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Contrato de seguro

Un contrato de seguro se caracteriza por las siguientes notas:


- Consensual: las dos partes, asegurado y asegurador, deben
conocer y aceptar expresamente las condiciones del contrato.

- Bilateral: el contrato contiene obligaciones para cada una de las


partes.

- Aleatorio: ninguna de las partes sabe con seguridad si ocurrirá o


no la contingencia asegurada ni cuándo se producirá ésta.

- Oneroso: el importe de la prima de un seguro siempre es inferior al


importe de la prestación o indemnización; de otro lado, el
asegurado para el que no se produzca la contingencia asegurada
habrá pagado unas primas sin recibir ninguna compensación
efectiva.

- Estar basado en la buena fe: se parte de que el asegurado no


provocará circunstancias que den lugar a que se produzca el
hecho asegurado.

Los elementos en el contrato de seguro son el interés, el daño y el


riesgo
El interés es la relación de contenido económico que se da entre un
sujeto y un bien. El artículo 25 de la Ley del Contrato de Seguro
establece que sin perjuicio de lo establecido en el artículo 4, el contrato
de seguro contra daños es nulo si en el momento de su conclusión no
existe un interés del asegurado a la indemnización del daño. En cuanto a
la doctrina, la opinión dominante lo equipara a relación económica de una
persona con una cosa amenazada por un riesgo, determinante de que
aquélla sufra un daño patrimonial si se produce un concreto hecho.

El daño por su parte es la lesión total o parcial del interés existente o


previsto que se produce cuando se realiza el riesgo asegurado.

Y finalmente, el riesgo es la posibilidad de que el evento dañoso se


produzca.

Su condición de elemento esencial del seguro determina obviamente que


presente igual carácter en el contrato de seguro, de tal manera que éste
"será nulo... si en el momento de su conclusión no existía el riesgo o
había ocurrido el siniestro" como dice el artículo 4 de la LCS 50/1980.

Es decir, todo contrato de seguro requiere la existencia de un riesgo;


ahora bien, el precepto deja la puerta abierta , como considera un sector
doctrinal, para que pueda celebrarse un concreto contrato con riesgo
delimitado pero aun inexistente, pero que surgirá más adelante. El riesgo
elemento del contrato de seguro es el riesgo concreto cubierto por cada
contrato, de ahí la importancia de la delimitación del mismo, determinante
de la obligación del "tomador del seguro... de declarar al asegurador...",
de acuerdo con el cuestionario que éste le presente, todas las
circunstancias por él conocidas que puedan influir en la valoración del
riesgo.

¿Qué forma ha de revestir?


En cuanto a la forma del contrato de seguro, el artículo 5 de la Ley de
Contrato de Seguro establece que el contrato de seguro y sus
modificaciones o adiciones deberán ser formalizadas por escrito.

El asegurador está obligado a entregar al tomador del seguro la póliza o,


al menos, el documento de cobertura provisional.

En las modalidades de seguro en que por disposiciones especiales no se


exija la emisión de la póliza el asegurador estará obligado a entregar el
documento que en ellas se establezca. De esta forma, y como indica la
doctrina, la ley exige que el contrato se haga constar por escrito aunque
tampoco de forma expresa exige esa forma para su validez indicando
que deberán formalizarse por escrito.

En la doctrina y sobre este extremo ha existido opiniones contradictorias,


y por lo que se refiere a la jurisprudencia, aunque algún autor ha querido
ver en la misma la confirmación de que el contrato de seguro es un
contrato formal, otros autores han indicado por el contrario que lo que la
jurisprudencia ha realizado ha sido considerar probada o no la
celebración del contrato de seguro tomando como medio de prueba la
documentación del contrato. No obstante y dicho lo anterior, lo que sí es
cierto -dice la doctrina- es que lo normal es que el contrato de seguro se
formalice por escrito, siendo en la práctica excepcional que el contrato de
seguro se concierte de forma verbal sin formalización escrita, y lo
habitual es que se firme una póliza al celebrar un contrato de seguro,
como instrumento, el más adecuado, para acreditar la existencia del
mismo y único modo de reflejar todas y cada una de las características
del contrato de que se trate, entre ellas las exigidas por el artículo 8 de la
Ley del Contrato de Seguro.
Ahora bien, cabe decir que la jurisprudencia entiende que es preciso la
formalización del contrato, debiendo figurar el contrato de seguro por
escrito, firmándose la correspondiente póliza, y como dice el artículo 9 de
la Ley de Contrato de Seguro, la póliza del seguro puede ser nominativa
a la orden o al portador. En cualquier caso, su transferencia efectuada,
según la clase del título, ocasiona la del crédito contra el asegurador con
iguales efectos que produciría la cesión del mismo.

¿Qué es la póliza del seguro?


Por otro lado, e igualmente en relación a la forma del contrato de seguro
debe indicarse que normalmente, para cada operación concreta de
seguro se extiende una póliza. Pero en ciertos ramos como por ejemplo
transporte, la necesidad de acudir constantemente al seguro con el
peligro de no llegar a tiempo de cubrir los riesgos como dice Uría, hizo
conveniente la adopción de un contrato general que rigiendo determinado
tiempo pudiera cubrir anticipadamente todos los intereses asegurables a
medida que fueran quedando expuestos a los riesgos.

Esta modalidad de contratación de seguro, de uso generalizado


actualmente es la denominada "póliza flotante" o "de abono", a la que se
refiere el párrafo segundo del artículo 8 de la Ley del Contrato de Seguro.
Al celebrar el contrato de seguro se individualiza la clase de riesgo si
bien en ese momento no existe objeto alguno sometido al mismo; no se
corre efectivamente un concreto riesgo de esa clase, pero ya asegurador
y asegurado están contractualmente vinculados. Cuando surge una
efectiva situación concreta de riesgo el asegurado se lo comunica al
asegurador mediante la denominada "declaración de alimento" o de
"abono" de la póliza, sin necesidad, por tanto, de celebrar un contrato
para cada caso particular.

Pero además de la póliza, que es el documento esencial del contrato de


seguro, existen otros documentos que tienen especial importancia. La
Ley del Contrato de Seguro menciona específicamente en su artículo 6
LCS 50/1980 la "solicitud" -dirigida por el futuro posible asegurado a la
aseguradora-, la "proposición" -efectuada por el asegurador-, y el
"documento de cobertura provisional" en su artículo 5 LCS 50/1980,
documento éste último que cumple la función de documento de
formalización del contrato en tanto no se entregue la póliza. Por el
contrario, los otros dos documentos preceden al nacimiento del contrato,
con una diferencia entre ambos: la solicitud no vincula al solicitante y por
el contrario, la proposición sí vincula al asegurador durante quince días.

En cuanto a la "proposición" dirigida por el asegurador a un posible


asegurado, tiene carácter de oferta de contrato, no porque vincule al
proponente durante un plazo de quince días, sino porque reúne (si los
reúne) los citados requisitos de la oferta. La indicada vinculación solo
significa que la ley quiere concederle un tiempo al destinatario para
decidir si celebra o no el contrato de seguro, requiriéndose para el
nacimiento del mismo la correspondiente aceptación.

A este respecto ha expresado el Tribunal Supremo que la aceptación de


la proposición con firma por el asegurado y pago simultáneo de la prima
comporta la perfección del contrato, así como que una póliza suscrita en
fecha posterior a la propuesta aceptada retrotrae los efectos del contrato
a la fecha de la proposición.

Se indica que el elemento real del contrato es la prima. Como dice Uría,
en todo contrato de seguro el tomador satisface una determinada
cantidad de dinero en concepto de prima, que representa la
contraprestación del riesgo asumido por el asegurador. La prima
constituye el elemento esencial del contrato de seguro. Se indica por el
mismo autor que el derecho de seguros conoce un doble sistema en
orden a la prima, la prima única y la prima periódica. En el primer caso,
se fija una cantidad única que es la que ha de pagarse y de una sola vez
para toda la duración del contrato, y en el segundo supuesto se fija el
importe de la prima con arreglo a períodos regulares de tiempo,
efectuándose el pago de modo sucesivo y periódico.

¿A qué se le obliga las partes?


En cuanto a las obligaciones de las partes del contrato de seguro, en
relación a las obligaciones del asegurador, su primera obligación es la de
entregar la póliza al tomador del seguro, o al menos el documento de
cobertura provisional. La segunda obligación del asegurador es la del
pago de la indemnización para el supuesto de que acaezca el evento
dañoso o siniestro.

El tomador del seguro por su parte, tiene la obligación como antes se


indicó de declarar las circunstancias por él conocidas en relación al
riesgo para su correcta valoración; tiene el deber de comunicar al
asegurado durante la vida del contrato las circunstancias que agraven el
riesgo; tiene la obligación de comunicar al asegurador la realización del
siniestro en un plazo de siete días; tiene el deber de emplear los medios
necesarios para aminorar las consecuencias del siniestro. Pero la
obligación más importante del tomador es la de abonar la prima.
Clases de seguro
Las compañías aseguradoras ofrecemos muchas clases de seguros.
Todo el mundo conoce los de automóvil, hogar o vida, entre otros. Pero
existen muchos más que tal vez desconozcas.
Para empezar a conocerlos, quédate con que los seguros se clasifican
en tres tipos: personales, de daños o patrimoniales y, por último, de
prestación de servicios. Dentro de cada categoría puedes encontrar
muchísima variedad, tanta como los riesgos que cubren.
-Seguros personales: vida, accidentes personales, salud o
enfermedad, dependencia y planes de pensiones.
-Seguros de daños o patrimoniales: seguros de incendios,
responsabilidad civil, automóvil, agrarios, pérdidas pecuniarias, robo,
crédito y caución, transportes, ingeniería y multirriesgos.
-Seguros de prestación de servicios: defensa jurídica, asistencia en
viaje y decesos.

A su vez, todas estas categorías son muy variadas. Porque no todos los
asegurados necesitan lo mismo.
Nos detenemos primero en explicarte los seguros personales. “El objeto
asegurado es la persona. Se protege al individuo ante la ocurrencia de
un evento que le afecte directamente, como puede ser el fallecimiento, la
supervivencia, la alteración de su salud o, en algunas ocasiones, su
integridad psíquica”, explican en la web “Seguros y Pensiones para
todos”, de la Fundación MAPFRE.
Los seguros personales de vida proporcionan dinero a la familia del
asegurado en caso de que este muera o sufra de invalidez total y
permanente por accidente o enfermedad. Existen tres tipos, los de
fallecimiento, supervivencia y mixtos.
En los de fallecimiento, también conocidos como seguros de riesgo, si el
asegurado fallece antes de que finalice el contrato, se abona a los
beneficiarios designados la cantidad contratada. Si no fallece, la
aseguradora no paga ninguna contraprestación. También cubren, de
forma opcional, la invalidez o accidentes.
En los seguros de vida mixtos, “la compañía de seguros garantiza el
pago de un capital a los beneficiarios al fallecimiento del asegurado, o
bien al vencimiento del seguro si en esa fecha vive el asegurado”. Estos
seguros combinan las dos modalidades anteriores, un seguro de
fallecimiento o riesgo y uno de supervivencia o ahorro. Pueden
contratarse en distintas modalidades: completo, doble, revalorizable,
simple o variable. ¿Los conocías?

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