirúrgicas, los
ha sustituido un silencio sobre todos los temas antropológicos y morales conectados a los
tiasplantes. Un silencio que no debe babei sido muy apreciado poi la opinión pública-, en
efecto, en el tema de los trasplantes se ha llegado a crear una situación paradójica.

' Cf. cuanto afirma el Comité Nacional de Bioética italiano, en el documento Donaziont d'organo afini di
trapianto, del 7 de octubre de 1991: "La cirugía de ios trasplantes se define como una oportunidad terapéutica
segura e insustituible capaz de resolver positivamente situaciones objetivas de peligro y de daño para la vida y
pata la validez individual, no tratables de otra manera y con la misma eficacia".
Introducción a la Bioética

Por una parte, la problemática de los trasplantes es una de las pocas sobre las cuales se
puede resaltar un acuerdo sustancial entre la bioética de inspiración católica y la bioética
llamada laica. Estas dos posiciones éticas consideran lícita, con ciertas condiciones, la
práctica de los trasplantes de órganos; sobre el argumento existen diferencias sólo sobre
capítulos particulares.
Por otra parte, este acuerdo de principio no ha estado, por lo menos hasta ahora, en
grado de influenciar significativamente la opinión pública, en el sentido de orientarla
hacia una mentalidad de donación de los órganos. Si se exceptúan las oleadas emotivas
consiguientes a algún caso particular de donación de órganos, reportado por los medios
masivos, la disponibilidad de llegar a ser donantes es más bien baja. Esto vale en medida
más o menos grande para todos los países. En consecuencia, el número de los órganos
disponibles rara vez logra cubrir la necesidad.
Pero, ¿cuáles son las razones de la perplejidad de la población? Se trata de una suma
de razones y todas de importancia.
En primer lugar, aún no han sido asimiladas a nivel amplio las novedades concernientes
a la definición de la muerte, por lo cual parece desconcertante aceptar que se puedan retirar
los órganos de sujetos que tienen el "corazón palpitante". Aún más difícil es aceptar tener
que conceder, en esta condición, la autorización para el retiro en el caso de que se trate de
un pariente propio.
Las encuestas conducidas sobre muestras importantes de la población evidencian que
aún no hay familiaridad y aceptación plena del concepto de muerte cerebral. Un sondeo
Gallup (USA) realizado en 1985 resaltaba que el 75% de los entrevistados sólo había oído
hablar de esta nueva definición de la muerte, mientras que el restante 25% no tenía
ninguna información al respecto. Además, sólo el 55% de aquellos que sabían algo de la
muerte cerebral era favorable a considerar este criterio como resolutorio con el fin de con-
siderar realmente muerta a la persona.
La introducción de la confirmación de la muerte mediante los criterios neurológicos
ha tenido lugar demasiado aprisa para la opinión pública, que aún no ha tenido el tiempo
para elaborar este nuevo concepto. Los criterios neurológicos han sido formulados sobre la
base de exigencias prácticas: en efecto, la medicina intensiva y la medicina de los tras-
plantes exigían una diagnosis precoz del momento del ingreso en la muerte. Si es verdad
que no se trata de una violencia indebida, porque la muerte cerebral es muerte real, tam-
bién es verdad que parte de la opinión púbhca percibe la nueva definición más como el
fruto de una preocupación de eficiencia de la medicina, de ahorro de los recursos de la
salud y menos como salvaguardia y respeto por la persona que muere.

268
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

Una segunda razón de temor hacia el consentimiento a los trasplantes concierne la


eventtialidad de un comercio de órganos. La pregunta es sobre las garantías que el sujeto
tiene de no ser "muerto" con el fin de vender sus órganos. En realidad, la idea de un
comercio de los órganos parece estar desprovista de fundamento, aunque de vez en cuando
la prensa o la televisión reportan voces y sospechas acerca de este comercio, sobre todo en
referencia a hechos sucedidos en los países del Tercer Mundo. No obstante la carencia de
datos precisos, este género de temor está bastante difundido. Las personas que comparten
este temor no hacen demasiadas distinciones entre países avanzados y países en vías de
desarrollo. Se piensa que esto que puede suceder allá también puede suceder aquí, a pesar
de las disposiciones precisas de la ley que impiden roda forma de comercialización de los
órganos y el retiro sin consentimiento. Esta razón de temor ha crecido por el
debihtamiento de la confianza en la clase médica; hoy tal confianza ya no es muy sólida.
La sospecha se refiere comúnmente al conjunto de la salud privada, la cual es considerada
menos transparente, aunque más eficiente.
Existe también una razón que se refiere a la salud pública. Se trata de la queja general
que tiende a colocar todo sobre el mismo plano y se expresa con los términos "mala
salud", que sería sinónimo de ineficiencia, de incompetencia y también de corrupción. La
pregunta en este caso es sobre las garantías reales de que la eventual diagnosis de "muerte
cerebral" no sea hecha por un médico con escasa profesionalidad o, peor aún, por un
médico corrupto.
En cuarto lugar, constituye razón de oposición a la donación el rechazo de la muerte
en sí misma. Esta razón concierne al caso en el cual se deba decidir en relación con un
familiar que de improviso se encuentra en condiciones desesperadas. En esta situación
los familiares no logran aceptar inmediatamente la muerte de su pariente y esperan hasta
el final que las terapias puedan llevar a cabo lo inesperable. Se querría que la ciencia y la
tecnología, que tantos progresos han hecho, llevasen también a cabo el paso necesario en
aquel momento, a saber, devolver la vida a quien está muerto.
Ulterior razón y no poco importante, que juega un papel en la difícil decisión de
donar los órganos, es el deber de la piedad hacia el cadáver humano. Aún está amplia-
mente presente la idea de que el respeto por el cadáver coincida con su integridad y que,
por consiguiente, autorizar una mutilación del cadáver implicaría el faltar al respeto al
difunto.

-yM
Introducción a la Bioérica

2. Medicina de los trasplantes

La práctica de los trasplantes ha registrado progresos enormes desde cuando fue posible
controlar de modo eficaz el problema del rechazo, gracias al descubrimiento de la
ciclosporina y de otros fármacos capaces de limitar las reacciones inmunitarías del orga-
nismo. Desde la segunda mitad de los años ochenta del siglo anterior se concluyó la fase
experimental de la terapia fundada sobre los trasplantes y se abrió la fase en la cual los
trasplantes son realizados como terapia de rutina. Hoy se recogen los frutos de una inves-
tigación, iniciada desde el comienzo del siglo veinte, con la introducción de las técnicas
quirúrgicas para la sutura de los vasos y que se prosiguió en los años cincuenta y sesenta
con los primeros trasplantes "experimentales", de los cuales se sacaron indicaciones
sobre los problemas por afrontar con el fin de asegurar el éxito en esta nueva intervención
terapéutica.

¿Qué son los trasplantes?

En biología y medicina se define como trasplante el traslado de material celular o de


tejido, vivo o muerto, de una parre a otra de un mismo organismo viviente, o de un indi-
viduo a otro.
Los trasplantes generan, por regla, en la ejecución práctica, dos órdenes de problemas:
técnicos e inmunológicos. Los problemas técnicos son bastante diferentes en relación con
el tipo de tejido por trasplantar y con las funciones que para tal tejido se requieren. En
algunos casos, el tejido por trasplantar tiene funciones simplemente de apoyo o de pro-
tección, como en el caso de los trasplantes de tejido óseo, o de los de piel o de córnea.
En otros casos, en cambio, el tejido debe mantener activamente las propias funciones
biológicas de aportación, como en el trasplante de glándulas endocrinas que deben
suministrar una secreción hormonal, o en el trasplante de médula ósea de la cual se espera
el mantenimiento de la función hemopoyética (la producción de componentes de la
sangre), o incluso en el trasplante de órganos con funcionalidad más compleja, como el
riñon, al cual se le pide la producción de la orina.
En los casos en los cuales los tejidos trasplantados, además de permanecer vitales,
deben conservar las funciones biológicas fundamentales, se requieren, desde el punto de
vista técnico, atenciones particulares prevalentemente ligadas al mantenimiento de con-

270
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

diciones adecuadas de nutrición, a través de conexiones eficientes vásculo-nerviosas y de


la restauración de relaciones interorgánicas normales.
Los problemas inmunológicos son variables entre un caso y otro. Mientras los tras-
plantes autólogos (provenientes del mismo huésped) o isólogos (provenientes de un
huésped diferente, pero de la misma constitución genética, como en el caso de gemelos
homocigotos) no son amenazados por reacciones inmunitarias por parte del huésped, los
trasplantes homólogos (provenientes de un individuo de la misma especie) y
heterólo-gos (provenientes de un individuo de especie diferente) no pueden, por regla,
sobrevivir a causa de la incompatibilidad debida a la diferente constitución genética del
huésped y del donante.
Usualmente, son las reacciones inmunológicas del receptor las que atacan el trasplante;
en casos particulares son las reacciones del trasplante las que pueden ocasionar daño al
organismo del receptor. Estos conflictos inmunológicos son tanto más intensos cuanto
mayores son las diferencias genéticas entre donante y receptor: máximos por consiguiente
en el caso de trasplantes heterólogos, por regla inactuables excepto en algún caso de
trasplante de tejido tumoral maligno, y notables también para trasplantes homólogos. En
este último caso, son frecuentes sin embargo las excepciones: muchos tumores provocados
experimentalmente en animales pueden ser trasplantados a huéspedes homólogos y allí
crecen hasta matarlos; frecuentemente, trasplantes de órganos endocrinos pueden
sobrevivir y fiíncionar por meses. Es probable que estas excepciones estén condicionadas
por el hecho de que el tejido trasplantado está dotado de importante poder de crecimiento:
los tumores malignos, porque están naturalmente dotados de un fuerte poder prolí-fero,
las glándulas endocrinas porque son probablemente estimuladas por las hormonas
tróficas hipofisarias que permiten su supervivencia. No todas las razas o troncos de ani-
males rechazan en la misma medida o con el mismo vigor los trasplantes homólogos o
heterólogos: los moluscos no reaccionan a los heterotrasplantes; algunas razas de ratas de
campo aceptan los homotrasplantes de cutis, algunos troncos de ratones toleran particu-
larmente homotrasplantes de tumores.
Las reacciones inmunitarias son bastante diferentes en las varias edades de la vida: en
la vida fetal o en el período neonatal, el animal es inmunológicamente inmaduro o no
posee una capacidad normal de reacción. Además, un animal en edad neonatal, en el
cual sea llevado a cabo un homotrasplante, tolerará mejor, también de adulto, un segundo
trasplante de la misma constitución genética; al contrario, un organismo adulto tenderá a
rechazar siempre con mayor vigor trasplantes sucesivos, genéticamente iguales: hay luego
particulares destrezas para reducir la reactividad inmunológica del receptor y faci-

271
Introducción a la Bioética

litar así el arraigamiento de un homotraspiante, como la irradiación total del receptor y


suministro de cortisona y de otros compuestos químicos antirrechazo.
Es cierto que los progresos en sede clínica están estrechamente ligados a los progresos
del conocimiento sobre la compatibilidad o incompatibilidad inmunogenética.
En el caso del hombre, el trasplante o injerto es la sustitución de un órgano, cuya
funcionalidad está irremediablemente comprometida, mediante intervención quirúrgica,
con un órgano sano, extraído de un donantey el cual puede ser vivo o cadáver. Como
consecuencia del trasplante, entre los tejidos injertados y el organismo huésped se rea-
lizan los fenómenos vitales de la supervivencia, de la adaptación, del arraigo. El arraigo
se tiene cuando la mayor parre del tejido logra sobrevivir adaptándose al organismo
huésped y participando de manera duradera en su vida. Si el arraigo no se logra, se tiene la
muerte gradual del tejido injertado. Para el éxito del injerto es necesario que recobre la
circulación sanguínea; excepción hecha de la córnea porque está desprovista de vasos
sanguíneos.
Se trasplantan órganos y tejidos. Los órganos se definen como estructuras organizadas
del organismo humano que desempeñan una o más funciones vitales específicas, mientras
que ios tejidos son un conjunto de células que contribuyen a una función específica.
Los trasplantes de órgano actualmente ejecutados son:
• Riñon
• Corazón
• Hígado
• Pulmón
• Corazón-pulmón
• Páncreas
• Riñón-páncreas.
También se llevan a cabo trasplantes de tejido. En este caso se habla más propiamente
de implantaciones o inclusiones. Los más conocidos son los de córnea, que permite superar
el grave problema de la ceguera, y el de la médula ósea, que semeja más una transfusión
que un trasplante verdadero y propio. También es muy frecuente el trasplante de piel y el
de tejidos vasculares.
Se están asomando intervenciones "ingenierísticas" como el trasplante de órganos y
de parres de órganos producidos a través del cultivo de las células madre embrionarias o

272
Capítulo XI; Trasplantes de órganos

de adultos, o bien los trasplantes de genes o de porciones de ADN (ingeniería genética


propiamente dicha).
Ya hemos indicado que un probiema muy importante en la medicina de ios trasplantes
es el fenómeno de la incompatibilidad. Se trata de la reacción del organismo huésped en
relación con el tejido injertado. Las células de todo organismo están dotadas de códigos
de reconocimiento llamados antigenes de rejido que sirven para reconocer los tejidos
extraños al organismo. Luego del trasplante de un tejido o de un órgano extraño al
organismo, tiene lugar este reconocimiento de estrañeza y se desarrolla una reacción
inmunitaria de los anticuerpos hacia el tejido injertado. La reacción, si no se combate
adecuadamente, conduce a la muerte del tejido incluso después del arraigo y la recupera-
ción de la circulación sanguínea. Esta reacción es llamada rechazo^ y tiene lugar mucho
tiempo después del injerto. La supervivencia de ios pacientes trasplantados está ligada a
la capacidad de la medicina de alejar en el tiempo el momento del rechazo.
Los principios generales que regulan la extracción y el trasplante de los tejidos son los
mismos del trasplante de órganos; en consecuencia, de ellos se ocupan los mismos centros
operativos. Se han organizado bancos para conservar segmentos vasculares (que se usan
en la sustitución de las prótesis aórticas infectadas), válvulas cardiacas, etc.
No todos los problemas terapéuticos relativos a los trasplantes están resueltos. Una vez
efectuado el trasplante, el paciente debe luchar ya no contra la enfermedad, sino contra el
rechazo. No obstante este esfuerzo gravoso, el trasplante permite cada vez más frecuente-
mente volver a vivir de un modo normal. Permite esperar también muchos años de vida,
dado que la lucha contra ei rechazo se perfecciona a continuación. Para muchos pacientes,
la alternativa sería la muerte inmediata, como lo confirma el alto porcentaje de decesos de
aquellos que están inscritos en las hstas de espera.
Toda la historia de los trasplantes ha estado acompañada por una serie de problemá-
ticas morales. En la fase inicial se trataba de valorar la licitud de las intervenciones muy
riesgosas. A medida que los trasplantes se han convertido en práctica común, se han aña-
dido los problemas del encuentro de los órganos, de su distribución, de los costos. La
2
El proceso de rechazo de un trasplante primario está caracterizado por una sintomatología compleja.
Ejemplificamos con ei caso del trasplante de piel: hinchazón y enrojecimiento intenso de los tejí-dos cercanos
ai trasplante; alteración de la piel del trasplante que asume una coloración rojo-azuiada, debida a la congestión
y a la estasis de la sangre en los vasos; hinchazón acentuada del trasplante por el estancamiento de los líquidos
de los tejidos; sucesiva aparición de hemorr^ias y trombosis; anemia local; y, finalmente, ei trasplante, después
de haber tomado una coloración oscura y haberse secado campíecamente, es expulsado por el huésped. El
examen microscópico reveía la responsabilidad primaria de los linfocítos en este fenómeno.

273
Introducción a la Bioética

cuestión del consentimiento a la donación de los órganos ha sido ampliamente debatida


y resuelta por las legislaciones de muchos países. Más discutida es la cuestión de si los
órganos deben ser sólo donados o también vendidos. También está abierta la pregunta de
si se pueden trasplantar órganos que mellan la identidad personal (gónadas y cerebro).
De todos estos aspectos se ocupan las instancias legislativas nacionales e internacionales.
El proceso de regulación jurídica de esta, rama de la medicina (pero esto tiene lugar en
todos los sectores de la llamada bioética) muestra cansancio en cuanto a mantener el paso
de los desarrollos de la ciencia médica. Se dan continuamente nuevos casos, nuevas posi-
bilidades operativas, las cuales encuentran aproximaciones y soluciones diferentes según
el cuadro ético diverso en el cual se opera.
Además de los problemas morales directamente conectados con el uso y el hallazgo de
los órganos humanos, la práctica de los trasplantes ha abierto grandes problemáticas filo-
sóficas, morales y religiosas, entte las cuales está el modo de concebir la singularidad y el
valor del cuerpo humano y el significado de la muerte del hombre. Es necesario ocuparse
también de estos temas; de lo contrario, se corre el riesgo de ocuparse sólo de cómo
regular el procedimiento que debe guiar los comportamientos relativos a los trasplantes,
sin darse cuenta de lo que sucede al hombre: a su vivir y a su morir.

3. Legislación europea

a) Consejo de Europa

El Consejo de Europa ha desarrollado una actividad intensa de cooperación entre los


Estados miembros para armonizar las legislaciones sanitarias. Los principios que han ins-
pirado la actividad del Consejo en materia de transfusiones de sangre y de trasplantes
están orientados a favorecer la colaboración y la seguridad sanitaria y a prohibir finalida-
des lucrativas. Particular importancia reviste la ya citada Recomendación 78/29, aprobada
por el Comité de los Ministros de Europa del U de mayo de 1978. Ella contiene una serie
de normas, de definiciones y de recomendaciones a los Estados miembros con el fin de
guiar sus legislaciones nacionales.
Nos interesa particularmente la invitación contenida en la recomendación de favorecer
en los Estados miembros la posibilidad de servirse del consentimiento presunto, en todos
los casos donde no se dé la voluntad explícita contraria del sujeto. Esta posición fue

274
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

confirmada también por la Conferencia de los Ministros europeos de salud, desarrollada


en París entre el 16 y 17 de noviembre de 1987. La Recomendación y la Conferencia no
han hecho otra cosa que ratificar y estimular una práctica ya en curso en 13 países sobre 21.
Los argumentos que sostienen esta posición se encuentran en las siguientes considera-
ciones: a) ios Estados europeos han alcanzado un nivel de desarrollo social tal que permite a
sus poblaciones entrar en posesión de todas las informaciones necesarias para comprender
los efectos benéficos de los trasplantes de órgano y de la necesidad urgente de órganos con
fines de trasplante. En estas condiciones, se puede presumir que las personas que son
fuertemente contrarias a la donación de los órganos expresen en vida su contrariedad; b)
hay una grave carencia de órganos para trasplantar, tanto que hace falta recurrir también a
los donantes vivos. Teniendo en cuenta los riesgos y las dificultades que puede encontrar
un donante vivo, parece necesario incrementar la extracción de los donantes cadáveres; c)
un argumento de naturaleza filosófica y sociológica es el basado en el hecho de que después
de la muerte, el cadáver ya no puede ser considerado como portador de derechos, aunque
merece el debido respeto en conformidad con el contexto sociocultural, con las
tradiciones, con las orientaciones filosóficas y con las creencias religiosas. Así, cuando el
derecho a la vida y a la salud de una persona enferma llega a chocar con los "supuestos"
derechos del cadáver, que ya no es persona, el derecho de la persona enferma es conside-
rado ciertamente prevaleciente sobre el del donante muerto. El interés de la comunidad
prevalece sobre el del cadáver del individuo particular. Tenemos aquí claramente afirmada
la posición según la cual el cadáver es: res societatis. No obstante, la claridad de la posición y
la invitación consiguiente a adoptarla, el documento europeo muestra atención y respeto
por los países miembros que consideran el consentimiento presunto como una forma de
expresión insuficiente de la voluntad, que puede conducir a la indebida apropiación del
cadáver.

b) Legislaciones de algunas naciones particulares

La definición de muerte es aceptada según los criterios neurológicos (muerte cerebral)


en los siguientes países: Austria, Finlandia, Francia, Alemania Federal, Grecia, Irlanda,
Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, España, Suiza, Turquía, Gran Bretaña. Se confirma
con el cese de las fianciones catdiacas en Dinamarca. Mientras que se deja a la valoración
del médico en Bélgica, Chipre y Portugal.
La extracción de los órganos de un cadáver se lleva a cabo con la condición de que el
donante en el curso de su vida: a) no haya expresado oposición -en Austria, en Bélgica

275
Introducción a la Bioética

(aquí se reconoce a la familia la posibilidad de probar por escrito la oposición del difunto),
en Grecia (aunque la ausencia de oposición no siempre es considerada como con-
sentimiento presunto), en Luxemburgo (la oposición debe estar escrita), en Noruega, en
Portugal, España, Suiza-; b) haya expresado el consentimiento -Bélgica (el consentimiento
explícito es necesario sólo para los extranjeros), Chipre (para la donación de la córnea),
Países Bajos (consentimiento escrito o, en ausencia, consentimiento de la familia), Suecia
(como en Holanda), Turquía (consentimiento expreso o presunto), Gran Bretaña
(consentimiento escrito), Alemania Federal (en ausencia, el consentimiento de un pariente
próximo)-, c) valor de la opinión de los famihares -se tiene en cuenta la opinión de la
familia de modos diversos: Chipre, Dinamarca, Turqm'a, Grecia, Noruega, Suiza (en estos
países la opinión de los familiares no es prevaleciente); Finlandia, Alemania Federal (cuenta
si el donante no ha expresado el consentimiento en vida); Irlanda, Países Bajos, España,
Suecia (en estos países ía opinión de los familiares es prevaleciente; en Irlanda, incluso,
prevalece sobre el consentimiento explícito del difunto)-; d) no se tiene en cuenta la
opinión de los familiares en: Austria, Francia, Bélgica, Gran Bretaña (siempre con
excepción de los menores).

4. Aspectos éticos de los trasplantes

¿Son lícitos los trasplantes de órgano? ¿Existe un límite a su práctica? ¿Todas las partes
del cuerpo son trasplantables? La medicina de los trasplantes alarga siempre más sus
posibilidades: ¿se deben usar todas estas posibilidades o no'í Son algunas de las preguntas
que la gente común se hace a propósito de la medicina de los trasplantes.
Estas preguntas simples nos llevan al plano de la reflexión fundamenta! entre lo que
es posible hacer y lo que es justo hacer.
Si la técnica no estuviese enmarcada en un contexto de valores, en lugar de convertirse
en un instrumento válido al servicio del hombre, se convertiría en un potente elemento de
"cosificación" del hombre. Por eso no es aceptable la ecuación cientista que todo lo que es
posible se debe hacer.
La dificultad del camino legislativo registrado por la ley sobre los trasplantes, a la cual
hemos aludido ampliamente en el artículo precedente, nos enseña que no está en juego
una cosa, sino el hombre. Cuando se habla de trasplantes, siempre se habla del cuerpo del
hombre y de la relación entre el cuerpo y la persona. El cuerpo del cual se trata es siempre
el cuerpo personal.

276
Capímlo XI: Trasplantes de órganos

Principios éticos generales

Al tratar eí aspecto ético de los trasplantes, se consideran los cuatro principios siguien-
tes: el principio de la defensa de la vida, el principio de la tutela de la identidad personal, el
principio del consentimiento informado y el principio de justicia. A estos principios se
debe añadir el deber de la piedad hacia el cadáver humano, algunas indicaciones
deonto-lógicas y, finalmente, la pregunta sobre si la donación de los órganos, además de
ser una opción lícita, no es también moralmente obligatoria.

4.1 Principio de defensa de la vida física

La vida física del hombre constituye el valor fundamental de la persona humana.


Aunque la vida corporal no agota toda la realidad de la persona, que tiene naturaleza tras-
cendente y por tanto es más "grande" que el cuerpo y que el tiempo, ella es el fundamento
necesario para la existencia de la persona. La dimensión corporal es coesencial a la persona.
Sin el cuerpo la persona no podría expresarse y manifestarse, no podría vivir los otros
valores de su ser, comprendida la libertad, la sociabilidad y su capacidad de proyectar el
futuro. El principio de defensa de la vida física implica la afirmación del precepto moral de
la inviolabilidad de la vida humana. Dicho en otras palabras, el hombre es siempre fin y
nunca puede ser medio. Por consiguiente, en la relación entre donante y receptor ambos
deben ser considerados fines en sí mismos y nunca medios el uno pata el otro.
El valor de la vida física está sometido sólo al valor constituido por el bien total de la
persona. Sólo en este caso el sacrificio de la vida física sería lícito. Como se ve, no se trata
de una excepción o de una contradicción, sino de una jerarquía de valores, donde el
valor de la vida física está subordinado al bien espiritual y moral del sujeto y, en cuanto tal,
no puede ser impuesto desde el exterior, sino que sólo puede ser una opción libre del
individuo.
La aplicación de este principio a los trasplantes de órgano tiene como consecuencia la
ilicitud de la supresión directa y deliberada de la vida de alguien para fevorecer la vida de
otros o para mejorar las condiciones sociales de otros, porque la persona humana es el
valor supremo no instrumentalizable y no una parte de la sociedad utilizable como mate-
rial para una mejor organización social'.

' El derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad está solemnemente afirmado y garantizado en la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre, de las Naciones Unidas, y por muchos otros docu-

277
Inrroducción a la Bioética

El derecho a la vida también comprende el derecho a la defensa de la salud del hombre,


con la advertencia de que el derecho a la salud, en un orden jerárquico, viene después del
derecho a la vida. A la luz de esta jerarquía de valores se deben resolver los eventuales
conflictos entre diversos sujetos. El caso más común es el del aborto terapéutico, pero
también en relación con los trasplantes se debe observar esta prioridad del derecho a la
vida sobre el derecho a la salud.

Trasplantes y defensa de la vida

El principio de defensa de la vida permite el uso de parte del propio cuerpo sólo para
obtener un bien mayor del cuerpo mismo (principio de totalidad) o por un bien moral
superior (principio de solidaridad). En virtud del principio de totalidad, es lícito el tras-
plante autoplástico (aquel en eí cual un tejido es desplazado de una sede a otra del mismo
cuerpo: es el caso del trasplante de piel para curar las quemaduras, o de los vasos en la
ejecución de los by pass cardiacos) tanto con un fin terapéutico como con un fin correc-
tivo. Para el trasplante homoplástico de viviente (aquel en el cual eí donante suministra un
riñon, una parte del hígado, etc.), el principio de totalidad está unido con el principio de
solidaridad. De esta unión nacen algunas indicaciones. En primer lugar, es necesario
garantizar de modo adecuado la vida del donante, en el sentido de que éste no debe sufrir
un daño sustancial. Por ejemplo, estaría legalmente prohibido y sería moralmen-te ilícito
el trasplante de la córnea de un viviente, porque la facultad visiva del donante sería
lesionada gravemente.
Para los trasplantes de viviente se considera también el aspecto de la libertad real del
donante. Es fácil imaginar que sobre los parientes, algunos de los cuales tienen un alto
grado de compatibilidad biológica, se concentre de hecho una presión psicológica muy
fuerte. La urgencia del trasplante para salvar la vida del paciente no permite que se ejerzan
presiones sobre el donante potencial. Éste debe poder llevar a cabo una elección de
donación efectivamente libre.
También se considera el aspecto del paciente que recibe el órgano o el tejido: también
para éste debe existir una certeza razonable de que pueda obtener una buena calidad de
vida. El trasplante, por la incomodidad que lo caracteriza, exige que no existan otras
mentos internacionales. También desde el punto de vista jurídico queda abierta la cuestión del respeto
incondicionado de este derecho y de tos límites y de las condiciones a las cuales con frecuencia es sometido.
Un tratamiento del derecho a la vida desde el punto de vista de la antropología teológica se puede encontrar,
entre otros lugares, en la encíclica Evangelium vitae.

278
Capítulo XI; Trasplantes áe órganos

posibilidades terapéuticas para el paciente, que sea la única vía posible y que las posibili-
dades de éxito sean elevadas. En caso contrario, el receptor sería sometido a un trasplante
inútil y se podría caer en el caso de encarnizamiento terapéutico. Es opinión compartida
por muchos moralistas (entre los cuales D. Tettamanzi y L. Ciccone) que no se da obli-
gatoriedad por parte del receptor de someterse al trasplante tanto porque se configura
como un medio terapéutico extraordinario como porque, en algunos casos, puede existir
más de una duda sobre la calidad efectiva de la supervivencia. Los trasplantes fuertemente
riesgosos o, incluso, experimentales, no son éticamente aceptables.

Confirmación de la muerte

Para los trasplantes en los cuales el órgano o el tejido provienen de cadáver, la cues-
tión moral principal es precisamente la certeza de que se encuentre frente a un cadáver.
Funcional para la adquisición de la certeza de muerte es la correcta modalidad de la con-
firmación de la muerte. En efecto, el principio de defensa de la vida exige que el órgano
provenga precisamente de un cadáver y que de ninguna manera se acelere la muerte del
donante potencial para extraer sus órganos. Ya hemos visto que en la opinión pública
existe el temor de ser declarados muertos demasiado pronto por el médico a causa de la
necesidad de órganos. Este miedo bastante difundido es ulteriormente alimentado por las
críticas filosóficas^ contra la definición de la muerte cerebral.
La cuestión de la confirmación de la muerte se hace compleja por la rápida transfor-
mación del concepto mismo de muerte, por las diversas definiciones de muerte que se
han acumulado sucesivamente en los últimos decenios y por muchos criterios utilizables
para confirmar la muerte.
La concepción de la muerte ha registrado en los últimos tres decenios un paso repen-
tino, casi revolucionario, de la idea de la muerte como acontecimiento a la idea de la
muerte representada como un proceso. En el pasado, la muerte, originada por cualquier
trauma imprevisto o consecuencia de una enfermedad que con frecuencia las personas
cercanas conocían y cuyos desarrollos seguían, estaba "cercana" y era fácilmente compro-
bable por todos. Los desarrollos de la medicina y, sobre todo, la llegada de la medicina
intensiva han mostrado que la muerte no es un acontecimiento instantáneo, sino un
proceso evolutivo que afecta gradualmente las células de los diversos tejidos. Si la muer-

^ Para las críticas filosóficas al concepto de muerte cerebral, véase el capítulo XII.

279
Introducción a la Bioérica

te es un proceso, se hace importante establecer cuál es el punto de no retorno, es decir, el


elemento que permite identificar la irreversibilidad del proceso y que permite decir que
el organismo cesa de "ser un todo". Dado que el punto de irreversibilidad sólo se puede
confirmar a través de un método complejo, se tiene por consiguiente que la muerte de las
personas se hace siempre más "lejana", porque se sustrae a la verificabilidad común.
También para el personal médico, la comprobación de la muerte, antes de la llegada de
la medicina intensiva, era una operación simple. El cese de la respiración y de la actividad
cardiaca era índice del final de la vida de una persona; el médico procedía al examen de
estas fimciones vitales (ausencia de palpitación cardiaca y de los pulsos periféricos y
trazados electrocardiográficos planos por lo menos de 20 minutos consecutivos).

Muerte cerebral

Se trata de una novedad radical que define la muerte de un individuo con el cese defi-
nitivo, irreversible, de la fiínción completa de un órgano particular, el cerebro.
Con la llegada de las tecnologías biomédicas modernas los criterios de la respiración y
de la palpitación cardiaca ya no son los únicos criterios utilizables; más bien en diversos
c^sos ellos se revelan del todo insuficientes. En efecto, estas funciones pueden cesar por
varias causas, pero la medicina de reanimación está en grado de restablecerlas, aunque
haya daños graves e irreversibles a cargo del encéfalo. La técnica reanimatoria permite
mantener en acto, también para estos sujetos, las funciones vitales de la respiración, de la
palpitación cardiaca y de la circulación sanguínea^ Es por esta razón, después del desarrollo
de la terapia intensiva, que se ha introducido el concepto de muerte cerebral, precisamente
por la necesidad de demostrar la muerte en aquellos sujetos cuyas junciones vitales son
mantenidas en vida de una manera artificial
Se puede preguntar si el concepto de muerte cerebral hace inútil el concepto de muerte
cardiaca. La respuesta es negativa en cuanto que con los conceptos de muerte cardiaca y
de muerte cerebral se quiere en efecto indicar los criterios seguidos para reconocer el estado
de muerte. Es iluminadora la distinción que sugiere no usar adjetivos para indicar la
muerte, sino hablar de criterios clínicos, criterios biológicos, criterios cardiacos y criterios
neurológicos para la confirmación de la muerte. Por consiguiente, cuando se usa

^ En apéndice a este artículo se encuentran las distinciones de varios tipos de coma. ^


También para una breve ilustración de la anatomía cerebral, véase el apéndice.

280
CapítLiio XI: Trasplantes de óiganos

la expresión muerte cardiaca se quiere decir que la confirmación del estado de muerte ha
sido llevada a cabo con criterios cardiocirculatorios.
Análogo es el discurso para el concepto de muerte cerebral, con el cual se entiende la
confirmación de la muerte mediante criterios neurológicos. El uso de este criterio de
confirmación de la. muerte tiene una incidencia fuerte sobre la experiencia emotiva de
los ftuniliares del moribundo. El criterio está en grado de establecer la Irreversíbilidad del
proceso de muerte, pero para los famihares aún no se ha cumplido el acontecimiento de la
muerte porque las funciones vitales continúan siendo mantenidas por las técnicas de
reanimación.
Este punto es particularmente delicado y tiene necesidad de una clarificación.
Retomemos cuanto dice el Comité Nacional de Bioética italiano a propósito de la defi-
nición de muerte:
"La muerte no extingue de modo instantáneo y global la actividad de todas las células.
En efecto, el 'morir', bajo el plano biológico, debe reconocerse como un proceso evolutivo
que afecta gradualmente las células de los diversos tejidos y las relativas estructuras
subcelulares sobre la base de su diferente resistencia a la carencia de oxígeno, hasta la
extinción de toda actividad vital, con el permanecer de los fenómenos enzimáticos coli-
cuativos putrefactivos. Pero ciertamente no es oportuno esperar el establecimiento de la
muerte biológica para declarar muerto un ser viviente. Es probable, en cambio, definir
el momento del cese de la vida del ser como organismo integrado, a través de criterios
científicamente demostrados, refiriéndonos al organismo humano expresado en su inte-
gridad morfológica y funcional.
Si la determinación de la muerte es de fácil verificación objetiva en los casos de 'devas-
tación, es decir, en los casos de desintegración física de la persona (condición que se da
por ejemplo en los desastres aéreos, en las catástrofes naturales y béhcas) es bastante menos
obvia y absoluta en los casos cotidianos de diagnosis de muerte.
Comúnmente el momento de ía muerte se hace coincidir con la suspensión de la pal-
pitación cardiaca (la llamada 'muerte cardiaca).
Las técnicas de reanimación han hecho posible sustituir las principales funciones
biológicas (corazón, circulación, respiración) con medios instrumentales, permitiendo
crear una apariencia de vida del todo artificial, incluso en los pacientes con lesiones
neurológicas globales e irreversibles. Es por lo tanto posible mantener en condiciones
extraordinarias un corazón palpitante con estructuras cerebrales total e irreversiblemente
lesionadas.

281
Introducción a la Bioética

Aprobar y servirse de la definición de 'muerte cerebral' no significa, sin embargo,


rede-finir el concepto de muerte; sólo indicar una nueva modalidad de identificar la
muerte para estar preparados para utilizar dos formulaciones alternativas: la tradicional de
muerte cardiaca y la nueva de muerte cerebral.
De todos modos, ambas identifican la muerte en la pérdida toral e irreversible de la
capacidad del organismo de mantener autónomamente la propia unidad funcional. En
verdad, esta dificultad de aceptar la muerte cerebral como nuevo criterio de muerte está
presente en todos los países, también en aquellos económicamente y ctilturalmen-te
avanzados"^
Esta cita ilustra bien que existe una sola muerte, mientras que hay diversos criterios
para confirmarla. Las técnicas de reanimación mantienen las fijnciones vitales y en apa-
riencia e! paciente está "vivo", pero en realidad no se trata de vida, sino de fiínciones
artificialmente sostenidas. Sin apoyo estas funciones cesarían inmediatamente porque el
daño cerebral hace que falte el principio unificador del organismo. En otras palabras, si
no se diesen las técnicas reanimatorias ni siquiera existirían los casos de pacientes con el
cerebro ya sin fiíncionamiento y con el corazón palpitante; se daría sólo un cadáver. La
expresión un poco cruda ayuda a comprender que la muerte cerebral no es una declara-
ción anticipada de muerte, sino la constatación de que el proceso de muerte está esta-
blecido irreversiblemente. Son tecnologías que nos colocan en una situación nueva: la
separación temporal (algunas horas) de la muerte del cerebro de la del resto del organismo.
Muerto el cerebro está muerta la persona. Las técnicas reanimatorias permiten retardar la
evolución del proceso de la muerte, manteniendo los órganos vitales por cierto tiempo.
Es este intervalo el que se utiliza para los trasplantes.
Dado que la persona declarada muerta con el uso de criterios cerebrales está realmente
muerta, resulta lícita la extracción de los óiganos con fines de trasplante, siempre que
estén satisfechas las otras condiciones moralmente importantes, referentes al consenti-
miento, al respeto de la identidad personal y a la piedad hacia el cadáver.

' CoMiTATO NAZIONALE DI BiOETiCA. Definiziotte e accertamento delU marte neli'uomo, 15 de febrero de
1991, p. 5.

282
Capiculo XI: Trasplantes de órganos

4.2 Principio de defensa de la identidad personal

Es conocido que el trasplante puede concernir tanto a los órganos ejecutivos como a
los órganos no ejecutivos, pero indivisiblemente conectados con la personalidad y la iden-
tidad bíológíco-procreativa del sujeto. Los casos específicos por los cuales se plantea el
problema moral son la hipótesis del trasplante de los órganos genitales (ovarios y testícu-
los), y de las glándulas que presiden el equilibrio hormonal del sujeto (hipófisis). También
está la hipótesis, por el momento fanta-científica, del trasplante cerebro-tronco^ En esta
hipótesis, por el momento experimentada sólo sobre animales, la identidad personal estaría
ligada al cerebro. Por consiguiente, la continuidad sería del sujeto con cerebro sano, pero
no con cuerpo devastado, que necesita un nuevo "instrumento" para obrar. Quedan
abiertas las preguntas sobre la capacidad de la cabeza de sentir como propio el nuevo
cuerpo y si la cabeza, que también es memoria personal, pueda efectivamente expresarse,
ejecutar operaciones con el nuevo cuerpo. Se comprende cómo en este caso el trasplante no
se configura ya como sustitución de un órgano, sino que aparece como construcción de
una persona. Por este motivo, aunque no se puede excluir del todo una justificación moral
del trasplante cabeza-tronco, él permanece fiíertemente problemático.
Más pieciso es el juvcvo moral en cuanto corvciertie al trasplante de las gónadas y de
los órganos ligados a la reproducción. En este caso el trasplante no tiene como fin la sal-
vación de la vida de un individuo; por consiguiente, no hay necesidad clínica de la inter-
vención. Además, el trasplante incide sobre la identidad biológica y psicológica del sujeto
teceptor y de sus descendientes (los cuales son hijos del sujeto que ha suministrado el
órgano geniral injertado).
En caso de grave enfermedad que amenace la vida del paciente y que implique los
órganos genitales, la terapia debería limitarse a la extirpación quirúrgica del órgano enfer-
mo, sin querer reconstituir a toda costa la fertilidad perdida.

La hipótesis del trasplante cerebral, actualmente, tiene imponancia, no tanto por su fectibiíidad, sino por el
debate filosófico que ha suscitado y que ha traído el tema de la relación mente-cuerpo en el hombre. Véase
DEMMER, K. "Liceitá dell'ardita sperimentazione del trapianro cerebrale". En: AA. W. Trapianto di cuore e
trapianto di cervello. Otizzonte medico, Roma, 1993, pp- 150-169; una reseña de las diversas posiciones
filosóficas frente a la perspeaiva de! trasplante de cerebro se encuentra en ZAGO, G. "Osservatorio sulla
donazione d'organi: riflessione filosófica". En: Bioética e Cultura, 9, 1996, pp. 31-40.

283
Iniroducción a !a Bioética

43 Principio del consenrimienro informado

Es un tema de gran delicadeza, sobre el cual el debate permanece siempre muy vivo.
La dificultad de llegar a un acuerdo sobre este punto ha estado entre las causas que más
han hecho lento el camino de Ja legislación sobre los trasplantes de órgano. Aun para
lo moralistas las posiciones son bastante diferenciadas: para algunos, el consentimiento
explícito a la donación es esencial; para otros, la sociedad puede disponer, con base en el
principio de solidaridad;, de los órganos de aquellas personas difuntas que no se han pro-
nunciado sobre la disponibilidad a la donación mientras estaban con vida.
Para el consentimiento en los trasplantes debemos considerar las dos hipótesis: a) la
extracción de tejido o del órgano es llevada a cabo de donante viviente; b) la extracción es
realizada de cadáver.
En el primer caso, es obvio que el consencimienro concierne en primer lugar al donante.
El consentimiento para que sea efectivo debe ser informado y la información debe ser
exacta y completa, precisando los riesgos, las consecuencias, las dificultades que se pueden
encontrar con la donación de un órgano doble, de parte del propio hígado o de parte de un
tejido propio. La seriedad de la información aumenta la conciencia del gesto que se
cumple e incrementa el valor de solidaridad que le es inherente.
No se debe olvidar que es importante recibir también el consentimiento explícito y
formalizado de aquel que recibe el órgano o el tejido. En efecto, también para el receptor,
con el trasplante, se abre un período de incertidumbre ligada a los altos riesgos de las
terapias para controlar el rechazo, de consecuencias no completamente controlables. El
consentimiento del paciente es necesario no sólo para respetar formalmente su libertad,
sino también para asegurar una respuesta favorable al trasplante, el cual debe ser llevado
a cabo como consecuencia de una decisión tomada ai mismo tiempo por el paciente y
por el equipo médico. Podría darse el caso de que el paciente considere que los costos
materiales, psicológicos y emotivos de la intervención excedan los beneficios que se espe-
ran. En otros casos, los enfermos tienen necesidad de riempo antes de madurar su con-
sentimiento, el tiempo necesario para superar el trauma que puede venir de la propuesta
de trasplante, que los hace conscientes de la gravedad de la propia enfermedad. Además,
se deben tener en cuenta las repercusiones de carácter psicológico sobre el receptor y las
consecuencias morales de estos efectos. Se trata de aquellos fenómenos psicológicos que
derivan de los cambios en la imagen del propio cuerpo, que el paciente encuentra: sentido
de pérdida de una parte de sí, eventuales sentidos de culpa en telación con el donan-re
(tanto vivo como cadáver).

284
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

En el caso en el cual la extracción del órgano tiene lugar de cadáver, existe la tendencia
jurídica a considerar el cadáver como un bien de la sociedad, al cual se recurre parar salvar
la vida de otras personas. El límite que, actualmente, esta posición se establece, es el del
respeto de la voluntad contraria, expresada en vida, por el potencial donante. Esta línea de
tendencia no satisface completamente ni desde el punto de vista jurídico, ni desde el
punto de vista moral.
El consentimiento para la donación de los órganos se ha colocado hasta ahora en una
zona jurídica gris. En otras palabras, la donación de los órganos depende de la voluntad
del difunto así como de la voluntad de los familiares, los cuales están obligados a
cerciorarse del pensamiento de su pariente. Entre estas voluntades se puede dar conflicto,
por lo cual no es raro el caso en el cual el difunto era favorable a donar sus órganos, pero
los femihares rehusan la donación. En general, toda norma jurídica correcta sobre el
consentimiento no podrá omitir el hecho que el cuerpo del hombre no es reducible a un
puro almacén de piezas de repuesto, que existe un vínculo entre el cuerpo del difunto y
sus familiares, que la temática de la donación tiene valor filosófico y moral y precisamente
por esto debe haber una protección jurídica, que existen límites a los derechos que la
sociedad puede presentar en relación con la persona individual, incluso en nombre de la
solidaridad.

4.4 Principio de justicia

Este principio es muy importante en el caso de los trasplantes. Se aplica cuando el


médico se encuentra en la necesidad de tener que escoger entre diversos candidatos al
trasplante. La carencia de los órganos hace esta elección particularmente delicada, porque
de ella puede derivar la muerte de los pacientes que no reciben el órgano. Se trata de una
decisión muy difícil en la práctica. Tal elección demanda de todos modos dos pre-
condiciones: que la política de la asignación sea transparente y verificable y que los criterios
por usar sean bien claros. Sólo sobre la base de tales premisas es posible superar los
prejuicios que circulan en torno a la asignación de los órganos, a saber, que ellos son asig-
nados en relación con el poder económico o social del paciente. Si se diese una discrimi-
nación con base en la posibilidad de pagar, se pondría en tela de juicio la entera política
sanitaria de un país.

285
Introducción a la Bioética

De ios criterios de asignación de los órganos se ha ocupado el Consejo de Europa, que


encargó a una comisión pertinente [the Task Forcé on Organ Transplantationf, la cual
recomienda como criterio principal para la elección el criterio terapéutico. Según la
Comisión, el criterio médico o criterio terapéutico (urgencia de la intervención, posibi-
lidad de éxito del trasplante por la buena compatibilidad inmunológica, perspectivas de
supervivencia, por la buena disposición a nivel psicológico) debe ser usado tanto en la
inscripción de un paciente en las listas de espera como para la asignación del órgano. Al
lado del criterio médico, según el contexto, se emplean otros criterios.
El criterio utilitarista, para el cual la asignación del órgano debe tener en cuenta la
posibilidad de retoma de la capacidad laboral de las responsabilidades que una persona
tiene en la soátáaÁ. De tal modo, según el crirerio utilitarista, se hace el bien a esta per-
sona, pero también se maximiza la ventaja para la entera comunidad. Este criterio preva-
lece en los Estados Unidos. Las dificultades para su aplicación son dos: a) es difícil medir
comparativamente el valor social de las personas (¿cómo decidir sobre quién será más
útil a la sociedad entre un buen magistrado y un buen político?); b) el criterio del valor
social tiene como consecuencia la discriminación práctica de todos aquellos que no tienen
papeles sociales importantes. Está bien documentado que los pobres, los marginados,
aquellos de los cuales no se ocupan los medios tienen menores posibilidades de recibir
rrasplanres de órgano.
El criterio de la casualidad, con base en el cual, para ser imparciales y respetar la igual-
dad de las personas, se procede al azar en la elección de los pacientes candidatos al tras-
plante. "Cuando los mortales son llamados a escoger por la vida o por la muerte entre sus
hermanos inocentes, el único crirerio tolerable será el de la igualdad del valor de cada ser
humano en cuanto tal"'". Es un aiterio criticable porque la asignación que no respetase
el criterio médico conduciría a la utilización impropia de los órganos. Podrían ser favore-
cidos aquellos que, de todos modos, tendrían pocas posibilidades de sobrevivir, y podrían
morir en la espera aquellos que con el trasplante recobrarían la buena salud.
También el criterio terapéutico por sí solo no basta. En efecto, puede suceder que se
tenga disponible un órgano apto para más pacientes. En este caso, se queda desprovisto
del criterio médico y se debe recurrir a algún otro crirerio. En algún caso se usa el criterio
de la edad, por el cual la valoración de la prioridad se hace con base en la expectati-

^ La relación de la Comisión se encuentra en SGRECCIA, E. y otros, Op. cit., pp. 271 ss.
'" FREUND, P. A. Organ tramplam: ethical and legalproblem. Citado por: Lamb, D. Op. cit., p. 177.

286
Capiculo XI: Trasplantes de órganos

va de vida del paciente (este criterio no puede tener importancia decisiva por causa de su
incertidumbre).
Ciertamente, desde el punto de vista moral, se excluyen todas las formas de discrimi-
nación que podrían ser operadas sobre la base de motivos raciales, religiosos, de sexo. Pero
el problema sigue siendo difícil. Precisamente para obviar las dificultades de aplicación
se han elaborado programas informáticos particulares que, con parámetros oportunos,
logran indicar los mejores candidatos para los trasplantes. De tal modo no se resuelven
todos los problemas de la correcta asignación de órganos, pero se ayuda grandemente en la
línea de la imparcialidad.

4-5 Debet de piedad hacia el cadáver humano

Con el acontecimiento personal de la muerte la existencia terrena del hombre termina.


Los órganos particulares, si aún están vitales y conservables, no se identifican con la
persona. Ellos pertenecen a un cadáver humano, pero ya no constituyen el medio vivo
de expresión de la persona.
Sin embargo, a tal cadáver se le debe piedad y respeto, porque con la muerte no se
convierte en una cosa entie las otras. En el cadáver respetamos la figura visible de la per-
sona que con ese cuerpo se expresó durante su vida tetrena. La piedad hacia la persona
difunta implica ciertamente que no se haga comercio sobre su cadáver, pero más pro-
fundamente comporta el cultivo de actitudes interiores que mantengan viva la memoria
del difunto.
Por otra parte, ía muette es el fin verdadero de la vida fi'sica de la persona humana y de
su posibihdad de autodeterminación y de disposición del propio cuerpo, por lo cual la
extracción de los órganos vitales de un organismo muerto no constituye ofensa a la
dignidad humana.
También en el contexto de la rehgión cristiana el deber de la piedad no es un manda-
miento religioso absoluto {Me 2, 27). Éste debe estar compuesto por otros debetes éticos
que descienden del doble mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo. A la
donación de los órganos no se opone ni siquiera la fe en la resurrección, que según la
doctrina cristiana no significa la continuación material de nuestro cuerpo terteno, sino la
transformación profunda de todo el hombre en una realidad nueva que supera nuestra
capacidad de comprensión (el ser revestidos de incorruptibilidad, según iCo 15, 53).

287
Introducción a la Bioética

4.6 Normas deontológicas

En primer lugar, la gratuidad de la cesión de los órganos debe ser la norma que inspire
los comportamientos y la reglamentación jurídica. Este principio debe valer ya en el caso
de donante viviente, que debería estar movido a ceder un órgano propio sólo por la firme
voluntad de salvar la vida de otra persona. En efecto, sólo el principio de solidaridad
permite superar positivamente el principio de defensa de la vida, que tutela la integridad del
cuerpo. La comercialización de los órganos, en particular el riñon, es una práctica torpe,
porque se funda sobre la explotación de ía miseria de algunas personas, que ven en la
venta de una parte del propio cuerpo la vía para rehuir la desesperación. Existen países
donde no cstí vigente la prohibición de la comercialización de los órganos y, por lo tanto,
se tienen demandas y ofertas de órganos para trasplantar.
También en el caso de extracción de cadáver, la combinación del principio de soli-
daridad con el deber de piedad hacia el cuerpo del donante impone que la cesión de los
órganos tenga lugar en régimen de gratuidad. Si no fuese así, se comercializaría el cuerpo
ajeno, práctica completamente inmoral, y al mismo tiempo se violaría la eventual deci-
sión del donante que ha dado el consentimiento para la extracción de sus órganos como
último gesto de solidaridad de la propia vida.
Un criterio que encuentra difusión general es el que impone la separación del equipo
que procede a la declaración de la muerte del equipo que procede a la extracción y al
injerto. La razón de esta separación no está sólo en el estrés emotivo a que estaría sometido
el personal médico que ejecutase ambas operaciones, sino también en la necesidad de
evitar que lo médicos comprometidos en las operaciones de trasplante puedan aparecer
como depredadores de órganos. Se trata de una norma que previene los abusos y también
los fantasmas que sobre una materia delicada como ésta pueden surgir.
Finalmente, se deberían establecer con precisión normas para cubrir los trasplantes
con el secreto profesional. Tal norma desempeñaría la función de proteger a los pacien-
tes, sobre todo en los casos más sorprendentes o novedosos, que han recibido un órgano
de la invasión de los medios masivos. Al mismo tiempo, se impedirían fenómenos de
sensacionalismo, en Jos cuales caen también muchos médicos.

4.7 ¿Es un deber la donación de los órganos?

La pregunta puesta en estos términos (muy comunes) no puede tener una respuesta
simple, porque el concepto de donación y el de deber están sobre planos diferentes. El

288
Capítulo XI; Trasplantes de óigatios

término deber es usado tanto en el derecho como en la ética, pero con significados diver-
sos. Por consiguiente, es necesario distinguir el plano jurídico del ético.
Sobre el plano jurídico nunca se debe perder de vista que la noción de deber está siem-
pre asociada a la del derecho. Esto porque la tarea del ordenamiento jurídico es la regla-
mentación de las relaciones sociales y la garantía de los derechos de los sujetos que en ellas
están imphcados. En el caso de los trasplantes, ya hemos visto que no existe un derecho
del individuo a tener el órgano del cual tiene necesidad y, por lo tanto, podemos afirmar
que no hay deber correspondiente a donar los órganos. En este contexto, el estado debe
abstenerse de nacionalizar el cuerpo de los individuos.
Sobre el plano moral, el problema de la obligación de la donación debe ser
afi'onta-do según la perspectiva que ve en el deber el llamado a realizar lo que es bueno.
En este sentido, el concepto de deber trae inmediatamente la idea de responsabilidad, en
su significado de atención a la elección de aquellas acciones que, en su desarrollo, pueden
producir el grado mayor de bien posible.
"La idea de responsabilidad permite al sujeto crecer en capacidad argumentativa y sus-
trae su obrar tanto de la permanencia de la obligación como de la insignificancia nihi-
lista. En este sentido, se presenta como una contribución detetminante a la cuestión del
sentido"".
En el ámbito del deber-responsabilidad, la figuta más apta para la decisión moral en
el tema de los trasplantes es la de la donación. A diferencia de la categoría de deber, la
donación impide que nazcan reivindicaciones entre los sujetos y al mismo tiempo no
hace perder nada del rigor sobre el plano de la comprensión del valor moral de secundar
la vida. Según la reflexión de Titmuss y de Godbout'^ la donación tiene también la
capacidad de estructurar el tejido social porque tiene la capacidad de superar el ámbito
del intercambio intersubjetivo. Aquel mecanismo virtuoso que se pone en movimiento
con la donación de la sangre, también se pone en acción con la práctica de la donación de
los órganos. La donación hecha a los extraños desconocidos, como es la donación de los
órganos, tiene la característica de ser asimétrico (no se da para recibir), y en esto está su
específico valor ético.
Con la figura de la donación se sale del sistema de los imperativos jurídicos que no
ayudan la comprensión de la práctica de los trasplantes, más bien favorecen su rechazo
en un gran número de personas, para entrar en el no menos riguroso de los indicativos

" AuTiERO, A. La donazione degli organi é un í/ccíre.''RTM, 109, 1996, p, 55. '^ Véase arriba.

289
Introducción a la Bioética

morales, que deben ser acogidos para llegar a ser personas moralmente maduras. Una de
las exigencias morales más fundamentales, que afloran en la conciencia de una persona,
es la exigencia de la solidaridad. El sentirse solidario constituye la sustancia misma de
la moralidad. Retornemos a la Parábola del Buen Samaritano para escuchar lo que ella
nos dice a propósito de la exigencia decisiva de abrirse al otro, de reconocerlo y de cui-
darlo. Sin solidaridad no se puede ser sujetos éticos; ella es deber en el sentido ético del
término.
A la luz de estas reflexiones, la medicina de ios trasplantes verdaderamente ha alargado
nuestra posibilidad de vivir el cuidado por el otro: "Los trasplantes han conferido al
hombre poderes nuevos sobre la vida y sobre la muerte de los propios semejantes, poderes
siempre impensables en relación no con la naturaleza física sino con el hombre mismo".
Todo poder confiado a la libertad humana es ambivalente en sus resultados.
"Y así la llegada de los trasplantes ha abierto la vía, por una parte, a formas muy
nue-Y:^ de solidaridad y, por consiguiente, a un crecimiento auténtico de humanidad y
de la civilización; pero, por otra parte, ha hecho posible formas también ellas inéditas de
horrenda explotación cínica de los más débiles al servicio de los más fuertes y fuente de
ganancia entre las más oscuras que se puedan imaginar"".
También en nuestro modo de pensar el cuerpo debe ser reconsiderado con base en el
deber ético de la solidaridad. No tiene justificación la posesión extrema del cuerpo, por
la cual se piensa en él como en una cosa de la cual podemos disponer arbitrariamente (el
cuerpo es sólo mío y lo uso como me parece, incluso vendiéndolo para obtener de él una
ganancia). Tampoco tiene justificación el pensar en el propio cuerpo como en una cosa
que debe terminar con la propia muerte; sería una forma ulterior de biologismo. La cul-
tura de la donación de los órganos se mueve, en cambio, en la dirección de una
valori-2ación del carácter personal de la corporeidad. Con la donación de los órganos se
hace partícipe también al cuerpo del camino de redención, al cual es llamado todo el
universo (7^»? 8, 19-22).
En conclusión, la donación de los órganos se presenta como deber social.
Naturalmente, es necesario hacer especificaciones con base en las hipótesis que se
dan.
a) Ciertamente es un deber la donación por parte de los muertos.
La idea de tener que sufrir la extracción de los órganos puede suscitar resistencias de
carácter psicológico, a las cuales se puede hacer frente con facilidad. La racionalidad per-
'^ CiccoNE, L. Op. cit., pp. 693-694.

290
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

sonal debe ser empleada para comprender que después de la muerte ya no tenemos nece-
sidad de nuestros órganos ni de la integridad física. Inmediatamente después de la muerte
el organismo comienza a deteriorarse hasta la putrefacción. Que un órgano nuestro sea
liberado de la putrefacción y continúe viviendo y dando vida a otra persona, es un hecho
que nos debería alegrar profundamente. Esto vale tanto para quien debe decidir con rela-
ción a la propia persona como para quien debe decidir con relación a un familiar que ha
fallecido de una manera repentina.
Al deber moral de la donación corresponde la culpa de omisión de la decisión de llegar
a ser donante potencial.
Usuaímente no se coloca el acento sobre el hecho de que la donación debe ser selec-
tiva. En el acto con el cual manifestamos nuestra voluntad de donar los órganos, haría
falta disponer de la prohibición de extracción de los órganos que inciden sobre la identi-
dad personal (testículos, ovarios y cerebro).
b) Si la donación de los órganos tiene lugar entre vivientes, es necesario hacer consi-
deraciones diferentes:
Al interior de este caso se dan ulteriores distinciones entre la donación de la sangre, la
donación de la médula ósea y la donación de los órganos dobles, quedando excluida
obviamente la donación de órganos que impliquen la muerte del donante.
La donación de la sangre debería ser considerada moralmente obligatoria tanto porque
ella no provoca daños de ninguna clase como porque resulta útil y, en algunos casos,
esencial para la salud de los pacientes. Esta obligación se da siempre y para todos, a
menos que haya contraindicaciones personales. El motivo de la obligación reside en el
hecho de que todos tenemos el deber moral de ayudar al prójimo con base en nuestras
posibilidades.
En el caso de donación de médula ósea o de órganos dobles es necesario ajustar el
principio de solidaridad al principio de defensa de la vida física. Con base en este último
principio, nadie está obligado a menguar su integridad y tampoco a ejecutar acciones que
no lo dejarían sereno, que más bien podrían perturbarlo profundamente sobre el plano
físico y/o psicológico.
La clasificación de la moral tradicional pone estos gestos de donación entre las obras
supererogatorias (aquellas acciones que son buenas en grado heroico y que, precisamente
por esto, no son vinculantes con base en un principio de la tradición moral:
adimpos-sihÜia nemo tenetur)^*.
"^ PRIVITERA, S. "Azione moralmente obbligatoria?". En: Bioética e Cultura, 9, 1996, p. 45.

291
Inrroducción a ¡a Bioética

La donación de la médula ósea se ha convertido también ella en casi de rutina y no


implica graves molestias para quien la lleva a cabo. Pero en este caso las resistencias psicoló-
gicas son mucho más fuertes respecto a la donación de sangre. Por ello comporta una difi-
cultad grande, para la mayor parre de las personas, aceptar convertirse en donantes,
Ei discurso se puede repetir para la donación de ios órganos dobles, con un conjumo
de dificultades aún mayores, que están ligadas al temor de permanecer mutilados, a las
consecuencias psicológicas que pueden venir también en un segundo momento.
La conclusión provisional podría ser que, al ser este tipo de donaciones clasificado
entre las obras supererogatorias, ellas no implican ningún vínculo moral. En relación con
este tipo de acciones morales puede desarrollarse la idea de que ellas no nos conciernen.
Las cosas en efecto no son así, porque la experiencia nos dice que, en algunos casos,
nos sentimos "felices" de encontrarnos frente a acciones definidas heroicas y no obligantes.
De tal modo, tenemos una especie de coartada, para no confrontarnos hasta el fondo con el
problema que se nos plantea. Aplicando cuanto hemos dicho al tema de los trasplantes,
esto significa que no hay acciones de las cuales nos podamos eximir al comienzo, con la
tranquila conciencia de haber hecho cuanto nos correspondía. En la búsqueda del bien, no
es posible darnos límites, por lo cual hace falta colocarnos la pregunta en términos
personalizados: "¿Puedo yo llevar a cabo esta acción? ¿Tengo la capacidad o ella supera
mis fuerzas?".
Toda persona moralmente madura encontrará su límite personal de heroísmo.

5. Comercio de órganos

La discusión más candente concierne a la posibilidad del comercio de órganos. La


posibilidad de vender partes del propio cuerpo vivo o muerro (a beneficio de los here-
deros) es sostenida por todos aquellos que la defienden por dos motivos principales: a)
sería el verdadero remedio a la escasez de órganos; b) se respetaría plenamente el derecho
de todo ciudadano a disponer del propio cuerpo. Como se puede disponer del propio
cuerpo para la donación, así se debe poder disponer del mismo para la venta; por consi-
guiente, la posibilidad de dar vida a un mercado de los órganos deriva directamente del
ejercicio de la propia autonomía de decisión. "Dado que venderse libremente a otro no
implica una violación del principio de autonomía, estos intercambios, sobre la base de tal
principio, deberían enrrar en la esfera protegida de la privacidad de los individuos libres.
Además, si se vende al justo precio y con las condiciones apropiadas, se presume que se

292
Capítulo XI: Traspiances de órganos

puede maximizar el propio saldo activo de los beneficios respecto a los daños. Pero la
cuestión de principio es que todos los individuos libres deben poder disponer libremente
de sí mismos"'^
A esta posición se íe hacen varias críticas, que resumiremos de modo muy sumario,
porque, a pesar de tener un fondo de validez, son poco pertinentes al argumento sostenido
por los favorecedores del comercio de órganos'^
En primer lugar, se critica la certeza de que con el comercio se resolvería la carencia de
órganos, más bien podría agravar la situación, porque caería mucho la donación voluntaria
(como ha sucedido con la sangre). En segundo lugar, se desarrollaría una relación inicua de
explotación de los ricos hacia los pobres del planeta, que sería una nueva forma de
esclavitud. La adquisición de los órganos seguiría siendo en rodo caso una práctica costosa
y violaría el principio de justicia distributiva, porque entraría en las posibilidades sólo de
los ciudadanos ricos. Añádase a estas razones la calidad probablemente decadente de los
órganos obtenidos con la compraventa, porque los "vendedores" viven en condiciones
higiénicas pésimas.
Pero la crítica más apropiada al comercio de la donación de los órganos es la que nos
lleva al corazón del argumento, a saber, el principio de autonomía. ¿El propio cuerpo
está verdaderamente disponible, como se afirma, o, en cambio, es propiedad indisponible
del hombre? Por consiguiente, no hace falta insistir tanto en las consecuencias tristísimas
del mercado de órganos, cuanto sobre el hecho mismo de que pueda existir un mercado
de órganos. Por lo que ya hemos dicho del valor de la persona humana, por la
inseparabilidad de la dimensión corporal de la dimensión espiritual, debemos decir que
la venta de partes del propio cuerpo es inmoral y, por lo tanto, no puede darse mercado
de órganos'^.
En la realidad, el comercio de órganos está difundido en muchísimos países. La pre-
gunta que se puede hacer es si esta tolerancia hacia el comercio de los órganos proviene
de factores culturales específicos de esos países. Si las cosas fuesen así, se debería excluir
un orden común a todos los hombres, capaz de valer como principio unificante de mora-
lidad que supere la variedad de los comportamientos de los diferentes grupos sociales o
étnicos.

'^ ENGELHARDT, H. T. Mantiale di bioética. II Sa^iatore, Milán, 1991, pp. 417-418.


'^ Cf. SALA, R. "Etica dei traspiami d'organo". En: CATTOWNI, R; MORDACCI, R. e REICHLIN, M. (dír.).
Introduzione alio studio deüa bioética. Europa Scienze Umane, Milán, 1996, pp. 526-527. '^ Cf. La misma
posición es sostenida por BERLINGUER, G. e GARRAFA, G. La mercefinale. Saggio sulla
compravendita di partí del corpa umano. Baldini e Castoldi, Milán, 1996.

293
Introducción a h Bioética

Bajo el aspecto jurídico, un gran número de países prohibe expresamente el comercio


de los órganos. Desde hace muchos años la acción legislativa del Consejo de Europa se ha
orientado en esta dirección. Ya en la, muchas veces citada, recomendación 29 de 1978,
se afirma, en el art. 9, que "ninguna materia biológica puede ser ofrecida por ganancia", es
decir, que está, permitido es la compensación y la asistencia social y sanitaria por eventuales
daños causados al donante por la extracción. El Acta Final de la Conferencia de los
Ministros de Salud de noviembre de 1987 precisa que ningún órgano humano puede ser
ofrecido por dinero por ninguna organización comprometida en los trasplantes. Además,
se prohibe hacer publicidad a la misma donación fuera de los territorios nacionales en
los cuales operan las organizaciones. También la Unión Europea, en la resolución del
Parlamento del 14 de septiembre de 1993, asumió el principio de la gratuidad de la dona-
ción y del anonimato del donante en relación con el receptor. En 1991 el mismo principio
fue hecho propio por la OMS. Existe coda una serie de declaraciones y actas formales
expresadas por organizaciones internacionales que van en la misma dirección. Aunque
ellas no tienen fuerza de ley para los Estados particulares, de hecho ellas se imponen a la
comunidad científica internacional en virtud de su autoridad científica.
El significado de estas tomas de posición es claro. Todos los países donde la organiza-
ción estatal es avanzada protegen el cuerpo humano con la prohibición de la comerciali-
zación. A medida que también los países del Tercer Mundo se dan una estructura estatal
eficiente, se da la asunción de los mismos principios de salvaguardia de los derechos
humanos y tratan de adecuarse al reconocimiento de tales derechos como carácter uni-
versal y vinculante más allá de los confines de las culturas nacionales. Por consiguiente,
la tolerancia que en muchos campos morales se ha convertido en indiferencia, en cuanto
concierne a los trasplantes de órgano no ha llegado, en este momento, a un reconoci-
miento jurídico de las diversas culturas, que transformaría el pluralismo de las costumbres
en pluralismo normativo.
Se puede concluir afirmando "la existencia de un principio general de derecho reco-
nocido por las naciones civiles que prohibe el comercio de órganos humanos con fines
de trasplante"'^
En este momento, son los países del área anglosajona los que están fuertemente tenta-
dos a asumir una posición diferente, que permita la comercialización de los órganos. Pero
aún así, las ofertas de venta que aparecen en medio de estos países pueden ser publicados
sólo porque falta una norma que los prohiba expresamente y no porque se haya estable-
cido la práctica del comercio.
'^ SAPIENZA, R. "La legislazione internazionaie". En: Bioética e Cultura, 9, 1996, pp. 61-70.

294
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

6. Casos particulares de trasplante

En este capítulo afrontamos algunos casos específicos de trasplante. La especificidad es


dada por la proveniencia de! órgano o del tejido. Se trata del caso de neonatos que nacen
del todo o parcialmente desprovistos de cetebro. En segundo lugar de los tejidos fetales.
En tercer lugar de los órganos provenientes de animales, por los cuales se tienen trasplantes
heterólogos. Finalmente, el injerto de órganos artificiales.

6.1 Extracción de órganos con fines de trasplante de neonatos anencéfalos

Los neonatos anencéfalos son los afectados por carencia congénita de cráneo, cuero
cabelludo y hemisferios cerebrales^ mientras que está regularmente presente el tronco
cerebral. La causa de esta malformación mortal es muy poco conocida. La prognosis es
invariablemente infausta. La mayoría de los concebidos afectados por anencefalia muere
antes deí nacimiento. La supervivencia de aquellos que nacen vivos varía de pocas horas
a pocos días, con raros casos de semanas o meses. Los aptos para la donación de los órga-
nos son sólo los nacidos vivos. Y como vivos son tratados mientras tienen el tronco cere-
bral fijncionando.
Existe una fiíerte petición de órganos de pequeñas dimensiones para pequeños pacientes
nacidos con graves malformaciones, con frecuencia cardiacas. Los neonatos anencéfalos
son considerados una fuente preciosa {aunque en aproximadamente el 55% de los niños
los órganos son inmaduros o malformados) de estos órganos de pequeñas dimensiones,
también porque es raro que un neonato muera por muerte cerebral por trauma; por eso los
órganos para neonatos necesitados de trasplante son muy pocos. En otras palabras, ios
neonatos anencéfalos son prácticamente la única fueitte de órganos de pequeñas
dimensiones. Esta fuente es tanto más preciosa si se tiene en cuenta que sólo uno sobre
cien de los posibles beneficiarios de trasplante en edad pediátrica recibe un órgano.
Los problemas puestos por la extracción de órganos de neonatos anencéfalos son de
diversa naturaleza'^. Ante todo, se suscita el problema técnico de la buena calidad de los
órganos de estos niños. En su caso, la espera del cese de las actividades del tronco cerebral
compromete la utilizabilidad de los órganos. Este problema de la urgencia obra en el sen-
tido de solicitar soluciones cargadas de graves consecuencias morales. Por ejemplo, algu-

Cf. I-AMB, D. Op. cit., pp. 117-143. FAGGIONI, M. "11 neonato anencefalo". En: Medicina e Morale, 3,
1996, pp. 447-466.

295
Introducción a la Bioética

nos quisieran declararlos muertos con base en la carencia de corteza cerebral, sin esperar
el decaimiento del tronco^". En este caso, se podría proceder a la extracción de los órga-
nos en condiciones de buena funcionalidad.
Más precisamente, con base en la propuesta de considerar muerto a quien no tiene
corteza cerebral, para los neonatos anencéfalos se debería hablar de personas ya muertas.
Esta propuesta debe ser refutada por los motivos explicados en el capítulo XII. Del
mismo modo, se rechaza ía propuesta de considerar a estos neonatos como una categoría
particular de seres humanos {"living, but btain absent" -vivientes, pero desprovistos de
cerebro-). En este caso, se tendría una forma de muerte de un ser vivo llevada a cabo a
beneficio de otros. Además, tal práctica podría convertirse en una tendencia a extenderse a
otras categorías de pacientes, como los sujetos en estado vegetativo persistente.
Nos encontramos, por consiguiente, frente a seres humanos vivientes que no tienen
ninguna posibilidad de supervivencia y que pueden convertirse en donantes. ¿Qué
hacer?
Los motivos a favor de la donación son muchos: para los familiares que pueden dar
un sentido al acontecimiento trágico que los ha afectado, para los médicos que encuentran
sentido terapéutico, aunque indirecto, a su actividad asistencial, para la sociedad que
aprovecha del crecimiento del número de trasplantes en edad pediátrica.
Todo esto debe tener lugar en el respeto del valor personal del neonato, el cual se
encuentra en el estado de máxima vulnerabilidad y dependencia en la cual puede llegar a
encontTaxse un ser humano. A él se aplican los mismos principios de tratamiento que se
adoptan para una persona que por cualquier causa se convierta en dependiente de otras.
Los problemas morales puestos por la extracción de órganos del neonato anencéfalo
son los siguientes: a) ¿el neonato anencéfalo es un donante? ¿Qué significa en su caso la
palabra donante?; b) ¿cómo se hace para confirmar su muerte cerebral, dado el carácter
incompleto de su encéfalo?; c) la necesidad de salvaguardar los órganos imphca una inter-
vención reanimatoria que se configura como encarnizamiento terapéutico.
a) A la primera pregunta se debe responder diciendo que el neonato anencéfalo es
donante en sentido impropio, dado que la donación de los órganos es un regalo. En
realidad, la donación es llevada a cabo por los padres. Se continúa usando este térmi-

^^ FACKLER, J. C. and ROGERS, M. C. "IS brsin áeath really cesssñon of all inrracranial ñina'ion?". En: J.
Pedriatric, 110, 1987, pp. 84-86. Incorrecta aun desde el punto de vista médico es la posición de HARRISON,
M. R. "Organ pfocurement for children: the anencefalic fetus as donor". En: Lancet, 1986, pp. 1383-1385, que
propone considerar al anencéfalo como desprovisto de cerebro, mientras ks funciones vegetativas aún están
sostenidas por el tronco.

296
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

no porque las alternativas son inaceptables. En efecto, se podría hablar de estos neonatos
en términos despersonalizados como "fuentes" de órganos. Pero este es precisamente el
punto crucial de la cuestión ética, a saber, si tratar al neonato como persona humana y
suministrarle todos los cuidados apropiados para su caso hasta que muera de una manera
natural, o si tratarlo sólo como una fuente preciosa de órganos, haciendo todas las
operaciones necesarias con el fin de conservar la funcionalidad de éstos. Si se acoge la idea
de que es una fuente de órganos, se hará presión por aquellas nuevas definiciones de
muerte que lo hacen considerar ya en su nacimiento como muerto. Si, como es justo, se le
considera persona viviente, entonces se plantean los problemas suscitados por las pre-
guntas b) y c).
b) En el caso de los neonatos anencéfalos, los criterios generales de confirmación de
la muerte cerebral son de difícil si no imposible aplicación, por la particular situación
del anencéfalo. Por ejemplo, el registro del electroencefalograma no es de ninguna
utih-dad, al faltar la parte superior del cerebro que suministra las señales eléctricas. Lo
mismo vale para la prueba de relieve del flujo cerebral. La muerte es determinada con la
advertencia de la ausencia de reflejos del tronco y el prolongarse de la ausencia de
respiración espontánea (apnea) por al menos 24 horas^'. Pero precisamente en la
aplicación de estos dos criterios está la dificultad. La experiencia ha demostrado que ellos
pueden ser engañosos, en cuanto que son aptos para señalar la desaparición de las
funciones del tronco cerebral, pero sólo si éstas estaban presentes precedentemente. En los
neonatos anencéfe-los estas fiinciones no siempre están presentes en el nacimiento y se
hace difícil establecer su cese. Se dan luego casos de retoma de la respiración espontánea
aún algunas horas después de la suspensión de la respiración. En conclusión, la aplicación
de los criterios previstos para la muerte cerebral no es suficiente, por lo cual se debe
prolongar mucho el tiempo de observación para poder declarar la muerte del neonato
anencéfalo. Esto implica la exclusión de muchos de estos niños de la condición de
donante potencial, a no ser que se quiera violar su dignidad.
c) Antes que fuesen posibles los trasplantes y en las estructuras donde aún no son
posibles, la práctica más correcta para tratar a los neonatos anencéfalos era la de sumi-
nistrar los cuidados ordinarios (calor, nutrición, hidratación), en espera de la muerte.
Todo otro cuidado se podría considerar encarnizamiento terapéutico, dado que, no obs-
tante los cuidados, el neonato morirá en pocas horas o pocos días. Esto significa excluir,

^' Lo expuesto es el protocolo de Loma Linda de 1987. Tal protocolo ha sido elaborado por el Center fot Christian
bioethics de Loma Linda University, California.

297
Introducción a la Bioética

por una parte, el encarnizamiento terapéutico y, por otra parte, la eutanasia neonatal.
Esta posición correcta, bajo el aspecto moral, es considerada dañosa bajo el aspecto clí-
nico, porque, cuando tiene lugar la muerte, los órganos son inservibles. Muchos centros
hospitalarios practican la reanimación del neonato anencéfalo hasta la desaparición de la
actividad del tronco, para mantener en buenas condiciones los órganos. ¿Se trata de
encarnizamiento terapéutico hacia el neonato? El protocolo de Loma Linda establece siete
días como límite máximo para la reanimación: tal posición constituye una especie de
arreglo entre las exigencias de los trasplantes y la de evitar el encarnizamiento terapéutico.
No obstante el esfuerzo de encontrar un arreglo, también en este caso es difícil no pensar
que estamos frente a una forma de instrumentalización del neonato-^. En conclusión, debe
valer el principio de que no es lícito intervenir sobre el hombre con fines de extracción de
órganos para trasplante si no ha habido confirmación de su estado de "muerte total"; y sí
se debe reafirmar el principio de que nadie, por ninguna razón, así sea. por el bien de un
tetcero, puede disponer de la vida de un ser humano: cualquiera que sea la dimensión a
la cual esta vida se haya de hecho reducida".
Concluyamos el tratamiento del caso del neonato anencéfalo señalando que el número
de estos neonatos tiende a disminuir a causa de la difusión de las pruebas de diagnosis
prenatal. Frente al descubtimiemo de la malformación, la tendencia es a proceder a la
ejecución del aborto selectivo en los primeros estadios de embarazo. En algunos países
esta práctica ha llevado a una fuerte reducción del número de neonatos anencéfalos.
Obviamente esta línea de tendencia no ehmina en absoluto los problemas morales; sólo
los desplaza del terreno del trasplante al del aborto^".

6.2 Órganos y tejidos fetales

Desde hace algunos años, para derrotar la enfermedad de Parkinson y otras enferme-
dades difícilmente curables, como ciertas formas de diabetes, se están experimentando
nuevas técnicas de intervención quirúrgica. Los experimentos sobre animales han mos-
trado que la inserción de tejido cerebral fetal en cerebros adultos lesionados, en algu-

^^ Cf. SGRECCIA, E. Mamide di bioética. Vbl. I. Vita e Pensíero, Mfíán: 1994, p. Ó2I.
^^ Cf. PERICO, G. "Neonati anencefalici e crapianco d'organi". En: Aggiornamenti Sociali, 7-8, 1992, pp.
509-518.
^■^ A la luz de las consideraciones desarrolladas se comprende el reciente caso de Gabriele, el niño anencéfalo
de Turín. Sus padres han tenido una conducta moralmeme correcta: a) no han querido abortar; b) frente a la
perspectiva de la inuerte cierta e inminente de su niño, han aceptado donar los órganos.

298
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

nos casos puede restablecer o mejorar su funcionamiemo. Sucesivamente se ha intentado


practicar esta técnica en el hombre utilizando tejido fetal. Al día de hoy, los trasplantes
que se llevan a cabo son considerados altamente experimentales. La ventaja del uso de
tejidos fetales respecto a los de adultos consiste en el hecho de que son tejidos con rápido
crecimiento celular, capaces de dar mejores resultados terapéuticos, y además dan meno-
res problemas de rechazo (en ciertos casos el rechazo no se verifica, porque los tejidos no
han madurado la caracterización antigénica). El problema nuevo que se plantea es el de
la licitud de usar órganos y tejidos provenientes de fetos humanos.
Como ulterior premisa precisamos los campos de desarrollo de estas técnicas y los
conceptos relativos al feto. La aplicación que ya tiene una breve historia es la de la inser-
ción de neuronas de origen fetal en el cerebro de pacientes afectados en edad juvenil por
la enfermedad de Parkinson y por la enfermedad de Alzheimer. Las neuronas fetales son
productoras de la dopamina, que permite la regulación de los movimientos y falta en los
pacientes afectados por estas enfermedades. Las neuronas fetales no deben estar comple-
tamente desarrolladas, de modo que maduren después del trasplante en el cerebro del
paciente y produzcan las sustancias necesarias para la normal actividad cerebral.
Otros usos potenciales de los tejidos fetales son el concerniente a las células pancreá-
ticas (islas). El trasplante de estas células fetales está en grado de hacer que se restablezca
la producción y la regulación de la insulina en los casos de diabetes mellitus. Se podrán
usar tejidos miocárdícos para la reparación de las arterias cardiacas. Células del hígado y
del timo parecen aptas para la curación de las enfermedades de la sangre y del sistema
inmunitario. Ya hoy en algunos países los tejidos fetales son usados para el desarrollo de
las vacunas contra la pohomieiitis y el sarampión; y allí donde se quiere evitar al paciente
el estrés de una doble intervención para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson con
el uso de células surrenales (que son extraídas precedentemente al mismo paciente),
pueden llevarse a cabo trasplantes con células cerebrales fetales'^
Por cuanto concierne al feto, es necesario introducir algunas precisiones
terminológi-cas^^ Por feto entendemos el producto de la concepción humana,
incluyendo todas las fases de desarrollo deJ cigoto, al pre-embrión, al embdón. Estas
distinciones son hechas pot comodidad científica, pero no tienen relevancia ética,
tratándose siempre del mismo ser humano en las diversas fases de su crecimiento.
Cuando se habla de feto se entien-

^^ Cf. PERICO, G. "Primi trapíanti nel cervello per curare il morbo di Parkinson". En; Agffomamenti
Saciali, 3, !988, pp. 165-174. ^^ Para un mayor detalle véase SPAGNOLO, A. e SGBECCIA, E, "U feto urruno
come donaxore d'orgini e
tessuri". En: Medicina eMorak-, 6, 1988, pp. 843-875.

299
íncroducción a ia Bioética

de el feto en el útero, mientras que se usa el término aborto cuando el feto está fuera del
útero. Otras distinciones importantes son ¡as de Feto vivo y feto muerto, y entre kto viable
y feto no viable (por viable se entiende que puede sobrevivir autónomamente con la ayuda
de medios médicos). Por consiguiente, el feto puede estar vivo o muerto; si está vivo,
puede ser viable o no viable. Esto significa que se dan diversas hipótesis: en el caso de un
feto vivo, no viable, se tiene que el feto morirá pronto. Un feto vivo, que por interrupción
del embarazo se convierte en aborto, puede ser viable (se encuentra en la misma condición
que un nacido prematuro).
Estas distinciones tienen una relevancia ética, porque en caso de encontrarnos frente
a un aborto que por cualquier razón sobreviviese a la supresión intencional, y estuviese en
condición de viabilidad, haría felta intervenir para ayudarlo a vivir. El sentido ético de
estas distinciones reside en la primera exigencia moral sobre ia extracción de órganos y
tejidos de los fetos: la confirmación de la muerte. Sólo si se trata de feto muerto, como
para los cadáveres, es lícito utilizar sus partes con fines de trasplante.
En cuanto concierne a los órganos fetales, con frecuencia son no aptos para los tras-
plantes por su inmadurez. La medicina trata de remediar esta insuficiencia, implantando
los órganos fetales como coadyuvantes del órgano enfermo o sosteniendo el órgano inma-
duro con terapia pertinente (la diáhsis para riñon aún inmaduro). También resulta difícil la
reaíizacion de la sutura de ios vasos sanguíneos sí íes o'rganos son demasiado pequeños.
Otro problema muy grave es la conservación de estos órganos. Los experimentos condu-
cidos sobre animales enseñan que, para estar en buenas condiciones de oxigenación y para
tener un buen resultado en el trasplante, los órganos fetales deben ser extraídos de fetos
vivos. Esto implica el riesgo de que se genere un mercado de fetos vitales a través de con-
tactos con mujeres predispuestas al aborto o con clínicas donde se practica el aborto.
Las cuestiones morales suscitadas por la extracción de tejidos y de órganos de los fetos
están muy cercanas a tas cuestiones morales del aborto. Para 1^ valoración de las implica-
ciones éticas podemos asumir las conclusiones del trabajo de Spagnolo y Sgreccia":
• Toda extracción debe ser efectuada sobre feto que esté clínicamente muerto y no en
ausencia de la sola viabilidad, independientemente de estar afectado o no por malforma-
ciones o estar señalado por muerte cierta e inminente.
• La muerte del feto debe ser consecuencia de una causa accidental (aborto espontá-
neo) o como efecto indirecto de una intervención terapéutica sobre la madre, fuera de

SPAGNOLO, A. e SGRECCIA, E. Op. cit., pp. 873-í

300
Capítulo XI: Trasplantes de órganos

una conexión con la interrupción voluntaria del embarazo, conexión que de hecho no es
eliminable y cuya sospecha, de todos modos, sería motivo de escándalo.
• El investigador que se encontrase obrando en estructuras que utilizasen rutinaria-
mente material fetal proveniente de abortos voluntarios debe poder elevar objeción de
conciencia.
• Es necesario que se dé el consentimiento informado de los padres o de la madre acerca
de la extracción de los órganos o de los tejidos y sobre la destinación de este material;
además, ellos deben estar libres de concederlo o de rechazarlo análogamente a cuanto
sucede para todas las donaciones de órganos.
Por consiguiente, la licitud de la extracción de tejidos de los fetos existe sólo cuando
se usan materiales provenientes de abortos espontáneos. Esta conclusión permite la utili-
zación del material fetal menos preciado según los médicos, porque en estos casos se tienen
elevadas probabilidades de anomalías y pasa demasiado tiempo entre la muerte del feto y
su expulsión con el aborto espontáneo. Para obviar esta dificultad, se ha propuesto^^
tratar los abortos provenientes de interrupciones voluntatias del embarazo (moral-mente
ilícitas) del mismo modo que se tratan las víctimas de los homicidios. En este último
caso, si se tiene el consentimiento de los padres se puede realizar la extracción sin que se dé
ninguna sospecha de complicidad con el asesino. Si esta analogía fuese plausible, entonces
se podrían tisar también los fetos provenientes de los abortos. Pero la analogía no es
aceptable, porque en el caso de los trasplantes fetales hace falta una tal rapidez de la
intervención, que el aborto y el sucesivo trasplante estén interconectados. Para con-rinuar
con la imagen del asesinato, es como si se fuese al lugar del homicidio, en espera de poder
exrraer los órganos. En este caso sería difícil demostrar la ausencia de una cierta forma de
complicidad y de responsabilidad moral.
Existe la posibilidad de que, en el futuro próximo, el recurso a tejidos fetales ya no sea
necesario. Están en estudio alternativas que prevén el uso de tejidos extraídos del paciente
(en general células de la piel), que son sometidos a un tratamiento de modificación genética
y luego son injertados en el cerebro. Con esta nueva técnica se tienen muchas ventajas: no
hace falta donante, no hay rechazo, no se suscitan problemas éticos.

^^ Cf, RoBERTSON, J. A. "Rights, symbolism and public policy in fetal tissue transplants". En: Hastings Center
Ríport, 12, 1988, pp. 5-12.

301
Introducción a la Bioética

6.3 Trasplantes con órganos de animales

Actualmente se usan partes de animales para algunas prácticas médicas: los intestinos
de oveja son usados en las suturas quirúrgicas, los huesos y los tendones de vaca se usan
para sustituir los del hombre cuando son dañados en accidentes, las válvulas cardiacas de
cerdo se usan para sustituir las humanas defectuosas o que ya no funcionan. Si todo esto
hace ya parte de la rutina, no es así para los trasplantes de órganos sólidos de animales a
hombre. A partir de los años sesenta se han llevado a cabo algunos intentos de trasplante,
pero han tenido resultados decepcionantes. Para comprender qué lejos está la posibilidad
de estos trasplantes como posibilidad terapéutica efectiva, piénsese que los trasplantes
interespecíe entre animales aún están en fase experimental (se intentan trasplantes de
corazón de chimpancé a babuinos, con gravísimas dificultades para contener el
rechazo).
El caso experimental más famoso de este tipo de trasplantes fue el de bahy Fae, una
niña norteamericana que en 1984 permaneció en vida por tres semanas con el corazón de
un babuino.
Las propuestas de desarrollo de esie. sector de los trasplantes apuntan hacia la modi-
ficación a través de ingeniería genética de los cerdos y de los babuinos para tener órganos
compatibles con el hombre. Hasta cuando se obtenga este resultado y/o se domine el
rechazo, no se podrá hablar de este tipo de trasplantes sino en términos experimentales.
En todo caso, se puede aludir a dos problemas éticos relativos a este trasplante: el altí-
simo riesgo y la posible alteración de la personalidad.
Hoy un trasplante de animal sería ilícito, porque estaría desprovisto de fundadas espe-
ranzas de éxito. Se podría aceptar, en caso de absoluta urgencia, sólo la solución del tras-
plante puente, el trasplante de animal realizado en espera de un órgano humano.
En cuanto concierne al segundo aspecto, no hay obstáculos a la licitud del trasplante
de animal, porque corazón, hígado y ríñones son órganos de carácter ejecutivo. Por ejem-
plo, el corazón es sólo una bomba que aspira e impulsa la sangre y no la sede de los senti-
mientos humanos. Naturalmente, en la hipótesis de un heterotraspíante el sujeto deber/a
ser preparado muy bien desde el punto de vista psicológico. Permanece siempre ilícito el
trasplante de glándulas sexuales.

302
CapímJo XI: Trasplantes de órganos

6.4 Órganos artificiales

También en este campo ya están en uso muchos apoyos a la salud del hombre. Hay
implantes de rutina referentes a válvulas cardiacas de plástico, los marcapasos, los implantes
de silicona de varias clases, se trabaja por el oído artificial, formado por telecámaras
miniaturizadas y unido a la corteza cerebral.
La misma práctica de la diálisis hace parte de la serie de los órganos artificiales. A pri-
mera vista la consideramios una terapia hospitalaria, pero se trata de una terapia ejecutada
por un riñon artificial.
En cuanto concierne a los órganos internos, el proyecto más avanzado es el del corazón
artificial. Desde el punto de vista de la ingeniería muchos problemas han sido resueltos y
se camina rápidamente hacia la solución del problema técnico de las dimensiones de las
pilas que deben alimentar el órgano. Queda aún por resolver el grave problema de las
infecciones crónicas y de los ictus que afectan a los pacientes trasplantados. Por este
motivo, también el injerto de un corazón artificial es por el momento sólo una solución
puente, en la petspectiva de un trasplante de órgano humano.
Desde el punto de visca ético, surgen problemas relativos al aíco grado de riesgo que
este tipo de injerto implica. No ha de dejarse a un lado el sufrimiento al cual son some-
tidos los pacientes aún después del implante. Dados los altísimos costos de esta cl^e de
implantes, surgen también los problemas de igualdad en el acceso a la terapia y la valora-
ción de si los recursos comprometidos son bien gastados.
CAPÍTULO XII MUERTE

CEREBRAL

1. Situación cultural

Al enfrentar el debate sobre la muerte cerebral, no podemos olvidar una breve alusión a
la situación cultural moderna y a la concepción de la muerte. El secularismo débil y la
fragmentación que caracterizan nuestra sociedad determinan entre otras cosas una difi-
cultad objetiva para encontrar un sentido a la muerte.
En primer lugar, en el plano ideológico existe el evidente imponerse de la racionalidad
técnico-científica, para la cual el saber científico, que es acumulativo, tiende a convertirse
en el metro de juicio dominante. Mientras que el saber ético, al no ser acumulativo, en
virtud de que en él está impficada la libertad humana, parece menos urgente, menos
capaz de dar una contribución a la solución de los problemas sociales y personales. Este
neto desequilibrio a favor del saber científico tiene como consecuencia el olvido
tenden-cial de todas las cuestiones del sentido.
Este olvido está fuertemente favorecido por otra característica de la sociedad compleja.
Nos referimos a la separación entre momento público y momento privado de la con-
ciencia. La ética pública se interesa en las relaciones entre los hombres, pero no en todas.
Lo que interesa y que es regulado, incluso de modo muy minucioso, son sólo las relaciones
sociales, aquellas que se mantienen en cuanto "socios". Todo aquello que tiene que ver con
el campo de los valores se deja rigurosamente a la conciencia individual'.

' Para la profundización de este tema, véase ANGELINI, G. "La dimencicanza deil' ethos. Questione teórica e
questione civile". En: Teología, 4, 1987, pp. 289-308.
Capítulo XII: Muerte ceiebral

Finalmente, al interior de este cuadro cultural se colocan la artificialización de la expe-


riencia del morir, fruto del avance continuo de los medios de cuidado, y la unida
clan-destinización de la muerte, por la cual este evento se esconde cuando más sea
posible. Las ciencias del hombre: historia, psicología, antropología cultural, sociología,
parecen aliadas en una especie de conjura del silencio en relación con la muerte; especular
respecto a aquella se ha establecido en la costumbre social. El fenómeno, ya analizado
muchas veces, es que la muerte ha desaparecido del horizonte del hombre de nuestro
tiempo. Quien es privado de su muerte es inprimh e\ mismo moribundo. É ya no puede
prepararse para la "bella muerte"; en efecto, ia nueva, costumbre exige que el paciente
ignore su muerte. Las personas cercanas al moribundo sienten como su deber esconder al
enfermo su estado. Aspiración máxima de muchas personas de nuestra época es la de
morir "sin darse cuenta". Con este fin, el enfermo debe ser tratado como un menor de
edad. Es fácil comprobar cuánta contradicción existe con el principio de autonomía
personal que también caracteriza nuestra sociedad. En la era tecnológica la muerte debe
estar circundada por la "discreción", para no confundir a aquellos que sobreviven. A los
supervivientes se les pide la dignidad de "no" llorar. El luto manifestado abiertamente es
casi una práctica indecente.
Este modo de concebir la muerte es consecuente con el modo de vivir de las socie-
dades industriales, donde la masificación es la regla. A una vida desprovista de sentido
corresponde una muerte también ella sin significado.
Las denuncias que los intelectuales hacen de la introducción del nuevo tabú de la
muerte, según el cual hablar de ella no es "políticamente correcto", son del todo ineficaces
y son ellas mismas trivializadas.
En este contexto, la muerte aparece como un evento desesperante, es decir, como
momento intensamente emotivo y al mismo tiempo desprovisto de cualquier sentido^.

" La pérdida de sentido de \a muerte no es sólo consecuencia de la descristianización que se registra en la sociedad
moderna, sino que es un fenómeno aún más profundo de pérdida de la palabra frente a rodo aquello que exigiría
una interpretación significativa del vivir. Dicho en otras palabras, se trata del fenómeno de naruralización del
hombre, por el cual el hombre es cosa calificada, pero siempre cosa. Según esta perspeaiva errada, se puede
investigar lo real prescindiendo de la existencia humana, de su significado y de la conciencia del hombre.
Mientras que el encuentro con lo real implica siempre la referencia a un sentido. Bajo este aspecto e¡ mundo
griego pre-crisriano escapaba a tanta pobreza de pensamiento y tenía una elaboración propia del concepio de la
muerte y de sus significados. A! respecto véase PIZZOLATO, P. "Le risposte al problema della morte tra
mentalita classica e cristiana anrica". En: Medicina e Morale, 2, 1986, pp. 229-247- Véase también el trabajo
ya clásico de ARIES, P. Storia della morte in occidente nial medioevo ai nostrigiorni. Rizzoli, Milán, 1978.

305
Introducción a la Bioética

Todo esto repercute en el modo de tratar al moribundo. La experiencia de la muerte,


en lugar de ser el lugar típico para cultivar el sentido de la vida y desarrollar la sabiduría,
es alejada y censurada.
El contexto cultural sumariamente descrito hace arduo el tratamiento racional de la
problemática de la definición de la muerte. En efecto, la dificultad de hablar sobre la
objetividad de los valores morales se hace ahora mayor cuando se trata de hablar sobre el
tema de la muerte. La conciencia del individuo, abandonada a sí misma, es fácilmente
presa de miedos irracionales. Si a esto se añade que la introducción de los criterios
neu-rológicos para la verificación de la muerte, la llamada muerte cerebral, se ha debido
en parte a las motivaciones pragmáticas introducidas por la medicina de los trasplantes, se
puede comprender cuan fuerte es la desconfianza para esta modalidad de confirmación
de la muerte.

2. Verificación de la muerte

La palabra muerte no tiene un contenido unívoco y tampoco lo tiene la experiencia a


la cual se refiere. En efecto, se habla de muerte civil, de estado de muerte, de proceso de
muerte. Esta multiplicidad de significados mueve a precisar el concepto de muerte.
Además, esta polisemia no se puede remediar usando como alternativa la locución "cese
de la vida", porque permanece el problema de explicar qué se quiere decir. A nivel práctico,
esta imprecisión es un inconveniente. La medicina de la reanimación y la de ios trasplantes
han hecho más urgente la exigencia de definir la muerte. La pregunta que apremia con
urgencia es: ¿cuándo se convierte en cadáver el individuo?
Desde el punto de vista conceptual, la determinación de la muerte no es una consta-
tación empírica {frío, calor, etc.), desarrollada incluso con el auxilio de medios técnicos
sofisticados. Ni siquiera se trata de un juicio de valor. Más precisamente, la verificación
de la muerte es una deducción teórica a partir de algunos hechos. La confirmación de la
muerte se coloca, por lo tanto, en un nivel metaempírico, que es el de la interpretación de
los hechos.
Hasta hace poco tiempo, para la verificación de la muerte eran suficientes los criterios
aceptados de las expresiones vitales: respiración y actividad cardiaca, por lo cual su cese
era indicación de muerte. Estos criterios tradicionales han sido problematlzados por dos
nuevas técnicas médicas: a) la reanimación con intervenciones y fármacos. La referencia a
la respiración y a la actividad cardiaca ya no es suficiente y tampoco necesaria; b)

306
Capiculo XII: Muerte cerebral

los trasplantes, para cuya realización son necesarios órganos vitales. De aquí la necesidad
de determinar con mayor precisión el momento de la muerte. De las funciones vitales, la
atención se ha desplazado sobre el sistema nervioso central: el cerebro^
Este cambio en la referencia org-''"'"--' i"^"^<^-^ ir^t^rrr^rr-^r^i-f^^ q^g ^Q^ afrontados. En
primer lugar, se debe preguntar ¿por ler el cese de la actividad
cerebral como signo de la muerte? La i de que no todas las razo-
nes adoptadas parecen concluyentes^
En segundo lugar, el cerebro es es necesario y suficiente
para la muerte? ¿Basta que muera ur _ jano entero?
Finalmente, ¿qué relación existe entre la definición tradicional y la nueva fundada
sobre el cerebro? A veces los dos criterios han sido usados de modo alternativo según la
conveniencia.
Para responder a estos interrogantes hace falta distinguir tres niveles de la cuestión, los
cuales están conectados estrechamente entre ellos: la definición del concepto de muerte;
los criterios de verificación de la muerte; los procedimientos diagnósticos (test).

2.1 Concepto de muerte

Una persona está muerta cuando a nivel biológico deja de ser un organismo, es decir,
un conjunto integrado. No es necesario que deje de vivir cada célula individual del organis-
mo, sino que cese el organismo como "un todo"^, aunque permanezcan fiinciones vitales.
3
Más correctamente, es necesario decir muerte del encéfalo, pero el término encéfalo no ha entrado en el uso
corriente. El encéfalo está compuesto pot los hemisfetios cerebrales (baste esto, pero en efecto ¡a subdivisión
anatómica de la parte alta del encéfalo es mucho más compleja) y por el tronco, que es aquella parte que une
los hemisferios con el nervio espina! y comprende el puente, la médula alargada y el mesencéfalo. Para que
pueda ser declarada la muerte cerebral es necesario que la ausencia de ¡as funciones sea irreversible y bien
definida desde el punto de vista de la causa; deben luego ser excluidos los estados de hipotermia,
intoxicaciones por fármacos, encefalopatías merabólicas y estados de shock. Sobre este punto, véase JOÑAS,
H. Dalla fede antka all'uomo tecnológico. II Mulino, Bolonia, I99I y D'oNOFRio, E "LUCÍ e ombre nella
diagnosi di morre cerebrale". En: Medicina eMorale, 1, I99i, pp. 59-71. Este último autor del Comité
presidencial de bioética (USA, 198!) que tesaltan a) que no es aún conocida la porción del terebro responsable
del conocimiento y de la conciencia-, b) que no hay cetteza de !a confiabílidad de las pruebas concernientes a
ia pérdida real de las funciones a nivel de las varias zonas cerebrales, de la corteza y del tronco.
CARRASCO DE PAULA,, I. "Morte cetebtale; aspetti etico-filosofici". En: Medicina e Morale, 5, 1993, p. 892.
El autor atribuye este modo de expresar e\ concepto de muerte cerebral a ]. Seifert, h brain death actually
deathí, sin ulteriores indicaciones. Un autor que ha contribuido de modo importante a

307
Introducción a la Bioética

Las razones que justifican este concepto son antes que todo de orden pragmático, porque
no se puede confiar en el criterio de la desaparición de la conciencia para certificar la
muerte, en cuanto que con ello se entraría en un terreno inconsistente, sobre ei cual no
se pueden construir certezas. En segunda instancia, como apoyo del concepto de muerte
como cese del organismo en cuanto conjunto integrado está la argumentación antropo-
lógica de la unidad fundamental del ser humano. En el hombre la dimensión física está
indivisiblemente unida con h dimensión psíquica. El cuerpo atraviesa y sostiene toda
actividad psíquica, así como el psiquismo impregna todo el cuerpo. Sólo cuando el cuerpo
deja de existir como cuerpo viviente fallan también las dimensiones psíquicas.
En otras palabras, en el hombre existe un solo principio de integración, una sola
forma que es el alma racional; no existen el alma vegetativa y animal, que permitirían una
supervivencia parcial. Este concepto de muerte permite salvaguardar la unidad
psico-físi-ca del hombre. Con base en este concepto, el nivel biológico es determinante
para definir la muerte.

2.2 Criterios de verificación de la muerte

Los criterios deben responder a la pregunta: "¿Cuándo el hombre deja de ser un todo
integrado?". ¿Cuál es el sistema crítico del hombre, a saber, el que garantiza la integra-
ción? Las respuestas a estas preguntas vienen de la conciencia empírica. La ciencia médica
identifica el sistema crítico en el tronco cerebral. El tronco es parte del órgano complejo
que llamamos cerebro. Pero la referencia al cerebro está motivada por el hecho de que es el
órgano que preside la integración del organismo como un todo y no porque sea sede de
la conciencia.
El procedimiento de diagnosis de la muerte cerebral ha escogido preponderantemen-te
algunos criterios neurológicos por sus características específicas. En efecto, ellos, siendo
expresión de las funciones del cerebro, son los que desaparecen primero. En segundo
lugar, porque ellos revelan fenómenos no pasajeros, sino irreversibles, como la destruc-
ción de las células cerebrales.

difundirlo es ciertamente LAMB, D. / confini delia vita. Morte cerebrale ed etica dei trapianti. II Mulino,
Bolonia, 1987.

308
Capítulo XII: Muerte cerebral

2.3 Procedimientos diagnósticos

Conceptualmente se haría una distinción entre el juicio sobre la ausencia de las fun-
ciones vitales sostenidas por el tronco, como la respiración autónoma, y, por consiguiente,
el cese de la capacidad integradora del tronco, por la destrucción de las células del tronco.
El tiempo de paso entre un evento y el otro es brevísimo. Desde el punto de vista
conceptual sólo la destrucción de las células es irreversible. La destrucción de las células
del tronco cerebral es conclusiva para fines del juicio de muerte.
Con el concepto de muerte basado en el tronco cerebral se dan consecuencias que
pueden parecer sorprendenres. En primer lugar, se trata de un concepto merafísico {la
capacidad de integración) y no de un juicio médico. Los médicos precisamente no pro-
nuncian un juicio de muerte, sino que advierten la ausencia de las funciones vitales con-
siguientes a la muerte (sólo por comodidad dejamos a ellos la tarea de declarar la muerte,
por su competencia y la práctica que tienen con las pruebas que indican la destrucción de
las células del tronco). En segundo lugar, contrariamente a cuanto comúnmente se ha
afirmado, la muerte retoma la figura de evento*; en efecto, coincide con la destrucción de
¡ss célaks dd tronco. Sóio que es pricncamence impasible advertir d momento en el cae
este evento sucede. Como consecuencia de este evento se abre la cadena del decaimiento de
todo el organismo, con velocidad diversa según el tipo de células y tejidos.
Si la definición de la muerte, tanto a nivel metafísico como físico-biológico, es una
cuestión de naturaleza teórica que, por lo menos en primera instancia, no tiene repercu-
siones sobre comportamientos inmediatos, es divetso el caso de la verificación del deceso
de una persona. Un error al responder a la pregunta de si el sujeto considerado aún está
vivo o no, implica gravísimas consecuencias éticas, legales y médicas.
Este motivo invita a la máxima cautela cuando se trata de determinar el estado de
muerte de una persona. En este campo no se pueden admitir ni aproximaciones ni simples
probabilidades, sino se requiere una certeza lo más absoluta y objetiva posible.
La verificación de la muerte debe incluir siempre como garantía la identificación de
una causa que la explique (por ejemplo, un trauma, que interese la región encefálica), aun-

"No puede ser objeto de diagnosis el momento de ia muerte, porque ella no es evidente ni verifica-ble. En
consecuencia, se debe mantener la asincronía entre el instante dramático de fa separación dd alma del cuerpo y
el momento en el cual resulta manifiesto el deceso sucedido. El desarrollo tecnológico podrá acortar el lapso
de tiempo que divide los dos episodios, pero difícilmente este desaparecerá completamente. Diagnosticar la
muerte significa verificar no la separación del alma sino ía ausencia de s^os de vida organizada". CARRASCO
DE PAULA, I. Op. cit., p. 894.

309
Introducción a la Bioética

que la respuesta a la pregunta sobre si un hombre está vivo o no debe encontrarse no con
base en la causa, sino con base en la ausencia de funcionamiento del organismo como un
codo organizado.
Para la confirmación de la muerte del tronco existen diversas series de pruebas diag-
nósticas. Entre ellas tenemos:
Estado de inconsciencia.
•Ausencia de reflejo corneal, reflejo fotomotor, reflejo oculocefálico y oculovestibular,
reacción a estímulos dolorosos llevados al territorio de inervación del trigémino, reflejo
carenal y respiración espontánea después de la suspensión de la ventilación artificial hasta
el alcance de hipercapnia de 60 mm con ph hemático menor de 7,40.
•Silencio eléctrico cerebral, documentado por EEG.
•Ausencia de flujo cerebral.
•La duración de la observación debe ser no inferior a seis horas'.

3. Discusión sobre la definición de muerte

La cuestión de la muerte cerebral que se ha impuesto como método sofisticado de


determinación precoz de la ausencia de vida organizada ha suscitado un ampUo debate
sobre qué se debe entender por muerte cerebral.
Las discusiones de los últimos años sobre el concepto mismo de muerte cerebral han
registrado una cierta aproximación y una cierta conínsión. Sobre el argumento se escribe
mucho y se nos habla de muerte cerebral algunas veces para referirse al coma depas-sé,
otras veces para indicar la falta de actividad neurocortical, en unos casos para señalar el
bloqueo de las funciones dependientes del tronco encefálico y, aún en otros casos para
indicar el coma profundo e irreversible.

7
La determinación de la muerte cerebral sigue reglas muy semejantes en todos los países de! mundo. Una
amplia panorámica de la serie de pruebas utilizadas se encuentr^i en PucA, A "Determinazione e accertamento
delia morce cerebrale". En: Medicina e Morak, 2, 1991, pp. 229-247. Esta reseña muestra también la
diferenciación entre la concepción de la "whole brain death", sostenida por la Presidents Commission in :he
ethical problems in medicine and biomedical and behaioral research (USA, 1981) y por la mayoría de las
naciones europeas y de otros continentes, y la concepción de la "brain steam dearh", que ha sido preferida y
codificada en el Reino Unido, en Canadá y en Australia.

310
En esta situación de confusión terminológica se insertan las propuestas para una
rede-fmición del concepto de muerte. El debate más reciente ha madurado la conciencia
de que hay notables problemas filosóficos implicados en la definición de la muerte cerebral.
En este contexto fian nacido nuevas definiciones de muerte basadas en ios criterios de la
pérdida de la personalidad y de la identidad personal. Estas nuevas definiciones de muerte
que se basan en la pérdida de la identidad personal son descritas como definiciones
ontológicas y se contraponen a cuanto hemos presentado hasta aquí, a saber, a las defi-
niciones de muerte biológica basadas en la destrucción del cerebro en su conjunto o del
tronco cerebral. En este apartado examinarenios las razones que sostienen las propuestas
de redefinir la muerte sobre base ontológica y las críticas hechas contra la definición basa-

Los defensores de la definición de muerte basada sobre criterios ontológicos recurren


a la pérdida de las funciones cerebrales superiores. Para describir esta condición, se usan
términos ambiguos y desorientadores, como muerte "neocortical" o "síndrome pálica .
Un argumento de carácter general a favor del cambio afirma que "un estándar de muerte
neocortical podría aumentar de modo significativo la disponibilidad y el acceso a los
trasplantes, porque los pacientes (incluidos los anencéfalos) declarados muertos con base
en la definición neocortical pueden ser conservados biológicamente por años, en lugar de
pocas horas o días como en el caso de la muerte cerebral total. Sobre la base del actual
iJniform Anatomical GtfiÁct, esto ofrece la posibilidad de que partes o cuerpos de muertos
neocordicales puedan ser donados y conservados para investigaciones a largo plazo, en
bancos de órganos, o para otros fines farmacológicos o para la producción de compuestos
biológicos"^.
Estas argumentaciones, que son de carácter utilitarista y no tienen valor para establecer
qué es la muerte, nos permiten comprender que las definiciones de la muerte fundadas en
la pérdida de las funciones cerebrales superiores tienen la tendencia a caer en el
racionamiento siguiente: la urgencia de órganos y la necesidad de experimentar son tan
fuertes que es necesario encontrar una definición de muerte que las satisfaga en la mayor
riiedida posible.
La posición que coloca el acento sobre la pérdida de las funciones cerebrales superiores
considera fundamental la continuidad de los procesos mentales y la identidad de la
persona, mientras que no se interesa por la persistencia de funciones vitales como la res-
piración o la palpitación cardiaca.

^ SMITH, D. R. "Legal issues leading to the notií^n of neocotical death". En: ZANER, R. M. (ed.). Dedth: beyond
whoU brain criteria. Dordrecht, Kluweíi 1988, p. 129-

3U
Introducción a la Bioética

Normalmente los autores que sostienen esta posición hacen referencia a las partes
superiores del cerebro, consideradas responsables de las funciones cognitivas. El cerebro
superior controla el movimiento y el lenguaje y preside el contenido de la conciencia.
Pero ya a este punto se pueden hacer observaciones críticas, porque hace falta distinguir
el contenido de la conciencia de la capacidad de conciencia, a la cual da una contribución
decisiva la estructura del tronco cerebral. La función del tronco cerebral es esencial a la
existencia de un contenido de la conciencia, es decir, a la vida afectiva y cognitiva, a los
sentimientos, a los pensamientos, a la interacción social. En segundo lugar, refiriéndonos a
los resultados de la Comisión Presidencial, antes citada, se debe recordar que funciones
cerebrales "superiores" como la conciencia y el conocimiento pueden no ser en rigor
mediadas por la corteza cerebral; más bien, es probable que ellas sean resultado de com-
plejas interrelaciones entre el tronco cerebral y la corteza.
K. G. Gervais defiende una definición ontológica de la muerte según la cual "la ausen-
cia permanente de la conciencia es medida de la muerte del hombre"^ Gervais usa cri-
terios de muerte basados en el fin de las funciones neocorticales (en esta categoría están
comprendidos también los neonatos anencéfalos y los pacientes en estado vegetativo per-
sistente). La autora cae en una confusión conceptual, identificando la muerte neocortical
(concepto neuropatológico) con el estado vegetativo persistente (concepto clínico). Los
criterios para establecer la muerte cortical demandan electroencefalograma plano, mien-
tras, por norma, los pacientes en estado vegetativo persistente no tienen este requisito,
dado que la gran mayoría de ellos no ha padecido carencia de oxígeno y no ha tenido
una anemia cerebral tal que haga mudo el electroencefelograma. Según Gervais la defini-
ción de muerte basada en la ausencia de conciencia sería superior a la basada en ei tronco
cerebral, en cuanto que esta última estaría motivada sólo por preocupaciones éticas (y la
autora entiende que las motivaciones éticas son superfinas e incapaces de fundar una
argumentación para llevar al debate público).
Existe otra propuesta de redefinición de la muerte, que resalta no la conciencia sino la
continuidad psicológica. También ésta sería una función atribuida a la parte superior del
cerebro. Para los aurores que sostienen esta, posición se puede declarar la muerte cuando
se tiene la pérdida de la capacidad de actividad mental. En esta perspectiva la confirma-
ción de la muerte consiste en "mostrar que el paciente deja de ser Mr. White cuando la
muerte cerebral priva su cuerpo de sus rasgos psicológicos"'".

^ GERVAIS, K. G. Redefining death. Yale University Press, New Haven, 1987, p. 11. '" GREEN, M. B. and
WICKLER, D. "Brain death and personal identity". En: COHÉN, NAGEL and ScANLON (ed.). Medicine and
moralphibsophy. Princeton University Ptess, New Jersey, 1981, p. 62.

312
Capítulo XII: Muerte cerebral

Este modo nuevo de mirar la muerte, que origina nuevas definiciones de muerte basa-
das en los criterios de la pérdida de la personalidad, ya a primera vista no parecen garan-
tizar de modo serio la defensa de la vida física, sin embargo, ha sido apropiado por los
obispos fi^anceses. En un documento suyo de 1976, dedicado a los problemas éticos de la
muerte y del morir, han tomado una posición explícita, que puede parecer sorprendente
para una autoridad moral catóUca, que se remite a la concepción cristiana del hombre.
Ellos escriben que: "La vida humana es más que vida vegetativa. Es legítimo afirmar que el
sujeto se caracterim por ía conciencia y por la capacidad de entrar en relación con ios
otros, y que ya no hay vida humana cuando toda relación ha desaparecido completamente:
entonces ya no hay ser humano, un sujeto humano. Tal afirmación pone en discusión los
criterios de la muerte actualmente reconocidos, porque lleva a declarar muerto al hombre
en estado de coma irreversible"".
Más allá de que no resulta simple establecer cuándo el coma es irreversible, esta toma
de posición, favorable a los criterios ontológicos, debe ser interpretada en el contexto de
una reacción que los obispos intentaban proponer para oponerse a una concepción
puramente biológica de la vida humana. Sin embargo, se ha respondido a un desequili-
brio hacia el biologismo con un desequilibrio hacia la indeterminación de la definición
de muerte.
Antes de presentar las críticas dirigidas a los intentos de redefinir la muerte, precisamos
que tales intentos de ninguna manera son incompatibles con el concepto de muerte
centrado sobre el tronco cerebral. Existe una diferencia entre las dos formulaciones, que
versa sobre el estado de las funciones residuales, cuando el daño se limita a las regiones
superiores del encéfalo y la mayor parte del cuerpo está intacta. La diferencia entre las dos
formulaciones se puede resumir así:
"Se ha afirmado por parte de algunos que una persona con falta completa de reac-
tividad intencional, pero aún en grado de respirar y de mantener algunos reflejos espi-
nales o del tronco cerebral, debería ser considerada legalmente muerta. Sin embargo,
estos individuos, que vegetan sin mostrar alguna señal de reconocimiento o respuesta al
ambiente, obviamente no tienen el cerebro muerto. Es una pura conjetura que el grado
de actividad funcional mediada por el tronco cerebral y por la médula espinal es sufi-
ciente para la capacidad de reconocimiento y de reacción al ambiente por parte del indi-

También se coloca en esta posición, de defender !a necesidad de redefinir ¡a muerte basándose en !a


personalidad, DEFANTI, C. "E opportuno redefínire la morte?". En: Bioética, 2, 1993, pp- 211-225. " La cita es
tomada de SPINSANTI, S. Etica bio-medica. Paoline, Milán, 1987, p. 172.

313

I
Intíodncdón a la Bioética

viduo. Ciertamente, 'monstruos' anencéfalos, nacidos desprovistos de sustancia cerebral


por encima del tronco cerebral, son capaces de moverse, de cumplir ciertos movimientos
de los brazos y de las piernas que parecen intencionales y de reaccionar con respuesta;
motoras elaboradas; sin embargo, la vida de la cual están dotados por breve tiempo esto;
infantes es de calidad completamente diversa a la vida de los seres humanos adultos, perc
queda abierta la pregunta de si es muy diversa de la de un neonato normal"'^.
Por consiguiente, el punto es que hay diferencias en la calidad de la vida, pero varia-
ciones en ía calidad de la vida no determinan los confines entre vida y muerte.
Esta observación de carácter lógico ya constituye por sí misma una crítica a ios nuevo;
conceptos de muerte. Pero otras argumentaciones pueden ser aducidas: a) la indetermina-
ción conceptual de las teorías de la identidad personal; b) la previsión de las consecuen-
cias horribles que pueden derivar del abandono de los criterios objetivos basados sobre
el tronco'l
Una primera observación se apoya sobre el hecho que no es posible establecer un?
localización anatómica específica de la identidad personal. La pregunta: "¿Dónde st
encuentra mi yo?" es una pregunta destinada a permanecer sin respuesta. Una persons
no puede vivir sin cerebro, pero la persona no es cerebro.
La segunda observación crítica a la tesis de la pérdida de la personalidad concierne e'
argumento sobre el cual esta tesis se funda. Se sostiene que no hay diferencia significativa
entre muerte del tronco cerebral y estado vegetativo persistente, en el sentido de qut en
ambas circunstancias no existiría una persona capaz de interacción significativa con e¡
ambiente. Podemos plantear la hipótesis de encontrarnos frente a un individuo comple-
tamente privado de psique (aunque no hay criterios universalmente reconocidos para lle-
var a cabo esta confirmación), que continúa respirando porque el tronco aún fiínciona
Si este individuo fuese declarado muerto, haría falta detener la respiración con el sofoca-
miento, con una inyección letal o con la extracción de los órganos.
En esta hipótesis la pregunta que hay que hacer es la siguiente: ¿se puede hacer una inter-
vención tan invasiva a un organismo humano que aún funciona de manera integrada?
Tratar de este modo al individuo en estado vegetativo persistente significa tratarle
como un fragmento de tejido, cuando no es sólo esto. Aún es el cuerpo de la persona,)

'^ ^?Kl,LKER, A. E. "Advances in the determínation of death". En: THOMSON, R. A. and GREEN, J. R. (ed.)
Advsnces in ncurohgy, 22, Raven Press, Nueva York, 1979i p. 170. '^ Para la discusión de estos puntos nos
servimos de Jas reflexiones de LAMB, D. Etka e trapianío degl
organi. Il MuUno, Bolonia, 1995.

314
Capítulo XII; Muerte cerebral

mientras respira espontáneamente es merecedor del respeto debido a un hombre. En tal


contexto, la destrucción intencional de los procesos vitales o la extracción de los órganos
de un ser capaz de reaccionar a los estímulos dolorosos, de gemir o de jadear por la felta
de aJje^ revela una forma de desprecio en relación con lo que c£u:füdej-amo5 sci ijujuauo,
aun en caso que se pudiese establecer la ausencia de psique.
Una objeción contra estas prácticas basada en el argumento del plano inclinado con-
siste en hacer notar los graves peligros que correría una sociedad que manifestase una falta
de consideración por el estado moral y simbólico de un cuerpo humano aún en grado de
funcionar. Los defensores de la noción de muerte centrada en la personalidad podrían
rebatir que matar los cuerpos no es tan reprobable como matar las personas. Pero matar
los cuerpos (si alguna vez se puede estar seguro que es sólo el cuerpo el que es muerto)
representaría un gran paso negativo sobre un plano inclinado a lo largo del cual luego
sería difícil detenerse.
Como ya hemos afirmado arriba, es absurdo pensar que se pueda matar sólo el cuerpo
de una persona o que una persona pueda morir y el cuerpo continuar viviendo. Se trata
de un retorno del dualismo cartesiano que se ha insinuado en el debate sobre la muerte
cerebral. Tal observación ha sido hecha por H. Joñas en su crítica al informe de la
Comisión de Harvard.
"Me parece que detrás de la definición propuesta de muerte, independientemente
de su evidente motivación pragmática, se encubre un curioso revenant del viejo dualismo
alma-cuerpo. Este reaparece como dualismo de cerebro y cuerpo. En analogía con lo
precedente, sostiene que la verdadera persona humana está constituida (o está repre-
sentada) por el cerebro, del cual el resto del cuerpo es simple instrumento. Por lo tanto,
cuando el cerebro muere es como cuando se entrega el alma; lo que permanece son los
'despojos mortales'. Ahora bien, ninguno querrá negar que el aspecto cerebral sea decisivo
para definir la calidad humana de la vida de ese organismo que es el hombre... Pero negar
que el cuerpo extra-cerebral es un componente esencial de U identidad de la persona es
equivocado, y esto vaU hoy para el cerebro como valía en el pasudo para el alma consciente. El
cuerpo es únicamente el cuerpo de este cerebro y de ningún otro. Lo gue está sujeto al
control central del cerebro, el conjunto corpóreo, es tan característico de mi persona,
'mío', único para mi identidad (piénsese en las huellas digitales), imposible de intercam-
biar, como el mismo cerebro que controla (y que es a su vez controlado). Mi identidad es
identidad del organismo entero, aunque las funciones más elevadas de mi persona residan
en el cerebro. Por eso, el cuerpo de la persona en coma -aunque con la ayuda de la tec-
nología- aún respira, tiene ptdsaciones y funciona, debe ser considerado por lo que per-

315
Introducción a ia Bioética

dura del sujeto y como tal aún tiene el derecho a la inviolabilidad que las leyes de Dios y de
los hombres conceden a tales su]etQs. Esta inviolabilidad exige que no sea. usado como
mero instrumento"'*.
Con las reflexiones precedentes se ha criticado la imprecisión conceptual de las pro-
puestas de redefinición de la muerte. A estas críticas se pueden añadir las observaciones
críticas relacionadas con la imprecisión práctica de estas definiciones. Nos limitamos a
una sola observación. Mientras que la muerte del tronco cerebral es relativamente fácil de
diagnosticar, lo mismo no puede decirse para la muerte concebida en términos de pérdida
de las funciones superiores. Hay diferencias entre estados de pseudo coma y estados
vegetativos persistentes que son difíciles de confirmar. Pero el punto más delicado es la
confirmación de la irreversibilidad de la pérdida de la conciencia. Las diagnosis de
irre-versibilidad de la pérdida de la conciencia están desprovistas de Certeza cuando se
trata de daños a las partes superiores del cerebro. Esta indeterminación tiene evidentes
repercusiones éticas. Es probable que jamás se logre medir con precisión la pérdida
irreversible de los procesos mentales. Esta indeterminación es un ulterior elemento que
obliga a excluir los criterios de muerte basados sobre la conciencia como criterios válidos
para la verificación de la muerte.

Conclusión

Las formulaciones ontológicas son teóricamente insatisfactorias. Además, las formula-


ciones de la muerte basadas sobre la personalidad y las basadas sobfe el tronco cerebral ni
siquiera están en competencia entre ellas, por el hecho de que la inuerte del tronco cere-
bral implica también la pérdida de la conciencia y de la capacidad cognitiva.
Las definiciones basadas sobre la persona son insuficientes porque suministran un
estándar bajo y, por consiguiente, inaceptable de certeza diagnóstica. En segundo lugar,
incluso en el caso en el que alcanzaran la certeza, permanecerían abiertas muchas pre-
guntas acerca de la equivalencia entre pérdida de la conciencia y pérdida de la persona-
lidad y, sobre todo, la pregunta sobre la equivalencia entre pérdida de la personalidad y
muerte del individuo.
Al contrario, la definición de la muerte basada sobre el cese de l^s funciones del tronco
cerebral es segura: "No ha sucedido jamás que haya sido publicado un solo caso auténtico

'■* JOÑAS, H. Op. cit, p. 218; la frase en cursiva es traducción nuestra. La posición de Joñas, que compartimos
plenamente, implica también la ilicitud permanente del trasplante Cerebral.

316
Capítulo XII: Muerte cerebral

de diagnosis de muerte cerebral equivocada"'^ Por lo tanto, ella garantiza, cuando es con-
firmada, seriedad ética sobre las extracciones de órgano con fines de trasplante.

Apéndice al Capítulo XII

1. Precisiones sobre el concepto de coma

Es útil precisar los siguientes conceptos:


El coma depassé es el estado irreversible de cese de las funciones cerebrales; el término
Ríe introducido por investigadores fi:anceses en 1959, pero nunca se ha impuesto en la
comunidad científica internacional y hoy ha sido abandonado incluso por la comunidad
científica fi'ancesa. El motivo de este abandono es debido a la ambigüedad del término
coma depassé. Éste quiere decir coma superado, condición más allá del coma. Pero más
allá del coma está sólo la muerte; por consiguiente, en eí mismo concepto hay dos
conceptos: coma y muerte.
El estado vegetativo persistente o coma apdlico es el estado en el cual el sujeto respira
autónomamente y son taros los casos en los cuales se registra una recuperación parcial. El
sujeto abre y cierra los ojos, mantiene los ciclos del sueño y de la vigilia. En algún caso es
posible la deglución. Las principales funciones vitales se conservan, pero el sujeto no
habla y no responde, no da señales de actividad intrapsíquica.
La muerte cerebral indica la necrosis aséptica de los hemisferios cerebrales y del tronco
encefálico, es decir, la destrucción de todo el contenido de la cavidad craneal hasta el
primer segmento cervical.
Muerte sin ningún adjetivo es el fin total e irteversible de la unidad funcional del orga-
nismo. Por consiguiente, la muerte se tiene cuando el organismo cesa de ser un todo,
mientras que la necrosis de todo el organismo es la conclusión del proceso de muerte.

CARRASCO DE PAULA, I. Op. cit., p. 899.

317
Introducción a !a Bioética

Anatomía del cerebro'^

"El cerebro es una estructura de gran complejidad, que tiene la tarea de desempeñar
innumerables funciones, todas fundamentales para el ser humano; es el centro de control
de todos los órganos, la sede de la personalidad del sujeto, el órgano indispensable para la
vida.
Las células nerviosas del cerebro son muy delicadas en cuanto que desarrollan acti-
vidades altamente especializadas. Ellas están estrechamente conectadas las unas con las
otras, porque deben coordinar y sincronizar sus intervenciones, por lo cual es fícil que el
daño de una sola célula pueda estorbar el funcionamiento de muchas otras. La importancia
y la vukierabilidad de estas estructuras explican su ubicación anatómica. Se encuentran en
el interior de una robusta estructura ósea, la caja craneal, y están envueltas por membranas
protectoras, las meninges. Esta exigencia de protección se aplica también a la
organización y a la distribución de las actividades y de las facultades en el interior del
cerebro mismo. De una manera ordinaria lo podemos dividir en tres partes. Partiendo
del exterior encontramos la corteza, que es una capa de células que envuelve toda la masa
cerebral. Es la sede de las aptitudes superiores del hombre, de k inteligencia, del pensa-
miento, de la memoria, de la voluntad, de la personalidad en su conjunto. A la corteza
llegan todos los mensajes provenientes de los sentidos y de ella parten las señales que nos
permiten comandar los músculos. La segunda parte está situada en el centro del cerebro y
está constituida por masas de células nerviosas, los núcleos, que dirigen las necesidades
fundamentales del hombre y las emociones. Hambre, sed, dolor y placer, cólera y alegría
son regulados por estos centros. Aún mis internamente en la masa cerebral, en la base
del cráneo, en el pumo más protegido, en el límite con la médula espinal, se encuentra el
tronco cerebral, sede, además de los reflejos fundamentales y del control de muchas vis-
ceras, también de los centros de la respiración y de la termorregulacíón. De este centro
parten las señales que garantizan los automatismos respiratorios, que mantienen cons-
tante la temperatura corporal de modo que permita todos los procesos químicos indis-
pensables para la vida... Cuando el cerebro sufre un trauma o cualquier lesión de cierta
gravedad, por las conexiones estrechísimas entre todos los componentes, deja de funcio-
nar, implicando áreas mucho más extensas que las directamente lesionadas por el daño; se
pierde la conciencia, las respuestas a ios estímulos se hacen lentas o están ausentes, se tiene
el coma. Si el trauma es muy violento la reducción funcional se extiende a todo el

'^ Nos referimos a la simple exposición contenida en // trapianto degU organi, dirigido por la AIDO, pp. 22-25.

318
Capítulo XII: Muerte cerebral

cerebro, comprendido el tronco cerebral; se tiene el cese de la actividad respiratoria con la


consiguiente reducción del oxígeno al tejido nervioso. El paciente dejado en estas con-
diciones muere rápidamente, en pocos minutos, por asfaia (falta de oxígeno) cerebral. Si
los auxilios llegan a tiempo y se logra, primero con la respiración artificial y luego con las
máquinas en la unidad de reanimación, reactivar la respiración, se puede esperar salvar la
vida de la persona traumatizada. Por consiguiente, se da la posibilidad de las dos líneas
evolutivas: si el daño es reversible, las células sanas que habían dejado de fiíncionar reco-
bran su actividad y las dañadas son reparadas o sustituidas, con la consiguiente curación,
en un tiempo más o menos largo, de la persona. Esta recobra la conciencia y recupera
todas o sólo algunas facultades: pueden quedar problemas en las actividades superiores,
amnesias, dificultades de palabra, de ideación, pero las funciones vitales se restablecen.
Si, en cambio, las células nerviosas del tronco cerebral, por el trauma o por la falta con-
siguiente de oxígeno, son destruidas, el daño es irreversible y se tiene la muerte cerebral".
Obviamente, tiene importancia decisiva el criterio de reconocimiento de la muerte cere-
bral. "Desde el punto de vista clínico, la sospecha de una muerte cerebral puede ser afir-
mada cuando, en presencia de una lesión cerebral orgánica demostrada con los medios
de diagnóstico, se observa:
"Un estado de coma que no responde a los estímulos exógenos,
-ariflexia tendinosa en los músculos del esqueleto inervados por los nervios craneales,
y por consiguiente, la ausencia de reflejos troncoencefálicos,
-atonía muscular,
-ausencia de actividad eléctrica cerebral a través del registro EEG,
-ausencia de respiración espontánea".

319
CAPÍTULO XIII

EUTANASIA, ENCARNIZAMIENTO TERAPÉUTICO Y


MUERTE DIGNA DEL HOMBRE

1. Eutanasia

1.1 Reproposición moderna de la eutanasia

La eutanasia, contrariamente a la mayor parte de las cuestiones de las cuales se


ocupa la bioética, no es una práctica nueva'. Limitándonos a alguna observación relativa
al mundo occidental, podemos decir que fue aprobada por Platón (República 460b;
Convite 186b-c) para los enfermos graves, que debían ser eliminados con la ayuda de los
médicos. Entre los romanos existía una cierta propensión al suicidio, que, sin embargo,
usualmente se practicaba por motivos de honor personal o para no caer en las manos del
enemigo. Pero también en el mundo greco-romano otras voces fueron contrarias a cual-
quier forma de eutanasia. Baste recordar el "Juramento" de Hipócrates y la posición de
Cicerón, firmemente contrarios a la práctica de la eutanasia.
Con el advenimiento del cristianismo la eutanasia es rechazada totalmente y el cuidado
de los incurables y de los marginados se convierte en un tratamiento catacterístico de la
caridad cristiana. Se debe llegar a nuestro siglo y a las prácticas nazis para verla actuar
nuevamente. Como es conocido, la eutanasia practicada por los Nazis no tenía en primer
lugar un significado antisemita, dado que fue practicada ampliamente sobre los mismos
ciudadanos alemanes. Se trata de aquellas prácticas que han llevado a la eliminación de las

' Para una historia de la eutanasia, véase PELLICCIA, G. "L'eutanasia ha una storia?". En: AA. W. Moriré Sí, ma
quando? Roma, 1977, pp- 68-96.
__^___^__ ______ Caphuio XlIIr Ejiranajia, encarnizamiento terapéutico y maerce digna del hombre

llamadas "vidas desprovistas de significado"'. El programa eutanásico de los nazis derivaba


de las ideas nazis que Hitler había elaborado y expuesto en su libro Mein Kampf. Con la
toma del poder por parte de los nazis, estas ideas se convirtieron en el núcleo de un pro-
grama propagandístico tendiente a convencer a la opinión pública de la validez de la eli-
minación de las vidas desprovistas de significado. Pero sólo a partir de octubre de 1939
siguió un programa operativo que condujo al homicidio de 70.000 personas, entre las
cuales hubo aproximadamente 5.000 niños. Se trata de la operación T4, que fue después
suspendida por Hitler en 1941, cuando, no obstante la clandestinidad de la operación, el
programa de eliminación de los enfermos mentales y de los niños con malformaciones
suscitó fuertes protestase El programa se sirvió de la colaboración directa e indirecta de un
cierto número de médicos alemanes. Después de la ocupación de Holanda el plan fue
extendido a este país, pero los médicos holandeses negaron su colaboración a las directivas
nazis y, por esta razón, algunos de ellos flieron puestos en prisión en Íos campos de
concentración.
Esta breve alusión a la historia de la Alemania nazi nos permite comprender que
cuando se discute de la eutanasia en los debares contemporáneos se hace con un signi-
ficado muy diverso respecto al significado que el término tuvo según el programa euta-
násico nazi.
En efecto, la reproposición reciente de la eutanasia no depende directamente de la
concepción de ia pureza de ía raza, sino que es uno de los efectos de la misma medicina
moderna. En efecto, ésta ha desarrollado una serie de métodos que permiten mantener
en vida aí enfermo, aun cuando éste no pueda curar: se abre así ei capítulo de las enfer-
medades crónicas, de la prolongación de la fase de decadencia que precede la muerte, de ía
enfermedad terminal.
Los progresos de la medicina en Europa y en todos los países occidentales son un factor
que paradójicamente estimula la demanda de eutanasia. Hoy es muy diverso el modo de
morir respecto a hace pocas décadas. La muerte por enfermedades infecciosas, usual-mente
rápida, ha disminuido radicalmente en los últimos 60 años, pero ha sido sustituida por la
muerte lenta causada por patologías crónicas fatales: cáncer, enfermedades vasculares y
pulmonares que con frecuencia hacen de la muerte un acontecimiento largo y dolo-

■^ Esta expresión aparece en el título cié un libro de dos autores alemanes: BINDING, K. und HOCHE, A.
E. Dhfreigs.be der vermchui}2g lebemunn/erten kbem: ihr mass iind ihreform. Meiner, Leipzig, 1920. ^
Para información más detallada sobre el programa eutanásico de los nazis, véase KOGON, E.; LANGEEIN,
H. und RuECKERL, A. (ed.). Nazi mass murder. Yale University Press, New Haven-Londres, 1993-

321
Introducción a la Bioética

roso. Gracias a los progresos en el campo de la tecnología médica, por ejemplo, existen
hoy terapias sofisticadas contra el cáncet que hacen aumentar los tiempos de supervivencia,
pero no declinar la tasa de mortalidad. Aunque los enfermos de tumores hoy viven más
tiempo que en el pasado, con frecuencia llegan al final de la vida después de haber sufrido
más de cuanto habrían sufrido si no hubiesen existido todas esas terapias.
Antes, por ejemplo, el tumor de la matriz se agrandaba hasta tal punto que bloqueaba
ios dos uréteres que unen ios ríñones con la vejiga. Resultado: la mujer era afectada por
uremia, entraba en coma y moría sin dolor. Ahora, en cambio, permitimos que la orina
ñuya mediante la inserción de un catéter en la pelvis. Así el paciente permanece en vida,
pero el tumor tiene la posibilidad de proliferar y de alcanzar el conjunto de fibras nerviosas
de la pierna, causando dolores terribles.
Es en relación con estos cambios producidos por la medicina en la fase terminal de la
vida que, en las últimas décadas, se ha formado un movimiento de opinión que pide la
introducción de la eutanasia. Las razones de la petición estaban al comienzo ligadas a la
posibilidad de poner fin a sufrimientos particularmente agudos. En un segundo momento
la eutanasia ha comenzado a ser invocada sic et simpliciter como derecho de k persona a
programar la propia vida y la propia muerte; en otras palabras, se pide la eutanasia como
derecho de libertad (eutanasia voluntaria o suicidio asistido). En esta perspectiva se
quiere la legalización de la eutanasia como expresión de un derecho personal (el último de
los derechos civiles) de administrar el momento de la muerte y no sólo como respuesta a
casos particularmente penosos.
El problema de la eutanasia también se pone en relación con los neonatos afectados
por graves malformaciones. Se habla en este caso de eutanasia neonatal (o eutanasia invo-
luntaria) en cuanto se practica sobre sujetos sin voluntad.
La última acepción por considerar es la eutanasia social (modalidad que debe colo-
carse dentro de la categoría de eutanasia involuntaria, a saber, la desprovista del con-
sentimiento del sujeto sobre el cual se practica), que se configura no como opción del
individuo, sino como elección de la sociedad, en relación con la excesiva y ya no toleta-ble
carga financiera necesaria para curar la población anciana cada día más numerosa. Se
propone usar los escasos recursos reservándolos al cuidado de cuantos aún son capaces de
producir utihdad social.

322
Capítulo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutico y muerte digna del hombre

1.2 La cuestión terminológica

A propósito de la eutanasia, reviste un papel importante la definición precisa del objeto


del cual se quiere dar una valoración ética. Sobre este punto también algunos que no son
especialistas pueden crear confusión.
El significado etimológico de eutanasia {dulce muerte, buena muerte) no es lo que se
entiende cuando se usa el término en la literatura médica y en el íeguaje jurídico y legis-
lativo. Lo que se entiende con el término eutanasia es "la intervención intencionalmen-te
programada para interrumpir de manera directa y primaria una vida, cuando ésta se
encuentra en condiciones particulares de sufrimiento o de incurabilidad o de proximidad
a la muerte""*. Como tal ella entra en la categoría de homicidio, pero con características
propias en cuanto que se da muerte a una persona gravemente enferma.
El aspecto que se presenta como fuente de confusión es la distinción entre eutanasia
activa y eutanasia pasiva, usada tanto entre los que no son especialistas en el tema como en
la prensa. Por eutanasia activa se entiende una acción que se realiza con intención de
matar; la eutanasia pasiva se refiere a una omisión de apoyo clínico que tiene el efecto de
hacer morir igualmente al enfermo.
Se comprende que la distinción de la cual hablamos no tiene razón de ser, en cuanto
que ambas modalidades comportamentales: acción y omisión, realizan la misma inten-
ción de dar la muerte al enfermo. Es más preciso definir la eutanasia como la introduc-
ción, mediante una acción o una omisión, de un nuevo proceso de muerte, paralelo y más
veloz (o incluso inmediato) respecto al propio de la misma enfermedad.
Otro elemento de confusión es la expresión "morir con dignidad", la cual puede sig-
nificar según algunos la eutanasia verdadera y propia o, según otros, la condición de
libertad de los cuidados inútiles y el clima de serenidad y de afecto que debería rodear al
paciente.

1.3 Conciencia de la muerte en la cultura contemporánea

El movimiento pro-eutanasia se funda sobre una concepción de la persona humana


desprovista de carácter trascendente y sobre la consiguiente convicción de que la vida

* PERICO, G. Problemi di etica sanitaria. Ancora, Milán, 1992, p. 138. Cf. CUYAS, M. Eutanasia. Laica, la
liberta e la vita. Tieinme, Casale-Monferraco, 1989; CATTORINI, P. "Qualitá di vica negli ukimi isranti". En:
Medicina e Morak, 2, 1989, pp. 273 ss-

323
Introducción a la Bioética

humana es un bien secundario respecto a la libertad y, por lo tanto, un bien que no tiene en
sí mismo su valor, sino en las determinaciones de la hbertad.
A este resultado han contribuido diversos factores culturales: el disminuido influjo de
la religión cristiana en el pensamiento y en la costumbre de las iglesias occidentales (secu-
larización), con la consiguiente pérdida de un sentido claro y compartido del dolor y de la
muerte; el cienticismo racionalista que niega todo tipo de significado a los conocimientos
filosóficos y éticos, comprendidos los que le asignan significado al hombre y a sus vicisi-
tudes. Es la casualidad la que preside la vida humana y en esta condición el hombre es el
único arbitro de sí mismo, por lo menos en cuanto le está permitido escoger; la
tecnolo-gización cada día más avanzada de la medicina que hace de difícil percepción del
límite entre la vida y la muerte, y permite prolongar, con las técnicas reanimatorias,
estados de agonía que resultan particularmente agobiantes para los familiares del
paciente.
En esta condición, la muerte se convierte en un hecho puramente incomprensible,
que pone en jaque las capacidades del hombre, su poder de dominio sobre el mundo. La
reacción de la cultura que no sabe ver en la muerte algún significado ha sido la de esconder
la muerte, haciéndola un evento absolutamente privado, confiando a la determinación del
individuo el si y el cuándo morir. Son célebres las palabras con las cuales P. Aries describe
el proceso de hacer de la muerte un tabú: "En eí siglo XX la muerte ha reemplazado el
sexo como principal interdicción. Antes se les decía a los niños que nacían de un repollo,
pero asistían a la gran escena de los adioses en la habitación y en la cabecera del
moribundo. Hoy los niños son iniciados, desde la edad más joven, en la fisiología del
amor y del nacimiento, pero cuando ya no ven ai abuelo y preguntan el por qué, se les
responde, en Francia, fue que salió para un viaje muy largo, y, en Inglaterra, es que está
descansando en un bonito jardín en el cual brota la madreselva. Ya no son los niños los
que nacen dentro de los repollos, sino que son los muertos los que desaparecen entre las
flores"^
En efecto el movimiento pro-eutanasia^ nace primero en los países más secularizados,
como son los Estados Unidos, Australia y los países europeos, y en estos países comienza
la reivindicación de la eutanasia como un derecho.

^ ARIES, P. L'uomo e la morte dalMedioevo ad oggi. Bari, 1979, p. 186.


Para una descripción más detallada de este movimiento, véase SGRECCIA, E. Manuale di bioética. Vol,
I, Op. cit., pp. 722-724.

324
Capítulo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutioD y muerte digna del hombie

Primero en una serie de documentos pro-eutanasia es el Manifiesto sobre la eutanasia


de 1973^ firmado entre otros por los premios Nobel Monod, Pauüng y Thomson. De él
reportamos algunos pasajes ejemplificatorios, dado que este pronunciamiento tuvo un
peso importante en la opinión pública; "Afirmamos que es inmoral aceptar o imponer el
sufrimiento. Creemos en el valor de la dignidad de todo individuo; esto implica que se le
deje libre de decidir sobre la propia suerte... Es cruel y bárbaro exigir que una persona sea
mantenida en vida contra su querer y que se le niegue la deseada liberación, cuando su vida
ha perdido cualquier dignidad, belleza, significado, perspectiva de futuro. El sufrimiento
inútil es un mal que debería ser eliminado de las sociedades civilizadas... Deploramos la
moral insensible y las restricciones legales que obstaculizan el examen del caso ético que es
la eutanasia". El documento reclama el "derecho a morir con dignidad". Fórmula que,
como se ha dicho, está abierta a interpretaciones opuestas.
Paradójicamente, los defensores de la eutanasia casi no consideran los recientes pro-
gresos en el campo de la terapia del dolor y de los cuidados paliativos. El uso correcto y
generalizado de estos nuevos métodos podría constituir una alternativa válida a la eutana-
sia. En realidad, la reducción o la eliminación del dolor y el acompañamiento adecuado
del enfermo terminal, parece no ser ya eí objetivo de los defensores de la muerte digna. A
donde apunta es a la afirmación del principio del derecho a morir en el momento que se
considere oportuno. Un tal derecho se separa por definición de las condiciones de enfer-
medad terminal y pretende ejercitarse de manera más amplia y finalmente sin ningún
control. Se ve claramente cómo la cuestión de la eutanasia se convierte en materia en la
cual se afirma una concepción del hombre, de la libertad y de la sociedad. De un hombre
individuo y no persona, de una libertad arbitraria sin la búsqueda de la verdad y la asun-
ción de responsabilidad, de una sociedad de socios y no de prójimos.
El estudio del caso holandés^ suministra sobre este punto una lección interesante:
donde la libertad se vuelve arbitro, inevitablemente vence quien es más firerte. La euta-
nasia, que había sido pedida para acrecentar la libertad de opción de los ciudadanos, se
convirtió de hecho en una elección de la clase médica, que se autoencargó de administrar
el momento de la muerte de los propios conciudadanos, regresando a un paternalis-mo
médico no democrático, que se esperaba definitivamente superado.

El texto se publicó en la revista The Humanist, julio de 1974 y en Le Monde {12 de enero de 1973). Cf.
ARAMINI, M. L'eutanasia. Commenío ginridico-etico della nuova legge olandese. Giuffré, Milán, 2003.

325
Introducción a la Bioética

1.4 Legislación sobre la eutanasia

Sobre el punto es necesario distinguir entre las muchas iniciativas tendientes a legislar
sobre la eutanasia y las leyes realmente en vigor. Dedicaremos una atención particular a
Holanda, país líder en la práctica de la eutanasia, que legisló en 1993 y 2001.
La primer región que de hecho abrió el camino a la despenalización de la eutanasia fue
California en 1976. Con el Natural Death Act se aceptaba la petición previa de la persona
a modo de voluntad testamentaria (living will). La ley reconoce el derecho de todo mayor
de edad de dejar por escrito una disposición con validez de cinco años que dé instrucciones
al médico propio de no emplear o de interrumpir las "terapias de apoyo vital" en caso de
que se trate del extremo de su condición existencial. El testamento debe ser firmado en
presencia de dos testigos independientes y no tiene validez en los períodos de gravidez.
En el año siguiente el cantón suizo de Zurich aprobó una ley sobre la eutanasia (27 de
septiembre de 1977).
En 1990, después del caso Nancy B. Cruzan (la joven en estado vegetativo persistente
que fue alimentada durante ocho años a través de una gastrotomía, antes que fuese
suspendida la alimentación), fiíe aprobada la Patient Self Determination Act, que intentaba
favorecer el papel del paciente en las decisiones finales sobre la propia vida. La ley fue
reprobada por pocos votos con un referendum tenido en el estado de Washington (D. C.)
en 1991.
Para Holanda las fechas significativas son 1993, con la primera ley de despenalización,
y 2001, por la segunda ley de legalización, que entró en vigor el 1 de abril de 2002. De
Holanda nos ocuparemos en el apartado siguiente.
En mayo de 1995 ñie aprobada por el parlamento del "Territorio del Norte", aparen-
temente en la Federación Australiana, la "Ley de los derechos del enfermo terminal"^ que,
primera en el mundo, preveía la legalización de la eutanasia, considerándola un derecho
del ciudadano con ciertas condiciones. En el año de su aprobación constituía la ley más
liberal en materia de eutanasia. La ley fue promovida por algunas asociaciones impor-
tantes, entre las cuales están la Federación Australiana para el SIDA, el Royal CoUege of
Surgeons y el Anti-Cancer Council. Después de un intenso debate, la ley fue abrogada
por una sucesiva ley federal del 24 de junio de 1997.

Para el texto, véase el Bulletin of Medical Ethics, año 10, n. 108, mayo de 1995, pp. 8-11.

326
Capítulo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutico y muerte digna del hombre

La normativa legitimaba la posibilidad para el paciente consciente y mayor de edad


de pedir la eutanasia en el caso de graves enfermedades incurables y con sufrimientos tan
fuertes hasta el punto de no ser contrastables adecuadamente. El elemento central de esta
ley estaba constituido por la afirmación de un verdadero y propio "derecho a la muerte".
La eutanasia se convierte, sobre la base de este derecho, en un tratamiento médico colo-
cado como tutela de la persona. Por lo tanto, podía ser hecho valer aun por los familiares o
representantes del enfermo, en el caso en que éste fuese incapaz de peditlo autónoma-
mente. Quedaban excluidos de la representación aquellos que hubieran podido obtener
ventajas patrimoniales de la muerte del paciente.
El límite a la ejecución de la eutanasia estaba dado por la eficacia de los cuidados palia-
tivos. En efecto, hasta cuando el paciente hubiese obtenido ventajas de los cuidados palia-
tivos, los médicos debían negarse a llevar a cabo la eutanasia.
Los criterios de diligencia fijados por la ley del Territorio eran: la mayoría edad del
paciente, la presencia de gravísimos sufrimientos, la incurabilidad de la enfermedad, el
certificado de petición firmado por el paciente, el certificado de un especialista que con-
firmase el estado de la enfermedad y de un psicólogo que garantizara que el paciente no
se encontrara en estado de depresión.
Paradójicamente, la ley no contenía ninguna sanción para ¡os médicos que hubiesen
violado estas líneas guía, las cuales de esta manera eran vaciadas completamente de su ya
pobre contenido de garantía.
La sola tarea del médico que habría de practicar la eutanasia debía ser el envío de
copia del certificado de muerte al coroner, el cual habría de hacer llegar la comunicación
ai Procurador general. Finalmente, el Procurador debería hacer referencia a este número
en una relación anual para presentar a la Asamblea Legislativa.
Recientemente el debate australiano sobre la eutanasia fue teabierto por el suicidio
público de Nancy Crick, una mujer enferma tetminaí de cáncer, defensora de la eutanasia.
La señora Crick tomó un veneno delante de un pequeño grupo de familiares y amigos y
su gesto se convirtió en Australia en el símbolo de los movimientos que luchan por la
liberalización de la eutanasia. Las personas presentes en el suicidio corren el riesgo ahora
de ser procesadas: en efecto, la ley australiana prohibe ayudar a alguien a morir o no
intervenir en caso de intento de suicidio.
En junio de 1997 la Corte Suprema de los Estados Unidos, con una sentencia unáni-
me, excluyó que el derecho a escoger el modo y el momento de la propia muerte pueda
ser incluido entre los derechos constitucionales, por lo cual queda a los Estados particu-

327
Introducción a la Bioética

lares la potestad de legislar en materia de eutanasia y de suicidio asistido. En realidad,


aproximadamente 30 estados federales consideran la colaboración en el suicidio como un
crimen que hay que perseguir. El juez que profirió la sentencia recordó que "ía prohibi-
ción del suicidio asistido por parte del estado refleja y refuerza su política sobre el hecho
de que las personas ancianas no deben ser consideradas de valor inferior a las vidas de
aquellas que son jóvenes y sanas, y que los impulsos de suicidio de una persona grave-
mente enferma deberían ser interpretados y tratados del mismo modo que los de cual-
quier otra pefsona"'".
En coherencia con esta decisión, la Corte no reprobó la ley de Oregon, que aprobaba
el suicidio asistido para los enfermos en fase terminal, aun cuando con muchas restriccio-
nes. La ley luego fue reprobada por la población del estado a través de un referéndum.
Como se ve por el breve elenco, con la excepción de Holanda, no hay países en los
cuales la eutanasia haya sido legalizada; las leyes hasta ahora aprobadas se limitan a des-
penalizar la asistencia al suicidio, en particulares condiciones más bien restrictivas.
El movimiento de opinión pro-eutanasia continúa reproponiendo el alcance del
objetivo de llegar a la legalización de la eutanasia. En esta perspectiva se debe colocar
la Propuesta de Resolución del Parlamento Europeo hecha por el honorable Léon
Schwarztenberg por cuenta de la Comisión para la protección del ambiente, la salud
pública y la tutela de los consumidores. La relación presentada el 30 de junio de 1991
prevé en el art. 8 no sólo eJ rechazo del encarnizamiento rerapéurico, sino que se intro-
duzca la eutanasia verdadera y propia, bajo petición del paciente en condiciones termi-
nales. La propuesta ha suscitado muchas reacciones de signo contrario y el Parlamento
europeo no ha aprobado esta Propuesta de Resolución.
Aunque las legislaciones que autorizan la eutanasia son relativamente pocas, del pro-
blema se habla continuamente en muchas sedes: congresos científicos, prensa, tiihunúes.
En los próximos años el debate sobre la eutanasia será aún más candente y serán más fuertes
las presiones por formas más o menos amplias de despenalización y de legalización.

" INTERNATIONAL ANTI EUTHANASIA TASK FORCÉ (IAEFT). "The courrs have spoken: no constitiitional right
ro assísted suicide". En: IAEFT Update, l í , 3, p. 2.

328
____ Capitulo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutico y muene digna del hombre

El caso holandés

Holanda, desde el punto de vista de la eutanasia, se presenta como un caso único y de


interés extremo por el hecho de ser el primer país del mundo en tener una ley de legali-
zación de la eutanasia, pero aún más por el hecho que, única entre las democracias occi-
dentales, ha acumulado una experiencia de más de veinte años en los actos eutanásicos y
en los suicidios asistidos por el médico. En efecto, aun antes de que fuese introducida la
ley actual de 2001 y la ley precedente de 1993, la práctica de la eutanasia era ampliamente
realizada y pudo dar casi por descontada la tolerancia en los tribunales.
El artículo 2 de la ley prevé las condiciones por las cuales la eutanasia se configura
como práctica legal. El médico debe tener la plena convicción de que la petición del
paciente es voluntaria y bien ponderada; tener la plena convicción de que los sufrimientos
del paciente son resistentes a la terapia e insuperables; ha informado al paciente sobre la
situación clínica y sobre sus perspectivas; ha consultado por lo menos otro médico inde-
pendiente que ha visitado al paciente y ha dado su opinión escrita sobre los requisitos del
tratamiento debido en referencia a los puntos susodichos a. y d.; ha puesto fin a la vida o ha
asistido a un suicidio con las debidas atenciones; finalmente, el paciente tiene la con-
vicción de que no hay otra solución razonable acerca de la situación propia.
Después de haber presentado las condiciones por las cuales la eutanasia y el suicidio
asistido ya no constituyen reato (técnicamente se insertan los artículos 293-hís y 294-hís
en el Código Penal), la ley sustrae completamente a la magistratura la competencia sobre
los casos de eutanasia, para confiar la valoración de eventuales abusos a las Comisiones
regionales de control (art. 3). De tal modo, la clase médica llega a gozar de una total no
perseguíbilidad y se debilita la protección que el derecho establece a la tutela de la vida.
En esta misma línea de escasa protección por la vida se coloca la débil o nula atención
puesta a la calidad del consentimiento producido por los pacientes que piden la eutanasia
(art. 2).
Dejando a un lado por el momento la valoración ética de la eutanasia, se puede afirmar
que la ley holandesa es una ley mala sobre el plano propiamente jurídico. Pero el estudio
del caso holandés es importante porque estimula a hacer salir de la abstracción las
discusiones sobre la eutanasia, teniendo la posibilidad de analizar lo que sucede en la
realidad.
Una cuestión preliminar que ha de plantearse, en relación con esta nueva ley, es si la
legislación de la eutanasia es una expresión de la orientación particular asumida por la

329
introducción a la Bioética

población holandesa o es el inicio de un proceso que llevará también a los demás países
(occidentales en primer lugar) a dotarse de legislaciones semejantes".
En los años setenta se vivió un proceso de contagio con las leyes liberadoras del abor-
to. ¿Sucederá también lo mismo con la eutanasia?
Es difícil responder esta pregunta en cuanto que hay elementos de signo diverso. Por
una parte, hay algunas sentencias importantes que han tenido un efecto innegable de
enfriamiento del efecto dominó.
En los Estados Unidos, país que innegablemente incide de modo decisivo sobre los
estilos de vida del planeta y también sobre la configuración de los derechos individuales,
el debate versa sobre el ámbito de ubicación de la eutanasia, si en el dominio publico,
considerando que se trata de una herida al cuerpo social, o si en el ámbito privado.
Después de este debate, cada vez más se está debilitando el status de tema público de la
eutanasia. Si debiese efectuarse el paso, tendríamos que la cuestión de la eutanasia se
convertiría en una de aquellas en las cuales el individuo puede decidir autónomamente.
Teniendo en cuenta la gran sensibilidad norteamericana por la defensa de los derechos
individuales, la eventual ubicación en el ámbito de los derechos privados llevaría rápida-
mente a la opinión pública a desinteresarse de la eutanasia como problema social o de
ética pública.
Pero, como se vio antes, precisamente en los Estados Unidos, e! 26 de junio de 1997, la
Corte Suprema excluyó que exista según la Constitución el derecho a la eutanasia.
Otro pronunciamiento importante es la sentencia reciente de la Corte europea de los
derechos del hombre que, con fecha del 29 de abril de 2002, rechazó el recurso de Diane
Pretty, ciudadana inglesa afectada por un mal incurable, negándole el derecho a la euta-
nasia. La mujer se había dirigido a la Corte contra la decisión de la Corte Suprema bri-
tánica, que había excluido el derecho al suicidio asistido. Decidida a hacer valer una serie
de presuntas violaciones de la Convención europea de los derechos del hombre, e invo-
cando la posibilidad de valerse del esposo para ser ayudada a morir, sin que este último
corriese ei riesgo de una condena penal, la inglesa de cuarenta años había recurrido a la
Corte europea. Pero los jueces de Estrasburgo, que por primera vez se pronunciaron sobre
el argumento, no reconocieron en la línea adoptada por los jueces ingleses ninguna vio-
lación de los derechos: ni bajo el aspecto del artíctdo 2 de la Convención, que tutela el
derecho a la vida, y que no sería interpretable en sentido opuesto, como reconocimien-

" En el mes de mayo de 2002 también Bélgica aprobó de una manera definitiva una ley que permite la eutanasia,
aun cuando con muchas limiradones en relación con la holandesa.

330
Capiculo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutico y muerte digna del hombre

to de un derecho a morir, ni en relación con otros artículos. En efecto, la Corte refutó las
observaciones basadas sobre el artículo 3, sobre los tratamientos inhumanos y degra-
dantes; sobre el artículo 8, entendido por la solicitante como el derecho a escoger cómo y
cuándo morir; sobre el artículo 9, sobre la protección de la hbertad de pensamiento y de
religión; sobre el artículo 14 contra toda discriminación. Y confirmó la prohibición del
suicidio asistido, castigado por la ley británica con reclusión hasta de I4 años. La sentencia
provocó inmediatamente muchas críticas por parte de los grupos de defensa de los
derechos humanos^ que solicitan al gobierno inglés una reforma de la ley'^
Si las sentencias hubiesen sido de signo diverso, sobre todo la de la Corte Suprema de
los Estados Unidos, se habría abierto un proceso legislativo al término del cual todos los
Estados de la federación habrían debido modificar la legislación para garantizar el derecho
a la eutanasia.
En todo caso, ya se tiene un efecto colateral de la legislación holandesa sobre la euta-
nasia: los otros países europeos no sólo se sienten obligados a reaccionar críticamente,
sino también a reflexionar sobre su situación interna. En consecuencia, se puede decir
que Holanda indiscutiblemente ha contribuido a poner fin a la política del silencio por
lo que concierne ía eutanasia.
Otro aspecto relativo a la pregunta de si habrá un efecto dominó concierne a la orien-
tación de los ciudadanos. Sondeos cumplidos en cierto número de países occidentales
(entre los cuales están Estados Unidos, Alemania, España y Bélgica) indican que la mayoría
de la población considera que debería existir permiso para que un médico ponga fin
(aunque aquí en realidad con frecuencia se quiere terminar es con el encarnizamiento
terapéutico) a una vida cuando no hay perspectivas de mejoramiento en caso de enfer-
medad terminal. También cierto número de médicos, frente a casos de sufrimiento inso-
portable sin perspectivas de mejoramiento, se refugia en la llamada "sedación terminal".
En concreto, lo que hacen es reducir el nivel de conciencia de los pacientes terminales
usando fármacos de modo que ya no sientan dolor. Los pacientes caen en una especie de
sueño profundo y se apagan lentamente. Esta "sedación" también se usa por razones psi-
cológicas, cuando se encuentran frente al agotamiento y depresión totales, el espíritu está
fatigado y toda capacidad de recuperación ha desaparecido.
En España, esta forma de tratamiento en la fase terminal de la vida en parte es oficial-
mente aceptada, algo que permite practicarla con criterios claros y precisos, que en efecto
son casi iguales a los holandeses para la eutanasia.
'^ JuDGMENT CASE OF PRETTY V The United Kingdom. Strasbourg, 29 de abril de 2002 http://www.
europalex.kacaweb.Jt/Article/0,l605,í8Il6|24l,00.html.

331
Introducción a la Bioética

En otros países se practica más o menos en secreto, y en aquellos donde el problem;


ha sido investigado (Estados Unidos y Bélgica) la frecuencia con la cual se tecutre a ell:
parece ser más o menos igual a la de las estadísticas holandesas sobre la eutanasia.
El pfincipal inconveniente que se da por la falta de reglas claras y de transparenci.
es que las decisiones concernientes al final de la vida son tomadas sobre la cabeza de lo
pacientes. En Holanda, en línea de principio, suponiendo que no se verifiquen abusos
se puede escoger la eutanasia en una cierta situación, pero también se puede optat po
morir de una manera natural, no importa lo largo y problemático que pueda resultar e
proceso.
Ya es claro que la petición de "muette dulce" y el deseo de hacerla posible no son ui
hecho exclusivamente holandés, sino un tema que implica a todos los países occidenta
les. También para la Europa unida se impone el nuevo gran desafío de la reglamentación
de este problema.

2. Encarnizamiento terapéutico

Paradójicamente, es urgente la clarificación del concepto de encarnizamiento terapéu-


tico y la comparación con la definición de eutanasia. Una de las incertidumbres más
frecuentes que se encuentran en la opinión pública concierne precisamente a estas dos
realidades diversas. No son pocos los que piden introducir formas de eutanasia, para que
los enfermos terminales puedan morir con dignidad, intentando en realidad que cesen los
cuidados inútilmente onerosos para el paciente que ya no tiene esperanza de curación.
Se habla de encarnizamiento terapéutico cuando se someten a terapias importantes
(operaciones quirúrgicas, terapias de reanimación, suministto de fórmacos, etc.), que
implican sufrimiento y aislamiento, a los pacientes próximos al final, con el fin de pro-
longar la vida de modo forzado y complicado, y sólo por breve tiempo. En otras palabras,
se dice que se está en presencia de encarnizamiento terapéutico cuando se quiere prolon-
gar la vida por todos los medios'^. Es lo opuesto de la eutanasia.

Un caso particular está constituido por los cuidados que hay que prestar a los pacientes en coma. Si el coma es
revetsible, es necesario usar todos los medios terapéuticos a disposición; si el coma es irreversible, sólo hay
obligación de prestar los cuidados ordinarios; si se da la muerte cerebral, se siíVpenden todos los cuidados
reanimatorios, a menos que se deban mantener vitales los órganos con fines de trasplante.

332
_________ _____„__^ _________ Capítulo XIII: Eutanasia, encamizafniento terapéutico y muene digna del hombre

Actualmente, el criterio en uso para identificar el encarnizamiento terapéutico es el de


la proporcionalidad de los medios con su efecto previsible, es decir, el resultado terapéutico:
si Jos medios son áespiopoicionzáos aJ resultado terapéutico, entonces se está en pre-
sencia de encarnizamiento terapéutico.
Es difícil decir cuándo una acción terapéutica es útil o inútil, y cuándo de "acto médico"
se puede transformar en lo que se define como encarnizamiento terapéutico, peto este
discernimiento es necesario y compete al paciente si está en grado de hacerlo, o al médico si
corresponde a él la decisión. El discernimiento es el elemento más importante y difícil
tanto para el paciente como para el médico. En particular, eí médico deberá tomar su
decisión en "ciencia y conciencia" para valorar la utilidad terapéutica del acto médico. En
este discernimiento la atención se coloca sobre la intención con la cual se procede a un
acto médico. La bondad de la intención se mide a su vez sobre la razón proporcionada
que determina y regula el equilibrio entre bien querido y daño tolerado, en términos de
proporcionalidad razonable y por consiguiente responsable.
Muchos indicadores hacen suponer que el encarnizamiento terapéutico es una moda-
lidad difundida de la medicina contemporánea. Los motivos de esta difusión parecen ser
los siguientes; a) antes que todo, el encarnizamiento terapéutico es coherente con una
filosofía que concibe la medicina como la empresa humana que combate la muerte, hasta
el punto de suplantarla; suplantar la muerte es ía suprema presunción de la medicina de
los últimos dos siglos. Por el mismo motivo, se asume tácitamente que el enfermo pide a la
medicina recurrir a todos los medios terapéuticos que alejen la muerte; b) la extrema
especialización de las ramas de la medicina conduce a la pérdida completa del carácter
personal de la enfermedad: no se cura la persona del enfermo, sino los procesos orgánicos
perturbados que llamamos enfermedades'''. El hombre corre el riesgo de ser tratado como
un objeto entre los objetos. El médico especialista obra hasta el fondo para mantener
algunas fiíncionalidades, pero no pone atención al todo: el enfermo; c) el nuevo modelo
de relación médico paciente, siempre más orientado al contractualismo de origen
anglosajón, impulsa al personal médico a "hacer de todo", aim cuando ciertas terapias son
inútiles, con tal de no ser acusados por los familiares de omisiones o negh^ncias; d) en
algún caso el encarnizamiento terapéutico está motivado por la experimentación de nue-
vas terapias, incluso sin el consentimiento del paciente.

La fisiología y la patología se han constituido sobre el paradigma de las ciencias naturales: la enfermedad no es
algo que le sucede a la persona, sino que es algo que le sucede a sus órganos. La medicina sólo se interesa de
descubrir la relación causa-eiecto y los medios para regular esta relación.

333
Introducción a la Bioética

dad'^. La observación no es correcta porque deriva de una comprensión materialista de la


ética de la sacralidad de la vida. En realidad, la ética de la sacralidad de la vida afirma la
trascendencia del sujeto, no la primacía de la naturaleza biológica; por lo tanto, hay cohe-
rencia en el rechazo responsable de los cuidados desproporcionados.

4.2 Eutanasia

Antes de expresar una valoración moral sobre el tema de la eutanasia'^, hace falta dete-
nerse sobre un problema muy importante que se presenta en la realidad: la petición de
morir hecha por e! enfermo terminal. La escucha de esta voluntad es un hecho que es
tenido en cuenta por una medicina que quiere recuperar la centralidad del sujeto.
Frente a tal demanda es necesario, en primer lugar, un esfuerzo particular de compren-
sión. ¿Realmente qué quiere decir eí paciente? ¿Sus palabras expresan su voluntad? ¿Qué
se esconde dentro de la lamentación? ¿Hay siempre un deseo de muerte? ¿Qué significa
que un enfermo invoque la liberación de la muerte y la muerte como liberación^^".
Es conocido que la solicitud de la muerte puede significar un regaño dirigido por el
paciente a los médicos y a los familiares, por los cuales se siente abandonado, o puede
expresar una necesidad no satisfecha de especial atención pot el propio dolor o por el sen-
tido de inutilidad que experimenta. Se trata, por consiguiente, de un llamado que, una
vez satisfecho, hace anular el deseo de anticipar la muerte.
Si no se trata de una protesta o de un llamado disfrazado, la demanda de muerte
puede ser ulteriormente distinta: puede expresar una voluntad patológica de muerte o
una voluntad sana de muerte.
Prevalece en la opinión común, sobre todo a propósito del suicidio, la idea de que la
voluntad de muerte no pueda estar acompañada de salud, tanto moral como mental. Es
ésta la razón que, actualmente, hace aceptar con indulgencia el suicidio, tras una época
en la cual era considerado un gesto moralmente malo.

'^ MORÍ, M. "II filosofo e 1'erica della vita". En: Di MEO, A. e MANCINA, C. Bioética. Laterza, Bari, 1989,
p. 95. '^ Para una profiíndización de las cuestiones éticas concernientes a la eutanasia, véase REICHLIN, M.
¿'etica e la buona morte. Edizioni di Comunitá, Turín, 2002; SPINSANTI, S. e PETRELLI, E Scelte etiche
ed eutanasia. Paoline, Cinisello Balsamo, 2003. ^^ CHIODI, M, "La morte occukata". En: AA. W. La
bioética. Glossa, Milán, 1998, p. 121.

336
Capítulo XIII: Eutanasia, encarnizamienco terapéutico y muerte digna del hombre

Veremos, al hablar del suicidio juvenil, cuánto tenga de patológico esta conducta.
Ciertamente, muchos suicidios son originados por graves perturbaciones del equilibrio
psíquico del sujeto. Pero queda la pregunta; ¿se puede tener una voluntad no patológica
de morir? Y eventualmente, ¿cómo valorar moralmente este deseo de muerte? ¿Qué
deben hacer la sociedad y la medicina frente a la petición de morir hecha por un sujeto
sano de mente?

4.2.1 Razones a favor

Afrontaremos estas preguntas después de haber visto las razones a favor de la eutanasia.
Ellas se basan sobre ^principio de autonomía interpretado en forma radical y sin ninguna
conexión con el principio de responsabilidad y de solidaridad, y sobre el principio de
beneficencia como acto benéfico del médico o de los familiares para aliviar los sufri-
mientos insoportables del paciente terminal. Reportamos una vez más la posición de H. T.
Engeihardt: "Para cada ser humano vale el principio: mi vida es completamente mía y soy
d único que puede ¿isponer áe e¡k"^K
Según esta posición, la vida humana no tiene un valor intrínseco, sino sólo un valor
extrínseco, en cuanto que es el presupuesto necesario para la realización de todos los otros
valores. Vale la pena tutelarla sólo en la medida en que ella se experimenta como preciosa
por la persona interesada con base en las propias ideas. Es claro que se trata de un sujeto
pensado abstractamente, en cuanto no tiene ninguna relación con los otros. Es sim-
plemente un "socio" entre otros socios, que no tienen entre ellos ningún deber recíproco,
sino el que nace de un eventual contrato. En el caso de la eutanasia, no se trata de negar a
otra persona el derecho a vivir. Más bien la prohibición general de matar debe retroceder
frente a su autovaloración, en caso que él considere que para él ya no vale la pena
continuar viviendo.
A la luz de esta posición, se comprende la voluntad de Engeihardt de desplazar el tema
de la eutanasia de la esfera pública, donde aún se encuentra, a la esfera privada, en la cual el
individuo puede decidir autónomamente.
Se puede preguntar si es verdadero que el deseo de morir de un moribundo se pueda
considerar como la última expresión de su autodeterminación moral. Pensemos que en la
vida real nunca se logra tomar una decisión libre, ponderada y racional acerca de la pro-

ENGELHARDT, H. T. Manuale di bioética. Op. dt., p. 347.

337
Introducción a la Bioética

pia vida, que trace un equilibrio definitivo del valor de la propia existencia de un modo
aséptico y desencarnado. Tai decisión depende siempre del influjo de la actitud de las
personas circundantes. D. Lamb piensa que existe la posibiüdad concreta de que, en una
sociedad en la cual la muerte a petición es considerada lícita, los moribundos terminen
en una situación en la cual están obligados a expresar su "deseo de morir" como el cum-
plimiento de un último deber de buena educación hacia los vivientes^^.
El principio de benevolencia que se invoca aquí como actuación de la compasión por
la persona que sufre es, en realidad, una rendición a la distancia que existe entre las per-
sonas. Si no fuese así, en nombre del principio de benevolencia se cuestionaría la misma
petición de muerte y se ofrecería la propia cercanía personal.
Más allá de las discusiones teóricas, la experiencia holandesa muestra que existe un
conflicto en la aplicación de los principios de autonomía y beneficencia, con la progresiva
atribución de un poder cada vez mayor a la clase médica. Se ttata de un resultado exac-
tamente contrario al que se busca con el reconocimiento del derecho a morir fundado en
el principio de autonomía. En realidad, son los médicos los que deciden acoger o rechazar
la petición de eutanasia del paciente, con base en sus valoraciones. Y son siempre ellos los
que en muchos casos ponen fin a la vida del paciente aun cuando éste no haya hecho la
petición de eutanasia, a causa de que ellos ya consideran inútil aquella vida^l

4.2.2 Razones en contra

La doctrina moral tradicional y la doctrina católica son abiertamente contrarias a la


eutanasia, pero, a pesar de condenar sobre el plano objetivo la eutanasia, han desarro-
llado toda una serie de distinciones (directa, indirecta, activa, pasiva) para identificar
una graduación en las responsabilidades del sujeto que obra {el paciente, el médico, los
familiares).
Pero la vía de las distinciones formales no se ha revelado muy productiva: "Se debe
abandonar una perspectiva teórica intelectualista: del problema no se puede salir con algo
si se permanece en la óptica objetivista que pretende establecer a priori la diferencia entre
pasivo y activo, prescindiendo completamente de considerar que un acto manifiesta siem-

■^^ Cf. LAMB, D. Down the síippery síope. Londres, 1988. Este autor afirma que ei principio "life is worth
living", la vida es digna de ser vivida, es un principio absolutamente válido, que rinde testimonio por si mismo
en cualquier experiencia sensible, espiritual o emotiva (cf. pp. 42-43).
" ARAMINI, M. Eutanasia... Op. cit., pp. I02-Í10.

338
Capitulo XIII: Eutanasia, encarnizamiento terapéutico y muerte digna del hombre

pre las intenciones del sujeto. Las distinciones entre directo e indirecto, activo y pasivo, y
ia diferencia entre matar y dejar morir pueden esconder una objetivación imposible de la
intención del hombre y de su actuar, sin que por esto se quiera negar la primacía del
objeto, que sin embargo no ha de entenderse de modo materialista. Esta es una confirma-
ción ulterior de que es imposible definir lo activo y lo pasivo de modo objetivo y material,
dando de ello una definición que prescinda de la intención del sujeto.
Desde el punto de vista jurídico, sin embargo, la distinción entre eutanasia activa y
eutanasia pasiva me parece que se reveía importante, por lo menos en un esfuerzo de cla-
rificación objetiva que alivie al médico de criminalizaciones indebidas y proteja al enfermo
y a sus seres queridos de padecer eventuales abusos"^'*.
El motivo de esta insuficiencia de las definiciones formales está en el hecho de que la
eutanasia y el encarnizamiento terapéutico son modos con los cuales el hombre contem-
poráneo pretende controlar de alguna manera lo que, por su naturaleza, es incontrola-
ble, a saber, la muerte.
La cuestión originaria y radical es la muerte misma, qué es una buena muerte y qué es
una buena vida. Los problemas éticos no conciernen sólo al momento de la muerte, sino
todo lo que lo precede. Si la vida no adquiere el sentido de vida que hay que vivir en todas
sus fases, manteniendo en cada una de ellas una calidad humana, la ética no logrará frenar
ni los impulsos hacia el encarnizamiento terapéutico ni las soluciones eutanási-cas que, a
falta de un sentido para vivir la fase terminal de la vida, aparecen como la salida más
humana para las situaciones intolerables.
Por el motivo dicho arriba, la propuesta de las razones contrarias a ia eutanasia debe ser
insertada en el contexto de la reflexión sobre qué es para el hombre la buena muerte.
Sin adentrarse en un detallado análisis filosófico^^ debemos decir que la muerte tiene
ciertamente el carácter de fin de la vida (terrena) del hombre. ¿Es posible que la muerte
sea también un cumplimiento? La pregunta deja entender que puede ser una posible tarea
para la libertad del hombre aun en el ir hacia la muerte. Los que son favorables a la
eutanasia o al encarnizamiento terapéutico tratan de dominar la muerte anticipándola o
postergándola. Los que invocan el derecho al suicidio leen la muerte como posibilidad
para la libertad, peto ya hemos observado que se trata de una contradicción, porque la
muerte queda siempre indisponible al dominio del hombre: huir de la muerte antici-
pándola significa huir de sí mismos como sujetos.

^^ CHIODI. M. Op. cit., p. 128.


^^ Véase la contribución de CHIODI, M. Op. cit.

339
Incroducción a ia Bioética

5. La muerte como cumplimiento de la libertad

Teniendo en cuenta que durante todo el curso de k vida la conciencia del hombre
"sabe" de la muerte, se puede buscar un sentido a la muerte y en particular a ia propia
muerte, porque la muerte es siempre muerte de un sujeto determinado. Precisamente
porque se tiene esta conciencia de la propia muerte, que acompaña la entera existencia,
!a muerte puede convertirse en cumplimientOy es decir, en acontecimiento lleno de sentido
escogido por la Ubertad, sin perder con esto la característica de stifin, es decir, suceso
repentino.
La muerte es, por lo tanto, fin y cumplimiento al mismo tiempo: ella, precisamente
porque se sabe que tenemos que morir, es \xn2i prueba, la prueba decisiva de la condición
humana, en ¡a cual se puede encontrar un sentido que ¡íeva a una esperanza o a Dios, o
negar cualquier sentido a través de la afirmación de la propia autonomía absoluta. Dicho
en otras palabras, la muerte puede convertirse en acto por excelencia, en el cual el hombre
afirma su fe en el sentido de la vída o su desesperación.
Si el hombre durante su vida ha cultivado con su libertad una esperanza, entonces el
encuentro con el límite, con el sufrimiento, ya no es un simple obstáculo, sino ocasión
para reafirmar en la tragicidad del momento la propia esperanza. Como dice G, Marcea*,
es precisamente la situación trágica la que hace verdadera la esperanza: en efecto, la espe-
ranza se revela a sí misma precisamente en las situaciones que, por su dureza, parecen des-
mentirla. Es en la prueba donde el hombre muestra lo que tiene en el corazón.
I^ voluntad de anticipar la muerte con la eutanasia es, en realidad, un abandono de la
lucha por continuar viviendo sensatamente; se trata de un acto de desesperación. Por
cuanto hemos dicho anteriormente acerca de la conciencia de la muerte como una com-
pañera de la vida entera del hombre, esta observación se refiere no tanto a la petición de
eutanasia hecha en un momento particular, sino a Ja decisión que se toma a lo largo del
curso de la vida.
La petición de anticipar la muerte nace también del aburrimiento, de la indiferencia
en relación con la vida, que ya no promete nada bueno y a la cual ya no se pide nada.
Aburrimiento que se entiende como signo de un vacío existencial, de una falta de ideales
por los cuales desgastarse.

■^ Cf. MARCEL, G. ll mistero dell'essere. 2. Fede e realta. Borla, Turín, 1971, pp. 125-140.

340
^ _________________________________ Capiculo XIII: Eutanasia, encarnizamienco terapéutico y muerte digna del hombre

Las reflexiones de Marcel, a las cuales nos hemos referido, conducen a pensar el cum-
plimiento como entrega al Otro, pero para quien no tuviese fe religiosa, ^'hay algo qué
esperar? La respuesta, positiva, dice que la esperanza coincide con la vida misma, en cuanto
que en la vida misma del hombre se revela una promesa que permanece siempre tras-
cendente e irreductible a cualquier deseo humano.
La vida mortal del hombre es constitutivamente trascendente y es esto lo que consti-
tuye su cualidad sagrada, fundamento del respeto especial que circunda la vida humana.
Al olvidar esta trascendencia (cualidad simbólica) de la vida humana, el hombre es redu-
cido a un puro organismo biológico y a un puro factor de utilidad, que hay que tratar
como se hace con los instrumentos: si son inservibles, se descartan.
En esta perspectiva, la petición de la eutanasia no es más que la explicitacíón de un
desprendimiento del sentido de la vida que se ha consumado mucho tiempo antes que
apareciese la enfermedad final.

6. Personal de salud y eutanasia

Si valoramos la eutanasia desde el punto de vista de la profesión médica, debemos


decir que la petición de la asistencia al suicidio dirigida por el enfermo al médico, si es
aceptada, lle\^ría a una transformación del sentido originario de la medicina, cuya inten-
ción fundamental es la de cuidar al otro. Este cuidado del otro, que se lleva a cabo en la
alianza terapéutica, sería contradicho radicalmente si el cuidar Riese realizado a través de
la eliminación del otro, aunque esto sucediese a petición suya. "Dar la muerte" es exac-
tamente lo contrario de la profesión médica.
El contexto altamente tecnificado de la medicina moderna favorece la desaparición
de las relaciones intersubjetivas y podría inducir también a la aceptación de la contradic-
ción por la cual la clase médica llegue a dar la muerte, además de los cuidados para vivir.
Contra este resultado es necesario reaccionar.
La práctica médica debería hablar de la relación de proximidad que existe entre los
hombres, en lugar de dejarse arrastrar por una concepción individualista.
En esta perspectiva, no es determinante continuar discutiendo teóricamente sólo de la
casuística (cuándo hay muerte cerebral, cuándo se debe usar la respiración artificial o la
hidratación y la nutrición artificial), hace falta tener en cuenta el valor simbólico de estos

341
introducción a la Bioética

gestos, que valen más para la relación de proximidad o de desprendimiento entre las per-
sonas que ellos significan, y no por el resultado que obtienen.
Es en la práctica médica cotidiana que se debe desmentir la idea de que la eutanasia
debe considerarse como el único remedio a una situación sin vías de salida y siempre en
la práctica se debe combatir la tentación de acceder a la eutanasia como sustituto de la
más dispendiosa gama de las medidas asistencíales.
La medicina tiene fi-ente a sí una tarea de civilización consistente en la elaboración de
relaciones de custodia, de cuidado, que se conviertan en práctica clínica, paternal y ami-
gable, capaces de sostener la tarea de humanidad que para la conciencia del individuo es
demasiado difícil y onerosa.
Entre las posibles iniciativas, también se estimulan las experiencias de voluntariado
en la asistencia a los enfermos terminales. Las experiencias ya en acto nos dicen que se
obtienen notables resultados, en el sentido de que el deseo de morir desaparece tan pronto
como ofrecemos al enfermo, mediante una eficaz lucha contra el dolor y nuestra dedi-
cación humana, la posibilidad de aceptar personalmente la propia muerte. A la luz de
estas experiencias la idea de la eutanasia ya no aparece como una ayuda, sino como un
rechazo a prestar al enfermo, bajo el aspecto médico y humano, esa ayuda que le permi-
tiría morir con dignidad.

342
CAPÍTULO XIV

CUIDADOS PALIATIVOS Y
ALTERNATIVAS A LA EUTANASL\

Las consideraciones desarrolladas en el capítulo precedente han mostrado cómo la


eutanasia no es una solución moralmente aceptable y que es necesario mantener en todo
su alcance la prohibición de matar, comprendiendo también los casos límite.
Establecido esto, es igualmente necesario hacer crecer la conciencia social de que la
intensidad del sufrimiento humano, al final de la vida, puede ser muy grande. Por eso es
necesario demostrar a los adultos mayores, a los enfermos y a los moribundos la soli-
daridad obligatoria que les hace más fácil aceptar el propio destino. Sólo tal solidaridad
demuestra, más que cualquier otra conquista cultural, la medida de humanidad concreta
con que todos podemos contar. En efecto, obrando así, los sanos de hoy prestan este ser-
vicio como una tarea solidaria, de la cual se beneficiarán cuando llegue su hora. Esta con-
ciencia origina el compromiso de poner en acto esos tratamientos que llamamos cuidados
paliativos y a difundir aquellas estructuras asistenciales que se conocen con el nombre de
hospicios. Pero limitarnos a este tipo de intervenciones demostraría que aún estamos liga-
dos a una visión excesivamente medicalizada de la vida, para la cual los remedios se bus-
can siempre y sólo en la medicina y en sus recursos.
Sobre un plano propiamente antropológico moral hace falta recuperar la considera-
ción de la enfermedad como experiencia moral y trabajar para que la muerte no sea un
tabú, reencontrando la capacidad de mirar la experiencia final de la vida, para hacer de
ella lo más posible una experiencia de libertad. Se trata de un proceso que puede realizarse
sólo sobre la base de una recuperación del carácter trascendente de la persona humana.
Para cuantos, luego, tienen una visión religiosa de la vida, se trata de hacer que sean
operativas las convicciones valorativas y esperanza que toda religión, a su modo, propo-
Introducción a la Bioética

ne. Por este motivo, la última parte del presente capítulo está dedicada a una reflexión
sobre la visión cristiana de la experiencia de la muerte.

L ¿Qué piden realmente las personas que sufren?

Una de las características definitorias de la eutanasia es su objetivo de reducir el sufri-


miento. A veces se considera que la petición de una intervención de eutanasia o de asis-
tencia al suicidio por parte de los pacientes es directamente proporcional a la gravedad de
su enfermedad y a su sufrimiento. Se trata, en verdad, de una simplificación indebida.
Si, por ejemplo, examinamos los casos de suicidio, vemos que "los enfermos termi-
nales constituyen sólo una pequeña porción del número total de suicidios. En efecto, la
mayor parte de las personas que se suicidan goza de una buena salud física. Entre todos
los suicidios sólo entre el dos y el cuatro por úento son tníermos terminales"'. Un estudio
conducido sobre adultos mayores de cincuenta años ha mostrado que personas erró-
neamente convencidas de que estaban muriendo de cáncer, se suicidaton en un número
míyoT Tts^&cto a las que xtniain efectivamente una enfermedad terminal. Este estudio
apoya la apreciación según la cual dos tercios de los adultos mayores que mueren por sui-
cidio gozan de una salud relativamente buena^.
En todo caso, los individuos con una grave enfermedad crónica y terminal tienen un
riesgo de suicidio mayor; en particular, algunos estudios sugieren que el riesgo para los
pacientes de cáncer es aproximadamente dos veces el de la población global. De signo
opuesto es la observación de algunos expertos, los cnúcs han observado que muchos
pacientes terminales experimentan un fenómeno llamado cáncer cures psychoneuroses. Este
fenómeno se tiene cuando los pacientes se dan cuenta que tienen un cáncer u otra enfer-
medad progresivamente terminal, y cuando el proceso con el cual hacen frente y dominan
su miedo a la muerte disuelve muchas otras ansias y neurosis. Como ha explicado un psi-
quiatra, "cuando la atención de una persona se aieja de las diversiones de la vida, puede
surgir una apreciación más plena de los factores elementales de la existencia"^

' CLARK, D. C. "Racional suicide and people with terminal condicions or dísabilities". En: Ismes in Latu
and Medicine, n. 8. 1992, p. 35. ^ Ibíd, p. 38. ^ Cf. McKEGNEY, F. P. and O'DOWD, M. A. "Clinical and
research reporcs: suicidaliry and VIH status".
'^■. American Jourml of Psychiatry, r\. 149, 1992, pp, 396-398.

344
Capítulo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

Por eso algunos pacientes terminales pueden presentar un estrés psicológico inferior a
cuanto se puede esperar. Aparte de las circunstancias en las cuales los pacientes están
deprimidos, los enfermos terminales con frecuencia tienen capacidad de recuperación, y
luchan por la vida, contra sus enfermedades. Los estudios indican que, sobre muchos
pacientes con grave sufrimiento, desfiguración e incapacidad, la gran mayoría no desea
el suicidio. En un estudio sobre pacientes enfermos terminales, entre aquellos que expre-
saron una voluntad de morir, todos satisfacían los criterios de diagnosis de la depresión
endógena"*. Como los otros suicidios, los pacientes que desean el suicidio o una muerte
anticipada durante una enfermedad terminal usualmente sufren una enfermedad mental,
comúnmente depresión, que puede ser tratada^
En lugar de ser satisfecha, la petición de eutanasia y de suicidio asistido debería ser
cuidadosamente investigada, para remover las causas que la generan. En una sociedad
cada vez más individualista, existen buenas probabilidades para considerar estas peticio-
nes, pero también el mismo debate que se desarrolla a nivel social, como una invocación
de ayuda: "Precisamente como el hecho de revelar la propia intención de suicidarse es
con frecuencia una petición de ayuda por parte de personas aún no dispuestas a morir,
desesperadas por obtener de otra manera atención afectuosa y alivio del sufrimiento,
así también puede suceder que las discusiones sobre el suicidio con asistencia médica se
sobrentiendan como una petición de ayuda. Ellas dejan una señal de alarma con relación
al sufrimiento inútil y a la angustia que al final de la vida tocan en suerte a tantos en nuestra
sociedad, con la intención de llamar la atención sobre aquello que un tratamiento más
apropiado podría significar"^
Las investigaciones sobre el tema demuestran que la mayor parte de las personas pre-
ferirían al suicidio con asistencia médica cuidados paliativos más adecuados y el acceso a
los servicios de un hospicio, ú estas formas de tratamiento estuviesen generalmente dispo-
nibles. En cambio, menos de una quinta parte de los pacientes enfermos terminales tienen
acceso a ellas actualmente^

4
Cf. BEOWN, J. H. y otros. "It is normal for lerminally ¡ti patients ro desire death?". En: Ibíd., n. 143,
1996, pp. 208-211.
NEW YORK STATE TASK FORCÉ ON LIFE AND THE LAW, ^hen death is sought: assisted suicide and eutha-
nasia in the medical context. Albany (Nueva York), 1994, pp. 12-13; texto presentado bajo la dirección
de LORENZO CANTONI en Medicina e Morale. Rivista Internazionale Bimestrale di Bioética, Deontologia
e Morale Medica, nueva serie, año XLV, n. 3, mayo-junio de 1995, pp- 625-626.
BoK, S. Op. cit., p. 172.
FoREMAN, J. "70% wouid pick hospice, poli finds". En; Boston Gbbe, n. 4., octubre de 1996, p. A3.

345
Introducción a la Bioética

En segundo lugar, hace felta tomar nota de la lentitud con la cual los cuidados palia-
tivos se desarrollan aun en hs sociedades avanzadas y poner remedio a esta gravísima
carencial Vale la pena referir las consideraciones de Bok, quien se ha interesado por largo
tiempo en la eutanasia. La estudiosa recuerda las reflexiones hechas en su estudio de 1970
comparándolas con el presente: "No imaginaba entonces que los progresos para obtener
una asistencia decente se habrían vuelto tan difíciles de conseguir. Cuando releo las con-
clusiones de mi disertación, me doy cuenta cuan actualizadas resultan bajo este aspecto;
cuan poco puede prever la duradera y fuerte incapacidad de ofrecer alivio adecuado y
cuidados compasivos al final de la vida, y la desgarradora carga que esto puede imponer a
aquellos que están en menor grado de protegerse. Mientras que las expectativas de vida
han crecido, y la vejez se está convirriendo en una edad de salud y bienestar para muchas
más personas de cuanto se pudiese imaginar aun sólo hace una década, hoy tenemos las
pruebas más desoladoras del sufrimiento extremo que muchos padecen al final de la
vida. Hemos aprendido que los testamentos biológicos y las otras directrices anticipadas
con frecuencia no logran proporcionar a elección del paciente la protección que muchos
esperaban que hubieran garantizado, y que un alto porcentaje de los pacientes enfermos
terminales es dejado sin informaciones adecuadas acerca de la propia condición, y es
obligado a padecer sufrimientos inútiles antes de morir. Derechos como el de rechazar el
tratamiento y de ser correctamente informados pueden ser garantizados por la ley y
enumerados en elegantes declaraciones de los derechos del enfermo, pero no tienen nin-
gún valor para los pacientes que no pueden contar con ellos en la práctica"^.

Hospicios

Los hospicios son clínicas surgidas precisamente con el fin de humanizar la asistencia a
los pacientes al final de la vida y de suministrarles el tratamiento del dolor, los llamados
cuidados paliativos. I^ experiencia de los hospicios pone luego en discusión la correlación
demasiado fácilmente afirmada entre sufrimiento y deseo de morir.
El sufrimiento no es una variable independiente para el sujeto que la padece. Él depen-
de, además de la enfermedad, también de toda una serie de factores que pueden aumen-
tarla o disminuirla. Pacientes con un sufrimiento no controlado pueden ver la muerte

^ Un significarivo testimonio de esta lentitud está contenido en ZAVOLI, S. Il dolare inutile. La pena in
píü del mulato. Garzanfi, Milán, 2002. ^
BoK, S. Op. cit., p. 149.

346
Capi'cuJo XA^; Cuidados paliativos j^alrernarivas a la eura/iasia

como la única fiíga del sufrimiento que están experimentando. Una respuesta completa y
adaptada al sufrimiento reduce drásticamente las peticiones de eutanasia o de suicidio'".
Es necesario por lo tanto estimular, aun con disposiciones legislativas y administrati-
vas, el nacimiento de estas estructuras asistenciales para los enfermos terminales con alto
sufrimiento y estimular las diversas asociaciones de voluntariado que han surgido con el
fin de humanizar la condición de ios enfermos terminales.
En diversos países se han constituido movimientos, que se proponen dar asistencia a
los enfermos terminales tanto a domicilio como en las casas de reposo o en los hospicios.
Existen tanto asociaciones difundidas a nivel de las grandes ciudades, como también
pequeñas asociaciones locales que operan en territorios más limitados.
Estas experiencias, aunque aún no pueden ser extendidas a todos los hospitales, indican
de todos modos la vía para una asistencia humana eficaz de los moribundos, asistencia
que rechaza la lógica de la muerte.
Cuantos están empeñados en ella hablan concordemente de un resultado notable, a
saber, que el deseo inicial de una provocación intencional de la muerte desaparece tan
pronto como ofrecemos ai enfermo, mediante una iucfia eficaz contra ti doíor y nuestra
dedicación humana, la posibilidad de aceptar personalmente la propia muerte. A la luz
de estas experiencias, la idea de la eutanasia ya no aparece como una ayuda, sino como un
rechazo de prestar al enfermo, bajo el aspecto médico y humano, la ayuda que le per-
mitiría morir con dignidad.

2. Cuidados paliativos

En los países avanzados crece el interés por la tutela de los derechos de la persona
humana, tanto los relativos a la salud como los relativos a la ciudadanía. Entre estos dere-
chos se asoma con cada vez mayor insistencia el derecho a morir con dignidad".

'" Véase el estudio conducido por el Instituto Nacional de Tumores de Milán en 2000-2001 y publicado el 17 de
marzo de 2001; sobre 996 casos de "peticiones de morir", después del tratamiento paliativo y los cuidados
"humanizantes" sólo 5 casos mostraron persistencia en ía petición. Véase www.iscitutotu-mofi.mi.it
Recordamos la acepción doble con la cual puede ser entendido el término: derecho a escoger cuándo morir o
derecho a ser asistidos correctamente.

347
Introducción a la Bioética

La experiencia clínica enseña que gran parte de los pacientes terminales piden, en el
primer encuenrro con los médicos, algo que les ayude a no sufrir y, algunos de éstos, algo
que les ayude a terminar su vida rápidamente. La condición de los pacientes terminales se
caracteriza normalmente por estos elementos: sufrimiento físico, generado por el empeo-
ramiento progresivo de las funciones propias, por la percepción de los síntomas que se
vuelven humillantes, sobre todo en las últimas semanas de la vida, por la pérdida del pro-
pio rol, por la dificultad o imposibilidad de comunicación con las personas cercanas, por
la condición de soledad, en algunos casos por las dificidtades económicas y también por
la pérdida de valores morales y religiosos, que tal vez tenían antes, pero que ahora aparecen
descoloridos e incapaces de sostener h esperanza.
Ya hemos dicho que, si se va al encuentro, de manera oportuna, del alivio de los sín-
tomas, si se logra tener un coloquio y una escucha y si se trata de modificar, mejorándola, la
situación socio-ambiental que rodea al enfermo, el estado depresivo se reduce parcial-
mente y la petición de morir desaparece.
Este conjunto de intervenciones es lo que se conoce con el nombre de cuidiidospalia-
tivos, los cuales, si no pueden debilitar completamente, podrán reducir drásticamente la
petición de morir anticipadamente.
El punto determinante de los cuidados paliativos es el de ser "activos, totales, efectuados
sobre las personas afectadas por un mal incurable, en el cual los cuidados específicos
para la enfermedad no tienen ninguna respuesta. Su objetivo no es el de prolongar la vida,
sino el de mejorar su calidad"'-.
Por definición, los cuidados paliativos son muhidisciplinarios. En efecto, al enfermo
no lo cuida sólo el médico, sino también la enfermera, el psicólogo, la familia y también
los voluntarios adecuadamente preparados.
La idea de los cuidados paliativos nació en Inglaterra, en los años sesenta, y desde aquí
ha habido una difusión hacia Canadá, los Estados Unidos, Australia y luego Europa, y
ahora también en Asia y América del Sur.
La OMS, en colaboración con muchas instituciones de salud, está desarrollando un
programa relativo a los tumores basado en tres puntos fundamentales: prevención, diag-
nosis precoz y terapia, cuidados paliativos. Este tercer punto es particularmente impor-
tante, dado que aún hoy alrededor de la mitad de los tumores no es curable, por lo cual

'' VENTAFRIDDA, V. "Di fronte alia richiesta di legaiizzare ¡'eutanasia: considerazioní di un cünico". En:
ViAFORA, C. (dir.). Quando moriré? Bioética e dirítto nel dibattito suli'eutanasia. Gregoriana Librería
Editrice, Padua, 1996, p. 254.

348
Capítulo XIV: Cuidados paliarivos y alternarivas a la eutanasia

una parte importante de la población tiene la experiencia de un dolor fuerte y prolongado.


De los pacientes incurables, alrededor dtl 35% tiene dolor en la fase intermedia de la
enfermedad, mientras que el 90% está afectado por el dolor en la fase final.
Uno de los elementos centrales de los cuidados paliativos es la administración de fár-
macos analgésicos de varias familias (opiáceos y no opiáceos). La OMS publicó en 1986
líneas guía que prevén una administración más fácil de estos fármacos, de modo que no
haga falta necesariamente el personal médico, sino que enfermeras, familiares (y hasta el
mismo paciente) puedan suministrarlos.
El solo uso de fármacos analgésicos simples ha permitido aliviar el 80% de las situacio-
nes de dolor. No obstante, la simplicidad de uso de estos fármacos, en algunos casos aún
no son usados, o por resistencias culturales o por falta de disponibilidad de los fármacos,
como la morfina, algo que sucede con frecuencia en los países más pobres'^
En los últimos años los cuidados paliativos han mejorado enormemente y están en
continua y rápida evolución. También los centros de cuidados paliativos se han multipli-
cado de modo significativo y, juntamente con su número, crece también la ctdtura de la
"paliación"'\
Es urgente que las asociaciones profesionales de médicos se actualicen en el campo de
los cuidados paliativos, según las orientaciones éticas formuladas por el Comité ético de
la Asociación europea de cuidados paliativos. En estas orientaciones se indica que, para el
control de los dolores y de otros síntomas, los médicos tienen el mandato moral y profe-
sional de usar todo medio con el fin de liberar a los pacientes de todo aquello que causa
sufrimiento. Desafortunadamente hace falta decir que esto no se hace siempre. Datos
recientemente proporcionados por un informe sobre algunos centros hospitalarios nor-
teamericanos evidencian que el dolor es controlado adecuadamente sólo en el 45% de
los casos.
De aquí la necesidad de crear educación; una educación que implique a las escuelas
universitarias, a las especialidades médicas, a las escuelas de enfermería y al público.

'■^ En cuanto a las dificultades generales, piénsese por ejemplo en las dificultades para que algunas legislaciones
aprueben la recerabiÜdad de la morfina por parre del médico de familia en otros países.
''' En Italia, por ejemplo, algunas regiones han madurado su sensibilidad hacia los cuidados paliativos y se han
instituido Unidades Operativas de Cuidados Paliativos (UOPC), En particular, la región de Lombardía aprobó
el 30 de noviembre de 1988 un documento de orientación que compromete a las estructmras sanitarias
regionales de las UOPC. En el Senado se presentó una propuesta de ley para la institución de UOPC en todas
las regiones. Cf. MARINO, E e Bucci SABATTINI, B, "Vinta una baita-gÜa". En: QuaJerni di Cure PaUiative, 7,
1, 1999, pp. 57-61.

349
Introducción a la Bioética

Hace falta seguir rápidamente en todas partes el ejemplo de Inglaterra, donde ya existen
numerosas cátedras universitarias en medicina paliativa, que gradúan anualmente perso-
nas capaces de dirigir grupos de asistencia.
Por consiguiente, es necesario un trabajo cultural y ético-deomológico que supere las
resistencias que aún permanecen. En particular, las que derivan de la persistente confu-
sión que existe entre el personal de salud sobre cosas diversas como la eutanasia, control
del dolor y otros síntomas e interrupción de los tratamientos aptos para prolongar la vida;
jamás se deben confundir estas diversas modalidades. Es significativo el testimonio de
Ventafridda: "Quiero recordar que el alivio del dolor y de síntomas como la falta de
respiración no tiene nada que ver con la eutanasia. El objetivo de estos tratamientos es
liberar a los enfermos del dolor que invade el cuerpo y la conciencia y no de la posibilidad
de vivir dignamente la última parte de la vida, 1^ falta de respiración lleva también al
ahogo. Uno ve a estos enfermos rasguñar con las uñas las sábanas pidiendo desespe-
radamente ayuda. Normalmente todo esto fue considerado en el pasado un hecho más
que fisiológico en todas las personas moribundas; la desesperación del enfermo, la peti-
ción de ayuda, no han tenido ninguna respuesta. Con mucha frecuencia la religión con-
sideró esto un hecho de elevación espiritual o, como sucede en algunos países del tercer
mundo, una condición inevitable para expiar los pecados. Hoy todo esto puede ser evitado;
el dolor puede ser controlado con dosis adecuadas de opiáceos o de otras sustancias. Del
mismo modo, la sensación de ahogo y la falta de respiración pueden ser controladas de
modo rápido provocando una relajación en el enfermo. La finalidad de estos tratamientos
es la de liberar la vida del sufrimiento, no la de determinar la muerte. Si el fina! de la vida
se acelera, esto no está ligado a un acto deliberado"'^
Uno de los mayores problemas relativos a los pacientes terminales es el de la propor-
cionalidad de los cuidados que se les suministran. Por consiguiente, una tarea importan-
tísima de la medicina paliativa es el control de las terapias'*.

'V¿;i¿,pp. 256-257.
' En relación con la proporcionalidad de los cuidados, señalamos la posición de F. Citcerio, relativa a los casos de
SVP: "Según nuestro parecer, la nutrición y ia iiídratación artificiales, aunque no particularmente sofisticadas,
ni demasiado invasivas ni onerosas para el enfermo en estado vegetativo persistente, no son justificadas. El
medio será ordinario hasta que se quiera, pero es extraordinaria la modalidad de mantener a través de la
hidratación y la alimentación artificiales a un paciente en esa condición por años". CITTERIO, F. "Eutanasia e
accanimenco terapéutico". En: AA. W. La nuova frontiera della bioética. Centro Ambrosiano, Milán, 2001,
pp. 109-122. Se trata de una posición no muy nueva, en cuanto ya propuesta por K. Demmer y parcialmente
por E Cattorini, pero que no es la prevaleciente entre los moralistas católicos.

350
Capítulo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

El problema es particularmente importante en las patologías oncológicas, en las cuales


los gastos en salud que conciernen a las verificaciones diagnósticas, los cuidados qui-
rúrgicos y médicos, los cupos en el hospital crecen de manera vertical durante el último
mes de vida. Se llevan a cabo tratamientos médicos a base de fármacos extremadamente
costosos con el único efecto de prolongar el proceso de morir. En estas situaciones, una
correcta valoración de la relación costo-beneficio debe conducir a la interrupción de tra-
tamientos que no hacen otra cosa que agravar el sufrimiento. Hace falta permitir morir al
paciente; no es justo prolongar la vida a toda costa.
Los cuidados paliativos implican también un buen cuidado de la comunicación con el
paciente y con la familia. De esta manera el paciente podrá aceptar o rechazar tratamientos
que ofrecen pequeños porcentajes de control temporal de la enfermedad a un precio elevado
de sufrimiento. La ética clínica de la fase terminal se basa en el respeto de la voluntad del
enfermo. El médico se equivoca al insistir sobre tratamientos que el paciente cons-
cientemente rechaza. Al paciente se le debe permitir morir cuando las terapias, a pesar de
prolongar la vida, no permiten la posibilidad de una vida digna. En pocas palabras, los tra-
tamientos son contraindicados cuando causan más sufrimiento que beneficio'^
En conclusión, la alternativa morir con dolor o eutanasia podía ser verdadera hace un
tiempo, antes del desarrollo de los métodos modernos de la medicina paliativa. Hoy ya
no es verdadera en todo el mundo y la solución sigue siendo la de una rápida promoción de
los cuidados paliativos, sin resignarse a las presiones por la eutanasia. El reto de la
civilización al final de esta década será el de transformar nuestro modo de cuidar a las
personas que sufren y a los moribundos, no el de legalizar la eutanasia. Todo esto demanda
motivación, exige tiempo y pide también un costo económico. Si queremos evitar los
cuidados paliativos por los relativos gastos, no hay otra solución sino pedir la legalización
de la eutanasia. Setía una perspectiva muy triste para nuestto ñituro.

" Para valorar la rekción costo-beneficio se usan diversos criterios: ordinario/extraordinario, proporcio-
nado/desproporcionado y el redenre concepro de inutilidad. La inurilidad de una inrervención debe ser juzgada
en términos de objetivos clínicos para cada enfermo particular. La pregunta importante es: "¿Podrá esta
intervención beneficiar al enfermo en su plenitud?". Debemos idet\tificar dos componentes en el concepto de
inutilidad: ei electo fisiológico y d beneficio del enfermo. Algunos tratamientos son inútiles porque no ofrecen
un efecro fisiológico deseado para algún enfermo o categoría de enfermos. Por ejemplo, si sobre las bases de
un experimento clínico, la probabilidad de que una quimio-tetapia detenga un proceso metastático es ninguna o
extremadamente pequeña, entonces es sin duda inútil. Los gastos que se hacen en los repartos de
hospitalización para tratamientos inútiles en la fase terminal podrían ser devueltos a programas de asistencia
domiciliaria. Para una profundización, véase BRESCIANI, C. "Proporzíonalitá della cura e utiíizzo raciónale
delle risorse". En: BRESCIANI, C (dir.), Btíca, risoríeeconomicheesanita. Giuífré, Milán, Í998, pp. 143-170.

351
Introducción a la Bioética

3. Necesaria recuperación de un itinerario de preparación para la muerte

El irinerario de la existencia está llamado a ser confrontado con el acontecimiento de


la muerte, y esto constituye para la criatura humana un momento de profunda reflexión.
En efecto, ai morir el hombre revela el significado que le ha dado a toda su existencia; en
los últimos instantes de su historia tiene delante de sí todas las vicisitudes que lo han con-
tramarcado. La muerte no es simplemente un hecho biológico, sino que pone en cues-
tión el valor mismo de ser persona.
El problema que le está unido es de extrema importancia. Ai morir, el hombre decide,
de modo irreversible, el presente o el futuro de la existencia, mientras evidencia el núcleo
interior que ha calificado sus opciones en su devenir histórico. El sujeto que, en el lapso
de su vida, desarrolla la capacidad de trascendencia que Dios ha puesto en su corazón,
no pierde la posibilidad de escoger libremente frente a la muerte^ más bien adquiere una
capacidad ulterior de apertura al Absoluto.
La educación para comprender el significado mismo del morir permite crecer en el
verdadero significado de la existencia coridiana. La experiencia nos dice que los hombres,
de cualquier tiempo y espacio, sienten la muerte como un problema de extrema gravedad,
aunque son diversas sus reacciones frente a tal fenómeno. Aunque el hombre con-
temporáneo, muchas veces, teme mirar de frente la muerte porque la considera casi un
tabú, sin embargo, no puede no plantearse interiormente el interrogante que surge de
ella y que ¡o interpela.
El cristiano, a su vez, al crecer según eí estíío teoíogaí y evangéííco, sabe perfectamente
que la muerte es un momento importante de la vida: en ella está llamado a encarnar la
opción de fe en Jesús y a hacer brillar la luz de la pascua. Sin embargo, es bien consciente
de que, aunque entaíza en la pascua de Cristo, la muerte sigue siendo un misterio, como lo
es el vivir en roda su profundidad. Además, el ingreso en el gran acontecimiento del morir,
en términos teológico-espirituales, ayuda a intuir las riquezas al interior de la celebración
sacramental que lo acompaña. La comprensión teologal y creyente del morir y de la
muerte se revela importante porque ral proceso implica al hombre en toda su persona para
luego sedimentarse en la ritualidad que rodea el morir y la muerte en sus diversas etapas.
Es importante, al leer el fenómeno del morir, poner en evidencia cuáles son y deben
ser los valores que animan y han animado la existencia. Esta visión tiene su fecundidad en
la perspectiva de querer evidenciar los verdaderos parámetros en toxno a los cuales cons-
truir las opciones cotidianas. Estamos llamados a vivir en lo "provisional" con la atención

352
Capítulo XÍV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

esencial dirigida hacia lo "definitivo". El hombre contemporáneo advierte el problema


del morir como una realidad muy compleja, reflejo del mismo momemo cuhural en el
cual se está viviendo. La opción cristiana puede ayudar a vivir en un clima de "esperanza
teologal". En efecto, el velo oscuro que rodea la muerte puede ser iluminado por la cer-
teza de la fe en que en Cristo Jesús la muerte ha sido vencida y que, en su vida de caridad,
el hombre respira la comunión con la salvación. Aquí florece la esperanza que anima a todo
aquel que, viviendo en el tiempo, no teme dar a la vida su plenitud de significado, porque
el morir en la fe se convierte en el paso necesario para comprender el significado mismo
del vivir.
En efecto, es importante para el hombre que en su espíritu nazca la exigencia de con-
frontarse con el acontecimiento de la muerte porque, en la fijerza de la fe, se daría cuenta
de que con la muerte no se está alejando del don de la vida, sino que más bien es guiado a
leerla en el horizonte del Absoluto, fuente misma de la vida. Aquí el hombre respira la
vida, las demandas de sentido y logra iluminar las oscuridades que la rodean. Hace falta
estar siempre atentos al riesgo a cuyo encuentro podemos ir: que el olvido de la muerte
genere el olvido de la existencia. Quien conoce la propia muerte, conoce la propia vida;
quien deja a un lado el pensamiento de la muerte, no entra en la profunda seriedad de la
vida y permanece en la superficialidad. La belleza de la verdadera vida ofrece luz y fuerza
para leer y para vivir el misterio de la muerte en un clima de sólida esperanza teologal.

Aspecto antropológico del morir

El morir es fuente de angustia para el hombre porque se abre, en el horizonte de su


historia, el miedo a la aniquilación de la propia persona. En efecto, el aspecto físico-sen-
sitivo incide no poco en el camino del hombre delante del acontecimiento de la muerte. El
interrogante del significado de la vida frente a la muerte emerge de modo inmediato
porque se puede tener la sensación de correr hacia la nada. Es fácil, por lo tanto, alejar el
pensamiento de la muerte esperando, dicen algunos, que la muerte se olvide del hombre.
La cultura moderna ve la muerte como un "no sentido", la rehuye como derrota por las
seguridades prometeicas de la criatura: la naturaleza humana teme caer en la nada. Sin
embargo, sabemos que el problema de la muerte no lo podemos eludir. La historia coti-
diana nos hace advertir la presencia del morir en la muerte del otro. En realidad, cuando
caminamos en el tiempo, la muerte, para nuestra persona, no existe, porque el vivir con-
cretamente es un no morir.

353
Introducción a la Bioética

Ningún hombre tiene la experiencia del propio morir. Sin embargo, la relación con
el otro, con el hermano, especialmente si es particularmente cercano, ofrece un momento
de profunda reflexión que hace que el hombre esté atento al acontecimiento de la
muerte. La percepción de la muerte se tiene cuando tiene lugar la muerte de un hermano,
porque su desaparición implica la caída de toda comunicación y relacionalídad con él. El
significado del carácter relacional de la vida puede ayudar a entrever algo del misterio de
la muerte.
Si entramos en la lectura de las dinámicas al interior de la existencia cotidiana, nos
damos cuenta que la presencia del "tú" del hermano es lugar de crecimiento y de consis-
tencia del "yo" de mi persona: el desplome del "lú" crea vacío y silencio en el "yo". A la
luz de esta dialéctica, el hombre advierte la presencia de la muerte porque ella coloca en
crisis el "ser-con" que caracteriza la estructura del hombre. La consecuencia de tal ruptura
nos hace conscientes de que la criatura humana llega a encontrarse en una trágica soledad.
La muerte sigue siendo para el hombre el momento en el cual la imposibilidad de
comunicación con el desaparecido se vuelve irrevocable. Este hecho genera miedo y
angustia. El hombre que instintivamente está ligado a la sensibilidad y no sabe trascender
o releer tal componente de la existencia, se advierte como perdido frente a la privación de
la comunicación sensible. Entonces, el pensamiento de la muerte es ineludible y delante
de la persona nace la alternativa de encerrarse en sí misma no planteándose el problema o
de tratar de encontrar claves de lectura que la puedan iluminar y ofrecerle luces que den
sentido a la oscuridad existencial. Es ía auténtica búsqueda del sentido de la vida que
ilumina la muerte.
La segunda opción metodológica permite al hombre hacer nacer el rostro humano de
la muerte dándole un sentido: sólo quien se cierra al problema "muere antes de morir" e
impide a la esperanza dar vitalidad a la oscuridad de los interrogantes históricos. Es nece-
sario recalcar que se revela importante para el hombre la recuperación del significado
mismo del vivir dejándose interpelar en él y guiar por él en la búsqueda de un auténtico
itinerario existencial. Quien sabe afrontar el don de la vida con asombro y temor reve-
rencial, se coloca frente a la muerte con la convicción de que también a través del morir
se está creando algo nuevo.
La ptofundización del gran don de la vida da intrepidez ai hombre que, de tal modo, es
conducido a entrar en la comprensión del acontecimiento de la muerte. El hombre de
vastos horizontes existenciales tiene la capacidad de considerar posible lo que sensitiva y
fenomenológicamente paiece imposible. El horizonte de la vida es más vasto que el de la
muerte porque en el hombre hay una apertuia innata a la vida.

354
Capítulo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

La historia de las religiones confirma tal verdad. El infinito obra en el corazón del
finito y genera aquel deseo de plenitud de vida y de superación de toda finitud que hace
advertir que, aun en el morir, se continúa viviendo, y quien se deja guiar por tal orienta-
ción advierte que cambian sólo las modalidades. En esta confrontación entre el morir y el
vivir el hombre advierte el encuentro entre finito e infinito que obran en su corazón,
comprende la limitación de su aventura histórica y, mientras la sabe acoger en sus justas
proporciones, es guiado a ir más allá de sí mismo, viendo la muerte como un paso a la
plena hbertad de la vida.
La muerte vuelve a entrar en la limitación que califica al hombre en su devenir histó-
rico. Negar este hecho y fingir ignorarlo equivale a no entrar en la verdad de la vida. La
belleza de la vida es que ella se convierta en una experiencia que hay que recrear todos
los días dejándose moldear por ella para hacer surgir toda la riqueza interior que está pre-
sente en el corazón humano. Aceptar la muerte como acontecimiento de la finitud histó-
rica del hombre equivale a una madurez moral y espiritual y lleva al hombre a abrirse al
misterio de la trascendencia y a colocarse existencialmente en un espacio abierto sobre el
infinito que lo compromete en toda su personalidad. Si la sensibilidad desea el silencio
sobre el misterio de la muerte, esta actitud no debería alejar al hombre que vive la sed de la
verdad de la profiíndización de esta verdad. Sólo así el hombre comienza a existir en su
personalidad más verdadera.
La persona que sabe leer la propia historia en el ampfio horizonte del Absoluto logra
personalizar tal acontecimiento en una clara lectura de la esperanza. En la perspectiva de la
fe, esta orientación permite al hombre releer de modo positivo toda la propia historia. La
fe no elimina el drama del morir y de la muerte, pero permite al creyente interpretar estos
dos hechos, tan unidos entre ellos, con una luz que viene de lo alto y que es fuente de
inagotable esperanza. La esperanza no elimina la oscuridad "histórica", pero permite al
hombre vivirla en la certeza de que algo grande y maravilloso está naciendo por la plenitud
de la vocación a ser criatura humana según el proyecto del Padre.

El misterio de Jesús

El cristiano, en la aproximación a una lectura en la fe del acontecimiento de la muerte,


orienta la propia mirada a la experiencia que Jesús ha hecho de ella, porque El representa
el único punto de referencia para la construcción de una existencia que quiera ser verdade-
ramente evangélica. En Jesús que afronta la muerte, el discípulo encuentra el significado
que hay que dar al propio morir. Al acercarse a la actitud interior del Maestro, el cristiano

355
Introducción a la Bioética

encuentra el significado con el cual vivir el paso de ésta a la otra vida. En reaÜdad, la luz
de la fe nos dice que de la muerte del Maestro brota la luz que ilumina la muerte de los
hombres. La enseñanza de la Escritura nos permite redescubrir, de modo extremadamente
evidente, cómo Él haya vencido la muerte en la entrega incondicionada en las manos del
Padre para la realización del plan divino en relación con la humanidad.
En la escuela de las enseñanzas evangélicas descubrimos cómo Jesús en la proclama-
ción del reino de Dios presente en la historia haya dado a la humanidad entera el don de la
vida: la comunión con el Padre. Toda la historia de Jesús nos guía a comprender nuestra
existencia en la vida que estaba en el Padre y que aliora se ha hecho visible a nosotros y nos
comunica la novedad verdadera de la historia. El misterio de la comunión y del amor
Padre-Hijo ha vencido la muerte. Esta luz nos lleva a releer la experiencia de la muerte en
Jesús para reencontrar en ella el significado de nuestro morir. La atención, luego, a la
actitud de Jesús en relación con la muerte nos ayuda a no temer cuando nuestra estructura
humana siente la angustia del morir. Delante de la muerte de los otros, Jesús prueba un
sentido de angustia y de sufrimiento. La muerte, vista en la figura de Lázaro, es íuente de
desconcierto para Jesús, como lo es para todos los hombres. En sus lágrimas frente a la
muerte de Lázaro no aparece sólo el dolor causado por la pérdida de una persona querida,
porque el amor con el cual Jesús ama a Lázaro proviene del amor del Padre. Las lágrimas de
Jesús significan las lágrimas mismas de Dios frente a la muerte que separa entre ellas a las
personas. El está desconcertado frente a la muerte que descompone el cuerpo del hombre;
frente a los hombres destrozados por el destino y Ja fatalidad que está significada en el
sepulcro, frente a aquello que para él es signo de muerte. Sin embargo, Jesús, que sufre al
ver a la humanidad en su condición mortal de tinieblas, siente en sí la fuerza de una vida
que es superior a la muerte. La muerte de los otros seguramente ha turbado a Jesús, sin
disminuir, sin embargo, la certeza de que el Dios viviente vence la muerte. Jesús como
hebreo piadoso se inserta en la cultura hebrea según la cual la presencia de Dios es más
fuerte que la muerte. Los milagros de resurrección son signos del anuncio de la victoria de
la vida sobre la muerte.
Si esta es la actitud de Jesús en relación con la muerte ajena, se revela esencial para el
cristiano entender cómo Jesús vivió la propia muerte y el significado que Él le dio. Sólo
de este modo el cteyente puede revivir en sí mismo todo el dinamismo que caracterizó la
experiencia de Jesús y, así, llegar a compartir con Él el misterio de la gloria. La muerte
violenta a la cual fríe sometido Cristo no fríe consecuencia de un desuno fatal, como si
Dios la hubiese directamente querido. Ésta era mesiánica, indicaba el estilo divino de
renovar el mundo y aparecía como la consecuencia inevitable de la fidelidad de Dios a los

356
Capiculo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

hombres: los profetas y los justos del Antiguo Testamento siempre fueron maltratados.
Jesús se inserta, con plena conciencia, en la historia de los profetas y de los justos perse-
guidos y en esta luz lee la propia vicisitud histórica. De tal modo, Él percibe la voluntad
de Dios, su Padre, que le pide perseverar hasta el cumplimiento de aquello que le ha
confiado. Si la muerte no parece haber sido querida ni deseada, ella sin embargo es vista
lúcidamente como el camino de la fidelidad radical del Padre en relación con Jesús y de
Jesús en relación con el Padre. De frente a la muerte, Jesús mostró el secreto de su exis-
tencia: la presencia activa del Dios del amor; el Padre que lleva adelante en fidelidad su
proyecto para realizarlo en plenitud. La muerte de Jesús es la expresión de la reciprocidad
en la fidelidad: Jesús fiel al Padre y el Padre fiel a Jesús. El Abbá-Padre en el Huerto de los
Olivos y la exclamación "En tus manos encomiendo mi espíritu" sobre la cruz son el claro
reflejo de ello.
Es evidente que no se puede hablar de la muerte de Jesús aislando este acontecimiento
de su vida precedente y del misterio de la resurrección que ha revelado su significado. Es
Dios quien le da a Jesús la tarea de proclamar la Buena Nueva del amor divino infinito y
universal; es sólo Dios quien, a través de la resurrección, manifestará el alcance profiin-do
para todos los hombres de k muerte violenta de Jesús. Ella es la culminación de una vida
de servicio, como expresa simbólicamente el lavado de los pies. Jesús, por lo tanto, delante
del misterio de la muerte, se coloca, de modo incondicional, en las manos del Padre,
porque advierte que es llamado a dar cumplimiento a su misión de servicio. Por otra parte,
Él vive la certeza que el Padre nunca lo defraudará. Su actitud interior tiene una sola
intención: vivir el hoy del Padre, su hora, no obstante y a través de la dramática
experiencia de la cruz y de la muerte por la humanidad.
Es en la Última Cena y en el drama del Huerto de los Olivos que aparece en toda su
luminosidad tal verdad. La Última Cena presenta un hombre que mira lúcidamente la
muerte ya próxima. Jesús afirma la propia perfecta confianza en Dios y su intención de
fundar, a través de su presencia continuada, la comunidad de los discípulos. Para justificar
una y otra, ha recapitulado la vida en el servicio. De tal modo, la muerte, fruto de su vida,
es de cumplimiento de una existencia totalmente entregada a Dios y a los hombres.
Delante de la muerte inminente, Jesús, a través del don eucarístico y la ejemplari-dad
de una donación de servicio en la caridad, mostró de todos modos cómo el creyente debía
y podía mantener la propia relación con Cristo que se estaba alejando de la tierra pero que
continuaba vivo. El lenguaje del servicio afirma la caridad esencial del cristiano; el lenguaje
de sacrificio del sacramento "imita" en el tiempo el acto de Jesús que fundó y funda su
existencia sobre la caridad. Es en el amor que se construye el sentido de la vida;

357
Introducción a la Bioética

en la muerte vivida en la entrega a la caridad, Jesús entrega a cada hombre la vía para
que toda la humanidad pueda llegar al Padre. En el Huerto de los Olivos la tristeza de
Jesús se inserta en la misión que ha recibido de! Padre: Jesús se identifica con su misión.
Curando a los enfermos y acogiendo a los pecadores, Jesús, de alguna manera, instaura
el reino de Dios sobre la tierra. En el momento en el cual debe compartir con los hom-
bres, hasta el fondo, su misión, Jesús permanece en la más grande soledad. La muerte de
Jesús es un servicio para los hombres cumplido hasta el fondo, aunque en el rechazo vivido
de ios hombres mismos.
En las narraciones de la Ultima Cena y en el drama del Huerto de los Olivos, Jesús es
presentado solo ante la muerte inminente. Los gestos que cumple, las palabras que dice
permanecen sin eco. Los discípulos no reaccionan en el momento de la Ultima Cena,
luego se dejan vencer por el sueño. El Padre no responde a la plegaria del Hijo; al silencio
de Dios corresponde pesadamente el silencio de los discípulos. Este hombre, que en la
Cena proclamaba solemnemente el sentido de su muerte, es presentado en el Huerto de
los Olivos con el rostro postrado en tierra; este hombre, que anunciaba la supervivencia
de la comunidad por Él fundada, está ahora terriblemente solo. El vive la separación de
los amigos, vive el silencio de Dios mismo. Sin embargo, en este vacío continúa gritando
"Abbá", fiel en la oscuridad a su experiencia originaria.
Tal es la paradoja del creyente delante de la muerte: con confianza entra y se sumerge
en el misterio infinito de Dios, aunque la naturaleza humana presenta sus inevitables
reacciones. Muriendo sobre la cruz, Jesús es entregado por Dios a los enemigos que des-
truyen su modo terrestre de vivir la relación con los hombres; sin embargo, hasta el final,
El mantiene la relación con Dios. Ahora toca al Padre cumplir el resto: hacer surgir al
Hijo de la muerte, reanimar de nuevo aquel cuerpo del cual tiene necesidad para expre-
sarse. Cristo tiene una confianza total en el Padre, está inmerso en el misterio del Padre
en el cual confía plenamente. En la muerte de Jesús, la muerte ha dejado de ser un pro-
blema porque es la puerta de la vida, a pesar de seguir siendo un misterio. Ahora, toda
muerte vale, en relación con la de Cristo: ella es la. salvación de toda la humanidad. A
los ojos de Jesús lo que vale es sólo Dios y su designio de salvación. Él ha comprendido
su muerte, situándola en la historia de Israel. En su existencia Jesús se refería en todo
momento al Padre, al Dios de los vivientes. Permaneciendo fiel a la misión recibida, podía
confiar en el Padre fiel que lo habría salvado de la muerte. En esta actitud habrían debido
insertarse los discípulos. Jesús, condenado en la cruz a causa de la perfecta fidelidad al
Padre, se convierte en fuente de vida para todos los hombres. En su experiencia, los cre-
yentes encuentran continuamente el sentido de la propia vida, de la lucha por la vida, de

358
Capítulo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a !a eutanasia

la muerte. La perspectiva de una muerte que amenaza continuamente al hombre es una


invitación a convertirse y a mirar hacia Aquel que viene. La muerte es terrible, Jesús la
combatió, pero la fe en Dios que la venció en Jesús da la capacidad al creyente de atravesar
sereno este momento de tinieblas.
Jesús, insertándose en la historia y asumiendo todo su dramatismo, se convierte en el
"Lugar" en el cual el cristiano es llamado a vivir y a dar significado a la propia muerte. En
Él el cristiano encuentra al Viviente, redescubre cómo el morir es la proclamación de la
fecundidad de la vida que no conoce barreras. El Dios escondido que está presente en la
historia de los hombres es el Viviente en sentido propio, fuente y alimento de toda vida.
Jesús de Nazareth salió vivo de la muerte, vive para siempre, y el creyente experimenta
hasta el fondo su vitalidad. El contacto con Cristo no hace de la muerte y el sufrimiento
realidades magníficas; sin embargo, puestas en relación con la resurrección, les da el
verdadero significado. Por lo tanto, es necesario colocar en el centro el misterio de la
resurrección, en el cual está llamada a situarse toda la existencia del creyente. La fe en la
resurrección de Cristo (cf Hch 2, 22-24) no expresa otra cosa que la conciencia de la
relación nueva y diversa que media entre Dios y]csns de Nazareth. La entrega obediente al
Padre ya es un extenderse de la resurrección. Esta referencia esencial a la globalidad de la
existencia, especialmente a su misterio pascual, es la fuente de la esperanza que triunfa en
la oscuridad de la muerte.

Lectura creyente

El contacto con el misterio de Cristo representa la fuente que alimenta la esperanza


del discípulo. El anuncio de la fe, acogido por un corazón puro, se traduce en la fuente
del Espíritu que clama el poder de la luz que es capaz de aclarar y derrotar las tinieblas,
incluso dramáticas, del hoy. La contemplación de Jesús nos coloca en la condición de
entrar en la acogida del misterio de la muerte a imagen de la actitud del Maestro reviviendo
su abandono filial en las manos del Padre. Este punto de partida es determinante para
nuestro comportamiento, sobre lodo para ser iluminados en la comprensión del morir. En
el cristiano aparece la lucha entre la angustia que nace del hombre con toda su sensibilidad
y el poder de la fe que obra en él. La fuerza de la fe lo conduce a alimentar la conciencia
de la presencia de Cristo porque, en el misterio de su pascua, él es conducido a vencer esta
lucha de modo definitivo. Es en el misterio de Cristo que muete que podemos alcanzar
luz y esperanza. La actitud interior del creyente se traduce en el vivir la muerte como
radical acogida de Dios que viene en la finitud histórica de la criatura.

359
Inrroducción a la Bioética

La fe permite leer la propia historia en la de Jesús: de la encarnación a la pascua. La con-


fianza en Dios constituye el fermento vital de la existencia, en cualquier rostro que ella
pueda asumir en lo contingente.
Esta aproximación global al misterio de la muerte en la imitación de la actitud misma
de Jesús que vive en el Padre el acontecimiento de su muerte, nos abre a la comprensión
creyente del morir. El espacio necesario para la comprensión teológica de Ja mortalidad
del hombre como misterio está entre la percepción del pecado original y la contempla-
ción viva de la pascua de Cristo. La muerte, objeto de la reflexión (y por eso de la cele-
bración sacramental), es la muerte del hombre pecador en solidaridad con el cual Cristo
mismo ha muerto. Es en el misterio de Jesús que muere que podemos alcanzar la luz y la
esperanza.
Algunos elementos presentes en nuestra identidad antropológica, revivida a la luz de
la fe-bautismo, nos ayudan a entrar, como creyentes, en la experiencia de la muerte como
transformación de la vida.
En primer lugar, la fe y la vida sacramental han injertado al hombre en la vitalidad de
Cristo. El cristiano nace de lo alto, del agua y del espíritu (cf. Jn 3, 1-8), de Dios (cf. }n 1,
13), y es guiado por el Espíritu que obra en su persona, como obró en Jesús (cf Rm 8).
Lo que caracterizó la experiencia de Jesús se convierte en alimento de la vida del cristiano
que es ííamado a ser y a convertirse en ía memoria viviente deí Maestro. En efecto,
mediante la fe, Cristo habita en el corazón del hombre y, a través del acontecimiento
conmemorativo, el discípulo es introducido a vivir la fe de modo pascual a través de la
incesante expansión de la caridad. Esta dinámica hace que el cristiano entre en el morir
de Cristo para resucitar en El y con Él.
En segundo lugar, esta riqueza depende de Jas opciones que el discípulo del Señor hace
en el camino de la vida. Sobre este fondo el morir del hombre como tal puede expresar
tanto el pecado y la perdición como la gracia y la salvación. La lectura creyente de cada
instante de la vida genera ia opción definitiva en el momento del morir. El ejercicio habi-
tual de escoger a Cristo y de hacer propio su estilo existencial lleva a la comunión plena y
definitiva con el Maestro.
Aún debe tenerse presente que la vida del hombre es esencialmente un regreso al
Padre. Del morir y del ser muerto de Jesús brota el regreso a la fuente de la vida de la
humanidad entera. Él es el fundador del género humano. El cristiano, a través de la con-
tinua meditación y personalización del misterio pascual, es progresivamente introducido
en su dinamismo esencial: crece en el mismo resurgir de Cristo. En este horizonte el morir
vive de la constante vitalidad del resucitar. La riqueza de la fe nos educa todos los

360
Capínilo XIV: Cuidados paliativos y alternativas a la eutanasia

días para vivir y para comprender la verdad de que el cristiano está siempre en estado de
resurrección a través del puntual morir cotidiano.
Finalmente, esta perspectiva nos hace intuir que la reflexión teológica sobre la relación
entre el morir y h muerte del hombre y el morir y la muerte de Cristo, del cual brota pre-
cisamente la resurrección, constituye el amplio horizonte para entrever la solución lumi-
nosa del enigma de la muerte. Jesús, al morir, ha hecho de la muerte-pecado, es decir, de la
muerte-resistencia a lo existencial sobrenatural, y por lo tanto, experiencia de la lejanía y
del abandono de Dios, el medio o la materia de expresión del abandono confiado e
incondicionado en Dios, y por consiguiente, un acontecimiento de gracia. En Jesús toda
raíz de total alejamiento de la comunión con el Padre, y por tanto de la vida, es aniqui-
lada, y en Él toda criatura tiene la posibihdad de acceder a la vida.
Aparece entonces clara la primacía absoluta de Cristo. Nuestro morir es un morir en
Cristo y nuestra existencia en tal acontecimiento redescubre su verdad. En efecto, se revela
necesario asumir en plenitud el misterio de Cristo, dejándose atraer en la globalidad de
su personalidad pascual. El cristiano entra en la definitividad de Cristo que ilumina el
misterio oscuro de la muerte humana con la luz proveniente de su muerte, que ocupa un
puesto singular en el mensaje pascual cristiano. A la luz de Cristo, fi:ente al misterio de!
morir, el creyente escoge a Cristo para estar en Cristo para siempre.
Estos diversos elementos nos permiten orientar un proceso de reinterpretación del
morir como expresión de la viva relación de la persona con Cristo y en Cristo, de modo
que la persona está siempre donde está Cristo; en la resurrección en El, primicia de los
resucitados, está presente toda la humanidad y en Él todos están ya redimidos. La lectura
de la fe ilumina la relacionalidad al interior de la persona humana y la coloca en el plano de
la pascua de jesús, en una perspectiva de definitividad en la vida que es el acontecimiento
mismo de la resurrección.

Conclusión

La temática del morir-muerte representa un elemento determinante del modo de


leer la vida porque, en el evento último de la historia personal, el cristiano es llamado a
escoger en la definitividad el significado fundamental de la existencia. La centralidad de
Cristo en el camino histórico representa la luz que ilumina la tragicidad y la angustia del
morir y estimula al cristiano a releer el propio presente en clave de eternidad. La vida
sacramental representa un momento determinante para crecer en esta novedad de vida y
para volver a ver la propia historia en clave de eternidad.

361
Inrroducción a la Bioética

La recuperación de las correctas perspectivas antropológicas y teológicas obra en el


sentido de humanizar las experiencias de la enfermedad y de la muerte. Por humanización
entendemos principalmente la remisión del hombre y de su conciencia al centro de la
vida, aun de aquella que está enferma o moribunda. En la enfermedad y frente a la
muerte, el hombre debe continuar "queriendo" aquello que está bien, es decir, debe con-
tinuar siendo sujeto que se determina a sí mismo. De tal manera, la enfermedad puede ser
bien distinta de aquel tiempo de suspensión de la existencia a la cual está relegada hoy. Y
el acercarse de la muerte, fuera de un contexto biológico, puede ser experiencia que pro-
voca la libertad del hombre hacia el necesario confiarse.

362
CAPÍTULO XV

TOXÍCODEPENDENCIA'

1. Informaciones sobre el fenómeno de la droga

¿Qué son las drogas?

Cuando se habla de droga sin adjetivos se intenta hacer referencia al grave problema
que afecta comúnmente, aunque no exclusivamente, a centenares de miles de jóvenes en
todo el mundo. Pero el término tiene también otras acepciones; en efecto, se habla de
drogas en la terapia del dolor para indicar anestésicos y analgésicos; también se habla de
droga como enfermedad del espíritu, cuando uno se inquieta por el éxito o por la pose-
sión de algo. Por el momento lo dejamos a un lado, pero existe un vínculo entre todas
estas acepciones del término droga.
Las drogas, como se entienden comúnmente, son sustancias que tienen la capacidad
de alterar el humor y la actividad mental de una persona: pueden generar euforia o depre-
sión, modificar la percepción de la realidad y la conciencia de sí. Desde el punto de vista
jurídico-social, las drogas pueden ser: a) legales, si la producción o venta están permitidas
por la ley (alcohol, tabaco, café, etc.); b) ilegales, si la producción y la difusión comercial
están prohibidas por la ley (marihuana, hachís, opio, cocaína, crack, éxtasis, etc.)-Las
drogas ilegales a su vez se dividen en ligeras (marihuana y hachís), en cuanto que no

' Cf. AA. W. "Giovani a rischio". En: Famiglia Oggi, XVIII, 11, 1995; GOLD, M. S. "Substance abuse". En:
REICH, W T. Encycbpedia ofbioethics. MacMitlian, Nueva York, 1995, pp. 2415-2421.
Introducción a la Bioética

provocan dependencia física, y pesadas (heroína, etc.), porque dan origen a dependencia
física.
Algunos fármacos pueden ser usados como sustitutos de drogas, mientras que, en
ambientes particularmente pobres, se suele respirar la solución de los pegantes y de los
barnices.
Los modos de consumo de las drogas son la vía oral (en casi todas las drogas sintéticas
como el éxtasis), el humo (cigarrillos, cáñamo indígena, opio), la inhalación (la cocaína) y
la inyección (la heroína). Los efectos son más o menos rápidos en relación con las
modalidades: los más veloces son la inyección y el humo. El modo más peligroso es la
inyección que, fuera del daño de la droga, puede provocar sobredosis (la introducción
de una cantidad de droga que produce intoxicación aguda) o transmitir la infección del
SIDA o de la hepatitis.

Efectos de la droga

El uso de las drogas pesadas provoca los fenómenos de la dependencia y de la toleran-


cia. La dependencia puede ser psicológica, cuando se desea repetir la experiencia, sobre
todo en relación con el grupo que hace uso de la droga; psíquica, cuando el deseo se con-
vierte en una verdadera y propia necesidad personal que, si no es satisfecha, suscita un
estado de malestar; física, cuando una interrupción del uso provoca dolor, vómito, calam-
bres. La tolerancia es la habituación a la droga, debido a la cual se obtienen los mismos
efectos con dosis progresivamente mayores de sustancia.
El término drogado para indicar a quien hace uso de la droga es completamente
impropio, en cuanto que entre aquellos que hacen uso de estupefacientes se deben dis-
tinguir los consumidores de los toxicodependientes y de los toxicómanos. Los primeros
son aquellos que hacen uso intermitente y ocasional de sustancias y pueden suspender el
uso sin consecuencias particulares; los segundos usan droga con regularidad, pero mantie-
nen los intereses comunes de la vida; éstos pueden suspender aunque con grande esfuerzo;
los toxicómanos son aquellos que dependen totalmente de la droga. Para estos sujetos no
hay otros intereses existenciales y todo, aun las relaciones más cercanas, está sometido a la
obtención de la cantidad necesaria de droga.
"La dependencia es siempre el resultado de una elección y de una búsqueda"^, por lo
cual nadie se convierte en toxicómano por casualidad y tampoco se pasa de las drogas
ligeras a las drogas pesadas por azar.
^ FREDIANI, B. Droga e alcol. Piemme, Cásale Monferrato, 1994, p. 22.

364
Capiculo XV: Toxicodependencía

Una particular atención se pone al fenómeno de las drogas sintéticas. La más diñindida
de éstas es el éxtasis que, por las características de fácil consumo, de aparente ausencia de
daños, ha tomado la figura de droga del "sábado por la noche", es decir, droga que sólo
tiene la finalidad de aumentar la diversión. La percepción de los jóvenes en relación con
el éxtasis es tal que, para definirla, se rechaza la misma palabra droga, así como se rechaza
la identificación en los adolescentes entre consumidores de heroína y consumidores,
incluso habituales, de éxtasis. Para muchos jóvenes, sólo los consumidores de heroína son
los verdaderos drogados, considerados como figuras negativas, feas, sucias, mientras que
el consumo de éxtasis se asemeja a un complemento normal de las noches de la "gente
bien"^. En un número elevado de jóvenes está difimdida la idea de que el éxtasis es mucho
menos peligroso que otras sustancias. Se rrata de una convicción que es propia tanto de
los consumidores como de aquellos que aún no han hecho uso de él. En efecto, son pre-
cisamente los jóvenes a los que aun no les han ofrecido éxtasis los que subvaloran los riesgos
de dependencia fi'sica y psicológica vinculados con el uso de estas sustancias. Es clara la
peligrosidad de esta situación: de una carencia grave de información puede derivar una
ftierte amphación del número de consumidores del éxtasis.

2. Aspectos culturales y sociales

2.1 Interpremción del fenómeno

Existen varias opiniones sobre la interpretación del fenómeno droga. Una primera
línea de pensamiento afirma que se trata de un fenómeno antiguo, análogo al tabaquismo y
al alcoholismo. Otra opinión considera que se trata de un fenómeno propio de nuestra
época, caracterizada por enormes posibilidades tecnológicas, pero también por la desvalo-
rización ¿el sujeto humano y por una fuerte degeneración moral. Más allá de estas inter-
pretaciones, es cierto que se trata de un fenómeno que nene dimensiones impresionantes y
crecientes. En él están implicados jóvenes cada vez más numerosos y en edad cada vez más
precoz. Ningún ambiente social está exento, en cuanto que se drogan jóvenes per-
tenecientes a las clases elevadas, a las marginadas y a las "normales". Todos los países del
mundo están afectados por este fenómeno, que ya se encuentra incluso en los pueblos
■* C£ ZANELLATO, L; MELOSI, S. e MILANESE, R. "Ecstasy: un rícerca esploraciva su rappresentazioni e
signífkrati dei giovani". En; Bollettino ddMinistero della Sanitá, 2, 1999, pp- 1-10.

365
Iniroducción a la Bioética

más remotos. Pareciera que se ha formado una cultura de la droga, que pone en discusión
el concepto mismo de ilicitud de su uso. Esta cultura, con la cual debemos convivir por
largo tiempo, da origen a una demanda de droga, que a su vez genera la oferta, el tráfico
mundial de droga con el respectivo enorme poder de la maldad organizada.

Causas del fenómeno

Usualmente se señalan por lo menos cuatro causas particularmente significativas'*.


La primera es relativa al papel de la familia. Con frecuencia el núcleo familiar del
toxico dependiente es deficiente a causa de los conflictos entre las personas y los papeles
paternales. En muchos otros casos se trata de una familia de varias maneras desatenta a
las exigencias de los hijos y satisfecha por "hacer que no les falte nada", por lo menos en el
plano económico.
Gran influencia ejerce el p-upo de los pares (es decir, de los amigos y de los coetáneos)
que, sobre todo si la familia es deficitaria, constituye la principal realidad de referencia
del joven. Si eí grupo acepta el uso de la droga, es muy probable que este hecho conduzca
al joven a hacerse él mismo consumidor.
Las situaciones sociales y la falta de trabajo. El desempleo no sólo y no tanto en sus
aspectos materiales (ausencia de ganancia), sino en los psicológicos constituye un grave
factor de riesgo. En estas condiciones los jóvenes se desmodvan, pierden la confianza en sí
mismos, en la vida, en la sociedad. No encuentran estímulos para continuar y se ven
llevados o incluso obligados a buscar refugio y alivio en la droga; también en este caso el
grupo puede incidir, haciendo una elección colectiva para todos sus miembros.
El bienestar. Es sabido cómo la droga se usa también en la "famiha de bien", por el
joven que lo ha tenido todo y, precisamente por esto, está insatisfecho de todo. La dimen-
sión hedonista y consumista de la existencia en la cual el componente del sacrificio, del
esfuerzo, de la conquista, del estar contentos y satisfechos de lo que se tiene está ausente,
no es factor de riesgo menor que la ausencia de bienestar; niás bien, en ciertos aspectos, es
incluso superior.
Estas caiis3£ o helores de riesgo no deben hacer olvidar la condición conjunta de los
menores de nuestra época. Se trata de una condición de malestar, que no tiene que ver
con grupos particulares descarriados, sino con la dificultad para todos los menores de vol-

'^ Cf. LEONE, S- "Droga". En: Russo, G. Qp, cit., pp. 131-160.

366
Captiuh XV: Toxicodepeiidencía

verse adultos a través de un correcto proceso de identificación. Lo que se llama falta de


valores, al atribuir de esta manera la responsabilidad a los jóvenes, que precisamente esta-
rían desprovistos de valores» en realidad es una incapacidad de la sociedad en su conjunto
de ofrecer razones convincentes de vida a los jóvenes que se asoman a la vida.
Estamos frente a una "enfermedad" de nuestra sociedad que, orientada sólo a objetivos
productivos y organizativos, no dedica la atención necesaria al crecimiento humano de
los ciudadanos. Este estado de cosas con frecuencia es justificado con el principio de
autonomía, que pide dejar a los sujetos individuales la organización, también de los
^ores, de la propia vida. Apoyan este planteamiento las teorías educativas que afirman á
capacidad originaria del sujeto humano de autodesarrollarse y consideran que la edu-
cación sólo debe propiciar la automanifestación de lo que el sujeto ya tiene dentro de sí y
jamás debe imponer tablas de valoies. Se olvida así que el sujeto humano para crecer y
llegar a ser autónomo tiene necesidad de modelos de referencia que le permitan la per-
cepción existencial de los valores y el ejercicio verdadero de la libertad.
En ausencia de propuestas explícitas de valores, la sociedad termina por proponer al
joven de hoy sólo la uvada de "amero, éxko y sexo". ¿Peto esta tríada puede satisfacer el
deseo innato de plenitud de vida? ¿Puede ser un objetivo existencial real y tangible?
Esta carencia, educativa que hemos llamado enfermedad social es tan grave que se
puede pensar que el recurso a la droga (pero también a todas las actividades extremas que
ponen en pehgro la vida) puede ser entendido como "fuga, si no incluso como suicidio
lento y agradable"\
Las consideraciones desarrolladas ayudan a explicar el fenómeno droga sobre todo
cuando él concierne a un número elevado de jóver^es, cieitameute no descaiñados, smo
absolutamente normales.
El "nuevo toxicodependiente" ya no es un granuja o un desadaptado, sino un "buen
muchacho", quizás trabajador, serio, regularmente casado. Con frecuencia nueva
toxico-dependiente es el ama de casa y no sólo la clásicamente "frustrada". ¿Qué sucede?
No obstante la condena ética, social y legislativa, no obstante una clara percepción de
ausencia de valores, lo ordinario de k vida ya no basta, no sosiega, no satisface, no logra
encontrar la exacta colocación del valor. "Es un nuevo y, si queremos, modo diverso de
experimentar la ausencia de valores. En el sentido de que estamos frente, no tanto a la
ausencia, cuanto a la no percepción del valor mismo. La plenitud afectiva de la familia, el
cumplimiento del propio trabajo, el cultivar algún interés extra profesional (pasatiempos,
depor-

^ Rossi, L. "Droga". En: Nuovo Dizionaño di Teología MoraU. PaoUne, Milán, 1990, p. 248.

367
Introducción a la Bioética.

te, turismo, etc.) no es considerado valor que enriquece y satisface. Es necesario buscar
otra cosa. En ciertos aspectos, se trata de una forma aún más insidiosa que la precedente
porque, mientras en el 'viejo' toxicodependiente hacia falca proponer valores que éste no
poseía, aquí es necesario desarraigar una situación en la cual el valor en realidad es vivido
pero no es reconocido como tal. En eí primer caso, se debía colocar un bien delante de
los ojos abiertos de una persona que buscaba en la dirección equivocada, aquí hace falta
abrir los ojos a quien ya se encuentra delante de tai bien"*.
De la comprensión de las causas fenómeno de la droga deriva el modo de entender y
de colocarse en relación con el toxicómano o el consumidor, el cual puede ser visto como
un criminal que hay que condenar o un enfermo que hay que curar o una persona normal
que usa su libertad de modo justo o equivocado. El consumidor de droga que se ha vuelto
toxicómano es ciertamente una persona enferma, que se vuelve también criminal porque
persigue con el robo, el expendio, etc., el objetivo sobre el cual gira su vida. ¿Pero la
persona que inicia el consumo de droga usa correctamente su libertad (planteamiento
libertario) o la usa de manera equivocada (visión antipesimista)?

2.2 Intervención del estado

El comportamiento de quien consume droga puede ser examinado desde el punto de


vista de las opciones de la hbertad individual y, en este caso, haría falta preguntarse si la
intervención del estado es legítima; pero puede ser examinado desde el punto de vista de
las repercusiones familiares, laborales, sociales; en este caso, aparece completamente obvia
una inrervención del estado para garantizar algunos valores fundamentales de la convi-
vencia civil.
El estado interviene, de hecho, en materia de droga, en primer lugar por la salvaguardia
del bien púbüco. Como es sabido, el toxicodependiente se convierte en protagonista de
innumerables episodios de microcriminalidad (rapiñas, hurtos, pero algunas veces se une
a asociaciones criminales, etc.), por lo cual, en virtud del principio de defensa del orden
público, el estado debe intervenir como garantía y tutela de la libertad e incolumidad de
los ciudadanos. Bajo este aspecto, sin embargo, no habría diferencias significativas en
relación con otras formas de microcriminalidad. En el desarrollo de la tarea de garantía
del orden público, el estado también interviene y sobre todo a nivel del trá-

LEONE, S. Op. cit., pp. [45-146.

368
Capítulo XV: Toxico dependen cía

fico de la droga que, como sabemos, con frecuencia está unido a otras formas de crimi-
nalidad organizada.
El estado también interviene en la organización de las campañas informativas contra
la droga y lleva a cabo estrategias de prevención, consciente de que los jóvenes cons-
tituyen el futuro de la nación y que la droga ataca precisamente los mejores recursos de
la sociedad, instaurando, por lo demás, un efecto multiplicador peligroso a través del
"grupo de pares".
Por respeto de los derechos de los enfermos y también en una lógica de actividad social,
el estado proporciona apoyo para el cuidado y rehabilitación de los toxicodependientes.
¿Cuál intervención del estado?
Si consideramos el consumo de droga como un acto de la libertad individual, podemos
preguntarnos si es legítima la intervención del estado en materia de consumo de droga,
dado que, como es sabido, el estado no se entromete en todos los comportamientos
individuales sino sólo en aquellos que pueden tener una repercusión social o una nocividad
en relación con otras personas. Y esto incluso cuando un cierto comportamiento es de
suyo éticamente negativo. El ejemplo más típico está suministrado por el intento de
suicidio que, a diferencia del intento de homicidio, no es perseguido por el estado, a
pesar de ser éticamente ilícito.
Sobre el punto se encuentran desde siempre dos posiciones contrastantes: la tesis
liberadora y la tesis represiva. La tesis liberadora establece una equivalencia entre el mal
moral y su clandestinidad, por lo cual, eliminando la segunda, sería eliminado también el
primero.
Esta posición tiene un encanto e implicaciones de utilidad social: se supone que ya
no habría mercado negro de la droga, ni la necesidad de robar o de expender para procu-
rarse la droga; terminaría la detención para los toxicodependientes y la muerte por dosis
"rebajas". Desafortunadamente, se trata de una tesis desaprobada por la experiencia de los
países que ya la han adoptado. También se registra la aversión de la gran mayoría de los
responsables de comunidades terapéuticas, que plantean la cuestión de si es lícito que el
estado ponga a disposición de los jóvenes sustancias cuyo uso constituye peligro gravísimo
para la salud y la vida misma de las personas. Ellos combaten la afirmación de que el mal
está en la clandestinidad y afirman que el mal está precisamente en el uso de la droga, que
continuaría siendo malo aunque el estado lo permitiese. Ciertamente, la clandestinidad
constituye un mal añadido, que va a sumarse al que es el mal principal, a saber, el
consumo de la droga. "Además, ¿es justo que un estado, como criterio general de su inter-

369
Introducción a la Bioética

vención, legitime un mal para evitarlo? Sería un poco como hacer legales los hurtos para
evitar los daños a los apartamentos. Sobre todo, difícilmente el presunto 'control' lograría
eliminar del todo la clandestinidad. Ésta, en efecto, permanecería siempre como primer
contacto entre vendedor y consumidor, a menos que se quisiera liberalizarla totalmente,
vendiéndola también a un menor.
La legalización también crea un problema de no fácil solución: el
toxicodependien-te, por un mecanismo ligado a su psicología y a la naturaleza misma de
las sustancias que consume, tiende a aumentar la cantidad de droga consumida y la
frecuencia de los consumos para tener el efecto deseado. ¿Cómo se podrá hablar de
legalización controlada frente a este mismo mecanismo? El control no podrá significar
obviamente suspensión del consumo; de lo contrario, el toxicodependiente se dirigirá de
nuevo al mercado clandestino para procurarse la parte de droga que falta a la recibida
legalmente. El resultado de tal sistema también podría ser el de hacer más fácil el acceso
al mundo de la droga y, en cambio, no facilitar su salida. Finalmente, es cierto que
muchos toxicodependientes que deciden salir del túnel y recurren a los diversos servicios
y comunidades de rehabilitación, lo hacen movidos por las dificultades, por las fatigas y
por los riesgos que encuentran en la vida de la droga"^.
Por lo tamo, aunque la propuesta de una liberación controlada ofrece algunos temas
interesantes, "en el estado actual no sólo no se puede considerar resolutoria del problema
sino hasta peligrosa, pudiendo en cierta forma agravarlo"^
La tesis represiva es la sustancialmente vencedora en todos los países. Afirmada la ili-
citud del recurso a la droga, el estado en un primer tiempo castigó tanto la venta como el
consumo con penas detentívas. Era una línea, por así decir, "dura", que sin embargo nc
tenía en cuenta la profunda diferencia que existe entre vendedor y consumidor. Tal línes
expresa la máxima virulencia cuando se invoca la pena de muerte para los expendedores.
Se trata de la expresión de una inseguridad social que invoca del estado intervencione;
"fuertes" para resolver el problema.
Hace falta distanciarse de ambas posiciones para afirmar que el criterio más corréete
por seguir es el del bien social y, sobre todo, del bien de la persona.
Ciertamente, el estado debe intervenir para proveer el bien de los ciudadanos {y nc
sólo reglamentar sus relaciones interpersonales); esto implica que el estado se haga cargc
del bien de la persona toxicodependiente. Por otra parte, el estado no se comporta át

^ Cf. FREDLANI, B. Op. cit., pp. 77-78. ^


LEONE, S. Op.cit., p. 152.

370
Capítulo XV: Toxico dependencia

modo diverso en relación con la pornografía, para la cual, a pesar de dejar la libertad indi-
vidual de recurrir a ella, busca por lo menos limitar su acceso a los menores.
A la luz de este criterio, es necesario buscar una vía diversa a la de la liberación y a la
de la represión. Podemos llamar esta vía como vía de la responsabiiización: decir no a la
liberación y, al mismo tiempo, proporcionar a los jóvenes, que no se detienen ante el
miedo de morir, los motivos para vivir. El problema de la droga se resuelve en positivo:
"¿Por qué debo morir? ¿Cómo puedo contribuir a hacer más humano este mundo?".
Se aclara así que el problema de la droga es un problema de prevención. Y la prevención
implica a toda la sociedad, sus personas, sus instituciones {escuela, familia, Iglesia, aso-
ciaciones, partidos, etc.). En este marco se entiende también que ninguna ley, aun la mejor,
sobre el tema de la droga podrá resolver el problema. La ley sólo puede fijar algunos princi-
pios y criterios de intervención, pero no puede renovar al individuo en su interior.

3. Aspectos éticos

3.1 ¿Hay una responsabilidad moral del consumidor?

Del fenómeno de la droga se investigan las causas, pero con frecuencia queda en la
sombra el sujeto que empezó a consumirla. ¿Tiene sentido, y cuál, hablar de una respon-
sabilidad moral del joven que usa droga y se vuelve toxicodependiente?
El sentido debería ser evidente para todos: cuando encontramos un toxicodependiente
estamos frente a una persona como todas las demás, que en este momento tiene una
dependencia fortísima de la sustancia, pero también mantiene, aunque debilitadas, la
libertad y la responsabilidad; tanto es verdad que puede iniciar un recorrido de cuidado y
de rehabilitación.
Pero aún más importante es, con miras a la prevención, la consideración de que libertad
y responsabilidad caracterizan a la persona que tiene graves problemas existenciales y aún
no ha comenzado el uso de la droga. Es necesario que no se caiga en la trampa deter-
minista, para la cual a ciertos problemas corresponde la probable caída en la
toxicode-pendencia. Esperamos que no sea identificado el gen que favorece el consumo de
droga,

^ C£ DE ROSA, G. "Gli aspetti etici del problema della droga". En: Medicina e Moraie, XXXI, 1, 1981, pp.
5-30.

371
Introducción a la Bioética

porque esto completaría eí proceso más general de medicalizacidn de la vida y de Ja con-


dición del toxicodependiente, con la consecuencia de impedir el uso de los recursos que
están en la conciencia de las personas.
El discurso de la responsabilidad del sujeto consumidor tiene una importancia aún
mayor si se considera el uso de las nuevas drogas del sábado por la noche. Los daños que de
todos modos derivan para las personas y para la sociedad en su conjunto tienen una
precisa imputabiJídad a los consumidores.
Dicho esto, se demanda el principio ético fundamental de salvaguardar la propia salud
y la propia vida.
El hecho de que la droga produzca algún momento de euforia, que parece aliviar los
problemas existenciales, no es una buena razón para poner en peligro la propia salud {y la
de los otros, implicados en accidentes o arrastrados al uso). Obtener un alivio de los
propios sufrimientos puede ser un objetivo que se puede buscar, pero no por todos los
medios. Es necesario, intehgentememe, hacer una valoración de los riesgos en relación
con los beneficios. En el caso de las drogas, sobre todo pesadas, los riesgos son tales que
no justifican de ningún modo su uso. Al respecto hace falta actor, como justamente afir-
ma L. Rossi, que no hay ningún placer en el uso de las drogas, por lo menos en el uso de
la droga más mortal: la heroína'".
La justificación, tan común en nuestros días, de que es lícito todo aquello que no hace
mal a los demás es inconsistente. Desde un punto de vista concreto y existencial cada uno
puede ver si la opción de convertirse en toxicodependiente no hace mal a los otros sino a sí
mismos. Está a la vista de todos la carga de dolor que se vierte sobre los famihares, sobre los
amigos y sobre la sociedad, que es herida por la difiísión de la criminalidad (piénsese
sólo en el hecho de que el consumidor deberá recurrir a varios mecanismos todos más o
menos ilícitos: del uso inapropiado de aquello que logra ganar, al hurto, a la verdadera y
propia criminalidad organizada. Con mucha frecuencia, y es un aspecto particularmente
delicado del problema, se hace expendedor, pasando así de víctima a opresor) y por el
hecho de que debe comprometer recursos que podrían aliviar la condición de otros pobres
y enfermos. Desde un punto de vista antropológico y moral, esta afirmación considera al
hombre como sifiiese un átomo de gas noble, desprovisto de vínculos esenciales con los demás,
desprovisto de algún "deber"para con los otros que no sea el que derive de un contrato. En
realidad, la relación con los demás es esencial a la persona humana: no puedo ni siquiera decir
yo en ausencia de los demás; los demás son constitutivos de mi ser. Por lo tanto, se recha-

"* ROSSI, L. Op. cit. p. 251.

372
Capítulo XV: Toxico de pendencia

za la idea de que el cuidada de la identidad corporal sea un hecho exclusivamente personal,


que no implica ninguna clase de deberes hacia los otros y hacia la sociedad.
La ilicitud del consumo de droga se manifiesta así en toda su evidencia, no sólo en el
uso en sí, por todas las motivaciones arriba mencionadas, sino también por las vías a través
de las cuales se llega a tal consumo. Así, el toxicodependiente no sólo experimenta la
pobreza de ideales para la vida, sino que llena la propia vida de valores negativos, que
antes le eran extraños. Resulta de ello un cuadro conjunto marcado por una profunda y
global "decadencia existencial". Un joven o, como hemos visto, también un padre o una
madre de familia, abandonados a sí mismos y a los expendedores, que en la droga con-
sumen su salud y, con ella, también su riqueza vital, sus mejores recursos interiores, sus
perspectivas, su futuro.
En cuanto concierne al uso ocasional de drogas ligeras, no se dan todas las graves
consecuencias relativas a las drogas pesadas, por lo cual no se puede hablar de ilicitud
grave. Sin embargo, también en este caso se contribuye a la ganancia ilícita de los
expendedores.

3.2 Ética de la prevención

Como premisa, hay que afirmar que, desde el punto de vista de nuestras capacidades
de prevención, no se entrevén soluciones, por lo menos a corto plazo, al problema de la
droga. Habrá aún muchos jóvenes que continuarán haciéndose ilusiones de que el uso de la
sustancia puede darles lo que la vida normal no les ha dado. Hablar de la prevención es
un modo obligatorio de no rendirse a la tentación de la impotencia.
Como se ha señalado, el verdadero problema de la droga no es punitivo ni de nin-
guna manera represivo. No se resuelve el drama de la toxicodependencia condenando
moralmente al consumidor y penalmente al expendedor. La respuesta está en otra parte,
precisamente en la prevención, que significa, como se ha dicho varias veces, una transfor-
mación radical de la sociedad, que se vuelva capaz de proponer a los jóvenes las razones
por las cuales vale la pena vivir.
A propósito de la prevención, se hace abundante retórica sin llegar, de hecho, a resul-
tados verdaderamente significativos. Probablemente, la razón está en una escisión entre
los valores afirmados y los comportamientos actuados. La sociedad, en su conjunto, no
Introducción a la Bioética

cambia y continúa proponiendo motivos débiles de significado. Por tanto, la verdadera


crisis es de credibilidad.
Ei proceso de cambio, por difícil que sea, es posible y debe implicar a todas las llamadas
"instancias educativas": la familia, la escuela, la Iglesia, los medios masivos.

Familia

Es claro que, cuando hablamos del papel preventivo de la familia, no queremos ni


podemos de algún modo absolutizarlo. La prevención es obra lenta, progresiva y compleja
que invita a actuar a todas las fuerzas de la sociedad. Cada uno deberá hacer su parte sin
que esto "ponga al abrigo" de las malas influencias de otros.
¿Qué puede hacer entonces la familia por su parte?
Ante todo, mantener su estabilidad, que es fuente de amor y de seguridad para quien
crece en ella. Aquí se abre el tema delicado de la preparación para la vida familiar que
nuestra sociedad logra comunicar a sus miembros.
En segundo lugar, es necesario volver a tener cuidado del hijo. Puede parecer una
cosa banal y obvia, pero no es así. El trabajo que ha siempre absorto al padre, hoy también
absorbe a la madre, y los hijos en muchos casos crecen solos, privados de orientación
educativa, de confrontaciones con los adultos. Es necesario encontrar formas sociales que
permitan a los padres desarrollar su función educativa.
También aquí se abren delicados problemas relativos a los valores morales. Nuestra
sociedad pluralista no acepta modelos válidos para todos. Pero hará falta hacer una pre-
gunta: "¿Sobre qué fundamentan los padres su unión y su vida familiar? ¿Sobre la ganan-
cia, sobre la posesión, la felicidad individual que hay que buscar a toda costa? ¿Qué
espacio tienen en su vida los adultos mayores que se encuentran a su lado? ¿Qué impor-
tancia se da a la solidaridad? ¿Qué espíritu de benevolencia en relación con las realidades
circundantes? ¿Qué competencia educativa en relación con el hijo? No olvidemos que el
más difícil de los oficios, el de los padres, es el único que no demanda alguna específica
"habilitación". Entonces no se trata sólo de volver a reconstruir la célula familiar, sino de
reconstruirla del modo justo, fundamentándola sobre bases auténticas de valores. Serán
éstas, y no un modelo de familia genérico e ideal, las que constituyan un instrumento efi-
caz de prevención en relación con la toxícodependencia"".

" LEONE, S. Op. cit.. pp. 154-155.

374
Capítulo XVi Toxicodependencía

Escuela

Al lado de la familia, la escuela debería constituir el segundo término de un binomio


indivisible. Más que de una simple colaboración entre las dos "instancias", debería
hablarse de una verdadera obra unitaria dividida en dos componentes: un familiar y un
escolar. Pero para hacer esto se plantea ante todo una dificultad de fondo, a saber, la de
comparrir valores entre escuela y familia. Sería (7 en efecto lo es) muy deletéreo para Ja
formación del joven suministrarle dos mensajes diversos y contrastantes.
¿La escuela está en grado de llevar a cabo esta tarea? Sinceramente hace falta responder
que no, no tanto por compromiso escaso de los docentes, sino por factores culturales ya
difundidos que hacen considerar la educación en valores como un hecho privado que no
puede ser propuesto en un ámbito público, pluralista por definición; además, juega un
papel negativo la idea iluminista de que la información cuidadosa sobre los varios proble-
mas sea todo lo que hay que hacer para prevenir los descarríos. Sabemos bien que no es
así, en cuanto que las solas informaciones pueden ser usadas para mantener los compor-
tamientos queridos, con el mínimo daño posible.
Por consiguiente, hace falta estar atentos a no considerar formación lo que es simple
información, y luego, no se puede renunciar a contenidos educativos profundos. Si es ver-
dad que toda educación está siempre culturaimente señalada, es necesario tener el coraje
de abrir un debate público del cual brote un verdadero proyecto educativo.

Iglesia

Ninguno pone en discusión el papel de hecho que la Iglesia cumple el campo de las
toxicodependencias. Las comunidades de recuperación, en Italia, por ejemplo fiieron fun-
dadas por los educadores católicos (sacerdotes y laicos) cuando el estado aún no tenía lo
instrumentos para intervenir. ¿Pero cuál puede ser el papel formativo de una institución
cuyos valores no son del todo compartidos, y qué pretensión puede tener para ocuparse,
con frecuencia de modo preferencial, de los problemas de los toxicodependientes? La
acción de la Iglesia está guiada por una motivación evangélica que no hace discrimina-
ciones y se dirige a todos, y ofrece una esperanza.
En primer lugar, la esencia de la Iglesia es la de estar de parte del débil, de todo débil.
Por \o tanto, no sólo es más que legítima su acción sino que sería gravemente culpable
su negligencia. Tal sensibilidad debe extenderse a todo miembro de la Iglesia, sea laico o
sacerdote.

375
Introducción a la Bioética

En segundo lugar, hay una dimensión universalista. La Iglesia está llamada a abrazar
al hombre y por consiguiente los hombres de todo tiempo, de toda cultura, de toda reli-
gión, de toda condición^ sobre todo aquellos en condiciones de mayor necesidad. Hoy la
acción de la Iglesia consiste en el testimoniar la caridad de Cristo y, por consiguiente el
amor de Dios "que hace salir el sol sobre los justos y sobre los impíos" (Mí 5, 45).
Finalmente, el ofrecimiento de una esperanza para los hombres toxicodependientes,
porque la Iglesia está animada por la esperanza que viene de Cristo. Con base en esta
esperanza, nació una vasta, metódica y seria obra de plena recuperación del
toxicode-pendiente. No es una casualidad que las comunidades terapéuticas más grandes
y funcionales, sean precisamente las dirigidas por sacerdotes que han consagrado a tal
tarea la propia vocación.
¿Pero cuál puede ser el papel preventivo de la Iglesia? De las características de la Iglesia
obtenemos alguna indicación: antes que todo la Iglesia tiene la tarea de difundir una cul-
tura de respeto por el hombre. De todo hombre por sí mismo y por cualquier otro hom-
bre. A la Iglesia no le interesa castigar ni mucho menos prohibir, sino indicar que hay
plena realización humana. Precisamente por esto la acción cultural que ella puede hacer es
preciosa y precisamente por esto sería insensata, la sociedad que no Je permitiese ejercer
este su papel, disminuyendo o ridiculizando el alcance de su testimonio moral. En
segundo lugar, es tarea esencial de la Iglesia el testimonio de una actitud eficaz de soli-
daridad. También esto, además de fundamento de la rehabilitación, puede convertirse
en elemento de pievención en la medida en que se vuelva "compañía" de quien está en
dificultades existenciales que de otra manera podrían conducirlo a la droga. Todo drogado,
en el fondo, es un implícito dedo apuntado contra nuestra capacidad de ptevenir su
recurso a la droga.

Medios masivos

Un gran problema de los medios masivos es la velocidad del sucederse de noticias, la


brevedad del tiempo disponible, que conduce a una superficialidad desconfortante de los
mensajes que son trasmitidos. Fuera de los modelos propuestos, que no son otra cosa que
la amplificación de cuanto sucede para bien o para mal en nuestra sociedad, cuando los
medios masivos se ocupan de los problemas graves de la persona humana, normalmente
banalizan y no ayudan a entender. Esto vale para los trasplantes de órganos, para la muerte
cerebral, para la procreación asistida, para la eutanasia, etc. Vale también para la droga. Es
difícil pensar que ellos puedan tener una tarea educativa de propuesta de valores, en

376
Capítulo XV: Toxicodependcnda

cuanto que ellos expresan las orientaciones éticas más dispares o la ausencia de orientacio-
nes éticas. Pero por lo menos podrían desarrollar profesionalidades más atentas a las per-
sonas, a comprender las noticias, a evitar juicios fáciles y discriminaciones.

4, Terapias de rehabilitación^^

Rehabilitación como reconstrucción de un futuro

En relación con el joven toxicodependiente, deben evitarse actitudes moralistas y de


censura. En segundo lugar, hace falta cultivar la actitud de la responsabilidad personal y
colectiva. El joven debe ser llevado a la conciencia de que puede siempre reaccionar, que
puede hacer algo; más bien, en definitiva, la salvación está sólo en sus manos y no puede
delegarla a otros. La dimensión social de la responsabilidad se ejercerá, además que en la
prevención, en la disposición de servicios necesarios para el cuidado y la rehabilitación.
La primera y fundamental tarea de la obra de rehabilitación es la de reconstruir la propia
identidad personal, reconstrucción que comprende la retoma de las capacidades de
proyectar el futuro.
Obviamente es un camino arduo, sembrado de asperidad, difícil tanto para quien lo
recorre como para quien lo acompaña. Ya se dijo antes que la deshabituación física no
es, en el fondo, un grave problema. Naturalmente, hace falta la buena voluntad del sujeto,
una ayuda farmacológica tanto para tolerar los fastidios físicos de la abstinencia como para
hacer ía deshabituación más gradual, pero en todo caso se llega al objetivo en breve
tiempo. Mucho más compleja es la deshabituación psíquica y es este el primer objetivo
de una comunidad terapéutica. Es necesario alejar interiormente al joven de la "necesi-
dad" de la droga. Encontrarle, si así podemos expresarnos, una ebriedad sustitutiva que
sea mucho más fuerte, humanamente válida y enriquecedora.
La comunidad no puede hacer todo el trabajo necesario: ella es sólo una ayuda. Uno se
puede salvar también sin comunidad o puede permanecer ligado a la droga (afectivamente
o, quizás bien pronto, también efectivamente) a pesar de entrar en una comuni-

'■^ Cf. CÁLAMO, E; SPECCHIA, R.; SCAPIGLIATI, A. e TERZANI, A. "La comunitá terapéutica per
tossico-dipendenti: origine, sviluppo, metodi di intervenro". En: Medicina e Morale, XL, 6, 1990, pp.
1189-1206; PiccHi, M. Progetto uomo. Paoline, Cinisello Balsamo, 1988.

377
Intíoducción a la Bioética

dad terapéutica. Lo que cuenta es la voluntad del sujeto. La coniunidad puede estimular
y apoyar pero no puede sustituir la voluntad del sujeto.
Las comunidades deben ser alternativas al enfoque exclusivajnente médico o farma-
cológico (que hace ingerir otras drogas como el metadón'^), a la solución carcelaria, a la
explotación personal tan difundida en las relaciones do ut des, porque ofrecen la ocasión
de experimentar la belleza del compromiso en el voluntariado y en la donación gratuita.
En definitiva, se trata de proponer la lógica del ser en sustitución de la del tener.
Existen varias clases de comunidad, pero en general toda comunidad prevé tres ele-
mentos importantes: una estructura residencial, la presencia con\o operadores de ex
toxi-codependientes, el objetivo de la "reinserción social".
Ordinariamente, todo programa de recuperación prevé una primera íase de acogida en la
cual el toxicodependiente, a través de una serie de coloquios y de encuentros con un equipo
específico, es, por así decir, "ensa}^do" en su efectiva voluntad de entrar en la comunidad.
Una vez ha entrado en la comunidad, el joven es "acompasado" en este su recorrido
por tres distintas figuras: los operadores profesionales (médicos, psicólogos, asistentes
sociales), los operadores voluntarios, y los ex toxicodependientes (figuras absolutamente
insustituibles en las cuales el sujeto en tratamiento puede ver la concreta posibilidad de
éxito, el modelo concreto, no ideal sino real, que ha recorrido y cumplido su mismo
camino).
En comunidad, el toxicodependiente debe de algún modo p^tir de cero, redescubrir
el sentido de una libertad que no ha sabido utilizar, sujetarse a normas, trabajar. Este últi-
mo aspecto, el trabajo precisamente, tiende no tanto a su dimeiisión productiva cuanto
al mantenimiento de la comunidad (y por consiguiente, implica un fuerte componente
de solidaridad) y a la responsabilización del sujeto que en general ha rechazado o subes-
timado toda actividad laboral.
La última fase es la del "reingreso" a la sociedad. Fase delicada en la cual el ya ex toxi-
codependiente se encuentra por primera vez verdaderamente solo, consigo mismo y con
los demás.
La perspectiva última de la rehabilitación es la de volver a dah no sólo un hombre a la
sociedad, sino también la sociedad al hombre y, con ella, un proyecto de vida, una his-
toria, un futuro al cual mirar con realismo pero al mismo tiempo con la esperanza de un
mañana antes inexistente.

'^ Cf. De FiLipPis, V. e MIRANDA, G. "Aspetü etid emergenti nella tossicodipendenza: La 'riduzione del danno'".
En: Medicina e Morale, 45, 3, 1995, pp. 489-500.

378
CAPÍTULO XVI

ALCOHOLISMO

Desde que el fenómeno de la toxicodependencia se volvió imponente, agravado luego


por la difusión del SIDA, la atención al problema del alcoholismo se atenuó. En realidad,
el fenómeno del alcoholismo continúa siendo gravísimo y provocando un número de
muertos y un daño social superior a los otros fenómenos advertidos'.
Términos como "alcohólico" o "alcoholismo" se refieren a una variedad de significa-
dos que van desde el concepto social del "beber excesivo" hasta el clínico de
"alcoholde-pendencia"; por lo tanto, hace falta precisar el concepto de alcoholismo.

L Aspectos médico-científicos^

1.1 Definición de alcoholismo

La definición de alcohóUco que procede de la OMS es la siguiente: "Alcohólicos son


aquellos bebedores inmoderados cuya dependencia dé. alcohol ha llegado a un grado cal
que pone en evidencia disturbios mentales, o bien que inciden sobre su salud física o psí-
quica, sobre sus relaciones interpersonales y sobre su normal actividad social y económica;
o bien, aquellos en los cuales son evidentes los pródromos de una evolución hacia tal

' BoNFiGLio, G.; CAFFARELLI, E. e BARICELLI, B. "Alcolismo. La droga che uccide di piú". En: IlDelfino,
1980, p. 5. ^ Cf. KESSEL, N. e WALTON, H. L'alcolísmo. Patología e terapie di base. Feítrinelli,
Milán, 1978.
Introducción a la Bioética

estadio"^ Para evitar el valor peyorativo del término alcohólico, hoy se usa la denomi-
nación síndrome de dependencia alcohólica. Ella se caracteriza por los siguierítes elementos
distintivos":
a) Alteraciones de los hábitos alcohólicos. Puede indicar la modalidad del beber en sen-
tido cualitativo y cuantitativo, conforme a la mayor o menor tolerancia sociocultural y la
búsqueda de los efectos del alcohol, en parte primarios, en parte derivados, fuera de un
comcxto alimenticio y recreativo.
b) Relación alterada hombre-alcohol Se caracteriza por la imposibilidad de dejar el con-
sumo o por la pérdida de control en la limitación del consumo del alcohol. El alcohol, en
otros términos, se convierte en soporte existencia! sobre el cual se apoyan las sensaciones
y los sentimientos del sujeto dependiente.
c) Dependencia fisica. Tal condición comprende síntomas psíquicos (desde los menos
graves, como temblores, náusea con vómito, ansia y depresión, hasta los más clamorosos,
como crisis epilépticas, alucinaciones, delirium) provocados por el cese o por la drástica
reducción de las cantidades habituales ingeridas, la necesidad de recurrir al alcohol para
evitar su aparición a pesar de tener ya en acto una patología determinada por el alcohol y,
finalmente, la necesidad de aumentar gradualmente la dosis para obtener los mismos
efectos (tolerancia).
Los criterios de gravedad (leve, moderada y grave) dependen tanto del número de
señales y síntomas, como del grado de compromiso socio-famiíiar y relacional.
Finalmente, !a fase de curación se distingue en parcial o completa según la persistencia
o no de cierros síntomas de dependencia alcohólica en los últimos seis meses.
Es difícil tener daros precisos sobre la difusión del alcohohsmo tanto porque las pobla-
ciones examinadas presentan elevada variabilidad por los aspectos socioculturales, como
porque los criterios de investigación y de relevancia son diferentes.
Por esta razón, se usan índices indirectos, los llamados "indicadores sociales" entre los
cuales: el consumo medio de alcohol para una población dada, la disponibilidad de bebí-

3
WHO, Expert Committee on Menea! Health. Alcohol subcommittee. Second Repon. Technkal Repon Series,
1952, n. 38, citado en: CICCONE, L. Salute e mahzttia. Qiiestioni di moraU della vita fisica, II. Ares, Milán,
1986, p. 446; sin embargo, hace falra hacer notar que Ja misma OMS ha dado más de una definición de
alcoholismo y esto señala la dificultad de definir con claridad y de manera completa eJ alcoholismo,
prescindiendo de una visión mukidisciplinaria. Cí WILKINSON, C. (ed.). Theories on akoholism. Toronto, 1988.
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION. Diagnostic andstatistical manual of mental disorders (DSM IV).
Washington, 1994, pp. 194-204.

380
Capítulo XVI: Alcoholismo

das alcohólicas, la tasa de enfermedad y de mortaiidad para patologías relacionadas con


el alcohol, el número de recuperaciones hospitalarias para patologías relacionadas con el
alcohol.

1.2 Causas del alcoholismo

Existe en parte de la población la convicción equivocada de que el alcohol ayuda


en los trabajos fatigosos. Ciertamente el alcohol es una bebida energética, pero su uso
difundido en ciertas poblaciones depende del sentido de bienestar físico que él produce.
Algunas costumbres dietéticas locales y sobre todo familiares pueden inducir también al
joven y al adolescente a beber de modo excesivo.
Pero para determinar la condición de dependencia concurren mayormente herencia y
ambiente; sin embargo, no siempre es posible discriminar el papel de los factores genéti-
cos y adquiridos en el origen de la enfermedad.
Existe una diversa vulnerabilidad individual a los efectos del alcohol en dependencia
tanto del grado de funcionalidad de las enzimas destinadas a la degradación, como del
tipo de interacción entre alcohol y neurotransmisores cerebrales. La incidencia genética en
el síndrome de dependencia alcohólica se muestra con una frecuencia 4-5 veces mayor en
los hijos de alcohólicos respecto a la población general: los niños nacidos de padres
alcohólicos se vuelven alcohólicos de adulros 4 veces más frecuentemente respecto a los
niños de no alcohólicos, los hombres más que las mujeres. Los gemelos mono-cigotos
tienen una tasa de concordancia para el alcoholismo aproximadamente el doble respecto a
los gemelos dicigotos del mismo sexo. Verosímilmente, los factores de orden
socio-ambiental y cultural contribuyen en medida más o menos importante precisamente
a revelar una precedente predisposición genética.
Si por un lado las bases biológicas y psicológicas juegan un papel causal importante
bajo un aspecto más estrechamente individual, otras variables, como los factores
étnico-culturales y socio-ambientales, intervienen en facilitar o no la aparición de una
condición de dependencia influenciando al mismo tiempo su expresión clínica.
En este sentido, condiciones como soledad, desempleo, edad juvenil, bajo nivel cultu-
ral son considerados factores de riesgo para el desarrollo de conductas alcohólicas anor-
males; a estos se añaden otros factores de riesgo, derivados de la adquisición de modelos
culturales que utilizan el alcohol como símbolo de éxito, y su uso como costumbre coti-
diana normal, sin poner el acento sobre posibles efectos negativos.

381
Introducción a la Bioética

En el intento de interpretar las motivaciones que impulsan al individuo a conductas


alcohólicas excesivas, siempre se han tratado de enumerar las variables psicológicas y
psi-copatológicas mayormente predictivas en este sentido. Así se han desarrollado a través
de los aííos orientaciones de estudio que han demostrado en particular una fuerte correla-
ción entre alcoholismo y personalidad antisocial y entre alcoholismo y trastornos de ansia
o del humor (depresión).

1.3 Efectos del alcoholismo^

a) Daños psíquicos. El alcohol obra como los calmantes, es decir, deprimiendo el siste-
ma nervioso central. En la intoxicación alcohólica aguda se pueden describir varios esta-
dios, desde una inicial desinhibición hasta alcanzar un nivel de grave compromiso del
estado de conciencia que puede conducir a su pérdida.
A un nivel hemático de 0,05% de alcohol, el pensamiento, la capacidad de juicio, los
frenos inhibitorios se vuelven lentos, y algunas veces fallan.
Con una concentración del 0,10% las acciones motoras voluntarias son perceptible-
mente torpes. A los 0,20% hay náusea, vómito, la persona ve doble, no logra coordinar
los movimientos, es a veces violenta. A los 0,30% una persona usualmeme es incapaz de
hablar. A los 0,40%-0,50% está en coma. A niveles más altos se tiene la muerte por depre-
sión respiratoria; la muerte puede además ser causada por la aspiración del vómito.
Los valores del 0,05% se obtienen con la ingestión con estómago vacío de dos vasos
de vino. Una alcoholemia de 0,08% (límite para conducir) es dada por un aperitivo alco-
hólico, o bien, medio litro de vino.
Blackout. El alcohol puede producir un déficit de ía memoria a corto plazo por lo
cual las personas no están en grado de recordar eventos ocurridos, en los precedentes
5-10 minutos. Estos períodos de amnesia pueden ser particularmente penosos porque los
sujetos pueden temer haber ocasionado mal a alguien o haberse comportado impruden-
temente durante el estado de embriaguez.
Delirium tremens. Después de un prolongado o fuerte consumo de alcohol su suspen-
sión o reducción provoca un síndrome de abstinencia. La manifestación más grave de este
trastorno es conocida como delirium tremens y se presenta dentro de una semana desde
la abstinencia o desde la reducción.

^ Cf. CONTÉ, G. e GIURA, P. "Alcolismo e tabacco". En: Russo, G. (din). Bioética sociale. LDC, Turín, 1999,
pp. 179-196.

382
Capítulo XVI; Alcoholismo

Los síntomas más característicos son una gtave desorientación, alucinaciones visivas o
táctiles, delirios y agitación. Además de la severidad del cuadro psicopatológico, es impor-
tante el grave compromiso de las funciones neurovegetatívas; en efecto, se presenta fiebre
elevada resistente a los comunes antipiréticos, sudoración abundante causa de rápida
des-hidratación, polipnea, taquicardia, riesgo de colapso cardiocirculatorio. Son comunes
crisis epilépticas. El deUrium tremem, sí no es tratado, es mortal en el 20% de los casos.
Alucinación alcohólica. La suspensión del consumo de alcohol puede provocar un sín-
drome conocido como alucinación alcohólica, un.a de las más graves complicaciones del
alcoholismo crónico. Al comienzo prevalentemente nocturno, puede o no ser seguido por
el delirium. Se caracteriza por la presencia de alucinaciones vividas y persistentes que no
se asocian a alteraciones del estado de conciencia.
El contenido alucinatorio se caracteriza por temas de amenaza, denigratorios o perse-
cutorios. También pueden presentarse alucinaciones visivas como luces, sombras, anima-
les monstruosos o fantasmas, rara vez alucinaciones olfativas o gustativas.
Síndrome de Korsakojf. El uso crónico de alcohol puede llevar a trastornos de la memoria
a corto plazo irreversibles que caracterizan el cuadro del síndrome de Korsakojf. La causa
de tai alteración es el déficit de tiamina (la vitamina Bl) debida al estado de mal-nutrición
típico del alcoholismo crónico.
Demencia. Es una complicación tardía del alcohohsmo crónico (no antes de los 35
años). Ella implica un grave compromiso de las funciones mentales superiores y una
decadencia del funcionamiento social y familiar, hasta la pérdida completa de la
autosuficiencia.
b) Daños físicos. Sobre el hígado el abuso del alcohol determina cuadros patológicos
de diversa gravedad: desde una infiltración grasa reversible a fenómenos tóxico-inflama-
torios del tipo hepático hasta la cirrosis alcohólica.
El alcoholismo crónico puede asociarse además a gastritis y úlcera gástrica. Puede afectar
el intestino delgado y el páncreas. Un fuerte consumo de alcohol puede interferir con el
proceso normal de digestión y absorción de la comida: de ello resulta que la comida
consumida no es digerida adecuadamente. Se inhibe la capacidad del intestino de absorber
varias sustancias nutricionales comprendidas las vitaminas y los aminoácidos. Un efecto
colateral del alcoholismo es la debilidad muscular.
El uso de alcohol en el embarazo implica un riesgo elevado de provocar malformaciones
graves en el feto definidas como "síndrome feto-alcohóUco"-, éste implica un, retardo
mental, un tetardo del crecimiento, anomalías del cráneo y de la cara, malformaciones

383
Introducción a la Bioética

de las piernas y de los brazos, defectos cardiacos, retardo del desarrollo motor. El riesgo
para una mujer alcohólica de tener un hijo con malformaciones ha sido valorado por
algunos autores en el 35% de los casos. Aunque no se conoce el mecanismo preciso del
daño al feto, parece que es el resultado directo de ia exposición ai alcohol dei feto que
está en el útero.

2. Líneas de intervención

En relación con los comportamientos alcohóhcos, se puede intervenir a través de la


prevención y a través de la actividad terapéutica de recuperación. Prevención y recupera-
ción a %\x vez tienen diversos niveles de intervención.

2.1 Prevención

Prevención primaria. La intervención sobre el individuo, en la prevención primaria


de los trastornos por uso del alcohol, ha de considerarse no específica. Análogamente a
cuanto se verifica para la psiquiatría en general, la higiene mental, sobre todo en edad
evolutiva, se fiínda sobre una noción global de calidad de la vida física y de las relaciones
sociales.
A esta corresponden, por !o tanto, por un iado, la identificación de factores y grupos
en riesgo muy genéricos; personalidades inestables, sujetos con problemas escolares y
ocupacionales, familias incompletas, destrozadas o simplemente "disfuncionales", flujos
migratorios o margínación social. Sin embargo, estas características son un factor
predic-tivo débil del desarrollo sucesivo de alcoholismo.
En el frente de la educación para la salud, la batalla cultural que hay que vencer es la de
hacer considerar el alcohol del mismo modo que la droga y de producir un rechazo en
relación con su consumo. Es necesario que la tarea de información acerca de los riesgos
conectados con el uso de sustancias psicoactivas sea conducida de manera comprensible
y convincente, pero también prudente en el plano psicológico, particularmente cuando
se dirige a los adolescentes.
Por ejemplo, es necesario evitar estimular una curiosidad que induzca a ia experimen-
tación más allá de los límites y de alimentar una dimensión de prohibición que invite a
desafiar la norma.

?fU
Capítulo XVI: Alcoholismo

Prevención secundaria^. Puede entenderse a dos niveles: a) Prevención del adelanto:


la idenrificación oportuna de los s\i]ctos que hacen uso del alcohol, sobre todo si con
alto potencial de abuso y en edad evolutiva, debería explicar un efecto preventivo: b)
Prevención de la recaída: constituye el objetivo central de las intervenciones sobre el alco-
holismo; sin embargo, no debe confundirse prevención de la recaída y curación.
Por prevención secundaria se entiende una "interrupción" del comportamiento de
autosuministro, que puede, por consiguiente, reaparecer una vez cesada la intervención
profiláctica (residencia protegida, terapia formacológica).
La curación imphca, en cambio, un proceso de "cambio" por el cual el individuo
no debería mostrar recaídas, aunque haya sido restituido a una ubre interacción con ei
ambiente.
Prevención terciaria. La prevención terciaria concierne a las complicaciones del uso
de sustancias psicoactivas y se pone como objetivo de muchas intervenciones en las
toxÍ-codependencias. En el caso del alcoholismo, en cambio, no es posible prevenir las
graves complicaciones debidas a la toxicidad de la sustancia (cirrosis, úlceras gástricas,
etc.) sino a través de la interrupción.

2.2 Terapia y autoterapia (grupos de autoayuda)

La emancipación del alcoholismo es por regla un resultado al cual llega el sujeto a tra-
vés de una "carrera de tratamiento" en el sentido estricto y no como fruto de una inter-
vención mágica, omnipotente.
Los tratamientos de este trastorno, lejos de ser un recorrido retrógrado dirigido al
reconocimiento y a la remoción de "causas", deberían ser considerados como "fijentes
extrínsecas" puestas a disposición del individuo: al disfrutar de ellas, éste logra superar la
propia condición.
La interrupción del comportamiento de autoadminlsttaóón toxlcoló^ica demanda
una intervención espedfica, pero ella puede tener éxito sólo sí se inserta en un proceso
más global de cambio personal.
Dado que la voluntad del sujeto no es de por sí suficiente para controlar ía
repeti-tividad de un comportamiento de abuso, es necesario que eventos negativos
frustrantes

Cf. BADOLATO, G. e TASSO, M. "Prevenzione secondaria e caratteristidie di personalitá di un gruppo di


giovani a rischio di aícolismo". En: Difesa Sociale, enero-febrero de 1989, pp. 87-95.

385
Introducción a la Bioética

atraigan, amplifiquen y traduzcan en acto la motivación al cambio comportamental y,


secundariamente, personal.
Las consecuencias del uso de sustancias, entre las cuales la decadencia de la vida social
y relacional, debería de por sí desempeñar tal función. Es claro que estos eventos nega-
tivos pueden ser eficaces en ías fases iniciales del trastorno comportamental, pero lo son
mucho menos o casi nada en caso de dependencia estabilizada. Un fácil acceso a los tra-
tamientos es mucho más importante en ías fases iniciales'.
Pero, además de estar fácilmente disponible, es necesario que cualquier tratamiento
sea disfrutable por parte del sujeto.
Es necesario, además, no sólo que la motivación sea elevada, sino que también la
intervención sea para el sujeto culturalmente aceptable, conforme a por lo menos algunas
de sus expeaativas, al alcance de su comprensión a nivel emotivo-cognitivo.
No existen intervenciones particulares que puedan ser consideradas mejores o peores
las unas que las ottas en sentido abstracto. El tratamiento del alcohólico debería ser fruto
de una estrategia personalizada sobre la base de los problemas de cada sujeto y de los
tecursos endógenos y exógenos de los cuales dispone y podría disfrutar.
Hace falta, por lo tanto, definir un programa global de intervención*, en el interior
del cual confluyan competencias multidisciphnarias que ataquen las áreas problemáti-
cas: toxicológica, médica, psicológico-psiquiátrica, socio-relacional, económico-laboral y
legal. El amplio espectro de problemas de los cuales el alcohólico es portador demanda
componentes institucionales y figuras profesionales diversificadas.
La terapia farmacológica. Para facilitar la abstinencia e interrumpir el uso crónico
de alcohol se puede recurrir a la terapia de aversión mediante la suministración de
Disulfiram. Esta sustancia interfiere en el organismo con el metabolismo del alcohol.
Esto implica que, cuando un paciente ingiere alcohol durante el tratamiento, dentro de
diez minutos aproximadamente aparecen intensos síntomas como náusea, vómito, palpi-
taciones, dificultad en la respiración y cefalea.
En caso de regular suministro del fármaco, el repetirse de estos fenómenos determina
un sentido de repulsión hacia las bebidas alcohólicas. El tratamiento se prolonga de 2 a 5
meses con el fin de evitar recaída, pero es absolutamente contraindicado en el estado

Cf. la Carta Europea suU'alcoí, adoptada por la Conferencia Europea sobre la salud, la sociedad y el alcohol del
12-14 de diciembre de 1995, organizada por la sección europea de la OMS. * Cf. TEMPESTA, E. e ZEPPETELU, E.
"Aspetti bioetici delí'alcolismo". En: Medicina e Moráis, 1, 1989, pp. 64-67-

386
Capítulo XVI: Alcoholismo

de embarazo. Se recomienda de todos modos la adopción contemporánea de intervencio-


nes sociales y psicoterapéuiicas. Otros tratamientos farmacológicos son obviamente suge-
ridos por la posible presencia de otros verdaderos trastornos psiquiátricos. Entre tanto
una verdadera y propia farmacoterapia de la "impulsividad" al beber, con fármacos anti-
depresivos serotoenérgicos no ha sido bien comprobada más allá del inmediato período
después de la desintoxicación. La terapia farmacológica con frecuencia es conducida en
centros especializados en los cuales el alcohólico es también sometido a terapias psiquiá-
tricas específicas.
Autoterapia^ Con este nombre se llaman con frecuencia aquellas iniciativas que, a
pesar de recurrir en los casos más agudos y avanzados a los hospitales, resuelven el proble-
ma de la "recuperación total" a través de particulares formas de asistencia que afectan al
alcohóhco en todas las manifestaciones personales, familiares, profesionales y sociales. El
carácter específico que distingue este método de la permanencia del alcohólico en los cen-
tros de cuidado especializados y en sucesivos centros de rehabilitación, está en el hecho de
que su retorno a la vida normal y al pleno autocontrol en relación con las bebidas alco-
hólicas se alcanza mediante grupos de tipo familiar, donde se encuentran con "amigos"
ex alcohólicos, que conocen perfectamente las experiencias y las dificultades actuales de
quien busca ayuda. El clima de confianza y de plena comprensión de sus condiciones liga al
alcohólico a la nueva familia y de ella gradualmente absorbe las indicaciones oportunas,
encaminándose lentamente a la sobriedad.
Entre los grupos que trabajan en la dirección de la autoterapia, podemos señalar al
Grupo (k Alcohólicos Anónimos (AA)'". Está constituido por personas que se proclaman
alcohólicas, a pesar de abstenerse de hecho del alcohol, alcohólicos comprometidos en el
respeto de la regla de la abstinencia y en el proporcionar asistencia a los otros alcohólicos
mediante un apoyo personal y de grupo.
AA es una asociación voluntaria de apoyo fiíndada en 1935 en Akron (Ohio) por dos
ex alcohólicos: un agente de cambio y un cirujano". Su éxito deriva del hecho de que,
contrariamente al modelo moral predominante, alivia al alcohólico de la responsabilidad
culpabilizante del propio comportamiento, percibido ahora como enfermedad.

' Sobre este punto señalamos un texto literario particularmente penetrante al interpretar la experiencia de ios
alcohólicos y su itinerario de recuperación: CoccioLi, C. Uomini infuga. Jaca Book, Milán, 1980.
'" http:/ydefconl.com/alcolistianonimi.
" Alcolisti anonimi. Tipolitografia C.S.R. (Via di Pietralata 157. Roma), Roma, 1988.

m
Introducción a ia Bioética

Aunque este modelo surgió como reacción a la cultura normalizante en relación con
los alcohólicos, recientemente ha recibido apoyo de los estudios genéticos sobre el surgir
del alcoholismo. Recordemos de hecho que, incluso cuando crecen lejos de los padres
alcohólicos, sus hijos tienen un riesgo mayor de volverse alcohólicos de adultos.
El enfoque de los alcohólicos anónimos al problema de! alcoholismo ha sido eficaz en
el tratamiento de muchos individuos. Aunque la organización misma de los AA promueve
el modelo de la enfermedad, sus métodos están dirigidos a las necesidades psicológicas y
facilitan un cambio estructural duradero de la personalidad.
La abstinencia se alcana en un contexto interpersonal en el cual los aícohóhcos pue-
den experimentar una comunidad de compañeros de sufrimiento que se preocupa y que
cuida. Para muchos alcohólicos los cambios psicológicos estimulados por AA, la absti-
nencia asociada al compromiso hacia sus ideales, y el frecuentar regularmente las reunio-
nes, son un tratamiento suficiente.
La experiencia misma ha, sin embargo, repetidamente demostrado que AA no es apta
para todos los pacientes alcohólicos. Aparentemente funciona mejor para aquellos que
logran aceptar la Idea de no tener ningún control sobre su beber y que por lo tanto tienen
necesidad de someterse a una "fuerza mayor", y para aquellos que están esencialmente
libres de otros trastornos psiquiátricos.
La mayor parte de los expertos estarían de acuerdo en considerar que el alcoholismo
es un trastorno heterogéneo con una etiología multifactorial: lo que funciona para un
paciente puede no funcionar para otro, asi que todos los tratamientos suscitan por turno
mil controversias.
Numerosos estudios de valoración sobre la eficacia de los varios tratamientos para el
alcoholismo sugieren que sólo el 26% de los alcohólicos tratados aún son abstemios un
año después, en contraste con el 19% de "curación espontáneo".
Claramente, ningún tratamiento es definitivo y los clínicos deben considerar a cada
paciente individualmente, llevando a cabo una atenta valoración psiquiátrica antes de
desarrollar un plan terapéutico individual trazado a la medida.
Aunque ningún rasgo específico de personalidad está conectado con el alcoholismo,
se ha observado con frecuencia la presencia de defectos estructurales como debilidad del
yo y dificultad de mantener la autoestima. El alcohol en estos casos cumple la fiínción de
sustituir las estructuras psíquicas ausentes y restaurar por lo tanto un cierto sentido de
respeto de sí mismo y de armonía interna.

388
Capítulo XVi: Alcoholismo

Cuando dejan de beber y miran hacia atrás los destrozos causados por su existencia, se
encuentran en general un cierto grado de depresión. Aunque los fármacos antidepresivos
pueden aliviar tal depresión, la psicoterapia es útil para afrontar el sufrimiento conectado
con el reconocimiento de haber causado mal a sí mismos y a otras personas.
La implicación del sistema familiar en el tratamiento del alcohólico no es siempre fácil.
Con frecuencia la familia se declara cansada, incapaz de imaginar otros esfuerzos fiíera de
los ya hechos, desconfiada de los recursos de la psicología y de la medicina y ya convencida
de que la solución del problema es internar y hospitalizar al paciente y la adopción de
medidas coercitivas de abstinencia. Con frecuencia las relaciones recíprocas han llegado a
un grado profiíndo de deterioro, con expresiones de agresividad en relación con los médi-
cos y con el paciente inculpado de ser responsable de muchos malestares y sufrimientos,
cuyo alejamiento es visto con un sentido de alivio. Pero sobre todo es sólo sobre el paciente
que se ve una presencia de enfermedad, por lo cual resulta incomprensible y a veces ofen-
sivo para la familia la petición de que también ella se someta a tratamiento. En este senti-
do, una aceptación formal por parte de la familia no implica de hecho una adhesión a la
terapia, que ella más bien puede tratar de sabotear; de aquí la atención que debe ser puesta
por parte del club en que la &milia llegue a motivar la propia presencia en términos del
beneficio que cada uno de sus componentes puede recibir.

3. Aspectos jurídicos

Para prevenir ios graves daños provocados por el abuso del alcohol y sostener la acción
de recuperación, se han adelantado diversas propuestas. En algunos países europeos están
previstas diversas medidas para contrarrestar el abuso del alcohol. La hospitalización obli-
gatoria para los alcohólicos está prevista en Austria, República Checa, Dinamarca. Francia
desarrolla una política intensa de información sobre los peligros del alcohol y organiza un
servicio eficiente para el tratamiento voluntario, previendo en algunos casos el tratamiento
obligatorio. La prohibición de venta a los menores y la elevación de las tasas sobre los
licores son otras medidas comúnmente presentes en las legislaciones europeas.
En 1995 se adoptó la Carta Europea sobre el alcohol, en la cual se fijan cinco prin-
cipios éticos y diez objetivos de política sanitaria. Los elementos más importantes son: la
declaración de un derecho a no ser perjudicados por el consumo de alcohol por parte de
otros, el derecho de los alcohólicos de recibir cuidados adecuados, el compromiso en la
educación del uso del alcohol, la prohibición de publicidad de los productos alcohó-

389
Incroducdón a la Bioécia

lieos, la formación de los operadores en el sector de la prevención, cuidado y rehabilita-


ción, sostener los grupos de autoayuda, etc.
Esta Carta constituye la estructura del II Plan de Acción Europeo sobre el Alcohol,
PAEA, para el período 2000-2005 (un plan precedente fue ejecutado de 1992 a 1999). El
fin de esre plan es prevenir y reducir los daños causados por el alcohol en toda la región
europea.
Los objetivos del plan son: suscitar una mayor conciencia, suministrar instrumentos
educativos y construir el soporte a fevor de políticas de salud piíblica que tengan la tarea de
prevenir los daños causados por el alcohol; reducir los riesgos de problemas relacionados
con el alcohol que pueden verificarse en una serie de ambientes como la casa, el lugar de
trabajo, la comunidad y ambientes en los cuales se consume alcohol; reducir la amplitud y
la gravedad del daño relacionado con el alcohol en casos como accidentes mortales,
accidentes con heridos, violencias, abusos y negligencia en relación con menores, crisis
familiares; proporcionar un tratamiento accesible y eficaz a las personas que consumen
alcohol de manera riesgosa y peligrosa, y para aquellas con alcohol-dependencia; ejercer
una mayor protección de las presiones a beber dirigidas a niños, a los jóvenes y a aquellos
que optan por no beber.
A título de ejemplo reportamos las indicaciones del PAEA para el capítulo de la con-
ducción amomoviiística. El objetivo es reducir de modo significativo dentro del 2005 el
número de los accidentes relacionados con el alcohol, de los muertos y de los heridos
provocados por aquellos que guían después de haber consumido alcohol. Las acciones
recomendadas para obtener este resultado comprenden k producción de formas legisla-
tivas precisas en tema de alcohol y conducción, la promoción de la visibilidad y casua-
lidad de las pruebas de alcoholemia, la disminución de la tasa alcoholémica permitida
para conducir, llevándolo a 0,50 mg% y adoptar el límite cercano a cero para quienes
sacan su pase por primera vez y para los conductores de vehículos de trasporte, la intro-
ducción de programas obligatorios de educación de tránsito para quien viola las normas
de modo habitual.
Desde el punto de vista de las políticas sanitarias, la reducción del daño causado por
el alcohol es uno de los mayores desafíos de salud pública que se deben afrontar.

390
Capítulo XYI: Alcoholismo

4. Aspectos éticos

Es raro que una persona se vuelva alcohol-dependiente sin que otros se den cuenta.
Existe un deber moral preciso de intervenir, con una ayuda adecuada, en relación con
quien manifiesta esta tendencia. Hoy es bastante fácil identificar los centros especializados
o los grupos de autoayuda apropiados para la persona que manifiesta un comportamiento
equivocado en telación con el alcohol.
El derecho de toda persona a ser cuidada se debe aplicar integralmente aun a los alco-
hólicos, independientemente del hecho de que sean ellos mismos la causa directa o indi-
recta de su enfermedad'^.
El alcohólico es, por la naturaleza misma de su mal, un enfermo total, en el sentido de
que el alcohol lo ha afectado en todo su ser y en todas sus facultades y relaciones más
importantes. Estamos frente a una persona sola en todos los sentidos. El trabajo de equipo
que se hace en estos casos debe tener la capacidad de personaliza.r las intervenciones
pluridisciplinarias y despertar el interés y la personalidad del paciente.
Es necesario proponer al alcohólico una fiíerte motivación para su recuperación. Debe
tratarse de una motivación absoluta, que no sea discutible. La admisión de un Principio
absoluto no pone en crisis ninguna confesión religiosa, en cuanto que su percepción
asume en cada uno forma y concreción en la línea del propio credo personal. Este credo
puede ser el amor a la vida y la fraternidad humana, que son objetivos en grado de valo-
rizar la esencial dimensión espiritual de la persona.

Cicc
CAPÍTULO XVII SÍNDROME DE

INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA

1. Aspectos médico científicos del SIDA^

Desde su descubrimiento, el SIDA se mostró como una infección viral más peligrosa
que otras. Esta peligrosidad es en parte causada por la estructura compleja del virus y en
parte por su carácter cambiante. La estructura del virus de la inmunodeficiencia humana
es comparada por los biólogos con la de un puerco espín, pero el aspecto más preocupante
es el cambio rápido y continuo que se lleva a cabo en ella. Este aspecto del virus es lo que
hace difícil la producción de una vacuna.
Las enfermedades virales comunes como la influenza, el sarampión o la hepatitis se
manifiestan en el lapso de pocos días, producen síntomas más o menos importantes,
pero, cuando el cuerpo desarrolla los anticuerpos, ellas son en buena parte derrotadas. El
comportamiento del virus VIH es en cambio muy diverso: al comienzo manifiesta pocos o
incluso ningún síntoma (es la fase de la seropositividad), pero en el curso de su desarrollo
debilita la capacidad de defensa del cuerpo porque se multiplica en los glóbulos blancos y
luego los destruye. Los anticuerpos que se han formado en el tiempo no están en grado de
destruir el virus. Ellos, sin embargo, permiten diagnosticar la infección, porque la prueba
que revela su presencia revela por esto mismo la infección en acto. Esto es particularmente
importante dado que la persona contagiada puede aparecer y sentirse com-

' Cf. VoRiSEK, J. "Aids, epidemia globale". En: AA. W. Aids, emergenza planetaria. Piemme, Cásale
Monfertato, 1997, pp. 11-31. KUBLER-ROSS, E. AIDS. L'ultima sfida. RaíFaello Corrina Editore, Milán, 1989;
AA. W. "C'é qualcosa di nuevo su droga e AIDS". En: BoU. Farmacodip. e Alcolismo, XVIIl, 1, 1995, pp.
79-82; véase también, entre numerosos sitios de asociaciones de ayuda a los enfermos de SIDA: http://v»'ww-
mclJnk. it/assoc/a ids/italJano/notizie/fa q.htm
Capítulo XVI: Alcoholismo

pletamente sana por cinco o más años. En esta situación puede, aun involuntariamente,
infectar a otras personas. Incluso en los tres meses que preceden la formación de los anti-
cuerpos y la persona es declarada seropositiva, el virus puede ser transmitido a otra per-
sona. Aparece claro por qué este virus sea tan temible.
Después de un promedio de cinco años los pacientes desarrollan progresivamente los
síntomas del SIDA y mueren en el lapso de 4-5 años, pero algunos aun antes, dado que
los cuidados tienen sólo un efecto dilatorio.

El SIDA como enfermedad

En sentido estricto el SIDA no es una enfermedad. Los daños graves y la muerte


sobrevienen al paciente a causa de la incapacidad del sistema inmunológico de reaccionar
contra enfermedades usualmente inofensivas. Incluso algunas infecciones por hongos se
convierten en una amenaza para una persona afectada por la infección de VIH. Cuanto por
más largo tiempo se haya sido portador de la infección, tanto más peligrosas se vuelven
las enfermedades inofensivas. Ellas aprovechan la ocasión para atacar a su enemigo (por
eso son también llamadas infecciones oportunistas) y se comportan como un enemigo
mortal.
Por estas razones los síntomas del SIDA varían mucho. A causa de la infección, las per-
sonas enfermas de los pulmones tosen y tienen fiebre; en el caso de una infección visce-
ral, las personas sufren diarrea crónica, difícil de curar; las infecciones en la boca causan
dificultad para comer; las infecciones de la piel provocan prurito y úlceras, etc. Se hace
una señalación especial para la tuberculosis. Esta enfermedad bactérica, que existe desde
hace mucho tiempo, había prácticamente desaparecido en el hemisferio occidental, pero
aún está activa en muchos países en vías de desarrollo donde provoca cada año innume-
rables muertos y sufi'imientos. Muchas personas contraen la infección cuando aún están
jóvenes, pero en muchos casos desarrollan la tuberculosis cuando la resistencia de su cuerpo
está debilitada. La presencia del VIH debilita las defensas inmunológicas y agudiza la
infección de la tuberculosis. Actualmente se han triplicado los casos de tuberculosis en
los países en los cuales el SIDA está presente en forma endémica.
El virus del SIDA afecta a la especie humana, aunque tipos de virus análogos también
han sido encontrados en los animales. Es un virus que no se transmite a través de rela-
ciones sociales, en cuanto que el virus se encuentra sólo en los fluidos del cuerpo de la
persona contagiada, especialmente en el líquido seminal, vaginal, en la sangre y, en medi-

393
Inrroducción a la Bioética

da menor^ en la leche materna. La concentración del virus en otros líquidos como saliva,
lágrimas, sudor, orina parece ser demasiado débil para causar el contagio. Sólo a través de
un contacto directo entre sangre infectada, líquido seminal o vaginal y los propios fluidos
corporales (transfusiones de sangre, relaciones sexuales) puede tener lugar la transmisión y
aun en ese caso el porcentaje de riesgo varía.

Vías de contagio

El modo de transmisión del virus del VIH presenta semejanza con algunas enferme-
dades venéreas como la sífilis, que se difunde a través de la relación sexual, pero también a
través de otros líquidos del cuerpo como la sangre. Una relación sexual es la causa de la
difusión del SIDA en la mayor parte de los casos: en todo el mundo no menos del 70%
de las personas se contóla al tener una relación sexual no protegida con un compañero
ya contagiado. Las posibilíckdes de contagio dependen de muchos otros factores: del
estadio de !a enfermedad, del tipo de relación sexual, pero en general gira en torno al 1%
por encuentro. El riesgo es, sin embargo, como acertar tres cifras de la lotería; algunas
personas se contagian después de una sola relación sexual, otras sólo después de muchos
encuentros. La posibilidad de contagio también varía según el tipo de contacto sexual: el
sexo anal es más peligroso en cuanto que el daño de las mucosas, vulnerables a causa de
la penetración, permite al virus entrar directamente en el flujo sanguíneo. Otro factor que
incide sobre la probabilidad del contagio es la carga viral {viral load}, es decir, la cantidad
de virus presente en la sangre. El riesgo aumenta con el siumento de la. carga viral.
El ñujo sanguíneo representa un ambiente ideal para el virus porque se puede instalar
en él directamente y multiplicarse en los glóbulos blancos. Por este motivo, las trans-
fusiones con sangre infectada son altamente contagiosas: el 95% de los pacientes que han
recibido sangre infectada ha sido contagiado. La transfusión por lo tanto contribuye, por
su alta infectividad relativa, de modo importante a aumentar el número global de infec-
ciones de VIH. En todo el mundo, transfusiones de sangre peligrosa, juntamente con el
uso de drogas por vía intravenosa, inciden un ÍO-15% sobre el número total de infecciones
por VIH. Desafortunadamente, sangre no controlada, incisiones rituales, compartir
jeringas entre consumidores de heroína son aún demasiado comunes.
Un niño también puede ser contagiado por la sangre de la madre antes del nacimiento.
A través de la placenta, parte de la sangre de la madre se filtra en el flujo sanguíneo del
niño. Porque los niños al momento del nacimiento no tienen un sistema inmunoló-gico
plenamente desarrollado, ellos presentan desde el nacimiento los síntomas del SIDA

394
Capítulo XVI: Alcoholismo

T mueren mucho antes que los adultos, en muchos casos dentro de los dos años después
del nacimiento.
Aunque en una concentración inferior, también la leche materna puede causar infec-
ción. Están documentados casos de niños nacidos sanos que han contraído la infección a
través de la leche materna. También socorrer personas heridas o sangrantes puede hacer
contraer la infección. El personal médico que visita, cuida y asiste al enfermo de SIDA se
preocupa de no tener heridas sobre la piel. Afortunadamente, una piel intacta constituye
una barrera impenetrable contra el virus.
Contactos sociales cotidianos como compartir comidas, uso del mismo baño, práctica
deportiva, y también la tos o el beso no hacen contraer la infección de VIH. Estudios
conducidos sobre miembros de la femilia de personas contagiadas han mostrado que
ellos no contraen la infección si no hay mezcla de fluidos corporales como sangre, líquido
seminal o vaginal.

Dimensiones de la difusión del SIDA

En los años 70, cuando fue descubierto el SIDA, existía la esperanza de que la enfer-
medad estuviera circunscrita a algunos lugares, pero fue una esperanza vana. El "pueblo
global" imphca también un comportamiento humano global: todos los hombres están
vinculados en medida creciente por medio de redes y de viajes. Además, a pesar de las
diferencias socio-culturales y de las influencias religiosas, la especie humana parece com-
portarse más o menos del mismo modo, aunque las señales externas pueden variar: el
comportamiento sexual de los hindúes no es muy diverso del de los cristianos. En la vida
privada, el pobre y el rico se comportan de la misma manera. La sexualidad es una parte
esencial de la vida humana, estando la reproducción en la base de la estrategia de super-
vivencia de cada grupo humano.
Desde el comienzo de la epidemia, se han recogido datos para visualizar la amplitud
del problema y para tratar de combatir el SIDA. Las cifras, sin embargo, pueden ser enga-
ñosas. Esto vale sobre todo para la infección del VIH y hay muchas razones por las cuales
sucede esto.
En primer lugar, la diagnosis del VIH puede ser hecha sólo por pruebas de laboratorio
conducidas sobre personas aparentemente sanas. Una exploración a nivel nacional es
extremadamente costosa, difícil de realizar y suministra sólo la descripción instantánea
de aquel momento particular. Es posible examinar sólo una parte de la población.

395
Introducción a la Bioética

como las mujeres encinta, para valorar la amplitud y la difusión de la pandemia. La prueba
voluntaria proporciona resultados engañosos porque entonces la población examinada es
seleccionada y por eso no representa la totalidad de la población. En muchos casos se
practica una combinación de diferentes métodos de investigación para valorar el número
de las infecciones.
En segundo lugar, la diagnosis del SIDA se hace sobre bases clínicas. Dicho de una
manera simple, en un estado de la infección del VIH el paciente comienza a desarrollar
síntomas. Sin embargo, donde la gente no puede llegar o permitirse cuidados médicos,
los trastornos no son reconocidos como expresión de la presencia del SIDA o no son pre-
sentados al equipo médico. Dado que los síntomas pueden variar de modo considerable,
aun cuando se busca ayuda, a ^&cts es difícil para un médico sospechar el SIDA. En todo
caso, se pide la confirmación de una prueba de sangre. Las dificultades para diagnosticar el
SIDA y el estigma social con frecuencia conectado con esta enfermedad, hacen que los
pacientes eviten ir al médico por miedo a ser considerados pecadores, arriesgar la pérdida
de respeto, el estado social o incluso el trabajo.
Es comprensible que, por lo que concierne a la infección del VIH, los números son
estimados en conjunto y dependen con mucha frecuencia de la sensibihdad de quien los
difunde. En Kenya, por ejemplo, al comienzo de la pandemias los números fiíeron
deh-beradamente subestimados para no perjudicar la floreciente industria del turismo.
Los c^os de SIDA oficialmente registrados son sólo la punta del témpano, dado que
muchos pacientes, especialmente en los países más pobres, mueren sin ni siquiera haber
Visto un médico. Los números registrados deben ser al menos duplicados para propor-
cionar una indicación aproximada de la epidemia, pero para algunos países, para llegar a
una cifra realista, es necesario multiplicar los datos por 4 o 5. Esto es verdad especialmente
para muchos países africanos. La OMS refiere que, hasta 1994, los casos de SIDA
oficialmente registrados eran L025.073, pero los expertos estimaban que fiíesen por lo
menos 4.500.000 los enfermos de SIDA en todo el mundo, usando 4,5 como factor de
multiplicación global. En la misma relación, el número rotal de personas infectadas por
et VIH se estima en torno a los 18.000.000, pero se prevé un aumento de 6.000 nuevos
casos al día.
Entre los países avanzados es Estados Unidos el que tiene la tasa más elevada de enfer-
mos de SIDA (l40 casos por 100.000 habitantes). En Europa occidental, la situación
es sólo un poco menos grave: España y Suiza tienen tasas respectivamente de 58 y 51,
mientras que Francia e Italia son 48 y 35 casos por 100.000. En todos los países se registra
una disminución de casos nuevos entre los homosexuales, porque su comportamien-

396
Capítulo XVI: Alcoholismo

to ha sufrido modificaciones, mientras que se registia un crecimiento en el caso de las


relaciones heterosexuales no protegidas. El uso de drogas es otra vía de infección, pero su
importancia varía del 12% en los países nórdicos, al 60-65% en los países meridionales,
donde compartir las agujas es mucho más frecuente; no obstante, aún no se ha desarro-
llado a fondo una política de suministro de agujas limpias a los toxicodependientes. En
Colombia, alrededor de 7 de cada 1.000 habitantes están infectados o tienen la enfer-
medad. La edad promedio oscila entre los 15 y 49 años, y en total suman unos 210.000
casos. Hace una década la ptoporción de mujeres infectadas era de una por cada 30 hom-
bres; en la actualidad es de cuatro féminas por varón, de acuerdo con cálculos de algunas
fundaciones y ONG's,
Un problema que ya ha tomado una gran importancia es la fuerte di/usión de la
sero-positividad y de casos de SIDA en las cárceles (un detenido sobre cuatro es
loxicodepen-diente y uno sobre cinco es seropositivo); de aquí la discusión sobre la
oportunidad de someter a los presos a exploración obhgatoria, para disminuir las
ocasiones de contagio.
En cuanto a los países en vías de desarrollo, es particularmente dramática la situación
del África subsahariana. Aquí se encuentra más de la mitad de todos los seropositivos del
mundo y pronto de los enfermos de SIDA. La situación se hace particularmente difícil
por la casi completa falta de cuidados. En estos países se prevén trastornos tan profundos
que pueden poner en riesgo la misma supervivencia de las entidades ciudadanas.

Pruebas para poner en evidencia el virus VIH

La infección del VIH, en el 40-60% de los casos, se puede manifestar bajo forma de
infección aguda (fiebre simil-mononucleósica glandular: sudores, malestar, faringitis,
cefalea, dolores musculares y articulares, náusea y diarrea, linfoadenopatía generalizada) en
tiempos que van de una a seis semanas. En la mayoría de los casos, la naturaleza de la
infección no puede ser diagnosticada inmediatamente, en cuanto que los anticuerpos
anti-VIH se forman mucho más tarde (hasta seis meses desde el momento del contagio =
período ventana). Es por lo tanto oportuno efectuar la prueba sólo después de tal período,
ya que resultados negativos de pruebas más precoces no podrían ser considerados
definitivos y resultan por consiguiente, de hecho, totalmente inútiles.
Las pruebas más usadas son la ELISA y la ELFA. Se trata de métodos
inmunoenzimá-ticos, o s^, utihzan anticuerpos o antígenos para identificar sus blancos.
En particular, en el caso de la prueba de SIDA, se emplean antígenos ligados a los
eventuales anticuerpos:

397
Introducción a la Bioética

el ELISA utiliza un procedimiento colorimétrico, mientras que, para el ELFA, se emplea


un método en grado de hacer fluorescente el conjunto antígeno-anticuerpo. Ambas prue-
bas tienen un valor real sólo si son efectuadas por lo menos seis meses desde el último
episodio de riesgo (final del período ventana).

2. Problemas jurídico-sociales

SIDA e información. La primera exigencia pedida por el SIDA es la de una infor-


mación científica de base a la medida del gran público y en ayuda a las categorías más
expuestas al contagio. Esta exigencia es tanto más apremiante cuanto más lejano se pre-
senta el descubrimiento de una vacuna que pueda proteger de la infección. La exactitud
de esta información, sobre todo la relativa al uso del preservativo, es uno de los temas
que más han suscitado discusiones. Para comprender los términos esenciales del problema
referimos las indicaciones suministradas por una asociación que opera en el campo de la
prevención: "El preservativo es un medio muy eficaz de prevención, a condición de que
sea utilizado de manera correcta y a tiempo. Los contactos entre la mucosa vaginal (o
rectal u oral) y el líquido precoital han de evitarse así como los contactos con el líquido
espermático, en el caso de relaciones con un compañero de sexo masculino
poten-cialmente infectado. En el caso en el cual la potencial portadora de virus sea la
mujer, el preservativo se coloca antes de cualquier contacto entre la mucosa del pene
(meato uretral externo) y las secreciones vaginales potencialmente infectadas. Ha de
colocarse particular atención en no dejar romper el preservativo (antes y durante el
coito), en evitar crear bolas de aire mientras se coloca y, finalmente, en cerciorarse de que el
recipiente esté desinflado, de modo que pueda contener fácilmente el esperma. En el caso
de relaciones anales, ha de considerarse la alta probabilidad de ruptura del preservativo y
por consiguiente la posibilidad no despreciable de contagio en la dirección pasivo infecto -
activo sano y, sobre todo, en la dirección activo infecto - pasivo sano"^
Independientemente de toda consideración moral, se debe tener en cuenta que, si
bien se considera que el preservativo en sí constituye una barrera totalmente eficaz contra
el paso del virus (algo no cierto), son muchas las condiciones para su buen uso^

^ ww.mclink.tt cit.
^ Para una profiíndización sobre el grado de eficacia protectora del preservativo, véase SGRECCIA, E. Manuale di
bioética. Vbl. II, Op. cit., pp. 272-282; AFRIL, K.; KOSTER, R. e SCHREINER, W. "Qual é ii grado eíFettivo di
protezione dall'VIH del profilattico?". En: Medicina e MoraU, 5, 1994, pp. 903-

398
Capítulo XVI: Alcoholismo

Condiciones de buen uso que, en los casos de sujetos alterados por el alcohol o por las
drogas del sábado por la noche, etc., difícilmente se dan.
En definitiva, se puede afirmar que ciertamente el uso del preservativo reduce drásti-
camente el número de contagios, pero no hace seguras todas las relaciones sexuales. En
este contexto se justifican las intervenciones de suministro de jeringas y preservativos a
ios toxicodependientes. Menos justificada es la generalización de la distribución de pre-
servativos en las escuelas, porque esto constituye una distorsión objetiva de la realidad:
estimular la promiscuidad sexual entre los adolescentes puede hacer crecer el número
total de contagios. Si la información no quiere ser reductiva e ideológica debe decir que la
prevención se hace completa sólo con la eliminación de los comportamientos de riesgo.
El desarrollo de una cultura de la prevención implica la adopción por parte del personal
sanitario de normas de práctica clínica más severas, pero ya conocidas porque están en uso
para prevenir los contagios por hepatitis. Aquí no hay problemáticas éticas particulares,
sino las ligadas a la responsabilidad profesional: transfusiones de sangre, el uso de las agujas
en los corredores, el tratamiento de los hemofílicos, etc.
Una particular importancia hay que dar a las transfusiones de sangre, en la perspectiva
de que los centros de transfiísión operen con estándares cualitativos en grado de garantizar
completa seguridad a los donantes y a los receptores. El problema grave que debe
resolverse es el de la no autosuficiencia de las necesidades de sangre, que obliga a importar
hemoderivados de riesgo de países como los Estados Unidos, donde la mayoría de las
muestras recogidas proviene de donantes mercenarios, que comprenden toxicodepen-
dientes y homosexuales.
Concluyamos este apartado con la señalación de algunos textos importantes sobre el
tema del SIDA. A nivel internacional citamos la Declaración de Londres sobre la pre-
vención del SIDA\ Ella testimonia la toma de conciencia de la globalización del problema
SIDA y el proceso de colaboración que se está poniendo en acto entre las autoridades
sanitarias de los diversos países. Entre los puntos importantes del documento recordamos
/a tuteia de ía dignidad íiumana con eí rechazo de discriminar o estigmatizar a los
sero-positivos y a los enfermos de SIDA. La invitación a los medios masivos a colaborar en
la difusión de campañas correctas de información. La movilización de recursos para la
prevención y el cuidado de los sujetos enfermos.
923. Al coro de quienes precipitadamente señalan el preservativo como el remedio seguro contra la infección, no
se une un artículo de Newsweek (11 de agosto de 1987); Contare suipreservativi éflirta-re con la morte. "" Se
trata de una "Declaración" redactada por la cumbre mundial de los ministros de la salud promovida por la OMS
que tuvo lugar en Londres del 26 al 28 de eneto de 1988.

^QO
Introducción a la Bioética

3. Aspectos éticos^

3.1 Solidaridad con los enfermos de SIDA

El SIDA es una de aquellas enfermedades que en la historia ha tomado el carácter de


símbolo del mal mismo que amenaza a la humanidad. Por este motivo es fácil identificar
al enfermo con el mal y reaccionar con miedo y con actitudes marginadoras. Al afrontar
este tema se evita un vínculo precipitado entre comportamiento desviado y castigo
(divino o dti destino), vínculo que en cambio ha sido creado por la opinión pública en
las fases iniciales de la difusión del contagio. La reacción ha sido durísima sobre todo en
relación con las categorías en riesgo: los homosexuales y los toxicodependientes. Algunos
atribuyeron a ellos toda la responsabilidad de la llamada "peste del dos mil", reservando
para ellos el apelativo de personas que hay que perseguir. Dado que en la realidad las
actitudes de marginación, incluso graves, existen, es necesario decir claramente que toda
forma de marginación es éticamente inaceptable, porque viola gravemente el principio de
justicia y de solidaridad hacia los infectados no culpables y hacia los infectados a causa de
sus comportamientos de riesgo: homosexuales, toxicodependientes, prostitutas.
En particular para quien es cristiano hace falta recordar que el vínctilo entre mal y
culpa, que también es afirmado por la doctrina cristiana, es un vínculo complejo y no se
puede culpar de prisa al paciente, tanto más cuando no todos han tenido comportamientos
de riesgo, sino que han contraído la enfermedad en el desarrollo de tareas profesionales o
por nacimiento. Es conocido el pasaje evangélico en el cual Jesús niega todo vínculo entre
enfermedad y pecado: "... ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?
Respondió Jesús: 'Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de
Dios'" (/« 9, 2). La persona del enfermo sigue siendo el valor supremo. Desde un punto de
vista moral, la persona infectada por VIH es ayudada tanto en cuanto enfermo como en
cuanto necesitada de ayuda moral y espiritual. En este sentido es necesario superar las

^ Cf. CATTORINI, E "Srrategie contra l'AIDS. Considerazioni etiche". En: Aggiomamenti Soríali, 4, 1987, pp.
263-282; CICCONE, L. "Aspetti etico-morali del fenómeno deü'AIDS". En: Anime e Corpi, 124, 1986, pp.
H5-I58; SGRECCIA, E. "Problemi etici nel tractamento delI'AÍDS". En: Medicina eMoraíe, 1-2, 1987, pp. 9-28;
LEONE, S. "L'approccio etico ai problemi dell'AIDS". En: Bioética e Cultura, III, 5, 1994, pp. 14-19;
PIUVITERA, A. "Aspetti bioetici neU'infezione da VIH". En: LEONE, S. (dir.). AIDS ' Problemi sanitari, sociali
e morali. Isrimro Siciliano di Bioerics, Armando, Roma, 1995, pp- 35-54.

400
Capítulo XVI: Alcoholismo

reacciones emotivas de miedo y no dejarse llevar por el rechazo inconsciente. El problema


ético puede ser afrontado sólo con la racionalidad y la proximidad del amor.

3.2 Prevención

Por otra parte, teniendo en cuenta que la transmisión está ligada a la sangre y al sexo, se
debe admitir la posibilidad de discutir sobre la responsabilidad de los individuos, aunque
esto no permite criminalizar a los sujetos enfermos o seropositivos. Sobre el tema VIH
las discusiones han asumido un perfil ideológico, que es denunciado. Esto ha surgido
particularmente en relación con las estrategias de prevención. La prevención de esta
enfermedad demanda una revisión global del comportamiento en los temas de sexualidad
y de droga. Tal llamado ha desencadenado una reacción defensiva por parte de quien teme
sobre todo que sea puesto en discusión el modelo inspirado en la hbertad sexual y en
general defiende la absoluta autonomía del sujeto en el campo moral. Esta posición se ha
fortificado sobre el eslogan de sexo seguro para que sea sexo Ubre. La cuestión del pre-
servativo se ha convertido artificiosamente en cuestión del choque entre la moral católica,
por prejuicio considerada represiva, y el modelo cultural liberal radical. Naturalmente, no se
pueden afrontar serenamente los problemas éticos puestos por el VIH en un cuadro de
polémica estéril.
Desde el punto de vista de la metodología ética, hace falta tener un cuadro y una jerar-
quía de valores, no para hacer balances programáticos, sino para servir a la persona, que
constituye el valor central y primario. Ya hemos visto que, para aquellos que continúan
teniendo comportamientos de riesgo, el uso del preservativo reduce la posibilidad de con-
tagio, pero dicho esto no se ha dicho todo, aun desde el punto de vista de la prevención,
que sería eficaz si se redujesen o eliminasen los comportamientos de riesgo.
Bajo este aspecto, toma particular importancia el tema de la educación sexual Una lec-
tura antropológicamente correcta de la dimensión sexual de la persona humana tendría
mucho que reprochar al liberalismo sexual absoluto. Una mayor atención a la verdad ins-
crita en la sexualidad humana conduciría a comportamientos más humanizantes y, para
ulterior consecuencia benéfica, a la reducción del riesgo de infección^. Por consiguiente,
queda superada la antinomia entre búsqueda de la salud y búsqueda de la moralidad. La
jerarquía de los valores correctamente aplicada nos dice que la conducta moral ya es un
bien por sí mismo y es un bien superior a la salud. El bien ha de amarse por sí mismo y

Véase el capitulo sobre el significado de la sexualidad humana.

401
Introducción a la Bioética

no como elemento de represión o de profilaxis (según una visión moralista-represiva de la


moral misma). Por otra parte, es verdad que la conducta moral correcta tiene un reflejo
positivo también sobre la salud y, por lo tanto, existe también una dimensión ética de la
salud (por ejemplo, un amor monogámico, una alimentación correcta).
Otro punto sobre el cual trabajar para la prevención es la difusión de jeringas
monou-so. Es una astucia necesaria, pero parcialmente eficaz a causa de la ritualidad del
"agujero" y de la escasa preocupación del toxicodependíente por la salud ajena. Aun en este
caso, la prevención más significativa se encuentra aguas arriba en el compromiso de la
sociedad de prevenir la "demanda de droga", contrastando por consiguiente la idea de una
inconsistente "libertad de drogarse".

3-3 Deberes del personal de salud^

El problema ha sido planteado por los odontólogos y los médicos de las entidades
privadas, porque los médicos del servicio público no pueden rechazar la asistencia a los
pacientes afectados por cualquier patología. Desde el punto de vista ético, el personal no
puede sustraerse a la obligación de prestar los cuidados, en primer lugar porque la
deon-tología ética prohibe la discriminación entre los pacientes y en segundo lugar porque
existen precauciones suficientes para defenderse del contagio y tales precauciones no son
más onerosas que las propias de otras enfermedades como la hepatitis B.
La obligatoriedad de los cuidados no está claramente afirmada en los códigos
deon-tológicos de los médicos, los cuales, en algunas versiones, prescriben que la
obligación esté vigente sólo en caso de inmediato peligro de la vida. El rechazo de los
profesionales libres y de los odontólogos estaría avalado porque no es su caso prestar
ayuda en condiciones de peligro de la vida.
Desde el punto de vista moral, la obligación existe, por la relación de confiabilidad
médico-paciente, porque el médico ha adquirido sus competencias con la ayuda de la
sociedad y por el juramento médico.
Naturalmente, las intervenciones deben ser valoradas a la luz de las posibilidades ope-
rativas efectivas y sin correr riesgos inútiles.

' Cf. SPAGNOLO, A. "Obbligazioni etiche di fronte al maíaro di AIDS in fase terminaJe". En: SGRECCIA E.;
MELLE, V. e Di PIETRO, M. L. L'assistenza al morente. Vita e Pensiero, Milán, 1994, pp. 487-494.

402
Capítulo XVI: AJcoholismo

3.4 Cuidados paliativos y experimentación

Actualmente, la enfermedad puede ser sólo hecha más lenta, por lo cual se llega a la
fase terminal. Pero mucho se puede hacer sobre el plano de la asistencia, de la "paliación"
y del acompañamiento de estos enfermos.
Se rechaza tanto la tentación de eutanasia como el encarnizamiento terapéutico, mien-
tras se da el apoyo a la medicina paliativa, en la cual asume particular importancia la terapia
del dolor. La comunicación de la verdad al paciente de la manera correcta no puede faltar
y como tampoco la asistencia humana y religiosa.

3.5 Lucha contra la discriminación

La vida social del portador sano deberá ser garantizada ai máximo, mientras que el
enfermo deberá ser cuidado en los centros especializados, pero sin considerarlo un "con-
tagioso". De hecho, la discriminación se da en forma baja; en la escuela y en los puestos de
trabajo. Falta aún una información adecuada que permita a los ciudadanos comunes
liberarse del miedo y aceptar serenamente a las personas seropositivas.

3.6 Derecho a la reserva

Ai respecto, se resuelve la antinomia entre bien personal y bien social. Si se mira sólo el
bien social, se corre el riesgo de reprimir a la persona y sus derechos, sometiéndola a cons-
tricciones contrarias a su dignidad (por ejemplo, marginando al seropositivo). Si se mira
sólo el bien y h autonomía personal, se podría impedir cualquier medida de protección
del bien común. El equilibrio está en reforzar en los individuos particulares la
responsabi-hdad social, por la cual la persona misma se empeña en salvaguardar el bien
social. Como aplicación de este equilibrio, se tiende a repensar de modo crítico el principio
de autonomía y de reserva del paciente en el ámbito de la asistencia sanitaria, recuperando
en cambio el principio de responsabilidad. En el pasado había una excesiva tméa de la
reserva, pero hoy que los enfermos viven más tiempo y pueden infectar más, se abre el
espacio a la necesidad de conocer el estado infectivo con el fin de proteger los intereses
comunes. Todo ciudadano es responsable de la propia salud y de la salud de los demás. Por
eso es una obligación grave evitar comportamientos de riesgo, que es además el medio
adecuado para prevenir y derrotar la enfermedad.

403
Introducción a la Bioética

También ei sujeto seropositivo tiene sus deberes. Si aún se está en duda sobre la con-
dición de contagiado, debe comportarse como si lo estuviese. Quien está seguro de tener la
infección debe avisar a las personas que ha puesto en riesgo y que puede poner en riesgo
(compañero, toxicodependientes, médicos). Deberá asumir comportamientos respon-
sables y favorecer la información de la autoridad.
Las estructuras sociales territoriales deberán dar todo el apoyo a las familias que tienen
un miembro infectado por VIH. El papel de las femilias es valorado no como simple
apoyo, sino como lugar de real e inteligente recuperación del sujeto enfermo y de su plena
responsabilizad ón.
Hechas estas premisas, es necesario reconsiderar el tema del secreto profesional.
Ha sido un argumento crítico por una serie de motivos: por primera vez el secreto
profesional ha sido puesto en crisis por la peligrosidad y el carácter latente de la infec-
ción; se ha creado un corSxcto entre los principios éticos y ha sido difícil traducirlos a la
práctica; el tema del secreto profesional ha estresado el tema más general de la relación
médico-paciente.
Algunas preguntas ayudan a entender la problemática: ¿el médico tiene un deber de
beneficialidad sólo hacia el paciente o también hacia la sociedad? ¿La observancia rigurosa
del secreto profesional puede hacer correr serios peligros de vida a otras personas?
La gravedad de la enfermedad y su actual no curabilidad han llevado a relativizar el
secreto profesional y a ampliar las posibilidades en las cuales es legítimo comunicar un
conocimiento a terceros.
Desde el punto de vista moral, la derogación del secreto es lícita y encuentra funda-
mento en el principio de justicia, a saber, en la necesidad de evitar un daño injusto a un
tercero inocente y a sí mismo, en cuanto que el beneficiario del secreto representa un
injusto agresor.
Desde el punto de vista jurídico, no hay normas específicas que permitan la deroga-
ción del secreto profesional, pero se puede entrar en la previsión del llamado estado de
necesidad^
Condiciones éticas para la revelación siguen siendo sin embargo las siguientes:

^ Cf. BoRONi, V. "Infezione da VIH e segrecezza professionaíe". En: Medicina e MoraU, 3, 1991, pp. 417-444.
^ Una sentencia reciente de! Garante de la privacidad italiano confirmó esta orientación y autorizó la revelación
de daros relativos a las condiciones de salud que podían constituir grave peligro para terceros,

404
Capítulo XVI: Alcoholismo

• Sólo para tutelar la vida de terceros.


• Que el médico haya hecho de todo para convencer al paciente a revelar autónoma-
mente el secreto.
• Que no haya otro modo de tutelar la salud de terceros.
• Que el médico adopte todas las cautelas posibles.
• Que el médico o la estructura social se comprometan a suministrar asistencia psico-
lógica al informado.
• Que no se revele más de cuanto sea necesario con fines de la incolumidad de los
terceros.
• Que el destinatario de la comunicación sea el cónyuge o el socio desconocedor que
convive.

3.7 Exploración y consentimiento de la prueba para el VIH

Ei problema ético nace del contraste entre el principio de autonomía y respeto de la


hbertad personal y el principio de la tutela de la salud y de la vida en la población sana.
La ley 135 de 1990, art. 5 y 6, prevé el consentimiento válido, con fines de la ejecu-
ción de la prueba, y esto con mayor rigor respecto a los otros tratamientos sanitarios.
Con esto se confirma una norma general, pero también se resalta que sólo con el con-
sentimiento informado y con la responsabilización del sujeto se puede tutelar mejor su
salud y la de los demás.
¿Se puede dero^r la necesidad del consentimiento en hipótesis particulares?
En la práctica se habla de necesidad clínica y con fi^cuencía se ha procedido sin con-
sentimiento. Pero éticamente se puede derogar el consentimiento porque frente a la
paro-logia del SIDA no parece sostenible un derecho a no saber.
La sentencia de la Corte Constitucional 218 de 1994 ha declarado ilegítimos los incisos
tercero y quinto del art. 5 de la ley 135 de 1990 (que prohiben la prueba sin consen-
timiento), juzgando legítima la petición de los exámenes si son necesarios para la tutela de
la salud de terceros. La corte ha establecido que la petición puede ser hecha no por todos,
sino sólo por aquellos que están en particulares posiciones laborales y ias pruebas se
deben limitar a las patologías peh^osas.
Las pruebas para personas que se van a casar deberían ser hechas espontáneamente.
En conclusión, la prueba puede ser correctamente impuesta a las cat^orías en riesgo
(toxicodependientes, prostitutas, homosexuales), a los sujetos que no demuestran respeto
por la salud ajena.

405
Introducción a la Bioética

Fuera de estas condiciones parece muy útil estimular a ios sujetos a hacer espontánea-
mente ía prueba, porque esta es la base para una colaboración en la sucesiva terapia y en
los comportamientos que hay que tener. En este contexto adquiere particular importan-
cia el servicio de consejería psicológica.

3.8 Campañas informativas

Las medidas están relacionadas con los comportamientos de riesgo e implican infor-
mación y educación. Sobre estos temas se ha registrado una polémica más bien intensa.
La prevención de la enfermedad se liga a la percepción de los valores - antivaiores que
están conectados con los comportamientos de riesgo. Las campañas de información no
son neutras, sino que expresan un juicio de valor.
La insistencia sobre la necesidad del preservativo ha dejado en la sombra la necesaria
reproposición de valores acerca de la sexualidad humana.
También la posición médico epidemiológica que se dirige al uso de la jeringa limpia
y del preservativo contribuye a dejar en segundo plano el discurso ético-educativo. El
epidemiólogo se contenta con las medidas adoptadas si reducen significativamente una
enfermedad, y esto es compartible. Pero la cuestión es no limitarse a un solo enfoque. Se
sabe que el enfoque epidemiológico no resuelve el problema el ciento por ciento, sino
que lo reduce fuertemente, reduce los porcentajes de contagio, que son los que cuentan
en este tipo de enfoque del problema.
Aquí se observa que no todos los toxicodependientes quieren usar la aguja limpia y
que la falsa seguridad del preservativo podría aumentar los comportamientos de riesgo.
Queda el hecho de que tampoco se piensa en las posibles formas de contraste de los com-
portamientos desordenados.

3.9 Formación ética del personal de salud'"

Para los operadores sociales se insiste más específicamente en los aspectos concernien-
tes a la lucha contra la discriminación, en la asistencia a los enfermos terminales, a las
familias que tienen un miembro portador de infección, a las mujeres en embarazo.

'" Cf. CATORINI, P. (dir.). AIDS e bioética. Materiaii e linee per la formazione del personale di assisrenza
sanitaria. Istimco Scientifico H. San RafFaele, Europa Scienze Umane Edicrice, Milán, 1992.

406
Capiculo XVI: Alcoholismo

Para los agentes de salud el primer aspecto ético que ha de tenerse en cuenta es la
persona.
En segundo lugar, son legítimas las indicaciones para la reducción del daño.
En tercer lugar, no deben faltar las ayudas que permitan la recuperación de los valores
de la persona.
CAPÍTULO XVIII PATOLOGÍAS

DEL DEPORTE: EL "DOPAJE"

1. Informaciones generales sobre el dopaje deportivo

El término indica el uso de sustancias que, ai elevar las capacidades energéticas de!
organismo, permiten obtener rendimientos deportivos más elevados. Innumerables seña-
les indican un crecimiento preocupante del fenómeno entre los atletas de todas las edades
Y de todas las categorías'. Esto suscita mucha alarma tanto por la salud de los deportistas
como por la falsificación de los resultados de las competiciones, que niega los significados
positivos del deporte (la preparación atlética bien conducida, el compromiso personal
sustancial de coraje y perseverancia), para hacerles asumir una dimensión exclusiva de
éxito publicitario y económico.
Motivo de ulterior alarma es el peso deseducativo que la práctica del dopaje tiene en el
nuevo reclutamiento de jóvenes atletas, los cuales son impulsados a considerar normal la
desíealtad hacia los otros compañeros, a poner en peligro la propia salud con tal de obtener
un resultado que los haga surgir. La única preocupación de muchos dirigentes es la de
evitar ser descubiertos y castigados por haber tratado de impulsar con medios ilícitos a
los aderas al máximo rendimiento.
Añádase a esto la convicción, no confirmada por la ciencia, de que el uso de fármacos
y de técnicas como la autohemotransfusión (se trata de extraer una cierta cantidad de
sangre del sujeto, de la cual se extraen los glóbulos rojos, para reintroduciríos en el
' Resulta significativa, al respecto la provocación aparecida en el mes de mayo de 2000 en el "International
HeraJd Ttibune" de tener dos olimpiadas paralelas: una para los atletas puros y una para los atletas "dopados".
Los laboratorios de todo el mundo se encargan de confirmar la persistencia y el incremento de la práctica del
dopaje, no obstante, los controles regulares.
Capítulo XVIII: Patologías del deporte: el "dopaje"

mismo sujeto tres o cuatro semanas antes de la competición) puedan hacer obtener resul-
tados extraordinarios y la minimización de ios efectos negativos que el uso de fármacos
en dosis altas y por largo tiempo puede implicar.

Definición del dopaje

Se trata de un problema de no fácil solución por la continua evolución de las sustan-


cias y de los métodos que se pueden usar para aumentar ios rendimientos físicos.
En ios últimos años se ha abandonado la vieja definición basada en el uso de un cierto
número de sustancias y en algunos métodos- contenidos en listas predispuestas por las
autoridades deportivas de varios países. El dopaje era confirmado con base en el uso de
sustancias contenidas en estas listas o en relación con la aplicación de los métodos que
ellos prohibían.
Estos listados permanecen aún en vigor y están sujetos a continuas actualizaciones,
pero no pueden constituir un criterio válido: los listados son siempre incompletos, ellos
mismos terminan por señalar a los atletas qué sustancias usar, pero sobre todo tienen el
inconveniente de impedir el uso de estas sustancias al deportista que tuviese necesidad de
ellas por fin terapéutico o equilibrador. En este caso, evidentemente, no se comete reato
de dopaje, pero el criterio del'listado implicaría igualmente una sanción.
Un nuevo criterio para definir el dopaje debe estar basado en dos elementos fundamen-
tales: "1) la utilización en el adeta sano de intervenciones farmacológicas (comprendidas
las hematóiogas, endocrínólogas, etc.) en ausencia de una necesidad terapéutica; 2) el
intento de cometer un dolo para mejorar los resultados deportivos fuera de la adaptación
biofisiológica inducida por el entrenamiento"^. La ilicitud del dopaje prescinde, por con-
siguiente, de la necesidad de listas de fármacos dopaje, debiéndose considerar prohibido
el uso de cualquier sustancia, a no ser por motivos terapéuticos comprobados.

2
Las sustancias y ios métodos son generalmente divididos en tres ciases: en ia primera se encuentran (as
sustancias dopantes (sustancias estimulantes, sustancias de acción anaigésico-narcóiica, sustancias
ana-bolizantes, betabloqueantes y diuréticos), en la segunda se encuentran los métodos dopantes {dosis san-
guínea y manipulaciones farmacológicas, químicas y físicas), en la tercera clase se encuentran sustancias no
prohibidas, pero con limitaciones de uso (alcohol, anestéticos locales, corticoesteroides). DocuMENTAzioNE
PER LE CoMMissiONi PARLAMENTARI. Camera del Deputati. Servizio studi, X Legislatura. Ildoping:
caratteristiche epossibÜita di contrallo. Enero de 1989, doc. n. 230, p. 4.

409
Introducción a la Bioética

Peligros para la salud de los atletas

Los riesgos que el dopaje imphca para la salud han sido confirmados desde hace tiempo.
El mundo médico-científico está de acuerdo en afirmar que la práctica del dopaje puede
tener efectos dañosos, incluso de gravedad, en la salud del hombre. Estas certezas cientí-
ficas han encontrado confirmación fidedigna jurídico-legislativa en la Recomendación n.
19 (1984) del Consejo de Europa, cuyo Alegato II enumera detalladamente los riesgos
conectados con el uso de las diversas sustancias y técnicas de dopaje.
Las sustancias anfetamínicas pueden generar formas de sobreexcitación, insomnio,
taquicardia, hipertensión, vértigos, temblores, pérdida de peso, trastornos mentales con
delirios, dependencia, ocultamiento del cansancio fisiológico, muerte por colapso (caso
extremo que se verifica con la concomitante presencia de calor intenso y de esfijerzo
excesivo).
Las sustancias cortisónicas tienen como posibles efectos la úlcera gastroduodenal, los
edemas, el riesgo de diabetes, la facilidad de fracturas, el aumento de la masa muscular,
algunos trastornos mentales, dificultad en la cicatrización de las heridas, aparición de
enfermedades virales, insuficiencia renal.
Los anabolizantes hormonales o andrógenos (el más conocido es la testosterona) pue-
den provocar edemas, alteraciones de las funciones hepáticas, laceración imprevista de los
tendones, detención del crecimiento en atletas jóvenes, problemas de los huesos, agresi-
vidad, posibilidad de tumores y, según algunos, también enfermedades cardiacas deriva-
das de la disminución del factor HDL, que desarrolla una fiínción protectora en relación
con las arterias.
Para los atletas masculinos se da el riesgo de azoospermía (la producción espermática
se bloquea porque la presencia de hormonas en cantidad superior a la ordinaria engaña la
hipófisis, por lo cual ésta suspende la producción de las hormonas aptas para estimular
los testículos), disminución del volumen de los testículos, impotencia, trastornos en la
próstata, posible calvicie y crecimiento anormal de las tetillas (ginecomastia). En las
mujeres es posible notar un aumento de la vellosidad, cambios en el tono de la voz, irre-
gularidad en el ciclo menstrual.
Las patologías más graves que pueden ser provocadas por el uso prolongado de los
andrógenos son ciertamente las neoplasias hepáricas, pero a cargo del hígado también hay
lesiones causadas por acumulación de bilirrubina (ictero colostático).
Deja particular preocupación la práctica de la autohemottansfusión que, a pesar de
ser considerada práctica dopante, es de difícil observación y por eso atrae a muchos atletas,
que sobre todo la consideran desprovista de riesgos.

410
Capítulo XVIII: Patologías del deporte: el "dopaje"

2. Iniciativas legislativas antidopaje

A propósito del personal de salud y en particular de los médicos, hace falta recordar
que el Código de ética deportiva del Comité Olímpico Internacional y la Federación
Internacional de Medicina Deportiva no permiten en ningún caso justificar moralmen-te
a los médicos que aceptan dopar atletas e invitan a no usar el secreto profesional como
pretexto para proteger a un atleta que hace uso de sustancias y mucho menos para sacar
provecho económico de esta situación.
A nivel internacional se suceden con una cierta frecuencia las declaraciones antidopa-je,
señal de una mayor sensibihdad hacia este grave problema, pero también indicador de que
la práctica del dopaje sigue siendo de amplísimas proporciones y que la lucha contra el
dopaje es una batalla que nunca concluye, porque de los nuevos controles se trata de huir
con nuevas técnicas.
Queremos citar sólo la reciente declaración de Lausana sobre el dopaje deportivo^
Puntos principales de la Declaración son eí compromiso educativo que hay que desarrollar
entre los atletas jóvenes, entre los entrenadores y entre los dirigentes deportivos acerca de la
absoluta negatividad del dopaje, la colaboración con los medios masivos, la consti-rución
de una Agencia internacional antidopaje independiente, que ya se hizo plenamente
operativa desde los juegos de la XXVII Olimpiada, en Sydney en el año 2000. Entre las
funciones más importantes de la Agencia están las campañas educativas, el incremento de
controles también fuera de las competiciones la bomogeneización de los criterios de
valoración de los análisis de laboratorio.

3. Valoración ética

Ya hemos visto cuáles efectos negativos puede tener la práctica del dopaje para la salud
de los aderas. Si la defensa de la salud tiene ya una importancia ética fundamental, se
puede preguntar si hay otros motivos para considerar ilícito el dopaje. La respuesta es sin
más positiva: además de la defensa de la salud, se viola la lealtad, que es una regla funda-
mental del deporte, se obliga a los otros atletas a hacer uso de las mismas sustancias para

La Deciaración es del 4 de febrero de 1999 y se encuentra en el sitio web del Comité Olímpico Internacional,

411
Incroducción a la Bioética

permanecer competitivos, se hace depender el éxito de causas externas y no de la buena


preparación atlética^.
En cuanto a la salud, hemos dicho que sobre todo el uso de los esteroides
anabolizan-tes es gravemente riesgoso, pero peligros vienen del uso de todas las
sustancias.
Se trata de un riesgo añadido al que implica la práctica deportiva por sí misma y de
ninguna manera necesario; mientras que en el normal riesgo deportivo hay una razón
proporcionada dada por la belleza del deporte, por los beneficios que trae a la misma
salud, por la promoción de valores personales y sociales importantes, el riesgo introducido
por el uso del dopaje no es esencial a. la actividad deportiva, es elevado y es InconUo-lable,
en el sentido de que los efectos negativos pueden ser graves y presentarse incluso después
de mucho tiempo.
La práctica del dopaje viola la regla de la lealtad que está en la base de las competicio-
nes deportivas. En cuanto que está fiíndado sobre la leal competición, el deporte es escuela
de lealtad; al violar la lealtad, se destruye el fundamento, se ocasiona un daño mortal a la
práctica deportiva, la cual se convierte en ocasión para hacer otra cosa, a saber, para
alcanzar notoriedad y dinero.
El deportista que se dopa se coloca en condición de ventaja deshonesta en relación con
los otros. Introduce en las relaciones con los compañeros, con los adversarios, un clima de
mentira. De tal manera también el depone, una de las actividades más gratuitas del hom-
bre, la que expresa su dimensión de homo luden^, es reducida al rango de instrumento
utihrarista, con grave empobrecimiento también de las relaciones interhumanas.
El dopaje tiene la perversa capacidad de generar un círculo vicioso, en cuanto que
son pocos los adetas que aceptan competir "limpios", sabiendo que parten con desven-
taja. Incluso los adetas que espontáneamente no recurrirían al dopaje, si éste no es ade-
cuadamente combatido y sancionado, tratan de encontrar iguales condiciones de partida,
haciendo a su vez uso de sustancias dopantes.
Los atletas correctos, en cuanto hombres, pueden sufrir la condición de impotencia y
de victimización, porque tienen la sensación de que su vida depende de las opciones que
hacen los otros y de factores extraños a sí mismos. Por consiguiente, el dopaje debe ser
combatido sobre en plano legislativo, educativo, aun con mayor intensidad precisamente
por esta su característica de autodifusión.

^ Cf. YESALIS, C. E. (dir.). Anabotic steroids in sport and exerdse. Human Kinerics Publishers, Champuign,
1993. * Cf. HuiziNGA, J. Homo ludens. Turín,
1973.

412
Capítulo XVIII: Pacoiogías del deporte: el "dopaje"

Finalmente, el dopaje va contra la esencia del deporte, que es la expresión de un creci-


miento metódico, inteligente, perseverante de las habilidades naturales del hombre'. Es a
través del deporte que las capacidades personales deben ser puestas en juego, dando una
importante batalla, que es ante todo contra sí mismos: lucha para vencer la fatiga física y
la tentación de abandonar, lucha por dominar el ansia, lucha por recuperarse frente a los
fracasos, lucha para mantener la paciencia en espera de los resultados y, finalmente, la
lucha más importante, la que conduce a aceptar los propíos límites. Es evidente que eí
recurso al dopaje nada tiene que ver con la promoción del hombre-adeta, que es eí resul-
tado del deporte auténtico.

Para concluir

El llamado a los principios éticos que se encuentra en rodas las declaraciones antido-
paje tiene algo de obligatorio, pero también algo de retórico, porque se hace cada vez más
difícil precisar cuáles son los valores éticos que animan la actividad deportiva.
Es indudable que los intereses económicos que se mueven en torno a las competiciones
deportivas tienden a asimilar el deporte al normal mercado económico, en el cual se
esfuerzan por producir objetos cada día más competitivos. En esta línea el atleta es
con-sidetado un producto que debe rendir más que ottos. ¿Pero, podemos aceptar esta
reducción del atleta a objeto?
Esta tendencia cosificadora del cuerpo humano es reforzada por la cultura narcisista,
ya prevaleciente en nuestras sociedades avanzadas. Tal cultura es propia de quien se siente
amenazado y casi oprimido por la incertidumbre del hituro y quiere realizar sus deseos de
inmediato, alcanzando los mejores resultados en el menor tiempo posible^ La repercusión
de la cultura narcisista sobre la ética es la de hacer volver bueno todo lo que es posible y
deseable. Todo se hace posible, aunque se trate de modificar el cuerpo del hombre: de aquí
el uso del dopaje como hecho ordinario o la concepción del deporte como actividad
puramente profesional para obtener resultados técnico-económicos.
Es urgente recuperar el compromiso educativo que Heve a la afirmación efectiva de la
primacía del hombre y de su cuerpo, que no puede ser considerado un objeto entre los
otros objetos, con la única diferencia de que es el más cercano entre todos. El hombre es
sujeto corporal, no sujeto que posee un cuerpo; todo lo que viola el cuerpo del hombre
viola su personalidad.
' BouET, M. Signifcation du sport. hÁ. UnJversi taires, París, 1968. *
Cf. LASCH, C, La cultura del narcisismo. Milán, 1981.

413
Introducción a la Bioética

El deporte es actividad de reapropiación del cuerpo, es decir, de integración del cuerpo


en un proyecto humano de juego, de creatividad, de expresividad, de libertad, de paz, de
búsqueda de relaciones interpersonales acogedoras y estimulantes. Los valores éticos se
proponen con la conciencia de que son los presupuestos de una buena práctica deportiva.
No es el deporte de que espontáneamente dará origen a valores éticos'.

MiETH, D. "Etica delio sport". En: Conciíium, 5, 19S9, pp. 108-121.

414
CAPÍTULO XDC

SUICIDIO JUVENIL

El tema del suicidio juvenil merece ser tratado tanto por la objetiva gravedad del fenó-
meno, que toca a un número no despreciable de jóvenes, como por los interrogantes que
plantea a toda la sociedad, en particular la pregunta sobre la calidad de la acogida que ella
ofrece a los jóvenes que se asoman a la misma.
El aumento del intento de suicidio en edad evolutiva que se registra en todos los países
industrializados ha hecho de él un problema de importancia primaria, tanto que desde 1989
es considerado en los Estados Unidos un problema nacional de salud mental'. El suicidio
juvenil pide una reflexión más atenta sobre el tema general del "malestar" de los jóvenes en
nuestra sociedad, malestar que ha de entenderse no de modo sectorial, como fenómeno
concerniente a algunos sujetos particularmente desventajados, sino como fenómeno que
afecta a la generalidad de los jóvenes, los cuales tienen dificultades objetivas para pasar al
estado de adulto.
A esta dificultad mayor y generalizada de construcción de Ja propia identidad se añade
también una aceptación más fácil de la idea del suicidio. Están difundidos en los com-
portamientos juveniles los llamados equivalentes suicidas: los muertos por sobredosis de
heroína, los áesaííos en carreras en las auropistas, el juego de levantarse de los rieles justo a
tiempo para no ser arrollados por el tren, etc. En estos casos no se quiere directamente
morir, pero se intenta desafiar la muerte. Es innegable, sin embargo, que en este desafío
está presente una fuerte carga de autodestrucrividad, que constituye un humus para una
aceptación más fácil de la idea del suicidio.
' Cf. RiGON, G. e PoGGiOLi, D. G. "Suicidio e tentato suicidio neU'infanzia e neü'adolescenza. Commenti alia
piü recente lecteratura". En: [mago, 2, 1997, pp. 141-166; BLUMENTAL, S. J. "Youth suicide: rísk factors,
assessment and tteaiment of adolescent and young adult suicidal patients". En: Psych. Clin, of Nonh America,
13, 1990, pp. 511-356.
Introducción a k Bioética

1. Datos estadísticos^

Para tener una idea de la importancia del fenómeno, antepondremos algunas informa-
ciones estadísticas sobre el número de suicidios y de intentos de suicidio llevados a cabo
en estos últimos años, con la advertencia de que tales informaciones ayudan a identificar
situaciones particulares de riesgo, pero no deben impedir por exceso de generalización un
enfoque clínico original de la personalidad del joven con tendencias suicidas.
Según los datos estadísticos de los Estados Unidos, el fenómeno está en fuerte cre-
cimiento: la tasa específica de suicidio^ en 1950 entre jóvenes de ia franja de edad 14-24
en los Estados Unidos era de 4,5 por 100.000, mientras que en el mismo grupo, en
1990, ella se había triplicado alcanzando 13,2 por 100.000. Más en particular, en lo que
se refiere al intento de suicidio, de investigaciones a través de auto-informe, se sacan por
centajes para los adolescentes comprendidos entre el 7 y el 9%. Estos datos son confir
mados por cuanto ha señalado el estadunidense Center for Desease Control and Prevention,
que indica cómo más del 8% de los estudiantes de la escuela media superior han llevado
a cabo un intento de suicidio y cómo el 2% ha pedido cuidados médicos para remediar
daños sufridos en el intento.
En la literatura norteamericana son bastante numerosas las investigaciones dirigidas a
los adolescentes de edad superior a los 15 años, mientras que permanece en la sombra el
fenómeno en cuanto concierne a los niños de edad inferior. Las pocas investigaciones rea-
lizadas resaltan lo alto que es el porcentaje no sólo de intentos de suicidio, sino también
de suicidios en esta franja de edad que son registrados como accidentes. En el curso de
1991, nada menos que 266 niños entre los 4 y los 14 años se suicidaron en los Estados
Unidos. Esto refleja una tasa específica de suicidio para la edad considerada de 0,7 por
100.000 y representa para el mismo grupo de edad ia séptima causa de muerte; para la
misma franja de edad el intento de suicidio es aproximadamente 4 veces superior.
Estos datos de proveniencia estadunidense y relativos a los niños y preadolescentes
son dramáticos. Las investigaciones conducidas en los países europeos registran tasas de
suicidio y de intento de suicidio claramente inferiores, pero confirman la gravedad del
fenómeno.

^ FlsCHER, P. Facts about adolescent suicide: a review of national mortality statistics and recent research.
National resources center for youth service, 1991, pp. 3-32. ^ Cf. DuRKHEiM, E. Le suicide. Alean, París,
1897- En esta obra fundamental de Durkheím, entre otras
cosas, elaboró el concepto de rasa de suicidio, entendida como la relación entre número de suicidios
en un año y población total.

416
Capitulo XIX: Suicidio juvenil

Para algunos países europeos se señala la investigación* epidemiológica conducida por


la OMS con el fin de elaborar una metodología de investigación común a los diversos
países, de establecer una definición de intento de suicidio, de proporcionar una aprecia-
ción digna de consideración del número de los intentos de suicidio, de estudiar durante
un año un grupo de personas que han intentado el suicidio, con el fin de definir estra-
tegias de prevención.
La definición de intento de suicidio propuesta por el estudio de la OMS es la siguiente:
"El intento de suicidio se entiende como un acto que no tiene resultado fatal, en el cual el
individuo o deliberadamente lleva a cabo un acto no habitual que, sin la intervención de
otros, le habría causado un daño, o dehberadamente ingiere una sustancia en exceso
respecto a la dosis generalmente reconocida como terapéutica, la cual, según lo deseado
por el individuo mismo, debería procurar graves daños a su salud".
En Colombia, entre 1991 y 2005, los suicidios aumentaron el 195 por ciento, al pasar
de 605 casos anuales a 1.786. En el año 1999 las necropsias por suicidio alcanzaron un
máximo crecimiento de 245 por ciento respecto al año base de referencia. En el período
analizado el número de habitantes aumentó 28,3 por ciento, lo que significa que los sui-
cidios crecieron nueve veces más rápido que el poblacional. El crecimiento en el número
de suicidios tiende a concentrarse en edades más tempranas.
Las investigaciones epidemiológicas sobre el fenómeno del suicidio son importantes
no sólo para tener una valoración cuantitativa del fenómeno, sino también para la des-
cripción de los diversos factores sociales que pueden constituir las premisas para la cons-
trucción de modelos de interpretación. Tales modelos deberían ayudar a identificar las
características representativas de aquellos jóvenes que han manifestado propósitos suici-
das o que han intentado quitarse la vida o que lo han logrado.
En realidad, las investigaciones han puesto en evidencia qué difícil es identificar
factores predictivos creíbles para el suicidio de los jóvenes. Los factores generalmente
examinados son edad y género, estado socio-económico, factores psiquiátricos y
psicoló-gico-emocionales, entre los cuales depresión, ansia, pérdida de esperanza,
trastornos del comportamiento como desobediencia e impulsividad, autolesionismo y
abuso de estupefacientes, y la interacción entre estos factores.
También se han estudiado abundantemente las relaciones interpersonales: modelos
familiares, las crisis de pareja de los padres, la relación con los coetáneos, el rendimien-

^ CREPET, E y otros. "Epidemiologia del tentato suicidio. Primi risultati della ricerca muldcenfrica europea
dell'OMS". En: Riv. Sper. Freniatr. Vol. CXV, n. 3, 1991, pp. 362-371.

417
Introducción a la Bioética

to escolar, la pertenencia a minorías étnicas y condiciones extremas como la cárcel y el


abuso físico y sexual.
Los factores de riesgo son diversamente interpretados por los autores. Por ejemplo,
Crepet^ habla de factores predisponentes y precipitantes, mientras que Orbach* prefiere
hablar de "circunstancias de vida" en las cuales el sujeto llega a encontrarse. Lo que se
quiere entender con estas distinciones es el peso que las circunstancias externas tienen en
llevar al sujeto hacia el intento de suicidio. Se trata de ver si los factores citados tienen un
peso real en la conducta suicida o si el suicidio no se puede imaginar sin una patología
psiquiátrica subyacente y grave.

2. Factores de riesgo

La literatura que se ocupa del suicidio juvenil pone de relieve que los factores de riesgo
del suicidio juvenil son notablemente diversos de las causas que llevan a los adultos al
suicidio. En el caso de los adultos, dejando a un lado las causas ligadas a verdaderas y
propias enfermedades mentales, las motivaciones prevalecientes son las ligadas a la activi-
dad profesional o a la económica, a las relaciones de pareja, a la reputación comprometida
por algún grave error comportamental y, finalmente, al descubrimiento de enfermedades
incurables.
En el caso de ios adolescentes y de los jóvenes, una particular importancia, en la
génesis de los desequilibrios existenciales, la asumen la familia (cuyo papel es tanto más
importante en la génesis del suicidio cuanto más joven es el suicida), la influencia del
grupo de coetáneos, el contexto social en el cual se vive, la influencia de los medios masi-
vos, el rendimiento escolar. Otras causas muy relevantes son las relativas a la personalidad
misma del adolescente, a su concepción de la vida, a la relación con su cuerpo, a la idea de
la libertad, al sentido del trabajo. Se comprende fácilmente cómo los dos tipos de causas
están estrechamente ligados y no se deben sobrevalorar factores particulares en la
valoración del riesgo suicida.
Un elemento que no hay que despreciar en la identificación de las causas que llevan al
suicidio es el nuevo modo de percibir la muerte que se difunde entre las nuevas generacio-
nes. Según una reciente investigación, las formas de malestar extremo como toxicodepen-

^ CREPET, E Le dimensioni del vuoto. I giovani e il suicidio. Milán: Felrrinelli, 1994. ^


ORBACH, I. Bambini che non vogliono vivere. Giunti, Florencia, 1991.

418
Capiculo XIXi Suicidio juvenil

dencia, suicidios e intentos de suicidio, y la anorexia, además de estar connotados por la


destrucción hacia sí mismos, están sobre todo caracterizados (y ésta es la novedad desde el
punto de vista científico) por la falta de percepción de la muerte, del riesgo y del futuro:
"Se consume droga, se vomita a continuación, pero sin tener la conciencia de la peligro-
sidad que esto implica. Y todo es vivido como una experimentación no problemática. El
joven entra en contacto con el riesgo, reconociéndole no tanto un significado de
trasgre-sión o de rebelión, cuanto un elemento de agregación y construcción de
identidad"'.
Para los jóvenes con fuertes malestares la muerte es un concepto sólo lingüísticamente
claro, pero no lo es tanto emotivamente, y por eso no se tiene miedo de morir. Se realiza
así a gran escala lo que usualmente sucede en presencia de patologías particulares que
afectan a los niños y a los adolescentes con conductas suicidas.
La comprensión del "concepto de muerte" -definido como el cese de todas las funcio-
nes vitales, condición irreversible, inevitable y universal- es un proceso lento y gradual,
que inicia en torno a los tres años y alcanza su madurez hacia los 16 años. Hay numerosos
ejemplos clínicos de cómo el niño suicida ha distorsionado, durante el recorrido que lo ha
llevado al suicidio, algunos aspectos de la idea de muerte.
En particular, habría reforzado la idea, presente fisiológicamente en algunos períodos
del desarrollo, de que la muerte puede ser sólo una separación temporal; además se
representa la muerte como una condición alternativa a la vida, una especie de continua-
ción de ésta bajo otra forma. Una ulterior e importante particularidad que
contradistin-gue la idea de muerte en el niño suicida es que las distorsiones, de las cuales
apenas se ha hablado, están presentes sólo en referencia a sí mismo, a la propia vida; si son
indagados sobre la muerte relativa a otras personas o a los animales, estos niños muestran
una idea de muerte adecuada a la edad y desprovista de distorsiones cualitativas.
Estas alteraciones tienen evidentemente un carácter defensivo, en cuanto que permi-
ten escoger la muerte para huir de una situación de sufrimiento intolerable e insoluble,
anulando el natural terror por la muerte, de modo que se hace más fácil el proyecto de
suicidio y su ejecución. Las deformaciones descritas son por lo demás reversibles, como
está demostrado por investigaciones desarrolladas antes y después de intervenciones tera-
péuticas logradas.
Por cuanto concierne a los adolescentes, Orbach^ recuerda que las estrategias de los
adolescentes para combatir el aumento del miedo de morir consisten en una mezcla de
^ CENTRO STUDI OPERA DON CALABRIA,. Rkerca sul disagio giovanile. En: Avvenire, 7 de junio de 2000, p.4.
ORBACH, I. "Fears of death in suicidal and nonsuicidal adolescenrs". En: Journal of Abnormal Psychobgy. Vol.
102, n. 4, 1993, pp. 538-553.

419
Introducción a la Bioética

negación, de defensas controfóbicas (cinismo, provocaciones, humorismo, juegos de alto


riesgo), o bien idealización y mitificación a través de reflexiones sobre el sentido de la
vida Y de la muerte, o la idea de que la muerte y é acto de morir representan un proceso
de unificación con valores sobrenaturales.
Los adolescentes que intentaron el suicidio tenían menos miedo de la muerte. Al con-
siderar cómo el temor de la muerte tiene función inhibidora hacia el suicidio, se debe
tener en cuenta cómo el proceso que lleva al suicidio implica también un cambio en
relación con la idea de la muerte que conlleva la eliminación de los aspectos inhibidores
mediante una visión distorsionada de la muerte misma, en particular a través de la idea
de poderse autorrealizar también a través de la muerte, superando de este modo el temor a
autoliquidarse y el miedo frente a la muerte que caracterizaban en cambio el grupo de
control.
La extensión a grandes franjas de jóvenes de una visión distorsionada de la muerte
pide con urgencia que se encuentren modos para "reeducar" en la muerte, haciendo
encontrar, entre otras cosas, su significado de estímulo para la comprensión del sentido
de la vida.
En cuanto concierne los factores más comúnmente citados en la etiología del suicidio,
un puesto de relieve es el de h. familia.
La familia contemporánea vive fortísimas transformaciones que cambian su rostro.
Señalamos sólo el factor más visible: con frecuencia nos encontramos en presencia de
familias con un solo padre, con las consiguientes repercusiones en el equilibrio psicológico
del adolescente y en la adquisición del sentido de la vida y de la estima de sí.
Pero las características en las cuales se detienen las investigaciones^ son usualmente las
siguientes: a) \a. familia multiproblemática y disgregada (abuso de drogas / alcohol, abuso
sexual / físico, desocupación continuada, separación / divorcios frecuentes,
psicopatolo-gías de uno o dos padres); b) la familia que envía mensajes de muerte, a
través de una serie de comunicaciones algunas veces sutiles, algunas veces directas; padres
que expresan el deseo de que su hijo desaparezca o que nunca hubiera nacido. Elemento
dominante de este modelo -característico entre otros de las paternidades y maternidades
no deseadas- son el rechazo y la expulsión; c) procesos destructivos de simbiosis,
caracterizados por relaciones internas rígidas que no se adaptan a los cambios de los
miembros. Padres e hijos viven una relación simbiótica, en suspenso entre una excesiva
cercanía y un excesivo distanciamiento. Pasando de un extremo al otro^ amenazan
continuamente la identi-

Cí RiGON, G. e VoGGiou, D. G. Op. cit.

420
Capítulo XiX: Suicidio juvenil

dad de cada miembro de la familia, el cual puede "existir" sólo a través de la pertenencia a
la familia misma, a pesar de estar caracterizada por un clima emotivo de hostilidad y tener
una comunicación entre los miembros pobre y reticente. Los niños que crecen en estas
familias se encuentran en un dilema insoluble: si quieren esrablecer relaciones con el
exterior, deben traicionar a la familia, pero si permanecen fieles deben renunciar a la
propia autonomía.
Entre las causas ligadas al concepto familiar, una fiíerte incidencia en la génesis de la
idea del suicidio se atribuye a la pérdida de un padre o más precisamente a la pérdida de un
padre a la cual se asocia en breve otra pérdida importante.
Cuando la situación de un joven procede hacia el acto suicida, cualesquiera que sean
sus motivaciones, se dan s'ip^os premonitorios: expresión del propio sufrimiento con dis-
cursos de muerte y alusiones al suicidio; pérdida de interés por objetos que antes tenían un
gran valor; desinterés en la escuela y en las actividades deportivas preferidas; falta de
participación en concursos y competiciones; pérdida de apetito y alteración de los ritmos
del sueño; uso de drogas y alcohol; cambios imprevistos de comportamiento y de
personalidad; frecuente irritabilidad y llanto sin motivo; comportamiento impulsivo y
agitado'".

3. Prevención del suicidio

Las iniciativas de prevención de los comportamientos suicidas son en buena parte no


específicas, en el sentido de que tienen que ver con la calidad de los contextos vitales en
los cuales están insertados los adolescentes y los jóvenes, comenzando por la familia y
por la escuela. Al lado de la promoción de la mejor calidad posible del ambiente familiar,
desempeñan función preventiva la atención educativa hacia los jóvenes, sobre todo para
aquellos que manifiestan alguna forma de malestar, y el recurso oportuno a la ayuda de
los especialistas en los casos en los cuales se manifiestan señales premonitoras de un grave
estado de descríen ración.
La familia, si por una parte puede ser una de las principales causas que orientan a la
conducta suicida, constituye por otra parte el más importante recurso en la prevención
del suicidio, a condición de que esté dotada de una afectuosa atención y participación en

"^ BRUNO, E; ROLI, G. A. e COSTANZO, S. "Il suicidio". En: FERRACUTI, E (dir.). Trattato di criminología,
medicina criminológica e psichiatria forense. "VII. Criminología dei reari omicidari e del suicidio". GiufFré,
Milán, 1988, p. 269.

421
Introducción a la Bioética

los problemas de sus miembros. Es fundamental que los padres, a través del personal tes-
timonio de vida, desarrollen la necesaria tarea educativa que lleva al hijo a la adquisición
de la propia identidad y de un significado para la propia vida. En particular, el testimonio y
la educación para el sacrificio motivado se convierten en recurso precioso para afrontar
las dificultades que todos encuentran en la vida. La eliminación de todas las dificultades y
de los esfuerzos de la vida de los menores es una forma grave de deseducación, que impide
el crecimiento de la autonomía y del realismo necesario para afrontat los problemas de la
vida con las propias energías.
La escuela puede desarrollar actividades de prevención si se configura como comunidad
de personas, donde no falte una atención real a los problemas de los estudiantes. No
obstante, la escasa voluntad de comunicarse con los adultos que con frecuencia caracteriza
a los jóvenes problemáticos, es difícil que los docentes no observen el progresivo desinterés
del muchacho por los intereses comunes a su edad. Los fracasos escolares, el escaso interés
por los argumentos de las clases, los rasgos comportamentales, ciertas declaraciones,
deberían poner en alerta al docente. En tales casos, con todas las cautelas necesatias, se
puede iniciar una relación de apoyo al muchacho y a su familia. Elemento esencial de este
apoyo es el diálogo que le permite al joven hablar y crecer en autonomía, a ttavés de
actitudes responsabilizantes, capaces de infundir confianza.
Eamilia y escuela pueden desempeñar correctamente su función de prevención sólo a
condición que desarrollen bien su tarea educativa ordinaria, que es la de favorecer en los
jóvenes el formarse una concepción de la existencia marcada por la claridad y el realismo
y guiada por un sistema de valores, que pueda neutralizar ios impídsos negativos de
rechazo de la vida. En este momento de nuestra vida social esta tarea se desarrolla poco, no
tanto por las inevitables incapacidades de cada uno en dar buen testimonio de los valores
en los cuales se cree, sino sobre todo por la desestima general en la cual es tenida la
misma tarea educativa. Existe un fenómeno innegable y general de abandono de las
responsabilidades educativas. A propósito de la relación educativa, son particularmente
iluminadoras las consideraciones de G. Angelini: "Bajo el asunto del 'malestar' se esconde
en realidad este preciso síndrome: una notable dificultad de los mtnoxts para hacerse
adultos en la sociedad occidental contemporánea".
Que pueda subsistir una dificultad de este género, se puede entender únicamente a
condición de que al mismo tiempo se reconozca, en línea de principio, una verdad ele-
mental; el ser humano por su naturaleza está hecho de tal manera que no puede llegar a la
conciencia de sí sino a través de las relaciones con los otros; con esos otros privilegiados
que son sus padres, pero luego más en general con todos los demás con los cuales vive

422
Capítulo XDÍ: Suicidio juvenil

dentro del cuadro de esa tácita alianza constituida mediante los recursos simbólicos de la
lengua, de la tradición común, de la costumbre, de la cultura.
No sólo son esenciales tanto la relación primaria de la familia como la secundaria de la
cultura ambiente; es esencial también que subsista una relación clara y descifrable entre
estos dos momentos.
Hemos indicado la meta del proceso educativo como conciencia de sí; sin embargo, la
expresión no parece del todo unívoca y satisfactoria. Hoy, de la autoconciencia con fre-
cuencia se propone una imagen intelectualista y respectivamente psicologista; por con-
siguiente, ella es pensada como conocimiento de sí, del propio carácter, de las propias
capacidades y respectivamente de las propias inclinaciones. En realidad, la conciencia no
es conocimiento, ni de algún modo el resultado de un saber analítico.
La conciencia, y por consiguiente la propia identidad, puede ser alcanzada únicamente
a precio de que el sujeto descubra, en la realidad dentro de la cual vive, una vía prac-
ticable; una vía no sólo practicable, sino incluso prometedora y digna, por tanto tal que
merezca la propia dedicación resuelta y apasionada. Sólo la percepción de una tal posi-
bilidad práctica hace al individuo capaz de libertad, de aquellas opciones definitivas, es
decir, mediante las cuales sólo él puede finalmente identificarse.
Para descubrir precisamente una tal vía posible y digna, el menor -pero respectiva-
mente también el adulto- depende del contexto social total dentro del cual vive.
Parece en cambio que un tal reconocimiento falte totalmente en la cultura contempo-
ránea. En sus expresiones más comunes y socialmente más incisivas, ella parece representar
al hombre como individuo, a saber, como sujeto definido en la propia identidad por
encima de toda relación con otros. Pensemos únicamente en la escondida "filosofía" del
derecho y, por consiguiente, en la de los derechos.
También por referencia a los menores, hoy se usa con gran facilidad la jerga de los
derechos subjetivos para expresar la calidad del débito de los adultos en relación con ellos.
Ahora, esta jerga esconde un objetivo engaño: sugiere en efecto la idea -falsa- de que
aquello que los menores necesitan puede ser determinado prescindiendo de toda consi-
deración de la relación efectiva que el adulto tiene con el adolescente y, por consiguiente,
prescindiendo de todas aquellas evidencias que exactamente a través de una tal relación
se manifiestan. Aún hay otro engaño: el que presume poder determinar la necesidad del
menor prescindiendo de toda consideración acerca de la esperanza a la cual el adulto
mismo confía el sentido de la propia vida.

423
Inixoducción a la Bioética

El recurso a una figura abstracta como la de los derechos de los menores habrá quizás
de reconocerse como imprescindible, en relación con las necesidades de la vida social y
especialmente de su codificación jurídica. Se trata, sin embargo, de una figura sólo abs-
tracta: "No puede comenzar por ella la comprensión del 'malestar' del menor y, antes aún, la
comprensión de la calidad y de las exigencias de la relación educativa. La difiísión del
prejuicio contrario hace faltar en la cultura de hoy los parámetros axiológicos indispensa-
bles para entender el mismo 'malestar', aún antes que para remediarlo"".
El recurso a la ayuda de los especialistas hecho oportunamente, cuando la obra de pre-
vención primaria falla, es otro factor importante de preveriición. La obra del psicólogo
y del psiquiatra deberá establecer una relación de confianza, porque el joven ciertamente
tiene necesidad de gran comprensión y de un tratamiento que deje en él sentimientos de
total confianza y seguridad. Por regla, el médico no debe considerar el riesgo de suicidio
como un hecho privado entre él y el paciente, sino que debe buscar la colaboración de
cuantos, familiares o amigos, pueden representar una ayuda válida en la asistencia al
paciente. En estos casos el médico debería administrar el secreto profesional con una cierta
elasticidad, precisamente para el bien de su paciente'^.
También el recurso a organizaciones de voluntariado que se sirven de la colaboración
de profesionales competentes puede ser de ayuda, sobre todo para evitar recaídas en aque-
llos que ya han intentado el suicidio'^

4. Aspectos jurídicos y éticos

Hasta un pasado no lejano el suicidio y el intento de suicidio eran castigados por


muchos ordenamientos jurídicos. Se trataba de sanciones penales en relación con el sui-
cida fallido y de sanciones administrativas a cargo del cadáver y del patrimonio del suicida.
El último país que canceló tal leato fue Gran Bretaña eu 1961.
La moral tradicional de la Iglesia Católica, que ha inspirado la tradición moral más
general, siempre ha condenado el suicidio: matarse o intentar matarse son culpas objeti-

ANGELINI, G. "Il disagio minorile: una riflessione cristiana". En: feíAGGiO, C. e BORGHI, E. Minoñ.
Disagi e speranze. Piemme, Cásale Monferrato, Í994, pp. 28-30. '^ DoTTi, A. "Il medico di fronte al paziente
che manifesta propositi di suicidio". En: FederazioneMedica,
octubre de 1985, p. 999. '^ Cf. BEFFA, C. "Come prevenire ¡1 suicidio". En: Famiglia Oggi, noviembre -
diciembre, 1990, pp.
72.73.

424
Capítulo XIX: Suicidio ¡uveni!

^■amenté graves. Tal condena fue competentemente confirmada por el Concilio Vaticano
II en la constitución pastoral Gaudium et spes, la cual afirma que el suicidio ha de com-
putarse entre aquellos actos que "mientras degradan a la civilización humana, en realidad
rebajan más aún a los que así se comportan que a tos que sufren la injusticia, y son total-
mente contrarias al honor debido al Creador"'''.
Se trata de la doctrina que afirma que el hombre no es propietario absoluto de la propia
vida, sino que es sólo un administrador de ella y, en cuanto tal, deberá rendir cuenta a
Dios de ella. También el Catecismo de la Iglesia Católica repropone la misma doctrina en
los números 2281-2282. En este documento la negatividad moral del suicidio es
identificada: en la desobediencia a Dios; en la negación del justo amor de sí; en la violación
del amor del prójimo porque rompe injustamente los vínculos de solidaridad con la
sociedad familiar, nacional y humana, en relación con los cuales tenemos obligaciones; en
el eventual escándalo, es decir, mal ejemplo para los jóvenes. El número 2283 añade una
nota de esperanza para los suicidas, que deriva tanto de la misericordia evangélica como de
la conciencia de las ciencias humanas acerca de la efectiva conciencia del sujeto: "No se
debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado la muerte. Dios
puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento
salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida".
También la reflexión teológica está de acuerdo en atenuar o eliminar la responsabilidad
moral del suicidio. Particularmente clara es la posición de L. Ciccone que obra una
transformación de las reglas ordinarias de atribución de la responsabilidad: "En ausencia
de elementos que constituyen prueba de la responsabiÜdad efectiva, se debe optar por una
presunción de insuficiente responsabilidad, tanto por el absurdo intrínseco que implica
el gesto destructor de la propia vida, como por la innegable dinámica de impulsos al sui-
cidio, independientes de la voluntad del sujeto y con frecuencia operantes en el ambiente
social. En otras palabras, y más brevemente: dada la situación social potencialmente
cargada de impulsos suicidas, dado el consistente porcentaje de sujetos psíquicamente
frágiles, y también trastornados, la presunción de irresponsabilidad, o por lo menos de
insuficiente responsabilidad en el suicidio, constituye la hipótesis más fundada al comien-
zo, y lo contrario es lo que ha de ser demostrado"'^

'" GS 27.
'^ CrccoNE, L. Non uccidere. Questioni di morale deíla vita física. Ares, Milán, 1988, p. 121.

425
Introducdón a la Bioética

Consiguientemente a esta nueva comprensión del suicidio y en coherencia con la


misericordia evangéUca, el Código de Derecho Canónico de 1983 (la ley de la Iglesia) ha
atenuado notablemente las normas relativas a los suicidios, permitiendo entre otras cosas
las exequias religiosas de los suicidas (canon 1240).
La ética de inspiración no religiosa no ve necesariamente en el suicidio un mal moral.
En estQ caso el punto de partida es la consideración de que la vida no es un bien en sí
mismo, sino en la medida en la cual el sujeto lo considera así. Aquellos que resaltan la
primacía radical del principio de autonomía reivindican el derecho de escoger el modo
de vivir y también el de morir. "La muerte moralmente buena, pide previsión y
planifica-ción"'^ En el caso en el cual la vida pareciese absutda, el hombre tiene derecho a
liberarse de ella; de tai manera el acto destructor tendría en sí un elemento positivo de
liberación. En esta línea se colocan todos aquellos que consideran que el bien humano
más elevado no es la vida sino la libertad. La contradicción de esta posición está en el
hecho de que con la vida también termina la libertad: matando la vida la libertad se mata
a sí misma.

ENGELHARDT, H. T. Op. cit., p. 345.

426
CAPÍTULO XX

BIOÉTICA Y AMBIENTE

El destino del ambiente natural es incierto, porque las heridas recibidas y las que con-
tinúa recibiendo son de tal alcance que ponen en peligro no sólo eí equilibrio sino la
misma supervivencia. Y con el destino del ambiente también es incierto el destino del
hombre.
La cuestión ambiental es un problema de importancia tan vital que ya toda la comu-
nidad internacional tiene clara conciencia de él. De esa nueva conciencia son testimonio
las conferencias mundiales periódicas para la salvaguardia del ambiente que registran, en
la opinión de muchos, un camino real aunque lento hacia políticas de mejor administra-
ción de los recursos ambientales.
Los cambios necesarios para una actitud renovada de respeto hacia el ambiente
demandan modificaciones en un vasto número de sectores; cultural, ético, científico,
demográfico, etc. Los intereses están enlazados y el proyecto de nuevos modelos
com-portamentales pide negociaciones largas y extenuantes (basta pensar en la resistencia
de Estados Unidos para reducir la propia cuota de emisión de anhídrido carbónico, o en los
países en vía de desarrollo que no pueden abandonar inmediatamente la baja tecnología
de los frigoríficos que funcionan con freón 11 y 12).
El problema está evidentemente bajo el signo de la complejidad.
Nuestro objetivo se limita a introducirse en la comprensión de las cuestiones bioéticas
relativas al ambiente, por ello no tocaremos la cuestión de las políticas y de las técnicas de
tutela del ambiente. A decir verdad, tampoco la reflexión de la bioética ha alcanzado una
madurez suficiente, aunque es verdad que la bioética, juntamente con la ecología, son las
dos disciphnas que ya han tenido el efecto y el mérito de reproponer con fuer-
Introducción a la Bioética

za, en el debate cultural y social contemporáneo, el tema de la naturaleza y de su fuerza


normativa.
Este es un problema que fue acumulado con demasiada prisa por el planteamiento de
la ciencia que, siguiendo a Bacon y a Descartes, ha considerado la naturaleza como un
simple laboratorio en el cual operar. Añádase a esto, en el presente, la consideración de
la relación naturaleza-cultura, como es propuesta por buena parte de la bioética anglo-
sajona, con la clara opción por la desvaloración del significado normativo de la
naturn'--za humana y de la naturaleza en general.
Este tema ha readquirido en las últimas décadas una nueva y crucial relevancia a ca
de las cuestiones ecológicas graves y angustiantes, de las cuales no se logra ni siquiera ]
ver el resultado final (piénsese en los muchos reflejos que el daño al ambiente puede f
ducír sobre la calidad de vida de ios sujetos más débiles -ancianos y niños- y sobrt
fertilidad humana).
Para afrontar correctamente el problema es necesario buscar un entendimiento i
permita superar constructivamente el pluralismo de enfoques que se ha formado so
la materia. El entendimiento debe estar fimdamentado en la búsqueda de soluciones
ideológicas (no voluntaristas o meramente convencionales), sino objetivas, ajustadas
realidad y a sus efectivas exigencias. Tales soluciones deben estar fundadas primariam
te en el respeto al stmbiente y no sobre un cálculo económico.

1. La cuestión ambiental

Siempre han existido las actividades humanas que causan perturbación al amble
natural (baste pensar en ciertos fenómenos de deforestación, en algunas regiones, p
producir los mástiles de las naves), pero el interés por los ehctos sobre el ambiente ha (
cido en los últimos cincuenta años a causa del uso desconsiderado de los recursos na
rales como apoyo de un desarrollo industrial y tecnológico excepcional. Este último
por un lado ha favorecido el mejoramiento de las condiciones de vida, por otro ha het
nacer numerosos problemas inherentes a la supervivencia de nuestro planeta.
Actualmente, las principales causas de perturbación ambiental pueden ser considt
das las siguientes: a) el empobrecimiento de la diversidad biológica o biodiversidad -i
de las riquezas mayores de la humanidad- debido principalmente a la deforestación, i^
riqueza de la biodiversidad consiste en el enorme número de informaciones genéticas
poseídas por cada especie, aun la más pequeña; informaciones que constituyen un patri-

428
Capitulo I; Bioética y ambiente

monio evolutivo que el hombre tiene la responsabilidad de tutelar (fuera del hecho de
que toda especie animal o vegetal es fuente potencial de sustancias medicinales, alimentos
y otros productos de importancia comercial); b) la progresiva contaminación del aire, de
las aguas o del suelo a causa de la combustión del carbón y del petróleo, del uso de ferti-
lizantes y de sustancias tóxicas y radioactivas, que influyen negativamente sobre la salud;
c) problemas específicos que han asumido una gran importancia y que pueden ser iden-
tificados en la contaminación acústica, en la penetración en la atmósfera de
clorofluoro-carburos (entre las principales causas del agujero de la capa de ozono) y en el
desarrollo demográfico donde no sea proporcionado a los recursos disponibles.

2. Enfoques éticos en la cuestión ambiental

La sensibilidad por las cuestiones ambientales ha crecido sensiblemente en las últimas


décadas. Las etapas del crecimiento de la conciencia ambiental, tanto a nivel individual
como a nivel colectivo de las formaciones sociales espontáneas, son las siguientes:
En primer lugar, la reacción ante la degradación ambiental basada en la convicción
del derecho de todos a protegerse de los daños derivables de un ambiente hostil; se trata
del llamado "ecologismo emotivo"; que tuvo la función de dar un fuerte impulso inicial
al movimiento ecologista, haciéndolo convertiise en un tema de atención de la opinión
pública.
De aquí se ha pasado a una fase de mayor racionalización y reflexión y a la conciencia
de no deber dañar el ambiente para no sufrir daños en ía salud, y luego también a la
comprensión del hecho de que el hombre como especie y, por lo tanto, también las gene-
raciones futuras, debe poder disfrutar de un ambiente mejor.
Finalmente, el último paso de esta evolución es el de reconocer el ambiente como un
bien en sí mismo, una entidad autónoma que tiene derecho a vivir la propia existencia.
En el presente, entre las posiciones prevalecientes en materia ambiental, deben seña-
larse por su importancia y difusión, las siguientes: la ética ecologista, que afirma los dere-
chos de la naturaleza y la necesidad de que el hombre se comporte en sus actividades de
manera que respete las leyes de la biosfera; la ética ambientalista, que reconoce la presencia
de aspectos éticos en la cuestión ambiental, pero que no considera que las consideraciones
ecológicas estén en grado de fundamentar normas ético-sociales y, menos aún, de guiar las
decisiones políticas en materia ambiental; la posición que rechaza el enfoque ético de los
problemas de la regulación del equilibrio ambiental, que se presenta en neta oposi-

429
introducción a la Bioérica

ción a la precedente y considera que el mejoramiento de las tecnologías es suficiente para


resolver este género de problemas.
Común a los nuevos planteamientos ambientalistas es la superación de una imagen
dualista del mundo, que lacera la unidad entre el hombre y la naturaleza. Se quiere superar
la distancia entre sujeto (hombre) y objeto (mundo), que ha sido uno de los presupuestos
principales del desarrollo de las ciencias naturales modernas, que han considerado la
naturaleza de modo puramente instrumental. A esta separación se quiere añadir un nuevo
punto de vista unitario en la naturaleza y con la naturaleza. El nuevo planteamiento no está
desprovisto de problemas: es fundamental el relativo al puesto del hombre en la
naturaleza, dicho en otras palabras: el hombre mantiene una primacía o como quiera que
sea un puesto especial en la creación (antropocentrismo más o menos moderado) o lo
pierde completamente por ser un simple ser entre los otros (biocentrismo).

2.1 Ética ecologista

La ética ecologista es la posición más radical. Ella considera insuficiente el enfoque


de los problemas ambientales con las categorías de la ética tradicional y propone pensar
en "una ética con nuevos principios, nuevos valores y nuevas jerarquías de valores (...),
una ética ecológica que fundamenre el valor moral de los objetos naturales en las nociones
ecológicas de 'pirámide biótica', de independencia de los seres vivientes y no vivientes, de
'equilibrio de la naturaleza'"'.
Más precisamente, las corrientes extremas de la posición ecologista no se contentan
con la opción planteada por utilitaristas como P. Singer y W. Frankena^ de ampliar el
reconocimiento de los derechos sólo al reino animal evolucionado, sino que exigen que
la protección se extienda a todo aspecto de la naturaleza. Estas corrientes exigen que en
nuestra relación con las formas extrahumanas de vida reconozcamos el principio de la
igualdad y concedamos al ambiente natural derechos autónomos.
En el puesto de la relación despótica con la naturaleza del antropocentrismo clásico,
que considera al ambiente como el ambiente del hombre, como una bolsa llena de
recursos, debe entrar una relación dialógica, que se caracterice por solicitud
participati-va, amor fraterno y respeto paritario\ La afirmación del principio de igualdad se
comple-

' HARGROVE, E. C. Fondamenti di etica ambiéntale. Padua, 1990, p. 28.


^ Cf. FRANKENA, V. K. Etica. Un'introduzione alia filosofía morak. Milán, 1981. Véase también nuestro
capítulo sobre los derechos de los animales.

430
Capiculo I; Bioética y ambiente

ta con la demanda de establecer una "comunidad jurídica de la naturaleza", de modo que


los seres naturales puedan ser representados por un abogado (asociaciones naturalistas,
grupos ecológicos, reconocidos por el estado). Se retoma con estas observaciones el con-
cepto de Espinoza de natura naturans: la naturaleza es la única fuerza creadora que pro-
duce todo, aun la especie humana. Al ser ontológicamente primaria respecto al hombre, la
naturaleza asume también el carácter de instancia normativa última. En consecuencia, el
ethos moderno de la libertad, igualdad, fraternidad que regula las relaciones entre los
hombres, debe extenderse a todos los seres humanos. El comportamiento del hombre
hacia los animales y todas las formas vivientes debe ser equiparado en todo a las relaciones
humanas.
En este planteamiento surge inmediatamente el límite dado por la sustitución de la
razón humana con el principio naturaleza y la remoción del hombre de su papel de ins-
tancia normativa última. Una ética que considera moralmente culpable derribar un árbol
lo mismo que un homicidio, revela su debilidad y su contradicción, porque el principio
de igualdad no significa que se deban tratar indistintamente todos los intereses implica-
dos. El principio dice que es necesario tratar igual dos cosas en aquella parte en la que
son iguales y de modo diverso en aquella parte en la que son diversas. Si se considerase
igualmente grave la muerte de un hombre y el derribar un árbol tendríamos una viola-
ción del principio de igualdad.
La propuesta de la comunidad jurídica de la naturaleza eleva ilegítimamente a catego-
rías socioéticas a la naturaleza, olvidando que en ella hay relaciones de colaboración (las
simbiosis) y de rivalidad (las cadenas alimenticias) entre los seres vivientes individuales,
pero ciertamente no acuerdos jurídicos.
En definitiva, esta posición de casi personalización de la naturaleza debilita su política
de ser respetada, porque quita al hombre la responsabilidad de ser el administrador y el
guardián responsable del mundo natural; por otra parte, puede ser interpretada como una
nueva forma de arrogancia antio^océntúcz, que ve al hombre como el dador de derechos
que equipara a las exigencias del hombre las exigencias de los animales. Tanto que estos
derechos pueden subsistir si y en cuanto el hombre acepte hacerse cargo de los
correspondientes deberes*.

^ MEYER-ABICH, K. M. Op. cit., p. 76.


^ MALDONADO, T. Cultura, democrazia, ambiente. Milán, 1990, p. 83.

431
Introducción a la Bioética

2.2 Ética ambientalista

La ética ambientalista es una posición más moderada que nace de la conciencia de que
el enfoque en términos de derechos deberes es metodológicamente y sustancialmente no
idóneo para afrontar la problemática ambiental.
El discurso debe ser planteado sobre la "responsabilidad bioética" que debería llevar a
reconocer e incrementar el derecho a la vida de todo viviente, por el significado que ésta
tiene en sí. Por consiguiente, el acento pasa de los derechos jurídicos de los animales a los
deberes morales del hombre, los cuales conciernen no sólo a los animales sino también a
los entes inanimados: es la comunidad bioética en cuanto tal la que se considera como
bien en sí, que hay que respetar por sí mismo, aunque no con el mismo carácter absoluto
que se debe aplicar al hombre. El reconocimiento del valor intrínseco del ambiente debe
ajustarse a la necesaria Rinción de mantenimiento de la vida del hombre, que es el único
ser que puede desarrollar una valoración moral en la administración del ambiente^.
La posición incomparable del hombre, que le impide delegar la propia responsabili-
dad para la conservación del todo a alguna otra instancia del cosmos, es formulada así
por H. Joñas: "Todo ser viviente es fin en sí mismo y no tiene necesidad de una justifica-
ción ulterior: bajo este aspecto el hombre no es en nada superior a los otros seres vivientes,
excepto que por poder ser éí responsable también por ellos, o sea por la salvaguardia de su
ser fines en sí mismos"^.
Llamando la atención sobre los cuidados que el hombre mismo desde niño necesita,
Joñas considera el cuidado de la naturaleza como la extensión del cuidado del hombre.
"Desde el punto de vista verdaderamente humano, en la naturaleza permanece su propia
dignidad, que se opone al arbitrio de nuestro poder. En cuanto productos de ella, debemos
al todo de la naturaleza una fidelidad de la cual aquella hacia nuestro cuerpo es sólo la
punta más alta. Ésta, sin embargo, si se comprende bien, abraza todo el resto debajo de
sí"'.
La distinción que se traza entre sentido propio de la naturaleza y valor funcional de los
seres vivientes constituye la base de todos los intentos de transformar una relación pura-
mente técnica con la naturaleza en una relación ética y en una relación estética.

Cf. BARTOLOMEI, S. "Etica ed ambiente. Aldo Leopold e i! valore mótale degli oggetti naturali". En:
MORÍ, M. (dir.). Questioni di bioética. Roma, 1988, p, 225. ^ JOÑAS, H.
Ilprincipio di responsabilita. Einaudl, Tutín, 1990, p. 124. ' Ibíd., p. 165.

432
Capítulo I: Bioética y ambiente

Previamente a cualquier uso por parte del hombre, la naturaleza posee un sentido pro-
pio: el paisaje y todo ser individual no son sólo el escenario donde se desarrolla nuestra
existencia, sino una realidad que invita a descubrir un sentido más allá de su valor utili-
tarista o recreativo; la belleza se hace presente sólo si prescindimos del aspecto utilitarista
directo de la naturaleza.
Del mismo modo, la naturaleza no es una forma cerrada: sin el hombre que la con-
templa ella está desprovista de sentido. Por esta razón no se puede atribuir a la naturaleza
un carácter autónomo de sujeto o una cuasi personalidad: "Las cosas naturales y también
los anímales no son fines en sí mismos del mismo modo que el hombre, cuya dignidad
personal debe respetarse categóricamente, sin embargo, son más que una función o
supra-funcionaíes. Precisamente por este valor propio y por esta cualidad dotada de
sentido es que son algo más que un simple sustrato para las necesidades del hombre, ellos
poseen un valor específico para este último''^
A la luz de esta sumaria discusión se comprende que el correcto planteamiento de la
lelación hombre-naturaleza es el ftindamento necesario para una justa renovación de las
relaciones del hombre con el ambiente. Sobre este punto deberá llevarse a cabo un diálogo
constructivo (aún insuficiente) que evada los extremos de un antropocentrismo despótico y
de un biocentrismo que considera al hombre como un intruso de la biosfera.

2.3 Enfoque científico

La tercera posición, que rechaza una intervención específica de la ética en las cuestiones
de la salvaguardia del ambiente, deriva de la convicción de que se debe mantener la
distinción entre dos saberes que caracterizan nuestra civilización: el saber científico y el
humanista. La solución de los problemas ambientales debe venir de una presunta ecología
"científica" que considere el saber científico como la única fuente para lograr indicaciones
para las opciones y las decisiones en materia ambiental^
Se trata de una posición culturalmente retrasada que no ha percibido la crisis a la cual
ha conducido esta separación; en efecto, "no es posible ninguna ciencia del hombre sin
una previa idea del hombre y del mundo, sin una concepción consciente o inconsciente
del hombre"'". El riesgo es el de una ciencia desprovista de sabiduría, que reacciona sólo
^ SCHOCKENHOFF, E. Op. cit., p. 77.
^ Cf. CERUTI, M. e TESTA, C. "Gli otto peccati mortaJi della culrura verde". En: MicroMega, 3, 1991-'°
BELLINO, F. "Persona e medicina: presupposti epístemologici e istanze etiche: Bios, Logos ed Ethos". En: AA.
W. Persona umana e medicina. Quademi dell'Ospedale Miulli, 4, 1986, p. 106.

433
Introducción a la Bioética

con base en el poder y considera admisible todo lo que es técnicamente realizable, sin
conexión alguna con el sentido de la existencia humana.

3. Principios éticos para la protección del ambiente

Las perturbaciones de los equilibrios naturales son tan incisivas y duran tanto tiempo
que conducen a una grave degradación de las condiciones de vida en la biosfera. Esto
demanda un cambio que interese tanto a los sistemas de producción como a los modelos
de consumo difundidos en las sociedades avanzadas y en las que están en vía de desarrollo,
con el fin de evitar el desperdicio de recursos preciosos y la instauración de transfor-
maciones irreversibles. No se podrá proceder a estos cambios sin una nueva filosofía de
la vida y una abierta implicación del sistema político-económico.
La discusión comenzada en las sedes internacionales ha elaborado una serie de princi-
pios guía que aquí presentamos brevemente: a) principio del interés común de la huma-
nidad, con base en la cual los estados se comprometen a no perseguir exclusivamente el
interés nacional, para tutelar el ambiente reconocido como patrimonio común de toda
la humanidad; en efecto, el futuro del género humano depende de la protección del
ambiente; b) el principio del bien común de la población del estado impone a los estados
mismos llevar a cabo actividades dirigidas a tutelar y mejorar la calidad del ambiente, la
salubridad del mismo, proteger la salud de los ciudadanos; c) el principio de responsabi-
lidad demanda la leal y eficaz colaboración para la elaboración y la ejecución de progra-
mas de acción y políticas ambientales para salvaguardar la naturaleza, desarrollados por
las Naciones Unidas a nivel internacional general (a través de sus agencias) y a nivel regio-
nal de las diversas agencias constituidas adhoc; siempre con base en el principio de res-
ponsabilidad es necesario desarrollar principios y reglas para la colaboración frente a los
eventos gravemente dañosos para el ambiente: reconocimiento de la obhgación de cooperar
para enfrentar los riesgos ambientales de alcance global, obligación de información
oportuna de peligros de contaminación, ayuda a los países en vía de desarrollo.
El principio de responsabilidad implica también un cambio de la idea de desarrollo
económico-social, que ya no puede ser desvinculado del objetivo primario de una salva-
guardia del ambiente. Se habla al respecto, aunque con valoraciones no unánimes, de la
necesidad de elaborar un modelo de desarrollo sostenible.
Finalmente, la responsabihdad exige ser compardda a todos los niveles, desde el ciu-
dadano individual hasta el ente local, la región, el estado, la comunidad internacional.

434
Capítulo I: Bioética y amb i en re

según las propias funciones y las propias posibilidades. De tal modo, cada nivel operativo
proporciona su contribución y es ayudado por el ente superior en la justa lógica del
principio de subsidiariedad.

4. Economía y protección ambiental

La economía, que ha tenido un papel tan grande en el nacimiento de las perturbacio-


nes ambientales, desde hace alguna década muestra interés en las problemáticas ambien-
tales". En el ámbito de este interés se han elaborado dos enfoques principales en la
cuestión ambiental: la economía del ambiente y la economía ecológica.
La economía del ambiente es una disciplina propiamente económica que, por eso,
usa principios y métodos de la economía. Ella se ocupa sobre todo de los costos externos
(exterioridad) ligados a la producción de los bienes, como pueden ser la contaminación de
la capa acuífera y la del aire, que implican costos de resanamiento que la sociedad, en su
conjunto, tarde o temprano deberá pagar. Se trata de incluir en el costo de la producción
de los bienes los costos añadidos ligados al efecto sobre el ambiente, pero con particular
atención a la prevención de estos efectos; por consiguiente, se habla de costos de
depuración. Este enfoque está particularmente desarrollado en los países avanzados, cuya
opinión pública está fuertemente interesada en la tutela ambiental. Y es un enfoque fun-
damentalmente autorreferencial, en el sentido de que se desarrolla en el interior de la lógica
económica, y sobre la base del estímulo de los consumidores que se orientan cada vez más
hacia productos menos contaminados.
Más reciente es el otro enfoque, llamado economía ecológica, que propone afrontar
de manera interdisciplinaria las cuestiones de la relación entre economía y ambiente. El
objetivo es elaborar una teoría económica en cuyo centro se coloque el concepto de eco-
nomía del viviente; un concepto que tiene en cuenta la escasez de las fuentes energéticas
no renovables, la no completa reciclabilidad de los artículos industriales o el concepto de
entropía (es un concepto importante de la termodinámica que muestra el progresivo e
irreversible agotarse de la energías nobles del ambiente).
El nuevo enfoque quisiera introducir un nuevo modo de calcular el valor de los bienes,
ya no hgado al valor extrínseco determinado por el juego de la demanda y la oferta,
" Cf. BouLDiNG, K. E. "Sistcmi economici deüa térra e protezione ambiéntale". En: CENTRO ITALIANO Di STUDI
ECONOMICI E AMBIENTALI. Economía e ambiente. Pisa, Í990, pp. 8-16; ALIER MARTÍNEZ, J. Economía
ecológica. Milán, 1991.

435
Introducción a la Bioética

sino en relación con la situación de la biosfera (valor intrínseco), con la renovabilidad,


con la abundancia, etc. En este sentido, al aire, por ejemplo, debería atribuirse un valor
económico cada vez mayor.

5. Religión y protección ambiental

La religión cristiana con frecuencia ha sido acusada por el movimiento ecologista de


haber sido, si no el origen, ciertamente la justificación de una actitud despótica y depre-
dadora en relación con la naturaleza. La acusación se refiere de modo directo y un poco
ingenuo a la prescripción bíblica de "dominar" la tierra [Gn \, 28). Una exégesis más
atenta del pasaje bíblico no dejaría de relevar que la relación entre hombre y universo, así
como es delineada en la narración bíblica de la creación, está orientada en la línea del pas-
tor, que custodia y administra su rebaño. La supervivencia del pastor depende del cuidado
que pone a la vida de las ovejas, aunque del rebaño el hombre obtíene de qué vivir.
Dejamos a un lado la cuestión de la responsabilidad en la formación de la mentalidad
que ha producido la explotación indiscriminada de la naturaleza que, como vimos antes,
depende fundamentalmente del método objetivante de la naturaleza desarrollado por la
ciencia moderna, para concentrarnos brevemente en la actitud de la teología cristiana en
relación con el ambiente y con su protección.
Existe un modelo crisdano de relaciones positivas entre hombre y naturaleza que no
es posible olvidar; se trata de san Francisco de Asís. El texto del Cántico de las criaturas
presenta un interés ecológico directo, porque es una invitación dirigida a la humanidad a
alabar a Dios por los beneficios de la creación. La moderna crítica textual'^ reconoce en
él una relación bastante compleja con la naturaleza. Francisco liga de modo original, en
una relación de equilibrio armonioso, los tres polos: Dios, hombre, naturaleza, unidos
entre sí por un enlace multiforme de relaciones.
La creación y el hombre tienen una belleza propia y un sentido propio y se vuelven
la una para el otro hermana y hermano, desempeñando para beneficio mumo el papel
asignado a ellos por Dios. Como Francisco piensa en la actividad creadora de Dios no
como en un hecho puntual, concluido de una vez por todas, sino como en una actividad
permanente, que constituye en todo momento el ser de toda criatura, él puede afir-

'^ SoRELLi, R. D. St. Francis ofAssis and nature. Tradition and innovation in western christtan attitudes toward
fhe environment. Nueva York-Oxford, 1998, pp. 130-137.

436
Capítulo I: Bioética y ambiente

mar que Dios está presente en todas las cosas, y precisamente de manera íntima. Santo
Tomás expresará este concepto diciendo que Dios es el elemento más común a los hom-
bres y a todas las criaturas'^
Es el origen divino de las cosas, que emerge en el hombre con particular transparen-
cia, el que permite a Francisco llamar hermano y hermana a todas las criattiras, vivientes
o no. El respeto al Dios infinito implica la prohibición para el hombre de olvidar la propia
solidaridad con el universo. La solidaridad última que une hombres y cosas encuentra su
fundamento en su común caducidad, la mortalidad mencionada en la parte final del
Cántico.
Las actitudes que Francisco saca de su concepción de la creación son las de solicitud y
compasión por el hombre y de autoümitación, renuncia y moderación en relación con la
naturaleza.
La teología actual encuentra en el modelo ofrecido por Francisco un punto de partida
imprescindible e invita al compromiso de encontrar la virtud de la justa medida en rela-
ción con el universo, virtud que incluye la capacidad de saberse autolimitar.
La virtud de la justa medida pide que se cultive la capacidad de disfrutar en el modo
justo para ser liberados de la dependencia del consumismo, que lo quiere poseer todo.
De una manera positiva, ella significa amor purificado por todas las cosas de la vida, por la
propiedad y la posesión, por el arte y por el goce, por el trabajo y por el tiempo libre, por
el deporte y por el juego, por la soledad y por el entretenimiento, por la dicha, la alegría y
la comida común. Hay una pregunta que nos permite comprender si tenemos la justa
medida de la dicha: ¿ella nos lleva sólo a gozar privadamente o nos hace capaces de gozar
con los otros?
También es importante la virtud de la autolimitación, la cual nos permite operar
renuncias simbólicas, expresión del rechazo de la voluntad de dominar y de poseer todo.
Es una virtud que se alcanza con im largo camino de purificación, que permite superar la
tristeza que con frecuencia acompaña a la renuncia, para alcanzar una dicha mayor que
deriva de ía libertad reconquistada y de la promoción del bien de las cosas naturales.
De tal modo, la teología cristiana contemporánea también tiene una palabra qué
decir a los movimientos ecologistas, que aún no han dejado sus componentes emotivos y
no logran comprender que, en la justa relación con la naturaleza, no sólo las compañías
multinacionales tienen un papel por desempeñar, sino también la libertad personal de
cada uno.

'■* ToMMASO D'AQUINO. Super ad Thess, II, 3, 2.

437
CAPÍTULO XXI

DERECHOS DE LOS ANIMALES Y


EXPERIMENTACIÓN CIENTÍFICA

La bioética, en cuanto erica aplicada al reino de la vida, se interesa por todo aquello
que es viviente, por todo aquello que es humano, no humano y también del ambiente en
el cual se desarrolla la vida.
La reflexión sobre el estatuto ontológico y ético de los animales se hace cada día más
importante en el ámbito de la reflexión bioética. La razón de esta creciente importancia
es la conciencia difundida de la gran obíi^ción que la humanidad tiene en relación con
los seres vivientes no humanos y con los animales en particular. Existe una especialización
de la bioética que se llama bioética animalista y se ocupa de los "derechos de los anima-
les", de las cuestiones éticas conectadas con la experimentación científica, de las hibrida-
ciones en zootecnia, de la clonación y, más en general, de los cambios genéticos.
Los últimos siglos de nuestra historia cultural han visto crecer la justificación de una
actitud cosificante en relación con todo aquello que no es humano. La visión del cosmos
y de la naturaleza derivada de la filosofía cartesiana han contribuido de modo deter-
minante a esta actitud de dominio, que del ámbito de la ciencia ha pasado también a la
conciencia general, generando una actitud fría, objetivamente violenta y por lo menos
indebidamente reductiva en relación con las formas de vida animal.
Tarea de la reflexión bioédca es proponer resueltamente un cambio de paradigma: se
debe abandonar lo del dominio absoluto, tan autoevidente aún en la reflexión de
muchos, para asumir un nuevo paradigma que acepta una responsabiUdad en relación
con el mundo viviente no humano'.

' Para una discusión profunda, véase BATTAGLIA, L. "Dirim degli animali c bioética". En: BELLINO, E (dir.)-
Trattato di bioética. Op. cit., pp. 455-481.
Capiculo XXI: Derechos de [os animales y espe rimen ración científica

Las razones que motivan el cambio de paradigma son de carácter epistemológico y


de carácter ético. Las primeras muestran el error del enfoque puramente instrumental
en relación con la naturaleza; las segundas ponen de relieve la insostenibilidad de una
posición de dominio arbitrario, con las inevitables consecuencias de crueldad que lo
acompañan.

1. Ética animal

Más propiamente, cuando se habla de ética animal se habla de la responsabilidad del


hombre hacia los animales, en cuanto que sólo la actividad humana puede ser objeto de
reflexión ética. Ella no se ocupa del comportamiento moralmente análogo de los animales
entre ellos, cuyas leyes son estudiadas por la etología. Que el objeto formal de la ética es el
comportamiento del hombre está fundado sobre el hecho ineliminable de que sólo el
hombre es portador de responsabilidad en el interior del sistema, incluso en la hipótesis
más radical, propuesta por la ética ecológica, de coincidencia de la comunidad de los
seres vivientes (hombres, animales y plantas) con los confines materiales de la comunidad
moráis
El hecho de que sólo el hombre pueda ser sujeto de responsabilidad moral no sig-
nifica que sólo el hombre es el único objeto (la relación interhumana) de tal responsa-
bilidad: también los animales y el universo son objeto de la responsabilidad moral del
hombre, hecho éste, que ha sido ciertamente descuidado por la reflexión ética tradicional.
Excepción de este olvido para el siglo XIX es la ética de la compasión por los animales de
A. Schopenhauer, que denunció el mal modo en el cual se ha planteado siempre la rela-
ción con los animales^ y la ética del respeto pot los animales de A. Shweitzer, que en este
siglo ha denunciado la exclusión de los animales de la reflexión ética*.
Pero la reivindicación de los derechos de los animales por obra de la ética filosófica
moderna no se coloca en la línea de estas denuncias, sino que pone radicalmente en dis-
cusión la misma racionalidad ética que no incluye a los animales en la comunidad ética y
el concepto mismo de persona humana.

- Cí\ MELLE, U. "Tiere in der ethik. Die frage nach der grenze der moralischen gemeinschaft". En:
ZeitschriftfurPhilos. Forschung, Al, 1988, p. 268. ^ SCHOPENHAUER, A. Hfondamento
della morale. Laterza, Bari, 1991, p. 245. ^ ScHWEiTZER, A, Gesammelte werke in funf
banden JL Munich, 1974, pp, 362-363.

439
introducción a la Bioética

El pensamiento animalista^ estudia la relación hombre/animal con una atención


específica que coloca bajo acunen crítico las mismas categorías de humanidad y de ani-
malidad, en el intento de verificar su conciencia teórica y las iínplicaciones de carácter
normativo. Los filósofos animalistas han puesto en discusión la polaridad irreductible
que contramarcaba la humanidad y la animalidad en el pensamiento fdosófico antiguo y
moderno (para el antiguo piénsese en la centralidad de la palabni) de la razón, de la
auto-conciencia como categorías que fundamentan la diferencia oncológica entre hombre
y animaleSj y para el moderno piénsese en la concepción científicíL baconiana, en. la cual la
naturaleza y las otras especies están a completa disposición del hombre) y en el teológico
cristiano. Este último pensamiento, acusado de ser fundamento y justificación de un uso
despótico del universo, revela en un examen más atento una concepción de apoyo de la
responsabilidad por la naturaleza, que no autoriza la actuación de una relación de explo-
tación indiscriminada del universo.
La ciencia que más ha contribuido a hacer menos ciertos los confines entre humanidad
y animalidad es ciertamente la etología. Los estudios sobre el comportamiento, la
comunicación y las motivaciones de los animales han mostrado elementos significati-
vos de continuidad con el comportamiento humano. Para la etología se puede hablar de
una naturaleza animal común a todos los seres vivientes y no se debe temer considerar la
especie humana del homo sapiens como una especie entre las (ítras. En la misma línea, los
estudios de neurofisiología comparada han puesto en evidencia formas importantes de
conciencia en los animales^
Estas razones y otras de carácter más general (la reflexión sobre lo que es propio del
hombre en relación con la cuestión del aborto) han conducido a la búsqueda de modelos
nuevos en las relaciones hombre animal, ya no inspiradas en la explotación y en el domi-
nio. La lección de la etología, que revela el vínculo que une a todos los vivientes, se ha
transformado en una visión solidaria en relación con todo aquello que es viviente.
Limitándonos a las cuestiones esenciales, dos son las preguntas fimdamentales que
deben afrontarse en relación con los nuevos puntos de vista en defensa de los animales:
¿podemos considerar a los animales como personas, como proponen las corrientes radi-

Cf. entre las publicaciones más importantes aparecidas en italiano: StNGER, P. Liberazione animale.
Mondadori, Milán, 1991 (la edición original es de 1975; se trata del texto más célebre y filosóficamente
calificado, convertido en una verdadera manifestación del moviftiiento por los derechos de los animales);
REGAN, T. Diritti animali. Milán, 1990; REGAN, T. e SINGJÍR. R Diritti animali, obblighi umani. Turín, 1987;
MIDGLEY, M. Perchégli animali. Una quemonepiU ampia dei nostri rapporti con le altre specie. Milán, 1985;
PASSMORE, J. La resomabilita deWmmo per Ifi natura. Milán, 1986. GRIFFIN, V. D. L'animale consapevole.
Turín, 1979.

440
Capítulo XXI: Derechos de los animales y experimentación científica

cales de la ética de la Überación animal? De aquí nace el segundo interrogante: ¿ios ani-
males tienen derechos morales propios y de qué tipo?
Nos referimos brevemente al defensor más conocido de la tesis sobre la personalidad
de los animales; P. Singer. Este autor afirma decididamente que el puesto privilegiado
que el hombre se ha atribuido en el cosmos es un abuso y constituye una discriminación
hacia las demás especies: es la acusación de especismo que se dirige contra el hombre. Tal
especismo repetiría el error moral fijndamental de una distinción particular que las épocas
pasadas habrían hecho en relación con los pueblos extranjeros o con minorías estrictas
vivientes en el propio territorio. Ello prolongaría el racismo, el machismo y extendería la
arrogancia del macho blanco y su pretensión de dominio sobre el sexo femenino en la
naturaleza extrahumana^. En cambio, para Singer, un comportamiento no discriminatorio
hacia la vida extrahumana exige que el hombre diga adiós a la ilusión de su preeminencia
y reconozca, en línea de principio, como paritarias todas las formas fenoménicas de la
naturaleza.
"Como la pertenencia a una determinada raza o a un determinado sexo no autoriza
ningún tratamiento diverso, así también la pertenencia a la especie biológica homo
sapiens es del todo irrelevante en cuanto concierne al reconocimiento de posibihdades
particulares de vida"*. En coherencia con esta posición, Singer afirma que hace falta reco-
nocer un ser personal a aquellos animales que muestran un comportamiento análogo al
racional y tienen conciencia de sí como de seres distintos, con una referencia propia al
futuro (él ve realizados estos presupuestos empíricos, por ejemplo, en los delfines y en
las ballenas)^.
¿Es posible aceptar esta attibución de personalidad a los animales? En este aspecto nos
limitamos a evidenciar que la atribución de una petsonalidad a los animales se configura
como opción arbitraria incluso sólo considerando una perspectiva biocéntrica y no
antro-pocéntrica: la razón es que se introduce una línea de demarcación poco clara en el
reino animal, de modo que entre sus especies están enfrente posibles personas (algunos
anima-íes superiores) y seguramente no personas (todos los animales inferiores).
La consecuencia más negativa de esta distinción es el oscurecimiento del fundamento
de nuestro deber de respetar a los animales, que es y debe permanecer nuestra supe-
rioridad espiritual, que fundamenta una responsabilidad unilateral hacia los animales.
Mientras que la tesis animalista quisiera que el respeto se basase sobre una especie de reci-

'' Cf. SINGER, E Etica pratica. Liguori, Nápoíes, 1989, pp. 88-90.
* SINGER, E Liberazione anímale. Op. cit., p. 26.
^ Para una más amplia presentación de su pensamiento, véase BATTAGLIA, L. Op. cit., pp. 460-464.

441
Introducción a ia Bioética

procidad entre nosotros y los animales. Se reconoce aquí la conclusión extrema de la ética
comractualista, que aun entre los hombres no reconoce deberes, a no ser aquellos que
derivan de los contratos estipulados por individuos que no tienen ningún vínculo natural
de solidaridad. Aparte el hecho de que nunca habrá verdadera reciprocidad, ni siquiera
entre los hombres y los animales más evolucionados, se dejaría sin protección a todos los
animales que no gozan del estado de cuasi-persona.
Más importante aún es la objeción que afirma la inutilidad del uso del concepto de
persona referido a los animales. Las instancias de la ética animal son fundables sin recurrir al
concepto de persona; por consiguiente, está fuera de lugar recurrir a un uso controvertido
de un concepto cuando no tiene relevancia ptáctica (principio de economía).
La cuestión de los derechos de los animales es más compleja. Partimos del plano jurí-
dico: las leyes para ía protección de los animales, cada vez más difundidas en países avan-
zados, imponen que el animal sea respetado por sí mismo. A esta primera afirmación de
principio siguen los listados de deberes hacia los animales {nutrición, cuidado, prohibi-
ción de usar violencia y de infligir sufrimientos gratuitos).
¿El hecho de tener deberes hacía los anímales constituye derechos de los animales?
Algún autor'" responde afirmativamente, con la advertencia de atribuir al concepto de
derecho un sentido derivado: no la tutela de la responsabilidad moral de la persona y su
facultad de obrar personalmente, sino su pretensión de obtener alguna cosa.
También en este caso se puede decir que el uso de la palabra derecho no es necesario
para indicar los bienes que se deben a los animales, y ello es cierto en la medida en que
exige modificar la noción misma de derecho. Los animales son sí objeto moral, pero, a
causa de su naturaleza, nunca pueden ser sujeto de exigencias morales y por eso no haría
falta hablar de derechos".
Debería permanecer claro que, cuando hablamos de derechos de los animales, usamos
el término derecho en sentido derivado, y que nuestros deberes hacia los animales están
fundados no sobre la capacidad de obrar recíprocamente, sino sobte nuestra responsabi-
lidad unilateral en relación con ellos.

'" Cf. BiRNBACHER, D. "Sind wir fur die narar verántwordich". En: BIRNBACHER, D. (ed.)- Okologie und
ethik. Stuttgarc, 1989, pp. 103-139. " Cf. RjCKEN, E "Anthrpozencrismus oder
biozentrismus?". En; ThPh, 62, 1987, p. 10.

442
Capítulo XXI: Derechos de ios animales y experimentación cienn'fica

2. Principios éticos en las relaciones con los animales

La relación con los animales y su inserción en el ámbito de la ética no son una novedad
absoluta. En efecto, ya Tomás de Aquino reconocía a los animales un estado de par-
ticipación, aunque indirecta, en el mundo moral, a través de Xz dimensión pasional de la
ética. "En cambio, en cuanto al movimiento de la pasión, el hombre también prueba
sentimientos hacia los animales: porque la pasión de la misericordia nace de las aflicciones
ajenas y porque también los animales prueban dolor, en el hombre puede surgir un
movimiento de misericordia también hacía las aflicciones de los animales. Pero de aquí se
deduce que, quien cultiva sentimientos de misericordia hacia los animales está, en razón de
esto, mayormente dispuesto a cultivar senrimientos de misericordia hacia los hombres,
como leemos en Vr 12, 10: "El justo conoce la necesidades de su ganado, pero las entrañas
del malvado son crueles"'^
Una argumentación semejante se encuentra en Kanr cuando afirma que el hombre no
debe destruir lo bello de la naturaleza ni atormentar a los animales, porque de lo contrario
"queda disminuida en él la compasión que provocan sus sufrimientos, y en consecuencia
se debilita y se destruye poco a poco una disposición natural muy provechosa a su
moralidad en relación con sus semejantes"'^
Como se ve, estos dos grandes autores ven el respeto por los animales como una oca-
sión para recordar al hombre los deberes morales que él tiene hacia sí mismo y hacia los
otros hombres; se trata por consiguiente de una argumentación insuficiente de la respon-
sabilidad por los animales.
Una base más correcta de esta responsabilidad no puede no parrir del respeto moral
del hombre hacia sí mismo: "El principio de que el hombre obra contra la propia dignidad
de sujeto moral, cuando inflige irreflexivamente y con consciente brutalidad graves
sufrimientos a los animales, no tiene en efecto necesidad de ser motivado por una
ínstru-mentalización de los animales que hace de ellos simples medios de su educación
moral. El principio segiín el cual es necesario tener consideración de la vida de los animales
y de su sensibilidad^or amor a ellos y que por consiguiente no se debe hacerlos sufrir,
porque se tt^tci de sus sníúnútnxos, no sólo es ^eiíectsjnentt conciliable con el principio
racional de la erica, sino que es demandado por éste. La responsabilidad parricular del
hombre como único sujeto de la comunidad moral exige también que trate a todos los
seres

'^ Summa thealogiae. I-II, 102, 6.


'^ Werke in sechs banden IV. Darmstadt, Í963, p. 578.

443
Ititroducción a ia Bioética

de conformidad con su propio valor inmanente y con la relación práctica con ellos mismos,
^ue Jos conrradÍ5rJngiie en conesponáench con su posición entre los seres natürales"^\
Si podemos razonablemente presumir que los animales sufren, entonces es exigencia
rtioral primaria para el hombre la de no infligir inútiles sufrimientos. Con la trasgresión
de ésta, como de toda otra exigencia moral, el hombre ofende antes que todo la propia
integridad de sujeto moral o, dicho de otra manera, la propia dignidad humana.
El dolor de los animales. Se trata ciertamente de una cuestión sobre la cual la ciencia
tiene incertidumbres, pero que también tiene implicaciones filosóficas relativas al modo
de fundamentar'^ el deber de no infligir inútil dolor a los animales. La cuestión de mayor
relieve es la relativa a la calidad del dolor en los animales: ¿se trata de la misma calidad
del dolor humano?
A pesar de las evidentes analogías o afinidades presentes en el modo de comportarse de
los animales frente al dolor, no podemos negar que existe también una diferencia impor-
tante: el sufrimiento animal no es un sufrimiento toral como el del hombre. El animal
sufre "en el momento" del estímulo, mientras que el hombre, por la autoconciencia que
lo caracteriza, sufre de modo ampliado en relación con aquello que el dolor significa para su
vida. Por ejemplo, en un hombre enfermo de cáncer el sufrimiento crece por el hecho de
que toda la vida se trastorna por el conocimiento del curso de la enfermedad y la vida
cambia aún mucho antes que se presenten los sufrimientos físicos.
De esta diferencia no deriva necesariamente una desvaloración del dolor animal, en
cuanto que la conciencia de la curación o de la liberación de una condición de sufrimiento
llevan al hombre a esperar, mientras que para el animal que sufre en el momento, al no
tener conciencia del fiíturo, la vida coincide con el dolor. En consecuencia, crece la
urgencia de evitar el dolor a los animales.
La aplicación análoga del principio de igualdad nos pide tratar a los anímales de modo
igual en aquello en lo cual ellos son iguales a nosotros: porque los animales son como
nosotros seres sensibles al dolor, el precepto moral de consideración con el dolor de los
otros seres vivientes concierne también a los animales.
El mismo principio permite tratar a los animales de rnodo diverso en aquello en lo
cual son diversos de nosotros. Éste es el fiíndamento de la legitimidad de su muerte: al
no ser humanos, no tienen un derecho individual a vivir que haya que respetar de manera
incondicional. Cuando existe un conflicto de derechos de los animales y del hombre,

''' ScHOCKENHOFF, E. Etica della vita. Op. cit., pp. 424-425. '^
Cf. Ibíd.. pp. 426-429.

444
Capítuio XXI: Derechos de los animaies y aípeñmeniación científica

son estos últimos los que prevalecen y esto permite sactificar la vida animal pata salvar,
proteger y promover la vida humana personal.
En esta perspectiva se justifica también la ejecución de experimentos sobre los
animales.

3. Animales y experimentación científica

La experimentación científica sobre los animales impHca un número enorme de ani-


males que son usados en la investigación sanitaria y farmacológica, y también en el campo
militar, cosmético y de los detergentes. El número estimado de animales usados para las
investigaciones es más de cien millones al año. Con base en los criterios éticos arriba
expuestos, la mayor parte de tales experimentos es considerada ilícita. El juicio surge de
los resultados de las verificaciones que se llevan a cabo en la materia. Por ejemplo, algunos
fármacos son estudiados sólo por una mayor conveniencia económica y no por efectivas
exigencias terapéuticas. En este caso, la administración de las sustancias nuevas a los
animales produce sufrimientos no necesarios para la salvaguardia de la vida humana.
Por consiguiente, el tema se presenta como muy controvertido, y esto no sólo desde
un punto de vista bioético, sino también desde un punto de vista estrictamente científico.
Limitamos nuestra reflexión a la investigación médica y biológica, campo en el cual la
experimentación tiene justificación moral.
En el plano científico, existe una opinión que afirma, con frecuencia
provocadora-mente, que la experimentación sobre los animales sería metodológicamente
incorrecta y, en definitiva, inútil; el único fin de la experimentación sobre los animales
sería el cumplimiento de una especie de seguridad, para permitir la sucesiva
experimentación sobre los hombres, quedando en cierto modo garantizada por la
investigación previa sobre los animales. Esta especie de rito propiciatorio sería
rigurosamente desmitificado.
Se trata de afirmaciones de tal alcance que, si resultasen verdaderas, llevarían al final
de la reflexión sobre la materia.
Peto las cosas no están así: la experimentación sobre los animales tiene una validez
científica real'^ Este realce de la seguridad metodológica de la experimentación sobre los
animales no tiene aún un significado bioético, pero es condición preliminar para la bús-

'^ Es posible consultar una amplia y rigurosa documentación en el sitio varias veces citado del COMITATO
NAZIONALE DI BIOÉTICA, en la página que presenta el documento "Sperimentazione sugli animali e salute dei
vivenii".

445
Introducción, a la Bioética

queda de posibles justificaciones no científvcas, sino propiamente bioéticas, del sacrificio


que el hombre impone a los animales. Tales razones deben ser encontradas en la línea de
una promoción de la salud de los vivientes humanos y no humanos.
El punto de partida de la reflexión no puede ser sino el que hemos ya adquirido de la
primacía de la vida humana entre todas los formas de vida. Tal primacía, que no es sólo
real sino primariamente axlológica, constituye el fundamento de la justificación, por lo
demás no ilimitada, de la subordinación al hombre de todos los demás vivientes. Pero se
trata de una subordinación que no excluye que entre todos los seres vivientes se dé una
especie de solidaridad radical y constitutiva, que las personas humanas advierten de modo
intuitivo y emocional. La tarea de la bioética» en este caso, es la de llevar a claridad racio-
nal estas motivaciones prelógicas, de modo que sean comprensibles para todos los valores
que deben guíar la relación de los hombres con los animales.
El primer aspecto por tratar es el estudio del dolor en los animales. Desde el punto de
vista científico, hay discusión sobre la existencia de facultades perceptivas y estructuras
cognitivas en los animales que elaboren el dolor. Es cierto, sin embargo, que para los
animales se puede usar la terminología del dolor, del sufrimiento y de la angustia no por
simple deseo de proyectar sobre ellos la experiencia del hombre, sino porque los estudios
del cuidado de los animales han puesto en evidencia que existen percepciones inmediatas
y prolongadas que niegan una condición de bienestar. Se debe observar, por otra parte,
que la definición objetiva del dolor también concierne al dolor humano, aunque se lo
quiera considerar desde uno de los puntos de vista menos subjetivos, como es la química
del dolor.
Por consiguiente, no es sólo el dolor animal el que no es bien descriptible, sino el
entero fenómeno del dolor, tanto el relacionado con el hombre como el que se refiere a
los animales.
Frente a un ámbito en el cual los conocimientos científicos están, aquí más que en
otros sectores, en una zona de claro-oscuro, se puede asumir correctamente la posición
prudencial, a saber, la que reconoce y tutela a los animales aun cuando haya sólo una cer-
teza indiciarla acerca de sus facultades perceptivo-cognitivas (por ejemplo, la existencia
de estructuras neuronales aptas para esto).
La asunción de esta posición es la base para un mejoramiento general de la condición
animal. El proceso de respeto debe continuar y tocar las motivaciones y el valor de los
fines por los cuales los animales son usados {aspecto axiológico). Es por tanto necesario
llevar a cabo una jerarquización de los objetivos para los cuales son usados los animales y
colocarla en relación con la "cantidad" de sufrimiento que el procedimiento comporta.

446
Capítulo XXI: Derechos de los animales y experímentación científica

Todo esto es realizado sobre el presupuesto de que la experimentación sobre los ani-
males es insustituible.
La discusión concerniente a la experimentación sobre los animales comprende diver-
sas competencias, en cuanto que se deben profundizar datos científicos (la experimenta-
ción está/no está científicamente fundada; es/no es sustituible), cuestiones de filosofía de
la ciencia (la ciencia no es un saber evaluativo), de filosofía moral (los animales deben ser
respetados), de derecho positivo (normas sobre la experimentación).
Hoy es necesario para la bioética llevar a cabo una obra de mediación entre diversas
instancias: la atención por la vida y el bienestar de los animales; su percepción del dolor,
aún no adatada científicamente; la necesidad de la investigación científica, por la no total
sustituibilidad de ía experimentación animal.
En tal obra se inserta el derecho'^ que, por una parte, interviene sobre la ciencia y, por
otra parte, reviste de significado normativo juicios científicos, por la determinación, por
ejemplo, de requisitos técnicos, estándares de seguridad, valoraciones de riesgo, etc.
Con referencia específica a la experimentación animal, se considera que cumple una
opción ética aquella sociedad que, a través de una legislación regularmente actualizada,
ha definido el concepto de "bienestar animal". En términos operativos, esto significa que la
experimentación debe evitar condición de estrés, dolor, angustia, suftimiento en el animal
sobre el cual se cumple el procedimiento de experimentación.
Las notmas que serán emanadas en coherencia con esta posición pueden ser vistas, por
los operadores científicos, como una indebida intromisión en el campo de la autonomía
de las ciencias. Pero se puede también afirmar que la solución normativa de cuestiones
científicas controvertidas no es un uso demagógico del derecho, sino más bien expresión
de una visión científico-filosófica avanzada, consciente de la no neutralidad axiológica,
de los juicios científicos y de la importancia del control social sobre la evolución de la
empresa científico-tecnológica.

Véase la Directiva europea.

447
CAPÍTULO XXII

ECONOMÍA Y SALUD

1. Desarrollos de la medicina y acceso a los cuidados sanitarios

El punto de partida de nuestra reflexión sobre el tema del uso justo de los recursos
económicos en la salud puede ser la llamada paradoja de la medicina moderna, por la
cual aun en las sociedades avanzadas se hace más difícil curar a todos los enfermos y la
causa de esta dificultad está dada precisamente por el progreso continuo de la medicina.
La paradoja es así descrita por A. Franchíni: "La adquisición de medios terapéuticos sofis-
ticados e idóneos para impedir al hombre morir por enfermedades hasta hace poco tiempo
mortales o incluso incurables, implica un costo que impide su generalización, por lo cual
la curación y la vida se han vuelco de un precio tan alto que la sociedad no puede
permitirse el lujo de sostenerlo, y es también por esto que amaramente se podría decir
que, cuanto más progresa la medicina, tanto más difícil es curar al enfermo. El inevitable
conflicto entre sociedad e individuo lleva al trágico momento de deber decidir a qué
pacientes se debe dejar morir y entonces se impone el grave problema de la responsabili-
dad social e individual del médico"'.
Pero el uso de alta tecnología y a alto costo por parte de la medicina es sólo uno de los
elementos que contribuyen al fuerte crecimiento del gasto sanitario. Otros factores tam-
bién importantes son: la demanda cada día más generalizada de elevados estándares de
salud, que implica intervenciones frecuentes y costosas aun por malestares pasajeros; el
cambio demográfico y epidemiológico que ve aumentar el número de personas mayores,

' FRANCHÍNI, A. "Le grarndi scorperte della medicina". En: AGAZZI, A. (dir.). Storia delle scienze, II. Citta
Nuova, Roma, 1984, p. 338.
Capítulo XXI!: Economía y sa!ud

y por lo tanto las enfermedades crónicas y degenerativas, y los comportamientos desarre-


glados de muchos jóvenes y adultos que tienen necesidad de terapias para la
toxicodependencia, el alcoholismo y el SIDA.
En los países de Europa occidental, la carga financiera de la salud ha sido asumida por
el estado en coherencia con la doctrina del welfare state, que reconoce al ciudadano un
derecho a la salud como uno de los derechos esenciales de la persona.
El estado social asegura por lo tanto a los ciudadanos el servicio sanitario como servi-
cio público dirigido a todo ciudadano en cuanto titular de un derecho a la salud, que es
independiente de la actividad que él desarrolla en el interior de la sociedad. El principio
guía de la salud en la fase inicial del estado social era: "A cada uno según sus necesida-
des". Con base en este principio se justificaban los gastos sanitarios tanto bajo el aspecto
económico como bajo el ético.
Pero, como es sabido, el estado social ha conocido una severa crisis a partir de la década
de 1970. Los recursos económicos se han revelado insuficientes para mantener el proyecto
de asistencia "desde la cuna hasta el féretro" para todos los ciudadanos. Si a este proceso
de carácter general se añade el fuerte y autónomo incremento del gasto sanitario por los
motivos mencionados antes, se comprende que uno de los sectores en los cuales la
exigencia de ahorrar se ha hecho sentir más intensamente ha sido precisamente en el de la
salud.
El principio "a cada uno según sus necesidades" ha sido cambiado por el principio "a
cada uno según sus necesidades en los límites de los recursos disponibles". De aquí en ade-
lante, el estado trata de regular los gastos sanitarios adoptando criterios de economía, de
eficiencia y de justicia. Pero, al hacer esto, proporciona criterios de acción al personal sani-
tario y, con frecuencia, estos criterios son taxativos y se convierten en "órdenes".
Se realiza así un cambio importante en la relación médico-paciente. En un primer
momento, el nacimiento del servicio nacional de salud, por obra de los estados que han
abrazado la política del welfare, no había tenido una fuerte incidencia en el modelo de
relación entre médico y paciente, que había permanecido sustancialmente como el de
la medicina liberal del siglo XIX. La única diferencia importante era que con el servicio
nacional de salud también los pobres podían acceder a las terapias.
Muy diverso ha sido el impacto de la decisión de los estados de ahorrar sobre los
balances de la salud. En efecto, con la intervención continua del estado a través de leyes
financieras, la relación médico-paciente se ha enriquecido de modo permanente con un
tercer actor, constituido por el estado.

449
Introducción a la Bioética

La relación médico-paciente, que precedentemente era regulada con base en princi-


pios de autonomía y de beneficencia, ahora es regulada también por el principio de jus-
ticia, que guía al estado en la asignación de sus recursos, en cuanto que el estado tiene
como fin la realización del bien común y no sólo el del individuo.
Es en el mejor ajuste posible de estos tres principios que consiste la cuestión bioética
de la relación economía y salud. Tal ajuste impulsa no sólo, o no principalmente, a la
realización de políticas de ahorro en materia de salud, sino a una más eficiente y más justa
gestión de los gastos.
, La solución de! problema de la distribución de los recursos sanitarios demanda la
contribución de perspectivas disciplinarias múltiples, como las económicas, sociológicas,
médicas, políticas y morales, mostrando también en este caso la naturaleza
interdisciplinaria de la bioética.
Más específicamente las cuestiones que se deberán tratar son:
• ¿existe un derecho a la salud y en qué consiste?
• ¿Cómo financiar el servicio sanitario de modo que se salvaguarden mayormente los
criterios de equidad y justicia?
• ¿Cuáles son los criterios que las instituciones deben adoptar para usar lo mejor posi-
ble los limitados recursos disponibles (opciones de macroasignación)?
• ¿Cuál es el papel del médico frente a las obligaciones de ley y a las necesidades del
paciente individual (opciones de microasignación)?

2. Derecho a. la salud

Hemos visto que los estados que se configuran como sociales han afirmado la exis-
tencia de un derecho a la salud. Pero no todos los países avanzados, el primero de todos
los Estados Unidos, han escogido esta solución. En el ámbito anglosajón está muy viva
la discusión sobre la existencia de \xn derecho a la salud y sobre su eventual extensión. La
discusión sobre este tema está conectada con la más general sobre el papel del estado en
relación con la sociedad.
Las teorías ético-políticas de tipo libertario se han centrado en la idea del estado míni-
mos a saber, el que se atiene estrictamente a la salvaguardia de las reglas de la conviven-

^ Cf. NozícK, R. Anarchia, Stato e utopia. I fondamenti delio ¡tato mínimo. Le Monnier, Florencia, 1981.

450
Capítulo XXII: Economía y salud

cia y gestiona sólo los servicios de la defensa militar, del orden público y de la política
exterior. Todos los otros servicios deben ser confiados al mercado libre, con la convicción
de que esto producirá la mejor asignación de los recursos. También la asisteticia sanitaria
debe ser confiada a la autogestión de los ciudadanos, los cuales deben poder organizarse
como crean mejor.
Por consiguiente, existe sólo un derecho a asociarse o a estipular seguros para defender
la propia salud, según las propias preferencias y no un derecho general a la salud. Al estado
se le niega el derecho de llevar a cabo opciones generales en el campo de la salud. H. T
Engelhardt es abiertamente partidario del apoyo de esta posición y afirma que: "No
existe ningún derecho humano fundamental a la prestación de asistencia sanitaria, ni
siquiera a la prestación de un mínimo aceptable de asistencia sanitaria"^ Las desagradables
consecuencias, para los más necesitados de cuidados, que esta posición implica no tienen
televancia ética, sino que hacen parte de la lotería natural.
El sistema hbertario se realiza por norma a través de la gestión privada de los servicios
sanitarios, con exclusión completa o casi completa de la intervención del estado.
El sistema sanitario estadunidense no realiza en pleno este modelo, pero, no obstante
la asistencia a los pobres proporcionada por el "Medicaid" y la asistencia a los adultos
mayores y a los discapacitados suministrada por el "Medicare", deja una cuota consistente
de la población (acerca del 15%) correspondiente a 37 millones de personas) desprovista
de asistencia médica, con la excepción de los casos de emergencia, para los cuales las
estructuras hospitalarias están obligadas a intervenir, independientemente de las disponi-
bilidades económicas de hospitalización. Al lado de aquellos que están desprovistos casi
totalmente de asistencia médica, otro grupo consistente de aproximadamente 25 millo-
nes de ciudadanos estadunidenses se encuentra en condiciones de cobertura insuficiente
en cuanto concierne a los cuidados sanitarios. Los fondos públicos disminuyeron durante
los años ochenta en la presidencia republicana. Esta situación de malestar ha inducido a
los demócratas a preparar un plan de reforma para extender a todos los cuidados sanita-
rios''. Desgraciadamente, el proyecto ha encontrado la resistencia insuperable de la mayoría
republicana en el Congreso.

3
ENGELHARDT, H. T. Manuale di bioética. Op. cit., p. 383.
La necesidad de un cambio sustancial está expresada en una intervención del presidente Clinton (27 de oaubre
de 1993): "Hoy nuestro sistema sanitario está en pedazos. Los seguros rivalizan sobre quién encuentra sólo
personas sanas para asegurar. Millones de norreamericanos pueden perder la cobertura financiera junto con el
puesto de trabajo y todos sus ahorros, en caso de grave enfermedad. Otros millones son bloqueados en su
puesto de trabajo por el miedo de perder la cobertura, y los pequeños

451
Inrroducción a !a Bioética

En Europa la perspectiva libertaria es completamente rechazada, sobre la base de la


convicción de que el bien salud no puede ser puesto en el mismo plano que los otros bie-
nes de consumo.
La salud no sólo no es un bien entre los otros, sino que es un bien decisivo para que la
persona pueda realizarse y dar la propia contribución a la sociedad. En esre sentido, es
justo colocar a todos los ciudadanos en condiciones, por lo menos, de igualdad en la com-
petición social, y es interés de la sociedad que el ciudadano particular esté sano y contri-
buya al crecimiento social.
Por consiguiente, es necesario afirmar un derecho a la salud como condición para la
realización, con base en las propias capacidades, del propio proyecto existencial y de la
propia contribución a la vida de la sociedad.
En esta óptica es legítimo para el estado la actuación de intervenciones distribu-
tivas, que coloquen a los ciudadanos desventajados en condiciones de poder curarse.
Naturalmente, esto podrá tener lugar si el estado pide, en una lógica sohdarista, una con-
tribución financiera a los ciudadanos sanos. Por evidentes motivos, la solidaridad no será
sólo entre ciudadanos con riesgo diverso, sino sobre todo se trata de una lógica intergene-
racional: los más jóvenes hacia los más ancianos. El sistema de pagar los gastos del servicio
sanitario a través de la fiscalía general, a la cual cada uno contribuye según el propio
ingreso, con cuotas progresivas, realiza debidamente la solidaridad que reconoce en la
salud un bien primario para el individuo y para la sociedad^
Una vez establecido el derecho a la salud, se plantea el problema de cuál deba ser el
objetivo del estado en la tutela de este derecho. Dicho de otra manera, ¿cuál es el nivel
de cuidados al cual todo ciudadano tiene derecho?
Resulta insostenible el objetivo de llevar a todos a condiciones finales iguales. Además
de ser irrealizable, este objetivo conduciría a una demanda de cuidados sin límite, con tai
de obtener una igualdad de condiciones con los sanos. Si el derecho Riese el de recibir
todos los cuidados de los cuales se puede esperar un beneficio, así sea pequeño, se llegaría

empresarios en roda la nación quisieran proveer la cobertura sanitaria para sus trabajadores y para sus familias
y no pueden costearla. El año próximo gastaremos más de mil billones de dólaces en la salud y dejaremos 37
milíones de norteamericanos sin seguro sanitario y otros 25 millones con una cobertura Lnadeaiada", citado en
PASINI, G. "Attenzione agU ultimi e política sanitaria: una proposta per il paese". En: SGRECCIA, E. e
SPAGNOLO, A. Etica e albcazione delle risorse nella saniíd. Vita e Pensiero, Milán, 1996, pp. 185-186.
Cí MATTIONI, A. "Dalla legge istítutiva del Servizio Sanitario Nazionale ai prowedimemi de riordi-no. Modelli
a confronto". En: BIÍESCIANI, C. (dit.). Etica, risorse economiche e sanita. Giuffre, Milán, 1998, pp. 65-90.

452
Capítulo XXII: Economía y salud

a un gasto sanitario enorme e insostenible. Esto llevaría luego a un colapso económico y a


una disminución del nivel general de los cuidados, para dar a todos la misma cantidad de
terapias. En este caso, el daño mayor sería padecido precisamente por las clases sociales
más desventajadas, que no pueden permitirse cuidados pagados privadamente. Por lo
tanto, la igualdad deberá ser entendida en ei sentido de apuntar a una igualdad real en el
acceso a las terapias en el caso de necesidad efectiva de cuidados.
Por consiguiente, implícitamente ya se ha respondido a la cuestión de si es lícito limitar
los cuidados. La eticidad de una apropiada asignación de recursos en el sistema de los
cuidados de la salud está fuera de discusión; se trata de la ética de los fines que impone
definir, en el operar concreto del sistema, objetivos que no pueden ser sino comunes.
Los objetivos comunes son la macro y la microasignación de ios recursos: la parte del
producto interno bruto que ha de asignarse ai sistema, su distribución entre la prevención
de interés social y de demostrada eficacia, el cuidado eficaz de las enfermedades, la
organización de los servicios con fines de uso apropiado de los procedimientos y el acceso
de los ciudadanos a él. Siempre a nivel de macroasignación, se debe establecer la dis-
tribución de los recursos en los diversos servicios de salud, sin excluir los que son de alto
costo y de baja rentabilidad económica. Hace falta valorar luego los recursos humanos y
establecer un correcto equilibrio entre las diversas figuras profesionales que trabajan en la
saJud; médicos, técnicos, enfermeros, administrativos. En este ámbito se coloca la discu-
sión sobre el derecho a un umbral mínimo de cuidadosa
El nivel de macroasignación está guiado, en primer lugar, por el principio de
sociali-dad, es decir, de salud como bien común, que en cuanto tal se convierte también en
bien económico, y por eso principio de la obligación social de garantizar a todos los
medios para acceder a los cuidados necesarios; en segundo lugar, opera ei principio de
subsidia-ridad, que interviene allá donde mayor es la necesidad, coordinando la actividad
de individuos y de grupos sin sustituirlos; el principio de solidaridad, que promueve
iniciativas espontáneas, voluntarias, individuales y de grupos y el principio de
responsabilidad, que debe guiar a los ciudadanos a tomar sólo servicios justificados y
razonables en relación con los concretos equilibrios políticos, económicos, sociales del país,
así como con las exigencias de las generaciones futuras.
A nivel de microasignación, se rechazan los planteamientos puramente económicos,
que corren el riesgo de comprometer el principio de la alianza terapéutica médico-paciente.
En la valoración de la utilidad de los servicios hace falta considerar lo más posible las
^ Cf. BuCHANAN, A. "The righc co a decent mínimum of health care". En: Phtlosophy and Public Affairs, 13, 1984, pp.
55-78.

453
Introducción a la Bioética

necesidades individuales de las personas que a ellos se dirigen. Para el acceso a los servi-
cios debe valer el criterio de la proporcionalidad diagnóstico-terapéutica, y para la hospi-
talización el del médico, con la responsabilidad de aplicarlo correctamente.
La limitación de la que se habla no tiene sólo una motivación económica de ahorro;
ella debe ser realizada aunque no existiese algún límite de gasto. Esto porque la limita-
ción tiene una más profunda motivación racional.

3. Criterios para la justa asignación de los recursos

La búsqueda de una racionalización de los gastos de salud ha llevado a la elaboración y


a la discusión de dos criterios principales: el criterio de la eficacia de las terapias y el cri-
terio de la edad de los pacientes''.
A) El primer criterio se basa sobre el análisis costos-beneficios, a través de la valoración
de los costos de las terapias y de los costos sociales provocados por las diversas enferme-
dades. Toda pareja enfermedad-terapia puede recibir una valoración en términos
mone-tarios**. El punto problemático de este tipo de análisis es que las terapias no
conducen siempre a una curación, sino a un mejoramiento y a una convivencia con la
enfermedad y se hace difícil expresar en términos económicos el mejoramiento del
estado de la salud. Para obviar esta dificultad el análisis se ha dirigido a la relación
costos-eficacia de las terapias. El método mira a valorar programas alternativos en
relación con un objetivo terapéutico dado. Con base en este método, se debe preferir la
terapia más eficaz y que cueste menos, o bien la que cuesta más y es más eficaz, pero el
mayor costo está compensado por el beneficio adjunto, o bien que es menos costoso y
menos eficaz, pero la terapia alternativa no justifica su costo.
También en este caso nos encontramos frente a la dificultad de valorar el parámetro
complejo de la eficacia y se ha debido recurrir a un instrumento que considere tanto el
aspecto cuantitativo como cualitativo de las terapias. Se trata de QALY (quality-adjusted
life year), el año de vida cualitativamente adecuado. El concepto de QALY es elaborado
por vía empírica con base en las preferencias de la población: por ejemplo, si un ciuda-

' Para un análisis detallado de estos criterios, Cf. REICHLIN, M. "Distríbuzione deile risorse sanitaric". En:
Russo, G. (din). Bioética sociale. LDC, Turín, 1999, pp. 297-331. ^ Con este propósito fue introducida la
grafía DRG {diagnosric related group) para indicar las tablas que
indican el costo de toda intervención.

454
Capítuio XXII: Economía y salud

daño prefiere vivir 5 años en salud, más bien que 10 años con diálisis, tendremos que un
año de diálisis vale 0,5 QALYS. Las terapias deberían tender a alcanzar el más alto número
de QALYS.
El criterio es problemático, en primer lugar, porque las previsiones sobre la duración
de la vida no son confiables. En segundo lugar, se debe registrar una gran variabilidad de
las preferencias de los ciudadanos, sobre todo en relación con el hecho de estar enfermos o
no. Pero la objeción más grave es que el criterio de QALY no considera el valor moral de
la persona humana, que es igual al de otra persona, y tiende a violar la exigencia ética de
equidad en el tratamiento de las personas. Tiende ciertamente a maximizar la utilidad
toral, pero con menoscabo de la equidad, de manera especial hacia las personas desven-
tajadas, como los adultos mayores y los discapacítados.
Un criterio correcto de asignación de los recursos deberá tratar de responder del
modo mejor a las necesidades médicas de los individuos, en proporción a su urgencia y
gravedad.
Para remediar la insuficiencia de los QALYS se ha propuesto refinar el criterio para
ir ai encuentro de las personas más desventajadas y se ha elaborado el EQALY, un índice
que permite elevar la medida de QALYS para las categorías más débiles^, pero permane-
cen las perplejidades en relación con este criterio.
B) El segundo criterio usado para la racionalización de los gastos es el de la edad
anagráfica del paciente. Se trata de un criterio que tiende a fundar una política de tipo
macroasignación: los servicios sanitarios son reducidos en medida proporcional al
aumento de la edad. Es un criterio usado en muchos centros de salud para destinar los
órganos de trasplante o para el tratamiento de diálisis renal. La aplicación del criterio de la
edad puede guiar también las opciones de microasignación, como la asignación de las
unidades de reanimación.
Las ventajas de este criterio son las de la objetividad, la no discriminación racial o
machisra, y en cierta forma también la afirmación del ideal de equidad, en cuanto que se
permitiría a los jóvenes gozar de mayores cuidados para incrementaí su expectativa de vida
y llegar a la edad a la cual ya han llegado los adultos mayores. D. Callaban'" ha sostenido
que, una vez alcanzado el llamado natural life-span (el límite natural de la vida) de toda
persona, no se deben usar terapias de alto contenido tecnológico que sólo tie-

^ Cf. HANAU, C. "Economía, programmazione sanitaria ed erica pubblica". En: BOMPÍANI, A, (dir.).
Bioética in medicina. CIC, Roma, 1995, pp- 429-430. '° Cf. CALLAHAN, D. Setting limits. Medicalgoals in an
aging society. Simón and Schuster, Nueva York,
1987, p. 143.

455
Introducción a la Bioética

nen el efecto de hacer crónica la enfermedad y no mejoran significativamente la calidad


de vida. De tal modo se contrastaría el exceso de tecnología y se podrían usar mejor los
recursos en medicina.
También aquí se debe objetar que el respeto de la persona no puede ser sometido al
objetivo del aborto económico o de la pura racionalización de los recursos. Es verdad
que se ahorraría mucho si no se cuidase a los adultos mayores más allá de un cierto límite,
dado que son ellos los que absorben la gran mayoría de los recursos, pero el objetivo del
ahorro de ninguna manera es un objerivo absoluto; él esrá subordinado al valor de las
personas y a la equidad que hay que alcanzar en los tratamientos terapéuticos. Aquí es
necesario reafirmar el valor de la vida en cualquiera de sus fases: en particular, la vida del
adulto mayor de ninguna manera está desprovista de significado, contrariamente a cuanto
afirman las tesis juvenalistas, tan difundidas en nuestra cultura.
Al lado de los criterios principales ya presentados, deben considerarse otros, cuya
inaceptabilidad ética aparece inmediatamente: se trata del criterio del valor social de la
persona y del de sus responsabilidades (ser padre o madre) o, aun, el criterio negativo
por el cual se excluyen de los cuidados aquellos que son responsables de su enfermedad
(por ejemplo, los fumadores son excluidos del trasplante de pulmón en caso de cáncer).
Se trata de criterios que van en contra del principio de equidad y de la igual dignidad de
toda persona.
Si los criterios expuestos son insuficientes para regular las opciones de
macroasigna-ción, queda abierto el debate sobre la modalidad de llegar a un correcto
racionamiento de los gastos sanitarios. Importantes referencias en el debate son los
modelos de Gran Bretaña, Holanda y Suecia". En otros sesenta países se han
comprometido en la búsqueda de una reforma válida.
En Gran Bretaña se mantiene el control público establecido por la primera reforma
sanitaria de la posguerra, pero la nueva, de la década de 1990, introduce la concepción
economicista de la "competición administrada". En Holanda el gobierno ha nombrado
una Comisión llamada "Opciones para la asistencia sanitaria", con la tarea de definir cri-
terios explícitos, con conocimiento del público, para distinguir los cuidados de necesidad
segura y de eficacia y eficiencia documentada (que hay que hacer entrar en un "paquete
base" con financiación pública) de aquellos que no responden a los criterios establecidos, y
por lo tanto no financiables por el estado. En Suecia, el modelo, que se quiere inspi-

" Cf. ZANERRA, G. E e RUFFINO, E. Sütemi sanitari a confronto. Blu Editoriale, Turín, 1996; COMITATO
NAZÍONALE PER LA BIOÉTICA. Etica, sistema sanitario e risorse. Presidenza del Consiglio dei Miniscri,
Dipartimemo per rinformazione e reditoria, 17 de julio de 1998.

456
Capítulo XXII: Economía y salud

rar en los principios de solidaridad y de la dignidad de la persona humana, establece un


orden de prioridades de intervenciones referidas a las enfermedades agudas y graves, a las
enfermedades crónicas, a las definidas limítrofes, a las no debidas a enfermedades preci-
sas, a la prevención y al cuidado de la salud.
Los resultados de todos estos modelos aún no son bien valorables. En Gran Bretaña,
por ejemplo, se estarían evidenciando aumentos excesivos de los costos administrativos y
se teme que los médicos de base, que tienden a tener baja la relación costos/beneficios por
razones de presupuesto fijo, puedan favorecer un racionamiento servil y, al rehusar hacerse
cargo de los pacientes que, por el ripo de enfermedad, resulten más costosos, terminen
haciendo una selección negativa pata ellos; se manifiesta, además, preocupación por un
deterioro del patrimonio de prestigio del cual generalmente han gozado los médicos
generales.
En el ámbito de la biisqueda de vías para la racionalización de los gastos no se debe
olvidar el conocido experimento de Oregon'^ (USA), que ha recibido críticas severas,
pero que ha introducido en el sistema la participación de la población en la elección de
las prioridades.
En todos los sistemas son evidentes los límites de su gobernabilidad. Se siente en todas
partes, y de hecho no se sabe cómo atenuarlo, el temor de una excesiva inclinación
eco-nomicista. La reflexión, en el pluralismo cultural de la bioética, es por lo tanto
primariamente sobre los límites de la realización del principio de justicia. La doctrina
católica contribuye en el encuadramiento de este problema con el principio de
subsidiariedad conectado con el de solidaridad: se debe proporcionar la ayuda mayor allá
donde es más grave la necesidad. Esto vale también en el caso de aquellos pacientes que
han sido, de alguna manera, responsables de su patología.
A nivel microdistributivo, el único criterio éticamente correcto es el de la gravedad de
la enfermedad y la urgencia de la terapia, junto con la eficacia previsible y la proporcio-
nalidad de la intervención médica, cuando se deba escoger a quién atribuir una sola terapia
entre dos pacientes que tienen necesidad de ella. Cuando este tipo de valoración es
incierto, permanece válido el principio de cuidar a quien ha llegado primero.

'^ ViNEis, P. / modelli dell'assitenza sanitaria. Ibid,, pp. 103-114.

457
Introducción a la Bioética

4. Papel del personal de salud

Cualquier intervención en la política sanitaria que intente regular la relación economía


y salud deberá tener en cuenta el papel fundamental ejercido por el médico en relación
con el paciente. Varias veces hemos hablado de la alianza terapéutica que se establece entre
médico y enfermo. Todo proyecto de reforma deberá tener cuidado de no debilitar esta
alianza. En realidad, ya se ha señalado la inclinación economicista de muchas inter-
venciones racionalizadoras; una de las primeras consecuencias de estas intervenciones es
la involuntaria transformación del médico en un funcionario administrativo, que debe
tener un ojo puesto en el paciente y el otro en el lado financiero de su profesión (médico
como doble agente: del paciente y de la estructura sanitaria).
El riesgo es que la relación médico-paciente se vuelva secundaria respecto a la relación
médico-estructura sanitaria, y por lo tanto no responsabilizada. Muchos de los efectos
negativos de la gestión de la salud derivan precisamente de esta relación debilitada
médico-paciente.
Hace falta recalcar que es necesario salvaguardar la autonomía del médico en su rela-
ción terapéutica con el paciente, y ios elementos que garantizan esta autonomía del médico
son la ética y la deontología profesional. El médico tiene el derecho-deber de estar al
servicio prioritario del paciente, guiado por el criterio fundamental del mejor interés del
paciente. Por lo tanto, es necesario reaccionar ante las presiones ideológicas y sociales
que van en sentido contrario, también a través de una adecuada formación ética del
personal de salud. La pérdida de una buena relación de alianza terapéutica no está de
ninguna manera compensada por el ahorro en el gasto sanitario: hay una enorme dife-
rencia de valor entre el bienestar social generado por un correcto ejercicio de la profesión
médica y el eventual ahorro proveniente de la racionalización de los gastos. Esto es verdad
sea que se valore la cuestión en la perspectiva utilitarista que se haga en la perspectiva
personalista.
El aspecto de la formación del personal debería interesarse en la introducción de un
nuevo enfoque cultural; el de la relacíonalidad y de la confrontación, de modo que se afronte
el problema de los recursos sanitarios, que es ciertamente un problema complejo.
Se trata de un hecho cultural que no concierne sólo a los médicos. La confrontación
debe tener lugar entre médicos y administración, pero también entre todos los pertene-
cientes al servicio de salud e instituciones, las comunidades y la población toda: es cuanto
prevé expresamente la "Comisión para la protección de los derechos del hombre y de la
dignidad del ser humano con relación a las aplicaciones de la biologíay de la medicina"^^ del

458
Capítulo XXII: Economía y salud

Consejo de Europa. En el documento se afirma la necesidad de implicar a la comunidad


en las opciones y en las decisiones para la salud. Y aquí se suscita el ulterior problema de
una información que transmita los conocimientos propios de las instituciones científicas a
la población para colocarla en grado de participar conscientemente en la elaboración de
las decisiones sobre la salud.

'■^ CoNSiGLio D'EuROPA. Convenzione sulla bioética. 19 de noviembre de 1996.

459
APÉNDICE I

Opiniones del Comité Nacional de Bioética (en:www.governo.ít).


Opinión de CNB sobre el Esbozo de Protocolo sobre genética humana, 6 de marw de
2002.
Fines, riesgos y límites de la medicina, 14 de diciembre de 2001. Consideraciones
éticas y jurídicas sobre el empleo de las biotecnologías, 30 de noviembre de 2001.
Bioética y ciencias veterinarias. Bienestar animal y salud humana, 30 noviembre 2001.
Orientaciones para ios comités éticos en Italia, 13 de julio de 2001.
Violencias, medios y menores, 25 de mayo de 2001.
Orientaciones bioéticas para la equidad en la salud, 25 de mayo de 2001.
La terapia del dolor; orientaciones bioéticas, 30 de marzo de 2001.
Psiquiatría y salud mental: orientaciones bioéticas, 24 de noviembre de 2000.
Empleo terapéutico de las células madre, 27 de octubre de 2000.
Protocolo europeo sobre el embrión y sobre el feto humano, 31 de marzo de 2000.
Declaración sobre la posibilidad de patentar células de origen embrionario humano, 25
d^ febrero de 2000.
Protocolo europeo sobre la investigación biomédica, 19 de noviembre de 1999.
Orientaciones bioéticas para las pruebas genéticas, 19 de noviembre de 1999.
Propuesta de moratoria para la experimentación humana de xenotrasplantes, 19 de
noviembre de 1999.
Apéndice I _______ _______ _^___„__^_

Declaración para el derecho del niño a un ambiente no contaminado, 24 de septiembre


de 1999. El tratamiento de los pacientes psiquiátricos, 24 de septiembre de 1999. El
problema bioético de la esterilización no voluntaria, 20 de noviembre de 1998. La
circuncisión: provechos bioéticos, 25 de septiembre 1998. El suicidio de los
adolescentes como problema bioético, 17 de julio de 1998. Ética, sistema sanitario y
recursos, 17 de julio de 1998. El embarazo y el parto bajo el aspecto bioético, 17 de abril
de 1998. Problemas bioéticos en una sociedad multiétnica, 16 de enero de 1998. El
problema bioético del trasplante de riñon de viviente no consanguíneo, 17 de octu-
bre de 1997
La clonación, 17 de octubre de 1997.
La infencia y el ambiente, 18 de julio de 1997.
Los comités éticos en Italia: problemáticas recientes, 18 de abril de 1997.
Experimentación sobre animales y salud de los vivientes, 17 de abril de 1997.
Opiniones sobre "Convención para la protección de los derechos del hombre y la
biome-dicina" (Consejo de Europa) y "Esbozo preliminar de declaración universal
sobre el genoma humano y los derechos humanos" (UNESCO), 21 de febrero de
1997.
Identidad y estatuto del embrión humano, 22 de junio de 1996.
El neonato anencéfalo y la donación de órgano. Junio 21 de 1996.
Venir al mundo, 15 de diciembre de 1995
Bioéticas en confrontación. Actas del Seminario de estudio, Octubre 20 de 1995-
Opiniones sobre la eticidad de la terapia electroconvulsivante, 22 de septiembre de 1995-
Las vacunas, 22 de septiembre de 1995-
Bioética y ambiente. Septiembre 21 de 1995.
Cuestiones bioéticas relativas al final de la vida humana, l4 de julio de 1995.
La fecundación asistida. Documentos del Comité Nacional para la Bioética, 17 de febrero
de 1995. Opinión sobre las técnicas de procreación asistida, 17 de junio de 1994.
Proyecto genoma humano, 18 de marzo de 1994. Bioética con la infancia, 22 de enero
de 1994.

462
^ ______________________ Apéndice 1

Trasplantes de órganos en la infancia, Enero 21 de 1994.


Relación sobre la patentabílidad de los organismos vivientes, 19 de noviembre de 1993.
La experimentación de los fórmacos, 17 de noviembre de 1992.
Diagnosis prenatales, 18 de julio de 1992.
Información y consenso en el acto médico, Junio 20 de 1992.
Los comités éticos, 27 de febrero de 1992.
Donación de órganos con fines de trasplante, 7 de febrero de 1991.
Bioética y formación en el sistema sanitario, 7 de septiembre de 1991.
Opinión sobre la propuesta de resolución sobre la asistencia a los pacientes terminales, 6
de septiembre de 1991.
Documento sobre la seguridad de las biotecnologías, 28 de mayo de 1991.
Problemas de la recolección y tratamiento del líquido seminal humano para finalidades
diagnósticas, 5 de mayo de 1991.
Terapia génica, 15 de febrero de 1991.
Definición y confirmación de la muerte del hombre, 15 de febrero de 1991.

463
APÉNDICE II

)ocumentos del Magisterio de la Iglesia católica, de la Iglesia valdés y de la Iglesia hebrea


italiana (en www.portaldibioetica.it).

. Iglesia católica
1.1 La perspectiva de los xenotrasplantes. Aspectos científicos y consideraciones éti-
cas (Pontificia Academia por la vida).
1.2 El respeto de la dignidad del moribundo. Consideraciones éticas sobre ia eutana-
sia. (Pontificia Academia por la vida).
1.3 Reflexiones sobre la clonación (Pontificia Academia por la vida).
1.4 Evangelium vitae Carta encíclica (Juan Pablo II).
1.5 Respuestas a las dudas propuestas acerca de "el aislamiento uterino" y otras cues-
tiones (Congregación para la doctrina de la fe).
1.6 Donum vitae (Congregación para la doctrina de ía fe).
1.7 Familiar'is consortio Carra encíclica (Juan Pablo II).
1.8 Declaración sobre la eutanasia (Congregación para la doctrina de la fe).
1.9 Declaración sobre el aborto procurado (Congregación para la doctrina de la fe).
1.10 Humanae vitae Carta encíclica (Pablo VI).
1.11 Declaración sobre la producción y sobre el uso científico y terapéutico...
(Pontificia Academia por la vida).
1.12 Observaciones sobre la "Declaración universal sobre el Genoma Humano"
(Pontificia Academia por la vida).
Apéndice il ________________________

1.13 Comunicado sobre la llamada pildora del día después (Pontificia Academia por
la vida).

2. Iglesia evangélica valdés


2.1 Bioética, investigación y orientaciones (Grupo de trabajo Valdés).
2.2 Documento sobre problemas éticos puestos por la ciencia (Grupo de trabajo
Valdés).
2.3 La interrupción voluntaria del embarazo (Grupo de trabajo Valdés).
2.4 Eutanasia y suicidio (Grupo de trabajo Valdés).
2.5 La procreación médicamente asistida (Grupo de trabajo Valdés).

3. Religión hebrea
3.1 Cuando el hombre sustituye al Creador (Claudio Morpurgo).
3.2 Demasiado firenesí en torno a los trasplantes (Claudio Morpurgo).
3.3 Cuando el sufi:imiento tiene un límite (Programa radiofónico).
3.4 Clonación, para la moral hebrea es posible (Amos Vitale).
3.5 Sí, pero a condición que... (Claudio Morpurgo).
3.6 Trasplantes: la perspectiva hebrea (Daniel Della Seta).
3.7 Sohdaridad y ética en confrontación (Giacomo Kahn).

466
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482
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Primera parte
BIOÉTICA GENERAL

Capítulo I: ORÍGENES DE LA BIOÉTICA Y MÉTODO DE LOS PRINCIPIOS 17


L Método de los principios en la bioética norteamericana 17
2. Teorías éticas de referencia 20
3. Razones del éxito 22
4. Críticas al método de los principios 23

Capítulo II: DESARROLLO DE LA BIOÉTICA Y ÉTICA DE LA VIRTUD 27


1. Recuperación de la ética de las virtudes 27
2. Etica de las virtudes y bioética 31

Capítulo III: PANORAMA ACTUAL 35


1. Bioética laica 35
2. Bioética de inspiración católica 46
3. Problema del pluralismo ético 51
4. Calidad de vida o sacralidad de la vida 54

Capítulo IV: ¿QUÉ ES LA BIOÉTICA? 57


1. Definición de la bioética y de su estatuto epistemológico 57
2. Problemas fundamentales de la bioética general "5
2.1 ¿Cuál ética para la bioética? "5
2.2 Relación del hombre con la tecnociencia ^-^
2.3 Relación entre ser personal y ser humano ^j
2.4 Relación entre bioética y derecho '"

Capítulo V: DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA 80


1. Filosofía y persona humana °^
2. Teología y persona humana °°
3. Ética y persona humana 96
4. Soberanía de Dios y santidad de la vida ^^^
5. Significado ético de la prohibición de matar '"^
6. Prohibición de matar y paz entre los hombres ^^-^
7. Matar y dejar morir ^^^

Segunda parte

PROBLEMAS DE BIOÉTICA

Capítulo I: SALUD Y ENFERMEDAD 111


1. Salud TU
2. Enfermedad 114
3. La enfermedad como cuestión moral 118

Capítulo II: DOLOR FÍSICO Y SUFRIMIENTO EN EL HOMBHB 121


1. ¿Qué es el dolor físico? 122
2. Terapia del dolor 123
3. Aspectos éticos 125
4. El sufrimiento 126

Capítulo III: DERECHOS DEL ENFERMO 131


1. Tutela de los derechos del enfermo 131
2. Derecho a conocer la verdad 134
3. Derecho a expresar un consentimiento informado 136
4. Derecho a la reserva y secreto profesional del personal médico 139

484
Capítulo IV: EXPERIMENTACIÓN CLÍNICA Y
FARMACOLÓGICA EN SERES HUMANOS 142
1. Investigación clínica 142
2. Investigación farmacológica 144
3. Aspectos jurídico-legislativos 147
4. Valoraciones éticas 149
5. Experimentación sobre fetos y sobre embriones humanos 151

Capítulo V: INGENIERÍA GENÉTICA 154


1. Aspectos científicos 155
2. Reglamentación jurídica de la ingeniería genética 159
3. Principios éticos de referencia l6l
4. Normas éticas para casos específicos 166

Capítulo VI: CLONACIÓN 171


1. Aspectos científicos 172
2. Valoración moral de la clonación 175
3. Experimentación sobre los embriones 178
4. Células madre 182

Capítulo VII: ESTATUTO ONTOLOGICO Y MORAL DEL EMBRIÓN 191


1. Datos de la biología 192
2. Investigación filosófica 196
3. Aspectos éticos relativos al embrión humano 203
4. Tutela jurídica del embrión 205

Capítulo VIII: REPRODUCCIÓN ASISTIDA 207


1. Aspectos médico-científicos 208
2. Aspectos culturales 216
3. Aspectos éticos 223
4. Cuestiones complementarias 237
5. Aspectos jurídicos 239

485
Capítulo IX: ABORTO 243
L Aborto voluntario 243
2. Aborto con la "píldora del día después" 246
3. Diagnosis prenatal 247
4. Centros de ayuda a la vida 250

Capítulo X: SEXUALIDAD Y SIGNIFICADO DE LA PROCREACIÓN HUMANA 252


1. Significados humanos de la sexualidad 252
2. Reflexión antropológica sobre la generación humana 257

Capítulo XI: TRASPLANTES DE ÓRGANOS 267


1. Opinión pública y trasplantes de órganos 267
2. Medicina de los trasplantes 270
3. Legislación europea 274
4. Aspectos éticos de los trasplantes 276
5. Comercio de órganos 292
6. Casos particulares de trasplante 295

Capítulo XII: MUERTE CEREBRAL 304


1. Situación cultural 304
2. Verificación de la muerte 306
3- Discusión sobre la definición de muerte 310
Apéndice al Capítulo XII 317

Capítulo XIII: EUTANASL\, ENCARNIZAMIENTO


TERAPÉUTICO Y MUERTE DIGNA DEL HOMBRE 320
1. Eutanasia 320
2. Encarnizamiento terapéutico 332
3. Morir con dignidad 334
4. Aspectos éticos 334
5. La muerte como cumplimiento de la libertad 340
6. Personal de salud y eutanasia 341

486
Capítulo XIV: CUIDADOS PALIATIVOS Y ALTERNATIVAS A LA EUTANASIA 343
1. ¿Qué piden realmente las personas que sufren? 344
2. Cuidados paliativos 347
3. Necesaria recuperación de un itinerario de preparación para la muerte 352

Capítulo XV: TOXICODEPENDENCIA 363


1. Informaciones sobre el fenómeno de la droga 363
2. Aspectos culturales y sociales 365
3. Aspectos éticos 371
4. Terapias de rehabilitación 377

Capítulo XVI: ALCOHOLISMO 379


1. Aspectos médico científicos 379
2. Líneas de intervención 384
3. Aspectos jurídicos 389
4. Aspectos éticos 391

Capítulo XVII: SÍNDROME DE INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA 392


1. Aspectos médico científicos del SIDA 392
2. Problemas jurídico sociales 398
3. Aspectos éticos 400

Capítulo XVIII: PATOLOGÍAS DEL DEPORTE: EL "DOPAJE" 408


1. Informaciones generales sobre el dopaje deportivo 408
2. Iniciativas legislativas antidopaje 4] 1
3. Valoración ética 411

Capitulo XIX; SUICIDIO JUVENIL 415


1. Datos estadísticos 416
2. Factores de riesgo 418
3. Prevención del suicidio 421
4. Aspectos jurídicos y éticos 424
Capítulo XX: BIOÉTICA Y AMBIENTE 427
1. La cuestión ambiental 428
2. Enfoques éticos en la cuestión ambiental 429
2.1 Ética ecologista 430
2.2 Ética ambientalista 432
2.3 Enfoque científico 433
3. Principios éticos para la protección del ambiente 434
4. Economía y protección ambiental 435
5. Religión y protección ambiental 436

Capítulo XXI: DERECHOS DE LOS ANIMALES


Y EXPERIMENTACIÓN CIENTÍFICA 438
1. Ética animal 439
2. Principios éticos en las relaciones con los animales 443
3. Animales y experimentación científica 445

Capítulo XXII: ECONOMÍA Y SALUD 448


1. Desarrollos de la medicina y acceso a los cuidados sanitarios 448
2. Derecho a la salud 450
3. Criterios para la justa asignación de los recursos 454
4. Papel del personal de salud 458

APÉNDICE I 461

APÉNDICE II 465

BIBLIOGRAFLA 467

TALLER SAN PABLO


BOGOTÁ
IMPRESO EN COLOMBIA — PRINTED IN COLOMBIA

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