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APRENDE UNA
LENGUA
EXTRANJERA?
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en una situación dentro del salón de
clases en que súbitamente nos vemos incapaces de lograr que un grupo preste
toda su atención a la materia?
¿Y quizás en otras ocasiones hemos estado a punto, o hemos llegado a un
momento en que se origina una fricción fuerte con uno o más alumnos debido a
su comportamiento?
¿Qué es lo que sucede en el aula que propicia estas situaciones?
¿Por qué menciono “el rechazo”? Es bien sabido que muchos estudiantes de
otra lengua mencionan que: “No me gusta el Inglés.” “Me cuesta mucho
trabajo.”
Después de un estudio llevado a cabo por un servidor entre alumnos de nivel
superior en cuanto a sus experiencias respecto al aprendizaje de una segunda
lengua aparecieron resultados interesantes que deseo compartir en este
escrito.
Y desde ahí, los años y los cursos venideros fueron muy similares. El alumno
entrando con miedo, con desgano, hasta con repulsión a la lengua. ¡Y
cada vez se le hizo más difícil aprender! Empezó su historial de fracasos
(reprobadas) y en la actualidad, aun después de cursar muchos años el inglés,
el alumno continúa sin saber ni las bases.
Esto nos lleva a otro punto importante que deseo mencionar con respecto a mi
propia práctica docente, y a la enseñanza de lenguas en general.
Ya vimos como es de vital importancia la influencia afectiva en una clase de
idiomas, así como el ambiente y nivel de amenaza del aula.
¿Y cómo podemos lograr, cuáles son esas condiciones tan necesarias?
Veamos un ejemplo:
Considero que si un alumno llega a la escuela a las 7 am, a las 2 pm ya está
muy cansado, con hambre, y deseoso de ir a su hogar.
A esa hora quizás podría asistir a una clase más teórica, donde no se requiera
del 100% de su atención, pues puede complementar él solo en su casa.
Pero una materia muy dependiente del estado anímico de la persona, y de
“sumergirse” en el tema y la situación de la clase, será muy difícil de
aprenderse con ese horario.
Muchas materias de las diferentes licenciaturas son del tipo que se pueden
estudiar casi de manera autodidacta. Es posible asistir en ocasiones a clase y
llevar a cabo el grueso del estudio en casa. Son materias donde la
memorización jugará un papel determinante para el supuesto aprendizaje.
Sin embargo, en el caso de una lengua las cosas son distintas. Aunque sí
influirá la dedicación y el compromiso del alumno para el estudio en casa, la
parte principal del aprendizaje se lleva a cabo dentro del salón de clase. Poner
atención, “estar” en la clase, son puntos necesarios para que se lleve a cabo el
aprendizaje.
Es inútil el pretender que un alumno que se encuentra en la escuela
desde las 7 a.m., intente poner mucha atención y estar motivado para que
a las 2 ó 4 p.m. tome una clase de inglés. La dinámica, la metodología
utilizada en la enseñanza, requiere de un estado mental alerta y abierto. Si en
ese momento estamos pensando en el cansancio, el hambre y las cosas que
deseamos hacer por la tarde, será muy difícil que el “input” se asimile, y
que el alumno sienta el deseo de participar y tratar de interactuar en la
lengua meta.
Sin embargo las condiciones necesarias dentro del aula, parecerían mostrar
que el maestro debe inclinarse hacia el lado “bueno”, el lado “amable y
comprensivo”. ¿Cómo lograr esta interacción sin permitir excesos de parte del
grupo?
Existen muchas estrategias para lograr una disciplina firme, combinada con un
ambiente no amenazante y agradable.
El establecimiento de reglas del salón entre alumnos y maestros, la discusión
del contenido del curso, la especificación de los elementos a evaluar y sus
porcentajes, la clara y transparente evaluación del conocimiento, etc., son
algunos de los factores primordiales para conseguir al máximo tanto el control
del grupo, como su aprendizaje.
¿En verdad deseamos que nuestros alumnos logren sus metas y sean mejores
personas?