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Trabajo final de grado de la licenciatura en psicología.

La cárcel y sus delincuentes:

Apuntes básicos para pensar la práctica psicológica en las cárceles contemporáneas.

Tutor: Wiston Ríos

Estudiante: Ariel Suarez

CI: 48240705

Fecha: 11/11/2021

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Tabla de contenidos:

Resumen………………………………………………………………………. 3

introducción……………………………………………………………………4

Itinerario político de la modernidad….……………………………...……....5

Tratado de estratología………………………….…………………………….8

Verdades que dan miedo ………………………………………………….…..12

¿Después de los cuerpos dócil?………….…………………………………….14

El trabajo los hará libres……………………………………………….……..18

1947 d.c Intensidad cero……….…………………………………………..…..22

Consideraciones finales…………………………………………………….….25

Referencias……………………………………………………………………. 27

2
Resumen:

Nunca es muy interesare criticar un concepto, mucho menos una práctica. Por eso empezamos por el medio,

visualizando las relaciones que las hacen funcionar, o construyendo los nuevos campos que las hacen

inútiles. Los grande dispositivos de la modernidad, la escuela, la fabrica y la cárcel se montaron desde abajo,

desde la proliferación de practicas disciplinarias noramalizantes, individualizantes y medicalizantes.

Relaciones de poderes diría Foucault, que tendieron el tapete para el despliegue del capitalismo como hoy lo

conocemos. ¿Qué pasa entre el sujeto empalmado y localizable? Lineas y campos de fuerzas por todas partes

haciendo rizomas.

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Introducción:

En la dificultad que conlleva pensar de otro modo la prisión, este trabajo intenta aportar elementos que nos

ayuden en el ejercicio critico del mismo. Para eso se pretende problematizar la práctica psicológica

normalizante en el campo penitenciario, enmarcada específicamente en el discurso rehabilitador.

Se agenciaron líneas generales y específicas sobre las prácticas psi en el campo hipertrofiado del sistema

penitenciario. Se realizará un recorrido sobre las tesis centrales de diversos autores para visualizar las

estrategias y las condiciones que posibilitaron la cristalización de dichas prácticas relacionadas al

dispositivo; y sobre todo cuales son las relaciones que aún lo sostienen.

En última instancia, a modo tentativo se delinearon apuntes posibles para abordar de otro modo los

silenciosos efectos del ebullente complejo penitenciario en ascenso. En el contexto actual del CMI el campo

psi incide positivamente en la producción sentido de la realidad. La psicología en su amplia variedad de

métodos y teorías es considerada una tecnología propicia para organizar el modo de producción capitalista; la

hace una disciplina con verdadero capital capaz de componer las fuerzas sociales, ya sea represiva o

emacipatorias.

La selectividad y los procesos de subjetivación de los sujetos que transitan por el dispositivo develan

la ferocidad y el poder silencioso que ejercen las ciencias humanas sobre la vida. Por ende es necesario

pensar de otro modo nuestras prácticas, ya que el desenfreno punitivo del dispositivo y las tecnologías psi se

despliegan sobre el campo de la biopolítica.

Para dar cuenta de la relación entre el poder y subjetividad se transita por los micropoderes foucaultianos, ya

que con ellos podemos rastrear las relaciones que sostiene este modo de pensamiento y producción. A partir

de ahí lanzarnos a experimentar líneas de análisis posibles desde lo micrpolitico apostando a que irrumpa lo

nuevo.

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Itinerario político de la modernidad:

En Uruguay como en otras regiones, la prisión funciona como medida exclusiva de encierro cuando
un sujeto es culpable de consumar un delito. La realidad penitenciaria de nuestro país es alarmante
(Gonzalez, 2017) año a año las grafías de ppl1 se disparan, lo que ha llevado una secuencia de
reformas estos últimos años.

La prisión, desde sus inicios, en su formación moderna, se la a criticado por “incoherencias”


y “contradicciones” en su funcionamiento. Mismo así a perdurar en el tiempo, y a finales del siglo
pasado y a inicios del nuevo siglo ha dilatado sus tentáculos.
En este contexto, dadas las condiciones se ha revitalizado el quehacer de la práctica psicológica en
dicha institución, específicamente en el retorno de las teorías “re”(Rojido et al., 2016). De hecho se
ha solicitado la intervención del campo psi para abordar los problemas que ese lugar tan
controversial aborda (Trajtenberg, 2016).

En este sentido cabe preguntarse ¿cuáles son los modos de subjetivaciones que se producen en torno
a esta formación? Para dar cuenta de lo planteado habrá que desestimar a todas las formas dadas, y
comenzar por comprender como funciona, que produce y para qué sirve.

La principal tarea de este trabajo, será entonces, problematizar las prácticas normalizantes, y
objetivar los;
[…] conjunto de las prácticas discursivas o no discursivas que hace que algo entre en el juego de lo
verdadero y de lo falso y lo constituye como objeto para el pensamiento (bien sea en la forma de la
reflexión moral, del conocimiento científico, del análisis político, etc.) (Foucault [1984] 1999b:371)
en (Restrepo, 2008, p. 126).

Y a partir de ahí proponer otras coordenadas para la práctica, no sin agitar los componentes éticos-
políticos de la disciplina, generando una “inflexión que nos posibilite trascender la herencia médica
y sacerdotal que alimenta nuestros quehaceres y nos permita la producción de modalidades no
violentas2 capaces de orientar nuestras prácticas” (Raggio, S/F).

1 Persona privada de libertad.


2 La violencia de la que se habla es invisible, de ahí su efectividad.

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Agamben (2020) nos dice que los griego no tenía un única definición de vida, para ellos, zoé
expresaba el simple hecho de vivir común a todos los seres vivientes (animales, hombres y dioses) y
“bios indicaba la forma o manera de vivir propia de un individuo o de un grupo” (p. 11). Foucault
señala que en el siglo XVIII algo vino a instaurar, ese algo que venía desarrollándose desde el XVI,
y ese algo era una nueva técnica de gobierno. La vida pasaba a ser el objeto de nuevas formas de
gobierno. Durante milenios decía (Foucault, 2005) “el hombre siguió siendo lo que era para
Aristóteles: un animal viviente y además capaz de una existencia política; el hombre moderno es un
animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente” (p.173).

La modernidad generalmente es caracterizada por el auge de la ciencia y la técnica, pero


siguiendo a los autores mencionados, algo más vino a cambiar la organización de la vida , es lo que
Foucault llama gubernamentalidad o biopolítica. La biopolítica es caracterizada por “el conjunto
constituido por las instituciones, los procedimiento, análisis y reflexión, los cálculos y las tácticas
que permiten ejercer esa forma bien específica […] de poder que tiene por blanco principal la
población” (Foucault, 2006, p. 136) el autor citado entiende que además es una:

línea de fuerza de poder que podemos llamar gobierno sobre la soberanía y la disciplina, y que

indujo por un lado, toda una serie de aparato específicos de gobierno [y por otro] el desarrollo de

toda una serie de saberes” (p.136).

Dentro de las estrategias biopolíticas se extienden un serie de relaciones de fuerzas que componen
distintas tecnologías y prácticas, en las que se ponen en juego modalidades para intervenir la
realidad. Pueden encontrarse tecnologías de producción, que permiten producir, transformar o
manipular cosas, y las tecnologías del yo “que permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia
y con ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamiento,
conductas, cualquier forma de ser” (Foucault, 1995, p. 48). Por otro lado, que es de relevancia para
nosotros, pueden identificarse las prácticas divisorios en la que el sujeto se encuentra dividido en su
interior o divididos de los otros (Foucault, 1988).

Para (Wacquant, 2010) “nuestras sociedades cuentan con al menos tres estrategias para abordar las
conductas que se consideren indeseables, ofensivas o amenazantes” (p. 25) la socialización por
medio de la construcción de vivienda, empleos o ingresos que le permitan acceso a vivienda
dirigida a personas sin techos que manchan el paisaje urbano. La medicalización de las poblaciones
adictas y en situación de calle y la penalización utilizado como táctica para dar cuenta de los delitos
y la delincuencia.

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La cárcel, a simple vista en su composición “natural”, parece ser un lugar donde los
delincuentes cumplen una condena. Tumbas grises amuralladas, con altos muros decorados con
alambres de púas y fuertemente vigilados, donde el adentro pocas veces conoce más allá de ese
límite. Coincido con (Garland, 2005) cuando dice que “nos acostumbramos rápidamente a las cosas.
Hoy más que nunca, es fácil vivir en la inmediatez del presente y perder todo sentido de los
procesos históricos de los cuales emergieron nuestras estructuras actuales” (p. 31). Por arriba y por
debajo de los muros, sobre el ojo del vigilante, en el encuentro de la llave y el candado del guardia,
siempre, siempre líneas y fuerzas compuestas. Dice Deleuze que:

Foucault siempre ha sabido pintar maravillosos cuadros como fondo de sus análisis. Aquí, el análisis
se hace cada vez más microfísico, y los cuadros cada vez más físicos, expresando los «efectos» del
análisis, no en el sentido causal, sino en el sentido óptico, luminoso, de color: del rojo sobre rojo de
los suplicios al gris sobre gris de la prisión (Gille, 1987, pp. 49-50).

Según (Patton, 2013) con la interpretación de la genealogía de Nietzsche propuesta por Deleuze y
Foucault, la naturaleza de dicha institución está determinada por el carácter de las fuerzas en juego
alrededor de ella en cualquier momento dado. Las cárceles y sus delincuentes como la conocemos
hoy se enmarca dentro de un diagrama social, entendido como la expresión de las relaciones de
fuerzas que constituyen el poder (Gille, 2014) imbricada en una red de relaciones de fuerzas propias
de la modernidad. Sostengo con (Foucault, 1996a) que:

Sólo puede haber ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, dominios de saber, a
partir de condiciones políticas, que son como el suelo en que se forman el sujeto, los dominios del
saber y las relaciones con la verdad (p. 26).

Desde esta perspectiva, se va a entender a la cárcel como un dispositivo. En principio


propone (Gille, s. f.) qué es una madeja, un conjunto multilineal, que se compone de líneas de
diferentes naturaleza y que “cada línea está quebrada, sometida a variaciones de direcciones,
bifurcaciones y ramificaciones, a derivaciones. Los objetos visibles, los enunciados formulables, las
fuerzas vigentes, los sujetos posicionados son como vectores” (Gille, s. f., p. 305), la primera
dimensión que Foucault identificó son las curvas de visibilidad y las curvas de enunciación,
máquinas de hacer ver y hablar. Seguramente las cárceles son construcciones arquitectónicas, pero
ante todo son un lugar de visibilidades.

Aquello que dispone la arquitectura (Gille, 2013) es la visibilidad que se pretende efectuar, una
manera de ver y hacer ver al crimen. No son ni sujetos ni objetos, sino regímenes que hay definir
mediante lo visible y lo enunciable” (Gille, s. f., p. 306).

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En tercer lugar un dispositivo está compuesto por líneas de fuerzas que se producen en toda relación
de un punto a otro y atraviesan todos los lugares del dispositivo. Esta es la dimensión del poder,
invisible e indecible, un lugar para ver sin ser visto (Foucault, S/Fb) interna al dispositivo y variable
según el dispositivo (Gille, 2013). Por último se encuentran las líneas de subjetivación.

Con esta primera puntuación podemos ir desechando los grandes conjuntos ya dados, como
la ley, Estado o institución (molares) y buscar entender al poder que constituye y mantiene al
dispositivo a un nivel molecular, micro físicos o micropolítico. “Me parece que por poder hay que
comprender, primero, la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio
en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización” (Foucault, 2005, p. 112).

Siguiendo lo antes mencionado se buscará analizar sobre todo lo extrajurídico, “todas las
coacciones extrajurídicas que pesan sobre los individuos y atraviesan el cuerpo social” (Foucault,
2012, p. 41). Aunque no debemos olvidar que (Gille, 2017a) nos dice que el campo social está
compuesto por tres tipos de líneas, duras, blandas y líneas de fugas. De hecho no se la debe pensar
como opuestas, sería un error. Es fundamental que intentemos relacionar las máquinas molares
macropolíticas (más rígidas, estructuradas y duras) con las máquinas micropolíticas rizomáticas,
aunque “sí debemos prestar especial interés a los procesos mircopolíticos, porque -como refiere
Guattari (2013) - estos se sitúan en el nivel de la subjetividad” (Topham, 2015, p. 25).

Tratado de estratología:

En este apartado voy realizar una recorrido genealógico para dar cuenta de esta peculiar forma-
cárcel. Decíamos que el sistema penitenciario, específicamente la prisión como la conocemos hoy
es una formación moderna. Para Foucault es un injerto de la modernidad.
Foucault identifica que el uso de la penitencia era utilizado en la edad media y en la
antigüedad en los monasterios, como “una penitencia que se ejerce, que debe practicarse cuando se
han cometido una falta (…) una falta debe corresponder a una penitencia (Foucault, 2014, p. 194)
esta práctica sucedía cuando el sujeto consideraba que era necesario realizar el ingreso a modo de
retiro “pero cuando haya sido motivado por éste, no es en sí mismo un castigo” (Foucault, 2016, p.
109) También, el autor citado señala que existía otra modalidad de ingresar a un sujeto a la
penitencia, es lo que se llama lettres de cachet. Se trataba de alguna situación puntual, en la que se
era realizado un pedido al soberano por la comunidad o una familia para ingresar a la penitencia a
un sujeto que no se comportaba adecuadamente. En (Castel, S/F) podemos encontrar otras reseñar
respecto al uso del dispositivo, estaba dirigido:

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“a quienes están ociosos en la ciudad de París [...] y no quieren exponer su cuerpo a ninguna tarea
(…) y les ordena “realizar alguna tarea (…) sostenida con la cual puedan ganarse la vida, o salgan de
la ciudad de París (…) dentro de los tres días ulteriores a este pregón”; de lo contrario serían
encarcelados” (p. 62).

Foucault dice que el régimen penal de la formación social clásica estaba compuesta por “cuatro
grandes formas de tácticas punitivas” (Foucault, 2016, p. 22). Excluir, la intención de esta táctica
punitiva era prohibir la presencia de un individuo a los lugares comunitarios o sagrados. Organizar
una indemnización; marcar con el fin de dejar una cicatriz, o poner un signo en el cuerpo, infringir
una marca simbólica a su nombre y por último el encierro. Cabe destacar que cada sociedad tenía su
forma de privilegiar a un tipo de castigo. En la edad clásica el suplicio era predominante:

“puede decirse que en el derecho monárquico, el castigo es un ceremonial de soberanía: uti liza las
marcas rituales de la venganza, que aplica sobre el cuerpo del condenado, y desplie ga a los ojos un
efecto de terror tanto más intenso cuento que es discontinuo, irregular y, siempre por encima de sus
propias leyes, la presencia física del soberano y de su poder” (Foucault, 2019, p. 153).

Fue a finales del siglo XVIII que los suplicios se sustituyeron por la detención y el encierro “a pesar
de algunos resplandores, la sombría fiesta punitiva está extinguiéndose” (Foucault, 2019, p. 17).

El interés de Foucault está puesto en encontrar la relación existente entre la penitencia (de
providencia religiosa) y una institución destinada al castigo, en una sociedad donde ya no podía
existir una relación entre pecado y crimen3. El injerto señalado, se trata, por otro lado dice Foucault
(punitiva) de otra forma muy diferente de la que hacía prevalecer la nueva teoría penal, una forma
que no es en modo alguno de orden jurídico o punitivo. Es la forma salario “así como el salario
retribuye el tiempo durante el cual se compró la fuerza de trabajo de alguien, la pena responde a la
infracción, no en términos de reparación o ajuste exacto, sino en cantidad de tiempo de
libertad”(Foucault, 2016, p. 92).

Por otro lado se trata de la penetración de la conciencia cristiana en lo penal y lo jurídico, gracias a
la invasión total de estos por lo penitenciario “la confusión jamás concretada pero siempre a punto
de concretarse tiene, entre el crimen y el pecado tiene su lugar en la prisión” (Foucault, 2016, p.
115).

En este tenor la prisión no es solamente un lugar en la que se garantice que la pena se cumpla hasta
el final, sino que despliega al mismo tiempo una vigilancia respecto a las transformaciones internas
del sujeto. La pena no es únicamente un acto que se cumple dice (Foucault, 2016) es un proceso que
3 Considerando que el siglo de las luces era guiado por la luz de la razón.

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se desenvuelve y cuyos efectos sobre quién es su objeto hay que controlar. “El hecho de que la
religión acompañe la pena es un fenómeno nuevo. Sucede que la pena se torna penitencia y el
sistema penal está cristianizandose” (p, 116).

En consecuencia de lo mencionado antes, podemos sostener que la cárcel no nace del


derecho penal ni de la reforma Beccariana. Tiene un origen que “viene de lo que Foucault llamará
«técnicas disciplinarias» técnicas disciplinarias del trabajo, del ejército y las escuela. Cabe hacer
énfasis que el dispositivo (Agamben, 2014) “siempre tiene una función estratégica concreta y
siempre se inscribe en una relación de poder, además que resulta del cruce entre relaciones de poder
y saber” (pp. 8-9)

La prisión no va a nacer de un conjunto jurídico, sino de un conjunto disciplinaria extra-jurídico”


(Gille, 2013, p. 23). No podría haber existido la forma-prisión en otra formación social ya que “es
mucho más que una forma arquitectónica, es una formación social (Foucault, 2016, p. 262) en la
que el diagrama del poder estaba ya des-localizandose de la figura del soberano.

El mapeo de las relaciones de fuerzas de la prisión aquí descritas es “cuestión de volver


sobre los pasos de la «sucesión de fuerzas» que han tomado posesión de ella (deleuze, 1993:3) en
(Patton, 2013, (p. 89). Esto nos ha llevado a considerar la emergencia de una nueva formación
social, en la que Foucault define como panóptica, que no se agota en la arquitectura de una
institución. Es un sistema general de vigilancia-encierro que penetra todo el espesor de la sociedad
y además no tiene su punto de inscripción solo en los delincuentes, sino que atravesará todos los
cuerpos.

En primer lugar, en la formación panóptica el poder ya no lo posee el soberano, en definitiva el


poder no se posee, se ejerce y está chorreando sobre todo el cuerpo social. En segundo lugar, para
foucault, (Guattari, 2013) (Gille, 2017) el análisis del poder no puede agotarse en los aparatos
ideológicos de Estado, “me parece más bien que el aparato de estado es una forma concentrada de
incluso una estructura de apoyo de un sistema de poder que va mucho más allá y es mucho más
profundo (Foucault, 2016, p. 265). En tercer lugar, señala el esquema de subordinación conforme al
cual el poder es una manera determinada de mantener o reproducir un modo de producción.

Este punto es fundamental para una analítica del poder (como se intenta hacerlo en este trabajo) ya
que se inscribe en un modo de producción de trasfondo en el que “el poder es de hecho uno de los
elementos constitutivos del modo de producción y funciona en el núcleo mismo de este” Foucault
(2016). Este análisis funcional dice (Gille, 1987) no niega la existencia de las clases y de sus luchas,
“sino que construye un cuadro completamente distinto con otros paisajes, otros personajes, otros

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métodos que aquellos a los que la historia tradicional, incluso marxista, nos tiene acostumbrados “
(p. 51).

El esquema del poder no puede apreciarse desde una perspectiva de extracción de la vida o desde la
hipótesis represiva4. En la modernidad estamos frente a la miniaturización de los poderes
“destinados a producir fuerzas, a hacerlas crecer y ordenarlas más que a obstaculizarlas, doblegarlas
o destruirlas” (Foucault, 2005, p. 82). Por último (y este punto es fundamental para comprender la
propuesta de este trabajo) es considerar el esquema de la ideología en virtud de que el poder solo
puede producir, ya sea en el orden del conocimiento o de la ideología, bien puede imponerse por la
violencia o ocultarse, además hacerse aceptar por un discurso. Todo punto de ejercicio de un poder
es al mismo tiempo un lugar de formación de saber “en cambio todo saber establecido permite y
asegura el ejercicio de un poder (Foucault, 2016, p. 269). El poder más que reprimir «produce
realidad», y más que ideologizar, más que abstraer u ocultar, produce verdad (Gille, 1987, p. 55).

A decir verdad, es esencial resaltar que en esta formación social las disciplinas son creadoras de
saber y de múltiples dominaciones de conocimientos:
“Son instrumentos efectivos de formación y de acumulación del saber, métodos de
observación, técnicas de registro, procedimientos de indagación y de pesquisa, aparatos de
verificación. Esto quiere decir que el poder, cuando se ejerce a través de estos mecanismos
sutiles, no puede hacerlo sin formar, sin organizar y poner en circulación un saber, o mejor,
unos aparatos de saber que no son construcciones ideológicas” (Foucault, 1979, p. 147).

En el diagrama panóptico en el que se inscriben los dispositivos, el poder se ejerce a través


de ese sistema de las disciplinas como medio que le es propio, pero de tal manera que puede llegar a
ocultarse. El poder ya no se manifiesta por medio de la violencia teatral, “en cambio se ejerce a
través de la normalización, el hábito, la disciplina” (Foucault, 2016, p. 275) dando origen a nuevos
regímenes visibilidades y enunciados, ya sea, a nuevo discurso:

“un discurso que va a describir, analizar, fundar la norma y hacerla prescriptible, persuasiva. En
otras palabras, el discurso que habla del rey y funda su realeza puede desaparecer y ceder su lugar al
discurso del amo, vale decir, el discurso de quien vigila, dice la norma, separa lo normal de lo
anormal, aprecia, juzga, decide (…) vemos aparecer entonces un discurso (…) que es el discurso
normalizante, el de las ciencias humanas” (Foucault, 2016, p. 276).

El discurso normalizante agiliza la maquinaria penitenciaria, la corrección pasó de una serie de


metas a convertirse en el significante y con predominio en el derecho penal “puesto que lo que se

4 Se puede profundizar en el primer capitulo de historia de la sexualidad 1.

11
estaba introduciendo no era solo una penalidad más civilizada o, liberal, sino una forma de control
social más eficaz” (Garland, 2018, p. 76).

Verdades que dan miedo:

“el “descubrimiento” más famoso y esencial

de la criminología del siglo XIX fue la existencia

de un “hombre delincuente” definido e identificable”

Garland (2018).

Decíamos que un dispositivo está compuesto por diversas líneas; Siendo así nos queda la
subjetivación. Para (Agamben, 2014) el dispositivo nombra aquellos en el cual y a través de él
realiza una actividad pura de gobierno “Por esta razón, los dispositivos siempre deben implicar un
proceso de subjetivación, es decir, deben producir su sujeto” (p, 16). Para que funciones nos dice
(Gille, 2020) es preciso “que el afuera haga un pliegue. Y esta operación por la cual el afuera se
pliega, por la cual la línea del afuera se pliega, es constitutiva de un adentro” (p, 29). El adentro más
profundo que todo mundo interior es la subjetivación “el ser del sujeto, o la subjetividad” (Gille,
2020, p. 56).

Puede deducirse entonces que el dispositivo-prisión produce subjetividad, en tanto que entendamos
por subjetividad a:
“las diferentes formas de construcción de significados, de interacción con el universo simbólico-
cultural que nos rodea, las diversas maneras de percibir, sentir, pensar, conocer y actuar, las
modalidades vinculares, los modelos de vida, los estilos de relación con el pasado y con el futuro”
(…) (Giorgi, S/f).

Entonces cabe preguntarnos ¿qué tipo de sujeto el poder del dispositivo saca a luz?. Para disgustos
de muchos penalistas, no es el infractor el sujeto del dispositivo. Es el delincuente quien se
convierte en sujeto a quien conocer y gobernar. La particularidad de conocer no se instaura en
exigencias del acto jurídico “es en cuanto condenado y a título de punto de aplicación de los
mecanismo punitivos, por lo que el infractor se ha constituido en objeto de saber posible” (Foucault,
2019, p. 291). El aparato penitenciario con su arsenal tecnológico realiza una curiosa sustitución:

“realmente recibe a un condenado de manos de la justicia; pero aquello sobre lo que debe aplicarse
no es naturalmente la infracción, ni aun exactamente el infractor, sino un objeto un poco diferente, y

12
definido por variables que al menos al principio no estaban tomadas en cuenta por la sentencia, por
no ser pertinentes más que para una tecnología correctiva. Este personaje es distinto, por quien el
aparato penitenciario sustituye al infractor condenado, es el delincuente. (Foucault, 2019).

Indiscutiblemente el castigo legal recae sobre un acto y un sujeto jurídico, pero la técnica punitiva
se despliega sobre la vida. En este sentido el poder retoma no sólo las circunstancias, sino las causas
de su delito halladas en la historia de vida del delincuente en donde el sujeto ya se parecía a su
delito “dime quien eres, para que yo pueda tomar una decisión judicial que tendrá que estar a la
altura del crimen que has cometido, claro está, pero también del individuo que eres” (Foucault,
2014, p. 244).

En primer término son las pericias que permiten doblar el delito con toda una serie de otras cosas
que no son el delito mismo dice Foucault, sino una serie de componentes definidas como maneras
de ser que aparecen en el discurso de técnico como las causas o el punto de partida del delito. En
segundo término el poder transcribe la infracción en rasgo individual, a la vez que “estas serie de
nociones tiene por función desplazar el nivel de la realidad de la infracción, porque lo que esas
conductas infringen no es la ley, ya que ninguna ley impide estar efectivamente desequilibrado”
(Foucault, 2001, p. 29).

La razón es que el dispositivo prisión tiene frente a sí no un sujeto jurídico, sino un objeto, el objeto
de una tecnología y un saber de reparación o corrección. En resumidas cuentas, el adentro del afuera
como resultado de la subjetivación es un “sujeto delincuente que será objeto de una tecnología
especifica” (Foucault, 2001, p. 34) ligada al encuentro de relaciones de fuerzas y flujos
descodificados que se recodifican por medio del poder normalizante 5. Para (Garland, 2018) con la
adquisición de un sujeto psicológico, la conducta delictiva deja de ser una violación de las normas
convencionales y se convierte es una desviación de lo normal. La construcción de esa
“personalidad” o carácter depende de circunstancias hereditarias, fisiológicas y sociales (Holllander,
1908:2) y constituyen la base y el origen inmediato de la conducta individual” (p. 145) Con
(Foucault, 1996) entendemos que el sujeto psicológico nace en el punto de confluencia del poder y
el cuerpo, es el efecto de una determinada física política.

Para (Gille, 2017a) en el cuerpo social siempre está chorreando flujos, chorrean de un polo a otro
“hay a la vez flujos que escapan a los códigos y un esfuerzo social para recuperarlos, para
axiomatizarlos, para ajustar un poco el código a fin darle un lugar a flujos tan peligrosos” (p. 21).
Ya no se trata de la monstruosidad clásica ni “el pecado o en un razonamiento defectuoso, sino en

5 Una axioma, referida a la axiomática del Capitalismo mundial integrado y la capacidad de mantenerse como modo
de producción.

13
una aberración o anormalidad del individuo” (Garland, 2018, p. 128) ahora el delincuente es el
blanco del saber al cual se descarga una batería de técnicas positivas de intervención y
transformación humana. Según (Garland, 2005) “la criminología de comienzos del XX se apoyaba
fuertemente en la medicina psiquiátrica y en la psicología y se concentraba en los rasgos distintivos
de los individuos delincuentes (...)” (p. 94).

El delincuente aparece como una desviación psicológica en el que se convierte en objeto de un


discurso científico “(en el que se van a amalgamar los análisis psicopatológicos, psiquiátricos,
psicoanalíticos y sociológicos) desviación en relación con la cual surgirá la cuestión acerca de si la
prisión constituye una buena respuesta a un tratamiento apropiado” (Foucault, 1996b, p. 25).

“allí donde ha desaparecido el cuerpo marcado, cortado, quemado y aniquilado del suplicio ha
aparecido el cuerpo del preso, aumentado con la individualidad del “delincuente”, la pequeña alma
del delincuente del criminal, que el aparato de castigo ha fabricado como punto de aplicación del
poder de castigar y como objeto de lo que todavía hoy se llama ciencia penitenciaria” (Foucault,
2019, p. 294).

¿Después de los cuerpos dóciles?

En la primera parte vimos cómo se ejerce el poder en el diagrama de la modernidad,


específicamente en el dispositivo-prisión. En esta oportunidad vamos a delinear los alcances del
dispositivo para elucidar su funcionamiento y sus conexiones.
Es reiterada la crítica que la cárcel ha recibido desde sus inicios, sea por la selectividad de sus
clientes y las similitudes en sus condiciones de vida, como “problemas sociales, médicos,
educativos, falta de habilidades, débil soporte familiar, estigma, historial de abuso de sustancias,
etc. (Petersilia 2003, 14) en (Rojido et al., 2010), pero además, y sobre todo por el alcance y los
efectos que produce en los sujetos que produce. Ya sean actitudes negativas de la sociedad por la
peligrosidad del liberado (Ruiz, 2010). Deterioro en los vínculos con hijos y deterioro afectivo
(Cúnico et al., 2018) (Barcinski & Cúnico, 2014) (Martínez & Scarlatta, s. f.) . Además se ha
enfatizado sobre la criminalización de la pobreza (Montero, 2016) por medio de mecanismo
jurídicos y represivos que “median” los conflictos sociales. Del mismo modo las políticas de
inserción social no han exonerado la crítica y son puestas dentro del complot punitivo, ya que
terminan volviéndose mecanismos de segregación y control social (Aldabalde, 2017). “Estos
elementos nos hablan de un estrecho vínculo entre las situaciones de marginalidad social y el acceso

14
diferenciado al circuito punitivo; son elementos que confirman la hipótesis de la selectividad como
rasgo característico de las nuevas políticas criminales” (De Giorgi, 2005, p. 125).

Así mismo la cárcel lejos de desaparecer como proponía Foucault y también (Gille, 1991), se ha
vuelto la excepción a el inicio del nuevo siglo en nuestras sociedades. No obstante y a pesar de que
los autores mencionados no hayan logrado dar cuenta de este desenfreno penal, cabe seguir las
sugerencias teóricas y llegar a plantearse la pregunta sobre el funcionamiento de la cárcel de otro
modo. ¿Qué produce y para qué sirve? O Como dicen Guattari y Deleuze ¿con que conecta?.

Los efectos citados arriba no son más que las resacas barridas por las fuerzas de la creciente
penalización social y el festín disciplinar de algunas prácticas. La puesta en escena del dispositivo
puede encontrarse en otras partes. Sugiere Foucault que si admitimos a la ley destinada a definir las
infracciones y que el aparato penal tenga como función reducirlas y que la prisión sea el
instrumento de esta represión entonces hay que levantar un acto de fracaso . El autor nos invita a
preguntarnos de qué sirve entonces este fracaso de la prisión. Habría que ver “Para que son útiles
esos diferentes fenómenos que la crítica denuncia continuamente” (Foucault, 2019, p. 316).

Dice el autor que en principio los ilegalismos populares, entendidos como prácticas que no estaban
sancionadas por una ley y en cierta medida eran toleradas, además de ser generales 6, estaban
diseminadas en todas las clases sociales. Con la acumulación de capital material en los puertos y
galpones, aparecieron ciertas precauciones por parte de la burguesía y la voluntad de conservar la
riqueza material de la que comenzaban a acumular. La hipótesis de la depredación 7, argumenta
Foucault rápidamente se transformó en ilegalidad:
“a finales del siglo XVIII, ese aparato administrativo, policial, de vigilancia extrajudicial, a
cuyo respecto se percibe que funciona menos como representante de la legalidad que como
instancia de arbitraje de los ilegalismos, será transformado por la burguesía en aparato ju dicial
encargado precisamente de desembarazarla de los ilegalismos populares” (Foucault, 2016).

De tal forma aquel elemento de lo penitenciario que funcionaba hasta el momento en la red de lo
no-legal, será integrado al sistema cuando la burguesía ya no pueda tolerar más a los ilegalismos. El
discurso del derecho penal penetró de lleno en sectores bajos de la sociedad creándose así lo que
hoy se conoce como delincuencia.

6 ilegalismo de dimensión política como: la negativa a pagar impuestos, a someterse a la conscripción, al pago de
cánones y de tasas, el saqueo de almacenes , la venta autoritaria de los productos a un precio justo y luchas que
pudieran generar revueltas contra la estructura misma del poder.
7 Saqueos.

15
En el curso de 1972 Foucault desestima el alcances de la hipótesis de la depredación y del concepto
de exclusión, dado que en la modernidad el poder no excluye “el aparato tiene, con respecto a la
marginalidad, una función que es muy distinta de la del sistema monótono del encierro clásico: no
se trata de en absoluto de marginar sino de fijar dentro de cierto sistema de transmisión del saber, de
normalización de producción (Foucault, 2016, p. 244). Hay que dejar de escribir siempre los efectos
de poder en términos negativos como exclusión, represión “el poder produce realidad, produce
ámbitos de objetos y rituales de verdad” (Foucault, 2019, p. 225).

Es en esta red de combate a las ilegalidades que el dispositivo se inscribe. El discurso de la


definición jurídico-penal del infractor (que pronto será transformado en delincuente) como enemigo
social y la definición de corrección para transformarlo se produce en una secuencia de discursos que
hicieron aceptable la instalación del sistema penitenciario. Foucault (2019) esa confluencia consiste,
en primer lugar, en afirmar que todo ilegalismo depende de manera privilegiado, si no exclusiva, de
una sola clase social.

A causa de los antes mencionado tomamos parte con Foucault al implementar el concepto de
disipación para profundizar en el análisis. En otros términos la burguesía trataba de conservar un
capital que no necesariamente era los medios materiales de producción, sino una riqueza que es ante
todo un aparato de producción; con respecto el cuerpo ya no sera simplemente el deseo, sino la
fuerza de trabajo que tiene que convertirse en fuerza de trabajo:
“Precisamente en en el punto de transformación de la fuerza corporal en fuerza de trabajo de la
integración de esta última a un sistema de producción que hará de ella un fuerza productiva, se
constituye un nuevo ilegalismo que, como el de la depredación, concierne sin duda a la relación del
cuerpo del obrero con el cuerpo de la riqueza, pero cuyo punto de aplicación ya no es este como
objeto de apropiación posible sino el cuerpo de obrero como fuerza de producción” (Foucault, 2016,
p. 222).

Este ilegalismo tendría forma de ausentismo, tardanzas, perezas, las fiestas, nomadismo y todo tipo
de irregularidad en el espacio. Todo esto puede afectar nos sólo el capital acumulado de la burguesía
dice Foucault, sino que además el cuerpo mismo y todo lo que puede sustraerse de él está a
utilización del capital. Las grandes inmoralidades serán las causas de todo los males 8 y sobre en la
que el capitalismo tratará de de ejercer su influencia “un ilegalismo que no es infracción a la ley,
sino una manera de evadir la condición de la ganancia” (Foucault, 2016, p. 206). De ahí la urgencia

8 En la clase del 17 de enero de 1972-1973 de “sociedad punitiva” Foucault expone las teorías de relevancia que
sirvieron en las consolidación del cuerpo teórico del dispositivo disciplinario.

16
de establecer un aparato que sea los suficientemente fino y profundo como para abrir paso hacia los
focos de los ilegalismos.

En este contexto se despliegan unas serie de batería técnica para que se organice el cuerpo, el deseo
y las necesidades, ya que se necesita proteger y cuidar la vida. Además proteger el aparato de
producción a la vez que en lo que respecta a su funcionamiento y a la constitución de la ganancia
“la burguesía necesita la competencia de los obreros, de libre mercado de trabajo, la posibilidad de
recurrir como quiera a esa cantera libre de trabajo libre de mano de obra (Foucault, 2016, p. 207).
Por las suficientes razones la prisión debe ser un aparatos disciplinario exhaustivo. “Debe ocuparse
de todos los aspectos del individuo, de su educación física, de su aptitud para el trabajo, de su
conducta cotidiana, de su actitud moral y de sus disposiciones” (Foucault, 2019, p. 271).

Por otro lado, como veíamos en la primera parte, la cárcel no puede dejar de fabricar delincuentes y
no se trata de una contradicción ni de un fracaso. El poder se ejerce haciéndo visible y de hecho
impone aquello a quienes somete un principios de visibilidad ineludible, ya que son los sometidos
los que tienen que ser vistos (Foucault, 2019). Para Foucault a partir del momento en que alguien
entraba en la prisión, se ponía en marcha un mecanismo que le hacía infame, localizable e
individualizado. Marcado y dócil a la vez puede ser diferenciado y resumir simbólicamente todo lo
reacio y repugnante de una sociedad, y permite dejar a las sombras aquello que se quiere dejar
tolerar.

“La prisión crea y mantiene una sociedad de delincuentes, el medio, con sus reglas, su solidaridad,
su marca moral de infamia. La existencia de esta minoría delictiva, lejos de ser la medida manifiesta
de un fracaso, es muy importante para la estructura del poder de la clase dominante. (Foucault, 2012,
p. 200).

Para (Garland, 2018) el complejo penal no previene ni impide el delito. “Más bien administra
criminales y criminalidad, gestiona “fracasas sociales”, pero no los repara” Además el delincuente
al ser identificable y localizable elimina toda posibilidad de problematizar los modos de
producciones, esto es, las fuerzas que componer a cuerpo social y los intereses políticos que
ordenan al cuerpo social. El afuera se doble sobre sí mismo, creando una interioridad, blanco de
intervenciones individualizantes.

Garantiza así que categorías vagas e individuos a la deriva queden fijados, que sean, decididamente,
una u otra cosa y, por ende, resulten más fáciles de administrar. Los sitúa en la posición de ser

17
conocidos y previsibles, conectados, según corresponda, con instituciones sociales o penales 9, “bajo
control” (Garland, 2018, p. 362).

Siguiendo lo antes planteado podríamos sostener que no se trata de un fracaso, sino de un


“éxito”, en que la estrategia penal ha permitido mantenerse durante más de un siglo. El fundamento
no radica necesariamente en una rehabilitación de los infractores ni en prevenir el delito. Radica en
la capacidad de administrar y gestionar la criminalidad de modo eficiente y amplio (Garland, 2018).
Los delincuentes tienen además otra excelente función en el mecanismo del poder “la clase en el
poder se sirve de la amenaza de la criminalidad como una coartada continua para endurecer el
control de la sociedad. La delincuencia da miedo, y ese miedo se cultiva (Foucault, 1979, p. 203).

El trabajo los hará libres:


Lo carcelario une relaciones múltiples entre lo punitivo y lo anormal. De un infractor crea un
delincuente y hace uso económico y político de estas poblaciones. Constituye grupos restringidos y
cerrados sobre sí mismos. De ahí la abundante literatura sobre estigma y los efectos de vidas
deterioradas de ciertas poblaciones. Un individuo que es liberado por el dispositivo queda anclado a
una red de poder que lo produce como delincuente y destinado en la mayoría de los casos a transitar
franjas existenciales fuera de la legalidad10. Esta situación abre la posibilidad de imponer a los “ex-
reclusos” las obligaciones que se les asignen. Esto es, buscar formas de subsistencia ofreciendo su
fuerza de trabajo a actividades que no están amparadas por una legalidad. De hecho esto puede
aproximarse a la relación existente entre cárcel y situación de calle, o trabajos precarios destinados
a poblaciones liberadas por el dispositivo (Ciapessoni, 2016).

Para (Wacquant, 2010) la evolución de la penalidad en las última década revela un vínculo
estrecho entre el ascenso del neoliberalismo como proyecto ideológico y práctica gubernamental
que propugna la “sumisión del «libre mercado» y celebra la «responsabilidad individual»” (p, 29)
por una lado se nutre de políticas punitivas impulsoras del mantenimiento de la ley y el orden bajo
el lema tolerancia cera contra la delincuencia callejera y “categorías” que están en los márgenes y
grietas del nuevo orden económico y moral11.

9 Cabe destacar que el autor citado ubica la cárcel dentro de una red de instituciones que tienen como misión
administrar minorías sociales, posiciona a la criminología junto al trabajo social entre otras.
10 Veíamos con Foucault sobre los ilegalismos tolerados que quedaban invisibilizados, proveniente de clases altas. El
trabajo precario constituye una tipo de ilegalismo tolerado en el modo de produccion del CMI. (es una apropiación
que hago del concepto focaultiano para visualizar un practica laboral tolerada)
11 Caracterizado por el capital financiero y por la flexibilidad laboral.

18
Las producciones teóricas sobre programas de seguridad tienen resonancia planetaria y hacen que al
poco tiempo se implementen en nuestras regiones “adaptándose a las localidades” (Robeston, s/f).
Más allá de las varianzas regionales este programa tiene seis características comunes. En primer
lugar dice Wacquant pretenden poner fin a la «era de la indulgencia» y atacar de frente el problema
del crimen pero dejando abiertamente de lado sus causas. De esta forma pretender reactivar el ala
penal y los mecanismo correspondientes, de ahí la segunda característica y las proliferación de leyes
y un deseo insaciable de innovaciones burocráticas y dispositivos tecnológicos 12. En donde “la
regulación punitiva de los sectores pauperizados del nuevo proletariado posfordista se efectúa
principalmente por medio de dispositivos panópticos cada vez más elaborados e invasivos,
directamente integrados a los programas de protección y asistencia” (p 124).

La importación de estas políticas son transmitidas por todas parte a través de un discurso alarmista
sobre la inseguridad, acompañado de imágenes que aclimatan las emociones de desprotección,
dando lugar producciones prefabricadas de expertos salvadores de la patria que relativizan el
fenómeno proponiendo soluciones drásticas como simplistas. En cuarto y quinto lugar este discurso
revaloriza, como de pasada la represión y estigma de poblaciones proveniente de barrios en que la
filosofía de la rehabilitación y la gestión coexisten plenamente. Por último y consecuente de las
otras características se experimenta “la ampliación y el fortalecimiento de la red policial, un
endurecimiento y aceleramiento de los procesos judiciales y, al final de la cadena penal, un aumento
absurdo de la población carcelaria (Wacquant, 2010, p. 31).

Tomando las consideraciones de Wacquiant, la criminalidad no ha cambiado tanto como la


visión que tiene la sociedad sobre algunos delitos y poblaciones que son sus presuntos
perpetradores. También sobre el lugar que ocupan en el cuerpo social y de los usos a los cuales esas
poblaciones pueden ser sujetas en el campo político y periodístico. Estas categorías de parias dice
Wacquant “son la encarnaciones viviente y amenazadora de la inseguridad social generalizada
producida por la erosiona del trabajo estable y homogéneo (…) y por las descomposición de las
solidaridades de clases y de cultura que sostenían en un marco nacional claramente circunscrito” (p.
33).
Si consideramos lo antes mencionado, el desenfreno punitivo que acecha las regiones y que ya está
instalado en países del primer mundo no se proponer “prevenir el crimen ni tratar al delincuente con
un eventual regreso a la sociedad, sino más bien de aislar grupos percibidos como peligrosos y
neutralizar a sus miembros más perturbadores mediante un seguimiento estandarizado” (Wacquant,
2004, p. 93).
12 Como perfiles de delincuentes, bases de datos, procesos judiciales acelerados. Etc.

19
Lo que hay que retener, más que cifras de ppl, es la relación en la individualización del
fenómeno sobre un sujeto, y el vínculo entre cárcel y deterioro social “porque traduce la puesta en
vigencia de una política de criminalización de la miseria que es el complemento indispensable de la
imposición del trabajo asalariado precario y mal pago como obligación ciudadana”(Wacquant,
2004, p. 102).

El dispositivo-cárcel al actuar de este modo ocupa un lugar central en la red de estrategias que
gobiernan la miseria de la vida. Se apoya, por un lado, en la disciplina del mercado laboral
descalificado y desregulado y, por el otro, en un aparato penal invasor y omnipresente. Deviene en
una máquina barredora de la precariedad, ya que no se conforma con amontonar inútiles, indeseable
y peligrosos, sino que de esta forma oculta la misera y neutraliza los efectos más desorganizadores
“con demasiada frecuencia se olvida que ella misma contribuye activamente a extender y perennizar
la inseguridad y el desamparo sociales que la alimentan y le sirven de aval” (Wacquant, 2004).

Teniendo en cuenta lo ante dicho, las cárceles están lejos de dejar su forma moderna de encierro
celular, pero además puede apreciarse la fusión entre una sociedad panóptica como plantea Deleuze,
no contradictoria ni espuria, sino complementaria para una mejora control social. Una euforia
desenfrenada por el control punitivo que discurre sobre la producción de subjetividades en la cual
asientan los imperios en la que “la producción de subjetividad constituye la materia prima de toda y
cualquier producción” (Guattari & Rolnik, 2006, p. 42).

Queda por ver si ese social-panoptismo, como forma comparativamente suave del
tratamiento punitivo de la pobreza, aún dominante hoy en Europa, representa una alternativa
viable y duradera al encarcelamiento masivo o bien marca simplemente una etapa en un
proceso de escalada penal que, a su término, desemboca en una ampliación de la utilización de
la prisión y sus sucedáneos. (Wacquant, 2004, p. 125).

Bajo esta tesitura podemos argumentar con solvencia sobre el funcionamiento de este
dispositivo. No se trata de un fracaso, sino más bien de un real funcionamiento que ha logrado
inscribirse dentro de una serie de estrategias de poder marcando y organizando el cuerpo social.
Tallando su alcance en los más remoto de las conciencias, marcando ilegalidades y produciendo
cuerpos dóciles para una mejor extracción de fuerza de trabajo y organización social.
Pero todavía nos queda un vuelta más para terminar con este trabajo. Se trata del encuentro de las
dos dimensiones del poder que Foucault desarrolla, la normalización del biopoder y la dimensión
biopolítica del control de la vida13 Articulación que parecieran estar presentes en toda su obra de
13 Recordemos que el modelo utiliza el autor para explicar las dinámicas de la biopoliticas es el del virus. A
diferencia del biopoder que es el de la lepra.

20
Focucaut de forma implícita. Agamben a logrado identificar este punto ciego y nos lleva más allá de
cuerpos dóciles. El dispositivo mencionado se monta sobre el control de la vida, y producen vidas
políticamente “normales/anormales” sin embargo el espacio que abre la prisión (así como plantean
los autores citados) con el cruce de las domas forma de poder se producen vidas desnudas, “una
vida que se puede matar y es infalsificable del homo sacer”14 (Agamben, 2020). El homo sacer era
una figura arcaica en el derecho romano que refería a alguien que por haber hecho un mal podía ser
muerto por cualquier romano y no era considerado delito. Pero era tanta la ausencia de derecho en
el homo sacer que era insacrificable para los dioses. En análisis de las sociedades modernas,
sostiene Agamben, deja entrevisto que existen sujetos que han sido expulsadas de un territorio, al
menos desde el punto de vista jurídico, en el que la vida nuda está por fuera del estatuto político y
sagrado. Es decir, es una vida meramente biológica y una fuerza de trabajo liberada a las leyes de
mercado. Atravesada por demandas de un control social cada vez más íntimo y riguroso.

La biopolítica de la modernidad nos dice Agamben el soberano es “aquel que decide sobre el valor
o sobre el desvalor de la vida en tanto tal” (p. 216). El epicentro de este trabajo es problematizar,
justamente las prácticas normalizadoras que se producen de forma naturalizada en el dispositivo, un
péndulo continuo entre el poder y la subjetividad. En este sentido cabe resaltar que la psicología se
define por lo que hace (Rose, 1996) y no podemos negar la implicancia de estas producciones (con
producciones legítimas o prestadas a otras disciplinas) en la normalización de la sociedad. Desde
esta óptica normalizante se perciben las cosas y se organiza alrededor de la norma, esto es, se
intenta deslindar lo que es normal de lo que es anormal:

(...)se llega a crear una especie de jerarquía de individuos capaces o menos capaces, el que obedece a
una norma determinada, el que se desvía, aquel a quien se puede corregir, aquel a quien no se puede
corregir, el que puede corregirse con tal o cual medio, aquel en quien hay que utilizar tal otro. Todo
esto, esta especie de toma en consideración de los individuos en funci6n de su normalidad, es, creo,
uno de los grandes instrumentos de poder en la sociedad contemporánea. (Foucault, 2012, pp. 36-
37).

14 Hombre sagrado.

21
1947 d.c intensidad cero15:

hay líneas de articulación o segmentaridad,

estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga,

movimiento de desterritorialización y desestratificación.

F, Guattari. G, Deleuze (1985).

Vimos cómo el dispositivo-cárcel se instauró plenamente en nuestras sociedades a un punto de


inamovilidad. Tras las reformas, los modos de pensamiento se han mantenido pensando el
fenómeno del mismo modo, control, marcación y vigilancia (rehabilitación). Es acertado Servan
(1767) en (Foucault, 2019) cuando comenta que es sobre las flojas fibras del cerebro que asienta la
base inquebrantable de los imperios más sólidos (p.119). No necesariamente intentamos exigir los
“derechos” del individuo ya que “el individuo es el efecto del poder. Lo que hay que hacer es
desindividualizar por la multiplicación y el desplazamiento, por las sumas de las combinaciones
diferentes” (Foucault, S/Fa).

Quedar aferrados a la ilusión de la conquista de los derechos nos ayudaría a aliviar las atrocidades
del primera mitad del siglo pasado que la ciencia nos dejó, pero Foucaut advierte que “si el
genocidio es por cierto el sueño de los poderes modernos, ello no se debe a un retorno, hoy, de viejo
derecho de matar; se debe a que el poder reside y ejerce en el nivel de la vida (…) (Foucault, 2005,
p. 82).

Toda ciencia es política y no se puede obviar los modos de producción que la producen y organizan,
por ello intentamos abrirnos al campo social y comprender las fuerzas que capitalismo moviliza;
desterritorialidades y reterritorializaciones continuas. Guattari y Deleuze comentan que en 1947
Artaud declara la guerra a los órganos para acabar con el juicio de Dios. Y ese órgano es una
experimentación no solo radiofónica, sino biológica, política que provoca la censura y a represión
(Gille & Guattari, 2002, p. 156). De ser así, estamos embarcados en la producción de subjetividad y
no hay retorno, y la vida es el foco de las intervenciones de nuestras prácticas. Intervenciones
siempre políticas, como bien dice (Rodriguez, 2012), las intervenciones pueden ser del orden
reaccionario represivo o prácticas de liberaciones. Y lo que ha predominado en los dispositivos que
se seleccionó para este trabajo, como vimos, han sido prácticas contra la vida.

15 Basado en el concepto cuerpo sin órganos de Deleuze y Guattari inspirado en la radiofonía de Antonin Artaud “para
terminar con el juicio de dios” producida en 1947.

22
Para aportar elementos que puedan dar cuenta de otro modo de la situación de dominación,
que acechan los sujetos que transitan por dicha institución tras el advenimiento de la maquinaria
punitiva, no se trata de dejarse tragar por una furia abolicionista de las cárceles, más bien es algo
sencillo.Es la experiencia de moverse en “la intemperie como condición de posibilidad para el
encuentro, para la irrupción del acontecimiento, de lo nuevo” (Ríos, 2021). Se trata de raspar y
vaciar las prácticas fasticidas, preestablecidas, replicables que capturan el deseo16, lo jerarquizan y
lo unifican en sistemas arborescentes “en el sentido de que sus límites pueden ser claramente
definidos y sus parte conectadas de acuerdo con un invariable principio de unidad” (Patton, 2013, p.
69) . Creemos que el experimento es pensar en matrices micropolíticas (sin descuidar las
macropolíticas), agenciar un pensamiento que afirme la vida en vez de oponerse a la vida (Patton,
2013, p. 41).

En primer lugar se entiende que el andamiaje del dispositivo se sostiene sobre un sujeto-
delincuente, que él mismo produce, estratificando las relaciones de fuerzas en identidades fijas. De
hecho, fue necesario el recorrido que hicimos ya que pudimos dar cuenta de la dimensión afectiva
del poder, y una manera de entender al poder y la subjetivación no como fenómenos paralelos, sino
como convergentes. Desembocamos en el sujeto-delincuente.
Nos dice (Gille, 1994) que “nunca es muy interesante criticar un concepto: más vale
construir las nuevas funciones y descubrir los nuevos campos que lo tornan inútil o inadecuado17” el
sujeto a lo largo de la tradición filosófica y de las ciencias humanas, es algo del dominio de la
naturaleza humana. Propongo, por el contrario dicen Guattari, Rolnik “la idea de una subjetividad
de naturaleza industrial, maquínica, esto es, esencialmente fabricada, modelada, recibida,
consumida” (p, 39). No más sujeto-delicuente localizable e identificable, que proliferan la literatura
criminológica con barnices de cientificidad “que hace pasar la singularidad de las diferentes
maneras de existir por un solo y mismo cuadro de referencia identificable18” (Guattari, 2013, p. 86)
no más individuación de la subjetividad, a partir de ahora se entenderá al “sujeto” como
agenciamientos colectivos de enunciación.

“Ocurre que sobre la superficie de inscripción se anota algo que pertenece al orden de un su jeto. De
un extraño sujeto, sin identidad fija, que vaga sobre el cuerpo sin órganos, siempre al lado de las
máquinas deseantes, definido por la parte que toma en el producto, que recoge en todo lugar la prima

16 El deseo es lo productivo, que produce conexiones reales , intensivos y estados de intensidades dentro de los
cuerpos y entre ellos. Para profundizar en el concepto de deseo de Deleuze puede revisarse en patton, capitulo
concepto de deseo.
17 Se refiera al sujeto y la función de universalización e individuación.
18 Sobre la identidad.

23
de un devenir o de un avatar, que nace de los estados que consume y renace en cada estado (Guattari
& Gille, 1985, p. 24).

Cuando se le preguntó a Guattari si ¿La vida puede ser inventada cuando todas las imágenes
son producidas de antemano19? Responde que sí, y propone el ejemplo de un pintor que compra sus
tintas siempre en el mismo comercio. Lo principal dice, es lo que se hace con ellas. “Lo principal es
liberarse de esa redundancia, de la serialidad, de la producción en serie de la subjetividad, liberarse
de tener que volver permanentemente al mismo punto” (Guattari & Rolnik, 2006, p. 69).

La propuesta y desafío es producir devenires en las intervenciones psi dentro del capitalismo
mundial integrado. Foucault ya nos adelantó algunas herramientas cuando comenta que los poderes
en la modernidad se miniaturizan, en este sentido “la vida política se juega al nivel de los
agenciamientos colectivos del deseo y los equipamientos de poder” (Guattari, 2013, p. 75). Para
este último autor, lo equpipamientos20 molares, en este caso el dispositivo-prisión no hace más que
flotar al costado de la super-maquina, como peces parásitos alrededor de una ballena. Entendemos
así que las relaciones de fuerzas, en este caso el de las prácticas normalizantes se juegan en lo
micropolítico y son de real21 pertinencia.

Renunciemos al árbol que tenemos en nuestras cabezas, hagamos rizomas y no raíces. A


diferencia del árbol que siempre son puntos fijos y de orden, en el rizoma predomina el principio de
conexión y heterogeneidad, ya que cualquier parte del rizoma puede ser conectado con cualquier
otro, eslabones de cualquier naturaleza se conectan con otros muy diversos, políticos, biológicos ,
económicos, etc. En un rizoma no hay sujeto ni objeto, no hay nada que comprender, solo
preguntarse con que funciona, en conexión con que hace pasar o no intensidades. No tiene puntos ni
posiciones como en las estructuras, sólo hay líneas “la noción de unidad sólo aparece cuando se
produce en una multiplicidad una toma de poder por el significante, o un proceso correspondiente
de subjetivación” (Gille & Guattari, 2002, p. 14). Comentan Guattari y Deleuze que todo rizomas
comprende líneas de segmentaridad según las cuales está estratificado, territorializado, organizado,
significado: pero también líneas de desterritorializacion según las cuales se escapan siempre “hay
ruptura en el rizoma cada vez que de las líneas de segmentaridad surge bruscamente una línea de
fuga, que también forma parte del rizoma” (p.15) pero siempre existe el riesgo de que aparezcan en
ella organizaciones que reestratifiquen el conjunto “formaciones que devuelven el poder a un

19 [Entrevista de Pepe Escobar para el «Folhetim», Folha de São Paulo, 5 de septiembre de 1982] en Cartografias del
deseo.
20 Grandes Dispositivos que tienen por función encuadrar, organizar el tejido social.
21 Real literal si consideramos que el poder produce verdad.

24
significante, atribuciones que reconstituyen un sujeto” a un delincuente liberado o ex-recluso
peligroso no-peligroso.

Por último, el rizoma contiene el principio de cartografía y calcomanía, para ellos el rizoma no
responde a ningún modelo estructural generativo. Es ajeno a todo eje genético que son como
unidades pivotales objetivas a partir de la cual se organizan estadios sucesivos. El eje genético es
como el calco dicen, que puede replicarse y reproducirse hasta el infinito, no habilita nada de lo
nuevo, corta y organiza. Muy distinto es es para el rizoma mapa y no calco “si el mapa se opone al
calco es precisamente porque está totalmente orientado hacia una experimentación que actué sobre
lo real. Sugieren que el rizoma contribuye a la conexión de los campos, al desbloqueo de los
cuerpos sin órganos, a su máxima apertura en el plan de consistencia.

Este acto parrisiaco22 podría costarme la acusación de ser demasiado abstracto. Ojala sea

así, porque se trata de justamente de llegar al meollo de lineas abstractas que la critica a dejado de

lado. De no haber atravesado los estratos y las formas, de habernos engrilletados en la ideología y

las estructuras no podríamos haber considerado lo social como campo de fuerzas, ni mucho menos

estar satisfecho de la problematización de nuestras prácticas, ya que las mismas no solo ordenan la

subjetividad, sino que también la producen.

Consideraciones finales:

Vimos el alcance de las practicas normalizantes en el dispositivo prisión, las líneas que lo hacen

funcionar y la funcionalidad del delincuente, como su producto. Punto que relativiza las realidad

social, individualiza las fuerzas del capitalismo sobre un sujeto-delincuente o de grupos

delincuenciales y lejos de dar soluciones amplifica las condiciones existenciales de sus clientes.

Estos dispositivos, claves de estrategias y tácticas fueron y forman el estrato social en el capitalismo

no pudo haberse desarrollado a escalas planetarias como hoy se vive hoy.

Pensar nuestras prácticas en claves ético-políticas nos movilizan y nos invitan a crear otros

modos de intervenciones. Empezando por considerar a las fuerzas del capitalismo como escenario
22 Es el acto de decirlo todo y que en cuanto ser humanos podemos somo capaces de trasformar los hábitos, etc. Con
el riego de perderlo todo. Se puede profundizar en (Foucault, 2017) discurso y verdad.

25
de composición, de instituciones, intervenciones, sujetos y objetos, siempre como terminales de

conexiones rizomáticas en constante posibilidad de cambio. En la que sí han perdurado en el tiempo

es por su funcionalidad económica y política, tarea que en este trabajo se intentó visualizar.

El advenimiento del sistema punitivo no se trata de un fracaso, se desliza silenciosamente sobre un

territorio de sentidos producido por los poderes mordenos, en el que la practica noramalizante de a

conjunción del poder y subjetividad contribuye a su despliegue.

Si pretendemos llevar a cabo practicas liberadoras, es necesario considerar al sujeto como


emergente de las fuerzas sociales y abrir el análisis al las fricciones del capitalismo mundial
integrado.

26
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