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JAVERIANA

REVISTA

L a U n i v e r s i d a d e n d i á l o g o c o n e l m u n d o

Laudato si’
El cuidado de la casa común 1
revista

Javeriana
Rector
Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Una publicación de la Fundación Escritores

Director
Luis Fernando Álvarez Londoño, s.j.

Gerente
Luz Stella Higuera de Alarcón

Editora
Ana María Ocampo Cuesta

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Luis Fernando Munera Congote, s.j.
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Roberto de la Vega Vallejo
Mercedes Hernández Rincón

Fotografías portada
Marly Rincón López
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Impresión
javegraf

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El presente libro reúne los artículos y reflexiones publicados en la Revista Javeriana Edición No. 818,
‘Laudato si’ El cuidado de la casa común’. Este número fue publicado en septiembre de 2015 por la
Fundación Escritores y/o Revista Javeriana. En cumplimiento de las normas sobre propiedad intelectual,
se reconoce y respeta la titularidad de terceros sobre los artículos acá compilados. No se permite la
reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u
otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los autores.

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Índice

7. El cuidado de la casa común y el agua como


derecho fundamental
Luis Fernando Álvarez Londoño, s.j.

13. Moral cristiana al servicio de la humanidad


Alberto Múnera Duque, s.j.

21. Laudato si’: un llamado al poder


Cecilia López Montaño

23. El Papa de la Tierra


Francisco de Roux, s.j.

27. La crisis del capitalismo


César Attilio Ferrari, Ph.D.

43. Laudato si’ y crecimiento económico


Ricardo Chica

59. La arquitectónica de la Encíclica Laudato si’


Alberto Parra, s.j.

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65. De un antropocentrismo despótico a una ecología integral:
algunos comentarios en torno a la Encíclica Laudato si’,
del Papa Francisco
Diego Antonio Pineda Rivera

79. Un texto red


Comunicación, cultura y tecnologías en la
Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco
Germán Rey

87. Una lectura de la Encíclica Papal desde la Economía Ecológica:


una defensa de la interdisciplinariedad y el pluralismo
en la enseñanza de la economía
Martín Bermúdez Urdaneta
Duygu Avci

95. La sostenibilidad del desarrollo hecha encíclica


Carlos Gustavo Cano

105. Perspectivas para una espiritualidad ecológica en


la Encíclica Laudato si’
Antonio José Sarmiento Nova, s.j.

113. El sacramento de la reconciliación y la relación


con el medio ambiente
Padre Luis Bernardo Mur Malagón, sdb

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El cuidado de la casa común
y el agua como derecho
fundamental
Luis Fernando Alvarez Londoño, s.j.*

L
a Universidad y su responsabilidad en la construcción y transfor-
mación del mundo, la protección de la Tierra y la evolución de los
valores sociales, culturales, políticos, económicos y ecológicos para
bien de la dignidad humana, tiene una gran tarea con “El cuidado
de la casa común”.

La Universidad no puede ser indiferente al deterioro de “La casa común”


y está llamada a reflexionar y dar respuestas inmediatas y concretas a las
predicciones catastróficas que estan conduciendo al mundo a una casa que se
asfixia, cada vez con más intensidad, por la contaminación del medio ambien-
te y los cambios de la naturaleza y entrega. La Universidad y su compromiso
con “El cuidado de la casa común” y con fundamento en las orientaciones
del Papa Francisco en la Encíclica Laudato si’, nos permitirá construir un gran
escenario en donde directivos, académicos, estudiantes y toda la comunidad
universitaria, podremos sensibilizarnos y proceder frente a todos los proble-
mas que preocupan a la humanidad: “El cuidado de la casa común”.

* Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, especialista en Derecho Internacional de la Universidad del Rosario. D.E.A. en Derecho
Público de la Universidad de Paris. Magíster en Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana. Realizó estudios de Derecho Inter-
nacional en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, Universidad de Aristóteles en Tesalónica Grecia, Fundación Getulio Vargas de
Río de Janeiro y Corte Interamericana de Derecho Internacional de San José de Costa Rica. Fue magistrado del Tribunal Andino de Justicia,
director del Centro de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Miembro de Número de la Academia Colombiana de
Jurisprudencia, Conjuez de la Corte Constitucional. Embajador de Buena Voluntad de “Western Hemisphere Institute Security Cooperation"
-Fort Benning, Georgia, EE.UU. Director de los posgrados de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Vicerrector de Extensión y Relaciones Inte-
rinstitucionales de la Pontificia Universidad Javeriana y Director de Revista Javeriana. Reelegido por la Sala Plena de la Corte Constitucional
para ejercer como conjuez.

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Y un problema particularmente serio, dice el Papa Francisco en la Encíclica
Laudato si’ es el agua: “Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacio-
nadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias
químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y
provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y
de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están ame-
nazadas por la contaminación que producen algunas actividades extractivas,
agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación
y controles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas.
Los detergentes y productos químicos que utiliza la población en muchos
lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares”1.

Siendo el agua un recurso indispensable para la vida, los derechos sobre el


agua deberían entenderse como auténticos derechos naturales. Ya el profesor
Marienhoff lo ha expresado como el derecho a la sed, que genera un deber
de permitir que todos tomen el agua que necesiten para apagar su sed, como
expresión del derecho a la vida2. El agua tiene un valor básico como alimento
insustituible y elemento de sanidad e higiene básicas, por lo tanto el acceso
a una cantidad de agua potable suficiente debería ser asumido internacio-
nalmente como un derecho humano de las personas y de las sociedades de
manera colectiva3.

El reto para cada Estado hoy en día, está en su capacidad para formular un
marco normativo que permita garantizar el acceso básico al agua y contener
a los derrochadores del recurso como son los industriales y quienes tienen
negocios agrícolas.

En relación con otros derechos4, el actual nivel de consumo y destrucción de


los recursos hídricos será, más temprano que tarde, insostenible y afectará
el pleno disfrute de derechos como la vida, la salud la vivienda, o el medio
ambiente.

• Derecho al agua y derecho a la vida: los Estados deben adoptar medidas


que garanticen condiciones mínimas de alimentación, abastecimiento de agua
potable, vivienda digna, salubridad e higiene.

• Derecho al agua y el derecho a la salud: es indudable la estrecha relación


entre la salud y la satisfacción de necesidades básicas como el acceso al
1. Papa Francisco. Carta Encíclica Laudato SI sobre el cuidado de la casa común. La cuestión del agua, numeral 29. Roma 24 de mayo de 2015.

2. Marienhoff, Miguel. Régimen y legislación

3. García, Aniza. El Derecho Humano al Agua. Editorial Trotta, S.A, 2008. Madrid. Pag 19

4. Tomado del Capítulo Razones del Derecho al Agua, del texto El Derecho Humano al Agua de Aniza García. Editorial Trotta. Pags 24 - 51

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agua potable. El origen del 85% de las enfermedades humanas en los países
pobres, tiene que ver con la escasez o mala calidad del agua. El pnud afirma
que la privación de agua limpia y saneamiento básico destruye más vidas que
cualquier guerra o acto terrorista.

• Derecho al agua y del derecho a la vivienda: el Comité de Derechos


Económicos y Sociales, ha establecido que una vivienda adecuada debe tener
ciertos servicios para la salud, la seguridad, la comodidad y la nutrición, y
todos los beneficiarios del derecho a una vivienda adecuada deben tener acce-
so permanente a recursos naturales y comunes; a agua potable; a energía para
la cocina, la calefacción y el alumbrado; a instalaciones sanitarias y de aseo,
de almacenamiento de alimentos, de eliminación de desechos, de drenaje, y a
servicios de emergencia.

• Derecho al agua y el derecho a la propiedad: el derecho de propiedad que


tiene una función social, no puede ser concebido de manera absoluta e ilimi-
tada, menos aún, cuando ello represente un riesgo para el ejercicio de otros
derechos fundamentales, especialmente aquellos vinculados a la satisfacción
de necesidades básicas.

• Derecho al agua y derecho a un medio ambiente sano: el derecho a un


medio ambiente sano conlleva la necesidad de velar por el suministro adecua-
do de agua limpia potable, la creación de condiciones sanitarias básicas, y la
prevención y reducción de la exposición de la población a factores ambienta-
les perjudiciales que afecten su salud.

• Derecho al agua y el derecho al desarrollo: la finalidad primordial del


derecho al desarrollo es una vida digna; por lo tanto, el acceso a una cantidad
de agua potable suficiente constituye un elemento fundamental del mismo y
el acceso universal a los servicios básicos de agua y saneamiento, debe quedar
garantizado.

El Relator Especial, El Hadji Guissé, ha señalado en el informe de 2002, que


el acceso al agua como derecho humano está relacionado con otros derechos
como el derecho a la paz (la falta de gua potable y saneamiento básico genera
focos de tensión y conflictos en el mundo); con el derecho a la libre determi-
nación (el Estado puede ejercer, en nombre de su pueblo y en su beneficio, el
derecho a la libre determinación sin injerencia injustificada, sobre el conjunto
de los recursos y riquezas naturales que se encuentran bajo su jurisdicción,
por lo tanto se debe poner a disposición del pueblo, agua de calidad y canti-
dad suficientes y en las mejores condiciones de explotación); el derecho a la
educación (en las regiones áridas o semiáridas, la satisfacción de las necesida-
des básicas exige que las mujeres y las niñas, recorran largas distancias para

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llegar al punto de agua más cercano, y esta situación les impide asistir a la
escuela); los derechos culturales (los significados simbólicos atribuidos al agua
en muchas tradiciones populares, la convierten en un bien precioso)

En relación con los instrumentos internacionales, el derecho al agua se


encuentra implícitamente reconocido en varios textos legales. La Carta Euro-
pea del Agua, de 1968, declara que este recurso es indispensable a la vida
humana. La Declaración de Estocolmo de la Conferencia de Naciones Uni-
das sobre el Medio Ambiente Humano, en 1972, contempló como principio
la necesidad de preservar el agua. Igualmente de la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 1948 y del Pacto Internacional de Derechos Econó-
micos, Sociales y Culturales, y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, se desprenden disposiciones que están íntimamente relacionadas
con el agua, porque sin agua muchos de los derechos reconocidos en estos
instrumentos, no tendrían sentido y carecerían de efecto .

El derecho humano al agua se ha reconocido de manera explícita en varios


documentos internacionales. En primer lugar se destaca, desde el año de
1977, el preámbulo de la Declaración de Mar de Plata de la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Agua.

La Declaración de Dublín sobre el Agua y el Desarrollo Sostenible, de la


Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente de 1992 , la
Declaración de Rio de 1992, la Declaración de Ámsterdam (1992), la de Cen-
troamérica del Agua de 1998; así, también, hay un buen número de Conven-
ciones, Protocolos y Resoluciones de diversas entidades supranacionales. Con
esto se puede ver que hay una importante tendencia para que se consagre de
manera clara, el derecho al agua para que se facilite su reconocimiento en las
Cartas Políticas de los Estados .

En el año 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales


de las Naciones Unidas, adoptó una Observación General –la número 15,
que pone fin a un período de incertidumbre sobre el estatus del derecho al
agua entre los derechos fundamentales protegidos por ese Pacto. El derecho
al agua quedó incluido dentro del campo de los derechos humanos a la salud,
al nivel de vida y a la alimentación, que reconoce el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Desde entonces el derecho al
agua se reconoce como un derecho fundamental, pues es indispensable para
implementar el “derecho a un nivel de vida suficiente”.

El Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales ha precisado, en


la mencionada Observación, que en cualquier circunstancia, es obligación del
Estado garantizar la efectividad del derecho y, en consecuencia, los siguientes

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factores: i) la disponibilidad de agua, es decir, la garantía de un abastecimiento
continuo y suficiente para los usos personal y doméstico; ii) el acceso, tanto
físico, como económico, al agua, la no discriminación y el acceso a la infor-
mación; y iii) la calidad del agua, pues no debe ser contener microorganismos
o sustancias que amenacen la salud.

Así, el Estado tiene la obligación de asegurar, por lo menos, la satisfacción de


los niveles esenciales mínimos del derecho humano al agua, esas obligaciones
básicas son:
a) asegurar el acceso a una cantidad mínima esencial de agua que sea sufi-
ciente y salubre para uso personal y doméstico a los fines de prevenir las
enfermedades;
b) asegurar el derecho al acceso al agua, y a instalaciones y servicios hídricos
sobre una base no discriminatoria, especialmente para grupos en inferioridad
de condiciones o grupos marginales;
c) asegurar el acceso físico a instalaciones o servicios hídricos que propor-
cionen agua suficiente, salubre y regular; que tengan un número suficiente de
sub-distribuidores de agua para evitar largos períodos de espera prohibitivos,
y que estén a una distancia razonable de la vivienda;
d) asegurar que la seguridad personal no se vea amenazada cuando se acceda
físicamente al agua;
e) asegurar una asignación equitativa de todas las instalaciones y servicios
hídricos disponibles;
f) adoptar e implementar una estrategia hídrica nacional y un plan de acción
dirigido a toda la población; la estrategia y plan de acción deben estar diseña-
dos y periódicamente revisados sobre la base de un proceso de participación
y transparencia; debe incluir métodos tales como indicadores del derecho al
agua y patrones de referencia, a través de los cuales se pueda monitorear de
cerca el progreso; el proceso por el cual la estrategia y el plan de acción son
diseñados, así como también su contenido debe poner particular atención en
todos los grupos en desventaja o marginados;
g) monitorear el grado de realización, o no realización del derecho al agua;
h) adoptar programas hídricos de costo relativamente bajo para proteger a los
grupos vulnerables y marginados;
i) tomar medidas para prevenir, tratar y controlar enfermedades relacionadas
con el agua, en particular asegurar el acceso a un saneamiento suficiente .RJ

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Moral cristiana al
servicio de la humanidad
Alberto Múnera Duque, s.j.*

S i algo ha caracterizado al cristianismo desde sus inicios es la oferta


moral que entrega a la humanidad como carta de presentación del
origen divino de su aparición en la historia a partir de la persona del
Señor Jesucristo, Dios humanado.

De la incorporación de Dios a la historia humana, al planeta Tierra y al uni-


verso material en la persona de Jesucristo, se sigue ante todo la dignificación
trascendente de toda la creación y en particular de toda persona y de toda
realidad humana. Ya por la creación, toda la realidad de este mundo estaba
dignificada por ser Dios su autor generoso. La trascendencia de esta dignidad
se acrecienta por la humanización y creaturización de Dios en Jesucristo.

La moral tiene por objeto la consideración del comportamiento de cada ser


humano frente a sus congéneres y al mundo circundante, a esta casa que es
el hábitat de todos nosotros. La moral cristiana primeramente interpreta al
ser humano y a la realidad entera de este mundo desde la comprensión de
su dignidad trascendente adquirida por la creación divina y por la encarna-
ción de Dios en Jesucristo. Y a partir de tal interpretación la moral cristiana
analiza críticamente los fenómenos de las relaciones entre los miembros de
* Doctor en Teología, Universidad Gregoriana, Roma con especialidad en Teología Moral; Doctor en Filosofía y Letras, Pontificia Universidad
Javeriana. Ha ejercido la docencia teológica en la Universidad Javeriana por más de 40 años, donde además fue decano de las Facultades de
Educación y Teología, y de la Facultad de Postgrados en Estudios Interdisciplinarios. Ha escrito varios libros y sus aportes se reconocen en
diversas áreas teológicas en materia de la Moral Fundamental, la Bioética, la Sexualidad y la Moral Social, Política y Económica. Así mismo, fue
el Fundador de la Emisora Javeriana Estéreo.

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la humanidad y de ellos con el mundo en que residen, para valorarlos en
términos morales a la luz de la fe en que se fundamenta y proponer lo que
considera ser el camino correcto para proceder según la recta conciencia y
según el consecuente responsable ejercicio de la libertad.

La Encíclica Laudato sí’ del Papa Francisco constituye un precioso aporte de


la moral cristiana a la humanidad como mundialmente se va reconociendo a
medida que es conocida por individuos y sociedades.

El Papa jesuita latinoamericano ha sido marcado indiscutiblemente por la


Teología propia de nuestro continente, la controvertida Teología de la Libe-
ración. Y tanto en los contenidos de sus enseñanzas como en el método que
utiliza, se hacen evidentes los influjos del ambiente conceptual en que se
desarrolló su formación y su ministerio pastoral en América Latina antes de
haber sido elegido Obispo de Roma y cabeza del Colegio de Obispos de la
Iglesia Católica.

La Teología de la Liberación se caracteriza, ante todo, por el lugar teológico


en que se ubica y el objetivo claro de sus propuestas. Y por los tres momen-
tos metódicos de elaboración del pensamiento que se hacen perfectamente
perceptibles en el desarrollo del discurso establecido para el logro de dicho
objetivo.

La Teología de la Liberación se ubica en el lugar teológico que son los


empobrecidos, los excluidos, los oprimidos, los vulnerables, los esclavizados
en todo sentido por las fuerzas económicas, políticas, culturales, sociales,
comunicacionales de los poderosos tanto de sectores geográficos como de
países, instituciones, estructuras, ideologías, sistemas y personajes concretos.
Es lugar teológico porque Dios está de parte de ellos y no de los poderosos,
tal como lo demostró una vez hecho carne en Jesucristo durante su perma-
nencia en la historia humana. El lugar de Dios son los pobres, por eso ellos
son lugar teológico. Y el objetivo del análisis moral que pretende el Papa es
la liberación de todas las esclavitudes, inequidades e injusticias generadas por
decisiones egoístas de la libertad humana en beneficio propio y perjuicio de
los semejantes.

Tanto la Teología de la Liberación como el Papa Francisco asumen como ubi-


cación para su discurso este lugar teológico no por posicionamiento de una
corriente teológica sino porque es la perspectiva propia del Señor Jesucristo
y de su Evangelio.

Es evidente que el Papa Francisco en todo su magisterio y muy especial-


mente en esta Encíclica procede a su discurso desde los pobres como lugar

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teológico. Y desde allí aplica el método propio de la teología latinoamericana:
se comienza con un profundo análisis de la realidad instrumentado con el
aporte de las ciencias, para luego iluminarlo con la luz de la Revelación con-
signada en la Sagrada Escritura, principalmente en el Nuevo Testamento; de
manera que se cuente con elementos teológicos para abordar las causas de los
fenómenos analizados y se pueda ofrecer soluciones que permitan volver a la
realidad para transformarla en el sentido dispuesto por la voluntad de Dios
sobre ella, la liberación de la injusticia.

Estos son los momentos de la Encíclica claramente evidenciados en los títu-


los de sus capítulos:
► Capítulo primero: Lo que está pasando a nuestra casa.
(Análisis de realidad).
► Capítulo segundo: El Evangelio de la creación.
(A la luz de la Revelación).
► Capítulo tercero: Raíz humana de la crisis ecológica.
(Causas de los fenómenos).
► Capítulo cuarto: Una ecología integral.
(Propuesta genérica de solución).
► Capítulo quinto: Algunas líneas de orientación y acción.
(Propuestas concretas).
► Capítulo sexto: Educación y espiritualidad ecológica.
(Mecanismo fundamental para la transformación de la
realidad analizada).
En el primer capítulo el Papa profundiza en el análisis de las siguientes rea-
lidades: 1. La contaminación y el cambio climático. 2. La cuestión del agua.
3. La pérdida de la biodiversidad. 4. El deterioro de la calidad de la vida
humana y degradación social. 5. La inequidad planetaria. 6. La debilidad de
las reacciones. 7. La diversidad de opiniones.

Los tres primeros aspectos analizados son evidentes y universalmente consi-


derados como factores gravemente afectados por la acción humana. Pero es
bien novedoso cómo el Papa penetra hondamente en el perjuicio de la eco-
logía humana para detectar el deterioro de la calidad de vida y la degradación
de las relaciones de las personas hasta generar violencia, todo ello a partir de
elementos propios del agobiante desarrollo urbano y de los omnipresentes
impulsos de la tecnología, aspectos propios del desastre ecológico que padece
el planeta.

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Situado en los pobres como lugar teológico, percibe el impacto doloroso que
en ellos producen los daños ecológicos generados por las minorías confor-
madas por los poderosos. Soluciones propuestas por estos como el control
demográfico resultan cínicas en una cultura del desperdicio de alimentos y
del consumo desmedido de recursos. Esto genera una deuda ecológica entre
Norte y Sur por la explotación de recursos naturales sin justo retorno de
beneficios y más bien el aumento de perjuicios para las regiones geográficas
explotadas. Esta perspectiva de relación intrínseca entre Ecología Natural y
Ecología Social es lo que analiza el Papa en el aparte dedicado a la inequidad
planetaria.

Ante este grave deterioro ecológico global el Papa levanta su voz frente a la
debilidad de las reacciones políticas: “Mientras tanto, los poderes económicos
continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una espe-
culación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo
contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente” (56).
Esto el Papa lo considera gravemente inmoral.

En el segundo capítulo, el Papa justifica la mirada religiosa del problema


ecológico porque considera que “la ciencia y la religión, que aportan dife-
rentes aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y
productivo para ambas” (62). Y añade: “Por otra parte, si bien esta Encíclica
se abre a un diálogo con todos, para buscar juntos caminos de liberación,
quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a
los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para
el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles” (64).
Y ofrece a continuación referencias de la sabiduría bíblica del Antiguo Testa-
mento sobre la responsabilidad humana con respecto al cuidado de la tierra,
al valor de cada ser prioritariamente frente a su utilidad, a la importancia de
las relaciones de las personas, a la conveniencia del equilibrio y equidad entre
el beneficio humano y el cuidado de los bienes naturales.

La fe afirma la creación del mundo por Dios. Esta propuesta de la revelación


divina consignada en la Biblia, sustenta el valor y dignidad de toda la realidad
mundana, a la vez que desmitifica la naturaleza. Y “un mundo frágil, con un
ser humano a quien Dios confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para
reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder” (78).

Muy en conformidad con su aprecio a San Francisco de Asís, y a San Ignacio,


fundador de la Compañía de Jesús a quien las flores le hablaban muy alto de
Dios, dedica el Papa un numeral al “mensaje de cada criatura en la armonía
de todo lo creado” en el que reproduce parte del conocido himno de San
Francisco cuyo inicio es el título de la Encíclica. Pero reconoce el Papa que las

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criaturas todas tienen por dueño a Dios, aunque el ser humano por voluntad
divina posee frente a todas ellas una preeminencia que le confiere su dignidad
suprema compartida por todos y todas contra la pretensión de inequidad y
de prevalencia de derechos de algunos frente a otros (91 y 92). El destino
común de todos los bienes para ser disfrutados por todos los miembros de
la humanidad, es principio fundamental propuesto por nuestra fe en razón
de lo anterior (93 a 95).

Finalmente el Papa ilustra, con la fe cristiana expresada en el Nuevo Testa-


mento y fundada en la humanización de Dios en Cristo, el valor intrínseco
de toda la creación y su dignidad suprema. La glorificación de lo humano en
Cristo por su resurrección señala igualmente el destino final maravilloso de
todo lo creado.

En el capítulo tercero, el Papa se extiende en el análisis de la tecnología


como creatividad y poder que pueden generar destrucción ecológica por la
globalización del paradigma tecnocrático que suele ejercer su poderío sobre
la economía y la política con perjuicio de la equidad. Hasta la fragmentación
de los saberes, como se trabaja actualmente en la Universidad, puede llevar a
“perder el sentido de la totalidad” en las soluciones que excluyen a los pobres
(110). Todo esto invita a “la urgencia de avanzar en una valiente revolución
cultural” (114).

Luego analiza la crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno que


desemboca en relativismo práctico. Destaca allí, también, la necesidad de pre-
servar el trabajo como medio de sostener la creación con una economía que
con el empleo “favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial”
frente a unas economías de escala que generan monopolios y destrucción del
trabajo de las miniempresas productivas propias de los pobres (129).

El Papa analiza la intervención humana en la mutación genética de vegetales y


animales y pondera sus beneficios aunque detecta los efectos negativos sobre
todo los que inciden en perjuicio de los pobres que no tienen acceso a la tec-
nología biológica. Todo esto implica gravísimos aspectos éticos de toda índole.

El capítulo cuarto lo dedica a proponer una ecología integral cuyos apartes


desarrollan los siguientes aspectos: 1. Ecología ambiental, económica y social,
donde el Papa señala la interacción entre los ecosistemas y entre los diver-
sos mundos de referencia social. 2. Ecología cultural. 3. Ecología de la vida
cotidiana. 4. El principio del bien común. 5. Justicia entre las generaciones.
Tratando estos temas, el Papa muestra la gran altura de su concepción global
de la ecología, que trasciende el simple cuidado del medio ambiente para
mostrar la relación intrínseca, inevitable y absolutamente exigente de atención

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de todos los aspectos implicados en el bienestar del ser humano y de la socie-
dad: la ecología humana total, valiosa novedad desarrollada por el Papa, que
atrevida y justamente incluye mucho más de lo que normalmente tratan las
entidades y los encuentros nacionales e internacionales referidos a la ecología.

En el capítulo quinto, el Papa enuncia algunas líneas de orientación y acción


que centra en cinco temas: 1. El diálogo sobre el medio ambiente en la polí-
tica internacional. 2. El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales. 3.
El diálogo y transparencia en los procesos decisionales. 4. Política y economía
en diálogo para la plenitud humana. 5. Las religiones en el diálogo con las
ciencias.

Con gran precisión, el Papa se refiere en este capítulo a los diálogos interna-
cionales que han asumido la temática del ambiente, los que aprecia mucho
pero critica severamente en cuanto no han sido suficientes para la toma de
decisiones efectivas en los temas allí tratados con indiscutible competencia.
Descubre aquí el Papa las incoherencias de la política y la economía: “lo que
no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace
posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcio-
nen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y
creen empleo” (189). Y añade: “El ambiente es uno de esos bienes que los
mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecua-
damente. Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado,
que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de
los beneficios de las empresas o de los individuos” (190). Y concluye: “Para
que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos ‘cambiar el modelo
de desarrollo global’, lo cual implica reflexionar responsablemente ‘sobre el
sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y dis-
torsiones’” (194).

Finalmente expresa que “El principio de maximización de la ganancia, que


tiende a aislarse de toda otro consideración, es una distorsión conceptual de la
economía” (195). Según el Papa, “es ingenuo pensar que los principios éticos
puedan presentarse de un modo puramente abstracto, desligados de todo
contexto, y el hecho de que aparezcan con un lenguaje religioso no les quita
valor alguno en el debate público” (199). La moral cristiana propuesta es una
apoyo legítimo al bien social común.

El sexto capítulo, que el Papa dedica a la educación y espiritualidad ecológicas


como camino fundamental para llegar a soluciones sostenibles, habla de: 1.
Apostar por otro estilo de vida. 2. Educar para la alianza entre la humanidad
y el ambiente. 3. Conversión ecológica. Estos tres aspectos son propuestas
evidentes frente a la problemática considerada en los análisis anteriores.

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Los subsiguientes temas, propios de la específica espiritualidad cristiana son
descritos por el Papa como elementos que pueden fortalecer el apoyo de la
religión a la gran causa ecológica: 4. Gozo y paz, donde habla de una feliz
sobriedad como estilo de vida cristiana. 5. Amor civil y político, donde se
refiere a la fraternidad universal que nos viene de Dios Padre de todos noso-
tros, lo que lleva a un amor social y a una cultura del cuidado que impregne
a toda la sociedad. 6. Signos sacramentales y descanso celebrativo: lugar
específico de la vivencia cristiana cuyos signos son elementos de la naturaleza,
que para el cristianismo son puestos para significar realidades trascendentes
como ocurre con el agua del Bautismo, el aceite en las unciones del Bautismo,
de la Confirmación, del Orden sagrado y la de los enfermos, el pan y el vino
en la Eucaristía. En el descanso dominical se incorpora el valor ecológico el
descanso y de la fiesta. 7. La Trinidad y la relación entre las criaturas, lugar
en que el Papa muestra la presencia divina de Dios Trino en todas las cosas
pero especialmente en el ser humano. 8. María, la Madre del Señor Jesús,
reina de todo lo creado por haber sido glorificada en su humanidad como la
de su Hijo divino, que muestran el destino final de toda la creación material
y espiritual. 9. Más allá del sol: el Papa se refiere a este destino final mientras
seguimos cuidando de nuestro mundo.

He querido mostrar en esta apretada síntesis de los temas tratados por el


Papa en su extensa Encíclica, cómo implica los principios fundamentales de
la Moral cristiana que provienen de nuestra fe fundada en la revelación plena
de Dios cuando se hizo humano en Jesucristo y dio así sentido al ser y que-
hacer de las personas y estableció el valor de todas las cosas y el compromiso
de la humanidad con su casa, el mundo que Dios mismo nos regaló con
su creación. Se trata de una Moral contextualizada en el proceder teológico
propio de América Latina centrado en su lugar teológico que son los pobres,
y elaborada con la metodología propia de la Teología de la Liberación como
creo que queda suficientemente manifiesto en el recorrido sintético que he
querido presentar .RJ

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Laudato sí ’ :
un llamado al poder
Cecilia López Montaño*

C
uando sectores progresistas del mundo clamaban por un análisis del
poder que se ejerce en el mundo, por un cuestionamiento a su forma
de proceder, ese duro reclamo proviene de quien menos se esperaba,
del Papa Francisco. Varias razones podrían explicar la sorpresa de
muchos frente al contenido de su Encíclica Laudato si’.

En primer lugar, hoy cuando la juventud marca el destino, cuando no se


reconoce la capacidad de los mayores, cuando solo se espera que las grandes
preguntas sobre la humanidad provengan de la creatividad de las nuevas
generaciones, es el Papa, un hombre de 78 años, quien plantea las preguntas
más duras a quienes ostentan el poder en el mundo. En segundo lugar, esta
postura de la Iglesia Católica sobre la economía, sobre el medio ambiente,
sobre el costo del dominio egoísta de unos pocos, sorprendió a muchos
acostumbrados a ver a sus pastores religiosos ocupados solamente en temas
relacionados con la religión.

Es tan impactante, tan oportuno el contenido de la Encíclica del Papa Fran-


cisco, que aún faltan muchos análisis para que se comprenda la magnitud real
* Economista de la Universidad de los Andes, con Maestría en Demografía, y post-grado en Economía de la educación. Se ha desempeñado
como Directora del Seguro Social, directora de prealc, oit, Embajadora de Colombia en los Países Bajos, Ministra de Agricultura, Ministra
de Medio Ambiente, Directora de Planeación Nacional y Senadora de la República. Ha sido consultora para organizaciones de desarrollo
internacional, incluyendo unicef, pnud, ippf, el Banco Mundial, bid y cepal. Escritora y columnista cuyo amplio rango de temas van desde
macroeconomía y género, hasta políticas de desarrollo social a escala rural, seguridad social, globalización, modelos de desarrollo, políticas
regionales, entre otros.

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de su llamado. Parte del tema que conmueve a jóvenes y niños en el mundo
y a quienes analizan seriamente la relación entre el presente y el futuro de la
humanidad, es el medio ambiente. Probablemente su reflexión más contun-
dente es la siguiente: “Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero
sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera,
recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y
los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano”.

Lo que más impacta son sus críticas a la apatía de quienes ostentan el poder:
recriminaciones a políticos y empresarios por reaccionar “con lentitud” al
desafío de las energías renovables, mientras que en la sociedad civil sí se ha
generado un gran debate. Critica la privatización del agua, un derecho “huma-
no básico, fundamental y universal” que “determina la supervivencia de las
personas”. Llama a “limitar al máximo el uso de recursos no renovables,
moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutili-
zar y reciclar”. Asegura que “los más graves efectos de todas las agresiones
ambientales los sufre la gente más pobre” y habla de “una verdadera deuda
ecológica entre el Norte y el Sur”.

Pero sin duda estremece a quienes les envía esta pregunta: “¿Para qué se
quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de
intervenir cuando era urgente y necesario?”. Además, la siguiente afirmación
es contundente y parece dirigida a las élites colombianas: “Se requiere de la
política una mayor atención para prevenir y resolver las causas que pueden
originar nuevos conflictos”. Y agrega: “Pero el poder conectado con las
finanzas es el que más se resiste a ese esfuerzo, y los diseños políticos no
suelen tener amplitud de miras”. ¿Cómo se sentirán los dueños del poder en
Colombia que son tan pocos?

No se salvan los economistas que han dominado las decisiones públicas


en nuestro país y en general en el mundo. Afirma el Papa Francisco: “La
política no debe someterse a la economía”, “y esta no debe someterse a los
dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el
bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en
diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de
la vida humana”.

Estos planteamientos son tan solo el abre bocas para el llamado más trascen-
dental que se ha hecho hasta ahora. Cómo estará de confundida Colombia,
como serán de ciegos sus líderes, que en este país no se le ha dado a la Encí-
clica Laudato sí’ el debate que se merece . RJ

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El Papa de la Tierra

Francisco de Roux, s.j.*

L
a Encíclica Laudato si’, sobre ‘El cuidado de la casa común’, es la
primera vez que un Papa se dirige personalmente a cada habitante
del planeta. El texto toma el título del Cántico a las creaturas, de
Francisco de Asís: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra
madre Tierra”. El Papa Francisco ha sido insistente en el tema. En la
homilía inaugural de su pontificado llamó a proteger la creación; en el primer
encuentro con diplomáticos señaló la relación entre la paz y el cuidado de la
Tierra.

En Brasil instó a los obispos a proteger la Amazonía contra la codicia. A los


campesinos los invitó a no maltratar la Tierra; y reunió a los recicladores para
agradecerles el cuidado del planeta. En mayo pasado pidió que nos arrepin-
tiéramos por el mal hecho a la creación. En octubre, ante organizaciones de
base, criticó al sistema económico, que ataca a la naturaleza para mantener
niveles frenéticos de consumo; y advirtió que la creación no nos pertenece y
no es propiedad privada de las minorías que tienen capital, sino un don mara-
villoso de Dios para ser cuidado en beneficio de todos. En su reciente visita a
América Latina ha vuelto a tomar el tema con fuerza, ha criticado fuertemen-
te al sistema económico que destruye la naturaleza y ha pedido a los pueblos
originales del continente que nos ayuden a todos a proteger la Madre Tierra.

* Teólogo y filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana, con una maestría en Economía de la Universidad de los Andes. En 1975 se ordenó
como sacerdote de la comunidad Jesuita. Fue el director del Centro de Investigación y Educación Popular (cinep), donde lideró proyectos en
pro de poblaciones desplazadas, y se le reconoce por impulsar salidas concertadas a los conflictos por la tierra. En 1995 fundó el Programa de
Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (pdpmm). En la actualidad está vinculado con temas de paz y está a la cabeza de la comunidad Jesuita
en Colombia.

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Francisco amplía así un pensamiento que une la protección del medioam-
biente con la ecología humana, como lo enseñaron Juan xxiii, Paulo vi,
Juan Pablo ii y Benedicto xvi. Sabe que su texto va a incomodar a grandes
multinacionales de la minería, el petróleo, la agroindustria y el impulso al
consumismo, que sostienen la hipótesis de que es el planeta el que genera en
sus ciclos el calentamiento global.

El Papa no entra en el debate que se inició cuando circularon los primeros


borradores de la Encíclica. Se apoya, entre otros, en la Royal Society, la pres-
tigiosa institución científica de Inglaterra, y en los 800 expertos del Intergovern-
mental Panel on Climate Change, para señalar la seria responsabilidad humana en
la concentración de dióxido de carbono, el basurero mundial de desechos, la
destrucción de miles de especies, la crisis del agua y el efecto perverso sobre
los pobres del mundo y sobre las generaciones futuras, e invita a que, por
estas causa humanas, asumamos las tareas que nos competen.

El documento papal salió en el momento oportuno: en vísperas de la Tercera


Conferencia para Financiamiento del Desarrollo, en Adís Abeba, que tuvo
lugar en julio. En los preparativos de la Asamblea General de la onu en metas
de desarrollo para el 2030, y antes de la Conferencia de París de Cambio
Climático que tendrá lugar en diciembre. Francisco quedó insatisfecho con
la Conferencia de Lima: “Me defraudó por la falta de coraje. Esperemos que
en París sean más decididos”, dijo a los periodistas en el vuelo a Manila, el
pasado enero.

La Encíclica se va al fondo del problema: a partir de un recorrido por la crisis


ecológica, apoyado en elementos científicos, toma la tradición judeocristiana
y los aportes de las otras religiones para dar una mirada espiritual, e intenta
llegar con libertad y valor a las raíces de la situación actual para abrirse al diá-
logo. Su entrada es tan fuerte que la prensa europea consideró que ponía en
un nivel nuevo, ético, político y económico, el problema ecológico.

La Encíclica critica directamente al sistema tecnológico, financiero y econó-


mico que se ha establecido a nivel mundial e invita a buscar otro modo de
entender la economía y el progreso. Los puntos críticos podemos resumirlos
así: el actual modelo mundial es insostenible pues ha dejado de pensar en
los fines de la acción humana, y una minoría se cree con el derecho a con-
sumir en una proporción que sería imposible generalizar porque el planeta
no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo, pues los
sectores ricos de las sociedades han rebasado los límites máximos de explota-
ción posible del planeta sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza.
Y es necesario hacer un cambio de manera que en las intervenciones sobre
los recursos naturales no predominen los intereses de los grupos económicos

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que arrasan irracionalmente las fuentes de la vida y golpean ante todo a los
pobres porque todo está interconectado, y es íntima relación entre los pobres
y la fragilidad del planeta. Al tiempo que muchos de los que tienen más poder
económico parecen concentrarse en enmascarar el problema u ocultar lo
efectos fatales que están generando.

El Papa se refiere con especial atención a la responsabilidad que tenemos


de proteger los territorios de mayor biodiversidad en el mundo. Como lo ha
analizado el profesor Manuel Rodríguez Becerra, Colombia ocupa el segundo
lugar en el mundo en diversidad de especies por la cantidad de ecosistemas
distintos y complementarios; debido a la privilegiada ubicación geográfica
en la esquina noroccidental de Sur América sobre la faja inter-tropical del
globo; la forma como se abren los Andes en farallones, páramos, mesetas,
piedemontes, altillanuras y valles profundos; las costas sobre dos océanos, y
la conexión con sistemas fluviales de los más caudalosos del planeta; en un
espacio donde todas las formas de vida dependen unas de otras, y donde el
concierto de microorganismos, como lo advierte el científico James Lovelock,
interactúan en una corteza viva que va desde de miles de metros bajo tierra
hasta más arriba de los nevados de nuestras cordilleras para sostener, en con-
junto, una impresionante y única biodiversidad.

El resultado es un jardín vivo diversificado, con un capital natural cuidadosa-


mente estudiado por el equipo de biótica de la Universidad Nacional, del cual
tenemos la responsabilidad de proteger y dejar acrecentado a las generacio-
nes futuras del planeta, como nos lo ha recordado el Papa a los pueblos que
vivimos en los pocos espacios que poseen esta singularidad en el conjunto
de la Creación.

Proteger este jardín significa cuidar los páramos, montañas, bosques, ríos,
humedales, ciénagas, playas y manglares, con la perspectiva regional e interna-
cional de política y economía ecológica, que los profesores Martín Bermúdez
y Duygu Avci presentaron en la edición pasada de la Revista Javeriana, al anali-
zar en terreno las luchas de los campesinos cundiboyacenses.

Colombia tiene la oportunidad privilegiada de acrecentar sistemáticamente


esta masa orgánica de diversidad de especies, en una actividad productiva de
capital biótico que puede absorber toda la mano de obra disponible en el
país. Si lo hacemos, tendremos una acumulación de capital natural capaz de
generar un cadena eficaz y sostenible de servicios ecológicos y de colocar
al país con ventajas en el mercado mundial de bienes ecosistémicos de far-
maceútica, confecciones, construcción, cosmético, látex, vestidos, corchos,
papeles biodegradabes, etc; y por supuesto, de manera inmensa, en alimentos
y turismo.

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La caída espectacular de los precios de los commodities alejó la inversión minera
internacional, y mostró la incertidumbre del desarrollo basado en extracción
primaria. La coyuntura es un buen momento para reflexionar, detener pro-
yectos minero-energéticos agresivos y considerar a fondo el lugar que nuestro
territorio tiene, primero como receptáculo de vida en el planeta y luego como
potencia económica biodiversa y sostenible en los mercados del mundo.

Esta riqueza natural de Colombia la recibimos de nuestros ancestros. Hoy,


nosotros somos ancestros de los que vendrán en las próximas décadas. Deci-
dimos por ellos y por ellas.

Entre tanto el Papa Francisco no pierde ocasión para seguir llamando a las
personas, las naciones y las autoridades mundiales a asumir esta inmensa res-
ponsabilidad con La Tierra que para él es la responsabilidad con la Creación y
la misma causa de la dignidad y de la vida. Por eso suele repetir lo que escuchó
de un campesino: “Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la Tierra
no perdona nunca”.RJ

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La crisis del capitalismo

,1
César Attilio Ferrari, Ph.D.*


Frente al deterioro del ambiental global”, el 24 de mayo pasado, el
Papa Francisco publicó su “Carta Encíclica Laudato si’ sobre el cuida-
do de la casa común”, y siendo común la casa a la que se refiere, ese cuidado
debería estar a cargo de todos los hombres y mujeres de este planeta. Por eso
el Papa se dirige “a cada persona que habita este planeta”, intentando “entrar
en diálogo con todos acerca de nuestra casa común”2.

Para el Papa Bergoglio, jesuita, argentino y por lo tanto cercano al Sur, a


sus necesidades y aspiraciones, “El desafío urgente de proteger nuestra casa
común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la bús-
queda de un desarrollo sostenible e integral(...)”3. Por lo tanto, su preocupa-
ción no es sólo sobre el medio ambiente; es sobre la necesaria integralidad
del desarrollo, sobre la justicia y sobre los pobres: “Un verdadero planteo

* Doctor en Economía y Máster en Economía del Desarrollo por la Universidad de Boston, Máster en Planificación Urbana por la Universidad
de Nueva York e Ingeniero Civil por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido Director Gerente General del Banco Central de Perú,
Asesor del Fondo Monetario Internacional en los bancos centrales de Guinea-Bissau y Angola y Director Técnico del Instituto Nacional de
Planificación del Perú. Actualmente Profesor Titular, Pontificia Universidad Javeriana.

1. Una versión preliminar del presente trabajo fue presentado por el autor en el Seminario sobre Conflictos, Desarrollo y Democracia del
Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. El autor quiere agradecer las discusiones y comentarios de los
participantes del Seminario sobre el texto presentado, en particular los de Jaime Ramírez y Daniela Gómez sobre la importancia y la gobernanza
de los bienes comunes y de Rafael Campo sobre la consistencia de las reflexiones finales con la parte central del texto; así como al Padre Gerardo
Remolina, s.j. por nuestras conversaciones en torno a los valores, a la solidaridad y a las preferencias de los consumidores; y a Andrés Solari de
la Universidad de Michoacán, México, por sus comentarios sobre muchos aspectos del texto preliminar y en particular sus precisiones sobre
el tema del reciclaje, sus avances en el mundo desarrollado y por sectores. Los errores remanentes son ciertamente responsabilidad del autor.

2. Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, Tipografía Vaticana, Roma 24 de mayo 2015, numeral 3.

3. Ibid. Numeral 13.

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ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la
justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar el clamor de la
tierra como el clamor de los pobres”4.

Su reflexión parte de la comprobación del deterioro de las condiciones del


planeta por la contaminación, la generación de basuras y residuos, la cultura
del descarte. En sus palabras, “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada
vez más en un inmenso depósito de porquería”5. Y es también consciente
del acelerado calentamiento del clima, del deshielo de los glaciares y del cre-
cimiento del nivel de los mares, con sus preocupantes consecuencias sobre
el bienestar de la población humana, particularmente de los más pobres y
sus regiones. Tal preocupación plantea para el Papa, y para muchos otros, la
necesidad de “realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consu-
mo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo
producen o acentúan”6.

La cuestión de la casa común


Cuando el Papa expresa su preocupación sobre nuestra casa común se refie-
re al lugar que habitamos y a la forma en que se deteriora aceleradamente.
En el recuento que hace incluye a la contaminación ambiental y al cambio
climático; a la escasez y a la falta de calidad del agua para consumo humano,
particularmente para los pobres; a la pérdida de biodiversidad por empren-
dimientos humanos que implican destrucción de selvas, bosques y especies
vegetales y animales; a la sobreexplotación de los recursos pesqueros y en
general de los recursos naturales; al crecimiento desmedido y desordenado
de muchas ciudades, y a la inequidad planetaria7.

Sobre esto último, como bien señala el Papa, “La inequidad no afecta sólo a
individuos sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relacio-
nes internacionales. Porque hay una verdadera deuda ecológica, particularmente
entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con con-
secuencias en el ámbito ecológico (…)”8.

Por cierto, para el Papa el problema no reside en el crecimiento de la pobla-


ción como varios autores señalan: “Culpar al aumento de la población y no
al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar

4. Ibid. Numeral 50.

5. Ibid. Numeral 21.

6. Ibid. Numeral 23.

7. Ibid. Numerales 20-47.

8. Ibid. Numeral 51.

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los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde
una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería
imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los
residuos de semejante consumo”9.

La cuestión de la casa común puede abordarse desde la economía como la


cuestión de los bienes comunes: el clima, el aire, el agua, los recursos natu-
rales, etcétera. Para algunos autores, si los agentes económicos actúan inde-
pendientemente explotando un recurso común acabarán sobrexplotándolo
en perjuicio de todos. Tal problema es conocido como “la tragedia de los
comunes”10. Según dichos autores, la manera de resolver esta ineficiencia es
generando derechos de propiedad individual sobre esos bienes comunes o
introducir la gestión de algún agente externo que regule su uso.

Pero otros autores han demostrado que esta visión no corresponde al caso
general y solo se da cuando no es posible llegar a acuerdos de cooperación,
o esos acuerdos son sumamente frágiles y fácilmente vulnerables. Tal es el
planteamiento de Elinor Ostrom por el cual recibió el Premio Nobel de
Economía en 2009.11 En su trabajo fundamental, Ostrom demostró, contra
la teoría dominante hasta entonces, cómo los bienes comunes pueden ser
administrados de forma eficiente y efectiva por los mismos usuarios. No
es extraño, entonces, que una serie de transacciones económicas puedan
lograrse eficientemente a través de arreglos institucionales y organizaciones
sociales como asociaciones, agencias, familias y firmas y no solo a través de
los mercados, como tradicionalmente se consideraba.12

De tal manera, no es privatizando los recursos naturales, ni el agua, ni el aire,


como algunos pretenden, que se logrará la solución para evitar el deterioro de
los recursos comunes. Será la cooperación internacional la que permita una
gestión eficaz de dichos recursos. Y para ello el Papa reconoce que “desde
mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afir-
mando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como
pueblo que habita una casa para todos”13. Es por ello que reclama acuerdos
internacionales eficaces como lo más adecuado y sostenible, porque “Para

9. Ibid. Numeral 50.

10. Garrett Hardin, “The Tragedy of the Commons”, Science, Vol. 162, No. 3859 (Diciembre 13, 1968), páginas 1243-1248.

11. Comunicado de prensa de The Royal Swedish Academy of Sciences acerca del Premio Nobel de Economía 2009: “Elinor Ostrom has
demonstrated how common property can be successfully managed by user associations... has challenged the conventional wisdom that common
property is poorly managed and should be either regulated by central authorities or privatized. Based on numerous studies…She observes that
resource users frequently develop sophisticated mechanisms for decision-making and rule enforcement to handle conflicts of interest, and she
characterizes the rules that promote successful outcomes.”

12. Ostrom, Elinor. El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva, Fondo de Cultura Económica,
México 2000.

13. Ibid. Numeral 164.

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afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de
países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve, por ejemplo,
a programar una agricultura sostenible y diversificada, a desarrollar formas
renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una gestión más
adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al
agua potable”14.

La cuestión del consumismo extremo y selectivo


Para el Papa, gran parte del deterioro del planeta es causado por el “consu-
mismo extremo y selectivo”, la cultura del descarte y la grave inequidad que
afecta a personas y países. Pero ¿en dónde se originan estos comportamientos?

Según la teoría económica, las personas maximizan su bienestar adquiriendo


bienes y servicios de acuerdo a sus preferencias y hasta donde su ingreso lo
permite. De tal modo, esas demandas dependen de los precios, los ingresos
y las preferencias. Así, las personas demandan zapatos, arroz, electricidad y
recreación entre muchos; demandan también seguridad y solidaridad. Las
preferencias son definidas por la cultura, las costumbres, la educación, los
liderazgos y/o la psicología, y alteradas por la propaganda. De tal manera,
las demandas de bienes y servicios que hacen las personas son siempre una
mezcla de racionalidad y emocionalidad.

En el mundo moderno, la adquisición de todo tipo de bienes, la mayor parte


innecesarios, ha sido publicitada de tal manera que las preferencias de muchos
individuos han sido alteradas hasta convertirlos, muchas veces, en comprado-
res compulsivos más allá de sus propios medios, convirtiéndolos en deudores
cautivos pagadores, en el mundo en desarrollo, de tasas de interés elevadísi-
mas por ineficiencias en los mercados de crédito.

Lo mismo ha sucedido con la seguridad: a partir de hechos reales, magnifica-


dos y difundidos al extremo, la demanda de seguridad ha sido exacerbada y
mucha gente está dispuesta a sacrificar incluso su libertad y privacidad a fin
de lograr una seguridad que le satisfaga. Eso mismo no ha sucedido con la
solidaridad, y en los países en desarrollo con el reciclaje de los bienes: no han
recibido atención, no se han estimulado ni se han promovido de tal manera
que, generalmente, sus demandas son reducidas, y en el primer caso limitadas,
por ejemplo, a los afectos que los niños de edad temprana reclaman de sus
padres para sobrevivir.

Por supuesto que todo ello no es sólo un problema de precios; de hecho,


muchos de estos “servicios” no tienen precio y en el caso de muchos bienes
14. Ibid. Numeral 164.

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sus demandas exacerbadas casi no responden a precios. Es también, y en
muchos casos fundamentalmente, una cuestión de cultura, educación, propa-
ganda y liderazgo. En resumen, como se diría desde la economía, re-modular
las preferencias de las personas hacia la sobriedad y la solidaridad es una cues-
tión que tiene que ver con el establecimiento de incentivos adecuados y eso
incluye pecuniarios, morales y ejemplos. En este sentido, cuando se reclama
sobriedad es fundamental la actitud del Papa Francisco o la del presidente
uruguayo José Mujica: vivir fuera de los palacios vaticanos y preferir las cruces
de acero a las de oro, o manejar su propio Volkswagen y vivir en una casa
modesta, entre otros, son grandes ejemplos.

La cuestión de la tecnología y la cultura del descarte


La cultura del consumismo y del descarte podría responsabilizarse también
a un desarrollo tecnológico, particularmente el moderno, que pareciera
inacabable, que al generar toda clase de innovaciones y nuevos productos,
cada vez más aceleradamente, impone la necesidad de su consumo y luego
el descarte de los precedentes sin considerar la posibilidad de reciclarlos. En
muchos casos, el descarte impuesto es un mecanismo intrínseco y planeado
(obsolescencia programada, por ejemplo) del capitalismo de nuestros días
para dinamizar (artificialmente) la demanda. De tal modo, la tecnología
puede producir bienes que, sin embargo, pueden fácilmente convertirse en
males.

El Papa reconoce esos hechos y le preocupa además que las tecnologías gene-
ren un inmenso poder: “Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento
y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante
sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad
tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien,
sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo”15. Pero el desarro-
llo tecnológico responde, por lo menos en sus orígenes, a la aspiración de los
hombres de facilitarse la vida y disminuir su esfuerzo físico. Así, a lo largo de
su historia la humanidad ha creado y desarrollado nuevas tecnologías y con
ellas nuevos productos y procesos de producción.

Simultáneamente, para dejar de matarse ha desarrollado instituciones de


diversa índole, es decir leyes, normas y reglas que faciliten su convivencia
y viabilicen su vida en comunidad, entendiéndola cada vez de manera más
extensa. Ha regulado así las relaciones entre prójimos y no tan prójimos en
los diferentes ámbitos en los que intervienen, sociales, políticos y económi-
cos, en particular los mercados.

15. Ibid. Numeral 104.

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El problema es que esas instituciones, en general, no contemplan la construc-
ción de lo nuevo a partir de la utilización y transformación de lo viejo; simple-
mente lo descarta. Sus diseños no tienen en cuenta los incentivos suficientes
para que las innovaciones que la tecnología desarrolla incluyan el reciclaje de
los productos precedentes. Esto es claramente un problema de rentabilidades
relativas: no es rentable reciclar porque cuesta, es más barato desechar.

Lo expresado tiene algunas excepciones. Por ejemplo, a fines de los años


ochenta y principios de los noventa apareció, y se extiende hasta hoy, la
producción de aceros finos que solo pueden generarse competitivamente
en precio y calidad a partir de aceros reciclados de menor calidad. Reque-
rían, además, plantas relativamente menores, consecuentemente inversiones
menores que las de las grandes acerías que entraron en crisis desde fines de
los años setenta; es decir, menos riesgosas y más flexibles.

Hay también una relativa falta de cultura del reciclaje según países, áreas
y ramas. Por ejemplo, en Estados Unidos, en las clases media alta y alta el
reciclaje es ya una cultura, mientras que en sectores de menores ingresos no
tanto; en Europa es cultura casi a todo nivel; en América Latina hay un rezago
gigantesco. Por ramas, la siderurgia recicla, la de plásticos menos del 50%, la
de papel casi el 27 % y la de vidrio 20 %, variando según países.

Algunas respuestas casi olvidadas


En general, la creación de las instituciones consideró en forma implícita
que la producción de bienes y servicios y su consumo generan beneficios
netos y que se producen y se consumen en la medida en que los beneficios
superan a los costos respectivos. Pero olvidó, muchas veces respondiendo
a intereses particulares, que los procesos de producción y consumo pueden
generar beneficios pero también males a terceros, muchas veces de manera
impensable y no necesariamente en forma tal que los primeros superen a los
segundos. En economía ello se reconoce y se estudia como externalidades
que los mercados no pueden procesar y que, por lo tanto, constituyen fallas
de mercado, y en lo militar se denominan daños colaterales.

Hace varias décadas, la ciencia económica intentó afrontar esa situación para
el caso de los grandes proyectos de inversión y los economistas del desarrollo
a mediados de los años setenta del siglo xx lograron que los organismos inter-
nacionales exigieran que cualquier decisión de financiamiento de inversiones
significativas tuviera en cuenta lo que se conoció como evaluación social de
proyectos. En otras palabras, el estudio de la factibilidad de un proyecto debía
considerar no solo los beneficios y costos directos del mismo sino también
los indirectos, los que afectan a terceros.

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Más aún, como se reconocía que los precios de mercado no necesariamente
reflejaban los verdaderos costos de oportunidad de los bienes y servicios,
precisamente por las fallas y distorsiones existentes en los mercados, la eva-
luación debería considerar lo que se llamó precios sociales o precios sombra
(shadow prices en inglés), esto último porque no eran aparentes como los pre-
cios de mercado sino que había que estimarlos.

Lamentablemente, la evaluación social de proyectos y la estimación de los


precios sombra, que habían sido muy populares en la academia, se dejaron
de enseñar progresivamente en casi todas las universidades desde mediados
de los años ochenta. La argumentación en pro de esa postergación consi-
deraba que las nuevas políticas eliminaban gran parte de las distorsiones en
los mercados que habían sido producidas por la intervención estatal. De tal
modo, suponían que los precios sociales coincidían con los precios de merca-
do haciendo inútil su estimación y su consideración. Olvidaron también que
por la naturaleza de las cosas o de la política es imposible eliminar todas las
fallas y distorsiones de mercado (por ejemplo, externalidades u oligopolios,
monopolios y carteles) y que, como la teoría económica reclama, la elimina-
ción de unas (por ejemplo, exigencias de capital o restricciones al comercio)
manteniendo otras vigentes no conduce necesariamente a un acercamiento
al óptimo económico (por ejemplo, la auto-regulación financiera que en
presencia de asimetrías de información condujo a la Gran Recesión). En
esa situación es necesario y conveniente regular los mercados introduciendo,
por ejemplo, distorsiones compensatorias. Tal reza el Teorema del Segundo
Mejor, convenientemente olvidado desde mediados de los años ochenta.16

El Papa es consciente de dichas situaciones y lo menciona cuando reclama


que “si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en ese cál-
culo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad o
aumentar la contaminación”17. Mejor dicho, reclama la falta de consideración
de las externalidades en la estimación de la rentabilidad de los proyectos, y
la necesidad y conveniencia de realizar una evaluación social del proyecto
considerando sus beneficios y costos directos e indirectos medidos a precios
sociales y no de mercado, como los economistas del desarrollo reclamaban
hace varias décadas.

Afortunadamente la evaluación social de proyectos pareciera volver a consi-


derarse necesaria y conveniente. De hecho, el Banco Europeo de Inversiones
(eib) publicó en 2013 “La evaluación económica de proyectos de inversión en
el eib” que considera como requisito de financiamiento la evaluación social
16. Desarrollado en 1956 por Richard Lipsey y Kelvin Lancaster. Ver Lipsey, R. G. y K. Lancaster. “The General Theory of Second Best”, The
Review of Economic Studies 24, 1, 1957, páginas. 11-32.

17. Ibid. Numeral 195.

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de proyectos y la inclusión en la misma de los precios sombra puesto que,
en términos del Banco, muchas veces, la evaluación financiera solo considera
la perspectiva de los inversionistas que no necesariamente coinciden con los
interés sociales o “europeos”18.

El origen del origen: del capitalismo keynesiano al


capitalismo neo-conservador
Pero ¿por qué se olvidaron esas teorías y esos conceptos que la ciencia
económica había desarrollado? Los comportamientos, las instituciones y las
tecnologías actuales que el Papa critica corresponden, fundamentalmente, al
capitalismo desarrollado actual, particularmente en la forma que adquirió a
partir de los años ochenta del siglo xx, el llamado capitalismo neo-conserva-
dor, que en América Latina vino a llamarse neo-liberalismo. Según sus pro-
motores, intentaba conservar los principios de organización económica de
laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) que habían proclamado gran
parte de los economistas clásicos del siglo xviii y xix. Su inicio ideológico y
práctico está ligado a los gobiernos neo-conservadores de Ronald Reagan en
Estados Unidos (enero 1981-enero 1989) y Margaret Thatcher en el Reino
Unido (mayo 1979-noviembre 1990).

Según sus impulsores, “dejar pasar y dejar hacer” en términos de liberar los
mercados, exponerlos a la competencia internacional y, en particular, elimi-
nar la intervención del Estado en la economía lo máximo posible, permitiría
desarrollar mayor inversión y, por lo tanto, un mayor crecimiento económico
y, con ello, mayor empleo y menor pobreza. Al permitírseles libertad plena
y, por lo tanto, la auto-regulación de los mercados, los agentes económicos
liberarían así sus energías creativas.

Nada de lo prometido por los neo-conservadores ocurrió. Antes bien, ter-


minó en una Gran Recesión y una gran concentración del ingreso. La Gran
Recesión mundial durante la cual todos los países desarrollados y gran parte
de los en desarrollo tuvieron crecimientos negativos o se desaceleraron
fuertemente comenzó a manifestarse a mediados de 2007, se hizo evidente
en 2008-2009, y sus secuelas no terminan de resolverse aún. La enorme
concentración del ingreso, creciente y mayor al de épocas pasadas, ha sido
documentada con detalle por Thomas Piketty.19

En el caso de Estados Unidos, Piketty muestra la evolución entre 1910 y 2010


de la participación en el ingreso nacional del 10 % más rico de la población
18. European Investment Bank, The Economic Appraisal of Investment Projects at the EIB, Projects Directorate, marzo 2013, páginas 16-18.

19. Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, México 2014.

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revista

Javeriana
estadounidense. Esta aumentó desde alrededor de 41 % del total en 1910
hasta 49 % en 1929, durante toda la primera época neo-conservadora que ter-
minó con la Gran Depresión. Decreció ligeramente y se mantuvo alrededor
de 45 % durante la Gran Depresión hasta principios de la Segunda Guerra
Mundial, para reducirse drásticamente a niveles del 33 % gracias al New Deal
del Presidente Roosevelt. Se mantuvo reducido durante toda la época de oro
de la economía estadounidense y el desarrollo del Estado del Bienestar hasta
1980, cuando comenzó la nueva era neo-conservadora. A partir de entonces
aumentó sostenidamente hasta la fecha, llegando alrededor de 50 %, salvo en
2001-2002 cuando se redujo 5 puntos porcentuales con la enorme expansión
del crédito hipotecario en dichos años.

Como muestran las estadísticas de crecimiento de las economías y Piketty, no


siempre fue así. El capitalismo que se desarrolló luego de la Segunda Guerra
Mundial hasta principio de los años ochenta generó, sin duda, bienestar para
una notable cantidad de personas y una mejora sustancial en la distribución
del ingreso, particularmente en el mundo desarrollado. Comenzó a manifes-
tarse durante la Segunda Guerra con un masivo gasto público. Más adelante,
con el New Deal, esa intervención se generalizó e incluyó el establecimiento de
muchas empresas y grandes inversiones públicas para garantizar la provisión
de bienes públicos e infraestructura, la regulación de muchos mercados, y el
desarrollo del Estado de Bienestar. Su base teórica y académica la proporcio-
nó el keynesianismo cuyo texto fundamental fue publicado por primera vez
en 1936.20

El atraso del mundo en desarrollo


Por su parte, el mundo en desarrollo, con historias diversas y permeado desde
principios de los años ochenta del siglo pasado por la ideología neo-conserva-
dora, no ha logrado superar la pobreza de una gran parte de su población y
antes bien, como se aprecia en América Latina y en África, ha experimentado
una profunda concentración del ingreso (Colombia, por ejemplo, tiene la
doceava peor distribución del ingreso en el mundo después de ocho países
africanos, y Haití, Honduras y Guatemala en Latinoamérica).21

Ello es consecuencia, en gran medida, de su estructura productiva que en


el marco de las políticas neo-conservadoras evolucionó durante las últimas
décadas a su reprimarización y, por lo tanto, hacia sectores intensivos en
capital. Es consecuencia también del rentismo existente que emerge por la
posibilidad de imponer precios por encima o por debajo de los precios de
20. John M. Keynes, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, México 2003.

21. CIA, The Worl Factbook, descargado el 18-8-2015 de https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2172rank.


html#co.

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revista

Javeriana
competencia en muchos de sus mercados importantes, particularmente en los
sectores de servicios que no están expuestos a la competencia internacional y
carecen de una regulación adecuada. Los ejemplos son numerosos: es el caso
del comprador único de productos agropecuarios en algún valle (“el rey de la
papa”) que siendo el único con la capacidad de transportarlos a los centros
de consumo aprovecha para comprarlos a precios irrisorios, o es el caso de
los bancos en los mercados de crédito de consumo en Colombia, que según
el Banco de la República operan como un cartel, lo que les permite cobrar
tasas de interés muy por encima de las internacionales.22

Por último, es también consecuencia de una ideología patrimonialista de


larga data de la política y del Estado en gran parte de la clase dirigente. Por
ella no distinguen entre patrimonios privados y públicos, de donde se des-
prende la corrupción. Por cierto, muchas veces se mezclan las dos últimas
aunque también es posible un rentismo no patrimonialista (la apropiación de
excedentes a través del mercado, pero no más allá de éste, sin beneficiarse
de los fondos fiscales); en ese caso, seguramente, la situación sería mucho
más favorable.

En ese contexto, las posiciones neo-conservadoras que reclaman la auto-re-


gulación de los mercados, es decir dejar hacer y dejar pasar a quienes inter-
vienen en los mismos, son en el fondo, nada más ni nada menos, defensores
de oligopolios, monopolios y carteles; defensa generalmente no reconocida
de las instituciones que lo permiten y del rentismo que prevalece en muchos
de los mercados latinoamericanos principales. Si ese rentismo no se diera,
al funcionar más eficientemente la economía habrían mejores condiciones
para que pudiera (ceteris paribus) progresar más rápidamente y, de tal modo,
producir mayores ingresos a la mayoría de la población e incluso a quienes
actualmente usufructúan ese rentismo.

Lamentablemente, a pesar de los resultados inadecuados pareciera haber


poco interés por superar ese estado de cosas, tal vez por la ideología patrimo-
nialista. Cada vez que alguna fuerza política trata de establecer nuevas institu-
ciones a fin eliminar el rentismo, los representantes de dichos intereses logran
impedirlas. El Papa lo señala (en el contexto de las cumbres mundiales sobre
el medio ambiente): “Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente
el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la
información para no ver afectados sus proyectos”23.

22. Banco de la República, informe especial de estabilidad financiera, Concentración y competencia en el mercado financiero, Sep-
tiembre de 2014, página 4: “Los resultados sugieren que los mercados de crédito tienen una estructura de competencia monopolística, aunque
la intensidad varía según las modalidades… Cabe resaltar que (el crédito de consumo) es el que más se acerca a una estructura monopolística
o colusiva, tipo cartel.”

23. Ibid. Numeral 54.

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Javeriana
Ello sugiere que solo una situación de mayor democracia, en la que los
intereses generales superen a los intereses particulares gracias a su mayor
participación en el proceso político y a su mejor representación, podrá lograr
la construcción de un capitalismo moderno.

La crisis del capitalismo desarrollado


La Gran Recesión comenzó en Estados Unidos como consecuencia de que
el sector financiero hiciera crisis. Comenzó a gestarse desde principios de los
años ochenta del siglo pasado y se aceleró a principios del siglo xxi por graves
errores de política económica, fiscal, monetaria y regulatoria, ideológicamente
inducidos. Esa crisis se transmitió al resto del mundo por vía financiera y
comercial. Llegó a Europa por esa vía y en particular a los países medite-
rráneos con la caída del ingreso externo que indujo una notoria caída del
turismo, uno de sus principales sectores económicos, lo que afectó también
al sector construcción y al bancario. Europa, particularmente el sur europeo,
no ha logrado aún superar esa crisis.

Por su parte, China, que pasó de paria a segunda mayor economía mundial en
menos de tres décadas se viene desacelerando como consecuencia de lo que
ocurre con sus principales socios comerciales. Si Estados Unidos y Europa
no compran más, China no vende ni produce más y tampoco compra más.
Las consecuencias son obvias: la economía china se desacelera y crece a un
desacostumbrado 7 % anual y los precios de las materias primas de las cuales
es el mayor demandante mundial tienen una caída notable en sus precios
internacionales que afecta a sus proveedores, particularmente los países lati-
noamericanos.

El éxito económico de China puede trazarse a su política económica inde-


pendiente basada en la competitividad de sus empresas para conquistar los
mercados mundiales, y a la generación de enormes niveles de ahorro, preci-
samente por dicha competitividad, que le permite enormes niveles de inver-
sión. Lo que muestran China y los otros “tigres asiáticos” (Corea, Taiwán,
Hong-Kong y Singapur) es que su independencia del neo-conservadurismo, a
pesar de las recomendaciones de los organismos internacionales, ha probado
ser adecuada para satisfacer sus necesidades de desarrollo, y ejemplo para el
mundo en desarrollo.

Las respuestas a la crisis


Las respuestas a la crisis han sido diversas y todas ellas implicaron en mayor
o menor medida un cierto abandono de las tesis neo-conservadoras y un
retorno a una suerte de neo-keynesianismo y a la intervención del Estado

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Javeriana
en la economía; nuevamente el Estado salvando a la economía de mercado,
vergonzantemente en algunos casos, cínicamente en otros, como ocurrió
durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo xx.

La respuesta estadounidense, a la luz de los resultados, ha sido mucho más


exitosa que la europea: La política fiscal con financiamiento monetario fue
muy expansiva y cuando la fiscal no pudo continuar por la oposición del
Partido Republicano, la política monetaria a cargo de la Reserva federal (fed)
asumió sola la tarea y continuó mucho más expansiva.

Dichas expansiones fueron de las más agresivas de la historia con lo que se


evitó que lo que acabó siendo la Gran Recesión de principios del siglo xxi se
convirtiera en una segunda Gran Depresión. Hasta julio de 2010 el monto
comprometido en términos fiscales y monetarios fue de us$ 11.9 millones
de millones, los efectivamente provistos fueron us$ 3.5 millones de millones
y el costo total fue de us$ 1.6 millones de millones.24 Por su parte, desde
noviembre de 2008 hasta octubre de 2014, cuando al reducirse el desempleo a
5.6% terminó el programa, la fed realizó sus “flexibilizaciones cuantitativas”
comprando bonos por casi us$ 4.5 millones de millones.

La política económica europea fue inicialmente de naturaleza fiscal con


financiamiento comercial. Generó un incremento de la deuda que cuando
se juzgó inmanejable dio origen a un ajuste, con más intensidad en los
países más afectados, los países mediterráneos, contradiciendo el concepto
generalmente aceptado de que en épocas de recesión las políticas deben ser
expansivas.

Más adelante, ante la dificultad de mayores expansiones fiscales, en el con-


texto de un desempleo elevadísimo, la amenaza de una recesión mayor y
deflación, y tal vez presionado por las perspectivas políticas, el bce decidió
finalmente reaccionar monetariamente en forma similar a la Reserva Federal
estadounidense. A partir de marzo 2015 y hasta septiembre de 2016 como
mínimo, ejecutará un programa de “flexibilización cuantitativa” por 60 mil
millones de euros mensuales.25

El trasfondo estructural de la crisis


Dos son las cuestiones fundamentales detrás de la crisis del capitalismo
desarrollado. La primera es que esta crisis ocurre cuando el sector financiero
desplaza al sector productivo de bienes como motor de la economía, cuestión
24. Alan S. Blinder y Mark Zandi, “How the Great Recession Was Brought to an End”, Princeton University y Moody’s Analytics, Julio 27,
2010, páginas 1- 3.

25. bce, Comunicado de Prensa; en http://www.ecb.europa.eu/press/pr/date/2015/html/pr150122_1.en.htm

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paradójica considerando que el primero debería existir en razón de servir a
los segundos. Por eso los problemas del sector financiero generaron una crisis
económica tan profunda.

Lo que sucedió fue que en el marco de una auto-regulación ineficiente e


ineficaz, el desarrollo capitalista neo-conservador condujo a la predominancia
del sector financiero sobre el sector real y esa predominancia hizo tambalear
a las economías más desarrolladas. El Papa lo recuerda cuando señala que
“Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de
la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del
deterioro ambiental”26.

Ese sector financiero preeminente en el mundo desarrollado no es el tradicio-


nal que toma depósitos y ofrece créditos, que opera regulado en competencia
plena intermediando entre al ahorro y la inversión. El de hoy es uno nada
transparente, no regulado, que opera en la especulación de papeles financie-
ros y valores accionarios y hace de las ganancias de capital su principal ocu-
pación. Por esa preeminencia, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía
2001, asemeja al capitalismo neo-conservador a un casino de juego: “No
llamen a nuestro sistema capitalismo de verdad, es solo banqueros jugando
a nuestra costa”27.

La otra cuestión está relacionada con la mencionada concentración del ingre-


so. Lo curioso es que no es necesariamente en los tradicionales dueños del
capital donde cada vez más se concentra el ingreso, sino en la clase dirigente
de las grandes corporaciones, que no son sus dueños mayoritarios pero que
las controlan y a partir de ello se fijan retribuciones económicas, salariales y
no salariales, desproporcionadas.

¿Capitalismo del siglo xxi?


¿Nueva etapa, nueva oportunidad?
Cuando ocurren crisis de la envergadura actual, tarde o temprano ocurren
cambios importantes en la política y en la organización económica. Lo que es
claro es que en la etapa neo-conservadora, las dos instituciones fundamenta-
les del capitalismo desarrollado, mercados y democracia, acabaron mostrando
unas fallas notables. Los cambios que se están dando en la escena política
europea podrían significar un tránsito hacia otra forma de democracia mucho

26. Ibid. Numeral 109.

27. Joseph E. Stiglitz, Jaime Jaramillo-Vallejo, and Yung Chal Park, The role of the State in financial markets, World Bank Research Observer,
Annual Conference on Development Economics Supplement (1993):19-61.

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más participativa o, lamentablemente, a dictaduras abiertas que recuerden al
periodo nazi-fascista como lo sugeriría la creciente emergencia de grupos
neo-fascistas en los países europeos. Cualquiera de las dos es posible. Si solo
lo primero es factible por la tradición democrática europea, con el rechazo a
las formas tradicionales de hacer política (la intermediación de los partidos, su
financiamiento público, la preeminencia de los políticos sobre los ciudadanos,
la oligopolización de los medios), la organización política devendría en una
democracia de mayor participación directa de los ciudadanos, viable por la
existencia del Internet y la comunicación electrónica directa y en tiempo real,
con un menor rol a la representación.

Por su parte, la superación de la crisis económica implicará una reorganiza-


ción de la estructura económica. La actual, caracterizada por una actividad
financiera preeminente respecto a las actividades productoras de bienes,
deberá invertirse con la recuperación del sector productivo. Ello requerirá un
cambio en los precios y en las rentabilidades sectoriales relativas. Esa revisión
ocurrirá, en gran medida, por nuevas políticas monetarias y fiscales, en parti-
cular tributarias, y por nuevas normas regulatorias que controlen los excesos
de los cuadros gerenciales y limiten la actividad financiera. Se están imponien-
do a partir y como consecuencia de la crisis, a pesar de la gran oposición de
los grupos neo-conservadores.

Todo ello ocurre y ocurrirá en un contexto tecnológico distinto al de hace


muy pocas décadas. Las nuevas comunicaciones, el uso masivo de las compu-
tadoras, el desarrollo de aplicaciones y el uso extensivo del Internet permiten
nuevas formas de producción, de organización empresarial y de maneras de
hacer negocios, cada vez más flexibles y descentralizadas: cambian frecuente-
mente de acuerdo a las circunstancias y a las modas.

Cada vez más, las empresas se gobiernan desde un país, diseñan en otro,
producen en un tercero, distribuyen en todo el mundo y se financian desde
otros. Ello es acompañado de nuevas formas de gestión: sin inventarios para
reducir costos, y con una selección y promoción del personal por méritos
para elevar la productividad y garantizar el manejo eficiente de procesos cada
vez más complejos y sofisticados.

Cada vez más se diseña y programa por computadoras y se fabrica por medio
de robots y por teletrabajo. Sumado al hecho de que la producción es cada
vez más terciarizada, genera menos empleo directo y más auto-empleo indi-
recto. Lo sorprendente es que siendo necesariamente masiva, al mismo tiem-
po y cada vez más extensivamente es personalizada: la producción artesanal
era individual, la fabril se hacía en serie, ahora y mucho más en el futuro se
fabrica a la medida del cliente.

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Al mismo tiempo, los desarrollos en las comunicaciones y en las aplicaciones
permiten un emparejamiento creciente entre demanda y oferta en los merca-
dos, particularmente en los servicios. Lo ilustran Uber y Airbnb; el primero
para resolver el problema del transporte urbano, el segundo el problema del
alojamiento temporal, desplazando y reduciendo la rentabilidad de taxistas y
hoteleros quienes protestan masivamente.

Mejor dicho, lo que se está perfilando es un nuevo capitalismo, gestionado de


una manera distinta, con nuevas organizaciones políticas, empresas operando
y gestionándose de modos alternativos, en medio de tecnologías que cambian
y se perfeccionan aceleradamente. Será el “Capitalismo del Siglo xxi”.

Aunque muchas de sus características se darán en todo el mundo, serán


menos en los países en desarrollo cuyas prioridades, sin duda, son distintas
a las de los desarrollados. Como bien menciona el Papa: “Los países pobres
necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo
social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de con-
sumo de alguno sectores privilegiados y controlar mejor la corrupción”28.
Ello implica que sus políticas económicas deberían orientarse a superar las
restricciones que tienen actualmente para crecer a tasas elevadas, sostenidas e
inclusivas y así generar empleo abundante y de calidad. Es decir, orientarse a
superar la falta de competitividad de sus productores y a elevar los reducidos
niveles de ahorro e inversión que las caracteriza.

No obstante, si el capitalismo, particularmente el desarrollado, no resuelve


los problemas desde una ecología integral y con acuerdos mundiales para
gestionar los recursos comunes como reclama el Papa Francisco, su futuro
será problemático asociado a un mayor deterioro de la casa común y a un
“consumismo extremo y selectivo”, inundado de congestiones, desechos,
porquerías y disputas para endilgarlos a otros y, así, cada vez será más difícil
para la humanidad alcanzar el bienestar general y no solo para unos cuantos.

Pero las crisis abren oportunidades, en este caso favorecidas por el cuestio-
namiento casi universal del neo-conservadorismo. Generan también desafíos.
Uno de esos desafíos importantes es sobre la educación, la cultura, y la gene-
ración de incentivos adecuados que estimulen la sobriedad y la solidaridad.
Como escribe el Papa, “Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y
educativo que supondrá largos procesos de regeneración”29, es decir, podría
añadirse, un gran desafío para la política y la cooperación internacional .RJ

28. Ibid. Numeral 172.

29. Ibid. Numeral 202.

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Javeriana
Laudato si’ y
crecimiento económico
Ricardo Chica*

E
l Papa Francisco agrega su voz al debate sobre la inminente catástro-
fe ecológica en un argumento que, combinando teología espiritual
de la creación con retornos a las críticas de sus predecesores al
capitalismo global, y con argumentos de los verdes, le da voz a los
pobres y a las futuras generaciones, quienes carecen de voz en el
global market place, siendo que los pobres son los más afectados por estar más
indefensos ante los impactos del cambio climático y otras formas de deterio-
ro ambiental y de agotamiento de recursos1.

Con todo y los avances presentes en el valiente pronunciamiento de Francis-


co, los problemas que plantea y las soluciones a estos problemas son de tal
complejidad que excede la contundencia y claridad de sus argumentos sobre
el calentamiento global y sobre la necesidad de un patrón de crecimiento que
modere la depredación de recursos naturales y la destrucción de los activos
ecológicos patrimonio de la humanidad a consecuencia de un desmedido
consumismo. En efecto, la denuncia se muestra como insuficiente a la hora de

* Consultor sobre estrategias y políticas de desarrollo; columnista de Portafolio, Razón Publica, Revista Javeriana y el Universal. PhD, M Phil
en Economía y Diploma en Desarrollo de la Universidad de Cambridge; Magister en Economía de Universidad de los Andes y Licenciado
en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Estudios de Matemáticas y Física en la Universidad Nacional; de Crecimiento y Política
Macroeconómica y Desarrollo en el Instituto del Banco Mundial; y de Teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido Profesor de las
universidades de Los Andes, Pontificia Universidad Javeriana y Cambridge; Director del Centro de Estudios Asiáticos utb-uam y del Instituto
de Políticas de Desarrollo de la Pontificia Universidad Javeriana; e investigador del cede y Fedesarrollo. Consultor de la onu, Banco Mundial,
y consultor y asesor de agencias gubernamentales; investigador visitante y conferencista en las Universidades de Oxford y Goettingen, y del
Instituto de las Economías en Desarrollo (Jetro, Tokio, y brc Bangkok); así, como varias universidades en Colombia y Latinoamérica. Ha
sido columnista de El Tiempo y de Portafolio y ha publicado varios libros y numerosos artículos sobre Desarrollo Industrial y Estrategias y
Políticas de desarrollo.

1. No en vano un vocero de la derecha americana (Gutfeld en Fox News) reacciono llamándolo el hombre más peligroso en el planeta por
afirmar que el cambio climático es la protesta de este contra el uso y abuso irresponsable de los bienes que Dios coloco en él.

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proponer soluciones, lo cual requiere una precisión analítica que solo provee
la ciencia relevante, en este caso, la economía del medio ambiente y la del cre-
cimiento y el desarrollo, para abstraer de aspectos y complicaciones cuya con-
sideración demandaría involucrar otras disciplinas. En esto Francisco navega
la tensión que enfrenta todo teólogo haciendo teología de una realidad social,
para el caso que nos incumbe, la teología del desarrollo económico: ¿cómo
evitar los polos dialecticos del moralismo (la denuncia profética impermeable
a la ciencia relevante) y el economicismo (el fetichismo de los mercados que
los reifica absolutizando sus leyes) y lograr una síntesis a través de un dialogo
entre ellos? Concretamente, ¿cómo criticar el crecimiento económico, como
lo requiere la denuncia profética de sus desbalances, sin desconocer, por una
parte, su contribución al bienestar humano y la superación de la pobreza; y
por otra, sus mecanismos y leyes en propuestas que por no partir de éstos
arriesgan a caer en la irrelevancia2 al interior del debate sobre soluciones?

El argumento que sigue consta de tres partes: la primera, Necesidad y lími-


tes del crecimiento, combina una defensa del crecimiento como mecanismo
de superación de la pobreza con una consideración de sus límites tanto en
este sentido como en sentido ecológico; la segunda, Falla de coordinación
y su compensación, mira al colapso ecológico como una falla de coordi-
nación y a los mecanismos de compensación de ésta; y la tercera, ¿Cuánto
avanza Laudato si’ (ls)3?, concluye destacando algunos aciertos y limitacio-
nes de la Encíclica.

1. Necesidad y límites del Crecimiento


1.1. En defensa del crecimiento y la tecnología:
la superación de la pobreza
Es un hecho histórico contundente (ilustrado en la gráfica 14) que la acumu-
lación capitalista ha dinamizado exponencialmente durante los dos últimos
siglos crecimientos sin precedentes en el ingreso y la productividad, este
último alcanzando con la revolución industrial niveles suficientes para escapar
la trampa maltusiana. Así como es evidente que en la base del crecimiento de
la productividad, a la raíz de este proceso, están los avances en Ciencia y Tec-
nología (cyt) que han transformado radicalmente el tejido social y económico
desde la revolución industrial a la del internet.
2. Chica, R. (2013) ‘Por el dialogo a la relevancia: la doctrina social de la Iglesia frente las ciencias sociales. Revista Javeriana No.795, Junio.

3. Siglas: AISD: Arquitectura Institucional Social Demócrata NL: Neoliberal


CyT: Ciencia y Tecnología PED: Países en Desarrollo
FM: Falla de Mercado PSC: Pensamiento social católico
HV: Humanae Vitae SD: Social Demócrata
LS: Laudato si’

4. Our world in data. www.ourworldindata.org

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Gráfica 1

En la Tabla 15 se aprecia cómo Tabla 1


entre 1800 y 1950 la diferencia en
Ingreso per Cápita entre Occidente Ingresos Per Cápita (1990 US$)
y Asia se multiplicó casi por ocho, Oeste
para cuando este proceso empieza a Año Oeste Este
/ Este
revertirse con la extensión del capi- 1820 1,140 540 2.1
talismo industrial en Asia. En esta
dirección, evidencia complementa- 1870 1,880 560 3.3
ria es dada por el milagro chino que 1900 2,870 580 4.2
ha implicado la salida de la pobreza 1913 3,590 740 4.8
a masas de población sin preceden- 1950 5,450 727 7.5
tes en la historia de la humanidad,
1973 10,930 1,670 6.5
como resultado de la introducción
de la economía de mercado6 y la 1989 13,980 2,970 4.7
integración en la economía global, 1992 13,790 3,240 4.3
en solamente tres décadas; y en sen-
tido contrario, como evidencia de las consecuencias del intento de prescindir
del mercado y del aislamiento de la economía global, están los casos de Cuba
y de Corea del Norte.

5. Andolfatto, D. (2005) ‘Macroeconomic Theory and Policy’ Simon Fraser University.

6. Después de visitar Singapur Deng Xiao Ping (el gato que caza ratones independientemente de su color) se preguntó por qué los chinos, gracias
a su industriosidad y características habilidades mercantiles (su materialismo no dialéctico sino metálico), prosperaban en todas partes menos
en China. Aunque, por otra parte, junto con este progreso vino una erosión del medio ambiente representada por el grado de contaminación
del aire que se padece en algunas regiones de China. Pero, como lo ilustra la trágica explosión en Tianjin, el problema no es el crecimiento per
se sino un patrón depredador del medio ambiente resultado y manifestación de la falta de regulación o de su implementación (por razones de
falta de capacidad institucional como corrupción).

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1.2. Los límites del crecimiento
1.2.1. Crecimiento y desarrollo
Que el crecimiento sea necesario para la superación de la pobreza no quiere
decir que sea suficiente. Abstrayendo de la enorme complejidad del proceso
de desarrollo ilustrada en este diagrama7 que muestra a la inversión como
condición (necesaria pero no suficiente) del crecimiento (de éste para el
empleo, de éste para el desarrollo económico, de éste para el social sostenible
y de éste para el humano), el diagrama destaca dos puntos: la conexión entre
crecimiento y desarrollo (económico, social sostenible y humano) no tiene
nada de automático sino que está sujeta a numerosas mediaciones, a su vez
complejas, y cuyas condiciones no se pueden asumir presentes; entre estas
condiciones, que difieren de los determinantes (la inversión como deter-
minante del crecimiento, éste como determinante del empleo, éste como
determinante del desarrollo económico, éste como determinante del social
sostenible, y éste como determinante del humano) se destacan las institucio-
nales y las capacidades cuyas especificidades juegan un papel crítico en cada
una de las conexiones de la cadena.

Des Hum (∆ κ, ∆ / Opc)

Des Soc (˅ Marg) Sost


∆ Kh/Ks; conserv Kn
Des Econ ( ˅ Pob)
∆ κ τ, Prog Focal. │Inst.
N
∆ κ τ,│Inst. S' - D'
g
X1 κ τ, Cτ, C estr.│Inst.
I
π │Ф, τ│Inst.

7 Chica,R. (2011) ‘A basic framework for development strategies’. Bangkok Research Centre Discussion Papers 28 January

Siglas: κ : Capacidades Kn: Capital Natural Conserv: Conservación


Kh: Capital Humano Des Econ: Desarrollo Económico Ks: Capital Social
Des Hum: Desarrollo Humano Marg: Marginalidad Des Soc: Desarrollo Social
Opc: Opciones estr: estrategias Pob: Pobreza
Inst: Instituciones Prog Focal: Programas Focalizados I: Inversion
S1- D1: Oferta y demanda laboral Sost: Sostenible

46
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La conciencia de que cada eslabón es condición necesaria pero no suficiente
del siguiente (se requiere de la confluencia de varias condiciones y de otros
determinantes) es lo que distingue una visión no Neoliberal (nl) del desarro-
llo, que se denominará Arquitectura Institucional Social Demócrata (aisd),
de la nl, basada en la Trickle Down Economics, que sostiene que el crecimiento
irrigará automáticamente mejores condiciones de vida para los grupos mar-
ginados de éste.

Oposición que se concreta en el esfuerzo de la aisd por incluir en el proceso


mismo de crecimiento en vez de compensar expost este marginamiento con
instrumentos asistencialistas. Aun cuando en importantes situaciones de
pobreza extrema no es posible generar la cadena causal ilustrada en el dia-
grama porque la extensión de la informalidad hace imposible crear empleo
estable y digno para grandes masas de la población, y consiguientemente sean
necesarios programas focalizados de alivio, no debe perderse de vista que la
forma más eficiente, sostenible y replicable de integrar al crecimiento es ese
empleo.

1.2.2. Tensión crecimiento-recursos


Los límites del crecimiento fueron muy bien resumidos y esquematizados en
el famoso trabajo con este nombre realizado con el apoyo de la fundación
Volkswagen8 en el cual se analizaba la interacción entre crecimiento expo-
nencial económico y poblacional, y recursos limitados. Para 1972 las simula-
ciones considerando población, industrialización, contaminación, producción
alimentaria y agotamiento de recursos arrojaron bajo el escenario de Business
as Usual (continuación inmodificada) un colapso económico y social en este
Siglo xxi, proyecciones que han sido verificadas a principios del mismo como
acertadas. En el área del calentamiento global, el documento preparado para
el gobierno británico por el profesor de la London School of Economics, N.
Stern, señala que los costos de la inactividad frente al calentamiento global
en recursos, agua, producción de alimentos, salud y el medio ambiente y su
impacto en el crecimiento (5% del producto global a perpetuidad) sobrepasan
los costos de acciones para evitar este impacto mediante acción colectiva. El
Stern Review 9 ve en el cambio climático el reto más urgente enfrentado por
la humanidad, el cual refleja una monumental falla de mercado. Entre sus
recomendaciones está el estándar de los economistas ambientales de ponerle
un precio al carbón mediante un impuesto o mediante compra de permisos
para emitir, así como instrumentos de apoyo para Low-Carbon High Efficiency
Technologies, en la urgente transición a una Low Carbon Economy.

8. Meadows, D., Meadows, G., Randers, J., and Behrens, W III. (1972). The Limits to Growth. New York: Universe Books.

9. Stern, N. (2006). ‘Summary of Conclusions’. Stern Review Report on the Economics of Climate Change (pre-publication edition). HM
Treasury.

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Javeriana
1.3. ¿Sistemas económicos no basados en el crecimiento?
Si no se establece la distinción entre crecimiento y un patrón de éste basado
en carbón y caracterizado por una depredación de recursos naturales y eco-
lógicos (consecuencia de un consumismo desmedido), surge la tentación/
confusión de proponer, como lo hacen los verdes, un sistema económico no
basado en crecimiento. Esta propuesta es criticable desde dos puntos de vista:
1) no tiene en cuenta los millardos de pobres del mundo a quienes solo el
crecimiento económico podrá sacar de la pobreza; 2) no hace mucho sentido
económico ni en la teoría ni en la práctica.

En cuanto al primer punto de vista, esta propuesta desconoce la necesidad


del despegue (take-off) para superar la pobreza. Se trata de una agenda post
despegue que refleja la inequidad de la ideología criticada por Chang10 de la
forma cómo los países avanzados recomiendan privar a los Países en Desa-
rrollo (ped) de los mecanismos que ellos tuvieron la oportunidad de usar para
su crecimiento.

Con relación al segundo punto de vista, ¿qué tanto sentido económico tiene
la propuesta de un sistema económico no basado en crecimiento? Parte de
la respuesta está dada en la consideración histórica mencionada acerca de
la forma cómo la acumulación capitalista ha dinamizado exponencialmente
durante los dos últimos siglos crecimientos sin precedentes en el ingreso y
la productividad, lo cual se refleja en la divergencia Occidente-Asia y en el
milagro chino que ha seguido la extensión de la acumulación capitalista.

Pero, ¿por qué es esto así? es una pregunta que ha interesado a los economis-
tas desde Smith hasta Piketty; y la respuesta es unánime: el crecimiento es el
eje del sistema capitalista cuya expansión da cuenta de esos procesos. Desde
la teoría clásica de la acumulación, en la cual se destaca el análisis marxista de
la competencia tecnológica como motor de ella; hasta los desarrollos recien-
tes tanto en la tradición neoclásica como en la postkeynesiana, la búsqueda
de los beneficios a la raíz de esa competencia genera a través de la inversión
incorporadora de cambio técnico11, el crecimiento de la productividad y el
fortalecimiento de la competitividad que se traducen en un mayor ingreso.

El núcleo de este sistema radica en la relación entre beneficios e inversión, la


cual en los análisis clásicos de Ricardo y Marx; neoclásico de von Neumann;
10. Chang, Ha-Joon (2003) ‘Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective’ London: Anthem Press.

11. Una notable excepción de este énfasis en la acumulación de capital es el modelo canónico de Solow, pero este enfoque es el resultado del
divorcio entre acumulación y cambio técnico (que hace de la acumulación un movimiento sobre la función de producción sin desplazamiento
de esta) tan criticado por Kaldor y superado por desarrollos posteriores de crecimiento endógeno debido a dicho cambio. Pero es notable
que Solow ligó más recientemente sostenibilidad a acumulación de capital en el sentido de que lo que protegería a las futuras generaciones
del impacto del agotamiento de los recursos naturales es la inversión de los recursos obtenidos de la abstención del consumo por parte de la
generación actual.

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Javeriana
y postkeynesiano de Kalecki-Robinson y Kaldor, se traduce en la igualdad de
la tasa de acumulación (o de crecimiento) y de la tasa de beneficios (dados los
supuestos kaleckianos de inversión de todos los beneficios y de consumo de
todos los salarios). En el resultado de von Neumann, la máxima tasa de cre-
cimiento es igual a la tasa de beneficios; en el postkeynesiano, ellas son iguales
como resultado del crecimiento en equilibrio ahorro = inversión dada la rela-
ción de Harrod que traduce la tasa de ahorro en la de crecimiento para una
relación capital/producto dada; y en la reciente revisita de Piketty, un exceso
de la tasa de beneficios sobre la de crecimiento refleja una concentración del
ingreso que pone en peligro la dinámica del sistema, así como en Kalecki y
en Lonergan mayor equidad posibilita mayor crecimiento12.

El punto es que, como ya se mencionó, el hecho de que los más importantes


pensadores económicos por más de dos siglos hayan concebido la dinámica
del sistema capitalista en términos de la relación entre acumulación y ganancias
pone en evidencia a esta caracterización como la científicamente aceptada, en
forma consistente con la historia (el impacto) de la extensión del capitalismo
industrial a nivel global. Que el papel preponderante de la búsqueda de la ren-
tabilidad mediante la inversión haya estado ligado al consumismo desmedido
y la consiguiente voracidad depredadora de los recursos naturales llama no a
cuestionar y a abandonar el crecimiento capitalista per se (como se ha insistido
la mejor invención de la humanidad para superar la pobreza), sino a moderar,
mediante compensaciones institucionales de Falla de Mercado (fm), mecanis-
mos regulatorios e innovaciones organizacionales en gobernanza, ese patrón.

Pero las formidables dificultades de gobernanza reflejan problemas de equi-


dad inter-regional e inter-temporal gigantescos. ¿Cómo justificar a los consu-
midores de los ped que deben moderar su consumo a niveles muy inferiores
a los disfrutados por los avanzados? Es claro que con que solo el 10 % de
los casi tres millardos de habitantes de China e India en 2020 aspiren a tener
un nivel similar de consumo al de ee.uu. generará presiones intolerables
sobre los recursos naturales y los commodities, lo que causará alzas de precios
y escasez de un impacto más severo para países o sectores de bajos ingresos.
¿Cómo convencerlos a ellos, o a habitantes de zonas cuya conservación
beneficiará a futuras generaciones, de que deben moderar sus aspiraciones
económicas aceptando no solo brechas con respecto a esa ese nivel sino
permanecer en trampas de pobreza de las cuales solamente el crecimiento
capitalista los puede ayudar a escapar?
12. De la misma forma en que en estos análisis la equidad está ligada al crecimiento, en otros análisis basados en rendimientos crecientes
mayores niveles de crecimiento y mayores niveles de actividad se traducen en mayores niveles de productividad que hacen posibles mayores
remuneraciones sin afectar la rentabilidad, de manera que el divorcio neoclásico entre eficiencia y equidad desaparece. Las externalidades de
demanda agregada, según las cuales una reducción en un precio beneficia la demanda para todos, enfatizada por los neokeynesianos, son otro
mecanismo (análogo al señalado de Kalecki de los beneficios de la reducción de márgenes) que refleja el nexo entre equidad y crecimiento,
además de destacar la inexistencia en el sistema capitalista de un mecanismo de mercado para coordinar decisiones de los empresarios en esta
dirección beneficiosa para ellos como un todo.

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Javeriana
2. Falla de coordinación y su compensación
Que el planeta enfrenta un colapso ecológico es, como lo ilustra el Stern Review
y An inconvenient truth, de Albert Arnold Gore, indiscutible13. Esto refleja una
falla de coordinación típica de la economía de mercado. Un solo aspecto del
cambio climático, el deshielo de glaciares en los polos, generará un colapso
ecológico (incluyendo la inundación de las zonas costeras y el derrumbe de
sistemas como la corriente del golfo que protege Europa occidental de un
clima siberiano) que generarán tensiones sin precedentes14.

2.1. El colapso ecológico como falla de coordinación


2.1.1. La Falla de los Mercados (fm)
La contaminación es el efecto prototípico de externalidad negativa, que
junto con otros aspectos (o condiciones realistas) como los bienes públicos
(entre los cuales se destaca el medio ambiente) derrumban la aplicabilidad
del teorema de la economía del bienestar sobre la optimalidad paretiana de
un equilibrio competitivo (que formaliza la Mano invisible de Smith). La fm
para asignar eficientemente (para no hablar de equitativamente) los recur-
sos, por una parte, refleja la inexistencia de precios/mercados para activos
cruciales ambientales, algunos (como la capa de ozono, la biodiversidad,
la estabilidad climática) con carácter de bien público (global); y, por otra
parte, implica, en ausencia de regulación, contaminación, depredación de
commons y destrucción de esos bienes públicos. De ahí que en materia de
soluciones se propongan estándares regulatorios que impongan un límite
a esas externalidades o mecanismos que le pongan un precio (a ser pagado
en la forma de un impuesto o de un permiso de emisión) para internalizar
la externalidad.

El manejo de commons (activos naturales y culturales que proveen servicios a


una comunidad) ejemplifica bien los problemas al mostrar cómo por ser no
excluibles (como los bienes públicos) pero, a diferencia de ellos, rivales en el
consumo, el hecho de que el agente individual se beneficia de ellos sin asumir
su costo, incentiva un comportamiento depredador en la forma de consumo
desconsiderado o de contaminación15.

13. Salvo claro para ideologías marcadas por una extrema irracionalidad como la de la derecha republicana americana que increíblemente, ante
la apabullante evidencia científica acerca del calentamiento global y su ser resultado de la actividad humana, siguen intentando tapar el sol con
las manos (además con las emisiones de carbón que se niegan a moderar).

14. Como migraciones masivas que harán ver las actuales presiones en el sur de Europa y de usa como insignificantes. Y este Julio de 2015 ha
sido registrado como el mes más caliente de toda la historia de estadísticas.

15. En su famoso artículo “The Tragedy of the Commons” Hardin (1968) ligó el acceso irrestricto al recurso comunitario con ésta como
resultado de que su costo para el agente individual puede ser una fracción remota del que le impone a la comunidad.

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Una de las características de los mercados, la cual hace que su falla sea aún
más severa en cuestiones inter-generacionales, es su miopía que hace que
costos y beneficios en el futuro remoto sean descontados severamente16. La
noción de capital natural que valúa económicamente la variedad de activos
provistos por la naturaleza, junto con la de sostenibilidad, desarrollan estas
cuestiones (de equidad intergeneracional) en la discusión entre sostenibi-
lidad débil (que considera que el capital natural y otras formas como el
humano son sustitutos) y fuerte (que considera que son complementarios),
de manera que mientras que en la primera posición lo que cuenta es dejar a
las nuevas generaciones una disponibilidad de las varias formas de capital,
en la segunda el natural es privilegiado como necesario para su sobreviven-
cia y bienestar.

Siendo el empresario el protagonista del desarrollo, cuyas decisiones de


inversión ponen en operación la acumulación de capital como motor de
ese proceso, una modificación del patrón de crecimiento requiere una
modificación de la estructura de incentivos que lo motive hacia el tipo de
esas decisiones que se traduzcan, a su vez, en un patrón verde de desarrollo
caracterizado por la consideración de aspectos como el capital natural y full
cost accounting que rastrea las externalidades a sus causantes. Se trata, como en
otras situaciones en que el mercado falla, en coordinar las decisiones de los
agentes hacia el bienestar colectivo, de diseñar un sistema regulatorio que
incentive a los empresarios a implementar estrategias cooperativas consis-
tentes/conducentes con/a ese bienestar. Pero el peso de la traducción de la
estrategia individual de rentabilidad privada en bienestar colectivo no recae
sobre el empresario, quien actúa como tal en la búsqueda de esa rentabilidad,
sino en el diseño e implementación de los incentivos y los mecanismos de
acción colectiva que pueden realizar esa traducción con la agencia del agente
coordinador gubernamental o no.

2.1.2. La falla institucional de gobernanza


Si bien en algunas situaciones de fm, incluyendo las relacionadas con el
medio ambiente de commons estudiadas por la premio Nobel Ostrom, surgen
diseños institucionales que solucionan los problemas de asignación, costeo
de externalidades y agotamiento, los problemas ambientales y de recursos
naturales constituyen una área en la cual el diseño e implementación de
formas de acción colectiva es particularmente difícil en razón del margen
para comportamientos oportunistas y la complejidad de los mecanismos de

16. Intuitivamente, para el lector no informado, esta es la práctica de traer el presente multiplicando por el inverso de (1+r), r la tasa de des-
cuento, elevado a la t el número de años hacia adelante, que implica que el descuento (la pérdida de valor por tratarse de un bien no ahora sino
entonces) crece con r y con t. Aparece así q una mayor preocupación por la equidad intergeneracional implica reducir r. Es interesante que el
matemático filósofo de Cambridge F Ramsey quien ideara en 1928 el modelo prototípico de ahorro óptimo (maximización del consumo sobre
generaciones), consideraba insostenible moralmente descontar el futuro.

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enforzamiento17. Que los problemas de gobernanza son monumentales y que
ellos se complican al nivel global es ilustrado por las dificultades para avanzar
en la secuencia Rio-Kioto-Cancún-París18.

2.2. La compensación institucional de la fm y la aisd


2.2.1. La aisd como alternativa al nl y al populismo
Como sostuve en Razón Pública19, la alternativa relevante al nl no es el popu-
lismo sino la tercera vía Social Demócrata (sd), ilustrada por los contrastes
en materia de mercados; incentivos; fallas de Mercado y de gobierno; bienes
públicos y privatización; el trípode instituciones-capacidades-incentivos: regu-
lación, crecimiento (g) e inclusión; gobernanza y globalización. Para concluir
que la alternativa sd resuelve mejor la conciliación crecimiento-inclusión,
pues la cooperación es el complemento necesario de la competencia de mer-
cado para que tanto ésta como la acción colectiva que compensa sus fallas, se
traduzcan en crecimiento inclusivo. Fundamentalmente, mientras para el nl el
crecimiento es suficiente y para el populismo el crecimiento no es necesario,
para la aisd el crecimiento es necesario pero no suficiente.

Cooperación y arquitectura institucional. Junto con estándares que limitan y con


precios que imputan costos, entre las formas de acción colectiva que resuel-
ven la fm en materia ambiental se destacan los esquemas de coordinación
señalados por la premio Nobel Ostrom en su trabajo sobre la forma como
sociedades han desarrollado esquemas institucionales para manejar sus recur-
sos naturales protegiendo el ecosistema. Entre los principios de diseño para
el manejo de common pool resources que ella identifica se destacan esquemas de
escogencia social que involucran la mayoría de los beneficiarios en el proceso
de toma de decisiones; y, por oposición a formas de gobernanza centralizadas
(como la global, con su complejidad y diversidad de actores) autodetermina-
ción de las comunidades (enfoque poli céntrico).

17. “Considerando unos pocos efectos externos, se entiende por qué surgen nuevas necesidades de coordinación para las cuales no existen las
instituciones de gobernanza y acción colectiva adecuadas, a pesar de los esfuerzos por fortalecer el sistema de la onu: ni el terrorismo, ni una
pandemia infecciosa, ni las crisis financieras, ni el calentamiento/oscurecimiento global por emisiones de gases son enfrentables a nivel nacional,
ya que constituyen procesos que generan externalidades negativas de manera que, aunque surjan de forma localizada, sus efectos se esparcen
por toda la economía global. Los ritmos de agotamiento de los recursos naturales y de contaminación de un patrón de crecimiento voraz y
depredador como el de la economía americana atentan no solo en contra de la sostenibilidad del crecimiento sino también contra la equidad,
por doble concepto: transversalmente imponen externalidades por vías como el calentamiento global; en el tiempo impone ingentes costos a
generaciones futuras cuyos intereses son descontados severamente por la miopía del mercado”. Chica 2006

18. Un ambiente sano es un bien público, así como la naturaleza holística de los daños ambientales alcanza su dimensión global en fenómenos
como la disminución de la capa de ozono, el efecto invernadero, la radiactividad a largo plazo generados por los residuos nucleares o la reducción
de la biodiversidad, cuyo impacto, en términos espaciales o temporales, nunca ha existido antes ni en la relación del hombre con la naturaleza
ni en materia de responsabilidad social.

19. Chica, R. (2012) ‘Crecimiento e inclusión: el fracaso de las naciones’ Portafolio, Agosto-16. www.portafolio.co
Chica, R. (2013) ‘La tercera vía socialdemócrata: entre el neoliberalismo y el populismo’ Razón Pública. www.razonpublica.com
Chica, R. (2014) ‘Vieja Europa vs. nueva Europa’ Portafolio, Abril-23. www.portafolio.co
Chica, R. (2014) ‘¿Es la Tercera Vía de Santos socialdemócrata?’ Portafolio, Julio - 17. www.portafolio.co

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Tabla 2 NL Populismo 3ra vía AISD

No juega un papel Necesario pero no


Mercados Mecanismos suficientes
crucial y puede ser mani- suficiente: falla en los
para la asignación de
pulado a voluntad y sin mecanismos cruciales de
recursos y el crecimiento.
ningún costo. crecimiento e inclusión.

Incentivos (precios Los incentivos son Los incentivos no


Instituciones
Capacidades

correctos) hacer el truco irrelevantes como son funcionan en ausencia de


Incentivos

independientemente de capacidades previamente capacidades e institucio-


capacidades e institu- acumuladas e institu- nes que necesitan ser
ciones. ciones. fortalecidas previamente.

Inclusión en Crecimiento
Crecimiento > Inclusión:
Inclusión > Crecimiento: en sí mismo mediante la
Crecimiento-

Trickledown o compen-
Inclusión

este último no es una integración económica


sación asistencialista de
condición necesaria para dentro de redes
la marginación del creci-
el logro de la primera. productivas / comer-
miento.
ciales.
Gobernanza

Control democrático de
Mercados > Política. Política > Mercados.
mercados.

2.2.2. ¿Un modelo de crecimiento alternativo?


Ante el colapso ecológico que el crecimiento capitalista generará (de conti-
nuar siguiendo el mismo patrón), surge la pregunta por modelos de desarrollo
alternativos. La discusión de la sección anterior debe haber dejado claro que,
hablando de forma realista, no se trata de alternativas al crecimiento capitalis-
ta sino alternativas dentro del crecimiento capitalista. Entre estas se destaca la
ofrecida por el control político del mercado, de manera que este pase de amo
a servidor; es decir, por la socialdemocracia, junto con algunos elementos
de Green Politics y Green Economics que se traducen en una Green Economy. La
mejor ejemplificación de esta síntesis son las alianzas entre socialdemócratas
y verdes en el norte de Europa, particularmente, por su capacidad de com-
binar un entendimiento de la necesidad de la competencia de mercado con
el control democrático de éste y los principios verdes de sensatez ecológica,
justicia social, democracia directa de base y pacifismo.

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1) La compensación institucional de la fm y la aisd
En la sección anterior se consideró la contradicción del modelo de aisd
con el nl que da el estatus dominante al mercado, y que a nivel global se ha
convertido en la ideología hegemónica del consumismo, y la panmarketizacion
(pancommoditizacion) universal. Ahora, no es posible considerar los argumentos
sobre la sólida base económica que tiene el primero, y sus implicaciones en
términos de estrategias y de políticas.

Pero, existen dos puntos a destacar: 1) esta base radica en la necesidad de


la compensación institucional de la fm mediante formas de acción colectiva
que ponen en operación mecanismos básicos del crecimiento ligados a la
extensión de los rendimientos crecientes (particularmente en esa operación),
los cuales no son puestos en operación por el mercado20; 2) estas formas de
acción colectiva involucran mecanismos cooperativos que, por una parte,
permiten conciliar crecimiento con inclusión (mediante la provisión de bienes
públicos y la puesta en acción de complementariedades) y por otra hacen
posible y rentable para un colectivo (capaz de acometer un esquema con altos
costos fijos) lo que no lo es para el individuo21.

Aunque el agente coordinador que juega un papel pivotal en estos procesos


asume un rol público, este puede ser asumido por diversas instancias del
tejido económico y empresarial y no exclusivamente por el agente guber-
namental (nacional o local). Sin embargo, este agente tiene una capacidad
de convocatoria especialmente importante y (de darse las condiciones de
capacidad tecnocrática y blindaje frente a las veleidades de la política) puede
disciplinar a los agentes económicos e incentivarlos a acometer estrategias
favorables para el bienestar colectivo. En materia ambiental puede afectar
la asignación de recursos (y de costos) tanto inter-generacionalmente como
entre grupos y regiones, puede regular estableciendo estándares/límites y
usando impuestos/subsidios y puede generar mecanismos que usen precios
para internalizar externalidades.

Pero la relación entre protección del medio ambiente y crecimiento no es


reductible a un trade-off que ve el problema como un pulso entre los regu-
ladores y los empresarios. Esto ha sido destacado por los autores Porter y

20. Chica, R. (2005) ‘Condenados al neoliberalismo por la globalización?’ Portafolio, Diciembre-2. www.portafolio.co
Chica, R (2006) Latinoamérica frente a la globalización: Una estrategia Alternativa de Desarrollo. Universidad Autónoma de Manizales.
Chica, R. (2008) ‘Globalización y desarrollo’ Portafolio, Agosto-12. www.portafolio.co

21. Chica, R (2007) Elementos de Política de desarrollo productivo. Colciencias-Universidad Autónoma de Manizales
Chica, R. (2010) ‘Potato chips and Computer chips’ Portafolio, Diciembre - 23. www.portafolio.co
Chica, R. (2013) ‘Política industrial: para compensar las fallas del mercado en plena globalización’ Razón Publica, Marzo-25.
www.razonpublica.com

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van Linde mostrando cómo la innovación22 puede hacer posibles avances en
competitividad reduciendo los costos de deterioro ambiental de la actividad
industrial23. La innovación en materia de tecnologías verdes, como las fuentes
de energía diferentes al carbón, es solo unos de los aspectos de la forma
como se puede hacer el crecimiento y la protección del medio ambiente
complementos en vez de sustitutos.

2) Los verdes y lo verde


Como ahora no es posible adelantar una discusión de las propuestas ver-
des en materia económica y política, esta sección concluye con una breve
referencia a sus dimensiones macro-sociales y micro-individuales. Si bien el
ambientalismo en la forma de sabiduría ambiental y sostenibilidad es la ban-
dera de los verdes, con implicaciones para el crecimiento (o bajo en carbón o
sistemas no basados en crecimiento), específico para sectores como la ener-
gía renovable, transporte sostenible y manejo de agua, desechos y tierra, el
planteamiento verde se extiende a otras metas sociales como la justicia social,
la democracia participativa y la no violencia. Una visión que aglutina estos
aspectos hacia la paz mundial que replica la visión de Kant de una paz que
involucra la ciudadanía global con derechos en un sistema cosmo-político.

Si bien se requieren formas de acción colectiva, opciones y conductas indivi-


duales como dejar el carro y dejar la carne pueden contribuir. La conciencia
de la importancia del reemplazo del automóvil por la bicicleta o el trans-
porte público24 no se replica en el caso del reemplazo de la carne cuando la
industria productora de ésta tiene un impacto ambiental mucho más severo
que la del transporte: costos absurdamente altos en recursos (agua, tierras,
deforestación, alimentos) en comparación de otras fuentes de nutrientes, y
una contribución al cambio climático más importante que la del transporte
(greenhouse gases, carbón, metano por fermentación entérica y nitróxido por
excrementos25) o la industria.
22. La confianza de algunos economistas en el paradigma tecno-económico para resolver los problemas destacados se basa en las enormes posi-
bilidades abiertas por las nuevas tecnologías (tic/microelectrónica, biotecnología y nanotecnología) para transformar estructuras productivas y
sociales y elevar la productividad y el bienestar. Es cierto que la nueva fase de la knowledge economy, de un sistema económico basado en conoci-
miento y centrado más en éste que en mercancías físicas, replantea el problema económico en términos de escasez y modera la preponderancia
y centralidad de esta. Pero esta fe, como la fe en el mecanismo de mercado y en el sistema de precios, para resolver los problemas destacados,
es una forma extrema de economicismo que desconoce las limitaciones de tanto de la tecnología como de los mercados para resolver unos
problemas cuya urgencia y trascendencia derrumba la ideología de business as usual que pospone la acción colectiva en la confianza que la
solución de mercado emergerá.

23. Este ha sido el argumento que Porter ha esgrimido en el debate sobre el fracking en el sentido de que los avances en esta tecnología han
permitido reducir su impacto ambiental. Esta tecnología es sin embargo el ejemplo perfecto de deterioro ambiental en dos sentidos: su
implementación ha resumido el conflicto entre los intereses de las grandes compañías petroleras (con su poderoso lobbying frente al gobierno
americano) y las comunidades afectadas (en sus recursos acuíferos y en la estabilidad y valor de sus propiedades); y ha traído consigo una caída
en los costos del transporte que prolonga la inconciencia sobre los verdaderos costos del transporte a gasolina (al debilitar el mecanismo de
precios en esta dirección de hacer más costosa la decisión en el margen sobre usar o no el auto).

24. , junto con medias de conservación y ahorro de energía y de manejo de desechos.

25. Según la Food and Agriculture Organization of the United Nations (fao) la industria de la carne contribuye con casi ¼ de co2 equivalent greenhouse
gases en razón del efecto más fuerte del metano...Disponible en: www.fao.org

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3. ¿Cuánto avanza Laudato si’?
La Encíclica constituye un avance fundamental en varias direcciones: en asu-
mir y destacar la ciencia del cambio climático; en desarrollar el Pensamiento
Social Católico (psc) en la dirección de la crítica a un modo de desarrollo
y un paradigma tecno-económico26 con desbalances insostenibles tanto en
lo social como en lo ambiental; y en desarrollar una teología espiritual de
la creación que pone en el centro las nociones de Original Blessing27 y Cristo
cósmico. Asume la función profética de la Iglesia de dar voz a los que no
tienen voz28, agregando entre ellos a las futuras generaciones junto con los
pobres de la actual. Y lo hace sobre la base de la ciencia de problemas como
el calentamiento global.

Aunque entre las complicaciones que emergen al considerar la relación entre


crecimiento y medio ambiente está, como lo ha señalado Solow29, la forma
cómo emerge un trade-off entre los objetivos de superar la pobreza hoy y pre-
servar recursos para mañana, la urgencia de sacar de la miseria a millones de
pobres cuestiona la moralidad de priorizar a las futuras generaciones al costo
de dejarlos en ese estado.

ls navega la mencionada oposición dialéctica entre el moralismo y el econo-


micismo avanzando sobre sus antecedentes en el psc en su uso de la ciencia
del cambio climático y de elementos de la economía como el plantear el pro-
blema en términos intergeneracionales. Sin embargo, junto con estos aciertos
se mezclan en ls tres elementos que mantienen la brecha de la Iglesia con la
modernidad, la mujer y los pobres30.

Primero, en contra de la racionalidad científica de la modernidad, ls confunde


el paradigma tecno económico que pone a la cyt al servicio de la rentabilidad
hasta el consumismo y la devastación ecológica con la cyt como tales. Hacer
de la cyt per se el culpable es como hacer del crecimiento económico per se
el culpable, omitiendo la impresionante contribución de ambos al bienestar

26. Un argumento contra la deificación del mercado, que tiene su antecedente en el análisis de Marx sobre el Fetichismo de la mercancía, análisis
de enorme actualidad con la mercatizacion comoditizacion extendidas con la globalización.

27. Por oposición al pecado original. Ver los libros de M Foxley

28. Como lo formulo Boenheffer (el teólogo luterano ejecutado por su oposición a Hitler) en su defensa de los judíos en la Alemania nazi.

29. Solow, R. (2000). ‘Sustainability: An Economist’s Perspective’ In Economics of the Environment: Selected Readings. Ed by. Stavins, R. New
York: Norton & Company, Inc. 131-138.

30. Chica, R. (2013) ‘Benedicto XVI’ Portafolio, Febrero-14. www.portafolio.co


Chica, R. (2013) ‘El papa Francisco’ Portafolio, Marzo-31. www.portafolio.co
Chica, R. (2013) ‘Cinco retos para el nuevo Papa’ Razón Publica, Abril-01. www.razonpublica.com
Chica, R. (2013) ‘Humanae Vitae, las favelas de Rio y el sínodo de obispos’. Revista Javeriana No. 800, Noviembre-Diciembre.
Chica, R. (2014) ‘Dos modelos para Francisco: Juan XXIII y Juan Pablo II, santos. Revista Javeriana No. 803, Abril.

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humano en los dos últimos siglos. ¿Cómo desconocer la contribución de la cyt
en las áreas de la salud, de la información y las comunicaciones, del transporte,
no solo al bienestar humano en general, sino en particular al de los pobres?

El segundo elemento es un reflejo del moralismo desconocedor de la ciencia


sobre los problemas, en este caso la crítica al comercio de derechos de emi-
sión, esquema reconocido por la economía ambiental como un ejemplo de la
superioridad de esquemas de mercado basados en incentivos de precios sobre
esquemas de comando-control sobre tecnologías y estándares de desempe-
ño31. Aunque, desde luego, esto refleja el sesgo de la profesión económica en
favor de mecanismos de precio y un Carbon Tax es otra forma, de necesaria
y urgente implementación, de ponerle un precio a las emisiones (no incluido
en el de los combustibles) y forzar a los emisores a pagar el costo social de
su actividad.

En tercer lugar, Francisco borra con el codo lo que escribe con la mano
al sostener la posición de Humanae Vitae (hv), lo cual refleja una abismal
incomprensión de los problemas de las mujeres y de los pobres32, en particular, de
las mujeres pobres. Como ahora no es posible adelantar una crítica de hv,
basta con señalar que, si bien es cierto que es el crecimiento del consumo
afluente (intensivo en energía y recursos naturales) lo que afecta más el
medio ambiente, el impacto sobre éste del crecimiento poblacional es
innegable en general; como también lo es el nexo entre ese crecimiento,
en particular en zonas donde no ha tenido lugar la transición demográfica
(donde se concentra la pobreza o carencia de capacidades), y el circulo
vicioso pobreza-deterioro ambiental. Similarmente, la implementación de
programas que aceleren esa transición es una medida sencilla y rápida frente
a la complejidad, dificultad y demora de medidas para modificar la distribu-
ción del ingreso y los patrones de consumo en forma de facilitar el flujo de
alimentos a esas zonas.

31. Desde luego, como todo mecanismo de mercado, este tiene sus limitaciones, unas ligadas al hecho que como tal requiere de una serie de
condiciones para su funcionamiento eficiente y equitativo, y otras al que es necesario complementarlo, especialmente en situaciones de ausencia
de esas condiciones, con esquemas de acción colectiva. Como en otros situaciones en que se requiere esta acción, la solución de mercado puede,
en razón de que no se dan las condiciones de capacidades e instituciones, o ser imposible, o no ser suficiente, o no ser la más adecuada pero
eso no quiere decir que dándose las condiciones para el funcionamiento del mercado (y habiendo las capacidades y las instituciones) la solución
basada en sus incentivos deba ser rechazada porque tiene limitaciones

32. Chica, R. (2013) ‘Humanae Vitae, las favelas de Rio y el sínodo de obispos’. Revista Javeriana No. 800, Noviembre - Diciembre.
Chica, R. (2014) ‘Perspectivas alternativas. Dos modelos para Francisco: Juan XXIII y Juan Pablo II, santos. Revista Javeriana N 803, Abril.
“The interrelationships between overpopulation, poverty and lack of capacities to overcome it (education) reflect the domestic drama of
hundreds of millions of families (and breadwinners women) crushed by poverty worsened by oversized families. Upholding HV’s teaching and
prohibition of contraception reflects a total insensitivity to the problems of poor women who are the main victims of this prioritizing universal
abstract principles over the problems and needs of the poor. One could say that economic development (capacities, opportunities, education)
will set them free from those principles (as it has been the case in most advanced societies) but sadly oversized familes is one of the main factors
that keep these families in the marginal third world caught in a poverty trap. The geography of overpopulation coincides with the geography
of poverty”. Chica en: Catholic Scholars’ report on HV: What is the state of the question now – fifty years after the ‘majority report rejected
by pope Paul VI? Following the Statement on Marriage and the Family.

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revista

Javeriana
Para terminar con una consideración acerca de una contribución de ls en
otra área diferente al crecimiento económico, pero que refleja una apertura
que contrasta con la de sus predecesores, es significativo que Francisco cite
referencias a Teillhard de Chardin cuando basa el respeto por los dones de
Dios en la creación en la teología espiritual de ésta (el Cristo cósmico): El
destino final del universo está en la plenitud de Dios, que ha sido alcanzada por Cristo
resucitado (…) todas las creaturas se están moviendo hacia adelante con nosotros hacia un
destino común, Dios, en esa plenitud trascendente en la cual Cristo resucitado abarca e ilu-
mina todas las cosas (ls). Si la solidaridad con los pobres y con las generaciones
futuras no es suficiente motivación, en la invitación de Francisco a todos33, ls
ofrece el creyente la perspectiva sacramental de la creación (característica de
la Ortodoxia oriental); en palabras de Teillhard: en virtud de la creación y, todavía
más, de la encarnación, nada acá abajo es profano para aquellos que saben cómo ver. Al
contrario, todo es sacro. Una visión que extendida a la obra del hombre median-
te la tecnología y el trabajo señala una forma de ejercer estos en la forma
agradecida que haría al crecimiento complementario y no sustitutivo con los
recursos de la creación .RJ

33. Todos compartimos la responsabilidad de cuidar al planeta

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Javeriana
La arquitectónica1 de la
Encíclica Laudato si’
Alberto Parra, s.j.*

Los prejuicios y las precomprensiones


La carta encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común se
agrega al magisterio social de la Iglesia, como indica el mismo Papa en el numeral
152. Con esto no sólo se determina el género literario del documento, sino
que se establece su procedimiento y también su valor en la trayectoria amplia
y diversa del magisterio papal.

No conocer o no atender estas determinaciones de entrada ha llevado, aquí


y en todas partes, a muy perplejas preguntas: ¿Por qué este Papa entra en
asuntos que no son los suyos, como la ecología, los paradigmas sociales, los
modelos económicos, la crítica del progreso, la cultura, las responsabilidades
políticas de los Estados y de los particulares, los nuevos estilos de vida que
deberían asumir todos los habitantes del planeta? ¿Por qué introduce en su
escrito tesis científicas y visiones respetables pero posiblemente discutibles
sobre calentamiento, emisiones de carbono, índices de contaminación, daño
a las especies, consecuencias de salubridad humana, de posible freno al pro-
greso en la conquista del planeta y de reclamo por la suerte de los pobres?
Y si se ofrecen planteamientos de ciencia social junto con planteamientos
teológicos y doctrinales ¿qué valor puede tener este escrito del Papa? ¿Vale lo
1. “El término arquitectónico y más específicamente la palabra griega tekton alude etimológicamente al oficio del carpintero y, por lo tanto, no
sólo al constructor del primitivo templo griego, sino también al rol primordial del marco de la junta en la génesis de cualquier construcción”
Fuente: http://www.arqhys.com/articulos/arquitectonico-termino.html

* Profesor titular en la Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana.

2. Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’, Roma: Tipografía Vaticana 2015, n° 15, p. 14

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mismo su recurso al Evangelio que su recurso a las tesis científicas y sociales?
¿Debemos tomar como doctrina de la Iglesia y del Papa tanto lo uno como
lo otro? Leer el Evangelio a la luz de la situación planteada ¿no distorsiona
tanto el Evangelio como la situación? ¿No debemos dejar que el Evangelio
sea tal y las tesis ecológicas y sociales sean tesis discutidas por cada disciplina?

Los planos metódicos para recorrer


nuestra casa común
El Cardenal Walter Kasper, ilustre tanto por su insigne episcopado y su
ministerio en el Secretariado para la Unión de los Cristianos, como por su
ciencia teológica, ha publicado recientemente un texto lúcido “El Papa Fran-
cisco, revolución de la ternura y el amor: raíces teológicas y perspectivas pastorales”3. Con
todo conocimiento de causa, Kasper indaga las raíces teológicas de este Papa
y pone de manifiesto su pertenencia sustancial al modo latinoamericano de
recibir, elaborar y presentar el mensaje eterno del Evangelio.

El modo o el método latinoamericano que irrumpió en la Iglesia, que rebasó


las fronteras de nuestro continente y que es hoy patrimonio universal, se
diferencia por contraste con la forma usual e ilustrada de hacer teología para
la proclamación de la buena noticia del Señor. Escribe Kasper: “Si se desea
esbozar de forma breve –y quizás algo simplificadora– la diferencia, cabe decir lo siguiente:
El Papa Benedicto por origen y formación, representa de forma destacada la mejor tradición
europea. Parte de la fe de la Iglesia, intenta hacerla intelectual y espiritualmente comprensi-
ble, para luego– como corresponde al modo tradicional de relacionar teoría y praxis– llevar
a la práctica la doctrina de la fe. El Papa Francisco, en cambio (…) no es, por así decir
un franciscano disfrazado: no, él es un jesuita de la cabeza a los pies. En el espíritu del
fundador de su orden, Ignacio de Loyola, no parte de la doctrina sino de la situación
concreta. Por su puesto no pretende acomodarse sin más a la situación; antes bien, intenta
juzgarla según las reglas del discernimiento de espíritus, tal como se formula en el libro de
los Ejercicios Espirituales de Ignacio. Con ayuda de tal discernimiento espiritual, llega luego
a concretas decisiones prácticas”4.

Por mi parte, he escrito en otro lugar5 que la teología latinoamericana, en los


aspectos particulares del método, se caracteriza por asumir un triple movi-
miento que la identifica consigo misma y la diferencia de otras formas posibles
de hacer teología: 1) el tránsito desde el clásico y usual método dogmático de
sentidos ya alcanzados y cerrados al método hermenéutico e interpretativo
para posibilitar sentidos abiertos a la pregunta de quién pregunta, cuando se
3. Kasper Wakter, El Papa Francisco, revolución de la ternura y el amor: raíces teológicas y perspectivas pastorales, Santander: Sal Terrae, 2015

4. Kasper pp. 24-25

5. Parra Alberto, Violencia Total y Paz Real: Indagaciones Teológicas, Bogotá: Javegraf 2010, pp 159-160

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Javeriana
trata de comprender aquí y ahora el sentido de los textos de la gran tradición
bíblica y cristiana; 2) el paso de los usuales métodos y mediaciones filosóficas
a los métodos y mediaciones propias de las ciencias sociales analíticas, cuando
se trata de la comprensión de la compleja realidad humana y social; 3) el pri-
mado de la praxis de cambio, de liberación y de transformación de la miseria
inaceptable de la realidad, por diferencia y por contraste con formas teológicas
usuales que pudieron ser elaboradas desde la teoría propia o ajena, distante y
divorciada de todo compromiso político y social, con lo cual el proceso de
comprensión prescinde de la realidad real tanto en el punto de partida como
en el de llegada.

En las vertientes de la racionalidad hermenéutica y por senderos ciertos y


probados por las ciencias del espíritu, el método de la teología latinoameri-
cana se ha inscrito sin equívoco en el interrogar histórico posmetafísico de
seres humanos en mundanidad, espacialidad, historicidad, finitud e inexorable
declinar, que los diferencian del ser simplemente pensado y abstraído según
los trascendentales que forjó la metafísica. Este preguntar del ser histórico en
historicidad y concreción ha venido a denominarse con razón el lugar contextual,
que como tal es punto de partida para todo responder. Y aquí debe notarse de
nuevo el contraste y la diferencia con teologías de respuestas sin preguntas y
de acumulados teológicos de verdades abstractas sin sentidos reales.

Solo que la pregunta de los seres humanos históricos y concretos se formula a


espacios o ámbitos que suelen ser grandes reservas para construir respuestas
y sentidos, con lo cual desde el preguntar contextual se leen y se recuperan
los textos de tradición. Este campo hermenéutico al que es formulada la pre-
gunta por el sentido se denomina lugar textual. Y aquí también debe notarse
el contraste y la diferencia con teologías de textos sin contextos y de acumu-
lados textuales no referidos a los lugares contextuales del preguntar, las más
de las veces dramático, por el sentido real de nuestras existencias.

En fin, la lógica del preguntar de los contextos y del responder de los textos
no puede tener finalidad distinta al encaminarse de los sujetos históricos por
los derroteros de sentido de vida y de acción interrogados desde los contex-
tos y respondidos desde los textos. Se trata, entonces, del lugar pretextual, pues
aquello que, en definitiva, muestran los textos y anhelan los contextos es un
ser humano y un mundo posible diferente, en una historia menos injusta y
menos cruel, en especial con las víctimas, los derrotados y los pobres.

Debe quedar claro siempre que los lugares contextual, textual y pretextual no
se ordenan de modo paralelo ni yuxtapuesto ni tampoco en la tangencialidad
de un punto en un segmento dado. Se ordenan y operan a la manera de un
círculo hermenéutico de la comprensión del sentido del existir y a la manera

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Javeriana
del preguntar y del responder. Así, la pregunta contextual determina y condi-
ciona la respuesta, la respuesta sigue la orientación de la pregunta, y pregunta
y respuesta se orientan, más allá de ellas mismas, hacia un ser humano y
hacia un mundo por construir. Los lugares teológicos contextuales, textuales
y pretextuales se muestran, pues, pro-vocativos y cargados de esperanza y de
sentido para el tortuoso camino del existir.

Así, la presencia de un Papa jesuita y latinoamericano en la suprema anima-


ción de la Iglesia del Señor equivale a ofrecer a la Iglesia universal y a la socie-
dad mundial, no sólo la revolución de la ternura y del amor, sino las raíces teológicas y
las perspectivas pastorales propias de la forma latinoamericana de hacer teología.
El derrotero que se traza el Papa Francisco en el numeral 15 de su Encíclica
da cuenta cierta del método teológico que lo anima: “En primer, lugar haré un
breve recorrido por distintos aspectos de la crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores
frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en
profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual. A partir de esa mirada,
retomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar
una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intentaré llegar a las
raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las
causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimen-
siones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo, y sus relaciones con la
realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias
de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política inter-
nacional. Finalmente, puesto que estoy convencido de que todo cambio necesita motivaciones
y un camino educativo, propondré algunas líneas de maduración humana inspiradas en el
tesoro de la experiencia espiritual cristiana ”6

De acuerdo con el diseño de los planos, su capítulo primero, profundamente


contextual, versa sobre “Lo que está pasando a nuestra casa”, capítulo que se
construye con los aportes y las mediaciones de las ciencias y de los debates
sociales que ponen al descubierto la crisis ecológica global: “Las reflexiones
teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a
mensaje repetido y abstracto si no se presentan nuevamente a partir de una confrontación
con el contexto actual ”7.

El capítulo segundo de la Encíclica, profundamente textual, versa sobre “El


evangelio de la creación” y allí el Papa, como los buenos escribas del Evangelio,
saca de sus tesoros las cosas nuevas y también las antiguas, de modo que la
distancia de los textos se aproxime en la realidad de los contextos en los pro-
blemas ecológicos globales, sociales y profundamente humanos de nuestra

6. Laudato si’ n° 15, p 14

7. Laudato si’ n° 17, p 17

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casa común: “Por qué introducir en este documento, dirigido a todas las personas de
buena voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que en el campo
de la política y del pensamiento, algunos rechazan con fuerza la idea de un Creador, o la
consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de lo irracional la riqueza que
las religiones puedan ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la
humanidad. Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser
tolerada. Sin embargo, la ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la
realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas ”8.

El capítulo tercero “Raíz humana de la crisis ecológica” y el cuarto “Una ecología


integral ” son una preciosa combinación contextual y textual, científica y filo-
sófica, evangélica y profundamente cristiana para hilvanar con filigranas de
ternura y amor una ecología a la medida de lo humano y una humanidad a la
medida de la casa común: “No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos
la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción huma-
na que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla ¿Por qué no podemos
detenernos a pensarlo? En esta reflexión propongo que nos concentremos en el paradigma
tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo”9. “Dado
que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada
que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos
a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las
dimensiones humanas y sociales ”10.

En fin, los capítulos quinto y sexto, en un plano claramente pretextual, planifi-


cador y prospectivo, cierran la arquitectónica de la Encíclica de cara a una rea-
lidad ahí que debe ser profundamente amada y trasformada con la fuerza del
Evangelio, de las ciencias críticas, de la responsabilidad ética, de la educación
para la cambio. De ahí el título mismo de los capítulos que, tras el “ver” y el
“juzgar” encaminan al “actuar”: “Algunas líneas de orientación y acción”, “Educación
y espiritualidad ecológica”. El Papa Francisco introduce así este movimiento: “He
intentado analizar la situación actual de la humanidad, tanto en las grietas que se observan
en el planeta que habitamos, como en las causas más profundamente humanas de la degra-
dación ambiental. Si bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya nos indica la
necesidad de un cambio de rumbo y nos sugiere algunas acciones, intentemos ahora delinear
grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodesctrucción en la
que nos estamos sumergiendo ”11. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante
todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una
pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esa conciencia básica permitiría el

8. Laudato si’ n° 62, p 49

9. Laudato si’ n° 101, p 79

10. Laudato si’ n° 137, p 107

11. Laudato si’ n° 163, p 127

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desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío
cultural, espiritual y educativo que supondrá grandes procesos de regeneración”12.

Entender y comprender
Hemos dicho con Kasper que el Papa Francisco viene significando para la
Iglesia y para la sociedad global no sólo la revolución de la ternura y el amor,
sino también sus raíces teológicas y perspectivas pastorales. Todo el accionar de
Francisco da razón a lo primero. Su Encíclica Laudato si’ da razón a lo segundo.

En el método teológico que se propone en la Encíclica no hay cabida para


confundir el lugar social o contextual de donde parte toda legítima hermenéutica;
el lugar textual y normativo en que la comprensión teológica elabora la respuesta,
que serán siempre las fuentes mismas de la Escritura, de la Tradición y de la
Fe Apostólica; y el lugar pretextual o accionario en que la realidad percibida y
analizada reciba nuevos impulsos de cambio y de trasformación a la luz de la
fe y por fuerza de las razones de la argumentación racional y científica. Sin
que el valor diferencial de los lugares teológicos determine de por sí un rígido
ordenamiento en el juego libre del método disciplinar.

En efecto, para una teología esencialista el orden de gradación metódica parte


del texto como lugar normativo, pasa –si es que pasa– por el lugar contextual
en el que todos compartimos la existencia, y por lo general carece de lugar
pretextual de aplicabilidad, de validez en orden al que texto produzca sus
efectos redentores en la miseria real de la existencia. Ese método parte de la
respuesta y se construye sin pregunta.

Para una teología de corte libertario, el orden de gradación metódica se ins-


taura con la prelación de la pregunta que interroga por la situación, por su
sentido y –la más de las veces– por su sinsentido; oye las respuestas evocadas
por los lugares normativos dadores de sentido de salvación y de gracia; y se
esfuerza por operar, en obediencia a los textos y al reclamo de los contextos,
la liberación de todos, especialmente del pobre, que es lugar privilegiado del
preguntar en situación y del responder de la tradición que viene del Señor.

Me he detenido para mis lectores en cuestiones de arquitectónica de planos y


de razones de método porque ahí va de por medio la vigencia pertinaz de la
razón actuante y de la fe operativa. Ello contrasta con quienes pretendieran
entender sin comprender, es decir, con una razón apenas intelectiva y con un
creer simplemente doctrinal. A ese drama se enfrentan no solo la Encíclica
Laudato si’, sino todo el pontificado del Papa Francisco .RJ

12. Laudato si’ n° 202, p 155

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De un antropocentrismo
despótico a una ecología integral:
algunos comentarios en torno a la
Encíclica “Laudato si’ ”, del Papa Francisco
Diego Antonio Pineda Rivera*

E
l pasado 18 de junio de 2015 (aunque la fecha oficial de su promul-
gación fue el 24 de mayo de 2015, Solemnidad de Pentecostés) fue
presentada en el Vaticano la segunda Encíclica del Papa Francisco,
Laudato si’, que retoma en su título el hermoso estribillo del “Cántico
de las criaturas” de San Francisco de Asís. Como en toda encíclica,
el subtítulo es tan revelador, o incluso más, que el propio título: “Sobre el
cuidado de la casa común”.

Podría uno decir que es la primera vez que un Papa se ocupa de uno de los
problemas contemporáneos que más nos preocupan: el de la crisis ecológica.
Aunque ello fuera cierto, es con todo insuficiente1. Es cierto que el Papa
Francisco nos ofrece una interesante descripción de los problemas ambienta-
les, pero también lo es que lo hace desde una perspectiva que, siendo de algún
modo técnica (pues muestra un significativo conocimiento de los problemas
que afectan a los elementos básicos que hacen posible nuestra vida en la
Tierra: el suelo, el agua, el aire, los otros seres vivos, etc.), es mucho más que
un análisis pormenorizado de un conjunto de problemas que nos afectan. Es,
sobre todo, un intento por aportar sentido, desde la tradición bíblica y desde
el Magisterio de la Iglesia, al hecho de que compartimos una casa común
con otras especies animales y vegetales; y la opción ética de que nuestro trato

* Licenciado en Filosofía, Magister en Filosofía, Magister en Educación y Doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor
Titular y Decano de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana.

1. No es cierto, desde luego, que sea la primera vez que un Papa se pronuncia sobre temas ecológicos. Ya lo habían hecho antes otros, desde
Pablo vi, como lo reconoce el propio Papa Francisco en los párrafos 4-6 de la encíclica. Sí es, desde luego, la primera vez que un Papa hace
del cuidado de la naturaleza, nuestra “casa común”, el tema mismo de una de sus encíclicas.

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con la naturaleza que habitamos debe estar, como el trato con las personas,
centrado en el cuidado –es decir, en la conservación, el trato respetuoso, la
comunión y el uso responsable– de un universo creado por Dios del que
nosotros, creados a su imagen y semejanza, participamos, somos parte nece-
sariamente. Sobre este punto de vista, el central en todo el escrito papal, son
muy explícitos los dos primeros párrafos de la encíclica, tan reveladores que
es imposible resistirse a la tentación de citarlos completos:

“Laudato si’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba San


Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra
casa común es también como una hermana, con la cual compartimos
la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos:
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual
nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas
flores y hierba”.

Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y domina-
dores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón
humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas
de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y
en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados
y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y
sufre dolores de parto” (Rm. 8,22). Olvidamos que nosotros mismos
somos tierra (cf. Gn. 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por
los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua
nos vivifica y restaura (Laudato si’, 1 y 2)2.

Para entender el hondo significado del hecho de que un Papa dedique una
Encíclica a los problemas que aquejan a nuestra casa común, tal vez sea
necesario empezar por recordar lo que es una encíclica. La palabra Encíclica
tiene su origen en el vocablo griego εγκυκλιος que se refiere a algo que
circula o que se encuentra “en circulación” (a la manera de las circulares que
se envían en una institución educativa para comunicar algo que piensa o ha
decidido, por ejemplo, su Rector). Una encíclica es, entonces, en su sentido
más general, una carta que circula, que está en circulación y, sobre todo, que fue
escrita para que circule. En la Iglesia Católica, como bien lo señala el Diccionario
de la Real Academia de la Lengua, el término tiene un significado más preciso,
el de “carta solemne que dirige el Sumo Pontífice a todos los obispos y fieles

2. En adelante me referiré a la encíclica Laudato si’ simplemente como ls, seguido del número del párrafo o parágrafo. Utilizo la versión elec-
trónica de la encíclica disponible en:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

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del orbe católico”3. Y eso han sido, por cierto, casi todas las encíclicas de los
Papas: mensajes dirigidos a todo el mundo católico sobre algún asunto (la paz
mundial, la defensa de la vida, el trabajo, etc.) de especial interés para la Iglesia
como institución y para los fieles católicos.

El sentido y estilo de una carta, y ello son las encíclicas, está, sin duda,
marcado por aquellos destinatarios a los que se dirige. En ello el Papa
Francisco quiere ser muy explícito, pues –retomando una tradición ya
inaugurada por Juan xxiii hace más de cincuenta años con Pacem in terris,
en la que se dirigía, además de los católicos, a “todos los hombres de buena
voluntad”– dirige su encíclica a “cada persona que habita este planeta”,
con quienes espera, además, “entrar en diálogo […] acerca de nuestra casa
común” (Cfr. ls, 3).

Esta no es, sin embargo, su novedad mayor, sino el hecho de que, en sus casi
250 parágrafos, entra en diálogo con personas provenientes de diversas con-
fesiones religiosas, tradiciones culturales y momentos históricos, como San
Francisco de Asís, el Patriarca Ecuménico Bartolomé, los obispos de África,
los Estados Unidos, Filipinas y América Latina, el escritor católico Romano
Guardini o el filósofo y teólogo protestante Paul Ricoeur. La Encíclica es, en
este sentido, una muestra interesante del espíritu ecuménico y tolerante del
Papa4, que entiende la importancia del diálogo interreligioso e intercultural y
que está dispuesto a aprender de aquellos con quienes pueda tener diferencias
doctrinales o de apreciación y valoración de los problemas que afronta. Aquí,
como en otros casos, es explícito el Papa Francisco: “Estos aportes de los
Papas recogen la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y
organizaciones sociales que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia sobre
estas cuestiones. Pero no podemos ignorar que, también fuera de la Iglesia
Católica, otras Iglesias y comunidades cristianas –como también otras religio-
nes– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión sobre
estos temas que nos preocupan a todos” (ls, 7).

Laudato si’ cumple a cabalidad con todas las exigencias básicas de una encí-
clica papal, pues nos ofrece una doctrina unificada sobre un tema de especial
relevancia para el mundo contemporáneo basada en un cuidadoso y bien
ilustrado análisis de los problemas ecológicos, la exposición de unos princi-
pios teóricos bien fundamentados que dan solidez a la exposición y, sobre
todo, una reflexión teológica basada en la Biblia y la tradición de la Iglesia que

3. real academia española: Diccionario de la lengua española, Vigésima Segunda Edición, Madrid, Espasa-Calpe, 2001.

4. Ya desde su época como Arzobispo de Buenos Aires, el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio dio muestras de un diálogo muy activo
con otras confesiones religiosas y mantuvo una relación muy cercana con líderes de otras iglesias, especialmente con los pastores evangélicos,
relación y diálogo que ha mantenido como Obispo de Roma. Sobre este asunto profundiza, en los capítulos 6 y 7, el historiador británico
Austen Ivereigh en su muy interesante libro El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radical (Buenos Aires, Ediciones B, 2015).

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resulta inspiradora no sólo para los católicos sino para todos aquellos que se
muestren sensibles a sus enseñanzas. En tal sentido, se encuentra a la altura de
las grandes encíclicas sobre temas sociales, como Rerum novarum, de León xiii,
Quadragesimo Anno, de Pío xi, Pacem in terris, de Juan xxiii, Populorum Progressio,
de Pablo vi, o Laborem Exercens, de Juan Pablo ii. Ofrece, sin embargo, nove-
dades sustanciales, con respecto a las encíclicas de Papas precedentes por el
tema del que se ocupa, por el estilo en que está escrita y, sobre todo, por las
perspectivas sociales, filosóficas y teológicas que abre.

Como ya lo destacamos, aunque algunos Papas se hayan referido con ante-


rioridad a los problemas ecológicos, Francisco es el primero en dedicar una
atención integral y prioritaria al problema de la crisis ecológica, o, como él
prefiere llamarlo, al “desafío urgente de proteger nuestra casa común” (ls,
13). Es claro, también, que el Papa, además de una especial sensibilidad por
los problemas que afectan a nuestro planeta, da muestras de un conocimien-
to bien logrado de los problemas ambientales, como puede comprobarlo
cualquier lector que examine con cuidado el capítulo primero de la encíclica
(titulado “Lo que le está pasando a nuestra casa”), en donde hace una suge-
rente exposición de los problemas más acuciantes (la contaminación, el cam-
bio climático, el aumento de basuras de todo tipo, la escasez y contaminación
del agua, la pérdida de la biodiversidad, la extinción de especies animales y
vegetales) y de sus nefastas consecuencias: el deterioro de la calidad de la
vida humana, la degradación social y la inequidad planetaria. Cabe destacar
a este respecto que el Papa Francisco tiene una buena formación científica
y técnica (no hay que olvidar que es técnico en química y que, como jesuita,
tuvo una excelente educación humanística y científica), que ha mantenido
una actitud de diálogo con las ciencias a partir de las cuales elabora su propia
visión de las cosas; y, sobre todo, que desarrolló una particular preocupa-
ción por los asuntos ecológicos derivada de su propia reflexión espiritual y
teológica, como queda claro en el siguiente pasaje de su primera encíclica,
Evangelii Gaudium:

Hay otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a


merced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado.
Me refiero al conjunto de la creación. Los seres humanos no somos
meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas. Por nues-
tra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos
rodea que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno,
y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación.
No dejemos que a nuestro paso queden signos de destrucción y de
muerte que afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones.
En este sentido, hago propio el bello y profético lamento que hace
varios años expresaron los Obispos de Filipinas: “Una increíble

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Javeriana
variedad de insectos vivían en el bosque y estaban ocupados con
todo tipo de tareas […]. Los pájaros volaban por el aire, sus plumas
brillantes y sus diferentes cantos añadían color y melodía al verde de
los bosques [...]. Dios quiso esta tierra para nosotros, sus criaturas
especiales, pero no para que pudiéramos destruirla y convertirla en
un páramo [...]. Después de una sola noche de lluvia, mira hacia los
ríos de marrón chocolate de tu localidad y recuerda que se llevan la
sangre viva de la tierra hacia el mar [...]. ¿Cómo van a poder nadar
los peces en alcantarillas como el río Pasig y tantos otros ríos que
hemos contaminado? ¿Quién ha convertido el maravilloso mundo
marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color?”
(Evangelii Gaudium, 215)5.

Hay también en Laudato si’ hay una novedad de estilo que no quisiera dejar
pasar por alto. Se trata de uno de esos textos que fácilmente se leen “de corri-
do”, no sólo porque no es un texto muy largo (tampoco es muy corto: casi
250 parágrafos), sino porque su lectura nos atrapa. Entre otras cosas, porque
no siente uno en ningún momento que está leyendo un documento de carác-
ter fundamentalmente doctrinal, como en cierto modo es una encíclica, sino
una reflexión personal que es fruto de una meditación prolongada y de un
estudio minucioso. Se trata de un texto que es a la vez sencillo y profundo.
En ello resulta diferente de otras encíclicas, escritas en un lenguaje teológico
complejo y un tono retórico y grandilocuente; aquí no hay, por ejemplo, nada
del “Nos” solemne que utilizaban otros Papas, ni la insistencia una y otra vez
en el legítimo magisterio de la Iglesia. Hay, en cambio, una voluntad de diálo-
go con otras culturas y otras tradiciones religiosas y, sobre todo, un llamado
a un desarrollo integral y sostenible y una invitación a la esperanza en medio
del caos (Cfr. ls, 13 y 14).

El tono de la encíclica es más personal que doctrinal. Ignoro quiénes más


pudieron colaborar en su redacción; sin embargo, lo que percibí de forma
constante a medida que la iba leyendo era que me estaba hablando una
persona concreta: el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. El
texto tiene una unidad de estilo y tiene un estilo propio: es sencillo y directo,
está construido con argumentos sintéticos y bien elaborados; ningún párrafo
es ni demasiado largo ni demasiado corto; el texto posee una unidad y una
estructura que se puede percibir con claridad tanto al mirar el índice como
al hacer su lectura continua. Tuve la suerte, además, de leer la Encíclica al

3. Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, del Santo Padre Francisco a los Obispos, a los Presbíteros y diáconos; a las personas con-
sagradas y a los fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/
apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html. El subrayado del pasaje es del autor del
presente artículo. Lo hace para destacar que, como lo señala Austen Ivereigh en su libro ya citado sobre el Papa Francisco (p. 289), en enero
de 2014, esta frase se grabó en una placa, que se puso en el Biopark de Roma junto a una imagen del Papa en la Plaza de San Pedro con un
loro entre las manos abiertas.

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Javeriana
mismo tiempo que leía también el excelente libro de Austen Ivereigh sobre
el Papa Francisco, y tuve la sensación de que era un mismo personaje el que
me describía el libro y el que yo mismo descubría a través de sus palabras6.

Pero hay también en la encíclica del Papa Francisco algunas, y muy importan-
tes, novedades que quisiera destacar a continuación. Me referiré a cuatro en
particular, entre muchas otras, que suscitaron especialmente mi entusiasmo y
reflexión a medida que leía el texto: (1) la superación del antropocentrismo y
la búsqueda de una ecología integral; (2) el reconocimiento de la espiritualidad
de la materia, en oposición tanto al dualismo como al consumismo; (3) la
inauguración de un discurso ecológico basado en la tradición viva de la Igle-
sia, más que en la proclamación de “derechos”; y (4) su espíritu ecuménico
y multicultural.

La superación del antropocentrismo y la búsqueda


de una ecología integral
Aquí está, sin duda, el núcleo fundamental del mensaje del Papa Francisco:
la crisis ecológica tiene una raíz humana que es preciso desentrañar para
dar paso a una nueva ecología; una ecología que integre en sí los problemas
ambientales, sociales, económicos y culturales en orden a una mejor convi-
vencia en la vida cotidiana, una sociedad en donde prime el bien común y una
justicia que piense en el mundo que queremos dejar a las nuevas generaciones.
En tal sentido, los capítulos tercero (“Raíz humana de la crisis ecológica”) y
cuarto (“Una ecología integral”) exponen los principios más fundamentales
del pensamiento del Papa en torno a los temas ecológicos y constituyen
aquellos puntos centrales en torno a los cuales es posible lograr un consenso
con los creyentes de otras confesiones y, en general, con todos aquellos que
buscan una salida integral para la crisis ecológica que nos aqueja.

No puedo, desde luego, entrar en el detalle de todos los asuntos que son
tratados en estos capítulos. Tampoco, además, es la intención de este artículo
la de sustituir la lectura personal y reflexiva que cada uno puede hacer del
texto papal. Quiero sólo destacar aquí un asunto fundamental: el del cambio
de paradigma a que se nos invita en orden a pensar la relación que los hom-
bres tenemos con la naturaleza. Según el Papa, a la base de la crisis ecológica
se encuentra un paradigma de dominio: la idea de que al hombre corresponde
“dominar” la naturaleza, como si a ésta se le debiera entender a la manera
de un enemigo que se nos opone o nos asalta. Si bien es cierto que hay fuer-
6. No hay duda que las encíclicas son en buena parte obras colectivas y que sería difícil afirmar que un Papa escribió cada párrafo de uno de estos
textos. Por otra parte, la pretensión del Papa no es la de pasar por un gran científico (en esto, como en otras cosas, seguramente consultará a
muchas personas y recibirá aportes de todo tipo). Lo que quiero destacar, sin embargo, es que, si se compara el texto de la encíclica con escritos
previos del Papa, como algunos de los citados por Ivereigh, hay pasajes en donde se pueden encontrar no sólo coincidencias, sino frases y formas
de expresión que ya eran muy propias del Cardenal Bergoglio.

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Javeriana
zas naturales que siempre hemos experimentado como más poderosas que
nosotros mismos y que no nos resulta fácil someter a control (pensemos, por
ejemplo, en las fuerzas que se desatan en las tragedias naturales, como los
terremotos o los tsunamis), no se sigue de allí que el hombre deba percibir
a la naturaleza como su enemiga o que su tarea sea someterla a su dominio
o ponerla a su servicio; y muchos menos que la veamos como una especie
de depósito de materiales o de despensa de alimentos que debemos expoliar
tanto y tan pronto como nos sea posible. Este paradigma de dominio es fruto
de una visión del mundo antropocéntrica propia del mundo y el pensamiento
modernos; y dicho antropocentrismo es fruto de la ruptura entre el Creador,
la creación y las criaturas que nos relata el libro del Génesis. Así lo interpreta
el Papa Francisco:

Los relatos de la creación en el libro del Génesis contienen, en su


lenguaje simbólico y narrativo, profundas enseñanzas sobre la exis-
tencia humana y su realidad histórica. Estas narraciones sugieren
que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales
estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y
con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto,
no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura
es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo
creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios,
negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho
desnaturalizó también el mandato de “dominar” la tierra (cf. Gn.
1,28) y de “labrarla y cuidarla” (cf. Gn. 2,15). Como resultado, la rela-
ción originariamente armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se
transformó en un conflicto (cf. Gn. 3,17-19). […] (ls, 66).

El Papa Francisco se opone radicalmente a este paradigma de dominio.


Por ello afirma de forma explícita que la afirmación según la cual el relato
del Génesis en que se nos invita a dominar la tierra es una justificación de
la explotación salvaje de la naturaleza es simplemente una interpretación
incorrecta del mensaje bíblico que debe ser superada; y que, en contra de la
globalización de este paradigma tecnocrático, es preciso poner a funcionar un
nuevo paradigma: el del cuidado del mundo entendido como una “casa común” (Cfr. ls,
65-75). Atendamos nuevamente a sus palabras:

Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado inco-


rrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del
hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar
la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas.
Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una her-
menéutica adecuada, y recordar que nos invitan a “labrar y cuidar” el

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jardín del mundo (cf. Gn. 2,15). Mientras “labrar” significa cultivar,
arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guar-
dar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable
entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad puede tomar
de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero
también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de
su fertilidad para las generaciones futuras.

[…] la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se


desentienda de las demás criaturas (ls, 67 y 68).

De esta manera, el Papa Francisco nos invita en primer lugar, basado en los
textos bíblicos y en la doctrina oficial de la Iglesia, a superar eso que llama
“un antropocentrismo despótico” que es indiferente al destino de las diver-
sas criaturas y que sólo valora la tierra y sus diversos frutos por su valor de
cambio. En contraposición a ello, nos invita a la búsqueda de una ecología
integral en la cual todas las criaturas están en estrecha relación y deben ser
objeto de cuidado por parte del hombre; ecología integral que encuentra su
base en una noción de la creación divina que, además de ser perfectamente
compatible con las preocupaciones ecológicas actuales, implica un compro-
miso ineludible con la búsqueda de la justicia social.

El reconocimiento de la espiritualidad de la materia,


en oposición tanto al dualismo como al consumismo
En su encíclica, el Papa Francisco evita un ecologismo a ultranza, pues no
pretende dar a la naturaleza una sacralidad que no tiene, como evita también
reducir el universo a mera causalidad mecánica. El punto de partida para
pensar los problemas ecológicos es, para los hombres de fe, el hecho de la
creación del universo por parte de un Dios Creador. Y la creación es, desde
esta perspectiva, un misterio que se va develando poco a poco y que nunca se
nos revela de una sola vez o de forma definitiva, pues se trata de un misterio
de amor en que “cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un
lugar en el mundo” (ls, 77), pero en el cual también los hombres colaboramos
a través del cuidado de todas las criaturas. “Un retorno a la naturaleza –agrega
el Papa Francisco– no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del
ser humano, que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capa-
cidades para protegerlo y desarrollar sus potencialidades. Si reconocemos el
valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el
Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del
progreso material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien
Dios le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo
deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder” (ls, 78).

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Javeriana
En esta manera de entender la creación se hace posible reconocer lo que,
parafraseando a Teilhard de Chardin en su bellísimo “Himno a la materia”,
podríamos llamar la “espiritualidad de la materia”. Se trata ante todo de
comprender que materia y espíritu no son dos principios opuestos o contra-
dictorios entre sí, sino que, por una parte, la realización de toda vida espiritual
requiere de un soporte material; y, por la otra, toda realización material es una
expresión del Espíritu. Esto es algo, por cierto, que está en la entraña misma
de la tradición judeo-cristiana, donde la creación de un universo material es
la expresión del amor divino y donde los creyentes alaban a Dios, entre otras
cosas, porque les ha proveído –a través de las montañas y los ríos, el aire y
el agua, las especies vegetales y animales– de condiciones para su existencia
física. El Papa Francisco es capaz de decir esto en un lenguaje y estilo propios,
muy semejantes a los que usaba años atrás en las barriadas de Buenos Aires:

Cuando insistimos en decir que el ser humano es imagen de Dios, eso no


debería llevarnos a olvidar que cada criatura tiene una función y ninguna es
superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su
desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es
caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desa-
rrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo,
y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace
mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba
junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuel-
ve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad (ls, 84).

Esta manera de concebir el universo tiene múltiples implicaciones. Señalaré


sólo las que considero más esenciales. En primer lugar, nos invita a mirar
la diversidad de las criaturas en sus múltiples interrelaciones. Como bien lo
señala el numeral 340 del Catecismo de la Iglesia Católica, en un pasaje que cita
el propio Papa Francisco: “La interdependencia de las criaturas es querida
por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las
innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura
se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para
complementarse y servirse mutuamente” (ls, 86).

En segundo término, rompe con todas las visiones dualistas que oponen
y dividen materia y espíritu, con todas las indeseables consecuencias que
ello ha tenido en la historia de la humanidad. Nada de concebir el universo
como el escenario de una lucha entre el Bien y el Mal, encarnados en figuras
particulares de acuerdo con los intereses de turno. Nada de condenas por
el disfrute gozoso de los bienes materiales o de exaltación a ultranza de “lo
espiritual” en contraposición a las condiciones materiales que hacen posible
la realización de toda obra humana. Respeto, eso sí –y, sobre todo, cuidado–,

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Javeriana
para hacer un uso de los bienes que nos proporciona la creación que respete
los ciclos naturales y garantice el disfrute de esos mismos bienes para gene-
raciones futuras.

En tercer lugar –y este es tal vez uno de los puntos en que el mensaje del Papa
se hace más insistente–, una crítica al consumismo desbordado de la sociedad
contemporánea. Es innegable que la causa última de la crisis ecológica está
en la demanda irracional y desbordada de bienes y materiales propia de la
sociedad en que vivimos. Detrás de cada desastre ambiental (la desaparición
de un bosque, la extinción de una especie animal, la escasez de un recurso
vital como el agua o el aire) hay un afán de alguien por incrementar, más allá
de ciertos límites naturales, su afán desmedido de producción y de consumo.
Ya en el parágrafo 22 de la encíclica que venimos comentando, el Papa Fran-
cisco había hecho una fuerte crítica de la “cultura del descarte” que lleva a que
muchas cosas rápidamente se conviertan en basura, e incluso ponía ejemplos
específicos, como el del desperdicio de papel y la poca disposición para el
reciclaje. Este asunto del consumismo es un tema sobre el que el Papa Fran-
cisco vuelve una y otra vez a lo largo de su escrito, pero que aquí no podre-
mos analizar en detalle. Baste con señalar que, cuando –en el último capítulo
de la encíclica– empieza a elaborar algunos lineamientos para una educación
y una espiritualidad ecológicas, hace un llamado a “apostar por otro estilo de
vida”, menos centrado en el consumismo obsesivo y más claramente orien-
tado hacia los fines de la autorrealización humana, y no tanto hacia la simple
producción de medios de satisfacción7. Veamos lo que allí nos dice:

Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista com-


pulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas
en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumis-
mo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico.
Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano “acepta
los objetos y las formas de vida tal como le son impuestos por la pla-
nificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo,
actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado”.
Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una
supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen
la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder econó-
mico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no
encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla,
y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados
medios para unos escasos y raquíticos fines (ls, 203).

7. Parece oírse en el pasaje del Papa Francisco que cito a continuación un interesante eco de la caracterización que de nuestra época hiciera el
filósofo y teólogo francés Paul Ricoeur cuando dijo que la nuestra es “una era de abundancia de medios, pero de carencia de fines”.

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Javeriana
La inauguración de un discurso ecológico basado
en la tradición viva de la Iglesia, más que en la
proclamación de derechos

Una de las grandes conquistas de la cultura y el pensamiento modernos,


especialmente a partir del siglo xviii, fue la noción de derechos. A lo largo
de todo este período se han reconocido a los individuos derechos que son
inalienables, por ejemplo, a la vida, a la libertad, a la educación, a la libre
expresión del pensamiento, etc. Contamos incluso con diversas declaracio-
nes universales de derechos y la gran mayoría de las constituciones políticas
de los más diversos países no sólo reconocen estos derechos, sino que
buscan implementar mecanismos para su cumplimiento efectivo y para que
el ciudadano pueda reclamarlos de forma expedita cuando éstos le sean
conculcados. Desde luego, no sólo hay derechos; también hay deberes, y
todo buen ciudadano tiene en cuenta tanto los unos como los otros. Pero
este no es el problema que pretendo plantear, sino, más bien, la tendencia
cada vez más marcada en la sociedad contemporánea a convertir en dere-
chos lo que muchas veces no es más que una tendencia, un deseo o incluso
un capricho individual; y, sobre todo, a atribuir derechos a todo lo habido y
por haber: derechos de los animales, derechos de la tierra y hasta derechos
de los árboles.

No dudo de la buena fe de quienes luchan por estos supuestos derechos, y


hasta puedo aceptar que la polémica por ellos planteada pueda ser legítima en
algunos casos; creo, sin embargo, que la atribución de derechos a individuos
no humanos no sólo es teóricamente discutible, sino prácticamente inútil. No
es necesario recurrir a la noción de derechos de los animales, los árboles o la
tierra para justificar la necesidad apremiante de cuidar de ellos o para afirmar
la responsabilidad que nos corresponde a todos (al Estado, a los ciudada-
nos, a las organizaciones, a la propia Iglesia) en su adecuada preservación y
desarrollo. No es necesario tampoco apelar a derechos para comprender que
principios muy fundamentales de la vida humana están en juego, y en serio
peligro, en los daños que a diario infligimos a la naturaleza.

En tal sentido, me parece que el Papa Francisco –como autoridad moral y


espiritual máxima de la Iglesia Católica y como líder internacional de alta
credibilidad– acierta plenamente cuando, al denunciar muchos de los abusos
que cometemos contra “nuestra casa común” y al invitar al cuidado de ella,
no recurre para justificar su llamado a la noción individualista, o incluso
social, de los derechos, sino a la tradición viva de la Iglesia y, de un modo
especial, a aquel que, como ningún otro en la historia de la humanidad, fue
“el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología

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Javeriana
integral, vivida con alegría y autenticidad” (ls, 10): San Francisco de Asís. Más
que unos principios rígidos o unos derechos incontestables, el Papa recurre a
un modelo que resulta motivador para todos, como le ha resultado inspirador
a él mismo desde siempre y con especial fuerza al escoger su nombre al ser
nombrado Papa. De San Francisco nos dice el Papa: “Es el santo patrono de
todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por
muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la
creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado
por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un
peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios,
con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué
punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los
pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (ls, 10). Los pasajes
que dedica a San Francisco de Asís (10-12) y aquellos en que da cuenta del
carácter de su llamado al cuidado de nuestra casa común (13-16) son tal vez
los más reveladores del espíritu en el que fue escrita la Encíclica.

No pretendo afirmar de forma alguna que al Papa Francisco no le interesen


los derechos tal como hoy los entendemos, o que pretenda desconocerlos.
De ningún modo. De hecho, cuando se trata de establecer derechos (que se
refieren al disfrute de los bienes naturales por parte de las personas), el Papa
no tiene ninguna duda en que hay derechos que deben ser proclamados y
defendidos, como lo hace cuando se refiere al derecho al agua potable por
parte de las comunidades más pobres: “el acceso al agua potable y segura es
un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la
sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de
los demás derechos humanos” (ls, 30).

Lo que quiero subrayar, más bien, es que, en su modo de argumentar, el Papa


Francisco prefiere recurrir más que a los derechos (que siempre tienen el
carácter de un principio abstracto) a modelos y ejemplos que son más con-
cretos, como el de San Francisco, que resultan mucho más vivos y mucho más
cercanos para los fieles, que pueden ser reconocidos por todos y que pueden
resultar inspiradores incluso para los no creyentes.

Tampoco pretendo afirmar, desde luego, que el Papa se limite en su encíclica


a hacer exhortaciones o llamados de buena voluntad, o simplemente a ofrecer
“ejemplos inspiradores”. En su discurso hay posiciones doctrinales y pasto-
rales de mucho peso, pues no teme señalar las implicaciones concretas –en
términos, por ejemplo, de obligaciones morales– que se siguen de la teología
de la creación que elabora en el segundo capítulo de su encíclica, como
tampoco duda en hacer una severa crítica del consumismo o el relativismo
contemporáneos.

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revista

Javeriana
El espíritu ecuménico y multicultural
Aunque este es un asunto al que ya me referí preliminarmente, al comienzo
de este artículo, no quisiera dejar de subrayar el espíritu ecuménico y multi-
cultural de la encíclica Laudato si’.

Aunque, como todas las encíclicas papales comienza por recordar el magiste-
rio de los Papas precedentes, nos recuerda el ejemplo de los santos católicos
(en este caso, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Lisieux y San Juan de
la Cruz) y concluye con una invocación a la Virgen María y una oración por
la tierra y la creación; en esta ocasión son múltiples las voces de todo tipo de
las que el Papa se deja interpelar: no sólo las enseñanzas de otros Papas, sino
las voces de las conferencias episcopales de muy diversas partes del mundo, o
declaraciones de los estadistas (como la “Declaración de Rio sobre el medio
ambiente y el desarrollo”), sin dejar de lado lo que se puede aprender de otras
culturas y otras tradiciones religiosas.

Tal vez lo que valga la pena subrayar por encima de todo sea este hecho
fundamental: que el Papa aproveche la autoridad moral y espiritual que le
confiere su condición de Sumo Pontífice no para imponer una doctrina
única sobre un asunto fundamental (y, con ello, condenar todo lo que le sea
contrario), sino para abrir un diálogo con todos (creyentes de distintas confe-
siones, e incluso no creyentes) sobre algo que a todos nos afecta: el cuidado
de nuestra casa común. Para dirigirse a todos, y para dialogar con todos los
hombres de buena voluntad, no es preciso deshacerse de sus propias creen-
cias, y mucho menos renunciar a su condición de líder de la Iglesia Católica,
sino simplemente ser capaz de reconocer que, para comprender con hondura
los problemas contemporáneos, es necesaria una perspectiva multicultural e
interreligiosa en la cual diversas aproximaciones a la realidad, como las que
expresan la ciencia, la religión y la filosofía pueden desarrollar un diálogo
inteligente y productivo.

Para el católico, la luz que ofrece la fe no es incompatible con la investigación


exhaustiva y la reflexión serena y profunda. Dice el Papa Francisco:

Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múl-


tiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden
llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad.
También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los
pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad. Si
de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar
todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y
ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la reli-

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Javeriana
giosa con su propio lenguaje. Además, la Iglesia Católica está abierta
al diálogo con el pensamiento filosófico, y eso le permite producir
diversas síntesis entre la fe y la razón. […].

Por otra parte, si bien esta encíclica se abre a un diálogo con todos,
para buscar juntos caminos de liberación, quiero mostrar desde el
comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en
parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado
de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles. Si el solo
hecho de ser humanos mueve a las personas a cuidar el ambiente del
cual forman parte, “los cristianos, en particular, descubren que su
cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la natura-
leza y el Creador, forman parte de su fe”. Por eso, es un bien para la
humanidad y para el mundo que los creyentes reconozcamos mejor
los compromisos ecológicos que brotan de nuestras convicciones (ls,
63-64).

Tal vez en esto último esté el mayor valor de esta encíclica: en que sea el
punto de partida para un diálogo abierto entre todos –independientemente
de la cultura o religión a la que pertenezcamos– en torno al futuro de nuestro
planeta, de esa casa común que todos habitamos, en orden a ofrecer a las
nuevas generaciones un universo más armónico y una relación con la natu-
raleza que nos resulte más sana y más enriquecedora que la que hasta ahora
hemos tenido .RJ

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Javeriana
Un texto red
Comunicación, cultura y tecnologías en la
Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco

Germán Rey*

C
uando un texto se construye como una red, su comprensión se torna
un ejercicio de interacciones rico y complejo. Esta idea la leí hace
años en “El Placer del texto”, de Roland Barthes1, refiriéndose a la
hifología: “Texto quiere decir tejido –escribió–, pero si hasta aquí se
ha tomado este tejido como un producto, un velo detrás del cual se
encuentra más o menos oculto el sentido (la verdad), nosotros acentuamos
ahora la idea generativa de que el texto se hace, se trabaja a través de un entre-
lazado perpetuo; perdido en ese tejido –esa textura– el sujeto se deshace en él
como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela.
Si amásemos los neologismos podríamos definir la teoría del texto como una
hifología (hifos: es el tejido y la tela de araña)”

La Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco permite múltiples conexiones,


porque se afianza en la convicción de “que todo el mundo está interconecta-
do”, pero también porque la metodología de su reflexión está atravesada por
algunos temas que “no se cierran ni abandonan, sino que son constantemente
replanteados y enriquecidos”. Hay, entonces, un conjunto de interconexiones
en el texto y una de las más estimulantes es la que relaciona la situación del
planeta con la comunicación, la cultura y las tecnologías.

* Profesor de la Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana.

1. Roland Barthes, El placer del texto, México: Siglo XXI Editores, séptima edición, 1993.

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Javeriana
De esta manera la Encíclica, más que pensamiento particular sobre los pro-
blemas medioambientales, es una gran oportunidad por revelar en qué inter-
secciones se ubica hoy la construcción del ser humano, la figuración nove-
dosa y desafiante de su dignidad. Una de las intersecciones más conflictivas
pero también más interesantes, no sólo en la investigación contemporánea
sino, sobre todo, las realidades más vivas de nuestro tiempo, es precisamente
esta de comunicación, cultura y tecnologías.

La comunicación como intercambio de sentidos experimentó un gran auge


en la época de los grandes medios, es decir, de la prensa escrita, la radio, la
industria editorial y la televisión. Su influencia puso en vilo a los sistemas
tradicionales de conocimiento, a la argumentación social, e inclusive a la
legitimidad ética. Entre otros motivos, porque los medios electrónicos –la
radio y la televisión– permitieron el acceso masivo de los no ilustrados a
la información y al entretenimiento, rompiendo de esa manera las asocia-
ciones entre escuela y conocimiento o entre religión y opinión. El avance
de las tecnologías, especialmente las de la información y la comunicación,
produjo un conjunto de fenómenos sociales y culturales que han replan-
teado el propio papel de los medios de comunicación. La industria de los
medios tradicionales se está reformulando a profundidad y algunos de ellos
han vivido en los últimos años crisis muy profundas de sus modelos de
negocio, de sus posibilidades de expansión y lo que es aún más grave, de
la aceptación por parte de audiencias que desertan y se dirigen hacia otras
formas de comunicación. En el fondo, lo que se está produciendo es un
cataclismo cultural de enormes magnitudes. Los datos de las encuestas de
cultura digital de Colombia, realizadas por el Ministerio de Tecnologías de
la Información y la Comunicación, confirman un giro radical y definitivo:
del ecosistema2 mediático del pasado, se ha pasado al ecosistema digital, una
versión del llamado ecosistema comunicativo. Este giro tiene implicaciones
económicas (transformación de la industria, nuevos nichos de rentabilidad
económica, generación de empleo, necesidades de formación), políticas
(desplazamiento paulatino del poder de los medios a un poder digital,
necesidad de nuevas políticas para la promoción, por ejemplo, del sector de
contenidos, discusiones sociales sobre los derechos de autor y propiedad
intelectual en internet, tensiones entre software libre y software propietario,
políticas comunicativas más allá de la conectividad, democracia y gobernan-
za digital, ciudadanías digitales), sociales (brecha digital, infocomunicados,
diferencias de acceso y apropiación por sectores sociales, educación y nivel
socio económico, tamaño de las ciudades, hándicap de la participación
digital rural, relaciones de las nuevas tecnologías (nt) con la educación) y

2. El concepto de “ecosistema” apareció originalmente en la biología y la ecología pero fue adoptado por los estudios de la comunicación para
referirse a un sistema de interacciones entre medios, redes, procesos y sujetos, que dan lugar a una compleja estructura de relaciones humanas
y simbólicas que tienen como propósito fundamental la comunicación.

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culturales (culturas juveniles y nuevas tecnologías, relación de bienes y ser-
vicios culturales con nt, formas de la identidad y tecnologías, imaginarios,
memoria y tecnologías).

“El neologismo de cibercultura –escribe Pierre Levy3– designa el conjunto


de las técnicas (materiales e intelectuales), de las prácticas, de las actitudes, de
los modos de pensamiento y de los valores que se desarrollan conjuntamen-
te en el crecimiento del ciberespacio”. El equipamiento tecnológico de las
personas, los hogares o las instituciones, es tan solo una parte de la cultura
digital, que no es tanto el conjunto de los aparatos que se tiene, sino lo que
hace la gente con ellos, es decir, las diversas relaciones y sentidos que crea
con dicho equipamiento. No hay una separación tajante entre equipamiento
y cultura. Los objetos tecnológicos, desde el teléfono celular hasta la consola
de videojuegos ya son cultura, en la medida en que han precisado de procesos
de creación y diseño, cumplen con determinadas necesidades de las personas
y las sociedades, se interconectan y construyen relaciones, generan rituales de
uso y de apropiación, inciden en las rutinas de la vida cotidiana o replantean
los órdenes del poder. Un teléfono no es un teléfono, podríamos afirmar,
parodiando la famosa pintura de Magritte, “Ceci n’est pas une pipe”4. Porque
lo que no se puede confundir es equipamiento, conectividad o acceso con
la cultura digital, que es un fenómeno mucho más complejo y heterogéneo.

Desde las primeras páginas de la Encíclica se revelan los ejes que atraviesan
la reflexión: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta,
la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo
paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación
a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio
de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates
sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y
local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida”5.

¿Puede haber sabiduría en la nueva Babel informativa?


Hay un párrafo en que aparece con toda su contundencia la comprensión que
Francisco tiene de la comunicación y especialmente de su peso en las socie-
dades contemporáneas. Comienza mostrando el significado de la revolución
digital que se mueve en una atmósfera conceptual en la que prevalece la idea
de que las tecnologías son una gran invención humana que tiene profundas
repercusiones en la vida social y personal. Atrás quedaron las preocupaciones
3. Pierre Levy, Cibercultura. La cultura en la sociedad digital. Informe al Consejo de Europa, Barcelona: Anthropos Editorial, 2007, página 1.

4. Obra de Rene Magritte que forma parte de su serie “La traición de las imágenes” (1928-1929), analizada por Michel Foucault en un
famoso texto.

5. Laudato si’, 16.

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revista

Javeriana
papales por la incidencia de la industrialización clásica en la concepción del
trabajo o de la pobreza, porque el horizonte tecnológico se ha transformado
de manera expansiva y sobre todo arrolladora y porque su influencia en la
vida del ser humano atrae una parte de las discusiones más candentes de
nuestra época: aquellas que se refieren a la precariedad laboral junto a las
posibilidades de innovación, a la tecnologización de la vida cotidiana y las
distancias cada vez mayores que viven los pobres frente a los “inforricos”.
Un segundo elemento de la comprensión comunicativa de Francisco es el
sentido de la información y su relación con la sabiduría. Hoy se producen
ingentes cantidades de información que además circula en la red a tan solo
un paso del acceso generalizado de la gente. Basta un click para ingresar en un
mundo de portales, blogs, redes sociales. Pero la pregunta sobre el sentido de
esta sociedad informatizada o sociedad-red como la llamó Manuel Castells, va
más allá del acceso o de la circulación informativa. Tiene que ver con asuntos
que plantea Francisco como la relación de la “rapidación”6 y el deterioro de
la vida humana, la posibilidad de diálogo, la contaminación y los “ruidos dis-
persivos”. Todas estas ideas están conectadas. Porque si algo se ha criticado
en internet es su condición babélica, su ritmo frenético y la exagerada depen-
dencia de la información. “A esto se agregan las dinámicas de los medios del
mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el
desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad,
de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto,
correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la
información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan
en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su
riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del
diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una
mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una
especie de contaminación mental”7. Esta reflexión me hace recordar el final
del discurso de Roland Barthes en el College de France: “Quizás ahora arriba
la edad de otra experiencia: la de desaprender, de dejar trabajar a la recompo-
sición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes,
de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia creo
que tiene un nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin
complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia, ningún poder,
un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor”8.

6. “A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso
que algunos llaman «rapidación». Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le
imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos de ese cambio veloz y
constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral”. (Laudatio. 18).

7. Laudato si’, 47

8. Roland Barthes, Lección Inaugural, México: Siglo xxi Editores, página 150.

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Javeriana
El contraste entre entorno digital y sabiduría es por lo menos problemático.
¿Puede ser sabia la red? ¿Hay sabiduría en ese volumen gigantesco de infor-
mación? La pretensión de la web no es ser sabio que se ve más como un
modo de relación, de tiempo pausado, de profundidad, de experiencia vital,
no solo frente al conocimiento sino a otras expresiones de la vida. Otra cosa
es estar informado.

“Los medios actuales –escribe Francisco– permiten que nos comuniquemos


y que compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también
nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con
la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal. Por eso
no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos
productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las
relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento”.9

La idea papal de comunicación va unida a la de desarrollo cultural, un con-


cepto que ha generado grandes debates en la literatura antropológica.10 Esta
articulación entre comunicación y cultura ha sido uno de los aportes de la
investigación comunicológica latinoamericana. En cuanto desprende, por una
parte, a la comunicación de su asimilación con los medios, y por otra, la vin-
cula con los procesos de creación, circulación y apropiación de significados.

Al centro mismo de la cultura, la comunicación además de ser uno de sus


procesos claves, es uno de los escenarios contemporáneos del dinamismo de
las culturas. Proceso clave porque las culturas son no en tanto se aíslan, como
en cuanto entran en relación con otras culturas. La cultura es una red de sig-
nificados que merece ser descifrada, escribió en un libro ya clásico, Clifford
Geertz,11 cuando se refirió a una comprensión densa de la cultura, entendida
además como documento público, que está escrito no con las grafías tradi-
cionales, “sino con comportamientos volátiles”.

Pero la cultura también es escenario. A tal punto que la idea de globaliza-


ción, o mejor, de “mundialización”, como la define el investigador brasileño
Renato Ortiz, está estrechamente asociada a la cultura, que transita por el
cine, la televisión, los nuevos medios y las tecnologías. Escenario además de
conflictos, tensiones y diferencias. Por eso en la reflexión papal aparecen lo
contracultural del modelo hegemónico de la tecnocracia, la ecología cultural,
la homogenización de la cultura y el significado de las culturas locales.

9. Laudato si’, 47.

10. Véanse los análisis que propone en varias de sus obras Arturo Escobar.

11. La interpretación de la cultura, Barcelona: Gedisa,

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Javeriana
El gran predominio del paradigma tecnocrático lleva al Papa a encontrar una
serie de fisuras, de grietas, por las que se insinúan otras formas de vida, otras
opciones de convivencia, “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”.
“¿Será –se pregunta– una promesa permanente, a pesar de todo, brotando
como una empecinada resistencia de lo auténtico?”.12

“Hoy el paradigma tecnocrático –se lee en la Encíclica– se ha vuelto tan


dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía
es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. Se volvió contracultural elegir
un estilo de vida con objetivos que puedan ser al menos en parte indepen-
dientes de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador.
De hecho, la técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de
su férrea lógica, y «el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta
no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en
el sentido más extremo de la palabra». Por eso «intenta controlar tanto los
elementos de la naturaleza como los de la existencia humana». La capacidad
de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa
de los individuos se ven reducidos”.

La ecología cultural se refiere, en la Encíclica, a una importante tradición de


pensamiento que une, de manera estrecha e interdependiente, la problemática
medioambiental con las dimensiones culturales del ser humano y los gru-
pos sociales. Esta unión ha traído repercusiones interesantes ya sea porque
replantea de otro modo la vieja distinción y relación entre naturaleza y cultura
o porque tiene implicaciones en discusiones globales y prácticas sobre la cul-
tura que han aparecido en el contexto mundial de la mano de los avances del
pensamiento y la acción medioambiental. En primer lugar, la relación natu-
raleza-cultura se dinamiza con la aparición de la segunda, porque el medio
ambiente no puede pensarse sin el mundo de significación que construye el
ser humano a través de su cultura; y en segundo lugar, porque algunos con-
ceptos de medición internacional de lo medioambiental se han empezado a
utilizar en el campo de la cultura. “Junto con el patrimonio natural –se lee
en la Encíclica– hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente
amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para
construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciu-
dades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable
vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar,
manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el
cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio.
De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la
hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo

12. Laudato si’, 112.

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Javeriana
en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura
no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en
su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de
repensar la relación del ser humano con el ambiente”.13

La crítica a la homogenización cultural que se plantea en el texto papal está


unida a dos conceptos de gran importancia: el de diversidad y el de cultura
local. La diversidad –medioambiental y cultural– es uno de los temas de la
agenda mundial. En el 2005, una Convención de la unesco se dedicó preci-
samente al análisis de la diversidad de las expresiones culturales en el mundo.
Desde entonces se ha agravado aún más el panorama de los ataques contra
la diversidad: están los fundamentalismos que se oponen al pluralismo, la
desprotección de pueblos y grupos étnicos perseguidos sistemáticamente por
diferentes hegemonías y las inmensas diásporas que huyen de la guerra y a la
vez se encuentran cercados –en el sentido simbólico y físico– por los muros
de la discriminación.

Pero a la vez crece la valoración de la importancia de las culturas locales que


se autoafirman, luchan por autonomías territoriales y ganan espacios de par-
ticipación donde antes había invisibilidad social. Después de la Constitución
de 1991, las comunidades indígenas y afrocolombianas han aumentado su
incidencia en la orientación de los grandes proyectos, que como los de la
minería, tienen implicaciones en sus proyectos de vida, la convivencia y las
condiciones ambientales de sus territorios. Una política cultural colombiana
ha empezado a preocuparse por la conservación y el desarrollo de la diver-
sidad etnolingüística en un país que tiene la riqueza de poseer 64 lenguas
americanas nativas, dos lenguas creoles, una lengua rom y el español.

“La visión consumista del ser humano –dice la Encíclica– alentada por los
engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las
culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la
humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de
normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la
complejidad de las problemáticas locales, que requieren la intervención acti-
va de los habitantes. Los nuevos procesos que se van gestando no siempre
pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que
deben partir de la misma cultura local. Así como la vida y el mundo son
dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico. Las soluciones
meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden
a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la perspectiva de
los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de

13. Laudato si’, 143.

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Javeriana
un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural
y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde
su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse,
sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios
de cada grupo humano”.14

No cabe duda que el Papa Francisco tiene una presencia reconocida en el


ámbito mundial. Su Encíclica es una voz muy importante como reflexión
y sobre todo como invitación a la acción. Como reflexión estamos ante un
texto-red, con una cantidad de hilos discursivos que se entrecruzan e inter-
conectan. Como invitación a la acción propone un conjunto de caminos que
van desde el ámbito de lo personal, hasta aquellas decisiones radicales que le
competen a toda la humanidad .RJ

14. Laudato si’, 144.

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Javeriana
Una lectura de la
Encíclica Papal desde la
Economía Ecológica:
una defensa de la interdisciplinariedad y el
pluralismo en la enseñanza de la Economía
Martín Bermúdez Urdaneta*
Duygu Avcı**

A
ntes de presentar nuestras perspectivas sobre la Encíclica Papal Lau-
dato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común,
quisiéramos mencionar que lo hacemos desde el espacio compartido
en la Javeriana, pero a partir de contextos culturales y posiciones
espirituales diferentes al catolicismo: Martín es agnóstico en una
Colombia predominantemente católica, mientras que Duygu se reconoce
a sí misma como atea habiendo crecido en Turquía, país mayoritariamente
musulmán. En este sentido, la invitación del Papa Francisco I en la Encíclica
a tener un diálogo ecuménico dentro de la tradición cristiana, y a abordar la
actual situación ambiental global desde la apertura interreligiosa, encaja per-
fectamente con la diversidad de nuestros puntos de vista.

Similarmente, compartimos una perspectiva respetuosa de estudio, uso y


cuidado de la naturaleza, y desde la curiosidad académica y la admiración
humanista, sentimos un alto grado de espiritualidad hacia ella. Por ello,
simpatizamos de entrada con el tono ambientalista de la Encíclica Papal, y
especialmente nos reconforta ver el humanismo que la impregna al enfatizar a
lo largo de todo el documento en la necesidad de pensar simultáneamente los
problemas ambientales como problemas sociales, con un enfoque prioritario
hacia los pobres, marginados y excluidos del mundo.

* Economista, magíster en Economía Ambiental y en Estudios del Desarrollo. Profesor de Economía Ecológica, Facultad de Estudios Ambien-
tales y Rurales, Pontificia Universidad Javeriana.

** Economista, Socióloga y magíster en Economía de Turquía. Profesora de Principios de Economía, Departamento de Economía, Pontificia
Universidad Javeriana.

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Javeriana
Respondemos a la comunicación del Papa desde nuestra formación como
economistas, reconociendo el imperativo académico de incorporar conoci-
mientos más holísticos, complejos e integrales tanto en nuestras investigacio-
nes, como en nuestro trabajo de enseñanza de la Economía. En este artículo
examinamos la importancia de este mensaje para desafiar educativamente la
enseñanza de la ciencia económica, destacando la propuesta interdisciplinaria
de la Economía Ecológica como enfoque alternativo.

La Encíclica y la ciencia económica:


una crítica implícita y un desafío explícito
La palabra “encíclica” es abarcadora e incluyente para iniciar apropiadamente
una conversación global, siendo la expresión “conversación” como “dar vuel-
tas con otros”, o “vivir juntos en asuntos comunes”. En cuanto a conexiones
etimológicas, hay que anotar que la expresión griega oikos para “casa” está en
la palabra ecuménico tanto como en ecología (el conocimiento o estudio de la
casa) y en economía (el manejo o administración de la casa). Así que el Papa
nos ha puesto a economistas, ecólogos, científicos y teólogos a versar sobre
el medio ambiente, siendo el tema tan apasionante y atractivo; que el Papa
mismo nos llama convincentemente a “reconocer la grandeza, la urgencia y
la hermosura del desafío que se nos presenta” [15].

Si bien el Papa no menciona a la ciencia económica como parte activa de la


problemática situación social y ambiental que describe, la constante mención
negativa sobre el sistema industrial, sobre las finanzas y los mercados, y sobre
el saber tecnoeconómico, deja ver una sospecha hacia esta ciencia como una
apropiada forma de comprensión de las causas de la situación actual, así
como su aparente desconexión con los grupos humanos más necesitados por
el énfasis que pone en el crecimiento y la eficiencia. “Por eso el ser humano
y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar
enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito
o ilimitado que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólo-
gos” [106]. Como profesores lo entendemos, primero, como una crítica a la
Economía, especialmente si se enfatiza su cercanía histórica con los poderes
políticos y económicos; y, segundo, como una invitación a promover enfo-
ques alternativos en su enseñanza.

La ciencia que hoy conocemos escuetamente como Economía (Economics)


ha surgido lentamente en los últimos 250 años del que alguna vez fue un
sub-campo de la administración pública denominado Economía Política. A
medida que maduró dentro del paradigma de las ciencias modernas del siglo
xix, se fue confundiendo peligrosamente la distinción entre lo económico de

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Javeriana
lo político con la separación entre ambas esferas en la búsqueda de explica-
ciones de un sistema económico que pudiera autorregularse sin requerir de la
intervención del Estado. Si algo fue perdiendo la ciencia económica en este
proceso fue su capacidad de contextualizarse histórica y geográficamente
para explicar el proceso de desarrollo capitalista, siendo justamente este
cambio analítico el que la desconectó de las problemáticas ambientales y sus
socialmente desiguales consecuencias.

Cuando el Papa Francisco acusa al paradigma tecnoeconómico [109 y 123]


por su confianza en la autorregulación de los mercados y su relativismo frente
a los daños sociales y económicos, va más allá de criticar a las teorías econó-
micas, para denunciar la realización en el mundo empresarial y político del
control de las vidas y de los entornos naturales por medio de ideologías que
han reemplazado el valor de la solidaridad humana y de integralidad ambien-
tal, por la maximización de beneficios y las prácticas productivistas. Es en este
punto que relacionamos su mensaje con los debates internacionales recientes
sobre una revolución en la enseñanza económica (isipe, 2014). Esta petición
estudiantil, apoyada por numerosos profesores, critica la extrema estrechez
y escasez de diversidad teórica en la pedagogía de la Economía, solicita un
mayor pluralismo metodológico, una mejor disposición crítica y democrática,
y marcos de pensamiento más incluyentes y comprehensivos.

La Encíclica y la Economía Ecológica:


el imperativo ético y el desafío educativo
Leyendo la comunicación del Papa desde la Economía Ecológica, queremos
empezar por abordar primero el último capítulo (6) de la Encíclica, que
contiene un llamado por una reorientación del rumbo actual para alcanzar
una “conciencia común, una pertenencia mutua y un futuro compartido por
todos [lo cual representa] un desafío cultural, espiritual y educativo” [202].
Este último llamado es el más pertinente para la academia en cuanto a una
mayor y mejor “educación ambiental” para lograr una “ciudadanía ecológica”
[210-211].

Creemos que un cambio ético de esta naturaleza, permitirá una perspectiva


teórica menos atenta del individualismo humano y la competencia en los
mercados, hacia una que realce el valor de la solidaridad y la cooperación en
las sociedades. Así mismo, el tono de la Encíclica recuerda la insistencia de la
Economía Ecológica por una prioritaria preocupación por la equidad frente
a la eficiencia, es decir, por la distribución desigual de costos y beneficios
del desarrollo (Van der Bergh, 2001). Igualmente, es explícita la recomenda-
ción del Papa por agregar a estas preocupaciones éticas intrageneracionales

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Javeriana
(entre grupos sociales presentes hoy), la atención sobre la ética intergenera-
cional (entre las generaciones actuales y las futuras), y a una reflexión hacia
la escala del cambio frente a la herencia ambiental que teníamos antes del
auge actual del sistema industrial, todo lo cual es tema central de la Econo-
mía Ecológica.

En el capítulo 2, el Papa hace una exhortación de las Sagradas Escrituras


en clave ambiental, complementadas con cartas, comunicaciones y declara-
ciones propias de la Iglesia Católica, con un horizonte teológico suficiente-
mente amplio para la referencia explícita al trabajo del actual jerarca de la
Iglesia Ortodoxa Oriental, Patriarca Bartolomeo I, cuyo énfasis en asuntos
ambientalistas le ha valido el título de Papa Verde. Nuestros escasos cono-
cimientos de la doctrina de la Iglesia Católica nos impide hacer aportes a
esta discusión, pero sí nos pone en actitud reflexiva sobre por qué y para
qué la enseñanza de la Economía debe incluir unas perspectivas críticas
sobre algunas de las ideas doctrinarias y ortodoxas que han conquistado
su corpus teórico durante el siglo xx. En este sentido, su optimismo por
un crecimiento sostenido, la defensa de la soberanía del consumidor y
su obsesión general por la asignación óptima de recursos escasos ante
necesidades ilimitadas, contrastan con el llamado de propuestas críticas
y heterodoxas que como la Economía Ecológica hacen por priorizar el
desarrollo sustentable, la defensa de la satisfacción global de necesidades
básicas, y una preferencia particular por el mejoramiento de los grupos
humanos más necesitados.

Sin embargo, en este punto debe hacerse una anotación crítica a la Encíclica:
si bien sí hay menciones explícitas a algunas de las manifestaciones más cons-
picuas del capitalismo, como son la hegemonía de las finanzas, el consumis-
mo, y la cultura del descarte, no hay una sola mención explícita a éste, como
sí lo hay en un par de ocasiones al comunismo, el nazismo y otros regímenes
totalitarios [104]. Es entendible por supuesto, que la Encíclica no quiera caer
en sesgos para su divulgación y discusión posterior, pero se echa de menos
una posición más explícita contra el sistema económico (ver Klein, 2014)
cuya expansión y dominación sobre tantas vidas humanas y recursos natura-
les ha traído las consecuencias de las que prolijamente versa la Encíclica. En
todo caso, valga la oportunidad para citarla en una observación crítica que la
doctrina social de la Iglesia ha hecho sobre uno de los pilares del capitalismo:
“La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho
a la propiedad privada y subrayó la función social de la propiedad privada”
[93]. Y es que la privatización de bienes comunes como el medio ambiente
está en el fondo del problema que trata la Encíclica, e infortunadamente hace
parte de las recomendaciones típicas de la Economía convencional sobre la
naturaleza.

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Javeriana
La perspectiva compleja y la posición política
en la Encíclica
Los capítulos 1 y 3 de la Encíclica están íntimamente ligados si se trata de
propender por una mayor fluidez en el diálogo desde y hacia la ciencia eco-
nómica respecto a la evidencia de lo que está pasando a la casa común, y para
abordar el reto educativo implícito en su enseñanza. El primer capítulo de la
Encíclica expone una maravillosa amplitud de pensamiento y discernimiento
sobre evidencia científica de la situación ambiental actual, con intereses espe-
cíficos en la escala, presencia y peligrosidad de la contaminación, la urgencia
de enfrentar el cambio climático, y proteger recursos vitales como el agua, el
aire, el suelo y la diversidad biológica.

La Encíclica utiliza argumentos propios de la Economía Ecológica cuando


critica la confianza en análisis costo-beneficio, en la valoración reduccionis-
ta de bienes y servicios ambientales en términos monetarios, la insistencia
en la rentabilidad financiera como objetivo de las intervenciones humanas
sobre el entorno natural. Incluso, expone la relación directa entre la deuda
externa monetaria de los países subdesarrollados y la deuda ecológica que
los países desarrollados tienen con estos en términos físicos, biológicos y
sanitarios, relación que la Economía Ecológica ha trabajado profusamente en
su análisis material y energético de la desigualdad del comercio internacional.
Debe decirse en todo caso, que estas posiciones no son simplemente afines
con trabajos teóricos (ver Martínez-Alier, 2005), sino con las luchas mismas
tanto de defensores ambientales populares y locales, como de aquellos acti-
vistas ambientales de alcance global. De allí la agradable inclusión de Naomi
Klein en el grupo académico asesor del Papa durante la construcción de la
Encíclica.

Como observación especial, debe anotarse que el Papa usa la dicotomía


pobres/ricos a la par de la Sur/Norte, la cual ha hecho carrera en los estudios
del desarrollo en una versión geopolítica que va más allá de la sencillamente
hemisférica: el Sur-Global reúne a todos los desposeídos y necesitados en
áreas rurales y urbanas de todos los países, mientras que el Norte-Global
incluye a las clases favorecidas y enriquecidas, bien de los países más desarro-
llados, bien de las élites poderosas y boyantes de los países menos desarrolla-
dos. Cuando el mundo se ve así, más que un debate de lucha internacional de
clases, se realza la complejidad de las dinámicas inequitativas de acumulación
y concentración de riqueza y poder en el contemporáneo mundo interconec-
tado de mercados globales.

En el capítulo 3, la Encíclica expone la “Raíz humana de la crisis ecológica” a


través de una sospecha fundada en el papel de la tecnología en el desarrollo y

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Javeriana
de una humanista crítica del paradigma tecnoeconómico y su dinámica globa-
lizadora y totalizante. Así, el Papa presenta su desconfianza por las soluciones
técnicas a los problemas ambientales, la dependencia de los Estados por las
decisiones tecnocráticas, a la par que aboga por enfoques multiescalares, más
comprehensivos e incluyentes, y una mejor participación deliberativa y mayor
autonomía de acción para comunidades locales y países más afectados por la
crisis ecológica, y con menos recursos para superar sus actuales y potenciales
consecuencias. Una vez más, este tono argumentativo simpatiza con las críti-
cas que la Economía Ecológica hace a la Economía Ortodoxa al anteponer la
optimización y el control sobre la incertidumbre, por confiar irracionalmente
en la solución parcial de externalidades ambientales por medio de compen-
saciones que justifiquen hipotéticamente los daños. Como bien se afirma en
la Encíclica, debe subrayarse la inseparabilidad de las dinámicas económicas
de las sociales y ecológicas por la co-evolución entre lo humano y lo natural,
y cómo el carácter impredecible de los cambios obliga a tener una actitud
de precaución, cuidado y humildad sobre las acciones que hagamos como
especie sobre el planeta.

La Encíclica y la interdisciplinariedad
para la acción política
Los capítulos 4 y 5 del mensaje Papal se enfocan en cómo pensar en solu-
ciones, quiénes deben participar en su búsqueda, y cómo actuar consecuen-
temente a través de la política y educación. En el primero se encuentra una
reflexiva pero también apasionante presentación de las ventajas de la ecología,
como disciplina y como marco de acción para enfocar de manera más holísti-
ca y sistémica la búsqueda de una solución consensuada y de cursos de acción
realistas y solidarios, en una expresión, se aboga por una “ecología integral”.
De una parte, se ataca la lógica de planificación e intervención de corto y
mediano plazo, regida muy frecuentemente por los intereses corporativos y
de gobiernos cambiantes, a la vez que defiende una mirada de mayor largo
plazo, y el fortalecimiento de políticas estatales de bienestar general que coo-
peren con la acción local y comunitaria. El Papa se acoge en este sentido a la
máxima ambientalista de “pensar globalmente, actuar localmente”.

En el capítulo 5, la Encíclica presenta orientaciones para la política y sugeren-


cias de acciones que deben acometer en todos los niveles: globales, nacionales
y locales1. Pero si bien el Papa considera fundamental que las instituciones
1. Es interesante observar cómo la Encíclica es prolija y acertada en reconocer logros de la política internacional con ejemplos como las Declara-
ciones de Río (1992 y 2012) de desarrollo sostenible, y la seminal Declaración de Estocolmo (1972) sobre nuestro futuro común, la Convención
de Basilea (1989) sobre residuos peligrosos, y la Convención de Ginebra (1985) y el Protocolo de Montreal (1987) sobre la protección de la capa
de Ozono. Así mismo, su citación a la Carta de la Tierra de La Haya (2000) le da un carácter particular a esta iniciativa de la sociedad civil que ha
demarcado un derrotero común para la casa desde las voces de las organizaciones no gubernamentales y los colectivos sociales.

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internacionales consigan compromisos por parte de todos los Estados para
que las políticas nacionales y regionales logren ser implementadas coordinada
y efectivamente, defiende enfáticamente aquellas acciones locales que nacen a
partir de la creatividad, de la participación comunitaria y de la confianza en las
decisiones que se toman en escalas pequeñas, con lógicas solidarias y de for-
mas autónomas y autóctonas. Por ejemplo, hace un especial reconocimiento
explícito a las cooperativas locales de producción, de consumo responsable
y justa distribución de cargas y beneficios. La defensa de la economía social
y solidaria es particularmente interesante para el entorno colombiano, donde
los productores agrarios, los colectivos sociales de corte étnico y territorial
y las organizaciones comunitarias de acción local juegan un papel clave en
la complementación y sustitución de acciones del Estado y las empresas del
sector privado.

Finalmente, cuando el Papa propone una mejor educación universal para


el diálogo y la agencia de las comunidades locales, y de la humanidad en su
conjunto, coincide con la crítica de la heterodoxia económica hacia la con-
fianza que la ortodoxia pone en las bondades de la racionalidad de los agentes
privados y los mercados con mejores accesos a la información para la toma
de decisión en mercados nacionales e internacionales. En otras palabras, el
Papa insiste en su llamado por una mejor educación y no por simplemente
más generación y acceso a información.

Reflexiones finales
Como profesores apoyamos el desafío por una mejor educación, lo cual con-
sideramos que se puede trabajar al abrir más espacios para los enfoques como
la Economía Política Crítica y la Economía Ecológica, que no solo analizan
interconectadamente los problemas ambientales, sino que se enfocan tanto
en la ética intrageneracional como en la intergeneracional, en reconocer el
valor intrínseco de la naturaleza, en sus límites físicos, y en las implicaciones
en términos de crecimiento económico. Creemos que así se forma mejor a
los estudiantes para el análisis y la toma de decisiones públicas y posiciones
ciudadanas.

Ahora bien, consideramos que si bien la Encíclica tiene un carácter vinculante


e incluyente en una conversación necesaria, su naturaleza envolvente hace
parte de un proceso lento de concientización que ante la “grandeza, urgencia,
y hermosura” del desafío ambiental actual, debe originar acciones revolucio-
narias. De lo sutilmente envolvente del diálogo iniciado por el Papa, debe
actuarse decididamente en modifiquen cualitativamente el estado de las cosas.
La revolución, como esa “vuelta” necesaria para cambiar el mundo como lo
conocemos, nacerá de un conjunto de acciones que le den a esta simbólica

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conversación iniciada por el Papa, un efecto real: de la invitación, debemos
pasar a la acción. Finalizamos entonces con una petición revolucionaria en
el ámbito educativo hacia la interdisciplinariedad y la integración de ciencias
y saberes, hacia la reflexión ambiental en la formulación de problemas de
investigación y recomendación de líneas de acción de toda discusión univer-
sitaria. Estamos seguros y esperanzados en que la apertura intelectual de la
Universidad Javeriana permitirá que estos diálogos académicos entre saberes
y disciplinas sigan surgiendo y siendo fértiles, por el bien de todos en nuestra
convivencia respetuosa de la casa común .RJ

Bibliografía
Papa Francisco (2015). “Encíclica Papal Laudato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa
común”. En http://w2.vatican.va/
isipe- International Student Initiative for Pluralism in Economics (2014). “Open letter. An international
student call for pluralism in economics”. En http://www.isipe.net/open-letter/
Klein, Naomi (2014). “This changes everything. Capitalism versus the climate”, Simon & Schuster, New
York, usa
Martínez-Alier, Joan (2005). “El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valora-
ción”, Icaria Editorial, España
Van der Bergh, Jeroen (2001). “Ecological economics: themes, approaches, and differences with environ-
mental economics”. En Regional Environmental Change (2: 13-23), Springer.

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revista

Javeriana
La sostenibilidad del
desarrollo hecha encíclica
Carlos Gustavo Cano*

Edward O. Wilson, el más célebre biólogo


de nuestro tiempo, dijo sobre las hormigas:
“Las necesitamos para sobrevivir.
Pero ellas no nos necesitan para nada”.
Citado por Chivian E. y Berstein, A. (2008)

El cambio climático: la más formidable


imperfección del mercado global
Desde el ángulo económico el cambio climático representa, sin duda, la más
protuberante imperfección del mercado en el planeta, a la vez que la más
grave amenaza para la supervivencia de la especie. Pasó la hora de las espe-
culaciones y de las loas al escepticismo. Semejante conducta raya en la más
peligrosa irresponsabilidad. La evidencia sobre los desórdenes y los desastres
provocados por aquel es contundente.

Por lo tanto, resulta urgente y prioritario abrirle el espacio a la intervención


de los estados en las economías mediante políticas públicas que induzcan a
sus agentes –consumidores e inversionistas– a la toma de decisiones eco-
lógicamente correctas, no sólo para evitar nuevos daños contra el hábitat
originados principalmente en el uso de los combustibles fósiles, sino también
a fin de tratar de reparar los ya creados.

* Codirector del Banco de la República.

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Javeriana
La buena noticia es que, si bien cada día que transcurre sin cambiar nuestros
modos de producción de bienes y servicios los riesgos aumentan de manera
geométrica, el conocimiento científico disponible nos permite ahora identifi-
car los más convenientes caminos y cursos de acción de cara a la mitigación
y a la adaptación ante el cambio climático.

El aporte de los economistas y la ecologización


de las políticas fiscales
Arthur Cecil Pigou (1877-1959), economista inglés, graduado y profesor de
la Universidad de Cambridge, contemporáneo de John Maynard Keynes en
dicho centro del conocimiento, formuló en un libro sin igual publicado en
1920, que conserva su vigencia plena, su visionaria teoría de las externalida-
des, la cual, sin habérselo propuesto entonces, nos ha servido hoy como fun-
damento nuclear del tratamiento económico moderno del cambio climático.

Según Pigou, todo proceso de transformación productiva provoca costos


que el mercado no suele incorporar en los precios de los bienes y servicios
generados. Lo cual conduce a trasladarle dichos costos, y de paso a propinarle
ostensibles perjuicios, a otros agentes ajenos a esos procesos. Y a configurar
hábitos de consumo e inversión nocivos para la sociedad.

La lección central de su teoría se puede resumir en una frase: quien daña


debe pagar, y quien compensa debe recibir. Tal fue el origen de la llamada
tributación ‘pigouviana’ (Pigou, 1946).

Ochenta y seis años más tarde, Sir Nicholas Stern (1946), otro economista
inglés y profesor de las Universidades de Oxford y Cambridge y de la Escuela
de Economía de Londres, quien además fue el economista jefe del Banco
Mundial entre los años 2000 y 2003, por encargo del gobierno británico
dirigió la más vasta investigación multidisciplinaria de que se tenga memo-
ria sobre la economía del cambio climático, la más temible entre todas las
externalidades de la economía mundial, cuyos resultados se publicaron el 30
de octubre de 2006 en un informe que lleva su nombre (Stern, 2007). Allí se
halla entronizada la huella de Pigou.

A partir de entonces, el estudio de los fenómenos climáticos comenzó a


recibir la máxima atención y muy valiosos aportes de la ciencia económi-
ca moderna y de algunos de sus más autorizados exponentes; de diversos
organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (imf,
2012); de organizaciones no gubernamentales; de la banca multilateral como
el Banco Mundial (World Bank Group, 2014); y de gobiernos y hacedores de
políticas públicas.

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Son cada vez más los analistas y los académicos de renombre global que
vienen comprobando la eficiencia económica del impuesto al carbono como
instrumento de control de la contaminación. Cabe subrayar nombres tan
destacados como Daron Acemoglu, Philippe Aghion, Leonardo Bursztyn y
David Hémous (2012); Tom Tietenberg (2006); Valentina Bosetti y Jeffrey
Frankel (2012); Garth Heutel y Carolyn Fischer (2013); y Jeffrey Sachcs
(2015), entre otros.

Durante los primeros 15 años del presente milenio hemos aprendido que,
ante las externalidades de orden climático derivadas de las actividades
económicas, el laissez-faire (esto es el libertinaje de los mercados) sólo nos
conduciría hacia un desastre ambiental. La intervención inmediata resulta
decisiva, necesaria y urgente. Aplazarla nos generaría un incalculable costo
inter-generacional. Entre más pronta y fuerte sea la respuesta, más viable
será llegar a un genuino desarrollo sostenible en el futuro (Acemoglu et
al., 2012).

En torno a estos temas se ha ido formando un consenso acerca del papel que
debe jugar la tributación ambiental frente al cambio climático, en particular el
establecimiento de impuestos a las emisiones de gases de efecto invernadero
–en especial dióxido de carbono–, y de un régimen de créditos tributarios
originados en la inversiones que sus contribuyentes adelanten en proyectos
de adaptación enmarcados dentro de objetivos de desarrollo sostenible orien-
tados a mitigar el impacto adverso del cambio climático, en especial sobre el
recurso hídrico (Cano, 2014).

Varios países ya han adoptado –o se hallan en dicho proceso–, algunos


incluso anticipándose a los trabajos de Stern y sus colegas, legislaciones
especiales de índole fiscal, en contraste con simples recomendaciones o
normas sin instrumentos suficientes que puedan garantizar su cumplimien-
to, como en general ha venido sucediendo en la práctica en la mayor parte
del mundo.

Cabe destacar los casos de los países escandinavos, Holanda y Alemania


durante la década de los años 90 a partir de los trabajos de una comisión que
comenzó a incorporar la ecología al marco de la política fiscal (The Dutch
Green Tax Comission, 1998), la Unión Europea desde 2005, y, más recien-
temente, Nueva Zelanda, Australia y México, y los estados de California en
Estados Unidos y British Columbia en Canadá.

En Colombia, a raíz de la reforma tributaria aprobada por el Congreso en


diciembre de 2012, se hizo un primer intento, pero sin frutos, materializado
en el artículo 184 de la misma que reza así:

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“Impuestos Verdes. Dentro del término de seis (6) meses contados a partir
de la vigencia de la presente ley, el Gobierno nacional elaborará un estudio
sobre la efectividad de impuestos, tasas, contribuciones y demás gravámenes
existentes para la preservación y protección del ambiente; así como la iden-
tificación y viabilidad de nuevos tributos de la emisión de efluentes líquidos
y de gases contaminantes y de efecto invernadero identificando los sujetos, las
actividades y bases gravables, hechos generadores, y demás elementos del tri-
buto. El Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación
(Colciencias) y los ministerios de Hacienda y Crédito Público, y Ambiente y
Desarrollo Sostenible serán los responsables de la preparación y sustentación
del informe ante el Congreso de la República dentro del término señalado en
el inciso anterior, para que este determine, de acuerdo con sus competencias
y los procedimientos constitucionales de formación de la ley si se establecen
dichos gravámenes”.

Lo cierto es que, vencido ese plazo y hasta la hora presente, no ha habido


concreción alguna de esa intención.

Un imperativo moral
Una de las características más novedosas del Informe Stern consiste en el
reconocimiento taxativo de que, por encima de cualquier consideración eco-
nómica, las acciones que la humanidad tiene que emprender ante el cambio
climático constituyen un imperativo moral.

Se trata, ni más ni menos, de la solidaridad inter-generacional que se despren-


de de la clásica definición del concepto de desarrollo sostenible, planteado
por una comisión de las Naciones Unidas presidida por la señora Gro Har-
lem Brundtland en 1987, médica de profesión y entonces primera ministra de
Noruega, en los siguientes términos (Brundtland, 1987):

“…el desarrollo que satisface las necesidades actuales de las personas sin compro-
meter la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas.”

En efecto, como lo expuse en un artículo referido a la Amazonía, una región


aún más rica en biodiversidad que la cuenca fluvial del Congo:

“(…) en el ámbito de los recursos naturales, que constituyen en su conjunto


el capital bioeconómico del aparato productivo, lo que cuenta es monitorear
permanentemente su biocapacidad –esto es su capacidad instalada de índole
biológica–, y cotejarla frente a la huella ecológica, o sea su utilización efectiva.
La diferencia entre ambas se podría definir como la brecha ambiental. Si su
signo fuere positivo, es decir una huella ecológica mayor a la biocapacidad,

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estaríamos atentando contra el acervo del capital bioeconómico o natural, y, por
contera, sacrificando la sostenibilidad del crecimiento de cara a las próximas
generaciones. De lo contrario, habría espacio para impulsarlo sin provocar
presiones ambientales y, en consecuencia, sin colocar en riesgo la solidaridad
inter-generacional (…) En tanto que la biocapacidad puede recuperarse, y aún
ampliarse –particularmente en la franja tropical andina de la tierra– (…) a
través de la regeneración asistida del bosque natural; la deforestación evitada;
la conservación de bosques en pie; la reforestación y la forestación nueva; la con-
servación, regeneración y aprovechamiento de la biodiversidad y el conocimiento
tradicional; la restauración y el cuidado de cuencas y páramos; y la conversión de
sistemas de ganadería extensiva en explotaciones silvo-pastoriles ambientalmente
sostenibles (…) La clave yace en (…) los incentivos apropiados que establezca
el Estado a fin de inducir a los agentes económicos a tomar las decisiones
apropiadas que hagan del desarrollo de las actividades económicas un proceso
sostenible.” (Cano, 2013)

La Encíclica
En este contexto, el claro llamado del Papa Francisco a través de su Encíclica
Laudato si’ (Alabado seas) (Carta Encíclica, 2015) a cambiar los hábitos y las
conductas negativas de parte de la humanidad que colocan en severo riesgo
la solidaridad intergeneracional con relación al cuidado de la ‘casa común’,
como él denomina apropiadamente al planeta, nos hace recordar que la cien-
cia económica nació como una disciplina subalterna de las ciencias morales. Y
que, por consiguiente, en cuanto a la Naturaleza se refiere, sus instrumentos y
herramientas tienen que estar al servicio del imperativo moral.

Cabe recordar que el primer gran libro del fundador de la economía moder-
na, el escocés Adam Smith (1723-1790), fue “La Teoría de los Sentimientos
Morales”, que le antecedió a su inmortal tratado “La Riqueza de las Nacio-
nes”. No es casual entonces este orden de precedencia, por cuanto el primero
le sirvió de cimiento y fundamento al segundo.

Análoga consideración cabe hacer con el resto de ramas del conocimiento


científico. Sobre el particular, así se pronunció uno de los más sabios histo-
riadores de nuestro tiempo, el inglés Arnold Toynbee (1889-1975):

“La tecnología es una fuerza moralmente neutral. Es capaz de convertir la


superficie del planeta en un matadero, pero también puede convertirla en un
vecindario (…) Suponiendo que hemos decidido estar del lado de los ángeles,
¿cómo hemos de tratar a quienes todavía no han discernido las señales de los
tiempos? La única respuesta promisoria es devolver bien por mal, y nunca can-
sarnos de desempeñar ese difícil papel.” (Toynbee, 1966)

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La Encíclica recoge en su profunda espiritualidad cristiana todas estas evi-
dencias y enseñanzas de las ciencias. Lejos de desconocerlas, las incorpora
en el arte de su comunicación ecuménica, y pone ante el morador común de
la tierra un lenguaje sublime por lo sencillo y sin fronteras por lo universal,
sobre asuntos tan relevantes como complejos que generalmente no sabemos
transmitir con la suficiente claridad y pedagogía quienes en nuestra cotidia-
nidad profesional nos ocupamos de ellas. Quizás por no comprenderlos
cabalmente, al haberlos aislado de su marco fundamental y consubstancial
que es la moral. He aquí, a mi juicio, la enseñanza de la más alta valía del
documento pontificio.

Haciendo eco de sus antecesores inmediatos, el Papa nos alerta sobre la senda
equivocada de apreciar el ambiente natural única y exclusivamente para pro-
pósitos de su uso inmediato y su consumo, sin reparar en las consecuencias
de la destrucción de la biodiversidad; la degradación de los suelos; la defo-
restación; el deterioro de humedales y manglares; la desaparición de vastas
barreras de coral en los océanos, que equivalen a la biodiversidad marina; y
la contaminación de las aguas –el elemento esencial para la vida y por ende
condición insustituible de los demás derechos humanos–, a costa del bienes-
tar de las generaciones del mañana.

Semejante conducta no es otra cosa que el producto de la falta de amor al


prójimo, y del hecho de haber colocado en su lugar el imperio del egoísmo.
O sea lo que se le llama en la Encíclica ‘la cultura del descarte’, que representa
la semilla del rompimiento con la ética.

El hecho de haber escogido el nombre de Francisco, el mismo del santo de


Asís, al inaugurar su misión pontificia el Papa dio una señal inequívoca y anti-
cipada de lo que sería su ministerio frente a la Naturaleza al hacer manifiestas
sus preocupaciones sobre su debido cuidado. Prueba y materialización de ello
es esta Encíclica, cuya consigna esencial se debe entender como el combate
contra la exclusión de la población del futuro con respecto al disfrute racional
del capital natural del planeta.

La oposición mediática y seudo-académica, bien financiada por las corpora-


ciones transnacionales que más se han lucrado de la depredación de la Natu-
raleza; la indolencia de la sociedad; y la debilidad de las instituciones estatales,
condujeron –y aún conducen– hacia la simple negación del problema, como
lo afirma el Santo Padre.

O hacia la confianza sin límites en las soluciones ofrecidas por las tecnologías
de punta, sin advertir que su mera disponibilidad no es garantía de su adop-
ción efectiva y apropiada.

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“Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos
siglos”, señala Francisco en su Encíclica. O sea desde el inicio de la flamante
revolución industrial, a partir de la cual se incrementaron de manera nunca
antes vista los ingresos per cápita en las economías que hoy conforman lo
que conocemos como el mundo rico. Incremento que se ha venido surtiendo
en perfecta correlación con el ritmo de emisión de los gases de efecto inver-
nadero, la causa primaria del calentamiento global.

Cabe preguntarse en este punto si ante las costosas externalidades en térmi-


nos ‘pigouvianos’ de semejante crecimiento, o sea los daños colaterales infli-
gidos a los excluidos de ese supuesto desarrollo económico, y a los herederos
de esta ‘casa común’ que aún no han llegado, ¿tiene sentido seguir empleando
el ingreso per cápita como una medida válida del bienestar?

¿No será que hace rato llegó la hora de reinventar las contabilidades privada
y pública? ¿Incorporando a las mismas los verdaderos costos, hasta ahora
no registrados ni revelados, del crecimiento en detrimento del capital natural
que debe ser propiedad de todos, sin exclusión alguna, es decir nuestra ‘casa
común’? ¿Mediante un ambicioso y redistributivo sistema de tributación
ambiental que penalice a quien dañe y que compense a quien beneficie? ¿Y
creándole, por la vía fiscal, un costo al carbono y un precio a los servicios
eco-sistémicos o ambientales?

Como señaló acertadamente Lester Brown (1934), el célebre ambientalista


norteamericano, así como el comunismo colapsó por no decir la verdad eco-
nómica, el capitalismo está llamado a sucumbir si no dice la verdad ecológica
(Brown, 2011).

Otra sentencia central del documento se refiere a la relación legal o con-


tractual del hombre con la tierra. Para ello cita este sabio trozo del libro del
Levítico (25,23):

“La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros


sois forasteros y huéspedes en mi tierra ”.

Lo que indica es que los pobladores de la tierra bien la pueden usufructuar,


pero siempre y cuando no destruyan las oportunidades para quienes les
sucedan, y así sucesivamente. Se trata del más nítido enunciado sobre la
función de sostenibilidad que tienen que observar las diversas modalidades
de tenencia, que bajo ninguna circunstancia deberían ser absolutas o irre-
vocables. El derecho a su usufructo tiene que estar sujeto a determinadas y
estrictas condiciones legales o contractuales en los ámbitos ambiental, social
y productivo.

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Conclusión
La Encíclica Laudato si’ tiene que tener las más profundas repercusiones,
mucho más allá de los púlpitos. Y estacionarse en los despachos de los hace-
dores de las políticas públicas; en las sedes de los trabajadores y los empresa-
rios; en las universidades y colegios donde se están educando quienes tendrán
en sus manos la opción de enderezar con toda su determinación el rumbo
del mundo en estas materias; y en nuestros hogares, que deben ser la simiente
para la formación de ciudadanos sostenibles.

Aunque indispensables, no bastan los más avanzados conocimientos y herra-


mientas en ciencia y tecnología y en economía –que por fortuna hoy se hallan
disponibles–, a fin de enfrentar esta indisputada imperfección del mercado
que representa el cambio climático.

Como quiera que sus más terribles secuelas no alcanzarán a recaer en su


totalidad en nuestra generación, y que los más jóvenes y quienes aún no han
nacido serían las víctimas de sus fases catastróficas en un futuro no lejano
en caso de no actuar cuanto antes en favor del interés general, el imperativo
moral, en vez del cálculo cortoplacista, tiene que ser la palanca que nos sacuda
para no aplazar más el deber hacer.

A lo que el Papa Francisco nos está invitando, por medio de su Encíclica


Laudato si’, es a dar ese paso. Un paso hacia la vida . RJ

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Bibliografía
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Technical Change”. American Economic Review 102, 131-166
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el caso de la Amazonía”. Banco de la República, Bogotá
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Sachcs, J.D. (2015) “The Age of Sustainable Development”.
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Toynbee, A. J. (1966) “Unless We Learn to Love” Guideposts. March
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Perspectivas para una
espiritualidad ecológica en
la Encíclica Laudato si’
Antonio José Sarmiento Nova, s.j.*

I
mpacta sobre manera la integralidad de este texto del magisterio del Papa
Francisco cuando constatamos que aborda la totalidad de los problemas
que inquietan a la humanidad contemporánea: el modelo económico
vigente; el consumismo desaforado; la crisis ambiental; los asuntos esen-
ciales de la sostenibilidad; la exclusión social y la pobreza; el precario
equilibrio en el que viven muchos países constantemente expuestos a la gue-
rra y a la violencia; el vacío humanista y espiritual que afecta tan severamente
la convivencia entre los seres humanos.

¿Diagnóstico pesimista? ¿Profeta de desgracias? Es tarea de los que W.


Luypen, en su obra “Fenomenología del Derecho Natural”, llama los “genios
éticos” confrontar severamente la atención de todos sobre las amenazas y
males que maltratan la vida, la coexistencia, la posibilidad de existir con ple-
nitud: “El amor de los mejores miembros de una sociedad les hace ver con
claridad lo que exige la humanidad pero, al mismo tiempo, cada paso adelante
en el camino que conduce a la humanización de la sociedad entraña también
que el genio ético ascienda a un punto desde donde es posible vislumbrar con
mayor perspicacia aún nuevas exigencias de la humanidad. De esta manera, el
mismo ver del genio ético es una historia sin fin. Sólo en la historia del amor
efectivo del hombre hacia su semejante puede entenderse y resulta claro que
es lo que entraña estar destinado al otro”1.

* Decano del Medio Universitario, Facultad de Arquitectura y Diseño. Pontificia Universidad Javeriana, al servicio de esta institución desde
julio de 1981.

1. (luypen, w. Fenomenologìa del Derecho Natural. Ediciones Carlos Lohlè, Buenos Aires 1968. Pàgina 242).

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Tal es el papel de hombres y mujeres como Gandhi, Luther King, Rigoberta
Menchú, el inolvidable Juan xxiii, Aung Saan Suu Kyi, de tantos humanistas,
y ahora del primaveral Francisco, Obispo de Roma, venido a presidir la comu-
nidad Católica desde ese felicísimo 13 de marzo de 2013.

En declarado lugar común, pero no por ello menos enfático, el Papa pone el
dedo en la llaga sobre las enfermedades de nuestro tiempo, partiendo de la
crisis contenida en el problema de la destrucción de los recursos naturales,
en las tragedias que se avecinan si no se detiene la desaforada carrera de la
excluyente economía de mercado y de la demencia del consumo.

Y es evidente que esto impone una nueva actitud de hombres y mujeres con
relación a su interioridad y al sentido de trascendencia, entendida esta en su
dimensión de salir de sí hacia Dios, el Totalmente Otro, hacia todos los seres
humanos en disposición de apertura, reconocimiento e inclusión, hacia todas
las manifestaciones de la vida, hacia su entorno natural.

Por espiritualidad entendemos una vitalidad que sucede en el corazón de


las personas y de las colectividades, en la que suceden experiencias decisi-
vas para animar, para dar sentido, para generar crecimiento en términos de
grandeza ética humana, suscitando lo mejor de las personas, favoreciendo
su aproximación a todos, facilitando solidaridad, rompiendo los cascarones
del individualismo y de la competencia malsana, explicitando una conciencia
de que los humanos no tenemos en nosotros mismos la razón definitiva del
vivir, de que hay realidades fuera de nosotros que nos configuran como seres
con significado. Y en ella la principalidad y fundamentalidad de Dios, como
referencia constitutiva del ser humano y de su entorno.

Refiriéndose al santo Francisco de Asís, escogido como nombre para distin-


guir su ministerio de pastor de la iglesia universal, dice el Papa: “Su testimo-
nio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia
categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y
nos conectan con la esencia de lo humano”2, aludiendo con nitidez y contun-
dencia a esos referentes éticos y humanistas que con su talante son alerta para
todos en materia de lo que es esencial para vivir con dignidad y sostenibilidad,
en justicia y correspondencia con ese valor fundamental que subyace en cada
hombre, en cada mujer, en la realidad natural y vital.

¿Qué es la esencia de lo humano? Compleja pregunta que ha tenido y seguirá


teniendo muchas respuestas desde la filosofía y la teología, desde las cien-
cias sociales y humanas, desde las convicciones y prácticas de individuos y

2. Laudato si’ No. 11.

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comunidades. Digamos nosotros, en clave del Humanismo Cristiano, que esa
esencia reside en la dignidad que le es propia por su condición de humano,
valor no negociable que está presente en la totalidad del escrito del Papa y
del espíritu que lo inspira, y que tiene una particular evidencia en eso que
llamamos la trascendencia, que para muchos se concreta en la relación con
Dios a través de la mediación de las religiones y de la experiencia espiritual,
con su consiguiente referencia a lo que tradicionalmente llamamos el amor
al prójimo.

Desde luego, la diversidad de respuestas a este interrogante no excluyen la


posibilidad de que haya muchas personas que deciden su existencia en la clave
de la no creencia en Dios, asunto merecedor del mayor respeto. El pluralismo
de las religiones y las opciones del agnosticismo o del ateísmo no las pode-
mos mirar ahora desde la visión de unas verdades absolutas que condenan
o maldicen a quienes no están inscritos en esos principios. Indicio de salud
humana y espiritual es justamente este del respeto, de la tolerancia, del camino
conjunto en favor del bien común desde la multiplicidad de creencias, visio-
nes, pensamientos, marcos conceptuales y existenciales.

Si revisamos el índice de la Encíclica, verificamos el potencial espiritual


ordenado a una nueva configuración de la vida en el planeta: contaminación
y cambio climático; inequidad planetaria; debilidad de las reacciones ante
tal problemática; la oferta del cristianismo en el Evangelio de la creación; la
especificidad del carácter creatural; el destino común de los bienes; la mirada
de Jesús de Nazaret; las raíces humanas de la crisis ecológica; la globalización
del paradigma tecnocrático; las consecuencias de un antropocentrismo sin
trascendencia; la ecología integral; justicia entre generaciones; el principio
del bien común; los indispensables diálogos en la política internacional; la
transparencia en los procesos de decisión; la humanización de la economía; el
diálogo ecuménico e interreligioso; la apertura de las religiones al mundo de
la ciencia; la apuesta por un nuevo estilo de vida; alianza entre la humanidad
y el ambiente; la conversión ecológica, el descanso celebrativo; la visión más
allá del sol; el aporte cristiano a una cultura planetaria del cuidado del hábitat.

Fijémonos así en el capítulo sexto que Francisco titula “Educación y Espi-


ritualidad Ecológica”. Dice el Papa, en primer lugar, que se trata de apostar
por otro estilo de vida en el que se supere el “mecanismo consumista com-
pulsivo”, haciendo esta exigente afirmación: “Cuando las personas se vuelven
autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voraci-
dad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos
para comprar, poseer y consumir”3.

3. Laudato si’ No. 204.

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Pero, con su esperanza propia de creyente raizal, Francisco da un voto de
confianza a las posibilidades regeneradoras de los seres humanos, y parte
de ahí para formular su propuesta que –desde luego– es sanamente idealista
pero al mismo tiempo encarnada en las realidades del mundo, de la sociedad,
responsable con todos y con la realidad en crisis: “Sin embargo, no todo está
perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo,
también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más
allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan”4.

Decididamente invita a movimientos de presión en materia de modificación


de los criterios de consumo, a transformar los paradigmas del mismo, a dejar
de adquirir cierto tipo de productos, a racionalizar y minimizar el impacto
ambiental, a la transformación de los hábitos en estas materias sustanciales en
la vida cotidiana; tal es la responsabilidad social de los consumidores.

En una espiritualidad saludable es determinante el movimiento hacia lo que


es distinto de sí, rompiendo el aislamiento y construyendo vínculos de vida
e integración, de comunión y de cuidado, de solidaridad y de dignidad, en lo
que el mismo Francisco llama un “estilo de vida alternativo”. Camino hacia
estos nuevos modos de coexistencia es el de la educación para una alianza
entre la humanidad y el ambiente.5 Entre los elementos que marcan el derro-
tero señala Laudato si’ los siguientes:

► Potenciar la sensibilidad juvenil en lo tocante al cuidado del hábitat


y de la cultura ecológica.

► Superar en esta educación la simple información científica ponien-


do en tela de juicio el modelo de la racionalidad instrumental para dar
el paso cualitativo hacia el sentido del Misterio, del carácter sagrado de
la vida en la diversidad de sus evidencias y posibilidades, sin ignorar,
claro está, los juicios aportes del conocimiento científico integrados
en su fundamentación humanista.

► Reforzar la educación de los nuevos hábitos como concreción de


esta sensibilidad ante la maravillosa realidad de la vida, que en clave
creyente es Vida con mayúscula, estimulando una conciencia de aus-
teridad y ahorro.

► Poner una marca exigente ante la subcultura del desecho propi-


ciando la reutilización, disminuyendo en el mayor grado posible el
uso de lo que no es biodegradable, hasta el punto de extinguir esta
4. Laudato si’ No. 205.

5. Laudato si’ No. 208.

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conducta, inspirar todos los procedimientos cotidianos en el nosotros
comunitario, empezando a dejar atrás el marcado individualismo,
nocivo y disolvente.

► Trabajar para que los diversos ámbitos educativos entren de lleno


en esta mentalidad y práctica: familia, escuela, universidad, grupos de
pertenencia, comunidades de fe, iglesia, asociaciones religiosas, colec-
tivos humanistas, espacios académicos.

► “Prestar atención a la belleza nos ayuda a salir del pragmatismo


utilitarista”6, es el cultivo de lo estético como lenguaje de armonía y
de trascendencia, en el que se contienen verdaderas posibilidades de
superación del modelo consumista y pragmático.

► Naturalmente, el Papa, que es un sincero seguidor de Jesucristo,


propone los valores propios de la espiritualidad cristiana en pro de
una conversión ecológica, sin que ello menoscabe su ecumenismo y
respeto profundo por quienes viven con gozo su camino hacia Dios
en otras tradiciones religiosas distintas del cristianismo católico, y por
quienes libremente profesan la no creencia en un ser absoluto.

► “Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos


recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia,
donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de
la naturaleza o las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas
y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea”7.

► El Papa hace evidente una despreocupación de algunas interpre-


taciones incompletas de la fe cristiana que la desconectan del mundo
real y le oscurecen su profunda raíz encarnatoria e histórico-existen-
cial, volviendo por las definiciones del Concilio Vaticano ii, siempre
dialogantes, abiertas, incluyentes, especialmente en la Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, Gaudium et Spes. Así
también recoge todo el trabajo juicioso de la interpretación bíblica,
del magisterio eclesial, y de la teología de corte bíblico y antropoló-
gico-existencial.

► La espiritualidad cristiana auténtica tiene un feliz compromiso con


la realidad histórica del ser humano, con su libertad, con sus decisio-
nes y con su devenir, se implica en ellas en la clave del significado
trascendente y del más exquisito humanismo.

6. Laudato si’ No. 215.

7. Laudato si’ No. 216.

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► Reconciliarse con la creación es jugada maestra de todo este
proyecto de rehabilitación del mundo, de la naturaleza, del hábitat,
esencia de una ética del cuidado y de todo esto que aspira a ser un
nuevo paradigma.

► “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de


entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y
contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por
el consumo”8.

Esta frase es un condensado en el que Francisco quiere hacer descansar la


propuesta que él hace en la encíclica, mensaje que, si bien compromete de raíz
a la comunidad católica, es extensivo por su mismo contenido y mentalidad
a todos los humanos de buena voluntad, creyentes y no creyentes, que con la
más recta intención se preocupan por el destino del mundo, de la humanidad,
de sus realidades naturales, de su vitalidad.

Un nuevo modo de ser como el que el teólogo alemán Jurgen Moltmann


planteaba en su bellísimo libro “Sobre la libertad, la alegría y el juego”9,
advirtiendo sobre la necesidad del retorno a una vida más esencial y simple,
más lúdica y estética, más gozosa y compartida, más trascendente y capaz del
disfrute sin dejarse arrollar por la tecnocracia y por el mercado.

Dejar de ser autorreferencial exige ser humilde, bajar la cabeza en materia de


autosuficiencia y rescatar la conciencia de la relacionalidad, de la pasión que
suscita el vivir en comunión y participación, dejar atrás el modelo de poder y
de avasallamiento de los demás, asumiendo que un futuro altamente esperan-
zador y constructivo reside en el solidario nosotros, en el seductor cuidado
de todos hacia todos, en la vida santa y variopinta que el Creador ha hecho
posible y que ha confiado a nuestra iniciativa responsable para que el proyecto
original permanezca vigente.

Pasar de la utilización cosificante de las personas, de los animales, del mundo


vegetal y mineral, de los productos de la ciencia y de la tecnología, a la cultura
de lo gratuito y agradecido, viendo todo este universo como don y bendición,
son elementos que destaca Francisco con su inherente inquietud pastoral y
humanista. El Papa es consciente de los muchos movimientos y tendencias
que se dan ahora en diversos lugares del planeta, y así los respalda y estimula
a seguir con su tarea.

8. Laudato si’ No. 222.

9. Ediciones Sìgueme, Salamanca 1999.

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En temas que son esenciales en la visión cristiana nos lleva también a la
densidad salvadora y liberadora de lo sacramental, en cuanto significaciones
eficaces del ser y quehacer de Dios mediadas en la sacramentalidad de la
Iglesia y conducentes al orden de la vida de Dios –gracia se llama en la mejor
tradición bíblica y teológica– que habita en los seres humanos y en toda la
realidad creada, lo mismo que en las construcciones de la cultura.

Es imperativo abrazar el mundo en un nivel distinto, cualitativo y respetuoso


de todas las formas de vida, y esto demanda un nuevo tipo de ser humano,
una rica interioridad, un Espíritu que anime al trabajo denodado y apasionado
para que el mundo sea lugar de Dios y lugar privilegiado de hombres y muje-
res, de las creaturas todas, en gozosa y esperanzada simultaneidad.

Los seguidores de Jesucristo, desde la Iglesia Católica y desde las comunida-


des de la reforma, de las iglesias orientales, todas ricas en sus tradiciones y en
su convergencia en Él, tenemos vocación de servicio a toda la humanidad,
siempre ecuménicos con lo propio de nuestra identidad y siempre apuntando
a la plena salud de la condición humana y de toda la realidad. Gracias a Fran-
cisco por su ministerio y por su profecía .RJ

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El sacramento de la
reconciliación y la relación
con el medio ambiente
Padre Luis Bernardo Mur Malagón, sdb.*

T
al vez muchos de nosotros, en la preparación al sacramento de la
Eucaristía, aprendimos las cinco cosas que son necesarias para hacer
una buena confesión: examen de conciencia, arrepentirse de los
pecados, hacer el propósito de no volver a pecar, confesarse con el
sacerdote y cumplir la penitencia que imponga el sacerdote.

También aprendimos que para realizar el examen de conciencia, una guía


práctica eran los diez mandamientos. Examinaba mi conciencia a partir del
decálogo. Sin embargo, en la praxis hemos venido escuchando, que para
hacer una buena confesión, sin desconocer los diez mandamientos, es nece-
sario partir de las siguientes preguntas: ¿Cómo es mi relación con Dios?,
¿Cómo es mi relación con los demás?, y ¿cómo es mi relación conmigo
mismo? Estas son preguntas clave que nos confrontan con tres realidades
importantes con las cuales nos relacionamos constantemente.

Ahora bien, con la Encíclica Laudato si’, del Papa Francisco, una nueva pre-
gunta que podemos agregar a nuestro examen de conciencia sería: ¿cómo
es mi relación con mi entorno? Afirmo esto ya que el entorno, o creación,

* Sacerdote Salesiano, Licenciado en Filosofía de la Universidad Santo Tomás de Aquino-Bogotá, Profesional en Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana-Bogotá, Magister en Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá, Doctor en Derecho Canónico de
la Pontificia Universidad Salesiana-Roma, Especialista en Derecho de Familia de la Universidad Externado de Colombia-Bogotá, Docente en
la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá, actualmente Decano de la Facultad de Derecho Canónico de
la Pontificia Universidad Javeriana-Bogotá y Defensor del Vínculo y Promotor de Justicia del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Bogotá.

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es un don de Dios a la humanidad. Dios se la ha confiado al hombre para
que la administre como nos lo recuerda muy bien el libro del Génesis, por
lo tanto no podemos ser indiferentes a nuestra casa común. La problemática
ecológica ha sido siempre una preocupación de la Iglesia, sin embargo, desde
el magisterio pontificio –Juan xxiii, Pablo vi, Juan Pablo ii, Benedicto xvi y
ahora el Papa Francisco– han insistido mucho, presentándola como una crisis,
que es “una consecuencia dramática” de la actividad descontrolada del ser
humano (Laudato si’, 4).

Insiste el Papa Francisco, “necesitamos una conversación que nos una a


todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos
interesan y nos impactan a todos” (Laudato si’, 14). Dicha conversión de la
cual habla el Papa nos invita también a introducir en nuestro examen de con-
ciencia la pregunta por el entorno. Nos confesamos y hacemos propósitos
laudables sobre nuestra relación con Dios, en el campo de la oración personal
y comunitaria, de nuestra participación en los sacramentos, especialmente el
de la Eucaristía. No proponemos cambiar en materia de nuestra relación con
los demás, pidiendo a Dios la capacidad de perdonar a quien nos ha ofendi-
do, la capacidad de relacionarnos positivamente, de ayudarnos unos a otros,
siendo solidarios. También nuestra conversión gira entorno a nuestra relación
con nosotros mismos, proponiéndonos una auténtica autoestima que nos
permita querernos para poder querer a los demás. Pero, pregunto, ¿dentro
de nuestra conversión y propósito de enmienda aparece las relaciones con el
entorno? ¿Reconocemos nuestros pecados que atentan contra nuestra casa
común, por ejemplo, al botar basuras, no reciclar, no ahorrar agua, no ahorrar
energía eléctrica? ¿Hacemos firmes propósitos de tener una actitud ecológica?

La Encíclica del Papa Francisco nos lleva a pensar que el tema ecológico no es
algo aislado, el tema ecológico tiene que ver con el bien común (Cfr. Laudato
si’, 156-158), y el bien común es un elemento clave en el proceso de conver-
sión del ser humano. Por eso se hace indispensable pensar que este mundo
bello y hermoso que nos ha dado Dios no me pertenece sólo a mí, sino que
es nuestra casa común, donde toda la humanidad debe aunar fuerzas por su
conservación. Es interés del bien común, el cuidar nuestro entorno.

Se trata de una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las con-
secuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que
nos rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte
esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un
aspecto secundario de la experiencia cristiana. (Cfr. Laudato si’, 217), o dicho
de otra manera, apostémosle a la reconciliación ecológica. Y para realizar esta
reconciliación debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo
ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad

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de actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del
corazón» (Laudato si’, 218).

Querido lector, pienso que de ahora en adelante las preguntas claves para
realizar un buen examen de conciencia, que nos permitirán realizar una buena
confesión y sobre todo un proceso de conversión deben ser las siguientes:

► ¿Cómo es mi relación con Dios?


► ¿Cómo es mi relación con los demás?
► ¿Cómo es mi relación conmigo mismo?
► ¿Cómo es mi relación con el entorno, con la creación, con el
medio ambiente?

Termino con la misma invitación que nos hace el papa Francisco: “Invito a
todos los cristianos a explicitar esta dimensión de su conversión, permitiendo
que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en su relación
con las demás criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime
fraternidad con todo lo creado que tan luminosamente vivió san Francisco de
Asís” (Laudato si’, 221) .RJ

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Laudato si’
El cuidado de la casa común

El 24 de mayo de 2014 fue promulgada la segunda encíclica del Papa


Francisco, Laudato Si'. Un documento cuyo enfoque se resume en el
revelador subtítulo “Sobre el cuidado de la casa común”. Este libro recoge
las reflexiones alrededor del llamado del Sumo Pontífice desde diversas
disciplinas. La Teología, Economía, Ecología, Comunicación y la Filosofía,
entre otras, dialogan con la Encíclica y su mensaje para invitar a una
profunda reflexión sobre la responsabilidad compartida de los habitantes
del planeta Tierra en su deterioro, y su cuidado urgente.

“La Universidad y su responsabilidad en la construcción y transformación del mundo, la


protección de la Tierra y la evolución de los valores sociales, culturales, políticos, económicos y
ecológicos para bien de la dignidad humana, tiene una gran tarea con ‘El cuidado de la
casa común’”.
Luis Fernando Álvarez Londoño, S.J.

“Ante este grave deterioro ecológico global el Papa levanta su voz frente a la debilidad de las
reacciones políticas: «Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual
sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera
que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio
ambiente»”.
Alberto Múnera Duque, S.J.

“Entre tanto el Papa Francisco no pierde ocasión para seguir llamando a las personas, las
naciones y las autoridades mundiales a asumir esta inmensa responsabilidad con
La Tierra que para él es la responsabilidad con la Creación y la misma causa de la
dignidad y de la vida. Por eso suele repetir lo que escuchó de un campesino:
«Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero La Tierra no perdona nunca»”.
Francisco De Roux, S.J.

“El Papa aprovecha la autoridad moral y espiritual que le confiere su condición de Sumo
pontífice no para imponer una doctrina única sobre un asunto fundamental, sino para
abrir un diálogo con todos (creyentes de distintas confesiones, e incluso no creyentes) sobre
algo que a todos nos afecta: el cuidado de nuestra casa común”.
Diego Antonio Pineda Rivera

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