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PROBLEMAS
Y DESAFIOS EN
EL PERU
ACTUAL
DOCENTE : DUAN LOURDES MANCHEGO MOSCOSO
LIMA-2022
Material de trabajo de la semana 1
Los esclavos eran básicamente las personas de color, los cuales trabajan en las minas
y no tenían ninguna clase de derecho.
2. Con sus propias palabras, describa los principios de la modernidad en lo que debían
fundarse la república peruana.
3. Con sus propias palabras, explique qué entiende por Estado y nación
- Se abolió la palabra indio y se exigió quienes eran llamados así fueran conocidos
como peruanos.
- La abolición de los títulos nobiliarios, tanto hispanos como indígenas por
Bolívar.
- Se abolió el trabajo indígena gratuito
7. ¿Por qué Manrique plantea que el Perú representa la paradoja de una república sin
ciudadanos?
8. Explique por qué Manuel González Prada calificó de gran mentira a la república
que se implantó en el país. ¿Está de acuerdo con esa calificación? Justifique su
respuesta.
3. A partir del video observado y la lectura del fragmento del texto de Manuel Burga y
Alberto Flores Galindo, explique los rasgos de la mentalidad oligárquica.
El pensamiento oligarca
¿Qué elementos definirían a esta mentalidad oligárquica? En primer lugar, el
catolicismo. La religión, como en la época colonial, se encuentra presente en los
principales actos de la vida social. Es uno de los instrumentos que vinculan a los
oligarcas con las clases subalternas (…) Las grandes haciendas costeñas, como en sus
similares andinas, encontramos una capilla y un santo patrón que originaba una
festividad anual en la que participaban todos con un mismo fervor cristiano (…) El
catolicismo protegía a la sociedad oligárquica de cualquier amenaza externa
proponiendo un ideal de “perfección” y “ventura” individual.
El catolicismo conservador estuvo acompañado por una “concepción señorial” de la
sociedad. La condición de oligarca no solo nacía de la posesión de determinados bienes:
contaba también la pertenencia a una determinada familia. Pero esto último no era solo
un problema biológico o la herencia de un apellido: significaba asumir un determinado
comportamiento donde contaban la “moralidad”, el respecto “de sus iguales” y la
obediencia de sus “subalternos”. Este sentimiento señorial terminó invadiendo la vida
cotidiana. Una anécdota puede ayudar a ilustrar el peso de su influencia: por 1900 la
familia Porra Barrenechea habitaba en Barranco y en los meses de verano
acostumbraban don Guillermo Porras y su señora, doña Juana Barrenechea, pasear
alrededor de una parque cercano, como lo hacían otras familias que frecuentaban ese
balneario; una noche en la banca que ellos acostumbraban ocupar en el parque se
encontraba otra pareja la que se había sentado allí a pesar que los Porras tuvieron la
precaución de enviar antes a una criada a reservar una banca en un parque que se
suponía público. Este incidente dio lugar a un intercambio de expresiones con los
“intrusos” que obligó a su vez a un mutuo desafío a duelo entre el Sr. Porras y el Sr. del
Campo, que así era como se apellidaba el inesperado ocupante de la banca. El duelo
terminó con la absurda muerte de Guillermo Porras. Pero ese no fue un caso singular, ni
raro; la caballerosidad llegaba al extremo de obligar a morir por nimiedades (…).
Las concepciones señoriales exigían que no se ocultara la pertenencia a una clase social.
Todo lo contrario: debía exhibirse como signo de prestigio y mecanismo de dominación.
Es por eso que el esplendor de la oligarquía fue sellado con el implemento de un
consumo lujoso y de una vida articulada en torno a la ostentación (…)
Junto con la caballerosidad, las relaciones entre la oligarquía (y al lado de ella también
los gamonales) y las clases populares estaban regidas por la combinación entre violencia
y paternalismo. El paternalismo era la derivación lógica de la privatización de la vida
política y existía gracias al débil desarrollo del Estado y de sus aparatos ideológicos o
represivos. Expresaba de una manera muy evidente el lugar privilegiado que tenía las
relaciones personales que posibilitaban la comunicación entre el propietario y sus
trabajadores, impidiendo paralelamente la comunicación en la base: en otras palabras, lo
que Julio Cotler ha denominado el “triángulo sin base”, es decir, la comunicación de
arriba hacia abajo y no entre los de abajo.
El paternalismo, aunque parezca contradictorio en una primera impresión, era
acompañado por el racismo. El poder omnímodo del propietario para dirigir la empresa
y administrar justicia-exigía admitir su superioridad y la condición inferior del indio. Se
consideraba al indio producto de una serie de degeneraciones. Un ser inferior al que
había que explotar o proteger, pero al que no se le podía conceder los mismos atributos
que a los ciudadanos: de hecho, el “analfabetismo” ayudaba a justificar su completa
marginación de la vida política.
(…)
La familia fue la cédula central de la sociedad oligárquica. Todavía persistían elementos
de la familia extensa. Las alianzas matrimoniales eran un mecanismo que aseguraba la
pertenencia a una clase social. Al igual que la nobleza colonial la oligarquía tuvo rasgos
endogámicos. Es por eso que los matrimonios eran cuidadosamente sopesados y nacían
luego de un prolongado noviazgo, en el que era decisiva la voluntad de los padres.
La intolerancia y la fuerte tendencia represiva de la oligarquía mostraba los temores de
una clase que se sabía numéricamente reducida, con un poderío económico solo
aparente, rodeada de una masa indígena y campesina a la que despreciaban para ocultar
el temor que los asediaba.
(…) La oligarquía terminó construyendo-para difundirla luego a otras capas sociales-,
una imagen mitificada de la historia peruana en la que se exaltaban los elementos
hispánicos (por occidentales y cristianos), mientras se disminuía, menospreciaba o en
todo caso, se omitía la tradición indígena, para ellos el proceso histórico peruano
aparecía nítidamente definido, la nación existía, el Perú era una unidad: en cierta
manera, ellos eran el Perú, así lo creyeron. (Burga y Flores Galindo 1991, pp. 91-97)