Jueves de Adviento IV, Diciembre 23

«Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho
tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación
viene; mas la tierra siempre permanece.»

Eclesiastés 1:1-4

La palabra hebrea es hebel. Comúnmente traducida como “vanidad”, es mejor entendida como
“insustancial” o hasta “vapor / evanescencia”. ¿Qué es lo que hace el vapor? ¿Alguna vez has
salido de una casa cálida a temperaturas heladas? El vapor se disipa casi como si no hubiera
estado ahí nunca. Lo puedes ver por un momento, y luego ya no está. Vapor de vapores es el
mundo que vemos a nuestro alrededor. La hierba crece y se marchita. Los árboles brotan, crecen y
son talados. El hombre nace, se afana debajo del sol, engendra o lleva otra generación, y luego
muere.

Todos los ídolos mueren de esta forma. En Deuteronomio 32:21 la idolatría es conectada con
hebel: «Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; me provocaron a ira con sus ídolos
[hebel]». Los ídolos no son solamente estatuas hechas de madera, plata u oro. Son cualquier cosa
en la que pongamos nuestra confianza. ¿Podemos poner nuestra confianza en el hombre? ¡Puedes
apostarlo! ¿Podemos poner nuestra confianza en nosotros mismos? Nosotros mismos somos
nuestro ídolo más grande. Todo aquello que no pertenece a Dios puede volverse una forma de
idolatría. Al final de cuentas, todo aquello que no es de Dios es hebel. Es un vapor insignificante.
Dios contiene todo el significado para nosotros. Cristo es la Palabra que trae significado a nuestra
vida. Cristo es la Sabiduría de Dios quien nos enseña en Eclesiastés a despojarnos del hebel en
nuestras vidas y mirar al mundo con ojos santificados. Porque es este mundo el que “siempre
permanece”; aún cuando será purificado por el fuego en el Día Final cuando Dios disipe todo el
hebel que hayamos acumulado sobre él.
The Mad Christian

(RVR1960)